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LA CIUDAD EDUCADORA
La ciudad no es sólo un fenómeno urbanístico; está constituida por las sinergias que se
producen entre las instituciones y los espacios culturales, que nos brindan la posibilidad de
aprender en la ciudad; entre la producción de mensajes y significados y que nos permiten,
al propio tiempo, aprender de la ciudad y, también, de su pasado y su presente, muchas
veces desconocido (Jahir Rodríguez Rodríguez, 1999).
El término “ciudad” pretende dar cuenta de la complejidad del “campo educativo”. Cuando hablamos
de ciudad no nos referimos al espacio geográfico o físico urbano solamente, sino que nos referimos,
además, al concepto de ciudadanía y en este sentido a reconocer que la totalidad de los espacio
sociales poseen un potencial educativo y son constructores y fortalecedores de ciudadanía.
El desafío es poder comprender la densidad y complejidad del campo educativo en nuestras ciudades y
recuperar la relación de la educación con la vida, con las culturas actuales, con las condiciones
concretas del mundo en que vivimos. Leer el mundo implica, entre otras cosas, comprender que los
espacios y los tiempos de los aprendizajes son múltiples y variados y que además de las escuelas,
existen otros espacios donde también se enseña y se aprende. Son otros, son diferentes, pero no dejan
de ser educativos. Las escuelas conviven en la ciudad con otras instituciones y espacios públicos que
resultan fuertemente interpeladores: el club, la vereda, el municipio, la organización comunitaria, el
cine, la plaza, las iglesias, la biblioteca, el museo, etc.
El concepto de ciudad educadora cambia con el cambio mismo de la vida de las ciudades y sus
habitantes; ello no implica un cambio que la «subordine» concesivamente a las crecientes
presiones y dificultades de todo orden, pero sí un cambio que la «coordina» o adapta a las
nuevas características y necesidades de las ciudades (por ejemplo, verán los cambios en las
ciudades del mundo en el momento que atraviesan la pandemia). Su genuino espíritu inicial
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no tiene por qué perderse en el cambio, porque desde su origen responde a invariantes
humanas y sociales de fondo, pero también es una invariante individual y social la evolución
permanente y por ello todo proyecto con sentido de la realidad debe saber articularse y
encontrar anclaje suficiente en los nuevos perfiles urbanos y en su componente humano
individual y colectivo.
Las “ciudades educadoras”, surgen también como un intento de sobrepasar las funciones
tradicionales de las instituciones oficiales y privadas que se ocupan en las ciudades de ofrecer
y garantizar “buenos servicios” económicos, sociales, políticos, o simplemente utilitarios a sus
habitantes. Ahora dichas instituciones deberán estar animadas de una nueva intencionalidad,
que trascienda la del simple servicio y llegue a impulsar en la sociedad el surgimiento de
diversos tipos de iniciativas y estímulos para generar una sociedad cada vez más democrática
en su gestión y solidaria en la realización de sus políticas ciudadanas.
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Sur desde 1996 en la Municipalidad de la ciudad de Rosario (Provincia de Santa Fe). Y desde
1999 esta Oficina de Rosario ha extendido ahora su jurisdicción, por la similitud de los
problemas a enfrentar, al área de toda América Latina. Forman parte de esta red Morón y
CABA, ciudades que recorreremos cuando las condiciones sanitarias lo permitan y
observaremos propuestas de educación no formal e informal que nos brindan.
El objetivo principal de esta oficina es el de promover los principios de la “Carta de Ciudades
Educadoras” entre las ciudades latinoamericanas, así como el de generar e intercambiar
proyectos y experiencias educadoras en todos los niveles de educación: formales y no
formales e informales. La Ciudad Educadora es aquella que promueve el derecho fundamental
de todas las personas a la educación.
Ninguna ciudad es esencialmente educadora per se, sino que deviene educadora a partir de su
manifiesta intencionalidad. Esta intencionalidad, sin duda, constituye un compromiso político
que debe asumir, en primer lugar, el gobierno municipal, como verdadera instancia política
representativa de los ciudadanos, más próxima; pero necesariamente debe estar compartida
con la sociedad civil.
Entonces podemos preguntarnos: ¿cuándo una ciudad es educadora? Lo es cuando asume la
intencionalidad de plantearse políticas educativas amplias y de alcance global; cuando incluye
y/o articula las modalidades de educación formal, no formal y manifestaciones culturales;
cuando reconoce su territorio y cada una de sus intervenciones como múltiples.
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La educación es una tarea pedagógica ineludible que excede a la escuela como espacio
educativo puesto que remite al desafío de recuperar otros espacios que educan junto con
ella y que son, por tanto, el contexto indispensable para la producción y transmisión
cultural.
“Una ciudad educadora no puede reducirse a un eslogan o a algunas acciones específicas, sino que
implica una intencionalidad social y política, que tiene relación con la construcción de ciudadanía, la
consolidación de la democracia y la búsqueda de justicia social. No es educadora una ciudad que es
excluyente, o que al menos no es consciente de las exclusiones que genera o puede generar” Moncada
Cardona Ramón 2006