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Ciencias sociales y medicina 200 (2018) 92–98

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Ciencias Sociales y Medicina

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Artículo de revisión

Comprender las micro y macropolíticas de la salud: desigualdades,

interseccionalidad e instituciones: una agenda de investigación
Anna Gkioulekaa,∗, Tim Huijtsa, Jason Beckfieldb, Clara BambraC
aDepartamento de Sociología, Universidad de York, York, Reino Unido
bDepartamento de Sociología, Universidad de Harvard, Cambridge, EE.UU.
CInstituto de Salud y Sociedad, Universidad de Newcastle, Newcastle, Reino Unido

INFORMACIÓN DEL ARTÍCULO ABSTRACTO

Palabras clave: Este ensayo reúne enfoques interseccionales e institucionales de las desigualdades en salud, sugiriendo un marco analítico
Desigualdades en salud integrador que da cuenta de la complejidad de la influencia entrelazada tanto del posicionamiento social individual como de
Interseccionalidad la estratificación institucional en la salud. Por lo tanto, este ensayo promueve los estudios emergentes sobre la relevancia de
Instituciones
la interseccionalidad para la investigación de las desigualdades en salud. Sostenemos que la interseccionalidad proporciona
Política sanitaria
una sólida herramienta analítica para una comprensión integrada de las desigualdades en salud más allá de lo puramente
Posicionamiento social
socioeconómico al abordar las múltiples capas de privilegios y desventajas, incluidas la raza, la migración y el origen étnico, el
género y la sexualidad. Además, demostramos cómo la integración de la interseccionalidad con los enfoques institucionales
permite la estudio de Las instituciones como entidades heterogéneas que impactan en la producción de una
Interacción de privilegios y y más allá (re)distribución socioeconómica justa. Esto conduce a una comprensión de las microfacetas de
desventajas de la macro. y el las políticas de salud. Finalmente, establecimos una agenda de investigación.
considerando la interacción/intersecciones entre individuos e instituciones e involucrando una serie de implicaciones
metodológicas para la investigación, argumentando que los diseños cuantitativos pueden incorporar un enfoque institucional
interseccional.

1. Introducción como entidades heterogéneas que tejen privilegios y desventajas

Casi una década después de que la Comisión de Determinantes Sociales de la
Salud de la OMS publicara su influyente informe (2008), las desigualdades en salud
dentro y entre países siguen siendo una prioridad en la agenda de investigación.
Al reconocer la complejidad del tema, los académicos enfatizan cada vez más la
necesidad de desarrollar un marco teórico que integre los múltiples factores
involucrados en la configuración de las desigualdades en salud, desde las
posiciones y experiencias sociales individuales hasta las instituciones (Beckfield et
al., 2015; Krieger, 2012, 2011). En esta dirección, la interseccionalidad ofrece un
terreno fértil sobre el cual puede crecer un enfoque tan integrador (Colina, 2016;
Kapilashrami et al., 2015; Bowleg, 2012; Hankivski, 2012; Weber y Parra-Medina,
2003). En este ensayo, basándose en los principios teóricos y metodológicos de la
interseccionalidad, primero describimos la relevancia de la interseccionalidad para
la investigación sobre las desigualdades en salud y explicamos cómo puede aunar
la investigación sobre las desigualdades en salud centrándose en el impacto de
una variedad de determinantes sociales de la salud establecidos. más allá de la
posición socioeconómica. Además, demostramos cómo la integración de la
interseccionalidad y los conocimientos institucionales sobre las desigualdades en
salud permite el estudio de las instituciones.
sociales más allá de la estratificación socioeconómica (Beckfield y otros,
2015), así como para el uso de la interseccionalidad como una
herramienta analítica informada por el contexto y considerada con
categorías sociales que importan para el posicionamiento, la
experiencia y la salud de los individuos (Yuval-Davis, 2005). Sostenemos
que una síntesis tan innovadora nos permite interrogar las causas
fundamentales de la desigualdad en salud a la luz de las relaciones de
poder y cambiar nuestro enfoque de los atributos individuales a los
procesos de (re)producción de la desigualdad en salud. Dando un paso
adelante, demostramos cómo esta síntesis puede infundir una agenda
de investigación sobre desigualdades en salud interseccional e
institucionalmente informada que incluya una serie de preguntas de
investigación urgentes y consideraciones metodológicas para diseños
de métodos cualitativos, cuantitativos y mixtos. Sostenemos que en el
clima actual de mayor migración forzada y perturbación neoliberal, los
cambios demográficos que tienen lugar en diversos contextos van
acompañados de procesos entrelazados de exclusión social basados,
por ejemplo, en diferencias de género, raciales, étnicas,
socioeconómicas y sexuales. Por eso,Sentina, 2013; Hankivski y

∗Autor correspondiente. Departamento de Sociología, Universidad de York, Wentworth College, Heslington, YO10 5DD, Reino Unido.
Dirección de correo electrónico:a.gkiouleka@york.ac.uk (A. Gkiouleka).

https://doi.org/10.1016/j.socscimed.2018.01.025
Recibido el 8 de marzo de 2017; Recibido en forma revisada el 15 de enero de 2018; Aceptado el 18 de enero de 2018
Disponible en línea el 28 de enero de 2018
0277-9536/ © 2018 Los Autores. Publicado por Elsevier Ltd. Este es un artículo de acceso abierto bajo licencia CC BY
(http://creativecommons.org/licenses/BY/4.0/).
A. Gkiouleka y col.
Christoffersen, 2008). En los siguientes párrafos, primero elaboramos la
interseccionalidad como una herramienta analítica de estratificación y luego
demostramos sus implicaciones para la investigación de las desigualdades en salud con
respecto al posicionamiento social individual y a los efectos institucionales.
2. Interseccionalidad: fundamentos teóricos y metodológicos
La interseccionalidad fue desarrollada inicialmente por pensadores críticos y
activistas negros como una forma de conceptualizar las múltiples desventajas
experimentadas por las mujeres negras como una experiencia opresiva que no
podía ser capturada por enfoques que trataran la raza y el género como entidades
distintas (Crenshaw, 1991, 1989; El Colectivo del Río Combahee, 1986; Davis, 1983;
Ganchos, 1981). Desde entonces, la interseccionalidad ha influido en la
investigación en diversos campos (verCollins y Bilge, 2016para una visión general)
y ha recorrido diferentes contextos donde en muchos casos se ha desarrollado en
nuevas direcciones, desligándose de sus orígenes radicales (Salem, 2016; Sentina,
2013).Collins (2015)ofrece los principios básicos de la interseccionalidad como
estrategia analítica afirmando que categorías sociales como género, raza, clase o
sexualidad se construyen mutuamente y subyacen a sistemas de poder que se
cruzan y que fomentan formaciones sociales de desigualdades sociales complejas.
Las desigualdades son históricamente contingentes y transculturalmente
específicas y se organizan a través de realidades materiales y experiencias sociales
desiguales que varían en el tiempo y el espacio. Los individuos y los grupos están
ubicados de manera diferencial dentro de los sistemas de poder que se cruzan y
su ubicación moldea su punto de vista sobre su propia experiencia y la de los
demás.
La interseccionalidad como herramienta analítica de la estratificación social (
Yuval-Davis, 2015) desafía la idea de una jerarquía social única y fija. Percibe el
posicionamiento social como un lugar dentro de una matriz de ejes de poder que
se cruzan (Crenshaw, 1992). Por lo tanto, no existen categorías sociológicas (por
ejemplo, raza, género) que tengan una priorimayor importancia en la
configuración de la experiencia individual. Más bien, el posicionamiento social se
moldea a través de una interacción que involucra múltiples categorías dentro de
contextos sociohistóricos específicos. Y aunque la consideración de múltiples
categorías ha sido un punto importante de crítica a la interseccionalidad (es decir,
cómo podemos integrar todo en nuestros análisis sin priorizar ciertas categorías
sobre otras), es la preocupación simultánea por el contexto y el individuo que
proporciona la interseccionalidad lo que es importante. importante.Yuval-Davis
(2015)profundiza sobre esto y describe la interseccionalidad como una
herramienta analítica informada por el contexto (interseccionalidad situada)que se
centra en las categorías que reflejan las divisiones sociales que configuran la vida
de la mayoría de las personas (por ejemplo, raza y género) en ciertos contextos y,
al mismo tiempo, es lo suficientemente sensible como para hacer visibles otras
divisiones que configuran la experiencia de individuos y grupos en posiciones
marginales (por ejemplo, sexualidad).
Esta visión enfatiza que la interseccionalidad concierne a todos (Yuval-
Davis, 2015). Los individuos soportan distintos grados de desventajas y
privilegios asociados con distintas experiencias de opresión y dominación
específicas de su contexto (Nash, 2008). Hay múltiples maneras en que los
sujetos marginados pueden verse traumatizados por sistemas complejos de
poder (por ejemplo, el patriarcado, la supremacía blanca, el heterosexismo),
como las mujeres homosexuales negras que viven en contextos
heterosexuales predominantemente blancos, pero hay muchas otras en las
que los sujetos pueden disfrutar de los beneficios de su privilegio en un
sistema de poder, mientras sufren violencia simbólica en otro (Iyer et al.,
2008; Nash, 2008). Por ejemplo, las mujeres blancas experimentan
privilegios raciales combinados con desventajas de género. Esto sugiere que
no podemos desarrollar una comprensión más profunda de la desventaja
sin considerar los diversos mecanismos que producen y establecen
privilegios (Nash, 2008) y que las intersecciones entre desventajas pueden
ocurrir de maneras no previstas (es decir, cuando ser mujer negra tiene un
efecto diferente en el bienestar que la suma de los efectos del género y la
raza). Además, debemos tener en cuenta las diferencias dentro de las
categorías que pueden generar exclusiones internas adicionales (por
ejemplo, la exclusión de las mujeres negras de los movimientos antirracistas
en lugares como Estados Unidos) (Bowleg, 2013; Crenshaw, 1991).
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En términos de fundamentos metodológicos, McCall en su trabajo
frecuentemente citado distingue tres enfoques según los cuales los investigadores
se centran en el carácter construido de las categorías sociales, en la permeabilidad
de sus fronteras o en las relaciones de desigualdad que implican (es decir,
anticategóricas, intracategóricas). categórico e intercategórico, ver McCall, 2005).
Sin embargo, consideramos que se deben hacer dos distinciones adicionales para
el desarrollo de una metodología interseccional aplicada a la salud. En primer
lugar, debemos distinguir entre las diferentes facetas de la realidad social tal
como las describeYuval-Davis (2015), es decir, la posición real de los individuos
dentro de la estructura de poder, su propia experiencia de identidad y
pertenencia, y sus valores normativos. En segundo lugar, entre el individuo y el
grupo como unidades de análisis descritas por Collins (2003). Ambos académicos
sugieren que los individuos como miembros de grupos pueden compartir
posiciones comunes con implicaciones materiales, políticas e institucionales
específicas dentro de una estructura de poder, mientras que sus experiencias
individuales de esta membresía pueden variar significativamente. Estos
fundamentos infunden los argumentos teóricos y la agenda de investigación que
se analiza en las siguientes secciones.
3. Interseccionalidad y desigualdades en salud más allá del estatus
socioeconómico
La considerable literatura sobre desigualdades en salud se ha desarrollado a través
de corrientes bastante independientes, pero con un énfasis dominante (y posiblemente
excluyente) en la posición socioeconómica como determinante social clave de la salud. En
algunos contextos como el Reino Unido, por ejemplo, las "desigualdades en salud" se
refieren casi exclusivamente a la posición socioeconómica, sin reflexionar sobre cómo se
estratifica por otros factores como el género (Bambra y otros, 2009). A pesar de la
multiplicidad de canales a través de los cuales la posición socioeconómica impacta la
salud (Bartley y otros, 1998;Enlace y Phelan, 1995), la mayoría de los estudios se centran
en mecanismos de enlace únicos a la vez. La posición socioeconómica generalmente se
define únicamente por los ingresos, la ocupación o el nivel educativo, a menudo con
otras variables como el género que sirven como control (Huijts y otros, 2010). Los
resultados respectivos muestran que las personas con una mejor posición
socioeconómica son más saludables en diferentes sociedades, independientemente de
su nivel de desarrollo económico (Beckfield et al., 2015; Eikemo et al., 2008). Sin embargo,
este enfoque oscurece los múltiples sistemas de estratificación que encarnan las
personas.simultáneamente (Krieger, 1997). Y aunque se ha realizado un trabajo
significativo sobre el impacto de esos sistemas de estratificación adicionales más allá de
lo puramente socioeconómico (por ejemplo, desigualdades en salud basadas en etnias,
género y sexualidad), esto generalmente ha evolucionado como una alternativa más que
un enfoque integrador de las desigualdades en salud.
Las investigaciones sobre desigualdades raciales o étnicas en salud
suelen combinar las categorías de raza y etnicidad como equivalentes y
homogeneizar la experiencia de distintas poblaciones (por ejemplo,
inmigrantes, aborígenes, minorías étnicas o raciales) con diferentes
características demográficas, trayectorias migratorias y estatus
institucionales. A pesar de los hallazgos empíricos que revelan patrones
diferenciales de desigualdad en salud entre aquellos que se perciben como
pertenecientes a una nación/estado y aquellos que no (La Parra-Casado et
al., 2017; Huijts y Kraaykamp, 2012), la discusión a menudo se centra en las
desventajas de salud que enfrentan los miembros de minorías étnicas/
raciales debido a su estatus socioeconómico más bajo (Navarro, 1990) o su
experiencia de discriminación (Nazroo y Williams, 2005). Más importante
aún, esos dos elementos se abordan como si fueran corolarios necesarios
del estatus de minoría con un impacto autónomo e indiferenciado en todos.
Por el contrario, un enfoque interseccional considera los distintos procesos
sociohistóricos asociados con categorías raciales y étnicas en todos los contextos (
Graham y otros, 2011) cuestionar la prominencia y el impacto de las categorías en
la experiencia individual. Por ejemplo, en Europa, el uso intercambiable de raza y
etnicidad, así como la preferencia por el término "minorías étnicas", da como
resultado el rechazo de la raza como una categoría aparentemente irrelevante y,
en consecuencia, la mutación de los sujetos racializados (Sentina, 2013). Sin
embargo, una consideración del contexto sociohistórico a través de una lente
interseccional revela que la raza siempre ha sido
A. Gkiouleka y col.
una categoría fundamental que crea significado para la conceptualización de
Europa como la tierra de la blancura (Goldberg, 2006). La expansión europea y el
dominio global es una historia de colonización y esclavitud asociada con la
violencia, la explotación y el movimiento forzado de poblaciones racializadas. Las
esferas de dominio global configuradas durante el imperialismo europeo todavía
están vigentes en gran medida en muchas regiones de Asia y África. Combinados
con formas modernas de intervenciones económicas y militares, los legados
coloniales son responsables del subdesarrollo que limita sus capacidades para
alcanzar su potencial de salud y los obliga a emigrar con frecuencia a Europa (De
Maio, 2014; Sen, 2001). Al mismo tiempo, las formas de racismo que surgieron
durante la colonización europea (Goldberg, 2006) todavía informan la
discriminación institucional y cotidiana en las sociedades europeas modernas que
afecta tanto a los recién llegados como a los ex ciudadanos coloniales. Por tanto,
la raza emerge como una categoría crucial para el estudio de las desigualdades en
salud. Los sujetos racializados en Europa cargan con un legado de opresión que
sigue siendo responsable de una mayor marginación económica, violencia física,
discriminación y barreras culturales e institucionales para acceder a la atención
sanitaria (Preteceille, 2000). Todos esos factores son, por definición,
determinantes de la mala salud y las desigualdades en salud entre las poblaciones
blancas y no blancas dentro de Europa, pero también entre regiones a escala
global (De Maio, 2014).
Más allá de la raza, la condición de inmigrante emerge como una categoría
distinta que debería integrarse en la investigación interseccional sobre
desigualdades en salud (Castañeda et al., 2015; Krieger, 1999). La inmigración es a
menudo el resultado de condiciones especialmente dañinas para la salud (por
ejemplo, pobreza o persecución), mientras que el propio movimiento puede
causar traumas físicos y psicológicos (Krieger, 1999). Como estatus, la inmigración
tiene implicaciones particulares para el acceso de las personas a una serie de
derechos civiles, políticos y humanos en las sociedades receptoras y está asociada
con experiencias de discriminación y microagresiones cotidianas, especialmente
hoy en el clima actual de creciente xenofobia.
En términos de desigualdades de género en salud, la literatura sugiere que en
los países desarrollados las mujeres generalmente reportan peor salud que los
hombres -particularmente en términos de salud mental- mientras experimentan
tasas de mortalidad general más bajas (Bambra y otros, 2009). Si bien la mayoría
de los investigadores han atribuido estos patrones a diferencias biológicas,
conductuales y psicológicas entre hombres y mujeres, los enfoques feministas
radicales han problematizado el patriarcado. El patriarcado ha sido visto como una
fuerza que impone roles sociales de género que reducen el acceso de las mujeres
a los recursos materiales (Annandale y Hunt, 2000; Doyal, 1995; Doyal y Pennell,
1979) o como un sistema complejo de poder organizado a través de instituciones y
relaciones sociales que privilegia a los hombres sobre las mujeres en términos de
derechos y responsabilidades más allá de los recursos materiales (Kapilashrami et
al., 2015; Stanistreet y otros, 2005). Hoy nos enfrentamos a una realidad
paradójica en la que, aunque algunas mujeres -predominantemente blancas de
clase media en países de altos ingresos- han llegado a lo más alto de la escala
política, las instituciones financieras o el mundo académico, las mujeres siguen
estando sobrerrepresentadas entre las poblaciones más pobres del mundo. y
segregados en sectores peor pagados y menos regulados donde los roles de
género siguen siendo estrictos (Abercrombie y Hastings, 2016). Aunque las
mujeres reclaman dinámicamente su autonomía corporal, la violencia de pareja
sigue siendo una grave amenaza para la salud pública, especialmente en
contextos menos prósperos (Devries y otros, 2013). Al mismo tiempo, las personas
trans* sufren múltiples y particularmente violentas formas de exclusión social con
consecuencias para la salud que rara vez se discuten (Dean y otros, 2000).
Por lo tanto, el género sigue siendo una fuerza de estratificación crucial,
aunque mediada por factores adicionales. Un enfoque interseccional nos permite
capturar esas mediaciones. Las feministas marxistas y los estudiosos críticos de la
raza enfatizan el papel de la clase social y la raza respectivamente (revisión en
Salem, 2016). Sin embargo, si seguimos el discurso actual sobre los derechos
trans*, parece que la medida en que los individuos se ajustan al binario de género
crea jerarquías adicionales dentro de hombres y mujeres con importantes efectos
en la salud. Si consideramos más a fondo la condición de inmigrante, se ha
demostrado que los determinantes sociales de la salud de las mujeres inmigrantes
(por ejemplo, empleo, acceso a la atención médica, seguridad social)
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a menudo han estado sujetos a su dependencia de un miembro masculino
de la familia (Soysal, 1994). Además, si agregamos la sexualidad al análisis,
vemos que impulsa experiencias únicas e implica mayores exclusiones
internas.
La sexualidad ha atraído recientemente el interés de los investigadores como
una categoría significativa para el estudio de las desigualdades en salud (Reczek et
al., 2017; Agénor et al., 2014; Doyal, 2009; McNair, 2003; Meyer, 2001, 1995). Sin
embargo, nuevamente se ha estudiado como algo autónomo de otras
dimensiones de diferencia presentes entre lesbianas, gays, queer y bisexuales (
Pescado, 2008; Meyer, 2001), ya sea refiriéndose a características demográficas o
al grado en que los individuos perciben su orientación sexual como una identidad.
Términos comohomosexuales, lesbianas,oqueerson percibidos como constructos
occidentales que se ajustan a la experiencia de la gente blanca de clase media y
crean un paradigma que excluye o degrada la experiencia de todos los demás (
Pescado, 2008). Por lo tanto, cuando se consideran las necesidades de salud de las
comunidades de lesbianas, gays y bisexuales, la investigación generalmente se
centra en la experiencia de los sujetos dominantes dentro de esas comunidades
(es decir, hombres homosexuales blancos de clase media). Desde un punto de
vista interseccional, esta atención selectiva se entiende en el marco de ejes de
opresión que se cruzan (heterosexismo, sexismo y racismo) que hacen que ciertos
grupos sociales sean más visibles que otros (Meyer, 2001). Podemos ver esta
interacción manifestándose en el mayor interés de los investigadores en el riesgo
de VIH entre los hombres homosexuales en comparación con el riesgo de cáncer
de mama entre las lesbianas (Faulkner y Lannutti, 2016); en la escasez de estudios
sobre el impacto psicológico de ser lesbiana, gay o bisexual y miembro de una
minoría étnica o racial (Kertzner y otros, 2009); o sobre la salud de las lesbianas y
gays de clase trabajadora (McDermott, 2006). Un punto de vista interseccional nos
permite abordar este tipo de sesgo científico que convierte a los sujetos
dominantes en el principal punto de referencia (Weber y Parra-Medina, 2003) y
estudiar a aquellos excluidos tanto de los discursos dominantes como subversivos
o que quedan fuera de los límites de categorías esencializadas (por ejemplo,
lesbianas negras o personas trans*).
4. Interseccionalidad y enfoques institucionales sobre las
desigualdades en salud
Usar una lente interseccional para centrarse en el posicionamiento social individual
es necesario, pero no suficiente, para una comprensión integradora de las desigualdades
en salud. Los privilegios y las desventajas no son atributos individuales sino productos de
las estructuras de poder que operan en los contextos en los que estamos insertos. Si bien
se ha reconocido la importancia del contexto en los marcos interseccionales sobre
desigualdades en salud (Colina, 2016; Kapilashrami y otros, 2015), el papel de las
instituciones sigue siendo descuidado. Las instituciones desempeñan un papel
importante en las políticas de salud (Bambra, 2016; Beckfield y otros, 2015) y para
abordar las causas fundamentales de la desigualdad en salud (Rafael y Bryant, 2015), aún
así, su integración en la investigación sobre desigualdades en salud ha sido limitada. Los
estudios se han centrado principalmente en los estados de bienestar clasificados según
determinadas tipologías (por ejemplo, Esping-Andersen, 1990) como mecanismos que
clasifican a las personas en jerarquías sociales y (re)distribuyen los determinantes
sociales de la salud. Por lo tanto, se ha demostrado que las desigualdades
socioeconómicas en salud varían entre los estados de bienestar (Bambra et al., 2010;
Eikemo et al., 2008). Sin embargo, la heterogeneidad de las políticas de bienestar, así
como el impacto de los acuerdos institucionales simultáneos en campos más allá del
bienestar (por ejemplo, educación, inmigración, encarcelamiento) aún deben ser
considerados en la investigación sobre desigualdades en salud (Beckfield y Bambra, 2016
). Lo mismo se aplica a los efectos de estratificación de las instituciones en múltiples ejes
de poder más allá del socioeconómico (por ejemplo, el género) y su interacción con el
posicionamiento social individual. Estas brechas nos alientan a centrar nuestra atención
en el desarrollo de una teoría institucional de las desigualdades en salud que también
considere ideas de la interseccionalidad.
Desde su propia definición, la interseccionalidad enfatiza que las
intersecciones entre categorías sociales son nada menos que reflejos de sistemas
de poder que se cruzan (Collins, 2015). Esta idea de límites fluidos y permeables
entre el contexto estructural y los individuos ofrece una herramienta teórica
crucial para el desarrollo de nuevas estrategias institucionales.
A. Gkiouleka y col.
teorías que no buscan simplemente explicar cómo las instituciones dan
forma a la experiencia individual sino más bien la interacción entre las dos (
Lowndes, 2010). Para desarrollar más este argumento, debemos reconocer
que la interacción entre instituciones e individuos no ocurre en el vacío. Las
instituciones están insertas en contextos donde dinámicas de poder
específicas están vigentes y se negocian (Lowndes, 2010), abren o cierran
opciones para conexiones (Hall y Lamont, 2009) y reformas (Immergut, 1992
) y, por lo tanto, configuran los caminos disponibles para las reivindicaciones
sociales (re)haciendo que ciertos grupos sean más poderosos que otros.
Desde otro punto de vista, los estudiosos de la interseccionalidad sugieren
que el poder se ejerce a través de acuerdos institucionales controlados por
grupos sociales dominantes (Weber y Parra-Medina, 2003). Sin embargo, al
mismo tiempo reconocen la agencia y la capacidad de resistencia y reclamos
sociales de los grupos oprimidos (Collins, 2000).
Si unimos esos puntos de vista en relación con las desigualdades en salud, las
instituciones ya no serán vistas como simples facilitadores de la distribución de
recursos para la promoción de la salud. Más bien, replantean la desigualdad en
salud en términos de relaciones de poder que explican cómo ciertos grupos
disfrutan de un privilegio en salud a expensas de otros (Weber y Parra-Medina,
2003). Por ejemplo, en Europa, los inmigrantes suelen ser excluidos del acceso a
las prestaciones sociales sobre la base de ciertos criterios de elegibilidad (por
ejemplo, permiso de trabajo) que benefician sistemáticamente a los no
inmigrantes. Además, resulta que más allá de observar los efectos de
estratificación de las instituciones, también debemos explorar la forma en que
abren posibilidades para las conexiones sociales y la acción colectiva y su impacto
en la salud pública. Esto nos permitirá comprender los mecanismos a través de los
cuales el privilegio se sostiene y se asocia con beneficios de salud para los grupos
dominantes, pero también la forma en que los grupos oprimidos ejercen su
agencia a través de las vías institucionales disponibles y sus efectos en su salud.
Un beneficio adicional de aplicar la interseccionalidad a los enfoques
institucionales radica en que se nos ofrece un marco teórico que da cuenta de la
heterogeneidad y el funcionamiento no lineal y simultáneo de las instituciones a lo
largo del tiempo y de los niveles analíticos.Immergut (1992)sugiere que los
contextos institucionales se han desarrollado a lo largo de un proceso mediante el
cual elementos que no siempre están interconectados se han unido a través del
tiempo. Además,Bambra et al. (2005)han subrayado que la mayoría de los
determinantes sociales de la salud están determinados por políticas que van más
allá del sector sanitario (por ejemplo, vivienda o empleo) y, recientemente,
Beckfield y cols. (2015)Han abordado esta cuestión en términos de “imbricación
institucional”. La imbricación institucional captura el hecho de que los individuos
se ven afectados simultáneamente por múltiples políticas que pueden funcionar
en diferentes dominios y niveles, en convergencia pero también en divergencia,
mientras que su impacto siempre está sujeto al posicionamiento social
interseccional de los individuos. El vínculo beneficioso entre estos argumentos a
nivel macro y el énfasis de la interseccionalidad en los sistemas entrelazados de
desigualdad a nivel individual y contextual emerge fácilmente (Collins, 2002;
Crenshaw, 1989). Sin embargo, lo que es más importante es que al teorizar la
imbricación institucional a la luz de la interseccionalidad, no sólo hacemos más
sólido nuestro análisis sobre las desigualdades en salud -al tener en cuenta la
interacción de diferentes elementos institucionales con las posiciones sociales
individuales- sino que también cuestionamos explícitamente la El papel que la
imbricación institucional tiene en el afianzamiento del privilegio de la salud para
ciertos grupos sociales (por ejemplo, cómo las intersecciones de los regímenes de
ciudadanía y las regulaciones del mercado laboral resultan en beneficios
consistentes para la salud de las poblaciones nativas). Esta síntesis conduce a una
comprensión de la interacción tanto de lamacroy elmicro Elementos de la política
de salud.
Finalmente, la interconexión entre instituciones y poder es crucial para la
elaboración de un análisis interseccional situado centrado en categorías e intersecciones
que importan y no en una lista interminable de interacciones. Como recalcamos
anteriormente, la cuestión¿Qué categorías deberían integrarse en un análisis
interseccional de las desigualdades en salud en un contexto particular?se responde a
través del contexto mismo. Aquí las instituciones como vectores de las luchas de poder
desempeñan un papel importante. Contienen información crucial (por ejemplo, dentro de
documentos institucionales o políticos).
95
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sobre la forma en que se definen la salud y los bienes que promueven
la salud (por ejemplo, el derecho de ciudadanía o como un bien de
mercado), qué grupos tienen control sobre esa definición (como
médicos, pacientes, desempleados, propietarios de capital, mujeres) y
cómo se satisfacen sus necesidades, qué grupos han sido excluidos en
ese proceso (como pacientes con enfermedades mentales, prisioneros),
cuál es el impacto de esta exclusión en su salud y cuáles son las vías
disponibles para las reformas (por ejemplo, si los inmigrantes tienen
peor salud que el resto de la población, qué ¿Existen canales formales e
informales a su disposición para buscar una mejora de su situación?). Al
observar las instituciones involucradas en la configuración de los
determinantes sociales de la salud o el acceso a la atención médica,
Bambra et al., 2005; Hankivsky y otros, 2012). Ejemplos característicos
son cómo las reformas sociales de los años 1990 han tenido un impacto
desproporcionadamente negativo en los derechos sociales de
inmigrantes y no ciudadanos (Sainsbury, 2006) o más recientemente,
cómo la austeridad ha tenido un efecto particularmente devastador en
la salud de las mujeres (Greer Murphy, 2017).
5. Establecer una agenda de investigación sobre desigualdades en salud que sea interseccional e
institucionalmente informada
La investigación basada en la interseccionalidad sobre las desigualdades en
salud ya ha comenzado a atraer el interés de los académicos y ha sido examinada
desde una amplia serie de enfoques metodológicos. Los ejemplos incluyen
estudios etnográficos (Collins y otros, 2008), diseños cuantitativos comparativos (
Reczek et al., 2017; Abichahine y Veenstra, 2016) y análisis de políticas (Hankivsky
et al., 2012, 2009, Hankivsky y Cormier, 2011). De acuerdo con las raíces teóricas
de la interseccionalidad, las dimensiones de raza, género y sexualidad y sus
intersecciones se han considerado en la mayoría de los casos en relación con los
múltiples grupos marginados y su experiencia de salud y mala salud (Doyal, 2009)
y su acceso y utilización de los servicios de salud (Agénor et al., 2014). Aún así, la
integración de la interseccionalidad y las instituciones en la investigación sobre las
desigualdades en salud permite el surgimiento de una agenda de investigación
más amplia que no solo se ocupa de los individuos sino también de cómo las
instituciones moldean el posicionamiento y la experiencia de salud de los
individuos. Esto conduce a una serie de preguntas urgentes y nos desafía a
ampliar nuestros límites en todas las fases del proceso de investigación, como se
describe a continuación.
La interseccionalidad afecta a todos y es una herramienta analítica informada
por el contexto. Esto tiene implicaciones particulares para el surgimiento de
preguntas de investigación y los ejes particulares de división social que deberían
cuestionarse en relación con la salud. Vivimos en tiempos de austeridad, conflictos
y aumento de la migración forzada. En estas circunstancias, las viejas y nuevas
luchas sociales coinciden (por ejemplo, justicia socioeconómica y reclamos contra
la discriminación) y el papel del Estado vuelve a ser un foco de atención para los
investigadores de salud pública (Bambra, 2016). Una lente interseccional nos
permite formular preguntas de investigación sobre la situación de grupos sociales
específicos e interrogar los factores institucionales responsables de su mayor
vulnerabilidad. Los ejemplos incluyen preguntas sobre la salud de las mujeres, los
refugiados trans* y LGB y los peligros particulares o las experiencias dañinas para
la salud que enfrentan durante sus trayectorias migratorias, por ejemplo, violación
o intercambio sexual (Liberto, 2016). ¿Contribuye su estatus socioeconómico a
evitar tales peligros? ¿La situación que dejaron en su país de origen (por ejemplo,
guerra, pobreza) tiene un impacto a largo plazo en su salud? ¿En qué medida
están integradas sus necesidades de salud sexual o reproductiva en los planes de
atención sanitaria desarrollados en los campos de refugiados y en las diferentes
sociedades de acogida? ¿Cómo favorecen o perjudican su salud las políticas
internacionales de asilo? Por ejemplo, ya se ha descubierto que el acuerdo UE-
Turquía tiene un grave impacto negativo en las mujeres y las niñas, y
especialmente en aquellas que no logran demostrar su origen sirio (Comisión de
Mujeres Refugiadas, 2016). En tales ejemplos vemos claramente cómo el género,
la etnia y el estatus migratorio se cruzan y cómo se considera necesario un análisis
interseccional que considere a los individuos junto con elementos institucionales
nacionales e incluso transnacionales.
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Podemos estudiar más a fondo las relaciones de desigualdad entre los
inmigrantes y refugiados recién llegados y los grupos que han sido
históricamente marginados en los países de acogida y especialmente los
hombres y mujeres negros. Esas comunidades han acumulado los efectos de
la discriminación estructural e individual a lo largo del tiempo (Krieger, 2012
). Ahora se encuentran en una posición en la que tienen que lidiar con una
reducción adicional de la política social, mercados laborales menos
regulados y una atmósfera xenófoba reemergente dirigida principalmente
contra los inmigrantes pero que inevitablemente perjudica a comunidades
que pueden haber estado presentes en sociedades predominantemente
blancas durante mucho tiempo, pero todavía se los considera no
pertenecientes (Goldberg, 2006). Podemos comparar los grupos marginados
con aquellos que se supone disfrutan de una serie de privilegios, como los
trabajadores nativos. También podemos hacer distinciones más matizadas
comparándolas con (mujeres) nativas en edad de trabajar que han sufrido
recientemente una movilidad social descendente debido a la crisis y que, por
lo tanto, combinan elementos tanto de privilegio como de desventaja en
términos de la multiplicidad de su posición social. Además, podemos
cuestionar el impacto de las políticas antidiscriminatorias y de protección
familiar recientemente introducidas para personas lesbianas, gays,
bisexuales y trans* en la salud de cada subgrupo estratificado por
desigualdades socioeconómicas y dentro del contexto de reducción del
bienestar y austeridad. Con tales comparaciones y con el cuestionamiento
de las políticas de migración y bienestar, las regulaciones del mercado
laboral, los marcos de igualdad de oportunidades, los regímenes de
ciudadanía,
Hacer avanzar esta agenda también requerirá una serie de consideraciones
metodológicas. El desarrollo de una metodología interseccional ha sido
intensamente debatido (Bauer, 2014; Nash, 2008; McCall, 2005). La mayoría de las
veces la discusión se ha centrado en si la interseccionalidad es aplicable más allá
de los métodos cualitativos. En nuestra opinión, la interseccionalidad es una
herramienta analítica que transforma la forma en que hacemos nuestra
investigación, ya sea cualitativa o cuantitativa (Collins y Bilge, 2016). Especialmente
en relación con la investigación sobre desigualdades en salud que a menudo se
centra en poblaciones, existen ciertas consideraciones metodológicas que se
consideran necesarias.Bauer (2014)ha dado una descripción completa que
ampliamos con algunos puntos adicionales a continuación.
5.1. ¿Cómo utilizamos las categorías sociales?
McCall (2005)en su categorización sistemática de metodologías
interseccionales (es decir, anticategóricas, intracategóricas, intercategóricas)
enfatiza la importancia de esta cuestión. Independientemente de si nuestra
investigación se centra en los márgenes de ciertas categorías (es decir,
intracategóricas) o en las relaciones de desigualdad que las categorías
producen entre contextos (es decir, intercategóricas), debemos interrogar su
contenido y las fusiones y exclusiones que implican. Esto debería rastrearse
fácilmente en nuestras preguntas de investigación y argumentos teóricos,
pero también en la operacionalización de nuestras medidas. Por ejemplo, los
estudios sobre las desigualdades étnicas en salud deberían ser explícitos
sobre el contenido de la etnicidad. ¿Se refiere a una autoidentificación o a
una etiqueta institucional? ¿Combina raza u otras categorías? ¿Hay sujetos
cuya experiencia queda suprimida de esta operacionalización? ¿Cómo
explicamos esas experiencias? Considerar estas preguntas es un paso contra
la normalización de la invisibilidad de ciertos individuos, comunidades y
poblaciones dentro de la investigación.
5.2. ¿Cuál es nuestra unidad de análisis?
Esta pregunta debe responderse primero conceptualmente. Con un enfoque
individual que se utiliza a menudo en la investigación sobre desigualdades en salud,
debemos ser explícitos acerca de si estamos interesados en los individuos como
miembros de un determinado grupo que comparten una posición similar dentro de una
estructura de poder o si tratamos a los individuos como casos con experiencias únicas de
identidad (Yuval-Davis, 2005; Collins, 2003). Utilizar a los individuos como
96
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Los sustitutos de grupos y lo contrario probablemente resulten problemáticos,
especialmente porque pueden ocultar el efecto de las relaciones de poder. Por
ejemplo, generalizar el caso de una mujer lesbiana blanca de clase media con un
alto nivel educativo como representante de las lesbianas como grupo puede
ocultar la marginación socioeconómica del grupo. Por otro lado, estudiar un
grupo de lesbianas blancas sin permitir que surjan diferencias socioeconómicas
podría ocultar jerarquías internas dentro del grupo o las formas en que las
ventajas socioeconómicas pueden compensar las experiencias de exclusión social
debido a la orientación sexual. Ser concretos sobre nuestra unidad de análisis
servirá para la correcta elección de métodos y datos. Por ejemplo, en un diseño
cualitativo, El contenido de las preguntas de la entrevista debe ser coherente con
la unidad de análisis elegida y permitir que surjan dimensiones de diferencia. De
manera similar, en estudios cuantitativos comparativos, la muestra debe ser
igualmente representativa de los grupos minoritarios y mayoritarios incluidos en
una población.
5.3. ¿Deben evitarse los métodos cuantitativos?
A pesar del intenso debate sobre la aplicabilidad de la interseccionalidad a los
métodos cuantitativos, sugerimos que los investigadores de desigualdades en
salud deberían insistir en unir las dos tradiciones (Spiering, 2012). Diseños
comparativos que inevitablemente caen en el enfoque intercategórico (McCall,
2005) prometen examinar una amplia gama de intersecciones y lo hacen en
diferentes contextos institucionales (Bauer, 2014). Los estudios cuantitativos
pueden centrarse en la posición real de los individuos como miembros de grupos
dentro de estructuras de poder específicas y examinar cómo las implicaciones
políticas, sociales e institucionales de esta posición afectan la salud y sus
determinantes sociales. También permite realizar análisis amplios de la gran
población N. El desarrollo de diseños cuantitativos informados sobre la
interseccionalidad exige un cambio de perspectiva en lugar de métodos
estadísticos extremadamente sofisticados. La consideración de medidas
estadísticas de ubicación y dispersión, el uso de variables ficticias para la
construcción de las dimensiones de las categorías (por ejemplo,migrante = 1,
mujer = 1),términos de interacción para la operacionalización de intersecciones
(por ejemplo, imujer inmigrante X),Los modelos multigrupo con términos de
interacción bidireccional para el análisis de las intersecciones entre tres categorías
y los modelos multinivel para el análisis de interacciones entre niveles son
herramientas estadísticas disponibles que nos permiten seguir una dirección
interseccional (Spiering, 2012).
5.4. ¿Cómo lidiar con las instituciones?
En línea con la idea deconectividadcomo una herramienta que permite a las
personas afrontar los desafíos de la vida (Hall y Lamont, 2009), sugerimos que
necesitamos estudiar el papel de las instituciones en la configuración de las conexiones
sociales. Dado que las conexiones sociales se configuran en áreas que van más allá de la
esfera económica, debemos examinar también acuerdos que van más allá de las políticas
sociales o del mercado laboral, que ha sido el principal foco de análisis hasta la fecha (por
ejemplo,Bambra, 2011, Bambra y Eikemo, 2009). Las políticas relativas a la educación, la
inmigración y el encarcelamiento, pero también los marcos institucionales relativos a la
acción colectiva, la representación política, la lucha contra la discriminación y el
intercambio de información, deben estudiarse en términos de su impacto en la salud. Se
podrían utilizar índices (por ejemplo, el Índice de Políticas de Integración de Migrantes) y
datos cuantitativos agregados para realizar comparaciones entre países, mientras que
los documentos de políticas, la literatura gris y otro material discursivo (por ejemplo,
discursos parlamentarios, páginas de información en línea) también podrían usarse para
análisis de políticas basadas en la interseccionalidad (Hankivsky, 2012, Hankivsky y
Cormier, 2011) Por ejemplo, ¿cómo formulan los actores institucionales las cuestiones de
posición social y salud?
6. Conclusión como llamado a la acción
En tiempos de cambios socioeconómicos masivos y agitación política, una
síntesis de ideas interseccionales e institucionales sobre la investigación sobre las
desigualdades en salud destaca cómo ciertos grupos están excluidos de los
discursos sobre las desigualdades en salud y permite el análisis simultáneo de
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los efectos sobre la salud de las estratificaciones sociales tanto verticales (por ejemplo,
factores institucionales) como horizontales (por ejemplo, factores individuales/
comunitarios). Tiene el potencial de tender puentes entre las diferentes corrientes
académicas (es decir, desigualdades socioeconómicas, de género, raciales, etc.) y pone
de relieve las políticas de salud al tiempo que insta a los investigadores a:
Replantear las desigualdades en salud a la luz de las relaciones de poder e
interrogar los procesos que las producen en lugar de las "etiquetas" individuales.
Considere las intersecciones a nivel institucional más allá de la política
sanitaria y explore la forma en que interactúan con las posiciones individuales.
Evite combinar categorías con antecedentes sociohistóricos
distintos (por ejemplo, raza y etnia).
Integrar la interseccionalidad más allá de la investigación cualitativa en los estudios de
población y el análisis de políticas.
Desarrollar indicadores multifacéticos apropiados de las dimensiones de
privilegios y desventajas en datos futuros y presionar para obtener datos
representativos entre mayorías y minorías y entre países.
Leer los hallazgos existentes sobre desigualdad en salud desde una perspectiva
interseccional, reflexionar sobre las posibles exclusiones que pueden implicar (por ejemplo,
efectos institucionales, categorías sociales, grupos sociales marginados) y desarrollar nuevas
preguntas de investigación en consecuencia.
Investigar como un proceso inclusivo que involucra sujetos con
posicionamientos sociales y puntos de vista diferenciales durante todas las etapas
de la investigación.
Agradecimientos
Este artículo es parte del proyecto HiNEWS –Desigualdades en salud en los estados
de bienestar europeos –financiado por el programa Welfare State Futures de NORFACE
(Nuevas oportunidades para la cooperación de la agencia de financiación de la
investigación en Europa) (referencia de subvención: 462-14-110). Para obtener más
detalles sobre NORFACE, consultehttp://www.norface.net/11
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