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Se puede contar más o menos lo que se cuenta, con mayor o menor grado de
conocimiento; también puede contarse según diferentes puntos de vista. Ambas
concepciones constituyen para Genette el modo narrativo.
La información narrativa tiene sus grados: pueden contarse los sucesos de modo
directo o menos directo o con mayor o menor grado de detalle. A esto Genette lo
denomina distancia. También puede graduarse la información aportada, según las
capacidades de alguno o algunos de los participantes en la historia cuya “visión” o
“punto de vista” adoptará o fingirá adoptar, pareciendo asumir entonces determinada
perspectiva.
Abordaremos en este documento la revisión de la perspectiva. Su estudio se
remonta a finales del siglo XIX. Sin embargo, aclara Genette, en estas clasificaciones no
se diferenciaba lo que él denomina modo y voz: a) ¿cuál es el personaje cuya visión
orienta la perspectiva narrativa?, y b) ¿quién es el narrador?, o sea, quién ve y quién
cuenta. Esta diferenciación es sumamente importante, y todos los teóricos posteriores,
aun cuestionando los aportes del autor francés al término focalización, reconocerán lo
significativo de esta divisoria.
De hecho desgrana las clasificaciones propuestas por Stanzel y Friedman,
respectivamente, para distinguir entre un fenómeno de voz y otro de punto de vista.
(1989: 242-243). A Genette no le parecen mal estas distinciones, lo que cuestiona es que
haya confusión respecto del modo y la voz. Es así como recurre a Pouillon y Todorov
que se ocupan de consideraciones netamente modales; la visión en el primer autor, el
aspecto en el segundo.
La tipología comprende tres términos:
1) Se corresponde con lo que la crítica anglosajona denomina relato con
narrador omnisciente; Pouillon, “visión por detrás”, mientras que Todorov
simboliza la fórmula como Narrador > Personaje (en la que el narrador sabe
más que el personaje o dicho con mayor precisión, señala Genette, “dice más
de lo que sabe el personaje”). Como primeros ejemplos podemos acudir a la
narrativa decimonónica. El teórico francés ejemplifica con Fielding y Hardy,
y nosotros encontraremos ejemplos parciales, acotados, en cuentos
contemporáneos.
2) Pouillon se refiere a la “visión con” y Todorov presenta la fórmula Narrador
= Personaje (el narrador no dice sino lo que sabe el personaje). Un buen
ejemplo lo provee la novela Al faro de Woolf y las narraciones de James,
quien ha dejado testimonio en sus prefacios de su preocupación por las
restricciones de los puntos de vista y su vinculación con cómo iba
concibiendo qué quería que se supiera y qué no en el desarrollo de sus
tramas.
3) “Visión desde fuera” según Pouillon y Narrador < Personaje de acuerdo con
Todorov (el narrador dice menos de lo que sabe el personaje). Se trata del
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relato “objetivo” o “conductista”; visión exteriorizada de las cosas,
predominio de la descripción; sus exponentes usan un particular detallismo
que nos acerca al procedimiento acumulativo naturalista. La visión está
sometida a una técnica fotográfica que se diferencia de la descripción
predominante en las novelas del siglo XIX. En La celosía de Robbe-Grillet
el marido de la heroína nos muestra con impersonalizada óptica objetiva el
mundo circundante, no se explora la interioridad más allá de que los celos en
el caso de este sujeto distorsionan aquello que lo circunda. (Quizá sea por
esto que Genette considera que en rigor se trata de una focalización interna.)
En el caso de “Las dulzuras del hogar” predomina a lo largo del cuento el punto
de vista de Thomas. Sin embargo, en el final, este se desliza hacia Farebrother.
Encontramos este mismo cambio en “Orden jerárquico”.
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—¿Diga?... Sí, yo soy… ¿Muerto?.... Sí…. En quince
minutos. Gracias.
Sonó el ruidillo de un interruptor, y la luz de un globo que
colgaba del techo, sostenido por tres cadenas doradas,
inundó el cuarto. Spade, descalzo y con un pijama a
cuadros verdes y blancos, se sentó sobre el borde de la
cama.
Fueron consignadas la mayoría de las voces del padre a las que tenemos acceso
porque se nos habilita la perspectiva de Thomas, su conciencia. Todas juntas son una
muestra de cómo la enajenación del personaje va en aumento.
Después de que Thomas hubiera escuchado la detonación del disparo la
focalización cambia y se traslada al sheriff. Se nos permite ingresar en la visión de
Farebrother, con las consecuencias que esto implica.
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Antes de desaparecer la última [onda], Farebrother abrió la
puerta y asomó la cabeza. (…) En sus ojos, claros como el
cristal, se reflejaba la escena. La vieja yacía en el suelo
entre la chica y Thomas. El cerebro del sheriff funcionó
como una máquina calculadora. Vio los hechos como si ya
estuvieran impresos: el tipo había tenido siempre la
intención de matar a su madre y de que la chica cargara
con el mochuelo. Pero Farebrother había sido demasiado
rápido para él. Todavía no se habían dado cuenta de su
presencia en la puerta. Mientras él escudriñaba la escena,
aumentaba su comprensión de los hechos. Por encima del
cuerpo de la madre, el asesino y la golfa estaban a punto
de caer uno en brazos del otro. El sheriff sabía reconocer
una escena sucia en cuanto la veía. Estaba acostumbrado a
interrumpir escenas que nunca eran tan subidas de tono
como a él le hubiera gustado, pero esta cumplía todas sus
expectativas.
b) Eso sí, la Luger tampoco colmaba sus ambiciones. Conocía la existencia de una
artillería más perfeccionada, más mortífera, cuyo manejo estaba reservado a
otras instancias del orden jerárquico, hasta el punto de haberse convertido en una
especie de símbolo de status.
En a) y b) podemos señalar con certeza que nos encontramos ante el punto de vista
de Abáscal. En c) el observador/perceptor no necesariamente es el Doctor. Habría que
suponer un observador instalado en la oficina con una capacidad cognoscitiva de cómo
es que el smog cubre a toda la ciudad. Dentro de la clasificación propuesta estamos
habilitados en pensar en un focalizador omnisciente. El ejemplo expuesto en d) nos
propone cierta duda. Podría ser el punto de vista del Doctor, pero el no uso del término
“esposa” para describir a la mujer rubia propone una percepción más distante, un
observador acotado que describe aquello que se halla sobre el escritorio de la oficina. A
partir del “conocía” sí se trata de la focalización interna variable en el Doctor.
En e) prevalece el punto de vista del Doctor, pero es claro que en la última oración
el observador externo es quien señala que todo el piso fue destruido.
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En este cuento se articula la percepción, el recuerdo y la imaginación, y al mismo tiempo la “cocina” de
escritura de un poema, que establecemos hacia el final de la lectura. Fue publicado en 1966 en el libro
Unidad de lugar.
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La sombra de Leopoldo se proyecta sobre el vidrio
esmerilado, de un modo extraño, moviéndose, ahora que
Leopoldo se inclina para sacarse el pantalón,
encorvándose para desenfundar una pierna primero,
irguiéndose al conseguirlo…
En este momento puedo ver cómo Leopoldo, imprimiendo
un movimiento circular a su mano, se llena la cara de
espuma con la brocha. Lo hace rápidamente; ahora baja el
brazo y la sombra de su cara, sobre el vidrio esmerilado
que refleja también la luz confusa del interior del cuarto de
baño, se ha transformado: la sombra de la espuma que le
cubre las mejillas parece la sombre de una barca, un
matorral de pelo oscuro. Alza el brazo otra vez… varias
veces… como si se hubiese quedado pensativo; pero eso
no puede verse.
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Este cuento forma parte del libro El nido de la paloma y otros cuentos, publicado en 1923. Una amiga
de la familia Burnell les envía a las tres chicas (Isabel, Kezia y Lottie) como regalo una casa de muñecas,
grande y espléndida. La madre les permite invitar a sus compañeras de colegio de a dos ya que la casa
permanecerá en el patio y en consecuencia las invitadas no accederán a la vivienda. Todas las compañeras
de las niñas tienen acceso al juguete excepto las Kelvey, dos hermanas, Lil y Else, hijas de una lavandera
y un presunto preso, que como se adivina son discriminadas por el resto. Los padres, entre los que se
encuentran los Burnell, los Logan, etc., no tienen más remedio (según su postura en el mundo) que enviar
a sus hijos a un colegio en el cual las clases sociales se mezclan. No obstante, trazan el límite en las
chicas Kelvey a las que se las deja de lado, aun la propia maestra. El pasaje incluido muestra la actitud de
Kezia Burnell, una de las niñas pudientes, quien ha preguntado antes a su madre por qué no pueden
invitar a las Kelvey. Es la única que advierte que ese rechazo no es correcto.
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reconocerlas y percibir sus sombras proyectadas en el camino. Se marca entonces el
lugar desde el cual el objeto es percibido así como la distancia y su acortamiento.
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“Fiesta en el jardín” integra el libro de cuentos Fiesta en el jardín y otros cuentos, publicado en 1922. El
personaje de Laura, si bien algo mayor, se asemeja al personaje de Kezia en su consideración hacia los
otros, en su sensibilidad. Como ejemplo, podemos señalar el pedido que le hace a su madre para que se
suspendiera la fiesta, dado que en las cercanías de la casa se velaba al hombre accidentado.
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Se trata de un árbol originario de Nueva Zelanda, en idioma maorí.
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La presentación del mundo interior de un personaje pone en relación a las dos
instancias actuantes en el acto perceptivo: el observador, según la denominación de
Filinich, que puede estar situado tanto en el narrador como en un personaje, y el mundo
interior del personaje.
Laura, la protagonista de “Fiesta en el jardín”, recibe el encargo de su madre de
llevar la comida que sobró de la fiesta a la casa de la familia de un carretero muy pobre
que acaba de morir en un accidente con su caballo.
En primer lugar tenemos la incomprensión de la viuda del carretero ante la
presencia de Laura y su canasta de provisiones:
Unos renglones más abajo la hermana de la viuda invita a Laura a que vea al
muerto.
Laura se aproximó.
Allí, yacía un hombre joven, profundamente dormido,
durmiendo tan apacible y profundamente que se hallaba
lejos, muy lejos, de ambas. Ah, un sueño tan remoto y
apacible. Estaba soñando. Y no iba a despertar nunca más.
Su cabeza estaba ligeramente hundida en la almohada y
tenía los ojos cerrados; bajo sus párpados ya no verían
nunca más. Su sueño se lo había llevado.
¿Qué le importaban ya las fiestas, las canastillas de
emparedados o los vestidos bordados? Se hallaba muy
lejos de todas aquellas cosas. Y era espléndido,
hermosísimo. Mientras ellos reían y la orquesta
desgranaba sus melodías, aquella maravilla había llegado a
aquel callejón. Feliz… feliz… Todo va bien, decía aquel
rostro dormido. Todo es tal y como debe ser. Estoy
contento.
Pero, a pesar de todo, era imposible no echarse a llorar, y
no podía dejar la habitación sin decirle algo, Laura dejó
escapar un sollozo infantil:
—Disculpe mi sombrero5 —dijo.
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Hacia el principio del cuento el nuevo sombrero de Laura y cómo le sienta es motivo de comentarios. Se
trata de una jovencita a la que se le delega la organización de las últimas decisiones de la fiesta que se
llevará a cabo en el jardín.
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Por supuesto en un principio accedemos a lo que del exterior percibe el
personaje de Laura: la joven de una familia rica, que por primera vez se enfrenta con
este tipo de situación, pero rápidamente ingresamos a su conciencia a través de las
preguntas que retoman las preocupaciones que la invadieron en la preparación y
realización de la fiesta en el jardín, con el agregado de sus impresiones en torno de la
muerte. Esas impresiones no están definidas y no lo estarán tampoco, aunque leamos el
cuento completo; queda a criterio del lector desentrañar por qué Laura advierte felicidad
en el rostro del hombre que acaba de morir.
Arranca el pasaje con la sensación del calor del cuerpo, la sensación de bienestar
que le procuran las mantas. También a través del tacto percibe la sequedad de sus
nudillos y presupone el lugar en donde estará la otra mano. Esto resulta indefinido.
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Recordemos que la percepción del objeto puede retraerse, no es completa por diversas
razones. En este caso Nicolás recién empieza a recuperarse de una hipotermia.
Respecto del exterior, a través del oído identifica el ruido de la lavadora del
albergue. Luego percibe la luz del sol que se cuela a través de las cortinas, por lo tanto
adquiere una luminosidad particular.
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“Hombres animales enredaderas” integra el libro de cuentos Los días de la noche, publicado en 1970.
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Toda esta selva es una enredadera. ¿Para qué
preocuparme? Hay que preocuparse sólo por lo que tiene
solución. El perfume seguirá embriagándome, dándome
sueño. La enredadera seguirá haciendo sus trenzas. Ahora
raras veces me despierto sin que haya tejido alguna trenza
alrededor de mi brazo o de mi pierna. Ayer no más, se
trepó a mi cuello. Me fastidió un poco. No es que me diera
miedo, ni siquiera cuando se me enroscó alrededor de la
lengua. Recuerdo que al soñar grité y abrí
imprudentemente la boca. Es extraño. Nunca pensé que
una enredadera podía introducirse tan fácilmente adentro
de mi boca.
—Anormal. ¿Qué te has creído? Uno no se puede fiar de
nadie —le dije—.Me hace gracia porque pienso en la risa
que les va a dar a mis amigos esta anécdota. No me
creerán. Tampoco creerán que no puedo estar ociosa.
Últimamente trato de tejer trenzas como la enredadera
alrededor de las ramas: es un experimento bastante
interesante, pero difícil. ¿Quién puede competir con una
enredadera? Estoy tan ocupada que me olvido de aquellos
ojos que me miraban; con mayor razón me olvido hasta de
beber y de comer. ¡Variable género humano! Envolví la
lapicera en mis tallos verdes, como las lapiceras tejidas
con seda y lana por los presos.
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