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Mal dormir - José Sanchís Sinisterra

En los lavabos para caballeros de unos grandes almacenes, al fondo, urinarios. A la


derecha, cabinas con retretes. A la izquierda, lavamanos con espejos. Luz lechosa y fría.
Berta está sentada sobre una maleta junto a los lavamanos, de perfil al público, a su lado,
una bolsa de viaje. Ropa y aspecto pueblerinos empañan su juventud. Ágata, mayor que
ella, vestida con una bata impersonal, está limpiando los urinarios. LLeva guantes de goma.
En primer término, un cubo, una fregona y otros útiles y productos de limpieza. Hay un
silencio largo en el que Berta mira al suelo, frente a si, sin expresión.

Ágata: (repentinamente) Ahora ya no me pega. Qué va. Al contrario. Me trata muy bien. Me
compra cosas. Estos pendientes, ¿ves?...(se los muestra) Pañuelos, un reloj, una
bandeja...Cosas. Y me trata muy bien. Casi todos los viernes,al cine. Y se va a poner a
trabajar muy pronto. Ayer estuvo en el taller. Y parece que pronto le volverán a dar el
trabajo. Eso dice él. Ah, y también me compra pañuelos, ¿te lo he dicho? (pausa) Tú ya
estás hecha una mujer, ¿eh? ¿De veras no tienes novio?, seguro que sí. O pretendientes,
seguro que sí. Te has puesto muy mujer. (pausa) ¿sabes bailar? Aquí, en el baile salen
muchos novios. Cerca de casa hay una discoteca. te llevaremos, ya verás. Antes íbamos
mucho. Allí le conocí, precisamente...creo. No, no: ése era otro. Salen muchos novios, ya te
digo. Pero tendrás que ir con cuidado, hay cada cerdo...Si no vas con cuidado, acabarás
mal y luego no me vengas llorando, que te conozco. Yo no quiero disgusto, bastantes tengo
ya. Al fin y al cabo, yo no te he llamado, has venido por tu gusto, yo me lavo las manos, ya
eres mayorcita. Y aquí no es como allá. Aquí tienes que ir con ojo, con los ojos abiertos y
las uñas fuera, no es como allá. (Pausa) ¿Cómo están todos?

Berta: Bien, bien…

Ágata: Tú también estás bien. Algo más flaca, pero bien. (Pausa) Yo ahora no me puedo
quejar. ¿Me alcanzas el jabón, la caja azul? (Berta se levanta, va a primer término, coge
una caja azul y se la lleva a ágata) No, ésta no. La otra, la blanca. La azul es para limpiar
los grifos. Aquí cada cosa es para una cosa… (ágata va al proscenio con la caja azul y la
cambia por na blanca, regresa junto a los urinarios. Berta ha vuelto a sentarse en la maleta)
Aquí todo está como tiene que estar, todo muy ordenado, cada cosa para una cosa, y si te
equivocas…¿Has desayunado?

Berta: Sí, en la estación.

Ágata: ¿Te has fijado, qué estación? Cómo brilla todo...Yo, al principio, trabajaba allí. Pero
me pasó una cosa con uno, con un mediojefe, un malacara, muy alto...Y me fui. Aquí no me
puedo quejar,aquí soy alguien, la respetan a una. Eso sí: a las ocho en punto, todo limpio, si
no… Media hora falta ¿no? Luego iremos a casa, Lolo estará durmiendo, seguro, se levanta
tarde, no es por nada, sólo que tiene mal dormir, por culpa de la columna, dice, yo no sé si
es verdad, pero tiene mal dormir. (Pausa) Yo le digo: ‘’No te muevas tanto, Lolo, que te
duele más, y entonces me despiertas…’’(ha terminado de limpiar los urinarios y se dirige
con los útiles de limpieza a una de las cabinas, entra y se escucha la caída del agua de la
cisterna, Berta se pone en pie, gira sobre sí misma y se dirige a primer término mientras
habla) Pero me trata bastante bien, ahora…(Berta vuelve a sentarse en la maleta) Están
limpios, ¿no?
Berta: Si no vuelves, dice Cristóbal que vendrá él a buscarte (ágata coge un recipiente de
junto al cubo y vuelve a entrar en la cabina sin decir nada. Hay una pausa) Él tampoco
duerme bien. Grita por las noches, recorre a zancadas el huerto, araña las ventanas de la
casa, se planta delante de la puerta de mi cuarto y te llama: ‘’Ágata, Ágata… Primero
susurrando y luego a los gritos. Yo le digo que se equivoca, que éste no es tu cuarto, que yo
soy Berta, que tú no estás, que te fuiste hace tres años, hace seis, hace nueve… Cuantos
más años le digo, más se va calmando, y por fin se queda dormido ahí, a mi puerta (Pausa)
Dice que si no vuelves, vendrá él a buscarte

Ágata: (Saliendo de la cabina) ¿Quién?

Berta: Cristóbal.

Ágata: Ese no es nada mío.

Berta: Él dice que sí. Que es tu padre.

Ágata: Yo hace mucho que no tengo padre. (Y entra en la segunda cabina, se escucha la
caída del agua de la cisterna)

Berta: (Tras una pausa) Vendió el tractor y compró una vajilla de plata. Todos los días
comemos en vajilla de plata y me hace poner un plato para ti, y tus cubiertos de niña, y tu
servilleta. Los domingos bendice la mesa y reza antes de comer. Pero como no sabe rezar,
dice palabras inventadas y sólo se le entiende tu nombre: ‘’Ágata, Ágata…’’ (Pausa) Yo sí
que le llamo padre, aunque sé que no lo es.

Ágata: (Saliendo de la cabina) ¿De quién hablas?

Berta: (Tras una pausa) De mi padre.

Ágata: Ese no es nada tuyo.

Berta: Si le llamo padre, es mi padre.

Ágata: Pues quédate con él, si tan padre tuyo es. ( Y entra en la tercera cabina, se escucha
la caída del agua en la cisterna)

Berta: (Tras una pausa) Me baño desnuda en el patio, como hacías tú, y él pasa por mi
lado sin verme, sin oirme cuando además canto. Y llega hasta el pozo y se asoma y grita tu
nombre: ‘’Ágata, Ágata…’’, y luego tira piedras y vuelve a gritar. Yo, entre tanto, me seco y
me visto y me pongo a su lado, en la boca del pozo, para que me vea reflejada en el fondo.
Pero el agua está turbia y no me ve. Entonces se aleja del pozo meneando la cabeza y se
pasa todo el día sin hablar. (Pausa) ¿Cuándo me llevarás a esa discoteca?
Ágata: (Saliendo de la cabina) ¿Para qué quieres que te lleve?

Berta: Para bailar.


Ágata: Hay mucha mala gente y tú eres aún muy niña.

Berta: Pero si vienes tú conmigo, y Lolo…

Ágata: ¿Lolo? ¿Qué sabes tú de Lolo, si ni le conoces? A él no le gusta bailar. Y menos con
ese dolor en la columna, que no le deja dormir. (Y entra en la cuarta cabina, se escucha la
caída del agua de la cisterna, y sobre ella, la voz de Ágata) ¿Ves lo sucia que es la gente
por aquí? Qué porquería… Y se llaman señores y van tan bien vestidos y hablan que da
gusto oirlos. Pero ya ves: mucha educación y luego...esto. Aquí tendría que estar Lolo,
limpiando esta porquería, y yo, en la cama, durmiendo, ¿Tú crees que me gusta este
trabajo?

Berta: ¿Y por qué no vuelves a casa?

Ágata: (Dentro de la cabina) Ya me gustaría, ya… Y no creas que no lo pienso. Ayer mismo
se lo decía a Lolo: ‘’Esto no es vida’’, le dije: ‘’como no encuentres algo, y pronto, me vuelvo
con los míos…’’ Pero, claro, no voy a dejarlo así, sin poder trabajar...por la columna, que yo
no sé si es verdad…

Berta: Pues te vuelves tú, y yo me quedo.

Ágata: (sale de la cabina y se queda mirando a Berta. Pausa) A ver: quítate el abrigo.

Berta: ¿Para qué?

Ágata: Tú quítatelo. (Berta duda y, por fin, se quita el abrigo. Lleva un vestido sencillo que
no oculta sus formas femeninas, Ágata la mira en silencio)

Berta: ¿Qué pasa?

Ágata: Tú no te acordarás, porque eras muy pequeña… (Pausa)

Berta: ¿De qué?

Ágata: (Tras una pausa) Y toda esa maleta, ¿para qué? (Pausa) ¿Cuánto piensas
quedarte?

Berta: (Abre la bolsa de viaje y saca un envoltorio grande, atado, que coloca sobre sus
rodillas) Las tías te mandan algo de comida: dulces, creo…Y ropa y tela para cortinas y
pañuelos…

Ágata: (Seca) Ya tengo pañuelos. De todo tengo. De todo. ¿Qué se han creído éstas?
(Pausa) ¿Están bien, por lo menos?

Berta: (Va desatando el paquete) Bastante bien. Cada día más viejas. La tía Emilia ya no
sale. Siempre está peinándose y despeinándose delante del espejo. Y eso que no ve nada.
Pero todo el pelo que se arranca de día, le crece por la noche. (Pausa) Es la que más se
acuerda de ti. Y dice que no se piensa morir hasta que no vuelvas. (Ágata va a primer
término y deja allí los útiles de limpieza que usó en los retretes)

Ágata: Tú eras muy pequeña, pero a mi ya me ladraban los perros. Volvíamos del entierro
de mamá, el día de Navidad, ¿te acuerdas...No te acordarás, íbamos en el taxi los tres, y él
me dijo: ‘’Ahora tendrás que ser tú la mujer de la casa…’’ Yo me quedé callada, porque ya
sabía, y entonces te dijo a ti: ‘’Y algún día, cuando tu hermana se case, tendrás que serlo
tú…’’(Ha cogido la fregona y el cubo y va a llenarlo en un lavamanos)

Berta: (Tras una pausa) ¿Y por qué te ladraban los perros?

Ágata: Ellos huelen cuando te llegan los días.

Berta: Pues a mi no me ladran…

Ágata: Será que han perdido el olfato, por el humo de los coches, o que tú tienes poca
sangre… O que ya no hay ni perros.

Berta: Sí que los hay. (Berta ha terminado de desatar el paquete, enrolla el hilo y empieza a
desenvolver el papel)

Ágata: (Cierra el grifo) Pues tú te has vuelto muy respondona. Ten cuidado, que Lolo no es
como yo, que no tiene paciencia ni le gusta que le tosan ni nada. Por eso nos va tan bien
ahora. Porque sé lo que le gusta y se lo doy. Eso sí: todos los viernes me lleva al cine, casi
todos. Y me compra muchas cosas, de vez en cuando… ¿Qué haces con eso? (mientras
hablaba, ha ido al fondo con el cubo y ha empezado a fregar el piso, Berta, entre tanto, ha
terminado de desenvolver el papel, bajo el cual aparece otro envoltorio)

Berta: Son las cosas que te mandan las tías.

Ágata: ¿Y para qué lo abres ahora? Ya las veremos en casa. Además, que no necesito
nada.

Berta: La madrina te ha puesto una caja de pastillas para el mal aliento y otras para viajar
en tren. La hace ella misma, con hierbas.

Ágata: (Irritada) Pues le dices que ni tengo mal aliento ni…(deja de fregar) Pero, vamos a
ver: tú, ¿de qué parte estás?

Berta: ¿De qué parte?

Ágata: Sí: ¿de parte de quién estás?

Berta: (Va deshaciendo el otro envoltorio) No sé qué quieres decir…

Ágata: Te presentas aquí con sólo una carta que me llegó el lunes y que casi ni se
entiende, y ahora vas y me dices que vuelva para allá, que todos me están esperando y me
necesitan, y pobre Cristobal que ni duerme y se va a tirar al pozo, y pobres de las tías que
ni morirse pueden, y pobre del pueblo, que ya no hay ni perros...

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