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LA ACTITUD DEL HERMANO MAYOR

EL HIJO PRODIGO: LUCAS 15:11-32.

Cuando hablamos de esta historia por lo general hablamos de la mala actitud y del mal comportamiento del hijo
menor. Pero casi nunca hemos hablado de la actitud del hijo mayor ¿ha pensado que el hermano mayor también
podría ser un hijo prodigo espiritualmente hablando?

En nuestra vida todos tenemos actitudes de los dos hijos. El relato que hace Jesús del hijo mayor, es
la de un fariseo clásico. Cuando Jesús describe el modo de ser del hijo mayor, está describiendo,
también, las actitudes de muchos religiosos y sacerdotes y de algunos hombres y mujeres
“piadosos”, con actitudes más del hijo “fiel”, que del hijo menor.

La pregunta que viene a nuestra mente sería, ¿Por qué el hijo prodigo se fue de su casa si lo tenía todo? Tenía un
lugar donde vivir, un papá que lo amaba incondicionalmente, tenía buena ropa, joyas, comida, siervos que lo
atendían, todo lo tenía. Pero ¿Por qué? Y eso mismo nos preguntamos cuando alguien se aleja de Dios, ¿Por qué
lo hace? y uno creería que la razón por la cual el hijo menor se fue de la casa era por su deseo de pecar.
Tampoco el hijo prodigo se fue por culpa de su papá, al contrario, su papá fue el motivo por el cual él decidió
regresar a la casa del Padre.

...se enojó y no quería entrar. (Lucas 15:28). El segundo hijo prodigo (Lucas 15: 25-30.) El hermano mayor se
enojó al ver la reacción de su Padre y en sus palabras podemos ver cierto grado de envidia, rivalidad y
acusación.

Para reflexionar: Los dos hijos de la parábola son dos ejemplos de la humanidad que sucede con frecuencia.
Muestras de ambos se van repitiendo a través de la Biblia, y en la vida de toda sociedad, también. Pensemos en
Caín y Abel, Esaú y Jacob, José y sus hermanos, en el hijo mayor y el hijo menor, en el fariseo y el publicano,
en los dos crucificados a lado y lado de Jesús. En el AT esos prototipos tienen nombre; en el NT, aparecen sin
nombre. Para que cada quien los descubra personalizados en sí mismo, en algunas de sus actitudes y así le
ponga nombre propio a cada uno de los diferentes ejemplos. Todos, hombres y mujeres, quién más, quién
menos, vivimos las actitudes del hijo “pródigo” y/o las actitudes del hijo “fiel”. También a sacerdotes y
religiosos nos resulta familiar la confesión del fariseo de la parábola del evangelista Lucas: “gracias, Señor,
porque no soy como los demás hombres: ladrones, adúlteros, injustos” (Lc 18,11); confesión semejante a la del
hijo “fiel” de nuestra parábola, que se expresó en términos parecidos: “no he desobedecido jamás tus órdenes, ni
he malgastado tu patrimonio con prostitutas “

Una clave de vida espiritual para el cristiano, como termómetro de la propia fe, está en saber descubrir en el
hermano el bien, en otorgar el perdón que él nos exige. La alegría que se experimenta por el bien del otro es un
indicador infalible de la fe, del amor personal. El Padre celestial siente más alegría por un pecador que se
convierte que por noventa y nueve justos que no necesitan conversión. Pero el hijo mayor no quiere aceptar que
su hermano se haya convertido, que su hermano se salve. Por eso no entiende el porqué de la fiesta que el padre
de la parábola ofrece en honor de su hijo que ha regresado.

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