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Actividad 1.

Wilson J. Manchego Perdomo

Especialización en Gestión Ambiental, Facultad de Ingeniería y Ciencias Ambientales,

Fundación Universitaria Católica del Norte.

Ecología y Conservación Ambiental

Dra. Diana M. Agudelo Echavarría

Septiembre 26 de 2021
ECOLOGÍA Y CONSERVACIÓN AMBIENTAL
Actividad 1

ACTIVIDAD 1 - 20%

PLANTEAMIENTO

1. Realizar una búsqueda y descripción detallada, basada en referencias científicas, del rol
de los ciclos biogeoquímicos en el equilibrio de los ecosistemas y el tipo de afectaciones
que sufren dichos ciclos debido a los diversos cambios ambientales que ha sufrido el
planeta.

2. Emplear la información anterior y establecer la relación que existe entre el equilibrio de


los ecosistemas y el concepto de servicios ecosistémicos.

3. Seleccione un ecosistema de interés y documente claramente cuáles son los principales


servicios ecosistémicos que este provee y cómo se ven o han visto afectados, si no se han
afectado analice que condiciones favorecen su no afectación.
DESARROLLO

1. Un ciclo biogeoquímico se define como la circulación de materia entre los elementos bióticos

de la tierra, la biósfera, y los elementos abióticos de la misma que incluyen la litósfera, la

atmósfera y la hidrósfera. Aparte del clima y del suelo, hay otro vínculo entre lo viviente y lo no

viviente en un ecosistema. Se trata de la necesidad que los organismos tienen, de obtener

sustancias químicas como el oxígeno, agua, nitrógeno, dióxido de carbono, hidrógeno, etc.

(Sutton, 2001). Los seis elementos más comunes en las moléculas orgánicas son el carbono,

nitrógeno, hidrógeno, oxígeno, fósforo y azufre, las cuales toman una variedad de formas

químicas, y se pueden almacenar por periodos largos o cortos en la atmósfera, en la tierra, en el

agua o por debajo de la superficie terrestre, así como en los cuerpos de los seres vivos. Los

procesos geológicos, como el desgaste de las rocas, la erosión, el escurrimiento de agua y la

subducción de las placas continentales, juegan un papel importante en este reciclaje de

materiales, así como la interacción entre los organismos. La forma como un elemento, o en

algunos casos un compuesto como el agua, se mueve entre sus diversas formas y lugares vivos y

no vivos, se conoce como ciclo biogeoquímico (Garbisu et al., 2002). Los ciclos no suceden de

forma aislada, siendo particularmente el ciclo del agua un importante promotor de los demás

ciclos biogeoquímicos. Por ejemplo, el movimiento del agua es esencial para la filtración del

nitrógeno y los fosfatos hacia los ríos, lagos y océanos. Aunque cada elemento o compuesto tiene

su propia ruta, todos estos nutrientes químicos esenciales circulan a través de la biósfera, y se

mueven entre el mundo biótico (vivo) y el abiótico (sin vida), de un ser vivo a otro. Siendo

gracias a esta dinámica que los elementos se encuentran disponibles para ser usados una y otra

vez por otros organismos, radicando allí la importancia de estos ciclos naturales para la

supervivencia de los seres vivos y de los ecosistemas. (Aduan et al., 2004).


Como resultado de las actividades antropogénicas la capacidad de resilencia en los ecosistemas

se ha visto afectada, alterando el ciclo del agua, el ciclo de nutrientes y los ciclos

biogeoquímicos. Los principales problemas y consecuencias relacionados con los procesos

anteriormente mencionados son: deforestación, erosión y eliminación de la capa fértil del suelo,

impermeabilización del suelo, inundaciones, contaminación de aguas superficiales y

subterráneas, acumulación de desechos sólidos, cambio en los patrones de temperatura,

problemas de recarga de los acuíferos, sobreexplotación del recurso hídrico y

mal aprovechamiento de los suelos (Llosa, 2010). Entre los ciclos biogeoquímicos que regulan

los flujos de materia y energía en los sistemas naturales, los ciclos del nitrógeno (N) y del fósforo

(P) han sido estudiados con particular interés ya que la sobrecarga de estos elementos en los

sistemas naturales es causa directa de la eutrofización de los mismos. Recientemente se ha

relacionado el aumento de la temperatura con la “disminución” de los umbrales de eutrofización,

es decir, que en un mundo más cálido, la misma carga de nutrientes en los ecosistemas

ocasionaría efectos más graves asociados a la eutrofización p. ej., incrementando la frecuencia y

la intensidad de florecimientos masivos algales en los sistemas acuáticos o bien generando una

producción primaria tan abundante que al desbalancear la dinámica del oxígeno

(fotosíntesis/respiración) genera zonas anóxicas o “muertas” en las capas profundas de lagos,

lagunas y cuencas oceánicas (Espinosa et al., 2015).

Por otro lado, la afectación al ciclo del Carbono por la actividad humana, juega un papel

preponderante en las investigaciones actuales, debido a su aparente relación con el Cambio

Climático. En cuanto a esto, McGuire et al. (2009) señalan que el calentamiento global está

generando afectaciones en un amplio espectro de sistemas físicos, ecológicos y humano-

culturales, que podrían ser irreversibles en escala de centenares de años, además de ser capaces
de causar rápidos cambios en los ecosistemas del planeta. Estos investigadores agregan que el

efecto del ser humano sobre el ciclo del Carbono es crucial en la actualidad y que el comprobado

calentamiento del Ártico, cuyo papel importante como reservorio de metano y CO2, parece

comprometer aún más la dinámica de este elemento a nivel global. Otra región clave para el ciclo

biogeoquímico del Carbono es el trópico. Jones et al. (2014) señalan que los bosques tropicales

son los mayores sumideros del Dióxido de Carbono antropogénico, significando

aproximadamente el 70% de la absorción de este gas por los bosques del planeta, siendo estos

ecosistemas indispensables para mitigar los efectos del cambio climático. En conclusión, el

entendimiento de los ciclos biogeoquímicos es vital para la conservación del medio ambiente y la

supervivencia de las especies que habitan en los diferentes ecosistemas, siendo necesario la

realización de los esfuerzos pertinentes para la mitigación de los impactos generados en estos

procesos naturales.

2. El concepto de servicios ambientales o ecosistémicos vincula de manera explícita el estado y

funcionamiento de los ecosistemas con el bienestar humano. Desde el punto de vista ecológico

esto representa una buena alternativa debido a que se considera la protección de los ecosistemas,

las especies y los procesos ecológicos con la finalidad de asegurar la sustentabilidad de los

servicios que éstos proveen (Latorre et al., 2014). Se habla de servicios ecosistémicos cuando las

poblaciones, en algún tiempo y espacio, consciente o inconscientemente, hacen uso de algún bien

ambiental para suplir una necesidad (MEA, 2005). Estos servicios se han clasificado como de:

abastecimiento, culturales y de regulación, los tres con igual importancia, algunos de ellos son la

provisión de alimentos, fibras, recursos genéticos, productos bioquímicos, regulación de la

calidad del aire, el clima, el agua, las enfermedades, la polinización; además de los culturales

tales como los valores espirituales y religiosos, estéticos y recreativos (de Groot et al., 2002).
Por ende, se reconoce la complementariedad entre la biodiversidad de los ecosistemas y los

servicios ecosistémicos (Haines y Potschi, 2009; Lamarque et al., 2011). Adicionalmente se

utilizan los nombres de unidad suministradora de servicios y de unidad beneficiaria (Fisher et al.,

2009) que se sintetizan en el término proveedor de servicios para denotar poblaciones,

comunidades, grupos funcionales, caracteres funcionales, tipos de hábitats y paisajes con

capacidad de generar servicios a la sociedad (Martín y Montes, 2011). Así distintas

investigaciones evidencian como las disposiciones espaciales de las unidades funcionales, los

hábitats, los elementos del paisaje y el uso de la tierra influyen significativamente en la

generación de servicios ambientales (Andrade et al., 2014). Por tanto, el concepto de

biodiversidad y su relación con el concepto de servicios ecosistémicos se puede explicar en que

esta funciona como soporte para procesos claves, al afectar directamente el suministro de

servicios ecosistémicos y al constituir en sí misma como un bien valorado (Mace et al., 2012).

Concluyendo así que los servicios ambientales son beneficios que proveen los ecosistemas y

constituyen un elemento esencial en el mejoramiento de la calidad de vida de los seres humanos,

lo cual significa que es el hombre quien debe tomar conciencia y responsabilidad frente al uso

racional de estos, procurando mantener su equilibrio natural, garantizando la conservación de la

funcionalidad ecosistémica en el tiempo, ya que solo un ecosistema equilibrado es capaz de

seguir suministrando servicios ambientales.

3. El ecosistema de interés escogido para este trabajo corresponde a los bosques tropicales, estos

proveen servicios de suministro, regulación y culturales. Los bosques tropicales ofrecen servicios

de suministro fundamentales que benefician generalmente a los pobladores del bosque o las
comunidades que los manejan. La gran diversidad de plantas, animales y microorganismos que

albergan estos ecosistemas ofrece una gama enorme de alimentos, fuentes energéticas, materiales

de construcción, medicinas, especies ornamentales o de importancia ceremonial, entre otros

(Balvanera, 2012). Los bosques tropicales también ofrecen recursos potenciales, aquellos que

pueden ser importantes en el futuro, como es el caso de numerosas especies vegetales con

potencial para convertirse en medicinas. Los bosques tropicales juegan un papel fundamental en

la regulación del cambio climático y de sus impactos, debido al gran tamaño de sus árboles y a la

proporción de la superficie del planeta que ocupan la constituye el 60% de los almacenes aéreos

de carbono y el 30% de los almacenes de carbono en el suelo (Dixon et al. 1994). Cuando se

quema la biomasa (viva y muerta) se libera CO2, contribuyendo a aumentar el cambio climático;

en cambio, cuando se recuperan los bosques tropicales estos contribuyen a la captura de carbono

(Kauffman et al. 2009). Los bosques tropicales juegan un papel importante en la regulación del

clima a través de sus efectos en la temperatura y en la humedad relativa. Los árboles absorben

una proporción importante de la energía proveniente de la radiación solar que incide sobre su

dosel puesto que la transforman a través de la fotosíntesis. Además, los bosques liberan agua

cuando se abren las estomas de las hojas para el intercambio gaseoso al realizar la fotosíntesis.

Durante este proceso ocurren intercambios de energía, así como cambios en la humedad relativa

que conducen a reducciones en la temperatura (Anderson et al. 2012). Los impactos ambientales

más significativos que estos ecosistemas han sufrido producto de las diversas actividades

antrópicas han sido la deforestación y la fragmentación de hábitat. La deforestación ha sido uno

de los principales problemas para estos ecosistemas estratégicos, FAO (2011) estima una

deforestación neta a nivel mundial de 0.20 % en la década que va de 1990 a 2000, 0.12%

entre el 2000 y el 2005 y 0.14 % entre el 2005 y el 2010, con una pérdida neta de 5.2
millones de hectáreas en la década del 2000 al 2010; mientras que Hansen et al., (2010)

indican un tasa de 0.6% anual, con una superficie estimada de pérdida de bosques mundial, entre

el 2000 y el 2005 de 1 011 000 km2, donde cerca de 3.9 millones de km2 se asocian a procesos de

aprovechamiento forestal por tala selectiva de madera (Asner et al., 2009). Sumado a lo anterior,

la expansión agrícola en zonas de frontera forestal es hoy en día probablemente la causa más

citada en la literatura como factor principal de la pérdida boscosa en el planeta (Gibbs et al.,

2010), seguido de otros factores como la conversión a pastizales, extracción de madera, como

fuente energética y para construcción, y la expansión de infraestructura (Carr, 2004). En cuanto a

la fragmentación de bosques naturales esta es una de las principales causas de pérdida de

biodiversidad en el mundo (Turner,1996). Los principales efectos de la fragmentación a nivel de

paisaje son la reducción del tamaño y calidad del hábitat boscoso, el aumento de borde y número

de parches, y la pérdida de conectividad (Lindenmayer y Fischer, 2006). Los fragmentos

boscosos pueden llegar a tener bordes suaves o abruptos, dependiendo del grado de contraste

entre hábitats, lo cual desempeña un papel crítico en la capacidad de las especies de adaptarse y

moverse dentro de hábitats perturbados, la capacidad de recuperación del bosque y la penetración

de los efectos de borde que originan un deterioro en la calidad del hábitat en regresión (Peyras et

al., 2013). La reducción del tamaño de los fragmentos boscosos genera cambios en la

composición y estructura a nivel de comunidades (Echeverría, 2007), modificando las dinámicas

poblacionales y diversos procesos ecológicos (Wiegand, 2005) que, junto al aislamiento y la

disminución de la conectividad funcional, tienen efectos negativos sobre la persistencia de

poblaciones de especies (Crooks et al., 2011), reduciendo así la capacidad de provisión de

servicios ecosistémicos.
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