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6to Blo1 2023
6to Blo1 2023
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LITERATURADE6TOAÑO–BLOQUE1: FORMASDEHUMOR--
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Bloque 1
Período de diagnóstico y activación de saberes previos:
Lectura comprensiva, lectura crítica, lectura inferencial
-Disparador: “póslogo” de Y usted ¿de qué se ríe? de Paula Labeur y Griselda Gandolfi..
Inicio de Nivel:
1. Aproximación a las ditintas teorías y formas del HUMOR
-Descarga, superioridad e incongruencia. (SÁTIRA Y PARADOJA)
-Actividades de análisis y reconocimiento con humor gráfico y sketchs
audiovisuales. LECTURA CRÍTICA: La sátira social.
Y usted,
¿de qué se ríe?
(¡Allá!, los del fondo...)
2. Teoría de la
superioridad: Es una
SÁTIRA, con el objetivo de
poner en ridículo y corregir
vicios del comportamiento
humano... fallas implica un
sentimiento de superioridad
del hombre hacia el hombre. «El que ríe de otro afirma más o menos
orgullosamente su yo». se trata de un cauce para ejercer una represalia
contra quienes consideramos inferiores a nosotros. Ridiculizaríamos a los
demás con tres objetivos: correctivo social, azote u hostigamiento y
censura. Ya lo dijo el poeta francés Baudelaire: “El hombre muerde con
la risa”
3. Teoría de la incongruencia o
PARADOJA: La risa puede
provenir de la convergencia inusual,
incompatible y contradictoria entre
ideas, situaciones, conductas o
actitudes. Esta teoría desarrollada
principalmente por Schompenhauer
sostiene que «La causa de lo risible
está siempre en el devenir paradójico, y
por tanto inesperado, de una cosa en un concepto que no le corresponde, y
la risa indica que de repente se advierte la incongruencia entre dicho
concepto y el suceder de las cosas.
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CONTENIDOS a chequear:
ACTIVIDAD DE -Comprensión lectora
INTRODUCCIÓN Y -Estrategias del lector (inducción,
deducción. Hipótesis)
DIAGNÓSTICO -Transposición de la teoría a la práctica.
1 . A) ¿A cuál de las tres teorías sobre el origen/naturaleza del humor creen que
corresponden estas viñetas?
2 .
.
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4.
5.
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Y por último, este video ¿los conocen?
Véanlo: https://youtu.be/y9LlnLTH87U
1. El
sordo
De Roberto
Fontanarrosa
pudo mirarlo un poco más. Sin ser muy alto, tenía cierta pinta de bestia. Algún pozo de
viruela en la mejilla, sombra de barba, remera de marca desconocida abierta en sus tres
botones. Prolijo, pese a todo. Por un momento bastante largo pareció que el tipo no iba
a empezar a hablar nunca.
- Vos te encamaste con mi mujer -soltó de golpe mirándolo, ahora sí, al Sordo.
- ¿Cómo? -el Sordo adelantó la cabeza con un sobresalto elástico del cuello, como un
tero al caminar.
- Que vos te encamaste con mi mujer.
- ¿Con tu mujer?
El otro había adelantado el maxilar inferior dejando un orificio circular entre sus labios,
por donde el humo del cigarrillo escapaba y le nublaba los ojos. No dijo nada más, y,
por el casi imperceptible trepidar de la mesa, era notorio que oscilaba una pierna
pivoteando sobre el pie flexionado como si cosiera a máquina.
- Espera un cachito... Esperá un cachito...-se rascó una ceja el Sordo amagando una
sonrisa forzada-. Yo a vos... ¿te conozco?
- Sí, me conocés...
- Porque, vos acá aparecés... -sobrevoló la información del Sordo- ... me venís a buscar
a la mesa, me presionás para que venga a hablar con vos... Me hacés levantar de la
mesa donde...
-Sí me conocés...
-... yo estoy con mis amigos conversando lo más tranquilo y, de rompe y raja, me salís
con esto de que...
- No te hagas el turro que me conocés...
El Sordo paró. Se quedó con la mano izquierda cerrada con la punta de los dedos hacia
arriba, interrogante, junto al pecho.
- ¿Que yo te conozco? ¿De dónde te conozco? A ver si nos volvimos todos locos.
- Me conocés de la puerta de la escuela Mariano Moreno, de Paraguay al 1200...Vos
vas a buscar a tu piba ahí. Y yo también.
- ¿Vos también?
- Sí señor... Y a veces voy yo y a veces va mi jermu. Y vos a veces chamuyás con mi
jermu ahí y otras veces ... -el tipo inclinó la cabeza como si quisiera apoyar una oreja en
el nerolite de la mesa en tanto golpeaba con el índice-..chamuyás con ella acá, en este
mismo boliche.
-¿Acá?
- Sí señor -el tono del tipo tenía un atisbo de grosería y un siseo remarcado.
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- Y... ¿Quién es tu mujer?
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- No te hagás el boludo que vos sabés muy bien quién es mi mujer.
- ¿Sabés quién soy yo? ¿Sabés quién soy yo? -el otro volvió a echar el torso sobre la
mesa-. Yo soy el esposo de Marcela. El marido de Marcela. Ése soy yo. El esposo de la
mina con la que vos te encamaste. O te encamás. Eso lo tengo que averiguar todavía...
El Sordo lo miró un momentito.
- ¿Quién es Marcela? ¿De qué Marcela me estás hablando?
- Marcela Tessone... ¿La ubicás ahora? -podía decirse que una sonrisa cínica
merodeaba la boca del tipo.
- ¿Tessone? Mirá... -El Sordo adoptó un tono condescendiente, como si tuviese que
explicarle a un niño un tema muy distante de su capacidad de razonamiento- Acá todo
el mundo se conoce por el nombre o por el apodo. Yo, hay muchachos dela mesa esos
que vos decís que son todos putos, que se borran todos - a los que conozco nada más
que por el apodo ¡ y los conozco desde hace años! Pero que no tengo ni la más puta
idea de cómo se llaman, del nombre, del apellido, de nada. Por eso vos me decís
Tessone y yo te digo ... que sí... que puede ser... que por ahí la...
- La morocha, alta, medio narigona... Que vos le prestaste el libro de Soljenitsyn...
El Sordo se quedó mirándolo. No había mayores posibilidades de evadir el tema. Yel
tipo había pronunciado el nombre de Soljenitsyn bastante bien.
- ¿Un libro de Soljenitsyn? -caviló, sin embargo, frunciendo los labios-. Ah sí...
- Para iniciarla en lo intelectual...-de nuevo la sorna.
- Sí... Ya sé cuál es...
- Y la boluda se deslumbra con cualquier cosa. Hasta con un Patoruzito se deslumbra...
- Marcela...
Se quedaron un momento callados, observándose. Filoso el tipo. Más a la defensiva el
Sordo.
- ¿Entonces? -sacudió el tipo.
- Entonces ... ¿Qué?
El otro mantuvo la mirada fija.
- Y sí -admitió el Sordo sin arriar demasiado sus banderas-. A veces hablamos con tu
mujer. Si es ésa que vos decís, a veces hablamos. Acá, en el boliche. Cuando ella viene.
Pero te digo que viene muy de vez en cuando. Pero nada más. Yo a ella casi no la
conozco. La conozco a la amiga.
- A la Patri.
- A ésa. A la Patricia. A ella la conozco más.
- ¿Así que la conocés a la amiga? -de nuevo la ironía-. La conocés a la amiga pero le
prestás un libro a mi mujer.
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- A tu mujer la conozco, pero... oíme... la conozco como uno puede conocer a tanta
gente en esta ciudad. Que la conocés de verla mil veces por la calle.Como... como vos 12
me decías que yo te conocía a vos, de la puerta de la escuela. Pero eso no quiere decir
que te conozco. Sí por ahí te veo y digo ¡Qué cara conocida!, pero nada más... Rosario
es una ciudad chica... Y hablo con ella como puedo hablar con tanta gente que viene
acá, somos todos amigos...
- ... y ella sabe que yo no soy un intelectual, mi viejo, ella sabe que yo la voy a cagar a
trompadas, no se la va a llevar de arriba si me aparece con una cosa de ésas...
- Te querrá cagar la vida, viejo. Qué sé yo... Te sale con esas cosas porque te habrá
dado la cana con alguna mina. Te conocerá alguna fulería y en esas cosas las mujeres
son muy vengativas. Son capaces de inventar cualquier historia con tal de...
- ¿Inventar cualquier historia? - embistió el otro-. ¿Inventar también el día en que se
encamó con vos? ¿Y la hora? ¿Y el telo al que fueron?
- ¿El telo? ¿ Te dijo el telo? Pero...
- Además, querido... ¡Yo no soy de engañar a mi mujer, mi viejo! -el otro estiró una mano
hacia adelante mostrando al Sordo la palma como si lo hubiesen herido en lo más
profundo-. Yo podré tener mil quilombos con mi mujer, pero eso no hace que yo ande
haciéndome el pelotudo con cualquier mina que se me cruce. Que ellasea una guacha
no quiere decir que...
- ¿También te dió el nombre de un telo? ¡Dios querido! Pero qué imaginación que tiene
esta mina... -el Sordo volvió a estallar sus manos en una palmada.
- Nada de imaginación, mi viejo. Nada de imaginación -el tipo variaba el ángulo de sus
ataques con una velocidad incontrolable.- No sigas haciéndote el boludo porque ella me
lo dijo todo, me batió todo, me lo contó todo...
El Sordo lo observó, algo desarmado.
-... y ella será una guacha que podrá venir a joderme con muchas cosas, pero nunca
con ese tema -siguió el tipo-. Y si me viene a contar una cosa así, es porque es cierto,
es verdad. Eso que me dijo es cierto.
Otro silencio. El Sordo resopló, enarcó las cejas poblando su frente de arrugas paralelas
y horizontales.
Luego se encogió de hombros.
- Y bueno... -suspiró- ¿Qué querés que te diga?... si ella te dijo eso... Si ella me manda
al muere...
- El jueves pasado. A las siete de la tarde. En el Gato Negro. Con video porno y todos
los chiches...
- Y dale, bueno... Agregale cama de agua también... Nunca hubiera imaginado que a
Marcela se le podían ocurrir tantas cosas...
- Entonces, viejo... -pisó firme el otro- ... Yo quiero que arreglemos este asunto.
El Sordo lo miró, ceñudo, curioso.
- Afuera -señaló el tipo con el mentón.
- Pero... ¿Qué estás diciendo?
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- Lo que te digo. En donde se te ocurra. Los dos, vamos y...
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- Pero ... ¿de qué me hablás?
- Nos cagamos bien a trompadas.
- ¿A trompadas? -el Sordo lo miraba con una expresión de infinito asombro-.¿Pero vos
estás en pedo?
- Sí señor. A trompadas.
El Sordo se recostó, relajado, sobre el respaldo de su silla.
- Yo no me cago a trompadas ni por mi vieja -aclaró.
- No la metas a tu vieja en este asunto.
- Yo a mi vieja la meto donde se me cantan las bolas. Ahora lo único que falta
es que venga cualquiera a decirme lo que tengo que hacer con mi vieja.
- Lo que pasa es que acá -generalizó el otro- están muy acostumbrados a parlarla
demasiado, querido. Acá, vos y todos estos pajeros están muy acostumbrados a
charlarla lunga, de cualquier cosa. Resuelven el fato de la guita, de la política, de la
Revolución, sin levantar el culo de la silla. Son revolucionarios de café ustedes. Idiotas
útiles. Y vos te creés que conmigo va a ser lo mismo. Y que vas a poder explicarme
cómo fue que te cogiste a la hija de puta de mi mujer en una charla, en una conferencia
de prensa; que me vas a poder decir cómo que te la empomaste y yo te voy a decir
“¡Pero mire qué bien, qué cosa más interesante! ¿Qué diría Soljenitsyn a todo esto?”; O
algún otro de esos escritores culorrotos que ustedes se pasan leyendo todo el día....
- Te equivocás, te equivocás... -dijo el Sordo, jugueteando con un tiquet viejo de
consumición entre los dedos-. No nos pasamos leyendo. Vos estás confundido -más
tranquilo al comprobar que, pese a esa encendida llamada a la acción directa, pese a
esa invitación a la violencia, la cosa venía demasiado dialéctica como para derivar en
un holocausto.
- Conmigo no corre ésa. Esa mano no corre conmigo...
- Tu mujer no se encamó conmigo -afirmó el Sordo- Y te voy a decir una cosa, te voy a
decir una cosa... Vos podés creer lo que se te cantes las pelotas, después de todo es tu
mujer. Pero te voy a decir una cosa, como para que vos entiendas...
- No hay nada que entender, mi viejo... Esto está muy claro... Acá lo ...
- ¿Sabés por qué no me encamé con tu mujer, ni me encamo, ni me encamaría
nunca?Ahí sí el tipo lo miró, atento.
- ¿Sabés por qué? -reafirmó el Sordo.
- ¿Por qué?
- Porque tu mujer no me gusta.
- ¿Cómo que... no te gusta?
- No me gusta. Muy simple. No me gusta.
- ¿Por qué no te gusta?
- Es jovata, viejo. Está muy achacada.
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- ¿Jovata? ¡No tiene 40 años, querido! ¡No seas pelotudo!
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- Mirá, si no tiene 40 años, los aparenta. Te digo más, yo le daba cerca de 45.
- 37 pirulos tiene. Recién cumplidos.
- ¡Y bueno!
- ¿Qué? ¿ Me vas a decir que alguna de estas pendejas que están por acá, aquella, por
ejemplo, con esa pinta de muerta de hambre, están mejor que mi mujer? ¿Pero no ves
la pinta de pichicateras que tienen todas, que parece que hace mil años que no toman
sol, fumadas todas, sucias, los pelos roñosos? ¿Ésas son las pendejas que te gustan a
vos? ¡Por favor! Dejame de joder. Además, no me vengas con versos, mi viejo. Si vos
tampoco sos ningún pendejo ¿O me vas a venir con que a vos las pendejas todavía te
dan pelota? No te dan ni cinco de pelota a vos, mi querido ¿O te pensas que yo no te
veo? ¿O porqué te pasás, acaso todas las tardes, sentado en la mesa de todos esos
viejos chotos como me dice Marcela que te pasás? Porque te dan mucha bola las
pendejas, seguramente. Por eso. Viejos chotos haciéndose los galanes...
- A mí no me gusta...
- Además, mi mujer, será una hija de puta que se encama con el primer pelotudo que le
cruza, pero se rompe el culo haciendo gimnasia para mantenerse en forma, querido ¡Las
veces que me he tenido que hacer la comida cuando vuelvo del trabajo porque ella está
haciendo la gimnasia, tirada enfrente del televisor con la mina esa y el grone de la ESPN,
que hacen gimnasia arriba de un portaaviones! Y te va al gimnasio, y te sale a correr...
- No me gusta. No me digas porque no me gusta...
- Más de una de estas pendejas querría tener el culo que tiene mi mujer. Las gomas que
tiene mi mujer, mirá lo que te digo...
- A vos te parece porque sos el marido. Tenés que convencerte porque...
- ¡No me tengo que convencer un carajo, querido! Yo no soy tan boludo, no me pongo
ciego ante la realidad, yo no me engaño... Marcela será una guacha pero sigue estando
buenísima... ¿O te creés que yo no veo cómo la miran los tipos por la calle?
- No me gusta.
- Tendrías que verla en bolas...Bueno... -saltó el tipo-. ¡Si vos la viste en bolas, hijo de
puta! ¡Oíme, salgamos y...!
- No es eso, no es eso... Yo no te digo que no esté buena...
- ¿Qué no va a estar buena? ¿Y que me decís entonces?
- No sé... No es mi tipo de mujer... No... No... Qué se yo... Vos no lo tomés a mal, pero
... La nariz...
- ¿Qué pasa con la nariz? ¡Ahora no me vengas con que no te gustan las narigonas! Al
contrario. Eso es lo que hace interesante a una mujer... ¡ Mirá la Barbara Streisand, por
ejemplo, mirala a ella! Ahora no me vas a salir con que te gustan estas pendejas que se
hacen la estética y que quedan todas con la misma napia. Ésas te gustan, seguro, esas
narices de mierda que parecen caniches...
- No es eso...
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- Además... A la Ley de Almada, mi viejo. Le tapás la cara con una almohada.
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- No es eso...
- ¡Por favor, mi viejo! ¿ Que me venís?
- Es que a mi me gusta la mujer más... ¿ cómo decirte? Más...
- ¿Más qué?
- Más dulce, ¿me entendés?... Más modosita... Más manuable... Tu mujer, Marcela, es
muy grandota, muy agresiva. Demasiado...
- ¿Agresiva? ¡Porque tiene personalidad, querido! Ella es así. Avasallante ¿O querés
una boluda de ésas que se creen una muñequita de lujo?
- No te digo agresiva...
- ¡Porque te sabe llevar una conversación! Eso es lo que te jode. Están todos
acostumbrados a estar con minas que se callan la boca y le dicen que sí a todo, y no se
bancan una mina que tenga los ovarios bien puestos como para copar una mesa y opinar
de las cosas igual que los tipos. Eso es lo que pasa. ¡Claro! Todos los piolas de tu mesa
pueden decir mil pelotudeces de lo que se les cante pero si aparece una mina con ideas
propias no se la aguantan...
- Será así... Será así... Por ahí tenés razón...
- Lo que pasa es que ella te sabe llevar una conversación, porque ha estudiado, mi viejo
¡Y quién te dice que no ha estudiado más que cualquiera de todos estos intelectuales...!
¡Intelectuales de la poronga!
- Seré chapado a la antigua. Lo admito -enarcó las cejas el Sordo, casi como
apesadumbrado.
- Fijate que al final, yo... -no detuvo su arremetida el otro- que no soy lo que puede
decirse un tipo de estudios, porque apenas si tengo el secundario, me banco una mina
evolucionada. Pero ustedes no. Para ustedes una...
- ¿Sabés lo que pasa? ¿Sabés lo que pasa? Yo seré un antiguo, pero me jode que una
mina te interrumpa cuando estás hablando ¿viste? No te digo que me joda que hable.
Pero que sepa respetar cuando el que habla es otro. Que no se meta. Y eso es lo que
hace Marcela. Se mete. En ese aspecto es... desubicada... grosera...
- ¡Por favor! ¡Mirá con lo que me salís!
- Te digo más... Más de una vez, pensé, te juro que pensé, sin conocerte, eh, sin
conocerte...”Pobre tipo el marido de esta mina! ¡Lo que debe ser aguantar a esta mina!”.
- Pero... ¡Por favor!... Ella... ¡Ella es una santa! Es incapaz de ...
- Porque una cosa es charlar un ratito acá, todo muy bien, muy lindo, muy entretenido.
Pero otra cosa es tenerla todo el día en tu casa y...
- ¡No estás a su altura, querido! ¡No estás a su altura!... Es una señora...
- Te digo más... Ahora que te conozco, ahora que te conozco y veo que sos un tipo
honesto, frontal, un tipo que va de frente, como viniste de frente conmigo, un tipo que
tiene la grandeza de plantear una cosa delicada como ésta, cara a cara... merecerías
otra mina. No sé... Más dulce, menos agresiva, menos jodida.
- Por favor... Ya quisieras vos encontrar una mina como Marcela. Ya quisieras vos...
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- Puede ser... -caviló el Sordo. La conversación parecía haberse agotado-. Puede ser...
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El otro miró el reloj. - Me voy -dijo-. Ya debe haber llegado -se paró. El Sordo también,
las manos en
los bolsillos.
- ¿Tomamos algo? -frunció las cejas, mirando la mesa vacía y tratando de recordar. El
tipo negó con la cabeza.
- Chau -dijo-. Pero la vamos a seguir -advirtió. Y se fué por la puerta de Sarmiento y
Santa Fé. El Sordo se volvió para la Mesa de los Galanes. Cuando el tipo pasó junto a
donde estaban Cary y Querol, hizo un gesto con el mentón señalándole al Sordo la
adolescente flaquita que charlaba con ellos.
- ¡Seguro que una cosa así te gusta a vos! ¡Qué vas a comparar! -casi gritó, antes de
continuar su retirada.
El Sordo admitió con un gesto ambiguo y siguió para su mesa. Ésta se había poblado
bastante. Habían llegado el Pitufo, el Peruca, Belmondo y Hernán. El Sordo tuvo que
buscarse una silla de otra mesa y ubicarse en segunda fila, en un ángulo poco favorable.
- Mirá vos -se rió el Zorro-. Tenías ringside y te lo cagaron.
El Sordo iba a contestar cuando volvió el tipo, por el mismo lado que la vez anterior, por
detrás de la misma columna. Era obvio que había salido por la esquina y había vuelto a
entrar por Santa Fé. Le tocó el hombre al Sordo y se agachó para hablarle al oído.
- ¿Sabés por qué vos decís eso? -le dijo. El Sordo esperó, fastidiado.- ¿ Sabés porqué
vos decís eso?
- ¿Qué digo?
- Que no te gusta.
- ¿Por qué?
- Porque Marcela no te da pelota. Por eso -el Sordo giró para mirarlo -. No te da bola.
- Sí... Seguro...
- Claro, querido. Como eso de la zorra y las uvas... “¡Estaban verdes!”
- Sí... Seguramente...
- Entonces decís que no te gusta, que es fea, que es un escracho... - El Sordo meneó,
la cabeza con disgusto, resoplando.
- Sí, preguntale...
- Y... ¡No le va a dar bola a un tísico como vos, justamente!
- Claro... Preguntale... -repitió el Sordo, ya engranado.
El otro se irguió, siempre sonriendo y hasta se dio el lujo de palmearlo al Sordo en el
hombro.
- Sí. Seguro. Preguntale que hizo el jueves a la tarde... A eso de las siete...Preguntale
El otro le dió la última palmada de despedida y se alejó, contento.
- ¡Preguntale! -alcanzó a gritar, airado, el Sordo-. ¡Qué hizo! ¡Preguntale!
Pero el otro había desaparecido por la puerta de la esquina. Y esta vez ya no regresó.
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CONSIGNAS DE LECTURA e interpretación:
C) Lean esta otra captura del mismo libro con el que iniciamos:
Pero aguantáaa
Antes de la lectura:
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https://youtu.be/O1VfxbyUXpM
https://www.instagram.com/reel/Ch3TDccOxr_/?igs
hid=MDJmNzVkMjY=
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Entonces,
Parodia
Ahora sí: 22
El
Quijote… una PARODIA
¿De qué?
De las novelas de caballerías,
un género que estaba muy de moda en esa época (siglo XVII )
El protagonista
de estas novelas
era un caballero
andante que se
enfrentaba a todo
tipo de peligros y
vivía emocionantes
aventuras.
¿Cómo DEBÍA
ser ese
caballero?
23
Pero bueno, veamos cómo son los personajes de
Cervantes: Quijote, Sancho (su escudero), y Dulcinea (su
amada)
Capítulo I
De la condición y ejercicio del famoso hidalgo Don Quijote de la Mancha
(frags.)
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo
que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo
corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y
quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los
domingos, consumían las tres cuartas partes de su hacienda. El resto della concluían
sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, (…)
Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia,
seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. (…)
Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso, que
eran los más del año, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que
olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda.
Y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra
de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y así, llevó a su casa
todos cuantos pudo haber dellos; y de todos, ningunos le parecían tan bien como los
que compuso el famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas
entricadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos
requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito: La razón de
la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón
me quejo de la vuestra fermosura. Y también cuando leía: ...los altos cielos que de
vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican, y os hacen merecedora del
merecimiento que merece la vuestra grandeza.
Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas
y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Aristóteles,
si resucitara para sólo ello.
(…)
En efeto, rematado ya su juicio40, vino a dar en el más estraño pensamiento que jamás
dio loco en el mundo41, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento
de su honra como para el servicio de su república42, hacerse caballero andante y irse
por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras.
Y lo primero que hizo, fue limpiar unas armas, que habían sido de sus bisabuelos, que,
tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había que estaban puestas y olvidadas
en un rincón. Limpiólas y aderezólas lo mejor que pudo; pero vió que tenían una gran
falta, y era que no tenía celada de encaje, sino morrión simple; mas a esto suplió su
industria, porque de cartones hizo un modo de media celada, que encajada con el
morrión, hacía una apariencia de celada entera. Es verdad que para probar si era fuerte,
y podía estar al riesgo de una cuchillada, sacó su espada, y le dió dos golpes, y con el
primero y en un punto deshizo lo que había hecho en una semana: y no dejó de
parecerle mal la facilidad con que la había hecho pedazos, y por asegurarse de este
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peligro, lo tornó a hacer de nuevo, poniéndole unas barras de hierro por de dentro de tal
manera, que él quedó satisfecho de su fortaleza; y, sin querer hacer nueva experiencia 24
de ella, la diputó y tuvo por celada finísima de encaje. Fue luego a ver a su rocín, y
aunque tenía más cuartos que un real, y más tachas que el caballo de Gonela, que
tantum pellis, et ossa fuit1, le pareció que ni el Bucéfalo de Alejandro, ni Babieca el del
Cid con él se igualaban. Cuatro días se le pasaron en imaginar qué nombre le podría:
porque, según se decía él a sí mismo, no era razón que caballo de caballero tan famoso,
y tan bueno él por sí, estuviese sin nombre conocido; y así procuraba acomodársele, de
manera que declarase quien había sido, antes que fuese de caballero andante, y lo que
era entones: pues estaba muy puesto en razón, que mudando su señor estado, mudase
él también el nombre; y le cobrase famoso y de estruendo, como convenía a la nueva
orden y al nuevo ejercicio que ya profesaba: y así después de muchos nombres que
formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su memoria e imaginación, al
fin le vino a llamar ROCINANTE, nombre a su parecer alto, sonoro y significativo de lo
que había sido cuando fue rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de
todos los rocines del mundo. Puesto nombre y tan a su gusto a su caballo, quiso
ponérsele a sí mismo, y en este pensamiento, duró otros ocho días, y al cabo se vino a
llamar DON QUIJOTE, de donde como queda dicho, tomaron ocasión los autores de
esta tan verdadera historia, que sin duda se debía llamar Quijada, y no Quesada como
otros quisieron decir. Pero acordándose que el valeroso Amadís, no sólo se había
contentado con llamarse Amadís a secas, sino que añadió el nombre de su reino y patria,
por El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha hacerla famosa, y se llamó Amadís
de Gaula, así quiso, como buen caballero, añadir al suyo el nombre de la suya, y
llamarse DON QUIJOTE DE LA MANCHA, con que a su parecer declaraba muy al vivo
su linaje y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre della. Limpias, pues, sus
armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su rocín, y confirmándose a sí
mismo, se dió a entender que no le faltaba otra cosa, sino buscar una dama de quien
enamorarse, porque el caballero andante sin amores, era árbol sin hojas y sin fruto, y
cuerpo sin alma. Decíase él: si yo por malos de mis pecados, por mi buena suerte, me
encuentro por ahí con algún gigante, como de ordinario les acontece a los caballeros
andantes, y le derribo de un encuentro, o le parto por mitad del cuerpo, o finalmente, le
venzo y le rindo, ¿no será bien tener a quién enviarle presentado, y que entre y se
hinque de rodillas ante mi dulce señora, y diga con voz humilde y rendida: yo señora,
soy el gigante Caraculiambro, señor de la ínsula Malindrania, a quien venció en singular
batalla el jamás como se debe alabado caballero D. Quijote de la Mancha, el cual me
mandó que me presentase ante la vuestra merced, para que la vuestra grandeza
disponga de mí a su talante? ¡Oh, cómo se holgó nuestro buen caballero, cuando hubo
hecho este discurso, y más cuando halló a quién dar nombre de su dama! Y fue, a lo
que se cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza labradora de muy buen
parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque según se entiende, ella
jamás lo supo ni se dió cata de ello. Llamábase Aldonza Lorenzo, y a esta le pareció ser
bien darle título de señora de sus pensamientos; y buscándole nombre que no desdijese
mucho del suyo, y que tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino a
llamarla DULCINEA DEL TOBOSO, porque era natural del Toboso, nombre a su parecer
músico y peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas había
puesto.
1
En Latín: Era sólo piel y huesos
LITERATURADE6TOAÑO–BLOQUE1: FORMASDEHUMOR--
Capítulo VII 25
Sancho (frag)
En este tiempo solicitó don Quijote a un labrador vecino suyo, hombre de bien, si es que
este título se puede dar al que es pobre, pero de muy poca sal en la mollera. En
resolución, tanto le dijo, tanto le persuadió y prometió, que el pobre villano se determinó
de salirse con él y servirle de escudero. Decíale, entre otras cosas, don Quijote, que se
dispusiese a ir con él de buena gana, porque tal vez le podía suceder aventura que
ganase, en quítame allá esas pajas, alguna ínsula, y le dejase a él por gobernador de
ella. Con estas promesas y otras tales, Sancho Panza, que así se llamaba el labrador,
dejó su mujer y hijos y asentó por escudero de su vecino.
Capítulo VIII
Del buen suceso que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y
1
—La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque
ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados
gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos
despojos comenzaremos a enriquecer, que esta es buena guerra3, y es gran servicio de
Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra4.
—¿Qué gigantes? —dijo Sancho Panza.
—Aquellos que allí ves —respondió su amo—, de los brazos largos, que los suelen tener
algunos de casi dos leguas.
—Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son
gigantes5, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que,
volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.
—Bien parece —respondió don Quijote— que no estás cursado en esto de las
aventuras6: ellos son gigantes; y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el
espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla7.
Y, diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante8, sin atender a las voces que
su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento,
y no gigantes, aquellos que iba a acometerI. Pero él iba tan puesto en que eran
gigantes9, que ni oíaII las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque
estaba ya bien cerca, lo que eran, antes iba diciendo en voces altas:
—Non fuyades10, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete.
Levantóse en esto un poco de viento, y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo
cual visto por don Quijote, dijo:
—Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo11, me lo habéis de pagar.
Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea,
pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en el
ristre12, arremetió a todo el galope de Rocinante y embistió con el primero molino que
estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia, que
hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero13, que fue rodando muy
maltrecho por el campo. Acudió Sancho Panza a socorrerle, a todo el correr de su asno,
y cuando llegó halló que no se podía menear: tal fue el golpe que dio con él Rocinante.
LITERATURADE6TOAÑO–BLOQUE1: FORMASDEHUMOR--
26
—¡Válame Dios! —dijo Sancho—. ¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo
que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase
otros tales en la cabeza?
—Calla, amigo Sancho —respondió don Quijote—, que las cosas de la guerra más que
otras están sujetas a continua mudanza14; cuanto más, que yo pienso, y es así verdad15,
que aquel sabio Frestón que me robó el aposento y los libros ha vuelto estos gigantes
en molinos, por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me tiene;
mas al cabo al cabo16 han de poder poco sus malas artes contra la bondad de mi
espada.
—Dios lo haga como puede —respondió Sancho Panza.
Capítulo XXIV
Dulcinea según Sancho (frags)
—¡Ta, ta! —dijo Sancho—. ¿Que la hija de Lorenzo Corchuelo es la señora Dulcinea
del Toboso, llamada por otro nombre Aldonza Lorenzo82?
—Esa es —dijo don Quijote—, y es la que merece ser señora de todo el universo.
—Bien la conozco —dijo Sancho—, y sé decir que tira tan bien una barra como el más
forzudo zagal de todo el pueblo83. ¡Vive el Dador, que es moza de chapa, hecha y
derecha y de pelo en pechoXLI, y que puede sacar la barba del lodo a cualquier caballero
andante o por andar que la tuviere por señora84! ¡Oh hideputa, qué rejo que tiene, y qué
voz85! Sé decir que se puso un día encima del campanario del aldea a llamar unos
zagales suyos que andaban en un barbecho de su padre86, y, aunque estaban de allí
más de media legua, así la oyeron como si estuvieran al pie de la torre. Y lo mejor que
tiene es que no es nada melindrosa, porque tiene mucho de cortesana87: con todos se
burla y de todo hace mueca y donaire. Ahora digo, señor Caballero de la Triste Figura,
que no solamente puede y debe vuestra merced hacer locuras por ella, sino que con
justo título puede desesperarse y ahorcarse, que nadie habrá que lo sepa que no diga
que hizo demasiado de bien,
ACTIVIDAD de lectura:
27
1. Era un hombre joven, guapo y valiente.:
28
La muerte de la ilusión.
Sobre el final
del Quijote
“No se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque
la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más ni más,
sin que nadie le mate ni otras manos le acaben que las de la melancolía. Mire no sea
perezoso, sino levántese desa cama, y vámonos al campo vestidos de pastores, como tenemos
concertado: quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora doña Dulcinea desencantada,
que no haya más que ver. Si es que se muere de pesar de verse vencido, écheme a mí la culpa,
diciendo que por haber yo cinchado mal a Rocinante le derribaron; cuanto más que vuestra
merced habrá visto en sus libros de caballerías ser cosa ordinaria derribarse unos caballeros
a otros y el que es vencido hoy ser vencedor mañana....”
29
Pero el paso de los años trabaja en contra y parece agotar el depósito de las
ilusiones a través de las experiencias repetidas; no matan a Quijote los gigantes ni
los años, si no la DESILUSIÓN.
“—Señores —dijo don Quijote—, vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no
hay pájaros hogaño. Yo fui loco y ya soy cuerdo; fui don Quijote de la Mancha y soy agora,
como he dicho, Alonso Quijano el Bueno. Pueda con vuestras mercedes mi arrepentimiento
y mi verdad volverme a la estimación que de mí se tenía, y prosiga adelante el señor
escribano.”
6. CONCLUSIONES:
¿Qué creen? ¿Es sólo burla a un viejo loco o hay otra lectura
posible -quizá más triste y más reflexiva- de esta historia?
LITERATURADE6TOAÑO–BLOQUE1: FORMASDEHUMOR--
30
1er trayecto lector: Actividad de cierre y evaluación
Acordar con el/la profe la entrega (si será escrita u oral, individual o grupal)
31
2do trayecto lector: Humor en ESCENA (teatro y cine)
La FARSA es otra forma humorística, y – a diferencia de
las anteriores- es TEATRO
(y dice Wikipedia…)
Farsa
Obra de teatro breve de carácter cómico y satírico, en
especial aquella que satiriza los aspectos ridículos y
grotescos de ciertos comportamientos humanos.
En Argentina el
teatro cómico
tuvo mucho
éxito a
principios del
siglo pasado (o
sea en el XX, no
estaban Netflix
ni Youtube).
Tanto que
adquirió
personalidad y
nombres
propios.
Primero se
hicieron SAINETES, que son obritas cortas y cómicas para
representar entre actos más importantes; así eran en España, y
empezaron por replicarlas acá (siempre se empieza copiando...)
LITERATURADE6TOAÑO–BLOQUE1: FORMASDEHUMOR--
32
Pero luego
fueron
adquiriendo
sus propios
personajes
tipificados:
Por ej el
Compadrito,
el Vago, la
Percanta, el
Gallego, el
Tano, la
Mama, la Alcahueta etc; y temas argentinos o rioplatenses : la
pobreza, la incomunicación, el desarraigo (era la época de la gran
inmigración).
Tanto se diferenció este TEATRO que obtuvo nombre propio: EL
SAINETE CRIOLLO.
(Noten cómo cambian también decorado y vestuario)
Y no se detiene allí:
evoluciona… y a
mediados del s XX se
va poniendo más
amargo… un poco
SATÍRICO; porque
lo que empieza por
hacernos reír,
termina siendo
nuestro propio reflejo
exagerado y
bastante
deformado, pero
nos reconocemos
perfectamente en esas ilusiones perdidas, en esos fracasos, en ese
patetismo doliente y desorientado.
Entonces nos cambia la forma de reír: pasamos del JUAA al Je Je…. ,
(entredientes y forzado).
33
2do trayecto lector: Humor en ESCENA (teatro y cine)
Del Grotesco Criollo vamos a:
2. También vamos
a ver la película
Esperando la
Carroza, basada en
el libro de Jacobo
Lángsner y dirigida
por Alejandro Doria,
1985.
(Fue -aún es- muy vista,
quizá reconocen
fragmentos/ memes sobre
ella)
34
ANTES DE LA LECTURA:
Exploramos estas imágenes de distintas puestas en escena de la
obra y anticipamos:
35
RECUERDEN QUE ES UNA Obra de teatro
PERSONAJES:
NONA: abuela de aproximadamente 100 años, es inmigrante italiana por
lo tanto habla en cocoliche (mezcla de italiano y español). Siempre tiene
hambre
CARMELO: Nieto de la nona, esposo de María y padre de Martita. Es
verdulero y sostén de la economía familiar
CHICHO: Hermano de Carmelo, se supone que es compositor. No trabaja
MARÍA: Esposa de Carmelo, ama de casa, mujer sumisa y trabajadora.
ANYULA: Hija de la nona, nunca se casó y vive con ellos (tía de los demás),
MARTA: Martita... es hija de Carmelo y María, jovencita coqueta y
ambiciosa
DON FRANCISCO: kiosquero vecino, señor mayor ya que fue
pretendiente de Anyula y ahora está enamorado de Martita.
36
LA NONA
de Roberto Cossa
ACTO PRIMERO
La acción transcurre, fundamentalmente, en una casona antigua, de barrio. A la vista
del espectador aparece una espaciosa cocina, donde hay una mesa para ocho personas, sillas,
un aparador y una enorme heladera. A la derecha, la pieza de Chicho: una camita, un ropero y
otros datos del típico «bulín» porteño. A la izquierda se insinúa la pieza de la Nona, una cueva
por donde este personaje aparecerá y desaparecerá constantemente.
El espectador tiene que tener la sensación de que, fuera de esos ambientes, la casa posee
la cocina: María, que pela arvejas frente a una enorme olla; Anyula, que ceba mate, y la Nona.
Esta última está sentada en una silla y come pochoclo en forma continuada. Finalmente,
Chicho, en su pieza, está tirado en la cama leyendo el diario del día. Anyula le tiende un mate a
María.
Anyula golpea suavemente la puerta de la pieza de Chicho. Este, rápidamente, deja el diario y
comienza una especie de tarareo, simulando cantar un tango. Anyula entra en puntas de pie, le
tiende el mate y se sienta en la cama. Chicho da dos o tres sorbos.
ANYULA.—¿Algo nuevo?
CHICHO.—Hoy empecé otro tango. (Pierde la mirada y balbucea un tarareo impreciso.) «De
LITERATURADE6TOAÑO–BLOQUE1: FORMASDEHUMOR--
mi pobre corazón...» (Marca los típicos compases finales del tango.) ¿Le gusta?
37
ANYULA.—Mucho. Sacaste el oído de papá. De toda la familia sos el único que salió músico.
CHICHO.—Me escucha, tía, me escucha... A veces siento aquí... (Se señala el pecho.) Es el
Anyula queda con la mirada fija y el mate en la mano, emocionada. Chicho la mira de
Anyula sale hacia la cocina. Chicho toma el diario. A lo largo de la escena siguiente se
ANYULA.—Como papá.
NONA.—Má pochoclo.
NONA.—¿Un po de formayo?5
MARÍA.—¡Nada, le he dicho! Aguántese hasta la cena. Vaya a su pieza, vamos. Cuando esté
LITERATURADE6TOAÑO–BLOQUE1: FORMASDEHUMOR--
la cena, yo la llamo. (La toma y la encamina hacia la pieza. En ese momento María descubre el
bulto que hace el pan en el bolsillo de la Nona.) ¿Qué tiene en el bolsillo? (Le saca el pan.) 38
¡Pero qué cosa! (Introduce a la Nona en la pieza y se vuelve. La Nona sale rezongando.) No
Anyula comprueba si el agua está caliente y cambia la yerba del mate. Del interior de la
ANYULA.—Falta todavía.
MARÍA.—¿Vas a salir?
MARTA.—Estoy de turno.
MARÍA.—¿Otra vez? Esta semana ya van tres veces. ¿No es una vez por semana?
María sale hacia el interior. Anyula termina de cebar un mate y se dirige a la pieza de
Chicho. Golpea, espera, y al final entra. Mira cariñosamente a Chicho, que está dormido; le
saca el diario de las manos, apaga la luz y sale. Marta se pasea impaciente.
Mientras transcurre esta escena, la Nona sale sigilosamente, roba un pan y vuelve a su
habitación.
MARÍA.—Sí, pero vos vendés perfume. ¿Por qué te tenés que quedar toda la noche?
Al salir tropieza en la puerta con Carmelo, su padre, que ingresa desde la calle con un
CARMELO.—¿Te vas?
bien. Dos por tres cambia de auto. Hoy se vino con un Falcon. (Tiende el paquete a María.)
Toma. Todo lo que quedó. María abre el paquete y saca unas verduras.
MARÍA.—¡Justo hoy que hice guiso! Carmelo saca un cuadernito del cajón del aparador.
CARMELO.—Si traigo todo lo que me pedís... Para eso cierro el puesto. Le digo al mayorista
ese!
MARÍA.—¿Cómo anduvo?
CARMELO.—Bien... Viste lo que quedó. En ese barrio se vende muy bien (Pausa.) ¡Eh... si
Carmelo sigue haciendo cuentas mientras María llena la olla con cantidades
impresionantes de verdura. Carmelo termina de hacer las cuentas y se queda pensativo, con la
cabeza entre las manos.
CARMELO.—¡Qué lo parió!7
MARÍA.—¿Qué pasa?
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CARMELO.—¿Qué va a pasar? Que no llegamos a fin de mes. ¡Eso pasa! ¿Vos anotaste todos
los gastos? 40
MARÍA.—Falta lo de hoy.
CARMELO.—Y Bué... (Le muestra.) Y todavía falta lo de hoy. (Cierra el cuaderno con fastidio
y lo guarda en el aparador.) No sé... No pagamos alquiler... no nos damos lujos... Yo, ni ropa
me compro.
MARÍA.—Yo tampoco.
CARMELO.—Esto no puede seguir así. La idea de ahorrar para poner el mercadito, bueno...
Mejor que me la olvide. Pero si esto sigue así, voy a tener que vender el puesto de la feria.
(María lo mira significativamente.) Digo yo... Con eso puede ganar mucha plata.
MARÍA.—¿Componiendo tangos? ¿Me querés decir quién gana plata hoy componiendo
tangos?
CARMELO.—Según él, los puede vender al Japón.
MARÍA.—Por favor, hace veinte años que está componiendo y nunca terminó nada.
CARMELO.—Sé... la verdad que... Pero a Chicho lo podemos aguantar. En lo que más gasta
María llena un plato con fiambres, aceitunas, queso, etc., y se lo tiende a la Nona, que
ANYULA.—Chicho... a comer.
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Chicho emite un gruñido.
41
ANYULA.—A comer, querido.
NONA.—U pane.
Carmelo saca una panera y la coloca sobre la mesa. La Nona, entretanto, echa en el
En el momento en que Carmelo se sienta, la Nona —sin dejar de comer— golpea con el
tenedor el borde del vaso, reclamando vino. Carmelo se levanta y saca una botella del
aparador.
CARMELO.—El destapador, María.
Carmelo termina de destapar la botella y María sirve los platos de sopa para Anyula y para
sopa. NONA.—Termené.
Anyula se levanta.
MARÍA.—Déjeme a mí.
NONA.—Formayo.
NONA.—Formayo.
se lo saca de la mano.
Vuelve con una quesera y la coloca frente a la Nona, que echa en el plato. Al mismo
NONA.—¿Y el perejil?
María echa el perejil en el plato de la Nona. Esta le agrega pan cortado, queso y todo lo
que encuentra a mano. Los demás comienzan a comer después. Aparece Chicho. Al verlo,
Anyula se pone de pie y le deja su lugar. Chicho, que trae el diario bajo el brazo, se sienta a la
mesa.
CHICHO.—¿Queda algo?
MARÍA.—(Irónica.) ¡Jmmm!
NONA.—Má guiso.
CHICHO.—Tome, Nonita.
LITERATURADE6TOAÑO–BLOQUE1: FORMASDEHUMOR--
CARMELO.—No le des más, que ya comió.
43
CHICHO.—Un poquito. ¿Cómo le vas a negar un poco de comida a la Nonita? (Le acaricia la
cabeza.) Nonita... la cabeza blanca como paredón iluminado por la luna. Y esas arrugas que
La Nona, que ya terminó con la porción que le dio Chicho, mira fijamente el plato de su
nieto.
CHICHO.—Un niño que descubría un mundo agarrado a la pollera de una abuela.
CHICHO.—Nonita... el niño aquel se hizo hombre y la abuela es un rostro dulce que lo mira
Durante esta última tirada se ha producido un forcejeo de la Nona por tratar de untar
el pan en el plato de Chicho. Finalmente, lo logra y come. Busca más pan, pero no hay.
NONA.—U pane.
NONA.—El postre.
María saca dos manzanas de la frutera y se las entrega a la Nona, que se las coloca en
el bolsillo.
CHICHO.—Dejala un rato más. Es casi el único momento que tengo para estar con ella.
La Nona se levanta pesadamente. Al pasar, roba una banana que hay sobre la mesa y se
dirige a su pieza.
NONA.—A domani.
Todos saludan. Se hace un silencio. Chicho come, mientras Carmelo espera que la Nona
ingrese a su pieza.
LITERATURADE6TOAÑO–BLOQUE1: FORMASDEHUMOR--
CARMELO.—Usted también puede irse a la cama, tía.
44
ANYULA.—Tengo que ayudarle a María a lavar los platos.
Se crea una pausa. Anyula mira a María y comprende que debe irse. Chicho advierte
también el clima y comienza a ponerse nervioso. Simula interesarse en la lectura del diario.
Todos saludan. Anyula sale y se produce una pausa tensa. Carmelo busca la manera de
empezar el diálogo. María, que se ha puesto a lavar los platos, está evidentemente,
expectante.
Chicho comienza a ponerse a la defensiva. Carmelo saca una botella de grapa y se sirve.
CARMELO.—¿Cómo?
CHICHO.—¿Está chacabuca?16
CARMELO.—¿Quién?
CHICHO.—La Nonita.
CHICHO.—Mi Nonita... Si le pasara algo, no podría soportarlo. (Señala con la mano hacia la
puerta de la pieza de la Nona, como los escolares cuando dicen un verso.) La abuela, en cuyo
CARMELO.—¡Pará! ¡Pará! (Pausa.) Oíme, Chicho... Esta casa no puede seguir así.
CHICHO.—¿Adónde?
CARMELO.—Oíme... ya sé que estas cosas te hacen mal, pero tenés que hacerle frente de
CARMELO.—(Cuchichea.) ¡Me lo está morfando! ¿Me oís? Es como mantener a diez leones
juntos.
CHICHO.—(Lamentoso.) Nonita...
CARMELO.—Yo no sé... O esto se soluciona, o... tiene que haber otro ingreso.
CARMELO.—Y claro.
CARMELO.—Pará, María.
Pausa tensa.
CARMELO.—Sí... Un ayudante.
CARMELO.—Sí. ¿Y?
CHICHO.—Y bue... ¿Cuánto más puede...? (Lloroso.) ¡Dios le dé larga vida! Uno... dos
CARMELO.—¿Y qué querés? ¿Que ahora tenga que vender el puesto de la feria?
CHICHO.—¡Pará... pará! Estas cosas hay que pensarlas bien. No hay que apurarse. (Toma el
CHICHO.—¿Ves? Aquí hay uno. (Lee.) «Persona adulta se necesita para todo tipo de
cobranzas.»
CHICHO.—Y claro. ¿No dijiste que el problema de esta casa es la Nona? Y bueno... hay que
CHICHO.—Se las puede rebuscar por el barrio. Le ayudamos a cruzar la avenida y puede
¿Vamos, Carmelo?
CHICHO.—¿Y por qué no? La gente, cuando no trabaja, se muere. Además, acá se aburre
De cinco a una.
CHICHO.—¡Ocho horas!
CARMELO.—Bueno... ¡que sé yo! Por ahí te puedo conseguir el turno de la tarde. (Se pone de
pie.) Y me voy a dormir.
CHICHO.—¡Para un cacho! (Con gesto de descubrimiento.) ¡Ya está! ¿Pero cómo no se nos
CHICHO.—La jubilamos.
CARMELO.—¿A la Nona?
CHICHO.—Y claro. ¿Cómo se llamaba aquel amigo tuyo que era gestor?
CARMELO.—¡Pero no! Además, la jubilación es una miseria. ¡No, Chicho, no! Y me voy a la
CHICHO.—Pará... pará... (Lo toma antes de que llegue a la puerta.) Tomemos otra copita,
CHICHO.—Bueno, casi... Y a la tarde... estábamos solos, le ofrecí café con leche y no quiso.
Carmelo hace un gesto y bebe un trago de grapa. En ese momento ingresa la Nona,
NONA.—Bonyiorno.
CARMELO.—¿Qué desayuno?
CARMELO.—Es la luz eléctrica, Nona. Mire...(Levanta la cortina que da al patio) ¿No ve que
es de noche?
NONA.—Ma...tengo fame.23
CARMELO. —(Fastidiado.) ¡Qué desayuno ni desayuno! ¡Vamos! (La toma como para
cama, ¿eh?
La Nona dice que sí con la cabeza y Carmelo comienza a preparar el sándwiche. Chicho,
CHICHO.—¿Duele?
cien años. Ponele que te diga un año, ¿viste? Para qué te vas a andar haciendo mala sangre
con el laburo, ¿no? CARMELO.—(Luego de una pausa.) Está bien. Vamos a ver qué dice el
médico.
CHICHO.—Fenómeno, Carmelo.
CARMELO.—(Le apunta con el índice.) Pero si, como pienso, no tiene nada, mañana mismo
le hablo al pescadero.
La mañana del día siguiente; Chicho se pasea por la cocina de un lado para otro,
CHICHO.—(Para sí.) Ya deberían estar de vuelta, ¿no? (Pausa.) Y... se veía que la Nonita no
estaba nada bien. Seguramente tuvieron que dejarla internada. (Se detiene y observa a
Anyula no lo escucha.
ANYULA.—Los hospitales... ya sabes cómo son. En las clínicas privadas te atienden más
rápido, pero... Todo es cuestión de suerte, querido. Mirá lo que pasó con tu tío Pancho en
CHICHO.—(Para sí.) Por Constitución... (Pausa.) Por ahí tuvieron que dejarla internada. En
En ese instante ingresa la Nona desde la calle, caminando rápidamente, ante la mirada
NONA.—Bonyiorno... La picadita.
La Nona se sienta frente a la mesa. María sale hacia su pieza. Anyula va detrás de ella.
CARMELO.—(Duro) ¿A quién?
CHICHO.—En el...
Chicho hace otro cabeceo, como señalando el hospital. Carmelo lo mira sin entender.
NONA.—La picadita.
Chicho se dirige al armario, saca una bolsa de papas fritas y se las entrega a la Nona.
CARMELO.—Está fenómena.
CHICHO.—¿Cómo fenómena?
CARMELO.—Nada. ¿Sabés qué dijo el médico? «Tienen abuela por muchos años.»
CHICHO.—¿Por cuántos?
CARMELO.—¿Preguntado qué?
CHICHO.—Bueno... pero vos sabés cómo son los médicos, Carmelo. ¡Unos años...! (Lo mira
CARMELO.—Oíme, Chicho. «Muchos años», dijo. ¿Entendés? ¡Muchos años! Así que esta
CARMELO.—¡Y claro!
CHICHO.—¿Y?
CARMELO.—Perfecto.
Carmelo lo mira.
CHICHO.—Eso que te hacen pedalear para ver si el corazón... (Hace un gesto como de
reventar).
CARMELO.—Escuchame, Chicho... Vos querías que la viera un médico, ¿no? Bueno, la vio. Y
CARMELO.—Que coma lo que quiera. Que ella misma se va a poner sus propios límites.
CHICHO.—¿Qué límites?
Carmelo se pasa la mano por la cara. Anyula aparece y comprueba si el agua del mate
CHICHO.—¿Y la presión?
CARMELO.—Ocho y trece.
salir.)
CARMELO.—¿Qué sarpullido?
CARMELO.—Nada.
CHICHO.—Parece que hay una clínica muy buena por Constitución. Yo te voy a averiguar.
más de uno.
CARMELO.—Perfecta. Dijo que tiene los dientes como un muchacho de veinte años.
CHICHO.—¡Dios mío!
resignación de Carmelo.
CHICHO.—Escuchame, Carmelo... en el café hay un pibe que estudia para dentista. Anda en
CHICHO.—Escuchame... escúchame bien, ¿eh? (Se acerca como para una confidencia.) ¿Y si
la hacemos... yirar?
CARMELO.—¿Hacerla qué?
Carmelo lo mira.
CHICHO.—A la Nonita...
CARMELO.—¿Qué decís?
CHICHO.—¡Pará... soltá!
CHICHO.—¡Pará! (Logra soltarse.) No te pongas moralista, Carmelo. Hoy en día nadie vería
CHICHO.—¡Cómo lo oís! ¡Con los perros! Y bueno... Entre un perro y... (Señala hacia la
CARMELO.—¡Pero no, Chicho! ¡Estamos todos locos! ¿Cómo nosotros... de qué manera...?
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CHICHO.—¿De qué manera? Como se hacen estas cosas. La parás en el cruce a las tres de la
54
mañana... Escuchame: los que vienen en banda y medio mamados agarran cualquier cosa.
hablo al pescadero.
Carmelo sale hacia la calle. Chicho queda con la cabeza entre las manos. Un instante
NONA.—Papa frita.
Chicho la mira.
irguiéndose en la misma medida que la cara se le ilumina. Se pone de pie y observa que no
haya nadie cerca. Luego se acerca a la Nona y le acaricia la cabeza.
NONA.—¿Paseyata?
CHICHO.—A tomar un poquito de sol... (La toma como para levantarla.) A la placita. ¿eh?
CHICHO.—Vamos... le va a hacer bien. Necesita caminar un poco. (Hace más presión para
levantarla.)
CHICHO.—(La suelta.) Bueno, Nona, Bué... Está bien. (Se pasea pensativo.) Me voy solo. Me
siento a tomar sol... me compro una bolsa grande de pochoclo... (La mira de reojo.)
NONA.—¡Quiero lupines!
Chicho arrastra a la Nona hacia la calle. Apagón. Se ilumina la cocina. En escena están
Carmelo, que se pasea nerviosamente de un lado para otro; Anyula reza el rosario sentada en
un rincón; Chicho está acodado en la mesa, con la cabeza entre las manos. Un instante
después ingresa
CHICHO.—(Lloroso.) Mi Nonita...
CHICHO.—Y fue por darle el gusto. Me dijo: «Chicho, sacame a pasear; nunca salgo; todo el
CHICHO.—¡Creeme, Carmelo! «Quiero caminar un poco.» ¿Y qué cosa más linda que salir a
CHICHO.—Y bueno... Al rato me dijo que se aburría. «¡Siempre esta plaza!, ¡Siempre esta
CARMELO.—¿Y?
CARMELO.—¿Para dónde?
CARMELO.—¿Y?
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CHICHO.—Y bueno... Charlando, charlando... llegamos al Italpark.
56
CARMELO.—¿Al Italpark? ¡Pero son como doscientas cuadras!
Quiso tomar un colectivo... después otro... Y cuando vio el Italpark... «Chicho —me dijo—,
mueva de aquí que le voy a comprar». Cuando volví... (Llora.) Seguro que se perdió para
siempre.
Carmelo se pone el saco y se dispone a salir en el momento en que desde la calle ingresa
la Nona con un globo rojo en una mano y una «manzanita» a medio comer en la otra.
NONA.—¡Bonasera!
Apagón rápido.
Las luces iluminan la cocina vacía. Un instante después ingresa desde la calle Carmelo,
evidentemente alterado.
CARMELO.—¡Chicho!
Se dirige a la habitación de Chicho. Abre la puerta y comprueba que está vacía. Vuelve a
la cocina.
CARMELO.—¡Chicho!
CARMELO.—Le dije que el pescadero lo esperaba hasta las diez. Ah, pero me quedo aquí a
LITERATURADE6TOAÑO–BLOQUE1: FORMASDEHUMOR--
esperarlo y me lo llevo a patadas a la feria. Conmigo no va a joder.
57
Abre el armario, saca la botella de grapa y una copita, y bebe. Del interior aparece
MARTA.—Bueno, me voy.
MARTA.—Y... sí. Pero hasta las dos o tres de la mañana, nada más. Como anoche.
En ese momento ingresa Chicho, alegre y alzando los brazos con un gesto de victoria.
CARMELO.—¡Oíme, atorrante...!
CHICHO.—¿Qué te pasa?
CARMELO.—¿Cómo qué me pasa? ¿No tenías que estar a las diez en la feria?
MARÍA.—Calmate, Carmelo.
CARMELO.—¿A quién?
CARMELO.—¿Y?
CHICHO.—Está de acuerdo.
CHICHO.—Bueno... que precisaba una mujer. Me dijo que sí, que se sentía solo. Y yo le dije
CARMELO.—La Nona.
CHICHO.—Carmelo, estas cosas se hablan así. Esta noche tenemos que concretar.
CARMELO.—No sé... Don Francisco es una buena persona; tiene plata. Bah, eso se dice.
(Bebe un trago.) Está bien. Habla con él. Pero es tu última oportunidad. Si fallás, a la feria. ¡Y
doble turno!
CARMELO.—¡Oíme, Chicho!, no me vengas con tus teorías raras. La cosa es casar a la Nona,
MARÍA.—Pobre Anyula.
MARÍA.—Anyula lo quiso siempre al Francisco. Y en una época parecía que él... Bueno...
LITERATURADE6TOAÑO–BLOQUE1: FORMASDEHUMOR--
CARMELO.—Esa es otra historia.
59
MARÍA.—Digo, nomás. Parece ser que la Nona se opuso.
MARÍA.—¡Eso es cierto! Anyula me lo contó una vez. Aparte, la Nona hizo siempre lo
posible para que Anyula no se case. Desde chica le corrió los candidatos.
elige a la Nona. Esto queda entre nosotros, ¿estamos? Hay que engancharlo al Francisco.
Apagón. Se enciende la trastienda del quisco de don Francisco, un ambiente donde hay
una cama, una mesa y dos sillas, rodeadas por cajas de mercadería. Golpean, y Francisco sale a
abrir. Un momento después ingresa Chicho.
CHICHO.—¿Ya cerró?
FRANCISCO.—Además... bueno, para qué lo voy a negar. Ella me gusta mucho. Se entiende,
FRANCISCO.—No le voy a decir que yo le gusto, pero... (Lo mira.) Supongo que habrá que
Ablandarla un poco.
mujer madura tiene más experiencia... Es un poco mujer y un poco madre. ¡Bué! Ya está
decidido. Habrá que fijar la fecha y... Eso sí, precisaríamos algún adelanto, ¿me entiende?
FRANCISCO.—Un momento... Las cosas hay que hacerlas bien. Antes quiero hablar con la
madre.
CHICHO.—La nieta.
FRANCISCO.—No hagamos líos. Yo quiero hablar con doña María y don Carmelo. Lo que
diga la chica no me importa. Lo que importa es lo que dicen los padres. Así se usaba en mi
pueblo.
CHICHO.—No, claro, claro... (Hace tiempo mientras piensa.) Sí, eso de la diferencia de edad
es grave. Yo no lo había pensado. Martita tiene veinte años... No le gusta el trabajo... Bah,
CHICHO.—Usted dice, pero después... Una chica así le va a hacer la vida imposible. No, don
Francisco... tiene razón. Lo que usted precisa es una mujer mayor, que lo ayude en el
FRANCISCO.—¿Anyula?
FRANCISCO.—La madre... Esa tuvo la culpa. Discúlpeme... es su abuela, pero ésa nos
arruinó.
CHICHO.—Celos.
FRANCISCO.—¿Cómo?
LITERATURADE6TOAÑO–BLOQUE1: FORMASDEHUMOR--
CHICHO.—Fueron celos. Ella estaba enamorada de usted.
61
FRANCISCO.—¿La Nona?
Francisco lo mira.
CHICHO.—Es el drama de nuestra familia. Francisco... Francisco... se la oye por las noches.
CHICHO.—Es una historia de amor, don Francisco. (Le toma las manos y le habla
CHICHO —Los médicos han dicho: «Un mes, cuanto mucho». Ha sufrido, don Francisco.
últimos días!
FRANCISCO.—¡Ma vos estás loco! Es como ir un mes a la cárcel. ¿Por qué lo voy a hacer?
CHICHO.—¿Qué gana? (Hace tiempo mientras piensa) ¿Qué gana...? Está bien, se lo
CHICHO.—La herencia.
es de ella.
FRANCISCO.—¿De la Nona?
Chicho asiente.
FRANCISCO.—¿Media Catanzaro?
FRANCISCO.—¿Qué guerra?
CHICHO.—Bueno... Pero nunca hay paz entre los hombres, don Francisco.
FRANCISCO.—Cobran la plata.
CHICHO.—Al día siguiente. Está todo arreglado. La cosa se hace de ejército a ejército.
Garantía absoluta. Piénselo, don Francisco; es un mes, y después... lo que usted quiera. A
la herencia. No le conviene.
CHICHO.— (Algo desconcertado.) Eh, don Francisco... don Francisco... (Lo palmea mientras
FRANCISCO.—Explíqueme.
CHICHO.—Si se muriera hoy, quiero decir. ¿A manos de quién iría a parar la herencia?
FRANCISCO.—De ustedes.
FRANCISCO.—Y bueno...
FRANCISCO.—Está bien.
FRANCISCO.—La Nona...
Apagón rápido. Se ilumina la cocina. Carmelo llega desde el fondo al mismo tiempo que
Nadie le contesta. Carmelo abre la heladera y saca una gran fuente cubierta por una
servilleta. La Nona roba un pan y es sorprendida por Carmelo, que se lo saca de la mano y lo
devuelve a la panera.
NONA.—Pochoclo.
NONA.—Papa frita.
NONA.—Dulce de leche.
NONA.—Mayonesa.
María saca un frasco de mayonesa y una cuchara, y se los entrega a la Nona. Luego la
sienta en una silla y le cambia la mantilla y los zapatos, mientras la Nona devora el frasco de
mayonesa.
los zapatos.
CHICHO.—(Alegremente.) Ah, Nonita... qué pinta. Parece diez años más joven. (Se da
CHICHO.—Fiesta, sí.
María sale hade el interior llevando la mantilla y las zapatillas. Al mismo tiempo
aparece Carmelo.
CARMELO.—Si a las dos tenemos que estar en el civil, hay que comer temprano. (Pausa.
CHICHO.—¿Te parece?
CHICHO.—Nonita... La de la mirada dulce. Esos ojos que han visto nacer árboles y morirse
NONA.—Ese mascalzone.
La Nona lo mira.
CHICHO.—Le decía, Nona... usted tendría que pensar en el futuro... asegurarse un porvenir.
Algún día podemos faltarle y... (Mira a la Nona esperando una reacción.)
CHICHO.—¡La puta que lo parió con la picadita! (Le da un pan mientras le acaricia la cabeza
Se hace una pausa. La nona mastica y Chicho sigue acariciándola mientras piensa.
NONA.—¿Chocolata?
CHICHO.—Uf. Tiene una pieza llena. Del blanco, del esponjoso... rellenos de dulce de
CHICHO.—Debe estar por llegar. Va a comer un asadito con nosotros... Después vamos a ir
todos a ver a un señor a una oficina y.. (Cauteloso.) Esta noche se la lleva al quiosco. Usted
se va con él.
La Nona dice que sí con un rápido movimiento de cabeza. Carmelo se asoma desde el
Ingresa Francisco, vestido de traje azul marino y con un ramo de flores en una mano y
FRANCISCO.—¿Cómo le va, Carmelo? (Lo saluda.) Hola, Chicho. (Mira a ambos lados.) ¿Y
FRANCISCO.—Supongo que ahora que voy a ser tu... (Mira a los demás.)
CARMELO.—Bisabuelo.
NONA.—El Franchesco.
CHICHO.—Aquí tiene, Nona. (A Francisco.) Las rosas le traen malos recuerdos. Siéntese,
don Francisco.
CARMELO.—Permiso, don Francisco. Voy a atender el asado. Traé pan para los chorizos,
Marta sale hacia el interior. Chicho le tiende un vaso de vino a Francisco. Se queda un
CHICHO.—Háblele de sus cosas. Del quiosco, por ejemplo. De las cosas que tienen en el
quiosco. Eso le va a interesar mucho. (Lo palmea.) Háblele de su mundo, don Francisco.
CHICHO.—¡Ni se lo nombre! Va a pensar que se casa por interés, ¿me entiende? Ella no
sabe que usted sabe. Una vez que se casen... (Ahora levanta la voz.) Bué... Ustedes tienen
Chicho sale hacia el fondo. Francisco se queda un instante mirando a la Nona, que
mastica, con la mirada fija en el suelo. Toma el vaso de vino y finalmente se sienta junto a ella.
Se hace una larga pausa, durante la cual Francisco piensa cómo iniciar la conversación.
NONA.—¿Traquiste má?
NONA.—¡Chocolata!
Se hace una larga pausa, durante la cual Francisco queda con el brazo sobre el hombro
de la Nona, y ésta sigue masticando. Finalmente, Francisco mira hacia ambos lados para
FRANCISCO.—(Repentinamente.) Catanzaro.
La Nona gira la cabeza y lo mira, sin dejar de masticar. Francisco la mira a ella
esperando la reacción.
NONA.—La pasta.
FRANCISCO.—Fábrica de pasta.
La Nona se mete rápidamente en el bolsillo los bombones que aún quedan en la caja.
Toma un sándwich y se pone a comer. Carmelo y María ingresan detrás. Francisco abraza a
Chicho y lo besa.
FRANCISCO.—Chicho querido...
Chicho lo mira sin entender y le sirve vino a Francisco. Anyula llega con un vaso de vino
FRANCISCO.—Tomá, Martita.
Desde la calle llega el sonido de varios bocinazos. Marta se encamina hacia la salida.
MARTA.—Bueno... chau.
FRANCISCO.—¡Qué lástima!
Francisco lo mira.
CHICHO.—(Desconcertado.) ¿No será mejor que pare de chupar, don Francisco? Mire que a
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las dos tenemos que estar en el civil.
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Francisco observa a la Nona, que toma otro sándwiche, y deja de reír.
CHICHO.¿Qué tiene?
CHICHO.—Anoche casi se nos queda. Tuvimos que hacerle respiración boca a boca.
CHICHO.—No... hasta esta noche aguanta seguro, pero ya... (Hace un gesto fatídico.)
NONA.—¡Chimichurri!
don Francisco.
Carmelo, María y Anyula han llegado desde el fondo trayendo diversas cosas y rodean
la mesa.
CHICHO.—Un brindis. ¿A ver?
Todos levantan los vasos, menos la Nona, que sigue comiendo ajena a todo, y Anyula,
Todos dicen «por los novios». Anyula se toma la cara y sale llorando hacia el interior.
CARMELO.—Brinde, Nona.
La Nona toma el vaso y lo levanta. Todos aplauden y dicen «muy bien», etc. Cuando las
Apagón rápido.
LITERATURADE6TOAÑO–BLOQUE1: FORMASDEHUMOR--
ACTO SEGUNDO
72
Se enciende el quiosco de don Francisco. Los estantes están despoblados, el piso lleno de
cajas de cartón vacías y la mesa cubierta de papel plateado. La Nona, sentada frente a la mesa,
mastica. Francisco está sentado en la cama, con la mirada perdida: la imagen de la derrota.
NONA.—Chocolata.
NONA.—Caramelo.
FRANCISCO.—Tampoco.
NONA.—E buono...
Francisco, sorprendido, toma una caja de chicle y se la entrega a la Nona, que la abre y
herencia.
NONA.—Uh... Catanzaro.
MARÍA.—¡A comer!
La Nona sale como un rayo desde su pieza y se sienta a la mesa. María le pone delante
NONA.—U pane.
NONA. —Formayo.
Anyula le sirve queso. La Nona golpea el borde del vaso, indicando que quiere vino.
Marta le sirve.
NONA.—Escabeche.
Saca un frasco del armario y lo coloca en la mesa. María coloca un plato frente a
Carmelo, que sigue con la cabeza entre las manos, hace un gesto de negación.
MARÍA.—Tomá. Llevale.
Marta toma el plato y se dirige a la pieza de Chicho. Don Francisco, al ver a Marta,
Marta le ata la servilleta alrededor del cuello y comienza a darle de comer con la
NONA.—Formayo de rayar.
María saca queso de rallar del aparador y le da a la Nona. La Nona vuelve a golpear el
NONA.—U vino.
NONA.—La sale.
NONA.—Vinagre.
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María le acerca una alcuza con vinagre.
74
MARÍA.—(A Carmelo.) ¿No vas a comer, entonces?
Carmelo niega con la cabeza. En la pieza, Marta le tiende una cuchara a Francisco, y
éste niega con la cabeza. Marta le limpia la boca, le saca la servilleta y le pone una campanita
MARTA.—Dejó la mitad.
María toma las sobras del plato de don Francisco y las echa en el de la Nona, que sigue
comiendo. Marta se sienta y todos, menos Carmelo, comen un rato en silencio. Un instante
después ingresa Chicho trayendo un bolso de mano. Simula un estado de gran cansancio. Deja
el bolso en un costado y se sienta en una silla.
CARMELO.—¿Y?
CARMELO.—¿Nada?
CHICHO.—Temprano.
CARMELO.—¿Cómo biblias?
CHICHO.—Biblias...
LITERATURADE6TOAÑO–BLOQUE1: FORMASDEHUMOR--
Carmelo lo mira.
75
CHICHO.—¿Y qué querés? Me dio biblias. Dos horas pateando y... nada. Me recorrí todos
CHICHO.—¿Vendió el puesto?
ANYULA.—Quiere ir a dormir.
MARTA.—Terminemos de comer...
MARÍA.—Usted quédese, Anyula. Carmelo quiere que se ocupe Chicho. Vos también, Marta.
NONA.—Termené.
Anyula le sirve otro plato. Chicho y Marta ingresan a la pieza. Al encenderse la luz,
Francisco
Marta sale hacia la calle. Chicho se sienta a comer. Anyula levanta el plato suyo y el de
Marta. María se pone de pie también y la ayuda. La Nona, durante todo este tiempo, ha
seguido comiendo. Carmelo aparece desde el interior con el saco puesto. Está evidentemente
nervioso.
CHICHO.—¿Adónde?
CARMELO.—Al abasto.
CARMELO.—¡A esta hora, sí! Dentro de un rato empiezan a llegar los camiones.
NONA.—U pane.
Carmelo, mecánicamente y con violencia, saca un pan del aparador y lo pone cerca del
hablando.
CARMELO.—¡Una vida!, ¿me oís? Levantándome a las cuatro de la mañana... Dieciséis horas
por día de trabajo, ¿Para qué? ¿Eh? ¿Para qué? ¡Para esto!
NONA.—Salamín.
Carmelo, siempre violentamente y sin dejar de hablar, corta un salamín de una tira, lo
CARMELO.—Todo este esfuerzo, ¿para qué? Decime. Para tener que empezar de nuevo de
NONA.—Ajise.
CARMELO.—¡De un mocoso! ¡Yo, Carmelo Spadone! Respetado por todos los puesteros del
mercado. ¡Me admiraban!, ¿me oís? ¡me admiraban! Me consultaban... ¡A mí! !Un maestro!
Así me dijeron una vez: «Sos un maestro, Carmelo». (Le tiende el plato a la Nona. Luego,
CARMELO.—Y lo que yo decía era santa palabra. ¡Se pagaba lo que decía Carmelo Spadone!
Carmelo cae sentado en una silla y se pone a llorar. Se hace un silencio espeso.
NONA.—La sale.
Carmelo, siempre llorando, toma un salero y echa sal en el plato de la Nona. Anyula se
echa a llorar.
María la toma.
NONA.—Vinagre.
Carmelo le sirve.
MARÍA.—¡Sí que tiene que ver! Si usted hubiera trabajado, no estaría como está.
CHICHO.—Pero ahora resulta que yo soy el culpable de todo... Yo no pido nada. ¿Cuándo te
MARÍA.—¡Su música! ¡Qué música! Nunca compuso nada. Usted es un fracasado, eso es lo
Ahora es Chicho el que se toma la cabeza y se pone a llorar. Al mismo tiempo le alcanza
un pan a la Nona. Carmelo hace un gesto de rabia, se pone de pie y se encamina hacia la salida.
MARÍA.—¿Dónde vas?
MARÍA.—(Alarmada.) ¡Carmelo! (Se acerca y lo toma) Carmelo... Por favor, ¿Dónde vas?
CARMELO.—¡No! (Se desprende de María.) Necesito estar solo, nada más. No va a pasar
LITERATURADE6TOAÑO–BLOQUE1: FORMASDEHUMOR--
nada.
79
Carmelo sale. María lo mira salir y se queda inmóvil un instante. Luego se vuelve y sale
llorando hacia su habitación. Se hace una pausa. Chicho, tras la salida de María, deja de llorar y
lee el diario.
NONA.—El postre.
Chicho se levanta, mira a su alrededor, toma una manzana y la pone frente a la Nona.
Francisco. Apaga la luz. La Nona, entretanto, come en silencio. Se hace una pausa prolongada.
CHICHO.—¡La puta que lo parió, don Francisco! ¡Le dije que tocara la campanita!
sobre de papas fritas. Ingresa María desde la calle con un gran paquete envuelto en papel
María ingresa a su pieza. La Nona saca subrepticiamente una papa frita y mastica. Un
NONA.—Niente, niente.
llega Carmelo.
MARÍA.—¿Cómo te fue?
CARMELO.—Según él, se tiene que cubrir. Yo no tengo más el puesto. No tengo garantía.
¿Entendés? Soy un don nadie. Eso es lo que soy. ¡Un don nadie!
MARÍA.—Tres pulóveres.
MARÍA.—Noventa mil.
Carmelo anota. Desde la calle llega Anyula, con evidentes signos de cansancio. Se
Anyula abre el monedero, saca unos billetes y se los tiende a Carmelo. Carmelo cuenta.
ANYULA.—Quince mil.
CARMELO.—Es muy poco, tía. Tiene que cobrar veinte mil, por lo menos.
Carmelo anota en el cuaderno. Se pasa la mano por la frente y se sirve otro trago de
grapa.
Ingresa Chicho, vestido de cafetero, con un bolso, donde lleva varios termos.
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CHICHO.— (Exagerando el cansancio.) Buenas.
81
CARMELO.—(Agresivo.) ¿Qué hacés vos acá?
CHICHO.—Ah, no... Una pasadita, nada más. Para descansar y comer algo. Después sigo.
CARMELO.—Te aviso, nada más. (Mira la hora.) Quince minutos y después te vas.
CARMELO.—¿Cuánto vendiste?
CHICHO. —Poco.
CARMELO.—(Agresivo.) ¿Cuánto?
CHICHO.—¡Tres cafés!
CHICHO.—¿Y qué querés? (Como si fuera una hazaña.) En una hora. Me quedan cinco
todavía.
Carmelo se agarra la cabeza con las manos. Vuelve a servirse grapa. Se hace una pausa.
CARMELO.—¡Andá a la mierda!
Pausa.
CHICHO.—¿Cómo anduvo?
Francisco, que está sentado en el sillón hamaca y con una gorra en la mano.
CHICHO.—¡Y bueno! ¿Por qué no lo sacaron a las seis? Se perdieron el cambio de turno de
la fábrica.
CHICHO.—Pero, pará... Aquí hay por lo menos diez lucas. (Toma algo.) Una chapita
De cerveza. ¡Mirá que hay que ser hijo de puta! Lo que pasa es que éste es un barrio de
mierda.
CHICHO.—La idea no es mala, Carmelo. Ahí te equivocás. Pero aquí en la puerta... ¿Qué
querés? Esta es una calle muerta. Estuve pensando, justamente... ¿Por qué no lo llevamos a
la estación?
Carmelo piensa.
Carmelo lo mira.
Se hace la pausa.
CHICHO.—Son buenos muchachos. Algunos mangos le van a tirar. Además, a las doce y
media está la salida del cine... Se llena. Ya esa hora lo pasamos al salón familiar. En serio,
LITERATURADE6TOAÑO–BLOQUE1: FORMASDEHUMOR--
Carmelo, puede andar. Pensalo.
83
Carmelo se queda un instante pensativo, mirando a Francisco. Finalmente, se pone de
pie.
CARMELO.—Vamos a probar.
Chicho también se levanta. Ambos toman el sillón. Chicho le pone la gorra en la mano a
Francisco.
FRANCISCO.—¿Catanzaro, Catanzaro?
Apagón.
NONA.—El postre.
MARÍA.—(A Anyula.) Dele una manzana que hay en el aparador. Pero sólo una, ¿eh?
MARÍA.—¿Cómo? (Se acerca a mirar). Compré dos kilos de manzanas esta mañana. (Se
NONA.—(Molesta) ¿Y el postre?
Toma a la Nona y la encamina hacia la pieza. La Nona sale rezongando. Desde la calle
CHICHO.—Me dijeron que habían visto a un viejo en la avenida... Me fui. Pero no, era otro.
Carmelo lo mira.
CHICHO.—¿Te acordás que el otro día el hijo de puta de la heladería me lo tiró al baldío?
Carmelo asiente.
CHICHO.— ¡Tampoco!
CHICHO.—¿Para una persona sola...? ¿Un matrimonio...? ¡Escuchame! Lo que pasa es que
CHICHO.—¡Pará, que por ahí aparece! (Breve pausa.) ¡Qué hijo de puta! Por lo menos,
MARTA.—Me voy...
Las mujeres se sientan alrededor de la mesa. Carmelo abre el cuaderno. Se hace una
pausa.
CARMELO.—Bueno... quiero que conozcan la situación. (Pausa) Este mes vamos a tener un
MARTA.—¿Tres millones?
CARMELO.—Lo único que nos queda es hipotecar la casa. Yo ya empecé los trámites. Pero
LITERATURADE6TOAÑO–BLOQUE1: FORMASDEHUMOR--
igual... de aquí a que nos den la plata... Así que todos tenemos que hacer un esfuerzo. Yo voy a
hacer unas changas para vender flores los domingos. (A Chicho.) Vos me vas a ayudar. 85
Chicho hace un gesto resignado.
CARMELO.—Y ahora que no está don Francisco vas a volver a vender café.
CARMELO.—Y aunque aparezca... Lo de Francisco era una miseria. Aquí tenemos que poner
el hombro todos, y en serio. ¡Ah! Y además vamos a vender el televisor. (A Anyula). Lo siento
por usted, tía.
CARMELO.—Mañana va a venir don Simón a buscarlo. (Breve pausa). Bueno... eso es todo.
Carmelo cierra el cuaderno y se sirve otro trago de grapa. Se hace una pausa.
MARTA.—Papá... Yo quería decirte que... Me ofrecieron otro trabajo. Más lindo que el de la
Todos la miran.
MARTA.—Bueno ¿cómo te diré?... De artista, Bueno... algo así. Es en una confitería, ¿no? Y
yo tengo que ir ahí y charlar con la gente... Es de noche, pero si a ustedes les parece...
Se hace una pausa. Carmelo, María y Chicho cruzan miradas significativas. Chicho
CARMELO.—Sé amable.
Pausa.
Todos saludan. Carmelo apaga la luz general de la cocina. Entretanto, habla en voz
muy fuerte.
MARÍA.—¿Cuánto te da?
CARMELO.—Un millón.
En ese momento vuelve Anyula con un vaso en la mano y enciende la luz general.
NONA.—Bonyiorno...
NONA.—¿Formayo?
La Nona sale rezongando. Carmelo se sirve otro trago de grapa y lo bebe de un tirón. Se
Lo miran extrañados.
MARÍA.—¿Frío?
CHICHO.—Y pienso en la Nonita, en esta pieza que es una heladera... ¡Pobre Nonita! No sea
Breve pausa. Carmelo y María miran a Chicho cada vez más extrañados.
calorcito.
MARÍA.—Sí, refrescó.
María sale hacia el fondo. Chicho advierte que Anyula se ha quedado ensimismada. Le
hace una seña a Carmelo, quien mira a Anyula y hace un gesto como diciendo: «¡Qué
MARÍA.—¿Y el brasero?
Carmelo le chista y le señala a Anyula. Esta se levanta y sale hacia el interior. María
hace un gesto de sorpresa. Chicho y Carmelo quedan frustrados. Esta situación dura hasta que
Anyula reaparece trayendo el brasero, que coloca sobre la mesa. María echa las brasas en el
brasero.
MARÍA.—¿Será suficiente?
LITERATURADE6TOAÑO–BLOQUE1: FORMASDEHUMOR--
CARMELO.—Y... sí. Para que le entibie un poco la pieza.
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Carmelo y Chicho se hacen mutuas señas para ver quién pone el brasero. Carmelo lo
Nona.
Anyula sale rápidamente hacia la calle, seguida por los demás. Pausa prolongada.
Luego se ve aparecer a la Nona. Mira el brasero, saca un sartén, una lata de aceite y dos
Las luces se encienden sobre la cocina vacía. Falta la heladera. Un instante después
llega María desde la calle con evidente cansancio y un paquete bajo el brazo.
MARÍA.—¡Marta! ¡Marta!
Ingresa a la pieza para dejar el paquete y sigue llamando a Marta. Esta aparece,
finalmente. Lleva puesto un batón descolorido, sobre el cuerpo desnudo, y unas chancletas.
MARTA.—¿Qué pasa, mamá? Estoy atendiendo un cliente. (Se deja caer en una silla.)
MARÍA.—¿Tomaste el remedio?
MARÍA.—Tenés que tomarlo, nena. (Saca un frasquito del aparador y sirve un vaso de agua.)
MARÍA.—(Le tiende la pastilla y el vaso de agua.) Le dije que sí. Hacele un lugarcito.
MARÍA.—(Le acaricia la cabeza.) Es un buen cliente. Dice que en el barrio no hay otra
MARÍA.—Y bueno... nena. Pero por lo menos no tenés que salir de noche.
Marta ya salió. María se pone el delantal y comienza a trabajar. Desde la calle llega
Carmelo deja el paquete sobre la mesa, saca la botella de grapa y bebe un largo trago.
CARMELO.—Lo de la heladera.
CARMELO.—¿Conseguiste?
Chicho saca un frasquito del bolsillo y se lo tiende a Carmelo. Este se niega a agarrarlo
y Chicho lo coloca sobre la mesa. Los tres miran el frasquito y se lanzan furtivas miradas.
Carmelo bebe grapa y, finalmente, se decide. Sirve agua y vuelca parte del contenido del
frasquito en el vaso.
CARMELO.—¿Seguro que no es doloroso?
Carmelo deja el vaso sobre la mesa. Los tres se quedan inmóviles mirando el vaso.
CHICHO.—¡Nona!
No hay respuesta.
La Nona sale como un rayo de su pieza y va a sentarse a la mesa. Todos tratan de eludir
su mirada.
CHICHO.—Un aperitivo.
NONA.—¿Vermú?
Chicho toma el vaso y lo llena de agua. Le echa el resto del contenido del frasquito,
NONA.—Ma... La picadita.
cara y sale hacia su habitación. Chicho se queda un instante pensativo. Luego se dirige a su
pieza y se acuesta. La escena queda vacía un momento. Luego se ve aparecer a Anyula desde la
calle, con el monedero en la mano. Su cansancio es evidente. Suspira y cae sentada en una de
las sillas. Mira a su alrededor. Se va recomponiendo. Toma el vaso que dejó la Nona y bebe su
contenido de un trago. Muere en forma instantánea. Apagón.
Las luces se encienden en la cocina. Sólo queda el aparador, la mesa y cuatro sillas.
Carmelo va al fondo y vuelve con un canasto de flores. María llega desde el interior con una
María asiente.
CARMELO.—Pasamos por lo de don Simón antes. Hay que llevar los muebles.
CARMELO.—¿Al hospital? Depende de la hora que termine de vender las flores. (La mira.)
Explícale a la Martita.
MARÍA.—Martita ya lo sabe.
CARMELO.—Cinco y cuarto.
CARMELO.—Hay que estar temprano para agarrar buen lugar. Y antes tenemos que pasar
Chicho toma un mate mientras Carmelo comienza a sacar las sillas hacia la salida.
CARMELO.—En cuanto vendamos unas flores te tomas un café con leche. Vamos, llevá esa
silla, María.
CARMELO.—(A Chicho.) Vamos, che, largá el mate que tenemos que pasar por lo de don
Advierte que no hay nadie y comienza a revisar para ver si hay comida. Primero lo hace
normalmente, pero luego se va desesperando. Revuelve todo, con creciente violencia, hasta
que descubre las flores. Las mira. Arranca un pétalo, lo prueba, hace un gesto de agrado y
luego busca una ensaladera, sal, aceite y vinagre. Se sienta en un banquito que quedó y
comienza a prepararse una ensalada con las flores.
Toma el canasto como para protegerlo. Luego lo alza e inicia el gesto para golpear a la
Nona. Jadea, trastabilla y cae muerto. La Nona, sin inmutarse, sigue comiendo las flores.
Las luces se encienden lentamente. La cocina está despoblada, salvo dos cajones vacíos
de fruta que se usan como sillas. En la pieza de Chicho sólo queda la cama. Sobre ella está
tirado Chicho, mirando fijo el techo. Un instante después aparece María desde los dormitorios.
MARÍA.—Chicho...
MARÍA.—Me voy.
MARÍA.—Don Simón va a venir mañana a buscar los muebles que quedan. (Señala su pieza.)
MARÍA.—Por lo menos, voy a estar con mis hermanas. (Breve pausa.) La semana que viene
puede cobrar el seguro de Carmelo. Con esa plata puede pagar parte de la hipoteca.
MARÍA.—Bueno... me voy.
MARÍA.—Chau.
CHICHO.—Chau.
Chicho la mira salir. Luego se recompone algo y va a sentarse en uno de los cajones. Un
NONA.—Bonyiorno...
Mira a uno y otro lado, hasta que va a sentarse junto a Chicho. Se hace una pausa
prolongada.
NONA.—¿E Carmelo?
CHICHO.—Murió, Nona.
NONA.—¿E Anyula?
CHICHO.—Murió.
NONA.—¿E María?
CHICHO.—Se fue.
NONA.—¿E la chica?
CHICHO.—¿Qué chica?
NONA.—Cuesta chica... que iba e venía... (Hace un gesto con la mano de ir y venir.) Buuuu...
Buu...
CHICHO.—¿Marta?
NONA.—¡Eco!
CHICHO.—Murió también.
Pausa prolongada.
CHICHO.—Viernes.
que hacer el escabeche, que se acabó... E dopo un postrecito... Flan casero con dulce de
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leche...
A medida que la Nona habla Chicho se levanta y, como un zombie, retrocede hacia su
pasta.
un pan del bolsillo del vestido y se pone a masticar. Las luces se van cerrando sobre la cara de
la Nona, que sigue masticando.
FIN
PARA USO DOCENTE: Para usar GAMIZADOS, tienes que registrarte en las plataformas kahoot o
Quizizz pero es sencillo y gratis. Luego pegas el enlace en el buscador y te parece el juego; lo
incorporás a tu biblioteca y CLICKEAS ASIGNAR. Te va a dar un código que pones en el
pizarrón y los chicos lo ingresan entrando por Google, KAHOOT IT / O QUIZZIZ -
STUDENTS (dado el caso, éste es un QUIZIZZ). Pídeles que pongan su nombre real.
Listo, ¡se corrigen solos! Y los desempeños de cada curso/chico aparecen por pestaña “reports”
(informes).
Enlace https://create.kahoot.it/share/la-nona/66eb1b37-bc43-4a84-a9c3-334d4cf49135
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2do trayecto lector: Actividad de cierre y evaluación 95
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