Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Mentiras en Las Highlands (Spanish Edition) (Keira Montclair)
Mentiras en Las Highlands (Spanish Edition) (Keira Montclair)
LA BANDA DE PRIMOS
LIBRO CUATRO
KEIRA MONTCLAIR
TRADUCIDO POR
L. M. GUTEZ
KEIRA MONTCLAIR
ÍNDICE
Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Epílogo
Postfacio
Novelas de Keira Montclair
Sobre la Autora
PREFACIO
GRANT
RAMSAY
R ose tuvo que escuchar a su madre mentir. Ese era su destino. Debía
permitir que todos creyeran que no podía oír, simplemente porque no podía
hablar.
A veces era una bendición, pero en este caso, deseaba poder conversar
con el hombre de pie frente a ella. Su discapacidad sí le permitía mirar a la
gente a voluntad, algo que rara vez se le cuestionaba, y lo utilizó en su
beneficio para observar a ese hombre rubio que estaba lo suficientemente
cerca como para tocarlo.
Aunque le había temido en los acantilados, ahora estaba sencillamente
intrigada. Desde la muerte de su padre, su madre se mantenía en el castillo
y solo salía para visitar la iglesia o la abadía para rezar. Dejaba a Rose en
casa para no someterla a la curiosidad natural de la gente por una niña que
no podía hablar ni oír. O eso decía ella. Recibían alguna visita ocasional,
pero Rose era rara vez invitada a unirse a su madre. La mayor parte de su
tiempo lo pasaba al aire libre o en su habitación.
Su existencia solitaria no la había molestado en medio del dolor por su
padre —los años habían pasado prácticamente sin que se diera cuenta—,
pero su vida había empezado a parecerle vacía últimamente. Hueca. Este
hombre había viajado por las Highlands. ¡Oh, las historias que debe tener!
No lo había visto bien en los acantilados, pero también era bastante
apuesto, con el pelo bañado por el sol y ojos grises, ojos que le llegaban al
alma. Algo le decía que no era un peligro para ella después de todo, que, de
hecho, podría ser un amigo.
Pero solo si podía encontrar una forma de comunicarse con él lejos de la
mirada de su madre.
Su piel estaba bronceada por el sol, y tenía una mandíbula fuerte y
cincelada con una cicatriz justo encima del ojo derecho, tan cerca que era
un misterio que no se hubiera quedado ciego por lo que hubiera dañado su
piel lo suficiente como para dejar una profunda cicatriz.
No desviaba la atención de su atractivo en absoluto, sino que lo hacía un
poco más llamativo.
Rose sospechaba que a ella se le había concedido una perspicacia
especial sobre la gente que la rodeaba para compensar su deficiencia.
Cuando pasaba tiempo cerca de alguien, podía intuir cosas sobre ellos:
cómo eran, si su comportamiento correspondía con sus palabras. Había
estado escondida a la vuelta de la esquina, así que sabía que ese hombre se
llamaba Roddy Grant. Roddy o Rodric, supuso, tenía un carácter fuerte, la
apariencia de un guerrero y un poderoso sentido del orgullo y el honor. Ella
solo percibía una confianza tan absoluta en una de cada cuatro o cinco
personas. Siempre le hacía desear conocer mejor a la persona.
También percibió algo más. Roddy Grant era un hombre atormentado.
Inclinó la cabeza, intentando recoger más pistas sobre él. Parecía sentirse
culpable, pero eso era todo lo que ella podía discernir.
Así se entretenía entre desconocidos. No podía comunicarse con ellos,
así que se dedicaba a observarlos, esperando encontrar pistas sobre sus
caracteres en la forma en que se comportaban, hablaban con los demás y
actuaban. Rose se sorprendió cuando Roddy le hizo una leve reverencia,
indicando que se marcharía, y agradeció a su madre su hospitalidad.
Ella no quería que se fuera. No quería perder de vista ese cabello besado
por el sol ni esos ojos expresivos. Cómo deseaba poder rogarle que se
quedara o que le prometiera que se reuniría con ella para un breve interludio
en los acantilados o en los jardines. Ahora que lo había conocido, tenía un
deseo ardiente.
Deseaba saber qué había hecho Roddy Grant para sentirse culpable.
Roddy tenía que admitir que nunca se había sorprendido tanto como cuando
Lady MacDole había anunciado que su hija era sorda y muda. Al instante,
había sentido lástima por la pobre muchacha. Aunque no presumía de saber
nada de ella, su vida tenía que ser solitaria. Estaba aislada del resto del
mundo no solo por su ubicación y su pequeña familia, sino también por el
hecho de que la naturaleza le había arrebatado el habla y el oído, dos
elementos muy valiosos para la comunicación. No pudo evitar preguntarse
si había sido así desde su nacimiento o si había perdido el oído y el habla en
algún trágico accidente.
Incluso mientras salía del gran salón, sabía que su trabajo allí no había
terminado. Buscaría respuestas. Se dijo a sí mismo que no era su belleza lo
que lo impulsaba, sino el deseo de ayudarla. Después de todo, su propia
madre, Caralyn, era la sanadora de los Grant, una vocación que había
aprendido de sus tías Jennie y Brenna Grant, dos de las sanadoras más
renombradas de toda Escocia. Estaba contento por los conocimientos de su
madre. A menudo tenía muchas preguntas para ella.
Salió del aislado castillo y se dirigió al claro donde Connor y él habían
acordado reunirse cuando el sol estuviera en lo alto. Llegó un poco
temprano, pero Connor ya estaba allí de pie masticando una manzana, y con
un morral lleno de la fruta madura que colgaba de su alforja. Su caballo
masticaba su propia golosina.
—¿Un viaje exitoso? —preguntó Connor entre masticadas.
—No, ciertamente no.
—Estás bastante pensativo por algo —observó Connor.
Roddy dejó escapar un profundo suspiro. Apenas podía dar sentido a
sus propios pensamientos, pero tal vez Connor podría ayudarle a
resolverlos. Él, Connor y Braden habían sido amigos durante todo el tiempo
que llevaban vivos. Mejor aún que ser primos.
Solo había una cosa que le había ocultado a Connor a sabiendas. El
último hijo del renombrado guerrero Alexander Grant, Connor amaba ir a la
batalla.
¿Comprendería el miedo de Roddy a morir?
Tal vez era el momento de averiguarlo. Después de contarle lo extraño
de la situación de Rose MacDole y el hecho de que su castillo daba a Loch
Linnhe.
—Me desvié por los acantilados cercanos al castillo y vi a una
muchacha de pie cerca del borde.
Las cejas arqueadas de Connor le dijeron que había captado su interés.
—La seguí, pero ella huyó. No me sorprendió porque claramente soy un
extraño, pero ella era de paso firme y me superó. Tuve que ir hasta las
puertas para conseguir entrar y ver de qué se trataba. —Se cruzó de brazos
y miró fijamente las flores de color violeta intenso que había a poca
distancia de sus pies, notando lo cerca que estaban del color de los ojos de
Rose.
—¿Y entonces? —Connor sabía escuchar, como su padre. Roddy
deseaba que fuera un rasgo que él compartiera, pero carecía de paciencia y,
la mayoría de las veces, comenzaba a acribillar al interlocutor con
preguntas a mitad del relato.
—El castillo era propiedad de un tal Walter MacDole, fallecido hace
varios años, y ahora lo ocupan su viuda y su hija, Rose. Rose es la que vi en
los acantilados. No vi a muchos más… un guardia en la puerta, una
sirvienta y un jefe de cuadra.
Connor dio otro mordisco a su manzana, hablando con la boca llena.
—Por lo general, conocer a una pequeña muchacha dibuja una sonrisa
en la cara de un muchacho. ¿Por qué tu expresión me dice lo contrario?
¿Era fea?
Roddy silbó.
—Lejos de ser fea. Era toda una belleza, con el pelo oscuro, casi negro,
y los ojos casi del color de éstas. —Señaló las flores que había visto.
—¿Y esto te molesta? —Connor lucía ahora una sonrisa traviesa.
Roddy también sonrió, sabiendo cómo reaccionaría su primo cuando lo
pusiera al corriente.
Capturó la mirada de Connor.
—Eso no me molestó. Me preocupó descubrir que la muchacha no
puede oír ni hablar.
—¿De verdad? —La sorpresa en el rostro de Connor era exactamente la
reacción que había esperado. Su primo se quedó mirando al suelo,
reflexionando sobre esta nueva información—. ¿Cómo sabes que es sorda si
ella no puede decirlo?
—Su madre me lo ha dicho.
—Así que has aceptado esto. —Connor hizo una pausa, mirando a los
árboles antes de volver a hablar—. ¿Por qué te molesta?
—No puedo explicarlo, pero algo en su situación no está bien. El
castillo se encuentra en el lago marino del que nos habló Braden. Loch
Linnhe describe el agua con bastante precisión: oscura y turbulenta. Yo
pude ver desde los acantilados. Esa puede ser otra razón para volver.
Su primo apoyó las manos en las caderas y se acercó dos pasos.
—¿Porque viste algo que te hizo creer que podía ser parte del Canal de
Dubh?
El Canal de Dubh era la red principal que ellos y sus primos habían
estado persiguiendo. Un grupo poco organizado que capturaba a muchachos
y muchachas y luego los enviaba lejos, para nunca más ser vistos.
Se encogió de hombros.
—Tal vez. Haría falta un gran barco para manejar esas aguas
traicioneras. —Si deseaba compartir su problema con Connor, había llegado
el momento. Roddy se pasó la mano por el pelo y lanzó un profundo
suspiro, como si ese aliento extra pudiera sacar las palabras de sus labios—.
Hay algo más sobre lo que deseaba saber tu opinión. Últimamente he tenido
pesadillas.
Connor frunció el ceño, mirando a su primo.
—Continúa.
—Sueño que estoy sumergido en el agua y que lucho por salir a la
superficie, batallando por coger aire. —Comenzó a caminar, esperando
tener el valor para decir aún más—. Yo… aparentemente he desarrollado
este inusual miedo a morir. Desde que tu padre…
Connor levantó la mano.
—No digas más. Lo entiendo. Yo mismo pasé por algo similar, pero fue
de corta duración. Cuando cabalgamos hacia la batalla contra Buchan,
estaba seguro de que sería abatido, al igual que mi padre. Antes de la
batalla, soñaba que era yo quien yacía herido en el campo ante el castillo
Grant.
—¿De verdad? —No podía estar más sorprendido de escuchar esas
palabras del hijo de Alex Grant.
—Sí, pero en cuanto volví a blandir mi espada, el miedo desapareció.
Al parecer, Roddy no disimuló bien su decepción, porque Connor no
tardó en añadir:
—Supongo que a ti no te ha ocurrido lo mismo.
Roddy se frotó los ojos con la parte inferior de las manos. ¿Por qué no
podía borrar los miedos de su mente?
—No. Mi miedo a morir en la batalla no ha cambiado, y mis pesadillas
solo han empeorado. Cuando miré a través de esa agua oscura, las agitadas
profundidades me hipnotizaron.
—¿Ese es el tipo de agua que ves cuando te despiertas después de una
pesadilla?
Roddy pensó un momento antes de responder, considerando las
imágenes y sonidos que recordaba de sus terrores nocturnos.
—No, mi sensación es que el agua está tranquila. No se parece en nada
a Loch Linnhe, pero me siento atraído a volver al castillo, al agua. Algo me
está impulsando.
Connor se acercó a su caballo, acariciando su flanco.
—Nunca cuestionaría tus instintos. Creo que deberíamos volver.
—¿Para ver si reconozco algo de mi sueño?
—No, creo que deberíamos bajar a hurtadillas al agua para buscar un
embarcadero. Para eso estamos aquí, ¿no? Por tu descripción, podría ser el
lugar perfecto para que esos crueles desgraciados embarquen a sus cautivos.
La mujer y la muchacha en el acantilado pueden no tener idea de lo que
ocurre debajo de su hogar. Seríamos negligentes si no exploráramos más, si
no buscáramos nada inusual. —Luego le guiñó un ojo a Roddy—. Y si por
casualidad vemos a la muchacha, mejor. Ella podría ser lo que te está
impulsando a volver, no el agua. Me encantaría conocerla, a ver qué pienso
de ella.
Roddy esbozó una sonrisa. Había esperado que Connor le sugiriera
volver.
—Tiene mucho sentido para mí. Dudo que volvamos a entrar en el
castillo, pero hay una cueva marina abajo, una en la que ella desapareció
cuando la seguía. Si el sol sale, podría iluminarnos la zona de la cueva. —
Se acercó a su caballo para montar—. ¿Has encontrado algo de interés en el
castillo donde te detuviste?
—No, no hay nada que nos interese allí. Sospecho que el destino nos
llevó al castillo MacDole y a una hermosa muchacha. Espero que la
veamos.
Roddy esperó hasta que él y Connor estuvieron de regreso ante las puertas
del castillo, lo suficientemente lejos como para no ser notados. Sacudiendo
la cabeza, se reprendió por no haber sido más observador. Debería haberse
dado cuenta que Rose podía oír. Ella había sabido de su llegada las dos
veces que la había descubierto en los acantilados.
Pero no importaba. Estaba tan contento de que tuvieran una forma de
comunicarse que no pudo evitar la sonrisa que llevaba en la cara o en el
corazón. Demonios, pero esta muchacha lo había conquistado en poco
tiempo.
—Sí es una belleza, primo —dijo Connor con un guiño y una sonrisa
traviesa.
—Es una muchacha bonita… y dulce y fuerte. No sé qué pasa aquí, pero
me gustaría averiguarlo —dijo Roddy, luciendo abatido—. Me pone un
poco triste. Es posible que nunca la vuelva a ver, aunque haré todo lo que
esté en mis manos para hacerlo.
—¿Cortejarías a una muchacha que no puede hablar?
—Tal vez no, pero sería bueno conocerla mejor.
Connor le dirigió una mirada cómplice.
—No puedes ignorar la atracción que ella ejerce sobre ti.
Solo respondió con un gruñido mientras montaban sus caballos y se
dirigían tierra adentro.
—Ahora que lo he pensado mejor —dijo Connor—, creo que
deberíamos parar en la abadía que visité poco después de salir de Braden, la
Abadía de Sona. Tú viajaste a otro pequeño castillo mientras yo estaba allí.
—Hizo una pausa, como si estuviera considerando el asunto, y luego añadió
—: Ambos hemos sentido que algo no está bien en el castillo MacDole. Yo
tuve una sensación similar con respecto a la abadía. Lo descarté en su
momento porque era mi primer viaje allí. Ahora, me temo que pude haber
pasado por alto algo.
—La abadía no está muy lejos del castillo MacDole —comentó Roddy,
expresando lo que ambos estaban pensando.
—Sí, lo que me hace preguntarme si hay una conexión con los
MacDole. No diré más que eso. Dame tu opinión cuando lleguemos.
Roddy estuvo de acuerdo, así que montaron y se dirigieron hacia la
abadía.
Aunque una pequeña parte de él odiaba dejar atrás a Rose, se
preguntaba si podría nacer algo de una relación con ella, especialmente con
una madre autoritaria que mentía sobre las habilidades de su hija. ¿Qué
clase de bestia fría diría a todo el mundo que Rose era sorda cuando no lo
era? En apariencia, Jean MacDole parecía una mujer amable —aunque fría
—, pero no podía imaginar a ninguna de las mujeres que conocía del clan
Grant tratando a su hija con una indiferencia tan cruel. No podía deshacerse
del malestar que sentía por toda la situación. ¿Qué podría llevar a una
madre a mentir sobre su hijo?
Y, sin embargo, cuando pensaba en el poco tiempo que había pasado
con Rose, su alma se desbordaba con un extraño tipo de alegría, de
liberación. Había descargado su miedo en Connor, quien había reconocido
tener el mismo miedo, pero Roddy todavía se había sentido avergonzado.
Menos. Connor había vencido su miedo, mientras que él seguía sumido en
el suyo. Había compartido todo con Rose, y lo más maravilloso de todo
había sucedido.
Ella no lo había juzgado.
4
Rose había dormido muy poco porque estaba en un lugar extraño. Sin las
olas rompiendo fuera de su ventana, había un silencio inquietante e
incómodo. No le gustaba.
Comprendió que así sería su vida cotidiana si fuera sorda de verdad.
Cómo deseaba poder confiar en la madre abadesa, pero no quería enfadar a
su madre. Había visto la ira de su madre en el pasado y no le gustaba la idea
de volver a verla.
Un recuerdo cosquilleaba en el fondo de la mente de Rose, pidiendo ser
liberado, pero se obligó a no pensar en él mientras se ponía un vestido de
lana azul oscuro. Bajó las escaleras hacia el salón, esperando que al menos
pudiera encontrar algo para romper su ayuno pronto. ¿Sabían los demás que
no podía hablar? ¿La abadesa la ayudaría?
No había dado más de diez pasos cuando una muchacha en el pasillo se
apresuró hacia ella.
—Saludos. ¿Eres nueva aquí? Mi nombre es Constance. ¿Bajamos
juntas al gran salón?
Constance tenía una hermosa melena de rizos rojos y una sonrisa que
iluminaría cualquier recámara. El primer instinto de Rose fue confiar en
ella, así que esperó a que la muchacha se acercara a ella. Preocupada por no
ser capaz de comunicarse, dibujó una sonrisa en su rostro e intentó pensar
qué hacer a continuación. Para su sorpresa, no tuvo que hacer nada:
Constance la cogió de la mano y la arrastró detrás de ella, conduciéndola
por los pasillos y luego por la escalera hacia el gran salón.
Constance se giró de nuevo y dijo:
—¿Eres una invitada o vas a hacer tus votos? Aún no estoy segura de si
los haré o no. No lo he decidido. Mi madre no quería que siguiera en casa
porque tengo siete hermanos y hermanas. Pero me gusta más estar aquí.
Puedo leer todos los libros que quiera, ¡y tienen muchos! Aprendí de mi
hermano, aunque mi madre nunca se enteró. Ella no me habría permitido
aprender a leer porque soy una muchacha. ¿Y tú? ¿Lees? —Ella arrugó
rápidamente la nariz y dijo—: Todavía no me has dicho tu nombre.
Estaban a las afueras del gran salón, pero lo mejor sería aclarar esto
cuanto antes. Rose hizo lo mejor que pudo para que Constance se enterara
de sus defectos. Odiaba esa palabra, pero su madre siempre se había
referido a su incapacidad para hablar como un defecto.
Cubriéndose los oídos y sacudiendo la cabeza, intentó expresarle a
Constance que no podía oír. Luego se llevó la boca a la mano y sacudió la
cabeza.
—¿Qué? ¿No puedes comer? ¿No puedes oírme? Cielos, eso sí que
sería un problema.
Una de las monjas se acercó enérgicamente y apoyó sus manos sobre los
hombros de Rose.
—Constance, esta es Rose. Acaba de unirse a nosotras. La abadesa dice
que no puede oír ni hablar. ¿Podrías mostrarle dónde conseguir sus gachas,
por favor?
La cara de Constance saltó de una emoción a otra: compasión,
esperanza, tristeza y luego entusiasmo. La dulce muchacha nunca sería
capaz de ocultar sus sentimientos, lo que Rose consideraba una gran
cualidad a tener en una amiga.
Una amiga. Algo que siempre había soñado tener algún día. Aunque
amaba su castillo en el cielo, como siempre lo había considerado desde
niña, su padre se había lamentado a menudo de que eso le impidiera tener
amigos. ¿Sería Constance su primera amiga de verdad?
Rezaba para que así fuera. Si tuviera una sola amiga, alguien en quien
pudiera confiar, podría compartir mucho más de sí misma.
Todavía no. Respiró profundamente y se recordó a sí misma que debía
ser paciente.
Constance sostuvo la mano de Rose contra su costado y la condujo al
salón. Balbuceó todo el camino, para deleite de Rose. Su mundo ya no
estaba en silencio.
Cuando entró al salón, casi se detuvo a mirar todo con asombro. Era
mucho más grande que el salón MacDole. En el suelo de piedra había filas
y filas de mesas de caballete. De las paredes colgaban muchas cruces, pero
solo unos pocos tapices, en su mayoría de santos. La voz de Constance
resonaba porque la sala estaba lejos de estar llena, aunque otras jóvenes se
movían y charlaban tranquilamente. En cada extremo del salón había una
gran chimenea, con fuegos ardientes calentando las frías paredes de piedra.
Constance se giró para volver a hablar con ella.
—Te lo enseñaré todo. Nunca he conocido a nadie que no pudiera oír o
hablar. Qué vida tan terrible para ti. Eres muy hermosa, sabes. Si hubiera
muchachos aquí, te perseguirían por todas partes. El pelo negro liso es
mucho más atractivo que mis rizos rojos desordenados. Las monjas siempre
me persiguen para que me lo recoja, pero es imposible. Tu pelo estará
precioso en un moño justo encima de tu cabeza. —Dieron unos pasos más
hacia la mesa de servir que estaba al lado de la sala. En un extremo había
utensilios, cuencos y cálices, y en el otro una enorme olla de gachas.
De pronto, la mandíbula de Constance cayó como si hubiera pensado en
algo importante. Se giró para mirar a Rose con una amplia sonrisa en la
cara.
—Tengo una idea maravillosa. Se me da muy bien dibujar, así que tal
vez pueda ayudarte a comunicarte de esa manera. Aunque será difícil
conseguir los materiales que necesito. —Cuando llegaron a la mesilla,
levantó la mano como si tuviera un utensilio de escritura y preguntó—:
¿Sabes dibujar? ¿Sabes leer? Si no, ¡podría enseñarte! Pero tendría que ver
si las monjas me dan los instrumentos necesarios. Aunque podría enseñarte
las letras de los libros de la biblioteca. Se nos permite un libro a la vez, y
hay muchos libros ilustrados.
Debido a la insistencia de su madre en que no se le permitiera leer, Rose
se había tomado la libertad de esconder en su habitación algunos de los
libros favoritos de su padre. Temiendo llevarlos a la abadía, los había
escondido bajo su cama antes de salir del castillo, sabiendo que su madre
probablemente nunca entraría en su habitación.
Constance parecía entusiasmada con la perspectiva de enseñarle, algo
que Rose deseaba casi tanto como volver a ver a Roddy Grant. Anoche
había soñado con el apuesto guerrero, pero esta vez era diferente. Ambos
habían estado hablando, compartiendo sus pensamientos. Había sido tan
encantador como cualquier otro sueño que hubiera tenido.
Pensar en Roddy Grant le daba más valor. ¿Se atrevería a desafiar a su
madre en este entorno?
Sacudió la cabeza para responder a la pregunta de Constance, indicando
que no sabía dibujar ni leer.
Para su sorpresa, Constance la rodeó con sus brazos y la estrujó hasta
que el aliento casi abandonó sus pulmones
—No te preocupes. Yo te ayudaré. Me aseguraré de que las muchachas
malas se mantengan alejadas y de que solo las muchachas amables se
conviertan en tus amigas. Te diré exactamente todo lo que debes hacer.
Rose no pudo evitar centrarse en dos palabras.
¿Muchachas malas?
Se sentaron juntas y Constance le indicó a Rose que se quedara sentada
mientras buscaba algo más en la mesilla. Cuando regresó con un poco de
miel, Rose agradeció con la cabeza a Constance, quien siguió balbuceando.
—Creo que podríamos inventar signos para indicar ciertas cosas. ¿Por
qué no juntas las manos así? —Sujetó las palmas de las manos una contra la
otra como si estuviera rezando—. Y entonces podrías asentir con la cabeza.
Eso significaría gracias y de nada.
Ambas hicieron la pequeña reverencia con sus manos, y Constance
estalló en risitas encantadas.
—Te enseñaré a leer y a escribir, así podrás escribirme tus mensajes. —
Volvió a soltar una risita y susurró—: Tendremos nuestros propios signos
secretos. —Constance guiñó un ojo y señaló desde el pecho de Rose al suyo
propio—. Secretos. Amigas.
Rose se esforzó por no derramar lágrimas. ¿Cuándo se había ofrecido
alguien a ayudarla además de su padre? Su madre pasaba el menor tiempo
posible con ella. Su tía, la esposa del hermano de su padre, la había visitado
muchas veces antes de su muerte, pero no la había visitado desde su
fallecimiento. Si tenía que adivinar, seguro que su madre le había sugerido
que necesitaban tiempo a solas. La había oído decir lo mismo a otros, lo que
garantizó el aislamiento de ambas. De ella. No había gente joven en su
vida, y hasta ahora el único lugar en el que se había encontrado con alguna
muchacha o muchacho joven había sido en la iglesia.
¿Su vida estaba punto de cambiar para mejor?
En ese caso, nunca volvería a casa.
Roddy y Connor habían pasado los dos últimos días buscando en la zona,
con la esperanza de encontrar alguna otra pista sobre la nueva abadía, los
MacDole o algún barco en el lago marino, pero no habían tenido ningún
éxito. Al acercarse al castillo de Braden, cerca del crepúsculo, en un
estrecho sendero del bosque, un gruñido llegó a los oídos de Roddy. Giró la
cabeza para mirar a Connor.
—¿Acabas de oír un jabalí?
De los arbustos frente a ellos salieron cuatro cerdos salvajes, resoplando
y gruñendo mientras se precipitaban hacia ellos a un ritmo feroz. Roddy
sacó su arco, preparó su flecha y la dejó volar, abatiendo a la mayor de las
bestias. Connor alcanzó a otra, pero entonces una de las dos restantes
comenzó a correr en círculo y se estrelló contra el caballo de Roddy. La
bestia se encabritó de inmediato, derribando a Roddy. Aterrizó de espaldas
en medio de un pequeño claro.
Uno de los jabalíes se dirigió directamente hacia él.
Se quedó paralizado.
Los gritos de Connor lo sacaron de su trance.
—¡Roddy, coge tu espada o te matará!
La frente de Roddy se llenó de sudor, cubriendo la palma de su mano.
Finalmente alcanzó la empuñadura de su espada, pero su mano no se movía
lo suficientemente rápido. Estaba seguro de que iba a morir. Todo lo que
pudo hacer fue mirar fijamente a las dos bestias que se dirigían
directamente hacia él.
—¡Roddy!
La voz de Connor resonó en el claro mientras corría hacia él,
eliminando a uno de los jabalíes con su espada.
El jabalí restante estaba casi sobre Roddy cuando algo finalmente
desencadenó sus reacciones y sacó su espada, blandiéndola en un amplio
arco y golpeando al cerdo restante con tal fuerza que no solo lo abrió de un
tajo, sino que lo envió volando por el aire, aterrizando en una pila
ensangrentada al otro lado del claro.
—Hijo de puta, Roddy. No creí que fueras a sacar tu arma. ¿Qué
demonios ha pasado? Nunca te había visto así. —Connor limpió y envainó
su arma, y luego se apresuró a acercarse a su lado, sujetando su hombro y
sacudiéndolo un poco mientras él seguía mirando hacia los arbustos—.
¿Roddy? ¿Estás bien?
Finalmente, dejó caer su arma al suelo y luego la recogió para limpiarla
antes de volver a envainarla. Caminando en un pequeño círculo, miró
fijamente a Connor.
—No sé qué ha pasado. Me he quedado paralizado. No sé por qué. Yo…
—¿Qué más podía decir? Lo que había temido durante mucho tiempo
finalmente había sucedido. Tenía tanto miedo de morir que su miedo lo
había paralizado.
Sus días como guerrero habían terminado. ¿Quién querría llevarlo a la
batalla cuando no podía estar seguro de que sacaría su arma?
Más tarde esa noche, Rose caminaba de puntillas por el sendero iluminado
por la luna. La hermana Murreall se había llevado todos los libros esa
mañana y Constance se había visto obligada a irse a otra recámara.
La hermana Murreall había sacudido la cabeza y les había dicho:
—No habrá más de estos libros para ninguna de las dos. Debéis
centraros en el entrenamiento para convertiros en servidoras del Señor. —
Solo que ella había murmurado algo muy diferente para sí misma mientras
se dirigía al pasillo—. No veo cuál es el problema de que una muchacha
aprenda a leer, especialmente una que no puede oír ni hablar.
Antes de que Constance se viera obligada a abandonar la habitación, les
concedieron un minuto a solas.
—No entiendo por qué no quieren que siga ayudándote con tus
lecciones —dijo amargamente Constance—. Si podemos leer, entonces
podremos aprender más sobre la Biblia.
Rose mostró el signo que se refería a su madre.
—¿Tu madre? Ella no es muy agradable, ¿verdad? ¿Es por eso que nos
están separando?
Rose asintió, negándose a llorar por la situación. En su lugar,
concentraría toda su energía en salir de la abadía. No estaba segura de a
dónde iría, pero tenía que encontrar a Roddy. Él la ayudaría a encontrar un
lugar para quedarse. Tal vez el Clan Grant la aceptaría por lo que era y no
intentaría cambiarla o castigarla. Pasara lo que pasara, Constance siempre
formaría parte de ella. La muchacha tenía un alma muy dulce y generosa.
—¿Es por eso por lo que también debes dormir sola y quedarte en tu
habitación?
Rose asintió, pero luego indicó que no seguiría las reglas establecidas
para ella. Encontraría la forma de salir, aunque fuera de noche. Le dio un
rápido abrazo a Constance.
—A Euphemie no le gustará no tenerte cerca para burlarse. Eso es lo
único bueno que saldrá de esto. Cuídate, Rose. Seremos las mejores amigas
para siempre. Te lo prometo.
Por mucho que lo intentara, no pudo evitar que se le empañaran los ojos
al ver a su querida amiga retirarse por el pasillo, con sus pertenencias bajo
el brazo.
Había pasado las siguientes horas sola, reflexionando sobre todo lo que
había ocurrido, y lo único que podía seguir sintiendo era la necesidad de
escaparse.
Lejos. En casa, su madre la había controlado, pero ella siempre había
podido escapar al exterior. Estar encerrada era más de lo que podía soportar.
Una vez que se deslizó por la escalera y salió por la puerta, se detuvo un
momento para aspirar el aire fresco de la noche. Era una hermosa noche
escocesa y los sonidos del exterior eran música para sus oídos. Siguió
caminando lenta y suavemente por el sendero del jardín, contemplando lo
que debería hacer a continuación y a dónde debería ir.
Un búho ululó tan fuerte que ella dio un salto. Al girar la cabeza para
observar el área que la rodeaba, se alegró de ver que no había habido nadie
para notar su reacción ante el fuerte sonido.
Cuando llegó al final del camino, el búho se posó en la rama que había
sobre ella. Tenía los ojos dorados y sus plumas eran de gloriosos tonos
marrones, negros y grises. ¿Por qué los humanos no tenían esa mezcla de
colores en el pelo?
Como si quisiera hablarle, su pico se abrió y emitió un ligero «hoo».
Cómo deseaba poder comunicarse con el regio pájaro. Observó su
movimiento: la forma en que se mantenía muy erguido, cómo movía la
cabeza sin mover el cuerpo. Giró la cabeza para mirar a un pájaro cercano,
pero luego volvió a girarse para mirarla a ella.
Bajo su mirada dorada, sintió como si su padre estuviera con ella, como
si hubiera encontrado una forma de comunicarse con ella desde el más allá.
Las garras del búho se extendieron como si quisieran posarse en su
brazo, pero ella había oído lo poderosas que podían ser las garras de los
pájaros. Buscó en el interior de su vestido el pañuelo de lino que había
metido allí. Lo sacudió, lo colocó en su antebrazo y se acercó al búho para
ver si se posaba en su brazo.
El pájaro la miró, luego apartó la mirada y regresó a ella. Finalmente,
extendió una garra, tocando su brazo como si estuviera probando su percha,
antes de mover la otra. Se posó en su brazo, pero solo durante uno o dos
segundos antes de salir volando.
Observó con asombro cómo sus alas se extendían sobre las copas de los
árboles. Con solo una ligera inclinación de su cuerpo, giró en el aire,
planeando con gracia. Estando completamente fascinada por él, no oyó las
pisadas que se acercaban detrás de ella.
—El hecho de que no puedas oír ni hablar hace que esto sea casi
demasiado fácil. —Una mano la sujetó por el hombro.
Cuando se giró, se encontró frente a Euphemie, Ada y otra chica que no
conocía. Las tres chicas la cogieron, inmovilizándola e impidiendo que
huyera.
—Nadie te oirá nunca, ya que no puedes hablar ni gritar —dijo
Euphemie—. ¿Sabías que hay varios monjes de visita? Les encanta pasear a
altas horas de la noche, así que hemos pensado en darles un espectáculo.
Puede que no se les permita tocar, pero pueden mirar, ¿verdad?
Rose luchó y pateó con todo lo que tenía, pero era una persona contra
tres. La tiraron al suelo y le ataron los pies y las manos con una cuerda.
La tercera chica preguntó:
—¿Por qué la odias tanto, Euphemie?
—No lo sé. Pero la odio. —Escupió en el pecho de Rose como si
quisiera puntualizar su comentario.
Ada soltó una risita y susurró:
—Porque ella es hermosa y Euphemie no.
La expresión de Euphemie se cerró y le dio un puñetazo a Ada en el
brazo.
—Cierra la boca o serás la siguiente. —La muchacha se distrajo lo
suficiente como para que Rose le diera una buena patada, justo en la
entrepierna. Euphemie maldijo y dijo—: ¡Te arrepentirás, perra!
Cómo deseaba poder gritar. Pateó y luchó con todas sus fuerzas, incluso
después de que le ataran las piernas. Consiguió incorporarse lo suficiente
para golpear a Ada con la cabeza. La muchacha se tambaleó hacia atrás y
dijo:
—¡Ay! Haz que pare, Euphemie. Me ha hecho daño.
Euphemie alcanzó el vestido de Rose y lo cortó, luego se lo quitó de un
tirón, dejándola temblando solo con su camisón.
—Oh, no, mira esas bonitas tetas. Creo que a los monjes les encantaría
verlas de cerca. —Sujetó el camisón de Rose y cogió su cuchillo, lista para
cortárselo cuando un pájaro bajó volando y graznó directamente en su cara
—. ¡Vete, pájaro asqueroso! —Ella extendió el brazo en un intento de
golpear al pájaro, pero éste la esquivó.
Era la lechuza de Rose, acudiendo en su ayuda. Sus ojos dorados la
miraron mientras se lanzaba contra las muchachas que la estaban atacando.
Sintió que su padre le había enviado protección desde el más allá.
—Me voy —dijo Ada—. ¡Ese búho es salvaje! —Corrió hacia la abadía
y la tercera chica la siguió, dejando a Euphemie allí sola.
—Bien —dijo Euphemie con desprecio—. Salvada por un búho. Te
dejaré con tu camisón, pero te volveré a encontrar. Y si se lo cuentas a
alguien, la próxima vez lo pagarás más caro.
El búho graznó de nuevo y Euphemie se cubrió la cara y salió corriendo
por el camino. Una vez que todas las muchachas huyeron, la lechuza
aterrizó frente a su cuerpo, paseándose de un lado a otro como para
comprobar si estaba sana. Picoteó el vestido en el suelo junto a ella, tirando
de algunas briznas, pero luego se detuvo. ¿Podría estar intentando cubrirla?
Si era así, el ave había fracasado, pero ella sabía que tenía un nuevo
amigo.
Necesitaba todos los amigos que pudiera conseguir.
Tumbada en el frío suelo, atada e incapaz de moverse, se obligó a no
llorar.
Pasara lo que pasara, no permitiría que nadie le hiciera más daño.
12
Parecía que habían pasado dos días antes de que la descubrieran, aunque
probablemente solo fue una hora. Al oír pisadas acercándose por el sendero,
se movió hacia la luz de la luna tanto como pudo.
Rezó una rápida oración para que no fuera Euphemie, y no lo era.
El padre Seward se acercó a ella.
—¿Rose? —jadeó sorprendido—. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Estás
herida? —Le desató las manos y los pies, y luego cogió el vestido roto para
cubrirla lo mejor que pudo—. ¿Quién te ha hecho esto? —La ayudó a
ponerse en pie, pero a ella le costó hacerlo, casi cayéndose, así que la
acomodó en un banco cercano.
El ululato de su nuevo amigo resonó desde arriba.
—Rose, debo saber que estás bien. ¿Estás herida en alguna parte? —Sus
manos se movieron sobre su cuerpo, buscando heridas. Chasqueó con la
lengua cuando vio las abrasiones de la cuerda—. ¡Oh, Dios! Debo llevarte a
la enfermería de inmediato. No me importa lo que diga tu madre sobre
dejarte sola en tu habitación. No después de esto.
Rose quería llorar de alivio. Tal vez Constance encontraría la forma de
visitarla si estaba en la enfermería. Al menos allí podría lavar la suciedad
—aunque mayormente imaginaria— del ataque.
—¿Puedes caminar, Rose? —La miró con tanta compasión que ella se
atrevió a esperar que hubiera ganado otro aliado. ¿Él iría en contra de su
madre y le permitiría aprender a leer?
Ella asintió, tirando de la prenda rasgada a su alrededor para proteger su
intimidad. El padre Seward avanzó lentamente a su lado, asegurándose de
que ella pudiera seguirle el ritmo.
No se cruzaron con nadie más en el camino, pero en cuanto entró en la
enfermería, una de las otras monjas se apresuró a su lado.
—¿Qué ha pasado? ¿Qué tiene la pobre muchacha? —La condujeron a
la recámara en la que había estado antes, aunque la otra cama estaba vacía
en esta ocasión.
—La atacaron y la ataron. No creo que la hayan herido, tal vez solo la
hayan tratado con rudeza. —Señaló las abrasiones en sus muñecas y
tobillos—. Debes ocuparte de estas zonas.
—¿Quién le ha hecho esto? —preguntó la monja al Padre Seward.
—No lo sé, pero pretendo averiguarlo.
—Su madre se pondrá furiosa. —La monja se llevó ambas manos a las
mejillas y sacudió la cabeza con preocupación.
—No es necesario llamarla todavía. Vamos a darle unos días. Quiero
averiguar quién ha hecho esto, investigar un poco más antes de contactar
con su madre. Ella querrá respuestas. —Comenzó a pasearse por la pequeña
habitación.
Rose se acomodó en la cama y se escondió bajo la tela escocesa,
descansando la cabeza con un suspiro. Estaba agotada por el ataque.
La monja la miró y dijo:
—¿Quién ha hecho esto? ¿Un muchacho? ¿Una muchacha?
Rose se negó a responder. No la delataría; pensaba ocuparse ella misma
de esto.
—¿Ha sido Euphemie?
Rose cerró los ojos y no contestó.
El padre Seward soltó palabras de rabia.
—Podría haber sido Euphemie o Ada o alguna de las otras chicas. Tal
vez incluso uno de los monjes visitantes. ¿Cómo voy a averiguarlo si ella
no puede decírmelo? Es vergonzoso que haya sido despojada de su vestido
en un lugar de nuestro Señor. Vergonzoso. Dale un tónico para ayudarla a
dormir si es necesario, hermana. Debe quedarse aquí un día más. De hecho,
enviaré a su amiga a visitarla mañana, para animarla un poco. Pobre
muchacha. Tal vez Constance pueda ayudarme a comunicarme a ella.
Cuando se fueron, Rose cerró los ojos y se permitió pensar en Roddy
Grant. Cómo deseaba que estuviera aquí para consolarla. Pensar en él la
ayudaba a superar el tormento de la hora que había pasado atada en el
sendero del jardín. De alguna manera, sabía que él la sostendría, incluso le
permitiría llorar si lo necesitaba.
Roddy Grant le hacía creer que había algo más en la vida que trepar por
las rocas y escuchar el sonido de las olas chocando contra las piedras
brillantes a la luz de la luna. Y, sin embargo, no podía negar que echaba de
menos el agua. La fuerza y el poder de las olas contra las rocas siempre le
habían dado fortaleza.
Sus recuerdos más felices eran los que había pasado con su padre en los
acantilados sobre el agua. A veces él sostenía su mano y otras veces la
dejaba libre para que explorara por su cuenta, tropezándose aquí y allá con
las superficies resbaladizas.
Solo una vez él había admitido que la madre de Rose no comprendía el
alma de un niño, pero le había asegurado que su madre seguía queriéndola,
solo que de forma diferente a él. Su padre la había adorado, de eso estaba
segura. Si su madre la amaba, era un tipo de amor que la desconcertaba.
Había perdido a su padre, pero nunca perdería su amor ni la confianza
que sus semillas de amor habían sembrado en ella. Una vez le había
hablado del día en que conocería a un muchacho que la conmovería de
forma diferente a como lo hacían los demás, y le había aconsejado que le
abriera su corazón cuando llegara ese día.
Era el momento de abrir su corazón a Roddy. Rezó para que volviera
pronto, y si lo hacía, tal vez tendría el valor de besarlo primero esta vez.
Necesitaba a Roddy.
Y también quería aprender a defenderse. Estaba harta de sentirse como
una muchachita indefensa, incapaz de hacer nada por sí misma. Había
llegado el momento de coger las riendas de su vida.
13
Dos noches más tarde, Roddy estaba de pie entre los árboles afuera de la
abadía mirando hacia la alta estructura. Connor y Daniel estaban de pie
junto a él. El grupo no había logrado averiguado nada del inglés porque
había desaparecido. Habían vuelto a la nueva abadía, pero el día anterior
había estado vacía. El castillo MacDole estaba en silencio y no había habido
actividad en el lago marino, aunque todos estaban regresando para otro
patrullaje mientras el grupo de Roddy volvía a la Abadía de Sona.
Al no saber a dónde ir, habían decidido volver a la Abadía de Sona para
ver si algo había cambiado en la Abadía de los Ángeles, y su única
conexión con esa abadía era Rose y las novicias en formación. Se habían
enterado de la existencia de la Abadía de los Ángeles por una de las monjas
encargadas de servir las comidas.
—Tengo un mal presentimiento. No puedo explicarlo —dijo Roddy, con
las manos en las caderas mientras se paraba junto a su caballo.
—Me alegra ir contigo —dijo Daniel—. Sé exactamente dónde está su
habitación. Te guiaré hasta allí. Connor, tú harás la guardia solo.
—Tal vez yo también me cuele dentro —dijo Connor—. Puedo
acercarme de una manera diferente.
Daniel dijo:
—No, necesitamos a alguien en el exterior para mantener los caballos
preparados. Podríamos huir cuando regresemos. Si lo que ha dicho Maggie
es cierto, y alguien de aquí está conectado con el Canal, no les hará gracia
ver a alguien husmeando.
Roddy añadió:
—No hay nada sucediendo en otra parte. Podría haber aquí una especie
de reunión sobre el Canal de Dubh, sobre todo porque está previsto un
nuevo envío. Debemos tener cuidado. Pero estoy seguro de que
averiguaremos algo aquí. Connor y yo estuvimos de acuerdo en que había
algo extraño en este lugar.
Connor añadió:
—No me agradó la sensación entre la abadesa y el sacerdote. Al
principio pensé que podrían ser los dos, pero no se llevan bien.
—Tal vez sea solo uno de ellos —dijo Daniel, enarcando las cejas.
Roddy dijo:
—La única persona de la que sospecho por el momento es la madre de
Rose, pero no parece alguien que vendería niñas. Tiene una propia.
—Eso no significa nada —dijo Daniel—. Podría vender a otras y
mantener a la suya.
Roddy dijo:
—Es cierto. Estamos perdiendo el tiempo. La única forma de averiguar
algo es entrar y hablar con Rose o Constance.
Diez minutos después, Roddy y Daniel se arrastraron por el pasillo
donde dormían las novicias, Daniel se asomó a cada recámara, pero no
encontraron a Rose. Daniel guio el camino por el pasillo hasta la habitación
donde creía que podrían estar las muchachas. Le indicó a Roddy que entrara
primero.
Mientras se arrastraba hacia la recámara oscura, el corazón de Roddy
latía con tanta fuerza que pensó que le haría un agujero en el pecho. ¿Y si
otra muchacha había sido trasladada a esta habitación? ¿Y si ella gritaba?
La muchacha se incorporó. Para su alivio, era su amiga, Constance.
Se acordó de él, y susurró:
—¿Roddy Grant?
Él susurró:
—Sí. ¿Dónde está Rose?
—Está en la enfermería. Te llevaré con ella si puedo.
—¿Qué ha pasado?
—Fue atacada, pero no la hirieron de gravedad.
—Lo sabía —dijo amargamente Roddy, castigándose por no haber
llegado aquí antes—. Algo en mi instinto me decía que algo malo le había
pasado.
—Tu instinto tenía razón. Pobre Rose. —Le cogió el brazo para
tranquilizarlo y luego dijo—: Antes de irnos, tengo algo que decirte. Su
madre ha venido y le ha prohibido estar con otras muchachas. Está
encerrada en una recámara sola. La atacaron porque estaba sola.
Roddy estaba aturdido, pero no sorprendido. Si Lady MacDole estaba
involucrada en el negocio de tráfico, querría mantener a su hija aislada para
asegurarse de que no fuera secuestrada. También querría impedir que se
enterara de su participación en este fiasco.
—Constance, tengo un amigo llamado Daniel afuera. Nos ayudará a
entrar en la enfermería. Sospecho que será más difícil que entrar en esta
planta.
—Sígueme. —La muchacha se levantó y cogió su bata, así que Roddy
aprovechó para abrir la puerta y arrastrar a Daniel al interior.
—¿Qué pasa? —Miró a la muchacha y preguntó—: ¿Dónde está Rose?
Roddy respondió:
—Está en la enfermería. Esta es su amiga Constance.
Daniel le preguntó:
—¿Puedes llevarnos allí?
—Sí, pero hay un problema. Siempre hay monjas vigilando las
habitaciones de la enfermería.
—Bien, llévanos allí —dijo Daniel de inmediato—. ¿Ocuparás su lugar
en la cama? Si te cubres la cabeza con las mantas y te pones de cara a la
pared, la monja pensará que eres Rose durmiendo. Solo tienes que esconder
la cabeza bajo las mantas para que no noten tu pelo rojo. ¿Puedes hacer eso,
muchacha? Ellos necesitan tiempo para hablar.
—Sí, pero ¿qué te ha pasado en el brazo? —susurró Constance al mirar
su brazo amputado por un accidente en una pelea de espadas cuando era
más joven.
Daniel levantó el brazo y lo miró, luego abrió los ojos de manera
dramática y dijo:
—¿Qué le pasa a mi brazo? ¿Adónde ha ido a parar? Mi mano estaba
aquí hace un minuto. ¡Lo juro!
Constance soltó una risita y él la hizo callar con la otra mano.
—Ayúdanos a encontrar a Rose, y te lo explicaré en otra visita.
Ella asintió, haciendo lo posible por calmar su risa.
—Puedo llevaros a la enfermería, pero ¿cómo entraremos? Suele haber
al menos dos monjas vigilando. Una puede estar durmiendo, pero cualquier
cosa las despierta.
Roddy miró a Daniel en busca de ideas. Su mirada se entrecerró, luego
sus ojos se abrieron más y una sonrisa llenó su rostro.
—Sé exactamente qué hacer. Venid conmigo y esperad en la escalera.
Correré al exterior un momento y volveré enseguida.
Llegaron a la escalera sin ser vistos. La enfermería estaba en el tercer
piso, así que tenían que subir un nivel más. Entonces, Daniel desapareció,
dejando a Constance y Roddy solos.
Roddy estaba desesperado por obtener más información sobre Rose.
—¿Qué le ha pasado? ¿No puedes decírmelo? Será mucho más rápido si
lo haces.
Constance se mordió el labio inferior, pero finalmente dijo:
—Está bien. Fue atacada por un grupo de muchachas. Tres de ellas la
ataron y le quitaron el vestido, dejándola solo con su camisón. Había
monjes de visita en ese momento, y ellas esperaban que los monjes la
encontraran y la avergonzaran. Los monjes salen a caminar por la noche.
—¿Y quién la encontró?
—El padre Seward. La desató y la acompañó a la enfermería. Él no
quería dejarla sola hasta que descubriera quién era el responsable del
desagradable hecho.
—¿Y lo ha descubierto?
—Una de las chicas delató a la líder. No la he visto por aquí, así que
probablemente esté en la celda de castigo. Tienen que quedarse solas
durante varios días.
—Tal vez hable con ella —dijo Roddy, con un tono en su voz que ni
siquiera intentó disimular.
—No, visita primero a Rose. Está ansiosa por hablar contigo. Necesita
aprender a protegerse de esas perras crueles. ¿Puedes ayudarla?
Una puerta se cerró, así que terminaron su conversación y se prepararon
para subir corriendo la escalera si era necesario, pero la voz de Daniel los
detuvo.
—Solo soy yo.
Subió la escalera y, cuando llegó junto a ellos, susurró:
—Permitidme ir primero. ¿Dónde se sientan exactamente las monjas en
la enfermería? Necesito entrar lo más cerca de ellas.
—La segunda puerta a la izquierda por el pasillo. Están justo en la
entrada de la enfermería. Hay varias puertas en la planta, la mayoría son
habitaciones para las monjas. —Ella miró a Daniel con desconcierto,
probablemente preguntándose qué había hecho y qué estaba planeando,
pero Roddy no dijo nada. Él confiaba plenamente en el Fantasma.
—Perfecto —dijo Daniel, sus ojos se iluminaron mientras una sonrisa se
extendía por su rostro. Luego metió la mano en su escarcela y sacó un ratón
retorciéndose con su única mano—. No grites —advirtió a Constance.
Los ojos de Constance se abrieron de par en par, pero se mordió los
labios y no chilló.
Daniel se mofó:
—¿Qué te molesta? Es solo un pequeño ratón.
Roddy dijo:
—Creo que es un poco grande para un ratón.
Daniel aconsejó:
—Esto funcionará. Os lo prometo. Mantened los ojos en la puerta, y
cuando las dos monjas salgan corriendo, debéis entrar enseguida.
Los dejó a solas por poco tiempo antes de que comenzaran los chillidos.
Daniel esperó a que las monjas salieran gritando y se dirigieran al pasillo
antes de abrir la puerta de la escalera.
—Está despejado.
Las monjas estaban lejos en el pasillo todavía gritando cuando Roddy
empujó a Constance hacia la enfermería. Encontraron a Rose, quien ya
había salido de su habitación para explorar el ruido al parecer, ya que estaba
de pie en medio del pasillo con la mirada perdida.
Roddy sintió como si un rayo lo hubiera golpeado en el pecho. Siempre
recordaría este momento como aquel en el que comprendió que esta
muchacha significaba para él más que ninguna otra, que no podría olvidar a
Rose MacDole.
Rose estaba de pie en medio del pasillo con su camisón de noche
ondeando con la brisa de la puerta detrás de él, lo que atrajo su atención a
cada una de sus curvas. Su cabello oscuro caía prácticamente hasta las
caderas con una sensualidad que lo pilló por sorpresa. Su mirada violeta
capturó la suya y la incertidumbre y el miedo que había en ella le hicieron
desear rodearla con sus brazos y quitarle todo el dolor, protegerla de la
crueldad del mundo.
Más que nada, quería hacerla suya.
Para siempre. Estarían unidos para siempre.
Otro pensamiento surgió repentinamente. El fantasma que él y Connor
habían visto se había visto casi exactamente como Rose en este momento.
La única diferencia era el color de su pelo.
Constance cogió las manos de Rose y le susurró:
—Vete. Ellos han hecho esto por ti. Voy a dormir en tu cama para
cubrirte. —Le dio un rápido apretón y se metió en la habitación.
Roddy le tendió la mano y Rose colocó la suya en ella sin dudarlo. Él
sonrió y le dio un pequeño tirón hacia la puerta, deteniéndose para asomarse
al pasillo. Daniel tiró de ésta y dijo:
—Marchaos. Las monjas están buscando ayuda. Intentaré atrapar al
pequeño pillo por si vuelvo a necesitarlo.
Roddy y Rose bajaron la escalera y salieron a la negra oscuridad de la
noche, siguiendo el camino a través de los árboles y hasta el borde más
lejano de la propiedad. Cuando él finalmente se detuvo, estaba jadeando y
sonriendo. Giró sobre sus talones para mirarla y la rodeó con sus brazos,
levantándola del suelo.
La bajó y le cogió la cara.
—¿Estás bien? —susurró.
Ella asintió con la cabeza y tiró de Roddy hacia abajo para darle un
beso. Él gruñó de placer cuando sus labios se encontraron con los de ella.
Se abrió para él e inclinó la cabeza para poder devorarla, acariciando su
lengua con una necesidad que él no había sabido que existía hasta hacía
unos momentos. Diablos, su tiempo juntos era corto, así que tenía que
hacerle saber lo mucho que ella significaba para él. Pasó las manos por sus
costados, por las suaves curvas de sus caderas hasta llegar a su trasero,
acariciándola hasta que no pudo soportar más estar separado de ella.
Entonces, Roddy moldeó sus curvas contra él, sus lenguas se batieron en
duelo hasta que ambos jadearon. Él se apartó, con la respiración
entrecortada por su interludio, pero algo capturó su atención sobre su
delicada piel.
Cuando Roddy notó las marcas frescas de su muñeca, retiró las manos
de su cara y buscó su mano.
Rose levantó ambas muñecas para que él las viera. Estaban frescas por
la cuerda, pero su dedo rozó una zona en una muñeca porque le pareció ver
algo más allí.
Estaba en lo cierto. Había una herida reciente, sí, pero también había
una cicatriz de una herida anterior. Su madre la había maltratado
gravemente. Una furia se acumuló en su vientre y luchó por liberarse, pero
la contuvo, recordándose a sí mismo que perder los estribos no la ayudaría
ahora. Metiendo la mano en su bota, sacó una daga y la levantó para que
ella la viera.
—Constance me ha dicho que querías aprender a protegerte. Te
enseñaré a usarla para que no vuelvan a aprovecharse de ti.
Ella asintió enérgicamente y le pasó los dedos por un lado de la cara. Se
oyó un ruido detrás de él y saltó, dando vueltas con la daga en la mano,
pero solo era una lechuza. Bajó en picado demasiado cerca, más de lo que
un pájaro normal volaría por la noche. Roddy no intentó herirla, sino que
esperó a ver qué hacía la criatura a continuación.
Acomodó a Rose detrás de él para protegerla, y el pájaro respondió con
un fuerte ululato antes de posarse en una rama baja no muy lejana.
—¿Qué demonios? —susurró él.
Rose le cogió la muñeca que sostenía el cuchillo, sacudiendo la cabeza
mientras se ponía a su lado. Gesticuló la palabra «amigo» y se acercó al
pájaro como si quisiera acariciarlo.
—¿Es tu amigo? —Él la miró para asegurarse de que la había entendido
bien, y luego volvió a mirar al ave de presa, bien conocida por el poder de
sus feroces garras.
Ella asintió e intentó explicar más, pero él solo entendió algunas
palabras. Por lo que pudo discernir, ella le estaba diciendo que el pájaro era
su protector. Allí de pie, se enfrentó a la criatura emplumada, cuyos ojos
dorados se clavaron inquietantemente en los suyos.
—¿Así que tú eres el protector de la muchacha, amigo mío?
No podía negar que había oído hablar de cosas más extrañas.
El búho bajó por la rama y luego regresó. Levantó la barbilla y dijo:
—Hoo.
—¿Intentas decirme lo que debo hacer? ¿Quieres que enseñe a tu
muchacha a protegerse?
El búho repitió:
—Hoo.
Rose cogió la barbilla de Roddy para obligarlo a mirarla. Lo señaló a él,
luego a ella, y colocó las manos a ambos lados de su cabeza, inclinándola
hacia adelante y hacia atrás.
—¿Loca? ¿Crees que te consideraría loca porque te has hecho amiga de
una lechuza? —Él no pudo evitar sonreír—. No, muchacha, estás lejos de
ser loca. Los animales se hacen amigos de la gente todo el tiempo. El hijo
de mi primo tiene un poni que usa sus patas traseras contra cualquiera que
intente hacerle daño. El muchacho cree que es su mejor amigo. Yo no me
interpongo entre ellos.
Rose tenía una manera de dar forma a su mano siempre que quería decir
«bien» o «sí». Tenía su técnica para hacerse entender. La forma en que ella
había superado las dificultades a las que se enfrentaba lo conmovió, y un
impulso de protección casi lo ahogó. Le estrujó la mano.
—Ven. Hagamos feliz a tu amigo.
Roddy le abrió la mano y colocó la empuñadura de una daga en su
palma, cerrando las puntas de sus dedos alrededor de ella.
—Si quieres matar a una persona, el mejor lugar para golpear es justo
en el vaso del cuello. La sangre sale rápida y poderosa y morirá en minutos.
—Demostró cómo ella podía hacer el corte—. Pero puede que no quieras
matar a tu atacante, especialmente si es una muchacha de la abadía, pero
hay muchas otras zonas para atacar. Si alguien está encima de ti, puedes
apuñalarlo justo aquí, en la parte baja de la espalda. —Dándole la espalda,
le demostró exactamente dónde debía apuntar su arma.
Continuó su lección, mostrándole cómo posicionar su cuerpo en un
golpe para darle más fuerza. También le dio una breve lección sobre cómo
herir a un hombre dándole una patada en las pelotas.
El búho ululó y levantó las alas como en señal de aprobación. El
comportamiento del pájaro era extraño, inteligente, y parecía
desesperadamente preocupado por el bienestar de Rose. Roddy recordó
haber oído a una de sus tías hablar de los búhos y de su singular conexión
con el mundo espiritual…
La miró y dijo:
—Has perdido a tu padre, ¿no es así?
Ella asintió con la cabeza, con los ojos llenos de tristeza.
—Rose —dijo en voz baja—, creo que él pudo haber enviado esta
lechuza para que te cuide. —Avanzó hacia el animal en las ramas superiores
del árbol y le hizo un gesto para que se acercara. Para su sorpresa, el ave se
posó en la rama frente a él.
El recuerdo del fantasma que él y Connor habían visto en la casa de
huéspedes de la abadía volvió a cruzar por su mente, recordándole que al
menos un espíritu estaba interesado en protegerla. Miró por encima del
hombro a la inocente muchacha de pie detrás de él.
¿Acaso Rose había sido tan maltratada que los poderes del cielo habían
enviado un fantasma para ayudarla, y ahora una lechuza? Un escalofrío
recorrió la espalda de Roddy, pero sabía lo suficiente como para no ignorar
este tipo de señales.
Miró fijamente los ojos dorados mientras un recuerdo lo sacudía.
—Eras tú, ¿no? Tú eras el búho que voló en mi camino cuando salí de la
abadía antes. No importa. No hace falta que respondas. Intentabas llamar mi
atención, darme un mensaje de que se me necesitaba aquí. He escuchado tu
mensaje, amigo de Rose. No te ignoraré de nuevo.
No. Prestaría atención a los mensajes que había recibido, tanto de la
lechuza como de la aparición. Roddy dijo:
—Protegeré a Rose todo lo que pueda, pero tienes que vigilarla un poco
más, hasta que yo pueda volver con más guerreros. ¿De acuerdo?
El pájaro desplegó sus grandes alas antes de volver a meterlas en sus
costados. Pronunció un suave:
—Hoo.
—Bien. —Volvió con Rose y dijo—: Debes encontrar una manera de
esconder la daga. Puedes coser un bolsillo en tu vestido o encontrar unas
botas en las que puedas meterla.
Ella asintió, indicando que había entendido.
—Tengo algunas preguntas para ti, luego debo irme. —La condujo de
nuevo al banco, debajo de la rama del búho. Cuando se sentó, la levantó y
la acomodó en su regazo.
El búho se acercó dos pasos.
Roddy levantó la mirada hacia los ojos dorados y dijo:
—No te preocupes. La respeto.
Rose soltó una risita y apoyó la cabeza en el pecho de Roddy.
Él posó una mano en su cadera y la otra detrás de su cuello,
masajeándolo ligeramente.
—Cuando estuve aquí antes, intentaste decirme algo sobre tu madre y el
barco. ¿Podría haber estado llevando gente? ¿Gente joven? ¿Muchachas?
Ella asintió con vehemencia, pero luego pensó por un momento antes de
comenzar a balbucear en silencio, gesticulando palabras para explicar lo
que vio.
No era la primera vez que le sorprendía que ella no actuara como una
muchacha que nunca había hablado. Algo en su pasado no parecía encajar.
—Rose, ¿hablabas cuando eras joven?
Ella le dirigió una mirada extraña, como si no entendiera, ¿o sí?
¿Intentaba ocultar algo? ¿Se avergonzaba de algo de su pasado?
Él le cogió suavemente la barbilla y le dijo:
—¿Me enseñas tu lengua?
Ella lo hizo. Él estaba aturdido, pero había acertado en lo que creía
haber visto.
Y en lo que creía haber sentido antes.
—Rose —susurró—. ¿Qué sucedió con la punta de tu lengua?
15
R ose reaccionó con tanta fuerza que no supo qué hacer con sus propias
acciones. Salió disparada del regazo de Roddy, moviendo los brazos como
si deseara que la dejara en paz. Que él se fuera lejos, muy lejos.
¿De qué estaba hablando Roddy? ¿Qué había de malo con la punta de su
lengua?
Visiones de alguien gritando y chillando llenaron su cabeza —ella,
había sido ella—, y el dolor… oh, el dolor. No tenía ni idea de cómo evitar
que los recuerdos la inundaran. Girando en círculos, se llevó las manos a la
cabeza, deseando detener el espiral en su cerebro.
—¡Rose! Rose! —gritó Roddy, rodeándola con sus brazos desde atrás,
susurrándole al oído—. Rose, vuelve a mí, ¿por favor?
Su voz hizo que se concentrara. Ella cogió sus manos como si fueran a
anclarla al presente. Jadeó y todo su cuerpo se convulsionó con un miedo
que nunca había experimentado.
—Rose, estoy aquí. No te dejaré así.
Su sinceridad, su honestidad, calmó su alma. Lágrimas cubrieron sus
mejillas y se dejó caer contra este hombre que la sostenía, que prometía
ayudarla.
En cuanto ella dejó de luchar, él dijo:
—No sé qué ha pasado, pero sea lo que sea, te ayudaré. —Se sentó en el
banco y volvió a acomodarla en su regazo. El búho se paseaba por su rama,
emitiendo sonidos de ansiedad, pero Roddy solo tenía ojos para ella—.
¿Tuviste un accidente cuando eras más joven? O… Rose, ¿tu madre te hizo
esto?
Ella sacudió la cabeza con incredulidad, simplemente porque no
recordaba tal cosa. No entendía todos los fragmentos de recuerdos que
habían estallado en su interior, tan devastadores y abrasadoras como las
llamas arrancándole la piel.
Lloró contra el pecho de Roddy, y él simplemente la sostuvo, con sus
brazos sólidos y fuertes. No se había sentido tan reconfortada, tan
escuchada, en mucho tiempo.
Acariciando su cabello, él dijo:
—¿Recuerdas lo que te dije sobre mi miedo a la muerte? Acabo de
descubrir que me ocurrió algo cuando era joven, algo que no recuerdo en
absoluto. Las pesadillas que he tenido últimamente… todas terminan con
morir ahogado. Me despertaba cubierto de sudor, jadeando, luchando por
respirar. No tenía ni idea de por qué. Luego hablé de los sueños con mi tío y
mi padre, y me dijeron que casi me ahogué cuando era más joven. Me lancé
al lago tras mi hermana y ambos quedamos atrapados en una vieja red de
pesca. Mi padre tuvo que sacarnos a los dos. Todavía no recuerdo el
incidente, pero de alguna manera ha estado repitiéndose una y otra vez en
mi descanso. Tal vez se trate de algo así.
Rose se calmó, considerando sus palabras, preguntándose si podría
haber algo de verdad en su historia. ¿Podría haberle ocurrido algo cuando
era más joven? ¿Algo tan horrible que ella lo había olvidado? Miró a la
lechuza, encontrándose con su mirada dorada. ¿Qué significaba?
Una voz que reconoció, pero que no pudo ubicar, llegó hasta ellos desde
el otro lado del muro.
—Debemos movernos. Hay caballos que se dirigen hacia aquí.
Roddy miró a la pared.
—Vuelvo enseguida, Connor. Voy a llevarla dentro. —Luego desvió su
mirada hacia ella y le plantó un beso en la frente—. Mi primo ha estado
vigilando la periferia. Vamos, tenemos que volver. Te prometo que volveré
a por ti. Debemos encontrar a Daniel.
Ella cogió la daga y la estrujó contra su pecho mientras lo seguía. Su
mente seguía llena de pensamientos y recuerdos inconexos, así que aspiró
una bocanada de aire y se obligó a concentrarse en Roddy, en lo que sentía
al estar cerca de él, en su olor a bosque y a aire libre. Hizo todo lo posible
por encerrarlos en su memoria para poder volver a ellos cuando más los
necesitara.
Roddy llamó a la puerta cercana a la escalera y Daniel la abrió de golpe.
—Date prisa. He encontrado otro bicho, pero éste es un conejo. Puede
que no sean tan rápidos para huir de algo tan lindo.
Unos momentos más tarde, ella estaba de regreso en la enfermería, con
Daniel precipitando a Constance lejos hacia su habitación. Roddy le dio un
último beso en los labios, un beso suave y sensual que casi la dejó sin
aliento.
—¿Me crees? —preguntó, susurrando con cuidado, desesperado por
estar seguro de que ella lo entendía—. Volveré con otros. Averiguaremos
qué está pasando aquí. Usa tu cuchillo si es necesario.
Ella asintió, queriendo aferrarse a él para siempre.
Roddy lo era todo para ella.
Rose se apoyó en el enorme pecho que tenía detrás, decidiendo olvidar sus
preocupaciones y disfrutar del tiempo que tenía con Roddy.
Su madre estaría horrorizada por todo lo que había hecho con Roddy:
los besos que habían compartido y la forma en que sus cuerpos se
presionaban. Le diría que confesara su pecado.
Ella no estaba pecando.
Aunque sabía que era una inocente, nueva en esto del amor, reconocía
sus sentimientos por el hombre detrás de ella por lo que eran.
Se estaba enamorando de Roddy Grant, tal y como su padre le había
dicho que haría algún día. Él le había dado otro consejo: que disfrutara de
ese sentimiento todo el tiempo que pudiera, pues podía serle arrebatado de
un momento a otro. Después de haber hecho ese comentario, él había
mirado por encima del agua, lo que la había hecho cuestionar su
significado, pero ahora podía adivinarlo. Su matrimonio con su madre no
había sido perfecto.
Su padre debió haber visto finalmente a su madre como la mujer que
era, no la imagen amable y devota que mostraba a los demás. Su padre
debió haber visto la verdad mucho tiempo atrás.
Cerró los ojos, dejando que las ligeras bromas entre los primos la
invadieran mientras se concentraba en la sensación de los fuertes muslos de
Roddy rodeando sus caderas, evitando que se moviera demasiado mientras
la gran bestia avanzaba.
Ya había cabalgado con su padre antes, pero no había sido nada
parecido a esto.
Esto era muy sensual, algo que jamás había experimentado, moviéndose
al ritmo agradable de su protector. Disfrutando de la sensación de la mano
en su cadera, de su pecho contra su espalda, del suave retumbo de su voz
rebotando en su oído y de su risa vibrando a través de ella.
Empezaba a entender algunas de las cosas que Constance le había
explicado sobre los hombres y las mujeres y sobre cómo nacían los niños.
Si pasaba mucho más tiempo con Roddy Grant, estaría tan
profundamente enamorada de él que probablemente se marchitaría como
una flor cuando él la dejara una vez terminado esto. ¿Qué hombre desearía
vivir una vida con una mujer que no podía hablar?
La charla de los primos cambió de tono, así que ella abrió los ojos. No
estaban lejos de su castillo. El lugar que normalmente la hacía sentir una
maravillosa sensación de pertenencia le parecía casi extraño. Como si algo
estuviera a punto de cambiar.
Una vez que llegaron a un claro a poca distancia del lago, lo
suficientemente lejos del castillo MacDole como para no ser vistos, Rose
les indicó que se detuvieran y desmontaran. El olor del mar, el canto de los
pájaros y el estruendo de las olas conspiraron para decirle que estaban
cerca. La luz de la luna era intensa y realzaba los vuelos de los pájaros y los
murciélagos.
Rose hizo un gesto a Roddy y Constance, haciendo todo lo posible por
explicarse. Roddy tradujo:
—El barco en la noche tenía un faro que se podía ver desde su castillo.
—Cuando intentó explicar el resto de su historia, se movió demasiado
rápido para Roddy, pero Constance entendió.
Constance dijo:
—Ella bajó a las cuevas y no vio a nadie por allí, pero pudo oír el
sonido del llanto de las muchachas, pero parecía provenir de la dársena en
la costa.
Connor preguntó:
—Hemos visto esa dársena, Rose. ¿Conoces un camino cerca de esa
dársena? ¿Puedes guiarnos hasta allí sin que nos vean todos los de tu
castillo? ¿Hay algún lugar donde puedan esconder a las muchachas
mientras esperan el barco?
Ella gesticuló:
—Tal vez, pero podría haber dos lugares. Os mostraré uno, el otro está
dentro de la cueva.
—¿Estás segura de que no nos verán? —preguntó Gavin—. No estamos
equipados para una confrontación. Tenemos que conseguir información y
luego avisar a Will.
—Puedo decirte que es seguro —dijo Roddy—. Es donde ella y yo nos
conocimos. La vi en los acantilados y la seguí hasta las cuevas que pasan
por debajo de su casa. No había nadie más que Rose. Corrió hacia la cueva
y supongo que hay una entrada a su castillo debajo de ella porque
desapareció. La dársena está abajo, lejos del castillo.
Rose asintió.
—Guíe el camino, milady —dijo Connor—. Muéstranos dónde podrían
estar escondiendo a las muchachas.
18
Rose se despertó con un horrible dolor de cabeza, con las manos y los pies
atados, algo que le resultaba dolorosamente familiar. Voces masculinas
resonaban a su alrededor, pero las ignoró, intentando averiguar a dónde la
habían llevado.
El ruido de las olas no tardó en hacerle saber que estaba en algún tipo de
barco. Levantó brevemente la cabeza para mirar a su alrededor, pero volvió
a dejarla caer sobre la superficie áspera cuando una descarga de dolor la
atravesó. Desgraciadamente, pudo determinar una cosa cuando levantó la
cabeza.
El barco era grande, con muchos remeros, y estaban lejos de la orilla.
—Una de ellas ha despertado —gritó una voz—. ¿Qué hago con ella?
Otro respondió:
—Nada. Es la que no puede hablar. No te preocupes.
Su mirada recorrió la zona que la rodeaba. Varias otras muchachas
estaban atadas y dormidas. Creyó reconocer a Ada y a otra chica que comía
tranquilamente sola, pero le resultaba difícil concentrarse entre el balanceo
del barco, su dolor de cabeza y los relámpagos en el cielo. Una tormenta
azotaba el barco, con relámpagos, truenos y lluvia torrencial. El viento se
aferraba a las velas y sacudía el barco. El barco era lo que su padre había
llamado una galera, y las muchachas estaban metidas en un espacio de
carga con una lona que pretendía protegerlas de la lluvia, pero ella seguía
empapada y temblando.
Volvió a levantar la cabeza, haciendo lo posible por no sacudirla, y
suspiró aliviada porque al menos Constance no estaba en el barco.
Tal vez había escapado. Cómo rezó para que así fuera. Lo último que
recordaba era ver a su amiga correr hacia la puerta mientras el dolor
irradiaba por su cabeza.
La daga que había sostenido contra la garganta de su madre
seguramente había desaparecido. A pesar de estar atada, se las arregló para
revisar su otra daga oculta que había guardado en su bota. Para su alivio, no
le habían quitado la segunda daga. Tenía una oportunidad.
Su madre. Había deseado matar a la malvada mujer que había asesinado
a su padre, pero no lo había hecho. Varias lágrimas se deslizaron por el
costado de su rostro y cayeron sobre el casco del barco, pero no podía
permitir que sus emociones la dominaran. Tenía que ser fuerte por Roddy y
Constance.
Y por ella misma.
Su madre, la bruja malvada, había tenido un amorío con el padre
Seward. El hombre que había sido tan amable con ella era un hombre malo.
La había deseado más que a su madre, y eso había enfurecido a lady
MacDole lo suficiente como para matarlo. Pero ellos habían dicho algo
sobre el pasado…
Algo oscuro y horrible se agitó en el fondo de su cerebro. Algo
demasiado horrible para comprenderlo.
Sentía la lengua hinchada y extraña en la boca, y se encontró pensando
en lo que Roddy le había preguntado sobre la punta de su lengua.
Alguien la había cortado.
En un instante, regresó a la mesa años atrás, luchando con las ataduras
en los pies y las manos, intentando patear a los dos hombres que la habían
atado, dos hombres que habían estado con su familia durante años. Había
gritado, llorado y pateado. El padre Seward recordaba ese grito.
Ella había tenido voz.
Su madre había gritado para que la escucharan por encima de los
lamentos de Rose.
—¡Sujetadla, he dicho! ¿Cuánto puede lastimar una pequeña muchacha?
Vio el cuchillo acercándose a ella, luego manos sujetando su cabeza a
ambos lados.
Y entonces recordó todo.
Esa noche también estuvo fuera durante una tormenta. Ella y su padre
estaban en los acantilados cuando la tormenta desató un diluvio.
Permanecieron allí de pie juntos, observando los relámpagos, pero después
de un breve lapso, él insistió en que ella regresara al castillo.
Ella aceptó porque no le gustaban demasiado las tormentas. En lugar de
dirigirse a su casa por la puerta principal, siguió el otro camino, el de los
sótanos. Justo antes de entrar en las cuevas, oyó la voz de su madre.
Cuando miró hacia atrás, vio a su madre de pie frente a su padre,
gritándole. Ella lo empujó y él estuvo a punto de perder el equilibrio, pero
en lugar de gritar a la mujer, hizo lo más honorable y se apartó, dirigiéndose
por el camino hacia las cuevas. Él ni siquiera dijo una palabra ante toda
aquella rabia violenta.
Rose cerró los ojos porque odiaba ver a sus padres pelearse. Cuando
finalmente los abrió, era demasiado tarde para gritar y advertir a su padre.
Su madre lo empujó fuertemente por detrás, arrojándolo por el borde del
acantilado hacia una muerte segura.
Un grito interminable brotó de Rose. Su querido padre estaba muerto.
Había visto a su propia madre cometer un asesinato. Gritó y gritó y apenas
pudo recordar lo que sucedió después hasta que se dio cuenta de que otro
hombre se dirigía directamente hacia ella: su mayordomo.
Su madre estaba furiosa con ella.
En estado de shock, ni siquiera intentó luchar contra el mayordomo
cuando éste la levantó y la llevó al gran salón, inmovilizándola a la mesa
mientras su madre ladraba instrucciones a todo el mundo. Luchó contra las
ataduras, pero perdió la batalla, con sangre cayendo por su brazo porque la
piel estaba abriéndose por la cuerda.
Su madre se acercó a ella con furia, gritándole al hombre que estaba
detrás de ella.
—¡Sujeta su cabeza!
Entonces, ella cogió la lengua de Rose con una extraña herramienta y
utilizó un cuchillo para cortarle la punta.
Rose gritó y chilló de dolor, tanto físico como emocional.
Su madre la dejó atada a la mesa durante toda la noche, con el destello
de los rayos paralizándola de miedo.
A la mañana siguiente, su madre bajó y le mostró la punta de su lengua,
toda ensangrentada, y le dijo:
—Ahora, si vuelves a mencionar una palabra de lo que has visto, te
cortaré toda la lengua y no podrás volver a hablar. Te enviaré a una isla y te
dejaré allí. Eres el diablo, lo juro.
Ella no recordaba mucho después de eso. Se encerró en sí misma, sin
hablar con nadie porque todos se volvieron contra ella. El mayordomo de su
madre, Harold, había participado en la crueldad. También había estado
presente otro hombre, cuya voz reconocía ahora como la del padre Seward.
A los doce años, ella no había adivinado la verdad. Su padre había
descubierto a su madre con otro hombre, y ella lo había matado en lugar de
afrontar las consecuencias.
El incidente había sido demasiado para ella.
Se convirtió en la niña perfecta, sin hablar, sin hacer ruido y pasando la
mayor parte del tiempo en el exterior. Hasta ahora, el recuerdo de aquel día
había permanecido profundamente enterrado, con el horror oculto para su
mente consciente.
Ya era hora de que esa farsa terminara. Nunca más dejaría que su madre
la guiara, nunca más creería todo lo que la retorcida mujer le dijera.
Rose sacó el cuchillo de su escondite y cortó sus ataduras. Luego golpeó
la lona hasta que esta cedió, permitiéndole incorporarse. Afortunadamente,
la tripulación la ignoró. Los hombres se esforzaban por controlar las velas y
el viento, sin tener en cuenta su carga. Se acercó al borde del barco y abrió
la boca, pero no salió nada.
No había perdido la capacidad de hablar del todo. La había enterrado en
lo más profundo de su ser para sobrevivir, pero ese tiempo había quedado
atrás. Sería fuerte por Roddy, por su padre y, sobre todo, por ella misma.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero las contuvo, motivándose a sí
misma. Volvió a intentarlo, abriendo la boca, intentando con todas sus
fuerzas emitir algún sonido, pero fue en vano. Pensando en empezar poco a
poco, intentó un zumbido, pero no consiguió ir más allá del pequeño
chirrido que siempre había sido capaz de expulsar.
Se inclinó hacia el borde del barco, en busca de la fuerza para proyectar
su voz.
Alguien la vio finalmente, pues oyó la voz de un hombre que gritaba:
—¡Cogedla! Sentadla, atadla. ¡Haced algo!
Dos hombres se abalanzaron directamente sobre ella, pero un búho bajó
en picado a través del viento que fluía y voló delante de ella. Justo cuando
uno de los bastardos alargó la mano para cogerla, el búho golpeó las manos
de la escoria con sus poderosas garras.
Su nuevo amigo. El búho tenía que ser el mismo que ella había
conocido en la abadía, y su padre lo había enviado para ayudarla.
Ella también lo haría por él.
Cerró los ojos, cogió fuerza de su vientre y abrió la boca. Para su
deleite, el grito más fuerte que había escuchado jamás brotó de sus propias
cuerdas vocales.
—¡Roddy —Estaba tan eufórica con su logro que reía y lloraba al
mismo tiempo porque estaba escuchando su propia voz melódica—.
¡Roddy, Roddy! Ayúdame!
Rose sí podía hablar.
21
Rose se aseguró a sí misma que era tan fuerte como los demás. Había
soportado torturas, lavado de cerebro y más. Ella encontraría una manera de
salir de este barco.
El búho había salido volando, como si fuera llamado por algo, pero ella
había logrado detener a los dos atacantes. Le pateó la entrepierna a uno,
como le había enseñado Roddy, y golpeó al otro en la ingle con el puño.
Uno más se acercó a ella, por lo que cogió la daga que había utilizado para
cortar sus ataduras y le cortó la pierna, haciendo que la sangre empapara sus
pantalones escoceses. El bruto se apartó de ella, bramando.
Una voz la llamó desde las profundidades oscuras del fiordo.
—¿Rose? Ya voy.
¡Roddy! Oh, cómo lo amaba.
No podía esperar a usar su recién descubierta voz para decírselo.
Dos hombres más se acercaron a ella y, para su deleite, el búho volvió a
aparecer bajando en picado. Golpeó al hombre con una de sus garras
mientras un halcón se posaba en la cabeza del otro y lo picoteaba. El gran
zoquete chilló como un niño.
—¿Qué demonios les pasa a estos pájaros? —gritó alguien con una voz
llena de miedo. Otro pájaro se abalanzó y le cortó el brazo a alguien. El
pájaro volvió a acercarse, asustándolo tanto que saltó por encima de la
borda. Los hombres dejaron de remar para luchar contra las criaturas que
los atacaban desde arriba. Dos halcones y el querido búho no cedieron, sino
que siguieron lanzándose sobre los hombres, asustando a algunos más sobre
la borda. El búho se posó en la jarcia de la vela e intentó soltarla, pero no lo
consiguió. Rose se acercó con su daga y cortó la cuerda, derrumbando un
lado de la vela para frenar su curso.
El hombre que había estado a la cabeza de la embarcación gritó:
—¡Perra idiota! No me importa cuánto me den por ti. Vas a caer por la
borda.
Tres hombres se abalanzaron sobre ella. Rose pateó y gritó, luchando
contra ellos, pero un hombre consiguió cogerla del cuello. Ella lo mordió,
liberándose, y uno de sus compañeros graznó:
—¿No puedes controlar a una pequeña perra? ¿Es demasiado dura para
ti?
Una gran ola los golpeó, expulsando a dos de ellos por la borda,
salvándola a ella y dándole suficiente margen para tambalearse hacia la
parte delantera del barco. Aferrándose a la borda, pasó por encima de las
jóvenes que seguían atadas y dormidas. Cuando llegó al final, se dio cuenta
de que Euphemie era la última chica de la fila.
Se había despertado e incorporado con una expresión de sorpresa en su
rostro. La mordaza que tenía en la boca le impedía hablar, pero le hizo un
gesto a Rose para que se la quitara.
Debatió la conveniencia de hacer algo bueno por la muchacha que había
sido tan cruel, pero nadie merecía ser vendido como un objeto. Ni siquiera
Euphemie. Rose tiró de la tela y la arrojó por la borda, luego continuó su
camino.
—¡Rose! —la llamó Euphemie.
Rose se aferró a la borda para estabilizarse y se dio la vuelta para mirar
a la otra chica.
—Puedes oír y hablar —dijo la chica, afirmando lo evidente. Luego
hizo una pausa y dijo—: ¿Por qué estás siendo amable conmigo?
Rose se dio cuenta de que era el momento de empezar a hablar con todo
el mundo.
—Porque no soy para nada como tú. —Le dio la espalda y continuó
hasta el borde del barco.
—¡Lo siento, Rose! —gritó Euphemie—. Me he equivocado contigo.
Rose la ignoró, sin saber si debía creerle o no, pero no importaba. Tenía
que encontrar un camino para ponerse a salvo, y ese era su objetivo.
Llegó al final del bote y no pudo ir más lejos. Con la mirada fija en las
profundidades del agua, pensó brevemente en saltar, pero el hombre que
creía que era el capitán la cogió por detrás y cerró las manos sobre la
garganta para asfixiarla. Jadeando, arañó y pateó, pero estaba perdiendo la
batalla. Su visión se oscurecía a medida que él aumentaba la presión sobre
su tráquea.
Para su sorpresa, una forma gigantesca se asomó por la borda del barco
y se abalanzó directamente sobre el capitán, haciéndolo caer.
Roddy Grant había llegado.
Luchó como un poseído, golpeando con sus puños a todo aquel que se
acercaba y haciendo un rápido trabajo con los pocos hombres que
quedaban. Luego se volvió hacia Rose, con una sonrisa en el rostro.
¿Ella había visto algo tan maravilloso en su vida?
Otra ola los sorprendió y la hizo volar a sus brazos. La estrechó contra
él y susurró:
—Puedes hablar.
Y entonces ella le comunicó el pensamiento más importante de su
mente, solo por si su capacidad de hablar desaparecía de repente.
Ella sonrió y dijo:
—Te amo, Roddy Grant.
22
Rose estaba tan feliz de ver a Roddy que no había pensado en lo que haría
cuando volviera a ver a su madre. Numerosas ideas cruzaban en su mente,
pero una en particular pareció convencerla.
Se acercó a su madre mientras el silencio descendía sobre el grupo.
—No, mamá. Tú has matado al padre Seward, y también a mi querido
padre. Me asustaste tanto a los doce años que no hablé durante cinco años.
Ya no. Ahora te conozco por lo que eres. —Rose se volvió hacia Maggie y
Will—. Esta mujer empujó a mi padre por un acantilado hace cinco años, y
acaba de matar al padre Seward. Debe estar en la cárcel.
La única respuesta de su madre fue comenzar a reír. El sonido irritó los
nervios de Rose —un sonido perverso que deseaba poder sacarle a
bofetadas—, pero no deseaba ensuciarse las manos con la mujer. Lady
MacDole era tan vil y taimada que ya no permitiría que tuviera ningún
poder sobre ella. Incluso el poder del odio.
Rose sacudió la cabeza.
—No mereces mi esfuerzo. No quiero tener nada que ver contigo. —La
mano de Roddy se posó en la parte baja de su espalda, y su otra mano le
estrujó la cadera como apoyo.
La cabeza de su madre se inclinó hacia atrás con otra carcajada salvaje,
solo que esta vez, la risa se detuvo abruptamente. Gritó y volvió a levantar
la cara en un instante, con una expresión de puro horror en su rostro.
Escupió, escupió y chilló, y finalmente gritó:
—¡Harold, mata a ese asqueroso pájaro! Mira lo que me ha hecho.
Miró al cielo justo cuando un búho de orejas largas bajó en picado y
dejó caer otra gota de caca en un lado de la cara de su madre.
Todo el grupo estalló en carcajadas cuando el búho se abalanzó de
nuevo sobre la asquerosa mujer, haciendo que ésta se agachara y se lanzara
por reflejo contra el ave.
—¡Harold, Harold! Detén a esta bestia. Hija, será mejor que pongas fin
a esto o yo… yo…
Rose avanzó a zancadas y metió un sucio trozo de lona en la boca de su
madre.
—Cierra la boca o te cortaré la lengua.
Luego se dirigió a la entrada de su castillo.
Nunca miró hacia atrás.
C uando por fin llegaron al Clan Grant, Roddy pudo sentir los ligeros
temblores en el cuerpo de Rose, así que le estrujó suavemente la cintura y le
susurró:
—Amarás este lugar. Ya verás.
Unos cuantos caballos se dirigían en su dirección. Pronto se les unieron
Jamie, Jake, Padraig y Magnus. Roddy susurró:
—Te presentaré cuando lleguemos a los establos.
Desmontaron cerca de los establos y fueron recibidos por varios Grant:
Roddy presentó a Jake y Jamie como los lairds de su nuevo clan, y ellos le
ofrecieron una cálida bienvenida. Los demás se quedaron para hacer el viaje
con ellos, ayudándoles con sus pertenencias.
El padre de Roddy rápidamente hizo que Rose se sintiera cómoda con
su trato amable.
—Bienvenida, Rose. Estamos encantados de tenerte aquí con nosotros.
Este es el hermano de Roddy, Padraig, y el marido de Ashlyn, Magnus. —
Mientras que el tío Alex podía ser intimidante, su padre y el tío Brodie eran
de lo más relajados.
Cuando Roddy sorprendió a Rose mirando los brazos de Magnus, dijo:
—No hay nada más grande que Magnus, pero tiene un corazón tan
suave como el de cualquier muchacha. No dejes que su tamaño te asuste.
Magnus fingió fulminar con la mirada a Roddy, pero no pudo soportar
la triste mirada durante mucho tiempo. Estalló en una cálida sonrisa y dijo:
—Bienvenida, Rose.
El padre de Roddy le dio una palmada en la espalda.
—Tu madre nos espera en la torre. —Una vez que llegaron, Roddy le
presentó a su madre.
—Estoy muy contenta de tenerte aquí. Quiero que sepas que vine aquí
yo sola al igual que tú, muerta de miedo por todos estos hombres gigantes,
y traje a dos pequeñas muchachas conmigo. Todo el mundo fue muy
amable. Amarás este lugar.
Roddy les dirigió una mirada tímida y dijo:
—Debo deciros algo, mamá y papá. Rose y yo nos hemos enamorado y,
como estábamos en la abadía, hicimos que un cura que estaba de visita nos
casara.
Sus padres parecieron atónitos, pero se recuperaron rápidamente,
sonriendo y abrazando a ambos.
—Me disculpo —dijo Rose—, pero yo tenía una querida amiga que
decidió quedarse en la abadía, y deseaba tenerla a mi lado.
Su madre dijo:
—Eso tiene mucho sentido. Aunque me sorprende, no podría estar más
contenta. Tú y Roddy parecéis muy felices. Entrad y sentaos junto a la
chimenea. Os traeremos algo de comer.
—Bueno —dijo su padre—. Tendremos que encontrar un lugar para que
vosotros dos viváis. Supongo que podéis vivir con nosotros durante un
tiempo, pero imagino que querréis un lugar propio. Iré a hablar con nuestros
lairds. —Su madre se fue con él a buscar comida para ellos.
Gracie bajó corriendo las escaleras, dirigiéndose directamente hacia
ellos.
—¡Roddy! ¡Me alegro mucho de verte! Y veo que has traído a alguien
contigo. Preséntanos, por favor.
—Esta es mi esposa, Rose. Hemos decidido vivir en el Clan Grant, así
que esperamos que todos nos den la bienvenida.
—¿Casados? ¿Tú, Roddy? Estoy muy sorprendida, pero muy feliz por
ti. —Le dio a Rose un rápido abrazo y dijo—: Mi hermano es maravilloso.
¡Has elegido bien! Estoy emocionada de tener otra hermana.
—Admito que estoy ansiosa —dijo Rose—. Mi vida ha sido muy
diferente a la de Roddy.
Haciendo honor a su nombre, Gracie dijo:
—No puedo esperar a escucharlo todo, pero por favor, discúlpame un
momento. Estoy preocupada por mi hermano. Roddy, ¿te siguen
molestando esas pesadillas?
Roddy sacó una silla para Gracie y se sentaron los tres juntos. Mientras
ella se ponía cómoda, él miró a Rose. No había pensado en el asunto, pero
se dio cuenta de que no había tenido una pesadilla en bastante tiempo.
—No, los sueños no me han perturbado desde que salté al lago para
ayudar a Rose.
—Bien, me alegro. Me quedé preocupada después de tu partida. Me
disculpo por no haberte hablado más de ello. Papá dijo que no lo recuerdas
en absoluto. Tal vez pueda ayudarte.
Roddy dijo:
—Me llevó bastante tiempo recordar lo que pasó. Algunos fragmentos
volvieron a mí, pero no todos. Recuerdo haberte encontrado bajo el agua.
Pero, ¿cómo quedaste enredada en la red a tanta profundidad?
Gracie levantó las cejas.
—¿No lo recuerdas?
—No. Recuerdo que Pa nos salvó, pero no recuerdo cómo empezó todo.
Gracie se inclinó y apoyó una mano en su antebrazo.
—Te cuento esto solo para ayudarte a entender tus pesadillas. Tú me
empujaste. Todo fue por diversión, ya que a menudo nos empujábamos al
agua. Saliste corriendo de la casa y me empujaste tan fuerte que salí
volando en una dirección extraña.
Roddy no podía estar más sorprendido por esta revelación. No
recordaba en absoluto haberla empujado. No era de extrañar que hubiera
tenido malos sueños sobre el incidente durante demasiado tiempo.
Él tenía la culpa.
Su querida hermana podría haber muerto por culpa de sus estúpidas
acciones.
Gracie debió ver las emociones en su rostro.
—Roddy, te perdoné hace mucho tiempo. Éramos pequeños y era la
forma en que todos jugábamos en el lago. De hecho, eso te causó esa
pequeña cicatriz sobre tu ojo. Por favor, no pienses en ello ni un momento
más. —Se levantó y se inclinó para besar su frente. Luego estrujó la mano
de Rose—. Bienvenida a la familia, Rose, y mis felicitaciones a ambos por
vuestra boda. Os deseo mucha felicidad.
—Por cierto, Rose. Serás tía del bebé que Gracie y Jamie esperan para
principios de la primavera. —Roddy dirigió su atención a su hermana—.
Gracie, serás una madre maravillosa.
—Mi agradecimiento, hermano. —Ella levantó la mano en un gesto de
despedida y se dirigió a la puerta principal.
Él miró a Rose y le cogió ambas manos, estrujándolas.
—Culpa. Era todo culpa.
Rose añadió:
—Y tú fuiste capaz de bloquearla toda para salvarme. Dudo que tus
pesadillas vuelvan a aparecer.
Rose estaba de pie en el extremo del lago, mirando su nueva casa de campo.
—Roddy, es preciosa. Me encanta. Tu clan la ha construido muy rápido.
Estoy muy agradecida.
Ella recordó el día que ellos habían llegado al Clan Grant.
Rose había quedado tan impresionada por la vista del Castillo Grant que
casi la había hecho llorar. La fortaleza contaba con al menos seis torres y la
muralla tenía los parapetos más impresionantes que había visto jamás. Le
había sorprendido la cantidad de gente que había salido a recibirlos desde el
pueblo, agitando las manos y gritando para darles la bienvenida. Gran parte
del terreno era montañoso y rocoso, por lo que no había muchos campos,
pero los que había estaban muy bien cuidados.
Había abundantes flores brillantes cerca de cada casa, con los intensos
colores del otoño pillándola por sorpresa. Hojas y ramas habían estado
trenzadas y entrelazadas en las puertas o en las puertas delanteras, casi tan
acogedoras como las sonrisas en el rostro de todos.
Ella había estado petrificada pensando que nunca podría encajar en un
lugar tan majestuoso, pero no podría haber estado más equivocada. Todos la
habían acogido, y ahora tenían su propio hogar.
Roddy se acercó y la rodeó con sus brazos, apoyando su cabeza en la de
ella mientras ambos contemplaban su nuevo lugar.
—No tenemos los regios acantilados de tu hogar, pero me encanta estar
cerca del agua. Podemos criar a nuestros hijos aquí, enseñarles a nadar.
—Sí, como mi padre hizo conmigo.
—Este lugar es perfecto. Mis padres no están lejos, mi hermana Ashlyn
y su familia están justo al final de la colina, y la zona que mi tío ha
construido para nadar está en el otro extremo.
Ella inclinó la cabeza hacia atrás y le besó la barbilla.
—No más pesadillas, no más culpa. No para ninguno de los dos.
—No, no desde que me enamoré de ti, Rose. Eres lo mejor que me ha
pasado.
Contemplaron su nuevo hogar durante unos instantes más. Luego
Roddy la soltó y dijo:
—¡Espera! Me he olvidado de algo. Lo he construido para ti. Vuelvo
enseguida.
Corrió hacia el edificio que servía tanto de establo como de almacén.
Tras coger el desgarbado objeto, atravesó el camino de regreso y dijo:
—Teníamos madera de sobra, así que he hecho esto para ti.
Rose miró la creación en forma de T, deseando hacer eco de la evidente
emoción de Roddy, pero no tenía ni idea de lo que era.
—Roddy, veo que ha sido un gran esfuerzo, pero no tengo ni idea de
qué es.
Roddy levantó un dedo, pidiéndole que esperara, y luego buscó una pala
y cavó un agujero, metiendo el palo largo hasta el fondo y cubriéndolo con
tierra bien compactada. La sección T estaba encima.
Ella esperó pacientemente, con la esperanza de descubrir el propósito de
la cosa, pero simplemente no pudo. Tuvo que admitir su fracaso.
—¿Qué es? —preguntó, sintiéndose horrible por no entender.
Él frunció el ceño y dijo:
—Es una percha.
Él miró al cielo y dijo:
—Dale unos minutos. —Llegó a su lado y señaló al cielo.
Y, efectivamente, un búho apareció en lo alto varios minutos después,
volando libremente con el viento. Luego apuntó directamente hacia ellos y
se posó justo en la nueva percha.
Rose dijo:
—Saludos, amigo mío.
El búho levantó las alas una vez y dijo:
—Hoo.
EPÍLOGO
P rimavera de 1285
Alexander Grant estaba de pie bajo la gran chimenea del gran salón del
castillo de su clan, con las manos en la cadera mientras miraba el
armamento que había sobre la chimenea.
Su hermano Robbie se unió a él.
—Podría ser un gran día, hermano.
—Sí, mierda, Robbie. Sobre todo, rezo para que sea un día sano y feliz
para todos. O debería decir, siete días felices. Los niños tienen sus propias
mentes, como bien sabes. Llegarán aquí cuando estén listos y ni un
momento antes.
—Nunca se han dicho palabras más ciertas. Papá estaría orgulloso.
Una sonrisa cruzó el rostro de Alex al pensar en su querido padre. Había
sido estricto con sus hijos, pero siempre habían sabido que el hombre de la
corteza áspera tenía el corazón más blando de todos, especialmente cuando
se trataba de su madre.
—Me gusta la forma en que Jamie y Jake han dispuesto el armamento
—dijo Robbie, con la mirada clavada en la amplia chimenea de piedra. La
repisa de la chimenea estaba cubierta de velas aromáticas entre hojas verdes
secas y bayas cuidadosamente atadas con cintas por Maddie y Celestina.
Las diversas dagas, espadas y cuchillos estaban montados en la pared. Los
tapices que representaban el castillo en las cuatro estaciones, que su madre
había confeccionado mucho tiempo atrás, seguían decorando la larga pared
del salón. Aunque su castillo había crecido en tamaño, con torres añadidas y
un tercer piso, habían conservado muchas cosas de la torre original.
—Sí, ellos han hecho un buen trabajo. Papá estaría encantado de ver
algunas de sus mejores espadas colgadas allí para que todos las vean. Si tan
solo Maddie no hubiera insistido en que yo limpiara la sangre de ellas —
dijo Alex, con un poco de remordimiento en su tono.
—Tu espada pertenece allí por encima de las demás. ¿Crees que el
muchacho destinado a levantar esa poderosa espada nacerá hoy?
Alex estrechó el hombro de su hermano.
—Solo puedo esperar que el niño esté sano y nos traiga nuevas alegrías.
La voz de una mujer resonó detrás de él.
—No me engañas en absoluto, querido hermano. Deseas tener otra
pequeña muchacha para llevarla atada a tu pecho —dijo Brenna, la hermana
de Alex.
Alex la acercó para poder besar su frente.
—Espero que tengas un buen día, hermana, y que el Señor guíe tus
talentosas manos.
Al conocer la noticia de que los bebés iban a nacer casi al mismo tiempo,
Alex había convocado a sus hermanas, ambas renombradas sanadoras, para
que asistieran a Caralyn en los partos. Poco después de que Brenna llegara
con su marido Quade, su hermana Jennie, también la menor de la familia,
había llegado con toda su familia. Alex no había esperado mucho antes de
convocar a los mayores en su solar para darles la noticia.
—Hermanas —había anunciado, apenas capaz de mantener una cara
seria—. Tengo información para vosotras que solo conocen unos pocos
elegidos. Maddie y Caralyn saben la verdad, al igual que otros pocos, pero
no quiero que esto se comparta ampliamente hasta que llegue el momento.
Jennie había mirado a Brenna con extrañeza, pero habían esperado a
que Alex contara toda la historia.
—Como seguramente descubriréis, Jamie y Finlay han sido
insoportables en su constante competencia sobre cuál de ellos tendrá el
primer muchacho de la próxima generación de mis herederos. Han sido tan
odiosos al respecto que tanto Gracie como Kyla les han prohibido discutirlo
delante de ellas dos.
Aedan y Quade estallaron en carcajadas casi al mismo tiempo.
—Las lizas serán algo que habrá que ver —dijo Aedan.
Jennie calmó a su marido colocando su mano sobre la de él.
—Me gustaría escuchar qué más tiene que decir Alex. Creo que hay una
razón por la que nos ha llamado a las dos. Después de todo, ahora hay tres
sanadoras aquí para atender a dos mujeres que quizá no den a luz juntas.
Jennie inclinó la cabeza al ver la expresión de su hermano.
—Dilo, querido hermano. —Alex había sido como un padre para
Jennie, por lo que él a menudo cedía a sus caprichos, incluso a esta edad.
—Muy astuto de tu parte, Jennie. Debido a la competitividad entre
ellos, Jake nos ha hecho prometer a todos que guardemos su secreto.
Las dos hermanas jadearon al mismo tiempo, la emoción y la
incredulidad en sus rostros eran contagiosas.
Brenna buscó la mano de Quade y la estrujó.
—¿Tres? ¿Aline también está esperando?
Alex no intentó ocultar su propia emoción por la noticia. Aunque había
aprendido a ocultar sus emociones cuando era necesario, esta vez no pudo
hacerlo.
Asintió lentamente, moviendo la ceja hacia ellos.
—Caralyn ha dicho que las tres darán a luz más o menos al mismo
tiempo.
Jennie chilló como él había sabido que lo haría, pero luego se sentó y
susurró:
—Los niños toman sus propias decisiones sobre su salida del útero.
Aunque sería emocionante que dieran a luz juntas, las probabilidades son
escasas.
Alex asintió.
—Entendido, pero yo no quería correr el riesgo. Por favor, guardad el
secreto de Jake y Aline hasta que llegue el momento. Si no lo hacéis, Jamie
y Finlay serán aún más insoportables, y no quiero molestar a una pequeña
mujer en su último mes de embarazo. Aline ha hecho todo lo posible por
permanecer oculta, afirmando estar enferma, y lleva un tiempo usando
vestidos de gran tamaño. Hasta el momento, nadie ha sospechado nada.
Aquella reunión había sido hacía seis días, y hoy por fin había llegado
el momento. Gracie llevaba poco tiempo con dolores y Kyla había llamado
a su madre y a Caralyn para que la revisaran. Ambas habían sido puestas en
dos habitaciones con acceso al balcón por si necesitaban algo.
Al parecer, se había corrido la voz con rapidez, ya que la puerta de la
torre seguía abriéndose a pesar de ser medianoche. Roddy y Rose fueron los
últimos en llegar.
—¿Gracie está lista? —Roddy dirigió la pregunta a su padre mientras
ayudaba a Rose con su manto.
—Sí, creemos que es su hora y posiblemente también la de Kyla.
Alex amaba tener a muchos miembros de su clan juntos en la torre.
Era cierto que algunos de los nacimientos en esta torre habían sido
difíciles, pero tenía un buen presentimiento sobre este día. Una sensación
fabulosa.
Alex y Robbie dieron instrucciones para que sacaran comida y bebida
de las cocinas, y luego encendieron fuegos en dos chimeneas mientras
Quade Ramsay se acomodaba en una silla con una gran sonrisa, observando
todo el caos.
Una vez hecho eso, la reunión empezó a parecerse más a una
celebración. Alex cogió una ale y observó al grupo que parloteaba en el
salón; el entusiasmo de todos era contagioso. Estaban preparados para
cualquier cosa que pudiera venir, aunque Alex percibió un poco de tensión
en Caralyn, la mujer de Robbie. ¿Era porque su hija era la que iba a dar a
luz o porque el bebé podría ser el próximo heredero del título de laird?
Alex intentó calmar a su cuñada.
—Brenna ya está arriba con Gracie, Caralyn. Tómate tu tiempo. Ha
dicho que esto aún tardaría un poco. Ya sabes cómo puede ser esto con las
nuevas mamás. Kyla insiste en que es hora de que el bebé haga su
aparición, pero Maddie no debe estar preocupada todavía. Si lo estuviera,
estaría en el balcón dándome órdenes.
Caralyn se rio.
—Esta es primera vez para vosotros dos. El primer nieto y el segundo al
mismo tiempo. —Puso los ojos en blanco, diciéndole a Alex que también
estaba pensando en el tercer nieto, el que todavía era un secreto.
En ese momento, Finlay salió corriendo hacia la balaustrada con una
urgencia que llamó la atención de todos. Gritó:
—¡Tía Brenna, necesito a la tía Brenna!
Todo el grupo en el gran salón dejó lo que estaba haciendo para mirar al
frenético marido que estaba arriba. Solo Caralyn tuvo la entereza para
actuar. Se apresuró a subir las escaleras y preguntó:
—Finlay, ¿qué pasa?
—Kyla dice que va a tener al niño. ¿Qué debo hacer?
La inesperada complicación pareció calmar a Caralyn más de lo que la
desconcertó.
—Brenna está ocupada con Gracie. Iré a ver cómo está Kyla. —Caralyn
subió la escalera y condujo a un pálido Finlay de regreso a su habitación.
En ese momento, la pequeña esposa de Alex, tan hermosa como el día
de su boda, salió al balcón. Ella capturó su mirada y le dedicó una
inclinación de cabeza casi imperceptible, haciéndole saber que,
efectivamente, era el momento de Kyla.
Mientras miraba a la mujer que adoraba, muchos pensamientos cruzaron
su mente, por lo que se dirigió a la escalera sin dejar de mirar a Maddie.
Afortunadamente, ella lo vio y lo esperó con una sonrisa nerviosa en el
rostro.
Había visto esa misma sonrisa el día que se casó con ella, el día que
había luchado por traer a Elizabeth al mundo, y el día que se sentó a su lado
en el frío suelo después de que él recibiera una herida de espada casi mortal.
Amor no era una palabra lo suficientemente fuerte para expresar sus
sentimientos por esta mujer. Después de todos estos años, él sabía
exactamente lo que significaba esa sonrisa: ella estaba preocupada por todo
lo que les esperaba. Sus tres primeros hijos estaban a punto de ser padres y
ella temía que algo saliera mal. Él subió las escaleras para darle todo el
consuelo posible.
Cuando llegó a su lado, ella asintió levemente.
—Creo que será hoy, Alex.
Notó la lágrima en el rabillo del ojo de su compasiva esposa. La rodeó
con sus brazos y la levantó, provocando el mismo chillido que había
escuchado salir de ella muchas veces antes. Le plantó un beso en los labios,
preguntándose cómo podía saber más deliciosa cada día. El pequeño rugido
en el pasillo bajo ellos no lo detuvo, pero cedió a las sensibilidad de Maddie
como siempre hacía, sabiendo que, cuando la mirara, vería el profundo
rubor que cubría su rostro y descendía por su cuello. La deslizó hacia abajo
por su cuerpo y ella susurró:
—Alex, todos están mirando. —Él soltó un pequeño grito de guerra
Grant y aplaudió.
Se giró para asomarse a la barandilla del balcón y gritó para que todos
lo oyeran:
—¡Sí! Dos en un día. —No pudo evitar alzar la mirada hacia las vigas,
con una pequeña oración recitada en su mente para que todos estuvieran
sanos en este día trascendental.
¿O sería mañana?
Realmente no le importaba.
Maddie dijo:
—Debo volver a entrar. ¿No te ofenderá que Kyla no te quiera a su
lado?
Él volvió a girar, con los ojos muy abiertos y la mandíbula abierta.
—No, no estaré ahí dentro. —Volvió a bajar la escalera, disfrutando de
la imagen de todo su clann junto.
—¿Crees que ambas los tendrán hoy?
Alex resopló.
—Tal vez lo hagan. Las sanadoras tienen una forma de saberlo, pero yo
seguramente no. —¿Quién iba a decir que la pequeña mujer que había
traído a su clan hacía tantos años podría darle tanta alegría? Habían sido
bendecidos demasiadas veces a lo largo de los años y pronto contarían aún
más bendiciones. Hoy o mañana, a él no le importaba.
El grupo en el salón se extendió a medida que llegaban más y más
personas para celebrar.
Brodie y Celestina.
Nicol, el padre de Finlay.
Fergus y Davina.
En cuanto Finlay se enteró de que su hermano había llegado, bajó
volando las escaleras para saludarlo. Jamie escuchó sus voces, así que se
unió a ellos en la planta baja, dejando a su esposa por un momento.
Y así empezaron las fanfarronadas y las burlas.
Jamie comenzó.
—No podías dejarlo pasar, ¿verdad, Finlay? ¿Te has sentado en la
barriga de Kyla o algo así? Nosotros vamos a tener el primer muchacho.
Dile a tu mujer que puede tomarse su tiempo con la muchacha. No hay
razón para apresurarse. —Hizo todo lo posible por parecer tranquilo, pero
su repentina necesidad de pasearse se apoderó de él. Inició un pequeño
camino cerca de la escalera, con los brazos cruzados delante del pecho.
—¿Crees que yo le haría eso a tu hermana? —ladró Finlay—. Te
noquearía, Grant, si no fuera porque tu mujer está a punto de dar a luz.
Estás paseándote porque Kyla tendrá a nuestro muchacho primero. Mira si
no estoy diciendo la verdad. —Sus manos se posaron en las caderas y se
inclinó hacia delante, casi tocando a su amigo cada vez que Jamie pasaba
junto a él.
—¡Ni una palabra más, Finlay! —ladró Jamie.
Robbie esbozó una sonrisa en dirección a Alex y Brodie.
—Podemos sentarnos aquí junto a la chimenea y ver este espectáculo
durante días. Esperad a que aparezca Jake, entonces sí que empezarán.
Los tres hermanos apartaron unas cuantas sillas de la chimenea y las
giraron para mirar de frente a los dos futuros padres, con amplias sonrisas
en sus rostros.
—Me parece que va a ser un gran entretenimiento —bramó Alex. La
riña había continuado a pesar de todos los observadores no tan sutiles—.
Podríamos empezar a apostar. Sacad la moneda, muchachos, si estáis tan
seguros del resultado.
Brodie ayudó a Celestina a sentarse en una silla mientras charlaba con
sus dos hermanos.
—No me habría perdido esto por nada del mundo. Celestina no dejaba
de decirme que me calmara, pero yo no podía. Mirad a Nicol.
Nicol, quien pronto será abuelo, se paseaba detrás de Finlay,
mordiéndose una uña y mirando de vez en cuando hacia la puerta de la
habitación de Kyla.
Para sorpresa de todos, Jake salió disparado de la entrada de la recámara
de la torre al salón, su dormitorio habitual, llevando a Aline acunada en sus
brazos. La tía Jennie lo seguía.
Todo el grupo se detuvo a mirar. Jennie se apresuró a besar a Alex en la
mejilla.
—Oh, querido hermano, este es un gran día para ti. —Soltó una risita y
le dio una palmadita en el hombro mientras él miraba con emoción a Aline.
Jennie se acercó para cerrarle la boca—. Ella está un poco más cerca de lo
que pensaba Caralyn. Podrían nacer tres bebés en este día.
Roddy dijo:
—Pensé que había estado enferma durante la última luna.
Su padre soltó una risita.
—Tuve que guardar el secreto, muchacho, aunque no fue fácil.
Jennie se rio.
—No, Aline solo cargaba con una gran barriga que hacía lo posible por
ocultar con grandes vestidos.
Jake esbozó una sonrisa en dirección a su hermano y Finlay.
—Solo la mantuvimos escondida para no tener que escucharos a
vosotros dos. Fue su elección mantenerse alejada de los dos durante la
última luna. Pero yo no podría estar más contento de que lo hayamos
manejado de esta manera y nadie haya sospechado. Veremos quién tiene al
primer muchacho. —Cargó a su mujer escaleras arribas, con los hombros
erguidos, y su profunda risa resonó por el pasillo.
Finlay y Jamie corrieron a sujetarse a la barandilla mientras Jake subía a
su mujer por las escaleras.
—¿Lo has escondido?
—¿Tenías tanto miedo de nosotros que no pudiste decírselo a nadie?
Jake tardó un poco en responder.
—Sí, Aline no quería que discutierais con nosotros sobre si tendríamos
un muchacho o una muchacha. No nos importa lo que tengamos.
Un fuerte estruendo llamó la atención de todos.
—¡Muchachos! —gritó Alex, quien acababa de dar un pisotón en el
suelo—. Dejad a las futuras madres en paz, por favor.
Finlay y Jamie se apartaron de la barandilla de la escalera. Jamie se
sonrojó un poco y susurró:
—Mis disculpas, Aline.
Aline respondió con un largo gemido, con las manos cerradas en puños
sobre el vientre.
—Date prisa, Jake. Sé que la tía Jennie quería que subiéramos todas
juntas, ya que parece que vamos a tener a nuestros hijos el mismo día, pero
tienes que darte prisa o tendré a nuestro hijo en la escalera.
Jake recorrió el resto de la escalera y llevó a Aline a una recámara a la
derecha. Finlay y Kyla estaban en el extremo izquierdo y la recámara de
Jamie y Gracie en el centro.
Jennie revisó primero a Kyla y luego salió lo suficiente para inclinarse
sobre la barandilla.
—Las cosas están progresando bien. Maddie y Caralyn tienen todo bajo
control. —Se movió a la habitación de Gracie y luego volvió a salir para
darles otra actualización—. Gracie también está progresando bien. Brenna y
Ashlyn tienen todo bajo control. Voy a quedarme con Aline. Celestina, ¿te
importaría ayudarme?
Celestina saltó de alegría.
—¡Me encantaría!
Momentos después, Jake bajó volando las escaleras y se lanzó contra
Jamie y Finlay, quienes seguían discutiendo. Le dio un empujón a Jamie y
dijo:
—Y por eso Aline y yo lo mantuvimos en secreto. No quería que mi
mujer tuviera que escucharos a vosotros dos. Muchacho o muchacha, amaré
a los dos, aunque estoy bastante seguro de que tendremos al primer
muchacho.
—¡Maldita sea, Jake, eso ha sido poco honesto! —Finlay se pasó la
mano por el pelo rojo oscuro, con el sudor salpicando su frente—. No sabía
que tenía que preocuparme por vosotros dos, ambos. Uno ya es bastante
duro.
Alex se sentó en su silla y dejó que el cotorreo continuara durante unos
instantes, antes de soltar por fin:
—¡Sois unos tontos!
Al unísono, los tres futuros padres repitieron:
—¿Qué?
—¿Por qué? —preguntó Jake, con el desconcierto reflejado en su rostro.
—Porque vuestras esposas están allá arriba trabajando más duro que
nunca, y vosotros tres estáis aquí abajo actuando como si tener un bebé no
fuera nada. Si de verdad quisierais mostrar respeto a vuestra esposa,
estaríais a su lado limpiándole la frente y cogiéndole la mano. Yo nunca me
perdí el nacimiento de uno de mis hijos.
Los tres jóvenes intercambiaron miradas y luego se dirigieron hacia la
escalera al mismo tiempo, empujándose entre ellos en el camino.
Brodie dijo:
—Nunca sobrevivirán a esto, Alex.
Fue la noche más larga para Alex, aunque risas alegres abundaron en el
gran salón y hubo mucho consumo de ale. Estaba casi tan nervioso como su
querida esposa, aunque nunca lo admitiría ante nadie. Seis. Tenía que
preocuparse por seis miembros del clan. Tres nuevos y tres muchachas
dando a luz.
En un momento dado, Rose suspiró y dijo:
—Simplemente amo el clan Grant, marido. Todos se aman mucho,
aunque lo demuestran de diferentes maneras.
Finalmente, unas tres horas después, Celestina salió de la recámara de
Jake y Aline y anunció:
—¡Es un chiquillo!
La puerta del extremo opuesto se abrió y Maddie salió, se inclinó sobre
la barandilla y dijo:
—¡Es un muchacho!
En medio de los aplausos y la celebración, la tercera puerta se abrió y
Ashlyn salió de la recámara con la cara manchada de lágrimas.
—Es un niño.
La voz de Alex salió como un grito por encima de los demás.
—¡Brenna, Caralyn, Jennie!
Las tres sanadoras avanzaron un paso y Brenna, en medio de las otras
dos, preguntó:
—¿Qué pasa, Alex?
—¿Cuál ha sido el primero?
Toda la sala se calló en un instante, esperando su respuesta.
Brenna miró a Jennie, quien dijo:
—Yo diría que hace cinco minutos.
Caralyn se encogió de hombros.
—Yo diría lo mismo.
Brenna señaló con la cabeza al grupo.
—¡Ahí lo tenéis! Los tres muchachos han nacido exactamente al mismo
tiempo. Tendrás que lidiar con ello, Alex. Todos son tus nietos. —Las tres
sanadoras volvieron a sus habitaciones para terminar su trabajo.
No hubo palabra alguna en el salón; todos esperaban que Alex hablara y
declarara quién era su primer descendiente de la siguiente generación, pero
nunca lo hizo.
Jake salió volando de su habitación, declarando:
—Nuestro muchacho ha sido el primero.
Jamie debió oírlo, porque salió corriendo de su habitación.
—Nuestro muchacho es el primogénito.
La puerta de la habitación de Kyla y Finlay se abrió y Maddie y
Caralyn, ayudadas por una criada, sacaron a Finlay de la habitación. Lo
dejaron allí, en el balcón sobre el vestíbulo. Maddie se inclinó sobre el
borde y dijo:
—¡Nicol, ven a buscar a tu hijo! Se ha desmayado.
Alex sonrió con orgullo. La multitud que lo rodeaba esperaba su
pronunciamiento.
—Yo no podría haberlo planeado mejor que la naturaleza, y nunca
discuto con ella.
Se pasó una mano por su espesa cabellera y dijo:
—Tres muchachos nacidos exactamente al mismo tiempo. ¡Qué
bendición!
Queridos lectores,
Muchas gracias por leer Mentiras en las Highland y continuar en este
viaje conmigo. Si no lo habéis adivinado, la historia de Daniel y Constance
será la siguiente. Simplemente amo a estos dos personajes.
Hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto escribiendo una escena
como el epílogo. Adoro escribir desde el punto de vista de Alex. Es un
personaje estupendo, ¡si me permitís decirlo!
El epílogo es totalmente ficticio, por cierto. No he encontrado ninguna
situación similar en mi investigación. No tenía previsto escribirlo hasta la
mitad de la novela. La escena entre Roddy y Gracie me inspiró.
Originalmente, solo había planeado que Gracie estuviera embarazada.
Y sí, he escrito una serie protagonizada por Alasdair, Elshander y Alick.
Se trata de la serie Espadas en las Highland, ¡y no tardaréis en verla!
¡Feliz lectura!
Como siempre, las reseñas serían muy apreciadas. Suscribiros a mi
boletín de noticias en mi página web www.keiramontclair.com. Envío
boletines con cada nuevo lanzamiento.
Otra forma de recibir avisos sobre mis nuevos lanzamientos es
siguiéndome en BookBub. Haced clic en la pestaña de la parte superior
derecha de mi página de perfil. También podéis escribir una reseña en
BookBub.
Keira Montclair
www.keiramontclair.com
http://facebook.com/KeiraMontclair/
http://www.pinterest.com/KeiraMontclair/
NOVELAS DE KEIRA MONTCLAIR
Clan Grant
Loki
Torrian
Lily
Jake
Ashlyn
Molly
Jamie & Gracie
Sorcha
Kyla
Bethia
LA BANDA DE PRIMOS
Keira Montclair es el seudónimo de una autora que reside en Carolina del Sur con su marido. Escribe
vertiginosos romances históricos, a menudo con niños como personajes secundarios.
Cuando no está escribiendo, prefiere pasar tiempo con sus nietos. Ha trabajado como profesora de
matemáticas en un instituto, como enfermera titulada y como gerente de oficina. Le encanta el ballet,
las matemáticas, los rompecabezas, aprender cualquier cosa nueva y crear nuevos personajes para
que sus lectores se enamoren de ellos.
Considera que su trabajo está bien hecho desde el momento en que sus lectores derraman
lágrimas con sus historias, ¡pero siempre hay un final feliz!
Su serie más vendida es una saga familiar que narra la historia de dos clanes de la Escocia
medieval a lo largo de tres generaciones y que ya cuenta con más de treinta libros.
Ponte en contacto con ella a través de su sitio web, www.keiramontclair.com
Copyright © 2022 por Keira Montclair
Traductora L.M. GUTEZ
Correctora: Cinta PLUMA
Todos los derechos reservados según las Convenciones Internacionales y Panamericanas de Derechos
de Autor
Nota
La ingeniería inversa, la carga y/o la distribución de este libro a través de Internet o de cualquier otro
medio sin el permiso del propietario de los derechos de autor es ilegal y está penada por la ley. Por
favor, compre sólo ediciones electrónicas autorizadas y no participe ni fomente la piratería
electrónica de materiales con derechos de autor. Agradecemos el apoyo a los derechos del autor
Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida en cualquier forma o por cualquier
medio electrónico o mecánico, incluyendo la fotocopia, la grabación o por cualquier sistema de
almacenamiento y recuperación de información, sin el permiso escrito del editor, excepto cuando lo
permita la ley.
Gracias.
http://thekilliongroupinc.com