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DOCTRINA III

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TRIMESTRE III
CORTE II
EL PLAN DE REDENCIÓN:
LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE
I. INTRODUCCIÓN
En nuestro estudio anterior llamado, Origen, Naturaleza y Destino del Hombre, aprendimos que el
hombre perdió la inmortalidad por causa de su transgresión:
“La inmortalidad prometida al hombre a condición de que obedeciera, se había perdido por la
transgresión. Adán no podía transmitir a su posteridad lo que ya no poseía; y no habría quedado
esperanza para la raza caída, si Dios, por el sacrificio de su Hijo, no hubiese puesto la inmortalidad a
su alcance. Como “la muerte así pasó a todos los hombres, pues que todos pecaron,” Cristo “sacó a
la luz la vida y la inmortalidad por el evangelio.” Romanos 5:12; 2 Timoteo 1:10.” Conflicto de los
Siglos 32.
Gracias al sacrificio de Jesús en la cruz, la inmortalidad y la salvación se han puesto a nuestro
alcance a través del evangelio; “[Cristo] sacó a la luz la vida y la inmortalidad por el evangelio.” (2
Timoteo 1: 10). Todo hombre que por la gracia de Dios acepte el plan de redención obtenido por
Jesús en la cruz puede recibir “poder” por el evangelio y “justicia” para hacer el bien y finalmente
lograr la salvación. “A la verdad, no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la
salvación de todos los que creen… De hecho, en el evangelio se revela la justicia que proviene de
Dios”; (Romanos 1: 16, 17). “…A los que por la perseverancia en hacer el bien buscan gloria, honor
e inmortalidad: vida eterna” (Romanos 2: 8)
La inmortalidad, una vida abundante libre de muerte y sufrimiento ha sido buscada, acariciada desde
tiempos inmemoriales por el hombre sin éxito. Todos los intentos de la ciencia médica por lograr el
elixir de la juventud, mejorar el medio ambiente y de incrementar vigor a la raza humana para que haga
el bien, han fracasado.
Desgraciadamente, la polarización causada por la idea que el hombre pueda hacer el bien y alcance
la perfección, también ha afectado al mundo cristiano, y ha afectado muchos aspectos de la obra
salvífica de Dios en y a través de su pueblo. La idea de la perfección del hombre, ha dividido a la
gente y al mundo cristiano a lo largo de la historia. Esta misma contienda, es una indicación, de cuán
perdidos estamos en realidad los seres humanos.
En los días de Cristo, existía la misma contienda sobre como el hombre puede llegar a la perfección.
El mayor error del punto de vista prevaleciente en los fariseos del tiempo de Cristo, era su definición
del pecado. Una definición equivocada llevó a los fariseos a una infructuosa (destructiva) definición

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de justicia y perfección. El problema y la confusión, desgraciadamente, nunca desaparecieron con los
fariseos del primer siglo. Siguen absolutamente vigentes en la actualidad.
Los Adventistas del Séptimo Día no son la excepción en la lucha por comprender cómo se salvan
las personas. Algunos han enfatizado el esfuerzo humano, la santificación y alguna que otra clase de
perfección impecable; otros han argüido que la salvación es básicamente una justificación legal
(forense), y que la santificación del hombre se alcanza vicariamente a través de la vida perfecta de
Cristo; otros más, minimizando el esfuerzo humano, han supuesto que “Jesús lo hace todo”: nuestra
parte consiste en sentarnos y disfrutar del viaje una vez que hemos aceptado a Jesús.
Cuando estudiamos este tema, pueden surgir varias preguntas, las cuales merecen nuestra
atención: ¿Es salvo el hombre por la fe sin obras? ¿O por la fe con obras? ¿O por la fe que obra? ¿Es
justificado el hombre antes o después de la santificación? ¿Cuál es el papel de la obediencia a la ley
de Dios y el de hacer buenas obras en el proceso de la salvación? ¿Es la justificación un acto judicial—
realizado en el tribunal del cielo—o tiene que ver con la vida del creyente?
Estas y otras preguntas serán abordadas en este análisis. Este estudio pretende abordar algunos
de los temas más profundos e importantes de la existencia cristiana; intenta dar un vistazo general a
toda la acción amplia que Dios lleva a cabo en las personas. Es verdad que ningún libro, estudio, por
supuesto, puede hacer justicia la profundidad y complejidad del plan de la salvación. Si bien es nuestro
privilegio comenzar este estudio aquí, la comprensión de la riqueza de la obra de Dios continuará
desarrollándose a través de la eternidad.
Espero que este estudio pueda llegar a ser una bendición para los estudiantes lectores a medida
que procuran vivir sus vidas “en Cristo”.
II. LOS FARISEOS SON PERSONAS BUENAS 1

Normalmente la impresión que nos dejan los evangelios no es muy buena de los Fariseos porque
siempre toman una actitud polémica hacia ellos. Sin embargo los fariseos eran lo mejor de la gente
de ese tiempo. De manera similar, hay mucha verdad en la acusación que hace La Enciclopedia Judía
en el sentido de que “se interpreta erróneamente las referencias del Nuevo Testamento acerca de que
los fariseos eran personas ‘hipócritas’ o ‘generación de víboras’ (Mateo 3: 7; Lucas 18:9) como

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Tomado y adaptado del libro Guía del Fariseo para una Santidad Perfecta; George R. Knight
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aplicables a todos.” 2 Entre los mismos líderes fariseos se estaba al tanto que en su medio había
personas que no eran sinceras y se los describía como ‘llagas dolorosas’ y ‘plagas del partido
farisaico’.
Eran una élite de hombres dedicados, que sumaban unos 6.000 en los tiempos de Cristo. A los
eruditos religiosos entre ellos se los llamaba “escribas” en el Nuevo Testamento. El nombre Fariseo
significa “Los separados”.
El grupo de los Fariseos se desarrolló después del cautiverio en Babilonia. Los judíos fueron llevados
esclavos por dos razones:
 No habían sido fieles a su ley
 Habían adoptado los caminos de sus vecinos paganos.
Los Fariseos comenzaron a aparecer primero como grupo organizado en el segundo siglo a C
durante la crisis macabea. Los “separados” adoptaron un estilo de vida y un punto de vista teológico
que preservaría la fidelidad a Dios a fin de que Israel no tuviera que repetir la triste experiencia de la
cautividad. En su búsqueda de santidad se separaron de los paganos y de las prácticas mundanas y
comprometedoras de los sacerdotes saduceos, y de los caminos descuidados de la gente común.
Quisieron preparar el camino para la venida del Cristo a través de una vida santa. Sus motivaciones
eran dignas de alabanza en todo sentido.
Características de los Fariseos:
Necesitamos revisar la imagen que tenemos de esta elite de religiosos por las siguientes razones:
1. Muchos de ellos eran personas buenas, moralmente justas y decididamente sinceras en su
búsqueda de Dios. Observaban el más alto nivel de moralidad intelectual en su vida diaria.
2. Algunos de ellos acudieron con sinceridad a Jesús con la pregunta crucial “¿Qué bien haré para
tener la vida eterna?” (Mateo 19: 16; Lucas 10: 25).
3. Eran amantes y defensores de la Biblia como la Palabra de Dios. Su objetivo era de preservar
las Escrituras. Como se presentaban divergencias de opinión sobre la interpretación de cierto
pasaje, desarrollaron la teoría de que junto con el texto escrito había, desde los tiempos de Moisés,
una tradición no escrita que suplementaba el texto y señalaba su verdadero significado.
4. Tenían un amor y dedicación a la ley de Dios. Elaboraron un sistema para evitar transgredirla.
Con sus tradiciones, orales construyeron un “muro de protección para la ley”, rodeándola de reglas
preventivas que frenasen a las personas como señales de peligro antes que se acercaran al punto
de quebrantar un estatuto divino. Por ejemplo, desarrollaron 1.521 reglas orales solamente para
el sábado. Podían decir qué tamaño de piedra podían cargar en el día sábado, la distancia que
podían transportarla y a cuántos codos podían arrojarla. Su tradición oral cubría cada aspecto de

2
J. C. Ryle, Holiness: Its nature, Hindrances, Difficulties and Roots (Welwyn, England: Evangelical Press, 1979), xiv, xv.
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la vida, y un individuo debía ser realmente sincero en cuanto a la religión para poder vivir la vida
de un fariseo.
5. Además de una estricta observancia del sábado, los fariseos eran diezmadores enérgicos y
sacrificados, e iban tan lejos como el hecho de separar cada décima hoja de sus plantas de comino
y otras hierbas del jardín como pertenecientes al Señor. (Mateo 23: 23) (Filp 3: 6). La
minuciosidad con que pagaban el diezmo los judíos piadosos es reflejada en la Mishnah:
"Cualquier cosa que se emplee como alimento, que se vigile y crezca de la tierra, debe ser diezmada.
Y otra regla general ha deteminado: todo lo que se usa como alimento, ya sea en su condición anterior
o posterior [de madurez], aunque quede sin cosechar para que produzca más alimento, debe ser
diezmado, no importa que se junte en su estado primero o posterior [de inmadurez], pero todo lo que
no se usa como alimento en su estado primero, sino sólo en el posterior, no necesita diezmarse hasta
que está listo para ser comido. ¿Cuándo deben diezmarse los frutos? Los higos, en cuanto comienzan
a madurar; las uvas y las uvas silvestres, en cuanto son visibles sus semillas; el zumaque y las moras,
en cuanto se ponen rojos"3
6. Otro aspecto digno de reconocimiento del fariseísmo era su celo misionero y evangelistero.
(Mateo 23: 15) Procuraban convertir a los no judíos y connacionales a sus puntos de vista y
opiniones religiosas. Imponían las reglas de pureza para la vida cotidiana de los sacerdotes como
el ideal para todo judío. Procuraban elevar al pueblo. Si bien al judío promedio no le gustaban los
aires de superioridad de los fariseos, el común del pueblo “miraba a los fariseos como modelos de
piedad, y como ejemplos de la vida ideal.”
7. Otra característica de los fariseos es que eran “adventistas”. Esperaban con intensa ansiedad
la venida del reino mesiánico. Ligaban su adventismo a la fiel observancia de la ley. Algunos
creían que el Mesías (Cristo) vendría siempre y cuando la Torah (ley) se obedeciese a la perfección
durante un día. Sus vidas se consagraban plenamente a hacer que ese día llegara mediante una
santidad perfecta.
En vista de estas características de los fariseos una de las enseñanzas más sorprendentes y
revolucionarias de Cristo es que “si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos,
no entraréis en el reino de los cielos.” Mateo 5: 20. ¿Cómo podría alguien esforzarse más duramente
o vivir para Dios con mayor dedicación que esta élite de moralistas, estas tropas de avanzada para el
reino de Dios?
Problema teológico del Fariseísmo
El problema teológico del Fariseísmo era una idea impropia del pecado y su efecto en la capacidad
humana. El pecado era percibido como un acto específico y no como una condición del corazón. Ni

3
Ma'aseroth 1. 1-2.
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Adán ni sus descendientes nunca fueron vistos por la tradición farisaica como normalmente diferentes
debido a la caída del Génesis.
El judío G. F. Moore escribe: “No hay ninguna prueba de que la constitución original de Adán sufriera
un cambio como consecuencia de la caída, de tal manera que transmitiera a sus descendientes una
naturaleza viciada y deficiente en la cual los apetitos y las pasiones desordenadas necesariamente
prevalecieran sobre la razón y la virtud.” Tampoco estaba “… debilitada la inclinación hacia el bien.”4
Los rabinos enseñaron que las personas tienen un yesser ha-ra’ (impulso hacia el mal), también
enseñaban que Adán fue creado con ese impulso. La tendencia hacia el mal puede ser subyugada,
puesta al servicio de Dios y controlada humanamente por medio del estudio y la meditación de la Torah
(ley) y la aplicación de la ley en la vida diaria.
Los judíos, sin embargo, reconocieron que en la realidad una estricta obediencia era rara, por lo
tanto también enseñaron el arrepentimiento y el perdón. Pero aún el arrepentimiento fue definido
como una clase de salvación por obras humanas en las cuales el hombre abandona las malas
acciones y practica el bien. De este modo los pecados se hacen “blancos como la nieve” (Isaías 1:
18) mediante la reforma moral.
“El hombre justo” en la enseñanza rabínica no es el que obedece la ley sin una falla, sino aquel que
procura regular su vida conforme a ella y que se arrepiente cuando fracasa. George Eldon Ladd señala
que la sinceridad y la determinación de propósito de guardar la ley “y el esfuerzo extenuante por
lograrlo, son las señales de un hombre justo.”5
Es así como la enseñanza judía, si bien reconoce la realidad y la necesidad de gracia, perdón y
arrepentimiento, considera la obediencia a la ley como el centro de la relación del hombre con Dios.
Eso condujo en la práctica diaria a un enfoque legalista de la obediencia, aun cuando judaísmo en sí
reconoció y enseñó que el asunto de mayor importancia era el espíritu de la ley ejemplificado por el
amor a Dios.
El énfasis en la ley condujo a la práctica de un tipo de contabilidad legalista entre los judíos. Este
enfoque es comparable a una balanza moral en la cual los santos son aquellos cuyos méritos pesan
más que sus transgresiones, mientras que los impíos son aquellos cuyas transgresiones pesan más
que sus méritos. La Mishnah judía se refiere a esto cuando dice que “el mundo es juzgado por gracia,
pero todo depende de los excesos de las obras (sean buenas o malas)”. 6
El Talmud más tarde expresó el mismo pensamiento: “Aquel que realiza mayormente obras buenas
hereda el jardín del Edén, y aquel que realiza mayormente transgresiones hereda la Gehenna (el

4
Encyclopaedia judaica, s.c. “Pecado”; Moore, Judaism, 1:479.
5
George Eldon Ladd, A Theology of the New Testament (Gran Rapids, Mich.: Wm. B. Eerdmans Pub. Co. 1974), pág 499.
6
Theological Dictionary of the New Testament, s.v. “dikaios”; Mishnah, Aboth, 3: 16.
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infierno)”. El verdadero problema para la aplicación del juicio, por supuesto, serían los intermedios:
aquellos cuyos méritos y faltas estuvieran equilibrados. Este problema fue el punto de un entusiasta
debate entre las escuelas farisaicas de Hillel y Shammai en el periodo neotestamentario. De acuerdo
con una de las tradiciones, la gracia de Dios inclina la balanza a favor de la santidad.7
Considerando lo anterior, no debiera sorprendernos que el joven rico le preguntara a Jesús, “que
bien haré”, qué necesitaba HACER para tener la vida eterna”. Jesús le contestó en el mismo
terreno enumerándole una lista detallada de los mandamientos. Pero luego la sugerencia final de
Jesús acerca de la senda justa y la forma de llegar a ser “perfecto” cambió el enfoque de la letra a la
intención espiritual de la ley en relación a amar a Dios y al prójimo. Jesús rogó por la cancelación de
una vida egoísta y centrada en el yo, y por una total dedicación a Dios. Tal concepto era demasiado
para el joven, quien se alejó apresuradamente de un Maestro que tenía ideales inalcanzables.
Por supuesto, es más fácil guardar la letra de la ley que el espíritu de la ley.
La esencia del problema farisaico fue un concepto erróneo de la naturaleza del pecado,
considerándolo una serie de actos. Lamentablemente, el concepto erróneo de la naturaleza del
pecado los condujo a una comprensión equivocada y fatal de la justicia. Si el pecado es una serie de
acciones, entonces el siguiente paso lógico sería considerar la justicia como una serie de conductas o
acciones. Su visión errónea del pecado los llevó a una comprensión equivocada de la justicia.
El problema de ser bueno
La parábola del fariseo y el publicano (Lucas 18: 1-14) es probablemente la mejor ilustración que
presenta el NT acerca del problema de la bondad humana.
En los versos 9-14 el fariseo da un catálogo de sus propias virtudes; primero las negativas, y luego
las positivas. No solo que él no es como los otros, sino que inclusive puede hacer una lista de sus
méritos. Cinco veces utiliza (en el inglés) el pronombre personal yo en relación a su virtud. Esta lista
está basada en la atomización del pecado. El fariseo podía cuantificar su justicia, podía contar sus
méritos.
“El fariseo sube al templo a adorar, no porque sienta que es un pecador que necesita perdón, sino
porque se cree justo, y espera ganar alabanzas. Considera su culto como un acto de mérito que lo
recomendará a Dios. Al mismo tiempo, su culto dará a la gente un alto concepto de su piedad. Espera
asegurarse el favor de Dios y del hombre. Su culto es impulsado por el interés propio.” {Palabras de
Vida del Gran Maestro 116.1; COL.150.1}
Podía compararse a sí mismo con el recolector de impuestos y salir sintiéndose bien consigo mismo.
Aludía a los fracasos de sus prójimos para resaltar sus logros. Lucas agrega que no solamente se
tenía confianza, sino que “despreciaba a otros” que no eran tan buenos como él.

7
Yerushalmy Peah 1: 1, citado en Roger Brooks, The Spirt of the Ten Commandments (San Francisco: Harper and Row, 1990), pág. 10
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“Y está lleno de alabanza propia. Lo denota en su apariencia, en su forma de andar y en su forma
de orar. Apartándose de los demás, como para decir: “No te llegues a mí, que soy más santo que tú”,
se pone en pie y ora “consigo”. Con una completa satisfacción propia, piensa que Dios y los hombres
lo consideran con la misma complacencia.” {Palabras de Vida del Gran Maestro 116.2; COL.150.2}
El fariseo a pesar de su bondad, no sabía que estaba perdido totalmente. En su confianza y celo
por ser bueno, arribó a la conclusión de que había tenido éxito.
“Dios, te doy gracias—dice—, que no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni
aun como este publicano”. Juzga su carácter, comparándolo, no con el santo carácter de Dios, sino
con el de otros hombres. Su mente se vuelve de Dios a la humanidad. Este es el secreto de su
satisfacción propia.” {Palabras de Vida del Gran Maestro 116.3; COL.150.3}
“Cualquiera que confíe en que es justo, despreciará a los demás. Así como el fariseo se juzga
comparándose con los demás hombres, juzga a otros comparándolos consigo. Su justicia es valorada
por la de ellos, y cuanto peores sean, tanto más justo aparecerá él por contraste. Su justicia propia lo
induce a acusar. Condena a “los otros hombres” como transgresores de la ley de Dios. Así está
manifestando el mismo espíritu de Satanás, el acusador de los hermanos. Con este espíritu le es
imposible ponerse en comunión con Dios. Vuelve a su casa desprovisto de la bendición divina.”
{Palabras de Vida del Gran Maestro 117.1; COL.151.2}
El fariseo puede compararse con el rabino Simeón Ben Jochai, quien una vez dijo:
“Si hubiera solamente dos hombres justos en el mundo, seríamos mi hijo y yo; si hubiera uno solo,
entonces sería yo.”8
La parábola de Lucas 18 presenta la forma en que la búsqueda de la santidad puede realizarse
por sendas equivocadas. La base del problema era que el fariseo veía tanto el pecado como la
santidad como una serie de acciones, y no como una condición de la mente y una relación con Dios.
No hay pecado más sutil que el pecado de la bondad; el pecado de las personas buenas que no
saben que no son buenas.
Podemos comparar al fariseísmo como el “ANTICRISTO” porque es una religión centrada en
el hombre.
“El fariseo y el publicano representan las dos grandes clases en que se dividen los que adoran a
Dios. Sus dos primeros representantes son los dos primeros niños que nacieron en el mundo. Caín se
creía justo, y sólo presentó a Dios una ofrenda de agradecimiento… La sensación de la necesidad, el
reconocimiento de nuestra pobreza y pecado, es la primera condición para que Dios nos acepte.

8
Citado en William Barcklay, The Gospel of Luke, 3ª ed. Daily Study Bible (Edinburgh: The Saint Andrew Press, 1956), pág. 233
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“Bienaventurados los pobres en espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos”. {Palabras de Vida
del Gran Maestro 117.3; COL.152.1}
Aquellos que se enorgullecen de su bondad moral y de sus logros religiosos generalmente se erigen
como jueces de los demás. Este uno de los primeros frutos de la bondad. Uno de los primeros
síntomas externos de esta enfermedad, la más seria de todas las enfermedades espirituales, es el
desarrollo de un espíritu de crítica.
La reacción del publicano era tan diferente de la del fariseo:
“El publicano había ido al templo con otros adoradores, pero pronto se apartó de ellos, sintiéndose
indigno de unirse en sus devociones. Estando en pie lejos, “no quería ni aun alzar los ojos al cielo,
sino que hería su pecho” con amarga angustia y aborrecimiento propio. Sentía que había obrado
contra Dios; que era pecador y sucio. No podía esperar misericordia, ni aun de los que lo rodeaban,
porque lo miraban con desprecio. Sabía que no tenía ningún mérito que lo recomendara a Dios, y con
una total desesperación clamaba: “Dios, sé propicio a mí pecador”. No se comparaba con los otros.
Abrumado por un sentimiento de culpa, estaba como si fuera solo en la presencia de Dios. Su único
deseo era el perdón y la paz, su único argumento era la misericordia de Dios. Y fue bendecido. “Os
digo—dice Cristo—que éste descendió a su casa justificado antes que el otro”. {Palabras de Vida del
Gran Maestro 117.2; COL.151.3}
Además del espíritu de crítica, otro síntoma del fariseísmo es la tendencia a multiplicar las reglas y
reglamentos. Aunque es verdad que las normas cristianas son importantes, hay formas incorrectas
de relacionarse con ellas. Las reglas y los reglamentos se tornan en algo enfermizo cuando son vistos
como fines en ellos mismos, y no como medios para que una persona ame al Señor y a su prójimo de
manera más real y completa. Los fariseos multiplicaron las reglas y reglamentos. Multiplicaron reglas
para el sábado, normas dietéticas, celo por la limpieza ceremonial en el culto ritual que los llevó a la
aplicación fanática de leyes sobre la limpieza en todas las áreas de la vida.
Otro síntoma del fariseísmo fue la tendencia a hacer un espectáculo externo de su religión. ¿Qué
sentido tiene vivir una vida justa si nadie se entera de ello? Por lo tanto, la única cosa más
importante después de ser humilde es parecer humilde. Lea por favor Mateo 23: 5-7 cf 1
Tesalonicenses 2: 4.

¿Cómo nos vemos? era la pregunta clave de muchos fariseos. Muchas de sus prácticas religiosas
diarias estaban calculadas para que tuvieran su máximo efecto al ser desplegadas públicamente. Por
lo tanto, si el momento de la oración los sorprendía en medio del camino, ellos se postraban, mientras
el tránsito esperaba, “hasta que la solemne ocasión terminara”. (Mateo 6: 5, 6)
Los antiguos judíos estaban al tanto del problema de la hipocresía de los fariseos. El Talmúd
enumera siete clases de fariseos, de los cuales cinco eran hipócritas o tontos o excéntricos:

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 ‘El fariseo del hombro’ que lleva, por así decirlo, sus buenas acciones sobre sus hombros.
 ‘El fariseo espera un poco’, que siempre dice: “Espera un poco hasta que haya realizado el
buen acto que me aguarda”.
 ‘El fariseo lastimado’, quien para evitar mirar a una mujer se da contra una pared para
lastimarse y sangrar.
 ‘El fariseo triturador’ que camina con la cabeza hacia abajo como el triturador del mortero.
 ‘El fariseo calculador’ que dice “déjame saber qué bien puedo hacer para contrarrestar mi
negligencia”.
 ‘El Fariseo temeroso de Dios’ como Job.
 ‘El fariseo que ama a Dios’ a la usanza de Abrahán.9
Podemos suponer que muchos Fariseos de los dos últimos grupos respondieron a Jesús de manera
positiva. Ellos también estaban hartos de los abusos farisaicos. Por favor lea los siguientes versos
que muestran evidencia que muchos Fariseos creyeron en Jesús. Lucas 13: 31; Juan 3: 1; 19: 38-
40; Hechos 15: 5.
El Farisaísmo está vivo y goza de buena salud
La triste realidad es que el fariseísmo continúa existiendo en la iglesia, y aún dentro del adventismo.
La razón por la cual está vivo es que es una actitud mental y no un grupo histórico. ¿Hay algo más
cómodo, y egoísta, y sin esperanza? Cuando la religión se pervierte para llegar a ser un medio de
mero confort e intensa satisfacción, se convierte en un caparazón tan duro que ni siquiera la gracia de
Dios puede penetrar.
Uno de los grandes problemas de una persona moralmente respetable es que se olvida de cuán
perdida está en su estado natural y cuál totalmente dependiente debe ser de la gracia de Dios. Los
fariseos son nuestros primos no muy lejanos. Ellos no hicieron nada que nosotros no nos hayamos
esforzado por igualar en acción o en espíritu. Los hemos usado como postes de castigo, cuando en
realidad no son sino espejos. Dondequiera haya alguien que sea más criticón que positivo, dará
evidencias de fariseísmo.
Hemos participado de su espíritu en nuestro celo por observar los detalles del estilo de vida y la
doctrina adventista. Hemos tenido nuestros grupos de estudio e interminables discusiones sobre las
minucias de la ley, pero de vez en cuando la realidad nos golpea y nos damos cuenta que es más fácil
pasar una docena de horas discutiendo la letra de la religión que pasar unos pocos minutos
obedeciendo su espíritu.
Para ser honesto, personalmente encuentro que es más fácil multiplicar reglamentos que amar
verdaderamente a los demás. La sorprendente verdad es que hay un fariseo dentro de la piel de cada

9
The Jewish Encyclopedia, s.v. “Pharisees”
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uno de nosotros tratando de imponer su espíritu en el mundo desajustado y desprevenido y en una
iglesia que no lo merece.
“Sin embargo, los principios sostenidos por los fariseos han caracterizado a la humanidad en todos
los siglos. El espíritu del farisaísmo es el espíritu de la naturaleza humana.” {Discurso Maestro de
Jesucristo 69.3; MB.79.3}
“Hoy día el mal que provocó la caída de Pedro y que apartó al fariseo de la comunión con Dios, está
ocasionando la ruina de millares. No hay nada que ofenda tanto a Dios, o que sea tan peligroso para
el alma humana, como el orgullo y la suficiencia propia. De todos los pecados es el más desesperado,
el más incurable.” {Palabras de Vida del Gran Maestro 119.2; COL.154.4}

III. EL PROBLEMA DEL PECADO

En el punto anterior (II), vimos que las características del fariseísmo son las características de la
propia naturaleza humana. Todas las herejías tienen su origen en un sentido equivocado del pecado,
y una correcta comprensión del pecado, no es solamente de suma importancia para comprender el
problema humano, sino que también es el elemento crucial para entender el principio de la salvación.
A pesar de todos los avances tecnológicos, la riqueza y el conocimiento que la humanidad ha ido
adquiriendo cada vez más, sigue habiendo un gran vacío con respecto a los problemas morales que
nuestra sociedad enfrenta. El psiquiatra Karl Menninger hablando sobre la situación social de nuestro
mundo dijo lo siguiente:

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“Aunque lo intentemos es difícil
concebir nuestro universo en términos de concordia; además
nos enfrentamos a evidencias de conflicto en todas partes.
El amor y el odio… la creación y la destrucción: la guerra
interminable de tendencias opuestas pareciera ser el
corazón dinámico del mundo.”10

Treinta y cinco años después escribió


discutiendo sobre los fundamentos de la
cultura moderna: “los pecados se han
convertido en crímenes y ahora éstos se
han tornado en enfermedades”11
Otro psiquiatra, Hobart Mowrer, también
escribió lo siguiente: “Mientras negamos la realidad del pecado nos desprendemos, al parecer, de la
posibilidad de una redención (recuperación) radical.”12
Estos psiquiatras que por tradición han sido agresivamente contrarios tanto al cristianismo como al
“pecado”, han puesto su dedo en el meollo del problema que plantean la Biblia y la existencia humana.
Hoy, en la sociedad moderna, se cree que para solucionar el problema moral del hombre basta con
que haya menos ignorancia o privación socioeconómica, pero todo esto ha resultado ineficaz en la
solución del problema humano.
En el estudio de los Fariseos nos dimos cuenta que ellos subestimaron el poder del pecado. Ellos
creían que en esencia el hombre es bueno y que sus capacidades intelectuales y morales estaban
intactas, que cualquier problema que tuvieran con respecto a Dios sería relativamente pequeño porque
podían sobreponerse al poder de sus efectos al vencer los pecados a, b, c. Ellos creían que una vez
que los pecados a, b, c han sido “vencidos”, el poder del pecado aún persiste, y seguimos siendo
pecadores.

10
Karl Augustus Menninger (22 de julio de 1893 – 18 de julio de 1990) fue un psiquiatra de Estados Unidos y miembro de la familia
Menninger de psiquiatras quienes fundaron la Fundación Menninger y la Clínica Menninger en Topeka, Kansas. Man againts Himself
(New York: Harcourt, Brace & World, A Harvest Book, 1938), pág. 3.
11
Karl Menninger, Whatever Became of Sin? (New York: Hawthorn books, 1975), pág. 45, 48.
12
Hobart Mowrer, The Crisis in Psychiatry and Religion (Princeton, N. J.: Van Nostrand, 1961), pág. 40.
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DOCTRINA III
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Uno de los grandes hombres en la Biblia que planteó el problema del pecado en el ser humano fue
el apóstol Pablo. En una de sus epístolas, la de Romanos, se puede resumir su planteamiento de la
siguiente manera:
 El capítulo 1 demuestra que los gentiles eran pecadores, mientras que el 2 señala que los judíos
no eran mejores que ellos, ya que practicaban “lo mismo” Romanos 2: 1. Tanto judíos como
gentiles, “todos están bajo pecado” “todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.”
(Romanos 3: 9, 23)
 Únicamente después de haber llevado a los lectores a esa conclusión ya puede Pablo comenzar
a formular una doctrina apropiada de la salvación.
 Puesto que todos son pecadores (verso 23) , los que son salvos deben ser “justificados
gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Romanos 3: 24)
Los siguientes capítulos amplían la idea de la forma en que Dios soluciona el problema del pecado
en las vidas de los seres humanos mediante la justificación y la santificación.
Para Pablo, sobreestimar la importancia y profundidad del pecado era un error muy grande. Si el
hombre es corrupto o rebelde, y por lo tanto no puede o no está dispuesto a hacer lo que sabe que es
correcto, se necesitará una cura más radical. Admitir que somos pecadores significa que reconocemos
que hay un poder superior que nos domina y que nos impide ser lo que Dios quiere que seamos.
Cuánto más radical sea nuestra visión del pecado, más sobrenatural será la salvación que
necesitemos.
Los fariseos de todas las edades han subestimado lo que Pablo llamó el “poder” del pecado en las
vidas del ser humano. Por lo tanto han sobreestimado la capacidad humana para tratar con el
problema del pecado. Elena G. White escribió:
“La educación, la cultura, el ejercicio de la voluntad, el esfuerzo humano, todos tienen su propia
esfera, pero no tienen poder para salvarnos. Pueden producir una corrección externa de la conducta,
pero no pueden cambiar el corazón; no pueden purificar las fuentes de la vida. Debe haber un poder
que obre desde el interior, una vida nueva de lo alto, antes que el hombre pueda convertirse del pecado
a la santidad. Ese poder es Cristo. Únicamente su gracia puede vivificar las facultades muertas del
alma y atraer ésta a Dios, a la santidad.” {Camino a Cristo 18.1; SC.18.1}
Tristemente la cultura moderna en general ha desechado la llave que tiene la solución a su problema
y por ende su condición está siendo cada vez más deplorable, estando atrapados en sus vidas, en sus
pensamientos, en su hambre y ambición, en su avaricia y en su crueldad, y también en su bondad y
generosidad.
La Universalidad del Pecado

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Hay varios versículos en la Biblia que nos sugieren que el problema del ser humano (del pecado)
es universal.
1. No solamente Génesis 3 nos habla del pecado universal sino también Romanos 5: 12 declara
que el “pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte
pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”
2. Romanos 3: 9-23 repetidamente señala el hecho de que “todos pecaron”, mientras que
Jeremías 17: 9 declara que el corazón humano es “engañoso… más que todas las cosas, y
perverso”
3. Además, Efesios dice que las personas son “por naturaleza hijos de la ira” (Efesios 2: 3)
4. En Romanos se declara enfáticamente que “Dios sujetó a todos en desobediencia” (Romanos
11: 32)
5. Según David, poseemos este estado de pecado desde el nacimiento. “he aquí, en maldad he
sido formado, y en pecado me concibió mi madre” (Salmos 51: 5)
Aunque Romanos 5 no explica el proceso de la transmisión de las consecuencias del pecado de
Adán a su posteridad, hay otros textos en los dos testamentos que indican que el proceso si se lleva
a cabo.
1. El primer texto que claramente lo señala es Génesis 5: 3 donde dice que Adán “…engendró un
hijo a su semejanza, conforme a su imagen”. Aquí se sugiere la diferenciación entre un Adán
no caído, que fue creado a la imagen de Dios, y su hijo que nació conforme a su imagen [de
Adán] después de la caída.
“Adán tuvo otro hijo que debía ser el heredero de la promesa divina, el heredero de la primogenitura
espiritual. El nombre dado a este hijo, Set, significa “señalado” o “compensación”; pues, dijo la madre:
“Dios me ha dado otro hijo en lugar de Abel, a quien mató Caín”. Génesis 4:25. Set aventajaba en
estatura a Caín y Abel, y se parecía a su padre Adán más que sus otros hermanos. Tenía un carácter
digno, y seguía las huellas de Abel. Sin embargo, no había heredado más bondad natural que Caín.
Acerca de la creación de Adán se dice: “que a la semejanza de Dios lo hizo”. Pero el hombre, después
de la caída, “engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen”. Génesis 5:1, 3. En tanto que
Adán había sido creado sin pecado, a la semejanza de Dios, Set, así como Caín, heredó la naturaleza
caída de sus padres.” {Patriarcas y Profetas 59.1; PP.80.1}
2. Este tema se repite en Génesis 8: 21, donde Dios declara al final del relato del diluvio que “el
intento del corazón del hombre es malo desde su juventud”.
3. De manera similar, Jesús le dijo a Nicodemo que “lo que es nacido de la carne, carne es; y lo
que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3: 6). Aquí, como en las epístolas de Pablo (véase
Romanos 7: 17, 18; 8: 5, 8, 9, 13; Gálatas 5:24), la carne se refiere a la condición moral del
hombre y no a su condición física.

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Ahora, la siguiente pregunta es valedera comprendiendo que el pecado es universal. ¿Qué es lo
que los hijos de Adán heredan de la caída? Las dos respuestas más comunes son: La culpa y una
naturaleza pecaminosa.
Hubo muchos profetas que rechazaron la idea de la culpabilidad hereditaria: Por favor lea Ezequiel
Ezequiel 18: 20 y Deuteronomio 24: 16. Estas dos declaraciones muestran que el pecado es de
carácter personal. En la epístola de Santiago 4: 17 se lee que “al que sabe hacer lo bueno, y no lo
hace, le es pecado”. El pecado es personal.
Por otro lado, Elena de White también, por lo menos en algunos lugares, enseña que heredamos la
culpa:
“Los hijos tienen una herencia de pecado. El pecado los ha separado de Dios. Jesús dio su vida
para unir con Dios los eslabones rotos. Debido a su relación con el primer Adán, los hombres sólo
reciben culpabilidad y la sentencia de muerte.” {Conducción del Niño 447.5; CG.475.3}
“Tenemos motivo de incesante gratitud a Dios porque Cristo, por su perfecta obediencia, reconquistó
el cielo que Adán perdió por su desobediencia. Adán pecó, y los descendientes de Adán comparten
su culpa y las consecuencias…” {Fe y Obras 91}
Siguiendo esta línea de pensamiento está la declaración de Dios en los diez mandamientos de que
él visitará “la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me
aborrecen”. (Éxodo 20: 5; 34: 7; Números 14: 18; Deuteronomio 5: 9)
De acuerdo a lo mencionado la siguiente pregunta lógica es ¿por qué existe esta contradicción entre
lo que dice Ezequiel 18: 20; Deuteronomio 24: 16; Santiago 4: 17 con Éxodo 20: 5; 34: 7; Números 14:
18; Deuteronomio 5: 9 y Conducción del Niño 447; Fe y Obras 91? Si bien no hay duda de que Dios
visita la maldad de los padres sobre los hijos de las futuras generaciones, es preciso entender la razón
de esa visita si es que queremos encontrar el sentido de las declaraciones aparentemente
contradictorias de la Biblia.
Elena de White nos ayuda a comprender el problema cuando escribe con referencia a Éxodo 20: 5:
“Es inevitable que los hijos sufran las consecuencias de la maldad de sus padres, pero no
son castigados por la culpa de sus padres, a no ser que participen de los pecados de estos. Sin
embargo, generalmente los hijos siguen los pasos de sus padres. Por la herencia y por el ejemplo, los
hijos llegan a ser participantes de los pecados de sus progenitores. Las malas inclinaciones, el apetito
pervertido, la moralidad depravada, además de las enfermedades y la degeneración física, se
transmiten como un legado de padres a hijos, hasta la tercera y cuarta generación. Esta terrible verdad
debiera tener un poder solemne para impedir que los hombres sigan una conducta pecaminosa.”
{Patriarcas y Profetas 278.4; PP.306.3}

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Podemos decir entonces que la herencia no es destino; lo que hemos heredado de nuestros padres
no entreteje alrededor de nosotros una red de culpabilidad y miseria de la cual nunca nos podamos
librar. Los pecados de los padres solamente son ruinosos cuando los hijos participan de ellos. La
tendencia heredada puede ser fuerte, pero no es todo lo que existe en la naturaleza del hombre, y es
solamente cuando se ignora o se renuncia a la relación con Dios, que se torna una condenación.
Si esto es así, surge la pregunta forzosa: ¿Por qué entonces pecan todos?
¿Por qué el pecado es una experiencia humana universal? La respuesta es porque nos
enfrentamos a la universalidad tanto del pecado como de la culpa. Pero entre estos dos hay una
aparente contradicción. La culpabilidad implica libertad, pero la universalidad del pecado parece
indicar una causa anterior a la decisión o voluntad de las personas de pecar. Si el pecado es producto
del libre albedrío, parecería entonces que no hay razón de que fuera universal. Su universalidad
sugiere un elemento de necesidad, una tendencia innata o disposición hacia el mal.
EGW comprendió este mismo punto cuando dijo:
“Por el Espíritu es purificado el corazón. Por el Espíritu llega a ser el creyente partícipe de la
naturaleza divina. Cristo ha dado su Espíritu como poder divino para vencer todas las tendencias
hacia el mal, hereditarias y cultivadas, y para grabar su propio carácter en su iglesia.” {Deseado de
Todas las Gentes 625.1; DA.671.2}
Ella observa aquí, que tenemos no solamente “tendencias cultivadas hacía el mal” sino también
“tendencias heredadas”. Ella también habla de los “canales corruptos de la humanidad”
“Los servicios religiosos, las oraciones, la alabanza, la confesión arrepentida del pecado ascienden
desde los verdaderos creyentes como incienso ante el santuario celestial, pero al pasar por los
canales corruptos de la humanidad, se contaminan de tal manera que, a menos que sean
purificados por sangre, nunca pueden ser de valor ante Dios. No ascienden en pureza inmaculada, y
a menos que el Intercesor, que está a la diestra de Dios, presente y purifique todo por su justicia, no
son aceptables ante Dios.” {Mensajes Selectos Tomo 1, 404.1; 1SM.344.2}
Debido a estas tendencias heredadas hacia el pecado, no es necesario enseñar a los niños a pecar.
No importa cuán ignorante sea la gente, ¡siempre han sabido cómo pecar! Esto se debe a que:
 Somos “por naturaleza hijos de ira” (Efesios 2: 3)
 “porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos , los adulterios,
las fornicaciones” (Marcos 7: 21)
El bebé más hermoso, no es, como su madre orgullosamente lo llama, un pequeño “ángel”, sino un
pequeño “pecador”. No es que conscientemente peque como un bebé, sino que es un pecador en el
sentido de que nace con la tendencia a elegir el pecado tan pronto como tenga edad para hacerlo.

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Fuera de Cristo, la Biblia no conoce a ningún niño que haya vivido una vida completamente libre de
pecado, y que haya “nacido de nuevo” en el momento de su nacimiento natural.
La Biblia es rica en imágenes que muestran a los seres humanos en su condición caída. Por favor
leer:
1. Tito 1: 15 “mente y su conciencia están corrompidas”
2. 2 Timoteo 3: 1-5 cf Génesis 6: 5, 6.
3. Romanos 1: 18-32
4. El énfasis de la acusación bíblica es que el corazón y la mente no convertidos, no son
espirituales Romanos 8: 4-8
Por naturaleza nuestras facultades físicas y mentales no son neutras, ellas tienden siempre a
escoger el mal antes que el bien. Elena de White dice:
La caída afectó la orientación espiritual de cada individuo. “El corazón del hombre es por naturaleza
frío, sombrío, y falto de amor” “por naturaleza el corazón es malo” “por la desobediencia sus poderes
fueron pervertidos, y el egoísmo ocupó el lugar del amor” {Discurso Maestro de Jesucristo 22, 23;
Deseado de Todas las Gentes 143; Camino a Cristo 17}
“En todo corazón existe… una facultad de discernir lo justo, un deseo de ser bueno. Pero contra
estos principios lucha un poder antagónico. En la naturaleza de toda persona,… existe una inclinación
hacia el mal, una fuerza que, sin ayuda, no podría resistir.” {Educación 29}
“Nadie hereda la santidad por nacimiento” {Mensajes Selectos Tomo 1, 364}
“A fin de comprender correctamente este asunto, debemos recordar que nuestros corazones son por
naturaleza depravados, que no podemos por nosotros mismos seguir una conducta correcta.” {Mente
Carácter y Personalidad 433.2; 2MCP.793.3}
“Por naturaleza, el corazón es malo, y ¿quién hará limpio de inmundo?” {Deseado de Todas las
Gentes 143}.
“El orgullo está labrado en nuestro propio ser. Ha llegado a nosotros como una herencia, y ha sido
protegido por muchos como un precioso tesoro” {HS 138, 139}
“Por el pecado el hombre completo está descompuesto, la mente está pervertida, la imaginación
corrompida. El pecado ha degradado las facultades del alma. Las tentaciones externas hallan una
respuesta afín en lo interno del corazón y los pies se deslizan imperceptiblemente hacia el mal.”
{Testimonios Tomo 8, 312}
La esencia de los efectos del pecado original que ha afectado a todas las generaciones desde Adán
es una voluntad debilitada o mal dirigida, que se manifiesta en la vida diaria por la tendencia humana
a elegir el mal y no y el bien.
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Es por ello que, si hubo una caída, también hay una caída constante.
“Cada pecado cometido, despierta los ecos del pecado original” {Camino a Cristo 47}

Resultados del pecado original


Vinieron varios resultados después del pecado de Adán y Eva, resultados que siempre se han visto
a lo largo de nuestra historia en cada ser humano.
1. Resultados religiosos: Adán y Eva quedaron separados de Dios. Se “escondieron” y “tuvieron
miedo”. Un niño que ha cometido una falta con la mamá no desea encontrarse con ella ni
mirarla a los ojos. Hay algo en su corazón que el niño desea ocultar.
El pecado nos hizo hostiles y enemigos (pertenecer al otro bando) de Dios. Santiago 4: 4; Romanos
5: 10; 8: 7; Colosenses 1: 21, 22.
2. Resultados sociales: Se manifiestan en la primera discusión de la primera familia del universo.
Génesis 3: 12. En Génesis 4-11 se ve uno de los efectos sociales del pecado que va en
constante aumento. Trágica relación fratricida de Caín y Abel en Génesis 4 y se convirtieron
en el motivo subyacente de toda la Escritura.
3. Resultados personales: El pecado afecta la relación de cada persona consigo misma.
Después de interrogar a Adán, Dios se volvió a Eva. ¿Qué es lo que has hecho?, le preguntó.
“la serpiente me engañó, y comí” (Génesis 3: 13). Aquí nos vemos cara a cara con el problema
de que la gente no quiere, o en la mayoría de los casos, no puede enfrentarse a sí misma y
evaluar correctamente sus acciones y motivos ocultos. Leer Jeremías 17:9.
Entendiendo, ¿cuándo el pecado se engendra en el ser humano?
Por favor leer Génesis 3: 6
A las preguntas, ¿Cuándo pecó Eva? ¿En qué consistió su pecado? las respuestas son las
siguientes: el pecado no consistió en tomar el fruto y comerlo. El tomar y comer fue un resultado
del pecado, no el pecado mismo.
Eva pecó cuando rechazó la palabra de Dios y aceptó la sugestión de Satanás. Eva pecó cuando le
dijo a Dios que se fuera para que ella pudiera hacer sus propias cosas. Eva pecó cuando se rebeló
contra Dios y colocó su voluntad en sus propios intereses, cuando amó su propia opinión más que la
de Dios. De su rebelión fluyeron actos pecaminosos. El acto no fue el pecado sino el resultado
del pecado que ya regía en su corazón. Ella cayó antes de tomar el fruto. Cayó cuando cifró su
amor en algo (el fruto), o en alguien (en sí misma), y no en Dios.
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Muchos en la iglesia realmente no están interesados con el pecado que se engendra en el corazón
(mente) sino en los actos. Se preocupan por actos tales como homicidio, robo y deshonestidad, pero
no por el pecado que inicia en el corazón. Estas prácticas o actos son como verrugas o marcas
superficiales. Son síntomas del pecado en el corazón, pero no son el PECADO en sí mismo. El pecado
como rebelión no es una serie de actos específicos sino, un estado de degradación. El pecado como
rebelión y exaltación de la voluntad propia por encima de la voluntad de Dios está relacionado con el
egocentrismo, el amor propio enfermizo que está aliado con el orgullo. El corazón pecaminoso, el
corazón en voluntaria rebelión contra Dios, produce actos pecaminosos en la vida diaria.
No fue por casualidad que Elena G. White escribió debajo del egoísmo estaban todos los demás
pecados:
“Parecía haber llegado el gran día de la ejecución del juicio de Dios. Diez mil veces diez millares
estaban congregados delante de un gran trono, sobre el cual estaba sentado un personaje de
majestuosa apariencia. Delante de él había varios libros y sobre las tapas de cada uno de ellos estaba
escrito en letras de oro semejantes a llamas de fuego “El libro mayor del cielo.” Uno de estos libros,
que contenía los nombres de los que aseveran creer en la verdad, fue abierto entonces.
Inmediatamente perdí de vista los incontables millones que rodeaban el trono y mi atención se dedicó
únicamente a los que profesan ser hijos de la luz y la verdad. A medida que se nombraba una tras otra
a estas personas, y se mencionaban sus buenas acciones, sus rostros se iluminaban con un gozo
santo que se reflejaba en toda dirección. Pero esto no pareció ser lo que impresionó con más fuerza
mi espíritu. Se abrió otro libro en el cual estaban anotados los pecados de los que profesan la
verdad. Bajo el encabezamiento del egoísmo venían todos los demás pecados. Había también
encabezamientos en cada columna, y debajo de ellos, frente a cada nombre, estaban
registrados en sus respectivas columnas los pecados menores. Bajo la codicia venía la mentira,
el robo, los hurtos, el fraude y la avaricia; bajo la ambición venía el orgullo y la extravagancia;
los celos encabezaban la lista de la malicia, la envidia y el odio; y la intemperancia, otra larga
lista de crímenes terribles, como la lascivia, el adulterio, la complacencia de las pasiones
animales, etc. Mientras contemplaba esto me sentía abrumada de angustia indecible, y exclamé:
“¿Quién puede salvarse? ¿Quién puede ser justificado delante de Dios? ¿Cúyas vestiduras están sin
mancha? ¿Quién está sin defecto a la vista de un Dios puro y santo?” {Joyas de los Testimonios
520.3; 1TT.518.3}
Aspectos adicionales del pecado
1. La tentación no es pecado: El pecado ocurre cuando acepto la tentación como tal, cuando
decido continuar interesado en ella y/o actuando en función del misma, y en efecto, cuando por
causa de la tentación le digo a Dios que se “retire” por un tiempo y me deje solo.
2. Un acto pecaminoso puede ser de comisión o de omisión: La mayoría concibe el pecado
solamente en términos de cometer un acto malo, también comprende la indisposición para
realizar obras de amor a favor del prójimo:
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“El poder condenador de la ley de Dios, se extiende no solo a lo que hacemos, sino a lo que dejamos
de hacer… No solo hemos de cesar de hacer el mal, sino que debemos aprender a hacer el bien”
{Mensajes Selectos Tomo 1, 257}
Leer Mateo 25: 31-46 Los Fariseos, quedaron sorprendidos porque veían simplemente los pecados
de comisión y pasaban por alto los pecados de omisión.
3. Otro aspecto es que no todos los pecados tienen el mismo peso: “No todos los pecados
son de igual magnitud delante de Dios; hay diferencia de pecados a su juicio” {Camino a Cristo
30}
“El pecado más incurable es el orgullo y la presunción” {Joyas de los Testimonios 183.4;
3TT.183.5}
Los seres humanos pueden enfatizar pecados externos tales como la borrachera, “mientras que
demasiado a menudo el orgullo, el egoísmo y la codicia no son reprendidos. Sin embargo, son pecados
que ofenden en forma especial a Dios, porque contrarían la benevolencia de su carácter, ese amor
abnegado que es la misma atmósfera del universo que no ha caído. El que comete alguno de los
pecados más groseros puede avergonzarse y sentir su pobreza y necesidad de la gracia de Cristo;
pero el orgulloso no siente necesidad alguna y así cierra su corazón a Cristo y se priva de las infinitas
bendiciones que El vino a derramar.” {Camino a Cristo 30.1; SC.30.1}
Es por eso que los pecados “vegetarianos” del fariseo son más peligrosos y más difíciles de curar
que los del publicano. Los fariseos y “perfeccionistas” de todas las edades a menudo han caído en
pecados de mayor peso, pero que son “invisibles”.

4. Hay pecados de ignorancia y voluntarios: Por favor lea los siguientes pasajes, Santiago 4:
17; Romanos 3: 20; 4: 15; 7: 7. Santiago y Pablo vincularon el pecado con el conocimiento de
la ley. Pero, ¿qué pasa con la persona que no conoce la ley, y sin embargo, actúa en contra
de sus preceptos? ¿y qué de aquella persona que comete errores pero no se da cuenta de ello?
Por favor lea 1 Tim 1: 13. ¿Necesitaban esos pecados ser perdonados? Sí, Necesitaba la gracia
para ellos también: vers 14-16
La diferencia entre pecados conscientes e inconscientes está implícita en el Antiguo Testamento.
David pidió a Dios que lo librara de pecados “ocultos” y del pecado de la “soberbia”. Leer Salmos 19:
12, 13.
Los Pecados Ocultos son pecados de debilidad cometidos inadvertidamente, que no nos damos
cuenta que cometemos. Lea por favor (Levíticos 4: 2, 13, 22, 27; Números 15: 22-29). Aún las
acciones pecaminosas que eran puramente accidentales y que no incluían ningún intento de hacer el
mal a otra persona también entraron dentro de la legislación mosaica (Éxodo 21: 12-14)
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Pecados específicos conocidos exigían sacrificios personales específicos en la legislación levítica.
Pero además, las personas tenían los holocaustos diarios de la mañana y la tarde que tomaban en
cuenta sus pecados de ignorancia. El día de la expiación anual también hacia provisión para “los
pecados de ignorancia del pueblo” (Hebreos 9: 7). Los únicos pecados por los que no se podía hacer
expiación en el sistema sacrificial del Antiguo Testamento eran los pecados abiertos de soberbia por
los que las personas rehusaban arrepentirse y/o dejar de cometerlos. Tales personas no tenían
esperanza, ni en el Antiguo Testamento (Véase Números 15: 30-36) como en el Nuevo Testamento
(Hebreos 10: 26)
Casi se podría hablar de pecados morales y amorales. El pecado deliberado es pecado moral, ya
que involucra la elección del pecador. Pero no hay moral relacionada con el pecado de la ignorancia
o el pecado de tropiezo debido a la inmadurez o debilidad. Tales son los accidentes, y la moral no
tiene nada que ver con los accidentes. Una persona no elige tener accidentes. Son percances no
deseados.
Juan Wesley compara al pecado no intencional con “errores” y no como una rebelión intencional.
Los pecados involuntarios proceden de la ignorancia, debilidad del cuerpo, acciones reflejas, y así
sucesivamente. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que muy a menudo la línea entre pecados
involuntarios y voluntarios en la vida diaria no es clara. Por ejemplo, cuando me enojo, ¿es mi actitud
voluntaria o involuntaria? Quizás, fue involuntaria al comienzo, pero si se permanece en un estado de
enojo, con seguridad se torna voluntaria. Es importante reconocer que un pecado involuntario se
convierte en voluntario cuando la persona se percata de él, pero rehúsa cambiar de actitud. (Santiago
4: 17)13
Elena G. White no usó la terminología de Juan Wesley, pero tenía los mismos conceptos que él. Ella
escribió:
“Si alguien que diariamente está en relación con Dios yerra el camino,… no es porque peca
intencionalmente; porque cuando ve el error, se vuelve y fija sus ojos en Jesús, y el hecho de que ha
errado, no lo hace menos querido al corazón de Dios.” {Review and Herald 12 mayo, 1896 pág 290}
“Ser guiados al pecado por ignorancia, sin intención de pecar…, es muy diferente del que planea y
deliberadamente entra en tentación y planifica el pecado.” {Nuestra Elevada Vocación 177; 1 MS
422}
“‘Tomado’ debe recibir todo su significado. ... Ser inducido a pecar inadvertidamente—sin intentar
pecar, sino pecar por falta de vigilancia y oración, sin discernir la tentación de Satanás, cayendo así
en la trampa—, es muy diferente que si uno planea el pecado y entra deliberadamente en la tentación
y prepara una conducta de pecado.” {Nuestra Elevada Vocación 179.2; OHC.177.2}

13
Leo George Cox, John Wesley Concept of Perfection (Kansas City, Mo.: Beacon Hill Press of Kansas City, 1964), pág. 180
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Conclusión:
Hemos dedicado bastante tiempo al problema del pecado porque una comprensión incorrecta del
pecado necesariamente nos llevará a una idea incorrecta de la salvación y de la perfección. Si un
hombre no se da cuenta de la peligrosa naturaleza de la enfermedad de su alma, no es extraño que
se satisfaga con remedios falsos o imperfectos.
Anselmo, un erudito medieval, sostenía que solamente el que ha reflexionado seriamente en el peso
de la cruz, ha pensado en serio en el peso del pecado.
Para curar la enfermedad del pecado se necesita la muerte y resurrección, primero en Cristo y luego
en cada uno de sus hijos. Estos temas se tratarán en el resto de este estudio.

IV. PASOS PARA LA SALVACIÓN

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En los puntos anteriores, aprendimos que los seres humanos desde Adán han nacido con una
inclinación hacia el mal y “están bajo pecado” (Romanos 3: 9). No pueden hacer nada por su propia
cuenta para justificarse y permanecer justos delante de Dios, no importa cuán sinceros sean o cuán
duro o prolongado sea su esfuerzo.
Estos pensamientos nos conducen al momento cuando podemos empezar a entender la solución de
los problemas que hemos examinado atrás. Comenzaremos por comprender los pasos para ser
salvos. Por ejemplo, en la experiencia del estudiante hay varios pasos sucesivos:
 La persona recibe información sobre la apertura de las clases (un curso de medicina por
ejemplo)
 Se presenta para el examen.
 Entre millares de candidatos él es uno de los pocos que pasan la prueba, siendo seleccionados,
no como médico, sino como estudiante de medicina. Él es ahora un estudiante de medicina.
 Si persevera hasta el fin, presentará el examen final.
 Siendo finalmente aprobado entre otros formados, recibe su diploma de médico.
Si pudiéramos comparar los pasos del estudiante con los pasos para ser salvos serían así:
 La persona primero oye el llamado.
 Si él por la influencia del Espíritu Santo, acepta a Cristo como su Salvador personal y se
arrepiente de sus pecados, es justificado (perdonado de todos los errores que cometió en el
pasado.)

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DOCTRINA III
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 Como está justificado, es elegido no para entrar directamente al cielo, sino para adquirir, por la
santificación progresiva, la necesaria aptitud para entrar en el cielo. (Si él muere buscando esa
aptitud no perderá su admisión al reino de la gloria Lucas 23: 40-43)
 Si en esta última generación él queda vivo, enfrentará el juicio investigador cuando los santos
vivos son juzgados.
 Si fuere aprobado en el juicio, recibirá el sello del Dios vivo y tomará parte en la glorificación y
entrará en el reino de gloria.
En este apartado veremos cómo la persona oye el llamado y cómo es preparada el alma para recibir
la bendición de la justificación.
Obtenemos lo que no merecemos
A esta altura, una verdad debe quedar establecida: que los seres humanos no merecen recibir nada
de Dios excepto la muerte eterna (Romanos 6: 23). Ellos se han rebelado contra él, sus vidas giran
en torno a su egoísmo, están bajo la condenación de la ley e incluso han sido engañados de tal manera
que se jactan espiritualmente de aquellas características que pudieran ser definidas como “buenas”.
No sorprende por lo tanto, que la Biblia se refiera a los hombres no solamente como seres confundidos
sino también perdidos en el pecado. (Vea por favor: Lucas 19: 10; 15: 6, 9, 24; Mateo 1: 21).
Ahora bien, si las personas a pesar de merecer un castigo severo, en su lugar reciben, un hermoso
regalo, sin ningún costo, entonces están obteniendo algo que realmente no merecen. Esta es la
definición común de lo que la Biblia llama: Gracia.
De esta manera, si bien “la paga (lo que hemos ganado) del pecado es la muerte”, “la dádiva
de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6: 23) “Dios muestra su amor para
con nosotros, en que siendo aún pecadores [rebelándonos contra el dominio de Dios en nuestras
vidas], Cristo murió por nosotros” (Romanos 5: 8). Cristo no murió por las personas buenas, sino “por
los impíos” (Romanos 5: 6).
La gracia gratuita de Dios, es un amor espontáneo, desinteresado. Dios ama a los seres humanos
porque su naturaleza tiende a ello. La gracia siempre comienza con la amante iniciativa de Dios
y brilla a través de las Escrituras aún en pasajes donde el término nunca se usó, como se evidencia
en los siguientes textos:
Por favor leer detenidamente: Génesis 3: 8-11; Deuteronomio 7: 6-11; Juan 15: 16; Juan 6: 44;
12: 32; Jeremías 31: 3 cf Os 11: 4; Hechos 7: 58; 8: 3; 9: 1-9.
La salvación en la Biblia es siempre una iniciativa divina. No nos arrepentimos primero de nuestros
pecados y luego venimos a Jesús. Debemos nuestro arrepentimiento, y el resto de las bendiciones
espirituales a la visita que Jesús hace a nuestras vidas a través del Espíritu Santo.

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Con estas ideas en mente, es más fácil comprender por qué el ex traficante de esclavos, John
Newton, podía escribir y cantar:
Sublime gracia del Señor
Que a un pecador salvó
Fui ciego, más ahora miro yo
Perdido y me halló.
Lutero, poseído de un espíritu similar, pudo decir de Jesús que “nos arrebató a nosotros, pobres
hombres perdidos de las fauces del infierno: nos libertó, y nos trajo nuevamente a la bondad y la gracia
del Padre.”14
La Gracia tiene varios aspectos Dos de los más importantes en el proceso de la salvación son la
GRACIA PERDONADORA Y LA GRACIA PRESERVADORA. También se le conoce como: GRACIA
COMO PODER Y GRACIA COMO PERDÓN.
David ejemplificó esto cuando dijo: “librara” y “guardara” de cometer pecados como la “soberbia”
(Salmos 19: 12, 13). La gracia nos provee poder para romper las cuerdas del pecado en el diario vivir.
Poder es una palabra clave en la dinámica de la salvación. Según Pablo, los individuos en su estado
natural “están bajo el poder del pecado”, pero “el evangelio… es poder de Dios para salvación”
(Romanos 3: 9; 1: 16).
La palabra griega que él usa para Poder en Romanos 1 es Dynamis. Esta es la raíz del explosivo
que llamamos dinamita. La gracia de Dios como poder semeja a la dinamita en la vida del cristiano.
Y así como una poderosa explosión de dinamita puede cambiar la faz de la tierra, la gracia de Dios
como poder puede transformar nuestras vidas a través de la obra del Espíritu Santo.
Toda persona que decida voluntariamente aceptar esta gracia prueba que en él está obrando un
poder que lo lleva a la salvación. Cuando comparamos Juan 6: 44; 12: 32 y 1 Corintios 12: 3
comprendemos que el Espíritu Santo inicia una obra desde muy temprano en el ser humano entregado
al mundo para que vuelva a Dios y acepte a Jesús como su Salvador Personal. El Espíritu Santo
todavía opera en las vidas de los seres caídos al inspirarlos a elegir el bien. Aunque la voluntad tiende
hacia el mal, se le da la posibilidad de elegir a Dios a través de la obra del Espíritu Santo. Dios da el
primer paso. Nosotros respondemos.
Algunos han llamado esta obra del Espíritu: “la gracia preventiva” porque va delante preparando
al alma para la entrada en el estado inicial de la salvación. Dios ofrece la salvación y hace que el que
oye pueda responder; sin embargo, la decisión descansa en el oyente. NO se fuerza la voluntad
humana a ejercer fe. A lo sumo, las demostraciones de amor de Dios la persuaden a que entre en el
marco de la fe.

14
Luther, citado en Gustaf Aulén, Christus Victor, trad. A. G. Hebert (Nueva York: MacMillan, 1966), pág. 105
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“El primer paso hacia la salvación es responder a la atracción del amor de Cristo… Mediante
la manifestación de su amor, mediante los ruegos de su Espíritu, invita fervientemente a los hombres
a que se arrepientan, pues el arrepentimiento es don de Dios; y a quienes él perdona, los hace
arrepentirse previamente… Cristo atrae a los hombres mediante la manifestación de su amor
para que puedan comprender el gozo del perdón, la paz de Dios. Si responden a su atracción,
entregando su corazón a la gracia divina, los guiará paso tras paso a un conocimiento pleno de Dios,
y esto es vida eterna.” {Mensajes Selectos tomo 1, 380.1; 1SM.323.2}
“Muchos se confunden en cuanto a lo que constituye los primeros pasos en la obra de la
salvación. Se piensa que el arrepentimiento es una obra que debe hacer por sí mismo el pecador a
fin de que pueda ir a Cristo. Se piensa que el pecador por sí mismo debe procurar capacitarse para
obtener la bendición de la gracia de Dios. Pero si bien es cierto que el arrepentimiento debe preceder
al perdón, pues sólo es aceptable ante Dios el quebrantado y contrito de corazón, sin embargo el
pecador no puede producir por sí mismo el arrepentimiento ni puede prepararse para ir a Cristo.
A menos que se arrepienta el pecador, no puede ser perdonado. Pero la cuestión a decidir es si el
arrepentimiento es obra del pecador o es una dádiva de Cristo. ¿Debe esperar el pecador hasta que
esté lleno de remordimiento por su pecado antes de que pueda ir a Cristo? El primer paso hacia
Cristo se da gracias a la atracción del Espíritu de Dios. Cuando el hombre responde a esa
atracción, avanza hacia Cristo a fin de arrepentirse.” {Mensajes Selectos Tomo 1, 457.1;
1SM.390.1}
“Continuamente el Señor Jesús procura impresionar la mente del pecador y atraerlo para que
contemple al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. No podemos dar un paso hacia la
vida espiritual a menos que Jesús atraiga y fortalezca el alma, y nos guíe para experimentar el
arrepentimiento del cual nadie necesita arrepentirse.” {Mensajes Selectos tomo 1, 457.2;
1SM.390.2}
“Se oye el viento entre las ramas de los árboles, por el susurro que produce en las hojas y las flores;
sin embargo es invisible, y nadie sabe de dónde viene ni adónde va. Así sucede con la obra del Espíritu
Santo en el corazón. Es tan inexplicable como los movimientos del viento. Puede ser que una persona
no pueda decir exactamente la ocasión ni el lugar en que se convirtió, ni distinguir todas las
circunstancias de su conversión; pero esto no significa que no se haya convertido. Mediante un agente
tan invisible como el viento, Cristo obra constantemente en el corazón. Poco a poco, tal vez
inconscientemente para quien las recibe, se hacen impresiones que tienden a atraer el alma a Cristo.
Dichas impresiones pueden ser recibidas meditando en él, leyendo las Escrituras, u oyendo la palabra
del predicador viviente. Repentinamente, al presentar el Espíritu un llamamiento más directo, el alma
se entrega gozosamente a Jesús. Muchos llaman a esto conversión repentina; pero es el
resultado de una larga intercesión del Espíritu de Dios; es una obra paciente y larga.” {Deseado
de Todas las Gentes 143.4; DA.172.3}
La Naturaleza de la Fe
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Si bien Dios a través de su gracia (don inmerecido) hizo provisión para la salvación de todos los
seres humanos, no todos serán salvos. ¿Por qué? Porque, Dios no impone sus dones sobre nosotros;
necesitamos recibirlos por la fe. De acuerdo con Jesús, “todo aquél que en él cree” tendrá la “vida
eterna” (Juan 3: 16). Y Pablo escribió que somos salvados “por gracia… por fe” (Efesios 2: 8).
Para los escritores bíblicos, la fe es una de las condiciones esenciales de la salvación. La salvación
fue provista en la cruz para cada persona, pero debe ser aceptada por cada individuo antes que esa
provisión sea efectiva. Es imperativo que la gracia de Dios sea aceptada por fe. Pero, ¿qué es la fe?
1. Fe significa confianza: El cristianismo y la salvación no están basados en lo que hacemos si
no a quién conocemos. Leer Juan 17: 3. La fe no es ciega, está basada en el conocimiento
del carácter de Dios. Ejemplo: Venden, cuenta la historia, del hombre que cruzó las Cataratas
del Niágara sobre la cuerda floja. Después de cruzar, preguntó a la asombrada multitud:
“¿cuántos de ustedes creen que yo podría cruzar por la cuerda floja nuevamente, pero esta vez
empujando una carretilla con alguien sobre ella?” La muchedumbre aplaudió, convencida de
que podía hacerlo. Pero entonces pidió voluntarios para ir en ella. Hubo—escribe Venden—
un profundo silencio”. Y continúa diciendo que la historia ilustra la diferencia que existe entre
creencia y confianza.15
Esa historia Ilustra la diferencia que existe entre creencia y confianza. Así cómo el primer paso hacia
el pecado fue desconfiar de Dios (Génesis 3: 1-6), así el primer paso hacia Dios es la fe que confía.
La fe es la entrega del alma al Salvador, es una confianza absoluta, no a medias.
2. Fe significa una relación con Dios: La fe, como ya hemos visto, es más que creer en una
serie de proposiciones sobre Dios o Jesús. La fe es confiar en una Persona. Dado que la fe
es confianza en una Persona, supone una relación con esa Persona. La fe es una relación de
fidelidad entre dos seres. Para Pablo, la fe no era fe “en algo” sino fe “en alguien”, en Dios, en
Jesucristo (Gálatas 2: 16; Romanos 3: 22, 26). Toda la vida de un cristiano se vive “por fe” en
Dios.
La fe es lo opuesto de la rebelión. Si la rebelión, está en el corazón de la relación del pecado hacia
Dios, entonces la fe, está en el corazón de la relación de reconciliación con Dios. No hay otras formas
de relacionarse con Dios fuera de la rebelión o la fe.
3. Fe significa una vida de entrega total a Dios: Cuando Mateo fue llamado desde su puesto de
recolector de impuestos y Pedro desde su negocio de pesca, solamente se requería una cosa
en cada caso: confiar en la palabra de Cristo mediante la entrega total de sus vidas.
Creencia, confianza, relación y entrega, son los cuatro aspectos de la fe, siendo la entrega la
expresión máxima de lo que ella significa. El libro de hebreos considera la fe como algo que uno hace

15
Morris L. Venden, Las 95 Tesis sobre la Justificación por la Fe (Boise, Idaho: Pacific Press Pub. Assn, 1987) pág. 23
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y no algo que uno tiene. Es una acción y no una posesión. Por lo tanto Abel “ofreció” un sacrificio más
aceptable”, Noé “construyó un arca” y Abraham “salió” (Hebreos 11: 4, 7, 8).
“La fe es la única condición por la cual se puede obtener la justificación y la fe implica no sólo creer
sino confiar” {Mensajes Selectos tomo 1, 456}
“La fe significa confiar en Dios, creer que nos ama y sabe mejor qué es lo que nos conviene”
{Educación 247}
“La fe es el don de Dios, pero el poder para ejercitarla es nuestro” {Patriarcas y Profetas 458}
“La fe que nos capacita para recibir los dones de Dios, es en sí misma un don del cual se
imparte una porción a cada ser humano. Aumenta a medida que se la use para apropiarse de la
Palabra de Dios. A fin de fortalecer la fe debemos ponerla a menudo en contacto con la Palabra.”
{Educación 247}
“La fe es la mano que se hace de la ayuda infinita; es el medio por el cual el corazón renovado late
al unísono con el corazón de Cristo.” {Mensajes para los Jóvenes 100}
“Por la fe, recibimos la gracia de Dios; pero la fe no es nuestro Salvador. No nos gana nada. Es la
mano por la cual nos asimos de Cristo y nos apropiamos sus méritos, el remedio por el pecado.”
{Deseado de Todas las Gentes 147}
“No que haya ninguna virtud en la fe que hace acreedora a la salvación, sino que la fe puede asirse
a los méritos de Cristo, el remedio provisto para el pecado.” {Review and Herald noviembre 4, 1890}
“La fe no es el fundamento de nuestra salvación sino la gran bendición, el ojo que ve, el oído que
oye, el pie que corre, la mano que se aferra. Es el medio no el fín.” {Comentario Bíblico tomo 6,
1073}
“Fe y sentimiento son tan diferentes como el este del oeste. La fe no depende de
sentimientos. Debemos clamar fervientemente a Dios con fe, tengamos o no sentimientos y
después debemos vivir nuestras oraciones. Nuestra seguridad y evidencia es la Palabra de Dios,
y después de que hemos pedido, debemos creer sin dudar. Te alabo, oh Dios, te alabo. Tú no me
has faltado en el cumplimiento de tu palabra. Tú te has revelado a mí, y yo soy tuya para hacer tu
voluntad” {Comentario Bíblico tomo 6, 1073}
“Pero la fe no va en ningún sentido unida a la presunción. Sólo el que tenga verdadera fe se
halla seguro contra la presunción. Porque la presunción es la falsificación satánica de la fe. La fe
se aferra a las promesas de Dios, y produce la obediencia. La presunción también se aferra a las
promesas, pero la usa como Satanás, para disculpar la transgresión. La fe habría inducido a nuestros
primeros padres a confiar en el amor de Dios, y a obedecer sus mandamientos. La presunción los
indujo a transgredir su ley, creyendo que su gran amor los salvaría de las consecuencias de su pecado.

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No es fe lo que reclama el favor del Cielo sin cumplir las condiciones bajo las cuales se concede una
merced. La fe verdadera tiene su fundamento en las promesas y provisiones de las Escrituras.
{Deseado de Todas las Gentes 101.3; DA.126.1}
Siendo que la fe es activa en términos de confianza y compromiso, se sugiere que la fe es
primordialmente un acto de la voluntad.
El papel de la voluntad
El Espíritu Santo todavía opera en las vidas de los seres caídos al inspirarlos a elegir el bien. A la
voluntad, por lo tanto, aunque naturalmente tiende hacia el mal, se le da la posibilidad de elegir a Dios
a través de la obra del Espíritu Santo. Dios da el primer paso. Nosotros respondemos. Jesús dijo:
“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere” (Juan 6: 44; 12: 32)
La Fe es un don del Espíritu Santo. Dios da a cada persona “una medida de fe” (Romanos 12: 3),
pero cada quien debe decidir qué hacer con ese don. Por lo tanto, la fe no toma la apariencia de una
obra o logro humano que resulta en la justificación. Más bien, la fe es confianza y entrega a Dios que
se basa en el reconocimiento de la impotencia humana.
Escoger la fe, es admitir finalmente que la gracia de Dios es la única esperanza del individuo. Por
lo tanto, un compromiso tal, es la aceptación de Dios y de la salvación. La fe es una respuesta al don
generoso de Dios, pero es Dios quien da tanto el don como la respuesta. La única parte que a la
persona le toca hacer es decidir aceptar o rechazar esa dádiva. En ese sentido limitado, la fe es un
acto de la voluntad.
La fe es tan esencial en el plan de salvación que Elena G. White dice:
“La fe es la única condición por la cual se puede obtener la justificación y la fe implica no sólo creer
sino confiar” {Mensajes Selectos tomo 1, 456}
Pero si esto es cierto, ¿qué pasa entonces con el arrepentimiento y la crucifixión del yo? Después
de todo, ¿no nos dice el Nuevo Testamento ‘arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros… para
perdón de pecados? (Hechos 2: 38), y que debemos tomar nuestra cruz si esperamos encontrar vida
en Cristo (Mateo 16: 24, 25)? ¿No son éstas también condiciones para la salvación? Aparentemente
sí, pero, deben ser vistas como aspectos de la fe genuina.
El Arrepentimiento y la Confesión
El arrepentimiento puede considerarse como el aspecto negativo del acercamiento a Cristo. Si la fe
es volverse a Cristo, entonces el arrepentimiento es alejarse simultáneamente del pecado. Las
palabras en griego que significan arrepentimiento pueden ser traducidas como “el cambio de la mente”,
“lamentarse”, “convertirse”. Cuando la gente se acerca a Dios con fe, se arrepiente o se aleja al mismo
tiempo de su anterior forma de vida. Este paso ocurre cuando las personas ven dos cosas: la santidad

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de Dios y su propio egoísmo. Abarca el reconocimiento sincero de que hemos quebrantado en forma
rebelde la ley de Dios, pero también admitimos que el pecado es una afrenta personal a nuestro
Creador.
1. ¿Quiénes son llamados al arrepentimiento? (Lucas 5: 32)
2. ¿Qué acompaña al arrepentimiento? Lucas 24: 47
3. ¿Quién es el que da el arrepentimiento? Hechos 5: 31; Juan 16: 8 (Romanos 2: 4)
“El arrepentimiento es tanto un don de Dios como lo son el perdón y la justificación, y no se
lo puede experimentar a menos que sea dado al alma por Cristo.” {Mensajes Selectos tomo 1, 458}
4. ¿Qué será constreñido a hacer el pecador verdaderamente arrepentido? (Salmos 32: 18)
5. ¿Cuál es el resultado de la tristeza piadosa? (2 Corintios 7: 10)
6. ¿Qué dijo Juan el Bautista a los fariseos y saduceos cuando fueron donde él bautizaba? (Mateo
3: 7, 8)
No puede haber verdadero arrepentimiento sin reforma. El arrepentimiento es un cambio de
concepto; la reforma es un correspondiente cambio de vida.
El arrepentimiento no es meramente un cambio de corazón respecto del pasado o del presente, sino
que abarca el futuro. Es el estilo cristiano de vivir. El arrepentimiento significa reconocer el camino
de Dios y desear que sea el nuestro.

La Auto crucifixión
La crucifixión del yo está ligada al arrepentimiento tanto al comienzo de la vida cristiana como a lo
largo de ella. Cuando Cristo llama a un hombre, le pide que venga y muera. Por favor lea (Mateo 16:
24, 25)
¿Qué es lo que necesitamos hacer morir? La respuesta del Nuevo Testamento es que debe morir
la vida centrada en el yo. La pregunta clave es: ¿A quién pondré en el trono de mi vida? ¿A mi YO o
a Dios? ¿A mi voluntad o a la de Dios? No puedo servir a ambos al mismo tiempo. Cuando me
enfrento cara a cara con las demandas de Cristo, debo crucificarlo a él o dejar que él me crucifique a
mí. No hay término medio. A pesar de que el pecado haya tenido un nacimiento natural no muere de
muerte natural; en cada caso tiene que ser moralmente sentenciado y condenado a muerte. Esta
sentencia es un acto de la voluntad bajo el impulso del Espíritu Santo.
En el centro de esta lucha está la voluntad del individuo. El pecado se originó en la voluntad centrada
en el yo. Por eso Elena G, White escribió:

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“La guerra contra nosotros mismos es la batalla más grande que jamás hayamos tenido. El rendirse
a sí mismo, entregándolo todo a la voluntad de Dios, requiere una lucha; más para que el alma sea
renovada en santidad, debe someterse antes a Dios.” {Camino a Cristo 42} Ver 1 Corintios 15: 31
A pesar de que el pecado haya tenido un nacimiento natural no muere de muerte natural; en cada
caso tiene que ser moralmente sentenciado y condenado a muerte. Esta sentencia es un acto de la
voluntad bajo el impulso del Espíritu Santo. Lamentablemente a mi YO no le agrada la idea de
permanecer muerto. El fariseo que hay dentro de mí pugna por levantarse y sugerir que siendo que
la crucifixión ya se hizo y ya pasó, me he convertido en una persona bastante buena, después de todo.
Me encanta promover mi YO. La exaltación propia, sin embargo (aun cuando se centra en mis buenas
obras), es una señal de que la crucifixión no es una operación única. Por esta razón, Pablo declaró
que tenía que morir a diario.
EL YO ES PEOR QUE UN GATO DE NUEVE VIDAS, Y DEBE MORIR DIARIAMENTE POR
LA PALABRA.
El cristianismo por fortuna, es más que la muerte de las viejas actitudes y los viejos caminos. Es
una vida positiva basada en una relación de fe con Cristo. El arrepentimiento y la crucifixión del yo
son la cuña de entrada para esa relación de fe.
Lutero decía:
ESTÁ EN LA NATURALEZA DE DIOS HACER ALGO DE LA NADA. ES POR ELLO QUE DIOS
NO PUEDE HACER ALGO EN FAVOR DE AQUEL QUE AÚN NO ES NADA.

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V. LA JUSTIFICACIÓN
Hay muchas palabras que ilustran la salvación en el Nuevo Testamento. Entre ellas están términos
tales como redención, reconciliación y propiciación. El primer término nos lleva al lenguaje del
mercado, el segundo y tercer términos a la familia y el altar del sacrificio.
Una de las metáforas más significativas de la salvación en el NT, es justificación: palabra que nos
lleva al lenguaje de la corte y de la ley. Su significado esencial es declarado justo.
Para Martín Lutero, la justificación era la doctrina central en las Escrituras; era “el amo y dirigente,
señor, gobernador y juez de todas las otras doctrinas.” Es la única doctrina cristiana que “distingue
a nuestra religión de todas las demás”16
Para Pablo, la justificación fue también el centro del evangelio: Lea por favor: Romanos 1: 16, 17;
3: 24-26 “justificados [contados como si fuéramos justos] por su gracia [la de Dios]”; Gálatas
2: 16-21.

Semejanzas entre Lutero y Pablo


Una de las razones por las cuales Lutero y Pablo vieron la justificación como el centro del plan de
salvación fue indudablemente el tema del juicio que permea todas las Escrituras. (Eclesiastés 12:
14; Daniel 7: 10, 26; Mateo 25: 31-46; Romanos 2: 5; Apocalipsis 14: 7)
Pero al margen de las imágenes del juicio estaban las experiencias personales de esos dos hombres.
Ambos eran fariseos de corazón. Ambos esperaban ganar el favor de Dios apilando méritos en la
balanza del juicio. Pero ambos aprendieron que ese esfuerzo era una tarea imposible.
Para Lutero: “la justicia de Dios” era su justicia retributiva y punitiva. Lutero sabía que estaba destinado
al fuego eterno del infierno porque, aun cuando era un “monje impecable” estaba delante de Dios, el
juez inmisericorde, como un pecador perdido.
Con una actitud mental semejante no podía entender lo que Pablo quería decir con la frase: “EL
JUSTO POR LA FE VIVIRÁ” (Romanos 1: 17)
Se dedicó a estudiar este pasaje en búsqueda de su significado y más tarde escribió:
“Entonces comprendí que la justicia de Dios es esa justicia por la cual a través de la gracia y la pura
misericordia Dios nos justifica mediante la fe. Desde ese momento sentí que renacía y pasaba por las
puertas abiertas del paraíso. Toda la Escritura cobró un nuevo significado para mí, y si bien antes la

16
Lutero, citado en Alister E. McGrath. Justification by Faith (Grand Rapids, Mich.: Zondervan Pub. House, 1988), pág. 147
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‘justicia de Dios’ me había llenado de odio y temor, ahora me hacía inexpresablemente dulce y llena
de un gran amor. Este pasaje de Pablo me pareció una puerta al cielo.”17
Pablo y Lutero no estuvieron tan equivocados en sus días porque ambos entendieron también,
después de todo, que la justificación demanda la obediencia perfecta de la ley. El castigo
automático de la desobediencia es la muerte y la ira de Dios. Vea por favor: Romanos 6: 23; 4: 15.
También estaban en lo correcto cuando no pudieron guardar la ley como Dios requería. Lo que no
comprendieron por descuido es que Cristo ha guardado la ley perfectamente para aquellos que creen
en él. “La justicia de Dios, está personificada en Cristo. Al recibirlo, recibimos justicia” en lugar de
obtenerla mediante trabajos agobiantes. Somos “Justificados [contados como si fuéramos justos] por
su gracia [la de Dios]” la cual recibimos por la fe. (Romanos 3: 22, 24, 25). Por lo tanto tenemos
justicia “aparte de la ley” (Romanos 3: 21). Cristo es “nuestra Justicia” (1 Corintios 1: 30) Vea
también: (Filipenses 3: 9; Romanos 2: 13)
En resumen:
1. La justificación no significa “hacer justo”, sino “declarar justo”. La persona que creen en Cristo,
por más pecador que sea es considerado como justo, porque en Cristo ha entrado en una
relación de justicia con Dios.
2. Además que el hombre es considerado justo, Dios lo trata como si fuera justo. El hombre ha
entrado en una nueva relación con Dios quien ahora lo ve como justo y lo trata como tal.
3. La persona no es solo perdonada y la culpa cancelada sino que la justificación tiene que ver en
primer lugar con un cambio externo en nuestra posición personal delante de Dios, una relación
correcta en él, bajo el pacto de la gracia. Este punto se ilustra en la parábola del hijo pródigo
donde el padre no solamente lo perdona sino que le da bienvenida de nuevo al seno de la familia
en el mismo instante de la confesión. ¡Pronto!, exclamó el padre, “sacad el mejor vestido”
(Lucas 15: 22).
Lutero dijo:
“Aprender a conocer a Cristo y a él crucificado. Aprender a cantarle un nuevo canto;
desesperar de mí mismo, y decir: ¡Tú, oh Señor Jesús! ¡Tú eres mi justicia, y yo soy tu
pecado! Tú has tomado lo mío, y me has dado lo tuyo. Tú no eras lo que llegaste a ser, para
que yo pudiera ser lo que no era”
“Seréis contados entre los justos por consideración a él. El carácter de Cristo toma el lugar del
vuestro, y vosotros sois aceptados por Dios como si no hubierais pecado.” {Camino a Cristo
63}

17
Lutero, citado en Roland H. Bainton, Here I Stand: A Life of Martin Luther (Nueva York: New American Library, 1950) pág. 49, 50.
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“Jesús dice: ‘El Padre no considera vuestro carácter deficiente, sino que os ve revestidos de mi
perfección’” {Deseado de Todas las Gentes 323}
“De esa manera el hombre, perdonado y cubierto con las hermosas vestiduras de la justicia de
Cristo, comparece sin tacha delante de Dios.” {Fe y Obras 107}
“La gran obra que ha de efectuarse para el pecador que está manchado y contaminado por el mal
es la obra de la justificación. Este es declarado justo mediante Aquel que habla verdad. El Señor
imputa al creyente la justicia de Cristo y lo declara justo delante del universo. Transfiere sus
pecados a Jesús, el representante del pecador, su sustituto y garantía. Coloca sobre Cristo la
iniquidad de toda alma que cree. 2 Corintios 5: 21” {Mensajes Selectos Tomo 1, 459, 460}
“La ley requiere justicia, una vida justa, un carácter perfecto; y esto no lo tenía el hombre para darlo.
No puede satisfacer los requerimientos de la santa ley de Dios. Pero Cristo, viniendo a la tierra como
hombre, vivió una vida santa y desarrolló un carácter perfecto. Ofrece éstos como don gratuito a
todos los que quieran recibirlos. Su vida reemplaza la vida de los hombres.” {Deseado de Todas
las Gentes 710}
“Cristo fue tratado como nosotros merecemos a fin de que nosotros pudiésemos ser tratados como
él merece. Fue condenado por nuestros pecados, en los que no había participado, a fin de que
nosotros pudiésemos ser justificados por su justicia, en la cual no habíamos participado. Él sufrió la
muerte nuestra, a fin de que pudiésemos recibir la vida suya. ‘Por su llaga fuimos nosotros curados’”
{Deseado de Todas las Gentes 16, 17}
“No debemos inquietarnos por lo que Cristo y Dios piensan de nosotros, sino que debe interesarnos
lo que Dios piensa de Cristo, nuestro Sustituto. Somos aceptos en el Amado.” {Mensajes Selectos
tomo 2, 37}
“Toda alma puede decir: “Mediante su perfecta obediencia, Cristo ha satisfecho las demandas de
la ley y mi única esperanza radica en acudir a él como mi sustituto y garantía, el que obedeció
la ley perfectamente por mí. Por fe en sus méritos, estoy libre de la condenación de la ley. Me
reviste con su justicia, que responde a todas las demandas de la ley. Estoy completo en Aquel
que produce la justicia eterna. El me presenta a Dios con la vestimenta inmaculada en la cual no hay
una hebra que fue entretejida por instrumento humano alguno. Todo es de Cristo y toda la gloria, el
honor y la majestad han de darse al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”.
{Mensajes Selectos tomo 1, 463.3; 1SM.396.1}
“La justificación es un perdón pleno y completo del pecado. Un pecador es perdonado en el
mismo momento en que acepta a Cristo por la fe. Se le atribuye la justicia de Cristo, y no debe
dudar más de la gracia perdonadora de Dios.”

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La experiencia de la justificación querido estudiante puede ser una realidad en este momento a
medida que lees estas declaraciones. No podemos ni debemos esperar un impulso especial para ir a
Jesús.
“Muchos piensan que deben esperar un impulso especial a fin de que puedan ir a Cristo;
pero sólo es necesario acudir con sinceridad de propósito, decidiendo aceptar los
ofrecimientos de misericordia y gracia que nos han sido extendidos. Hemos de decir: “Cristo
murió para salvarme. El deseo del Señor es que sea salvado, e iré a Jesús sin demora, tal como soy.
Me aventuraré a aceptar su promesa. Cuando Cristo me atraiga, responderé”. El apóstol dice: “Con el
corazón se cree para justicia”. Romanos 10:10. Nadie puede creer con el corazón para justicia y
obtener así la justificación por la fe mientras continúe en la práctica de aquellas cosas que prohíbe la
Palabra de Dios, o mientras descuide cualquier deber conocido.” {Mensajes Selectos tomo 1, 464.1;
1SM.396.2}

Justificación obra de toda una vida y santificación como obra de un momento


Debe quedar claro que la justificación ocurre en el mismo instante en que un pecador se
apropia por fe de la gracia divina. Es así como la justificación es primeramente la obra de un
momento. Todo eso está bien, pero el problema es que los cristianos continúan pecando. Por lo
tanto, necesitan ser justificados continuamente ya que el hombre no ha guardado ningún tesoro de
méritos para ofrecer por el pecado.
Necesitamos una justificación diaria por fe en Cristo, ya sea que hayamos transgredido
conscientemente o errado inconscientemente. La justificación está ligada íntimamente al ministerio de
Cristo en el santuario celestial: Ver por favor (Hebreos 7: 25; 9: 24; Romanos 8: 34; 1 Juan 2: 1)
“Jesús está en el Lugar Santísimo, para comparecer por nosotros ante la presencia de Dios. Allí, no
cesa de presentar a su pueblo momento tras momento, como completo en ÉL” {Fe y Obras 112}
“Al acercarse a la cruz del Calvario, se ve allí un amor sin paralelo. Cuando por fe os aferráis al
significado del sacrificio, os veis como pecadores condenados por la ley quebrantada. Esto es
arrepentimiento. Cuando venís con corazón humilde, encontráis perdón, pues Cristo Jesús está
representado como estando continuamente ante el altar, donde ofrece momento tras momento
el sacrificio por los pecados del mundo. Es ministro del verdadero tabernáculo que el Señor levantó
y no hombre. Las sombras simbólicas del tabernáculo judío no poseen más virtud alguna. No debe
realizarse más una expiación simbólica, diaria y anual. Pero el sacrificio expiatorio efectuado
por un mediador es esencial debido a que se cometen pecados continuamente. Jesús está
oficiando en la presencia de Dios, ofreciendo su sangre derramada como si hubiera sido la de un

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cordero sacrificado. Jesús presenta la oblación ofrecida por cada ofensa y cada falta del pecador.”
{Mensajes Selectos tomo 1, 403.1; 1SM.343.4}
Algunos teólogos prefieren pensar en la justificación continua como “el perdón continuo”18 en vista
de que su condición delante de Dios fue rectificada en el momento de su conversión y su justificación
inicial. Pero en esencia la diferencia es en gran parte de carácter semántico.
No solamente hay un sentido en el cual la justificación es la obra de toda una vida, sino que el uso
bíblico principal de la palabra santificación indica que ocurre en un instante. El significado fundamental
de la palabra hebrea traducida como “santificar” es “dedicar”, “consagrar”, “apartar”. A Moisés se le
dijo que debía “santificar” (“consagrar”) a todo el pueblo de Israel al Señor (Éxodo 19: 10). No
solamente se consagraron los israelitas o se apartaron para un uso santo y propósitos sagrados, sino
también el tabernáculo y los instrumentos utilizados en el servicio del santuario. (Éxodo 30: 25-29; 40:
9-11; Levíticos 8: 10-13).
La palabra del Nuevo Testamento traducida como “santificar” quiere decir “hacer santo”. Un santo
(aquel que ha sido santificado) es una persona que ha sido apartada por Dios para un uso santo. El
Nuevo Testamento a menudo habla de la santificación como de un hecho consumado. Por eso el libro
de los Hebreos dice que “con una sola ofrenda”, Cristo “hizo perfectos para siempre a los santificados”
(capítulo 10: 14, 29) Nuevamente, Pablo puede referirse a los corintios como “los santificados en
Cristo Jesús, llamados a ser santos” (1 Corintios 1: 2; Hechos 20: 32). Los cristianos han sido
santificados “por la fe” en Cristo (Hechos 26: 18) mediante la acción del “Espíritu Santo” (véase
Romanos 15: 16; 1 Tesalonicenses 5: 23).
Pablo incluso indica el momento en la vida de las personas en que son santificadas. “Habéis sido
lavados”, escribió a los corintios, “habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del
Señor Jesús” (1 Corintios 6: 11).
En síntesis podemos decir, las personas son santificadas inicialmente en el momento en que
son justificadas, regeneradas y adoptadas en la familia del pacto de Dios. Las personas se
santifican en el momento de creer en Cristo. Por lo tanto la santificación inicial no significa un
concepto moral sino una nueva relación con Dios. Los conversos a Cristo han sido apartados
para Dios y para que él los utilice de la misma manera en que los sacerdotes y el tabernáculo
fueron separados para un uso santo en el AT. Significa separación de las prácticas
pecaminosas de este mundo presente y consagración al servicio de Dios.

Regeneración y conversión: El perdón y la Justificación no es solo un acto judicial

18
E.g., Erickson, Christian Theology, pág. 963; Cox, Wesley’s Concept of Perfection, pág. 191.
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Es un hecho que la justificación no es algo aislado en la vida real. Al mismo tiempo que los individuos
son justificados por la fe, también tienen que “nacer de nuevo” (Juan 3: 3, 7) o regenerados (véase
Tito 3: 5). Este nuevo nacimiento es un cambio real en la experiencia de la persona convertida. Si en
la justificación Dios hace algo por nosotros, en la regeneración él hace algo en nosotros a través del
poder del Espíritu Santo. Jesús dijo que la forma como el Espíritu Santo realiza esta obra en nosotros
está más allá de nuestra comprensión, pero que todos podrán ver los resultados concretos (Juan 3:
8).
“El perdón de Dios, no es solamente un acto judicial por el cual libra de la condenación. No es solo
el perdón por el pecado. Es también una redención del pecado. Es la efusión del amor redentor
que transforma el corazón.” {Discurso Maestro de Jesucristo 97; Deseado de Todas las Gentes
508}.
Pablo asemejó la experiencia de la conversión, que se expresa en una regeneración, a un cambio
total de la persona. “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de
vuestro entendimiento” (Romanos 12: 2)
La palabra griega “transformaos” viene de la palabra griega que utilizamos en español para:
“metamorfosis”. La metamorfosis es ese proceso misterioso mediante el cual un gusano torpe y
horroroso se transforma en una hermosa y elegante mariposa. Implica un cambio tan radical que a
menos que la gente lo sepa, no se darán cuenta que se trata del mismo individuo.
Un Cristo que solamente perdonara, pero no transformara, sería un Salvador a medias.
Los versos abajo mencionados muestran ese proceso de conversión, regeneración que debe ocurrir
al mismo tiempo con la justificación:
• 2 Corintios 5: 17: Nuevas criatura en Cristo Jesús.
• Gálatas 6: 15: No vale de nada, si ni se es una nueva criatura.
• Romanos 6: 4: Andemos en novedad de vida.
• Romanos 7: 6: En novedad de espíritu.
• 2 Corintios 4: 16: Renovados de día en día.
• Colosenses 3: 10: Renovados en conocimiento de acuerdo a la imagen de quien nos creó.
• Efesios 2: 1-6: Pero Dios que es rico en misericordia… por gracia sois salvos.
• Comparar Romanos 8: 7 Cf 7:22 (Es en el nuevo nacimiento cuando la ley de Dios se escribe
en las “tablas de carne del corazón” 2 Corintios 3: 3; Hebreos 8: 10) Si bien las personas no
convertidas son “hostiles a Dios” y su ley, después de la regeneración pueden encontrar deleite
“en la ley de Dios” en su “interior”.
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• Romanos 6: 1-4: bautizados para andar en novedad de vida.
• Gálatas 2: 20: Ya no vivimos para nosotros, vivimos para Cristo.
Este cambio de actitud es comparado con echar fuera (el pecado) con aborrecimiento, como un
hombre echaría a un sapo asqueroso, el cual en la oscuridad pusiera contra su pecho pensando que
era un pájaro hermoso e indefenso.
Elena G. White enfatizó la importancia crucial de la experiencia renovadora de la regeneración o del
nuevo nacimiento cuando escribió:
“Sin el proceso transformador que se produce mediante el poder divino, las propensiones originales
hacia el pecado permanecen en el corazón con toda su fuerza, a fin de fraguar nuevas cadenas que
impongan una esclavitud que nunca pueda ser rota por el esfuerzo humano.”—The Review and
Herald, 19 de agosto de 1890. {Evangelismo 144.4; Ev.192.3}
“La fuente del corazón debe ser purificada antes que los raudales puedan ser puros. El que está
tratando de alcanzar el cielo por sus propias obras observando la ley, está intentando lo imposible. No
hay seguridad para el que tenga sólo una religión legal, sólo una forma de la piedad. La vida del
cristiano no es una modificación o mejora de la antigua, sino una transformación de la
naturaleza. Se produce una muerte al yo y al pecado, y una vida enteramente nueva. Este
cambio puede ser efectuado únicamente por la obra eficaz del Espíritu Santo.” {Deseado de
Todas las Gentes 143.2; DA.172.1}
“Cuando el Espíritu de Dios se posesiona del corazón, transforma la vida. Los pensamientos
pecaminosos son puestos a un lado, las malas acciones son abandonadas; el amor, la humildad y la
paz, reemplazan a la ira, la envidia y las contenciones. La alegría reemplaza a la tristeza, y el rostro
refleja la luz del cielo. Nadie ve la mano que alza la carga, ni contempla la luz que desciende de
los atrios celestiales. La bendición viene cuando por la fe el alma se entrega a Dios. Entonces
ese poder que ningún ojo humano puede ver, crea un nuevo ser a la imagen de Dios.” {Deseado
de Todas las Gentes 144.1; DA.173.1}
“Es imposible para las mentes finitas comprender la obra de la redención. Su misterio supera al
conocimiento humano; sin embargo, el que pasa de muerte a vida comprende que es una realidad
divina. Podemos conocer aquí por experiencia personal el comienzo de la redención. Sus resultados
alcanzan hasta las edades eternas.” {Deseado de Todas las Gentes 144.2; DA.173.2}
“La conversión es una obra que la mayoría no aprecia. No es cosa de poca monta transformar una
mente terrenal que ama al pecado, e inducirla a comprender el indescriptible amor de Cristo, los
encantos de su gracia y la excelencia de Dios, de tal manera que el alma se impregne del amor divino
y sea cautivada por los misterios celestiales. Cuando una persona comprende estas cosas, su vida
anterior le parece desagradable y odiosa. Aborrece el pecado y; quebrantando su corazón delante de

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Dios, abraza a Cristo, vida y gozo del alma. Renuncia a sus placeres anteriores. Tiene una mente
nueva, nuevos afectos, nuevo interés, nueva voluntad; sus tristezas, deseos y amor son todos nuevos.
Se aparta ahora de la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la
vida, que hasta entonces prefirió a Cristo, y éste es el encanto de su vida, la corona de su regocijo.
Considera ahora, en toda su riqueza y gloria, el cielo que no le atraía antes, y lo contempla como su
patria futura, donde verá, amará y alabará a Aquel que lo redimió con su sangre.” {Testimonios para
la Iglesia tomo 2, 264.3; 2T.294.2}
Recuerde:
“El perdón de Dios, no es solamente un acto judicial por el cual libra de la condenación. No es
solo el perdón por el pecado. Es también una redención del pecado. Es la efusión del amor redentor
que transforma el corazón.” {Discurso Maestro de Jesucristo 97; Deseado de Todas las Gentes
508}.
En conclusión podemos decir que la justificación es la declaración legal de perdón y la restauración de
una relación saludable entre Dios y el Pecador. El fundamento de la justificación, tal como lo señala
Pablo, es la muerte de Cristo. El medio por el cual llega a ser efectiva para el individuo es la fe. Al
mismo tiempo que los individuos son justificados, también son regenerados (nacidos de lo alto),
adoptados en la familia de Dios; entran en una relación de pacto con Dios y tienen la seguridad de su
salvación mientras elijan permanecer en una relación de fe. Debemos destacar la verdad de que todas
esas manifestaciones de gracia ocurren en el momento en que se acepta a Cristo por fe.

VI. LA SANTIFICACIÓN

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Hay grandes peligros en la vida cristiana posterior a la justificación:


1. Antinomianismo: Doctrina que dice que la muerte de Cristo de alguna manera barrió con la ley
y por lo mismo con la estructura moral del universo. En el pensamiento antinomianista el
cristiano no tiene obligación de guardar la ley, ya que él o ella no están “bajo la ley” (Romanos
6: 15)
2. Hacer del evangelio una nueva ley: Para los que abogan por este tipo de pensamiento, la
misma esencia de la vida cristiana es una cierta forma de guardar la ley. Para algunos es el
perfeccionismo de la dieta u otras cosas, pero para todos la nueva ley se convierte en un fetiche
colocado en el centro de su experiencia religiosa. “La humanidad tiene una perversa
ingeniosidad para descubrir nuevas formas de esclavizarse a sí misma.”
3. Enfatizar una actitud pasiva total de parte del cristiano: “Jesús lo hace todo” La persona no
puede responder a los muchos imperativos que aparecen diseminados por las páginas del
Nuevo Testamento, tales como “lucha”, “busca”, “trabaja”, etc.
4. Confundir la justificación con la santificación: como si fuera parte de ella. Por lo general
confunden los textos bíblicos que hablan de una santificación instantánea (ser apartados por
Dios para una vida santa) con el concepto teológico de una santificación progresiva. Al pensar
de esta manera, la santificación (al igual que la justificación) se constituye en una entidad
vicaria. En vez de hacer algo que Dios hace en nosotros, la santificación es algo que Cristo
hizo por nosotros.

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Intentaremos navegar en este apartado por una ruta segura a través de los muchos escollos que
dificultan la comprensión del importante tema de la santificación progresiva.
La Santificación en tres niveles
La santificación se podría entender en tres niveles:
1. Santificación Inicial, cuando una persona viene a Cristo y es justificada y regenerada (nacida
de lo alto) y separada para una vida santa. Como mencionamos atrás, las personas son
santificadas inicialmente en el momento en que son justificadas, regeneradas y adoptadas en
la familia del pacto de Dios. Las personas se santifican en el momento de creer en Cristo. Por
lo tanto la santificación inicial no significa un concepto moral sino una nueva relación con Dios.
Los conversos a Cristo han sido apartados para Dios y para que él los utilice de la misma
manera en que los sacerdotes y el tabernáculo fueron separados para un uso santo en el AT.
La santificación inicial significa separación de las prácticas pecaminosas de este mundo
presente y consagración al servicio de Dios. A las personas que se han santificado en el nuevo
nacimiento se las llama a ser santas en su vida diaria. Lea por favor (1 Tesalonicenses 4: 3-7;
Romanos 6: 19)

En esta santificación inicial quiero dejar en claro que no estamos hablando que la persona ha sido
completamente santificada y perfeccionada en un instante por el Espíritu Santo y que por lo tanto ya
es incapaz de pecar. Estamos de acuerdo en lo que la hermana Elena G. White escribió:
“Los sentimientos felices o la ausencia de gozo no es evidencia ninguna de que una persona está o
no está santificada. No existe tal cosa como santificación instantánea. La verdadera santificación
es una obra diaria, que continúa por toda la vida. Los que están luchando con tentaciones cotidianas,
venciendo sus propias tendencias pecaminosas, y buscando la santificación del corazón y la vida, no
realizan ninguna pretensión ostentosa de santidad. Tienen hambre y sed de justicia. El pecado les
parece excesivamente pecaminoso.” {Consejos Para Ia Iglesia 100.2; CCh.56.2}
“La santificación no es una obra instantánea sino progresiva, así como la obediencia es
continua. En tanto Satanás nos apremie con sus tentaciones, tendremos que librar una y otra vez la
batalla por el dominio propio; pero mediante la obediencia, la verdad santificará el alma. Los que son
leales a la verdad han de superar, por medio de los méritos de Cristo, toda debilidad de carácter que
los ha llevado a ser modelados por cada una de las diversas circunstancias de la vida. {Fe y Obras
87.2; FW.85.2}
Pablo nunca fue tan lejos como para reclamar la santificación para sus creyentes corintios. El triple
punto de vista de la santificación como algo pasado, presente y futuro nos debiera hacer comprender
mejor las abundantes declaraciones sobre la santificación que leemos en la Biblia y en los escritos de
varios cristianos.
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2. Santificación progresiva, a medida que los individuos viven para Cristo y crecen en Gracia en
sus vidas diarias.
3. Santificación final o glorificación, que ocurre en la segunda venida de Cristo, cuando los
cristianos serán transformados.
Los grandes reformadores del siglo XVI captaron claramente esta verdad. Calvino podía por lo tanto
escribir:
“Cristo no justifica a nadie sin que al mismo tiempo lo santifique… No se lo puede poseer [a Cristo]
sin tener parte de su santidad, porque él no puede dividirse.”19
Debe entenderse que la distinción entre justificación y santificación tiene sus raíces en las Escrituras.
Pablo habla de la justificación sin las obras de la ley (Romanos 4: 6). Pero también en la misma
epístola se refiere a la santificación progresiva cuando anima a los creyentes a presentar sus cuerpos
en santidad (Romanos 12:1). El libro de Romanos pasa de la justificación por la fe en los primeros
capítulos a vivir una vida de santificación en sus últimos capítulos.
Nos dedicaremos ahora a hablar de la santificación progresiva.
Santificación Progresiva
Iniciamos con la siguiente pregunta: ¿Puede perderse la justificación inicial, lograda, cuando venimos
a Cristo por la fe, y obtenida por Él la confesión y el perdón de nuestros pecados de ignorancia, gracias
a la obra del Espíritu Santo? La respuesta es sí. Veamos las evidencias:
“El hombre pecaminoso puede hallar esperanza y justicia solamente en Dios; ningún ser humano
sigue siendo justo cuando deja de tener fe en Dios y no mantiene una conexión vital con él.”
{Testimonios para los Ministros 367}
“Pero al paso que Dios puede ser justo y sin embargo justificar al pecador por los méritos de Cristo,
nadie puede cubrir su alma con el manto de la justicia de Cristo mientras practique pecados
conocidos, o descuide deberes conocidos. Dios requiere la entrega completa del corazón antes de
que pueda efectuarse la justificación. Y a fin de que el hombre retenga la justificación, debe haber
una obediencia continua mediante una fe activa y viviente que obre por el amor y purifique el
alma.” {Mensajes Selectos tomo 1, 429.1; 1SM.366.1}
Por eso se necesita repetir la conversión todos los días:
“Se necesita una conversión genuina, no una vez cada tantos años, sino diariamente. Esta
conversión produce en el hombre una nueva relación con Dios. Las cosas viejas… pasaron, y el

19
Calvino, Institutes, 3: 16.1
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hombre es renovado y santificado. Pero esta obra debe ser continua.” {Nuestra Elevada Vocación
215}
La santificación no es solamente la obra de un momento, sino que es la obra de una vida al permitir
que Dios nos use para sus propósitos. A las personas que se ha santificado en el nuevo nacimiento
se las llama a ser santas en su vida diaria. Vea por favor (1 Tesalonicenses 4: 3-7; Romanos 6: 19)
“Cuando Dios actúa en el corazón y el hombre entrega su voluntad a Dios y coopera con Dios,
efectúa en la vida lo que Dios realiza mediante el Espíritu Santo y hay armonía entre el propósito del
corazón y la práctica de la vida. Debe renunciarse a cada pecado como a lo aborrecible que crucificó
al Señor de la vida y de la gloria, y el creyente debe tener una experiencia progresiva al hacer
continuamente las obras de Cristo. La bendición de la justificación se retiene mediante la
entrega continua de la voluntad y la obediencia continua.” {Mensajes Selectos tomo 1, 464.2;
1SM.397.1}
“Los que son justificados por la fe deben tener un corazón que se mantenga en la senda del
Señor. Una evidencia de que el hombre no está justificado por la fe es que sus obras no
correspondan con su profesión. Santiago dice: “¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras,
y que la fe se perfeccionó por las obras?” Santiago 2:22.” {Mensajes Selectos tomo 1, 465.1;
1SM.397.2}
“Cuando estemos revestidos por la justicia de Cristo, no tendremos ningún gusto por el
pecado, pues Cristo obrará dentro de nosotros. Quizá cometamos errores, pero aborreceremos el
pecado que causó los sufrimientos del Hijo de Dios.”—The Review and Herald, 18 de marzo de 1890.
{Mensajes Selectos tomo 1, 422.2; 1SM.360.2}
El consejo inspirado es no predicar más sermones hasta que por experiencia entendamos que Cristo
nuestra Justicia es realmente una experiencia viva en nuestras vidas:
“No os atreváis a predicar un solo sermón más a menos que sepáis, por vuestra propia experiencia,
lo que Cristo es para vosotros.” {Testimonios para los Ministros 155}
“¿Ha sido transformado vuestro carácter? ¿Ha sido reemplazada la oscuridad por la luz, el amor al
pecado por el amor a la pureza y la santidad? ¿Os habéis convertido, vosotros que estáis ocupados
en enseñar la verdad a otros? ¿Se ha producido en vosotros un cambio cabal y radical? ¿Habéis
entretejido a Cristo en vuestro carácter? Necesitáis tener certeza absoluta de ello. ¿Se ha levantado
el Sol de justicia y ha estado brillando sobre vuestra alma? Si tal es el caso, vosotros lo sabéis; y
si no sabéis si estáis convertidos o no, no prediquéis un solo sermón desde el púlpito hasta
que lo sepáis. ¿Cómo podéis guiar a las almas a la fuente de la vida si vosotros mismos no habéis
bebido de ella? “¿Sois simuladores o sois realmente hijos de Dios? ¿Estáis sirviendo a Dios, o a los
ídolos? ¿Habéis sido transformados por el Espíritu de Dios, o estáis todavía muertos en vuestras
transgresiones y pecados? Ser hijos de Dios significa más de lo que muchos sueñan, porque no
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se han convertido. Se pesa a los hombres en la balanza y se los halla faltos cuando viven
cometiendo algún pecado conocido. Es el privilegio de todo hijo de Dios ser un verdadero
cristiano momento tras momento; entonces tienen todo el cielo de su parte. Tiene a Cristo
morando por la fe en su corazón.” {Testimonios para los Ministros 440.2; TM.440.2}
Crecer en la Gracia: Un imperativo del Nuevo Testamento
Los siguientes pasajes muestran el imperativo del Señor a crecer todos los días:
2 Pedro 3: 18 “en la gracia”. No sugiere que debemos crecer dentro de la gracia sino progresar en
gracia. En el momento de la santificación inicial la persona queda inmersa en la gracia que da poder.
2 Pedro 1: 3, 5-7; Efesios 4: 15; 2 Corintios 3: 18; 2 Tesalonicenses 1: 3; Filipenses 1: 9
Este proceso dinámico afecta todos los aspectos de la vida del cristiano. 1 Tesalonicenses 5: 23
Cuando un hombre mejora, comprende más y más claramente el mal que aún hay en él. Cuando
un hombre empeora, comprende menos su propia maldad. Hacer de Cristo el Señor, es colocar cada
resquicio de nuestra vida pública y privada bajo su control. La justificación salva de la culpa y el
castigo por haber pecado, mientras que la santificación salva del poder del pecado.
Hay una lucha constante en la santificación:
Aunque el diablo ha sido derrotado, aún no se ha declarado vencido. Aunque ha sido destronado,
no ha sido aún eliminado. De hecho, continúa desplegando un gran poder. Esta es la explicación de
la tensión que sentimos en nuestra experiencia personal.
La justificación, la regeneración y la santificación inicial proveen a los creyentes de una nueva
actitud hacia el pecado, pero no alteran los rasgos de carácter o los hábitos establecidos.
Romanos 6: 14 no tiene más “dominio”.
Romanos 6: 12, 13 pecado “reine”.
Para los que están en Cristo, el pecado se ha transformado de un monarca reinante en un
extranjero ilegal sin derechos, aunque aun así no es fácil eliminarlo. Hay una diferencia total entre
pecado sobreviviente y el pecado reinante; el regenerado en conflicto con el pecado, y el inconverso
que se complace en el pecado… una cosa es que el enemigo ocupe la capital, y otra, que sus huestes
derrotadas molesten a las guarniciones del reino.
Una de las funciones de la santificación progresiva es nivelar los hábitos del cristiano con su
actitud hacia el pecado. Esta es la obra constante de toda la vida. Como el pecado continúa en
la vida de los creyentes, también deben continuar la confesión, la santificación y la justificación. Ver
Colosenses 3: 10

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El papel de las obras en la santificación: Más allá de la santificación exhibicionista
Hay algunas peligrosas interpretaciones erróneas con respecto a las obras en la santificación.
La primera de ellas es considerar la santificación como el acto de seguir una lista de lo que se puede
y de lo que no se debe hacer; (no comer entre comidas o no usar cierto tipo de vestimentas, etc).
Seguir una serie de reglas. Si fuera así, estaríamos igual que los fariseos que creían que el pecado
era una serie de acciones y que la santificación sería también una serie de acciones.
La obediencia es el resultado del amor a Cristo. Y es el amor de Cristo, el que nos impele a obrar.
El cristiano no cumple una lista de obras predeterminada, actúa como Cristo lo haría en su lugar.
Toma conciencia de lo que es prudente hacer y lo hace. No para ser visto, si no, porque lo ha visto
hacer por su Maestro. Obedecer por ser vistos cansa. Obedecer por amor purifica el alma, la llena de
constante gozo, y nada le resulta gravoso. Cuando Cristo mora en nuestra vida, somos vistos como
cristianos, pues, nos comparamos con Cristo y le imitamos. Nos gloriamos en Cristo. Porque ser
cristiano, es ser como Cristo. Cuando cumplimos por ser vistos, nos vemos buenos, y nos comparamos
con los demás por lo bueno que hacemos y cumplimos. Nos gloriamos a nosotros mismos, y, hacemos
más grande la lista de deberes a cumplir, para sentirnos más buenos.
La segunda es mirar la vida santificada en forma negativa. Las personas se hacen “santas” por lo
que evitan.
La tercera es considerar la vida cristiana en procurar ser “bueno por el hecho de no ser malo” y en
construir muros morales a fin de tener la seguridad de saber dónde detenerse ante lo que se podría
considerar un pecado. Esta perspectiva de la santificación está más cerca de la mentalidad de los
fariseos que del cristianismo del Nuevo Testamento.
La hermana Elena G. White consideró que ese sería un peligro en la santificación:
“Muchos tienen la idea de que deben hacer alguna parte de la obra solos. Confiaron en Cristo para
obtener el perdón de sus pecados, pero ahora procuran vivir rectamente por sus propios esfuerzos.
Más todo esfuerzo tal fracasará” {Camino a Cristo 69}
Por otro lado, debemos tener cuidado en nuestro entendimiento con el papel de las obras en la
santificación. Muchos dicen también que todo lo que tenemos que hacer es rendir nuestras
vidas a Dios y él hace todo el esfuerzo. Nuestra lucha consiste en tratar de mantenernos en un
estado de entrega. Esta fue la enseñanza de muchos predicadores de la santidad del siglo
pasado, y uno ciertamente recibe esta impresión al leer algunos de los escritos de Morris
Venden.
Aunque hay mucha verdad en que debemos mantenernos en un estado de rendición, también es
verdad que no hace justicia a la riqueza del lenguaje bíblico, acerca del tema o la experiencia diaria.

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La Biblia está llena de palabras y relatos que sugieren el ejercicio del esfuerzo humano más de lo que
se necesita para estar en estado de rendición. Lea por favor los siguientes textos:
Hebreos 11: 23-28 hay cinco verbos: “rehusó”, “eligió”, “sufrió”, “dejó”, “soportó”
Mateo 6: 33 “buscar”
Romanos 8: 13; 12: 1, 2; Gálatas 5: 16
Juan 15: 5 (denota acción) cf Colosenses 1: 29; Filipenses 4: 13
En Levíticos 20: 7 se le dice al pueblo que se santifique… pero en el siguiente verso es el Señor el
que los santifica.
En Éxodo 14: 13-15 se les dice que estén quietos pero luego les dice que marchen.
Por lo tanto hay un elemento pasivo y otro activo en nuestro caminar con Dios. En primer lugar está
la rendición, luego, sigue la acción hecha posible por el poder del Espíritu que requiere del esfuerzo
humano.
Quizá el texto más claro sobre la interacción de la obra de Dios y el esfuerzo humano es la
amonestación de Pablo a los Filipenses: “ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor. Porque
Dios es el que produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2: 12, 13)
Ese pasaje muestra el papel activo del cristiano en la realización de su esfuerzo, pero coloca el
esfuerzo humano dentro del contexto de la gracia de Dios. Nuestro actuar no se suspende porque
Dios obre, ni la obra de Dios se suspende porque nosotros actuemos, sino que el esfuerzo cristiano
puede solamente funcionar en el contexto de la obra de Dios hecha en nuestro corazón y en nuestra
mente, y en unión permanente con el Espíritu Santo. La conversión no es poner a un hombre en un
sillón y llevarlo cómodamente al cielo. Es el comienzo de un conflicto poderoso, en el cual cuesta
mucho ganar la victoria.
“Pero se chasquearán los que esperan contemplar un cambio mágico en su carácter sin que haya
un esfuerzo decidido de su parte para vencer el pecado.” {Mensajes Selectos tomo 1, 394-395}
Compare estos dos pasajes también: Efesios 2: 8-10 cf Santiago 2: 24
Los dos apóstoles estaban hablando a diferentes audiencias y colocaban su énfasis en diferentes
aspectos de un mismo evangelio. Ellos vieron la conexión completa entre la forma en que un
cristiano cree y la forma en que vive. La Fe sola justifica, pero la fe que justifica no está sola. La
Fe obra para salvación. No son obras de la carne o muertas. Son de fe inspiradas por la gracia de
Dios:
Gálatas 5: 6; 1 Tesalonicenses 1: 3; 2 Tesalonicenses 1: 3; Romanos 1: 5; 14: 23 (comparar
con Isaías 26: 12; Efesios 2: 10; Col 1: 29)
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Las obras de la fe fluyen de una relación salvífica con Jesús, están llenas de energía por el Espíritu
Santo y son moldeadas y suavizadas por el amor del Padre. La fe no pregunta si hay obras buenas
para hacer, sino que antes que surja la pregunta, ya las ha hecho y está siempre haciéndolas.
Una persona salvada no obra para salvarse, como tampoco un árbol da frutos para mostrar
que está vivo. Un árbol da frutos porque está vivo, no para probar que está vivo.
Las “buenas” obras no buscan el mérito en ellas mismas. Deben ser naturales y espontáneas como
un padre que corre a alzar y consolar a su hijo (uno no se detiene a pensar en ello “a ver ahora, ¿debo
o no debo hacer eso? ¿Es necesario?”)
Uno no se preocupa si es una obra buena o no, simplemente la hace. Y después que pasó, se olvida
por completo de ella. Por otro lado, los que están involucrados en las obras muertas, y en las obras
de la ley están siempre buscando méritos, reconocimiento y recompensa.
“Sé lo que Ud. quiere decir, pero Ud. deja una impresión equivocada en muchas mentes. Si bien es
cierto que las buenas obras no salvarán ni a una sola alma, sin embargo es imposible que una
sola alma sea salvada sin buenas obras. Dios nos salva bajo la condición de que pidamos si
queremos recibir, busquemos, si queremos encontrar, y llamemos, si queremos que se nos abra la
puerta… No presente nadie la idea de que el hombre tiene poco o nada que hacer en la gran obra de
vencer, pues Dios no hace nada para el hombre sin su cooperación. Tampoco se diga que después
de que habéis hecho todo lo que podéis de vuestra parte, Jesús os ayudará. Cristo ha dicho:
“Separados de mí nada podéis hacer”. Juan 15:5. Desde el principio hasta el fin, el hombre ha de ser
colaborador con Dios. A menos que el Espíritu Santo actúe sobre el corazón humano, tropezaremos y
caeremos a cada paso. Los esfuerzos del hombre solo no son nada sino inutilidad, pero la cooperación
con Cristo significa victoria. Por nosotros mismos, no tenemos poder para arrepentirnos del pecado. A
menos que aceptemos la ayuda divina, no podemos dar el primer paso hacia el Salvador. El dice: “Yo
soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin” (Apocalipsis 21:6) en la salvación de cada alma.” {Mensajes
Selectos tomo 1, 442, 446, 447}

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Son muchos los que no comprenden la relación que existe entre la fe y las obras. Dicen: "Cree
solamente en Cristo, y estarás seguro. No tienes necesidad de guardar la ley." Pero la verdadera fe
se manifiesta mediante la obediencia. Cristo dijo a los judíos incrédulos: "Si fuerais hijos de Abrahán,
las obras de Abrahán haríais." (Juan 8:39.) Y tocante al padre de los fieles el Señor declara: "Oyó
Abrahán mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes." (Génesis 26:5.)
El apóstol Santiago dice: "La fe, si no tuviere obras, es muerta en sí misma." (Santiago 2:17.) Y Juan,
que habla tan minuciosamente acerca del amor, nos dice: "Este es el amor de Dios, que guardemos
sus mandamientos; y sus mandamientos no son penosos." (1 Juan 5:3.) Patriarcas y Profetas 150
Mediante símbolos y promesas, Dios "evangelizó antes a Abrahán." (Gálatas. 3:8.) Y la fe del patriarca
se fijó en el Redentor que había de venir. Obro de acuerdo a su fe, y su fe le fue contada por justicia.
Romanos 4:22 – 24.
VII. IMITAR A JESÚS:
PERFECCIÓN, IMPECABILIDAD Y SANTIFICACIÓN EN LA BIBLIA

Cuando Pedro y otros escritores del NT dijeron que Jesús es “nuestro ejemplo”, usaron la palabra
griega hypogrammos, que literalmente significa: “escribir debajo”. Hace referencia a un aula de clases,
donde el maestro escribe las palabras en una línea y le pide al niño que las imite copiándolas en la
línea de abajo. El Nuevo Testamento insta a los cristianos a escribir la biografía de sus propias vidas
con un ojo puesto en el estilo de vida escrito por Jesús.
El Nuevo Testamento es consistente al insistir que el cristiano debe seguir el ejemplo de Cristo
viviendo una vida santa. Veamos algunos ejemplos bíblicos:

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1 Pd 2: 21; 1: 15
Juan 13: 15; 14: 6 Jesús nos animó a imitarlo cuando se refirió a sí mismo como el “camino” (Vea
también Hechos 9: 2; 19: 9, 23; 22: 4; 24: 14, 22). Seguir el ejemplo de Jesús fue una parte importante
de “El Camino”.
1 Juan 2: 6; 1 Corintios 2: 6; 1 Tesalonicenses 1: 6 los alabó por ser imitadores.
Elena G. de Whte tenía la misma idea con respecto a alcanzar la norma de perfección y colocó
delante de nosotros el ejemplo del carácter de Cristo.
“… Nos llama a alcanzar una norma de perfección y coloca delante de nosotros el ejemplo del
carácter de Cristo. En su humanidad perfeccionada por una vida de constante resistencia al mal, el
Salvador demostró que a través de la cooperación con la divinidad, los seres humanos pueden
alcanzar en esta vida la perfección del carácter. Esta es la seguridad que Dios nos da, de que
nosotros también podemos obtener la victoria completa.” {Hechos de los Apóstoles 531}
Esta conocida declaración casi siempre se cita sin la frase identificadora de la oración temática que
aparece en el encabezado del párrafo, que dice que cada cristiano debe desarrollar “la perfección del
carácter cristiano”, “en su esfera”. Esto sugiere que la “esfera” de Cristo podría ser diferente de la
nuestra.
Antes de pasar a tratar la naturaleza de la imitación de Cristo, es importante notar que si bien otros
seres humanos son como Cristo en muchos aspectos, en otros son diferentes a él. Por ejemplo, la
Biblia no se refiere a ningún otro niño como al “Santo… el Hijo de Dios” (Lucas 1: 35). Cristo no fue
una persona común, como cualquier otra. Nació santo. Desde su misma concepción fue “de lo alto”.
En consecuencia, nunca tuvo una inclinación hacia el mal como otros niños.
Con este pensamiento en mente, Elena de White escribió que “no es correcto decir, como mucho
escritores lo han hecho, que Cristo era como todos los niños… Su inclinación hacia el bien era una
constante gratificación para sus padres… Él fue un ejemplo de lo que todos los niños deben tratar de
llegar a ser… Nadie que se fijara en su rostro infantil, lleno de vivacidad, podría decir que Cristo era
como los otros niños”. CB de Lucas 2:40.
“Nunca”, escribió en otra parte, “de ninguna manera, dejéis la impresión más mínima en las mentes
humanas de que había en Cristo una mancha o una inclinación hacia la corrupción” En otra ocasión
escribió que Cristo “se mantuvo ante el mundo, desde que entró por primera vez en él, incontaminado
por la corrupción”. No se puede decir lo mismo de ningún otro ser humano.20

20
E. G. White The Youth Instructor, 8 de septiembre de 1898; 704, 705; E. G. de White, al hermano y la hermana Baker [Febrero 9,
1896]; E. G. White, Comentario Bíblico adventista del séptimo dia, tomo 7, pág. 919.
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Por contraste, ella comentó que otros seres humanos (incluyendo los niños) tienen “inclinación hacia
el mal”21 Y Pablo destaca que “todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:
23).
Los niños pueden corregir su “inclinación” al venir a Cristo y “nacer de lo alto” (Juan 3: 3, 7) y al
aceptar el poder del Espíritu Santo en sus vidas. Entonces, son participantes de la naturaleza divina
que Cristo experimentó al nacer.
Aun así, no son exactamente como Cristo en su humanidad, porque han traído a su nueva vida sus
hábitos pecaminosos y sus tendencias muy desarrolladas del pasado. Así que todos los niños, en
contraste con Cristo, necesitan ser justificados (contados por justos), regenerados (nacidos de lo alto
para que sus inclinaciones apunten en la dirección correcta) y santificados progresivamente (una
nueva dirección de sus malos hábitos enraizados).
Por supuesto, Cristo no tuvo que pasar por ninguno de estos procesos. Él no necesitó ser justificado,
porque nunca pecó. No necesitó ser regenerado, porque nación con una “inclinación hacia el bien”.
Y no necesitó ser santificado, porque nunca tuvo malos hábitos que rectificar.
Por otro lado, Jesús fue como el resto de la humanidad en muchos aspectos. Elena de White declaró,
por ejemplo, que Cristo “tomó sobre sí nuestra naturaleza pecaminosa”. En vista de que, como
notamos anteriormente, ella dice que Jesús no tenía una naturaleza moral caída, sus declaraciones
con respecto a su “naturaleza pecaminosa” deben referirse a su naturaleza física. “Jesús aceptó la
humanidad”, escribió Elena de White, “cuando la especie se hallaba debilitada por cuatro mil años de
pecado. Como cualquier hijo de Adán, aceptó los efectos de la gran ley de la herencia.”22
Otra forma en que Cristo en su humanidad fue como nosotros es que no eligió usar su poder
divino para favorecerse a sí mismo durante su encarnación. Habiéndose despojado “de sí mismo”
(filipenses 2: 7), Dios el Hijo vivió dependiendo absolutamente de Dios el Padre mientras estuvo sobre
la tierra, como deben hacerlo todas las personas que temen a Dios (Juan 5: 19, 39; 8: 28; 14: 10). Él
no vino a la tierra para vivir como Dios, sino para vivir en espontánea obediencia a Dios como ser
humano y vencer donde Adán y Eva habían caído (Romanos 5: 15-19; Filipenses 2: 8). Como Elena
de White dice: “El poder del Dios Salvador estaba oculto. Él venció la naturaleza humana dependiendo
del poder de Dios”. Él no solamente “soportó todas las pruebas que nos asaltan a nosotros”, sino que
“no ejerció en favor suyo poder alguno que no nos sea ofrecido generosamente”.23
Nosotros podemos tener el poder dinámico del Espíritu Santo para vencer el pecado tal como Cristo
lo tuvo.

21
White, Educación pág. 29
22
E. G. White, Review and Herald, 15 de diciembre de 1896, pág. 789; White, El Deseado de Todas las Gentes, pág. 32, 33.
23
E. G. de White, The Youth Instructor, 25 de abril de 1901, pág. 130; White, El Deseado de Todas las Gentes pág 15.
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Así que Cristo fue como cualquiera de nosotros en algunos aspectos y diferentes en otros. Cuando
Pablo declara que Dios envió a su Hijo “en semejanza de carne de pecado” (Romanos 8: 3; Filipenses
2: 7), él quería decir similar, no igual. La misma palabra griega se usa para sugerir que el reino de
Dios es “semejante” a una semilla de mostaza o a un tesoro escondido en el campo (Lucas 13: 44).
La idea es similitud, no igualdad absoluta.
Con este concepto en mente, es más fácil ver por qué Elena de White sugirió que nunca podremos
igualar al modelo Cristo Jesús.

La Perfección Bíblica
De los cuatro evangelios solamente Mateo utiliza el término perfecto, y lo usa únicamente dos veces.
Las dos primeras ocasiones se hallan en la declaración de Mateo 5: 48.
Ser perfecto de acuerdo con los versos 43-47 significa amar (agapao) no solamente a los amigos
sino a los enemigos. Versos 44, 45.
El pasaje paralelo de Lucas refuerza ese mensaje: Lucas 6: 27-36, 40.
De esta manera para los escritores de los evangelios ser misericordioso, era lo mismo que ser
perfecto. Así como Dios envió a Cristo a morir por sus enemigos (Romanos 5: 6, 8, 10) así sus hijos
deben emular su corazón amante.
La palabra “perfección” no tiene nunca la connotación de impecabilidad absoluta. La palabra griega
traducida como perfección es: “teleios”, la forma adjetiva de “telos”.
Telos significa “un fin”, “un propósito”, “una meta”, o “un blanco”; "acabado", "completo", "el que
ha alcanzado la meta". Proviene del vocablo télos, "fin", "cumplimiento", "límite". Algo es teleios si
cumple el propósito por el cual fue creado. Las personas son, por lo tanto, perfectas (teleios) si
cumplen el propósito de Dios para sus vidas.
Jesús declaró que el ideal cristiano es que los seres humanos fueran teleios (perfectos) en amor, así
como lo es su Padre que está en el cielo. El significado de teleios no es “sin pecado” sino
“maduro”, “entero”, o “no dividido”. Cristo por lo tanto pudo decirle al joven rico que si él
quería ser perfecto, (teleios) debía entregarse totalmente a Dios.
La RVR traduce "los que han alcanzado madurez" (1 Corintios 2: 6) y "perfectos" (Filipenses 3:
15). Al mismo tiempo, comprende que hay nuevas alturas que alcanzar y que él mismo no ha
alcanzado la perfección final.
En el Nuevo Testamento se emplea la palabra téleios para describir a hombres que son física e
intelectualmente "maduros" (Hebreos. 5: 13-6:1; 1 Corintios. 14: 20). Los maduros son “los que por
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el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y el mal. Por eso… vamos hacia
adulto [“perfección”, de telos].
La misma verdad se aplica al Antiguo Testamento, donde las palabras traducidas por “perfecto”
generalmente significan “completo”, “digno” o “sin culpa”, en sentido espiritual. Por eso Noé, Abraham
y Job podían ser llamados “perfectos” (Génesis 6: 9; 17:1; Job 2: 2, 8 cf cap 31) aun cuando
tuvieran faltas obvias.
El santo perfecto según el Antiguo Testamento, era la persona de “corazón perfecto” para con Dios,
que “caminaba” en su senda conforme a la voluntad de Dios. (1 Reyes 8: 61; Isaías 38: 3)
La perfección bíblica es mucho más que el mero comportamiento. Tiene que ver mayormente con
la maduración de las relaciones quebrantadas por la rebelión y la caída según Génesis.

Impecabilidad Bíblica
La Biblia explícitamente enseña que podemos mantenernos sin pecado en esta vida.
“Todo aquel que permanece en él, no peca… Todo aquel que es nacido de Dios, no práctica el
pecado, porque la simiente de Dios permanece en él. Y no puede pecar, porque es nacido de Dios”
(1 Juan 3: 6, 9). “Sabemos que todo aquel que es nacido de Dios, no práctica el pecado, pues Aquel
que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca” (1 Juan 5: 18).
Aisladamente, estos pasajes parecieran describir y demandar la perfección e impecabilidad de todos
los cristianos. Por otro lado, hay textos en esta misma epístola que aparentemente indican justamente
lo contrario. Por ejemplo, “si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos”.
“Si confesamos nuestros pecados él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados”. “Si decimos que
no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso”; “estas cosas os escribo para que no pequéis; y si
alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el Justo” (1 Juan 1: 8-2: 1)
A la luz de estos dos grupos de textos, es claro que o Juan está terriblemente confundido o está
trabajando con una definición de pecado que es más compleja de lo que generalmente reconocen
aquellos que rápidamente lo citan diciendo que “el pecado es infracción de la ley” (3: 4) y le adjudican
a ese texto una interpretación basada puramente en la conducta exterior.
El hecho de que Juan tiene en mente una definición compleja del pecado no es evidente solamente
en los pasajes citados anteriormente sino también en 1 Juan 5: 16 donde observa que algunos
pecados no son “de muerte” mientras que otros son “de muerte”.
La línea que marca la separación entre el pecado que no es posible concebir en el creyente (“pecado
de muerte”, cap 3: 9; 5: 16) y aquellos pecados que están abiertos a la mediación de Cristo (“pecado
que no sea de muerte”, cap. 1: 9; 2:1) se encuentra en la actitud de la persona. Es importante notar
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que en todos los pasajes de 1 Juan que demandan la impecabilidad, los verbos en griego que
describen a las personas que pecan están en tiempo presente, dando a entender que éstas viven en
un estado de pecado permanente o habitual. Por otro lado, en 1 Juan 2: 1, donde se nos dice que si
pecamos tenemos un Mediador, el verbo están en tiempo aoristo, indicando con ello una acción
definida realizada en el pasado que no continúa y que por lo tanto no es habitual.
El cuadro en 1 Juan contrasta a los que tienen una actitud de rebeldía hacia Dios y viven en pecado
continuo como forma de vida y con los que cometen pecados de los que cuales se arrepienten al
buscar al Mediador para obtener perdón y limpieza. La primera categoría señala a aquellos que han
pecado “de muerte” mientras que el pecado de los de la segunda categoría no es “de muerte”.
Aquellos que pecan “de muerte” viven en un estado de “transgresión de la ley” (3: 4) y de rebelión
hacia Dios, mientras que los que están en armonía con el Mediador son “nacidos de Dios”, permanecen
“en él” y forman parte de la familia de Dios mediante la adopción (3: 9, 6, 1)
Siendo que los cristianos han nacido de lo alto y sus mentes fueron transformadas, no tienen una
actitud de rebeldía hacia Dios. Por el contrario, ellos andan “en luz, como él está en luz” (1:7; 2: 6).
Por otro lado, hay quienes aseguran que están “con él” pero andan “en tinieblas” (1: 6).
“Andar” en el libro de Juan se refiere a dos formas de vida. Una forma de vida es la relación con el
PECADO para con Dios que lleva a una vida de continua transgresión (pecados) y termina en la
muerte. La otra es la relación de fe que da lugar a una actitud nacida de lo alto hacia el pecado y
acude con humildad ante el mediador. Juan define a los que están en este segundo grupo como
personas sin pecado, aun cuando todavía cometan actos pecaminosos por los cuales necesitan
perdón.
De esta manera, la impecabilidad no solamente es una posibilidad en la vida presente, sino
también es una promesa y un requisito bíblico. El cristiano “no practica el pecado” [vivir en un
estado de rebelión] porque es nacido de Dios” (3: 9). Por otro lado, los que no han nacido de Dios
“son los hijos del diablo”. Dada su rebelión no pueden hacer nada ni la voluntad de Dios ni amar a su
prójimo. (3: 10).
El mismo patrón se ve en Romanos 6. Dicho pasaje declara dos veces que los cristianos han
“muerto al pecado”, (6: 2, 11) y que han sido “libertados del pecado” (6: 22). Lo que Pablo dice, sin
embargo, no es que los cristianos nunca cometen actos pecaminosos sino que no viven vidas
subyugadas por el pecado. Por lo tanto ellos no son “más esclavos del pecado”, y el pecado no tiene
“dominio” sobre ellos (versos 6, 14)
Es importante notar, sin embargo, que Pablo es bastante claro cuando afirma que tales
cristianos viven su relación de fe en “cuerpos mortales” (verso 12). Aquí hay un aspecto de la vida
cristiana en el que Pablo y Juan hacen una diferencia entre impecabilidad e impecabilidad absoluta.
La diferencia entre impecabilidad e impecabilidad absoluta también la encontramos en el concepto de
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Pablo sobre la perfección y la perfección absoluta o final. En Filipenses, se describe a sí mismo y a
algunos miembros como ya “perfectos” pero en el mismo pasaje declara que aún no han alcanzado la
perfección (Filipenses 3: 15, 12). El ser ya “perfectos” se refiere a la dedicación de los filipenses de
su corazón y mente a Cristo, mientras que el estado de “no ser aún perfectos” sugiere que Pablo y su
iglesia estaban en un proceso de crecimiento y desarrollo en su camino hacia la perfección. Es decir,
eran ya perfectos (maduros en su actitud para con Cristo) aunque estaban en camino hacia una
perfección más completa.
Por lo tanto, ser perfecto significa mantenerse en un estado dinámico que impulsa a los cristianos a
continuar avanzando en la vida cristiana.
Perfección: un proceso dinámico
Crecer en perfección:
Lucas 2: 52 Aun cuando fue perfecto como niño, creció en gracia.
“Aún el cristiano más perfecto puede crecer continuamente en el conocimiento y en el amor de
Dios.” {Joyas de los Testimonios 115}
“En cada grado de desarrollo, nuestra vida puede ser perfecta; pero, si se cumple el propósito de
Dios para con nosotros, habrá un avance continuo.” {Palabras de Vida del Gran Maestro pág. 46;
Educación 101}
El cristiano perfecto es el cristiano en desarrollo. Este comienza en la conversión, crece a través de
la vida diaria, y continuará progresando.
Estamos entre ser perfecto y no serlo todavía:
“Ninguno de los apóstoles o profetas pretendió jamás estar sin pecado. Los hombres que han vivido
más cerca de Dios, que han estado dispuestos a sacrificar la vida misma antes que cometer a
sabiendas una acción mala, los hombres a los cuales Dios había honrado con luz y poder divinos, han
confesado la pecaminosidad de su propia naturaleza.” {Palabras de Vida del Gran Maestro pág.
124}
A causa de sus cuerpos, que distan de ser perfectos, y sus mentes frágiles, que no conocen ni
comprenden, los cristianos aún cometen pecados de ignorancia y pecados de flaqueza que necesitan
ser confesados y limpiados con la sangre expiatoria. La perfección según la Biblia, en términos de
seres humanos con cuerpos mortales, se refiere más bien al alma que a la perfección absoluta
en todos los aspectos de la vida. De ahí la dualidad en la enseñanza de Pablo de ser perfecto,
pero aún no ser perfecto. El corazón y la mente han sido transformados de manera tal que el
cristiano no siente más el deseo voluntario o una intención consciente de seguir pecando.

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Perfección en nuestra esfera
Es crucial observar que Elena G. White sostuvo que aun cuando los cristianos deberán reproducir el
carácter perfecto de Cristo, nunca lo lograrán. Por eso escribió:
“Nuestro Señor y Salvador dejó a un lado su dominio, sus riquezas y su gloria, y vino a
buscarnos, para poder salvarnos de la miseria y hacer de nosotros seres semejantes a él. Se humilló
a sí mismo y tomó nuestra naturaleza para que pudiéramos aprender de él y, al imitar su vida de
generosidad y abnegación, pudiéramos seguirlo paso a paso hasta el Cielo. No podemos ser iguales
al Modelo, pero podemos parecernos a él, y de acuerdo con nuestra capacidad obrar de la
misma manera”. {Testimonios para la Iglesia tomo 2, 154}.
Bajo este mismo pensamiento ella escribió:
“Cristo es nuestro modelo, el ejemplo perfecto y santo que nos fue dado para que lo siguiéramos.
Nunca podremos igualar al modelo; pero podemos imitarlo y reflejarlo de acuerdo con nuestra
habilidad.” RH feb 5, 1895.
Ella dijo que debemos reproducir el carácter de Cristo en forma perfecta, pero que nunca podremos
igualar perfectamente al modelo.
La mejor forma de manejar el aparente conflicto es dejar que Elena de White formule su propia
explicación. La clave de una comprensión equilibrada parece estar en su comentario, repetido a
menudo, sobre Mat 5:48: “Como Dios es perfecto en su esfera, puede serlo el hombre en la suya”
{Joyas de los Testimonios tomo 1, 589; Patriarcas y Profetas 620}
Esto muestra que la perfección es algo diferente en la esfera humana. Y no solo eso, sino que varía
de persona a persona:
“Con nuestras facultades limitadas, hemos de ser tan santos en nuestra esfera como Dios es
santo en la suya. Hasta donde alcance nuestra capacidad (la cual aparentemente difiere entre
individuos y aun en la propia persona en diferentes momentos), hemos de manifestar la verdad,
el amor y la excelencia del carácter divino.” {Mensajes Selectos tomo1, 395 Maranatha 225}
Ella asoció la perfección con la capacidad individual. Por lo tanto, hay grados de perfección relativa
de una persona a otra, ya que no todos tienen la misma capacidad.
“El lugar definido señalado para nosotros en la vida es determinado por nuestras aptitudes. No
todos alcanzan el mismo desarrollo, ni hacen con igual eficiencia el mismo trabajo. Dios no
espera que el hisopo adquiera las proporciones del cedro, ni que el olivo alcance la altura de la
majestuosa palmera. Pero todos deberíamos aspirar a la altura a que la unión del poder humano
con el divino nos permita alcanzar” {Educación 259}

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Si bien hay grandes variaciones en logros y potencial individuales, hay una constante en todos los
niveles de capacidad: una total dedicación a los propósitos de Dios a fin de que él nos use a nuestro
máximo potencial. Esa dedicación total o perfecta a la voluntad de Dios es un aspecto importante de
la perfección cristiana. La dedicación total es el extremo opuesto de esa rebelión que se llama
PECADO.
Impecable, pero todavía pecador.
Elena G. White es bastante explícita en su declaración de que un cristiano puede vivir una vida sin
pecado aquí en la tierra. Por ejemplo en 1906 dijo:
“A todos los que se someten a Dios por completo se les da el privilegio de vivir sin pecado, en
obediencia a la ley del cielo.” {RH 27 septiembre 1906}
“todo aquél que por fe obedece los mandamientos de Dios, llegará a la condición de impecabilidad
que Adán tenía antes de su transgresión.” {ST julio 23, 1902 6CB 1118}
Por contraste ella observó que solamente “cuando los santos de Dios sean glorificados… se
podrá decir con seguridad que son salvos y sin pecado.” {ST 16 mayo, 1895}.
“No podemos decir: ‘Estoy sin pecado’, hasta que este cuerpo vil sea cambiado y transformado a
semejanza de su cuerpo glorioso” {ST marzo 23, 1888}.
Preguntamos: ¿Cómo es que Elena de White puede decir que podemos vivir sin pecado y estar sin
pecado como Adán antes de la caída, por un lado, mientras que por el otro indica que no podemos
decir que estamos sin pecado y que necesitamos los méritos de Cristo hasta su segunda venida?
La respuesta es porque el pecado es un acto de rebelión contra la persona y la autoridad de Dios.
El pecado es una actitud y un acto consciente y voluntario.
“No es fe pretender el favor del Cielo sin cumplir las condiciones necesarias para que la gracia
sea concedida. Es presunción, pues la fe verdadera se funda en las promesas y disposiciones de las
Sagradas Escrituras. Nadie se engañe a sí mismo creyendo que puede volverse santo mientras
viole premeditadamente uno de los preceptos divinos. Un pecado cometido deliberadamente
acalla la voz atestiguadora del Espíritu y separa al alma de Dios...” {Conflicto de los Siglos 526}
Pero ser llevado a pecar en forma inconsciente, no intentando pecar,… es muy diferente del que
planea y deliberadamente entra en la tentación y planea un curso de acción.” {Nuestra Elevada
Vocación 177; Mensajes Selectos tomo 1, 422}
Con esto en mente podemos empezar a comprender las declaraciones aparentemente conflictivas
de Elena G. White, de que podemos vivir vidas sin pecado, pero que a la vez no podemos decir que
estamos sin pecado. Aquellos que “viven sin pecado” y quienes “alcanzan la condición de
impecabilidad que tuvo Adán antes de su transgresión”, no estarán viviendo en rebelión o en pecado
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intencional, como no lo estuvo Adán antes de la caída. Puesto que su actitud es correcta delante de
Dios, no están en rebelión contra él y su ley de amor.
Por otro lado todavía cometerán errores. Incluso cometerán pecados no intencionales y no
conscientes. Por lo tanto no están sin pecado.
La hermana White también luchó con ese viejo tema de Pablo de “cuerpos mortales”:
“Todos pueden ahora obtener corazones santos, pero no es correcto decir que en esta vida
podemos tener carne santa… Si aquellos que hablan tan libremente de la perfección en la carne,
pudieran ver las cosas en su luz verdadera, se horrorizarían de sus ideas presuntuosas… Si bien no
podemos reclamar la perfección de la carne, podemos tener la perfección cristiana del alma. A
través del sacrificio hecho por nosotros, los pecados pueden ser perfectamente perdonados.
Nuestra dependencia no está en lo que el hombre puede hacer; sino en lo que Dios puede hacer por
el hombre a través de Cristo… Todos pueden ser hechos perfectos en Cristo Jesús. Gracias a
Dios que no estamos luchando con imposibilidades. Podemos reclamar la santificación… Si bien se
perdona el pecado en esta vida, de momento no se remueven totalmente sus consecuencias.”
{CG Bulletin, 1901 págs 419, 420. Mensajes Selectos tomo 2, 36, 37}
Al igual que la Biblia, Elena G. White sostenía que hay una dualidad en la experiencia de los
cristianos que sean sin pecado, pero no absolutamente sin pecado. Estos cristianos sin pecado son
los mismos cristianos perfectos. Hay quienes comparten una relación de fe con Jesús y cuyos
corazones, mentes y voluntades están totalmente entregados a hacer la voluntad de Dios. Por lo
tanto, están tan libres del pecado de la rebelión, como lo estuvo Adán antes de su caída. Por
otro lado, debido a la ignorancia y otras debilidades de la carne, aún cometen errores y pecados
involuntarios. Por lo tanto, les espera un estado más completo de perfección e impecabilidad en el
momento de la segunda venida de Jesús, cuando se cumplan estos pasajes: Filipenses 3: 21; 1
Corintios 15: 44, 50-54.

VIII. LA PERFECCIÓN Y LA ÚLTIMA GENERACIÓN


“Vi que muchos descuidaban la preparación necesaria, esperando que el tiempo del “refrigerio” y la
“lluvia tardía” los preparase para sostenerse en el día del Señor y vivir en su presencia. ¡Oh! ¡y a
cuántos vi sin amparo en el tiempo de angustia! Habían descuidado la preparación necesaria, y por lo
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tanto no podían recibir el refrigerio indispensable para sobrevivir a la vista de un Dios santo. Quienes
se nieguen a ser tallados por los profetas y a purificar sus almas obedeciendo a toda la verdad, quienes
presuman estar en condición mucho mejor de lo que están en realidad, llegarán al tiempo en que
caigan las plagas y verán que les hubiera sido necesario que los tallasen y escuadrasen para la
edificación. Pero ya no habrá tiempo para ello ni tampoco Mediador que abogue por ellos ante el Padre.
Antes de ese tiempo se promulgó la solemne declaración: “El que es injusto, sea injusto todavía; y el
que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo,
santifíquese todavía.” Vi que nadie podrá participar del “refrigerio” a menos que haya vencido todas
las tentaciones y triunfado del orgullo, el egoísmo, el amor al mundo y toda palabra y obra malas. Por
lo tanto, debemos acercarnos más y más al Señor y buscar anhelosamente la preparación necesaria
que nos habilite para permanecer firmes en la batalla, en el día del Señor. Recuerden todos que Dios
es santo y que únicamente seres santos podrán morar alguna vez en su presencia.” {Primeros
Escritos 71.1; EW.71.2}
“Cristo está tratando de reproducirse a sí mismo en el corazón de los hombres; y esto lo hace
mediante los que creen en él. El objeto de la vida cristiana es llevar fruto, la reproducción del carácter
de Cristo en el creyente, para que ese mismo carácter pueda reproducirse en otros.” {Palabras de
Vida del Gran Maestro 46.2; COL.67.1}
“Cristo espera con un deseo anhelante la manifestación de sí mismo en su iglesia. Cuando el carácter
de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces vendrá él para reclamarlos como
suyos.” {Palabras de Vida del Gran Maestro 47.4; COL.69.1}
Reproducir perfectamente el carácter de Cristo significa abandonar los planes perfeccionistas
farisaicos que se centran internamente en mi propio bienestar y perder mi “yo” en el servicio a otros.
Significa una relación de amor.
“El último mensaje de clemencia que ha de darse al mundo, es una revelación de su carácter de
amor” {Palabras de Vida del Gran Maestro 342}
Vez tras vez Elena de White reiteró el mensaje tan necesario de que la perfección de carácter se
centra en el principio motivador del amor de Dios en todos los aspectos de la vida cristiana.
“Cuando el yo está sumergido en Cristo, el amor brota espontáneamente. La plenitud del carácter
cristiano se alcanza cuando el impulso a ayudar y beneficiar a otros brota constantemente de
adentro, cuando la luz del cielo llena el corazón y se revela en el semblante.” {Palabras de Vida
del Gran Maestro 317}
“Los que vivan en la tierra cuando cese la intercesión de Cristo en el santuario celestial deberán
estar en pie en la presencia del Dios santo sin mediador. Sus vestiduras deberán estar sin mácula; sus
caracteres, purificados de todo pecado por la sangre de la aspersión. Por la gracia de Dios y sus

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propios y diligentes esfuerzos deberán ser vencedores en la lucha con el mal.” {Conflicto de los
Siglos pág 421}
Sobre ese mismo tema, escribió Elena G. White:
“Ahora, mientras que nuestro gran Sumo Sacerdote está haciendo propiciación por nosotros,
debemos tratar de llegar a la perfección en Cristo. Nuestro Salvador no pudo ser inducido a ceder a la
tentación ni siquiera en pensamiento. Satanás encuentra en los corazones humanos algún asidero en
que hacerse firme; es tal vez algún deseo pecaminoso que se acaricia, por medio del cual la tentación
se fortalece. Pero Cristo declaró al hablar de sí mismo: “Viene el príncipe de este mundo; mas no tiene
nada en mí”. Juan 14:30. Satanás no pudo encontrar nada en el Hijo de Dios que le permitiese ganar
la victoria. Cristo guardó los mandamientos de su Padre y no hubo en él ningún pecado de que Satanás
pudiese sacar ventaja. Esta es la condición en que deben encontrarse los que han de poder subsistir
en el tiempo de angustia.” {Conflicto de los Siglos 681; GC.623.1}
Reflejar a Cristo o ser semejantes en carácter a Cristo, se refiere a una actitud y vida basadas en el
amor, y no a una conducta absolutamente impecable. CS 681 habla del pecado “que se acaricia” que
es el problema real. “Satanás no pudo encontrar nada en el Hijo de Dios que le permitiese ganar la
victoria”
Ellos llegan a la perfección en Cristo. Ni siquiera en pensamiento pecan de rebeldía, puesto que sus
pensamientos han sido transformados por el Espíritu Santo. Pero eso no significa que los santos sean
totalmente impecables o absolutamente perfectos. Son perfectos, pero no son perfectos aún; son sin
pecado, pero no son impecables aún.
Ellos son perfectos de carácter en el sentido de haber incorporado el gran principio de la ley de amor
a sus vidas, pero aún están en el proceso que lleva hacia la perfección total. No tienen pecado en el
sentido de que no acarician el pecado ni la rebelión, pero les espera su impecabilidad absoluta al toque
de la final trompeta de Dios.
La naturaleza que se obtiene a través de la santificación es la perfección de carácter o perfección
moral, no la perfección absoluta.
Tiene que ver con la incorporación del gran principio divino del amor y una reorientación de la vida
de una relación rebelde de PECADO hacia Dios a una relación de fe.

Impecabilidad absoluta al toque de la final trompeta de Dios.


Leer los siguientes pasajes:
Filipenses 1: 6

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Hebreos 11: 39, 40
Romanos 8: 23, 24 obra inconclusa
La redención completa abarca la redención de nuestros cuerpos.
Filipenses 3: 12, 15, 20, 21
1 Corintios 15: 43, 44, 53
1 Corintios 13: 12
1 Juan 3: 2
“Él transformará nuestros cuerpos viles y los hará semejantes a la imagen de su cuerpo glorioso. La
forma mortal y corruptible, desprovista de gracia, manchada en otro tiempo por el pecado, se vuelve
perfecta, hermosa e inmortal. Todas las imperfecciones y deformidades quedan en la tumba.
Reintegrados en su derecho al árbol de la vida, en el desde tanto tiempo perdido Edén, los redimidos
crecerán hasta alcanzar la estatura perfecta de la raza humana en su gloria primitiva. Las últimas
señales de la maldición del pecado serán quitadas, y los fieles discípulos de Cristo aparecerán en “la
hermosura de Jehová nuestro Dios”, reflejando en espíritu, cuerpo y alma la imagen perfecta de su
Señor. ¡Oh maravillosa redención, tan descrita y tan esperada, contemplada con anticipación febril,
pero jamás enteramente comprendida!” {Conflicto de los Siglos 627.2; GC.644.3}
En el cielo seguiremos perfeccionando nuestro carácter:
“que en este mundo andan de acuerdo con las instrucciones de Cristo, llevarán consigo a las
mansiones celestiales toda adquisición divina. Y en el cielo mejoraremos continuamente. Cuán
importante es, pues, el desarrollo del carácter en esta vida.”—Lecciones Prácticas del Gran Maestro,
303. {Conducción del Niño 147.1; CG.161.1}
“Allí espíritus inmortales contemplarán con eterno deleite las maravillas del poder creador, los
misterios del amor redentor. Allí no hay enemigo cruel y engañador para tentar a que se olvide a Dios.
Toda facultad será desarrollada, toda capacidad aumentada. La adquisición de conocimientos no
cansará la inteligencia ni agotará las energías. Las más grandes empresas se llevarán a cabo, las
aspiraciones más sublimes serán satisfechas, se realizarán las más encumbradas ambiciones; y sin
embargo surgirán nuevas alturas que ascender, nuevas verdades que comprender, nuevos objetos
que agucen las facultades del espíritu, del alma y del cuerpo.” {Conflicto de los Siglos 736}

Justicia imputada.
Leer Romanos 10: 3 – 10.

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A este fin tiende la obra de todos los seres celestiales. Tienen que trabajar, bajo las órdenes de su
General, para la restauración de aquellos que por la transgresión se han separado de su Padre
celestial. Se ha ideado un plan por el cual se revelarán al mundo la maravillosa gracia y el amor infinito
de Cristo. El amor de Dios se revela en el precio infinito pagado por el Hijo de Dios para el rescate del
hombre. Este glorioso plan de redención es amplio en sus provisiones para salvar al mundo entero.
El hombre pecador y caído puede ser hecho completo en Jesús mediante el perdón del pecado y la
justicia imputada de Cristo. Dios nos cuida agosto 9.
La justicia de Cristo hace que el pecador penitente sea aceptable ante Dios y obra su justificación.
No importa cuán pecadora haya sido su vida, si cree en Jesús como su Salvador personal, se halla
delante de Dios vestido con el manto inmaculado de la justicia imputada de Cristo. Dios nos cuida
noviembre 6.

Aquí está la verdad presentada con toda claridad. Esta misericordia y bondad son totalmente
inmerecidas. La gracia de Cristo ha de justificar gratuitamente al pecador sin mérito ni pretensión de
parte de él. La justificación es el perdón total y completo del pecado. En el momento en que el pecador
acepta a Cristo por la fe, es perdonado. La justicia de Cristo le es imputada, y ya no ha de dudar de la
gracia perdonadora de Dios. Dios nos cuida noviembre 7.
La justicia imputada es, la justicia de Cristo que cubre al pecador y lo hace ver inocente, mientras
recae la culpa sobre el inocente. Es la justicia de Cristo lo que hace que el pecador penitente sea
aceptable ante Dios y lo que obra su justificación. No importa cuán pecaminosa haya sido su vida, si
cree en Jesús como su Salvador personal, comparece delante de Dios con las vestiduras inmaculadas
de la justicia imputada de Cristo.
Por medio de la justicia imputada de Cristo, el pecador puede sentir que está perdonado, y puede
saber que la ley no lo condena más, porque está en armonía con todos sus preceptos. Es su privilegio
considerarse inocente cuando lee en cuanto a la retribución que sobrevendrá al incrédulo y al pecador,
y piensa en ella. Se aferra por fe de la justicia de Cristo, y responde con amor y gratitud al gran amor
de Dios manifestado en el don de su Hijo unigénito, quien murió a fin de sacar a luz la vida y la
inmortalidad por el Evangelio. Sabiéndose pecador y transgresor de la santa ley de Dios, considera la
perfecta obediencia de Cristo, su muerte en el Calvario por los pecados del mundo, y tiene la seguridad
de que es justificado por la fe en los méritos y en el sacrificio de Cristo. Comprende que la ley fue
obedecida en su favor por el Hijo de Dios, y que el castigo de la transgresión no puede caer sobre el
pecador creyente. La activa obediencia de Cristo reviste al pecador creyente de Injusticia que llena
las demandas de la ley.-YI 29-11-1894.
Justicia impartida.
Leer Gálatas 2: 20; Filipenses 2: 13.

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La vestidura blanca es la pureza de carácter, la justicia de Cristo impartida al pecador. Es a la verdad
una vestidura de tejido celestial, que puede comprarse únicamente de Cristo, para una vida de
obediencia voluntaria. 1 Joyas de los Testimonios 480.
Si los hombres quisieran reconocer el Don, y aceptar su sacrificio, sus transgresiones serían
perdonadas, y la gracia de Dios les sería impartida para ayudarles a rendir en sus vidas los preciosos
frutos de la santidad.-RH 22- 4-1909.
La convicción del pecado, implantada por la ley, impele al pecador hacia el Salvador. En su
necesidad, el hombre puede presentar el poderoso argumento suministrado por la cruz del Calvario.
Puede demandar la justicia de Cristo, pues es impartida a todo pecador arrepentido. Dios declara: "Al
que a mí viene, no le echo fuera" (Juan 6: 37). "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para
perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1: 9). 1 Mensajes Selectos 284.
Sin embargo, la justificación no se recibe como una recompensa por nuestra fe en Cristo, sino que
la fe es el medio de apropiarse de la justificación. Cuando el creyente en Jesús, con amor y gratitud,
se entrega sin reservas a la misericordia y a la voluntad de Dios, la rectitud de la justificación le es
imputada. Y a medida que continúa diariamente experimentando esta confianza, entrega y comunión,
aumenta su fe, capacitándolo para recibir más y más de la justicia impartida o la santificación.
Conclusión.
La justicia de Cristo será tanto el medio como la meta de la salvación. Así como Jesús es justo, todos
los habitantes de la santa ciudad serán justos, porque todos serán como él es (1 Juan 3: 2). La justicia
de Jesús tanto es imputada como impartida a todos sus seguidores. La salvación incluye tanto la
justicia que Cristo les imputa para expiar los pecados ya cometidos, como la que les imparte con el fin
de capacitarlos para vivir por encima del pecado. De esta manera el hombre será plenamente
restaurado a la imagen de Dios, en la cual originalmente fue creado.
La justicia de Cristo es tanto imputada como impartida. La justicia imputada produce justificación;
pero el alma justificada crece en la gracia. Por medio del poder de Cristo que vive en el alma, el
cristiano conforma su vida con los requisitos de la ley moral tal como fue expuesta por precepto y
ejemplo por Jesús. Esta es la justicia impartida.
La justicia es una dádiva de Dios y ya sea imputada en la justificación o impartida en la santificación,
debe ser recibida por medio de la fe en Jesucristo. Sólo los que estén dispuestos a reconocer su propia
impotencia y necesidad, y que con toda humildad y gratitud acepten la justificación como una dádiva,
reinarán en vida.

"La justicia por la cual somos

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Justificados es imputada;
la justicia por la cual somos santificados
es impartida. La primera es
nuestro derecho al cielo; la segunda,
nuestra idoneidad para el cielo"
(Review and Herald, 4 de junio de 1895).

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