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Patrimonio y Desarrollo Local / José de Nordenflycht

Patrimonio y Desarrollo Local:


una práctica social entre el saber y el poder.
José de Nordenflycht Concha ∗

“Triste cosa es.


Por alguna razón en la República de Chile las cosas
parecían marchar a un ritmo diferente del ritmo al que
quería marchar la República Popular Latinoamericana de
Coelemu. Los tiempos se ponían más y más difíciles. La
República de Chile parecía quebrarse de modo inevitable
en dos bandos que parecían querer exactamente lo
contrario uno de otro,
en exactamente cada una de las cosas de la vida.”

Andrés Gallardo La Nueva Provincia

1. La dimensión política del patrimonio.

Las reflexiones anteriores son de Gaspar Cifuentes, el protagonista de la novela de


Gallardo, el cual había asumido la imperiosa necesidad de afrontar desde una gestión local las
consecuencias del terremoto de 1939 en la comuna de Coelemu, esto en vista de la inoperancia
del gobierno central para asumir su reconstrucción. Todo este episodio motiva a Cifuentes para
llevar a cabo la quijotesca empresa de independizar a Coelemu de Chile. Y; anécdotas más,
anécdotas menos; lo logra.
El espacio local escindido, en la novela, ve como los sucesos se desatan al punto de que
en el país un empate catastrófico de fuerzas está a punto de la deflagración mientras la solución a
diferendos fratricidas por medio de la participación en un diálogo ciudadano fortalece la nueva
provincia.
Aquí la analogía no se deja esperar, el patrimonio territorial de un país se ve amenazado
por una exclusión interior a consecuencia de la desidia de sus autoridades. Esa misma “desidia
patrimonial” que en estos últimos años a intentado de ser revertida.
En efecto, durante los últimos años la escena cultural de nuestro país se ha visto
potenciada en su desarrollo por una serie de señales positivas por parte de los organismos del
Estado, en particular destaca el trabajo de puesta en valor del patrimonio a partir de la

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1
revitalización del Consejo de Monumentos. Es indudable que la creación de fondos concursables,
como son el Fondo de Apoyo a Iniciativas Culturales Regionales y el Fondo de Desarrollo de la
Cultura y las Artes (FONDART) han tenido un positivo efecto en la producción, promoción y
conservación cultural, además de producir un verdadero efecto multiplicador en ONGs,
Fundaciones y Corporaciones privadas que también se han sumado al esfuerzo del desarrollo
2
cultural y la puesta en valor patrimonial .
En suma las políticas públicas orientadas a la financiación de las actividades culturales han
multiplicado sus fondos y programas, lejos del fantasma del dirigismo cultural la necesidad de su
incremento y sistematización ha sido considerada fundamental para que las antiguas carencias
3
vayan camino a tener una adecuada respuesta , por lo que al momento presente amplios sectores
de la sociedad están expectantes ante los efectos de la nueva institucionalidad cultural que el
ejecutivo ya ha elaborado de cara a su aprobación por el legislativo para lograr su puesta en
marcha definitiva, dando una respuesta a diagnósticos muy recientes sobre la necesidad de este
4
marco de acción.
No obstante este diagnóstico general positivo la efectividad y masificación de los planes y
programas que estos organismos han implementado ha sido atenuado y muchas veces debilitado a
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la hora de revisar el panorama cultural de regiones y zonas del país más alejadas del centro . Al
igual que el Coelemu de Cifuentes, estos territorios locales se ven amenazados por una desidia
que muchas veces se retroalimenta internamente, con el peligro de la inanidad consecuente. Al
igual que en el Coelemu de novela pareciera que la participación ciudadana es un camino de alta
rentabilidad simbólica.
Camino que, por cierto, recién empezamos a transitar.

2. Referencias culturales: el valor de los activos inmateriales locales.

1
Una muestra de su buena salud desde hace una década es evidente si se examina con alguna atención los
proyectos, y publicaciones en la página web: www.monumentos.cl.
2
Fundación Andes, Fundación Cultural Amigos de las Iglesias de Chiloé, Corporación del Patrimonio Cultural,
Comisión de Patrimonio del Colegio de Arquitectos, Ciudadanos por Valparaíso, entre muchas otras, son las
que resuenan por estos días.
3
LABARCA, Guillermo “¿Es necesaria una política para el arte?” en PROPOSICIONES, Ediciones SUR, nº
18, 1990.
4
GARRETÓN, Manuel Antonio “Financiamiento estatal e institucionalidad cultural en Chile.” En AA. VV.
Seminario Internacional sobre Economía de la Cultura. Mecenazgo, organizado por el Fondo nacional de Las
Artes, Buenos Aires, 19 al 20 de agosto de 1998.
5
La relación entre desarrollo regional y puesta en valor patrimonial ha sido desarrollada por CARAVACA,
Inmaculada et Alt. "Patrimonio cultural y desarrollo regional", en EURE, Instituto de Estudios Urbanos,
Pontifica Universidad Católica de Chile, volumen XXII, n° 66 de octubre 1996, págs. 89-99. Véase además
nuestros planteamientos en
NORDENFLYCHT, José de Recuperación de una identidad fragmentada: proceso en torno a la centralidad de
lo patrimonial. Ponencia presentada en el Seminario Patrimonio Cultural y Desarrollo Local. Hacia la definición
de una Política Pública Regional, 24 de septiembre de 1997, Sala de Conferencias Cámara de Diputados,
Congreso Nacional.

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La primera evidencia que justifica una política de puesta en valor patrimonial como motor
del desarrollo local en regiones es que son esos territorios en donde se concentra la mayor riqueza
patrimonial del país. Paradojal resulta en este contexto que las declaratorias de Monumentos
Nacionales sean mayoritarias en la Región Metropolitana, y sin embrago los dos únicos bienes
inscritos en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO están en regiones, más aún en territorio
insular. Curioso.
De hecho el centro del país es gravitante imponiendo una disparidad y generando
expectativas en los sectores más deprimidos que se encuentran en regiones y que históricamente
han tenido menos acceso a la cultura y sus beneficios. Expectativas que no son cubiertas ya sea
por problemas de difusión y posesión adecuada en estos sectores, o por que la presentación de
proyectos en los centros de producción cultural, mejor formulados y más documentados, casi
siempre obtienen las opciones ofrecidas. Existe de este modo una desconexión real, en donde la
desinformación y la falta de capacitación de la ingeniería social activa en las comunidades
regionales más pobres frente a estas iniciativas.
En este contexto, tanto para la producción cultural como para su conservación, las
especulaciones sobre quién es la autoridad legítima para seleccionar lo que debe ser preservado,
a partir de qué valores, en nombre de qué intereses y de qué grupos, ponen de relieve la
dimensión social y política de la intervención sobre el patrimonio, una actividad que por la
ciudadanía y las autoridades se acostumbra a ser vista como eminentemente técnica.
En el último tiempo asistimos a un escenario difuso en donde aparentemente esta
percepción ha cambiado, prueba de ello es que los temas relativos a la conservación del
patrimonio cultural han salido de los claustros académicos y el ámbito técnico para entrar a la
agenda pública del sector estatal, privado y de la ciudadanía en general. Esto que podría ser visto
positivamente hay que examinarlo con atención ya que la puesta en la agenda pública muchas
veces no avanza sobre la superficialidad mediática, sumado a lo cual hay que considerar
endémicas prácticas sociales verticales, paternalistas y asistencialistas, en donde se manejan los
activos simbólicos inmateriales del capital local y regional desde una férrea estructura centralista,
lo que no es sólo un fenómeno condicionado a su entendimiento geográfico y administrativo, sino
que más profundamente en sus connotaciones de centralidad epistemológica, deontológica e
incluso afectiva.
Aunque ya sea ampliamente reconocido que el primer paso para la protección del
patrimonio es su conocimiento, la ciudadanía no debe ser sólo informante sino que también
intérprete de ese legado, ya que no solamente la destrucción del patrimonio es una demostración
de poder, sino que también, y de manera más compleja, la conservación selectiva que el poder
hace de un legado cultural determinado.
Decidir qué es lo que se conserva, decidir qué es lo que nos representa será mucho más
determinante que la destrucción y el olvido, de hecho la construcción de las nacionalidades
latinoamericanas desde el proyecto histórico de sus oligarquías republicanas del siglo XIX operaba

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bajo esa estrategia, la cual se intentará revertir por medio del largo proceso de modernización y
democratización de nuestras sociedades hasta el día de hoy.
Por lo tanto, y aunque muchas veces los intereses defendidos por el tercer sector
organizado sea calificado como de “difuso” por el lenguaje jurídico, la participación social es
fundamental en los proyectos de intervención en la preexistencia.
6
Esto ha quedado demostrado en nuestro contexto regional latinoamericano como, por citar
algunos de los muchos ejemplos, el caso del Centro Histórico de Quito, los Conjuntos de la
Misiones Jesuíticas en el Oriente Boliviano o el Centro Histórico de la ciudad de Salvador de
7
Bahía , todos inscritos con éxito en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO.
El desafío de activar esta variable no es menor, de hecho mucho antes de que la
participación ciudadana demostrara su pertinencia y efectividad se debieron despejar interrogantes
iniciales como ¿para qué y para quien recuperar?.
Estas eran viejas preguntas en el panorama europeo, de hecho desde la primera mitad del
8
siglo XX está era una preocupación de precursores como Gustavo Giovannoni , las que vienen a
instalar un debate amplio y tener un referente operativo en la Carta de Amsterdam (1975) donde
comienza la amplia circulación de la noción de rehabilitación. Ésta operación de intervención en la
preexsitencia supone que los aspectos materiales del deterioro de un bien patrimonial inmueble
son síntomas de una necesidad más importante como es la efectiva recuperación de la calidad de
vida de los habitantes, cuestión muy importante para no confundir medios con fines. Una noción
como ésta y su implementación se hacía más pertinente en los países con tasas de desarrollo
menores y que no se podían dar el lujo de dilapidar recursos, por lo que la pregunta con
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respuestas más urgentes para poner en valor el patrimonio era ¿para qué?
Los intentos de solución de ésta pregunta fueron desplegando un amplio debate que
desde hace unos veinte años a esta parte ha ido reconociendo en el medio regional
latinoamericano que las ciudades actuales son el resultado de la superposición de las anteriores y
reflejo de los hechos históricos que en ellas se sucedieron, sin embargo en muchas ocasiones se
ha producido una sustitución o transformación de los centros históricos en virtud de criterios
funcionales y económicos, estableciéndose entonces el dilema entre progreso y conservación
como justificación de esta política. Esto ya no podía ser aceptable ya que se trata de bienes
pertenecientes al patrimonio historico-cultural y no se podían aplicar criterios de rentabilidad sobre
el simple valor del mercado del suelo urbano.

6
Cfr. HARDOY, Jorge Enrique y Margarita GUTMAN Impacto de la urbanización en los centros históricos de
Iberoamérica, Ediciones Mapfre / PNUD UNESCO, Madrid, 1992.
7
ALMEIDA DE CASTRO, Adriana “Partipaçao social na recuperaçao do patrimonio.” En AA.VV. Seminario
Taller: Rehabilitación integral en áreas o sitios históricos latinoamericanos, UNESCO-ORCALC, Quito, 1994.
8
GIOVANNONNI, Gustavo L’Urbanisme face aux villes anciennes, Éditions du Seuil, París, 1998.
9
GAGO LLORENTE, Vicente “La lógica económica del deterioro y la rehabilitación como política económica
urbana.” En ¡Error!Marcador no definido.A.A.V.V. Curso de Rehabilitación. La Teoría, Colegio Oficial de
Arquitectos de Madrid, Madrid, 1985.

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La reflexión siguiente y los consecuentes proyectos de revitalización de los centros


históricos y los conjuntos rurales partió del reconocimiento de que son únicos e irrepetibles y por
ello era importante reconocer a estos por sus características peculiares aunque tengan pocos
"valores artísticos", según el concepto académico, y que la población se identifique con ella para
mantener una parte fundamental de la historia de cada pueblo.
No es sólo una valoración monumental, son la consideración de otros muchos valores,
entre ellos, los simbólicos, culturales, y los que remiten a la memoria colectiva de una comunidad.
Pero hay más, una defensa del modelo social al que las estructuras del patrimonio arquitectónico
sirven de marco físico, una crítica al despilfarro económico e inmobiliario que su destrucción
supone, una voluntad de mantener un fragmento urbano irrepetible, y de conservarlo y recuperarlo
como un sector más dentro de la planificación (como un barrio, área rural) distinto y único, pero un
espacio residencial popular y vivo, controlando y regulando la entrada de otro usos (comerciales,
terciarios, directivo, entre otros).
Aunque desde el punto de vista económico, y a simple vista, en algunos casos pueda ser
financieramente efectivo que recuperar la preexistencia sea más oneroso que urbanizar con
arquitectura de reposición, los ciudadanos no pueden mantener económicamente un desequilibrio
entre capacidad urbana y número de habitantes. Bajo este supuesto la reorganización de los
territorios urbanos que presentan una alta tasa de preexistencias de distintas calidades y jerarquías
se muestra como más rentable que la continuada política expansionista con una interminable
inversión en infraestructuras, equipamientos y mantenimientos de los mismos.
De ahí que económicamente recuperar a largo plazo sea más económico, la ciudad se
mantiene con un menor costo.
Con los elementos anteriores discutidos, internalizados y difundidos entre los técnicos, la
etapa siguiente será las estrategias en que el saber deberá interpelar al poder a partir de una
práctica social, inferida de las relaciones entre sociedad civil y Estado.
Es aquí donde la introducción de la noción de “Referencia Cultural” relativiza el criterio del
saber y pone atención sobre el papel del poder, esto es: qué significan, cómo se apropian y cuándo
constituyen acervos patrimoniales activos de una sociedad determinada será ahora un campo de
problemas de mayor urgencia que el proceso instalado desde los sectores técnicos y académicos
del catastro, relevamiento e inventario de las manifestaciones patrimoniales. Por cierto que en esto
último todavía queda mucho por hacer sin embargo es necesario introducir modificaciones
metodológicas para una identificación sin congelamiento, desplazando las categorías de
autenticidad por las de identidad.
En esta práctica social entre el saber y el poder creemos que la participación ciudadana
será una instancia de legitimación de las políticas del patrimonio cultural, ya que la construcción y
el fortalecimiento ciudadano así lo demanda. En esta fase tenemos ejemplos importantes de como
lo han entendido a nivel latinoamericano países como Brasil, que en este ámbito llevan la delantera

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con una Ley sobre el Patrimonio Intangible y un Grupo de técnicos a cargo del PNPI (Programa
10
Nacional del Patrimonio Inmaterial).
En ese contexto se ha concluido recientemente que en la puesta en valor del patrimonio
intangible “la noción de “referencia cultural” presupone la producción de informaciones y la
investigación de soportes materiales para documentarlas, pero significa algo más: un trabajo de
elaboración de esos datos, de comprensión de la resignificación de bienes y prácticas realizadas
por determinados grupos sociales, en vista de la construcción de un sistema referencial de la
11
cultura de aquel contexto específico.”
Es por esto que cuando se ha insistido en ciertos sectores de los administradores del
territorio en el turismo como inductor de crecimiento, esto es no sólo una salida fácil, sino que
muchas veces es la principal amenaza y factor de riesgo permanente ya que es precisamente en
el patrimonio intangible en donde se producen los mayores impactos, muchas veces difíciles de
medir y prever con anterioridad, creándose para mantener la imagen inicial invocando la mal
12
llamada “cultura para el turismo” que resta credibilidad al producto turístico . De hecho este es un
problema que ha sido enfrentado por atractivos culturales que en las sociedades de alto consumo
ha tenido en jaque a los grandes conjuntos monumentales inscritos en la Lista de Patrimonio
13
Mundial de la UNESCO como la Acrópolis de Atenas .

3. Chiloé: un caso de acción local y reflexión universal.

Si la identidad de un lugar está estrechamente ligada a la valoración y protección de sus


caracteres ambientales, y dentro de estos los valores del patrimonio tangible e intangible son sus
caracteres más pregnantes, es un hecho que mientras más conocimiento hay sobre los lugares
14
hay un cuidado mayor de ellos.

10
“El Programa Nacional del Patrimonio Inmaterial –PNPI, instituido por el artículo 8º del Decreto nº 3.551 del
4 de agosto de 2000, tiene como objetivo implementar una política específica de inventario, referencia y
valorización de este patrimonio. El programa complementa y apoya el Registro, instituido por el mismo
decreto, intentando hacer viable la adecuada instrucción de los procesos, el tratamiento y acceso a las
informaciones producidas, la promoción del patrimonio cultural d naturaleza inmaterial junto a la sociedad, y el
apoyo y fomento a los bienes registrados.”, en GTPI El Registro del Patrimonio Inmaterial , Ministerio de
Cultura, IPHAN, Brasilia, enero de 2002, pág. 177.
11
LONDRES, Cecilia “Referencias Culturales: Base para Nuevas Políticas de Patrimonio.” En GTPI , Op. Cit.,
pág.200.
12
LEAL, María Micaela “El turismo y la sustentabilidad perdida en áreas con valor patrimonial.”, en AA.VV.
Ponencias Primer Congreso Internacional para la Conservación del Patrimonio Cultural, Organizado por el
Comité Ecuatoriano de ICOMOS, Riobamba, 9-12 de noviembre de 1994, pág. 155.
13
ZIVAS, Dionysis “Historic Towns end Villages in Greece: Tourist Development Versus Sustainable
Development.” En AA.VV. Ciudades Históricas. Congreso Mundial de Conservación de Patrimonio
Monumental, ICOMOS, Morelia, 1999.
14
Como bien explica el psicólogo urbano Emilio Moyano, en MOYANO, Emilio y Mayra LAZCANO “Identidad
social urbana. Una comparación exploratoria en asentamientos de extrema pobreza.” En revista Arquitectura y
Cultura, Escuela de Arquitectura, Universidad de Santiago,nº 1, 2001.

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Lo anterior lo podemos ejemplificar revisando uno de los ejemplos en que ese factor de
identidad vehiculada por la participación local ha sido un factor de desarrollo patrimonial, como es
el caso de Chiloé, el cual es un territorio que por sus particularidades contiene una serie de
elementos y relaciones que lo convierten en un sistema patrimonial reconocido desde un largo
tiempo a esta parte.
Aquí el patrimonio ambiental comprende los eventos geográficos y la preexistencia cultural.
Ambos dan forma a la identidad que se expresa en una calidad de vida escogida por los habitantes
de un espacio a través del tiempo. Esta opción se materializa en un modo de ocupar el espacio y
15
en un modo de la valorizar los recursos naturales, como por ejemplo la papa.
Ahora bien, si el medio ambiente urbano es todo aquello que configura un entorno que
define la calidad de vida, también lo constituyen los espacios públicos o de uso comunitario, los
‘lugares’ que tienen significado histórico y estético y proporcionan identidad colectiva, el ambiente
de seguridad ciudadana o la trama urbana que facilita la convivencia cívica. Todos estos
componentes de la vida urbana interesan prioritariamente a los sectores populares que no pueden
construirse “ciudades privadas”; al contrario, construyen la ciudad de todos pero luego son
excluidos de sus ventajas.
Este diagnóstico general expresado para los territorios urbanos es válido también para los
espacios definidos por una escala de “localidad menor” que presentan una mayor fragilidad
ambiental, social y patrimonial, como es el caso de Chiloé.
Una de las características de las localidades menores es la de tener una identidad cultural
definida, aún cuando ésta no tenga la dinámica necesaria para autosostenerse. La tendencia
cultural de los centros mayores es la de la homogenización, inducida por la gran presión que
ejercen las comunicaciones ante las cuales la cultura local va gradualmente diluyéndose en una
cultura global, en la medida que el territorio no puede internalizar la información recibida. Esta
“cultura global” actúa ejerciendo una suerte de dominio caracterizado por la distribución de bienes
estandarizados de consumo portadores de un mayor “confort” y la transferencia de tecnologías que
se consideran más eficientes y eficaces. Esta cultura global, evidentemente dotada de una mayor
dinámica, va constituyéndose al corto plazo en un medio ambiente más apetecible.
Debemos considerar que, aún cuando en las localidades menores encontramos territorios
deprimidos y valores culturales en estado recesivo, en ellas vemos un factor de diversidad cultural.
Intentar reactivar los valores locales puede ser una estrategia general para intentar detener la
polarización del territorio. Esta actitud puede ser la plataforma que sustente una renovación
territorial.
Una identidad territorial definida es, en la actualidad, un producto escaso, casi un producto
no renovable, por lo tanto, la valoración de este recurso debe constituirse en un potencial de

15
SANTANA, Roberto “La papa chilota como patrimonio cultural.” Revista LIDER, nº 5, Universidad de Los
Lagos, Osorno, 1998.

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desarrollo puesto que la identidad cultural es lo que, en definitiva, constituye un atractivo cultural y
por extensión un potencial de desarrollo.
En el caso de Chiloé hemos visto durante las últimas décadas un creciente proceso de
integración al “sistema continental”, de una rapidez y contundencia tal vez inédita, si se considera
toda su historia desde el siglo XVI e incluso antes. De hecho la inminente construcción de un
puente que unirá la Isla Grande de Chiloé con el continente, proyectado para los próximos años, es
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otro de los indicios de este fenómeno .
La relación del territorio con su producción cultural puede ser sometida a variaciones
violentas producto de este "acercamiento", incluso en los ámbitos científicos en donde el
establecimiento de un diálogo con una apertura ante el otro debe superar la relación objeto-sujeto
de la antropología decimonónica. La que además de pecar de ingenuidad positivista, en el plano
epistemológico, no nos permitiría superar el umbral de lo ya visto mil veces por los ojos del turista
desprevenido.
En ese sentido un interesante proyecto de recuperación de la identidad local, a través de la
historia oral, fue desarrollado por el Obispado de Ancud desde la década del setenta, a través de
los Cuadernos de Historia, en donde se motivó a niños en edad escolar a entrevistar a sus abuelos
y mayores no solamente para obtener información sino que también para desarrollar conductas de
pregnancia identitaria de alto valor social. Este acervo de costumbres vernaculares producto de
una larga historia es el que permitió mantener con vigencia las condiciones de las preexistencias
tangibles materializadas en los templos, en donde serán claves figuras como la del Patrón o el
Fiscal, celebraciones populares, fiestas y un sin número de creencias asociadas al sincretismo
17
religioso dan cuenta de esta fortaleza del patrimonio intangible .
Esta micro reseña nos muestra como en el caso de la cultura chilota lo que constituye su
valor patrimonial es la delicada relación entre los elementos del patrimonio material e inmaterial
que hoy día son saberes reconocidos por el poder, en una práctica que ha llevado a inscribir parta
de su acervo material en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Este ejemplo nos sirve para ilustrar la conclusión basada en lo que hemos mencionado en
otras ocasiones con claridad: el patrimonio es la base del desarrollo, a lo que habría que apostillar
ahora: del desarrollo local.
En su momento la puesta en valor del patrimonio tangible, que sigue siendo el conjunto de
preexistencias más evidentes, y ahora el patrimonio intangible, reconocido éste como un activo
simbólico diseminado en la sociedad, son en su conjunto los elementos que constituyen este
amplio capital de desarrollo.

16
Ver el inicio de un debate no concluido en los titulares "Chilotes temen perder su cultura y sus tradiciones",
en El Mercurio, 10 de noviembre de 1995.
17
NORDENFLYCHT, José de “Impacto del Patrimonio Intangible en la Estrategia de Desarrollo del Patrimonio
Cultural en Chile.” Ponencia presentada al Seminario Internacional Patrimonio Intangible: Hombre, Tierra y
Patrimonio, organizado por el Comité Brasileño del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios ICOMOS-
BRASIL, Salvador de Bahía, 25 al 30 de abril de 2002.

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El manejo de este capital debe hacerse con responsabilidad ya que el único rédito posible
es la solidaridad con las sociedades futuras, más aún en el de carácter intangible que, por el
momento, es más irreductible a la lógica de la propiedad y el mercado, por lo que una práctica
social inducida como referente de esta relación entre el saber y el poder a través de los Cabildos
Culturales tiene la oportunidad de ser un mecanismo de transferencia en donde todos los actores
pueden interrogar al saber y al poder, primer paso para la puesta en valor de sus patrimonios
locales.

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