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B

BA BE BI BO BU
AB EB IB OB UB

ABA ABE ABI ABO ABU


EBA EBE EBI EBO EBU
IBA IBE IBI IBO IBU
OBA OBE OBI OBO OBU
UBA UBE UBI UBO UBU

Baba Hebe
Barba Saber
Barro Sabio
Bebé Vale
Beber Vital
Beca Visión
Bobo Vida
Barco Bolso
Beso Bota
Bicho Baba
Botón Banco
Bueno Balde
Tribu Bidé
Lobo Saber
Ambas

Abolir Bobito
Absurdo Cabeza
Abuela Ubicar
Bárbara Ébano
Barbero Hebilla
Bebemos Oprobio
Bebito Batalla
Besador Baldosa
Belleza Biberón
Cubito Costumbre
Escribir Burbuja
Bandera Gritaba
Buscado Saltaba
Captaba Soltaba
Cantaba Amaba

Abaditas Barbeaban
Abanico Fabulario
Arboleda Fabulosas
Automóvil Servidumbre
Barbería Ubicación
Bimestralmente Enfatizaba
Embarcación Ambicioso
Calabozo Aburrido
Trabajador Carabina
Caminaba comentaba
Dormitaba Sollozaba
Aceleraba Hamacaba
serpenteaba

Abad y abadesa no son abaditas.


Abad de abadía sería abadita si fuese de musulmana
dinastía.

La abuela besa al bebe de beba, la buena barrendera del


barrio de Banfield.
La tribu toba iba a buscar lobos los sábados.
Beto subió y bajo buscando a Berta que estaba batiendo
crema para un budín.

Fábulas fabulosas hay en fabulosos fabularios.


Fabuladores y fabulistas hacen fábulas fabulosas.

Bárbara barba tenía el barbero de la barbería.


La barbada barba del barbero barbudo.

Bendito el hombre que no teniendo nada que decir se


abstiene de demostrarlo con sus palabras.

Comienza tu obra: comenzar es haber hecho la mitad;


comienza de nuevo, y la obra quedará terminada

Cuando he estado trabajando todo el día, un buen


atardecer me sale al encuentro.

Para mi corazón basta tu pecho, para tu libertad bastan


mis alas.
BRA BRE BRI BRO BRU
BRA BRA BREBRA BRIBRA BROBRA BRUBRA
BRA BRE BREBRE BRIBRE BROBRE BRUBRE
BRA BRI BREBRI BRIBRE BROBRU BRUBRU
BRA BRO BREBRO BRIBRO BROBRO BRUBRU
BRA BRU BREBRU BRIBRU BROBRU BRUBRU

BLA BLE BLI BLO BLU


BLABLA BLEBL A BLIBLA BLIBLO BLUBLA
BLABLE BLEBLE BLIBLE BLOBLE BLUBLE
BLABLI BLEBLI BLIBLI BLOBLI BLUBLI
BLABLO BLEBLO BLIBLO BLOBLO BLUBLO
BLABLU BLEBLU BLIBLU BLOBLU BLUBLU

Brazo Membrillo Blusa


Brillo Membrana Tabla
Brinco Mimbre Temblor
Broma Sombra Amable
Bronca Sombrero Terrible
Bruja Sombrilla Agradable
Cimbre Timbre Blando
Mambrú Blanco

Bueno, Bonita Broma con Base en esta Batalla. Basta


observar cualquier Báscula y verán como la Balanza se
Burla de las demás, pues ella sabe que yo soy la que
tiene más Billete, la más Bienhechora y la que Brinda
mayor Bienestar. No soy Bruta, Boba ni Blasfema. Mi
Boca Besa con Brío y deja sabor a Bombón. En el Banco
tengo Bonos y mi Bolsa es Brillante. No soy Brava,
Bastarda ni Borracha y Bailo Boleros hasta con una
Botella de Brandy. La Bombas me disgustan por
Bestiales y Belicosas. Por eso Bendigo a los Buenos,
Benevolentes y Benignos.

En Belén quiso Brotar en la tierra el más


Bienaventurado, Bondadoso y Bello de los hombres,
quien con su Barba, Bigote, palabra y Brillo le dio la
Bienvenida al más grande amor. Esto es Bíblico, es
cierto, que siempre a Él se le Busca y hay Basílicas
dedicadas a su amor. Sin embargo por eso no soy Beata.

En mi Bóveda Bancaria tengo un buen botín, ganado en


el trabajo, de ahí mi Bonanza. Me gustan los Bocadillos
de Bizcocho Blanco y jugar con la Bola. También me
gusta Beber un poquito de Bacardí y la música de los
Beatles, si aquellos Buenísimos Británicos. Por ellos
Brindo, sin Burla y sin Brincos. No soy Bohemia, ni letra
Bárbara, pues por el contrario soy Benefactora de
Benedictinos y BiBliotecas y siempre recojo la Basura.

Desde esta Butaca, pido mi Benemeritazgo, para lo cual


ya tengo mi Birrete y en esta Bitácora dejo Bálsamos,
Barajas, Blusas y Brújulas como obsequios para mis
Bellezas, que tengo por hermanas.

Un día de primavera, Beto, Bebe y Bubi decidieron ir a


pescar.
Prepararon el bote blanco, se pudieron las botas
brillantes y llevaron un balde de lombrices.
Entre los tres botaron el bote y se subieron.
Un botero, desde el borde del río los saludaba.
Mientras Beto remaba, bebe preparaba las cañas y bubi
enganchaba las lombrices en los anzuelos.
Detuvieron el bote y lanzaron las líneas; después de un
rato, beto gritó:
- ¡picó, picó!
Bebe y Bubi ayudaron a Beto para subir el pez, que
resultó ser un bagre.
Bobi puso el bagre en el balde con agua y contentos con
la aventura, decidieron volver al pueblo.
¡Bárbaro, buenísimo, pescamos un bagre! Gritaban
contentos los chicos.
Pero al llegar al borde del río, cuando bajaban del bote,
bubi, que llevaba el balde con el bagre se cayó. Y
entonces, moviéndose rápidamente como si bailara, el
bagre se metió de nuevo al agua.
Beto. Bebe y bubi observando la situación, levantaron los
hombros, y comenzaron a reir sin parar.
Luego los tres chicos, caminando, se fueron a su casa
mientras continuaban gritando:
- ¡bárbaro, buenísimo, pescamos un bagre!¡un bagre que
bailando se volvió al agua! ¡buaaaaaaaa! Jajajajaja.

Ahora voy a contarles alguna historia de pájaros. En el


lago Budi perseguían a los cisnes con ferocidad. Se
acercaban a ellos sigilosamente en los botes y luego
rápido, rápido, remaban… Los cisnes, como los albatros,
emprenden difícilmente el vuelo, deben correr patinando
sobre el agua. Levantan con dificultad sus grandes alas.
Los alcanzaban y a garrotazos terminaban con ellos. Me
trajeron un cisne medio muerto. Era una de esas
maravillosas aves que no he vuelto a ver en el mundo, el
cisne cuello negro.
Una nave de nieve con el esbelto cuello como metido en
una estrecha media de seda negra. El pico anaranjado y
los ojos rojos.
Esto fue cerca del mar, en Puerto Saavedra, Imperial del
sur.
Me lo entregaron casi muerto. Bañé sus heridas y le
empujé pedacitos de pan y de pescado en la garganta.
Todo lo devolvía.
Sin embargo, fue reponiéndose de sus lastimaduras,
comenzó a comprender que la nostalgia lo mataba.
Entonces, cargando el pesado pájaro en mis brazos por
las calles, lo llevaba al río. El nadaba un poco, cerca de
mí. Yo quería que pescara y le indicaba las piedrecitas
del fondo, las arenas por donde se deslizaban los
plateados peces del sur. Pero él miraba con los ojos
tristes la distancia.
Así, cada día, por más de veinte, lo llevé al río y lo traje a
mi casa. El cisne era casi tan grande como yo. Una tarde
estuvo más ensimismado, nadó cerca de mí, pero no se
distrajo con las musarañas con que yo quería enseñarle
de nuevo a pescar. Se estuvo muy quieto y lo tomé de
nuevo en brazos para llevármelo a casa. Entonces,
cuando lo tenía a la altura de mi pecho, sentí que se
desenrollaba una cinta, algo como un brazo negro me
rozaba la cara. Era su largo y ondulante cuello que caía.
Así aprendí que los cisnes no cantan cuando mueren.

Ahora voy a contarles alguna historia de pájaros. En el


lago Budi perseguían a los cisnes con ferocidad. Se
acercaban a ellos sigilosamente en los botes y luego
rápido, rápido remaban… Los cisnes, como los albatros,
emprenden difícilmente el vuelo, deben correr patinando
sobre el agua. Levantan con dificultad sus grandes alas.
Los alcanzaban y a garrotazos terminaban con ellos.
Me trajeron un cisne medio muerto. Era una de
esas maravillosas aves que no he vuelto a ver en el
mundo, el cisne cuello negro. Una nave de nieve con el
esbelto cuello como metido en una estrecha media de
seda negra. El pico anaranjado y los ojos rojos.
Esto fue cerca del mar, en Puerto Saavedra,
Imperial del Sur.
Me lo entregaron casi muerto. Bañé sus heridas y le
empujé pedacitos de pan y de pescado a la garganta.
Todo lo devolvía. Sin embargo fue reponiéndose de sus
lastimaduras, comenzó a comprender que yo era su
amigo. Y yo comencé a comprender que la nostalgia lo
mataba. Entonces, cargando el pesado pájaro en mis
brazos por las calles, lo llevaba al río.
Él nadaba un poco, cerca de mí. Yo quería que
pescara y le indicaba las piedrecitas del fondo, las arenas
por donde se deslizaban los plateados peces del sur. Pero
él miraba con ojos tristes la distancia.
Así, cada día, por más de veinte, lo llevé al río y lo
traje a mi casa. El cisne era casi tan grande como yo.
Una tarde estuvo más ensimismado, nadó cerca de mí,
pero no se distrajo con las musarañas con que yo quería
enseñarle de nuevo a pescar. Se estuvo muy quieto y lo
tomé de nuevo en brazos para llevármelo a casa.
Entonces, cuando lo tenía a la altura de mi pecho, sentí
que se desenrollaba una cinta, algo como un brazo negro
me rozaba la cara. Era su largo y ondulante cuello que
caía. Así aprendí que los cisnes no cantan cuando
mueren.
El canto del cisne
Pablo Neruda

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