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Universidad Arturo Prat

Facultad de Ciencias Humanas


Pedagogía en Lengua Castellana y Comunicación

“CABEZAS NEGRAS” DE DIEGO ZÚÑIGA: UN RELATO DE DESCONEXIÓN Y

CRISIS EDUCATIVA

JOSELYNE VERA OYARZÚN


Profesor Guía
DR. RICARDO ESPINAZA S.

IQUIQUE – CHILE
2022

1
2
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN..........................................................................................................................4

CABEZAS NEGRAS.......................................................................................................................5

DIEGO ZÚÑIGA Y SUS RELATOS DE CLASE MEDIA DERROTADA.................................................7

CAPÍTULO I. EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL DEL 2006 Y LA CONSTRUCCIÓN DE PERSONAJES

EN CABEZAS NEGRAS.................................................................................................................12

CAPÍTULO II. DESIGUALDAD Y ESCUELA CHILENA.....................................................................15

CAPÍTULO III. LA IDEOLOGÍA PERDIDA DE LA ESCUELA.............................................................16

LÍDER E IDEOLOGÍA. EL ESTUDIANTE AJENO A SU PROPIA NARRATIVA..................................18


IDEOLOGÍA Y VIOLENCIA........................................................................................................21
CAPÍTULO IV. LOS ADOLESCENTES, LA ESCUELA Y EL DEBER CÍVICO........................................25

LA ESCUELA EN CABEZAS NEGRAS..........................................................................................27


PÉRDIDA DEL DEBER CÍVICO Y PÉRDIDA DE LO QUE ES SER ALUMNO CON DERECHO...........27
CAPÍTULO V. CRISIS DE LA EDUCACIÓN Y EDUCACIÓN DE CALIDAD........................................28

CONCLUSIONES..........................................................................................................................30

BIBLIOGRAFÍA............................................................................................................................31

3
INTRODUCCIÓN

La presente Monografía quiere retomar la literatura y la escuela en relato de Diego

Zúñiga Cabezas Negras con una mirada crítica sobre los errores de la educación en

Chile, la desconexión y crisis de esta, en donde se les niega a los estudiantes un diálogo,

minimizando la mirada colectiva y crítica hacia la educación chilena real. En el relato se

van perdiendo las convicciones que se convierten en imaginarias, demostrando un

déficit ideológico producto de la llegada del modelo neoliberal presente y finalizando

con violencia producto de la ignorancia e ideales erróneos.

La crítica a la educación chilena es un tema transversal ligado a lo cultural, social,

ideológico y político el cual, no logra llegar realmente a todos los estudiantes, debido a

que el modelo neoliberal considera al sistema educativo solo como una forma de

mercado, que al final de cuentas solo enriquece a élite y sus hijos, que tienen la libertad

de acceder a la educación de barrio alto sin miedo a las limitaciones. Al contrario, la

clase media, tiene una inseguridad sobre su futuro, ya que son un producto de una crisis.

Por ello, la falta de calidad de la educación ha causado un pesimismo en los estudiantes,

que carecen de motivaciones plenas. No hay profesores o directivos que los avalen e

incentiven, ya que, ellos mismos han perdido las ganas de enseñar, dejando a los

estudiantes de estas familias carentes de identidad.

La literatura no ha olvidado como nuestra historia educacional ha sido maltratada e

ignorada, causando así, una serie de grietas, convirtiendo la escuela como un escenario

hostil y aislado. La narrativa literaria de Chile de postdictadura se transforma en una

antología a los barrios de clase media, al chileno común. Escritores como Diamela Eltit

y Alejandro Zambra, han aludido en su narrativa cómo la dictadura ha dejado en

4
evidencia un Chile despolitizado, consumido y segmentando; su estética literaria alude a

los espacios cotidianos y sujetos banales.

La educación es uno de los espacios narrativos que condenan al sujeto al fracaso,

principalmente, debido a las desigualdades que se proyectan en su entorno escolar, la

desconexión que abunda en las escuelas proporciona un desencanto a los alumnos, que

se convierten en los condenados y juzgados de un sistema roto. En el relato “Cabezas

negras” el autor, Diego Zúñiga, proyecta los traumas y las consecuencias que ha dejado

el modelo educativo en un grupo de alumnos, que reniegan de un futuro incierto y que,

aprovechando la revolución pingüina1 del año 2006, llevan a cabo un secuestro de unas

alumnas de un colegio de élite, como un acto de supuesta rebeldía al sistema que los ha

abandonado constantemente; convirtiendo a ellos mismos en terroristas a los ojos de

una nación producto de la segregación escolar y de clases. El resultando es un final

violento y sin sentido, debido a la desconexión e ignorancia no solo de los estudiantes

sino también de su ambiente escolar.

Cabezas negras

Cabezas Negras es uno de cuentos que integra el volumen titulado Niños héroes del

escritor chileno Diego Zúñiga, publicado en el año 2016. El relato está situado en

contexto de movilizaciones de los estudiantes chilenos que protestan sobre la crisis

educacional del 2006, referido sobre movilización estudiantil de la revolución pingüina,

cuyo fin mayor consistió en la derogación la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza

(LOCE)2. El cuento se centra en un grupo de alumnos del Instituto Presidente Errázuriz,

1
El apodo con que se bautiza a los secundarios tiene un origen anecdótico. Justamente el año 2006 se
estrena el documental “La Marcha de los Pingüinos” que muestra el camino que siguen los pingüinos de
la Antártica a la tierra de gestación. La marcha de los pingüinos de la Antártica se asemeja a la marcha de
los secundarios en las calles y el apodo “pingüino” hace alusión al color de los uniformes que ocupan los
estudiantes (blanco y azul oscuro).
2
LOCE: Ley orgánica Constitucional de Enseñanza, ley promulgada por Augusto Pinochet el 10 de
marzo de 1990, su modelo consiste que el estado cumple un rol subsidiario respecto al mercado.

5
un colegio ubicado en el sector de barrio alto, pero, siendo una escuela de clase media y

marginal: el lugar de los hijos de la servidumbre. “Éramos un colegio difícil de explicar,

estábamos ubicados en Alcántara, rodeados de embajadas y casas de diplomáticos, al

lado de una iglesia exclusiva” (“Cabezas”, 124). Influenciados por el movimiento

estudiantil, los estudiantes deciden tomarse su instituto y secuestrar a funcionarios de la

escuela y cinco alumnas del colegio “Villa María”.

Debido a la indiferencia del centro educacional y la incertidumbre de su futuro, los

estudiantes organizan una toma y secuestro con la premisa inicial exigir que el gobierno

se hiciera cargo de los problemas de la educación chilena. Este grupo de alumnos son

influenciados por su compañero de curso Carrasco, un estudiante misterioso que con el

arte del convencimiento y carisma toma el rol de líder, vocero y representante de la

causa, incitándolos a completar el plan de secuestro como objetivo principal de dejar

una huella en la historia del movimiento estudiantil. A medida que avanza el relato, este

grupo de alumnos es increpado no solo por los apoderados y profesores sino también

por la prensa y el público en general, que se refiere a las medidas de estos estudiantes

tildándolas como un acto de terrorismo. Por otro lado, Carrasco confunde a una de las

niñas secuestradas con su primer amor de adolescencia, asegurando que ella es quien se

niega a reconocer el encuentro. Producto del delirio, Carrasco va decayendo y

perdiéndose en la locura afectando a sus compañeros y llevándolos a un completo caos,

cuyo resultado final es el allanamiento del Instituto y arresto de los adolescentes por

parte de la policía. Finalmente, Carrasco, en un acto de tortura incomprensible y

perturbadora, les corta el cabello a las niñas que fueron secuestradas convirtiendo los

principales ideales del movimiento en una excusa de egoísmo y violencia. Cabezas

Negras es una constante repetición a las problemáticas de los adolescentes no

6
escuchados, transgredidos por su ambiente escolar detractor, siendo así, la casusa del

gatillador de sus acciones.

Diego Zúñiga y sus relatos de clase media derrotada

Diego Zúñiga es uno de los escritores de la nueva generación chilena, cuya literatura

aborda las problemáticas de clase media en tanto experiencia narrativa. Zúñiga, autor

nacido 1987 en la ciudad de Iquique, en una familia de clase media, a los 13 años de

edad se traslada a Santiago donde cursa su enseñanza media y superior. Su primera

novela, Camanchaca, fue publicada en el año 2009. En el año 2014 publica su segunda

novela titulada Racimo y en ese mismo año publica su libro sobre futbol Soy de la

católica. Su último trabajo es el libro de relatos de ficción Niños héroes publicado en

2016. Se trata un volumen que contiene relatos sobre adolescentes que reniegan del

proceso de la adultez, pero que también son traicionados por los adultos de su entorno.

La narrativa de Diego Zúñiga ocurre en espacios sociales que se componen los

recuerdos de una clase media fracturada y desfamiliarizada, que subyacen hacia la

amargura, la derrota, la permanencia y los sueños perdidos en estos adultos, jóvenes y

niños, los que han tenido que vivir los cambios de una nación de desigualdades, que

permanecen como secuelas que abundan en el inconsciente del colectivo de Chile. Al

respecto, Bieke Willem (2014) nos define la estética de Diego Zúñiga como anodino,

monótona y grisácea, que aun así, logra en sus prácticas cotidianas encantar de una

forma extraña (Willen, 2014:66)3.

Si aún es posible encasillar a Diego Zúñiga como un autor joven, esto será más

por su capacidad de refrescar la mirada sobre ciertos temas antes que por lo que

diga su carné de identidad. En tiempos cuando muchos de los narradores


3
Paráfrasis de Bieke Willem (2014). Ver: “Narrar la frágil armadura del presente. La paradójica
cotidianidad en las novelas de Alejandro Zambra y Diego Zúñiga”.

7
chilenos que rondan los 30 años han emprendido proyectos literarios que aún es

muy pronto para sopesar (varios no pasan del segundo libro), Zúñiga destaca no

sólo por su producción —las novelas Camanchaca (2009) y Racimo (2014),

además de la crónica personal y futbolera Soy de Católica (2014)—, sino

también porque con Niños héroes, su primer y reciente libro de cuentos, da un

paso en la consolidación de lo único importante a lo que puede aspirar un

narrador comprometido con su obra: una voz que dé cuenta del mundo. (Jara,

2016).

Antes de la publicación de Niños héroes (2016), Zúñiga ya se había destacado como

escritor con su novela Camanchaca (2009), que nos relata la historia de un adolescente

sin nombre que viaja a la ciudad de Iquique en el norte de Chile, para luego ir arreglarse

los dientes a Tacna. El relato indaga en la ilusión del desierto, los recuerdos difusos

sobre acontecimientos traumáticos de la infancia del protagonista, su soledad, la

indiferencia de sus padres y las secuelas de la negligencia. La primera publicación de

Camanchaca fue en la editorial independiente La Calabaza del Diablo, la cual tuvo

éxito en ventas y recepción.

Cuando decidimos publicar su primera novela, Camanchaca, en La Calabaza del

Diablo, López-Aliaga nos advirtió si sabíamos qué iba a pasar con el libro y, sin

darnos tiempo a responder ni a pensar, dijo que Diego se iba a encargar que el

libro se vendiera. La presentación de la novela en la Feria Internacional del

Libro de Santiago fue algo impresionante: sala ultra llena, Diego vendiendo

muchos libros, terminó autobiografiando poleras cual

“rockstar”. Camanchaca fue el único bestseller de la editorial independiente en

la que trabajé hasta 2012. (León, 2016).

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La afectividad de sus relatos seguiría en Racimo (2014), obra en que los

acontecimientos perduran en el norte chileno, con su narrativa de un norte degradado,

personajes derrotados, un gobierno indiferente y un crimen que quedo en el colectivo de

los chilenos como un trauma, esbozando lo real con lo imaginario para crear nueva

historia sobre los asesinatos de las niñas de Alto Hospicio, demostrando su coherencia

con la historia en que se basa. “Racimo va más allá: la escritura sigue siendo intachable,

pero ahora Zúñiga deja en claro que puede ejercer el control sobre una historia de mayor

complejidad sin sacrificar que le resultan queridos, como lobreguez, suspenso o un

ambiente intencionado.” (Vial, 2014). De esta forma el columnista y crítico literario

Juan Manuel Vial, describe Racimo como un acertado trabajo de mundo en la obra de

Zúñiga, siendo una continuidad a lo que provoca su obra anterior. Sin embargo, a la

llegada de Niños héroes, el crítico se refiere a la nueva obra de Zúñiga como un insulto

a sus novelas precedentes:

Diego Zúñiga publicó una novela muy buena siendo bastante joven. Luego

escribió otra, más ambiciosa, que hoy, transcurrido el tiempo, no me parece tan

efectiva o sorprendente como la primera. Y ahora nos ofrece un libro de cuentos

mediocres, en los que abundan taras vistosas e irremediables: infantilismo,

intrascendencia, desprolijidad, flojera. De hecho, cuesta creer que el autor de

Camanchaca y Racimo sea el mismo sujeto que produjo Niños héroes. (Vial,

2016).

Si bien Camanchaca y Racimo no se habían alejado de las cálidas y desérticas tierras

del norte de Chile, Niños héroes es el paso de Zúñiga a nuevos lugares narrativos, más

urbanos, en una ciudad como Santiago, diez cuentos que abundan nuevos escenarios

donde los relatos residen jóvenes cansados, adolescentes confundidos y niños ignorados.

De esta forma, Vial, con su descarnada crítica, acusa a Zúñiga usar el infantilismo y

9
desprolijidad en sus cuentos, también de la intrascendencia para su propia obra, vacío y

empobrecido, no solo eso, menciona que su uso del colectivo, de las identidades como

un recurso anémico “¿para qué tanto plural? En los cuentos no importa si son uno, dos o

diez los protagonistas, Zúñiga vuelve, por comodidad o algo mucho peor”. (Pinto,

2016). Complementando este descontento, se produce un acuerdo de la inexperiencia de

Zúñiga como cuentista, “Cuando me enteré de la publicación de Niños héroes, pensé

que era un error no de Random House Chile, sino del propio Diego, porque no lo

recordaba como un buen cuentista.” (León, 2016). Lapidando las historias como una

construcción descuidada. “La crítica, los aparatos de marketing, y el propio lobby que

hizo él mismo en tanto autor, lo catapultaron desde su temprano debut como novelista, y

hoy, cuando publica su primer volumen de cuentos, la ola de aplausos se convierte en

cruda resaca, y le dan con todo. Sobrevalorado es lo menos que le dicen” (Hidalgo,

2016).

Los sujetos de la narrativa de Zúñiga transitan de manera recurrente y negativa en el

fracaso, más bien en la derrota, tanto el narrador personaje de Camanchaca y Torres

Leiva de Racimo son sujetos sin grandes objetivos, simplistas, apáticos. Daniuska

González nos habla del concepto derrota de Avelar 4 afirmando que: “Cuando se recurre

al término derrota se hace en el sentido de ‘un tiempo caído, ajeno a toda redención. Un

tiempo que [no] […] se deja leer […] en la triunfante epopeya de un sujeto [y donde]

Los índices del fracaso pasado interpelan al presente (Avelar 15)’”. (González, 2021)5

Niños héroes no es una lectura que se aleja de la obra de Diego Zúñiga, es más bien, una

serie de relatos crudos y poco comprendidos, la esencia de cada cuento no se pierde, los

sujetos transitan en derrota, apatía y fracaso.

4
Avelar Idelber. Alegorías de la derrota: La ficción postdictarolial y el trabajo del duelo. Santiago de
Chile, Cuarto Propio, 2000 pp, 15)
5
González González Daniuska, Las ilusiones perdidas. Subjetividades de la derrota en las narrativas de
Diego Zúñiga y Canek Sánchez Guevara, 2021: p195

10
Cuando Zúñiga describió Niños héroes como personajes que dudan de la adultez, nos

presenta eso, en el cuento Cabezas Negras nos relata sobre adolescentes que viven

conviven en el fracaso, en el entorno de un presente precario, en que los mayores

causantes de esa desigualdad fueron aquellos que se volvieron indiferentes a las

necesidades de estos jóvenes, nada cambia y todo sigue igual.

Enfatizar en un grupo de disidentes es un recurso repetido, pero a la vez, es olvidarse de

que la narrativa de Zúñiga refiere sobre quienes viven en el estado de las desigualdades

y rechazo. Por esto, hablar del proceso de creación de su obra como una sobrevaloración

es bastante precipitado. Es más, las críticas a Niños héroes categorizan el libro como

una novela juvenil mal construida y no como una forma de demostrar las fracturas de

los hijos de este neoliberalismo que los rechaza, y los transforma en un grupo

desconectado a la historia distante de Chile y su literatura.

Lo que no puedo entender es qué es lo que los críticos leyeron en Niños héroes

que marque semejante diferencia como para que, habiéndolo tratado como lo

trataron antes, lo traten ahora así. Quiero decir: yo no creo que Zúñiga se haya

caído o convertido en un mal escritor. (Hidalgo, 2016).

En retrospectiva, la obra de Zúñiga logra mostrarnos al sujeto y su mundo, Niños héroes

nos quiere presentar la voz de los inadaptados, sus luchas imaginarias, las ideologías

absurdas, la desconexión del sistema, que provoca en estos personajes la desilusión y la

pérdida de sus raíces.

Zúñiga apela a la profundidad a partir de los detalles; apunta al rescate de la memoria

cercana y del pasado (a veces lejano o bien situado en un lugar brumoso de la memoria)

como aquel lugar indispensable para entender el presente como antesala de un futuro del

que nadie nos ha prometido nada. Con esta idea, la narrativa de Diego Zúñiga resalta a

11
la clase media más que como un grupo social, como un paisaje: allí donde muchos, en

especial niños y jóvenes, libran a diario la batalla por la supervivencia sin poder salir del

marco contemplativo.

La calidad narrativa de Diego Zúñiga no se aparta de sus raíces, sigue hablando de los

hijos de la postdictadura, que son esa clase media que producto de un estado indiferente,

son víctimas de la ignorancia en que han caído debido a la memoria fracturada de sus

padres y del colectivo chileno; creando así, una desconexión persistente que provoca la

pérdida y la derrota de sus convicciones.

CAPÍTULO I. EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL DEL 2006 Y LA


CONSTRUCCIÓN DE PERSONAJES EN CABEZAS NEGRAS

En el año 2006, los alumnos de los colegios emblemáticos salieron a marchar por la

carencia de la educación pública, demandando una mejor calidad a la educación y la

derogación de la LOCE, que fue dejada como un recuerdo de Pinochet y la dictadura

militar. El modelo neoliberal se había hecho parte de las políticas educativas logrando

repercutir y crear una grieta en entre los colegios públicos y particulares.

Aunque al inicio del conflicto, los estudiantes se manifiestan respecto a ciertas

temáticas concretas –como son la mala implementación de la Jornada Escolar

Completa, el alto valor de la inscripción a la Prueba de Selección Universitaria y

las ambigüedades en el uso del pase escolar–, a medida que la organización se

acrecienta empieza a tomar lugar una crítica estructural al sistema educativo y a

la ley que lo rige (Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza), promulgada por

Augusto Pinochet el último día de su mandato. (Silva, 2007:1).

12
Estos sucesos que se volvieron masivos influenciaron a otros liceos a sumarse a la lucha

creando así una revolución Pingüina. Cabezas Negras nos ubica en el sector alto de la

ciudad el cual se encuentra el Instituto Presidente Errázuriz (IPE), un colegio particular

subvencionado, religioso cerca del metro Alcántara. Los alumnos al escuchar las

noticias de las revueltas masivas de los establecimientos tanto públicos como

subvencionados de múltiples sectores deciden unirse de manera sistemática para no

quedar atrás y aprovechar del movimiento para con sus exigencias particulares.

Era 2006 y los colegios emblemáticos comenzaban a salir a la calle. Al principio

pensamos que eran protestas aisladas, formas de llamar la atención, pero poca a

poco se fueron haciendo multitudinarias y ya no solo iban el Nacional, el

Lastarria y el Liceo 1, sino que también se sumaban colegios de Recoleta, de

Quilicura, de Lo prado, de Maipú e incluso de Ñuñoa. Si nos uníamos, seguro

que íbamos a llamar la atención. (Cabezas, 124).

La acción comienza con un estudiante narrador que nos relata sobre los sucesos

ocurridos ese año, Zúñiga usa este narrador directo como parte de acercamiento a los

acontecimientos en cabezas negras, además de un lenguaje más coloquial para el lector:

Zambra y Zúñiga manejan un lenguaje cercano al habla coloquial (…)

construyendo frases que suenan como si uno las pudiera pronunciar a diario en

una conversación cualquiera. Su escritura caracterizara por el uso de expresiones

coloquiales, típicamente chilenas. (Willem, 2014).

La voz literaria del estudiante narrador toma el rol de comunicar el punto de vista de los

estudiantes los cuales sienten que todo fue parte del fervor de la adolescencia. Cada

momento que este estudiante vive trata de ser ajeno, pero comprende que no puede

negar los hechos y que por lo tanto produce un cambio en él y los demás:

13
La mañana en que nos tomamos el Instituto Presidente Errázuriz (IPE) y

raptamos a cinco niñas del Villa María para exigir que el gobierno se hiciera

cargo de los problemas de la educación chilena, cada uno de nosotros intuyó que

su vida, a partir de ese momento, cambiaria. (Cabezas, 123).

Como curso toman medidas extremas para exigir que cumplan sus peticiones. Ya que

quieren ser escuchados por el gobierno, pero también buscan salir del anonimato

dejando una huella en la historia de revolución Pingüina, contando sus hazañas como un

acto de valor revolucionario. Así es como, esta acción distorsionada del movimiento es

presentada por un narrador impersonal, un estudiante anónimo, testigo de todo inicio de

lo que se cree que es una crítica hacia la educación Chilena, pero que falla de manera

rotunda. Este alumno nos transporta a la época escolar donde los cuartos medios

estaban cursando su último año.

El curso de cuarto año medio del IPE es mencionado como un curso lleno de apatía

entre sus integrantes. El motivo de esta rivalidad es debido a la competencia académica,

donde el alumno con las notas más sobresalientes podría supuestamente optar a un

mejor futuro: “Éramos un curso individualista, competitivos, insoportable. Todos

nuestros profesores sabían que solo nos interesaban las notas”. (Cabezas, 123).

La competitividad e individualismo es una muestra de una desconexión hacia un

colectivo. Son estudiantes despolitizados, indiferentes al entorno y que conviven dentro

de un núcleo escolar que los agobia. El sentido de cambio de estos alumnos llega con la

revolución pingüina, cuando se transforman en un curso unido producto de un ambiente

de reclusión escolar en donde no son escuchados e ignorados. Por ello, se vuelven

organizados y cooperativos; se transforman en un colectivo.

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CAPÍTULO II. DESIGUALDAD Y LA ESCUELA CHILENA

Éramos un colegio difícil de explicar, estábamos ubicados en Alcántara,

rodeados de embajadas y casas de diplomáticos, al lado de una iglesia exclusiva,

pero cada uno de nosotros pagaba lo que podía. Se supone que en su origen el

colegio estaba destinado a los hijos de las empleadas domésticas del sector, pero

luego empezaron a llegar alumnos que expulsaron del Verbo Divino o de algún

colegio de sector oriente. (Cabezas, 124).

La desigualdad de clase se hace patente desde la primera cita, causando ya la brecha al

ser un colegio particular subvencionado, con uno privado, aunque estén cerca de los

lugares más altos y ricos de la ciudad, son considerados un terreno baldío.

Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE), la que no garantiza la

efectiva utilización en la tarea educativa de las subvenciones por alumno que

entrega el Estado, pone mínimos requisitos para ser “sostenedor” de un colegio,

no establece criterios de calidad de enseñanza, y además, a través de lo que fue

el proceso de municipalización y la implementación de la modalidad de

subvenciones, profundiza la desigualdad, al incorporar criterios de competencia

entre establecimientos educativos. (Silva, 2007:13).

Zúñiga nos recuerda que la clase baja sigue siendo un acto de caridad para la élite, los

alumnos del Instituto Presidente Errázuriz (IPE) son una anomalía entre todos los

colegios de clase alta que están a su alrededor. Sus familias constituyen a la

servidumbre de la gente más adinerada. Un grupo que nunca podrá llegar a un estatus

alto, pero sienten que, pagando una mensualidad, tienen el derecho de estar allí. Aun

así, la realidad los abruma, porque saben que los colegios de clase alta a su alrededor

son conscientes de ellos, pero los ignoran, los consideran peligrosos o delincuentes,

15
porque el pobre chileno siempre es el roto, inculto, que no tiene una educación de

calidad. Son los que en algún momento se van a convertir en los trabajadores para la

élite, estos ricos que nunca los verán como un igual: “Jugábamos toda la mañana,

mientras los alumnos del Verbo Divino nos miraban de reojo, asustados, creo”

(Cabezas, 125). La estigmatización que sufren los estratos medios y bajos se representa

en esta frase, los alumnos no tienen una educación de calidad y por ello, los estudiantes

de colegios de elite los ven como un grupo delincuentes.

“Creo que el único momento en que nos dábamos cuenta de dónde estábamos era

cuando nos llevaban, una vez al mes, a jugar a las canchas del Verbo Divino” (Cabezas,

124). Con esta cita se demuestra claramente el estatus social y la diferencia de clases,

como la realidad misma cae sobre estos adolescentes, quienes saben su contexto

económico y al enfrentar estas situaciones son capaces de diferenciar su estatus de clase

media de los más privilegiados.

Los propios padres de estos niños del IPE vienen de espacios rotos, que siguen el

modelo neoliberal que ha sido impuesto desde la dictadura de Pinochet. Padres que no

son configurados con el modelo ideal de la sagrada de familia: “Hijos, en casi todos los

casos, de padres separados” (Cabezas, 140). Aquellos padres prácticamente no son

mencionados en el relato, puesto que solo están allí para juzgar a sus propios hijos, ellos

son parte de las familias que tratan de enterrar el pasado de Chile y que viven como la

clase media de derecha, que aun siendo los menos privilegiados, son parte junto con la

élite y los medios que únicamente critican el actuar de estos niños.

CAPÍTULO III. LA IDEOLOGÍA PERDIDA DE LA ESCUELA

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En el estudio Las ilusiones perdidas… (2021), Daniuska González nos habla sobre el

sujeto consumido por “el neoliberalismo chileno, que parece funcionar casi sin

necesidad de ideología” (González, 2021). Diego Zúñiga contribuye a esa narrativa

hablando de una escuela remota, impersonal, con una visión dañada del progresismo y

las libertades, tanto así que las ideologías están extraviadas.

La ideología y la identidad en Cabezas Negras está quebrada, producto de una

desconexión profunda de los personajes. Cuando el narrador nos expresa su perspectiva

de la revolución Pingüina no tiene una idea real de lo que quiere lograr el movimiento

estudiantil, puesto que se refiere a él como “protestas aisladas, formas de llamar la

atención” (Cabezas, 124). La carencia de los personajes es producto de un alejamiento

del estudiante de la memoria de Chile, sobre todo en la postdictadura. De esta manera,

Daniuska González plantea que

Repensar la postdictadura chilena implica también una nueva concepción del

neoliberalismo latinoamericano y de la globalización que dice abrazar, una

nueva concepción del modo en que el neoliberalismo estructura o maneja las

sociedades contemporáneas, y de la génesis e historia de la globalización. En

algunos sentidos, sin embargo, ésta podría ser una primera descripción: el

neoliberalismo falla en ofrecer una descripción o alguna explicación de sí mismo

[…]. Este déficit ideológico es la fuerza del neoliberalismo (30-31)6. (González,

2021).

Por lo tanto, los estudiantes del IPE, siguen a un líder desideologizado que los engaña y

se engañó así mismo con sus metas infantiles. La pregunta era simple ¿Qué es lo que

estaban luchando?, por una educación de calidad, ¿Por qué? En todo el relato nunca se

responde esa pregunta, decían que querían mejorar por la calidad de la educación, pero
6
Beasley-Murray, Jon. “La constitución de la sociedad: Pinochet,postdictadura y la multitud”. Pensar
en/la postdictadura, NellyRichard y Alberto Moreiras (eds.), Cuarto Propio, 2001, pp. 23-39.

17
no sabían cómo proceder, por eso usaron la única manera que se les enseño, la

violencia. Están perdidos, no pueden reconocer el verdadero fin, pero son felices

viviendo esa ilusión de lucha imaginaria que se vuelve una revolución fascista.

Líder e ideología. El estudiante ajeno a su propia narrativa

En toda lucha por los derechos humanos y estudiantiles existen lideres colectivos que

alzan la voz por las convicciones hacia una educación más justa y de calidad. En los

años de la revolución Pingüina existieron rostros emblemáticos que aportaron al

movimiento y luchando realmente contra el abandono de los gobiernos en políticas

educaciones. Creándose un frente cohesionado con un mensaje claro con una vocería

activa. La socióloga Beatriz Silva Pinochet, en el tiempo del movimiento de 2006,

menciona a los voceros como: “un representante revocable, pues su responsabilidad era

la de transmitir las decisiones tomadas en asamblea, más allá de si éstas eran

compartidas por él o no” (Silva, 2007).

El narrador cuenta sobre el líder, su compañero, de apellido Carrasco, un estudiante que

fue trasferido del norte de Chile a Santiago por el trabajo de su madre, siendo un

protagonista incompleto y desconectado. Carrasco cuenta con una de las mayores

características del mundo narrativo de Zúñiga como es la representación de un sujeto de

la derrota. Al respecto, Avelar7 menciona que la derrota es la desilusión y el fracaso

frente al futuro vacío de los sujetos: “Hablamos de eso y hablamos sobre la posibilidad

de fracasar. Carrasco dijo que no debíamos pensarlo. Ustedes nunca entenderán el

fracaso” (Cabezas, 138).

7
Paráfrasis de Idelber Avelar. (2000). Ver: Alegorías de la derrota: La ficción postdictarolial y el trabajo
del duelo.

18
Carrasco era hijo de madre soltera, que creció en el norte de Chile, que vivió un

tiempo en Arica y que luego, a la edad de seis años, comenzó a recorrer distintos

pueblos de la región, como Pozo Almonte, Pica y La Tirana. Que fue allá, en

esos pueblos donde forjó su personalidad silenciosa pero rotunda. (Cabezas,

127).

Como menciona el narrador sobre Carrasco, él era un estudiante ideal para el rol de líder

del grupo, puesto que dentro de todo era el único firme en sus decisiones, además de ser

el único que directamente apela a los educadores del liceo: “Entonces, cuando el

hermano César iba agarrar el micrófono nuevamente para mandarnos a nuestras

respectivas salas, Carrasco levantó la mano y preguntó si podía decir algo” (Cabezas,

132).

El rechazo al diálogo en Cabezas Negras, genera un descontento y quiebre en Carrasco

y los estudiantes. Es allí donde el movimiento cobra vida y se acelera el relato con

Carrasco enunciando su descontento a sus pares: “Este viejo culiao se va a arrepentir,

este viejo se va a acordar para siempre de nosotros” (Cabezas, 133). Esta rabia incita los

planes con sus compañeros que resultan en la toma del colegio, el secuestro de los

funcionarios del IPE y de las alumnas del colegio “Villa María”.

Carrasco adquiere el rol principal en el relato, siendo el compañero de clase que mueve

toda la revolución dentro de la escuela. Vocero, representante del colectivo y del

descontento de los estudiantes. Es el pilar de la revolución dentro del ambiente escolar,

representa el fervor las convicciones de los demás, la razón de porqué se debe protestar.

Carrasco, con la cara cubierta con una capucha, le hablaba a todo el país, a través

de las cámaras de televisión, exigiendo que el gobierno de Bachelet derogara la

LOCE y mejora, de una vez por todas, la educación chilena. (Cabezas, 133).

19
El narrador menciona a Carrasco como un todo: “La historia de Carrasco no nos

pertenecía. La contábamos como si, efectivamente, fuera nuestra, pero eso, en realidad,

era una ilusión” (Cabezas, 126).

El narrador en Cabezas negras es solo un testigo en primera persona, no es el

protagonista, por lo tanto, se adjudica la historia de otro compañero que es más

atractiva, también es un narrador anónimo, y su rol en toda la narración es solo ser

testigo de todos los sucesos que han ocurridos en la toma del IPE. Diego Zúñiga nos

presenta en Cabezas Negras este personaje Carrasco, como un adolescente trasladado

del norte de Chile a Santiago junto a su madre, una mujer de clase media baja y soltera.

Ella es nana de una familia de clase alta de ultraderecha, la convivencia en ese ambiente

con patrones fascistas sirve de influencia para su perspectiva, asegurando orgullosa que

el supuesto padre de Carrasco es un militar de prestigio: “tiempo después descubrimos

que fue en Pozo Almonte donde Carrasco se enteró de que su madre no sabía —con

exactitud— quien era su padre, aunque a veces se le hablaba de un oficial de la fuerza

aérea” (Cabezas, 135). Como consecuencia del ambiente fascista, tanto Carrasco como

su madre reproducen el discurso de odio de la ultraderecha:

En ese momento, Carrasco tomó la palabra y dijo que él sabía cómo cambiar las

cosas; dijo, con la misma convicción de siempre, que solo se trataba de voluntad,

que cuando el general Pinochet decidió dar un golpe de Estado, únicamente se

trató de reunir voluntades y luchar, con sabiduría, por los objetivos planificados.

(Cabezas, 137).

Carrasco usa a Pinochet como un ejemplo de revolución, ningún compañero lo corrige,

ya que ellos tampoco pueden comprender la referencia, producto de la ignorancia que

les ha legado la enseñanza indiferente del IPE, y se dejan influenciar; no saben

realmente lo que están haciendo. No tienen un líder real y tampoco tienen una voz
20
propia. Se mueven por una convicción inexistente de este líder de papel, que busca un

amor imaginario en una alumna del Villa María. Carrasco, quien engaña a sus

compañeros, ya que solo buscaba una excusa para su juego ingenuo pero carente de

inocencia.

Ideología y violencia

La mirada revolucionaria del movimiento estudiantil tiene como principal objetivo una

educación pública que mejore sus condiciones. Eliminar una ley que solo beneficia a la

élite y luchar contra la educación de mercado que es lo contrario a las fallidas

convicciones de los estudiantes del IPE ya que, como menciona el narrador “en rigor no

teníamos nada que ver con la Revolución Pingüina, lo de nosotros era una historia

personal” (Cabezas, 140). Los personajes del relato no sabían bien de qué se trataba su

lucha, siendo unos sujetos “desarraigados de la política” 8, que no tienen ni identidad ni

ideología y viven con el déficit ideológico que el neoliberalismo se ha encargado de

contribuir en las escuelas. Los discursos del personajes son discursos de antítesis

desconectadas, que hace uso de Pinochet como un ejemplo de revolución y a la vez

mencionando a los empresarios como “fascistas que siempre salían ganando” (Cabezas,

126). La equivocación de este grupo de estudiantes no solo fue el efecto de sus ideales

errados pues la cuna de esta violencia fascista comienza por los funcionarios del IPE,

los profesores, el director, que ven a estos alumnos como jóvenes delincuentes, que

viven en una prisión y que por cada día que pasa sus derechos se ven más minimizados

y sin comprensión:

El hermano César había sumido el puesto de director hace unos meses y realizó

varias modificaciones que nos perjudicaron: extendió el horario de clases, quitó

8
Concepto mencionado por Amaro Castro, Lorena. La pose autobiográfica. Ensayos sobrenarrativa
chilena. Santiago de Chile, Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2018.

21
cinco minutos de cada recreo, exigió que todos los alumnos llevaran chaquetas

con la insignia del IPE, prohibió jugar a la pelota en los recreos y hasta correr en

el patio. Al grupo de los humanistas les prohibió tomar café durante horas de

clases y al grupo científico le suspendió el paseo que realizaba cada fin de año a

La Serena. (Cabezas, 131).

Por esto, los alumnos aprovecharon el movimiento estudiantil para revelarse, armar un

golpe al instituto y secuestrar a los funcionarios represivos. Estos estudiantes se

convirtieron en un peyorativo de un movimiento estudiantil. Es decir, lo peor de la

educación chilena, un grupo de vándalos contra el Estado chileno.

“Carrasco, con la cara cubierta, le dijo a todo Chile que algo iba a salir mal si no lo

escuchaban atentamente” (Cabezas, 126); curiosamente en la memoria colectiva global

y nacional, después los constantes ataques terroristas mundiales, el connotativo de un

hombre encapuchado hace referencia a un desadaptado y criminal o en los peores casos,

un terrorista. Carrasco en su discurso enuncia un mensaje distorsionado que avala la

violencia sistemática que lamentablemente es la única que conoce, ya que su entorno

solo estuvo expuesto a modelos fascistas. Por eso, oponerse a los adultos de esa manera

es la única forma de protestar. De manera similar, Rubí Carreño, nos habla de la

violencia sistemática como una forma de respuesta a los grupos que se burlan de las

luchas de estos estudiantes:

No vi ningún encapuchado (es que me iba cual cenicienta marchera antes de que

diera las dos) pero sí pude darme cuenta de que los que ahí estábamos

luchábamos, cantando, creando, contra la violencia sistemática que permite que

un joven determine cubrirse la cara y romper a su paso lo que encuentre y que

una vez, un carabinero puede romperle el cráneo: (siempre, siempre, pegan en la

22
cabeza, por algo será) a cualquier joven, encapuchado o no, en la más completa

impunidad. (Carreño, 2013).

El gran miedo que dejo el régimen totalitario de Pinochet en Chile fue el persecución y

la desaparición, la tortura y el asesinato de los ciudadanos, dejando un vacío en la

memoria de Chile. Consecuente a esta herida, autores como Diego Zúñiga no han

olvidado este mensaje, dejando la grieta como un especio que se sigue abriendo y lo han

integrado a su discurso como un recuerdo vigente y latente en su narrativa.

En Cabezas Negras irónicamente los violentados son los hijos e hijas de la derecha

transgresora. Carrasco lleva a cabo el secuestro como una forma de imponer miedo a las

víctimas y marcar la línea de líder alfa entre sus compañeros:

Esto lo haremos solo tú y yo, me dijo Carrasco, porque el resto no va entender;

el resto, dijo, acatará las órdenes y cuando las vean amordazadas y encerradas en

la biblioteca, pensarán que nunca antes habían podido estar tan cerca de unas

niñas tan rubias, con sus uniformes relucientes del Villa María, con esos cintillos

y esas camisas blancas, dijo Carrasco, con esos perfumes caros que sus padres

les habían traído de París, Nueva York, de Milán, esos padres ausentes pero

cuidadosos con los regalos. Esos hijos de puta, dijo Carrasco. (Cabezas, 139).

La verdadera naturaleza del atraco sale a la luz con enunciados de Carrasco. Su repudio

a los padres ricos de estas niñas es la brecha que le impide ser iguales, por eso toma

venganza y usa la excusa del movimiento haciendo parte a sus compañeros que lo

avalan como un colectivo unido, pero que, con el secuestro, despoja el derecho a

libertad de estos rehenes sin remordimientos o culpa por la acción cometida, pues final

y perturbadoramente, para estos personajes se trata de: “los tres días más felices de

nuestras vidas” (Cabezas, 123).

23
El momento de inflexión de todo este “ciclo de violencia” se desploma cuando esta

fantasía ideológica se vuelve una mentira. La lucha real era solo una acción personal de

parte de Carrasco, pues su búsqueda era solo una excusa para encontrar un amor

perdido, incluso más infantil que adolescente. Una ilusión idealiza en una estudiante del

colegio Villa María:

Lo primero que pensó Carrasco apenas supo que Lucia se llamaba Lucia es que

había un error. Que no era posible. Que, por supuesto, alguien le hacía una

broma y que no podía, no debía ser real lo que estaba viendo, nos dijo. Pero sí:

Lucía era igual a Claudia, o por lo menos a la imagen que nosotros nos habíamos

inventado de Claudia a partir de las descripciones, siempre misteriosas y algo

imprecisas, de Carrasco. (Cabezas, 134).

Carrasco deja de ser un líder cuando lleva el punto de no redención de sus acciones y la

biblioteca del IPE se vuelve el lugar donde caen todos sus delirios de infancia: “Nunca

supimos qué fue lo que hablaron Carrasco y Lucía (…) Solo sé que vimos su cara y

entendimos, en el acto, sin decirnos nada, que todo se había acabado.” (Cabezas, 141).

El subterráneo del instituto es el lugar donde culmina el acto final, con las niñas siendo

torturadas y tijereteadas por Carrasco, demostrando además que las mujeres siempre son

las que sufren más de la violencia sistemática de los hombres, independiente de su clase.

El crimen expone una de las formas más características de los personajes de Diego

Zúñiga, en tanto sujetos desconectados que no entienden su mundo, sin ningún valor en

sus acciones indolentes cuyo único quehacer es reproducción del sistema en el que vive;

un ambiente que es más propio de una derecha neoliberal que gana poder separando al

sujeto de su memoria pasada, llevándolo a un presente vacío. Por consiguiente, los actos

que cometieron Carrasco y su grupo de compañeros se resuelven en un show casi

24
mediático para llamar la atención de los adultos y que culmina con la detención de la

policía.

Unas horas después, Fuerzas Policiales ingresó al colegio y nos llevó detenidos a

todos. Éramos menores de edad, así que nos taparon la cabeza y nos sacaron en

un par de autos, rápidamente. (Cabezas, 141).

CAPÍTULO IV. LOS ADOLESCENTES, LA ESCUELA Y EL


DEBER CÍVICO

La inmadurez de estos personajes arremete fuerte a nuestro narrador, siendo él un

estudiante que sabe que su aventura de juventud fue una revuelta errónea y sin sentido

pero que, aun así, sigue sin comprender totalmente. Tratándose de sujetos que no tienen

ningún cambio real, que deciden ignorar las circunstancias ocurridas, aun cuando las

pruebas de su “hito en la historia” están presente en la memoria histórica y referencial

del relato:

Hay días en que pienso que todo fue mentira, o que lo imaginamos, o que en

verdad esas imágenes que salieron por televisión no son más que un capítulo de

una película mal filmada a propósito, claro, para asemejarse a un documental.

(Cabezas, 126).

Quizás la ignorancia de estos adolescentes los llevó a no entender la premisa de lo que

realmente era la revolución Pingüina, pues para ellos era solo un juego de exagerado

entusiasmo: “La juventud se parece demasiado a una hipérbole y nosotros actuábamos

así, con entusiasmo, sin pensar en nada” (Cabezas, 134).

25
Así entonces, podemos entender la cita precedente como medio para comprender que,

uno de los motivos de estos alumnos es el peligro y la adrenalina. De esta forma, cuando

el narrador refiere una “hipérbole”, simplifica el significado de la juventud, en donde la

impulsividad es una desventaja y la mesura una inexistencia.

Problema real de estos estudiantes era la falta de identidad, la desinformación y la

confusión de la premisa. El desconcierto frente a un futuro, sus miedos de crecer y

enfrentar la realidad con la incertidumbre que nada era seguro:

Quizás también nos sentimos viejos, o quizá nos dimos cuenta de que el año

siguiente ya no estaríamos en el colegio y probablemente nadie nos recordaría.

Tal vez por eso hicimos todo, como una forma—algo estúpida —de

trascendencia. (Cabezas, 125).

La revolución Pingüina del 2006 era confrontar las políticas opresivas que dejo

Pinochet en la educación pública, derogar la LOCE y continuar marchando por el bien

de la calidad de la educación. “La revolución pingüina marca un hito por su capacidad

de organización, su alcance nacional y su carácter juvenil y rupturista”. (Silva, 2007).

Al principio, los alumnos del IPE querían ser partícipes del movimiento, luchar contra

la segregación a la que estaban expuestos y ser escuchados por el gobierno. Esa

narrativa era alentadora y se captaba como el inicio de lo que se cree una crítica social

hacia la educación y los derechos de los alumnos. La unión de ese colectivo que exigía

lo que era suyo por derecho, protestar, convocar marchas, crear espacios para el diálogo

y el entendimiento. Sin embargo, aquello que Cabezas Negras quiere reflejar es, por

más que estos chicos se unieran a la consigna, nunca se pretendió hacerlo de manera

real. Los personajes no salieron a las calles a marchar, no se informaron, no se juntaron

con otros colegios para fraternizar sobre la lucha. Tal vez el problema era que sus

vecinos eran hijos de la clase alta y no les interesaba realmente los derechos de los
26
alumnos que sufren por la desigualdad de enseñanza. Ellos estaban atrapados en un

lugar con su propia fantasía, volviéndose un grupo desconectado y aislado; siguiendo un

líder de falsas convicciones como adolescentes perdidos por la mala educación de un

colegio indiferente.

La escuela en Cabezas negras

La escuela en Cabezas Negras es una contienda perdida. Estos alumnos solo están allí

para cumplir ciertos estándares, siendo los productos de un rebaño que se debe

comportar y cumplir metas como habitantes de una prisión sin rejas en donde los

profesores, los directivos y los apoderados actúan igualmente desalentados; como una

metáfora de un país y un gobierno desinteresado en la educación y el porvenir.

Las cosas venían mal desde mucho antes de esa mañana de abril de 2006 en que

decidimos tomarnos en colegio. A fines del año anterior, la congregación de los

Hermanos del Sagrado Corazón—encargada de la administración del colegio—

había amenazado con cerrar el IPE por la falta de presupuesto, por los bajos

resultados en el SIMCE y en la PSU. (Cabezas, 130).

La violencia en el relato comienza por el ente educativo, que participa en todo momento

como un espacio de desencuentro, hostil y negligente que se cierra a los estudiantes a

todo dialogo posible.

Pérdida del deber cívico y pérdida de lo que es ser alumno con derecho

Si estos alumnos hubiesen tenido una educación adecuada, participante y

comprometida, seguramente comprenderían la verdadera dicha de protestar, pero desde

el principio la desunión fue un problema para trabajar como un grupo convergente y

27
alienado: “Éramos un curso individualista, competitivos, insoportable. Todos nuestros

profesores sabían que solo nos interesaban las notas” (Cabezas, 123). Volvemos a esta

cita pero con una mirada diferente; en este grupo no había realmente una relación de

diálogo o compañerismo, cuando hablamos de una educación cívica es también una

oportunidad de entendimiento y discusión entre pares, en donde la escuela y los

alumnos activamente logran crear soluciones para llegar al acuerdo mutuo. Sin

embargo, en Cabezas Negras, nunca vemos tal situación puesto que todo el grupo se

mueve por Carrasco, nadie de verdad se hace cargo de informarse de manera adecuada,

la unidad solo era una excusa para protestar a la nada, una venganza a la escuela que

también es responsable del quehacer de sus alumnos, quienes nunca conocieron sus

derechos reales; segregados y segmentados por el IPE y los colegios que habitaban los

mismos sectores.

Hijos, en casi todos los casos, de padres separados, muchachos de cabezas

oscuras —dijo la periodista de La Segunda— becados por el colegio y

malagradecidos con la institución que hasta ese momento nos había dado todo.

Todo, repetían los periodistas a la espera, cada mañana, durante tres días, de que

carrasco se asomara a la puede del colegio y hablara a las cámaras de televisión.

(Cabezas, 140).

El espacio escolar se transforma en una serie de malas experiencias donde nada cambia

y estos estudiantes se dejan llevar por convicciones erradas producto de la ignorancia y

la mala educación.

CAPÍTULO V. CRISIS DE LA EDUCACIÓN Y EDUCACIÓN DE


CALIDAD

28
El hermano César ingresó a la sala de cuarto medio y explicó que no habría gira

de estudios ni fiesta de graduación, que los resultados de la PSU del año anterior

habían sido un desastre y por eso era necesario tomar medidas drásticas.

(Cabezas, 131).

La irritación del hermano Cesar frente a los resultados de los alumnos es más que nada

una excusa para encubrir la calidad educativa del liceo. De manera que los culpables

son los mismos estudiantes, y ellos son los que deben ser sancionados, suprimiendo a

los sujetos gradualmente, provocando una crisis irremediable y un quiebre entre los

alumnos y la institución. El colegio es un espacio de represión más que de formación,

en donde abunda el castigo conforme al modelo de “deformación”.

El movimiento replantea el rol del mercado en la educación, frente a la

importancia del Estado, perdida a la par de las reformas neoliberales. La

absoluta desconfianza que presenta la ideología neoliberal frente a la labor del

Estado es rechazada aquí, y se le exige al Estado que vuelva a tomar parte como

ente fuertemente fiscalizador y administrador del sistema educativo. Por otro

lado, después de las reformas neoliberales que introdujeron criterios de mercado

en la educación, queda la sensación de que existe una extrema mercantilización

del sistema educativo, reasumiéndose la importancia de contar con áreas

protegidas de la acción del mercado. (Silva, 2007).

Por consiguiente, las carencias educativas son responsabilidad del modelo de mercado

en donde están insertos los estudiantes, cuya la desconexión forma parte de la realidad

de la crisis de la educación.

Éramos, en definitiva, un puñado de cabezas negras intentando cambiar el rumbo

de las cosas, pero eso, en realidad, nunca nadie lo entendió o, quizá, nunca nadie

quiso entenderlo. Éramos, simplemente, para todo el país, un grupo de


29
resentidos, la peor cara de la juventud chilena, los culpables de que el país no

avanzara. Éramos, básicamente, unos delincuentes que secuestraron y torturaron

a cinco niñas del Villa María. (Cabezas, 141).

---

En materias de enseñanza y a la par de lo que han sido los procesos de

legitimación de la democracia y la importancia creciente que se le otorga al

diálogo, los jóvenes movilizados exigen una participación activa, tanto en las

decisiones institucionales, como en el proceso de aprendizaje. De esa forma, si la

movilización hace un fuerte llamado a fortalecer la educación pública desde una

perspectiva institucional, también apela al significado de la misma y su aporte a

la construcción de país. De este modo, se critica la manera de enseñar y la

relación autoritaria que prevalece en las salas de clases y se plantea la necesidad

de que la educación genere sujetos críticos, y de que no esté únicamente

orientada a una futura entrada al mercado laboral o a la universidad. (Silva,

2007).

Finalmente, el relato sobre Carrasco es precisamente una secuela de los modelos

neoliberales del Estado negligente, resultado de la deformación, la desideología y la

pérdida de la identidad, ya que el protagonista es ajeno al mundo en el que vive y su

discurso es un reflejo de tal desconexión.

CONCLUSIONES

30
El propósito final de esta monografía ha sido reflexionar sobre la desconexión y crisis

educativa en el relato de ficción Cabezas Negras de Diego Zúñiga, aproximando su

sentido a la crítica del sistema educativo chileno; de la cual los personajes forman parte.

Finalmente, Cabezas Negras de Diego Zúñiga representa la falta de identidad individual

y colectiva de la juventud, una desconexión con la lucha del movimiento estudiantil de

2006 y una ilusión que termina de manera abrupta y fatal sin que sus personajes logren

comprender lo sucedido.

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