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Deducimos gracias al avance a través del tiempo, que las reglas del derecho clásico
que hoy conocemos, son producto del proceso interpretativo de la crítica
romanística.
Esta perspectiva que toma Gayo, de que las obligaciones emanan de un contrato,
provocó la generalización del contrato como un convenio originario para las
obligaciones, que es como lo adoptan los códigos civiles actuales.
No se expresa de esta manera en ningún texto antiguo Romano, pero la
clasificación de Gayo toma estos principios, presupone que todas las obligaciones
que no provienen de un delito, son efecto de un contrato.
Labeón menciona tres de los cuatro contratos consensuales, y entre ‘actos’ define a
la estipulación, según Gayo es un “contrato verbal”, y la entrega de dinero, que
refiere a un “contrato “real. Para la concepción de Labeón tanto los actos como
contratos definen un acuerdo de voluntades, la categoría de “acto” asume al género,
el “contrato” a una de sus especies. Labeón observa el panorama desde otro punto
de vista, a diferencia de Gayo, su modo es la naturaleza de la obligación que
generan, en los primeros siendo unilateral y en los segundos bilateral. La tercera
fuente de las obligaciones que hace mención el jurista romano, es que las gestiones
se contraponen a los actos, oséase, los actos requieren de palabras y las gestiones
(como la gestión de un negocio ajeno) se realizan sin la declaración.
La definición de contrato que nos proporciona Labeón, es la única expresa que nos
aportan las fuentes jurídicas romanas, si bien se aplica en gran parte de ellas la
palabra contrato, no siempre adquieren el significado técnico que aquí tomamos.
Otro jurista romano llamado Ulpiano (4 ad ed. D 2,14,1,3; 5 y 7 pr-5) nos expresa el
significado de las palabras ‘pacto’ (pactum) y ‘convenio’ (conventium), hace una
gran diferencia distinta al criterio de Labeón, entre el contrato y los tipos de
convenciones. Para éste, el convenio es un término general que significa que varias
personas consienten en algo determinado y afirma que no hay contrato sin que haya
una convención previa, sea que ésta misma provenga de la entrega de una cosa o
por mera palabra.
Ulpiano propone una distinción entre contratos, primero expresa que hay tres tipos
de convenciones: las públicas, privadas y las del derecho de gentes (ius gentium).
Es la última, la cuál otorga lugar al nombre propio de “contrato”, como la
compraventa, arrendamiento, la sociedad y el mandato. El jurista, nuevamente,
contrapone los contratos con otro tipo de negocios. A los primeros emanados de
convenciones de” derechos de gentes”, y a los otros convenciones “legítimas” que
pueden bien ser como las que sugiere D’Ors.
En primer lugar, ubicamos a los contratos de “derecho civil” dado únicamente entre
los ciudadanos romanos y los contratos de derecho de gentes (Ius Gentium) que ya
mencionado con anterioridad, está dado entre todos los individuos, sean o no
nativos de Roma.
En segundo lugar, situamos a los contratos “onerosos” que están referidos a que
tanto la parte acreedora como deudora que lo celebran, sufren un gravámen, y los
contratos “gratuitos” se imponen, y por tanto, obligan a una única parte.
También debían cumplirse con algunas acciones: actio empti, acción a favor del
comprador contra el vendedor; actio venditi, acción derivada del vendedor contra el
comprador.
Además se exigía capacidad de obrar y aptitud legal de las partes para enajenar.
Por lo tanto las personas con capacidad relativa o absoluta no podían realizar un
acto de compraventa. En tal caso el derecho romano creó legislación específica
para los casos de incapacidades, por ejemplo para los tutores respecto de sus
pupilos, los padres respecto de sus hijos y a los gobernadores de provincia a los
que no se les autorizaba a adquirir propiedades en los territorios donde
desempeñaban funciones.
Siguiente a esto, a los contratos se les debía agregar ciertos pactos que modifican
los efectos de los mismos sujetos a plazos determinados.
Bibliografía consultada.
-Jorge Adame Goddard (2007.). El concepto de contrato en el Derecho romano
clásico. Editorial Bepress ™ (2007). 16p.
Di Pietro, A., Lapieza Elli, A. E. (1985). Manual de derecho romano. 4ª. ed. Buenos
Aires: Depalma.