Está en la página 1de 70

2002

TIPO NÚMERO SUMILLA FECHA PUB.


Exp 1405-2002-HC/TC Lima MOTIVACIÓN DEFICIENTE DE RESOLUCIÓN Nulidad de resolución
por motivación deficiente, que deniega la concesión del beneficio de semilibertad 17-10-2002
Exp 1425-2002-HC/TC Lima DERECHO A LA PLURALIDAD DE INSTANCIA El ordenamiento
procesal penal si bien prevé el recurso de nulidad contra los autos o resoluciones que ponen fin al
procedimiento, por imperativo constitucional debe respetarse el derecho a la pluralidad de
instancia, lo que supone que la reclamación de libertad en aplicación del beneficio de exención de
pena debe ser materia de pronunciamiento por la Sala Penal de la Corte Suprema. 17-10-2002
Exp 1011-2002-HC/TC Lima DESVIACIÓN DE LA JURISDICCIÓN DETERMINADA POR LEY: Nulidad
de proceso penal seguido contra ciudadana civil ante la Justicia Militar, por habérsele desviado de
jurisdicción determinada por ley. 23-11-2002
Exp 2455-2002-HC/TC Piura REHABILITACIÓN: La rehabilitación del sentenciado opera sin
mediar trámite alguno. La interposición del recurso de nulidad no impide que se cumpla la
sentencia condenatoria 28-11-2002
Exp 1260-2002-HC/TC Huánuco MOTIVACIÓN INSUFICIENTE DE RESOLUCIÓN. La
motivación insuficiente y no razonada de la resolución ocasiona se deje sin efecto el mandato de
detención. 10-12-2002
Exp 1423-2002-HC/TC Lima LA ADECUACIÓN DE LA PENA CONLLEVA A LA ADECUACIÓN DEL
TIPO PENAL La adecuación del quántum de la pena implica la adecuación del tipo penal en virtud
del "principio de prohibición de reforma en peor", así la adecuación de la sentencia de la Sala
Penal Especializada en Delito de TID que incrementó la pena privativa de libertad al aplicarse el
tipo penal establecido en el inciso 7) del Artículo 297 del Código Penal respecto del cual no se
había sido acusado ni sentenciado, debió asimismo incluir la adecuación al tipo penal del Artículo
296 del Código Penal por el que si fue sentenciado, en consecuencia es procedente resolver la
solicitud del beneficio de semilibertad. 10-12-2002
Exp 2263-2002-HC-TC Arequipa RESTITUCIÓN DE DERECHOS CIVILES SUSPENDIDOS: La
rehabilitación es automática. El recurso de nulidad no afecta ni interrumpe el cumplimiento de la
pena ni su suspensión. 10-12-2002
Exp. 2082-2002-HC/TC Se declara Fundada la demanda y nula la sentencia expedida por la
Sala Penal Transitoria de la Corte Suprema de Justicia de la República
Exp. 2192-2002-HC/TC Se declara Fundada la demanda precisandose que la anulación de
la sentencia condenatoria y los actos procesales previos a ella, inclusive la acusación fiscal se
realizará conforme al Decreto Legislativo 926
Exp. 1727-2002-HC/TC Se declara Fundada la demanda y se ordena a los demandados
abstenerse de todo acto que obstaculice el acceso de don Víctor Razuri Arrigoni
Exp. 797-2002-HC/TC Se declara Fundada la demanda en consecuencia se ordena que el
Instituto Nacional Penitenciario traslade a los reclusos cuyo estado de salud no permita que
continúen en el establecimiento penal de Challapalca
Exp. 1567-2002-HC/TC Se declara Infundada la demanda en tanto la libertad física puede
ser objeto de restricciones y estas no ser arbitrarias cuando garantizan el desenvolvimiento de una
sociedad democrática
Exp. 791-2002-HC/TC Se declara Infundado el pedido de libertad física solicitado por la
actora por considerarse que no es arbitraria
MOTIVACIÓN DEFICIENTE DE RESOLUCIÓN
Nulidad de resolución por motivación deficiente, que deniega la concesión del beneficio de
semilibertad

Publicada: 17.10.02

Expediente Nº 1405-2002-HC/TC
Lima
Jesús Dimas Chávez Sifuentes

Sentencia del Tribunal Constitucional

En Lima, a los nueve días del mes de julio de dos mil dos, reunido el Tribunal
Constitucional en sesión de Pleno Jurisdiccional, con asistencia de los señores Magistrados Rey
Terry, Vicepresidente; Revoredo Marsano, Alva Orlandini, Bardelli Lartirigoyen, Gonzales Ojeda y
García Toma, pronuncia la siguiente sentencia:

ASUNTO

Recurso extraordinario interpuesto por don Jesús Dimas Chávez Sifuentes contra la
sentencia de la Tercera Sala Penal de la Corte Superior de Justicia de Lima, de fojas sesenta y seis,
su fecha catorce de mayo de dos mil dos, que declaró improcedente la acción de hábeas corpus de
autos.

ANTECEDENTES

El recurrente interpone acción de hábeas corpus contra los Vocales de la Sala Corporativa
Nacional de Bandas y Terrorismo Especial de la Corte Superior de Justicia de Lima, pues considera
que se han violado sus derechos a la libertad y al debido proceso al expedir la resolución de fecha
cinco de marzo de dos mil uno, que revocó la resolución del Tercer Juzgado Especializado en lo
Penal de Lima, de fecha quince de noviembre de dos mil, que declaró fundada su solicitud de
beneficio de semilibertad, declarándola improcedente.

Alega el actor que ha cumplido con todos los requisitos para obtener el beneficio
solicitado; sin embargo, la resolución que impugna pone en tela de juicio el Acta Nº 088-2000, de
fecha tres de noviembre de dos mil, del Consejo Técnico Penitenciario, que resuelve proponerlo a
la autoridad judicial para que resuelva sobre el beneficio solicitado.

Añade el recurrente que la resolución acotada resulta incoherente, dado que no toma en
cuenta lo dispuesto en la Directiva Nº 03-96-INPE/DGT-DTE al considerar, como otro sustento para
denegar su pedido de semilibertad, que resulta inaceptable que en el Certificado del Cómputo
Laboral aparezca que el solicitante ha laborado incluso los días domingos y feriados, cuando la
directiva establece que, para efectos de la redención de la pena, la jornada laboral se
complementa con los domingos y feriados siempre y cuando el interno reúna 48 horas de trabajo
semanal.
Además, argumenta el demandante que el fiscal apeló de la resolución que declaró
fundada su solicitud de semilibertad un mes después de que fue dictada vulnerándose, de este
modo, su derecho al debido proceso.

El Décimosexto Juzgado Penal de Lima, con fecha quince de abril de dos mil dos, declaró
improcedente la demanda en aplicación del artículo 10 de la Ley Nº 25398 y de los incisos a) y b)
del artículo 16 de la misma norma, en concordancia con lo establecido en el inciso 2) del artículo 6
de la Ley Nº 23506, por considerar que el actor hizo uso de los recursos que las normas procesales
establecen, no observando que el proceso haya sido irregular.

La recurrida confirmó la apelada, por los mismos fundamentos.

FUNDAMENTOS

1. La resolución de la Sala Corporativa Nacional de Bandas y Terrorismo Especial de la


Corte Superior de Justicia del Lima, de fecha cinco de marzo de dos mil uno, denegó al recurrente
la concesión del beneficio de semilibertad y se fundamenta en que no se ha cumplido con el
requisito al que se refiere el inciso 5) del artículo 49 del Código de Ejecución Penal, Decreto
Legislativo Nº 654 modificado por el artículo 1 de la Ley Nº 26861, que establece que el
expediente sobre el pedido del beneficio de semilibertad debe contar con el informe sobre el
grado de readaptación del interno, de acuerdo con la evaluación del Consejo Técnico
Penitenciario. Asimismo, se sustenta en que “resulta inaceptable” que aparezca en el Certificado
de Cómputo Laboral que el actor haya laborado todos los días domingos y feriados durante los
meses de setiembre a diciembre de 1997 y marzo y abril de 1998.

2. Del estudio de la resolución impugnada se observa que se sustenta en una motivación


deficiente, por cuanto de autos obran suficientes elementos de juicio que permiten inferir que los
requisitos establecidos en el inciso 5) del artículo 49 del Código de Ejecución Penal han sido
satisfechos, tales como son: el Acta Nº 088-2000, de fecha tres de noviembre de dos mil, en la que
el Consejo Técnico Penitenciario opina que el recurrente viene respondiendo favorablemente a las
acciones del tratamiento y que reúne actitudes favorables de readaptación, por lo que resuelve
proponerlo a la autoridad judicial para que resuelva sobre el beneficio solicitado; y el Oficio Nº
332-2002-INPE/08, de fecha tres de mayo de dos mil dos, en el que se indica que “el Acta es el
único documento que acredita que en sesión de consejo se ha evaluado los informes de los
profesionales de tratamiento” .

3. Asimismo, el argumento relativo al cuestionamiento del Certificado de Trabajo tampoco


constituye una motivación suficiente para denegar la solicitud del beneficio de semilibertad, toda
vez que no desvirtúa el hecho de que para el cómputo de los días laborados, se considera lo
dispuesto en la Directiva de Trabajo Penitenciario, aprobada por la Resolución de la Presidencia de
la Comisión Reorganizadora Nº 377-96-INPE, de fecha once de octubre de mil novecientos noventa
y seis, en la que se dispone que, para efectos de la redención de, la pena, se computan los
domingos y feriados siempre y cuando el interno-trabajador haya reunido 48 horas de trabajo
semanal.

4. En consecuencia, es pertinente considerar que el inciso 5) del artículo 139 de la


Constitución contiene, como elemento de la tutela judicial efectiva, la obligación de motivar las
resoluciones. Esto implica que la motivación sobre la que se sustentan las decisiones judiciales
debe contener -además de las razones que expresan los criterios jurídicos adoptados- el
fundamento de derecho que exprese que la aplicación de las normas al caso en cuestión no es
arbitraria. Esta exigencia resulta de especial rigor si el derecho a la tutela judicial efectiva tiene
conexión con el principio constitucional de la libertad, como en el presente caso.

5. En relación con la alegada vulneración del derecho al debido proceso contenida en la


admisión del recurso de apelación, interpuesto por el Fiscal Superior de la Tercera Fiscalía
Provincial Penal de Lima, contra el auto del Tercer Juzgado Penal de Lima, de fecha quince, de
noviembre de dos mil, que declaró procedente el beneficio de semilibertad promovido por el
recurrente, no hay elementos suficientes que permitan determinar que dicho recurso se presentó
fuera del plazo de ley; en todo caso, tal controversia debe ser dilucidada por la Sala Corporativa
Nacional de Bandas y Terrorismo Especial de la Corte Superior de Justicia del Lima en el momento
de resolver.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, en uso de las atribuciones que le


confieren la Constitución Política del Estado y su Ley Orgánica,

FALLA

REVOCANDO la recurrida que, confirmando la apelada declaró improcedente la demanda;


y, reformándola, la declara FUNDADA y, en consecuencia, nulo el auto expedido por la Sala
Corporativa Nacional de Bandas y Terrorismo Especial de la Corte Superior de Justicia de Lima, de
fecha cinco de marzo de dos mil uno, que declaró improcedente la solicitud de semilibertad
solicitada por el actor, petición que deberá ser resuelta de acuerdo con lo expuesto en la presente
sentencia. Dispone la notificación a las partes, su publicación en el Diario Oficial El Peruano y la
devolución de los actuados.

SS. REY TERRY; REVOREDO MARSANO;


ALVA ORLANDINI; BARDELLI LARTIRIGOYEN;
GONZALES OJEDA; GARCÍA TOMA

DERECHO A LA PLURALIDAD DE INSTANCIA


El ordenamiento procesal penal si bien prevé el recurso de nulidad contra los autos o
resoluciones que ponen fin al procedimiento, por imperativo constitucional debe respetarse el
derecho a la pluralidad de instancia, lo que supone que la reclamación de libertad en
aplicación del beneficio de exención de pena debe ser materia de pronunciamiento por la Sala
Penal de la Corte Suprema.

Publicada: 17.10.02

Expediente Nº 1425-2002-HC/TC
Lima
TA-011105000022

Sentencia del Tribunal Constitucional

En Lima, al uno de agosto de dos mil dos, reunido el Tribunal Constitucional en sesión de
Pleno Jurisdiccional, con asistencia de los señores Magistrados Rey Terry, Vicepresidente;
Revoredo Marsano, Alva Orlandini, Bardelli Lartirigoyen, Gonzales Ojeda y García Toma, pronuncia
la siguiente sentencia:

ASUNTO

Recurso extraordinario interpuesto por don Luis Galindo Cárdenas, a favor del beneficiario
TA-011105000022, contra la sentencia de la Segunda Sala Penal Corporativa para Procesos
Ordinarios con Reos Libres de la Corte Superior de Justicia de Lima, de fojas ciento treinta y tres,
su fecha veintinueve de abril de dos mil dos, que declaró improcedente la acción de hábeas corpus
de autos.

ANTECEDENTES

La presente acción de garantía ha sido interpuesta a favor del beneficiado de Clave TA-
011105000022, contra la Sala Penal Permanente de la Corte Suprema de Justicia de la República
(Exp. Nº 1666-2001) y la Primera Sala Penal Corporativa para Procesos Ordianarios con Reos en
Cárcel de la Corte Superior de Justicia de Lima, a fin de que se le otorgue la libertad por beneficio
de exención de pena, al amparo del Decreto Legislativo Nº 824 (Ley de Lucha contra el Tráfico
Ilícito de Drogas). Se sostiene que el beneficiario es un interno del Establecimiento Penal de
Aucallama-Huaral, que se encuentra privado de su libertad desde mayo de dos mil, pese a haber
cumplido con todos los requisitos para obtener su libertad por vía de exención de pena
establecido en el Decreto Legislativo Nº 824 y en su Reglamento, el Decreto Supremo Nº 008-98-
JUS.

Se alega, además, que la Sala Penal emplazada declaró improcedente, con fecha
veintinueve de marzo de dos mil uno (Exp. Nº 47-2001), el beneficio de exención de pena, no
obstante haber cumplido el beneficiario con todos los requisitos exigidos. Asimismo, se señala en
la demanda que la Sala Penal Permanente de la Corte Suprema de Justicia de la República, en
indebida aplicación del artículo 292 del Código de Procedimientos Penales, mediante resolución de
fecha once de diciembre de dos mil uno, declaró nulo el concesorio del recurso de nulidad
interpuesto contra la resolución que declaró improcedente el beneficio de exención de pena;
situación descrita que viola sus derechos constitucionales a la pluralidad de instancia, a la defensa
y a la tutela jurisdiccional efectiva.

Realizada la investigación sumaria, el Presidente de la emplazada Sala Penal Superior


declara que no tiene conocimiento del trámite del beneficio de exención de pena planteado a
favor del beneficiario. Por su parte, el Presidente de la Sala Penal Permanente de la Corte Suprema
de Justicia de la República declaró que ni el Decreto Legislativo Nº 824, “Ley de Lucha Contra el
Narcotráfico”, ni su reglamento, Decreto Supremo Nº 008-98-JUS, prevén la concesión del recurso
de nulidad; en consecuencia, las resoluciones de las Salas Superiores que resuelven este
procedimiento especial son definitivas.

El Vigésimo Octavo Juzgado Penal de Lima, a fojas setenta y ocho, con fecha doce de
marzo de dos mil dos, declara improcedente la acción de hábeas corpus, estimando que las
resoluciones dictadas por los órganos judiciales cuestionados no adolecen de falta de regularidad,
pues el artículo 292 del Código de Procedimientos Penales no contempla el recurso de nulidad
para el beneficio de exención de pena.
La recurrida confirma la apelada, por los mismos fundamentos.

FUNDAMENTOS

1. La presente acción de hábeas corpus tiene por objeto que se respete el derecho
constitucional a la doble instancia, supuestamente vulnerado cuando la emplazada Sala Penal
Permanente de la Corte Suprema de Justicia de la República declaró nulo el concesorio del recurso
de nulidad interpuesto por el beneficiario contra la resolución que declaró improcedente su
pedido de libertad en aplicación del beneficio de exención de pena previsto por el Decreto
Legislativo Nº 824.

2. Al respecto, cabe señalar que el artículo 139, inciso 6), de la Constitución Política del
Estado prevé el derecho constitucional a la doble instancia, y a nivel supranacional este derecho
resulta igualmente reconocido en el artículo 8, inciso 2), literal “h” de la Convención Americana de
Derechos Humanos; más aún, garantiza a toda persona el derecho de recurrir a una instancia
superior por un fallo que le sea adverso.

3. En el caso de autos, al declarar la Sala Penal Superior improcedente el beneficio de


exención de pena solicitado por el beneficiario, y formulada la impugnación contra esta
denegatoria mediante recurso de nulidad por recurrirse ante la Corte Suprema, esta articulación
constituye una apelación, por cuanto este Supremo Colegiado constituiría segunda instancia.

4. Asimismo, en nuestro ordenamiento legal, el Código de Procedimientos Penales, en su


artículo 292, inciso cuarto, dispone que procede el recurso de nulidad contra los autos o
resoluciones que pongan fin al procedimiento o a la instancia; naturaleza jurídica a la que puede
equipararse la resolución que declaró improcedente el beneficio de exención de pena solicitado es
preciso advertir por el beneficiario. Tan así es que, con fecha nueve de abril de dos mil uno, se le
concedió el recurso de nulidad.

5. También es preciso advertir que, en aplicación del artículo 33 de la Ley Nº 25398, se


debe tener en consideración, supletoriamente, lo dispuesto por el artículo 365 del Código Procesal
Civil, que establece que procede el recurso de apelación contra los autos.

6. Por consiguiente, no obstante que el ordenamiento procesal penal no prevé el recurso


de nulidad contra resoluciones denegatorias como la cuestionada por el promotor de la acción,
por imperativo constitucional debe respetarse el derecho a la pluralidad de instancia, lo que
supone que su reclamación de libertad en aplicación del beneficio de exención de pena debe ser
materia de pronunciamiento en sede penal, no pudiéndole ser otorgada por este Tribunal
Constitucional, como se pretende por medio de esta acción.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, en uso de las atribuciones que le


confieren la Constitución Política del Estado y su Ley Orgánica,

FALLA

REVOCANDO la recurrida, que, confirmando la apelada, declaró improcedente la acción de


hábeas corpus; y, reformándola, la declara FUNDADA; en consecuencia, declara NULA la
resolución de la Sala Penal Permanente de la Corte Suprema de Justicia de la República, de fecha
once de diciembre de dos mil uno, que declaró insubsistente el concesorio e improcedente el
recurso de nulidad interpuesto por el beneficiario con Clave TA-011105000022, debiendo
pronunciarse sobre el fondo del petitorio. Dispone la notificación a las partes, su publicación en el
Diario Oficial El Peruano y la devolución de los actuados.

SS. REY TERRY; REVOREDO MARSANO;


ALVA ORLANDINI; BARDELLI LARTIRIGOYEN;
GONZALES OJEDA; GARCÍA TOMA;

DESVIACIÓN DE LA JURISDICCIÓN DETERMINADA POR LEY:


Nulidad de proceso penal seguido contra ciudadana civil ante la Justicia Militar, por
habérsele desviado de jurisdicción determinada por ley.

Publicado: 23.11.2002

Expediente Nº 1011-2002-HC/TC
Lima
Elena Albertina Iparraguirre Revoredo

Sentencia del Tribunal Constitucional

En Lima, a los veinte días del mes de junio de dos mil dos, reunido el Tribunal
Constitucional en sesión de Pleno Jurisdiccional, con asistencia de los señores Magistrados Aguirre
Roca, Presidente; Rey Terry, Vicepresidente, Revoredo Marsano, Alva Orlandini, Bardelli
Lartirigoyen, Gonzales Ojeda y García Toma, pronuncia la siguiente sentencia.

ASUNTO

Recurso extraordinario interpuesto por don Luis Ramón Landaure a favor de doña Elena
Albertina Iparraguirre Revoredo, contra la sentencia de la Primera Sala Penal Corporativa para
Procesos Ordinarios con Reos Libres de la Corte Superior de Justicia de Lima, de fojas cincuenta y
ocho, su fecha cuatro de abril de dos mil dos, que declaró improcedente la acción de hábeas
corpus de autos.

ANTECEDENTES

La presente acción de garantía ha sido interpuesta a favor de doña Elena Albertina


Iparraguirre Revoredo contra el fuero militar y el Estado. Se sostiene en la demanda que la
beneficiaria, en su condición de ciudadana civil, debe ser procesada en el fuero común y que, por
tanto, corresponde declarar nulo y sin efecto el proceso penal que se le siguiera en el fuero
privativo militar por la comisión del delito de Traición a la Patria (Ley Nº 25659 del 13.08.92) y que
concluyó con sentencia de cadena perpetua, ratificada por el Consejo Supremo de Justicia Militar,
que esta acción impugna, estimando que la misma, así como el respectivo proceso, violentan la
Constitución Política de 1979 y la Convención Americana de Derechos Humanos.

Realizada la investigación sumaria, el Secretario General del Consejo Supremo de Justicia


Militar, Capitán de Navío AP Julio Pacheco Gaige, declaró, en su defensa, que la causa cuestionada
por la beneficiaria ha sido debidamente tramitada por la justicia militar dentro del debido proceso
y de conformidad con la normatividad vigente al momento del juzgamiento.

El Tercer Juzgado Penal de Lima, a fojas veintinueve, con fecha trece de febrero de dos mil
dos, emitió sentencia de “improcedencia”, estimando que las acciones de hábeas corpus no
pueden ejercerse contra procesos regularmente tramitados, ni pretender enervar el cumplimiento
de resoluciones o sentencias firmes, emanadas de procesos que tienen aquella condición.

La recurrida confirma la apelada considerando que si bien el artículo 6 de la Ley Nº 23506


posibilita interponer acción de hábeas corpus contra resolución judicial dictada en un proceso
irregular, la autoridad de cosa juzgada no puede ser afectada a través de dicha acción de
salvaguarda constitucional, máxime, si conforme a nuestro ordenamiento legal, la beneficiaria
puede solicitar la nulidad de los actuados a través del proceso que corresponda (sic).

FUNDAMENTOS

1. El Tribunal Constitucional advierte que cuando se sentenció a la recurrente a cadena


perpetua por el delito de Traición a la Patria, con fecha trece de octubre de mil novecientos
noventa y dos, se encontraba vigente la Constitución de 1979, cuyo artículo 282 señalaba que “Los
miembros de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional, en los casos de delitos de función, están
sometidos al fuero respectivo y al Código de Justicia Militar, cuyas disposiciones no son aplicables
a los civiles, salvo lo dispuesto en el artículo 235”. El artículo 235 establecía que se prohibía la
pena de muerte, salvo por traición a la patria, en caso de guerra exterior. De esta forma, el ámbito
de la competencia de la justicia militar se encontraba reservado sólo para el juzgamiento de
militares en caso de delitos de función y, excepcionalmente, para los civiles, siempre que se
tratase del delito de Traición a la Patria, cometido en caso de guerra exterior.

2. En el presente caso, si bien la denuncia fue por traición a la patria, debe analizarse si
dicha traición ocurrió durante un estado de guerra exterior. Sobre el particular, podemos señalar
que “guerra” se define como un conflicto armado entre dos o más naciones; es decir, es una lucha
armada entre Estados. Asimismo, es necesario resaltar que, según la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, “el delito de Traición a la Patria debe ser clasificado dentro de los delitos
contra la seguridad exterior de la Nación, en los cuales se atenta contra la soberanía, la
independencia, la seguridad o el honor de la Nación [...] en beneficio de una potencia extranjera”;
situación que no se da en el presente caso, pues era un hecho notorio que en la época en que
acontecieron los hechos sub litis, la atribución constitucional de declarar la guerra con
autorización del Congreso, prevista en el artículo 118, inciso 16), de la Carta Política de 1993 y
artículo 211, inciso 19), de la Constitución precedente, no había sido ejercida por el Primer
Mandatario.

3. En el artículo 2, inciso 20), literal “l” de la Constitución de 1979 se declara que ninguna
persona puede ser desviada de la jurisdicción predeterminada por la ley, ni sometida a
procedimientos distintos de los previamente establecidos, ni juzgada por tribunales de excepción;
es decir, se reconoce el derecho al juez natural, al igual que en el inciso 3) del artículo 139 de la
Constitución de 1993, que señala que toda persona tiene derecho al juez natural, por lo cual
“ninguna persona puede ser desviada de la jurisdicción predeterminada por la ley, ni sometida a
procedimientos distintos de los previamente establecidos”. Asimismo, dicho derecho es
garantizado por el artículo 8.1 de la Convención Americana de Derechos Humanos, que señala que
toda persona tiene derecho “a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable,
por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la
ley, en la sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella, o para la
determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro
carácter.”

4. De conformidad con la Cuarta Disposición Final y Transitoria de la Constitución de 1993,


los derechos y libertades reconocidos en ella deben interpretarse de conformidad con los tratados
internacionales en materia de derechos humanos suscritos por el Estado Peruano, y por ende, de
acuerdo con la interpretación que de ellos hayan realizado los órganos jurisdiccionales
supranacionales. En casos similares al alegado en autos, la Corte Interamericana de Derechos
Humanos ha señalado que “toda persona sujeta a un juicio de cualquier naturaleza ante un órgano
del Estado, deberá contar con la garantía de que dicho órgano sea competente, independiente e
imparcial”. El derecho a un juez competente garantiza que ninguna persona pueda ser
válidamente juzgada por quién no lo es.

5. De lo anteriormente expresado no se deduce que este Tribunal tenga que disponer la


libertad de la recurrente, cuestión que, además, no ha sido planteada en el petitorio, sino más
bien y así lo dispone este Tribunal, que la recurrente deba ser puesta inmediatamente a
disposición ante el Juez competente en el fuero común.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional en uso de las atribuciones que le


confieren la Constitución Política del Estado y su Ley Orgánica,

FALLA

REVOCANDO la recurrida, que, confirmando la apelada, declaró improcedente la acción de


hábeas corpus y, reformándola, la declara FUNDADA, en consecuencia, nulo el proceso penal
seguido a la recurrente ante la justicia militar. Ordena que el Consejo Supremo de Justicia Militar
remita dentro del término de cuarenta y ocho horas los autos al representante del Ministerio
Público y, conforme al fundamento quinto de esta sentencia, para que disponga de inmediato lo
más conveniente de acuerdo con sus atribuciones y conforme a la ley. Dispone la notificación a las
partes, su publicación en el Diario Oficial El Peruano y la devolución de los actuados.

SS. AGUIRRE ROCA; REY TERRY;


REVOREDO MARSANO; ALVA ORLANDINI;
BARDELLI LARTIRIGOYEN;
GONZALES OJEDA; GARCÍA TOMA

REHABILITACIÓN:
La rehabilitación del sentenciado opera sin mediar trámite alguno. La interposición del
recurso de nulidad no impide que se cumpla la sentencia condenatoria.

Publicado: 28-11-2002

Expediente Nº 2455-2002-HC/TC
Piura
José Aguilar Santiesteban
Sentencia del Tribunal Constitucional

En Lima, a los once días del mes de noviembre de 2002, reunido el Tribunal Constitucional
en sesión de Sala, con asistencia de los señores Magistrados Revoredo Marsano, Presidenta;
García Toma, y Gonzales Ojeda pronuncia la siguiente sentencia.

ASUNTO

Recurso extraordinario interpuesto por José Eugenio Aguilar Santiesteban, contra la


sentencia expedida por la Segunda Sala Penal de la Corte Superior de Justicia de Piura, de fojas
novecientos cincuenta y siete a novecientos sesenta, su fecha 10 de octubre de 2002, que declaró
improcedente la acción de hábeas corpus de autos.

ANTECEDENTES

El recurrente, con fecha 23 de setiembre de 2002, interpone Hábeas Corpus contra José
Eduardo Díaz Campos, Luis Alberto Cevallos Vegas y José María Gómez Tavares integrantes de la
Primera Sala Penal de la Corte Superior de Justicia de Piura; Victor Celso La Madrid Amaya, Juez
del 5 Juzgado Especializado en lo Penal de dicha Corte Superior y el Procurador Público encargado
de los asuntos judiciales del Poder Judicial, con el objeto que cese la violación contra su derecho a
la libertad y a la participación en la vida política del país. Afirma que por sentencia expedida con
fecha 22 de diciembre de 1999 por la Primera Sala Penal de la Corte Superior de Justicia de Piura
fue condenado por la comisión del delito de concusión -exacciones ilegales en agravio del Estado,
a un año de pena privativa de la libertad, cuya ejecución quedó suspendida por el mismo período
de prueba, sujeto de determinadas reglas de conducta; así mismo se le impuso, como pena
accesoria a la principal la inhabilitación; contra dicha sentencia, el recurrente interpuso el medio
impugnatorio de recurso de nulidad; siendo el caso que con fecha 31 de enero de 2002, la Sala
Penal Permanente de la Corte Suprema de Justicia de la República declaró No Haber Nulidad en la
recurrida y la confirmó en todos su extremos; con fecha 29 de abril de 2002 el accionante solicitó
su rehabilitación, toda vez que había cumplido la pena impuesta, en aplicación de lo dispuesto por
los artículos 293 y 330 del Código de Procedimientos Penales; dicha solicitud fue declarada
improcedente por la Primera Sala Penal de la Corte Superior de Justicia de Piura, argumentando
que la pena debía computarse desde el momento en que el 5 Juzgado Especializado en lo Penal de
Piura le ordenó cumplir con las reglas de conducta por disposición de lo señalado en la Ejecutoria
Suprema, vale decir desde el 16 de julio de 2002; frente a lo resuelto interpuso recurso de nulidad,
el mismo que fue declarado improcedente al igual que el recurso de queja que presentó por
denegatoria de recurso de nulidad afectando ello su libertad individual.

El Séptimo Juzgado Especializado en lo Penal de la Corte Superior de Justicia de Piura,


mediante sentencia de fecha 24 de setiembre de 2002, declaró improcedente la demanda, por
considerar que en el desarrollo de la tramitación del pedido de rehabilitación del recurrente se ha
respetado el debido proceso que involucra el derecho a defensa, las resoluciones que se han
expedido con ocasión de este pedido se encuentran enmarcadas dentro de la normatividad
jurídico procesal, no siendo aplicable lo dispuesto por los artículos 293 y 330 del Código de
Procedimientos Penales ya que la sentencia de vista por la que se le condenó al accionante, al
haber sido impugnada no surtía sus efectos jurídicos toda vez que se encontraba en suspenso
hasta que resuelva la Corte Suprema, consecuentemente no se ha vulnerado la libertad individual
del actor ni trasgredido algún otro derecho constitucional del mismo.
La recurrida confirmando la apelada declaró improcedente la demanda, por considerar
que en la suspensión de la condena, la pena no se ejecuta mientras la sentencia no quede firme o
ejecutoriada, el recurrente no dio cumplimiento a lo previsto en el artículo 58 del Código Penal
que establece que el control de reglas de conducta debe hacerse con el expediente a la vista, toda
vez que ante la interposición del recurso de nulidad, el juez carecía de competencia y no tenía en
su poder el expediente antes referido, que el pedido de rehabilitación necesita de una declaración
judicial previa comprobación que se ha cumplido con la pena, lo que no ha ocurrido en el presente
caso, que la condena en consecuencia, recién se hace efectiva a partir del cúmplase con lo
ejecutoriado, por lo expuesto, no se ha violado ni amenazado ningún derecho constitucional ni se
le ha obligado a cumplir doble pena al actor.

FUNDAMENTOS

1. Este Tribunal Constitucional considera que la presente acción debe tramitarse


preferentemente, no sólo por la propia naturaleza de la misma, cual es proteger la libertad, sino
por que además, conforme a lo expuesto por el propio Defensor del Pueblo en el “amicus curiae”
que ha presentado ante esta instancia, se trata de un asunto de interés público prioritario toda vez
que el recurrente pretende presentarse como candidato a las próximas Elecciones debe respetarse
la voluntad popular de los electores y el interés de los dieciocho mil ciudadanos que han
interpuesto el mencionado recurso. Además según Acuerdo del Pleno Administrativo de este
colegiado, los asuntos de interés público deben verse prioritariamente.

2. El hábeas corpus, históricamente, surge como remedio frente a una detención; sin
embargo, la doctrina reconoce el denominado “hábeas corpus restringido”, también llamado
accesorio o limitado, siendo una modalidad del hábeas corpus reparador, que tiene por finalidad
según Néstor Pedro Sagues, “...evitar perturbaciones o molestias menores a la libertad individual
que no configuren una detención o prisión.”

3. En el caso de autos ocurre que el recurrente fue sentenciado por la comisión de delito
de concusión -exacciones ilegales- en agravio del Estado imponiéndole la Primera Sala Penal de la
Corte Superior de Justicia de Piura la pena privativa de la libertad de un año, cuya ejecución quedó
suspendida por el mismo período, debiendo cumplir con determinadas reglas de conducta y como
pena accesoria, la inhabilitación por igual período que la condena conforme consta de fojas
ochocientos setenta y cuatro.

Frente a esta sentencia, el recurrente interpuso Recurso de Nulidad, resuelto mediante


Ejecutoria Suprema de fojas ochocientos setenta y cinco a ochocientos setenta y siete que declaró
No Haber Nulidad en la sentencia recurrida.

4. El actor, mediante escrito de fojas novecientos tres, solicitó ante la Primera Sala Penal
de la Corte Superior de Justicia de Piura su rehabilitación, de conformidad con lo dispuesto por el
artículo 69 del Código Penal, no estando obligado a hacerlo, toda vez que el artículo antes
señalado menciona que el sentenciado que ha cumplido con su pena queda rehabilitado “sin mas
trámite”, por lo que la Sala, al haber admitido su pedido sin existir un procedimiento
preestablecido convirtió al proceso en irregular, contraviniendo lo consagrado en el inciso 3 del
artículo 139 de la Constitución del Estado.
La Primera Sala Penal de la Corte Superior de Justicia de Piura resuelve declarar
improcedente el pedido de rehabilitación, argumentando que el cómputo del plazo para acreditar
el cumplimiento de la condena sólo debe contarse a partir del requerimiento efectuado por el
Quinto Juzgado Especializado en lo Penal de Piura con fecha 16 de julio de 2002, de acuerdo a lo
resuelto por la Corte Suprema, conforme consta de fojas novecientos cuatro.

La resolución cuestionada resulta arbitraria e ilegal ya que el pedido de rehabilitación no


era necesario y de otro lado resuelve contra el texto expreso y claro de la ley, toda vez que
conforme expresamente lo dispone el artículo 293 del Código de Procedimientos Penales
concordante con el artículo 330 del acotado, la interposición del recurso de nulidad no impide que
se cumpla con la sentencia condenatoria.

5. Conforme aparece de fojas ochocientos ochenta y ocho a novecientos dos, el recurrente


- a la fecha de interposición de su pedido de rehabilitación -había cumplido en exceso el plazo de
la condena y las reglas de conducta., por lo que desde el momento de su última firma en el
respectivo cuaderno del Juzgado estaba apto para el ejercicio de su derechos suspendidos.

En el presente caso, existe restricción de la libertad personal del recurrente y a su derecho


a la participación en la vida política protegidos por el inciso 24 literal b) e inciso 16 del artículo 2 de
la Constitución Política y artículos 7 inciso 1) y 23 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos.

La voluntad libre puede entenderse como el pleno albedrío y la posibilidad de proceder


según la propia determinación. Consiste en la capacidad de poder disponer de sí mismo. En el caso
de autos, la expresión de albedrío del recurrente se ve limitada ilegalmente, y en consecuencia se
afecta su autodeterminación en diversas facetas de su actuación coexistencial, por lo que esta
acción resulta estimatoria.

Por estos considerandos, el Tribunal Constitucional, en uso de las atribuciones que le


confiere la Constitución Política del Estado y su Ley Orgánica.

FALLA:

REVOCANDO la recurrida, que, confirmando la apelada declaró improcedente la demanda;


y, reformándola declara FUNDADA la acción de hábeas corpus y en consecuencia nulas y sin efecto
para José Eugenio Aguilar Santiesteban la resolución de fecha 29 de mayo de 2002 por la que se
declaró improcedente su pedido de rehabilitación, la resolución de fecha 12 de junio de 2002, por
la que se declaró improcedente el recurso de nulidad interpuesto, la resolución de fecha 25 de
junio de 2002 por la que se declaró improcedente su recurso de queja y resolución de fecha 16 de
julio de 2002 expedida por el Quinto Juzgado Especializado en lo Penal de Piura, por la que se le
requiere el cumplimiento de las reglas de conducta en cumplimiento de lo resuelto por la Corte
Suprema. Dispone la notificación a las partes, su publicación en el Diario Oficial El Peruano y la
devolución de los actuados.

SS. REVOREDO MARSANO; GARCÍA TOMA;


GONZALES OJEDA
MOTIVACIÓN INSUFICIENTE DE RESOLUCIÓN.
La motivación insuficiente y no razonada de la resolución ocasiona se deje sin efecto el
mandato de detención.

Publicado: 10-12-2002

Expediente Nº 1260-2002-HC/TC
Huánuco
Amadeo Domínguez Tello

Sentencia del Tribunal Constitucional

En Lima, a los 9 días del mes de julio de 2002, reunido el Tribunal Constitucional en sesión
de Pleno Jurisdiccional, con asistencia de los señores Magistrados Rey Terry, Vicepresidente;
Revoredo Marsano, Alva Orlandini, Bardelli Lartirigoyen, Gonzales Ojeda y García Toma, pronuncia
la siguiente sentencia.

ASUNTO

Recurso extraordinario interpuesto por don Amadeo Domínguez Tello y otros contra la
sentencia expedida por la Segunda Sala Penal de la Corte Superior de Justicia de Huánuco-Pasco,
de fojas 100, su fecha 18 de diciembre de 2001, que declaró infundada la acción de hábeas corpus
de autos.

ANTECEDENTES

Amadeo Domínguez Tello, Ciro Clufe Domínguez Estela, Segundina Santiago Hidalgo,
Paulina Ramírez Santiago y Aurelia Domínguez Estela, con fecha 5 de diciembre de 2001,
interponen acción de hábeas corpus contra Laura Lidia Gallegos López, Jueza del Tercer Juzgado en
lo Penal de Huánuco, por considerar que se han lesionado sus derechos constitucionales a la
libertad individual y a la presunción de inocencia.

Los recurrentes sostienen que la emplazada ha ordenado mandato de detención contra


ellos en el proceso penal que se les sigue por la presunta comisión del delito de robo agravado en
agravio de Eustaquio Santiago Tello, en un procedimiento que juzgan de irregular, pues jamás
fueron notificados ni existen suficientes elementos de prueba que los incrimine por los delitos
juzgados. Precisamente por ello, inicialmente, la denuncia penal fue archivada por el juez
encargado de la causa en aquel entonces.

Admitida la demanda y realizada la investigación sumaria, el Juez del Primer Juzgado de


Huánuco constató la detención de los accionantes y procedió a tomar sus declaraciones,
ratificándose en la presente acción. Asimismo, la Jueza accionada manifestó que los accionantes se
encuentran detenidos por mandato judicial dictado en el auto apertorio de instrucción del proceso
penal que se les sigue por el delito de robo agravado.

El Primer Juzgado Penal de Huánuco, a fojas 72, con fecha 6 de diciembre de 2001, declaró
infundada la demanda, por considerar que a los accionantes se les abrió instrucción por el delito
de robo agravado y hurto agravado, dictándose mandato de detención y que no se advierte que se
haya incurrido en irregularidad alguna. Asimismo, los procesados han hecho uso de los recursos
impugnativos que le faculta la ley, siendo de aplicación al presente caso el artículo 6, inciso 2), de
la Ley Nº 23506.

La recurrida confirmó la apelada, por considerar que no proceden las acciones de garantía
contra resoluciones judiciales o arbitrales emanadas de un procedimiento regular.

FUNDAMENTOS

1. Tanto la apelada como la recurrida, mediante el recurso extraordinario, han sostenido


uniformemente que no procede, en el presente caso, la acción de hábeas corpus pues la detención
dispuesta contra los recurrentes emana de un procedimiento regular.

No obstante ello, de la revisión de ambas resoluciones judiciales no se desprende que se


haya efectuado un análisis jurídico-constitucional en torno a la validez de la aplicación de la prisión
preventiva contra los recurrentes. El Tribunal Constitucional ha sostenido anteriormente, en
criterio que es vinculante para todos los jueces y magistrados de la República, que la causal de
improcedencia de las acciones de garantía contra resoluciones judiciales no se deriva sólo del
hecho de que ésta se haya dispuesto dentro de un proceso judicial o acaso por un juez
competente sino que, es consecuencia de que ésta se haya expedido con respeto de todas las
garantías que comprende el derecho al debido proceso y, tratándose de la prisión preventiva, de
que ésta haya sido dispuesta con respeto de los principios de excepcionalidad, proporcionalidad,
razonabilidad y subsidiaridad.

2. Aunque en la demanda, la cuestión de la irregularidad de la prisión preventiva se haya


planteado alegándose la no responsabilidad de los delitos por los cuales se juzga a los recurrentes,
este Tribunal Constitucional debe recordar que, mediante los procesos de la libertad, como el
hábeas corpus, los jueces constitucionales no juzgan ni evalúan las cuestiones que son de
competencia exclusiva de la jurisdicción ordinaria, sino, exclusivamente, si ellas se expidieron con
respeto de los derechos constitucionales procesales.

En el caso de autos, más allá de las consideraciones esgrimidas en torno al fondo de la


controversia del proceso penal, es evidente que lo que se cuestiona no es otra cosa que la
aplicación de la detención judicial preventiva contra los recurrentes. Por ello, en la medida en que
con dicha medida se encuentra comprometida la libertad individual de los recurrentes, este
Tribunal Constitucional ingresará a evaluar las cuestiones de fondo del recurso extraordinario.

Detención judicial preventiva y libertad individual

3. En ese sentido, tal y conforme este Tribunal Constitucional ya ha tenido oportunidad de


advertir en causas sustancialmente análogas, en la medida en que la detención judicial preventiva
se dicta con anterioridad a la sentencia, ésta es, en esencia, una medida cautelar. No se trata de
una sanción punitiva, por lo que la validez de su aplicación a nivel judicial depende de la existencia
de motivos razonables y proporcionales que la justifiquen. A ese respecto, el Tribunal ha
considerado que ella no puede sólo justificarse en la prognosis de la pena que, en caso de
expedirse sentencia condenatoria, se aplicará a la persona que hasta ese momento tiene a
condición de procesada, pues ello supondría invertir el principio de presunción de inocencia por el
de criminalidad.
Sobre el particular, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha sostenido que
“tanto el argumento de seriedad de la infracción como el de severidad de la pena pueden, en
principio, ser tomados en consideración cuando se analiza el riesgo de evasión del detenido. La
comisión considera, sin embargo, que debido a que ambos argumentos se inspiran en criterios de
retribución penal, su utilización para justificar una prolongada prisión previa a la condena produce
el efecto de desvirtuar la finalidad de la medida cautelar, convirtiéndola prácticamente en un
sustituto de la pena privativa de libertad. La proporcionalidad que debe existir entre el interés
general de la sociedad en reprimir el delito y el interés del individuo en que se respeten sus
derechos fundamentales se rompe en perjuicio de este último a quien se le impone un mayor
sacrificio” (Informe Nº 12/96, Argentina, Caso Nº 11.245, párrafo 86).

4. En el presente caso, conforme se desprende de la resolución cuestionada, al dictarse el


mandato de detención contra los recurrentes, la emplazada justificó la validez de su aplicación
considerando, por un lado, y según sus propias expresiones, “que en caso de imponerse una
condena, ésta sería superior a los cuatro años de pena privativa de la libertad [...]”; y, de otro, que
“de los primeros recaudos presentados se puede determinar que existen suficientes elementos
probatorios que vinculan a los inculpados como autores del delito a investigar [...]”.

El Tribunal Constitucional considera que tal justificación de la detención judicial preventiva


es deficiente e insuficiente para justificar constitucionalmente su aplicación, pues, al margen de
que existan o suficientes Mementos de prueba que los incriminen por los delitos por los cuales
vienen siendo juzgados y que la pena será superior a los cuatro años, no se expresa
razonadamente el peligro procesal que comportaría para el éxito del proceso dejar en libertad a
los procesados.

A juicio de este Colegiado, la satisfacción de tal exigencia es consustancial con la eficacia


del derecho a la presunción de inocencia y con el carácter de medida cautelar, y no con la de una
sanción punitiva que tiene la prisión preventiva. Por ello, habiéndose justificado la detención
judicial preventiva únicamente con el argumento de que existirían elementos de prueba que
incriminan a los recurrentes y que la pena aplicable, de ser el caso, sería superior a los cuatro
años, el Tribunal Constitucional considera que la emplazada ha violado el derecho a la presunción
de inocencia y, relacionalmente, la libertad individual de los recurrentes.

5. Asimismo el Tribunal Constitucional estima que, al tratarse la detención judicial


preventiva de una medida excepcional, el principio favor libertatis impone que la detención
judicial preventiva tenga que considerarse como una medida subsidiaria, provisional y
proporcional, esto es, cuyo dictado obedezca a la necesidad de proteger fines constitucionalmente
legítimos que la puedan justificar. El carácter de medida subsidiaria impone que, antes de que se
dicte, el juez deba considerar si idéntico propósito al que se persigue con el dictado de la
detención judicial preventiva se puede alcanzar aplicando otras medidas cautelares no tan
restrictivas de la libertad locomotora de los procesados.

En el caso de autos, conforme se desprende del auto apertorio de instrucción y de lo


expuesto en el fundamento anterior, al dictarse la detención judicial preventiva, el emplazado
tampoco consideró que su establecimiento debía efectuarse de conformidad con el principio de
excepcionalidad de la medida.
6. Como antes se ha sostenido, la detención judicial preventiva además de ser una medida
provisional debe encontrarse acorde con el principio de proporcionalidad. Ello significa que la
detención judicial preventiva se debe dictar y mantener en la medida estrictamente necesaria y
proporcional con los fines que constitucionalmente se persigue con su dictado. De acuerdo con el
artículo 9.3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la restricción de la libertad física
de una persona sometida a un proceso sólo puede deberse a la necesidad de asegurar “la
comparecencia del procesado al acto del juicio, o en cualquier otro momento de las diligencias
procesales y, en su caso, para la ejecución del fallo”.

Por ello, juzga el Tribunal que el principal elemento a considerarse con el dictado de esta
medida cautelar debe ser el peligro procesal que comporte que los procesados ejerzan
plenamente su libertad locomotora, en relación con el interés general de la sociedad para reprimir
conductas consideradas como reprochables jurídicamente. En particular, de que los procesados no
interferirán u obstaculizarán la investigación judicial o evadirán la acción de la justicia. Tales fines
deben ser evaluados en conexión con distintos elementos que, antes y durante el desarrollo del
proceso, puedan presentarse y, en forma significativa, con los valores morales del procesado, su
ocupación, bienes que posee, vínculos familiares y otros que, razonablemente, les impidan
ocultarse o salir del país o sustraerse a una posible sentencia prolongada. La inexistencia de un
indicio razonable en torno a la perturbación de la investigación judicial o a la evasión de la justicia
por parte del procesado, terminan convirtiendo el dictado o el mantenimiento de la detención
judicial preventiva en arbitraria por no encontrarse razonablemente justificada.

En el presente caso, el Tribunal Constitucional considera que no se justifica la detención


judicial arbitraria por el hecho de que el delito por el cual se les instruye a los recurrentes tenga
previsto una pena superior a los 4 cuatro años. Si de lo que se trata es de evitar que en el caso se
produzca una sustracción de la acción de la justicia por parte de los recurrentes (por lo demás, no
expresada en la resolución recurrida y tampoco amparada en razones objetivas y razonables que
permitan prever de manera cierta que ello ocurrirá), para ello el juez penal cuenta con una serie
de medidas previstas en nuestro ordenamiento procesal penal menos aflictivas sobre la libertad
individual de los recurrentes a los cuales puede apelar.

Exigencia de una especial motivación de la resolución judicial que decreta el mandato de


detención judicial preventiva

7. Asimismo, considera el Tribunal Constitucional que, derivado del derecho a que las
resoluciones judiciales sean motivadas, pero con mayor razón aún, de la carga que comporta sobre
la libertad individual el establecimiento de una medida como la detención judicial preventiva, su
establecimiento se encuentra sujeto a una exigencia especial de motivación, pues sólo de esa
manera es posible despejar la ausencia de arbitrariedad en la decisión judicial, a la vez que, con
ello, se permite evaluar si el juez penal ha obrado de conformidad con la naturaleza excepcional,
subsidiaria y proporcional de la detención judicial preventiva.

Dos son, en ese sentido, las características que debe tener la motivación de la detención
judicial preventiva. En primer lugar, tiene que ser “suficiente”, esto es, debe expresar, por sí
misma, las condiciones de hecho y de derecho que sirven para dictarla o mantenerla. En segundo
término, debe ser “razonada”, en el sentido de que en ella se observe la ponderación judicial en
torno a la concurrencia de todos los aspectos que justifican la adopción de la medida cautelar,
pues, de otra forma, no podría evaluarse si es arbitraria por injustificada.
Por ello, de conformidad con el artículo 135 del Código Procesal Penal, modificado por la
Ley Nº 27226, es preciso que se haga referencia y tomen en consideración, juntamente con las
características y la gravedad del delito imputado y de la pena que se podrá imponer, las
circunstancias concretas del caso y las personales del imputado.

En el caso de autos, la resolución en virtud de la cual se decreta el mandato de detención


contra los recurrentes ni es suficiente ni razonada, toda vez que no expresa puntualmente las
razones constitucionalmente adecuadas que llevaron a decretarla.

8. Finalmente, al margen de lo que ya se ha expuesto, es de hacer notar que uno de los


integrantes de la Sala Penal que ordenó se amplíe la instrucción penal por el delito de hurto
agravado contra los recurrentes, el vocal Zafra Guerra, pese a haber tenido participación en el
proceso penal donde se originó la lesión de los derechos constitucionales alegados, con
posterioridad, al resolverse esta acción de garantía, nuevamente participó integrando esta vez la
Segunda Sala Penal de la Corte Superior de Justicia de Huánuco-Pasco, que resolvió precisamente
el hábeas corpus promovido por los recurrentes. Por esto, teniendo en consideración la grave
irregularidad que supone este comportamiento, para su caso, es de aplicación el artículo 11 de la
Ley Nº 23506.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, en uso de las atribuciones que le


confieren la Constitución Política del Estado y su Ley Orgánica,

FALLA

REVOCANDO la recurrida, que, confirmando la apelada, declaró infundada la demanda; y,


reformándola, la declara FUNDADA y, en consecuencia, deja sin efecto el mandato de detención
dictado en contra de los recurrentes, debiéndose disponer su inmediata excarcelación, sin
perjuicio de que el juez penal tome las medidas procesales pertinentes para asegurar su presencia
en el proceso. Ordena que se cursen las copias correspondientes al Ministerio Público a fin de que
este órgano proceda conforme se señala en el artículo 11 de la Ley Nº 23506 en relación con el
Vocal de la Segunda Sala Penal de la Corte Superior de Huánuco-Pasco, doctor Zafra Guerra.
Dispone la notificación a las partes, su publicación en el Diario Oficial El Peruano y la devolución de
los actuados.

SS. REY TERRY; REVOREDO MARSANO;


ALVA ORLANDINI; BARDELLI LARTIRIGOYEN;
GONZALES OJEDA; GARCÍA TOMA

LA ADECUACIÓN DE LA PENA CONLLEVA A LA ADECUACIÓN DEL TIPO PENAL


La adecuación del quántum de la pena implica la adecuación del tipo penal en virtud del
"principio de prohibición de reforma en peor", así la adecuación de la sentencia de la Sala Penal
Especializada en Delito de TID que incrementó la pena privativa de libertad al aplicarse el tipo
penal establecido en el inciso 7) del Artículo 297 del Código Penal respecto del cual no se había
sido acusado ni sentenciado, debió asimismo incluir la adecuación al tipo penal del Artículo 296 del
Código Penal por el que si fue sentenciado, en consecuencia es procedente resolver la solicitud del
beneficio de semilibertad.

Publicado: 10-12-2002
Expediente Nº 1423-2002-HC/TC
Lima
Sacha Fonzo

Sentencia del Tribunal Constitucional

En Lima, a los nueve días del mes de julio de dos mil dos, reunido el Tribunal
Constitucional en sesión de Pleno Jurisdiccional, con asistencia de los señores Magistrados Rey
Terry, Vicepresidente; Revoredo Marsano, Alva Orlandini, Bardelli Lartirigoyen, Gonzales Ojeda y
García Toma, pronuncia la siguiente sentencia.

ASUNTO

Recurso extraordinario interpuesto por don Willy Quintanilla Legua, a favor de Sacha
Fonzo, contra la sentencia de la Segunda Sala Penal Corporativa para Procesos Ordinarios con Reos
Libres de la Corte Superior de Justicia de Lima, de fojas doscientos diecinueve, su fecha dos de
mayo de dos mil dos, que declaró improcedente la acción de hábeas corpus de autos.

ANTECEDENTES

El recurrente interpone acción de hábeas corpus contra los doctores Enrique Agreda
Villavicencio y Rafael Enrique Menacho Vega, vocales integrantes de la Primera Sala Penal de la
Corte Superior de Justicia del Callao, pues considera que se ha violado el derecho a la libertad
individual del beneficiario Sacha Fonzo al expedirse el auto de fecha veintiocho de febrero de dos
mil dos, que confirmó la resolución del Quinto Juzgado Penal del Callao, de fecha veinticuatro de
enero del mismo año, que declaró improcedente su pedido de beneficio de semilibertad. Alega
que los demandados han interpretado erróneamente la resolución dictada por la Primera Sala
Penal de la Corte Superior de Justicia del Callao, de fecha siete de diciembre de dos mil uno, por la
que se le adecuó la pena, en la cual se aplicó el artículo 300 del Código de Procedimientos Penales,
por cuanto se considera que la adecuación sólo se realiza respecto al quántum de la pena y no
respecto del tipo penal; en consecuencia, los magistrados han insistido en hacer uso del principio
reformatio in peius sin observar que no resulta coherente adecuar al quántum de la pena sin que
se haga lo propio con el tipo penal, el mismo que debe entenderse al referido en el artículo 296
del Código Penal, que sirvió de sustento de la acusación y de la sentencia de primera instancia.

Realizada la investigación sumaria, el accionante rinde su declaración ratificando todos los


términos de la demanda. En cuanto a las declaraciones indagatorias de los magistrados
demandados, se constata de autos que, a pesar del reiterado intento del juez por recabarlas, esto
no fue posible por encontrarse los jueces emplazados de vacaciones.

El Vigésimo Quinto Juzgado Penal de Lima, con fecha diez de abril de dos mil dos, declaró
improcedente la demanda en aplicación del artículo 6, inciso 2), de la Ley Nº 23506, por considerar
qué el juez que conoce del proceso tiene la facultad discrecional de decidir respecto a la
procedencia o improcedencia del pedido de semilibertad, y porque el recurso de apelación
garantiza la pluralidad de instancias, por lo que la resolución que se impugna no se puede
considerar como atentado contra la libertad individual del beneficiario, más aún cuando la
resolución de adecuación solicitada por el interno Sacha Fonzo sólo se refiere a la pena mas no al
tipo penal; por consiguiente, no se observa que el proceso haya sido irregular.
La recurrida confirmó la apelada, por los mismos fundamentos.

FUNDAMENTOS

1. Para entender la situación procesal que motiva la demanda de autos, es necesario tener
presente las etapas sucesivas por las que ha pasado el problema pendiente de decisión por parte
de este Tribunal, esto es: a) la sentencia de la Sala Penal Especializada en Delito de Tráfico Ilícito
de Drogas de la Corte Suprema de Justicia de la República, de fecha primero de junio de mil
novecientos noventa y nueve, que resuelve el recurso de nulidad interpuesto por el interno Sacha
Fonzo, y lo condena incrementándole la pena privativa de la libertad, al aplicarle el tipo penal
establecido en el inciso 7) del artículo 297 del Código Penal, respecto del cual no había sido
acusado ni denunciado; b) la solicitud de adecuación de la pena de conformidad con la Ley Nº
27454; c) la resolución de la Primera Sala Penal de la Corte Superior de Justicia del Callao, de fecha
siete de diciembre de dos mil uno, que adecuó el quántum de la pena, pero no el tipo penal; d) la
solicitud de otorgamiento del beneficio penitenciario de semilibertad, formulada ante el Quinto
Juzgado Penal del Callao; e) la resolución de fecha veinticuatro de enero de dos mil dos, que
declara improcedente el pedido de semilibertad, basada en que, al adecuarse el quántum de la
pena, no se adecuó el tipo penal, subsistiendo, consecuentemente, el tipo penal aplicado en la
sentencia de la Sala Penal Especializada en Delito de Tráfico Ilícito de Drogas de la Corte Suprema
de Justicia de la República; esto es, un tipo penal respecto del cual no proceden los beneficios
penitenciarios; f) el recurso de apelación interpuesto contra la denegatoria del pedido de
semilibertad; g) la resolución de la Primera Sala Penal de la Corte Superior de Justicia del Callao, de
fecha veintiocho de febrero de dos mil dos, que confirma la resolución del Juzgado por los mismos
fundamentos. Cabe agregar que el recurrente interpuso recurso de nulidad contra la cuestionada
resolución, impugnación que fue rechazada por la Sala Penal emplazada y contra la cual se
interpuso el recurso de queja previsto en el último párrafo del artículo 292 del Código de
Procedimientos Penales, sin que en autos se aprecie indicación de su estado al momento de
emitirse la presente sentencia. Sin embargo, por economía procesal y en atención a que el recurso
de queja planteado es opcional, y que resulta evidente la vulneración de los derechos alegados, el
Tribunal considera que la vía del hábeas corpus se encuentra habilitada.

2. A juicio del Tribunal, los Vocales demandados integrantes de la Primera Sala Penal de la
Corte Superior de Justicia del Callao, al aplicar la Ley Nº 27454, debieron incluir en la adecuación
de la pena no sólo el quántum, sino también la calificación penal del delito comprendido en la
sentencia respectiva de fecha dos de diciembre de mil novecientos noventa y nueve, que condenó
al beneficiario por el delito descrito en el artículo 296 del Código Penal.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, en uso de las atribuciones que le


confieren la Constitución Política del Estado y su Ley Orgánica,

FALLA

REVOCANDO la recurrida, que, confirmando la apelada, declaró improcedente la


demanda; y, reformándola, la declara FUNDADA; en consecuencia, dispone que la Primera Sala
Penal de la Corte Superior de Justicia del Callao emita nueva resolución de adecuación,
comprendiendo en ella no sólo el quántum, sino también el tipo penal respectivo, debiendo la
emplazada resolver la solicitud de beneficio de semilibertad de conformidad con la nueva
resolución que se expida. Dispone la notificación a las partes, su publicación en el Diario Oficial El
Peruano y la devolución de los actuados.

SS. REY TERRY; REVOREDO MARSANO;


ALVA ORLANDINI; BARDELLI LARTIRIGOYEN;
GONZALES OJEDA; GARCÍA TOMA

RESTITUCIÓN DE DERECHOS CIVILES SUSPENDIDOS:


La rehabilitación es automática. El recurso de nulidad no afecta ni interrumpe el
cumplimiento de la pena ni su suspensión.

Publicado: 10-12-2002

Expediente Nº 2263-2002-HC-TC
Arequipa
Luis Cáceres Velásquez

Sentencia del Tribunal Constitucional

En Lima, a los 22 días del mes de octubre de 2002, el Tribunal Constitucional, reunido en
sesión de Pleno Jurisdiccional, con la asistencia de los señores Magistrados: Rey Terry, Presidente;
Revoredo Marsano, Vicepresidente; Aguirre Roca; Alva Orlandini; Bardelli Lartirigoyen y García
Toma, pronuncia la siguiente sentencia:

ASUNTO

Recurso extraordinario interpuesto por don Luís Cáceres Velásquez, contra la resolución
de la Tercera Sala Penal de la Corte Superior de Justicia de Arequipa, de fecha 19 de setiembre de
2002, que revocando la apelada del 09 de setiembre 2002, declaró improcedente la acción de
hábeas corpus de autos.

ANTECEDENTES

El 06 de setiembre de 2002, don Luís Cáceres Velásquez, interpone demanda de acción de


hábeas corpus (fojas 01), en contra de la Jueza del Cuarto Juzgado Especializado Penal, doña Gaby
Pantigoso Meza, por la supuesta afectación de sus derechos a la libertad individual, al no tener por
cumplida la ejecución de su pena, con lo que existe una omisión a un acto debido, esto es, a su
rehabilitación automática, afectando la restitución de los derechos de los que ha sido privado o
restringido por sentencia que ya ha sido cumplida.

En tal sentido, informa el accionante que: a) Con fecha 01 de febrero de 1999, fue
condenado por la Segunda Sala Penal de la Corte Superior de Justicia de Arequipa, a cuatro años
de pena privativa de libertad, suspendida en su ejecución por el término de tres años, con la
accesoria de inhabilitación por el mismo plazo, razón por la cual, y en mérito a lo dispuesto en el
artículo 61 del Código Penal, tanto la pena principal como la accesoria, vencían el 01 de febrero de
2002; b) Esta sentencia fue objeto de recurso de nulidad ante la Sala Penal Transitoria Suprema, la
que al absolver el grado, el 14 de febrero de 2002, declaró no haber lugar a la recurrida; sin
embargo, tal resolución fue expedida trece días después que la condena ya había sido cumplida,
festinando el trámite y afectando la regularidad del proceso, pues es inconcebible que
encontrándose cumplida una pena impuesta, esta pueda ser objeto de modificación; c) Ello -indica
el accionante-, impide que ejerza sus derecho ciudadanos, sin tomar en cuenta que no puede
considerarse vigente una condena (inhabilitación), que vulnera los efectos y alcances de la
supresión de la pena en virtud a la rehabilitación, la misma que es automática, obligando al
Magistrado declararla de oficio; d) La presente acción ha sido interpuesta, dado que a pesar de
haber sido solicitada su rehabilitación, el órgano jurisdiccional no ha resuelto dicho pedido.

Admitida a trámite la acción de hábeas corpus, el Juez investigador, tomo la declaración de


la Magistrada emplazada (fojas 22), y recabó copia certificada de las piezas más importantes, del
proceso penal ordinario seguido en contra del accionante y otras personas, por la comisión de los
delitos de concusión y otros, en agravio de la Municipalidad Provincial de Arequipa (fojas 24 a 82).

El Quinto Juzgado Especializado en lo Penal de Arequipa (fojas 91), con fecha 09 de


setiembre de 2002, declaró fundada, en parte, la demanda, por considerar que la rehabilitación,
conforme a la definición contenida en el artículo 69 del Código Penal, se declara cuando se ha
cumplido la pena que ha sido impuesta, siendo sus efectos los de restituir a la persona, los
derechos suspendidos o restringidos por la sentencia, y la cancelación de los antecedentes
penales, judiciales y policiales; de otro lado, señala que la jueza emplazada, no incurre en
responsabilidad a título doloso, dado que asumió competencia el 26 de agosto de 2002.

La recurrida (fojas ciento 51) revocó la apelada y, reformándola, la declaró improcedente,


por cuanto, con fecha 09 de setiembre de 2002, dentro del propio proceso penal, se resolvió el
pedido de rehabilitación, con lo que ha cesado la presunta afectación de los derechos invocados,
al haber optado el propio accionante por tramitar su reclamo en la vía judicial ordinaria.

FUNDAMENTOS

1. Está acreditado que el accionante fue condenado a cuatro años de pena privativa de
libertad, con fecha 01 de febrero de 1999, como autor del delito de concusión, en la modalidad de
colusión ilegal, conforme a lo previsto en el artículo 384 del Código Penal, pero con suspensión de
ejecución de la misma por un período de (3) tres años.

Tal resolución, posteriormente, fue confirmada por la Sala Penal Transitoria de la Corte
Suprema de Justicia de la República, con fecha 14 de febrero de 2002, la que declaró no haber
nulidad en la recurrida, en cuanto a la pena impuesta, a la suspensión de la misma y a la pena
accesoria de inhabilitación.

2. La rehabilitación solicitada por el accionante, conforme lo expresa el artículo 69 del


Código Penal, opera automáticamente, esto es, sin más trámite que el puro y simple cumplimiento
de la pena o medida de seguridad impuesta, la duración de la cual, en el caso, coincide con la del
período de suspensión o prueba, es decir con la de tres años, según fluye claramente del texto
inequívoco del artículo 62 del Código Penal; en tal sentido, únicamente cabría determinar si en el
caso materia de análisis, dicho requisito se ha cumplido, o no. Para ello, cabe precisar que el
recurso de nulidad interpuesto por el propio accionante no afecta la ejecución de la misma,
conforme se expone en el artículo 293 del Código de Procedimientos Penales y que, en
consecuencia, sí se ha cumplido.
3. En cuanto a la rehabilitación del accionante, éste puede ejercer los derechos
fundamentales que establece la Constitución Política del Perú, con excepción de los derechos
políticos conforme a la Resolución Legislativa Nº 018-2001-CR, publicada en el Diario Oficial El
Peruano, el 26 de junio de 2002, y que, precisamente por haber sido publicada en el diario oficial,
no puede ser desconocida por este Colegiado, la cual se sustenta en el artículo 100 de la
Constitución Política del Estado, concordante con el artículo 89, inciso j), del Reglamento del
Congreso, que expresamente dispone que la suspensión de los derechos políticos del
demandante, debe durar desde el día siguiente a su publicación, esto es, a partir del 27 de junio
del presente año, hasta que culmine el proceso penal ante la Corte Suprema de Justicia de la
República.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional en uso de las atribuciones que le


confieren la Constitución del Estado y su Ley Orgánica;

FALLA

REVOCANDO la recurrida, que revocando la apelada, declaró improcedente la demanda de


autos; REFORMÁNDOLA, declara FUNDADA, en parte, la acción de hábeas corpus en el extremo
referente a sus derechos civiles. Dispone la incorporación del Fundamento Jurídico Nº 3 al Fallo de
la presente sentencia, su notificación a las partes, su publicación en el Diario Oficial El Peruano, y
la devolución de los actuados.

SS. REY TERRY; REVOREDO MARSANO;


AGUIRRE ROCA; ALVA ORLANDINI;
BARDELLI LARTIRIGOYEN:
GARCÍA TOMA

Se declara Fundada la demanda y se ordena a los demandados abstenerse de todo acto


que obstaculice el acceso de don Víctor Razuri Arrigoni a su vivienda.

Expediente Nº 1727-2002-HC/TC
Lima
Víctor Rázuri Arrigoni y Otro

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En lima, a los 8 días del mes de agosto de 2002, reunido el Tribunal Constitucional en
sesión de Pleno Jurisdiccional, con la asistencia de los señores Magistrados Rey Terry,
Vicepresidente; Revoredo Marsano, Alva Orlandini, Bardelli Lartirigoyen, Gonzales Ojeda y García
Toma, pronuncia la siguiente sentencia.

ASUNTO

Recurso extraordinario interpuesto por don César Armando Daga Rodríguez, abogado de
los demandantes, contra la sentencia de la Primera Sala Penal de la Corte Superior de Justicia de
Lima, de fojas 118, su fecha 4 de junio de 2002, que declaró infundada la acción de hábeas corpus
de autos.
ANTECEDENTES

Con fecha 13 de febrero de 2002 don Víctor Rázuri Arrigoni interpone acción de hábeas
corpus en favor suyo y de don Ragoberto Buchelli Mendoza y la dirige contra don Máximo
Wilfredo Donayre Franco y Ladislao Peck Kopena, por considerar que se han vulnerado sus
derechos constitucionales a la libertad de tránsito. Refiere que su vivienda se encuentra ubicada
en el segundo piso del edificio ubicado en la avenida Petit Thouars Nº 385, Santa Beatriz, Lima, y
que con fecha 4 de febrero de 2002 un grupo de personas, alegando ser administradores, impidió
el libre tránsito por el ingreso común del edificio a los inquilinos que no pagaron sus alquileres,
situación que no es su caso. Tales acciones, por otra parte, fueron dirigidas por la persona de don
Ladislao Peck Kopena, quien indicó ser comunero y que cumplía con la órdenes del dirigente
principal de la Comunidad Industrial Fábrica de Calzado Peruano S.A., don Máximo Wilfredo
Donayre Franco. Precisa, además, que dicho inmueble lo habita desde hace más de 34 años en
compañía de su tío Ragoberto Buchelli Mendoza y su esposa. Señala por último que, denunciados
estos hechos, se constituyó al lugar el señor Fiscal Adjunto de la 34 Fiscalía Provincial Penal de
Lima, levantándose un acta cuya copia obra en la comisaría de Petit Thouars.

Practicadas las diligencias de ley se reciben las declaraciones de los accionantes, quienes
se ratifican en los términos de su escrito de hábeas corpus, agregando que los emplazados han
ingresado al inmueble desalojando a los inquilinos del primer y segundo piso y además han
colocado candado y armellas a la puerta y retirado la escalera que daba al segundo piso, por lo que
han quedado sin acceso a su domicilio. Alegan que poseen un contrato celebrado con la anterior
Junta Directiva, pero que los demandados desconocen el mismo, aduciendo que las personas que
lo suscribieron carecían de representatividad. Finalmente los demandantes desconocen alguna
acción judicial iniciada en su contra respecto del bien en donde habitan.

El Quinto Juzgado Penal de Lima, a fojas 27, con fecha 28 de febrero de 2002, declaró
infundada la demanda. Sin embargo, la Primera Sala Penal Corporativa para Procesos Ordinarios
con Reos Libres, a fojas 58, con fecha 1 de abril de 2002, declaró nula la apelada y ordenó que se
reciban las declaraciones de los emplazados.

Don Máximo Wilfredo Donayre Franco señala que es Presidente de la Comunidad


Industrial Fábrica de Calzado y que es falso que se haya impedido el ingreso a los accionantes,
pues éste es libre para todos los inquilinos y socios de la comunidad, y que han sido emplazados
como consecuencia de haber interpuesto una acción civil sobre obligación de dar suma de dinero.
Por otra parte, el documento que exhiben los accionantes ha sido suscrito por una persona que
hace más de 8 años no ejerce cargo alguno en la comunidad.

El Quinto Juzgado Penal de Lima, con fecha 10 de mayo de 2002, declaró infundada la
demanda, fundamentalmente por considerar que los hechos realizados por los demandados
constituyen actos atentatorios del derecho real de posesión, debiendo los accionantes acudir a la
vía judicial ordinaria. Asimismo argumenta que los accionantes han presentado sobre los mismos
hechos una denuncia ante el Ministerio Público, la misma que debe seguir su trámite.

La recurrida confirmó la apelada por estimar que la reclamación presentada en las


circunstancias señaladas no tiene concordancia con lo establecido en el inciso 9) del artículo 12 de
la Ley Nº 23506.
FUNDAMENTOS

Conforme aparece en el escrito de hábeas corpus interpuesto, el objeto del presente


proceso constitucional se dirige a que se permita a los accionantes transitar libremente por el
ingreso común que tiene el edificio a fin de acceder a su vivienda.

Se hace necesario determinar si, en el caso de autos, se han cumplido las condiciones de
procedibilidad exigidas por la ley. A este respecto considera este Tribunal que en el caso de autos
no cabe invocar la existencia de vías paralelas, pues mientras el proceso penal instaurado por
delito de usurpación (34 Fiscalía Provincial, Ingreso Nº 701-02), tiene por objeto determinar si
existe o no legitimidad por parte de los emplazados de permanecer en el inmueble ubicado en la
avenida Petit Thouars Nº 385, Santa Beatriz, el proceso constitucional interpuesto tiene por
exclusiva finalidad determinar si existe o no transgresión a la libertad de tránsito de los
accionantes. Por otra parte, tampoco y mucho menos puede alegarse que porque los mismos
accionantes interpusieron, en anterior oportunidad, otro proceso de hábeas corpus, con resultado
desestimatorio, esa sola situación impida el ejercicio de un nuevo proceso constitucional, pues
conforme lo establece el artículo 8 de la Ley Nº 23506, la cosa juzgada en materia constitucional
únicamente opera en los casos en los que el resultado haya sido favorable a la parte quejosa, lo
que evidentemente, y como se constata de los autos, no ha ocurrido en el caso señalado. Además,
subsiste la vulneración del derecho de acceder al domicilio.

En autos aparece manifiesta la restricción al ingreso al domicilio que tienen los


accionantes, al no permitírseles circular libremente por el único lugar o vía por donde pueden
ingresar a su vivienda a fin de disfrutar de ella. La restricción de la que vienen siendo objeto no
sólo ha quedado acreditada con la instrumental de fojas 6, sino y sobre todo, con el Acta levantada
con motivo de la diligencia de constatación realizada por la autoridad judicial, obrante de fojas 79
a 80, mediante la cual se deja constancia de la existencia de restricciones en el acceso a la vivienda
de los actores. Por otra parte, aun cuando de los actuados aparece que existe discusión respecto a
la condición regular que como inquilinos tendrían los accionantes, mientras ello no se dilucide
judicialmente los presuntos propietarios no pueden arrogarse el derecho de perturbar la facultad
de libre desplazamiento por la vía común que permite el ingreso a sus domicilios.

Por consiguiente, y habiéndose acreditado transgresión a la inviolabilidad del domicilio, la


misma que comprende el disfrute de éste por su titular, la presente demanda deberá estimarse
como una de amparo y en forma favorable, otorgando al efecto la tutela constitucional
correspondiente.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, en uso de las atribuciones que le


confieren la Constitución Política del Perú y su Ley Orgánica,

FALLA

REVOCANDO la recurrida que, confirmando la apelada, declaró infundada la demanda; y,


reformándola, declara FUNDADA la acción de amparo; en consecuencia, ordena a don Máximo
Wilfredo Donayre Franco y a don Ladisnao Peck Kopena abstenerse de todo acto que obstaculice
el acceso de don Víctor Rázuri Arrigoni y de don Ragoberto Buchelli Mendoza a su vivienda
ubicada en el segundo piso de la avenida Petit Thouars Nº 385, Santa Beatriz. Dispone la
notificación a las partes, su publicación en el diario oficial El Peruano y la devolución de los
actuados.

SS.

REY TERRY
REVOREDO MARSANO
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
GONZALES OJEDA
GARCÍA TOMA

Se declara Fundada la demanda y nula la sentencia expedida por la Sala Penal Transitoria
de la Corte Suprema de Justicia de la República

Expediente Nº 2082-2002-HC/TC
Lima
Martha Luz Guerra Carrasco

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los 30 días del mes de septiembre de 2002, reunido el Tribunal Constitucional,
en sesión de Pleno Jurisdiccional, con asistencia de los señores Magistrados Rey Terry, Presidente;
Revoredo Marsano, Vicepresidenta; Alva Orlandini, Bardelli Lartirigoyen, Gonzales Ojeda y García
Toma, pronuncia la siguiente sentencia.

ASUNTO

Recurso extraordinario interpuesto por doña Martha Luz Guerra Carrasco contra la
sentencia de la Primera Sala Penal Corporativa para Procesos Ordinarios con Reos en Cárcel, de
fojas 281, su fecha 21 de junio de 2002, que declaró improcedente la acción de hábeas corpus de
autos.

ANTECEDENTES

La recurrente, con fecha 6 de mayo de 2002, interpone acción de hábeas corpus contra los
Vocales de la Sala Penal Transitoria de la Corte Suprema de Justicia de la República, Cabala
Rosand, Lecaros Cornejo, Escarza Escarza, Huamaní Llamas y Zegarra Chávez, con el objeto que se
declare nula la sentencia de fecha 15 de enero de 2002, expedida por la Sala Penal Transitoria de
la Corte Suprema de Justicia de la República, en la causa signada con el Nº 4273-2000. Manifiesta
que en el año 1991 se le abrió proceso por la presunta comisión de los delitos de secuestro y
tráfico de menores previstos en los artículos 152 y 153 del Código Penal. Con la acusación por los
mismos delitos se le inició juicio oral hasta en tres oportunidades, proceso que concluyó con la
sentencia de la Segunda Sala Penal Corporativa para Procesos Ordinarios con Reos Libres,
Expediente Nº 1407-97, expedida con fecha 14 de agosto del año 2000, en la que se la condena
como autora del delito de tráfico de menores a 2 años de pena privativa de libertad, y se le
absuelve del cargo de secuestro.
Interpuesto el recurso de nulidad, con fecha quince de enero de dos mil dos, es
sentenciada por la emplazada Sala Penal de la Corte Suprema, por un delito que no fue materia de
acusación fiscal; refiere que si bien se le incriminó por el delito de tráfico de menores previsto en
el primer párrafo del artículo 153 del Código Penal, se le sentenció por la modalidad agravada de
tal delito prevista en el inciso 1) del artículo referido. Manifiesta que el fallo de la Corte Suprema
vulnera el principio de interdicción de la reformatio in peius al haberla condenado por un delito
que no fue objeto de acusación ni juicio, sin poder ejercer su derecho de defensa efectiva ni
efectuar sus descargos respecto de dicha imputación.

Realizada la investigación sumaria, los magistrados emplazados rinden sus declaraciones y


sostienen uniformemente que la resolución materia de cuestionamiento ha sido emitida dentro de
un proceso regular.

El Cuadragésimo Primer Juzgado Penal de Lima, a fojas 221, con fecha 10 de mayo de
2002, declaró improcedente la acción de hábeas corpus al considerar, principalmente, que existe
congruencia entre la acusación fiscal y el fallo dictado por la Sala Penal Transitoria de la Corte
Suprema de Justicia de la República, por lo que se descarta la inobservancia del debido proceso.

La recurrida confirmó la apelada, considerando que los magistrados emplazados no


recondujeron de modo alguno la tipicidad de la conducta incriminada a la accionante, no
habiéndose afectado en forma alguna los derechos constitucionales del debido proceso.

FUNDAMENTOS

Conforme aparece en el escrito de hábeas corpus presentado por doña Martha Luz Guerra
Carrasco, el presente proceso se dirige a que se declare inejecutable la sentencia de la Sala Penal
Transitoria de la Corte Suprema de Justicia de la República, de fecha 15 de enero de 2002, y, en
consecuencia, se disponga su inmediata libertad, por considerar que han sido vulnerados sus
derechos constitucionales.

Respecto al fondo del asunto, cabe señalar que se manifiesta que la cuestionada
resolución lesiona el principio que prohibe la reformatio in peius y el derecho de defensa, puesto
que la Sala Penal Transitoria de la Corte Suprema de Justicia de la República modificó la sentencia
que condenó a la demandante a 2 años de pena privativa de la libertad, aumentándola a 4 años,
basándose en el tipo penal señalado en el inciso 1) del artículo 153 del Código Penal, respecto del
cual no fue acusada y contra lo cual no pudo ejercer su derecho de defensa, pues inicialmente fue
condenada por el ilícito previsto en el artículo 153, segunda parte, del Código Penal.

La Constitución Política del Perú reconoce el derecho de defensa en el inciso 14) del
artículo 139 de su texto. En materia penal, la interposición de un medio impugnatorio permite
determinar la competencia del órgano judicial superior en el sentido de que éste no puede: a)
modificar arbitrariamente el ilícito penal con el que se venía juzgando al procesado; y, b) aumentar
la pena inicialmente impuesta si es que ningún otro sujeto procesal hubiera hecho ejercicio de los
medios impugnatorios. Como regula el artículo único de la Ley Nº 27454, que modifica el artículo
300 del Código de Procedimientos Penales, “si el recurso de nulidad es interpuesto por uno o
varios sentenciados, la Corte Suprema sólo puede confirmar o reducir la pena impuesta y
pronunciarse sobre el asunto materia de impugnación”, salvo que el medio impugnatorio haya
sido interpuesto también por el Ministerio Público, en cuyo caso “la Corte Suprema podrá
modificar la pena impugnada, aumentándola o disminuyéndola, cuando ésta no corresponda a las
circunstancia de la comisión del delito”.

Una exigencia de esta naturaleza se deriva: a) de la necesidad de respetar el derecho de


defensa de la persona sometida a un proceso penal, lo que no se salvaguardaría si, destinando su
participación a defenderse de unos cargos criminales, precisados en la denuncia o en la
formulación de la acusación fiscal, sin embargo, termina siendo condenada por otros, contra los
cuales, naturalmente, no tuvo oportunidad de defenderse; b) del hecho de no poder modificar,
para aumentar, los extremos de la sanción, pues es indudable que, no habiendo interpuesto
medio impugnatorio el titular de la acción penal, esto es, el Ministerio Público, aquel extremo
debe entenderse como consentido y, por tanto, queda prohibido de reformar para empeorar.

En el caso de autos, se denuncia la violación del principio de prohibición de la reformatio


in peius, pues, como expresa la actora, la Sala Penal Transitoria de la Corte Suprema de Justicia de
la República modificó la pena privativa de libertad de 2 años inicialmente impuesta a la actora y la
aumentó a 4 años por un tipo penal agravado.

Como se ha expresado en los antecedentes de esta sentencia, la actora fue condenada a


dos años de pena privativa de libertad por el delito previsto en el artículo 153, segunda parte, del
Código Penal. En cambio, cuando la Corte Suprema aumentó ilegítimamente la condena a 4 años
de pena privativa de la libertad, consideró que se había infringido el artículo 153, inciso 1), del
Código Penal.

El asunto no tendría mayor relevancia de cara al objeto del hábeas corpus, si no fuera
porque se encuentra de por medio una nueva imputación, la misma que nunca fue investigada y
como ya se ha manifestado, la actora no pudo ejercer su derecho de defensa.

Por ello, de conformidad con lo expuesto por este Tribunal en el fundamento Nº 4 de esta
sentencia, en materia penal el superior jerárquico no puede pronunciarse más allá de los términos
de la acusación penal sin con ello afectar el derecho de defensa y el derecho al debido proceso. En
efecto, considerados conjuntamente, tales derechos garantizan que el acusado pueda conocer de
la acusación en su contra en el curso del proceso penal, y de esa manera tener la posibilidad real y
efectiva de defenderse de los cargos que se le imputan, pero también que exista congruencia
entre los términos de la acusación fiscal y el pronunciamiento definitivo del superior jerárquico,
pues de otra forma se enervaría la esencia misma del contradictorio, garantía natural del debido
proceso judicial, y con ello también el ejercicio del derecho de defensa de la acusada.

Por estos fundamentos el Tribunal Constitucional, en uso de las atribuciones que le


confieren la Constitución Política del Estado y su Ley Orgánica,

FALLA

REVOCANDO la recurrida, que, confirmando la apelada, declaró improcedente la


demanda; y reformándola, la declara FUNDADA, y; en consecuencia, nula la sentencia expedida
por la Sala Penal Transitoria de la Corte Suprema de Justicia de la República, de fecha quince de
enero de dos mil dos, en el extremo en que se refiere a la accionante, debiendo procederse
conforme a ley. Dispone la notificación a las partes, su publicación en el diario oficial El Peruano y
la devolución de los actuados.
SS.

REY TERRY
REVOREDO MARSANO
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
GONZALES OJEDA
GARCÍA TOMA

Se declara Fundada la demanda precisandose que la anulación de la sentencia


condenatoria y los actos procesales previos a ella, inclusive la acusación fiscal se realizará
conforme al Decreto Legislativo 926.

Expediente Nº 2192-2002-HC/TC
Lima
Brígida Marcela Noreña Tolentino

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los 14 días del mes de octubre de 2002, reunido el Tribunal Constitucional en
sesión de Pleno Jurisdiccional, con la asistencia de los señores Magistrados Alva Orlandini,
Presidente; Bardelli Lartirigoyen, Rey Terry, Revoredo Marsano, Gonzales Ojeda y García Toma,
pronuncia la siguiente sentencia.

ASUNTO

Recurso extraordinario interpuesto por doña Brígida Marcela Noreña Tolentino contra la
sentencia de la Sala Penal de Apelaciones para Procesos Sumarios con Reos en Cárcel de la Corte
Superior de Justicia de Lima, de fojas 220, su fecha 12 de agosto de 2002, que declara
improcedente la acción de hábeas corpus de autos.

ANTECEDENTES

La recurrente, con fecha 22 de julio de 2002, interpone acción de hábeas corpus contra la
Sala Penal Corporativa para Casos de Terrorismo de la Corte Superior de Justicia de Lima, con el
objeto de que se declare nula la sentencia de fecha 18 de junio de 1993 y la ejecutoria suprema de
fecha 11 de marzo de 1994, porque ambos violan el debido proceso. Asimismo, solicita se ordene
su excarcelación. Sostiene que fue condenada por el delito de terrorismo, regulado por el Decreto
Ley Nº 25475, a la pena de 25 años de pena privativa de la libertad. Refiere que fue acusada por
una fiscal sin rostro y sentenciada también por magistrados sin identificación.

El Cuadragésimo Sexto Juzgado Penal de Lima, a fojas 156, con fecha 23 de julio de 2002,
declara improcedente la demanda aduciendo que mediante el hábeas corpus no se puede dejar
sin efecto un proceso judicial regular.

La recurrida confirma la apelada por los mismos fundamentos.


FUNDAMENTOS

El Tribunal Constitucional ha señalado que el derecho al debido proceso, reconocido en el


inciso 3) del artículo 139 de la Constitución, forma parte del “modelo constitucional del proceso”,
cuyas garantías mínimas deben ser respetadas para que el proceso pueda considerarse como
debido.

En ese sentido, la exigencia de su efectivo respeto no sólo tiene que ver con la necesidad
de garantizar a todo justiciable determinadas garantías mínimas cuando éste participa en un
proceso judicial -o en cualquiera de los ámbitos a los que este Tribunal en diversas ocasiones se ha
referido-, sino también con la propia validez de la configuración del proceso, cualquiera sea la
materia que en su seno se pueda dirimir.

De esta forma, el debido proceso no es sólo un derecho de connotación procesal, que se


traduce, como antes se ha dicho, en el respeto de determinados atributos, sino también una
institución más compleja, “que no alude sólo a un proceso intrínsecamente correcto y leal, ´justo´
sobre el plano de las modalidades de su tránsito, sino también a un proceso capaz de consentir la
consecución de resultados esperados, en el sentido de oportunidad y de eficacia”.

Tal es lo que sucede, desde luego, con el derecho al juez natural, reconocido en el segundo
párrafo del artículo 139 de la Constitución y cuyo contenido, de conformidad con la Cuarta
Disposición Final y Transitoria de la Norma Suprema, debe concordarse con el artículo 8.1 de la
Convención Americana de Derechos Humanos, según el cual “Toda persona tiene derecho a ser
oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez o tribunal competente,
independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley...”.

La disposición exige que la competencia del juez llamado a conocer el proceso penal deba
ser determinado a la luz de distintas consideraciones (materia, territorio, grado, etc.), de forma tal
que quede preservada su independencia (principio que, a su vez, es recogido en el inciso 2 del
mismo artículo 139) e imparcialidad en la resolución de la causa.

En ese sentido, al realizarse el acto del juicio oral, sustentado en una acusación fiscal
suscrita por un miembro del Ministerio Público no identificado, y al mismo tiempo llevarse
adelante el juzgamiento oral y posterior condena por magistrados cuya identidad se desconocía,
lesionó el derecho a ser juzgado por un juez o tribunal competente, imparcial e independiente,
toda vez que la actora estaba en la incapacidad de conocer con certeza quiénes eran los que la
juzgaban.

Así, el Tribunal Constitucional comparte, mutatis mutandis, el criterio sostenido por la


Corte Interamericana de Derechos Humanos, según el cual “la circunstancia de que los jueces
intervinientes en delitos por traición a la patria sean “sin rostro”, determina la imposibilidad para
el procesado de conocer la identidad del juzgador y, por ende, valorar su competencia.” (Caso
Castillo Petruzzi. Sentencia del 30 de mayo de 1999. Párrafo 133).

Sin embargo, no todo el proceso penal es nulo, pues los vicios no afectan a la instrucción
penal, sino sólo a la etapa del juicio oral, incluyendo la acusación fiscal.
En ese sentido, la declaración de la nulidad de la sentencia condenatoria y la realización de
un nuevo juicio oral contra la actora, deberá efectuarse de acuerdo con el Decreto Legislativo Nº
926.

Finalmente, debe desestimarse la pretensión en el extremo que solicita su excarcelación,


toda vez que, como se ha expuesto, al no afectar la nulidad de algunas etapas del proceso penal al
auto apertorio de instrucción, el mandato de detención allí formulado recobra todos sus efectos,
por lo que, en lo sucesivo, el plazo de la detención judicial preventiva se computará conforme lo
dispone la Primera Disposición Complementaria del Decreto Legislativo Nº 926, esto es, desde la
fecha de expedición de la resolución que declare la anulación.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, en uso de las atribuciones que le


confieren la Constitución Política del Perú y su Ley Orgánica,

FALLA

REVOCANDO la recurrida que, confirmando la apelada, declaró improcedente la acción de


hábeas corpus; y, reformándola, la declara FUNDADA en parte, precisando que, según lo expuesto
en los fundamentos precedentes, la anulación de la sentencia condenatoria y los actos procesales
previos a ella, inclusive la acusación fiscal, se realizará conforme lo dispone el artículo 2 del
Decreto Legislativo Nº 926; e IMPROCEDENTE en la parte que solicita la excarcelación. Dispone la
notificación a las partes, su publicación en el diario oficial El Peruano y la devolución de los
actuados.

SS.

ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
REY TERRY
REVOREDO MARSANO
GONZALES OJEDA
GARCÍA TOMA

Se declara Fundada la demanda en consecuencia se ordena que el Instituto Nacional


Penitenciario traslade a los reclusos cuyo estado de salud no permita que continúen en el
establecimiento penal de Challapalca.

Expediente Nº 797-2002-HC/TC
Arequipa
Félix José Arce Apaza y Otros

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los 20 días del mes de noviembre de 2002, la Sala Segunda del Tribunal
Constitucional, integrada por los señores Magistrados Aguirre Roca, Presidente, Alva Orlandini y
Bardelli Lartirigoyen, pronuncia la siguiente sentencia.

ASUNTO
Recurso extraordinario interpuesto por doña Lourdes Lazo Lezama, a favor de don Félix
José Arce Apaza y otros, contra la sentencia expedida por la Segunda Sala Penal de la Corte
Superior de Justicia de Arequipa, de fojas 317, su fecha 8 de marzo de 2002, que declaró
infundada la acción de hábeas corpus de autos.

ANTECEDENTES

La presente acción de hábeas corpus ha sido interpuesta a favor de don Félix José Arce
Apaza, don Julio Donicio Rodríguez Delgado, don César Machaca Apaza, don Leoncio Prado
Coronado y don Rituay Edwin Ramos, contra don Wilmer Aranzamendi Fernández, ex director
general de la Dirección Regional Sur del INPE; doña Norma Pacheco Villagra, directora general de
la Dirección Regional Sur del INPE; don José Fernando Agurto Cabrera, director del Establecimiento
Penitenciario de Socabaya, y el teniente PNP Pedro Vargas Ruiz, encargado del traslado de los
internos al penal de Challapalca. Los favorecidos sostienen que se han violado sus derechos
constitucionales a la integridad física y moral y a no ser incomunicados, al haber sido trasladados
arbitrariamente al penal de Challapalca, el cual no reúne las condiciones mínimas de habitabilidad
(según informes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Cruz Roja Internacional y
la Defensoría del Pueblo), por lo que solicitan regresar al penal de Socabaya.

Afirman que, con fecha 29 de noviembre de 2001, fueron trasladados con violencia del
establecimiento penal de Socabaya al penal de Challapalca, sin haber sido evaluados por un
médico antes o después del referido traslado. Señalan que varios de ellos padecen enfermedades
de diversa índole y que se agravarán con su traslado a un penal que no reúne las mínimas
condiciones de habitabilidad, considerando que se ubica a casi cinco mil metros (5,000 m) sobre el
nivel del mar, lo que atenta contra sus derechos humanos.

Realizada la investigación sumaria, los demandados rinden sus declaraciones y hacen los
descargos del caso; asimismo, se consignan recaudos documentarios que contradicen lo expuesto
en la demanda.

El Sexto Juzgado Penal de Arequipa, a fojas 212, con fecha 21 de febrero de 2002, declaró
infundada la demanda, por estimar que el traslado de los internos se ha producido por medidas de
seguridad y conforme a lo establecido en la Directiva 02-2001-INPE-OGT; agrega que los internos
contaron con examen médico al momento del traslado al penal de Challapalca.

La recurrida confirmó la apelada por los mismos fundamentos.

FUNDAMENTOS

La acción de hábeas corpus interpuesta en favor de don Félix José Arce Apaza, don Julio
Donicio Rodríguez Delgado, don César Machaca Apaza, don Leoncio Prado Coronado y don Rituay
Edwin Ramos, tiene por objeto que se repongan las cosas al estado anterior a la violación de sus
derechos constitucionales, entre ellos su derecho a la integridad física y moral a no ser
incomunicados al ser trasladados arbitrariamente al penal de Challapalca, el cual no reúne las
condiciones mínimas de habitabilidad; en consecuencia, solicitando regresar al Establecimiento
Penal de Socabaya, lugar donde se encontraban anteriormente recluidos.
En tal sentido, teniendo en cuenta que la presente demanda contiene idéntica pretensión
respecto de otro caso resuelto por este Colegiado, el Tribunal Constitucional considera que los
fundamentos que sustentan la sentencia de fecha 19 de noviembre de 2002, recaída en el
Expediente Nº 1429-2002-HC/TC -Caso Juan Islas Trinidad y otros-, resultan aplicables en su
totalidad al caso materia de autos, a los que se remite por razones de celeridad y economía
procesal.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, en uso de las atribuciones que le


confieren la Constitución Política del Perú y su Ley Orgánica,

FALLA

REVOCANDO la recurrida, que, confirmando la apelada, declaró infundada la acción de


hábeas corpus; y, reformándola, la declara FUNDADA en parte. Ordena, en consecuencia, que el
Instituto Nacional Penitenciario traslade a los reclusos cuyo precario estado de salud, clínicamente
comprobado por la entidad oficial pertinente, no permita que continúen en el establecimiento
penal de Challapalca, con intervención del representante del Ministerio Público; y que al resto de
la población penal se le proporcione adecuada atención médica y se facilite el transporte de los
familiares, por lo menos con periodicidad quincenal. Dispone la notificación a las partes, su
publicación en el diario oficial El Peruano y la devolución de los actuados.

SS.

AGUIRRE ROCA
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN

Se declara Infundada la demanda en tanto la libertad física puede ser objeto de


restricciones y estas no ser arbitrarias cuando garantizan el desenvolvimiento de una sociedad
democrática.

Expediente Nº 1567-2002-HC/TC
Lima
Alejandro Rodríguez Medrano

En Lima, a los 5 días del mes de agosto de 2002, reunido el Tribunal Constitucional en
sesión de Pleno Jurisdiccional, con asistencia de los señores Magistrados Aguirre Roca, Presidente;
Rey Terry, Vicepresidente; Alva Orlandini, Bardelli Lartirigoyen, Gonzales Ojeda y García Toma,
pronuncia la siguiente sentencia; con el voto singular, adjunto, del Magistrado Aguirre Roca.

ASUNTO

Recurso extraordinario interpuesto por don Alejandro Rodríguez Medrano contra la


sentencia expedida por la Primera Sala Penal Corporativa para Procesos Ordinarios con Reos en
Cárcel de la Corte Superior de Justicia de Lima, a fojas 218, su fecha 27 de mayo de 2002, que
declaró improcedente la acción de hábeas corpus de autos.

ANTECEDENTES
El recurrente, con fecha 2 de mayo de 2002, interpone acción de hábeas corpus contra los
Vocales Supremos de la Sala Penal Especial de la Corte Suprema de Justicia de la República,
quienes por resolución de fecha 27 de marzo de 2002, confirmaron el mandato de detención
dictado en su contra, en la instrucción que se le sigue por los delitos de concusión, corrupción de
funcionarios, tráfico de influencias y abuso de autoridad, lo cual, según afirma el accionante,
vulnera sus derechos a la libertad personal, defensa, igualdad ante la ley, presunción de inocencia,
debido proceso y el principio constitucional de motivación escrita de las resoluciones judiciales.

El recurrente señala, fundamentalmente, que, en su caso, el proceso es irregular por


considerar que: a) la medida dictada responde a un designio político y al miedo a la opinión
pública; b) la Fiscal de la Nación presentó la denuncia basándose en el artículo 100 de la
Constitución, a pesar de que expresamente acepta que en dos de los delitos imputados (concusión
y tráfico de influencias) no se advierten los elementos objetivos que lo vinculen con la comisión de
los delitos imputados; c) la recurrida afirma que no se han aportado nuevos elementos de juicio
que justifiquen la variación de la medida sin tomar en consideración las nuevas declaraciones
testimoniales de personas que lo desvinculan de la comisión de los ilícitos, y sin apreciar que de lo
actuado no se advierte la existencia de suficientes elementos probatorios que determinen su
responsabilidad; d) los emplazados deducen el peligro procesal a partir de la gravedad de los
hechos imputados, sin ningún procedimiento valorativo que le otorgue la posibilidad de ejercer su
derecho de defensa, y sin considerar que fue pública su voluntad de colaborar con el
esclarecimiento de los hechos.

Los emplazados manifiestan que en el presente caso han concurrido los requisitos que el
artículo 135 del Código Procesal Penal exige para dictar un mandato de detención. Señalan que el
referido artículo trata de aspectos que son de única competencia del juez penal y no del juez
constitucional. Afirman que la suficiencia de los elementos de juicio surgidos a partir de los nuevos
actos de investigación dieron lugar a que se confirmara la detención. Indican que la acción de
hábeas corpus es improcedente cuando el procesado tiene instrucción abierta, a menos que exista
un procedimiento irregular, no siendo este el caso. Por último, señalan que el recurrente está
privado de la libertad en mérito a un auto admisorio de carácter penal que está confirmado por la
Sala, es decir, que tiene el carácter de cosa juzgada.

El Trigésimo Sexto Juzgado Penal de Lima, a fojas 171, con fecha 8 de mayo de 2002,
declaró improcedente la demanda por considerar que, de acuerdo con el artículo 10 de la Ley Nº
25398, las anomalías que pudieran cometerse dentro de un proceso regular, deben resolverse
dentro de los mismos, y que los fundamentos del accionante son, básicamente, alegatos de no
responsabilidad y objeciones de carácter probatorio, cuestiones que deben ser dilucidadas en sede
penal y no constitucional.

La recurrida confirmó la apelada, por considerar que el mandato de detención ha sido


dictado en un proceso regular, en el que el accionante ha hecho uso de los recursos impugnatorios
y demás instrumentos procesales que le franquea la ley para garantizar el ejercicio regular e
irrestricto del derecho de defensa. Señala que, a efectos de que el juez constitucional no invada
los ámbitos propios del proceso penal, debe tenerse en cuenta que la apreciación judicial de los
elementos investigatorios y de la prueba, resulta siempre subjetiva, por lo cual el juicio de
razonabilidad del revisor constitucional, tendiente a establecer si la decisión resulta o no regular,
debe limitarse al tenor del razonamiento expresado en las resoluciones dictadas por el juez penal
y su compatibilidad con lo dictado por el artículo 135 del Código Procesal Penal, concluyendo que
dicha compatibilidad se verifica en el presente caso.

FUNDAMENTOS

En el presente caso, el accionante cuestiona la validez constitucional de la resolución de


fecha 27 de marzo de 2002, dictada por los señores Vocales Supremos de la Sala Penal Especial de
la Corte Suprema de Justicia de la República, quienes confirmaron el mandato de detención
dictado en su contra, en el proceso que se le sigue por la supuesta comisión de los delitos de
concusión, tráfico de influencias, corrupción de funcionarios y abuso de autoridad, pues considera
que dicha resolución vulnera sus derechos a la libertad personal, igualdad ante la ley, presunción
de inocencia, debido proceso, defensa y motivación escrita de las resoluciones judiciales.

En reiterada jurisprudencia dictada por este Supremo Colegiado, se ha determinado que el


Tribunal Constitucional no es sede en la que se pueda dictar pronunciamiento tendiente a
determinar si existe o no responsabilidad penal del inculpado, toda vez que ésta es facultad
exclusiva de la jurisdicción penal ordinaria. Por tanto, este Tribunal, al resolver la presente acción
de hábeas corpus, declara que no pretende avocarse el conocimiento de cuestiones de orden
penal, pues no son de su competencia.

La detención provisional tiene como última finalidad asegurar el éxito del proceso. No se
trata de una medida punitiva, por lo que, mediante ella, no se adelanta opinión respecto a la
culpabilidad del imputado en el ilícito que es materia de acusación, por cuanto ello implicaría
quebrantar el principio constitucional de presunción de inocencia. Se trata de una medida
cautelar, cuyo objetivo es resguardar la eficiencia plena de la labor jurisdiccional.

No obstante, la prisión provisional constituye también una seria restricción del derecho
humano a la libertad personal, el mismo que constituye un valor fundamental del Estado
Constitucional de Derecho, pues, en la defensa de su pleno ejercicio, subyace la vigencia de otros
derechos fundamentales, y donde se justifica, en buena medida, la propia organización
constitucional. Por ello, la detención provisional no puede constituir la regla general a la cual
recurra la judicatura, sino, por el contrario, una medida excepcional de carácter subsidiario,
razonable y proporcional. Así, en la línea de lo sostenido por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, “nadie puede ser sometido a detención o encarcelamiento por causas y métodos que -
aún calificados de legales- puedan reputarse como incompatibles con el respeto de los derechos
fundamentales del individuo por ser, entre otras cosas, irrazonables imprevisibles o faltos de
proporcionalidad” (Caso Gangaram Panday, párrafo 47, en Sergio García Ramírez, Jurisprudencia
de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, UNAM, México 2001, pág.117).

Por ello, la única manera de determinar si la detención judicial preventiva de un individuo


no responde a una decisión arbitraria del juez, pasa por la observancia de determinados
elementos objetivos que permitan concluir que, más allá de que existan indicios o medios
probatorios que vinculan razonablemente al inculpado con la comisión del hecho delictivo y más
allá del quantum de la eventual pena a imponerse, existe peligro de fuga o peligro de
entorpecimiento de la actividad probatoria. La existencia de estos dos últimos riesgos es lo que en
doctrina se denomina peligro procesal.
La existencia o no del peligro procesal debe determinarse a partir del análisis de una serie
de circunstancias que pueden tener lugar antes o durante el desarrollo del proceso y que están
ligadas, fundamentalmente, con las actitudes y valores morales del procesado, su ocupación, sus
bienes, sus vínculos familiares y todo otro factor que permita concluir, con un alto grado de
objetividad, que la libertad del inculpado, previa a la determinación de su eventual
responsabilidad, pone en serio riesgo el correcto desenvolvimiento de la labor de investigación y la
eficacia del proceso. La ausencia de un criterio razonable en torno a la perturbación de la
investigación judicial o a la evasión de la justicia por parte del procesado, terminan convirtiendo el
dictado de la detención judicial preventiva o, en su caso, su mantenimiento, en arbitrarios por no
encontrarse razonablemente justificados.

En el presente caso, existen determinadas circunstancias que permiten concluir objetiva y


razonablemente que el imputado tiene vocación por obstaculizar la labor de investigación en la
causa que se le sigue. En efecto, el proceso judicial que se le sigue al recurrente tuvo como
antecedente inmediato una serie de denuncias constitucionales en su contra, las mismas que se
ventilaron en el Congreso de la República, y que dieron lugar a dos informes de la Subcomisión
Investigadora encargada de su caso. Del análisis de dichos informes se concluye que el imputado
muestra una actitud tendiente a obstaculizar la investigación por los delitos de los que se le acusa.

Si bien es cierto que no es obligación del recurrente tener que demostrar su inocencia,
pues ésta parte de una presunción constitucional que, en todo caso, debe ser desvirtuada por la
parte acusadora dentro del proceso judicial, también es cierto que ello no implica que el acusado
tenga derecho a mostrar una actitud reacia al esclarecimiento de la causa. Por el contrario, todo
procesado está en la obligación de colaborar con la justicia cada vez que dicha colaboración sea
requerida, en la medida en que ello no importe una afectación del derecho constitucional a la no
autoincriminación.

Tal como se manifiesta en el Informe de la Subcomisión Investigadora del Congreso de la


República de la Denuncia Constitucional Nº 11, de fojas 49 a 62, el accionante, a lo largo del
proceso de investigación, cuestionó permanentemente la legalidad del encargo otorgado por la
Comisión Permanente a la Subcomisión, teniendo, en cada oportunidad, que declarar la
improcedencia de los pedidos, por carecer de base alguna. Del mismo modo, tal como se aprecia
en el Informe de la Subcomisión Investigadora de la Denuncia Constitucional Nº 88, de fojas 63 a
85, el imputado, lejos de brindar argumentos de fondo para su defensa, insistió en perturbar el
correcto desarrollo de la investigación, pretendiendo obstruirla con recurrentes argumentos de
forma, señalando que la subcomisión no ha respetado el procedimiento establecido en la ley, que
no se le ha dado a conocer el contenido de una serie de documentos conexos, que no se han
adjuntado a las denuncias los documentos sustentatorios y deduciendo, en general, una serie de
nulidades formales. Por último, tampoco se puede perder de vista que el recurrente no se
presentó a la audiencia que se programó en la investigación que se le siguió en el Congreso de la
República.

Es particularmente ilustrativa, la observación que realiza la subcomisión al señalar “que el


doctor Alejandro Rodríguez Medrano, lejos de presentar argumentos de hecho o de derecho que
contribuyan a demostrar su posición respecto de las imputaciones que le han formulado, se ha
limitado mayormente a agredir a los miembros de la Subcomisión Investigadora con frases,
adjetivos o palabras. Por tal motivo, en una de nuestras últimas sesiones, nos hemos visto
precisados a testar la palabra “cacareando” por exceder todo límite de tolerancia y, asimismo, lo
hemos requerido para que guarde la debida compostura en sus recursos” (a fojas 70 del
expediente).

La Fiscalía Suprema ha tenido en cuenta la actitud del recurrente, dado que en su recurso
de apelación, a fojas 98, recalca que la conducta del imputado se ha orientado a obstaculizar la
actividad probatoria durante el proceso seguido ante la Subcomisión Investigadora del Congreso,
posición que no es ajena tampoco a la Sala Penal Especial de la Corte Suprema de Justicia de la
República, conforme se aprecia en su resolución de fecha 6 de setiembre de 2001, a fojas 99, que
revoca el mandato de comparecencia, dictando mandato de detención, pues, si bien dicha
resolución no menciona expresamente los argumentos tendientes a determinar el peligro
procesal, hace suyos los fundamentos del dictamen de la Fiscalía Suprema.

De este modo, a juicio del Tribunal Constitucional, existen una serie de elementos
objetivos que permiten concluir que el recurrente tiene una actitud tendiente a perturbar la
actividad probatoria, lo que constituye un argumento razonable y proporcional para ordenar una
detención provisional que asegure la eficacia del proceso penal.

Sin perjuicio de lo antedicho, el Tribunal Constitucional considera que en la medida judicial


que restringe la libertad ambulatoria del accionante, subyace una valoración judicial de los hechos
que son materia del proceso penal y la repercusión de los delitos por los cuales se le juzga, no sólo
en lo que atañe a la afectación de determinados bienes jurídico-penales, sino incluso, y lo que es
más grave, a la puesta en riesgo de la viabilidad del sistema democrático. Por ello, el Tribunal
Constitucional estima que la libertad física puede ser objeto de restricciones, y éstas no ser
arbitrarias, si es que tal medida se presenta como estrictamente necesaria para garantizar y
asegurar el normal desenvolvimiento de una sociedad democrática.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, en uso de las atribuciones que le


confieren la Constitución Política del Estado y su Ley Orgánica,

FALLA

REVOCANDO la recurrida, que, confirmando la apelada, declaró improcedente la acción de


hábeas corpus; y, reformándola, la declara INFUNDADA. Dispone la notificación a las partes, su
publicación en el diario oficial El Peruano y la devolución de los actuados.

SS.

REY TERRY
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
GONZALES OJEDA
GARCÍA TOMA

EXP. Nº 1567-02-HC/TC

LIMA

ALEJANDRO RODRÍGUEZ MEDRANO


VOTO SINGULAR DEL MAGISTRADO MANUEL AGUIRRE ROCA

Dada la naturaleza de las dos únicas acusaciones que han servido como sustento de las
cuatro imputaciones delictivas que aparecen en la denuncia penal que origina estos autos, estimo
que, habida cuenta de la prolija investigación ya efectuada, tanto en el Congreso, a través de dos
Subcomisiones Investigadoras, como a lo largo del expediente penal respectivo, iniciado el 23 de
mayo de 2001, no puede ya subsistir el hipotético peligro de una perturbación de la actividad
probatoria, tanto más que, habiéndose ratificado en su únicas acusaciones las juezas Sonia Medina
Calvo y Rosario del Pilar Encinas Llanos, no parece fácil entender en qué puede consistir la
supuesta perturbación.

Por otro lado, la conducta del demandante a lo largo del proceso penal respectivo, no
induce a pensar que exista peligro de fuga, tal como fluye de la resolución suprema recurrida, esto
es, de la decisión judicial que ha motivado, precisamente, la presente demanda.

Como no aparece, en mi criterio, según lo dicho, el impedimento del inciso 3) del artículo
135 del Código Procesal Penal, y como no encuentro, por lo demás, fundamentos convincentes en
las sentencias recaídas en el proceso penal que origina esta acción de habeas corpus, ni tampoco
en las dos sentencias judiciales emitidas en estos autos, pienso, discrepando, con el debido
respeto, de la opinión mayoritaria que sostiene la presente sentencia, que no existe razón
suficiente para denegar el pedido de conversión de la orden de detención en una de
comparecencia restringida, situación que, por otro lado, no veo cómo pueda facilitar el hipotético
propósito de perturbar una actividad probatoria prácticamente ya agotada, pues los hechos que
sustentan las cuatro imputaciones que alimentan estos autos, no son de los que dejan rastros o
huellas tangibles en el mundo físico, es decir, un “cuerpo del delito” que pudiera ser objeto -y
menos a estas alturas del proceso- de manipulaciones dolosas. Y si lo hubiera y pudiera serlo, no
alcanzo a comprender en qué forma o de qué modo el cambio de la detención por la
comparecencia restringida, pueda gravitar en el asunto.

SR.
AGUIRRE ROCA

Se declara Infundado el pedido de libertad física solicitado por la actora por considerarse
que no es arbitraria.

Expediente Nº 791-2002-HC/TC
Lima
Grace Mary Riggs Brousseau

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los veintiún días del mes de junio de dos mil dos, reunido el Tribunal
Constitucional en sesión de Pleno Jurisdiccional, con la asistencia de los señores Magistrados
Aguirre Roca, Presidente; Rey Terry, Vicepresidente; Alva Orlandini, Bardelli Lartirigoyen, Gonzales
Ojeda y García Toma, pronuncia la siguiente sentencia por mayoría, con el voto singular, adjunto,
del Magistrado Aguirre Roca.

ASUNTO
Recurso extraordinario interpuesto por doña Grace Mary Riggs Brousseau contra la
sentencia de la Primera Sala Penal Corporativa para Procesos Ordinarios con Reos Libres de la
Corte Superior de Justicia de Lima, de fojas trescientos ochenta y siete, su fecha ocho de marzo de
dos mil dos, que declaró improcedente la acción de hábeas corpus de autos.

ANTECEDENTES

La recurrente interpone acción de hábeas corpus contra el juez Saúl Peña Farfán y los
Vocales integrantes de la Sala Penal Especializada en Delitos de Corrupción de la Corte Superior de
Justicia de Lima, por violación a su libertad, pues señala que sufre detención arbitraria ordenada
en un proceso penal irregular, que se le sigue por la comisión de los presuntos delitos de cohecho
propio e impropio, asociación ilícita y encubrimiento real y, en consecuencia, solicita se disponga
su excarcelación del Centro de Reclusión Santa Mónica.

Alega que, con fecha seis de agosto de dos mil uno, se le abrió instrucción por la supuesta
comisión del delito contra la administración pública, en la modalidad de cohecho propio e
impropio, y contra la función jurisdiccional, en la modalidad de encubrimiento real, en agravio del
Estado. Señala que de su co-procesado, Vladimiro Montesinos Torres, desde mil novecientos
ochenta y ocho, recibía la suma de tres mil quinientos dólares americanos ($ 3,500.00) por
concepto de pensión de alimentos a favor de su menor hija. Señala que, como consecuencia del
ejercicio de su profesión de abogada, logró adquirir diversos bienes inmuebles, así como ahorrar
una determinada suma de dinero.

Expresa que, en mérito de ello, se le ha denunciado penalmente, alegándose que conocía


la procedencia dudosa del dinero que, por concepto de pensión alimenticia, recibía de Vladimiro
Montesinos Torres. Asimismo, refiere, se le sindica haber sido favorecida con la adquisición ilegal
de un inmueble en el distrito de Miraflores. Alega que se le debe investigar, sólo por el delito de
receptación, y no por los delitos por los cuales se le ha abierto instrucción. Señala que no se debió
dictar mandato de detención en su contra, pues tiene domicilio conocido; es abogada de profesión
y siempre se presentó ante las autoridades para rendir sus declaraciones; en particular, cuando se
enteró de que el juez emplazado dictó en su contra el mandato de detención.

Aduce, asimismo, que la intención de privarla de su libertad física obedece a la


manipulación que, con su detención, se pretende efectuar contra su co-procesado Vladimiro
Montesinos Torres. Indica que se le denegó su libertad provisional, argumentándose que
pretendió cancelar un certificado de depósito emitido por el Bac International Bank de Gran
Caiman, lo que considera un “despropósito”, pues no se perturba la actividad probatoria tratando
de disponer de su patrimonio. Finalmente, sostiene que en la investigación judicial no existen
elementos de prueba suficientes que acrediten su responsabilidad y que, por ello, se está violando
el derecho a la presunción de inocencia.

El Juzgado Penal de Turno Permanente de Lima, con fecha quince de febrero de dos mil
dos, declara improcedente la acción de hábeas corpus interpuesta, por considerar, principalmente,
que dicha acción de garantía no procede contra resoluciones judiciales emanadas de
procedimiento regular; que en ella no cabe realizar valoración de pruebas actuadas en un proceso
penal y que la errónea tipificación de una conducta como delito debe remediarse en el proceso
donde se originó.
La recurrida confirmó la apelada, por considerar, principalmente, que la detención fue
decretada por una resolución que emana de un procedimiento regular; que antes de acudirse al
hábeas corpus, debió interponerse el recurso de queja, y que no corresponde al juez
constitucional examinar la responsabilidad penal de la actora.

FUNDAMENTOS

El Tribunal Constitucional conoce el presente caso mediante el recurso extraordinario


concedido a doña Grace Mary Riggs Brousseau, quien sostiene que mediante la resolución de
primera instancia, de fecha 23 de agosto de 2001, y la resolución que la confirma, de fecha 20 de
diciembre de 2001, se conculcó su derecho constitucional a la libertad individual, por no haberse
dictado con arreglo a los hechos ni al derecho. Asimismo, afirma que contraviene los principios de
legalidad, presunción de inocencia y debido proceso.

El Tribunal Constitucional no comparte el criterio sostenido por las instancias judiciales


precedentes para desestimar la pretensión. En ese sentido, existiendo en autos medios de prueba
suficientes para expedir un pronunciamiento sobre el fondo, el Tribunal ingresará a evaluar la
controversia.

Alcances constitucionales de la libertad personal

El primer derecho comprometido con el mantenimiento del mandato de detención contra


el actor es la libertad personal. Éste es un derecho subjetivo, reconocido en el inciso 24) del
artículo 2 de la Constitución Política del Estado y, al mismo tiempo, uno de los valores
fundamentales de nuestro Estado Constitucional de Derecho, por cuanto fundamenta diversos
derechos constitucionales a la vez que justifica la propia organización constitucional.

En tanto que derecho subjetivo, garantiza que no se afecte indebidamente la libertad física
de las personas, esto es, la libertad locomotora, ya sea mediante detenciones, internamientos o
condenas arbitrarias. Los alcances de la garantía dispensada a esta libertad comprende, frente a
cualquier supuesto de privación de la libertad, independientemente de su origen, la autoridad o
persona que la haya efectuado. Garantiza, pues, ante cualquier restricción arbitraria de la libertad
personal, según señala el artículo 9 de la Declaración Universal de Derechos Humanos y el artículo
7.3 de la Convención Americana de Derechos Humanos.

En sede judicial, el derecho a la libertad física y a que ésta no sea restringida en forma
arbitraria, alcanza no sólo a las denominadas “detenciones judiciales preventivas”, sino, incluso, a
las condenas emanadas de sentencias expedidas con violación del debido proceso.

A juicio del Tribunal Constitucional, las exigencias de legalidad y no arbitrariedad de la


detención judicial no se satisfacen únicamente porque ésta haya sido expedida por un juez
competente, pues si bien la competencia judicial constituye uno de los elementos que ha de
analizarse a efectos de evaluar la arbitrariedad o no de la privación de la libertad, también existen
otros elementos que se tienen que tomar en consideración, los mismos que varían según se trate
de una sentencia condenatoria o, por el contrario, de una detención judicial preventiva.

Detención judicial preventiva y libertad personal


Como todo derecho fundamental, el de la libertad personal tampoco es un derecho
absoluto, pues como establecen los ordinales “a” y “b” del inciso 24) del artículo 2 de la
Constitución, aparte de ser regulados, pueden ser restringidos o limitados mediante ley. Ningún
derecho fundamental puede considerarse ilimitado en su ejercicio. Los límites pueden ser
intrínsecos o extrínsecos. Los primeros son aquellos que se deducen directamente de la propia
naturaleza y configuración del derecho en cuestión. Los segundos, los límites extrínsecos, son
aquellos que se deducen de la inserción de los derechos en el ordenamiento jurídico, y su
fundamento se encuentra en la necesidad de proteger o preservar otros bienes, valores o
derechos constitucionales.

En la medida en que la detención judicial preventiva se dicta con anterioridad a la


sentencia condenatoria, es en esencia una medida cautelar. No se trata de una sanción punitiva,
por lo que la validez de su establecimiento a nivel judicial depende de que existan motivos
razonables y proporcionales que lo justifiquen. Por ello, no puede sólo justificarse en la prognosis
de la pena que, en caso de expedirse sentencia condenatoria, se aplicará a la persona que hasta
ese momento tiene la condición de procesado, pues ello supondría invertir el principio de
presunción de inocencia por el de criminalidad.

Sobre el particular, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha sostenido que


“tanto el argumento de seriedad de la infracción como el de severidad de la pena pueden, en
principio, ser tomados en consideración cuando se analiza el riesgo de evasión del detenido. La
Comisión considera, sin embargo, que debido a que ambos argumentos se inspiran en criterios de
retribución penal, su utilización para justificar una prolongada prisión previa a la condena produce
el efecto de desvirtuar la finalidad de la medida cautelar, convirtiéndola, prácticamente, en un
sustituto de la pena privativa de libertad. La proporcionalidad que debe existir entre el interés
general de la sociedad en reprimir el delito y el interés del individuo en que se respeten sus
derechos fundamentales se rompe en perjuicio de este último, a quien se le impone un mayor
sacrificio” (Informe Nº 12/96, Argentina, Caso Nº 11.245, párrafo 86).

En el presente caso, conforme se desprende de la resolución cuestionada, especialmente


de sus fundamentos Nºs 3 al 6, al mantener el mandato de detención contra la actora, la autoridad
judicial emplazada no sólo ha considerado relevante que existan suficientes elementos de prueba
que la incriminan por los delitos por los cuales viene siendo juzgada y que la pena será superior a
los cuatro años, sino también, el hecho de haber querido perturbar la actividad probatoria, pues,
con posterioridad al seis de agosto, fecha en la que se le abriera instrucción por diversos delitos,
según la emplazada, la recurrente trató de entorpecer el desarrollo del proceso, al cursar, con
fecha tres de setiembre de dos mil uno, una carta al BAC International Bank solicitando cancelar
un Certificado de Depósito por la suma de trescientos mil dólares americanos ($ 300,000.00),
mediante diez cheques de gerencia. Tal hecho constituye para los jueces una causa objetiva y
razonable para entender que en la compulsación sobre el peligro procesal de la actora como causa
para mantener el mandato de detención, no hay indicios de arbitrariedad por el juzgador.

Por otro lado, al tratarse la detención judicial preventiva de una medida excepcional, el
principio favor libertatis impone que la detención judicial preventiva tenga que considerarse como
una medida subsidiaria, provisional y proporcional, esto es, cuyo dictado obedezca a la necesidad
de proteger fines constitucionalmente legítimos que la puedan justificar. El carácter de medida
subsidiaria impone que antes de que se dicte, el juez deba considerar si idéntico propósito al que
se persigue con el dictado de la detención judicial preventiva, se puede conseguir aplicando otras
medidas cautelares no tan restrictivas de la libertad locomotora del procesado. Por tanto, el
Tribunal Constitucional considera que la existencia e idoneidad de otras medidas cautelares para
conseguir un fin constitucionalmente valioso, deslegitima e invalida que se dicte o mantenga la
medida cautelar de la detención judicial preventiva.

El propósito de obstaculizar evidencias probatorias que no ayuden a culminar con éxito la


investigación judicial, el juzgador considera que lo exceptúa de la necesidad de buscar una
alternativa menos gravosa sobre el derecho a la libertad física. La exigencia de que el juez busque
una alternativa distinta a la restricción de la libertad física del procesado, sólo es lícita cuando no
se ha pretendido perturbar la actividad probatoria, eludir la acción de la justicia o evadirse del
cumplimiento de una posible sentencia condenatoria. Por ello, el Tribunal Constitucional considera
que la detención practicada contra la actora del hábeas corpus no es indebida.

Como se ha sostenido, la detención judicial preventiva debe ser también una medida
provisional, es decir, el mantenimiento de ésta sólo debe persistir entre tanto no desaparezcan las
razones objetivas y razonables que sirvieron para su dictado. Una vez investigados los hechos, el
contenido garantizado de los derechos a la libertad personal y a la presunción de inocencia exige
que se ponga fin a la medida cautelar, pues de lo contrario, su mantenimiento tendría que
considerarse como una sanción punitiva, incompatible con su naturaleza cautelar y con los
derechos antes enunciados.

En el presente caso, el Tribunal Constitucional considera que no se ha afectado el carácter


provisional de la detención judicial preventiva, habida cuenta de que entre la confirmación de la
resolución que ordenó mandato de detención contra la actora, de fecha veinte de diciembre de
dos mil uno, y la fecha en la que se pretendió obstaculizar la actividad probatoria, esto es, el tres
de setiembre de dos mil uno, no ha transcurrido un plazo razonable ni han variado las
circunstancias que -según se expresa- sirvieron para mantener la vigencia del mandato de
detención.

Finalmente, el mantenimiento de la detención judicial preventiva debe encontrarse acorde


con el principio de proporcionalidad. Ello significa que la detención judicial preventiva se debe
dictar y mantener en la medida estrictamente necesaria y proporcional con los fines que
constitucionalmente se persigue con su dictado. De acuerdo con el artículo 9.3 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la restricción de la libertad física de una persona
sometida a un proceso, sólo puede deberse a la necesidad de asegurar “la comparecencia del
procesado al acto del juicio, o en cualquier otro momento de las diligencias procesales y, en su
caso, para la ejecución del fallo”.

Desde este punto de vista, el principal elemento a considerarse con el dictado de esta
medida cautelar debe ser el peligro procesal que comporte que el procesado ejerza plenamente su
libertad locomotora, en relación con el interés general de la sociedad para reprimir conductas
consideradas como reprochables jurídicamente. En particular, de que el procesado no interferirá u
obstaculizará la investigación judicial o evadirá la acción de la justicia. Tales fines deben ser
evaluados en conexión con distintos elementos que, antes y durante el desarrollo del proceso,
puedan presentarse y, en forma significativa, con los valores morales del procesado, su ocupación,
bienes que posee, vínculos familiares y otros que, razonablemente, le impidan ocultarse o salir del
país o sustraerse a una posible sentencia prolongada. La inexistencia de un indicio razonable en
torno a la perturbación de la investigación judicial o a la evasión de la justicia por parte del
procesado, terminan convirtiendo el dictado o el mantenimiento de la detención judicial
preventiva en arbitrario, por no encontrarse razonablemente justificado.

En el presente caso, el Tribunal Constitucional considera que tampoco se ha afectado el


principio de proporcionalidad al mantenerse vigente el mandato de detención contra la actora,
pues, como antes se ha expresado, aparte de la complejidad del proceso, el número de personas
involucradas, la suficiencia de los elementos probatorios existentes en autos sobre la
responsabilidad penal de la actora, dicho mandato de detención se confirmó con el objeto de
evitar que se siguiera perturbando la actividad probatoria y, de esa manera, que se minara el éxito
del proceso penal.

Exigencia de una especial motivación de la resolución judicial que decreta el mandato de


detención judicial preventiva

La necesidad de que las resoluciones judiciales sean motivadas es un principio que informa
el ejercicio de la función jurisdiccional y, al mismo tiempo, un derecho constitucional de los
justiciables. Mediante ella, por un lado, se garantiza que la administración de justicia se lleve a
cabo de conformidad con la Constitución y las leyes (art. 138 de la Constitución) y, por otro, que
los justiciables puedan ejercer de manera efectiva su derecho de defensa. En la sentencia recaída
en el Exp. Nº 1230-2002-HC/TC, el Tribunal Constitucional ha sostenido que dicho derecho no
garantiza una determinada extensión de la motivación; que tenga que pronunciarse expresamente
sobre cada uno de los aspectos controvertidos o alegados por la defensa, ni excluye que se pueda
presentar la figura de la motivación por remisión.

Sin embargo, tratándose de la detención judicial preventiva, la exigencia de la motivación


debe ser más estricta, pues sólo de esa manera es posible despejar la ausencia de arbitrariedad en
la decisión judicial, a la vez que con ello se permite evaluar si el juez penal ha obrado de
conformidad con la naturaleza excepcional, subsidiaria y proporcional de la detención judicial
preventiva.

Dos son, en ese sentido, las características que debe tener la motivación de la detención
judicial preventiva. En primer lugar, tiene que ser “suficiente”, esto es, debe expresar, por sí
misma, las condiciones de hecho y de derecho que sirven para dictarla o mantenerla. En segundo
término, debe ser “razonada”, en el sentido de que en ella se observe la ponderación judicial en
torno a la concurrencia de todos los aspectos que justifican la adopción de la medida cautelar,
pues, de otra forma, no podría evaluarse si es arbitraria por injustificada.

Por ello, de conformidad con el artículo 135 del Código Procesal Penal, modificado por la
Ley Nº 27226, es preciso que se haga referencia y tome en consideración, juntamente con las
características y la gravedad del delito imputado y de la pena con que se le podrá imponer, las
circunstancias concretas del caso y las personales del imputado.

En el caso de autos, la resolución en virtud de la cual se confirma el mandato de detención


contra la actora, obrante a fojas sesenta y nueve, es suficiente y razonada, pues expresa
puntualmente las razones que, a juicio de la emplazada, sirvieron para no revocar el mandato de
detención, y que este Tribunal ha reproducido esencialmente en el fundamento Nº 10 de esta
sentencia. En ese sentido, este Tribunal no considera que entre las razones expuestas
detalladamente por la resolución expedida por la emplazada y la naturaleza y características de la
detención judicial preventiva, exista incoherencia o arbitrariedad.

Presencia de peligro procesal y detención judicial preventiva en el proceso penal seguido


contra Grace Mary Riggs Brousseau

Sin perjuicio de lo expuesto, al analizar la detención judicial preventiva decretada contra la


actora, se han considerado relevantes las siguientes razones:

El Tribunal Constitucional ha sostenido que tal medida restrictiva de la libertad no es una


sanción punitiva, por lo que no cabe mecánicamente decretarse atendiendo sólo a la circunstancia
de que existan suficientes elementos probatorios de la comisión del delito que incrimine a la
actora o que la sanción a imponérsele sea superior a los cuatro años de pena privativa de libertad,
porque, de sólo fundarse en tales criterios, se afectaría su naturaleza cautelar. Es preciso
observarse, juntamente con tales factores, fundamentalmente si el ejercicio de la libertad
locomotora por la procesada pondrá en serio riesgo el éxito del proceso. Para ello, es necesario
considerar, juntamente con el peligro procesal, la magnitud de la pena correspondiente a los
delitos por los que se juzga a la actora, el carácter de los hechos que se le atribuyen y que estén
basados en suficientes elementos de prueba, las repercusiones sociales del hecho considerado
injusto y la complejidad de la investigación judicial, cuando exista una pluralidad de individuos
comprendidos y se observe, de su comportamiento procesal, la voluntad de evitar que la
investigación judicial pueda terminar óptimamente.

En el caso, y según se ha sostenido en la resolución expedida por la emplazada, de fecha


veinte de diciembre de dos mil uno, obrante a fojas sesenta y nueve, durante el desarrollo de la
investigación judicial, no sólo no se han desvirtuado los medios de prueba que sirvieron para
decretar su detención judicial preventiva, sino que a ello se han sumado otros, como las
declaraciones de diversos coprocesados y las testimoniales de otras personas, que han permitido
ratificar el criterio del juzgador no sólo con relación al riesgo social de los ilícitos por los cuales se
le abrió proceso penal, sino también sobre su responsabilidad penal.

Tratándose de procesos complejos, en los cuales se presentan en calidad de procesados


diversas personas, aun cuando no es un elemento trascendental que se observe la conducta
procesal de todos los comprometidos a efectos de resolver sobre la solicitud de libertad de una de
ellas; sin embargo, sí es posible considerarse, como un factor a tener en cuenta a efectos de
resolver sobre este tipo de pretensiones, la conducta procesal de todos ellos, en conjunto, en
relación con el éxito del proceso penal. En el presente caso, según se observa del fundamento
tercero de la resolución expedida por el Juez del Sexto Juzgado Penal Especial de Lima, de fecha
veintitrés de agosto de dos mil uno, uno de los coprocesados, Vladimiro Montesinos Torres, con la
finalidad de obstruir y obstaculizar la investigación judicial, no ha permitido que se recabe su
declaración instructiva y de esa manera contribuir con el éxito del proceso penal que se le sigue
también a la actora.

A ello se suma el proceder de la actora, quien mediante actos sólo imputables a ella, ha
contribuido a desvanecer cualquier indicio sobre la no obstaculización de la investigación judicial
practicada en su contra, pues pese a que es juzgada por los delitos contra la administración
pública, en las modalidades de cohecho propio e impropio, contra la tranquilidad pública, en la
modalidad de asociación ilícita, y contra la función jurisdiccional, en la modalidad de
encubrimiento real, derivado del hecho de haber percibido diversas cantidades de dinero de su
coprocesado Vladimiro Montesinos Torres; con posterioridad al seis de agosto, fecha en la que se
le abriera instrucción por los delitos mencionados, trató de entorpecer el desarrollo del proceso al
cursar, con fecha tres de setiembre de dos mil uno, una carta al BAC International Bank,
solicitando que se cancele un Certificado de Depósito por la suma de trescientos mil dólares
americanos ($ 300,000.00), mediante diez cheques de gerencia, lo que ha sido considerado por el
juzgador -según expresa la emplazada, en el fundamento sexto de la resolución que declaró
improcedente la solicitud de la actora sobre variación del mandato de detención- y que acredita la
intención de la actora de perturbar la actividad probatoria.

Por todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional considera que, en el presente caso, la


restricción de la libertad física decretada contra la actora no es arbitraria, por lo que debe
desestimarse la pretensión.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, en uso de las atribuciones que le


confieren la Constitución Política del Estado y su Ley Orgánica,

FALLA

REVOCANDO la recurrida, que, confirmando la apelada, declaró improcedente la acción de


hábeas corpus; y, reformándola, la declara INFUNDADA. Dispone la notificación a las partes, su
publicación en el diario oficial El Peruano y la devolución de los actuados.

SS

REY TERRY
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
GONZALES OJEDA
GARCÍA TOMA

EXP.Nº 791-2002-HC/TC

VOTO SINGULAR DEL MAGISTRADO MANUEL AGUIRRE ROCA

Discrepando del fallo de la sentencia (S) -sin perjuicio, por cierto, del respeto que merecen
las opiniones de mis honorables colegas-, emito el presente voto singular, principalmente por las
razones siguientes:

En casos tan complejos como el presente, pienso que no puede pasarse por alto la grave
infracción legal en que incurre el auto del juez penal de primera instancia, quien, en efecto, lejos
de citar al Juez y los vocales demandados en esta acción de habeas corpus y de “requerirlos” -tal
como lo manda el artículo 18 de la Ley 23506- para que “expliquen la razón” de sus decisiones
impugnadas, optó por rechazar, in limine, la demanda, dejando, así, sin respuesta alguna los
sólidos argumentos y cargos que la justiciable formula contra dichos demandados. A mi criterio, tal
decisión judicial implica -dada la especial naturaleza del caso- una sui géneris especie de
denegación de justicia.
Es cierto que la S también detecta la infracción señalada en el punto precedente -y en eso
concordamos-; pero también lo es que estima, ello no obstante, que, habiendo suficientes
elementos de juicio para resolver la controversia, no es necesario ordenar la subsanación de dicho
vicio procesal, devolviendo la causa a primera instancia, sino que procede pronunciarse sobre el
fondo. Comparto el criterio, en general, pero en el caso concreto pienso que la festinación del
trámite procesal señalado priva al justiciable -y también, evidentemente, a los demandados (Juez y
vocales)- de un irrenunciable derecho de defensa, y al Tribunal -como consecuencia de ello- de
valiosísimos elementos de juicio para resolver.

Tres son las especies delictivas que se imputan a la demandante, y ninguna de ellas ha sido
técnicamente examinada y evaluada a lo largo del proceso penal que origina la acción de garantía
de autos. Por eso, no resulta aceptable que los jueces demandados no fueran citados y oídos, tal
como -para repetirlo- lo manda el artículo 18 de la ley 23506, en este especial proceso
constitucional. Se puede admitir que un juez se equivoque, pero no que prive al justiciable, sin
razón alguna atendible, de los derechos garantizados por el “debido proceso”, esto es, entre ellos,
del sagrado derecho de defensa, tal como lo hace el Juez al rechazar la demanda in limine, sobre
todo cuando la orfandad argumental de las decisiones judiciales impugnadas en esta vía
constitucional, exigían, precisamente -para el esclarecimiento del caso- que se recogieran las
explicaciones de los jueces demandados, a quienes también se ha privado, según se indica líneas
arriba, mediante el inconsulto rechazo in limine, de los respectivos derechos de defensa.

No parece aceptable, tampoco, que para tratar de cohonestar el rechazo, in limine, de la


presente demanda, el Juez manifieste, textualmente, en su resolución del quince de febrero del
corriente año (15/02/2002) que “(...) el Poder Judicial sí puede apartarse de lo que dispone el
Tribunal Constitucional”, y que luego agregue, en apoyo de tan imprudente afirmación: “Las
razones de tal afirmación son: a) no siempre y necesariamente, lo que el Tribunal Constitucional
falla es jurídicamente correcto; y b) Los fallos del Tribunal Constitucional, como cualquier otro tipo
de fallo jurisdiccional, es falseable; por ende, puede ser corregido, variado o modificado”; ni
tampoco es aceptable, obviamente, que los vocales superiores codemandados expresen, al
confirmar el auto apelado, avalándolo, que, de un lado “(...) examinar la responsabilidad penal, o
no, de la recurrente en el delito de asociación ilícita que se le imputa, no corresponde al juez
constitucional”; y, de otro, que según se desprende del CONSIDERANDO CUARTO de la comentada
resolución superior, dichos vocales agreguen que no procede el habeas corpus respecto de
resoluciones judiciales emanadas de procedimientos regulares. A este respecto, conviene recordar
que este Tribunal, en más de un caso, ha sostenido que, tratándose de habeas corpus, no opera el
impedimento de la llamada “regularidad procesal”, impedimento que sí opera -debidamente
interpretado- en el caso de la acción de amparo. Me estoy refiriendo a la resolución recaída en el
expediente 290-2002-HC (de fecha anterior a la incorporación de los cuatro nuevos Magistrados),
entre otras, publicada en “El Peruano” el dieciséis de junio del corriente. En este mismo contexto,
además, debe tenerse presente que nadie puede limitar la competencia del Tribunal
Constitucional en los asuntos que le son propios, según lo establece el artículo 3 de su Ley
Orgánica, cuyo texto, para mejor ilustración, se reproduce en seguida: “En ningún caso se puede
promover contienda de competencia o de atribuciones al Tribunal respecto de los asuntos que le
son propios de acuerdo con la Constitución y la presente ley.

El Tribunal aprecia de oficio su falta de competencia o de atribuciones” (el subrayado es


nuestro).
Considero evidente, por el contrario, que si la afectación del derecho constitucional
cuestionado depende de una regla jurídica -en el caso, básicamente, del artículo 135 del Código
Procesal Penal- a quienes integramos este Tribunal Constitucional no se nos puede discutir el
derecho (derecho-deber, en verdad) de examinar si dicha regla ha sido, o no, correctamente
aplicada. Carecen de potestad, pues, los jueces penales para limitar los alcances de nuestras
atribuciones de revisión y examen, y, a mayor abundamiento, para sostener, temerariamente, que
nuestras sentencias y nuestra jurisprudencia no son vinculatorias, y que tampoco corresponde al
juez constitucional ingresar en el ámbito de las responsabilidades penales; pues cuando, como en
el caso, de la investigación correspondiente puede depender la restauración y vigencia de un
derecho constitucional, a mi criterio, de ningún modo pueden discutirse las atribuciones -y los
respectivos deberes- de este Tribunal y de sus magistrados.

Last but not least, conviene tener presente que, así como no aparece en el procedimiento
penal que origina este habeas corpus, ni en estos autos, un estudio técnico satisfactorio respecto
de los tipos penales que se imputan a la demandante -varios de ellos inverosímiles-, tampoco
resultan satisfactorios los argumentos esgrimidos con el propósito de demostrar la presencia del
requisito-impedimento que corre en el inciso 3) del artículo 135 del Código Procesal Penal. Antes
por el contrario, según fluye de los fundamentos de hecho que corren en las páginas segunda y
tercera del recurso extraordinario elevado a este Tribunal, y signados segundo, tercero y cuarto, a
criterio de este Magistrado, no resulta probable que exista propósito de fuga ni riesgo procesal.

Mi voto, consecuentemente, es en el sentido de declarar nulo todo lo actuado en estos


autos de habeas corpus, y de hacer retornar la causa a primera instancia, a fin de que el Juez
cumpla con tramitarla con arreglo a ley, esto es, de conformidad con el artículo 18 de la Ley
23506. Por lo demás, tratándose de un trámite muy breve y sumario, tal nulidad no puede atentar
contra las exigencias de la llamada economía procesal, debidamente entendida, ni menos, por
cierto, contra los sagrados deberes de la tutela jurisdiccional y constitucional.

SR.
AGUIRRE ROCA

Se declara Infundada la demanda debido a que la restricción de la libertad no es arbitraria


en la medida que asegura el normal desenvolvimiento de una sociedad democrática.

Expediente Nº 1567-2002-HC/TC
Lima
Alejandro Rodríguez Medrano

En Lima, a los 5 días del mes de agosto de 2002, reunido el Tribunal Constitucional en
sesión de Pleno Jurisdiccional, con asistencia de los señores Magistrados Aguirre Roca, Presidente;
Rey Terry, Vicepresidente; Alva Orlandini, Bardelli Lartirigoyen, Gonzales Ojeda y García Toma,
pronuncia la siguiente sentencia; con el voto singular, adjunto, del Magistrado Aguirre Roca.

ASUNTO

Recurso extraordinario interpuesto por don Alejandro Rodríguez Medrano contra la


sentencia expedida por la Primera Sala Penal Corporativa para Procesos Ordinarios con Reos en
Cárcel de la Corte Superior de Justicia de Lima, a fojas 218, su fecha 27 de mayo de 2002, que
declaró improcedente la acción de hábeas corpus de autos.

ANTECEDENTES

El recurrente, con fecha 2 de mayo de 2002, interpone acción de hábeas corpus contra los
Vocales Supremos de la Sala Penal Especial de la Corte Suprema de Justicia de la República,
quienes por resolución de fecha 27 de marzo de 2002, confirmaron el mandato de detención
dictado en su contra, en la instrucción que se le sigue por los delitos de concusión, corrupción de
funcionarios, tráfico de influencias y abuso de autoridad, lo cual, según afirma el accionante,
vulnera sus derechos a la libertad personal, defensa, igualdad ante la ley, presunción de inocencia,
debido proceso y el principio constitucional de motivación escrita de las resoluciones judiciales.

El recurrente señala, fundamentalmente, que, en su caso, el proceso es irregular por


considerar que: a) la medida dictada responde a un designio político y al miedo a la opinión
pública; b) la Fiscal de la Nación presentó la denuncia basándose en el artículo 100 de la
Constitución, a pesar de que expresamente acepta que en dos de los delitos imputados (concusión
y tráfico de influencias) no se advierten los elementos objetivos que lo vinculen con la comisión de
los delitos imputados; c) la recurrida afirma que no se han aportado nuevos elementos de juicio
que justifiquen la variación de la medida sin tomar en consideración las nuevas declaraciones
testimoniales de personas que lo desvinculan de la comisión de los ilícitos, y sin apreciar que de lo
actuado no se advierte la existencia de suficientes elementos probatorios que determinen su
responsabilidad; d) los emplazados deducen el peligro procesal a partir de la gravedad de los
hechos imputados, sin ningún procedimiento valorativo que le otorgue la posibilidad de ejercer su
derecho de defensa, y sin considerar que fue pública su voluntad de colaborar con el
esclarecimiento de los hechos.

Los emplazados manifiestan que en el presente caso han concurrido los requisitos que el
artículo 135 del Código Procesal Penal exige para dictar un mandato de detención. Señalan que el
referido artículo trata de aspectos que son de única competencia del juez penal y no del juez
constitucional. Afirman que la suficiencia de los elementos de juicio surgidos a partir de los nuevos
actos de investigación dieron lugar a que se confirmara la detención. Indican que la acción de
hábeas corpus es improcedente cuando el procesado tiene instrucción abierta, a menos que exista
un procedimiento irregular, no siendo este el caso. Por último, señalan que el recurrente está
privado de la libertad en mérito a un auto admisorio de carácter penal que está confirmado por la
Sala, es decir, que tiene el carácter de cosa juzgada.

El Trigésimo Sexto Juzgado Penal de Lima, a fojas 171, con fecha 8 de mayo de 2002,
declaró improcedente la demanda por considerar que, de acuerdo con el artículo 10 de la Ley Nº
25398, las anomalías que pudieran cometerse dentro de un proceso regular, deben resolverse
dentro de los mismos, y que los fundamentos del accionante son, básicamente, alegatos de no
responsabilidad y objeciones de carácter probatorio, cuestiones que deben ser dilucidadas en sede
penal y no constitucional.

La recurrida confirmó la apelada, por considerar que el mandato de detención ha sido


dictado en un proceso regular, en el que el accionante ha hecho uso de los recursos impugnatorios
y demás instrumentos procesales que le franquea la ley para garantizar el ejercicio regular e
irrestricto del derecho de defensa. Señala que, a efectos de que el juez constitucional no invada
los ámbitos propios del proceso penal, debe tenerse en cuenta que la apreciación judicial de los
elementos investigatorios y de la prueba, resulta siempre subjetiva, por lo cual el juicio de
razonabilidad del revisor constitucional, tendiente a establecer si la decisión resulta o no regular,
debe limitarse al tenor del razonamiento expresado en las resoluciones dictadas por el juez penal
y su compatibilidad con lo dictado por el artículo 135 del Código Procesal Penal, concluyendo que
dicha compatibilidad se verifica en el presente caso.

FUNDAMENTOS

En el presente caso, el accionante cuestiona la validez constitucional de la resolución de


fecha 27 de marzo de 2002, dictada por los señores Vocales Supremos de la Sala Penal Especial de
la Corte Suprema de Justicia de la República, quienes confirmaron el mandato de detención
dictado en su contra, en el proceso que se le sigue por la supuesta comisión de los delitos de
concusión, tráfico de influencias, corrupción de funcionarios y abuso de autoridad, pues considera
que dicha resolución vulnera sus derechos a la libertad personal, igualdad ante la ley, presunción
de inocencia, debido proceso, defensa y motivación escrita de las resoluciones judiciales.

En reiterada jurisprudencia dictada por este Supremo Colegiado, se ha determinado que el


Tribunal Constitucional no es sede en la que se pueda dictar pronunciamiento tendiente a
determinar si existe o no responsabilidad penal del inculpado, toda vez que ésta es facultad
exclusiva de la jurisdicción penal ordinaria. Por tanto, este Tribunal, al resolver la presente acción
de hábeas corpus, declara que no pretende avocarse el conocimiento de cuestiones de orden
penal, pues no son de su competencia.

La detención provisional tiene como última finalidad asegurar el éxito del proceso. No se
trata de una medida punitiva, por lo que, mediante ella, no se adelanta opinión respecto a la
culpabilidad del imputado en el ilícito que es materia de acusación, por cuanto ello implicaría
quebrantar el principio constitucional de presunción de inocencia. Se trata de una medida
cautelar, cuyo objetivo es resguardar la eficiencia plena de la labor jurisdiccional.

No obstante, la prisión provisional constituye también una seria restricción del derecho
humano a la libertad personal, el mismo que constituye un valor fundamental del Estado
Constitucional de Derecho, pues, en la defensa de su pleno ejercicio, subyace la vigencia de otros
derechos fundamentales, y donde se justifica, en buena medida, la propia organización
constitucional. Por ello, la detención provisional no puede constituir la regla general a la cual
recurra la judicatura, sino, por el contrario, una medida excepcional de carácter subsidiario,
razonable y proporcional. Así, en la línea de lo sostenido por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, “nadie puede ser sometido a detención o encarcelamiento por causas y métodos que -
aún calificados de legales- puedan reputarse como incompatibles con el respeto de los derechos
fundamentales del individuo por ser, entre otras cosas, irrazonables imprevisibles o faltos de
proporcionalidad” (Caso Gangaram Panday, párrafo 47, en Sergio García Ramírez, Jurisprudencia
de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, UNAM, México 2001, pág.117).

Por ello, la única manera de determinar si la detención judicial preventiva de un individuo


no responde a una decisión arbitraria del juez, pasa por la observancia de determinados
elementos objetivos que permitan concluir que, más allá de que existan indicios o medios
probatorios que vinculan razonablemente al inculpado con la comisión del hecho delictivo y más
allá del quantum de la eventual pena a imponerse, existe peligro de fuga o peligro de
entorpecimiento de la actividad probatoria. La existencia de estos dos últimos riesgos es lo que en
doctrina se denomina peligro procesal.

La existencia o no del peligro procesal debe determinarse a partir del análisis de una serie
de circunstancias que pueden tener lugar antes o durante el desarrollo del proceso y que están
ligadas, fundamentalmente, con las actitudes y valores morales del procesado, su ocupación, sus
bienes, sus vínculos familiares y todo otro factor que permita concluir, con un alto grado de
objetividad, que la libertad del inculpado, previa a la determinación de su eventual
responsabilidad, pone en serio riesgo el correcto desenvolvimiento de la labor de investigación y la
eficacia del proceso. La ausencia de un criterio razonable en torno a la perturbación de la
investigación judicial o a la evasión de la justicia por parte del procesado, terminan convirtiendo el
dictado de la detención judicial preventiva o, en su caso, su mantenimiento, en arbitrarios por no
encontrarse razonablemente justificados.

En el presente caso, existen determinadas circunstancias que permiten concluir objetiva y


razonablemente que el imputado tiene vocación por obstaculizar la labor de investigación en la
causa que se le sigue. En efecto, el proceso judicial que se le sigue al recurrente tuvo como
antecedente inmediato una serie de denuncias constitucionales en su contra, las mismas que se
ventilaron en el Congreso de la República, y que dieron lugar a dos informes de la Subcomisión
Investigadora encargada de su caso. Del análisis de dichos informes se concluye que el imputado
muestra una actitud tendiente a obstaculizar la investigación por los delitos de los que se le acusa.

Si bien es cierto que no es obligación del recurrente tener que demostrar su inocencia,
pues ésta parte de una presunción constitucional que, en todo caso, debe ser desvirtuada por la
parte acusadora dentro del proceso judicial, también es cierto que ello no implica que el acusado
tenga derecho a mostrar una actitud reacia al esclarecimiento de la causa. Por el contrario, todo
procesado está en la obligación de colaborar con la justicia cada vez que dicha colaboración sea
requerida, en la medida en que ello no importe una afectación del derecho constitucional a la no
autoincriminación.

Tal como se manifiesta en el Informe de la Subcomisión Investigadora del Congreso de la


República de la Denuncia Constitucional Nº 11, de fojas 49 a 62, el accionante, a lo largo del
proceso de investigación, cuestionó permanentemente la legalidad del encargo otorgado por la
Comisión Permanente a la Subcomisión, teniendo, en cada oportunidad, que declarar la
improcedencia de los pedidos, por carecer de base alguna. Del mismo modo, tal como se aprecia
en el Informe de la Subcomisión Investigadora de la Denuncia Constitucional Nº 88, de fojas 63 a
85, el imputado, lejos de brindar argumentos de fondo para su defensa, insistió en perturbar el
correcto desarrollo de la investigación, pretendiendo obstruirla con recurrentes argumentos de
forma, señalando que la subcomisión no ha respetado el procedimiento establecido en la ley, que
no se le ha dado a conocer el contenido de una serie de documentos conexos, que no se han
adjuntado a las denuncias los documentos sustentatorios y deduciendo, en general, una serie de
nulidades formales. Por último, tampoco se puede perder de vista que el recurrente no se
presentó a la audiencia que se programó en la investigación que se le siguió en el Congreso de la
República.

Es particularmente ilustrativa, la observación que realiza la subcomisión al señalar “que el


doctor Alejandro Rodríguez Medrano, lejos de presentar argumentos de hecho o de derecho que
contribuyan a demostrar su posición respecto de las imputaciones que le han formulado, se ha
limitado mayormente a agredir a los miembros de la Subcomisión Investigadora con frases,
adjetivos o palabras. Por tal motivo, en una de nuestras últimas sesiones, nos hemos visto
precisados a testar la palabra “cacareando” por exceder todo límite de tolerancia y, asimismo, lo
hemos requerido para que guarde la debida compostura en sus recursos” (a fojas 70 del
expediente).

La Fiscalía Suprema ha tenido en cuenta la actitud del recurrente, dado que en su recurso
de apelación, a fojas 98, recalca que la conducta del imputado se ha orientado a obstaculizar la
actividad probatoria durante el proceso seguido ante la Subcomisión Investigadora del Congreso,
posición que no es ajena tampoco a la Sala Penal Especial de la Corte Suprema de Justicia de la
República, conforme se aprecia en su resolución de fecha 6 de setiembre de 2001, a fojas 99, que
revoca el mandato de comparecencia, dictando mandato de detención, pues, si bien dicha
resolución no menciona expresamente los argumentos tendientes a determinar el peligro
procesal, hace suyos los fundamentos del dictamen de la Fiscalía Suprema.

De este modo, a juicio del Tribunal Constitucional, existen una serie de elementos
objetivos que permiten concluir que el recurrente tiene una actitud tendiente a perturbar la
actividad probatoria, lo que constituye un argumento razonable y proporcional para ordenar una
detención provisional que asegure la eficacia del proceso penal.

Sin perjuicio de lo antedicho, el Tribunal Constitucional considera que en la medida judicial


que restringe la libertad ambulatoria del accionante, subyace una valoración judicial de los hechos
que son materia del proceso penal y la repercusión de los delitos por los cuales se le juzga, no sólo
en lo que atañe a la afectación de determinados bienes jurídico-penales, sino incluso, y lo que es
más grave, a la puesta en riesgo de la viabilidad del sistema democrático. Por ello, el Tribunal
Constitucional estima que la libertad física puede ser objeto de restricciones, y éstas no ser
arbitrarias, si es que tal medida se presenta como estrictamente necesaria para garantizar y
asegurar el normal desenvolvimiento de una sociedad democrática.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, en uso de las atribuciones que le


confieren la Constitución Política del Estado y su Ley Orgánica,

FALLA

REVOCANDO la recurrida, que, confirmando la apelada, declaró improcedente la acción de


hábeas corpus; y, reformándola, la declara INFUNDADA. Dispone la notificación a las partes, su
publicación en el diario oficial El Peruano y la devolución de los actuados.

SS.

REY TERRY
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
GONZALES OJEDA
GARCÍA TOMA

EXP. Nº 1567-02-HC/TC
LIMA

ALEJANDRO RODRÍGUEZ MEDRANO

VOTO SINGULAR DEL MAGISTRADO MANUEL AGUIRRE ROCA

Dada la naturaleza de las dos únicas acusaciones que han servido como sustento de las
cuatro imputaciones delictivas que aparecen en la denuncia penal que origina estos autos, estimo
que, habida cuenta de la prolija investigación ya efectuada, tanto en el Congreso, a través de dos
Subcomisiones Investigadoras, como a lo largo del expediente penal respectivo, iniciado el 23 de
mayo de 2001, no puede ya subsistir el hipotético peligro de una perturbación de la actividad
probatoria, tanto más que, habiéndose ratificado en su únicas acusaciones las juezas Sonia Medina
Calvo y Rosario del Pilar Encinas Llanos, no parece fácil entender en qué puede consistir la
supuesta perturbación.

Por otro lado, la conducta del demandante a lo largo del proceso penal respectivo, no
induce a pensar que exista peligro de fuga, tal como fluye de la resolución suprema recurrida, esto
es, de la decisión judicial que ha motivado, precisamente, la presente demanda.

Como no aparece, en mi criterio, según lo dicho, el impedimento del inciso 3) del artículo
135 del Código Procesal Penal, y como no encuentro, por lo demás, fundamentos convincentes en
las sentencias recaídas en el proceso penal que origina esta acción de habeas corpus, ni tampoco
en las dos sentencias judiciales emitidas en estos autos, pienso, discrepando, con el debido
respeto, de la opinión mayoritaria que sostiene la presente sentencia, que no existe razón
suficiente para denegar el pedido de conversión de la orden de detención en una de
comparecencia restringida, situación que, por otro lado, no veo cómo pueda facilitar el hipotético
propósito de perturbar una actividad probatoria prácticamente ya agotada, pues los hechos que
sustentan las cuatro imputaciones que alimentan estos autos, no son de los que dejan rastros o
huellas tangibles en el mundo físico, es decir, un “cuerpo del delito” que pudiera ser objeto -y
menos a estas alturas del proceso- de manipulaciones dolosas. Y si lo hubiera y pudiera serlo, no
alcanzo a comprender en qué forma o de qué modo el cambio de la detención por la
comparecencia restringida, pueda gravitar en el asunto.

SR.
AGUIRRE ROCA

Ordena que la autoridad judicial competente proceda de conformidad con lo dispuesto en


el acuerdo del Congreso de la República.

Expediente Nº 1230-2002-HC/TC
Lima
César Humberto Tineo Cabrera

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los veinte días del mes de junio de dos mil dos, reunido el Tribunal
Constitucional en sesión de Pleno Jurisdiccional, con asistencia de los señores Magistrados Aguirre
Roca, Presidente; Rey Terry, Vicepresidente; Alva Orlandini, Bardelli Lartirigoyen, Gonzales Ojeda y
García Toma, pronuncia la siguiente sentencia, con el fundamento singular, adjunto del
Magistrado Aguirre Roca:

ASUNTO

Recurso extraordinario interpuesto por don César Humberto Tineo Cabrera contra la
sentencia expedida por la Sala de Apelaciones de Procesos Penales Sumarios - Reos Libres de la
Corte Superior de Justicia de Lima, de fojas ciento veinticinco, su fecha veintisiete de marzo de dos
mil dos, que declaró improcedente la acción de hábeas corpus de autos.

ANTECEDENTES

El recurrente, con fecha treinta de enero de dos mil dos, interpone acción hábeas corpus
contra los Vocales de la Sala Penal Especial de la Corte Suprema de Justicia de la República, por
violación de sus derechos constitucionales a la libertad individual, a la motivación de las
resoluciones judiciales, al debido proceso y a la defensa.

Alega que después de seguirse irregularmente el procedimiento de acusación


constitucional, con fecha ocho de enero de mil novecientos noventa y nueve, se le abrió
instrucción penal por los delitos contra la fe pública -falsedad genérica- y contra la función
jurisdiccional, por considerarse que, en su condición de Vocal Supremo Provisional de la Sala Civil
Permanente de la Corte Suprema de Justicia de la República, actuó irregularmente en la
tramitación y expedición de la sentencia, en el proceso que seguían Corporación Novotec Tacna
S.A. con el Banco Central de Reserva del Perú, sobre pago de dólares e indemnización. Señala que,
culminado el proceso investigatorio, el Vocal Supremo Instructor lo condenó por los delitos contra
la función jurisdiccional, en la modalidad de fraude procesal, y contra la fe pública, imponiéndole
cinco años de pena privativa de la libertad, fijando el monto de la reparación civil en la suma de
cien mil nuevos soles. Sostiene que, al interponer su recurso de apelación, la Sala Penal Especial de
la Corte Suprema de Justicia de la República, con fecha once de diciembre de dos mil uno,
confirmó la condena por los delitos de fraude procesal y falsedad ideológica en agravio del Estado;
y la revocó en relación con la pena impuesta, la que, reformándola, varió a tres años de pena
privativa de la libertad, la cual fue suspendida, estableciéndose en veinte mil nuevos soles el
monto de la reparación civil.

Sostiene que dicho proceso penal está plagado de irregularidades, ya que, a su juicio: a) se
violó la garantía constitucional de la motivación de las resoluciones judiciales, puesto que la
emplazada no se ha pronunciado sobre cada uno de los argumentos de hecho y de derecho
controvertidos en el proceso; b) la sentencia condenatoria no se sustenta en pruebas actuadas en
el proceso, sino en declaraciones actuadas fuera de él, específicamente, en las vertidas ante la
Comisión de Fiscalización del Congreso que, además, son ilegibles e incompletas; c) existen nuevas
evidencias de que el proceso en su contra se inició por razones extralegales, concretamente, por
razones de orden político, como se demuestran en los videos 806 y 807; y, d) se violó el principio
de legalidad, dado que se le sentenció por un delito -el de falsedad ideológica- en el cual no se
basó la acusación constitucional del Congreso de la República y por el que no se le abrió
instrucción penal.

Admitida a trámite la demanda, se tomó la declaración de los magistrados Víctor Abelardo


Olivares Solís, Jorge Carrillo Hernández, José Vicente Loza y José Luis Lecaros Cornejo. Asimismo,
se apersonó al proceso el Procurador Público encargado de los asuntos judiciales del Poder
Judicial, quien solicitó que se declarare improcedente la demanda, pues, a su juicio, mediante este
proceso se pretende cuestionar una resolución judicial emanada de un procedimiento regular.

El Cuadragésimo Cuarto Juzgado Penal con Reos en Cárcel, con fecha veintisiete de febrero
de dos mil dos, declaró improcedente la acción de hábeas corpus por considerar, principalmente,
que mediante este proceso constitucional no se puede dejar sin efecto una sentencia que tiene la
autoridad de cosa juzgada.

La recurrida confirmó la apelada por los mismos fundamentos.

FUNDAMENTOS

En el presente caso, el autor cuestiona la validez constitucional de la sentencia expedida


por la Sala Penal Especial de la Corte Suprema de Justicia de la República, de fecha once de
diciembre de dos mil uno, que lo condenó por los delitos de fraude procesal y falsedad ideológica
a tres años de pena privativa de la libertad, porque, opina, esta habría sido expedida con violación
de diversas garantías del debido proceso.

Procedencia del hábeas corpus por violación del debido proceso con incidencia en la
libertad personal

Si bien el proceso de hábeas corpus no tiene por objeto proteger en abstracto el derecho
al debido proceso, en el presente caso, habida cuenta de que se han establecido judicialmente
restricciones al pleno ejercicio de la libertad locomotora, tras la imposición, en la sentencia
condenatoria, de determinadas reglas de conducta al actor, el Tribunal Constitucional tiene
competencia, ratione materiae, para evaluar la legitimidad constitucional de los actos judiciales
considerados lesivos.

No obstante lo dicho, en las diversas etapas del proceso se ha cuestionado la idoneidad de


este proceso constitucional para conocer sobre el fondo de la controversia, atendiendo sobre todo
a los alcances del artículo 6, inciso 2), de la Ley Nº 23506 y de los artículos 10 y 16, inciso c), de la
Ley Nº 25398, que, en conjunto, señalan lo siguiente: a) no procede el hábeas corpus contra
resoluciones judiciales emanadas de un procedimiento regular; b) las anomalías que pudieran
cometerse dentro de un proceso deberán remediarse haciéndose ejercicio de los medios
impugnatorios que las leyes procesales establecen; c) tampoco procede el hábeas corpus “en
materia de liberación” cuando el sentenciado “esté cumpliendo pena privativa de la libertad
ordenada por los jueces”.

Interpretación, “desde” y “conforme” con la Constitución, de la legislación que limita el


derecho a la protección jurisdiccional de los derechos y libertades

Sobre el particular, el Tribunal Constitucional debe recordar que, en todo ordenamiento


que cuenta con una Constitución rígida y, por tanto, donde ella es la fuente suprema, todas las
leyes y disposiciones reglamentarias, a fin de ser válidamente aplicadas, deben necesariamente
ser interpretadas “desde” y “conforme” con la Constitución.
Una interpretación “desde” la Constitución de aquellos dispositivos de las Leyes Nºs 23506
y 25398 no puede obviar que la Constitución de 1993, al tiempo de reconocer una serie de
derechos constitucionales, también ha creado diversos mecanismos procesales con el objeto de
tutelarlos. A la condición de derechos subjetivos del más alto nivel y, al mismo tiempo, de valores
materiales de nuestro ordenamiento jurídico, le es consustancial el establecimiento de
mecanismos encargados de tutelarlos, pues es evidente que derechos sin garantías no son sino
afirmaciones programáticas, desprovistas de valor normativo. Por ello, bien puede decirse que,
detrás de la constitucionalización de procesos como el hábeas corpus, el amparo o el hábeas data,
nuestra Carta Magna ha reconocido el derecho (subjetivo-constitucional) a la protección
jurisdiccional de los derechos y libertades fundamentales.

El reconocimiento de este derecho no sólo exige el respeto de los poderes públicos, sino,
además, se configura como una garantía institucional del Estado Constitucional de Derecho, por
cuanto la condición de norma suprema de la Constitución y la necesidad de su defensa opera tanto
en el proceso de producción jurídica de las fuentes formales del derecho como ante todos los
órganos estatales e, incluso, ante los privados, cualquiera sea el tipo, la calidad o naturaleza de los
actos que puedan practicar.

Y es que el reconocimiento de los derechos fundamentales y el establecimiento de


mecanismos para su protección constituyen el supuesto básico del funcionamiento del sistema
democrático.

Por ello, ante una aparente restricción de este derecho por el artículo 6, inciso 2), de la Ley
Nº 23506, así como por los artículos 10 y 16, inciso c), de la Ley Nº. 25398, el operador
jurisdiccional de la Constitución debe realizar una interpretación que busque optimizar el ejercicio
del derecho subjetivo en el mayor grado de intensidad posible y, en forma muy especial, en
relación con el derecho a la protección jurisdiccional de los derechos, puesto que, como antes se
ha sostenido, su reconocimiento es consustancial con el sistema democrático.

Con arreglo a lo expresado, el Tribunal Constitucional considera que cuando el inciso 1) del
artículo 200 de la Constitución señala que el hábeas corpus “procede ante el hecho u omisión, por
parte de cualquier autoridad, funcionario o persona”, la Constitución no excluye del concepto de
“autoridad” la figura de los jueces como sujetos susceptibles de vulnerar derechos
constitucionales y, con ello, prohíbe que se pueda interponer el proceso de hábeas corpus contra
los diversos actos que pudieran expedir los jueces, cualquiera sea su clase.

Al contrario, es lo suficientemente omnicomprensivo de que cualquier norma con rango


de ley que pretenda excluir del control constitucional los actos y resoluciones judiciales, no podría
sino considerarse incompatible con la Constitución.

En consecuencia, el Tribunal Constitucional estima que es una interpretación contraria a la


Constitución entender que las disposiciones citadas de las Leyes Nºs 23506 y 25398 impidan,
siempre y en todos los casos, que mediante el hábeas corpus se pueda evaluar la legitimidad
constitucional de los actos emanados por quienes administran justicia. En un Estado Constitucional
de Derecho no existen (ni pueden auspiciarse) zonas exentas de control constitucional, más allá de
aquellas que la propia Constitución pueda haber establecido con carácter excepcional.
Hábeas corpus contra resoluciones judiciales. Concepto de “proceso regular” y “proceso
irregular”

Conforme a lo expuesto en el párrafo anterior, el Tribunal Constitucional no deduce que


las tantas veces citadas Leyes Nºs 23506 y 25398 sean contrarias a la Constitución, so pretexto de
que estas -en un específico sentido interpretativo- parecen restringir, al margen de la Norma
Fundamental, el hábeas corpus contra resoluciones judiciales. En primer lugar, porque del
contenido del artículo 6, inciso 2), de la Ley Nº 23506, así como del artículo 10 de la Ley Nº 25398,
no se deriva inexorablemente que no pueda promoverse un hábeas corpus contra resoluciones
judiciales, dado que ambas disposiciones solo restringen su procedencia a aquellos supuestos en
que estas sean expedidas dentro de un proceso “regular”, estableciéndose que las anomalías que
pudieran cometerse dentro de un proceso solo pueden sustanciarse y resolverse dentro de los
mismos procesos judiciales en que estas se originaron.

Y no de otro modo, en efecto, podría ser. Si una resolución judicial emana de un proceso
regular, y en él se han respetado las diversas garantías que integran el debido proceso, no cabe
acudir al hábeas corpus, pues el objeto de este no es hacer las veces de un recurso de casación o
convertir a las instancias de la justicia constitucional, a su vez, en suprainstancias de la jurisdicción
ordinaria, sino, como se deduce de la propia Constitución, proteger únicamente derechos
constitucionales.

En este contexto, para el Tribunal Constitucional, el concepto de “proceso regular”, como


supuesto de improcedencia del hábeas corpus contra resoluciones judiciales, está
inescindiblemente ligado al desarrollo normal y respeto escrupuloso de los derechos de naturaleza
procesal: el de tutela jurisdiccional efectiva y el debido proceso y, con ellos, todos los derechos
que los conforman. En la medida que dichas Leyes Nºs 23506 y 25398 así se entiendan, se trata,
indudablemente, de disposiciones compatibles con la Norma Suprema. En ello radica,
precisamente, la técnica de la interpretación “conforme” con la Constitución: cada vez que una
norma legal pueda interpretarse cuando menos de dos maneras, donde una de las cuales riñe con
la Constitución, mientras la otra es compatible con su contenido, el juez siempre debe optar por
aquella que resulte conforme y en armonía con la Norma Suprema del Estado.

Idéntico criterio sostiene en relación con el inciso c) del artículo 16 de la Ley Nº 25398,
cuando establece que “No procede la acción de hábeas corpus”: […] c) “En materia de liberación
[..] cuando [..] “esté cumpliendo pena privativa de la libertad ordenada por los jueces”.

Efectivamente, no puede acudirse al hábeas corpus ni en él discutirse o ventilarse asuntos


resueltos y que, como es la determinación de la responsabilidad criminal, son de incumbencia
exclusiva de la justicia penal. El hábeas corpus es un proceso constitucional destinado a la
protección de los derechos reconocidos en la Constitución y no para revisar si el modo como se
han resuelto las controversias de orden penal son las más adecuadas conforme a la legislación
ordinaria. En cambio, no puede decirse que el hábeas corpus sea improcedente para ventilar
infracciones a los derechos constitucionales procesales derivadas de una sentencia expedida en un
proceso penal, cuando ella se haya expedido con desprecio o inobservancia de las garantías
judiciales mínimas que deben observarse en toda actuación judicial, pues una interpretación
semejante terminaría, por un lado, por vaciar de contenido al derecho a la protección
jurisdiccional de los derechos y libertades fundamentales y, por otro, por promover que la cláusula
del derecho a la tutela jurisdiccional (efectiva) y el debido proceso no tengan valor normativo.
Interpretación de la ley de conformidad con los tratados sobre derechos humanos

Similar criterio interpretativo se deduce, si ahora el parámetro para evaluar la procedencia


del hábeas corpus contra resoluciones judiciales se analiza de acuerdo y conforme con los tratados
sobre derechos humanos, especialmente, respecto al artículo 25.1 de la Convención Americana de
Derechos Humanos.

Así, en materia de derechos fundamentales, las normas que los reconocen, regulan o
limitan deben interpretarse de conformidad con los tratados sobre derechos humanos. Aquel
criterio de interpretación de los derechos no solo es una exigencia que se deriva directamente de
la IV Disposición Final y Transitoria de la Constitución, sino también del hecho de que los tratados,
una vez ratificados por el Estado peruano, forman parte del derecho nacional.

Pues bien, según el artículo 25.1 de la Convención Americana de Derechos Humanos:


“Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo
ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos
fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando tal
violación sea cometida por personas que actúen en el ejercicio de sus funciones oficiales”.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha equiparado el derecho al recurso


sencillo, rápido y efectivo con los procesos de amparo y hábeas corpus (Opinión Consultiva
OC/8/87, párrafo. 32). De esta forma, de consuno, tanto el ordenamiento constitucional como el
ordenamiento supranacional regional reconocen el derecho constitucional a la protección judicial
de los derechos fundamentales. Protección judicial a la que se debe promover su acceso, aun si los
actos que ocasionan agravio de los derechos constitucionales son expedidos “por personas que
actúen en el ejercicio de sus funciones oficiales”, dentro de las cuales, naturalmente, se
encuentran comprendidos los jueces; pero también cualquier autoridad o funcionario que ejerza
funciones estatales.

“Proceso irregular”

Por todo ello, a juicio del Tribunal Constitucional, una acción de garantía constituye la vía
idónea para evaluar la legitimidad constitucional de los actos o hechos practicados por quienes
ejercen funciones jurisdiccionales, en la medida en que de ellas se advierta una violación del
derecho al debido proceso y a la tutela jurisdiccional. Esto es, cabe incoarse el hábeas corpus
contra resoluciones judiciales emanadas de un “procedimiento irregular”, lo que se produce cada
vez que en un proceso jurisdiccional se expidan actos que violen el derecho al debido proceso. En
ese sentido, dado que en el presente caso se ha alegado la violación de diversos contenidos del
derecho al debido proceso, como son los derechos de defensa y a la motivación de las
resoluciones judiciales, corresponde ingresar a evaluar el fondo de la controversia.

Derecho al debido proceso y a la motivación de las resoluciones judiciales

Por lo que es materia del presente proceso, primeramente ha de analizarse si los


emplazados vulneraron el derecho a la motivación de las resoluciones judiciales, dado que, según
alega el actor, la sentencia que lo condenó no se habría pronunciado sobre diversos aspectos
planteados en el ejercicio de su derecho de defensa.
Uno de los contenidos del derecho al debido proceso es el derecho de obtener de los
órganos judiciales una respuesta razonada, motivada y congruente con las pretensiones
oportunamente deducidas por las partes en cualquier clase de procesos. La exigencia de que las
decisiones judiciales sean motivadas en proporción a los términos del inciso 5) del artículo 139 de
la Norma Fundamental, garantiza que los jueces, cualquiera sea la instancia a la que pertenezcan,
expresen el proceso mental que los ha llevado a decidir una controversia, asegurando que el
ejercicio de la potestad de administrar justicia se haga con sujeción a la Constitución y a la ley;
pero también con la finalidad de facilitar un adecuado ejercicio del derecho de defensa de los
justiciables.

La Constitución no garantiza una determinada extensión de la motivación, por lo que su


contenido esencial se respeta siempre que exista fundamentación jurídica, congruencia entre lo
pedido y lo resuelto y, por sí misma, exprese una suficiente justificación de la decisión adoptada,
aun si esta es breve o concisa, o se presenta el supuesto de motivación por remisión.

Tampoco garantiza que, de manera pormenorizada, todas las alegaciones que las partes
puedan formular dentro del proceso sean objeto de un pronunciamiento expreso y detallado. En
materia penal, el derecho en referencia garantiza que la decisión expresada en el fallo sea
consecuencia de una deducción razonable de los hechos del caso, las pruebas aportadas y la
valoración jurídica de ellas en la resolución de la controversia. En suma, garantiza que el
razonamiento empleado guarde relación y sea proporcionado y congruente con el problema que al
juez penal corresponde resolver.

En el presente caso, el actor considera que se lesionó tal derecho, pues los emplazados no
se habrían pronunciado sobre cada uno de los argumentos de hecho y de derecho expuestos
durante su defensa y, en particular: a) sobre la no aplicación de la determinación alternativa, pues
vulnera el derecho de defensa, al debido proceso y el principio de legalidad; b) por no haberse
tomado la declaración testimonial de los vocales firmantes de la resolución judicial que motivó su
juzgamiento por el delito de fraude procesal y otro; c) porque la sentencia se sustenta en
evidencias efectuadas fuera del proceso, ilegibles e incompletas; y, d) porque existirían nuevas
pruebas que debieron actuarse; argumentos expuestos en su alegato de apelación, fechado el
veinte de noviembre de dos mil uno.

En primer lugar, expedida por los emplazados, obrante a fojas veintitrés, según se
desprende de la sentencia el Tribunal Constitucional considera que no se ha violado el derecho a la
motivación de las resoluciones judiciales. En efecto, como antes se ha expresado, dicho atributo
no garantiza que el juzgador tenga que pronunciarse pormenorizadamente sobre cada uno de los
extremos en los que el actor apoyó parte de su defensa procesal. Es suficiente que exista una
referencia explícita a que no se compartan los criterios de defensa o que los cargos imputados al
acusado no hayan sido enervados con los diversos medios de prueba actuados a lo largo del
proceso, lo que cumple con efectuarlo la sentencia cuestionada, especialmente en el tercer
considerando. Por otro lado, el problema planteado como consecuencia de que no se hayan
actuado determinados medios de prueba y que, pese a ello -según se alega-, sobre la base de
pruebas incompletas o insuficientes, se haya condenado al actor, no es un tema que ocasione la
violación del derecho a la motivación de las resoluciones judiciales, sino, antes bien, se relaciona
con la eventual afectación del derecho a la presunción de inocencia.
Este principio impone que el juez, en caso de no existir prueba plena que determine la
responsabilidad penal del acusado, deba absolverlo y no condenarlo. No es ese el caso que ha
acontecido en el proceso penal que se le siguió al actor, según los argumentos expresados por la
sentencia recurrida y que sirvieron para condenar al actor por los delitos señalados en los artículos
416 y 428 del Código Penal. Efectivamente, los medios de prueba que el actor considera
insuficientes, conforme puede apreciarse de la sentencia cuestionada, no sirvieron únicamente a
los emplazados para expedir la sentencia condenatoria, sino otros elementos de prueba, cuyo
detalle, por lo demás, la misma sentencia expresa.

Asimismo, a juicio del Tribunal Constitucional, tampoco compromete el derecho a la


motivación de las resoluciones judiciales, que, en el momento de sentenciar, no se hayan valorado
nuevos medios de prueba o que la sentencia condenatoria se sustente en pruebas efectuadas
fuera del proceso. Nada de ello tiene que ver con lo alegado por el actor sobre la afectación del
derecho a la motivación de las resoluciones judiciales, pues, en todo caso, ambos
cuestionamientos se encuentran relacionados con el derecho de ofrecer y actuar medios de
prueba, lo que es sustancialmente una cuestión diversa.

Y, por lo que respecta a este último derecho, tampoco considera el Tribunal Constitucional
que haya sido vulnerado, pues, conforme se deduce de lo afirmado por el actor en su demanda,
las pruebas solicitadas no fueron ofrecidas en la oportunidad que la ley procesal penal establece,
sino, como se expresa en la demanda, en su escrito de alegato; esto es, cuando la investigación
judicial había concluido y la controversia se encontraba ad portas de sentenciarse.

El actor considera que la sentencia cuestionada violó el derecho a la motivación de las


resoluciones judiciales, en razón de que la sentencia que dice causarle agravio se sustentó en
declaraciones efectuadas fuera del proceso ante la Comisión de Fiscalización del Congreso de la
República, y, además, que las copias de esas declaraciones eran ilegibles e incompletas.

El Tribunal Constitucional no considera que tenga que detenerse a evaluar tal


circunstancia, pues de una simple lectura de la sentencia expedida por la Sala Penal Especial de la
Corte Suprema de Justicia de la República, en ningún momento se advierte que la pena impuesta
al actor se deba a los medios de prueba a los que se hace referencia.

El hábeas corpus no puede sustituir al recurso de revisión

Asimismo, alega el actor que existen nuevas evidencias que acreditan que el proceso en el
que se le terminó condenando se inició por razones extralegales; a saber, porque según los videos
Nºs 806 y 807, el ex asesor Vladimiro Montesinos Torres dio indicaciones a los diversos
presidentes de las comisiones parlamentarias de 1998 para que lo “sacrificaran” (sic).

Tal hecho podría considerarse un indicio de que, en el procedimiento de acusación


constitucional, se haya vulnerado el derecho a un juez (parlamentario) “independiente” e
“imparcial”. Tal impresión, sin embargo, desaparece, no bien se repara en que el acuerdo en virtud
del cual se mostró conformidad en que había mérito en que se denunciase al actor por diversos
ilícitos penales, se aprobó en un órgano colegiado, donde confluyen tanto representantes de la
mayoría como de la minoría, con cincuenta y tres votos a favor, ninguno en contra y cinco
abstenciones. Tal carácter de la votación, desde luego, desvanece cualquier indicio de abuso de
poder legislativo en contra del recurrente.
No obstante, y si el actor considera que existen nuevas pruebas que acreditan su no
responsabilidad penal por el delito que se le sancionó, este puede hacer valer su derecho haciendo
ejercicio de los recursos que la ley procesal penal establece, toda vez que, en nuestro
ordenamiento jurídico, las sentencias penales no tienen el valor de cosa juzgada absoluta, sino
solo relativa, no siendo, naturalmente, el hábeas corpus la vía idónea donde ello se pueda
determinar.

Violación del derecho de defensa y contradictorio en el proceso penal

Finalmente, señala que se violó su derecho de defensa, pues mientras que el Congreso de
la República habilitó su juzgamiento por los delitos previstos en los artículos 416 y 427 del Código
Penal, y en correspondencia con ello, se le abrió “auto apertorio de instrucción” por aquellos
delitos, formulándose en los mismos términos también la acusación fiscal; sin embargo, en el
momento de expedirse sentencia, la Sala Penal Especial de la Corte Suprema de Justicia de la
República lo condenó por un delito distinto: en vez del ilícito penal previsto en el artículo 427, se le
condenó por el delito señalado en el artículo 428 del Código Penal.

La Constitución reconoce el derecho de defensa en el inciso 14) del artículo 139 de la


Constitución. En virtud de él se garantiza que los justiciables, en la determinación de sus derechos
y obligaciones, cualquiera sea su naturaleza (civil, mercantil, penal, laboral, etc.), no queden en
estado de indefensión. Por ello, el contenido esencial del derecho de defensa queda afectado
cuando, en el seno de un proceso judicial, cualquiera de las partes resulta impedido, por concretos
actos de los órganos judiciales, de hacer uso de los medios necesarios, suficientes y eficaces para
ejercer la defensa de sus derechos e intereses legítimos.

Tal derecho, considera el Tribunal, no fue respetado en el caso de autos. En efecto, al


variarse el tipo penal por el que venía siendo juzgado el actor, conforme se ha expuesto en el
primer párrafo de este fundamento, se impidió que el actor pudiera ejercer, eficazmente, su
defensa, en tanto esta se encontraba destinada a probar que no era autor de un ilícito penal
determinado, mientras que fue condenado por otro, que, aunque del mismo género, sin embargo,
no fue objeto del contradictorio.

Como ha recordado este Tribunal Constitucional en la sentencia recaída en el Exp. Nº


1231-2002-HC/TC, en materia penal, el tribunal de alzada no puede pronunciarse más allá de los
términos de la acusación penal, a fin de no afectar el derecho de defensa y al debido proceso. Y es
que, considerados conjuntamente, tales derechos garantizan que el acusado pueda conocer de la
acusación formulada en su contra en el curso del proceso penal y, de esa manera, tener la
posibilidad real y efectiva de defenderse de los cargos que se le imputan; pero también que exista
congruencia entre los términos de la acusación fiscal y el pronunciamiento definitivo del Tribunal
superior, pues de otro modo se enervaría la esencia misma del contradictorio, garantía natural del
proceso judicial y, con ello, el ejercicio pleno del derecho de defensa del acusado.

Además, considera el Tribunal Constitucional que un extremo de la sentencia cuestionada


viola el último párrafo del artículo 100 de la Constitución. Señala dicha disposición que “Los
términos de la denuncia fiscal y del auto apertorio de instrucción no pueden exceder ni reducir los
términos de la acusación del Congreso”. Si bien dicha disposición constitucional no incluye al acto
procesal de la sentencia, es evidente que implícitamente la comprende, puesto que esta debe
guardar coherencia con el auto de apertura de instrucción, a fin de que se respete el derecho de
defensa.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, en uso de las atribuciones que le


confieren la Constitución Política del Estado y su Ley Orgánica,

FALLA

REVOCANDO la recurrida, que, confirmando la apelada, declaró improcedente la acción de


hábeas corpus; y, reformándola, la declara FUNDADA y, en consecuencia, nula la sentencia
expedida por la Sala Penal Especial de la Corte Suprema de Justicia de la República, de fecha once
de diciembre de dos mil uno; ordena que la autoridad judicial competente proceda de
conformidad con lo dispuesto en el acuerdo del Congreso de la República, de fecha tres de
diciembre de mil novecientos noventa y ocho. Dispone la notificación a las partes, su publicación
en el diario oficial El Peruano y la devolución de los actuados.

SS
AGUIRRE ROCA
REY TERRY
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
GONZALES OJEDA
GARCÍA TOMA

FUNDAMENTO SINGULAR DEL MAGISTRADO AGUIRRE ROCA

Este fundamento singular tiene por objeto dejar constancia de que, si bien concuerdo con
el fallo o parte final y dispositiva de la sentencia (S), no me ocurre lo mismo -con el debido respeto
por la opinión de mis colegas- respecto de la parte de la fundamentación en que se sostiene (o,
por lo menos, así lo entiendo) que en la evaluación y revisión de las resoluciones judiciales
penales, llegadas vía recurso extraordinario, la competencia del Tribunal Constitucional está
limitada por la regularidad formal del procedimiento del que emanan, y por la independencia del
Juez que las emite.

Estimo, de un lado, que para el Tribunal Constitucional no hay en el campo penal, así como
no lo hay en el civil, castrense o cualquier otro, zonas vedadas, ni cotos cerrados; y, de otro, que la
limitación de la “regularidad del procedimiento”, que aparece en el artículo 200, inciso 2) de la
Constitución, opera respecto de la acción de amparo, pero no de la de habeas corpus, pues, en
efecto, en el inciso 1) del citado artículo 200, que es el correspondiente al habeas corpus, no
aparece tal limitación; amén de que - valga precisarlo - la regularidad procesal en cuestión, no se
agota en las meras formas externas, pues dicho concepto abarca, necesariamente, la regularidad
sustantiva.

Por lo demás, en dos recientes pronunciamientos, recaídos en sendas acciones de habeas


corpus (Exp. 290-2002-HC/TC, y 290-02-HC/TC), el Tribunal Constitucional estimó necesario
precisar, y así lo hizo, que la limitación del citado artículo 200, inciso 2), relacionada con el
amparo, no opera en el campo del habeas corpus, y este criterio, según el artículo 55 de la Ley
Orgánica del Tribunal Constitucional (LOTC), no puede ser variado con menos de seis (6) votos
conformes, cosa que no ocurre con la sentencia que motiva este fundamento singular, pues en
ella, precisamente, respecto de tal criterio, mi voto discrepante deja la concordancia en no más de
cinco (5) votos.

También conviene dejar constancia de que el hecho de que considere nula la parte de la
sentencia suprema que condena por una especie delictiva no comprendida textualmente en la
acusación (y este es, en verdad, el único fundamento decisivo o sine qua non que comparto con la
S), pero que sí pertenece a la misma familia o género, y cuya gravedad resulta menor, no significa
que a mi juicio dicha sentencia se encuentre desprovista de toda sindéresis, pues es sabido que un
tal fallo tiene apoyo en reiterada jurisprudencia de nuestra Corte Suprema de Justicia y, asimismo,
en jurisprudencia análoga de otros ordenamientos jurídicos de la misma estirpe. En suma, este es
un caso en que, sin perjuicio de respetar la razonabilidad del criterio impugnado, creo procedente
que el Tribunal, en resguardo del derecho de defensa, y habida cuenta de su propia jurisprudencia
y de la normatividad objetiva vigente, ponga de manifiesto, tal como en este fallo se hace, su
desacuerdo y declare, por tanto, fundado - considerando a su propio criterio como el mejor de los
dos - el correspondiente habeas corpus.

No cabe duda de que existe, en el fondo de este asunto, un problema casuístico,


acompañado de uno de economía procesal y de teleología legal. En efecto, no es imposible que al
defenderse el justiciable de una determinada acusación (tipo legal), resulte admitiendo u
ofreciendo prueba suficiente de haber incurrido en una menor del mismo género, esto es, en un
tipo legal delictivo distinto, pero menos grave del que motiva la acusación específica formulada
por el Ministerio Público. En tal caso, lo que estaría en tela de juicio no sería ya el derecho de
defensa en su acepción sustantiva y teleológica, sino la letra de la regla procesal positiva, esto es,
en algún caso límite, una simple formalidad. Lo dicho lleva a considerar que conviene modificar,
toda la jurisprudencia, toda la ley, a fin de evitar que este tipo de problemas siga ocasionando
trastornos procesales y discrepancias jurisprudenciales entre este Tribunal Constitucional y la
Corte Suprema de Justicia.

SR.
AGUIRRE ROCA

Se declara FUNDADA en parte y ordena que el Instituto Nacional Penitenciario traslade a


los reclusos cuyo precario estado de salud, clínicamente comprobado por la entidad oficial
pertinente, no permita que continúen en el Centro Penitenciario de Challapalca, a cualquier otro
establecimiento penal del Estado.

Expediente Nº 1429-2002-HC/TC
LIMA
JUAN ISLAS TRINIDAD Y OTROS

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los 19 días de Noviembre de 2002, reunido el Tribunal Constitucional en sesión


de Pleno Jurisdiccional, con asistencia de los señores Magistrados Rey Terry, Presidente; Revoredo
Marsano, Vicepresidenta; Alva Orlandini, Bardelli Lartirigoyen, Gonzales Ojeda y García Toma,
pronuncia la siguiente sentencia.
ASUNTO

Recurso extraordinario interpuesto por don Emiliano Álvarez Lazo y otros, a favor de don
Juan Islas Trinidad y otros, contra la sentencia expedida por la Sexta Sala Civil de la Corte Superior
de Justicia de Lima, de fojas 172, su fecha 17 de enero de 2002, que declaró infundada la acción de
hábeas corpus de autos.

ANTECEDENTES

Los accionantes, con fecha 25 de setiembre de 2001, interponen acción de hábeas corpus
contra el Ministro de Justicia, don Fernando Olivera Vega, el Ministro del Interior, don Fernando
Rospigliosi y el Jefe del Instituto Nacional Penitenciario, con el objeto de que se disponga el cese
del aislamiento, incomunicación y las condiciones humillantes, degradantes e inhumanas de
reclusión de treinta y cuatro internos trasladados al Establecimiento Penal de Challapalca, y se
ordene su retorno a su lugar de origen, el Establecimiento Penal “Miguel Castro Castro” de Lima.

Afirman que los favorecidos, 34 internos del Pabellón IV del Penal de Yanamayo, en la
madrugada del día viernes 21 de septiembre de 2001 fueron trasladados ilegalmente al
Establecimiento Penal de Challapalca, en contravención de las sugerencias de la Defensoría del
Pueblo y el Comité Internacional de la Cruz Roja, que recomendaron el cierre de dicho
establecimiento penal, de mayor aislamiento y altura, por ser atentatorio de la salud de los
internos y los visitantes. Manifiestan que el Establecimiento Penal de Challapalca se encuentra a
una altitud mayor a los 4650 metros sobre el nivel del mar, en un lugar bastante alejado de la
residencia de los familiares de los internos y que sus condiciones de aislamiento del lugar y
características climatológicas, lo hacen inadecuado para la sobrevivencia humana, constituyendo,
así, un peligro para la salud de los internos y de sus familiares que, por lo general, son personas
mayores de edad y tienen que trasladarse desde la ciudad de Lima. Refieren que esta medida tiene
por finalidad aislarlos más de sus familiares y de la sociedad, en aplicación de un plan de
aislamiento, aniquilamiento y genocidio iniciado por el anterior gobierno Asimismo, que el
traslado se efectuó en medio de un operativo militar y policial que puso en riesgo sus vidas e
integridad física y cuyas consecuencias son ocultadas, al extremo de no haberse permitido la
presencia del Comité Internacional de la Cruz Roja y de la Defensoría del Pueblo y de negarse la
visita de los familiares, quienes, los días sábado 22 y domingo 23 de septiembre del año pasado,
acudieron al Establecimiento Penal de Challapalca y se les informó que los internos estaban
incomunicados indefinidamente. Sostienen que el acto cuestionado evidencia la continuación del
plan del ex Presidente Fujimori y del señor Montesinos, de aniquilamiento y genocidio contra los
recluidos, expresados en encierro celular, incomunicación, aislamiento y sometimiento a
condiciones de reclusión inhumanas, humillantes y degradantes, incompatibles con la dignidad de
persona humana y que transgreden el artículo 5.2 de la Convención Americana de Derechos
Humanos. Sostienen que parte del mencionado plan es la negación del derecho a la defensa de los
demandantes debido a que se les mantiene incomunicados con sus abogados e, incluso, con sus
familiares y que las características climáticas, aislamiento y lejanía del lugar, imposibilitan que los
abogados tengan acceso al cuestionado establecimiento penal. Manifiestan también que el
traslado se efectuó sin conocimiento previo de la Defensoría del Pueblo, del Comité Internacional
de la Cruz Roja y familiares de los internos, desconociéndose su estado salud y en qué condiciones
fueron trasladados, extremo que, sostienen, debe verificarse a través de la presente acción, así
como la situación de los objetos personales y de trabajo pertenecientes a los internos que
permanecen en el Penal de Yanamayo. Manifiestan que estos hechos conculcan el derecho a la
integridad personal de los 34 demandantes, reconocido por el artículo 5 de la Convención
Americana de Derechos Humanos. Solicitan que se tome la declaración, además, del Delegado del
Comité Internacional de la Cruz Roja, con relación al estado de salud de los demandantes y del
Defensor del Pueblo, respecto a las condiciones inadecuadas del Establecimiento Penal de
Challapalca, que lo impulsaron a recomendar su cierre.

El Presidente del Consejo Nacional Penitenciario del Instituto Nacional Penitenciario, don
Luis Javier Bustamante Rodríguez, por su parte, afirma que el traslado de los demandantes se
realizó en mérito a la Resolución Directoral de la Dirección Regional Altiplano Puno Nº 159-2001-
INPE-DRAP-D, de fecha 20 de septiembre de 2001, que, a su vez, se sustenta en el Acta del Consejo
Técnico Penitenciario Nº 029-2001-EPY-CTP del Establecimiento Penal de Máxima Seguridad de
Yanamayo, de fecha 20 de septiembre del mismo año. Manifiesta que en la citada Resolución
Directoral se consigna que existe un deterioro significativo de la infraestuctura del establecimiento
penitenciario y que para efectuar las reparaciones correspondientes se hacía necesario el traslado
de los internos a quienes, previamente, se les propuso trasladarlos en distintos grupos a los
penales de Huancayo, Cajamarca e Ica, lo cual rehusaron. Señala que durante su salida del
pabellón del establecimiento y su embarque en los vehículos que los llevaron, estuvieron
presentes dos representantes del Ministerio Público y un médico legista invitados, con el
propósito de cautelar el operativo y los derechos humanos de los demandantes. Sostiene que la
razón por la que no se les permitió llevar consigo sus pertenencias fue para efectuar una requisa
en los ambientes que ocupaban de las armas hechizas manufacturadas (sic) y otros objetos no
autorizados por el Reglamento, para posteriormente remitirlos. Afirma que no hay norma alguna
que disponga que el Instituto Nacional Penitenciario deba consultar sus decisiones al Comité
Internacional de la Cruz Roja o a la Defensoría del Pueblo. Refiere que el Establecimiento
Penitenciario de Challapalca es un penal de máxima seguridad de construcción nueva, que cuenta
con una clínica, áreas laborales y educativas y un equipo profesional multidisciplinario encargado
del tratamiento, donde cada interno posee su propia celda; éstas cuentan con servicios higiénicos
propios y no existe hacinamiento, además que se dispone de varios patios para actividades al aire
libre. Enfatiza que los demandantes no se encuentran incomunicados, ya que pueden recibir
visitas de sus abogados y representantes de organismos protectores de derechos humanos, como
la Cruz Roja y la Defensoría del Pueblo, y que luego de que concluyan el periodo de treinta días de
sanción disciplinaria impuesta por los destrozos que los internos ocasionaron, éstos podrán recibir
visitas de sus familiares; asimismo, reitera que no se encuentran aislados, y que cada uno
permanece en su celda unipersonal en cuatro alas de un mismo pabellón, con cama individual que
dispone de colchón y cuatro frazadas. Manifiesta que ha presentado al despacho judicial diez
fotografías que muestran los destrozos en el establecimiento de Yanamayo ocasionados por los
demandantes, así como, entre otros documentos, el Informe Nº 085-01-XII-RPNP-EPY.SI del Jefe
de Seguridad de dicho establecimiento, donde se indica el grado de deterioro del penal y se
recomienda el traslado de los internos; asimismo, el acta de verificación y de recepción de los
médicos de los establecimientos de Yanamayo y Challapalca, respectivamente. Afirma que los
Ministros accionados no estuvieron presentes el día del traslado de los demandantes porque dicho
acto es competencia de la Dirección Regional del INPE.

El Procurador Público encargado de los asuntos judiciales del Ministro del Interior
manifiesta que el traslado de los demandantes se realizó en el ámbito de competencias del
Director del Establecimiento Penal de Yanamayo y sus superiores, en ejercicio de sus atribuciones,
como consecuencia de los actos ilícitos (sic) cometidos por los demandantes y que el informe que
da cuenta de estos hechos, refiere que el establecimiento carcelario estaba dominado por los
internos, situación que ponía en riesgo la seguridad integral de las instalaciones, de ellos mismos,
de los funcionarios del INPE y de los funcionarios (sic) encargados de la custodia exterior del
establecimiento.

La Procuradora Pública encargada de los asuntos judiciales del Ministerio de Justicia, por
su parte, afirma que el traslado cuestionado se dispuso por decisión del INPE, que es el ente rector
del sistema penitenciario nacional, de conformidad con el artículo 1 de su Reglamento de
Organización y Funciones, Resolución Ministerial Nº 040-2001-JUS.

El Tercer Juzgado Especializado en Derecho Público de Lima, a fojas 126, con fecha 30 de
octubre de 2001, declaró infundada la acción interpuesta por considerar que en la constatación
realizada por el juez comisionado en el Establecimiento Penal de Challapalca, se verificó que los
internos se hallan recluidos en condiciones normales, pues cuentan con los servicios básicos para
su subsistencia y que no existe queja por maltrato o tortura contra el personal del INPE; asimismo,
porque siendo potestad de la administración penitenciaria determinar el establecimiento penal
donde se ubican los internos, de conformidad con la Resolución Directoral 159-2001-INPE-DRAP-D,
ésta dispuso transitoriamente y por reordenamiento el mencionado traslado; y, finalmente,
porque los demandantes no han sufrido deterioro de su salud ni se encuentran en condiciones
humillantes, degradantes o inhumanas de reclusión, pues el Establecimiento Penal de Challapalca
cumple las disposiciones contenidas en el Decreto Supremo Nº 003-2001-JUS.

La recurrida confirmó la apelada por considerar que el traslado de los demandantes se


dispuso bajo la modalidad de reordenamiento, es decir, cuando la capacidad de albergue de un
establecimiento penitenciario es excedida por el número de internos, lo que pone en riesgo el
régimen y la disciplina penitenciaria; en el caso, la infraestructura del establecimiento presentaba
serias deficiencias que ponían en riesgo su seguridad, lo que hacía necesaria su refacción y el
consiguiente traslado de los demandantes hasta la culminación de las obras. Asimismo, considera
que se ha acreditado en los actuados que las condiciones de reclusión en las que se encuentran los
demandantes no afectan sus derechos a la vida, a la integridad física y psicológica y a la salud.

FUNDAMENTOS

Hábeas corpus correctivo: objeto y alcances

1. En resolución recaída en el Exp. Nº 590-2001-HC/TC, se estableció el denominado


hábeas corpus correctivo. Esta modalidad de hábeas corpus procede ante actos u omisiones que
importen violación o amenaza, en principio, del derecho a la vida, a la salud, a la integridad y, de
manera muy significativa, del derecho al trato digno y a no ser objeto de penas o tratos inhumanos
o degradantes.

Para este supremo intérprete de la Constitución queda claro que aun cuando el artículo 12
de la Ley Nº 23506 no comprende de manera expresa la protección de estos derechos, el carácter
enunciativo del conjunto de derechos que pueden ser objeto de protección, de conformidad con el
citado artículo 12, posibilita o autoriza que derechos no comprendidos expresamente por éste
puedan ser objeto de protección del proceso constitucional de hábeas corpus. Ello puede suceder
tanto respecto de derechos directamente conexos con el de la libertad, así como respecto de
derechos diferentes a la libertad, pero que su eventual lesión se genera, precisamente, como
consecuencia directa de una situación de privación o restricción del derecho a la libertad
individual.

2. Tal es el caso de personas recluidas en ejecución de una pena privativa de la libertad o


de personas detenidas como consecuencia de una medida cautelar de detención. Sin embargo,
también se extiende a aquellas situaciones diversas en las que también se verifica cierta
restricción de la libertad debido a que se hallan bajo una especial relación de sujeción tuitiva. Es el
caso, por ejemplo, de personas internadas sometidas a tratamiento en centros de rehabilitación o
de estudiantes internados, ya sea en dependencias públicas o privadas.

En estos supuestos, la controversia radica en examinar si las condiciones de reclusión,


detención o internamiento resultan lesivas de los derechos fundamentales o contrarias a los
principios constitucionales. Si bien no es posible determinar a priori el derecho que pueda resultar
implicado en tales casos, debe tenerse en cuenta que, en principio, el análisis debe centrarse en
los derechos a la vida, a la integridad, a la salud, a no ser objeto de penas o tratos inhumanos o
degradantes, a la dignidad e, incluso, a la contravención de principios constitucionales que incidan
negativamente en la situación de estas personas.

En los casos en que sufran lesión alguno de los derechos constitucionales antes
mencionados, el denominado hábeas corpus correctivo es la vía idónea para la protección que
corresponda.

Precisión de la controversia constitucional planteada

3. En atención a los hechos expuestos, este Tribunal Constitucional estima que la


controversia planteada consiste en determinar si la reclusión de los demandantes en el
Establecimiento Penal de Challapalca, dada su ubicación geográfica y las características climáticas
de dicho lugar, afectan o no el derecho a no ser objeto de tratos inhumanos ni degradantes y el
derecho a la salud.

Derecho a no ser objeto de tratos inhumanos ni degradantes

4. De conformidad con el artículo 5 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos,


“Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”. Asimismo,
de conformidad con el artículo 7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos “ (...) Nadie
será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes (...)”. Enunciado
análogo hallamos en el artículo 5, inciso 2), de la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
que precisa, además, que “Toda persona privada de libertad será tratada con el respeto debido a
la dignidad inherente al ser humano”. Finalmente, la Constitución Política del Estado establece en
el artículo 2, inciso 24), literal “f”, ab initio, que “Nadie debe ser víctima de violencia moral,
psíquica o física, ni sometido a tortura o a tratos inhumanos o humillantes (...)”. El reconocimiento
de este derecho humano excede su dimensión estricta de derecho subjetivo y se proyecta,
además, como un valor o principio constitucional objetivo del derecho penitenciario, en cuanto
principio de humanidad de las penas, tal como lo establece el artículo 3 del Código de Ejecución
Penal (Decreto Legislativo Nº 654).
5. Las disposiciones citadas establecen conceptos cuya noción es preciso aclarar
previamente. Aunque estrechamente vinculados, se debe diferenciar entre la tortura, el trato
inhumano y el trato degradante.

La distinción entre la tortura y el trato inhumano o degradante deriva principalmente de la


diferencia de intensidad del daño infligido (Europe Court of Human Rights, Case of Ireland v.
United Kingdom, 18 de enero de 1978, parágrafo 164, párrafo 4). “La tortura constituye una forma
agravada y deliberada de penas o de tratos crueles, inhumanos o degradantes” (Resolución 3452
(XXX) adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, 9 diciembre de 1975; citado en la
sentencia Irlanda contra Reino Unido, cit., párrafo 5). El Tribunal Constitucional se ha manifestado
en análoga línea de argumentación y con aplicación de las normas internacionales específicas en la
sentencia recaída en el Exp. Nº 0726-2002-HC/TC.

En el presente caso, sin embargo, la proscripción de la tortura no resulta relevante para la


resolución de la controversia. En tal sentido, el análisis ulterior discurrirá en torno al derecho a no
ser objeto de tratos inhumanos ni degradantes.

6. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos, con motivo de la interpretación del artículo


3 del Convenio Europeo de Derechos Humanos, que establece enunciado similar a los antes
citados, ha sostenido, con relación al trato degradante, lo siguiente: “sería absurdo sostener que
cualquier pena judicial, debido al aspecto humillante que ofrece de ordinario y casi
inevitablemente, tiene una naturaleza degradante (...). Hay que complementar la interpretación
(...); para que una pena sea “degradante” (...), la humillación o el envilecimiento que implica, tiene
que alcanzar un nivel determinado y diferenciarse, en cualquier, caso, del elemento habitual de
humillación (...)” y que “su constatación es, por la naturaleza de las cosas, relativa: ello depende
de todas las circunstancias del caso y, en particular, de la naturaleza y el contexto de la misma
pena y de la forma y método de su ejecución” (Europe Court of Human Rights, Tyrer Case,
parágrafo Nº 30, último párrafo). En el caso mencionado se concluyó que el factor o elemento de
humillación alcanzaba el nivel de “pena degradante”. En tal sentido, de acuerdo con la
interpretación del citado organismo jurisdiccional supranacional, se entiende como “trato
degradante” “aquel que es susceptible de crear en las víctimas sentimientos de temor, de angustia
y de inferioridad capaces de humillarles, de envilecerles y de quebrantar, en su caso, su resistencia
física o moral”. En este caso, colegimos que se habla de un trato que erosiona la autoestima y, más
exactamente, de un trato incompatible con la dignidad de la persona: un trato indigno.

7. Dentro del concepto de “tratos inhumanos”, identifican aquellos actos que “producen
intensos sufrimientos y daños corporales, a veces de importancia”, que, empero, no llegan al
extremo de la tortura, pues “En las torturas se incluyen aquellos tratos inhumanos deliberados
que producen sufrimientos graves y crueles, constituyendo la tortura una forma agravada y
deliberada de penas o de tratos crueles, inhumanos o degradantes”. (Rivera Beiras, Iñaki; La
devaluación de los derechos fundamentales de los reclusos, 1 ed., J. M. Bosch Editor, Barcelona,
1997, p. 78). En la sentencia precitada, el Tribunal Europeo entiende que se está ante un trato
inhumano cuando se inflingen sufrimientos de especial gravedad o severidad. Es decir, “un
mínimo” de gravedad o severidad del trato. Ahora bien, “(...) La apreciación de este mínimo es
relativo por esencia; él depende del conjunto de circunstancias del caso, tales como la duración de
la aflicción, sus efectos físicos o mentales y, a veces, del sexo, la edad y del estado de salud de la
víctima, etc”. (Europe Court of Human Rights, Case of Ireland v. United Kingdom, 18 de enero de
1978, párrafo Nº 162). Desde luego, según esto, conductas que, en principio, estarían en el ámbito
de un trato inhumano, podrían devenir en una forma de tortura si los sufrimientos inflingidos
alcanzan una mayor intensidad y crueldad.

En consecuencia, el trato inhumano se presenta siempre que se ocasione en la persona


sufrimientos de especial intensidad; y se estará ante un trato degradante si la ejecución de la pena
y las formas que ésta revista, traen consigo humillación o una sensación de envilecimiento de un
nivel diferente y mayor al que ocasiona la sola imposición de una condena.

8. La relevancia de este derecho humano a efectos de resolver la presente controversia


reside en que no es la pena en sí misma la que es objeto de cuestionamiento, sino las condiciones
y la forma en que ésta se ejecuta. El Tribunal estima que no es, en principio, el derecho a no ser
objeto de “tratos degradantes” la variable presuntamente lesionada, como tampoco el derecho a
no ser objeto de “torturas”. Considera que, dadas las características del acto presuntamente
lesivo, la controversia planteada reside en la presunta afectación del derecho a no ser objeto de
“tratos inhumanos”.

9. La reclusión de los demandantes en el Establecimiento Penal de Challapalca no afecta el


derecho a no ser objeto de tratos inhumanos. En efecto, dicho establecimiento está ubicado a 4,
280 metros sobre el nivel del mar y, por lo tanto, está a menor altura que otros dos
establecimientos penales ubicados en el Perú y de otros en la República de Bolivia. Respecto al
Establecimiento Penal de Yanamayo, su nivel es sólo 300 metros mayor. Las características
climáticas son semejantes a zonas pobladas de muchos distritos andinos. Junto al Establecimiento
Penal de Challapalca, además, está ubicado un cuartel del Ejército Peruano. La Defensoría del
Pueblo, en su Informe Defensorial ante el Congreso de la República 1996-1998, ha afirmado que
las temperaturas excesivamente bajas de la zona donde se halla el establecimiento penal ponen
en grave riesgo la salud humana. Sin embargo, esa afirmación es válida sólo para determinadas
personas que no se adaptan a lugares ubicados en la Cordillera de los Andes.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha recomendado que se inhabilite el


Establecimiento de Challapalca y se traslade a las personas recluidas hacia otros establecimientos
penitenciarios (Segundo Informe sobre la situación de los derechos humanos en el Perú, Cap. IX,
La situación penitenciaria, párrafo Nº 24, recomendación Nº 12, junio, 2000); y la Defensoría del
Pueblo, en su Informe Defensorial ante el Congreso de la República 1996-1998, ante el primer
traslado de reclusos a dicho establecimiento, manifestó que éste debía ser cerrado e inhabilitado,
posteriormente, en el Informe Defensorial Nº 29, Derechos humanos y sistema penitenciario -
Supervisión de derechos humanos de personas privadas de libertad 1998-2000, Lima 2000, “ se
afirmó que (...) Las severas condiciones climáticas, la falta de medios de comunicación y su difícil
ubicación que limitan el sistema de visitas colisionan con el principio de humanidad de las penas.
Las bajas temperaturas durante el día y particularmente en la noche, junto a los prolongados
periodos de encierro en sus celdas, afectan severamente la salud física y mental de los internos,
así como del propio personal penitenciario encargado de la custodia del penal”. Conclusiones
análogas se encuentran en el Informe del Comité de las Naciones Unidas y el de un órgano no
gubernamental como es la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos. Si bien ninguno de estos
informes vinculan al Tribunal, sí contribuyen a crear convicción sobre el hecho materia de
controversia, debiéndose resaltar la convergencia del sentido de los citados informes.

De otra parte, la lejanía del establecimiento penal así como su ubicación en un lugar
inhóspito y alejado de la ciudad, afecta el derecho a la visita familiar de los recursos sin el cual
puede verse afectada la finalidad resocializadora y reeducadora de la pena, en clara contravención
del principio constitucional del régimen penitenciario, enunciado en el artículo 139, inciso 14), de
la Norma Fundamental. Debe considerarse que cualquier acto, como el cuestionado, que, al
margen de su intencionalidad, incida o repercuta en esferas subjetivas o derechos que no están
restringidos, afecta el derecho y principio a la dignidad. La condición digna es consustancial a toda
persona y el hecho de que esté restringido el derecho a la libertad como consecuencia de una
sanción penal, por más abominable y execrable que haya sido el hecho que motivara su aplicación,
nunca enervará o derogará el núcleo fundamental de la persona, su dignidad. Es en este sentido
que la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha establecido que en “los términos del
artículo 5.2 de la Convención, toda persona privada de libertad tiene derecho a vivir en
condiciones de detención compatibles con su dignidad personal y el Estado debe garantizarle el
derecho a la vida y a la integridad personal. En consecuencia, el Estado, como responsable de los
establecimientos de detención, es el garante de estos derechos de los detenidos” (Caso Neyra
Alegría y otros, párrafo Nº 60). Por esto, cualquier restricción de algún derecho constitucional o de
cualquier esfera subjetiva del interno, tendrá condicionada su validez constitucional a la
observancia del principio de razonabilidad.

Considerando, además, la especial ubicación del Establecimiento Penitenciario de


Challapalca, debe el Estado facilitar el acceso para la visita de los familiares de los reclusos,
proporcionándoles la movilidad que es indispensable, con una periodicidad razonable.

Derecho a la salud

12. El artículo 7 de la Constitución Política del Estado establece que “(...) Todos tienen
derecho a la protección de su salud (...) así como el deber de contribuir a su promoción y defensa”.
La salud es entendida como “Estado en que el ser orgánico ejerce normalmente todas sus
funciones”, “Condiciones físicas en que se encuentra un organismo en un momento determinado”,
“Libertad o bien público o particular de cada uno” (Diccionario de la Lengua Española, Real
Academia Española, 22ª edición, 2002). Puede considerarse, entonces, como la facultad inherente
a todo ser humano de conservar un estado de normalidad orgánica funcional, tanto física como
psíquica, así como de restituirlo ante una situación de perturbación del mismo.

13. Así las cosas, el derecho a la salud se proyecta como la conservación y el


restablecimiento de ese estado. Implica, por consiguiente, el deber de que nadie, ni el Estado ni un
particular, lo afecte o menoscabe. Hay, desde tal perspectiva, la proyección de la salud como un
típico derecho reaccional o de abstención, de incidir en su esfera. Pero también, como en la
mayoría de derechos constitucionales, el de la salud presenta una dimensión positiva que lo
configura como un típico derecho “prestacional”, vale decir, un derecho cuya satisfacción requiere
acciones prestacionales. Esta dimensión del derecho se manifiesta con especial énfasis en el
artículo 12 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.

Si bien el derecho a la salud no está contenido en el capítulo de derechos fundamentales,


su inescindible conexión con el derecho a la vida (art. 2), a la integridad (art. 2) y el principio de
dignidad (art. 1 y 3), lo configuran como un derecho fundamental indiscutible, pues, constituye
“condición indispensable del desarrollo humano y medio fundamental para alcanzar el bienestar
individual y colectivo” (art. I, Título Preliminar de la Ley Nº 26842, General de Salud). Por ello,
deviene en condición necesaria del propio ejercicio del derecho a la vida y, en particular, a la vida
digna. De otra parte, siempre que el derecho a la integridad resulte lesionado o amenazado, lo
estará también el derecho a la salud, en alguna medida. Sin embargo, son también posibles
supuestos en que se afecte de manera directa y grave el mínimo vital necesario para el
desempeño físico y social en condiciones normales. La salud resulta un estado variable, susceptible
de afectaciones múltiples, que incide en mayor o menor medida en la vida del individuo,
dependiendo de sus condiciones de adaptación. Teniendo como base esta apreciación gradual de
la salud, la protección del derecho a la salud importa la tutela de un mínimo vital, fuera del cual el
deterioro orgánico impide una vida normal o un grave deterioro de ésta.

Debe tenerse presente que la vida no es un concepto circunscrito a la idea restrictiva de


peligro de muerte, sino que se consolida como un concepto más amplio que la simple y limitada
posibilidad de existir o no, extendiéndose al objetivo de garantizar también una existencia en
condiciones dignas. Por esta razón, es indispensable la consideración de la vida en dignidad que,
en este caso, se manifiesta como vida saludable.

Se trata, ahora, de abordar el derecho a la salud, en particular de las personas que se


hallan privadas de su libertad. El derecho a la salud constituye uno de los derechos
constitucionales de mayor importancia, ya que se vincula estrechamente a otros derechos
constitucionales como el derecho a la vida, a la integridad física y al propio principio de dignidad.
Desde luego, la privación de la libertad no implica, en absoluto, la suspensión o restricción de
otros derechos, en particular del derecho a la salud. En cuanto derecho constitucional, la salud de
las personas recluidas es también una facultad vinculante al Estado. Por esta razón, el artículo 76
del Código de Ejecución Penal (Decreto Legislativo Nº 654) ha establecido que “El interno tiene
derecho a alcanzar, mantener o recuperar el bienestar físico y mental. La Administración
Penitenciaria proveerá lo necesario para el desarrollo de las acciones de prevención, promoción y
recuperación de la salud”.

Por lo tanto, los reclusos, como en el caso de los demandantes, tienen un derecho
constitucional a la salud al igual que cualquier persona. Pero, en este caso, es el Estado el que
asume la responsabilidad por la salud de los internos; hay, pues, un deber de no exponerlos a
situaciones que pudieran comprometer o afectar su salud. Por esta razón, el Instituto Nacional
Penitenciario, como sector de la administración competente de la dirección y administración del
sistema penitenciario y, en particular la Dirección Regional de Puno, son responsables de todo acto
que pudiera poner en riesgo la salud de los demandantes y debe, en consecuencia, proporcionar
una adecuada y oportuna atención médica. Asimismo, ante esta situación, el Estado debe tomar
las acciones apropiadas para el cese de la situación peligrosa, la que exige, en principio, el traslado
inmediato de los internos cuyo precario estado de salud, clínicamente comprobado, no permita
que continúen en el centro penitenciario en el que se encuentran recluidos.

La facultad de traslado de internos

16. La resolución por la cual se dispone el traslado de los demandantes invoca la Directiva
Nº 002-2001-INPE/OGT, que establece en el Punto A.4 la facultad de traslado de los internos “por
reordenamiento”, en el supuesto de que “la capacidad de albergue de un Establecimiento
Penitenciario es excedida por el número de internos que actualmente presenta dicho
Establecimiento, poniendo en riesgo el régimen y disciplina penitenciaria”. Antes de evaluar el
mérito de este acto administrativo en función de los derechos y principios constitucionales, es
menester analizar el asunto relativo a la propia directiva en cuanto fuente normativa sustentatoria
del acto administrativo de traslado. Las directivas constituyen disposiciones a través de las cuales
la administración establece procedimientos específicos para el mejor cumplimiento de las
funciones que la propia ley les ha asignado. Sin embargo, dos aspectos deben tenerse en cuenta
respecto a su validez. El primero, es que, por su propia naturaleza, se hallan estrictamente
enmarcadas dentro de la ley y el reglamento. Están vinculadas al principio de legalidad. Pero,
además, no pueden regular materia relativa a derechos constitucionales. Aquí, el principio de
reserva de ley impone que cualquier disposición que tenga por objeto directo la regulación de
derechos constitucionales o que, aun cuando de manera indirecta, incida en ella, debe ser objeto
exclusivo y excluyente de ley, mas no de fuentes normativas de jerarquía inferior.

17. Planteado en estos términos, la mencionada directiva, al establecer las causales y la


autoridad competente para el procedimiento de traslado de los internos de establecimientos
penales, no ha infringido ningún principio constitucional, porque estos aspectos no inciden
directamente en los derechos de las personas recluidas en un establecimiento penal y en los
principios constitucionales del régimen penitenciario. Como consecuencia de lo anterior, el acto
administrativo cuestionado no ha significado, en la práctica, un acto extra legem y, por
consiguiente, ilegal y viciado de nulidad. Por esta razón, carece de sentido evaluar si el acto
administrativo que dispuso el traslado respetó o no el principio de razonabilidad en cuanto límite y
parámetro de la validez constitucional de las potestades administrativas.

Los medios probatorios dispuestos por este Colegiado en uso de la facultad que le confiere
el artículo 57 de su Ley Orgánica (Nº 26435) y los argumentos expuestos por los demandados
ratifican los hechos evaluados anteriormente.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, en uso de las atribuciones que le


confieren la Constitución Política del Perú y su Ley Orgánica;

FALLA

REVOCANDO la recurrida que, confirmando la apelada, declaró infundada la acción de


hábeas corpus; y, reformándola, la declara FUNDADA en parte. Ordena, en consecuencia, que el
Instituto Nacional Penitenciario traslade a los reclusos cuyo precario estado de salud, clínicamente
comprobado por la entidad oficial pertinente, no permita que continúen en el Centro Penitenciario
de Challapalca, a cualquier otro establecimiento penal del Estado, con intervención del
representante del Ministerio Público; y que al resto de población penal se le proporcione
adecuada atención médica y facilite el transporte de los familiares, cuando menos con
periodicidad quincenal. Dispone la notificación a las partes, su publicación en el diario oficial El
Peruano y la devolución de los actuados.

SS.

REY TERRY
REVOREDO MARSANO
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
GONZALES OJEDA
GARCÍA TOMA

También podría gustarte