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B. Órganos linfoides.

Desde el punto de vista anatómico, podemos distinguir dos tipos de


estructuras implicadas en la respuesta inmune. Unas son órganos
macizos, como el timo, el bazo y los ganglios linfáticos, y otras son tejidos
como la medula ósea, un tejido con capacidad hematopoyética, los
tejidos linfáticos y los vasos del sistema circulatorio, que transportan las
células del sistema inmune a todo el organismo, sirven de conexión con
los tejidos y constituyen un sistema unitario, entrelazado y bien
comunicado.

Según su función, estos componentes del


sistema inmune se pueden clasificar en
órganos linfoides primarios y secundarios
Órganos linfoides primarios
En estos órganos es donde se produce la maduración de las células del S.I.
–La médula ósea
Es un tejido esponjoso situado en el interior de huesos largos y planos. Tiene
capacidad hematopoyética, lo que significa que en su interior aparecen
células madre, indiferenciadas, pluripotentes, capaces de originar las células
que fluyen por la sangre. En ella maduran los linfocitos B. En la etapa
embrionaria, esta formación ocurre también en el hígado fetal.
– Timo
En el timo se produce la maduración de los linfocitos
T. Es una glándula localizada en el mediastino, tras el
esternón. Disminuye mucho su tamaño a partir de los
siete años de vida. Está formado por dos lóbulos
divididos a su vez en lobulillos. En cada lobulillo se
diferencia una corteza y una médula. En la corteza, las
células que provienen de la médula ósea proliferan,
transformándose en timocitos. Los timocitos maduros
(linfocitos T) se alojan en la médula de los lobulillos
del timo desde donde migran hacia la sangre a través
de los vasos linfáticos.
Órganos linfoides secundarios
Estos órganos favorecen la interacción entre las diferentes células del sistema
inmune y los antígenos.
– Bazo
El bazo, de forma oval y tamaño de 13 cm aproximadamente, está situado en
el hipocondrio izquierdo. En su estructura distinguimos el estroma (con
estructuras vasculares y cápsula conjuntiva) y el parénquima. Este último se
constituye por dos tipos de tejido: la pulpa roja cuya función es retirar de la
sangre los hematíes maduros (han perdido su capacidad de transportar
oxígeno) y la pulpa blanca que está formada por tejido linfático,
fundamentalmente linfocitos y macrófagos. La pulpa blanca contiene tejido
linfoide en forma de una vaina, en torno a una arteriola.
– Ganglios linfáticos
Son acumulas de tejido linfoide
encapsulados distribuidos por el organismo.
En ellos, se distinguen tres zonas: una
superficial o corteza, donde están los
linfocitos B, una paracorteza por debajo, en
la que se hallan los linfocitos T, y una región
central o medular. Los ganglios linfáticos
filtran la linfa y presentan los antígenos a los
linfocitos B y T, con la consiguiente activación
de estas células.
–Tejido linfoide
Además de los órganos propios del sistema Inmune, aparecen unos tejidos
linfoides asociados a otros aparatos o sistemas. Estos tejidos son:
• GALT: es el tejido linfoide asociado al tubo digestivo, que incluye amígdalas,
apéndice vermiforme y placas de Peyer.
• BALT: es el tejido linfoide asociado al aparato respiratorio.
• MALT: es el tejido linfoide asociado a las mucosas.
En todos estos tejidos se encuentran linfocitos T y B, además de otros tipos
celulares pertenecientes al sistema inmune. Las células T y B se activan cuando
los antígenos capturados por estos tejidos son presentados a ellas.
Receptores de membrana

• MHC (Complejo mayor de histocompatibilidad)


En los seres humanos, cada célula está recubierta de un conjunto de moléculas
que actúan como marcadores de lo propio, que son reconocidas por el sistema
inmunitario de cada individuo y no desencadenan respuesta inmunitaria (excepto
en los casos de enfermedades autoinmunes). Se trata de las moléculas del
complejo principal de histocompatibilidad (MHC), que son glucoproteínas y
glucolípidos de la membrana plasmática reconocidas por el sistema inmunitario
como las «huellas dactilares» de esa célula que acredita su pertenencia al mismo
individuo (que es de los suyos). En los seres humanos existen dos clases de
moléculas MHC: MHC-I, presentes en todas las células del organismo, y MHC-II,
que solo se encuentran en ciertas células especializadas, como los macrófagos,
las células dendríticas y los linfocitos B (células presentadoras de antígenos
profesionales, APC). Ambos tipos juegan un papel esencial en el
desencadenamiento de la respuesta inmunitaria adaptativa.
• Linfocitos T: Presentan en su membrana receptores TCR, que interactúan
con péptidos antigénicos de las membranas de las células presentadoras
de antígenos.
• Linfocitos B: Poseen receptores de membrana específicos, que son
anticuerpos de superficie denominados BCR, capaces de reconocer a los
antígenos de los patógenos que son capturados mediante endocitosis y
procesados en el citoplasma. Los antígenos son presentados al exterior
unidos a receptores MCHII.
Funcionamiento de la respuesta inmune adaptativa

– Fase de reconocimiento y presentación del antígeno

• Presentación del antígeno a los linfocitos Th. Un macrófago (o célula


dendrítica), tras fagocitar el germen y digerirlo en su endosoma, dispone
algunos de los fragmentos con actividad antigénica, generalmente
péptidos pequeños, sobre la superficie de su membrana, unidos a las
moléculas del complejo principal de histocompatibilidad (MHC-II). De esta
manera, presenta el antígeno a un linfocito Th que reconoce el antígeno
extracelular mediante sus receptores TCR. El linfocito TH queda enterado
de la presencia del antígeno extraño que el macrófago situó en su
membrana y ahora le muestra.
• Presentación del antígeno a los linfocitos Tc. Una
célula infectada por patógenos internos (o una
célula tumoral) ensambla un antígeno intracelular
(por ejemplo, un componente de un virus) en
moléculas del complejo principal de
histocompatibilidad (MHC-I). De esta manera,
presenta el antígeno a un linfocito Tc que reconoce
el antígeno intracelular mediante sus receptores
TCR.
• Presentación del antígeno a los Linfocitos B. Los
linfocitosB no requieren la colaboración de células
presentadoras de antígenos, pues ellos mismos son
capaces de reconocer directamente, mediante unos
receptores BCR, a los antígenos procedentes de los
patógenos. Una vez que se unen a los antígenos, los
internalizan mediante endocitosis y luego lo
expresan en sus membranas unidos a moléculas del
tipo MHC-II para, más tarde, presentárselos a los
linfocitosTh-2.
– Fase de activación, proliferación y diferenciación.
Tras la presentación del antígeno por el macrófago, los linfocitos Th se activan
mediante las citoquininas liberadas por los macrófagos y por los propios Th y se
diferencian en dos subpoblaciones de linfocitos Th activados: Th-1 y los Th-2.
• Los linfocitos TH-1 activan la capacidad fagocítica de los macrófagos y
también activan los linfocitos Tc seleccionados previamente, tras la
presentación del antígeno por las células infectadas.
• Los linfocitos TH-2 reconocen los antígenos unidos a moléculas MHC-II
presentados por los linfocitos B y los activan mediante citoquinas, lo que
provoca su proliferación y diferenciación en células plasmáticas
productoras de anticuerpos.
Una vez activados, comienza un proceso de
división mitótica que conduce a la proliferación
de estas estirpes de linfocitos seleccionados
hasta alcanzar un número suficiente como para
eliminar al patógeno portador del antígeno.
Una vez eliminado, hacen su aparición los
linfocitos Ts que detendrán la respuesta
inmunitaria.

– Fase efectora: cada tipo de linfocito lleva a


cabo su tarea.
• Las células tumorales y las infectadas
son destruidas por los linfocitos Tc que,
tras unirse con ellas mediante sus
receptores de membrana, las destruyen
por citólisis o por inducción de la
apoptosis.
• La mayoría de las bacterias patógenas son
destruidas por acción de los anticuerpos, que
provocan su opsonización estimulante de la
fagocitosis, o bien la activación del sistema
complemento por la vía clásica, que finaliza con
la lisis bacteriana.
• Gran parte de los virus y toxinas bacterianas son
neutralizadas por anticuerpos.
• Una pequeña parte de cada clon de linfocitos
Th, Tc, y B permanece “alerta” durante varios
años o toda la vida como linfocitos de memoria,
prestos a desencadenar una rápida y eficaz
respuesta inmunitaria ante la presencia una
segunda vez del mismo patógeno (respuesta
secundaria).
• Tipos de respuesta inmune adaptativa
Cuando un patógeno ingresa al organismo por primera vez, éste se defiende
mediante una respuesta inmunitaria primaria, ya sea celular o humoral, al
cabo de un retraso de varios días. La segunda exposición al antígeno genera
una respuesta secundaria, de mayor intensidad y con menor período de
retraso que la primaria. Esto significa que el cuerpo ha “recordado” al
antígeno y se verifica aunque entre una y otra respuesta hayan transcurrido
muchos años.
La respuesta secundaria siempre es más efectiva que la primaria. Por esta
razón es que pueden llegar a desarrollarse los síntomas de enfermedad la
primera vez, pero no la segunda.
La memoria inmunológica se debe al
aumento en el número de linfocitos
después de su activación (expansión
clonal) y a su diferenciación. Los linfocitos
que se diferencian en células de memoria
viven muchos años y ante una segunda
exposición se activan con mayor
celeridad. Además, al ser activados,
pueden diferenciarse tanto en células
efectoras como en células de memoria.
Trastornos del sistema inmune
El funcionamiento del sistema inmunitario puede verse alterado por muchas
causas. Algunas tienen origen genético, por lo que se consideran congénitas o
innatas, mientras que otras se desarrollan a lo largo de la vida del individuo y
se denominan adquiridas (sida, alergias, etc). Muchos de estos procesos
desembocan en enfermedades que se conocen como inmunopatologías:
enfermedades relacionadas con el sistema inmunitario, en las que falla el
mecanismo de discriminación entre lo propio y lo extraño.
Por regla general, se distinguen tres tipos de trastornos relacionados con el
mal funcionamiento del sistema inmune: hipersensibilidad, enfermedades
autoinmunes e inmunodeficiencias.

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