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Federico Baggini
Acariciapájaros
CONTACTO Edición
El Globo.
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PROSA
Beba y Martin
autor: CHELO SCHNOCK
A veces, luego de hacer el amor, Beba se largaba a El tiempo se detenía para Beba cuando yo no estaba.
llorar desconsoladamente. Yo le buscaba un vaso de La frazada de la cama se arrugaba tal cual a la maña-
agua y ella se sentaba en el borde de la cama. De na y las cortinas aún permanecían cerradas. Beba
a poco, respirando hondo, las lágrimas se iban y la me recibía con las piernas abiertas y un susurrado
calma volvía. “Que alegría que no te fuiste, Martín” y a mí no me
quedaba más remedio que abrazarla y besarle las pu-
-¿Por qué duele tanto el amor, Martín?- me pregun- pilas.
taba Beba con la voz todavía agitada de tanto sollozo.
Los mejores días eran los martes cuando me daban
-El amor no duele, Beba, lo que duele son los acan- franco. Beba amanecía antes que yo y desde abajo de
tilados tan altos y sin remedio. la cama me arrastraba con ella.
Beba no entendía. O no quería entender. Cuando al -¿Por qué el mundo es tanto más bello desde aquí,
fin la marea bajaba nos volvíamos a acostar y yo le Martín?
daba un beso de buenas noches. Beba no volvía a
moverse en toda la noche pero yo sabía que no dor- -Porque los pantanos aún no han llegado a esta par-
mía. La conocía tanto que podía distinguir su respi- te, Beba- le respondía mirándola a los ojos y acari-
ración de vigilia de la de ensueño. ciándole la melena.
Al otro día yo partía al trabajo y ella me rogaba que Nos quedábamos todo el día debajo de la cama ha-
no fuera: “De donde vengo yo, Martín, los hombres blando de cardamomos y benteveos, cortándonos las
no abandonan a sus mujeres”. uñas el uno al otro y dándonos besos que duraban
años.
Yo la miraba con iguales proporciones de ternura y
enfado, tomaba mi bolso y me retiraba sin volver mi Al mediodía yo alcanzaba la comida al suelo y co-
cabeza ya que conocía con certeza las consecuencias míamos recostados y escondidos. Entre bocados de
de hacerlo. repente alguno soltaba una tímida risa y como una
chispa provoca un incendio, ambos terminábamos
Sería necio si dijera que no la extrañaba en mi au- en un ataque de carcajadas y retorcijones que sólo
sencia. En el taller la precisión de carpintería pe- culminaban cuando alguno se golpeaba la cabeza
ligraba mientras pensaba en ella, en sus manos de con la cama de tanto moverse.
seda y sus hombros de muñeca. Beba había sido un
regalo del cielo y yo no podía más que agradecerlo en Cuando no era debajo de la cama Beba me arrastra-
cada uno de mis pensamientos. ba dentro del armario, detrás de las cortinas e inclu-
so, si estaba de humor, al sótano, donde guardaba
Cuando volvía a casa, tarde de noche, Beba me espe- una vieja máquina para hacer algodón de azúcar. El
raba en la misma posición en la que la había dejado. cuarto entero se tornaba blanco y dulce. Beba se es-
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condía y yo debía buscarla entre las nubes. brillaba, se largó a llorar.
-Adán y Beba- decía ella. -Somos los primeros, los - Sin cabello estoy perdida, Martín. ¿Por qué no aca-
únicos en la Tierra. bas con mi sufrimiento de una vez?- dijo Beba mien-
tras me alcanzaba la navaja.
En una ocasión -difícilmente podré borrarlo de mi
mente- de tan apasionado el juego se tornó violento. El cabello esparcido sobre la cama se mezclaba con
Beba me había pedido que le rapara la cabeza con mi los mares de lágrimas de Beba. En medio de ese lo-
navaja de afeitar. Decía que sin cabello se parecería dazal Beba se dejó caer vencida, como si sus últimas
más a mí y estaríamos más cerca de ser finalmen- energías para seguir luchando se hubieran finalmen-
te uno. Nos sentamos uno frente al otro en la cama, te acabado.
desnudos. Yo le sujetaba las piernas a Beba con mis
piernas, y ella, aunque deseaba cortarse el cabello, se La tomé en mis brazos y la llevé a la bañera, su lugar
resistía. Beba lo había pensado todo y había pues- preferido en el mundo. Dejé correr el agua caliente
to Tristán e Isolda para que sonara en lontananza. mientras intentaba limpiar la hojarasca de cabello y
Su cabello lacio caía, mechón tras mechón sobre las llanto en la cama.
sábanas. Cuando algún crescendo aparecía, Beba in- Cuando volví, la bañera ya casi estaba llena y Beba
tentaba liberarse para que yo la sujetara más fuerte. me miraba desde adentro con los ojos apenas abier-
Si algún violín permanecía sonando agudo y en sole- tos.
dad, entonces yo acercaba la navaja al rostro de Beba
y ella abría los ojos desesperada como si estuviera - ¿Por qué duele tanto el amor, Martín?
siendo torturada. Cuando los acordes triunfales so-
naron, Beba, ya con su hermosa cabeza redonda que - No lo sé Beba. Ya no lo sé
Elegido
Pobre Mariano Breviarios
de CAROLINA BIANCO
Pobre Mariano, tan joven y tan bueno– insistía la voz entrecortada de la tía Dora, mientras se bajaba un trago
largo de lágrimas.
Y sí, pobre Marianito, pobre Nano, pobre mi hermano, pobre hijo de puta.
Tuve que ir a avisar a la oficina y que pobre vago, pobre chico, qué vida de mierda, qué vamos a hacer ahora,
que danos una mano con el laburo, que está bien.
Tuve que ir a avisar al club y por qué pobre flaco, pobre el rústico, por qué en medio del torneo, por qué no
peloteás un rato, por qué no te calzás la casaca, por qué no.
Tuve que ir a avisarle a los pibes y cómo pobre el guacho, pobre negro, cómo puede ser, cómo hacemos con el
truco, cómo te ves jugando los Jueves, cómo no.
Tuve que ir a avisarle a la novia y dale con que pobre mi vida, pobre mi gordo, dale con que no lo puedo creer,
dale con que teníamos planes, dale con que vamos al cine, dale con que dale.
Tuve que ir a avisarle a la familia y pobre Facundo, tan joven y tan bueno – insistía la voz entrecortada de la
tía Dora, mientras se bajaba un trago largo de lágrimas.
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POESÍA
APENAS AMEBA
autora: ANALÍA PINTO
“Este zoológico soy yo, la fauna del cielo en las jaulas del alma”
Felipe García Quintero
Ni siquiera crisálida
mucho menos oruga
apenas ameba
he sido
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EL MUNDO SEGÚN JUAN
Desde la famosa frase del Manifiesto Comunista para frases de personalidades como Einstein y Paulo Frei-
acá, aceptamos la idea de que unidos podemos cambiar re. Ellos dicen que no, pero el documental tiene una
el mundo. Que si se junta, un puñado de personas pue- orientación determinada, y tiene que ver con la deses-
de hacer cosas buenas. Otro lugar común es aquel que colarización. Esto se evidencia con la incorporación de
reza que toda expresión acerca de un tema aporta un las loas al homeschooling, o educación en casa, expe-
punto constructivo a un determinado debate. Me voy a riencia antisocial que ningún maestro o pedagogo serio
poner por un rato, y te pido que me acompañes, a cues- se animaría a apoyar. En EEUU, donde más extendido
tionar estas dos máximas. está este método, el 90% de las familias que la eligen
son ultraconservadores que se niegan a que la escuela
La Educación Prohibida es un documental realizado se interponga en la formación dogmática de sus hijos.
por un grupo jóvenes comunicadores argentinos, finan- Paulo Freire se levantaría de la tumba si se enterase de
ciado de forma cooperativa y con los preceptos del soft- que una frase suya está incluida en un panfleto anti-
ware libre. Es decir, alguien tuvo una idea, la compartió escuela.
con amigos y amigas, colgó la propuesta en la web y
unas setecientas personas colaboraron con dinero para Doin y compañía deberían comprender que lo que ellos
la realización de un documental que se reprodujo ocho recogieron representa solamente una treintena de ex-
millones de veces (de forma libre y gratuita) por inter- periencias o escuelas alternativas de América Latina,
net. ¡Me olvidaba, el tema! Sí, claro, la película es una con métodos cuya eficacia ha sido comprobada solo en
crítica a los sistemas educativos contemporáneos que algunos casos. Por el otro lado, solo en Argentina, tene-
nos prohíben, según los realizadores, la educación. El mos 12 millones de alumnos, más de 825 mil docentes
interminable y aburridísimo film recoge experiencias y 62 mil establecimientos educativos que en su gran-
educativas “alternativas” alrededor de Iberoamérica dísima mayoría han superado los componentes repre-
y las presenta sin orden aparente en lo que termina- sivos, repetitivos y arcaicos que alguna vez los carac-
rá siendo un manifiesto anti-escuela. Y acá vienen (por terizó. Por más que Doin lo niegue en su página web,
fin) mis preguntas: ¿Cualquier emprendimiento bien- en nuestro contexto actual atacar sistemáticamente a
intencionado sobre un tema que nos preocupa a todos la escuela es lo mismo que atacar a la escuela pública;
y a todas se traduce en una crítica progresista? ¿Saben presentar a los docentes como caricaturas estereotipa-
los ocho millones de espectadores que formaron parte das o como personajes del viejo Gasalla es atacar a los
de una operación publicitaria y mediática que está ba- docentes; presentar un relato fragmentado, contradic-
sada en los prejuicios y preconceptos de un grupo de torio y carente de sentido es realizar una investigación
jóvenes (ninguno del campo educativo) que parecen carente de fundamentos.
no haber visitado una escuela en su vida? Vamos por
parte. No dudo de la buena intención de Doin y su equipo,
pero la buena intención no alcanza cuando se trata de
A los responsables de La Educación Prohibida no les debates nodales, fundamentales y complejos de nues-
importaba articular un relato coherente. Ellos mismos tra sociedad. Tampoco basta con asociarse, cooperar y
colocaron un cartelito en el comienzo: “Las personas liberar los derechos de autor. Cuando se trata de ser
que aparecen en esta película tienen ideas y opinio- progresista y revolucionario, en ese sentido tienen que
nes diversas. Su aparición no necesariamente expre- ir nuestras ideas, no solo la forma en que las llevamos
sa acuerdo con todo el contenido de la misma”. Es lo adelante. De otro modo configuramos críticas capri-
mismo decir, “sí, van a encontrar contradicciones, pero chosas, sin fundamentos y que generan el efecto con-
bueno, es lo que hay”. La película muestra una sucesión trario al que buscamos.
de fragmentos de entrevistas de una docena de docen-
tes de pedagogías consideradas alternativas (Waldorf,
logosófica, Montessori, etc.), intercaladas por anima- Juan Karagueuzian estudia
ciones, actuaciones (generalmente de niños aburridos Ciencias de la Educación en
en clase y docentes malísimos gritando) y carteles con la Universidad de San Andrés
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CLUB DE ESCRITORES
“Es habitual quejarse de lo estruendosa y esforzada que llevan cientos de demasiado cansados o
que es nuestra época. Pero en verdad la nota demasiado indolentes para caminar y pensar por sí
principal de nuestra época es una pereza y una fatiga mismos. Es un buen ejercicio probar alguna vez el
profundas: y el hecho es que la verdadera pereza es modo de expresar cualquier opinión que se posea,
causa del aparente ruido. Tómese un ejemplo muy en palabras de una sílaba. Si Ud. dice ´La utilidad
externo; las calles son ruidosas por los taxímetros social de la sentencia indeterminada es reconocida
y los automóviles; pero esos no son debidos a la por todos los criminologistas como parte de nuestra
actividad humana sino al reposo humano. Habría evolución sociológica hacia un concepto más humano
menos estruendos si hubiera más actividad, si la y científico del castigo´, puede seguir hablando así
gente simplemente caminara. Nuestro mundo sería durante horas sin requerir casi ni un movimiento
más silencioso si fuera más esforzado y esto que de la materia gris de su cráneo. Pero si Ud. empieza
es verdad del aparente estruendo físico es verdad ´Quiero que Jones vaya a la cárcel y que Brown diga
también del aparente estruendo intelectual. Las cuándo debe salir Jones´, con un estremecimiento
frases científicas se emplean como engranajes y de horror descubrirá que está obligado a pensar. Las
pistones científicos para hacer aún más veloz y llano palabras largas no son las palabras difíciles; difíciles
el recorrido del comodón. Las palabras largas nos son las palabras cortas.”
pasan zumbando como los trenes largos. Sabemos
Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 24 de agosto de 1899 – Ginebra, 14 de junio de 1986) fue un
escritor argentino, uno de los autores más destacados de la literatura del siglo XX. Publicó
ensayos breves, cuentos y poemas. Es considerado uno de los eruditos más reconocidos del siglo
XX.
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POESÍA
s ALUD
autor: ANDRÉS COTTINI
o pasear
suspiros
puedo cerrar tus ojos ojeras ajadas
con la punta de mis dedos caricias
lentamente mi cuello con raíces de gomero
y cubrir tus oscuras picas de légamo mi pecho
(telúrico) (morder mi pecho y desgarrarlo)
y ver y susurrar
sin dolor el placer es hiel
el misterio escondido detrás de tu lengua
que lame el filo gélido yerto hundir las uñas en mi carne
y atiza el fuego del deseo vil y ser engranaje de tu
(dulce crepitar de hojas de álamo) Ir y venir
gritar gemir
y ver relamer y gemir
y callar y gemir
tus ojos que miran abyectos y sangre tibia
los míos a borbotones
y el dolor contrae tu cuerpo en un suspiro exiguo de fuente de mármol con expresiones muertas
Antes de tu sonrisa delirante pero abro los ojos
Antes de tu boca sumergida en vino y apenas rozo tu hombro
Antes del beso embriagador en un lecho cada vez más
y más
Antes de mi barba carmesí (y más)
Antes de mi pecho ensangrentado devastado
de mi sexo deglutido
de las sabanas de leche tibia
(como tu piel)
y el tintineo
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YO LEO
CIUDAD
DE CLIFFORD SIMAK
Ciudad es una leyenda de perros. No es porque sean es- que el fin de la humanidad no se asemeja al apocalipsis
tos los protagonistas, sino porque son quienes cuentan tenebroso que nos inculca la tradición judeo-cristiana.
la historia de otro animal, cuya existencia es dudosa y Para Simak, el fin de la humanidad viene con la verda-
cuya historia les genera “la confusión más completa”: el dera plenitud del ser humano, con el quebrantamiento
ser humano. Este animal algo excéntrico y misterioso, total de la política y del control de la información. De-
se dice, habitaba en ‘ciudades’, hacía ‘la guerra’ y co- cimos que se atreve también ya que propone que este fi-
metía crímenes. Se comenta también que sufrió la ago- nal, (inesperado, magnífico, vertiginoso) es un capítulo
rafobia hasta el aislamiento total de cada uno de sus que se cierra cerca de la mitad del libro: la historia del
ejemplares. El ser humano es sin duda, para quienes mundo continúa.
transmiten los ocho cuentos que componen Ciudad,
obra de la imaginación folklórica. Simak nos obliga, tal vez sin quererlo, a cuestionar
nuestros hábitos, a mirar a la humanidad hoy con los
Ciudad no es una novela futurísica de los años 60, que ojos de quien, por la distancia en el tiempo, no teme
atina a anticipar lo que es hoy nuestro presente: no es dilucidar sobre las consecuencias de nuestras acciones.
ciencia ficción tímida ni previsible, sino un libro úni- Ciudad comienza con la disolución de las ciudades,
co en el género, un libro de la historia del futuro de la símbolo de la organización y el progreso occidental por
humanidad. Puede que sea por la particularidad de los excelencia, y concluye con el avance de una ciudad de
narradores, por su ingenuidad y benevolencia carac- hormigas que amenaza con destruir la tierra y todas las
terística, que Simak se atreve, en 1952, a explorar las especies que la habitan. Las posibles analogías con el
posibilidades de la historia de la humanidad, su futuro, mundo como lo conocemos hoy, más de 50 años des-
hasta las últimas consecuencias. Decimos que se atreve pués de la primera edición de Ciudad, quedan a cargo
pues asoma la nariz al futuro y se anima a proponer de la imaginación del lector.
de Federico Barale
Se bañó, se puso su remera nueva, se perfumó, barrió, pasó un trapito por la mesa, fue a comprar un vino y fo-
rros, lavó dos copas, puso un disco, revisó la cama, abrió un poco la ventana, miró el reloj y se tiró en el sillón
a esperarla mientras imaginaba cómo sería besarla y agarrarla por la cintura. Ella nunca llegó.
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PROSA
TRAVESIA
autora: MARÍA CECILIA CRAVERO
El amor calienta mi cuerpo, lo evapora, lo transforma en una nube que cruza el cielo del cuarto hasta el otro
lado de la cama en donde queda inmóvil. Dos minutos después llueve mi cuerpo sobre tu cuerpo.
La abuela le preguntó dónde había conocido a su novia, él le contó que ella posteó un flyer en su muro y
después todo fue vía chat del Face. La abuela puso cara de póker, se sirvió una copita de jerez y sintió que este
mundo ya no le pertenece.
Mi ex y yo somos dos orgullosos, nunca aceptamos una crítica del otro, nos tuvimos que separar para poder
seguir siendo perfectos.
Cosas de Clara
autora: MARIANGELES TARONI
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al aprender a besar
puso duras sus manos
su rostro
su ingenuidad.
Hizo punta de pie
para parecerse a mamá
(para llamarla, tal vez
quizás)
Se le escapó un chorrito
de pis
se expresa el cuerpo
como animal.
De cerca lo vio más viejo
lo vio cadáver
surcos y mal.
La lengua del bicho
empezó a asomar
anaconda entre sus labios
no pudo evitar
que empezara a entrar.
Clara no se desmaya
pero empieza a llorar.
Camina rápido
ansiando llegar.
Sin embargo cerca
comienza a frenar.
“¿se me notarán los labios
hinchados, quizás?”
Teme Clara que se sepa
lo que su cuerpo
aprendió a callar.
SERGIO
de Sonia DiPietro
Un bolo congestivo
afila con pereza
cada nota de las cuerdas vocales.
GRADOS CELSIUS
Gimen apenas, por la vibración del
aire intruso, de Manuel Larisgoitia
pero vital
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PROSA
Gris te llaman
de DANKA TYLKA
ilustradora MARIE CLAMBOR
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PROSA
Acariciapajaros
de Federico Baggini
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a eso de las cinco, según la voluntad del sol. El único
reloj que teníamos se ahogó en el estanque, era de mi
padre, pronto conseguiré otro”. Él los escuchó. Asintió
pensativo. Tras salir el último de los niños, trancó la
puerta y continuó trabajando. Apiñados en el apuro por
irse, algunos rodaron cuesta abajo a lo largo del prado y
se perdieron en la alameda poco antes de la penumbra.
Al día siguiente despertó valiente. Desayunó en
compañía de su padre. Llegado el mediodía abrió
las puertas del granero de par en par. Los goznes
crujieron y el revuelo de los caballos asustó a las
gallinas. Intentó cargar al hombre de madera sobre su
espalda pero no pudo, era muy pesado. Con la ayuda
de una asadera lo tumbó sobre una carretilla untada
de cemento seco. La tierra húmeda se hundía bajo la
rueda, la lluvia de la noche anterior conspiraba contra
sus planes. El barro le cubría las canillas, entorpecía su
paso. Ella lo observó largamente, apoyada en el alfeizar
de la ventana. ¿A dónde irá?, se preguntaba. Siguió
atentamente cada movimiento del niño y su carretilla
y el espantoso hombre con sombrero de paja. Al cabo
de unos minutos entraron al huerto que ella cuidaba.
Alarmada, bajó las escaleras a toda prisa; el alero trasero
de la casa le servia de guarida. Con ojos vidriosos lo
examinó. Se debatía entre el maíz como quien lucha
contra un panal de abejas. Se levantaba y volvía a caer.
Pero no se rendía. Ante su asombro, una silueta extraña
apareció recortada por el sol. Los pájaros, en lo alto,
graznaban furiosos. Volaban en círculos, merodeando,
fraguando una embestida. Cuando se lanzaban en
velocidad la silueta les cerraba el paso, aminoraban el
batir de alas, detenían la marcha y retornaban al cielo ya
resignados. “Has hecho un espantapájaros”, susurró la
niña. Sin delatarse había llegado hasta donde él estaba.
Éste le sonrió, embarrado hasta las narices. “Lo llamo
Acariciapájaros. Es para ti. Ya no tendrás que cuidar del Sin título
huerto, él se encargará de todo -explicó-. Ten, colócalo
donde gustes”, dijo y ofreció a la niña una avecilla tallada
sin cuidado. Ella se paró sobre la punta de los pies y con
delicadeza posó sobre la camisa del espantapájaros el Me introduzco en el hueco.
mirlo de madera. Él, por vergüenza, no apartaba la vista Salto.
de las nubes en forma de nada. Ella, por amor, tomó su
mano. “Ven, vayamos a jugar”, propuso. Eran libres. La cavidad me protege,
Juntos, sin soltarse, habitaron el bosque desde aquel resbalo
día hasta su muerte, cuando fueron enterrados por sus como oscilando.
hijos a los pies del Acariciapájaros, vestido de gala para
la ocasión. Yo soy el pico o la garra
Años después, algunos aldeanos atestiguaban verlo que escarba hacia el centro
deambular por la noche, cerca del maizal. Lo describían de esta morada.
taciturno y adusto, como una escultura muerta con vida
(o viva con muerte). Pero uno de ellos, peculiar, calvo, de
bigote tupido, constructor de abstracciones, desmentía por AGUSTINA BELTRAME
esos rumores. Afirmaba, sin embargo, haber oído recitar
de sus labios de madera gris, palabras en un idioma
llamado kwak, ignorado en la tierra de la materialidad,
las cifras y los riesgos. <<El tiempo ha perdido sus
metáforas y se resigna a una despedida igual a tantas
otras>>, es lo que dijo que diría el que dirán, mientras
las manos astilladas acariciaban al mirlo posado sobre
su hombro derecho.
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POESÍA
Un camino ecológico
autor LADISLAO SERRANO
¿Qué temen?
Tengo el semen
¿Qué quieren?
¿Un departamento, un auto?
Tengo el semen.
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PROSA
Encuentro
autora MARIA ANAHÍ RAMÍREZ ABEDAÑO
Julio me enfría como condición ineludible. Escucho remotos. Mi recorrido empieza y termina en un ciclo
los primeros pasos en la vainilla, el vaivén del tan armónico como el agua envuelta en las cunas de
café caliente y del pensamiento que se traduce plexiglás: las esculturas hallan en la profundidad de
en celebración. Todos los secretos del sol, de la su voz aquello que alguna vez devoró la costumbre,
respiración fría, acompasada, diminuta. Si andamos la capacidad de asombrarse frente al mundo y ahí
sin cuidado es seguro caer en la impresión de dolor: nomás su baile extático y el canto incontrolable.
las mejillas se chocan con el aire, las cachetea y los Detrás de su escritorio, su mirada abierta como
ojos se llenan de lágrimas. En la parada del 19 todos un cúmulo profundo; la busco con curiosidad e
tienen los ojos hinchados, la nariz de un rojo cristal, imperiosa necesidad de aprobación. El artista, el
dura y puntiaguda; me sincero y concluyo en que rey del lugar, creador y reeditor, expresión de lo
el invierno me deja marchita (él es) o lo exagera el inefable. Le acerco mi regalo, el budín marmolado,
recuerdo del Febrero fulgoroso. Arriba del colectivo aún tibio- Y en mi imaginación él es mío y pienso que
atino a mirarme las uñas, hipnotizada por la piel seguro le gusta el budín y que le gusto.
seca y un pensamiento tan constante como un hilo Existe un segundo notable, ahora o nunca, donde el
de plata interminable. Hace días que no puedo dejar sí o el no se define para siempre: mi mamá lo llama
de imaginarlo una y otra vez, vestirlo de seriedad piel. Entonces lo abrazo y para completar el ciclo
académica, es color ocre. A veces es un gigante que dejo, ahí nomás, una gota que cae sobre mis manos
me agarra de la mano y se ríe, intento imitarlo y me congeladas. Me dice: -manos frías corazón caliente-,
pongo en puntas de pie, se ríe. Su silueta es anónima y la acuna a toda velocidad.
como personaje novelesco que espera ser cargado
de sentimentalismo poético, sentimentalismo que el torrente puede asistir a las ansias veraces del
el lector cree suyo. Y en mi imaginación él es mío y tímido juicio infantil
pienso que seguro le gusta el budín y que le gusto. como un himno boreal
“Una vez al año ve a un lugar donde nunca hayas como una gota acunada a toda velocidad*
ido”. Almagro es en mi memoria la ciudad enorme.
Extraviadas las minucias de la vida cotidiana, los *Fragmento de “Intuición alrededor de la gesta”
rostros exponen inconscientemente gruñidos de Autor: Gyula Kosice
perro y las comisuras de la boca la rigidez digna de
una oclusión intestinal. Camino por encima de todo
eso, sin memoria y sin prejuicios, construyendo,
sin duda, una novela epocal bastante costumbrista:
el olor a café recién molido y la taza caliente en
mis manos. Doblo la esquina de Humahuaca y veo
la puerta imponente que se despega de la escena:
atemporal. Me dan ganas de dar golpes temerosos,
aterrada de alegría incontrolable y mi cabeza que
confunde el respeto protocolar y un incipiente
sentimiento maníaco.
Abren, entro cuidadosa. Me asombro ante la
inmensidad del taller que me recibe pleno de
formas cual gigantes humanoides que me observan,
y me prueban. Hablan por él, me susurran- su
pensamiento pasaporte insaciable es por siempre su
movilidad - una voz siempre asincrónica, de tiempos
18
PROSA
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PROSA
Desde el cuarto de mis viejos podía verla. Salía a fu- cha atrás de la nuca del cantante y en birome negra
mar a eso de las siete. Se apoyaba contra la vidriera leí: Llamame Ferrrrrmin (773 1383).
de la peluquería donde trabajaba y sin mirar a nadie, La llamé el lunes porque el domingo estuve más de
fumaba. A veces tenía el pelo rubio platinado, a ve- una hora con el teléfono en la mano pero no pude
ces unas mechas rojas, unos días lacio, otros, recogi- marcar los números. Llegaba al 773 13 y colgaba.
do. Tenía un piercing en la ceja izquierda. Cuando salí del colegio hice tiempo en la esquina
Un día, volviendo del colegio, paré en el kiosco de con algunos amigos para evitar cruzármela en ese
al lado de la peluquería para comprar chicles. Sen- horario en el que también salía a fumar a la calle. Le
tí que alguien me bajaba la capucha. Era ella, pelo pedí a Lucas un poco de flores de marihuana. Me dio
desmechado color caoba. ¿Me das uno? Fue lo único bastante pero con la condición de que le dejara usar
que pude hacer: abrirle mi mano llena de Bazookas. mis botines un fin de semana. Acepté. Las guardé en
Eligió el de banana y dulce de leche. No le dije que el bolsillo del buzo y compré unas sedas en el kiosco.
ese también era mi sabor preferido. No le dije más Jaime me dijo: Cuando te armes uno avisá pendejo,
que mi nombre cuando ella me preguntó cómo te ¿eh?
llamás pibito. Repitió Fermín dos veces alzando los En casa desperdicié cinco sedas intentando armar el
ojos y dijo no, no conozco a ningún Fermín, sos el porro. Me puse de mal humor y decidí dejarlo para
primero. Le dejé otro chicle de banana y crucé la ca- más adelante. Vi tele hasta que se hicieron las ocho
lle sin saber cómo se llamaba. menos cuarto y marqué el teléfono. ¿Hola? ¿Inés?
Qué hacés Ferrrrrmín decía ella marcando exage- ¿Querés hablar con la Pequi? Sí, dije, por favor. Des-
radamente la erre cada vez que nos veíamos y yo le pués de un minuto y un montón de ruidos apareció
sonreía, bajándome un poco la capucha. Jaime, el su voz. ¿Quién es? Fermín. Ferrrrrrrmín. Pensé que
kiosquero, ya me había dicho su nombre: Inés pero ibas a llamarme el finde. No pude. Bueno, escucha-
le dicen la Pequi. También me había dicho que vivía me. ¿Por qué no te venís? Quiero proponerte algo.
en la calle Estados Unidos, en la misma cuadra de la ¿Ahora? Sí, comés acá. Hay salchichas. Le dije que
veterinaria de mi tío. bueno y corté. Escribí una nota a mi vieja: Estoy en
Un sábado, llegué a casa de fútbol y tenía una revis- lo de Lucas. Mañana examen de historia. Vuelvo tar-
ta Gente arriba de la cama. Mi mamá, que me había de. Antes de irme llamé a Lucas y le dije que si que-
escuchado entrar, gritó desde la cocina: te dejé una ría los botines no me preguntara a donde iba, que si
Gente en tu cuarto. Te la manda la chica de la pelu- llamaba mi vieja le dijera que estaba ahí, estudiando
quería. Cuando estaba leyendo la tapa, sin entender historia.
qué tenían que ver las colas del verano pasado con- La casa estaba pegada a la veterinaria de mi tío que,
migo, mi mamá se apareció con un vaso de Nesquik por suerte, ya había cerrado. Antes de tocar el timbre
en la mano y se apoyó en el marco de la puerta. Sim- compré chicles de banana en un kiosco. Apenas hice
pática la chica. Me dijo que te ve todas las tardes. La sonar el timbre, escuché: ¿Si? Entonces pregunté
miré asintiendo con la cabeza y agarré el vaso que ¿Inés? Y al segundo su voz, alta, resonó en toda la
me alcanzaba. Se fue por el pasillo y escuché que de- cuadra: No me digas Inés. Soy la Pequi, ¿ok? Subí.
cía le sacás esas mechitas negras horrorosas y es lin- Abrió la puerta y me dio un abrazo. Se había hecho
da, ¿no? No le contesté. Había encontrado una doble un flequillo stone que le daba a la cara un aire más
página con una entrevista a Luis Miguel. Vi una fle- rockero del que ya tenía. Entre el abrazo y lo linda
20
PROSA
que estaba con su nuevo look yo no podía creer lo
que me estaba pasando. Me presentó a su hermana
Clara y a su sobrino Ramón. A ellos sí podes llamar-
los por su nombre. Me reí, apenas, y ella me bajó
la capucha. La hermana fue a bañar al nene y nos
quedamos solos en el salón que era a la misma vez
cocina, a la misma vez habitación de la Pequi. Nos
sentamos en el sofá cama y me contó lo que quería
hacer: la idea es poner un delivery de sushi. Yo la
Sociabilizar
miré fijo a los ojos y dejé que se explayara.
Cuando Ramón apareció con el pijama puesto, re- autor JUAN DASSO
cién bañado, pusimos la mesa y cenamos todos jun-
tos. La hermana la trató de delirante, no sé porque se
te metió la idea del sushi, boluda, no entiendo, quién
te va a comprar sushi en este barrio de mierda me
querés decir. La Pequi se apretó el labio inferior y me Dos escritorios. En uno hay un chico joven, de as-
miró mientras le respondía a la hermana: Callate, pecto prolijo, trabajando en una computadora. En
¿no ves que acá ya tengo un socio? Yo bajé los ojos y el otro hay un hombre más grande organizando
me terminé el plato de salchichas. Escuche que Cla- unos papeles.
ra decía qué rídicula por lo bajo y me paré a cargar Eventualmente el más grande se levanta y se acer-
la botella de agua. Luego, nos quedamos en silencio ca a hablar con el más joven.
todos menos Ramón que pedía banana pisada con
dulce de leche. Vas a ver que no se lo termina, me ¿Qué hacés, viejo?, ¿todo bien? (el otro asiente tí-
dijo la Pequi por lo bajo. midamente) ¿Cómo va?, ¿te vas adaptando? (el
El nene dejó más de la mitad del postre y se vino a otro sonríe indiferente) ¿No fumás, no? A ésta hora
sentar con nosotros en el sofá cama. Acostó su ca- salen todos a fumar; la terraza (señala) ¿viste la
beza sobre la falda de la Pequi. Clara, que se había terracita? Yo antes iba, es fea igual; tampoco tiene
ido al baño, apareció vestida de negro con un escote buena vista; una oficina de otro edificio, eso es lo
impresionante, un jean ajustadísimo y unos tacones único que se ve; grande la oficina, enorme… ¿Qué
de infarto. Me voy, que no se acueste tarde, dijo yen- harán ahí? (Lo observa un momento) ¿Estás con el
do hasta la puerta. Trabaja en una barra, me explicó informe, no? (Se sonríe) No sé por qué al principio a
la Pequi después de ver mi cara de noentiendonada. todos nos gusta hacer el informe, es fácil, automá-
Casi todas las noches, me aclaró. Sólo solté un ah y le tico, es como que quedás bien, ¿no? (Breve pausa)
dije que mejor me iba, poniéndome de pie. Ella, que ¿Sabías que es al pedo? Vos porque sos nuevo y
con una mano tocaba el pelo de Ramón, con la otra querés quedar bien, pero haceme caso: no sirve. (El
me tiró de la manga del buzo. Quedate. otro continúa) Yo te lo digo porque perdés el des-
Me quedé. Vimos Videomatch hasta que Ramón se canso. (Mira el reloj) Ya se te fue un minuto. (Lo ob-
durmió. Cuando estaba a punto de sacar los chicles serva) Bueno, si lo querés hacer, lo hacés. Vos tenés
del bolsillo, ella se levantó para bajar el volumen pinta como que sos prolijito; te vi cuando entraste
de la tele. Luego se fue a acostar al nene al cuarto y caminando, caminás bien ¿Sos actor? (el otro lo
yo me quedé sentado con las manos adentro de los mira con una sonrisa media, forzada y en segui-
bolsillos del buzo. Por un minuto quise convertirme da vuelve a su computadora) ¿No? Yo te pregun-
en Lucas para animarme a sacar las flores y armar tó porque por acá pasó un pibe, hace unos años
un buen paragüitas para fumarme con ella. No sa- ya; era así todo prolijo como vos. No sabés cómo
bía qué hacer pero sabía que quería estar ahí, medio caminaba Pancho… Se sentaba erguido, y cuándo
muerto de frío en esa casa, con esa chica, en ese mo- sacaba fotocopias… Daba placer verlo al tipo. Era
mento. callado, como vos. Sabés que al final Pancho re-
Volvió al salón con el pelo atado. Se paró frente a la sultó siendo Pancha ¿Me entendés, no? Era actor el
estufa con los brazos atrás de la espalda para calen- pibe, al poco tiempo se fue, dijo que tenía laburo
tarse. Nos miramos a los ojos sin decirnos nada. Se de lo suyo; después lo vi en una propaganda de
escuchaba la voz de Tinelli muy bajita, las risas de la Pino Lux… Para mí lo rajaron igual, el jefe. Ojo, no
enana Feudale. Habrán sido dos minutos de silencio, es que discrimine, el pibe era divino; pero hay que
o tres, que se rompieron cuando ella dijo: No quiero entenderlo al jefe, ¿viste? Él prefiere a tipos como
hablar más de sushi. Yo alcé los hombros. Ella se yo, que estamos hace mucho, que somos más
acercó hasta el sofá pero no se sentó. Se quedó de normales; no quiere cosas raras, se le revolotea el
pie, mirándome, acariciando con una de sus manos rancho sino… ¿Y vos? ¿Cómo sos? (Breve pausa, lo
mi cara. Toda mi cara. Te queda bien el flequillo, me mira, el otro no responde, luego intenta observar el
animé a decirle. Me respondió con una sonrisa míni- monitor de la pantalla) ¿Seguís con eso? No hace
ma. Entonces yo me animé todavía más: Parecés un falta te digo, relajate; te consigo un café, ¿querés?
ángel. Y todo lo demás, sucedió. Hay un truquito con la máquina, te lo enseño (el
21
otro no responde). Dale che, dejá eso, en serio, cortala. bol? Bue, como andás con lo del teatro no sé, pero te
No sirve para nada. (Mira alrededor, baja el volumen, conviene ser medio futbolero, ¿sino de qué la vas? No
confidencial) Escuchame, no está bueno que hagas el le va a gustar al jefe. De última podés ir de defensor, lo
informe, no es sólo porque no sirva (vuelve a mirar); el importante no es jugar bien. Escuchame, te vi hablan-
informe te resta puntos, no te conviene; sé que suena do con Ranieri antes. Ranieri, ¿sabés quién es? Está fu-
raro, pero es así; lo que tenés que hacer es sociabili- mando en la terracita ahora. Yo no hablo mucho con
zar, sociabilizar con los compañeros (el otro lo mira y él, pero por ahí podés ir vos, sacarle el tema del partido
vuelve rápidamente a la computadora); eso es lo que del domingo, y como le caíste bien seguro te invita al
les gusta; dale, hablá conmigo, te estoy haciendo un picadito de ellos, y así podemos ir juntos, ¿entendés?
favor, pibe; (el otro no lo mira) hablame antes que Le tenés que decir de mí, yo soy bueno, pero eso ahora
sea tarde… (Se le queda mirando sin recibir respuesta; no importa. Dale, mandate ahora que tenés tiempo...
pausa, se levanta) Ok… Te voy a seguir hablando, ya (el otro se pone a imprimir el informe) ¡Dale pibe! Uh
me vas a entender, vos tranqui… Quedate en el mol- (mira a la cámara), perdón, perdoname. Lo que pasa
de… Cuando puedas levanta la vista, todavía no, eh, en es que necesito que me inviten a jugar a al fútbol, sino
la pared de enfrente, al lado del aire acondicionado… juego al fútbol con los compañeros me echan, pibe,
Hay una cámara. No mires todavía. Por esa cámara me lo veo venir ¿Me estás siguiendo? (El otro se levan-
nos ven cómo laburamos, cómo hacemos el recreo. ta sin mirarlo) Ey, ¿qué hacés?, ¿vas a llevar el infor-
Me parece que no tiene sonido. Vos tenés que hacer me? No pierdas tiempo en eso... (El otro comienza a
amigos, ¿entendés? Tenés que hacer amigos, pibe; alejarse) ¡¿Qué pasa?! (Baja la cabeza un momento)
no te digo amigos de verdad. (De repente) Sonreí, eh, ¿Te dijeron que no me hables, no? ¿Te dijeron que no
sonreí, no se escucha pero se ve todo. No es que tenés hables conmigo? (El otro se va por una puerta del fon-
que ser el súper amigo, pero tenés que estar piola con do, cierra) Andá, eso, ¡andá! Hablá con Ranieri, ¡que
los demás. Yo no te veo muy carismático, no te lo digo me inviten el sábado! (Mira la cámara y controla su
mal, pero entonces tenés que ser más complaciente. exaltación; breve pausa; se dirige hacia el escritorio
No te cortés solo, pibe. Tenés que largar el informe. del otro y bebe un poco más del mokaccino; luego
(Pausa) Está bien, está bien, voy a dar vueltas un poco chequea la hora en su reloj y constata el fin del recreo;
alrededor, así la cosa parece más animada ¿Seguro vuelve rápidamente a su escritorio).
que no querés café? Eso está bueno porque se nota
que sociabilizás; pero no hay que pasarse, había uno FIN
que se traía el mate, andaba con el termo en el recreo,
a ese lo rajaron; porque era mucho, ¿me entendés? Yo
estaba por venir con termo también, me salvé… (De
repente) ¿Vos no estás haciendo una obra de teatro?,
¿algo así? Te digo porque entonces podés invitar a la
gente de acá, después comentan; sería un golazo eso
pibe… Nada, ¿no? (Pausa, mira a la cámara, luego se
exalta) Te voy a buscar un café (va hacia una máqui-
na en una pared cercana, mete una moneda con un
papelito plegado al lado) Lo que tiene esto es que no
podés elegir; no lo tomes sino querés, es sólo para, bue,
ya sabés… Uh, mirá, mokaccino te salió, nunca me tocó
ese a mí (se acerca con el vaso de telgopor y lo apoya
en el escritorio, mira la computadora) Seguimos con
el informe, ¿eh? ¿Qué estás escribiendo? (Se encima
más al escritorio) ¿Estás poniendo algo sobre mí? (El
otro se interpone) Ok, ok, listo; son tus cosas, querés
hacer el informe, está bien, yo te entiendo, creeme que
te entiendo; la estamos zafando bien igual, vos segui-
me a mí que va a estar todo bien; no nos movamos
brusco, puede parecer que estamos peleando. Igual
no nos peleamos, ¿no? De mi parte está todo bien, vos
sonreí. (Vuelve a cricular, nervioso) ¿Te jode si pruebo
el mokaccino? Un toque nomás, eh; a ver… (Le da un
trago) Muy bueno. Muy bueno, eh. Lástima que no lo
pruebes, que sigas ahí dándole a la máquina; ya sé
que sos tímido, pero te pasan por encima… (Mira el
reloj) Un minuto te queda, pibe, un minuto, y te que-
daste todo el recreo con el informe. Tenés suerte si no
te fletan; es duro lo que digo pero es así. Mirá, sólo se
me ocurre una cosa: ¿Sos futbolero vos? ¿Jugás al fut-
22
PROSA
«Se parece a mí», digo sin verlo. Está ahí adentro y sé que es igualito a
mí; es apenas algo rojo y ya sé que nos parecemos. No piensa, no siente,
sólo late y bombea un líquido que no se sabe a dónde va. Ella lo lleva de
un lugar a otro sin saber que es a mí a quien lleva.
Fuma, con el cigarrillo fuma. Pienso que va a ser un triste asmático, va a
tener los huesos como de goma. Miro por la ventana y afuera nieva; ella,
adentro, camina con el cigarrillo y dice cosas: «No deberías pensar». No
hay manera. Afuera y lejos, en lo blanco, se mueven unos puntos negros;
parecen animales, pero son otra cosa. Cuando giro ella está sentada y
se toca, se saca la ropa como si le sobrase y deja que sus dedos toquen
ahí. La miro con una ternura que no es mía, y me dan ganas de fumar a
mí también. «Sus ojos no son los míos», le digo, y los cierro como para
convencerme.
Sin mirar dibujo algo con los dedos, lo dibujo en el aire y siento cómo el
espacio se corta y se mezcla. Hay algo tibio que viene del fuego que que-
ma en el hogar, pero se va por entre los agujeros, como si se lo comieran.
Ella ya no dice nada y se acuesta; su pelo se desparrama por entre las
sábanas y parece un montón de porquería. Adentro está él, entre todas
esas cosas. Voy hacia la mesa para agarrar los cigarrillos y romperlos,
pero cuando los tengo en la mano quiero fumarlos y los suelto. Caen al
piso como pájaros muertos, y es tan cierto que me da mucha impresión.
La miro, pero ella mira los pájaros; «Qué te pasa», me dice, y sus ojos que
son los de él.
23
PROSA
Ministerio
autor JUAN CRUZ BALIAN
Toda la tristeza del mundo puede cifrarse en la ima- y camina por el pasillo sin asombrarse de que todos
gen de un hombre esperando al lado de una fotoco- sus movimientos, la pierna que pasa, la mano que
piadora. Algo adentro de la máquina se mueve de abre la puerta, todos sin importar el tamaño o el tra-
un extremo al otro, una especie de guadaña de luz yecto, se desarrollan a la misma velocidad.
blanca que se escapa por entre los bordes de la tapa. El recorrido lo lleva junto a una ventana. El Ministe-
El hombre espera decapitado a intervalos, la oficina rio da a la avenida y ve a la gente y los autos trazan-
vacía a esas horas. do líneas de colores, líneas mudas porque el vidrio
El sonido se repite una y otra vez. Parece el quejido es grueso y el piso es alto y él está solo, en la oficina,
de un chancho electrónico al que están degollando. de noche. La idea del café regresa. No es una idea, es
A cada gemido una hoja sale por la bandeja de aba- una especie de pulsión delgada que repta por debajo
jo. En todas las hojas planillas cuadradas, tejidas, de los pensamientos y se dedica despacito a roerle
alambradas, celdas pequeñitas, planillas disciplina- la nuca con dientes de goma. Sabe que la máquina
das. Y la mirada permeable del hombre que espera, expendedora está allá, más adelante en el pasillo os-
la alfombra azul, la decoración armada en base a los curo, enchufada, funcionando, entre la Secretaría y
anuncios del ministerio con esa composición de co- él. Abandona la ventana y camina.
lores que intenta ser amistosa y que sin embargo se El pasillo parece largo y mullido. Mullido es, porque
resuelve en palabras toscas, declaración y morato- los de mantenimiento pusieron una alfombra nueva
ria. después de que la anterior sufriera un número equis
Espera, pero espera sin tiempo porque no sabe de catástrofes, resultado de combinar la máquina y
cuántas copias le faltan a la máquina. Cuando ter- el tráfico matutino de expedientes. Pero largo no.
mine podrá dejar la pila de hojas encima del escrito- Parece largo, pero no es. Solamente es oscuro. La
rio y salir a la calle, al viernes nocturno, entregarse única luz está detrás de él que camina sobre su pro-
a la promesa de dormir sin despertador. Pero la má- pia sombra, una sombra que se abre allá adelante
quina no termina. Se interrumpe, que es otra cosa, y donde la luz no llega y se pierde la figura de la cabe-
la pantalla diminuta le dice que se quedó sin papel. za, por segunda vez decapitada. Pero cuando pasa
Las resmas están guardadas en Secretaría, pero Se- delante de la máquina, de sus botones brillantes,
cretaría está bajo llave. Debería pensar que ése es duda. Apenas un instante, porque quiere y no quie-
el fin, que ya no hay forma de dejar el trabajo he- re, quiere pero lo asiste una voluntad que a su vez se
cho y que el lunes tendrá de nuevo el olor que tiene basa en una jerarquía y esa jerarquía se respalda en
el aire adentro de un blíster vacío. En lugar de eso un sistema y ese sistema es tan complicado que él
piensa en comprarse un café. Para los oficinistas el sigue de largo, se pierde en la oscuridad y se choca
café tiene algo de místico, de bálsamo curativo, de con la puerta de Secretaría.
virgen desatanudos, de separador de problemas que El picaporte no cede, no importa cuánto intente,
reduce y ordena, que salva y sostiene. No hay papel. el picaporte se empecina y como es redondo cues-
Entonces un café. ta forzarlo. Las palmas se resbalan no entiende del
De algún modo sabe que no debe. Que el café es un todo si tiene que hacer fuerza con las manos hacia
derecho adquirido, sí, pero que al mismo tiempo es adentro para agarrarlo, o si tratar de girarlo o em-
un acto sumiso, la aceptación de su estadía ahí, la pujar hacia adelante que es hacia donde la puerta se
intención de prolongarla y cumplir con el trabajo a supone que abre. Igual el picaporte no cede.
deshoras. Debería no tomar ese café. Debería irse. Se queda un momento parado frente a la puerta os-
Terminar el trabajo, porque no hacerlo significa que cura, donde ya no proyecta sombra. En lo que a él
el lunes va a ser como un blíster vacío, pero irse. refiere no hay nada delante, puro negro, una puerta
Entonces, piensa, primero lo primero. Resolver la cerrada, la resma del otro lado, la perilla de la luz
falta, entrar a Secretaría, encontrar papel. también. La realidad es que las paredes no son más
Abandona el cuarto, la fotocopiadora aún titilando, que mamparas elegantes, ni siquiera llegan hasta
24
el techo y sabe que puede saltarlas con un esfuerzo rá las resmas también, piensa el hombre, pero sabe
moderado. Por supuesto no lo hace. Sería incivili- que no. Sabe que están guardadas, probablemente
zado. Sería una vergüenza quedarse trabado arriba en ese cajón que tiene llave.
y que lo encuentren el lunes, asustado, humillado, Entonces deja el café sobre el escritorio, se sienta en
deshidratado. la silla grande y trata de abrirlo. No puede. Trata de
Se da vuelta. Si no tendrá la resma, al menos tendrá forzarlo. El cajón no cede, pero la silla sí. No se rom-
el café. pe, cede apenas, se acomoda bajo su peso y se siente
Es preciso acercar la mano a los botones lumino- extrañamente cómoda, muy distinta a su silla, muy
sos para distinguir las monedas. Las pone sobre la diferente a estar parado junto a la fotocopiadora. Se
palma y las separa con un dedo, conserva el impor- recuesta y el respaldo baja hasta la posición exac-
te exacto y devuelve el resto al bolsillo. Coloca las ta, la columna derecha pero los músculos relajados.
monedas en la ranura y se queda maravillado ante Es tarde, piensa. Los ojos se tientan, se cierran un
el sonido que producen. Es un sonido prolongado, poco. Si no consigue la resma estará perdido. Ha-
enorme en medio del silencio, compuesto de una brá un lunes pero también habrá un fin de semana
serie rebotes metálicos que le parecen demasiados angustia, el preámbulo del lunes atravesado por la
y siente como si las hubiese arrojado a un abismo conciencia de saber que el verdadero problema está
profundo, a una fosa común. por delante. Aún así se duerme.
Aprieta el botón y espera. De nuevo el sonido de
ruedas y motores, el quejido del chancho que se des- Cuando despierta han pasado casi dos horas. No
angra y en lugar hojas aparece un pequeño vaso de sabe en qué momento puso los pies sobre el escrito-
plástico, un chorrito aguado y un vapor agradable. rio, pero al sacarlos golpea el café frío y lo vuelca so-
Es asombroso ver cómo la máquina se ilumina más bre la alfombra, sobre parte de la silla y una mano.
al hacer el café, los fabricantes intentando conven- El desastre es irreparable. Alarmado, levanta el vaso
cer al cliente de las ventajas indiscutibles del siglo plástico y lo arroja al cesto de la basura. La situación
en el que vive. no mejora pero la mancha ahora le resulta menos
Retira el vaso. Revuelve con ese remo diminuto y violenta. Es decir, la mancha es el indicio del acci-
discreto que revuelve pero que no lo demuestra. dente pero el vaso volcado es el accidente mismo.
Huele el café, consciente de que el mejor momento Mejor sin el vaso. Mejor la mancha sola.
es ése porque el sabor del café nunca será más rico El hombre mira alrededor. Busca algo que le diga
que su olor, y después camina, aún sin tomarlo. qué debe hacer a continuación. Las cámaras de vigi-
De nuevo en el distribuidor ve la oficina que dejó lancia están en el pasillo, técnicamente nadie lo vio
abierta. Adentro la pantalla de la fotocopiadora par- volcar el vaso pero el guardia de seguridad de planta
padea con paciencia. La mira y luego mira la ofici- baja seguramente lo vio entrar en la oficina, segura-
na de al lado, la oficina del gerente. Seguro allí hay mente lo verá salir. Tampoco hay mucho que pueda
montones de papel, cantidades enormes de hojas hacer al respecto. Se limpia la mano en el pantalón,
que el tipo debe guardar como un tesoro porque un apaga la luz, sale, cierra la puerta.
gerente no puede nunca quedarse sin hojas para im- La fotocopiadora sigue titilando. En la bandeja la
primir, para fotocopiar, para escanear, dirigir y ges- pila de hojas incompleta. En un perchero el abrigo.
tionar. Seguro esa puerta también estará cerrada, es Las nueve de la noche pasaron y el hambre se agi-
tan predecible, pero igual intenta. Sostiene el café ta como si el estómago tuviera un hocico que busca
con una mano y con la otra agarra el pomo, aprie- y husmea. Afuera del ministerio los bares estarán
ta, gira, empuja y la puerta se abre, sin esfuerzo, se abiertos, sirviendo comida caliente. Es tiempo de
abre para él. irse.
Adentro de la oficina del gerente las cosas están de- El hombre espera el ascensor. Son ocho pisos, unos
finidas sólo por un borde, por esa cosa oblicua que veinte segundos largos.
tiene la penumbra. El escritorio, la silla, la compu- Al fin la puerta se abre. El hombre entra. La puerta
tadora, a todo se le ve un costado y se le imagina el se cierra. Otros tantos segundos le lleva bajar. Du-
resto. De ahí el erotismo, que es como el miedo, de rante todo ese tiempo piensa. No piensa palabras.
ahí la sensación de que algo se mueve en el cuarto, Piensa imágenes. La máquina, la espera, la puerta,
como una presencia o una respiración. Pero cuando la luz. El café. La máquina. La espera. Después baja
enciende la luz todas las cosas adoptan un aire de del ascensor.
inocencia, el teléfono con fax de pronto no es más En el hall de entrada el guardia de seguridad duer-
que un cuadrado gris y unos pocos relieves como me detrás de un escritorio repleto de monitores. La
botones. Si esa máquina no hace ruido es porque es nariz ancha iluminada por las pantallas en blanco y
tarde y en todos lados las oficinas están igual de va- negro. El hombre sabe que en uno de esos monitores
cías. El lunes alguien la llamará y empezará a gemir se ve ahora el pasillo vacío, la puerta de la oficina del
de nuevo mientras el gerente se adormece en la silla. gerente. Detrás de esas paredes la mancha de café se
¿Por qué estará tan ordenado el lugar? Pero no está seca. Afuera del ministerio el viernes madura. Atrás,
ordenado, está vacío. El escritorio limpio, no hay invisible, el sábado lo va empujando de a poco, hora
papeles ni clips ni restos de comida. El gerente se tras hora, porque hay que darle paso al domingo. El
lleva todo lo que trae, eso es lo que pasa. Se lleva- lunes que espere.
25
PROSA
Ejercicio Antilocura N o 17
Decime cosas de nieve. Algo irresponsable y tajante como la jana de la tuna. Algo
cruel e inocente como las espinas.
Decime lo frío y yo hundo mi mano en tu panal lleno de abejas.
Mientras escucho tus hielos arde la risa de mis ojos. Es que no te oigo. No te
puedo escuchar, me hipnotiza la textura de tu sustancia. Ya no puedo ser. No
soy. Me caigo. Y me quema las uñas tu materia salvaje. Teneme el cuerpo que me
caigo. Me caigo dentro mío a través de mis ojos. Podés reirte. Pero decime los
hielos, contame glaciares, pensame las cimas eternamente blancas. Tu voz me
llega como el eco de un sonido milenario retumbando en las paredes de un túnel
oscuro. Mi mayor don es sobrevolar este abismo con las manos llenas de miel y
los párpados secos. Sigo cayendo, llena de lo dulce y perseguida de insectos. Y si
ella viene, si viene la niña negra, de vestido azul y monedas doradas, la abrazo en
la oscuridad de la noche que no termina porque es niebla.
Gritas témpano y me congelo. En el fondo soy mil fragmentos transparentes de
mi misma. Y el tiempo me hace de agua. Finalmente.
26
PROSA
Carta Argentina
autor CARLOS OM
27
Y ahora mirate. Vos, como nunca te
pensé, en cama y con la cabeza ven-
dada, preguntándome “quién soy” y
“qué hago bajo unas sábanas blancas”;
“quién sos” y qué significa esa manta
con dos rayas horizontales azul cielo,
y una franja blanca entre las azules
que protege al Sol, aquél que qui-
siéramos ver brillar de verdad para
sentir su calor en nuestras bocas y
tragar la luz de cada nuevo día. Vos
mirás al Sol, pero no sentís sus co-
lores y poco a poco la manta te es
más borrosa porque ya no ves mas allá
de las uñas de tus pies; sólo pregun-
tás si sos una persona feliz, si te-
nés la casa de tus sueños, porque con
amnesia, has perdido la noción de tu
verdadera felicidad, aquella que ya
habías dibujado en la playa con rami-
tas de árboles inciertos, ahí, junto
al río —¡preciosísimo río!— del Plata,
mirando hacía el África y luego ha-
cía el interior de nuestro continen-
te, llorando junto con tu esposa por
lo felices que les hacía ver las ca-
lles con sus niños, sus nietos, todos,
jugando y boludeando y cagando y ca- Accidente
vando tierra para tirarla al viento,
para que vos y todos pudiéramos sentir de Fernando Graneros
el golpe de la arena en la cara y que
luego dijéramos, carajo, sí era posi- La tarde es un pájaro
ble todo eso. que me arrastra
en su descenso
Y temblar así
de frío
como si fuera
la capital de Islandia
una ciudad
sin otras aves a la vista
28
POESÍA
El ultimo dolor/ El
primer amor
de Flo Edelman
EL QUE ES PARA MI
de Jacqueline Golbert
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el mundial de poesia en casa (sic)
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Si vos escribís, ilustrás o dibujás
te estamos buscando
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