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Antecedentes
1. La Guerra del Opio (1839-1843 y 1856-1860) Enfrentamiento entre el Imperio británico
y China por la comercialización del opio.
2. La Rebelión de Tai-Ping (1850-1864) Levantamiento popular chino contra el gobierno
de la dinastía Ching, encabezado por Hong Xiuquan, quien se proclamó soberano del
Reino Celestial, o Tai-Ping.
3. La Rebelión de los Bóxers (1899-1900) Resentimiento chino contra Japón y los países
occidentales. El levantamiento general provocó que una fuerza combinada europea
A principios del siglo XX China era un imperio con una historia de 5000 años que se
encontraba en franca decadencia, habiendo sufrido la penetración de los imperialismos
británico, japonés, francés y norteamericano que dominaban diferentes partes de su
territorio. En 1911 se produce un levantamiento encabezado el partido nacionalista, el
Kuomintang dirigido por Sun Yat-sen, que derroca al último emperador. La débil
burguesía china no resuelve ninguno de los principales problemas del país: ni logró la
independencia nacional, ni promovió una reforma agraria que saque de la miseria a los
cientos de millones de campesinos que constituían la nación. El país quedó además
dividido en regiones controladas por los llamados “Señores de la Guerra” que se
apoyaban en diferentes potencias imperialistas.

Hacia fines de la primera guerra mundial se desarrolla un nuevo proceso revolucionario.


El 4 de mayo de 1919 se produce un levantamiento de estudiantes y profesores al que
pronto se sumaría adquiriendo un papel predominante la clase obrera junto a sectores
del campesinado. El movimiento de mayo tuvo un carácter antiimperialista contra las
consecuencias del tratado de Versalles que imponía a China nuevas concesiones a las
potencias imperialistas. El levantamiento llevó nuevamente al poder al Kuomintang,
pero al calor del proceso revolucionario comenzaría a formarse y desarrollarse el
Partido Comunista. A diferencia de los PC europeos que surgieron a partir de las
rupturas de las alas revolucionarias de los Partidos Socialistas, en China se funda recién
en 1921 impulsado por un profesor llamado Chen Tu-hsiu y unas pocas decenas de
militantes influenciados por la Revolución Rusa y la creación de la Tercera
Internacional. Sin embargo su influencia aumentaría rápidamente a partir del vuelco a
la organización de cientos de miles de obreros en sindicatos. En el marco del proceso
iniciado en 1919 se multiplican las huelgas, tomas de fábricas, insurrecciones y el
PCCH aumenta su influencia y su número de militantes.

La revolución del 25/27


La Internacional Comunista, ya controlada por Stalin, había vuelto a desempolvar una
concepción que la Revolución Rusa había sepultado: la revolución por etapas. Así, se
afirmaba que en China se trataba de llevar adelante una revolución democrática
burguesa y por lo tanto le correspondía al partido burgués nacionalista encabezarla. Esta
orientación no sólo repetía la de los mencheviques rusos de apoyar a la burguesía, sino
que exigía al Partido Comunista chino ingresar al Kuomintang -conducido por Chiang
Kai-shek tras la muerte de Sun Yat Sen- acatando su disciplina política y organizativa.
Aunque Chen se resiste y polemiza con esa orientación termina aceptando las directivas
de la Internacional. Las consecuencias de esta línea serían catastróficas.

En 1925 se produce una insurrección en Cantón, en el ´26 en Shangai, todas dirigidas


por el PC. El 21 de marzo de 1927 hay una nueva insurrección en Shangai, la ciudad
más industrial de China: se paralizan todas las fábricas, se forman barricadas, se toma el
arsenal creando batallones obreros y la ciudad queda en manos de los comunistas. Sin
embargo, guiado por la orientación estalinista, el PC abre las puertas para la entrada del
ejército de Chiang Kai-shek, que desata una matanza que termina con más de 50 mil
comunistas asesinados. Tras la derrota en Shangai, las directivas de la Internacional
pegan un giro ultraizquierdista impulsando una insurrección sin preparación ni análisis
de la relación de fuerzas en Cantón, que termina en otra masacre. La revolución China,
que era seguida con suma atención por los internacionalistas como una posibilidad para
romper el aislamiento en el que había quedado Rusia luego de la derrota de la
revolución europea, termina en una masacre que deja al joven PCCH al borde de la
extinción.

La larga Marcha

La derrota de la revolución y las masacres de Shangai y Cantón reducen al mínimo al


Partido Comunista. Sólo queda en pie un sector que encabezado por Mao Tse Tung se
había desarrollado entre los campesinos pobres, despojados de tierras o con pequeñas
parcelas que no llegaban a producir lo necesario para no morir de hambre frente a los
impuestos de terratenientes, capitalistas agrícolas y campesinos ricos. Ante la huida de
las ciudades, este sector se refugia en las zonas rurales y se desarrolla allí impulsando la
revolución agraria y comenzando la conformación de un ejército de base campesina, el
Ejército Rojo que luego se llamaría Ejército Popular de Liberación. En 1931 Mao crea
la república Soviética de Juchi, que abarcaba una parte importante del territorio en la
zona sur del país. El Kuomintang desató entonces una ofensiva contra las comunistas
que en 1934 terminó obligando a las fuerzas maoístas a huir hacia el norte en lo que se
conoció como la “larga Marcha”; recorriendo a pie 12 mil kilómetros durante un año
hasta alcanzar el norte de la provincia de Shenshi, donde se estableció la base que
permitió la supervivencia de lo que quedaba del partido y del Ejército Rojo. Para esta
altura se terminó de consolidar un cambio cualitativo en el carácter del PCCH, que –
manteniendo el nombre- ya no era el partido de la clase obrera fundado en la década del
´20 sino el partido de la guerra campesina y aunque políticamente adopta la teoría y
política estalinista, organizativamente se mantiene independiente de Moscú. La Gran
Marcha se desarrolla en el marco de una nueva situación. En 1931 los japoneses
invadieron Manchuria y en 1937 ocuparon el 70% del territorio, buscando transformar a
China en una colonia propia. La resistencia de las masas -fundamentalmente
campesinas- al imperialismo japonés combinó la revolución agraria con una guerra de
liberación que se desarrolló a través de la guerra de guerrillas. El PCCH se metió de
lleno en ese proceso, comenzando a recuperarse y ganando nuevas posiciones.

Al finalizar la segunda guerra mundial, con el imperialismo japonés derrotado, el


Ejército Popular de Mao contaba con un millón de combatientes y controlaba varias
comunas y zonas liberadas que abarcaban a cerca de 100 millones de habitantes. Pero el
PCCH sigue entonces la política estalinista de impulsar gobiernos de unidad nacional en
lugar de la lucha por gobiernos obreros, como había sucedido en Francia, Italia y
Grecia. Se plantea nuevamente que las tereas en China correspondían a las de la
revolución democrática, como lo expresaba el propio Mao: “Tomado en su conjunto, el
movimiento revolucionario chino dirigido por el Partido Comunista de China abarca
dos etapas: la revolución democrática y la socialista. Se trata de dos procesos
revolucionarios esencialmente diferentes, y sólo después de consumado el primero se
puede emprender el segundo. La revolución democrática es la preparación necesaria
para la revolución socialista y la revolución socialista es la dirección inevitable para el
desarrollo de la revolución democrática. El objetivo final por el que luchan todos los
comunistas es la instauración completa de la sociedad socialista y de la comunista.”[1]
Entre 1945 y 1946 se llevan adelante reuniones entre el Kuomintang y el PCCH –con el
patrocinio del general norteamericano Marshall- que concluyen en un acuerdo para
establecer un gobierno de coalición, la reconstrucción del país, la convocatoria de una
Asamblea Constituyente y la unificación de las fuerzas armadas.

La guerra civil y la toma del poder

Sin embargo Chiang Kai sek, que tenía un ejército más numeroso que el de Mao, se
había quedado con gran parte del armamento japonés y tenía el apoyo norteamericano
rompió el acuerdo y a mediados de julio de 1946 comenzó los ataques para recuperar
las zonas controladas por el Ejército Popular de Liberación. Mao tardó semanas en
decidir cómo responder. Finalmente, ante el peligro de una masacre similar a la del ´27
por un lado y a la presión de los campesinos que seguían llevando adelante la lucha
contra los terratenientes por el otro, se decidió a enfrentar al Kuomintang, dando inicio
a la guerra civil. La fuerza del ejército de Mao se sostenía en el apoyo de los
campesinos que masivamente se levantaron apoyando la revolución agraria, provocando
la derrota del Kuomintang y la huida de Chiang Kai Sek hacia Taiwán bajo la
protección norteamericana. El 1 de octubre de 1949, frente a la plaza de Tiananmen -en
Pekín- Mao proclamó la República Popular China.

Un elemento determinante para el triunfo revolucionario fue la situación mundial de


posguerra. Desde el triunfo del Ejército Rojo de la URSS en Stalingrado no sólo
comenzaron las derrotas del ejército nazi, sino un ascenso revolucionario inmenso. Las
masas europeas terminaron derrotando a los regímenes fascistas y con las armas en su
poder estaban a tiro de la toma del poder en Italia, Francia y Grecia. La política del
estalinismo, que llamó a construir gobiernos de unidad con la burguesía para reconstruir
Europa frenó esa posibilidad, sin embargo la prioridad del imperialismo norteamericano
estaba puesta en contener el ascenso de la clase obrera europea y en su reconstrucción, a
la que destinó miles de millones de dólares. Hacer frente a la revolución en Asia no le
resultaba fácil en ese contexto y las tropas yanquis asentadas en China no estaban
dispuestas a comenzar una nueva guerra, esta vez contra el Ejército Popular chino.

China y la Teoría de la Revolución Permanente

La revolución China, por sus características, abrió debates en toda la izquierda


mundial. El hecho de que se hubiera producido en un país semicolonial y con el
campesinado como protagonista llevó a que aparecieran todo tipo de teorías
cuestionando el rol de la clase obrera -fundamentalmente de los países industrializados-
como sujeto social de la revolución, haciendo una generalización de la experiencia
china con el planteo de que la revolución sólo era posible en los países semicoloniales,
encabezadas por el campesinado y a través del método de la guerrilla. Dentro del
trotskismo se ponía en cuestión cómo analizarla desde el punto de vista de la Teoría de
la Revolución Permanente (TRP). En principio es importante destacar que ya Lenin y
Trotsky habían señalado que a partir del surgimiento del imperialismo, todos los
fenómenos políticos y económicos había que analizarlos desde el punto de vista de la
revolución mundial, no nacional. Es decir, si bien los países más industrializados
pueden estar en mejores condiciones para llegar al socialismo, la cadena del sistema
capitalista puede romperse por el eslabón más débil, como ya había ocurrido en el caso
de Rusia. La TRP afirmaba que en los países atrasados o semicoloniales, donde la
burguesía no había llevado adelante las tareas de la revolución democrática como la
independencia nacional y la reforma agraria, éstas sólo podían resolverse a través del
gobierno de la clase obrera apoyada en el campesinado comenzando al mismo tiempo a
realizar las tareas socialistas. Para ello era indispensable la dirección de un partido
marxista revolucionario, es decir un partido cuyo programa es la revolución socialista
para establecer la democracia obrera y que toma cada revolución nacional como una
parte de la lucha por la revolución mundial y no como un fin en sí mismo. La
revolución China, por un lado reafirmaba la teoría al demostrar que la reforma agraria y
la independencia nacional fueron posibles sólo rompiendo con la burguesía, pero al
mismo tiempo ponía en cuestión el papel de la clase obrera como sujeto social y el de
un partido marxista revolucionario como sujeto político. La revolución había sido
encabezada por el campesinado y por un partido estalinista, con su concepción de
socialismo nacional.

Sin embargo, el Programa de Transición escrito por Trotsky en 1938 no descartaba “la
posibilidad teórica de que bajo la influencia de una combinación muy excepcional
(guerra, derrota, crack financiero, ofensiva revolucionaria de las masas, etc…)Los
partidos pequeño burgueses sin excepción a los stalinistas, pueden llegar más lejos de lo
que ellos quisieran en el camino de una ruptura con la burguesía.”[2] La revolución
China, como luego la Cubana, ponían esta hipótesis poco probable como un hecho de la
realidad. A pesar de que el programa de Mao era el de la revolución democrática y un
gobierno de unidad nacional, el ascenso campesino por un lado y la presión del
imperialismo y el Kuomintang por otro, lo llevaron a emprender la guerra civil que
terminó con el PCCH en el poder. El estallido de la guerra de Corea en 1950, que
colocó a las fuerzas armadas norteamericanas en la frontera de China llevó al gobierno
de Mao a terminar de liquidar los restos de la burguesía nacional, aliada al
imperialismo. Algo similar ocurriría años después en Cuba. El Programa de Transición
aclaraba que “En cualquier caso una cosa está fuera de dudas: aún en el caso de que esa
variante poco probable llegara a realizarse en alguna parte y un “gobierno obrero y
campesino” – en el sentido indicado más arriba- llegara a constituirse, no representaría
más que un corto episodio en el camino de la verdadera dictadura del proletariado.”[3]
Esto debido a que sin la dirección del proletariado era imposible establecer un régimen
de democracia obrera, y por otro lado sin una dirección que tome la revolución nacional
como parte de la revolución internacional, las conquistas obtenidas tenderían a
retroceder tarde o temprano. A diferencia de los bolcheviques, que al calor de su triunfo
revolucionario fundaron la III Internacional, el maoísmo no desarrolló una política de
extensión de la revolución. Por el contrario, ni siquiera impulsó una federación con los
Estados Obreros existentes. La expropiación de la burguesía posibilitó un mejoramiento
cualitativo de las condiciones de vida del pueblo chino logrando lo que no se había
logrado en siglos: la unidad nacional, la independencia del imperialismo y la
erradicación del hambre. Sin embargo las limitaciones que le impuso la dirección –en el
sentido señalado anteriormente- marcarían las profundas contradicciones del proceso.
La Revolución Cultural

Desde el punto de vista del régimen político, en China se estableció un régimen


dictatorial de partido único dominado por una oligarquía burocrática, monolítico y sin
democracia interna. La estructura de partido-ejército se trasladó al régimen y el culto a
la personalidad de Mao fue un rasgo fundamental del mismo. La visión nacionalista y la
dirección burocrática llevaron a contradicciones cada vez más importantes. El “gran
salto adelante”, una política orientada a producir acero en cada comuna del país terminó
en un rotundo fracaso que se tradujo en verdaderas hambrunas para el pueblo chino.
Este fracaso desató una disputa entre distintos sectores de la burocracia gobernante y al
mismo tiempo la movilización de jóvenes y trabajadores contra el aparato. En ese marco
Mao -desacreditado al interior del PC por los resultados de su política- anunció el
comienzo de la Revolución Cultural, llamando a la movilización de las masas para
derrotar a través de la lucha de clases a la burocracia partidaria a la que acusaba de
restauracionista. La respuesta fue una movilización masiva y el surgimiento de los
“guardias rojos” formados por millones de jóvenes y trabajadores. Este proceso
despertó enormes simpatías y expectativas en gran parte de la vanguardia mundial,
sobre todo de la juventud, que veían la posibilidad del surgimiento de una nueva fuerza
revolucionaria opuesta al estalinismo. Pronto quedaría en claro que el objetivo de Mao
no iba más allá de eliminar a los sectores opositores. Una vez logrado esto y ante un
movimiento que podía escaparse de su control, Mao dio por finalizada la Revolución
Cultural, frenando la movilización y desarmando a los guardias rojos, mucho de los
cuales fueron enviados a trabajar al campo. A comienzos de la década del ´70
comenzaría una apertura hacia el capitalismo, en un primer momento más política que
económica, restableciendo las relaciones diplomáticas con el imperialismo yanqui. El
presidente norteamericano Nixon fue recibido en 1971, mientras se desataba la
ofensiva yanqui en plena guerra de Vietnam. Luego de la muerte de Mao -en 1976- su
sucesor Deng Xiaoping comenzaría la apertura económica con la instalación de las
zonas económicas especiales.

El pronóstico de Trotsky para la URSSS a mediados de la década del ´30 , en el sentido


de que la propia burocracia se haría restauracionista si no había una revolución política
que, manteniendo las bases económicas del Estado Obrero retomara un camino de
democracia obrera , alcanzaba también a China.

En 1989, como parte de las grandes movilizaciones que tiraron abajo el Muro de Berlín
y a los regímenes estalinistas en Europa del Este estalló una rebelión también en
China. Protagonizada por la juventud que reclamaba derechos democráticos fue
reprimida salvajemente en la masacre de la Plaza Tiananmen. Liquidada la rebelión, la
dirección burocrática del PCCH aceleró el proceso de restauración capitalista.
La transformación en potencia imperialista

En poco tiempo, China se convirtió en una potencia capitalista que es actualmente la


segunda economía del mundo y disputa la hegemonía imperialista con EEUU. Dos
claves que explican esa transformación tienen que ver con el surgimiento de una nueva
clase obrera con niveles de superexplotación comparables a los del siglo XIX por un
lado y la derrota del pueblo chino en el ´89 por el otro. A partir del aplastamiento de la
rebelión de Tiananmen, las reformas iniciadas en los ´ 80 se profundizaron, acelerado
camino de restauración capitalista. Se privatizaron y cerraron empresas estatales y se
desarrolló un proceso de migración interna del campo a las ciudades que fue
alimentando el crecimiento de una nueva clase obrera que se incorporó al mercado
laboral prácticamente sin derechos y con salarios muy por debajo de los del resto del
mundo capitalista. Esto explica en parte el crecimiento de una economía que pasó por
distintas fases desde la restauración: “de ´fábrica del mundo´ a plantearse el desafío de
inversión en infraestructura global más grande de la historia con el Cinturón y la Nueva
Ruta de la Seda, y el plan Made in China 2025 que se propone lograr autonomía en el
diseño, ingeniería y producción propia de partes y componentes para completar su
cadena industrial. De la producción de bienes de baja calidad y precio a estar a la
vanguardia en tecnología 5G y amenazar con alcanzar el predominio estadounidense en
Inteligencia Artificial (AI). De recibir masivas inversiones extranjeras a convertirse en
exportador de capitales. De relacionarse con el mundo de las finanzas globales, más o
menos ilegalmente, a través de los territorios de Hong Kong y Macao cuando aún eran
colonias, a ser un actor de primer orden por derecho propio en ese campo.”[4]

En este proceso se formó una nueva clase burguesa dominada por los llamados
“príncipes rojos” hijos de los jerarcas del Partido Comunista, asociados con el capital
internacional Chino de Hong Kong y Taiwán. Controlada estrechamente, al igual que el
capital corporativo occidental por las altas esferas del gobierno.

De la China de 1949 sólo queda el régimen dictatorial dirigido por el Partido


Comunista, ya no como conductor de la revolución agraria sino de la expansión
imperialista. Las voces que desde la izquierda ubican a China como un imperialismo
más progresivo en el marco de la guerra comercial con EEUU omiten, conscientemente
o no, el carácter capitalista del país asiático y que su desarrollo imperialista implica la
semicolonización y superexplotación de la clase obrera y los pueblos del mundo. “Aún
hay en China muchas formas de propiedad. Además de la cada vez más amenazada
propiedad comunitaria de la tierra, hay sectores estratégicos como banca,
comunicaciones y energía que siguen en parte, en manos del Estado, aunque se avance
en la venta de paquetes accionarios de algunas de ellas. Hay también un sector de
economía mixta o de asociaciones entre capitales internacionales y capitales locales, y
otros respaldados por el Estado tanto nacional como de los gobiernos locales, con
límites no muy claros. Pero, aunque se ha iniciado un proceso de descentralización de la
planificación cediendo espacio a los gobiernos locales para desarrollar sus planes
propios, el control del Estado nacional es estricto. Los gigantescos cambios que se han
producido en tan breve periodo de tiempo explican la diversidad de las formas de
propiedad y de relaciones sociales que aún sobreviven, sin embargo lo esencial es que
se ha completado la contrarrevolución burguesa. Opera a nivel del país la ley del Valor,
la extracción del excedente de valor a partir de la explotación o sobreexplotación del
trabajo asalariado, y se ha producido la formación de las clases sociales esenciales para
la existencia de un capitalismo de características imperialistas” [5]

El desarrollo industrial significó también la constitución de una nueva y joven clase


obrera que supera los 300 millones de habitantes y que ha ido consiguiendo algunas
conquistas. En el marco de la crisis capitalista –que también sacude a China- tarde o
temprano será parte del ascenso obrero y popular que recorre el mundo abriendo
nuevas perspectivas para la lucha por el socialismo revolucionario, con democracia
obrera e internacionalista.

KOREA

En 1592 tiene lugar un hecho que marcaría la historia de Corea y sería las bases de los
futuros conflictos con los japoneses: estos, guiados por Toyotomi Hideyoshi, deciden
invadir Corea, acusándola de no permitirles el paso hacia China (objetivo último de los
japoneses). La guerra duró hasta 1598, con trágicas consecuencias para los coreanos: el
país fue sido saqueado, la población civil masacrada y el patrimonio cultural ultrajado.
¿Por qué los coreanos se interpusieron entre Japón y China? Desde el comienzo de la
Dinastía Joseon la relación con China era muy especial: los coreanos miraban al
Gigante Asiático como ejemplo de gran civilización, tomándola como modelo. Aquí
puedes aprender más acerca de la historia de Japón.
Tras la guerra con Japón, a Corea le costo volver a levantar cabeza y durante los últimos
siglos de la Dinastía Joseon perdieron el esplendor de antaño. Aunque también se
siguieron implementando importantes reformas sociales, agrarias e industriales.
En 1897 el rey Gojong proclamó el Imperio de Corea, pero lo cierto es que tendría una
vida muy corta: los japoneses, que desde finales de 1800 no paraban de cosechar éxitos
militares contra China y Rusia, volverían a Corea para, esta vez
definitivamente, disolver la Dinastía Joseon y anexarla a su territorio.
 Ocupación Japonesa y Segunda Guerra Mundial (1910-1945)
La ocupación japonesa fue todo menos amigable. La estructura de la sociedad coreana
se elimina por completo, y ahora, en lugar de los yangban, gobierna una élite
japonesa que tenía como fin último borrar el fuerte sentimiento nacionalista coreano.
Se propuso reemplazar el confucianismo por el budismo y el sintoísmo, y hasta
el japonés viene impuesto como idioma oficial. Unido a todo esto, las humillaciones a
las que estaban sometidos los coreanos fomentan el sentimiento antijaponés.
Por supuesto hubo rebeliones. Una en particular, iniciada el 1 de marzo de 1919 tras la
muerte del último rey Gojong, y que pasó a la historia por las fuertes protestas y la
desmesurada respuesta japonesa. Por fin, se decidió aflojar un poco la cuerda y dar a los
coreanos algo más de autonomía… al menos hasta los años ’30, cuando regresaron con
la mano de hierro.
Por otro lado, no hay que obviar que la ocupación japonesa también tuvo un efecto
positivo sobre el país, que se modernizó de manera sustancial… Claro, a costa del
trabajo durísimo de los coreanos, que fueron explotados solo para mejorar las
condiciones de los propios japoneses (optimizar el sistema agrario coreano porque
necesitaban más arroz para ellos mismos, crear industrias para producir cosas que
necesitaban…). Pero bueno, es hecho que Corea, tras la Segunda Guerra Mundial era
el segundo país más industrializado de Asia, obviamente tras los mismos japoneses.
Las pésimas condiciones de vida se incrementan en los años de la II Guerra Mundial,
cuando miles de mujeres fueron utilizadas como esclavas sexuales o como trabajadoras
forzosas en empresas japonesas. Hablando de trabajos forzosos, no hay que olvidar
que montones de coreanos perdieron la vida en minas japonesas, trabajando en
condiciones infrahumanas.
Sin duda, la ocupación japonesa fue uno de los momentos más duros de la historia de
Corea y todavía hoy es algo que no se pudo olvidar.
 División de las dos Coreas y Guerra de Corea
Cuando en agosto de 1945, tras las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, Japón se
rinde, ningún coreano sospechaba lo que estaba a punto de suceder…
Lo que debería haber sido un momento glorioso, de restauración de una independencia
ansiada desde hacía muchas décadas, se transformó en un nuevo y terrible capítulo de la
historia de Corea. El país entró en plena Guerra Fría sin comerlo ni beberlo. Por un lado
la antigua URSS quería hacerse con el control de Corea, y por otro Estados Unidos no
podía permitir el avance del comunismo en Asia (aunque sus peores pesadillas se
hicieron realidad cuando en China triunfó Mao Zedong).
Estados Unidos propuso a la URRS dividir temporalmente el país en dos, utilizando
como frontera el Paralelo 38. El sur quedó custodiado por los americanos, mientras
el norte pasó a estar ocupado por la URSS. El objetivo era expulsar a los japoneses,
asegurar el orden público y apoyar a Corea en la instauración de un gobierno. Pero las
cosas no acabaron así…
De hecho el país se hundió en el caos y grupos pro-comunistas y anticomunistas
aparecieron como setas. El norte, más industrializado, simpatizante de las ideas
comunistas y liderado por Kim Il-sung, comenzó una serie de purgas destinadas a
eliminar a posibles opositores. Así que centenares de millares de coreanos escaparon al
sur, que por aquel entonces era la parte más pobre de Corea.
El 15 de agosto de 1948, tras las primeras elecciones, se proclama la República de
Corea (Sur), con Syngman Rhee al poder. Por otro lado, unas semanas más tarde en el
norte nace la República Popular Democrática de Corea, con Kim Il-sung como líder.
Meses después, tanto EE.UU. como la URSS abandonan el país, decidiendo mantener
las cosas así como están.
Pero una vez más hay un golpe de efecto: el 25 junio de 1950 Corea del Norte decide
invadir el Sur. Empieza así la Guerra de Corea, que duraría 3 largos y terribles años.
EE.UU. y la URSS (que, por supuesto, apoyaba los planes expansionistas de Kim Il-
sung) regresan armados a la península para apoyar los correspondientes bandos.
Lo cierto es que la Guerra Civil de Corea deja al país temblando, pero no tras ella no se
produce ningún cambio decisivo. En 1953 las hostilidades cesan con un armisticio, y
hoy en día el Paralelo 38 sigue marcando el límite entre los dos países. Y
sí, técnicamente las dos Coreas siguen en guerra.

 El Post Guerra


Lo más significativo de los siguientes años de la guerra es el cambio radical de Corea
del Sur. Tras haber sido la zona más pobre del país, basada en la producción
alimentaria, se convierte en un país más rico y moderno, gracias al apoyo de Estados
Unidos y al empuje del capitalismo.
Corea del Norte, al contrario, se estanca a nivel económico y necesita del apoyo
soviético y chino para tirar adelante. Kim Il-sung se mantuvo en el poder hasta su
muerte (1944), cuando es sustituido por su hijo Kim Jong-il. Si por un lado el final de la
Guerra Fría y la caída de la URSS fueron un golpe económico duro, a nivel de ideología
nada parece cambiar en el régimen autocrático norcoreano.
 Las dos Coreas tras la guerra, hasta hoy
Podríamos resumir diciendo que, en un principio el Paralelo 38 separaba un país en dos
territorios, pero hoy en día lo que separa son dos universos paralelos que nada tienen
que ver. Vamos a ver la historia de Corea del Norte y de Corea del sur, desde el fin de la
Guerra hasta hoy:
 Corea del norte
Corea del Norte no se entiende sin las figuras de Kim Il-sung (líder supremo desde 1948
a 1994) , Kim Jong-il (líder supremo desde 1997 a 2011)  y Kim Jong-un
(líder supremo de 2011 hasta la actualidad).
Kim Il-sung con solo 33 años, fue el primer líder de la República Popular Democrática
de Corea, elegido por el mismísimo Stalin. Tenía una personalidad arrolladora,
nacionalista hasta la médula y era tan atrevido que llegó a presionar en varias ocasiones
el líder ruso para atacar Corea del Sur (hasta que consiguió su aprobación, ya vimos, en
1950).
No consiguió unificar el país en “una Gran Corea” pero hizo de Corea del Norte “su”
país, impulsado por la ideología juche. Empezó una campaña de represión sin
precedentes, ejecutando a disidentes, enviándolos a campos de trabajo y torturando a
prisioneros. El último atisbo de libertad desapareció en 1956, cuando Yun Kong Hum,
miembro del Comité Central, se atrevió a criticar al gran líder (suryong) norcoreano.
Desapareció sin dejar rastro.
Lo más peculiar de la figura de Kim Il-sung fue el culto a su persona, considerado casi
más un semidios que un político. Los primeros años de su régimen estuvieron
caracterizados por un impulso económico y social (alfabetización de la población,
educación y sanidad gratuita). Aunque en los ’70 las cosas comenzaron a torcerse y
Corea del Norte entró en una recesión de la que nunca se levantaría.
Con la caída del muro de Berlín y la consecuente disolución de la Union Soviética,
Corea del Norte quedó completamente aislada del mundo, a excepción de limitados
contactos con China, Rusia, Cuba y Vietnam. En julio de 1994, sin embargo, un hecho
paraliza el país: el líder Kim Il-sung muere mientras estaba en plenas negociaciones
con EE.UU., que exigía el fin del programa nuclear a cambio de suministros de
energías, y justo antes del histórico encuentro con el líder surcoreano Kim Young Sam.
El mundo estaba en vilo: había quien apostaba por una reunificación de las dos Coreas y
quien esperaba un repentino cambio de liderazgo. Pero lo cierto es que durante 3 años,
Corea del Norte se volvió si cabe más cerrada y críptica que nunca. No fue
hasta 1997 cuando Kim Jong-il asumió el nuevo cargo de “Gran Líder”.

Solo un año después unas terribles inundaciones devastaron el país, que experimentó


una hambruna sin precedentes y en la que murieron cientos de miles de coreanos (hay
quien habla de hasta millones). Esto, sumado a los enormes costes de la carrera
armamentista, hicieron que el país se sumiera en una crisis tan grande que, por primera
vez, tuvo que empezar a negociar con la mismísima ONU.
Desde entonces Kim Jong-il desarrolló una política bastante receptiva, abierta a una
posible reconciliación con los vecinos del sur y con los Estados Unidos.
En 2002 se reunió con el presidente surcoreano, en lo que sería la primera vez que los
dos países demostrarían un acercamiento tras el final de la Segunda Guerra Mundial.
Si el gobierno de Clinton consiguió dar grandes pasos en las relaciones con Corea del
Norte, la llegada a la Casa Blanca de George W Bush precioìtó las cosas… Bush
definió a los norcoreanos como parte del Eje del Mal, así que las relaciones no solo se
enfriaron de golpe, sino que Kim Jong-il reanudó el programa nuclear.
En 2011 el destino de Corea del Norte sufre un nuevo revés: Kim Jong-il muere y tras
un periodo de luto, su tercer hijo, Kim Jong-un es anunciado como nuevo “Gran
Líder”. En un principio se caracterizó por estar alejado de la política colaboracionista de
los primeros años de su padre. Kim Jong-un se hizo rápidamente famoso por
la obsesión al culto de su persona y a las repetidas demostraciones de la supuesta
fuerza norcoreana, con pruebas nucleares y lanzamiento de misiles.
Con Obama no tuvo muy buena relación, una de las perlas que le dedicó fue esta:
“Obama haría mejor de no perder tiempo ocupándose de los derechos humanos de los
demás y dedicarse en cambio a hacer sus maletas en la Casa Blanca”. Eso sí,
con Trump (al menos en los comienzos) las cosas fueron mejor, tanto que se reunió con
él en la cumbre de Singapur primero, y en la de Hanoi después. Además, el 30 junio
2019 Trump se convirtió en el primer presidente de EE.UU. en pisar suelo norcoreano.
El objetivo último de las negociaciones es la completa desnuclearización de Corea del
Norte, aunque lo cierto es que la relación entre las dos naciones es un constante tira y
afloja.
Curiosidad: escribimos este post justo tras los rumores de la muerte de Kim Jong-
un… ¿será fake news o pronto tendremos nuevo líder coreano? ¿Kim Yo-jong, la
hermana pequeña de Kim Jong-un, quizás? Otra que tal baila… (Pues, parece que todo
se quedó en anecdota y que Kim Jong-un está vivito y coleando).
 Corea del Sur
Tampoco te creas que Corea del Sur fue un ejemplo de libertad, felicidad y alegría.
Estuvo bajo el gobierno autoritario de Rhee Syngman hasta 1961, cuando él y su esposa
tuvieron que escapar a Hawai huyendo de las fuertes manifestaciones.
Le siguió entonces Park Chung-hee, que de democracia tampoco sabía mucho y entre
amaños y golpes de estado se estableció en el poder hasta 1979, cuando su jefe de
inteligencia le disparó y le mató. Cuando su sucesor, Chun Doo-hwan, tomó el cargo,
las protestas fueron tan grandes que ese día se recuerda como el día del Levantamiento
del 18 de mayo, que dio inicio a una serie de manifestaciones que acabarían con la vida
de centenares de personas. Y sí, se produjo un milagro económico sorprendente, pero
a nivel social las protestan estaban (casi) a la orden del día.
Fue solo en los años ’90 cuando la democratización real llegó del mundo político, con
la elección de Kim Young-sam antes, y de un antiguo disidente de los anteriores
gobiernos después: Kim Dae-jung. Éste tuvo el merito de dar un nuevo, enorme, empuje
a la economía y que hasta ganó el premio nobel de la paz por su “política del sol”, con
la cual comenzó un acercamiento a los vecinos del norte.
Roh Moo-hyun fue el siguiente presidente. También había sido un antiguo disidente y
siguió el trabajo colaboracionista con los vecinos del norte, aunque perdió rápidamente
popularidad cuando decidió entrar en la guerra de Iraq y cuando la sombra de la
corrupción se cernió sobre él (spoiler: se suicidó).
Lee Myung-bak, empresario antes que político, fue elegido nuevo presidente, lo que
supuso un enfriamiento en las relaciones entre las dos Coreas. En 2013 fue sucedido por
la hija del dictador Park Chung Hee: Park Geun-hye, primera mujer presidente de
Corea del Sur. Fue destituida en 2017 y arrestada por delito de tráfico de influencias,
abuso de poder, corrupción, malversación de fondos públicos y extorsión. Una joyita,
vamos…
Moon Jae In es el actual presidente de Corea del Sur. En 2018 fue protagonista junto al
líder norcoreano Kim Jong-un de un histórico encuentro en la zona desmilitarizada,
que concluyó con una promesa de firma de paz (cosa que aún no se ha concretizado).
Así que ya ves: comparada con los vecinos del norte, Corea del Sur puede parecer un
paraíso en muchos aspectos, pero queda lejos de ser el país más libre y democrático del
mundo… Casos de corrupción, restricciones a las libertades, problemas de racismo
(para muchos sigue viva la idea de “raza pura”)…
Hoy en día, Corea del Sur es uno de los mayores fabricantes mundiales de coches,
barcos, teléfonos… y en el plano cultural vive una de sus mejores épocas, gracias al
auge del Kpop y de los doramas. Aquí te dejamos unas cuantas curiosidades de Corea
del Sur.

En cuanto a las relaciones con Japón, siguen siendo algo tensas: es cierto que han
pasado varias décadas desde el fin de la ocupación, aunque el sentimiento de
desconfianza sigue vivo.
¡Buah! Llegamos al final de este (no tan) breve resumen de la historia de Corea…
Aunque como ves muy breve no ha sido :-p Pero anda que no hay chicha! Ojalá te haya
gustado y te ahora puedas entender un poquito más el pasado (y presente) de este rincón
asiático TAN interesante.

https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-69242013000100008
https://www.redalyc.org/journal/4677/467753858008/html/

El derecho a la educación se centra en tres dimensiones interrelacionadas e


interdependientes: el derecho al acceso a la educación, el derecho a una educación de calidad
y el derecho al respeto en el entorno del aprendizaje (UNESCO y UNICEF, 2008). Para que
niños, niñas y adolescentes puedan recibir de manera equitativa las herramientas y beneficios
asociados a la educación, estas tres dimensiones deben ser garantizadas por los Estados. Sin
embargo, los países de América Latina experimentan diversas realidades que dificultan el
logro de estos objetivos, principalmente en lo que respecta a la entrega de una educación de
calidad y a garantizar espacios libres de violencia que sean propicios para el aprendizaje. La
Agenda de Desarrollo 2030 interpela a los Estados a avanzar en una educación de calidad para
todos, incluyendo a aquellos grupos sociales que han sido más postergados y llamando a “no
dejar a nadie atrás”.

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