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Socialización Cultural de lo Político.

Aportes para el entendimiento de la Cultura


Política en Colombia

Jose Alejandro Martínez Escobar

Éder García Dussán

Universidad Distrital Francisco José de Caldas


Facultad de Ciencias y Educación
Maestría Comunicación/Educación
Bogotá D. C.
Enero de 2021
1
hoja de Aceptación.

Eder García Dussán.

firma: ___________________.

Evaluador 1
firma: ___________________.

Evaluador 2
firma: ___________________.

Acuerdo 19 del Concejo Superior Universitario que dice: "Artículo 177: La Universidad
distrital Francisco Jose de Caldas no se hará responsable por las ideas propuestas en esta
tesis".
2
Dedicatoria

A Colombia.

3
Reconocimientos

A todos y cada uno de los participantes directos e indirectos, para que esta investigación diera
sus frutos. Entre los cuales se destacan la labor, siempre bondadosa y abnegada de mis padres,
así como su dedicación y acompañamiento para conmigo.
A la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, por financiar y proveer de los recursos
materiales, así como intelectuales, de los altruistas y siempre persistentes profesores quienes,
desde sus diversas y rigurosas cátedras, en el pregrado y en el postgrado, sin los cuales hubiera
sido imposible terminar la presente tarea.
Al profesor Tomás Vásquez, por sus continuas y acertadas percepciones y aportes al campo
epistemológico de la Cultura Política, y a la construcción y constitución de la noción
Socialización Cultural de lo Político, así como del apoyo y lectura siempre onerosa del profesor
Éder García Dussán, acompañamiento y dirección, sin el cual hubiese sido imposible culminar
la investigación.
Y todos los docentes de la Maestría en Comunicación/Educación quienes, desde sus cátedras
en y por la línea de investigación de Cultura Política, han sido actores Políticos y Culturales,
constructores de Ciencia y Nación para y por Colombia.

4
ASPECTOS FORMALES
TIPO DE
Monografía de grado: Trabajo de Investigación.
DOCUMENTO
TIPO DE
Computador.
IMPRESION
ACCESO AL Universidad Distrital Francisco José de Caldas
DOCUMENTO Repositorio Institucional
Número Topográfico: MCE __/ 2021.
TITULO Socialización Cultural de lo Político. Aportes para el entendimiento de
la Cultura Política en Colombia.
AUTOR José Alejandro Martínez Escobar.
DIRECTOR Dr. Eder Garcia Dussan.

ASPECTOS DE LA INVESTIGACIÓN
PALABRAS Cultura Política, Comunicación/Educación, Cultura, Política,
CLA VE Socialización, Lo Cultural, Lo Político.
La investigación se propuso fundamentar un constructo novedoso para el
entendimiento o revisión de la cultura política colombiana, revisando el
corpus académico del campo Comunicación/Educación y la Cultura
política, en clave comparativa, así se analiza y teoriza
epistemológicamente un constructo denominado y sustraído como: La
DESCRIPCIÓN Socialización Cultural de lo Político, abstraído desde y por las limitaciones
del campo de la cultura política, dinámica que alinea su precisa
sustentación desde una revisión de los conceptos anatómicos y
estructurales del mismo, para luego proponer una lectura evaluativa de su
utilidad académica, investigativa e histórica en la comprensión de la
cultura política colombiana.
• Berger, Peter L. y Luckmann, Thomas. (2001) La construcción social
de la realidad. Buenos Aires, Argentina: Amorout editores.
• Ariño, Antonio. (2005). Sociología de la Cultura. La constitución
simbólica de la sociedad. Barcelona, España. Editorial Ariel, S. A.
• Retamozo Benítez, Martín. (2009). Lo político y la política: los
sujetos políticos, conformación y disputa por el orden social.
Perspectivas Teóricas en Revista Mexicana de Ciencias Políticas.
Vol.51, Nº.206, pp.69-91.
• Herrero Sánchez, Manuel (editor). (2017). Republicas y
republicanismos en la Europa moderna (siglos XVI - XVIII). Madrid,
FUENTES España. FONDO DE CULTURA ECONÓMICA DE ESPAÑA S.L.
• Santiago Castro-Gómez y Eduardo Restrepo. (Editores). (2008).
Genealogías de la colombianidad. Formaciones discursivas y
tecnologías de gobierno en los siglos XIX y XX. Bogotá́ , Colombia.
Editorial Pontificia Universidad Javeriana, Instituto de Estudios
Sociales y Culturales Pensar.
• Gutiérrez Sanín, Francisco. (2014). El orangután con sacoleva. Cien
años de democracia y represión en Colombia (1910-2010). Bogotá,
Colombia. Editorial: Debate & Universidad Nacional de Colombia.
Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales - IEPRI.

5
El documento cuenta con siete (7) capítulos formales, cada uno responde
a los contenidos propios de cada titularidad, así la introducción presenta
una mirada general del documento, el planteamiento del problema (cap. 2)
introduce una condición indispensable para encarar y pensar la
investigación desde un propósito u objetivo general disgregado en tres
acciones concretas para hacer concebible la fundamentación teórica y
epistemológica del constructo, el marco metodológico (cap. 3) sustenta la
forma y el proceso general desde la mirada hermenéutica-interpretativa
con metodología de teoría fundamentada en datos, sobre documentos. El
capitulo cuarto (4) reconstruye el aparataje académico y discursivo del
campo de la cultura política, rescatando y ampliando sus nodos de
pensamiento sustanciales para pensar posibilidades de ensanchamiento del
CONTENIDOS mismo en propósitos y contextos ajenos al mismo, proveyendo así el
núcleo genético de la categoría Socialización Cultural de lo político, el
capitulo cinco (5) presenta las apuestas teóricas que analizan y
fundamentan teórica y epistemológicamente el constructo de manera
disgregada y en su consolidación como categoría, el capitulo seis (6), pone
a consideración y utilidad el constructo a la luz de tres documentos
historiográficos, cada uno haciendo explícito cada aparte del contenido de
la noción, para en el ultimo apartado (cap. 7) exponer las principales
conclusiones, que en esencia, resumen y recogen la totalidad de las
reflexiones expuestas en los capitulo 4, 5 y 6 del proyecto de investigación,
haciendo una propuesta y recomendaciones sobre lo potente y prometedor
de hacer de este proyecto una dinámica ahora más metodológica que
teórica y epistémica.
El paradigma que sustento el proyecto se alinea con claridad a la
dinámica hermenéutica de interpretación documental rigurosa, desde una
METODOLOGÍA formato o tipo (método) de investigación de orden cualitativo y con
diseño de teoría fundamentada o teoría fundada en datos, aquí
documentos eminentemente historiográficos.
Se puede concluir que en la apropiación y documentación discursiva desde
teoría y epistemología de un constructo para el entendimiento de la cultura
política colombiana en enmarco novedoso, esta se fundamentó al
identificar la genealogía de un constructo, por la reconstrucción académica
del campo de la cultura política en atravesamiento desde el campo de la
Comunicación/Educación, el cual proporciono y dejo en evidencia las
falencias, limites y propuestas para proyectar una mirada más profunda y
CONCLUSIONES crítica de la cultura política, que luego de reseñar se constituyo en lo que
se asumió como Socialización Cultural de lo Político, sobre esta se
procedió a un análisis de los fundamentos y categorías constitutivas del
mismo, para afinar y consumar desde un proceso evolutivo que demostró
ser sustancialmente proactivo en la interpretación histórica de Colombia la
utilidad y valides académica, teórica y epistemológica del constructo
Socialización Cultual de lo Político, siendo al final un aporte para el
entendimiento de la Cultura Política colombiana.

6
Resumen

Fundamentar epistemológicamente un constructo teórico para el entendimiento de la Cultura


Política en Colombia, implica reconocer qué elementos constituyen su corpus discursivo, así
como los elementos cognitivos que el mismo posibilita; una recopilación, análisis y evaluación
de estos lo hace viable. Así las cosas, asumiendo el campo de la Cultura Política como el
contenedor de los desarrollos y condiciones fundamentales del constructo en cuestión, comparar
la genealogía constitutiva de este campo con el de la Comunicación/Educación, pone a dialogar
y a identificar los derroteros y caminos que puede establecer; así como los puntos de quiebre
fundamentales y los proyectos para su respectivo ensanchamiento, que apuestan por la
manifestación de un constructo nominado como Socialización Cultural de lo Político, el cual
reúne las condiciones teóricas y epistemológicas para ser una categoría que, desde una revisión
documental histórica e historiográfica, arroja entendimientos novedosos y alternos de la Cultura
Política colombiana.

Abstract

Epistemologically base a theoretical construct for the understanding of Political Culture in


Colombia means recognizing what elements make up its text corpus, as well as the cognitive
elements that it enables; a compilation, analysis, and evaluation of these makes it feasible. Thus,
assuming the field of Political Culture as the container of the fundamental developments and
conditions of the said construct, comparing the constitutive genealogy of this field with that of
Communication / Education, leads to a dialogue and to identify the paths that it can set; as well
as the fundamental breaking points and the projects for their respective broadening, which bet
on the manifestation of a construct called "Cultural Socialization of the Political", which meets
the theoretical and epistemological conditions to be its own category that, from a historical and
historiographical documentary review, provides new and alternative understandings of
Colombian Political Culture.

7
Tabla de Contenido.

Págs.
Cap. I: Introducción. 10
Cap. II: Planteamiento del Problema. 15
2.1. El Campo desde el Habitus. 16
2.2. El campo de Comunicación Educación y las apuestas teóricas vitales hoy. 19
2.3. Antecedentes en el estudio de la Cultura Política. 29
2.4. Una necesaria justificación. 39
2.5. Sobre una pregunta y sus alcances. 41
Cap. III: Marco Metodológico 46
3.1. Sobre el método o enfoque elegido. 46
3.2. Sobre el paradigma investigativo. 52
3.3. Sobre el diseño. 55
Cap. IV: La Cultura Política; como un campo de recorrido profuso. 59
4.1. Encuentros y desencuentros con la Cultura Política. 59
4.2. Cultura Política como una definición de Sentido común. 61
4.3. Cultura Política, como una visión Behavior - Cognitive. 63
4.4. Cultura Política, como una visión Antropológica - Simbólica. 80
4.5. Los Estudios Culturales como una visión de Cultura Política. 99
4.6. La visión de Margaret Somers y Oscar Landi. 108
4.7. Historia Cultural de la Política o lo Político. 118
4.8. Unos esquemas necesarios. 125
Cap. V: Constructos Teórico-epistémicos de la noción Socialización Cultural de lo Político. 135
5.1 La socialización. 135
5.2. La Cultura y Lo Cultural. 150
5.3. La Política y Lo Político. 164
5.4. La Socialización Cultural de lo Político. 179
Cap. VI: El Proceso Evaluativo de la noción: Socialización Cultural de lo Político. 182
6.1. El modelo de Soberanía Compartida de la Monarquía Española. 182
6.2. Genealogías de la Colombianidad. Formaciones Discursivas y
Tecnologías de gobiernos en los siglos XIX y XX. 194
6.3. La anomalía colombiana: El orangután con Sacoleva. 203
Cap. VII: Conclusiones. 210
Referencias Bibliográficas. 216
Anexos 230

8
Lista de Tablas.
Tabla 1. Estructura de Desarrollo de la Investigación 56

Lista de Gráficas.
Gráfica 1. Estructura campo Comunicación/Educación. 20
Gráfica 2. Estructura de la Intelección. 53
Gráfica 3. "Cuadro 7.2 Tipos de cultura política 68
Gráfica 4. Figura 1.1 Las Dos Dimensiones de Sociabilidad 106
Gráfica 5. estructura general del campo Cultura Política por visiones. 125
Gráfica 6. Polaridades imposibilitantés del campo en desarrollo tradicional. 126
Gráfica 7. EL escenario de lo Político y lo Cultural. 126
Gráfica 8. Historia cultural de l@ polític@. 127
Gráfica 9. Armazón performativo de la Socialización Cultural de lo Político. 128
Gráfica 10. El espacio social de Pierre Bourdieu 129
Gráfica 11. Concepción general del campo Cultural de lo Político. 131
Gráfica 12. El cono tridimensional como ilustración Espacio-temporal. 133
Gráfica 13. Desarrollo del campo alrededor de la noción
socialización Cultura de lo político. 134
Gráfica 14. Las concepciones de la Cultura. 160
Gráfica 15. Las dimensiones de la cultura. 162
Gráfica 16. Lo Político y la Política como una dinámica instituida e
instituyente con carácter social. 176
Gráfica 17. Democracia y terrorismo de Estado en Colombia
según los indicadores Internacionales. 205

9
I. CAPÍTULO
Introducción
Identificar en la cultura un problema por su carencia, es quizás una de las referencias más
constantes y persistentes en nuestros ambientes, relacionar en la cultura la raíz de toda suerte
de problemáticas, puede ser complicado, ambiguo, pero es a la vez, sumamente preciso. No
existe dinámica social que se escape a ese proceso que proyectan los fenómenos culturales en
los sujetos, claro, la mayoría de veces de maneras tan inusitadas que el compromiso en su
identificación ya es un reto de amplísimas contingencias, y más aun, si lo pensamos en términos
o con la intención de recuperación consciente sobre los mismos.
Pues bien, si la cultura representa el fenómeno nodal de las cuestiones, es preciso que se
recuperen las principales y supuestas formas de entendimiento de lo cultural, es decir, que se
problematicen con el propósito de sopesar y consensuar las definiciones sobre que sería, esa;
"carencia cultural" de la que precisamente estamos hablando.
En el presente ejercicio se establecerá, como los fenómenos culturales sí representan
posibilidades enormes para entender las problemáticas sociales de un país, evidentes por demás,
en un trasegar de consolidación histórica: pues es en la cultura donde están las respuestas más
viables o coherentes, a ambientes o contextos que se consideran "No" formados o alineados con
el canon político y jurídico de lo que es el mundo moderno occidental, este muy ligado a los
moldes del republicanismo anglosajón democrático, que han sido en resumen, el molde
culturalmente político del ordenamiento social en la Modernidad, y aun hoy, en un marco
postmoderno.
Las posibilidades epistemológicas del campo de la Cultura Política, son inmejorables para
abarcar de manera integral el entendimiento de eso, que, por conveniencia epistemológica
representa el problema esencial de la práctica política colombina (véase el resquebrajamiento
del binomio identidad = nacionalismo) y qué por carecer de una definición más precisa,
llamaremos colombianidad o colombianidades1, pues es inevitable (además de ser
estratégicamente más apropiado) abstraernos de nuestra referencia nacional directa; Colombia.

1
La colombianidad supondría el compendio o conjunto amplio de características culturales diversas, facetas y/o
aspectos de los qué vivimos en el territorio qué se llama Colombia y qué, además, pretende hacer explícita en una
definición meramente teórica, pero discutible en la práctica puesta en contexto. Esta colombianidad definiría o se
referiría al material, carácter y personalidad de los colombianos, aludido especialmente al ejercicio político tanto
directo, indirecto e incluso pretendidamente apolítico; el cual se encuentra insertado por y desde un recorrido y/o
bagaje histórico de permanencia sostenida, asentando y cimentando por su persistencia en: prácticas, acciones,
ideas, percepciones y aspectos... Un fenómeno de tal amplitud supone de un campo de estudio igualmente amplio;
La Cultura Política.
10
En segundo lugar, convenimos con la fertilidad conceptual del campo de la Cultura Política,
fertilidad que no pocos autores concuerdan en designar como un concepto "útilmente ambiguo"
(Landi, 2010.), y es que su conceptualización moderna sigue presentando dificultades y
controversias que consideramos sumamente pertinentes y necesarias, así como normales, para
una actividad o proceso que busca desentrañar esa relación compleja de la cultura con la
política.
Del mismo modo las incuestionables posibilidades y relaciones que es necesario establecer
entre los órdenes discursivos y teóricos del campo Comunicación/Educación, así como lo
conveniente de poner en homologables situaciones los instrumentos, estructuras, dinámicas,
procesos, avances, teorías, hipótesis, categorías... de los campos en cuestión, harán del estudio
y desarrollo en el entendimiento del fenómeno político y cultural un campo que beneficia
sustancialmente al otro, en un orden altamente simbiótico.
De manera tal, que subrayar y repasar de manera juiciosa los referentes nodales y persistentes
que sobre el campo se han construido, pasa a ser tarea necesaria, y con el cual se aborda el
objetivo de evidenciar una "polisemia de visiones y perspectivas epistemológicas", que en
resumen abren el espectro de la discusión a una arquitectura de un "constructo teórico" (noción
o categoría) innovador, que condese en suma medida el interés por pensar esa colombianidad
desde el referente teórico singular.
Es un constructo, variante y/o noción que, dentro de los aportes del campo de la Cultura Política,
se aplican de especial y singular manera al contexto colombiano. Una noción, que tiene como
objetivo fundamental entender los procesos culturales de la política, en una inusitada
perspectiva porque rescatan, precisamente eso; los fenómenos culturales de la tradición política
latinoamericana (Neogranadina y Colombiana), y que muy por el contrario, no se quede en un
marco que sustrae o sesga lo que el campo de la Cultura política, en su primera consolidación
epistémica en el mundo científico de la posguerra (segunda mitad del siglo XX) ha mantenido
y entendido, pues a este le ha sido imputada una fuerte carga histórica que se manifiesta en su
propensión evidentemente conceptual, en lo que varios autores dentro del mismo campo
reconocen con facilidad como; cultura política democrática, nuestro interés radica en una
contingencia, que se puede describir como anterior y/o más reflexiva, sobre las conexiones que
posibilitan la juntura de dos grandes conceptos como lo son lo cultural y lo político.
Esa noción se construye y reconoce alrededor de un proceso inevitablemente humano como lo
es la Socialización; de ahí que hablemos de una socialización Cultural (antes que de cultura) y
de lo Político (antes que de la política), sería así La Socialización Cultural de lo Político.
11
La Socialización Cultural de lo Político; es un constructo teórico que en la intención de dar luz
y entendimiento a la dinámica conflictiva del contexto colombiano en su acervo histórico,
pretende pensar y entender en las posibilidades propias del mismo, una dinámica de
constitución lenta, como le es propio a un ejercicio de socialización masiva, pero sobre todo,
de consolidación inconsciente, que representados en dispositivos y/o elementos de
socialización, se vuelven elementos que con el peso de la tradición se amalgaman y confunden
en una multiplicidad propia del nacionalismo moderno, siempre alrededor de componentes
étnicos, lingüísticos, religiosos, y por supuesto, cómo lo venimos sosteniendo; históricos.
Componentes que sólo, se comprenden al interior del territorio que sería, primero el Virreinato
de Nueva Granada y hoy en día: La República de Colombia.
La Socialización Cultural de lo Político, por lo tanto, resume gracias a la posibilidad evidente
de una polisemia de visiones y perspectivas en el campo científico de la cultura política y desde
la transversalidad del campo Comunicación/Educación, una novedosa postura que en el marco
de las tradiciones cuantitativas; conductuales - cognitivas y cualitativas; antropológicas -
simbólicas del mismo, una nueva perspectiva de análisis cultural político, que le hace merito y
le da posibilidades flexibles al entendimiento de las prácticas sociales y culturales de lo
colombiano, prácticas socio-político culturales que se han catalogado como ejercicios
sumamente incoherentes y/o disfuncionales, bajo el amparo del anteriormente mencionado
canon jurídico, político y social como discurso del occidente moderno, e incluso, postmoderno.
Dichas prácticas que desconciertan y dejan perplejas a las lógicas del pensamiento occidental,
especialmente, de la tradición más anglosajona, sobre las formas de organización política y
estatal del orden gubernamental; merecen un especial interés explicativo, si queremos avanzar
en la construcción de un proyecto social, con un derrotero claro y definido. La dinámica
conflictiva de Colombia, resulta paradigmática en la intensión ilustrativa del presente proyecto
de investigación.
Para ultimar, el orden capitular del proyecto de investigación, se configura así: un segundo
apartado (Cap. II) dedicado al planteamiento del problema de investigación, en donde se
recogen los aportes del campo Comunicación/Educación del profesor Jorge Huergo y se
perfilan los lugares en los que se encuentran uniones con el escenario de investigación sobre el
campo de la cultura política, de manera sucesiva se repasan y sistematizan las experiencias
investigativas pos-graduales que el campo de la Cultura Política, en el contexto Nacional pero
especialmente capitalino. Proyectando un desarrollo del mismo en singular dechado, para desde
éste, concluir una justificación que describe la importancia de una revitalización conceptual y
12
categorial de la cultura Política, plasmado en la alineación del proyecto alrededor una pregunta
problema con sus respectivos objetivos. En el apartado sub-siguiente (Cap. III) se expone, de
manera detallada, las dinámicas metodológicas del proyecto, que desde la profesora Irene
Vasilachis, problematizan la dinámica sobre el método, pero especialmente discuten los
femémonos posibilitántes en nuestros contextos de investigación, con el paradigma
hermenéutico desde su aplicación como triple hermenéutica, y por ultimo, se describen los
materiales y herramientas fundamentales que diseñan la forma para acercarse al problema de
estudio como teoría fundamentada desde los datos, como diseño singular de la misma.
En el cuarto apartado (Cap. IV) se encontrará la variedad de sistemas, enfoques, escuelas,
tradiciones y visones que el campo de la cultura política ha logrado reunir. Es un proceso, y con
temor a exagerar, un intento de estado del arte (Antecedentes), sobre la cultura política, en
dónde, se busca dejar en pie las tres grandes concepciones del mismo2, pero sobre todo,
establecer los encuentros y desencuentros con lo que proyectamos sería el constructo teórico
(la noción) Socialización Cultural de lo Político, como armazón teórico constitutivo, y a la vez,
constituyente, entendiéndose esta recopilación como los antecedentes fundamentales del
trabajo de investigación, es primordial entender este apartado como el esfuerzo por extraer de
las abundante bibliografía sobre el campo de la cultura Política, un marco o noción para re-
pensar la cultura política en Colombia, estableciendo así algunas reflexiones propias para hacer
objetivable la necesidad del constructo teórico.
En una quinta sección (Cap. V) se encontrará con el desarrollo eminentemente teórico y
epistemológico de la Noción Socialización Cultural de lo Político, que aquí entenderemos en
esencia como el desarrollo expositivo de los elementos conceptuales y epistemológicos de la
noción Socialización Cultural de lo político, de manera detallada y divida, en donde además se
condiciona y explica el por qué y cómo de la Socialización, el porque de lo Cultural antes que
Cultura, y a su vez el porque lo Político, antes que de la Política, es en esencia, la construcción
epistemológica de la noción de Socialización Cultural de lo Político, disgregando y analizando
las posibilidades teóricas de cada una de las partes del mismo, y como su articulación representa
posibilidades excepcionales, en el campo de la cultura política.

2
Es necesario apuntar o saber que se construyeron tres grandes enfoques para entender la dinámica de la cultura política,
primero se partió de identificar por separado dos conceptos centrales en la discusión disciplinaria de dos grandes núcleos
epistemológicos, como lo representa la cultura y la política, para después centrarse en el enfoque cuantitativo de "The Civic
Culture" y por ultimo el enfoque antropológico-simbólico, esta ultima tendencia privilegiando la cultura antes que la política,
es decir, un enfoque sumamente más cualitativo.
13
Luego, en un sexto apartado (Cap. VI) se objetiva la utilidad el constructo, en una intención
evidentemente evolutiva del constructo, el propósito se consolida cuando se hace una referencia
directa a los ambientes o atmosferas de aplicación de la teoría de la noción de socialización
cultural de lo político, en una dinámica de apropiación histórica, primero con la reflexión
adelantada sobre un modelo Policéntrico de Soberanía Compartida como forma de orden estatal
de la Monarquía Hispánica, que sustenta y configura una dinámica alterna al modelo Estado-
Nacional de la tradición anglosajona y francesa, y en suma, anterior a la constitución de un
orden cultural de lo político virreinal en la Nueva granada, cimentada en 300 años de conquista
y colonización.
En segunda medida, se reflexiona sobre el proceso inercial y protocolario que se da alrededor
del cambio de paradigma político por el proceso de las independencias, y como las tradiciones
culturales de lo político, se mantienen de manera significativa, en un orden meramente formal,
pero que en la realidad o en la práctica cultural de lo político, encarnan de incoherente manera
las Socializaciones de 300 años directamente anteriores a la misma, evidentes por los regímenes
de colombianidad, los cuales se puede entender como la revisión de una consolidación y
apropiación del modelo Estado-Nacional moderno en unas lógicas de gobierno y orden político,
muy complicadas de sostener en una realidad material, estas deben encarar las lógicas
coloniales y raciales, fuertemente atrincheradas en la construcción de identidad nacional.
En una tercera parte se reflexionará sobre la posible a-temporalidad de lo colombiano, primero
en un constante proceso de reminiscencia política, que curiosamente estalla, vigoriza y potencia
lo que se entiende como una anomalía. Los modelos de gobierno contemporáneo, en pocas
palabras revisan el proceso de socialización cultura de lo político en una materialización o
basamento temporal de la colombianidad que dentro de posibilidades de gobierno alterno, hacen
viable la existencia de paradojas increíblemente funcionales.
Llegando así al ultimo apartado (Cap. VII el de las conclusiones), el cual recoge las ideas y
reflexiones novedosas y fundamentales de los tres apartados directamente anteriores, los
resultados de la investigación concluyen entonces el recorrido de ampliación del campo,
descubriendo y mostrando la noción y su aplicación evidentemente explicativa, haciendo, por
lo tanto, del constructo teórico-epistemológico, una materialidad conceptual y teórica muy
propiciadora para una lectura de la historia colombiana en una nueva y alternativa vertiente,
reconociendo eso que sostendremos son los elementos culturales de lo político, elementos
socializados en el trasegar histórico de Colombia, y que necesitan ser apropiados en proyectos
académicos más rigurosos con el medio en cuestión; la cultura política colombiana.
14
II. CAPÍTULO
2. Planteamiento del problema
Cuando pasamos la mirada sobre los diferentes procesos y dinámicas que determinan el
desarrollo sobre la discusión del campo comunicativo en nuestros tejidos y/o a nuestros
entramados, los del contexto latinoamericano; son variados los temas de las agendas, así como
los enfoques epistemológicos que transitan o mueven los discursos, los momentos y
preocupaciones. Pero es recurrente y viene siendo la preocupación por la consolidación de la
identidad y la apropiación social de dichas formas comunicativas el paradigma sustentador de
una dinámica compleja, cuando es la contemporaneidad resquebrajada de la estructura Estado-
Nacional la que nos invita a pensar en la apropiación de un campo que reúne dos grandes
fenómenos humanos, como lo es la Comunicación y la Educación, en una sociedad cada vez
más atravesada por fenómenos indiscutiblemente comunicativos y prácticas educativas
sostenidamente naturalizadas en escenarios inevitablemente politizados.
Dicha politización nos invita a pensar en las posibilidades que sostiene el campo de la cultura
política en dichos procesos de identidad y/o subjetividades políticas en el enmarco cultural de
nuestras sociedades o en nuestros contextos. Sostener que el campo de estudio de la cultura
política presenta posibilídades y limitantes requiere de una aproximación sustancial a las
principales referencias que este campo de estudio presenta y desarrolla hoy, en el espectro
académico nacional.
Dinámica que nos trasporta a una puesta en este enjambre y profusión temática contextual del
campo de la cultura política, Así se discurrirá apuntando los elementos teóricos indispensables
en la configuración del planteamiento de un problema de concisa manera. Esto se decantará al
registrar las precisiones conceptuales de lo que implica un campo, pero especialmente, el del
desarrollo teórico y metodológico que ha tenido el de la Comunicación-Educación en América
Latina desde el ejercicio genealógico del profesor Jorge Alberto Huergo. El cual discutiendo de
manera esbozada sus posibilidades y riquezas en un ensanchamiento para con el mismo servirá
para el estudio del fenómeno de lo Político, en un entrecruzamiento con el otro polo de
discusión, mediante el cual se dinamiza el Problema: El campo de la Cultura Política,
extrayendo las posibilidades y limites que el mismo presenta para el estudio de la Cultura
Política colombiana, fenómeno que se ha proyectado en un discurso de política y cultura
especialmente insuficiente.
El objetivo fundamental del presente apartado reconoce el asociar muy enunciativamente los
elementos que hacen posible una relación de encuentro para la consolidación (fundamentación)
15
de un constructo teórico en el campo de la Cultura Política, muy necesario y conveniente para
el estudio de las dinámicas singularmente complejas del mundo latinoamericano desde, en y
por Colombia.
El orden discursivo del presente apartado desarrolla primero el concepto de campo y habitus de
Bourdieu, para luego revisar la configuración genealógica del campo comunicación y educación
en América Latina, así como su apertura significativa desde una perspectiva política del mismo,
dinámica que se unirá al desarrollo de antecedentes del campo de la cultura política en el
escenario nacional-capitalino de educación superior publica, revelando la necesidad de un
constructo teórico novedoso al interior del campo, que desarrolle en nuevos limites el
entendimiento de la cultura política colombiana.
2.1. El campo desde el habitus.
El concepto de Campo es una heredad disciplinar de la sociológica al amparo del aporte
sustancial del sociólogo Francés Pierre Bourdieu, quien en su intención vital de hacer
objetivable el entendimiento de las prácticas sociales, reconoce y aporta el concepto de
"Campo" dentro de sus principales trabajos será con "sentido práctico" (Martínez, 2007) donde
se esboce con impronta sostenida el concepto de Habitus, categoría esencial en el entendimiento
con articulación al funcionamiento del Campo y que en secciones progresivas, será precisó
retomar, pues el basamento teórico de Bourdieu se reconoce en su interés por el mundo de la
Universidad francesa, el cual es un escenario social, ostensiblemente más complejo que el de
la tribu y el pueblo, contextos en los cuales la antropología y la sociología se habían centrado
tradicionalmente hasta el momento. La maduración de una teoría aplicada al modo de hacer
ciencia e investigar, es el mundo de la Academia, y en este Bourdieu reconoce el impacto de la
categoría de campo como esencial, pues el mundo académico constituye el enmarco de la
ciencia; otro campo, un campo de luchas y de fuerzas, en el que él mismo ha estado inserto,
como producto y productor de sentido, hacedor y constructor de lógicas y prácticas, las cuales
se legitiman y se sostienen así mismas, todo esto objetivable y caracterizable mediante el
concepto de habitus (Martínez, 2007).
Un mundo determinado y organizado por Bourdieu alrededor de Los Capitales3, todos con una
fuerte carga de desarrollo y accionar simbólico, asistiendo el capital económico como el capital
simbólicamente menos cargado, con respecto al propiamente cultural y político, esto así por la

3
Es indispensable un acercamiento pormenorizado a las apuestas teóricas de Bourdieu, especialmente en relación
al concepto de Capital, que por la intención y objetivo de nuestro trabajo no nos detenemos a explicitar.
16
dificultad cada vez más manifiesta de medir los impactos concretos en el contrapeso de las
luchas y fuerzas al interior del campo.
El Campo, que es una categoría posterior y de dificultosa construcción para Bourdieu puede y
tiene la capacidad de encuadrar definitivamente las disposiciones de las prácticas sociales en
una relación de dependencia con el habitus y será mediante esta relación, que se pueda describir
al campo como ese espacio social de relaciones específicas y de formas o maneras identificables
con el habitus, el campo como:
La metáfora de un campo magnético, como “Un sistema de líneas de fuerza” (donde)
“los agentes o el sistema de agentes que forman parte de él pueden ser descritos como
otras tantas fuerzas que, posicionándose, oponiéndose y componiendo, le confieren su
estructura específica en un momento dado del tiempo.” En este campo magnético,
simultáneamente, cada agente está dotado de un peso funcional, porque “Su ‘masa’
propia, es decir, su poder (o mejor, su autoridad) en el campo, no puede ser definida
independientemente de su posición en el campo”. (Martínez, 2007, p. 144)
Así el agente o sistema de agentes, ubicados temporalmente en un lugar de espacio social
cualquiera que sea, se estructuran como campo, cuando se reconoce el poder de la conformación
de un habitus, necesario para apuntalar que la alineación de la noción de campo necesitaba, en
palabras de Ana Teresa Martínez:
realizar tres operaciones, esencialmente, las mismas que describirá́ veinte años más
tarde, a pedido de Loïc Wacquant:
1. Un análisis de la posición de los intelectuales y de los artistas en la estructura de la
clase dirigente.
2. Un análisis de la estructura de las relaciones objetivas entre las posiciones que los
grupos puestos en situación de competencia por la legitimidad intelectual o artística
ocupan en un momento dado del tiempo en la estructura del campo intelectual.
3. La construcción del habitus como sistema de disposiciones socialmente constituidas
que, como estructuras estructuradas y estructurantes, constituyen el principio generador
y unificador del conjunto de las prácticas y de las ideologías características de un grupo
de agentes, y a los cuales una posición y una trayectoria determinada al interior de un
campo intelectual, que ocupa él mismo una posición determinada en la estructura de la
clase dominante, proveen una ocasión más o menos favorable de actualizarse. (2007, p.
147)

17
Así el Campo pensado principalmente al espacio de relaciones entre intelectuales y sus
relaciones de poderes simbólicos, dentro del mundo académico y de la universidad, las que
permita a Bourdieu posicionar en inherente axiología al habitus y el campo, uno que no se
entiende sin el otro, ampliando el valor y el alcance de lo que son las prácticas sociales:
Las prácticas no tienen valor en sí, sino que encuentran su valor en el conjunto de
relaciones que determinan su sentido. Es para aprehender el valor de los diferentes
elementos del análisis en cada caso, que se hace necesario reconstruir las disposiciones
que sustentan este conjunto de relaciones. La noción de campo es el instrumento de esta
reconstrucción: “Las disposiciones constitutivas del habitus cultivado no se forman, no
funcionan y no valen sino en el campo, en la relación con un campo que, como dice
Bachelard del campo físico, es él mismo un ‘campo de fuerzas posibles’, una ‘situación
dinámica’ donde las fuerzas no se manifiestan sino en la relación con ciertas disposiciones
(Martínez, 2007, p. 157)
Y, aunque aparentemente el valor de las prácticas es desdeñable, no lo son tanto, cuando del
campo, también se asevera, que "[…] el campo es también un mercado donde el juego dinámico
de las fuerzas fija un precio para las diferentes prácticas, precio que es entonces variable y cuya
variación depende del estado total del campo" (2007. p. 157). Un precio o valor que para los
intereses analíticos de Bourdieu es cultural y/o simbólico, algo que apuntábamos arriba
permitiría hacer más constatable y cobra vigorosidad con las ideas del capital4, idea que no se
restringe el fenómeno netamente económico. En resumen, y en palabras Ana Teresa, era
indispensable revisar el concepto de habitus para proyectar la relación con el campo, pues:
Lo que resulta claro es que, siendo al mismo tiempo un campo de luchas y un lugar de
relaciones y de puntos de vista, un espacio social tan complejo y en movimiento como
este no puede ser explicado como un conjunto coherente sin el habitus, que teje vínculos
entre los diferentes estados del campo, y que es principio generador y unificador de las
prácticas y de los puntos de vista. En la red de relaciones que constituye el campo, el
habitus funciona por esto como un operador (Martínez, 2007, p. 162).
Idea que instala ahora la pregunta por la posible correlación de lo esbozado. La idea de Campo
y el objeto de la Comunicación y educación, se desenvuelve mejor al identificar desde José

4
Para un entendimiento pormenorizado y más sustantivo del sistema conceptual y/o de las ideas de Bourdieu, el
trabajo de la Profesora Ana Teresa Martínez; Pierre Bourdieu: Razones y Lecciones de una práctica sociológica.
Resulta inmejorable, pues su reconstrucción teórica de los postulados del sociólogo francés se construye y nutre
en una mirada integral de su vida, obra e influencia, con un rastreo muy juicio de los campos y facetas del desarrollo
del pensamiento Bourdieano.
18
Saturnino Martínez García quien define el campo como: "[…] el conjunto de relaciones sociales
que se establecen cuando los distintos agentes luchan y cooperan entre ellos por apropiarse de
recursos escasos, ya sean materiales o simbólicos, que son valorados entre los participantes en
el campo (Bourdieu 1995, Martín Criado 2010, Sota 2013)" (2016, p. 6). Esto permite postular,
para el caso del Campo de Estudio de la Comunicación-Educación, una pregunta generadora de
análisis; a saber: ¿Cómo y cuáles son los recursos y/o materiales que dentro del campo de la
Comunicación-Educación han venido proyectando e instalando posiciones y relaciones de
poder en el mismo?
Frente a esto, Jorge Alberto Huergo permite hallar una precisión de necesaria revisión;
reconociendo que el objeto de Estudio de la Comunicación y la Educación en relación es un
Campo propiamente dicho, con objetos y materiales de valor eminentemente simbólicos
alrededor, o entendidos como teorías, conceptos e hipótesis de la relación y la configuración
(histórica).
2.2. El campo Comunicación/Educación, y las apuestas teóricas vitales hoy.
Huergo en su "Genealogía de Comunicación/Educación"5 identifica la relación de la
comunicación y la educación, como una configuración histórica, especialmente y alrededor de
dos disposiciones teóricas como lo son las "Acciones Estratégicas" y las "Prácticas Culturales".
Para poder comprender esta constitución del campo Comunicación/Educación en el plano
Latinoamericano, repasaremos los entendimientos de Huego a este respecto.
A Huergo le parece fundamental el precisar, en primera medida, que su estudio se reconoce
desde la experiencia educativa con comunidades diversas, el elemento político-cultural es el eje
trasversal de las prácticas educativas, las cuales insertadas en el campo
Comunicación/Educación, no son visibilizadas por la dinámica fuertemente instrumental del
campo. Así las cosas, ¿cuál o en qué consiste esa referencia a la instrumentalidad?:
[…] esta premisa supone esencialmente que para los procesos de
comunicación/educación se dispone de un abordaje reductivo a la hora de establecer un
diagnóstico, planificación y gestión del campo, una disposición que en suma revitalizan
y refuerzan una mirada de desconocimiento para con los inalienables procesos culturales
y políticos que anudan y atraviesan las práctica escolares más allá de la utilización
autómata de herramientas y técnicas comunicativas, asumidas estas como tecnologías
novedosas en la práctica comunicativa (Huergo, 2005, p. 20).

5
Huergo. Jorge Alberto. (2005). Hacia una genealogía de comunicación/educación: rastreo de algunos anclajes
político-culturales. La Plata: Universidad de la Plata. Ediciones de periodismo y Comunicación.
19
Así las cosas, se hace necesario que la adopción "[…] de una perspectiva inversa que comienza
por interrogar los modos en que se ha construido, en el campo de la comunicación/Educación,
la articulación entre lo educativo y la cultura para luego hacer posible la problematización del
diagnóstico, la planificación y gestión más integral y compleja de ese campo" (Huergo, 2005,
p. 20) en donde las relaciones con los educativo y la cultura para no distorsionar el
entendimiento de Huergo se vierte así: “(...) lo educativo ha sido ligado a determinadas
"acciones estratégicas" que tienen por objeto a las "prácticas culturales" en general, entre ellas
las de dimensión comunicacional, y que la cultura es imposible de comprender sin referirla o
relacionarla con lo "lo político" (p. 20).
De estas dos premisas fundamentales, es que el problema de Huergo (2005) se puede rastrear
entre al menos cinco elementos relacionales; a saber: Lo educativo y la cultura desde acciones
estratégicas y, por supuesto, la deconstrucción del campo desde una relevancia de lo Político
ahora desde una perspectiva comunicación/cultura.
Gráfica 1. Estructura campo Comunicación/Educación.

Fuente: elaboración propia.

Para apuntar mejor estas relaciones, Huergo (2005) se valdrá de unas coordenadas teórico-
conceptuales que le permiten adentrarse en la especificación y tratamiento del problema, el cual
empieza a explicitar desde el termino de "Articulaciones" en donde lo fundamental radica en
exponer que, si bien las articulación promocionan el acoplamiento para el movimiento y
funcionamiento de algo, en un orden o formación práctica, textual o eventual, el ejercicio de la
articulación no es homogénea ni inocente, pues carga con un orden de jerarquía y verticalidad,
es decir, un orden de poder, esta perspectiva es más visible desde los "estudios culturales" para
los cuales la articulación se manifiesta en la "fuerzas sociales", relación sustancialmente afín a
los planteamientos de Pierre Bourdieu sobre la dinámica estructurante del habitus.

20
Sin embargo, el acento para Huergo estará en la relación de la articulación al concepto de
Mediación, acento que procede a relacionar con Raymond Williams (1997) y Jesús Martín
Barbero (1991), en quienes el concepto de mediación tendrá una connotación efusivamente
diferente, especialmente en lo que concierne a la anatomía del concepto. Huergo explicará
abstrayendo a Williams que:
El proceso de "mediación" no comporta un elemento separable o un medio, sino que es
algo intrínseco a un proceso y relativo a determinadas propiedades que manifiestan los
elementos relacionados. En este sentido la "mediación" se halla en el propio concepto
considerado (cfr. Williams, 1997: 119-120). (2005, p. 29)
Siendo la mediación una definición no externa sino inherente el fenómeno, sin la cual el
elemento en cuestión no se precisaría, es una idea que hila a la articulación como una analogía,
visible cuando Huergo concibe que la mediación desde Williams, es un concepto relacional6.
Con la idea de que "[…] el proceso comunicacional, lejos de quedar reducido a un problema de
medios de comunicación, es entendido como un proceso de producción social de sentido"
(Williams, 2005, p. 29), es que la mediación y articulación abren el abanico del entendiendo
sobre la dinámica de la comunicación y la cultura desde la política, en donde las fuerzas de
poder se constituyen en los artefactos que la medicación, ahora con Jesús Martín Barbero,
articulando a las relaciones de dominantes sobre dominados, el desentrañar las formas de
articulación en la producción de sentido, que son las que están inherentemente atravesadas por
el poder, un entendimiento que es sustantivamente diferente.
Y dinámica a la que Huergo le presta especial interés, pues utilizando el concepto de
articulación análoga a la mediación, lo que se permite entender y reconocer es el papel del poder
como productora y estructuradora de sentido y discursos en el campo comunicación/Educación.
La articulación antes que una dinámica neutral y externa es un constitutivo interno parcial y
determinante en las relaciones edu-comunicativas.
Fenómeno que con la interpretación de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe (1987), ganara y
concretara especial significación, Huergo se mostrara interesado en mostrar como desde Laclau
y Mouffe, la existencia de una capacidad de formación hegemónica en o sobre una experiencia
empírica de relaciones sociales, nominada como "formación social" es lo que designa la

6
"por la articulación es posible visualizar procesos en su complejidad que resultan más que la sumatoria, juntura
o conexión entre elementos previos a la relación. (...) Articulación es un concepto relacional, que implica una
relación sin la cual los elementos, en forma pura posiblemente no existirían." (2005, p. 29)
21
articulación, pero siendo sucintos, lo que interesa a Huergo con Mouffe y Laclau responde
esencialmente a la nueva significación de la articulación:
[…] El termino articulación, entonces, no alude a un acoplamiento a la manera de
vagones de un tren) ni a una unión o juntura (como los huesos se conectan entre sí), sino
que alude a la interinfluencia y la intermodificación entre determinados elementos.
Sostiene Laclau y Mouffe que la articulación establece una relación tal entre elementos,
que la identidad de estos resulta modificada como resultado de ella; y que el discurso,
precisamente, es la totalidad estructurada resultante de la práctica articulatoria. Además,
sostienen los autores que los momentos son posiciones diferenciales, en tanto aparecen
articuladas al interior de un discurso; y, por el contrario, los elementos son todas las
diferencias que no se articulan discursivamente (cf. Laclau y Mouffe, 1987: 119)
(Huergo, 2005, p, 31).
En este orden discursivo, las posiciones de los elementos son por tanto una formación
hegemónica que la articulación misma gestiona, pero como la realidad empírica de las
formaciones sociales son constátateme superiores o sobrecogedoras a las del orden hegemónico,
estas prácticas o fenómenos pasan a sufrir una invisivilización, desconocimiento, y son tratados
como "anomalías" y en suma "no pensados"; esto más que evidente en los discursos políticos,
en donde los intereses, experiencias y problemas son pues los deliberados y representados por
la clase en ejercicio del dominio. Quedando los sujetos precisamente insertos en un orden que
desconoce sus experiencias vitales concretas y singularmente diferentes a las del orden
hegemónico concreto (Huergo, 2005).
Teniendo estas discusiones y formaciones conceptuales claras, y respetando el orden
argumentativo de Huergo (2005) este procede a hacer una exegesis de las relaciones que tiene
el fenómeno educativo con respecto o alusivo a la cultura, para Huergo la dinámica será
esencialmente la de una relación intrínseca y dual, los procesos de enculturación y socialización
son propios del acceso y activación de saberes y conductas que deben ser mantenidas o
reproducidas, las cuales pasan y hacen parte de las indumentarias subjetivas del ser, del sujeto
en proceso de educación. Huergo afirmará que: "[…] lo educativo alude a la articulación entre
determinadas interpretaciones (llamamientos o invitaciones a ser, pensar, obrar, etc.) que
contienen modelos de identificación propuestos desde un discurso específico (...) y los
reconocimientos que ante ellos se producen (...) articulan7 y constituyen al sujeto" (2005, p.

7
Cursivas mías
22
33). Y aunque estas prácticas tienen una intención eminentemente reproductiva, también
contienen un alto grado de creación e innovación (de tensión), de ahí la constitución diversa y
amplia que procede del ejercicio educativo, esta práctica es sugestiva y siempre consensuada y
al final siempre generara un sujeto de educación activo, cualesquiera que sean sus
características culturales.
Más y sin embargo, la dinámica problemática se presentará cuando a la intención educativa se
le anude y reconozca en paridad el fenómeno de la escuela, será con la escolaridad que el
proceso educativo se torne inducido a una forma concreta de aprender y enseñar, será con la
institucionalidad de la escuela que se privilegien formas concretas de socialización, es decir;
"[…] producir un determinado orden imaginario social y a reproducir las estructuras y
organizaciones modernas existentes" (Huergo, 2005, p. 34). Las cuales generaran;
"desplazamientos socioculturales" que en particularidad promueven una serie de principios de
la escuela tradicional moderna y occidental. Lo sugestivo recalca Huergo (2005) es que dicha
unidad de la educación-escuela "ha contribuido a la producción imaginaria de una separación
cultural, donde hay articulación y tensión" (Huergo, 2005, p. 34) bajo esencialmente lo que
debe ser la escuela y las formas como sé es en la escuela, Huergo dirá que son vectores que
constriñen la intelectualidad contra la emocionalidad.
Todo esto se manifiesta en una tensión entre lo educativo y lo cultural bajo principios de un
"imperialismo" pedagógico-didáctico divorciado de la problemática cultural, Huergo expresará
que son obsesiones pedagógicas (esencialmente 3): "La obsesión por lo claro", "La obsesión
por la eficiencia" y "La obsesión por la velocidad" (2005, p. 35, 36), las cuales se han cuajado
y organizado alrededor de una cultura escolar que propende a hacer de las prácticas educativas
una "acción estratégica" en la consolidación de un interés hegemónico, para Huergo esa cultura
de la escuela se alinea con las políticas culturales de una sociedad, las cuales desconocen el
aspecto contextual de su aplicación, así las relaciones serán coartadas al espacio eminentemente
de la escuela aun cuando las práctica educativas avasallen a la escuela misma. El
desconocimiento de la diversidad de escenarios y experiencias educativas será una práctica
hegemónica de política cultural, la cual es articulada con un proyecto educativo concreto, la
cual precisamente; "[…] articulara a determinadas formaciones discursivas, una interrelación
del mundo, de la vida y de lo educativo, de acuerdo a intereses, expectativas y sentidos
diferentes" (2005, p. 37). A ¿Cuáles? Evidentemente las de las clases dominantes.
En resumen, la relación de lo educativo y la cultura se gestiona desde políticas culturales a
través o mediante el carácter proyectivo de las mismas; la educación y la escuela proponen sus
23
intereses desde proyectos, asistiendo así, a que se entienda que el proyecto educativo tiene dos
visiones ("interpretaciones"8) una de carácter hegemónico y de poder ligado a la ubicación de
lo educativo en o dentro de las márgenes que propone la escuela, mientras que un proyecto
educativo crítico, se supone de ensanchar las relaciones de la educativo más allá de las márgenes
escolares, a escenarios y prácticas que culturalmente son desconocidas por el primer proyecto;
Un proyecto contra-hegemónico. Proyectos que explicará Huergo (2005) son: Acciones
Estratégicas educativas para la construcción de interpretaciones performativas basados en
intereses y objetivos concretos. Pero ¿qué implica pensar la relación de la educación y la cultura
(y los proyectos educativos y escolares) en términos de acciones estratégicas? Huergo
presentará una digresión por la implicación de lo significativo en "acción" desde Aristóteles,
Weber y Giddens para sostener que en el mismo existe una dinámica de poder estructural -
estructurante y que aunada a la reflexión por la definición de "estrategia", se entiendo como el
"[...] medio a través del cual es posible de llevar un poco de orden, racionalidad y claridad a las
prácticas culturales prolongadas en el tiempo" (Huergo, 2005, p. 39) en el plano eminentemente
de la teoría de guerra, la estrategia adquiriría desde Clausewitz y Certeau ese componente de
poder y de acción sobre lo otro, en el caso concreto que nos asiste; sería "una maniobra de la
guerra contra y/o sobre las prácticas culturales confusas, desordenadas, irracionales, propias de
la ignorancia, el 'dejarse estar', la incompetencia o la ineficiencia"(Huergo, 2005, p. 40).
Sin embargo, será con Jurgen Habermas (1992) con quien se adquiera una claridad inmejorable
para entender la dinámica de las acciones estrategias, quien al alinear las acciones
instrumentales y las acciones comunicativas, como prácticas de órdenes e intereses diferentes
se puede hallar una correlación, cuando Habermas aborda la significación de las acciones
instruméntales enuncia que estas son pensadas en un orden coercitivo y de control y/o dominio,
bajo especialmente lo que Huergo denomina como "progreso." Así las acciones comunicativas
tienen otros propósitos que resultan ser sustancialmente diferentes, y de hecho fungen en un
orden que puede ser por el reconocimiento de lo dominado e invisivilizado. Esta diferencia
sostiene entonces, que una acción estrategia también puede ser contra-hegemónica y, por lo
tanto; de resistencia. Huergo, al respecto, dirá que 'la planificación estratégica' o la 'intervención
estratégica' han pasado a designar, en los últimos años, una especie de voluntad o de acción
transformadora, habida cuenta de las relaciones de fuerza, las contradicciones y las redes de
poder en las prácticas sociales" (2005, p. 41), implicando en una primera tesis y materia

8
Cursivas mías
24
conceptual significativa que: […] "las acciones estratégicas, teniendo en cuenta sus intereses y
evaluando su sentido, pueden ser instrumentales (dominadoras, calculadoras, controladoras) o
comunicativas (basadas en el reconocimiento de la diferencia, críticas y transformadoras). Esto
resultara especialmente significativo al considerar los alcances de lo educativo respecto de la
cultura" (Huergo, 2005, p. 41). Huergo lo hará con su exposición de lo que va a proceder a
definir como prácticas culturales, a este respecto el referente será Pierre Bourdieu quien con el
concepto de Habitus desenvuelve eso que Huergo pasa a identificar como una práctica en el
sentido de la duración, en la consecución práctica de una forma de ser y estar, las prácticas
culturales son por eminencia formas de vida internalizadas subjetivamente y que con su
aplicación persistente se vuelven costumbre (anotado brevemente atrás).
Esas prácticas culturales que por su anatomía responden a formas de ser y estar en el mundo, a
una forma de acción externa (estratégica desde Huergo), es qué Bourdieu la interpretará a la luz
del concepto de Habitus:
[…] tiene por efecto producir individuos duradera y sistemáticamente modificados por
una acción prolongada de trasformación que tiende a dotarles de una misma formación
duradera y transmisible (habitus), decir, de esquemas comunes de pensamiento de
percepción, de apreciación y de acción" (Ib.: 250) las estructuras internalizadas actúan
como principios generadores y organizadores de prácticas también de representación (cfr.
Bourdieu, 1991, 92). (Huergo, 2005, p. 42).
En este sentido, será a través de las acciones cotidianas la forma de "investimento" que los
sujetos configuran y se desarrollan históricamente de manera inconsciente, aun cuando estas
sostienen y argumentan o cimientan las formas y/o maneras de ser, de actuar, de estar. Así como
una forma naturalizada y muy pocas veces reflexionada y por su carácter de inconciencia, es
que ése saber práctico ("conciencia práctica") no puede ser transmitido y es fácilmente
percibido como caótico, esto es especialmente visible, para actores externos, quienes ven en
dichas prácticas culturales una incoherencia propia de acciones irracionales, ése componente
de extrañeza será sin embargo, compartido y constitutivo de lo que Huergo desde Giddens
nominara como: "una sensación de seguridad ontológica" (Huergo, 2005, p. 43), en la que los
sujetos de inevitable manera juegan y actúan.
Así las cosas y por el carácter de orden de "sistema complejo", las acciones estratégicas en su
arista hegemónica son necearías pues vienen a ordenar lo desordenado, y a explicar lo extraño,
a establecer y/o "instituir" prácticas culturales racionales en un orden entendible, razonable,

25
medible... Sin embargo, dicha posición no reconoce aquello que precisamente Bourdieu se
propone concebir;
Las prácticas culturales debido a la homogeneización de los habitus (que resulta de la
homogeneidad de las condiciones de existencia) pueden estar objetivamente concertadas,
pero sin calculo estratégico alguno ni referencia consciente a una norma ni concertación
explicita (dice Bourdieu, 1991: 101), ya que la interacción misma obedece a la relación
entre las condiciones estructurales objetivas y las disposiciones que estas producen.
(Huergo, 2005, p. 43 y 44)
Serán entonces las prácticas culturales una posibilidad para revitalizar el entendimiento en lo
que implica la articulación entre cultura y poder, esto porque Huergo con Certeau, hablará de
estrategias y "tácticas", la primera referida al ejercicio de la fuerza y el poder de los que valga
la redundancia decir, son fuertes, mientras que las tácticas se corresponden como antagonista,
a los débiles, "es el arte del débil, frente a la racionalización del fuerte" (Huergo, 2005, p. 44).
Con este desarrollo claro9, es posible entonces entender que las acciones estratégicas como
formas de práctica culturales específicas, con intenciones y objetivos claros, y en posiciones
privilegiadas en un campo determinan el orden de las prácticas culturales; los sentidos del
campo en cuestión, y como en la relación con la política toda acción estratégica es proyectiva,
las formas de entender el espacio y el tiempo se organizan bajo un juego de tensiones entre lo
determinante y lo determinado, entre lo que se busca obtener y lo que se obtiene, la tensión
política que se materializa "entre el espacio per se y espacio producido (cfr. Soja, 1989), así
como entre el durée y el tiempo producido. Entre el tiempo como "Cronos" y el tiempo como
"Kairos", también como un espacio que se debate entre lo "estratégico-instrumental" y el
espacio como un "espacio práctico" (Huego, 2005).
Estas tensiones fundamentales entre las acciones estratégicas y las prácticas culturales, serán
esenciales para entender la configuración histórica del campo comunicación-educación, que
Huergo se propone dilucidar, no sin antes resumir de magistral manera, que el aporte sustancial
de Bourdieu se da cuando se entiende que:
[…] toda acción estratégica instrumental es objetivamente una violencia en principio
material e inmediatamente simbólica, en tanto guerra e imposición, por un poder
arbitrario, de una arbitrariedad política y sociocultural. Pero, además, toda práctica

9
"Las acciones estratégicas, entonces, reconocen un orden de fuerzas en las prácticas culturales y actúan a partir
de esa situación. Por lo que es posible afirmar que las acciones estratégicas constituyen un tipo especializado de
prácticas culturales que se corresponden con un orden político" (Huergo, 2005, p. 44).
26
cultural está producida por un sistema de disposiciones (habitus) constituido en la
relación con condiciones estructurales (como equipamientos, por ejemplo), a la vez que
un sistema de reconocimientos constituidos en la relación con determinadas
interpretaciones; por lo que implica una inmersión/inversión sociocultural, como
producto de una historia colectiva materializada en una sociedad situada. De allí que
toda práctica cultural es portadora y a la vez es portada: en ella se expresa el delgado
límite entre lo dicho y el decir. (2005, p. 46)
Así entender que la configuración del campo Comunicación/Educación se nutre de una historia
conflictiva, y como su ser, es precisamente un "proceso histórico-social" tensionado, que
además suma a su proceso articulaciones desde diversos intereses y estamentos en la
construcción de su sentido, un sentido que le es propio y a la vez externo en demandas y
posibilidades diversas. El campo es entendido entones como un espacio de tensiones entre
acciones estratégicas y prácticas culturales, especial y más fructíferas aun cuando las
abordamos desde la periferia geopolítica; que es como figura el pensar la
Comunicación/Educación desde América Latina.
Como bien reconoce Huergo (2005) desde Bourdieu hablar de un campo es reconocer el papel
inevitable de la lucha por el acceso y disposición del capital simbólico del campo en cuestión,
por las acciones estratégicas como prácticas culturales, ya sea como estrategias o como tácticas,
es hablar del ¿cómo hacer de esta institución, una figura más abarcante, amplia y compleja en
la atención de los otros sentidos producidos y no solo por los que detentan del capital simbólico?
¿Cómo hacer posible la apertura del campo a un reconocimiento más empático y
contextualizado? Bueno a este interés es que el objetivo de Huergo se vuelca, pues se dispone
a reconocer las etapas de configuración (institucionalización) del campo comunicación
educación, a una reconstrucción genealógica del campo muy interesantemente situado en el
espacial espectro del mundo latinoamericano10.
Sin embargo, desde su consolidación como campo, la comunicación/educación ha tenido cada
vez más desarrollos, el trabajo de Uriel Espitia Vasquez y Carlos Eduardo Valderrama, se
preocupa por "una apertura política del campo comunicación-educación" ellos reconoce el
permanente movimiento que al interior de campo se configura en novedosas prácticas y
caminos que es necesario planear, así Uriel y Carlos, proponen identificar lo que ellos

10
Para el reconocimiento del desarrollo del campo Comunicación/Educación, Huergo propone 3 grandes fases del
desarrollo del campo (Genealógica, Fundacional y de Desarrollo), desde los cuales identifica diferentes acciones
estratégicas y prácticas culturales que determinan y configuran con especial rigor el campo hoy académicamente
más coherente a los desarrollos de la Comunicación/Educación en América Latina.
27
denominan son 5 "nodos de tensión", nodos sobre los que se atraviesan diferentes teorías,
prácticas así como profesiones atenientes al fenómeno de la comunicación y educación, en
relación.
1, la tensión entre el proyecto de escolarización de la Modernidad y los proyectos
emancipadores de pedagogías críticas. 2, el quiebre de las instituciones tradicionales
como la familia, la iglesia, los partidos políticos, y la escuela misma. 3, la tensión del
conocimiento especializado y legitimado que circula al interior del campo el cual viene
a ser puesto en duda por la diversidad de saberes que sobre el mismo aparecen. 4, la
tensión que con respecto al "lugar de la información, la comunicación y el conocimiento
en la sociedad contemporánea", el descentramiento de la comunicación y educación. Y,
por último, la tensión sobre la "construcción de subjetividad", especialmente con la idea
del sujeto que "aún no es"; el sujeto pedagógico (Espitia y Valderrama, 2009, p. 167 y
167).
En ellos son visibles las acciones estratégicas hegemónicas, de las que hablaba Huergo, al
exponer como las visiones de occidente se configuran en núcleos y discursos de poder concretos
sobre las formas de entender el relacionamiento con la educativo y lo comunicativo, el
fenómeno de la instrumentalidad sigue siendo el paradigma sobresaliente y la formación de una
ciudadanía pasiva, "la ciudadanía debe ir más allá de la lógica del consumo tecnológico, “[…]
es necesario reconocer el carácter político de la tecnología, en el sentido de que ella no solo
puede ser usada como un instrumento político, sino que su diseño mismo es inherentemente
político” (Espitia y Valderrama, 2009, p. 170).
A su vez, otra línea de fuga se presenta al identificar las "prácticas del campo
comunicación/educación, en estas se busca reconocer especialmente como las formas de
accionar político, no deben estar alineados al proyecto globalizado y hegemónico, Valderrama
y Espitia (2009) dirán que: "[…] si se inscribe la gestión del campo comunicación-educación
en una perspectiva no conductista, organizacional, gerencial o administrativa, se puede
resignificar su accionar político como gestación de procesos colectivos con los otros (Huergo,
2005)" (2009, p. 172). Igualmente, el fenómeno de las políticas culturales desde las
organizaciones y movimiento sociales, presenta una anatomía vertical y unidireccional, en
donde la práctica política subyuga el fenómeno de la cultura, interpretando y legitimando las
necesidades y entendimientos de lo culto, cuando la dinamica ¡es cultural! En este sentido será
necesario que se entienda que la relación no es tan sencilla, sino que por el contrario se debe
reconsiderar la relación de la cultura y la política, será necesario reconocer que; "[…] existe
28
una lucha por la interpretación que busca resignificar el poder social a través de prácticas
culturales con efectos políticos..." (Huergo, 2005, p. 173).
Además, porque es necesario reconocer que el fenómeno de lo político no se circunscribe con
facilidad a los estamentos que la globalización y la Modernidad reconocen, como lo serán el
Estado y los partidos políticos, la relación con la cultura política es mucho más profusa y
compleja, por el momento se reconoce que "[…] en la medida en que se renueva la cultura
política y se reconoce la existencia de una política cultural en los términos antes mencionados,
se hace necesaria una revisión crítica de la políticas públicas, de las prácticas sociales y de los
ejercicios profesionales de comunicación y educación" (Valderrama y Espitia 2009, pp. 174 y
175) es la apuesta por resignificar las prácticas Edu – comunicativas, desde la tensión del saber
y el poder.
También, el lugar es otra de las líneas de fuga que el campo de la educación profundiza, sobre
esta se afirma que debido a la cada vez más influyente dinámica de la globalización, los
desarraigos territoriales son presa fácil del discurso y agendas políticas internacionales, sin
embargo la formación de subjetividad en el plano latinoamericano es impostergable, la
identidad sin territorio no existe, a esta recomposición y complejidad deben apuntar las líneas
de fuga que anudan el conflicto armado como práctica política estatal sin peso cultural, "la
vinculación identidad-cultura-territorio en las políticas de lugar, implica procesos de
resistencia, reapropiación, reconstrucción y reinvención de nuevas posibilidades de ser en el
lugar y ser en redes globales (Escobar y Harcourt, 2002: 3)" (Valderrama y Espitia, 2005, p.
176) políticas de lugar que como desconocen la interrelación problemática y existente entre lo
político y lo cultural, reducen las prácticas políticas al control e inserción de dispositivos
tecnológicos y de comunicación, sin una mínima aclimatación cultural.
De esta manera, la renovación y/o apertura del campo de la Comunicación/Educación desde
Valderrama y Espitia, apunta principalmente a los alcances que el fenómeno de la política y el
poder configuran en las diferentes líneas de fuga del desarrollo del campo, las implicaciones
políticas ponen de manifiesto el como se reconstruye el poder social y se crean mundos
alternativos desde la diferencia.
Así, y desde esta posibilidad es que el fenómeno de la política cobra especial relevancia para
nuestro interés investigativo, apoyado ahora y por el encuentro predominantemente similar con
el campo de la Cultura Política, un campo que asumimos puede rescatar potencias teóricas del
fenómeno Edu. - Comunicativo; un campo que como repasamos, está en apertura o ampliación.
2. 3. Antecedentes en el estudio de la Cultura Política.
29
La Cultura Política como un fenómeno de Campo, reconoce igualmente un desarrollo histórico
latente y contemporáneamente oficial y/o canónico, la juntura de dos conceptos como el del
mundo de la política y el de la cultura apuntan a dos entendimientos de escenas humanas tan
amplias que una inserción analítica no es sencilla, sin embargó, con los desarrollos modernos
de la Ciencias Sociales, estos fenómenos se restringieron especialmente a tres grandes
disciplinas científicas del saber social, la política, la antropología y la sociología, bajo el amparo
de estas disciplinas se compartimentaron el sentido social, que luego con las insuficiencias y
resquebrajamiento de la paradigma moderno en el siglo XX, se condenso, por la necesidad del
saber, en un exordio al que se le denomino Cultura Política, a este saber que tienen un desarrollo
intrínseco al hombre desde los anales, se le revistió de un discurso y/o armazón teórico, en
donde la ligazón de la cultura política se asumió como una forma de ser políticamente y
culturalmente desarrollado.
Así, un proceso de reconstrucción de antecedentes tiene que reconocer, pues los trabajos que
ubican como centro o punto de encuentro a la Cultura Política, estos nos suponen de dificultades
manifiestamente arduas de rastrear o escudriñar, pues la dinámica profusa del encuentro de dos
grandes categorías, resulta más bien necesaria en diversos proyectos sociales, educativos y/o
formativos, sin embargo, dicha profusión sí puede llegar a ser impertinente cuando se vuelve
difusa, especialmente cuando los temas ateniente al mismo pueden hilvanar desde su naturaleza
epistemológica constitutiva; así como su utilización manifiestamente formativa y
proyectivamente política.
El reconocimiento de este recorrido se nutre de los repositorios institucionales de las
Universidades de Carácter Público y/o de orden Estatal de Colombia, ubicados principalmente
en la ciudad de Bogotá, en dichas plataformas digitales se encuentra una diversidad temática y
una preocupación discursiva evidentemente proyectiva, en prácticas, formas y/o maneras del
hacer concebible una alineación al fenómeno político (una cultura política) en el escenario
educativo primordialmente, en este recorrido se reconocen diferentes preocupaciones sobre la
manera de hacer aplicable proyectos de educación en cultura política, sobre este vector temático
es que el fenómeno de antecedentes se nutre copiosamente.
La preocupación que supone la formación de la subjetivad política de los jóvenes y de la
ciudadanía, es el enmarco justificativo principal, de títulos como: "Escuela y formación de la
cultura política. Acercamiento desde el análisis documental 2015-2019" de la profesora Cielo
Gambasica. En este trabajo se reconoce la profusión y abundancia temática mencionada atrás,
tanto que supone de un acercamiento pormenorizado a los mismos, en un periodo de tiempo
30
sustancialmente actualizado, fenómeno y dinámica que nos introduce de inmejorable manera
en el reconocimiento del bagaje de desarrollo del tema, pues en palabras de la autora el objetivo
de la tesis es:
comprender la relación entre escuela y formación de la cultura política, a partir del
análisis de conceptos centrales presentes en artículos y trabajos y/o tesis de grado
producidos en Colombia entre 2015 y 2019, los elementos que componen la formación
de cultura política en la escuela y los planteamientos respecto a los posibles aportes de
esta última en la formación de la cultura política de los estudiantes. (Gambasica, 2019,
p. 12)
Bajo este título es posible vislumbrar esa relación de cultura política y escuela, tanto así, que
los marcos teóricos que presenta la autora, exploran esta precisa relación y reconocen como
los trabajos en esta temática están fuertemente ligados al proyecto posgradual de maestría en
Comunicación-Educación de la Universidad de Distrital, en ésta maestría existe una alto grado
de apropiación y del sentido de la cultura política - escuela y las preocupaciones por la relación
formativa en el mismo es evidente para la autora. A su vez, concluye que las formas en que son
sumidas la relación con la escuela son básicamente dos:
[…] por un lado, aquella que se centra en la definición de cómo es, enfatizando así en las
tensiones que vivencia en la formación de los sujetos, su importancia en la formación de
la cultura política y su apropiación/rechazo de otros espacios de formación como los
medios de comunicación: y por otro lado, aquella que se enfoca en cómo debería ser la
escuela, haciendo hincapié́ en la necesidad de una escuela dilógica, que considere las
características de los sujetos que en ella se encuentran, que haga un uso asertivo de los
medios de comunicación y los problematice en los procesos formativos y además, que
transforme las relaciones de poder bajo las que tradicionalmente se concibe. (Gambasica,
2019, p. 102)
Ahora, con respecto al fenómeno de la cultura política, las visones que reconoce el trabajo,
dejan ver una estructura tripartida de definición, bajo la influencia de Almond y Verba, primer
referente importante en el campo de manera o forma que, el trabajo de Martha Cecilia Herrera
y Fabio López de la Roche los cuales problematizan la primera visión, así la preocupación se
construye sobre las posibilidades que abren estos dos últimos autores en la ampliación del
concepto, dinámica que si bien es muy significativa, no resulta clara y precisa en las manejos
de trabajo, se abre una interpretación muy horizontal de cultura política, que la maestra Cielo
dirá en la documentación revisada: "[...] la referencia a las ―culturas políticas, concepto que
31
de forma plural se toma para hacer hincapié en que no hay una sola cultura política sino que
existe variedad, la cual se configura dependiendo de las experiencias y lugares de los sujetos y
grupos sociales que la construyen." (2019, p. 103).
Esta variedad sin embargo, puede llegar a ser problemática, pues dispersa el reconocimiento y
la formación en un proyecto de cultura política singularmente definido, este por el contrario se
da como sobre entendido, de ahí, que muchas de las formas en que se entiende un proyecto de
cultura política, supone de la participación como representación de formación política del
educando en la escuela, sin embargo esas formas de participación, serán formas tradicionales
ampliamente insuficientes, bajo figuras como el "gobierno escolar", ilustrará esta conclusión,
la profesora Cielo afirma que:
En este sentido, los documentos enfatizan en la formación de cultura política
implementada por orden de la normatividad legal, siendo el gobierno escolar el
mecanismo principal, considerado además insuficiente, ya que se concibe desde una
perspectiva cívica de la cultura política, soportado sobre la concepción de la democracia
representativa, la cual deja por fuera mecanismos de participación de otros órdenes y ha
generado, más que formación de cultura política, miedo y apatía a la participación en los
jóvenes escolares. (2019, p. 103).
Cielo Katerine además presentara lo que ella concluye son las formas sustanciales y/o
esenciales en que la formación de cultura política en la escuela se ha desarrollado o presentado,
y mostrara seis tópicos que por su capacidad de ilustración citamos textualmente aquí:
1. la participación, sobre la que se evidencian limitantes en la formación escolar, las
cuales deben ser repensadas desde la comprensión de los sujetos para generar aportes a
la cultura política;
2. la identidad, problematizada desde las tensiones que produce la búsqueda de
homogenización frente a la diversidad de los sujetos que hacen parte de la escuela, y las
posibilidades de construcción que ofrecen espacios como los medios de comunicación;
3. el sujeto político, visto desde su importancia en la formación de cultura política y la
tensión entre su configuración y los mecanismos de control y relaciones de poder en la
escuela, así como de su lugar marginal frente a otros aspectos de la formación que
corresponden a las demandas globales;
4. La formación ciudadana y política, comprendida mayormente desde la normatividad
legal y los estándares y lineamientos curriculares, dando como resultado la comprensión
de que este tipo de formación corresponde únicamente al área de Ciencias Sociales;
32
5. Las competencias, entendidas desde dos ángulos: el desarrollo del sujeto en relación
con capacidades que lo habilitan como ser competente en el mundo laboral (vinculado
a las exigencias de organismos internaciones), y la formación del sujeto desde el saber
hacer en contexto, asociado al desarrollo integro de sus dimensiones; y,
6. Convivencia, punto poco explorado en la documentación, tocada tangencialmente
respecto a los manuales de convivencia y la normatividad legal, así como a la formación
para la paz y la resolución pacífica de conflictos. (2019, p. 103 y 104).
Estos proyectos educativos en cultura política le serán una muy importante referencia a la
profesora Cielo, quien encomiara la proyección de estos, por su faceta formativa, y es que
reconocen la diversidad de los sujetos y contextos en los cuales estos se sitúan, dinámica
ampliamente ignorada por la escuela en su entendimiento tradicional, la cual homogeniza y
uniforma constantemente. También porque permiten y potencian la participación de los
estudiantes de una manera más crítica y profunda en las formas de entenderse o relacionarse
políticamente, y porque a la postre figuran como proyectos de vida responsables y coherentes
con los desafíos de la vida en sociedad. En este sentido, los mecanismos, maneras y repertorios
en que dichos procesos se manifiestan y desarrollan, han resultado verdaderamente pedagógicos
y didácticos, acentuando la propiedad y riqueza de la formación de subjetividad política activa
(2019, p. 104).
Estos apuntes concluyentes de la profesara Cielo, revelan una recomendación a hacer
extensivos y graduables estos proyectos formativos a edades más tempranas, a una
democratización coherente con las posibilidades académicas y cognitivas de los estudiantes,
una que permita a los jóvenes ver y resaltar el papel fundante y/o genético, en el cual intervienen
o se desempañan los docentes, recomendaciones que sin duda abren el abanico de posibilidades
a seguir pensando los desarrollos en este ámbito de la escuela, sin embargo, es necesario hacer
énfasis en que muchos de los trabajos que aglutina la tesis de la profesora Cielo, son un referente
inevitable para entender la dinámica en que se ha estructurado el desarrollo investigativo a nivel
posgradual en el campo de la cultura política, en las universidades públicas de la capital, de
hecho bajo los siguientes títulos que pasamos a referenciar brevemente encontraremos un
informe clarísimo a lo apuntado por la profesora Cielo. No sin antes advertir que la
escolarización aquí tratada ya tira línea sobre la forma genérica y sesgada en que se empiezan
a pensar la Educación y la Comunicación, esto como representación directa y análoga con la
escolarización formal o con la escuela como institución agente o aparato ideológico del Estado
(Althusser, 2005), una dinámica sobre la que es necesario volver adelante.
33
Para muestra falta un botón, los títulos: "Formación de cultura política en las redes sociales,
un estudio etnográfico con sujetos escolares de grado décimo del Instituto Educativo Distrital
-IED- Carlos Arango Vélez", de la profesora Ela Cecilia Díaz Gómez, quien se preocupa por
las manifestación de cultura política de un grupo poblacional en contexto educativo, sobre el
que se asegura una falta o carencia de preocupación política, asegura que las prácticas están
inevitablemente en un estadio de desarrollo bajo, pues el objetivo y las hipótesis que sostiene
el documento argumentan una proyección a formar en Cultura Política, una cultura política que
por los antecedentes y marco teórico del proyecto se asegurarían en una dinámica participativa,
muy alineada con los planteamientos del enfoque conductual de Almond y Verba, la
anunciación del marco teórico en este desarrollo es muy evidente.
Este trabajo se posiciona sobre las manifestaciones que los jóvenes del Colegio en mención
muestran y activan desde el fenómeno de las redes sociales, especialmente Facebook, y aunque
el desarrollo se obtiene mediante un ejercicio de carácter etnográfico-cualitativo, la
conclusiones analíticas que presenta el documento se alinean con los postulados del formato
Norteamericano, las conclusiones evidencian un encuadramiento a las orientaciones propuestas
de conocimientos, actitudes y evaluaciones, estas pensadas en un dinámica jerárquica donde la
participación por participación muy fácilmente se confunde con el desarrollo de una cultura
política elevada. Estas relaciones sin duda alguna, presentan problemas sustanciales que
seguimos rastreando, no sin antes demostrar lo que es una potencia en este tipo de trabajos, el
reconocimiento de que la práctica educativa no se circunscribe en las molduras de participación
política tradicionales de la escuela, es decir los legitimados por la institucionalidad misma desde
arquetipos curriculares, por el contrario reconoce y recomenda, en palabras del autor, que: "Es
necesario, por tanto, seguir potenciando el uso de la tecnología para desarrollar procesos de
aprendizaje, crear centros de interés donde se pueda manejar la información de manera crítica,
y aprovechar este espacio para el empoderamiento de situaciones políticas y sociales que
afectan el contexto actual." (2018, p. 102) son tareas pertinentes en el entendimiento del
fenómeno comunicativo y educativo en el ejercicio de la libertad.
Sin embargo, proseguimos apuntando que trabajos como Poder hegemónico, relaciones de
poder y formación de política en la escuela. El caso de los estudiantes de grado noveno y
undécimo del Colegio Marruecos y Molinos IED Jornada Mañana, de la profesora Patricia
Bermúdez González, tesis de grado de la maestría en Investigación Social Interdisciplinaria de
la Universidad Distrital, en líneas generales estructura el objetivo de esta disertación, en la
propuesta por demostrar las diversas y variadas formas, maneras, momentos y lugares en que
34
la institucionalidad escolar agencia prácticas de autoridad hegemónicas, y que como prácticas
hegemónicas cotidianas se vuelven sustento de la práctica educativa cotidiana. Las relaciones
jerárquicas y verticales que existen entre los diversos agentes que acuden a la escuela en
cuestión suponen como resultados concluyentes para la profesora Bermúdez de una carencia
educativa en la formación de un sujeto político crítico, propositivo, en suma, participativo. En
la intención de develar las prácticas de poder se reconocen dinámicas que para la profesora es
necesario empezar a dinamizar en orden más horizontales, ya que "es posible formar estudiantes
que sean capaces de transformar las relaciones hegemónicas, pero, para ello, los docentes deben
ser conscientes de la importancia que tienen como constructores de ciudadanía, que abandonan
su papel como vehículos reproductores del sistema" (2018, p. 135), entre otros porque la
situación liminal de la escuela de esa manera se presenta, los discursos y currículos que
oficialmente construyen la escolaridad apuntan a esa relación compleja del sujeto con el poder.
Cabe la pena apuntar, sin embargo, que dichos supuestos no singularizan específicamente el
tipo de formación política, esta se da por entendida, supuesta y de nuevo se conjetura la
formación de cultura política, como un hecho dado alrededor de la participación en el molde
democrático, aunque en este proyecto de tesis la crítica está muy fuertemente ligada al
paradigma social y económico que supone el proyecto neoliberal.
Las dinámicas del poder y orden escolar son también y por lo general el escenario y eje nodal
que los trabajos en cultura política desarrollan ampliamente, a este respecto, los títulos se
comparten el escenario de la escuela con énfasis diversos pero presupuestando a la escuela para
observar los fenómenos políticos, ilustrativamente resulta que los siguientes títulos comparten
ese entendimiento: "Cultura política en la escuela pública: configuración de la subjetividad
política joven en la cotidianidad de la era digital y la sociedad de la información por medio de
procesos de organización y acción colectiva estudiantil" de Juan Merchan Cante (2015),
"Cultura Política y Gobierno Escolar en las instituciones educativas oficiales de la comuna 1
del municipio de Soacha" de Fabio Correa Cocunubo (2016), " Historia oral del proyecto vida
para los sentidos del colegio Diego Montaña Cuéllar de la localidad 5 de Usme en la ciudad
de Bogotá́ : una reflexión sobre cultura política." de Julio Ramírez Avendaño (2017), "Cultura
Política en la Escuela, Facebook y Movimiento Estudiantil" de Stella Mesa Vargas (2016),
proyectos que dimensionan y ubican en la escolaridad por antonomasia el nodo fundamental
para la formación en cultura política, sin embargo, muchos de los elementos sustraídos de los
trabajos comparten similaridad en el entendimiento de lo que es o debería sintetizar la ecuación
Cultura Política + Escuela = Educación Culturalmente Política. Este derrotero propone una
35
mirada muy limitada del horizonte de lo que implica y envuelve la cultura política, una
sugestiva y/o sugerente mirada sobre el mismo, debe preocuparse por una especificidad que no
solamente sirva como paraguas epistémico, sino que resulte arquetípicamente necesario por
fundante y genético.
Si bien cada interés investigativo cobra viveza y demanda por la singularidad del contexto
educativo en que se interviene, el marco teórico se homogeniza con una ligereza muy
improcedente, para una rigurosidad propositiva en el marco de un proyecto de orden educativo
(formativo) como lo resulta el nivel posgradual en maestrías, en donde es más abundante y
profusa la bibliografía. En ese orden de ideas se perfilan algunas imágenes y representaciones
que delinean la necesidad de una profundización temática en lo que supone el armazón teórico
- epistemológico de la Cultura Política como campo, inserto y proyectado con el campo de la
Comunicación y Educación, también como fenómeno, epistémico y metodológico cimiente.
Cuando en el orden del proyecto, los intereses se vierten más por una estrategia y/o medio
comunicativo sugestivo para el acercamiento al fenómeno de la cultura política, los títulos
también delimitan de evidente manera los escenarios de la escuela como inmejorables
circunstancias, más no como capitales o indispensables, a este hecho, le toma o presta especial
interés los títulos: La Caricatura Política; una Propuesta Didáctica para la Formación de
Sujetos Políticos que Fomenten Espacios de Participación en la Escuela" de Carlos Acosta
Mejía (2018), "La radio comunitaria como herramienta para la formación de cultura política
en la escuela" de Luz Ramírez Barragán (2017), Manifestaciones de la Cultura Política en la
escuela, en tiempos de posacuerdo. Una Mirada desde el Campo Comunicación/Educación."
de Daniel Coll Ramírez (2019), "YouTube como ecosistema comunicativo. ¿Una oportunidad
para la cultura política? Una apuesta para la construcción de contenido en YouTube" de Elkin
Calvo Múnera (2018). En donde el desarrollo de la discusión por el alcance del fenómeno
político y cultural, y por el lugar o espacio de este, en el interés de la cultura política, vuelven
las reflexiones y conclusiones más agudas, en un orden discursivo significativamente más
crítico, más profundo y sustancialmente más coherente con las necesidades de lo que podría
pensarse o preguntarse, si acaso es posible plantear la pregunta por el ¿cómo es ser
culturalmente político? en ése que es el interés inevitable de la educación, formar políticamente.
Bueno si bien son variadas las herramientas o dispositivos para acercarse al fenómeno de la
cultura política, ha sido especialmente por la inserción masiva de la tecnológicas de la
comunicación que los trabajos reseñados muestran una inevitablemente ampliación del
fenómeno educativo a lugares no identificables con la propia escolaridad, la masificación de las
36
tecnologías al amparo de sus usos comunicativos propicia una discusión por fuera de la escuela,
trasgrediendo y sobrepasando las tradicionales formas de enseñar y aprender la relación con lo
político. En este sentido la escuela no es el único lugar para la apropiación y socialización
cultural política, el proyecto de una educación en cultura política democrática y participativa,
es sustancialmente más compleja por la relación de las tecnologías de la comunicación; por la
mediación comunicativa. Escenario que va develando formas y estructuras inusitadamente
novedosas, que en igualdad de condiciones con el fenómeno de la política, se supone de no
tradicionales formas de entender la participación, es decir, sin la necesidad de militar
oficialmente un partido político, una ideología y sin necesidad de igualar la participación
democrática al sufragio universal, votar = participación, las múltiples formas de relación con la
cultura política adquiere matices y lugares transversales en su entendimiento.
Finalizamos advirtiendo que lo expuesto anteriormente es muy palpable en la línea directa con
desarrollos investigativos como: "Análisis de las relaciones actuales entre Religión y Política:
Estudio de las representaciones sociales del movimiento independiente de Renovación
Absoluta (MIRA) y la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional" (Guillermo
Alfonso Gutiérrez, 2016), "Valoración Crítica del Discurso Informativo difundido sobre el
primer mandato de Álvaro Uribe Vélez (2002 - 2006) y su impacto en la construcción de cultura
política en Colombia." (José Ruiz Vargas, 2016), "Caricatura y Cultura Política durante Uribe
Vélez, 2002 - 2010." (Martha Rincón Montenegro, 2015), "Colombia en el Umbral de nuestro
tiempo: Política y Cultura en la era Populista." (Mateo Villamil Valencia, 2019), "Política
cultural y construcción de paz en Colombia 1990 - 2002." (Andrés Tafur Villareal, 2016), "La
política y lo político: La palabra y la voz de mujeres." (Andrea Jaramillo, Martha Montoya &
Monica Valencia, 2008), "Elementos para una Propuesta Educativa Política orientada a la
transformación y el fortalecimiento de la cultura política en el contexto de conflicto armado en
arenal y Micoahumado, Sur de Bolívar" (Edwin Arias Contreras, 2016), "La cultura política
de los indígenas del norte de la provincia de Tunja durante la reconquista española." (Nubia
Espinoza Moreno, 2010), entre otros, en los cuales es fácil prevenir el ensanchamiento que tiene
la dinámica de la cultura política a un entendimiento susceptiblemente más ligado al vector
político como forma de organización y muy alejado de la práctica Edu. - Comunicativa, los
estudios de cultura política en orden histórico, como el último trabajo reseñado muestran una
profundidad en la fluctuación y la imposibilidad de suponer el fenómeno de la cultura política
a fenómenos meramente contemporáneos, el estudio de la política y la cultura como fenómeno,
advertimos recorre la historia intrínseca de lo humano, y por lo tanto su delimitación es
37
problemática e incierta; sin embargo, reconocer esto resulta importante pues en este conciso
ejercicio de antecedentes podemos a modo de resumen decir que el fenómeno de la cultura
política tiene su condición formal más cercana con los estudios norteamericanos de Lucían Pie,
Gabriel Almond y Sidney Verba, quienes igualaron el sentido de la cultura política a una forma
y al contorno de un orden político moderno con los Estados - Nación como prototipo de orden
político global, con un desarrollado alrededor o ligado al fenómeno del molde propio del ideal
democrático, esto en un escenario de posguerra que enunciaba al republicanismo como perfil
de orden social y político llamado a atender las demandas sociales del globo.
Mientras que a la cultura se la entendió y uniformo con un desarrollismo teleológico unilateral,
como una representación progresiva y lineal pensada para el alcance del sentido occidental y
moderno de lo cultural, la cultura ligada al ideal de una forma culta de ser y estar, el ciudadano
moderno es un sujeto adecuado a formas de orden participativo democrático, cultivado en el
sentido del saber proceder o actuar en procura del voto, forma universal y estereotípica de
participación ciudadana correcta o adecuada. La cultura pensada como un bien de alcance o
acceso, es, por lo tanto; limitado, medible, cuantitativamente, asumible y enseñable en todos
los órdenes y coordenadas políticas, económicas, sociales y culturales. En este sentido el
termino de cultura política democrática, es el mejor ejemplo para ilustrar las relaciones
estrechas con la que se pensó el desarrollo de una relación compleja, la de la Cultura y la
Política, que ahora como campo que empezaba a perfilar problemas de orden académico
estructural profundo, y sobre los cuales la bibliografía educativa se nutre más sustantivamente
en el caso preciso del contexto Bogotano de Universidades Públicas.
Estas tensiones fundamentales del campo se dieron por la imposibilidad de reconocer
coordenadas variadas, o mejor, diferentes, a las cuales o en la cuales, fue pensada la relación de
la cultura política correcta y/o adecuada. El contexto latinoamericano y especialmente el
colombiano serán escenarios y órdenes sociales que retan la comprensión lisonjera de estas
definiciones e interpretaciones sobre el fenómeno de la cultura política. Bajo esta luz, es factible
pensar que no existe cultura política democrática en Colombia, y casos parecidos son propensos
a situarse en el resto del mundo latinoamericano. Como es palpable percibir y establecer aun
cuando las intenciones en los trabajos busca reconocer órdenes de cultura política más variados
y complejos en la formación escolar, y por ende en la educación en cultura política, esto se
desdibuja cuando en los marcos teóricos de los proyectos se ubican con ligereza dichas
precisiones de lo que es y como sé ha conformado el discurso de la Cultura Política, no existe
un orden teórico por fuera del entendimiento democrático instrumental como proyecto de
38
cultura política, fenómeno que desconoce el riguroso desarrollo académico y epistémico del
campo, hecho fundamental y capital para entender que es inviable proponer juicios
contundentes o concluyentes sobre la formación de Cultura Política.
Más bien, existe un antecedente sobre el que se basamento o fundamentaron la mayoría de
trabajos de cultura política en la escuela, el cual es un antecedente de política pública, el
antecedente jurídico que representa la constitución del 91 la cual propendió a la formación del
ciudadano-participativo, en el proyecto de Nación bajo el Estado Social de Derecho y que se
pensó en décadas posteriores con la competencias ciudadanas, a este amparo la cultura política
era una noción subsidiaria del proyecto democrático estatal en un orden eminentemente
instrumental, de infraestructura política democrática, análogo y homogéneo a la tradición de
cultura política de Grabiel Almond y Sidney Verba, de nuevo un paradigma nacido en el mundo
anglo-americano.
2.4. Una necesaria justificación
A modo de justificación, no percibimos una dinámica más necesaria que pensarnos nuestros
propios contextos, y nos atrevemos a aseverar que existen dos grandes posibilidades, sin querer
sesgar la crítica a un simplemente ejercicio de binomio unilateralista y esencialmente polar.
Una primera mirada o enfoque, nos reduce la evidente complejidad a una dinámica lineal y
ligada a la práctica conductual-cognitiva (Behavior-cognitive), en donde son protagonistas las
jerarquías y los procesos de conducción teleológico, en donde la forma es por antonomasia,
"pasar de estar mal", para ir a, o pretender "estar bien". Esta primera postura es la que
consideramos sigue avasallando nuestro entendimiento sobre la colombianidad, y por eso
respaldamos y pretendemos, sin ser completamente intransigentes, que debemos privilegiar un
entendimiento de nuestros escenarios y realidades como "incomprendidos".
Solo sí le propiciamos a nuestras lógicas (aunque parezcan testarudamente ilógicas o
disfuncionales) el beneficio de la duda, supondríamos la existencia de mayores y mejores
posibilidades procedimentales en el entendimiento de la cultura política colombiana.
De manera tal, que un segundo enfoque en donde el marco epistemológico viré de manera
radical al factor cultural, explícitamente al ámbito antropológico - simbólico, lo que hace es
dispensar y/o favorecer las características determinantes (simbólicas) del pueblo colombiano,
sin pretender encuadrar o alinear el fenómeno cultural en una lógica cuantificable, es decir,
enmarcar en una derrotero teleológico de progreso, inherente al desarrollo moderno de la
cosmovisión occidental con acento angloamericano, la cultura política colombiana.

39
Buscamos comprender nuestros contextos bajo un lente o visión que los piensen de manera
juiciosa y teórica, pero sin caer en dicotomías y polarizaciones rígidas, que in-flexibilizan los
entendimientos; pero que, además y, sobre todo, los imposibilitan. En un contexto
incomprendido, como el nuestro, existe una dinámica ulterior y más profunda de lo que a simple
vista pudiera ser la falta de cultura Política fenómeno que hay que superar promoviendo y
gestionando proyectos de formación en cultura política, ahora desde las diversas posibilidades
tecno-comunicativas en la escuela, sostener o afirmar éstos planteamientos, solo se puede
superar en una postura teórica y epistemológicamente novedosa sobre la colombianidad.
La Socialización Cultural de lo político, como un constructo teórico a fundamentar puede
representar de manera clara una necesidad imperiosa para dentro del segundo gran enfoque del
que hablamos al principio; proponer modelos y relatos de interpretación analítica sobre la
historia y el proceso de formación de la cultura política colombiana, en suma, un aporte para el
entendimiento de la cultura política en, y desde, el campo de la Comunicación/Educación.
En donde la Socialización Cultural de lo Político se justifica por su posibilidad de entender,
ilustrar y al final, pensar de manera singular y privilegiada los procesos de construcción y
concepción de Cultura Política colombiana, en una revisión histórica de amplísimos alcances
temporales, así como de un traslado de cimiente teórica al campo Comunicación/Educación a
la luz de los factores políticos y culturales.
Pero aún más, justificamos que nos es imposible, que nosotros mismos, hijos y productos de
unas prácticas de socialización concreta, no le demos a nuestros procesos políticos culturales
unas bondades explicativas en la flexibilidad inherente a los mismos, de manera más sencilla,
si no somos nosotros mismos, entonces ¿quiénes pensaran nuestros procesos de consolidación?
Consideramos que estas preocupaciones deben dirigir y son motivos potentes para adentrarse
en la intensión y en la tarea de comprender nuestros procesos y dinámicas disfuncionales en el
campo de la cultura política como aportes para el entendimiento de esta en Colombia.
Asumir en concordancia con Niall Ferguson, que el conocimiento humano de nuestro presente
y futuro no puede desligarse de lo que serían las dos razones de la inevitable referencia siempre
al fenómeno histórico, y es que sí bien existen numerosas interpretaciones del pasado, solo
existe un pasado; de manera que:
[…] En primer lugar, la actual población mundial representa aproximadamente el 7% de
todos los seres humanos que han vivido nunca. En otras palabras, los muertos superan en
número a los vivos en una proporción de catorce a uno, e ignorar la experiencia
acumulada de una mayoría tan enorme de la humanidad redunda en perjuicio nuestro. En
40
segundo lugar, el pasado es realmente nuestra única fuente de conocimiento fiable sobre
el efímero presente, y los múltiples futuros que nos aguardan, de los que solo ocurrirá uno
realmente. La historia no es solo el modo en que estudiamos el pasado; es el modo en que
estudiamos el tiempo propiamente dicho." (Ferguson, 2011, p. 9)
De esta suerte, si queremos aportar al entendimiento de la cultura política colombiana, como lo
hemos venido aseverando, es sumamente pertinente beber del pasado como fuente
indispensable para aportar al ejercicio de pensarnos nuestras dinámicas de cultura política
socializada, tanto desde ayer para nuestro hoy, y a su vez como pensarnos a Colombia en un
proceso que más que histórico resulta ser temporal.
Agregar, como el fenómeno histórico se presenta inmejorable por la disposición preminente
que tiene sobre la consolidación de un fenómeno, es decir, que no podemos observar ni
fundamentar una socialización cultural de lo político, sin revisar las divergencias y
convergencias que ha sufrido el fenómeno, que acordamos llamar o determinar colombianidad.
Como proyecto de subjetividad y construcción de identidad política, es imposible desconocer
como las dinámicas de apropiación individual y subjetividad, tan populares hoy, merecen de un
renovado marco de interpretación, y si bien los enfoques de la Modernidad Estado- Nación se
presentan como suficientes, una nueva apuesta por entender las relaciones del sujeto con la
sociedad y la ciudadanía son fundamentales para aportar al desarrollo de los procesos
identitarios ahora en plataformas globales, en donde es más común hablar de una ciudadanía
global y el sostenimiento o desarrollo de una sociedad cosmopolita11.
En esencia un constructo teórico diferente e insólito, tiene la potencialidad de redefinir los
límites y márgenes de desarrollo del campo de la cultura política, ser un referente útil para otros
campos (comunicación/educación) y acomodar de más significativa manera los proyectos
educativos de formación en cultura política, proponer un marco de interpretación más amplia,
pero sobre todo más bondadoso y coherente para entender nuestras prácticas culturales
alrededor de la manejo político, supone al final o en suma; mejorar la vida de quienes habitamos
y construimos este planeta y para quienes construimos nación colombiana.
2.5. Sobre una pregunta y sus alcances
Así las cosas, pensar en Colombia bajo este amparo, es quizá una de las más complejas, así
como a la vez, más apasionantes tareas y prácticas, que como científico social uno pudiera
imponerse y aunque a la vez también se presenta como sumamente desalentadora, cuando

11
Cfr. los trabajos sobre Globalización de Ulrich Beck; "Qué es la Globalización? Falacias del globalismo
respuestas a la globalización." Editorial Paidós, Barcelona - Buenos Aires - México. España.
41
pensamos en las incoherencias, fallas, dinámicas, estructuras, formas, moldes, desfases, y
ambivalencias del contexto colombiano, la tarea resulta de una inconmensurabilidad, que
verdaderamente asusta y abruma, quizás de muy aflictiva manera.
Sin embargo, y con esta premisa en mente, nos proponemos como demanda social y como
necesidad, que la discusión sobre la formación de sociedad subsista de notable manera, pero
sobre todo que subsista bajo la condición de una sociedad culturalmente justa, esta es quizás
una de las discusiones éticas más significativas en el abordaje propio del mismísimo objeto,
que resultaría ser lo humano tanto en constitución como en proceso constituyente de nuestros
medios sociales complejos, la formación, estructura y/o anatomía de nuestra cultura política.
Cuando pensamos y proponemos dicho fenómeno como tarea necesaria, no queda más que
ponderar desde donde abordarla, y aquí no puede desprenderse que dicha reflexión, tiene un
carácter marcadamente inevitable al campo histórico, en una relación íntima y estrecha con la
categoría fundamental en el aproximamiento a dicha preocupación: la Cultura Política.
En este marco de referencia, pensamos que la socialización es el marco de referencia imposible
en desatender. Ya que las prácticas sociales nos invocan de manera persistente, pues en ella
inmersos estamos, y en donde a su vez; nos ubica a la mismísima socialidad como una
posibilidad para el preguntarnos de continua manera, correspondencia que a veces dicho
increparse a modo de bombardeo embota la reflexión de las dinámicas sociales. Dicha dinámica
intrínseca, especialmente de los tiempos pos-modernos,12 que se le propone a la socialización
como campo de inmersión, requiere de dinámicas y estructuras singulares para concebirse y
estructurarse en el ejercicio científico, alrededor del contexto de lo colombiano y lo
culturalmente político, de esa estructura que desembarazaremos alrededor del término
Socialización.
Así es que vemos que mediante la socialización, como una forma y manera de asumir una o la
Cultura Política, es posible pensar la representación de quizá uno de los nichos epistemológicos
desde donde podemos hallar grandes soluciones o respuestas a amplísimos problemas que como
su nombre lo indican, relacionan lo político y lo cultural; ¿cómo abordar de manera crítica e
innovadora estos amplísimos fenómenos? bueno, es gracias a la naturaleza, anatomía o
configuración histórica de la categoría, que cobra sentido la pregunta por la Cultura Política,
pues esta pensada e inserta en unas lógicas de poder tanto a nivel político como epistemológico,
que requieren preguntas para empezar a develar y entender su configuración como campo.

12
Una mirada interesante al fenómeno de la temporalidad posmoderna, la encontramos en la obra del filósofo
Byung-Chul Han, "El aroma del tiempo" (2015).
42
La Cultura Política como categoría central en primer lugar, presenta formas y estructuras que
es necesario repensar, restructurar y ampliar para utilizar de manera más apropiada a nuestros
contextos, pues no responden a las lógicas desde donde la categoría fue pensada y proyectada.
Esto es una necesidad imperiosa que varios autores y líneas de análisis dentro de la Cultura
Política como campo, han enunciado de manera ampliada y reconocida.
De manera tal que las posibilidades de abordaje de La Cultura política en un escenario como el
colombiano necesitan de un reconocimiento diferencial sobre el mismo, las posibilidades
epistémicas de la cultura política, significan sin lugar a dudas herramientas de análisis, en y por
sí misma, es decir, que en su mismísimo bagaje de construcción epistémica presentan medios o
potencialidades que enunciaremos de manera detenida más adelante, pero estas se fortalecen
aún más, y de singular y fantástica manera si la replanteamos o las hacemos converger de
manera diferencial sobre lógicas que sobrepasarían el entendimiento formalizado y legitimado.
Estas profundizarían la comprensión y a su vez desmontarían la legitimidad de conceptos
ampliamente normalizados en el campo, estos que podrían presentarse en la tradicional forma
de entender la cultura política como: "Una buena Cultura Política", con su marcada lógica al
orden gubernamental, propio del uso meramente instrumental de la burocracia de un Estado-
Nacional, entendiendo por lo tanto a la cultura política como sinónimo directo de cultura
democrática (como constantemente se hace), dinámica que ha desviado y mutilado el análisis
de una imposibilitada manera; en otras palabras, ver a la democracia como propiedad intrínseca
de lo que se considera el gobierno perfecto o sustantivamente inmejorable, si bien tiene visos o
rayos de luminosidad sobre el fenómeno, no lo describen en su singularidad e integralidad, más
aún, si el caso en cuestión resulta ser Colombia.
Con este panorama, dicha proposición presenta dificultades epistémicas significativas que
debemos trasladar al campo de la duda, y como bien la intención no es desacreditar la
democracia como forma de gobierno eminentemente significativa, su proposición jerarquizada
ya impide, mutila, encierra y delimita un problema que en el contexto colombiano ha
demostrado, ser eminentemente insostenible y sumamente tensionante, dicha duda de la que
hablamos, se presenta como posibilidad de apertura a la discusión pues puede presidir, primero,
la atención alrededor de preguntas como: ¿es la democracia la más perfecta forma de gobierno?
en un escenario de divergencia cultural (del que partimos), ¿es la democracia la mejor forma de
gobierno? ¿cultura política es cultura democrática? ¿cómo se concibe la democracia?, ¿qué
elementos construyen la democracia? ¿que implica un proyecto democrático desde sus nodos

43
de producción? ¿cómo se posibilita la democracia como proyecto de Cultura Política?, entre
otras.
Con esta contingencia en la discusión y teniendo presente el orden de la presente disertación,
aseveramos que estudiar a Colombia ya es una situación problemática, pero si además hacemos
un uso indiscriminado de conceptos y categorías potentes pero muy mal acopladas o
mínimamente aclimatadas, el problema se complejiza más, y si ahora le suponemos que la
utilización de los mismos muchas veces privilegia modelos e ideas preconcebidas, seguro que
la dinámica se tensiona más, esto es de una naturalidad reconocida en el campo sobre la que
cercamos el planteamiento del problema.
Por esto, convenimos a modo de resumen y con la intención de ser precisos en la formulación
de una pregunta problema, que cuando pensamos en la posibilidad de encontrar las
disfuncionalidades políticas de Colombia en su singular marco cultural acertamos de potente
manera. Sin embargo, cuando apropiamos en el seno del mismo, los conceptos a raja tabla como
lo ha resultado ser en el campo de la Cultura Política en su tradicional enfoque conductual y
cuantitativo, no procuramos un entendimiento razonable, sólo si examinamos dentro del mismo
campo las posibilidades epistémicas de este, pero en una vertiente analítica más coherente y
profunda para con nuestros enfoques, problemas y dinámicas, en donde además, se privilegie
el factor temporal-histórico del contexto social colombiano, reconociendo además, un
fenómeno de socialización evidente en nuestros repertorios culturales variados y complejos; y,
por último, identifiquemos y rescatemos los aportes, simetrías, así como desencuentro con y
desde el campo de la Comunicación/Educación, es que tenemos y/o podemos deducir una vía
más coherente con el análisis necesario para entender esa colombianidad.
Con ésta descripción y la evidente imposibilidad de plantearse un proyecto en términos
evaluativos sobre criterios análogos a los cuestionamientos del contexto histórico colombiano,
proponemos y vemos muy conveniente por las complejas, variadas, múltiples escuelas así como
corrientes de pensamiento, conceptos y nociones al interior del campo de la cultura política, y
que por su evidente relación circunstancial, formativa y de desarrollo con el campo de la
Comunicación/Educación; se de la fundamentación compartida (en o por inter-campos13) de
una noción o categoría que sea potente, que difumine pero, y a la vez, proponga nuevas aristas
de discusión, que amplié la forma de pensarnos y entendernos en una intención marcadamente

13
Auspiciamos los andamios teóricos que Huergo utilizo en el tratamiento al campo Comunicación-Educación
("Acciones estratégicas y prácticas Culturales"), como sostén teórico para la identificación de la noción que
proponemos (Socialización Cultural de lo Político), esta sólo la podemos abstraer si examinamos el acervo
epistémico y metodológico del campo de la Cultura Política en sentido mimético con Huergo (1997, 1998, 2005).
44
histórico temporal, dentro de las posibilidades y encuentros político culturales del campo,
planteándonos por lo tanto, como pregunta problema: ¿Qué elementos teóricos y
epistemológicos sustentan un acercamiento novedoso al fenómeno de la Cultura política en
Colombia? En el propósito de la coherencia, el objetivo general de investigación se reconstruye
y plantea textualmente así: Fundamentar epistemológicamente un constructo teórico que
permita un acercamiento innovador al fenómeno de la cultura política en Colombia. Será este
el eje que articule y desarrolle la presente discusión a modo de proyecto de investigación. A su
vez, proponemos, como objetivos específicos:
Ø Recopilar los elementos epistemológicos que constituyen un constructo teórico
novedoso para el acercamiento de la Cultura Política en Colombia.
Ø Analizar las características interpretativas y analíticas del Constructo teórico
Socialización Cultural de lo Político.
Ø Evaluar y medir los alcances y limites interpretativos, del constructo novedoso teórico
para el acercamiento de la Cultura Política en Colombia.
La consolidación y proposición contundente de un constructo teórico, así como su utilización o
apropiación en el uso analítico e interpretativo de la historia colombiana, en el campo de la
Cultura Política en una concordancia de inter-campos con la Comunicación-Educación, permite
reconocer las posibilidades de incrementar el debate en el entendimiento de lo que ha sido una
convulsionada historia de Colombia como nación, así como su respectivo debate en las formas
de organización política.
Una construcción teórica analítica que reconoce las limitaciones interpretativas en los campos
de la Comunicación-Educación y la Cultura Política supone de una delimitación propositiva a
la luz del contexto colombiano, y un aporte a la formación de una cultura política en categórico
interés educativo. Colombia como un escenario propicio para el análisis y aplicación de una
práctica educativa libertadora en el escenario cultural y político, supone al final de una
asertividad de necesaria comunicación y trabajo, la apuesta por el enriquecimiento como
construcción teórica, dinamiza y afianza una mejor y más congruente intelección de lo que
implica ser humano, ser latinoamericano, y en últimas, ser colombiano.

45
III. CAPITULO
3. Marco metodológico
3.1. Sobre el método o enfoque elegido
La pregunta por el método de investigación en la fundamentación de teoría, que recorrió el
interés de esta investigación, supuso formas específicas en el acercamiento al desarrollo de un
marco o constructo teórico y epistemológico que permitiera un acercamiento singular al
entendimiento de la cultura política colombiana; dicho presupuesto puso en el tablero la
necesidad de indagar por los elementos consecutivos que hicieran de la pregunta un proyecto
accesible. Así las cosas, en este apartado nos proponemos identificar los referentes
fundamentales para acercar respuestas o propuestas de entendimiento de la cultura política, bajo
el desarrollo de un método de investigación propositivo, lo cual se hará en el enmarco que nos
brinda la profesora argentina Irene Vasilachis de Gialdino (2006).
Nuestra apuesta avanzó, precisando la utilidad metódica del paradigma hermenéutico en el
análisis de los datos, desarrollo que se alinea con el diseño de La Teoría fundamentada en los
datos, desde donde se precisaron las principales fuentes documentales (los datos), así como la
forma de su manejo denodado; es decir, los cuadros sinápticos, comparativos y la
sistematización como herramientas principales del análisis frente al objetivo de la codificación
y fundamentación de la teoría; un desarrollo y procedimiento metodológico hipotético-
deductivo.
De esta suerte, partimos aseverando, entonces, que la investigación se inscribió en el método o
enfoque cualitativo el cual supuso, por sus intereses, la comprensión e interpretación de las
partes, situaciones, momentos, lugares y características de un fenómeno u orden social, que fue
el sustrato fenoménico de esta investigación; sin embargo, su constitución no es de sencilla
exposición, pues depende de qué se ubique como intención u objetivo de la investigación. La
investigación cualitativa:
[…] En términos de metodologías, perspectivas y estrategias se considera que la
investigación cualitativa es un vocablo comprensivo que se refiere a diferentes enfoques
y orientaciones (Atkinson, Coffey y Dela- mont, 2001: 7). Estas distintas tradiciones
intelectuales y disciplinarias, estos diversos presupuestos filosóficos, con sus métodos y
prácticas, estas diversas concepciones acerca de la realidad y acerca de cómo conocerla
y de cuánto de ella puede ser conocido determina que no pueda afirmarse ni que haya
una sola forma legítima de hacer investigación cualitativa ni una única posición o
cosmovisión que la sustente (Mason, 1996: 4), ni que una común orientación está
46
presente en toda la investigación social cualitativa (Silverman, 2000: 8) (Vasilachis,
2006, p. 24).
Dinámica fragmentada que se complementa al expresar que las diferentes corrientes y escuelas
del desarrollo investigativo sobre la realidad, desde Flick14, y desde Creswell basados en
tradiciones metodológicas, al igual que con Denzin y Lincoln, en materiales empíricos diversos
sostienen "la imposibilidad de sostener que la validez de la investigación cualitativa está ligada
exclusivamente a una determinada forma de hacer investigación, que responda a las
prescripciones de una entre esas variadas perspectivas y tradiciones" (Vasilachis, 2006, p. 25).
Así, con el fenómeno de la investigación Cualitativa, la metodología será determinada por la
misma investigación, será esta la que nos invite y defina al final los presupuestos y métodos en
cuestión, ¿cómo? Gracias a lo que Vasilachis describirá como las características principales de
la investigación cualitativa15 y que, por sus cualidades y entronque eminentemente teórico, se
alinea con esas "[...] características que aluden a las particularidades del método: la
investigación cualitativa es interpretativa, inductiva, multimetódica y reflexiva" (Vasilachis,
2006, p. 29); pero, antes de seguir sobre su capacidad reflexiva, nos interesa rescatar o poner
el acento, a:
[...] las características que se vinculan con la meta, con la finalidad de la investigación:
la investigación cualitativa busca descubrir lo nuevo y desarrollar teorías fundamentadas
empíricamente, y es su relación con la teoría, con su creación, con su ampliación, con
su modificación y con su superación16 lo que la hace relevante. Intenta comprender,
hacer al caso individual significativo en el contexto de la teoría, provee nuevas
perspectivas sobre lo que se conoce, describe, explica, elucida, construye y descubre
(Vasilachis, 2006, p. 29).
La relación con la proyección de un entendimiento teórico nos resulta inmejorable, y como
hemos expuesto, sólo desde las contingencias de una investigación cualitativa es viable,
especialmente cuando asumimos que la perspectiva cualitativa-hermenéutica se construye sobre

14
“1) la teoría fundamentada, 2) la etnometodología y el análisis de la conversación, del discurso y de género, 3)
el análisis narrativo, 4) la hermenéutica objetiva y la sociología del conocimiento hermenéutica, 5) la
fenomenología y el análisis de pequeños mundos de la vida, 6) la etnografía, 7) los estudios culturales, y 8) los
estudios de género" (Vasilachis, 2006, p. 24).
15
"a) fundada en una posición filosófica que es ampliamente interpretativa en el sentido de que se interesa en las
formas en las que el mundo social es interpreta- do, comprendido, experimentado y producido, b) basada en
métodos de generación de datos flexibles y sensibles al contexto social en el que se producen, y c) sostenida por
métodos de análisis y explicación que abarcan la comprensión de la complejidad, el detalle y el contexto"
(Vasilachis, 2006, p. 25).
16
Negritas mías.
47
el material fundamental de la investigación, en el ejercicio de interpretación de los datos17, a
este respecto es claro que los datos son el material de trabajo en la investigación cualitativa,
pues sobre ellos se consolida el ejercicio hermenéutico, la naturaleza de los mismos debe
responder a los intereses de la investigación, Vasilachis dirá que:
La recolección y análisis de datos que permitan capturar la complejidad de la realidad
social suponen para Strauss (1989: 10) tres requisitos: 1) que esa interpretación y
recolección estén guiadas por interpretaciones sucesivas realizadas durante la
investigación, 2) que la teoría sea conceptualmente densa –con muchos conceptos y
relaciones entre ellos– evitando caer en la simplicidad, y 3) que el examen de los datos
sea detallado, intensivo y microscópico, con el objeto de exhibir la maravillosa
complejidad que yace en ellos, detrás y más allá de ellos. (2006, p. 30).
En donde lo más atractivo es: "[…] como asevera Patton (2002: 276), el factor humano es la
gran fuerza y la debilidad fundamental de la investigación cualitativa" (2006, p. 30), y sobre el
cual cobra vigencia el paradigma de la investigación, pues exponemos que para hacer de este
punto una claridad, los datos son recogidos y/o tomados de los variados y múltiples textos y/o
fuentes documentales en el campo de la Cultura Política, en una relectura y recomposición de
los límites y posibilidades teórico-epistémicas del mismo; y, también hace parte de los
proyectos documentales y epistemológicos más sugestivos en el entendimiento del fenómeno
político en Colombia, reconocemos esencialmente tres documentos claves de necesaria
interpelación, contraste y lectura crítica; textos que a la luz de un constructo teórico
fundamentado desde las posibilidades del campo de la cultura política evidenciaron una vía de
acceso persuasivamente tangencial hasta en el ahora nivel de análisis, evaluación y/o medida
de las fuerzas interpretativas del constructo en cuestión.
Sobre el vasto desarrollo de la historia cultural y política de Colombia, existe un recorrido
fundamentalmente suficiente, y que por heredad española existe un corpus y desarrollo
canónico sobre el cual es posible acceder con nuevos lentes teóricos; entendimientos que, al

17
Adelantamos y alineamos la importancia de los datos en el mismo entendimiento que procura Jorge Alberto
Huergo, cuando diserta sobre el carácter de dado de los datos {"En principio, esto 'dado' no es fatum(una fatalidad
inevitable o lo 'dicho' en el orden del destino o del daimon), sino que es fatum (algo hecho, construido o producido);
es decir, es generado como objeto por un dominio de saber, producido a la vez por relaciones de fuerza en
determinadas sociales e históricas." (2005, p. 72)}, los materiales teóricos que fundamentan el análisis y el ejercicio
interpretativo están proyectados de manera explicativa y finalizada, sin embargo, su relectura y re-interpretación
aseguramos tiene mucho que dilucidar en la fundamentación de un constructo teórico novedoso para entender de
manera singularmente significativa la cultura política colombiana. A la vez que demuestran su capacidad como
proyectos de producción y conocimiento empírico, en los dos sentidos que Huergo destaca; la "experiencia del
enunciador" y la "experiencia del investigador" en el campo profuso de la cultura política.
48
final, resulten especialmente sugestivos para la cultura política colombiana. El objetivo esencial
de este trabajo de investigación gravitó en esa intención al instalarse como un antecedente
formal en la renovación teórica del campo de la cultura política colombiana en propiedad y
lectura histórica. Igualmente, vemos más que necesario precisar que la investigación, en clave
cualitativa, resulta potente, pues para Vasilachis se recurre a ella desde:
[...] Morse (2003: 833), (...), cuando el contexto de investigación es comprendido de
manera deficiente, cuando los límites del campo de acción están mal definidos, cuando
el fenómeno no es cuantificable, cuando la naturaleza del problema no está clara o cuando
el investigador supone que la situación ha sido concebida de manera restrictiva y el tema
requiere ser reexaminado" (2006, p. 31).
Dinámica que se complementa al entender que la calidad de la pregunta por el qué nos encuadra
en dicha usanza cualitativa; además, entendemos y vemos necesario modificar la relación
investigación y teoría, que se sustenta el orden geopolítico actual18.
En resumen, nos ubicamos en órdenes cualitativos "[...] Por su intima relación con la creación
de teoría y por privilegiar el examen de las diferencias por sobre la búsqueda de las
homogeneidades, este tipo de indagación habilita la incorporación de nuevas y renovadas
formas de conocer." (Vasilachis, 2006, p. 34). Igualmente, porque en este método, los
investigadores privilegian "[...] la inducción de hipótesis a partir de los datos, antes que la
verificación de hipótesis" (Gialdino, 2006, p. 34). Dinámica que también posibilita una relación
íntima con los datos, una relación de empatía y entendimiento ulterior al presentar una
comprensión de los motivos y sentimientos de los investigados, una relación de "conexión
cognitiva y emotiva" que este estilo pudiera afectar la pretensión de objetividad y, en éste
sentido, perder rigurosidad el marco investigativo en su presentación como metodología; sin
embargo, y por la naturaleza del presente estudio, es necesario apuntar lo que Strauss y Corbin
llaman la atención en la usanza o acercamiento al tratamiento de los datos:
[...] la investigadora y el investigador cualitativos deben dar un paso atrás, analizar
críticamente la situación, reconocer y evitar sesgos para obtener datos válidos y
confiables y, asimismo, deben alcanzar el pensamiento abstracto. Para lograr estos
objetivos quien investiga ha de tener sensibilidad social y teórica, mantener distancia
analítica y, al mismo tiempo, recurrir a su experiencia y conocimiento teórico. Debe

18
"Los investigadores de estas latitudes nos vemos, por lo general, compelidos a apelar a teorías vigentes y
legitimadas que fueron creadas en conexión con situaciones y contextos sumamente diferentes de aquellos que
pretendemos examinar, siendo en extremo reducido, entre nosotros, el número de quienes han sido «reconocidos»
como creadores de teoría." (Vasilachis, 2006, p. 33).
49
contar, además, con un astuto poder de observación y con capacidad interactiva.
(Vasilachis, 2006, p. 35).
En este orden de ideas, propusimos como datos fundamentales el corpus epistémico - teórico
institucional y estructural del campo de la Cultura Política, desde las diferentes vertientes de
este, así como en su interrelación con otros campos (Comunicación/Educación); e, insistimos,
que es posible extender los bordes del entendimiento de la cultura política colombiana. Estamos
de acuerdo con que dicha tarea no es sencilla, pero ateniéndonos a las posibilidades que brinda
la investigacion de tipo cualitativo podemos hacer de la investigacion hermenéutica, un ejercio
rigurosamete intrerpetrativo en la calidad19.
Como la discusión es de orden y/o propuesta en la constitución de teoría, estamos conscientes
del nivel de rigurosidad con que debemos abordar las posturas e intenciones de los autores que
servirán de base documental para la lectura del fenómeno en cuestión; queremos en el
tratamiento de los datos teóricos, ser especialmente analíticos y apropiarnos de eso que es:
[...]uno de los mayores desafíos de la investigadora y del investigador cualitativos. Esas
contradicciones son las que hacen que: 1) deban ser teóricamente sagaces, pero
teóricamente sarcásticos; 2) repudien las instrucciones rígidas, pero se adecuen a las
normas en el proceso de investigación; 3) deban atenerse a sus datos, pero ser creativos;
4) deban ser perspicaces, francos, honestos, pero discretos (Vasilachis, 2006, p. 35).
Franqueza que encuadramos desde la necesidad de proponer vías de interpretación más
profundas en el entendimiento de lo que implica la cultura política, pues la interpretación y
utilización tradicional de las mismas ha promovido visones sesgadas e inoperantes desde la
singularidad contextual latinoamericana y colombiana; así, y desde esas líneas de fuga y/o
escenarios oscuros dentro de campo de la cultura política, son permitidas, si hacemos énfasis
adecuados a fenómenos que usualmente son impensados o usualmente asumidos como fallas y
errores. Suponemos que dichas falencias en el tratamiento tradicional del campo de la cultura
política son los espacios fructíferos para hacer de la teoría una forma inmejorable de presentar
los problemas diversos de nuestros contextos y dinámicas.
Ahora, para Vasilachis (2006) es fundamental que se liberen y apropien los verdaderos
problemas del método, pues:

19
"La investigación cualitativa requiere de quien la realiza una profunda sensibilidad social para evitar toda acción,
todo gesto que atente contra la identidad de los participantes pero, además, exige estricta formación en esta
metodología, rigor, sistematicidad, entrenamiento, creatividad y, especialmente, flexibilidad para, entre otros: a)
volver una y otra vez al campo para afinar, ajustar la pregunta de investigación; b) reconsiderar el diseño; c)
recolectar nuevos datos; d) implementar nuevas estrategias de recolección y análisis; y e) revisar y, si fuera
necesario, modificar las interpretaciones." (Vasilachis, 2006, p. 37).
50
[...] la práctica de la investigación debe ser concebida como relativamente autónoma de
consideraciones abstractas y generales de orden filosófico, político o teórico. Más que
optar por un paradigma, momento o escuela, los investigadores pueden, en la práctica,
aprender valiosas lecciones de todos ellos, utilizándolos como recursos de pensamiento
y para desarrollar su conciencia metodológica. La reflexión filosófica y metodológica
constituye, pues, una parte integral de la práctica de investigación, aunque para que esta
pueda llevarse a cabo no es necesario resolver previamente debates teóricos,
epistemológicos o metodológicos (Seale, 1999b: 8-31). (Vasilachis, 2006, p. 43).
Así, las formas validadas del conocer, lo que Gialdono (2006) citara como las "cuestiones
epistemológicas" del conocimiento social, son al final, de una soltura y atravesamiento
profundamente diversos por condiciones y circunstancias, tanto internas como externas, que la
afiliación radical a una postura epistemológica y escuela de pensamiento singular resulta
compleja, definir implacablemente un método supone de dificultades sustantivas, pues:
Para Guba y Lincoln (1994: 105) las cuestiones de método son secundarias a las de los
paradigmas, a los que definen como sistema básico de creencias que guían al investigador
no solo en las cuestiones de método sino también ontológica y epistemológicamente.
Siguiendo esta orientación, Creswell (1998: 74-77) afirma que los investigadores
cualitativos abordan sus estudios con determinados paradigmas o cosmovisiones, es
decir, con un conjunto básico de creencias o presunciones que los orientan. (Vasilachis,
2006, p. 43 y 44).
Factores que determinan las realidades del investigador y lo investigado, una postura ecléctica
y difusa tampoco resulta productiva, y sobre esta base postmoderna en la investigación
cualitativa también existe un enorme recelo por la poca claridad con que se aborda la
investigación y por la poca objetividad en los propósitos investigativos de la misma. En este
sentido Vasilachis (2006) se preocupará por mostrar que los métodos, paradigmas, escuelas,
corrientes, muestras, datos y demás no son formas inocentes de adentrarse en la investigación,
estas herramientas de la metodología patrocinan una formas de representación sobre otras,
siendo el basamento epistemológico de las mismas coherentes con sus moldura metodológica,
aunque la intención siga siendo mostrar las necesidades que la pregunta de investigación
determina; su consecución no es sencilla de ultimar con un marco de referencia metodológico
incoherente.
Sobre esta prevención necesaria hacemos explícito que el paradigma fundamental ubica a la
dinámica hermenéutica - interpretativa como el marco de construcción y ampliación teórica en
51
el campo de la cultura política. Y para hacer coherente el desarrollo de los postulados de
Vasilachis (2006), ampliamente exhibidos, nos basamos en su propuesta metodológica que
recoge en esencia todas las revisiones anteriores y que ella denominara como La Triple
Hermenéutica un proceso que:
[...] se produce cuando los investigadores preinterpretan los procesos, las situaciones
sociales que analizan y la identidad de los sujetos que en ellas participan de acuerdo con
los modelos interpretativos vigentes en discursos enraizados en las situaciones de poder,
y que tienden a conservarlas. Estos discursos que, por lo común y como he observado,
son reproducidos mayoritariamente por la prensa escrita proveen de los modelos
interpretativos predominantes, los cuales: a) determinan la preinterpretación de los
científicos, y b) son empleados, junto con esta, como recursos cognitivos por los actores
sociales para comprender y definir su situación y para determinar la propia capacidad y
posibilidad de modificar esa situación. Se cierra, así, un círculo de interpretación en el
que los modelos interpretativos predominantes se reproducen y los alternativos, los que
plantean el disenso (Habermas, 1990: 88) tienen pocas posibilidades de ser incorporados
al mundo de la vida. (Vasilachis, 2006, p. 49).
Esta dinámica de la triple hermenéutica descifra y da sustento a la propuesta metodológica de
Irene Vasilachis, además de dar razones en orden afirmativo como en negativo de que los
sustentos metodológicos están enraizados en supuestos epistemológicos, como propuestas que
se decantan el lo que ella va a entender como la "Epistemología del Sujeto Conocido" la cual
recoge los tres grandes paradigmas investigativos cualitativos en las ciencias sociales;
"positivista, materialista-histórico e interpretativo"20.
3.2. Sobre el paradigma investigativo
Hasta aquí hemos definido que nuestra investigación es de tipo y moldura cualitativa, por sus
posibilidades y potencias para configurarse alineada a una flexibilidad o maleabilidad en el
planteamiento de una investigación que busca fundamentar teoría. Ahora, dentro de dicha
posibilidad cualitativa, puntualizamos su inexorable dependencia con el paradigma
Hermenéutico, que es la práctica interpretativa por excelencia, la cual esta claramente fundada
en la referencia al paradigma ontológico de la interpretación como una de las vertientes
fundamentales en el acercamiento a la producción de conocimiento social. Este paradigma, con

20
Para un acercamiento pormenorizado y detallado de la propuesta metodológica de la profesora Gialdino,
invitamos a revisar el primer apartado del libro: "La Investigación Cualitativa" pp. 23-60, en "Estrategias de
Investigación Cualitativa”, coordinado por Vasilachis de Gialdino.
52
la usanza interpretativa, es un ejercicio necesario e ineludible en el entendimiento; tanto, que
es asumida cual práctica natural del pensamiento, y supone de formas y moldes que es necesario
precisar, discusión profusa por los procesos mentales que implica dicha práctica21.
Así, las principales discusiones sobre la interpretación recogen las necesidades de la intelección,
que muy sucintamente implican las relaciones con el texto (intelección), como forma de
comunicación con el otro, este nodo de interrelación describe esencialmente las contingencias
lingüísticas, que por las imposibilidades temporales y espaciales de relacionarnos con el otro,
para Hans George Gadamer, desde Héctor Cárcamo Vásquez, suponen de cuatro operaciones
relacionadas como sistemas, esencialmente lingüísticos, materializados en la figura de los
documentos o textos escritos, "[...] la estructura de Horizonte, Circular, Diálogo y Mediación"
(2005, p. 2009). Estas estructuras fungen como medio y posibilidad bidireccional para la
comprensión, entendimiento, explicación; en suma, la interpretación de cualquier material
lingüístico. Estas estructuras de la intelección para el propósito de la interpretación Cárcamo
las ilustra así:
Gráfica 2. "Estructura de la Intelección".

Fuente: Tomado de Cárcamo, 2005, p. 209.


Esta estructura que presenta Cárcamo se constituye en una dinámica de totalidad aunque no de
plenitud, a la cual se le reconoce como el Circulo Hermenéutico: en esta se encuentra contenido
esencialmente la práctica de la interpretación, y sobre ella el ejercicio eminentemente subjetivo
del conocimiento, idea fundamental e imperativa en lo que implicara cualquier ejercicio
metodológico que desentrañe teoría, la presentación sucinta del mismo nos permite ilustrar muy

21
La tradición del conocimiento y estudio en las Ciencias Sociales, ha opuesto el paradigma de la interpretación y
la explicación como dinámicas de contradictorias, sin embargo, revisaremos desde el trabajo de Héctor Cárcamo
Vásquez, "Hermenéutica y Análisis Cualitativo" las características fundamentales dentro de cualquier ejercicio
hermenéutico, pero sobre todo con miras a la práctica metodológica de un proyecto de investigación en clave
interpretativa, con propósitos en base generadora de conocimiento teórico.
53
brevemente algunas de las funciones intelectivas que auspicia el presente ejercicio de
investigación y que seguimos explicando, asi "[...] las discusiones respecto a su utilidad "como
dispositivo teórico" en el análisis de datos textuales aun cuando "muy pocos elementos prácticos
se han desarrollado para aprovechar su real potencial metodológico" (Cárcamo, 2005, p. 210).
Como primera medida Cárcamo reseñara que la dinámica interpretativa es una práctica
comprensiva y que las diferencias entre explicación e interpretación son supuestas, pero no
ciertas, bajo este amparo la labor interpretativa tiene que acercarse a la lectura del documento
con la intención de comprender y entender la mente del que produjo el texto, es necesaria una
re-interpretación de las condiciones y/o circunstancias que produjo el texto, este entendimiento
de la producción supone necesariamente de una dinámica de traslado temporal (historicidad) y
de contexto social (el lenguaje social) del autor en proceso de interpelación. Esta relación
supondrá de un posicionamiento propio para hallar puntos de encuentro o uniones con lo otro,
Cárcamo desde Echeverría dirá que: "'La tarea metodológica del interprete, por lo tanto, no
consiste en sumergirse completamente en su objeto, sino en encontrar maneras viables de
interacción entre su propio horizonte y aquel del cual el texto es portador'" (Cárcamo, 2005, p.
211).
En este escenario, aparecerá la dialéctica como el procedimiento y/o el acontecimiento que
posibilité una doble interpretación: la del Sentido como intencionalidad; lo que se quiso decir
(desde Ricoeur; acontecimiento y sentido) y lo que Realmente Significa (significado y
referencia) en "[…] consideración a los elementos gramaticales y de vocabulario" (2005, p.
211). El sentido y la práctica hermenéutica, por lo tanto, deben o necesitan "dirigir o depositar
nuestra conciencia hacia aquellos elementos que configuran las estructuras profundas del autor,
específicamente los esquemas mentales construidos, y a través de los cuales éste opera en su
contexto particular de interpretación de la realidad que esta pretendiendo presentar." (p. 211 y
212). A este nivel de análisis, se propone la lectura textual que propone Cárcamo, desde
Eagleton (1998, p.78).
En este proceso también es fundamental tener presente que la forma en que se fija o cristaliza
la escritura, no posee paridad, a la forma en como el autor desarrolla su cotidianeidad, existe
un "salto del habla", la cual presenta formas y contenidos sucesiblemente diferenciados, y el
sentido del documento por lo tanto se encuentra atravesado por esas singularidades propias del
autor, eso complejiza de sobremanera el acto hermenéutico (Cárcamo, 2005).
Paralelamente, la lectura misma, es otro escenario en el cual se evidenciarían dificultades
interpretativas, Cárcamo mencionará la existencia de una nueva dimensión en relación
54
dialéctica. Y si a eso le agregamos que en la escritura científica se paso de una lectura en donde
solo se consideran (...) las estructuras denotativas como elementos que otorgan significación;
(también) los elementos connotativos" (2005, p. 212) tendrán y necesitarán consideración bajo
esta nueva corriente de interpretación. Cárcamo preparará una conclusión, al afirmar que:
[...] el análisis hermenéutico requiere de generar procesos de transparentación, lo que
implica que no podemos concebir al sujeto escritor ni a nosotros mismos intérpretes,
como sujetos neutros, ya que de ser así estaríamos negando nuestra historicidad y por
tanto nuestra autodeterminación como sujetos que toman decisiones (2005, p. 212).
Esta imposibilidad de objetividad absoluta y radical será necesaria y potente pues nos permitirá
abstraer dinámicas, proceso, así como líneas de tensión analíticas, que muy difícilmente desde
otros contextos y/o escenarios permitan ver los sesgos que tradicionalmente se ha legitimado
en el discurso y canon del campo de la cultura política. En suma, la constitución de una noción
y/o constructo teórico alrededor de la cultura política colombiana.
3.3. Sobre el diseño
Proponemos, por último, hacer de este proyecto una realidad mediante y/o a través de La
«Teoría fundamentada en los datos» (Grounded Theory) de Glaser y Strauss22, básicamente,
este método de investigación cualitativo como el nombre lo indica busca proyectar teoría desde
una revisión analítica y crítica (la cual se obtiene de una lectura hermenéutica), la cual permite
observar las relaciones de poder en el repertorio discursivo del campo Cultura Política, así como
para develar los discursos desconocidas y mutilados en esa dinámica de campo.
La teoría fundamentada en el presente documento tendrá dos grandes momentos, a saber:
* El que va ligado a evidenciar las falencias y las formas en que se proyectan (lo que son)
quiebres o trasgresiones en el campo de la cultura política para obtener o dimensionar nichos
de producción teórica, es decir para hacer preciso el primer objetivo de la investigación.
Alrededor de una revisión pormenorizada de los hitos epistemológicos y las diferentes
vertientes que se desarrollan en el campo de la cultura política, en este desarrollo ubicamos tres
grandes momentos de desarrollo en el campo de la cultura política, sobre los que se descubrió
una tensión analógica que ubicaba los elementos de desarrollo de la cultura política.
En este sentido cobra relevancia el hecho de la recolección de datos: que se hace alrededor del
"análisis de documentos y literatura", según Vasilachis (2006), y aunque no es la técnica más

22
para una revisión pormenorizada y detallada de los fundamentos teóricos e históricos de este método de
investigación cualitativo, invitamos a leer el apartado Nº 4 del profesor Abelardo Jorge Soneira, en el libro:
"Estrategias de Investigación Cualitativa" Coordinado por la Profesora Irene Vasilachis de Gialdino.
55
usual en este tipo de investigación no se excluye su utilización, por el contrario esta forma de
acercarse a los documentos se propicia cuando la teoría fundamentada reconoce la codificación
como ese primer elemento para acercarse a interpretar los datos, aquí utilizó la "pre-
codificación", pues el material documental viene propuesto en orden discursivo claramente
estructurado, para luego ubicar contra ellos las líneas de desarrollo difuso y precario, es decir
los "cortes o fracturas" en la "comparación constante" (p. 157) que propone el método, así se
obtuvieron: las visiones en que es fructífero pensar el aporte al entendimiento de la cultura
política colombiana .
Visiones que vienen a delinear las posibilidades de pensar el fenómeno de la socialización como
arquétipo de todas las relaciones sociales, en las que se encuentran enmarcadas la política y la
cultura. Lo político como el fenómeno pre-formativo de un orden concretamente en Política y
por último el fenómeno Cultural pensado en un orden simbólicamente neutral y objetivable;
estas características serán consecutivas del segundo objetivo de la investigación23.

Tabla 1. "Estructura de Desarrollo de la Investigación".

FASE DE

Momento
DESARROLLO EN
MATRIZ DE DESARROLLO CATEGORIAL
LA construcción. de
TEORIA
OB.E. 1: Recopilar los elementos epistemológicos que constituyen un constructo teórico...
Recolección y
ordenamiento de datos
DEFINICION VISION en primera fase
VISION ANTROPOLOGICA -
DE SENTIDO CONDUCTUAL eminentemente
SIMBOLICA.
COMUN. - COGNITIVA. descriptiva.
Codificación Abierta
y pre - Axial
Desarrollo primera visión Ampliación del corpus
informal de las protocolaria de la académico - científico sobre las
relaciones cultura política, relaciones de cultura política, en
políticas y claramente diversidad de enfoques y
culturales 1
concepciones
definida como - miradas.
Civic Culture- de apertura del campo en interés Codificación Axial en
filosófico -
científicas genesis Anglo- simbólico. propiedad.
tradicionales en Americana
procesos de (Behavior -
caracterización y Cognitive).
desarrollo
formal.
acento al acento en una acento en el entramado social en desarrollo polar
desarrollo formación engranaje sustantivamente - resultante en
inercial e gubernamental CULTURAL; el fenómeno de lo reducciones
informal de La explicita - culto. imposibilitantes.

23
Véase la Tabla No. 1 "Estructura de Desarrollo de la Investigación" momento 1.
56
cultura y La POLITICA C.P. codificación Selectiva.
Política. Democrática.
Socialización Lo Político Lo Cultural
Hipótesis; Constructo
Socialización Cultural de lo Político.
teórico-epistémico.
FASE DE DESARROLLO EN LA construcción de TEORIA 24
Condiciones Estrategias de Contexto y Consecuencias Matriz condicional
causales acción condiciones
intervinientes
OB.E. 2: Analizar las posibilidades interpretativas y analíticas del Constructo teórico,
Elementos de y para la
Categoría Fuente de datos
comparación.
1. Republicas y Republicanismos en la
Codificación Abierta,
Socialización. Europa Moderna (siglos XVI -XVIII). -
Codificación Axial, codificación
Manuel Herrero Sánchez.
Selectiva. Condiciones causales,
2. Genealogías de la Colombianidad. - 2
Lo Cultural. Estrategias de acción, Contexto y
Santiago Castro y Eduardo Restrepo.
condiciones intervinientes,
3. El Orangután en Sacoleva. Cien años de
Consecuencias, Matriz
Lo Político. democracia y represión en Colombia
condicional.
(1910-2010) - Francisco Gutiérrez Sanín.
OB.E. 3: Evaluar y medir los alcances y límites interpretativos, del constructo novedoso teórico
para el acercamiento de la Cultura Política en Colombia.
Discusión - Resultados
Fuente: Construcción propia.
* En el segundo momento, dividimos el ejercicio primero; reseñando, presentando, exponiendo
y sustentado las características constitutivas y anatómicas del constructo (que identificamos
como:) Socialización Cultural de lo Político, asegurando el segundo propósito de la
investigación: (Analizar las posibilidades interpretativas y analíticas del Constructo teórico)
el cual se concatena de manera práctica y ejecutiva con el subsiguiente propósito (2.2) al
proyectar en una matriz analítica; Paradigma de Codificación, desde donde las categorías:
Socialización, Lo Cultural y Lo Político, pudieron identificar las propiedades, recurrencias e
hipótesis que permiten, precisamente Evaluar y medir los alcances y límites interpretativos, del
constructo novedoso teórico para el acercamiento de la Cultura Política en Colombia. (3er
objetivo de la investigación) es decir la propiedad, pertinencia y mínimos necesarios para la
utilización y uso de "La Socialización Cultural de lo Político". Este propósito se concreta al
relacionar los elementos teóricos de la Socialización Cultural de lo Político y los datos del
proyecto. Qué por la configuración del proyecto, fueron los elementos teóricos; 1. del campo
Cultura Política. 2. de la fundamentación de las categorías; Socialización, Lo Cultural y Lo
Político, y por último utilizando la categoría Socialización Cultural de lo Político a la luz de
tres lecturas fundamentales: 1. "Republicas y Republicanismos en la Europa Moderna (siglos
XVI -XVIII)." - Manuel Herrero Sánchez. 2. "Genealogías de la Colombianidad." - Santiago

24
Estructura del cuadro nutrida desde la profesora Vasilachis de Gialdino (2006, p. 161-162).
57
Castro y Eduardo Restrepo. Y 3. "El Orangután en Sacoleva. Cien años de democracia y
represión en Colombia (1910-2010)." - Francisco Gutiérrez Sanín. Material histórico y
bibliográfico (Documental) sobre el cual se realizo una constitución de la discusión con
propósito concluyente25.
En resumen, se ubica un diseño metodológico muy enunciativo de las partes y momentos en
que la codificación de los documentos y literatura sobre el campo de la cultura política e historia
de Colombia, presenta posibilidades y resultados en la identificación, planeación, diseño y
utilidad de un constructo teórico - epistémico; Socialización Cultural de lo Político.

25
Véase el Cuadro No. 1 "Estructura de Desarrollo de la Investigación" momento 2.
58
IV. CAPÍTULO
4. La cultura política; como un campo de recorrido profuso
4.1 Encuentros y Desencuentros con la Cultura Política
Hablar de un marco teórico sobre la cultura política, en la presente investigación, es hablar del
campo de la cultura política, pero con un desarrollo particular: se habla desde, en miras o con
la mente puesta, en el proceso de consolidación de la Socialización Cultural de lo Político; es
decir, hablar desde los encuentros o posibilidades que brinda un amplio y polisémico campo,
como lo es la cultura política.
A su vez, es hablar de desencuentros o imposibilidades, así como limitantes en cuanto a la
noción Socialización Cultural de lo Político dentro del campo, esto porque la misma noción no
se desenvuelve integral ni totalmente en los límites del campo de la cultura política, o mejor,
dentro de una de sus muchas vertientes y perspectivas. En términos procedimentales, a
continuación, se desarrollará, en algunos casos más especialmente que otros, referencias
someras a las diferentes estructuras, visones y/o perspectivas, así como escuelas y líneas de
análisis epistemológico que se han desarrollado dentro del campo de la cultura política.
Mostraremos, en una estructura tripartita, cómo la cultura política se ha venido debatiendo en
un proceso de enriquecimiento epistemológico continuo; y una pequeña muestra de ello, es el
presente trabajo, en donde las múltiples y variadas perspectivas que tenemos hoy exhiben unas
lógicas y preocupaciones propias, así como análogas con los tiempos y contextos en que fueron
pensadas y/o formuladas, evidenciando una genealogía que, como hemos sostenido, tiene
encuentros y desencuentros con la noción Socialización Cultural de lo Político.
Al asumir, la cultura política como un campo, identificamos una naturaleza inevitablemente
ligada al aporte de Pierre Bourdieu, en lo que el entiende en su proyecto teórico como un campo
(Martínez, 2017.) y, a la vez, dentro de sus posturas, también rescatamos su aporte sobre el
habitus (Bourdieu, 2007) , entre otras categorías centrales necesarias para desarrollar el carácter
conflictivo y propositivo que se evidencia en el campo de la cultura política, a continuación nos
centraremos en lo que sus lectores conciben como una de las principales dificultades a la hora
de adentrarnos en la reconstrucción analítica de un campo científico, los límites.
Al hablar de límites, estos se presentan bastante difusos, por lo que haremos un pequeño
ejercicio deductivo, estableceremos una línea que partiría por reconocer que la cultura y la
política tienen un vieja y larga ligazón histórica, y que su apropiación no se inicia en tiempos
recientes, pues ¿cómo no reconocer la intrínseca relación de los problemas culturales y políticos
al hombre en su nunca consensuada época de aparición en la tierra?
59
Sin embargo, y con todo esto, será con los griegos con quienes se presente el primer antecedente
de tratamiento especial a esos problemas; incluso su denominación como culturales y políticos
tendrá origen allí, en el devenir complejo del pensamiento occidental en contorno cristiano hasta
hoy día, el cual no se escapa a estas reflexiones. Así, el interés, pretender dar relevancia al
hecho de que, si partimos de un proceso de constitución institucional alrededor de las ciencias
sociales, debemos reconocer que la misma es una industria o fenómeno del mundo moderno:
en palabras de Inmanuel Wallerstein [Et. Al.] (2001):
La ciencia social es una empresa del mundo moderno; sus raíces se encuentran en el
intento, plenamente desarrollado desde el siglo XVI y que es parte inseparable de la
construcción de nuestro mundo moderno, por desarrollar un conocimiento secular
sistemático sobre la realidad que tengan algún tipo de validación empírica (p. 4).
Esta referencia constituye un primer gran momento histórico (del Siglo XVIII hasta 1945)
alrededor de un núcleo disciplinar marcado en 5 grandes disciplinas científicas; en orden de
consolidación institucional, Wallerstein (2001) reseña a la Historia, la Economía, luego la
Sociología, más tarde la Política y, por último, a la Antropología. Desarrollo importante, porque
nos permite reducir en esencia el fenómeno de la cultura política, básicamente a tres disciplinas,
la Sociología y la Antropología y, por supuesto, a la Ciencia Política. Claro, es necesario no
dejar pasar o perder de vista que dicha constitución ubica problemas del conocimiento social
en reductos disciplinares que, con el tiempo, se fueron modificando y, sobre todo, trasponiendo.
El fenómeno de la cultura política como campo, va precisamente ligado a ese proceso de
consolidación disciplinar, tanto de fenómenos sociales como naturales, en un perenne
reordenamiento desde principios del siglo XX; pero que se cuaja, en la segunda mitad del siglo
en cuestión, momento en el qué se hace necesaria una reformulación del orden disciplinar y
científico de conocimiento social26. Apuntando, como el campo de la cultura política, posee de
manera práctica y general un trasegar histórico institucional ligado especialmente a tres grandes
disciplinas científicas, aunque irónicamente no se realice totalmente en éstas. Esto, por el
contrario, sirve para entender el momento y lugar del campo de la Cultura Política de nuevo,
ligado al desarrollo moderno del pensamiento científico de las ciencias sociales.
Hablar de un límite fundacional del campo es imposible no atarlo a la precisa existencia de lo
humano, por lo que no tendría un límite hacia atrás. Y qué para desembarazar el segundo límite,
el final o último, si lo pensamos en una lógica lineal u horizontal, sostenemos igualmente, que

26
Para una descripción detallada del desarrollo científico de las ciencias sociales hoy, véase el segundo capitulo de Abrir las
ciencias sociales "Debates en las ciencias sociales de1945 hasta el presente"
60
el campo no encuentra límites, sus posibilidades como veremos son renuentemente modificadas
y, por lo tanto, constantemente ampliadas, así que no suponemos de un limite concreto; pues
tampoco habría límite hacia adelante, este trabajo puede, quizás, brindar un marco referencial
en la literatura del mismo. Así que, un referente final o concluyente de la Cultura Política,
insistimos el presente trabajo no lo posee.
Más bien, aquí ubicamos el completo núcleo disciplinar de las ciencias sociales alrededor del
concepto de socialización como principio genealógico de la noción Socialización Cultural de
lo Político, porque convenimos en la indiscutible persistencia de la socialización en la
integralidad disciplinar del conocimiento social científico, insistimos que nuestra intención es
exponer los encuentros y desencuentros que tiene la Socialización Cultural de lo Político con
el Campo de la Cultura Política y alinear estos desarrollos en un emparejamiento muy fructífero
con el campo de la Comunicación/Educación.
4.2 Cultura Política como una definición de sentido común
Adentrarse en el campo de la Cultura Política, es verdaderamente complejo, y proponer un
orden se vuelve retador; sin embargo, en sentido práctico y/o estratégico, proponemos como
una primera definición, desde el sentido común de la cultura política, la unión de dos grandes
conceptos: La Cultura y La Política, pues presupone la dificultad inherente de reducir con
certeza y de manera a priori una definición epistémica de Cultura Política. Eckhard Deustcher
(1990) lo ilustra con el concepto de sociedad y cultura, al afirmar:
Si se le pide a un sociólogo definir la palabra "sociedad" se evidencia inmediatamente las
dificultades que rodean el termino. Igualmente, se le podría pedir a un antropólogo-
cultural o a un filosofo que defina la palabra "cultura" y nos encontraremos con las
mismas dificultades. Si encima se trata de definir la relación que existe entre sociedad y
cultura, se esta ante una tarea, que ni la ciencia ha podido solucionar. Con esto quiero
decir, que tiene poco sentido esforzarse por una definición a priori. (p. 275).
Algunos autores y proyectos en la intención de hacer objetivable el campo, proponen entender
el mismo como un proyecto pragmático, en donde a pesar de las diferencias "[…] existe un
sustrato común: el centramiento en la pragmática, en la idea de la cultura como construcción de
y a partir de destrezas, en la afirmación de la cultura política como lógica de acción"
(Bustamante, 2003, p. 69), al final, una definición momentánea y provisional.

61
Hablamos, por lo tanto, de una definición que, en términos estratégicos, cualquiera encuentra
cuando hace una revisión somera sobre lo que es cultura política.27. Así, el aporte de Marisol
Solano (2005) es inmejorable, pues define la Cultura Política en sentido común al preguntarse;
¿Que es cultura política? El termino se construye con dos conceptos tan antiguos y
controvertidos como la historia misma, pero que juntos dan sentido a todo un campo de
estudio influenciado por disciplinas tan diversas como la política, la psicología y la
sociología entre otras. En si, el termino hace referencia a las percepciones, actitudes y
costumbres de la gente hacia la forma en la que considera se desempeña y trabaja su
gobierno y la manera en la que se relaciona con el. (p. 3)
Y, aunque esta definición objetive un entendimiento concreto, hilando un poco más profundo,
una definición más genérica reconocería y ligaría el concepto a lo que sería una dinámica
fundamentalista, en donde se parte por dar la razón al hecho de que "[…] la noción de cultura
política es tan antigua como la reflexión misma de la vida política de una comunidad" (Solano,
2005, p. 9), aunque actualmente para referirse a la noción se "[…] habla de personalidad,
temperamento, costumbres, carácter nacional o conciencia colectiva, abarcando siempre las
reflexiones subjetivas de los fenómenos sociales y políticos" (Solano, 2005 , p. 9). Esta
reflexión ha acompañado a la civilización desde sus orígenes, y siempre ha sido persistente la
preocupación por el cómo de esas relaciones entre las "[…] imágenes y percepciones sobre el
entorno político" determinan, aseguran o trasforman las instituciones políticas de la comunidad,
entre otras (Solano, 2005, p. 9).
Con todo lo anterior, ¿por qué insistimos en esta precisa definición? Porque será esta definición
la que muestre, de manara global, que se puede entender, primero, por cultura; y persistimos
que, al identificar la dificultad en proyectar una única y definitiva enunciación de cultura y
política, se evidencia la amplitud de lo que vendrían a ser esas percepciones, actitudes y
costumbres; prácticas y dinámicas que nunca totalizan la dinámica social propia del acervo y/o
capital simbólico del grupo humano en relación. Siempre serán insuficientes y sesgadas las
reducciones a las relaciones que se establecen para asegurar, las "percepciones, actitudes y
costumbres" para con su gobierno, qué es como la autora relaciona el otro concepto
"controvertido" la política, es evidente que una relación tan amplia al final se presenta como

27
Es notable como mucho del ejercicio investigativo en cultura política, versa sobre esta utilización ligera para
desembarazarse del acápite teórico y metodológico en lo sostienen es el enmarco teórico fundamental del proyecto
de investigación en cuestión; una utilización persistentemente utilitaria en una dinámica no muy propositiva ni
rigurosa sobre las implicaciones del mismo.
62
indeterminable; es, como dijimos, un intento por mostrar una panorámica global del asunto; es
decir, una definición global de la cultura política.
Más aún, cuando analizamos y exteriorizamos la importancia del por qué hablar de una visión
de cultura política de sentido común. El sentido común que es imperioso nunca perder de vista,
ni dejarlo como una definición ingenua y/o residual, pues esta ingenuidad teórica es la que se
le crítica a la segunda tradición teórica de cultura política28.
Una cultura política de sentido común como primera visión nos introduce y presenta la forma
en que vendríamos a elaborar una segunda visión, ahora desde un enfoque eminentemente
teórico y/o epistemológico institucionalizado, la Cultura Política desde una visión cuantitativa
y conductual.
4.3. Cultura Política, como una visión Behavior - Cognitive.
No es difícil reconocer en el desarrollo de la literatura sobre la cultura política que el primer
ejercicio de teorización concreta sobre el campo lo asumen los trabajos adelantados o realizados
por la tradición norteamericana de Gabriel Almond, G. Bingham Powell y Lucian Pye, en el
libro "The civic culture"; en esta se abordan generalidades y elementos constitutivos de dicha
tradición, en donde la característica sobresaliente del enfoque es su mirada reduccionista sobre
la cultura política pero que, al final, es necesario reseñar con cierto detalle, aunque nuestra
intención principal no es detenernos en ella29, si es conveniente y sustantivo adelantar sus
características principales de primera mano, aunque haremos especial y repetida referencia a
los abordajes que diferentes autores han hecho sobre la misma tradición; sólo que esta vez,
revisando los intereses que ellos denotan para su singular trabajo.
Autores como Araceli Mateos (2009) proponen identificar un desarrollo del concepto desde la
antigüedad clásica con Platón y Aristóteles, en donde se avanza con Montesquieu, Rousseau y
Tocqueville hasta la ilustración y en donde se hila el concepto después de la segunda guerra
mundial a un ejercicio teórico moderno, en donde la noción, ahora, se ligó a los aportes de Max
Weber, interpretados principalmente por Parsons; este último de una manera subjetiva
(sentimientos, acciones y conductas individuales y colectivas), y en contraste con Habermas,
quien los propone en una dinámica estructural más colectiva e histórica; este trabajará con el
concepto de esfera pública, antes que una noción concreta de cultura política, serán estos autores

28
Segunda visión para nosotros aquí, pues en el trasegar histórico del campo esta visión es de hecho el origen o
consolidación genética del campo, véase los aportes de Fernando Bustamante en "El debate en torno a la cultura
política: comentarios al dossier de ICONOS 15" en donde se expone la discusión sobre la mismísima consolidación
del concepto o categoría de cultura política, en una intención de dotar de significado cultural a la categoría.
29
entre otras por que la literatura sobre, por y de los mismos es estérilmente reiterativa y/o recurrente.
63
precursores30 (epistemológicos-modernos) directos que Araceli Mateos31 reconoce como
fundamentales para entender el impacto sobresaliente que tendrán en la década del 60 los
aportes de "the civic culture".
Gabriel A. Almond y Sidney Verba, al hablar de "La Cultura Política", resumen los principales
aportes, así como desarrollos teóricos que constituyen para ellos el concepto de cultura política,
los profesores aseguran que en el contexto de la segunda mitad del siglo XX, es inevitable
pensar en la cada vez más consolidada organización socio-política del mundo alrededor del
paradigma democrático, por lo que su consolidación pareciera ser inevitable; y el ejercicio por
antonomasia de la práctica culturalmente política de los diversos pueblos del globo. La frase
inicial de Almond y Verba (1992) es contundente: "[…] Éste es un estudio sobre la cultura
política de la democracia y las estructuras y procesos sociales que la sostienen" (p. 171).
Democracia que se consolida en el plano político internacional, entre otras, porqué son naciones
los moldes y contenedores del orden social que los autores legitiman como el paradigma que
occidente al final constituyó como modelo estándar de organización, y en donde "la cultura
mundial" se vuelca absolutamente sobre la ingeniería moderna y racional del fenómeno
democrático, hablamos por lo tanto de una cultura política democrática, en donde las jóvenes
naciones del mundo (en su intención de un ejercicio de participación activo y dinámico) se
enfrentan al reto, primero, de aprender las actitudes y sentimientos de una democracia, que para
los autores resulta ser; lo más difícil de aprender; y, segundo, la consolidación o aclimatación
de un sistema tecnológico moderno, es decir, de la aplicación de una tecnocracia moderna en
un contexto de inexistencia o arcaico desarrollo político democrático (Almond y Verba, 1992).
La Cultura política, desde este enfoque, no deja más que en evidencia la necesidad imperiosa

30
¿Por qué si estos son los anteceden y precursores de la segunda visón de Cultura política no son expuestos en la
primera visión de cultura política en otro tipo de división para el estudio del campo? primero porqué hacer su
reconstrucción teórica además de ser abundante y compleja, no se encuentra ligada concretamente al campo de la
cultura política como campo epistemológico, dinámica que nos lleva a, segundo, proceder en análisis especulativos
muy diversos que nos desviaría e introduciría en debates muy diversos, y tercero, porqué la digresión que hace la
profesora Mateos nos parece un inmejorable puente entre la complejidad propia de "La Cultura y La Política", que
aseguramos y constituimos como la primera visión de cultura política (sentido común), ahora con el enfoque de
G. Almond Y S. Verba (Bahavior - Cognitive), de hecho estos aportes teóricos hacen honor a su nombre como
"antecedentes o precursores directos" de la segunda visón de cultura política.
31
Mateos hace un interesantísimo y riguroso ejercicio de reconstrucción teórica sobre los aportes de la tradición
norteamericana de cultura política, en donde se describe de manera detallada y pormenorizada las diferentes
posibilidades epistémicas que el trabajo de Gabriel Almond y Sidney Verba adelantaron y abrieron, estos serán,
en algunos casos concretos y no necesariamente desde Mateos, retomados más adelante, pero para una lectura y
conocimiento rigurosos de los avances del concepto así como de las principales vertientes del mismo en las décadas
del 80 y 90, se insta a revisar de manera directa la clasificación de los debates y perspectivas teóricas que propone
Araceli, la mayoría aparecen en nuestro antecedentes más adelante, pero no en el orden que propone Mateos.
64
que entienden los autores por brindar un arquétipo o paradigma que es necesario aprehender
para la consolidación de una "buena cultura política".
La cultura cívica se construye, así, gracias a la tensión existente entre un orden tradicional y
una práctica política moderna que, al final, no es única ni meramente una práctica racional del
ejercicio político, sino que la juntura o mezcla con la tradición, componen una determinada
forma o carácter de cultura política. Es decir, la Cultura Cívica en mayúsculas, (Una síntesis
cultural resultante de la pugna entre una cultura tradicional - humanista y una cultura científico-
técnica-moderna).
El caso inglés será axiomático, pues la sociedad inglesa, y posteriormente la Norteamericana,
son las que agencian y fungen la representación absoluta o integral de la cultura cívica, es una
cultura cívica con acento angloamericano, pues estas experiencias Estado-nacionales
recorrieron y sufrieron una serie de procesos y tensiones que le imprimieron sus diversas
dinámicas identitarias; pero, sobre todo, grabaron en ellas un elevado grado de libertad y
participación, carácter que se consolido en un parlamento representativo y garante de la
intervención masiva del conjunto social; del pueblo alrededor de figuras de participación
políticas modernas, tal como los partidos y grupos de representantes políticos que aseguran el
ejercicio de la democracia, es decir: La Cultura Política Democrática:
Nació así una tercera cultura, ni tradicional ni moderna pero que participaba de ambas,
una cultura pluralista basada en la comunicación y la persuasión, una cultura de
consenso y diversidad, una cultura que permitía el cambio, pero también lo moderaba.
Fue la cultura cívica. Una vez consolidada, las clases trabajadoras podían entrar en el
juego político y, a través de un proceso de tanteos, encontrar el lenguaje adecuado para
presentar sus demandas y los medios para hacerlas efectivas. En esta cultura de
diversidad y consenso, racionalismo y tradicionalismo, pudo desarrollarse la estructura
de la democracia inglesa: parlamentarismo y representación, el partido político colectivo
y la burocracia responsable y neutral, los grupos de intereses asociativos y contractuales
y los medios de comunicación autónomos y neutrales. El parlamentarismo inglés incluía
las fuerzas tradicionales y modernas; el sistema de partidos las reunía y combinaba; la
burocracia era responsable ante las nuevas fuerzas políticas; y los partidos políticos,
grupos de intereses y medios neutrales de comunicación se mezclaban continuamente
con las agrupaciones difusas de la comunidad y con sus redes primarias de
comunicación. (Almond y Verba, p. 175).

65
Al delinear y sustentar que las bases concretas o empíricas sobre la que se fundamenta la génesis
de la cultura democrática, Almond y Verba (1992) se inquietan por el cómo hacer de esta cultura
un proceso de masificación o generalizable, ¿cómo hacer del proyecto democrático una realidad
política, no solamente en el contexto definido en que surge, sino cómo rescatar, según ellos, ese
baluarte del progreso político de la humanidad? Por lo que las preocupaciones de su proyecto
investigativo se traducen al objetivo: "[…] Se ha tratado de deducir de tales experiencias
algunos criterios sobre las actitudes y el comportamiento que deben existir en otros países si
han de llegar a un régimen democrático" (p. 176). Determinar cuales son las condiciones,
características, procesos y demás, que posibilitan la existencia de un régimen democrático, y
medirlos para así proyectarlos, son algunas de las líneas en que los autores proponen entender
la cultura política, identificando países que por su tradición cultural pueden y son en cierta
medida propicios o fructíferos para que surja, o, al contrario, fracase. También se preguntan por
el carácter del ciudadano, entre otras. El objetivo de los autores es determinar ¿cómo trasladar
y hacer de la democracia, al estilo Anglo-Americano un proyecto mundial; aún más, ¿cómo
hacer de la Cultura Democrática un proyecto global?
Después de sostener con firmeza la intención democrática del proyecto cultura política, Almond
y Verba (1992), consolidan y apuntan como van a definir un conjunto de culturas políticas,
alrededor de una serie de naciones, en donde apuntalan, que van a entender o se referirán al
fenómeno como cultura política de una nación, antes que carácter nacional y otras que podrían
llevar a confusiones disciplinares o teóricas, aunque ellos reconocen que beben profundamente
del enfoque psico-cultural, que, en esencia, mira la cultura-personalidad hacia los objetos o
fenómenos políticos de una nación. Almond y Verba (1992) brindan, así, una disertación en
donde concretizan lo que van a entender por cultura política, y en una primera medida, indican
los beneficios de hablar de cultura política, al enunciar textualmente:
Así, el termino cultura política se refiere a orientaciones específicamente políticas,
posturas relativas al sistema político y sus diferentes elementos, así como a las funciones
relacionadas con uno mismo dentro de dicho sistema. Hablamos de una cultura política,
del mismo modo que podríamos hablar de un cultura económica o religiosa. (p. 179).
Además, aseguran que utilizar dicho concepto les permite un vocabulario amplio, ligado a tres
grandes disciplinas como la antropología, sociológica y psicología, pues se dotan de conceptos
como "socialización, conflicto cultural y aculturación", y en este momento es interesante
apuntar, como a pesar de esa amplitud conceptual, se restringen y privilegian más una dinámica
psicológica, asegurando:
66
Aquí únicamente podemos subrayar que empleamos el concepto de cultura en uno solo
de sus muchos significados: en el de orientación psicológica hacia objetos sociales.
Cuando hablamos de la cultura política de una sociedad, nos referimos al sistema político
que informa los conocimientos, sentimientos y valoraciones de su población. (p. 180).
Dinámica que es, por cierto, fácilmente identificable cuando prosiguen en la determinación
concreta de sus culturas políticas al identificar niveles de culturización ligados según su postura,
desde los aportes de Parsons y Shils. Al respecto, Almond y Verba, (1992) afirman:
La cultura política de una nación consiste en la particular distribución entre sus
miembros de las pautas de orientación hacia los objetos políticos. (...) Nuestra definición
y clasificación de tipos de orientación política sigue a Parsons y Shils, como hemos
indicado en otro lugar. La orientación se refiere a los aspectos internalizados de objetos
y relaciones. Incluye: 1) «orientación cognitiva»; es decir, conocimientos y creencias
acerca del sistema político, de sus papeles y de los inconvenientes de dichos papeles en
sus aspectos políticos (inputs) y administrativos (outputs); 2) «orientación afectiva», o
sentimientos acerca del sistema político, sus funciones, personal y logros; y 3)
«orientación evaluativa», los juicios y opiniones sobre objetos políticos que involucran
típicamente la combinación de criterios de valor con la información y los sentimientos
(p. 180).
¿Cómo determinar, entonces, el tipo de cultura de una nación? para Almond y Verba (1992)
esto es fácilmente identificable en la medida en que se consulte o pregunte a los ciudadanos,
pues según el tipo de orientación son las respuestas las que dejaran ver el tipo de orientación,
para los autores las orientaciones van de lo general a lo personal, pasando por una dinámica
de "inputs" y "outputs", el nivel y la relación que muestre para con cada una de estas
orientaciones dejara en evidencia. 1. si sus conocimientos son meramente cognitivos, una
cultura que los autores denominan parroquial, haciendo referencia al nivel más bajo y pobre
de culturización. 2. si sus orientaciones, por el contrario, se inclinan por una dinámica
afectiva o sentimental, Almond y Verba hablan de una cultura de Súbdito. Y, 3. si las
orientaciones son evaluativas, de posición y críticas, la cultura política es según nuestros
autores; de participación. Por lo tanto, la clave ésta en las preguntas, los autores construyen
una serie de preguntas en cada una de las orientaciones, y dejan a criterio y pericia del

67
investigador donde ubicar las respuestas del ciudadano32, esto es fácilmente observable en
la matriz 7.2 que por su fuerza ilustrativa copiamos aquí:
Gráfica 3. "Cuadro 7.2 Tipos de cultura política".

Fuente: (Almond y Verba, 1992)


La relación de cada orientación, así como su repetición en cada una determinan, de manera un
tanto sencilla, el tipo de cultura de cada nación y esto también es fácilmente reconocible en los
tipos de investigación cuantitativa, una muestra aleatoria asegura una media o promedio que se
puede adjudicar a la nación entera, o al grupo nacional en cuestión.
Sin embargo, hay que mencionar que Almond y Verba no se quedan con este esquema, que
consideran claramente insuficiente, y proceden a hablar de culturas políticas mixtas; para los
autores, estas culturas políticas mixtas nacen de criterios de clases y subclases en los tipos de
culturas, esto gracias a que identifican desarrollos políticos y evoluciones culturales de las
naciones en cuestión, así como muestras de personas o sujetos diversos en el nivel o etapa de
desarrollo cultural, de manera tal que debemos asumir que una nación puede albergar de manera
mixta o conjunta pautas parroquiales y de súbdito a la vez, en proporciones importantes y, por
lo tanto, nunca desestimables, en sus palabras hablan de la posibilidad de […] "distinguir tres

32
Las preguntas que los autores proponen son del siguiente estilo:
"1. ¿Qué conocimientos posee de su nación y de su sistema político en términos generales, de su historia, situación,
potencia, características «constitucionales» y otros temas semejantes? ¿Cuáles son sus sentimientos hacia estas
características? ¿Cuáles son sus opiniones y juicios, más o menos meditados, sobre ellas?
2. ¿Qué conocimientos posee de las estructuras y roles de las diferentes elites políticas y de los principios de
gobierno implicados en la corriente superior de la función política activa? ¿Cuáles son sus sentimientos y opiniones
sobre estas estructuras, los dirigentes políticos y los programas de gobierno?
3. ¿Qué conocimientos tiene de la corriente inferior de la imposición política, de las estructuras, individuos y
decisiones implicados en estos procesos? ¿Cuáles son sus sentimientos y opiniones sobre ellos?
4. ¿Cómo se considera a sí mismo en cuanto miembro de su sistema político? ¿Qué conocimiento tiene de sus
derechos, facultades, obligaciones y de la estrategia a seguir para tener acceso a la influencia política? ¿Qué piensa
acerca de sus posibilidades? ¿Qué normas de participación o de ejecución reconoce y emplea al formular juicios
políticos u opiniones?
Caracterizar la cultura política de una nación significa, en efecto, rellenar una matriz semejante mediante una
muestra valida de su población. La cultura política se constituye por la frecuencia de diferentes especies de
orientaciones cognitivas, afectivas y evaluativas hacia el sistema político en general, sus aspectos políticos y
administrativos y la propia persona como miembro activo de la política." (cursivas mías) (Almond y Verba, 1992,
p. 182).
68
tipos de culturas políticas sistemáticamente mixtas: 1) la cultura parroquial-súbdita; 2) la cultura
súbdita-participante, y 3) la cultura parroquial-participante" (Almond y Verba, 1992, p. 187).
Así, pues, Almond y Verba (1992), prosiguen en una descripción de subculturas políticas más
concretas y singulares que las anteriores; ellos hablan de cómo también es identificable en un
tipo de cultura política nacional con grandes rupturas estructurales, así como continuidades y
evoluciones en la ingeniera de la política de una nación; evidentes y activas en el trasegar
histórico del pueblo en cuestión, hacen referencia a la existencia de una cultura de roles, que en
resumen, acuden a hacer más heterogéneo el desarrollo y características culturales de la nación.
Así mismo, muestran la posibilidades que puede llegar a tener el concepto de cultura política al
unir dos aspectos o escenarios del plano político, al unir la micro y la macro-política, en estas
dos esferas, se puede ver de nuevo esa heterogeneidad sobre la que llaman la atención los
autores, quienes preocupados por ser precisos en su descripción concluyen que la cultura
política puede generar procesos de identificación, tanto psicológicos introspectivos sobre los
objetos políticos de la nación, como socializantes del mismo escenario; es así como los autores
muestran que existe una heterogeneidad enorme y aunque pareciera fácil determinar la cultura
de una nación, al final no lo resulta ser tanto así33.
Un paréntesis con Araceli Mateos (2009) quién, parafraseando a Moran y Girvin, intenta
describir esa posible relación de la micro y la macro-política como una dinámica entre las
perspectivas individuales y la historia política de un sistema, en donde resulta interesante la
aportación de un mesonivel, en sus palabras describe está relación:
Entre el nivel macro y micro de la política, puede identificarse un nivel intermedio
denominado por algunos autores como mesonivel, que hace referencia a las reglas del
juego aceptadas por todos los ciudadanos y que permite la conexión entre el sistema
político y los individuos. Dada esta clasificación de niveles de la política (macro-meso-
micro), se ha llegado a clasificar la cultura política dependiendo de los elementos de los
diferentes niveles a los que hace referencia.34 (p. 3).

33
Aquí ya se pueden vislumbrar los vacíos y amplitudes imprevistas del tema en cuestión, y que esta primera
visión de cultura política reconoce en negativo, pero que no resuelve de manera solvente.
34
"[...] Así, se denomina macro cultura política a aquella que incluye los elementos del sistema político que
raramente son cuestionados por los miembros de una nación. Se refiere a la identidad nacional como foco de
lealtad y de continuidad, que es el reflejo del mantenimiento de un sistema cohesionado. La meso cultura política
hace referencia a todos los elementos que tienen que ver con las reglas del juego establecidas y su cumplimiento.
Este meso-nivel está abierto a la influencia de cómo se desarrolle el debate político en el micro-nivel. Por
consiguiente, la micro cultura política está compuesta por aquellas variables que tienen que ver con la actividad
política cotidiana (Girvin, 1989: 35)".
69
El meso-nivel resulta, entonces, en una interpretación para entender eso que Almond y Verba
no llegan a definir o percibir de manera completamente clara; eso que arropaban bajo la idea de
sub-culturas políticas y las culturas de roles, y que, por carecer de mejores herramientas
explicativas, queda como una dinámica de conexión micro y macro de la dinámica política en
la heterogeneidad cultural de las naciones.
Almond y Verba hacen un penúltimo llamado de atención sobre la categoría de Cultura cívica
al indicar de manera concreta como ésta contiene y subsume dentro de sí, relaciones que
pudieran parecer incoherentes para una cultura cívica como lo es el tener componentes de
cultura de súbdito e inclusive de cultura política parroquial, para Almond y Verba (1992), la
cultura cívica es una dinámica en las que se perciben pujas y tensiones por lo que ellos van a
afirmar: "[…] una cultura política equilibrada en que la actividad política, la implicación y la
racionalidad existen, pero compensadas por la pasividad, el tradicionalismo y la entrega a los
valores parroquiales" (p. 194). Relaciones que, al final, permiten la consolidación de un
ciudadano participativo, aunque con esfuerzos y disputas internas.
Ya para finalizar, y como último elemento los profesores Almond y Verba (1992), nos muestran
cuales son las naciones elegidas para su estudio, así como las posibilidades que presentan las
mismas, en sus palabras:
Nuestro estudio comparativo de la cultura política incluye cinco democracias Estados
Unidos, Inglaterra, Alemania, Italia y México, seleccionadas porque representan una
amplia escala de experimentos relativamente positivos de un gobierno democrático. El
análisis de estos casos nos dirá qué clases de actitudes se asocian con sistemas
democráticos de funcionamiento estable, la incidencia cuantitativa de dichas actitudes
y su distribución entre los diferentes grupos de la población. (p. 198).
Concluyendo, estos regímenes democráticos permiten una revisión de las posibles diferencias
culturales que existen entre sistemas democráticos cercanos, pero curiosamente diversos como
es el caso del sistema democrático norteamericano con el inglés, y también las diferencias
culturales marcadas que existen entre países históricamente tan interdependientes, como
Alemania, Francia e Italia, asignándoles un tipo y un nivel de desarrollo de cultura política, en
donde México también representa posibilidades interesantes y muestra niveles de desarrollo
político que no perecieran viables en una nación periférica como lo resulta ser claro, bajo la
lógica y estructura global en que se circunscribe Latinoamérica.
Es evidente que el objetivo de los autores y de la tradición Angloamericana no era otro que
adentrarse en la búsqueda de un régimen autoproclamado el mejor, ligado a un gobierno o
70
sistema democrático, ellos concluyen fácilmente que la cultura cívica es una cultura
democrática, una cultura política democrática. En sus propuestas de desarrollo cultural, es más
que claro que existe un proyecto de nación sobresaliente él cual es necesario rescatar y proyectar
sobre el globo, en donde las diferentes "orientaciones" de los ciudadanos determinan el grado
de desarrollo culturalmente político, que la nación en mención posee. Y aunque el merito de
esta tradición es fundante para el campo de la cultura política, es importante como lo deja ver
Fabio López de la Roche que su disposición se trasmute o trasforme a una ampliación:
Esta vertiente politológica de aproximación teórica y metodológica al estudio de la cultura
política presenta, indudablemente, méritos importantes por el reconocimiento de las
pautas culturales como realidades sociales autónomas y no como un simple epifenómeno
de la economía o de la política. Dicha vertiente muestra un avance esencial en el intento
por construir una definición operativa, capaz de ser sustentada en datos empíricos
extraídos de la realidades culturales estudiadas y destaca aspectos importantes del cambio
cultural y político, en los procesos de transición de las sociedades tradicionales a las
modernas.
Sin embargo, como lo veremos más adelante a la luz de otras aproximaciones a la cultura
política, la tradición teórica de la “civic culture” además de su notoria naturaleza euro-
norteamericano-céntrica, institucionalista y universalista, deja por fuera aspectos
histórico-culturales fundamentales en el análisis político-cultural, y desde el punto de
vista metodológico, la prioridad conferida a la intención cuantificadora sobre la base de
la aplicación de las encuestas y escalas de actitud, reduce sustancialmente la posibilidad
de dar cuenta de otras facetas del fenómeno a través de otras herramientas, más vinculadas
a la investigación cualitativa y a la intención interpretativa (de la Roche, 2000, p. 105 y
106).
Por esto, de aquí en adelante revisaremos las principales críticas que se hacen al directamente
anterior modelo de cultura política, en donde revisaremos a profundidad porqué este segundo
modelo de cultura política, primero desconoce la amplitud del campo y cuales son, a su vez, las
principales vías en que dicho sesgo se produce. Y es qué directamente después de la propuesta
epistemológica de la tradición norteamericana esta visión de cultura política ha sido criticada
desde varios sectores y existen variedad de revisiones, que en suma han proyectado una
amplitud conceptual del concepto, a niveles, enfoques y aspectos inadvertidos por Almond y
Verba.

71
Entre las principales críticas se encuentra a los profesores Francisco Cruces y Ángel Díaz de
Rada (1995), quienes en su intención de comprender las posibilidades del concepto reconocen
en la tradición norteamericana una primera usanza universalista y determinista del concepto,
"[…] hacen de él más un concepto-fuerza, un modo de hacer institución, que de describir como
son efectivamente, las formas locales de convivencia, de decisión y de valoración, sus
relaciones de doble dirección con la autoridad legitima y sus recursos ante el poder" (Cruces y
Rada, 1995, p. 171) Y, por lo tanto, hablan de una experiencia hegemónica con el concepto,
que es necesario revertir en la intención de una "reflexividad local" que posibilite el análisis
cultural, antes que político, pero es cultural antes que político porque es evidente la existencia
de una relación intrínseca, en entender a la cultura política; con la institucionalidad propia del
orden Estatal, desestimando con facilidad las características culturales como fuertemente
determinantes en la constitución del concepto, es una dinámica estructurada alrededor de la
política cultural, una dinámica vertical, que concibe a la cultura como un elemento vadeable,
desde una política pública, a esto hace precisa referencia la pregunta que titula su artículo sobre
si la cultura política "¿es parte de la política cultural o de la cultura o la política?".
Esta idea se hila de muy apropiada manera cuando Fernando Villalonga habla sobre las
carencias que existen al ubicar de manera univoca el desarrollo o la gestión de la cultural en las
instituciones políticas, es decir, como dinámica gubernamental, pues como es sabido que el
fenómeno cultural es una dinámica ulterior, mucho más abrumante y compleja, no puede
reducirse de manera total a una política pública, Villalonga (2012) la describe sobre la
existencia de una cultura de la política; "Si no hay un proceso de adaptación institucional, avisa
Fucuyama, empezará la degradación política. Podríamos decir que la clave esta en la cultura
que predomina en cada sociedad. No "cultura" en el sentido de "las Artes" sino la cultura de la
política (política culture)" (p. 120). Esta descripción es un poderoso llamado de atención sobre
la necesidad de pensar en nuevos términos, en suma, es una muestra más de la amplitud del
concepto, que la tradición de Almond y Verba desconoce.
Y si bien Villalonga (2012) acierta en la caracterización del problema, este también acierta en
reconocer que la dinámica de cultura política, al estilo norteamericano ha asentado una jerga
institucional alrededor de conceptos como "participación ciudadana, "proximidad o integración
social" [que] "nos son tan familiares y han sido utilizadas con tanta frecuencia que casi han
perdido su significado" (p. 121). Dejando en evidencia la necesidad que Cruces y Rada
exponían sobre lo apropiación de un concepto no hegemónico de la cultura política, uno que
revitalice la cultura antes que la política dentro del campo y/o noción.
72
Además, ésta utilización del lenguaje en términos de política cultural, no encaja con las
exigencias de lo que ahora Dieter Nohlen examina, cuando relaciona la cultura política con el
funcionamiento institucional del gobierno y la política en el campo o contexto latinoamericano,
para Nohlen se deben revalorizar y complejizar las relaciones de la cultura política con la
institucionalidad, pues si el objetivo como lo proponían Almond y Verba es reconocer una
superioridad político-cultural en una dinámica de cultura democrática, su aplicación no puede
hacerse desde la práctica institucional, para Nohlen35 esta depende del contexto cultural donde
se viabilice, Nohlen (2008) afirma sobre las instituciones:
Respecto a las instituciones hice hincapié en dos tesis que se imponen sobre todo a la hora
de pensar en posibles reformas constitucionales. La primera tesis sostiene que la
importancia de las instituciones es relativa. En efecto, las instituciones son importantes
pero su real importancia depende de otros factores. Dicho a la manera del título de uno
mis libros: El contexto hace la diferencia (Nohlen, 2003). A partir de esta experiencia, la
segunda tesis sostiene que en el estudio y el diseño de las instituciones hay que tomar en
cuenta el contexto. No existe por lo tanto un "mejor sistema36" que se pueda trasferir o
implementar. El sistema preferible es el que se adapte mejor. O sea, el que se diseña
tomando en cuenta las condiciones de contexto, de lugar y tiempo. [...] (Nohlen, 2006)."
(p. 28).
De manera que si aceptamos las tesis de Nohlen, es evidente que la cultura cívica que proponen
Almond y Verba, no existe; "un mejor sistema", un sistema que debe implementarse en el entero
globo, y en él o para él cual Latinoamérica no es la excepción. Esta es una idea central de las
propuestas de la visión de cultura política norteamericana, idea que resulta consecuentemente
insostenibles desde Nohlen (2008) además porqué "(...) A mi juicio, esto último pone de
manifiesto la falta de sensibilidad histórica, pues la cultura política es algo que necesita tiempo
para crecer y aclimatarse" (p. 30).
Y, si bien para Nohlen la institucionalidad no está ausente en el proceso de consolidación de
una cultura política democrática, el reconoce con bastante rigurosidad los diferentes aspectos
con los que debe cumplir en términos éticos y políticos una cultura política que apunte a ser

35
"Mi tesis central es que la cultura política es actualmente la variable más importante en el desarrollo de la
democracia en América Latina. Esta tesis se funda en observaciones a nivel de la elite política, sus valores y
comportamiento, al igual que en observaciones a nivel de sociedad civil y el electorado que indican una brecha
entre el espíritu de las instituciones y el estado de desarrollo de la cultura política democrática. Estas observaciones
resultan de análisis de procesos políticos, discursos, comportamientos, encuestas y eventos electorales en los
diversos países de la región." (Nohlen, 2008, p. 29).
36
Cursivas mías
73
verdaderamente democrática. Para tal fin, Nohlen en lo sucesivo de su estudio propone, insiste
y persiste en la idea de que el cambio es sustantivo solo si se enfoca a nivel cultural.
Un cambio de mentalidad no puede ser implementado de forma directa por medidas
institucionales o administrativas. Dado que este cambio es más bien el resultado de un
proceso de acostumbramiento a las prácticas y modos de pensar de la cultura política
democrática, tal vez las reformas institucionales puedan influir de forma indirecta.
Segundo, este proceso de cambio animado por reformas institucionales, es siempre un
proceso amenazado en la medida en que se produce en un entorno social aun ajeno a tal
mentalidad, que se manifiesta en los valores no democráticos que predominan
invariablemente en el resto de las instituciones sociales (...). (Nohlen, 2008, p. 34).
Por lo que la relación de la democracia y su apropiación institucional no es una dinámica
sencilla en términos culturales, como desprevenidamente se pudiera entender bajo el
presupuesto conductual y cognitivo de la tradición del The civic culture; además, y a modo de
conclusión, Nohlen (2008) expone que "[…] no existen para la democracia arreglos políticos
institucionales para resolver los problemas políticos que se fundan en una cultura política
adversa a la democracia, en una desconfianza generalizada, en la intolerancia, en la extrema
polarización ideológica y en el rechazo a cualquier compromiso" (p. 47). Prácticas que, si las
ponemos a la luz de las características del enfoque Verbiano, probarían con absoluta certeza, el
carácter parroquial de nuestra cultura política. Pero ¿la dinámica cultural política será así de
sencilla? ¿Será acaso que de cierta forma estamos condenados? Bueno, sí partimos desde el
enfoque norteamericano, la respuesta es afirmativa, por eso es necesaria una ampliación del
concepto, para soltarse de tan insuficiente y obscura aseveración37.
Y la ampliación del campo solo se da, y parece ser inevitable en la bibliografía del tema, al
siempre encontrar una referencia crítica al enfoque Verbiano, por ejemplo, con Leticia Heras
(2002), en su "estudio del estado del arte contemporáneo sobre la cultura política", se nos brinda
o presenta una crítica al enfoque Verbiano cuando en el propósito de ubicar al lector sobre el
proyecto norteamericano de los ya mencionados autores, describe en términos generales, que
esta corriente supone: "la cultura cívica era considerada como aquella que exige de los
ciudadanos una participación activa dentro del sistema político, basándose en un calculo

37
Una interesante referencia al trabajo de Nohlen en el contexto Latinoamericano, sin duda alguna, proyecta una intención
formativa en la práctica democrática, su preocupación por las posibilidades analíticas del profesor son brevemente analizadas
y proyectadas en el artículo del profesor Fernando Peirone: "El concepto de cultura política en Margaret Somers y Dieter
Nohlen" quien busca anudar los aportes filosóficos de la profesora Margaret en cultura política, y las experiencias
institucionales democráticas para una renovación de la interpretación democrática Latinoamericana de los último 30 años, la
cual aparece en formas y maneras culturalmente "mutadas" a los tradicionales marcos de interpretación política.
74
racional e informado y no emocional" (Heras, 2002, p. 172), dicho enfoque es el primero de lo
que para ella resulta nodal identificar, las dos grandes corrientes de la cultura política.
Dos han sido las corrientes más importantes que analizan la cultura política: la corriente
behaviorista y la interpretativa. La primera caracterizada por "(...) sus aspiraciones
científicas libres de valores, por sus tendencias expansionistas y dentro de la investigación
de la cultura política, por el uso de metodología de apoyo y su subjetividad concomitante
o definición psicológica de la cultura política" (1997; 212) (Heras, 2002, p. 183).
En donde dicha organización se puede retomar con el fin de entender el tercer gran enfoque de
la cultura política, que ubicados alrededor de los aportes de Heras, se posibilita extraer como la
última visión de la cultura política. Por el momento y en lo sucesivo seguiremos mostrando las
generalidades y la críticas fundamentales que hacen del proyecto behaviorista de cultura política
insuficiente para nuestras intenciones investigativas, en dónde ultimando a Heras (2002) este
enfoque se basa, de manera recurrente, en las conductas de los ciudadanos en un enfoque
comparativo que, como suponemos, resulta inconveniente pues si los sistemas sociales son
homogéneos, desvirtuamos la diversidad y amplitud del fenómeno cultural, dinámica por la
cual insistimos este enfoque sigue invistiendo a la complejidad del concepto.
Juan David Cárdenas Ruiz (2012) en una aproximación a la cultura política colombiana en la
actualidad, muestra como el concepto de la cultura política, posee un fuerte debate, y evidencia
como este enfoque ha sido estudiado desde métodos tanto cualitativos como cuantitativos; y,
si bien esta no es una crítica sustantiva, sí queremos establecer como el enfoque behavior tiene
una fuerte carga en las dinámicas cuantitativas, fenómeno que es imprescindible precisar, pues
hace parte integral del desarrollo metodológico en los procesos investigativos dentro de esta
corriente o enfoque de cultura política; además, de que nos permite empezar a perfilar con
mayor claridad las dinámicas problemáticas que el mismo posee, también nos autoriza a
entender los aportes del profesor Cárdenas cuando habla sobre las dinámicas que se deben
establecer con los proyectos de cultura política democrática en Colombia; de hecho, el profesor
establece las dificultades para constituir relaciones unidireccionales con los sistemas
institucionales de gobierno en Colombia. Además, Cárdenas hace un amplio y sostenido
recorrido por las diversas maneras en que se podrían revalorizar las formas de estudio de la
cultura política colombiana; por ejemplo, para el autor es necesario, primero, reconocer una
dimensión en donde las formas de participación ciudadana pasan por la institucionalidad formal
electoral, hasta el subjetivismo individual espontaneo del saber cotidiano sobre las dinámicas
políticas.
75
Una segunda dimensión se identifica alrededor de los procesos de significación y opinión de la
realidad política del país, alrededor de los diferentes escenarios en donde el ciudadano adquiere
averiguaciones y opiniones sobre la realidad política de su país, en esta dimensión los diferentes
medios de comunicación constituyen y hacen parte esencial del proceso de construcción de
opinión. Y una tercera dimensión se avoca ahora por un análisis sustancial sobre las relaciones
de la institucionalidad gubernamental con la vida social en concreto, estos análisis son
perceptibles para Cárdenas, especialmente en la valoración de legalidad, credibilidad,
legitimidad y confianza que gozan los gobiernos como representantes del Estado con sus
gobernados o ciudadanos, práctica que asegura o dificulta el margen de gobernabilidad del
Estado (Cárdenas, 2012).
Sin embargo, y a pesar de toda esta relación compleja, en Colombia, no es fácil asegurar un
estudio de cultura política, porque entre otras y "[…] a modo de conclusión se podría afirmar
que la valoración que se hace de la democracia en Colombia esta fuertemente atravesada por
variables históricas que no se pueden dejar de lado" (Cárdenas, 2012, p. 422).
Fenómeno que nos planta cara otra vez a la insuficiencia de relacionar, de manera lineal y
funcionalista, el desarrollo de una cultura política, a un esquema que beneficia, los objetos
cognitivos o meramente informativos de los ciudadanos, la relación insistimos es más compleja,
es históricamente más compleja y profunda, en resumen; insuficiente, aún cuando se insista en
entender la cultura política colombiana en un esquema rígidamente democrático, recuérdense
las apreciaciones de Dieter Nohlen al respecto, entre otros38.
Entre tanto, con Gabriela Bard Wigdor, mostramos la extensión del concepto a estudios de
genero, muy populares hoy en el debate sobre la construcción de identidad, para la profesora
Bard, es imprescindible reconocer, también, una configuración del campo, alrededor de dos

38
para una ampliación del debate se puede consultar los trabajos de Álvaro Acevedo, quien propone un ejercicio comparativo
para la consolidación de una cultura política democrática en el centro y este de Europa, en referencia constante con los contexto
latinoamericanos, quienes resultan interesantemente similares a los europeos, a su vez qué los trabajos de Claudio Domingo y
Elórtegui Gomes, los cuales resultan significativos pues abordan la necesidad de situar el estudio de los acelerados cambios
sociales qué experimenta América Latina, así cómo la relevancia del concepto de cultura política cómo un potencial eje
orientador y revitalizador de los debates qué observan los fenómenos políticos en la región, todos éstos en una dinámica
comunicativa cada ves más potente en los procesos de socialización continental, junto con el trabajo de Jose Guadalupe Vargas,
quien se interesa por las transformaciones qué el marco de la globalización implanta en las culturas políticas a un nivel
emíteteme institucional, evidenciado nuevos y/o novedosos arreglos institucionales, en una relación qué analiza el impacto así
cómo el desuso o continuidad de proyectos político culturales, también el trabajo de H.C.F. Mansilla sobre las dinámicas
populistas y de cultura política en el contexto andino, en especial referencia a los procesos del Estado de Derecho y los procesos
autoritarios en la región, siempre en una revisión democrática de las dinámicas por lo qué los diferentes países de la región han
trasegado en sus proyectos políticos nacionales, revisando por lo tanto las resistencias así cómo las posibilídades o
potencialidades qué presentan los rasgos de cultura tradicional en la consolidación de proyectos populistas autoritarios,
igualmente, las críticas al enfoqué de cultura política de Roberto García Jurado, en "Crítica de la teoría de la cultura política"
expone ideas notables sobre las dificultades del enfoqué psicológico de cultura política, un tema qué el autor reconoce tiene
una amplitud y popularidad notable en los actuales estudios políticos, especialmente en la pregunta por la consolidación de los
tipos y formas de gobierno, ahora en referencia al gobierno democrático.
76
grandes posturas, para la profesora, la primer gran postura, es "[…] una posición
institucionalista respecto a los fenómenos políticos y a su ámbito de estudio, que responde a
una metodología básicamente cuantitativa y en la que algunos van a asumir la denominación de
cultura cívica, y otra de carácter culturalista (Bard, 2016, p. 138). Esta segunda postura como
hemos asegurado atrás la abordaremos en subtítulos posteriores, solo que por le momento nos
interesa es evidenciar como la primera postura (behaviorista) también recibe grandes críticas
hoy desde los estudios de genero, esta asegurará una mirada androcéntrica de la cultura política.
y que se consolida gracias a la revisión homogénea que presenta la cultura cívica, en donde la
problemática esta en conjugar de manera análoga el genero con el sexo, sin ningún tipo de
discriminación que resulte significativa para entender el papel de las mujeres en la misma, su
ausencia, argumenta la autora, reproduce una mirada androcéntrica del concepto, así como una
subalternidad del papel de la mujer en la consolidación de la cultura política, por lo que para la
profesora se vuelve indispensable una revalorización del carácter teórico de la categoría y, así,
proponer una discusión que revitalice el papel de la mujer dentro del campo en igualdad de
condiciones al papel del hombre, para la profesora Gabriela esta necesidad se puede dar, solo
si se aboga por derivar el concepto en lo que para ella es una posición de carácter culturalista
de la cultura política (Bard, 2012).
En páginas precedentes, hemos convenido en cómo la tradición Verbiana se privilegia más del
componente político institucional que del propiamente cultural, ahora el genero resulta
determinante para acentuar las dimensiones culturales de la constitución de cultura política,
algo que la primera tradición de cultura política no hace39.
Esta dinámica en el caso concreto de los estudios de género ha presentado diferentes
organizaciones del objeto de estudio (3 específicamente), Gabriela (2016) nos habla de un
agrupamiento alrededor de estudios de genero esencialistas, que son insuficientes, pues cómo
lo prevé el título "[...] basan la explicación sobre las diferencias de genero en el sexo biológico.
Es decir, consideran que, por el mero hecho de nacer mujer o varón, los/as sujetos se ven
inclinados a valorar determinados aspectos de la vida y a conducirse de determinadas maneras
en la política" (p. 153) en donde, además, una segunda forma de agrupación, la de los estudios
estructuralistas, tampoco es suficiente.

39
"En este contexto nuevamente se cuestiona la concepción dominante de cultura política que expulsa los aspectos
histórico-culturales fundamentales y pretende cuantificar lo que es básicamente cualitativo. Se reivindica la fuerza
heurística del concepto "cultura política" en el marco de las apuestas que desarrollan las denominadas "nuevas
teorías de la cultura política" que producen una sociologización del concepto." (Bard, 2016, p. 145).
77
En definitiva, estos enfoques esenciarían la condición de mujer, reducen sus prácticas a
condicionamientos biológicos, olvidan que hay diversidad de mujeres, que los/as sujetos
se encuentran atravesados por relaciones de poder y que los condicionamientos de genero,
si bien son eso "condicionamientos y no determinaciones", no permiten la constitución
de sujetos que libremente ejerzan una política totalmente alternativa (p. 154).
Por estos fenómenos, la profesora Bard Wigor considera como una última agrupación potente
a los heterogéneos estudios de genero contemporáneos, éstos posibilitan y aceptan el "[…]
desafío de analizar modos de hacer, valores o intereses que pueden localizarse en las prácticas
políticas de las mujeres y que deben o no, ser potenciados por su capacidad de trasformar las
relaciones de desigualdad de genero" (p. 158). Prácticas, al final, modificables y provisionales
pues hacen parte de las relaciones inevitables del poder y trasegar histórico contextual40.
Las críticas vienen igualmente acompañadas por el riguroso y fuerte trabajo ilustrativo de las
profesoras Cecilia Schneider y Karen Avenburg (2015), para las doctoras será preciso entender
el fenómeno de la cultura política, como un concepto atravesado por dos enfoques, ellas revisan
los postulados, siempre advertibles de Almond y Verba. Para Cecilia y Karen el concepto de la
tradición norteamericana, basado en el estructuralismo Parsoniano, si bien impulso desde su
propuesta un marco de referencia ineludible, supuso en sus inicios problemas en el aspecto o
carácter cultural de la categoría, esto por su dinámica reductiva (2015, p. 113) al unir la micro
y macro política mediante la cultura política y al reconocer en la misma una relación en donde
"[…] los distintos componentes qué conforman la cultura política y el comportamiento político
mantienen (o debieran hacerlo) una relación de congruencia; y entienden por tal una relación
de lealtad afectiva y evaluativa entre cultura y estructura" (2015, p. 112).
Es notable cómo las autoras identifican qué esa coherencia hace parte o es el síndrome qué
evidenciaría la propensión o inclinación de unos sistemas políticos y culturales más dispuestos
o pensados para la existencia de una cultura política, en el sentido que se ha venido criticando,
el de una práctica de cultura política democrática en asocio al modelo norteamericano y
anglosajón:
Este “síndrome” tiene básicamente tres características: la coherencia, la agregación y la
durabilidad a través del tiempo (Jackman y Miller 1998, Almond y Verba 1963). La

40
"En definitiva, las culturas políticas se describen a partir de valoraciones, creencias y prácticas que dirimen
poder, visones sobre la política y el mundo social en general, emociones. También, a partir de sentimientos que
comparten en común ciertos grupos sociales de acuerdo con su genero, la clase, el origen geográfico, las
trayectorias históricas, etcétera, pero que a su vez los diferencian y conflictúan al interior de dichos grupos
porque no todos/as piensan, sienten y hacen de la misma manera en similares contextos." (Bard. 2016, p. 160).
78
coherencia refiere a la cultura política cómo un reflejo de un agrupamiento relativamente
congruente de actitudes, opiniones y evaluaciones. Pero también hace alusión a la
coordinación o correspondencia qué debe existir entre una forma democrática del sistema
político y un tipo de cultura política. De este modo, afirman: “podremos especular
racionalmente sobre cuánto de cada cosa debe encontrarse en un país antes de qué las
instituciones democráticas echen raíces en actitudes y expectativas congruentes”
(Almond y Verba 1963: 26).En segundo lugar, este conjunto de actitudes, opiniones y
evaluaciones es considerado prevaleciente y, por ende, tratado como características
generales qué posee la sociedad toda. Por último, los efectos de la cultura perduran a lo
largo de la historia y éstos resultan muy difíciles —aunqué no imposibles— de
transformar (Avenburg & Schneider, 2015, p. 112).
Así las cosas, la cultura cívica, es la cultura qué concluyen Almond y Verba, necesaria para la
participación democrática, para la existencia de una buena cultura política nacional. A su vez
sintetizan qué las primeras conclusiones del enfoqué Verbiano fueron o presentaron tres
aspectos fundamentales:
a) la definición de los componentes de la cultura política y de la democracia son objeto
de un sesgo ideológico y etnocentrista (Welch 1993, etc.); b) la tajante separación qué
realizan los autores entre la cultura política y la estructura y c) la relación de causalidad
establecida entre los valores, actitudes y juicios evaluativos y el comportamiento político
denota un “reduccionismo causalista” o una “causalidad recíproca” (Barnes 1988, Barry
1978, Inglehart 1988, Pateman 1971, etc.) (Avenburg & Schneider, 2015. p. 113).
Hasta aquí hemos recorrido, de manera general, lo que consideramos son las principales críticas
al modelo Verbiano, a la tradición norteamericana de cultura política, en una recolección
bibliográfica somera muy contemporánea, sin embargo, esto no es en esencia ninguna novedad
en el campo (con Fabio López de la Roche habíamos acentuado ya, el carácter politológico de
esta escuela o visión), más sí era necesario precisar algunas de la líneas en que la categoría de
cultura política, al estilo cuantitativo, cognitivo y conductual sostienen grandes problemáticas,
que como ya hemos dicho, son suficientes para una revalorización y ampliación del concepto
(algo que tampoco resulta novedoso). Lo que nos interesa hasta aquí es mostrar una relación
que se mantiene, aun cuando los profesores Almond y Verba, en décadas posteriores a la
publicación del The civic culture, hayan mostrado su disposición a la complejización y
revitalización del concepto o categoría, lo que nos compromete a evidenciar cómo persiste una

79
relación o dinámica en esta segunda tradición de la cultura política, en donde se consolida el
aspecto político sobre, primero -o de manera principal-, que el cultural.
¿Cómo? bueno sostuvimos a lo largo del presente subtítulo que eso que nosotros consideramos
es una visión Behavior - Cognitive del concepto, plasma en el fondo una relación que privilegia
la institucionalidad, privilegia la maquinaria o infraestructura gubernamental, privilegia el
espectro funcional y estructural del equipamiento político clásico: identificable o propio del
Estado-Nación Moderno, modelo que se alinea con una dinámica de cultural política reducida,
ligándose al funcionamiento propio del liberalismo clásico, con la práctica política de la
democracia; la cultura política de la tradición Norteamericana es al final, una visón política
antes que cultural, porque liga el funcionamiento histórico-institucional del Estado al estilo
anglo-americano de una manera universal, comprometiendo y asegurando lo que sería "ÉL"
modelo de cultura política, en un estudio que aprovecha una historia política concreta,
dandosele una vitalidad magnánima; insuperable, el milagro norteamericano es por lo tanto el
modelo de cultura política que el mundo necesita consolidar, y es fácil identificar el porqué;
porque en términos gubernamentales, institucionales, tecnológicos burocráticos, racionales,
operativos; es decir, Políticos, son sistemas políticos-burocráticos que funcionan, y funcionan
aparentemente muy bien41; sus ciudadanos participan, sus niveles de alfabetización son
sustantivamente altos, sus sentimientos y apreciaciones del ordenamiento institucional es
positivo, los posibles déficits económicos son casi inexistentes e improbables; y, por último, la
calidad de vida es, en esencia, la mejor, esto si la comparamos con otros sistemas políticos.
A la sazón ¿por qué no mundializar una cultura política democrática que funciona muy bien?
La respuesta desde la presente disertación es por lo tanto inexistente, no existiría motivo, razón
o circunstancia que impidiera tan loable y plausible proyecto, olvidándose, así, la sustancia del
asunto, el trascendente aspecto cultural, que aquí se reduce a la orientación cognitiva-
conductual ciudadana de la persona y/o comunidad en cuestión.
4.4. Cultura Política, como una visión Antropológico - Simbólica.
Cómo lo adelantamos en páginas precedentes existe una tercera visón de cultura política, qué
ahora y en los sucesivo desarrollaremos en términos estratégicos básicamente así: primero
volveremos sobre los aportes de Fabio López de la Roche, con Norbert Lechner quien, desde la
preocupación cultural y política latinoamericana, apunta nuevas líneas de digresión por las que
el término se complejiza y amplían un reconocimiento más antropológico culturalista,

41
Y de nuevo habría que replantearse que es bien, bueno y malo, o en este precisos o concreto caso que vendría a
ser ese "muy bien".
80
asumiendo así una vastedad de temas y aristas por las qué el concepto o categoría de cultura
política se potencia, sin embargo y al tiempo, tendremos presente los aportes de otros autores
(especialmente, el estudio de los profesores Francisco Cruces y Ángel Días de Rada),
exponiendo que lo significativo en esta tercera visón, el carácter antropológico simbólico.
Para objetivar este propósito, nos apoyaremos en el trabajo de Cecilia Schneider y Karen
Avenburg, y Martha Cecilia Herrera, en donde se hace una reconstrucción teórica y
metodológica del concepto, de donde obviaremos e inadvertiremos la descripción del modelo
cultural político de la tradición norteamericana así cómo sus respectivas críticas (habrá un
brevísima dilación para observar cómo desde su aporte se consolida, de nuevo la imposibilidad
de una ampliación teórica y metodológica del concepto de cultura política en términos o
centrándonos en el aspecto político), directamente después discurriremos y revisaremos en
detalle el carácter cultural de la categoría con las diversas posturas, visiones, tradiciones y/o
posibilidades de Cultura Política, revisión qué nos llevará a encontrarnos con vastedad de
formas de entender lo cultural, solo qué ahora desde el aporte qué representan las disciplinas
cómo la Historia, la Sociología y la Antropología, en trazo directo al propuesto por la profesora
Martha Cecilia Herrera.
Partimos asumiendo, con de La Roche, cómo la preocupación por la construcción de cultura
política hunde sus raíces, para el caso latinoamericano, en los aportes del profesor chileno
Norbert Lechner. Para de la Roche (2000), será la preocupación por la subjetividad personal
del mundo cultural, y consecuentemente, no de la disposición cognoscitiva psicologista hacia
los objetos políticos (institucionalistas) del enfoque Verbiano, lo que preocupe, para Lechner
desde Roche, las valoraciones estarán guiadas por la subjetividad cotidiana de los sujetos; serán
estas las que configuren diversas formas de entender una cultura política, al lado de las
actitudes, experiencias y saberes, los que determinen las relaciones de cercanía, aceptación o
rebeldía ante el poder, en una dinámica de cotidianidad social, sustantivamente más cultural.
Con estas preocupaciones, el concepto de cultura política sufre un ensanchamiento y/o
diversificación que, para Lechner, se convierte en una problemática a la hora de definir un
concepto preciso, repercutiendo directamente en una pérdida informativa o explicativa del
mismo y asegurando, a su vez, que el mismo concepto se utilice de una manera indiscriminada
y, con obviedad, a conveniencia investigativa de la inquietud del investigador. Dinámica que
López de la Roche (2000) asegura, dada la unión de dos conceptos tan comprometidos a la hora
de definir, como lo resultan ser la política y la cultura, no obstante, él precisa algunas de las
discusiones y las principales líneas en que el desarrollo del concepto ha tenido vigencia y
81
tratamiento, serán estos aportes los que el profesor proceda en páginas sucesivas a explicitar en
una organización coherente con la estructura del presente documento de antecedentes;
[…] dos perspectivas globales que aquí se abordan y que tal vez tienen que ver con dos
tipos de sensibilidades disciplinarias en confrontación, o por lo menos en oposición: una
más de análisis político o politológico, de restricción del concepto a sus planos más
estrictamente políticos (en rigor, psicológico-políticos); y otra más antropológica,
cultural o culturalista, que se resiste a la reducción de la cultura a sus niveles y datos
psicológicos y cuantificables, defendiendo un uso más abierto, menos restrictivo
temáticamente más cualitativo en términos de la metodología de investigación utilizada.
(De la Roche, 2000,p. 102).
Esta discusión, de igual manera, y en páginas precedentes, ya la habíamos mencionado y ahora
la retomaremos, primero con Francisco Cruces y Ángel Díaz, así como con Leticia Heras. Con
el fin de sustentar de manera concreta ésa tercer visón de cultura política, propusimos un
encadenamiento con los autores mencionados, ya que sus referencias culturalistas de cultura
política nos resultan inmejorables. No sin antes mencionar el elemento final del aporte de
Lechner, que en el análisis de López de la Roche se consuma al identificar en el debate de la
cultura política, la no existencia de una definición precisa, el mismo fenómeno está y es evidente
su presencia, por lo que es necesario insistir en su utilización, aunque en algunos casos aparezca
ciertamente difuso, de ahí, que sea capital reconocer, entonces, las diferentes vertientes, análisis
y posibilidades que él mismo viabiliza, pues incluso podríamos hablar de culturas políticas en
estudios comparativos, ya sea en el espacio como en el tiempo.
Así, entonces, a Francisco Cruces y Ángel Díaz de Rada (1995), al empatar la cultura política
a la práctica institucional propia de las políticas públicas gubernamentales propias del Estado-
Nación, en donde proponían una experiencia no hegemónica de la categoría, la dinámica ya los
obligaba a preguntarse "¿cómo romper con una teoría política -la que habla de una cultura
política- que se halla históricamente realizada y encarnada en instituciones? (y sobre todo
¿cómo hacerlo sin por ello dejar de lado el imprescindible análisis de las instituciones?" (Cruces
y Díaz, 1995, p. 167); en otras palabras, cómo rescatar el piso antropológico - simbólico de la
cultura política, sin desconocer su enmarco práctico de política legitimada en el ejercicio
institucional del Estado. Esta preocupación resulta potente, pues:
[…] la cultura cívica es la forma mínima de ideología que cuadra a una democracia
representativa desarrollada. Tiene que ver con la constitución de ese vago sujeto
colectivo, titular de los derechos de soberanía. Eso significa que el locus privilegiado de
82
su estudio no debería ser ni única ni principalmente el individuo atomísticamente
considerado, sino la actividad de las instituciones sobre los espacios culturales que caen
bajo su ámbito de actuación y las complejas relaciones que allí se traman." (1995, pp. 178
y 179)
Y, aunque en el intento del marxismo42 se hayan ensayado ligar las identidades locales y
universales con una cultura de clase y, en suma, a los proyectos ideológicos del discurso clasista
para la dirección u orientación de la acción política, para Cruces y Rada (1995) no es suficiente,
pues el problema por la relación de la significación simbólica del nosotros en comunidad (el
accionar político) no se resuelve en una conciencia de clase como único medio de participación,
la participación política invoca y encarna diversas maneras de ejecución y, por su puesto, que
no se limita a una relación intrínseca y exclusivamente institucional estatal.
Tampoco la dinámica antropológica de cultura política se reduce a su tradicionalismo
funcionalista, propia de la metáfora malinowskiana de los islotes, aseguran Cruces y Díaz
(1995), pues hoy la trasparencia local no existe; la mundialización o globalización ha hecho
imposible una demarcación territorial absoluta, y una emancipación de la identidad en singular
resulta insostenible; aún antes que difusa u opaca, el paradigma de la identidad local, sigue
siendo uno de los frentes en que más se asegura el estudio del carácter cultural político. Y, sí
bien se proyecten hibridaciones locales con proyectos mundiales, dichas dinámicas no aseguran
una lucidez en la consolidación de la cultura política de un Estado-Nacional concreto, tampoco
aseguran una cultura política total, pues se subordinan los aspectos culturales (idiosincráticos)
y a las prácticas políticas institucionales del orden democrático de la civilidad y la ciudadanía.
Y es que una antropología de la política es impensable por fuera de los bordes institucionales
del mismísimo ente estatal. La antropología política de la civilización occidental es imposible
en la medida en que sus usos y funciones se piensen bajo el amparo de la racionalidad moderna
burguesa (en este punto es fundamental el aporte Weberiano de las acciones racionales propias
de la civilidad occidental), por lo que es imposible sustraer de occidente una dinámica
antropológica-simbólica imparcial, en tanto ésta siga siendo el racero con el cual medir el nivel

42
otra referencia se encentra con Araceli Mateos (2009) desde Gibbin, quien exploraba que la visión marxista de
cultura política, no es particularmente importante, pues se asume como parte de las relaciones de clase, en donde
la superestructura subsume las relaciones culturales dejandolas en un estado de inercilidad o inmovil, deteminada
por la "base social y economica de una sociedad", así "las normas culturales y los valores" reproducen un orden
de dependenica de los trabajadores con la clase burguesa.

83
o grado de desarrollo cultural político de los pueblos del mundo, los profesores Cruces y Díaz
(1995) lo describen así:
Más el problema inverso es el que resulta de tratar la cultura como una variable
independizable del proceso político formalizado y de la representación universalista de
sus agentes y sus funciones. Con ello se olvida que la aparición de las instituciones del
Estado democrático fue un acontecimiento relativamente peculiar en la historia humana
tendiendo entonces a dejar inanalizado como incuestionable y aproblemático el arbitrario
cultural que subyace a sus instituciones. Si la antropología consiste en el análisis del
etnocentrismo, una noción difusa de cultura es, en un mundo de límites cada vez más
difusos, un heurístico necesario para escapar a las simplificaciones y la
unidimensionalidad de nuestro propio —y moderno— sentido común (p. 181 y 182).
Es por todo esto que, desde la cultura, como variable interdependiente, que podemos revalorizar
la supuesta superioridad de la civilización occidental, pero sobre todo, estudiar
antropológicamente (simbólicamente) sus dinámicas, solo desde un marco que revitalice la
cultura como analogía determinante del proceso político, y por lo tanto, como base de la
construcción de institucionalidad de la misma; podemos hablar de una vitalidad y profundidad
necesaria en las perspectivas de desarrollo de la cultura política, y a su vez, de la posibilidad de
una Socialización Cultural de lo Político. Entre las principales aproximaciones que Cruces y
Díaz (1995) proponen dentro de la corriente antropológica de cultura política, están:
Las que tematizan el problema de la construcción de la hegemonía cultural -el misterio
de como unos grupos llegan a hacer valer ante otros su dominación- y a las que, en el polo
opuesto, se concentran en la truncada vocación de integridad e inconmensurabilidad
cultural de los grupos humanos: sus juegos de lenguaje, sus patrones de práctica y
creencia; su pretensión última -y en último termino, completamente ilusoria- de total
autonomía simbólica. Lo interesante para la reflexión es el hecho de que el constructo de
"cultura política" sea a un tiempo juez y parte en ese proceso de construcción de la
legitimidad del Estado (p.182).
Relación de juez y parte que consideramos o vemos necesario potenciar, o mejor, resaltar, pues
la tercera visión de cultura política que se identifica, replantearía la racionalidad y operatividad
superior de occidente desde una dinámica simbólica que sólo se construye al revalorizar lo
valorizado, o mejor lo "legitimó"; en este caso, a un orden o estructura de cultura política: ligada
como participación democrática y ciudadana en un marco Estado Nacional concreto.

84
En este sentido, el aporte de Cruces y Díaz es insuperable, pues al tener plenamente identificada
la síntesis básica del problema de la cultura política; es decir, la no existencia de un déficit de
cultura política, se abren paso dinámicas y problemáticas más coherentes y apremiantes para
entender nuestra cultura política43, relación qué ahora, en términos metodológicos, podemos
adentrarnos; sólo que esta vez, será una revisión sobre las diferentes corrientes que, al interior
de la visión antropológica de cultura política, se construyen. Así, por ejemplo, la propuesta de
Cecilia Schneider y Karen Avenburg (2015) quienes referencian a Ann Swidler, amplía la
definición clásica de cultura, depositaria de los constructos teóricos de Weber y Parsons sobre
la acciones racionales del capitalista en el basamento de una cultura con fisionomía doctrinaria
calvinista; visión clásica en donde de la acción está guiada por los valores o fines culturales,
esta visón supone al final, desde la sociología, primero, que la cultura es el concluyente fin de
las acciones racionales de las personas.
No obstante, para Ann Swidler, desde Schneider y Avenburg, la finalidad de la cultura es más
bien difusa y no tan contundente como pareciere, pues para Swilder la cultura debe ser
entendida como una "caja" de herramientas que se guían y crean en su usanza generando
"acciones estratégicas" (2015, p. 116)44. Aquí lo novedoso es el hecho de que esa caja de
herramientas culturales esta formada por contradicciones en franca diversidad, de manera que
las acciones de las personas son primero, una respuesta a diversos factores o problemas, para
los cuales no existe una única acción estratégica, sino que por el contrario son un "repertorio de
símbolos, historias, rituales y visiones de mundo" los qué determinan las acciones, acciones
que se cimientan en el trasegar histórico de los actores sociales. Así las cosas; "[…] resalta qué
la relación cultura/acción colectiva varía a través del tiempo y de las condiciones históricas"
(2015, p. 117). Justamente, dentro de la sociología -y en la intención de resaltar el papel de la
cultura-, Ann Swilder procurara hablar más bien del cómo funciona la cultura antes de cuanta
cultura es necesaria, ella dirá en palabras de Cecilia y Karen que:
[...] el desafío de la sociología de la cultura no debe consistir en tratar de estimar cuánta
cultura es determinante —como si fuera una dimensión matemáticamente medible—,
sino cómo ésta es usada por los actores, cómo facilita o constriñe los patrones de acción,

43
está explicación la apuntaba en intereses diferentes el profesor Fabio López de la Roche, con quien empezamos
el presente subtítulo, por lo qué para una referencia aun más clara sobre sus apuntes o sobre su forma de proceder
en la discusión sobre el institucionalismo de la cultura política, así cómo en los intereses, métodos y desarrollos
teóricos de Francisco Cruces y Ángel Díaz de Rada (además de los desarrollos de cultura política en enfoqué
antropológico desde Larissa Adler Lomnitz), insistimos en la conveniencia y productividad de revisar de primera
mano el trabajo del propio Fabio López de la Roche.
44
Cursivas mías
85
y qué cambios históricos específicos contribuyen a la vitalidad de algunos patrones
culturales y a la caída de otros (2015, p. 117)
De forma parecida, se revitalizan los aspectos sociológicos de la cultura política, al no entender
de manera separada los dos conceptos claves del "binomio", como Cultura y Política, sino como
precisamente eso, Cultura Política; para Mabel Berizin45. Mientras que, en un ejercicio de
diferenciación, uno de los factores se piensa en déficit o en carencia sobre el otro, o mejor se
favorece un aspecto en detrimento de un entendimiento integral de los aspectos tanto político
como culturales de los complejos fenómenos sociales.
Ahora, en marco netamente antropológico, Schneider y Avenburg transitarán por los aportes
que de manera vinculante se desarrollan para el entendimiento de la cultura política, desde y
como lo resulta ser la antropología política, sub-disciplina qué agrega un entendimiento de las
dinámicas del poder desde el entramado simbólico y sígnico; fenómeno especial, pues reconoce
un desarrollo de las relaciones sociales como productos sociales los cuales son precisamente
"producidos, transformados y desechados", descartando así esa mirada homogénea, única y
sistémica del aparataje político clásico y es qué resulta insostenible dicha mirada ante el
dinamismo de los productos y/o fenómenos culturales46 de cualquier grupo social.
De igual forma, Esteban Krotz, será otro referente, revisado y atendido por Schneider y
Avenburg especialmente por las implicaciones de una mirada más profunda sobre el aspecto
cultural dentro de la cultura política, repasarán 4 líneas de necesario rescate, ellas dirán:
En primer lugar, considera la relación entre política y significado —retoma para ello a
Geertz (2003)—. En segundo lugar, analiza candidatos y redes electorales atendiendo al
tipo de vínculos qué se establecen entre los primeros y sus electores. En tercer lugar,
indaga cómo se construye la legitimidad. Y finalmente, ubica el estudio de cualquier
cultura política en el marco de una concepción global de evolución social y cultural
(2015, p. 118).

45
En oposición a esta perspectiva, la autora prefiere hablar de “cultura política”, pues da cuenta de los límites de
la acción cultural dentro de los cuales se desarrolla la política. Esta noción, entonces, es definida cómo “la matriz
de significados encarnada en símbolos expresivos, prácticas y creencias, qué constituye la política ordinaria en
una colectividad delimitada” (1997: 364) (2015, p. 117).
46
Dicha mirada, rescatada desde Pablo Castro Domingo, quien identifica la importancia de "Evitar reducir la
cultura política a meras creencias, actitudes y preferencias implica también para el abordaje antropológico —a
diferencia del enfoqué clásico visto precedentemente— incurrir en los análisis cualitativos. Los mismos incluyen
por ejemplo el trabajo de campo, las entrevistas en profundidad, las historias de vida, entre otros instrumentos. El
abordaje cualitativo se demuestra más apto para acceder al mundo de los significados políticos o de cualquier
otro tipo." (2015, p. 118).
86
Líneas de análisis qué al final pondrán el acento en la insuficiente mirada de los estudios
clásicos en cultura política; de hecho, Krotz propondrá una nueva dimensión; "la utópica", pues
en ese traslado de los valores a los significados, propuesto por Karen y Cecilia, el mundo de los
sueños y deseos también representa un factor despreciado y por lo tanto de necesario rescate o
compensación, armonizando con el hecho de que "[…] la cultura política es “el universo
simbólico asociado al ejercicio y las estructuras de poder en una sociedad dada” (1997: 39)"
(2015, p. 119) junto con qué “El universo simbólico asociado al ejercicio y a las estructuras de
poder de una sociedad es parte del universo simbólico general” (1997: 41)." (2015, p. 119)
Característica última qué en suma no permite una diferenciación medular de la cultura sobre la
cultura política, pues ¿dónde y cómo poner dicha línea divisoria?
Varela será otro de los autores propuestos; quien ve como la cultura sí representa un aspecto
central; y, dándole la validez propia del mismo, reconocerá la fortaleza y destreza del aspecto
para entender la estructura de poder. Esto es más claro al definir a la cultura como "[…] el
conjunto de signos y símbolos compartidos (transmiten conocimientos e información, portan
valoraciones, suscitan sentimientos y emociones, expresan ilusiones y utopías) qué afectan y
dan significado a las estructuras de poder" (2015, p. 118).
Ahora bien, trasladando el problema a la ubicación concreta de lo que vendría a ser un aspecto
meramente cultural, es más bien causa de un fenómeno estructural del poder; por lo que, en
sintonía con dicha preocupación, su intención es mirar con claridad; ¿cuáles son las
posibilidades reales y concretas con qué se pueden develar algunos comportamientos sociales?
Incluso, en el momento en qué Varela afirma que "[…] la cultura es esa “matriz, tanto
consciente como inconsciente, que da significado —no que causa— al comportamiento y a la
creencia social" (2015, p. 118), es que se puede aprovechar la significación de los símbolos y
signos, no para dar una explicación total y unitaria de los fenómenos sociales, aunque sí
representen un medio potente para el entendimiento de la cultura política; en palabras de Valera
desde Schneider y Avenburg: "[…] podemos y debemos buscar el significado de los signos y
símbolos para dar cuenta cabal de una situación social, pero no le pidamos a la cultura una
explicación causal de los fenómenos sociales” (2005: 97)" (2015, p. 120). Esta forma de
asociación para con el fenómeno cultural supondrá entonces qué los investigadores de la cultura
política, se encuentren con una metodología eminentemente cualitativa, en donde la
interpretación supone de una demanda solo pensable desde la anatomía de lo cultural.
Por último, Cecilia Schneider y Karen Avenburg, citaran a "Schmidt (1996), Palmeira y Alasia
de Heredia (1997), Lomniz y Adler (1990), así como a, Abélès (1988), Renato Rosaldo (1997
87
y 2000), Pacheco (1997) y Clifford Geertz (2000, 2003)" (2015, p. 121), todos estos autores
qué, desde diferentes posturas, pero compartiendo el enfoqué cultural desde el amparo
antropológico, ampliaran los senderos del entendimiento de la cultura política de inestimable
manera47.
Lo interesante que pudimos desarrollar hasta aquí con Cecilia Schneider y Karen Avenburg se
representa en como se supera la visión clásica de la cultura tanto en la disciplina sociológica
como en la antropológica, la cual interpreta y entiende que la cultura es el cimiento y/o sostén,
que expresa de manera armónica los fines de las acciones sociales (acciones absolutamente
racionales, desde Weber). Ahora, en el enmarco de la cultura en la Cultura Política, significan
e implican mucho más. La cultura es el aspecto en donde se puede hallar la significación de lo
qué podría denominarse una extrañeza o sin razón (complejidad). En la cultura radica la
significación-explicación antes qué el valor-cantidad de las acciones sociales, es un desarrollo
muy descriptivo, antes que explicativo, irremediable para asumir posibilidades sustanciales en
el entendimiento de lo cultural representado en acciones sociales.
De aquí en adelante nos apoyaremos en los desarrollos teóricos de los profesores Martha Cecilia
Herrera, Raúl Infante Acevedo, Alexis V. Pinilla Díaz y Carlos J. Díaz Soler (Herrera, Et. Al.
2005).
Para nuestros autores el desarrollo conceptual del término tendrá su potencia partir de las
insuficiencias del enfoque Verbinao de cultura cívica, propio de los años 60,70 y 80`, que ya
bastante hemos mencionado, sobre esa insuficiencia teórica, metodológica y explicativa es que
Martha Cecilia señalara la aparición de novedosas formas de abordar el fenómeno; formas que
rescatarían, 1ero. desde la ciencia política los diversos componentes que subyacen o se dan en
los procesos de socialización política, se habla del aporte de Harry Ekstein, el cual es sustancial,
porqué desde su postura de socialización acumulativa indica la relación dinámica de la
formación de una cultura política, esto es, el reconocimiento de los cambios que existen en los
procesos de formación individual y social que sufre cualquier individuo en comunidad; es decir,
"[…] los cambios culturales y políticos que tienen lugar entre la socialización primaria y la
socialización secundaria" (Herrera, Pinilla, Díaz e Infante. 2005, p. 20), y que el mismo Pye
hablaba eran consecutivos de una relación entre el proceso acumulativo e histórico de un grupo
social y las experiencias individuales de los miembros de esta (Herrera Et, Al. 2005). A su vez

47
Una revisión en concreto de los mencionados autores es una necesidad para quién interesado en la ubicación concreta de sus
aportes quiera ampliar algún entendimiento de cultura política en enmarco cultural, de hecho, el material bibliográfico del hasta
aquí reseñado artículo supone y es un excelente punto de partida para entender el desarrollo del concepto de Cultura Política,
como precisamente se titula el artículo: un concepto atravesado por dos enfoques.
88
Ronald Inglehart desde una preocupación igualmente política (posmaterialista) mostraba cómo
a pesar de que el enfoque duro y dominante, era el de la teoría de la acción racional (Weber),
evidente por demás en el enfoque Verbiano, las relaciones de la cultura política no
necesariamente son racionales, de hecho, para Inglehart, estas son más complejas que las
meramente racionales, para él, estas acciones de los sujetos varían de cultura a cultura "las
reacciones de la gente ante situaciones en las que se hallan son moldeadas por orientaciones
subjetivas que varían en las distintas culturas y aun en el marco de las sub-culturas" (Herrera,
2005, p. 20). Inclusive y de nuevo en sus palabras "[…] Estas variaciones en las orientaciones
subjetivas reflejan diferencias en la experiencia socializadora que se realiza primero por
condicionamiento y luego por aprendizaje, lo que hace muy difícil anularlas" (Herrera, 2005,
p. 20).
A Inglehart, desde Merelman (Herrera, 2005), se le reconoce más como un pensador sobre la
estabilidad política que ligado a la dinámica democrática, propiamente dicha, ahí se aleja del
enfoque Verbiano, porque su visión de la relación política es, desde su entendimiento
estructural funcionalista, un fenómeno más amplio, que tiene que ver con la estabilidad, el
equilibrio, revisa el cómo una "[…] cultura política sistemática, explícita y constituida por
valores, actitudes y conocimientos, que puedan ser aprendidos mediante encuestas y
entrevistas" (Herrera. 2005, p. 21). para Inglehart si bien el interés se desplaza a una dinámica
más cultural, no lo hace suficientemente, pues deja en pleno o da por sentado con suficiente
ligereza; que la democracia es el sustento aprendido por naturalidad y por lo tanto, al final el
asunto puede ser deducido con cierta facilidad de los valores, actitudes y conocimientos de la
estructura política en que se está inserto; en otras palabras, la cultura resulta residual, en tanto
se con-secuencie la democracia.
A este punto y en la intención de revitalizar el concepto, Martha Herrera narra como el mismo
Gabriel Almond (2005, p. 21) en los años 90 propone un termino más amplio, que sí bien sigue
manteniendo el marco nacional como referente de análisis de cultura Política, lo hace ahora
desde una reseña más real con las prácticas concretas que pueden llegar a ser condicionantes
importantes en la construcción de cultura política, aunque no lo suficiente como para
determinarlas absolutamente, en esencia siguen siendo las orientaciones cognitivas, afectivas y
evaluativas las que determinan el grado de cultura política, no superando la visión jerárquica
de las misma. Sólo se amplían los aspectos que pueden llagar a subvertir las opiniones, saberes,
conocimientos, juicios o demás que las personas puedan llegar a tener sobre la cultura política;
de hecho, Merelman a este propósito propondrá una visión más "mundana" de la cultura
89
política, en donde serán diversos los aspectos que en la vida cotidiana y que de manera
"asistemática e implícita" configurasen los aspectos que pudieran llegar a considerarse centrales
de la cultura política (Herrera, 2005).
Hasta aquí podemos establecer que la primera forma de acercarse a la profundidad del concepto,
es por demás insuficiente, y aunque sé le intente profundizar de heterogéneas maneras, desde
el plano político, no podemos establecer relaciones que superen la contingencia de la práctica
democrática, esto como forma superlativa de ordenamiento y ejercicio de la práctica política
hoy (este punto ya lo habíamos desarrollado y ilustrado suficientemente).
De manera que, y como 2das perspectivas (con "la historia social, la sociología cultural y la
antropología cultural"), la relación que se entreteje con respecto a la cultura política es mucho
más dinámica (Herrera, 2005) referenciará que éstas han posibilitado una relación más
coherente con los condicionantes de la historia social del sujeto, pues estas perspectivas
ahondan en cómo el sujeto se encuentra mediado por una serie de conflictos inherentes a las
relaciones de la identidad, histórica colectiva y del contexto económico y, aunque "[…] buena
parte de estas aproximaciones se hicieron desde distintos referentes a la visión sicologista,
behaviorista, de la escuela introducida por Almond y Verba, retomando elementos de las
corrientes interpretativas, [estas] van a privilegiar más el análisis social y cultural que el
sicológico" (Herrera, 2005, p. 22).
Una revalorización y puesta entre dicho, de los métodos investigativos para al acercamiento a
lo que Herrera textualizá desde Leticia Heras como la construcción racional y significativa de
unos códigos intersubjetivos, propios de los usos y costumbres hacia el accionar político de una
determinada comunidad, y es que para el objetivo o propósito de la sociología interpretativa
estos se vuelven imposibles de llegar a sondear o considerar, puesto que se hacen evidentes
"[…] las limitaciones de las encuestas de opinión para aprender el objeto, reconociendo (por
fin y finalmente) algunas particularidades de la cultura, cuya complejidad dificulta su
tratamiento a través de instrumentos de medición masivos" (Herrera, 2005, p. 22).
Así las cosas, será ahora desde la sociología cultural que se rescate los aportes de Bourdieu
(Herrera, 2005, p. 23), quien resulta inmejorable para aprehender bajo la teoría de campos la
construcción, apropiación y lucha por los capitales de la política, eso que Bourdieu denomina
los capitales simbólicos, será determinante pues condicionan y permiten reconocer un recorrido
y trasegar histórico de consolidación y legitimación de unas formas concretas de acceder a lo
político (capital político), y por ende de actuar políticamente, siendo entonces precisó para
Bourdieu, desde Herrera, reconocer que el campo de la cultura política estaría atravesado por
90
una serie de luchas por el condicionamiento del lenguaje y el discurso político, que aunque
excluye e integra a unos sobre otros, es aun más profundo, pues la construcción del mundo
social se da bajo unas formas legitimadas con anterioridad, en donde el campo de la cultura
política, no es más que otro de los campos en que dicha distribución del mundo social se
manifiesta, y es que la historia es el elemento imprescindible para entender la distribución de
las formas y acciones políticas, pues en ella sé reconoce y objetiva una determinada
construcción del mundo cultural de cualesquier sociedad.
Desde la perspectiva de los estudios históricos, Herrera propondrá una referencia desde el
aporte de los estudios marxistas sobre cultura política, cuando estos ubican que la conciencia
del sujeto esta íntimamente ligada y determinada por la posición del mismo en el aparato
productivo de la sociedad en cuestión (la popular conciencia de clase); dicha dinámica para
Edward Palmer Thompson resultará ineficiente y sustancialmente carente, pues desconoce el
bagaje histórico del que los sujetos hacen parte constitutiva; y es que, si bien todos jugamos
aún y en condiciones y relaciones sociales, políticas, económicas concretas, estas no
necesariamente se asimilan o apropian de manera consciente; sea cual sea el andamiaje o
aparato productivo en el que se esté, la dinámica histórica diversifica las formas, tipos o maneras
de relacionar la conciencia con la cultura, y es qué estas, lejos de pasar por ser "conscientes",
son para Thompson desde Herrera (2005) entendidas "[…] como cultura no autoconsciente,
como mito, como ciencia, como ley o [en termino] como ideología articulada" (p. 24), formas
que resultarán de una inevitable lucha por la significación de los sujetos de manera individual
con la sociedad, la cultura implicará o podrá, para Thompson, entenderse como un puente, que
modula o "facilita" esa construcción del significado en términos históricos, ya qué la misma
constitución de la hegemonía y el conflicto político, no se sustrae de un enmarco histórico
concreto, las pujas o luchas por la hegemonía se dan en momentos y sucesos que necesariamente
son históricos, la consolidación de un grupo sobre otro se legitima en un recorrido que antes
que político es temporal; y por ende histórico, de donde se pueden entender las pujas internas
que determinaron un orden o formación político-cultural determinado en una disposición social
precisa, dinámica que hace imposible el reducir la actuación político-cultural de los sujetos a
una conciencia de clase adquirida sin contexto o argumento histórico.
Martha Cecilia Herrera (2005), hablara del papel que juegan las mentalidades y los imaginarios
sociales que sobre la práctica política se entretejen, aun cunado la principal preocupación de
estos (por su anatomía y/o fisiología práctica) radicara en hacer de los estos estudios una
dinámica "metodológicamente, conceptualmente y operacionalmente aprehensible", Herrera
91
mostrará como actores principales de estas corrientes a Michell Vovelle (1982), Peter Burke
(1929-1989, 1996), Justo Beremendi (1998) y Roger Chartier (1992) (2005, p. 25); este último
en su intención y propósito de determinar las prácticas y representaciones de los sujetos,
centrará su atención en el mundo de la escritura, como una de las manifestaciones más
representativas, que desde el siglo XVIII han venido cobrando importancia en la construcción,
asociación y práctica de cultura política moderna, serán estas representaciones bajo el amparo
de la escritura las que permitan entender la multi-dimensionalidad que genera la historia social
y la historia cultural sin que una sobrepase a la otra, en otras palabras, Chartier busca establecer
un diálogo que ubique las representaciones culturales y sociales a un mismo nivel.
Para Chartier esto se hace inevitable en la medida en que la historia cultural, intentando
apartarse de las luchas sociales por el establecimiento de un orden concreto y jerárquico propio
de todas las sociedades en el plano socialmente más visible, el económico, pasa a fungir como
un mediador de esas luchas. En efecto, como la lucha por la representación se ejercerá, casi que
exclusivamente, por medio de estrategias o maniobras simbólicas de raigambre identitarias,
siendo estas estrategias o maniobras elementos característicos de un dispositivo cultural propio
de los individuos o sujetos en cuestión, en resumen, las luchas culturales por la representación
y estructuración social están condicionadas social e históricamente, la neutralidad necesaria
para el ejercicio no es viable, Chartier (en Herrera, 2005) habla de representaciones colectivas
para "[...] articular tres formas de relación con el mundo social, las elaboraciones intelectuales
de la realidad (...); las prácticas que articulan las identidades sociales y las jerarquías
establecidas entre los diferentes grupos, y por último, las formas institucionalizadas y
objetivadas que legitiman la existencia de grupos, comunidades o clases" (p. 25 y 26). De
manera que, desde la perspectiva de historia social y cultural, encontramos una metodología y
apuesta holística por entender la cultura política, que presenta enormes posibilidades; pero, y a
la vez, debilidades precisamente por la pretensión masiva de integración sistémica o total de los
fenómenos sociales propios de la práctica y el pensamiento culturalmente-político.
En armonía con este propósito, le será necesario tenderle una lectura antropológica, para lo cual
Herrera (2005) referencia los trabajos en antropología cultural que se han desarrollado en ese
interés, más o sobre todo por las condiciones y posibilidades en las que las identidades de los
grupos humanos se han recapitulado o integrado dentro del fenómeno nacionalista; perspectiva
muy coherente con la visión de cultura política Verbiana; sin embargo, para Larissa Adler
Lomnitz la relación será más compleja, en la medida en que ella propone entender dentro del
enmarco del Estado-Nación una dinámica de interdependencia que no necesariamente
92
homogenizara la cultura política de los diferentes, grupos, clases, culturas e ideologías dentro
del encuadro Estado-Nacional, aunque sí exploraría la posibilidad de una especie de molduras
nacionales en donde la cultura política se expresaría bajo una, muy seguramente, relación de
hegemonía cultural consolidada por un grupo sobre los demás, así, la cultura política de un
nación no sería total y unívoca, el término que utiliza para reconocer esta disposición, Herrera
(2005) lo cita como "gramática de la sociedad"; y es qué al entender esa disposición como una
gramática se entiende que las diferentes relaciones e intercambios de los dispositivos de cultura
política van a estar dispuestos y ejecutados en una base indisociable a la cultura, pues proyectará
en esta una anatomía de desarrollo concreto; suponiendo, por tanto, cambios paulatinos,
sistemáticamente lentos y muy convenientemente estructurales; es decir, sin desvíos abruptos,
pero -y sobre todo- incapaces de ser significativos en cortos espacios temporales, la cultura
política se desenvolvería en una relación muy íntima al origen histórico del mismo, ya que ese
origen es determinista, capital así como trascendental, pues la dinámica de configuración y
legitimación de las relaciones concretas que se den, para Lomnitz, guiarían las articulaciones o
enlaces, tanto horizontales como verticales de la dinámica política; de las redes sociales que se
establezcan, de ahora y en adelante, es un momento que cargará y dotará con una significación
performativa y genética a la cultura política del Estado-Nación en concreto; en palabras de
Herrera a partir Lomnitz, ese momento dará el "carácter" a la cultura política (...) reforzadas y
legitimadas a través de un sistema simbólico que incluye manifestaciones tales como el
discurso, los rituales políticos, el lenguaje, la arquitectura, los mitos de la cosmología política,
los emblemas, el uso de tiempos y espacios" (Herrera, 2005, pp. 26 y 27). Sobre esta dinámica,
o momento performativo y originario de la cultura política, volveremos cuando hablemos de lo
político antes que, de la Política, así como de lo cultural antes que de la Cultura.
Pero es que la dinámica, de nuevo, desde el aporte de la antropología en la relación con la
historia de la cultura política, no se sustrae de la diversidad para entender que "las resistencias,
las confrontaciones, las propuestas alternativas, los intereses de las clases subalternas entre
otros aspectos" son el resultando inevitable de relaciones de multiplicidad que superan de los
marcos Estado-Nacionales, fenómeno que le resulta coherente a la profesora Herrera (2005)
para hablar de "cultura políticas en plural las cuales pueden coexistir dentro de un Estado-
Nación e, incluso por fuera de este" (p. 27). Todo lo anterior porqué las visiones y tradiciones
que invocan la cultura política siempre son diversos y su acercamiento constantemente se dilata,
profundiza y matiza a diferentes aspectos del fenómeno político cultural.

93
Por ejemplo, volviendo sobre Fabio López de la Roche, mencionado atrás, Herrera (2005)
comenta, que su disposición teórica sobre la cultura política ha estado más interesada en el
reconocimiento de los fenómenos sociales, en un claro y enmarcado ejercicio histórico
complejo, de donde nos parece ineludible reseñar que esa complejidad de la cultura política se
da cuando él identifica la variedad de escenarios en que se desenvuelve el "desarrollo
económico, político y social de una sociedad determinada" (p. 27), este desarrollo es complejo
para Roche, porque todos los escenarios sociales confluyen en momentos y tiempos
heterogéneos; y nunca de manera homogénea en un tiempo sustantivamente largo, el desarrollo
del mismo es un proceso, y todo proceso presenta cambios, determinar la duración y esencia de
los mismos es complejo. Podría decirse, entonces, que estos enfoques sobre la cultura política
[…] sí se le aprecian desde sus determinaciones y variaciones históricas ayudaran a
describir intrincadas situaciones haciendo intervenir ideología y política, su proceso con
quiebres y contradicciones, más allá de reducciones individualistas y psicologizantes.
Aunque existen elementos dominantes comunes, la cultura política no es algo
monolítico (Herrera, 2005, p. 28).
Palabras de Jorge Alonso y Manuel Rodríguez Lapuente citadas por Martha Cecilia Herrera,
que aquí resultan imposibles no referenciar por su cercanía y proximidad teórica para con la
línea de desarrollo analítico que se viene exponiendo, especialmente esa que entiende en los
procesos de la cultura política son una dinámica esencialmente compartida.
De aquí en adelante, a la profesora Martha Cecilia Herrera (2005) le será inevitable acercarse a
los postulados de Juan Botella en línea directa con Norbert Lechner y Óscar Landi, pues para
este último las dinámicas de la cultura política se han entendiendo en un suelo semántico
reducido, su aporte al estudio de la cultura política se argumenta y esta insertado en un
basamento lingüístico, en donde en líneas generales para Landi el material cultural de orden
político se entiende o representa en una uní-direccionalidad por los fenómenos políticos, propio
de los actores políticos, ejercicio que parte de un supuesto limitado, porque descuida el hecho
de la legitimidad social y política, y es que la legitimación de una lucha o relación social por el
control o la hegemonía política, no es estática ni eterna; es decir, que los actores políticos en el
orden o en el ejercicio de la práctica política, no son los mismos en el desarrollo histórico,
social, cultural y político de un grupo humano determinado. En palabras más sencillas,
descuidar el recorrido y trasegar histórico de la conformación social de los agentes políticos
afecta e invisibiliza el material cultural político de unos sectores y sujetos sobre otros,

94
suponiendo así una homogeneización en el "corpus documental" del discurso político; el cual
es uno de los referentes materiales más utilizados en el estudio de cultura política48.
Para Landi será entonces precisó que se amplié ese capital semántico de lo político y no se
circunscriba a un momento histórico concreto, en donde ahora con Lechner tenderíamos a un
afianzamiento en profundidad, a Lechner que lo habíamos referenciado arriba, le es imposible
delimitar un único y definitivo concepto de cultura política, por lo que entre sus aportes ésta el
entender las variadas y múltiples formas de concebir lo culturalmente político, para entender la
categoría de cultura política. Herrera (2005), citando a Lechner, propondrá ver en la categoría
un aporte relacional, así como la necesidad de superar el dualismo subjetivo y objetivo de los
fenómeno de la cultura política y la dinamización, a su vez, para deponer el entendimiento de
la cultura política como un fenómeno estático e inercial, pero y sobre todo, revitalizando y
atendiendo con suspicacia, lo que para Lechner serán las evidencias de lo normal y natural,
esas experiencias de cultura política no verbalizada y virtualmente avaladas bajo el racero de
las acciones raciónales y estratégicas, son las que Lechner crítica por la ingenuidad y limitación
con que entienden lo culturalmente político, y es aquí en donde el entendimiento de Lechner y
Landi se imbrica con el aporte de Botella, para quien desde Herrera (2005):
[…] al recuperar la noción de cultura política en el marco del análisis de la acción de
los actores políticos, administrativos e institucionales concretos, la cultura política
puede ser entendida como un conjunto de pautas de razonamiento, de argumentación
y de representación de la realidad, antes que, como un conjunto cerrado de valores,
creencias, actitudes y pautas de comportamiento, adquiridos de un modo
esencialmente homogéneo a través del proceso de socialización (p. 30)
Así las cosas, se da una irrevocable forma de acercarnos al estudio de la cultura política, siendo
este el aporté contextual de América Latina a los estudios de la cultura Política, las posibilidades
antes que dificultades del escenario latinoamericano se ven en la relación diferencial con el
contexto, principalmente europeo y norteamericano, los cuales al trasportar e implantar unas
formas y modelos sin una mínima aclimatación, no encuentran parangón para los mismos, las
relaciones sociales históricamente concebidas proyectan una forma divergente de entender y
estudiar la cultura política, Latinoamérica deja ver con claridad las diferentes formas de
entender la construcción de la política (de arriba hacia abajo), del Estado-Nación, de la relación

48
"Desde esta óptica, un discurso o manifestación cultural no será política solo porque 'hable de política' (criterio
semántico), sino porque realiza cierto tipo de actos trasformadores de las relaciones intersubjetivas (criterio
sintáctico y/o pragmático); otorga un lugar a los sujetos 'autorizados' (con derecho a la palabra), instaura 'deberes'
construye las 'esperas', genera la 'confianza.'” (Herrera, 2005, p. 28 y 29).
95
con el poder y por ende de la construcción de las identidades, las diferencias para acomodar y/o
adaptar la Modernidad y el ordenamiento de la sociedad; son dinámicas de cultura política que
no reunirían los requisitos mínimos y clásicos de la cultura política del primer enfoque, es por
esto que la variedad y la exuberancia en las formas del pensamiento científico de la cultura
política dejan de ser un lujo para convertirse en una necesidad predominantemente cultural.
Así las cosas, Herrera pasa a mostrar el aporte y la re-significación del accionar de los
movimientos para subvertir y apropiar más coherentemente las dinámicas y los ejercicios en el
entendimiento, así como construcción de la cultura política, para Martha Cecilia será justo
mencionar los trabajos de Fernando Calderón y Mario dos Santos, Luis Alberto Restrepo, James
Petras, Marco Raúl Meja y Arturo Escobar, este último capital para la profesora Herrera (2005)
porque representa una subversión de la construcción de cultura política desde arriba hacia abajo,
invertir la dinámica constituiría y privilegiaría relaciones de horizontalidad con los sectores
históricamente dominantes, y recompondría la noción de hegemonía, en la medida en que esta
se problematiza, para Arturo Escobar el objetivo de los movimientos sociales antes que
demandar una inclusión dentro de la cultura política, buscan es una modificación desde sus
cimentos (Herrera, 2005), la trasformación y accionar político es una demanda de estos
enfoques, que ven en el mismo necesidades inaplazables49.
Y esta modificación se consigue cuando disgregamos e irrumpimos mediante la categoría de la
cultura, los estudios culturales que son un aporte primeramente nacido de la tradición inglesa
con la escuela de Birmingham entre quien está Stuart Hall como representante paradigmático,
es que nos abrimos a la posibilidad de entender en nuevas dimensiones la dinámica de la cultura
política, los aportes de los estudios culturales ahora en su traslado al campo latinoamericano
con la imbricación de las dinámicas del poder, bajo el influjo de la escuela de Frankfurt y
teóricos representativos como Mouffe y Laclau50 significarán una revalorización total de lo que
se entiende por cultura y/o mejor de lo que implica la constitución o configuración cultural, y
es que la cultura contiene bajo esta revitalización un nuevo derrotero, que en esencia dice
Herrera (2005), citando a Santiago Castro Gómez; "[…] tiene menos que ver con los artefactos
culturales en sí mismos (...), como con los procesos estructurales de producción, distribución y
recepción de esos artefactos (p. 32), suponiendo, entonces, una relación más compleja con la

49
Mucho del ejercicio reseñado en la caracterización y develamiento del problema de investigación se inscribe en
este enfoque, en donde el componente sustantivo se agrupa sobre la dinámica educativa escolar, como práctica
pensada en la formación de cultura política.
50
Estos autores serán capitales para nuestro estudio, así que volveremos sobre ellos en un ejercicio detenido, pues
sus aportes al entendimiento de lo político y lo cultural en nuestros intereses son o resultan capitales.
96
Modernidad y de apertura con la Pos-Modernidad, hablamos de relaciones culturales
genéticamente alternativas al molde moderno, alternas al entendimiento de la acción racional-
práctico-moderna del funcionamiento político, en donde se asocia y construyen las prácticas
para su debida legitimación por tradición y repetición; ésta dinámica de cultura política ahora
es verdaderamente más cultural que política.
Y es que para Herrera (2005), estamos en el umbral y en la apertura del concepto a dimensiones
que, gracias a las diferentes disciplinas y referentes en la problematización del concepto
primerizo; homogéneo, hegemónico y eurocentrista conciben en el mismo un "[…] recorrido
histórico [para] su ampliación y la posibilidad de utilizarlo como herramienta analítica e
investigativa" (p. 33), logrando reconocer en el concepto de cultura política, lo que ella va a
describir como las dos grandes concepciones de cultura política, y que nosotros aquí por su
inmejorable forma de expresarlo nos inclinamos a citar:
En términos generales, los enfoques y aproximaciones sobre cultura política pueden
agruparse en dos grandes tendencias, una que privilegia el enfoque en torno a los
individuos, entendiendo la cultura como normas, valores y actitudes individuales, que
hace que sea más propensa a la utilización de técnicas cuantitativas y masivas para su
medición. La otra tendencia se preocupa más por las manifestaciones colectivas del
fenómeno de la cultura política, concibiendo la cultura como red de significaciones
sociales y lo político como manifestaciones que rebasan lo institucional y lo
hegemónico. Ahora bien, teniendo en cuenta las distintas herencias teóricas del
concepto de cultura política, podemos concebir la misma, en un sentido amplio, como
el conjunto de prácticas y representaciones en torno al orden social establecido, a las
relaciones de poder, a las modalidades de participación de los sujetos y grupos
sociales, a las jerarquías que se establecen entre ellos y a las confrontaciones que tienen
lugar en los diferentes momentos históricos. De esta manera, no girarían solamente
alrededor del Estado nacional, siendo posible identificar la existencia de diferentes
culturas políticas dentro de las sociedades, al tiempo que considerar expresiones
culturales no relacionadas de manera explícita con la esfera de la política pero que
inciden en la constitución de modelos y pautas que repercuten sobre ella. Así las cosas,
el concepto de cultura política debe permitir ver la riqueza de los procesos de
construcción cultural e indagar las dinámicas de las diferentes `subculturas políticas´
que convergen en un momento histórico específico (p. 34).

97
Este sentido de amplitud es, quizás, la mejor forma de resumir el fenómeno de la cultura
política, en su vertiente culturalista. Cuando se pone el acento en la Cultura lo fundamental se
subvierte, y qué, para puntualizarlo y repetirlo, es la supuesta y muy comúnmente inadvertida
legitimidad superlativa de un modelo de cultura sobre los demás, cuando se supone que los
moldes culturales responden a lógicas de jerarquización, perdemos de vista las posibilidades
diversas y neutrales de los proyectos de cultura política, alterna o diferentes. Es, en definitiva,
la imposibilidad de entender a la cultura política en su anatomía compleja y con amplio sentido.
Complejidad manifiesta cuando en el propósito y auspicio de perspectivas más posibilitántes
para contextos como los nuestros, se siguen pensando en la necesidad del cálculo y el control,
y es que resulta infructuoso para el análisis de la cultura política, seguir persiguiendo una
revitalización de la política como o en flexibilidad. Y todo esto, porque el estudio del fenómeno
de la Política como ejercicio manifiesto a un orden moderno institucionalizado, es la
característica existencial por antonomasia de la Política, es la inevitable objetivación del mismo
en la práctica, en el ejercicio, en la acción; en la configuración de un orden político de algo, es
la manifestación representativa y paradigmática del poder el cual se da auto-gestionando su
aplicación una noción que auto-asegura su forma a un estado del desarrollo, a un andamiaje
institucional, reflectado en la figura del Estado Nacional moderno y soberano.
Y como esta no contiene de manera total el fenómeno de la cultura política, como
concluyentemente lo apuntaba Martha Cecilia, entre otros, un enfoque que centre su atención
en el plano del ejercicio legitimado de la política, parte de un supuesto limitado, que persistimos
mutila la amplitud de la cultura política, no por la intención, sino por las condiciones intrínsecas
del fenómeno de la Política, quizás aquí cobren relevancia y sentido los aportes de autores como
Arturo Escobar que apuntan de manera clara a la "modificación", antes que al consenso y
acomodamiento inercial, Escobar está trasladando así la reflexión de la cultura política al plano
en que, irremediablemente debe proyectarse, la acción por su operatividad ontológica Política.
Así, pues, es necesario e imperativo revitalizar el fenómeno cultural sobre el político; pero
antes, como no podemos pensar más en la política (por su condición intrínseca ontológica),
pensemos y maniobremos en Lo Político. Herrera es contundente en brevedad, al entender
como el segundo enfoque de cultura política es, o son las manifestaciones y fenómenos que se
exceden y sobrepasan en Lo Político.

98
Lo Político como reflexión, manifestación y fenómeno ante-política o pre-política51 presenta y
planta cara al potencial inusitado de la categoría, ya que como contrapunto; La Política es un
componente activo y existente en operatividad por naturaleza, este por lo tanto se encuadra o
enmarca, como lo reconoce Herrera en un aparataje institucional hegemónico, impidiendo así
la apertura y complejidad propia de la cultura política como fenómeno de riqueza simbólica,
definido por ella como una "red de significaciones sociales" (2005, p. 34).
Sin embargo, si cambiamos el concepto por Lo político, asistimos a una condición de existencia
anterior; y a su vez, más amplia y profunda, así como más posibilitánte, que es el reclamo y
génesis de las posturas o visiones antropológicas - simbólicas sobre la cultura política. Así las
cosas, yendo sobre la genética de la política, encontramos una muy interesante vía de análisis;
un momento de reflexión temporalmente desconcertante, pero existente y performativo de La
Política y, por extensión, de la Cultura Política. Esta es, quizá, una de las mejores formas de
ampliar el estudio sin caer en el exceso Culturalista, porque, además, esta es la condición para
auspiciar el escenario de la política, que no supondría de una flexibilización al estilo behavior-
cognitive, del cual, insistimos, es insuficiente; por el contrario, reiteramos que ahora este nuevo
entendimiento es parte integrante, sustancial y esencialmente más soberana de una forma en
activo: lo Político de la Política.
Pero a qué nos referimos cuando hablamos de un exceso Culturalista, esto es precisamente lo
que pasaremos a abordar y desarrollar, mientras dejamos muy insuficientemente enunciado la
diferenciación potente entre la Política y lo Político.
4. 5. Los estudios Culturales como una visión de Cultura Política
Para acercarnos a lo que consideramos es un exceso en la perspectiva culturalista dentro de la
visión antropológico - Simbólica en cultura política, nos basaremos esencialmente en el trabajo
de la profesora mexicana, Marisol Solano Rocha; de manera que en el presente apartado
mostraremos como excesos en las posturas culturales, porque si hasta el momento auspiciamos
que la clave estaba precisamente en la revitalización privilegio y promoción del factor cultural,
incluso antes que él de la política, principalmente por su carácter diverso, amplio y neutro del
mismo. Y, aunque mantenemos esa disposición, debemos hacer dos claridades, a saber: la
definición de cultura52 y las visiones de cultura política, con énfasis en la cultura (Estudios
Culturales), los cuales desembocan en un axioma radical para entender las culturas políticas.

51
Un acercamiento relacional a este fenómeno lo podemos rastrear con Margaret Somers, y sobre la cual
volveremos más adelante, en el interés de rastrear la usanza pre-política como lo político.
52
De la cual nos ocuparemos más adelante cuando hablemos de lo Cultural antes que de la Cultura.
99
Este axioma se vuelve tan rígido y determinista, que afecta las complejas relaciones y
posibilidades diversas en el estudio de la cultura política, esto, al asignar de manera análoga
una forma de cultura política a una organización o grupo social; condiciona de manera tan
taxativa y particularista, que se vuelve infértil, imposibilitando un análisis más considerado;
muy a pesar de la presumible neutralidad en las categorías de cultura política ajustadas en el
componente cultural. Asistiríamos, a una estigmatización y determinismo radical insospechado.
En concordancia a las formas de acercarse a la dinámica de la Cultura Política, expuestas
precedentemente, la profesora Marisol Rocha también entiende en el fenómeno de la cultura
política una amplitud y flexibilidad sobreasegurada, pues este ampara la diversidad propia del
entendimientos sobre la política y la cultura53, por lo que también identifica que es desde la
creación del concepto con el enfoque Verbiano que existe una profusa diversificación del
concepto a formas y maneras de asociar la política y la cultura, sin embargo, será manifiesto
que su interés radica en la evidente relación que carga el concepto con la teoría Cultural y si
bien no es directa, sí subyace por los principios inherentes a lo cultural, la reflexión, es por lo
tanto, una relación que nace desde la Teoría Cultural.
La dinámica culturalista supone Solano no es aleatoria ni casual; por el contrario, esta es
fundamento de la categoría, por lo que definir la Cultura es necesario y, sin embargo, ahí es
donde se reconoce la fuerza de amplitud inevitable en el contenido propio del concepto, esto
supone de una tarea inconmensurable, la dificultad para reducirla a una mera expresión o un
andamiaje mental supone de una consideración detenida de la misma para entenderla como una
categoría o concepto relacional. Van a ser la Antropología y la Sociología las que propugnen
por un concepto fructífero para acercarse con propiedad sobre el mismo, y en esa intención
Solano (2015) nos hablará desde Edward Burnett Taylor, quien define la cultura como: "[…]
ese complejo todo que incluye conocimiento, creencias, arte, moral, leyes, costumbres, y
cualquier otra capacidad o hábito adquirido por el hombre como miembro de una sociedad
(Berger, 1989:2 y Timasheff, 1961:71)" (p. 7).
Esta definición tenderá a popularidad, y hoy asegura Solano (2015), es ampliamente
compartida, sin embargo, para el propósito de la Teoría Cultural este resulta innecesariamente
suficiente, culturalmente ampliada e incluso, irónicamente exagerada, pues la Teoría Cultural,
esclarece Solano, citando principalmente a Edward Thomposon, haría una particularización

53
"Y es que el concepto es tan flexible que fácilmente se adapta a cualquier área de estudio social, ya que cómo
se verá más adelante, todo lo que somos es cultura, de la misma manera que todas nuestras relaciones son política."
(Solano, 2015, p. 4).
100
totalizante de las posibles relaciones que establecen los sujetosdentro de sus sociedades o
comunidades. Se reduce la complejidad cultural a tres (3) grandes formas de asociación
humana; trocando, convirtiendo y asociando taxonómicamente a ese conocimiento complejo un
orden en todas las diversas manifestaciones, fenómenos y representaciones culturales. Lo
anterior es una dinámica reglada o canónica de relaciones socio-culturales, en sumo grado
semejantes. Solano (2015) citando a Vilvaski desde Berger y Thompson mostrará que dicho
entendimiento este encadenado al teorema de imposibilidad.
“La Teoría Cultural se basa en el axioma que lo que importa más a la gente es su relación
con otras personas y la relación de otras personas con ellos” (Wildavsky en Berger,
1989:24). Por lo que declara, “una de las decisiones más grandes que toman las personas
(en caso de coerción, que toman por ellas), es la forma de cultura – valores compartidos,
validez de prácticas sociales - que adoptan” (Ibíd.). Así, la teoría cultural se preocupa
por explicar las preferencias de las personas: por qué la gente quiere lo que quiere y
cómo lo consigue (Thompson, et al., 1990:97). Empero, sobresalta una hipótesis: el
“teorema de imposibilidad” (impossibility theorem), que limita el número de patrones
que se pueden formar de las relaciones sociales. La hipótesis argumenta que las formas
de vida posibles (formas de vida definidas anteriormente como los patrones distintivos
de creencias y valores que apoyan los patrones distintivos de las relaciones sociales)
estarán estrictamente limitadas por el número de patrones que se pueden formar de las
relaciones sociales (Ibíd.:98). En otras palabras, el “teorema de imposibilidad” sostiene
que el número de posibles patrones de relaciones sociales, es restringido y está
relacionado a las distintas formas de vida que, en total, son cinco. Cada una de estas
cinco formas de vida se encuentra (en diferentes grados) en cualquier sistema social
(Thompson, et al., 1999:2) (p. 9).
La reducción de las complejas relaciones culturales entre "[...] subjetividad, interpretación del
significado, y construcción social del conocimiento" (Solano, 2015, p. 8) son los elementos
centrales o nodales del fenómeno humano, culturales y complejas por demás, en el
entendimiento del teorema de imposibilidad, pasan a ser vertidas en un molde de racionalidad,
que aquí consideramos ineficiente e inconveniente por jerarquico. Y aunque nuestro interés
lejos está de ser indeliberado con respecto al espectro cultural, sí suponen un acercamiento
nominal singular; tanto, que refleja una imposibilidad por determinación, resultando totalizante.
Admitir que la relación es analógica y que las prácticas sociales son un reflejo concreto de las
formas de hilar o proyectar el mundo son tan fáciles de determinar que se vuelven sospechosas;
101
de hecho, las relaciones se recubren de una ligereza, ya que la asociación se envuelve de una
direccionalidad coherente muy parecida al paradigma Verbiano para con la Cultura Política, en
donde las pautas de orientación hacia los objetos políticos, ya fuese Cognitivos, Afectivos o
Evaluativos; determinaban el tipo de cultura política, a éste ejercicio de caracterización le
suponía una gran ventaja el entender las relaciones de la cultura política en una dinámica, qué
por la diversidad no se sustrae o escapa al enmarco o encuadro de las cultura políticas, ya fuese
como parroquial, de súbdito o participativo, dicho modelo de asociación trabajado, mantiene y
reproduce parecidos innegables con el teorema de imposibilidad cultural. En la teoría cultural
estos no son postulados ni propuestos en una dinámica tan jerárquicamente marcada como en
la visión de Cultura política Behavior - Cognitive, ahí existe una ruptura visible y poderosa por
el relacionamiento disciplinar a la antropología y la sociología propia del teorema de
imposibilidad. Pese a estos elementos que adelantamos, hay que seguir haciendo algunas
precisiones para centrar el carácter de la teoría cultural, alrededor de las potencias y debilidades
del teorema de imposibilidad, en relación directa para y con la Cultura Politica.
Como reseña Solano (2015), serán 5 las principales formas en que el teorema de imposibilidad
empareja los artefactos, manifestaciones e imaginarios culturales, y como éstos parten o se
forman desde la agrupación o cofradía de las informaciones, conocimientos y apreciaciones del
mundo y de la vida, estos dan el sentido y los parámetros para entender la realidad54. Dichos
constructos (sistema de significados compartidos) se impregnan de una identidad y
personalidad que resulta única55 y singular, generando y propendiendo diferencias para con
otros sistemas sociales culturalmente incomparables. Así, esa unidad particularísima pareciera
contradecir el teorema de imposibilidad; pero, no es cierto, porque, como explica Solano desde
Thompson (2015), las relaciones culturales responden a "sesgos" que son patrones de conducta
compartidos por todos los grupos humanos sin discriminación, estaríamos hablando de una
estratificación en sistemas culturales, en donde la primigenia y/o macro-estructura del sistema
cultural se decanta de manera macro, por y en esencia en 5 formas de vida, que son los sesgos
culturales propuestos por Thompson. En palabras de Solano (2015):

54
"logrando así una identidad común a través de un conocimiento socialmente construido; una realidad acordada,
aceptada y compartida por una sociedad: un conocimiento colectivo. Es por esta razón que Burke considera que
'la cultura se debe concebir como un sistema de significados compartidos'." (Burke; 1997)" (2015, p. 11).
55
"'Puede definirse cada cultura como una acumulación de invenciones tecnológicas, ideológicas y sociales. En
cada sociedad esta acumulación es selectiva y por lo tanto única, y no repite nunca exactamente las acumulaciones
hechas en otras sociedades. Por eso cada cultura tiene su propio estilo, así como cada hombre tiene su personalidad
distintiva. (Timasheff 1961:380)'" (Solano, 2015, p 12).
102
¿por qué si se afirma que cada cultura es única, se sostiene que sólo existen cinco posibles
formas de vida? Thompson et al., los iniciadores del “teorema de la imposibilidad”,
explican que “aún cuando las naciones, los vecindarios, las tribus, y las razas tienen
valores, creencias y costumbres distintivas, sus convicciones básicas sobre la vida se ven
reducidas a sólo unos cuantos sesgos culturales” (Thompson et al., 1990:5). En otras
palabras, comparten la percepción de la cultura como una forma de vida que resulta de
combinar los sesgos culturales con las relaciones interpersonales. Así, establecen que
existen cinco culturas diferentes que corresponden a las cinco formas de vida probables
(igualitarismo, fatalismo, jerarquía, individualismo, y la posición del ermitaño). Sin
embargo, estas formas de vida, así como los sesgos culturales, pueden variar en grado,
dando la impresión de poseer diferencias extremas entre culturas cuando en realidad las
esencias culturales son las mismas cinco que se encuentran en cada cultura (p. 12 y 13).
Siendo esas aparentes diferencias extremas, el próximo nivel en la estructura cultural humana,
ésos que la cita textualmente exponía como: "variaciones de grado" en las formas de vida y
sesgos culturales. Sin embargo ¿Cómo se asocian esas formas de vida o sesgos culturales con
el sistema de cultura política de un grupo cultural en concreto? esta es precisamente la respuesta
que Solano pasa a explicar, no sin antes relatar los hitos históricos teóricos y metodológicos
más importantes en la consolidación del termino de cultura política, mediante una muy somera
asunción del carácter y relación insondable de la cultura y la política como interconectadas e
interdependientes por naturaleza anatómica conceptual(eso que establecimos y ubicamos al
principio de los antecedentes como la visión de sentido común de cultura política)56, y luego
revisando de nuevo el aporte de Almond y Verba, rescata su puntualización y aterrizaje del
término al escenario de la segunda mitad del siglo XX con la guerra fría como telón, y en la
necesidad de apropiación práctica del mismo en un escenario del ejercicio democrático a nivel
global, el reconocido "giro liberal"57.

56
Es notable el interés que Solano dedica al reconocer, mientras describe el bagaje de construcción del termino de
cultura política, como para la concepción teórico-metodológica moderna del mismo; a las disciplinas sociales por
excelencia; como la sociología y economía, no se les dedica el acercamiento necesarios, de hecho y para efectos
de claridad metodológica en el acervo que ha acumulado el termino de cultura política, a la sociología se la
remplaza por un enfoque sicologista, y en éste sentido el concepto Verbiano resultante, fue por evidencia
improcedente, incluso y es una de sus críticas más profundas, el excesivo y a la vez reducido carácter del paradigma
psicológico conductual, véanse los estudios de Richard Wilson (Solano, 2015, p. 16).
57
"[...] deconstruir la trayectoria y la transformación que experimentó el concepto de “cultura política” desde fines
de los años sesenta y principios de los setenta, es decir desde el período en que algunos analistas e historiadores
fijan el llamado “giro liberal”, como un punto de inflexión económico, político, cultural, comunicacional y hasta
filosófico que se extiende hasta nuestros días (Arrighi, 1999; Boltanski y Chiapello, 2002; Laval y Dardot, 2013)"
(Peirone, 2019, p. 3). sobre este giro volverán algunas reflexiones sobre Historia Cultural de lo Politico.
103
Será con Aarón Wildavsky, con quien se defina los sesgos característicos, que hemos venido
anunciado nos interesa rescatar, para Wildavsky desde Solano, la relación se retomaría al
carácter político del termino, que, si bien pierde interés para los años 70 del siglo pasado por su
carácter excesivamente culturalista, ahora se asocia más al aporte de la Teoría Cultural, con el
mencionado teorema de la imposibilidad, este identifica 5 tipos o formas de culturas políticas,
que se establecen, según Solano, a partir de dos grandes e inexorables preguntas, en sus
palabras:
[…] Wildavsky avanzó en sus investigaciones y compartió que los individuos de
cualquier sociedad, por muy compleja que parezca, deben encontrar la respuesta a dos
preguntas básicas: "¿Quién soy?" (¿A qué grupo pertenezco?) y "¿Qué debo hacer?"
(¿Qué reglas debo seguir?). Para él, las dos preguntas conllevan a determinar una de las
cuatro probables culturas políticas que reconoce y que originalmente define como:
jerarquía elitista, individualismo competitivo, igualitarismo, y fatalismo (Berger, 1990).
(Solano, 2015, p. 25)
En este momento se prescinde de una quinta cultura política, la del ermitaño o del
individualismo por la complejidad absoluta o total que tienen los seres humanos para vivir en
situación de aislamiento absoluto, idea traída, asociada o complemento, a lo que seria una
"forma de vida", en "autonomía", siendo 4 formas esénciales de cultura política, estas formas
de cultura política se corresponden y organizan gracias a las categorías aportadas por Mary
Douglas, para Douglas desde Solano (2015) existen dentro de todo procesos de socialización,
específicamente dos dimensiones categóricas; el Grupo y el Grid.
Dichas dimensiones se ubicarían en correlación con las preguntas esenciales de Wildavsky
siendo en propiedad dimensiones que expresan y revelan la dinámica del poder ("quien puede
o no ejercer poder sobre los demás" (2015, p. 27), es la dinámica del poder lo que se detenta en
las previsiones culturalistas de Wildavsky porqué el elemento; Grupo lo que identifica son los
grados en que una persona es incorporada en una sociedad, de manera tal, qué un alto grado de
Grupo, determinarían en el sujeto qué y cómo toma las decisiones él mismo en relación con sus
congéneres, ya qué el desarrollo pleno del susodicho depende de "[…] las indicaciones
consensuadas de otras personas" (p. 26), mientras que un sujeto que no pende de dichas
indicaciones, o no lo determinan absolutamente, se encuentra en términos de grupo, menos
limitado por las indicaciones consensadas de otros. Por su parte el Grid, que se traduce mejor
como prescripciones, hace referencia al grado en que las susodichas le han sido impuestas a un
sujeto, las cuales determinan su forma de pensar, actuar y vivir, así; el sujeto con alto Grid
104
depende de y está atado muy fuertemente a condiciones externamente demandadas, su forma
de moverse, queda limitada; "negociada", un sujeto con poco Grid, es contrariamente más libre
y menos prescrito por determinantes externos, siendo por lo tanto un sujeto menos "inhibido",
y por cierto, más abierto, la comparación que utliza Douglas, pone en referencia la experiencia
de un conservador y un liberal58.
Vale la pena como lo sugiere Douglas que se entienda al "Grid" como las determinantes
externas, qué en su traducción del Ingles, se vuelca por "reja o rejilla", ilustrando desde
Durkheim esa función de "regularización social", que al ser externas se le asocian mucho a la
idea de las buenas costumbres y normas morales59. Solano muestra como Wildavsky, partiendo
de los conceptos de Douglas, entenderá que el Grupo = Restricciones mientras que Grid =
Prescripciones, ubicadas en un plano cartesiano responderían en esencia a una estructura
coherente en 4 puntos, 4 culturas políticas, 4 formas de vida que son en esencia una misma
estructura ilustrativa;
[Los] grupos fuertes con múltiples prescripciones que varían con los roles sociales,
forman la jerarquía colectiva (ver figura 1.1). Grupos fuertes cuyos miembros siguen
pocas prescripciones forman la cultura igualitaria, con una vida compartida de
consentimiento voluntario, sin coerción o desigualdad. El individualismo competitivo
sigue pocas prescripciones con restricciones de grupo débiles, incitando a nuevas
combinaciones. Por último, cuando los grupos son débiles y las prescripciones fuertes,
tanto que las decisiones son hechas por gente ajena al grupo, se trata de una cultura
fatalista (Wildavsky en Berger, 1989:25) (Solano, 2015, p. 27).
Las figuras que reseña el documento originalmente como 1.1 y 1.2, por su capacidad ilustrativa
la copiamos a continuación, estas nos sirven para observar la consolidación y paralelo con las
categorías de Mary Douglas, que en el aparataje de Wildavsky se encerraría un poco, pero como
podrán darse cuenta, será en esencia la misma relación propuesta por Douglas, la primera con
dimensiones mientras que Wildavsky con culturas.
Gráfica 4. Figura 1.1 Las Dos Dimensiones de Sociabilidad y Figura 1.2 Modelos de Cultura
Política.

58
téngase especial cuidado de hacer una referencia popular y ligera para con el caso colombiano, si bien, estas dos
tendencias (partidos) políticos, han sido históricamente determinantes en la cultura política colombiana;
compartiendo el poder en siglo y medio de bipartidismo político, hoy pueden, aunque con ciertos reparos, abrir
espacio para establecer ciertos símiles e ilustraciones.
59
"significaba limitaciones institucionalizadas altamente explícitas, que mantenían a los individuos separados y
regulaba sus interacciones" (Solano, 2015. p. 26).
105
Será con heterogéneas culturas, que el acercamiento a cada una de las diferencias y
características de las mismas se concrete; en este punto, resulta indispensable para Solano
mostrar cómo las culturas a pesar de estar cuadriculadas por diferencia, son "interdependientes",
esta interdependencia se configura en una composición de alteridad; en ésta se condensan y
configuran identidades en negativo, o mejor, sí resultase imposible responder a la pregunta ¿qué
soy? y ¿qué debo hacer? Al meditar sobre afirmaciones como: ¡estoy seguro de que esto no
soy...! y ¡nunca hare esto o aquello! nos iríamos o moveríamos por el reverso de las preguntas
al responder qué y cómo de nuestra cultura política. Se estaría positivando(nominando) nuestra
ligazón e identidad cultural. Solano desde Wildavsky en Thompson y Berger lo describe así:

106
Ningún grupo es viable por sí solo. Los individualistas competitivos necesitan leyes de
contrato para poder negociar; la jerarquía requiere de individualistas anárquicos,
igualitaristas sin autoridad, fatalistas apáticos, para poder ordenarlos; los fatalistas
desean una fuente externa que les indique qué hacer; y los igualitarios dependen de las
injusticias de la jerarquía, la competencia desleal de los individualistas, y la apatía de
los fatalistas, para poderlos criticar. Cada cultura política, cada grupo, considera que sus
valores y formas de vida son los ideales, ignorando que es la presencia en el mundo de
personas que no son como ellos, lo que les permite ser como son. Por lo tanto, la Teoría
Cultural añade un “teorema de necesidad” (necessity theorem) donde el conflicto entre
culturas es una precondición para lograr una identidad cultural (Thompson et al., 1990
y Berger, 1990). Este teorema justifica y da importancia a la interrelación entre culturas
políticas para que a través del conocimiento de las demás, una persona que pertenece a
la cultura igualitaria, por ejemplo, distinga su cultura de las otras tres, y por consiguiente
refuerce a través de las diferencias que sostiene con los miembros de las otras culturas,
la identidad con los miembros de su propia cultura política. Dada la situación de
interdependencia, la persistencia de cada cultura política está asegurada mediante la
sobrevivencia de las demás (Thompson et al., 1990) (2015, pp. 30 y 31)60.
Con esta descripción entonces la pregunta se trasladaría en esencia ¿a qué cultura política
pertenezco? marchando como lo afirmábamos al inicio del subtítulo, sobre la misma carencia
elemental del enfoque Verbiano, en donde la interdependencia entre culturas políticas que
mencionó Wildavsky haría paridad con esos estratos mixtos o híbridos de la cultura política
parroquial, de súbdito y participativa, que para Almond y Verba constituían las sub-culturas
políticas, las cuales apuntaban a un orden de cultura política singularmente más específica, y
recorrían sobre la incapacidad que muestran muchos grupos nacionales por agruparse o
identificarse plenamente con una de las culturas políticas propuestas por Almond, relación
coherente y asumible con igualdad de términos, a la imposibilidad que reseña Solano, de que
una cultura política se mantenga sin sus homólogas, en un contexto nacional invariable y
radicalmente homogéneo61.

60
Para una descripción en detalle de cada una de las culturas políticas de Wildavsky, Solano en las páginas 31 a
38 dedica apartados específicos para describirlas, así como ilustraciones poderosas para detentar las posibles
relaciones interdependientes entre las misma, el caso o ilustración del faro resulta paradigmático.
61
Incluso se llega a afirmar que el éxito social depende en suma medida de que un grupo humano contenga o
abarque varias formas de cultura política al tiempo o la vez: "En una misma nación, como establecen Almond y
Verba, se pueden encontrar todas estas culturas políticas. Lo que se debe tener en cuenta es que estas culturas
políticas existen, aún cuando no contribuyen igualmente a la vida social (Mamadouh en Thompson et al., 1999).
107
En resumen, mientras que el enfoque Verbiano, va sobre una categorización positiva de las
culturas políticas, en un claro y estricto orden teleológico de desarrollo histórico, el enfoque
culturalista va por una clasificación también entre culturas políticas en negativo, pues bajo la
reducción de todas las posibles formas de socialidad (teorema de imposibilidad) a 5 grandes
formas de vida, filtradas en 4 arquetipos de cultura política, estas se vuelven interdependientes
y negativamente constituyentes en tiempos y momentos históricamente compartidos y/o
simultáneos.
Así las cosas, estaríamos ante dos formas de abordar el fenómeno de la cultura política, a saber:
la primera por deducción y la segunda por inducción; pero, ambas al final imposibilitantés y
muy frías, tanto por exceso, a la vez que por defecto, pues básicamente, ambas formas de
estudio pretenden ser abarcantes en integridad, para lo cual objetivan el fenómeno de cultura
en aparatajes o moldes orgánicos, en donde las diversas y variadas formas de cultura política
son englobadas en 3 o 4 estructuras de cultura políticas, resultando insuficientes y/o débiles,
pues aseguran, remiten o defienden la existencia de una variedad; más bien, indiscriminada e
indistinta, gaseosa y oscura de culturas políticas. Resultando o estableciendo una carencia por
la incapacidad de tipificación, mientras que, por defecto, las categorías de subculturas políticas
e interdependencia cultural vendrían a representar y materializar la paradoja e inconveniencia
de abordar el estudio de la cultura bajo los parámetros eminentemente Verbianos, así como y
en igualdad de condiciones, a los eminentemente culturalistas62.
En este escenario, abierta queda la puerta a la proposición, construcción y aporte de categorías,
moldes, formas, estructuras... que, concibiendo la insolvencia de las apuestas radicales del
enfoque conductual y el culturalista, apunten a una revitalización del estudio cultural sin ser
totalizantes ni relativos. La categoría de Socialización cultural de lo político, puede ser un
aporte en ese proyecto o finalidad por la singularidad que representa el caso colombiano.
4. 6. La visión de Margaret Somers y Oscar Landi
En este sucinto apartado intentamos recoger dos aportes sustanciales en al consolidación de lo
que reconocemos es la capacidad performativa y onto-genética de la Socialización Cultural de

Entre más formas de ver se incluyan, menos pasará desapercibido (Thompson et al., 1990:96). Aquellos gobiernos
que promueven la diversidad de formas de vida, tienen mejores oportunidades de un mejor futuro, ya que, dada
una situación, tienen por lo menos cuatro opciones que corresponden a las cuatro culturas políticas; cuatro
diferentes perspectivas" (Solano, 2015, p. 39).
62
Con todo y en el caso hipotético, que hubiese que decantarse por una forma específica de atender la cultura
política, aquí rescataríamos por anatomía y acercamiento al objeto, a los estudios culturales, los cuales resultan
evidentemente más horizontales, y aunque insuficientes, son como hemos venido reseñando más incluyentes y
comprensivos que el enfoque Verbiano.
108
lo Político, y para tal caso nos apoyamos en Margaret Somers, desde Fernando Peirone, arriba
citado en unión con Nohlen por el profesor argentino, con el objetivo de extraer el recorrido
fundamental del concepto de cultura política, en especialmente dos sentidos, primero,
reconociendo las tensiones teóricas en línea filosófica y el otro correspondiente a las
posibilidades del mismo en referencia democrática, especialmente ligado al campo del ejercicio
político en Latinoamérica. En este mismo apartado, también revisamos el aporte inmejorable
de Óscar Landi sobre la dinámica política, la cual no se circunscribe al entendimiento positivo
y/o legitimado sobro lo político.
Sera con la socióloga Margaret Somers (Peirone, 2019, p. 3), quien en su referencia y estudio
sobre el concepto de "Sociedad civil", se advierte una renovación a la clásica postura de
economía política de estudiar el fenómeno desde el liberalismo o el marxismo, adentrándose
por una postura desligada y cada ves más anti-estatista sobre los fenómenos políticos,
especialmente los que se desenvuelven en el seno de la sociedad civil, este desarrollo,
conllevara a un ensanchamiento de la práctica que se entenderá como zonas prepolíticas (2019,
p. 4), y que servirá como fenómeno relacional para entender un renovado interés (años 90`s)
por comprender las formas de participación política como sociedad civil, en una dinámica anti-
estatista, que pone y propone a la cultura política en un interés renovado al remarcar que las
instancias sobre las que se funda la práctica política, son autónomas del Estado; pre-políticas:
Porque con una sociedad civil que se erige como el reino de la libertad popular y se
declara autónoma del Estado, los conceptos de cultura política y esfera pública
adquieren una relevancia diferencial: 1] por estar “asociados a expresiones normativas
de intercambio económico en la sociedad civil” (Somers, 1997b:7), y 2] por ensanchar
la frontera donde lo político y lo no político es socialmente negociado (Somers, 1997b:
9) (2019, p. 4 y 5).
Así, el fenómeno y el desarrollo de la cultura política en Somers63, se referirá al concepto de
estructura de cultura política, categoría que, por su enmarco sociológico e histórico, reconoce:
[...] 1] a “una estructura cultural que no responde a un mundo empírico sino al mundo
simbólico estructurado que he definido como una metanarrativa”, entendida como una
meta-cognición que existe y gravita “más allá” de las pruebas y el conocimiento

63
En este entendimiento, Somers retomara la idea y teoría angloamericana de Locke sobre la naturaleza civilizada;
y que ella denominara "una versión civilizada del estado de naturaleza, al establecer las bases para pensar una
sociedad prescindente del Estado (Somers, 1997a:34)" (p. 4) una revisión de la capacidad que presenta esa visión
Peirone la abstrae de Somers al afirmar la capacidad que tiene los Derechos Sociales para estar en zonas Pre-
políticas, pero con peso Político.
109
“empírico”; y 2] a una estructura política que “establece estrictas jerarquías de poder y
autoridad epistemológicas, normativas y causales entre sus elementos conceptuales
centrales de Estado y sociedad civil, público y privado, pasado y presente, tiranía y
libertad, etc.” (Somers, 1997b:9) (Peirone, 2019, p. 5).
La necesidad de un binarismo para entender el ejercicio de la cultura política, en Somers, no es
posible aislar, trazar o determinar sin una significación expuesta, oficializada, de lo que sería
cultura política, pues su constitución está atravesada por " 'el juego entre la red conceptual y las
relaciones históricas' "(p. 5), del escenario social en que se proponga trabajar, una relación tan
neutral con la cultura política pone el acento a la necesidad de preguntarse ¿qué es lo
culturalmente político? a Peirone esto le es muy evidente, al decir que:
[...] así como las identidades conceptuales son “un producto de los parámetros públicos”
que se construyen en el fragor de una dinámica intersubjetivas y participativa que
después es ordenada por la lógica epistemológica de las ciencias; del mismo modo la
identidad no-política que converge y convive en la construcción social del concepto de
cultura política, define los límites entre lo que es y lo que no es clasificado como político
en la sociología política (2019, p. 5).
Somers apuntala lo culturalmente político en su mirada sociológica, y habla, según Peirone,
desde la categoría de Ciudadanía, debido a que son en las relaciones intersubjetivas y del
espacio público en donde al final se configuran las tensiones por la significación de las prácticas
políticas de lo político, el establecimiento y legitimación de un cerco racional sobre lo político,
que decanta en fenómenos de Política, que son al termino, las definiciones de Cultura política;
estas relación de poder y jerarquía en el establecimiento de lo político en la Cultura Política son
o se dan en el espacio pre-político; que es el escenario en donde se decantan las verdaderas
formas del poder en legitimidad. Esta idea bebe profundamente del desarrollo que hacia Locke
sobre "el nacimiento original de la sociedad", y de lo cual nos interesa rescatar que
[...] la sociedad prepolítica (...) la fuente legitimadora de toda autoridad política, incluso
más que cualquier otra forma de gobierno, ya que son ulteriores en el orden secuencial
que proporciona la causalidad. Lo cual es, ni más ni menos que una subordinación de
las instituciones públicas a la sociedad “natural” en tanto que causal de toda autoridad
posterior (Somers, 1997b:29) (Peirone, 2019, p. 6).
Así, el desarrollo de cultura que propone Somers se posiciona en el entendimiento Lockeano
del orden pre-político, el cual vive sin el Estado, se cohesiona sin un ordenamiento
gubernamental, es más político que la política, en el mejor sentido de la expresión:
110
En ese lugar se para Somers para realizar cualquier análisis sobre la cultura política
contemporánea. Un lugar que contempla el modo en que “la idea de Locke de una cultura
política operó como un mecanismo sociológico para explicar la cohesión de la sociedad
prepolítica en ausencia de la regulación estatal” (Somers, 1997b:45). Se trata, pues, de
un enfoque relacional que, como dice Somers, 1] pone de relieve la debilidad constitutiva
de la que parten las formas de gobierno frente a una tradición que autoriza el componente
autonomista de los actores sociales emergentes; 2] considera una autoactivación social
que funda sus derechos y sus pretensiones dentro de la sociedad y no dentro de los
cuerpos institucionales; y 3] asume a la opinión pública como la voz de una voluntad
popular que obtiene su poder de un estadio prepolítico, pero con autoridad política"
(2019, p. 6).
Este desarrollo aparentemente inmejorable, se complejiza y dinamiza cuando vemos las
implicaciones teóricas que envuelve resolverse por un entendimiento anglosajón, veamos
cómo, Peirone dirá, quizás de un poco inadvertidamente que:
Esto es, finalmente, lo que le permite a Somers demostrar que la metanarrativa de la
teoría angloamericana de la ciudadanía mantiene su “poder para definir” la carga de
identidad prepolítica que actúa sobre el concepto de cultura política. Y lo que le permite
sostener su principal y más inquietante argumento sobre el fundamento histórico de las
acciones sociales antiestatistas contemporáneas:
“la identidad prepolítica del concepto de cultura política es lo que permite que el
liberalismo sea una teoría social; es lo que hace posible proporcionar un fundamento
social a la democratización y a la economía de mercado. El concepto es el pegamento
social prepolítico que da a la sociedad la cohesión necesaria para ser capaz y existir
autónomamente del Estado y ser su fundamento normativo — el criterio que la teoría
angloamericana de la ciudadanía ha establecido como precondiciones para la libertad
humana.” (Somers, 1997b:57) (2019, p. 6 y 7).
La ciudadanía, como concepto capital en este entendimiento funge y viabiliza las relaciones
pre-políticas, subsumiendo y acaparando en línea directa la definición ("El concepto") de
Cultura Política, ¿Cual concretamente? para Somer es claro que el fundamento social de la
democratización y la economía del mercado (giro liberal), esta resolución democrática propia
del pensamiento liberal, si bien es muy seductora y tiene bondades, entiende y se encuadra en
los fundamentos Verbianos del aparataje, arquitectura y material tecnocráticas del Estado
Nacional moderno.

111
Ahora, aunque para Somers, esta idea va en contra de su análisis, pues busca precisamente el
fundamento de la libertad y la autonomía por fuera del Estado, su ejercicio ilustra y pone en un
desarrollo teleológico las formaciones políticas las cuales, podríamos decir ahora, son políticas
en propiedad. Este desarrollo se encuadra y sostiene aun sin Estado, siendo la consecución del
mismo un producto inevitable; más y sin embargo, este no resulta ser el problema; de hecho,
el problema se cuaja al ordenar y alinear cualesquiera sea la forma y/o representación de poder
que se obtenga, a un enmarco democrático, ésta construcción sí es parcial y detenta intereses y
formas históricas (experiencias) concretas en su anatomía, presuponer que un estudio de las
formas pre-políticas siempre obtendrá como resultado una formación de autoridad64. Insistimos
que esto no es problemático, sólo hasta que se le encuadra, delimita y se la piensa en una forma
concreta del tratamiento de ese poder y autoridad en el marco democrático; y que se alinea con
la segunda visión de cultura Política, aunque en un etapa más analítica y profunda en el
tratamiento del fenómeno.
La performancia democrática es ciertamente embarazosa, pues sus aparentes inmejorables
formas de gobierno nublan y sesgan un tratamiento en neutralidad; para la profesora Somers,
quien propone un excelente análisis de la identidad prepolítica como sustento de la cultura
política y base social de la democracia y la economía de mercado; le es difícil desprenderse de
esta idea; tanto que un desarrollo por fuera de los límites de la ciudadanía democrática le es
imprevisible, desde su análisis la libertad y autogobierno humano anti-estatista es un logro
sustantivo, ya que brinda un excelente marco de interpretación y análisis a las dinámicas
modernas en los movimientos sociales; empero enfilar libertad como igual a participación
democrática ya es una dinámica de necearía revisión65.
En este desarrollo, nos parece indiscutible relacionar el aporte del profesor Óscar Landi, cuya
mirada profunda del término en una relación onto-genética resulta fundante para con la
categoría de Socialización Cultural de lo Político, ahora en una dinámica que entendemos como
mucho más neutral e imparcial.
Landi (1989)66 muestra cómo el ejercicio de la política y la cultura han estado presentes desde
siempre, sin embargo, hoy su utilización en el mundo académico esta cargada de una
significación y procedimiento limitados. Conceptos como socialización política, subcultura de

64
Es inevitable que las relaciones humanas se sustraigan de su inmanencia al poder, una disertación en ese sentido
es sumamente infructuosa, ésta se estalla en la dificultad de alinear la autoridad con autoritarismo.
65
Los trabajos del profesor italiano Giovanni Sartori son sustantivamente sugestivos para develar las relaciones y
las implicaciones que en el campo de la ciencia política supone el entendimiento del gobierno democrático.
66
Es notable y significativo la antigüedad de aporte de Oscar Landi, su apreciación del concepto; cultura política,
resulta atemporal e insuperable por lo profundo de su mirada.
112
elite o cambio cultural tienen referencia directa y persistente aún hoy en Aristóteles, sólo que,
en el lenguaje de la disciplinariedad científica moderna, estos fenómenos se ajustan alrededor
del término de La Cultura Política, bajo este concepto, del cual no se pretende hacer una
reconstrucción histórica. Landi asegura "[…] un concepto tan viejo como ambiguo, abordado
por diversas disciplinas y cuya definición sigue siendo polémica" (p. 14). Sin embargo, el aporte
de Landi se empieza a percibir y delinear cuando en la intención de objetivar el fenómeno de
lo político, señala que un discurso o material culturalmente político no se determina como tal,
solo por la mismísima relación con la política o el fenómeno político irremediablemente:
[Una] definición de la cultura política a partir del carácter político de sus referentes o sus
enunciadores [la cual] es operativa para el estudio de ciertos fenómenos [aunque] puede
ser un criterio práctico para la definición de un corpus de investigación [lo logra] solo a
condición de tener presente que encierra una seria insuficiencia. En efecto, lo político no
es un atributo natural de ciertos enunciadores o temas, la definición de lo que es y de lo
que no es político en la sociedad en un momento dado, es producto de los conflictos por
la hegemonía entre los diferentes sectores sociales. Lo que reconocemos como cambio
politicón no es un hecho dado, sino un producto, la frontera entre lo político y lo no
político es histórica y cambiante según sean los distintos regímenes políticos y sus
principios de legitimidad (Landi, 1989, p. 14).
El hecho que un discurso no se detente y perciba desde una actor o fenómeno gubernamental,
no implica necesariamente que no sea político; la circunscripción del mismo no depende de que
el emisor, ni de que el contenido mismo del mensaje, cualesquiera que sea, resulte de un ente,
institución o organismo político; un discurso puede y es político en la medida que la pragmática
lingüística así lo logre estimar, las formas y variedades en los discursos políticos o no políticos,
son dependientes de una amalgama compleja y relacional, en donde la constitución histórica
resulta trascendental, pues como fenómeno mudable y/o inestable, esta reproduce y/o elimina
maneras de entender los contenidos o materiales culturalmente políticos; Landi preguntándose
por el fenómeno de lo político de una cultura cualesquiera llega a una amplitud notable.
Con dicha tesis, asistimos a "[…] la ampliación del caudal semiótico que puede conformar una
cultura política" (1989, p. 15) sin caer en lo que Landi mismo reconoce como un exacerbado
existencialismo político, en donde todo acto resulta político; esta asunción excesiva del
fenómeno político resulta, más bien, definible en reglas sobre las concepciones políticas, los
cuales son elementos en constante disputa; la resolución de dicha disputa es de dónde se pueden

113
establecer relaciones y nociones concretas sobre lo político y lo no político; el Estado es, quizá,
el actor más determinante con respecto al establecimiento de dichas reglas, así:
[…] hay que distinguir todo el potencial de significaciones que pueden formar parte de
una cultura política y las que efectivamente de manera más reducida, la forman en un
momento dado. No todo material cultural se convierte en ingrediente de cultura política.
En efecto, la constructividad y dinámica del espacio político muestra cambiantes
relaciones y fronteras entre la política y la cultura en un sentido amplio. (1989, p. 16)
Amplitud que se da determinada por constantes disputas; en donde lo que vemos es cómo las
sociedades, construyen una especie de ecología cultural. Y es dicha ecología la que se encargará
de determinar, asegurar y distribuir en una dinámica de relaciones disputadas reñidas
históricamente, las formas y/o maneras de entender lo político. Como dinámica cambiante y de
transformación persistente, esta se trasfiere y potencia en algunos momentos, más que en otros;
así, para Landi (1989) el fenómeno de lo político se puede agrupar por las sociedades en
posiciones que son "relativamente cambiantes, [que también] pueden ser residuales, arcaicas,
emergentes, dominantes, hegemónicas, relacionales" (p. 19).
La cultura política, por la tanto, se agrupa en discursos y elementos que varían o se aglutinan
alrededor de lo que la ecología cultural de la determinada sociedad prescriba como
culturalmente político; la clave, por lo tanto estaría en poder determinar la respuesta a preguntas
tales como, ¿cómo funciona y a qué elementos nuestra ecología cultural da especial interés y/o
tratamiento? es precisamente poder determinar con la mayor claridad posible: lo culturalmente
político de nuestra sociedad.
Dicha idea es fundamental, pues prueba que las relaciones políticas no constituyen una
amalgama radical, ni su desarrollo siempre es perpetuo; es su variabilidad el hecho fundante y
característico por excelencia, la predestinación social de una sociedad para cambiar las
relaciones y las formas de practicar la política, no resultan ni procedentes ni sostenibles, estas
se caen por su propio peso. Así que, poner el acento en entender que lo culturalmente político,
no es nunca directamente proporcional a la política, especialmente a la política como ejercicio
gubernamental o institucional, presenta de nuevo la ruptura esencial entre la Política y lo
Político: la que anteriormente habíamos reseñado con Herrera (2005) en su definición definitiva
de cultura política, pero que aquí y ahora se aborda en una perspectiva ampliada desde Landi.
Y es que Landi no se quedará aquí, sino que propondrá una relación más penetrante al objetivar
la constitución de los sujetos políticos en un relación y orden de carácter ontológico
problemático; para Landi es reconocible como el subjectum moderno, que es el individuo en
114
tanto sujeto como ser, en permanente presencia, como Hypokéimenon67, como hombre existente
"[…] concebido como lo que reposa en si mismo, autosuficiente, sostén de sus propias
variedades. El yo [como] subjectum moderno" (1989, p. 20). admite entender la constitución
del sujeto político como base y sustento de todas las cosas, lo que no puede suponer algo
anterior o superior a él mismo, siendo imposible constituir algo que ya ha sido constituido,
sencillamente; la ecología política (que son los conflictos políticos originarios) estarían
superados o resueltos, estarían como dijimos constituidos, establecidos, fundados y cualquiera
otro sinónimo que suponga su existencia, sería más bien como lo plantea Landi aquí:
De este modo, el proceso político, en un sentido estricto, no sería productivo, no generaría
nada sustancialmente nuevo. Los acontecimientos políticos serían formas de expresión (o
encubrimiento) de algo preexistente, replegado y originario que otorgaría al individuo,
los sectores sociales o determinadas instituciones el carácter de sujetos (1989, 20).
Este alcance del individuo como subjectum político debe ser replanteado; que es necesario hacer
una depuración ontológica, al estilo de Heidegger; será con la depuración ontológica que se
descentre al sujeto y se potencien los análisis sobre la relación del conflicto político, y cobre
relevancia así la construcción propia una cultura política68.
Un sujeto político completo, dado y existente como tal, imposibilitaría una reflexión sobre el
carácter modelador de la cultura política, y es qué revitalizar ese carácter constructor y
determinante de todos los procesos y conflictos políticos que se dan en la sociedad, es el
objetivo que se busca desentrañar para identificar el carácter de la cultura política en cuestión.
El descentramiento del sujeto, advierte Landi, repercute en un nuevo ensanchamiento que lleva
la reflexión de la cultura política a límites inadvertidos hasta el momento, porque ahora la
pregunta por la constitución del sujeto político remite a los procesos y conflictos histórico
políticos, los cuales aparecen mediados y atravesados por el lenguaje como campo simbólico y
semiológico por excelencia.
Pero, sobre esos también recae un problema que se puede resumir así: ¿hasta que grado o en
que medida el lenguaje cómo construcción lingüística con agregados semióticos persistentes,
perpetuos y cada vez mayores, puede suponer de una base y subjectum absoluto, cuando

67
"En el latín la palabra griega Hypokeimenon se tradujo como subjectum, que etimológicamente significa: lo arrojado a la
base, lo sub-puesto; y ontológicamente, aquello en lo que reposan y se fundan las propiedades de las cosas." (Landi, 1989, p.
19).
68
"La utilización de la noción de sujeto puede trasladar al lenguaje político este supuesto ontológico,
convirtiéndose en un obstáculo para el análisis. En efecto, si explícita o implícitamente nos manejamos con el
supuesto de que los individuos o las clases sociales tienen el carácter de subjectum, el conflicto político no puede
ser considerado sino como un medio, a través del cual, se despliegan o se bloquean las manifestaciones de los
atributos esenciales de los actores políticos en estudio" (Landi, 1989, p. 20).
115
aparecen vacilaciones, ambigüedades brechas de sentido o de silencios? Esta idea deduce un
dilema, el lenguaje también es una construcción histórica y sus significados están determinados
por momentos y contingencias singulares que les resulta imposible absolutizar para la práctica
y la acción política, la política es una práctica trasformadora y convulsionada; es, como insiste
Landi, acosada por las contingencias. En este sentido, el lenguaje como la mismísima
construcción subjectum de la política y la cultura, en el discurso y la comunicación no pueden
llegar a sustituir el ejercicio político mismo, en palabras de Landi (1989) esto lleva a "[…]
Reducir la política y sus reglas del discurso o las culturas políticas [a la negación de] la
especificidad del campo político y la primacía de la acción" (p. 21); en otras las palabras, el
lenguaje mismo aún es insuficiente.
Para ilustrarlo, Landi nos presenta la relación efectiva entre lo que podría ser el desarrollo y
consolidación de lo que él denomina una 'cultura de la especulación', en donde este último se
convierte y adquiere la primacía representativa en el juego y las reglas de desempeño del
mercado bursátil, desconociendo así que son las mismas prácticas y tensiones económicas las
que, en un principio, estructuraron y promovieron un aparataje y accionar económico que, con
el tiempo y la tradición decanto en la precisa: -cultura de la especulación-. Para el caso de la
cultura política, también su esencia conflictiva arraigada en la práctica o el accionar de lo
Político supondría de una reducción, referenciación, ligazón y desconocimiento; en la Política,
como cultura política propiamente dicha, vendría a ser el equivalente de la cultura de la
especulación en el ejemplo mencionado.
Así las cosas, para Landi resulta imperioso que se desconecte la aparente simetría entre los
conceptos de lo real y la realidad, pues estaríamos asistiendo a una homogeneización y
legitimización de las relaciones que se requieren depurar ontológicamente; esa dimensión que
solemos denominar como la realidad, se construye a partir de la consolidación de una
hegemonía política condicionada por la subjetividad, a través de un lenguaje semióticamente
coherente y presumiblemente cierto; sin embargo, esa condición es ficticia o imaginaria, pues
esta no puede asegurar la presencia y existencia objetiva de realidades inmutables y esenciales;
es decir, Totales. El lenguaje aquí, si bien es parte constitutiva y elemental de la realidad, bajo
la revisión ontológica resulta insuficiente y problemática por constitución. Cuando del terreno
de la significación se desplaza al de lo esencial, que es la dimensión de lo real69. Así, el lenguaje

69
"(...) la distinción entre la 'realidad' -siempre definida con la intervención de la subjetividad- y lo 'real', como
aquello que les es imposible al lenguaje, como ese plus no verbalizable, no inscribible en el orden simbólico. Lo
real no se refiere a zonas de la realidad que aún no conocemos, no se disuelve con el progreso del conocimiento
(...). Estemos donde estemos en el desarrollo del conocimiento, lo real opera pues la posicionalidad del hombre en
116
se convierte una forma legitimada de entender las relaciones lingüísticas y semióticas, extraídas
del verdadero subjectum; las prácticas o acciones políticas, sociales y culturales.
Lo real, por su parte representa una dimensión más profunda y compleja, pues deduce la
condición ontológica del lenguaje y del hombre mismo; esa dimensión o instancia supera y deja
en una paradoja insuperable a las posibilidades semióticas del lenguaje por su pretensión de
igualar lo real, a una singular realidad inmutable, ininteligible y; sin embargo, cierta, pero que
en el plano de lo real es inexistente, imposible de dimensionar por insondable y, al final,
verdaderamente sobrecogedora. Las palabreas de Landi (1989) a este respecto son:
Este enfoque nos enfrenta a la ambigüedad del lenguaje: es constituyente de la realidad,
pero esta limitado frente a lo real, no tenemos garantías de sentido en códigos mayores
que se remitan unos a otros. El sentido no es una fisura de un sentido previo, sino
precisamente el punto de partida: lo que amenaza al sentido de un discurso no proviene
solo del plano interdiscursivo (otro discurso), sino, más profundamente, deriva del
hecho de que la palabra se constituye respecto del no-sentido y se ve amenazada siempre
por la irrupción de lo real. El limite, la sorpresa, la dimensión existencial con su
ambigüedades y paradojas remplaza, entonces, a las certezas que derivan de imaginarias
garantías semióticas (p. 22).
Esta precisa dinámica que, hasta el momento Landi buscaba identificar como subjectum en el
lenguaje, adquiere más complejidad cuando intenta simbolizar una práctica que resulta
especialmente esquiva, como lo es la política, esta entendida como una labor productiva. Sera
Landi, quién identifique en la política una particularidad comparativa que se escapa a una
realización semiótica completa, a pesar de que su propensión estuvo ligada al lenguaje. En la
dinámica política, a pesar de la existencia de "[…] esa labor productiva, [es una] creación que
se resiste a ser capturada por las seguridades tecnocráticas, las previsiones doctrinarias o la
confianza en destinos que hacen de la realización final de los objetivos solo una cuestión de
tiempo" (Landi, 1989, p. 22), proveyendo así un inadvertido abordaje en la reflexión de la
Cultura Política.
En resumen, y a partir de la ambigüedad del concepto de la cultura política, Landi programa un
desarrollo teórico y metodológico para acercarse a la noción de cultura política, en una
dimensión genética imposible de inadvertir aquí. Debemos y tenemos que asegurar que el
acercamiento al fenómeno cultural político, entienda su realidad anterior, lo real de la política;

finita y descentrada, el plus que excede al lenguaje es ontológico, es dimensión constitutiva de la existencia
humana. " (Landi, 1989, p. 22).
117
es decir, Lo Político de la Política. Es sólo bajo este fenómeno que superamos el supuesto
atolladero de verterse por una postura tanto positiva con Almond y Verba, o negativa con el
teorema de imposibilidad.
Aquí el asunto se traslada a un entendimiento que, desde el ejercicio histórico, particularice y
desarrolle los procesos métodos, formas y recorridos que una especial o singular cultura política
ha desarrollado, una mirada que primero no puede ser vertical, pero y a la vez, tampoco
excesivamente horizontal, clasificatoria al tímido estilo de la teoría cultural, esta pretensión de
universalidad de la postura culturalista es el principal punto débil que desde Landi podemos
extraer, pues la cultura política no se reduce a 5 culturas políticas concretas. Lo Político, que es
el subjectum de la política, nos aboca a hacer un estudio de los procesos de Socialización
Cultural de lo político. La puntualización necesaria de esta noción será el trabajo del próximo
apartado; este será nuestro marco teórico, analizando la noción de la política y lo político.
Pero, antes mostraremos las líneas de análisis que se cruzan con la historia cultural de lo
político e ilustremos el recorrido hasta aquí detallado en unos esquemas que permitan ver la
decantación en el problema ontológico con Somers y Landi para la construcción teórica de la
Socialización Cultural de lo Político.
4. 7. Historia Cultural de la Política o lo Político
En este apartado queremos hacer un llamado de atención especial, a los trabajos que reconocen
la estructura, desarrollo y unión de la historiografía contemporánea con el campo de la cultura
política, denominada como Historia Cultural de lo Político(a); expondremos a partir del trabajo
de la profesora Adriana Rodríguez Franco (2017), la relación que desarrollan los estudios
históricos en relación con la cultura política, y los posibles encuentros y desencuentros que
tiene esta formación teórica sobre la categoría Socialización cultural de lo político.
Reconocer que cualquier fenómeno cultural político o cultural y político, requiere o necesita
de acercamientos históricos, ha sido una dinámica consecuente y reiterativa en lo expuesto hasta
aquí, hemos asegurado que las posibilidades de interpretación dentro y por el ejercicio histórico
son necesarias, tanto que en las diferentes apuestas al interior del campo de la cultura política,
éstas han esbozado y configurado de profusa manera el mismo, así, un desarrollo de las uniones
del mismo, se estructuraran en lo que la profesora Adriana Rodríguez (2017), expone en su
trabajo "Reflexiones sobre el concepto cultura política y la investigación histórica de la
democracia en América Latina." como: Historia Cultural de la Política, la aparición del termino
se da en esencia, de nuevo, por lo que ha sido el necesario desarrollo de la cultura Política, su
anatomía diversa y de difícil unidad, ha propiciado que los fenómenos sociales, y aquí,
118
precisamente los históricos, vean en la misma posibilidades de análisis que han motivado un
acercamiento y unión al mismo.
El contexto genético de ambos proyectos científicos se vio imbricado a una aparición coetánea.
Hemos revisado el surgimiento de la cultura política desde la tradición norteamericana y lo que
hemos denominado la visión Verbiana70, en la década del 1960, así como su posterior
desarrollo; sin embargo, aquí nos direccionamos a rescatar el desarrollo de la historiografía,
para con la cultura política, el cual apuntamos desde el doctor Jorge de Hoyos Puente, quien
asevera que:
La historia cultural de la política nació́ fruto de la creciente insatisfacción por las
explicaciones mecanicistas de una parte de la historia social. Esto hecho generó la
búsqueda de otros elementos de análisis y de nuevas formas de interpretación de la
historia. Nuevos modos de mirar, nuevas categorías discursivas y también nuevas
cuestiones que inciden en la construcción de un marco diferente, que pretendió cubrir
algunas de las carencias e insatisfacciones generadas por los anteriores modelos
interpretativos (2014, p. 2)
Lo que se reconoció como la crisis de la historia social significó una apertura en el marco de
los estudios históricos que, interpelados por una realidad cada vez más cambiante en el contexto
de un paradigma moderno fallido, en la década del 60, se ratificó en procura de los estudios de
historia social; corriente de pensamiento histórico que es la base científica sobre la que se
sustenta la aparición de la Historia cultural de la política. En este desarrollo, el interés que
adquiere esta nueva propuesta epistemológica, sugiere nuevas formas de entender los
fenómenos sociales; y será con Edward P. Thompson que se construya una base del desarrollo
en la revitalización de los proyectos marxistas y el pensamiento de izquierda; "[…] Thompson
elaboró una conceptualización que va más allá del materialismo histórico, reformulando
conceptos como “clase social" (2014, p. 3). Y sobre los cuales luego con la escuela de los
Annales en su interés por los estudios de las mentalidades recobran aspectos que abrirán el
abanico de la investigación histórica, la cual va a suponer de marcos de análisis más sugestivos
y que al final procuraran entender a la historia cultural de la política, en un desarrollo que:

70
El trabajo de la profesora Adriana Rodríguez en el artículo: "Reflexiones sobre el concepto cultura política y la
investigación histórica de la democracia en América Latina." reseña de interesantísima manera el nacimiento de
la Cultura Política como dinámica científica, así como el desarrollo de las relaciones que motivaron y proyectaron
al termino de la variedad y anatomía que posee, especialmente ligado el fenómeno como nacimiento en los estudios
de ciencia política, y su desplazamiento y revitalización con el arrastre a los desarrollos culturales en la década de
los ochenta.
119
parte precisamente de la necesidad de buscar explicaciones a las motivaciones que
llevan a los individuos a la participación política en un determinado grupo, a conocer
las claves acerca de su organización interna, sus mecanismos de sociabilidad, su
formación, evolución e identidad. La preocupación por el papel del lenguaje ha
producido importantes cambios de los que se ha beneficiado la historiografía. La toma
de conciencia en torno a la construcción social de la realidad y a la importancia de los
discursos en la formación de los imaginarios, que articulan las culturas políticas, nos ha
permitido avanzar en el estudio de las disputas sociales. El estudio de lo simbólico,
como elemento constitutivo de las culturas ya fue defendido por Clifford Geertz, sin
renunciar también al estudio de lo material. El resultado de estos cambios de paradigma
produce lo que Roger Chartier denominó el salto de la “historia social de la cultura a la
historia cultural de lo social” (De Hoyos, 2014, p. 4)
Así, la historia cultural de lo político, tendrá su configuración en la juntura con lo político que,
en los intereses del profesor Jorge de Hoyos, se recogen en la experiencia del exilio. Para ello,
el profesor procede a definir 3 categorías, a saber: Imaginarios, Identidad y Cultura Política.
Sobre este último, nos parece notable anotar cómo la historiografía abarcó la experiencia
historiográfica alrededor y, para este caso, de los fenómenos identitarios con base imaginaria,
proceso que al final modifican la cultura política. La unión de cultura política e Historia
representa una oportunidad para analizar el impacto en la cultura política sobre la base y
experiencia del exilio.
Para el profesor de Hoyos, el objetivo de su trabajo se resume cuando pone de relieve que las
culturas políticas crecen y se definen a través de una determinada sociabilidad, de compartir
espacios, ritos y símbolos, construir marcos de certezas, discursos de legitimación; pero
también de demonización. En definitiva, la propuesta epistemológica transita desde el estudio
de los imaginarios hasta las culturas políticas, partiendo de la percepción que es desde los
imaginarios, lugar donde se construyen y articulan las identidades, y sin las cuales difícilmente
podemos comprender muchos de los elementos centrales que configuran las culturas políticas
que, en ocasiones, trascienden a movimientos sociales. En ese sentido, resulta imprescindible
plantearse cómo afecta la experiencia del exilio al desarrollo de las culturas políticas.
Sobre este propósito, nos parece notable resaltar el carácter que le brindan a la cultura política
como un elemento que amplía las relaciones con respecto a la cultura, aún cuando queda muy
insuficientemente expuesto el qué y qué implica la historia cultural de la política, por eso nos
remitiremos a reseñar a la profesora Adriana Rodríguez (2017), con quien, identificamos lo que
120
han sido las posibilidades y dificultades de la Historia Cultural de lo Político y para quien las
relaciones que construye la historiografía con respecto a la cultura política son asumidas en un
relación en donde la cultura política es un concepto histórico, interpretativo-hermenéutico, y la
afiliación y apertura que recibirá el concepto se dará en el acento que se le brinda al pensar la
política desde lo político; fenómeno que pone al factor de la política en un relación más social
y con posibilidades superlativas sobre el desarrollo de la investigación histórico - política.
El proceso se consolidará sólo a principios de los ochenta, cuando con el giro cultural se
dinamice el entendimiento sobre lo cultural en la cultura política, modificando la tradicional
historia social. Así, y desde el giro historiográfico, la profesora Rodríguez dirá que "[…] Para
los seguidores de dicho giro culturalista, la historia social había demostrado su incapacidad para
entender la cultura como algo más «fragmentado y procesual», y no como una realidad
«unificada y sustantiva»" (2017, p. 218).
El giro historiográfico, reseña la profesora Adriana desde François Sirinelli, si bien es
significativo, no representa una ruptura tangencial con la práctica histórica tradicional, aunque
sí representa una visión renovada sobre la forma de entender lo político, que esencialmente se
desenvuelve en dos grandes posturas: la cultura política y las representaciones (mentalidades),
las cuales para Sirinelli con Rodríguez serían: "[...] una «alquimia compleja» entre la política y
la cultura, a la vez que las representaciones se constituyen en el conjunto de creencias y valores
que conforman esa cultura política" (2017, p. 219); fenómeno que ya trazaba una digresión y
profusión sobre las formas de acercarse al fenómeno histórico cultural de lo político71.
Sin embargo, Miguel Ángel Cabrera clasifica en tres grandes tendencias el desarrollo de la
práctica histórica con relación a la cultura política, cada una con factores de definición de lo
político cultural sustantivamente divergentes entre si, dinámica que además consolida y ubica
las relaciones y objetos de estudio de cada tendencia, en palabras de la historiadora Adriana
Rodríguez, desde Miguel Ángel Cabrera:
En primera instancia, se puede reconocer una tendencia concebida por los historiadores
políticos, quienes anhelaban renovar la historia de lo político a través de un concepto
explicativo más amplio que el de «ideología política»; [...] Se trata de una teoría de la
acción humana, razón por la cual su concepción sobre la cultura política está más cercana

71
Téngase muy presente que para la profesora Gabriela el termino que concibe y desarrolla la dinámica es el de lo
político, antes que el de la política, este sustrato será fundamental para la amplitud de las formas de referirse al
desarrollo científico en la historia política.
121
a la construida por la ciencia política: «una esfera cultural, compuesta de valores,
creencias y actitudes que son compartidos por los miembros de un grupo humano».
La segunda tradición fue impulsada por los historiadores culturales de la política, para
quienes la cultura es una «variable histórica específica en la explicación de la identidad
y la práctica políticas», lo que la convierte en un elemento central de la investigación
histórica. El concepto cultura política se convirtió en el más adecuado para dar cuenta
del ámbito de la cultura y cómo esta influye en las «motivaciones, intenciones y objetivos
que mueven los actores políticos»; precisamente, es la esfera cultural la que posibilita
que los sujetos sociales se constituyan en sujetos políticos [...].
En tercer lugar, Cabrera destaca la presencia de una teoría que asume la cultura política
como discurso. Este, entendido como «el espacio de enunciación de las identidades y los
intereses y el que establecer las condiciones de posibilidad de la acción», se diferencia
de la noción «ideas políticas». [...] En este caso, la cultura política –como entidad
discursiva y otorgadora de sentido– se considera un «factor causal» y una «variable
explicativa» fundamental de la racionalidad, las motivaciones, las expectativas, las
acciones y los conflictos políticos de los actores, razón por la cual merece toda la atención
de los historiadores. (2017, pp. 220 y 221)
Sobre esta base clasificatoria para entender la cultura política en el acervo y práctica histórica,
las últimas dos han tenido una especial acogida en la renovación historiográfica, el carácter
central de la cultura y el papel interpretativo, antes que explicativo, de estas dos tradiciones ha
pensado la relación en novedosas formas de entender lo político, desde la fuerza cultural de las
últimas dos se ha implicado el re-pensar el mundo de los sujetos y las comunidades, así como
el papel que ha detentado la cultura para hacer objetivable los discursos, en un orden
sustancialmente semiótico, esta dinámica simbólica es muy propicia para traspasar las fronteras
politológicas de lo cultural. El debate principal es "la búsqueda de un camino intermedio entre
las limitaciones de la acción de los individuos y la concepción de «lo social»" (2017, p. 225).
De igual manera, se sustenta como la inserción de la categoría cultura política, no ha sido en
muchos casos beneficiosa, su utilización indiscriminada, y de muy difícil de determinación ha
generado una vaguedad en el uso, lo que ha resultado en un uso esencialmente descriptivo de
los fenómenos que prende explicar, este uso descriptivo, resulta en una falta de rigurosidad y
se convierte en un concepto paraguas, que sostiene y anuda un sinnúmero de fenómenos, pero
que al final no logra precisar de significativa manera, así, las críticas a la necesidad de la cultura
en la historiografía apuntan principalmente a la falta de innovación explicativa en los
122
desarrollos históricos que pretende analizar. En dichas posturas negativas para con la Historia
Cultural de lo Político, serán significativos los nombres, Ronald P. Formisano y Alan Knight,
quienes critican de sistemática manera las posibilidades explicativas de este tipo de
investigación histórica, este último apuntara desde la profesora Adriana entre otras:
[...] la cultura política goza de mayor claridad conceptual en la visión politológica,
mientras que la pretensión de la historia de recoger en un solo concepto aspectos como
las actitudes subyacentes, la conducta concreta, y el marco dentro del cual se da tal
comportamiento, aunque sea «semánticamente válida», le confieren un carácter
nebuloso. (2017, p. 227).
Así, las dificultades en el uso histórico cultural de lo político, concluye la profesora Adriana,
se hace necesario o imperioso reconocer la ampliación temática de la investigación histórica,
aun cuando se esté en dinámicas muy descriptivas72, y la indeterminación siga siendo
abrumante. lo que resulta inevitable es reconocer el impacto de la cultura política en la
investigación histórica y la forma en que contribuyó a abrir nuevos rumbos de indagación para
la historia política desde el enfoque cultural, aunque esto le haya representado ver reducida su
«consistencia» teórica para adaptarse a los requerimientos pragmáticos de la investigación
histórica (Rodríguez, 2017, p. 228).
Como bien, el objetivo de la profesora Adriana era revisar las posibilidades que tendría la
utilización de la historia cultura de lo político en el desarrollo y práctica de la democracia
latinoamericana, su artículo revisa y examina directamente después, las diferentes posibilidades
y maneras en que la política en enmarco democrático ha servido para un análisis más profundo
de la democracia latinoamericana, una corriente cada vez más ampliamente debatida, así como
asegurada y aceptada. Sin embargo para los objetivos de la presente investigación apuntamos
como existe una ilación nominal de la Historia Cultural de lo Político, con la Socialización
Cultural de lo Político, que resulta ser coincidencial, pues nos aseguramos como el tratamiento
de la cultura política en nuestro trabajo es categoría nodal, fundacional, en esencia objetivo;
vamos desde la Cultura política como campo a desarrollar un constructo teórico que asegure
los materiales culturales de la cultura y los elementos políticos de la Política, dinámica que
amplia de sobre manera el entendimiento de lo cultural y lo político a la sobre-entendida unión

72
"[...] Es aún más contundente al señalar que la cultura política, en el mejor de los casos, tiene un carácter
descriptivo, pero que generalmente podría considerársele como una especie de «taquigrafía», en la que «la
tendencia a comportarse» de un grupo de formas autoritarias, democráticas, corruptas o violentas se abrevia
declarando que ese grupo tiene «una cultura política» autoritaria, democrática, corrupta o violenta. De hecho, para
Knight «esta taquigrafía puede ser inofensiva e incluso útil en algunas oportunidades», ya que la ‘cultura política’
no puede hacer mucho daño mientras se la use en forma puramente descriptiva»" (Rodriguez, 2017, p. 227).
123
de la cultura política. Mientras que la Historia Cultural de lo Polític@73 desconoce la amplitud
de lo esencialmente político, y deja muy indeterminado lo cultural, esto más que evidente al no
presentar una diferenciación entre los dos trabajos reseñados, quienes hablan de lo mismo y se
refieren al concepto como historia cultural de la política o lo político, sin el más mínimo reparo.
Diferente resulta para la historia cultural de la Polítc@ que ubica como fenómeno central a la
práctica histórica la cual ésta, o subsume para los fines históricos un acercamiento a prácticas
de la política o lo político. De hecho, se describe el giro historiográfico como la inclusión de la
categoría cultura política en la historia social, el objetivo sobresaliente de la historia cultural ve
en la cultura más un armazón teórico novedoso, pero no sugestivamente central, de hecho, a
este sentido se le puede dar razón cuando se criticaba que la Historia Cultural de lo Polític@
utiliza a la cultura política como un concepto paraguas, en el cual, los entendimientos están
sumamente ligados a un ejercicio descriptivo. Sólo en una dinámica centrada o vista, como
historia cultural política, muy inscrita en el entendimiento y visión politológica, podría darse
firmeza analítica al análisis histórico, y nos parece que hemos sido bastante insistente en lo
inapropiado que resulta para un acercamiento justo a nuestros contextos pensar ahora desde la
práctica histórica, corsés para objetivar el tipo de cultura política que no logramos concretar en
los andamiajes democráticos.
La descripción como elemento necesario en la práctica investigativa histórica, si bien tiene
bondades y es muy necesario en el acercamiento a los fenómenos culturales políticos, se
distancia transcendentalmente de nuestro objetivo; La Socialización Cultural de lo político, la
pensamos y preferimos como un constructo analítico, en donde se asegure para la Socialización
Cultural de lo Político, una intención especialmente analítica en la interpretación, un constructo
que principalmente nota la forma reducida de entender lo político así como lo cultural, lo cual
se potencia por su ligue al contexto de desarrollo histórico colombiano.
Sobre este último elemento es que encontramos posibilidades de unión o relación significativas,
éstas se pueden desarrollar al ver en la historia los hechos que confirmarían y rastrearían los
prototipos que consolidan o dieron contorno a prácticas y fenómenos sostenidos por tradición,
dinámicas que en ese largo e insuperable hecho de la socialización, asocian momentos, lugares
y construcciones políticas culturales, al revisar las dinámicas performativas de lo político,
proponemos desde la historia el sustento básico y material sobre el que hacer objetivable y útil
la noción, así la historia adquiere una relevancia que no podíamos dejar de mencionar ni tratar,

73
Que pongamos el símbolo @ al final de la Historia cultural de lo Polític@, refleja la indeterminación y ligereza
con se asume la política y lo político.
124
aunque en la cercanía con la historia cultural de lo política@ tenemos reservas, sí es probable
que en desarrollo ulteriores tengamos uniones desprevenidas con el mismo, y que por el
momento dejamos solamente enunciadas, y es que será sobre la práctica y desarrollo de historia
colombiana que haremos una tratamiento a lo que es un tema ampliamente trabajado, y que
desde la Socialización Cultural de lo Político, nos proponemos revitalizar o administrar.
4. 8. Unos esquemas necesarios
Para el establecimiento de una analogía ilustrativa sobre el desarrollo conceptual de lo esbozado
como estructura dinámica en la propuesta de la categoría de Cultura Política, nos planteamos
en este ilustrado apartado graficas, generales y algunas singulares, que permitan entender el
marco en que nace la Socialización Cultural de lo Político, para este ejercicio nos sustentamos
en los diversos proyectos teóricos que recogimos y especialmente nos apalancamos en el trabajo
paradigmático del profesor Inglés Stephen Hawking, (Hawking, 1988,) de este sugestivo
trabajo recogemos lo que consideramos son posibilidades ilustrativas sustanciales para entender
el desarrollo de las nociones de campo, específicamente el de la Cultura Política y la
Comunicación/Educación en una simbiosis propositiva y genealógica con las Ciencias Sociales.
Gráfica 5. estructura general del campo Cultura Política por visiones.

Visión
Antropológica
Visión – Simbólica.
Cognitiva -
Visión de Conductual
Sentido Común.
Fuente: Construcción propia.
Esta gráfica ilustra lo que se constituye la forma general de entender el desarrollo de la Cultura
Política, la cual tiene un fuerte desarrollo teleológico, de amplitud asegurada en el desarrollo
temporal del mismo, cada visión ilustra las tres grandes facetas por las que el campo de la
cultura política se ha difundido, en donde solo se asigna un valor cuantifico superior a las
ultimas por su carácter marcadamente oficial a la temática de la cultura Política, la visión de
sentido común recoge un gran acervo y desarrollo en el pensamiento que aunque nominalmente
puede ser entendido como difuso, imbuye de diversas formas de la Cultura Política, y es
material directo en la fundación del tema como campo.
Gráfica 6. Polaridades imposibilitantés del campo en desarrollo tradicional.

125
Fuente: Construcción propia.
Las visiones llevadas a sus extremos demuestran una incapacidad para contener y explicar de
manera total los fenómenos de la Cultura política, repasábamos como las críticas por
determinista y eurocéntricas al fenómeno anglosajón abrían el campo para una revalorización
de la cultura, pero una revisión en sentido culturalista, implicaba también un cerco y/o
limitación a las formas de entender la cultura política como dimensiones estrictas, que
restringían a 5 posibles culturas políticas, ésta línea de desarrollo a la luz del gráfico sostendrían
un circulo al pujar en direcciones contrarias, una circularidad que se vuelve un problema
endémico pues inmoviliza, sí no se sustrae que el campo posee posibilidades de apertura tanto
a proyectos no necesariamente democráticos en culturas políticas: parroquiales, de súbdito,
participativos, fatalistas, colectivistas, individualistas y/o autónomos, aún cuando en los últimos
no pretendan o propicien un proyecto concreto de sociedad.
Gráfica 7. El escenario de lo Político y lo Cultural.

Fuente: Construcción propia.

126
El campo de la cultura política como un circulo (esfera) hermético, en donde se activan
relaciones y tensiones entre, agentes, instituciones reglamentadas y capitales, reconoce las
dificultades para renovar los entendimientos reduccionistas en que se piensa. El hecho de que
esta se subsume por un espacio anterior a los elementos y discursos que delimitan el campo de
lo político, un escenario que concibe lo cultural y lo político como dinámicas superiores y en
constante expansión, aun cuando no se legitimen algunos elementos como ejercicio de la cultura
política, los limites difusos de lo político y lo cultural son los lugares desde donde se puede
renovar el entendimiento sobre la Cultura Política. Limites difusos y en constante expansión
argumentados y comprendidos en una dinámica comparativa si los entroncamos en los
desarrollos sobre el espacio y el tiempo de Hawking, el cual describe la percepción del espacio,
como algo fijo y estático es imposible desde los descubrimientos modernos de la física
general74, estas disertaciones sobre la Cuarta dimensión nos sirven para ilustrar el desarrollo y
expansión de los campos, el cual debe reconocer un desarrollo igualmente temporal, en este
sentido proponemos que cuando abordamos el campo de la cultura política, se piensa como un
lugar reducido y determinado en comparación con el espacio de lo cultural y lo político.
Gráfica 8. Historia cultural de l@ polític@.

Fuente: Construcción propia.

74
La teoría de la relatividad nos fuerza, por el contrario, a cambiar nuestros conceptos de espacio y tiempo.
Debemos aceptar que el tiempo no está completamente separado e independiente del espacio, sino que por el
contrario se combina con él para formar un objeto llamado espacio- tiempo. (Hawking, 1988, p. 26)
127
Son tres las grandes tradiciones teóricas que definen y/o constituyen el núcleo sustantivo de
desarrollo de la Historia cultural de lo Político, en donde dos de las mismas en cuestión; tienen
un núcleo teórico con basamento en la especialidad cultural de la visión de cultura política: la
antropológica - simbólica, y la otra restante, asume concreción directa con la visión politológica
de la cultura política. Pero él enmarco global del concepto, noción o categoría, es su fundamento
en la disciplina histórica y, reflexión historiográfica, en donde se pueden encontrar los intereses
por renovar los entendimiento históricos desde la Cultura Política, resaltamos en líneas
anteriores, como el impacto mas importante de esta categoría resultaba ser que el uso o manejo
de la cultura política ligada y pensada de manera utilitaria para o por la investigación histórica,
advertíamos como es la disciplina histórica, la que busca renovar y revitalizar el escenario y
objeto de estudio de la historia social, dando protagonismo al elemento cultural, muy
desatendido en las tradicionales reflexiones de la historia social, de ahí lo que vendrá a
denominarse en los años 80 como el giro historiográfico; la creación y manejo de la historia
Cultural de l@ Polític@.
Gráfica 9. Armazón performativo de la Socialización Cultural de lo Político.

Fuente: Construcción propia.

128
En línea directa, el desarrollo de la Historia Cultural de l@ Polític@; La Socialización Cultural
de lo Político, reconoce una génesis ligada al núcleo sistemático y disciplinar de las Ciencias
Sociales, el cual se recoge en la característica y forma en que cada disciplina piensa la
socialización; factor que aumenta y democratiza un acceso disciplinar en integridad al
fenómeno de la Cultura Política. Si fuésemos por la temática fundamental de cada disciplina,
la cultura política seria un dialogo restringido a la disciplina antropológica y la política, sin
embargo, el carácter sociológico de la socialización amplia el caudal de relaciones disciplinares
que, incluso, el cuadro no especifica; la psicología es un caso paradigmático en este sentido.
Así, el núcleo de desarrollo de la cultura política, esta estructurado en una polisemia avasallante,
pues las diferentes propuestas, organizadas aquí alrededor de tres grandes visones, anudan
diversas dinámicas culturales y políticas en propósitos e intereses igualmente diversos, con esta
grafica, la Historia Cultural de l@ Polític@, transita o se traslada a ser una propuesta mas de
las diversas que conforman y complejizan el espacio de la cultura política, el cual defendimos
en reflexiones anteriores como un campo, el campo de la cultura política supone entonces el
marco de posibilidad para pensar la Socialización Cultural de lo Político, el cual tiene un
desarrollo y aparataje complejo, reuniendo a la socialización como la condición fundante y
unión disciplinar del canon de la ciencias sociales alrededor de la Cultura Política.
Gráfica 10. El espacio social de Pierre Bourdieu

Fuente: http://nvstendenciasarte.blogspot.com/2013/10/concepto-de-campo-bourdieu.html
129
Cuando se repasaba la constitución y estructura de los campos como categoría analítica y
teórica, en la delimitación del problema de investigación, el apoyo en o con Jorge Alberto
Huergo para la descripción y caracterización del campo de la Comunicación/Educación, se
alineaba con los aportes del sociólogo francés Pierre Bourdieu, este argumentaba que:
[...] un campo es una estructura de relaciones objetivas, que posee propiedades
específicas (cfr. Bourdieu, 1988). En un campo se pone en juego un capital que se torna
simbólico en la medida en que es oficialmente reconocido (legalizado y legitimado) y
que posee ciertos referentes (cfr. Bourdieu, 1990). Un campo es un ámbito de lucha; el
capital cultural esta distribuido inequitativamente entre los miembros de un campo.
Quienes detentan el capital fundamental en esa posesión el ejercicio de un poder
simbólico. Por eso, el campo se define aquello que esta en juego (enjeu: como lo puesto
en escena y como el objeto de la lucha). Quienes ejercen poder simbólico, se arrogan
derecho a producir significados y a validar reglas de juego y el valor de un objeto de
lucha (cfr. Bourdieu, 1991). Con la noción de campo nos referimos, además, a una
institución de cierto grado de clausura. La institución de un campo se vale de cierta
clausura de sentidos proveniente de las tradiciones residuales en su articulación con el
refuerzo de la clausura en un imaginario utópico regularmente cerrado del sueño
(Huergo, 2005, p. 47 y 48).
Referente teórico que se ilustra con el gráfico 10, el cual ubica una estructura cartesiana sobre
el espacio social y su distribución o estructura en el mismo, cada parte del espacio social
contiene y manifiesta órdenes discursivos y prácticos en la lucha y organización de los agentes,
sin embargo, cuando hablamos de un campo como el de la Cultura Política o la
Comunicación/Educación, se reconoce un orden especialmente abstracto, pues lo que se
organiza son lugares de representación académicos y teóricos, son órdenes discursivos que
luego se legitiman en la realidad, A pesar de esto, utilizamos o vemos muy viable pensar el
campo de la cultura política en un orden sustancialmente parecido. Si optamos por ubicar el
campo de la cultura política como constructo eminentemente teórico y académico, su ubicación
en el espacio es relativamente identificable, mas cuando hablamos del campo de lo cultural y
lo político, esta se vuelve una dinámica espacialmente y temporal casi que omnipresente, así
proponemos según la siguíente estructura un sentido del campo de la cultura política como un
desarrollo pensado en la Socialización Cultural de lo Político (véase grafica 11).
La cultura política como campo, y entendiéndola en la clásica visión politológica, puede
circunscribirse al círculo negro en fono azul con letras traslucidas, señalado en la gráfica 10,
130
como campo bajo el dominio de los académicos; "los profesores de educación superior", pero
como queremos hablar de lo cultural y lo político, traslademos el centro de gravedad a su justa
mediada, el punto 0º, la juntura de X y Y.
Gráfica 11. Concepción general del campo Cultural de lo Político.

Fuente: Construcción propia.


La cultura política pensada como campo, reconoce los elementos en pugna que luchan por
definir los sentidos y las prácticas de la misma, su legitimación constante es un proceso
singularmente expansivo en el espacio-tiempo del escenario social, cuando asociamos y
conjugamos el campo de lo cultural y lo político, vemos un desarrollo sistemático y turbulento
que recorre formas, prácticas, sentidos, discursos, ideas, proyectos, visones, paradigmas... los
cuales plasman y ven lo profundo y diverso del fenómeno, al proyectar de manera progresiva
relaciones, puntos y factores al fenómeno de lo cultural y lo político, el campo se expande y
crea relaciones nominativas, teóricas e hipótesis para asegurar el entendimiento de los
fenómenos, ésta expansión se da en un relación de 4 dimensiones, porqué es un proceso
creciente en tiempo y espacio, todos los campos se atienen a esta precisa dinámica.
¿Cómo y en qué sentido se dan estos procesos? Bueno, esta particularización nominativa, fue
la que pudimos rastrear al avanzar por la unión de dos conceptos disciplinares centrales, primero
hablando de una visión de sentido común, un elemento circunstancialmente propio en la
dificultad de la reflexión expansiva, pero que al final enmarca el desarrollo de lo cultural y lo

131
político, en una dinámica insuficiente. Esta reflexión se concretiza en la segunda mitad del siglo
pasado con las reflexiones norteamericanas de lo que se nominara como cultura política,
dinámica que apuntalara el primer acercamiento canónico sobre el fenómeno, y que servirá de
piso y eslabón directo para ampliar ésta visión excesivamente politológica, a conocimientos y
tratamientos en intenciones más culturales, sin embargo, cuando se relacionan estos dos puntos
pudimos rastrear las dificultades de ambas posturas por definir el tema, llegando a un cierre con
el concepto, ahora campo; por la diversidad y profusión de convenciones para examinar la
relación de dos grandes y amplios conceptos.
Sin embargo, también llegamos a entender que las posibilidades del campo no se restringen a
la práctica política sino que cuando se revisan a partir de relaciones más arqueológicas y
ontológicas de los conceptos, aparecen fenomenos como lo Cultural y lo Político, que anudan
una sinergia sobre lo que implica y refiere lo cultural político, la transversalidad y existencia
inevitable de estos fenómenos presenta diferentes líneas de fuga que se dibujan en el plano
superior del campo de la cultura política, se dan por la apertura procesual con las que cargan
las nociones, llevando el mundo de lo cultural y lo político a límites insospechados. Estamos
en palabras sencillas equiparando el mundo físico espaciotemporal, al mundo cultural-político
dentro de la reflexión científica como campo de tensiones y luchas en el sentido de Bourdieu.
Gracias a esa expansión del mundo cultural y político, es que podemos establecer y darle más
concreción al fenómeno de la socialización, como la materia que junta y asegura la
reproducción de una cultura política, y en este sentido, es que pensamos la Socialización
Cultural de lo Político, primero como uno de los hitos del desarrolló en el campo de la cultura
política por dentro y por fuera, es decir; como un constructo o noción para pensar los fenómenos
culturales y políticos de Colombia, y segundo, como la dinámica inevitable en la configuración
del campo. Esta indiscutible relación de lo cultural y lo político en proceso de evolución se
alinea con el espacio tiempo en expansión hacia el futuro y el pasado.
Así el punto de observación de este desarrollo, se alinearía con Hawking, cuando identifica
desde el presente la observación del recorrido de la luz solar y las estrellas, como un fenómeno
pasado, esto así por la distancia que preciso la luz en alcanzar nuestros ojos, una dinámica que
nos llevaría a ilustrar precisamente que la forma de expansión del campo de lo cultural y lo
político, en otro plano de grafia es un cono, estudio objetivo con la idea del estanqué, la piedra
y las olas del mismo, la piedra, sin lugar a duda es la existencia de la cultura y la política, como
noción oficial y canónica, punto de inflexión que en su desarrollo histórico, ha alineado y
procesado diferentes puntos del campo, tanto que se ha llevado a una ampliación espacio-
132
temporal, rescatando propuestas y desarrollos históricos pasados, y por supuesto futuros, desde
su nacimiento (golpe en el agua) en la segunda mitad del siglo XX, seria:
Gráfica 12. El cono tridimensional como ilustración Espaciotemporal.

Fuente: (Hawking, 1988, p. 30 y 31).


Así, lo que queremos destacar de la unión ilustrativa que hemos venido asociando con Hawking,
muestra las posibilidades que implica pensar el campo de lo cultural y lo política desde los
desarrollos teóricos de la Cultura Política en un ensanchamiento perpetuo, una usanza
amplísima comparativa del universo como un espacio estático que ha sido reevaluado, "¡cuanto
más lejos está una galaxia, a mayor velocidad se aleja de nosotros! Esto significa que el universo
no puede ser estático, como todo el mundo había creído antes, sino que de hecho se esta
expandiendo. La distancia entre las diferentes galaxias está aumentando continuamente
(Hawking, 1988, p. 43). Fenómeno físico que llegar a acreditar la relación de la Cultura Política
en un desarrollo de legitimación y apropiación constante; es una ampliación de este, a lugares
y relaciones que se supeditan gracias a la idea del universo de lo Cultural y lo Político. Al
interior de este universo se han planteado órdenes y propuestas de cultura política que
responden a propuestas más culturales o políticas. De manera que al fenómeno nos parece
inevitable suponerle como un espacio social por su movilidad perpetua y no puede contener un
orden exclusivo, "En particular, podría pensarse que, si observamos a todas las otras galaxias
alejarse de nosotros, es porque estamos en el centro del universo. Hay, sin embargo, una
explicación alternativa: el universo podría ser también igual en todas las direcciones si lo
observáramos desde cualquier otra galaxia." (Hawking, 1988, p. 46). Esta circunstancia
133
propone entonces entender a la socialización como la unidad modular de desarrolló de lo
Cultural y lo Político; como esa línea de desarrollo muy ondulante (Graf. 11 y 12). El espacio
tiempo de lo Cultural político se ensancha invariablemente por la actividad dinámica de la
socialización, y en ese transcurso, la posición de las propuestas epistemológicas y/o teóricas de
cultura política, definen su lugar en el mismo, lo que es una movilidad de distanciamiento desde
el nacimiento (Big Bang con hawking). Con esta naturaleza del campo y del fenómeno cultural
y político es que debemos asumir el entendimiento de la Cultura Política colombiana.
En resumen, la socialización tiene una doble función: 1. como línea y/o camino de desarrollo
de las diferentes concepciones y visones de cultura política, en un aparente desenvolvimiento
teleológico, pero insuficiente, y 2. para nuestros intereses, como un constructo teórico
innovador para entender la cultura política colombiana, o por lo menos ser una mirada diferente
en el acercamiento al mismo.
Gráfica 13. Desarrollo del campo alrededor de la noción socialización Cultura de lo político.

Fuente: Construcción propia.


Por último, encontramos una panorámica de lo que entenderíamos ilustrativamente como el
escenario y panorama del desarrollo, de la noción que, decantando desde el desarrollo del
concepto, como una visión polisémica, dentro de una disposición cartesiana de espacio social
con Bourdieu y que acentuando el carácter socializador permite delinear el recorrido del campo
de la Cultura Política en un entendimiento vertido como Cultural de lo Político.
134
V. CAPITULO
5. Constructos teórico - epistémicos de la noción socialización cultural de lo
político
Apropiarse de marcos de desarrollo teórico (epistemológicos) alrededor de una noción o idea;
constructo, presenta dificultades significativas, y sobre todo, si lo que tratamos de propiciar se
construye sobre una serie de categorías que, la mayoría de veces, asumimos de manera
desprevenida, así como superficial, conceptos naturalizados, en donde su uso indiscriminado
no plantea discusiones alrededor de su conformación sino que, por el contrario, desde su
pragmatismo, decanta, cimienta y erosiona en un determinado constructo significativo. En otras
palabras, si bien su consolidación de significación aparentemente es clara, esta se sobrepasa y
se desmantela de imprevista y sorprendente manera.
Ahora, la Cultura es el ejemplo paradigmático e inmejorable para entender de manera ilustrativa
la anterior afirmación; sin embargo, el presente apartado tiene como objetivo proponer las bases
teóricas fundamentales, alrededor de categorías, conceptos o ideas, a saber: La Socialización,
Lo Cultural y Lo Político, estas serán el insumo para establecer un puente que reconoce en el
apartado anterior a la cultura política como el campo contenedor de múltiples perspectivas y
visones sobre lo cultural y lo político; sólo que aquí delineamos, primero, en un orden
sustancialmente descubridor alrededor de la socialización para asumir lo que comúnmente se
apropia de manera indiscriminada, argüimos que la socialización demarca y apuntala lo cultural
y lo político en órdenes más liminales para con el desarrollo de la Cultura Política.
5.1. La Socialización.
La Socialización, asumido como concepto de trabajo, carga con una aparente disposición a su
usanza natural; esa aparente disposición es amplia, por lo que debe puntualizarse qué implica,
especialmente, la necesidad de utilizar esta noción al interior y como punto de quiebre en lo
cultural y lo político.
La Socialización refiere tradicionalmente al carácter social de los humanos, y sobre esta
propiedad se descubre "[…] el carácter social de la vida humana es un hecho básico sobre el
que la disciplina sociológica centra su atención" (Chinoy, 2004, p. 34). Con esta disposición
del razonamiento, es indispensable que se anude la categoría que desde Chinoy sustenta la
Socialización por co-pertenencia. En efecto, existen dos conceptos que permiten entender la
vida colectiva, Cultura y Sociedad. La primera la dejaremos brevemente en pausa, para
abocarnos a discutir la sociedad, Chinoy, quien la reconoce como la agrupación o comunión de

135
seres humanos en relaciones de tipos diversos, la relación social, como concepto supondrá de
"[...] el hecho de que la conducta humana está orientada en numerosas formas hacia otras
personas."75 (Chinoy, 2004, p. 45). La relación social fundamental será la socialización; esta
relación social posee una bi-direccionalidad y es el fundamento primario de todo ejercicio de
aprehensión y enseñanza; su importancia es imprescindible, pues sólo desde la interacción
humana se reconoce el crecimiento y avance humano. Sobre este hecho se sustenta la diferencia
tangencial entre el instinto y la inteligencia, el reconocimiento de la temporalidad hace
perceptible lo que es, son y fueron los procedimientos pasados, ya sea por desuso como por
asimilación sobre las tradiciones y los hábitos; es claro que existe un proceso que pervive y
sobrevive mediado por ser una relación social; el procedimiento de la socialización.
La sociedad; será el marco que comprende las relaciones humanas, específicamente "[...] la
sociedad es el 'tramado de las relaciones sociales'" (Chinoy, 2004, p. 46), especialmente en dos
grandes órdenes, entre grupos humanos que varían en tamaño y tipo de relación, y por relaciones
entre el conjunto de instituciones.
Así la socialidad ilustra la dinámica de roles y estatus, por si sola, lograría contener el fenómeno
de la socialización, sobre esto es necesario que traspasemos las relaciones básicas del poder,
que aunque tienen que ver, y mucho, sobre las dinámicas de socialización, son insuficientes
para reconocerlo; es decir, si vamos por esta línea de disertación nos encontraremos con el
meollo del asunto de la socialización, la inevitable relación de sugerirnos por una dinámica en
donde lo social determina al sujeto o en donde el sujeto determina lo social.
Esta es la relación sustancial y paradojal de los estudios sociales; es uno de los debates onto-
epistemológicos más grandes en donde se debate por la vida social como producto de las
acciones e intenciones del ser humano como agencia, o el entendimiento de la vida social como
producto de la suma de grandes fenómenos y procesos sociales los cuales, al final, determinan
las acciones humanas; es la superposición de la estructura sobre el sujeto, la cual se describe
cuando apuntamos a ubicar a la socialización como la dinámica que gobierna los roles y los
estatus de cada uno miembro de la sociedad, sobre este decante Chinoy (2004) dirá:
El complejo conjunto de papeles y status que define la conducta de los individuos, y las
relaciones que hay entre ellos constituyen lo que los sociólogos llaman la organización
o la estructura social. (...) Un grupo social se compone de un número de personas cuyas

75
"No sólo viven juntos los hombres y comparten opiniones, valores, creencias y hábitos comunes, sino también
entran en constantemente en interacción, respondiendo uno frente al otro y ajustando su conducta en relación con
la conducta y a las expectativas de los otros" (Chinoy, 2004, p. 45).
136
relaciones están basadas en un conjunto de papeles y estatus interrelacionados. (...) Esas
mismas personas están unidas, en mayor o menor medida, por un sentido de
identificación común o por una similitud de intereses que les permite diferenciar a los
miembros de los que no lo son (p. 52)
Relación que, como asumíamos, desarrolla una forma de sociabilidad enmarcada en relaciones
estructuradas:
Los patrones normativos, los valores y creencias comunes, las habilidades técnicas y
los implementos prácticos surgen todos del proceso de la interacción social, de la
experiencia de la vida social. A su vez, ellos mismos condicionan el carácter de las
relaciones sociales y la matriz de la vida sacial. Por tanto, ningun analisis sociológico
de la conducta puede ignorar cualquiera de estas dos perspectivas. Aunque distintas
conceptual o analíticamente, ambas se refieren a una realidad total que sólo puede ser
dividida mentalmente (Chinoy, 2004, p. 52)
Esta condición de la sociedad se ampliará cuando Chinoy descubre que el lugar del individuo
es indispensable para materializar y concretar las metáforas de la cultura y la sociedad, la idea
de un individuo aislado es una imposibilidad, aunque será el individuo quien concrete las
posibilidades de análisis social en su mente76, la oposición entre Sociedad - Individuo y Cultura
- Personalidad, son oposiciones que ameritan una postura teórica para asociar el desarrollo de
la socialización como dinámica inevitable, esta realidad manifiesta de aprendizaje y
sobrevivencia humana, es la condición que en primera medida auspiciamos desde Chinoy
(2004), el individuo como producto social y de la cultura. El individuo es un organismo que,
sin cultura, resulta exactamente en eso: un organismo biológico sin más, la humanidad viene
prescrita con la asociación humana, en suma: gracias a la socialización.
Sin embargo, desde las perspectivas sociológicas, Chinoy describirá la profundidad y profusión
cualitativa del individuo, lo cual soporta desde la personalidad de los individuos, la
personalidad la define Chinoy (2004):
[...] como el conjunto de elementos psicológicos [que] se organiza dentro de una
estructura que se conoce generalmente como la 'personalidad' del individuo, en la que
todas las partes no están dispuestas al azar sino en relación las unas con las otras. Una

76
"Hay que recordar que la sociedad está formada de individuos que se relacionan entre si y como miembros de
distintos grupos. La cultura abstracta se concreta sólo en las mentes y acciones de las personas individuales. Este
postulado no significa que critiquemos esos conceptos, pues, como indicábamos más arriba, es precisamente el
proceso de abstracción y de análisis, y la utilización de las ideas que de él resultan, lo que constituye el meollo de
la ciencia social y de cualquier otra ciencia" (Chinoy, 2004, p. 61).
137
personalidad posee atributos que la convierten en algo más que la simple suma de esas
partes (p. 72).
La personalidad es una red de "Costumbres, actitudes, valores, creencias" (p. 72), estructuradas
principal e inevitablemente por la cultura en relación con las condiciones fisiológicas y
anatómicas del individuo en sociedad; sobre este desarrollo identitario del "sí mismo"77, será
fundamental el papel del lenguaje como medio de socialidad, la toma de conciencia se basa
sustantivamente en los desarrollos psicológicos de grandes figuras como Horton Cooley,
Herbert Mead y Sigmund Freud; serán ellos quienes, según Chinoy, agudicen las reflexiones
sobre la configuración de la personalidad, y aunque sus trabajos son un punto referencial
necesario, los desarrollos sobre la conciencia son y siguen siendo debatidos, de hecho para
Chinoy las reflexiones psicológicas que no son el tema del apartado, son las que mayor impulso
y entronque han tenido en el entendimiento de la individualidad.
Para nuestros propósitos, nos quedaremos especialmente con la idea de la inevitabilidad de la
socialización, la cual subraya una configuración personal del sujeto y, sobre ella, los primeros
años de asociación familiar (paternales) son sustanciales (Freud), fenómeno que no sustrae del
mismo, que las compañías y asociaciones posteriores sigan proyectando cambios y
configuraciones, consientes o inconscientes, al sujeto78.
Y, aunque este proceder parece contundente para entender las formas de accionar del individuo
en una sociedad o grupo determinado, no lo resulta si se lo anuda al hecho de que la experiencia
vital es abrumadoramente más amplia e indeterminada, los factores o elementos culturales serán
necesarios para un acercamiento mucho más riguroso en la explicación y/o predicción del
accionar social del individuo; sobre ello, Chinoy comentará: "Considerar la personalidad como
"el aspecto subjetivo de la cultura" es, pues, reducir al mínimo las diferencias individuales que
persisten tanto por razones sociales como psicológicas. Ningún individuo particular puede

77
"La cualidad distintiva del "si mismo" es que "es un objeto para sí"; puede lograr alguna objetividad y distancia
al mirarse o evaluarse. Los elementos principales para que el "si-mismo" emerja, son el lenguaje y el desempeño
de ciertas funciones. La importancia crucial del lenguaje está en el hecho de que permite que el individuo se
coloque en el lugar de los demás y actué como ellos pudieran hacerlo. Como resultado de este proceso continuo
de desempeñar el papel y los demás, surge un "sí-mismo" que posee la capacidad de considerarse desde ese punto
de vista y, por tanto, capaz de orientar su conducta según los otros lo deseen." (Chinoy, 2004, p. 73)
78
"Con todo, la personalidad no solo es un producto de la experiencia pasada, sino que se inserta en procesos
sociales en constante desarrollo. El individuo siempre es un "foco de asociación", pertenece a un número mayor o
menor de grupos que pueden ir graduándose en tamaño y en carácter, desde la familia y la amistad informal hasta
la nación. Además, puede ocupar Status que no lo afectan un ningún grupo social en particular. Cada afiliación y
Status lleva consigo un papel, un conjunto de posibilidades de conducta que pueden incorporarse a la personalidad
individual o violentarla mediante las sanciones sociales. Sus respuestas a las exigencias sociales y las de otras
personas con las que se pone en contacto adquirirán el tinte de personalidad que se le imprimió en su edad
temprana, aunque ésta puede a su vez cambiar de distintas maneras" (Chinoy, 2004, p. 75)
138
incorporar la totalidad de su cultura; ni siquiera todos los elementos que de ella entran en su
experiencia" (2004, p. 77). Así, entender al sujeto como un "títere" de su sociedad y/o cultura,
resulta también una insuficiencia, las variaciones y los grados de libertad subjetiva del individuo
también posicionan y maniobran formas y maneras de actuar que es imposible desconocer en
la dinámica social.
Sobre esta dificultad será necesario que precisemos que el problema de la psicología y la
sociología representa las deficiencias en las formas como acceden al fenómeno de estudio; así
será imposible para nuestro objetivo que nos ubiquemos en un estudio de la personalidad en
sentido psicologista; nuestro objeto de estudio posibilita y tiene rentas de interpretación desde
la personalidad del individuo, pero no lo suficiente para encuadrarnos en él. Insistimos que el
interés es sustancialmente diferente, apuntamos al factor cultural sobre el individual, dinámica
que nos propone en un desarrollo sociológico, en donde si bien es posible puntos medios-
colaborativos, una unión muy estrecha entre ambas es imposible:
[…] Parte del valor de la sociología reside en la ayuda que puede ofrecer a los que
estudian la personalidad, así como la psicología puede contribuir significativamente
para comprender la organización social y la conducta de grupo. Pero la tarea principal
de la sociología sigue siendo el análisis de la estructura social, los sistemas
institucionales y las perspectivas culturales (Chinoy, 2004, p. 82)
En esta línea del desarrollo, resumiremos entonces que existen dos formas o posturas para
entender las prácticas y acciones sociales, una que tiene a la sociedad y la cultura como sello,
mientras que la cara, al individuo y la personalidad. Son como lo advertíamos, uno de los
dilemas onto-epistemológicos más importantes de las Ciencias Sociales, y una respuesta a la
misma, nos es imposible, sin embargo, esté recorrido nos ha podido servir para esclarecer que
en el objeto de pensar la socialización, el estudio se viabiliza ostensiblemente desde lo social y
cultural.
De este desarrollo, las profesoras Sara Victoria Alvarado, María Camila Ospina Alvarado y
Claudia María García (2012), serán quienes reflexionen alrededor de las relaciones de la
subjetividad y la socialización política. El enmarco de ellas se reconoce entre lo que es la tensión
primordial del fenómeno y su objetivo propone reconocer las posibilidades de la subjetividad y
socialización política al amparo o en el encuadro de y por la psicología política79. Sobre este

79
Para ellas será preciso que se entienda la diferencia entre psicología política y psicología de lo político, sobre
esta diferencia, ven serias complicaciones teóricas que pretenden desembarazar al hacer una diferenciación
conceptual del campo, un campo en construcción y compuesto por, y de nuevo, dos grandes disciplinas, con objetos
y métodos de estudios sustantivamente diferentes.
139
campo epistémico, las autoras reconocen las relaciones esenciales desde una apertura del campo
de la psicología política, yéndose por lo que serán "márgenes" en el desarrollo de las relaciones
con lo cultural y lo político, a éste sentido, le prestamos especial atención, pues distribuye las
tensiones fundamentales de la socialización, ahora en un proceso político, desde los procesos y
las rigideces teóricas en el campo de la psicología política, las autoras referirán que:
Dado que la psicología política como campo de conocimiento aún está en proceso de
consolidación, el estudio de estas categorías y sus imbricaciones debe transitar por sus
márgenes disciplinares, buscando los puntos de intersección inevitables con otras
disciplinas como la antropología, la sociología, la ciencia política y la filosofía misma.
Desde esta perspectiva, tratar de explicar el comportamiento político como un fenómeno
exclusivamente psicológico o exclusivamente sociológico, excluye la posibilidad de
comprender, en un horizonte transdisciplinar, los elementos culturales, históricos,
económicos, jurídicos, entre otros, que se hallan vinculados a la noción de sujeto político
y a las prácticas políticas que lo definen. En consecuencia, lo político debe ser
comprendido como una realidad que se expresa y adquiere forma en el ámbito público,
en el terreno de lo colectivo, del “nosotros”, pero está significado por el “mí mismo”,
cargado de los sentidos instituyentes de la esfera privada. (Alvardo, Ospina y García,
2012, p. 247)
Marcadamente pensado el fenómeno de la socialización (como socialización de lo político), y
como lo sostienen las autoras, será necesario que se entienda que el entronque con lo privado y
lo individual, se manifiesta en una categoría; la subjetividad política del "mí mismo" o "sí
mismo"; este último de Chinoy (2004), aquí se auspicia desde la subjetividad ligada al plano
psicológico social. Para las autoras, les es necesario y es menester, desarrollar cuales han sido
y son los referentes teóricos en el esclarecimiento de la subjetividad política con enmarco social
(subjetividad social), a lo cual ellas proceden a contener que:
Entre 1918 y 1919 Willian I. Thomas y Florian Znaniecki aportan a la psicología social
sociológica la tesis referida a la objetivación y la subjetivación como construcciones
simbólicas, constituyéndose en precursores del pensamiento construccionista de Berger
y Luckmann (Álvaro & Garrido, 2003). Aceptando que la construcción simbólica se da
en interacción con otros, es posible afirmar que ya desde esa época se tenía la
comprensión de la subjetividad como una construcción social, sin que existiera como tal
la categoría de subjetividad social, como concepto explicativo (Alvarado, Ospina y
García, 2012, p. 247)
140
Dinámica que se refuerza cuando, desde la sociología fenomenológica y la psicología social de
Alfred Schütz, (citado por Álvaro & Garrido, 2003), más que centrarse en las dicotomías de lo
objetivo/subjetivo e individuo y sociedad, será la subjetividad social la respuesta al proceso de
apropiación que dentro de las ciencias sociales se han establecido para acercarse al
entendimiento de lo humano. Este entendimiento de lo humano debe reconocer el doble plano
del sujeto, los procesos de socialización e individuación son constructos especialmente
metodológicos para el aseguramiento de la comprensión científica humana (2012, p. 247).
Igualmente, desde la psicología social postmoderna, los planteamientos de lo subjetivo se
entenderán un poco traslapados, se verán como una necesidad especialmente por los resultados
de internación propias e inevitables en la interacción con otros mediante el lenguaje, entre los
exponentes más interesantes. Las autoras citan a Kenneth Gergen (1982, 1984, 1997, 1999),
“(con quién se) [...] tiene en cuenta el horizonte histórico y las experiencias del sujeto, definidos
por sus prácticas interpretativas, las cuales se dan por preconcepciones compartidas sobre la
naturaleza humana, siendo en este sentido construcciones sociales, volcando el interés de la
vida psíquica a la construcción de las realidades sociales" (Alvarado, Ospina y García, 2012, p.
247).
También, pero desde Habermas en la teoría de acción comunicativa, la subjetividad se asume
como un proceso de intersubjetividad, en donde la acción social mediante el consenso genera
al final un fenómeno de comunicación; un proceso que es eminentemente social y compartido,
en desarrollos históricos y culturales amplios, así como profundos. En términos parecidos,
[...] la psicología social sociológica, Norbert Elias (1970, 1987), en la teoría de la
figuración, articula lo individual con lo social, con la subjetividad y con las estructuras
sociales, al plantear que las estructuras sociales posibilitan y limitan las acciones
individuales e interpersonales, entendiendo las figuraciones como las totalidades de cada
individuo, generadas en la interdependencia con otros. (Alvarado, Ospina y García, 2012,
p. 248).
Por lo tanto, un proceso que demuestra la necesidad de los social como producto de las
interacciones de los sujetos en comunión o asociación, cobra sentido, en enfoques que abogan
por una mirada relacional de la subjetividad con conceptos sistémicos, los cuales no pueden
descomponer los procesos en partes totalmente independientes. A su vez y desde el contexto
latinoamericano, aportes como los de Bleger y Pichón Riviere (González, 2004); y Castoriadis,
Guattari, Deleuze y Elliot, ubican a la estructura social como productora de subjetividad; y, si

141
bien el sujeto construye su propia individualidad, lo hace mediado por la estructura representada
en relaciones sociales.
También los reclamos de pensadores como Fernando González (2004) sobre la construcción de
subjetividad como una dinámica simbólica interactiva, arguyen que el "construccionismo social
como corriente crítica de la psicología social" (2012, p. 248), asume de manera desprevenida
el papel del sujeto y lo relega del proceso de la construcción de lo individual, posturas que no
totalizan el papel del sujeto como protagonista, pero que tampoco logran dejar toda la
construcción subjetiva a la mediación social.
Estos desarrollos reseñados por González asumen la subjetividad social como una dinámica
compleja que no logra contenerse a la significación individual; por lo tanto, una personalidad
que los sujetos, en la construcción de sentido y sentimiento político, no logran deslindar de lo
social, sobre estos desarrollos las mediaciones y el papel de las estructuras sociales, ya sea por
asocio directo o indirecto, genera inevitablemente formas y/o maneras diversas de identidad.
Del mismo modo, los desarrollos de Gonzalez (2007), citados por las autoras, en entender la
subjetividad social alineando el imaginario de Castoriadis, siguen subrayando el carácter social
complejo de las construcciones identitarias en las subjetividades. Lo cual contrasta con los
aportes que establecen nuestras autoras, quienes; "En la lectura que Cubides (2007) hace de
Guattari y Rolnik, plantea la necesidad de desligar las capacidades de las personas de las formas
institucionales de poder, construyéndose subjetividades que no responden a la normatividad
establecida, configurándose en este sentido opciones de subjetividad política alternativas al
poder circundante." (Alvarado, Ospina y García, 2012, p. 249). Pues el interés radica en resaltar,
que las subjetividades apuntadas de lo político demarcan posibilidades diversas a la hora de
asumir o resolverse a la dinámica del poder. El interés por las subjetividades sociales, desde la
socialización como dinámica pensada en política suponen de un referente que ensancha las
posibilidades para pensar el factor subjetivo en las acciones política asumidas, pensadas o
reflexivamente apropiadas, el factor socializador en las subjetividades sociales ya no se
restringe solamente a la inevitable interacción social. Así, la Socialización política desde
Alvarado, Ospina y García, identifica en primera medida que el concepto de socialización es:
[...] originario de la antropología cultural, trayendo de ella el sentido de proceso de
trasmisión de costumbres, creencias y prácticas en las sociedades tradicionales. De allí
pasó a la Sociología, para designar la adaptación de las personas a los contextos
sociales. La socialización política es, en realidad, una parte de esa adaptación. Por su
intermedio, los miembros de una sociedad hacen propios los principios, normas,
142
valores y modelos de comportamiento, vigentes para la vida política de su sociedad.
(2012, p. 249)
Composición que se estructura en una primera medida, ligada y pensada por la necesidad de
formación educativa80, en estas primeras etapas se reconoció la importancia que tenía el proceso
socializador político para entender el mundo vital social y político, especialmente el de los
jóvenes81; sin embargo, su uso no se restringió a este campo, y hoy presenta utilidades profusas
en otros escenarios y sentidos; por eso las autoras reconstruyen lo que será la socialización
propiamente política: "[…] la socialización política puede ser definida de manera general como
un conjunto de actitudes, creencias, conocimiento político, modelos de comportamiento y
tendencias comportamentales de los sujetos que influyen en el sistema político" (Alvarado,
Ospina y García, 2012, p. 249). Interesante detalle en la definición que se coliga a la definición
formal y tradicional de cultura política.
Esta no es la única definición, por ejemplo, se cita a Dawson (en González, 2006) para quien el
desarrollo está más estructurado hacia opiniones y posturas políticas concretas en un enfoque
individual y a-histórico de los procesos sociales del sujeto o ciudadano en formación82.
También se alude a la definición de Rodríguez (en Alvarado, Ospina, 2009) quien y desde el
campo conceptual del desarrollo humano identifica a la socialización política; como el "(...)
proceso a través el cual las nuevas generaciones se integran como partes en el contrato social,
a través de la adopción y negociación de normas, concepciones, valores, actitudes y conductas
aceptados como legítimos y practicados en el orden social existente (p. 62)." (Alvarado, Ospina
y García, 2012, p. 250), referencia que en esencia deja en el tablero la siempre asegurada
concesión de la socialización en sus dos formas esenciales, la de los sistemas políticos desde lo
social, y su tendencia a la formación en auspicio subjetivo, con la formación de identidad
política en los individuos.

80
Para una referencia profusa y muy detallada de los aportes teóricos sobre la socialización política en el campo
educativo, ligada a la institución escolar, el trabajo de los profesores Martha Cecilia Herrera, Raúl Infante, Alexis
Pinilla y Carlos Díaz Soler, véase el documento "La construcción de cultura política en Colombia. Proyectos
Hegemónicos y resistencias culturales." Págs. 35 - 65.
81
Véase "Educación, socialización política y cultura política. Algunas aproximaciones teóricas", de la profesora,
Marcia Smith-Martins, es una mirada panorámica de tres grandes elementos que auspician una práctica educativa
atinada y contextual para el caso latinoamericano.
82
"[...] Percheron (Grawitz, Leca, Jean, comp., 1985), la define como el conjunto de procesos a través de los
cuales todo nuevo miembro de un sistema configura una representación de su sociedad y de su sistema político,
aprende los valores que fundamentan la cultura política de esa sociedad y comparte al menos cierto número de
ellos, adquiere información sobre normas, reglas, instituciones y estructuras de autoridad, y constituye un patrón
de actitudes que determinaran su comportamiento político" (Alvarado, Ospina y García, 2012, p. 250).
143
En seguida, las definiciones de socialización pueden ser entendidas en tres dimensiones
esenciales: como proceso, como producto y como mecanismos83, siendo esta última interesante
en la formación de cultura política considerada como dinámica de renovación y reproducción
de la cultura en cuestión; igualmente porque se abroga mucho la reflexión alrededor de las
instituciones o instancias consolidadas del estilo político, mecanismos de la socialización que
desde la referencia son o serán los "agentes socializadores", identificados especialmente en la
familia, con un papel preponderante, pero tendiente a desprecio, o mejor, a perdida de fuerza
hoy día, por la aparición de otros escenarios e influencias. A su vez, y también la escuela como
la institución que introduce al sujeto en la primeras relaciones con el poder y la realidad social
desde aportes directos e indirectos sobre lo político, impactara especialmente mediante el trato
y comunicación con los otros, que serán los grupos de pares, los cuales también resuelven
instancias y elementos socializadores, para en grado sustancial, igualmente identificar en los
medios de comunicación; agentes que también moldean la opinión pública y los sentires
políticos individuales. El derrotero siempre marcado de cada agente apunta en intereses y
proyectos diversos que hacen difícil la concreción de un producto homogéneo, la mixtura y
combinación de instancias, agentes, medios y proyectos vuelve a la socialización en una
dinámica y fenómeno complejo.
En este desarrollo, y desde la segunda mitad del siglo XX, ha sido evidente la alineación de las
investigaciones en la socialización, por y desde las tendencias estructuralistas – funcionalistas.
Estas formas del entendimiento han propiciado que se enuncie a la socialización como
estructuras pensadas y orientadas en tradiciones factibles de identificación; sin embargo, el
mundo de la investigación se ha expandido y han aparecido tendencias que complejizan los
entendimientos, así figuras como Thurstone (1967), Newcomb (1964) y Campbell, (1988)
apuntan a ideas sobre el desarrollo empírico en la investigación.
Figuras como Sears y Valentino (1997); Connel (1970); Jennings y Niemi (1968); Alwin y
Krosnick (1991), por el contrario, se centran en la importancia de los grupos minoritarios, al
estudiar las "predisposiciones implícitas" de dichos grupos a lo largo de las vidas de quienes
los conforman; todo esto, mientras que figuras como Merelman (1971); Schulze (1979), Glenn

83
"Como proceso, la socialización política está referida a las experiencias que forman la identidad social del sujeto,
contribuyen a construir la imagen de sí mismo y determinan sus relaciones con el sistema político y sus
instituciones. Como producto, la socialización política está referida al conjunto de valores y normas relativos a la
política, que han sido apropiados por el sujeto, asegurando de esta forma la identidad colectiva. Como mecanismo
social, se refiere a las formas como se reproduce, se mantiene y se transforma una determinada cultura política, a
través de las generaciones." (Alvarado, Ospina y García, 2012, p. 250).

144
(1985); Nieuwbeerta (1996) y Park (1993), serán más tendientes a identificar la importancia del
ciclo vital y los cambios generacionales debatiendo así la idea del evolucionismo propio de la
socialización (Alvarado, Ospina y García, 2012).
También las ideas del desarrollo cognitivo ponen punto aparte a la impronta de direccionalidad
de la sociedad sobre el sujeto y se alejan de las que proponen entender en la socialización la
importancia de los desarrollos morales-cognitivos del sujeto, en donde los principales
exponentes serán los aportes de la Psicología Evolutiva y Psicología Moral de Piaget y
Kohlberg, estas con un acento muy fuerte en los desarrollos subjetivos del niño y los jóvenes.
Así las cosas, el amplío desarrollo de los estudios sobre la socialización política, ubican a la
socialización en la sociología desde el debate entre dos grandes tendencias, que en su
"polisemia" han estructurado las disputas sobre la socialización política, y que para los intereses
del proyecto llevaran a apuntar la síntesis desde la sociología84, El determinismo objetivista en
donde la socialización forma y moldea ideas comunes de la política y el voluntarismo objetivista
en donde la socialización es secundaria pues el sujeto construye sus realidades e
interpretaciones según el contexto social que lo imbuye
Hasta aquí se ha hecho un recorrido que, buscando la definición de socialización, lleva a ver el
dilema onto - epistemológico que existe entre la personalidad y la sociedad en los procesos de
socialización, especialmente desde Chinoy (2004) con el individuo y su sociedad, así nos
adentramos a rescatar los aportes sustanciales que se dan pensados desde la psicología y la
sociología, con respecto a la subjetividad y socialización política, haciendo más agudo el
disyuntiva, y evidenciando la polisemia del concepto, sin embargo, al afianzar los
desencuentros y diferencias, llegamos a lo desarrollos teóricos de los profesores Peter L. Berger
y Thomas Luckmann (2001), con su magistral obra; "La Construcción Social de la Realidad."85

84
"En este campo se dan dos tendencias: En primer lugar, el determinismo objetivista, que toma a la persona como
sujeto pasivo, moldeado por la realidad social y sus condiciones materiales de existencia. En este contexto, el papel
de la socialización política consiste en formar las ideas compartidas, que dan vida a los ideales comunes sobre los
que se basa la cohesión social. El exponente de esta tendencia es el sociólogo Durkheim. En segundo lugar, el
voluntarismo subjetivista, que asume al sujeto libre de determinaciones y creador de su propia realidad social. Este
planteamiento se apoya, de un lado, en la fenomenología de Schutz, la cual plantea que la sociedad es una
construcción social, en tanto las acciones sociales no son meras determinaciones de las estructuras, sino que
obedecen a intencionalidades y expectativas de los actores que tienen su origen en su biografía y en su posición
de clase; y de otro lado, en los postulados de Mead, referidos a que la organización social es un esquema, en el
interior del cual las unidades actuantes desarrollan sus acciones y sólo actúan en la medida en que las instituciones
sociales conforman situaciones y proporcionan conjuntos de símbolos que las personas usan para interpretar dichas
situaciones" (Alvarado, Ospina y García, 2012, pp. 251 y 252).
85
Citados por Alvarado, Ospina y García, 2012, pero que aquí desarrollaremos con especial detalle, pues para el
desarrollo de la presente disertación, el trabajo de Berger y Luckman representa una unión significativa y una
articulación entre las disposiciones subjetivas y objetivas de la realidad, una articulación inmejorable para el
entendimiento de las dos tendencias pujantes en la definición por lo que es la socialización política.
145
Con ellos se retoma esa posición que se da en entender los esquemas simbólicos de la estructura
sin desconectar la perspectiva individual y cómo la legitimización de eso que ellos van a
determinar son los universos simbólicos de un conjunto de sujetos que se insertan dentro de
marcos o proyectos sociales aparecen ligados a la Socialización, pues "[…] el individuo no nace
miembro de una sociedad, nace con una predisposición a la socialidad, y luego llega ser
miembro de una sociedad" (2001, p. 162), que es la práctica para el aseguramiento,
reproducción y manteniendo de esos universos simbólicos, que el sujeto va a internalizar.
Así, la temática que dirige el discurso de los profesores Berger y Luckman, se agrupa alrededor
de la sociología del conocimiento, la cual procurara"[…] todo lo que se consideré conocimiento
en la sociedad" (2001, p. 28) arguyendo que una de las tareas fundamentales corresponde o
implica "[…] la construcción social de la realidad" (p. 30). Sobre este propósito, los autores
concluirán en su prefacio que el objetivo versa sobre "¿Cómo es posible que los significados
subjetivos se vuelvan facticidades objetivas? O, en términos apropiados a las posiciones
teóricas aludidas: ¿Cómo es posible que la actividad humana (Handeln) produzca un mundo de
cosas (choses)? O sea, la apreciación adecuada de la 'realidad sui generis' de la manera como
esta realidad esta construida." (Berger y Luckman, 2001, p. 33). De hecho, a partir de esta
preocupación se desenvuelve la tradición sociológica que ubica en polaridades contradictorias
el objeto de la ciencia en cuestión, desde Durkheim citaran, que:
La regla primera y fundamental (de la sociología) es: Considerar los hechos sociales
como cosas" (mientras) que para Weber: "Tanto para la sociología en su sentido actual,
como para la historia, el objeto de conocimiento es el complejo significado subjetivo de
la acción". Estas dos aseveraciones no se contradicen. La sociedad efectivamente posee
facticidad objetiva, y la sociedad, efectivamente, está construida por una actividad que
expresa un significado subjetivo (...) Es justamente el carácter dual de la sociedad en
términos de facticidad objetiva y significado subjetivo lo que constituye su 'realidad sui
generis'" (Berger y Luckman, 2001, p. 33).
Consensuándose, entonces, que la realidad es fruto de los hechos sociales y de las
construcciones subjetivas, una plataforma que no se puede descocer, la teoría sociológica
supone comprender el fenómeno de la socialización como un hecho y como una práctica;
fenómeno de doble vía que, para Berger y Luckman, se sustenta en los dos grandes momentos
de la realidad social, ellos dirán:
Por el momento es importante destacar que la relación entre el hombre, productor, y el
mundo social, su producto, es y sigue siendo dialéctica. Vale decir, que el hombre (no
146
aislado, por supuesto, sino en sus colectividades) y su mundo social interactúan. El
producto vuelve a actuar sobre el productor. La externalización y la objetivación son
momentos de un proceso dialéctico continuo. El tercer momento de este proceso, que es
la internalización (por la que el mundo social objetivado vuelve a proyectarse en la
conciencia durante la socialización) (2001, p. 81).
Estos tres momentos suponen la tesis, antítesis y síntesis de la construcción social de la realidad
y constituyen los pasos, tanto en objetivo como en subjetivo que anudan la realidad y la
proyectan los hombres. Primero es una condición ineludible que el mundo se encuentra
construido socialmente; esto será la externalización sobre la cual es institucionalizado y
legitimado una dinámica que los autores denominarán objetivación, el mundo como algo
objetivado: "[…] La objetividad del mundo social significa que enfrenta al hombre como algo
exterior a él mismo. La cuestión decisiva es saber si el hombre conserva conciencia de que el
mundo social, aun objetivado, fue hecho por los hombres, y de que estos, por consiguiente,
pueden rehacerlo" (Berger y Luckman, 2001, p. 115).
A este aspecto Berger y Luckman lo relacionaran como un proceso de reificación, la posibilidad
de objetivar y legitimar nuevas formas e instituciones, nuevos "universos simbólicos"86, la
reificación, (legitimación) del mundo se consigue en la medida en que el sujeto se vuelve sobre
su mundo de manera reflexiva, y lo vuelve a construir (lo vuelve a objetivar), que viene a
implicar el tercer momento del desarrollo dialéctico; la internalización, como el proceso en el
cual el sujeto se construye por su relación de externalidad y mediado por objetivaciones del
mundo y la realidad. Todo este proceso inevitable a cualquier humano, se lo asumen mediante
la socialización, la socialización será en palabras de Luckmn y Berger:
"[…] El punto de partida de este proceso lo constituye la internalización: la aprehensión
o interpretación inmediata de un acontecimiento objetivo en cuanto expresa significado,
o sea, en cuanto es una manifestación de los procesos subjetivos de otro que, en
consecuencia, se vuelven subjetivamente significativos para mí" (Berger y Luckman,
2001, p. 162 y 163).

86
"El universo simbólico, considerado como construcción cognoscitiva, es teórico. Se origina en procesos de
reflexión subjetiva, los que, con la objetivación social, llevan al establecimiento de vínculos explícitos entre los
temas significativos que arraigan en las diversas instituciones. En este sentido, el carácter teórico de los universos
simbólicos resulta indudable, por más ilógicos o no sistemáticos que puedan parecerle a un observador
"indiferente" (Berger y Luckman, 2001, p. 135).

147
La internalización subjetiva de la realidad se consigue mediante lo que los autores identificarán
como la socialización primaria, pues la socialización posee una gradualidad, así como una
dinámica de estadios. Sobre este primer nivel de la socialización se reconoce la asimilación de
la consciencia, la identidad, parte de la amplitud social y un alto grado de la realidad social
intervenida, especialmente por su asociación familiar directa; la madre ha sido
performativamente protagónica, proceso que se imposibilitaría sin una mediación por y desde
el lenguaje, ya que las dinámicas lingüísticas son capitales y estructurantes de las realidades del
sujeto; la obtención y separación de la consciencia radica esencialmente en este condición
humana; al final Berger y Luckman dirán que "[…] La socialización primaria finaliza cuando
el concepto de1 otro generalizado (y todo lo que esto comporta) se ha establecido en la
conciencia del individuo. A esta altura ya es miembro efectivo de la sociedad y está en posesión
subjetiva de un yo y un mundo." (2001, p. 172).
La socialización secundaria se da directamente después de esta, y en ésta los agentes de
socialización cambian y/o se diversifican, pues el sujeto se consolida en experiencias aún más
heterogéneas y profundas, en donde, se solidifican o materializan universos simbólicos de la
estructura social en la que se esté inserto. Igualmente y alrededor de los conocimientos, que de
nuevo, desde la estructura que la sociedad da o determina para cada sujeto, mediante, la
apropiación de roles y status, en donde la división social del trabajo, resulta una categoría
central, la cual por sus capacidades e instrucciones manifiestamente socializadas y aprendidas
en las diferentes instituciones socializadoras que rodean sujeto, lo ajustan, en una
conformación, de específica ubicación en el andamiaje o estructura de la sociedad a la que se
haga parte. En este sentido, las instituciones educativas, paradigmáticamente escolares, fungen
un papel determinante, para establecer lugares y posiciones en el campo social. Y, de paso, la
resocialización, que es una categoría que los autores, introducen cuando los procesos de
mantenimiento y reproducción del acervo cultural no se consolidan adecuadamente, o de
manera exitosa. Sin embargo, reconocer los grados de identidad que puede lograr un sujeto en
el perenne proceso de socialización, identidad, es un factor determinante pues su concreción
nos permite ver como las dinámicas de apropiación del mundo, y de una estructura o armazón
social especifico, es sostenidamente compleja y consecuentemente existe una puja entre una
estructura o procesos individual, y un proceso o estructura social.
En este sentido es necesario apuntar que, "[…] como la socialización nunca se termina y los
contenidos que la misma internaliza enfrentan continuas amenazas a su realidad subjetiva, toda
sociedad viable debe desarrollar procedimientos de mantenimiento de la realidad para
148
salvaguardar cierto grado de simetría entre la realidad objetiva y la subjetiva" (Berger y
Luckman, 2001, p. 183). De manera tal que la socialización se manifiesta en los procesos de
internación, un proceso eminentemente social, y sólo en la medida en que se sucede el tiempo
este se convierte en algo más subjetivo87 mas fuertemente internalizado.
Así las cosas, será necesario que se entienda una idea simple, pero contundente. De hecho, la
profesora Raquel Suriá (2010) lo identifica con susceptible sencillez, "[…] la socialización es
un proceso del individuo y un proceso de la sociedad. Por tanto, son dos procesos
complementarios en su meta final, pero distintos en su origen, intereses, y mecanismos de
actuación. Uno es el interés de la sociedad y otro el del individuo" (Suriá, 2010); ella enfatizará
la calidad bidireccional de la interacción, que al final supone el mismo elemento social.
Por eso el fenómeno de la socialización estudiado tanto desde la Sociología como desde la
Psicología, aunque no revisan los mismos contenidos, a este respecto las posiciones de los
profesores Berger y Luckmann llaman la atención sobre la naturaleza de su interés, la cual:
En contraste con algunas modas de teorizar que prevalecen en la sociología
contemporánea, las ideas que hemos tratado de desarrollar no plantean ni un "sistema
social" a-histórico, ni una "naturaleza humana" a-histórica. El enfoque utilizado aquí́ es,
tanto no-sociologeta, como no-psicologista. No podemos aceptar que la sociología tenga
por objeto la supuesta "dinámica" de los "sistemas" sociales y psicológicos, colocados
post hoc en una relación dudosa (Beger y Luckman, 2001, p. 228).
Como lo veníamos afirmando, al reconocer en el proceso de la socialización un fenómeno de
pugna que se puede equiparar especialmente con Luckman y Berger (2001) a un proceso de
internalización cada vez más profundo y, por ende, cada vez más complejo, en donde el hombre
empieza a afectar su realidad directa y posteriormente la de sus inmediatos, es una dinámica
que afecta al mismísimo sujeto; esta dinámica de construcción social de la realidad es lo que
nos permite aseverar y, sobre todo, proponer y entender que la socialización es una dinámica

87
Desde Alvarado, Ospina y García, se resumen también los postulados sobre la socialización de alli se extrae
como: "Berger y Luckmann (1976) diferencian dos procesos de socialización: la socialización primaria, a la que
definen como impositiva y en la cual predomina el comportamiento emotivo y el conocimiento social desde el cual
el niño o niña se relaciona con el mundo. En este momento de la socialización, el niño o niña se ve enfrentado a
un mundo ya construido que le es presentado por los otros significantes como realidad objetiva; y la socialización
secundaria, donde se da una disminución de la carga impositiva y un debilitamiento de las mediaciones afectivas.
En este momento de la socialización, se da la Internalización de “submundos institucionales”, donde las
interacciones están mediadas por intereses y prácticas institucionales, y la Alternación, a través de la cual el sujeto
emocionaliza el proceso intencionalmente, mediado por la estructura de plausibilidad social; es decir, los sujetos
logran una identificación emotiva con los agentes socializadores, lo cual posibilita el desarrollo de un sentido de
afiliación a una comunidad." (2012, p. 252).
149
inconsciente y es un conjunto de procesos similares, que en suma, van a establecer con el tiempo
el reordenamiento de lo aprendido.
La socialización es una práctica cargada de intereses y lógicas presupuestadas, de manera que
no es una destreza inocente, sino que, por el contrario, construye y predetermina las relaciones
del sujeto con el medio y, por lo tanto, su forma de concebir el mundo. El sujeto no es organismo
desprovisto de criterios y deseos intrínsecamente propios, su forma de acercamiento y sujeción
de la realidad, la configuraran en enorme medida el proceso de socialización al que fue
sometido, así que pensar un proceso en términos culturales como la cultura política, tiene que
proyectar los procesos de socialización en un enmarco de interacción, la cual es compartida
masivamente; la cultura posee esta condición que se traslapa y muchas veces se desconoce, aquí
por estructural presente estará.
La reflexión, por lo tanto, radicará en reconocer que nuestras prácticas culturales han sido
insertadas de manera un poco inercial, y la cultura política ha estado manifestándose en
dinámicas de socialidad cotidiana (en la construcción social de la realidad), demarcando y
proyectandose históricamente, esas prácticas de socialización cultural de lo político, están
insertas de manera sumamente inconsciente en nuestro acervo cultural aprendido, y no
necesariamente reflexionados. Así, queremos entender a la socialización como "La Condición
inevitable del fenómeno Cultural de lo Político" que, como condición, circunscribe y apela a
los procesos en la construcción de identidades y culturales de lo político, las cuales son menester
identificar y reconocer en alrededor de 200 años de historia nacional como colombianos.
5.2. La Cultura y Lo Cultural
La dinámica absorbente, contenedora y transversal de la cultura, al igual que la socialización,
condiciona la forma en cómo observamos y entendemos la realidad y la sociedad; así los
problemas fundamentales con la cultura recorren el cómo hacer objetivable una definición de
la misma. En este apartado nos proponemos precisar las dinámicas primordiales que definen la
cultural y cómo desprender una diferencia con lo Cultural, esto necesario para precisar en qué
sentido apropiaremos el factor cultural en la Socialización Cultural de lo Político.
Sera Chinoy (2004) referenciado atrás con quien apropiemos primero, el describir que la cultura
es una dinámica compleja en la medida que su utilización naturalizada muy poco ha servido
para esclarecer, eso; su naturaleza. La capacidad captadora de la cultura, parece ser, más que
una posibilidad una dificultad, y es que "Debido a que nuestra cultura es en gran medida parte
de nosotros mismos, la damos por supuesta, creyendo con frecuencia que es una característica
normal, inevitable e inherente a toda la humanidad" (2004, p. 36). En este sentido, el grado de
150
conciencia que se adquiere desde Ralph Linton (en Chinoy, 2004), será funcional, en la medida
que se adquiera conciencia de la normalización de la conducta en nuestras sociedades. La
aprensión y participación cultural asegura el bienestar y socialidad del hombre, capacidad
ampliada y adquirida por la mediación necesaria del lenguaje, un primer acercamiento a su
definición sociológica desde su reverso o diferenciada con la Biología; reconoce su dinámica
por antonomasia social88 pero y que a su vez está, compartimentada en categorías,
La cultura es obviamente un concepto cuyos elementos componentes deben ser
identificados, clasificados, analizados y relacionados el uno con el otro. Estos
componentes pueden ser agrupados de un modo general en tres grandes categorías: las
instituciones, es decir, aquellas reglas o normas que rigen la conducta; las ideas, esto es,
el conocimiento y las creencias de todas clases -teológicas, filosóficas, científicas,
tecnológicas, históricas, sociológicas, etc.; y los productos materiales o artefactos que
los hombres producen y utilizan a lo largo de sus vidas colectivas (2004, p. 38).
Distribución que no amerita una gran discusión, pues cuando Chinoy (2004) se procura la
definición de las instituciones las propone como: las "pautas normativas que definen lo que se
considera... adecuado, legitimo, o como expectativas de acción o de relación social" (p. 38),
que varían en un primer grado, entre los usos populares y costumbres, y que se legitiman en
hábitos y leyes, el grado de las mismas, suponen sanciones y restricciones que guían la vida en
comunidad, estas puntualizan la institucionalidad de la vida pública, según tipo y grado de
desarrollo social del grupo humano en cuestión. Las ideas asumidas como creencias y valores,
es más bien un grado interiorizado de lo culturalmente apreciado en la cultura, así las creencias
son y pueden ser compartidas y valoradas en la medida de las diferentes ideas que rigen lo
bueno y lo malo, así como referentes de lo deseable e indeseable, que por último se
complementa con los productos materiales; La cultura material, como los artefactos y
productos ordenados por uso y nivel de desarrollo técnico, son compartidos y utilizados en
propósitos diversos con reglas subliminales, pero también configurados por su uso cultural.
En seguida, será preciso que desarrollemos muy brevemente, el objeto fundamental de la
cultura, en el cual Ernst Cassirer, nos será inmejorable para ilustrar especialmente la relación
con la cultura como categoría material, especial y sustancialmente ligada al fenómeno del arte
y como una totalidad estructurada-estructurante de lo humano, inevitablemente indeterminada.

88
"El primer término, creado por Herbert Spencer, subraya la independencia relativa de la cultura frente al reino
de la biología y su característica distintiva como un producto de la vida social. La herencia social" enfatiza el
carácter histórico de la cultura y, por tanto, las posibilidades de cambio y de desarrollo; este concepto sugiere la
necesidad de analizar y de comprender sus dimensiones temporales" (Chinoy, 2004, p. 38).
151
Con Cassirer, (1965) en su desarrollo filosófico de los objetos de la cultura, se reconocerá el
problema sustancial de la cultura, para Cassirer, las ciencias de la cultura tienen un arraigo
histórico desde los inicios del hombre, por lo que su objeto primordial será el lenguaje, primero
como mediador fundamental, como constitutivo de lo humano. Sobre o desde de la lengua, se
construirán y viajarán los objetos del desarrollo científico y artístico de la cultura, los conceptos
y artefactos, serán o tendrán que ver, para Cassirer, con una formación que el describe así:
Las obras de la cultura humana son las únicas que reúnen en sí las dos condiciones sobre
que descansa el conocimiento perfecto: no sólo poseen un ser conceptual y pensado,
sino un ser absolutamente determinado, individual e histórico. La estructura interna de
este ser es accesible al espíritu humano, se halla abierta a él, puesto que él mismo la ha
creado. El mito, el lenguaje, la religión, la poesía: he aquí́ los objetos verdaderamente
adecuados al conocimiento humano. (1965, p. 21)
Y, si lo que vamos a desarrollar como objeto de la cultura tendrá implícito al mismísimo objeto
del conocimiento humano, esta comprenderá que con el lenguaje de por medio, se complejiza
aún más; para Cassirer será el lenguaje el fundamento de la razón y entendimiento humano89 y,
por ende de la cultura; tanto así que el lenguaje será "[…] una determinada dirección
fundamental de nuestra acción espiritual, una totalidad de actos psíquico-espirituales, en los
que se nos revela por vez primera un nuevo aspecto de la realidad, de la "actualidad" de las
cosas” (Cassirer, 1965, p. 27).
Dinámica que pone y supone en el itinerario de la cultura; el entendimiento de lo humano sobre
lo humano, en otras palabras, será necesario que los hombres desde su propia consolidación y
autoconciencia, perciban y determinen los (sus) factores culturales, esta circunstancia
condicional de una dinámica de conciencia auto-percibida, ya la delineábamos en párrafos
anteriores y ahora cobra relevancia sustantiva, pues la cultura es entendida desde la reflexión
filosófica de Cassirer, como un fenómeno de fluctuación, creación, innovación y/o evolución
constante, desde y por el lenguaje, las formas artísticas de la literatura y la poesía hacen más
palpable dicha naturaleza de lo cultural, "[…] Las grandes creaciones del arte tienen esa
poderosa virtud de hacernos sentir y conocer lo objetivo en lo individual: plasman ante nosotros

89
"De la razón investida en el lenguaje y que se expresa en sus conceptos se pasa a la razón científica. El lenguaje,
con los medios de que dispone, no puede engendrar, ni siquiera alcanzar, el conocimiento científico. Constituye,
sin embargo, una etapa necesaria en el camino que conduce a este tipo de conocimiento; es el medio sin el cual no
puede nacer ni desarrollarse el saber en torno a las cosas. El acto de dar nombre a las cosas constituye la fase
preliminar y la condición indispensable para llegar a determinarlas, es decir, para lo que constituye la función
peculiar y específica de la ciencia" (Cassirer, 1965, p. 26).
152
con trazos concretos e individuales todas sus formas objetivas y les infunde, así, la vida más
intensa y vigorosa, la más poderosa sensación de realidad" (1965, p. 55). Se exalta, así, que:
Lo que la cultura promete al hombre, lo único que puede darle, no es la dicha misma,
sino lo que le hace digno de merecerla. La finalidad de la cultura no es la realización de
la dicha sobre la tierra, sino la realización de la libertad, de la auténtica autonomía, que
no representa el dominio técnico del hombre sobre la naturaleza, sino el dominio moral
del hombre sobre sí mismo. (Cassirer, 1965, p. 157).
Dominio del hombre sobre sí que aseguraría el sentido de lo humano, pero que, por ser cultural
resulta ser igualmente imposible de concretar, radica en lo que Cassirer va a identificar como
la Tragedia de la Cultura. El dilema se da por la dinámica fluctuante y dialéctica de la cultura90,
la cual no se sobrelleva sencillamente, sino que, al contrario, por carecer de un límite o meta
concreta, agudiza su indeterminación, pues la creación artística, como vimos, se crea y recrea
constantemente; para el caso concreto de la poesía, desde la misma utilización y construcción
del lenguaje91. La poesía como creadora de lenguaje nunca determina ni estructura totalmente
lo cultural; en resumen, una apelación concreta y unitaria de la cultura, es por la naturaleza
culturalista del mismo imposible de precisar.
Y así, en los diferentes campos de la cultura nos encontramos constantemente con el
mismo proceso, proceso unitario y armónico en cuanto a su estructura fundamental. La
pugna y la rivalidad entre las dos fuerzas, una de las cuales tiende a la conservación y
la otra a la renovación, no cesa jamás. El equilibrio que parece alcanzarse a veces entre
ellas es siempre un equilibrio inestable, dispuesto a trocarse a cada paso en nuevos
movimientos y oscilaciones (Cassirer, 1955, p. 185).
Esta condición de cultura como categoría material, encierra la totalidad de lo humano; que será
la espiritualidad de este como condensación total y manifiesta del hombre92. Así el desarrollo,

90
"La cultura lleva una vida “dialéctica” y dramática. No es un simple acaecer, un proceso que discurra serena y
tranquilamente, sino una acción que es necesario abordar constantemente de nuevo y que jamás está segura de su
meta" (Cassirer, 1965, p. 163).
91
" Pero lo que el hombre, desentrañándolo en sí mismo, plasma en su obra, lo que expresa por medio del lenguaje,
lo que representa plásticamente por medio de la imagen, eso queda “incorporado” al lenguaje o al arte y perdura a
través de ellos" (Cassirer, 1965, p. 190)
92
"En el terreno de la cultura, el desarrollo y la acción del individuo se hallan entrelazados con el desarrollo y la
acción del conjunto de un modo completamente distinto y mucho más profundo. Lo que los individuos sienten,
quieren, piensan, no queda encerrado dentro de ellos mismos; se objetiva, se plasma en su obra. Y estas obras del
lenguaje, de la poesía, de las artes plástica, de la religión, se convierten en otros tantos “monumentos”, es decir,
en otros tantos testimonios incorporados al recuerdo y a la memoria de la humanidad. Son, como se ha dicho, “más
duraderos que el bronce”, pues no encierran solamente algo material, sino que constituyen la expresión de un algo
espiritual, de algo que, al encontrarse con sujetos afines y sensibles, puede verse libre de su envoltura material,
para entrar de nuevo en acción" (Cassirer, 1965, p. 189).
153
la cultura en el propósito de nuestra definición tendrá que pensarse en una totalidad que nos
permita dimensionar la variedad polivalente de la misma, seguir pensando la cultura en este
motivo, no tendría ventaja ni provecho. Será precio pensar más bien en las formas (Dimensiones
o Espacios) en que se manifiesta la cultura, sobre esta dinámica de formas de la cultura es que
tendrá mucho más sentido pensar lo cultural.
Pero para apuntalar mejor esta idea, insistimos en mostrar cómo entre las definiciones de la
cultura encontraos los trabajos de Denys Cuche (2002), con quien será innegable una
panorámica sustancialmente iluminadora desde la antropología y la sociológica como enmarco
del fenómeno cultural. Para entender el desarrollo, apropio y usanza desarrollista de la noción
de la cultura, su preocupación primero se enfoca en definir el amplio y multifacético interés o
propósito de la cultura, reconocer que desde su aparición desarrollista especialmente en la edad
media, tendió a una consolidación especial y esencial en el campo científico para el siglo XVIII
y XIX, sobre este base aparecieron nociones como civilización y cultura en sentido amplio,
pero referido en un interés al rendimiento nacionalista desde el contexto alemán, definiciones
que dieron forma a los debates franco-alemanes sobre una visión particularista y universalista
de la cultura (Cuche, 2002, p. 17).
En seguida, la cultura como noción científica en las ciencias sociales, se resolverá
especialmente en diversidad de intenciones y perspectivas, su desarrollo se han guiado por
autores y disposiciones o corrientes, que han ensanchado su entendimiento y objeto de estudio,
así Cuche reseña en primera media la definición universalista del término con Edward Burnett
Tylor, quien describe a la cultura como "[…] Cultura o civilización tomadas en el sentido
etnológico más extenso, ése todo complejo que comprende el conocimiento, las creencias, el
arte, la moral, el derecho, las costumbres, y las otras capacidades o hábitos adquiridos por el
hombre en tanto miembro de la sociedad (1871, p. 11)" (2002, p. 20).
Igualmente, una concepción más pluralista de la cultura será performativa con Franz Boas
(1940), ampliando y siendo fundador de la práctica etnográfica, muy ligado el fenómeno de la
raza, pero será con los franceses con los cuales el fenómeno etnográfico adquiere destreza,
Durkheim (1930) y Levy-Bruhl (1922) auspiciaran y serán referentes en la formación de la
noción de cultura, propondrán cado uno, dos visiones antagónicas, primero en sentido de
estructura privilegiando el sistema social como una práctica compartida y estructurante en y por
todos los pueblos del globo, mientras que Bruhl asocia los fenómeno culturales en una dinámica
más restrictiva, más particularista y diferencial, acentuando así divisiones y particiones de
cultura a cultura, como una terea de necesaria descripción e identidad cultural.
154
Así mismo, en cuestión de perspectivas, escuelas y/o tendencias, las influencias tendrán por
ejemplo, los análisis funcionalistas de Malinowski (1944), los tipos de cultura con Ruth
Benedict (1934), la trasmisión con Margareth Mead (1963) y la "personalidad de base" con
Ralph Linton (1968) y Abram Kardiner (1939), a su vez, el aporte paradigmático de Levi-
Strauss (1955, 1958) con el estructuralismo cultural, ampliaran y desarrollaran ideas y doctrinas
sobre el fenómeno de las sub-culturas y la socialización, prácticas que asocian lo cultural a
intereses diferentes. Estos fenómenos de la cultura perseguirán una ampliación y ramificación
que Cuche (2002) describe, especialmente ligado a los procesos de aculturación, igualmente los
tipos de culturas que adentro de un orden jerárquico y de poder determinan formas y tipos de
cultura, así como las relaciones de poder entre las mismas.
Además, el fenómeno de la identidad en la cultura, un debate siempre profundo y muy
heterogéneo, revisando las relaciones que generan la cultura con respecto a fenómenos sociales
novedosísimos en que la cultura también tiene algo que decir. El desarrollo se llega hasta los
fenómenos que nos incumben, como la utilización y dinámicas de la Cultura Política; en estos,
la noción de la cultura ha propuesto vías de análisis que vale la pena desarrollar.93
De estas reflexiones, será necesario precisar que este desarrollo de la cultura tiende a problemas,
cuando el autor refiere esa multiplicidad conceptual de la cultura, indica una paradoja, un
desarrollo tan amplio se vuelve difuso y lejos de ser fértil, embota la discusión, haciendo
necesario replantearse la propiedad de la amplitud en el mismo, Cuche dirá: "[...] abandonarlo
y volver al sentido restringido de la palabra, es decir, el que refiere exclusivamente las
producciones intelectuales y artística" (2002, p. 145); es una idea muy debatida. Sin embargo,
el aprieto se encuentra cuando en el necesario avance epistemológico de la cultura; este se
asimila en extremos relativistas de lo cultural, su principal problema según Cuche es entender
que: “[...] el relativismo cultural es comprendido, a menudo, como un principio ético, que
pregona la neutralidad con respecto a las diferentes culturas. En este caso, se trata de pregonar
el valor intrínseco de cada cultura. Pero se produjo un desplazamiento imperceptible desde la
neutralidad ética hacia el juicio de valor: "todas las culturas son lo mismo" (2002, p. 147).
Razón por la cual se apuesta por un relativismo ajustado en el mejor sentido de la palabra.
Cuche afirma que "[…] recurrir al relativismo cultural es postular que todo conjunto cultural
tiende hacia la coherencia y cierta autonomía simbólica que le confiere su carácter original y

93
El trabajo del profesor Denys Cuche sirve para atender y encuadrar el desarrolló teórico, es un excelente trabajo
para ubicarse teóricamente en el desarrollo de las ideas indispensable que recoge la noción de la cultura, en sus
dos grandes contextos disciplinares; la sociología y la antropología.
155
singular, y que es posible analizar un rasgo cultural independiente del sistema cultural al que
pertenece, el único que puede otorgarle sentido" (2002, p. 148). Así, se desarrolla una postura
al medio, que abre lo suficiente y no cierra demasiado el arco de interpretación, proveyendo
molduras explicativas en propiedad. Dinámica comparable con el etnocentrismo, apuntar a un
etnocentrismo moderado, puede representar posibilidades metodológicas94.
A esta altura es una obviedad hablar de la multiplicidad y heterogeneidad de lo que implica el
concepto de la cultural, ya sea circunscrita a la práctica científica o como práctica natural y
empírica, Ariño nos sirve para reforzar dicha idea, cuando menciona como "no existe ciencia
(de la cultura), sin vocabulario preciso y riguroso. Por ello mismo cualquier tentativa de
investigación y análisis científico de la cultura plantea una grave dificultad inicial, derivada del
reconocimiento de la polivalencia que el término presenta en la sociedad contemporánea"
(2003, p. 13).
Esta prevención siempre recurrente, no es difícil de determinar, la vastísima discusión que sobre
el mismo se tiene, muestra renuentes referentes en la bibliografía, ya que su característica de
polivalente tampoco resulta novedosa, de hecho, parece un atributo intrínseco del mismo; sin
embargo, vale la pena dejar muy enunciado como han existido trabajos exhaustivos que en el
mismísimo interés de precisar una definición única o elocuentemente singular de la Cultura son
capaces de recopilar alrededor de 150 referencias sobre el término de la cultura, los profesores
Alfred Kroeber y Clyde Kluckhohn95, así lo consiguen (Serna y Pons, 2005). De hecho, sobre
la obra de Serna y Pons se reconoce un exhaustivo trabajo, que de nuevo invitan a seguir
pensado la variedad conceptual de lo cultural, sin embargo, insistir en más definiciones resulta
improcedente96, dinámica por la cual citamos el trabajo de Kroeber y Kluckhohn, referente
indispensable para los autores. Directamente después Serna y Pons se proponen revisar y
enunciar en detallada escritura los materiales fundamentales de la historia cultural, un campo

94
Estoy convencido de que una cierta forma de etnocentrismo, si se designa de esta manera la referencia a la propia
experiencia, a la propia práctica, puede ser la condición de una verdadera comprensión; a condición, por supuesto,
de que esta referencia sea consiente y esté controlada, (...). Entonces, si dejamos de ser proyecciones más o menos
complacientes, la etnología y la sociología llevan a un descubrimiento de una misma en y por la objetivación de
uno que exige el conocimiento del otro. (1985, p. 79). (2002, p. 149). Principios metodológicos que objetivamos
y proponemos hacer propios en la intención de superar la amplitud indeterminista, así como la singularidad
insuficiente del entendimiento en la cultura, y una línea de fuga para adentrarnos en la definición de lo cultural.
95
En el trabajo monografico titualdo Culture. A Critical Review of Concepts and Definitions.
96
"La cultura es un repertorio amplio de códigos o de convenciones, un compendio vastísimo de prótesis y de
instrumentos, un depósito de reglas, de significados, de prohibiciones y prescripciones, que nos limitarían y que a
la vez nos harían vivir, que nos servirían para resolver mejor o peor nuestra relación con el entorno social y físico.
En primer lugar, con nuestros padres. No obstante, más allá de este simple esbozo de lo que sea la cultura, según
nuestra concepción actual, existen una multitud de formas de entenderla, numerosas definiciones que desde la
antropología a la historia han presentado su objeto" (Serna y Pons, 2013, p. 20 y 21).
156
relativamente nuevo, que ya habíamos brevemente tratado, solo que con las encuentros y
desencuentros como campo; la Historia Cultural de l@ politic@.
Justamente, y como el interés discurre en otra vertiente, las formas asociadas a dimensiones o
espacios de la cultura, desde el profesor Antonio Ariño (2005), será quien, en su intención de
presentar una sociología de la cultura, exponga un interesante marco de referencia para
acercarnos al problema de la cultura reconociendo tópicos esenciales alrededor del mismo,
específicamente; un concepto sociológicamente adecuado de cultura, partiendo de la
etimológica, propia del reducto gramatical del latín colo = cultivar, en donde la referencia a las
potencialidades de las semillas y los animales nos perfila una definición primigenia, la cultura
en su primer forma o acepción tiene una clara relación y preferencia por el cultivo del hombre,
la educación y la alfabetización se vuelven sinónimos de cultura o desarrollo de cultura.
A Ariño le es fundamental asegurar como: "[...] la Modernidad implica una utilización del
término cultura con el léxico fundamental de una ideología de la excelencia: de la afirmación
antropológica de la dignidad de la diferencia; y como etiqueta que designa un área o campo de
acción específico" (2005, p. 15). Esta definición cultural97, presentaría un desarrollo alrededor
de la selección y la exclusión, de manera que la cultura es una forma de distinción social, en
donde la jerarquía y la estratificación es un ejemplo de tener o no tener cultura, en suma, una
definición intensamente restrictiva, una visión humanística de cultura pensada especialmente
como; Lo Culto. Aquí, la cultura se alinea con la idea de civilización; sin embargo, en su
desarrollo y construcción con acervo moderno, estas relaciones se van a volver cada vez más
precisas, y se establecerán diferencias sobre lo meramente material y productivo de la dinámica
industrial, sobre las actividades tendientes a espiritualidad y humanidad de corte superior, el
arte será la quinta esencia de dicha práctica. Resultando, entonces, una primera gran plaza
(dimensión) de cultura que se identifica en por lo menos 898 factores.

97
Aun cuando el autor es preciso en anotar como no pretende desarrollar un concepto ni hacer una socio génesis
del mismo, la Cultura (Ariño, 2005, p. 14).
98
"1. La cultura es procesual. Se adquiere a lo largo de un proceso de entrenamiento o educación (...) 2. La cultura
es selectiva. sólo algunas actividades humanas son realmente creativas, a las que se inviste con el aura de lo sagrado
e inefable y se las separa del mundo de la vida cotidiana (...) 3. La cultura es normativa y canónica: solo los
resultados de algunas actividades merecen una calificación de cultura (...) 4. La cultura es carismática. Las
manifestaciones culturales expresan cualidades extraordinarias del artista, mediante las cuales se expresa su
vinculación inspirada con aquello que en términos estéticos es ultimadamente valioso. 5. La cultura es
jerarquizadora o estratificadora. Las personas cultas son aquellas que adquieren forma de elite (...) 6. La cultura es
crítica. se opone a las normas predominantes en el orden social (...) 7. La cultura es frágil y vulnerable, puede
perderse o resultar debilitada, deformada, degradada por la estructura económica (...) y 8. La Cultura, en síntesis,
es restrictiva: sólo algunas actividades, son la excelencia o perfección de algunas obras, y sólo el carisma o estatus
de algunas personas y sus formas de vida, constituyen la verdadera cultura. (...)" (2005, p. 24 y 25).
157
A pesar de esa primera síntesis, alrededor del concepto de cultura, la dinámica de la misma se
diversifica y Ariño (2005) nos comenta como una segunda plaza de la cultura se estructura en
el acervo científico alrededor de la dignidad en la diferencia, esta con un énfasis acertado en la
antropología, una visión antropológica, en donde la comprensión de la misma se da por la
referencia diferenciada de un pueblo o grupo social específico, en donde en ese grupo social
especifico "todo lo creado por los seres humanos, le generalidad de la vida de una sociedad, el
modo de vida específicamente humano, la totalidad de la experiencia humana acumulada y
trasmitida socialmente y que en cada grupo tiene una concreción y una singularidad" (p. 28).
Esta visión convierte en un entramado totalizante pero especialmente, un cumulo original de
todos y cada uno de los integrantes del grupo social en una dinámica de dignificación y
nivelación de todas las formas de vida.
Esta visión propone "[...] la comprensión de la cultura como el modo diferenciado de vida de
un pueblo o de un grupo social, englobando en el mismo todas las manifestaciones y
expresiones de dicho grupo. La cultura es el estilo de vida y la forma global de una colectividad"
(Ariño, 2005, pp. 25-26). Inevitable así, por el nacimiento de esta en procesos coloniales y
etnocentristas de la disciplina antropológica propias del canon y desarrollo científico occidental.
Pero, además, existe una supuesta imposibilidad de cambio cultural y la necesidad también, por
matizar la homogeneidad, el cual se vierte en un concepto determinista de esta acepción a lo
cultural, quizá el entramado alrededor del contexto histórico, la relación social y la dinámica
intrapersonal son ejemplos que rescatan las dificultades que supone pensar en una cultura como
una dinámica armónica al mejor estilo Parsoniano, en donde el entramado cultural funciona
como unión perfecta entre las partes del grupo en socialización, esta visión simplista de la
cultura antropológica, vienen a ser muy debatida, entre otros por Geertz, mostrando cómo el
carácter ontológico empieza a perfilar una dinámica fenomenológica, entendiéndolo más como
un sistema de significados (Ariño, 2005, p. 35)99, todas las culturas poseen existencia en un
ejercicio de significación que se empieza a reconocer como compleja por su entramado de
símbolos y signos los cuales se dan y se comparten por un trasegar histórico simultáneo y
enseñado, el cual no supone de un orden manifiesto en donde todo es articulado y homogéneo.
A este sentir le serán muy precisas las condiciones poscoloniales de un globo cada vez más
interconectado heterogéneamente, además de las implicaciones que suponen desde la semiótica

99
Cursivas mías
158
la estructura del lenguaje, las cuales, a su vez, ubican la dinámica cultural en una relación
biológico-humana, complementaria, por su evolución.
Ariño, propone resumir las implicaciones teóricas de esta segunda plaza de la cultura guiado
por sus dos máximas fundamentales del concepto como concepto ontológico y
fenomenológico100 a lo cual dirá:
1. La cultura es constitutiva: los seres humanos, por naturaleza necesitan
complementarse culturalmente. El desarrollo biológico y el cultural no son discernibles
en el proceso de hominización. 2. La cultura consiste en un sistema de símbolos, en
información transmitida mediante aprendizaje social, en memoria no genética. 3. Esta
concepción es universal e inclusiva porque todos los seres humanos están constituidos
culturalmente en tanto que seres humanos. 4. La cultura es colectiva y pública. Se
expresa en formas institucionales y es objetiva. (...) 5. La cultura es compartida, común.
Produce homogeneidad y comunidad. Alta, ligera, integra. 6. La cultura es aprendida,
no genética. En este sentido y solo en este puede decirse que es arbitraria y
convencional. 7. La cultura es práctica. Es antes una actividad que una forma de
conocimiento. (…) 8. La cultura es plural. Existen tantas culturas como grupos
humanos. (...) 9. La cultura es relativa. Es decir, siempre dice referencia a un grupo
concreto o a una comunidad. 10. El corolario de la característica anterior es la dignidad
equivalente de todas las culturas. (…) 11. (...) Cada cultura históricamente particular y
debe ser investigada empíricamente. 12. La relación entre cultura y sociedad tiende a
ser interpretada como armónica (...). (2005, p. 45)
Pero será propósito del profesor Ariño (2005), identificar en la tercera plaza los aspectos que
las dos primeras dimensiones de la cultura no reconocen, para el caso de la humanística, su
aspecto de asimetría cultural y, en el caso de la antropológica, el aspecto de la diferenciación
funcional:
Una sociología de la cultura debe asumir y explicar la dimensión ontológica de la cultura
(descubrimiento que aporta la antropología y según la cual todos los seres humanos), la
dimensión fenomenológica (que comporta la socialización en las creencias, en los
valores y pautas de un grupo humano determinado), su dimensión inevitable carismática

100
"[...] a) una dimensión ontológica (alude al carácter constitutivo de la cultura para la vida social y para la propia
humanidad, y en ese sentido es universal -todo los seres humanos- e inclusivo -toda su competencia para producir
sentido- aunque no sea englobante - todas las actividades humanas-) y b) una dimensión fenomenológica (investiga
las diversas manifestaciones de este bagaje constitutivo asentando la dignidad equivalente de cualquier forma de
vida humana) (Ariño, 2005, p. 44).
159
y normativa (abordada, aunque de forma inadecuada, por la definición humanista, que
comporta la expresión individual de cualidades superiores, la innovación y la
orientación a metas y fines tenidos por sagrados y trascendentes), y la dimensión
sociohistórica (la creación de un campo de acción o subsistema especializado), que
constituye la aportación central de la sociología (Ariño 2005, p. 53).
El enmarco teórico desde donde cobra relevancia la sociología de la cultura es la corriente de
los Cultural Studies, esa tercera plaza donde desde los Aporte de Raimond Williams y Pier
Bourdieu son manifiestos. Primero con Williams se identifica una doble función de la cultura
como un "significante manifiesto y un significante latente o implícito" (Ariño, 2005, p. 54)
gracias a la interpretación de lo cultural que en Williams supone de un todo de fenómenos y
manifestaciones humanas, sobre todo ateniéndose al precepto de las sociedades complejas como
lo resultan o llegan a ser las occidentales. En este marco social integral existen por lo tanto y a
su vez núcleos diferenciados de las acciones sociales; Culturales, Económicos, Reproductivos
y Políticos, en palabras de Ariño (2005), "[…] La cultura como sistema significante está inserta
en toda una gama de actividades, relaciones e instituciones, de las que sólo algunas son
manifiestamente culturales" (p. 57). En donde las múltiples relaciones de significantes son
posibles en los diversos niveles y de manera sustantivamente interrelacionada, interconectando
todo gracias al significado latente que contiene y condiciona los diferentes tipos de acciones,
es, en otras palabras, la existencia de un sustrato cultural, que sustenta tanto las prácticas
manifiestamente culturales como la que no lo son tanto. Véase Figura 1.1.
Gráfica 14. Las concepciones de la Cultura.

Fuente: (Ariño, 2005, p. 55)


Bourdieu propondrá una sociología de la cultura, yendo más allá que Williams, cuando plantea
que la cultura hace parte de manera constituyente y constituida; es decir, entendiendo que los
campos de producción cultural pueden y son emergentes y se constituyen, de manera tal que la

160
cultura se contiene a sí misma, en una acepción estratificacional y antropológica a la vez101, en
donde son los campos y sus respectivos capitales los que confluyen, fluctúan y se invierten, lo
que determina la fonación y consolidación de un entramado cultural especifico:
Los campos surgen porque un ámbito de la acción humana se organiza y articula de
acuerdo con una ley específica; consisten en redes o estructuras de relaciones objetivas;
comparten algunas propiedades invariantes, lo que da lugar a homologías estructurales,
pero se articulan en función de específicas y cada uno de ellos se rige por un principio,
una lógica o nomos peculiar (Ariño, 2005, p. 58).
Además, esos campos, nos recuerda Ariño (2005), son interdependientes en el sistema social y
específico en el que estén insertos, y también poseen relaciones de sub-ordinación o dominación
sobre otros campos, es decir, entre ellos mismos. Pero, el aporte de Bourdieu no se quedará
solamente con lo anterior, sino que permitirá entender que la cultura también comporta de un
proceso de constitución como campo alrededor, ya no solamente de la primera plaza (dimensión
Ontológica - fenomenológica) y segunda plaza (dimensión carismático - normativa) sino que
se enriquece con una tercera plaza o dimensión alrededor de lo histórico - institucional,
dimensión capital y constructora de sentido en, sobre y por las otras dimensiones.
Así, al entender lo cultural como un concepto multidimensional que reúne todas las anteriores
acepciones, permitirá vislumbrar el papel y desarrollo de la cultura en una relación hasta el
momento más compleja que por la simple multitud de acepciones. El concepto
multidimensional de la cultura que se propone reconocer Ariño recopila, según su desarrollo
varios aspectos, que se van a coligar en cuatro grandes dimensiones con características
sustantivamente, interiorizadas y ejecutadas:
[...] la cultura como información adquirida por aprendizaje social102 es a un tiempo
genérica (constitutiva, universal, afirmadora de la común dignidad humana) y grupal
(plástica y diversa según su nicho étnico, afirmadora de la relatividad y la tolerancia);
personal (o genial, orientada a metas, a la innovación y creatividad, evaluadora,
afirmadora de la excelencia) y estructural (campo autónomo que comporta
formalización de tareas y procesos y especialización en funciones, afirmadora de la
competencia funcional). (Ariño, 2005, p. 61):

101
Será preciso que se recuerden las citas al trabajo directo de Bourdieu sobre el habitus y la conformación del
campo, apartado II y III.
102
Aquí será por aprendizaje social o socialización, que vale la pena adicionar, es la forma eminentemente
manifiesta por la que podemos hablar de reproducción y bagaje cultural, y que, en suma, resultara ser para el
sujeto; genérica, grupal, personal y estructural al tiempo o a la vez (Ariño, 2005).
161
Gráfica 15. Las dimensiones de la cultura.

Fuente: (Ariño, 2005, p. 61)


Por esta constitución multidimensional de la cultura, a Ariño le resulta difícil un concepto
unitario del mismo, y se propone identificar cómo en las diferentes dimensiones existe un
reagrupamiento y tensión permanente, proporcionado e inevitable por la dinámica estricta de
los campos, los capitales y ubicaciones en el mismo. Desde la postura de Bourdieu, la esfera
propiamente cultural será un espacio igualmente diferenciado, de donde "La constitución del
campo de la producción cultural implica especialización de productores, diferenciación de
prácticas y de géneros, cristalización institucional, tecnologías nuevas, relaciones sociales
nuevas" (Ariño, 2005, p. 66), Fenómeno que, igualmente, pone en el escenario por su dimensión
histórica y fenomenológica que: "el campo cultural se halla jerarquizada o estratificada tanto
intra como interculturalmente. Un campo es una red de relaciones objetivas de dominación y
subordinación" (2005, p. 67), imprimiendo por lo tanto un estado de perpetuo equilibrio y
balance entre sus fuerzas internas y externas, este sistema social, nos lleva a pensar la dinámica
de los campos en un cierto desarrollo, dinámica sobre la que nos ubicamos para pensar la
relación concreta, el nivel y forma de desarrollo de lo que propusimos en páginas precedentes
era el campo de la cultura política y el del a comunicación/educación, "Nos hallamos en todos
los casos ante esferas de acción social delimitadas y diferenciadas, que gozan de autonomía
relativa regidas por principios de carácter instrumental (...) y, sin embargo, ahora se reconoce
la importancia intrínseca de lo informal, de lo ritual, de los valores, de la calidad y el significado,
de la cultura" (2005, p. 69).
Ultimando el carácter multidimensional del concepto de cultura, Ariño se referirá a la relación
inevitable de la cultural y la sociedad, en donde los desarrollos teóricos al amparo de la teoría
de campos pueden guiar el desarrollo en una relación condicionalmente armónica entre las dos
estamentos, aunque parece mediar la idea de la una sobre la otra, al final esto supondrá de
órdenes teóricos para acercar un entendimiento sistemáticamente productivo en el formato
constitutivo ya sea de lo social sobre lo cultural, o viceversa. Ariño concluyentemente sostendrá

162
como la relación es compleja, pero existen tres básicos supuestos de la relación, en los que se
puede hallar un grande consenso:
[...] la cultura es constitutiva de la sociedad, aunque no sea la única dimensión
constituyente; que en nuestras sociedades la relación entre cultura y sociedad se
establece, ante todo, a través de la lógica de los campos o ámbitos diferenciados de la
acción; y que la sociología debe ocuparse sobre todo del análisis de las formas de
organización y distribución del capital informacional en los contextos de producción,
circulación y apropiación (2005, p. 76).
La revision de los diversos desarrollos teóricos nos han llevado a identificar algo que es muy
factible de entender con respecto a la cultura, y es su difícil y nunca precisa definición, por la
capacidad y condición multiversa en su acepción o significación, sin embargo, cuando se
propuso entender a la cultura como un desarrollo en dimensiones con el profesor Ariño; tres
plazas de la cultura, se objetivo una capacidad y concreción de la misma, asociada a una
multidimensionalidad que en el bagaje de la sociología como campo disciplinar moderno,
objetivo una definición multiversa de la cultura, de la cual podemos extraer como gran
ganancia, la existencia de una diferencia que consideramos inapelable, una distinción entre la
cultura y lo cultural. Al revisar los aportes de Williams y Bourdieu, se reconoce una capacidad
constituyente de la cultura; en palabras de Williams un sistema significante latente o implícito
que hilado alternamente con Bourdieu se entendió como: una dimensión constituyente, la idea
de los campos aludirá al especio total de lo social. Lo Cultural como un espacio anterior que
contiene o subsume esferas (campos culturales). Así las condiciones, Lo Cultural supondrá el
espacio social-igualmente que cultural, integrante y contenedor de los diversos fenómenos
explícitamente culturales, en los cuales existirán las diversas tensiones y reconfiguraciones.
Cuando hablamos de una Socialización Cultural de lo Político, identificamos un orden superior
y anterior de desarrollo interiorizado de las prácticas sociales diversas en los cuales se insertan
poderosamente, lógicas que aluden directa o indirectamente a la dinámica del poder.
En resumen, la relación cultura y sociedad es una dinámica de constitución y constituyente
simbólica, en donde la cultura determina, pero no es la única dinámica determinante de la
sociedad. Por el contrario los juegos y procesos de constitución se reproducen en diferentes
lógicas e intereses según el tipo de sociedad, tiempo y espacio en que se establezca o que se
presente como contenedor. Así, y erigiendo como punto esencial que la variedad, propia de la
tercera plaza de la cultura como campo informacional y simbólico, es sobre todo una dinámica
constitutiva y constituyente de campo. Un entramado multinivel y multidimensional que
163
reconoce el propio ejercicio sociológico alrededor de la cultura y la sociedad, el cual significara
y llamara atención a la centralidad e inevitabilidad del concepto de cultura para entender lo
Cultural; ahora como un entramado complejo, inconmensurable, de heterogéneas relaciones,
símbolos, cosmovisiones y obligaciones de un organismo social, aquí referidos a nuestra
sociedad colombiana hija y heredera de un paradigma moderno de primer orden103.
5.3. ¿La Política y/o lo Político?
La discusión que reconoce una diferencia entre la política y lo político, es un terreno bastante
trasegado y ampliamente matizado, y sobre el que es necesario detenerse, en el presente
apartado nos proponemos reseñar las principales posturas y trabajos que, en la intención de
precisar una definición teórica y epistemológica de lo político, se han desarrollado.
Se reconoce una diferencia esencial alrededor de lo político y la política, una mirada
íntimamente ligada y muy vinculada con los postulados de Retamozo (2009), nos proponemos
en lo sucesivo de la discusión, primero; dar la razón al fenómeno o hecho; en donde lo político
va sobre el ejercicio constitutivo y medular de la práctica política, a modo de reflexión filosófica
esencialista, y para la política como un acto institucionalizado, de una forma específica de
suministrar u ordenar las relaciones de poder y por ende, del gobierno. En suma, una actitud
prescriptiva sobre el orden de los elementos de lo político, en donde se busca retomar algunas
ideas normalizadas y proyectarlas (desnaturalizarlas) en la discusión de una explícita manera,
pero principalmente en relación al desarrollo e interpretación de las prácticas culturales de lo
político.
Estableciendo y tomando como referencia central que la discusión de lo político, comparte de
manera inevitable, al igual que con la cultura, una anatomía o estructura siempre compleja e
inconmensurable del mismo talante que el de la cultura, las posibilidades de hablar de lo político
también nos insertan en el terreno de lo complejo y lo múltiple por lo fértil, pero para proceder
ordenadamente en su análisis, partiremos primero haciendo la siguiente distinción; las
relaciones de lo político, nacen necesariamente gracias a esa circunstancia inalienable del
sujeto, a esa condición de asociación perene, que de manera ineludible contiene y reproduce a
todos los sujetos104 sobre la biosfera terrestre, no hay sujeto que pueda desligarse de dicha

103
Cuando hablamos de una Modernidad de primer orden nos referimos a los trabajos de un orden sistema mundo
moderno, de Immanuel Wallerstein, pero sobre todo al sistema mundo moderno colonial, con los trabajos del
profesor Walter Mignolo, Edward Said y Fernando Cruz Kronfly, que más adelante detallaremos.
104
Hablo de sujeto al no encontrar una definición mejor, para entender ese estado de existencia per se, de los
humanos, aunque claro es necesario precisar que el concepto de sujeto es una nominación humana compleja y
sumamente moderna.
164
condición, a menos que hablemos de un caso singularmente casuístico donde este sea embotado
al medio sin relación biológica tradicional de asociación o socialización.
Estableciendo que es la relación de lo social; en donde debemos insertar lo político procedemos
a reconocer que es en la dinámica de la asociación donde surge la categoría y/o fenómeno del
poder, todas las relaciones nos resultan reproducidas o limitadas en un corsé o circunscripción
al poder, una dinámica primigenia que resulta trasversal a todos los espacios de conformación
social del sujeto, donde hay más de un ser humano, hablaremos necesariamente de una relación
o relaciones de poder, y sobre todo de una relación de poder en ejercicio o en acción (Cfr.
Foucault, 1992), es interesante anotar como la misma noción de sujeto ya carga y contiene de
por si unas lógicas de poder que más adelante se desarrollarán.
Lo político entonces identificado alrededor de la práctica del poder nos insertara a su vez en
una relación del gobierno, y en este punto ya será necesaria la siempre renuente referencia a los
griegos, pues serán los atenienses en su dinámica social quienes establecen quizá la analogía
más importante alrededor de la polis, sobre lo que significará e implicaría la práctica del buen
gobierno, en sus ordenes (polis) los sujetos que habitaban dichas formas, adquirirán el
determinante de polites = ciudadanos, tanto que quizá la muy citada referencia a lo que implica
la humanidad en Aristóteles se guiara hacia ese zoon-politikon, un ser ciudadano, comprometido
e inserto, en una condición de responsabilidad con el gobierno de su polis o ciudad.
Imprimiéndose así una distinción o demarcación hacia la política, como forma de estructuración
de una determinada forma de ordenamiento de lo político.
Por el interés de trasladar y posicionar un referente teórico serio y fundamental al fenómeno
interno de lo que es la política, la categorización contemporánea en la forma de entender lo
político y la política, rescata la función modeladora del poder, partiendo sobre los fundamentos
de acción del mismo desde los aportes capitales del Profesor Carl Schmitt105, del cual es
necesario reconocer en su base primordial el célebre pensamiento: "[…] El concepto de Estado
supone el de lo Político" (1987, p. 49). Y es que el estatus conceptual que presenta sobre lo
político, ya nos remite a una posibilidad de abordaje sobre una dinámica intrínseca o anterior a
la política, lo político, que para Schmitt se relaciona con el funcionamiento y la estructura propia
del Estado Moderno, y esto se hace evidente, cuando intenta reconocer que si bien un
acercamiento a la dinámica política se ha ejercido en autores y tradiciones epistemologías

105
Los aportes del profesor Schmitt resultan necesarios pues es el primer teórico moderno que abordara de manera
central y como objeto a la dinámica de lo político, por lo tanto, si bien su enfoque, adelantamos no es el mejor, si
es el basamento esencial para acercarse al fenómeno en sí.
165
preliminares, estas no se refieren en sentido estricto a lo que el supone es su objeto de trabajo;
lo político en propiedad. Esto así, porque solo se pueden pensar lo político, si la
institucionalidad Estatal funciona; es decir, que "[…] siga siendo posible considerar el Estado
y sus instituciones como algo firme, lógico y natural" (Schmitt, 1987, p. 53) pero no solamente
eso, sino que, además, es el Estado como institución la que busca sustentar el monopolio de lo
político, en suma, de sustentarlo todo, Estado todo. Para Schmitt el Estado no sirve si no se lo
relaciona con lo político, en sus palabras: "[…] en esta modalidad de Estado todo es al menos
potencialmente político, y la referencia al Estado ya no está en condiciones de fundamentar
ninguna caracterización específica y distintiva de lo político" (p.53).
Bajo esta premisa será necesario para Schmitt, buscar responder a lo político, identificando una
característica exclusiva del mismo, una que remitiera a la distinción y al antagonismo propio
del amigo-enemigo, en donde se corresponde; que si bien, en otros aspectos las oposiciones son
determinantes conceptuales (estético, moral y cultural), en el caso de lo político se construye
de manera analógica, para Schmitt (1987) "[…] La oposición o el antagonismo constituye la
más intensa y extrema de las oposiciones, y cualquier antagonismo concreto se aproximara
tanto más a lo político cuanto mayor sea su cercanía al punto extremo, esto es, a la distinción
entre amigo y enemigo" (p. 59). Fenómeno que se caracteriza por estar ligada intrínsecamente
a la articulación del Estado, este punto será central para entender según Schmitt (1987) que:
[…] Dentro del Estado como unidad política organizada que decide por sí misma como
un todo sobre amigo y enemigo, y junto a las decisiones políticas primarias, y, en su apoyo
surgen numerosos conceptos secundarios de lo "político". Esto ocurre en primer lugar con
la ayuda de la equiparación de lo Político y lo Estatal que mencionábamos arriba. Entre
sus consecuencias está el que se oponga por ejemplo una actitud de "política de Estado"
a otra de naturaleza partidista, o que se pueda hablar de una política religiosa, educativa,
comunal, social etc., del propio Estado (p. 60).
Aquí, será menester inevitable comprender la categoría de oposición; amigo - enemigo como
una condición, que para Schmitt remite irremediablemente al Estado. Sin embargo, esta
característica de lo político es también entiende, que lo político a su vez abre espacios (mínimos
o exiguos) de conformación. Lo político es la misma conformación política, ahora como
fenómeno de la Política; a saber, que si bien la dinámica es eminentemente total o integral bajo
el amparo del Estado, también la oposición abre o permite dinámicas de configuración política
dentro de ese mismo Estado; las guerras civiles son un caso paradigmático para entender dicha
dinámica, aunque también es clara la posición de Carl Schmitt, en entender sobre todo la
166
dinámica de oposición en la integridad/homogeneidad adentro, antes o incluso sobre la
heterogeneidad afuera del Estado-Nación106; es decir, un fenómeno que piensa lo político, como
dinámica de oposición fundamentalmente hacia Afuera, pero nunca adentro del mismo Estado,
entre otras razones porqué la situación de formación política tiene periodos cortos de
composición, las guerras civiles de nuevo cumplen con dicho carácter de institucionalización
de una forma política específica volviendo a recomponer el orden gubernamental Estatal107.
Siguiendo esta línea de análisis, esta reparación se puede hacer más evidente o liminal, sí,
además, asociamos que son múltiples las formas de entender lo político, así como diversas las
formas, niveles e intensidades de la opción política cuando Schmitt (19787) asegura:
[…] Lo político puede extraer su fuerza de los ámbitos más diversos de la vida humana,
de antagonismos religiosos, económicos, morales, etc. Por si mismo lo político no acota
un campo propio de la realidad, sino solo un cierto grado de intensidad de la asociación
o disociación de hombres. Sus motivos pueden ser de naturaleza religiosa, nacional (en
sentido étnico cultural) económica, etc., y tener como consecuencia en cada momento y
época uniones y separaciones diferentes. (...) En todo caso es política siempre toda
agrupación que se orienta por preferencia al caso decisivo. Por eso es siempre la
agrupación humana que marca la pauta, y de ahí que, siempre existe una unidad política,
ella sea la decisiva, y sea soberana en el sentido de que siempre, por necesidad
conceptual, posea la competencia para decidir en el caso decisivo, aunque se trate de un
caso excepcional" (p. 68).
Y es aquí, y en este momento, en el que valdría la pena o sería necesario preguntarse, si ¿no
son acaso nuestros contextos políticos excepcionales? o si ¿no es acaso bajo esas
excepcionalidades que entendemos las formas y dinámicas de lo político y la consolidación del
Estado en nuestros contextos? Si bien para Schmitt estas excepcionalidades le parecían
infrecuentes, esas excepcionalidades son lo que hacen característico nuestro funcionamiento

106
Esta idea es comúnmente compartida por los teóricos políticos tradicionales, entender que la práctica del
nacionalismo surge necesariamente ligada a la generación de la Nación, sin embargó dichas afirmaciones
desconocen la riquísima y compleja discusión que implica la conformación del nacionalismo, nunca ligada de
manera radical, primero a una escuela o tradición epistemológica del nacionalismo, el papel del Estado en la
formación de Naciones, la homogeneidad adentro del Estado y la diferenciación afuera, así como los elementos
proto-nacionalista de los que podemos encontrar un enorme aporte en la definición y acercamiento al fenómeno
del Estado - Nación como unidad política esencialmente contemporánea en el ordenamiento o concierto mundial.
107
Sin embargo, hay que hacer claridad, que Schmitt abre esta posibilidad solo en un caso de eventualidad, que se
reconoce por la función absoluta y soberana del Estado, es decir; que su conformación solo se configura en la
dinámica política, atada (de nuevo) como una situación Estatal. En palabras sencillas lo que se busca es trasladar
el terreno de lo político, afuera del de la política, que es el Estado, pero la configuración de lo político, para Schmitt
es fundamentalmente Inter-Estatal (Internacional), nunca intra-Estatal (o infra-Estatal).
167
político cotidiano (el colombiano) que se puede aseverar liminalmente; es precisamente una
excepcionalidad108 con respectó a los moldes europeos, específicamente anglosajones de
formación o conformación política, más que coherentes con los aportes del Profesor Carl
Schmitt.
Hasta aquí, lo que sí nos interesa reconocer es que por el momento la discusión de la
conformación de lo político, sí presenta posibilidades interesantísimas en nuestros contextos.
De hecho ésta posibilidad que presenta Carl Schmitt de una muy solapada manera, es la que el
profesor Martín Retamozo nos explicita en su documento Lo político y la política: los sujetos
políticos, conformación y disputa por el orden social, al demostrar de manera muy significativa
esa relación existente entre la conformación del orden social y los sujetos políticos, y es
precisamente, en esa intención que reconoce bajo el amparo de autores como Schmitt y Arendt
una discusión que en los sucesivo buscará reconocer y reconstruir de manera juiciosa: primero,
identificando esa posibilidad que abre Schmitt para entender lo político como sustancia y/o
esencia diferente a la política, pero también y sobre todo; que una de las características
esenciales de lo político implica un momento de conformación especial, una dinámica
eminentemente conflictiva, que Martín Retamozo retomara junto con Karlik (1995) y Alejandra
Jiménez Ramírez (2009) como "[…] el aporte al descubrimiento de lo político como un
momento simbólico fundacional, originario, sin un contenido prefijado productor de un
acontecimiento social potencialmente abierto y contingente. Lo que implica reparar en el
momento de la ‘producción’ de la distinción entre amigo y enemigo, vinculado a una decisión
y, por ende, a una operación simbólica performativa de un campo" (2009, p. 73) el político.
Pero será con Hannah Arendt109, el otro referente obligado para el profesor Retamozo, quien
nos permitirá identificar en su singular obra ¿qué es política? la idea básica de la reunión
humana como ineludible característica de la política, una reunión entre congéneres en dónde la
libertad es una expresión manifiesta y en suma inevitable, Arendt lo deja muy claro cuando
entiende que:
[…] La política nace en el Entre–los–hombres, por lo tanto, completamente fuera del
hombre. De ahí que no haya ninguna substancia propiamente política (...) Es tan difícil

108
Cursivas mías
109
Existen numerosos trabajos sobre la dinámica política en Arendt, aquí nos apegamos a la visión reconstructiva
en resumen del profesor argentino Martín Retamozo, pero auspiciamos igualmente la revisión de trabajos
paradigmáticos de la profesora Hannah Arendt, que en documentos como "La condición Humana", "Sobre la
violencia", "De la historia a la acción" ... y trabajos como los de los profesores: Sebastián Barros y Álvaro Díaz
Gómez , retoman los postulados de Arendt para sugestivas miradas y perfectivas de la relación de la política y lo
político.
168
darse cuenta de que debemos ser realmente libres en un territorio delimitado, es decir,
ni empujados por nosotros mismos ni dependientes de material dado alguno. Sólo hay
libertad en el particular ámbito del ente de la política. (Arendt,1995, p. 46 y 47).
Para Hannah Arendt, la relación de la política, se encuentra vinculada sin precedentes sobre el
acto de libertad humana, una libertad que se concreta en la existencia propia del ser humano,
una interesante acotación que se puede extraer, precisamente por esa "condición existencialista
humana", que siempre se presenta, por fuera de cualquier reflexión, es decir, que la condición
de acción (ejecución); que hace parte de la ardua discusión de la Modernidad, en donde el
cogito, ergo sum rivaliza con la noción, primero, en Kierkegaard y luego en Feuerbach, en
donde la existencia se materializa en la acción, antes que nada, y después en la existencia
natural; es decir, del ser en la naturaleza, como segunda medida. Reflexión interesante puesto
que es la base epistemológica y filosófica de los aportes Marxistas a la realidad y a la crítica
económica de la Modernidad. Ésta que será la dinámica básica de la filosofía negativa, o de la
negación filosófica de la razón como culminación idealista, (propia de la filosofía Hegeliana)
presente en las reflexiones del trabajo, que Marx propondrá como medula de su dialéctica
social, tienen su realización amplísima discusión en Herbert Marcuse110.
De esta manera, el profesor Retamozo, quiere advertir, y propone que para ampliar la noción
de lo político, se debe ligar la noción de la acción como una dinámica potencialmente violenta,
sabemos que la experiencia de Hannah Arendt con dicho fenómeno, tiene una enorme influencia
en su elaboración filosófica y son sus posibilidades de análisis a este respecto las que abren un
interesante nicho de apropiación sobre lo que implica lo político, si bien el Profesor Martín
Retamozo busca es, reconocer la categoría de isonomía desde los aportes de Andreas Kalyvas
(2004), en sus palabras él lo define "[…] como esa la igualdad de los ciudadanos en tanto
participantes de la polis para tener voz y ser escuchados– es la condición de posibilidad de la
conformación de ese espacio público." (Retamozo. 2009, p. 74) Idea que Hanana Arendt
refuerza al proponer que la dinámica de la violencia es una relación estructural y/o
fisionómicamente adversa o contraria a la noción del poder y la autoridad.
[…] Para resumir: políticamente hablando, es insuficiente decir que poder y violencia no
son la misma cosa. El poder y la violencia son opuestos; donde uno domina absolutamente
falta el otro. La violencia aparece donde el poder está en peligro, pero, confiada a su

110
Para una ampliación pormenorizada del tema, los aportes del profesor Herbert Marcuse, son inmejorables pues
es el quien en su libro: "Razón y Revolución” desarrolla dicha relación en el primer “Los fundamentos de la teoría
dialéctica de la sociedad", del segundo apartado del Libro.

169
propio impulso, acaba por hacer desaparecer al poder. Esto implica que no es correcto
pensar que lo opuesto de la violencia es la no violencia; hablar de un poder no violento
constituye en realidad una redundancia. La violencia puede destruir al poder; es
absolutamente incapaz de crearlo. La gran fe de Hegel y de Marx en su dialéctica «poder
de negación», en virtud del cual los opuestos no se destruyen, sino que se desarrollan
mutuamente porque las contradicciones promueven y no paralizan el desarrollo, se basa
en un prejuicio filosófico mucho más antiguo: el que señala que el mal no es más que un
modus privativo del bien, que el bien puede proceder del mal; que, en suma, el mal no es
más que una manifestación temporal de un bien todavía oculto. (...) Y al decir esto no
pretendo igualar a la violencia con el mal; solo quiero recalcar que la violencia no puede
derivarse de su opuesto, que es el poder, y que, para comprender como es, tendremos que
examinar sus raíces y naturaleza" (Arendt, 2005, p. 77 y 78).
Esta noción resulta trasversal y capital porque supone la existencia de una potentísima pugna
entre las nociones y los fenómenos del poder asociados con las revoluciones, para Retamozo,
es claro que la dinámica de la política en el espacio público no se da o posibilita en la revolución,
pero discriminar o relegar a la revolución como un fenómeno no político, también resulta una
enorme incoherencia. El poder es una manifestación, en este caso como la política. En donde
las dinamias de ambas se complejizan, pues después de reiterar como la revolución es un acto
eminentemente violento, que no podría sostener, según Arendt, una relación con el poder (la
política) pero y que a su vez, las revoluciones son la reconfiguración del espacio público, que
Arendt también reconoce hacen parte de la política. Aparece la encrucijada epistémica que el
mismo Martín Retamozo ubica y relaciona como Arendt contra Arendt, y en Schmitt contra
Schmitt, que al final proponen una asociación más profunda y desconocida, aun por los mismos
autores, en donde se propone dar la razón bajo sus planteamientos junto con Habermas (1975)
y Žižek (2001), a la existencia de lo que sería: la doble inscripción de la política, Retamozo los
ubicara, de manera genérica, en la distinción a la griega y a la romana, la primera entendiendo
la dinámica política de comunicación; de ordenamiento de la polis, mientras que la romana,
como el acto de institución de la política, la dinámica que la revolución adquiere y denota, es
característica de institución de un orden político, en el caso de Arendt, claramente relacionado
con la institución de una república democrática, evitando la dinámica totalitaria.
Ambos autores reconocen que el espacio de la rebelión, la revolución o la guerra civil
amenaza al orden social, pero mientras Schmitt intuye allí un peligro a la integración,
Arendt reconoce que en ciertas circunstancias esa instancia es la que permite una
170
reconfiguración del orden social que puede ser vital para preservar (o construir) los
espacios públicos regidos por la participación de los hombres, el diálogo y la acción
mancomunada. Podemos reconocer así dos momentos clave: el de la institución del orden
social (sea bajo la tutela de un Estado absoluto o de una comunidad política que preserve
los espacios públicos), el cual no tiene un fundamento preexistente a los hombres, y un
momento de la política en el que los hombres resuelven asuntos comunes, administran y
gestionan esa ordenación111.
Schmitt y Arendt, desde perspectivas disímiles, recuperan/insinúan movimientos
conceptuales para pensar la política que serán clave en la teoría contemporánea. El
primero es la contingencia del orden social y el segundo la necesidad de pensar el
momento de institución de ese orden. (p. 75 y 76.).
Es claro, entonces, que la dinámica política y de lo político contiene en su esencia una distinción
significativa, sobre todo, si las entendemos o trasladamos al campo temporal, estas subsisten,
pero de maneras anacrónicas y superpuestas, algunas veces de manera más radical, de una sobre
la otra, pues es claro, y hay que reconocer en estas dos acepciones, la idea de los momentos. Sin
embargo, al profesor Retamozo le interesa es rescatar la dinámica política en relación con el
orden social y la práctica política alrededor de la subjetividad, y su interés, en despejar esta
relación lo llevara a reconocer por lo tanto el carácter simbólico de lo político.
De manera que para desarrollar dichas ideas, el profesor Retamozo se posicionará desde la idea
del Orden Social, desde los aporte del profesor Castoriadis (1996) en un primer momento, el
orden social responde sobre todo a la idea del componente histórico social de lo instituido en
donde existe una preocupación por la dinámica de "[…] la imposibilidad de una representación
plena de lo pre-social (que denomina extra-social o natural) en las instituciones sociales. Esto
implica, primero, reconocer una instancia más allá de la sociedad y, segundo, que siempre existe
un corrimiento, un exceso de esa instancia que sirve de apoyo –lo natural– y sobre la cual se
produce la sociedad" (Retamozo, 2009, p. 77). La preocupación por determinar esa instancia
simbólica del orden social se traslada en igual medida a un momento pre-social o natural, que
Retamozo junto con Castoriadis (1996), y ahora también con Lefort (2004), pasaran a
denominar como; Lo Social, para los autores lo Social no es más que esa instancia instituyente
del orden social, que excede a la sociedad, pero y que, a su vez, es el determinante de esta.
Igualmente es altamente indeterminado. Lo social se convierte en palabras del autor, en un

111
Cursivas mías
171
magma indiferenciado, pero sobre el que funciona la lógica de lo político, esta última idea, es
extraída por Retamozo, ahora de desde los aportes del profesor Ernest Laclau, quien permitira
concebir una relación análoga, en donde el carácter de unas "formas sedimentadas de la
objetividad" son las que viabilizan esa funcionalidad entre la dinámica de lo Político y lo Social,
que para Laclau (2004), desde Retamozo:
[...] lo Social, “siempre excede los límites de todo intento de constituir la sociedad”, y
oficia como un campo de discursividad que rebasa y es condición de posibilidad de lo
discursivo. Lo Social funcionaría en forma análoga a lo Real en Lacan, como aquello
que resiste a la simbolización, para proveer ese exceso de sentido y causar esa perpetua
falla en el intento por constituir la objetividad social" (2009, p.78).
Lo social se convierte por analogía en esa realidad propia de un "Orden Social" cualquiera que
sea, que determina e instituye, pero que nunca se cierra o imposibilita a nuevas
reconfiguraciones del mismísimo orden social; La Sociedad, que ahora y otra vez, desde Laclau,
se identificará en una relación con la inquietud del orden instituyente e instituido, estará
pensado y relacionado ahora de manera determinante a la política, y lo político en momentos y
órdenes característicamente diferentes, para Lefort (1991), desde Retamozo (2009):
[…] Esto permitió al filósofo francés establecer el carácter instituyente y simbólico de
lo político, mientras que reserva la idea de la política para remitir a la esfera de lo
instituido, a “un sector particular de actividades, relaciones, instituciones” que
encontramos en la sociedad junto a otros campos como lo económico, lo cultural y lo
jurídico. Esto no pretende reparar en momentos cronológicos diferentes en la
constitución de la sociedad, sino fundamentalmente es una distinción de características,
funciones y racionalidades. Lo político posee un carácter sustantivo y una función
instituyente, mientras que la política supone una lógica instrumental de administración
de lo instituido (p. 79).
Para Marchat (2008), también citado por Retamozo (2009), existirá una diferencia entre el plano
de lo político, entendido como o bajo la idea de lo ontológico y de lo óntico, este último
directamente relacionado a la práctica administrativa propiamente ligada al funcionamiento de
la política como dinámica instituida.
Pero dicho proceso de identificación de lo político con lo social no se cerrara ahí, de hecho para
Retamozo, si bien lo trabajado hasta aquí representa una muy interesante perspectiva analítica,
lo social, se seguirá presentando ahora en las lógicas de su configuración, a una relación
estrecha si se le mira desde la producción de imaginarios sociales, será necesario para
172
Retamozo, y desde los reparos de Castoriadis, a su vez que desde la mirada de Lefort (1991),
entender en este último, que la noción de lo político como fenómeno instituyente puede ser:
El lugar instituyente de lo político puede sostenerse si se le exime de una noción
racionalista y deliberativa (pudiendo ser estas una forma de la política) y se le vincula a
la producción de discursos articuladores, es decir, se recupera el momento performativo
de lo político. En efecto, lo político no produce lo Social (las prácticas y relaciones
sociales sedimentadas tendencialmente infinitas) sino la sociedad, a partir de instituir un
orden precario (2009, p. 80).
Exactamente, un lugar performativo de la sociedad es lo político; es la dinámica que posibilita
entender la práctica de lo político, antes que, de la política, entender que desde lo político el
orden social, representa para Lefort una posibilidad privilegiada, y sin lugar a dudas, una
demanda y/o proyecto en la consolidación y el entendimiento de un orden social especifico,
funcional. Sin embrago, es también necesario reconocer como lo político si bien es un espacio
o lugar de determinación de lo social, nunca lo puede abarcar a cabalidad, su relación, aunque
es bidireccional tanto para Lo Social como para La Sociedad, su morfología nunca es completa,
sus posibilidades son interesantes, pero hay que mirar con cierto recelo y prevención su función
legitimadora, y posiblemente determinista.
De manera que el profesor Retamozo, prendado de Laclau, Lefort y Castoriadis, reconocerá e
identificará que ese proceso performativo del Orden Social, está ligado a la práctica de lo
político desde una noción del discurso, en donde el discurso para Lefort constituye esa
articulación - producción de sentidos, de hegemonía; el discurso como productor de lógicas de
orden social, en donde la práctica de un discurso se posiciona sobre los demás instituyendo así
un sentido, y muy a pesar, de la posible validez de otros discursos, una base de determinación;
es decir, de institución, es que la política se constituye en una práctica de olvido, retomada por
Retamozo desde los aportes de Rancière como el forclusión, en donde la contingencia del
proceso instituyente, se acaba en la mismísima institución, en palabras de Retamozo (2009);
Cuando el proceso de institución ha sido exitoso, y avanza el olvido de la contingencia,
el sistema opera con una lógica delimitada por el acto hegemónico fundacional. Allí tiene
lugar la lógica de la política en el campo articulado por lo político en esa operación
hegemónica que instituye a la sociedad. Precisamente es sobre ese olvido de la
contingencia originaria donde funciona la lógica de la política como administración de lo
dado, de lo instituido. (p. 81)

173
En donde una de las grandes conclusiones que se obtienen del tratamiento pormenorizado del
mismo, nos remitirá a que la diferenciación entre lo social y la sociedad, pues configuran,
determinan y hacen que lo político tenga el estatus de una ontología de lo social, en donde el
proceso de finalización nunca es concreto, por el contrario, lo político se mantiene como una
posibilidad muy latente, aunque olvidada en órdenes sociales estables. Lo político se configura
y posibilita como dinámica de apertura a nuevas formas de sociedad, esta incapacidad cerrar o
completar, deja al fenómeno siendo un proceso imperecedero, ese espacio o nicho temporal
entre uno y otro, representa una de las dificultades epistemológicas de más difícil resolución,
pero es quizá la práctica más determinante en el orden de la política, para Retamozo (2009)
desde Rancière (2000) ésta es la condición y la anatomía que por excelencia configura la
significativa práctica política. Llegando a la esencia diferencial entre las nociones de lo social,
la sociedad, lo político y la política, en donde nos es posible aseverar que, la diferencia entre lo
político no es un mero capricho, como lo deja ver la anterior disertación, por el contrario, una
práctica teórica que pretenda desnaturalizar conceptos tan fácilmente aprendidos y acoplados,
a nuestras formas de realización social, debe re-pensarse.
Así la consolidación de la práctica de lo político en el campo de la cultura política ha tenido,
una apropiación superflua y sumamente desprevenida, que en su dinámica de consolidación
práctica ha llevado a dinámicas inoperantes y de necesaria complejización, empezando por
entender que lo político, primero es una reflexión eminentemente moderna, fenómeno extraño,
pues una de las preocupaciones humanas que por excelencia, determinan el actuar humano, lo
ha configurado la dinámica del poder, sobre la dinámica del poder es que gravitan grandes, sino
la mayoría de las formas de asociación humana, lo cual no es un tema menor, y mucho menos,
su preocupación es de sencillo abordaje, por el contrario, encontramos diversas maneras de
entender el fenómeno, y una de estas tiene que partir por reconocer que un fenómeno de lo
político nunca es directamente proporcional a un fenómeno de la política, como usualmente se
asocian los desarrollos en el marco de la cultura política.
En consecuencia, y a modo de recuento, partimos de los aportes de Carl Schmitt, y después con
los Aportes de Hannah Arendt, estos autores nos plantearon las bases para reconocer, en el caso
del profesor Schmitt, una dinámica singularmente diferenciada, con respectó a lo político, pero
sobre todo una dinámica que reconocía en la rivalidad y la enemistad amigo-enemigo, una
relación que se vuelve esencialmente política, pero no solamente eso, sino que esta dinámica,
la manejan de manera hegemónica solamente los Estados, en donde la práctica de la violencia
se limita a la exterioridad del Estado, práctica que rivaliza con la concepción de Hannah Arendt,
174
al reconocer que lo político, primero hace referencia a un fenómeno de reunión y ordenamiento
consensuado de las prácticas públicas, y que se contradice al identificar en la misma, la práctica
de la revolución como una dinámica, también, eminentemente política. Con esta diferenciación
y atolladero epistemológico, la salida se concretó, en la posibilidad ambigua de los momentos
performativos, bajo las nociones de lo instituyente y lo instituido, del profesor Cornelio
Castoriadis, abstrayendo liminalmente, que lo político, hace parte de una dinámica performativa
del orden propiamente instituido; la política, en donde además, las revoluciones o las guerras
civiles, son el ejemplo paradigmático, idea de base o cimiento sobre la que el profesor Martín
Retamozo presentaba de manera pormenorizada, la relación de lo instituyente y lo instituido
bajo los parámetro de la política, las cuales no se quedaban sostenidamente atornillados a dicha
dinámica, sino que por el contrario, estas se ampliaban, existiendo por lo tanto, una relación
mucho más profunda con respecto a las mismas.
Se muestra como el orden social, o la sociedad que es una realidad, también presenta lapsos o
momentos de configuración del ser o estar (ontológico y óntico), es decir, que antes de actuar
o ejecutarse, ésta también presenta momentos de institución, momentos de institución que
partien de algo que los autores como Castoriadis, Lefort y LaClau, reconocían o identificaban
como pre-social o natural, y que Retamozo abordaba como; Lo Social, bajo esas premisas, lo
político va a adquirir un carácter eminentemente performativo de orden de lo social, que
configurará o tendrá dinámicas de ontología sobre el ordenamiento social en cuestión, es decir,
la sociedad, pero que después de que esta práctica, ha sido consolidada y legitimada, la misma
da paso a un proceso de institución, en donde el fenómeno muta a una dinámica entendida como
la política, propiamente ilustrada, y que para el caso de Schmitt, se alinea con el funcionamiento
o gobernanza hegemónica del Estado sobre un determinado territorio y Nación.
Este fenómeno implicaba reconocer que, y muy a pesar de la hegemonía del Estado, no se podría
desconocer la presencia profunda, deprimida y/o subyacente de lo político, es decir de la
presencia de la política, esta vez en modo o a manera de potencia, en suma; como dinámica
posibilitánte para reconfigurar y hacer performativo un nuevo orden social, una nueva
organización de la práctica política. En palabras más sencillas y demostrativas encontramos una
ecuación que se resumiría, de la siguiente manera: la práctica instituyente se revela solo con los
aportes de Arendt alrededor del papel de las revoluciones, como dinámica disruptiva en un
orden social establecido, fenómeno que resulta incoherente o inoperante bajo los interese
epistemológicos del profesor Schmitt, se habla así de la cancelación del conflicto, pero no de

175
las posibilidades de Re-Institución, sino que el conflicto se cancela dentro del mismo, y por lo
tanto, la dinámica amigo - enemigo se externaliza a un plano Internacional o Interestatal.
A partir de esto, tendríamos que reconocer, que la política hace parte de una dinámica instituida,
mientras que lo político va sobre una práctica de intuición, en las categorías de Cornelio
Castoriadis lo político es una práctica instituyente, mientras que la política sería una práctica
instituida, pero la consolidación de esa institución se hace sobre un piso social y las relaciones
de lo instituyente y lo instituido se amplían de manera análoga; dicho de otro modo, que una
dinámica de La Política se identifica con claridad evidente en el orden social; o sea; la Sociedad,
y haría parte de un carácter administrativo y ejecutivo de ese orden social especifico. En
conclusión, una dinámica instituida como la Política, en caso analógico, tendríamos a Lo
Político, identificado alrededor de una dinámica anterior, precedente y contenedora de un orden
social especifico: La Sociedad. Lo social será, entendido como condición de institución de la
sociedad, y en ese marco, entonces hablaríamos de un carácter sustantivo, es decir de una
posibilidad y una potencia de institución de un orden social nuevo o novedoso, de nuevo una
analogía entre la sociedad y lo social, tal como se muestra a continuación:
Gráfica 16. Lo Político y la Política como una dinámica instituida e instituyente con carácter
social.

Instituyente Instituido

Lo social La Sociedad

Lo Político. La Política

Carácter Carácter
sustantivo administrativo
(óntico) (ontológico)
Fuente: Elaboración propia.
Una última referencia que consideramos notable al fenómeno de lo político se puede rastrear
con el profesor Juan Manuel Fernández-Soria y su enfoque de historia educativa escolar en el
contexto español. Desde allí, testimoniará cómo los parajes que ha recorrido el ejercicio
histórico ligado a la política, tradicionalmente se desenvolvieron en dos grandes tendencias
176
radicales; una, privilegiando el fenómeno del Estado y la elite (los de arriba), y el otro
rescatando el papel de las masas y los silenciados (los de abajo), una acepción tan radical en el
ejercicio histórico de la política tendió a desprecio en la historiografía tradicional; sin embargo,
este puede ser renovado. Para Fernández, específicamente desde lo que él se propone
argumentar y constituye la historia de lo político, transitando y trasladando el objeto de estudio;
de la política hacia lo político, pues para Fernández:
El mismo Pascal Balmand señala otra razón de su resurgimiento: el paso semántico de
«la política», actividad y concepto bien definidos, hacia «el hecho político», «campo
englobador y polimorfo, abierto a todas las orillas de la gestión de lo real y de las
relaciones de poder que aquélla cristaliza». Aunque se volverá más adelante sobre el
concepto de «lo político», es preciso subrayar desde ahora que esa noción amplían la
esfera política a la casi totalidad de los campos de la realidad colectiva, determinando
el carácter expansivo de la política y advirtiendo de su necesario carácter de ciencia
ampliamente pluridisciplinar (2018, p. 36 y 37).
Esta dinámica del poder la advertíamos al principio del apartado, sin embargo, cuando
Fernández se propone definirla, la retoma en un notorio interés por reconocer su amplitud
propositiva, el dirá como la práctica institucionalizada de la política constriñe los marcos
interpretativos que se propone superar112, primero desde el profesor francés Pierre Rosanvallon,
con la historia conceptual de lo político, en el cual se identifica un núcleo problemático, que
dada la imprecisión moderna por entender de los discursos y formas como se abordan los
dilemas políticos, referencian un "campo" y "un trabajo"113 en donde es posible rastrear los
problemas y contrariedades fundaméntales de las prácticas institucionalizadas y naturalizadas
de la política, especialmente ligada a la dinámica de la democracia como paradigma de gobierno
masivo en enmarco global pos-moderno114. Igualmente, Fernández reseña el trabajo de Chantal

112
"Lo político tiene un interés teórico e histórico superior a la política, sin duda por su potencialidad temática,
abierta, como se decía más arriba en palabras de Balmand, a «todas las orillas de la gestión de lo real y de las
relaciones de poder que aquélla cristaliza», y por ser concebido como «un crisol en cuyo seno se forjan los
imaginarios». Esta significativa ampliación del significado de lo político es lo que convierte a la historia política
en una ciencia donde se cruzan otras ciencias, fuentes, procedimientos y temáticas." (Fernandez, 2018, p. 39)
113
"Lo político, tal como lo entiendo corresponde a la vez a un campo y a un trabajo. Como campo, designa un
lugar donde se entrelazan los múltiples hilos de la vida de los hombres y las mujeres, aquello que brinda un marco
tanto a sus discursos como a sus acciones. Remite al hecho de la existencia de una "sociedad" que aparece ante los
ojos de sus miembros formando una totalidad provista de sentido. En tanto que trabajo, político califica el proceso
por el cual un agrupamiento humano, que no es en sí mismo más que una simple "población", toma
progresivamente. los rasgos de una verdadera comunidad. Una comunidad de una especie constituida por el
proceso siempre conflictivo de elaboración de las reglas explicitas o implícita de lo participable y lo compartible
y que dan forma a la vida de la polis" (Rosanvallon, 2003, p. 15 y 16).
114
"Al hablar sustantivamente de lo político, califico también de esta manera a una modalidad de existencia de la
vida comunitaria y a una forma de la acción colectiva que se diferencia implícitamente del ejercicio de la política.
177
Mouffe (2007), para quien lo político representará desde la distinción con la política una
práctica más analítica y abstracta, así:
[…] La política se pregunta por los hechos: prácticas, política convencional (se refiere
al ámbito de lo empírico), y de ello se encarga la ciencia política, mientras que lo político
pertenece al ámbito de la filosofía interesándose no por los hechos de la política sino
por la esencia de lo político, por el modo mismo en que se instituye la sociedad (2018,
p. 40).
Fenómeno que refuerza las definiciones que hemos abstraído desde Schmitt, Arendt,
Castoriadis, LeFort y Lacluau, el interés por la constitución de lo social sigue presintiendo en
el entendimiento de lo político por su carácter abarcante y amplio115, idea que se hila muy bien
con lo que Fernández indica como otra precisión de lo político, esta vez con José Enrique Ema,
para quién
[…] La lógica de la política delimita un conjunto de prácticas, mientras que la lógica de
lo político muestra «la inerradicabilidad de la contingencia, el poder y conflicto y, por
tanto, la imposibilidad de una sociedad plenamente reconciliada». La política necesita
de lo político –y no al contrario– puesto que la regulación del orden precisa de un
desorden que ordenar, de un antagonismo que gobernar. (Fernández, 2018, p. 41).
Este desarrollo tenderá a ubicar, en la naturaleza honda de lo político, una identidad con el
poder; este ha sido el contenido subyacente en las posturas teóricas que supondrán de
renovación significativa en la historia de lo político el poder como dinámica nodal; es la que
supone a la categoría de lo político su último y primer elemento constitutivo; si bien parece una
obviedad. Repasemos qué implica pensar la dinámica del poder asociada a la de lo político
desde lo histórico, la premisa fundamental de la relación indica que; el poder posee una
dinámica descentralizada en las prácticas y artefactos clásicos de la política; así los postulados
se alinean con Rene Remond, en donde; "[…] la noción del poder se expande paralelamente al
concepto de lo político, que carece de fronteras fijas extendiéndose hasta incluir la realidad
completa y absorber toda la esfera política, ampliada incluso a lo privado" (Fernández, 2018,

Referirse a lo político y no a la política es hablar del poder y de la ley, del Estado y de la nación, de la igualdad y
de la justicia, de la identidad y de la diferencia, de la ciudadanía y de la civilidad, en suma, de todo aquello que
constituye a la polis más allá del campo inmediato de la competencia partidaria por el ejercicio del poder, de la
acción gubernamental del día a día y de la vida ordinaria de las instituciones" (Rosanvallon, 2003, p. 19 y 20).
115
" La política se pregunta por los hechos: prácticas, política convencional (se refiere al ámbito de lo empírico),
y de ello se encarga la ciencia política, mientras que lo político pertenece al ámbito de la filosofía interesándose
no por los hechos de la política sino por la esencia de lo político, por el modo mismo en que se instituye la sociedad.
(Mouffe, 2007, p. 15-16)" (Fernández, 2018, p. 41).
178
p. 44); tesis robustecida con Foucault por las nociones del bio-poder y la sociedad de la
disciplinamiento, una ampliación sobre extensiva a toda actividad humana.
El poder representado en lo político, ya no sólo está restringido al ejercicio de la política como
dinámica eminentemente pública, sino que asistimos a una privatización de lo político, y que
se da por vía del poder. Éstos planteamientos pondrán a hablar los ejercicios de la subjetividad
política, y concentraran, en sí mismo, la integralidad de la humanidad; lo humano, a Fernández
que tomamos como referencia, esto le servirá de incomparable manera, pues le renovará las
posturas de la historia de lo político; y, en el preciso caso, argumentará el entender que, en toda
acción humana, y por extensión, todas las acciones sociales, se suponen de una práctica política;
esto en términos procedimentales permitirá recomponer los límites de lo político, en otras
palabras, no existen límites para lo político, pensar el poder nos pondrá en el estudio de la
complejidad propia de lo humano, alineado con lo cultural por nuestro interés en la cultura
política116.
5. 4. La Socialización Cultural de lo Político
De la anterior disertación, queremos dejar lo más liminal y claro posible, que la dinámica que
hemos venido proponiendo quiere integrar en una sola categoría los diferentes conceptos
trabajados hasta el momento, diferenciando y haciendo visible una juntura o unión interna de
los mismos alrededor de los componentes que cada categoría referencio, valga la redundancia;
es decir, que cada categoría abordada, tiene una posibilidad de unión si la entendemos en el
siguiente sentido: La socialización como práctica ineludible a cualquier sujeto se plantea como
neutra; sobre todo, como inconsciente o pre-socializada, esta se presenta como una dinámica
intrínseca al fenómeno de la comunión; por lo tanto, y en términos circunstanciales, como
inevitable en su primer estadio o nivel (socialización primaria), como distinguimos que la
práctica de la socialización, nunca es una práctica desligada de intereses ni de unos marcos de

116
Este aspecto lo ampliara aún más Fernández al llamar la atención cuando hablando sobre la relación de la
historia política con lo cultural, renueva el interés por lo necesidad de una renovación en la cultura política,
Fernández en pocas palabras llegara por vía alterna o por la cara (contraria) de la historia a la necesidad de pensar
la cultura política, en un enmarco de lo político: "La cultura política es también examinada en su relación con el
poder, ya sea como discurso ya sea como técnica de poder; y, en tanto que tales, es objeto de interés para unos
grupos o clases sociales, y para otros lo es de rechazo y resistencia. Si la cultura política es vista como un conjunto
de representaciones compartidas, puede mostrar una determinada forma de entender la realidad y de darle sentido;
así, la cultura política puede comunicar lo que es un buen ciudadano o una buena sociedad, lo que la convierte en
un instrumento de poder.Indudablemente, la cultura política, por el interés que tiene para el poder –en relación con
el cual existe fundamentalmente–, en tanto que forja identidades y crea o inventa tradiciones, está llamada a ser
transmitida, una actividad está en la que juegan un papel esencial las formas de sociabilidad, institucionalizadas o
no, y las instituciones educativas. En este sentido la cultura política proporciona a la historia política de la
educación temas sugestivos y utilísimos materiales para la comprensión de las relaciones de poder en las que se
inserta" (Fernández, 2018, p. 51 y 52).
179
referencia cultural específica; sólo se puede desligar de la misma; es decir, reflexionarla en su
ejecución, asumirla o racionalizarla en las lógicas de lo que implica, a cabalidad. Esto
determinará, entre otras, posibilidades heurísticamente más elaboradas, en términos técnicos
y/o estratégicos, proponemos entonces, reconocer la dinámica pragmática de la socialización,
como un fenómeno manifiestamente subliminal, de un bagaje y repertorio en términos
culturales de lo político.
Con el concepto Cultural, identificamos también, y en igual medida, una práctica que todos
compartimos, y que está íntimamente ligada a ese proceso de socialización pues, de hecho, lo
que se socializa sería un repertorio de diversos artefactos culturales, las posibilidades
manifiestas y/o latentes del mismo, se daban pensadas heurísticamente en una reflexión
sostenidamente dura y profunda, sobre las diferentes acepciones o, como se mencionó desde y
con el profesor Ariño (2005), dimensiones como plazas de la Cultura, para llegar a las
implicaciones histórico-institucionales de la cultura como un fenómeno sociológico
multidimensional.
Si se recuerda, otrora se pasaba por la dinámica cultural en términos Antropológicos y
Humanísticos, entendiéndola como acervo de lo que se considera Culto y el otro heterogéneo,
de donde desprendimos que esa construcción cultural desde un enfoque Sociológico lo que
permitía, en términos sucintos, era mostrar las profundidades analíticas de la cultura pero, sobre
todo, evidenciar las potencialidades al entender en la sociología de la cultura, la existencia del
campo cultural bajo dinámicas recurrentemente conflictivas y pujantes, como un campo y como
un sistema significante latente; la reflexión se hacía en términos eminentemente neutros y/o
equitativos, pues la sociología de la cultura acercársenos al fenómeno cultural en términos
imparciales, porque bajo esta premisa se estructuraba una visión más profunda sobre la cultura
y lo cultural. Yendo igualmente, sobre un asiento amplio y proyectivo para revisar nuestros
propios desarrollos, un término diferente mutila la posibilidad de cuestionar nuestros proyectos
y dinámicas culturales; el enmarco neutro es, por lo tanto, condición inevitable para entendernos
en las tensiones y conflictos propios.
Y, por último, Lo Político, donde advertimos que este concepto gravita alrededor de una
dinámica que no reconoce un ordenamiento político específico, ni privilegia, ni pretende hacer
más visible o elogiable un modelo o estilo de gobierno sobre otro; por el contrario, reconoce
que es una categoría inserta a cualquier proceso de socialización y, por tanto, de cualquier tipo
de organización social; este reconoce e identifica que las prácticas de lo político poseen, una
validez universal, independiente del contexto social y cultural al que se le pueda hacer
180
extensible. Así las cosas, consideramos que la categoría de lo político, va a la médula de las
prácticas políticas, pues privilegia y propende por una dinámica instituyente u ontológica. La
categoría de lo político va ligada en una analogía a la naturaleza social, entendido como lo pre-
social, es algo que los referentes teóricos definían como la condición de posibilidad de la
sociedad; Lo Social.
Así, pues, lo político, como dinámica precedente a la conformación de la política, junto con un
núcleo epistemológico que reconoce y amplía la mirada sobre lo cultural, y que se consolida
desde una visión de acercamiento primigenio y original para entender un acervo histórico-
académico-cultural, entenderá, asimismo, las prácticas Culturales de lo Político de los
colombianos. Aseveramos entonces, la existencia de una Colombianidad manifiesta y latente
en y alrededor de 200 años de historia política nacional independiente, pero construida y
cimentada paulatinamente en un largo proceso de Socialización Cultural de lo Político, desde
hace alrededor de 500 años. Suponemos, además, que Colombia es un terreno fértil, porque su
conformación Nacional y Estatal117 se balancea con facilidad en términos de incapacidad, así
como de incoherencia para los tradicionales referentes, marcos o corsés de interpretación de
teoría política, ampliamente reconocidos en el modelo republicano y parlamentarista
anglosajón, y en la democracia como paradigma de ordenamiento político internacional, si bien
no consideramos que estas dinámicas políticas sean desfavorables o negativas, sí sospechamos
que un análisis en perspectivas miméticas de este calibre, redundan a la postre en un
desconocimiento para con las posibilidades culturalmente políticas de nuestros contextos.
Así las cosas, es muy fácil sostener que la Cultura política colombiana es parroquial, carente de
participación, incoherente con una cultura participativa propia de la democracia representativa.
Sin embargo, ya Schmitt (1991) nos plantaba cara, cuando aseveraba, que sólo en una dinámica
excepcional o de evidente disfuncionalidad, era posible pensarnos. Así las cosas, entonces,
partiremos en esta reflexión por reconocer nuestra excepcionalidad e inoperantemente
disfuncionalidad, como condición de análisis, centrados en documentos de historia y cultura
política colombiana.

117
Para una distinción y aclaratoria sobre la profusión discursiva y teórica del concepto y relación entre Estado y
Nación, las reflexiones recogidas en el capitulo 3, titulado: Nacionalismo: evolución de sus definiciones teóricas
y su permanencia durante la guerra y posguerra fría, pp. 69- 106 de la profesora Laura Camila Ramírez Bonilla
en el libro: Posguerra Fría: Acercamiento Histórico y Político, resultan especialmente concisas.
181
VI. CAPÍTULO
6. El preciso proceso evaluativo de la noción; socialización cultural de lo político
Evaluar y medir los alcances o las posibilidades interpretativas de la Socialización cultural de
lo político se tiene que hacer mediante una reconstrucción metódica y hermenéutica de la
historia cultural y política colombiana. Esta tesis fue fundamental, pues encuadró la discusión
sobre los materiales que trabajamos como criterios para las evaluaciones pertinentes, sin
pretender hacer historia de Colombia; por el contrario, se trató de revelar y descubrir en la
abundante bibliografía una nueva lectura y proyecto de sociedad118, al amparo de lo cultural
político como marco de desarrollo de la colombianidad, por lo cual, insistimos resignificó un
entendimiento de la cultura política colombiana más afín a nuestros tejidos y complejidades.
Identificar en lo que se pueden considerar materiales canónicos o documentación histórica
tradicional de Colombia o relativa a ella en la consolidación como nación y república, indica
un proceso de cimentación (socialización) política, culturalmente apropiado y sobre el cual se
han desarrollado identidades y arquetipos de actuación social en Colombia; moldes que han
amparado de manera performativa diversas y variadas dinámicas culturales de lo político,
generando una cultura política colombiana, eso sí; en una representación marcadamente
diferente a los corsés teóricos tradicionales del campo de la cultura política.
6.1. El modelo de soberanía compartida de la Monarquía Española
Ahora, es posible pensar con Manuel Herrero Sánchez119, las relaciones políticas y su
implicaciones en un proyecto político en ciernes frente al modelo moderno clásico del
republicanismo; un proceso que en la historiografía clásica no se considera a profundidad, y
que por su anclaje y maleabilidad representa un molde que se cimienta socialmente y por

118
Los materiales históricos (bibliografía) que utilizamos son obras y trabajos teóricos en los núcleos disciplinares
de las ciencias sociales, pero especialmente históricos e historiográficos, los cuales a su vez, desarrollan
entendimientos y proyectos teóricos concretos sobre los procesos y dinámicas de cultura política colombiana,
claro; unos más explícitamente que otros, pero que al final y en un encuadro novedoso sustentan y/o retan el
entendimiento tradicional de la cultura política colombiana, hablar en, por y en contra de los materiales históricos
en cuestión supondrá de una legitimidad o descredito de la noción, que hemos venido fundamentando.
119
El doctor Manuel Herrero, expresa en entrevista; "Vocabulario de las rebeliones y justicias en los mundos
hispánicos modernos" (https://www.youtube.com/watch?v=t3PuBib8gqA) mucho del bagaje teórico de los
trabajos que con del grupo de investigación histórica en el "proyecto de investigación financiado por el MINECO
con fondos FEDER, de la unión europea: "El modelo Policéntrico de soberanía compartida (siglos XVI - XVIII).
Una vía alternativa a la construcción de Estado Moderno" radicado en la Universidad Pablo de Olavide, ES-
41013, Sevilla, España." Este proyectado una forma de historiografía crítica y profunda sobre los tradicionales
modelos narrativos de la política en tránsito y legitimación entre la tensión antinómica que entiende monarquía
opuesta al republicanismo y el absolutismo como divergente al parlamentarismo en un mundo de orden y carácter
imperial para el mundo hispánico en los siglos XVI - XVIII, estereotipando una usanza de la visón del declive de
la monarquía hispánica (más bien que su sostenimiento por alrededor de tres siglos), como un paso necesario en
el transito teleológico del cambio político aun Estado-Nacional moderno soberano total o absoluto en el mundo
europeo ahora expandido globalmente.
182
intensidad cultural en la práctica política, en un mundo moderno, el cual debe ser incorporado
o asociado con un orden pre-moderno, o mejor, como sistema mundo moderno/colonial
hispanoamericano120.
Todo esto representa el primer objeto para entender los aparatajes culturales de lo político en el
mundo neogranadino, la propuesta fundamental gravita alrededor de lo que los autores definen
como un Modelo Policéntrico de soberanía fragmentada o compartida, sobre el cual fungió el
desarrollo y práctica de la monarquía hispánica que, por las circunstancias globales y
cronológicas, no podían ser de otra forma. Esta asunción nominativa, propone narrativas
alternativas a la idea del declive, menos morales, orgullosas y apasionadas, propias del discurso
de pérdida del siglo de oro español, y el cual posiciona la dinámica política hispánica de los
siglos XVI al XVII como una dinámica opuesta al paradigma de la Modernidad, una mirada
estereotípica ampliamente extendida que asume al modelo monárquico español como un
fenómeno autoritario, con instituciones políticas sumisas a los dictámenes del jerarca, con una
cotas altas de corrupción, así como coerción a una iglesia supremamente intolerante a la
oposición, una moldura o formación política, militarista y con un centro buro-aristocrático
claramente establecido, nacida y destinada a la fractura y el declive. Una visión teleológica qua
pone en la antesala de la Modernidad el fenómeno político de lo español y, por ende, envuelto
a este, el mundo americano, especialmente el latinoamericano.

120
El primero según o desde lo entendido por Cruz Kronfly y el segundo desde Santiago Castro-Gómez, con quien
desde el pensamiento crítico de la colonialidad, el cual asume el mito de eurocéntrico de la Modernidad, y sostiene
por el contrario, citano a Enrique Dussel "La tesis de Dussel (1999; 149) es que a partir del siglo XVIII, el
pensamiento ilustrado desarrolló una visión de sí mismo, un discurso sobre sus propios orígenes según el cual la
Modernidad sería un fenómeno exclusivamente europeo originado desde finales la edad media y que luego, a partir
de experiencias puramente intraeuropeas como el Renacimiento italiano, la Ilustración, la Revolución Científica
y la Revolución Francesa, se habría difundido por todo el mundo. De acuerdo con esta visión, Europa Posee
cualidades internas únicas que le habrían permitido desarrollar la racionalidad científico-técnica, lo cual explica
la superioridad de si cultura sobre todas las demás. de este modo, el mito eurocéntrico de la Modernidad sería la
pretensión que identifica la particularidad europea con la universalidad sin más (Dussel, 1992: 21-34)" (Castro-
Gómez, 2010, p. 48). Así, la Modernidad será entendida más bien como un modelo denominado desde Dussel
como un "paradigma planetario", que supone el pensar la Modernidad en una clara relación con los postulados
del sistema mundo moderno de Immanuel Wallerstein, asumiendo a los diferentes factores característicos de la
Modernidad como determinantes globales antes que resultados de una forma esencialista de la cultura europea;
"El sistema mundo moderno/colonial empieza con la constitución simultanea de España como centro frente a su
periferia americana. la Modernidad y la colonialidad pertenecen entonces a una misma raíz genética, y son por ello
mutuamente dependientes. No hay Modernidad sin colonialismo y no hay colonialismo sin Modernidad porque
Europa sólo se hace "centro" del sistema mundo en el momento en que constituye a sus colonias de ultramar como
"periferias". (...) La primera "geocultura" de la Modernidad-mundo entendida como un sistema de símbolos de
orden ritual, cognitivo, jurídico, político y axiológico, pertenecientes propiamente al sistema mundial en expansión
no tuvo su centro en Francia o Inglaterra, sino en la Europa Católica mediterránea."(2010, p. 50 y 51) de donde el
mundo hispánico con España, será el principal y fundamental exponte con un orden político asociado a la
monarquía como dinámica de orden imperial y primera potencia de orden global o mundial.
183
Estos planteamientos históricos son una necesidad proyectarlos, pues se admiten desde un
novedoso escenario de desarrollo en fenómenos como la globalidad, globalismo y la propia
globalización121, contextos y entramados irrevocables, los cuales recorren hoy vertientes y
dinámicas que en el plano internacional recuperan molduras y circunstancias aparentemente
superadas o desusadas, el profesor Herrero mostrara muy claramente en la introducción de la
conferencia; "Agentes, redes y conectores en espacios políticos policéntricos con soberanías
fragmentadas. El entramado diplomático de Francisco Manuel de Lira desde la embajada de
España en la Haya durante la guerra de Holanda" en el I Colóquio Internacional de História e
Diplomacia (Anexo 1), la necesidad de pensar las posibilidades y retos de nuestros contextos y
país, ante nuevas demandas globales, pero reconociendo la relevancia de prácticas y órdenes
políticos que, aunque aparentemente disfuncionales, son más bien, formatos políticos que desde
la historiografía tradicional han sido descalificados, aún cuando han demostrado posibilidades
de gobierno alternativo, mixtos, complejos, o sencillamente; diferentes.
Las dinámicas que exhiben la flexibilidad y heterogeneidad de la monarquía hispánica, Herrero
las proyectará de manera ilustrativa y concluyente, cuando asegura, desde lo que será el eje de
la conferencia, el trabajo diplomático del madrileño Manuel Francisco de Lira Castillo, al
servicio del rey Carlos II principalmente en la Corte de la Haya; sobre su trabajo, el profesor
Herrero asegura una dinámica que permite entender las funciones, oficios, ocupaciones y
fracturas propias de un gobierno policéntrico, de una monarquía con soberanía compartida, se
dirá como:
Lira, se nos presenta, por lo tanto, como un claro ejemplo de este tipo de servidores
políticos procedentes de la nobleza de Toga, caracterizados por unas elevadas tasas de
movilidad geográfica, larga estancia en calidad de enviado extraordinario de las
provincias unidas; le doto de una serie de habilidades y de conocimientos, así como un
sorprendente abanico de contactos, que constituyen el reflejo de como una estructura
política, que operaba a escala global necesitaba para su adecuado funcionamiento, de
fuertes vínculos con el ámbito local, y de toda una serie de conectores y de espacios de
negociación que escapaban del control de la corte de Madrid, pero que a la postre
terminaron por actuar como uno de los principales factores de cohesión de tan disperso

121
Los aportes del profesor Ingles Ulrich Beck, en su libro: "¿Qué es la globalización? Falacias del globalismo,
respuestas a la globalización" responden y encuadran las diferencias teóricas fundamentales entre los tres términos
referenciados directamente atrás, así como la descripción y detalle de una sociología de la Globalización, propuesta
muy apropiada para hacer de la globalización un verdadero proyecto cosmopolita, así como un proyecto
efectivamente integral globalmente.
184
agregado territorial, además de consolidar la capacidad de resistencia de un sistema
imperial fuertemente amenazado y en peligro de desmembración. (Herrero, 2020,
1:16:19 - 1:17:15)
Una estructura política "glocal", muy apropiada para entender unas demandas globales en suelo
local y que, en escenarios muy alejados de las modernas tecnologías de la información y
comunicación contemporáneas, ya proyectaban ideales y convenciones políticas
globalizadoras, de corte cosmopolita y alternas al modelo de Estados con soberanías totales
alrededor de identidades nacionales altamente compartimentadas.
La estructura colaborativa de los ensayos que componen el documento base propuesto, revisa
el fenómeno del republicanismo; sin embargo, en lo sucesivo rescataremos aportes muy
superficiales de la complejidad y concreción ilustrada en el documento; igualmente,
revisaremos algunos análisis históricos ceñidos en los demás apartados del documento que
consideramos vitales para medir la utilidad de la Socialización Cultural de lo Político. De
manera que, partimos reconociendo lo que en el prólogo Giovanni Levi identifica es la relación
y debate fundamental del Republicanismo; el tipo y grado de libertad, alrededor de los aportes
de Isaiah Berlin (1958), John G. A. Pocock (1975), Quentin Skinner (2006) y Philip Pettit
(1997); las discusiones sobre el republicanismo con estos autores, aúnan caracteres importantes
por asociar la dinámica republicana a una dinámica fundamentalmente liberal, ya sea en tipo o
grado disímil, pero todos suponen de un proceder teleológico por la consecución o transito del
poder Monárquico al Republicano, la formación homogénea de las repúblicas, son la concreción
de un gobierno Estado-Nacional, soberano, central y asegurador de la libertad individual,
homogeneizador ante la ley y demás derechos del ciudadano, sin embargo, dichas aportaciones
teóricas, han desconocido el proceso histórico de la político en singular, que para el caso de la
monarquía hispánica122 resulta inmejorable, por el contrario, para Levi es la heterogeneidad en
las formas de republicanismo lo que revitaliza y hace menesteroso el estudio y discusión sobre
la dinámica republicana, así como su conformación histórica123, alejándose sustancialmente de
la historia de las ideas, un ejercicio que pone cara a una especial y singular forma cultural de lo
político, asumida y legitimada por uso (por socialización).

122
Aseguraos que un estudio de la práctica política de la monarquía española arroja luces sobre un periodo en done
el gobierno de lo colombiano (la Nueva Granada) era inexistente y que, por aplicación, determinó en grado
subsecuente una especial forma de cultura política de la colombianidad.
123
"[...] ni la contraposición entre monarquía y república, ni el intento de definir un concepto univoco de
«republicanismo» pueden transmitirnos adecuadamente el imponente grado de fragmentación y diversidad de los
modelos estatales ensayados durante el Antiguo Régimen" (Herrero, 2017, p. 15).
185
Los análisis históricos que estudian las representaciones políticas de la Modernidad se develan
con facilidad por una dinámica esencialista y binaria124, de dos grandes maneras de entender la
formación de los Estados Nacionales modernos. Las Monarquías, pero especialmente el
Republicanismo, éstas han sido asumidas como el modelo paradigmático que configuro y
estructuro la Modernidad política, toda otra formación supone de un déficit de gobernabilidad,
por represivo y antidemocrático; calificativo que he desmembrado la complejidad que implica
estudiar los fenómenos alternativos, y en los cuales, uno como el de la Monarquía Hispánica,
que identifica mucho de su desarrollo en premisas similares125, estas se pueden falsear desde su
proceder e historia práctica.
En lugar de ahondar en la originalidad o en la divergencia de dichas repúblicas con
respecto a las transformaciones experimentadas por las monarquías europeas desde
finales del siglo XV, partimos del supuesto de que un conocimiento más articulado de
los sistemas republicanos no solo nos permitirá comprender los fuertes elementos de
interrelación y dependencia existentes entre dos modelos políticos en apariencia
contrapuestos, sino que constituye un observatorio inigualable desde el que analizar la
pluralidad de manifestaciones y la poliédrica naturaleza del Estado Moderno. No en
vano, estas repúblicas compartían con los sistemas dinásticos una misma estructura
corporativa y patrimonial de la sociedad y estaban fuertemente ligadas a unas
monarquías en las que el poder del soberano se veía limitado por multitud de privilegios
y prerrogativas. (Herrero, 2017, p. 18)
Evidentemente, una práctica política y gubernamental que, en la expresión de Estado Moderno
resulta muy difícil percibir, cabe la cuestión de la posibilidad de una dinámica de soberanía

124
"La perduración de todo tipo de narrativas unilineales sustentadas en el empleo de modelos binarios elementales
explica que el análisis del republicanismo haya oscilado entre dos posturas divergentes y difícilmente
reconciliables: por un lado, el desinterés o la posición subsidiaria reservada a dichos entramados políticos de
marcada raigambre urbana y fuerte desarrollo mercantil por parte de aquellos que ponen el acento en el estudio de
la Corte y de la figura del rey en la construcción del Estado Moderno; y por otro lado, la no disimulada exaltación
de los que se empeñan en presentar dichas repúblicas como un modelo alternativo capaz de conformar una nueva
genealogía de la Modernidad en la que valores como la tolerancia religiosa, el pacifismo o la libertad mercantil
irían de la mano con un marcado sentimiento antimonárquico entendido como un proceso de emancipación contra
toda forma de dominación" (Herrero, 2017, p. 17 y 18).
125
"En los últimos años, hemos puesto el acento en la persistencia en Europa de modelos de gobierno policéntricos
que, más que actuar como una tercera vía en la construcción del Estado Moderno, como apunta Regina Grafe,
constituyen la prueba de cómo en la mayor parte de Europa las importantes transformaciones políticas e
institucionales se sustentaron en una fuerte autonomía local y no respondieron únicamente al liderazgo ejercido
desde los diferentes entramados cortesanos, en los que operaban los soberanos y sus respectivos alter ego. Se
tejieron también a través del protagonismo de núcleos mercantiles y financieros que velaron siempre por la
preservación de su autonomía y que eran tan o más determinantes que las distintas cortes reales en la consolidación
de estas nuevas estructuras" (Herrero, 2017, p. 19).
186
compartida, o Policéntrica. Sobre esto podemos alinear desarrollos genealógicos de una práctica
de lo político, que suponen de rasgos susceptiblemente adversos, más si los detallamos, y
podemos entender bajo circunstancias, en donde el debate y definición del republicanismo, no
es una dinámica tendiente a unificación, sino que, por el contrario, es un desarrollo
comprometido y altamente polivalente, los desarrollos del primer apartado del capítulo,
preocupados por dichas definiciones pondrán especial acento a dicho desarrollo, "La imponente
variedad de modelos republicanos existentes en Europa durante la Edad Moderna hace difícil
trazar una taxonomía capaz de encuadrar realidades políticas heterogéneas y que, en muchas
ocasiones, sufrieron cambios que no responden al cuadro de estabilidad interior y de cierre
oligárquico con el que se las suele describir" (Herrero, 2017, p. 19), de hecho una definición
unitaria del mismo no se consigue sino se tiene cierta cautela. De manera que las variaciones
políticas entre las diferentes formas de organización republicana, entre ciudades y
confederaciones, ilustran las diplomacias que lograban plasmar a estas redes de conexión
diversa, con los poderes monárquicos, al igual que dependencia y libertades exclusivas y
lucrativas por las formas en que cada ciudad, ya sea por factor de historia reciente o ubicación
geográfica, determinaban cercanías y las acciones singularísimas126.
La imposibilidad de trazar límites entre lo republicano y lo monárquico, como segundo factor,
azuza la idea de que no existe una clara definición para el ser esencial, entre las dos formas
políticas. Sin embargo, dicha afirmación carece de asidero empírico, pues en un mundo
fracturado en ciudades, las oligarquías urbanas altamente independiente y libres del control
burocrático central buscaron, mediante representaciones y contriciones culturales como
programas alegóricos y procedimientos de afiliación identitarias, afianzar esa libertad,
adhiriéndose a procesos propios del mundo "cortesano" en suelo republicano-urbano127, aun
cuando el interés tampoco residía en la separación, sino por el contrario alentaba el demostrar
el largo linaje que poseía la república urbana de un orden imperial o monárquico poderoso, este
desarrollo comenta el profesor Herrero referenciando a Adams (2005) y Lindemann (2015).
Tendrá su clara manifestación o "[...] alcanzó su más clara expresión en repúblicas aristocráticas

126
"Ahora bien, en el seno de todas estas categorías se observan también importantes diferencias derivadas del
tipo de relación que cada una de estas repúblicas mantenía con respecto a otras instancias jurisdiccionales con las
que entablaban una relación de dependencia o cuya protección militar constituía un requisito básico para evitar la
injerencia de otras potencias en sus asuntos internos" (Herero, 2017, p. 20).
127
"Este tipo de funciones solía acompañarse por cuidados programas iconográficos que actuaban como un
excelente mecanismo de hegemonía cultural por parte del patriciado urbano, que se presentaba ante el resto de la
comunidad como el mejor garante de las prerrogativas y franquicias locales y como la encarnación de un glorioso
pasado común capaz de actuar como un elemento de identificación colectiva destinado a moderar las protestas de
los sectores populares" (Herero, 2017, p. 23).
187
como las de Venecia, Génova o Lucca, así como en las principales ciudades de las Provincias
Unidas o de la Confederación Helvética" (Herrero, 2017, p. 24).
A su vez, existe la idea que supone, en las formas de gobierno republicano, una imposibilidad
de presencia en un orden monárquico, idea que se desmantela cuando Herrero de nuevo apunta,
la existencia de "[...] monarquías moderadas caracterizadas por formas de gobierno mixto con
un peso notable de las asambleas representativas, como la Monarquía Hispánica" (Herrero,
2017, p. 24), así también la "monarquías electivas como Polonia-Lituania o Transilvania, que
han sido definidas con acierto como republicas aristocráticas" escenario que se acentúa cuando
se refieren los trabajos de Johannes Althusius, con quien se describe lo inadecuado y falso, que
supone asimilar regnum con república, pues la distinción "aristotélica de «summus
magistratus» podía ser «monarchicus» (monarquía) o «pol-yarchicus» (aristocracia o
democracia)" (Herrero, 2017, p. 24), que suponían de una unión muy funcional pero sobre todo;
existente128 entre formas de asir el poder o gobierno, los cuales son aparentemente imposibles
de sostener, esto sumado a trabajos como los de Ciceron que muestran la genealogía de
gobiernos mixtos; así el ateniense, el de los lacedemonios, de los hebreos y el romano,
gobiernos con reyes pero con soberanía en el pueblo, que no hacen sino afirmar la legitimidad
de órdenes políticos por fuera del funcionamiento de la política en propiedad.
Como tercer factor, la palabra republicanismo ha engrosado a límites insospechados a la
discusión de política moderna, y sobre esto es clarísimo que el interés se ha dado gracias a
trabajos nodales como "El Momento Maquiavélico" de John Pocock (2002), siendo
representativo el que se asuma una profundidad conceptual sobre lo republicano y el
republicanismo, es "Un llamamiento en defensa de una mayor complejidad, que se presenta
como una necesaria respuesta a las manipulaciones de determinados términos asociados a la
interpretación del republicanismo y al empleo de estos mismos conceptos en el debate político
contemporáneo. (Herrero, 2017, p. 26). Sin embargo, este panorama, si bien es interesante,
representa un grave problema de anacronismo, que Herrero no duda en cuestionar, suponer que
las formas de republicanismo sustentan modelos de privatización así como formas de accionar
estatales en la vida privada, desde la postura de libertad negativa, resultan problemáticos, y
más, si se les adecua de predispuesta manera a conjugar los elementos explicativos que delinean
el nacimiento y desarrollo; la genealogía del Estado Moderno, eso sí, sin los planteamientos
prácticos necesarios para su comprobación teórica.

128
"Existían, por lo tanto, distintas formas de gobierno, pero una única forma de Estado habida cuenta de que, en
todos los casos, la titularidad de la soberanía recaía en el pueblo" (Herrero, 2017, p. 24).
188
Igualmente, y como cuarto factor, pensar en dinámica binaria sigue siendo la tendencia
poderosa a la hora de entender el desarrollo moderno de la política Estado Nacional, el
binarismo se da esencialmente al ubicar los modelos del norte de Europa como superiores sobre
los meridionales y sureños, alineados especialmente sobre la base simplista y teleológica de que
el mundo occidental y el pensamiento moderno hacia el siglo XVII se abocaba por un modelo
protestante, marcadamente anglosajona, Herrero lo describe mejor cuando describe como:
Esta narrativa unilineal se funda en el establecimiento de esquemas binarios
(monarquía/república, absolutismo/parlamentarismo, arcaísmo/progreso) y, lejos de
tomar en consideración una pluralidad de modelos con contornos menos delimitados y
en permanente proceso de ósmosis, opera a partir de toda una serie de ideas
preconcebidas que dificultan la elaboración de una propuesta más articulada y compleja
para comprender el fenómeno del republicanismo y el papel de las repúblicas en la Edad
Moderna (Herrero, 2017, p. 29).
Esta disposición ha llevado a que se busquen en el oficio de historiar, los diferenciadores y
elementos excepcionales a la regla del desarrollo anglosajón del Estado moderno, es el
establecimiento de una barrera " [...] infranqueable entre un universo protestante, liberal,
tolerante, parlamentario y republicano, liderado por las Provincias Unidas e Inglaterra, frente
un mundo católico, conservador, intransigente, absolutista y dinástico, cuyos principales
exponentes serían Francia y la Monarquía Hispánica" (Herrero, 2017. p. 29).
Fenómeno que pone en franca evidencia, la dificultad por hacer de formas alternas y legitimas
del desarrollo moderno del Estado, incluso es una tendencia historiográfica en número
importante de historiadores, el ubicar las diferencias fundacionales y primigenias de ambos
modelos, de hecho, esto invisibiliza los fenómenos contextuales con el mundo oriental y el
papel de las repúblicas urbanas del oriente europeo con el mundo otomano, así como las
dinámicas propias de contención que para la configuración moderna de occidente. En esencia,
asistimos una interpretación que soslaya las diferencia entre dos modelos de ordenamiento del
mundo de lo Político129 y que nos deja ver con suficiente claridad ese componente Cultural de

129
"Este tipo de esquemas interpretativos no solo soslayan las importantes diferencias existentes entre los modelos
neerlandés y británico o entre las monarquías de Francia y España, sino que tienden a atenuar las numerosas
analogías entre los distintos vértices de la comparación. (...) Mientras en Francia e Inglaterra la comunidad del
Reino se identificó progresivamente con el monarca y el Estado centralizado, en los modelos policéntricos como
los de las Provincias Unidas o la Monarquía Hispánica los mecanismos de naturalización y avecindamiento
siguieron sustentándose en el consenso de la comunidad local y no en la mera decisión del soberano, lo que
aseguraba la autonomía de las distintas corporaciones, ciudades, familias y entidades que componían el conjunto."
(Herrero, 2017, p. 31).
189
lo Político, en o desde un canon de producción académica e histórica alrededor de la dinámica
política del mundo moderno, un núcleo de desarrollo canónico que en el mundo de la academia,
se inserta tanto en la práctica de lo culto y de la cultura educativa-escolar, ya que esta se
reproduce como una "acción estratégica"130 del campo de la historia política, así como de la
cultura política hispanoamericana; todo esto en niveles y escenarios múltiples del imaginario
social; es decir, como un elemento Socializado Culturalmente y ampliamente compartido en la
historia oficial131.
En línea directa con lo anterior, y como quinto factor, las presiones creativas de este tipo de
investigaciones, han asegurado un acercamiento más novedoso en la historia política de la
Europa moderna, según Herrero se asiste a un "verdadero proceso de rehistorización de los
trabajos sobre pensamiento político" (2017, p. 35) Precisamente, sobre este proceso se han
encontrado ligaciones, uniones y genealogías de teoría Estatal anglo-holandesas y protestante,
muy estrechas con el mundo hispánico e italiano, latitudes culturales, supuestamente
antagónicas en la configuración y modernización política de Europa. Este ensanchamiento de
reconocimiento cultural heterogéneo ha proyectado interpretaciones que, por ejemplo:
"permiten cuestionar la teórica anomalía del mundo cultural ibérico y subrayar los vínculos que
ligaban a la Monarquía Católica con algunos de los más activos centros intelectuales del
continente" (Herrero, 2017, p. 35), y pensar precisamente en las posibilidades cosmopolitas de
un modelo que, por su carácter policéntrico, hacia circular diferentes artefactos e instrumentos
culturales132 en niveles y órdenes sugestivamente globales, algo que de nuevo permite re-
interpretar las jerarquías; centros y periferias culturales, en el marco y en línea directa, con los
discursos de cultura política, los cuales revelan dinámicas geopolíticas del saber.
Sobre la diversidad conceptual y empírica de repúblicas en el escenario europeo, esto se
conviene en la significación ventajosa y que como sexto factor de análisis permite ver las

130
Recuérdese que, bajo la dinámica de campo propuesta por Bourdieu, en el mundo académico asistimos a una
constate reconfiguración por la lucha en la detentación de capitales simbólicos, (narrativas e historia oficial) y que,
desde acciones estratégicas, contra acciones culturales reconfiguran el mundo de significado, en el esta caso del
entendimiento de la cultura política colombiana.
131
El caso de la leyenda Negra o narrativa Negra es un caso paradigmático para entender este tipo de
interpretaciones, supuestamente críticas de la historiografía americana.
132
"Al margen del supuesto aislamiento internacional derivado de los estrictos controles de la Inquisición y de la
intolerancia asociada a una rígida cultura católica, no debemos olvidar que la Monarquía Hispánica era, asimismo,
una atractiva tierra de asilo para el exilio católico, y que en sus dominios se superponía una imponente variedad
de entramados transnacionales de burócratas, aristócratas, religiosos y hombres de negocios que dotaban de
cohesión al conjunto y hacían circular todo tipo de artefactos culturales, ideas, productos o pautas de consumo de
marcado tinte cosmopolita. (...) Algo semejante a la función de interconexión ejercida por los comerciantes
venecianos o sefarditas en el seno del Imperio otomano, y que constituye una prueba fehaciente del comunitarismo
cosmopolita que, en palabras de Francesca Trivellato, definía a este tipo de diásporas mercantiles y de la estrecha
dependencia que dichos imperios policéntricos mantenían con respecto a las mismas. " (Herrero, 2017, p. 35 y 36).
190
posibilidades de las molduras republicanas en el mudo imperial moderno, se reconoce las altas
tasas de desarrollo económico, vistas desde una demografía creciente y una clase que se
empezaba a perfilar claramente, la burguesía, los postulados clásicos ubican en las monarquías
un impedimento e inoperatividad de las instituciones estatales para promover el desarrollo
económico con la aparición de este tipo de sociedad133; sin embargo, en las nuevas revisiones
sobre estos elementos, se revivifica la interpretación y se asume con mayor privilegio, los casos
como el de las Provincias Unida y la Confederación Helvética134, sistemas políticos altamente
desarrollados y que gozaban del protectorado militar de las monarquías como la Hispánica y el
Sacro Imperio. Así, por ejemplo, la profesora Ann Katherine Isaacs (1991,1997) y el propio
Marteen Prak (1995)135. Una mirada clásica con la que se argumentan las imposibilidades
contextuales de las monarquías para promover un desarrollo económico vigoroso, y con el cual,
se asegura la predestinación al declive y se enjuicia la carencia del mundo hispano y por ende
el suramericano.
Se desarrolla además, quizás la más sugestiva e interesante relación del republicanismo europeo
moderno, sobre la base de los diferentes modelos o grados de soberanía, la discusión por la
concertación de unos moldes políticos, que lejos de optar por una organización absoluta del
poder, reconocen la deriva, hoy impensable, de una soberanía compartida, mixta o moderada,
esta idea, que hoy aparece cada vez más viable, existía en la fragosidad circunstancial de mundo
europeo en la primera Modernidad, sobre ello es necesario identificar las diversas relaciones
diplomáticas que distintos núcleos urbanos y republicanos desarrollaban con las monarquías,
las cuales en defensa de sus privilegios y libertades, acotaban como necesarias. A este hecho,

133
"En un ya clásico estudio prosopográfico sobre las elites de Ámsterdam y de Venecia, Peter Burke describe
ambas ciudades como una isla de innovación y como un espacio cultural favorable para el desarrollo económico,
gracias al escaso intervencionismo estatal y a la promoción de los valores individuales. Una realidad
diametralmente opuesta a lo que ocurría en los modelos dinásticos preponderantes que, como señala el mismo
autor al referirse a la Monarquía Hispánica, constituían «the classic example of an anti-enterprise culture where
político-religious values took precedence over economic ones»" (Herrero, 2017, p. 37 y 38).
134
"Lejos de cualquier tipo de tolerancia religiosa, en la Confederación Helvética se mantenía una estricta
separación entre cantones católicos y protestantes frente al modelo de Iglesia existente en las Provincias Unidas,
donde el calvinismo no era considerado una Iglesia de Estado y donde la convivencia con otros cultos alcanzaba
unas cotas desconocidas en el resto de Europa" (Herrero, 2017, p. 39).
135
"Las republicas urbanas estarían asociadas a una forma de gobierno poliárquico, sustentado en el comercio
internacional, y en el desarrollo manufacturero, eminentemente burgués y competitivo, que operaría a través de
un sistema de redes capaz de enlazar la naturaleza discontinua de los entramados urbanos sobre los que ejercían
el poder mediante el recurso a la vía del consenso y la negociación y el empleo de milicias urbanas o, a lo sumo,
de ejércitos mercenarios. Un mundo que se describe como diametralmente opuesto al de las poderosas
monarquías, caracterizadas por formas de gobierno centralizadas y hereditarias, la pre-eminencia del comercio
regional y de la agricultura, la preponderancia de una aristocracia militarizada y la multiplicación de todo tipo de
medidas reguladoras y de mecanismos de coerción, destinados a reforzar el control desde la Corte sobre los
espacios geográficos periféricos gracias a la creación de una poderosa burocracia y de un ejercito profesional.
(Herrero, 2017, p. 38).
191
Herrero le argumenta la idea nodal de la propuesta epistemológica del molde político de la
Modernidad europea es un molde de soberanía compartida, no necesariamente absoluta, siendo
entonces una relación entre corporaciones y entidades pensada en ordenes de interés variado136.
Sobre esta base, formulas como republicanismos absolutistas, no resultan improbables, ideas y
trabajos de Saavedra Fajardo (1988), ilustran como el republicanismo radical holandés y las
provincias unidas se daban línea como republicano a "uno de los máximos representantes de
los postulados tacitistas de la moderación y la simulación contra todo tipo de excesos. Saavedra
Fajardo se inclinaba por un modelo de monarquía moderada, respetuosa con los privilegios y
franquicias locales y opuesta a toda deriva absolutista." (Herrero, 2017, p. 43) Relación que, a
su vez, identifica en la moderación y la mesura del poder, las bondades y naturaleza de este, el
equilibrio supone para la Monarquía Católica, tan tradicionalmente acusada de intolerante,
excesiva y radical, pero que se desmiente en la práctica política, dicha dinámica absolutista era
más bien propia de los republicanismos francés e inglés, dinámicas que ya empezaban a perfilar
los excesos en los usos del Estado como entidad soberana total, o mejor, Absoluta.
Potencialmente, la constitución de una "tradición republicana atlántica" la cual supone en
esencia la heredad del republicanismo Anglo para el norte de América, la cual se basará en lo
que John Pocock (2002) definirá como el "Momento Maquiavélico" este momento
maquiavélico podría definirse como una "línea de pensamiento cimentada en torno a un
concepto de «ciudadano activo» preocupado por el bien común de la república y capaz de
construir su propia historia a través de un comportamiento virtuoso, como mejor antídoto para
hacer frente y moldear con éxito los embates de la fortuna" (2017, p. 47). Es lo que se
denominara como un: vivere civile el cual garantizara la libertad y el buen funcionamiento de
la republica, siendo un ciudadano participativo, y evitando asi la injerencia externa, mediante
el uso militarista de la fuerza para y por la republica, en suma, en nombre de la libertad137.

136
"La estabilidad y la armonía del cuerpo político no dependían de una mayor concentración de poder en pocas
manos, sino de un cuidadoso equilibrio entre los intereses de las distintas familias, ciudades y provincias de las
que se componía la republica. (...) Desde estos supuestos, la reticencia de un buen número de cantones suizos a
romper los vínculos jurisdiccionales que los ligaban al Emperador, a pesar de las presiones de aquellos que les
instaban a actuar como un Estado plenamente soberano, no constituía una anomalía. Era más bien una expresión
palmaria de la vitalidad de una variada tipología de estructuras políticas fragmentadas, policéntricas, fuertemente
corporativas y caracterizadas por formas de gobierno mixto que, como el Sacro Imperio o la Monarquía
Hispánica, se convertirían durante la segunda mitad del siglo XVII en los principales antagonistas de la deriva
soberanista impulsada por Francia." (2017, p. 41 y 42)
137
"Un sistema libre de todo tipo de tutelas y sustentado en los principios del vivere libero, que debería ser
gobernado por unos ciudadanos virtuosos y con el suficiente grado de autonomía gracias a su acceso a la tenencia
de la tierra y al ejercicio de la milicia. (...) Virtudes que se nos describen como el verdadero fundamento de la
república y como la única garantía para evitar la corrupción del cuerpo político, por lo que estarían por encima,
incluso, de los derechos de los individuos y de la comunidad" (Herrero, 2017, p. 47).
192
Justamente los ciudadanos y propietarios de dicha dinámica republicana serán ciudadanos libres
y virtuosos que en la búsqueda de la felicidad instaurarán un orden, quizás demasiadamente
perfecto, un orden republicano que se describe no solamente asociado a un "[...] universo
garantista y sustentado en todo tipo de equilibrios entre los distintos cuerpos sociales que
conformaban la república y que, como hemos podido observar, abarcaba realidades geográficas
más amplias de las que, con acierto, Xavier Gil ha definido como «propias de un republicanismo
whig anglosajón con acento toscano»" (Herrero, 2017, p. 48).
Así se nos presentan bajo la incompatibilidad y antinomia que debería existir entre el
republicanismo virtuoso y la monarquía suntuosa deslumbrada por el lujo, la idea que expone
esta asunción se reconoce básicamente, que los sistemas comerciales estuvieron al servicio del
lujo cortesano y de la realeza, promoviendo dinámicas legislativas en contra del uso masivo de
productos suntuoso, que al final minó las dinamias de competencia y la depravación de buenas
costumbres, por el uso privativo de bienes que deberían ser públicos.
Sin embargo, como ha sido común en lo expuesto, esta idea no solamente es falsa, sino que
además supone de una contrariedad profunda, pues la vitalidad económica que tanto se abrogan
los sistemas republicanos bajo los planteamientos de Pocock de nuevo, resultan más que
suficientes para demostrar que la vitalidad económica y financiera de los sistemas republicanos
anglo-americanos, ven el la dinámica económica un bien y producto de un sistema teológico
alineado a la calvinismo, además se recuperan las experiencias de varios de estos modelos
republícanos que en su intercambio comercial con la Monarquía hispánica, tuvieron el acceso
a un cantidad sustancial de materias primas, y sobre las cuales era posible la innovación
industrial, propia de los sistemas republicanos, y su libertad antes de ser cooptada, fue por el
contrario; aún más evidente. Este cambio de mentalidad sobre las riquezas es fácilmente
perceptible con las ideas de Montesquieu siendo ahora las actividades mercantiles y
manufactureras una cualidad propia del buen ciudadano, dinámica fuertemente ocultada en las
practicas historiográficas, que promoverán una alineación del espíritu capitalista en la supuesta
máxima libertaria de los sistemas republicanos.
De esta manera, hemos esbozado y vislumbrado un antecedente que consideramos fundamental
y riquísimo para hacer útil la Socialización Cultural de lo Político, esencialmente al identificar
una apropiación cultural de un discurso marcadamente jerárquico sobre las dinámicas de la
Monarquía Hispánica, como modelo tendido y/o destinado a fracaso, por radical y anti-liberal,
así como absolutista. A su vez, hemos visto que una renovación y revisión historiográfica de
estas disposiciones, es más bien, una práctica que permite, identificar formas de teoría (ideas)
193
política, que auspician construcciones verticales (geopolíticas), y que por las circunstancias y
contextos de desarrollo evitan formas alternas de entender lo Político, asumiendo que el
enmarco político para entender la cultura política colombiana, tiene una referencia anterior;
hilada y envuelta en el modelo de gobernanza de la Monarquía Hispánica de los Siglos XVI -
XVIII con o en los escenarios virreinales de la Nueva Granada.
En América por los procesos de Independencia, y por su clara imposición de arriba hacia abajo,
represento formas e ideas de gobierno muy difícilmente aplicables a los formatos culturales de
lo político en el Nuevo Estado-Nación independiente, los cuales aprendidos y sostenidos en casi
alrededor de tres siglos de Historia de Conquista y Colonia, determinaron al final prácticas
sobre la imagen del poder, así como prácticas de acomodamiento sobre esas imposiciones
vagamente visibles y de muy difícil acceso popular, la distancia en las colonias ultramarinas de
la Monarquía Hispánica, resultaron ser la principal característica para objetivar unas dinámicas
de poder altamente volubles, flexibles y desconectadas, sobre este escenario los proyectos
económicos y mercantiles serán las principales formas de manifestación del poder Imperial. En
el preciso caso Neo-Granadino excitaron una dinámica que por la lejanía ultramarina
representaban altos de grados de libertad, y que lejos de ser una desventaja, imprimieron y
dieron estilo a una forma de gobierno más bien, flexible o por lo menos, no absoluto. Con todo
esto, siendo hoy Colombia una República y bajo los corsés tradicionales del republicanismo,
pensar en una práctica soberana es una necesidad teórica, pero evidentemente no práctica. La
soberanía Colombiana, lejos de ser autónoma, es incompleta y una forma de hacer visible ese
posible desfase e incoherencia, recae en una forma Socializada (en la práctica política de casi
tres siglos de historia colonial bajo el imperio Español) Culturalmente (por la ubicación en el
campo de los discursos de la práctica política y representada en relaciones simbólicamente
novedosas en uso y aplicación del poder) de lo Político, (desde una revisión histórica del
formato teórico republicano y monárquico) una inconciencia política, que desde la variedad de
formas, instrumentos y realidades, siguen latiendo y resistiéndose al enmarco explicativo
propios del modelo anglo-americano de cultura política colombiana.
6.2. Genealogías de la Colombianidad. Formaciones Discursivas y Tecnologías de
gobierno en los siglos XIX y XX
Medir las posibilidades y ligazones que una genealogía sobre la colombianidad puede brindar
a la luz de una categoría como Socialización Cultural de lo Político, es el objetivo del presente
apartado. El reconocimiento de una historia de Colombia en basamento Cultural es un sustento
cultural que puede significar, primero; una ocasión muy interesante desde una renovación de la
194
histórica, y segundo; una identidad de los elementos Socializados culturalmente desde una
práctica política (ahora reveladores con referencia al apartado directamente anterior),
manifiestas políticamente en unas formas y/o marcos anteriores al republicanismo clásico, más
dinámico y heterogéneo; más Político. En resumen, identificar los discursos y fenómenos que
recorren la colombianidad, explicará y propondrá nuevas formas de leer los formatos culturales
de la política colombiana, haciendo útil, ventajoso o incluso insuficiente la revisión Cultural de
la cultura política colombiana en marco tradicional.
El interés por descubrir una relación con lo que se entiende como colombianidad, aprende y
supone la idea de la conformación de la nacionalidad colombiana para finales del siglo XVIII
con lo que se asume han sido la germinación de un proyecto de Nación y Estado soberano,
independiente a la Monarquía Hispánica, este proyecto hace concreto la idea de un Nación
conformada y claramente identificada con nuevos órdenes y programas de sociedad, en los
cuales el mundo español metropolitano, es la antinomia a una imagen de patria Gran
Colombiana, en principio.
Sin embargo, esta asunción, es fácilmente debatible y un inmejorable trabajo que alinea esta
discusión en nuevos órdenes interpretativos utiliza y revisa las dinámicas internas y anatómicas
de las guerras de independencia, poniendo en tela de juicio la generación de una narrativa patria
en los albores del siglo desde el siglo XVIII, así la Nación se encuentra elaborada por el profesor
Clément Thibaud (2002), más como un proceso circunstancial y direccionado por la realidad
de época y propia del contexto colonial, siendo entonteces la historia patria, una dinámica
residual y no un proceso direccionado con plena claridad; en palabras del propio Thibaud: "No
sólo se trata de poner en tela de juicio el relato tradicional de la historia patria por sus
insuficiencias científicas, sino por su error inaugural: pensar el pasado de manera retrospectiva,
imponiendo al proceso histórico categorías de lectura anacrónicas." (2002, p. 35) un relato que
al final propone ver en las dinámicas de la guerra un papel argumentador de la independencia:
De cierta manera, el papel de la guerra fue el de socializar, de manera casi espontánea,
las ideas modernas de la revolución liberal. (...) La política moderna llegó de esta manera
al pueblo, por la vía de la guerra antes que de la prensa o los discursos patrióticos. Pero
cabe anotar por fin que el análisis del papel de la guerra en la formación de la identidad
republicana no puede prescindir de una reflexión sobre la construcción cultural y social
de la Nación, no como una construcción racional, seguida y teleológica, sino como una
abstracción encarnada en prácticas sociales, políticas y culturales muy diversas en el

195
tiempo y el espacio, cuyo proceso fue objeto de impredecibles vaivenes y de numerosos
fracasos y éxitos parciales" (2002, p. 43 y 44).
De esta manera se pone la necesidad de revisión de lo colombiano, y sobre este preciso orden
menesteroso, los trabajos auspiciados por lo profesores Santiago Castro-Gómez y Eduardo
Restrepo (2008), "Genealogías de la Colombianidad" proponen descubrir precisamente desde
apuestas teóricas y políticas diversas una posible identidad nacional. Una revisión histórica de
Colombia, en donde "[…] lo que aparece como nación e identidad nacional son discursos que
requieren ser historiados y desnaturalizados en aras de evidenciar las múltiples y cambiantes
ataduras de sentido, de sensaciones, de poder y de resistencia." (Gómez y Restrepo, 2008, p.
11) Precisamente hacer una genealogía de lo que los autores van a reconocer más bien como
"Regímenes de colombianidad", posibilita un análisis que demuestra la lucha, propia de un
campo, que como el de las identidades culturales nacionales asocia, siendo entonces los
regímenes culturales generadores de "distintas políticas de la unidad, de las identidades y de las
diferencias, que deben ser entendidas desde las formas particulares que tomó la
Modernidad/colonialidad en Colombia" (Gómez y Restrepo, 2008, p. 11) Precisamente serán
cuatro138 las formas en que se exprese esos regímenes de la colombianidad, y en los cuales
Restrepo y Castro-Gómez identifiquen las líneas de investigación fundamentales del libro.
1) existirá una línea que asume el binomio de la unidad y la diferencia para entender la
formación de la identidad nacional, sobre este punto se enarbolan ideas que buscan agrupar las
similitudes así como identificar diferencias para construir identidad en alteridad, estas prácticas
se dan esencialmente en un dinámica atravesada por elementos de poder, será esencialmente,
"bajo el marco o entrelazamiento de lo racial, regional, cultural o lo étnico" (Gómez y Restrepo,
2008, p. 12), que se determine el grado o nivel de unidad nacional. 2) Será la
Modernidad/Colonialidad, el escenario en que se deben pensar los discursos y proyectos de
identidad139, el estructuramiento geopolítico del sistema mundo moderno/colonial y capitalista

138
"serán 4 los elementos que resumen la anotomía de los regímenes de colombianidad de heterogénea manera:
"1) antes que una colombianidad en singular y homogénea, se requiere pensar en “regímenes de colombianidad”
en plural, como campos de lucha entre distintas posiciones históricamente localizadas; 2) cada uno de estos
regímenes es el resultado de un permanente e inestable proceso de articulación política; 3) además, en un momento
determinado, pueden identificarse ciertas articulaciones hegemónicas de dichos regímenes que definen las
condiciones de posibilidad para la subalternización de determinadas alteridades; 4) estas articulaciones
hegemónicas no han dejado de apelar (aunque diferencialmente) a la Modernidad/ colonialidad del sistema
capitalista, incluso en su formación más reciente (el posfordismo) producida en nombre del multiculturalismo."
(Gómez y Restrepo, 2008, p. 11 y 12)
139
"1) la definición del ejercicio de gobierno que implica la nación en términos geopolíticos y coloniales; 2) la
formación del Estado nación como un proceso de colonialismo interno de apropiación y gestión biopolítica de la
población y el territorio; 3) las biopolíticas o noopolíticas para definir e intervenir los cuerpos y las subjetividades,
196
es indispensable para entender las jerarquías y el porqué de organizaciones verticales y
desiguales a la hora asociar identidades, así como del orden de legitimidad de dichos discursos
y mecanismos de control biopolítico. y 3) será la blancura y hegemonía dos nociones que se
imbrican y completan, proyectando discursos y prácticas que, desde los regímenes de la
colombianidad, identifiquen lo deseable y estimable sobre lo indeseable e inestimable. Los
niveles y grados de identidad y diferenciación reglamentarán grupos de elite y de masificación,
discursos e imaginarios que se configuran a su vez históricamente.
Como último, el conocimiento y la gobernabilidad, también supondrán de un alto grado de
relación complementaria; y sobre esta unión se legitimarán las formas de accionar en el
territorio, así como las prácticas de gobernanza de los cuerpos y las conductas, de hecho, se
hablará de la existencia de una élite tecnocrática que apalancará el conocimiento y saber
científico en órdenes de interés marcadamente político.
De manera que y como primer factor para hacer objetivable la producción de colombianidad,
Restrepo y Gómez mostraran los cambios culturales que se dan en Colombia hasta solo un siglo
después de que se materializa el proyecto independentista en Colombia, es notable que hablando
de Capitalismo y "No-politica" los profesores referencien una conformación moderna/colonial
de la colombianidad solo hasta inicios del siglo XX, la explicación supone esencialmente que
bajo el fetichismo de la mercancía se despliega un aparataje alterno a la realidad material,
dotando y dándole el carácter suntuosamente abstracto del capitalismo140 y por ende la
concreción de un sistema social moderno. En línea directa con lo anterior, en Colombia bajo la
noción del Noo-política141 se apelará al deseo de los colombianos, un deseo que, materializado
y anclado visualmente en el mundo urbano y con el robustecimiento de una economía alrededor
del café, se proyectó en un primer gran programa de industrialización y modernización de
Colombia, un programa que en la realidad material de Colombia lejos estaba de ser un hecho.
Así el fenómeno, el cambio es más bien simbólico, del imaginario social; un cambio
eminentemente Cultural. El periodo que reconoce las décadas de 1910 y 1920 será el escenario
temporal en cuestión y el que dejara ver que el fenómeno del capitalismo como manifestación

así como la apropiación y explotación del territorio y la naturaleza, se dan siempre en el marco del sistema-mundo
capitalista." (Gómez y Restrepo, 2008, p. 12).
140
"Como veremos, el capitalismo genera la ilusión de que la realización del paraíso terrenal es posible; que la
industria y la tecnología harán posibles la redención del hombre en la tierra, que antes la religión prometía en el
cielo" (Gómez y Restrepo, 2008, p. 15).
141
"La noo-política no se dirige hacia el intelecto de las personas, sino que opera mediante la modulación de los
deseos, los afectos, la percepción y la memoria. Y ello mediante la producción de un “mundo” simbólicamente
construido en el que los individuos puedan reconocerse libidinalmente como habitantes de la Modernidad" (Gómez
y Restrepo, 2008, p. 15).
197
de la Modernidad, es más que una dinámica meramente economicista142. Sobre la base del deseo
y la proyección visual-imaginaria de una Modernidad en Colombia se establecerá un hito en la
genealogía de la colombianidad, el cual reconocerá "la irrupción de un capitalismo imaginario,
que aún en medio de una hegemonía católica y conservadora, anuncia y prepara las
subjetividades que necesitará posteriormente el capitalismo “real”" (Gómez y Restrepo, 2008,
p. 19) uno de los objetivos fundamentales de Gómez y Restrepo143.
Revitalizar y describir el mundo de la colombianidad alrededor de un reconocimiento de;
lugares, tiempos, costumbre, ideas, emociones, estéticas.... es la terea a realizar, puesto que los
imaginarios sociales se proyectarán por la consecución del deseo de una vida moderna, a objetos
de consumo como forma-mercancía política del deseo: "La noo-política consiste, precisamente,
en la producción de un mundo que nos subordina pero que al mismo tiempo deseamos, pues
nos ofrece las condiciones ideales de nuestra existencia" (Gómez y Restrepo, 2008, p. 20).
Esta es la tesis que en primera media, merece o vale la pena revisar, pues un anclaje cultural
que empieza a cuajar cambios estructurales profundos desde una forma socializada de cultura
política, se da primeramente en la imaginería, en lo que Walter Benjamín nominaba es la
"mitología de la Modernidad" La cultura política colombiana entonces para inicios del siglo
XX tendrá un cambio que permite rastrear los rastros de un modelo socializado culturalmente
como Colonial, y que si proyectamos desde la discusión del republicanismo, permite identificar
el reduccionismo cultural con el que se piensa la práctica Estatal moderna, estimulando e
implantando proyectos de vida en enmarco políticos al mejor estilo anglo-americano. Asistimos
así, a un desconocimiento cultural de lo político alternativo, a una forma de Socialización
Cultural de lo Político, que nos aparecía como valida, funcional, incluso y, de hecho,
moderna144. Un proyecto que es muy difícil, por no decir imposible de concretar o realizar en
suelo material y real colombiano.
La construcción de la Nación colombiana no supone un movimiento homogéneo, esencialmente
cuando se sitúa sobre la aparente dinámica en donde lo nacional propugna por promover
diferencias con y ante otros proyectos nacionales, esta categoría de la nación ha agrupado y

142
"Nos referimos a la idea de que el capitalismo no es solo un “sistema económico”, es decir que no es solo una
esfera social entre otras muchas (la política, la cultura, la ciencia, la religión, la subjetividad, etc.), sino que posee
un carácter “globalizante” (para no decir “universal”) 2, capaz por ello de reificar (o subsumir en su lógica) a todas
las demás esferas de la sociedad" (Gómez y Restrepo, 2008, p. 18).
143
"[...] analizar el modo en que los imaginarios capitalistas coadyuvan a producir la subjetividad moderna en
Colombia durante las primeras décadas del siglo XX, en el sentido de que crean un mundo ideal, una mitología en
la que determinados actores sociales (sectores de las élites intelectuales y económicos, así como algunos sectores
del pueblo llano) empiezan a reconocerse como “sujetos modernos." (Gómez y Restrepo, 2008, p. 19).
144
Moderna en el otro sentido, al estilo hispánico o al estilo de la Modernidad/colonial, pero moderna, al final.
198
pensado proyectos de sociedad y modelos de civilidad que cohesionan y organizan a las
comunidades del territorio en cuestión145. En el caso colombiano, la Nación si bien ha tenido
visos en este sentido, su homogenización no ha sido total, y las diferencias no se han promovido
totalmente externamente, sino que por el contrario han generado desmembraciones internas, de
hecho, circunscribiendo la colombianidad como una dinámica de poder, se reconocerá como
(Castro-Gómez 2005a):
En Colombia, constituir la nación ha sido un proyecto por medio del cual los grupos
dominantes se intentaban instituir diferencialmente como tales. En un país donde el
capital económico no tuvo durante mucho tiempo la suficiente fuerza como garante de
distinción social, y donde ésta estaba fundada en un orden simbólico colonial que
entraba en tensión con el ideal democrático de igualdad y con el lento ascenso de lo
propiamente burgués, dar forma a un capital simbólico (como por ejemplo la blancura)
en torno a lo nacional permitía posicionarse como élite (Citado en Gómez y Restrepo,
2008, p. 22).
En esencia, el objetivo de pensar una nacionalidad como dinámica de colombianidad, tendió
principalmente por hacer objetivable un ordenamiento y estratificación política concreta146,
unificar territorios y espacios en dinámicas claramente estratificadas y con sentidos y órdenes
de poder casi que inmutables, y que además, por la situación de territorio periférico en el sistema
mundo moderno/colonial147 que es Colombia, los patrones de diferenciación(discriminación)
atenderán a factores como la raza alrededor de ideas como la blancura.
En orden coherente, Castro y Restrepo hablaran de "Regímenes de poder" en la construcción
de la colombianidad, alrededor de tres grandes formulas148, desde y más allá con Michel
Foucault, se hablará de la noo-política (deseos), bio-política (cuerpos) y geo-política
(colonialismo), éstas serán las fórmulas que sustenten el ideal básico que propone asumir, la
Colombianidad como una construcción moderna pero que debe reconocer la carga intrínseca

145
"Las naciones entonces son construcciones localizadas. No hay un modelo de nación, sino múltiples formas
históricamente situadas de la producción de la nación, que deben ser revisadas con profundidad etnográfica. (...)
Así pues la nación implica, de entrada, la construcción de alteridades no sólo externas sino de esquemas de
jerarquización internos" (Gómez y Restrepo, 2008, p. 21)
146
Recuérdese y detállense los postulados del profesor Clément Thibaud sobre los objetivos y principios de los
relatos patrióticos alrededor de la revisión de las tácticas de guerras de independencia de Colombia y Venezuela.
147
"Igualmente, como parte del sistema-mundo moderno/colonial, los estados nacionales eran ejercicios
localizados de la colonialidad del ser, del poder y del saber, que organizaba las relaciones productivas y de control
sobre el cuerpo y el deseo a partir de taxonomías fruto del racismo y la discriminación" (Gómez y Restrepo, 2008,
p. 23).
148
"Entendemos entonces los regímenes de colombianidad, en sus múltiples y específicas articulaciones, como
modalidades del control sobre los cuerpos y deseos de los individuos, así como sobre las poblaciones, los territorios
y la riqueza de las naciones" (Gómez y Restrepo, 2008, p. 23).
199
del mismo a un orden colonial paralelo149, esta condición es inevitable e imprescindible,
primero reconociendo la diferencia entre lo colonial y el colonialismo, la indisociable dinámica
estructural de la colonialidad a lo moderno y la segregación espacial que supone una geopolítica
del poder proyectada sobre las formas del conocer legítimo, en unas periferias coloniales del
mundo occidental. Así:
[...] el vínculo entre Modernidad y colonialidad nos permite pensar los regímenes de
colombianidad más allá de los límites temporales del significante vacío “Colombia”,
mostrando cómo las formas del presente dependen de una situación histórica legada a
través de prácticas coloniales que se naturalizan e imponen formas de ejercicio del poder
cristalizadas con el paso del tiempo. (Gómez y Restrepo, 2008, p. 25)
Fenómeno que vuelve a insertar, relaciones para establecer una genealogía de la colombianidad
presentemente atravesadas por prácticas de poder mediante una la Modernidad nunca completa,
una Modernidad colonial, una Modernidad que desconoce los desarrollos culturales de un largo
y asentado proceso, demarcado por asociación, tradición, costumbre y/o históricamente.
En este escenario, será preciso que se describan las complejas relaciones entre la identidad y la
diferencia, sobre este proceso existe un claro nudo de co-pertenencia, que ubica al fenómeno
de manera analógica y reconoce que en la diferencia hay identidad, son las dos caras de una
misma moneda; la otredad o alteridad, supone desde Castro y Restrepo asumir que: "[...] la
identidad es posible en tanto establece actos de distinción entre un orden de interioridad-
pertenencia y uno de exterioridad-exclusión. Por tanto, la identidad y la diferencia deben
pensarse como procesos mutuamente constitutivos." (2008, p. 26) pero sobre todo que: "[...] las
identidades nunca están cerradas o finiquitadas, sino que siempre se encuentran en proceso de
cambio, diferencialmente abiertas a novedosas transformaciones y articulaciones." (Gómez y
Restrepo 2008, p. 26). Subsumiendo y acotando que los procesos de la identidad son
precisamente eso, perpetuas transformaciones y articulaciones a maneras y formas de ser y
estar. Sobre este entendimiento serán varios los elementos, actores y dominios los que
apuntarán por establecer moldes de identidad y/o alteridad150, estos se entenderán como
"pliegues" heterogéneos y múltiples, construidos y dispuestos dentro o por una la lucha en la
significación; aquí, la dinámica del poder vuelve a ser determinante. Al respecto Castro y

149
"La colonialidad no es conceptualizada como una contingencia histórica superable por la Modernidad, ni como
su “desafortunada desviación”. Al contrario, la colonialidad es inmanente a la Modernidad, es decir que la
colonialidad es articulada como la exterioridad constituyente de la Modernidad" (Gómez y Restrepo, 2008, p. 25).
150
"Las identidades, entonces, están compuestas por narrativas cambiantes a través de las cuales un sujeto se
reconoce a sí mismo e imputa sentido a su propia experiencia vital" (Gómez y Restrepo 2008, p. 28).
200
Restrepo afirman que: Los “pliegues de sentido” desde los cuales se producen las narraciones
identitarias son campos de batalla, escenarios de disputa." (2008, p. 30) en una dinámica de
doble sentido, pues las relaciones son de hegemonía y de resistencia, son sustancialmente
políticas, configurando por lo tanto un sujeto político, la identidad así, se imbuye en una
reproducción de los ordenes por lo que fue estructurado y vive por lo tanto atravesado por esas
complejas relaciones, que antes que "objetos" estáticos definidos actúan como "mediadoras" de
las constantes y sucesivas disputas sociales (et al. 2008, p. 30).
Asimismo, los grados, niveles o capacidad para identificarse generan, lo que se referencia como
"identidades proscritas, arquetípicas y naturalizadas", cada tipo de identidad responde y será
más o menos propensa a sumir posturas duras, suaves o blandas con respecto a demandas y
valore sociales, poderes..., esta constitución de las identidades desde Stuart Hall, entiende que;
[...] una identidad debe considerarse como un punto de sutura, como una articulación
entre dos procesos: el de sujeción y el de subjetivación. Por tanto, una identidad es un
momento concreto entre: 1) los discursos y las prácticas que constituyen las posiciones
de sujeto (mujer, joven, indígena, etc.) y 2) los procesos de producción de subjetividades
que conducen a aceptar, modificar o rechazar estas posiciones de sujeto (Hall 2003, 20).
(Gómez y Restrepo, 2008, p. 31 y 32)
Idea que nos sustenta las dificultades manifiestas por establecer una descripción radical y/o
total sobre la identidad de un individuo, o su sociedad, la colombianidad, bajo estos supuestos
reconocerá una multiplicidad de factores para la configuración de lo colombiano151, El régimen
de la Colombianidad que describe una identidad concreta tiene que partir por reconocer los
compromisos manifiestos a la hora de consolidar un mundo nominativamente declarado como
colombiano. Este hito o punto genealógico tendrá que atender los hechos históricos-espaciales
latentes152, que precisen y cimienten identidades característicamente exclusivas del ser
colombiano, será con el sustento material de la historia que se describan las referencias
inapelablemente únicas de Colombia, la capacidad "contradictoria e inconmensurable de su
sentido", serán las que hagan imprescindible pensar los procesos de lo Cultural colombiano.

151
"En tanto práctica significante, las identidades son polifónicas y multiacentuales. Ninguna identidad supone un
significado estable y compartido por todos los individuos y colectividades de forma homogénea. (...) En la práctica
social de los disímiles individuos y colectividades, las identidades acarrean múltiples, contradictorios y, en ciertos
aspectos, inconmensurables sentidos" (Gómez y Restrepo, 2008, p. 32 y 33).
152
"Por tanto, debe partirse del planteamiento que las identidades no están cerradas a un sentido, sino que son
polifónicas y multiacentuadas. (...) Al contrario, Ernesto Laclau y Chantal Mouffe (1987) han argumentado que
las identidades deben pensarse como articulaciones sobredeterminadas en campos de diferenciación y de
hegemonía concretos. Aunque contingentes, las identidades encarnan articulaciones con densidad histórica"
(Gómez y Restrepo, 2008, p. 33).
201
Ultimando, la reconstrucción arqueológica será precisa para identificar una genealogía de lo
explicitado, será con esta herramienta, propuesta por Foucault (1992), que se descubren los
materiales metodológicos de la investigación de la colombianidad, una dinámica genealógica
que se aborde de manera a-historicista reseñara intereses investigativos que se sustentan en la
posibilidad que reconoce la Arqueología153 pero sobre todo, se justifica una genealogía por ser:
"una intervención hacia la desantropologización y eventualización de la historia que no aspira
a reposar cómodamente en las jerarquías del conocimiento científico y sus intrínsecos efectos
de poder. En este punto se aprecia una disyuntiva cardinal entre el análisis genealógico y el
análisis histórico convencional" (Gómez y Restrepo, 2008, p. 35). De esta suerte, se respalda
una historia del presente, una historia que evidencia los eventos o hechos en su singlar y
particular desenvolvimiento, la reconstrucción genealógica de las colombianidad atiende en
suma, a eso que será capital para Restrepo y Castro-Gómez, como una "historicidad belicosa154
que demanda una inteligibilidad en detalle de las relaciones de poder, esto es, de las luchas, las
estrategias y tácticas que constituyen los diferentes sucesos o series de sucesos en sus
diferenciales amarres y planos" (2008, p. 37).
Por esto los trabajos que presentaron son unas genealogías de la colombianidad, los cuales
ponen a examen las condiciones singulares en las que ha sobrevivido la sociedad colombina:
"el marco del sistema-mundo moderno/ colonial", que es desde donde se han pensado existen
diversos tipos de regímenes y no una sola colombianidad"155.
Con esta explicación de la introducción teórica y metodológica, los trabajos de genealogía
recogidos por Castro y Restrepo serán los que sustenten en composición propiamente histórica
una utilidad aún más evidente de la Socialización Cultural de lo Político; por el momento
nosotros, en aras de la precisión, enunciaremos que el elemento cultural del constructo o noción,
aquí se participa en el preciso momento en que se descubren lecturas canónicas de historia de
Colombia, que auspician pensar una mentalidad colonialista y pre-moderna de las práctica
culturales, como dinámica antagónica a la Modernidad. Esta disposición, como pudimos
recoger, es intrínseca y genética de la Modernidad, inclusive apuntaríamos a que las genealogías

153
"La arqueología es una descripción del archivo, de los enunciados y visibilidades que lo constituyen, de los
regímenes de jurisdicción y legitimación que lo posibilitan (Foucault 1979, 223). Archivo es “el sistema general
de la formación y de la transformación de los enunciados” (Foucault 1979, 221)" (Gómez y Restrepo, 2008, p. 34).
154
Cursivas mías
155
"1) su contingencia, positividad y especificidad histórica en el marco de la periferia del sistema-mundo
moderno/colonial; 2) su no reductibilidad con respecto a otros entramados de la vida social; 3) su inmanente
heterogeneidad y polifonía en la filigrana de las prácticas e imaginarios de los disímiles actores sociales; 4) su
intrínseca relacionalidad y estrecha imbricación con las diferentes articulaciones del poder, la hegemonía y la
resistencia; 5) su especificidad en espacios limitados." (2008, p. 36).
202
de lo colombianidad se resisten a una restructuración a raja tabla de construcciones culturales
extranjeras o ajenas a las socializadas en un periodo de tiempo circunstancialmente especial,
como lo fueron alrededor de tres siglos de historia en sistemas de Colonia y Monarquía156, estos
aparatajes institucionales cimentados en variedad de prácticas y desarrollos culturales
(cotidianos) de lo que denominamos como Colombianidad, son una muestra palpable que,
cuando de lo cultural de lo político se hable, se deben reconocer los intereses y pujas propias
de un campo que, desde Antonio Ariño (2005), rescatábamos es "Sociológicamente
Multidimensional" (Ontológica, Fenomenológica, Carismática y Socio-histórica). Las
Genealogías de la Colombianidad por su enfoque arqueológico, son más que pertinentes para
descubrir los rastros de una forma de Socialización Cultural de lo político.
Además, es evidente reconocer que, en las genealogías de lo colombiano, hemos asistido a un
déficit de legitimidad para pensar nuestros procesos culturales, estos han sido ensamblados
jerárquicamente en regímenes u ordenanzas disfuncionales a una dinámica moderna, los
mundos simbólicos compartidos por grupos de con-nacionales han generado divisorias aun
entre los colombianos que han reiterado y renovado los mismos problemas endémicos, haciendo
imposible sutura de un nuevo proyecto social, es necesario salir del atolladero, desconociendo
o asimilando un cambio diametral en las prácticas culturales o proponiendo un modelo diferente
de política. Es decir, rescatamos los formatos culturales de lo político (aún y con su con-natural
y endémica contrariedad, multidimensionalidad y heterogeneidad polifacética), o
resignificamos las prácticas políticas en desmedro del fenómeno de lo cultural.
6.3. La Anomalía Colombiana: El Orangután con Sacoleva
La anomalía que hemos venido proyectando en esta disertación, se encuadra de manera
armónica con lo que de manera paralela Francisco Gutiérrez Sanín ha denominado
consecuentemente como una anomalía colombiana, el objetivo del presente aparatado discurre
por identificar en calidades muy similares trabajos históricos sobre la dinámica política en
Colombia (100 años), los cuales si los proponemos desde el constructo Socialización Cultural
de lo Político, consideramos empiezan a sedimentar producciones, ambientes y realidades
académicas y sociales del entendimiento sobre el funcionamiento político de la Cultura política
colombiana, un apartado que adquiere relevancia en la medida que ilustra (quizás el más

156
Es necesario apuntar como los actores principales de un orden político, cultural, económico, en suma,
socialmente divergente, fueron las tradicionalmente conocidos: "padres de la patria", si bien nuestro objetivo no
es desmantelar el protagonismo ni centralidad de estos sectores o personajes, si es necesario apuntar nuevas
miradas sobre su bondadosa figura, resignificar y refundar sus figurativas y legendarias constituciones, es un paso
necesario para pensar las relaciones noo-politicas, biopolíticas y geopolíticas que auspiciaron estos, en su singular
momento histórico y social para el mundo Neo-Granadino.
203
ilustrativo) de manera explícita una ambivalencia política, esta se puede resumir como a más
democracia, curiosamente; no siempre hay o existen menores índices de represión y violencia.
Éstas máximas tradicionales de la reflexión política en el contexto colombiano no son
comparables ni necesariamente funcionales en otras latitudes del mundo, la especificidad de lo
colombiano puede y logra ser comprendida desde lo que hemos denominado una Socialización
Cultural de lo político como noción para el entendimiento de la cultura política colombiana.
Los trabajos que tradicionalmente estudian las prácticas políticas colombianas muchas veces
desconocen las posibilidades institucionales y sistémicas del mismo, asumiéndolas como
regímenes pre-modernos, disfuncionales y/o sencillamente fracasados, sobre esta disposición,
trabajos como los del profesor Gutiérrez despliegan dinámicas posibilitántes por ser
ampliamente descriptivas, revelando miradas más justas y precisas sobre el marco cuestión.
De manera que, lo que el profesor muy acertadamente encuadra como un orangután en sacoleva,
presenta de manera integral las realidades incoherentes pero funcionales de Colombia, el
profesor Gutiérrez anuncia como: "Este libro intenta describir y explicar en qué sentido, y por
qué nuestra democracia es un orangután con sacoleva; por qué hemos sufrido esta coexistencia
amable entre institucionalidad democrática y represión; y que tan especifico es el fenómeno en
una perspectiva comparada" (2014, p. 12) objetivo que se reduce a diversos aspectos, el primero
reconocerá los tipos y formas en cómo se examinarán los altos niveles de represión, y que para
el profesor Sanín se reducirán a los específicamente letales.
Igualmente, se reconoce como segundo aspecto, una descripción de "ciclos de represión
exterminadora" en donde se apuntalan 2 grandes periodos, el que la historiografía denomino
como; "La Violencia" y otro designado por Sanín como "Contrainsurgente", sobre estos surgirá
el último aspecto que disgrega y acopia desde una perspectiva comparada los modelos o teorías
que permiten entender la relación democracia y represión en Colombia, estos tres aspectos
resumen la anomalía colombiana157 de Gutiérrez. Sin embargo, hagamos énfasis en como lo
describe Gutiérrez, para quien en Colombia nos encontramos "con una genuina anomalía"158.
En primer lugar, este es por mucho el país de América Latina que ha gozado de mayor
estabilidad democrática. Pese a eso, ha sido durante largos periodos el más violento
políticamente. Más aún, una parte sustancial de esa violencia y de la represión, es decir,

157
"Estas son pues las proposiciones básicas por las que creo deben pasar la comprensión del orangután con
sacoleva, esto es, de la coexistencia estable entre represión frecuente y brutal (respectivamente, violencia) y
democracia. Aunque analíticamente independiente, están interrelacionadas, y producen sinergias" (Gutiérrez,
2014, p. 26).
158
Cursivas mías
204
aperturas relativas del régimen producen aumentos de la represión (respectivamente, de
la violencia), mientras que no todos los cierres generan los correspondientes
incrementos. Desde otra prospectiva, eso quiere decir que, aunque el país ha sufrido un
nivel estable relativamente alto de represión, ha experimentado también bruscas
variaciones longitudinales y regionales. En tercer lugar, el país ha caído en dos lóbregos
ciclos de represión exterminadora." (2014, p. 17)
Estas características del sistema político colombiano han dado al traste con la teoría política de
"la Paz democrática" ésta sustenta y describe la imposibilidad de; a más democracia menos
represión, asume lo que Gutiérrez llama "el déficit civilizatorio indiscutible del régimen político
colombiano" (2014, p. 47), la figura Nº 1 así lo prescribe tomada desde El Polity IV project159.
Gráfica 17. Democracia y terrorismo de Estado en Colombia según los indicadores
Internacionales.

Fuente: (Gutiérrez, 2014, p. 48)


Así el fenómeno, Gutiérrez planteará que las posibles dinámicas que hacen de este un fenómeno
explicable, son el hecho de que en Colombia no ha existido un sistema verdaderamente
democrático, sin embargo la revisión del sistema electoral y la constitución republicana de la
misma en un contexto de sub-desarrollo así como de temprana incorporación en la 1era Ola de
democratización, hace muy difícil suponer tal idea, en igualdad de dificultades se encuentran
las explicaciones que hablan de un proyecto semi-democrático, estas aunque parecen más
coherentes, representan para Gutiérrez dificultades al ser categorías limitadas, el nivel de

159
Al comienzo de la serie (1976), el país tenía un grado de democracia mucho más alto que el promedio de la
región, que experimento una ampliación tangible en la coyuntura crítica de 1991. Por otra parte, comenzó un nivel
de represión serio, que no se podía ignorar, pero que no alcanzaba niveles de exterminación. La situación se fue
deteriorando hasta convertirse en un auténtico terrorismo de Estado, de acuerdo con las dos agencias que sirven
de fuente al PTS. (2014, p. 47)
205
singularidad de Colombia en contraste con otros sistemas que se desvían por este planteamiento
hacen muy difícil compatibilizar dicha explicación; además, carece de una profundidad en
evidencias históricas y empíricas, que no hace falta explicar porque resultan capitales.
Por otra parte, la idea que asegura que en Colombia no ha habido represión, es más bien difícil
de sostener, si bien los esfuerzos por demostrar la carencia de una sistematicidad en las
represiones violentas, estallan ante la incapacidad de borrar del escenario nacional las
sustantivas y diversas muertes y exterminios, la relación del Estado en el auspicio a los grupos
paramilitares son consecuencias de un régimen que aniquila en altas proporciones, de un
régimen que centraliza la violencia y la negociación en un "equilibrio pegajoso"160.
De esta suerte, aparece la cuestión de cómo entender la anomalía. Al respecto se presentarán
explicaciones sobre el nivel y grado de exclusión que ha presentado el país; estas ideas
apuntarán a que la dificultad de acceder a la participación política es el motivo que alimenta los
grandes niveles de represión; sin embargo, esto no es del todo cierto, pues Colombia ha
experimentado un alto grado de apertura en sus sistema político, tanto interna (con pluralismo
partidista), como externamente, con los diferentes acuerdos de participación de corte
internacional. De igual forma, las ideas que suponen de la falta de proyectos populistas, en
contraste con las realidades políticas de sus vecinos inmediatos; derrumba dicha idea161.
Sobre el conflicto armado interno, esta pareciera ser la respuesta exegética y aunque tiene un
alto e inevitable grado de incidencia en los niveles de represión política, tampoco resulta
satisfactorio, es fácil demostrar como el sistema político en un conflicto interno no ha
presentado serias dificultades para mantener la democracia, idea a la que resulta muy difícil
asociar todos los crímenes a un conflicto interno, especialmente por los altos grados de libertad
que gozan las "fuerzas progubernamentales" Así, son al menos tres los grandes fenómenos que
hacen de Colombia un sistema que combina negociación política con represión exterminadora:
a) El caso colombiano sigue siendo una anomalía con respecto de la democracia protege
más a la población que otros regímenes, incluso después de que se invoca la cláusula

160
"a) Lo que tiene Colombia de especifico es la (in)definición de sus derechos de propiedad sobre la tierra, la
privatización de provisión de la seguridad, y el largo predominio del centrismo violento. Estos factores generan
sus propias inercias. b) Esos factores no solamente no debilitan la política competitiva, sino que de hecho la
refuerzan. c) Por lo anterior, la combinación de democracia y alta represividad constituye un "equilibrio pegajoso",
es decir, un optimo local. Los costos de salir de él son tan altos que incluso si todos los agentes involucrados
estuvieran de acuerdo en su carácter nocivo podríamos permanecer en él" (Gutiérrez, 2014, p. 29)
161
"En suma, aunque la exclusión social permita a las elites atacar impunemente, a los más débiles, más allá de
cierto umbral de intensidad del ataque se enfrentaría a problemas de todo tipo, y tendrá incentivos reales sea para
acotar la represión, sea para escapar al corsé que impone la institucionalidad democrática, o ambos ¡En Colombia
no se han presentado ninguna de las dos! En eso consiste precisamente el déficit civilizatorio, y la especialidad de
nuestro régimen político." (Gutiérrez, 2014, p. 79)
206
ceteris paribus (en comparación con otros países en guerra, Colombia sigue pareciendo
"demasiado democrático y "demasiado represivo" a la vez"). b) No parece haber ninguna
explicación desde la "paz democrática" del hecho de que las dinámicas exterminadoras
no hayan debilitado ni la democracia ni la democratización. c) Cuando se amplía la
consideración a otros periodos, uno se encuentra con que en Colombia la represión
exterminadora puede preceder al conflicto. (Gutiérrez, 2014, p. 83).
Sobre estas dificultades manifiestas de hallar una explicación satisfactoria, sigue sin disolverse
la anomalía, objetivo clarísimo para Gutiérrez, quién ve en la anomalía una evidentísima
dificultad de construir nación, así las cosas, en lo sucesivo del libro se propone hacer una
reconstrucción narrativa de los fenómenos que argumentan y describen los femémonos
democráticos y los ciclos de violencia exterminadora desde 1910 al 2010, a este ejercicio le
dedicara un excesivo y riguroso ejercicio de documentación histórica, que vale la pena revisar,
aun cuando aquí no nos centramos en dicho propósito, por el contrario nos parece necesario
citar algo que sustenta la operatividad y/o funcionalidad de pensar la cultura política
colombiana desde ese tipo de documentos o trabajos históricos.
En el propósito de superar la anomalía, Gutiérrez se propone la descripción del sistema político
colombiano, comparando el desarrollo democrático y violento del mismo, seguir precisando la
necesidad de una superación o progreso teórico, si bien es un proceder sano y misericordioso
con nuestra violentada nación, no es la única vía para estar pendiente de la situación de
Colombia, desde la Socialización Cultural de lo político, proponemos reconocer la anomalía
como una muestra de la resistencia socializada de un proyecto político cultural diferente, alterno
y/o heterogéneo a la democracia y el republicanismo clásico. Lo político desde el profesor
Herrero apuntaba el cómo se alineaba desde el estudio de las repúblicas europeas modernas en
relación con la monarquía hispánica, el funcionamiento de dinámicas mixtas y/o flexibles, esto
evidente cuando se nominan categorías como Monarquías policéntricas y/o modelos de
soberanía compartida, con las que la historiográfica tradicional más bien presenta un claro
ejercicio de dominación y hegemonía, una clara práctica de geopolítica del conocimiento.
A su vez, revisamos como lo cultural de nuestros procesos genealógicos como colombianos no
se encuentran siendo neutrales, estos no están exentos de dinámicas, o se encuentran
atravesadas por intereses y poderes en la configuración de identidad y nacionalidad, dinámicas
necesarias para reconocer procesos profundos, y, sobre todo; heterogéneos, los regímenes de la
colombianidad así nos lo dejan en claro. En Colombia se ha buscado y propugnado consolidar
como un proyecto de identidad nación unitaria (historia patria) sobre o desde un desarrollo
207
inequitativo, y que en la realidad ha sido verdaderamente fragmentario y excluyente, para con
el entero grueso de la matriz colombiana, vimos además como este proyecto cultural también
presenta resistencias y dificultades para su decantación o depuración material, ya que busca ser
deseado, controlado y construido como culturalmente neutral y homogéneo.
Sin embargo, aquí se revela que la constitución de colombianidad no es propiedad culturalmente
cultural, pues desconoce las múltiples dimensiones que el fenómeno de lo cultural en la noción
de socialización cultural de lo político propone para el mismo, en esencia, se reducen las
condiciones socio-históricas inmanentes con que carga el fenómeno de lo cultural y presenta
las colombianidades como dinámicas estáticas y delimitadas, por esto se convenía y apoyaba la
reconstrucción y revisión de las colombianidades desde un proyecto de genealogía con
basamento arqueológico, en lo que Castro-Gómez (2008) denominaba una historicidad
belicosa, reconociendo todas las dimensiones culturales de la colombianidad.
Por último, se asegura que la anomalía colombiana asociada al orangután en sacoleva, y la falta
de representatividad explicativa del mismo, permite hablar de;
"[...] una cierta "colombianización" de la comprensión del régimen democrático en los
países del Tercer Mundo. Una vez más esto no es casual. En términos de desarrollo
Colombia es un país de "Tercer Mundo" pero en términos de régimen político pertenece
a la "primera ola" de la democracia. En la medida en que países de nivel de desarrollo
bajo o medio-bajo empezaron en el molde de la democracia liberal, aparecieron
síndromes que mostraban un aire de familia con el nuestro, pese a las grandes diferencias
de contexto, de trayectoria, y de marco político y legal internacional. Esto de hecho
constituye una oportunidad para repensar nuestros problemas en una perspectiva
comparada, pero dialogando con la rica tradición de nuestras ciencias sociales.162
(Gutiérrez, 2014, p. 20).
Afirmación con la que no podemos estar más de acuerdo, pues vemos en este tipo de esfuerzos
y trabajos la posibilidad de repensar una Socialización Cultural de lo Político, en los cuales la
anomalía no es más que una necesaria e inevitable reacción, un síndrome irremediable que
atender. La Socialización aquí cobra el sentido de completar el sentido del constructo, y sobre
el cual es necesario que dialoguemos como dice Gutiérrez, el material bibliográfico que la
academia histórica colombiana ha podido documentar. El orangután con sacoleva; representa
una forma, manera y/o circunstancia sobre el que podemos empezar una Socialización Cultural

162
Todas cursivas mías
208
de lo Político, en órdenes, dinámicas y proyectos muy originales en el mundo de la
investigación social, el primer paso lo ha dado Francisco Gutiérrez y desconocer esto no puede
ser más que una falta de agudeza para con el constructo teórico y epistemológico.
A modo de ejemplo, el que existieran sectores dirigentes interesados en la provisión de
seguridad privada, inexistente o desprovista por el Estado, genero formas o convenciones de
seguridad violenta, aplicada especialmente contra la población civil, que pesar de los altos
costes en la deslegitimación insitucional, estuvieron bastante lejos de suponer una contra fuerza
estatal así como anti-democrática, es más bien su apalancamiento en estas dinámicas estales la
que las ubica como un fenómeno Para-Militar: "Solo la combinación de derechos de propiedad
sobré la tierra inequitativos y su asignación a través de un sistema político competitivo pero
que da ventajas estratégicas a los extremistas y a los actores con conexiones ilegales se puede
entender la persistencia de incentivos para la violencia desde el Estado." (2014, p. 27). El
asentamiento socializado de este tipo prácticas estatales (prácticas Culturales de lo político)
promovieron ordenes violentos que lejos de desalentar las democracias, las aseguraron, eso sí,
con unas altas cotas de administración ilegal y con lo que ha sido un proyecto político que cada
ves más, confunde los límites y ordenes de la práctica democrática y el uso de la violencia.
Queremos cerrar este apartado haciendo dos acotaciones que en la dinámica de la aplicación
práctica del concepto sufren de una necesaria limitación procedimental o metodológica, aquí
anunciamos con total claridad que no pretendemos hacer un ejercicio histórico en propiedad163,
pero una de las dinámicas que de inapelable manera debe tener en cuenta el investigador
interesado, se tiene que hacer explícito en esa precisa necesidad. Solo desde un ejercicio de
reconstrucción emitente histórica, como los que reseñamos, se pueden hacer más y mejor
objetivable la aplicación del concepto de Socialización Cultural de lo Político, desde una
reconstrucción o trabajo histórico en propiedad se pueden poner a hablar las categorías aquí
expuestas, ilustrando y pasando del ejercicio descriptivo al explicativo, por el momento la
Socialización Cultural de lo político como expusimos apunta a un carácter eminentemente
teórico-epistemológico164 que como demostramos posee fundamento y tiene validez
explicativa.

163
Las posibilidades y riqueza de los ejercicios históricos nos superan y avasallan.
164
Las posibilidades de un constructo como el de la Socialización Cultural de lo Político es limitado temporal y
contextualmente, por su estructura de conformación abarcar la totalidad de lo colombiano es imposible, sobre este
armazón teórico debemos reconocer los peligros y límites por una anacronismo, descontextualización, vaguedad
e imprecisión, en este sentido la atención a la Socialización Cultural de lo Político, tendrá más bien serias
complicaciones y dificultades para ser productivo, formal, riguroso y legítimo. La recomendación para una futura
investigación debe proponer un prototipo metodológico aun mas explicito, puesto que aquí la noción han sido
209
VII. CAPITULO
7. Conclusiones
Las conclusiones de este trabajo descubren, puntualizan, consideran y miden los elementos
teóricos y epistemológicos que sustenten un acercamiento al fenómeno de la Cultura Política
en Colombia, los cuales fundamentaron el constructo teórico para promover un entendimiento
más profundo del mundo complejo que supone la cultura política en Colombia, así se manifestó
los principales elementos que construyen la noción: Socialización Cultural de lo Político,
evidenciando su necesidad genealógica desde una reconstrucción cartográfica desarrollista del
campo de la Cultura Política, así como el análisis descriptivo de los elementos que componen
dicha constructo, desde teoría sociológica, antropológica y política, los cuales validaron y
legitimaron al ponerlos en práctica y/o utilizarlos a la luz de trabajos históricos e
historiográficos retadores de la tradicionalidad académica en el saber histórico colombiano.
Es una dinámica necesaria que, en las reflexiones sobre fenómenos amplios y complejos, el
interés se revise o funde desde la teoría de campos, propuesta de Pierre Bourdieu (2007), la
complementariedad y ligazón estrecha que existen entre dos campos teóricos, Cultura Política
- la Comunicación/Educación, alude a una anatomía coherente por las tensiones en el desarrollo
y constitución del sentido, él cual, mediado por luchas, disputas e intereses, recopila diversidad
de maneras de atender el fenómeno, esquivando una interpretación teleológica unívoca. A
propósito de esto resultó productivo proyectar, desde las acciones estratégicas y los proyectos
culturales, las tácticas y estrategias discursivas que configuran la Cultura Política colombiana.
Precisamente, cualquier estudio que quiera rastrear y/o acercarse a la profundidad de los
fenómenos de cultura política, debe hacer una reconstrucción y cartografía del campo en
cuestión. En esta investigación concluimos que dicha forma de acercarse, fue una dinámica
metodológica oportuna, que al ver las constituciones hegemónicas del campo en dos grandes
polaridades objetivo la existencia de al menos tres grandes visones de Cultura política en el
campo, siendo la definición de sentido común; un escenario inmanente, contenedor y ontológico
de las polaridades de la visones legitimadas protocolariamente académicas; cognitiva-
conductual y la antropológica-simbólica, estas que posteriormente al llevar a extremos dio el
exceso politológico y culturalista, convirtiendo la definición del sentido común de la cultura
política, al espacio para pensar una dinámica más profunda de las relaciones en Cultura Política.

objeto de una fundamentación eminentemente teórica y epistemológica, como lo expone y explicita nuestra
pregunta problema.
210
Será lo propuesto como primera visión de cultura Política; la de sentido común165, el escenario
en donde las imposibilidades radicales de la visón politológica y culturalista se anudan y
expanden una dinámica más profunda, sólo yendo atrás en la reflexión de lo Político de la
Política, con Margaret Somers (1996 - 1997) y Oscar Landi (1989), mostrando la reducción de
la visión antropológica-simbólica, alrededor de 4 culturas políticas ("teorema de
imposibilidad") es que se puede mostrar un exceso del campo que, lleva a recopilar los
elementos epistemológicos de un constructo para el acercamiento de la cultura política; La
Socialización Cultural de lo Político, esta categoría será quiza la más grande conclusión.
La identificación o nominación de los elementos epistemológicos del constructo, permiten
identificar como una primera conclusión, como la revisión del campo, desde su estructura
conflictiva, hace expandible al mismo, vale la pena identificar en los gráficos de él subtítulo
"4.8 Un necesario esquema", la ilustración la genealogía que lleva a identificar los elementos y
condiciones epistemológicas signados como Socialización, Cultural (antes que cultura) de lo
Político (antes que Política), esta noción así propuesta y en si misma pensada, es concluyente.
Ahora, al asumir la asunción de la Socialización Cultural de lo Político como el constructo
teórico a sustentar o fundamentar, era necesario proceder en el análisis de sus características,
de donde se desprende como segunda conclusión; la sistematicidad y complejidad
epistemológica que recogerá la misma, una profundidad y significación en variedad de
proyectos y prácticas que harán de ésta una noción un constructo más prolífico o fructífero en
la proyección del entendimiento de la cultura política colombiana.
El constructo se dividió en sus tres categorías constitutivas, la primera acopiada, fue la
Socialización, y este represento un primer gran hito de construcción epistemológica, esta
dinámica parecía obvia pero su invocación carga o inviste un profundo sentido, pues al pensar
las dinámicas de la socialización se puso sobre la mesa el dilema onto-epistemológico de lo
individual sobre lo social, y de la sociedad sobre la personalidad, ésta compleja discusión se
pudo resolver con los aportes de los profesores Berger y Luckman (2001), sobre la construcción
social de la realidad como una dinámica mediada, en donde ambos procesos son constitutivos
de la humanidad, pero y además, que la dinámica de la Socialización Cultural de lo Político, es
sobre todo un proceso inconsciente; inevitablemente socializado, sólo posteriormente criticado
o pensado, la imposibilidad de sustraerse a un formato Cultural de lo Político y a una forma

165
Cuando pensamos en esta definición debemos reconocer que no advertimos la importancia del mismo, sin
embargo, ahora esto que definimos como escenario, aquí adquiere el sentido de espacio o contexto para pensar el
ensanchamiento del campo de la cultura política, una conclusión procedimental para volver sobre la dinamia de
campos con una mirada integral del mismo.
211
singular de Cultura Política, asume a la categoría como sometida inevitablemente a los procesos
de socialización primaria y secundaria como métodos determinante de lo Cultural y lo Político.
La socialización tendrá que reconocer su nudo al fenómeno y/o proyecto Cultural, así la
amplitud del término Cultura hace difícil su manejo, a lo cual los aportes del profesor Antonio
Ariño (2005) con quien se ubique el esmero productivo del concepto, determinará cuales son
los tres grandes proyectos en que se ubica lo cultural, y en donde lo significativo para el presente
proyecto, son los que se alinearon con una visión y termino multidimensional desde la
sociología, el proyecto multidimensional de la cultura recogerá la idea de lo culto como
definición estratificacional y otra como definición antropológica, para proyectar una dimensión
desconocida para las dos definiciones anteriores, la dimensión socio-histórica de la cultura,
dotara a la cultura, su doble aspecto, como contenedor y contenido de fenómenos, artefactos,
ideas, proyectos... nominados como culturales. Este Fenómeno permitio reconocer la doble
inscripción de la Cultura y por lo tanto amplió a horizontes sociales complejos los fenómenos
sociológicos de lo Cultural, cuestión, que no solo es una dimensión más profunda, sino que, es
incluso anterior a una reflexión de lo culto y lo simbólico de la Cultura, así se supera por mucho,
al teorema de imposibilidad de la visión culturalista de Cultura Política, segunda sub-conclusión
del análisis teórico con que carga la Socialización Cultural de lo Político.
Así solo queda perfeccionar que lo político alude esencialmente a una dinámica que se nomina
con Schmitt (1991) y Arendt (1997), y que al unirle la reflexión sobre lo social; cobra vigencia
en una relación y diferenciación cardinal. Asumiendo que lo político y la política se refieren a
dos realidades distintas y que con lo social de la sociedad se hará evidente dicha distinción, una
relación que se traslapa con el carácter óntico y ontológico de dichas realidades, asi, lo político
es equiparable a lo social como una dinámica de lo óntico con carácter sustantivo, mientras que
la política se alinea con la sociedad como una dinámica ontológica de carácter administrativo,
condición en donde la primera dimensión (social) contiene a la segunda (sociedad).
Precisamente el espacio de significación se amplía a límites insospechados, este
ensanchamiento del entendimiento cuando se anuda en el constructo Socialización Cultural de
lo Político, concluye en que dicha noción, existente en una dinámica eminentemente óntica de
la Cultura Política, es un escenario y un concepto que alude a una inconmensurabilidad de la
realidad haciendo verdaderamente extenso y profundo su carácter de sustrato, esta capacidad
de la noción permite hacer incuestionable un análisis en donde la dinámica del poder se proyecta
de manera trasversal a todas las realidades sociales e históricas (tercera sub-conclusión).

212
Estamos ante una noción sumamente contemplativa de realidades inusitadas o invisibilizadas
deliberadamente y que en el entendimiento y estructura organizativa del campo de la Cultura
Política resulta ser un constructo que subsume, supera, o por lo menos, obliga a la expansión
del campo de la Cultura Política, esta idea concluyente identifica que las capacidades
interpretativas del constructo Socialización Cultura de lo Político, además de ser potente es
diverso, tanto que puede ser recogido en pluralidad de contextos y proyectos sociales.
La utilidad de la Socialización cultural de lo político es probada y manifiesta en la medida en
que pueda alinear y representar moldes o arquetipos a la realidad histórica de Colombia, así y
bajo el mismo parámetro de unión de la categoría, esta se presentó como interpretativa en los
trabajos del profesor Manuel Herrero (2017) y su grupo de investigación, sobre republicanismo
en la Europa Moderna, alrededor de las Monarquías policéntricas con Soberanías Compartidas,
en donde el caso y las circunstancias hicieron especial a la Monarquía Hispánica. Sobre ésta, el
análisis concluye que las formas de ordenanza política en Colombia rastrean una práctica
política al régimen español, emparejando así una formación de lo político, socializado
culturalmente en la práctica política tradicional de Colombia, esto es algo que la dinámica
historiográfica empieza a asentar en una tradición de estudio mas propositiva para entender los
regímenes políticos de estas latitudes.
Al tiempo proyectos y trabajos como los del profesor Santiago Castro-Gómez (2008),
reconocen las relaciones genealógicas de proyectos hegemónicos en la conformación de una
identidad nacional, nominada como Colombianidad, los regímenes de colombianidad
evidencian, de igual forma, una Socialización Cultural que se resiste a la consolidación de un
proyecto de Cultura Política Moderna, aun cuando la colombianidad es ya de por si, una práctica
moderna por Colonial. La cual desde Gutiérrez (2014) es entendida como una anomalía, en la
práctica de lo gubernamental y la teoría de la paz democrática, y que se alinea de manera
ilustrativa a una Colombia altamente democrática y violenta a la vez, que como un verdadero
orangután con sacoleva.
Siendo entonces la Socialización Cultural de lo Político un constructo teórico - epistemológico
sólido, legítimo y funcional, que brinda sustento y apoyo a estas realidades aparentemente
incoherentes e inverosímiles, fenómenos que al final, nos siguen contendiendo. Los alcances
interpretativos a la luz de estos trabajos dejan ver de palmaria manera que el constructo
Socialización Cultural de lo Político, presenta una utilidad más que asegurada, por la necesidad
de sustentar en una realidad compleja y obscura, pero sobre todo retadora al entendimiento

213
tradicional. Esta utilidad interpretativa de la Socialización Cultura de lo Político es la tercera
gran conclusión.
La colombianización de realidades incomprendidas en el manejo de la democracia en otros
contextos, propuesto por Gutiérrez, proyectan un sustento bibliográfico para hacer de estos
ideales aparentemente incoherentes, una forma de realidad teórica valida y en capacidad de ser
aun más interpretativa de las incongruencias. En resumen, la existencia de trabajos como los
propuestos para el presente análisis es un síndrome, muestra, medición y/o evaluación
concluyente o axiomática de la utilidad y autoridad del constructo Socialización cultural de lo
Político para pensar la cultura política colombiana en marcos de explicación culturales y
políticos diferentes.
Éstas construcciones teóricas identifican posibles relaciones causales en niveles y tópicos
diversos, por ejemplo, en la ruptura protocolaria y oficialista con el relato de la independencia
de la Nueva Granada, la cual no representó ni cargó con un cambio en el repertorio cultural de
lo político, muy por el contrario, podríamos hablar de dos siglos de consolidación de un
republicanismo anglosajón y francés, en el funcionamiento institucional y burocrático del
Estado colombiano, más no evidente ni representativo en el condicionamiento social y cultural
cotidiano de Colombia como Nación. Relaciones causales que podrían ayudar a entender,
además la existencia de anomalías como Siglo y medio de Bipartidismo, El Frente Nacional y
el fenómeno Guerrillero con el Bandolerismo Político, una Democracia Violenta, El contexto
propicio del auge del Narcotráfico y el fenómeno Mafioso, el fenómeno Paramilitar y un
proyecto Cosmopolita ulterior al Estado-Nación Moderno166, todos estos hitos altamente
sincréticos de la cultura política colombiana.

166
Apuntamos aquí algunos otros materiales bibliográficos que consideramos son muy propicios para extender y
seguir cimentando la utilidad de la Socialización Cultural de lo Político en la historia colombiana; Tirado, Mejia.
Álvaro. Colombia: Siglo y Medio de Bipartidismo. En "Colombia hoy I, II y III"; Deas, Malcom. (1993). Del
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Taurus Editores; Sánchez Gómez, Gonzalo y Meertens, Donny. (2006). Bandoleros, gamonales y campesinos: el
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Martha. (1994). Cotrabandistas, Marinberos y Mafiosos. Hisotira Social de la mafia colombiana (1965-1992).
Bogotá, Colombia. Tercer Mundo Editores; Ronderos, María teresa. (2014). Guerras Recicladas. Una historia
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Mejía Quintana, Oscar., Ángel Baquero, Sergio., Reyes Beltrán., Pablo Ignacio y León Peñuela, Ivonne Patricia.
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María Emma. (2015). Los Tres nudos de la guerra colombiana. Revista: Comisión Histórica del Conflicto y sus
Víctimas: Contribución al entendimiento del conflicto armado en Colombia, Desde Abajo, Bogotá. Entre muchos
otros.
214
Estas son solamente algunas proposiciones o referencias documentales é históricas que sirven
para en dinámicas o ejercicios de investigación posteriores a este preciso proyecto, identificar
líneas o derroteros de análisis explicativos desde la noción. Concluimos que las dinámicas
interpretativas de la Socialización Cultura de lo Político, ahora sustentadas teórica y
epistemológicamente deben ser aplicadas a las lecturas de historia colombiana, su utilización
sin duda revisará y pondrá en nuevos contextos los desarrollos de la Cultura Política, será, en
suma; Un constructo que aporta elementos y marcos para el entendimiento de la cultura
colombiana.

215
Referencias bibliográficas

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229
Anexos
Anexo 1.
"En la Actualidad, por los procesos de globalización, y multiplicidad de una gama muy variada
de agentes de la escena internacional han puesto, verdaderamente en cuestión, la operatividad
de unas formas de negociación diplomáticas que suelen ser encuadras en torno al entramado
político del Estado Nación y al modelo clásico de la diplomacia moderna, que se supondría que
habría surgido en Westfalia, este modelo westfaliano, el resurgir en los últimos años de un
nacionalismo de fuerte sesgo identitario..., reposan en el deseo de poner freno a la capacidad de
injerencia de intervención en los asuntos internos de cada Estado, gran variedad de agentes, de
organismos internacionales; no gubernamentales también pero también corporaciones
multinacionales, transaccionales, movimientos religiosos, civiles, que amparados también por
las nuevas tecnologías digitales, y sobre todo por la proliferación de la redes sociales, han
puesto en cuestión autoridad de las antiguas entidades soberanas, sobre su respectiva
ciudadanía, y parecen limitar el control de la información por parte del Estado, del mismo modo
y como ha visto con acierto Jan Zielonka (...),

esta aparición de nuevas y complejas estructuras políticas a lo largo de la segunda mitad del
siglo XX como la propia unión europea ha suscitado, pues también esa necesidad de reflexionar

230
sobre los antecedentes sobre las formas de gobierno, caracterizadas por el solapamiento de
diferentes entes soberanos, o entornos jurídicos más difusos en la que entraban gran variedad e
actores, no simplemente actores estatales, el cambio de las relaciones internacionales, la perdida
de centralidad del Estado - Nación, contemporáneo ha impulsado el interés por lo que James
Der Derian; definió en 1987 como "New mediavalism" o nuevo medievalismo, esto por el
análisis de esta intrincada superposición de poder soberanos, lealtades, características del
periodo que se considera como anterior de Westfalia, pero que como hemos visto, seguiría hoy
con mucha vitalidad, incluso con posterioridad a la firma de este tratado, si vemos este cuadro
muy interesante de Jan Zielokan: veríamos que una estructura política como la Monarquía
Hispánica incluso después de los tratados de Westfalia, tendría mucho más que ver con este
imperio, Neo-medieval al que se asoció a la unión europea por la característica de estas fronteras
bastante fluctuantes, fronteras bastante porosas, la persistencia de fuertes diferencias
socioeconómicas entre los distintos territorios que componían la estructura imperial hispánica,
la existencia de una multiplicidad de identidades culturales e incluso étnicas al interior de esta
estructura, la disociación de autoridades, la multiplicidad de entidades políticas, la identidad
entre el centro y las periferias, o más bien, la existencia de muchos centros, este modelo
Policéntrico del que solemos hablar, y también, en cierto modo; la presencia muy importante
de entramados transnacionales superpuestos de todo tipo, que articulaban esta estructura sin un
centro muy definido en la que la pertenecía, la ciudadanía, el avecindamiento (...) no era una
cosa que defina el rey, sino que tenía más bien que ver con decisiones tomadas en el ámbito
local" (Herrero, 2020, min. 6:05 - 10:15).

231

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