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Clase 4: Tema V: Pobreza

Sitio: FLACSO Virtual Impreso por: LUIS ENRIQUE BALDERRAMA

Curso: 203 XIV - Sistemas de Información Cuantitativa - 2023 Día: viernes, 7 de abril de 2023, 16:56
Clase: Clase 4: Tema V: Pobreza
Tabla de contenidos
Objetivo

Introducción
1. Una mirada general sobre los métodos de medición de la pobreza
1.1 Umbrales relativos o absolutos
1.2. Los diversos enfoques
2. Enfoque multidimensional, o de la evaluación directa de la satisfacción de las necesidades
2.1. Aspectos generales de la metodología
2.2. Algunas propuestas de medidas de pobreza basadas en la evaluación directa de las necesidades
3. Enfoque de la línea de pobreza o de los ingresos
3.1. Temas comunes a las tres aproximaciones
3.2. El método de la línea absoluta
3.3. El método de la línea relativa
3.4. El método de la línea subjetiva

4. Enfoque combinado de la línea de pobreza e indicadores de privación


Bibliografía
Objetivo
El Tema VI, a desarrollar en esta clase, aborda el análisis de los métodos de medición de la pobreza. Inicialmente
se efectuará una presentación general de los diversos enfoques que han sido propuestos, y se examinarán aspec-
tos que resultan comunes a la mayoría de ellos. Posteriormente, se discutirán con más detalle, para cada uno de
los enfoques, distintas aproximaciones empíricas a la identificación de las situaciones de pobreza y revisarán los
indicadores utilizados para sintetizar diversas características de la misma a nivel agregado.
Introducción
Durante la Clase 3 (en la Sección 1.4), se hizo referencia a que la idea o concepto de pobreza suele estar aso-
ciada a diversos fenómenos que, si bien tienen aspectos comunes, enfatizan distintas dimensiones. Se señalaba
allí que, más allá de la razonabilidad de estas aproximaciones, la especificidad de la idea de pobreza parece estar
en un nivel insatisfactorio de bienestar. Los pobres serían aquellos cuyos bienestares se ubican por debajo de una
norma que establecería un límite respecto de un nivel de bienestar ‘normal’ o ‘adecuado’. En general, ello implica,
la imposibilidad de la satisfacción de las necesidades básica. También la idea que tal situación se produce por
falta de medios económicos parece que es constitutiva del concepto". Aun a partir de una conceptualización
como esta, la forma de aproximarse empíricamente al tema ha sido diversa.
1. Una mirada general sobre los métodos de medición
de la pobreza
Los enfoques, y los métodos específicos, a examinar son aquellos que evalúan la situación de personas u hogares
y, por lo tanto, no se hará referencia a las propuestas que intentan caracterizar directamente la correspondiente a
áreas geográficas (sobre la unidad de análisis, se volverá más adelante). Por consiguiente, un primer aspecto me-
todológico básico a abordar es cómo identificar los hogares o individuos pobres. Las formas empleadas por los
diferentes enfoques cuantitativos que se revisan más adelante para resolver este aspecto es el rasgo central que
los diferencia.

Otra cuestión relevante se refiere a las formas propuestas para expresar o sintetizar la información una vez que
se clasificó a los hogares o personas en pobres y no pobres. La forma tradicional es recurrir a la "incidencia", esto
es, la proporción de personas y/u hogares que han sido identificados como pobres respecto del total de personas
y/u hogares. Se plantean, sin embargo, indicadores adicionales que proveen información sobre otras característi-
cas importantes de ser evaluadas.

Si se afirma que la pobreza implica la no satisfacción de las necesidades básicas, cuatro cuestiones metodológi-
cas y conceptuales deben tenerse en cuenta:

a. ¿Cuáles son las necesidades básicas?,


b. ¿Cuándo una necesidad está satisfecha, esto es, la cuestión del umbral de satisfacción?,
c. ¿Cómo tratar una situación en la cual se satisface alguna de las necesidades básicas, pero no otras?,
d. ¿Cuál es la unidad de análisis relevante?

En general, los diferentes enfoques han recurrido al hogar como la unidad de análisis. Esto debido a que varias de
las necesidades se satisfacen al nivel de este grupo de individuos, como resulta el caso de las habitacionales, o
porque las costumbres y la cultura hacen que lo mismo ocurra con otras, al menos en buena medida, como con
las alimentarias. Restricciones derivadas de la información usualmente disponible también han llevado en mu-
chos casos a elegir esta unidad. Sin embargo, ni el individuo ni el hogar parecen dar cuenta de una realidad más
compleja. Así, un aspecto sobre el cual no abundaremos, pero que debe tenerse en cuenta, es que una aproxima-
ción que se basa en evaluar la pobreza a partir de identificar como pobres a los hogares (que implica, por tanto,
que cuando un hogar es pobre también lo serán todos sus miembros) no es sensible a eventuales diferencias que
puedan existir a su interior. Por ejemplo, se ha acumulado evidencia amplia acerca de la existencia de distribucio-
nes inequitativas de alimentos entre los miembros de ciertos tipos de hogares. 
Respecto ahora a los tres primeros aspectos listados más arriba, ellos serán tratados en detalle al discutir los di-
ferentes enfoques y métodos. Sin embargo, resulta conveniente realizar una breve discusión de una cuestión rela-
cionada con el segundo de ellos. Se trata de un tema que fue central en la discusión sobre la conceptualización y
medición de la pobreza: cuán relativo o absoluto debe considerarse el umbral de satisfacción.
1.1 Umbrales relativos o absolutos

Algunos autores señalan que resulta imposible definir a las necesidades (y por tanto su satisfacción) en térmi-
nos absolutos; las mismas son un producto social. Otros, en cambio, enfatizan el carácter absoluto de la pobreza;
Sen (1983) plantea, por ejemplo, que "hay un núcleo irreductible de privación absoluta en nuestra idea de po-
breza" (pág. 159). A veces, sin embargo, la discusión no resulta clara ya que hablar de "núcleo irreductible" im-
plica la existencia de otras necesidades fuera de ese núcleo, relevantes para la definición de pobreza, pero que
tendrían un carácter relativo. Por otro lado, parece correcto afirmar que las necesidades (quizás), pero segura-
mente los umbrales mínimos, son de naturaleza histórica y social. Pero aun aceptando esa posición, no despa-
rece la controversia ya que ella no se refiere estrictamente a cuán fijos permanecen los mínimos en el tiempo y
el espacio. 

En efecto, la pregunta básica a formular es si la clasificación de una persona como pobre se hace teniendo en
cuenta exclusivamente a la situación de otros miembros de la sociedad o no. En este sentido, una posición relati-
vista extrema es aquella que define a los pobres como los que no llegan al umbral que se define como un cierto
porcentaje de lo que en promedio alcanza efectivamente la sociedad. Por ejemplo, si se observa que el consumo
medio de calorías del país (o de una de sus regiones) es de 3000 kilocalorías diarias por individuo, el umbral se fi-
jaría como un porcentaje de ese monto. Proceder de esta manera, sin embargo, tiende a confundir pobreza con
distribución. Precisamente, la posición que plantea Sen, y que aparece como razonable, es la de considerar que la
pobreza es un fenómeno absoluto no por la rigidez temporal y social de los criterios, sino porque la privación no
es juzgada en relación con el nivel que otros disfrutan.

Tal posición, cabe enfatizar, resulta compatible con el reconocimiento de que las necesidades son relativas histó-
rica y socialmente. Sen sugiere que esta compatibilidad se apreciará más claramente al distinguir diferentes pla-
nos de análisis. Tal como fue señalado en la Clase 2, este autor señala que para evaluar el bienestar no necesaria-
mente conviene observar las mercaderías consumidas, ni la utilidad que producen, sino lo que él denomina "capa-
cidades". Diferencia así entre bienes y servicios, sus características, la capacidad y la "realización", planos estos
últimos que pertenecen al individuo. La capacidad es lo que la persona puede o no puede hacer. Por ejemplo, una
bicicleta tiene ciertas características que, dados los atributos personales y del medio donde vive el individuo, le
otorga la capacidad de transportarse; ciertos bienes (los alimentos) brindan la "capacidad" de no pasar hambre.
El umbral debería fijarse en términos absolutos en el espacio de las capacidades. Una persona sufriría privacio-
nes si no puede satisfacer ese mínimo (pasar hambre, por ejemplo). Sin embargo, la forma como se satisface esa
capacidad depende de los bienes disponibles y de los usos y costumbres. En este sentido, Sen señala que la po-
breza es un concepto absoluto en el plano de las capacidades, pero relativo en el de los bienes y servicios. Así,
por ejemplo, el mínimo en términos de vestimenta se define no sólo para hacer frente al clima, sino para "no pasar
vergüenza".
Esta perspectiva brinda especificidad a la idea de pobreza y la diferencia de la de una mera forma de expresar la
desigualdad; sin embargo, no siempre será fácil lograr consensos para fijar empíricamente umbrales de acuerdo
con esa perspectiva. Hasta cierto punto, en nutrición, vivienda, vestimenta, parecería posible acordar límites ab-
solutos, ya que podrían fijarse criterios mínimos que no se definan inmediatamente en términos de bienes y servi-
cios. En otros casos, el umbral mismo –aun cuando no se lo haga en términos de bienes o servicios– resulta más
dificultoso de establecer de manera absoluta como, por ejemplo, con la educación o recreación. Más importante
aún, el detalle de las capacidades, o desde otras perspectivas, las necesidades, también varían en el tiempo y en-
tre sociedades, salvo que ellas sean definidas en términos muy generales. Por ejemplo, la cuestión de contar con
medios de comunicación (teléfonos o parecidos) puede considerarse que define una capacidad o necesidad que
podía no ser relevante algunos siglos atrás, o simplemente es el medio que en un momento determinado permite
satisfacer la necesidad de no estar privado en la capacidad “interacción social”.
1.2. Los diversos enfoques

La mayoría de los métodos propuestos para identificar los hogares pobres pueden clasificarse en tres grupos:

1. Enfoque de la evaluación directa de la satisfacción de las necesidades, o multidimensionales


2. Enfoque de la línea de pobreza o de los ingresos
3. Enfoques que combinan los anteriores

Las propuestas que conforman el enfoque multidimensional parten de identificar una serie de variables o indica-
dores asociados a distintas necesidades o capacidades y de clasificar a los hogares como no pobres o pobres
luego de observar si ellos superan o no los umbrales fijados en cada caso para considerar que esas necesidades
son satisfechas. Por lo tanto, las metodologías deben, inicialmente, identificar cuáles se consideran las necesida-
des o las dimensiones de bienestar básicas. Luego, establecer el o los indicadores representativos para cada una
de ellas que permitan evaluar el grado de satisfacción de esas necesidades. Posteriormente, se fijan los umbrales
que constituyen las normas para diagnosticar si las necesidades se satisfacen o no. Como se verá, no siempre se
siguen estos pasos de manera sucesiva, sino que se toman determinados atajos; ello obedece a factores tales
como la limitación de información o de los marcos conceptuales específicos a los que se apela.

Estos pasos que debe contemplar la metodología de los indicadores multidimensionales de pobreza son entonces
los mismos mencionados para los indicadores multidimensionales de bienestar discutidos en la clase anterior. En
realidad, si la pobreza se define como un nivel insuficiente del maximando, desde esta perspectiva sería un nivel
insuficiente del indicador multidimensional. Sin embargo, no es este criterio que adopta las mediciones de po-
breza basadas en este enfoque, sino que la identificación de la unidad pobre se efectúa a partir de una evaluación
de cada dimensión o indicador comprobando si esa unidad se ubica por arriba o por debajo de una norma o um-
bral que se establece para cada uno de ellos.

Establecer la importancia relativa de las dimensiones e indicadores –empíricamente, las ponderaciones a consi-
derar– resulta para las metodologías de los indicadores multidimensionales de pobreza una dificultad similar a la
que enfrenta el diseño de un índice sintético de bienestar multidimensional. Pero en el caso de los dispositivos
para evaluar la pobreza, se le agrega un aspecto adicional, de alguna manera asociado al de las ponderaciones,
que da lugar a la dificultad posiblemente más seria que enfrenta este enfoque: el tratamiento de las heterogenei-
dades en la satisfacción en las diferentes dimensiones. La situación más frecuente es que los hogares superen
los umbrales de ciertos indicadores, pero no de otros, lo cual equivale a que satisfacen algunas necesidades, pero
no todas; incluso, pueden superar los umbrales de sólo ciertos indicadores referidos a determinadas necesidades
o ámbitos. Deben establecerse, por lo tanto, criterios para clasificar a los hogares en la dicotomía pobreza-no po-
breza cuando se verifican tales situaciones. Precisamente, una de las diferencias entre los métodos que se inclu-
yen en este grupo se refiere a este criterio.

Como se verá más adelante, la mayoría de las propuestas de mediciones de pobreza multidimensional no están
relacionadas con desarrollos de indicadores de bienestar de este tipo. Incluso, habría alguna razón para ello y es
que el conjunto de dimensiones a contemplar para el análisis de pobreza debería ser más restringido que el rele-
vante para evaluar el bienestar en tanto habría que considerar sólo los ligados a necesidades básicas.

El segundo enfoque, el de la línea de pobreza –quizás el de mayor tradición en el análisis empírico–, identifica a
los pobres como los hogares cuyos ingresos o gastos no les permiten adquirir una canasta de los bienes y servi-
cios que satisfacen las necesidades básicas.

Un parámetro central es, entonces, el valor de ese presupuesto, de tipo normativo, o "línea de pobreza". En princi-
pio, a las metodologías inscriptas en ese enfoque les cabría recorrer el mismo camino que en el caso anterior ya
que deberían identificarse las necesidades, establecerse los indicadores y fijarse los umbrales. Pero aquí debe
darse un paso adicional: una vez establecidos los umbrales en términos de satisfacción, habría que fijar la canti-
dad y el valor de todos los bienes y servicios que son necesarios para cumplir con esos mínimos normativos. En
efecto, éstos pueden establecerse en términos de ciertas unidades, como las calorías –siguiendo el ejemplo ya
utilizado–, pero deben traducirse a cantidades y valores de los alimentos que las aportan. Nuevamente, por razo-
nes similares a las mencionadas anteriormente, la totalidad de los componentes de las líneas de pobreza no sur-
gen generalmente de la operacionalización de todos estos pasos.

Más aún, algunas propuestas que cabría ubicar como pertenecientes a este enfoque parten, incluso, de conside-
rar otros criterios. Se ha planteado en este sentido la conveniencia de recurrir a líneas subjetivas, esto es, deriva-
das de la opinión de la población respecto del ingreso o gasto que sería mínimamente necesario para satisfacer
las necesidades. A su vez, existe una amplia tradición, especialmente en los países desarrollados, que determina
el valor de la línea con un criterio totalmente relativo. No se hace referencia aquí al establecimiento de mínimos
relativos para cada necesidad, sino al procedimiento de fijar el valor de la línea como una proporción (general-
mente la media o la mediana) del ingreso promedio del país. En estas dos últimas aproximaciones, por tanto, no
existe una preocupación por indagar cuáles son las necesidades ni por establecer umbrales para cada una de
ellas.

Conviene, entonces, referirse a las líneas que surgen total o parcialmente siguiendo los pasos comenados, como
"líneas absolutas", y a los otros dos recién referidos como "líneas subjetivas" y "líneas relativas",
respectivamente.
Finalmente, propuestas del tercer grupo recurren simultáneamente al enfoque de la línea y al de los indicadores
de privación.

Las fuentes de información que permiten poner en práctica estas metodologías son relevamientos a hogares es-
pecíficamente encarados para medir la pobreza o, más generalmente, encuestas que tienen objetivos más am-
plios como, por ejemplo, las que regularmente se levantan en varios países con propósitos de seguimiento del
mercado de trabajo o de monitoreo de la situación social más amplia (según se apreció en la Clase 1). Para algu-
nas propuestas, también se recurre a los censos de población.

Las tres próximas secciones tratarán con algún detalle mayor los tres enfoques de identificación de los hogares
pobres.
2. Enfoque multidimensional, o de la evaluación
directa de la satisfacción de las necesidades
En este enfoque se definen como pobres a aquellas unidades –principalmente hogares– que enfrentan la priva-
ción de las necesidades humanas básicas. Específicamente, aquellas unidades que no cumplen con los estánda-
res mínimos fijados para un conjunto de indicadores de privación relacionados con la satisfacción de las necesi-
dades básicas (de allí que a este enfoque también suele identificárselo como el de los indicadores de privación).
Constituye como se señaló un enfoque multidimensional, ya que se emplean diferentes indicadores para repre-
sentar dimensiones particulares del bienestar. Por lo tanto, implica medir en forma directa los estados efectiva-
mente logrados por la unidad, por ejemplo, el estado de salud o morbilidad, los logros educacionales o el nivel nu-
tricional (es decir, ideas similares a los funcionamientos en el enfoque de Sen), o el consumo –en términos físi-
cos– de bienes o servicios que permiten obtener estos estados (es decir, cantidad de alimentos, características
de la vivienda, asistencia a la escuela). La necesidad de recurrir a indicadores referidos a "satisfactores" (bienes y
servicios) resulta de las limitaciones de información que se puede tener respecto de los de logro, en lo que hace a
determinadas necesidades.

El enfoque de indicadores de privación ha sido ampliamente usado por instituciones oficiales internacionales y
nacionales, tanto en países en desarrollo como desarrollados. Para ligar su presentación a ejemplos concretos, la
discusión se detendrá en la práctica implementada en América Latina conocida como el enfoque de las "Necesi-
dades Básicas Insatisfechas" (NBI), en las mediciones que vienen realizándose en países de la región (incluido un
ejercicio de CEPAL) basadas en el uso de las encuestas continuas a hogares y, en la propuesta incluida en el In-
forme de Desarrollo Humano.

Antes de presentar estas experiencias, se examinarán algunos aspectos generales que caracterizan a los méto-
dos. Algunos de ellos fueron aludidos en la Sección I: definición de las necesidades básicas y los indicadores a
emplear para cada una de ellas; fijación de los umbrales para los indicadores; agregación de las diferentes necesi-
dades y/o indicadores para determinar cuándo un hogar es pobre; establecimiento de las formas de expresar la
incidencia y otras características de la pobreza.
2.1. Aspectos generales de la metodología

La identificación de las necesidades básicas

Esta temática es similar a la discutida en la Clase 2, referida a la forma de seleccionar las dimensiones relevantes
del bienestar a ser incluidas en el dispositivo. Se mencionaron allí diferentes aproximaciones. En algunos casos,
se apela a algún marco conceptual, en otros se toma en cuenta la opinión de la población y, en varios ejemplos, la
disponibilidad de la información define el conjunto a medir. Podría considerarse que la falta de un marco concep-
tual con consenso amplio que guíe la selección resulta en una limitación para establecer los estándares. No obs-
tante, es posible identificar un núcleo de necesidades muy relevantes sobre las que existe escaso desacuerdo: nu-
trición, salud, educación, vivienda, vestuario y esparcimiento. Éstas serán probablemente incluidas en cualquier
lista, independientemente de la postura teórica del analista.

La identificación de los aspectos e indicadores relevantes de cada necesidad básica implica mayores dificultades,
ya que es posible considerar como básicos sólo algunos aspectos de las áreas mencionadas anteriormente (u
otras similares). Por ejemplo, en el caso de la educación, los indicadores podrían contemplar la adquisición de co-
nocimiento o capacidades proporcionadas solamente por las escuelas primarias, o también por las secundarias.
Podría argumentarse, asimismo, sobre la conveniencia de considerar aspectos del desempeño dentro del sis-
tema. Probablemente, se deba analizar un rango más amplio de alternativas para, por ejemplo, la dimensión
esparcimiento.

Los caminos para definir empíricamente los indicadores han sido varios. Quizás el más usual es el que toma en
cuenta la experiencia acumulada para evaluar la situación en diversas dimensiones / necesidades / capacidades
(funcionamientos), que considera también la opinión de expertos en los temas. En efecto hay una amplia expe-
riencia en cuáles son indicadores relevantes para diagnosticar sobre la situación sanitaria o habitacional o educa-
cional de los individuos. Es el caso, por ejemplo, de los indicadores de las Necesidades Básicas Insatisfechas,
que se emplea en países latinoamericanos (y que se discutirá con algún detalle más abajo).

También, como se apreció en la Clase 2, se ha planteado que la selección de las dimensiones e indicadores, –aun
cuando se parta de un marco conceptual como el de las capacidades- se implemente a través de una perspectiva
consensual, esto es, a partir de consultar la opinión de la población. Este criterio ha servido de base para un mé-
todo que comenzó a utilizarse en los años ochenta en el Reino Unido y que enfatiza que la idea de pobreza re-
quiere de aceptación pública, y que las necesidades tienen que ser socialmente percibidas. Tal método ha venido
desarrollándose y hoy es la base del utilizado, por ejemplo, por la Comunidad Europea para su indicador de po-
breza multidimensional.
Las constituciones nacionales y los acuerdos sobre derechos fundamentales, como la Convención sobre los Dere-
chos Económicos, Sociales y Culturales han sido propuestos también como marco para definir las necesidades y
los indicadores. En este caso, la pobreza es vista como la negación de la titularidad de derechos.

La disponibilidad de información en las fuentes estadísticas a emplear para estimar los indicadores de pobreza
es un limitante al empleo pleno de los criterios de selección de indicadores mencionados.

Todos los miembros de un hogar deberían ser evaluados en las mismas dimensiones, aun cuando diversos indica-
dores no son relevantes para algunos tipos de miembros. Por ejemplo, en educación, las variables no serán la
mismas para personas en edad escolar que para miembros adultos Si la situación de algunos miembros no es
evaluada en ciertas necesidades, será difícil comparar estados de pobreza entre hogares.

Umbrales de los indicadores

El enfoque bajo análisis requiere que se definan umbrales de privación para cada uno de los indicadores seleccio-
nados en las diferentes necesidades consideradas. Estos umbrales constituyen los estándares a comparar con la
situación real del hogar o de sus miembros. Se busca clasificar a la unidad como “satisfaciendo” o “no satisfa-
ciendo” las necesidades, esto es, alcanzando o no los umbrales.

La forma de establecer los de umbrales para diferentes indicadores sigue diferentes criterios, que se relacionan
en alguna medida con los utilizados para la selección de las variables a emplear. Cuando ésta se implementa so-
bre la base de la opinión de expertos o los conocimientos acumulados (como en los indicadores de NBI), precisa-
mente se suele recurrir a la opinión de expertos para identificar los estándares normativos. En efecto, existen
acuerdos razonablemente generalizados acerca de cuáles son umbrales de privación apropiados para determina-
dos indicadores. Sin embargo, la naturaleza de algunas necesidades y/o dimensiones –como recreación y vestua-
rio– podría dificultar el establecimiento de sus mínimos ya que esa tarea aparece muchas veces como simultánea
con la de identificación de las variables o indicadores relevantes. Ello se agrava porque las variables de resultado
–esto es, acerca de cuál es logro alcanzado por el hogar, y/o sus miembros respecto a una cuestión específica–
no se encuentran regularmente disponibles o, más crítico aún, son difíciles de medir en una encuesta o censo. En
esos casos, se recurre a indicadores de acceso a bienes y/o servicios.

Cuando no hay acuerdo entre los expertos respecto de los umbrales, debería examinarse la distribución efectiva
de los indicadores entre los miembros de la sociedad y considerar como tales aquellos valores que reflejen un
claro punto de quiebre en las prácticas habituales de la sociedad. Incluso, algunos umbrales podrían ser, y han
sido, definidos sobre la base de límites establecidos legalmente. Las leyes, e incluso las constituciones, general-
mente establecen ciertos derechos y obligaciones para la población (por ejemplo, años de educación o número de
días de vacaciones). Este último criterio es afín al que se emplea para fijar los indicadores en base a derechos.
Los ejemplos de medidas de pobreza basados en una perspectiva consensual mencionados más arriba, no sólo
recaban la opinión de la población para fijar los indicadores, sino los umbrales de cada uno de ellos. De hecho, los
indicadores y los umbrales de privación fueron en algunas ocasiones definidos en forma simultánea. En los casos
en los que se utilizó el método consensual la restricción de la información disponible fue menos relevante ya que
implicaron el levantamiento de información estadística ad-hoc; esto es, la información surgió de relevamientos di-
señados o adecuados específicamente de manera que incluyeran los indicadores que resultaron del consenso.

En algunas propuestas se reconoce que establecer solamente un umbral es difícil para muchos indicadores. En su
lugar, se considera que ciertas condiciones se pueden vincular a la privación y no privación, mientras que otras
no. La idea es que muchos indicadores presentan un gradiente desde la no privación hasta la privación extrema.
Estos pueden ser continuos o discretos, esto es que consideran varias categorías. Un ejemplo de los continuos es
el que muestra la relación “miembros del hogar / cantidad de habitaciones de la vivienda”; el correspondiente a
acceso al agua es un caso de los discretos en tanto puede identificar categorías como las siguientes: “río o co-
rriente”, “agua de lluvia”, “pozo”, “agua corriente fuera de la vivienda”, “agua corriente dentro de la vivienda”. En es-
tos casos, debe considerarse que valor (en el caso de los continuos) o qué categoría (en el de los discretos) cons-
tituye el umbral. Por ejemplo, en el caso del indicador de hacinamiento, suele considerarse que dicha norma es de
dos personas por cuarto. En el de agua, que no están privados los hogares que tienen agua corriente fuera de la
vivienda o dentro de la vivienda.

Agregación de estándares individuales

Un aspecto crucial del método de los indicadores de privación es cómo decidir si una unidad es pobre cuando re-
gistra distintos estados (cumple/no cumple) para los diferentes estándares. Este resulta un aspecto importante
ya que la correlación entre los estados de las diferentes necesidades está lejos de ser perfecta; por lo tanto, se re-
quiere un procedimiento para agregar las situaciones de todos los indicadores. La sensibilidad de los resultados
frente a esquemas alternativos de agregación parece ser particularmente importante cuando se consideran relati-
vamente pocos índices de privación.

El criterio de agregación seguido en la mayoría de las propuestas consiste en considerar pobres a aquellas unida-
des (hogares) que no cumplen con cierto número de estándares individuales dados. Por ejemplo, si cada uno de
los indicadores seleccionados reflejara una necesidad humana básica, el hogar tendría que cumplir con todos
ellos para ser clasificado como no pobre. Este criterio, llamado de co-realización o unión, se empleó en las esti-
maciones oficiales de NBI de América Latina; por tanto, sería pobre aquella unidad que no alcance el umbral en al
menos uno de los indicadores considerados. En el otro extremo, más restrictivo, por cierto, podría considerarse
que la situación de pobreza implica estar privado en todos los indicadores (a veces denominado principio de in-
tersección). Este criterio es escasamente empleado y más frecuentemente se recurre a un número relativamente
bajo –aunque mayor que uno– de no cumplimientos. Cuando se emplea algunos de estos criterios, el tema de la
ponderación de las dimensiones o indicadores es irrelevante. En los estudios que recurren al método consensual,
se identifica como pobres a los hogares que no cumplen con dos indicadores, o más. El criterio para fijar este nú-
mero, o cualquier otro, es arbitrario. Un esfuerzo por contar con elementos “objetivos” fue realizado en algunas
medidas consensuales. En estos casos, la cantidad a considerar surge de comparar la distribución de hogares se-
gún el número de privaciones, con la distribución de los ingresos del hogar; se selección la cantidad de privacio-
nes que se asocia a un claro punto de quiebre de la distribución de los ingresos.

Cualquier criterio que considere la cantidad de estándares (en la práctica, indicadores) que la unidad no pudo
cumplir enfrenta, entre otras dificultades metodológicas, aquella derivada del hecho de que la identificación de
una unidad pobre depende del número de indicadores usados. Los estudios sobre el Reino Unido contemplan mu-
chos más indicadores que los NBI de América Latina. Específicamente, la probabilidad de ser pobre aumenta con
el número de indicadores. Para solucionar esta dificultad, las medidas que realizan algunos países y organismos
internacionales de América Latina, basadas en datos de las encuestas de hogares, y también los indicadores de
Pobreza Multidimensional (PM) del Informe de Desarrollo Humano (que comenzó a estimarse en 2010), es fijar no
una cantidad, sino un porcentaje mínimo de la cantidad de indicadores en los cuales el hogar está privado.

En las medidas que consideran una cantidad dada de indicadores o una proporción del total de indicadores, está
implícito que cada dimensión e indicador tienen el mismo peso. En general no suele haber discusión acerca de
esta decisión. Pero en principio, podría asignarse pesos diferentes a las dimensiones y/o indicadores dentro de
cada una de ellas. En este caso, el porcentaje a considerar corresponde a la suma de las ponderaciones de los in-
dicadores. En Alkire y Foster (2009) se puede encontrar formalizada la propuesta.

En resumen, si se considera que hay N [ni] indicadores y que cada indicador pesa wi, un hogar que está privado en
C [ci] indicadores, es pobre si C= 1 en el caso del criterio de Co – realización, y cuando C=N en el caso de inter-
sección. Cuando se utiliza un criterio intermedio considerando k cantidad de indicadores, el hogar es pobre si C ≥
k. Cuando se recurre a criterio en términos de proporciones (s porciento) un hogar será pobre si se cumplen las si-
guientes condiciones:

Proporción indicadores: (C / N) ≥ s
Proporción ponderaciones: (∑ciwi / ∑niwi ) ≥ s

La forma de resumir la medición de la pobreza

Una vez clasificados los hogares como pobres y no pobres, debe resumirse esa información de alguna manera. La
forma más obvia y frecuente es computar la proporción de hogares clasificados como pobres, esto es, el indica-
dor de Incidencia:

H=q/n
donde q es la cantidad de hogares o personas pobres, y n el total de hogares o personas.

Esta medida es el índice de pobreza más conocido, y es fácil de interpretar y comunicar. No obstante, proporciona
una visión muy limitada de la pobreza. Por ejemplo, no diferencia entre personas con privaciones en diferente nú-
mero de necesidades o indicadores. Si, por ejemplo, se establece que los hogares se clasificarán como pobres si
no cumplen con dos de diez criterios normativos establecidos, este indicador es insensible al hecho de que, para
algunos de los hogares pobres, la cantidad de indicadores que no satisfacen es mayor. Esto es, no ofrece infor-
mación sobre un aspecto referido a "qué tan pobres son los pobres". Para ello, a veces se clasifican los pobres se-
gún cantidad de deficiencias o privaciones. Una manera más sintética que se empleó para caracterizar a la PM es
computar un indicador de "intensidad de la pobreza" que se define de la siguiente manera:

donde ci es la cantidad de privaciones de cada persona, q es, como antes, la cantidad de pobres identificados y d
es la cantidad de indicadores considerados. Por tanto, el numerador indica cuántas privaciones registran en total
los pobres, y el denominador es el potencial número de privaciones que podrían tener los pobres.

El Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) se define allí como el producto de los anteriores, esto es:

IPM = H*A

o sea, la proporción de pobres ajustada por la intensidad. También se interpreta como la cantidad de privaciones
que registran los pobres, respecto de todas las privaciones que podría llegar a experimentar el conjunto de la po-
blación (pobres y no pobres), por lo cual aumenta cuando lo hace la proporción de pobres y también crece con la
cantidad de privaciones entre los pobres.

Pero aun el IPM no puede responder plenamente a la inquietud de "qué tan pobres son los pobres", ya que no
toma en cuenta la intensidad con que las distintas personas se encuentran privadas en cada indicador o necesi-
dad. Este aspecto podría contemplarse la siguiente normalización

donde zj es el valor considerado mínimo (asociado a la privación) del indicador j, yij es el valor observado del indi-
cador j para el individuo i. Utilizando los ejemplos comentados más arriba, en el caso de un indicador como el de
hacinamiento, gij se computa considerando a z=2. Cuando se trate de indicadores categoriales, como el del agua,
suele considerarse valores numéricos arbitrarios para y, valores que van aumentando (o disminuyendo) según el
grado de privación. Por ejemplo, en el caso de agua, podrían ordenarse las categorías desde situaciones que refle-
jen menos privación, a las que reflejen más privación, y asignarles los siguientes valores: “agua corriente dentro
de la vivienda” =1; “agua corriente fuera de la vivienda” =2 ; “pozo”=3 , “agua de lluvia”=4, “río o corriente”=5. gi se
computa considerando que z=2

En estos casos, se puede calcular un indicador de la profundidad de la pobreza como el promedio de todos los va-
lores gij mayores que cero, esto es, en los cuales las personas pobres están privadas.

En Alkire y Foster (2009) este indicador se define como:

que reflejaría el promedio de brechas que registran los pobres en aquellos indicadores en los cuales registran
privación.

También se plantea el siguiente indicador:

M1 = M * A * G 

que sería la suma de las brechas normalizadas o relativas de los pobres dividida por el valor más alto posible de
las brechas normalizadas que se podría registrar en el conjunto de la población (esto es, si todas las personas es-
tuviesen privadas en todos los indicadores).

Si, por las razones mencionadas anteriormente, se decide otorgar una ponderación a cada indicador, las medidas
descriptas se redefinen de manera trivial cambiando el c –número de indicadores con privación– por la suma de
las ponderaciones asignadas a aquellos indicadores con privación.
2.2. Algunas propuestas de medidas de pobreza basadas en la
evaluación directa de las necesidades

En este apartado, se presentarán y analizarán algunas propuestas de medición de la pobreza basadas en el enfo-
que discutido en esta sección.

La medición de las Necesidades Básicas Insatisfechas en América Latina

Desde mediados de los años ochenta y, al menos, hasta la década siguiente, varios países computaron estimacio-
nes de pobreza basadas en lo que se dio en llamar el Método de las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI).

Con esta metodología se produjeron mediciones sintéticas de pobreza basadas en el enfoque de indicadores de
privación, utilizando los datos de los censos de población. El objetivo principal en las primeras experiencias (Chile
y Argentina) fue hacer uso de los datos censales para entregar cifras geográficamente desagregadas que pudie-
ran utilizarse para clasificar la situación social de áreas pequeñas. Por lo tanto, las necesidades, dimensiones e
indicadores estuvieron casi exclusivamente determinados por la cobertura temática de los censos de población y
las variables específicas que estos últimos incluían. Por consiguiente, la vivienda y la educación son las necesida-
des básicas principales para las que se definieron los estándares: por ejemplo, tres o cuatro de los cinco o seis in-
dicadores se relacionaban con estos temas. Posteriormente, varios países recurrieron a ese método para lograr
similares mediciones con sus censos de población. En el Cuadro 1 se indican las dimensiones e indicadores utili-
zadas en algunos casos.

Se aprecia que esos ejercicios recurrieron a escasos indicadores y que los umbrales fueron poco exigentes. Se ar-
gumentaba, sin embargo, que el disfrute de una vivienda adecuada y las otras dimensiones consideradas estaban
altamente correlacionados con el ingreso, y que esta variable revelaba una condición social más favorable y esta-
ble que el ingreso. Se suponía, además, que dichas dimensiones se relacionan con la satisfacción de otras nece-
sidades básicas (es decir, actúan como indicadores de rastreo), asociación que sin embargo dista de ser estre-
cha. Es razonable plantear que los hogares deberían considerarse pobres si están viviendo en una casa inade-
cuada –especialmente cuando se aplican umbrales bajos– y los hijos no están recibiendo educación básica. Sin
embargo, hubiese resultado más apropiado emplear límites más restrictivos para evaluar la satisfacción de las
necesidades de vivienda. Además, otras necesidades y dimensiones significativas (nutrición y salud, por ejemplo)
pueden no ser satisfechas por los miembros del hogar aun cuando la vivienda y la asistencia a la escuela sean
adecuadas.

Los indicadores seleccionados en América Latina enfrentan una de las dificultades mencionadas anteriormente.
Dos de ellos –la educación y la variable de la capacidad económica– no se pueden definir para determinados ho-
gares: la primera, para aquellos que no tienen hijos en edad escolar; la segunda, cuando ninguno de los miembros
tiene empleo.

Con respecto a la forma de agregar los indicadores para identificar a los hogares (unidad de observación utili-
zada) pobres, se consideró el llamado criterio de co-realización, o sea, que el acceso inadecuado a sólo uno de
los bienes y servicios era suficiente para clasificar a una unidad como pobre. De hecho, entre el 20% y el 30% de
todos los hogares (y entre el 30% y el 50% de todos los hogares identificados como pobres siguiendo este mé-
todo), en siete países latinoamericanos alrededor de 1990, precisamente, registraron privación en un único indica-
dor. Se difundió en cada estudio sólo la medida de incidencia (H) ya que no se presentaron otras sintéticas como
la referente a la intensidad de la pobreza; en algunos casos se mostró la distribución de hogares según cantidad
de indicadores cuyos mínimos no eran satisfechos.

Otro aspecto cuestionado de la metodología NBI fue la inclusión de la variable que aproxima a la capacidad de ge-
nerar ingreso, en tanto resultaría más apropiado como parte de un dispositivo que se base en otro enfoque de
identificación de los hogares pobres: el que considera los recursos económicos que dispone el hogar.

CUADRO 1

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