Está en la página 1de 84

EL ORIGEN DEPORTIVO DEL ESTADO

A ORIXE DEPORTIVA DO ESTADO


THE SPORTIVE ORIGIN OF THE STATE
José Ortega y Gasset

Libros de Bastiagueiro [15]


Edición: INEF Galicia. Universidade da Coruña.

ISBN: 978-84-9749-494-6

Depósito Legal: C 2990-2011

Realización gráfica: Xaniño, S.L. [www.xani.net]

Coordinadores de la edición: Rafael Martín Acero y Cristina López Villar

Traducción gallego: María Belén López Gómez

Traducción inglés: Helene Weyl por parte de W.W. Norton & Company
Índice

5
PRESENTACIÓN
Rafael Martín Acero

«EL ORIGEN DEPORTIVO DEL ESTADO»


José Ortega y Gasset

31
PRESENTACIÓN
Rafael Martín Acero

«A ORIXE DEPORTIVA DO ESTADO»


José Ortega y Gasset

57
PRESENTATION
Rafael Martín Acero

«THE SPORTIVE ORIGIN OF THE STATE»


José Ortega y Gasset

3
PRESENTACIÓN

El origen deportivo del estado, de Ortega y Gasset


Rafael Martín Acero

“…La cultura no es hija del trabajo, sino del deporte. Bien sé que a la hora
presente me hallo solo entre mis contemporáneos para afirmar
que la forma superior de la existencia humana es el deporte.”
(José Ortega y Gasset1)

Esta edición en 2011 de El origen deportivo del estado de José Ortega y Gasset,
era un sueño por realizar. Ya lo habíamos intentado hace años, junto al Prf J. L.
Salvador, y a él, de estar con nosotros, le hubiésemos pedido que realizase esta
presentación. Esta edición de la trascendental reflexión de Ortega y Gasset, se
ha podido llevar a buen término gracias a la disposición de la Fundación Ortega y
Marañon, a la que agradecemos su colaboración. Este libro, de la Colección Libros
de Bastiagueiro dedicada a la cultura, las artes, el cuerpo y el deporte2, forma parte
de la celebración de los veinticinco años de existencia de la Facultad de Ciencias del
Deporte y la Educación Física de la Universidad de A Coruña (antes INEF de Galicia).
El texto se realiza a partir del publicado en El Espectador VII (1924), en Obras
Completas Fundación Ortega y Gasset/Taurus 2004-2010 (Tomo II pp. 705-719).
Además se incorpora el texto en gallego por primera vez, y en inglés, a partir de
la traducción revisada, con el permiso —exclusivamente para esta publicación— de
W.W. Norton & Company (New York).

El pensamiento de Ortega en El origen deportivo del estado, y las Ciencias de


la actividad física y del deporte
Ortega y Gasset, uno de los pensadores más universales del S. XX, desarrollo una
tesis sobre el origen del estado. En su explicación, de este gran salto en la organiza-
ción de las sociedades humanas, puso su mirada en el deporte. Utilizó la metáfora
deportiva cuando al deporte aún le faltaba cincuenta años para constituirse en el

1
El Espectador Vol. II Paisaje utilitario, paisaje deportivo.
2
La primera vez que se reprodujo, en el ámbito de la educación física y del deporte, El origen
deportivo del estado, fue en la revista, creada por José Mª Cagigal, Citius, Altius, Fortius Vol 9 (n
1-4), de 1967 (p 259-276).

5
Rafael Martín Acero El Origen Deportivo del Estado, de Ortega y Gasset

fenómeno de masas que hoy conocemos. En sus obras completas se encuentran


bastantes referencias, directas o metafóricas, al deporte3.
Nietzsche4 señalaba las direcciones divergentes en las vivencias del hombre, en
lo apolíneo, el guerrero, y en lo dionisíaco, el jugador, muestra de la unidad trá-
gica. Ortega, en ¿Qué es filosofía? (1926), nos dice que “Todas las grandes obras
humanas tienen una dimensión deportiva y el deporte conserva el limpio humor y el
riguroso cuidado”, por ello muestra la filosofía como “la ciencia de los deportistas”.
Define la filosofía como una reflexión seria en una actividad lúdica, que promo-
vería al “hombre lujoso y deportivo”, frente al “hombre utilitario y biológico”. Para
Ortega deporte y filosofía son actividades que promueven felicidad a quienes las
ejercitan y no conllevan inmediatez utilitaria. Aquí vemos una cuestión epistemoló-
gica principal para las ciencias de la actividad física y del deporte, que, sin objeto de
estudio omnicomprensivo, deben estudiar, principalmente, efectos comparados de
diversas actividades contingentes, ejercicios, danzas, juegos y deportes. Estas acti-
vidades contingentes se sustancian en el sentimiento y la emocionalidad corpórea
de quien las vive como una aventura, como un viaje buscando aprehenderse a sí
mismo en situación de alto compromiso con la tarea, en situación y contexto, con
sus estructuras energéticas y simbólicas, de placer y de realidad, para mejorarse
y educarse a sí mismo. El viaje o transcurso, que Ortega denominó “el disconti-
nuo esfuerzo deportivo”, lo es para toda persona, ya que, según nuestro sabio, en
todo hombre biológico y utilitario, vive un hombre deportivo y lujoso, que precisa
practicar, lúdica y agonísticamente, ya que filosofarse o deportivizarse son repre-
sentaciones, ilusiones, imágenes o conceptos, pero sin verdadera realidad, puesto
que no se materializan en algo útil e imprescindible, aunque tengan significación
de trascendencia.
Todo este desinterés por lo utilitario y lo imprescindible impregna a pensadores
y deportistas, según Ortega (1925), de un “don de generosidad que florece solo en
las cimas de mayor altitud vital”5. Es decir que son personas que pueden vivir “con
el temple del mismo espíritu que lleva a ejercitar un deporte y ocuparse de un juego”,
que tienen muchas opciones de vivir con espontaneidad, de actuar por el lujo de
hacer, de vivirse y “serse persona”6.

3
La caza y los toros; El tipo gentleman; ¿Qué es filosofía?; Estudios sobre el amor; Estudio sobre el
amor; Revés de almanaque; El tema de nuestro tiempo; Conversaciones en el golf; El deporte en
los ideales; Paisaje utilitario, paisaje deportivo; El origen deportivo del estado.
4
El nacimiento de la tragedia (1871).
5
Estudios del amor.
6
Expresión de García Bacca.

6
Rafael Martín Acero El Origen Deportivo del Estado, de Ortega y Gasset

Origen deportivo del estado


En la visión cultural filogenética y metafórica de Ortega y Gasset, los jóvenes
de las hordas primitivas se organizaban para raptar a las jóvenes de otros grupos,
según interpreta Ortega. Estas prácticas promovieron jerarquía, orden, normas, o
fiesta. Desde esta visión metafórica, donde el joven masculino, interesado por la
feminidad, se resuelve guerrero, amante, y deportista, sería la causa de que los
humanos encontrasen sentido existencial a su vida, y, por tanto, que se iniciase el
irracional origen del estado.
El deporte sería resultado de la búsqueda de trascendencia en lo contingente, en
lo prescindible, y, a su vez, sería origen del utilitarismo materialista de la organiza-
ción social más sofisticada, sería el origen del estado.
Ortega definió el deporte como “la conducta que el hombre normalmente adopta
durante los momentos breves en que la penosidad y las urgencias de la vida, le han
dejado de oprimir, y se dedica al entretenimiento, a un juego en el que juega aplican-
do al resto de la vida, es decir, a lo serio y doloroso de la vida”7. Para nuestro uni-
versal filósofo el deporte y el juego son un “lujo vital”, un juego justo, donde cada
cual defiende sus derechos, con el deber de respetar los de los otros. En el deporte,
quizás como en la vida, no conviene mentirse.
Si Ortega consideraba que la cultura es hija de la actitud deportiva, Huizinga8
consideró, algo después, que lo es de la actitud lúdica, antes de institucionalizarse,
puesto que, incluido el deporte, las actividades de juego cuando se instituciona-
lizan pierden carácter lúdico y, por tanto, como estructura social, disminuyen su
capacidad creadora.
Ortega y Gasset, casi veinticinco años antes de morir, dejó de hacer referencias al
deporte. Conoció acontecimientos del inicio desarrollista del deporte espectáculo,
como la profesionalización del fútbol, o los JJ OO de Berlín y sus contrarios, los
JJ Populares convocados en Barcelona (1936). Entonces, Ortega ya manifestó su
disgusto por la excesiva importancia social de los deportes y del fútbol, denomi-
nándolo “la exageración deportiva” (Rivero, 2011).

(Y, ¿orígenes estatales y mercantiles del deporte?)


Ortega escribió (1930) que “tras los deportes ha venido la exageración de los de-
portes, y contra esta sí hay mucho que decir9”. En su libro más universal, La rebelión

7
El tipo gentleman.
8
En Homo Ludens (1938).
9
El revés del almanaque.

7
Rafael Martín Acero El Origen Deportivo del Estado, de Ortega y Gasset

de las masas (1930), nos comenta Rivero (2011), Ortega consideró que los gustos
populares se representaban ahora en los estadios deportivos, reforzando su idea de
cómo las masas influenciaban en las decisiones. Este argumento de Ortega nos da
pie a una reflexión sobre el deporte actual, de masas o para las masas; y también
al hilo de las tesis de N. Elías y E. Dunning, cuando expresan que toda sociedad
desarrollada, con restricciones uniformes y estables del comportamiento de sus
ciudadanos, desarrolla remedios para las tensiones, como el ocio, la recreación y el
deporte, que, según la tesis de Elías y Dunnig, conocido el nivel de evolución e ins-
titucionalización del deporte en una determinada etapa histórica o sociedad, podría
representar el nivel civilizador de la sociedad a la que pertenece. También Umberto
Eco se alinea en estas tesis orteguianas, como mucho antes lo hizo Huizinga, o, de
algún modo, Elías y Dunnig. Para Eco “el Deporte es el Hombre, el Deporte es la So-
ciedad”, donde las mayúsculas señalan la importancia e historicidad. El experto en
semiótica establece que la conexión psicosocial entre deporte, hombre y sociedad
se encuentra en “la zona profunda de la sensibilidad colectiva”10. Lo que fue causa
del origen del estado, podríamos decir que hoy es efecto del estado, sobre todo el
deporte para el entretenimiento de masas, el biologizado, utilitarista y mercantili-
zado, que tendría su origen en el estado y en su alter ego, el mercado, que, como
expreso G. Debord, parece el espectáculo moderno en sí mismo. Pero esta crisis,
sobre el deporte y su espectacularidad mercantilizada, no es nueva. Según comenta
Mandell, desde hace siglos las autoridades inglesas, en varias ocasiones, quisieron
regular el deporte, existen noticias en los siglos XIII y XIV, por la inútil pasión com-
petitiva; y en el S. XVIII por presión de puritanos, moralistas, teólogos y críticos.

Referencias Bibliográficas (orden cronológico)


Ortega y Gasset J (1924) El origen deportivo del estado, en El Espectador VII, en Obras Completas
Fundación Ortega y Gasset/Taurus 2004-2010 Tomo II pp. 705-719.
Ortega y Gasset J (1930) La rebelión de las masas Edición de 1980 Espasa Calpe Madrid.
Ortega y Gasset J (1967) El origen deportivo del estado Revista Citius, Altius, Fortius Vol 9 n 1-4.
Debord G (1967) La société du spectacle Editions Champ Libre Paris.
Mandell R D (1984) Sport –A cultural history Columbia Univertity Press New York.
Eco U (1986) La estrategia de la ilusión Lumen Barcelona.
Elías N, Dunning E (1992) Deporte ocio y civilización Fondo de Cultura Económica Madrid.
Bolaño T (2011) El deporte, un lujo vital www.e-torredebabel.com (revisado 22.09.2011).
Rivero A (2011) José Ortega y Gasset: el deporte como metáfora Revista Internacional de Ciencias
del Deporte Vol 2 n 23.

10
La cháchara deportiva, en La estrategia de la ilusión.

8
EL ORIGEN
DEPORTIVO
DEL ESTADO
José Ortega y Gasset
José Ortega y Gasset (Zuloaga, 1931)
José Ortega y Gasset EL ORIGEN DEPORTIVO DEL ESTADO

La verdad científica se caracteriza por su exactitud y el rigor de sus pre-


visiones. Pero estas admirables calidades son conquistadas por la ciencia ex-
perimental a cambio de mantenerse en un plano de problemas secundarios,
dejando intactas las últimas, las decisivas cuestiones. De esta renuncia hace
su virtud esencial y no será necesario recalcar que por ello sólo merece
aplausos. Pero la ciencia experimental es sólo una exigua porción de la
mente y el organismo humanos. Donde ella se para no se para el hombre.
Si el físico detiene la mano con que dibuja los hechos allí donde su método
concluye, el hombre que hay detrás de todo físico prolonga, quiera o no, la
línea iniciada y la lleva a terminación, como automáticamente al ver el trozo
del arco roto nuestra mirada completa la aérea curva manca.
La misión de la física es averiguar de cada hecho que ahora se produce
su principio, es decir, el hecho antecedente que originó aquél. Pero este
principio tiene a su vez un principio anterior y así sucesivamente hasta un
primer principio originario. El físico renuncia a buscar este primer princi-
pio del Universo, y hace muy bien. Pero repito que el hombre donde cada
físico vive alojado no renuncia y, de grado o contra su albedrío, se le va
el alma hacia esa primera y enigmática causa. Es natural que sea así. Vivir
es, de cierto, tratar con el mundo, dirigirse a él, actuar en él, ocuparse de
él. De aquí que sea al hombre materialmente imposible, por una forzosidad
psicológica, renunciar a poseer una noción completa del mundo, una idea
integral del Universo. Delicada o tosca, con nuestra anuencia o sin ella, se
incorpora en el espíritu de cada cual esa fisonomía transcientífica del mundo
y viene a gobernar nuestra existencia con más eficacia que la verdad cientí-
fica. Violentamente quiso el pasado siglo frenar la mente humana allí donde
la exactitud finiquita. Esta violencia, este volverse de espaldas a los últimos

11
José Ortega y Gasset EL ORIGEN DEPORTIVO DEL ESTADO

problemas, se llamó «agnosticismo». He aquí lo que ya no está justificado


ni es plausible. Porque la ciencia experimental sea incapaz de resolver a su
manera esas cuestiones fundamentales, no es cosa de que haciendo ante
ellas un gracioso gesto de zorra ante uvas altaneras las llame «mitos» y nos
invite a abandonarlas, ¿Cómo se puede vivir sordo a las postreras, dramáti-
cas preguntas? ¿De dónde viene el mundo, a dónde va? ¿Cuál es la potencia
definitiva del cosmos? ¿Cuál el sentido esencial de la vida? No podemos
alentar confinados en una zona de temas intermedios, secundarios. Necesi-
tamos una perspectiva íntegra, con primero y último plano, no un paisaje
mutilado, no un horizonte al que se ha amputado la palpitación incitadora
de las postreras lontananzas. Sin puntos cardinales, nuestros pasos carece-
rían de orientación. Y no es pretexto bastante para esa insensibilidad hacia
las últimas cuestiones declarar que no se ha hallado manera de resolverlas.
¡Razón de más para sentir en la raíz de nuestro ser su presión y su herida!
¿A quién le ha quitado nunca el hambre saber que no podrá comer? Aun
insolubles seguirán esas interrogaciones alzándose patéticas en la comba faz
nocturna y haciéndonos sus guiños de estrella —las estrellas, según Heine,
son inquietos pensamientos de oro que tiene la noche. El Norte y el Sur
nos orientan, sin necesidad de ser ciudades asequibles, para las cuales quepa
tomar un billete de ferrocarril.
Quiero decir con esto que no nos es dado renunciar a la adopción de
posiciones ante los temas últimos: queramos o no, de uno u otro rostro se
incorporan en nosotros. La «verdad científica» es una verdad exacta, pero
incompleta y penúltima, que se integra forzosamente en otra especie de ver-
dad, última y completa, aunque inexacta, a la cual no habría inconveniente
en llamar «mito». La verdad científica flota, pues, en mitología, y la ciencia
misma, como totalidad, es un mito, el admirable mito europeo.

12
José Ortega y Gasset EL ORIGEN DEPORTIVO DEL ESTADO

II

Una de estas cuestiones últimas, acaso la que mayor influjo posee sobre
nuestro destino cotidiano, es la idea que tengamos de la vida. En el siglo
XIX, que era de suyo y en todo propenso al utilitarismo, se fraguó una
interpretación utilitaria del fenómeno vital que ha llegado hasta nosotros y
puede aún considerarse como el tópico vigente. Según ella, la actividad pri-
maria de la vida consistiría en responder a exigencias ineludibles, en satisfa-
cer necesidades imperiosas. Todas las manifestaciones vitales serían ejemplos
de esa actividad —lo mismo las formas del animal que sus movimientos, lo
mismo el espíritu del hombre que sus obras y acciones históricas. Una ce-
guera congénita hizo que los hombres de esa época tuvieran sólo ojos para
los hechos que parecían, en efecto, presentar la vida como un fenómeno de
utilidad y adaptación, Pero tanto la nueva biología como las recientes inves-
tigaciones históricas invalidan el usado mito y proponen una idea distinta de
la vida, en que ésta nos aparece con más grácil gesto.
Según ella, todos los actos utilitarios y adaptativos, todo lo que es reac-
ción a premiosas necesidades, son vida secundaria. La actividad original y
primera de la vida es siempre espontánea, lujosa, de intención superflua, es
libre expansión de una energía preexistente. No consiste en salir al paso de
una necesidad, no es un movimiento forzado o tropismo, sino, más bien, la
liberal ocurrencia, el imprevisible apetito. El darwinismo creía que la especie
dotada de ojos se había producido, en un milenario proceso, merced a la
necesidad o conveniencia de ver para luchar por la vida frente al medio.
La nueva teoría de la mutación y su aliado el mendelismo nos demuestran,
con un rigor antes desconocido en biología, que la verdad es, más bien, lo
contrario. La especie con ojos aparece súbitamente, caprichosamente diría-
mos, y es ella la que modifica el medio vital creando su aspecto visible. No

13
José Ortega y Gasset EL ORIGEN DEPORTIVO DEL ESTADO

porque hace falta el ojo llega éste a formarse, sino al revés, porque aparece
el ojo se le puede luego usar como instrumento útil. De esta manera, el
repertorio de hábitos útiles que cada especie posee se ha formado mediante
selección y aprovechamiento de innumerables actos inútiles que por exube-
rancia vital ha ido ejecutando el ser viviente.
Así, pues, podemos distribuir los fenómenos orgánicos —animales y
humanos— en dos grandes formas de actividad: una actividad originaria,
creadora, vital por excelencia —que es espontánea y desinteresada—; otra
actividad en que se aprovecha y mecaniza aquélla y que es de carácter utili-
tario. La utilidad no crea, no inventa, simplemente aprovecha y estabiliza lo
que sin ella fue creado.
Dejando a un lado las formas orgánicas y atendiendo sólo a las acciones,
la vida plena nos aparece siempre como un esfuerzo, pero este esfuerzo es
de dos clases: el esfuerzo que hacemos por la simple delectación de hacerlo,
como dice Goethe: «Es el canto que canta la garganta, el pago más gentil
para el que canta»; y el esfuerzo obligado a que una necesidad impuesta y
no inventada o solicitada por nosotros nos apura y arrastra. Y como este
esfuerzo obligado, en que estrictamente satisfacemos una necesidad, tiene
su ejemplo máximo en lo que suele el hombre llamar trabajo, así aquella
clase de esfuerzos superfluos encuentra su ejemplo más claro en el deporte.
Esto nos llevará a transmutar la inveterada jerarquía y considerar la actividad
deportiva como la primaria y creadora, como la más elevada, seria e impor-
tante en la vida, y la actividad laboriosa como derivada de aquélla, como
su mera decantación y precipitado. Es más, vida propiamente hablando es
sólo la de cariz deportivo, lo otro es relativamente mecanización y mero
funcionamiento. Lo vital es la formación del brazo y su repertorio de posi-
bles movimientos; dado el brazo y sus posibilidades, su trayectoria en cada
caso es cuestión simplemente mecánica. Asimismo, una vez hecho el ojo,
las leyes de la óptica física se cumplen en la visión, pero con las leyes físicas
no se hace un ojo. A Descartes, que sostenía la naturaleza mecánica de los
cuerpos vivos, ya decía Cristina de Suecia que «ella no había visto nunca que
su reloj diese a luz relojitos».
En modo alguno quiero decir con esto que la acción utilitaria no reobre
a su vez, no inspire y dé pretexto a nuevas creaciones de la potencia depor-
tiva; lo único que estrictamente quisiera insinuar es que, en todo proceso
vital, lo primario, el punto de partida, es una energía de sentirlo superfluo y
libérrimo, lo mismo en la vida corporal que en la vida histórica. Al hacer la

14
José Ortega y Gasset EL ORIGEN DEPORTIVO DEL ESTADO

historia de toda existencia viviente hallaremos siempre que la vida fue prime-
ro una pródiga invención de posibilidades y luego una selección entre ellas
que se fijan y como solidifican en hábitos utilitarios. Bastaría con que cada
cual hiciese resbalar la atención sobre el film de su vida para que viese cómo
su destino individual ha consistido en la selección que las circunstancias
afectivas han ido ejecutando entre sus posibilidades personales. El individuo
que a lo largo de nuestra vida llegamos a ser es sólo uno de los varios o mu-
chos que pudimos ser y que quedaron sin realizar como bajas lamentables
de nuestro ejército interior. Por eso, importa mucho que penetremos en la
existencia muy ricos en posibilidades, a fin de que luego la poda fatal que
es el destino deje siempre en nosotros potencias invulneradas y robustas.
Esta abundancia de posibilidades es el síntoma más característico de vida
pujante, como el utilitarismo, el atenerse a lo estrictamente necesario, al
modo del enfermo que ahorra movimientos, es el síntoma de debilidad y de
vida menguante.
Depende, pues, el acierto en la existencia de la riqueza de posibilidades
con que avancemos por ella. Cada golpe que en ella recibamos debe ser sólo
un excitante para nuevos ensayos.
Perdóneseme, pero nunca puedo sesgar esta idea sin que venga a mi
memoria, como símbolo de ella, la escena victoriosa que en los circos so-
lían representar los clownes cuando mi generación andaba por su infancia.
Salía el clown con su lívida faz enharinada, y colocándose en un lugar de la
pista, sacaba de su faltriquera un pito, que se ponía a tocar. Al punto se
presentaba el director de escena y le advertía que allí no se podía tocar. Sin
inmutarse, el clown se colocaba en otro sitio y volvía a tocar, pero entonces
el director llegaba irritado y le arrebataba el silbo melodioso. Tampoco se
inmutaba el clown ante pareja desventura, antes bien, dejaba que el director
se alejase y sumergiendo su mano en la insondable faltriquera extraía de ella
otro pito y de él nuevas líneas melódicas. Pero el director inexorable volvía
una vez más y una vez más le arrancaba el objeto armonioso. Mas el bolsillo
del clown era un cósmico seno inagotable del cual salían unos tras otros nue-
vos instrumentos musicales, altisonantes y alegres, o dulces y melancólicos.
La melodía triunfaba siempre sobre el veto del destino y llenaba el ámbito
comunicando su victoriosa generosidad, su impetuosa invencible abundancia
a todos los espectadores, que sentíamos creciente exaltación, como si un
torrente de extraña energía emanase del silbo glorioso que impertérrito
modulaba el clown, sentado en la barrera del circo. Luego he pensado que
venía a ser este clown de los pitos una burlesca forma moderna del viejo Pan

15
José Ortega y Gasset EL ORIGEN DEPORTIVO DEL ESTADO

de las selvas que adoraban los griegos como símbolo de la vitalidad cósmica.
¡Sereno Pan capriforme, que en la tarde declinante tañe la zampoña divina y
su mágico son suscita resonancias en todas las cosas; se estremece la fuente
y la hoja, tiembla el astro y danzan los chivos rufos en la linde del bosque!
Pues bien, sin mayor solemnidad yo diría que la vida es cuestión de pitos.
Lo más necesario es lo superfluo, el que se contente con responder estric-
tamente a la necesidad que sobreviene será arrollado por ella; la vida ha
triunfado sobre el planeta gracias a que en vez de atenerse a la necesidad la
ha inundado, la ha anegado en exuberantes posibilidades, permitiendo que
el fracaso de una sirva de puente para la victoria de otra.
Por esto la palabra que más sabor de vida tiene para mí y una de las más
bonitas del diccionario es la palabra «incitación». Sólo en biología tiene este
vocablo sentido. La física la ignora. En la física no es una cosa incitación para
otra, sino sólo su causa. Ahora bien: la diferencia entre causa e incitación
es que la causa produce sólo un efecto proporcionado a ella. La bola de
billar que choca con otra transmite a ésta un impulso, en principio, igual al
que ella llevaba: el efecto es en física igual a la causa. Mas cuando el aguijón
de la espuela roza apenas el ijar del caballo pura sangre éste da una corveta
magnífica, generosamente desproporcionada con el impulso de la espuela.
La espuela no es causa, sino incitación. Al pura sangre le bastan mínimos
pretextos para ser exuberantemente incitado, y en él responder a un im-
pulso exterior es más bien dispararse. Las corvetas equinas son, en verdad,
una de las imágenes más perfectas de la vida pujante y no menos la testa
nerviosa, de ojo inquieto y venas trémulas del caballo de raza. Así debió
ser aquel maravilloso animal que se llamó «Incitatus» y Calígula nombro
senador romano.
¡Pobre la vida, falta de elásticos resortes que la hagan pronta al ensayo y
al brinco! ¡Triste vida la que inerte deja pasar los instantes, sin exigir que
las horas se acerquen vibrantes como espadas! ¡Da pena cuando uno piensa
que le ha tocado vivir en una etapa de inercia española y recuerda los saltos
de corcel o de tigre que en sus tiempos mejores fue la historia de España!
¿Dónde ha ido a parar aquella vitalidad? ¿Espera bajo la tierra vetusta alguna
resurrección? Yo quiero creer que sí, y decidido, ya que no tengo otra cosa,
a nutrirme con imágenes me formo la siguiente:
Es Córdoba una de las ciudades del mundo cuyo subsuelo es histórica-
mente más rico. Bajo la humilde y quieta población actual descansan los
restos de seis civilizaciones; romana, gótica, árabe, hebrea y española clásica

16
José Ortega y Gasset EL ORIGEN DEPORTIVO DEL ESTADO

y romántica. Cada una de ellas se puede resumir en un nombre máximo:


Séneca, Álvaro, Averroes, Maimónides, Góngora y el duque de Rivas; ¡qué
espléndido enjambre de incitaciones punzantes como espuelas o como abe-
jas! Todo ese enorme tesoro de vitalidad ejemplar yace sepulto bajo la
inercia instalada en la superficie. Diríase que Córdoba es un rosal que tiene
al viento la sórdida raíz y da sus rosas bajo la tierra. Ello es que, en la calle
de Claudio Marcelo, lo que hoy es Delegación de Policía y precisamente
el lugar donde son conducidos los beodos y sometidos al rito arcaico del
amoníaco, pertenecía hasta tiempo reciente, como patio, a una casa solar de
que era dueña una linajuda dama. Hace algunos años, con motivo de no sé
qué obras, trabajaban unos obreros en el patio, cuando la piqueta de uno
de ellos tropezó con un objeto resistente. Miraron con cuidado y vieron
que era una pequeña oreja de un caballo de bronce. Cavaron un poco más
y maravillados vieron que emergía de la tierra, y como que en ella florecía
una espléndida testa equina y luego el comienzo de una figura ecuestre de
romano estilo. Probablemente la estatua del propio Claudio Marcelo. Avisa-
ron a la propietaria y ésta se informó de lo que podía costar la exhumación
de la estatua ecuestre. La cuantía le pareció grande y entonces ordenó que
fuese de nuevo cubierta por la tierra. Y aunque parezca increíble, allí sigue
sepulto este español «Incitatus» con su fina cerviz de venas quebradas y sus
belfos fáciles a la espuma. Y como los pescadores de Bretaña, al inclinarse
en las tardes de calma sobre la borda de sus barcas, creen oír el rumor de
campanas sumergidas que llega del fondo del mar, piensa uno si al poner
el oído sobre la tierra no se entreoirá soterraño el relincho exasperado de
este caballo de bronce.
Pero demos de lado a estas imágenes y prosigamos nuestro camino.

17
José Ortega y Gasset EL ORIGEN DEPORTIVO DEL ESTADO

III

El instinto de coetaneidad.— Las clases de edad.— Asociaciones


juveniles.— El rapto de mujeres extrañas, motivo inicial
del Estado.— El «club» antes que la familia
y el Parlamento.— Origen del ascetismo.— La familia contra el Estado.

¡Los jóvenes!... Yo quisiera en algún día próximo hablar largamente sobre


el admirable filón de secretos que descubrimos al intentar una psicología de
la juventud. En general, es preciso atacar decididamente la gran cuestión de
los estudios biológicos: niñez, juventud, madurez, ancianidad.
Permítaseme augurar para tiempo muy próximo la convergencia de la
atención científica sobre este problema de las edades, común a todos los
organismos —no sólo propio al animal, a la planta y al hombre. Spengler
no ha hecho aquí, como en muchas otras cosas, más que levantar la caza
a destiempo, sin madurez ni mesura. Pero —recuerde el lector mi pronós-
tico— antes de un lustro será uno de los grandes temas de la meditación
intelectual el hecho trágico de la «senescencia de las razas». Paralelamente,
la biología se convencerá en estos años de que el secreto de la vida tiene
que ser palpado saliendo de este hecho tan evidente como desatendido: la
inevitabilidad de la muerte.
Mas ahora he de reducirme a destacar un rasgo solo, característico en la
psicología juvenil.
Un pedagogo inglés dio el año pasado a la estampa cierto estudio sobre
psicología de la infancia. Se había propuesto el autor ver si había manera de
establecer épocas claramente distintas en el desarrollo de la vida infantil.

18
José Ortega y Gasset EL ORIGEN DEPORTIVO DEL ESTADO

A este propósito busca alguna actividad espiritual libre de influencias vo-


luntarias y externas, para investigar las variaciones que año tras año en ella
se producen. La encuentra en los sueños. Y analizando los sueños del niño
advierte que se pueden distinguir tres etapas: en la primera el niño sueña
que está jugando él sólo; en la segunda aparece en sus sueños un nuevo per-
sonaje, que es otro niño, pero este segundo niño no tiene otro papel que
el de espectador; está allí para verle jugar. Tras ésta viene una última etapa,
próxima a la pubertad, durante la cual irrumpe en el sueño del niño todo
un grupo de muchachos que juegan con él y en cuyo enjambre inquietísimo
queda sumida su individual persona.
Es, en efecto, una de las fuerzas decisivas en el alma del adolescente, que
no hace sino aumentarse en la plena juventud, el apetito de convivir con
otros muchachos de su edad. Se quiebra el aislamiento de la primera infancia
y la personalidad del muchacho se derrama por completo en el grupo coetá-
neo. Ya no vive por sí ni para sí: no quiere y siente como individuo, sino
que se halla absorbido por la personalidad anónima del grupo que piensa y
siente en su lugar. De aquí que la adolescencia y la juventud sean la sazón de
las amistades. Durante ellas el hombre, con la individualidad aún no forma-
da, vive sumergido en el enjambre muchachil que vaga indiviso, inseparable,
donde los vientos le empujan sobre el vergel de la existencia. Yo llamo a este
apetito soberanamente sociable el instinto de coetaneidad.
En el último año, un niño de doce, que me es muy próximo, de alma
limpísima, esbelta y fragante, se acercó un día a su madre y le dijo: «Mamá,
mañana vamos de excursión todos los del colegio, chicos y chicas. Yo quiero
que me arregles bien la chaqueta, que me des un pañuelo de seda para el
bolsillo y cinco pesetas para bombones». Como el garzón suele ser de una
bronca y descuidada varonía, sorprendió a la madre tan remilgada exigencia
y le preguntó a qué venía todo aquello. El niño, habituado a verter por en-
tero sus secretos a la madre, pronunció entonces estas deliciosas palabras:
«Mamá, sabes... es que nos gustan ya las chicas». No dijo: «me gustan ya las
chicas». Lo delicioso de esta frase radica en el «nos». Porque, en efecto, a él
individualmente no le gustaban ni le gustan todavía las chicas. Lo ocurrido
era que súbitamente en el grupo escolar, como tal grupo, había brotado la
curiosidad por la mujer, la vaga noción del atractivo femenino y, sobre todo,
una primera sospecha de la gracia dinámica que posee el combate galante,
requeridor y romántico del hombre con la esquivez de la mujer. El primer
impulso de pubertad había aparecido en el grupo antes que en el individuo,
y el gentil tropel de la clase se disponía, lleno de ilusión y unidad interior,

19
José Ortega y Gasset EL ORIGEN DEPORTIVO DEL ESTADO

como un equipo de fútbol, a dar el día próximo una primera y famosa ba-
tida al eterno femenino. Ni que decir tiene que en aquella jornada ilustre al
hallarse el grupo de escolares frente a las niñas, irónicas y ariscas, quedó
aquél paralizado y no se atrevió siquiera a manejar el dulce soborno de los
bombones.
Ahora conviene recordar que, como otras veces he dicho (véase El tema de
nuestro tiempo), parece la historia humana avanzar según un doble ritmo: el
ritmo de edades y el de sexos. Hay épocas en que se observa un predominio
de la influencia juvenil y otras en que parece señorear el hombre maduro.
De todas suertes, si investigamos qué forma de sociedad aparece inmedia-
tamente después de la forma informe que hemos llamado «horda», nos en-
contramos con una sociedad dotada ya de un comienzo de organización. El
principio de esta organización es sencillamente la edad. El cuerpo social ha
aumentado en número de individuos y de horda se ha convertido en tribu.
Pues bien, las tribus primitivas aparecen divididas en tres clases sociales: que
no son, ciertamente, económicas, como preferiría la tesis socialista, sino la
clase de los hombres maduros, la de los jóvenes y la de los viejos. No hay
otras distinciones, y, por supuesto, no existe aún la familia. Tan no existe,
que todos los pertenecientes a la clase joven se llaman entre sí hermanos y
llaman padres a todos los de la clase de más edad.
Conste, pues, que la primera organización social no divide al grupo en
familias, sino en lo que se ha llamado «clases de edad».
Sin embargo, de estas tres edades, la que predomina por su poder y au-
toridad, la que manda y decide no es la de los hombres maduros, sino la de
los jóvenes. Es más; frecuentemente es ésta la única que existe, y mil datos,
que no hay para qué acumular aquí, muestran, sin que de ello quepa duda
alguna, que originariamente la única clase organizada fue la juvenil.
¿Qué ha acontecido en ese tránsito de la horda informe a la tribu orga-
nizada?
Las hordas vagaban años y años sin tropezarse unas con otras; el número
de individuos de la especie humana era en todo el planeta muy reducido.
Pero hubo evidentemente una época de enorme proliferación que densifica
la población. Las hordas viven cerca unas de otras. Este aumento de pobla-
ción es síntoma de una mayor vitalidad en la especie, de un desarrollo y
perfeccionamiento en sus facultades.
Y acaece que los muchachos de dos o tres hordas próximas, impulsados
por ese instinto de sociabilidad coetánea, deciden juntarse, vivir en común.

20
José Ortega y Gasset EL ORIGEN DEPORTIVO DEL ESTADO

Claro es que no para permanecer inactivos: el joven es sociable, pero a la


par es hazañoso, necesita acometer empresas. Indefectiblemente entre ellos
surge un temperamento o más imaginativo, o más audaz, o más diestro, que
propone la gran osadía. Sienten todos, sin que sepan por qué, un extraño y
misterioso asco hacia las mujeres parientes consanguíneas con quienes viven
en la horda, hacia las mujeres conocidas, y un apetito de imaginación hacia
las mujeres otras, las desconocidas, las no vistas o sólo entrevistas.
Y entonces ha lugar una de las acciones más geniales de la historia hu-
mana, de que han irradiado más gigantescas consecuencias: deciden robar
las mozas de hordas lejanas. Pero esto no es empresa suave: las hordas no
toleran impunemente la sustracción de sus mujeres. Para robarlas hay que
combatir, y nace la guerra como medio al servicio del amor. Pero la guerra
suscita un jefe y requiere una disciplina: con la guerra que el amor inspiro
surge la autoridad, la ley y la estructura social. Pero unidad de jefe y discipli-
na trae consigo, y, a la vez, fomenta la unidad de espíritu, la preocupación en
común por todos los grandes problemas. Y, en efecto, en estas asociaciones
de muchachos comienzan el culto a los poderes mágicos, las ceremonias y
los ritos.
La vida en común inspira la idea de construir un albergue estable y capaz,
que no sea la guarida transitoria o la simple pantalla contra el viento. Y así
ocurre que la primera casa que el hombre edifica no es la casa de la familia
aun inexistente, sino el casino de los jóvenes. En ella preparan sus expedicio-
nes, cumplen sus ritos; en ella se dedican al canto, a la bebida y al frenético
banquete común. Es decir, que el «club» es, quiérase o no, más antiguo que
el hogar doméstico, como el casino que la casa.
Está prohibido, so pena mortal, a los hombres maduros, mujeres y niños
entrar en el casino varonil, que, por sus formas subsecuentes, llaman los
etnólogos la «casa de los solteros». Todo es en ella misterioso, secreto y
tabú. Porque es un hecho sorprendente que estas primitivas asociaciones
juveniles suelen tener el carácter de sociedades secretas, de férrea disciplina
interna, donde se cultivan las destrezas vitales de la caza y la guerra con
un severo entrenamiento. Es decir, que la asociación política originaria es
la sociedad secreta y que si sirve para el placer y la bebida es, al propio
tiempo, el lugar donde se ejercita el primer ascetismo religioso y atlético.
Recuérdese que la más exacta traducción del vocablo ascetismo es «ejercicio
de entrenamiento», y los monjes no han hecho sino tomarlo del vocabulario
deportivo usado por los atletas griegos. Ashesis era el régimen de vida del
atleta, llena de ejercicios y privaciones. De donde resulta que el casino de

21
José Ortega y Gasset EL ORIGEN DEPORTIVO DEL ESTADO

los jóvenes, primera casa y primer «club» placentero, es también el primer


cuartel y el primer convento.
Las divinidades son, como he indicado, divinidades de cazador: los ani-
males, y su culto tiene carácter orgiástico y mágico. Se conquista la bene-
volencia del poder animal trascendente imitándole en su figura y en gestos
rituales que se convierten en brincos y danzas frenéticas.Hay días solemnes
en que el enjambre juvenil se cubre con máscaras hórridas, que fingen ros-
tros de animal, y sale por los campos danzando en frenesí, dando al aire un
trozo de madera que girando al extremo de una cuerda produce un sonido
mágico, al oír el cual las mujeres y niños huyen porque les está vedado ver
el fantástico tropel de danzarines que en fiesta embriagadora parten para
una «razzia» en busca de mozas lejanas. El traje de guerra es el mismo que
el traje de fiesta: la máscara. Y fiesta, caza y guerra permanecieron mucho
tiempo indiferenciadas: por eso casi todas las danzas primitivas son la estili-
zación de gestos venatorios o beligerantes.
Todo esto que acabo de decir un poco atropelladamente, porque otra
cosa requeriría una extensión inoportuna, ha de entenderse que no es un
conjunto de suposiciones mías. A estas horas, posiblemente, todo esto que
digo está, en lo esencial, aconteciendo como lo digo en varios lugares de
nuestro planeta.
Vemos, pues, que la primera sociedad humana, propiamente tal, es todo lo
contrario que una reacción a necesidades impuestas. La primera sociedad es
esta asociación de jóvenes para robar mujeres extrañas al grupo consanguí-
neo y dar cima a toda suerte de bárbaras hazañas. Más que a un Parlamento
o Gobierno de severos magistrados, se parece a un Atlétic Club. Dígame el
lector si es tan excesivo como en un principio pudo parecerle proclamar el
origen deportivo del Estado.
Lo que en épocas pulidas de decadencia y romanticismo va a ser el soñar
con la princesa lejana, fue en giro tosco y primitivo el incitante para tan
magníficas creaciones. En él se origina la exogamia; es decir, la ley primera
matrimonial, que obliga a buscar esposa fuera de los consanguíneos. La
importancia biológica que esto ha tenido para la especie humana no se
oculta a nadie. Fue el robo, el rapto, el primer matrimonio, del que quedan
residuos y huellas simbólicas en muchas formas posteriores de la ceremonia
conyugal, y hasta el vocabulario amoroso que llama arrebato, es decir, rapto,
al impetuoso empuje del sentimiento erótico.

22
José Ortega y Gasset EL ORIGEN DEPORTIVO DEL ESTADO

IV

El Estado griego: file, fratría, herairía.— La sopa negra


de Esparta.— El Estado romano: curia, salios,
cónsules.— El Estado y el carnaval.

Tenemos, pues, que el «club» de los jóvenes inicia en la Historia las cosas
siguientes:
La exogamia.
La guerra.
La organización autoritaria.
La disciplina de entrenamiento o ascética.
La Ley.
La asociación cultural.
El festival de danzas enmascaradas o Carnaval.
La sociedad secreta.
Y todo ello, junto e indiferenciado, la génesis histórica e irracional del
Estado. Una vez más encontramos que en todo origen se halla instalada la
gracia y no la utilidad.
Pero no es dudoso que esta época, en que predominó sin trabas ni freno
la gresca juvenil, fue tiempo duro y cruel. Era preciso que el resto de la
masa social procurase su defensa frente a las asociaciones bélicas y políticas
de los mozos. Entonces se organiza frente a ella la asociación de los viejos:
el Senado. Viven éstos con las mujeres y los niños, de los que no son o no
se saben maridos ni padres. La mujer busca la protección de sus hermanos

23
José Ortega y Gasset EL ORIGEN DEPORTIVO DEL ESTADO

y hermanos de su madre, y se hace centro de un grupo social opuesto al


«club» de varones; es la primera familia, la familia matriarcal, de origen, en
efecto, reactivo, defensivo y opuesto al Estado. El principio de coetaneidad
forcejea desde entonces en la historia con el principio de consanguinidad.
Cuando triunfa el uno se deprime el otro y viceversa.
Contentémonos con este somero esquema, que basta a mi propósito de
presentar en el origen del Estado un ejemplo de la fecundidad creadora
residente en la potencia deportiva. No ha sido el obrero, ni el intelectual,
ni el sacerdote, propiamente dicho, ni el comerciante quien inicia el gran
proceso político; ha sido la juventud, preocupada de feminidad y resuelta al
combate; ha sido el amador, el guerrero y el deportista.
Yo hubiera querido ahora decir algo sobre ese ímpetu amoroso, que tan
sorprendente fertilidad histórica nos ha revelado. Tal vez encontrásemos en
el amor el prototipo de la vitalidad primaria, el ejemplo mayor de deportis-
mo biológico. Pero sería hacer interminable este ensayo, y necesito todavía
dirigir la atención del lector hacia épocas menos primitivas y más conocidas
de él que esa hora de albor y madrugada, donde hasta ahora le he retenido.
Conviene, en efecto, mostrar la fecundidad que esta sorprendente ilumi-
nación, con que hemos sido favorecidos en la zona etnográfica, tiene para
aclarar muchos problemas, hasta ahora indóciles, de los tiempos plenamente
históricos. Lo cierto es que dondequiera que presenciamos la incorpora-
ción verdaderamente originaria de un organismo político, dondequiera que
entrevemos el nacimiento de un Estado hallamos la presencia del «club»
juvenil, que danza y combate.
Es curioso advertir que los historiadores de Grecia y Roma no saben qué
hacerse con el estrato más profundo, más arcaico de instituciones que en-
cuentran en las ciudades helénicas y latinas. Por lo que hace a Grecia, estas
instituciones se llaman file, fratría, hetairía. Los helenistas entienden el sentido
de estas palabras, pero no entendían hasta hace poco qué cosas eran las así
designadas. File significa tribu, pero no como unidad de consanguíneos, sino
como cuerpo organizado de guerreros. Fratría significa hermandad, y hetai‑
ría, compañía. Antes de que exista la polis, la ciudad con su Constitución, el
pueblo griego se hallaba estructurado en esas otras formas. Ahora bien; la
fratría o hermandad, que tiene entre los arios asiáticos su correspondencia
en la sabha, no es más que la clase de edad de los jóvenes, organizada en aso-
ciación de fiesta y guerra. No se olvide que, como he dicho, primitivamente
los jóvenes llaman padres a todos los hombres de la clase más provecta, y

24
José Ortega y Gasset EL ORIGEN DEPORTIVO DEL ESTADO

se llaman entre sí hermanos. En cuanto a hetairía, o compañía, claramente


indica su nombre el principio asociativo de sociedad secreta, que reúne
en torno a un jefe a los varones mozos.Es exactamente lo mismo que los
germanos llamaron Gefolgschaft; es decir, los que siguen a uno lealmente, los
«secuaces». En nuestro vocabulario militar perdura este sentido originario
en la palabra «compañía».
La gente ática era demasiado inteligente, y la agudeza mental es una subli-
me inquietud y como una neurastenia maravillosa, que deshace fácilmente
el organismo. Por eso en Atenas todo lo tradicional se borró pronto, y el
cuerpo social entra, desde luego, en un proceso de reformas utópicas, que
acaban por aniquilarlo. Por esta razón quedan en el Ática tan escasos resi-
duos de la organización primitiva. Esparta, por el contrario, piensa menos
y vive más reciamente. Allí encontramos las fratrías en pleno vigor, bajo la
especie de organización militar. Los guerreros viven juntos y aparte de sus
familias; la solidaridad de su asociación cultural y bélica se simboliza en las
famosas cenas, donde se tomaba la «sopa negra», que era un manjar ritual.
Y no es extraño que aquí sea donde se localiza el mito del robo de Helena,
que era primero una divinidad lunar y luego una mujer extranjera. El que
quiera comparar lo que se sabe de la vida militar lacedemonia con cualquiera
asociación de jóvenes de las existentes aún en los pueblos llamados salvajes,
los Masai del Africa oriental, por ejemplo, se sorprenderá de la identidad.
Si un exceso de agudeza e inquietud intelectual —forzoso es reconocerlo,
porque la historia nos lo demuestra reiteradamente— descompone, como
un álcali, el Estado, llega éste a su mayor solidez y perduración cuando un
pueblo moderadamente inteligente posee cierto extraño y nativo don de
mando. Éste fue el caso de Roma, como hoy lo es de Inglaterra. Y, notable
semejanza, ambos son pueblos que se caracterizan por su maniática conser-
vación del pasado.
Así se explica que habiendo Roma aparecido sobre el área histórica más
tarde que Grecia, conserve muchos más restos de arcaísmo. Ello es que en
el subsuelo de la estructura política romana hallamos residuos vetustísimos
de sus instituciones primitivas —tan vetustos, que los arqueólogos romanos
más antiguos no las comprendían ya. Estas instituciones se conservaron
siempre en Roma como instituciones religiosas, pero no porque lo fueran
propia y exclusivamente, sino porque, según es sabido, toda institución
arcaica que ha perdido la actualidad de sus otras intervenciones tiende
a conservarse como fenómeno religioso. Todo lo vetusto que ya no se

25
José Ortega y Gasset EL ORIGEN DEPORTIVO DEL ESTADO

entiende se carga de electricidad mística y se hace religioso. No en balde


supervivencia y superstición son sinónimos.
Así acaece que la división más antigua del Estado romano es la curia, y que
a la hora en que vemos aquél bajo una plena luz de historia, las curias no
son ya más que asociaciones de piedad patriótica, en que se rinde culto a
las divinidades tutelares de la ciudad. El nombre mismo curia no se sabía, ni
lo supieron los romanos, de dónde procedía. Los filólogos contemporáneos
se han dado de cabezadas para averiguar cuál era su etimología. Poníase
en relación con Cures y Quirites —los hombres de la lanza—, pero no se
lograba confirmar tal origen. Al punto veremos que una nueva etimología,
sobremanera palpable, recibe inesperada iluminación merced a esta doctrina
sobre el origen del Estado.
Junto a las curias, las más antiguas instituciones romanas son los colegios
y sodalidades o compañías de sacerdotes. No he de hablar de los colegios
de pontífices y augures, aunque tienen mucho que ver con la tesis aquí sus-
tentada. Prefiero referirme sólo a una sociedad que, por el arcaísmo de su
vestimenta ceremonial, de sus ejercicios rituales y de sus cantos, suscitaba
ya en el romano del siglo II antes de J.C. una impresión mixta de respeto y
comicidad. Se trata de la corporación de los sacerdotes llamados Salii. Como
casi todas las instituciones primarias de Roma, poseía una estructura dual,
formada por dos cuerpos, de doce miembros cada uno. Estaba consagrada
al culto de Marte, el dios latino, que simboliza a un tiempo la guerra, la
agricultura y el pastoreo. En ciertas fechas, sobre todo en la de Marte,
celebraban los salios sus procesiones, en las cuales danzaban una primitiva
danza bélica. De aquí su nombre: Salii —de salire— saltar, danzar. El jefe de
cada uno de los cuerpos, que danzaba delante del resto como de un coro,
se llamaba prae‑sul, el que baila delante —porque el tema sul es el mismo
tema sal—, de saltar. De aquí ex‑sul, el desterrado, el exilado, es decir, el
que ha saltado más allá de la frontera; de aquí in‑sul‑a, el peñón que ha
saltado en el mar (1). Vestían un traje que ya parecía grotesco, pero que era
ni más ni menos que el antiquísimo indumento de guerra —el traje usado
por los patricios hasta el siglo VII antes de J.C.—, y portaban unos grandes
escudos de forma desusada. En Roma se veneraban estos escudos por lo
mismo que se había perdido la noción de su origen. Eran conservados en

(1) Así Mommsen. Véase el primer tomo de su historia.

26
José Ortega y Gasset EL ORIGEN DEPORTIVO DEL ESTADO

una «mansión» llamada curia saliorum. Cicerón refiere que habiéndose una vez
incendiado esta curia o casa de los salios, se halló en ella el báculo real de
Rómulo. Trátase de la conexión de esta sociedad con la fundación del Esta-
do romano. El canto o carmen saliare era un himno a Marte, bajo nombres y
con vocablos tan antiguos, que nadie en Roma los entendía ya. En su curia
celebraban, a costa del Estado, cenas rituales tan opíparas, que era usado
llamar a toda gran comilona coena saliorum.
Como se advierte, encontramos en esta sociedad de los danzadores gue-
rreros todos los síntomas del primitivo «club» juvenil. Y lo hallamos todo
ello unido a la fundación de la sociedad, es decir, del Estado romano. Sus
procesiones eran el centro de un gran festival urbano, que tomaba cariz
orgiástico, del mismo sesgo que la fiesta de las lupercales, que es, en parte,
la raíz de nuestro Carnaval. La lupercal es la fiesta de la loba, «totem» ur-
bano de Roma. En ella, unos ciudadanos se disfrazaban con pieles de lobo,
mientras otros, vestidos de pastores, los perseguían, usando unos y otros
de cardos, con que azuzaban a los transeúntes. Esta fiesta de pastores que
dan caza al lobo enemigo se conserva, en forma semejante, en muchas aso-
ciaciones varoniles de Africa y Melanesia.
Pero lo importante es advertir que cuando Roma destrona sus reyes, que
eran etruscos y significaban la dominación extranjera, los romanos quieren
retornar a sus instituciones primitivas y se organizan en república. Al frente
de ésta, como máximos magistrados y suprema representación del Estado,
aparecen entonces súbitamente, sin que se sepa de dónde procedía ni la
esencia ni el nombre, dos cónsules. ¿Qué son estos cónsules? Los gramáti-
cos disputan mucho todavía sobre la etimología de este vocablo, pero entre
las varias propuestas hay una, preconizada, entre otros, por Mommsen, que
pone en relación este vocablo con exul, con insula, con prae-sul. Viene ésta,
con perfecto ajuste, a terminar el arco de los orígenes políticos de Roma.
Porque, según ella, consules significa los que danzan juntos, es decir, los
dos prae-sules o jefes de los jóvenes guerreros y danzarines, que convivían
en la asociación varonil (2). Su casa y solidaridad se llamó curia. Pues bien,
la más reciente explicación de esta palabra no es otra que curia‑coviria, es
decir, co‑varonía, reunión de hombres jóvenes. Nos es, por tanto, evidente
que bajo la especie decaída de la corporación salia hallamos la superviven-

(2) En modo alguno doy como firme esta etimología. Hoy, en rigor, es preferida otra más
gris e históricaniente menos verosímil, aunque fonéticamente superior.

27
José Ortega y Gasset EL ORIGEN DEPORTIVO DEL ESTADO

cia de los primitivos «clubs» juveniles, fundadores del Estado romano. Y,


para colmo de convergencias sugestivas, recordamos que se enlaza con la
instauración de la ciudad la leyenda del rapto de las sabinas corno una de
las primeras hazañas realizadas por Rómulo y sus compañeros. Nuestra
interpretación permite reconocer en esta leyenda un hecho bien general y
notorio, característico de un estadio en la evolución social. En los ritos ma-
trimoniales de Roma perduró la huella del rapto originario, ya que, como es
sabido, la esposa, al ingresar en la casa ele su marido, no lo hacía por su pie,
sino que éste la tomaba en vilo, a fin de que no pisase el dintel, simbolizando
así que había sido arrebatada.
Pero el tema sería inagotable. Quede aquí, por ahora, este esquemático
dibujo sobre el origen deportivo y festival del Estado (3).

Diciembre, 1924

(3) Para los que persigan con interés estas cuestiones añado aquí, lacónicamente, una
ecuación que muestra entre los germanos el mismo origen del Estado. Los sostenes
del Estado son los ricos homes. Rico es el poderoso —el Recke (Sigfrido y, en general, los
nobles de la épica son Recken) jayán o mozo aguerrido. Su poderío es Reich, y adonde
su poderío alcanza, Reichland. Conste, pues, que rico no significa poseedor de cuantías
económicas. El rico‑home no era rico porque fuese «propietario de los instrumentos de
la producción», sino, al revés, era dueño de tesoros porque era rico, valiente, aguerrido.

28
José Ortega y Gasset EL ORIGEN DEPORTIVO DEL ESTADO

En noviembre de 1924 Ortega imparte dos conferencias en la Residencia


de Señoritas bajo el marbete común de «Marta y Maria o trabajo y depor-
te». La primera de ellas, titulada «El sentido deportivo de la vitalidad», tuvo
lugar el 14 de noviembre, y la segunda, «El Estado, la juventud y el carnaval»,
cuatro días después. Es esta segunda el germen de «El origen deportivo del
Estado», que vio la luz en La Nación (Buenos Aires) en tres entregas publi-
cadas en febrero de 1925 (véase la «Noticia bibliográfica»).
Ortega también aludió varias veces a la publicación en La Nación (Buenos
Aires) de un ensayo con el título de la segunda conferencia citada. Así, por
ejemplo, en una nota al pie de Misión de la Universidad (1930) afirma: «Tomo
esta fórmula de mi ensayo «El Estado, la juventud y el carnaval», publicado
en La Nación, de Buenos Aires, en diciembre de 1924 y reproducido en El
Espectador (VII)». Sin embargo, no se ha localizado dicha publicación. Ortega
podría haber confundido el título y la fecha de publicación en la prensa de
«El origen deportivo del Estado» (febrero de 1925), con los de la conferen-
cia en que tiene su origen (cambiando también noviembre por diciembre).
De todos modos, conviene recordar que las entregas de La Nación consig-
naban al comienzo del texto «Madrid, diciembre de 1924», a modo de fecha
de redacción.
La segunda de las tres entregas en que apareció «El origen deportivo del
Estado» en La Nación no pasó a formar parte del texto recogido en El Es‑
pectador VII. Se reproduce en el tomo III de estas Obras completas: «El origen
deportivo del Estado» (La Nación, Buenos Aires, 8‑II‑1925).

29
PRESENTACIÓN

A orixe deportiva do estado, de Ortega y Gasset


Rafael Martín Acero

“…A cultura non é filla do traballo, senón do deporte. Ben sei que á hora
presente me atopo só entre os meus contemporáneos para afirmar
que a forma superior da existencia humana é o deporte.”
(José Ortega y Gasset1)

Esta edición en 2011 de A orixe deportiva do estado de José Ortega y Gasset


(1924), era un soño por realizar. Xa o tentáramos hai anos, xunto ao Prf. J. L. Sal-
vador, e, a el, de estar con nós, pediriámoslle que realizase esta presentación. Esta
edición da transcendental reflexión de Ortega y Gasset, púidose levar a bo termo
grazas á disposición da Fundación Ortega y Marañon, á que lle agradecemos a súa
colaboración. Este libro, da Colección Libros de Bastiagueiro, dedicada á cultura, ás
artes, ao corpo e ao deporte2, forma parte da celebración dos vinte e cinco anos de
existencia da Facultade de Ciencias do Deporte e a Educación Física da Universida-
de da Coruña (antes INEF de Galicia).
O texto realízase a partir do publicado en El Espectador VII (1924), en Obras Com-
pletas Fundación Ortega y Gasset/Taurus 2004-2010 Tomo II pp. 705-719, ademais
incorpórase o texto en galego por primeira vez, e en inglés grazas ao permiso ama-
blemente concedido —exclusivamente para esta publicación— por W.W. Norton &
Company, 500 5th Ave. New York, NY 10110.

O pensamento de Ortega en A orixe deportiva do estado, e as Ciencias da


actividade física e do deporte
Ortega y Gasset, un dos pensadores máis universais do S. XX, desenvolveu unha
tese sobre a orixe do estado, na súa explicación, deste gran salto na organización
das sociedades humanas, puxo a súa mirada no deporte, utilizou a metáfora de-
portiva, cando ao deporte aínda lle faltaban cincuenta anos para constituírse no

1
El Espectador Vol. II Paisaje utilitario, paisaje deportivo.
2
A primeira vez que se reproduciu, no ámbito da educación física e do deporte, A orixe deportiva
do estado, foi na revista, creada por José Mª Cagigal, Citius, Altius, Fortius Vol 9 (n 1-4), de 1967
(p 259-276).

31
Rafael Martín Acero A Orixe Deportiva do Estado, de Ortega y Gasset

fenómeno de masas que hoxe coñecemos. Nas súas obras completas encóntranse
bastantes referencias, directas ou metafóricas, ao deporte3.
Nietzsche4 sinalaba as direccións diverxentes nas vivencias do home, no apolí-
neo, o guerreiro, e no dionisíaco, o xogador, mostra da unidade tráxica. Ortega, en
¿Qué es filosofía? (1926), dinos que “Todas as grandes obras humanas teñen unha
dimensión deportiva e o deporte conserva o limpo humor e o rigoroso coidado”, por
iso mostra a filosofía como “a ciencia dos deportistas”, define a filosofía como unha
reflexión seria nunha actividade lúdica, que promovería o “home luxoso e deporti-
vo”, fronte ao “home utilitario e biolóxico”, para Ortega deporte e filosofía son acti-
vidades que lles reportan felicidade a quen as exercitan e non implican inmediatez
utilitaria. Aquí vemos unha cuestión epistemolóxica principal para as ciencias da
actividade física e do deporte, que, sen obxecto de estudo omnicomprensivo, deben
estudar, principalmente, efectos comparados de diversas actividades continxentes,
exercicios, danzas, xogos e deportes. Estas actividades continxentes substáncianse
no sentimento e a emocionalidade corpórea de quen as vive como unha aventura,
como unha viaxe buscando aprehenderse a si mesmo en situación de alto com-
promiso coa tarefa, en situación e contexto, coas súas estruturas enerxéticas e
simbólicas, de pracer e de realidade, para mellorar e educarse a si mesmo. A viaxe
ou transcurso, que Ortega denominou “o descontinuo esforzo deportivo”, o é para
toda persoa, xa que, segundo o noso sabio, en todo home biolóxico e utilitario,
vive un home deportivo e luxoso, que precisa practicar, lúdica e agonísticamente,
xa que, filosofarse ou deportivizarse son representacións, ilusións, imaxes ou con-
ceptos, pero sen verdadeira realidade, posto que non se materializan en algo útil e
imprescindible, aínda que teñan significación de transcendencia.
Todo este desinterese polo utilitario e o imprescindible impregna a pensadores
e deportistas, segundo Ortega (1925) dun “don de xenerosidade que florece só nas
cimas de maior altitude vital”5, é dicir, que son persoas que poden vivir “co tempe-
ro do mesmo espírito que leva a exercitar un deporte e ocuparse dun xogo”, teñen
moitas opcións de vivir con espontaneidade, de actuar polo luxo de facer, de vivir
e “ser persoa”6.

3
La caza y los toros; El tipo gentleman; ¿Qué es filosofía?; Estudios sobre el amor; Estudio sobre el
amor; Revés de almanaque; El tema de nuestro tiempo; Conversaciones en el golf; El deporte en
los ideales; Paisaje utilitario, paisaje deportivo; El origen deportivo del estado.
4
El nacimiento de la tragedia (1871).
5
Estudios del amor.
6
Expresión de García Bacca.

32
Rafael Martín Acero A Orixe Deportiva do Estado, de Ortega y Gasset

Orixe deportiva do estado


Na visión cultural filoxenética e metafórica de Ortega y Gasset, os mozos das
hordas primitivas organizábanse para raptar as mozas doutros grupos, segundo
interpreta Ortega, estas prácticas promoveron xerarquía, orde, normas, ou festa.
Desde esta visión metafórica, onde o mozo masculino, interesado pola feminidade,
se resolve guerreiro, amante, e deportista, sería a causa de que os humanos en-
contrasen sentido existencial á súa vida, e, polo tanto, que se iniciase a irracional
orixe do estado.
O deporte sería resultado da busca de transcendencia no continxente, no pres-
cindible, e, á súa vez, sería orixe do utilitarismo materialista da organización social
máis sofisticada, sería a orixe do estado.
Ortega definiu o deporte como “a conduta que o home normalmente adopta du-
rante os momentos breves en que a penosidade e as urxencias da vida, o deixaron de
oprimir, e dedícase ao entretemento, a un xogo no que xoga aplicando ao resto da
vida, é dicir, ao serio e doloroso da vida”7, para o noso universal filósofo o deporte e
o xogo son un “luxo vital”, un xogo xusto, onde cada cal defende os seus dereitos,
co deber de respectar os dos outros, no deporte, quizais como na vida, non convén
mentir.
Se Ortega consideraba que a cultura é filla da actitude deportiva, Huizinga8 con-
siderou, algo despois, que o é da actitude lúdica, antes de institucionalizarse, posto
que, incluído o deporte, as actividades de xogo cando se institucionalizan perden
carácter lúdico e, polo tanto, como estrutura social, diminúen a súa capacidade
creadora.
Ortega y Gasset, case vinte e cinco anos antes de morrer, deixou de facer refe-
rencias ao deporte. Coñeceu acontecementos do inicio do desenvolvemento do de-
porte espectáculo, como a profesionalización do fútbol, ou os XX OO de Berlín e os
seus contrarios, os XX Populares convocado en Barcelona (1936). Daquela, Ortega,
xa manifestou o seu desgusto pola excesiva importancia social dos deportes e do
fútbol, denominándoo “a esaxeración deportiva” (Rivero, 2011).

(E, orixes estatais e mercantís do deporte?)


Ortega escribiu (1930) que “tras os deportes veu a esaxeración dos deportes, e
contra esta si que hai moito que dicir”9 . No seu libro máis universal, La rebelión de

7
El tipo gentleman.
8
En Homo Ludens (1938).
9
El revés del almanaque.

33
Rafael Martín Acero A Orixe Deportiva do Estado, de Ortega y Gasset

las masas (1930), coméntanos Rivero (2011), Ortega considerou que os gustos po-
pulares se representaban agora nos estadios deportivos, reforzando a súa idea de
como as masas influenciaban nas decisións. Este argumento de Ortega dános pé a
unha reflexión sobre o deporte actual, de masas ou para as masas, e tamén ao fío
das teses de N. Elías e E. Dunning, cando expresan que toda sociedade desenvol-
vida, con restricións uniformes e estables do comportamento dos seus cidadáns,
desenvolve remedios para as tensións, coma o ocio, a recreación, e o deporte, que,
segundo a tese de Elías y Dunnig, coñecido o nivel de evolución e institucionali-
zación do deporte nunha determinada etapa histórica ou sociedade, poderiamos
representar o nivel civilizador da sociedade á que pertence. Tamén Umberto Eco
se aliña nestas teses orteguianas, como moito antes o fixo Huizinga, ou, dalgún
modo, Elías y Dunnig, para Eco “o Deporte é o Home, o Deporte é a Sociedade”,
onde as maiúsculas sinalan a importancia e historicidade, o experto en semiótica
establece que a conexión psicosocial entre deporte, home e sociedade se encontra
“na zona profunda da sensibilidade colectiva”10. O que foi causa da orixe do estado,
poderiamos dicir que hoxe é efecto do estado, sobre todo o deporte para o entre-
temento de masas, o bioloxizado, utilitarista e mercantilizado, que tería a súa orixe
no estado e no seu alter ego, o mercado, que, como expresou G. Debord, parece o
espectáculo moderno en si mesmo. Pero esta crise, sobre o deporte e a súa espec-
tacularidade mercantilizada, non é nova, segundo comenta Mandell, as autoridades
inglesas en varias ocasións quixeron regular o deporte, existen noticias nos séculos
XIII e XIV, pola inútil paixón competitiva, e no S. XVIII por presión de puritanos,
moralistas, teólogos e críticos.

Referencias Bibliográficas (orde cronolóxica)


Ortega y Gasset J (1924) El origen deportivo del estado, en El Espectador VII, en Obras Completas
Fundación Ortega y Gasset/Taurus 2004-2010 Tomo II pp. 705-719
Ortega y Gasset J (1930) La rebelión de las masas Edición de 1980 Espasa Calpe Madrid
Ortega y Gasset J (1967) El origen deportivo del estado Revista Citius, Altius, Fortius Vol 9 nº 1-4
Debord G (1967) La société du spectacle Editions Champ Libre Paris
Mandell R D (1984) Sport –A cultural history Columbia Univertity Press New York
Eco U (1986) La estrategia de la ilusión Lumen Barcelona
Elías N, Dunning E (1992) Deporte, ocio y civilización Fondo de Cultura Económica Madrid
Bolaño T (2011) El deporte, un lujo vital www.e-torredebabel.com (revisado 22.09.2011)
Rivero A (2011) José Ortega y Gasset: el deporte como metáfora Revista Internacional de Ciencias
del Deporte Vol 2 nº 23.

10
La cháchara deportiva, na obra La estrategia de la ilusión.

34
A ORIXE
DEPORTIVA
DO ESTADO
José Ortega y Gasset
José Ortega y Gasset A ORIXE DEPORTIVA DO ESTADO

A verdade científica caracterízase pola súa exactitude e o rigor das súas


previsións. Pero estas admirables calidades son conquistadas pola ciencia
experimental a cambio de manterse nun plano de problemas secundarios,
deixando intactas as últimas, as decisivas cuestións. Desta renuncia fai a
súa virtude esencial e non será necesario recalcar que por iso só merece
aplausos. Pero a ciencia experimental é só unha exigua porción da mente e
o organismo humanos. Onde ela se para non se para o home. Se o físico
detén a man coa que debuxa os feitos alí onde o seu método conclúe, o
home que hai detrás de todo físico prolonga, queira ou non, a liña iniciada
e lévaa a terminación, como automaticamente ao ver o anaco do arco roto
a nosa mirada completa a aérea curva manca.
A misión da física é pescudar de cada feito que agora se produce o seu
principio, é dicir, o feito antecedente que orixinou aquel. Pero este princi-
pio ten á súa vez un principio anterior e así sucesivamente ata un primeiro
principio orixinario. O físico renuncia a buscar este primeiro principio do
Universo, e fai moi ben. Pero repito que o home onde cada físico vive
aloxado non renuncia e, de grao ou contra a súa vontade, váiselle a alma
cara a esa primeira e enigmática causa. É natural que sexa así. Vivir é, de
certo, tratar co mundo, dirixirse a el, actuar nel, ocuparse del. De aquí que
lle sexa ao home materialmente imposible, por unha forzosidade psicolóxica,
renunciar a posuír unha noción completa do mundo, unha idea integral do
Universo. Delicada ou ruda, coa nosa anuencia ou sen ela, incorpórase no
espírito de cada cal esa fisonomía transcientífica do mundo e vén a gobernar
a nosa existencia con máis eficacia que a verdade científica. Violentamente
quixo o pasado século frear a mente humana alí onde a exactitude remata.
Esta violencia, este volverse de costas aos últimos problemas, chamouse

37
José Ortega y Gasset A ORIXE DEPORTIVA DO ESTADO

«agnosticismo». Aquí aparece o que xa non está xustificado nin é plausible.


Porque a ciencia experimental sexa incapaz de resolver á súa maneira esas
cuestións fundamentais, non é cousa de que facendo ante elas un gracioso
xesto de raposa ante uvas altivas as chame «mitos» e nos invite a abando-
nalas. Como se pode vivir xordo ás postremas, dramáticas preguntas? De
onde vén o mundo, a onde vai? Cal é a potencia definitiva do cosmos? Cal
é o sentido esencial da vida? Non podemos alentar confinados nunha zona
de temas intermedios, secundarios. Necesitamos unha perspectiva íntegra,
con primeiro e último plano, non unha paisaxe mutilada, non un horizonte
ao que se lle amputou o latexo incitador das postremas distancias. Sen pun-
tos cardinais, os nosos pasos carecerían de orientación. E non é pretexto
bastante para esa insensibilidade cara ás últimas cuestións declarar que non
se achou maneira de resolvelas. Razón de máis para sentir na raíz do noso
ser a súa presión e a súa ferida! A quen lle quitou algunha vez a fame saber
que non poderá comer? Aínda insolubles seguirán esas interrogacións al-
zándose patéticas na comba face nocturna e facéndonos as súas chiscadelas
de estrela —as estrelas, segundo Heine, son inquietos pensamentos de ouro
que ten a noite. O norte e o sur oriéntannos, sen necesidade de ser cidades
asequibles, para as cales caiba tomar un billete de ferrocarril.
Quero dicir con isto que non nos é dado renunciar á adopción de po-
sicións ante os temas últimos: queiramos ou non, dun ou outro rostro
incorpóranse en nós. A «verdade científica» é unha verdade exacta, pero
incompleta e penúltima, que se integra forzosamente noutra especie de ver-
dade, última e completa, aínda que inexacta, á cal non habería inconveniente
en chamarlle «mito». A verdade científica flota, pois, en mitoloxía, e a ciencia
mesma, como totalidade, é un mito, o admirable mito europeo.

38
José Ortega y Gasset A ORIXE DEPORTIVA DO ESTADO

II

Unha destas cuestións últimas, acaso a que maior influxo posúe sobre o
noso destino cotián, é a idea que teñamos da vida. No século XIX, que era
de seu e en todo propenso ao utilitarismo, fraguouse unha interpretación
utilitaria do fenómeno vital que chegou ata nós e pode aínda considerarse
coma o tópico vixente. Segundo ela, a actividade primaria da vida consistiría
en responder a esixencias ineludibles, en satisfacer necesidades imperiosas.
Todas as manifestacións vitais serían exemplos desa actividade —o mesmo
as formas do animal ca os seus movementos, o mesmo o espírito do home
ca as súas obras e accións históricas. Unha cegueira conxénita fixo que os
homes desa época tivesen só ollos para os feitos que parecían, en efecto,
presentar a vida como un fenómeno de utilidade e adaptación. Pero tanto
a nova bioloxía coma as recentes investigacións históricas invalidan o usado
mito e propoñen unha idea distinta da vida, en que esta nos aparece con
máis grácil xesto.
Segundo ela, todos os actos utilitarios e adaptativos, todo o que é reac-
ción a premiosas necesidades, son vida secundaria. A actividade orixinal e
primeira da vida é sempre espontánea, luxosa, de intención superflua, é libre
expansión dunha enerxía preexistente. Non consiste en saír ao paso dunha
necesidade, non é un movemento forzado ou tropismo, senón, máis ben, a
liberal ocorrencia, o imprevisible apetito. O darwinismo cría que a especie
dotada de ollos se producira, nun milenario proceso, grazas á necesidade ou
conveniencia de ver para loitar pola vida fronte ao medio. A nova teoría da
mutación e o seu aliado o mendelismo demóstrannos, cun rigor antes des-
coñecido en bioloxía, que a verdade é, máis ben, o contrario. A especie con
ollos aparece subitamente, caprichosamente diriamos, e é ela a que modifica
o medio vital creando o seu aspecto visible. Non porque fai falta o ollo

39
José Ortega y Gasset A ORIXE DEPORTIVA DO ESTADO

chega este a formarse, senón ao revés, porque aparece o ollo pódese logo
usar como instrumento útil. Desta maneira, o repertorio de hábitos útiles
que cada especie posúe formouse mediante selección e aproveitamento de
innumerables actos inútiles que por exuberancia vital foi executando o ser
vivente.
Así, pois, podemos distribuír os fenómenos orgánicos —animais e hu-
manos— en dúas grandes formas de actividade: unha actividade orixinaria,
creadora, vital por excelencia —que é espontánea e desinteresada—; outra
actividade en que se aproveita e mecaniza aquela e que é de carácter utilita-
rio. A utilidade non crea, non inventa, simplemente aproveita e estabiliza o
que sen ela foi creado.
Deixando a un lado as formas orgánicas e atendendo só ás accións, a vida
plena aparécenos sempre como un esforzo, pero este esforzo é de dúas
clases: o esforzo que facemos pola simple deleitación de facelo, como di
Goethe: «É o canto que canta a gorxa, o pago máis xentil para o que canta»;
e o esforzo obrigado a que unha necesidade imposta e non inventada ou so-
licitada por nós nos apura e arrastra. E como este esforzo obrigado, en que
estritamente satisfacemos unha necesidade, ten o seu exemplo máximo no
que adoita o home chamar traballo, así aquela clase de esforzos superfluos
encontra o seu exemplo máis claro no deporte. Isto levaranos a transmutar
a inveterada xerarquía e considerar a actividade deportiva como a primaria
e creadora, como a máis elevada, seria e importante na vida, e a actividade
laboriosa como derivada de aquela, como a súa mera decantación e precipi-
tado. É máis, vida propiamente falando é só a de cariz deportivo, o outro é
relativamente mecanización e mero funcionamento. O vital é a formación do
brazo e o seu repertorio de posibles movementos; dado o brazo e as súas
posibilidades, a súa traxectoria en cada caso é cuestión simplemente mecá-
nica. Así mesmo, unha vez feito o ollo, as leis da óptica física cúmprense na
visión, pero coas leis físicas non se fai un ollo. A Descartes, que sostiña a
natureza mecánica dos corpos vivos, xa lle dicía Cristina de Suecia que «ela
non vira nunca que o seu reloxo dese a luz reloxiños».
De ningún modo quero dicir con isto que a acción utilitaria non reobre á
súa vez, non inspire e dea pretexto a novas creacións da potencia deportiva;
o único que estritamente quixera insinuar é que, en todo proceso vital, o
primario, o punto de partida, é unha enerxía de sentilo superfluo e libé-
rrimo, o mesmo na vida corporal ca na vida histórica. Ao facer a historia
de toda existencia vivente acharemos sempre que a vida foi primeiro unha

40
José Ortega y Gasset A ORIXE DEPORTIVA DO ESTADO

pródiga invención de posibilidades e logo unha selección entre elas que se


fixan e como solidifican en hábitos utilitarios. Bastaría con que cada cal
fixese esvarar a atención sobre o film da súa vida para que vise como o
seu destino individual consistiu na selección que as circunstancias afectivas
foron executando entre as súas posibilidades persoais. O individuo que ao
longo das nosas vidas chegamos a ser é só un dos varios ou moitos que
puidemos ser e que quedaron sen realizar como baixas lamentables do noso
exército interior. Por iso, importa moito que penetremos na existencia moi
ricos en posibilidades, coa finalidade de que logo a poda fatal que é o desti-
no deixe sempre en nós potencias invulneradas e robustas. Esta abundancia
de posibilidades é o síntoma máis característico de vida pugnante, como o
utilitarismo, o aterse ao estritamente necesario, ao modo do enfermo que
aforra movementos, é o síntoma de debilidade e de vida minguante.
Depende, pois, o acerto na existencia da riqueza de posibilidades con que
avancemos por ela. Cada golpe que nela recibamos debe ser só un excitante
para novos ensaios.
Perdóeseme, pero nunca podo nesgar esta idea sen que veña á miña
memoria, como símbolo dela, a escena vitoriosa que nos circos adoitaban
representar os clowns cando a miña xeración andaba pola súa infancia. Saía o
clown coa súa lívida face enfariñada, e colocándose nun lugar da pista, sacaba
da súa faldriqueira un chifre, que se poñía a tocar. Ao punto presentábase o
director de escena e advertíao de que alí non se podía tocar. Sen inmutarse,
o clown colocábase noutro sitio e volvía a tocar, pero daquela o director che-
gaba irritado e arrebatáballe o asubío melodioso. Tampouco se inmutaba o
clown ante parella desventura, antes ben, deixaba que o director se afastase
e somerxendo a súa man na insondable faldriqueira extraía dela outro chifre
e del novas liñas melódicas. Pero o director inexorable volvía unha vez máis
e unha vez máis arrancáballe o obxecto harmonioso. Mais o peto do clown
era un cósmico seo inesgotable do cal saían uns tras outros novos instru-
mentos musicais, altisonantes e alegres, ou doces e melancólicos. A melodía
triunfaba sempre sobre o veto do destino e enchía o ámbito comunicando
a súa vitoriosa xenerosidade, a súa impetuosa invencible abundancia a todos
os espectadores, que sentiamos crecente exaltación, coma se un torrente
de estraña enerxía emanase do chifre glorioso que impertérrito modulaba
o clown, sentado na barreira do circo. Logo pensei que viña a ser este clown
dos chifres unha burlesca forma moderna do vello Pan das selvas que adora-
ban os gregos como símbolo da vitalidade cósmica. Sereno Pan capriforme,
que na tarde declinante tangue a zanfona divina e o seu máxico son suscita

41
José Ortega y Gasset A ORIXE DEPORTIVA DO ESTADO

resonancias en todas as cousas; estremécese a fonte e a folla, treme o astro


e danzan os chibos rufos na linde do bosque!
Pois ben, sen maior solemnidade eu diría que a vida é cuestión de asubíos.
O máis necesario é o superfluo, o que se contente con responder estrita-
mente á necesidade que sobrevén será atropelado por ela; a vida triunfou
sobre o planeta grazas a que en vez de aterse á necesidade inundouna, ane-
gouna en exuberantes posibilidades, permitindo que o fracaso dunha sirva
de ponte para a vitoria doutra.
Por isto a palabra que máis sabor de vida ten para min é unha das máis bo-
nitas do dicionario é a palabra «incitación». Só en bioloxía ten este vocábulo
sentido. A física ignóraa. Na física non é unha cousa incitación para outra,
senón só a súa causa. Agora ben: a diferenza entre causa e incitación é que
a causa produce só un efecto proporcionado a ela. A bóla de billar que
choca con outra transmítelle a esta un impulso, en principio, igual ao que
ela levaba: o efecto é en física igual á causa. Mais cando o aguillón da espora
roza apenas o illar do cabalo puro sangue este dá unha corveta magnífica,
xenerosamente desproporcionada co impulso da espora. A espora non é
causa, senón incitación. Ao puro sangue bástanlle mínimos pretextos para
ser exuberantemente incitado, nel responder a un impulso exterior é máis
ben dispararse. As corvetas equinas son, en verdade, unha das imaxes máis
perfectas da vida pugnante e non menos a testa nerviosa, de ollo inquieto e
veas trémulas do cabalo de raza. Así debeu ser aquel marabilloso animal que
se chamou «Incitatus» e Calígula nomeou senador romano.
Pobre a vida, falta de elásticos resortes que a fagan pronta ao ensaio e ao
brinco! Triste vida a que inerte deixa pasar os instantes, sen esixir que as
horas se acheguen vibrantes como espadas! Dá pena cando un pensa que lle
tocou vivir nunha etapa de inercia española e lembra os saltos de corcel ou
de tigre que nos seus tempos mellores foi a historia de España! Onde foi
parar aquela vitalidade? Espera baixo a terra vetusta algunha resurrección?
Eu quero crer que si, e decidido, xa que non teño outra cousa, a nutrirme
con imaxes formo a seguinte:
É Córdoba unha das cidades do mundo cuxo subsolo é historicamente
máis rico. Baixo a humilde e quieta poboación actual descansan os restos
de seis civilizacións; romana, gótica, árabe, hebrea e española clásica e ro-
mántica. Cada unha delas pódese resumir nun nome máximo: Séneca, Ál-
varo, Averroes, Maimónides, Góngora e o duque de Rivas; que espléndido
enxame de incitacións punzantes como esporas ou como abellas! Todo ese

42
José Ortega y Gasset A ORIXE DEPORTIVA DO ESTADO

enorme tesouro de vitalidade exemplar xace sepulto baixo a inercia instalada


na superficie. Diríase que Córdoba é unha roseira que ten ao vento a sórdida
raíz e dá as súas rosas baixo a terra. Iso é que, na rúa de Claudio Marcelo,
o que hoxe é Delegación de Policía e precisamente o lugar onde son con-
ducidos os bébedos e sometidos ao rito arcaico do amoníaco, pertencía ata
tempo recente, como patio, a unha casa solar de que era dona unha liñaxu-
da dama. Hai algúns anos, con motivo de non sei que obras, traballaban
uns obreiros no patio, cando a picaraña dun deles tropezou cun obxecto
resistente. Miraron con coidado e viron que era unha pequena orella dun
cabalo de bronce. Cavaron un pouco máis e marabillados viron que emerxía
da terra, e como que nela florecía unha espléndida testa equina e logo o
comezo dunha figura ecuestre de romano estilo. Probablemente a estatua
do propio Claudio Marcelo. Avisaron á propietaria e esta informouse do
que podía custar a exhumación da estatua ecuestre. A contía pareceulle
grande e daquela ordenou que fose de novo cuberta pola terra. E aínda que
pareza incrible, alí segue sepulto este español «Incitatus» coa súa fina cerviz
de veas quebradas e os seus belfos fáciles á espuma. E como os pescadores
de Bretaña, ao inclinarse nas tardes de calma sobre a borda das súas barcas,
cren oír o rumor de campás somerxidas que chega do fondo do mar, pensa
un se ao poñer o oído sobre a terra non se entreoirá soterrado o rincho
exasperado deste cabalo de bronce.
Pero deixemos a un lado estas imaxes e prosigamos o noso camiño.

43
José Ortega y Gasset A ORIXE DEPORTIVA DO ESTADO

III

O instinto de coetaneidade.— As clases de idade.— Asociacións


xuvenís.— O rapto de mulleres estrañas, motivo inicial
do Estado.— O «club» antes que a familia
e o Parlamento.— Orixe do ascetismo.— A familia contra o Estado.

Os mozos!... Eu quixera nalgún día próximo falar longamente sobre o


admirable filón de segredos que descubrimos ao intentar unha psicoloxía
da xuventude. En xeral, é preciso atacar decididamente a gran cuestión dos
estudos biolóxicos: nenez, xuventude, madurez, ancianidade.
Permítaseme augurar para tempo moi próximo a converxencia da atención
científica sobre este problema das idades, común a todos os organismos —
non só propio ao animal, á planta e ao home. Spengler non fixo aquí, como
en moitas outras cousas, máis que levantar a caza a destempo, sen madurez
nin mesura. Pero —lembre o lector o meu prognóstico— antes dun lustro
será un dos grandes temas da meditación intelectual o feito tráxico da «se-
nescencia das razas». Paralelamente, a bioloxía convencerase nestes anos de
que o segredo da vida ten que ser palpado saíndo deste feito tan evidente
como desatendido: a inevitabilidade da morte.
Mais agora teño que reducirme a destacar un trazo só, característico na
psicoloxía xuvenil.
Un pedagogo inglés deu o ano pasado á estampa certo estudo sobre psi-
coloxía da infancia. Propuxérase o autor ver se había maneira de establecer
épocas claramente distintas no desenvolvemento da vida infantil. A este
propósito busca algunha actividade espiritual libre de influencias voluntarias

44
José Ortega y Gasset A ORIXE DEPORTIVA DO ESTADO

e externas, para investigar as variacións que ano tras ano nela se producen.
Encóntraa nos soños. E analizando os soños do neno advirte que se poden
distinguir tres etapas: na primeira o neno soña que está xogando el só; na
segunda aparece nos seus soños un novo personaxe, que é outro neno,
pero este segundo neno non ten outro papel que o de espectador; está alí
para velo xogar. Tras esta vén unha última etapa, próxima á puberdade, du-
rante a cal irrompe no soño do neno todo un grupo de rapaces que xogan
con el e en cuxo enxame inquietísimo queda sumida a súa individual persoa.
É, en efecto, unha das forzas decisivas na alma do adolescente, que non
fai senón aumentarse na plena xuventude, o apetito de convivir con ou-
tros rapaces da súa idade. Québrase o afastamento da primeira infancia e
a personalidade do rapaz derrámase por completo no grupo coetáneo. Xa
non vive por si nin para si: non quere e sente como individuo, senón que
se acha absorbido pola personalidade anónima do grupo que pensa e sente
no seu lugar. De aquí que a adolescencia e a xuventude sexan a sazón das
amizades. Durante elas o home, coa individualidade aínda non formada, vive
somerxido no enxame xuvenil que vaga indiviso, inseparable, onde os ventos
o empuxan sobre o verxel da existencia. Eu chámolle a este apetito sobera-
namente sociable o instinto de coetaneidade.
No último ano, un neno de doce, que me é moi próximo, de alma limpí-
sima, esvelta e fragante, achegouse un día á súa nai e díxolle: «Mamá, mañá
imos de excursión todos os do colexio, rapaces e rapazas. Eu quero que me
arranxes ben a chaqueta, que me deas un pano de seda para o peto e cinco
pesetas para bombóns». Como o garzón adoita ser dunha bronca e descoi-
dada virilidade, sorprendeu á nai tan melindrosa esixencia e preguntoulle
a que viña todo aquilo. O neno, habituado a verterlle por enteiro os seus
segredos á nai, pronunciou entón estas deliciosas palabras: «Mamá, sabes...
é que nos gustan xa as rapazas». Non dixo: «gústanme xa as rapazas». O
delicioso desta frase radica no «nos». Porque, en efecto, a el individualmente
non lle gustaban nin lle gustan aínda as mozas. O ocorrido era que subita-
mente no grupo escolar, como tal grupo, brotara a curiosidade pola muller,
a vaga noción do atractivo feminino e, sobre todo, unha primeira sospeita
da graza dinámica que posúe o combate galante, requiridor e romántico do
home coa esquivez da muller. O primeiro impulso de puberdade aparecera
no grupo antes ca no individuo, e o xentil tropel da clase dispoñíase, cheo
de ilusión e unidade interior, como un equipo de fútbol, a dar o día próximo
unha primeira e famosa batida ao eterno feminino. Nin que dicir ten que
naquela xornada ilustre ao acharse o grupo de escolares fronte ás nenas, iró-

45
José Ortega y Gasset A ORIXE DEPORTIVA DO ESTADO

nicas e ariscas, quedou aquel paralizado e non se atreveu sequera a manexar


o doce suborno dos bombóns.
Agora convén lembrar que, como outras veces dixen (véxase o tema do
noso tempo), parece a historia humana avanzar segundo un dobre ritmo: o
ritmo de idades e o de sexos. Hai épocas en que se observa un predominio
da influencia xuvenil e outras en que parece señorear o home maduro. De
todas sortes, se investigamos que forma de sociedade aparece inmediata-
mente despois da forma informe que chamamos «horda», encontrámonos
cunha sociedade dotada xa dun comezo de organización. O principio desta
organización é sinxelamente a idade. O corpo social aumentou en número
de individuos e de horda converteuse en tribo. Pois ben, as tribos primitivas
aparecen divididas en tres clases sociais: que non son, certamente, econó-
micas, como preferiría a tese socialista, senón a clase dos homes maduros,
a dos mozos e a dos vellos. Non hai outras distincións, e, por suposto, non
existe aínda a familia. Tan non existe, que todos os pertencentes á clase
moza chámanse entre si irmáns e chámanlles pais a todos os da clase de
máis idade.
Conste, pois, que a primeira organización social non divide o grupo en
familias, senón no que se chamou «clases de idade».
Porén, destas tres idades, a que predomina polo seu poder e autoridade,
a que manda e decide non é a dos homes maduros, senón a dos mozos.
É máis; frecuentemente é ésta a única que existe, e mil datos, que non hai
para que acumular aquí, mostran, sen que diso caiba ningunha dúbida, que
orixinariamente a única clase organizada foi a xuvenil.
Que aconteceu nese tránsito da horda informe á tribo organizada?
As hordas vagaban anos e anos sen tropezarse unhas con outras; o nú-
mero de individuos da especie humana era en todo o planeta moi reducido.
Pero houbo evidentemente unha época de enorme proliferación que densifi-
ca a poboación. As hordas viven preto unhas doutras. Este aumento de po-
boación é síntoma dunha maior vitalidade na especie, dun desenvolvemento
e perfeccionamento nas súas facultades.
E acaece que os rapaces de dúas ou tres hordas próximas, impulsados por
ese instinto de sociabilidade coetánea, deciden xuntarse, vivir en común.
Claro é que non para permanecer inactivos: o mozo é sociable, pero á par
é fazañoso, necesita acometer empresas. Indefectiblemente entre eles xorde
un temperamento ou máis imaxinativo, ou máis audaz, ou máis destro, que

46
José Ortega y Gasset A ORIXE DEPORTIVA DO ESTADO

propón a grande ousadía. Senten todos, sen que saiban por que, un estraño
e misterioso noxo cara ás mulleres parentes consanguíneas con quen viven
na horda, cara ás mulleres coñecidas, e un apetito de imaxinación cara ás
mulleres outras, as descoñecidas, as non vistas ou só entrevistas.
E entón ten lugar unha das accións máis xeniais da historia humana, de
que irradiaron as máis xigantescas consecuencias: deciden roubar as mozas
de hordas afastadas. Pero isto non é empresa suave: as hordas non toleran
impunemente a subtracción das súas mulleres. Para roubalas hai que comba-
ter, e nace a guerra como medio ao servizo do amor. Pero a guerra suscita
un xefe e require unha disciplina: coa guerra que o amor inspirou xorde a
autoridade, a lei e a estrutura social. Pero unidade de xefe e disciplina trae
consigo, e, á vez, fomenta a unidade de espírito, a preocupación en común
por todos os grandes problemas. E, en efecto, nestas asociacións de mozos
comezan o culto aos poderes máxicos, as cerimonias e os ritos.
A vida en común inspira a idea de construír un albergue estable e capaz,
que non sexa a guarida transitoria ou a simple pantalla contra o vento. E así
ocorre que a primeira casa que o home edifica non é a casa da familia aínda
inexistente, senón o casino dos mozos. Nela preparan as súas expedicións,
cumpren os seus ritos; nela dedícanse ao canto, á bebida e ao frenético
banquete común. É dicir, que o «club» é, quéirase ou non, máis antigo que
o fogar doméstico, como o casino que a casa.
Estalles prohibido, baixo pena mortal, aos homes maduros, mulleres e
nenos entrar no casino viril, que, polas súas formas subsecuentes, chaman
os etnólogos a «casa dos solteiros». Todo é nela misterioso, secreto e tabú.
Porque é un feito sorprendente que estas primitivas asociacións de mozos
adoitan ter o carácter de sociedades secretas, de férrea disciplina interna,
onde se cultivan as destrezas vitais da caza e a guerra cun severo adestra-
mento. É dicir, que a asociación política orixinaria é a sociedade secreta e
que se sirve para o pracer e a bebida é, ao propio tempo, o lugar onde
se exercita o primeiro ascetismo relixioso e atlético. Lémbrese que a máis
exacta tradución do vocábulo ascetismo é «exercicio de adestramento», e
os monxes non fixeron senón tomalo do vocabulario deportivo usado polos
atletas gregos. Ashesis era o réxime de vida do atleta, cheo de exercicios e
privacións. De onde resulta que o casino dos mozos, primeira casa e primei-
ro «club» pracenteiro, é tamén o primeiro cuartel e o primeiro convento.
As divindades son, como indiquei, divindades de cazador: os animais, e
o seu culto ten carácter orxiástico e máxico. Conquístase a benevolencia

47
José Ortega y Gasset A ORIXE DEPORTIVA DO ESTADO

do poder animal trascendente imitándoo na súa figura e en xestos rituais


que se converten en brincos e danzas frenéticas. Hai días solemnes en que
o enxame xuvenil se cobre con máscaras hórridas, que finxen rostros de
animal, e sae polos campos danzando en frenesí, dando ao aire un anaco de
madeira que xirando ao extremo dunha corda produce un son máxico, ao
oír o cal as mulleres e nenos foxen porque lles está vedado ver o fantástico
tropel de danzaríns que en festa embriagadora parten para unha «razzia»
en busca de mozas afastadas. O traxe de guerra é o mesmo ca o traxe de
festa: a máscara. E festa, caza e guerra permaneceron moito tempo indife-
renciadas: por iso case todas as danzas primitivas son a estilización de xestos
venatorios ou belixerantes.
Todo isto que acabo de dicir un pouco atropeladamente, porque outra
cosa requiriría unha extensión inoportuna, ten que entenderse que non é
un conxunto de suposicións miñas. A estas horas, posiblemente, todo isto
que digo está, no esencial, acontecendo como o digo en varios lugares do
noso planeta.
Vemos, pois, que a primeira sociedade humana, propiamente tal, é todo o
contrario ca unha reacción a necesidades impostas. A primeira sociedade é
esta asociación de mozos para roubar mulleres estrañas ao grupo consan-
guíneo e dar cima a toda sorte de bárbaras fazañas. Máis ca a un Parlamento
ou Goberno de severos maxistrados, parécese a un Atlétic Club. Dígame o
lector se é tan excesivo como nun principio puido parecerlle proclamar a
orixe deportiva do Estado.
O que en épocas puídas de decadencia e romanticismo vai ser o soñar
coa princesa afastada, foi en xiro rudo e primitivo o incitante para tan
magníficas creacións. Nel orixínase a exogamia; é dicir, a lei primeira matri-
monial, que obriga a buscar esposa fóra dos consanguíneos. A importancia
biolóxica que isto tivo para a especie humana non se lle oculta a ninguén.
Foi o roubo, o rapto, o primeiro matrimonio, do que quedan residuos e
pegadas simbólicas en moitas formas posteriores da cerimonia conxugal, e
ata o vocabulario amoroso que chama arrebato, é dicir, rapto, ao impetuoso
empuxe do sentimento erótico.

48
José Ortega y Gasset A ORIXE DEPORTIVA DO ESTADO

IV

O Estado grego: file, fratría, herairía.— A sopa negra


de Esparta.— O Estado romano: curia, salios,
cónsules.— O Estado e o Entroido.

Temos, pois, que o «club» dos mozos inicia na Historia as cousas seguintes:
A exogamia.
A guerra.
A organización autoritaria.
A disciplina de adestramento ou ascética.
A Lei.
A asociación cultural.
O festival de danzas enmascaradas ou Entroido.
A sociedade secreta.
E todo isto, xunto e indiferenciado, a xénese histórica e irracional do
Estado. Unha vez máis encontramos que en toda orixe se acha instalada a
graza e non a utilidade.
Pero non é dubidoso que esta época, en que predominou sen trabas nin
freo a liorta xuvenil, foi tempo duro e cruel. Era preciso que o resto da
masa social procurase a súa defensa fronte ás asociacións bélicas e políticas
dos mozos. Daquela organízase fronte a ela a asociación dos vellos: o Sena-
do. Viven estes coas mulleres e os nenos, dos que non son ou non se saben
maridos nin pais. A muller busca a protección dos seus irmáns e irmáns da
súa nai, e faise centro dun grupo social oposto ao «club» de homes; é a

49
José Ortega y Gasset A ORIXE DEPORTIVA DO ESTADO

primeira familia, a familia matriarcal, de orixe, en efecto, reactivo, defensivo


e oposto ao Estado. O principio de coetaneidade forcexa desde entón na
historia co principio de consanguinidade. Cando triunfa un deprímese o
outro e viceversa.
Contentémonos con este superficial esquema, que basta ao meu propó-
sito de presentar na orixe do Estado un exemplo da fecundidade creadora
residente na potencia deportiva. Non foi o obreiro, nin o intelectual, nin o
sacerdote, propiamente dito, nin o comerciante quen inicia o gran proceso
político; foi a xuventude, preocupada de feminidade e resolta ao combate;
foi o amador, o guerreiro e o deportista.
Eu quixera agora dicir algo sobre ese ímpeto amoroso, que tan sorpren-
dente fertilidade histórica nos revelou. Talvez encontrásemos no amor o
prototipo da vitalidade primaria, o exemplo maior de deportismo biolóxico.
Pero sería facer interminable este ensaio, e necesito aínda dirixir a atención
do lector cara a épocas menos primitivas e máis coñecidas del que esa hora
de alborada e madrugada, onde ata agora o retiven.
Convén, en efecto, mostrar a fecundidade que esta sorprendente ilumi-
nación, con que fomos favorecidos na zona etnográfica, ten para aclarar
moitos problemas, ata agora indóciles, dos tempos plenamente históricos. O
certo é que onde queira que presenciamos a incorporación verdadeiramente
orixinaria dun organismo político, onde queira que entrevemos o nacemen-
to dun Estado achamos a presenza do «club» xuvenil, que danza e combate.
É curioso advertir que os historiadores de Grecia e Roma non saben que
facer co estrato máis profundo, máis arcaico de institucións que encontran
nas cidades helénicas e latinas. Polo que respecta a Grecia, estas institucións
chámanse file, fratría, hetairía. Os helenistas entenden o sentido destas pala-
bras, pero non entendían ata hai pouco que cousas eran as así designadas.
File significa tribo, pero non como unidade de consanguíneos, senón como
corpo organizado de guerreiros. Fratría significa irmandade, e hetairía, com-
pañía. Antes de que exista a polis, a cidade coa súa Constitución, o pobo
grego achábase estruturado nesas outras formas. Agora ben; a fratría ou
irmandade, que ten entre os arios asiáticos a súa correspondencia na sabha,
non é máis que a clase de idade dos mozos, organizada en asociación de
festa e guerra. Non se esqueza que, como dixen, primitivamente os mozos
chámanlles pais a todos os homes da clase máis provecta, e chámanse entre
si irmáns. En canto a hetairía, ou compañía, claramente indica o seu nome

50
José Ortega y Gasset A ORIXE DEPORTIVA DO ESTADO

o principio asociativo de sociedade secreta, que reúne en torno a un xefe


aos homes mozos. É exactamente o mesmo que os xermanos chamaron
Gefolgschaft; é dicir, os que seguen a un lealmente, os «secuaces». No noso
vocabulario militar perdura este sentido orixinario na palabra «compañía».
A xente ática era demasiado intelixente, e a agudeza mental é unha subli-
me inquietude e como unha neurastenia marabillosa, que desfai facilmente
o organismo. Por iso en Atenas todo o tradicional se borrou axiña, e o
corpo social entra, desde logo, nun proceso de reformas utópicas, que
acaban por aniquilalo. Por esta razón quedan na Ática tan escasos residuos
da organización primitiva. Esparta, polo contrario, pensa menos e vive máis
reciamente. Alí encontramos as fratrías en pleno vigor, baixo a especie de
organización militar. Os guerreiros viven xuntos e á parte das súas familias;
a solidariedade da súa asociación cultural e bélica simbolízase nas famosas
ceas, onde se tomaba a «sopa negra», que era un manxar ritual. E non é
estraño que aquí sexa onde se localiza o mito do roubo de Helena, que era
primeiro unha divindade lunar e logo unha muller estranxeira. O que queira
comparar o que se sabe da vida militar lacedemonia con calquera asociación
de mozos das existentes aínda nos pobos chamados salvaxes, os Masai da
África oriental, por exemplo, sorprenderase da identidade.
Se un exceso de agudeza e inquietude intelectual —forzoso é recoñecelo,
porque a historia nolo demostra reiteradamente— descompón, como un álca-
li, o Estado, chega este á súa maior solidez e perduración cando un pobo mo-
deradamente intelixente posúe certo estraño e nativo don de mando. Este foi
o caso de Roma, como hoxe o é de Inglaterra. E, notable semellanza, ambos
son pobos que se caracterizan pola súa maniática conservación do pasado.
Así se explica que tendo Roma aparecido sobre a área histórica máis tarde
ca Grecia, conserve moitos máis restos de arcaísmo. Iso é que no subso-
lo da estrutura política romana achamos residuos vetustísimos das súas
institucións primitivas —tan vetustos, que os arqueólogos romanos máis
antigos non os comprendían xa. Estas institucións conserváronse sempre
en Roma como institucións relixiosas, pero non porque o fosen propia e
exclusivamente, senón porque, segundo é sabido, toda institución arcaica
que perdeu a actualidade das súas outras intervencións tende a conservarse
como fenómeno relixioso. Todo o vetusto que xa non se entende cárgase
de electricidade mística e faise relixioso. Non en balde supervivencia e su-
perstición son sinónimos.

51
José Ortega y Gasset A ORIXE DEPORTIVA DO ESTADO

Así acaece que a división máis antiga do Estado romano é a curia, e que
á hora en que vemos aquel baixo unha plena luz de historia, as curias non
son xa máis que asociacións de piedade patriótica, en que se rende culto
ás divindades tutelares da cidade. O nome mesmo curia non se sabía, nin
o souberon os romanos, de onde procedía. Os filólogos contemporáneos
deron cabezadas para pescudar cal era a súa etimoloxía. Poñíase en relación
con Cures e Quirites —os homes da lanza—, pero non se lograba confirmar
tal orixe. Ao punto veremos que unha nova etimoloxía, sobremaneira pal-
pable, recibe inesperada iluminación grazas a esta doutrina sobre a orixe do
Estado.
Xunto ás curias, as máis antigas institucións romanas son os colexios e
sodalidades ou compañías de sacerdotes. Non hei falar dos colexios de pon-
tífices e augures, aínda que teñen moito que ver coa tese aquí sustentada.
Prefiro referirme só a unha sociedade que, polo arcaísmo da súa vestimenta
cerimonial, dos seus exercicios rituais e dos seus cantos, suscitaba xa no
romano do século II antes de X.C. unha impresión mixta de respecto e co-
micidade. Trátase da corporación dos sacerdotes chamados Salii. Como case
todas as institucións primarias de Roma, posuía unha estrutura dual, forma-
da por dous corpos, de doce membros cada un. Estaba consagrada ao culto
de Marte, o deus latino, que simboliza a un tempo a guerra, a agricultura e
o pastoreo. En certas datas, sobre todo na de Marte, celebraban os salios
as súas procesións, nas cales danzaban unha primitiva danza bélica. De aquí
o seu nome: Salii —de salire— saltar, danzar. O xefe de cada un dos corpos,
que danzaba diante do resto como dun coro, chamábase prae-sul, o que baila
diante —porque o tema sul é o mesmo tema sal—, de saltar. De aquí ex-sul,
o desterrado, o exiliado, é dicir, o que saltou máis alá da fronteira; de aquí
in-sul-a, o penedo que saltou no mar (1). Vestían un traxe que xa parecía
grotesco, pero que era nin máis nin menos ca o antiquísimo indumento de
guerra —o traxe usado polos patricios ata o século VII antes de X.C.—,
e portaban uns grandes escudos de forma desusada. En Roma venerában-
se estes escudos polo mesmo que se perdera a noción da súa orixe. Eran
conservados nunha «mansión» chamada curia saliorum. Cicerón refire que
téndose unha vez incendiado esta curia ou casa dos salios, se achou nela o
báculo real de Rómulo. Trátase da conexión desta sociedade coa fundación
do Estado romano. O canto ou carmen saliare era un himno a Marte, baixo

(1) Así Mommsen. Véxase o primeiro tomo da súa historia.

52
José Ortega y Gasset A ORIXE DEPORTIVA DO ESTADO

nomes e con vocábulos tan antigos, que ninguén en Roma os entendía xa.
Na súa curia celebraban, á custa do Estado, ceas rituais tan opíparas, que
era usado chamarlle a toda gran lupanda coena saliorum.
Como se advirte, encontramos nesta sociedade dos danzadores guerreiros
todos os síntomas do primitivo «club» xuvenil. E achámolo todo isto unido
á fundación da sociedade, é dicir, do Estado romano. As súas procesións
eran o centro dun gran festival urbano, que tomaba cariz orxiástico, do
mesmo rumbo que a festa das lupercales, que é, en parte, a raíz do noso
Entroido. A lupercal é a festa da loba, «totem» urbano de Roma. Nela, uns
cidadáns disfrazábanse con peles de lobo, mentres outros, vestidos de pas-
tores, os perseguían, usando uns e outros de cardos, con que encirraban os
transeúntes. Esta festa de pastores que dan caza ao lobo inimigo consérvase,
en forma semellante, en moitas asociacións virís de Africa e Melanesia.
Pero o importante é advertir de que cando Roma destrona os seus reis,
que eran etruscos e significaban a dominación estranxeira, os romanos que-
ren retornar ás súas institucións primitivas e organízanse en república. Á
fronte desta, como máximos maxistrados e suprema representación do Es-
tado, aparecen entón subitamente, sen que se saiba de onde procedía nin a
esencia nin o nome, dous cónsules. Que son estes cónsules? Os gramáticos
disputan moito aínda sobre a etimoloxía deste vocábulo, pero entre as varias
propostas hai unha, preconizada, entre outros, por Mommsen, que pon en
relación este vocábulo con exul, con insula, con prae-sul. Vén esta, con per-
fecto axuste, rematar o arco das orixes políticas de Roma. Porque, segundo
ela, cónsules significa os que danzan xuntos, é dicir, os dous prae-sules ou
xefes dos mozos guerreiros e danzaríns, que convivían na asociación viril (2).
A súa casa e solidariedade chamouse curia. Pois ben, a máis recente explica-
ción desta palabra non é outra que curia-coviria, é dicir, co-virilidade, reunión
de homes mozos. Énos, polo tanto, evidente que baixo a especie decaída da
corporación salia achamos a supervivencia dos primitivos «clubs» xuvenís,
fundadores do Estado romano. E, para colmo de converxencias suxestivas,
lembramos que se enlaza coa instauración da cidade a lenda do rapto das
sabinas como unha das primeiras fazañas realizadas por Rómulo e os seus
compañeiros. A nosa interpretación permite recoñecer nesta lenda un feito
ben xeral e notorio, característico dun estadio na evolución social. Nos ritos

(2) De ningún modo dou como firme esta etimoloxía. Hoxe, en rigor, é preferida outra máis
gris e historicamente menos verosímil, aínda que foneticamente superior.

53
José Ortega y Gasset A ORIXE DEPORTIVA DO ESTADO

matrimoniais de Roma perdurou a pegada do rapto orixinario, xa que, como


é sabido, a esposa, ao ingresar na casa do seu marido, non o facía polo seu
pé, senón que este a collía no aire, coa finalidade de que non pisase o lintel,
simbolizando así que fora arrebatada.
Pero o tema sería inesgotable. Quede aquí, por agora, este esquemático
debuxo sobre a orixe deportiva e festival do Estado (3).

Decembro, 1924

(3) Para os que persigan con interese estas cuestións engado aquí, laconicamente, unha
ecuación que mostra entre os xermanos a mesma orixe do Estado. Os soportes do
Estado son os ricos homes. Rico é o poderoso —o Recke (Sigfrido e, en xeral, os nobres
da épica son Recken) jayán ou mozo aguerrido. O seu poderío é Reich, e ata onde o seu
poderío alcanza, Reichland. Conste, pois, que rico non significa posuidor de contías
económicas. O rico-home non era rico porque fose «propietario dos instrumentos da
produción», senón, ao revés, era dono de tesouros porque era rico, valente, aguerrido.

54
José Ortega y Gasset A ORIXE DEPORTIVA DO ESTADO

En novembro de 1924 Ortega imparte dúas conferencias na Residencia


de Señoritas baixo o marbete común de «Marta e María ou traballo e de-
porte». A primeira delas, titulada «O sentido deportivo da vitalidade», tivo
lugar o 14 de novembro, e a segunda, «O Estado, a xuventude e o Entroi-
do», catro días despois. É esta segunda o xerme de «A orixe deportiva do
Estado», que viu a luz en La Nación (Bos Aires) en tres entregas publicadas
en febreiro de 1925 (véxase a «Noticia bibliográfica»).
Ortega tamén aludiu varias veces á publicación en La Nación (Bos Aires)
dun ensaio co título da segunda conferencia citada. Así, por exemplo, nunha
nota ao pé de Misión da Universidade (1930) afirma: «Tomo esta fórmula do
meu ensaio «O Estado, a xuventude e o Entroido», publicado en La Nación,
de Bos Aires, en decembro de 1924 e reproducido en El Espectador (VII)».
Porén, non se localizou esta publicación. Ortega podería ter confundido o
título e a data de publicación na prensa de «A orixe deportiva do Estado»
(febreiro de 1925), cos da conferencia en que ten a súa orixe (cambiando
tamén novembro por decembro). De todos modos, convén lembrar que as
entregas de La Nación consignaban ao comezo do texto «Madrid, decembro
de 1924», a modo de data de redacción.
A segunda das tres entregas en que apareceu «A orixe deportiva do
Estado» en La Nación non pasou a formar parte do texto recollido en El
Espectador VII. Reprodúcese no tomo III destas Obras completas: «A orixe
deportiva do Estado» (La Nación, Bos Aires, 8-II-1925).

55
PRESENTATION

The sportive origin of the state by Ortega y Gasset


Rafael Martín Acero

“…culture is not the daughter of work, but of sport. I know well at this time
that I am alone among my contemporaries in maintaining
that the highest form of human existence is sport.”
(José Ortega y Gasset1)

This edition in 2011 of The sportive origin of the state by José Ortega y Gasset
(1924) was a dream to fulfil, which we had tried to do for years with Professor J.
L. Salvador, and if he were among us today, we would have asked him to write this
foreword. This edition of the transcendental reflection of Ortega y Gasset has been
brought to a successful conclusion thanks to the kind disposition of the Ortega y
Marañon Foundation, who we sincerely thank for their collaboration. This book,
from the collection Libros de Bastiagueiro, dedicated to culture, the arts, the body
and sport,2 forms part of the twenty-fifth anniversary of the Faculty of Sport and
Physical Education Sciences of the University of A Coruña (hitherto the National
Physical Education Institute (INEF) of Galicia).
The text was compiled from that published in The Spectator VII (1924), in Complete
Works of the Ortega y Gasset Foundation /Taurus 2004-2010 Volume II pp. 705-719,
in which is included the text in the Galician language, which as far as we know, is
the first time it has been published in Galician, and the text in English, thanks to the
permission kindly granted to us by W.W. Norton & Company of New York.

The thought of Ortega in The sportive origin of the state and physical activity
and sport sciences
Ortega y Gasset, one of the most universal thinkers of the 20th Century, develops
a thesis on the origin of the state. In his explanation of this great leap in the
organisation of human societies, he focussed on sport; he used the sportive

1
The Spectator Vol. II Utilitarian landscape; sportive landscape.
2
The first time The sportive origin of the state was reproduced, within the scope of physical
education and sport, was in the journal, published by José Mª Cagigal, Citius, Altius, Fortius
Vol 9 (no. 1-4), 1967 (pp. 259-276).

57
Rafael Martín Acero The sportive origin of the state by Ortega y Gasset

metaphor, at a time when sport still had fifty years to go before becoming the
phenomenon of masses that we know today. In his complete works, there are quite
a few references, direct or metaphoric, to sport3.
Nietzsche4 pointed to the divergent directions in the experiences of man, in the
Apollonian, the warrior, and in the Dionysian, the player, proof of the tragic unity.
Ortega in what is philosophy? (1926), tells us that “All great human works have a
sportive dimension and sport conserves clean humour and rigorous care”. This is why
he presents philosophy as “the science of sportsmen”; he defines philosophy as a
serious reflection on a ludic activity, which would promote the “luxurious, sportive
man” as opposed to the “utilitarian, biological man”. For Ortega sport and philosophy
are activities that encourage happiness for those who indulge in it and do not
involve utilitarian immediacy. Here we see a principal epistemological question for
physical activity and sport sciences which, without aiming at an all-inclusive study,
have to consider, primarily, comparative effects of different contingent activities,
exercises, dances, games and sports. These contingent activities are substantiated
on the feeling and corporeal emotivity of those who live them like an adventure, like
a journey in search of understanding oneself in a situation of strong commitment
to the task, in situation and context, with their energetic and symbolic structures
of pleasure and reality, to improve and educate oneself. The journey or passing,
which Ortega calls “the discontinuous sportive endeavour”, is such for every person
because according to our knowledge, in all biological, utilitarian man there lives
a sportive, luxurious man, who needs to practice ludically and agnostically since
to philosophise or sportivise are representations, illusions, images or concepts
without being truly real since they do not materialise into something useful and
indispensable, even though they might have a sense of transcendence.
All this disinterest for the utilitarian and the indispensable impregnates thinkers
and sportsmen, according to Ortega (1925), with a “gift of generosity that only
blooms on the summits of a higher vital altitude”5, that is, they are people who can
live “with the strength and courage of the same spirit that leads one to exercise a
sport and play a game”, they have many options of living spontaneously, of acting
because of the luxury of doing, of living and “being a person”6.

3
Hunting and bullfighting; The gentleman type; What is philosophy?; Studies about love; Study
about love; Revés de almanaque; The theme of our time; Conversaciones en el golf; Sport in
ideals; Utilitarian landscape; sportive landscape, The sportive origin of the state.
4
The birth of tragedy (1871).
5
Studies of love.
6
An expression coined by García Bacca.

58
Rafael Martín Acero The sportive origin of the state by Ortega y Gasset

The sportive origin of the state


In the phylogenetic and metaphorical cultural vision of Ortega y Gasset, the
young men of the primitive hordes organised themselves to abduct young women
from other groups, according to Ortega, these practices motivated hierarchy, order,
rules or festivities. From this metaphoric vision, where the youth, interested by
femininity, becomes warrior, lover and sportsman, this would be the reason for
humans to find existential sense in their lives, and, therefore, the irrational origin
of the state would commence.
Sport would be a result of the search for transcendence in what is contingent, in
what is indispensable and, in turn, it would be the origin of the materialist utilitarianism
of the most sophisticated social organisation, it would be the origin of the state.
Ortega defined sport as “the conduct that man normally adopts during brief
moments in which the difficulties and the emergencies of life have stopped
oppressing him, and he devotes himself to amusement, to a game in which he plays
while applying it to the other part of life, that is, to the part that is serious and
painful”7; for our universal philosopher, sport and games are a “vital luxury”, a fair
game, wherein each one defends his rights, having the duty to respect the others;
in sport, perhaps in life, the best thing is not to lie.
If Ortega considered that culture is the daughter of the sportive attitude,
Huizinga8 considered, some time later, that it is the daughter of the ludic attitude,
before becoming institutionalised, because when game activities, including sports,
are institutionalised, they lose their ludic character and therefore, as a social
structure, their creative capacity is reduced.
Almost twenty-five years before his death, Ortega y Gasset stopped making
references to sport. He learned of events marking the commencement of
showbusiness sport, such as the professionalization of football, the Berlin Olympic
Games and their opponents, and the People’s Olympiad called in Barcelona (1936).
At that time, Ortega declared his disgust at the excessive social importance
attached to sports and football, calling it “the sportive exaggeration” (Rivero, 2011).

(And, state and commercial origins of sport?)


Ortega wrote (1930) that “…sports were followed by the exaggeration of sports, and
against that there is certainly much to be said”9. In his most universal book, The revolt

7
The gentleman type.
8
In Homo Ludens (1938).
9
El revés del almanaque.

59
Rafael Martín Acero The sportive origin of the state by Ortega y Gasset

of the masses (1930), Rivero tells us (2011), Ortega considered that people’s tastes
were now represented in the sport stadiums, reinforcing his idea on how the masses
were influencing decisions. This argument put forward by Ortega gives us reason to
reflect at the present time on the sport of the masses or for the masses, as does also
the argument of the thesis put forward by N. Elías and E. Dunning, when they say
that all developed societies with uniform, stable restrictions on the behaviour of their
citizens, develop remedies for tensions, such as leisure, recreation and sport, which
they go on to say, knowing the level of development and institutionalisation of sport
during a certain historical epoch or society helps us to represent the civilising level of
the society to which it belongs. Umberto Eco also aligns himself with these Ortegiana
theses, as Huizinga had done long before, or to a certain extent, Elías and Dunnig. For
Umberto Eco “Sport is Man; Sport is Society”, where the letters in upper case point to
the importance and historicity of sport. This expert in semiotics establishes that the
psycho-social connection between sport, man and society is to be found in “the deep
zone of collective sensitivity”10. We could say that what gave rise to the origin of the
state is today the effect of the state, particularly sport to entertain the masses, the
biologised, utilitarian and commercialised sport, which would have had its origin in
the state and in its alter-ego, the market, which as G. Debord pointed out, in itself
seems to be the modern show. This crisis, affecting sport and its commercialised
showbusiness nature, however, is not new, says Mandell: on several occasions, the
British authorities wanted to regulate sport, according to accounts in the 13th and
14th centuries, because of the useless, competitive passion, and in the 18th century,
because of pressure from puritans, moralists, theologians and critics.

Bibliographic References (chronological order)


Ortega y Gasset J (1924) The sportive origin of the state, in The Spectator VII, in Complete Works of
the Ortega y Gasset Foundation /Taurus 2004-2010 Volume II pp. 705-719.
Ortega y Gasset J (1930) The revolt of the masses 1980, Edition of Espasa Calpe Madrid.
Ortega y Gasset J (1967) The sportive origin of the state, Journal Citius, Altius, Fortius Vol. 9 n 1-4.
Debord G (1967) La société du spectacle, Editions Champ Libre Paris.
Mandell R D (1984) Sport –A cultural history, Columbia University Press New York.
Eco U (1986) La estrategia de la ilusión, Lumen Barcelona.
Elías N, Dunning E (1992) Sport Leisure and Civilisation, Fondo de Cultura Económica Madrid.
Bolaño T (2011) Sport, a vital luxury www.e-torredebabel.com (revised 22.09.2011).
Rivero A (2011) José Ortega y Gasset: sport as a metaphor, International Journal of Sport Sciences
Vol 2 n 23.

10
La cháchara deportiva, in La estrategia de la ilusión.

60
THE SPORTIVE
ORIGIN
OF THE STATE
José Ortega y Gasset
José Ortega y Gasset (Vázquez Díaz, 1917)
José Ortega y Gasset THE SPORTIVE ORIGIN OF THE STATE

Scientific truth is characterised by its exactness and the certainty of its


predictions. But these admirable qualities are contrived by science at the
cost of remaining on a plane of secondary problems, leaving intact the
ultimate and decisive questions. Of this renunciation it makes its essential
virtue, and for it, if for nought else, it deserves praise. Yet science is but a
small part of the human mind and organism. Where it stops, man does not
stop. If the physicist detains, at the point where his method ends, the hand
with which he delineates the facts, the human being behind each physicist
prolongs the line thus begun and carries it on to its termination, as an eye
beholding an arch in ruins will of itself complete the missing airy curve.
It is the task of physics to ascertain for each fact occurring here and now
its principle, that is to say the preceding fact that causes it. But this principle
in its turn has a principle, and so down to a first original principle. The
physicist refrains from searching for first principles, and he does well. But,
as I said, the man lodged in each physicist does not resign himself. Whether
he likes it or not, his mind is drawn towards the last enigmatic cause of the
universe. And it is natural that it should be thus. For living means dealing
with the world, turning to it, acting in it, being occupied with it. That is
why man is practically unable, for psychological reasons, to do without
all-round knowledge of the world, without an integral idea of the universe.
Crude or refined, with our consent or without it, such a trans-scientific
picture of the world will settle in the mind of each of us, ruling our lives
more effectively than scientific truth. The past century, resorting to all but
force, tried to restrict the human mind within the limits set to exactness. Its
violent effort to turn its back on last problems is called «agnosticism». But
such endeavour seems neither fair nor sensible. That science is incapable of

63
José Ortega y Gasset THE SPORTIVE ORIGIN OF THE STATE

solving in its own way those fundamental questions is no sufficient reason


for slighting them, as did the fox with the high-hung grapes, or for calling
them « myths» and urging us to drop them altogether. How can we live
turning a deaf ear to the last dramatic questions? Where does the world
come from, and whither is it going? Which is the supreme power of the
cosmos, what is the essential meaning of life? We cannot breathe confined
to a realm of secondary and intermediate themes. We need a comprehensive
perspective, foreground and background, not a maimed scenery, a horizon
stripped of the lure of infinite distances. Without the aid of the cardinal
points we are liable to lose our bearings. The assurance that we have found
no means of answering last questions is no valid excuse for callousness
towards them. The more deeply should we feel, down to the roots of our
being, their pressure and their sting. Whose hunger has ever been stilled
with the knowledge that he could not eat? Insoluble though they might
be, these problems will never cease to loom on the vault of night, stirring
us with their starry twinkle — the stars, according to Heine, are night’s
restless golden thoughts. North and South help to orient us despite their
being not precisely cities to which one can buy a railroad ticket.
We are given no escape from last questions. In one fashion or another
they are in us, whether we like it or not. «Scientific truth» is exact, but it is
incomplete and penultimate and of necessity embedded in another ultimate,
though inexact, truth which I see no objection in calling a «myth». Scientific
truth floats in a medium of mythology; but science taken as a whole, is it
not also a myth, the admirable myth of modern Europe?

64
José Ortega y Gasset THE SPORTIVE ORIGIN OF THE STATE

II

One of these last questions, and probably that of strongest influence


on our daily destinies, is the idea we hold of life. The nineteenth century,
utilitarian throughout, set up a utilitarian interpretation of the phenomenon
of life which has come down to us and may still be considered as the
commonplace of everyday thinking. According to it, the fundamental
activity of life consists of a response to and satisfaction of imperative needs;
and all manifestations of life are instances of this activity—the forms of
animals as well as their movements, man’s mind as well as his historical works
and actions. An innate blindness seems to have closed the eyes of this
epoch to all but those facts which show life as a phenomenon of utility, an
adaptation. Modern biology and recent historical investigations, however,
have exploded the current myth and given rise to a different idea, in which,
life appears with a more graceful gesture.
According to this idea, all utilitarian actions aiming at adaptation, all
mere reaction to pressing needs, must be considered as secondary vital
functions, while the first and original activity of life is always spontaneous,
effusive, overflowing, a liberal expansion of pre-existing energies. Far from
being a movement enforced by an exigency — a tropism — life is the free,
the unforeseeable appetite itself. Darwin believed that species equipped with
eyes have been forthcoming in a millennial evolutionary process because
sight is necessary or convenient in the struggle for existence against the
environment. The theory of mutation and its ally, the Mendelian theory,
show with a certainty hitherto unknown in biology that precisely the
opposite is true. The species with eyes appears suddenly, capriciously as it
were, and it is this species which changes the environment by creating its
visible aspect. The eye does not come into being because it is needed. Just

65
José Ortega y Gasset THE SPORTIVE ORIGIN OF THE STATE

the contrary; because the eye appears it can henceforth be applied as a


serviceable instrument. Each species builds up its stock of useful habits by
selecting among, and taking advantage of, the innumerable useless actions
which a living being performs out of sheer exuberance.
We may then divide organic phenomena — animal and human — into two
great classes of activity, one original, creative, vital par excellence — that is,
spontaneous and disinterested; the other of utilitarian character, in which
the first is put to use and mechanised. Utility does not create and invent; it
simply employs and stabilizes what has been created without it.
If we leave aside organic forms and consider only the actions of living
beings, life always presents itself as an effort, but an effort of two different
kinds, one made for the sheer delight of it, as Goethe says:
«Das Lied, das aus der Kehle dringt,
Ist Lohn, der reichlich lohnet.»;
«The song, that in my glad throat rings,
Repays me past your knowing.»
the other compulsory, an exertion in which we are urged on and worn out
by a necessity imposed on us and not of our invention or desire. If the
classic instance of the obligatory effort, which strictly satisfies a need is to
be found in what man calls work, the other, the effort ex abundantia cordis,
becomes most manifest in sport. We thus feel induced to invert the inveterate
hierarchy. Sportive activity seems to us the foremost and creative, the most
exalted, serious and important part of life, while labour ranks second as its
derivative and precipitate. Nay more, life, properly speaking, resides in the
first alone; the rest is relatively mechanic and a mere functioning. To give
a concrete example: the true vital phenomenon is the development of an
arm and its possible movements. Once the arm with its possibilities exists,
its motion in a given case is simply a mechanical matter. In the same way
the eye, having come into being, sees in accordance with the laws of optics;
but one cannot make an eye with optical laws. Queen Cristina of Sweden
remarked to Descartes, who upheld the mechanical nature of living beings,
that she had never seen her watch give birth to baby watches.
This must by no means be understood as though utilitarian reaction
did not in its turn inspire the sportive power, providing it with stimuli for
new creations. What I want to say is that in every vital process the first
impulse is given by an energy of a supremely free and exuberant character,

66
José Ortega y Gasset THE SPORTIVE ORIGIN OF THE STATE

in individual life as well as in history. In the history of every living entity we


shall always find that life at first is prodigal invention and that it then selects
among the possibilities thus created, some of which consolidate in the form
of useful habits. Merely passing in review the film of our own lives reveals
our individual destinies to be the result of the selection made by actual
circumstances among our personal possibilities. The individual we grow to
be in the course of our lives is only one of the many we might have been
but had to leave behind — lamentable casualties of our inner army. It is
important to enter existence with ample possibilities in order that we may
oblige destiny, the fatal pruning knife, always to leave us with some sturdy
shoots intact. Abundance of possibilities is a symptom of thriving life, as
utilitarianism, the attitude of confining oneself to the strictly necessary,
like the sick man who begrudges every expenditure of energy, discloses
weakness and waning life.
Success in life depends on amplitude of possibilities. Every blow we receive
must serve as another impulse towards new attempts.
My reader will forgive me. I never conceive of this idea without its bringing
back to memory the triumphant scene which the circus clowns of my
childhood used to perform. A clown would stroll in with his livid, floured
face, seat himself on the railing, and produce from his bulky pocket a flute
which he began to play. At once the ringmaster appeared and intimidated to
him that here one could not play. The clown, unperturbed, stalked over to
another place and started again. But now the ringmaster walked up angrily
and snatched his melodious toy from him. The clown remained unshaken
in face of such misfortune. He waited till the ringmaster was gone, and
plunging his hand into his fathomless pocket produced another flute and
from it another melody. But alas, inexorably, here came the ringmaster again,
and again despoiled him of his flute. Now the clown’s pocket turned into
an inexhaustible magic box from which proceeded, one after another, new
musical instruments of all kinds, clear and gay or sweet and melancholy. The
music overruled the veto of destiny and filled the entire space, imparting
to all of us with its impetuous, invincible bounty a feeling of exultation,
as though a torrent of strange energies had sprung from the dauntless
melody the clown blew on his flute as he sat on the railing of the circus.
Later I thought of this clown of the flute as a grotesque modern form of
the great god Pan of the forest whom the Greeks worshipped as the symbol
of cosmic vitality — serene, goat-footed Pan who plays the sacred syrinx
in the sinking dusk and with its magic sound evokes an echo in all things:

67
José Ortega y Gasset THE SPORTIVE ORIGIN OF THE STATE

leaves and fountains shiver, the stars begin to tremble, and the shaggy goats
dance at the edge of the grove.
Let us say without further ado, then, that life is an affair of flutes. It is
overflow that it needs most. He who rests content with barely meeting
necessity as it arises will be washed away. Life has triumphed on this
planet because it has, instead of clinging to necessities, deluged it with
overwhelming possibilities, so that the failure of one may serve as a bridge
for the victory of another.
The expression most fragrant with the scent of life, and one of the prettiest
in the dictionary, is to my mind the word «incitement». It has no meaning
except in the disciplines of life. Physics does not know of it. In physics one
thing does not incite another; it causes it and the cause produces an effect
in proportion to itself. A billiard ball colliding with another imparts to it
an impulse in principle equal to its own; cause and effect are equal. But
when the spur’s point ever so lightly touches its flank, the thoroughbred
breaks into a gallop, generously out of proportion to the impulse of the
spur. The reaction of the horse, rather than a response to an outer impulse,
is a release of exuberant inner energies. Indeed, a skittish horse, with its
nervous head and fiery eye, is a splendid image of stirring life. Thus we
imagine the magnificent stallion whom Caligula called «Incitatus» and made
a member of the Roman Senate.
Poor life, that lacks the elasticity to dart off in prancing enterprises! Sad
life, that lets the hours pass in lassitude, the hours which should flash like
quivering foils. A melancholy fate for a Spaniard to live in an epoch of
Spanish indolence and to remember the charger›s rearing and the tiger-leaps
of which in better times Spain›s history consisted. Where has her vigour
gone? Does it await resurrection in her hoary soil? I want to believe it; and
resigned to feed on images, since nothing else is left to me, I draw comfort
from this:
Córdoba is one of those cities whose soil is saturated with historical
memories. Under the present quiet and humble town sleeps what remains
of six civilizations: Roman, Gothic, Arabic, Hebrew, and Spanish of the
classic and of the romantic periods. Each of them may be epitomized in
one august name: Seneca, Alvaro, Averroes, Maimonides, Gongora and
Duque de Rivas. And all these treasures of creative power lie buried under
the drowsy surface. Córdoba is a rosebush with its roots in the air and its
roses underground. Now it happened a few years ago that as workmen

68
José Ortega y Gasset THE SPORTIVE ORIGIN OF THE STATE

were digging in the patio of a palace belonging to a lady of ancient descent,


on Claudio Marcelo Street, their spades struck against a hard object. They
looked closer and saw something like the ear of a bronze horse. They dug
on, and there emerged before their wondering eyes the splendid head of
a horse and then the beginning of an equestrian statue of Roman style —
perhaps the statue of Claudius Marcellus himself. They apprised the lady,
she informed herself of the possible cost of the excavation and, finding it
prohibitive, ordered the statue to be covered with earth again. And there
he remained in his tomb, incredible though it seems, the Spanish «Incitatus»
with his fine strong neck and his sensitive, foam-flecked mouth. But as
the Breton fishermen, when leaning over the sides of their boats on calm
afternoons, believe that they hear bells ringing from the bottom of the sea,
thus one might fancy that if one held one’s ear to the ground one would
hear the desperate subterranean neighing of that great bronze horse.
But we have to continue our way.

69
José Ortega y Gasset THE SPORTIVE ORIGIN OF THE STATE

III

The instinct of coevality.— The age-classes.— Associations


of youths.— The rapture of alien women, the origin
of the state.— The club before the family
and the parliament.— The origin of asceticism.— The family against the state.

Youth! — In some not too distant future I hope to quarry the rich vein
of secrets we come upon in psychology of youth. In general, the time is ripe
for a resolute attack on the great biological themes of childhood, youth,
maturity, senility.
I beg leave to prophesy for the near future a convergence of scientific
attention on the problem of ages common to all organisms, not only plants,
animals and human beings. Spengler has done nothing more here, as regards
many other matters, other than to call the hunt out of step, with neither
maturity nor restraint. But — let the reader remember my prediction —
before long, one of the great themes of thought will be the tragic fact
of the «aging of races». Then will biology become aware of the necessity
of starting the analysis of the secret of life from the obvious, though
unheeded, fact of the inevitability of death.
Here we are concerned only with a feature peculiar to the psychology of
youth.
Last year a British educationalist published a study on the psychology of
childhood. The author was invited to see if there was a way to distinguish
different phases in the mental development of a child. He looked for an
inner activity free from influences of the will and the environment in order

70
José Ortega y Gasset THE SPORTIVE ORIGIN OF THE STATE

to study the changes this activity had undergone year by year. Dreams, for
example. Analysis of dreams suggests a division into three periods. First
the child dreams that he plays alone. At the second stage a new personage
enters the scene, another child, but this child plays only the role of a
spectator; it is present to watch the dreamer play. Then comes a third and
last period, close to puberty, when the child’s dreams are invaded by a
whole group of boys who play with him, and into whose turbulent band his
individual person emerges.
Indeed, one of the forces decisive in the adolescent soul, and one which still
gains strength in that of the full-grown youth, is the desire to live together
with other boys of the same age. The isolation of infancy breaks down, and
the boy’s personality flows out into the coeval group. He no longer lives by
himself nor for himself; he no longer feels and wishes as an individual; he is
absorbed by the anonymous personality of the group which feels and wishes
for him. That is why youth is the season of friendship. Boys and young men,
still unformed as individuals, live submerged in the group of the young which
drifts undivided and inseparable over the fields of life wherever the wind may
carry it. I call this urge to sociability the instinct of coevality.
One day a boy of twelve, sensitive and limpid of soul, who is near to my
heart, came to his mother and said: «Mamma, tomorrow we are all going on
an excursion with the school, boys and girls. I want my suit to be pressed.
You must give me a silk handkerchief and five pesetas for candies». Knowing
her son as a rough-and-ready young man, the mother, surprised at so much
urbanity, asked what it was all about. And the boy candidly replied: «You
know, Mamma, we have begun to like the girls». Now, he himself did not
yet like the girls. What had happened was that the group of schoolboys as
such had felt the first stir of the curiosity of sex, a vague presentiment of
the charm of femininity and the dynamic grace of the struggle between the
man’s gallant wooing and the coyness of the woman. The first impulse of
puberty had appeared in the group before it had appeared in the individual,
and the lively band, glowing with solidarity like a football team, had decided
to join battle against the eternal feminine. Needless to say, when on that
famous day their valiant troop came up against the pertness of the maidens,
they were dumbfounded, and could not even muster enough courage to
brandish the sweet bribe of candies.
Now we should remember, as on other occasions I have said (see The
Modern Theme), human history seems to proceed with a double rhythm

71
José Ortega y Gasset THE SPORTIVE ORIGIN OF THE STATE

of age and the rhythm of sexes. In some epochs the youthful influence
prevails; others are ruled by mature men. At any rate, directly after the
formless form of human society which sociologists call the «horde», we find
a society endowed with a beginning of organisation, the principle of which
is that of age. The social body has grown in numbers, and from a horde
it has developed into a tribe. Primitive tribes are divided into three social
classes which are not economic, as socialistic dogma would have it, but are
the groups of youth, maturity, and old age. No other distinctions have yet
developed. The family, in particular, is still unknown; so much so, in fact,
that all members of the class call themselves brothers, naming all those of
the older class father.
The first social organisation divides the tribe not into families, but into
so-called «age-classes».
Among these three ages, however, the one that predominates through
power and authority is not the class of the mature men, but that of the
youths. In fact, this is frequently the only class, and a number of facts,
which it is unnecessary to detail here, show beyond doubt that it is the first
to be organised.
What has happened in the transition from the shapeless horde to the
organised tribe?
The hordes had been roaming for years without coming upon each other.
The number of individuals of the human species on the whole planet was
still exceedingly small. But there must have befallen an unusually prolific
epoch which densified the population enough to bring the hordes together.
This increase in population is a sign of higher vitality in the species, and of
growing perfection in its faculties.
Now it comes to pass that boys of two or three neighbouring hordes,
driven by the desire for coeval comradeship, decide to unite and live
together — obviously not for the purpose of remaining idle. Youth is sociable, and
at the same time eager for hazardous enterprises. Infallibly, one of a temperament more
imaginative or bold or deft than the rest will rise among them and propose the great
venture. They all feel, without knowing why, a strange and mysterious disgust for the
familiar women of their own blood with whom they live in the horde and an appetite
sharpened by imagination for the others, those alien women, unknown, unseen, or only
fleetingly espied.

72
José Ortega y Gasset THE SPORTIVE ORIGIN OF THE STATE

And now one of the most prodigious events of human history takes
place, an event from which gigantic consequences have sprung. They decide
to rape girls of distant hordes. But that is no gentle enterprise. A horde
does not meekly tolerate the abduction of its women. To rob them one has
to fight; and war is born for the service of love. War calls for a leader and
necessitates discipline, thus bringing into being authority, law, and social
structure. But unity of leadership and discipline entails and fosters unity of
spirit, a common concern in the great problems of life. And we find, as a
matter of fact, that the ceremonies and rituals of the cult of magic powers
originate in these associations of youths.
Life in common begets the idea of building a permanent and spacious
dwelling, an abode different from the occasional den and the simple shelter
against the wind. The first house built by man is not a home for the
family, still nonexistent, but a casino for young men. Here they prepare for
their expeditions and perform their rituals; here they indulge in chanting,
drinking, and wild banquets. Whether we approve of it or not, the club is
older than the family, the casino older than the domestic hearth.
Mature men, women, and children are prohibited on pain of death from
entering the casino of the young, which ethnologists, because of its later
forms, call the «bachelor house». It is all mystery, secret, taboo. For,
surprisingly enough, these primitive associations of youths took on the
character of secret societies with iron discipline, in which the members
through severe training developed proficiency in war and hunting. That
is to say, the primeval political association is the secret society, and while
it serves the pleasure of feasting and drinking, it is at the same time the
place where the first religious and athletic asceticism is practiced. We must
not forget that the literal translation of the word «asceticism» is «training
exercise». The monks took it over from the sport vocabulary of the Greek
athletes. Ascesis was the regime of the life of an athlete, and it was crammed
with exercise and privations. Thus we may well say that the club of the
young is not only the first house and the first casino, but also the first
barrack and the first monastery.
The deities, as I have said, are the gods of the hunter, the animals; and
their cult is of orgiastic and magic character. Man wins the good will of the
sacred animal powers by imitating animal forms and movements. On the
solemn days of the god’s great festivals the youthful band cover their faces

73
José Ortega y Gasset THE SPORTIVE ORIGIN OF THE STATE

with horrid masks and animal heads and dance through the fields in wild
ecstasy. They hurl a piece of wood into the air which, swinging at the end of
a cord, produces a weird noise at the sound of which women and children
scatter, for they are forbidden from seeing the fantastic troop of dancers
as it departs in drunken rapture for a raid on alien women. The mask that
is worn at festivals is also the costume of war. Festivals, hunts, and wars
long remained indistinguishable. That is why almost all primitive dancers are
stylized hunting or warlike gestures.
All these remarks which space here compels me to set down in a somewhat
breathless manner are no mere hypotheses of my own. Every act we have
described may, in its essentials, be occurring somewhere on the earth in
this moment.
We have seen, then, that the first human society is precisely the opposite
of a reaction to imposed necessities. It is an association of the young for
the purpose of raping the women of alien tribes and performing all sorts
of barbarous exploits. Rather than a parliament or a cabinet of bigwigs, it
resembles an athletic club. Might I ask my reader if it is as exaggerated as
initially it might have seemed to him to declare the sportive origin of the
state?
What in refined epochs of decadence and romanticism was to become the
dream of the princesse lointaine in rough and primitive times gave rise, as
we have seen, to the first organisation of society. It brought about exogamy,
that is to say, the primary nuptial law which commands the seeking of a wife
outside the circle of blood relations. The biological importance this has had
for the human species need hardly be stressed. The first matrimony was
robbery, rape — of which symbolical traces remain in many wedding ceremonies and
even in the vocabulary of love itself, since the impetuous desire of love is called rapture.

74
José Ortega y Gasset THE SPORTIVE ORIGIN OF THE STATE

IV

The Greek state: phyle, phratria, hetairia.— The black soup


of Esparta.— The Roman state: curia, salii,
consules.— The state and the carnival.

We have found that the clubs of the young introduced into history the
following phenomena:
exogamy
war
authoritative organisation
training or asceticism
the law
cultic associations
the festival of masked dances or carnival
and
the secret society
And all this indistinguishably merged into one phenomenon provides the
irrational historical origin of the state. Again we see that there is vigour
and not utility.
There can be little doubt, however, that this epoch of this unrestricted
and uncontrolled predominance of tempestuous youth was a hard and cruel
time. The rest of the social mass must find some defence against the martial
and political associations of the youth. They find it in the association of
the old — the senate. The mature men live with the women and children of whom

75
José Ortega y Gasset THE SPORTIVE ORIGIN OF THE STATE

they are not, or do not know they are, the husbands and the fathers. The woman seeks
the protection of her brothers and her mother’s brothers. She becomes the centre of a
social group contrasting with the club of the young males. Here we come upon the first
family, the matriarchal family, which, as a matter of fact, is of defensive and reactive
origin and opposed to the state. Henceforth, the principles of equal age and equal blood
will strive against each other in history. When one rises the other sinks, and vice versa.
In this brief outline I have sought to use the origin of the state as an
instance of the creative power inherent in the activity of sport. It was not
the worker, the intellectual, the priest, properly speaking, or the businessman
who started the great political process, but youth, preoccupied with women
and resolved to fight — the lover, the warrior, the athlete.
I wish now to discuss this erotic impetus, which revealed itself as so creative
a power in history. We may find love to be the prototype of primary vitality
and a major instance of sport in the biological sphere. But it would make
this essay endless, and I must still draw my reader’s attention to epochs less
primitive and better known to him than this hour of twilight and dawn.
Indeed, we must not fail to take advantage of the insight gained in the
ethnological sphere to elucidate a few of the recalcitrant problems of full-
fledged historical times. Wherever we find the truly original genesis of a
political organism, whenever we catch a glimpse of the birth of a state, we
infallibly come upon the youth clubs which dance and fight.
Classical historians do not know what to make of the deepest and most
archaic layer we encounter in the institutions of Rome and of the Hellenic
cities. In Greece these institutions are called phyle, phratria and hetairia.
Greek scholars understand the meaning of the words but, up to now,
they have not known the actuality behind it. Phyle means tribe but in the
sense of an organised body of warriors, not of a group of blood relations.
Phratria means brotherhood, and hetairia company. Before the appearance
of the polis — the city with its constitution — these forms constituted the political
structure of the Greek people. The phratria or brotherhood, which corresponds to the
sabha of the Asiatic Aryans, is nothing else than the age-class of the young
organised for feasts and war. We must bear in mind that, as I said before, in
primitive times all youths call each other brother and call father all members
of the class of those more advanced in age. Hetairia, or company, clearly
reveals in its name the associative principle of the secret society which unites
young men around a chief. It is the same as the Germanic Gefolgschaft, the

76
José Ortega y Gasset THE SPORTIVE ORIGIN OF THE STATE

sodality of loyal followers of one leader. In modern military parlance this


original meaning is still preserved in the word «company».
The people of Attica suffered from too much intelligence. Acuity of mind
is a sublime restlessness, almost an exalted form of neurasthenia, which
easily disintegrates an organism. Consequently, in Athens all traditions were
soon done away with and the social body embarked at once upon an era of
utopian reforms which eventually destroyed it. That is why Attica preserved
but scanty remains of its primitive organisation. Sparta, on the other hand,
thought less and lived more robustly. Here the phratriae, in the form of
military organisations, remain in full vigour. The warriors live together, and
apart from their families. The solidarity of their companionship in war and
worship is symbolised in the famous suppers at which they ate the black
soup, a ritual dish. No wonder that Sparta is the scene of the rape of
Helen, who first was a lunar goddess and later became an alien woman. A
comparison of the facts we know about military life in Lacedaemonia with
the customs of any youthful associations in contemporary so-called savage
tribes — the Masai of East Africa, for instance — will reveal a surprising resemblance
between the two.
If the state, as cannot be denied, since history proves it repeatedly,
is disintegrated by an excess of intellectual acuity and restlessness, it,
conversely, reaches its highest degree of stability and permanence in a
moderately intelligent nation which possesses a definite talent, the strange
innate talent of ruling. Such was the case of Rome, as today it is that of
England. And, notable resemblance, both nations are characterized by their
maniacal conservatism.
This explains why Rome, though it appeared on the historical scene much
later than Greece, preserves more institutions of archaic character. Thanks
to this fact, we are able to discern under the political structure of historical
Rome very old relics of its primitive institutions, relics so old, in fact, that
even the oldest Roman archaeologists failed to understand them. These
institutions were infallibly preserved as religious ceremonies, not because
they had been exclusively and properly speaking religious, but because
every archaic institution that has lost its actual relevance tends to survive
in this form. Everything ancient that is no longer understood seems to
acquire an electric charge of mysticism that transforms it into a religious
phenomenon.

77
José Ortega y Gasset THE SPORTIVE ORIGIN OF THE STATE

The oldest division of the Roman State was the curiae; but by the time
we see Rome in the full light of history the curiae are mere associations
of patriotic piety charged with the cult of the tutelary deities of the city.
Nobody, not even the Romans themselves, knew the origin of the word
curia. Contemporary philologists have broken their heads trying to derive
It from cures et quirites — the lancers — but have not succeeded in
confirming this origin. We shall now see that a perfectly plausible new
etymology receives unexpected corroboration from our theory of the
origin of the state.
Besides the curiae, the most time-honoured Roman institutions are the
colleges and fraternities, or guilds, of priests. I will refrain from speaking
of the councils of pontifices and augures, much though they pertain to
our thesis, and confine myself to one society only, the archaism of whose
ceremonials, costumes, rituals, and chants aroused even in the Roman of the
second century B. C. a mixed feeling of respect and amusement. I mean the
corporation of priests called the Salii. Organised, like almost all primitive
Roman institutions, on the principle of duality, it consisted of two bodies of
twelve members each. It was consecrated to the cult of Mars, the Latin god
who stands at once for war, agriculture, and shepherding. At certain times,
particularly in March, the month of Mars, the Salii held their processions
in which they performed a primitive, warlike dance. Hence their name: Salii,
from salire, to leap or dance. The chief of each of the two sections, who
danced in front of the others like the leader of a chorus, was called the
praesul, fore-dancer, the root sul being the same as the sal of salire. We
may mention in this context the etymology of ex-sul, the exiled, he who
has leapt out over the frontier, and of in-sul-a, island, the rock which has
jumped into the sea (1). The Salii wore a costume which looked grotesque to
the eyes of Republican Romans, but which was nothing but an ancient war
outfit, the accoutrements used by the patricians until the seventh century
B. C. They carried large shields of obsolete form which were objects of
worship in Rome precisely because the memory of their origin had been
lost. These shields were kept in a mansion called curia Saliorum. Cicero
mentions that once, when the house of the Salii was on fire, people found
in it the royal baton of Romulus — which hints that there was a connection
between the guild of the Salii and the foundation of the Roman State. Their

(1) According to Mommsen. See the first volume of his history.

78
José Ortega y Gasset THE SPORTIVE ORIGIN OF THE STATE

chant, or carmen saliare, was a hymn to Mars, who was invoked under
names and in a vocabulary so antiquated that nobody in Rome understood
them. In their curia the Salii celebrated, at the cost of the state, ritual meals
of such opulence that the coena Saliorum became proverbial in Rome.
This guild of warlike dancers manifestly shows all the features we have
pointed out in the primitive youth clubs, and we find it connected with
the founding of the Roman State. The processions of the Salii were the
main attraction in a great urban festival of the same orgiastic type as the
lupercales, which, incidentally, are one of the roots of our carnival. The
lupercal was the festival of the lupa or she-wolf, the «totem» animal of the
city of Rome. In it some citizens appeared dressed in wolf furs and were
pursued by others disguised as shepherds, and all brandished thistles with
which they teased the passers-by. Such a festival of herdsmen hunting the
enemy wolf is celebrated in similar form by the youth associations of many
African and Melanesian tribes.
But the important point is that when the Romans dethroned their
kings, who as Etruscans were alien rulers, and, returning to their primitive
institutions, organised their commonwealth as a republic, we see suddenly
appear at the head of it, as highest officials and supreme representatives of
the state, two consules. What are these consuls? From where does their
function or even their name spring? The grammarians are still at odds
about the etymology of the word; but there is one theory, maintained
by Mommsen among others, which relates the word consul to praesul,
exsul, and insula. It fits in like the keystone that finishes the arch of the
political origin of Rome. For, according to it, con-sules are those who dance
together, namely the two praesules or chiefs of the young warriors and
dancers who were united in the associations of male youths (2). Their house
and communion was called curia. Now, the most recent explanation of this
expression is curia — co-vir-ia, that is to say, union of young men. In the
form of the decadent guild of the Salii we evidently come upon the relics
of the youthful brotherhoods, the founding brothers of the Roman State.
As the crowning touch of these suggestive coincidences let us remember
that the founding of the city is interwoven with the tale of the rape of

(2) I do not by any means regard this etymology as definitive. Today, strictly speaking,
another etymology is preferred that is more vague and historically less likely, albeit
phonetically superior.

79
José Ortega y Gasset THE SPORTIVE ORIGIN OF THE STATE

the Sabine women, one of the first exploits accomplished by Romulus and
his comrades. Our interpretation permits us to recognise in this legend
a general and notorious fact characteristic for a certain stage of social
evolution. Roman nuptial rites preserve a trace of the original rape in the
well-known custom of the groom not allowing the bride to enter his house
on her own feet, but carrying her over the threshold, thus demonstrating
that, symbolically, she was being raped.
But the subject is inexhaustible. Let us conclude at this point our outline
of the sportive origin of the state (3).

December 1924

(3) For those who are interested in such question I will add in brief terms an equation
which suggests the same origin of the state among Germanic tribes. The props of the
Germanic State are the Recken, that is to say, the young stalwarts like Siegfried and
in general the nobles of the epics. Recke is the same word as rich; his power is the
Reich, and the realm reached by his power the Reichland. Rike, rich, we see, does not
mean being possessed of property. The Recke was not “rich” because he owned the
instruments of production; on the contrary, he disposed of wealth because he was rike:
valiant, warlike.

80
José Ortega y Gasset THE SPORTIVE ORIGIN OF THE STATE

In November 1924 Ortega gave two conferences in the Ladies’ Residence


under the common name of «Marta and Maria or Work and Sport». The
first of these, called «The Sportive Sense of Vitality», took place on 14th
November, and the second, «The State, Youth and the Carnival», four days
later. The second is the seed of «The Sportive Origin of the State», which
was published for the first time in La Nación (Buenos Aires) in three fascicles
in February 1925 (see the «Bibliographic record»).
Ortega also referred several times to the publication in La Nación (Buenos
Aires) of an essay under the title of the second conference mentioned
above. A case in point is a footnote in Mission of the University (1930) where
he says «I take this formula from my essay «The State, Youth and the
Carnival», published in La Nación, (Buenos Aires) in December 1924 and
reproduced in El Espectador (VII)». Said publication has, however, never been
found. Ortega could have mistaken the title and the date of publication
in the press of «The Deportive Origin of the State» (February 1925) for
those of the conference from which it arose (also changing November to
December). In any case, we should bear in mind that the fascicles of La
Nación were the commencement of the text «Madrid, December 1924», in
respect of the date of writing.
The second of the three fascicles in which «The Sportive Origin of the
State» appeared in La Nación did not form part of the text issued in El
Espectador VII. It is reproduced in volume III of these complete works: «The Sportive
Origin of the State» (La Nación, Buenos Aires, 8th February 1925).

81
Este libro vió la luz a finales de 2011,
con motivo de los 25 años
del INEF de Galicia en el mundo,
que fue creado por la Xunta de Galicia en 1986,
y comenzó su actividad docente
con el curso 1987/1988.

A Coruña, 2011
Este libro viu a luz a finais de 2011,
co gallo do 25 aniversario
do INEF de Galicia no mundo,
que foi creado pola Xunta de Galicia en 1986,
e comezou a súa actividade docente
no curso 1987/1988.

A Coruña, 2011
This book was published for the first time
at the end of 2011 to celebrate
the 25th anniversary of the INEF
(National Physical Education Institute) of Galicia.
Said institute was created by the regional
government of Galicia in 1986 and it began its
teaching activity with the 1987/1988 course.

A Coruña, 2011

También podría gustarte