Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Catalina Márquez Vega: Sección de Oncología Pediátrica. Hospital Virgen del Rocío. Sevilla. España.
OBJETIVOS:
• Conocer impacto de la enfermedad y el tratamiento en la supervivencia y calidad de vida.
• Conocer los principales efectos secundarios a largo plazo.
• Ayudar a la continuidad asistencial de los supervivientes.
• Establecer recomendaciones de inmunización.
• Conocer cómo y cuándo debe hacerse el despistaje de recaídas de la enfermedad primaria,
la actitud a tomar ante la sospecha y cómo informar al paciente y los padres o tutores.
Introducción
Los avances en el diagnóstico y el tratamiento han aumentado la población de supervivientes con
cáncer. En Oncología Pediátrica la supervivencia global a los 5 años es mayor del 80% y en torno a
un 75% a los 10 años.
El número de supervivientes de cáncer crece cada año y lo hace de igual manera el de supervivientes
de cáncer infantil.
Los pacientes pediátricos pueden desarrollar efectos secundarios y segundas neoplasias por el
tratamiento oncológico. Estos efectos pueden aparecer durante el tratamiento, aunque también
años después de terminar el mismo. El riesgo de complicaciones tardías dependerá
fundamentalmente del tipo de enfermedad oncológica y del tratamiento específico recibido.
Los efectos adversos médicos derivados del tratamiento oncológico pueden afectar a casi todos los
órganos, principalmente afectación cardiaca, endocrina, digestiva, genitourinaria, neurológica,
pulmonar, reproductiva, sistema musculoesquelético y afectación psicológica. En niños hay que
tener en cuenta que pueden producirse también alteraciones en el desarrollo y maduración ósea,
en el desarrollo de caracteres sexuales secundarios y en el desarrollo cognitivo y psicológico. Sin
olvidar que los pacientes que han recibido tratamientos oncológicos tienen un riesgo aumentado
de desarrollar segundos tumores.
1
La mayoría de los pacientes supervivientes a largo plazo de un cáncer infantil desarrollarán alguna
enfermedad crónica. Tres de cada cuatro pacientes padecerán una enfermedad crónica que
precisará seguimiento. Más de un tercio de los largos supervivientes tendrá un efecto adverso tardío
severo. Por el hecho de haber sufrido un cáncer en la edad pediátrica se aumenta ocho veces el
riesgo de desarrollar una enfermedad crónica severa (comparado con hermanos de misma edad y
sexo).
En EE. UU. el Children’s Oncology Group (COG) propuso y desarrolló unas guías (Long-Term Follow-
Up Guidelines for Survivors of Childhood, Adolescent, and Young Adult Cancer), que se revisan y
actualizan periódicamente. La última revisión tuvo lugar en 2018.
• En el propio centro de referencia (en el que ha recibido el tratamiento). Esta opción es, en
la mayoría de los casos, la preferida por los pacientes y sus familias, que prefieren mantener
las relaciones con su familia; pero hay que tener en cuenta que en ocasiones el equipo
médico focaliza los estudios en el seguimiento de la enfermedad de base y no siempre en los
efectos secundarios del tratamiento.
• En centros o unidades especializados en largos supervivientes dentro del propio centro
oncológico o en otra ubicación. Este es el modelo adoptado en muchos países para el
seguimiento tras 5 años del tratamiento de una patología oncológica. Algunos ejemplos son:
“After Completion of Therapy” del hospital de St. Jude (Memphis), “The Perini Clinic” del
Instituto Oncológico Dana Farber (Boston), “The Long-Term Follow-Up Program” del
2
Memorial Sloan Kettering (Nueva York). Estos programas se encargan del seguimiento y la
transición de los pacientes después de los dos años posteriores al fin del tratamiento activo.
• Por último, algunos centros han decidido adoptar un modelo compartido, un médico
especializado en largos supervivientes que se integra dentro de un programa específico
dentro de un centro oncológico y sigue allí a los pacientes. Por ejemplo, el “LIFE Program
(Long-Term Information, Follow-Up and Evaluation Program) del Hospital Children de Los
Ángeles.
Estas consultas se espacian en el tiempo a medida que transcurre el tiempo desde que el paciente
concluyó su tratamiento. Habitualmente cuando han transcurrido 5 años de finalizar el tratamiento
suelen ser anuales. Estas revisiones son muy importantes para el superviviente y su familia y se
debería contar con el tiempo suficiente para satisfacer todas estas necesidades
3
también pueden darse toxicidades crónicas. Las alteraciones metabólicas y endocrinas también son
un problema: alteraciones tiroideas, del eje hipotálamo-hipofisario, talla baja, obesidad…
Los supervivientes de cáncer en la infancia y la adolescencia pueden presentar a corto, medio y largo
plazo problemas psicológicos. Estas alteraciones no tienen por qué ser directamente proporcionales
a la intensidad del tratamiento recibido. Existe relación con la cantidad y calidad de la información
recibida, con las secuelas físicas que presente, por los apoyos sociales con las que el superviviente
cuente. Algunas de las alteraciones son falta de autoestima, trastorno de conducta o ansiedad.
La toxicidad cardiovascular es uno de los efectos tardíos que causa mayor morbimortalidad en los
supervivientes de cáncer infantil. Como factores de riesgo para desarrollar cardiotoxicidad hay que
destacar dos; el uso de antraciclinas (sobre todo si dosis total >250 mg/m2) y la radioterapia torácica
(especialmente si dosis >35 Gy en zona mediastínica). El riesgo de toxicidad cardiaca aumenta si el
superviviente ha recibido ambos tratamientos.
Hay que insistir en el control de otros factores de riesgo cardiovascular como hipertensión,
obesidad, hipercolesterolemia, diabetes o síndrome metabólico. Además, se debe informar sobre
estilos de vida saludable como la recomendación de realización de actividad física de forma habitual
y evitar hábitos tóxicos.
El uso de radioterapia (irradiación corporal total o radioterapia abdominopélvica que incluya las
gónadas) y de quimioterapia como alquilantes y los utilizados en el acondicionamiento del
trasplante) aumentan el riesgo de infertilidad.
4
El desarrollo de segundas neoplasias depende de distintos factores como susceptibilidad genética,
tratamiento recibido para curar la primera neoplasia, edad al diagnóstico y al tratamiento, el sexo
del paciente, estilos de vida…
Como factores de riesgo asociados al tratamiento cabe destacar el uso de radioterapia, entre los
fármacos quimioterápicos los alquilantes, el etopósido y las antraciclinas y el trasplante de
progenitores hematopoyéticos.
Las neoplasias infantiles que más frecuentemente desarrollan segundos tumores son las leucemias,
los tumores del sistema nervioso central y los sarcomas. Los segundos tumores más frecuentes son
las leucemias, tumores del sistema nervioso central, los carcinomas y los sarcomas.
Los supervivientes de cáncer pediátrico deben entrar en los screening de detección precoz de cáncer
de los programas de Atención Primaria y en función del riesgo puede que tengan que ser incluidos
antes por el antecedente de cáncer en la edad infantil.
Hay que seguir a estos pacientes durante décadas para establecer los posibles efectos tardíos de los
nuevos tratamientos oncológicos y así poder estableces un plan de seguimiento específico si fuera
necesario.
Desde los centros oncológicos pediátricos se debe asegurar una correcta transferencia de estos
supervivientes. Esto pasa por hacer llegar a los médicos de Atención Primaria de un informe
detallado sobre el diagnóstico y el tratamiento recibido. En este informe además de las
complicaciones relevantes durante el tratamiento debe aparecer un plan de seguimiento
individualizado en función del riesgo de desarrollar complicaciones tardías concretas.
5
La comunicación entre el hemato-oncólogo pediátrico y el médico de Atención Primaria debe ser
fluida como parte de una asistencia de calidad. Sin olvidar involucrar en esta información al propio
superviviente y su familia para que forme parte de su propio cuidado.
El pediatra y o el médico de Atención Primaria (según la edad del paciente) será el encargado de
detectar recurrencias de la enfermedad oncológica, aparición de segundos tumores, complicaciones
crónicas del tratamiento y determinará el momento de incluir a estos supervivientes en screening
de detección de patologías prevalentes en la población general. La educación sobre estilos de vida
saludable y medidas preventivas cobra un papel fundamental dentro de la asistencia en Atención
Primaria.
Introducción
Los niños y adolescentes con cáncer tienen mayor riesgo que la población general de padecer
infecciones y complicaciones serias, debido a una función inadecuada de su sistema inmune, tanto
por la propia enfermedad como por los tratamientos antineoplásicos recibidos. Además, tras la
finalización del tratamiento pueden continuar inmunodeprimidos durante algunos meses, lo que
sugiere que pueden perder parcial o totalmente la protección ofrecida por las vacunas
administradas con anterioridad al cáncer.
La inmunización activa es la mejor estrategia para inducir protección frente a patógenos externos
(virus y bacterias) en la población general. Sin embargo, su eficacia y seguridad está aun a debate
en pacientes inmunodeprimidos. En la mayoría de los niños con cáncer, la respuesta inmune es
normal antes del inicio de la quimioterapia, pero los tratamientos oncológicos afectan a la
inmunidad celular y humoral y, consecuentemente, a la inmunogenicidad de las vacunas. En el caso
de la inmunidad celular, hay una afectación evidente de todas las líneas celulares, siendo los
linfocitos los que más tardan en recuperarse, el efecto de la quimioterapia en la inmunidad humoral
se traduce en una disminución de la IgG (sobre todo la IgG2) y de la IgM, y un descenso de los niveles
de inmunoglobulinas, que pueden tardar hasta un año en normalizarse. Las células NK y las células
B suelen estar recuperadas a los 6 meses de acabar la quimioterapia. Sin embargo, en un 25-50 %
de los niños con cáncer la cifra de linfocitos CD4+ sigue disminuida a los 9-12 meses. La disminución
afecta sobre todo a los linfocitos naïve, que son reemplazados por células T de memoria.
La edad del niño, el tipo de cáncer y la intensidad del tratamiento son los principales factores que
influyen en la gravedad y duración de la inmunosupresión tras los tratamientos. En pacientes más
jóvenes se observan defectos de la inmunidad más persistentes.
Una proporción variable de niños después de la quimioterapia carece de títulos protectores frente
a las enfermedades inmunoprevenibles. Sin embargo, como la respuesta a las vacunas es subóptima
durante la inmunosupresión, el reinicio de la vacunación debe realizarse cuando se prevea la
máxima respuesta inmune con el menor riesgo.
6
Aunque el periodo de déficit de inmunidad, tras finalización del tratamiento, es variable, se admite
actualmente que al menos un periodo de 6 meses es necesario para que el sistema inmune esté
suficientemente recuperado y sea capaz de producir una respuesta inmune adecuada a las vacunas.
• En los niños con cáncer que han completado la primoinmunización de las vacunas incluidas
en el calendario vacunal antes de la quimioterapia, se recomienda administrar una dosis de
refuerzo de todas las vacunas del calendario a partir de los 3 meses de la finalización del
tratamiento con vacunas inactivadas y de 6 meses las vacunas atenuadas. Posteriormente,
se continúa con el calendario vacunal según la edad del niño.
• A los niños que no han completado la primoinmunización antes de la quimioterapia, se
prefiere revacunar completamente una vez acabada aquella.
• Se recomienda la vacunación anual frente a la gripe, si el niño es mayor de 6 meses de edad,
y puede llevarse a cabo al acabar la quimioterapia intensiva, si hay epidemia gripal en la
comunidad.
La mayoría de los autores y guías profesionales no aconsejan la vacunación frente a la varicela en los
niños que están recibiendo quimioterapia, tanto si es de inducción, consolidación o mantenimiento.
7
e incluso años (menor en los trasplantes autólogos). En los trasplantes alogénicos, la
inmunosupresión está causada por el régimen de acondicionamiento (quimioterapia y radioterapia),
el tratamiento inmunosupresor administrado tras el trasplante y la enfermedad injerto contra
huésped (EICH). En los trasplantes autólogos no se suele producir EICH y la inmunodepresión
depende exclusivamente del régimen de acondicionamiento y del tratamiento inmunosupresor
postrasplante.
La recuperación de los neutrófilos tarda entre 2 y 4 semanas, mientras que los linfocitos tardan
varios meses en recuperarse.
Después del trasplante, se asume que el niño es susceptible a todas las enfermedades
inmunoprevenibles y se lleva a cabo una vacunación completa. La respuesta a las vacunas es
significativa a partir de los 3-6 meses del trasplante. Recientemente se ha llegado a un consenso
europeo, estadounidense y canadiense, que propone iniciar la revacunación a los 6 meses del
trasplante. Sin embargo, dado el elevado riesgo de infecciones por Hib y, sobre todo, por
neumococo en los meses siguientes al trasplante, las vacunas conjugadas frente a estos agentes
pueden administrarse desde los 3 meses, con respuestas de anticuerpos comparables a cuando se
administran más tarde.
La vacunación frente al neumococo, Hib y meningococo tiene una especial relevancia, dado el
aumento de susceptibilidad a estas bacterias. Teniendo en cuenta la epidemiología de la
enfermedad neumocócica invasora en nuestro país, la vacuna neumocócica conjugada 13-valente
(VNC13) es la que puede proporcionar una mayor protección y beneficio a los pacientes con TPH.
Las vacunas conjugadas frente a Hib se pueden administrar a los 3-4 meses postransplante,
alcanzando títulos protectores hasta en un 80-95% de receptores de un TPH.
No hay estudios sobre la vacunación frente al meningococo en pacientes con TPH. En la actualidad
se recomiendan dos dosis de la vacuna conjugada tetravalente (MenACWY), separadas por un
intervalo mínimo de 8 semanas. No hay evidencia para recomendar dosis de refuerzo. La vacunación
frente al meningococo B con la vacuna de cuatro componentes proteicos podría considerarse en los
niños trasplantados menores de 2 años de edad. La vacuna bivalente antimeningocócica B se puede
administrar a partir de los 10 años de edad y con 3 dosis.
La morbimortalidad de la gripe en los pacientes con TPH es muy elevada. Aunque la respuesta a la
vacuna está disminuida en los pacientes con TPH, en una proporción no despreciable de ellos se
obtienen respuestas protectoras, y tiende a ser normal a los dos años del trasplante. Por tanto, se
recomienda la vacunación antigripal anualmente después del trasplante, generalmente a partir de
los 6 meses con vacunas tetravalentes inactivadas.
Hay muy poca experiencia de vacunación frente al papilomavirus humano (VPH), pero dada la
seguridad de las vacunas frente a este virus y la elevada prevalencia de cánceres anogenitales en las
8
personas inmunodeprimidas que se infectan por los genotipos considerados de alto riesgo es
recomendable vacunar a todos los receptores de TPH. Se recomienda una pauta vacunal de tres
dosis a cualquier edad con la vacuna nonavalente.
La vacuna triple vírica no debe administrarse hasta los 18-24 meses desde el trasplante, siempre y
cuando no exista EICH y el niño no esté recibiendo tratamiento inmunosupresor.
La vacuna frente a la varicela puede administrarse a partir de los 24 meses, con 2 dosis y siempre
que se cumplan las siguientes condiciones: no estar recibiendo tratamiento inmunosupresor; no
recibir tratamiento con inmunoglobulinas y si las ha recibido, que hayan pasado de 8 a 11 meses;
no recibir fármacos antiherpes; no sufrir EICH; su número de linfocitos T que sea igual o mayor de
200/mm3 y que, lógicamente, sea no inmune a la varicela.
Por último, dada la variabilidad de la respuesta vacunal en los TPH, se recomienda, siempre que sea
posible, realizar serologías después de la vacunación.
Se recomienda la vacuna antigripal inactiva a todos los convivientes, mejor la tetravalente. Existe la
posibilidad de administrar la vacuna intranasal de virus vivos adaptados, pero nunca si el paciente
inmunodeprimido ha recibido TPH en los dos meses previos o presenta EICH.
La vacunación frente a la varicela está indicada en todos los contactos domiciliarios susceptibles. Si
tras la vacuna se produce un exantema, se debe evitar el contacto con el paciente inmunodeprimido
hasta que desaparezca. A los convivientes de más de 60 años sería recomendable vacunación frente
al herpes zoster
Están contraindicadas las vacunas orales frente a la polio y Salmonella typhi T y 21 a los convivientes,
por la posibilidad de infectar al paciente al ser eliminadas por las heces.
Introducción
Los datos aportados por el Registro Español de tumores infantiles de los pacientes registrados por
la Sociedad Española de Hemato-Oncología Pediátrica de las últimas 3 décadas muestran un
9
aumento progresivo de supervivencia siendo para los diagnosticados entre el 2010 y el 2012 del
80% a los 3 años y 83% a los 5 años.
El seguimiento habitual para diagnosticar una posible recaída o posibles efectos secundarios se ha
llevado a cabo mayoritariamente en el hospital de referencia del paciente.
Recomendaciones generales
Se debe sospechar recidiva ante la aparición de cualquier signo/síntoma que pueda guardar relación
con la enfermedad primaria. Informar inmediatamente a su oncólogo o derivar a urgencias de su
hospital de referencia.
No minusvalorar las preocupaciones de los padres. Los padres son los mejores observadores de sus
hijos.
Los síntomas de recaída pueden ser inespecíficos, como lo son al diagnóstico de una enfermedad
oncológica pediátrica.
En general durante el primer año de seguimiento se aconseja realizar control clínico-analítico cada
mes o como mínimo cada 3 meses. Durante el segundo y tercer año de seguimiento se revisarán en
la consulta como mínimo cada 6 meses con analítica. Desde los 5 años desde el diagnóstico se
citarán una vez al año hasta que cumpla 10 años desde el diagnóstico momento en el que se darán
de alta (LAL/SEHOP-PETHEMA 2013).
Los tumores del SNC son las segundas neoplasias más frecuentes en la infancia y el tumor sólido
más frecuente. Hay muchos subtipos, pero en general los niños pequeños tienen una mayor
incidencia de tumores de origen embrionario y los de mayor edad de origen glial. Son la causa más
frecuente de fallecimiento por cáncer en la infancia. El seguimiento post fin de tratamiento varía en
los distintos subtipos, pero en general las revisiones clínicas y radiológicas (Resonancia magnética
cerebral ± médula espinal si afectación o según subtipo) se harán con intervalos de 3-4 meses los
primeros 2-3 años, y 6-12 meses los siguientes 5-10 años, después anuales o bianuales.
Seguimiento de la enfermedad de Hodgkin: aunque hay pequeñas variaciones según los distintos
grupos de tratamiento, el ensayo Europeo vigente (EuroNet-PHL-C2) recomienda durante el primer
10
año tras control clínico a las 6 semanas y después cada 3 meses con radiografías de tórax (alternando
con TAC si había afectación pulmonar), imagen del sitio primario por RM y ecos de cuello, abdomen
y pelvis. El segundo y tercer año cada 4 meses y cuarto y quinto a cada 6 meses
Aunque la supervivencia del tumor de Wilms es mayor al 90% en la actualidad, hay recurrencia en
el 15% de pacientes con histología favorable y hasta casi el 50% de los que tienen rasgos anaplásicos.
La mayoría ocurren en los primeros 2 años de vida y principalmente en el pulmón. El seguimiento
se hace cada 3 meses los primeros 2 años y cada 3-4 meses el tercer y cuarto año. Las
recomendaciones del protocolo que seguimos en España: Umbrella Protocol SIOP-RTSG 2016 son:
radiografía de tórax AP y lateral y ecografía abdominal en cada revisión los primeros dos años.
11
Recaídas tardías
La supervivencia libre de enfermedad a los 5 años es con frecuencia interpretada como “curación”
Sin embargo, como actualmente la mayoría de los pacientes pediátricos llegan a ser supervivientes
a largo plazo es importante que consideremos el riesgo de recurrencia posterior. Se estima que
entre los supervivientes libres de enfermedad a los 5 años de los cánceres infantiles más frecuentes
la incidencia acumulada de recaídas a largo plazo (entre 5 y 20 años después del diagnóstico) es del
6,2%, siendo lo más frecuente entre los 5 y los 10 años. Más allá de los 15 años de supervivencia
libre de enfermedad son raras. Los supervivientes del sarcoma de Ewing y del astrocitoma son los
que más riesgo de recaída tardía tienen.
La literatura sobre recaídas tardías del cáncer infantil es escasa, pero ha llevado a recomendaciones
específicas como realizar pruebas de imagen torácicas más allá de los 5 años de final de tratamiento
en los sarcomas óseos. Sin embargo, no está determinado cuál sería el periodo óptimo de
seguimiento por neuroimagen para detectar recaída de tumores cerebrales.
Los pacientes con síndromes de predisposición hereditaria al Cáncer precisan un seguimiento más
cercano/ más prolongado y un inicio más precoz de despistaje de otras neoplasias.
PUNTOS CLAVE
• Los avances en el diagnóstico y tratamiento han aumentado la supervivencia global del
cáncer (mayor del 80% a los 5 años y del 75% a los 10 años).
• Los supervivientes de cáncer infantil tienen mayor riesgo de segundas neoplasias y efectos
secundarios debido al tratamiento recibido.
• Los efectos secundarios pueden aparecer durante el tratamiento, aunque también años
después de terminar el mismo.
12
• El modelo de seguimiento elegido tendrá en cuenta el riesgo individual de cada
superviviente, en función, sobre todo, del tratamiento recibido y de su intensidad.
• El programa de seguimiento a largo plazo debe proporcionar una atención médica,
psicosocial, educación sanitaria y un plan de cuidados con el superviviente.
• Elaboración de protocolos de transición para garantizar la continuidad asistencial desde el
hospital (Oncología Pediátrica) a Atención Primaria.
• Actualización del calendario vacunal de todos los convivientes, con especial énfasis en la
vacunación frente a la TV, varicela y gripe anual.
• Reiniciar la vacunación tras los tratamientos, dosis de refuerzo o pauta completa según
tratamiento recibido y primoinmunización previa al inicio de la quimioterapia.
• La recaída o refractariedad de la enfermedad es la primera causa de muerte por cáncer en
la infancia. El seguimiento para un despistaje precoz es necesario y se debe atender cualquier
signo o síntoma sospechoso.
• No olvidar que los padres son los mejores observadores de sus hijos.
• Ante una recaída, la información a los padres y el paciente debe darse con más paciencia,
empatía y delicadeza que al diagnóstico.
BIBLIOGRAFÍA
• Armenian SH, Hudson MM, Mulder RL, Chen MH, Constine LS, Dwyer M, et al.
Recommendations for cardiomyopathy surveillance for survivors of childhood cancer: a
report from the International Late Effects of Childhood Cancer Guideline Harmonization
Group. Lancet Oncol. 2015;16:e123-36.
• Brodeur GM, Nichols KE, Plon SE, Schiffman JD, Malkin D. Pediatric Cancer Predisposition
and Surveillance: An Overview, and a Tribute to Alfred G. Knudson Jr. Clin Cancer Res.
2017;23:e1-e5.
• Cárceles A, Ortega JA, Fuster JL, Rivera GA, Bermúdez M, Gomariz V, et al. Programa de largo
seguimiento de supervivientes de cáncer pediátrico en la Región de Murcia: preferencias y
actitudes de los profesionales de Atención Primaria. An Pediatr (Barc). 2015;83:264-71.
• Castellino SM, Allen KE, Pleasant K, Keyes G, Poehling KA, Tooze JA. Suboptimal uptake of
human papillomavirus (HPV) vaccine in survivors of childhood and adolescent and young
adult (AYA) cancer. J Cancer Surviv. 2019;13:730-8.
• Choi DK, Strzepka JT, Hunt SR, Tannenbaum VL, Jang IE. Vaccination in pediatric cancer
survivors: Vaccination rates, immune status, and knowledge regarding compliance. Pediatr
Blood Cancer. 2020;67:e28565.
• Comité Asesor de Vacunas (CAV-AEP). Vacunación en niños inmunodeprimidos o con
tratamiento inmunosupresor. En: Manual de vacunas en línea de la AEP [en línea]
[consultado el 16/11/2021]. Disponible en:
https://vacunasaep.org/documentos/manual/cap-14
• Esposito S, Cecinati V, Brescia l, Principi N. Vaccinations in children with cancer. Vaccine.
2010;28:3278-84.
• Fernández-Prada M, Rodríguez-Martínez M, García-García R, García-Corte MD, Martínez-
Ortega C. Adapting immunisation schedules for children undergoing chemotherapy. Enferm
Infecc Microbiol Clin (Engl Ed). 2018;36:78-83.
13
• Friedman DL, Whitton J, Leisenring W, Mertens AC, Hammond S, Stovall M, et al. Subsequent
neoplasms in 5-year survivors of childhood cancer: the Childhood Cancer Survivor Study. J
Natl Cancer Inst. 2010;102:1083-95.
• Goossen GM, Kremer LC, van de Wetering MD. Influenza vaccination in children being
treated with chemotherapy for cancer. Cochrane Database Syst Rev. 2013;2013:CD006484.
• Grupo de trabajo sobre efectos secundarios a largo plazo y segundos tumores. En: Sociedad
Española de Hematología y Oncología Pediátrica [en línea] [consultado el 16/11/2021].
Disponible en: https://www.sehop.org/
• Han JH, Harmoney KM, Dokmeci E, Torrez J, Chávez CM, Cordova de Ortega l, et al. Dynamic
re-immunization of off-treatment childhood cancer survivors: An implementation feasibility
study. PLoS One. 2018;13:e0191804.
• Herrero B, Vergara B, Valero E, Maderlo l. Seguimiento a largo plazo en oncología pediátrica.
An RANM. 2021;138:39-43.
• Hjorth L, Haupt R, Skinner R, Grabow D, Byrne J, Karner S, et al. Survivorship after childhood
cancer: PanCare: a European Network to promote optimal long-term care. Eur J Cancer.
2015;51:1203-11.
• Korones DN, Butterfield R, Meyers SP, Constine LS. The role of surveillance magnetic
resonance Imaging (MRI) scanning in detecting recurrent brain tumos in asymptomatic
children. J Neurooncol. 2001;53:33-8.
• Langer T, Grabow D, Steinmann D, Wörmann B, Calaminus G. Late effects and long-term
follow-up after cancer in childhood. Oncol Res Treat 2017;40:746-50.
• Long term follow-up guidelines for survivors of childhood, adolescent and young adult
cancer: Cure’s Search. En: Children’s Oncology Group [en línea]. Disponible en:
www.survivorshipguidelines.org
• Losa Frías V, Herrera López M, Cabello García I, Navas Alonso PI. Diagnóstico precoz de
cáncer en Atención Primaria. Pediatr Integral 2016;XX:367-79.
• Mendoza MC. Seguimiento en Atención Primaria del niño oncológico. Cómo detectar las
secuelas tardías. Pediatr Integral. 2016;XX:475-84.
• Mertens AC, Yasui Y, Neglia JP, Potter JD, Nesbit ME Jr, Ruccione K, et al. Late mortality
experience in five-year survivors of childhood and adolescent cancer: the Childhood Cancer
Survivor Study. J Clin Oncol. 2001;19:3163-72.
• Oeffinger KC, Mertens AC, Sklar CA, Kawashima T, Hudson MM, Meadows AT, et al. Chronic
health conditions in adult survivors of childhood cancer. N Engl J Med. 2006;355:1572-82.
• Park JR, Kreissman SG, London WB, Naranjo A, Cohn SL, Hogarty MD, et al. Effect of tandem
autologous stem cell transplant vs single transplant on event-free survival in patients with
high-risk neuroblastoma: a randomized clinical trial. JAMA. 2019;322:746.
• Ruggiero A, Battista A, Coccia P, Attinà G, Riccardi R. How to manage vaccinations in children
with cancer. Pediatr Blood Cancer. 2011;57:1104-8.
• Shetty AK, Winter MA. Immunization of children receiving immunosuppressive therapy for
cancer or hematopoietic stem cell transplantation. Ochsner J. 2012;12:228-43.
• Strauss SJ, Frezza AM, Abecassis N, Bajpai J, Bauer S, Biagini R, et al. Bone sarcomas: ESMO-
EURACAN-GENTURIS-ERN PaedCan Clinical Practice Guideline for diagnosis, treatment and
follow-up. Ann Oncol. 2021:S0923-7534(21)04280-0.
14
• Turcotte LM, Neglia JP, Reulen RC, Ronckers CM, van Leeuwen FE, Morton LM, et al. Risk,
Risk Factors, and Surveillance of Subsequent Malignant Neoplasms in Survivors of Childhood
Cancer: A Review. J Clin Oncol. 2018;36:2145-52.
• Udaka YT, Packer RJ. Pediatric Brain Tumors. Neurol Clin. 2018;36:533-56.
• Van Dorp W, Haupt R, Anderson RA, Mulder RL, van den Heuvel-Eibrink MM, van Dulmen-
den Broeder E, et al. Reproductive Function and Outcomes in Female Survivors of Childhood,
Adolescent, and Young Adult Cancer: A Review. J Clin Oncol. 2018;36:2169-80.
• Wasilewski-Masker K, Liu Q, Yasui Y, Leisenring W, Meacham LR, Hammond S, et al. Late
recurrence in Pediatric cancer: A report from the Childhood Cancer Survivor Study. J Natl
Cancer Inst. 2009;101:1709-20.
• Zhang l, Thornton CP, Ruble K, Cooper SL. Post-Chemotherapy Titer Status and Need for
Revaccination After Treatment for Childhood Cancer. Clin Pediatr (Phila). 2020;59:606-13.
15