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La Invitación más importante de tu Vida

Texto: Lucas 14:15-24


Seminarista: Freddy Otuvo

Que la gracia y la paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo sean
con ustedes. 1 Corintios 1:3
El texto de hoy comienza con Jesús sentado a la mesa con muchas
personas, y uno de ellos dice: Bendito aquel que comerá pan en el reino
de Dios.
¿Rechazarías una invitación a cenar con el presidente o con ese famoso
que admiras? No lo creo, pues es un motivo de orgullo y felicidad. ¿Cuánto
más grandioso es ser invitado a la mesa de Dios?
Los judíos estaban orgullosos de ser el pueblo escogido por Dios. Estaban
seguros que comerían pan en el reino de Dios. Sin embargo, estaban tan
ocupados esforzándose por cumplir la ley de Moisés (los mandamientos)
que no se dieron cuenta cuando Dios les llevó la invitación para sentarse
con él a la mesa. Ellos no querían una invitación, sino ganarse un puesto
junto a la mesa del Señor por medio de sus obras.
En la parábola de hoy, el Señor de la casa es Dios, quien preparó todo para
que sus invitados pasen una eternidad con Él, disfrutando de una gran
cena. Los primeros invitados son los Judíos. Los mensajeros son los que
anuncian la venida del reino de Dios, incluyendo a Jesús. Y los mendigos
somos el resto del mundo, todo aquel que no pertenece al pueblo Judío.
El hombre que dice, que son dichosos los que pueden participar de la
mesa del Señor, no tenía fe verdadera, él estaba confiado en su linaje, en
todo su esfuerzo realizado por cumplir la ley durante su vida.
Cuando Jesús fue a presentarse como el Mesías que estaban esperando,
los judíos, principales escribas, sacerdotes y maestros lo rechazaron, no
reconocieron que este que venía en forma de siervo a decirles que el
banquete estaba listo era Dios mismo.
Entonces, Dios mandó a que se invite al reino de los Cielos a los Pobres,
aquellos que estábamos huérfanos, sin nada que ofrecer a Dios, que
andan por el mundo llenos de pecado, aquellos lisiados, paralíticos que ni
siquiera cuentan con una silla de ruedas para movilizarse por lo que es
imposible que puedan por su cuenta acercarse a Dios, a los ciegos que por
causa del pecado no pueden ni quieren ver a Cristo, a los desterrados, que
viven apartados de Dios.
Hermanos este es el grupo al que pertenecemos y pertenece todo el
mundo afuera, estábamos mendigando en las calles, sucios, llenos de
pecado, perdidos, sin más opción que la muerte, cuando fuimos invitados
a la gran cena.
¿Qué hicieron aquellos que estaban mendigando en las calles para ser
invitados a la gran cena? ¿Qué hicimos nosotros para estar hoy en la
presencia de Dios mismo, para ser invitados a pasar una eternidad con
Dios? ¿Qué hicimos para compartir la mesa con Dios y todos los santos?
Nada, solo pecar y ofender al Señor que nos invita a su mesa.
Estábamos mendigando por el mundo y fuimos invitados a esta preciosa
cena, hoy estamos aquí solo por la gracia de Dios, aun cuando muchas
veces nosotros mismos hemos rechazado esta invitación, seguro
queremos sentarnos a la mesa de Dios, pero algunas veces hemos
olvidado que ese banquete lo encontramos cada domingo aquí en la
iglesia.
¿Alguna vez has actuado como aquellos descritos en Fil. 3:19 “el fin de los
cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su
vergüenza; que solo piensan en lo terrenal”? ¿Has puesto excusas para
rechazar la invitación de Dios como en la Parábola?
Los primeros invitados presentan buenas excusas. La primera: “He
comprado un terreno y tengo que ir a verlo”, los negocios son
importantes, el trabajo es importante pero ¿quién es el que nos da el
trabajo, quien es el que nos sustenta con ropa, comida y calzado como lo
afirmamos en el Credo? ¿Somos invitados a cenar con aquel que nos
sostiene cada día de nuestras vidas y ponemos los negocios antes que la
invitación del Señor?
También dijeron Excúseme, me acabo de casar y tengo que atender los
asuntos de mi casa, y ¿cómo no va a ser importante la familia? claro que
lo es, claro que necesitamos pasar tiempo de calidad con la familia, pero
ten en cuenta lo que Jesús dice en Mateo 10:37 “El que ama a padre o
madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a
mí, no es digno de mí;” ¿Cómo podemos tener tiempo de calidad en
familia sin tener presente la palabra de aquel que instituyó el matrimonio,
y que nos da esposo, esposa e hijos? Teniendo a Dios y su palabra en
primer lugar, entonces, podremos tener tiempo de calidad.
Algunos dirán: pero el domingo en la mañana es el único tiempo que
tengo para limpiar mi casa. Mentira, Dios nos da 7 días de 24 horas. No
podemos olvidar que el tercer mandamiento nos dice Santificaras el día de
reposo, a veces en ese mandamiento solo escuchamos reposo, entonces
no voy a la iglesia, pero el Santificaras es lo más importante, solo la
palabra santa es la que santifica todas las cosas.
El día de reposo, específicamente el servicio divino fue instituido por Dios
para nuestro beneficio, esta hora y media es por causa de nuestra
necesidad de escuchar la palabra y ser alimentados, el Señor nos convida a
compartir la comida más exquisita junto con Él y con la familia de la fe.
Realmente somos invitados a la Cena del Señor como mendigos, Sabiendo
que somos mendigos de la gracia de Dios ¿Vamos a rechazar esa
invitación? ¿Si nos invita el presidente le vamos a responder, Deja ver si
tengo tiempo? ¿Si tenemos hambre y alguien nos invita a comer vamos a
preguntar que es la comida o vamos quejarnos porque no nos gusta?
Cuidado que el rechazar esa invitación continuamente puede endurecer el
corazón y llevarnos a cerrar nosotros mismos las puertas del cielo que
Cristo abrió, Dios lo dice claramente a los primeros invitados que pusieron
excusas: “Les aseguro que ninguno de ellos probará de mi cena”.
Hermanos, necesitamos arrepentirnos por no santificar el día de reposo
como es debido, por poner muchas cosas en el lugar de Dios, porque
olvidamos que todo lo que recibimos viene del Señor y porque hemos
menospreciado la preciosa comida que nos da.
Cristo mismo dejo su trono, no tomo el ser Dios como cosa a que
aferrarse, al contrario tomo nuestros pecados, y sufrió el castigo que
nosotros merecíamos. Él no puso excusas, hizo todo para que seamos
invitados a la Mesa del Señor.
Ahí en la Cruz dijo: consumado es, todo está listo, la invitación a la cena
del Señor es gratis para nosotros, porque Cristo la pagó con su preciosa
sangre y con su inocente pasión y muerte.
Hoy podemos decir que somos benditos, porque vamos a comer pan en la
mesa del Señor, porque Dios es nuestra ayuda, somos Lazaros como dijo el
Pastor, Dios nos vio ahí, perdidos en nuestros delitos y pecados y nos lavó
en las aguas del bautismo, porque no podíamos presentarnos en esa
inmundicia a la presencia de Dios, benditos somos porque por la fe en
Cristo recibimos el perdón de Dios.
Benditos somos porque tenemos el privilegio de participar del banquete
que Dios prepara para nosotros, en el cielo cuando Cristo vuelva y aquí en
la tierra con la Santa Cena, Esa Cena que es la respuesta de Dios a
nuestras oraciones, a todas nuestras necesidades materiales y espirituales
que pedimos en el Padre Nuestro, ¿Aquel que se dio a si mismo por
completo en la cruz, no te dará también todas las cosas que necesitas?
La Santa Cena es la comida más importante porque nos hace uno con
Cristo y uno con toda su iglesia, nos da la comunión con todos los Santos
que murieron en Cristo y los que aún estamos vivos, es decir nos permite
compartir también con nuestros seres queridos que ya partieron a la
presencia de Dios.
La Santa Cena nos reconcilia con Dios, perdona nuestros pecados,
sobrepasa y eclipsa toda ira, enojo y rencor que podemos guardar en
nuestros corazones, es más grande y sobreabunda sobre nuestro pecado.
La Cena que La Sabiduría preparo y que tenemos presente cada domingo,
nos da el perdón, nos da la vida eterna, Es la comida más exquisita, ningún
rico o famoso con todo el dinero del mundo te la puede ofrecer, esa
comida es el cuerpo y sangre de Cristo aquel que vive, que venció al
pecado y que está sentado a la derecha del padre y por amor a ti está aquí
presente.
En esta cena sólo pueden participar los invitados, los que son lavados, los
hijos de Dios, de los cuales tu eres parte, tu disfrutas del privilegio de ser
invitado a esa excelentísima cena cada domingo, una cena exclusiva de la
casa de Dios, no hay otro lugar donde obtengas tal comida de vida eterna.
Cuando solo hemos comido lo que nos sirve el pecado, creemos que es
una buena comida, porque es dulce, nos gusta, pero esa comida no
alimenta, al contrario enferma y mata, pero Dios nos da la comida que nos
nutre y fortalece tanto el cuerpo como el espíritu, nos da vida en
abundancia.
Queridos hermanos no somos dignos de participar de tan preciosa
comida, pero Dios ha querido hacernos participes de ella, todo el oro y la
plata del mundo no son suficientes para pagarla, y se nos ofrece a
nosotros pobres mendigos, en esta cena nos sentamos no con un famoso,
no con un rico, sino con Dios nuestro padre y con su hijo Cristo que se
sacrificó por nosotros.
Como invitados a esa gran cena, tenemos la oportunidad de entregar esa
invitación a todos a nuestro alrededor, aún hay lugar.
El Señor hoy te envía por las calles, las plazas, pero más importante, a tu
casa, a tu barrio, a tu trabajo, dice: “Sal a los caminos y límites y Haz lo
necesario (Oblígalos) a venir, para que sea llena mi casa.” La palabra
griega tiene el sentido de: Enseñarles su necesidad de participar de esta
exquisita cena, que no se compara con nada de lo que hayan probado en
su vida, Hacerles ver que esa comida les ofrece el perdón y la misericordia
de Dios.
Como cuando tu hijo solo quiere comer dulces, le enseñas que comida es
buena, a eso se refiere nuestro evangelio cuando dice oblígalos, ve a
quienes quieres mostrándoles que esta comida que Dios te ofrece no
tiene comparación, así como cuando encuentras un buen precio, vas a
decirle a los más cercanos a ti que hay algo mejor, no te guardas esa
noticia, la compartes con quienes quieres.
Tienes una preciosa invitación en tus manos, ¿con quién la quieres
compartir, Esposo, Hijos, Madre, Padre, Hermanos, Vecinos, Amigos?
Nuestro pastor, está constantemente llevando esta invitación por todos
los lugares donde el Señor lo puso.
Como Cristianos, y por causa de nuestro bautismo también somos
llamados a compartir esta invitación llena de amor a todo aquel que nos
rodea, La invitación a Sentarnos en la mesa y comer con el Señor nuestro
Dios, en la cena más importante de nuestra vida.
Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del
Espíritu Santo sean con todos ustedes. Amén.

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