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El niño maldito

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Rating: Teen And Up Audiences


Archive Warning: Creator Chose Not To Use Archive Warnings, Graphic Depictions Of
Violence
Category: F/M, M/M
Fandom: Harry Potter - J. K. Rowling, Harry Potter and the Cursed Child -
Thorne & Rowling
Relationship: Draco Malfoy/Harry Potter, Scorpius Malfoy/Albus Severus Potter,
Hermione Granger/Ron Weasley
Character: Draco Malfoy, Harry Potter, Scorpius Malfoy, Albus Severus Potter,
Portrait Severus Snape, Rose Weasley, Ron Weasley, Hermione
Granger, Lily Luna Potter, James Sirius Potter, Sirius Black, Theodore
Nott, Astoria Greengrass
Additional Tags: Sirius Black Lives, Minor Hermione Granger/Ron Weasley, Past Astoria
Greengrass/Draco Malfoy, Past Harry Potter/Ginny Weasley, Scorpius
Malfoy & Albus Severus Potter Friendship, Cinnamon Roll Scorpius
Malfoy, Scorpius Malfoy Needs a Hug, Scorpius Malfoy/Albus Severus
Potter Fluff, Slytherin Scorpius Malfoy, Albus Severus Potter Needs a
Hug, Genderfluid Character, Professor Draco Malfoy, Draco Malfoy
Needs a Hug, Auror Harry Potter, Professor Harry Potter, Hogwarts
Professors, Eventual Fluff, Eventual Romance, Eventual Happy Ending,
Eventual Draco Malfoy/Harry Potter, Everyone Needs A Hug,
Everything is Beautiful and Everything Hurts, Dark Character, Happy
Ending
Language: Español
Stats: Published: 2021-08-31 Updated: 2023-07-17 Words: 222,752 Chapters:
46/?

El niño maldito
by BocaDeSerpiente

Summary

El ascenso de un posible reemplazo de Lord Voldemort amenaza con arruinar las tranquilas
vidas de las familias Potter y Malfoy al rodear de sombras a la nueva generación, traer
recuerdos borrosos del pasado…y una visión terrible de lo que podría ser su futuro.

¿Aventura? Yo diría que es un desmadre mágico con slash.


Prólogo
Chapter Notes

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2028

La mitad del pueblo ardía bajo un fuego de un intenso tono dorado. Mágico, por supuesto. Los
prisioneros avanzaban en una línea recta hacia el pie de la colina en la parte de afuera.

Albus Severus Potter los observaba con una expresión aburrida.

—No veo a nadie importante aquí, Nesi —le mencionó a la bruja que tenía al lado.

Ella le restó importancia con un gesto y luego señaló hacia adelante, a una figura envuelta en una
túnica blanca que era empujada por los magos que estaban de su parte.

—Está aquí, te lo dije.

En cuanto la persona de blanco los alcanzó, la hicieron caer de rodillas frente a ambos.

Lily Luna Potter alzó la cabeza con gesto desafiante y le frunció el ceño a su hermano.

—Ah —Albus ni siquiera se inmutó—, sí estaba aquí —Hizo una pausa—. ¿No te parece que es
buen momento para dejar esta rebelión, Lil?

Ella escupió saliva y un poco de sangre a los zapatos de Albus como única respuesta. Él los limpió
con un hechizo, moviendo una mano sin mucho interés.

—Es por tu bien —Nesrine se puso de cuclillas frente a ella y le habló con suavidad—. No estás
logrando nada con ponerte en contra. Si no puedes contra ellos-

A ella le escupió en la cara. Ante su expresión desconcertada, Lily sonrió.

—Ustedes no están logrando nada.

—Su escondite es el que se está quemando, no el nuestro —puntualizó Nesrine, poniéndose de pie
al tiempo que se limpiaba el rostro.

—Lily —Albus arrugó el entrecejo—, te estás aprovechando de que sabes que no te hará nada.

—Como si pensara que todavía les queda algo de consciencia a cualquiera de-

Uno a uno, los magos que empujaron al suelo junto a Lily cayeron muertos. Sus palabras se
cortaron cuando ella miró alrededor, pero en lugar de asustarse, se sacudió con tanta fuerza que
tuvieron que presionarla de nuevo hacia abajo entre dos. Por suerte, le quitaron la varita mucho
antes.

Nesrine tocó el hombro de Albus y le dijo que viese hacia atrás. Un oscuro caballo huesudo y
alado volaba hacia ellos. Se hicieron a un lado para que aterrizase.

Albus se acercó al thestral y ayudó a Scorpius a bajar. Le indicó con un cabeceo a Lily, de rodillas
en el suelo, y Scorpius dejó escapar un "ah" idéntico al suyo momentos atrás.
—¿Otra vez tú, Lil? —Igual que Nesrine, Scorpius se le acercó y se agachó para comprobar su
estado—. Para esto cuanto antes. Sabes que no-

—Me dijeron que te matase —aclaró Lily, irguiéndose tanto como podía cuando un mago sostenía
sus hombros y empujaba hacia abajo—, que sólo matando al niño maldito se podía arreglar algo de
esto.

Scorpius guardó silencio. No lucía impresionado.

—¿Arreglar qué? —Nesrine apuntó al pueblo con un gesto—. ¡Esto lo causaron ustedes! ¡No
debieron esconderse aquí para empezar! Si no hubiesen estado aquí, este pueblo jamás-

—¿Y quién nos perseguía? —replicó Lily, retenida otra vez cuando se retorció.

—Están en contra de Scorp —Fue la respuesta simple de Albus, como si se tratase de una cuestión
de lógica.

—¡En contra de destruir el mundo, sí! —Lily volvió a verlo, ceñuda—. ¿Y quién acaba de matar a
más de veinte magos? Porque no fui yo-

—Eran rebeldes, Lil.

—Scorpius —Lily se inclinó hacia él y consiguió que tres varitas le apuntasen. La de Albus, la de
Nesrine y la de uno de los magos que la sostenía—. Scorp…tú sabes que esto está mal, ¿verdad?

Sin dejar de apuntarla, Albus puso una mano en el hombro de Scorpius, lo que lo hizo saltar y
fijarse en él.

—Vamos a llevárnosla. Es obvio que no puede cuidarse sola y está loca, se va a meter en más
problemas…

—Seguro que un poco de legeremancia puede acomodar las cosas en su mente —sugirió Nesrine,
desde el otro lado de Scorpius—. Si dejas que lo pruebe…

Lily se puso pálida. Sacudiéndose con más fuerza, consiguió soltarse de los que la retenían y
apuntó a Scorpius con sus dos manos, las palmas del todo abiertas hacia él. Una pequeña esfera de
luz se formó entre ambas.

—Scorpius, si de verdad tengo que matarte para librarlos-

Sólo hubo un destello de luz, antes de que las dos manos de Lily cayesen al suelo frente a ella. Le
siguió un horrible grito, a la bruja encogiéndose como si pudiese proteger sus brazos de otro corte,
y la sangre que manaba sin parar.

Scorpius permaneció en silencio durante unos segundos más, viéndola, consciente de que iban a
frenar la hemorragia con un hechizo si lo pedía y a dejarla morir si eso quería.

El pueblo continuaba quemándose, había demasiados gritos, el olor metálico en el aire era
insoportable. La actitud de Lily no ayudaba. Scorpius decidió que estaba cansado, se levantó y
caminó de regreso hacia su thestral, ignorando la cacofonía de alaridos.

—¿Paro la sangre? —preguntó Nesrine, pasando su varita de una mano a la otra con cierta
indecisión.

Scorpius movió la cabeza y Albus lo "tradujo" para ella:


—Sí, supongo —Luego ayudó a Scorpius a subir al caballo y depositó algunos besos en sus
nudillos.

Sin embargo, en cuanto el thestral se marchó, Albus volvió a pararse frente a su hermana y tomó
una decisión luego de contemplarla llorando por el dolor.

—No creo que haya forma de hacerla recapacitar, Nesi.

—Ah, ya sé —Nesrine apuntó a la cabeza de Lily con la varita encendida por un hechizo verde—,
pero es lo que Scorp quiere. Aquí se hace lo que el principito quiera.

Lily gritó y se retorció mientras se la llevaban.

Chapter End Notes

Si no lees la nota, un Harry chiquito llora.

¡Hola de nuevo, flancitos! Me moría por subir este longfic. De hecho, me emociona
tanto esta trama que es la primera vez que subo una historia larga que no esté escrita
por completo. Hasta ahora llevo alrededor de treinta capítulos y sigue en proceso, por
lo que las actualizaciones pueden ir un poco lentas (una a la semana) mientras lo
termino; de esa manera quiero evitar quedarme sin capítulos para subir. También está
el hecho de que todavía no sé cuántos capítulos tendrá en total ¿? ¿?

Juro que la historia (lo que tengo escrito) es desmadroso, pero no TAN terrible como
este principio. Hasta a mí me impactó cómo me quedó, jAJAJA.

La historia empieza años atrás, ¿alguna teoría de por qué pasó esto? ¿O…no pasará?

Tengo que confesar que esta trama hace que me explote la cabeza, porque manejo
muchas cosas a la vez. Por esto mismo, el romance es un súper mega lentísimo slow
burn a paso de caracol, al punto de que puede haber capítulos sin interacciones Drarry
entre los primeros. Alguien me dijo que le recordaba a la saga Alianza de Helena Dax
(lo que me parece exagerar porque lo suyo es un nivel de genialidad inalcanzable,
djdkd), así que pongo esto a manera de "advertencia":

*Desmadres mágicos basados en la idea de The cursed child (se suponía que lo quería
reinterpretar con sentido…ustedes me dirán si se parece en algo, jAJAJA)

*Van a tardar mil años en estar juntos (no creo que tanto como en ldl)

*Cualquier escena "fuerte" que pueda haber tendrá una advertencia al principio del
cap (de lo que llevo casi no hay nada terrible ni menos sangriento…pero por si me
deschaveto)

*Si me han leído se deben hacer una vaga idea de qué shipps me agradan más (aquí
hay Drarry y Scorbus seguro), hago lo que me da la gana con la magia, y si se han
leído ldl en particular…pues más o menos así de larga es esta trama. Si prefieres fics
cortos o centrados en el romance, tengo otros así. Esto fue casi un desafío personal
porque la idea era DEMASIADO grande ¿? ¿?

Si después de esto, te vas a subir a este expreso Hogwarts pues…¡vamos por ese
primer capítulo!
El Velo

2019

Después de que los últimos Mortífagos fueron capturados, nadie prestaba atención a las alarmas en
el Ministerio hasta que sucedía algo como esto.

Escuchó a Ron soltar una maldición cuando tuvo que frenar la caída de una pared, con ayuda de
uno de sus compañeros Aurores. El hechizo retuvo la pared y la empujó suavemente hacia su lugar.

Harry les pasó por un lado, se aseguró de que no estaban heridos y examinó la pared con apenas un
vistazo.

Alguien se había metido al Departamento de Misterios. En su experiencia, nunca era una buena
señal. Ese lugar tenía recuerdos muy desagradables que él prefería no traer de vuelta, pero trabajo
era trabajo, y todavía sospechaban que algunos Inefables se encontraban dentro.

Dos paredes derribadas, un pasillo bloqueado, conductos de ventilación destruidos, ascensor


atascado. Quien planeó este movimiento tenía una idea bastante clara de la estructura del
Ministerio, y sino fuese porque los Aurores podían acceder a pasajes secretos entre pisos, Harry no
tendría más opción que demorarse despejando los caminos con sus compañeros.

—¡Escuadrón de reserva en espera! ¡Escuadrón dos avancen, divídanse en dos grupos, no toquen
las puertas, usen magia para abrirlas! ¡A menos que se los diga, nadie entra a ninguna habitación!

Una Inefable se encontraba dentro de una sala que se asemejaba a una biblioteca, su cuerpo a
medio transfigurar combinado con la pared de concreto. Harry dejó a dos Aurores para que se
encargasen de ayudarla, comprobó que la puerta no se cerraría ni la habitación se desplazaría y
dirigió a los equipos más allá, por el largo pasillo con cuartos extraños.

—¡La Sala de las Profecías tiene la puerta entreabierta, señor Potter! —exclamó uno de los novatos
al que estaba seguro de haberle dicho que se quedase a distancia.

Harry gruñó una respuesta y le ordenó a su bruja más experimentada con hechizos de rastreo que
examinase el lugar. Era muy fácil esconder a un grupo en ese cuarto. Cuando su magia no le
devolvió nada, Harry asintió y permitió que algunos Aurores entrasen a investigar por su cuenta.

Profecías, repetía ese lado de su cabeza que se asemejaba a una versión demente de Harry, con su
tono frenético. Profecías, profecías, profecías. Más le valía que no hubiese otro loco por ahí
queriendo ser el siguiente Lord Voldemort, porque ya no tenía ganas de salvar al mundo mágico.

Los Aurores en la sala sólo notificaron un leve desorden, estantes volcados, las profecías que tanto
tiempo les tomaba recuperar a los Inefables se rompieron, se agrietaron o se mezclaron. No quería
estar en el grupo que tendría que reorganizarlas luego.

Harry les indicó que siguiesen buscando y llevó a otro grupo a través de las puertas, abriéndolas
con magia y cerrando al no encontrar nada. No, no quería cerebros gigantes, ni criaturas
endemoniadas, ni nada parecido que saltase sobre él.

—Escuadrón de reserva, despliéguense para buscar Inefables que necesiten ayuda. McCarthy,
busca señales de vida desde los pulsos mágicos a través de paredes, suelo, techo y cualquier
superficie que puedas alcanzar. Los que creen que pueden moverse tan rápido para que nada raro
los agarre, vengan conmigo; si no pueden, busquen a los Inefables y salgan, eviten el derrumbe,
todavía no sabemos qué lo provocó. No quiero héroes, no quiero estar rescatando a nadie, y por
amor a Merlín, no empiecen a gritar cuando vean algo ho-

Ya era tarde. Ese grito agudo debía ser de uno de los novatos.

Aurores nuevos, pensó Harry, resignado, veían una película de terror y se creían listos para todo.
Apenas se dio la vuelta, notó que lo que lo hizo gritar fue un cráneo que rodó por el suelo hacia sus
pies cuando abrieron una puerta.

Harry se paró a su lado y pateó el cráneo de vuelta.

—Es falso —explicó al pálido chico.

—¿Cómo- cómo está seguro…? —El novato tembló, sujetándose de uno de sus compañeros.

Él ni siquiera cambió su expresión o tono.

—Los llevaré a la morgue de San Mungo cuando haya un mago descuartizado y luego tú también
notarás que es falso. Es muy claro —Harry avanzó a través de la puerta recién abierta, cuidando no
pisar los huesos elásticos y demasiado blancos para ser reales, parte de alguna investigación o
pasatiempo de los Inefables. Tras unos pasos, se giró—. ¿Que no piensan venir?

Ese novato se desmayaría, lo presentía. Harry lamentaba cada vez que tenía que entregar un
informe que enviaba a alguien tan joven a una experiencia traumática en una escena del crimen o
la morgue sólo para que se acostumbrasen.

No esperó que lo acompañasen y siguió moviéndose, varita en mano, el lumos era su única fuente
de iluminación. La sala estaba demasiado silenciosa, en penumbras, pero después de varios pasos y
toparse con unos escalones, la sensación de déjà vu lo golpeó.

—¡Lumos máxima! —Harry levantó la varita y entrecerró los ojos durante el instante que le tomó
al cristal en sus lentes oscurecerse para que no fuese cegado.

Los hechizos en sus gafas pronto enfocaron puntos de energía en artículos usados por los Inefables,
rastros de magia en el aire que debían pertenecer a los últimos investigadores y una gran
concentración de poder en una tarima con un velo negro en el centro de la sala. Era una visión más
tétrica de lo que recordaba con los cadáveres falsos dispersos por todo el suelo.

El lumos más potente pronto le cedió el paso a la luz normal, y Harry estuvo a punto de girarse
para regresar al pasillo cuando lo escuchó. Algo movió algunos de los huesos.

De espaldas al origen del ruido, Harry se concentró en la imagen mental que tenía de la sala, giró
la muñeca y uno de los cristales de sus lentes cambió para mostrarle lo que había detrás de él. La
sala oscura, los huesos, el velo. Un atisbo de movimiento a la izquierda. Calculó que estaría a unos
doce metros, una buena maldición lo alcanzaría si actuaba deprisa, pero quizás los hechizos para
inmovilizar y capturar fallarían con tantos pequeños obstáculos.

Tomó una decisión.

—Sigamos buscando a los Inefables —avisó a su equipo. Y después de dar sólo un paso hacia
ellos, apretó la varita, se giró y lanzó un reducto al lugar en que se movió una figura oscura, de
acuerdo a lo que veía en su lente.

El hechizo golpeó los huesos falsos y los convirtió en polvo, desbloqueando su campo de visión.
La silueta que se escabulló por debajo del área afectada era difícil de apuntar porque reptaba. Harry
intentó darle con otro hechizo, pero apenas consiguió romper la pared detrás de ella.

Escamas negras, cuerpo largo. La serpiente se metía por un agujero entre la pared y una puerta
trasera, y Harry corrió detrás de ella.

—¡Harry! —Ron ya debía haber alcanzado al grupo con que andaba y lo vio desde la puerta, sin
entender qué le pasaba.

Harry cruzó la otra puerta y cayó en un abismo controlado de nada. Su cuerpo flotó en la
inexistencia absoluta y tuvo que controlar su mal humor para no empezar a maldecir a los Inefables
y sus absurdas ideas. ¿En qué ayudaba un salón vacío a la comunidad mágica?

Ron se paró en el umbral de la puerta y utilizó un hechizo cuerda que alargó una soga hasta Harry
para jalarlo de regreso.

Encontraron a algunos Inefables demasiado absortos en sus propias investigaciones, lejos de los
sucesos, que no supieron lo que ocurría hasta que los Aurores irrumpieron en sus laboratorios, un
par de derrumbes, objetos rotos y armarios abiertos. Sin huellas, sin rastros de magia, sin señales de
qué hechizos se usaron además de los del mismo equipo de Aurores. Un trabajo bastante
profesional.

Ron seguía repitiendo esto en la oficina de Aurores, mientras un medimago se encargaba de


confirmar que el sentido de equilibrio de Harry no fue afectado por estar en un espacio de nada.
Pruebas rutinarias para su trabajo.

—Ahora camine en línea recta…

Harry se sentía tan estúpido como un niño fingiendo andar por una pasarela. Después de algunos
pasos, se giró hacia el medimago, con una expresión de "¿qué más quieres de mí?".

—Un pie por delante del otro…

Los medimagos iban justo después de los Inefables en su lista de colaboradores insoportables.

—Creo que si mi equilibrio estuviese mal —masculló Harry, entre dientes—, ya lo habría notado.

Ron le hizo un gesto al medimago para que lo dejase en paz y continuó divagando, sentado sobre
la mesa. Incluso el Jefe de los Aurores se había resignado a que sus modales no se podían corregir,
a menos que quisiera llamar a Hermione cada vez que actuaba de forma poco apropiada.

—Si hubiese querido una profecía —razonaba Ron, con las manos unidas frentes a su rostro—, no
tendría que haber escapado por la sala del velo negro. Demasiado adentro en el Departamento de
Misterios. La vía de escape más lógica, si no podía tomar la misma entrada, era hacia el
laboratorio de vida mágica que se conecta con los pasadizos del Departamento de Control y
Regulación de Criaturas Mágicas; tomaba uno de los puntos de traslado para criaturas que
necesitaban clasificarse, salía en la otra oficina, alcanzaba el Atrio y se iba sin que nos diésemos
cuenta.

Harry se dejó caer en su asiento, sintiéndose algo mareado y tan cansado como en esos períodos de
turnos largos durante las prácticas de Aurores.

—Tal vez no sea tan listo, Ron.

—No, es listo —Ron asintió, pensativo—. Sea quien sea, evitó la detección de las señales de magia
de McCarthy y el sistema de Roman. Tampoco dejó rastros de nada, ni siquiera sabremos si se
llevó algo hasta que los Inefables terminen su inventario, y eso suponiendo que lo que se llevó no
sea hiper secreto y nos quieran contar que les robaron. Además, se metió al Departamento más
seguro del Ministerio en un día laborable con varios escuadrones de Aurores aquí, oh, vamos,
Harry- hay que admitir que está difícil con la seguridad "mejorada" desde las últimas intrusiones.

Ron fue asignado a la sección que trataba con las mentes criminales por una buena razón. Si lo
ponían a jugar ajedrez con un asesino en serie del mundo mágico, se dejaría ganar mientras le daba
la confianza para que empezase a soltar información. Harry estuvo muy impresionado la primera
vez que lo vio hacerlo.

Su cabeza ya acostumbrada a los grandes planes vería demasiada complejidad en esto. Harry
estuvo años lidiando con los detalles en el Ministerio y tenía una idea más clara.

—La detección de magia de Roman funciona como una detección de calor muggle y tiene el
mismo defecto; si no tiene sangre caliente, los muggles no lo sienten. Pues si no hace magia, no lo
sentimos —Harry meneó la cabeza—. Podría haber traído los hechizos preparados en forma de
trampas y eso explicaría por qué no encontramos rastros de su varita. También la velocidad a la
que pasó por las salas del Departamento de Misterios. Hay que revisar las paredes de cada cuarto.

—Te hizo creer que entraba a la sala vacía —recordó Ron, de mala gana—, pero la habríamos
atrapado allí flotando contigo, ¿crees que las paredes tengan pasajes o algo así?

—Son Inefables, Ron —Harry apoyó su cabeza en lo alto del respaldar del asiento y exhaló—, hay
pasajes en sus pasajes y estos también tienen pasajes de emergencia.

—Tomará al menos un día revisar el Departamento de Misterios.

—Dile a Smith —Harry agitó una mano para desechar la idea—, todavía nos debe ese favor por
haberle quitado los cargos de contrabando de criaturas mágicas cuando estaba salvando a las
tortugas de cristal de los científicos alemanes. La última vez que mezclé serpientes y paredes
encontramos otro basilisco milenario, preferiría no escribir más informes que atraigan mi mala
suerte legendaria.

—Yo le digo —aceptó su mejor amigo, riéndose por la referencia a su "suerte", un tema que
Skeeter estaba feliz de mencionar cada dos semanas en los artículos sobre él.

Harry contestó con un sonido vago que pretendía ser un agradecimiento y se fijó en el reflector de
enemigos en su escritorio. Había sido adaptado para lucir como un espejo de apenas diez
centímetros de largo y reflejaba algunas sombras la mayor parte del tiempo.

Parecía que era otro día "a salvo" de cualquier chiflado. Al menos, no hubo heridos. Harry se
levantó, recogió el reflector de enemigos, lo metió a un bolsillo oculto de su túnica de Auror y
atrajo algunos artículos más con magia no verbal.

—Me voy, dile al viejo que me debe dos horas. A este paso, si sigo llegando tarde, Albus va a
decidir cambiarse el apellido a "Weasley"…

Ron lo encontraba divertidísimo. Él no.

Todavía no sabía qué estaba haciendo mal con su segundo hijo.

—0—

Albus le pidió que lo llevase a la Mansión Malfoy durante el verano de ese año. No solía pedirle
nada, ni siquiera ver a su mejor amigo durante esas fechas, y Harry no se lo negaría, aún menos
después de enterarse del motivo de la visita.

Dejó a Lily y James con Ginny, y se Apareció con Albus. Recordaba la zona cerca de la entrada de
la Mansión. Ingresaron por el tétrico portón gracias a las barreras que reconocían a Albus. Su hijo
se le adelantó y empezó a atravesar el patio con zancadas, buscando a Scorpius.

Harry tuvo que detenerse cuando notó que las señales mágicas de sus lentes apuntaban dos
situaciones diferentes. Hacia un lado, una inmensa cantidad de poder natural llamaba la atención de
sus medidores usuales. Por el otro, en la orilla del lente, una silueta de sombra le advertía que
revisase el reflector de enemigos en su bolsillo.

A menos que Lucius Malfoy hubiese decidido visitar a su hijo y nieto durante ese momento difícil,
no creía que hubiese un motivo para que apareciese una sombra. Harry extrajo el espejo de mano
de su bolsillo y lo examinó, sin dejar de caminar por el sendero que Albus tomó.

Podía distinguir el blanco de los ojos en una de las sombras. Demasiado cerca. Esa maldita cosa
debía haberse descompuesto de nuevo.

Harry guardó el espejo y miró alrededor, sus lentes enfocándose en la concentración de magia
alrededor de un arco que servía de entrada a un edificio mágico que aparecía y se desvanecía. El
mausoleo Malfoy.

Una vez tuvo que trabajar en un caso en que desaparecieron algunos cuerpos de una cripta familiar
y tenía una vaga idea del funcionamiento de estas. La madre de Scorpius tenía la opción de ser
enterrada en el mausoleo Malfoy, aunque su lugar estuviese en la cripta de su propia familia; debió
haber pedido en vida que la llevasen allí, de manera que pudiese estar enterrada en el mismo sitio
donde algún día estarían su esposo e hijo. El edificio se mostraba cuando era requerido y no dejaba
ningún rastro después de que la semana del duelo sangrepura era superada.

Albus ya había encontrado a Scorpius. Estaba sentado en un banquillo junto al arco de entrada del
mausoleo, Albus se agachó a su lado y sujetó una de sus manos entre las dos de él. Le hablaba en
susurros.

—…no sé qué hacer, Scorp…

—…sólo- sólo quédate ahí…

Harry se apartó para darles privacidad. Sin sus amigos después de los funerales de la guerra, creía
que se habría vuelto loco. No imaginaba lo que era perder a una madre que sí conoció.

Draco había ocupado otro banco, más alejado, en el lateral del mausoleo. Tenía los ojos puestos en
el suelo, un bastón en una mano, y no mostró ninguna señal de percatarse de la presencia de Harry,
pero sí le habló directamente cuando se aproximó lo suficiente.

—Gracias por traerlo. Scorpius necesitará el apoyo.

—Malfoy-

—Puede tomar la red flu cuando quiera irse, o quedarse a dormir, como prefiera —siguió Draco, su
tono plano y los ojos todavía fijos en el piso entre ambos—, no es necesario que te quedes, lo
cuidaré mientras esté aquí.

Harry metió la mano en su bolsillo, cerró los dedos en torno a la tarjeta que Hermione le entregó
apenas se enteró de que iría para allá, y pensó en cómo dársela.
—Lo siento mucho, Mal-

—¿Por qué? No la conocías. No tienes relación alguna conmigo. Si Scorpius y Albus no se


hubiesen hecho amigos, no estarías aquí. No lo sientes —Lo miró de reojo—, así que no lo digas.

—Creo que cualquiera puede sentirlo por una persona que pierde a alguien importante, Malfoy —
aclaró Harry, su mano en un puño en torno a la tarjeta.

Draco soltó un débil sonido despectivo, sin energía siquiera para replicarle. Cuando se restregó la
cara con una mano, Harry se percató de que tenía ojeras y el rostro demacrado.

Estaba ahí, de pie, con el impulso de decir algo, de hacer algo, pero ninguna palabra salía y todas
las frases en su mente, como él señaló sin tacto, le sonarían vacías.

Odió al niño que fue. Salvó a su versión adolescente. A este adulto cansado frente a él no podía
guardarle rencor, o desearle que viviese este duelo.

Harry suspiró, sacó la tarjeta y la puso a su lado, en el banco. Draco observó sus movimientos con
tanta cautela que dolió; le hizo pensar en las víctimas que pasaban por el Departamento de Aurores
y tenían miedo de casi cualquier tipo de contacto, siempre alertas y ansiosos.

—Hermione la conoció, ¿lo sabes?

—En el programa de infancias mágicas —Draco le dio un asentimiento escueto.

—Dijo que quería venir, pero no sabía si tenía derecho o si se lo tomarían bien, sólo Albus podía
venir sin preguntar nada. Pero si quieres, se desocupará cualquier día de esta semana…

—Los padres de Astoria vienen mañana, puede pasar si quiere.

Era un buen comienzo. Harry apuntó a la tarjeta.

—También dijo que sería mejor que no estés solo durante los siguientes meses, puede ser duro…

—¿Cambiaste el trabajo de Auror por el de lechuza mensajera?

A Harry no le importó el comentario, porque le faltaba la energía y el desdén para sonar al antiguo
Draco Malfoy. Sólo parecía un animal acorralado intentando alejarlo.

—Hermione dijo que puedes conseguir allí tu referencia, ya habló con ellos, McGonagall aprecia
sus opiniones- —Harry hizo una pausa, en la que cambió su peso de un pie al otro—. ¿Así que
piensas postularte para profesor?

—Sólo será temporal.

—¿Hay alguna razón? Nunca te imaginé como un profesor, pensé que te iba bien con los duendes
en el-

Draco golpeó el suelo con el bastón y se puso de pie con un movimiento grácil. El cansancio fue
borrado de su rostro por una máscara de frialdad, pero las ojeras no se quitaban del mismo modo.

—Si eso es todo, puedes marcharte. Gracias.

Harry comprendió lo que su amiga dijo cuando se preocupó por no tener derecho a estar ahí. En su
situación, ellos deberían poder decidir con quién querían compartir el dolor.
Retrocedió un par de pasos, sin ganas de alterarlo más. Se iría en paz y le preguntaría a Albus si
quería que le llevase ropa y algunos artículos extra para pasar la noche.

Como su atención estaba puesta en Malfoy, estuvo a punto de pisarla. Un siseo le advirtió a tiempo
y Harry trastabilló, esquivando a la serpiente negra de unos tres metros que reptó hacia ellos.

Llevaba una caja en la boca y alzó la parte superior del cuerpo para ponerla en el banquillo en que
estuvo Draco. Él le tocó la cabeza con un dedo y negó.

—Anda con Scorp, los necesita más que yo. No estoy llorando, ¿ves?

La serpiente siseó suavemente, pero tomó su caja de pañuelos y se retiró reptando, tan sigilosa
como llegó.

Harry la vio hasta que se desvió por un sendero en torno al mausoleo. Luego se fijó en Draco de
nuevo.

—Esa serpiente…

—No le hará nada a Albus —Draco lo enfocó desde la perspectiva de un padre que ve que hay una
mamba negra en la casa en que dejará a su hijo—, fue un regalo de Astoria y es completamente
inofensiva. A veces hasta la confundo con un perro. Ni siquiera molestó a los pavos albinos de mi
padre.

Harry estaba seguro de que si una familia quería una peligrosa serpiente venenosa como mascota,
serían los Malfoy, y era más que probable que hubiesen encontrado una manera de que fuese
inofensiva. Su conflicto se basaba en que era el mismo tipo de serpiente que encontró en el
Ministerio dos días atrás.

Desde que se enteró de que intentaron matarlo de bebé por una tonta profecía, Harry no solía creer
en las casualidades. Sabía que no era buen momento para presionar, así que se despidió de Draco y
caminó por el sendero de vuelta hacia el banco ocupado por los chicos.

Sacó el reflector de enemigos de su bolsillo y lo examinó de nuevo. Todavía estaba ahí esa sombra
bien definida con el blanco de los ojos. Tan cerca.

Guardó el espejo y llamó a Albus desde unos metros, mientras Scorpius recibía un pañuelo de la
caja de la mamba negra y se limpiaba el rostro.

Albus aceptó sin vacilar cuando le preguntó si quería pasar la noche, como Draco propuso.
Acordaron que Harry iría por lo que necesitaba y se lo llevaría. Podía quedarse para hacerle
compañía a Scorpius hasta el día siguiente a mediodía, al menos, y se percató de lo agradecidos
que estaban ambos cuando Albus regresó deprisa con su amigo y Scorpius, a punto de llorar de
nuevo, presionó la cabeza en su hombro.

La serpiente negra reptó por el sendero y se paró junto a Harry, su cabeza alzándose para verlo
bien. Siseó. Le hubiese gustado todavía tener el pársel para saber qué decía.

Cuando regresó media hora después con un morral preparado para Albus, sujetó su hombro y lo
detuvo antes de que pudiese meterse a la casa para buscar a Scorpius.

Su hijo adoptó aquella expresión de hastío que Harry comenzaba a asociar con los trece años.
James ponía una similar.

—La serpiente…
—Es inofensiva, papá —contestó Albus, en tono de obviedad—, el señor Malfoy no tendría a una
serpiente agresiva en el mismo sitio en que está Scorp.

—Si hace algo raro, si actúa raro- ¿puedes contarme después? Por favor —agregó, más bajo, al
notar que Albus fruncía el ceño. No le gustaba la idea—. Sin mencionárselo a nadie. Podría ser
importante, Al.

—Bien —Albus resopló, lo esquivó cuando quiso darle un beso en la cabeza y entró a la Mansión.

A veces en serio extrañaba a su pequeño Albus que se dejaba cargar y escuchaba boquiabierto las
anécdotas de Auror que tenía.

—0—

La paz nunca duraba demasiado para Harry, pero esta vez consideró que rompió un récord.

Asentía a lo que Lily le contaba sobre una moda muggle entre las niñas de su escuela, su mente
dividida entre la imagen de la serpiente que tan preocupado lo tenía, la pregunta de qué haría para
cenar esa noche y un "¿qué estará haciendo James?". Su hijo mayor llevaba un rato en silencio en
su cuarto. En pleno verano, no podía ser una buena señal.

Cuando se cuestionó si tendría que comprobar cómo estaba, la chimenea tuvo una explosión verde
y unos pasos apresurados se dirigieron al área de la sala en que Harry y Lily hablaban.

Ron llevaba ropa casual y la túnica de Auror doblada sobre el antebrazo, el broche que servía
como pase para el Ministerio en la mano. Jadeaba. Miró a Lily, a Harry, lo repitió un par de veces,
y decidió que podía soltarlo allí mismo.

—Sirius salió del velo en el Departamento de Misterios.


El último Merodeador

Harry tuvo pesadillas recurrentes sobre ese momento desde el final de la guerra hasta que nació
James. Ingenuamente, creyó que al ponerle "James Sirius", de alguna manera, honraba a su
padrino y por esto ya no habría más escenas desagradables en sus noches de descanso. Sí
disminuyeron después de eso.

Ahora que corría a través del pasillo del Departamento de Misterios que nunca le pareció tan
tedioso, sospechaba que podría estar atrapado en otro sueño. Una de esas pesadillas que consistía
en recuperar algo perdido que luego se marchaba de nuevo.

Sabía que podía haber malentendido el mensaje, que no debía hacerse ilusiones, que podía
significar cualquier cosa, pero ahí estaba de todos modos, abriendo la puerta de pronto y
escabulléndose entre los Inefables.

El velo fue corrido hacia un lado, la tarima estaba expuesta. Un medimago le hacía preguntas a
Sirius, que se encontraba sentado en el suelo.

Estaba igual que en el momento en que cayó dentro, a excepción de una quemadura en su ropa, el
punto en que debió golpear la maldición que le arrojó Bellatrix. Rompió la prenda, lastimó su
piel, y nada más.

Harry lo observaba desde unos metros de distancia, incapaz de dar otro paso, con la sensación de
haber regresado a esa época.

Tenía quince años. Acababa de perderlo. Remus intentaba evitar que lo siguiese dentro del velo.
No sabía qué hacía, cómo detenerlo, cómo salvar a todas las personas que le importaban, y sólo
deseaba que hubiese alguien que pudiese cuidarlo y guiarlo en esos momentos.

Harry comenzó a llorar cuando el hombre lo miró. Sirius parpadeó, murmuró algo al medimago y
volvió a ver a Harry, boquiabierto. De repente, se zafó del agarre del mago y se tambaleó hacia
Harry.

—¡Mírate! —Se echó a reír, extendiendo los brazos hacia él—. ¡Sólo mírate! ¿Estás seguro de que
no eres James? —Le palmeó el rostro—. Eres…creciste mucho —El rostro de Sirius se contrajo—,
oh, creciste mucho, me lo perdí otra vez. Me prometí que tenía que compensar los primeros años
que me perdí- ¿ahora cómo te compenso esto?

A Sirius se le quebró la voz y Harry lo abrazó. Ahogó un sollozo cuando lo tuvo entre sus brazos y
fue sólido, real. Sirius le palmeó la espalda.

—Bueno, abuelo Potter, sería increíble que pudieses regresarme a donde estaba sentado, porque me
estoy mareando…

Sirius se desplomó sobre él y Harry tuvo un instante de pánico, del que sólo pudo salir cuando Ron
lo apartó y dejó que el medimago levitase a Sirius. Sabía que usaban palabras y eran importantes,
pero ninguna entraba a sus oídos. Harry siguió al medimago que llevaba a su padrino, como si
estuviese en un trance.

Habilitaron una sala en el Departamento de Misterios, porque nadie creía que pudiesen encontrar
un área para este caso en particular en San Mungo. Ni siquiera los de accidentes mágicos estaban
seguros de cómo ponerlo en sus informes.
Recostaron a Sirius en una camilla y comenzaron a realizar nuevos exámenes. El medimago le
explicó la situación a Harry.

—El velo funciona como una entrada a otro plano, con su diferente tipo de magia y reglas. Al
recibir una maldición que lo hizo caer dentro, su cuerpo se detuvo en el momento en que la
maldición tendría que haberlo afectado, salvando su vida, pero lo conservó en un estado de
"congelación consciente" del otro lado…

—No hemos podido sacar nada de ahí —añadió Smith. Harry no tenía idea de cuándo entró a la
sala, oculto por su túnica y la capa de Inefable—, necesitamos ser muy cuidadosos. No sabemos
por qué salió, pero no debió hacerlo solo. También tenemos que asegurarnos de que no tenga
efectos secundarios.

—¿Qué tipo de efectos? —indagó Ron, al ver que Harry no podía articular una sola palabra y sólo
observaba al hombre en la camilla.

El medimago y el Inefable intercambiaron miradas.

—El tipo de efectos secundarios de los que sería mejor no hablar con Potter a punto de colapsar —
señaló Smith, con lo más cercano a un tono amable que le había escuchado alguna vez.

Fue un día extraño en que las horas se alargaron demasiado. La noticia se extendió entre sus
amigos y Hermione fue a llevarles algo para comer, consciente de que Harry no pensaba moverse
del Ministerio antes de que Sirius abriese los ojos de nuevo y Ron no quería dejarlo solo por
mucho tiempo. Sólo entonces descubrió que ya había anochecido y tuvo que enviar un patronus a
Ginny, dándole un breve resumen de la situación allí.

El patronus de Ginny pronto estuvo de regreso, contestando que se quedase con Sirius hasta estar
seguro de que se encontraba bien. Lily y James estaban ocupados con un maratón de películas en la
sala y Albus pasaría otra noche donde los Malfoy. Fue Draco quien lo sugirió y habló con ella.

Harry pasó la noche en una silla junto a la cama improvisada de Sirius, esperando cualquier señal
de vida diferente del lento movimiento de su pecho al respirar. Vio a medimagos realizar
exámenes, Inefables que ejecutaban hechizos complejos. Smith le hizo preguntas sobre ese día, que
él respondió en tono plano, casi sin analizarlo.

Lo único que importaba era que estaba ahí. Tenerlo de vuelta. Debía preocuparse por no perderlo.

Cuando amaneció, Ron entró a la sala para buscarlo. Llevaba comida de Molly. Harry desayunó
deprisa, tomó una ducha en los vestidores de los Aurores, se puso su uniforme y apareció en la
oficina, sólo para que el viejo Grayson, su jefe, le dirigiese una mirada incrédula.

—¿No estabas pendiente del asunto del Departamento de Misterios? ¿Que no es tu padrino? Eso
cuenta como cuidar a un pariente, maldición, Potter, fuera de aquí. Si quieres ayudar, escucha a
esos Inefables locos hablar sobre por qué salió de ahí y rellena el papeleo que te queda sobre el
intruso del Departamento. No te voy a sacar al campo con la mente en quién sabe dónde- ¡después
me acusarán de matar al niño-que-vivió!

Así que Harry regresó al Departamento de Misterios con varias carpetas que necesitaban ser
revisadas y un informe que iba a rellenar haciéndole preguntas a los Inefables que pasaban por la
sala. Cuando descubrió que había terminado y no podía quedarse quieto, se unió durante unas
horas al equipo que revisaba los pasajes secretos entre las paredes, en busca de señales del lugar
por el que ingresó el intruso. Todavía no hallaban nada.
Incluso cuando un Inefable realizó un hechizo con un polvo que debería permitirles observar lo que
sucedió ahí el día de la intrusión, no encontraron un rastro de magia ni a una persona. Lo único
extraño que vieron fue a Harry perseguir a nada, hasta caer en la sala del vacío.

Regresó a la sala de Sirius de mal humor, sabiendo que algunos Inefables ya lo consideraban
demente. Debería estar acostumbrado. Se dedicó a cuidar de su padrino y echarle un ojo a todos los
procedimientos a los que era sometido.

Sirius no despertó hasta que empezaba a anochecer. Ron le llevó más comida después de que
terminó su turno, se sentó con él y se pasó un rato hablando sobre un asesino que se hacía pasar por
muggle para que los magos se confiasen. Muy listo, según él, pero no tan buen estratega.

—¿No sería más fácil fingir que los mata al estilo muggle? —Sirius tenía la voz ronca, pero se rio
cuando ambos lo observaron sorprendidos por su intervención. Había escuchado durante varios
minutos en un estado semiconsciente.

Harry se inclinó hacia él de inmediato, preguntándole cómo estaba, mientras que Ron corría a
llamar a los Inefables y medimagos. La sala fue un caos, se le realizaron más exámenes, Sirius se
quejó de los hechizos que le aplicaban, Harry apenas recordaba lo que era respirar y Ron le
envolvía los hombros con un brazo, obligándolo a no divagar demasiado.

—Está bien, amigo —repetía Ron, palmeándole el hombro—, está bien, míralo, hasta quiere patear
a los medimagos. Es Sirius siendo Sirius.

Harry utilizó su imagen de salvador del mundo mágico para firmar un acuerdo de responsabilidad.
Podría llevar a Sirius a casa, sólo debía acompañarlo a sus revisiones semanales para comprobar
que continuaba en buen estado y la estadía dentro del velo no lo dañó. Smith le dijo varias veces
que era peligroso, porque se le echaría la culpa de lo que fuese que pudiese pasarle.

Él observó al mago tendido en la cama improvisada, quitándose y poniéndose la manta, y le


resultó muy similar a Lily cuando no quería irse a dormir tan pronto.

—Puedo encargarme —afirmó Harry, frente al Inefable y los medimagos.

Así, Ron y Harry llevaron a Sirius Black a Godric's Hollow esa misma noche. Sirius salió de la
chimenea tambaleándose, miró alrededor y apretó los labios por unos segundos.

—¿Por qué no te quedas en Grimmauld Place? ¿No te gusta? Sé que es una mierda, pero esperaba
que vivieses allí. ¿Todavía la tienes?

—La tengo —Harry asintió, sujetando su brazo de forma cuidadosa para guiarlo a través de la sala
—, voy todas las semanas, viví allí durante algunos años, pero fue imposible retirar todos los
rastros de magia oscura y pensé que sería peligroso para los niños-

—¿Niños? —Sirius se detuvo y los vio a ambos—. ¿Dijiste niños? ¿Niños? ¿Como…como varios
niños? ¿Más de uno? —Sostuvo el rostro de Harry entre las manos—. ¿Tienes hijos? ¿Plural?
¿Hijos?

Harry asintió, conmovido por la emoción que mostraba su padrino. Decidió añadir:

—El mayor se llama James Sirius.

A Sirius se le llenaron los ojos de lágrimas y se los talló deprisa.

—Oh, tengo que conocer a ese pequeño monstruo- con esos dos nombres debe ser todo un
Merodeador, prongs habría comenzado a llorar de emoción, tengo tanto que enseñarle- ¿dónde
están? ¿Están aquí?

—Lily y James deberían estar dormidos a esta hora, puedes hablar con ellos ma-

—¿Van a Hogwarts? ¿No es verano? Seguro pueden dormir más tarde- —Sirius se soltó de su
agarre y comenzó a correr por el pasillo. Se transformó en perro a mitad de camino y ladró con
fuerza, alertando a cualquiera en la casa.

Ron le palmeó la espalda a Harry, resignado, con una pequeña sonrisa.

—¿Mione y yo venimos mañana o tú vienes a la pequeña madriguera?

—Creo que será mejor que vengan —alegó Harry, negando al escuchar las puertas abrirse y la voz
somnolienta de Lily preguntando algo.

Su mejor amigo tomó la chimenea para volver a casa y él siguió la dirección por la que desapareció
Sirius. Se topó con una Lily de once años tirada en el suelo, retorciéndose bajo un perro negro que
frotaba la cabeza contra la suya y le lamía la cara.

—¡Papá! —exclamó la niña. Vio a Harry de reojo al intentar quitarse al perro de encima—. ¡Papá!
¿Es nuestro? ¿Lo compraste? ¿Lo adoptaste? ¿Es nuestro? ¿Se queda? ¡Dime que es nuestro! Sí lo
es, ¿verdad? ¡Espero que sea adoptado!

El perro dejó escapar un "feroz" aullido y continuó lamiendo a la niña que se carcajeaba. James
acababa de acercarse y se abalanzó sobre ellos para rodear el cuello del can con los brazos.

—¡Tenemos un perro!

—Un perro, ¿eh? —Ginny se paró en el pasillo, cruzada de brazos y con una sonrisa.

Entonces James recordó que estaba a mitad de su fase adolescente de "no mostrar emociones como
un niño" y soltó al perro; Sirius lo notó y saltó sobre él para comenzar a lamerlo también.

Harry se rio y se aproximó a ellos. Sujetó el pelaje del lomo de pads y lo apartó de los chicos.

—Ese es James Sirius —explicó, cabeceando hacia su hijo mayor—, ella es Lily Luna. A Ginny la
recuerdas, ¿no? La hija de Molly.

—Hola, Sirius —Ginny lo saludó con un movimiento de barbilla.

—El único que falta es Al —agregó Harry, acariciando la cabeza del perro negro—. Albus
Severus.

El perro emitió un quejido demasiado humano y enseguida regresó a su forma anterior. Lily gritó
al encontrarse al mago adulto en su lugar.

—¡El perro se convierte en una persona! ¡Papá —Lily lo observó—, es el mejor perro del mundo!

—¿Un animago? —James se dirigió a su madre y luego a su padre, arrugando el entrecejo. Luego
hizo la conexión—. ¿Sirius…? ¿Como…ese Sirius?

—¡Claro que soy ese Sirius! —Sirius le echó un brazo en torno a los hombros a cada uno y los jaló
hacia sí. Le habló a Lily primero—. A ver, tú te pareces mucho a Evans, tu abuela- te voy a
enseñar a maldecir a los chicos. Evans era genial en eso. A veces le lanzaba unas maldiciones a
prongs que- bueno, él se las merecía —Se carcajeó y luego le revolvió el cabello a James—. Y
tú…

—¿No estabas muerto? —James lucía confundido.

—¡Pues no! —Sirius lo estrechó más—. ¿Te gustan las bromas?

A James le brillaron los ojos y se olvidó por completo de cuestionar si estaba vivo o no. Harry
empezó a preocuparse por haber juntado a esos dos.

Ginny caminó hacia él y los dos observaron a Sirius prometerle a los chicos desde golosinas hasta
reliquias de los Black que podían ser usadas para realizar bromas geniales.

—¿Feliz? —susurró, viéndolo de reojo por un instante.

Harry asintió y tragó para bajar el nudo en su garganta.

Perdió a demasiadas personas en muy poco tiempo. Al menos una de ellas había vuelto.

—Bien, sé que todos estamos muy contentos hoy —Ginny entrechocó las palmas para llamar a los
tres—, pero la hora de dormir de Lily ya pasó —Vio a James— y espero que tú estuvieses a punto
de dormir también.

James le enseñó una sonrisa inocente que le decía que no, de hecho, no estaba ni cerca de dormirse.

—¿Dormir? —Sirius escupió la palabra—. ¿Dormir en verano? ¿Antes de la medianoche? —Miró


a Harry y gesticuló un "¿qué es lo que le pasa?" con los labios, sin hacer ruido—. Va a resultar que
eres igual de aburrida que Molly…

Ginny arqueó las cejas.

—¿Quién es aburrida, Sirius Black?

—Tú —Sirius le mostró una sonrisa enorme.

Y esa es la historia de por qué los Potter tuvieron un juego de Quidditch a las once de la noche en
pleno verano. Ginny tiró a Sirius de la escoba dos veces en el proceso.

Cuando Albus salió de la chimenea por la mañana, con su morral en la espalda, se encontró a sus
hermanos dormidos en el sofá-cama con un gran perro negro y a su padre en uno de los sillones.

—¿Qué pasó aquí? —preguntó a su madre, que se preparaba para salir.

Ginny jugó con su cabello y sonrió, encogiéndose de hombros.

—El padrino de tu papá regresó de entre los muertos, ya sabes, lo usual para él.

—0—

Era la cuarta vez que Sirius le preguntaba por qué le puso el nombre de Snivellus a uno de sus
hijos.

Harry suspiró.

—Sé que no era maravilloso, pero intentó cuidarme, a su manera. Y tú tampoco fuiste precisamente
bueno de joven —Lo señaló con un dedo acusador.
—¡Yo no estuve en el lado de los malos en la guerra!

—Sabes que hablo de cuando eras más joven, antes de la guerra —Harry hizo una pausa, con su
taza de café a punto de tocarle los labios, y frunció el ceño—. No le enseñes a James a ser un
idiota, ¿de acuerdo?

—Sólo-

—Por favor, Sirius. No quiero malas influencias alrededor de ellos, supongo que tú ya sabes qué
has hecho mal y qué has hecho bien, y no lo incitarás a hacer algo malo, ¿verdad?

Su padrino lo aceptó de mala gana y se bebió el chocolate caliente en una taza de unicornio que
Lily le prestó. Se demoró un rato en hablar de nuevo.

—¿Cuándo fue?

—¿Cuándo fue qué? —Harry comprobó que los hechizos que usaba para preparar el desayuno
siguiesen en marcha y se sintió desorientado al volver a verlo.

—Cuando murió moony.

Harry bajó su taza, tomado por sorpresa. Su pecho se apretó. Sirius siguió bebiendo el chocolate,
con los ojos puestos en la mesa.

—Creo que si estuviese vivo, habría aparecido allá cuando desperté la segunda vez, o en el
Ministerio, o habría esperado aquí, o venido por la mañana a verme, ¿no? ¿Estoy equivocado?

Él negó.

—Fue…en la batalla de Hogwarts. Casi dos años después de que tú- eso.

Sirius asintió, despacio. Puso una sonrisa en su cara cuando Lily se asomó en la cocina para
preguntar cuánto faltaba para comer y volvió a una expresión en blanco apenas la niña se dio la
vuelta y regresó a la sala para fastidiar a su hermano.

—Tuvo un hijo —Harry imaginó que era algo que querría saber, ya que él fue el único hijo de los
Merodeadores durante tanto tiempo—, por si lo quieres conocer…es un gran chico, soy su padrino.
Si tú hubieses estado, seguramente habrías tenido ese puesto, pero podemos decir que lo somos los
dos, ¿no?

—¿Con quién? —Fue lo único que preguntó.

—Tonks.

Sirius asintió otra vez.

—¿No lo quieres conocer?

—Hoy no, Harry —murmuró su padrino—. Después, ¿sí?

Harry asintió sin cuestionarlo. Sirius rellenó la taza de unicornio y escucharon la discusión de los
chicos en la sala por un rato.

James hablaba con sus amigos en la versión mágica de la tablet que George sacó al mercado unos
años atrás y Lily quería que se la prestase para Merlín sabía qué; a ella le darían una cuando
entrase al colegio. Albus estaba metido en su cuarto, como de costumbre.
Lo sorprendió que Sirius hablase de nuevo en voz baja.

—De alguna manera, sabía que no era un sueño cuando lo vi, ¿sabes? A Remus —soltó una risita
sin humor y negó—. Estaba tan oscuro, y hacía frío, y estaba solo…y el tiempo no pasaba. Y de
repente, Remus caminó hacia mí. Se sentó conmigo en medio de esa oscuridad y lo primero que me
dijo fue "no sé si estoy muriendo, o si ya me he ido". Hablamos mucho, no mencionó a Tonks, o al
niño. Al final, me dijo que estarías bien, que tenías a más personas contigo. Eso lo aliviaba, y si
estaba aliviado…se podía ir.

Sirius contempló el líquido en su taza y frunció el ceño a alguna memoria en su cabeza.

—Intenté seguirlo, pero no llegué a ninguna parte…y lo perdí de vista.

—¿Te quedaste solo en la oscuridad otra vez hasta que saliste? —A Harry se le rompía el corazón
sólo de pensarlo.

Su padrino arrugó más el entrecejo.

—No, hubo alguien más. Iba de paso, no sé quién era, no pude mirarla bien- me vio parado en
medio de la nada y me dijo "¿necesitas ayuda?" con una voz muy suave —Hizo una pausa—.
Después…fui lanzado hacia afuera.

—¿Le dijiste esto a los Inefables?

Parecía una gran pista. Si alguien dentro del velo podía manipularlo, su investigación no se
quedaría estancada en donde estaba.

—Sí, se los conté, pero no están muy seguros de que fuese una persona.

—¿Qué más podría ser?

Sirius se encogió de hombros.

—Una criatura, un ente, un fantasma…un monstruo. O algo intermedio entre todo eso, yo qué sé,
le dejaré ese dilema a los Inefables y seguiré disfrutando de esta linda taza de unicornio —Sirius
balanceó la taza en su mano—. Me encanta, ¿sabes?

Harry se permitió soltar una risita, que lo animó a él también. Poco después llamó a los chicos para
que desayunasen juntos.

James se acercó para buscar su plato, con la tablet en una mano y revisando unos mensajes.

—¿Es una emergencia, Jamie? —indagó Harry, divertido cuando su hijo casi chocó con una pared
por tener los ojos en la pantalla.

El adolescente asintió, distraído.

—De vida o muerte, papá.

Lily miró la pantalla por uno de sus costados y frunció el ceño.

—Sólo es Lorcan preguntándote si-

—Pídele su tablet a Al, entrometida —James le tocó la mejilla con la tablet y se sentó junto a la
mesa, poniéndola en sus piernas, desde donde podía leer si le llegaba un nuevo mensaje y comer a
la vez.
La niña abrió la boca en un grito silencioso de pura indignación. Se giró hacia su otro hermano,
que se acercaba arrastrando los pies y con una expresión de no haber dormido desde que comenzó
el verano.

—Al, ¿me prestas tu…?

—No —Albus tomó su plato y se sentó en medio de un Sirius que contenía la risa y un distraído
James.

—¡Ni siquiera sabes qué te iba a…!

—La tablet no, mi teléfono mucho menos, y todavía no me has regresado el volante de mi magiwii.

—¿Qué volante? —Lily giró el rostro en otra dirección y prefirió concentrarse en Sirius, lo que
hizo que Albus frunciese el ceño.

—¿Magiwii? —Sirius se dirigió a Harry, confundido.

Él se rio y negó.

—Hay muchas cosas que todavía tengo que mostrarte, Sirius.

Tantos años no podían resumirse en algunas horas.


La primera semana

Los sangrepura acostumbraban vestir de rojo durante el período de luto. El negro se usaba
demasiado en sus túnicas formales y lo consideraban un color con cierta clase. El rojo era el
verdadero tono de la muerte. El color de la sangre.

El día que en Scorpius regresaba a Hogwarts, todavía usaba una camisa, colgante y cinturón rojos,
pero la voz ya no se le quebraba cada vez que pronunciaba una frase larga. Draco estaba contento
con esto, incluso si significaba aguantar una diatriba que lo acompañaba mientras comprobaba los
baúles de ambos y revisaba los cronogramas que tendría que entregarle a McGonagall en persona,
con todas las correcciones y pequeños cambios que le pidió.

Él también iba de rojo de pies a cabeza. Casi se sentía un Gryffindor.

—…y estoy pensando en entrar al club de teatro —decía Scorpius, parado detrás de él—, la
profesora encargada cambió el año pasado y estuvieron representando obras muy divertidas con
efectos mágicos, algunas ambientadas en el presente y otras incluso en el futuro, padre. Los
ensayos son tres veces por semana, pero creo que si me organizo bien, todavía podría entrar al
equipo de Quidditch este año y asistir a los ensayos y prácticas de uno y el otro. También me he
preguntado si…

La energía nerviosa de Draco levitó un par de papeles y un frasco de tinta, que él regresó a sus
respectivos lugares enseguida. Cuando estuvo seguro de que no le faltaba nada, abandonó el
estudio, seguido por su hijo, y se dirigieron hacia la sala. Los baúles ya flotaban hacia allí.

La mamba negra emitió un débil siseo al ir detrás de ambos. Scorpius comenzó a hablar con ella.
Draco la observó, notó que la serpiente lo veía con atención y sacudió la cabeza.

No, pensó. No importa qué tanto quieras venir, no es buena idea.

Draco era consciente de que algo extraño sucedía con ese animal, pero era tan atenta con Scorpius,
una buena compañía en la casa que se sentía aún más grande sin Astoria, y además, fue ella quien
la llevó. No se sentía capaz de deshacerse de la serpiente, ni de enfrentar a Scorpius después de
haberlo intentado.

No soportaba ver llorar a su hijo.

En ese sentido, era mejor dejar que la serpiente los siguiese. Draco la miró escabullirse entre los
baúles, volvió a negar y se concentró en Scorpius, preguntándole si en verdad no había algo más
que quisiera llevarse.

Siempre repetía la cuestión tres veces, porque en la última, Scorpius solía recordar algo que no
metió al baúl. Fue igual en esa ocasión.

—¡El regalo para Al…! —Y corrió de regreso a su cuarto.

Draco aprovechó para abrir el baúl de su hijo, buscó a la serpiente y lo cerró al no encontrarla.
Luego siguió con el suyo y frunció el ceño cuando no halló un cuerpo escamoso de tres metros
sobre su pila de libros encogidos.

—¿Adhara?

No hubo respuesta. Draco suspiró. Le hubiese encantado usar un hechizo de rastreo, sacarla de su
nuevo escondite y decirle que debía quedarse ahí, o ser llevada a un refugio mágico, pero ya lo
había intentado y fallado; los hechizos convencionales no funcionaban en ella.

Para el momento en que Scorpius regresó con una caja que metió en su baúl, Draco ya estaba
resignado a partir al andén con su hijo, la ropa de Gryffindor, un cronograma que le provocaba más
ansiedad de la que quería admitir y una serpiente posiblemente oculta en uno de sus baúles.

El brazalete de oro en su muñeca se entibió cuando una risita sonó en sus oídos, un segundo antes
de la Aparición.

—Será más divertido ahora que saldrás de casa, ya parecías un ermitaño. Nunca me han gustado
los ermitaños, ¿sabes?

Draco utilizó el tirón de la Aparición para ignorarla, pero no tuvo tanta suerte después.

Nada más llegar al andén, Scorpius le dijo que quería buscar a Albus, por lo que Draco levitó los
dos baúles hacia el tren y se apropió de uno de los compartimientos delanteros asignados a los
profesores. Se sentó junto a la ventana, se enrolló en su capa roja e hizo uso de su condición de
"viudo deprimido" para fingir que no existía. La mayor parte de los maestros evitaron el
compartimiento porque no sabían cómo tratarlo al verlo así.

—Ermitaño, ermitaño, ermitaño…

—Sh —chisteó Draco.

—Ojalá pudiese decirle a Theo.

—Sh.

—Ermitaño, ermitaño…

—Voy a tirar el brazalete si no me dejas dormir.

—No me puedes tirar-

Draco sujetó el brazalete y escuchó un sonidito de protesta que conocía bien y casi lo hizo sonreír.

—¡Te estoy cuidando, lo sabes! No te lo quites…

Cerró los ojos y siguió hecho un ovillo, ahora que la voz por fin se había calmado. Pasó el tiempo
en un estado medio consciente, hasta que alguien se atrevió a abrir la puerta de su compartimiento.
Echó un vistazo a través de su túnica.

No puede ser.

Neville Longbottom lo vio, cerró la puerta, se sentó en el puesto contrario y sacó algunas golosinas
de una bolsa de papel. Puso unas junto a Draco, envueltas en una servilleta.

—¿Nuevo amigo? —indagó la voz en su cabeza. Draco le frunció el ceño, oculto por su túnica.

No pudo volver a dormir con otro profesor allí. Tras un rato, McGonagall también abrió la puerta.

—¿Cómo está?

—No se ha movido ni dicho nada —le respondió Longbottom—, creo que está dormido. No debe
haber descansado demasiado estos días.
—Echa un vistazo al pasillo cada hora, quédate aquí el resto del tiempo —instruyó la directora, sin
su seriedad usual. Draco notó que lo veía (al bulto de tela que era) con una expresión complicada
—. Espero hacerle las cosas más fáciles a partir de ahora.

—Seguro lo apreciará —Neville intentó animarla, ofreciéndole de sus golosinas. La directora sólo
aceptó unas galletas—, yo lo cuido, no se preocupe.

Draco quería quitarse la túnica de encima y decirles que él no necesitaba que nadie lo cuidase, ni
que estuviesen pendientes de él, ni que lo viesen de la manera en que claramente lo hacían.

No pudo. Se tragó su vergüenza, la indignación, y se dedicó a ver por la ventana a través de una
abertura que dejó entre la tela y el vidrio.

Neville cumplió con lo que la directora le pidió. Salía por un rato cada hora, comprobaba que todo
estuviese en orden y regresaba. Se aseguraba de que Draco no tuviese ningún cambio, e incluso una
vez llegó a realizar un hechizo básico entre los medimagos que le avisaba si sus latidos eran
normales o estaba intranquilo.

—Estoy feliz —dijo la voz en su cabeza—, hay personas que te cuidarán tanto. Apuesto a que
nunca lo esperaste de ellos.

No, cuando Draco fue a solicitar el puesto a McGonagall con la recomendación que Granger le
consiguió, no se esperaba esa atención especial.

—0—

La llegada a Hogwarts le trajo una vaga sensación de familiaridad y el doble de ansiedad. Tuvo que
concentrarse en apartar los malos recuerdos de su mente. Tomó un carruaje destinado sólo al
personal docente y Longbottom se aseguró de acompañarlo.

—Así que…—Neville carraspeó—. Pociones. Espero que no seas como Snape.

—Espero que los estudiantes no sean tan ineptos para obligarme a ser como Snape —replicó
Draco, con los ojos puestos en el camino.

—Algunos son difíciles o maleducados, pero no son malos chicos, necesitan que seas paciente y los
entiendas. Creo que es bueno que tengan la oportunidad ser así- adolescentes. No tienen que
preocuparse por guerras, o Mortífagos, o…

—Sí, seguramente ni siquiera se asustarán si ven mi Marca Tenebrosa, ¿no?

Su intento torpe de mantener una plática acabó allí. Longbottom se pasó el resto del viaje con una
expresión quejumbrosa. Abría la boca, la cerraba y fruncía más el ceño.

—Así no harás un nuevo amigo —alegó la voz en su cabeza.

Como si quisiera nuevos amigos. Draco ya tenía amigos.

El banquete no fue tan diferente de los que vivió como estudiante. Se paró detrás de la mesa de los
profesores y lo observó todo desde otro ángulo cuando McGonagall lo presentó como el nuevo
maestro de pociones y Jefe de la Casa de Slytherin.

Sólo los Slytherin aplaudieron y Draco no sintió la más mínima sorpresa. Al menos, hasta que notó
que los demás profesores se les unían.
—¿Ves? Tienen expectativas en ti —le dijo Longbottom cuando se sentó de nuevo—. Siendo
profesor, he notado que los Slytherin nunca tienen a quién acudir…incluso si lo intento, por ser de
otra Casa, no confían mucho en mí. Esperan poder confiar en ti. Quieren poder confiar en ti,
Malfoy.

Draco buscó el rostro de su hijo en la mesa de las serpientes y notó que Scorpius le sonreía,
emocionado.

—Tiene razón —murmuró la voz—. Se el profesor de Slytherin que querías tener cuando
estudiabas, Draco.

Esa primera semana fue caótica y apresurada. Theodore Nott fue contratado como profesor de
Defensa contra las Artes Oscuras, ya que la maestra de Aritmancia decidió a último momento
permanecer un poco más, pero Theodore se encontraba en alguna parte de Europa del Este, metido
en un problema que incluía unas criaturas de magia negra, y Draco tuvo que ser el suplente, al
tiempo que preparaba sus propias clases.

Los chicos eran un poco menos estúpidos de lo que esperaba y tan egocéntricos y prepotentes
como temía. En dos días, le quitó setenta puntos a los Gryffindor de séptimo curso, que creían que
podían relajarse en sus clases porque no se tomaría en serio los ÉXTASIS.

Para ser justo, también regañó y quitó puntos a su propia Casa cuando la situación lo ameritaba.

Creyó que lo estaba haciendo bien, entre adaptarse a los horarios, hechizos de escudo para los de
primer año, un boggart que casi se le escapa, demasiado humo de pociones básicas y cenar a diario
con Scorpius en el dormitorio de profesores.

Si ignoraba la voz que provenía del brazalete, a la serpiente de tres metros que salió un día del baúl
de su hijo y que los demás profesores lo trataran como si fuese una pieza a punto de romperse, la
experiencia en Hogwarts no era tan mala.

Entonces, el último día de esa desastrosa semana, un grupo de Gryffindor decidió hacer explotar
tres calderos, uno junto al otro. La ropa roja de Draco mostró leones dorados y brillantes, y contar
hasta diez no fue suficiente para calmarlo.

Por Merlín, podría haber contado hasta mil y todavía querría decirle a ese mocoso que era un
inmaduro y estúpido.

…es bueno que tengan la oportunidad de ser así- adolescentes…

…se el profesor de Slytherin que querías tener cuando estudiabas…

Draco se obligó a respirar profundo y fijó sus ojos en el chico que lideró al grupo en su travesura.
Cabello desordenado, las pecas, los ojos café. Aun así, la forma de sonreír era la misma de su
padre.

Los envió a su siguiente clase, orgulloso de que la voz no le temblase de pura rabia.

Harry Potter entró al laboratorio cuando Draco ya estaba impecable, sentado detrás del escritorio,
corrigiendo un ensayo de un Ravenclaw que no debía haber entrado a la biblioteca privada de
Rowena, si creía que el fénix era un reptil del que se podía extraer veneno.

Potter todavía usaba la túnica de Auror y se detuvo de pronto cuando se percató de que era Draco
quien estaba detrás del escritorio.
—La directora McGonagall…—Gesticuló hacia donde él creía que se encontraba la oficina desde
ahí—. Lo siento, yo…¿tú…?

—Tomé el puesto de profesor —aclaró Draco, luchando por mantener su tono suave—, tendrás que
hablar conmigo estos días cuando James haga algo como esto en mi laboratorio. Los profesores
que acaban de empezar no tienen la misma libertad para castigar a los chicos y McGonagall dijo
algo sobre que James no era "tan malo" y tú podrías hablarle.

Harry se retiró los lentes, se masajeó el espacio entre las cejas y asintió.

—Malfoy, en serio —Se volvió a colocar los lentes—, te prometo que hablaré con él para que no
esté explotando nada peligroso en tu laboratorio. Sé cómo son los accidentes con las pociones y-
este verano, James tuvo una, ahm, influencia de alguien travieso, y…de verdad, de verdad, deja
que hable con él. Lo siento. Si vuelve a hacer algo como eso- cualquier castigo, lo que tengas en
mente, yo no me opongo, no es como si fueses a enviarlo de noche al Bosque Prohibido, ¿no?

Como Draco se limitó a mirarlo en lugar de contestar, la sonrisa que le mostró vaciló.

—Oh, por- no lo mandarías al Bosque Prohibido de noche, ¿cierto? No fue tan malo, ¿o sí?
¿Quemó a alguien? McGonagall me aseguró que no hubo heridos- no me digas que es porque es mi
hijo-

—¿Estás nervioso? —La vocecita en su cabeza sonaba divertida—. ¿Por qué estás nervioso?

Draco no sabía si quería más callar el balbuceo de Potter o a la voz del brazalete. Se sostuvo la
cabeza y soltó un débil quejido.

Agitó una mano para indicarle al Auror que se fuese. Si no se tratase de un profesor nuevo y un
estudiante que era sabido que cometía travesuras, habría bastado con un castigo normal. Draco
hablaría con McGonagall para que le dejase otorgarles las detenciones en esos casos, aunque
llevase una semana allí.

Después de todo, no, no pensaba enviarlo al Bosque Prohibido de noche sin un profesor. Fue
bastante aterrador para su "yo" de once años aquella vez.

—Que no se repita, Potter.

Harry boqueó por unos segundos y comenzó a asentir enseguida.

—De verdad, de verdad, voy a explicarle por qué eso estuvo mal y fue una falta de respeto, y de
nuevo, lo siento mucho, James no es un mal chico, es algo travieso…

—¿Sigues nervioso? —tarareó la voz del brazalete—. Esto es muy entretenido.

Tan pronto como Potter se marchó para hablar con su hijo antes de regresar a casa por la red flu
personal de la directora, Draco lanzó un hechizo de cerradura a la puerta y soltó el broche que
mantenía el brazalete en su muñeca.

—No creo haberte molestado tanto…oye, lo siento- Draco- ¡Draco, no te lo quites! ¡Ten…!

Se lo quitó y lo lanzó sobre su asiento, respirando agitado. Aquella era la culminación de una
primera semana demasiado movida, después de un verano de encierro, soledad y silencio. Cada día
se convenció más de que el único chico que soportaba era su hijo.

Se dedicó a respirar profundo para relajarse, y lo hubiese logrado, de no ser por los sonidos que
llenaron sus oídos. Ruidos vagos y entrecortados, como si hubiese una interferencia entre el origen
del sonido y él.

Un peso frío se instaló en su estómago y la sensación viajó por el resto de su cuerpo de inmediato.
Tenso de nuevo, Draco miró alrededor, a las sombras que crecían en las paredes y suelo, igual que
manchas de tinta.

Recuperó el brazalete y se lo volvió a poner, con manos temblorosas. La voz que provenía del
artículo se escuchaba aliviada.

—¿Te hicieron algo?

Draco meneó la cabeza y observó a las sombras en el laboratorio, hasta que se desvanecieron.

—Lo siento, me encargaré de eso. No te quites el brazalete mientras no estoy, ¿sí?

El mago movió la cabeza arriba y abajo.

—Prométemelo, Draco.

—Prometo no quitármelo —dijo él, su tono plano a comparación del desastre de nervios que era
por dentro.

—Bien.

Luego esa presencia al fondo de su mente y que entibiaba el brazalete se marchó también, y él se
quedó solo en el laboratorio que antes perteneció a otros maestros.

—0—

La primera noche en Hogwarts, una serpiente salió del baúl de Scorpius. Albus estaba sentado en
su cama, leyendo, mientras él se duchaba, así que fue el que le avisó con un:

—Scorp, Adhara está en tu cama.

Scorpius se apresuró a salir, seco y en su pijama, para encontrarse a su mejor amigo observando a
la serpiente de tres metros en la otra cama.

Adhara lo saludó con un siseo entusiasta. Él sonrió y vio a Albus, que se encogió de hombros. Esa
era su versión "sí, puede quedarse, ya qué".

—Gracias, Al.

—No podría regresar a tu casa, ¿no? —Albus continuó leyendo, hasta que la serpiente se deslizó
fuera de la cama de Scorpius y fue hacia él para instalarse en su regazo y "ojear" el libro que
sostenía.

Desde la guerra, pocos niños querían ir a Slytherin. Existían tantas malas historias sobre ellos. Con
el paso del tiempo, las habitaciones comenzaron a ser para dos.

Los profesores temían que, si seguían así, las serpientes tendrían cuartos individuales para ocupar
al menos la mitad de las mazmorras.

Nadie debió esperar que hubiese una serpiente en la lista cuando los Prefectos comprobaron que
los chicos estuviesen despiertos para sus primeras clases. La estudiante de sexto año que llamaba a
cada uno por su nombre miró a la serpiente, a Scorpius, a Albus, y de nuevo a la serpiente.
—No sé si esto está mal —murmuró, ceñuda—, pero aquí dice —Agitó el pergamino en su mano
— que tu mascota es un búho.

—Puedes hablar con el profesor Malfoy, si quieres —alegó Albus, antes de que Scorpius tuviese
oportunidad de contestar.

La chica decidió dejarlo pasar. Sería responsabilidad de Scorpius, y con él, del profesor Malfoy, si
la serpiente hacía algo raro. Sólo lo agregó como una nota al pie del pergamino.

Así de fácil, una mamba negra adulta se coló en Hogwarts.

—Mi papá me dijo una vez que había un basilisco aquí cuando entró al colegio —decía Albus, en
su trayecto al Gran Comedor para el desayuno. La serpiente estaba enrollada en los hombros,
brazos y torso de un feliz Scorpius—, comparado a eso…Adhara es una mascota bastante común,
¿sabes?

Las miradas de otros estudiantes los acompañaron durante el resto del camino y en el comedor.
Scorpius apenas podía percatarse de los susurros con los siseos de Adhara cuando quería que le
pasase algo y las quejas de Albus sobre la última gran broma de James antes de terminar el verano,
todo por la "inspiración" que recibió de Sirius Black.

—No parece que ese Sirius Black sea malo —Scorpius hizo memoria de su árbol genealógico por
el lado de su abuela y arrugó el entrecejo—, creo que…fue sacado de la familia- sí, el hermano de
Regulus, sacado junto con un tío de mi abuela que le dio dinero, algo así —Sacudió la cabeza—.
Ya sabes cómo son los Black.

Alguien pasaba por detrás de sus asientos y soltó una frase a mitad de una tos falsa.

—Magos oscuros.

Scorpius bajó su tenedor y la cabeza de Adhara se frotó contra la suya. Escuchó a Albus inhalar
profundo y recordó a tiempo sostener la manga de su túnica. Negó.

—Pero-

—Oye —Era el que acompañaba a quien hizo el comentario de antes—, ¿y crees que haya
heredado el pársel de Voldemort o será algo que se le da sólo a los futuros señores tenebrosos?

—De Voldemort —contestaba el primero, riéndose—, eso es obvio, el hijo siempre tiene que
heredar algo…

Albus se movió en el asiento y Scorpius se aferró a la tela de su túnica para evitar que fuese.
Volvió a negar. Adhara reptó sobre su brazo hacia el de Albus, se enroscó en su extremidad, e
intentó consolarlo del mismo modo que hizo con él: frotando la cabeza contra su mejilla.

—Me tienen harto —masculló Albus, concentrándose de mala gana en su comida—, en serio,
Scorp, harto. ¿Sabes qué? Es que ni siquiera tiene sentido. Murió años antes de que tú nacieras, ¿y
creen que alguien conservó un giratiempo para que tuviese un hijo? ¿De verdad? Tantas cosas que
se podrían hacer si hubiese un giratiempo que viajase tan lejos, ¿y sería eso? —bufó y meneó la
cabeza—. Mi tía Hermione dice que los giratiempos sólo viajan unas horas atrás. Pero es que eso
no es lo peor, es que se les ocurrió- se les ocurrió esa idea de que tu mamá-

Calló cuando notó que Scorpius jugueteaba con su desayuno, sin comer más.

Albus se obligó a relajarse, pensó por un momento y se estiró para pasar tocino desde su plato al de
su mejor amigo. Luego le robó un trozo de pan, frente a la mirada entretenida de la serpiente y el
chico.

—¿Qué haces? —Scorpius dejó escapar una risita.

—El primer paso para no comer productos animales es dejar el tocino —afirmó Albus, muy serio.
Luego le frunció el ceño de forma exagerada a la mesa—, aunque es todo un problema intentarlo
aquí…por hoy bastará. Mañana comeremos avena —anunció, con la misma solemnidad.

—Odio la avena —recordó Scorpius, sonriendo.

—Me refiero a que yo comeré avena y tú vas a pasar a tu plato cualquier cosa que venga de un
animal —obvió Albus—, hasta que me acostumbre. O me queje con los elfos para que tengan más
platos veganos.

—¿Tus abuelos no dijeron algo sobre que no puedes quitar la carne de tu comida tan joven…?

—¿Lo ves por aquí? —Albus echó un vistazo alrededor—. Porque yo no.

Scorpius contenía una risita cuando recibió una palmada en la espalda. De pronto, una mata de
cabello rojo sin peinar ocupaba su campo de visión y Rose se metía en medio de los dos.

—Hey, cinnamon. Serpiente fea —Se dirigió a Albus. Luego sacó una tira de tocino del plato de
Scorpius, se la metió a la boca y vio el desayuno de Albus con una expresión confusa—. ¿Que la
abuela Molly no dijo que te quedarías enano si…?

Albus la empujó para quitársela de encima y que pudiese haber un poco de espacio entre cada uno,
frunciéndole el ceño.

—Traga y después hablas, animal.

Rose abrió la boca llena de comida, arrancándole un sonido de desagrado a su primo. Después
tragó y se echó a reír.

—Entonces no te vas a comer eso, ¿verdad? —Y sin esperar respuesta, tomó un tenedor y atacó los
huevos en el plato de Albus, quien le dio un manotazo en la muñeca—. ¿Qué? ¡Te estoy ayudando
en tu misión de ser bueno con el planeta y todo eso!

Un siseo de Adhara le llamó la atención cuando estaban por empezar a discutir. Rose observó a la
serpiente que se alzaba desde el hombro de Albus y se inclinó un poco hacia Scorpius.

—¿Muerde?

—No —Scorpius negó enseguida—, en realidad es muy dulce.

—Bien. Hola, minicinnamon —Rose se acercó a la serpiente de inmediato, ofreciéndole su mano.


Ya que la dejó tocarle la cabeza con un dedo, sonrió—. Es mucho más linda de lo que parece desde
la mesa de Gryffindor…

Albus la empujó otra vez, le quitó el tenedor y después decidió reemplazar el cubierto por uno
limpio.

—¿Qué quieres, Rose? ¿Por qué no comes con tus amigos?

—Estoy vendiendo pastillas vomitivas mejoradas, el tío George dice que ni siquiera la enfermera
las notará esta vez-
—Es la primera semana de clases.

—Exacto —Rose asintió—, ¿quién quiere ir a clases la primera semana?

—Mi padre dará sus primeras clases esta semana…—murmuró Scorpius.

—Entonces les daré descuento si me prometen no usarlas para evitar la clase del profesor Malfoy
—Rose le sonrió y dibujó una "x" con el índice sobre su pecho. Su señal de promesa.

Tan pronto como Scorpius acabó de jugar con su plato, Rose se acomodó dándole la espalda para
que el chico pudiese ayudarla a recogerse el cabello. Mientras Scorpius se ocupaba de esto con una
expresión de absoluta concentración, ella quedaba de frente a un irritado Albus y siguió hablando
en voz más baja.

—La verdad es que he decidido ser una serpiente honoraria este año —dictó Rose, gesticulando
deprisa con las manos manchadas de comida. Albus le lanzó una servilleta, que ella sacudió como
un juguete a medida que seguía—, tengo la teoría de que demasiada impulsividad en la Casa
Gryffindor matan las neuronas más rápido, ¿sabes? Es bueno por un tiempo, pero estoy
comenzando a preocuparme por mis compañeros.

—¿Ahora qué hicieron? —indagó Albus, resignado a que tendría que escuchar.

—Malcom y Phoebe piensan que tener una serpiente es la prueba definitiva de que cinnamon es el
hijo de Voldemort —Rose rodó los ojos—, dijeron que tenía sentido y que me hacía falta ver los
"hechos". Yo les dije que a ellos les hacía falta materia gris en la cabeza. Tal vez fue el Quidditch,
les lancé varias bludgers cuando jugábamos en el verano…

Rose se autoproclamó "defensora" de Albus, por ser dos meses mayor. Cuando unos estudiantes
quisieron molestarlo en primer año, les lanzó unos libros diciendo que la única con derecho a
molestar a su primo idiota era ella. Ya que se la pasaba con Scorpius para entonces, Rose terminó
por encariñarse con él y ahora se peleaba con quien soltase una tontería de cualquiera de los dos.

Albus le agradecía. En el fondo. Muy, muy en el fondo, con ese tipo de emoción que se quedaría
ahí toda la vida, porque no tenía planes de expresarlo en voz alta y mucho menos a ella.

—Ya estás lista —avisó Scorpius, en cuanto Rose tuvo dos trenzas recién hechas que comenzaban
a los costados de su cabeza y recogían cada mechón.

—Gracias, cinnamon —Rose se giró en el asiento para saltar sobre Scorpius y le revolvió el
cabello, arrancándole un quejido vago. Acabó con un brazo en torno a sus hombros y volvió a
fijarse en Albus—. ¿Entonces vas a querer las pastillas vomitivas o no?

Albus sacudió la cabeza. Adhara siseó, todavía sobre su hombro.

—¿Dulces pegajosos?

—No.

—¿Espejos encantados?

—El tío George ya me dio un par y le regalé uno a Scorpius.

—¿Sombrero gritón? ¿Corbata elástica? ¿La pluma que hace tu tarea por ti? Quieres la pluma,
¿verdad? Te daré un descuento familiar; no serán dos galeones, sino un galeón y dieciséis sickles.
—Un galeón son diecisiete sickles —Albus le frunció el ceño—, sólo me estás dando descuento de
un sickle.

—¿Acaso no te importa ahorrar tus sickles? —Rose adoptó la expresión incrédula de George
cuando fingía no entender por qué alguien no aceptaba su buen trato.

—¿Cómo podremos aprender algo si una pluma lo hace todo por nosotros? —preguntó Scorpius,
luciendo confundido.

Ambos medio Weasley le dedicaron miradas igual de incrédulas. Rose le pellizcó la mejilla.

—Y luego me preguntas por qué te digo "cinnamon", tontito. Está bien, nada de plumas tramposas
—bufó e hizo una breve pausa, en la que lo consideró seriamente—. ¡Ya sé! ¡Comida para tu
serpiente! Necesita comer algo para serpientes, no sólo comida humana, ¿no, cinnamon?

—¿Desde cuándo vendes comida para serpientes? —Albus negó—. ¿Cuántos estudiantes pueden
tener serpientes en Hogwarts?

—Ninguno hasta hoy, ¡pero hay que expandir el negocio! —Rose se sacudió, y con ella, también a
Scorpius—. Si lo necesitas, es probable que yo lo consiga y te lo venda. Cinnamon, ¿quieres
descuento familiar, o prefieres una promoción de primer comprador de un artículo nuevo?
Digamos- un galeón por un mes de alimento, ¿cómo suena eso? Te lo dejaré en quince sickles para
tres semanas, y si me pagas por adelantado, te tengo la comida nueva justo el mismo día en que se
te acabe la última parte…

Scorpius observó a la serpiente y a Albus. La primera siseó, el chico gesticuló un "regatea"


silencioso con los labios. Pero como Scorpius era Scorpius, su regateo acabó en que pagaba
dieciséis sickles y recibiría la comida esa misma tarde.

—El sickle extra es por las molestias —decía Scorpius, muy seguro de que así funcionaba el
mundo de los negocios—, dijo que podía conseguirla hoy mismo y las lechuzas no suelen ir tan
rápido…

Albus esperaba que el señor Malfoy no le fuese a legar las propiedades de la familia sin explicarle
antes que el regateo, como comprador, consistía en bajar, no en subir el precio.

La primera clase del día era Herbología. Su padrino Neville estaba tan feliz de verlo como el
pequeño ejército de criaturas de plantas con que trabajarían los chicos de tercer año. Además de los
bowtruckles usuales, había mariposas con alas de pétalos de flores, gusanos de madera y un grupo
variado de figuritas humanoides basadas en árboles.

Albus apartó el que tenía una corteza con olor a canela y lo puso frente a Scorpius, que quedó
encantado con la criaturita.

—Bien, chicos, chicos- por favor —Neville intentó calmarlos, gesticulando—, estudiaremos los
ecosistemas miniatura durante este lapso. El año pasado vimos una de las principales variantes de
la fauna mágica, las plantas pequeñas vivientes, como la mandrágora. Ahora, estos amiguitos
pueden parecer más fáciles que una mandrágora bebé y más bonitos que las plantas babosas de
primer año, pero no se confíen, puede que se lleven un par de sorpresas…

Si ignoraba el detalle de haber sido mordido por una criatura de cinco centímetros con forma de
tallo, la semana de Albus fue bastante normal. Las clases que conocía y sus optativas que recién
comenzaban (Aritmancia y Runas Antiguas; compartía ambas con Scorpius y Rose), los rumores
estúpidos en el pasillo, las miradas que los seguían, Rose haciéndole un hechizo de zancadilla al
que insinuase que Scorpius era hijo del mago oscuro más tenebroso de todos los tiempos.

Después de la serpiente que apareció en el baúl, los siguientes días fueron casi aburridos. Pronto
Albus se encontraba en el primer fin de semana de ese año escolar, tendido en su cama en las
mazmorras, con la mitad del cuerpo de una mamba negra sobre el tronco, mientras revisaba su
libro de Astronomía para estar seguro de que podría ubicar las constelaciones de la tarea que
entregaría la otra semana y oía el trastabilleo de Scorpius por todo el cuarto.

Serpiente y mago giraron la cabeza a tiempo para ver a Scorpius tropezarse con el baúl abierto. Se
quejó, sacó un libro de pociones y cerró la tapa, saltando cuando esta cayó de golpe sobre el baúl.
Sólo entonces se percató de los dos pares de ojos sobre él y se avergonzó.

—Yo, uhm, voy a- a ayudar a mi padre con…ahm…—Apuntó hacia la salida—. Dijo que quería
que probásemos algo para sus siguientes clases…¿vienes?

—¿Dijo que yo podía ir? —Albus arqueó una ceja. Al no ver reacción alguna de su parte, negó—.
Mejor para la próxima, Scorp, anda a pasar tiempo con él, aprovecha que está aquí.

Scorpius siempre hablaba de lo mucho que extrañaba a sus padres cuando estaba en el colegio. Ya
que ahora no tendría a uno, Albus pensaba que debía disfrutar al máximo el tiempo que estuviese
con su padre.

Lo vio correr fuera del cuarto, después de prometer que regresaría en la tarde para que hicieran
(descifraran) la tarea de Aritmancia juntos. Albus observó a la serpiente, se la quitó de encima con
cuidado y se sentó en la cama. Aguardó unos segundos, en caso de que Scorpius volviese con la
misma prisa por algo que olvidó. No sucedió.

Bien. A moverse.

Apartó su tarea de Astronomía que podía esperar, recogió pluma, papel y el diccionario del mago.
Adhara siseó y reptó hacia él, contemplando su proceso con curiosidad.

—Scorpius está mucho más decaído de lo que parece, ¿te diste cuenta? —Albus le habló a la
serpiente como si fuese otra persona, al tiempo que organizaba los artículos sobre su cama y abría
el diccionario de runas—. La extraña demasiado, pero no ha querido hablar del tema. Yo tampoco
sé cómo sacarlo, siento…que le va a doler apenas lo mencione, y hace como si nada, pero no es
normal que tenga los ojos húmedos cada vez que se despierta en la mañana —indicó, dejando el
diccionario abierto frente a él.

Tuvo que usar otro libro para que el encuadernado nuevo no se cerrase solo y perdiese la página.

—Pensé en decirle al señor Malfoy ya que está aquí y que le hiciera un atrapasueños si estaba
teniendo pesadillas…pero luego me di cuenta de que si no ha querido decirme a mí, ¿podría no
querer decirle a su padre? Es Scorp. Intentaría no preocuparlo- sabes cómo es.

Adhara emitió un siseo que él interpretó como un "sí, lo sé". Esa serpiente le parecía tan lista.
Estaba convencido de que comprendía la lengua humana mejor que el resto.

—Así que hay que hacer algo para Scorp por nuestra cuenta —aclaró Albus, recogiendo su pluma
y llenándola de tinta—, un par de runas de protección bajo la cama deberían alejar malos sueños. A
ver…runas de protección para la mente, esto se hace…espera, este movimiento…

Albus no tenía una confianza excepcional en su capacidad para las runas después de una semana en
la que sólo vio sus primeras cuatro horas de clase, pero tampoco esperaba un resultado tan nefasto.
La serpiente y él observaron el pergamino en silencio por unos segundos, con sus manchones de
tinta y las formas irreconocibles que no tenían ninguna similitud a las del libro.

—Voy a buscar información en la biblioteca —decidió Albus. Tomó los artículos necesarios,
incluida su tablet mágica y se giró hacia la serpiente en cuanto estuvo listo—. ¿Vienes?

Adhara se subió a su brazo y se enroscó en torno a su cuerpo, siseando feliz.

Desde que se instaló la red mágica, la contraparte en proceso del internet muggle, sólo el Gran
Comedor, el salón de Estudios Muggles y la biblioteca tenían buena señal. Se suponía que el
primer punto era para que pudiesen usarlo durante los ratos de ocio y en los otros dos para
estudiar. Albus creía que lo utilizaban más para estupideces y hablar con sus conocidos muggles
sin parecer unos dementes en aislamiento social durante nueve meses al año.

La principal ventaja de la red mágica era que, siempre que tuviese la varita encima al mismo
tiempo que la tablet y esta percibiese su esencia, podría acceder a las páginas a las que los muggles
no entraban. Por ejemplo, El Rincón de la Hechicera Errante. Tenía una guía para facilitar la
escritura de runas con la que Albus intentó trabajar durante más de una hora.

Los siguientes resultados todavía no los convencían. Miró a Adhara y la serpiente sacudió su
cabeza escamosa.

Cuando una serpiente sabe que tus runas están mal, es porque en serio están mal.

Albus no sabía cuánto podrían demorar Scorpius y su padre, y comenzó a sentir que la "guía para
principiantes" no incluía chicos de trece años que sólo vieron runas antes en series de vikingos. Se
frustró tanto que presionó el icono del chat con la tablet mágica de su padre y consideró pedirle
ayuda.

—No debería trabajar hoy —le dijo a la serpiente, vacilante, su dedo sobre el teclado táctil y sin
rozarlo—, pero…quizás haya que explicarle…

No, no podía hacerle eso a Scorpius. Si no quiso hablar del tema, no debía forzarlo y contarle a
otros que su mejor amigo lloraba por las noches.

Albus abandonó el chat y continuó revisando la guía. Sus próximos intentos fueron casi
decentes. Casi.

McGonagall lo encontró en una mesa apartada, gruñéndole a su tablet y a un pergamino que


parecía tener más manchones que letras antiguas. Adhara se enroscaba en su brazo e intentaba
animarlo con suaves siseos. La directora titubeó ante la serpiente, pero al recordar que no hacía
daño y ver su interacción con el adolescente, se acercó.

—¿Tienes una tarea muy difícil, Al?

Albus levantó la cabeza y se guardó su mal humor sólo porque era ella. McGonagall le agradaba.
No le diría "profesora Minnie" como James, ni se le colgaría como Lily, pero la apreciaba y sabía
que el cariño era recíproco. Además, era una de las más indignadas con los rumores de la
descendencia de Scorpius y eso la hacía ganar muchos puntos en la escala de respeto de Albus.

Vio su desastre de runas, a la directora, y quiso lloriquear. McGonagall se inclinó sobre su hombro,
examinó las "runas" a través de sus lentes y asintió, sin mencionar su pulso tembloroso o que
confundiese las direcciones de los trazos.

—Runas de protección, bien. ¿En qué te basas?


Albus le pasó la tablet, que ella sostuvo como si fuese un artilugio extraño que podía presentar
algún tipo de amenaza. Luego tuvo que acercarlo un poco para leer bien, su expresión todavía
bastante seria y el ceño arrugándose.

—Es una buena guía, pero creo que tengo algo más apropiado para ti, acorde a lo que quieres —
explicó, devolviéndole la tablet con cuidado. No preguntó por qué querría esas runas en particular
después de sus primeras clases del tema.

McGonagall llevó al chico y a la serpiente a su oficina y le pidió un momento, mientras se


enfrentaba a las pilas de papeles que tenía sobre la mesa. Albus la escuchó soltar un par de
hechizos de búsqueda y para atraer objetos.

Adhara siseó en su oído y él miró en la dirección en que lo hacía la serpiente. Había un retrato de
un mago de aspecto sombrío en una de las paredes, junto a los demás directores.

Severus Snape, decía la placa. McGonagall soltó una risita cuando lo atrapó mirándolo.

—Severus, este es el segundo hijo de Harry —le dijo al retrato, un deje afectuoso colándose en su
voz.

El tal Severus formó un rictus de desprecio.

—Sí, debí imaginarlo. El mayor le hace honor a su nombre, ya debería dormir en esta oficina, sería
sólo cuestión de tiempo antes de que…

La directora regresó junto a Albus y le tendió un viejo libro de runas. La primera página tenía un
"MM" con tinta rosa.

—Se llama Albus Severus —McGonagall alzó un poco las cejas cuando el mago del retrato se
quedó sin palabras.

Severus observó a Albus con más atención y tiró de las mangas de su túnica negra, que le
recordaba a un murciélago.

—¿En serio? —Fue lo único que dijo.

La directora asintió, con una leve sonrisa. Albus seguía mirándolo, su mente regresando a lo que
sabía de ese hombre que no supo ser bueno y murió porque no fue lo bastante malo.

—Mi papá dice que tengo el nombre del Slytherin más valiente que conoció —repitió Albus.

Severus miró a la directora, luego a él, y lo repitió un par de veces, tirando de la manga todavía.

—No veía ese tic desde que eras un estudiante, Severus —McGonagall lucía enternecida—, quién
diría que un retrato lo copiaría tan bien…

El mago la ignoró y siguió viendo al adolescente parado frente a su retrato.

—¿Te va bien en pociones?

Cuando la directora abandonó la oficina, sólo le pidió que cerrase la puerta al salir. Albus le
contaba al mago en el retrato sobre el nuevo profesor de pociones.

—¿Así que Draco? ¿En pociones?

—¿Conoció al profesor Malfoy? —indagó Albus, curioso.


—Desde que era un mocoso malcriado y lloraba por todo…
El método Malfoy para dar una buena clase

New Forest.

Una persona cubierta por una larga túnica negra, la capucha y un hechizo de sombras se Apareció
en el centro del parque. El verano ya había terminado, pero todavía no se sentía el inicio de la
siguiente temporada como podría haberlo esperado.

Aguardó por unos segundos allí, mientras los consecutivos plop-plop-plop le avisaban de la llegada
de sus compañeros. Parados bajo los árboles del parque, cada uno se giró hacia la primera en
Aparecer.

Colocó ambas rodillas en el suelo, recitó un encantamiento en voz baja y hubo un leve ruido de
interferencia que se mezcló con la brisa nocturna.

—Nuestra Señora dice que podemos comenzar —anunció de pronto, levantando la cabeza. A
través de los hechizos de sombras, un par de ojos azul hielo vieron a los demás—. Dubois primero.
Después Weber. Háganlo.

En medio de esa noche cerca del principio del otoño, una bruja con una túnica marrón se abrió paso
entre los demás, con los brazos extendidos a sus costados. Cantó hechizos en una lengua extraña, y
cada vez que sus dedos rozaban cualquier punto de una planta, esta comenzaba a crecer de forma
acelerada. Los tallos se extendieron, los troncos se elevaron más, las hojas aumentaron de grosor,
hasta que un árbol de dos metros se convirtió en uno de cinco y el de seis debía ser mirado con la
cabeza echada hacia atrás.

Empezó a bailar, girando sobre los pies, asegurándose de tocar la mayor cantidad de plantas
posibles. Sus dedos soltaban chipas de colores. Flores brotaron del suelo en los puntos en que sus
talones entraban en contacto con la fría y húmeda tierra.

—Weber.

Mientras Dubois hacía lo suyo, Weber, un mago mucho mayor, se acercó a un árbol y esperó que
la bruja hiciese bajar y curvar una rama, que utilizó como asiento. Luego fue levantado varios
metros y quedó en un puesto especial entre las copas de los árboles. Este trabajo era perfecto para
él. Sujetó el tallo más próximo a su posición y el mismo fue maleable entre sus dedos, tan ligero
como un trozo de cinta que pudo enrollar a gusto. Lo unió a otro tallo y se dedicó a tejer,
tarareando para sí mismo.

El otro miembro que llamaba la atención en ese extraño grupo de encapuchados era Simon, que no
se molestaba en ocultarse dentro de su túnica con runas antiguas. Sus ojos negros sin esclerótica
veían alrededor con algo similar a la cautela. Más que un humano, lucía como una especie de
demonio de fantasía sacado de un libro muggle.

—Podría llamarlos para que vengan para acá…

—Nuestra Señora no ha dicho nada sobre eso —replicó la persona que los guiaba, de nuevo de pie
y escondida tras sus sombras y tela.

—Es aburrido no tener algo que hacer.

—Tendrás mucho que hacer más adelante, sólo espera al día de brujas. Este es apenas el comienzo,
nuestra Señora tiene grandes planes.
Simon soltó una risita, asintió y se dedicó a observar a sus compañeros que sí tenían tareas para esa
noche. En cualquier caso, estaba allí para comprobar el perímetro y que no hubiese ninguna
persona cerca mientras el trabajo era realizado.

Fue una noche bastante productiva para la Cofradía.

—0—

Ron se inclinaba sobre su mesa en el Departamento de Aurores, con los codos apoyados en la
madera y el rostro enterrado en las manos. Se apretó el puente de la nariz y masculló un par de
frases de una manera que su esposa habría calificado como "poco educado para un héroe Auror con
una Orden de Merlín".

De repente, un par de periódicos muggles fueron arrojados frente a él. Paró de lamentarse de su
elección de carrera y le echó un vistazo. Harry, al otro lado de la mesa, parecía a punto de empezar
a dejar huellas de quemaduras en el suelo con tanta energía enojada alrededor.

—¡No les bastó con New Forest! ¡No, claro que no! —rugió Harry.

Se pasó las manos por el cabello con desesperación y empezó a caminar frente a su mejor amigo
que leía las noticias desde la perspectiva muggle.

—Snowdonia, Exmoor, Northumberland…van de un lado a otro, entre parques que ni siquiera


sabía que existían. Lagunas congeladas en pleno septiembre, ¡nieve cayendo en la costa cuando
está acabando el verano! Los árboles tuvieron un crecimiento acelerado en un par de noches, las
ramas están entretejidas con formas extrañas, y los muggles no saben si tienen una alucinación
colectiva, llegaron los aliens, es una publicidad de algo, o hay alguien muy aburrido con su vida
para dedicarse a esto por las noches. El Departamento de Uso Indebido de la Magia está frenético-
¿y sabes qué pasa cuando ellos están frenéticos?

—Fastidian al viejo —recitó Ron, que se sabía ese discursito de memoria—, que te fastidia a ti,
que me fastidias a mí, que fastidiamos a los novatos…pero, amigo —Regresó los periódicos a la
mesa—, técnicamente, no están haciendo nada malo, ¿no?

—No, por supuesto que no —Harry se dejó caer sobre la silla contraria y se desabrochó el cuello
de la túnica del uniforme cuando pensó que lo ahorcaría con tanto estrés—, sólo exponen la magia
donde los muggles la pueden ver, le sacan más canas al Ministro, y crean —Tomó uno de los
periódicos y leyó:— "obras de arte ecológicas que demuestran que la naturaleza siempre es más
hermosa que lo artificial y aún nos tiene demasiadas sorpresas" —Rodó los ojos y lanzó el
periódico sobre la mesa. Comenzó a negar—. Esto ni siquiera tiene que ver conmigo.

—Siempre terminamos haciendo cosas que no tienen que ver con nosotros —alegó Ron,
gesticulando—. Mira, ¿crees que eso es un problema? ¡Tienes desmemorizadores y magos entre la
prensa! —Recogió una carpeta y se la arrojó. Harry la atrapó en el aire—. ¡Tengo un asesino
suelto! Tres víctimas, rubias, veinteañeras, brujas hijas de muggles, ojos azules o verdes. De
pronto, ha matado a una cuarta, ah, pero ese no es el problema, no- la cuarta es pelirroja, de ojos
café, en sus treinta y sangrepura. Y luego voy yo y les digo a los de la división de homicidios que
alguien tan maníaco no cambia su objetivo de la nada cuando ya viene con un patrón, entonces
algo le sucedió que redirigió su ira, o hay un imbécil copiando su método para intentar engañarnos.
¿Y sabes qué me dicen los muy idiotas?

—¿Que si te graduaste de vidente? —ofreció Harry. Le dijeron algo así cuando hizo su primera
observación a la división de homicidios y Ron se ponía rojo de pura rabia cada vez que pensaba en
eso.
—¡Que no se puede saber cuál es el objetivo de alguien así! —Ron volvió a hundir el rostro entre
sus manos—. Amigo, ya sé cómo se sentía Mione cuando no entendíamos lo que era tan obvio, no
tienes idea de cómo aprecio ahora que se detuviese a explicarnos, incluso si era de mala gana. ¿Por
qué les decimos Aurores investigadores? Les aseguras que el sol es verde y te van a decir que sí,
aunque lo estén viendo amarillo, te lo juro. Y luego tú serás el idiota si intentas…

Harry frunció el ceño y apuntó algo en la carpeta que le mostró a su mejor amigo. Ron lo observó
casi suplicante.

—¿Quién es este?

—Hendrick —Ron meneó la cabeza—, uno de los sospechosos que atrapé para interrogar. El
gruñón —Se refería al jefe de su división— me hizo soltarlo después de veinticuatro horas.

—¿No lo vimos ayer en la cafetería del Minis…?

Eso era todo lo que necesitaba.

—¡Se tiñó de pelirrojo! ¡Tienes razón! —Se levantó de un salto y empezó a recoger sus papeles del
caso deprisa. Un hechizo los levitó hacia otra parte, mientras que él dio una vuelta al escritorio y
palmeó el hombro de Harry—. Gracias, compañero, sabía que algo me faltaba-

—No puedes dejar que los de homicidios te alteren tanto, Ron —le recordó con suavidad,
tendiéndole la carpeta con los papeles del sospechoso.

—Ya sé, ya sé- gracias, eh. Prometo estar pendiente de lo de los parques —Se tocó la sien, un tic
que adquirió en la Academia cuando "guardaba" algo en su memoria y pronto buscó a algunos
novatos de su división.

En unos instantes, Harry lo oía hablarles de la conexión emocional que podían suponer que existía
por el perfil del asesino, teología de los colores y algo sobre los nuevos métodos mágicos para
teñirse que pocos magos entendían.

—¿Pero cómo tiene algo que ver con…? —La pregunta del novato quedaba a medias en el
torbellino de energía recién renovada que era Ron cuando tenía una idea.

—¡Se teñía desde antes! ¡De rubio! ¡Un rubio falso! Si seguimos con la idea de que se trata del
mismo asesino, que se haya teñido de pelirrojo la misma semana en que muere una pelirroja no
puede ser casualidad, vamos, une los puntos- mi esposa me ha dicho que la conexión que tienen
algunas mujeres con su estilista es sorprendente. Bien, no es mujer, pero nadie dice que un hombre
no pueda apreciar a su estilista. Sabemos cómo termina el "aprecio" de estos psicópatas. Ahora,
quiero que averigües a dónde va, cómo, cuándo y empezaremos a buscar las conexiones en…

Harry casi sentía ganas de cambiar de lugar con él. En su primer año como Auror, el jefe del
Departamento decidió que era demasiado "valioso" para los "crímenes comunes" y sería más "útil"
en otros ámbitos. Eso se resumía en que Ron se paraba frente a una pizarra con fotos de víctimas e
información por juntar que apuntase a su chico teñido y él tenía que hablar con la prensa para que
no entrasen en pánico por una posible ruptura en el Estatuto Internacional del Secreto.

—Señor —Un novato se acercó con cautela y habló aún más bajo al notar la mala expresión de
Harry—, la señorita Skeeter lo espera en el Atrio.

Esa vieja bruja todavía andaba por ahí y no perdía la oportunidad de entrevistar a Harry. Si se
enteraba de que fue con Nicolás Flamel antes de su muerte y le arrancó la fórmula de la piedra
filosofal para ganar su propia inmortalidad, ni siquiera se sentiría sorprendido. Todo fuese para
conseguir más noticias y escribir libros como "El niño-que-vivió: la historia del joven héroe con
una patológica necesidad de atención y un psicótico deseo suicida".

Cuando era obligado a lidiar con ella, Harry se entretenía pensando que tenía un Horrocrux y
preguntándose qué sería. Ese día, la soportó imaginando que era su pluma. Entonces, en su mente,
podía tomar la dichosa pluma, romperla y oírla chillar como banshee.

No había hablado mucho con su psicomago esos días.

—0—

Harry llegó a casa a través de la chimenea, retiró el hollín con un hechizo y se sacó la túnica al
instante. La levitó hacia la cesta de ropa sucia en el cuarto.

Un gran perro negro ocupaba el sofá más amplio de su sala. Agitó la cola al verlo, dio un ladrido y
continuó presionando las patas y la punta de la nariz contra la pantalla de una tablet mágica salida
de Merlín sabía dónde. Harry acarició tras sus orejas y le apartó la cabeza de la tablet.

—Si la ensucias, te costará más usarla después, pads.

Sirius volvió a ladrar, le lamió la mano y siguió tocando la pantalla con las patas. Descubrió que
probaba un juego de cocina.

Los últimos intentos de Sirius por cocinar le ganaron una prohibición mágica de estar a menos de
un metro de la estufa, pero él insistía en que quería preparar algo para Harry, ahora que no tenían a
un elfo doméstico ni a Molly.

El aroma a comida recién preparada debía ser de alguien más. Harry analizó las posibilidades y
buscó una esencia mágica al caminar hacia allí. Molly ya lo habría saludado, Ginny estaba en la
otra punta de Europa reclutando jugadoras para su equipo, Hermione debería estar todavía en el
trabajo.

Oh, pensó cuando identificó la magia presente en su casa. Él.

Su ahijado Teddy bailaba por toda su cocina, usando un delantal de "Los Hufflepuffs amamos las
galletas, dame una galleta". Su cabello estaba teñido de un azul celeste, puntiagudo en todas
direcciones, e imitaba los ojos grises de Sirius.

Se detuvo de pronto, con la sartén todavía en la mano, cuando descubrió a Harry viéndolo con las
cejas arqueadas apenas se giró. Se tambaleó por detener su baile de forma abrupta.

Teddy carraspeó.

—Harry, ahm-

—¿Cómo te escapaste esta vez?

El cabello de Teddy se alisó y sus movimientos fueron más lentos. No siguió bailando.

—Me convertí en la profesora de Leyes Mágicas y salí por la puerta principal.

—¿Y nadie lo notó? —Harry se rio—. ¿No deberían estar más pendientes de eso después de la
última vez?

—No, porque la última vez fui el profesor de psicología de la magia, y ellos asumen que
convertirme en mujer me afectaría de alguna manera —Teddy rodó los ojos—, entonces descubrí
que puedo salir viéndome como mujer sin que sospechen.

Teddy estaba en la Academia de Aurores, pero todavía tenía un cierto problema con la autoridad.

Ya que Andrómeda decidió que su trabajo de crianza estaba hecho cuando Teddy demostró que le
iba bien en la Academia, y se fue en un crucero de seis meses que luego se extendió a diez y
después a trece, no había nadie en su casa, y él prefería visitar a Harry. Sobre todo ahora.

—¡Le regalé una tablet a pads! —avisó de pronto—. Le conseguí un usuario para la red mágica y
hoy le voy a enseñar a jugar Quidditch en el magiwii…

De cierta manera, parecía que Teddy tomó a Sirius como el padre que siempre quiso. Puede que
fuese porque era el que mejor conocía a Remus entre los mayores que lo rodeaban, porque fue
familia de Tonks, o sólo porque estaban igual de locos. Harry temía que su casa explotase con los
dos solos. Incluso sus hijos eran más confiables.

—O podrían sólo jugar Quidditch normal…

—No, no —Sirius, de regreso en la forma humana, batallaba con los controles del juego desde el
sofá—, quiero jugar en la magiwii. Hice una apuesta con James de que superaría su mejor récord
antes de que volviese de Hogwarts.

Harry vio a su padrino peleando con la tablet, a su ahijado que se quejaba de haberse quemado por
probar algo sin soplarlo, y tuvo la sensación de que había dos niños más en casa que no eran suyos.

Resignado, le preguntó a Teddy en qué podía ayudarlo para que comiesen pronto.

Una hora y media más tarde, los platos levitaban hacia el fregadero y Harry veía a Teddy quitarle
el control de la magiwii a un aturdido Sirius.

—Necesitas reposar después de comer así, Sirius.

—¿Qué? ¡Pero si nunca he tenido que "reposar" en mi vida!

—¡Eso fue antes! Estás muy mayor para-

Sirius lo interrumpió con un sonido agudo de indignación.

—¡No lo dijiste! ¡No lo dijo! —Miró a Harry y de nuevo a Teddy—. ¡No te atreviste a decirlo!

—¡Tienes que cuidarte más! ¿Sabes? Aunque no lo parezcas, ya vas rumbo a los sesenta-

—¡Lo dijo! —chilló Sirius, echándole otro vistazo a Harry.

Decidió que los dejaría discutir en la sala. Supervisó a los platos que se lavaban solos en la cocina
y recogió las sobras de la comida para que Teddy se las llevase cuando volviese a la Academia.
Una lechuza tocó a su ventana y le abrió, mientras esos dos continuaban quejándose a unos metros.

James le escribía cada domingo sin falta. Lily lo hacía los lunes y jueves. Albus era el único que
recordaba su existencia en momentos al azar y le contestaba las cartas después de terminar sus
tareas. La carta era suya.

Harry le dio una golosina a la lechuza, le acarició el ala y la envió a descansar. Se recargó en la
pared detrás de él para ojear la carta a gusto.

Algunas noticias sobre su día a día, varias menciones de Scorpius, algunas de Draco, un poco más
de Scorpius, quejas sobre sus tontos compañeros, quejas sobre el Quidditch de sus tontos
compañeros, quejas sobre lo tonto que era James, y otro poco de Scorpius, por si a Harry no le
quedaba claro que era el mejor amigo que su hijo podía haber encontrado.

Albus acompañó la carta con un par de fotografías. La primera era de la visita trimestral de la P. E.
D. D. O. a las cocinas. Rose portaba la insignia de la asociación que Hermione le dio y realizaba
una entrevista sobre sus condiciones de trabajo a una elfina muy alegre, mientras Scorpius era
rodeado por elfos curiosos y Albus se comía un panecillo. No tenía idea de quién la tomó.

En la segunda, en la biblioteca, Albus evitaba ver a la cámara con una expresión de hastío y
Scorpius saludaba a quien les tomaba la fotografía. Una serpiente negra estaba enrollada en sus
hombros y torso.

Harry miró a Sirius en la sala, todavía protestando por tener que descansar antes de jugar, y luego
de nuevo a la serpiente que se alzaba desde el hombro del adolescente.

…hubo alguien más. Iba de paso, no sé quién era…

…después…fui lanzado hacia afuera.

Parecía que su destino siempre lo guiaría de vuelta a Hogwarts. El asunto de los parques podía
esperar al informe de los desmemorizadores. No se quedaría tranquilo hasta resolver todas sus
dudas relacionadas a Sirius y su aparición.

Cuando pasó por la sala, fue interceptado por su ahijado, que abrió los brazos y le bloqueó el paso.

—¿Crees que el único anciano que necesita dormir es pads, Harry?

—Tienes que estar bromeando-

Harry bajó su brazo, en vano, porque el chico lo atrapó y arrastró hacia atrás.

—¡Necesitas descansar!

—¡Te cambié los pañales, trátame con más respeto!

—¡Precisamente porque estabas por ahí mientras yo andaba en pañales! ¡A descansar, abuelo!

Sirius se carcajeaba desde el sofá. Debió ser convencido de descansar, porque la magiwii fue
apagada. Cuando vio que Harry tenía posibilidades de huir, se transformó en perro y se le unió a
Teddy, corriendo alrededor de ellos para que Harry no pudiese alejarse sin Aparecerse.

Sí, tenía a dos niños de visita en casa.

—0—

Para su segunda semana de clases, Draco llevó el "se el profesor de Slytherin que querías tener
cuando estudiabas" a un nuevo nivel. No podía imitar a Snape. No era Snape.

Entonces llamó a Scorpius durante el fin de semana para que lo ayudase a organizar una nueva
clase, escuchó sus extrañas e interesantes "opiniones adolescentes" y recuperó su energía. Tenía
una misión.

Arregló una maldita reliquia mágica aparentemente inservible sin ayuda alguna a los dieciséis
años, en una crisis nerviosa y con su vida y la de su familia en riesgo, vivió con Voldemort, estuvo
en la guerra, ¿qué eran unos chicos en comparación?
Sí, algunos podían tener mal comportamiento. ¿No fue él igual? ¿No fue peor en muchos casos?
Incluso si sus profesores nunca tuvieron quejas de su promedio o su atención a las tareas, de sólo
pensar en su "yo" adolescente, sentía que alguien debía darle una sacudida y decirle unas cuantas
cosas sin delicadeza alguna.

Pues bien, así sería con esos chicos. Lo que él quería y no tuvo.

El lunes, durante la segunda hora, un grupo de Gryffindor y Hufflepuff de quinto año encontraron
las mesas en una disposición diferente a la que debía poseer un laboratorio. Nada era lineal y
exacto, sino que varias mesas se reunían en grupos más pequeños, rodeando unos muebles
redondos con diferentes objetos.

Draco se recargaba en su escritorio, de pie, y aún vestía de rojo por completo. La semana anterior
fue una silueta demasiado llamativa en el ambiente sombrío y frío. Esa vez, tenía chimeneas nuevas
y funcionales, adaptadas con mejores hechizos para las mazmorras, retiró la humedad y los
vapores, artículos y frascos traían más colores al ambiente que los viejos libros de magos aburridos
que hace años que no tocaban un cuchillo o un caldero.

—¿Cuándo se convirtió el laboratorio en un salón de baile? —James Potter miró el espacio vacío
en el centro del aula, al profesor, y le enseñó esa sonrisa arrogante que hacía que Draco casi
pudiese verse a sí mismo en él. Los demás Gryffindor se rieron como si acabase de decir el mejor
chiste del mundo.

—Hoy, señor Potter —Draco disfrutó del leve déjà vu de inyectar un poco de ácido al pronunciar
ese apellido. Recogió una pieza de tela que estaba sobre la mesa y se la lanzó al chico que hizo uso
de sus habilidades de Buscador para atraparla—, sígame el ritmo, suponiendo que pueda hacerlo.
Aquí. Será mi asistente hoy. Comenzarán a turnarse en cada clase. Le daré puntos extra y
responderé preguntas si lo hace bien —agregó, apenas el Gryffindor abrió la boca con esa
expresión que ponía el mismo Harry Potter cuando estaba por protestar acerca de algo que no creía
que fuese justo.

Desde que llegó allí, tenía demasiados recuerdos de su época de estudiante. Los de Potter no
eran tan desagradables a comparación de otros. Casi servían de incentivo.

De mala gana, James se puso la túnica negra sobre la ropa, haciendo un comentario sobre parecer
un murciélago. Draco lo ignoró y se dio la vuelta, fingiendo no percatarse de las miradas curiosas
de más de diez adolescentes.

Los tenía durante tres horas y había planeado cada segundo. Se estaba divirtiendo sólo de imaginar
sus reacciones.

Llamó a James con un gesto, y apenas este se colocó a su lado, le tendió un cuchillo.

—¿El asistente es el que le corta los ingredientes? —Arrugó la nariz. Toda su cara parecía decir un
"ahora entiendo por qué empezó conmigo".

Draco sacudió la cabeza. Frente a todos los chicos desorientados, puso su mano sobre una tabla de
madera que tenía en el escritorio y la apuntó.

—Córtala.

La expresión de James se quedó congelada en una mueca confusa. Miró a sus compañeros, luego
de nuevo a Draco, y él empezó a reírse por dentro por la manera en que retrocedió.

—¿Qué- qué quiere que haga?


—Que me cortes un dedo. Puede ser el meñique, si te asusta la idea.

—Pro- profesor, eso no es divertido —balbuceó James, soltando el cuchillo.

Draco rodó los ojos. Recuperó el cuchillo, lo hizo girar ante las miradas cada vez más aturdidas de
sus estudiantes y cortó en un solo movimiento sobre la tabla de madera.

Hubo jadeos y gritos, algunos que se cubrieron los ojos y otros que sujetaron a sus compañeros,
antes de que notasen que el cuchillo empujó la piel de sus dedos hacia abajo, la presionó contra la
madera y luego la soltó, sin causarle ningún daño. Su mano volvió a la normalidad en cuanto la
sacudió.

Bien. No podía haber una forma más fácil de llamar la atención de un grupo de adolescentes.

—La directora me ha dado permiso de modificar el temario de las clases de pociones, siempre que
ustedes aprendan lo que necesitarán para sus TIMO's —Draco seguía jugando con el cuchillo en
sus manos—. Comenzaremos por esto hoy: pociones curativas —Miró a su "asistente"—. ¿Conoce
el crecehuesos?

James asintió deprisa. Estaba tan aturdido que su boca seguía medio abierta.

—Haremos crecehuesos a mi manera, ve y sepáralos en grupos de tres y manda a cada equipo a


una mesa.

El Gryffindor se apuntó a sí mismo con el índice.

—¿Eres mi asistente o no? Ve.

Cuando reaccionó, James se movió hacia sus compañeros. Tocaba los hombros de los que
seleccionaba, decía sus nombres y apuntaba a la mesa elegida. Negó varias veces cuando le
preguntaron si sabía lo que sucedía.

—No puedes hacer una buena poción si no entiendes su proceso, no puedes entender su proceso si
no conoces los ingredientes. Partiremos de aquí —Draco clavó el cuchillo en la tabla de madera en
su escritorio y empezó a deambular entre las mesas—. Crecehuesos, no voy a decirles qué hace, el
nombre ya habla por sí mismo. ¿Saben a qué se debe que les queme la garganta cuando la toman?
¿El mal sabor? ¿El humo que siempre suelta cuando está servida fuera de la botella? Porque si no
saben esto, no saben cómo debe quedar la poción. Si no saben cómo queda, no sabrán qué
presentarme.

Se detuvo frente a una mesa con tres Hufflepuff curiosas. El mueble frente a su puesto era una
estantería con diferentes hojas y semillas. Draco seleccionó algunas hojas entre tonos rojos y
naranjas y se las mostró a las estudiantes.

—El árbol del que provienen se conoce como "abrasador", un juego de palabras. Además de que
quema al tacto, le gusta abrazar a las personas con sus ramas. Las hojas ya no queman por sí solas,
pero dejan ese ardor en la poción en que se agreguen —Las repartió entre las tres chicas en la
estación—. Con estas hojas pueden hacer crecehuesos, pimentónica, productos para el alisado del
cabello, para la piel, brebajes que se les dan a los elfos e incluso whisky de fuego. ¿Qué harías tú?

La Hufflepuff a la que se dirigió boqueó por un instante y empezó a ponerse roja. Intentó buscar su
libro de pociones, pero se le resbaló y cayó al suelo. Una de sus amigas se agachó para recogerlo,
mientras ella se sonrojaba todavía más.

—Yo- yo- yo supongo que…que…para el crecehuesos, debería…debería molerla, ¿no? ¿Molerla?


Draco tomó el moledor que había colocado sobre la mesa, lo puso frente a ella y dejó un par de
hojas dentro.

—Intenta.

—¿Es- era correcto? —La chica enseguida sostuvo el instrumento.

—Intenta —repitió Draco. Se fijó en la que estaba al lado—. ¿Tú qué harías?

A diferencia de su compañera, ella observó las hojas por unos segundos y las sintió con los dedos.

—¿Hervirlas?

Draco le tendió un caldero. Las dos chicas se miraron entre sí, sin saber qué procedimiento era el
correcto.

—No busco que copien una poción perfecta en clase, sino que sepan hacer una poción perfecta
cuando el examinador esté frente a ustedes y no puedan tomar su libro de pociones para ver la
receta. Prueba tu propio método —le indicó a la tercera chica en la mesa. Luego continuó hacia el
siguiente grupo de tres—. Cada mesa tiene un ingrediente importante en la poción crecehuesos,
salvo este primer turno en que les hablaré de lo que tienen, en diez minutos espero tres formas de
tratar ese ingrediente en las demás mesas- no miren los libros, o háganlo si quieren, pero la idea es
que entiendan qué hace y cómo funcionan los ingredientes. Usen la lógica.

Hizo una pausa y lo sopesó.

—Si les hablo de un árbol que quema, ¿debo usar agua o debo usar más fuego? Cuando acabe este
tiempo, pongan una etiqueta en su resultado y pasen a otra mesa, harán esto con cada uno. En una
hora, habrán terminado y estaremos viendo qué hay que hacer y qué no, y sobre todo, por qué.

Draco se paró frente a una mesa con tres Gryffindor. Sostuvo un frasco de una sustancia pegajosa y
transparente que dejó en el mueble frente a ellos y lo agitó.

—¿Han probado el crecehuesos?

Como buenos Gryffindor, dos de ellos asintieron. Draco volvió a sacudir el frasco.

—Es una de las dos razones por las que sabe mal. Mucosa de erumpent. De la protuberancia de la
frente —Puso el frasco en la mesa y disfrutó de las expresión asqueadas de los tres—. ¿Qué se les
ocurre?

—Hervir. Mi abuela dice que el fuego mata todo lo asqueroso.

—Yo empezaría por lavarla.

—¿No pierde propiedades si la lavas? Creo que…¿la mezclaría? ¿No haría la poción más espesa?

—Intenten —Draco asintió y caminó hacia la siguiente mesa—. No tengan miedo de cortar, lavar,
quemar. He puesto protecciones en cada mesa y los estaré supervisando cada segundo. Hagan
preguntas si las tienen. Prefiero diez preguntas seguidas que alguien que no pregunta y le explota el
caldero. Anoten sus observaciones si quieren, pueden hablar con sus compañeros de mesa o los de
los otros equipos. No es un examen, no tienen que ser correctos. Si supiesen lo que hacen, yo no
estaría aquí, enseñándoles, así que concéntrense en su ingrediente, piensen y prueben.

El tercer ingrediente era un polvo gris con un leve olor a ahumado. Draco les contó de dónde
venía, escuchó las ideas del equipo y las aprobó. En menos de un minuto, cada mesa trabajaba en
su ingrediente.

Llamó a James de nuevo. El chico acudió a su lado enseguida, sin parar de ver a su alrededor.

—¿Y yo qué hago mientras ellos juegan con los ingredientes, profesor?

Sonaba a protesta.

—Tú tienes el mejor juego —aclaró Draco, intentando ocultar su diversión—. Recoge los
resultados cuando hayan acabado, asegúrate de que tengan los nombres y toma un poco de cada
uno —Extrajo una lista de su túnica y se la ofreció—. Luego harás pociones con ellos.

—Serán un desastre.

—Sí, exacto. Después de que terminen, les explicaré cuáles fueron los errores y por qué. Entonces
hablaremos de la poción correcta durante los últimos minutos de clase.

A Scorpius le encantó la idea cuando trabajaron en ella. En ese laboratorio, su hijo se carcajeó,
gritó, se asustó y se sorprendió por los diferentes resultados que tenía un paso o dos en determinado
ingrediente o momento.

No fue diferente ese día, aunque ahora había más reacciones. Un par de gritos cuando algo se
quemaba, un chillido del Gryffindor que quedó cubierto de mucosa al intentar lavarla, un "¡Merlín
bendito!" de la chica que utilizó fuego demasiado alto en las hojas y vio cómo el contenido de su
caldero se alzaba como una fogata, envuelta en una de las barreras que Draco colocó de antemano.

Los estudiantes se rieron de los errores más tontos, conversaron entre sí desde las mesas, se
mancharon un poco, se quejaron, y lo que más le agradó a Draco, pensaron. En verdad lo
pensaron.

A medida que caminaba por el laboratorio, respondiendo dudas y asegurándose de que nadie
estaría más loco en esa aula que él mismo, podía oírlos discutir sobre los ingredientes.

—…yo digo que el fuego alto sólo haría que, ya sabes- bam, porque son muy inflamables. Y el
crecehuesos no huele a quemado. Usar el fuego bajo debería consumir las hojas más lentamente
sin encenderlas…

—¿…probaste con el cuchillo? El cuchillo- así, quítale la mucosa con el cuchillo- no se puede
lavar, ya lo intenté, ¿pero ves que parece que tuviese algo en el centro? Si deslizas el cuchillo con
cuidado- sí, cuidado, cuidado, deberías…

—…mira esto, sostenlas, se sienten diferentes las semillas machacadas que las que son aplastadas,
¿viste? Una vez tomé crecehuesos cuando mi hermano se rompió un brazo, sabía horrible, pero no
tenía pedazos de semillas así- debió estar machacada…

Tenía que admitir que pararse al otro lado del aula y ver a esos chicos interesándose por lo que
había detrás del frasco que siempre estaba en la enfermería, era gratificante.

A Draco siempre le gustaron las pociones. De pequeño, solía pensar que eran magia embotellada.

Esa era la impresión que quería que tuviesen todos al abandonar su aula ese día.

James lo pasaba en grande desde su mesón de asistente. Hizo estallar dos calderos, se carcajeó
hasta que su cara se puso roja cuando la mucosa se pegó a su rostro y cabello, fingió arcadas por
probar un ingrediente reducido a polvo, y de pronto, gritó que ese era el sabor del crecehuesos.
Observó a Draco con una expresión expectante apenas le pasó por un lado. Él sólo asintió y dejó
que siguiese trabajando.

Rotó los equipos de acuerdo al tiempo en su reloj de bolsillo, y cuando llegó el momento en que
acababan las rondas, los reunió frente a la mesa del asistente. Los estudiantes arrastraron sus
taburetes, se sentaron en el suelo, o se quedaron de pie para estirar el cuello y tener una mejor vista
de cada resultado. James tenía frente a sí conjuntos de calderos con todo tipo de pociones
asquerosas, humeantes, pegajosas, desde el blanco sucio al verde pantanoso y el marrón de un
árbol.

Draco le indicó que le trajese los ingredientes ya preparados para la poción correcta que tenía en el
armario y recogió un poco de un caldero con un vial. Les enseñó a los chicos la consistencia
demasiado densa y pálida.

—¿Alguna idea de qué pasó aquí?

Una tímida Gryffindor alzó una mano y habló cuando él la miró.

—Creo que fue mucha mucosa, profesor. Mi mucosa quedó así cuando quise disolverla- se puso
densa y después ya no salía del caldero, como…como si se hubiese pegado.

—También es el único ingrediente de un color tan claro —añadió otro estudiante.

Sí, aquello era satisfactorio de cierto modo.

Draco regresó el vial a la mesa, junto al caldero del que salió la poción, y tomó la lista que hizo
James sobre la forma de tratar los ingredientes, de quiénes fueron y qué hizo con ellos.

—Demasiada mucosa solidificada —Draco asintió—. Si ven este de aquí, es todo lo contrario, por
eso no podemos permitir irnos a los extremos. Mucha mucosa mal diluida se vuelve como una
piedra y puede poner la poción demasiado densa, muy poca la dejará demasiado líquida- nadie ha
bebido un crecehuesos ligero, estoy seguro. Es una poción espesa. Y este…

Después de examinar los resultados finales, se paró detrás de la mesa con los ingredientes que
James llevó para él y comenzó a hablarles del procedimiento correcto.

Los chicos lo tomaron como un concurso.

—¿Quién acertó con la manera de tratar las semillas?

—Danielle y Luka —contestó James, que llevaba los apuntes de cada resultado, mesa y grupo.

—¡Te dije que no se podían cortar con el cuchillo! —Danielle miró a uno de sus compañeros,
emocionada—. ¡Era lógico!

—Maurice hizo bastante bien al separar la mucosa del erumpent de su centro. La mucosa se
consigue con un trozo que funciona como núcleo, la mantiene unida, es más fácil separarla y
disolverla en la poción una vez que se separa, pero se debe tener cuidado de que el cuchillo no
resbale…

—¿No les dije que yo sabía lo que estaba haciendo?

—Cocer las hojas del abrasador a fuego lento fue una excelente idea, Anelise.
—¡Lo sabía! Digo- —Un carraspeo— gracias, profesor. ¡Pero lo sabía!

En cuanto acabó, los chicos se dividieron el trabajo para crear un par de pociones perfectas. Ya que
cada uno sabía qué hacer, los últimos minutos fueron prácticamente de espera de la cocción,
mientras Draco les enseñaba su truco de antes desde la mesa del asistente.

—El secreto es la mucosa; disuélvela bien y si la agregas en dos partes y en mayor cantidad que el
crecehuesos común, terminas con esto. Es lo contrario al crecehuesos —Recogió un poco de la
solución en su mano y les mostró cómo su índice se podía aplanar igual que el papel y regresar a la
normalidad enseguida—, parece que no tuviese huesos, sólo piel colgando. Pero el efecto no dura
demasiado, por suerte, y no duele.

James se echó la poción en toda la cara y fingió ser un zombie al que se le caía la piel,
persiguiendo a sus compañeros de Gryffindor, hasta que Draco carraspeó para que se concentrasen
de nuevo.

—El crecehuesos tarda alrededor de quince minutos con los ingredientes sin tratar, diez con los
ingredientes previamente preparados. Es una poción rápida. Las pociones sanadoras solo se dividen
entre pociones rápidas, las que se usan en emergencias, como cuando alguien se rompe un hueso y
no puede esperar un mes para arreglarlo, y las pociones de larga preparación que siempre debe
haber en el inventario, como las que tratan las quemaduras…

Antes de que saliesen del laboratorio, Draco se aseguró de limpiar bien el aula con varios
encantamientos y lanzarle un hechizo a cada uno para arreglar sus uniformes y quitarles cualquier
rastro de los ingredientes con que jugaron que pudiesen traer quejas de algún profesor.

James acomodó los ingredientes sobrantes en el armario, ya que tenía una barrera antimagia, y fue
uno de los últimos en abandonar el aula. Sus amigos lo esperaban en el pasillo, charlando sobre los
resultados de sus experimentos de ese día. El Gryffindor se quitó la túnica de "asistente" y se la
regresó a Draco.

—¿Puedo volver a ser asistente, profesor?

—Eso dependerá de tu comportamiento —respondió Draco, en voz baja, tras levitar la túnica ya
limpia hacia su escritorio—, y de si tus compañeros no quieren probar ser los asistentes.

James entendió el punto. No más pedantería en su aula si quería privilegios, claro. Cuando corrió
hacia sus amigos, lo escuchó gritar un "¡si me porto bien y me peleo con todos, me quedaré con el
puesto de asistente!".

—Oye, amigo, eso no es justo, ¡yo también quiero ser asistente un día!

—¡Yo voy a pedir serlo en la próxima clase!

—¡No si yo lo pido antes!

—¡Que es mi puesto, tontos!

Gratificante, se repitió Draco, de un inusual buen humor.

Tenía dos horas más de clase con un grupo Ravenclaw-Slytherin de tercer año. Scorpius le mostró
una sonrisa y dos pulgares arriba cuando notó que sus compañeros estaban fascinados por el humo
que llenaba el suelo del laboratorio.

A ese grupo le tocaban las pociones relacionadas a la Herbología y Neville le prestó algunas de sus
criaturitas bowtruckles para que cargaran frascos e instrumentos de un lado a otro, jugando con los
chicos de trece años.

Como Scorpius estuvo con él durante el fin de semana, eligió a Albus de asistente e ignoró la
presencia de la enorme serpiente que tocaba a las criaturas de plantas con su rostro y parpadeaba,
aturdida por toda la escena.

—Lo estás haciendo increíble —Escuchó de la voz que provenía del brazalete.

Pero Draco estaba ocupado intentando no reírse de los rostros de sus estudiantes cuando las
explicaba de dónde venían los ingredientes y no pudo responderle.

Harry en un día normal: tengo tres niños.

Harry cuando tiene a Teddy y Sirius en casa: tengo cinco niños.


La cicatriz de Harry

El club de teatro de Hogwarts reanudó sus actividades el primer fin de semana del curso. Scorpius
estuvo ocupado ese día, por lo que llegó un poco tarde y tuvo que prestar el doble de atención para
enterarse de lo que se perdió.

Las pruebas para los papeles principales masculinos se llevaron a cabo durante el siguiente fin de
semana y podían audicionar acompañados por alguien que hiciese de coprotagonista.

Scorpius se encontraba en el escenario con Nesrine. Ella llegó durante la segunda semana de clases
con su padre, Theodore, que ocuparía uno de los puestos de docente durante un tiempo. Se le
permitió ponerse el Sombrero fuera de la selección regular y este la arrojó a Ravenclaw.

Las historias sobre por qué Nesrine y su padre aparecieron tarde en el colegio fueron tan raras que
Albus no se las creía.

—Mi padrino —Scorpius hablaba de Theodore con emoción cuando se lo mencionó— dice que es
un agente más secreto que los mismos Inefables y que estaba en una misión para resguardar la paz
entre dos pueblos mágicos en el Medio Oriente, que podrían haber iniciado una nueva guerra.

—¡Y ha trabajado con criaturas de magia oscura! —agregó otro día, frente a un cada vez más
confundido Albus.

—Además —Eso fue en otra ocasión—, no puede dirigirse hacia un sitio de pronto, sería como ir
en línea recta y dejar que lo persigan…

—¿Quién lo perseguiría? —preguntó Albus aquel día.

—Pues los malos —Scorpius se limitó a encogerse de hombros.

Lo único que le quedaba claro es que Theodore era el padrino de Scorpius. Sería su profesor y traía
a Nesrine como parte del paquete.

Y lo más importante de todo: Nesrine tenía sangre de Veela.

Aunque sólo estaba en primer año y no manejaba el poder de las Veelas, su bonito cabello rubio
platinado y los ojos grandes de un tono verde grisáceo daban una imagen encantadora de una niñita
que debía ser cuidada. Recitaba sus líneas con una voz clara y suave que podía oírse incluso en el
asiento de Albus, en la última fila, y estaba fascinada con la idea de pasar tiempo con Scorpius.

Nesrine se presentaría para las pruebas de protagonista femenina de la próxima semana.

Había algo en esa idea que incomodaba a Albus. En la niña demasiado radiante, en Scorpius
sosteniendo su mano mientras decía sus líneas y en la idea de que aquello se repetiría montones de
veces si ambos quedaban para los papeles. Y Scorpius quedaría, claro. Practicó durante el verano,
lo hacía bien.

Albus sabía que estaba siendo ridículo. Más que eso, se encontraba en el límite de la estupidez
humana. Pensó que estaba actuando tan tontamente que ya casi se parecía a su hermano James.

Pero la sensación incómoda no se iba, sin importar cuánto hubiese arañado su pecho por encima de
la ropa o cuánto se retorciese en su puesto. No era el uniforme, no era el asiento del anfiteatro que
formaba parte de las áreas renovadas de Hogwarts. No era el ambiente. Nadie le lanzó un hechizo.
No quería pensar en lo que significaban las demás posibilidades, porque lo haría aún más absurdo.
Surreal.

Entonces siguió viendo a Scorpius en su prueba, esperó a que hubiese terminado y abandonó el
anfiteatro con ellos, escuchando sin oír en verdad la plática de su mejor amigo y la emocionada
Nesrine. Después de que decidieron ir a la biblioteca a elegir algunos tomos de obras con que
podían practicar para la prueba de Nesrine, Albus superó un nuevo límite con esa emoción molesta
que tenía en el pecho y se excusó con alguna frase tonta que hizo que ambos le diesen miradas
extrañas.

Huyó de ahí.

En los últimos dos años, Albus Potter había encontrado un par de escondites buenos en el castillo,
en los que ni siquiera James llegaba a incordiarlo. Seleccionó el más reciente y empujó un par de
piedras fuera de lugar en la zona que nunca se restauró del castillo para abrirse paso por un pasaje
que apareció en la pared contraria.

Encendió la pantalla de su tablet para no dar señales de su magia con un lumos y caminó cerca de
un minuto por un túnel oscuro de roca hasta una habitación en las mazmorras.

El nuevo escondite era el cuarto y oficina del último director previo a McGonagall, que fueron
cerrados durante la restauración del castillo. Ese pasaje era su vía de escape si los Mortífagos en el
colegio intentaban atraparlo por traición. Lo sabía porque él se lo contó.

Un retrato de Severus Snape se encontraba detrás del escritorio. Por lo que le dijo, McGonagall lo
puso ahí, en caso de que el mago de su oficina se cansase de la compañía y quisiera visitar su
antiguo cuarto para echar un vistazo a un ambiente distinto.

Sobre el escritorio, yacían todo tipo de artículos para hacer pociones e ingredientes en cajas de
madera de conservación, rodeadas de hechizos. Albus encendió una antorcha, la puso en la pared,
apagó su tablet y se acercó a la mesa para empezar a recoger sus cosas y seguir trabajando.

—Hola, Sev.

Severus lo saludó con un cabeceo desde el retrato más grande. Albus ya levantaba la tapa de un
caldero para revisar la mezcla dentro. La tocó con un dedo y alzó la mano para mostrarle el
resultado: una sustancia aceitosa y ligera de un color pálido.

—Servirá para empezar.

Albus lo tomó como un cumplido. Sujetó la pieza cuadrada de lienzo trabajado a medias y vertió
con cuidado la mezcla. Sentía los ojos oscuros fijos en él. Le habló mientras se aseguraba de que la
sustancia se distribuyese bien sobre la superficie.

Eso sería lo que uniría por completo la tela del lienzo a su soporte y serviría de "entrada" a la
representación del mago. Una conexión con sus retratos.

—¿Le gusta el teatro?

—No —La respuesta de Severus fue automática—. Gente estúpida fingiendo ser otros. No es
agradable fingir; si tanto les gusta, háganse espías.

Albus cabeceó, de manera que no mostraba estar de acuerdo o no.

Apartó el lienzo con la mezcla lo suficiente para que no fuese peligroso secarlo con un hechizo,
luego de que Severus le indicó cuál usar y cómo.

Allí era seguro usar magia, a diferencia del pasillo y el túnel. La señora Norris podía detectarlo y
no se suponía que hubiese alguien ahí. Al final, esa gata no era una gata y sentía la magia. Severus
también fue quien le dijo esto; se había enterado sólo después de convertirse en docente.

Severus Snape sabía muchas cosas que nunca compartió con nadie en vida. Su retrato todavía
podía decirle bastante a Albus y el precio por los secretos e historias era más que razonable. Un
pequeño favor.

—Mi mejor amigo entrará al club de teatro —siguió Albus, deteniendo el hechizo de secado para
examinar el lienzo. No quería que se agrietase.

Se lo enseñó y Severus asintió, lo que le dio a entender que llegó el momento del siguiente paso.
Albus había separado antes los materiales para cada color y sólo tenía que preparar las pinturas.
No era tan difícil como una poción.

No sabía pintar, pero el resto se podía realizar con magia. Lo único que necesitaba eran los
hechizos correctos. Siempre pensó que crear cuadros mágicos sería más complicado.

—Hoy me pregunté si debía entrar también —Albus lo soltó al fin, con sus ojos puestos en los
ingredientes para la pintura negra. Ceniza y resina.

Escuchó un suspiro de parte del antiguo profesor.

—Hacer tonterías por un amigo puede acabar mal.

—No creo que unirme a un club sea tan malo, ¿cierto?

Albus no solía intentar ser optimista, ese trabajo se lo dejaba a Scorpius, así que no era una
sorpresa que sonase como si vaticinase una catástrofe mundial. Quiso reírse de sí mismo y terminó
negando.

—Bueno, ya hicieron las pruebas para los papeles masculinos…incluso si quisiera, tuve que haber
dicho algo esta mañana, ahora no servirá de nada. Tal vez entre al club de música —agregó,
pensando en la guitarra que Teddy le enseñó a tocar.

Luego se le ocurrió que su "estilo" y el de Teddy no sería el mismo del mago sangrepura que
dirigía la orquesta del colegio.

—¿Habías practicado para la prueba?

Albus negó. Después asintió. Hizo un movimiento extraño, mitad negativa y mitad afirmación, que
dejó una expresión confundida en el rostro del mago del retrato.

—Ayudé a Scorp con sus líneas, recitaba las de su "coprotagonista". De tantas veces que lo dije, al
final ya las podía recordar sin ver el libreto…

—Ese tono de negro está bien —Severus lo interrumpió en voz baja—, separa un poco para el
marrón. Recuerda que sale del naranja. Luego ve por los tonos para el color definitivo de la piel,
no tienes que ser muy exacto.

Albus asintió y continuó mezclando colores. Cuando estuvieron satisfechos con los tonos, escuchó
sus instrucciones y ejecutó el hechizo que debería tomar las pinturas y hacer aparecer la imagen en
el pequeño lienzo.
Sólo hubo un débil chisporroteo en su varita. Albus la sacudió y le frunció el ceño, preguntándose
qué salió mal.

—No exageres tanto la "r", es latín, no francés. Prueba de nuevo —instruyó Severus.

Albus lo repitió, siguiendo su observación, y esa vez vio cómo se levantaban hileras de pintura de
sus frascos y levitaban hacia el lienzo. Se unieron en capa sobre capa por sí solas, en el aire.
Después de formar un vago retrato, se pegaron a la tela preparada.

Los detalles se ajustaron rápidamente y la imagen fue idéntica al retrato más grande por alrededor
de un segundo. Entonces desapareció. Lo único que quedó fue el fondo de una mazmorra.

El Severus del cuadro más grande caminó hacia el marco, salió y se deslizó dentro del lienzo
recién armado.

—Le hace falta un hechizo de secado —aclaró, regresando a su cuadro tamaño normal—, pero es
un buen trabajo para un principiante.

—¿Podría dedicarme a vender retratos mágicos si todo lo demás falla? —Albus intentó bromear,
mientras su varita repetía el hechizo de secado en el lienzo.

—Lo dudo, pero con más práctica…serán cuadros decentes.

Sabía que eso también era un cumplido. En algún sentido retorcido, tácito y difícil de explicar para
otra persona.

Albus se aseguró de que la tela no se fuese a separar del soporte y que la pintura no manchase,
antes de comenzar a acomodar el pequeño retrato dentro de un relicario plateado.

—Albus Severus.

Contuvo una leve sonrisa. Severus insistía en usar los dos nombres para llamarlo desde que se
conocieron. Sospechaba que todavía se sentía bastante halagado al respecto.

—¿Hm? —pronunció el chico, casi sin prestarle atención.

—Podría enseñarte algo que te dejaría entrar al club, si todavía quieres ir.

Albus ralentizó sus movimientos, lo observó y regresó su vista al lienzo que tenía que poner dentro
de la "cajita" de plata.

—No es como si no pudiese pasar más tiempo con Scorpius por un tonto club. Podría verlo en los
ensayos y seguiríamos igual que antes fuera del club.

—Creo que si fuese tan simple —alegó Severus, frunciendo el ceño—, no lo habrías mencionado
en primer lugar.

Cuando terminó de poner el retrato dentro, cerró la tapa del relicario y arañó su pecho por encima
de la ropa. Esa sensación incómoda seguía asentada ahí al recordar la práctica.

Sacudió la cabeza.

—Estoy actuando como un idiota, no sé qué me pasa…

—¿Te duele el pecho? —Severus arrugó más el entrecejo.


Albus repitió eso de negar y asentir de forma alternativa. Se pasó la mano por el cabello y jaló de
algunos mechones desordenados.

—Ser pocionista implica tener algunos conocimientos básicos de sanación —comentó Severus—.
Si te duele el pecho, puede ser una señal de algo que anda mal con tu sistema. ¿Qué otros síntomas
tienes?

Albus dejó escapar una risita sin humor y negó.

No podía decirlo. No tenía idea de cómo ponerlo en palabras, ni siquiera para explicárselo a sí
mismo.

La idea era ridícula.

—Ah —Al no obtener respuesta, Severus lució tan incómodo como él por unos instantes—. Hay
una poción que calma la mente, ¿te gustaría intentar? No es para tu nivel, pero puedes hacerla con
mi ayuda. Pensarás con más claridad sobre lo del club y…lo otro.

Albus se apresuró a asentir. Le agradeció, recogió el relicario, se lo colgó del cuello y buscó su
tablet mágica para anotar los ingredientes que necesitaría para la poción de la mente tranquila.

—0—

Unos brazos delgados rodearon a Draco y alguien se apoyó en el respaldar del asiento que ocupaba
para ver por encima de su hombro.

—Serías una terrible espía, Talía.

La Veela soltó una risita y su aura mágica le cosquilleó sobre la piel de la cara y el cuello. No iba
dirigida a él, por supuesto, pero el mago con que Draco jugaba cartas debía tener algún tipo de
inmunidad natural reforzada por la costumbre.

Theodore Nott ni siquiera levantó la mirada de su mazo, a pesar de que una Veela concentraba su
encanto en él. Recogió una carta, la lanzó a la pila en el centro de la mesa y se fijó en Draco.

Tenía la vaga impresión de haber sido puesto en medio de la nueva disputa de una parejita. Aunque
ambos contestaban enseguida que no eran pareja, Talía era la madre de Nesrine y
mantenían algo extraño entre los dos que él no sabía cómo llamar.

Además, Draco tenía sus dudas sobre por qué decidió comprarle las Tres Escobas a la antigua
dueña y remodelar el lugar, justo cuando Theodore y su hija se mudaban a Hogwarts.

—Creo que Theo te prestaría más atención si le hablas de algún descubrimiento arqueológico
interesante o sobre Aritmancia que utilizando tu encanto Veela —opinó, con un toque divertido
imposible de ocultar.

La Veela jugueteó con el cuello de la ropa de Draco, emitiendo un sonidito afirmativo.

—Lo sé, pero vale la pena intentar, ¿no? —Talía volvió a ver a Theodore y lo "atacó" con su aura
mágica—. Theo, querido, deberíamos tener otra hija. Dos es un buen número, en mi familia
siempre hemos sido una o dos. Tres me parece demasiado, pero puedo oír tu opinión y llegaremos
a un acuerdo; también existen las gemelas Veelas.

—Estoy bien con Nesrine —replicó Theodore, contemplando sus cartas con una expresión
pensativa—, prefiero sentir que concentro mi energía en una sola niña y la crio bien, pero tú eres
libre de tener más si quieres, es tu cuerpo, no el mío.

Draco se preguntó si sus padres también hablaron alguna vez de tener más hijos como si fuese una
transacción comercial. Al menos, él sabía que no lo hizo con Astoria.

—¿Seguro?

—Sí.

—¿Son pareja? —Neville, que presenciaba el juego y su conversación en silencio, con una cerveza
de mantequilla y una expresión confundida, realizó la temida pregunta.

—Claro que no —Talía se rio de la idea.

—Eso sería problemático —Fue lo único que dijo Theodore.

Draco le dedicó una mirada de "no preguntes más", sabiendo que nadie entendería lo que sucedía
con esos dos, y palmeó con suavidad uno de los brazos que lo tenían atrapado. Tan delicada como
se veía, con su fuerza extra de Veela Talía podía ahorcarlo casi sin notarlo.

—¿Tienes el whisky de malta que prometiste que traerías desde Francia?

La Veela le enseñó una sonrisa radiante.

—Por supuesto, mon coeur.Te lo voy a traer, un buen vaso para que te animes, la casa invita
porque ando contenta. ¿Tú quieres uno, ma chérie? —Se dirigió a Theodore, quien sacudió la
cabeza.

—¿No trajiste vino de los viñedos ocultos debajo de California?

—Sí, sí, te aparté una botella…

—Gracias, Talía.

Neville se inclinó desde su asiento hacia Draco y gesticuló con los labios un "¿de verdad no son
pareja?". Draco suspiró y se encogió de hombros.

—Eso es asunto de ellos —decidió, tirando otra carta a la mesa.

La pequeña Nesrine tenía el mismo hábito de su madre de pegarse a las personas que apreciaba, así
que pronto hubo otro par de brazos a su alrededor. Draco saludó a su ahijada y sonrió cuando ella
le besó la mejilla.

—¿Qué hizo Theo para sacarte de Hogwarts siendo de primero, Nesi?

—¿Quién dice que tiene permiso? —contestó Theodore, mirando a su hija con una ceja alzada.

—Mère habló con la directora, la estoy ayudando a atender Las Tres Escobas 2.0 en mi tiempo
libre —La niña incluso lució orgullosa al decirlo, como si no admitiese que su madre y ella
hicieron trampa con las reglas del colegio.

Draco contuvo la risa y llamó la atención de la niña, mientras Theodore meneaba la cabeza y decía
algo sobre la forma en que Talía la consentía.

—No le van a poner ese feo nombre, ¿cierto?


Nesrine negó enseguida.

—Pero todavía estamos pensando en qué nombre ponerle. Haremos un concurso —Sonrió—, la
idea fue de Scorpi; pondremos un buzón y la gente puede escribir un nombre nuevo para el local.
Elegiremos en la fiesta de Halloween. ¿Quieres ponerle un nombre, padrino?

—¿Draco's Home? —sugirió Draco con una sonrisa, arrancándole una carcajada a la niña.

—¡Ese no!

—¿Por qué no?

—Porque suenas egocéntrico —Nesrine le sacó la lengua—, y nadie va a venir al local de un


egocéntrico, ¿verdad, père? —Miró a Theodore.

—Nadie quiere a los egocéntricos —Theodore asintió, su rostro serio, pero sus ojos con un brillo
divertido al ver a Draco.

Nesrine fue reemplazada por su madre cuando Talía regresó con las bebidas y pidió cambiar de
lugar con Draco y jugar contra Theodore. La niña corrió escaleras abajo para buscar a Scorpius.
Con la última remodelación de Talía, Las Tres Escobas tenía una planta baja exclusiva para los
estudiantes y los magos jóvenes, con juegos incluidos, y un piso superior para los que querían algo
de paz en los fines de semana en que el local se llenaba.

—Yo he estado pensando en ponerle "Nesrine" —alegó Talía, arrojando una carta a la pila sobre la
mesa—, pero dejar que los clientes elijan lo haría más…personal, ¿no crees, Draco?

—Eso supongo.

La Veela sonrió y miró a Neville, que comenzó a ponerse nervioso bajo su aura mágica.

—¿Usted cómo le pondría, profesor?

Neville se sonrojó y Draco se escondió tras su vaso de whisky de malta para no echarse a reír.

—Se va a desmayar —advirtió Theodore, en tono aburrido—, tu aura está demasiado fuerte, Talía.

Talía respiró profundo para controlar la magia encantadora de Veela y los condujo hacia una
conversación sobre Hogwarts que evitó un posible colapso del profesor de Herbología. Luego
pasaron a un tema, y otro, y otro, hasta que unos pasitos apresurados subiendo las escaleras
llamaron su atención.

Nesrine corrió de vuelta hacia ellos y se puso detrás de Draco, pero no se dedicó a abrazarlo y
espiar las cartas de su madre para hacerle señas a su padre sobre lo que el "contrincante" tenía,
como intentó antes, sino que traía un mensaje.

Después de que se lo susurró en el oído, Draco frunció el ceño y vio hacia su brazalete. No había
tenido ni una palabra suya ese día.

—¿Estás segura de que se perdió?

Nesrine asintió.

—Eso dijo él.

Perfecto. Una mamba negra de tres metros desaparecía en un pueblo mágico lleno de estudiantes.
¿Qué podría salir mal?

Draco se bebió lo que le quedaba de su whisky de malta, le agradeció a la niña por el mensaje y se
levantó. Theodore hizo ademán de seguirlo, hasta que él le indicó con un gesto que no era
necesario.

—Scorpius debe haberse distraído, Adhara no se alejaría tanto —aclaró, evitando ver a Neville, que
empalideció al pensar en la serpiente que pudo haber "huido".

—Avísame si necesitas ayuda —Theodore esperó su asentimiento, llamó a Nesrine y la sentó sobre
su regazo, mostrándole las cartas para que "eligiese" cómo continuar para ganarle a su madre. Talía
se quejó sobre que no era justo poner a sus dos "amores" contra ella y la niña se reía.

Draco abandonó el segundo piso, se escabulló entre los estudiantes en la planta baja y se encontró
con Scorpius en la calle principal del pueblo. La expresión de su hijo fue de absoluta pena y culpa.
Parecía que se echaría a llorar, y Albus, a su lado, ya no sabía qué hacer para calmarlo.

—Debe estar cazando, Scorp —Draco le acarició el cabello, como solía hacer Astoria, rogando que
tuviese el mismo efecto—, incluso si le das comida, a los animales salvajes les gusta obtenerla por
su cuenta. Es su naturaleza.

—Pero…

—Entren a tomar algo —le habló a Albus, que mantenía la calma en el exterior, pero no paraba de
alternar la mirada entre ambos—, yo la traeré.

Albus asintió y arrastró a Scorpius dentro del local. Draco suspiró al quedarse solo en la calle.

—No podías elegir otro momento, ¿cierto? —preguntó, a nadie en particular. Que no hubiese
repuesta ya era raro de por sí. Solía notar cuando la buscaba.

Draco sabía que ningún hechizo de búsqueda le sería útil, así que se preparó para hacerlo a la
manera muggle. A caminar. Se fijó en las tiendas a lo largo de la calle, se asomó en los callejones
entre las casas y deambuló hasta la punta más alejada del pueblo, en sentido contrario al sendero
del castillo.

Esperaba encontrar a una serpiente, no a Harry Potter envuelto por la serpiente.

Draco hizo una pausa, su mente por un instante se cuestionó si intentaba estrangularlo y luego qué
tan ridículo sería para una serpiente venenosa probar el estrangulamiento. Lo descartó enseguida.
Adhara sólo estaba enrollada en los brazos y hombros de Potter, quien iba hacia él desde la lindera
de árboles del bosque.

Draco arqueó una ceja.

—Como profesor, es mi deber reportar si veo a un extraño que no pertenece al pueblo cerca del
lugar en que se reúnen los estudiantes. Por seguridad.

Potter se detuvo frente a él, resopló y extendió el brazo. Draco puso el suyo a un lado para que la
serpiente pudiese desenroscarse del mago y volver con él.

Pero Adhara no estaba interesada en soltar al niño-que-vivió tan pronto. Draco le frunció el ceño y
la serpiente soltó un leve siseo.

—Lo admito —susurró Harry—, extrañaba a los chicos, pasaba a ver si se estaban comportando.
Después una serpiente se enrolló encima de mí.

—¿Tomaste un traslador?

Harry asintió. Draco suspiró y sujetó una parte del cuerpo escamoso. Como Adhara insistió en no
cooperar, tuvo que empezar a desenroscarla de forma manual.

—Ella no suele alejarse tanto…—De pronto, recordó algo y miró a Potter con atención—. ¿La
entendiste? —Ya que Harry lució confundido, aclaró:—. Tú hablabas pársel, la lengua de las
serpientes, lo recuerdo. Segundo año. El duelo.

—Fue un buen serpensortia —Harry le enseñó una sonrisa avergonzada y se fijó en la serpiente. Su
expresión se tornó en algo similar a la melancolía—. Lo perdí en la guerra, ya sabes, después de…
ya sabes —repitió.

No necesitaba que lo dijese para recordar al semigigante cargando su cuerpo inerte de vuelta al
castillo. Ni siquiera en ese momento, Draco podía entender lo que sucedió.

Ya que tenía que quitarle a una serpiente testaruda de encima, decidió que no haría mal preguntar.

—¿Fue una maldición del Señor Oscuro o algo así?

Lo único que sabía gracias a su madre fue que recibió otra maldición asesina. Y sobrevivió. De
nuevo.

—Algo así —admitió Harry, vacilante—, digamos que lo tenía gracias a él y fue él quien me lo
quitó.

—Eso es justo. El pársel debería tenerlo un Slytherin.

—Bueno, yo casi fui a Slytherin.

Draco resopló, Harry le contó de su Selección en voz baja y la serpiente continuó viendo de uno al
otro con una expresión de reptil interés. Cuando por fin consiguió que lo soltase por completo,
Adhara se enroscó en sus hombros y tronco, y soltó otro siseo, frotando su cabeza contra el cuello
de Draco.

Él estrechó los ojos en su dirección y le tocó el costado para que se detuviese.

—Bien, yo…

—James y Albus me contó de lo que hiciste en tus clases —Harry habló apresurado, antes de que
pudiese regresar.

Adhara siseó más fuerte y rozó sus dientes contra la garganta de Draco, sólo lo suficiente para que
sintiese los bordes afilados y su protesta. Él volvió a tocarle el costado. No era digna de ser una
serpiente venenosa mascota si lo amenazaba así, ya hablaría con ella cuando estuviesen a solas.

—Mira, Potter, es uno de mis días libres, hago mucho entre semana y no me quiero quedar aquí
parado toda la tarde. Si vas a hablar, camina. Si no, hasta luego y disculpa a la serpiente —Le tocó
un lado de la cabeza—, a veces parece que no puede pensar como una serpiente normal.

Harry lo siguió en cuanto comenzó a caminar de regreso a las Tres Escobas.

—Ya no se llamará así —Se le ocurrió decir a Draco, cuando escuchó que decía que hace años que
no tomaba algo allí—, lo compró una bruja diferente, cambiarán el nombre este Halloween. Habrá
una fiesta y algo de comida gratis, supongo.

—Nada similar al banquete de Halloween de Hogwarts, imagino…

—No lo sé, te sorprendería lo extravagante que puede ser la nueva dueña…

—Interesante —El brazalete se entibió y la voz eligió ese instante para aparecer.

Oh, al fin, pensó Draco. Pudiste haber venido antes.

—Sólo digo que es interesante —insistió la voz del brazalete—, Potter claramente tramaba algo y
no estaba aquí por sus hijos, no te lo creíste, ¿cierto? Tuvo una conversación muy rara con
"Adhara", claro que sin respuesta alguna, pero parece que él esperaba algo. Pensé que se iría
apenas terminó y los encontraste. Lo interesante es que te está siguiendo. Oye, invítale algo al
menos, ¿no?

Draco resopló y le pidió más whisky de malta a Talía cuando estuvieron en el local. Harry arrugó
el entrecejo al oírlo.

—¿Eso no es…lo que le daban de beber a los caballos voladores del colegio de Francia?

Talía miró a Draco, a Harry, y lo repitió un par de veces, antes de echarse a reír y asentir.

—Esos caballos tienen una mejor alimentación que muchos magos, créeme, es delicioso. ¿Quieres
probarlo, mon coeur?

Después de regresarle su serpiente a un nervioso Scorpius que lo abrazó en medio del local, Draco
volvió con ellos, sólo para descubrir que Talía y Harry tenían una conversación sobre las
actividades de los Aurores. Pero desde un punto de vista sensacionalista que le habría fascinado a
alguien como Rita Skeeter.

—Entonces tú eres el que habla con la prensa para casi todo, ¿no? Debe ser fastidioso, mon coeur.
¿Qué tanto preguntan cuando alguien desaparece o muere? ¿Sabes qué? He leído artículos en los
que incluso quieren saber el color de su ropa interior, ¿se supone que eso debería ser de utilidad
para la prensa? Hay tanta gente por ahí que sólo busca un chisme…

—Hacen unas preguntas muy raras a veces. Por ejemplo…—Harry comenzó a resumirles sus
conferencias de prensa más extrañas, con muchos gestos de por medio y algunos sorbos de whisky
de malta, que resultó que le gustaba, luego de aceptar que bebía lo mismo que un montón de
caballos mágicos.

—0—

Esa misma noche, por primera vez en más de veinte años, Harry Potter se despertó sobresaltado
con un intenso dolor en la frente. No era la cabeza, no era su molestia recurrente cuando se
estresaba o no descansaba bien. Era la frente.

Y él conocía demasiado bien ese dolor.

Sirius, alertado por su grito al despertar, corrió hacia el cuarto y lo encontró sentado en la cama,
jadeando, sudoroso, con una mano sobre la cicatriz que a veces casi podía olvidar. Enseguida se
sentó frente a él, sujetó su brazo y lo hizo apartar la mano de la cicatriz para examinarla.

Harry intentó despejar su mente y concentrarse. No estás allí, se repetía. No estás allí. No estás allí.
No tienes quince años. No tienes diecisiete años. Tranquilo, no has vuelto allí. Ya acabó. Ya pasó.
Él no está. Él nunca va a volver. Ya no está.

No hay un Lord Voldemort por aquí.

La expresión de Sirius cambió a una de horror después de agitar un par de veces su varita y no
lograr el objetivo deseado. Tocó la frente de Harry y utilizó su otra mano para sostenerle el brazo e
intentar calmarlo. Harry no había notado que temblaba.

—Harry…¿esa cosa ha sangrado alguna vez?

Harry negó de inmediato. Entonces Sirius apartó la mano de su frente y le mostró el líquido rojizo
en sus dedos.

—Los hechizos sanadores no funcionaron, déjame ir por el botiquín- tienes algo como un botiquín
aquí, ¿cierto? Sí, debes tener…espera aquí, ¡espera! ¡No te vayas a mover!

Sólo cuando vio a Sirius correr fuera del cuarto, gritando varios accio que esperaba que le llevasen
algo para ayudarlo, Harry reaccionó. Rodó sobre la cama deprisa, sostuvo el espejo en su mesa de
noche y lo examinó.

El reflector de enemigos mostraba una sombra demasiado nítida. El blanco en sus ojos era visible.
Harry experimentó un escalofrío desagradable y una punzada en la frente.

Cuando volvió a ver el espejo, la figura ya no estaba, pero eso no lo tranquilizó. Alguien atravesó
sus barreras y eran las mejores que podían ponerse después de la guerra.

Sirius regresó con un botiquín lleno de artículos muggles que no sabía usar y batalló con ellos
durante un rato. Harry no le dejó la tarea fácil, porque no podía parar de moverse por el cuarto, a
medida que enviaba un patronus a sus amigos. Sabía que estarían más molestos si no les contaba
que por despertarlos a esa hora, incluso si era una tontería.

Aunque, por la manera en que Sirius veía su cicatriz, sospechaba que al menos no lucía como una
tontería.
"Queen"

Weber estaba de mal humor tras enterarse de la última noticia.

—¿Cómo se le ocurre…?

—Ten cuidado con cómo le hablas —advirtió Simon, quien se había sentado en la parte superior
de una gran roca, desde la que podía observar el trabajo de Dubois con las plantas—, es la voz de
nuestra Señora hasta que ella aparezca.

A mediados de septiembre, la primera tarea de la Cofradía estaba por llegar a su fin. Weber
refunfuñó y volvió a fijarse en la figura encapuchada que los guiaba.

—¿Por qué le entregó algo tan valioso a ese…ese…? —Weber gesticuló con sus manos
enguantadas—. ¡Si necesitaba un portador del pársel, podría haber tomado a Campbell! ¡A Dubois!
¡A mí! Incluso…

La silueta vestida de negro giró para verlo a través de los hechizos de sombra que ocultaban su
rostro.

—¿Cuestionas las decisiones de nuestra Señora, Weber?

El mago emitió un sonido frustrado.

—Dijo que podía dar mi opinión. Esta es mi opinión. Los dones que tiene para regalar son muy
pocos y bastante buenos, ¿por qué se lo dio a él?

—Harry Potter no es el enemigo.

—¡Tampoco será un amigo cuando se entere de lo que nuestra Señora piensa hacer!

—Nuestra Señora no piensa lo mismo —aclaró la silueta, dándose la vuelta para seguir mirando a
la bruja que alargaba las ramas de los árboles y las doblaba con cuidado para que tocasen el suelo,
formando caminos de madera de varios metros que partían del tronco—, tiene la esperanza de que
Harry Potter se una a la Cofradía cuando entienda su propósito.

Weber se echó a reír.

—Sí, claro, el niño-que-vivió uniéndose a la Cofradía. Le encantará cuando sepa el tipo de magia
que tuvimos que usar antes, ¿no? ¿Y cuál es exactamente el plan para que se una? ¿Le dirás que
Simon puede hacerlo hablar con sus padres muertos?

—Sí puedo —Simon le frunció el ceño a su compañero.

—Una charla con papi y mami no vale cambiarse de bando y…

—Weber —La silueta negra interrumpió la disputa que estaba por comenzar entre ambos. Lo llamó
con un gesto y esperó a que el mago se pusiese a su lado—. Cuando te hice el juramento de la
Cofradía, estuviste de acuerdo en todos los puntos. Incluso escuchar a nuestra Señora.

—Sí, sí…

—Pues escucha.
Cuando Weber abrió la boca para replicar, oyeron un canto suave y armonioso. Desde la roca,
Simon se puso de pie.

—¿Qué es eso? —Weber miró a sus dos compañeros, alerta.

—Amigos —Fue lo único que dijo Simon, sonriendo. Luego respondió al cántico con un tarareo.

—Nuestra Señora ama los cuentos —La figura oscura llamó su atención de nuevo—, hay uno que
los muggles conocen como "el flautista de Hamelin". Maravillosa historia.

—¿Qué…?

—Sólo escucha, Weber.

—0—

Se asomó desde el interior del pasaje, guardó la varita en su túnica y echó a correr antes de que la
señora Norris pudiese notar su presencia. Creyó que lograría cruzar la zona cerrada hasta las aulas
en el este del colegio.

No se suponía que su hermana apareciese de repente en el camino.

Lily hizo una pausa, con dos libros entre los brazos, y observó por unos segundos a la persona
frente a ella. De pronto, arrugó el entrecejo.

—¿Al?

—¿Quién es Al? —respondió Albus, más agudo de lo que pretendía, y por ende, más falso.

—Al —Lily adoptó esa expresión que le recordaba a su madre cuando sabía exactamente de qué
manera metieron la pata—, aunque soy muy curiosa, ni siquiera preguntaré por qué tienes cabello
largo si no quieres…pero si quieres que no te reconozcan, ponle un poco más de esfuerzo, ¿no?

Albus bajó la vista para examinarse. Frunció el ceño.

—La poción es para el cabello y suaviza un poco los ras-

Lily chasqueó la lengua y sacudió la cabeza.

—Al, tonto, hasta papá notaría que eres tú —Se dio la vuelta y empezó a caminar lejos del pasillo.
Tras unos pasos, lo vio—. ¿Vas a venir o no?

Decidió seguirla. A pesar de que Lily cumplió los once años casi un mes antes de la entrada al
colegio, a Albus le gustaba pensar que tenía toda la inteligencia y seriedad que James perdió. Si
tuviese que oír la recomendación de cualquiera de los dos, preferiría que fuese de ella.

Avanzaron hombro con hombro por el corredor.

—Si quieres hacer una broma o engañar a alguien, mejor ni me lo cuentes. Quiero que James siga
siendo el que tiene el récord de castigos entre los tres…

Albus titubeó y consideró si ayudaría que lo supiese. Se aclaró la garganta.

—Voy a…audicionar para un papel en el club de teatro.

Su hermanita lo vio de reojo, volvió a examinar su ropa y negó.


—¿Y pensabas ir así?

—¿Qué tiene de malo?

—Parece que hubieses tomado la ropa vieja de papá y te la hubieses puesto, sin lavar. ¿Al menos
te peinaste?

Albus llevó las manos a su cabello. Claro que se peinó. Lo intentó, pero ni la poción podía cambiar
que fuese un nido de pájaros, sólo el largo que tenía.

Lily soltó un suspiro y siguió negando. Lo llevó hacia un corredor y a una entrada custodiada por
una estatua de un águila.

—Lo necesitas y ellas también. Lo recibes y ellas no. Ambos ciclos requieren de su intervención.
Cuando se los regresas, ya cambió. ¿Qué es?

—Oxígeno, obviamente —Lily rodó los ojos—, hablas de la respiración y la fotosíntesis. "Ellas"
son las plantas, me dan oxígeno y yo les regreso dióxido de carbono.

Albus observó a su hermana con incredulidad cuando esta se metió a la Sala Común de Ravenclaw.
¿Cómo era eso obvio? Aunque repasó la adivinanza en su cabeza, seguía sin entenderla.

Lily saludó a algunos de sus compañeros y lo guio hacia las escaleras. Iba a decir algo, pero se
calló cuando notó que Albus ya iba por el segundo escalón. Vio las escaleras, a Albus, y luego
pensó por unos segundos.

—Bueno, eso explica bastante cosas —admitió. Después siguió moviéndose hacia arriba, al
dormitorio de las chicas.

El cuarto de las niñas de primero sólo tenía a una chica. Nesrine, ya lista para su propia audición,
ensayando un papel secundario. Para asegurarse un puesto en la obra, practicó para dos papeles y
se presentaría para ambos. Se detuvo tan pronto como Lily abrió la puerta, la saludó y después su
boca se quedó abierta al ver a Albus detrás de ella.

Nesrine adoptó una expresión pensativa, mientras Lily colocaba sus libros en la cama que debía
pertenecerle.

—¿Puedes ir con Nancy, la de tercer año, y pedirle algo de ropa? Dile que es una emergencia, yo
se lo explico después, y…le consigo uno de los esmaltes mágicos que vende Rose.

—Sí, sí, ya voy…—Nesrine llevó a cabo cada movimiento con lentitud al dejar su libreto en otra
cama y abandonar el cuarto, sin parar de ver a Albus.

Albus sabía que esto era una mala idea desde el primer instante, pero ahora tenía la idea de que
estaría mejor si un agujero se lo tragaba.

Lily se sentó en la tapa de su baúl apenas se quedaron solos y continuó examinándolo de aquella
manera que le recordaba a su abuelo Arthur cuando intentaba descifrar un "misterio" muggle.

—Oye —Se rio—, ¿y qué tanto cambia esa poción?

—Depende de qué grado tenga —masculló Albus, ceñudo—, la que hice fue muy sencilla, sólo
cambia lo que estás viendo…

Ella asintió, despacio.


—Supongo que te preparaste para un papel femenino, porque las audiciones de chicos ya pasaron.

Albus contestó con un vago sonido afirmativo.

—En la antigüedad, era una práctica común que los hombres hicieran papeles femeninos en el
teatro, ¿sabes?

—No, no sabía.

—Bueno, pues eso —Lily se encogió de hombros—, más bien, ellos tenían todos los papeles. Las
mujeres no actuaban entonces, ni trabajaban, ni tenían derechos, ni- bueno, sabes cómo eran. No es
tan raro, aunque si hay algo que quieras decirme antes de que vuelva Nesrine…

—¿Algo como qué?

—No sé, una confesión llena de lágrimas sobre que siempre tuve una hermana y un hermano y no
lo sabía. En la red mágica hay un montón de artículos sobre diferentes géneros y leí varios después
de…

—¡No soy una chica, Lily!

—Tú eres el que se tomó esa cosa, ¿bien? —Lily se cruzó de brazos—. Sólo estoy, como dice
nuestro jefe de Casa, analizando la situación para saber qué hacer. Y todos los artículos decían que
era bueno tener apoyo familiar, así que estoy intentando darte mi apoyo, idiota.

Albus empezaba a sentir que el rostro le ardía.

—¡Sólo quiero entrar a una tonta obra porque…porque…! ¡Porque soy idiota! —lloriqueó—. ¡Soy
idiota y quiero estar en la tonta obra con mi mejor amigo, y no quería audicionar la semana pasada,
y ahora ya todos los papeles masculinos fueron elegidos y…!

—¡Pues en eso también te apoyo, bobo! —Lily se volvió a reír.

Se demoró unos segundos en entender lo que había escuchado.

—¿En serio?

Su hermanita asintió con una sonrisa. Nesrine entró en ese momento, cargando varias prendas.

—Nancy dijo que mandaba un poco de todo porque no sabe qué necesitas y que quiere el esmalte
de lentejuelas…

Lily asintió y empezó a hurgar entre las prendas. Nesrine la ayudó, haciendo comentarios sobre
qué se vería mejor en su "invitada".

—Sí sabes que es Albus, ¿cierto?

Nesrine volvió a mirarlo y se echó a reír.

—¡Oh, por…! ¡Qué linda eres, Albus!

Albus se sorprendió de no estar incómodo cuando la niña se acercó, enganchó un brazo al suyo y
comenzó a hacer cumplidos sobre su cabello y los leves cambios de la poción.

—Hablaré con la profesora Cardella —Lily se refería a la encargada del club de teatro—, le diré lo
mismo que te dije a ti de los papeles en la antigüedad, así evitará que te tengamos que crear una
identidad falsa. Pero lo dejaremos como secreto, si quieres. La profesora quería más "variedad" en
sus obras, así que la convenceré de que esto podría ser el comienzo, ya sabes, después puede
añadir personajes de género fluido y…

—Hay una preciosa obra en un teatro mágico de Francia con una protagonista trans —recordó
Nesrine, emocionada—, mère y yo llorábamos cuando acabó. Voy a conseguir una grabación para
tu tablet mágica, ¿quieres, Lily?

—Me encantaría verla, Nesi.

¿Cuándo esas dos tuvieron tiempo de hacerse tan amigas? Albus veía de una a la otra a medida que
avanzaba su conversación. Apenas terminaron de elegir la ropa, lo enviaron al baño a cambiarse.

Se sacó la túnica que usaba encima de la ropa cuando hacía pociones, se puso las prendas de
"Nancy" y regresó al cuarto, sintiéndose raro. No el tipo de "raro" malo.

Lily lo empujó hacia el espejo de cuerpo entero de uno de los armarios y Albus se paró allí, con
una de las niñas a cada lado.

—¿Qué tal te sientes, Al? —susurró Lily—. Mamá siempre ha dicho que es importante sentirse
bien con lo que usas. Aunque a Nesrine le gusta la idea y sabe mucho de ropa, si no te gusta la
falda, también puedes llevar pantalón, nadie dice que deb-

—Está bien así.

Su propia respuesta lo sorprendió. Albus notó que Lily se callaba y lo "analizaba" de nuevo, pero
no le prestó atención. Sus ojos vagaban sobre la imagen de la persona que estaba en el centro del
espejo, con una camisa verde de mangas cortas que se "abombaban" de forma divertida y la falda
negra que comenzaba más arriba de lo que pensó que empezaría cualquier falda.

Era realmente cómodo.

Se sintió bien. Bonito. Agradable.

No estaba seguro de qué pensar al respecto.

—¿Me dejas peinarte? —Nesrine enredó los dedos en uno de sus mechones.

—No creo que puedas…

—Al, Al, Al —Lily negó, sonriendo, y lo empujó de nuevo con suavidad para alentarlo a sentarse
frente a la peinadora más cercana—, nunca le digas a una Veela que no puede peinar a alguien.

Nesrine acababa de recoger el peine y un envase de crema y asintió de acuerdo con sus palabras.

—Me voy a quedar con el papel secundario, porque apenas te vea la profesora Cardella dirá que
eres la nueva versión de Narciso —bromeó Nesrine, parándose detrás de Albus—. Avísame si te
jalo el pelo, ¿sí? Lo haré lento…mère me peinaba así cuando tenía un nudo en la mañana.

Albus todavía estaba bastante sorprendido por lo tranquilo que se sentía allí sentado, dejando que la
niña le desenredase y recogiese el cabello. Seguía viendo a la personita en el reflejo y sólo pensaba
"vaya".

—0—

Entraron al aula reservada para las audiciones del club de teatro cuando faltaban unos minutos para
empezar. Nesrine en verdad estaba decidida a ayudarlo, por lo que sujetaba su brazo y le hacía
preguntas sobre sus líneas. Lily fue a hablar con la profesora encargada como prometió.

La profesora Cardella después caminó hacia ellos y observó a Albus con una sonrisa.

—Es perfecto- perfecta- —Frunció el ceño—. Cariño, ¿cómo quieres que te diga?

Albus titubeó, viendo a Nesrine y a Lily, que acababa de regresar junto a la maestra.

—Supongo que…perfecta mientras esté así. Para seguir en el papel.

La profesora asintió enseguida, haciendo rebotar sus rizos de forma divertida.

—¿Tú también quieres el protagónico? —Se dirigió a Nesrine, quien negó.

—Se lo dejo a Al, voy por la princesa del lago.

—¡También eres perfecta para ese papel! —Cardella agitó sus manos, emocionada, y empezó a
caminar guiándolos hacia la parte de atrás del escenario—. Sólo quiero que reciten algunas líneas,
somos pocos hoy viéndolas, necesito asegurarme de que no tengan pánico escénico y sus voces se
puedan oír por todo el lugar. Lo demás lo podremos mejorar durante los ensayos. Lo importante, al
final, es la esencia del personaje y el actor.

Lily se sentó entre el público y alzó ambos pulgares cuando le tocó pasar a Nesrine. Los papeles
secundarios iban primero.

Entre las "protagonistas" sólo estaban dos chicas de segundo y Albus. La obra requería ser de tercer
año o menor para ese papel, ya que se suponía que era una niña.

Nesrine recitó las líneas a la perfección y realizó una reverencia digna de una bailarina al
despedirse. Incluso salió lanzando un beso al aire.

—¡Grandiosa puesta en escena! —halagaba Cardella, aplaudiendo—. ¡Tan confiada, eso es


excelente!

Cuando llegó el turno de Albus, estaba considerando tomar uno de los pasadizos que encontró en el
mapa de James (sin que él lo supiese), huir y jamás volver a salir de ahí. Podría ver sus clases
desde los pasadizos y meterse a uno que llevase a las mazmorras para dormir.

Vio a Lily mostrarle un pulgar arriba. Nesrine se había reunido con ella en los asientos y sostuvo
en alto una hoja en la que escribió un "¡tú puedes, Ally!".

Albus respiró profundo y comenzó a recitar las líneas que decía cada vez que ayudaba a Scorpius a
practicar para su audición. Fue como caer en un trance. Habló, gesticuló y se movió por su cuenta,
sin pensarlo, y al terminar, tuvo que recordarse dónde estaba y quién era.

Empezó a sonrojarse en el silencio que le siguió a su audición. Lily y Nesrine estaban


boquiabiertas, y la profesora había atrapado su vuelapluma que tomaba apuntes sobre las
audiciones, pero no escribía nada con ella.

De pronto, la profesora Cardella se puso de pie de un salto.

—¡Magnífica! ¡Magnífica, cariño! ¡Espléndida, maravillosa! Casi pude verte haciendo la escena
con nuestro otro protagonista- —Se apresuró a ir hacia el escenario y el resto de la sala se
"reanudó".
Albus respiró con más calma, Lily lo celebró y Nesrine agitó su "pancarta".

Aunque la decisión final aún no estaba tomada y se resolvería en el transcurso del domingo, nadie
tenía que preguntar quién quedaría en el papel principal. Salió del aula dejando atrás a una muy
emocionada profesora, y con Lily y Nesrine a cada lado, sujetándole los brazos.

—¡Fue genial, Al! —insistía Nesrine, sacudiéndolo—. De saber que se te daba tan bien, te habría
dicho que ensayaras conmigo, ni siquiera pude ensayar con Scorp- ¡Scorp! ¡Él lo sabía! Por eso
siempre ensaya contigo, ¿no?

—Fue como…wow, "mira a Al, puede hacer algo así" —Lily le dio un golpecito en el brazo—.
Sabía que también debías tener algo genial. Cuando quedes en el papel…

—Que no es seguro que pase —recordó Albus, divertido.

—…voy a estar en primera fila —continuó Lily, ignorándolo—, traeré a James y les diremos a los
demás que aplaudan al final de cada acto, si es que no lo hacen por su cuenta.

—Deberías ofrecerte para ayudar con el escenario si quieres estar ahí con nosotros —sugirió
Nesrine—, oí que el principal encargado del escenario es Lysander Scamander. Lo conoces, ¿no?
Hace unas pinturas preciosas para los fondos de las escenas…

—Sí, creo que tendré algo de tiempo porque no me dejan entrar al equipo de Quidditch este año.
Revisaré los horarios del club de debate y veré si puedo encajarlos para…

Albus fue con ellas de regreso a la torre de Ravenclaw. Se cambió, vio a Lily devolverle la ropa a
su compañera de Casa después de aplicarle un hechizo de limpieza y la esperó al final de las
escaleras con Nesrine. Ya era tarde, así que irían al Gran Comedor juntos.

Como notó que su hermana se demoraba un poco y Nesrine seguía de buen humor, tuvo un leve
pinchazo en el pecho y carraspeó para llamar su atención.

—Oye, ahm…—Albus resopló—. Perdona por lo de que eras más una arpía que una Veela.

Nesrine parpadeó.

—¿Cuándo me dijiste eso?

—Nunca, pero lo pensé varias veces cuando estabas en la audición de Scorp y…ahm. Fue bastante
tonto. Lo siento. ¿Demasiado horrible para que seamos amigos ahora?

Tras unos segundos, Nesrine se echó a reír y negó.

—¡No importa! —Miró a lo alto de las escaleras, ahora que Lily empezaba a bajar—. Yo pensé
que eras tan tonto como un trol y que sólo te quedabas ahí parado y molesto con el mundo. Lo
siento —repitió las palabras de Albus, sonriendo—, Scorp me dijo que debía darte una
oportunidad, y tenía razón.

Lily saltó los últimos dos escalones y los vio a ambos.

—¿De qué hablan?

Ambos contuvieron la risa y no le respondieron.

—0—
El domingo por la tarde se publicaron los resultados de las audiciones para los papeles femeninos y
el horario de los ensayos. Sólo faltó el de Queen, la protagonista. La profesora Cardella buscó en
persona a Albus para avisarle que quería que él la interpretase.

El "momento de locura" de Albus ya había pasado e intentó poner una sonrisa avergonzada en su
cara al oírla.

—¿No habrá problema con que yo lo haga, profesora?

Ella sacudió las manos enseguida, rechazando la idea.

—El teatro implica disfrazarte, fingir ser otros, cariño. Si tú eres perfecto para un papel,
simplemente eres perfecto para el papel y nadie tendría que fijarse en lo demás. ¡Habrán muchas
obras interesantes después de esto! —Luego se desviaba del tema, entusiasmada—. Romper con la
idea del género abre todo un abanico de tramas que…

Entonces el día martes, en el aula asignada al club de teatro, ahí estaba Albus, escondiéndose
detrás de las cortinas del escenario.

Nesrine terminaba de recogerle el cabello en una trenza, mientras tarareaba, y Lily estaba sentada
en la mesa de su peinadora, leyendo la etiqueta de uno de los productos de maquillaje que Albus no
entendía. Lo único que la profesora Cardella esperaba que usase el día de la obra era un polvo
ligero en el rostro, que tuvo una explicación sobre luces que tampoco comprendió, y Albus estaba
agradecido por ello.

—Ten confianza, respira —Lily inhaló y exhaló para que Albus la imitase—, lo harás bien.

—Muy bien —afirmó Nesrine—. Queen tiene que actuar como una malcriada, sólo…imagina que
estás molesto con Scorp cuando lo veas. Después "huirás" y saldrás del escenario, y tendremos
nuestra escena para que "entres" a mi lago y te pueda hablar de tu varita.

La trama de la obra consistía en una pequeña bruja que rechazó sus deberes mágicos familiares y
escapó de la aldea. El personaje de Scorpius la seguía, pero perdía su rastro porque "Queen" se
metía al lago de la "princesa del agua". Ella le hablaría a "Queen" sobre la varita más poderosa del
mundo, que la protagonista rechazaría, porque odiaba la magia.

Cuando volviese al pueblo, descubriría que todos, incluso su familia, desaparecieron. Sólo
quedaban el personaje de Scorpius y "Queen", que estuvieron fuera durante unas horas.

Había un montón de efectos mágicos de por medio y todavía no se probarían los vestuarios, así que
la benefactora del día en cuanto a su ropa era Rose, que querría hacer muchas preguntas si se
enteraba de para qué Lily se la pidió prestada.

Lo que Lily le eligió para ese día le recordaba un poco al uniforme de Quidditch. Un estilo
muy Rose. Albus descubrió que también estaba cómodo usándola cuando Nesrine acabó de trenzar
su cabello y lo hizo mirarse en el espejo.

—Voy con los del escenario —avisó Lily, bajando del asiento improvisado que consiguió.

—¡Yo voy a esperar mi turno! Me quedaré entre el público —Esto se lo dijo Nesrine a Albus—,
entonces si me ves haciendo esto —Alzó una mano—, subes la voz, y si hago esto —Bajó la mano
—, es que hablas muy rápido, ¿bien?

—Bien —Albus asintió y las vio marcharse.


Apenas se quedó a solas entre las cortinas, sujetó su relicario y lo abrió. El Severus Snape en el
interior lo observó por un momento y mantuvo su expresión tan impasible como le era posible.
Debía ser algún tipo de habilidad; Albus quería aprenderla.

—Hoy es el primer ensayo, Sev.

—Bien hecho —Severus asintió—, los Slytherin siempre consiguen lo que quieren.

—Estoy nervioso.

—¿No te queda filtro de paz para tomar un poco?

—No sé si sea del tipo de nervios que una poción me pueda quitar.

—Ah —Severus frunció el ceño.

A pesar de que no solía ser un buen consuelo (técnicamente hablando), Albus se sentía mejor
cuando le contaba algo. Puede que ayudase ver su expresión mortificada y saber que no era el
único que se volvía un desastre con las emociones.

Sospechaba que era algo que venía con el nombre que compartían. Sí, eso debía ser.

—¡Ally! —La profesora Cardella le preguntó si podía decirle así durante los ensayos, después de
oír a Nesrine llamarlo de ese modo—. ¡Ally, vamos a empezar!

Albus inhaló profundo y exhaló, como practicó con Lily antes.

—Suerte —pronunció Severus, entre dientes. Se notaba que intentaba dar con las "palabras
correctas"—, tú…es sólo un ensayo. Los ensayos son fáciles. Te puedes equivocar.

Luego adoptó aquella expresión que parecía ser un "no estoy seguro de que haya sido lo que debía
decir". Albus asintió, aun así, y cerró la tapa del relicario. Lo escondió entre su ropa para
abandonar los "bastidores".

La profesora Cardella ya le daba instrucciones a Scorpius, quien sostenía su libreto y asentía a todo
lo que ella le decía. Apenas notó a Albus acercarse, gesticuló para llamarlo y pronto estuvieron
lado a lado.

—Recuerden, "Queen" está muy frustrada en esta escena, es justo después de la discusión con sus
padres sobre por qué tiene que quedarse en casa a aprender magia en Halloween y no puede ir con
las demás chicas a la fiesta del centro. Scorp, tu personaje intenta calmarla, pero ves que intenta
dejar la aldea…

A mitad de las indicaciones, Scorpius observó a quien sería su coprotagonista. Albus tragó en seco
bajo esa mirada, aunque no encontró nada extraño en ella.

De pronto, Scorpius le sonrió. Luego volvió a fijarse en la profesora y siguió asintiendo.

Su ensayo transcurrió con normalidad. Algunos balbuceos por los que había que repetir la escena,
iban en la dirección equivocada, una línea se olvidaba o se adelantaba a otra, nada fuera de lo
común.

La profesora Cardella los guiaba con paciencia y los corregía en tono suave, gesticulando o
subiéndose al escenario para mostrarles cómo interpretar esa parte, lo que lo hacía más fácil, ya
que sólo debían seguirla.
Nesrine se empezó a reír en su escena juntos por una expresión confundida de Albus, de espaldas al
público, cuando tuvo la mente en blanco por un segundo.

Llegaron a la parte en que el personaje de Scorpius encontraba a "Queen" y la profesora decidió


que era suficiente para un primer ensayo.

—La primera presentación de la obra será el treinta y uno de octubre, es poco tiempo, pero
tampoco es una obra larga y sé que son talentosos. Si no podemos, presentaremos algunas escenas
solamente a manera de muestra y la obra completa en diciembre. No quiero que se sientan
presionados, esto es un arte, pero todos los tipos de arte deben ser disfrutados; sino, no se llamaría
"teatro", le diríamos "examen de historia con Binns".

Varios estudiantes estuvieron de acuerdo al recordar sus exámenes previos de historia, en especial
los de cuarto y quinto que trabajaban con la utilería.

Nesrine ayudó a Albus a soltar su cabello para que no tuviese bandas de colores en la cabeza al
regresar a su estado "normal" y luego se escabulló detrás del escenario para ver qué tenía pensado
el grupo de Lily. Albus recogía su bolso en el vestidor cuando escuchó un carraspeo.

Miró en la dirección del sonido y descubrió que una de las cortinas se agitaba. Notó unos pies por
debajo del borde.

Sólo uno de los estudiantes de ese día estaba acostumbrado a tales zapatos elegantes.

—¿Puedo pasar, Ally?

Albus entró en pánico, dándose cuenta de que esto tendría que pasar tarde o temprano. Hubiese
preferido que fuese tarde. Muy tarde. Abrazó su bolso y emitió un sonido afirmativo.

Scorpius movió la cortina y la volvió a cerrar detrás de él. Veía a Albus con una pequeña sonrisa.

—Tienes los ojos de mi mejor amigo, Ally, ¿sabes?

Albus apretó más el bolso entre sus brazos.

—¿Sí? ¿Es un color común?

—No, no creo.

—Debe ser más común que el gris.

—Supongo —Scorpius se rio y negó—. Y tu cabello también se parece al suyo…

—Es sólo cabello negro, millones de personas en el mundo tienen cabello negro.

—Sí —Scorpius asintió y siguió viéndolo con una sonrisa.

—Ahm…

—Está bien, sólo quería saludar —aclaró él, antes de que Albus pudiese pensar en qué contestar—,
en serio. Estoy feliz de que vayas a estar en la obra conmigo, Ally.

Albus cambió su peso de un pie al otro, continuó abrazando su bolso y soltó otro sonido
afirmativo.

—Podemos ensayar las escenas que tenemos juntos fuera de las prácticas, si necesitas ayuda con
algo —ofreció Scorpius—, también tenemos un par de duelos y la profesora Cardella ya ha
preparado las coreografías para cada hechizo.

—Está bien —Albus asintió deprisa y quiso enterrar su rostro en el bolso que sostenía.

Cuando Scorpius estaba listo para marcharse, pareció recordar algo. Vio a Albus de nuevo.

—Lo hiciste genial hoy, Ally —Luego abrió la cortina e hizo otra pausa. Titubeó esa vez, antes de
volver a girarse—. No sé si te parecerá raro, pero- eres muy bonita así.

Después huyó.

Albus se percató de que, viniendo de él, era incluso más agradable que cuando lo dijo Nesrine. Una
emoción cálida se extendió por su cuerpo desde el centro de su pecho y el estómago y manos le
cosquillearon. Estuvo unos segundos intentando no sonreírle a la nada.

Luego notó su comportamiento y entró en crisis. Jaló del relicario y abrió la tapa para ver a un
cansado Severus que regresaba a su retrato miniatura.

—Creo que estoy enfermo, Sev.

—¿Cuáles son los síntomas? —Severus arrugó el entrecejo de inmediato. Aquel gesto sólo se
profundizó a medida que Albus describía su estado.

Terminó bebiendo un poco más del filtro de paz. Pero la sensación no se fue del todo.

Detrás de escenas:

Scorpius: eres idéntica a mi mejor amigo.

Albus: no sé de qué hablas.

Scorpius: ah, bueno.

Lily: PERO-
El sótano de los magos quemados

Las primeras semanas de septiembre, sucedió lo de los parques. A mitad del mes, un grupo
pequeño de muggles fue llamado por una fuerza invisible a reunirse en un parque que también fue
claramente alterado por la magia.

La primera semana de octubre, encontraron personas atrapadas en los tallos de árboles


modificados.

Esto provocó caos en el Ministerio. Para empezar, cada Departamento involucrado necesitaba la
confirmación de que estaban vivos. Cuando esta llegó, esperaron noticias sobre sus daños. Al
enterarse de que, pese a los tallos que los envolvían con fuerza, se encontraban ilesos en su
mayoría, la situación se tornó más extraña.

Sabían lidiar con delincuentes. No con lo que fuesen estos sujetos. La división de Ron, apodada
"expertos en mentes criminales" por los mestizos entre los Aurores gracias a una serie de
televisión, terminó involucrada en el caso. Harry también, sólo porque representaba una figura
"autoritaria y tranquilizante para la comunidad", según su jefe.

Además, era el único que mantenía bajo control los nervios de los Aurores novatos.

Cuando se acercaron al área delimitada por una gran barrera antimuggles, los novatos estaban
indecisos y Harry siguió adelante, hasta pararse frente a la primera persona colgada del árbol. Lo
reconocía. Ninguna de las noticias que recibieron mientras iban hacia allí, tomando un traslador,
dijo que les sería conocido.

Ron también se aproximó y se detuvo a su lado, con las manos metidas en los bolsillos. Por muy
profesional que pudiese ser, su expresión se transformó por el desagrado absoluto cuando identificó
al tipo.

—¿Es él? ¿Él de verdad? —indagó Harry, en voz baja—. ¿Nada de pociones multijugos, nada de
hechizos, nada de engaños…?

—Un grupo de expertos en identidades falsas llegó con nosotros, no han encontrado nada que diga
que no es él. Tiene su varita, sus huellas, su iris. Incluso los dientes deben ser iguales. No hay rastro
de magia aparte de su esencia, no es una ilusión y ya probaron deshacer el efecto de un multijugos
por la fuerza —Ron negó—. A menos que esta sea una nueva versión de un truco viejo, tan bien
hecho que ni Mione lo imitaría…tiene que ser él.

—¿Y qué crees que pase? ¿Cuál es la finalidad de todo esto?

El mago se encontraba inconsciente, sus cuatro extremidades, tronco y cuello envueltos en gruesos
tallos alterados por algún hechizo. Su varita y unas pertenencias de menor importancia se hallaban
a sus pies. En su frente escribieron la frase "infanticidios: 2" con color rojo.

Cuando avanzaron junto a los cuerpos colgados, vio a una bruja joven, dos magos en sus treinta y
uno mayor de cincuenta. Los mensajes iban desde "violaciones: 3" a "infanticidios: 5".

Todos fueron identificados por su rostro o su esencia mágica. Se trataban de casos recientes, de un
máximo de dos semanas desde su primer delito. A los que ya vieron, los Aurores no pudieron
atraparlos, y los que no tuvieron al frente antes, se escondieron muy bien.

—No están lastimados a simple vista, aún tienen sus varitas, no hay señales de una confrontación
por aquí cerca…—Ron tocó una de las ramas, ceñudo.

Harry lo imitó.

—Buenas ramas, resistentes, una semilla mágica. No debería estar aquí —Harry llamó a uno de los
novatos con un gesto. Arrugó más el entrecejo cuando no se acercó y se giró para verlo—. ¿Tengo
que ir a buscarte, Junior? ¿O prefieres regresar a la Academia desde aquí?

El novato arrastró los pies hacia él y se paró en medio de ambos, cabizbajo.

—Toma una foto de la planta desde cada ángulo, mándalas a los Inefables, a la Asociación de
Herbológos londinenses y al profesor Longbottom en Hogwarts. Que sepan que es urgente. ¿Cómo
van los que intentan que la planta los suelte? —Se dirigió al novato que empezó a boquear.

—Eh- eh-

—Todavía nada —contestó Ron, después de echar un vistazo alrededor—, no parece que puedan
despertarlos y tampoco pueden quitárselos a la planta.

Harry despachó al novato con un gesto y se cruzó de brazos.

—Neville me dijo una vez algo sobre…plantas vivientes que necesitaban un amo. El amo era el
que creaba su semilla. No van a soltarlos si el "amo" no quiere —Se sacó los lentes para masajear
entre sus cejas mientras lo pensaba—. ¿Puede que su objetivo sea sólo exhibirlos? ¿Un "atrapé a
los que los Aurores no pudieron atrapar"?

—¿Un castigador? —Ron ya había empezado a dar vueltas en torno a una de las plantas, que
sostenía a la bruja asesina—. Hemos tenido otros casos de ese tipo. El mago que capturaba a los
ex-Mortífagos con cargos de tortura que no podíamos probar, la única sobreviviente de un asesino
serial lo persiguió y utilizó su método para acabar con él, recientemente hubo un grupo de brujas
que atacaba a muggles abusivos y los colgaban de sus…bueno, ya sabes de dónde.

—A esos en particular no los iba a defender —masculló Harry.

—El perfil de los castigadores puede variar entre los extremistas que cometen crímenes peores que
aquellos a quienes buscan y los que en verdad van detrás de la justicia. Viendo la falta de daño…
¿podrían ser del segundo tipo?

—¿Esa es tu teoría?

—No lo descarto —Ron volvió a su lado luego de rodear el cuerpo inconsciente. Observó el rostro
de la bruja con interés—. El rojo es una buena elección para los mensajes; poderoso, intenso,
llamativo.

—Los psicomagos dicen que el rojo se asocia a cosas muy buenas o muy malas en el inconsciente
—replicó Harry, ajustándose sus lentes de nuevo. Esperó a que el cristal buscase líneas de magia
pura en el ambiente, pero sólo señalaba la varita, la planta y las frentes con los mensajes.

—Hay pocas cosas legales y humillantes que superen colgarte inconsciente con tu crimen escrito
en rojo en la frente, Harry. Me recuerda a las Therias.

—¿Las qué? —Harry intentaba centrarse en la marca en su frente para detectar la irregularidad, así
que sólo pudo fruncir el ceño y gesticular hacia su amigo para que siguiese hablando.

—Las Therias, Harry. Mione nos habló de ellas.


—Ron, por mucho que aprecie los conocimientos de Hermione, no puedo recordar cada cosa que
ella nos ha dicho en más de veinte años.

—Fue hace como tres años solamente.

—¿Me vas a decir o no?

Ron dejó escapar una risa baja.

—Theria era el pueblo mágico más grande antes de Hogsmeade. Demasiada magia, no salió bien.
Por cierto crimen, empalaron a algunas personas a las afueras de la ciudad, en el camino que
llevaba a la entrada para que los visitantes supieran que no les permitirían hacer lo mismo. El
último gobernante se dio cuenta de que era un castigo cruel, así que sólo…los enterraba. El cuerpo
al menos, los rostros quedaban afuera, las raíces los rodeaban. Tenían su crimen escrito en la cara
también.

Harry musitó algo que debió sonar a "hm", conjuró unos escalones de magia y se acercó más al
rostro de la bruja. Cuando estuvo a su nivel, los lentes detectaron la anomalía. Desde el ángulo
correcto, las letras rojas empezaron a cambiar de posición.

—Ron, es un mensaje. Realmente es un mensaje. Está bajo dos capas de hechizos —Harry agitó la
varita y utilizó el encantamiento que buscaba rastros de quien usó la magia antes. Negó—. Nada
sobre quién lo lanzó, pero es duradero.

—Eso quiere decir que es una persona muy talentosa para mantener dos capas de hechizos que no
se detecten en una revisión rápida y superficial de los Aurores —señaló Ron, pensativo.

—Pero no tan lista si esto lo notó —Harry bajó los escalones que había aparecido y tocó el borde
de sus lentes—. Sólo funciona desde cierto ángulo, necesito alejarme para ver los mensajes de cada
uno y unirlos…

—Oye —Ron lo llamó cuando él ya caminaba lejos de ahí—. Harry, ¡todo el mundo sabe de tus
lentes! —Corrió detrás de él al no obtener una respuesta—. Skeeter lo añadió en su libro,
¿recuerdas? "Harry Potter concentró su habilidad de percepción mágica en sus lentes.
Literalmente", o algo como eso. O algo un poco más cínico y burlón que eso, pero entiendes el
punto…

—Ron, si estás insinuando que dejaron un mensaje específicamente para mí en este lugar…—
empezó Harry, riéndose.

Replicó los escalones de magia y subió al nivel en que estuvo frente a la bruja, pero lo bastante
lejos para poder observar los cinco cuerpos atrapados. Las letras rojas se desplazaron y el aliento se
quedó atascado en su garganta por un instante.

—...entonces tienes razón.

Ron comenzó su "baile de la victoria" desde el suelo, hasta que Harry carraspeó y le frunció el
ceño.

—Escena del crimen, rodeados de novatos, ¿recuerdas?

—¿Cuál es el crimen? —Ron se detuvo y abarcó el lugar con un gesto—. ¿Atrapar a unos
criminales para nosotros? Ojalá toda Gran Bretaña comenzara a ayudar un poco, nos haría la vida
más fácil, Harry.
Harry rodó los ojos.

—¿Tienes tu tablet?

—Esa maldita cosa…—Ron emitió un quejido y sacó de su túnica una tablet mágica encogida. La
levitó hacia él.

Apenas la sostuvo, Harry la tocó con la varita en el borde, esperó el desbloqueo del
reconocimiento de su magia y luego rozó el costado de sus lentes. Se sincronizaron.

Harry fijó la vista en cada uno de los mensajes en las frentes de los criminales, aguardó un segundo
y después revisó la tablet. Las imágenes fueron tomadas y enviadas allí.

Lo único completamente cierto que Skeeter escribió en sus libros de él es que esos lentes valían
cada knut.

—0—

Una vez que tuvieron la respuesta de la asociación de herbológos y de Neville, fue sencillo
tranquilizar a las plantas para hacer que soltasen a los criminales. Bastaba con acariciar sus tallos y
hablarles con suavidad. Luego las ramas se encogerían, soltándolos en el proceso, y las raíces
ocultarían todo bajo tierra para marcharse.

Era una oportunidad de ver a su "amo", por lo que un grupo de herbológos y Aurores seguían el
rastro de las raíces. No les estaba yendo bien. Al final, las plantas siempre conocerían mejor el
subsuelo que las personas.

En la oficina del Departamento de Aurores, Harry enfrentaba otro tipo de conflicto. Las copias de
las imágenes que tomó estaban en sus manos y revelaban el mensaje que guardaron para él.

"Una ofrenda de paz de la Cofradía, Harry"

Su jefe quería saber qué relación tenía con ellos y quiénes eran, y el mismo Harry estaba interesado
en por qué su nombre siempre venía al caso cuando se trataba de algún demente.

Grayson era un mago robusto de cincuenta y tantos años, una edad corta para la mayoría de los
magos, pero Harry apostaba a que sufriría un infarto en cualquier momento. Su hijo mayor era el
novato asustado de ese día y ya tenía bastante con la presión de enviarlo a ayudar en los casos y la
torpeza de todos los novatos, como para que hubiese problemas con otro de sus Aurores.

No paraba de pasearse frente al escritorio desde que entraron a la oficina. Harry había recibido un
patronus de Neville y bebido un café en el proceso. Ron leía reportes sobre los escasos avances del
caso.

—¡Junior!

Grayson le había pedido unas copias a su hijo hace diez minutos y el novato volvió a tropezarse al
entrar a la oficina. Sin las copias.

Sí, su jefe tendría un infarto de puro estrés pronto.

Grayson esperó a que se marchase y se paró bajo el umbral que daba a su oficina. Tenía toda la
cara roja.

—¿Alguien puede decirme qué o quién es la "Cofradía"? ¿Qué es esto? ¿El siglo XIV?
—En realidad…

Harry le hizo un gesto a Ron para que no hablase. Tanto tiempo absorbiendo información de
Hermione lo hacía increíble para investigar y terrible frente a su jefe.

Grayson Jr. llegó al fin, cargando más documentos de los que le pidieron y una tablet mágica.

—Encontré- bueno, Roman encontró la información, yo encontré a Roman metido de cabeza en el


archivero…

Conociendo el temperamento del jefe, le pasó lo que él pidió, y se dirigió a Harry con la tablet y
los papeles restantes.

—El Departamento tiene dos registros con la palabra "Cofradía" —señaló el novato, mostrándole
la tablet y pasando un par de páginas escaneadas en la pantalla táctil—, uno data de 1715, cuando
los Aurores todavía estaban intentando implementar un sistema que funcionase después de las
últimas cacerías. El otro es de hace casi diez años.

Harry le enseñó la pantalla a Ron. Apuntó el nombre de la persona por la que la palabra entró a sus
registros.

—Maia Hemmings, Maia Hemmings, hace casi tres años…—Ron se masajeó las sienes—.
Revisión rutinaria, mostró cierta agresividad…ya sabes cómo se ponen los ex delincuentes cuando
tienen a los Aurores encima fastidiando. Se estaba portando bien entonces, ¿qué dijo de la
Cofradía?

—Sólo que los magos solían funcionar como una Cofradía y que deberían volver a hacerlo pronto
—Harry leyó el registro—, y nada más, al parecer.

—Hemmings dejó su vida desastrosa cuando tuvo un hijo, debe ser fácil encontrarla por las buenas
ahora —Ron miró al novato—. Dile a Roman que busque a Hemmings. Iremos por ella en la tarde
—Volvió a Harry, quien asintió—; siempre le agradaste, veremos si sabe algo y quiere hablar.

—La primera mención de la Cofradía tiene que ver con la St. Mary-le-Bow. Puedo ir ahí ahora
mismo y echar un vistazo.

—¿Una iglesia muggle? —Grayson Jr. los vio de forma alternativa, confundido.

—Una iglesia que aceptaba a los magos y fue quemada con magos dentro —aclaró Harry, de mala
gana—, la versión mágica se mantuvo bajo barreras. Lo que los muggles ven es una reconstrucción
y es apenas la mitad de lo que hay.

—Hubo un loco que intentó quemar muggles ahí dentro en venganza por los cincuenta y seis
magos quemados antes —recordó Ron. Luego regresó al novato—. Menciónale el nombre de la
iglesia a Roman, ve si tenemos algo de ella que tenga que ver con plantas mágicas como las de
hoy, o un grupo de criminales atrapados, lo que sea.

—¿La St…qué? —El novato arrugó más el entrecejo. Cuando ambos lo miraron con el rostro en
blanco, se sonrojó—. Lo siento. Es un nombre raro.

Cuando tenían preparado su cronograma de investigación, una bruja se asomó en la oficina.

—Tres de los cinco criminales encontrados entre los tallos acaban de despertar.

Harry vio a Ron, que lo miró a su vez. Después se fijó en ella.


—Pídele a los medimagos que les den el implemento para las víctimas que necesitan dar detalles,
eso les pondrá la mente clara para saber qué les pasó. Busca a Hemmings de todas formas —indicó
a Ron—, voy a visitar la St. Mary-le-Bow, nos vemos en San Mungo en…

—¿Una hora?

—En una hora, perfecto. Me llevo los lentes, el broche que sirve de GPS, un anillo de pánico y a
McCarthy.

—¿Un crup rastreador?

—Lo del incendio más reciente podría afectar sus sentidos porque era fuego mágico y no se ha
apagado del todo, usaré los lentes, buscaré al crup si pienso que puede haber un rastro de alguien
por ahí. Una hora, Ron —repitió Harry, dirigiéndose hacia la salida.

Su jefe los vio tomar diferentes direcciones, boquiabierto, esperando que lo consultaran para algo.

—0—

La St. Mary-le-Bow todavía ardía. El fuego se había reducido con el pasar de los años, pero el
último demente que quiso usarlo lo avivó, así que todavía se notaban ciertas ascuas en las esquinas
y sobre los muebles encantados que jamás terminarían de dañarse, pero ya no podían ser usados.

McCarthy era varios años menor que Harry y caminaba exactamente por donde él lo hacía, varita
en mano, sin intenciones de ser una heroína.

Sólo necesitaban mirar un poco. Dentro de la barrera antimuggles se encontraban la estructura


principal, un edificio secundario más pequeño, un sótano que servía de refugio a los magos
fugitivos y un jardín quemado hasta que no quedó nada más que tierra seca.

Después de una ojeada y un par de hechizos de rastreo para estar seguros de que el lugar se
encontraba despejado, Harry la miró y asintió.

—Empieza con las pulsaciones.

McCarthy era casi por completo ciega. Incluso los mejores tratamientos sólo podían darle un par
de horas de vista regular. Una vez le comentó que fue por un accidente con sus padres y un muggle
aterrorizado por la magia. Desde entonces, aprendió un truco interesante con pulsaciones mágicas.

Ron la comparó con los murciélagos en una ocasión. A ella no le agradó la idea, pero viéndola
emitir una vibración a través de un sonorus para recibir las "respuestas" del edificio, sí tenía que
admitir que poseían cierta similitud.

—No me gusta este sitio, Harry —McCarthy se detuvo para fruncirle el ceño a la nada. Se agachó,
presionó la varita en el suelo y "vibró" por unos segundos más.

—¿Qué tiene? —Harry mantenía su propia varita en mano, buscaba focos de magia con los lentes
y examinaba su entorno, en caso de que hubiese una sorpresa allí de la Cofradía.

—Muchos fantasmas en el sótano.

El sótano fue el lugar donde quedaron atrapados los magos que murieron quemados. De alguna
manera, se bloqueó la salida incluso para Apariciones y era lógico que sus almas siguiesen
vagando por ahí.
Para los "pulsos" de McCarthy, los fantasmas eran una respuesta débil y escalofriante que la
incomodaba. En especial si eran tantos de ellos.

—Está bien —Harry se ablandó y le dio un leve apretón en el hombro—, prueba con las paredes si
te sientes mejor así. No creo que alguien se haya metido al sótano sabiendo lo que pasó aquí, pero
yo puedo revisar por mi cuenta después. No te fuerces.

La bruja asintió, se levantó y tanteó con las manos para abrirse paso a la pared más cercana sin
chocar con las sillas quemándose. Distinguió los puntos de mayor concentración de fuego por el
calor y se alejó lo suficiente para no tener que usar una mascarilla para el humo.

Harry volvió a comprobar el lugar con un hechizo de rastreo, miró a McCarthy tocando las paredes
en busca de una señal, y sólo cuando se sintió seguro de que no había nadie más, caminó hacia la
puerta de madera que cerraba la entrada en el suelo al sótano.

Apenas la abrió, percibió una disminución en la temperatura que lo rodeaba.

—Voy a bajar —avisó, echándole otro vistazo a la bruja—. Cinco minutos máximo, McCarthy.

—Puedo quedarme sola un momento, Potter —Ella soltó una risita, pero sonaba agradecida por su
preocupación. Hizo un gesto en dirección a su voz para que se apurase y siguió tanteando la pared.

Harry observó el final de las escaleras a medio deshacer y se preguntó si Skeeter tenía razón sobre
su psicótico deseo suicida. Prefirió crear escalones de magia para bajar.

En el sótano, oía el crujir de madera quemándose. Los fantasmas eran figuras traslúcidas que se
apilaban unas sobre otras, en un incendio eterno. Las llamas eran altas en las esquinas, el techo
cedería en cualquier momento sino fuese por los hechizos que se lanzaron durante la construcción
del lugar para evitar derrumbes y el humo espectral hacía difícil que distinguiese gran cosa.

Harry empezó a moverse entre cuerpos fantasmales y humo, luego de ponerse una mascarilla
mágica. Sus lentes enloquecieron y apuntaron focos de energía en cada rincón, incluso dentro de
las llamas, pero no, no tenía intenciones de buscar en el fuego.

—¿Hola? Disculpen, ¿hola?

Algunos fantasmas sólo se encontraban ahí, de pie, mirando a la nada y sin ninguna reacción.
Otros revivían el momento del incendio, retorciéndose en un fuego ya consumido a medias y
gritando en silencio. Ninguno era una imagen agradable.

Decidió que le mandaría un patronus a Luna apenas hubiese salido de ahí. Era la única
fantasmalóga certificada que conocía. Se sentiría muy mal cuando supiese de las almas atrapadas
allí.

—¿Hola? —Harry inhaló profundo y se sintió culpable desde antes por lo que haría—. ¡Quiero
saber sobre la Cofradía!

Eso fue lo que los alteró. De pronto, los gritos ya no eran silenciosos e incluso los fantasmas
taciturnos se movieron. El sótano se sumió en el pánico y Harry quedó atrapado entre humo y
muertos.

—¡La Cofradía, ya viene la Cofradía…!

—¡Ayúdanos, ayúdanos…!
—¡Dijo que estaríamos a salvo!

—¡Prometió que estaríamos a salvo!

Escuchó voces de niños entre ellos y su pecho se apretó.

—¡Les gusta quemar brujas!

—¡En la pared…! ¡Lo puso en la pared detrás del altar! ¡Se suponía que…!

Harry intentó concentrarse en la última voz e ignorar el resto. Ese fantasma aún tosía, como un
reflejo de lo que su alma recordaba de sus últimos segundos con vida.

—¡Se suponía que…!

No podía entender lo que decía después de esa frase. A pesar de que se deslizó entre los fantasmas
para buscar al dueño de la voz, parecía cada vez más lejano, y pronto descubrió que se había
distanciado demasiado de las escaleras.

—¿Harry? —McCarthy lo llamó desde la salida—. Oye, ¿estás bien o tengo que llamar a un
medimago?

—Sigue hablándome —pidió Harry, que empezó a avanzar sobre sus pasos, siguiendo su voz para
regresar a las escaleras.

Siempre odió ser atravesado por fantasmas. Sospechaba que ni siquiera en Hogwarts hubo tantos
que lo atravesaran como si nada.

Llegó a las escaleras sintiéndose agotado por el ambiente cargado de desesperación y McCarthy
tanteó el aire con una mano para buscarlo tan pronto como oyó sus pasos subir. Harry la sujetó y
dejó que lo ayudase a salir de ahí. Cerraron la puerta juntos.

La bruja se estremeció de forma exagerada y emitió un sonidito de desagrado.

—Encontré algo detrás de la mesa larga —McCarthy fue criada por magos, no entendía sobre la
estructura de una iglesia—, ¿y tú qué tal?

—Fantasmas traumatizados, fuego eterno sin apagar…oí algo sobre el altar. ¿Qué hay allí?

Los dos subieron los escalones que separaban la "mesa larga" del resto y la bruja se acercó a una
caja dorada incrustada en la pared. Pensó que la abriría, pero en su lugar, presionó ambas manos
un poco por debajo durante unos segundos. Luego las levantó y golpeó la pared con las palmas,
enviando otra pulsación.

Una segunda caja se reveló bajo la dorada, más pequeña, y con una clara aura mágica que fue
detectada por sus lentes. La primera barrera debió ser pensada para impedir que la viese cualquiera.

McCarthy se agachó un poco y la abrió. Mantuvo una mano abierta frente al interior para sentir el
nivel de magia del contenido, luego buscó a Harry, girando la cabeza hacia un lado.

—Harry, no sé, pero…esto es raro incluso para ser una iglesia, ¿no?

Harry se agachó junto a ella. No supo qué responderle cuando observó la copa. Ancha, de un
plateado sucio, con dibujos en los bordes y un poco de líquido todavía dentro.

Tras asegurarse de que no estaba maldita, Harry la sujetó usando guantes y la sacó de la caja en la
pared. El líquido era claro y tenía hilos plateados flotando dentro, envueltos en una barrera que
evitaría que se derramase incluso si se volteaba la copa.

Recuerdos. Alguien apartó unos recuerdos y los guardó allí.

Harry le pasó la copa a McCarthy y examinó mejor la caja. Estaba llena de hechizos para evitar
cualquier tipo de daño. Incluso detectó uno que haría que personas con ciertas características no
pudiesen abrirla; en muchos casos, se usaba en tesoros para alejar a quien los codiciaba.

—¿Notaste algo además del fuego, los fantasmas y esto?

McCarthy negó. Harry entonces sincronizó sus lentes a la tablet que llevaba, tomó algunas
fotografías de la caja y su tapa, y se irguió.

—No creo que haya mucho más para nosotros aquí. Podemos volver después si notamos algo, las
barreras antimuggles seguirán ahí, lo importante ahora es esa copa.

—¿Crees…? —McCarthy titubeó—. ¿Crees que tenga recuerdos del día del incendio?

Harry esperaba que no. Creía haber superado el límite de catástrofes relacionadas a incendios que
tenía para toda su vida.

McCarthy se fue al Ministerio para registrar la copa como un objeto posiblemente relacionado a un
caso y Harry a San Mungo para encontrarse con Ron.

—0—

Ron tomó la sabia decisión de mandar Aurores a las puertas de los cuartos de los criminales que
encontraron esa mañana. Algunos reporteros, Skeeter entre ellos, ya rondaban por el pasillo.

Cuando Harry se acercó desde el área destinada a las Apariciones, nadie lo detuvo al ver su
uniforme y el broche. Pero Skeeter sí que lo siguió, hasta que los Aurores en la puerta le
bloquearon el paso.

—¡Harry, Harry! —llamó, con tono cantarín—. ¡El público necesita saber! Seguramente no le
negarías una entrevista a una vieja amiga…—Por la mirada que Harry le echó, lo cambió a:— a
una vieja y muy, muy buena conocida.

—Puedo hacer lo que quiera —alegó Harry, encogiéndose de hombros—, tengo una patológica
necesidad de atención, ¿no? Si la mando a la mierda ahora, sólo estaré buscando más atención.

Se despidió de ella con un cabeceo y cerró la puerta. Les dieron a los criminales cuartos dobles
para que fuese más fácil vigilarlos, las ventanas de paisajes mágicos no servían para escapar, el
baño tenía barreras que llamarían a un enfermero para acompañarlos dentro, y los despojaron de
sus pertenencias.

Viendo a dos de ellos tirados en la cama con su ropa de hospital, casi parecían víctimas comunes.
Harry respiró profundo, se armó de paciencia y caminó hacia la bruja.

La conocían como Liva. Ya estaba consciente de su entorno y miró a Harry con cautela, mientras
este arrastraba una silla junto a su cama. Le mostró su varita y luego la guardó en su manga, todo
frente a sus ojos.

Era tan joven. Diecinueve años como mucho y doce muertes. Harry no era Ron, y aunque podía
imaginarse por qué lo hizo e intentar predecir lo que vendría después, no se sentía capaz de ver su
mentalidad como una secuencia lógica.

—Ron debe estar aquí en un rato.

La bruja se estiró en la cama igual que un gato perezoso, como si no le preocupase ser una
criminal bajo custodia y recién capturada. Conocía a Ron.

Con el tiempo, el nombre de Ron adquirió una nueva dimensión entre los de su tipo. Liva pareció
considerar algo y le pidió que se acercase con un gesto.

—No voy a acercarme lo suficiente para que puedas ahorcarme sin quitarte la intravenosa, Liva.

Ella le enseñó una sonrisita. Se recostó de lado, con el brazo de la aguja extendido.

—¿Quieres que te diga algo?

—Estoy aquí por lo que les pasó —aclaró Harry, en voz baja.

Liva meneó la cabeza y siguió sonriendo.

—No, porque si estuvieses aquí por lo que nos pasó, tendrías que hablar con todos, no sólo
conmigo.

—Empezaré contigo.

—Viniste directamente hacia mí, le cerraste la puerta en la cara a una reportera —siguió ella.
Tenía una voz melodiosa y algo infantil—, mi cama es la más alejada de la puerta. ¿Sabes qué
creo?

Harry suspiró.

—¿Qué crees?

—Creo que no te sientes incómodo conmigo, Harry. Eres el niño-que-vivió. Por supuesto que has
matado a alguien. No somos diferentes. Ellos —Apuntó de forma disimulada al mago al otro lado
del cuarto— sí lo son. Puedes decir que alguien roba por hambre, o que mata en defensa propia.
Pero no violas por hambre, ni para salvarte a ti mismo, y dudo mucho que debas defenderte de un
niño menor de siete años. Los desprecias más que a mí, eso seguro.

Él no dijo nada, sólo le frunció el ceño.

—Creo que ese es otro nivel de sadismo, y tú también lo piensas, así que vienes directamente hacia
mí, porque es más cómodo, es hablar con alguien a quien entiendes de cierta manera, y no con
alguien que actúa peor que una bestia. Y si yo te cuento lo que pasa, será mejor para ti. Aunque
intentes verte justo, mi palabra vale más que la de ellos para ti, Harry.

Harry apretó los labios y continuó sin decir nada, por lo que ella se inclinó un poco más hacia el
borde de la cama.

—Creo que entiendes ese nivel de ira, de dolor, de desesperación, cuando no hay salida, y lo único
que piensas es que eres tú o él, y si no eres tú, serán otros, ¿y qué te vuelve más cruel? ¿Matarlo
para que no mate a nadie, o dejarlo vivir para que dañe a otros? ¿Eres realmente bueno si dejas ir al
malo para que le haga algo a otros, o sólo te estás cuidando a ti mismo detrás de una moral
oxidada? ¿Nunca te has preguntado…?

—Yo creo que piensas que eres muy inteligente, niña.


Liva se enderezó tan rápido en la cama que tuvo que ahogar un quejido al tirar de su intravenosa.
Observó la puerta y Harry se giró para ver a Ron parado bajo el umbral, cruzado de brazos.

—Se supone que nos veríamos aquí —regañó a Harry—, que entraríamos los dos, no que tú
entrarías solo a escucharla y a ser manipulado.

—Hola, Ronie —Liva volvió a sonreír.

—Hola, mocosa —Ron levitó una silla junto a la de Harry y mantuvo un tono impasible que rara
vez adoptaba. Se dejó caer sobre el asiento, le dio otra mirada de reprimenda a Harry y se fijó en
ella—. Yo no quiero hablar con tus amiguitos, tú prefieres que hable contigo. Entonces habla.

Liva jugueteó con un mechón de su cabello rizado.

—¿Recibiste mis cartas?

Ron rodó los ojos.

—Eso es un "sí" —argumentó Liva—, ¿y…?

—Quemadas, por supuesto —replicó Ron.

—¿Las abriste al menos?

—¿Te parece que abriría las cartas de una asesina?

—No eres lindo, Ronie —masculló la bruja, formando un puchero.

—Créeme, tú te ves muy fea justo ahora. Habla y arreglaremos esto antes. Mantengo nuestro trato
del desmemorizador, si te comportas.

—Tal vez ya no quiera el desmemorizador y quiera conservar mi magia.

—Tal vez tengas que aprender a mentir.

Harry observó a uno y al otro, y en el fondo, creció su admiración por Ron. Cuando empezó a
"regatear" por la información, llevando a Liva cerca de algún tipo de acuerdo, él estuvo orgulloso
de poder decir que ese era su mejor amigo.

—Podría verte una vez cada seis meses, Ronie.

—Eso sólo sería si vas a Azkaban y durante las visitas para las investigaciones con los
psicomagos. Pediste el desmemorizador, Liva.

—¿Se me permite cambiar de opinión?

—En Azkaban conservarás la magia y los recuerdos.

—¿Podrías dejarme sólo la magia y no los recuerdos, cariño?

—¿Crees que soy un hada de los deseos? Son dos opciones, y agradece que Azkaban ya no tiene
dementores y básicamente vas a estar congelada bajo el agua…

—En serio no eres nada lindo, Ronie.

Veinte minutos más tarde, ambos se recargaban en una pared en el pasillo del área de los cuartos.
La prensa fue alejada, Harry se bebía un café asqueroso que les daban gratis a los Aurores cuando
pasaban por ahí y Ron se comía una bolsa de papas fritas.

—Hablará entre hoy y mañana —aseguró su mejor amigo, con calma—, le gusta hablar, la última
vez también hizo muchas preguntas antes de decirme lo que quería. Sólo está asustada y le toma
tiempo hacerlo.

—¿Asustada de la prisión?

—Alguien que ve a un Auror y le pide que le quiten la magia y la memoria es una persona muy
asustada, y no de Azkaban, Harry —Ron negó y extrajo un papel de su bolsillo—. Roman encontró
a Hemmings.

—¿Vamos mañana temprano? —murmuró Harry, después de ver que era una dirección.

Ron asintió y desapareció la bolsa de papas. Cabeceó hacia el cuarto.

—Vuelvo adentro, me tomará como, uh, una hora hoy. Le diré que mañana vendrás tú solo si no
quiere decirme nada.

—Me dijo algo sobre…

—Harry —Ron hizo una pausa cuando estaba por irse—, no la escuches. No puedes escuchar lo
que dice.

Harry arrugó el entrecejo y titubeó por unos segundos.

—Es que…es que tenía…una parte tenía razón, creo.

—Sí, lo sé —Ron se encogió de hombros—. Lo preocupante sobre ella es que mucho de lo que
dice tiene razón, de forma retorcida. No la escuches, en serio, no le des vueltas.

Puso una mano en el hombro de Harry y le dio un apretón tranquilizador.

—Cena con nosotros en la pequeña madriguera hoy, anda. ¡Y trae a Sirius!

Se despidió de él con estas palabras y Harry siguió dándole vueltas a lo sucedido, con la sensación
de haber encontrado algo. Sólo no podía definir qué todavía.

Regresó al Ministerio para el último informe del día.


La tienda de Maia

Draco utilizó unas horas libres en un día de semana para trasladarse hacia Londres sin llamar la
atención. Scorpius tenía ensayo con el club de teatro, Adhara lo acompañaba, y el único que tenía
una idea de su posición era Theodore.

Era la quinta vez que intentaba verla.

Se deslizó entre los callejones, alejándose cada vez más de las calles de locales "buenos", hasta que
el bullicio se redujo a un sonido distante y poco relevante. Usaba una túnica que desviaba la
atención y un hechizo que evitaba que fuese reconocido a simple vista y por la magia más regular.

No creía que hubiese una persona que quisiera ser vista yendo a buscar a Maia Hemmings.

Su destino era el local en una esquina, dos pisos, sólo uno de acceso al público. Polvoriento,
estrecho y abarrotado con antigüedades extravagantes de las que solían ser adquiridas por personas
lo bastante ricas para no saber en qué más gastar sus galeones.

Draco tocó la puerta con la varita, esperó la señal que avisaba que se abría y la empujó. En su
primera visita descubrió que si "entraba" sin aguardar el permiso, acabaría en una sala gris y vacía
desde la que sólo podía Aparecerse afuera.

Caminó rápidamente entre relojes viejos, un par de maniquíes con atuendos que tenían dos siglos
de edad y algunos artilugios de plata que le recordaron a los objetos que amaba su tía Bellatrix. No
era una buena señal. Alcanzó el mostrador y volvió a tocar con la varita.

Generalmente, la cabeza de vudú colgada en el umbral que daba a la trastienda lo echaría con
palabras groseras si Maia no quería verlo. Si insistía en quedarse, aumentaba de tamaño y abría la
boca para tragárselo. Acababa en la sala gris, de nuevo. Fue lo que le sucedió la segunda vez.

Draco sabía cuándo podía seguir siendo un malcriado y cuándo parar. En ese momento, se limitó a
esperar durante casi cinco minutos enteros, sin nada que hacer, además de escuchar el tic-tac de los
relojes más cercanos marcando cada segundo.

De pronto, la cortina de la trastienda se movió y Draco distinguió una cabecita rubia ceniza en un
niño que no pasaba de los tres años. Tal vez dos y medio. Le hizo pensar en Scorpius a su edad,
cuando avanzó con pasitos apresurados y torpes hacia el mostrador.

No podía apoyarse en la mesa y ver a Draco, pero eso no lo detenía. Intentó sostenerse del borde
para subir. Una parte de Draco, que extrañaba que su hijo fuese así de pequeño, quería levitarlo
hacia arriba para que lograse su objetivo y estuviese feliz. La otra le advertía de no jugar con niños
ajenos en un callejón tan peligroso.

Maia abrió la cortina de un tirón y encontró al niño todavía luchando por subir al mostrador y a
Draco mirándolo con una expresión mortificada. A pesar de que se dijo que sería malo ayudar, no
pudo evitar lanzarle un hechizo que suavizaría su caída si lograba abandonar el suelo de algún
modo y perdía el equilibrio.

La bruja lo notó enseguida. Deshizo el hechizo, cargó al niño y ladeó la cabeza para que no
alcanzase su cabello y jalase. Moviéndolo en pequeños saltos entre sus brazos, examinó a Draco
con atención. Sus ojos vagaron sobre el atuendo rojo, ahora que se había retirado la capa, a su
rostro, al atuendo, una de sus manos y después su cara otra vez.
—Es…el esposo de la bruja de la familia Greengrass. Astoria Malfoy.

Draco no tuvo que contestarle. Ella tocó el mostrador con su mano que podía liberarse, este se
dividió en dos para hacerle un espacio y de inmediato se giró. Maia se perdió en la trastienda,
cargando al pequeño que le contaba sobre un kneazle.

Tras un instante de vacilación, Draco la siguió. El mostrador se cerró detrás de él y Draco


aprovechó que le daba la espalda para enviar una señal mágica a Theodore. Al menos, así sabría a
dónde se estaba metiendo.

La trastienda era una versión más amplia y organizada del local delantero. Cientos de objetos y
miles de archiveros alineados, en una sala agrandada con tantos hechizos que los creadores del
Ministerio lo envidiarían.

Maia puso al niño en el suelo, le besó la frente y lo envió a jugar. El pequeño miró a Draco, se rio y
corrió hacia una puerta diferente a la que usaron para entrar, que se desvaneció en cuanto la cruzó,
poniendo distancia entre él y los adultos.

Draco habría hecho exactamente lo mismo con Scorpius.

Cuando la bruja se giró para encararlo, parecía que necesitaba comprobar algo en él, por lo que
permaneció tranquilo y quieto, con las manos a la vista. Los ojos de Maia volvieron a caer en su
mano. Era el brazalete lo que observaba con interés.

—Sé que tiene un trabajo casi legítimo…

—Es perfectamente legal —masculló Maia, de mala gana.

—Pero no ve a alguien con frecuencia y no tengo cita —siguió Draco, suavizando su tono. Agitó la
mano con el brazalete—. Esto lo hizo usted, ¿verdad? ¿Así me reconoció?

Maia torció los labios y asintió.

—Sólo…quiero algunas respuestas, es todo.

—¿Todavía funciona? —indagó ella, pidiéndole que se acercase con un gesto. Tan pronto como lo
hizo, Maia sujetó su brazo y se dedicó a examinar el brazalete. Lo confirmó por su cuenta y arrugó
más el entrecejo—. Oh, bien. Necesitaré un café para tener esta conversación.

Se dio la vuelta y empezó a alejarse, sin decirle nada. Draco asumió que debía seguirla. Que no
hubiese recibido una maldición que lo echase para atrás indicó que, probablemente, era lo que
Maia esperaba.

Resultó que existía una pequeña sala de estar en medio de los archiveros. Se encontraba en un
espacio redondo cubierto por una alfombra, con algunos muebles de tapicerías extrañas, un juego
de té y una máquina de café muggle adaptada para ambientes mágicos. Vio letreros con códigos
pegados a los costados de los archiveros y supuso que nadie más que ella entendería el método de
organización allí presente.

Maia se dejó caer sobre un sillón, agitó la varita y la máquina de café se puso en marcha. Draco
titubeó, hasta que notó que señalaba otro mueble. Entonces se sentó allí, y la observó levitar su
café y echarle un poco de whisky.

No habló hasta que llevaba dos sorbos. Maia subió las piernas al mueble, las cruzó y se inclinó
hacia adelante, con la taza entre las manos.
—¿Qué tan seguido la escuchas?

—Casi todos los días —respondió Draco, en voz baja.

—¿Por largos ratos?

—A veces.

—¿Durante cuánto tiempo se ha ido?

—Un par de días, una semana es lo máximo.

Maia asintió, despacio, y bebió más de su café alcoholizado. Draco también se inclinó hacia
adelante en ese instante.

—Mire, no quiero molestarla si tiene más trabajos, y lo que hizo es asombroso, pero —Suspiró—
me gustaría tener una idea de por qué mi esposa muerta no está muerta y habla conmigo a través de
un brazalete, ¿entiende? Creo que no pido demasiado con querer una respuesta para eso.

—Oh, no, es comprensible. Cualquier persona razonable tendría esa duda en su situación.

—Así que…—La alentó Draco.

—¿Qué le dijo ella cuando se lo dio?

Draco bajó la cabeza para ver el brazalete e hizo memoria. Fue unos cinco meses antes de su
"muerte", sin ceremonias, sólo agarró su brazo y comenzó a ajustárselo, mientras hablaba.

—"Estaré lejos un tiempo" —Draco arrugó el entrecejo—. Algo sobre…que podría saber de mí
mientras lo usara, que era una protección, y no sé, que serviría para hablarle, cosas como esa.

—¿No notó nada extraño en ese momento?

—Astoria adoptó a una tortuga mágica gigante durante casi un año e intentó incubar huevos de
fénix. Ella ya era extraña de por sí. Por eso nos casamos.

Se le escapó un bufido de risa con lo último. Maia lo vio en silencio por unos segundos.

—¿Cómo supo que no estaba muerta?

—Se deterioró rápido, pero estaba sanando, la urna no se abrió y el medimago no me dejó verla.
No soy tonto, ¿sabe? Cuando la escuché hablar la primera vez, creí que al fin me había vuelto
loco, pero después de analizarlo bien…intento pensar que tiene buenos motivos y no que fue algo
cruel. Ella no era una mujer cruel- yo no me habría casado con una persona cruel.

—Le diré lo que me comentó cuando mandó a hacer los brazaletes —explicó Maia—, sólo porque
ella previó que vendría. Todo esto es lo que me permitió que le contase, ¿de acuerdo? Y no tengo
respuestas más allá de esto, lo siento.

Draco asintió.

—Está bien, lo que sea…está bien.

Maia entrechocó las palmas. Hubo un sonido de un cajón abriéndose con fuerza y luego un
pergamino levitó hacia ella.
—Vino con su apellido de soltera. "Astoria Greengrass" llegó aquí el 29 de enero de este año, por
la tarde; traía una invitación. Las invitaciones sólo se las entrego a buenos clientes para que se las
den a magos que conozcan a los que pueda ayudar —indicó, fijándose en el pergamino que
desenrolló con cuidado. La taza de café casi vacía flotaba junto a su cabeza—. Después de una
conversación corta, me pidió hacerle un par de brazaletes mágicos "para empezar".

—¿Así que no son dos? —cuestionó Draco, frunciendo el ceño—. ¿Hay más?

Maia asintió, pero continuó hablando según su registro y no respondió a la duda obvia de Draco.

—Para los primeros dos, ya ha visto las especificaciones de diseño. Las propiedades son otro tema.
El que ella usaría es algo que llamo "brazalete amo", funciona como un "centro de mando" portátil
y puede conectarse con diversos brazaletes. El que usted lleva se conectaba al suyo en una
dirección; ella siempre podría acceder a la conexión entre ustedes, pero no al revés.

Eso explicaba por qué a veces le hablaba y no respondía hasta que "regresaba". Draco asintió de
nuevo.

—También tiene una importante función de protección. Astoria me habló al respecto —Repasó
unas líneas del pergamino con el índice—; me dijo que cuando acordaron su compromiso, tener al
menos un hijo era un objetivo para ambos, y su esposo insistió en que fuese un enlace mágico.

Draco emitió un vago sonido de protesta.

—El enlace mágico le da el mejor estatus posible a un matrimonio entre sangrepuras. Y a Scorpius
lo volvía heredero de inmediato. No podía dejar que Astoria o mi hijo no estuviesen dentro de mi
familia.

Maia casi sonrió al oírlo.

—El problema de este tipo de enlace es que el "hasta la muerte" es muy literal —Hizo una pausa—,
y ya que ella no está del todo…ida-

—Muerta —gruñó Draco—. No está muerta, ya lo he superado. ¿Pero cómo es que tampoco está
aquí? Alguien no se desvanece en el aire. Astoria- Astoria no era- no es el tipo de persona que nos
dejaría así. Incluso si ya no me quisiera a mí, no se iría de pronto y abandonaría a Scorpius, estoy
muy seguro de que me casé con una buena persona, ¿bien? Entonces…no entiendo por qué…

—Ella me dijo que estaba perdiendo su cuerpo físico —siguió Maia, más bajo—, no podía
decírselo a alguien cercano, fue parte de un…una especie de acuerdo. Y yo no era cercana a ella.
Se desvaneció, de cierta manera, y eso no es estar muerta; su enlace mágico lo reconoce y
continúan atados de algún modo. Por eso insistió en que el brazalete de su esposo necesitaba
hechizos de protección especiales. ¿No ha sucedido algo? ¿Ha…intentado quitárselo?

Draco recordó cuando lo intentó y tocó el brazalete con su otra mano.

—Esas cosas…

—No conozco todo el contexto —advirtió Maia, antes de agregar:—, pero, por lo general, cuando
alguien pierde su cuerpo físico, ya no puede estar en el mismo plano que nosotros. Un plano se
puede superponer a otro, pero siguen sin ser el mismo, y si su enlace continúa en
funcionamiento…lo lógico sería esperar que ambos lados estén en el mismo plano. Puede que un
plano sea más fuerte que el otro, que un brazalete atraiga a su compañero, o que…los dos se vean
jalados hacia el plano del otro, pero ya que ella no puede estar aquí sin un cuerpo…entonces la
otra parte del enlace, sin una protección, puede caer en ese plano. Y quizás…llamar a lo que esté
allá. Eso último es una suposición, claro.

Maia torció los labios y revisó el pergamino de nuevo.

—Mandó a hacer varios brazaletes más a lo largo de los meses, hasta el comienzo del verano. Dijo
que se iría este verano. Cada brazalete tiene una función y todos se conectan al suyo. Ella los
buscaba, no puedo decir quién los usa o dónde están; eso no lo sé. Eran ajustables y no los puedo
rastrear tampoco.

Draco apenas escuchó lo que vino después de eso. No le interesaban los demás. Astoria hizo cosas
que carecían de sentido para él desde el preciso instante en que se le acercó y le habló después de
la guerra.

Siempre pareció tener una razón y era tan testaruda. Lo único con lo que cedió fue el enlace
mágico y el segundo nombre de Scorpius.

Quiso reírse de que fuese lo primero lo que lo metía en este problema, pero no le salió ningún
sonido. Por mucho que lo intentó, no conseguía que Astoria hablase de por qué era una voz
saliendo del brazalete y al final tuvo que rendirse. Lo único que pudo darle fue un nombre. Maia
Hemmings, la bruja frente a él.

Astoria lo organizó de manera tal que tuviese la protección y pudiese enterarse de la existencia de
Maia, la persona que tenía las respuestas que dejó, cuando fuese necesario. No antes. No después.

Sonaba a algo planeado por ella, admitió Draco. El motivo era lo que lo preocupaba. ¿De qué se
estaba perdiendo?

Maia paró de hablar y giró la cabeza hacia un grupo de archiveros idénticos a todos los demás a
ojos de Draco. Enrolló el pergamino, se bebió lo que quedaba de su café de un trago y le frunció el
ceño a Draco.

—¿Trajo Aurores?

Tan pronto como lo dijo, se levantó de un salto y agitó la varita. El pergamino voló de regreso a un
archivero y pronto los muebles empezaron a hundirse y desaparecer en el suelo. Draco cayó
sentado en el piso cuando el sillón también se fue. La sala se encogía deprisa y el lugar era un caos
de movimiento.

—No traje a nadie —juró Draco, deprisa, antes de que pensase que era buena idea que el suelo se
lo tragase también—, vine solo…

Maia convirtió el archivero en una pequeña trastienda común, agarró su brazo y lo levantó de un
jalón. Empezaron a moverse mientras soltaba maldiciones. Draco casi tenía que correr para
seguirle el ritmo.

—¿No dijo que era perfectamente legal todo?

—¡Tenía una maldita casa de apuestas y un refugio de sicarios, claro que no es perfectamente
legal! ¡No sería mío si fuese completamente legal! ¡No sé cómo hacer las cosas a la manera
"legal"! —Maia abrió una puerta diferente a la de la tienda, gritó algo en lo que a Draco le sonó a
irlandés y la cerró de inmediato. Luego lo arrastró hacia la tienda de antigüedades.

Cuando los Aurores cruzaron las barreras con el permiso de la tienda, Maia se encontraba detrás
del mostrador y un confundido Draco Malfoy frente a ella, viendo los relojes de bolsillo que le
mostraba y sin estar seguro de qué pasó o cuándo llegó ahí.
—Este incluso tiene cierta similitud con un giratiempo —agregó Maia, con una sonrisa
encantadora que la haría pasar por una excelente vendedora.

Oyeron una campanilla y pasos acercarse. Maia vio al Auror y soltó un "ah". Después le lanzó el
dichoso reloj similar a un giratiempo, que el Auror atrapó en el aire.

—¡Pudiste haber avisado y no me hubiese movido tan rápido, Potter!

—Es la segunda vez que pasamos, Maia —Harry sonó divertido al devolver el reloj al mostrador.

—¡Precisamente eso me alteró! —reclamó la bruja, llevándose las manos a la cadera—. Dos
Aurores pasando frente a mi tienda dos veces en un día y además se detienen frente a la puerta.
Dime si hay alguien en esta calle a quien no le dé nervios eso. Hola, rojito —saludó con un
cabeceo al Auror que venía detrás de Potter—. ¡Saben que si usan los broches de Auror, mis
barreras los toman como amenaza! Podrían venir en ropa casual y asunto arreglado, chicos. No
tengo edad para aguantar tantos nervios, ¿saben?

—Estamos aquí por una investigación oficial y tenemos que usar los broches, por si acaso —aclaró
Ron, en tono de disculpa. Luego se fijó en Draco—. Malfoy.

—Weasley.

—¿Qué haces aquí, Malfoy? —Harry no sonó cauteloso, sino interesado. Debió pensar que no era
el tipo de lugar en que lo encontraría.

Draco abarcó con un gesto los relojes que Maia puso frente a él a toda prisa.

—Miro relojes. ¿Ya tienes que cambiar tus lentes?

—¿Qué tienen sus lentes? —Maia frunció el ceño enseguida—. Yo los hice. Aunque hubiese
preferido que no fuesen redondos, pero ya qué.

—Podemos hablar también de los lentes —alegó Harry—, en privado, Maia, por favor.
Esperaremos si estás ocupada.

La bruja observó a Draco, que sacudió la cabeza. Ya tenía suficiente por un día. Ella no podía
decirle nada que no supiese, la voz no estaba presente y prefería estar en Hogwarts antes de que
terminase el ensayo de su hijo. Quería ver a Scorpius recitando algunas líneas; su emoción en el
escenario le alegraba el día.

—Esperen un momento —Maia regresó a la trastienda, abandonando a dos Aurores y un ex-


Mortífago frente al mostrador.

Harry los vio a ambos e intentó sacar una conversación.

—Maia hace cosas fantásticas, Malfoy. Puedes elegir un reloj o traerlo y ella lo convertirá incluso
en una escoba con tres movimientos, ya lo vi, una amiga tiene uno que se extiende así.

—Sorprendente —admitió Draco, en voz baja. Y de vuelta al incómodo silencio.

Maia regresó con un pergamino enrollado y una pequeña caja. Puso ambos en el mostrador, frente
a Draco.

—Eso será todo, señor Malfoy. Hay un código de la red mágica en el pergamino para que me
contacte si tiene preguntas sobre su funcionamiento. Gracias por la visita.
Draco recogió el pergamino y la caja, la observó unos segundos en busca de alguna señal de qué
era lo que le daba y luego giró para despedirse de los Aurores.

Se sentía increíblemente cansado cuando abandonó el local.

Dentro, Ron esperó a que el mago se hubiese Aparecido lejos de ahí para indicarle a los otros dos
que podían empezar a hablar.

Harry se retiró los lentes y se los tendió a la bruja, que comenzó a revisarlos de inmediato. Era la
mejor forma de conseguir algo de ella.

—Un grupo dejó unos mensajes que sólo pudimos ver gracias a la función de desencriptar de mis
lentes, Maia.

—Cada día me sorprendo más de mis propias habilidades, eh —Ella se rio. Tocó el costado de los
lentes con su varita y enseguida estos se dividieron en siete pedazos para que pudiese examinarlos
a gusto.

Harry tenía dificultades para identificar más que piezas pequeñas con su visión borrosa.

—Esos mensajes los dejó una tal "Cofradía" —siguió Ron, recargándose en el borde de acero del
mostrador— y la única persona que menciona una Cofradía en nuestros registros eres tú, Maia.
Hace tres años, después de una revisión de rutina, cuando los Aurores creyeron que volviste a
esconder sicarios en tu casa.

—Lo recuerdo —Maia bufó—, tenía una barriga enorme y ni siquiera me dejaron terminar de
comer, ni ir al baño. Debería estar en contra de los derechos de una mujer embarazada que no la
dejen ir al baño.

—Fue por el anterior jefe de la división —explicó Harry—, lo removieron del cargo hace dos años.
Ahora hay alguien más lidiando con los reincidentes.

—No soy una reincidente.

—No estamos diciendo eso —Harry le habló con suavidad—, pero estamos preocupados, Maia. La
Cofradía reveló magia a los muggles y atrapó a criminales que escaparon de los Aurores.

Maia juntó las manos y las piezas regresaron a su posición anterior poco a poco. Le colocó los
lentes a Harry, quien parpadeó hasta que se acostumbró a ver de nuevo.

—Alguien dijo una vez que quien no castiga el mal, ordena que se haga —susurró Maia.

—Estamos de acuerdo —Ron asintió—, ni siquiera tengo un problema con el asunto de entregarle
criminales a los Aurores. La comunidad mágica sabe que no nos damos abasto a veces, somos muy
pocos desde la guerra. Pero el Estatuto del secreto existe por un motivo.

—No buscamos perseguirlos y meterlos a Azkaban, ni una nueva guerra con un grupo mágico —
aclaró Harry—, sólo queremos saber quiénes son, por qué lo hacen, y si es posible, hablar con
ellos. Todavía no hacen algo que pueda ser considerado un crimen irreparable, así que si quieren lo
mismo que nosotros, podemos arreglar nuestras diferencias.

Maia torció los labios y lo consideró por unos segundos. Junto a Harry, Ron se movió para revisar
su tablet. Les dio la espalda al leer el mensaje y luego se fijó en Harry, con una expresión severa.

—El jilguero se fue.


Ron tomaba notas aparte de los criminales con que trataba y usualmente las guardaba bajo apodos.
"Jilguero" fue el otro nombre que le dio a Liva.

—Vuelve —indicó Harry, asintiendo. Tuvo que controlar la ansiedad que lo aceleró por dentro,
consciente de que Maia estaba pendiente de cada microexpresión y cambio en sus voces—, yo
hablaré con Maia otro rato.

Ron asintió, se despidió de la bruja y salió del local. Se Apareció en la calle de inmediato.

Maia se pasó unos instantes analizando su nueva situación en silencio.

—¿Lo planearon así para que me sienta más cómoda hablando sólo contigo o realmente es que
tienen ese tipo de suerte?

Harry se limitó a enseñarle una sonrisa. Ojalá fuese suerte y no una criminal que escapaba de San
Mungo, alrededor de una hora después de haber hablado con Ron.

—Créeme, lo que planeamos no suele salir tan bien.

Maia soltó un bufido de risa y negó. Se envolvió con sus propios brazos.

—Digamos que sé algo, Harry, pero si te cuento…

Harry se inclinó hacia adelante y simuló ponerse un cierre en los labios.

—Por favor, Maia, hablas con alguien que tiró abajo el techo del banco mágico con un dragón.
¿Estás metida en algo peligroso? No me digas que volviste a esas cosas, dijiste que querías cuidar
a Jim…

Ella sacudió la cabeza de inmediato.

—Me estoy comportando, quiero quedarme con mi niño. Es que sabes que…por los años que
estuve con el refugio, todavía hay gente que no es buena y se me acercan, confían en mí —Maia
también se inclinó hacia él—. Sabes cómo es, no te daré nombres y no te diré por qué me
buscaron.

Harry asintió. Confidencialidad básica en el negocio que Maia tuvo, lo entendía. De cierta manera,
prefería a los criminales de poca monta con ética y su propio código que a un loco como
Voldemort.

—La Cofradía existe desde hace mucho, Harry.

—¿De cuánto tiempo estamos hablando? Un aproximado…

—Unos veinte años.

Harry respiró profundo y se pasó las manos por el cabello. En veinte años, Grindelwald fue
conocido como el mago más tenebroso de su época y Voldemort ya tenía dos generaciones de
seguidores.

—¿Pero qué es, Maia? ¿Un movimiento, una secta? ¿Un…un Señor Oscuro?

Recordó el dolor en la cicatriz, la manera en que sangraba. Eso fue nuevo.

Si aparecía un nuevo Lord Voldemort y lo elegían otra vez, Harry no creía que pudiese repetir el
truco de morir y revivir el mismo día.
Maia se encogió de hombros.

—No sé demasiado, he oído que se mueven con cuidado. No han causado muertes, eso sí lo sé,
tengo varios contactos que se alejan de cualquier criminal que tenga sangre en las manos, y no me
han advertido de ellos. Pero sí te puedo decir que tienen gente, mucha más gente de la que te
imaginas.

—¿Y qué hacen? ¿Qué buscan? ¿Qué quieren? ¿Cómo puedo saber algo de ellos?

Maia titubeó.

—No sé —reconoció, con un leve tinte de irritación. No le gustaban esas palabras—. Pero…me
invitaron.

—¿A unirte? —Harry lo consideró—. Unirte por invitación…suena a una especie de grupo de élite,
¿no? ¿Cómo fue la invitación?

—Correo normal, colado entre las cosas de la tienda. Su líder me conoce, dijo que me considera
hábil e inteligente, pero yo no tengo idea de quién es —Maia negó—. La invitación era para una
reunión en que podría saber más de ellos, la información ahí era muy poca. Me parece que cuentan
con que el nombre de su grupo haya llegado a mis oídos primero, así ellos sólo aparecen, extienden
la invitación y me esperan.

—¿Fuiste?

—¿Qué? ¡No! —Maia resopló—. Estoy intentando mantenerme tranquila, de bajo perfil, Harry.

Harry asintió, despacio.

—¿Eso es todo, Maia? Un grupo de veinte años moviéndose entre criminales no violentos…que de
repente expone la magia y reúne a asesinos de niños y violadores en un parque.

—Es lo que hay —lamentó Maia, en un murmullo—. Te pasaría la invitación, pero ya no está.
Podía responder directamente si quería ir o no y algún breve mensaje, luego de que escribí que no
iría, se consumió.

—¿Se quemó?

—Sí.

—¿El fuego era rojo?

—Azul.

Los dos usos más conocidos del fuego azul en el mundo mágico eran el círculo de Gellert
Grindelwald y el cáliz de fuego del torneo de los Tres Magos, por buenas razones. No cualquiera lo
creaba. Ni lo podía manipular.

—Gracias, Maia.

—Me hubiese gustado ayudarte más —protestó ella, seguido de un suspiro—, estaré pendiente de
si me entero de algo, pero preguntar por ahí después de rechazar la invitación y que viniesen
Aurores…

—Lo entiendo, no lo intentes. Sólo escucha con atención a tus amigos de ese tipo, eso es más que
suficiente ayuda, ¿sí?
Maia le regaló un nuevo producto para limpiar los lentes sin dañar sus mecanismos mágicos y
esperó a que se Apareciese en la calle para volver a la trastienda.

Harry fue a San Mungo. Algunos Aurores alejaron a la prensa, los medimagos estaban alterados y
Grayson Jr. parecía al borde de un colapso, su cara poniéndose más pálida al verlo acercarse.

—¿Qué pasó con Liva? —exigió saber Harry, sin detenerse. Le pasó por un lado y el novato tuvo
que correr detrás de él.

—¡Utilizó magia sin varita! El Auror Weasley nos había advertido que podía intentarlo, mi pad- el
jefe Auror creyó que no sería demasiado fuerte por lo joven que era Liva. Dejaron un Auror extra
en su puerta. Liva usó la magia en sí misma…

—¿Cómo?

—No estamos seguros, pudo haber aplastado algo en su propio cuerpo, daños internos menores
pero se vio, bueno, alarmante. Escupió un poco de sangre y su ritmo cardíaco se elevó, así que los
medimagos entraron corriendo.

—¿La sacaron?

—Sí, temían que pudiese ser un daño interno grave, la llevaron para hacerle unas pruebas.

—¿Cuándo desapareció?

—Nadie lo sabe con certeza, el lugar era un desastre, hay más pacientes, señor- se comprobó que
no tenía nada importante, y puff, de repente la camilla estaba vacía. Incluso dejó su ropa y su varita,
señor.

Harry se paró bajo el umbral del cuarto en que dejaron a Liva. Su compañero aún estaba allí, en la
otra cama. Ron observaba el espacio vacío en que debía estar la segunda camilla y asentía a lo que
un medimago le explicaba, ceñudo.

—¿Qué estás haciendo? ¿Ya empezaron a buscarla? ¿Cerraron un perímetro alrededor de San
Mungo? ¿Había Aurores en la zona de Aparición? Si es así, tuvo que salir por otra parte, y uno no
se puede aparecer afuera, son casi dos kilómetros bajo la barrera antiaparición y ella debía estar
cansada todavía.

El novato empezó a boquear. Harry contó hasta diez en su cabeza y se abstuvo de agregar más,
sólo porque Ron caminó hacia ellos. El medimago le había dado la bolsa con los artículos que Liva
llevaba cuando la ingresaron, incluida una varita de cerezo.

Grayson Jr. prácticamente huyó cuando se reunieron para decirle a los Aurores la información que
Harry acababa de darle. Como Ron llegó antes, supuso que ya les habría dicho, así que no vio caso
en ir con los demás.

—¿Crees que…?

Ron meneó la cabeza antes de que pudiese terminar su pregunta.

—Ya habló, ya durmió, comió algo. Y ya se fue.

—¿Cómo salió?

—Del hospital no estoy seguro todavía —aclaró Ron, extrayendo la varita de la bolsa. Se la mostró
—, pero por lo demás…debe estar lejos en el autobús noctámbulo. Esta no es su varita, su varita es
de madera blanca con toques de plata, me la presumió cuando hablamos por primera vez. También
desapareció la maleta de un paciente que estaba por salir hoy.

Un lumos y una maleta, no se necesitaba más para llamar al autobús. Sería fácil cambiarse de ropa
con magia y la maleta debía tener al menos unas monedas. Conociéndola, habría ido tan lejos
como el dinero que robó le permitió.

—La perdimos, ¿cierto?

—La perdimos —aceptó Ron, en tono plano—, está claro que Grayson no leyó mi informe sobre
no menospreciarla y se confió en que una bruja de diecinueve años no escaparía de un hospital
lleno de Aurores. Compañero, apúrate y quédate con el puesto de jefe, ya no lo aguanto.

—¿Yo? —Harry arrugó el entrecejo—. Yo estoy esperando que tú tomes el puesto —Tomó la
falsa varita de su mano y empezó a moverse por el pasillo—. Averigüemos quién perdió su varita
antes de que Liva llegase aquí. Maia me contó algunas cosas, tenemos que buscar habilidades de
fuego azul, al menos de un nivel medio, que puedan usarse en otros objetos y posiblemente a la
distancia.

—Le diré a Roman —Ron asintió—. Llamaré al autobús noctámbulo, revisaré el área alrededor de
San Mungo con los demás por si acaso, y pondré mi conversación de esta mañana con ella en un
Pensadero para que la oigas.

—¿Te contó lo que les pasó?

—Sí, de eso también. Hay mucho "bla, bla, bla" de por medio, pero está lo que importa.
Trabajaremos en base a eso mientras investigamos más. ¿Cuándo quieres hablar con los otros
criminales?

Harry emitió un vago sonido de protesta.

—Empezaré hoy, mientras Roman busca a la persona de la varita perdida y tú al jilguero.

Cuando regresó a casa ya era un poco tarde y Sirius había hecho un desastre en su cocina al
intentar preparar una tarta de melaza.

—¡Lo arreglaré! —aclaró enseguida, agitando las manos en su dirección—. ¡Son sólo algunos
hechizos, no te preocupes…!

Harry se tiró en el sofá, lo observó limpiar la cocina con más de diez hechizos y sonrió cuando
levitó hacia él una porción de tarta de melaza.

Esa noche, tendría un sueño extraño que no recordaría por la mañana.


Frente al espejo

Harry observó el recuerdo por tercera vez. Ron se aseguró de entregarle los pedazos que valían la
pena, pero todavía podía observar parte de sus interacciones.

En el cuarto de San Mungo, Ron colocaba un muffliato y levitaba una silla junto a la cama. La
memoria se movía un poco más deprisa cuando Harry extendía las manos y simulaba "deslizar" la
imagen frente a él, hasta un punto en que Liva ya estaba sentada contra las almohadas.

—¿Me contarás sobre ellos?

La voz de Ron era tranquila y la bruja movía la cabeza de lado a lado, en un gesto que no era del
todo negativo, pero la hacía lucir poco entusiasmada con la idea de platicar.

—¿Son malos? ¿Qué pretenden al reunir criminales en un parque muggle?

—Define "malos" —pidió ella, con suavidad.

—Sabes lo que quiero decir con eso, Liva.

—¿Pero qué es "malo"? —Liva se inclinó hacia un lado, todavía sobre las almohadas—. ¿Malo
como un asesino serial? ¿Malo como alguien que secuestra niños para torturarlos por placer?
¿Malo como un funcionario del Ministerio que arregla un asunto político y después va a casa a
golpear a su hijo? ¿Malo como los medimagos que no se preocupan por los motivos por los que
llega una persona completamente cubierta de heridas?

—He investigado a los funcionarios que me has mencionado por actos violentos y corrupción —
Ron contuvo el aliento un segundo y después asintió—, tenías razón, ¿feliz?

—No, Ronie, no estoy feliz —replicó Liva, entre dientes—, no me hace feliz que el lugar que se
supone que busca justifica y equidad tenga a ese tipo de gente y nadie le preste atención hasta que
me dejo atrapar un rato para hablar contigo. Ni que todavía haya de esos.

—¿Quiénes?

Liva meneó la cabeza.

—Si no me dices quiénes son, no podré-

—No podrás igual —Liva volvió a negar—, lo último que he escuchado es de personas de muy
arriba, Ronie. Te van a echar si los investigas. Sería malo si te echan…

Ron resopló y se inclinó hacia adelante, tocando el borde de la cama para atraer su atención de
nuevo.

—Si la Cofradía estuviese llena de ese tipo de gente "mala", me lo dirías, ¿verdad?

Liva lo contempló en silencio por unos segundos. De pronto, asintió.

—Pero no quieres que los atrapemos —concluyó Ron, arrugando el entrecejo—, ¿a pesar de que te
secuestraron?

—¿Cuándo dije algo sobre ser secuestrada? —Liva se rio—. Ronie, cariño. Podría salir de este
hospital cuando hay diez Aurores en esta zona, lo sabes, ya me he ido de sitios peores. No me
agarran si yo no quiero.

—Así que supongo que te dejaste agarrar —Ron se enderezó y lo consideró un momento—, y estás
en este cuarto por voluntad propia. Y eso generalmente significa que quieres decir algo importante.

De la última conversación que Liva tuvo con él, Ron sacó una pista para encontrar a un mago que
escapó del área mental del hospital y cometió una serie de crímenes violentos. En la anterior a esa,
por lo que Harry sabía, fue que obtuvo los nombres de los funcionarios a los que echaron del
Ministerio los últimos meses por "comportamiento inapropiado", según la versión oficial de los
hechos.

—Podría haberte extrañado —Liva formó pucheros.

—Claro, te expusiste sin motivo alguno —Ron le dirigió una mirada incrédula que la hizo sonreír
—. Tú, que ya sabes que hay diez Aurores en esta zona, sin haber salido del cuarto.

—Me encanta hablar contigo, Ronald Weasley —Liva se estiró igual que un gato perezoso,
sonriendo. Tuvo que ser cuidadosa al reacomodar el brazo, por la intravenosa—. ¿Qué te parece
una galleta a cambio de una respuesta?

La memoria avanzaba hasta que Ron regresaba al asiento y arrojaba sobre la cama un paquete de
galletas de vainilla. Liva se lanzó sobre ellas de inmediato, rompió el empaque con los dientes y se
metió dos a la boca.

—Gracias, Ronie, me estaba muriendo de hambre, los medimagos pensaron que no notaría las
pociones en mi comida.

—¿Entonces no comiste?

Liva cabeceó hacia su compañero, que roncaba fuerte, mientras se metía otras dos galletas a la
boca.

—¿Por qué crees que no se despierta? ¿Me querían drogar acaso? ¿Qué tan legal es eso, Ronie?

—No mucho —admitió él, de mala gana—. ¿Vas a hablar ahora?

—Oh, sí, sí, encantada, Ronie. Me preguntaste si eran "malos" —Liva lo apuntó con una galleta—.
Digamos que…no lo creo. Por lo que escuché de ellos, yo diría que están en algún punto entre los
grupos que quieren unirse al mundo muggle, y tal vez los que cometen delitos menores como, ya
sabes, un par de galeones desaparecidos y eso, por ahí debe estar su nivel de "maldad". No sé si
permanecerán tan tranquilos —reconoció, poniéndose más seria.

—Alteraron un montón de parques, atrajeron a los muggles y colgaron criminales a plena luz del
día, ¿eso es estar "tranquilos"?

—¿Uno de los muggles resultó herido? Los colgados estamos vivos y sanos, ¿no? ¿Qué más
esperas del mundo, Ronie? Me trataron bastante bien —Liva se encogió de hombros.

—¿Cómo los conociste?

—Todo el mundo los conoce hoy en día, cariño, actualízate un poco, ¿quieres?

Ron decidió cambiar de enfoque.

—¿Desde hace cuánto los conoces? No dejarías que un desconocido te duerma y ate, estoy seguro.
—No estaba exactamente dormida —aclaró Liva—, sólo…no estaba despierta. Escuché de la
Cofradía hace unos dos años, por la época en que, bueno, eso. Ofrecían refugio.

—¿Refugio para personas que necesitan ayuda?

Liva asintió, distraída.

—Algo así. Lo llamaron "Neverland". ¿Te suena? Es de un cuento muggle.

—No me suena —admitió Ron, en voz baja—, ¿quieres decirme de qué trata?

—Según entiendo, un niño abandonado en un parque es encontrado por un hada que se lo lleva a un
mundo mágico en que nunca debe crecer. Y está a salvo. Eso ofrecían —Liva ralentizó sus
movimientos para que las galletas le durasen más tiempo—. No quise ir porque, oh, ya sabes, el
orgullo primero y eso, estaba muy segura de que lo resolvería. La Cofradía reunió a muchos chicos
jóvenes en ese momento, todos con magia, creo que el mayor no pasaría de los diecisiete años.

—¿Todos estaban en situaciones —Ron buscó las palabras— como la tuya?

—Algunos mejor, algunos peor, si es que eso se puede medir. A ustedes les encanta medir y decidir
quién está "peor", ¿no? —Liva rompió una galleta por la mitad y jugueteó con ellas un momento—.
Me pareció que tenían buenas intenciones entonces, ¿sabes? Es preocupante, todavía no encuentro
su defecto.

—¿A qué te refieres?

—El defecto en su discurso —explicó Liva, con calma—. Grindelwald hablaba de libertad y
seguridad para los magos, pero quería esclavizar a los demás seres vivos para servirnos. Voldemort
hablaba de la pureza de sangre, pero incluía matar a todo el que no cumpliese con el criterio de su
grupo elitista. Incluso Dumbledore, Ronie…la idea de la paz y seguridad para los nacidos muggles
y mestizos era genial, hasta que te dabas cuenta de que quería destruir las tradiciones sangrepura y
el mundo mágico dependía de unos adolescentes que después tendrían un trastorno de estrés
postraumático.

Ron eliminó una parte de ese recuerdo de forma intencional al pasárselo, por lo que Harry no podía
saber qué le respondió a eso. Luego la imagen regresaba cuando Liva seguía hablando.

—Todos los discursos tienen un defecto. No confío en un grupo sin haber oído el suyo. Por eso
acepté unirme a este jueguito; también me servía para verte y advertirte si había algo sobre lo que
advertir.

—¿Lo hay?

—Todavía no lo sé —Liva lució molesta al admitirlo—, no fueron precisos, pero lo que oí, lo que
me dijeron…estoy de acuerdo con algunas cosas, ¿sabes?

—¿Como cuáles?

—Por ejemplo, que alguien sin magia no sabe cuidar de un niño mágico. Que no está bien esperar
hasta los once años para explicarles la situación —Liva arrugó el papel de las galletas, lo lanzó a
un lado y sus uñas arañaron uno de sus antebrazo, hasta que empezó a enrojecer, mientras pensaba.

—Deja eso, Liva.

La bruja parpadeó y observó su antebrazo, como si acabase de caer en cuenta de que comenzaba a
sacarse sangre. En verdad se detuvo. Volvió a colocarse de lado y vio a Ron de nuevo.

—¿Podrías quitarme la magia y la memoria hoy mismo, Ronie?

Ron negó.

—Sabes que el proceso es muy largo, pasarías meses bajo custodia. Pero te prometo un buen sitio
mientras esperas, no tiene que ser Az-

Ella bufó y se puso boca arriba sobre su pila de almohadas, frunciéndole el ceño al techo.

—Tienen gente en el Ministerio y en todas partes, en general. Y planean algo para el treinta y uno
de octubre. Algo grande. ¿Te quejas de lo de los parques? —Lo vio de reojo y negó—. Preferirás
que hubiesen seguido jugando con los malditos parques.

—¿Sin detalles?

Liva negó.

—Tendría que unirme para saber más, Ron.

Se notaba que se había puesto de mal humor. Ron abandonaba su silla de nuevo, y aunque la
memoria que le entregó acababa ahí, Harry sabía que buscó más galletas para ella.

En el archivero del Ministerio, Harry sacó la cabeza del Pensadero y exhaló. Se secó el cabello, los
lentes y el rostro con un hechizo y contempló los hilos plateados que se deslizaban por el agua
durante un rato.

—Roman ya encontró algunos detalles del proyecto Neverland —Era la voz de Ron, acercándose
entre los estantes a la pequeña y desordenada oficina del Auror encargado de la información—; fue
un refugio para magos jóvenes en ambientes violentos. Todos hijos de muggles o mestizos que se
quedaban con parientes sin magia. Estuvo activo durante casi once meses hace seis años y por siete
meses más hace dos años.

—¿Y? —preguntó Harry, sin verlo—. ¿Qué le pasó?

—Se esfumaron. No hay nada antes o después de eso. Roman no ha podido identificar a los chicos
que entraron allí y a los que creyó encontrar les perdió el rastro, pero mientras el proyecto
Neverland estuvo activo, tuvieron una buena vida cerca de Botany Bay. McCarthy se ofreció a
visitar el lugar que quedó registrado como su domicilio para usar los pulsos.

Harry asintió.

—¿Qué hay de los recuerdos que encontramos en la iglesia?

—Siguen en la división de maleficios. No han dado la notificación de que sean seguros, Grayson
piensa que unos recuerdos malditos podrían causar algún tipo de daño mental y se encontró a un
psicomago que lo confirmó, así que…sólo podemos esperar que hagan mil pruebas.

—¿Los criminales que continuaban en San Mungo?

—Procesados, algunos enviados a Azkaban, otros a la nueva prisión.

Harry se giró y se recargó en la mesa sobre la que puso el Pensadero.

—Tengo algo que hacer hoy, pero quiero que acompañes a McCarthy a la casa del proyecto
Neverland, ¿puedes?

—Sí, claro —Ron asintió y metió las manos en sus bolsillos.

—Cuídala si hay fantasmas, ¿sí? Le dan una sensación muy desagradable.

—Lo sé, Harry, tranquilo.

—Bien, que Roman siga buscando información al respecto, esperaremos el veredicto de la división
de maleficios, me gustaría que me avisen si encuentran algo en la casa del proyecto Neverland.

—Cuenta con eso.

—Buscaré a los chicos del refugio cuando Roman tenga algunos nombres, voy a intentar hablar
con nuestros viejos informantes para saber más de la Cofradía y por qué nadie nos avisó de esto si
han estado tomando tanto poder…

Harry hizo una pausa, porque sabía que no le agradaría lo que iba a decir.

—¿Qué pasa? —Ron arrugó el entrecejo al ver su expresión, fuese la que fuese.

—Quisiera ver el archivo del jilguero.

—Pídele a Roman que te lo busque, le ha puesto tanta seguridad a este sitio que nunca encuentro
nada y ni un accio con la varita de sauco funcionaría-

—No, Ron, quiero el archivo del jilguero. No el de Liva.

No el que tenían en el archivero, la versión oficial.

—¿Quieres mi archivo? —Ron sonó incrédulo.

—Sé que Liva nunca te ha dado información que sea falsa, pero tú mismo me has advertido que es
muy lista y no habla de lo que no quiera o con quién no quiera hablar. Quizás —Harry se aseguró
de que su voz fuese suave y no una exigencia—, si tienes algo sobre el tipo de personas con que se
relaciona, podamos investigarlos a ellos también y buscar señales que nos lleven con la Cofradía.
Como ver al mensajero y no el mensaje para saber quién lo remite.

—No.

La respuesta de su mejor amigo fue instantánea. A Harry le tomó unos segundos asimilar que era
una negativa tan dura.

—¿Hay algo malo con mi razonamiento? ¿No crees que podría funcionar?

—¿Crees que Liva me diría quiénes son sus amigos? Todos los nombres que he registrado de ella
son falsos cuando habla de dónde saca su información y reales cuando está acusando a alguien del
Ministerio de cometer un delito: sólo por eso no he insistido en conseguir nombres que sé que no
me dará.

—Ron, acabo de ver el recuerdo. Por tercera vez —Harry negó—. Te cuenta mucho más de lo que
lo harían los otros.

—Exacto.

Harry frunció el ceño cuando lo vio dejar caer los hombros.


—No entiendo el punto, Ron. Sólo son unos archivos-

—Dije no. No, amigo —Ron meneó la cabeza—, respeta eso. Mis archivos son el resultado de
todo el trabajo desde que llegué aquí. Yo no te pido prestados tus lentes.

—Te los prestaría si pudieses ver con ellos —replicó Harry—. ¿Qué tienen unos…?

—Que no.

—¿Por qué? Estamos hablando de un grupo con intenciones desconocidas que ha trabajado por
años frente a nosotros, podría ser importante, podría ser grave, ¿por qué eres irracional justo hoy?

—Nadie más puede ver mis archivos, Harry.

—¿Pero por qué…?

—No, no entiendes —Ron exhaló, más cansado de repente—. Nadie más puede ver mis archivos.

—0—

Harry llevaba un minuto sosteniendo la página. Ninguna de las funciones de sus lentes le permitían
ver algo. Ni los hechizos que conocía lo ayudaban.

La carpeta del jilguero tenía sólo una hoja en blanco, para él. Se la regresó a Ron, irritado, y se
dejó caer sobre su silla, mientras él guardaba el "archivo".

Harry se retiró los lentes y masajeó entre sus cejas.

—¿Por qué…? Sabes que necesitas un registro que pueda ser revisado por el Departamento, Ron.
¿Qué opina Grayson de esto?

—No lo sabe, sólo sospecha que algo nada mal con mis registros. Pero no se atrevería a revisar sin
que le dé permiso.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Liva habla conmigo, no con Grayson. Lo mismo para los demás criminales que he tenido estos
años. ¿Sabes cuántos registros llevo? Grayson no podría hablar con ellos, eso cancelaría los
estudios de psicomagia criminal, afectaría el programa de criminalista de la Academia, la
información que recibimos de ellos para otros casos…

Harry se ajustó los lentes y casi sonrió.

—Eres el maldito centro de información sobre los peores criminales aquí, Ron.

Ron se encogió de hombros.

—Trabajé con ellos, Grayson no, ¿por qué sería justo que tome mis cosas? Cada archivo tiene un
código que sólo yo veo, Mione perfeccionó el hechizo para mí. Los códigos son un resumen de la
información completa, que está guardada en un lugar más seguro.

—¿Dónde?

Ron se tocó la sien.

—Me fue bien en oclumancia en la Academia, ¿recuerdas? Después de tener una parte de Quién-
Tú-Sabes colgando del cuello fue muy sencillo bloquear las demás cosas que querían entrar.

—Así que si necesito algo…

—Pregúntame —Ron ocupó la silla frente a él—, pero no está lo que quieres de Liva.

—Bien, ¿qué tienes de ella que diga algo sobre con quién puede reunirse, o a dónde va o…?

Ron adoptó una expresión de disculpa y Harry lo entendió de pronto.

—No quieres decirme, ¿cierto?

—Harás muchas preguntas, podría revisarlos bien por mi cuenta, en caso de haberme perdido de
algo, y si encuentro personas con la descripción que ella da, los investigaré y-

—O podrías trabajar conmigo. Como normalmente haces. O como creí que lo hacías, al menos.

—Siempre he trabajado contigo, compañero —Ron rodó los ojos—, es sólo que…hay ciertas cosas
que han sido sólo para mí, ¿entiendes? Por eso los archivos son tan secretos.

Ron lanzó un muffliato alrededor y se inclinó hacia adelante. Harry lo imitó por años de costumbre.

—Estoy trabajando en algo solo —admitió. Ya que Harry le dio una mirada amarga, volvió a poner
su expresión de disculpa—, perdón, perdón, ya- luego me regañas, ¿bien? Es muy, muy importante
para mí, amigo, y creo que…creo que, si lo hago bien, si lo resuelvo, podría tener una solución
para que haya menos criminales en los próximos años, ¿de acuerdo?

Harry soltó un "vaya".

—Eso…eso suena a algo grande, Ron.

—Lo es. Muy grande, amigo —Ron asintió—. Nunca intentaría obstruir un caso que tomamos
juntos, de verdad, lo revisaré e investigaré, pero no…no puedo darte demasiados detalles. Ha sido
muy difícil conseguir la información que tengo, y si sale de aquí —Tocó su cabeza—, todo este
trabajo podría sólo…puff.

—No le diría a nadie, Ron.

—Lo sé, amigo —Ron palmeó su brazo—, en serio, el problema no eres tú, son todos los demás. Y
prefiero que no caigas en esto, ¿sabes? A veces…a veces tengo problemas para dormir pensando
en esto, y no quiero eso para ti, esa- esa tortura mientras dura el proyecto. Ya…ya tú pasaste por
demasiadas cosas, y esta fue mi idea, yo lo empecé, yo puedo terminarlo. Quiero llegar a una
respuesta, y hasta entonces, mis archivos y las cosas- feas, y oscuras, y aterradoras que hay allí, son
cosa mía.

Harry asintió tras un momento. Luego se levantó de su silla y lo abrazó.

—Está bien, está bien, confío en ti, hazlo así… agh, pudiste haberme dicho antes algo de esto y no
habría insistido, Ron.

Ron le palmeó la espalda.

—Lo siento. Pienso que cuánto menos sepas mejor, hasta que tenga un buen resultado.

Harry volvió a asentir y se alejó de él para verlo de nuevo.


—¿De verdad no duermes bien? ¿Y Hermione no se ha dado cuenta?

—Es Mione —Ron rodó los ojos—, lo notó apenas empecé con esto. He probado como veinte
tipos de té mágico que se supone que ayudan.

—¿Y lo hacen?

—Algunas veces más que otras, pero eso también es cosa mía, compañero. No te preocupes, estaré
muy orgulloso cuando haya dado resultado.

Harry emitió un vago sonidito frustrado y no pudo evitar abrazarlo de nuevo.

—Yo te apoyo si ese es tu objetivo, Ron. Dime cómo ayudar si me necesitas un día, ¿sí?

—Por supuesto, serás el primero en enterarte.

—Después de Hermione, ¿no?

—Los dos al mismo tiempo. No es intencional, créeme, pero es que no le puedo ocultar ni lo que le
daré en su cumpleaños —Ron se rio. Él también.

—0—

Albus alzó el brazo un poco por encima del nivel de su cabeza y admiró, por primera vez, sus uñas
pintadas.

Se sentía bastante bien. Bastante feliz.

Libre.

—Es "verde Slytherin" —indicó Nesrine, cerrando el envase del esmalte. Había comprobado ser
una experta pinta-uñas por practicar tanto con su madre—, combina con tus ojos.

—Te lo puedo regalar, si te gusta —añadió Lily, con una sonrisita—, no lo vendo mucho, los que
más salen entre las chicas que conozco son el rojo Gryffindor, el azul Ravenclaw y los colores
"especiales". Rose convenció al tío George de sacar pinturas con lentejuelas y texturas cambiantes,
y les encantan.

Albus se mordió el labio y siguió viendo sus uñas. Sí le gustaban, el problema era el "pero" al
fondo de su mente.

—Lo pensaré, Lil.

Su dilema no eran las uñas. Teddy se pintaba las uñas. Usualmente de negro, a veces de colores
como el azul o el púrpura, y cuando estaba de un muy buen humor, de la combinación amarillo-
negro de su Casa.

Una vez incluso se paseó por ahí con las uñas de los colores del arcoíris y Harry tuvo que hablar
con un profesor de la Academia que lo suspendió; él creía que era "poco masculino" y Teddy le
contestó "pues yo pienso que usted tiene poca materia gris en el cerebro". Fue divertidísimo cuando
se lo contó a los pequeños Potter.

Durante el verano, también vio a Sirius Black pintarse las uñas de negro y rojo. A Albus le
quedaba claro que cualquiera podía ponerse algo de pintura.

Creía que lo "extraño", el "problema", estaba sucediendo dentro de él y nada tenía que ver con las
uñas y su color.

Era que un día estuviese feliz de ver su cabello crecer por la poción, relajarse dejando que Nesrine
lo peinase y a veces no tanto. Unas tardes era incómoda la idea de ponerse una falda y llevar
cabello largo, y cuando la profesora Cardella llamaba a "Ally", algo dentro de Albus parecía darle
un empujoncito.

Pero luego llegaban los días en que era bueno de nuevo. El apodo era lindo, encantador.
Agradable. Se quedaba viendo los uniformes de las chicas con un anhelo que era aterrador, porque
a su edad, debía preferir a las chicas, no la ropa que usaban.

Esa semana, en el ensayo en que tenía una escena en que se paraba demasiado cerca de Scorpius, se
distrajo un par de veces y llegó la temida pregunta.

¿Soy gay?

Luego Albus lanzó esto al fondo de su mente, porque no existía relación entre un tema y otro. Y no
quería tratar con el asunto de Scorpius sin haber resuelto este.

No, ni la ropa, ni el cabello, ni la pintura iban con ser gay. Albus conocía magos a los que les
gustaban otros hombres (como Teddy, Sirius, Lorcan Scamander), y lo único que tenían en común
era eso: atracción hacia los hombres.

Él no encontraba atractivos a chicos de su edad, e incluso si lo hiciese, mientras más vueltas le


daba, más se daba cuenta de que esto y quién le gustaba (o no) eran diferentes.

Lo que le pasaba estaba relacionado con la forma en que se veía a sí mismo. Llegó a esta
conclusión ese mismo día, con sus uñas todavía pintadas, de pie frente al espejo del baño de su
cuarto en las mazmorras, preguntándose si quizás quería ser una chica.

Albus se frunció el ceño a sí mismo y estuvo otro rato confundido con sus ideas.

No tenía ganas de probar las versiones de la poción del cambio de sexo.

Tampoco era como si nunca se hubiese sentido bien siendo un chico.

Se cuestionó si estaba a gusto con su cuerpo, y tras unos momentos de consideración, se dijo que,
bueno, no le haría mal seguir el ejemplo del tonto de James y ejercitar un poco para variar. Y tal
vez no era "perfecto". Pero sí, supuso que estaba bien con el conjunto general de lo que era.

Sólo que algunos días era "Ally". Y otros no.

Eso era todo. Lo único que pudo entender de ese examen de las últimas semanas y pasarse horas
pensando con los ojos en el techo de su dosel.

Cuando tuvo esta idea, Albus se vistió, salió del baño y fue hacia su cama. Tomó la tablet mágica
en el proceso. A Scorpius, en la cama contigua, le llamó la atención que empezase a teclear de
inmediato.

—¿Al?

Albus masculló una respuesta, con los dedos sobre la pantalla y el ceño fruncido. Recordaba que
Lily mencionó algo sobre los artículos que leyó, pero sólo Merlín sabía lo que su hermanita
Ravenclaw podía investigar cuando la dejaban sola con ese aparato.
—Al, ¿pasa algo? —Scorpius se había acercado e hizo ademán de rozar su mano, pero se detuvo.

Él levantó la cabeza y notó que Scorpius veía con curiosidad sus uñas.

De repente, Albus se congeló, la confianza se consumió y sus conclusiones parecieron perderse.

No digas nada desagradable, suplicó por dentro. Scorpius era sangrepura y su educación en casa
pudo ser un poco arcaica. Si él, entre todas las personas, pensaba que esto era raro, que algo
andaba mal con Albus o que estaba loco, no tenía idea de cómo reaccionaría.

Se dio cuenta de que estaba aterrorizado, por primera vez, de lo que su mejor amigo pudiese
pensar de él.

Scorpius sostuvo sus dedos y los movió con cuidado entre los de él. Abrió la boca y la cerró al ver
la expresión de Albus.

—¿Qué pasa, Al? ¿Lily te hizo una broma o algo así? —Intentó adivinar, frunciendo el ceño por la
confusión.

Albus sacudió la cabeza. El nudo en su garganta no le permitía hablar. Scorpius siguió jugando con
sus dedos.

—Es verde Slytherin, ¿no? —Scorpius sonrió—. Me gusta ese color. ¿Es…es que a ti no te gusta
o…?

—Me gusta —La respuesta de Albus fue apenas un hilo de voz, pero Scorpius pareció tan feliz de
oírlo que el pánico en él se duplicó, porque no entendía qué significaba esa reacción.

¿Es bueno? ¿Es malo?

¿Se está burlando de mí?

No, es Scorp. No se burlaría.

Di algo, por Merlín.

—Scorp, yo…ahm…uhm…

La manera en que Scorpius puso toda su atención en él, aún sonriendo y con esos ojos grises tan
amables, hizo que quisiera llorar.

—No sé…cómo decírtelo —Albus se rindió y bajó la cabeza. Soltó su mano y sujetó la tablet de
nuevo.

—Oh —Fue lo único que contestó Scorpius. Cuando lo vio de reojo, notó que tenía una expresión
pensativa.

—Pero te- te lo diré apenas sepa cómo —prometió Albus.

Scorpius asintió y le tendió su brazo. Tras una leve vacilación, Albus le sujetó el antebrazo. Una
promesa con el gesto del Juramento Inquebrantable.

—Cualquier cosa…puedes decirme, Al, ¿bien? En serio, cualquier cosa.

Albus asintió y apretó su brazo un segundo, antes de soltarlo.


—Lo sé, Scorp.

—¡Bien! —Scorpius se levantó de un salto—. Seguiré leyendo mientras haces eso, ¿me ayudas a
ensayar cuando termines, Al?

Volvió a asentir. Albus intentó encontrar respuestas a preguntas que no sabía formular en la red
mágica y Scorpius continuó fingiendo que no era demasiado obvio que su coprotagonista y su
mejor amigo eran la misma persona.

Pero algo se sentía un poco diferente.

Un detrás de escenas:

Albus: o tengo conflictos con mi género, o tengo conflictos con mi sexualidad, pero no ambos a la
vez. ATRÁS, SENTIMIENTOS POR SCORPIUS.

Scorpius: yo no noto nada, yo no noto nada…Albus es muy lindo…y Ally es muy linda…la, la, la,
no noto nada…
La lengua de las serpientes

Harry llevaba un par de días cambiando su apariencia para deambular entre los lugares del mundo
mágico a los que esperaba que sus hijos jamás llegasen, pero no creía que fuese tan malo como
para tener pesadillas.

Se despertó a mitad de la madrugada con la piel cubierta de sudor y el rostro húmedo. No eran
lágrimas. Se tocó la cara con los dedos, arriba, arriba, arriba, hasta que las yemas se le mancharon
con la sangre que salía de la cicatriz.

Empujó su cobija a un lado y salió de la cama para ir al baño a lavarse el rostro. Otra vez.

Dos veces en una semana.

Parado frente al espejo, comprobando que la cicatriz no derramaría más sangre, Harry le frunció el
ceño a su imagen.

¿Qué te pasa ahora?

Imaginó que le hablaba a esa maldita cosa y sintió más rabia al recordar que fue la señal de una
parte de Voldemort en él. Pero el Señor Oscuro hace mucho tiempo que ya no existía fuera de los
libros de historia y las pesadillas.

Cuando se lo contó a sus amigos, Hermione lo investigó y dijo que podía deberse a un vestigio de
magia asociada a su cicatriz. No tenía sentido. Acordaron que ella buscaría más información por su
cuenta y que Harry les avisaría si volvía a sangrar.

Si sólo hubiese sido una vez…

Harry negó, se lavó el rostro de nuevo y regresó al cuarto. Lo primero que hizo fue comprobar el
espejo reflector de enemigos.

Las sombras todavía estaban lejos. Sería una noche tranquila.

Intentó dormir un poco más para prepararse para el largo día que tendría por delante.

El sueño se repitió. Esa vez, no se despertó ni lo recordó.

—0—

Hogwarts se alzaba ante él con la majestuosidad de un castillo de miles de años que tuvo una
reconstrucción hace un par de décadas.

Aunque no se notaría para los nuevos estudiantes, alguien de su generación que hubiese pasado
tanto tiempo allí reconocería los cambios; esos sutiles tonos en las piedras que delataban a las que
tuvieron que agregarse para levantar los muros, las barreras nuevas visibles para alguien que las
buscase lo suficiente, la biblioteca cambió de lugar, el Gran Comedor ya no tenía su entrada tan
cerca de la puerta principal del colegio, las armaduras y estatuas siempre estaban quietas, pero muy
alertas.

McGonagall era buena como directora y no tenía la intención de poner en riesgo a ningún niño
bajo su cuidado. Harry recordó cuando le contaron que él era un Horrocrux, después del final de la
guerra, y la profesora comenzó a llorar, diciéndole que si lo hubiese sabido, lo habría ayudado más.
Harry no creía que pudiese haberlo hecho, pero no pudo decirlo. Los planes de Dumbledore no
incluían a alguien que tomase su lugar o le evitase su destino. Es lo que era. Lo que fue.

Era extraño observar ese castillo y saber que, aunque ahora también seguía el rastro de un plan que
lo desorientaba, no tenía idea de en qué iba a terminar.

Era sábado. Sólo Lily debía estar en el colegio. Harry sabía que McGonagall ya se había dado
cuenta de su presencia en el terreno y decidió ir primero con Hagrid para no enfrentarla tan pronto.

No era raro que Harry Potter entrase al colegio y se desviase hacia la cabaña del guardabosque.
Tenía acceso permanente a las barreras y procuraba hacerle una visita mensual a Hagrid, como
mínimo.

Cuatro perros lo recibieron cuando aún le faltaban unos metros de distancia con respecto a la casa.
Cada uno era más grande que el anterior, uno tenía la cola bífida, y Harry estaba seguro de que el
que tenía el tamaño de un caballo no era una raza conocida por los muggles. Ya que no era un
nuevo Fluffy, McGonagall debió ignorarlo.

Se llamaban Fang Jr, Romione, pequeño Harry y Al. El que llevaba su nombre era el más pequeño,
por alguna razón incomprensible, y saltaba sobre él nada más verlo, así que Harry se resignaba y le
rascaba detrás de las orejas.

Así lo encontró Hagrid cuando volvió del bosque, con un perro apoyándose con dos patas sobre él
y los otros tres dando vueltas a su alrededor.

—¡Harry! —Empezó a saludarlo con emoción enseguida.

Harry recibió su habitual palmada en la espalda que le quitaba el aliento y fue arrastrado dentro de
la cabaña, también remodelada en las últimas décadas. Ahora tenía un lugar para los perros y una
especie de cubil para criaturas que serían usadas en las clases de Cuidado de Criaturas Mágicas y
que Hagrid cuidaba en su tiempo libre.

Esa semana, era el turno de unos animalitos que Harry sólo podía comparar a unos topos,
peleándose entre sí por una cadena de oro falso.

Hagrid lo hizo sentarse y le dio un té horrible y un panecillo todavía peor que Harry aceptó con una
practicada sonrisa. Esperó a que se girase para entregarlo a los perros. Sólo el pequeño Harry se lo
comió.

Cuando Hagrid se giró y vio que su plato ya estaba vacío, se echó a reír y le sirvió otro panecillo.
Por suerte, el pequeño Harry se había sentado a su lado, esperando.

—¿Cómo has estado estos días? —preguntó Harry, mientras su mente trabajaba a toda velocidad
para deshacerse de la comida sin desperdiciarla, con la misma seriedad con que trataba una misión
de los Aurores.

Hagrid comenzó a hablarle de las criaturitas que tenía bajo su cuidado, McGonagall, la vida en el
colegio esos días. Le contó que James le pidió sugerencias para una mascota mágica para una
chica y luego soltó un "no debí decir eso, le juré que no te lo diría, era nuestro secreto…oh, no
debí decir eso".

Al parecer, Lily lo visitaba con frecuencia y Albus y Rose buscaron algunos ingredientes frescos
para pociones en la linde del bosque con él "supervisando". No eran los únicos. Harry fingía
beberse el té que olía peor de lo que sabía cuando el nombre que menos esperaba se coló en la
conversación.
—…y ese Malfoy- qué bien se ha portado conmigo desde que está enseñando aquí. Me trajo dulces
una vez, ¿sabes?

—¿En serio? —La voz de Harry sonó más aguda de lo que pretendía y casi soltó la taza.

Hagrid asintió.

—Hablamos sobre mi madre, fue bastante bueno. Si todavía hace esos comentarios horribles de los
que me hablabas cuando eran chicos, pues yo no los he oído. Tenía algunas preguntas sobre los
gigantes —siguió Hagrid.

Harry estaba tan sorprendido que se olvidó de disimular.

—A veces también entra al bosque por ingredientes para sus pociones, de esos que no vale la pena
cultivar en el invernadero porque aquí siempre hay. Le dije que no era necesario, no me importa
buscarlos, pero insistió. Voy con él, claro. Hasta ahora, no ha salido huyendo cuando hay un ruido
raro —Hagrid se rio—. Sí, supongo que la gente puede cambiar con los años. No serán todos, pero
algo es algo, ¿no? No me parece un mal hombre.

Harry asintió, sin darse cuenta, demasiado aturdido por la idea de Draco Malfoy caminando por el
bosque con Hagrid para buscar ingredientes silvestres.

Vaya que las cosas cambiaban.

Incluso se bebió la mitad de la nueva taza de té, antes de que su sistema protestase por el sabor.
Apenas Hagrid se distrajo, se lo vertió al pequeño Harry en un tazón.

Pero cuando Hagrid vio su taza de nuevo vacía, quiso servirle más.

—Ya ha sido mucho, Hagrid, en serio…

—Pero-

—Es mucho, de verdad, déjalo para ti. Tomaré más té cuando venga en la próxima visita.

Hagrid hizo una pausa en la que lo vio con los ojos entrecerrados.

—Ya sé lo que te pasa a ti.

—¿Sí? —Harry titubeó, lamentando ser la desgracia de los Aurores con sus nulas dotes de
actuación.

—Sí, lo que pasa…es que estás a dieta.

Lo dijo con tanta solemnidad que Harry tuvo que aguantar la risa y empezar a asentir.

—Sí, sí, eso es…

—¿Ginny te convenció de eso?

—Uhm, sí, así fue —Harry continuó asintiendo.

—Hace poco compré una de las revistas en que sale, se nota que le está yendo muy bien, eso me
alegra. Pero no tienes que ponerte a dieta por ella, Harry…

Hagrid intentando darle una charla para "elevar" su autoestima se añadiría a su lista de situaciones
extrañas e inexplicables en las que caía. Cuando abandonó la cabaña, seguido durante varios
metros por el pequeño Harry, tenía la sensación de que Hagrid estaba mucho más preocupado por
su estado que él mismo.

Harry estaba feliz de no haberle dado las "malas noticias" sobre Ginny. Alejó esas ideas de su
mente y caminó hacia el castillo.

McGonagall lo esperaba junto a la entrada. Debió percibirlo cuando salió de la cabaña, a través de
las barreras.

—Harry —Le sujetó el brazo enseguida y acarició su hombro, con la expresión más suave que
podía poner. Una que le hacía pensar que su madre lo habría visto así—, siempre es bueno que
vengas de visita.

No sería tan bueno si le dijera por qué, pensó, colocando una sonrisa en su cara. No valía la pena
preocuparla si no tenía respuestas.

—¿Puedo quedarme un rato por aquí?

McGonagall se acomodó los lentes y lo sopesó.

—No hay una regla en contra de eso, eres un ex estudiante con un estatus bastante especial.

Y así, Harry Potter, con su "estatus especial" de "este castillo no terminó de destruirse y se
convirtió en base de los Mortífagos de forma permanente porque me sacrifiqué por ustedes", entró
al colegio con ella y la escuchó divagar sobre los chicos Potter.

James corrió hacia Hogsmeade con sus amigos apenas empezó la visita, Albus salió con Scorpius y
Rose, como siempre, y McGonagall sospechaba que Lily se escapó. Harry no estaba sorprendido
por lo último.

Mientras deambulaba por los corredores con la profesora, vio un rostro familiar. Theodore Nott los
saludó con un cabeceo y siguió moviéndose. Lo curioso fue que, en el trayecto de vuelta, el mismo
Nott llevaba a Malfoy por ese pasillo.

—…te digo que todavía no tengo la…respuesta…

Los cuatro se detuvieron por un instante. No era uno de los corredores más anchos, no podían pasar
e ignorarse como antes. McGonagall carraspeó.

—Theodore, necesito discutir contigo sobre los castigos asignados a los chicos de la broma en el
baño del quinto piso…

—Por supuesto, profesora.

Harry los vio alejarse con la sensación de que acababa de caer en una trampa. Después se fijó en
Draco, que le fruncía el ceño a la figura cada vez más distante de su ex compañero. Tocó su
brazalete de forma distraída, vaciló y apenas le dedicó un vistazo a Harry.

—Potter.

Luego también siguió caminando.

La serpiente debía estar con Scorpius y Albus en Hogsmeade. Harry supuso que todavía le quedaba
tiempo para ocuparse de su "misión encubierta", se giró y fue detrás de él.
Draco ralentizó el ritmo al notar que lo seguía y resopló.

—¿Puedo ayudarte en algo, Potter?

Harry soltó lo primero que se le ocurrió.

—James lleva tres semanas mencionándote en sus cartas, y eso es todo un logro, porque James
usualmente sólo habla de bromas y Quidditch. Por lo que me dijo, tus clases son bastante…
peculiares.

—No se puede esperar que un adolescente se pase dos horas frente a un libro técnico a media
mañana sin morirse del aburrimiento, ¿no? —Draco le restó importancia con un gesto—. Sólo me
aseguro de que no se quedarán dormidos en mi clase y no habrá accidentes.

—Hiciste que se interesara por las pociones, eso es excelente.

Draco se detuvo y lo encaró. Tenía una expresión extraña al fijarse en él, como si buscase una
señal de burla en su cara. Ya que no encontró nada desagradable, relajó su propio rostro.

Harry intentó seguir hablándole con suavidad.

—Lily también está fascinada, la vuelapluma escribía muy deprisa la semana que la dejaste ser tu
asistente. Y Albus está tan interesado que quiere ver los viejos cuadernos de mi abuelo.

Se percató de que esto sí le ganaba la atención de Draco.

—¿Fleamont Potter? ¿Tienes sus cuadernos?

—Los encontré en una bóveda de Gringotts —aclaró Harry, sonriendo. Se notaba que Draco se
debatía entre buscar una forma de seguir hablando del tema, o dejarlo ir, así que se lo facilitó—.
¿Quieres ver uno?

—No es que no lo aprecie, pero…no creo que Fleamont Potter quisiera que los compartieras con
alguien fuera de tu familia.

Harry se encogió de hombros.

—Son míos, vienen con la herencia. Si te muestro uno y hay una poción sencilla que te guste,
incluso podrías presentársela a los chicos y ellos la aprenderían igual, ¿entonces por qué no?

Draco apretó los labios y Harry casi se rio por la dura (y obvia) batalla que estaba librando por
dentro.

—Puedo traer uno la próxima vez que venga, lo revisarás, puedes copiar algo o tomarle una foto, y
me lo llevaré. Aunque lo quiera prestar, tengo que mantenerlo seguro y prefiero que estén en la
bóveda…

—Completamente lógico —aceptó Draco, asintiendo—. ¿Y…y eso sería a cambio de qué?

—¿Por qué no puede ser una ofrenda de paz, Malfoy?

—Una ofrenda de paz un poco retrasada, ¿no? —Draco arqueó una ceja.

—¿La intención no es lo que cuenta? —Como él siguió viéndolo con una expresión que le daba a
entender que no le estaba creyendo ni una palabra, Harry se rio y agregó:—. Quiero preguntarte
sobre tu serpiente, ¿bien?
—Algo a cambio de algo, ahora sí tiene sentido —Draco asintió y se giró para continuar
caminando. Harry fue tras él de inmediato—. ¿Por qué te interesa tanto Adhara? La especie de la
mamba negra no tiene pocas serpientes, ¿sabes?

—Recuerda que tenía el pársel, las serpientes sólo…me siento conectado a ellas de alguna manera.

No era una mentira. Fueron fascinantes criaturas todas ellas. Incluso la misma Nagini.

Draco bajó unas escaleras hacia las mazmorras y Harry se percató de que lo guiaba a su oficina
como docente.

—Y pienso que hay algo con Adhara…como una serpiente mágica, que es diferente de las
normales. Conocí a un par en…

Las últimas modificaciones de las mazmorras agregaron antorchas con formas de serpientes
plateadas. Muy estético, muy Slytherin.

Harry veía la forma sinuosa y los ojos de jade cuando habló, y no notó que hubiese nada extraño
con él o lo que decía, hasta que casi tropezó con Draco, quien se había vuelto a detener.

—¿Qué acabas de decir?

Harry parpadeó, desorientado.

—¿Que creo que Adhara es una serpiente mágica?

Draco arrugó el entrecejo y vio más allá de él, a las antorchas de serpiente. Sujetó la barbilla de
Harry, sorprendiéndolo, y lo hizo ladear el rostro, de manera que observaba las serpientes de
nuevo.

—Repítelo.

—Creo que Adhara podría ser un tipo de serpiente mágica —repitió Harry, obediente. Los dedos
en su barbilla lo abandonaron y él se fijó en la expresión aturdida del otro—. ¿Qué?

—Potter, acabas de hablar en pársel. Dos veces.

Harry abrió la boca, la cerró y regresó unos pasos para pararse frente a la antorcha de serpiente con
ojos de jade. Su corazón latía sin control y le costó concentrarse.

—Serpiente. Serpiente. La lengua de las serpientes.

Vio a Draco de reojo y este asintió, confirmándole que lo hizo de nuevo. Habló en pársel.

Harry se echó a reír. No podía creer lo mucho que había extrañado ese don maldito que sólo le
trajo problemas.

Pero lo hacía sentirse especial, de algún modo.

—0—

Albus le había contado que cuando era pequeño y sus padres estaban muy ocupados para cuidarlos
por unas horas, los tres Potter se quedaban en casa de Andrómeda y Teddy, o iban con su abuela
Molly. Rose, en cambio, era enviada con su tío George cuando sus padres necesitaban un poco de
ayuda.
Esto explicaba mucho sobre su comportamiento y su posición. A media tarde del sábado, Rose
todavía estaba en la sucursal de Sortilegios Weasley en Hogsmeade. Usaba un traje de un rojo
purpureo con líneas verticales amarillas y un sombrero alto a juego, manteniendo su cabello
desordenado a raya, mientras se ocupaba de promocionar, convencer, hacer reír, y sobre todo,
vender la mercancía de su tío.

George le pagaba una pequeña comisión por las ventas de los artículos del catálogo original y la
mitad de la ganancia total por los productos que ella le proponía y conseguía que saliesen.

Ni siquiera Fred II estaba tan interesado en el negocio de su padre. Él pasaba por la tienda cuando
George andaba por ahí para saludarlo, compraba algunos artículos de broma, deambulaba un rato y
se marchaba con sus amigos para hacer sus travesuras por el pueblo.

Rose entró a la tienda con la primera tanda de estudiantes que venían del colegio y aún no salía ni
una vez, a menos que contase la demostración frente a la puerta del soplador de burbujas que podía
hacer unas tan grandes para atrapar a alguien.

Como ya conocían su rutina, Scorpius y Albus le llevaban el almuerzo alrededor de esa hora. Si lo
intentaban a mediodía, se enfriaría y ella lo olvidaría, porque decía que cerca de la una de la tarde
llegaba un grupo de chicas cada semana, sin falta, por artículos de su catálogo.

Albus se paraba afuera de la tienda con su expresión de malhumor y la bolsa de papel en las
manos, mientras que Scorpius se abría paso en el lugar abarrotado, agitando los brazos y llamando
a Rose.

La localizó en las escaleras, vigilando la tienda. George estaba ahí ese día; le gustaba estar atento a
cada sucursal, a pesar de que confiaba bastante en sus encargados. Apuntó a Scorpius e hizo una
broma, por la que Rose le contestó con un codazo. Más que tío y sobrina, parecían un par de
hermanos.

Rose se subió a la barandilla cuando notó que no podría hacerse espacio con tanta gente y se
deslizó hacia abajo. Saltó al llegar al final y cayó de pie a unos metros de Scorpius, que continuaba
siendo empujado y codeado por el montón de clientes.

—Sangrepuras elitistas y delicados —se burlaba Rose, alcanzándolo entre la multitud. Atrapó su
brazo y empezó a jalarlo fuera de ahí—, ni siquiera sabes moverte en una tienda, cinnamon, ¿a
dónde dejaste a la serpiente y a Al?

—Adhara se va a adelantar al castillo después de cazar y Al está afuera con tu almuerzo…

—¿Hamburguesas del nuevo local?

—Sí.

—¿Tres grandes?

—Sí.

—¿Con queso?

—Claro.

—Ay, cómo los adoro. Esto compensa las veces en que quiero darles una buena sacudida…

Fue un accidente. Un grupo de niños del pueblo jugaba con el prototipo del soplador de burbujas
que Rose les prestó para hacer publicidad, la gente entraba y salía dándose empujones,
desesperados por unos minutos para sus compras en uno de los locales más valorados de
Hogsmeade. Una burbuja demasiado grande atrapó a una bruja y empujó al mago equivocado
hacia un lado, este acababa de abrir el frasco de la poción que adquirió para olfatear y comprobar
su calidad, aunque todos sabían que George no permitía nada en sus tiendas que no fuese excelente.

Entonces el frasco se le resbaló y Albus fue rociado por una poción rosa.

Rose y Scorpius acababan de abandonar la tienda. Albus apretó los párpados, se los talló y se quejó
por lo bajo. Rose recuperó la bolsa de comida enseguida. Scorpius se paró frente a él,
preguntándole si estaba bien.

Albus abrió los ojos y vio a su mejor amigo por unos segundos, en el más absoluto silencio.
Incluso Rose se preocupó; su primo podía no ser el más expresivo, pero no solía ponerse así,
mucho menos con Scorpius.

Antes de que cualquiera entendiese la secuencia de hechos, el mago maldecía por la mitad de su
poción derramada y Albus se abalanzaba sobre Scorpius para abrazarlo y besarle la cara.

—Scorp, Scorp, Scorp, me gustas, me gustas, me gustas- ¿yo te gusto? ¿Me amas? Yo te amo-
deberíamos casarnos- ¿cómo que no tenemos edad para casarnos? No importa, me gustas, esperaré.
¿Puedes esperar? Te amo, te amo…

Scorpius se mantuvo inmóvil, aturdido y poniéndose cada vez más rojo. Rose sintió el aviso de una
tormenta.

Albus no estaría feliz al reaccionar y saber cómo actuó y lo que dijo.

La chica corrió dentro de la tienda para llamar a su tío George y dejó que Scorpius "retuviese" al
recién encantado. O Albus a él, más bien, por la manera en que se envolvía a su alrededor y seguía
besándole la cara, en especial las mejillas cubiertas de rojo.

—Eh- Al, uhm- oye, para- para, está bien, está bien, me quieres- claro, yo sé que me quieres, sólo,
uhm-

Scorpius se retorció entre los brazos de su mejor amigo. Estaba bien con el abrazo; ojalá Albus lo
abrazase más en sus cinco sentidos, porque en serio le gustaban. Los besos tampoco eran un gran
problema, aunque Albus nunca lo besó antes y le daba cosquillas que "atacase" tanto su rostro.

Pero había algo en el conjunto de acciones, palabras y que fuese Albus, que causó que Scorpius
estuviese inquieto y sonrojado. Para el momento en que George y Rose aparecieron, Albus ya
estaba arrodillado frente a él, mirándolo con una expresión boba.

Y el corazón de Scorpius parecía haber sido afectado por una misteriosa poción también.

George comenzó a reírse al verlos. Rose lo regañó.

—¡Tío George!

—Es sólo un poco de Amortentia diluida, Rosita.

—¡Pero haz algo!

—¿Por qué? ¡Es tan divertido!


—¡Tío George!

—Bien, bien…¡accio cámara!

—¡Tío, eso no!

—No se puede hacer feliz a todo el mundo, eh…bien, bien, ya deja de mirarme así, vaya carácter,
eso lo sacaste de tu madre…—George se paró junto a los chicos, agarró un brazo de cada uno y
apartó a Albus de Scorpius.

Cuando Albus se sacudió para volver con él, George se puso a su nivel y le habló con seriedad.

—¿Quieres estar con Scorpius? Bueno, pues necesitas el permiso de su padre. Draco Malfoy está
en ese castillo —Apuntó en dirección a Hogwarts—. Consigue su permiso para estar con Scorpius
y serán felices por siempre, y todo eso, comerán perdices, o calabazas, o lo que sea que digan los
cuentos.

Los ojos de Albus se iluminaron. En cuanto fue liberado, empezó a correr hacia Hogwarts. Un
todavía sorprendido Scorpius miró a su amigo que se alejaba y luego a los Weasley.

—¿Qué? —George vio a su molesta sobrina con incredulidad—. Sabes que no vendemos la
solución. Ahora que lo pienso, deberíamos vender la solución para estos casos, ponlo en mi agenda
—indicó a la pluma del bolsillo de su chaleco, que cobró vida y se metió a la tienda para ir a hacer
una nota en la dichosa agenda—. Malfoy es profesor de pociones, lo resolverá en un instante.

—¡Le voy a decir a la abuela Molly! —amenazó Rose. Después sujetó el brazo de Scorpius y echó
a correr detrás de Albus, con la bolsa de su almuerzo todavía en la otra mano y un George que le
decía que no le contase a Molly dejado atrás.

—0—

Por supuesto que cuando Albus irrumpió en la oficina del profesor Malfoy y este vio sus pupilas
dilatadas, el rostro sonrojado y oyó que le pedía permiso para casarse con su hijo, supo que algo no
andaba bien y llevó al chico a su laboratorio para hacer una contramedida.

—Sí, sí, tienes mi permiso —decía Draco para mantenerlo tranquilo y que se dejase guiar sin poner
resistencia—, sólo quiero que hablemos de algunas cosas sobre Scorpius para que sepas ciertos
detalles antes de que estén juntos por el resto de sus vidas y todo eso…

Rose meneó la cabeza y le dijo que se quedase a esperar a Albus. Ella iría a escribirle una carta a su
abuela. Cuando Rose amenazaba con contarle a Molly, en verdad tenía intenciones de cumplirlo. Y
si se trataba de algo que hizo George, era probable que recibiese una caja de obsequios para
calmarla, antes de que hubiese terminado de escribir la carta.

Y esa es la razón por la que un incómodo y aturdido Scorpius se encontraba en el despacho de su


padre un sábado en la tarde, esperando, mientras Harry Potter hablaba en pársel con Adhara, que ya
estaba ahí cuando ellos llegaron.

Scorpius no sabía si lo sorprendía más toda la situación o escuchar el pársel. Era una lengua tan
extraña, pero sus sonidos le resultaban agradables, conocidos. Como una vieja canción.

Fuese lo que fuese que discutían, se detuvo cuando Draco regresó. Asintió frente a dos magos y
una serpiente, se retiró los guantes y suspiró.

—Puede estar un poco…emocional todavía, pero ya se le pasó el efecto. ¿A quién se le ocurre


vender Amortentia en un sitio al que van chicos de trece años?

—A alguien que sabe que se vendería bien —alegó Harry, con un leve tono divertido.

—¿Puedo ver a Al? —indagó Scorpius, nervioso. Tan pronto como su padre asintió, echó a correr
hacia el laboratorio contiguo a la oficina.

Albus estaba sentado en uno de los banquillos junto a los mesones de trabajo y tenía el rostro
enterrado en las manos. Cuando Scorpius se acercó, se encogió aún más.

—Creo que nunca voy a poder mirarte sin recordar esto —masculló.

Scorpius soltó una risita.

—Fue bueno tener a un Albus cariñoso por un rato, no me quejo…

Su mejor amigo lo interrumpió con un sonido lastimero, así que él lo abrazó. Sintió a Albus
tensarse.

—Podemos abrazarnos a partir de ahora, ¿no?

—Scorp.

—¿Hm?

—A partir de mañana —Albus lo empujó con suavidad y siguió hundiéndose en su vergüenza—.


Qué horror, qué horror…

—¿Fue tan malo abrazarme y darme algunos besos en la cara? —Scorpius formó un puchero.

Siempre tuvo claro que, entre los dos, él era el "amigo afectuoso", pero comenzaba a temer que el
problema de Albus estuviese en que hubiese sido él.

Albus levantó la cabeza, completamente rojo, y le frunció el ceño.

Lindo. El pensamiento fue fugaz en la mente de Scorpius y lo dejó estupefacto.

¿A qué venía eso? Albus nunca le resultó desagradable a la vista. Sus ojos verdes eran bonitos.
Tenía una expresión seria, pero podía ser muy amable. Por eso quiso que fuesen amigos.

—Fue horrible ponerme así en público y en contra de mi voluntad.

Scorpius se concentró en el tono lastimero de su mejor amigo y apartó esas ideas extrañas y
abstractas, sintiéndose culpable. Se puso de cuclillas frente a él.

—Está bien, la gente estaba muy confundida, creo que nadie más que nosotros notamos que eras
tú…

—Mi tío quería tomar una foto —protestó Albus, ceñudo.

—No pudo hacerlo —afirmó Scorpius— y tu abuela lo regañará para que deje de reírse.

—Qué horrible —repitió Albus, volviendo a hundir el rostro en sus manos.

Scorpius intentó tocar su cabeza, y al no obtener una reacción negativa, se dedicó a jugar con su
cabello para calmarlo. O al menos, hacerle saber que estaba ahí para oírlo quejarse y asentir a lo
que decía.

—0—

—…y todo lo que me dijo concuerda con el cómo la consiguió Malfoy según su historia y cómo
llegó a manos de su hijo, pero…

Harry decidió aprovechar su habilidad recién recuperada. Introdujo en un Pensadero los recuerdos
del encuentro con la serpiente en el Ministerio, en que le siseó una palabra.

"Aléjate"

También agregó los de su plática con Adhara el día anterior en la oficina de Draco, mientras este le
preparaba una poción de contramedida a Albus. La situación le recordó a la de Ron en sexto año, y
como sabía que no era grave y Malfoy era un buen pocionista, lo dejó en sus manos sin problema.
Pudo ser una oportunidad única para hablar con la serpiente.

Lo que Harry quería mostrarle a sus amigos era, para empezar, que la serpiente que dijo que vio en
el Ministerio sí existía. En segundo lugar, que era idéntica a la de los Malfoy.

Por último, que su conversación con Adhara (que tradujo para ellos), fue tan normal.

Incluso con el pársel, tener una conversación con una serpiente seguía siendo hablar con un animal.
No se expresarían igual a una persona. No serían tan humanos. Las respuestas concisas, claras y
amigables de Adhara sonaron a algo que le diría una persona.

Cuando terminó de explicárselos, Ron y Hermione, dentro del recuerdo con él, se observaron entre
sí.

—Bueno, ya sabemos qué fue el rastro de magia que afectó tu cicatriz antes —murmuró Hermione,
vacilante—, pero que una habilidad regrese así…más que eso, una habilidad relacionada a él, una
habilidad que tenías por él, por el trozo de su alma…

—Amigo —Ron respiró profundo y le dio aquella mirada que venía antes de algo que sabía que no
le gustaría—, ¿por qué no te tomas unos días de descanso?

Harry boqueó, incrédulo.

—¡Ya sé que suena loco que una serpiente domesticada irrumpa en el Ministerio, pero les he dicho
cosas peores!

—No se trata sólo de la serpiente, Harry —aclaró Hermione, como si ella y Ron tuviesen algún
tipo de conexión que les permitía compartir estos pensamientos necesarios para convencerlo—,
hay una razón por la que la cicatriz reaccionó ahora, después de tanto tiempo, y de una manera tan
rara…y ahora esto. Dinos la verdad, ¿ha vuelto a sangrar? ¿Tienes pesadillas? ¿Duele?

Harry se llevó una mano a la frente por reflejo.

—Estamos hablando de la serpi-

—Estamos hablando de lo que creemos que es más seguro —interrumpió su amiga—. Tómate
estos días, ¿sí? Ron hablará con Grayson, trabajas sin parar, te lo deben.

—¿Por qué no vas a ver las estrellas en el campo con Sirius la próxima semana? Siempre
lamentaste no poder hacerlo y apenas pasas tiempo con él ahora que volvió, Harry, es un milagro
que esté aquí, los medimagos ya se aseguraron de que no hay nada malo con su cuerpo o su magia
—agregó Ron.

—Disfrútalo ahora que lo tienes —Hermione asintió—. Tal vez…tal vez el regreso de Sirius sea
una especie de recompensa por todo lo horrible que has tenido que pasar, y la cicatriz sólo- sólo te
diga que necesitas relajarte un poco, pero…en cualquier caso, descansa, y averiguaré qué pasa
contigo.

—No pasa nada conmigo.

Harry sabía que acababa de sonar a la defensiva y contuvo un sonido frustrado. Los tres salieron
del Pensadero y Ron atrapó su hombro, manteniéndolo junto a ellos, antes de que pudiese empezar
a deambular por la sala como un animal enjaulado.

—Compañero, escúchala, sabes lo que pasa cuando no escuchamos a Mione —Arqueó las cejas
por un instante—. Ve con Sirius, tómate esos días, cuídate. No intentamos decir que estés mal ni
nada, sólo…

—Nos preocupamos porque eres nuestro mejor amigo —dijo Hermione, más suave.

Harry apretó los labios y asintió, de mala gana. Los dos lo rodearon con los brazos.

—Y si me vuelves a ocultar algo como la cicatriz sangrando otra vez —advirtió Hermione, cerca
de su oído—, no voy a ayudarlos con hechizos de sanación de emergencia cuando estén a mitad de
un caso y no puedan ir a San Mungo.

Hermione sí que sabía cómo convencer a alguien de ser honesto.


31 de octubre
Chapter Notes

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Pronto llegó el 31 de octubre, y con este, el comienzo de una nueva era para la magia.

En una vieja propiedad de los Black en el campo, Harry convenció a Sirius de abandonar la cocina
y dejarlo preparar la comida solo, por lo que su padrino se dedicaba a descolgar viejos retratos de
sus familiares muertos, riéndose de sus gritos histéricos, y los ocultaba, rompía o rasgaba. El único
que permanecería intacto era uno de un joven Regulus, que enviaría a la casa de Andrómeda para
que Kreacher lo tuviese.

En Hogsmeade, una Veela respiraba profundo para calmarse después de que una de sus asistentes
derramaba una bebida sobre ella durante la preparación previa a la fiesta del nuevo local del
pueblo.

En Hogwarts, Albus recitaba las líneas para las escenas que presentarían luego del banquete de
Halloween. No sería la obra completa por el escaso tiempo que tuvieron, pero la profesora Cardella
lo planeó como un "adelanto" con lo que pudieron ensayar. Según ella, sería similar a los tráileres
de las películas muggles y así generarían más interés para el día del estreno oficial en diciembre.

En una casa conocida como la "pequeña madriguera", Ron Weasley salía trastabillando de la
chimenea y se sacaba la túnica de Auror, mientras mascullaba algo y seguía el sonido de la risa de
su esposa.

—Mion-

Se detuvo de pronto en medio de la sala. Sobre el sofá, había un par de paquetes que mostraban
con claridad el contenido; artículos de Quidditch para chicos de la edad de sus hijos.

Ron arrugó el entrecejo y se preguntó quién les daría regalos en esa época. El cumpleaños de Rose
ya había pasado y el de Hugo era a mediados de noviembre.

Cuando se acercó a la pequeña mesa que Hermione colocó en lo que ella llamaba "terraza" (y que
Ron pensaba que era sólo un piso de madera en el patio), la encontró conversando animada con
una bruja vestida de Auror.

—¡Ron! —Hermione lo miró, sonriendo—. Jiya vino a buscarte apenas terminó una misión, dice
que tiene información importante para ti sobre algo en lo que estás trabajando. Pensó que ya
habrías llegado. Estábamos tomando té y ella me estaba contando algo muy interesante sobre las
viejas tradiciones mágicas del día de muertos, algo que ni siquiera encontré en los libros. ¿De
dónde dices que sacaste esa información, Jiya?

—De unos magos en un asilo —La bruja soltó una risita y se encogió de hombros—, tenían un
libro con todo tipo de cosas, parecía un libro de bolsillo, pero con miles de páginas. Poco a poco
anotaban las cosas que sabían…

Ron permaneció unos segundos inmóvil en el umbral de la terraza. Sin importar quién estuviese
allí, solía saludar a Hermione con un beso en cuanto la veía, por lo que ese detalle atrajo la mirada
de su esposa de nuevo, que lució confundida. Esto lo hizo reaccionar.

Rodeó la mesa, se inclinó para besarla y se fijó de nuevo en Liva, sentada frente a ella, con una taza
de té casi vacía.

—Lo que va a decirme es algo sobre el caso de la Cofradía —Ron habló sin apartar los ojos de la
bruja—, ¿puedes…?

—Sí, sí —Hermione se puso de pie enseguida y le ofreció su mano a Liva, quien la estrechó
enseguida—. Un placer conocerte, Jiya.

—El placer fue mío, señora, es mucho mejor de lo que el Auror Weasley presume siempre en el
Departamento.

Hermione se rio y le dio un golpecito a su esposo con el dorso de la mano en el pecho.

—Así que te la pasas hablando de mí allá, ¿eh?

—Todo el tiempo —Ron le enseñó una sonrisa vacilante y esperó a que volviese adentro para
fruncirle el ceño a Liva. Utilizó un muffliato de inmediato—. ¿Cómo entraste?

—Por la puerta principal —Liva se acabó su té y colocó la taza en la mesa con extremo cuidado—.
Me acerqué, toqué el timbre y dije "buenas tardes, señora, ¿puedo ver al Auror Weasley?".
Esperaba algo más emocionante.

—Tenemos barreras.

—No son muy eficientes, Ronie.

—¿Recibiste ayuda para cruzarlas?

Ron podía dudar de sus barreras, pero las que envolvían la casa fueron un trabajo conjunto de
Hermione y Harry. Jamás dudaría de las de ellos.

Liva sonrió y no dijo nada al respecto. Él negó y suspiró.

—¿De dónde sacaste el uniforme?

—Es mío. También tengo de medimago, jugadora de Quidditch de tres equipos, Inefable…todos
necesitamos pasatiempos, Ronie.

—Estás usando uno de los broches oficiales que da el Ministerio, Liva.

Ella jugueteó con el broche dorado en el cuello de la túnica.

—Ah, sí. Eso sí que no es mío, pero lo devolveré. Probablemente.

Ron se pasó las manos por la cara, su mente trabajando a toda velocidad para imaginar los posibles
escenarios que resultarían de tener a una criminal en su casa.

—Mione-

—Es encantadora —Liva sonó bastante feliz al apoyar los codos en el borde de la mesa—, me he
divertido esta media hora que pasé con ella. Deben ser una linda familia cuando están los cuatro
juntos.

—¿Los regalos…?

—No podía venir con las manos vacías, sería maleducado —Liva le frunció el ceño—. Pensé que
el Quidditch le gustaba a la mayoría de los chicos y probé suerte. Tranquilo, tu esposa ya los revisó
con varios hechizos- hizo un buen trabajo disimulándolo, pero me di cuenta igual.

Al menos sabía que si Hermione los revisó no explotarían o sacarían un montón de criaturas
extrañas entrenadas por Liva para causar un alboroto.

—¿Qué quieres con aparecerte en mi casa cuando estás fugitiva?

—Información, ¿es que no oíste a tu esposa? —Liva extrajo una tarjeta de la túnica y se la ofreció.
Su expresión se hizo más seria—. Tú querías saber de la Cofradía, yo también tenía curiosidad…y
resulta que donde me estuve quedando estos días es posible saber algo de ellos.

Antes de que Ron pudiese tomar la tarjeta, ella la alejó.

—Dije que fue posible, no que fue fácil, Ronie.

—Bien —Ron resopló—, ¿qué quieres?

Liva abrió la tarjeta y se la mostró. Era una invitación.

—¿Una fiesta de Halloween en Hogsmeade?

—La Cofradía planea hacer algo allí, no tengo claro qué, pero será lo primero de la noche.

—¿Sólo lo primero?

—Es una noche movida, Ronie —Ella le ofreció la tarjeta de nuevo—, hay muchos planes en
marcha y ni siquiera yo los conozco todos, pero sé que me divertiré pase lo que pase. Esto fue lo
que te conseguí: algo pasará aquí. Si es grande o no, no lo puedo asegurar, pero es de la Cofradía y
sonaba importante para ellos. Recuerda que a veces los actos pequeños hacen a las cosas grandes.

Ron atrapó la tarjeta esa vez y la examinó con un hechizo. Era segura. La fiesta se celebraría en el
local nuevo de Hogsmeade del que Harry le habló después de visitar el pueblo; elegirían su nombre
esa noche.

—Me dejaste tomarla sin decir qué quieres, entonces supongo que estás segura de que te voy a
decir que sí.

—Llévame contigo.

—Ni loco —La respuesta de Ron fue automática y se aseguró de meter la tarjeta en su bolsillo, en
caso de que la bruja se enojase por la negativa e intentase quitársela.

—No es una petición exigente, Ronie.

Él dejó caer los hombros, rendido.

—Pudiste haber ido sola en vez de venir aquí.

—Nunca he ido a una fiesta sin un disfraz, no estaría cómoda si voy sola…

Como Ron arqueó las cejas, incrédulo, Liva se cruzó de brazos.

—Estaba un poco ocupada encerrada en un maldito sótano y después deambulando por la calle,
perdona por no haber estado en fiestas antes, no sabía que eso también fuese un crimen.
La expresión de Ron se suavizó, contra su voluntad.

—¿Estás segura de que tiene que ver con la Cofradía?

—Completamente.

—¿No me estás mintiendo para que te acompañe?

—Si quisiera mentirte, te la habría enviado por correo con un mensaje urgente en vez de venir en
persona para que me veas y notes si te digo la verdad —Liva imitó su gesto anterior de elevar las
cejas. Y él sabía que era verdad.

—Está bien —Ron se encogió de hombros—, yo voy a echar un vistazo y tú…si estás ahí y te
comportas…

—Me comportaré.

—Pero le tienes que devolver el broche de Auror a quien sea que se lo hayas quitado.

Liva asintió varias veces, deprisa.

—Ah, pero deberías decirle a tus Aurores más jóvenes que al menos memoricen los rostros de los
criminales, ¿sabes? Ni siquiera cambié mi cara.

Ron sintió algo de lástima por el pobre idiota. Apostaba a que era Grayson Jr.

—Dime que no lo envenenaste o algo así.

—No lo envenené o algo así —repitió ella, obediente—, sólo le puse algo para dormir en su
bebida. Incluso lo levité hasta su cama. Me siento muy amable el día de hoy.

—Bien, ya puedes irte de mi casa, señorita Amabilidad. Y deja a mis pobres novatos.

—Y deja a mis…—Liva lo imitó en tono agudo.

Ron retiró el muffliato y Liva volvió a su aspecto serio y agradable. Se levantó, se despidió de él
con las palabras más simples posibles y regresó adentro para decirle adiós a Hermione también y
agradecerle por el té, los bocadillos y la charla. Él las observó con atención, hasta que Liva tomó la
chimenea y se marchó.

Hermione recogió los platos y tazas con un hechizo y los levitó hacia la cocina.

—Qué chica tan extraña, Ron, no trabaja contigo, ¿verdad?

—No —respondió él. No veía caso en mentirle.

—Bueno, no es una fanática loca al menos. Fue bastante agradable —Hermione se encogió de
hombros—. ¿Es una informante?

—Algo así.

—Su cara se me hace familiar de algo, ¿qué es?

—No vale la pena pensarlo mucho, Mione. Le gusta disfrazarse.

—Si tú lo dices…—Ella caminó hacia el sofá y señaló los paquetes—. Ya los revisé, se los enviaré
mañana a Rose y Hugo. Fue un lindo gesto. Es mejor que el resto de tus informantes groseros y sin
educación…

Ron le dijo que recogería algunas flores del patio para poner en el jarrón de la mesa (lo que le
encantaba a Hermione, por alguna razón incomprensible para él) y aprovechó para comprobar las
barreras de la casa. Todo parecía en orden.

—0—

En Hogwarts, Nesrine le enseñaba a Albus ejercicios de respiración, mientras Lily sujetaba sus
hombros y le aseguraba que lo haría bien.

—Es lo mismo que cada ensayo, Al, sólo que…con más gente mirándote.

—No creo que eso lo ayude, Lil.

—Lo siento, lo siento- imagina…que no hay nadie entonces.

—Pero sí habrá —respondió Albus, entre dientes.

Sostenía el relicario de su colgante con tanta fuerza que, si Severus pudiese quejarse desde el
retrato, ya lo habría hecho varias veces.

—No importa que haya más gente —indicó Nesrine, con suavidad—, tú concéntrate en tus líneas,
en Scorp, en lo que practicamos.

—¿Estás usando magia Veela en mí, Nesrine?

—Lo estoy intentando, pero no sé si lo estoy haciendo bien o te calma…

—Es un poco relajante —admitió Albus, de mala gana—, sigue intentando.

—Creo que necesitas hablar con Scorp, Al —señaló Lily.

—¿No le dará más nervios? —indagó la otra niña.

—Es su mejor amigo, tal vez sepa algo sobre cómo calmarlo que nosotras no…

—No hay que calmarme —replicó Albus, ceñudo—, porque no me pasa nada.

Lily le dirigió una mirada incrédula.

—Te tiemblan las manos, Al.

—A todos les tiemblan las manos antes de presentarte frente al público.

—A mí no-

—Ahora eres tú la que no ayuda, Nesrine.

—Lo siento, Al.

Lily fue llamada por el grupo de utilería para arreglar los últimos detalles y Nesrine se marchó con
ella para ponerse su traje de princesa, después de abrazar a Albus y prometerle que lo haría
espectacular.

—¡Confía en ti! —Fue su último consejo.


Apenas se quedó a solas en el cuarto que la profesora Cardella le concedió como vestidor, Albus
sintió la crisis inminente. Abrió el relicario y Severus entró al retrato.

—¿Algún consejo?

—No me gustaba hablar en público cuando tenía tu edad, sostener algo con fuerza me daba la
estúpida sensación de que estaría bien —explicó el ex profesor, en tono plano—. También me
funcionó en mi primera clase en Hogwarts.

Claro, pero Albus no creía que pudiese apretar el relicario todo el rato que estaría en el "escenario".
Hablaron un momento más, antes de que escuchase un toque a la puerta y tuviese que cerrar el
relicario deprisa.

Scorpius esperó que le diese permiso para abrir y asomar la cabeza. Cuando notó que no había
nadie más, ingresó. Llevaba una cajita con dibujos propios de Slytherin.

Albus se había tomado la poción alrededor de una hora atrás para que su cabello pudiese estar listo
para la puesta en escena. El primer resultado del vestuario de "Queen" era andrógino por
inspiración de la profesora, no muy diferente del de Scorpius, con colores suaves y unos toques
brillantes alrededor de la clavícula.

Nesrine le había ayudado a ponerse un tocado de pequeñas piedras en el cabello (más bien, ella lo
colocó y Albus se quejó de lo innecesariamente complicado que le parecía).

—Lo iba a guardar para la función oficial —Scorpius agitó la cajita—, pero pensé que hoy
también era buena idea y…uhm…¿puedes extender el brazo, Ally?

Albus hizo lo que le pidió y vio a Scorpius abrir la cajita. Contenía un brazalete que vaciló entre
varios colores, hasta detenerse en un tono plateado que llamaba la atención. Se lo colocó con
cuidado y el color contrastó con la piel de Albus.

Era sencillo, lindo, y Albus experimentó un pinchazo en el pecho al pensar en las semanas
desastrosas que llevaba intentando hablar con Scorpius de eso y cómo retrocedía cada vez.

—Scorp, ahm…

—Puede cambiar —Scorpius lo interrumpió, con un tono más nervioso. Deslizó el índice sobre el
brazalete y Albus lo vio cambiar a un negro ónix, un verde Slytherin y luego dorado—, así puedes
usar el que te guste más.

—Scorp.

Por el tono que utilizó, Scorpius apretó los labios y le dedicó una mirada preocupada.

—¿Sí?

Albus abrió la boca, la cerró, y tuvo la sensación de que le costaba respirar. Iba a empezar a
temblar de nuevo, lo presentía.

La expresión de Scorpius era cada vez más mortificada a medida que transcurrían los segundos y
no le decía nada.

—No me tienes que contar algo si te pone así-

—Quiero contarte —protestó Albus. La voz le falló—, sólo…


Sólo no sé cómo explicarlo.

Sólo no sé tampoco cómo decírmelo a mí, cómo llamarlo.

Sólo tengo miedo de que reacciones mal.

Sólo no quiero que creas que hay algo mal conmigo. No tú.

Scorpius lo sorprendió rodeándolo con los brazos.

—Está bien, Ally, no me digas hoy, no importa si no me dices hoy, puedes tardar en decirme, yo
espero…

La respuesta de Albus fue apenas un hilo de voz y no tuvo tiempo para pensarlo. De hacerlo, se
habría arrepentido.

—No estoy fingiendo lo de ser una chica.

Scorpius retrocedió un paso. Albus temió lo peor, hasta que notó que no era porque estuviese
molesto o asqueado; él simplemente lo observó con un rostro pensativo.

—Uso una poción para el cabello y acomodar un poco los rasgos —siguió Albus, inundado por
una repentina oleada de valor digna de un Gryffindor—, y…y a veces me siento bien así, no te lo
dije porque no lo sabía- es decir, siempre hubo…hubo días en que estaba- en que pensé- pensé que
quizás no era…que no era igual a los demás chicos, igual a lo que se suponía que debía ser, pero-
pero fue hace poco que me pareció que, uhm, había notado algo y uhm, yo…¿tú crees que es raro?

Scorpius se tardó unos segundos en sacudir la cabeza.

—Es como…como- —Su mejor amigo empezó a gesticular con las manos—. ¡Ya lo entiendo!

Albus parpadeó hacia él.

—¿En serio?

—¡Sí! —Scorpius asintió, sonriendo—. Es como cuando Teddy cambia de forma, ¿no? A veces
tiene una forma de mujer, ¿lo has visto? Y a veces sólo es Teddy, y a veces usa rasgos femeninos y
masculinos, y a veces realmente nadie entiende cómo se ve, pero se sigue viendo bien porque, no
sé, es Teddy, creo que es un encanto metamorfomago…y aunque no tengas la habilidad, es más o
menos lo mismo, ¿no? Y a veces ni siquiera cambia algo, pero pone otra voz- y así.

Albus pensó que acababa de comprender algo. Era una idea abstracta que no supo poner en
palabras, pero ahí estaba, y se deslizó al fondo de su mente, mientras asentía frente a la lógica de su
mejor amigo.

—Sí, eso…eso suena parecido…yo…todavía no lo entiendo todo y- y no sé cómo- es que…


quiero...sentir que cuando me ven, sí me ven a mí, y he- he conseguido eso algunas veces estas
semanas, sentir que- que soy yo- pero aún no sé qué…qué es exactamente lo que quiero, en- me
refiero a- a lo que quiero mostrar, expresar, como- agh.

Tenía un cúmulo de emoción y nervios por dentro, el alivio al mismo nivel que el pánico. Volvió a
jugar con el brazalete. Scorpius lo notó y se puso de cuclillas frente a su asiento.

—Podemos ir por "turnos" y pensar en algo, ¿no? Si quieres que a veces te trate como una chica,
podemos usar esto, ¿verdad? —Scorpius sujetó el brazo de Albus—. ¿Qué color te gusta para decir
"trátame como a una chica hoy"?

Cambió los tonos de nuevo frente a sus ojos y Albus lo pensó con tanta seriedad como si estuviese
en la última respuesta de un examen.

—El plateado.

Scorpius asintió.

—Bien, ¿entonces el que dice "trátame como un chico hoy" sería…?

—El negro.

—De acuerdo. ¿Hay algo más?

—A veces es como…como no ser ninguno y…a veces es como ser ambos y- ni yo me entiendo,
Scorp.

Albus tragó en seco bajo su mirada atenta.

—¿Y qué quieres que hagamos con cada día?

—Bu- bueno…en los días de chica me puedes decir Al o Ally, aunque estoy bien con Albus, y en
los de chico Albus o Al también…y en esos me puedes seguir diciendo "Al", creo. "Al" suena bien
para mí —Albus asintió—. Esos días con los dos serán el brazalete verde. Y, uhm, esos días que
no entiendo todavía…esos pueden ser el dorado, hasta que entienda cómo decirles.

—Buena idea —Scorpius deslizó el índice sobre el artículo, hasta que se tornó plateado—, hoy
eres Ally. ¿Está bien así?

—Sí.

—¿Te vas a "cambiar" cada vez que cambies de día o tengo que fijarme en el brazalete?

Albus sacudió la cabeza.

—No- no sé, no creo…necesito pensarlo. Necesito- ver con qué estoy cómodo y- y estoy cómodo
con, uhm, la forma en que he avanzado estas semanas…

Scorpius pareció pensar en algo más.

—¿También cambiaremos cuando te digo "él"? ¿Por "ella"? ¿Y los otros días…?

Albus emitió un sonido frustrado porque eran demasiadas preguntas y Scorpius comenzó a reír.

—¡No lo sé, Scorp! No lo sé, dame tiempo- no sé- estoy bien así- estoy bien por ahora, estoy-
estoy intentando ver cómo estoy realmente bien, ¿sí?

Su mejor amigo asintió.

—Entonces avísame cuando sepas la respuesta o cuando quieras que cambiemos algo…

Cuando Scorpius hizo ademán de levantarse, Albus se echó hacia adelante y lo atrapó en un
abrazo.

—Gracias por no tomártelo mal, Scorp.


Scorpius le devolvió el abrazo con un poco más de fuerza, casi arrastrando a Albus fuera de la
silla.

—Sigues siendo Al, ¿no? Somos mejores amigos. Estoy un poco confundido —admitió, seguido
de una risita—, pero…pero gracias por decirme. Sé que no quieres sentirte raro otra vez, y eso-
uhm, eso no es raro, como te dije, los metamorfos viven así, y hay cosas más raras en el mundo
mágico, ¿cierto? Y no hay nada que diga que no puedes ser así- y oye, pensándolo bien, nunca le
he preguntado a nadie si es chico o chica, y nadie me ha preguntado a mí, ¿y tal vez debería a
preguntarle a la gente? Porque supongo que te sentirías mal si me equivoco cuando te hablo,
entonces…

Su voz bajó de volumen hasta callarse por completo y Albus lo sintió tensarse.

—Oh, perdón, Ally.

Sus palabras lo sorprendieron, así que se alejó para ver a Scorpius formar un puchero.

—Es que nos conocemos desde primer año y nunca te traté como chica cuando te sentías una chica
y-

Albus sonrió y volvió a abrazarlo con fuerza.

—No te voy a culpar si ni siquiera yo lo sabía…

—Pero igual lo siento, es como- como un crimen de mejor amigo, ¿no?

Cuando Lily abrió la puerta de repente para avisarle que el escenario estaba listo, los encontró
todavía abrazados y hablando en susurros, y arqueó una ceja.

—¿Le pido cinco minutos más a la profesora Cardella o se van a soltar?

Albus miró a Scorpius, que le sonrió y asintió. Luego realizó una reverencia teatral y le ofreció su
brazo.

—Señorita Ally, si me hace el honor…

—Vamos a hacer esto —Albus respiró profundo, enganchó el brazo al suyo y asintió—. Cuerpo,
deja de temblar —le "ordenó" a su sistema.

—Dime si eso te sirve para que el mío tampoco tiemble…

Lily los acompañó a través del pasillo hacia un pasaje abierto en el lateral del Gran Comedor,
ahora convertido para el banquete con obra incluida. Las mesas fueron transformadas en una sola,
alargada y con forma de "U", que abarcaba uno de los lados del comedor. Los estudiantes podían
sentarse en cualquier puesto y las Casas se mezclaban.

Del techo colgaban guirnaldas con motivos de calaveras, calabazas, telarañas, huesos y pociones
verdes "malditas" que se movían en diferentes secuencias "espeluznantes" y las velas usuales
flotaban alrededor de cada diseño. Desde el mantel colocado para la ocasión al telón de la
plataforma puesta en el sitio de la mesa de los profesores, hasta las cortinas y la alfombra, eran
naranja y negro.

El personal docente se encontraba en uno de los extremos de la mesa y pudo ver la expresión de
leve sorpresa de la directora cuando la profesora Cardella indicó quiénes participaban en la puesta
en escena de ese día y señaló a Albus como protagonista.
Scorpius utilizó su mano libre para apretarle el brazo.

—Si te dicen algo, yo, uhm, le digo a Rose que los persiga.

Esa amenaza absurda lo hizo sonreír, y de algún modo, sentirse mejor. Albus asintió, apoyó la
cabeza en su hombro por un instante y dejó que la presencia familiar relajase por completo su
cuerpo.

Actuó mejor que en cualquiera de los ensayos esa noche, sin preocuparse por el público que los
veía al mismo tiempo que disfrutaban el banquete. Incluso los fantasmas se quedaron a observar.

Albus sólo se fijaba en Scorpius cuando le tocó la escena que tenían juntos, en Nesrine sonriendo
al compartir escenario también, y en la sensación de que era un gran juego y la libertad que le daba
el personaje de "Queen" para enojarse, patalear y salir corriendo de la plataforma, de un modo que
jamás habría reaccionado por su cuenta.

Se divirtió.

—0—

—¿Qué es…?

Ron le dio un manotazo en el dorso de la mano, antes de que pudiese sostener el vaso.

—Cuarta lección —señaló, muy serio—, jamás bebes algo sin haber visto cuando lo servían.

Liva arrugó el entrecejo, así que él explicó, con una paciencia sacada de Merlín sabía dónde:

—Tú le pones pociones para dormir a los Aurores novatos. Pues hay gente que pone cosas peores
para los extraños, en especial a las chicas.

Ella asintió, despacio, y alejó su mano del vaso.

—Pensé que este era un lugar decente.

—Incluso los lugares decentes pueden tener una o dos personas que sean una mierda y no sepan
comportarse —Ron negó y siguió caminando.

Tenía la sensación de estar allí con una niña. O peor. No creía que Rose tuviese tal falta de sentido
común en una fiesta.

Liva apretó el paso para no perderlo entre la gente y continuó viendo alrededor. Movía la cabeza al
ritmo de la música.

—¿Qué hora es?

—Casi medianoche —contestó ella—, están por anunciar el nuevo nombre del local. Hubo un
concurso.

—Sí, Harry me dijo algo de eso…—Ron se detuvo, echó un vistazo en torno a ellos y apuntó hacia
una zona con un par de asientos más altos que el resto del suelo. Podría observar bien el lugar
desde ahí, mientras se daban los resultados—. Vamos para allá.

—Quiero pedir algo —Liva señaló en la dirección contraria, a donde se ordenaba la comida.

Ron respiró profundo, le dijo que la esperaría en los asientos, y medio segundo después, caminó
detrás de ella hacia la barra. Por si acaso.

En realidad, lo que más temía no era que hubiese alguien capaz de engañarla, sino la reacción de
Liva cuando lo notase.

Se aseguró de que la comida que pedía estaba en perfecto estado y caminaron de vuelta. Liva
sonreía al comer una manzana acaramelada con una cara propia que se suponía que estaba enojada,
y le ofreció otra a Ron, que se resignó y la aceptó.

Estaba deliciosa. Tenía un ingrediente extra que la hacía especial y anotó mentalmente descubrirlo
después para prepararla para los chicos. Él era el encargado oficial de la cocina en la pequeña
madriguera.

—Vamos a esperar un rato después del anuncio del concurso, y sino pasa nada, me iré…

La nueva dueña del lugar ya estaba en el escenario colocado en un costado. Hablaba en tono alegre,
desprendía el aura atrayente de una Veela y mostraba la caja de la que saldría despedido el papel
con el nuevo nombre del local. Una imitación burda del Cáliz de Fuego, pero la dinámica era
interesante para el público.

—¡Y el nuevo nombre es…!

—Mira, Donna, los papeles también flotan…

—Robert, no creo que "floten", debe ser un truco con cuerdas o algo así. Tal vez un mecanismo
que los lanza, como un proyectil dentro de la caja.

Esta conversación captó la atención de Ron, quien ralentizó el paso y extendió el brazo para frenar
a Liva. Buscó entre la multitud e identificó a los que hablaban; pertenecían a un grupo de al menos
diez personas y los demás también los escuchaban.

—Donna —intervino otro, que aparentaba ser el mayor del grupo. No pasaría de los veinticinco
años—, por muy escéptica que seas, hasta tú tienes que admitir que el lugar parece mágico en serio.

—Ay, no seas tonto, Ben.

—A ver, ¿cómo explica cualquiera de ustedes todo lo que hemos visto desde que entramos…? Tú
no entraste al baño de hombres con nosotros, pero te juro que vi a un tipo cambiando su ropa al
mover esas- esas cosas que sostienen.

—Varitas —señaló el que habló primero—, como…como las de los cuentos, creo.

—¡Oh, por favor…! ¡Ahora me dirán que los elfos también existen! Si es así, esperaré ver a mi
Legolas por aquí…

Ron sintió que el pánico le enfriaba el cuerpo. Vio a Liva, que lucía tan aturdida como él, y se dio
cuenta de que tenían la misma idea.

Muggles en Hogsmeade.

¿Cómo? Esa era la principal pregunta. No tuvo tiempo de formular más.

No fueron los únicos que escucharon su conversación. El ruido disminuyó cuando la dueña del
local abandonó la tarima y pronto varias miradas se centraron en el grupo que discutía.

—Hablan como si no conocieran la magia…


—Creo que no conocen la magia…

—Oh, por Merlín- no me digan que…

—¿Son…?

—¡Pero Hogsmeade está rodeado con las mismas barreras que Hogwarts!

—¿Pudieron pasarlas?

—¡Son muggles!

—¡Hay muggles en el pueblo!

Cuando el aviso fue dado, los magos entraron en pánico y los muggles notaron que algo andaba
mal con respecto a esta gente "extraña". Varitas los apuntaron y se prepararon los obliviates.

—Ronie…—Liva jaló su brazo, observándolo con preocupación.

—Dile a la dueña que necesito mucha agua y un cuarto tranquilo —Fue lo único que le indicó Ron,
antes de soltarse.

Se metió en la multitud, con la varita en una mano y el broche de Auror en la otra, en alto para que
los magos lo viesen.

—¡Calma, cálmense todos! ¡Soy un Auror, me ocuparé de esto! ¡Les recuerdo que hechizar a un
muggle es penalizado por nuestra ley! ¡Tenemos una división de desmemorizadores por un motivo!
Oh, ¡baje su varita, señora! Si le lanza un obliviate demasiado fuerte y los deja dementes, tendrá
que sanarlos después…

Liva corrió hacia la barra para repetir sus órdenes a la dueña. Ron continuó llamando a la calma,
aunque se sentía más nervioso que ninguno en esa sala.

Algunos muggles en un pueblo mágico serían el menor de sus problemas por la mañana. Al mismo
tiempo que esto sucedía, las alarmas del Departamento de Aurores enloquecían por avistamientos
de muggles en los locales abiertos del Callejón Diagón, duendes del turno nocturno que se toparon
con un muggle en Gringotts, pequeñas comunidades aisladas semimágicas que recibían muggles
que no tenían familiares allí o conocimiento previo de la magia, presentaciones mágicas reales en
los parques antes afectados por la Cofradía.

El secreto era revelado de la peor forma.

Chapter End Notes

Sí, me monté un desmadre.

Les voy a dejar una notita sobre Al por aquí /corazón, corazón.

Este Al es genderfluid. Las personas genderfluid fluyen en el espectro del género, por
lo que pueden sentirse hombre, mujer, ninguno o ambos durante un tiempo indefinido.
No es necesario que cambien su apariencia, la identidad de género y la forma de
expresarlo son cosas diferentes y eso depende de cada quien, los cambios en este Al
son sólo porque le agradan y está a gusto.

El apodo "Al" se queda y el "Ally" va a seguir apareciendo a lo largo de la historia.


Este Al está a gusto con su nombre también (realmente no creo que le digan "Albus"
muy seguido, vaya nombrecito para esta época…) y para nombrarlo en la narración se
quedará con su nombre o con "él" por ahora (aunque en un futuro pienso que estará
bien con cualquier pronombre, eso volvería un desastre la narración y todavía no se ha
fijado mucho en eso, djdjd).

Así que sí, les lancé a otro personaje trans, porque ya me había tardado, jAJAJA. El
único genderfluid que tenía era el de "Bonito" y no lo pude alargar porque era un os,
aquí sí tengo tiempo, ¡y lo primero que quería era a un Scorp masita que hiciera todo
lo posible por entenderlo!

Recuerda que está bien no entender a la perfección un género no binario (no


necesitas entender, solo aceptar que así se siente y respetarle, yo no entiendo cómo
se siente ser cis y no por eso serán menos válidos para mí) o apenas estar comenzando
a informarte, pero no acepto comentarios transfóbicos.
La tumba de Dumbledore

Ni Albus ni Scorpius se enterarían todavía de lo sucedido esa noche. Su medianoche de Halloween


era ocupada por un evento más interesante.

En alguna parte a las afueras de Hogsmeade, una figura con una túnica oscura contemplaba la
lejana silueta del castillo y asentía.

—Medianoche, Simon. Puedes hacerlo.

—¡Al fin…!

—Asegúrate de que sea como ella lo pidió. Weber, ¿qué hay de los muggles?

Hubo un sonido de interferencia, seguido de una tibieza en los brazaletes de las dos figuras paradas
en la oscuridad y la respuesta de una voz cansada.

—Impresionados y llenos de preguntas. Les tememos más que ellos a nosotros.

—Los del Callejón Diagón usan sus aparatos no mágicos para tomar fotos —indicó Dubois
—, ¿debo dejar que lo hagan? ¿Qué dijo nuestra Señora?

Mientras los escuchaba, Simon se deshizo de su túnica y comenzó a entonar un cántico lleno de
sonidos nasales que le recordaban al francés. Sólo que era un idioma mucho más viejo y extraño.
Se balanceaba al son de las palabras y sus pies trazaban círculos en el suelo, a medida que las
líneas negras que le cubrían la piel se encendían en blanco poco a poco y se alargaban, imitando
tallos enroscados en cada área visible de su cuerpo.

La temperatura comenzó a descender. Un fuerte viento sacudió las hojas de los primeros árboles
del bosque que ponían distancia entre su posición y el castillo.

—Deja que lo hagan —aceptó la figura que continuaba encapuchada.

—¿Podremos ver a nuestra Señora hoy? —indagó Dubois, a través del trasmisor de los brazaletes
—. Si la llamada de Simon sale bien…

—No será para visitarnos a nosotros —La figura encapuchada negó—. Corten la conexión, debo
irme.

Desde el pueblo, ya se escuchaban los primeros resultados del caos al descubrir a los muggles en el
local. Apenas se cortó la comunicación, observó a Simon para asegurarse de que estaría bien por su
cuenta y después empezó a correr hacia una calle secundaria del pueblo. Se sacó la túnica en el
trayecto para colarse en el local.

Cuando los ojos de Simon se volvieron del todo blancos, exhaló y se detuvo. Su cuerpo se
desvaneció y sólo quedó atrás la túnica que usaba. La brisa se había vuelto más fuerte, y en
Hogwarts, Adhara comenzó a sisear para llamar la atención de su dueño.

Scorpius y Albus regresaban a la Sala Común, conteniendo la risa para no delatarse. El banquete se
alargó por la presentación del club de teatro, y después estuvieron con Rose, Lily y Nesrine hasta
que la señora Norris comenzó a buscar a los estudiantes fuera de la cama. Ni siquiera por ser la
noche de brujas tenían permiso de andar por ahí.
Lily y Nesrine conocían unos atajos hacia su torre, por lo que se alejaron primero. Rose no le temía
a la señora Norris, y como digna Gryffindor y Weasley, echó a correr hacia su respectiva Sala
Común sin preocuparse por ocultar el sonido de sus pasos.

Los dos Slytherin tomaron un pasaje que Albus descubrió por accidente, una tarde en que James
salió de un retrato en las mazmorras para jugarle una broma.

Quien reconstruyó el castillo tenía alma de Merodeador. La parte de atrás de una estatua guiaba a
un nuevo conjunto de túneles, que incluían las mazmorras, los pasillos cercanos al comedor y el
lugar al que Adhara quería llevarlos.

Scorpius se detuvo cuando la serpiente paró de moverse en la intersección entre los dos túneles.
Quiso sostenerla, pero ella siseó con disgusto y envolvió la cola en torno a su mano.

Albus, que acababa de recogerse el cabello y vestía un suéter de Scorpius, se inclinó para intentar
descubrir qué le sucedía. La serpiente movió la cabeza hacia el túnel y siguió insistiendo con
siseos.

Ambos se estremecieron ante una débil brisa que provenía de esa dirección.

Seguir a una serpiente, por muy leal o mágica que fuese, a un túnel en medio de la noche, no era
buena idea. Iba contra todo lo que los dos aceptaban como Slytherin.

Scorpius se puso de cuclillas para hablarle a su serpiente con voz suave y convencerla de seguir, y
Albus lo imitó, pensando que podría ayudar a calmarla no verlos desde el ángulo usual. Fue una
mala elección. Cuando Adhara se dio cuenta de que no tenían intenciones de ir tras ella, saltó sobre
Albus.

Astoria le prometió a su esposo que la serpiente era segura. Luego este se lo dijo a Scorpius, quien
lo repitió para Albus. Creía en los Malfoy.

Por un instante, su mente estuvo en blanco. De pronto, un pensamiento simple apareció. Me


mordió.

Sin embargo, no hubo una punzada, ni dolor, ni dientes clavados en su piel. Adhara atrapó el
relicario plateado de Albus y jaló, con fuerza suficiente para que perdiese el equilibrio y cayese
hacia adelante.

Scorpius lo sostuvo, demasiado sorprendido para sacar su varita, Albus quedó boca abajo en el
suelo y Adhara le sacó el relicario con dos tirones más. Luego la serpiente se perdió en la
oscuridad, con la pieza en la boca.

—¿Qué…?

—¿Estás bien? —Scorpius jaló de Albus hacia arriba y empezó a buscar una herida en su cuello—.
Ally, Al- ¿estás bien? No te hizo nada, ¿verdad? Ella nunca- ella no se había portado así, Al- lo
siento, lo siento tanto- ¿estás bien?

Albus sujetó su mano para que parase de tocarle el cuello y asintió. Era difícil ver más que siluetas
y colores opacos en la oscuridad, por lo que sacó la varita y encendió un lumos. Scorpius paró de
balbucear cuando notó que no tenía heridas ni sangre a simple vista.

—Se llevó mi collar.

—Si no está muy lejos, puedo intentar un accio —ofreció Scorpius, deslizando su propia varita
fuera de su manga.

Albus observó el túnel por el que se fue, con el ceño fruncido.

—Pero…eso lleva un poco lejos.

Tras dos intentos de un accio que localizaron al objeto pero no tuvieron la fuerza para quitárselo a
la serpiente y atraerlo, Scorpius le dirigió una mirada de disculpa y encendió un lumos también.

—Yo voy a buscarlo, ve a la Sala Común-

—¿Sabes a dónde lleva el túnel? —Albus negó enseguida—. No voy a dejarte ir tan lejos a esta
hora, solo.

—Es mi serpiente, Ally.

—Eres mi mejor amigo.

—¿Y uno sigue a los mejores amigos por túneles extraños a mitad de la noche cuando algo pasa?
—Scorpius intentó encontrar el humor en su situación.

—Cuando hace falta…—Albus resopló y caminó por delante para que no tuviese tiempo de
quejarse más. Mantuvo la mano de la varita en alto para iluminarse y sacudió el suéter prestado
con la otra.

Si se lo regresaba sucio, Scorpius podría no querer prestarle su ropa otro día. Y le gustaba usarlo.
Había algo agradable en recordar a Scorpius ofreciéndole el suéter cuando Albus batallaba con un
amuleto de calor que no quería funcionar.

No tenía nada de raro prestarle una prenda a tu mejor amigo. Albus se repetía esto y continuaba
moviéndose, más preocupado por el destino del retrato de Severus Snape en la boca de esa
serpiente.

El túnel que conectaba con estos dos era el que llevaba a la tumba de Dumbledore. Tenía una salida
en uno de los costados de la estructura, una piedra que se movía y serviría de vía de escape, lo
bastante cerca del ataúd para ser escalofriante a esa hora, pero a una distancia en que en verdad no
estaban por debajo de él.

Esto último fue un alivio para Scorpius, quien no paró de mirar hacia arriba durante todo el
trayecto.

—Eso de profanar tumbas para poner vías de escape suena muy mal, Al…

—Papá le dijo a James que el mismo Dumbledore lo quiso así, lo tenía anotado en alguna parte —
alegó Albus, encogiéndose de hombros—; era una especie de disculpa.

—¿Por qué?

—Algo sobre haber puesto en peligro a los Slytherin mandándolos a las mazmorras una vez por ser
un inconsciente…entonces conectó las mazmorras a una salida especial. ¿Y quién iba a esperar que
alguien que vio hace unos minutos en las mazmorras apareciese de repente cerca del bosque?

—Era listo.

—Era medio Slytherin —opinó Albus. Sospechaba de esto cada vez que oía otra historia sobre el
viejo director.
Albus fue quien empujó la roca que sellaba la salida. La razón era muy simple: Scorpius era el que
sabía el hechizo para que otro cuerpo disminuyese su peso de forma temporal. Se lo colocó, Albus
se subió a sus hombros y empujó.

Salió arrastrándose junto a la tumba y le ofreció las manos a su mejor amigo. Fue difícil subirlo.
Cuando estuvieron sentados en el césped, Scorpius contemplaba la tumba con evidente
nerviosismo y Albus buscaba a la serpiente ladrona.

—Al- Al- —Scorpius tiró de su brazo—. Ally, ahm…

—¿Qué?

—Creo que el fantasma de Dumbledore quiere saludar.

—¿Qué? —repitió Albus, girando la cabeza.

Una silueta traslúcida se formaba sobre el ataúd, atrayendo más y más energía de diferentes puntos
para conformar el plasma. Albus se echó hacia atrás enseguida y jaló a Scorpius para que ambos se
alejasen de la tumba.

Pero había un detalle.

—No es Dumbledore, Scorp…

La forma no era la de un viejo mago con las túnicas graciosas que su padre describía cuando le
hablaba de él. Era una silueta más delicada, que se mostró encorvada, y sólo cuando se irguió, supo
que era el espíritu de una mujer "sentada" sobre la tapa de la tumba.

Sus rasgos se delinearon más lentamente y ambos Slytherin pasaron de estar tensos a confundidos.

Astoria bajó de la tapa del ataúd, sonrió y abrió los brazos hacia su hijo. Scorpius se levantó de un
salto para ir con ella, pero Albus entró en pánico y rodeó sus piernas con los brazos, reteniéndolo
ahí.

La bruja lo observó. Su expresión continuó siendo suave.

—Qué bien cuidas de mi pequeño escorpión, Al.

Sí, impedir que fuese con un espíritu recién aparecido y extraño debía ser considerado "cuidar".
Albus siguió sosteniendo las piernas de su mejor amigo, que se sacudió y tomó su hombro para que
lo soltase.

—Al, es mi madre…es mi madre…

Scorpius temblaba, no apartaba la vista de ella, y Albus sabía que no razonaba en ese momento, así
que decidió hacerlo por los dos.

Observó a Astoria por unos segundos, hasta que determinó que era casi igual a como la vio en vida
durante las visitas a la Mansión y los encuentros en el andén.

—¿Qué hace aquí?

Los fantasmas no regresaban sin un motivo. Ella llevaba varios meses muerta. Según la clase de
fantasmas que recordaba del año anterior, tendría que haber aparecido en los primeros tres días tras
su muerte, si es que tenía un asunto pendiente.
Astoria le sonrió.

—La medianoche entre el día de brujas y el día siguiente es especial. Antes se celebraba algo
importante en este momento. Pude volver por Scorp, ¿dejas que lo abrace?

Volvió a extender los brazos y fue imposible para Albus continuar reteniéndolo. Scorpius se
escabulló, se le acercó y vaciló con los brazos abiertos, al recordar que acababa de aparecer de la
nada.

Ella lo abrazó. En verdad lo hizo.

Albus confirmó que algo andaba mal allí. Los fantasmas no podían abrazar a nadie.

Se quedó allí, en el césped, con el ceño fruncido y la mente hecha un caos, mientras los veía.
Adhara se aproximó, puso el relicario en su regazo y se disculpó con un siseo y frotando la cabeza
en su mano. Albus apenas le prestó atención.

Scorpius había comenzado a llorar en brazos de su madre. Su pecho se apretó, y aunque le hubiese
gustado darles privacidad, temía que pudiese suceder algo si lo hacía.

La señora Malfoy le pareció amable en vida. No estaba seguro de cómo afectaba a alguien la
"muerte".

—Madre, madre…mami…

—Aquí estoy, aquí estoy —Astoria peinó el cabello de Scorpius hacia atrás y le besó la frente, con
los ojos cerrados—, mi niño precioso. Aquí está mami, vine a verte. Estoy bien, no llores más,
cielo. Esto es temporal, ¿lo entiendes? Es temporal y mami volverá, estoy bien mientras tanto. Si
lloras, yo también voy a llorar, y después los dos vamos a llorar todavía más, y entonces…

Scorpius la interrumpió con un sollozo y pronto escuchó que a ella también se le escapaba uno.

—Estoy bien, estoy bien, perdóname- sólo tenía que irme por un tiempo…estoy bien, te extraño
mucho, cielo. Te extraño todos los días. Mami va a volver apenas pueda. Todo estará bien. Habrá
más días preciosos, Scorpi…

Lo tranquilizó acariciando su espalda y jugando con su cabello, hasta que el llanto de Scorpius se
tornó en un sonido débil y cada vez menos frecuente. Su respiración empezó a regularse.

Albus estaba cerca de calmarse cuando escuchó las palabras arrastradas de Scorpius.

—Tengo sueño, mami…

—Está bien, está bien, puedes cerrar los ojos, cielo…

Un peso frío se instaló en su estómago y temió lo peor. En su cabeza, se desarrolló una escena en
que ella se lo llevaba consigo. En que fue por eso que volvió. Perdía a su mejor amigo justo delante
de sus ojos y no podía hacer nada para evitarlo.

Scorpius simplemente se durmió, con el rostro aún húmedo por las lágrimas y recargado en su
madre. Albus no respiró con normalidad hasta que ella avanzó hacia su posición y colocó al chico
dormido en el césped, su cabeza apoyada en el regazo de Albus.

—¿Cómo ha estado, Al?

Con Astoria de cuclillas frente a ellos, Albus se inclinó sobre Scorpius y lo sujetó más cerca de su
cuerpo. Su postura y expresión tenían un claro mensaje de "no voy a dejar que te lo lleves y no me
importa que seas su madre muerta".

—En verdad lo estás cuidando bien, ¿no? —Ella debió encontrarlo enternecedor, porque sonrió—.
Sabía que serías un buen amigo desde que escribió emocionado su primera carta sobre ti. Eso me
hace feliz. Scorpi necesita gente buena a su lado.

Hizo ademán de tocar el cabello de su hijo, pero Albus sintió miedo y se apartó, manteniendo a
Scorpius consigo. A la bruja no pareció molestarle.

—Si sientes que debes cuidarlo incluso de mí, eso es correcto. Protegerlo de cualquier cosa extraña,
en caso de que algo pase…eso está bien —Astoria se inclinó hacia adelante y la distancia entre
ambos se redujo de nuevo. Sus ojos se centraron en los de Albus, que luchó por no apartar la
mirada—. Eres un caballero de oros, pequeño Albus.

Sonrió y le besó la frente, por debajo del cabello desordenado. Fue tan inesperado que Albus se
congeló y no pudo alejarse.

El punto de su piel que rozó se entibió por un instante. Astoria observó su frente, volvió a sonreír y
se puso de pie.

—No está muerta, ¿cierto? —Albus habló antes de que se marchase—. Le dolió mucho, ¿sabe? A
los dos. Scorpius lloró todo lo que quedaba del verano. Me dijo que su padre rechazó cualquier
visita que podía rechazar, no se acercó a los que fueron al mausoleo, e incluso se negó cuando su
mejor amigo quiso regresar antes a Inglaterra para acompañarlo…les dolió mucho.

Astoria asintió y se talló los ojos.

—A mí también me dolió. Pero…

El ruido de unos gritos hizo que ambos girasen la cabeza. La figura de Astoria comenzó a
desvanecerse a una velocidad acelerada.

—Cuídalo, pequeño caballero —Y como si hubiese olvidado esto, agregó, con una sonrisita:—.
Me encanta tu cabello.

Luego se esfumó en el aire.

Albus abrazó más fuerte a su amigo dormido, se aseguró de que respirase bien y miró alrededor.
No le gustaban esos sonidos. Advertían de problemas.

Se fijó en la salida que usaron y se preguntó cómo cargar a Scorpius de regreso.

¿Tal vez era buen momento para practicar un enervate?

—0—

A Ron le dolía la cabeza. Las sienes le palpitaban y le costaba pensar, incluso después de que
apagaron la música y la gente se calló.

—Por favor, repítame cómo fue que entró a Hogsmeade.

No todos los muggles quisieron cooperar. Primero, porque no conocían a los Aurores, ni su función
o autoridad. También hubo los que creyeron que todo era un gran espectáculo.

Talía se demoró un poco con el agua que Liva le pidió, pero entendió lo que querían y la preparó
con pociones calmantes y para dormir. Sería más sencillo para los desmemorizadores trabajar con
muggles inconscientes.

El llamado "Ben" era el que aceptó responder sus preguntas. Se encontraban frente a frente en una
mesa en el segundo piso del local y estaba maravillado con el whisky de fuego y la magia, en
general.

—Vimos a un tipo en una oficina de agentes de viajes —repitió. La historia no había variado en la
última media hora y ya no podía sacarle nuevos detalles—, nos habló de una "fiesta mágica".
Somos universitarios, las fiestas mágicas para nosotros incluyen que no recordemos ni nuestro
nombre ni con quién dormimos, ¿sí me entiende? Los chicos quisieron venir, la ubicación era muy
rara. Ninguno había oído de este sitio. Yo iba a ser el conductor designado, pero el sujeto nos trajo.

Ben contempló su vaso de whisky, dio otro sorbo y lo apartó.

—Dejó el auto en el bosque, caminamos un rato, fue divertido, como una excursión. Cuando
entramos al pueblo, nos dio las llaves de unos cuartos en una posada para que pasáramos la noche y
nos explicó algunas cosas. Todavía era de día, pero no faltaba tanto para que oscureciese…

Ron arrugó el entrecejo al notar que hablaba un poco más rápido que antes, vio el vaso de whisky,
y a Liva, que fue la que se lo llevó. La bruja estaba de pie junto a la puerta, mordiendo el palillo en
que estuvo una manzana con cara "tenebrosa".

Liva le guiñó cuando notó que la veía y siguió jugando con el palillo. Ron sacudió la cabeza,
decidió fingir que no sabía que le echó algo a la bebida del pobre muggle y se concentró en Ben.

—¿Alguno de ustedes es un mago?

—¿Como…los que hacen trucos de cartas y eso? —Ben se rio—. Lo intenté, pero no me salían
bien.

—¿Ninguno tiene magia?

—No que me hayan dicho, al menos. Sería genial descubrir que uno de mis amigos tiene magia,
¿sabe? Me sentiría como-

Ron le tendió una pluma y un pergamino.

—¿Puedes anotar los datos de la agencia de viajes y quién los trajo? Todo lo que recuerdes es útil.

Ben sujetó la pluma y la hizo girar en su mano, admirándola. Incluso dejó escapar una exhalación.
Cuando la sacudió demasiado, soltó algo de tinta en el borde de la mesa y Ron contó hasta diez.

—Esto no va a acabar bien, ni pronto —Liva caminó hacia ellos, tanteó el montón de bolsillos de
su pantalón y extrajo un artículo para escribir muggle, que cambió por la pluma en la mano de Ben
—. Usa esto, lindo.

Ben se quedó mirándola con la boca entreabierta por un segundo. Liva negó, vio a Ron y gesticuló
un "hombres muggles" silencioso, antes de encogerse de hombros.

Ron se sujetó la cabeza con las manos e intentó relajarse. Falló.

—¿Alguna señal del equipo desmemorizador? ¿Cómo pueden tardar tanto? Se supone que el
tiempo de espera en un momento de crisis no pasa de los diez minutos, o los muggles se dispersan
y empiezan a subir las pruebas de la magia a esos- esos- —Gesticuló con las manos.
Rose quiso explicarle sobre la tecnología muggle y luego la red mágica, pero él simplemente no
entendía.

—Lo suben a sus redes sociales —señaló Liva, sonriendo—, y luego se hacen trending, como…—
Sacó de otro bolsillo un aparato rectangular que tuvo que golear dos veces para que funcionase en
el ambiente mágico. Pareció que iba a mostrarle su punto, pero la sonrisa se le borró del rostro.

Eso no podía ser bueno. Por un momento, lo único que se escuchó fue el sonido del bolígrafo de
Ben sobre el papel.

Liva tecleó en el aparato y le mostró la pantalla.

—Así. Creo que por esto los desmemorizadores no han venido, Ronie.

Ron entrecerró los ojos frente a la pantalla demasiado brillante y le quitó el aparato de las manos
para acercarlo más y ver bien. No, no necesitaba lentes de lectura, como insistía en decirle a
Hermione cuando lo mencionaba. Sólo no podían esperar que viese igual desde tan lejos, ¿cierto?

La pantalla mostraba varios artículos con títulos llamativos relacionados a la magia y la noche de
brujas, acompañados de imágenes de objetos flotantes en parques, tiendas del Callejón Diagón, y
una que reconoció de Gringotts, con un duende gruñón quejándose y echando a quien sostenía el
aparato con que se tomó.

Le hizo una seña a Liva y ella se colocó detrás de su espalda para tocar la pantalla. Entró al
artículo del duende y encontraron un vídeo del molesto trabajador del turno nocturno del banco,
exigiéndole al muggle que se fuese.

La parte inferior de la pantalla estaba llena de comentarios de risas, preguntas y escépticos.


Muchos de ellos opinaban que el duende era "demasiado falso" o "estereotipado y sacado de un
libro de alta fantasía".

Pero un mago reconocería que era uno de los duendes que veía cada vez que iba al banco.

Sí, entendía por qué los desmemorizadores no le prestaron atención a una alarma en un pueblo en
medio de la nada, rodeado de barreras y repleto de magos.

Ron le devolvió el aparato y vio al muggle que intentaba recordar algo más para añadir al papel.

Sentía que debía haber completado su misión autoimpuesta y retirarse de los Aurores antes de esa
noche. Podría haber trabajado con George en una de las sucursales de Sortilegios Weasley y
ganarse el doble de afecto de su hija, que amaba tanto las tiendas.

—La mejor opción es dormirlos —indicó Liva, en un susurro—. Me refiero a la opción legal. La
ilegal incluye obliviates a discreción, ya sabes- piu, piu, piu, y no recordarán nada, Ronie.

Ron pensaba en Lockhart cada vez que alguien le mencionaba que ejecutase él los obliviates. Tenía
confianza en su magia, pero por algo existía un equipo desmemorizador especializado en el tema,
¿no?

—Vamos a dormirlos y ponerlos en los cuartos que les dieron.

La mayoría ya estaba durmiendo, en cualquier caso. Liva asintió e hizo ademán de ir con la dueña
para pedirle más pociones cuando Ron recordó un detalle.

—No pongas tú las pociones. Más bien, no te acerques a las bebidas de los muggles.
Liva rodó los ojos y alzó ambas manos, manteniéndolas a la vista.

—Aburrido.

Ben terminó de poner los datos que recordaba y que pudo conseguir de su aparato rectangular, y le
tendió el pergamino a Ron. Lo vio mientras le echaba un vistazo, a Liva, y de nuevo a Ron.

—¿Entonces los Aurores son algo así como la policía mágica?

—Ajá —respondió él, distraído. Todos los datos parecían propios de un local muggle.

—¿Ella también es Aurora?

—No.

—Ah.

Se demoró alrededor de cinco segundos en hacer la pregunta.

—¿Sabe si está saliendo con alguien?

Ron le dedicó tal mirada incrédula que el muggle se sonrojó. Uno pensaría que tendría preguntas
más importantes tras descubrir la existencia de la magia, pero no. Hombres muggles, se dijo; nunca
había estado tan de acuerdo con Liva.

Talía regresó al segundo piso con las jarras de bebidas mezcladas con pociones para dormir y las
repartió entre los pocos que seguían despiertos. Unos minutos más tarde, un grupo de voluntarios
levitaba a los muggles hacia la posada, y el dueño de esta hablaba con Ron acerca de la
reservación de las habitaciones.

—Sí, estos cuartos fueron reservados hace más de una semana, a nombre de…—Revisó un
pergamino que llevaba consigo desde que lo llamaron y arrugó el entrecejo—. Osearu Craso.

Se sintió más irritado cuando escuchó a Liva reírse. Ron giró la cabeza y le frunció el ceño.

—¿Ahora qué pasa contigo?

—Él cree que es un nombre —Liva vio al dueño de la posada, se rio más fuerte y negó.

—Bueno, así se presentó —se defendió el mago, poniéndose rojo—, y no hace falta una
identificación en Hogsmeade desde la primera guerra, así que sólo registré el nombre tal cual lo
dijo…

—No es un nombre —insistió Liva, rodando los ojos.

—A ver, ilumínanos, mocosa —gruñó Ron, en el límite de su paciencia.

La bruja recuperó el bolígrafo que le prestó a Ben y tomó un papel. Tarareó mientras escribía. Ron
estiró el cuello para ver qué hacía.

—Es un anagrama —Liva le enseñó el pergamino. Había escrito el "nombre" que le dieron al
posadero, luego separado las letras y formado dos palabras diferentes—, son muy populares entre
los magos oscuros. Este es bastante literal y obvio.

Osearu Craso se convertía en "Señora Oscura" en el papel.


Ron experimentó un escalofrío.

—¿Estás segura de que es esa combinación?

Liva le dio la vuelta al papel y contempló las palabras del "nombre".

—También podrías sacar "saúco", o algo relacionado a "osar" de valentía, pero…—Se encogió de
hombros.

Tanto si era la señal de advertencia de una nueva versión de Lord Voldemort, como si sólo era
casualidad, todavía tenían el asunto de los muggles que eran trasladados a la posada, por lo que
seguía siendo grave y necesario considerarlo con cuidado. Ron asintió, le dijo al posadero que
otros Aurores irían a hablar con él después y abandonó el local.

Los magos se olvidaron de la fiesta y se reunieron en la calle frente al local. Querían saber qué
sucedió, cómo cruzaron las barreras, preguntas para las que Ron no tenía respuesta todavía, así que
optó por copiar el tono de Harry cuando hablaba con la prensa y asegurarles que el asunto estaba
bajo control.

Si ninguno tenía conexión con las noticias del mundo muggle, esa mentira le serviría para salir de
ahí, al menos. Le llevó un tiempo lograr que se dispersaran bajo la excusa de "dejarlo trabajar" y
Ron se sentía tan cansado como pocas veces lo estaba desde que consiguió el trabajo. Diría que fue
su tercera peor noche como Auror.

Liva se paró a su lado. Se ajustó una capa sacada de Merlín sabía dónde (esperaba que no la
hubiese robado) y se balanceó sobre los pies.

—Esto ha sido divertido, ¿las fiestas a las que vas suelen terminar así?

—¿En el rompimiento del estatuto del secreto? —Ron recordó las celebraciones en La
Madriguera, y luego una ocasión en que Harry y él estaban demasiado ebrios y puede que usasen
magia en plena calle de Londres y tuviesen que fingir que nada sucedió frente a unos muggles—.
Usualmente no.

—Aun así, fue divertido —Ella se encogió de hombros y sonrió.

—Sabes que tengo que arrestarte ahora, ¿cierto?

—Sí. ¿Me traes un vaso de agua antes? —Apuntó al interior del local.

—Busca una mejor excusa, existen los accios —replicó Ron, pero se dio la vuelta y avanzó unos
pasos de todos modos. Seguía de espaldas cuando escuchó el plop de la Aparición.

Y ya se había ido.

Sería el menor de sus problemas. Ron comenzó a preguntarse si su elección de carrera fue la
correcta, después de todo.

Se merecían un mejor descanso tras la guerra.

—0—

—Señora.

Seis figuras envueltas en túnicas oscuras se reunieron alrededor de la bruja y se dejaron caer sobre
una rodilla.
Astoria, con su cuerpo a medio desvanecer, levantó la mirada hacia el cielo y calculó cuánto
faltaba para el amanecer. Hizo un gesto vago con una mano para indicarles que se parasen, pero
sólo una de las figuras se atrevió a enderezar el cuerpo.

—¿Cuándo es el próximo día que podrías traerme, Simon?

—La noche más oscura, mi Señora —replicó Simon, todavía de rodillas—, en diciembre. Debe ser
el 21.

—Al comienzo del Yule. Preparemos un regalo para esa fecha.

—Sí, Señora.

—Entregué otra de mis cartas —continuó Astoria, con calma.

—¿Al principito? —Fue la única persona de pie frente a ella la que intervino esa vez.

—No, esta fue para Albus Potter.

—Mi Señora —Uno de los magos arrodillado habló en voz baja—, le dio el pársel a Harry Potter,
y ahora otra carta a su hijo…

—Nunca sentí preferencia alguna por los Potter, pero Scorpius quiere a Albus y es bueno con él —
razonó Astoria—. Cuida a mi niño. ¿Cómo puede no ser importante darle un regalo a alguien que
cuida de su pequeño príncipe?

El mago no dijo más y mantuvo la cabeza gacha.

—Sabía que estarían de acuerdo —siguió Astoria, fijándose en el cielo de nuevo. Luego vio sus
manos, que ya perdieron toda solidez. Era más un fantasma que una persona—. Albus Potter tiene
la carta del caballero de oros, Harry Potter tiene a la serpiente. El daemon de Scorpius debe estar
por despertar, ¿puedes retrasarlo un poco, Simon? Scorpius está en el club de teatro, quiero que se
pueda concentrar en los ensayos.

—Por supuesto, mi Señora, practicaré una melodía apropiada para contener su poder.

—Perfecto —Astoria hizo ademán de tocarle la cabeza y arrugó el entrecejo cuando le fue
imposible. Soltó un sonido similar a un suspiro—. Estaremos en contacto. Cuídense. Y gracias por
su trabajo hoy, lo hicieron muy bien.

Luego de decir esto, se desvaneció con las primeras luces del amanecer.
Después de ver las estrellas
Chapter Notes

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Harry siguió el sonido de los ladridos animados un par de metros más allá y se agachó para tomar
las ramas secas que padfoot, en forma animal, le entregó con la boca. Palmeó la cabeza del
emocionado perro, lo vio sacudir la cola y echar a correr para buscar más.

Les tomó un par de minutos extra tener una cantidad considerable, apta para lo que querían
intentar. Podían hacerlo con magia, pero sabía que Sirius disfrutaba de jugar como perro y a él lo
distraía la caminata.

La casa de campo de los Black se encontraba en medio de un bosque envuelto por todo tipo de
barreras, dignas de una familia tan paranoica y llena de magos oscuros. El terreno era amplio, no
necesitaba muchos cuidados, y Sirius estaba más que feliz de encender una fogata cada noche para
quemar cosas viejas de su familia que ya no tenía caso conservar.

Por la noche, cuando el fuego estaba ardiendo, fortalecido por hechizos que podían dañar
pertenencias de un mago, y veía a Sirius reírse del sonido que hacía el retrato de su madre, Harry
tenía la vaga idea de que lo que le quedaba de cordura se perdió en el espacio oscuro tras el velo.

—¿Qué te dijo Milán la última vez que te llevé, pads?

Sirius revisó algunas cajas con cartas de sus padres, tarareó y decidió arrojar todo al fuego. Milán
era un psicomago recomendado por el que atendía a Harry. Llevaba una chaqueta de cuero cuando
se conocieron y su padrino había dicho que sí parecía alguien con quien le gustaría hablar.

—Algo sobre que tengo la mente de un adolescente y- —Arrugó el entrecejo al intentar recordarlo
—. Que si quería integrarme a la sociedad, eligiese algo sencillo para hacer y poco estresante. Que
me tomase mi tiempo y…que confiase en mi familia, en ti, si sentía que era demasiado en algún
momento.

Harry asintió. Sí, tenía sentido para él. Uno no pasaba más de una década preso y luego un par más
atrapado en el vacío y salía como si nada.

—¿Hay algo que quieras hacer?

Sirius tiró al fuego de forma descuidada algunos artículos que debieron ser de su madre. Luego
resopló, caminó hacia él y envolvió los hombros de Harry con un brazo.

—Ya pensaré en algo, no te preocupes por el viejo pads.

—Técnicamente —razonó Harry, despacio—, como tu cuerpo estuvo suspendido fuera del
tiempo…tenemos más o menos la misma edad, pads.

—Eso dices ahora, pero vaya que apoyabas a Lupin cuando me mandó a descansar mientras yo
quería seguir jugando en la magiwii —Sirius le atinó un golpe en el brazo y se apartó,
quejumbroso.

Él seguía bastante ofendido desde que Teddy calculó su edad en base a su año de nacimiento.
Dudaba que pudiese superarlo pronto.
Harry rodó los ojos y lo vigiló durante el tiempo que estuvo quemando artículos de su familia. De
pronto, Sirius se puso de espaldas al fuego para usar su luz al revisar una vieja fotografía y volvió a
hablar.

—Quiero mi moto.

—Sufrió un poco durante el año de la guerra —recordó Harry. Era una manera suave de decir que
se convirtió en chatarra por culpa de unos Mortífagos—, puedes tener una nueva, hay suficiente
dinero en la bóveda que era tuya para eso y más…

—No, quiero la mía. La mía es especial.

—Pads-

—En la mía se subieron ellos, Harry. Nunca tendré otra moto en que hayan estado sentados prongs
o moony.

Sirius dobló la fotografía en su mano y se la guardó en un bolsillo. Después recogió otra caja y la
arrojó a las llamas.

—Voy a buscar las piezas apenas volvamos.

Su padrino asintió y continuó viendo el fuego por un rato. Luego extendió un brazo, movió los
dedos y una llamarada se separó del resto para enroscarse en torno a su mano, sin tocarlo. Sirius
jugó con ella y la devolvió a su lugar.

—Tengo hambre —avisó de repente—. ¿Papas fritas para la cena?

—Lo que quieras —Harry se rio, sabiendo que sería él quien cocinara.

Sirius le contó historias sobre las estrellas cuando regresaron adentro y Harry preparó la comida.
Cenaron afuera, tendidos en el césped cerca del fuego.

Estuvieron allí por horas, viendo el cielo estrellado; Sirius jugaba con su cabello y le hablaba de lo
que pensaba hacer con su moto en cuanto la restaurase, o Harry le decía sobre las travesuras de sus
hijos y Teddy cuando eran más pequeños, en especial de las de James, que eran sus favoritas.

—…entonces Teddy le dijo que podía volar si estaba lo bastante alto, que así lo hacían los pájaros.
Y cuando me di la vuelta, James estaba saliendo por la ventana del ático de La Madriguera…

—¿Qué niño no querría probar volar? —Sirius se carcajeó al oírlo.

—Lo peor fue que le contó a Lily y se la llevó con él…

Alrededor de la una de la madrugada, Sirius se quedó dormido, sujetándolo. La primera noche de


sus "vacaciones" casi le deja una marca por la fuerza con que lo agarraba, y cuando lo despertó, le
explicó que en el vacío del velo no podía sostener nada. Ni siquiera a sí mismo. Harry no tenía la
fuerza para apartarlo desde entonces, así que lo levitaba con cuidado, manteniendo ese agarre el
mayor tiempo posible para proporcionarle cierta seguridad.

Apagaba el fuego, recogía lo que dejaron en el patio y regresaba adentro. Puso a Sirius en la cama,
le quitó los zapatos, le colocó los brazos en torno a una almohada que pudiese sentir en sus sueños
y lo arropó.

Fue una buena idea escuchar a sus amigos, de cierto modo. Harry tenía la sensación de que había
un adolescente de quince años dentro de él que experimentaba algo similar a la paz por primera
vez, ahora que la promesa de Sirius se cumplió.

No lo perdiste, parecía repetirse. Fue uno de los pocos que no perdiste.

Cerró la puerta sin hacer ruido y se dirigió a la sala. La última carta de Hermione fue el día
anterior, no hubo respuesta a la que envió esa mañana y la red mágica no tenía señal allí por las
viejas barreras. Harry utilizó el galeón falso para dejarle un mensaje contándole que fue otro día
tranquilo.

No esperaba respuesta a esa hora. Cuando las palabras de la moneda cambiaron, Harry la examinó,
comprobó la hora y frunció el ceño. Tras otro par de mensajes, fue hacia la chimenea y la
encendió.

Las caras de Hermione y Ron aparecieron en las brasas casi de inmediato. Harry se sentó frente a
la chimenea.

—¿Cómo está Sirius, amigo? —Ron sonaba cansado, pero puso una sonrisa en su cara enseguida.

—Dormido y medio loco —susurró Harry, después de colocar un muffliato a su alrededor—, tiene
la madurez mental de James y ahora quiere su moto de vuelta.

—Eso estará difícil.

Harry asintió.

—¿Así que la estás pasando bien? —cuestionó Hermione, con suavidad.

—Sí, ha sido…—Harry suspiró.

—¿Terapéutico? ¿Reparador?

—¿Unas interesantes primeras vacaciones en veinte años? —añadió Ron.

—Estoy sorprendido de que nadie me haya escrito todavía o enviado un patronus diciendo que el
mundo mágico peligra y que la gente está en crisis y necesitan verme para sentirse mejor —Harry
se permitió una risita al recordar cómo cada una de sus "vacaciones" acababa en notificaciones de
casos, ruedas de prensas o artículos suyos en la red mágica y los periódicos.

Su risa murió cuando sus amigos intercambiaron miradas.

—Tómate el tiempo que te haga falta —indicó Hermione—, te lo mereces, Harry. Esto…esto
debiste estar haciendo cuando la guerra terminó, no ayudando a mover escombros y sacar
cadáveres, y con la prensa y los juicios después…

—Claro —siguió Ron, asintiendo—, no es como que haya algo que no podamos manejar mientras
no estás. Somos dos de tres del trío dorado, eh.

Notó que Hermione lo codeaba por fuera del límite de la chimenea.

—¡Ron!

—¿Qué?

—¡No ibas a decir nada!


—¡No dije nada, tú acabas de decir que hay algo que no tenía que decir!

—¡Es porque fuiste muy obvio antes…!

—¡Estamos hablando de Harry! Se lo iba a tomar como una broma y lo sabes-

Harry empezó a fruncir el ceño.

—¿Qué es lo que no me quieren decir?

La pareja se observó, luego a él, y de nuevo entre ellos, como si se hubiesen olvidado de su
presencia al discutir.

—Nada —respondieron al unísono, en tono agudo.

Él arqueó las cejas.

—No soy tan despistado, chicos.

—Es que hace poco nos enteramos de que a Albus le cayó una poción de amor —Hermione
empezó a gesticular— y George sobornó a Rose para que no le dijese a Molly, pero Lily se lo
contó al final.

—Y George está en problemas ahora —Ron asintió—, sí, eso- graves problemas. Sabes cómo es
mamá.

—Sí, pero no es nada extraño en una familia mágica tan grande.

—No, nada extraño. No como el cabello de medusa de Victoire. Todavía no estamos seguros de
qué hechizos utilizó para-

—Oigan —Harry los interrumpió en voz baja—, ¿pasó algo en casa?

Ambos se miraron de nuevo.

—A mí no me pareció que hubiese nada más relevante, Harry…

—Todo normal —Ron le siguió la corriente a su esposa.

—¿Y en el trabajo? —Harry frunció más el ceño—. ¿Cómo está el Ministerio?

—Aburrido y lleno de burócratas —respondió Hermione, que trabajaba en el sector de Ley


Mágica.

—A los Aurores nos consiguieron una nueva máquina de café —Ron elevó ambos pulgares—,
todo porque mi inteligente, hermosa, majestuosa, maravillosa, fantástica, adorada espo…

—Ron —Hermione se echó a reír, negando.

—…todo porque Mione convenció a los de los presupuestos de que los Aurores funcionamos a
base de café —completó él—, y que si no lo teníamos, habría más criminales sueltos. La iniciativa
se llamó "más café, más seguridad". Tuvimos un día casual en señal de protesta por la máquina.
Después ninguno encontraba su broche de Auror y el Ministro nos regañó a todos…

—Cuando estás hablando tanto, es porque usualmente no quieres que te pregunten sobre algo.
Sus palabras detuvieron el relato de Ron, que observó a su esposa en busca de auxilio. Hermione
empezó a negar.

—Eso no es verdad, Harry, Ron nunca ha hecho eso. Cuando no quiere hablar de algo, se queda
callado.

—Sí, sí —Ron volvió a asentir—, me callo. ¿Recuerdas cuarto año en Hogwarts? Pues estuve
callado gran parte del tiempo que pasé enojado contigo, y después en el segundo año de la
Academia, cuando tú-

—Lo haces de nuevo. ¿Qué es lo que no me quieren decir? —insistió Harry, más tenso.

La pareja intercambió miradas y gestos. Hermione negó y Ron se encogió de hombros y suspiró.
Fue él quien se lo dijo.

—El Estatuto Internacional del Secreto fue roto varias veces ayer. Los desmemorizadores todavía
trabajan en eso, pero no podemos entrar en la red muggle sin un montón de permisos del Primer
Ministerio muggle y de su gente que trabaja con tecnología.

—Y después necesitamos magos que manejen la tecnología muggle —siguió Hermione—, y


mientras tanto, pues…aunque no recuerden, hay muchas imágenes y videos, y otras cosas…

—Ciertos muggles incluso están buscando Hogsmeade ahora.

Típico, pensó Harry. ¿Cuándo había tenido tanta tranquilidad?

—¿Y Grayson no quiere que vuelva?

Ron emitió un sonidito vacilante.

—Pensamos que tu descanso es muy importante también —aclaró Hermione—, además de que no
es como que tú seas un experto en el tema y otros pueden hablar con la prensa…

—Así que acordamos fingir que no nos pidió que te contactáramos —Ron carraspeó y simuló
mirar hacia otra parte—, y puede que también le dijéramos que los patronus no llegarían a donde
estás, y que podía ponerte en riesgo porque hacías algo importante para tu familia.

Hermione le enseñó una sonrisa de disculpa y Ron continuó simulando no verlo.

—No tenían derecho a intervenir con mi trabajo.

—Lo sabemos —murmuró Hermione—, y sentimos tener que llegar a ese punto, Harry, es que- es
que estamos preocupados, y queríamos que tuvieses al menos unas semanas tranquilas, viviendo
como debiste vivir con Sirius, porque- porque todo ha sido difícil y agotador para ti.

—Y cuando nos avisaste de lo de la cicatriz —Ron se fijó en él de nuevo, ceñudo—, ya sabes,


antes de ver la sangre con nuestros propios ojos, pensamos…pensamos en si era posible que
estuvieses a mitad de una crisis nerviosa, ¡lo que sería perfectamente entendible, amigo! No sería
tu culpa, no sería que tú tengas un problema, sólo- sólo habría que tratarlo-

—Muchos soldados sienten que han vuelto a la guerra por algún factor desencadenante, o se ponen
paranoicos por cosas como un sonido o una sensación, y si tú tenías un mal sueño o un dolor justo
sobre la cicatriz, quizás- quizás podías temer vivir eso de nuevo, porque fue traumatizante y
horrible, y…y Ron y yo sabemos que has hecho todo lo que has podido, pero si muchos no lo
hemos superado, no queremos ni imaginar cómo te sientes tú al respecto, ¡incluso tuviste que
morir, Harry!

—Queríamos darte un poco de paz, compañero. Eso era todo.

—Siempre quisimos eso para ti, pero después quisiste ser Auror, y antes de los treinta ya tenías a
los niños y-

Harry los detuvo con un gesto. Negó, se retiró los lentes y masajeó entre sus cejas, pensando.

Una vez, trabajó en un caso en que un mago robaba dinero de las cuentas de muggles millonarios,
lo cambiaba a galeones y lo donaba a los orfanatos de los niños que se quedaron sin familia en la
guerra. Creía que podía convencerlo de trabajar para eliminar las pruebas de la magia de internet.

—Los vemos a mediodía en la cafetería del Ministerio —Harry se ajustó los lentes y apagó el
fuego, antes de que sus amigos pudiesen protestar.

Se quedó un rato allí, mirando las brasas apagadas y sintiendo que la energía que recuperó esas
semanas fue drenada de pronto.

—0—

Cecyl tenía la edad justa para haber sido un niño pequeño durante la guerra y una apariencia tan
joven que a Harry le recordaba a su hijo James. No ayudaba que usase lentes enormes y la ropa
demasiado holgada. Ni el nuevo centro de reclusión le quitó esa costumbre, ya que lo enviaron a la
zona más "suave" y tenía libertades que otros criminales no.

A la comunidad mágica, en general, le pareció un gran truco de magia cuando los galeones cayeron
en las bóvedas de los orfanatos de repente. No entendían que existían varios muggles molestos en
alguna parte del mundo por esto. Incluso durante su juicio, Cecyl se encogió de hombros y dijo que
pensó que los niños lo necesitaban más.

Probablemente también era el único criminal que instalaba una computadora en el Departamento
de Aurores, con piezas híbridas de una muggle y aparatos mágicos similares, y se comía una dona,
mientras los Aurores esperaban un resultado de tanto teclear en códigos que ninguno entendía.

—Se acabó mi dona —Cecyl paró de teclear, se acomodó los lentes y miró alrededor.

Ron, recargado en la mesa junto a él, tenía una caja sobre el regazo. Le tendió otra y siguió
comiendo la suya; tenía que aprovechar la oportunidad en que Hermione no lo veía para regañarlo
por su consumo de azúcar.

Cecyl le agradeció, se metió la dona a la boca y la sostuvo con los dientes. Su tecleo furioso estuvo
de vuelta, llenando el silencio de la división que aguardaba. Desde Grayson a los
desmemorizadores que por fin lograron desocuparse, hasta los novatos, querían oír una buena
noticia.

De pronto, Cecyl se echó hacia atrás, mordió la dona y comenzó a hablar sacudiéndola en el aire.

—¿Saben? Antes- les hacían creer a los magos que los avances muggles no iban con la magia,
pero- —Sus palabras eran entrecortadas porque continuaba comiendo— en realidad, son muy
parecidos. Los muggles consiguieron que sus imágenes también se muevan, pero si intentan
imprimir un gif, no se mueve en el papel, y nuestras fotos sí.

—Fascinante —replicó Ron, con un tono que no sonaba a que le fascinase—. ¿Algún resultado,
Cecyl?
—Oh, si —Cecyl golpeó una tecla e hizo un gesto hacia la pantalla. De pronto, todos los Aurores
querían ver, por lo que se quejó, los apartó y les frunció el ceño—. Quitar tanta información de
internet no es tan fácil como se ve en televisión, hackear no te convierte en dios de internet…pero
con un poco de magia y creatividad, no hace falta sacar las "pruebas" de internet al final.

Una de las mayores preocupaciones de la división de desmemorizadores eran el alcance de las


pruebas de la magia a través de la red muggle. Jamás acabarían de borrar la memoria de los
muggles, si cualquiera con un aparato electrónico podía verlas.

Cecyl eliminó algunas, eligió otras, creó su propia gama de "pruebas" falsas con efectos más
"obvios" y lo convirtió todo en montones de artículos que hablaban sobre trucos de aficionados,
publicidades costosas o celebraciones extrañas y llamativas por el día de brujas. Luego lo tradujo a
varios idiomas y lo coló en los primeros lugares de los buscadores.

Mientras los Aurores examinaban la pantalla para comprobar que no hubiese nada que delatase la
existencia de un mundo mágico, Cecyl se giró hacia Harry.

—¿Esto reduce mi sentencia cuánto tiempo?

—Seis meses.

Cecyl asintió, apartó a los Aurores de su computadora y tecleó otro poco. Los artículos que envió a
internet se llenaron de comentarios; muchos alababan los trucos de magia, otros los cuestionaban,
decían que se veían muy falsos, alguien preguntaba si la magia en verdad existía, y luego lo
refutaban con pura lógica muggle.

—¿Y con los bots de comentarios se reduce cuánto? —Volvió a ver a Harry.

—Vaya —Ron veía la pantalla con una expresión incrédula—. Si fuese por mí, ya te tendría
trabajando con el equipo que trata con los muggles.

—Seis meses es lo máximo que se reducirá, según nuestro acuerdo —Grayson les mostró un ceño
fruncido a ambos—, con botes o sin ellos.

—Bots, señor —corrigió Cecyl, ocultando su sonrisa tras otra dona.

—¡Eso dije!

—Creo que podríamos extenderlo a ocho meses al menos, señor, no es un criminal violento-

—¡Seis meses era el trato, Weasley! —replicó el Jefe Auror—. Todavía estará un año allí abajo.

Ron esperó a que se girase para rodar los ojos. Gesticuló un "hazte jefe pronto" hacia Harry, en
silencio. Harry negó y le respondió con un "hazlo tú". Cecyl, en medio de ambos, se rio.

El sonido no pasó desapercibido por Grayson.

—¡Y regresen al criminal a su lugar!

—Yo lo llevo —Ron agitó la varita para colocar unas cuerdas mágicas en sus muñecas, recuperó la
caja de donas a la que le quedaban dos y jaló de Cecyl por la cuerda para sacarlo de ahí.

—Liv dijo que eres el Auror más confiable —Cecyl hablaba en su trayecto hacia la salida—, vas a
asegurarte de que le quiten esos meses a mi condena, ¿verdad? No creo que tu jefe tenga muchas
ganas de hacerlo.
Grayson estuvo refunfuñando un rato por el criminal que cuestionaba su sinceridad, pero ninguno
de los Aurores le prestó atención. Los desmemorizadores seguían comprobando los resultados de
búsqueda en la red muggle, los Aurores con más tiempo volvían a sus actividades regulares ahora
que la crisis parecía a punto de ser superada y los novatos se fijaban en Harry, a la espera de algo.
No estaba seguro de qué.

—Supongo que también tienen sus propias tareas, ¿no? —les dijo—. ¿Ya saben sobre la agencia de
viajes de la que le hablaron a Ron? ¿Rastros de magia en los parques? ¿Un rostro, un nombre de
quién hace todo esto? ¿La división de maleficios quiere que esperemos un año para ver el recuerdo
de la iglesia o qué? Deben tener todas las respuestas, si pueden quedarse parados frente a mí,
mirándome, ¿no?

Los novatos entraron en pánico y se dispersaron. Harry organizaba su escritorio cuando Grayson Jr.
corrió de regreso hacia él, cargado de papeles. Empezó a balbucear.

—Reporte, jefe. La agencia de viajes es enteramente muggle, nunca han tenido conexión con el
mundo mágico, ni sus dueños, ni los empleados, ni sus destinos o paquetes son medianamente
mágicos, todo muy común y promedio. No hallamos nada, además de una mujer que estuvo parada
afuera de la tienda según testigos, no vestía el uniforme de la agencia, pero tenía unos folletos con
su sello que parecían oficiales, y los de la tienda no la echaron, así que…—Le tendió un folleto
con la descripción e imágenes de Hogsmeade—. Se presentó como "Rausco" y sospechamos que
los muggles de la tienda estaban bajo un confundus cuando ella entregaba los folletos, por lo que
no saben quién es, qué hacía, ni con quiénes habló.

—"Rausco" es un anagrama —masculló Ron, que se instaló en su mesa, junto a la de Harry, apenas
regresó de llevar a Cecyl. Acababa de escribir "rausco" y luego "oscura" en un pergamino, que le
mostró a Harry—. Igual que en la posada de Hogsmeade.

Harry tuvo una idea.

—¿Consiguieron algo en el recuerdo del posadero?

Grayson Jr. meneó la cabeza.

—Esta era la mujer —Le ofreció un dibujo bastante preciso extraído del recuerdo.

—Tienen su imagen…

—Es una muggle —aclaró el novato—, es presentadora de un show de entrevistas y estuvo en vivo
ese día por la tarde, se presentó en otro acto temprano y en ambos hay suficientes testigos. Alguien
se puso su cara para entrar a Hogsmeade y hacer la reservación.

—Alguien muy meticuloso —comentó Ron, casi para sí mismo.

—Tampoco encontramos rastros de magia en los parques afectados —siguió el novato, pasándole
otro informe—, pero sí notamos que las plantas reaccionan a esa persona, así que quien sea, es
"cubierto" por las mismas plantas, por eso no hemos detectado su esencia.

—Hay que buscar a alguien que maneje fuego azul en un nivel intermedio y alguien que maneje a
las plantas en un nivel avanzado —ordenó Harry—. Con todo lo que ha sucedido, es innegable que
trabajan juntos. La Cofradía no sólo nos entregó criminales, ya podemos estar más que seguros de
que quieren exponer el mundo mágico, si es que alguien en este Departamento lo dudaba.

—El fuego azul no quema las plantas —murmuró Ron—, pero no son habilidades que suela tener
la misma persona. Por la cantidad de criminales que atraparon y la rapidez a la que trabajan en
diferentes lugares a largas distancias, además de lo que nos han contado, deben tener un buen
número. Cuando hay un cierto número, se necesita una estructura. Generalmente, son los casos en
que vemos las asociaciones que funcionan como sectas…

—Y tienen a un solo líder.

—Puede que los del fuego y las plantas sean una especie de líderes secundarios, un puesto por
debajo del líder que la secta sigue —añadió Ron, deprisa, mientras escribía en su pergamino—.
Esta gente suele tener un objetivo en común, con la característica de que fueron convencidos por el
líder de la secta. Hermione me habló de las religiones muggles una vez y es básicamente lo mismo.
Alguien aparece, da una idea, reúne gente, y luego se expande buscando a más y con los que traen
los mismos seguidores. Podemos asumir que el romper con el estatuto es más algo que acompaña
una ideología que un acto de rebelión, lo que explicaría que los dos anagramas lleven al mismo
término…

—La Señora Oscura debería ser la líder "final" del grupo.

Ron asintió.

—Eso parece.

Grayson Jr. los observaba boquiabierto. Cuando ambos se fijaron en él, le llevó unos segundos
reaccionar.

—Ah, sí, sí, lo que dicen- ahm…oh, ¡sobre los recuerdos! —Carraspeó—. La división de
maleficios notificó el día de ayer que el recuerdo estaba libre de cualquier maldición que pudiese
afectarlos…

—¡Por fin!

—Pero no está completo —agregó el novato, adoptando una expresión de disculpa—. Su demora
fue porque intentaron recuperarlo, pero no pudieron. Dijeron que —Buscó entre los papeles que
llevaba consigo— parecía que sólo hubiesen tomado la mitad de los hilos de plata presentes en la
copa, pero aunque buscaron más, no encontraron nada aparte del líquido en que los sumergieron.
La copa tenía hechizos a prueba de daño, por cierto. Se confirmó que es de la época de las cacerías
de brujas en que sucedió la quema de la iglesia.

Harry asintió.

—Buen trabajo.

A los novatos había que felicitarlos de vez en cuando, no podía siempre darles órdenes o
regañarlos. Los que eran como Grayson Jr. se emocionarían y se irían a continuar con su trabajo de
inmediato, con una imagen similar a la de un cachorro que no paraba de mover la colita.

—Voy a repasar los testimonios de los criminales secuestrados por la Cofradía para ver si se nos
escapó un detalle y después acompañaré a la división que visitará las zonas con barreras para traer
el informe sobre los efectos de la magia del día de brujas y si ya ha desaparecido todo —prometió
el novato, hablando deprisa, por lo que las palabras se atropellaron entre sí.

—Excelente idea.

El novato se alejó aún más contento. Escucharon al Jefe Auror preguntarle a dónde iba y a Grayson
Jr. contestar con algo que sonó a un "¡tengo una misión que cumplir para el Auror Potter!".
—Y por eso tienes que ser el próximo jefe —concluyó Ron, dándole una palmada en el hombro. Él
negó.

—¿Vamos a ver el recuerdo?

—Un recuerdo de varios siglos de antigüedad con mucha tragedia incluida —Ron suspiró—. Sí,
¿por qué no? Es mejor que el papeleo para intentar explicar qué hizo Cecyl. Se lo dejaré a Roman.

Ya que fue Ron el que consiguió el permiso para sacar a Cecyl y Harry quien lo "convenció" de
ayudarlos (en realidad, aceptó apenas supo que se reduciría la sentencia), ambos consideraron que
podían escapar de las responsabilidades del papeleo y se dirigieron a la sala de registros. La
división de maleficios dejó el recuerdo con Roman, en otro recipiente, listo para ser revisado.

Se pararon frente al Pensadero por unos segundos. Ron comprobó que estuviesen solos en el
archivero, ya que Roman fue a buscar unos papeles para preparar el informe de Cecyl.

—¿Sabes qué? —Ron se fijó de nuevo en el Pensadero y los hilos plateados que flotaban dentro—.
Todavía no me gusta el fuego.

—Ni a mí —confesó Harry, en voz baja.

—A la cuenta de tres…

Como dignos Gryffindor, metieron sus cabezas al agua cuando iban por el dos para que no
pudiesen arrepentirse.

Fueron jalados y arrojados en el recuerdo difuso de una iglesia. La memoria era de una niña y fue
claro porque durante unos segundos era la única que podía ser identificada. Los demás se
convirtieron en siluetas borrosas, túnicas largas o sombras a su alrededor.

Alguien la llevaba cargada al interior de la iglesia. El recuerdo saltaba y un Ron y Harry


confundidos se encontraron de pronto en el sótano. La memoria se volvió más nítida; los magos de
antaño se amontonaban en el sótano, con sus rostros demacrados y lúgubres.

—¿Por qué las barreras no funcionan, Aveline?

—Los amuletos de calor no encienden, Ava.

—Aveline…

—¿Qué vamos a hacer si entran?

—¿Pueden entrar?

—¿Por qué nuestras barreras no funcionan?

La bruja a la que se dirigían estaba envuelta en una túnica gris y sus rasgos casi no se distinguían
por la suciedad. Abrazaba a la niña dueña del recuerdo.

—La magia no funcionará mientras estén aquí y no sabemos cuándo se irán, así que por ahora…
por ahora, hay que guardar silencio y esperar…

—¿Esperar qué?

—Que no nos encuentren.


La memoria se convirtió en un torbellino de color y los lanzó a una escena diferente. El repentino
cambio los aturdió esa vez. De pronto, frente a sus ojos sólo había fuego naranja y rojo, magos
incapaces de usar su magia y los gritos de los que eran quemados vivos.

Ron abandonó el recuerdo primero. Harry apenas se quedó un momento más, horrorizado por la
imagen de las personas rodeadas de un aura negra y atrapadas por el fuego.

La niña del recuerdo estaba en una esquina, envuelta en una túnica mojada. La bruja que la
sostenía le decía que bebiese de la copa que encontraron en la caja de la iglesia. Luego sólo había
más fuego y gritos de auxilio, hasta que ya no pudieron hablar.

Harry tenía la mente en blanco cuando se enderezó fuera del Pensadero. Se secó con un hechizo y
se ajustó los lentes.

Ron se había apoyado en la pared junto al Pensadero y se deslizó hacia abajo, hasta quedar
sentado.

—Si ese es el origen de la Cofradía con que lidiamos ahora —mencionó, en tono cansado—,
revelar el secreto podría ser un paso para traer una nueva guerra con los muggles y el comienzo de
más cacerías.

Harry se sentó a su lado y recargó la cabeza en la pared.

—¿Por qué no podían usar magia, Ron? ¿Cómo extraes un recuerdo sin magia?

Su mejor amigo sacudió la cabeza.

—Pregúntale a Mione, compañero. Mi cabeza ya llegó a su capacidad límite por hoy —bromeó,
sosteniéndose la cabeza entre las manos.

Harry suspiró y le dio una palmadita en la espalda.

—Lo vamos a resolver, Ron —prometió, en tono suave.

—Sí, claro —Ron resopló—, siempre lo hacemos.

Chapter End Notes

¡Ya estamos de vuelta! Esta vez me he tardado porque entre los últimos días de
octubre y la primera semana de noviembre estuve tan mal que no podía ni pasar más
de unos minutos de pie. Luego esta semana hubo trabajo acumulado, porque ya
debería tener casi listo mi siguiente libro…y nah. Para mañana, habré corregido solo
cien de cuatrocientas páginas, jAJAJA. Pero necesitaba un descanso y Harrybebé
siempre cae bien. ¡Espero que tengan lindo día/tarde/noche! /corazón, corazón.
Diciembre en La Madriguera

Draco quería barrer la mesa con las manos y empujar todos los pergaminos al suelo o a la basura,
donde pudiese quemarlos con un incendio, pero su educación sangrepura y los últimos veinte años
de darse sacudidas mentales para formarse algo mínimamente parecido a un carácter decente se
oponían.

—Es inútil, ¿no? Si hubiese alguna forma, ¿no me lo habrías dicho ya? ¿No lo habrías dicho
apenas te lo mencioné…?

—Contrario a lo que quisiera, no tengo las respuestas a todas las preguntas del mundo, Draco.

—Estudiaste Artes Oscuras por todo el mundo, Theo.

—Y mis especialidades son la Aritmancia y romper maldiciones —le recordó Theodore, con calma
—, no esto. Los hechizos de unión mágicos no son considerados Artes Oscuras, nadie te obligó a
usarlos, no te lastimaron, ni siquiera ahora lo hacen.

Draco se dejó caer en una de las sillas de la oficina de Theodore y exhaló, poniendo sus ojos en la
ventana que daba al patio.

Nesrine había convencido a Scorpius de que la ayudase a subirse a un árbol, pero ninguno estaba
seguro de cómo hacerlo, por lo que él intentaba alzarla y la niña gritaba cuando se le resbalaba una
rama entre las manos. No creía que pudiese tomar forma de Veela a voluntad si se caía, pero estaba
seguro de que Theodore ya les había colocado montones de hechizos de seguridad.

Habría sido absurdo esperar que pudiesen regresar a la Mansión Malfoy por diciembre sin romper
el frágil equilibrio que consiguieron crear. Scorpius no tenía los ojos enrojecidos e hinchados
cuando lo veía por las mañanas y eso era lo más importante para Draco. Las clases, sus amigos, la
obra, esto sirvió para distraerlo, y temió que quedarse ambos en casa lo devolviese al estado que
tuvo en el verano, así que pasaban las vacaciones con los Nott.

Theodore no tenía residencia propia en el país. Antes de que su hija entrase al colegio, Talía y él la
compartían, llevándola en sus viajes durante largos períodos de tiempo a cualquier lugar en que
trabajasen entonces. Sin embargo, la vieja casa de sus abuelos continuaba allí, sangrepurezca,
pasada de moda y oculta de los muggles. El polvo no fue nada que la magia no pudiese quitar.

Draco tenía la esperanza de que su amigo, una de las personas más inteligentes que había
conocido, pudiese ayudarlo.

Sabía que no era su culpa, pero con sus respuestas se frustraba más.

Ver a Scorpius riéndose en el patio relajó una parte de él que estaba inquieta desde el verano y que
era difícil de convencer de que no estaba arruinándolo todo como padre.

Volvió a fijarse en Theodore cuando consideró que estaba más tranquilo. Él continuaba viéndolo, a
la espera de que hablase. Si hubiese sido veinticinco años atrás, Theodore habría aguardado que
detuviese su "berrinche", como solía llamarles.

—Mira —Theodore exhaló, se puso de pie y se acercó. Se recargó en el borde de la mesa junto a
Draco—, las razones por las que una bruja pierde su cuerpo pueden ser muy variadas, pero yendo
al punto…todo se resume en que se le acabó la energía de alguna manera. Sabes que todos tenemos
cierta "energía", los magos diferente de la de los muggles. Esa energía es usada en cosas como los
patronus, por ejemplo, y eso hace que sirvan para ahuyentar a los Dementores. Nuestra energía no
suele acabarse de la nada, Draco.

—Astoria era la persona más normal en mi vida, Theo.

Cuando él le dedicó una mirada escéptica, Draco resopló.

—Ya, claro, no era- no es muy normal, pero tú te la pasas viajando hacia pueblos fantasmas, Blaise
hace esculturas de hombres desnudos todo el día y lo de Pansy- todavía no sé en qué pensaba
Pansy cuando se fue a vivir con una comunidad de sirenas del sur, pero entiendes el punto —Draco
sacudió la cabeza—. Astoria revisaba cosas de un museo mágico, Theo. No es como si hubiese
algún peligro allí, todos los artículos peligrosos eran vistos por alguien más, lo que ella traía a casa
eran manuscritos, algunas pinturas, un par de máscaras y varitas de grandes magos de la historia.
Se interesó por la Ley Mágica y era voluntaria en un programa de niños mágicos. ¿En qué se
supone que se gastó su energía?

—No lo sé, Draco, pero…oye, tal vez no tengas que enfocarte en eso, ¿sabes? Dijiste que tenía a un
medimago que la visitaba cuando se debilitó demasiado.

Draco asintió.

—Bueno, pues el medimago debería haberse dado cuenta de qué le pasaba, pero lo trató como si
fuese una enfermedad hereditaria, ¿no?

—Dijo que era la maldición Greengrass —murmuró Draco, frunciendo el ceño—, por haber dado a
luz a Scorpius. Se había acumulado todos esos años y estalló dentro de ella, algo así-

—¿Fue el mismo medimago que la trató en el momento crítico y la declaró muerta?

—Sí.

Theodore le dedicó una mirada conocedora y Draco rodó los ojos y negó.

—Yo estuve en el reconocimiento exterior, Theo, la vi, no respiraba, no tenía pulso y estaba en el
ataúd.

—Pero…el ataúd estaba vacío más tarde, Draco.

Sí, eso lo había vuelto loco durante más de un mes. Cuando Maia Hemmings le dio la información
que Astoria dejó con ella, hizo una rápida visita a la Mansión y abrió el mausoleo por la fuerza.

El medimago trasladó el ataúd después de que Draco hubiese confirmado que era ella, según los
procedimientos estándar. Cuando le quitó la tapa con un hechizo, lo halló vacío.

—No he podido contactar con el medimago —masculló Draco, tirando del brazalete que ella le
regaló—, desapareció de San Mungo, lo enviaron a una misión de no sé qué cosa de sanadores
voluntarios. Ninguna lechuza lo encuentra.

—Hay que aceptar esto —Theodore se puso de cuclillas frente a él, de manera que tuviese que
verlo—, no está muerta y definitivamente no está viva. No aquí. Por tu descripción y todo lo que he
leído y visto, debe haber entrado al mundo de las sombras. No sabemos mucho de eso, hay rumores
de que los Inefables querían investigar un "pasaje" que servía de entrada, pero…no se han dado
resultados al público sobre lo que pase allí.

—Sólo quiero saber si Scorpius aún tiene madre, y- y si esas cosas van a hacerme algo si me quito
el brazalete, ¿entiendes? Me rindo con lo demás. No importa, que haga lo que quiera, ¿igual no es
lo que estuvo haciendo todo este tiempo? ¿Sabes cuánto toma crear un brazalete de estos? ¡Si
hubieses visto cuántos pidió…!

Draco se forzó a respirar profundo y controlar su voz cuando se dio cuenta de que se estaba
exaltando. Apartó a Theodore, se levantó del asiento y comenzó a moverse por la oficina como un
animal enjaulado.

—Draco —Theodore probó con un tono más suave—, ¿realmente te preocupan las sombras que
has visto cuando te lo quitas o…?

Draco se giró hacia él y apretó los labios, pero terminó estallando.

—¡Sólo digo que…que después de catorce años, pudo habérmelo dicho! ¡Pudo haberme
dicho algo! Incluso si- si había una razón, una especie de Juramento Inquebrantable, algo que le
impidiese contarme, al menos- al menos…

Draco hundió el rostro en sus manos.

—Estuve todo un día preguntándome si- si tendría que haberla llevado a San Mungo, a pesar de
que ella no quería dejar la casa, si- si tal vez yo no había hecho lo suficiente, y si podría haber
ayudado más, o hecho más, o evitarlo de alguna manera, antes de que…de que su voz sonase en el
brazalete. Y lo primero que pensé no fue "mi compañera volvió", sino "ya está, es oficial, heredé la
locura de los Black, ¿ahora con quién mando a Scorpius? ¿Con mi amigo que estudia magia oscura
o con la que vive en el Caribe? ¿Mis padres que casi fueron a prisión dos veces o Blaise, que no se
cuida ni a sí mismo?".

—Sabes que Scorpius siempre puede venir conmigo, con cualquiera de nosotros, pero- Draco-
¡Draco! —Theodore se puso frente a él y le colocó las manos en los hombros—. No es necesario,
porque no perdiste la cabeza, así que respira. Respira. Inhala, exha-

—¡No quiero estúpidos ejercicios de respiración! ¡Estoy harto de ellos! ¡Astoria siempre me hacía
respirar así cuando tenía una pesadilla! ¡No necesitaba respirar, necesitaba un botón para reiniciar
esto y ver si le daba una sacudida a mi "yo" adolescente para que no hiciese tantas estupideces!
¡Así yo no tendría una jodida Marca Tenebrosa en el brazo y no estaría preocupado acerca de a
dónde irá a parar mi hijo si me sucede algo! ¡Nadie quiere al hijo de un ex Mortífago cerca!
Apenas tiene trece y ya le arruiné la vida y-

—Créeme, necesitas respirar y pensar un poco en lo que estás diciendo, Draco. Estás cerca de un
ataque de pánico-

—¡No estoy teniendo un ataque de pánico! ¿Te parece que no conozco uno? ¿Que no he tenido
suficientes?

Theodore suspiró.

—¿Ya te sientes mejor?

—¡No! ¡No me siento mejor! —Draco se apartó de él y volvió a dar vueltas por la oficina—. ¡Me
siento peor, mucho peor! ¡Merecía sinceridad! ¡Me lo merecía! ¡Me gané el derecho a que fuese
sincera, acompañándola por catorce años! Vi la peor parte de ella, la parte que era calculadora y
engreída, y la escuché cuando me decía qué cosas debían cambiar en mí, porque tenía razón al
hacerlo, y le- le conté todo lo que me pareció que podía contarle a alguien, todo lo que podía sacar
de mi cabeza que es un desastre en ruinas después de la guerra, y aun así…aun así…
—¿Mejor?

Draco negó.

—Estoy tan molesto con ella.

—Estás herido —corrigió Theodore, que había vuelto a sentarse para esperar que su arranque se
detuviese.

—La odio.

—Oh, por Merlín, acabo de oír otra vez a un Draco de once años diciéndome que odia a Harry
Potter porque golpeó su orgullo al dejarle la mano extendida-

—Esto es diferente —replicó Draco, cruzándose de brazos.

—No, es igual —contestó Theodore—, estás herido, lo entiendo. Cuando alguien te hiere, sueles
enojarte. Tirar a morder. Pero no hay nadie para atacar aquí, más que tú o yo —Extendió los brazos
y se encogió de hombros—. No te puedo quitar el enlace que tienes con ella, apenas puedo
bloquear tu lado de la conexión a medias, pero vas a tener que quedarte con el brazalete y tragarte
tu rabia, porque si te lo quitas, no sé si te perderemos a ti o algo vendrá. Y Scorpius está en el
patio. Y Nesrine también, y si algo le pasa a mi hija por tu berrinche, te juro que ambos
acabaremos en Azkaban y Pansy y las sirenas van a tener que cuidarlos a los dos, así que te sientas,
te calmas, respiras y te tomas un té, o hago el té, lo traigo y te lo echo encima.

Draco se sentó.

—Excelente —Theodore asintió y carraspeó—. Ahora que volvemos a ser dos adultos razonables,
hablemos de lo que quieres hacer.

—Quiero una taza de té —musitó Draco.

Unos minutos más tarde, los dos se encontraban sentados en lados opuestos de la ventana, desde
donde podían ver a Nesrine intentando tomar frutas del árbol encantado para pasárselas a Scorpius;
lo que fuese que crecía allí tenía el mismo color que la escarcha del invierno, una silueta redonda y
sobrevivía a esa baja temperatura. El té estaba recién preparado y Draco tenía que admitir que era
más sencillo respirar.

Tal vez sí hubiese estado al borde de una leve crisis.

Theodore colocó su taza sobre la mesa entre ambos después de un par de sorbos.

—Pude bloquear su entrada cuando llegaste enojado de la reunión con Maia y dijiste que no
querías oírla hablar, bien, pero la conexión del enlace es mucho más profunda. Sólo ustedes dos la
pueden romper, a menos que ella termine de morir, y si quieres intentar algún tipo de invocación…
tengo que reanudar la conexión del brazalete, así que volverás a oírla —Theodore hizo una pausa,
en la que lo observó con atención—. ¿Qué tienes en mente?

Draco meneó la cabeza y miró por la ventana de nuevo.

—¿Esas cosas…esas sombras que salen cuando me lo quito pueden entrar a nuestro mundo?

—A través de ti y esa conexión tan rara…tal vez —Theodore se encogió de hombros.

—Así que entrarán aquí si me lo quito.


—No puedo estar seguro de que no vendrán sólo para jalarte hacia ella, pero sí, puede ser.

Draco asintió, despacio, y bebió más té.

—¿Tú qué harías en mi lugar?

—No sé —admitió Theodore—, sólo estoy recordando que hace catorce años te dije que mejor no
te casaras porque casarte te iba a complicar la vida.

—¿En serio? ¿A esto te referías con la forma en que se complicaría mi vida, Theo?

—Es complicado, ¿no?

Draco emitió un vago sonido de protesta y negó.

—¿Puedes invocarla como a un espíritu?

—Puedo intentar.

—Y romperíamos la conexión mientras esté aquí, ¿no?

—Ese sería el plan, si lo logramos.

—¿Qué tan posible es?

—Suena más lógico que esperar que las sombras desaparezcan por sí solas…

Pasaron otro largo momento en silencio.

—Déjame pensarlo —indicó Draco, de pronto—, lo consideraré estos días y te diré si prefiero sólo
ignorarla hasta que se desvanezca o invocarla.

—Lo ideal sería invocarla el veintiuno de diciembre, es un día con mucha carga mágica y tiene la
noche más oscura del año.

—Lo pensaré —repitió Draco, entre dientes.

Theodore asintió. Ya que no añadió más, siguió hablando.

—Y sobre lo que quieres hacer con ella…

—No quiero ni pensar en Astoria hasta que decida lo que siento con respecto a todo lo demás, ¿de
acuerdo?

Theodore volvió a asentir.

—Le podemos decir La Innombrable, como al ex de Pansy.

Draco casi se rio.

—0—

La Madriguera era un verdadero caos ese diciembre. Molly reunió a los magos adultos capaces de
su familia, los hizo extender el toldo que se usaba para los eventos especiales, desnogmizar el
jardín, derretir la nieve y crear una barrera climática que mantuviese la maravilla del invierno pero
sin que alguien se fuese a quedar pegado a su asiento por el frío.
La familia entera se encontraba allí, las expansiones en la casa a lo largo de los años no evitaban
que alguien tuviese que ocuparse de administrar el espacio, parecía haber más niños cada vez que
Harry parpadeaba y los mayores eran divididos en grupos para encargarse de organizar todo como
a Molly Weasley le gustaba.

Ron, por ejemplo, estaba metido en la cocina desde las seis de la mañana, con Bill y Molly.

Percy no paraba de dictar órdenes y colocar listas con los nombres de quiénes se quedaban a
dormir en los cuartos en cada puerta, con una seriedad que no le veían desde que fue Premio Anual.
No ayudaba que George cambiase las listas cada poco tiempo. Sus discusiones se oían por toda la
casa.

Harry y Hermione estaban en el grupo encargado del patio. Hermione sacaba al último gnomo de
las barreras y veía a la criatura darse la vuelta y mover el trasero de forma burlona en su dirección.

—Deberíamos conseguirles otro sitio donde vivir —mencionó Hermione, cansada—, igual que al
ghoul del ático.

Una nueva iniciativa se avecinaba, ya lo veía venir. Hogares para las criaturas mágicas
indefensas. Se conocería como HoCMI.

Harry se aseguraba de que el toldo no se volaría incluso si había una tormenta de nieve allí y que la
temperatura se mantendría en un punto decente cuando ella se acercó para ayudarlo.

Hermione tenía esa cara que hacía cuando quería hablar de algo, pero aún no sabía cómo sacar el
tema. Y temía que sabía qué era.

—Así que…

Oh, sí, ahí estaba.

Harry respiró profundo, buscó alrededor con la mirada para asegurarse de que James no era el
responsable del grito que acababa de escuchar y se fijó en las barreras de nuevo.

—Ginny regresó justo el día en que los chicos vinieron, genial, ¿no?

—Sí —La respuesta de Harry fue inmediata y siguió sin verla.

—Debiste estar feliz, fue bueno que llegara. Estuvo fuera desde septiembre, ¿no?

—Ajá.

Con el paso de los años, sospechaba que a Hermione se le contagió un poco la falta de sutileza de
Ron. O puede que Harry ya conociese sus trucos.

—No sé cómo me sentiría si no veo a Ron en tres meses, sin contar los meses que estuvo fuera
cuando los chicos estaban en el otro ciclo escolar. Seguro funciona para algunos, pero debe ser
difícil que la persona con la que compartes tu vida se ausente tanto…

Harry la miró de reojo y notó que Hermione arqueaba las cejas, esperando que le contase. Él negó.

—Está haciendo lo que le gusta, eso es bueno para ella.

—Claro —Hermione se desanimó e intentó otro método—, pero seguro que incluso a ella tienen
que darle vacaciones…
Sabía lo que quería saber y esperaba que decírselo supusiese el fin de aquella plática sin sentido.

—Vino por diciembre, se va el día después de que los chicos vuelvan al colegio.

—¿Por cuánto tiempo?

Harry se encogió de hombros. Se percató de que su amiga quería decirle más y sintió que era
salvado cuando escuchó que alguien lo llamaba desde la casa.

—¡Los Scamander acaban de llegar por la chimenea! ¡Luna está aquí, Harry!

Harry lo utilizó como excusa para huir de ahí.

Ese año, los Weasley tenían más visitas que nunca. Los Scamander sólo eran parte del grupo.
James corrió hacia la sala cuando él lo hizo y recibió a Lorcan con un abrazo que casi lo levanta
del suelo. Después se tiró sobre Lysander.

Harry saludó a Rolf, y medio segundo después, tenía a Luna colgada del cuello.

—¡Harry!

—Hola —Harry se rio, genuinamente feliz por primera vez en todo el día. La estrechó más—,
¿cómo está mi fantasmalóloga favorita?

Luna sonreía cuando se apartó un poco. Se ajustó unos lentes rosa y gigantescos y empezó a
contarle sobre los fantasmas de Grecia, el lugar donde Rolf investigaba a unas criaturas
mitológicas no-tan-falsas y ella trabajaba en las ruinas hasta que los gemelos volvieron del colegio
por vacaciones. Todo sonaba tan extraño, loco y divertido como las demás anécdotas de Luna. Era
familiar, agradable, y Harry en serio la adoraba por eso.

Además de los Scamander, se les unían Teddy con su abuela Andrómeda, un Sirius que tenía los
nervios de Molly en el límite desde que quiso jugar Quidditch dentro de la casa, unos amigos de
Victoire, Neville Longbottom, un compañero de Fred II que era huérfano, y según Harry, el nuevo
"adoptado" de Molly.

También fueron invitados los Malfoy, después de que Hermione le mencionase a Molly sobre la
muerte de Astoria en el verano, y con ellos, probablemente llegarían los Nott, porque Albus y Lily
querían invitar a la hija de Theodore.

Harry estaba convencido de que la casa explotaría antes de la navidad. A medida que las personas
entraban y el griterío subía de volumen, temía que ni siquiera superarían la noche.

Luego de asegurarle a Molly tres veces que el patio estaba listo, el grupo se dispersó y fueron
"reasignados". Harry iba a entrar a la cocina, hasta que vio a Ron golpeando a Charlie con un
cucharón y diciéndole que no tocase su comida porque era para la cena.

Jamás había visto a alguien actuar tan Molly.

Decidió darse la vuelta y abandonar la idea de ofrecerle ayuda. En su lugar, quedó asignado en la
logística, junto a Percy. Él no lo quería organizando los cuartos ni el equipaje, así que Harry
básicamente saludaba a los que llegaban, veía que los menores (con Sirius y George) no hiciesen
estallar todo lo estallable y esperaba que la comida estuviese lista para poner la mesa y llamar a los
demás.

Hermione se sentó junto a Fleur, Audrey y Angelina para ayudar a tejer los suéteres faltantes que
Molly les permitió completar, después de mucha insistencia sobre que ella no podría con todos
sola. Ron seguía sacando a la gente de la cocina a cucharazos. Harry estaba seguro de que James
jugaba Quidditch en las escaleras y Lily era la que se lanzó por la barandilla y esperaba que nadie
gritase de dolor de repente.

Cuando los Malfoy salieron de la chimenea, Harry estaba justo ahí, en medio del caos, con la ropa
desarreglada y cubierta de tierra tras la pelea con los gnomos del jardín, el cabello en un nuevo
nivel de desorden y sosteniendo una muñeca que la hija menor de Percy le dio por algún motivo
desconocido.

Scorpius salió primero, con su ropa a la medida que intentaba copiar un estilo casual y una
serpiente negra enroscada en el cuerpo que atraía la mirada de quien fuese. Albus parecía tener un
detector de Scorpius, porque alcanzó la sala antes que Rose. Cuando ella llegó a saludar, Albus ya
hablaba con su mejor amigo.

Draco Malfoy vino después, con un traje negro y esa expresión de no saber bien qué hacer en un
sitio tan caótico. Localizó a Harry, lo saludó con un cabeceo, y medio segundo después, ya perdía a
su hijo en una multitud de cabezas pelirrojas.

Los Nott vinieron con ellos, como Harry predijo. Nesrine se olvidó de la existencia de su padre
apenas cruzó la chimenea y siguió a Albus y Scorpius, preguntando por Lily en el camino.

—No tardó ni medio minuto —Oyó que decía Theodore, que veía el lugar por el que se fue su hija
—, ni siquiera había estado aquí antes…

Draco le dio una palmadita en el hombro.

—Scorpius fue peor la primera vez. Te acostumbrarás. No te recuerda hasta que le dices que tienen
que irse…

Como todos los adultos tenían que ocuparse de algo, Theodore acabó de alguna manera misteriosa
ayudando a hilar la lana de los suéteres marca Molly, con una expresión de profundo aturdimiento,
y Draco se unió a Harry para supervisar que ningún chico tirase abajo la casa.

Claro que seguían siendo pocos a comparación de la rama de nietos de Molly y Arthur. Cuando
Teddy se lanzó sobre ellos, rodeando los hombros de cada uno con un brazo, Harry ya sabía que
intentaba distraerlos.

—¿Dónde está James? —indagó. Su ahijado sólo se rio—. ¿Dónde está Sirius?

—No sé, Harry…

Hubo una explosión en el ático, seguido de un largo quejido y pasos fuertes. Después un mago
hechizado para parecer una criatura enorme y peluda intentaba bajar las escaleras y un grupo de
chicos corría sin control por ahí, gritando. Sirius entre ellos, por supuesto.

Draco utilizó un hechizo de zancadilla en Sirius y luego fingió que nada sucedió, mientras el mago
protestaba desde el suelo. Harry lo vio y comenzó a reír.

No sabía cuándo fue la última vez que se rio tanto.

—0—

Por la noche, La Madriguera continuaba en pie, por lo que Harry creía que era un acto de magia y
voluntad pura de parte de la casa y Molly. Creía que si comía otra porción de tarta explotaría y así
se lo hizo saber a Molly, pero Ron se parecía más a su madre desde que nació Rose y puso otra
tarta de melaza en su plato.

—Ron-

—Come ahora, habla después —respondió Ron, agitando el cuchillo con que lo cortó en su
dirección.

Harry esperó a que se distrajese por lo que Rose le decía, recogió su plato y se levantó de la mesa.
Pensó que debía quedar alguien que no tuviese el vientre lo bastante hinchado por tanta comida
para querer un poco más de postre.

En el conjunto de sofás de la sala, Hermione se reía, abrazando a Hugo y bebiendo pequeños


sorbos de un vino de color rosa claro, mientras George exageraba una historia que no
era tan impresionante, de acuerdo a su esposa, y Fleur casi dormía a Bill al jugar con su cabello.

Ninguno tenía espacio para más tarta. Harry continuó moviéndose.

Molly y Percy regañaban a Charlie y Arthur por algo que sucedió en el garaje. Harry prefirió no
acercarse.

Salió con su porción de tarta al patio y descubrió que Sirius reunía a un ejército de niños y
adolescentes bajo el toldo. Les estaba contando sobre una broma que hizo en Hogwarts y a James
le brillaban los ojos, de una manera que hacía que Harry sintiese que debía escribirle una carta de
disculpas por adelantado a McGonagall.

Encontró a Draco en uno de los bordes del toldo, intentando disimular su sonrisa tras una copa con
ese vino rosa.

Nesrine había jalado a su padre hacia una silla rosa de plástico, y Lily, junto a sus primas de
edades similares, lo peinaban y le hacían preguntas sobre sus viajes, siguiendo esa historia sobre
que era un espía. Un lado de la cabeza de Theodore tenía el cabello trenzado y el otro coletas de
colores, pero él mantenía una expresión muy seria al responderles.

Scorpius y Albus estaban un poco más allá, sentados sobre una manta, escuchando una historia de
Rose.

No supo si estuvo allí parado sólo un minuto o cinco. Lo sorprendió notar que alguien se le
acercaba y se quedó quieto el tiempo suficiente para que un brazo se deslizase bajo el suyo y una
cabeza se apoyase en su hombro.

Por un instante, pensó que era Ginny. Pero la magia que desprendía esta persona era diferente y
Ginny debía estar intentando sacar de la cocina lo que Ron decía que era para el día siguiente, sin
que se diese cuenta.

Luna lo miró de reojo cuando él giró el rostro. Harry le mostró su tarta.

—¿Quieres?

Ella asintió, sonriendo. Vio por encima del hombro un momento y Rolf se acercó al grupo de niñas
alrededor de Theodore Nott. Se sentó en el suelo, junto a Draco, y enseguida Lily saltó sobre él,
diciéndole "padrino esto" y "padrino lo otro".

—¿Caminamos un poco? —preguntó Luna, después de dar dos bocados a la tarta, con un brazo
todavía enganchado al suyo.
Debía ser un poco incómodo y Harry la ayudó a comer, recibiendo un murmullo de agradecimiento
a cambio.

Empezaron a moverse. Cuando se alejaron unos metros, notó que el ruido disminuía y ese ambiente
más tranquilo le trajo un recuerdo de quinto año. De no poder hablar con nadie y de moverse con
Luna justo así, sin necesidad de contarle los mayores secretos que tenía, ni de que lo presionase.
Sólo caminar. A veces eso bastaba.

—Traje regalos para todos —indicó Luna, con su voz suave y amigable—, para ti también. Se los
daré en navidad. Este año no me voy a equivocar, le pregunté a Hermione qué día era exactamente
y lo tengo anotado —Sostuvo la tarta con una mano y le mostró la palma de la otra, donde escribió
una fecha con marcador rojo—, ¿ves?

—Qué buen recordatorio —Fue lo único que dijo Harry, asintiendo.

—Te encantará tu regalo.

—Seguro que sí, Luna.

Ella siguió comiendo tarta felizmente por unos momentos. Rodeaban la casa y los laterales y la
parte de atrás estaban más oscuros, pero no lo suficiente para necesitar un lumos.

—Intenté por mucho tiempo contactar con el fantasma de Sirius para traerlo y que pudieses hablar
con él un rato, lo siento —Luna se volvió hacia él—. Pero estoy feliz de que no estuviese muerto.
Muy feliz por ti.

—Gracias, Luna —musitó Harry, sincero—. Yo también estoy feliz.

Luna se paró frente a él, deteniéndolo, y ladeó la cabeza. Se sacó la cucharilla de la boca.

—¿Lo estás?

—Claro, recuperé a alguien que quería, pasé tiempo con él…

La mirada de Luna podía ser peor que la de Hermione. Ella tomaba en cuenta lo que veía y
tanteaba en busca de una confirmación. Luna lo observaba como si se hubiese deslizado en su
cabeza con legeremancia y tuviese respuestas que ni el mismo Harry podía darse a sí mismo.

—Siento que lo de Ginny no esté funcionando, Harry.

—Está bien —Harry carraspeó—, es…eso sucede.

—Sí —Luna se colocó a su lado, enganchó el brazo al suyo y le ofreció un bocado de la tarta, al
que él no supo negarse—, eso sucede. Ya sabes lo que dicen sobre los finales.

—¿Que son un nuevo comienzo?

—No —Luna se rio—, que las cosas tienen que acabar con un banquete para que terminen bien —
Lo vio de reojo y le tendió otro bocado que Harry aceptó, dejándose alimentar—. ¿Van a quedarse
lo que queda de vacaciones aquí?

Harry asintió.

—Esa es la idea, si a Ginny no le molesta.

—Nosotros también queremos quedarnos, ¿y si entramos a la cocina antes de que Ron despierte?
En Grecia, hay una ciudad mágica que cocina delicioso, Rolf y yo anotamos muchas de sus
recetas…

Dieron una vuelta completa a la casa y terminaron de nuevo a unos pasos del toldo. Lily los vio
llegar y fue hacia ellos. Sostuvo una mano de cada uno y los jaló.

—¡Está hablando de ti, papá! ¡Es la historia de cómo te salvó!

Albus, Rose y Scorpius se unieron al grupo que rodeaba a Theodore y Draco. El último gesticulaba
de forma teatral, y al aproximarse lo suficiente, escuchó lo que decía.

—…así que lo pusieron frente a mí, porque yo era el único que lo podía reconocer con total
certeza. Tenía toda la cara desfigurada por las cosas horribles que le sucedieron esos meses. Y
obviamente supe que era él apenas me paré al frente, pero no podía decirles, porque los malos lo
matarían…

Cuando Draco notó que Harry también oía el relato, le lanzó una sonrisita engreída y volvió a
concentrarse en los niños. La historia llegó a su final casi como él la recordaba.

Apenas los más jóvenes se dispersaron y Luna empezó a hablar con su esposo, Harry se sentó junto
a Draco y lo vio con las cejas alzadas.

—No recordaba la parte en que nos conseguías un elfo que nos sacaba de ahí.

—Tienes mala memoria —Fue la respuesta de Draco, en tono desdeñoso—, por supuesto que fue
así. Dobby era mi elfo. Si yo no le dije que fuese contigo, ¿quién más podría haberlo hecho?

—Era un elfo libre.

—Pero no lo fue siempre, ¿cierto?

—Oh, sí, seguro tenías muchas razones para enviar a un elfo conmigo en segundo año…

—No sé, no sé, dejaré que lo pienses y veas si tenía o no razones para hacerlo…

Sí, La Madriguera sobrevivió esa noche a la familia y sus visitas.


La invitación

Por la mañana, Harry asentía a algo que Luna le decía y estiraba su brazo para alcanzar una taza en
una repisa alta. Como no llegaba, utilizaba magia no verbal para que esta volase hacia su mano.

Escuchó un débil quejido a su lado y giró la cabeza. Seguía adormilado y toparse con un Draco
Malfoy a esa hora, con su cabello lo más despeinado que los genes Malfoy le debían permitir y
frunciéndole el ceño por robarse la taza que él quería, dejó la mente de Harry en blanco.

Draco decidió tomar otra taza, se sirvió café y caminó entre artículos que flotaban para ponerse a
una distancia segura, desde la que saludó a Luna con un cabeceo.

—Hola, Draco —Luna le enseñó una sonrisa y siguió revisando la alacena. Junto a ella, levitaba
una lista de ingredientes para saber qué había y qué sacaría de un bolso mágico extensible—, ¿qué
tan bien puedes dormir con un espíritu cerca de ti?

Draco acababa de darle un sorbo a su café y empezó a toser de inmediato. La taza que Harry
llenaba de café se tambaleó en el aire.

Luna los miró de reojo, con esa expresión de leve curiosidad que ponía cuando analizaba la
reacción de otra persona.

—¿No te has dado cuenta? No es precisamente un fantasma —Luna bebió de su café y se ajustó
los lentes rosa y azules que llevaba sobre la cabeza. Arrugó el entrecejo al "examinar" a Draco—.
Interesante…

Draco vio a Harry con una ceja alzada, lo que él supuso que era una petición de una explicación
para lo que estaba escuchando.

—Luna es una fantasmalóloga muy buena. Ha trabajado con varias agencias internacionales para
resolver crímenes, en lugares en ruinas-

—Y para arqueólogos —añadió Luna, en tono animado. Se retiró los lentes y los agitó al gesticular
—. Los arqueólogos necesitan hablar más con los espíritus. Si escucharan a las piedras, sabrían que
no tienen que mover ciertas cosas o puede desatarse una maldición mortal que termine en la
extinción de todos los magos. O la piedra podría caerles encima —Ella asintió y se encogió de
hombros—, sólo la piedra lo sabría.

Como Draco volvió a observarlo, más aturdido, Harry intentó no reírse y se preguntó si sería el
espíritu de su esposa el que lo rondaba. Le parecía un poco triste, si era el caso.

Probó hablarle en el tono más suave que podía.

—Luna también puede intentar convocar espíritus…

—¿Como una nigromante? —Draco se fijó en ella con renovado interés.

Luna le ponía un polvo blanco a su bebida y levantó la cabeza de pronto cuando oyó la pregunta,
como si hubiese olvidado que conversaba con ellos.

—Ah, no, no- no exactamente, pero si lo he hecho. Es un proceso simple de runas que abre una
conexión, es como invitarlos, funciona si la persona viva era cercana al espíritu o si este tiene algo
que resolver con el mago…bueno, usualmente vuelven. También hay casos en que no quieren
regresar y hay que entenderlos. Forzar a un espíritu a volver no termina bien…

—Oh.

Harry pensó que debía extrañar a su esposa para considerarlo con esa expresión tan seria y su
pecho se apretó. Se acabó su café en el silencio de la cocina, apenas interrumpido por Luna
trasteando en la alacena, y preguntándose si podía hacer algo para ayudarlo. Ya era un gran avance
que hubiese sido arrastrado por Scorpius allí.

—Harry y yo vamos a cocinar —Luna continuó hablando. Veía a Draco por un segundo, sonreía y
seguía revisando la alacena—. Más tarde pintaré. ¿Quieres pintar conmigo?

Se dirigió a Draco al decirlo y Harry se quedó aturdido al verlo asentir.

—Hace mucho que no pinto, sería bueno intentarlo.

—Pintar es algo maravilloso —Luna asintió y lavó su taza con un hechizo.

—¿Pintas? —Harry vio al ex Slytherin.

—La educación de mi madre incluía al menos una habilidad lingüística, una artística y una
deportiva. Y eso todavía se quedaba "corto" para ella —Draco se encogió de hombros.

—¡La mía también fue así! Aunque mi papá terminó de enseñarme antes de entrar a Hogwarts…—
La voz de Luna bajó y luego regresó a su tono emocionado—. Oh, pero es muy bueno, Lys y Lor
también aprendieron mucho con eso. ¿Sólo pintabas como habilidad artística?

Draco negó.

—La habilidad artística para mi madre se dividía entre música y artes plásticas. Elegí pintar, y si
no hubiese aprendido a tocar el órgano, me habría hecho bailar ballet como ella.

A Harry se le escapó un bufido de risa al imaginar al Draco cretino de la adolescencia en un tutú y


de puntillas.

Draco estrechó los ojos en su dirección, como si supiese lo que acababa de pasar por su cabeza.

Por suerte, Luna lo distrajo con una charla sobre las tardes que pasaba en el laboratorio de su
madre y trucos de pociones que le enseñó.

Cuando Harry comenzó a ocuparse de los ingredientes que Luna extraía de su bolso mágico,
escucharon el choque de una escoba y la voz de James diciendo que estaba bien.

—¡Son apenas las siete, James! —recordó Harry, ya que Lily y Albus dormían hasta tarde en
vacaciones.

Albus incluso superó el récord de llegar a la una de la tarde dormido.

—¡Estoy entrenando! —replicó James, desde algún punto de la casa—. Diez kilómetros corriendo,
diez en la escoba y perseguir una snitch para empezar bien el día —De pronto, apareció en la
cocina, jadeando, con ropa deportiva y la escoba sobre el hombro. Saludó con un cabeceo a los dos
magos, besó la mejilla de Luna y recogió una botella de dos litros de agua—. Me estoy llevando a
Lorcan, tía Luna.

—¿Y Lys? —indagó la bruja.


James negó.

—Prácticamente muerto, incluso lo sacudí y no se despertó. Balbuceó algo en griego, se dio la


vuelta y siguió durmiendo —Luego vio hacia las escaleras—. ¡Apúrate, Lorcan, perdemos tiempo!

—¡Ya vooooooy! —contestó otro chico, desde algún piso superior.

—¡¿Quieres que sean veinte kilómetros corriendo?!

Se escucharon pasos apresurados en las escaleras. Rose bajaba con su propia escoba. Saludó a los
demás, tomó su botella de agua y golpeó el costado de James con el lado de la escoba que se
habría usado para barrer, si no fuese mágica.

—Los espero allá.

—¡Rosie se va sin nosotros, Lor!

—¡Ya estoy aquí! —Lorcan alcanzó el final de las escaleras, arrastrando los pies y llevando su
escoba sin energía—. Ya, ya…¿de verdad no podíamos empezar a las nueve?

—Las siete de la mañana es la hora de la energía, Lor.

Lorcan se pasó unos segundos extras en la cocina, abrazando a su madre y diciéndole que él en
verdad no quería ir a ninguna parte, además de su cama. James le agarró el cuello de la camiseta y
lo arrastró fuera de ahí.

Los tres adultos que quedaron en la cocina se observaron y no pudieron evitar reírse.

El escándalo de los chicos pronto sacó a más gente de la cama. Molly quiso saber qué harían, Ron
intentó meterse a la cocina. Teddy tomó una escoba provisional y fue a buscar a los chicos que
entrenaban afuera.

Los pocos que salieron de la cama temprano desayunaron en la mesa sin agrandar, escuchando a
Molly hablar sobre los suéteres que ya estaban listos y a los que, de acuerdo a ella, necesitaban
"acomodar unos detalles en las iniciales". Después de que el comedor estuvo limpio, Harry se
encontró, de alguna manera, incluido en lo que su psicomago habría dicho que era arte-terapia.

Luna, Ron, Draco y él ocuparon diferentes puntos del patio, bajo el toldo, con lienzos preparados
por la bruja, pinceles prestados y las pinturas de los colores primarios.

—¿Me estás diciendo que los mezcle? —Ron le fruncía el ceño a su lienzo en blanco—. ¿Por qué
no sólo me das el color que quiero usar?

—¿No sabes cómo formar colores, Weasley? —Draco agregó cierta burla en su tono que hizo que
Ron se pusiese rojo.

—¡Sólo digo lo que me parece más práctico y rápido!

—El arte no tiene que ser ni práctico ni rápido —alegó Luna, sonriendo.

Rolf se les unió, sentándose tras su esposa para hacer comentarios agradables en voz baja sobre lo
que pintaba. Después llegó Hermione a contestar en susurros cuando Ron le preguntaba qué
colores formaban cuál.

—¿Cómo va a ser un naranja el marrón, Mione? ¿Estás segura?


—Muy segura, Ron.

—¿Por qué mi morado se ve tan azul?

—Le falta rojo, cariño.

—¡Eso no es verde, Mione! ¡Te pregunté si estabas segura!

Draco se inclinó hacia un lado y Ron intentó cubrir la vista del lienzo de él.

—El cian técnicamente es un azul, pero también puede ser considerado un verde, porque lleva
amarillo. Si le pones más amarillo, se hace todavía más verde…

Ron miró a su esposa, vacilante. Cuando ella asintió, empezó a mezclar de nuevo. Hermione lo
observaba con una sonrisa divertida.

Después de unas horas, la mitad de las personas en la casa estaban despiertas y los cuadros eran
puestos uno junto al otro en el patio. Sólo Luna los consideraba obras de arte.

Harry se paró en medio del suyo y el de Ron, ladeó la cabeza y se sacó los lentes.

—Se ven mejor así, Ron.

Su mejor amigo le golpeó el brazo como protesta. Él se rio y se puso los lentes de nuevos. Ron
intentó pintar La Madriguera y Harry un campo de Quidditch; ambos le recordaban a los dibujos
que Lily le regalaba cuando estaba en primer grado.

—Está muy bien hecho —murmuró Draco, frente al lienzo de Luna, que creó una preciosa entrada
a un laberinto mágico lleno de luces y sombras—, ¿cuántas capas usas?

—Unas siete, ahí sólo tiene tres —Luna se agachó frente al de Draco y sonrió—. Me encantan los
detalles de las plumas.

—Practiqué tanto con ellos que podía dibujar uno en menos de cinco minutos con todos sus
detalles…

—Es un pavo blanco —Ron se fijó en el lienzo de Draco y arrugó el entrecejo.

Sólo veía un pavo blanco con una gran cola y un cisne del mismo color.

—Es un pavo real albino —corrigió Draco, utilizando el tono de superioridad que sabía que más lo
molestaba.

—Un pavo blanco —insistió Ron.

—Ten un poco de clase, Weasley, no compares a un pavo real con un pavo común. Por algo son
pavos "reales".

—La única diferencia es que presumen como tú, Malfoy —Ron agitó las manos a su alrededor
como si tuviese una gran cola que presumir, "imitando" la postura de Draco. Oyó la carcajada de
Hermione enseguida.

Harry no sabía que el blanco pudiese tener "tonos", así que se limitó a contemplar los cuadros de
ambos y pensar que el suyo y el de Ron necesitaban una nueva categoría. Tal vez "arte mágico
simple".
Cuando el resto estuvieron despiertos, Luna agregó otra capa a su lienzo con Lysander, que se
sentó junto a ella y agarró un pincel más delgado, y Scorpius abrazó a su padre cuando Draco le
regaló la pintura de las aves.

—Su patronus es un cisne —aclaró para Harry, que los veía con diversión tan pronto como
Scorpius tomó el lienzo y corrió hacia adentro para mostrárselo a Albus.

—¿Y el tuyo es el pavo real? —indagó, entretenido por la idea.

Se lamentó apenas la expresión de Draco se tornó más seria.

—Los Mortífagos no pueden hacer patronus.

—Snape podía —Harry bajó la voz al decirlo.

Draco lo miró como si fuese un dato interesante que jamás imaginó.

—Siempre pensé que…la Marca Tenebrosa tenía una especie de maldición que lo impedía.

Media hora después, Harry intentaba explicarle por qué su postura para lanzar el patronus no era la
correcta y Draco había entrado en su modo más orgulloso para negarse a aceptarlo.

—¡Lo estoy haciendo igual que tú!

—¡Si lo hicieses igual que yo, ya te saldría un patronus!

—¡Estoy maldito! —dramatizó Draco, tirando la varita a un lado, aunque levitó de vuelta a su
mano enseguida.

Harry se empezó a reír.

—No, sólo tienes que practicarlo un poco sin empezar quejarte, incluso tu hijo puede hacerlo.

—Scorpius es mejor que yo —Draco soltó un teatral suspiro y se encogió de hombros.

A petición de los Weasley más jóvenes, los adultos en el patio convocaron sus patronus para
mostrarles el hechizo. Harry sonrió cuando notó a Lily maravillada con su ciervo.

Al menos, hasta que un caballo se le acercó por detrás, la deslumbró y atrajo su atención. Lily vio a
ambos patronus, se rio e hizo ademán de tocar sus "cabezas".

Harry le dirigió una mirada "indignada" a Ginny, parada en el punto en que apareció el caballo.
Ella sólo se burló, sacándole la lengua.

El espacio bajo el toldo estaba lleno con criaturas brillantes a plena luz del día. Teddy insistía en
que su patronus de lobo era el más genial de todos, los niños se reían y Hermione le decía a Ron
que dejase de hacer que su patronus persiguiese al de ella.

Scorpius convocó a su patronus de cisne para que diese vueltas alrededor de su padre, pensando
que lo animaría. En realidad, no funcionó, porque cuando Lily animó a Albus a lanzar el suyo, el
mapache de Albus empezó a perseguir al cisne.

Harry observó a ambos patronus que se "deslizaban" por el aire, con la sensación de que algo
sucedía allí, y luego vio de reojo a Draco, que también tenía una expresión pensativa y le regresó la
mirada.
—¿Deberíamos decirles algo…?

Draco vio a su hijo y a Albus y negó.

—No, es mejor no meternos. Podría ser casualidad.

No sonaba muy convencido, pero Harry lo aceptó de todas formas.

El resto del día fue tan animado y tranquilo como la mañana. Cuando Harry no estaba escuchando
una historia de Lily, le hacía una pregunta a Albus sobre sus clases optativas y el club al que tanto
tiempo dedicaba. Jugaba Quidditch con James y Teddy, conversaba con sus amigos o era "atacado"
por cierto perro negro que tenía a Molly al borde de un colapso por el desorden que hacía.

—¡Compórtate, Sirius! —exigía cada vez que el perro saltaba sobre la mesa o encima de alguien.
Y Sirius se limitaba a ladrarle y huir, sacudiendo su cola.

Descubrió que Sirius trasladó las piezas de su motocicleta al garaje de los Weasley, con permiso de
Arthur, apenas supo que estarían ahí los siguientes días. No le preocupó que James se le uniese
para intentar arreglar el vehículo, pero sí un poco oír a Sirius hablarle de cómo conseguir una
forma animaga.

No quería imaginar el desastre que causaría James si podía convertirse en un animal.

Además, estaba ese detalle.

Ginny se paró a su lado a media tarde, después de que los chicos hubiesen decidido convertirlo en
árbitro de un juego en que apostaban con artículos de poco valor, como knuts, anillos o broches
para el cabello. Harry la miró de reojo y regresó su atención a la maniobra de Rose en la escoba.

—Lily me preguntó si yo te estaba dejando o tú a mí —soltó Ginny de pronto, en voz muy, muy
baja.

Harry suspiró.

—¿Qué le dijiste?

—No pensaba decirle nada hasta haberlo hablado contigo —aclaró Ginny, adoptando una
expresión de disculpa—, pero era obvio que no me estaba creyendo y sabes cómo se pone cuando
piensa que alguien le dice una mentira-

—Sí, tiene tu carácter.

Ginny lo codeó y le frunció el ceño.

—Le dije que era un acuerdo mutuo.

—¿Lo es? —Harry se pasó una mano por el cabello—. Hasta donde yo recuerdo, tú me dijiste que
querías un "tiempo para pensar y organizarte" y yo estaba almorzando tranquilamente, sin
imaginarme que eso se traducía a "me voy por cinco meses a otro país y luego hablamos".

—Se alargó más de lo que el equipo tenía planeado. Lo siento.

Harry sacudió la cabeza y le advirtió a Rose que no le lanzase bludgers en las cabezas a sus primos
o tendría que agregar hechizos de seguridad extras al partido.

—No te culparía si estás molesto, ¿sabes? Quiero decir, estuvo mal, lo entiendo comple-
—Mira —Harry se giró para verla—, no tengo ganas de hablar de esto aquí, pero es un buen
momento, tomando en cuenta que los chicos y el resto de los Weasley están distraídos. Si es por lo
del equipo, no. Tú querías jugar Quidditch desde antes de empezar a tener algo conmigo, desde
antes de la guerra, y yo siempre pensé que si no hubieses tenido a James, seguramente te habrías
dedicado a jugar. Y es genial que hayas dejado de escribir los artículos deportivos que tanto te
fastidiaban para estar ahí, eligiendo jugadores para un equipo, asistiendo a los partidos. Sé que
querías eso.

—¿Pero? —Ginny arrugó el entrecejo.

—Pero "quiero un tiempo" suena a "te estoy dejando y no sé cómo decirlo todavía" y hubiese
preferido más honestidad para evitarme la frustración de los primeros dos meses sin una sola carta,
preguntándome si hice algo.

Se sintió mucho más ligero después de soltarlo. No tenía idea de que lo llevaba como un peso en el
pecho hasta entonces.

—Dejé pasar mucho tiempo, debí estar más pendiente, no quería herirte si no estaba segura de
cómo me sentía-

—No te salió muy bien, pero ya pasó. En serio —Harry negó y volvió a fijarse en el juego—.
Estoy feliz de que hayas vuelto para las vacaciones de los chicos en el verano y ahora.

Ginny suspiró y pasó su mano sobre el brazo de Harry varias veces, de arriba a abajo, de la manera
en que hacía cuando tenían veinte años y Harry se despertaba por una pesadilla de la que no sabía
cómo hablar. Aún en ese momento, lo relajó un poco.

—¿Podemos hablarlo tranquilamente tomando algo cuando tengas un rato libre? —murmuró
Ginny—. Encontré una bebida con sabor a tarta de melaza, una especie de malteada. Traje un
montón de sobres para ti de Italia. No son una disculpa- sé que fui muy irresponsable al no
explicarte nada y estás en todo tu derecho de no querer que hablemos de esto, pero…¿una ofrenda
de paz y lo conversamos como debimos hacer antes? ¿Te parece?

—Estoy intentando parecer indignado y no puedo si me traes comida —protestó Harry. Su tono
quejumbroso aligeró el ambiente y le arrancó una carcajada.

Theodore continuaba por ahí, arrastrado por su hija al patio. Nesrine se unió al juego con Lily y
Harry le pidió al ex Slytherin que se encargase de vigilar a los chicos en su caótico partido.

Ginny le mostró cómo preparar la malteada en base a un sobre de polvo que le recordaba a las
bebidas muggles, sólo que era hidratado con un hechizo, y se lo bebieron sentados en el marco de
la ventana del cuarto que le dieron cuando se hizo lo bastante mayor para que Molly la separase de
sus hermanos. Tenían una buena vista del patio y de Lily y James jugando.

No hablaban tanto desde el regreso de Sirius en el verano.

—0—

Era la noche del veintiuno de diciembre. Bajo el toldo del patio de los Weasley, Harry llevaba a
cabo su último intento del día de enseñarle a Draco Malfoy cómo hacer un patronus.

—¿Estás seguro de que piensas en algo lo suficientemente feliz?

—Estoy pensando en la primera vez que cargué a Scorpius —Draco le frunció el ceño—, sonrió
apenas me vio y agarró mi dedo. No hay nada más feliz para mí que ese recuerdo, Potter.
Harry se enterneció y estaba seguro de que su expresión lo delató, porque Draco arrugó la nariz
enseguida.

—Lo que no significa que me haya hecho blando con la edad. Ni lo menciones.

—No, no, para nada, creo que es muy rudo querer a tu hijo, sí, algo que haría cualquier mago
malvado…

Mientras tanto, en un viejo cementerio, era la segunda vez que el hechizo de búsqueda fallaba.
Astoria caminaba en línea recta, ida y vuelta, entre las figuras de magos encapuchados y con una
rodilla hincada en el suelo y se enojaba todavía más porque sólo estaban ahí, en lugar de darle una
solución a su problema.

Era el comienzo del Yule y su hijo se encontraba más allá de su alcance.

—¿Cómo es posible? —Astoria se giró hacia Simon, que había vuelto a arrodillarse tras el segundo
fallo. El negro en sus ojos se disipaba cuando paraba de usar su peculiar magia.

—Hasta ahora, nuestra Señora no ha superado las barreras por sí misma, sino por la persona a la
que es llevada por los hechizos de búsqueda —explicó Simon, deprisa—. En Hogwarts, podía ir
hacia Draco Malfoy por el brazalete o hacia el principito por la serpiente que le dejó. Su conexión
con Harry Potter y la similitud entre ambos le permitió colarse en sus barreras, sólo lo necesario
para darle la carta del pársel. Pero en el lugar en que Draco Malfoy puso al principito…parece ser
que tiene protecciones específicas para este tipo de magia.

Astoria se cruzó de brazos y lo consideró unos momentos, ceñuda.

—Mi Señora —intervino otra figura encapuchada—, sé de una fuente confiable que Draco Malfoy
pensaba llevar a Scorpius a La Madriguera, la casa de los Weasley. Fueron invitados por Albus
Potter, pero no sé a cuánto tiempo se extendía esa invitación. La Madriguera fue conocida por ser
uno de los principales puntos seguros durante la guerra, casi el cuartel mismo de la Orden del
Fénix, y después de que los Mortífagos se metiesen…la seguridad creció de una forma
sorprendente. Ahora debe ser incluso más segura que el Ministerio o Hogwarts.

—Puede que hasta tenga ciertos hechizos lanzados por el mismo Dumbledore cuando aún tenía la
fuerza necesaria —alegó Simon, que ya no sonaba tan culpable—, hechizos activados en caso de
que Voldemort decidiese ir por Potter o para evitar que se aprovechase demasiado de su conexión
con él. Entonces no podré llevarla, mi Señora, mi magia no es intrusiva. A menos que Draco
Malfoy abra la conexión del brazalete y me dé tiempo…

Astoria observó el cielo y calculó que no les quedaba tanto tiempo. Era una lástima no poder verlo.
Se moría de ganas de oír cómo le fue con la obra completa.

Ya sería otro día.

—No, él no abrirá la conexión. Sigue molesto y puede ser terrible cuando está herido.

—Podemos intentar convencerlo de-

—No —Astoria negó—, les he dicho que lo dejen. Es mi culpa, debí tomarlo más en cuenta al
planear esto. Draco puede ser tan calculador o un completo desastre emocional, no tiene puntos
intermedios y yo lo sabía. Tendré que esperar que necesite comunicarse conmigo o haya tomado
una decisión. Y creo que hará falta que lo vigilen más, ¿se puede aunque esté con los Weasley?

—Se puede, mi Señora —aceptó el primer encapuchado en hablar.


—Háganlo entonces, por favor. Temo que haga algo que no debe por ignorancia y no podemos
darle más información de la que tiene sin poner en peligro a ambos lados…—Frunció el ceño y
sacudió la cabeza. Se fijó en Simon—. ¿Tienes mi canción lista?

Simon bajó la cabeza de inmediato.

—Sí, mi Señora.

—Comenzaremos por pequeños pueblos esta misma noche. ¿Cuánto tiempo puedes retener al
daemon de Scorpius?

—Al paso que está reuniendo energía, meses completos, mi Señora, pero…si las sombras se
acercan…

—Lo sueltas enseguida, ¿entiendes? Ni siquiera lo dudes. La explosión inicial de poder lo


defenderá si su caballero de oros no puede y eso llamará la atención de Draco. Tal vez después
quiera hablarme, será por el bien de Scorp. Es un buen padre y una buena persona, se tragaría su
molestia por él.

—Sí, mi Señora.

Astoria contempló el cielo una última vez.

—¿Cuánto tiempo crees que podamos evitarlo, Simon?

Escuchó un suspiro.

—No podemos hacerlo eternamente, mi Señora, ni aunque lo intentemos.

—Él lo sabía, por eso no se molestó en hacerlo…

—Hemos dejado las pistas correctas en los lugares correctos —agregó otro mago—, nuestro
contacto con los Aurores se ha asegurado de que sean vistas. Tenemos esperanzas de que Harry
Potter y Ronald Weasley estén cerca de la respuesta para cuando suceda.

—Ronald —repitió Astoria, pensativa—, Ronald, Ronald…¿lo descubrirá?

—Nuestro contacto dice que sí lo entenderá, sólo necesita la ayuda correcta y un poco de tiempo
para analizarlo sin nuestra información directa.

—Bien, eso será todo entonces —Astoria exhaló—. Por favor, ocúpense de sus tareas y gracias por
su trabajo de estas semanas. Lo están haciendo excelente. Simon, la canción. Quiero que Weber y
Dubois vayan contigo para ayudarte cuando los tengas. Saben a dónde ir y cómo llegar. Campbell
lo tendrá todo listo. Bijl —Extendió el brazo hacia un mago encapuchado, que se levantó
enseguida—, Aparéceme.

—No es recomendable que…—Intentó persuadirla Simon, hasta que ella le dedicó una mirada
interrogante. Calló.

—Bijl, Aparéceme —repitió Astoria, más bajo. Luego sólo hubo un plop.

—0—

Esa noche también estuvo llena de sucesos importantes. Música que llenaba las calles de pequeños
pueblos, durmiendo a unos y sacando a otros de sus casas. Las alarmas del Departamento de
Aurores fueron disparadas de nuevo.
En La Madriguera, Draco se preparaba una taza de té para calmar su mente y negaba cuando
Theodore Nott le preguntaba si convocarían al espíritu de Astoria.

—Es el mejor día, Draco.

—No quiero verla hoy, ha sido un buen día, y yo…todavía no sé cómo sentirme sobre todo esto —
Draco volvió a negar—. Sólo…tengamos unas vacaciones normales, somos invitados, yo más que
tú —bromeó, agitando una mano hacia él—. Hablaré con Luna sobre eso, puede complementar tus
ideas con las suyas. Tú lo dijiste; no es tu especialidad.

Le invitó una taza de té de todos modos y hablaron sobre los patronus, los Mortífagos, Scorpius y
Nesrine divirtiéndose con los Weasley.

Y en el Callejón Knockturn, una joven bruja discutía con el dueño de un local de cambio de
moneda ilegal.

—¿Para qué necesitas tanto dinero muggle?

—¿Para qué necesitas tú saberlo? ¿Es parte de tu trabajo ahora?

El dueño refunfuñó un poco, pero tomó los galeones y sickles y empezó a colocar sobre el
mostrador billetes que contaba frente a ella. Liva llevaba una cuenta mental al mismo tiempo para
estar segura de que no le daba menos de lo que debía.

Cuando recogió su dinero y lo encogía para deslizarlo en el "escondite" de turno, un nuevo cliente
se paró a su lado. Liva le frunció el ceño, porque cualquiera con algo de experiencia allí sabía que
iba contra el código del Callejón meterse en el negocio de otro, por muy turbio que fuese.

La figura encapuchada medía más de dos metros y arrojó varios galeones al mostrador.

—Cámbialos y dáselo a ella.

Liva se quedó ahí, con el dinero muggle recién escondido, el ceño fruncido, sus ojos pasando de la
enorme silueta con túnica al dueño que contaba billetes. Estaba segura de que esa voz rasposa no
pertenecía a alguien que conociese. Las deudas que tenían fueron saldadas esos días y ningún
Auror tenía tal aura ni se metería allí en esa fecha y hora para buscarla.

Por unos tensos segundos, se preguntó si tenía que utilizar su hechizo de emergencia y lanzar un
aviso con su ubicación a Ron, pero no se sentía en peligro, sólo extrañada por toda la situación. Era
surreal que alguien cambiase dinero para ella sin una razón de peso que fuese dicha desde el
comienzo.

El dueño incluso le tendió el dinero, Liva lo guardó cuando notó que él no pensaba moverse ni
hablar y el sujeto de la capucha no le pidió nada. Eso estaba lejos de ser normal.

Date la vuelta, cruza la puerta y Aparécete de una vez, pensó. Iba a mitad de camino a la salida
cuando se percató de que alguien estuvo detrás del tipo alto durante ese rato.

Esa fue la voz de una bruja y le habló antes de que pudiese marcharse.

—Si necesitas más, te podemos ayudar.

Liva se giró y la miró fijamente, sin ningún disimulo. El dueño sabía qué tipo de persona visitaba
ese lugar y ya se había metido a la trastienda, huyendo de cualquier posible confrontación.
No, tampoco la conocía a ella.

—No, gracias por la oferta. Y por el regalo.

—Tenemos refugios y un sanador. Conseguí unas pociones para arreglar huesos que no requieren
que uses magia…

—Dije que-

—…y una poción para recuperar la audición. Está diseñada para quienes sufren accidentes
mágicos y repelen los tratamientos normales.

Liva tenía la mano sobre el pomo de la puerta, pero no la abrió. Su mente trabajó deprisa sobre las
posibilidades. Si te giras, pensó, sabrá que estás interesada.

¿Cómo lo supo? ¿Cómo te identificó?

¿Ron?

Si Ron se lo dijo a alguien…

No, no haría eso.

¿No lo haría?

¿Por qué no lo haría?

Liva sintió que le costaba respirar, pero por fuera, continuaba igual que hace un momento al darse
la vuelta de nuevo.

—No voy a hacer lo que sea que quiera, no haga que le tire su dinero de regreso.

—No es para que hagas lo que yo quiero —aclaró la bruja, suavemente—, es para que hagas lo
que tú quieres —Luego extrajo de su túnica una tarjeta plateada con un sello que conocía.

Le mostraron el mismo sello cuando la invitaron al juego del secuestro con los Aurores. Liva
movió su mano y le arrancó la tarjeta con un accio no verbal. Se aseguró de que era real y observó
a la bruja con más atención.

—¿Es sobre…el proyecto Neverland?

La bruja sonrió y la invitó a caminar con ellos.


La canción de Simon

Luna tenía el ceño levemente fruncido cuando regresó del sótano. Usaba sus lentes rosa y abrazó a
su esposo tan pronto como Rolf le ofreció los brazos.

—Pobrecitos, pobrecitos todos ellos…

Utilizaron uno de sus días de descanso para esto, por insistencia de Harry. Sentía que tenían
demasiadas preguntas y era probable que Luna tuviese que regresar a las ruinas de algún país
lejano en enero. Sólo les tomaría una hora y estaba seguro de que conseguirían algo. La reacción
de Luna se lo confirmó.

—¿Qué te dijeron, Luna? —murmuró Harry, sin intenciones de interrumpir la burbuja de calma
que se formaba alrededor de la pareja.

—Pobrecitos, pobrecitos…—Luna negó y apoyó la mejilla en el hombro de su esposo—. Los


quemaron vivos.

—Sí —Harry asintió—, lo sé.

—No podían salir de ahí y no tenían magia. Los muggles los encontraron aquí, fue a mitad de las
cacerías de brujas.

—¿Por qué no tenían magia?

—Esas cosas que tenían encima…—Luna sacudió la cabeza otra vez y se calmó con un beso que
Rolf le dio en la sien.

—¿El aura negra? —Harry recordó que ese detalle le llamó la atención cuando vieron el recuerdo,
pero ni siquiera Hermione pudo decirle qué era.

Luna asintió.

—¿Qué es? —insistió Harry.

—Sombras, Harry.

La expresión aturdida de Harry debió ser respuesta suficiente para indicarle que no entendía nada,
porque ella exhaló y se apartó de su esposo. Tomó el dije de un libro que tenía en el brazalete y lo
agrandó con magia, convirtiéndolo en una versión real lo bastante ancha para que apenas pudiese
sujetarlo con ambas manos. Rolf se apresuró a sostenerlo por ella.

—Las cosas tocadas por las sombras no pueden tener magia —explicó Luna, rozando la portada
del libro marrón con los dedos. Lo abrió y Harry vio páginas en blanco y trazos ilegibles, con notas
de la letra de Luna en los bordes—, esto perteneció a un mago tocado por una sombra. Es muy
viejo, debe ser de la época en que quemaron a estos magos, pero es lo único que he- oh, aquí. Mira,
Harry.

Se detuvo en donde comenzaban los dibujos a carboncillo. Una silueta de una bruja, envuelta por
un aura oscura. En la siguiente página, el dibujo se invertía; la "persona" era una sombra, como si
se hubiese tragado a la bruja.

—No he podido descifrarlo todo —aclaró Luna, arrugando el entrecejo—, técnicamente, no son un
tipo de fantasma, pero sí son algo parecido a los espíritus. No basta con que te "toquen", es la
forma de contaminar, pero es más como…

—¿Como…como una especie de criatura que vuelve inútil la magia? —indagó Harry.

—Sí y no —Luna continuó pasando las páginas de códigos incomprensibles. Se notaba que el
autor había utilizado más de un método para mantener en secreto su trabajo—. Estas "sombras"
fueron creadas por culpa de los magos, es como…como el equilibrio para nuestra magia. Ya sabes,
Harry, que la energía no se desvanece, sino que se transforma.

—Claro —Harry asintió, como todo un conocedor.

—Pues cuando un mago muere, el cuerpo vuelve a ser un elemento orgánico en la tierra, el espíritu
pasa a otro sitio, pero la magia…la magia no puede seguirnos allí a donde vamos y no se puede
quedar suelta por el mundo, entonces se va a este espacio que está junto al nuestro y la magia se
reúne allí para…bueno, hacer esto —Luna exhaló—. Algunos lo confunden con algo llamado
"limbo", ¿sabes? Estar allí no es estar muerto, pero definitivamente no estás vivo.

—¿Y esas…esas sombras buscan a los magos?

—Buscan magia —siguió Luna—, es lo único que saben hacer. Si llegan aquí y encuentran a un
mago, toman su magia.

—¿Es permanente?

Luna frunció el ceño y buscó entre las notas que tenía en las orillas del libro.

—No he visto nada que diga que sí, no lo creo…pero no estarán muy dispuestas a devolverla,
Harry. Y pueden afectar a cualquier mago o bruja mayor de diez años.

—¿Por qué de diez años?

—Oh, bueno, entre los que trabajamos con espíritus tenemos una "escala" de energía para una
persona —Luna cerró el libro y le agradeció a Rolf por cargarlo. Empezó a encogerlo—, la energía
de un niño en sus primeros diez años no es algo que una sombra pueda tomar. Llamará mucho su
atención, claro, pero no puede quitársela.

—¿Qué tan seguido pasa esto de que una sombra venga a nuestro mundo?

—No es algo frecuente, somos afortunados —Luna lo hizo sonar como si en serio fuese una gran
noticia—. A veces una gran concentración de magia puede llamarlos y abrir una conexión para
ellos, por lo que muchos magos espiritistas dieron por hecho que las sombras vendrían aquí en la
época del auge de Quién-Tú-Sabes, atraídos por él y sus seguidores. Pero no pasó. Lo de esta
iglesia —Miró alrededor— probablemente sea el último caso registrado de una visita de las
sombras.

—Si las sombras estuvieron aquí y les quitaron la magia…

Quería saber sobre la memoria en la copa, pero luego recordó haber visto en el Pensadero que
pertenecía a una niña. No debía pasar de los diez años. Según el argumento de Luna, conservaba su
magia. Tal vez incluso sobrevivió.

Las dudas de Harry se concentraron entonces en el fuego. La iglesia seguía quemándose en ese
momento, puede que fuese producto de un fuego mágico o de la magia de la niña cuando descubrió
que era la única sobreviviente.
—¿Harry? —llamó Luna, suavemente—. ¿En qué estás pensando?

—No es nada-

Había comenzado a negar de inmediato y Luna no le creyó.

—Si no es nada, ¿por qué no dejas de tocarte la cicatriz?

Harry no se percató de que lo hacía. Debió haber retomado ese mal hábito. Apartó su mano
enseguida y suspiró.

—Gracias por hablar con ellos, Luna.

Luna negó y le restó importancia.

—Pude calmarlos un poco, tal vez un día encuentren su camino hacia un lugar mejor; estoy feliz de
haber hecho esto. Debe ser muy triste pasar la eternidad así…

—Sí, supongo.

Luna lo observó de reojo por unos segundos.

—¿Qué es lo que quieres decirme, Harry?

—Yo- —Harry negó, de nuevo.

—Tienes cara de que quieres decirme algo. La tiene, ¿cierto? —Se dirigió a su esposo.

—Definitivamente la tiene —Rolf asintió.

—Me preguntaba si las sombras podrían regresar pronto, es todo —Harry intentó adoptar el tono
más despreocupado que tenía y se encogió de hombros.

—Es una posibilidad, sólo si hay suficiente magia concentrada para llamarlas y crear la brecha —
Luna colocó una mano en su brazo—, pero, Harry, no tienes que estar buscando problemas que no
han aparecido ni salvando a personas que todavía no están en peligro, ¿entiendes?

Harry asintió, ya que no se le ocurrió qué más hacer. Sonaría ridículo explicarle que según la
experiencia de toda su vida, cuando los sucesos extraños llegaban uno tras otro, siempre venía uno
peor.

—Ya deberíamos volver, no quiero que gasten sus vacaciones aquí, de verdad no sabes cuánto-

Lo sorprendió oír la puerta de la iglesia abrirse. Tres cabezas se giraron hacia la Aurora que se paró
bajo el umbral, escaneando el lugar a través de las esencias mágicas que percibía.

—¿Qué haces aquí, McCarthy?

—Lo estaba buscando —La bruja se fijó en el punto del que provino la voz de Harry—, fui a La
Madriguera, llamé al Auror Weasley y me dijeron que usted había venido para acá de nuevo.

—Estoy de vacaciones —recordó Harry.

Cuando era un novato no le importaba, pero después de que nacieron los chicos intentaba reservar
sus días libres para pasar algo de tiempo con ellos y descansar, aunque no supiese hacer lo último.
—Lo sé —McCarthy adoptó una expresión lamentable—, pero sabemos cuánto les importan a los
dos los casos que involucran niños y Roman dijo-

Las alarmas imaginarias se encendieron dentro de la cabeza de Harry.

—¿Niños? ¿Qué les pasó?

—No están —La bruja negó—, sólo…puff, y no están.

—0—

Harry perdió tiempo en la verificación de identidad en el Atrio, ya que sin su broche de Auror
requería el doble de procedimientos para dejarlo entrar. Se había despedido de Luna y Rolf en la
salida de la iglesia; ellos se Aparecieron para ir a La Madriguera y él se fue con McCarthy al
Ministerio.

No pudo evitar apresurar al que verificaba su identidad.

—Lo siento, señor Potter, se pidieron más medidas de seguridad después de lo de anoche.

Harry sentía que perdería la paciencia si nadie le explicaba, con detalles, qué era "lo de anoche".

McCarthy lo esperó y fue con él al Departamento de Aurores. Ron ya estaba ahí y tenía su broche,
pero no fue a entregárselo en el Atrio porque estaba ocupado revisando el informe a medio
terminar del problema que tenían.

—¿Qué pasó aquí? ¿Qué es tan grave como para sacarnos de nuestras vacaciones? Si le hicieron
algo a unos niños- —Harry recibió una copia del informe de Roman y se fijó en Grayson Jr—.
Reporte, Grayson —ordenó, más duro.

—Sentimos mucho, mucho, llamarlos en sus días libres, la situación tiene que ver con la Cofradía
y como estaban a cargo, Roman nos dijo que al Auror Weasley no le gustaba que "desordenasen"
los casos que elegía y-

—Grayson —masculló Harry—, al punto.

El pobre novato también vestía ropa casual y parecía al borde de un colapso.

—Ayer en la noche, más de veinte niños mágicos hijos de muggles en diferentes lugares salieron
de sus casas y no volvieron. Sus padres estaban dormidos o cayeron dormidos en ese momento,
nadie fue por ellos, los niños salieron por voluntad propia- aparentemente —agregó un énfasis en
la palabra—. Utilizamos un hechizo de proyección en el área, asumiendo que su efecto fue
demasiado grande para poder ocultar el rastro de magia, como ocurría con lo de los parques-

—¿Quién tuvo la idea? —murmuró Ron, sin despegar los ojos del informe en su mano.

Roman y McCarthy apuntaron a Grayson Jr. sin dudar ni un segundo. El novato se encogió.

—Fue muy inteligente —alegó Harry—, hay un límite para lo que se puede ocultar, y por las
ubicaciones, lo que hicieron afectó calles enteras…

Grayson Jr. se recompuso tras unos segundos boquiabierto, asimilando que había sido felicitado.

—¡Eso pensé! ¡Lo que hicieron abarcó demasiado espacio! Entonces llevé a algunos rastreadores y
a McCarthy, y examinamos el área…la proyección nos mostró que lo que usaron fue una canción.
Una melodía en flauta, los niños salieron de las casas por su cuenta y ningún adulto reaccionó.
Todos vivían en comunidades muggles, así que no había magos que pudiesen contrarrestar el
hechizo, el trance, lo que fuese- y todos eran menores de diez años, así que…

—A los diez años, todavía no saben sobre la magia —mencionó Ron, ceñudo—. A pesar de que
los últimos años muchos magos intentaron convencer a los de Ley Mágica, todavía se les cuenta a
los niños y sus familias sobre el mundo mágico cuando cumplen once años y se lleva la carta de
Hogwarts. No podemos considerar que se fuesen por voluntad propia con un mago, e incluso si
querían irse…son niños, no podemos dejar que se esfumen.

—¿Buscaron sus nombres en los registros de Hogwarts? —preguntó Harry—. Debieron ver sus
caras si usaron las proyecciones.

—Ya lo hice —Roman asintió—, he encontrado los nombres de catorce niños hasta hace unos
minutos y sigo buscando a los demás.

—Los registros tienen errores con los hijos de muggles cuando su esencia mágica sufre de algún
problema —agregó Ron—, pueden tomarlos como un pequeño obscurus y son descartados de la
lista de forma automática, porque se asume que ningún obscurus llega a la edad para ir a Hogwarts.
Termina de revisar, y si no te aparece alguno, busca incidentes inexplicables para los muggles en la
zona en que desaparecieron y escuelas cercanas. Mi esposa tuvo sus propios estallidos de magia en
la primaria, siempre queda al menos una nota al respecto por alguna parte…

Roman tomaba notas con una vuelapluma y no paraba de asentir.

—Bien, cuando tengas todo, nos avisas. Toma los nombres que ya tiene —Harry se dirigió a
Grayson Jr—, ve a la oficina de familias mágicas y busca lo que puedas sobre sus familias. No creo
que hayan elegido niños mágicos al azar, y por lo que dice el informe, los límites del hechizo eran
bastante claros. Sabían que esos niños estaban ahí y que sólo había muggles cuidándolos.

—La proyección mágica se puede extender y podríamos encontrar el origen del hechizo, si no
usaron muchas protecciones para cubrirse —siguió Ron, mirándolo de reojo—. ¿Vas con
McCarthy a ver si lo puedes extender o prefieres lidiar con los burócratas y calmar al Primer
Ministro muggle sobre los niños perdidos?

—Voy con McCarthy —Harry no dudó—, tú ve con los Ministros mágico y muggle.

—Me gustaría ir con McCarthy, sólo pregunté para ser buen amigo.

—La última vez yo fui con los Ministros, es tu turno.

—Compañero, esto no se trata de a quién le toca, es sobre cuál es mejor con la autoridad…

Harry alzó el brazo y le mostró el "no debo decir mentiras" cicatrizado sobre el dorso de su mano,
con una mirada de "¿recuerdas por qué tengo esto?".

—Yo voy —Ron recogió otros papeles que Roman le tendió y rodó los ojos—. Amigo, tienes que
superar esa fase de escupirle a la autoridad en la cara…

—Cuando la "autoridad" se mueva con nosotros y no haga reuniones tontas para hablar de lo que
pasa, dejaré de ignorarlos —juró Harry, con un falso tono inocente—, pero hasta entonces…oh, ¡y
salúdame a Skeeter cuando te acose en el Atrio!

Aguantó la risa al oír el vago quejido de su mejor amigo. Los demás Aurores lo veían, necesitaba
mantener su rostro serio.
—Bien, a trabajar. McCarthy, vamos al Atrio. Roman, usa el código de mi tablet mágica y la de
Ron para pasarnos cualquier actualización de la información. Grayson Jr, concéntrate en los
incidentes mágicos asociados a estas familia, puede ser por ellos que los niños llamaron la
atención…

Cuando abandonaba la oficina con McCarthy, se topó con el Jefe Auror entrando.

—¿Potter…? ¿Qué haces aquí?

—¡Ya me voy, no se preocupe! —Harry agitó una mano hacia él y siguió moviéndose.

—¡¿Pero quién te buscó?!

Todos los demás Aurores, pensó, resignado. Después conseguiría un tiempo para hablar con el
Ministro sobre un cambio en el Jefe del Departamento.

—0—

La proyección mágica se creaba con un hechizo, una buena habilidad y un poco de polvo de cuerno
de bicornio. No todos los rastreadores del Departamento podían hacerlo. McCarthy era muy buena
para iniciar la proyección, ya que se concentraba en la magia y no en lo que tenía al frente,
mientras soplaba el polvo a su alrededor.

Harry complementaba su talento visualizando la noche anterior como imaginó que se veía. El
polvo dorado formaba siluetas del mismo color que ocupaban los lugares en que estuvieron horas
atrás, superponiendo una imagen a la otra. Lo único diferente eran los niños y la música.

Harry se paró junto a la entrada de una casa, comprobó que los muggles de la proyección dormían
y vio salir a un niño de polvo dorado. Como decía el informe, andaba por su propio pie.

Les lanzó a ambos un hechizo que evitaría que los muggles se les acercasen o entrasen a la
proyección, le ofreció el brazo a McCarthy y la llevó consigo detrás del niño de la escena mágica.

—¿Tienes suficiente polvo de bicornio?

McCarthy asintió. Llevaba un saco de polvo dorado. Cada cierta cantidad de metros, la proyección
se atenuaría hasta que hubiesen salido de ella, por lo que había que rehacerla para continuar.

La formaron de nuevo cuatro veces. Siguieron al niño a un parque en el área cercana, a varias
calles de su domicilio. Otros cinco niños ya estaban allí, esperando.

En verdad tenía que felicitar a Grayson Jr. más seguido. Fue una buena iniciativa. Para que los
niños encontraran el punto de origen de la música, la persona que tocaba no podía ocultarse
demasiado con magia, y por ende, la proyección llegaba a su posición de la noche anterior.

No se había molestado en tomar más contramedidas después de esto. Harry lidió con montones de
criminales como ese; se creían demasiado listos, que no era necesario esconderse, porque
confiaban en su poder para no ser atrapados. Incluso si veían sus caras.

Harry memorizó el rostro de la persona de pie sobre una banca, tocando una flauta mágica. Los
niños se reunían a su alrededor, mirándole.

—¿Grabaron la canción?

—Sí —McCarthy asintió.


—Bien, volvamos.

—¿Tiene lo que quería?

—Tengo su cara. Debo hacer que Roman me deje entrar a sus preciosos registros para buscarlo…

—0—

Era la hora del almuerzo en Neverland. Los platos levitaban hacia los diferentes puntos en que se
acomodaban los niños, pero no todos lo aceptaron de inmediato y comenzaron a comer.

Liva era una de las tres personas adultas en la casa. Los otros dos apenas tenían la mayoría de edad
mágica. Caminaba entre los asientos y se aseguraba de que estuviesen comiendo.

Algunos todavía no lo entendían. Como la niña frente a la que se detuvo. Estaba tan demacrada que
los pómulos parecían a punto de abrirse paso en su piel y tenía varios moretones a medio curar y
otros recientes en las zonas visibles por la ropa.

Liva se puso de cuclillas frente a ella y la niña evitó verla. No había probado ni un bocado.

—¿No te gusta o no te lo puedes comer, bonita? —Procuró mantener su tono suave.

Ella no le respondió.

—Cuando pasaba muchas horas sin comer, a veces me sentía mal cuando por fin tragaba algo…
puedo cambiarlo por ti, ¿quieres algo más ligero? ¿Una crema? ¿Has probado una crema?

Tras un instante, la pequeña negó. Liva sonrió.

—Bueno, es divina. Gloriosa. Espectacular. ¡Magnífica! —exageró, hasta que la niña apretó los
labios para no sonreír—. ¡Es lo mejor del mundo! ¿Te la cambio por un poco?

La niña asintió. Liva levitó su plato de vuelta a la cocina y llamó otro con un accio.

—Esto te lo tienes que comer, ¿sí?

La pequeña asintió de nuevo. Cuando el plato quedó en su regazo, sin embargo, no comió. Liva
arrugó el entrecejo, tomó una de sus manos e hizo ademán de poner la cuchara en ella. Luego se
detuvo.

Tenía la palma y dedos quemados.

Cálmate, cálmate, cálmate, se ordenó a sí misma cuando sintió la ola creciente de magia que
quería salir y perder el control. Aquí no. Aquí hay niños. Cálmate.

Respiró profundo y revisó la otra mano de la pequeña. También tenía una quemadura, pero un
poco más vieja.

Calma, calma. Liva le puso la cuchara en la mano que podía sostenerla.

—Hagamos algo, come con esta por ahora, ¿bien? Yo voy a traer unas medicinas para tus manitos,
y después no dolerá si agarras algo, pero necesito que comas. Puedo curarte incluso mientras tanto,
¿de acuerdo?

Calma, calma. No, el "calmarse" a sí misma no estaba funcionando.


—Si me dices con qué las hicieron, puedo curarlas más rápido —agregó Liva, más bajo.

La niña observó su mano más herida por unos segundos, como si tuviese problemas para
recordarlo.

—Una vara. Estaba roja.

—¿Acero?

—Sí, creo.

No, en verdad no estaba nada calmada. Tuvo que ir por las medicinas en persona y tomarse unos
momentos para asegurarse de que no tendría un estallido en un cuarto lleno de niños.

Cuando regresó, la pequeña había comido la mitad de su sopa. Liva volvió a agacharse, sujetó su
mano más quemada y empezó a tratarla.

—No te preocupes —Liva sonrió apenas notó que ella la veía—, no se notará nada cuando acabe.
Será como si jamás hubiese pasado. Mira —Se le ocurrió hacer una pausa para levantarse la manga
del suéter—, estas casi no se ven.

Tenía el antebrazo cubierto de pequeñas quemaduras de símbolos.

—También fueron acero caliente —continuó Liva, despacio, asegurándose de que no la lastimaba
más al ponerle el ungüento sobre la palma ya limpia—, pero las mías nadie me las curó. Las tuyas
se verán todavía menos, te lo prometo. Vamos a hacer esto varias veces a partir de hoy y en unos
días no quedará nada, ¿sí? La medicina mágica es la mejor, linda. ¿Me dices cuál es tu nombre?

Mientras la curaba, le preguntó qué comidas le gustaban, sus juegos favoritos, sobre las clases en
la escuela. Esperó que terminase de comer, puso más ungüento en su otra mano y levitó el plato
hacia la cocina. Luego le revolvió el cabello, sonriendo, y se levantó.

Cuando el almuerzo terminó, hizo estallar una ventana, pero todavía no se sentía mejor al ver los
cristales hechos añicos en el suelo.

—¿Ya entiendes que fue una buena idea venir?

Reconoció la voz, aunque no sabía en qué momento Simon había regresado. Liva siguió dándole la
espalda y recogiendo los cristales con magia. Devolvió la ventana a su estado anterior.

—Nuestra Señora dijo que cuando vieses el estado de los niños no usarías tu hechizo de
emergencia para atraer a ese Aurorcito.

Liva giró el rostro para verle y frunció el ceño.

—Los hechizos de emergencia son para las víctimas. Hasta donde sé, mi informe dice que maté a
doce personas.

Simon le dedicó una mirada que pocas veces recibía, esa que se le da a alguien cuando te miente en
la cara y lo sabes.

—Yo sólo digo que si usas el hechizo para llamarlo, los Aurores van a venir y los van a regresar a
todos —Cabeceó hacia la sala donde estaban los niños—, justo al lugar en que les hicieron eso.
Piénsalo.

Después se Apareció. Liva estalló la ventana de nuevo y la reparó con prisas, porque un niño se
asomó en la cocina a causa del ruido para preguntarle si estaba bien.

—Sí, sí, cariño, todo bien, vuelve con los demás- ¡les daré postre! ¿Te han dado postre antes?
¿Quieres probar el helado?

Incluso mientras levitaba los envases con un poco de helado hacia la sala, todavía no estaba segura
de qué hacer.

—0—

A Harry le dolía la cabeza. Leyó el mensaje de Lily en su tablet, preguntándole si volvería para el
juego de Quidditch de la tarde y contándole que Sirius se quería llevar a James al Londres muggle,
le respondió y se sacó los lentes. Comenzó a masajear el espacio entre sus cejas.

A veces tenía momentos en que perdía la fe y deseaba no haber regresado del "andén" blanco para
evitarse algunos horrores de este mundo.

Ese era uno de ellos.

—¿Me estás diciendo que todos los niños que fueron sacados de sus casas anoche tenían lesiones?
—preguntó, lentamente, en tono contenido—. ¿Todos?

Cuando volvió a colocarse los lentes, vio a Roman asentir, con una expresión mortificada. Estaba
sentado frente a ellos y sostenía su tablet enlazada a los registros del Departamento que se pasaban
a digital poco a poco.

—Desnutrición, golpes, cortes, quemaduras, una niña incluso…—Roman negó y apartó la tablet de
él—. Apenas buscamos los nombres de las familias encontramos incidentes mágicos menores, pero
eso fue en el registro mágico. Después de que el Auror Weasley habló con los Ministros, nos
dieron- bueno, a mí me dieron, porque nadie en esta oficina de mierda parece saber usar una tablet-
—Carraspeó cuando Harry frunció el ceño—. Me dieron autorización de echar un vistazo a los
registros muggles. Visitas a hospitales, algunas familias tenían denuncias por parte de los vecinos,
la mayoría no, pero esta información no es normal…

—Además, concuerdan con los incidentes —siguió Grayson Jr—, la mayor parte de los incidentes
registrados de estos niños son de una explosión de magia que dañó a un adulto muggle. No se supo
por qué hasta ahora. Le pedí a McCarthy que volviese con alguien para revisar la proyección y…
algunas heridas incluso son visibles allí, si todo el polvo de bicornio se concentra en aumentar la
definición de la proyección de un niño a la vez.

—¿Cómo es que tenemos a más de veinte niños que atacaron con magia a sus agresores y la
división de familias mágicas no hizo nada? —gruñó Harry—. ¿Qué esperaban para investigar? ¿Un
daño irreparable? ¿Que matasen a un muggle o que…?

—Hay muchos niños en el sistema de familias mágicas, lo he revisado varias veces por otros casos;
sé cómo funciona —Ron intentó tranquilizarlo, aunque su tono contenía la misma rabia que el de
Harry—. El contacto con los hijos de muggles antes de los once años es inexistente, las
excepciones son muy, muy escasas, y se cuenta con que los muggles también revisan sus casos de
maltrato infantil, pero ellos tienen demasiados…y acabamos en lo mismo. Algunos niños acumulan
magia hasta estallar contra el agresor y eso se registra aquí, pero no hay suficientes personas para
hacerles seguimiento ni tenemos acceso permanente a los sistemas muggles para completar la
información. Y eso sólo suponiendo que sea un caso normal, con los fallos que te dije en el registro
de hijos de muggles, a veces…ni siquiera aparecen después de un tiempo. Se desvanecen del
sistema.
—¡Pues deberían arreglarlo!

—Llevo varios años diciéndoles eso a todos en el Ministerio —Ron resopló—, te sorprendería
saber cuántos de los asesinos que hemos atrapado son niños que salieron del sistema por error,
nadie les prestó atención y- "oh, odio a todo el mundo, voy a empezar a matar en venganza" y bla,
bla, bla. Un montón de pequeños Tom Riddle por todas partes y a nadie le importa hasta que se
vuelven señores oscuros con miles de seguidores.

Harry tenía tanto de que hablar con el Ministro la próxima vez que se metiese a su oficina.

—Cuando pensé que el Ministerio por fin mejoraba…—bufó—. Bien, centrémonos. Sacar a niños
ajenos de un ambiente hostil sigue siendo, aunque no estemos de acuerdo en ciertos casos, un
secuestro si no se hace por una entidad autorizada.

Harry pensó que le hubiese encantado que algún mago bueno lo sacase de casa de sus tíos cuando
era pequeño. A los seis o siete, en la época en que su tía lo obligaba a aprender a cocinar para ellos,
por ejemplo.

Claro que eso no significaba que los niños estuviesen a salvo. Ese era el problema. No saber si era
un "mago bueno" quien se los llevó, y tanto si podía serlo como sino, el por qué lo hizo.

—Hay varios tipos de criminales por ahí con una mentalidad de "buscar justicia" —agregó Ron,
frunciéndole el ceño a la información en su tablet—. Los más comunes son los vigilantes, que
enfrentan directamente a los agresores de otros o a los que ellos creen que hacen mal al menos. Sí,
existen casos en que uno de estos sujetos saca a alguien más de un ambiente hostil, luego lidia con
el agresor y así lo "salva". No tengo que aclararles que "lidiar" con el agresor suele acabar en
asesinato, ¿no?

—La persona que el Auror Potter describió en la proyección es conocida como "Simon" —Roman
deslizó los dedos sobre la pantalla de su tablet—, suponemos que es francés, nadie sabe ni su
género, ni su nombre de pila, ni de dónde salió o dónde estudió…buenas habilidades mágicas, eso
sí.

—¿Crímenes?

—Ninguno por lo que puedo ver. Lo encontré entre los contactos de nuestros contactos para los
casos; se especializa en espíritus y magia oscura. Una mezcla de nigromante, fantasmalólogo y un
poco de demente…pero no hay nada que diga que un día planea llevarse a montones de niños de
sus casas a mitad de la noche con música. Es miembro de un club que dejó de operar en Francia
hace unos cinco años —Roman hizo una pausa frente a esta información, frunciendo el ceño—.
Oh, bueno, esto es interesante. El emblema de ese club era el mismo que dejó la Cofradía cuando
nos entregaron a los criminales en el parque.

—Primero te doy asesinos y violadores que no pudiste atrapar por tu cuenta recientemente, después
saco a niños de ambientes hostiles…—meditó Ron—. Eso engloba todo lo que esperaría de un
grupo de magos que se creen justicieros.

—¿Eso es bueno o malo? —indagó Grayson Jr.

—Si un "justiciero" se deteriora, podría empezar a matar a las familias abusivas o a los criminales
por su cuenta o atacar gente por crímenes que imaginó y no cometieron en realidad —replicó Ron.

—Eso suena…malo —aceptó el novato, en voz baja.

La mente de Harry trabajaba a toda velocidad sobre las piezas que lograron reunir. El día de los
criminales en el parque dejaron un mensaje para él. Dijeron que era una ofrenda de paz. Tampoco
los lastimaron entonces.

Las revelaciones de la magia no incluían lastimar a nadie, sólo mentiras organizadas y fraudes. Se
requería una buena planificación y mucha investigación para alguien sin acceso a los registros
encontrar a estos niños y sacarlos.

Niños menores de diez años.

La Cofradía también estaba asociada al proyecto que ofrecía refugio a jóvenes con magia en
situaciones precarias.

Menores de diez años, las palabras continuaban repitiéndose en su mente.

Cofradía. El nombre siempre les dijo algo.

Harry se levantó de pronto de su asiento, interrumpiendo la discusión entre sus compañeros.

No, no, no. Se tocó la cicatriz en la frente, sin darse cuenta.

—¿Harry? —llamó Ron, despacio.

—Tengo que traer a Luna —masculló Harry, guiado por el desastre en su mente y el instinto que lo
había sacado de situaciones peores con menos experiencia y recursos—. Grayson Jr, vuelve a la
división de familias mágicas y envíale a Roman todo sobre incidentes mágicos posiblemente
defensivos de niños nacidos de muggles que tengan menos de diez años en este momento. Roman,
usa la autorización del Primer Ministro muggle para encontrar alguna prueba en los registros no
mágicos de que están en una situación hostil, averigua dónde hay mayor concentración de ellos, un
espacio en que se pueda usar el mismo hechizo de anoche-

—No creo que todavía esté autorizado, señor, esos permisos son temporales…

—Inténtalo. Iré por Cecyl si no puedes entrar por tu cuenta.

—Necesita un permiso para sacar a Cecyl otra vez —recordó Grayson Jr, ganándose una mirada
que hizo que quisiera echar a correr.

—Yo estoy dando el permiso —contestó Harry—, ¿no me oyes?

—Pero sin la firma de mi pa- digo, del Jefe-

—Yo firmaré y hablaré con el Ministro después. ¿No te pedí que hicieras algo? —Harry esperó a
que se hubiese ido para continuar—. McCarthy, ¿estás ocupada? Quiero que vayas con los
Inefables. Busca a Smith y dile que necesito que dejen entrar a una fantasmalóloga a la sala del
velo negro, él sabe cuál es. Si empieza a vacilar, dile que hay un libro de cientos de años de por
medio, codificado, y que seguramente la fantasmalóloga necesitará ayuda, eso le encantará.

McCarthy asintió y se marchó de inmediato. Roman regresó a su puesto en el archivero, listo para
meterse a los registros muggles.

Harry se fijó en Ron, que lo veía con las cejas arqueadas.

—¿Y el repentino cambio?

—Van a hacerlo de nuevo —afirmó Harry.


—Sí, hay una alta posibilidad de que un "justiciero" continúe si siente que está haciendo algo
bueno…

—Creo que están apurados y que lo harán cuanto antes…y creo que sé por qué, Ron.

—Amigo, si esos niños están en peligro, tú sólo dime qué necesitamos hacer para buscarlos-

—Primero mira con Roman las áreas con más niños en esas situaciones, intenta pensar como ellos,
¿sí? Necesitamos estar donde ellos vayan a estar por la noche. Necesito que Luna me confirme
algo antes de cualquier locura…

Oh, Lily estaría tan frustrada porque no fuese al juego de la tarde en La Madriguera.
Los primeros objetivos

En La Madriguera, Albus bajó el relicario y miró a través de la ventana, frunciendo el ceño.


Compartía cuarto con James, Fred II y Scorpius y sólo el último estaba allí, buscando sus guantes
para el partido de la tarde.

—¿Pasa algo? —inquirió el Severus Snape de su retrato miniatura.

Albus negó, pero no podía apartar la mirada del exterior. Tenía una sensación incómoda en el
pecho. Se lo palmeó y se fijó de nuevo en el retrato.

—Creo…que tengo un mal presentimiento.

La expresión de Severus aún era seria al responderle.

—Los presentimientos son de muggles. Los magos tenemos advertencias de nuestra magia que
sería mejor no ignorar.

—Es una cosa tonta —Albus negó.

—¿Sobre qué es?

Albus giró el rostro y observó a su mejor amigo. Scorpius notó que tenía su atención y le regresó la
mirada con una sonrisa que vaciló por su expresión seria.

—¿Pasa algo, Al?

—¿De verdad tienes muchas ganas de jugar con ellos hoy?

Scorpius lució confundido por la pregunta. Ralentizó sus movimientos y jugueteó con el borde de
uno de los guantes.

—Bueno, pensaba entrenar un poco con Rose, ella ya está en el equipo de Gryffindor y sabes que
me gustaría entrar al de Slytherin el otro año…—Hizo una pausa en la que caminó hacia Albus—.
¿Pasa algo?

Vio al Severus Snape del retrato, se despidió con un cabeceo y cerró el relicario, que escondió en
su ropa. Scorpius acababa de sentarse frente a Albus.

—Sólo…es que es algo tonto.

Scorpius se inclinó hacia adelante.

—Puedes decirme las "cosas tontas", Al.

—Estoy- —Albus se palmeó el pecho de nuevo y emitió un sonidito frustrado—. Hay algo sobre
hoy que me incómoda, ¿entiendes? Y…creo que me sentiría mejor si…si te quedas dentro de la
casa.

Pensó que sonaba más ridículo en voz alta que dentro de su mente y empezó a sonrojarse. Scorpius,
sin embargo, asintió. Frente a un boquiabierto Albus, se quitó los guantes, se levantó y los
devolvió a su baúl.

—¿En- en serio te vas a quedar dentro por eso?


—Claro —La respuesta de Scorpius fue automática.

—¿Sin hacer preguntas?

—Confío en ti.

¿Tanto? Albus sentía que su cerebro se había desconectado. Incluso si se lo dijo, no esperaba tal
reacción.

—Creo que Nesrine está haciendo yoga, calma a su Veela interior, ¿quieres intentar? Podemos usar
el ático y- ¿qué? —Scorpius paró de hablar cuando se dio la vuelta—. ¿Por qué me miras así?

Albus sacudió la cabeza. No tenía idea de cómo lo estaba mirando.

Tras unos segundos, Scorpius avanzó hacia la ventana de nuevo y le ofreció ambas manos.

—En…en el verano —Scorpius carraspeó—, hubo una mañana en que me desperté llorando, no
fue una pesadilla, sólo- sólo lloraba. Me sentí muy mal ese día, quise quedarme en el cuarto de mi
madre, acompañarla. Ella me dijo que saliese, que fuese a tu casa, que me divirtiese un rato, pero
yo…sentía que no podía, ¿comprendes? No podía irme ese día. Se la llevaron en la noche —
completó, con los ojos en sus zapatos—. Si te calma que nos quedemos adentro, nos quedamos
adentro, Al.

Tenía el mejor amigo del mundo, Albus se convencía más de esto cada día. Asintió, sujetó sus
manos y empezó a arrastrarlo fuera del cuarto, entre el desastre de maletas y camas.

—Vamos a ver si Nesrine nos deja unirnos a su momento tranquilo…

Dos adolescentes subieron las escaleras llamando a su nombre y recibieron una vaga respuesta. Un
piso más abajo, Draco Malfoy, Theodore Nott y Luna Scamander ocupaban lo que en los últimos
años se convirtió en la oficina de Arthur Weasley. El dueño legítimo era el árbitro en el juego de
sus nietos.

—No es algo muy seguro —alegó Luna, arrugando el entrecejo.

—Y la conexión puede permanecer sellada —agregó Theodore.

Draco sabía que el mismísimo Harry Potter incluyó a Luna en una visita a un lugar relacionado a
un caso y cuán en serio se los tomaba. Si Luna no fuese buena en lo que hacía, ni siquiera por ser
su amiga la habría invitado. Además, honestamente, no conocía a otro fantasmalólogo.

Astoria no era un fantasma en sí, pero que fuese un espíritu y lo uniese a un plano lleno de cosas
monstruosas le dejaba pocas opciones. Y los nigromantes lo ponían nervioso, de mala manera.

—Pero —siguió Luna— tal vez sí debamos intentarlo…

—Dijiste que no era seguro —Theodore la observó, ceñudo.

—Es como un caso de posesión —explicó la bruja, despacio—; no es seguro intentar remover el
espíritu, pero no podemos decir que dejarlo ahí lo sea más.

—¿Y eso quiere decir qué…? —Draco los alentó a que parasen de discutir frente a él sin incluirlo
ni darle alguna pista de lo que lo concernía.

—Podemos hacer una prueba simple —indicó Luna, deslizando la varita fuera de su manga—. Tu
descripción no es muy buena y me confunde un poco, porque lo que parece ser…bueno, no
deberías estar conectado a ellos. Creo que si utilizo ciertos hechizos, podemos ver qué tipo de
espíritus son y qué tan grave es el peligro. Si, digamos, pudiesen apoderarse de ti, tengo un hechizo
que nos lo advertirá y actuaremos más rápido que si son incapaces de hacerte algún daño. Si fuesen
inofensivos para ti, podemos sentarnos a hablarlo con calma e intercambiar cartas al respecto,
mientras mantienes la conexión sellada.

Draco miró a Theodore de reojo. No se consideraba inepto en los campos más raros de la magia,
pero sabía que su ex compañero tenía mayor experiencia en este tema en particular.

Lo vio asentir.

—Eso suena sensato para mí, Draco, ¿tú qué dices?

—Hagámoslo —Draco se encogió de hombros—. Tal vez Astoria temía algo que no puede pasar y
en realidad sólo necesito deshacerme de ellos para que no vengan apenas me quito el brazalete.

—O tenía buenas razones para temer —añadió Luna—. ¿Estaba tu esposa relacionada a las artes
oscuras como los inferis o…?

Draco se horrorizó.

—Merlín, no.

No que yo sepa, agregó para sí mismo, de mala gana. Pero no creía que hubiese expuesto a
Scorpius a tal tipo de magia residual. Tenía que confiar en eso.

Luna asintió y se puso de pie.

—Bueno, yo digo que pongamos algo de distancia entre la casa y nosotros, y veamos exactamente
qué pasa contigo…y luego nos tomamos un té tranquilizante si es malo o té de la victoria si resulta
no ser grave.

Cuando abandonaban La Madriguera, se toparon con Sirius que buscaba a los niños Potter. Iba
acompañado por James y hablaban con Albus desde diferentes pisos.

—¡¿Así que no vienes, Al?!

Y la voz de Albus le contestaba desde arriba de las escaleras, con un quejido.

—¡No!

—¡Aburrido! —espetó James.

—¿Han visto a Lily? —Sirius se dirigió a ellos cuando le pasaron por un lado.

—Iba a jugar Quidditch —Luna señaló hacia el patio y Sirius llamó a James para que fuesen por su
hermanita.

Mientras ambos grupos se separaban y un Albus Severus intentaba copiar la postura de yoga de
una niña de once años y se decía que esa disciplina no era lo suyo, en el Ministerio, Roman le
mostraba la tablet mágica a Harry.

—La buena noticia es que pude cruzar la información del club al que pertenecía Simon en Francia,
meterme en un viejo registro de miembros y encontrar a un mago con una habilidad decente de
fuego azul- recuerda que fue hace años, pudo haberlo mejorado lo suficiente para llegar al nivel que
buscamos, y la habilidad de plantas de la que nos hablaste para hacer lo del parque la tenía una
bruja botánica bastante conocida en Burdeos por esto. Pero ambos han estado inactivos desde que
el club se disolvió y sospecho que dejaron el país, porque no encontré más de ellos allá. Es como si
se desvanecieran…

Harry sujetó la tablet y echó un vistazo a la lista de miembros que pudo recuperar, asintiendo. No
todos tenían buenas habilidades, por lo que suponía que fueron seleccionados entre el resto por
alguien con acceso al club y esto era la mayor pista que tenían sobre la persona que organizó todo.

—Bien, revisa esto después para ver si encuentras una señal de quién es nuestra "Señora Oscura",
concentrémonos en los niños por esta noche. Quiero una copia en mi tablet para continuar viendo
los perfiles. ¿Cómo vas con eso, Ron? —Giró el rostro para ver a su mejor amigo.

Ron se encontraba detrás de un escritorio, con un mapa extendido frente a él y un marcador rojo en
la mano. Sobre el papel, había múltiples marcas mágicas de las zonas con más niños que podían
tener las características que buscaban.

—Tengo tres puntos, Harry.

—Tres son demasiados, necesitamos certeza —Harry le regresó la tablet a Roman—. ¿Enviaste la
información de los niños a la división de familias mágicas?

—Sí, señor.

—Bien, espero que se muevan y los saquen de ahí si ellos no lo hacen antes…

Roman se marchó para trabajar en sus archivos y Harry se acercó a Ron. Había dibujado tres
círculos en el mapa, tomando en cuenta el máximo del alcance del tipo de magia que usaban.

—Dime por qué estos.

Ron apuntó al más grande con el marcador.

—Este es obvio, más niños, menos metros cuadrados. Lo usaría si estuviese desesperado, pero
ellos pudieron haber tomado este lugar antes; mis teorías son, uno, demasiados niños, no tienen la
capacidad para sacar tantos de una zona en tan poco tiempo, para ponerlos donde están o no han
recuperado la información de todos ellos aún y no saben que es la zona de más concentración de
este tipo. Dos, es una contramedida, porque después de lo de anoche, los Aurores deberían ser
enviados a ese punto. Si fuese yo —Ron tocó el segundo y tercer círculo—, iría a uno de estos.
También hay muchos niños, pero no es el más grande,y si mandamos Aurores a los tres lugares,
debe haber más Aurores en la zona con más niños y el número bajará junto con el cambio de
área…

—Es posible que estén desesperados —Harry levantó la vista apenas McCarthy entró al archivero
—. ¿Qué dijo Smith?

—Se olvidó de cómo decir "no" cuando oyó sobre el libro, señor.

Claro. Típico de un Inefable, pensó Harry, negando.

—¿Han visto a Luna? Grayson Jr. debería haberla traído ya.

—Me lo encontré cuando venía —McCarthy señaló hacia atrás desde su posición—. Envió un
mensaje, pero le dijeron que Luna Scamander salió y puede tardar un rato en regresar. Ahora está
con el Jefe.
Harry no pudo evitar fruncir el ceño.

—¿Con su padre? ¿Por qué?

—El Jefe no está muy contento de que tenga a varios Aurores ocupados con esto…—McCarthy le
enseñó una expresión de disculpa—. Dijo que ustedes dos ni siquiera deberían estar aquí hoy y que
él no tiene por qué ayudarlos en este caso y Grayson Jr. estaba diciéndole que lo hacía porque
quería ayudar a los niños y…bueno, luego cerraron la puerta de su oficina y yo fingí no oír nada.

Harry miró a Ron, que lo vio a su vez. El segundo meneó la cabeza.

—Cuando lo mandes a la mierda, lo golpeas con tu Orden de Merlín por actos heroicos, amigo.

—No me des ideas, Ron —Harry negó—. Mira bien los lugares, si Grayson anda de malas no
tendremos mucha ayuda, ¿a cuál irías? Tienes que elegir uno solo.

Ron contempló el mapa de nuevo, movió el marcador de forma compulsiva en su mano y murmuró
a medida que lo razonaba.

—La diferencia entre las zona son de tres niños, lo que no debe afectarme demasiado, pero entre
las zona son siete años…la zona 1 está demasiado cerca del centro y es a la que asumo que
mandarían más Aurores, porque debo suponer, por mi seguridad, que todos los Aurores cooperarán,
ya que debería importarles esto…tengo la zona 2 y la zona 3 entonces, la zona 3 es más aislada, es
grande y tiene menos niños, el hechizo en la música puede no llegar a todos los adultos por el tipo
de terreno y los lugares mágicos alrededor, que están a kilómetros de distancia, pero todavía tienen
cierta influencia…la zona 2 está cerca de la ciudad, pero no dentro de ella, la cantidad de niños es
menor que la de anoche, pero el terreno es plano y eso haría que la magia viaje rápido, y lo más
importante es que no hay lugares mágicos cerca de…oh —Se interrumpió de pronto.

Ron dobló el mapa, hasta que sólo quedó un cuadrado con la "zona 2" y se lo tendió.

—Si fuese ellos, iría ahí.

—Entonces allá vamos nosotros —Harry miró a McCarthy—. ¿Vienes?

—Por supuesto.

—Averigua si Grayson Jr. ya está libre del Jefe, por favor.

McCarthy se fue enseguida. Él miró a Ron de nuevo.

—¿Qué?

—¿Ya tienes pensado decirme por qué la prisa y para qué quieren a los niños? —Ron arqueó las
cejas—. Para moverte así de rápido…me estás haciendo creer que los van a matar, pero eso no
encaja con el comportamiento que han mostrado hasta ahora y sería difícil que se deterioren tan
pronto sin un motivo…

Harry arrastró una silla y tomó asiento junto a él, con el mapa todavía entre las manos.

—Promete que no dirás que es ridículo.

Ron asintió.

—No diré que es ridículo. A menos que sea exageradamente ridículo, compañero, sabes que tengo
que detenerte si es una locura…
—Creo que realmente estamos frente a una Señora Oscura, pero no por ser una copia de
Voldemort, sino por la magia con que está lidiando —explicó Harry, deprisa—. Una energía que
viene de un tipo de espíritu que absorbe magia, el mismo que afectó a los magos quemados por la
Cofradía original. Los magos menores de diez años no son afectados, así que…—Ojeó el mapa.

Ron lo consideró unos segundos.

—¿Me estás diciendo que están…qué? ¿Qué crees que hacen? ¿Formar un ejército? ¿Un cordón de
seguridad con niños para que repelan a esas cosas y los magos adultos no sean atacados?

Harry se encogió de hombros.

—No lo sé, pero…creo que tienen que ver con el velo y el regreso de Sirius, la persona que vio- y
también podría estar relacionado al pársel, Ron.

—Merlín, Merlín, Merlín- —Ron se pasó las manos por la cara—. Si resulta que Quién-Tú-Sabes
dejó un hijo que sigue conectado a ti, me retiraré. En serio. Dejaré el broche y me dedicaré a otra
cosa mientras termino mi proyecto personal.

—No me refiero a- ¿quién se acostaría con Voldemort, Ron?

Ambos se estremecieron de forma desagradable al pensarlo.

—Traje al niño —McCarthy regresó al archivero, llevando consigo a un Grayson Jr. que enrojeció
y comenzó a protestar por cómo le decía.

Bien, eran cuatro. Tres y medio, porque el menor era un novato. Básicamente había matado a las
partes de un Lord Tenebroso con esa cantidad de gente.

—¿Vienes? —Miró a Roman, que negó enseguida.

—Soy Auror de oficina, yo me quedo aquí. Los voy a monitorear y eso, pediré auxilio si les pasa
algo —Se encogió de hombros.

—Qué optimista —murmuró McCarthy.

Harry asintió, llamó su atención y les explicó lo que pensaba hacer antes de que fuese de noche.
Sólo esperaba que Luna llegase pronto para confirmar lo que creía haber descubierto.

—0—

Alrededor de tres kilómetros los separaban de La Madriguera y el espacio era plano y vacío
mirasen a donde mirasen. Luna les indicó que la casa de su padre quedaba a unos kilómetros más
por ahí.

Draco estaba cansado de Aparecerse unos metros más allá para no alterar demasiado a las
paranoicas barreras en torno a la casa de los Weasley. Parecía que la señora Weasley jamás se
perdonó el daño a sus hijos en la guerra, juraría que ese lugar tenía más barreras que el Ministerio.

Cuando Luna les dijo que estaba bien allí, Draco transformó una roca en un cómodo mueble y se
sentó.

—¿Ahora qué?

Luna vio a Theodore, que asintió, y utilizó sus conocimientos previos del proceso para entender
que era momento de colocar una barrera en torno a los tres.
—Esto no debería ser tan grave —aclaró Luna, pidiéndole a Draco mediante gestos que le tendiese
su brazo—, pero por precaución…relájate, usaré los hechizos, veremos qué es. Si es malo, lo
sellaremos de inmediato. Si se puede controlar, lo resolveremos lo más pronto posible.

Draco asintió y respiró profundo.

—Voy a abrir tu conexión al otro lado del brazalete, ¿bien?

—Sí, bien.

Luna susurró un hechizo, la punta de su varita brilló y el brazalete se entibió. Hubo un sonido de
interferencia, pero ninguna voz que le hablase. La bruja asintió, despacio.

—Es una buena señal que nada salga de repente, podría no ser un espíritu agresivo…

Siguió con otros dos hechizos que no surtieron ningún efecto visible. Al cuarto, la voz de Astoria
sonó en su cabeza.

—¡No hagas eso, Draco! ¡Dile que no haga eso!

Luna ejecutó el quinto hechizo. Era más complejo y requería de varias florituras, antes de las
palabras.

—Hay pocos espíritus que reaccionen a este, y si no hay reacción, podré retirar lo que sea que
tengas…

Apenas completó el hechizo, salió disparada hacia atrás y golpeó una de las barreras puestas por
Theodore. La expresión de Luna era de sorpresa absoluta al caer sentada en el suelo, la varita
firmemente agarrada en su mano.

—Oh —soltó—, eso es malo.

Draco sacó su propia varita cuando notó que el espacio dentro de la barrera se rompía. Las grietas
aparecían en el aire y unas sombras se colaban desde ellas. Era la primera vez que no sólo las veía
asomarse, sino que entraban a donde él estaba, y lanzó un par de hechizos de luz para ahuyentarlas,
en caso de que quisieran arrastrarlo con ellas hacia Astoria.

Astoria, pensó, cada vez más enojado cuando la luz no era suficiente y lo rodeaban, estás en serios
problemas.

—¡Están rompiendo la barrera! —advirtió Theodore, que no podía seguir fortaleciendo la barrera y
lanzando hechizos de luz a ese ritmo.

—¡Están inestables! —Luna empezó a arrastrarse para pasar "desapercibida" y elegir piedras del
suelo—. Está bien, está bien, cálmense- están muy inestables, usarán su energía en la barrera y
luego buscarán los puntos de magia más cercana que puedan procesar así- ¡unas runas bastan para
empujarlos de vuelta! Theodore, por favor-

Theodore titubeó, arrojó otro hechizo de luz alrededor de Draco y se arrodilló junto a Luna.

—Tinta negra estará bien, de la varita, debes conocer el hechizo, usaremos piedras limitantes-
cuatro de ellas, que tengan el mismo tamaño- estamos en el mismo lugar de la invocación, así que
las runas aquí los traerán de vuelta sin importar a donde vayan, hay que concentrarnos en esto, no
en la barrera- bien, sí, sí, esa piedra es perfecta, ahora-
Draco tuvo un desagradable déjà vu cuando la barrera de Theodore se agrietó. Como la de
Hogwarts durante la guerra. Por un segundo, su cuerpo se paralizó.

Las sombras lo envolvieron, con sus sonidos horribles a los que no podía dar nombre, seguido de
un silencio sepulcral que era todavía peor.

Cuando pensó que lo tenían, las sombras se alzaron y golpearon la barrera que se destruyó por
completo. Convertidas en una cosa medio sólida que le hacía pensar en la forma de desplazarse de
los Mortífagos, se elevaron varios metros y se dividieron en tres grupos que fueron en direcciones
diferentes.

Una fue hacia La Madriguera. Draco quiso Aparecerse allá para sacar a Scorpius, pero sabía que
no lo solucionaría, así que se arrodilló con los otros dos magos y convirtió su varita en un pincel
para runas.

—¿Qué estamos dibujando exactamente? —preguntó, entre dientes.

—Escribe "regreso" en esa esquina y "oscuridad" en esta. Theodore, los símbolos de contención de
segundo nivel, sí, sí, esos mismos- yo voy a agregar-

Aunque no hubo ruido alguno de una explosión, la cegadora luz dorada los distrajo. Entrecerrando
los ojos, Draco miró en dirección a La Madriguera que dejaron atrás, sólo para descubrir que una
columna dorada se alzaba por encima de su posición.

—Interesante —Oyó que murmuraba Luna—, tenemos a un guardián de luz. ¿Por qué nadie
comentó que tenemos un guardián de luz en la familia?

Draco atrapó el brazo de Theodore cuando notó que quería Aparecerse allí para buscar a su hija.
Este lo vio y él negó.

—Terminemos este círculo. Sacarlas de aquí es lo que los protegerá.

Theodore se quedó, de mala gana.

—Los guardianes de luz seguramente harán algo —Luna intentó calmarlos, regresando su atención
al círculo—. Ahora, estas runas requieren más tiempo que la mayoría, pero después del exterior…

El punto más cercano al que fueron las sombras era La Madriguera. Se volvieron más pequeñas y
débiles al forzarse a través de las barreras, que a pesar de no ser diseñadas para estos entes, eran lo
bastante fuertes para dificultar su viaje. Cuando al fin entraron, se colaron por una ventana y
encontraron a su objetivo en el mismo cuarto que el guardián.

Nesrine reaccionó primero por el instinto de peligro de las Veelas. Estaba a mitad de un cambio de
posición cuando se dejó caer de rodillas, se impulsó hacia arriba con las manos y se lanzó sobre
Scorpius, tirándolo al suelo y sacándolo del camino de esas cosas. Su rostro adoptó facciones de
ave y varias plumas le crecieron sobre la piel al cubrir a Scorpius con su cuerpo, emitiendo un
chirrido en dirección a las sombras.

Hubo dos eventos que sucedieron al mismo tiempo. Bajo Nesrine, los ojos de Scorpius se pusieron
negros por un segundo, antes de que un hechizo de protección se disparase de su cuerpo entero de
forma inconsciente y una barrera los envolviese. Las sombras que quedaban intentaron atacarla
para romperla como la anterior, pero no tuvieron tiempo para esto.

Albus en verdad no supo qué le pasó. Un segundo, se apartaba de las sombras que entraban al
cuarto, sin entender nada. Al siguiente, cuando pensaba que estaban en peligro, que Scorpius
estaba en peligro, su alrededor se llenó de una intensa luz dorada.

De los tres, Nesrine fue la única que vio a la luz dorada obligar a las sombras a retroceder. Era
marcharse o ser quemadas. Mantuvo a Scorpius entre su cuerpo medio ave y el suelo, y lo sintió
ponerse laxo cuando perdió energía y la barrera se desvaneció. Ya no la necesitaban, de cualquier
modo.

Detrás de ellos, una figura cubierta de algo que sólo podía comparar con escamas doradas se les
acercó. Irradiaba esa luz que se hizo más tenue para no cegarlos, tras quitarle a las sombras de
encima, y tenía un par de alas más grandes que las de una Veela, que utilizó para envolverlos a
ambos en una nueva barrera dorada, brillante y cálida, mientras los restos de energía abandonaban
el lugar.

Ese ser dorado tenía ojos verdes, notó Nesrine, atónita. Incluso había regresado por completo a la
forma humana bajo la influencia de la calidez dorada.

Cuando el peligro pasó, sólo estaba ella, sentada en el suelo, Scorpius inconsciente y un Albus que
regresaba a su aspecto usual y se quejaba de un fuerte dolor de cabeza.

Nesrine no sabía qué pensar sobre todo esto.

El segundo y el tercer objetivo se encontraban cerca el uno del otro. La mayor cantidad de sombras
fue hacia el tercero.

Harry Potter.

Estaba vigilando la zona que Ron señaló, en busca de pistas de lo que la Cofradía quería hacer,
cuando se le acercaron. Su primer instinto fue pensar en las sombras como Dementores, por el
parecido obvio, y lanzar un patronus.

Las sombras retrocedieron en presencia del ciervo de luz. Intentaron rodear a Harry para
sorprenderlo por otro punto y fueron repelidas por el mismo ciervo, hasta que decidieron rendirse.
Se alejaron para ir hacia el segundo objetivo.

—¡Quédate aquí! —ordenó a Ron, que vigilaba el lugar con él.

Harry empezó a Aparecerse para perseguir a las sombras. Pasó de un punto visible al otro, lejos de
los muggles. Callejones, techos de las casas, la parte superior de las chimeneas. Plop-plop-
plop. Nadie podía fijarse en alguien que tardaba menos que un parpadeo en desaparecer.

No tenía una persecución así desde los primeros criminales que atrapó y había olvidado lo preciso
que debía ser al Aparecer. Casi sufrió una despartición cuando notó hacia dónde iban las sombras.

Sirius estaba sentado en una acera, riéndose de algo, y James parado junto a él, contándole algo
con muchos gestos de por medio.

Harry se Apareció junto a ellos, tomándolos por sorpresa. Rodeó a James con un brazo, lo puso
detrás de él y lanzó tres hechizos consecutivos. Una barrera para un muggle que pudiese estar
cerca, una para la seguridad de los otros dos y un nuevo patronus.

Con James detrás de él, lo que llegó a su mente fue el recuerdo de la primera vez que lo sostuvo. Y
el resplandor del patronus los cegó a los tres.

Cuando el ciervo se desvaneció, las sombras ya no estaban. Se alejaban tan rápido de ellos por la
dirección de la que vinieron que parecían ser jaladas por una fuerza mayor.
Harry sujetó a su hijo y lo arrastró más cerca para envolverlo con los brazos, pero no apartó la
mirada del punto por el que se fueron las sombras, ni siquiera cuando desaparecieron de su vista.

—¿Están bien? ¿Los dos? —Puso una mano sobre la cabeza de James y quiso maldecir a alguien
cuando se percató de que su pequeño temblaba.

—Estoy- bien —James asintió.

—Bien —Sirius tenía la varita en una mano y al perro de su patronus a un lado, olisqueando el aire
como si buscase el rastro de esas cosas. Su ceño estaba fruncido—. ¿Qué fue eso?

—Algo por lo que deberías llevar a James de regreso con sus abuelos y la mitad de la Orden del
Fénix.

Sirius asintió y se Apareció con James. Harry regresó con Ron sólo para enterarse de que
Hermione le envió un mensaje a través de sus anillos de matrimonio encantados y en La
Madriguera sucedió algo similar.

En el espacio llano alrededor de la propiedad de los Weasley, el último vestigio de las sombras se
introducía al círculo de runas encendido con un brillo azul blanquecino. Luna mantenía las manos
presionadas sobre la línea exterior, que fue la primera en apagarse cuando no quedaron más
sombras afuera. Después la bruja se apartó, exhalando.

—Eso nos evitó muchos problemas —Miró a Draco, con una expresión de disculpa—, creo que por
ahora será mejor que te quedes con el brazalete.

Apenas terminó de decirlo, Theodore Nott y Draco Malfoy se Aparecieron tan lejos como las
barreras le permitían para ver a sus hijos. Luna, que sabía que los mellizos estaban bien con Rolf (y
que siempre podían esconderse en la maleta Scamander si se asustaban), comprobó que las runas
eran inútiles, las borró y realizó un hechizo para asegurarse de que no había más sombras por ahí.
Después también volvió a La Madriguera.
Las palabras de Luna

Lo ocurrido el veintidós de diciembre por la tarde afectó todos los planes de la Cofradía. Liva lo
notó en la manera en que magos encapuchados entraban y salían de la residencia del proyecto
Neverland.

A pesar de que no la incluían de forma abierta en lo que fuese que pretendían, captaba murmullos
de conversaciones, mientras vigilaba a los niños que jugaban en el patio, rodeados por varias capas
de barreras de seguridad y ocultamiento. No eran tan sutiles como pensaban.

Liva se aseguró de que pareciese que pintaba con una niña que le prestó unos creyones, escribió
una nota y la mandó a través de su hechizo de emergencia. Después se sentó en el suelo y le
preguntó a los niños quién quería que lo peinase. Continuaba allí sentada cuando una de las figuras
encapuchadas de la Cofradía se le acercó.

—0—

Harry no respiró con calma hasta que estuvo seguro de que tanto Sirius como sus chicos estaban
bien. Incluso entonces, no creía sentirse mejor.

Siete magos se reunían en torno a una mesa de La Madriguera, contemplando las posibilidades.
Molly se llevó al resto de sus hijos a reforzar las barreras y Teddy juntó a los niños en los pisos
superiores para asegurarse de que ninguno fue lastimado cuando esas cosas se metieron a la casa.

Luna era la única que hablaba, con su tono suave usual y una expresión seria.

—Hay un cierto límite en las barreras que una sombra puede atravesar, por lo que necesitan estar
conectadas a alguien —Apuntó a Draco de forma disimulada— y sea lo que sea que-

En realidad, esto empeoró la situación. Ron y Hermione tenían preguntas, Theodore estaba tan
cerca de la histeria como se podía permitir con su temperamento, Sirius exigía una explicación y
Harry arruinó una tregua de veinte años por atacar a Draco cuando todo apuntaba a que fue su
presencia la que puso en peligro a sus hijos.

Malfoy cayó de la silla al suelo, ambos comenzaron a rodar y Harry consiguió terminar encima de
él y atrapar su mano derecha, sin contar con que Draco habría aprendido a utilizar la varita en
ambas manos en los últimos años. Su varita apuntaba la cara de Draco y la del ex Slytherin directo
al pecho de Harry.

—Suéltame, Potter.

—Entrégame esa cosa —Harry miró el brazalete—, antes de que pongas en peligro a mis hijos de
nuevo.

—Si te lo entrego, esas cosas vuelven, imbécil.

Hermione carraspeó.

—También podríamos comportarnos como adultos en una conversación civilizada, sólo digo…

—¿Qué has estado haciendo? —Harry continuó, entre dientes—. Y quiero la verdad. Como si lo de
la maldita serpiente no fuese suficiente-
—Astoria fue la que trajo a Adhara —gruñó Draco, retorciéndose para que lo soltase, en vano.

—Si estás metido en otra cosa de magia oscura, te lo juro, Malfoy, te voy a escoltar a Azkaban yo
mismo-

Harry no se lo esperaba. Fue un gran descuido. Notó el destello de ira en los ojos de Draco, luego
un rodillazo en la entrepierna.

Ahogó un quejido y su cuerpo se cayó hacia un lado, atormentado por el dolor. Draco aprovechó
de cambiar posiciones para quedar sobre él y le arrancó la varita de la mano.

—¿Crees que haría algo que ponga a Scorpius en peligro, Potter? No todos tenemos una Orden de
Merlín, pero no por eso no nos preocupamos por nuestros hijos-

—Oh, por favor —Hermione suspiró—. ¿Qué tal una conversación no tan civilizada, pero sentados
y sin varitas?

Harry alzó el brazo, dispuesto a usar magia no verbal en venganza, y la varita de Draco se iluminó
con un hechizo listo para ser disparado contra él si se le ocurría algo.

Theodore se acercó por detrás, rodeó a Draco con los brazos y lo alejó con un jalón. Ron ya estaba
de pie junto a ellos también. Atrapó los brazos de Harry y lo ayudó a ponerse de pie.

Cuando le dijo que le regresase su varita, Ron negó y la guardó en su bolsillo. Harry boqueó,
incrédulo.

—Toda mi familia también estaba aquí, amigo. Si Malfoy tiene algo que decir, nos vamos a sentar
y lo vamos a escuchar, antes de que Mione nos pegue a esas sillas con magia.

—Gracias, Ron —Hermione sonó entre aliviada y divertida.

—Y tú —Theodore empujó los hombros de Draco hacia abajo para que volviese a sentarse—
tienes suerte de que Scorpius no viese a su padre actuando como un mocoso otra vez —Y le dio un
manotazo en la parte posterior de la cabeza, de una manera tan similar a cómo lo hacía Snape con
sus estudiantes que se habrían aturdido, de no tener su atención en otro hecho.

—Potter empezó.

—Yo no traje una reliquia oscura a una casa en la que me invitaron para-

Hermione se aclaró la garganta aún más fuerte.

—Continua, por favor —le indicó a Luna.

—Por la manera en que actuó cuando tanteamos la conexión —siguió Luna, mirando a los dos
magos que estuvieron a punto de comenzar un duelo ahí mismo—, uno de sus objetivos debió ser
Harry.

Draco le dedicó una mirada enojada a un Harry que frunció el ceño.

¿Acaso no existía alguna entidad oscura que no tuviese un problema con él?

—Y los otros objetivos pueden ser Sirius o James, por un lado, y por el otro, alguno de los tres
chicos que estaban en el cuarto —añadió Luna.

—Nesrine dijo que las sombras fueron hacia Scorpius —aclaró Theodore.
—Y las que nos encontraron no iban por James —aseguró Sirius—, me habría dado cuenta.
Vinieron en línea recta hacia mí.

Harry comenzó a sentirse como un idiota. Vio de reojo a Draco, quien lo ignoró de forma
magistral, cruzado de brazos y con el entrecejo arrugado.

—No he visto el velo del que Harry me habló —explicó Luna, gesticulando con las manos—, pero
por la descripción que me dio y el comportamiento de las sombras al buscar a Sirius, estoy casi
segura de que debe ser una entrada física a su plano. Sirius debe estar todavía envuelto en la
energía que reunió allí todos estos años, y eso, junto con su magia, las atrajo más que otros magos
normales. Tratándose de Harry, es sencillo darse cuenta de que lo siguieron por la marca que
Quién-Tú-Sabes dejó en él; cualquier ente tan oscuro notaría que hubo…algo allí de esa naturaleza,
y sentiría más interés por él. Pero sobre Scorpius —La bruja observó a Draco—, lo siento, no sé…
no entiendo qué podría atraer a las sombras en él.

Draco tomó una profunda bocanada de aire, echó un vistazo en torno a ellos para asegurarse de que
no había nadie más cerca y lanzó un muffliato. Luego se inclinó hacia adelante.

—Tal vez…sea buen momento para hacer la confesión de que Astoria no está exactamente muerta.

—Ni viva —agregó Theodore.

Harry recordó lo mal que se sentía por él cuando visitó la Mansión en el verano y volvió a
considerarse un idiota. Sólo que esa vez, el enojo regresó. También se cruzó de brazos y evitó
verlo, aunque no podía hacer nada sobre oírlo, si quería saber qué sucedía.

Como podía relacionarse a Scorpius de algún modo, Draco les contó los detalles de forma honesta
y directa, desde el asunto de los brazaletes a la conexión.

Hermione tenía una expresión desdichada cuando calló.

—Malfoy…¿le dijiste a alguien que estabas oyéndola durante el verano?

Draco señaló a Theodore, quien estaba fuera del país entonces. Harry conocía a su amiga lo
suficiente para saber que Hermione se imaginaba cómo debió sentirse al escucharla de la nada y
pensar que se volvió loco.

Él también lo imaginó por unos segundos. Y la ira disminuyó, de nuevo.

—Que ella esté en ese sitio lleno de sombras no significa que las cosas esas irán por su hijo, ¿o sí?
—Ron hizo la gran pregunta, fijándose en Luna.

Luna sacudió la cabeza.

—No, eso no es probable. Debe haber algo más…

—Scorpius es el tipo de chico que se disculpa con su compañero cuando tienen un duelo en clase y
le va a lanzar un hechizo —masculló Draco—, sé que él no está practicando magia oscura ni nada
por el estilo.

Luna arrugó el entrecejo y vio a Harry.

—¿Dijiste algo sobre la serpiente de Scorpius?

Y el vestigio de la rabia estuvo de regreso.


—Adhara es la misma serpiente que irrumpió en el Ministerio antes de que Sirius saliese del velo
—declaró Harry, firme.

—Oh, claro —Draco rodó los ojos—, culpen a la serpiente, sí, seguro tiene una inteligencia
humana. Dime, Potter, sobre las barreras en el Ministerio…¿se supone que fui yo, o Scorpius,
quien ayudó a la gran serpiente a colarse ahí?

—No lo sé —Harry se giró para verlo en esa ocasión, ceñudo—. No conseguí nada cuando intenté
hablar con ella-

—Así que fue por eso —Draco también paró de evitarlo y lo observó—. Lo de Hogsmeade, lo de
tomar algo, lo de ser amigable y los libros fueron para buscar una señal de si podías acusarme de
magia oscura por culpa de una serpiente que podría ser prácticamente cualquier mamba negra del
mundo.

—Yo-

—Incluso lo del patronus debió ser por eso, ¿no? Te puse muy fácil acercarte para vigilarme.

Sonó más herido que enojado y Harry se llenó de un inesperado pánico al pensar que podría
haberlo lastimado de alguna manera. Quería explicarle que en verdad no estaba fingiendo sobre las
cosas que le dijo ese día, ni en ningún momento de las vacaciones, pero nadie en esa mesa entendía
que tenía una pequeña crisis y siguieron hablando.

—En este punto —mencionó Theodore—, hay que considerar que…en vista de todo lo que ha
pasado y que no hay casualidades tan grandes, es más que probable que Adhara sí sea esa
serpiente.

Draco se olvidó de Harry y observó a su ex compañero con una parte justa de incredulidad y de
rabia. Theodore ni se inmutó, como si estuviese acostumbrado a que se enojase con él, y siguió
expresando su punto.

—Piénsenlo así; una bruja se desvanece en el mismo plano del velo. El velo al que se acercó esta
serpiente que fue traída por ella. El velo en que están las cosas que se conectan al brazalete que
dejó con Draco —Miró a Draco—. Lo siento. Prefiero que te molestes a mentirte tan
descaradamente. Es obvio que Astoria planeó mucho más que dejar unos brazaletes- —Y como si
se hubiese dado cuenta de algo, de pronto, vio a los dos Aurores en la mesa—. Draco me dijo que
Astoria dejó muchos más brazaletes con diferentes funciones, todos conectados al suyo. ¿Podrían
ser…?

—Cuidado con lo que vas a insinuar sobre ella, Theodore.

Theodore lo miró directo a los ojos y soltó las palabras, una a una, lentamente.

—Se razonable. Astoria es lo bastante precisa para planear algo a gran escala si tenía información
sobre esas cosas. Tampoco debe ser casualidad que aparezca un grupo justo después de que ella-

Draco se levantó. Por un aterrador instante, Harry temió que saltaría sobre Theodore. En cambio,
alisó su ropa e inhaló profundo.

—Me niego a tener esta conversación justo ahora —Fue lo único que dijo. Luego se giró y fue
hacia las escaleras, llamando a su hijo en voz alta.

Harry observó a cada uno de los que se quedó en la mesa, esperando que alguien fuese detrás de él.
Theodore, al menos. Como no ocurrió, maldijo y se puso de pie para seguirlo.
Escuchó a Hermione suspirar cuando se alejó y empezó a subir las escaleras de dos en dos para
alcanzarlo.

Scorpius acababa de salir del cuarto en que esperaba y le preguntó a su padre qué pasaba. Harry se
colocó junto a Draco e intentó responderle con su tono más tranquilo.

—Hubo un malentendido, estamos reforzando las barreras todavía, no te preocupes. Vuelve con
Albus, ¿sí?

Draco se tensó cuando Harry sostuvo uno de sus brazos. Apretó los labios y aguardó sólo hasta que
Scorpius asintió, extrañado, y regresó dentro. En cuanto el chico no los veía, Draco se sacudió y lo
apartó con un manotazo.

Una varita apuntó al rostro de Harry, sin vacilación.

—No me toques. Ni siquiera te me acerques, hipócrita.

Harry exhaló y dejó caer los hombros.

—No me ofrecí a ayudarte con el patronus por eso, Draco-

—¿Cuándo te dije que podías llamarme por mi nombre?

Oh, bien. Su paciencia no era infinita. No podía contra ese tono pedante que le traía al Draco
Malfoy de catorce años de vuelta.

—Mira, Malfoy —Harry escupió el apellido—, tu hijo está mucho más seguro en una casa donde
está la mitad de la Orden del Fénix que en cualquier lugar al que tengas pensado llevarlo,
¿entendido? Si paras de actuar como un cretino sólo porque no puedes aceptar las cosas, te darás
cuenta y lo dejarás aquí hasta que tengamos alguna respuesta sobre lo que sucede. Eso suponiendo
que su seguridad te importe más que tu ego.

Harry estaba seguro de haberse ganado una maldición cuando dijo la última línea. Él se la habría
lanzado. El destello rojo apareció en la punta de la varita de Draco y pudo ver toda esa ira en sus
ojos que superaba con creces su mala actitud adolescente. El tipo de rabia que sólo alguien que
estuvo en un ambiente tan hostil como el de una guerra podía sentir.

—Jamás —La varita encendida con una maldición tocó el pecho de Harry, sin dañarlo— vuelvas a
insinuar que no me importa Scorpius. No habrá suficientes maldiciones en el mundo para
responderte si me hablas así otra vez, Potter, ¿entendido? —gruñó lo último, justo como Harry lo
había hecho un segundo atrás.

Harry no pudo evitar mostrarle una media sonrisa.

—Ese es el Malfoy que conozco, no me dejarías pasar ni una.

—Pues tú eres más imbécil con cada año que vives.

Cuando Harry se rio, Draco apretó los labios y rodó los ojos.

—No debí atacarte sin haber oído todo…

—Yo siento lo de…—Draco sí se rio esa vez. Comenzó con un sonido estrangulado y estalló en
una carcajada en toda regla—. No, la verdad es que no lo siento. Puede que no venga un cuarto
Potter al mundo, pero- por Merlín, la cara que pusiste-
El rostro se le tiñó de rojo por la risa y Harry se sintió mucho mejor al verlo.

—Oye —Harry puso las manos en sus hombros, intentando recordarle que debía calmarse y
centrarse—, puede que esto no sea algo que quieras escuchar, pero si no queremos que los chicos
estén en una situación así otra vez, hay que ver cada posibilidad, ¿de acuerdo? No intento decir que
ella hizo algo o no, sólo- tenemos que cuidarlos. Es nuestro deber. No creo que tú quieras más que
yo que terminen en una situación como la que vivimos…

La risa ya había cesado por completo, sin dejar ni el menor rastro en la expresión en blanco de
Draco. Tras unos instantes, él asintió y retiró las manos de Harry de sus hombros.

—Astoria era- es muy inteligente.

—En verdad no estoy insinuando algo sobre ella, Draco, mi preocupación era la conexión con la
serpiente, pero tienes razón en que podría ser cualquier mamba negra-

—No, no entiendes —Draco sacudió la cabeza—. El primer año después de casarnos, Astoria
recuperó bienes de la familia Malfoy que fueron confiscados tras la guerra, propiedades y bóvedas
a las que yo no tuve ningún acceso, por mucho que lo intente. ¿Crees que pedir brazaletes con
meses de anterioridad implica paciencia y preparación? Eso no es nada para ella. Una actividad
cualquiera que podría hacer a la par de lo demás. Si Astoria- si realmente tiene algo que ver con
este grupo que están buscando, si Adhara- los brazaletes, estas cosas- si lo conectamos todo, te
aseguro que ella no está siguiendo a nadie. Astoria no es el tipo de persona que sigue a alguien.

De pronto, Harry entendió por qué se marchó en cuanto el tema salió. Él no la conocía bien. Draco
sí.

Estaba aterrado ante la idea de que la persona que estuvo con él fuese responsable de todo esto.

Harry experimentó un pinchazo en el pecho y volvió a poner la mano en su hombro, intentando


calmarlo, de forma inconsciente. Draco vio el gesto, pero se mantuvo quieto.

—Primero tenemos que saber qué pasa, ¿bien?

Draco asintió, despacio. Los dos regresaron al comedor.

Hermione, Luna y Theodore discutían sobre las sombras y lo que sabían de ellas. Cuando los
vieron ocupar las sillas de antes, se dedicaron a compartir los detalles que podían crear la conexión
entre cada evento de los últimos meses; la desaparición de Astoria, el plan, la historia
proporcionada por Maia Hemmings, hasta lo que Sirius vio en el velo, el pársel de Harry y la
Cofradía.

—¿Aveline? —repitió Draco, frunciendo el ceño—. Dijiste que la llamaban "Aveline", ¿cierto?

Harry asintió.

—Eso decían en el recuerdo.

—¿Te suena a algo? —inquirió Ron, menos sutil.

—La madre de Astoria me dijo una vez que su esposo quería ponerle "Aveline" a una de sus hijas.
A ella no le gustaba —aclaró Draco—, pero casi fue convencida de ponérselo a Astoria.

—¿Algún significado especial? —indagó Harry.


—Aveline Greengrass, es parte de su árbol genealógico, pero no recuerdo los detalles. Tendría que
preguntarles o ver si Astoria tiene algo en la Mansión sobre ella…

—Hay que admitirlo —susurró Sirius—, no existen tantas casualidades.

Los siete magos adultos en la mesa se observaron con diferentes grados de angustia y
preocupación. Harry se dirigió a Luna.

—Las sombras…¿volverán mañana? ¿Pasado mañana? ¿Cómo funciona esa conexión? Si


asumimos que Sirius, Draco, Scorpius y yo estamos conectados a ellas…

—Las sombras no entran fácilmente aquí —argumentó Luna—, se necesitaría un gran evento
mágico para llamarlas, o que la conexión directa se abra. Pero Theodore ya había cerrado la
conexión del brazalete de Draco y lo volvimos a sellar cuando las regresamos a su lugar.

—¿Entonces no hay un peligro por ahora? —insistió Hermione—. Es decir, mientras no suceda
algo que alce de pronto los índices de magia en nuestro mundo…deberían contenerse allá, ¿no?

—Deberían, sí —Luna asintió—. En muchos momentos oscuros de la historia, las sombras


estuvieron por llegar o entraron en cierta medida, pero siempre regresaron o fueron mantenidas allí.
Su amenaza sobre nosotros es permanente, lo que no quiere decir que vaya a pasar sí o sí en
cualquier momento. Por ahora, no hay nada más que las traiga.

—No podemos quitarle el brazalete para romper su conexión, ¿cierto? —añadió Sirius, ceñudo.

Luna negó.

—Su conexión es con Astoria en el lugar donde está y ya demostramos que las sombras podrían
entrar si usamos magia en el brazalete. Eso o llevarse a Draco con ellas.

—Malfoy a cambio de la tranquilidad…¡auh! —Ron saltó cuando recibió una patada por debajo de
la mesa—. ¡Era una broma!

—Una muy mala —lo reprendió Hermione, negando. Suspiró y se concentró en los demás—. Eso
quiere decir que, uniendo todo…la Cofradía ya sabía de las sombras por Astoria probablemente,
entonces al reunir a estos niños, ¿podría ser una medida de seguridad? ¿Para quién?

—Puede que tengan la certeza de que ocurrirá un gran evento pronto que traerá a las sombras —
replicó Theodore, en voz baja—. Recuerdo que Talía me mencionó una vez que Astoria le pidió
que estuviese atenta a las profecías que oía en sus viajes, sobre todo de eventos después del 2019.

Harry no pudo evitar emitir un sonido de desagrado. Le sobraban razones para odiar las profecías.

—Bien, hay que seguir buscando a esos niños, sin importar la razón por la que se los llevaron o lo
que crean que harán con ellos —Harry se sacó los lentes y se masajeó el espacio entre las cejas, su
mente repasando deprisa cada pieza de información que tenían—. Conseguimos pistas sobre
algunos posibles miembros de la Cofradía, Roman tiene vacaciones a partir de mañana, pero
debería obtener algo hoy antes de irse y dudo que se quede tranquilo con esto pasando. Partiremos
de ahí para ver si podemos retenerlos apenas tengamos a los niños de vuelta.

—Yo…intentaré hablar con ella —murmuró Draco, tocando el brazalete de forma distraída—.
Puedo abrir la conexión lo suficiente para oírla sin atraer a las sombras. Veré si quiere decir algo
sobre todo esto.

—Por ahora, lo único que une todo esto son las sombras y Astoria, así que sería bastante útil —
aceptó Ron, asintiendo.

—¿Quieres que te acompañe cuando hables con ella? —ofreció Harry, sin saber a qué venía la idea
o cómo podía proporcionarle cualquier sentido de seguridad, pero sentía que debía decirlo.

Fue aún más sorprendente que Draco lo viese por un segundo y después asintiese.

Harry decidió que ni Merlín mismo evitaría que lo acompañase en ese momento.

—Si es posible —indicó Luna—, me gustaría ver el velo hoy. Lo examinaré un poco para
confirmar nuestras teorías y quizás consiga algo de información que nos diga más sobre las
sombras o por qué el interés en Scorpius. Los demás puedo entenderlos, pero sobre él…hay algo
que no estamos viendo.

—Entonces vienes con Ron y conmigo al Ministerio, veremos qué pasó con McCarthy y Grayson
Jr. en la zona en que creemos que buscarán más niños y regresaremos aquí, espero, con alguna idea
de dónde están. Luego hablaremos con ella —añadió para Draco, quien asintió— y deberíamos
tener a la serpiente para examinarla bien.

—Rolf puede saber si hay algo raro en ella —aclaró Luna.

—Yo voy a buscar en mis libros de espíritus —agregó Hermione, pensativa—, por si acaso.

—Yo puedo traer mi colección de espíritus —propuso Theodore—. Quiero saber cómo quemar a
esa cosa que se acercó a Nesrine. Los hechizos de luz normales no son suficiente.

Sirius observó las expresiones decididas de cada uno y torció la boca.

—¿Y yo qué?

Al final, Sirius fue enviado a cuidar de los niños.

Cuando entró al cuarto, James terminaba una historia dramática y adornada con detalles de un
duelo inexistente entre la sombra y él. Miró a Sirius como si temiese que pudiese desmentirlo, pero
él no creyó que valiese la pena. Le hacía pensar en el James original cuando exageraba así.

—¿Sirius? —Albus fue el primero en acercarse a él—. ¿Qué pasa? ¿Qué es todo esto? ¿Estamos en
peligro…?

Sirius suspiró y le rodeó los hombros con un brazo. En esa misma habitación, estaban Scorpius,
Nesrine, Rose, Hugo, Lily y los Scamander.

Esperando una explicación de su parte.

—Lo que sucedió tiene que ver con el caso en que trabajan sus padres —Sirius titubeó—, fue un
error de su parte. Están haciendo todo lo que pueden para que no vuelva a pasar algo como eso. Por
ahora…hay que quedarnos aquí.

—Pero ya está bien, ¿cierto? —murmuró Scorpius.

—¿Ellos están bien? —preguntó Rose después.

Sirius se percató de que era más difícil tratar con chicos que tenían vidas cómodas que con un
Harry Potter adolescente que ya sabía que un loco lo quería matar.

—0—
Harry regresaba al Departamento de Aurores, después de una tercera visita a la sala del velo. Luna
continuaba probando hechizos con el libro a un lado y Smith curioseando en torno a ella,
ofreciendo ayuda cuando era necesario. Los estudios eran controlados y parecían haber confirmado
que sí se trataba del punto de entrada al plano de las sombras y el mismo al que conectaba el
brazalete de Draco.

Rolf les mandó un patronus un rato atrás. Draco le había llevado a la serpiente. Bastaron unos
minutos para que se diese cuenta de lo que andaba mal con ella, pero más de una hora de revisión
para comprobarlo.

Harry se sentía exhausto cuando entró a la oficina. Ron había recibido la misma información que él
y levantó la vista de su tablet mágica para mirarlo con el ceño fruncido.

—¿Está diciendo que la serpiente es como eras tú cuando tenías un pedazo del alma de Quién-Tú-
Sabes?

Quiso reírse de la simple lógica detrás de esto. Harry negó y se dejó caer sobre su silla, junto a él.

—Dijo que tenía dos consciencias y una era como un espacio vacío justo ahora. Significa que es
una serpiente más inteligente de lo normal, porque está afectada por la otra consciencia —Harry
exhaló—, y por cómo va esto…la otra consciencia debe ser la de Astoria cuando puede deslizarse
en el cuerpo de Adhara. Sencillo, práctico, y sólo un magizoólogo lo notaría.

—Es para estar cerca de Scorpius, ¿no?

—Bueno, tu cuerpo se desvanece y podrías saber que tu hijo tendrá problemas, ¿no dejarías algo tú
también para cuidarlo?

—Definitivamente —Ron asintió sin dudar y regresó a su tablet. Tecleó algo y se la ofreció a
Harry.

Era un mensaje para él. Algo que no debía decirse en voz alta.

"Liva tiene información sobre los niños"

Harry lo observó, ocultó su asombro lo mejor que pudo y le regresó la tablet. Ron escribió más y se
la pasó de nuevo.

"Puedo buscarla en un lugar al que va seguido, parecía importante. También debe saber sobre la
Cofradía"

—¿Quieres que vaya contigo?

Ron negó.

—Se enojaría mucho si te llevo allí y podría ponerse a la defensiva, en lugar de decirme algo.
Además —Guardó la tablet—, ya le prometiste a Malfoy estar con él cuando hablase con el
espíritu que, técnicamente, es su esposa medio muerta. ¿Quieres contarme algo, Harry?

Harry recuperó su propia tablet, la desbloqueó y le mostró una lista de nombres.

—Roman está descartando magos para hacernos una idea de quiénes podrían ser los de la
Cofradía, en base a sus relaciones con el club y entre ellos, y las habilidades que hemos visto. Y
encontró otro anagrama de "señora oscura" como miembro.
—Sutil —Ron resopló. Luego se puso de pie—. Te envío una señal de emergencia si pasa algo.

Harry asintió y lo vio marcharse. No podía ni pensar en quedarse quieto, así que pasó por el
archivero, ayudó a Roman a investigar una nueva lista de nombres y después regresó al
Departamento de Misterios para ver cómo iba la investigación de Luna y Zacharias.
Decisiones junto a la ventana

Ron se Apareció a dos calles de distancia, miró alrededor para asegurarse de que no había ningún
muggle cerca, se cambió de ropa con un hechizo y abandonó el callejón en que cayó.

Estaba relativamente cerca de una buena zona residencial y el parque frente a él se veía bien
cuidado. Encontró una banca vacía en un ángulo que le dejaba seguir el trayecto de una niña
muggle en silla de ruedas, riéndose de algo que le dijo una mujer joven a través de señas.

Tras unos momentos, la mujer la acercó a un grupo de chicos de su edad y se despidió de ella con
una sonrisa. Mientras la niña se distraía hablando con ellos, esta caminó directo hacia donde estaba
Ron.

No era un buen hechizo. Liva quería ocultarse de los muggles, no tanto de los magos, que
escaseaban por allí, así que casi podía ver su cara a través de las facciones que se puso.

Se sentó junto a él y le ofreció una tarjeta. Tenía el sello que encontraron en los criminales
entregados y el club en Francia.

Ron se aseguró de que no tenía una maldición, por costumbre, y lo abrió. Empezó a fruncir el ceño
a medida que leía el contenido.

—Esto es…

—Todo lo que hace falta —contestó Liva. Sus ojos estaban puestos en la niña y el grupo con que
conversaba—. La ubicación, la forma de deshacer la barrera, los números de sus bóvedas, el
código para entrar al sistema una vez allí y ver cuáles niños se llevaron. Todo me lo dio ella.

—¿Quién es ella?

Liva se encogió de hombros.

—Ella.

—¿La viste? ¿A la líder de la Cofradía?

—Eso creo —murmuró Liva—. Alta, cabello negro, ojos verdes, piel clara. Debía tener más o
menos tu edad. No parecía un glamour.

Eso encajaba bastante bien con Astoria, pensó Ron, revisando la tarjeta de nuevo.

—¿Por qué te lo dio?

—Sabe sobre mí —Liva lo miró de reojo—, no todo, pero sabe un poco. ¿Se lo dijiste a alguien?

Ron negó de inmediato.

—A nadie. Nunca.

Liva lo observó durante unos segundos más, como si estuviese considerando si debía creerle o no.

—Bien —Liva debió decidir creerle—, pues eso la hizo pensar que era perfecta para esto. Lo
comprobé varias veces antes de venir. Las bóvedas están bien, todo el dinero que utilizó es legal,
incluso tiene iniciativas y empresas reales de las que tomar las ganancias para mantenerlos. Y la
forma en que han cuidado a los niños…estuve con ellos desde ayer. Están mucho mejor que en sus
casas.

—Ignorando que es un secuestro…

—Una niña tenía quemaduras y moretones entre las piernas —La voz de Liva fue dura—, tan
pequeña que me pidió ayuda para vestirse. ¿Te cuento más? Porque a un niño le cortaron la lengua
en dos partes, y cuando creció con magia durante la noche, ellos volvieron a-

—Calma —Ron le habló con suavidad—, mira lo que estás haciendo.

Liva parpadeó y echó un vistazo alrededor. El cemento del sendero en que pusieron la banca se
había agrietado. La banca misma se deterioró.

—Calma.

—Estaban en condiciones horribles —Liva apretó las manos en puños e intentó respirar profundo.

—Lo sabemos ahora.

—Debieron saberlo antes.

—Sí, debimos saberlo.

—Nunca están a tiempo cuando los necesitan.

Una grieta más grande dividió el concreto y traspasó a la tierra del parque. Varios arbustos se
ladearon. Liva ahogó un quejido y se sostuvo la cabeza entre las manos.

—Ella habla a través de otra bruja —masculló Liva, masajeándose las sienes—, dijo que forma
parte del proyecto Neverland. Hay dos chicos allí de ese proyecto, de los últimos refugios. Están
más ocultos y no me dirán dónde, pero también están en buenas condiciones. Ellos estaban muy
agradecidos con ella.

—Los sacó de las calles o de lugares violentos, por supuesto que le van a agradecer.

Liva asintió, más relajada a simple vista.

—Dijo que se lo diese a un Auror de confianza si tenía uno o a Harry Potter. Pueden ir a verlos a
partir de mañana; eso fue lo único que pidió. Si intentan ir hoy mismo, las barreras se cerrarán y
comprobé que no van a poder entrar después, la casa…su puerta puede abrirse hacia diferentes
lugares y bloquearse también, es magia muy avanzada, el edificio completo cambia entre esos
lugares.

—Van a sacar a más niños de sus casas hoy, ¿verdad?

Ella no le contestó. No necesitaba hacerlo.

—Necesitaré llevar a un medimago, al menos.

—Tenían sanadores la primera noche —explicó Liva—, pero sí, puedes hacerlo. A partir de
mañana.

—¿La comida?

—Tres comidas al día y ayer hubo merienda. Vi el inventario. Tienen comida para más de una
semana, contando con unos veinte niños más, que supongo será más o menos lo que quieren sacar
hoy de sus casas…

Realmente fue bien planificado. Ron lo consideró unos segundos.

—¿En verdad están bien?

Liva asintió.

—Yo los vi mucho mejor hoy. Han hecho preguntas, claro, todos los niños las hacen, pero…ya
sabes. La mayoría están traumatizados y lo único que captaron fue que el daño se había detenido.
Incluso si no saben por qué y siguen tensos, no ser dañados es más de lo que la mayoría creyó que
podría tener.

—¿La canción que utilizaron fue sólo para dormir a los muggles? ¿Ningún tipo de hipnosis en los
niños?

—Los atrajo —admitió Liva—, pero por lo que entendí…creo que el que tocó la canción ya había
establecido algún tipo de conexión con cada uno para que reaccionaran a eso.

Eso requería semanas, meses de planeación. Ron suspiró y asintió.

—Sé dónde van a buscar a los niños de hoy.

—Pero ya te dije que si interfieres, se quedarán sin los primeros niños-

—No estoy pensando en interferir —Ron guardó la tarjeta en su bolsillo y se pasó una mano por el
rostro, más cansado de pronto—. Mierda. Tomará meses investigar cada caso aparte e integrar al
sistema mágico a los niños de los expedientes que conseguimos estos dos días. Meses —repitió,
negando—. En meses, lo que les pueden hacer antes de que los saquemos…

Liva lo observó un momento y se animó a darle una palmadita en la espalda.

—No quiero pensar en esos niños en condiciones así, pero sigue siendo ilegal sacarlos de pronto
—aclaró Ron—, y no puedo conseguir un permiso para retirarlos de repente. Las señales son
bastante claras y ver las lesiones en los niños ya dice mucho por sí mismo, pero no es suficiente
para los archivos de los muggles…

—Archivos de mierda —gruñó Liva.

—Voy a ir con ellos —Ron se enderezó y la encaró—. Si es cómo dices, y estoy confiando en que
en verdad sea un buen ambiente para ellos…voy a ir con la Cofradía a buscar a los niños hoy y a
llevarlos. Traeré el medimago y voy a- supongo que dividiré todo el trabajo de la casa con Harry y
Mione, es básicamente un hogar temporal. Pero yo voy y quiero ver a cada niño que tomarán y a
todos los que ya están allá, ¿bien? ¿Puedes convencerlos de eso?

—Oh, Ronie —Liva se rio—, no necesito convencerlos. Ella ya predijo que Potter o tú lo harían.
Los de la Cofradía no estaban seguros, pero les dije que si te lo daba a ti…posiblemente no
querrías detenerlo, sólo hacerlo lo más seguro que pudieses para los niños.

Ron dejó caer los hombros.

—¿A qué hora van a buscarlos? ¿Qué pasará cuando los vea? Sigo siendo Auror, querrán usar un
glamour o…
—Yo lo arreglo —aseguró Liva, emocionada—, hay formas de que veas a los niños, pero no a
ellos. Luego iremos a la casa, hay una niña tan tierna- es pelirroja, te recordará a tu hija.

A Ron se le apretó el pecho al pensar en Rose en una situación tan horrible.

—Estoy feliz de tener un compañero de crímenes —Liva balanceó los pies en el aire, aguantando
la risa.

—No soy un criminal.

—¿Quién acaba de decir que es secuestro sacar a niños ajenos de sus casas sin permiso?

—Ni lo menciones —replicó Ron, negando—, en serio. Jamás.

—Me pregunto qué pensaría tu esposa…

—Que estoy loco —Ron se rio— y después que hay que sacarlos. Y que tiene que crear más leyes
para la protección de los niños mágicos que viven con muggles…y quizás también haría una
campaña en el Ministerio para cambiar los registros.

—Ella me agrada —Liva también se rio.

Le palmeó el brazo hizo ademán de levantarse cuando Ron recordó algo.

—Un medimago en San Mungo me dijo que se está probando un tratamiento para heridas alteradas
que no pueden recibir más magia-

Liva se detuvo, ya de pie, y soltó un teatral suspiro.

—Sí, la Cofradía ya me lo dio. Tengo que esperar —Miró hacia la niña en silla de ruedas—. Voy a
estar otra hora con ella, la dejo con la enfermera y te mando un patronus apenas tenga los detalles
sobre lo de hoy —Volvió a fijarse en Ron—. Sabes que si intentas algo raro, van a desaparecer con
los niños, ¿cierto?

Ron asintió.

—Y si ellos me hacen algo-

—No te harán nada —Liva rodó los ojos—. Ya me vieron romper la misma pared dos veces por
accidente y estaba bastante tranquila- para cómo he estado antes, quiero decir. Te tocan y podría
desintegrarlos antes de darme cuenta. No sería lindo.

—Intenta no desintegrar a nadie, no quiero tener que agregarte más cargos y arrastrarte bajo la
custodia de los Aurores. Otra vez.

La bruja se rio.

—Ay, Ronie, crees que me vas a volver a atrapar, qué encanto…—Se despidió con un gesto y
regresó junto a la niña en silla de ruedas.

Ron se aseguró de que ningún muggle lo notaría y se Apareció desde ahí.

—0—

Harry cerró la puerta del ático detrás de sí y agradeció la comprensión de Molly con respecto al
uso de su casa. O su histeria sobreprotectora, más bien. Apenas le explicó la situación sin detalles e
insinuó que saldrían de ahí, Molly le espetó que ninguno de sus niños (abarcando desde Harry a sus
hijos reales y nietos) iba a abandonar La Madriguera ese día.

Tenía una varita en mano entonces y todo el mundo sabía, desde lo de Bellatrix, que Molly
Weasley no bromeaba cuando sostenía una varita.

Harry decidió seguir una de las enseñanzas de la Academia y su tiempo como Auror: mejor
retirarse que provocar a una bruja angustiada.

Arrastró una silla frente a la de Draco, quien veía a través de la ventana al toldo en el patio, ahora
vacío, y se sentó.

—Rolf dijo…

—Granger ya estuvo acá y me contó sobre lo de las dos consciencias —murmuró Draco.

—Debe ser Astoria la que se desliza dentro de la serpiente.

—Sí, eso explicaría mucho.

—Oye, nadie se habría detenido a pensar que podría haber hecho algo así cuando se supone que
había muerto-

—No me estoy culpando —Draco giró el rostro para verlo, aturdido—. Estoy impresionado por lo
bien que lo pensó. Debió tomarle mucho tiempo.

Harry sospechaba que jamás entendería del todo a los Slytherin.

—Luna terminó la revisión del Velo y su teoría acertó; va directo al plano de esas cosas —siguió
el Auror—. Es relativamente fácil entrar, pero se necesita una inmensa cantidad de poder para salir
y no toda la magia parece afectar a las sombras, así que…

—Astoria, de nuevo.

Harry asintió, despacio.

—Si no estuviese preocupado por todo lo demás, querría agradecerle por sacar a mi padrino de ahí.

—Tendrás tiempo para eso —Draco sacó su varita y tocó el brazalete con ella—. ¿Comenzamos?

—Cuando quieras.

Draco pronunció un hechizo que haría que pudiese oír lo mismo que él. Luego desactivó el sello
que Theodore colocó en el brazalete.

Hubo un ruido de interferencia. Luego una voz suave.

—¿Draco?

—Astoria Evangeline Greengrass Malfoy —siseó Draco, frunciendo el ceño—, me debes un par de
explicaciones.

—Uy —Escuchó de Astoria—, acabo de regresar a nuestro primer año de casados, cuando
desapareció esa reliquia dañada de los Malfoy…

Harry observó a Draco de reojo. Él rodó los ojos y negó. Por lo visto, ese era su comportamiento
usual.

Era bueno saber que aún actuaba como él la conoció y no se había convertido en una Voldemort
2.0.

—¿Por qué las sombras fueron por Scorpius, Astoria? —continuó Draco.

—Lo siento —Astoria suspiró—, eso es mi culpa.

La voz de Draco fue dura y su mandíbula estaba tensa.

—¿Pusiste a Scorpius en peligro intencionalmente?

—¡Claro que no! —replicó la bruja—. ¡Me conoces, Draco!

—Sí, eso pensé, pero tienes muchos pasatiempos interesantes, ¿no?

—Escucha —Astoria intentó apaciguarlo—, yo no quería que fuesen detrás de Scorpius. No tenía
planes de que les abrieses una puerta, en un principio ni siquiera quería que tú y yo siguiésemos
unidos así cuando- no, espera, espera- no estoy- no me estoy refiriendo a que-

—Estamos hablando de Scorpius —aclaró Draco—, lo demás no me interesa.

—No te quería involucrar, Draco, créeme-

—Scorpius. Concéntrate, Astoria.

—Scorpius, bien. Sabes que no puedo darte todos los detalles, incluso si lo intentase, tengo un
acuerdo que- —Y su voz se perdió en un sonido fuerte de interferencia—. ¿Ves?

—Dinos lo que te sea posible entonces.

Oyó que repetía el "dinos" de forma débil, pero no preguntó al respecto.

—Las sombras se sienten especialmente atraídas hacia la magia, los niños muy pequeños y hacia
cierto tipo de energía contaminada por la magia oscura. No toda la magia oscura implica
maldiciones imperdonables, y lo sabes. Hablar con los muertos, por ejemplo, es considerado un
arte oscuro, igual que los hechizos de sangre- y varios de ellos se usan en las transfusiones de
emer-

—Astoria, te desvías del tema.

—Sí, perdón —Un carraspeo—. Scorpius tiene esto que los atrae debido a mí, es una historia
larga y no te la puedo contar ahora, como ya te dije, y es peor por lo joven que es, pero no es algo
que lo lastime ni lo cambie. Le he dejado protecciones suficientes para asegurarme de esto. No le
pasó nada aun cuando las sombras lo buscaron, ¿verdad? Sé que es imposible que lo lastimaran
en ese momento.

—Está bien —admitió Draco, de mala gana—, Nesrine estaba allí y vio una barrera y mucha luz
dorada- ¿tú tienes algo que ver con eso?

—¿Qué clase de madre sería si me desvanezco entre tantos problema sin estar segura de que mi
principito estará bien?

—¿Así que no hay forma de que le suceda algo?


Astoria se demoró un poco más en responder esa vez.

—Por ahora, debe estar bien, pero puede que el proceso que viene sea…complicado. He hecho
todo lo que está en mis manos y sigo pensando en eso, Draco. Todos los días pienso en Scorpius.
Cuando llegue el día en que pueda resultar herido, ten por seguro que tendré una contramedida.

Draco asintió, lentamente.

—Háblame de la Cofradía, Astoria.

—Interesante nombre, ¿qué es?

—Astoria —advirtió Draco.

—No te puedo ayudar sin detalles…

Draco miró a Harry de reojo y gesticuló con los labios, en silencio, un "es su tono de cuando está
mintiendo".

—Dime al menos si los niños que se llevaron están bien.

—Nunca lastimaría a unos niños, Draco, tú lo sabes —Fue la respuesta que recibieron.

Harry buscó una más honesta en Draco y lo vio asentir. Sí, era cierto. A pesar del caos y los
secretos, el único juez de carácter que tenían de esta posible Señora Oscura era él.

—¿Puedes decirme algo sobre lo que tienes pensado?

—No mucho —contestó Astoria, tranquila—, arruinaría la sorpresa.

Draco volvió a rodar los ojos y musitó un "ella es así" quejumbroso, que hubiese hecho reír a
Harry, de estar en otra situación.

—Las sombras van a regresar, ¿cierto?

—Sí.

—¿La Cofradía…puede ser una medida de prevención para ese momento?

—Si supiese qué es la Cofradía —insistió Astoria—, podría decirte que seguramente también tiene
algo de eso.

—Entiendo que los niños menores de diez años pueden relacionarse a las sombras —murmuró
Draco, repitiendo lo que Harry le decía a través de gestos y de movimientos silenciosos de los
labios—, ¿pero qué tenían que ver los criminales que expusieron en el parque?

—Scorpius debería estar en un mundo más seguro que el que tenemos, Draco. Si alguien entregó
a unos criminales, sólo ayudó a ese propósito.

Draco gesticuló un "no va a admitirlo" y Harry asintió. Era de esperarse.

—¿Hay algo que deba saber o tienes otros pasatiempos interesantes y secretos que nos metan en
problemas?

—Sólo…cuida a Scorpius —indicó Astoria—. La información tiende a llegar por su cuenta


cuando es hora, Draco. Se le dice "destino".
Draco empezó a mover una mano, llamando la atención de Harry, pero no pudo decir nada en voz
alta que no fuese captado por Astoria.

—El destino nunca ha sido importante.

—Te sorprendería lo importante que es —respondió la bruja.

—Si no hay nada más, cerraré la conexión…

Como no agregó nada, Draco activó el sello de la conexión. Se fijó en Harry enseguida.

—Destino —Draco se quitó el anillo de matrimonio y se lo arrojó—. Nunca entendí por qué tanta
insistencia con ponerlo ahí.

En el interior del anillo, además del nombre de Astoria y la fecha de su unión, tenía la palabra
"destino" y un símbolo mágico. El mismo se repetía en la piedra blanca de la parte exterior.

—Es un nudo celta —aclaró Draco, desviando la mirada—. Le gustan mucho. Los usaba como
firma cuando pintaba, los tenía en su escritorio, en…—exhaló—. Soy un idiota.

Draco se puso de pie y Harry lo imitó, el anillo atrapado entre sus dedos, aunque todavía no estaba
seguro de qué podían obtener de él.

—Debe ser una llave.

—0—

Esta pieza de información le decía dos cosas, según la experiencia de Harry. La primera hablaba de
la paciencia y precisión de Astoria.

La otra era que estos planes tenían, como mínimo, los catorce años de matrimonio de Draco con
ella. Estaba seguro de que más que eso.

En la Mansión Malfoy, una habitación fue utilizada como oficina para Astoria. Tenía cuadros
propios y que debían ser restaurados, esculturas ocultas bajo tela que requerían una revisión,
artículos que necesitaban de alguien que supiese de qué época podían ser. Los libros se acumulaban
en los estantes y el orden reinaba en el cuarto.

Había un nudo celta en la esquina del escritorio y otro en las manijas de los gabinetes. Draco se
paró detrás de la mesa y abrió cada cajón, hasta el último. Ese no podía abrirse como los demás.

Harry se agachó a su lado, mientras él rozaba el anillo contra el símbolo del cajón. Nada. Probó un
hechizo para ver cuál era su mecanismo. Sin resultados.

—¿Qué tal si…? —Harry sujetó la manija y comenzó a girarla, hasta que la sacó de forma manual.

En el espacio en que encajaba, había una abertura con la dimensión exacta para la piedra del anillo.
Draco lo presionó allí, hubo un clic y el cajón se abrió. La barrera en su interior se desvaneció al
reconocerlo.

Harry lo detuvo de buscar dentro. Ejecutó un par de hechizos de seguridad, se colocó unos guantes
antimagia y luego hurgó en el cajón por su cuenta. Sólo tenía papeles viejos.

Desplegó uno y encontró un árbol genealógico de varios siglos. Astoria se fue lo bastante atrás para
hallar el nombre de "Aveline Greengrass", que rodeó con un círculo de tinta. Lo demás eran
historias sobre la época de la quema de brujas, incluidos algunos escritos en que se insinuaba la
existencia de "algo" que afectó la magia de los magos en ese momento.

—Estoy seguro de que ni mi madre pensó en esto cuando me dijo que no me casara con ella —
masculló Draco.

Harry no pudo evitar la risa esa vez. Puso los documentos en un cofre de evidencias de los Aurores,
lo encogió y lo metió en su bolsillo.

—¿Dónde más buscamos?

Astoria era creativa cuando se trataba de ocultar secretos. Draco halló puntos para encajar el anillo
en el estante, en la sección de esculturas muggles de siglos de antigüedad, detrás de los libros de
cuentos de Scorpius cuando era más pequeño y en el marco de una ventana. De ahí, recuperaron
trozos de información incompleta sobre las sombras, más historias de la quema de brujas, un par de
pergaminos con palabras en un código tachado y lo que más les llamó la atención: el artículo de un
mago experto en sociología, que afirmaba que la comunidad mágica no estaría tranquila hasta que
su existencia fuese conocida por los muggles.

—"Lo que asusta a los muggles es la ignorancia, no saber de la magia, ni qué hace, ni cómo lidiar
con nosotros. Creerse el centro del mundo y luego descubrir que no están ni cerca de serlo" —leyó
Draco—. "Eso fue lo que dio comienzo a la cacería de brujas."

—Dejó muchas señales —reconoció Harry, después de colocar todo lo que encontraron dentro del
cofre—, a su manera extraña y meticulosa.

Draco no le respondió. Contemplaba el anillo de matrimonio que sostenía entre los dedos.

Harry intentó pensar en algo para decirle, pero no se le ocurrió nada. De pronto, Draco bufó y le
entregó el anillo.

—Es como una evidencia, ¿no?

—Puedes conservarlo-

Draco negó.

—No lo necesito.

Harry titubeó, viendo el anillo en su mano. Sus ojos se desviaron hacia su propio anillo, que era
una banda dorada y simple con una inscripción dentro. Sacudió la cabeza y guardó el de Draco en
el cofre.

—Al menos sabemos qué era exactamente lo que quería al dejar entrar a los muggles y con lo de
los parques.

—Sí —respondió Draco, distraído—. Qué bueno, ¿no?

Empezó a caminar hacia la salida de la oficina y Harry fue detrás de él, obligándose a pensar en
algo más.

—Si te sientes inseguro, puedo poner a Scorpius bajo la custodia de los Aurores. También a ti-

Draco se giró de forma tan repentina que estuvieron a punto de chocar.

—No quiero sonar demasiado grosero, pero la última vez que estuve bajo la custodia de los
Aurores, me lanzaron en una sucia celda los tres días que tardaron en comenzar los Juicios para los
Mortífagos, y dos Aurores entraron a golpearme y lanzarme maldiciones, resentidos por haber
perdido hermanos menores o primos en la Batalla de Hogwarts, así que no, gracias por la oferta. Mi
hijo, el que creen que es hijo de Quién-Tú-Sabes, por si no lo recuerdas, está mucho mejor
conmigo y Theodore en Hogwarts. Confío más en McGonagall que en cualquier Auror.

—Lo entiendo —Harry se sorprendió tanto como él por la suavidad con que respondió—, su
situación es…peculiar. Nadie cuidará a tus hijos de la misma manera en que los cuidarías tú.

Draco era como una serpiente lista para morder cuando recordó los sucesos de los Juicios, y de
repente, se echó para atrás, apaciguado. Harry se animó a sonreírle.

—Pero a mí sí me importa que estén bien, ¿de acuerdo? No confíes en los Aurores, tienes tus
razones. Confía en Harry Potter —Harry se enderezó, con una sonrisa brillante—, salvador del
mundo mágico —completó, seguido de un guiño.

Draco emitió un sonido de disgusto que lo hizo reírse.

—Cretino.

—La serpiente hablando de colmillos…—replicó Harry, adelantándose a él al ir hacia la salida.

Hablaron en su trayecto al patio, antes de Aparecerse en La Madriguera para recibir un regaño de


Molly por haber dejado la casa y pasarle lo que encontraron a Hermione y Theodore.

Esas palabras continuaron en la mente de Harry, sin embargo, formando una idea vaga.

Nadie cuidará a tus hijos de la misma manera en que los cuidarías tú.

—0—

Liva fue bastante exacta con lo que prometió. Ron escuchó la música destinada a los adultos
muggles que debían ser dormidos, recogió con ella a cada niño, vio sus lesiones de cerca y los dejó
en la casa. Entró, comprobó la instalación y la condición de los demás niños y salió. Nada más.

Cuando se Apareció en La Madriguera, no podía decir que tuviese la menor idea de quiénes eran
los otros miembros de la Cofradía involucrados. Liva en sí no contaba como una, a menos que
decidiese unirse después de esto.

Ron se sentía exhausto, pero su mente estaba tranquila luego de saber que los niños se encontraban
bien y lejos de esos ambientes. Era como imaginar que había encontrado a otro pequeño Harry
Potter y lo había ayudado. Una de las mejores sensaciones que podía darle su trabajo.

Tenía que compartir las noticias sobre la casa, en que ahora había treinta y dos niños, con
Hermione y Harry, contactar a un medimago de confianza, hacer la visita al día siguiente y
posiblemente poner muchas cosas en orden. Nada de esto le quitaba la impresión de que, dentro de
todo, fue un buen día.

En La Madriguera, Hermione dormía, con Hugo abrazado a ella. Ron dejó la capa negra que
utilizó en un baúl que nunca abría cuando se quedaban allí, acarició la cabeza de su hijo y besó la
frente de su esposa.

Hermione se removió apenas, cuidando no despertar a Hugo. Le habló sin abrir los ojos.

—¿Qué hora es?


—Tarde —susurró Ron—. Sigue durmiendo. Hablamos mañana, ¿sí?

—Suenas feliz —Hermione entreabrió un ojo y sonrió—. Me encanta cuando te oyes feliz.

Ron sonrió y presionó un beso corto en sus labios.

—Descansa.

—Harry estaba teniendo uno de sus conflictos de "nadie se me acerque" en el ático —le avisó.
Después volvió a acostarse de lado, rodeó a Hugo con un brazo y le acarició la espalda por unos
segundos, sus movimientos haciéndose más lentos a medida que el sueño se la llevaba de nuevo.

Ron abandonó el cuarto sin hacer ruido, subió las escaleras y se asomó en la habitación en que se
quedaba Rose. La compartía con algunas de sus primas, la luz ya estaba apagada y las
respiraciones profundas le dijeron que debían haberse dormido hace rato. También cerró aquella
puerta con cuidado.

Luego continuó subiendo. Nadie dormía en el ático desde que el ghoul fue atormentado por los
chicos y Arthur decidió llamar a alguien de Control y Regulación de Criaturas Mágicas. Otra vez.
Por fin se lo llevaron a un sitio donde pudiese disfrutar de un armario en paz.

La única luz provenía de una vela en el marco de la ventana. Harry se había sentado en el alféizar
y tenía un vaso de whisky de fuego en una mano, que veía como si considerase que beberlo era un
crimen y desperdiciarlo también. La botella estaba a sus pies.

Ron se le acercó, se sentó frente a él, convocó un vaso y se sirvió whisky. Sí le dio un sorbo, a
diferencia de su mejor amigo.

—¿Qué hora es? —preguntó Harry, en tono plano.

—No tengo la menor idea —Ron se rio, apoyándose en el marco de la ventana—. ¿No te recuerda
a los desvelos de la Academia y las primeras prácticas? Qué días, me canso sólo de pensar en
eso…

—Quiero ir a Hogwarts.

La interrupción de Harry fue repentina, pero todavía sonaba como si estuviese hablando consigo
mismo. Ron suspiró. Por experiencia, Hermione y él sabían que cuando se ponía así, lo único que
se podía hacer era esperar que Harry decidiese hablar.

Parecía que lo encontró en el momento justo.

—¿Te preocupan James y Al?

Harry parpadeó, lo vio como si apenas hubiese notado su presencia y regresó al vaso sin beber.
Asintió.

—Hablé con McGonagall hace un rato- o unas horas, no lo sé. Es un enredo. Nott quería el puesto
de Aritmancia, pero la profesora de esa materia no se iba hasta enero, cuando cumpliese los seis
meses de embarazo. Aritmancia y Defensa a veces se dan al mismo tiempo a diferentes cursos…

—Eso deja una vacante en defensa, si Nott piensa tomar la otra. Perfecto para ti, ¿no? —Ron le
ofreció su vaso para un brindis, queriendo contagiarle su buen humor, pero su amigo continuó en
un estado de ánimo taciturno.
—No puedo dejar solo a Sirius.

—Llévalo a Hogwarts —Ron se encogió de hombros—. McGonagall llorará apenas lo vea. Puede
ser la mascota de Gryffindor, estoy seguro de que le encantará la idea. Que termine de armar su
motocicleta en el patio y tenga tiempo de pensar en qué hará con su vida.

—El caso de la Cofradía-

—Encontré a los niños —Ron lo interrumpió. Eso sí logró que Harry levantase la cabeza hacia él
—. Están bien, todos. Podemos ir mañana, llevaré a un medimago y esto llamará la atención del
Ministerio lo suficiente para que busquen más en los registros y tal vez arreglen esos horribles
fallos. Ve tranquilo, Harry.

—Pero-

—Yo puedo con esto. Seguirás en el caso, puedes venir cuando estés libre y te mantendremos al
tanto —Ron se inclinó más hacia adelante—. Y Mione y yo no confiaríamos en nadie más que en
ti, si se trata de cuidar de Hugo y Rose. Contigo en Hogwarts, nosotros nos concentraremos en lo
nuestro. Incluso mamá va a estar más tranquila.

Harry comenzó a asentir, despacio.

—¿De verdad...? Me refiero a que…tal vez soy paranoico, Ron. O esté exagerando. O-

Ron se encogió de hombros.

—Cuando teníamos doce también parecía que exagerabas y había un jodido basilisco abajo de
nosotros, amigo. Y arañas en el bosque. Arañas gigantes. Jamás olvidaré las arañas —Y se
estremeció por el desagrado, sacándole una leve risa a Harry.

—Entonces…si me mantienes atento al caso…

—Cosa que definitivamente haré —aclaró Ron.

—Mañana le preguntaré a McGonagall si me da el puesto cuando cambie a Nott —Esa vez, fue
Harry el que le ofreció el vaso.

Ron sonrió, se sirvió más para llenar el suyo y lo entrechocó con el de él.

—Compañero, algo me dice que vamos camino a conseguir otra Orden de Merlín…

—Espero que no sea necesario que muera. Otra vez —Harry se echó a reír.

—Quiero pensar que hemos mejorado lo suficiente para evitarnos esa parte.

Harry acabó su vaso, se sirvió otro y se lo ofreció para un segundo "brindis".

—Tal vez nuestra suerte también sea mejor ahora.

—Ojalá —Ron entrechocó el vaso con el suyo, sonriendo.


Guantes de lana
Chapter Notes

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Albus debería estar durmiendo. En realidad, se encontraba metido bajo su cobija con Scorpius. Tras
su último estirón, apenas cabían en la pequeña cama y esperaban no hacer el suficiente ruido para
despertar a ninguno de los Weasley en la habitación.

A pesar de lo que Sirius y los demás pudiesen haberles dicho sobre lo sucedido ese día, ellos
lo vivieron, y tenían muchas dudas que ni siquiera sabían cómo formular. Albus todavía recordaba
el pánico que sintió cuando vio las cosas que entraban al cuarto y a Scorpius desplomarse.

Y la fuerza. Una fuerza increíble que surgió desde el centro de su pecho. Demasiada luz. Después
sólo hubo caos.

La ventaja de tener trece años es que ya podían entender bastante y los adultos no se daban cuenta
de todo lo que veían u oían.

—¿Crees que vuelvan?

Scorpius le dijo que lo último que recordaba era la esfera oscura que les sirvió como barrera. Las
sombras que chocaron contra ella. Después perdió el conocimiento.

Albus también tenía la memoria clara hasta ese punto. Lo demás eran piezas que cayeron en su
lugar con lo que oyeron de Nesrine.

Era tan surrealista que no estaban asustados aún, el shock seguía presente. Scorpius hablaba en voz
baja y jugaba con la manga del pijama de Albus.

Se sentía mejor sabiendo que estaban así de cerca.

—No sé, Scorp —murmuró Albus, en respuesta—, pero parece que tu padre, los Nott y tú se
quedarán aquí, y mi abuela ya reforzó todo como si la guerra hubiese empezado otra vez.

—Está asustada por su familia —justificó Scorpius, apenas dedicándole un vistazo. Era difícil notar
la expresión del otro en la oscuridad y él parecía más concentrado en seguir jugando con la manga
de Albus—. No habrá comenzado otra guerra, ¿verdad?

—No —Albus lo pensó unos momentos—, no lo creo, Scorp.

—¿Qué hacemos si empezó una…?

—No empezó ninguna —insistió Albus, más firme. Hubo algo en ese tono que relajó a la persona
que tenía al frente.

—Me preocupan esas- esas cosas-

—¿Las cosas oscuras que vinieron?

Percibió el movimiento arriba y abajo de la cabeza de Scorpius.

—Fueron directo a donde estábamos, ¿quizás…querían algo?


—¿Qué podrían querer de nosotros, Scorp? —Albus bufó—. A menos que fuesen atraídos por la
energía de Veela de Nesrine…¿qué tenemos tú o yo que sea tan interesante?

Scorpius se permitió soltar una risita, pero el sonido fue agudo y distorsionado por los nervios.
Albus suspiró y sujetó la mano que no paraba de jugar con su ropa, deteniéndolo. Notó que se
tensaba por un segundo y se relajaba después.

—Gracias —musitó Scorpius.

—¿Por qué? —Albus arrugó el entrecejo en medio de la oscuridad.

Esa vez, la risa de Scorpius fue más genuina.

—Me daba algo de pena preguntarte si podía sostener tu mano, es todo —Y continuó jugando, sólo
que ahora era con sus dedos. Los rozaba, los entrelazaba o apretaba su mano por un instante.

Albus resopló y sacudió la cabeza. Le devolvió un ligero apretón a su mano.

—¿Qué crees que haya sido…? —siguió Scorpius—. La barrera, sé que la hice, pero- pero no es
ningún hechizo que conozcamos, ¿cierto?

—Parecía algo específico para la magia de esas cosas —señaló Albus.

—Creo que eso sería muy avanzado para mí, Al. Sé que me va bien en clases, pero…no tanto.

—Tal vez fue…¿una medida de autoprotección? Lily tuvo algo así una vez, se cayó- bueno, James
la dejó caer por las escaleras. Su magia la envolvió y le evitó el golpe. Tenía —Albus lo pensó
durante unos segundos— unos tres años, creo.

—Tal vez —aceptó Scorpius. Entrelazó sus dedos y movió sus manos juntas por unos momentos
más—. Y eso dorado…

—¿Lo mismo? ¿Autoprotección? —sugirió Albus, tocando su propio pecho con su mano libre—.
Pensé…que te iban a hacer algo y pasó. Mi tía Luna me abrazó y me dijo que era algo muy bonito,
pero a ella todo le parece "muy bonito". Supongo que también se lo explicó así a mi papá.

Podía imaginar la sonrisita de Scorpius, incluso si no lo veía. Deseó haber tomado una de las
esferas de luz que su tío George dejaba en los cuartos para los más pequeños y sus viajes nocturnos
al baño.

—Si tu magia de autoprotección me incluye —tarareó Scorpius—, tendré que decirle a Rose que
tiene razón y parecemos una sola persona.

Albus se sintió extrañamente feliz con la idea, aunque sabía que era absurdo. Rozó el costado de la
mano de Scorpius con el pulgar; las tenía frías, pero el contacto las entibiaba.

—Estaremos bien, ¿verdad? —La inseguridad cayó sobre Scorpius de nuevo.

—Sí.

—¿Me dirías si pensaras que no?

—Quizás —Albus tuvo que contener la risa. Inclinó la parte superior del cuerpo hacia adelante, de
manera que sintió el aliento de Scorpius en su rostro, y estuvo a punto de juntar las frentes de los
dos—. Lo que sí te puedo decir es que, pase lo que pase, se arreglará, ¿bien? Relájate. Se arreglará.
Hay muchos buenos magos aquí, ni tu padre ni los míos dejarían que algo nos suceda, Scorp. ¿Te
imaginas la reacción de tu padre si una criatura de magia oscura intenta hacerte algo?

—La liquidaría —afirmó Scorpius, sin un segundo de duda.

—Pues ahora junta eso al carácter de mi mamá, las habilidades de mi papá, mis tíos y el profesor
Nott, y todo eso bajo las órdenes de mi abuela de que no les pase nada a sus nietos ni a los
invitados.

—Sería la Orden del Fénix 2.0 —Scorpius se rio.

Albus asintió. El movimiento causó que rozase la nariz del otro con la suya.

—Yo confío en eso. Tú confía en mí.

—Yo siempre confío en ti —Scorpius se acercó más para abrazarlo.

—Oh, volvimos a lo empalagoso…—Albus levantó la cabeza y "observó" la cobija que los


ocultaba, dejándose abrazar.

No hubo una reacción divertida, ni un quejido. Después de lo sucedido, supuso que Scorpius
necesitaba el abrazo, el contacto, la seguridad. Eran las razones por las que no le importó que no le
permitiese dormirse, ni que se metiese a su cama.

Albus también lo rodeó, torpemente. Había cierto nerviosismo cosquilleando en su pecho y


empeoró cuando Scorpius lo estrechó más.

—Gracias —repitió Scorpius.

—Deja de agradecerme, Scorp…

Quería recordarle que eran mejores amigos y los amigos hacían eso. Los amigos como ellos, al
menos. No podía hablar por los demás.

—Mi madre me habría abrazado y me dejaría dormir con ella hoy —La voz de Scorpius se quebró
—. Cuando- cuando se acercaron esas cosas- pensé- pensé que si me pasaba algo, dejaría a mi
padre solo- no quiero- no puedo dejarlo solo, Al-

—No lo dejarás solo —Albus suavizó su tono y le acarició la espalda—. No te pasó nada, él no
dejará que te pase nada. Estamos bien, ¿sí? No estarías aquí, jugando con mi mano, si no
estuviésemos bien. No, estaríamos en San Mungo, o algún lugar como ese…

Scorpius asintió, su cabeza casi hundida en el hombro de Albus.

—Lo siento- perdón, es tonto, pensé en esto- y necesitaba-

—No importa —Albus sí que metió la cabeza en el hombro ajeno—, no importa, en serio. No es
tonto.

Albus también necesitaba un poco de tranquilidad.

Scorpius se calmó por su cuenta, sus extremidades volvieron a relajarse en torno a Albus. Su voz
bajó de volumen y los débiles murmullos luego desaparecieron, hasta que su respiración fue
pausada y profunda.

Lo escuchó durante un rato, con los ojos cerrados y el rostro enterrado en su hombro. La mente de
Albus tenía un montón de ideas que daban vueltas y exigían su atención, y fue difícil relajarse lo
suficiente para caer dormido.

Tuvo un sueño en que el color dorado se derramaba sobre todo y una voz profunda le hablaba
sobre algo que debía hacer. No supo qué, sólo que era importante para la voz y para él.

Cuando abrió los ojos por la mañana, Lily estaba de pie sobre su cama y acababa de golpearlo con
una almohada.

—Lil-

Lily lo atacó de nuevo, antes de percatarse de que ya se había despertado. Soltó un "ups" y saltó de
la cama.

—Vamos, Al, hay mucho que hacer hoy —le explicó, la almohada bajo el brazo y una tablet
mágica entre las manos. Por las etiquetas y la carcasa, era la de James.

Albus se levantó de mala gana, miró alrededor y notó que era el único todavía en la cama. Ninguno
de sus lados se encontraba tibio, ni el colchón aplastado por otro peso, aunque estaba seguro de que
se durmió con Scorpius entre los brazos.

—¿Y Scorp?

—Desayunando con Nesrine y los demás, cosa que tú deberías haber hecho, aquí lo dice —Lily
giró la tablet y le señaló un itinerario para el día. Casi tenía su nombre escrito y era imposible que
James siquiera pensara en planear las actividades de un día, a menos que fuese un festival de
música, un mundial de Quidditch o un entrenamiento.

Albus salió de la cama, recogió su ropa dispersa por ahí después de la última pelea de Fred II y
James, que desarmó las maletas de todos, y le gruñó algo a su hermana. Lily le dio la espalda para
que se vistiese y siguió hablándole del cronograma.

—Papá, la tía Hermione y el tío Ron van a estar muy, muy ocupados hoy.

—¿Con qué? —masculló Albus, atrapado por su camiseta que no quería bajar.

—Algo sobre niños que los esperaban, un orfanato, creo. Son el trío dorado y todo eso, supongo
que los niños se sienten seguros. La abuela no quiere que pongamos un pie afuera hoy, ni siquiera
para ir al patio, incluso canceló la práctica de James, Rosie y Lor.

—Entonces organizaste las actividades para todos hoy dentro de la casa —adivinó Albus, rodando
los ojos en cuanto pudo sacar la cabeza de la camiseta.

—¡Entonces organicé las actividades para todos hoy! —informó Lily, emocionada. No lo había
oído—. Me inspiré en las clases del señor Malfoy, ¿sabes? Tendremos estaciones y podremos estar
un máximo de tiempo en cada una, puedes tener una favorita y quedarte ahí, pero creo que deberías
intentar todas para-

—Lil —Albus suspiró, equilibrándose en un pie y luego el otro a medida que se colocaba los
zapatos. Su hermana le echó un vistazo por encima del hombro y se giró cuando notó que estaba
vestido—, ¿cuándo me has visto participar en actividades de esta fecha? Ni siquiera pongo la
estrella en el árbol desde…desde que tú —La abarcó con un gesto al no saber con qué término
definirlo—, bueno, llegaste.

A su padre, por alguna razón, le encantaban los árboles muggles tanto como los mágicos. Lo
llenaban de adornos de ambos tipos y el más pequeño de los Potter colocaba la estrella. El honor
fue de Albus por dos años. Entonces nació su hermanita.

Por suerte, no hubo un cuarto Potter.

—¿Quieres colocarla tú? —Lily sacó el lápiz para pantallas táctiles que tenía la tablet en un
costado—. Puedo arreglar eso, no importa, lo he hecho por mucho tiempo-

—Déjaselo a James —Albus bufó—. Te digo que no me interesan-

—Pues deberían interesarte —Lily lo siguió cuando caminó hacia la puerta.

—¿Por qué?

—Porque es el primer diciembre de Scorpius sin su madre, Albus.

Esto hizo que Albus frenase bajo el umbral de la puerta. Lily lo alcanzó y le enseñó su cronograma
de actividades en la tablet.

—Me levanté a las seis con la abuela, desayuné con papá y he estado siguiendo a todos los que se
despertaron después para decirles que no se lo recuerden. ¿Te imaginas pasar navidad sin mamá o
papá? Yo estaría llorando- también si no estuviese con ustedes dos, bobos —Lily lo codeó—.
Scorpius te considera su mejor amigo, así que eres quien más le importa fuera de su familia, tienes
que preocuparte por esto, preocuparte porque, ya sabes- porque pueda celebrar estos días sin sentir
que algo le falta. Tal vez siga triste, claro, pero…pero no podemos dejar que se esconda bajo una
cobija y se pase estos días llorando, ¿no?

Albus suspiró y revisó la lista de nombres en la tablet. Desde el tío George a la más pequeña
Weasley se agregaron al itinerario de Lily. Incluso su abuela se hizo un espacio en esos días
agitados para decirle que sí.

—¿Qué quiere hacer Scorp? —Albus arrugó el entrecejo, a medida que veía las actividades y no el
nombre de su mejor amigo—. Oh, no es en serio…

—Sí, él mismo se anotó —Lily asintió, conteniendo la risa—, le di la tablet y él-

Era tan Scorpius. Quería estar en la fase de horneado de galletas y el intercambio de tarjetas.

—Si no entras al intercambio, haré que Scorp le dé una tarjeta a Rose —señaló Lily—, pero si
entras, haré que sea para ti, eh, no puedes decirle que no a eso- ¡una tarjeta de Scorp diciendo lo
mucho que te quiere!

Albus rodó los ojos, encontró su nombre en la barra lateral de la "agenda" y lo arrastró hacia los
mismos puntos en que se agregó Scorpius.

Lo que uno hace por su mejor amigo, pensaba, resignado.

—¿Crees que lo haga sentir mejor estar ocupado y la compañía?

—Claro —Lily no vaciló y alejó la tablet de él antes de que pudiese arrepentirse—, nadie quiere
estar solo después de eso. Sólo…se Albus y se un buen amigo- seguro puedes serlo, ¿no? —Le
dirigió una mirada muy seria para sus once años—. Eso incluye no fruncirle el ceño como lo estás
haciendo sólo porque quiere hornear.

Iba a ser un día tan largo.

—Bien —Albus respiró profundo para llenarse de "valor"—, hagamos esto antes de que quiera
regresar a la cama y cambiarme el apellido…

—¡Bien! —Lily lo aceptó, enganchó un brazo al suyo y lo arrastró hacia el comedor.

Rose estaba a mitad de proceso de manchar la mayor extensión posible de la cara de Scorpius con
mermelada cuando se acercaron. Entonces cambió de objetivo y recibió a un adormilado y
amargado Albus con una palma llena de mermelada, que presionó contra su mejilla.

Albus le mordió la mano. Rose gritó, Lily tomó una foto bajo la excusa de que quería hacer un
álbum de esas vacaciones, y cuando estaba a punto de discutir con ambas, oyó la risa clara de
Scorpius.

Su mejor amigo, con mermelada desde el cuello a la frente, se reía de la mano de mezcla dulce en
la mejilla de Albus, y algo dentro de su pecho se ablandó y le dijo que no importaba. Era un juego.
Podía unírseles por un día, por ese día, si significaba que Scorpius la pasaría bien a pesar de todo.

Se lo debía. Más que eso, quería hacerlo por él.

Albus resopló, tomó un poco de mermelada con los dedos y sorprendió a Rose llenándole la frente
de la mezcla. Su prima boqueó, aturdida porque le siguiese el juego en vez de sólo enfurruñarse.

Cuando su abuela se aproximó a la mesa, los chicos se dividían entre comer y empujar ingredientes
al azar contra los otros, hasta que tuvieron que organizarlos en una fila para aplicarles unos buenos
hechizos de limpieza.

—Al va a estar horneando contigo —le avisó Lily a Scorpius, sonriendo.

La emoción de Scorpius hizo que Albus sintiese que valdría la pena encerrarse en una cocina con
utensilios flotantes y su abuela que quería pellizcarle las mejillas cada vez que lo tenía cerca.
Prácticamente fue arrastrado hacia la cocina cuando llegó la hora. Scorpius tiraba de su brazo y le
hablaba sobre los dulces tradicionales de las fiestas Malfoy.

Rose se unió al grupo que jugaría Quidditch en interiores; Teddy había aplicado un sinfín de
hechizos al ático para que esto fuese posible, bajo la supervisión de uno de los "adultos
responsables". Lily y Nesrine, en cambio, estaban con ellos, igual que una de las hijas de Percy.

Y de alguna manera, Theodore Nott y Draco Malfoy acabaron también en esa cocina. El primero
asentía a lo que Nesrine le decía, como si fuese lo más interesante del mundo, y el segundo lucía
incómodo con un delantal prestado por Molly; era mágico, así que aunque quisiera cambiar el
"Weasley #1", las palabras regresarían brillando con más fuerza.

—Normalmente es el que usan Bill o Harry —explicó Molly, mirándolo con una sonrisita.

—No importa —Draco pudo exprimir las palabras a través de sus dientes apretados—, sólo le daría
un ataque a mi padre…

Molly y el mismo Scorpius lo encontraron divertidísimo. Lily también tomó una fotografía de esto.

Fue claro desde un principio que Theodore supervisaba cuando la bruja estaba ocupada y Draco
sólo se unió para estar cerca de Scorpius.

—Voy a ponerle chispas a las mías —decía Scorpius, contándoles sobre lo que llevarían sus
galletas—, quiero que sean como las de…

A un lado estaba su padre y al otro Albus, quienes se observaron por detrás de Scorpius con las
mismas expresiones resignadas. Fue agradable sentir que alguien en esa cocina lo entendía.

Bien, ese día era un regalo para Scorpius. Albus se mentalizó y empezó a amasar la mezcla para
galletas.

Alrededor de un minuto más tarde, notó que Scorpius ya no hablaba y lo descubrió mirando sus
movimientos con fascinación.

—¿Qué? —Albus apartó las manos de la mezcla. Repasó el procedimiento en su mente, seguro de
no haberse equivocado.

—Lo haces igual que tu abuela —Scorpius sonrió, encantado—, es genial.

Ah, eso, pensó. Albus se encogió de hombros y siguió amasando. Una cosa era no tener ganas de
unirse a las actividades sosas y otra no aprender algo de ver lo mismo cada año.

Otro minuto más tarde, el silencio era mayor y Albus levantó la cabeza, ceñudo.

—¿Qué? —repitió.

—¡Lo haces igual que yo! ¡Mi Al…! —Su abuela Molly estaba tan conmovida que sólo pudo
expresarlo con uno de esos abrazos que Albus sabía que le romperían un hueso a alguien un día.

Cuando por fin logró escapar del abrazo, terminó con su masa y la puso a reposar. Ahí, notó la
mirada de dos sangrepuras desorientados que no sabían nada de cocina sin magia. Albus acabó en
medio de ambos Malfoy, mostrándoles cómo amasar con lentitud, y recibió otro abrazo demoledor
de su orgullosa abuela.

Lily también tomó fotos de esto.

Después de un breve reposo, extender la masa y un montón de cortadores con figuritas de las que
Nesrine se reía, lo que se convertiría en galletas fue metido al horno y Scorpius se agachó frente a
la puerta.

—Scorp —Albus puso una mano en su hombro—, no es una cocción mágica acelerada, tardarán
unos quince minutos. No van a crecer más rápido porque estés mirándolas…

Scorpius alzó la cabeza y su expresión vaciló, a punto de formar un puchero.

Albus Potter, Draco Malfoy y Nesrine Nott terminaron sentados en el suelo frente a la puerta del
horno, esperando el crecimiento de las galletas junto al emocionado Scorpius que les avisaba cada
vez que las veía "subir". Lily tomó más fotos, les llevó unas bebidas que preparó Theodore y se
sentó con ellos.

Tuvo la brillante idea de buscar más recetas en la red mágica y luego Scorpius quería saber si
podían hornear algo más. Nesrine lo secundó enseguida, emocionada por aprender más de cocina
al estilo muggle.

Draco y Albus intercambiaron miradas, de nuevo. El mago incluso le palmeó la espalda, a manera
de consuelo.

Es tu mejor amigo, se repetía Albus, es tu mejor amigo. Todo es por tu mejor amigo. Es por Scorp.

—0—

—Deja de tomarme fotos, Lil.


Después del almuerzo, Albus se encontraba sentado en la sala, con un par de agujas encantadas
para ayudarlo a tejer y unos hilos verdes que deberían haberse convertido en un suéter, pero de
momento no le recordaban a ninguna pieza de ropa de la que hubiese oído jamás.

No tenía idea de por qué le interesaba a Scorpius el tejido de suéteres Weasley. Pero ahí estaba. Se
sentó junto a Molly para ver su avance cada poco tiempo y tarareaba al tejer.

Lily no estaba en su grupo esa vez, pero sí se dividía entre cada uno para tomarles las respectivas
fotos. Albus sospechaba que las suyas eran sus favoritas y que se reiría de esto durante años.
Nesrine fue con el grupo que contaba historias, llevándose a su padre con ella, así que el único otro
adulto en la sala era Draco Malfoy.

El profesor de pociones que mejoró el promedio de todos sus estudiantes en un trimestre, el ex


Mortífago que pudo arreglar un artículo mágico aparentemente irreparable, contemplaba la pieza
de tejido frente a él como si fuese un enemigo de poder desconocido.

—¿Por qué estoy tejiendo guantes sin dedos? —preguntó, a nadie en particular.

—Son muy populares entre mis nietos —indicó Molly, que no veía nada de malo en ninguna de sus
piezas, aunque era claro que no pasarían ni la primera prueba de calidad o estética para cualquier
otro.

—¿Sin dedos? —repitió Draco, despacio.

—James dice que lo hacen sentir una estrella de rock, pero calientito —agregó la bruja,
concentrada en su perfecto suéter verde con una gran ""G".

Draco volvió a ver sus guantes sin dedos, pensativo. Tras un rato, decidió:

—Se los daré a Potter.

Albus soltó un resoplido de risa, y de pronto, los dos Malfoy y él se estaban carcajeando, mientras
Molly veía de uno al otro, todavía sin entender que la intención original no era que los guantes no
tuviesen dedos.

Cuando consiguió que las agujas mágicas lo guiasen a algo similar a una bufanda, Albus se dile por
satisfecho. Era larga, de lana y gris. No ganaría un premio, pero seguro sería calientita.

—Ya es hora de cambiar —Lily apareció en la sala para avisarles. Después vio a Molly—. Abuela,
la tía Fleur, el tío Bill y el tío Percy van a venir para ayudarte con lo que te falte.

Albus podría haberla abrazado por sacarlo de ahí. Se levantó de un salto y le tendió su bufanda
desaliñada a Scorpius.

Se sorprendió cuando fue abrazado de pronto. Scorpius lo estrechó tanto, que al balancearse,
levantó a Albus del suelo unos centímetros.

Albus ahogó un grito, Scorpius se rio, lo bajó y le puso en la cabeza el intento fallido de gorro de
lana. Le faltaban las borlas y cubrir bien las orejas.

—Fue un buen primer intento —los felicitó Molly, sonriente, y asintió cuando Draco le preguntó
de nuevo sobre los guantes sin dedos y por qué alguien querría unos.

Era la hora de comenzar con las tarjetas para el intercambio, según el cronograma de Lily.
Albus fue arrastrado por Scorpius fuera de la sala, pidiéndole a Merlín un poco más de paciencia
para llegar al final de la jornada.

—0—

Harry no se sintió tranquilo hasta que vio a cada niño en el edificio, examinó la estructura dos
veces y tomó el control absoluto de las barreras y el mecanismo de la puerta del que Ron le
advirtió. Habría sido un buen escondite, un lugar como la Orden del Fénix, pero la Cofradía
decidió dárselo a unos niños.

No tenía idea de qué pensar sobre ellos en ese momento, así que giró el rostro y vio a Hermione,
sentada a su lado. Esperaban que la bruja de San Mungo que trajeron terminase su último examen
para saber qué tan malas eran las lesiones de algunos pequeños.

—¿Qué piensas? —le preguntó a su amiga.

Hermione vio a Ron, que no paraba de caminar ida y vuelta en línea recta frente a la puerta del
cuarto en que revisaban al último niño, y suspiró.

—Estoy preocupada por algunos detalles de seguridad y el papeleo del Ministerio para hacer de
esto algo parecido a un orfanato real —admitió, despacio—. No quiero romper más reglas,
¿entiendes, Harry? Pero cuando Ron me habló de lo de hoy, dijo que el Ministerio habría tardado
meses, años, en hacer esto…y tiene razón. Sacar a un solo niño de su hogar así requiere tiempo,
recursos, energía, pruebas.

—¿Eso significa que crees que es bueno o malo?

—Que no lo sé —Hermione adoptó una expresión mortificada—. Estoy feliz de saber que estos
niños estarán a salvo y que podemos mantenerlos aquí, ingresarlos al sistema- que el sistema
mismo será revisado. Pero…no sé. Si alguien se llevase a Rose o a Hugo…

—Tú no les harías eso —recordó Harry, fijándose en la puerta.

El niño dentro tenía unos moretones tan horribles en el torso que Ron temía que hubiese daño
interno de algún tipo.

—No, claro que no —Hermione suspiró y acomodó su cabello—. Bueno, lo importante es que los
conseguimos y están bien, ¿no? Y la Cofradía no podrá entrar aquí y sacarlos, ¿cierto?

—Revisé todo el edificio cuatro veces —Harry dejó caer los hombros y se dio cuenta de que
debería hacerlo una quinta vez. Por si acaso.

—Y yo revisé los documentos de propiedad mágica que regulan el paso de otros —agregó
Hermione—. Dos veces.

Por su expresión, ella también tenía ganas de comprobar de nuevo.

Hermione sacó una copia de los documentos y Harry fue a echar otro vistazo al edificio.

Cuando regresó, Hermione ya cargaba al niño recién salido de su consulta al cuarto en que se
reunían los demás y Ron le agradecía a la bruja de San Mungo. Esperó a que hubiesen terminado
de hablar para avisarle que el edificio era seguro.

—El Ministro va a hablar con el Ministro muggle para buscar una excusa en los medios muggles
para todo esto —mencionó Ron—, el artículo que saldrá mañana en El Profeta ya está listo, no lo
escribió Skeeter, por suerte, y el Ministerio se llevó el crédito con algo que lo hará sonar como un
programa de la división de Familias Mágicas para poner a salvo a niños magos con parientes
muggles abusivos. Adivina cómo se llama el proyecto.

—No, no me digas que…

—Sí —Ron asintió, dándole una mirada de disculpa—, lleva un "Potter".

Harry emitió un sonidito de disgusto. Ya era bastante malo que el edificio fuese a registrarse en el
Ministerio como "casa hogar Lily Evans Potter", no porque no le alegrase ayudar a unos niños o
porque creyese que una iniciativa así no haría honor al nombre de su madre, sino porque era pura
publicidad de parte del Ministerio. De nuevo.

—Concéntrate en lo que importa —Ron sujetó su hombro y le dio un leve apretón—, están a salvo,
la crisis se evitará. Yo creo que ahora sí nos merecemos un descanso, compañero.

—Y en buen momento —Hermione regresó por el pasillo, con su teléfono en la mano—. Es la


cuarta llamada de Lily preguntando si vamos a unirnos al intercambio de tarjetas Weasley.

Harry y Ron se miraron.

—No quiero imaginar su cara si le decimos que no —reconoció Harry.

Su princesita podía tener una mezcla del carácter de Ginny y el Harry de quince años, apenas
contenido por la influencia tranquila de Luna como su madrina.

El edificio y los niños se quedarían bajo el cuidado de unas brujas que Hermione conoció en la
oficina de Ley Mágica, que los mantendrían al tanto de cada detalle. Hermione también se
encargaba de los trámites y seguía tecleando en su teléfono cuando salieron de la chimenea en La
Madriguera. Hugo la interrumpió al correr hacia ella para abrazarla y Ron se quejó de que siempre
iba hacia ella primero, nunca hacia él.

Harry también fue "atacado" por Lily, quien se le colgó y le preguntó si se unía al intercambio de
tarjetas. Él se rio, la abrazó y asintió.

—¿Cuánto tiempo me queda para hacer una linda tarjeta? —murmuró, depositando algunos besos
en su cabecita.

Lily revisó la tablet prestada con una expresión seria.

—Una hora.

Harry le revolvió el cabello y fue al comedor, donde estaban dispersos los materiales para las
tarjetas.

Se sentó junto a un Sirius que tenía los dedos pegados entre sí e intentó no distraerse hablándole
del caso de los niños o ayudándole a separar sus dedos, porque Lily se acercaba cada pocos
minutos para asegurarse de que sí fuese a tener su tarjeta lista.

Estaba seguro de que esa parte de su personalidad no la sacó de su lado de la familia.

—0—

Harry le dio su tarjeta con un arbolito de navidad a Luna. Ella pareció brillar de felicidad, porque
era una tarjeta muy muggle y eso le encantó.
Sirius le dio la suya, cubierta de escarcha roja, mensajes navideños y una calcomanía de un perro, a
Harry. Antes de que pudiese agradecerle, Sirius ya lo estrechaba con fuerza y se reía junto a su
oído, diciéndole lo feliz que estaba de tener una navidad juntos.

Lo de las tarjetas fue todo un evento, la cena fue tan exagerada en cantidades como de costumbre,
el bullicio el que cabría esperarse en una casa con tantas personas y Lily estuvo pegada a él gran
parte del tiempo, feliz con su promesa de que ahora sí tendría vacaciones para estar con ellos e
incluso iría a Hogwarts. No le habló de ser profesor, sólo de ir. Esperaba no lidiar con la expresión
incrédula de James hasta el último día.

Alrededor de las once de la noche, Harry Potter se encontraba sentado en un taburete en el garaje,
con un vaso de ponche en una mano, y moviendo la otra para levitar una llave hacia Sirius, que
estaba concentrado en arreglar su motocicleta. En unirla, más bien, porque todavía no era una
estructura completa.

Escuchó un débil siseo sin significado y giró el rostro para ver a la serpiente negra que se detenía
en la entrada a la casa.

—¿Qué? —indagó Harry, el pársel fluyendo con naturalidad al observarla.

—Cuento cabezas de humanos para ella —indicó Adhara, con su hablar arrastrado y lleno de
"ssss". Supuso que se refería a que Astoria le pidió que comprobase que los que le importaban
estuviesen en la casa, a salvo.

Por eso miró alrededor, buscando a alguien que pudiese preocuparle a Astoria. No tuvo ninguna
idea hasta que notó que Draco también se acercaba desde la casa. Vio a la serpiente, le rozó la
cabeza y entró al garaje.

Unas piezas de lana verdes cayeron sobre el regazo de Harry. Draco simuló que nada había
sucedido, frotó sus manos entre sí al aplicarse un encantamiento de calor corporal y se fijó en el
desastre de metal que rodeaba a Sirius.

—Mi madre dice que intentó enviarte una carta y no tuvo respuesta —le dijo a Sirius.

—¿Andy? —Sirius despegó la vista de su moto y frunció el ceño—. No, no, tú eres de- de
Narcissa, Nymphadora era la de Andy, cierto —Se masajeó la frente.

—Si estás cansado, ya déjalo por hoy —le recordó Harry, más concentrado en estirar las piezas de
lana para descubrir qué eran.

—¿Por qué quiere escribirme Narcissa? —Sirius tiró la llave al suelo y se tendió junto a la moto,
rendido. Entre el Quidditch, los adolescentes y niños, las celebraciones y la moto, su cuerpo
apenas debería haberlo resistido.

—Son la única familia que les queda, ahora incluso ha vuelto a ser cercana a mi tía Andrómeda —
Draco frunció el ceño—. Y me dijo que se llevaban bien de niños.

—Eso fue hace mucho —Sirius bufó, cerró los ojos y se los cubrió con el antebrazo.

—Dijo que intentó contactarte cuando huiste-

Harry alzó la vista de las piezas no identificadas para fijarse en la reacción de Sirius. Jamás había
escuchado nada de eso.

—Fue hace mucho —repitió Sirius.


—Respóndele —pidió Harry, con suavidad—, ha cambiado mucho desde la guerra, Sirius, igual
que todos. Incluso yo me llevo sorprendentemente bien con mi primo. Fue horrible, pero ahora es
un buen tipo, dentro de todo.

Sirius abrió la boca con una expresión que decía que haría un comentario que enfadaría a Draco y
Harry desaprobaría, vio su expresión suplicante y se limitó a resoplar.

—Está bien —aceptó, encogiéndose de hombros—, le escribiré mañana. Deberías decirle que se
consiga un teléfono o una de esas- esas tablets mágicas —le dijo a Draco.

—Intenta convencerla —Draco negó—, sigue segura de que no hay nada mejor que una carta y un
búho.

Mientras Sirius gruñía algo sobre sangrepuras viejos y desactualizados, Harry alzó las dos piezas
de lana en sus manos y vio a Draco con las cejas alzadas.

—Son guantes, Potter —espetó él, como si fuese una obviedad.

—¿Sin dedos? —preguntó Harry. Le hacían pensar en unos que Molly hizo para James cuando
tenía trece años y quería ser un músico.

—Son muy populares —Draco rodó los ojos y se mantuvo erguido, de manera que Harry sólo pudo
ver de reojo que su cara se enrojecía un poco.

Contuvo la risa para no herirle demasiado el orgullo y se puso los dichosos guantes sin dedos.
Tampoco estaban tan mal, al menos eran calientitos.

—Gracias, Malfoy —Una risita sí se le escapó en ese momento.

—Sólo te los doy porque quedaron demasiado horribles para dárselos a Scorpius —aclaró Draco,
cruzado de brazos.

—Claro, tiene sentido.

Entonces Draco frunció el ceño y lo miró.

—¿Acabas de decir que están horribles? —Y extendió la mano en su dirección, como si quisiera
quitárselos.

Harry flexionó los brazos contra el pecho para resguardar sus nuevos guantes y su risa dio inicio a
una tonta discusión sobre las inexistentes habilidades de tejido de los Malfoy y las agujas
encantadas que no ayudaban en nada.

—¡Regrésame mis estúpidos guantes sin dedos, Potter!

—¡Ya me los diste! ¡No puedes quitar algo que regalaste, Malfoy!

Fingió no darse cuenta de cómo los veía Sirius.

Chapter End Notes

¡Aquí estamos de nuevo, flancitos! Fue un alivio poder subir algo, me hacía falta y
sabía que este capítulo sería una pequeña bomba de Scorbus. En mi muro de wattpad
(me buscan con este mismo usuario) tienen el mensaje en que les dije por qué la
cuenta y sus actualizaciones estarían en pausa, por si no lo sabían. Todavía no he
regresado del hiatus completamente porque mi situación sigue siendo demasiado
complicada, pero intentaré reaparecer de vez en cuando. Se está haciendo más difícil
para mí con el tiempo, pero no tengo intenciones de abandonar esto así /corazón,
corazón.
Plantas o fantasmas

Harry escuchaba una extraña conversación.

—¿Usaste runas?

—Sí.

—¿Dónde las pones?

—Bajo su cama.

—¿En el suelo o bajo el colchón?

—Bajo el colchón, ¿seguirían funcionando en el suelo?

—No sería igual —admitió Draco, cerrando su baúl con un movimiento de muñeca. Luego le tocó
la cabeza a Albus—. Eres muy inteligente, buen trabajo. Gracias por cuidarlo tanto.

—Está bien —Albus asintió y lo vio levitar el baúl fuera del cuarto—. ¿Dónde lleva a Adhara?

Draco apuntó en la dirección que tomó el primer baúl y Albus fue a buscar a la serpiente de su
mejor amigo. Harry, parado bajo el umbral de la puerta, arqueó las cejas.

—Creo que le hablas mejor de lo que me has hablado a mí en toda tu vida.

—Tiene trece años —Draco elevó una ceja y lo miró de arriba a abajo—. ¿Me estás diciendo que te
trate como un niño, Potter? Quizás tengas esa edad mental, pero-

Harry acomodó sus guantes "tontos" verdes y sin dedos, y Draco se distrajo mirando con odio la
prenda de lana. Él le enseñó una sonrisa enorme.

—¿Ya tienen todo?

—Nosotros sí —Draco siguió estrechando los ojos hacia sus guantes—, tengo que ver a Theodore.
Nesrine está muy feliz de haber pasado las vacaciones con más chicos, pero él no es muy…
sociable. Esto ha sido un choque bastante fuerte para él.

Harry pensó que la mayoría de las veces que vio a Theodore Nott esos días, Nesrine lo jalaba del
brazo o estaba abrazándolo mientras lo convencía de algo. No se podía decir que Molly Weasley
no era hospitalaria. Aunque, técnicamente, no los quería dejar marcharse después de lo sucedido y
casi "adoptó" a Nesrine como Weasley honoraria.

—Salimos de las barreras, nos Aparecemos en grupos en un área de la estación para magos y
entramos por la pared, como siempre —le recordó Harry—. ¿Te espero afuera?

Draco le dio una respuesta afirmativa. Los dos sabían que Lily no querría irse antes que Nesrine, ni
Albus se despegaría de Scorpius. Era más sencillo para ambos marcharse juntos. Sólo eso.

En el camino hacia el patio, Lily le preguntó por los Nott, vio a Albus jugar con la serpiente de tres
metros, James le lanzó una bludger a uno de sus primos y después se escondió detrás de Teddy,
fingiendo no haber hecho nada. Luego fue perseguido por Rose alrededor de la casa.

—¡Rose! —llamó Hermione—. ¡Rosie, linda, ven aquí! ¡Ya casi nos vamos, deja de pelear con
James!

Harry vio a su hijo huir de la chica y suspiró.

—¡Teddy, ven a ver a James atacar a Rose! —Elevó la voz lo suficiente para hacerse oír por
ambos, pero no por Teddy, que estaba en el garaje, ayudando a Sirius a empacar las piezas
encogidas de su moto todavía en proceso de reconstruirse.

James frenó de inmediato y empezó a mirar alrededor. Esto provocó que Rose se estrellase contra
su espalda. Cuando estaba por golpearlo por la bludger que le lanzó, Hermione la llamó de nuevo y
ella se acercó de mala gana, resoplando.

—¿Y Al y Lily? —Ron le palmeó el hombro a manera de saludo. Sostenía la mano de Hugo con
su otro brazo.

Harry señaló a la casa y sacudió la cabeza.

—Lily gritó cuando quise sacarla, diciendo que no se iba sin Nesrine Nott.

—¿Te imaginas si nuestros "yo" de quince años se hubiesen enterado de que tendríamos a los
Malfoy y a los Nott en La Madriguera por vacaciones de diciembre? —Ron se echó a reír—. Nos
habrían lanzado un par de maldiciones.

—Le habrían dicho a Hermione que buscase una forma de descubrir si éramos Mortífagos o algo
así —agregó Harry, conteniendo la risa.

—¿Que yo qué? —Hermione se fijó en ellos y su esposo le lanzó un beso al aire y siguió riéndose,
en lugar de contestarle.

Draco apareció con una fila de chicos. Lily, Nesrine, Albus y Scorpius. Theodore hablaba con él en
voz baja sobre algo.

—¿Ya podemos irnos? —Harry miró a sus hijos con una expresión suplicante—. Hermione nos va
a regañar a todos, ¿saben?

—Pon tu cara seria para ayudarlo —Oyó que le susurraba Ron a su esposa.

Hermione adoptó la expresión que ponía para regañarlos y cada chico con sangre Weasley en el
patio se movió más rápido. Incluso los que no iban tarde.

Harry sostuvo las manos de Lily y Albus, y esperó sus asentamientos para estar seguro de que
podía Aparecerse. Teddy lo ayudaría llevándose a James. Sirius se ofreció, pero algo le decía que
esos dos podrían acabar comiendo helado en el Callejón Diagón y aparecerían en Hogwarts al día
siguiente para la primera clase de James. Prefería ahorrarse la preocupación.

Siguieron el recorrido que le dijo a Draco que harían. La estación, mucha gente, los chicos
corriendo hacia la pared y pasando desapercibidos por los muggles. Con los invitados de la tercera
generación Weasley, había demasiados adolescentes y niños, y Molly quería despedirse de todos
en persona, demasiado encariñada con cualquiera bajo su cuidado, como de costumbre.

Harry hizo que Ron le prometiese, de nuevo, mantenerlo atento a los avances del caso de la
Cofradía. Abrazó a Hermione y después a Luna, que le avisó que estaría en Inglaterra por un poco
más de tiempo, intentando ayudar a los espíritus de la iglesia.

Tras más despedidas de las que podía contar, se dirigió al expreso. James frunció el ceño apenas lo
vio subirse al tren y Harry intentó no reírse.

—Ah, sí, olvidé decirte que soy tu nuevo profesor de Defensa —Y le palmeó la cabeza—.
Sorpresa.

—¡No!

—Sí.

—¡No!

—Oh, sí —Harry asintió, muy serio.

—Agh.

Sin embargo, se quedó en el pasillo con él, dejándolo jugar con su cabello, así que tras unos
segundos, Harry entrecerró los ojos y le jaló un mechón.

—Vuelve a la normalidad, Teddy. No te puedes colar en Hogwarts, tienes prácticas en el


Ministerio esta semana.

—No sé de qué hablas…—"James" evitó su mirada, hasta que Harry volvió a jalarle el cabello.

—¿Qué está haciendo James? ¿A dónde fue?

"James" se encogió de hombros.

—Edward.

—Sirius y él están poniendo bombas de pintura en los cuartos que se usan para cambiarse —Teddy
regresó a la normalidad y resopló—. Antes eras más divertido.

Así que la primera tarea de Harry como docente de Hogwarts fue sacar a su hijo mayor y a Sirius
Black de los vestidores y desmantelar sus bombas de pintura. Lo último era cada vez más difícil,
desde que las habilidades de George sólo mejoraban con las bromas.

Llevaban casi una hora de viaje cuando Harry por fin entró al compartimiento de profesores,
cubierto de pintura rosa chillón, verde fluorescente, amarillo brillante y azul eléctrico. Lo peor es
que no se quitaría pronto. George se aseguró de que sus bromas tuviesen una duración mínima y
todavía no conocía ningún hechizo que pudiese hacerle frente a sus trucos.

McGonagall soltó un "oh" que sonó a que quería no reírse para no ser maleducada. Neville, junto a
ella, boqueó. Draco sí se burló abiertamente.

—No parece tan fácil ser profesor ahora, ¿cierto, Potter?

—Después de esto, Malfoy —Harry se sentó en el asiento contrario—, seguro será más simple.

—Hay tres Potter por ahí —agregó Theodore, en tono desinteresado.

Flitwick se ofreció a ayudarlo a retirar la pintura, pero Harry tuvo la sospecha de que sólo quería
presenciar el buen trabajo de encantamientos de George, como siempre. Era fanático del trabajo de
Sortilegios Weasley, a nivel mágico.

A mitad del viaje, Lily irrumpió en el compartimiento, se disculpó con los demás profesores y miró
a Harry con un puchero.
—James soltó a mi Autumn, papá.

Era su lechuza. Harry se preguntó si pasaría otra hora buscando a un ave con inteligencia superior
al promedio en un jodido tren en movimiento lleno de niños mágicos y curiosos.

Sí, eso hizo.

Ya no estaba sorprendido por la cantidad de cartas que McGonagall le escribía sobre James en
primer año cuando bajaron del tren y vio a James con la expresión que tenía antes de una broma,
alrededor de los carruajes.

No de nuevo, quería lloriquearle. ¿No podía estar tranquilo cinco segundos?

—Potter —Draco le pasó por un lado, con un pergamino enrollado en una mano. Harry estaba por
contestarle, hasta notó que no se dirigía a él. James lo miró enseguida—, los Hufflepuff dicen que a
ellos les toca tener el asistente esta primera semana y comenzaré con las pociones ilusorias
complejas que pueden usar en sus TIMO's.

—¡Pero los Hufflepuff tuvieron al último asistente el año pasado! —se quejó James.

—Sí, pero tú ibas a ser el primero del ciclo escolar, y ellos dicen que con ese comportamiento que
has tenido en el viaje…

James boqueó por varios segundos, miró el carruaje, a Draco, a los Hufflepuff más cercanos, y al
carruaje de nuevo. Fue él mismo hacia el carruaje para retirar la bomba de gas de la risa que
todavía no terminaba de instalar y se la tendió a Draco para que la desactivara.

—Bien —Draco le entregó el pergamino a James, que parecía listo para saltar de alegría apenas lo
desplegó.

—¿En serio?

Draco asintió. James echó a correr hacia sus amigos Gyffindor y preguntó si alguien había visto al
perro negro que iba con él en el tren.

Harry se subió al mismo carruaje de Draco. Quedaron cara a cara en los asientos y estiró la pierna
para tocar la suya y llamarle la atención.

—¿Qué tenía el pergamino que le diste?

—Un permiso para ir al Bosque Prohibido con Hagrid —contestó Draco, tras darle una breve
ojeada. Se volvió a fijar en el trayecto, con aire aburrido.

—¿Un- qué?

—Necesito cabello de unicornio recién tomado y eso suele requerir acariciar la crin del unicornio,
hasta que algo de cabello quede en tu mano —explicó Draco, como si fuese una cuestión de lógica
que Harry no veía—. Yo no tengo ganas de acercarme a esos ponys cornudos con el frío que hace
y a mini Potter Gryff le gustan los unicornios.

—¿A James qué?

Draco rodó los ojos.

—A tu hijo le gustan los unicornios, Potter.


Harry repasó las memorias que tenía con sus hijos, hasta que estuvo seguro que la única que
chillaba cuando veía un unicornio era Lily.

Aunque, ahora que lo pensaba bien, James la acompañó las dos veces que ella quiso ver el paso de
una manada de unicornios. Ponía expresión de hastío y actuaba como si fuese sólo por ser buen
hermano, pero iba.

—¿Es en serio?

—Muy en serio —Draco asintió—. Quiere subirse en uno y perseguir a otras personas para
asustarlos con el cuerno.

Oh, eso sí sonaba a su James. Harry estuvo feliz de darse cuenta de que no estaba tan perdido como
se sintió.

En cuanto los carruajes se detuvieron frente al castillo, un enorme perro negro corrió hacia ellos.
McGonagall lucía demasiado emocionada para hablar, mientras Sirius en su forma animaga le
lamía la mano.

Hubo un gran banquete que no había cambiado demasiado desde sus años en el colegio y recibió
más aplausos como docente nuevo que algunos de los maestros de Defensa que tuvo en su época.
James se había olvidado de quejarse y planeaba algo en la mesa de Gryffindor, con el permiso
firmado por Draco todavía en su mano. Lily se puso de pie al aplaudirle, emocionada por tenerlo
ahí, y Albus apenas vio hacia la mesa, antes de seguir hablando con Scorpius.

Sí, esos eran sus chicos.

Harry realmente esperaba no ser despertado a mitad de la noche con la noticia de que James
montaba un unicornio y aterrorizaba a Hogwarts.

—0—

Draco sentía que se estaba luciendo con sus clases de esa semana. Se despidió de un grupo de
mocosos de once años que dejó su salón vuelto un mar de colores y esponjosidad, realizó algunos
hechizos de limpieza y se imaginó la cara que haría Severus Snape al ver cómo quedó su preciado
laboratorio.

Cuando creyó que estaba listo para marcharse, alguien tocó la puerta. Por un segundo, estuvo
seguro de que era Potter con alguna tontería e iba a soltar un comentario sarcástico, hasta que
encontró a Neville Longbottom parado bajo el umbral de su aula.

—¿Qué pasa? —Draco continuó con sus hechizos de limpieza y comprobó el lugar con un vistazo,
mientras el profesor de herbología titubeaba.

—La directora me dijo que te buscase —explicó Neville, en voz baja—, quiere que vayas a su
oficina…

Draco hizo una pausa y repasó los últimos eventos ocurridos en el castillo. Que él supiese, no
cometió un error ni sus Slytherin decidieron formar el nuevo ejército de la futura Señora Oscura.

Se había asegurado de esto último, tomando una tarde en la Sala Común para reunir estudiantes de
su Casa y explicarles con detalles lo que les sucedió a los seguidores de Voldemort. Sospechaba
que ahora estarían demasiado asustados para intentar alguna estupidez.

¿Se habría equivocado?


Su expresión debía ser muy seria, porque Neville dejó escapar una risa nerviosa.

—No es para nada malo.

De todos modos, sería una falta de respeto ignorar a la directora. Draco levitó sus últimas
pertenencias y caminó fuera del salón. Notó que Longbottom lo seguía de cerca y lo miró por
encima del hombro, con una ceja arqueada.

—Oh, yo también voy —aclaró el profesor de herbología.

—¿Quiere que nos reunamos los tres?

Esto extraño más a Draco. Neville asintió.

Avanzaron en silencio y Draco decidió ahorrarse sus preguntas y reservarlas para McGonagall.
Utilizaron la contraseña de turno y entraron a una oficina llena de cuadros de viejos directores.

McGonagall les hizo un gesto con que les pedía privacidad. Algunos magos se marcharon a otros
retratos, unos más se durmieron en un instante, otros se pusieron a conversar entre ellos. Los pocos
curiosos que se negaban a perderse esto tuvieron que lidiar con que ella bajase unas cortinas sobre
sus retratos, bloqueándoles la visión y obstruyendo su capacidad auditiva.

Bien. Draco comenzaba a preocuparse. A menos que estuviese iniciando una nueva guerra, no
creía que hubiese algo que no pudiese decirle a los antiguos directores.

La directora hizo que ambos se sentasen frente al escritorio y les ofreció té. Sólo cuando tenía en
sus manos una taza y un bocadillo, Draco volvió a darles una mirada inquisitiva.

McGonagall carraspeó y acomodó sus brazos sobre el escritorio, una galleta a medio comer en una
de sus manos.

—¿Qué tal llevas el horario de tus clases? ¿Alguna es inconveniente?

Draco frunció más el ceño por el tono dulce en que lo preguntaba y pensó que no tenía sentido
hablar de su trabajo con Longbottom allí presente. Era claro que no lo llamaron para eso.

—Está bien. Al menos no tengo la última hora de la tarde de viernes —Draco se encogió de
hombros.

Jamás olvidaría cuánto odiaba esa clase cuando estudiaba.

—¿Y los chicos…?

—Lo más difícil es ganártelos. Si te respetan y consiguen interesarse por la clase, bueno…se
comportan tanto como puedo esperar de un montón de niños y adolescentes.

McGonagall asintió, despacio, e intercambió una mirada con Neville.

Esto ya estaba siendo raro.

—Además de comer en la mesa de profesores y algunas ocasiones en que sales con Theodore o te
encuentras con Neville en el pueblo…en verdad no has tenido una buena relación con los otros
profesores, ¿no? —indagó la directora.

—Tengo una relación neutral con ellos —contestó Draco. No lo molestaban, ni él a ellos. Cada
quien se encargaba de lo suyo. Era un equilibrio perfecto.
McGonagall suspiró y acabó con su galleta.

—Escucha, sé que puede sonar cansino, pero entendemos por lo que has pasado…

Draco se preguntó si alguno de los dos tendría una Marca Tenebrosa en el brazo, una esposa medio
viva atrapada en otro plano y un hijo probablemente contaminado por magia oscura misteriosa
salida de Merlín sabía dónde.

No, no lo creía.

—¿A qué se refiere? —decidió preguntar.

—Mi esposo murió hace muchos años —siguió McGonagall, con suavidad—, estuvimos juntos
poco tiempo. Pero aún lo recuerdo bien. Y la prometida de Neville…

—Una rara enfermedad mágica. No encontramos la cura a tiempo —Neville habló sin verlo y se
encogió un poco de hombros—. Creo que podría estar en una de las plantas del Bosque Prohibido.

Draco ya temía hacia dónde iban con esto. No había usado más la ropa de luto de los sangrepura y
no esperaba tener que explicarle a otra persona que Astoria no estaba muerta, sólo no estaba viva.

—Lo que queremos decir —continuó McGonagall, al no obtener reacción alguna de su parte— es
que aislarte no te ayudará y tratar con otras personas, en cambio, puede ser beneficioso. Puede
ayudar a sobrellevarlo.

Draco consideraba seriamente tirarse por la ventana y usar un hechizo que le evitase el golpe, si así
evadía esta plática.

—Los demás profesores piensan…

Oh, Merlín, no.

No tenía idea de cómo volvería a sentarse en la mesa de profesores. Por lo menos sus estudiantes
no intentaban hacer de psicomagos.

Draco se sirvió más té, tomó otro bocadillo y siguió pensando en maneras de huir de ahí sin
parecer un viudo demasiado herido para oír el nombre de Astoria.

No se le ocurrió nada.

—0—

Tras una semana fructífera llena de clases dinámicas, Harry se dio cuenta de que ser un buen
profesor era mucho más difícil de lo que parecía y que Remus lo hacía ver tan simple en su tercer
año. Era increíble. Debió seguir dando clases, tenía un don.

A comparación de él, Harry pensaba que quizás no hizo suficiente.

Estaba tendido en el suelo de piedra de su salón, jadeando por aliento, y Sirius, con quien hizo una
demostración de un duelo para los de quinto con hechizos aprobados para los TIMO's, casi lo
pateó cuando le dijo esto.

—¿Que no hiciste lo suficiente? ¿Te golpeé muy duro con el último hechizo o qué? Si hubiese
tenido un profesor como tú, James y yo ni siquiera habríamos tenido ganas de copiarnos en los
exámenes.
Cuando Harry le dirigió una mirada de reprimenda por hablar de copiarse, Sirius chasqueó la
lengua y se puso de cuclillas junto a él.

—Eh, Harry, entiende algo. El mejor profesor no necesita hacer mucho más que el resto. Sólo
interesa a los chicos. Eso basta —Sirius se encogió de hombros—. Muéstrales por qué es bueno
aprender estos hechizos, cómo se hacen, para qué, por qué la magia es un regalo, y todo eso. Si
llenas un salón de chicos interesados por el tema, ellos básicamente harán el resto y tú sólo vas a
poner ese conocimiento a su alcance; eso decía Remus.

—¿Por qué Remus era tan inteligente y bueno? —lloriqueó Harry.

—Me hice la misma pregunta por muchos años —Sirius fingió pensarlo—, todavía no tengo una
respuesta.

Le palmeó el pecho y se levantó de un salto. Harry lo vio limpiar con algunos hechizos y remover
las colchonetas mágicas que reemplazaron áreas del suelo y paredes para cuando los chicos
saliesen volando por lo que practicaban.

—¡Voy a estar en el bosque, por si me necesitas! —Sirius se sacudió como un perro, adoptó su
forma animaga y salió corriendo, antes de que Harry pudiese recordarle que James sólo iría por el
cabello de unicornio, no a hacer travesuras.

Supuso que era inútil intentar detenerlos. Estos días no podía evitar recordar a Ginny
preguntándole si estaba seguro de que le gustaría llamar "James Sirius" a su hijo.

A Harry le pareció una gran idea.

Era una de esas cosas por las que se llamaba "idiota" cuando se fijaba en su pasado.

Tras otro rato de pensar en cómo podría hacer una mejor clase y recuperar energías, se paró y
comenzó a levitar las cosas del aula de vuelta a su sitio. Sirius las ocultaba bajo mesas o en
gabinetes, en lugar de acomodar en verdad.

Apenas estuvo listo, regresó a su escritorio y recogió su bolso. Cuando se giró, sin embargo, se
detuvo frente a un rostro espectral.

La silueta ante él no tenía el color de los fantasmas, aunque sí una constitución similar. Estaba
seguro de jamás haberle visto deambular por el castillo, y si alguien sabía de vagar por ahí, ese era
él.

—¿Te perdiste o algo así?

En el mundo mágico, incluso si aparecían de la nada, al menos los magos no sufrirían un colapso
como los muggles frente a un espíritu.

—No —El espíritu tenía una voz suave y estrechó los ojos en su dirección—. Estoy justo donde
debo estar.

Harry no creía que hubiesen tenido otro asesinato en Hogwarts del que nadie se hubiese enterado.

—¿Te vas a unir a una de las fiestas de Sir Nicolás?

—No —El espíritu siguió dándole una mirada desagradable—, voy a fastidiarte.

¿Qué?
—¿Disculpa? —Harry intentó usar su mejor tono tranquilo—. Me parece que…

—Dije que voy a fastidiarte —aclaró el espíritu.

En serio, ¿existía algún ente maligno que no estuviese interesado en echarle a perder la vida?

—De acuerdo, lo que no entiendo es por qué exactamente me-

—Estás en mi lugar —El espíritu se colocó las manos fantasmales en la cadera a medio
desvanecer.

Harry se movió hacia un lado y se fijó en el escritorio. Lo apuntó.

—Oh, ¿tú…?

—Es mi lugar —gruñó el espíritu—. Porque nadie más me vea ni me oiga, no deja de ser mi lugar.
Me lo gané.

—¿Fuiste parte del personal docente?

—¡Fui la mejor profesora de defensa que este colegio ha tenido! —replicó el espíritu—. ¡Pero
luego sólo contrataron incompetentes! Entonces cuando llega un nuevo incompetente, tengo que
fastidiar y fastidiar hasta que se vaya para que no le enseñe nada malo a esos niños.

Harry recordó la historia de la "maldición del profesor de Defensa contra las Artes Oscuras" que
había cuando estudiaba.

—¿Te apareces frente a todos los profesores de esta materia?

—Uhm, no —El espíritu simuló "sentarse" sobre la mesa del escritorio—, la mayoría han sido tan
ineptos mágicamente que son incapaces de verme u oírme. En especial los contratados por ese
Albus Dumbledore. No me agradaba cuando era mi superior, no me agradó más después.

—¿Pero sí les haces algo…?

El espíritu sólo sonrió.

—¿Te le apareciste a Theodore Nott o Draco Malfoy?

Iba a maldecirlos si lo sabían y no le advirtieron que tendría que lidiar con esto también.

El espíritu negó.

—Malfoy sólo era un suplente, no tenía caso fastidiarlo, y Nott no tenía planes de quitarme mi
lugar, sólo estaba esperando el puesto de Aritmancia. Tú, en cambio —El espíritu se elevó y se
inclinó sobre Harry—, pareces dispuesto a quedarte con mi puesto.

—Técnicamente, es mío ahora —aclaró Harry—. Pero no serías el primer fantasma docente.
Podemos hablarlo con McGonagall, Binns sigue-

—McGonagall no me ve —espetó el espíritu—, el último director que me vio fue ese Snape, pero
estuvo tan poco tiempo, ni siquiera conseguí tener una conversación decente con él…

—Bueno, tomó el colegio por la fuerza con el otro bando, no debía estar mucho tiempo-

El espíritu le dedicó otra mirada desagradable.


—Te odio.

Y se desvaneció.

Después de un momento de mirar alrededor para asegurarse de que no volvería, Harry se aplicó un
encantamiento que alejaba a los fantasmas, lanzó una barrera al salón y lo abandonó.

Se la encontró de nuevo en su cuarto.

—0—

Harry entró a la cocina con pasos sigilosos, comprobó que el espíritu de los profesores de defensa
no lo seguía y exhaló. Ese leve sonido atrajo la mirada de cada elfo de la cocina. Luego se armó un
alboroto de elfos chillones.

—¡Harry Potter! ¡Es Harry Potter! ¡El señor Harry Potter ha venido a las cocinas….!

—¡Profesor, profesor, profesor…!

Antes de que se diese cuenta, ya tenía un pastelillo en una mano y un elfo le preguntaba qué quería
para la cena. Tendría un menú especial que era preparado con magia justo delante de sus ojos.

Harry le agradeció, se quitó los guantes verdes sin dedos para no ensuciarlos y mordió su
pastelillo. Por costumbre, miró alrededor y se topó con que no era el único mago allí abajo.

Draco le agradecía en voz baja a un elfo que rellenaba su taza de chocolate. Estaba sentado en un
rincón de la cocina, cerca del fuego, envuelto en una manta y con una bandeja cuyos platos ya
estaban vacíos a un lado.

Harry sonrió, caminó hacia él, se sentó en el suelo y agradeció al elfo que le ofreció otra manta.

Draco lo vio de reojo, bufó y bebió de su taza.

—¿Qué harán en el comedor si sucede algo y el gran Harry Potter, Merlín reencarnado, no está allí
para salvarlos?

Harry resopló.

—Espero que no haya un profesor malvado y no necesiten al "Merlín reencarnado", para empezar
—aclaró, en voz baja. Le sonrió al elfo que se acercó con un plato de más bocadillos. Su cena
levitaba hacia él también y una elfina lloró cuando Harry le agradeció. Él volvió a centrarse en
Draco—. ¿Y Scorpius qué hará si usa la excusa de "mi padre se enterará de esto", pero tú no estás
cerca?

—Creo que jamás he oído a Scorpius decir eso —murmuró Draco, los labios casi pegados a su
taza.

Harry soltó una risita y le ofreció uno de los bocadillos que le regalaron los elfos. Draco lo aceptó
y continuaron frente al fuego, en silencio, por unos segundos.

—Cuando estabas de suplente en mi puesto, ¿viste alguna vez a un espíritu que dice que le quitaste
su lugar?

—¿Qué? —Draco frunció el ceño—. No.

—Ah —Harry suspiró—. Bueno, pues hay un espíritu diciendo que le quite su puesto y que va a
fastidiar a cualquier profesor incompetente en su sitio que se quiera quedar ahí.

—¿Sí sabe que salvaste al mundo mágico dos veces? —Draco arqueó las cejas.

—No lo creo, pero puedes ir a decirle que soy la reencarnación de Merlín y ver si la convences de
calmarse un poco…

—Mejor acostúmbrate a ser fastidiado —replicó Draco, girando el rostro enseguida, con la barbilla
en alto.

—Ya lo resolveré —Harry se encogió de hombros—. Por ahora, esto de comer aquí no parece
malo.

—McGonagall y Longbottom quieren que me una a ellos a la hora del té para hablar de plantas y
sentimientos —susurró Draco, tras un rato—; el espíritu no suena tan mal, ¿quieres que cambiemos
de lugar?

—¿Que ellos- qué? —Harry se rio de la simple idea del mago atrapado entre esos dos.

—Piensan que estoy demasiado herido por lo de Astoria y que estoy reprimiendo mis emociones y
caeré enfermo y moriré de soledad, o algo como eso me pareció entender de su charla de una hora
—Draco meneó la cabeza—. No oía a un profesor hablar tanto desde la última clase que tuve con
Binns.

Harry apretó los labios para contener la risa y falló.

—¿Qué les dijiste?

—Que me sentía bien —Draco rodó los ojos—, no necesitaba ayuda, todo estaba perfecto, yo
lidiaría con Scorpius solo.

—Y seguro pensaron que estabas en negación —señaló Harry—. Mi psicomago diría que es una
forma clásica de evasión cuando no quieres hablar de algo que te duele…

—¡Ni siquiera está muerta en serio!

—Ellos no lo saben —Harry se encogió de hombros—, intentan ayudar desde lo que sí saben, y
todo eso.

—Y no fue lo peor —continuó Draco, que no pensaba parar ahora que tenía a alguien en quien
depositar sus quejas del día—. Quisieron que leyese un libro…

Cuando se dieron cuenta de la hora, los platos de Harry también estaban vacíos y el toque de queda
de los estudiantes estaba a punto de comenzar. Tuvieron que ir en diferentes direcciones al salir de
ahí.

Tan pronto como lo vieron por un pasillo, alguien le dijo que James se había subido a un unicornio
y perseguía a Lily por el patio.

Harry suspiró. Comenzaba a sentir lástima por cada uno de los profesores que tuvo durante sus
años allí.
Los seres "puros"...y James Potter

—…están adentro.

—¿Cuántos?

La Aurora levantó dos dedos en dirección a la voz de Ron, que gesticuló hacia el resto del
escuadrón detrás de ellos y apuntó a la puerta principal. Les mostró diez dedos, indicándoles que
contasen hasta diez antes de irrumpir dentro. Durante esos segundos, se apresuró a rodear el
edificio para alcanzar la puerta trasera que encontraron en su primera revisión.

Escuchó a McCarthy gritar el encantamiento que formaría la barrera anti-aparición en el preciso


momento en que la puerta delantera era abierta con un hechizo estruendoso. Pasos corriendo, voces
firmes de los Aurores anunciándose y diciendo que tendrían que ir con ellos. Escuchó algunas
maldiciones y objetos que se rompían dentro.

Luego hubo un ruido leve detrás de él y una varita le apuntó la parte posterior del cuello.

Bien. Les hacía falta Harry. Más de lo que le decía a su amigo para que no se preocupase.

—Saca la varita, ponla en el suelo y apártate de la puerta, Weasley.

Ron analizó la situación con calma, sus movimientos lentos al deslizar la varita fuera de su manga
derecha. Se agachó, la puso en el piso y se alzó de nuevo, con ambas manos a la vista. Los ruidos
dentro del edificio se desviaron y maldijo al pensar que pudiesen haber tenido una tercera salida
que las pulsaciones no detectasen.

—Weasley —siseó la voz de quien le apuntaba. Una voz falsa, por supuesto; conocía varios
hechizos para recrearlas—, la varita real, no la falsa para engañar a los criminales.

—No tengo una va-

La varita en su cuello presionó más. Ron sacó la varita real de su manga izquierda y se la mostró.
El mago se la arrebató y oyó cómo caía en el suelo cuando la arrojó lejos de su alcance.

Ya le era claro que los demás Aurores no irían hacia atrás, escuchó vidrios rotos y un sonido que
no supo identificar.

—Ahora —siguió el mago que creía que lo tenía en su poder—, caminarás despacio hacia la
entrada delantera y-

Ron dobló las rodillas, de manera que quedó bajo el ángulo de acción de la varita que lo apuntaba.
Le dio un codazo en el estómago y le sujetó la mano que sostenía la varita. Forcejearon mientras
intentaba quitársela.

El mago llevaba una máscara, túnica y un hechizo de sombras que disimulaba cualquier rasgo que
pudiese haber quedado expuesto. Ron presionó un punto en su muñeca que le arrancó un grito de
dolor, le quitó la varita y deshizo el hechizo de cubrimiento. La máscara se deslizó hacia abajo y el
mago sonrió abiertamente.

Tenía su cara.

Desde el peinado a las pecas.


"Verse" a sí mismo lo distrajo por un instante. El mago aprovechó esto para sujetar su hombro y
tirar de él hacia adelante. El rodillazo que le atinó en el estómago le sacó el aire.

Dejando su varita en manos de Ron, empezó a correr para alcanzar el límite de la barrera anti-
aparición. Ron intentó recuperar el aire al tiempo que se lanzaba al suelo por su propia varita.
Lanzó lo primero que se le ocurrió.

Antes de que el mago se hubiese Aparecido fuera de las barreras, un rayo púrpura golpeó su
espalda.

Ron se percató de que el edificio y sus alrededores estaban en un sepulcral silencio ahora. Se tocó
el estómago y soltó uno de esos quejidos que intentaba que no escuchasen los Aurores más nuevos.

Habría sido más práctico sujetar sus piernas y tirarlo al suelo contigo, Ronald, se reprendió. Estás
perdiendo facultades. Necesitaba decirle a Harry que entrenase con él en su próxima visita; puede
que se hubiese aflojado un poco en los dos meses que su compañero llevaba dando clases en
Hogwarts.

McCarthy fue quien lo encontró mediante sus pulsaciones. Corrió hacia él y se agachó, su mano en
alto cubierta de un brillo blanco propio de los hechizos medicinales.

—Estoy bien —Ron paró de lamentarse, la hizo bajar su mano y se puso de pie—. ¿Qué pasó ahí
dentro?

La bruja adoptó una expresión de disculpa, sus ojos casi ciegos parpadeando hacia él.

—Los perdimos. No sabemos qué pasó, muchos hechizos por todas partes, unas ventanas rotas y
había una compuerta en el último piso. No saltaron, pero estaba abierta y ninguno se quedó dentro.

—¿Heridos?

—Dos. Heridas menores.

—¿Y de su lado?

—Uno debió estar paralizado, pero también desapareció.

Tomando en cuenta el tipo de seguridad que pudieron ponerle a la casa hogar, este edificio era
simple, insulso. Poca cosa para un grupo que planeaba con tanto cuidado. Ron lo sabía, y aun así,
supuso que no perderían gran cosa con intentarlo.

—Deja a dos investigando el lugar, que le lleven el reporte a Roman si encuentran algo que se
pueda rastrear. Me dejaron una varita —Ron la sacudió en el aire, consciente de que ella debía ver
el movimiento de un objeto borroso—; veamos si encontramos a su dueño y qué hechizos hace con
frecuencia. ¿Quieres venir o te quedas a buscar?

—Quiero quedarme —aclaró McCarthy—, me gustaría probar las pulsaciones en las paredes y
suelo. Podría encontrar otra salida o algún método extraño de escape que no hubiese detectado
desde afuera.

Tras intercambiar otro par de palabras, Ron abandonó la barrera y se Apareció. Alrededor de diez
minutos más tarde, en el archivero de su Departamento, veía a Roman sacudir la cabeza.

—Dime que —Ron meneó la cabeza también— significa algo bueno.


—La varita está registrada a nombre de una bruja de más de noventa años —Roman se la devolvió
y siguió revisando sus registros en la tablet mágica—, ciudadana modelo, no la ha reportado como
robada. No hay nada malo con ella. Sus dos hijos no están en el país, no han ido nunca a Francia, y
no parece que tengan relación alguna con el club de nuestra Señora Oscura. Seguiré buscando,
pero…no creo que haya mucho.

Ron exhaló y apoyó su cabeza en lo alto del respaldar del asiento.

—Bien, escucha; McCarthy está probando las pulsaciones en el edificio, dos Aurores investigan si
dejaron algo de la Cofradía allí. Si supiésemos más de la magia que usan, podríamos prepararnos
para la siguiente vez que los veamos. Busca más de esa señora y sus allegados, quién podría haber
tomado su varita sin que ella la reportase o por qué no lo hizo. Luego sigue revisando si hay algo
sobre los miembros del club que puedan aparecer por aquí- y préstame una de esas cosas.

Roman le dedicó una mirada extrañada cuando le puso la tablet mágica en una mano. Ron retiró
una tapa que tenía a un costado e introdujo la punta de la varita. Pronto apareció una pantalla de
configuración y tecleó hasta obtener un mapa de Londres y sus alrededores.

El asistente del archivero se inclinó desde uno de sus costados para ver qué hacía.

—¿Le lanzaste un hechizo rastreador?

—Sí, una marca —Ron estaba concentrado en navegar en el mapa con los dedos, en busca de la
señal de su hechizo—. No tenía una contramedida inmediata, el hechizo sí lo alcanzó y se pegó a
él. Si fuese el mago más talentoso de Londres, aun así tendría que llevarlo al menos durante unas
horas. Si no es tan bueno para quitárselo, tendremos de cincuenta a sesenta horas para rastrearlo
con el.

—Suena genial —El otro asintió—, ¿pero dónde está?

Ron negó, ceñudo. Hermione le había hablado varias veces de los límites que tenía la Aparición,
así que a menos que tuviese un traslador consigo, debería encontrarlo dentro del mapa.

Señaló el punto púrpura apenas se mostró. Aún no lo presumía cuando se esfumó. Ron siguió
navegando en el mapa, hasta que lo vio de nuevo, muy lejos de la otra posición.

Y de nuevo, desapareció.

—¿Se Aparece para despistarte? —ofreció el otro Auror.

Sí, era una posibilidad. Ron suspiró, puso una alarma para que le avisase cada vez que lo
encontrase y se levantó.

—Voy a…

—No han regresado los demás —recordó el Auror.

Ron asintió, distraído.

—Sí, pero tengo algo que hacer. Vuelvo en unos minutos y esperamos a los demás para ver qué
encontraron.

No se quedó a escuchar una respuesta.

—0—
En Hogwarts, esa misma tarde, era día de recoger setas. Tendrían un laboratorio conjunto de
herbología con pociones desde tercer a quinto año para un proyecto importante. James se
pavoneaba adelante del grupo, con su permiso firmado por el profesor Malfoy en una mano, y su
sonrisa de "soy demasiado perfecto para este mundo y todo lo hago bien". Él no pensaba tocar una
sola seta, sino acercarse a las dichosas criaturas mágicas.

Albus, Scorpius y Rose, en cambio, sí que buscaban las setas. En cierto punto, Rose se agachó, se
puso unos guantes y les mostró qué recoger. Luego estuvieron a su lado, tomando plantas que
meterían a una canasta envuelta en hechizos de conservación.

La nieve aún no se desvanecía, aunque la primavera estaba cerca, y contrario a lo que los tres
pensaban, resultó ser el momento ideal para esta actividad. El profesor Longbottom les explicó por
la mañana que las setas que necesitaban pertenecían a una variación mágica que sólo crecía en
invierno en los puntos en que solían salir las normales.

Albus sólo tenía claro que hacía frío, las plantas olían mal, vagaban por el bosque y tenía que meter
sus manos en la nieve y excavar cuando podría estar tomando un vaso de chocolate caliente frente
a la chimenea inútil de la Sala Común, pero envuelto en suficientes amuletos de calor para sentirse
en verano.

Ambos profesores acordaron que los estudiantes que llevasen sus propios ingredientes tendrían
puntos extras y una ventaja de tiempo en el proyecto. Se aseguraron de que todo fuese accesible en
esas fechas en alguna parte del colegio, y aunque algunos eran demasiado flojos para intentarlo,
otros estaban entusiasmados por lo que el profesor Malfoy planeaba. Rose estaba en este grupo.
Esa era la razón de que hubiese enviado pájaros mágicos de papel a su cuarto para que los
picoteasen hasta que se levantaron.

—Cuando alguien como el profesor Malfoy quiere enseñarte sus secretos en pociones, tienes que
aprovechar —decía Rose, muy confiada, caminando adelante ahora con su cesta llena de setas
mágicas azules y blancas—. Además, dijo que a los que tuviesen sus propios ingredientes también
les enseñaría a limpiarlos desde cero y el profesor Longbottom nos explicaría sobre su proceso de
cultivación y…

Albus la imitó gesticulando con los labios, sin hacer ruido, y adoptando una expresión de fastidio
absoluto. Scorpius apretó los labios para no reírse.

—¿De verdad crees que habrá un unicornio por aquí, con este frío? —Por suerte, Rose estaba más
concentrada en James y su travesía en busca del cabello de unicornio.

—Claro que sí. Los unicornios no perciben la temperatura igual que nosotros; el frío del invierno y
el calor del verano son apenas un cambio de uno o dos centígrados para ellos —respondió James,
todo confianza, sufriendo lo que Albus y Lily llamaban un "atisbo de vida inteligente en su
cabeza"—, sólo tienes que saber buscarlos.

Escucharon un ladrido y pronto un enorme perro negro corrió hacia ellos entre los árboles. Rodeó a
James, moviendo su cola con entusiasmo, y miró en la dirección de la que provenía.

Si un perro era un buen rastreador, un animago con décadas de experiencia como can lo era aún
más. Los chicos persiguieron a Sirius cuando corrió por el bosque otra vez, hasta que James los
frenó al poner los brazos frente a ellos.

—Hay que saludar primero para no asustarlos —indicó James, pidiéndoles silencio con un gesto.

A manera de "demostración", avanzó frente a ellos con pasos cuidadosos y las manos a la vista. Ya
llevaba varias visitas durante ese lapso escolar, algunas por plantas mágicas de invierno, otras por
los unicornios en específico, pero Albus sospechaba que igual pasaba a verlos cuando no le
correspondía, porque las criaturas reaccionaron como si viesen a un viejo amigo. Uno incluso se
atrevió a acercarse y puso su cabeza al nivel de una de las manos de James para pedir una caricia,
con sumo cuidado de no rozarlo con el cuerno.

James sonrió y jugó con su cabello. El profesor Malfoy le había explicado cómo enredar los dedos
en la crin de manera que el unicornio disfrutase de las caricias, tomase los cabellos sueltos y no
fuese a lastimarlo ni arrancarle ninguno.

—Hola, Betune, hola- ¿quién es el unicornio más rudo de este bosque? ¿Quién es el unicornio que
quiere ensartar a todos los malos? ¿Quién me va a acompañar a perseguir a Freddie? ¿Tú? Claro
que serás tú, serás tú- Betune es el mejor unicornio del bosque —siguió James, en tono de obviedad
—, así que vayan a tomar pelo de otro —Y agitó una mano hacia ellos—, su cabecita no se toca, a
ella no le gusta.

Rose y Albus intercambiaron miradas y rodaron los ojos. Escucharon su tonta discusión con Sirius,
mientras intentaban acercarse a otros unicornios sin asustarlos.

—Oye, Jamie —Sirius tenía esa sonrisa que ponía antes de fastidiar a alguien—, hasta donde sé,
los unicornios sólo deberían dejarse tocar por alguien virgen-

—No sé —James rodeó el cuello de "Betune" con un brazo—, ¿por qué no vemos si deja que te
acerques, viejo solterón?

Rose volvió a rodar los ojos y Albus negó.

A pesar de cómo pudiese comportarse, James se les acercó para mostrarles la manera más efectiva
de tomar cabello sin herirlos y se aseguró de supervisarlos para que no hubiese ningún adolescente
ensartado por un cuerno ni un caballo lastimado.

—Lo haces genial, Rosie, así, ten mucho cuidado, como si fuese tu propio cabello —James sonrió
y le aplaudió. Y por un instante, fue tan idéntico a su padre cuando les enseñaba que Albus pensó
que no podía ser la persona más idiota que existía.

La tragedia no ocurrió hasta que Scorpius quiso acercarse también para recoger su parte. El
unicornio frente a Albus se tensó.

Scorpius caminó hacia el mismo unicornio que acariciaba Rose, lo saludó en tono suave y extendió
su brazo, sin rozarlo, esperando su aprobación. Miró a James y él observó a la criatura, vacilante.

—No parece que…

Scorpius adelantó su mano apenas un centímetro más. Ni siquiera lo rozó. Aun así, el unicornio
perdió el control. Relinchó y se sacudió.

Sirius se transformó en perro enseguida y corrió hacia ellos. Empujó a Scorpius al suelo para
sacarlo del camino del cuerno y le gruñó al unicornio cuando quiso acercarse. James había jalado a
Rose también lejos de la criatura.

Ese unicornio alteró al siguiente, que alteró al otro, hasta que el claro estuvo lleno de relinchidos,
pisotones y auras mágicas fuera de control. Sirius, todavía como perro, fue hacia Albus, mordió su
pantalón y lo arrastró lejos de los unicornios.

—Betune- calma, calma, Betune, respira, respira- —James movió las manos frente a su unicornio
favorito, deteniendo los relinchidos. Cuando paró a este, "Betune" miró a los demás y dio varios
pisotones al suelo.

Tardaron más en tranquilizarle que en desordenarse. Había todavía respiraciones trabajosas,


algunos pisotones, y James caminaba entre ellos, moviendo las manos y hablándoles en tono suave.

—Creo que sólo te moviste un poco rápido, Scor- —James frunció el ceño al verlos—. ¿A dónde
fue?

Sirius tenía a Albus atrapado entre los brazos, por lo que no notó enseguida que su mejor amigo se
había levantado y caminaba de vuelta al colegio. Se soltó del mago mayor y corrió detrás de él.

Scorpius ya le llevaba un par de metros de ventaja, su último estirón le daba unas zancadas más
largas que las de Albus, y se notaba que tenía prisa. Albus jadeaba cuando lo alcanzó y se puso
frente a él, deteniéndolo.

—Hey, ¿qué pasa? ¿Es por lo de…?

—Lo espanté —se quejó Scorpius.

—James dice que puede que te hayas movido muy rápido-

—¡Si me hubiese movido más lento, habría ido para atrás!

Albus se mordió el labio para no reírse de su dramatismo, pero Scorpius lo notó y arrugó el
entrecejo, un puchero formándose por su reacción.

—Los unicornios son muy sensibles, Scorp-

—Son las criaturas más puras que hay —murmuró Scorpius—, y si no me puedo acercar ni
siquiera a ellos-

—Claro que puedes, vamos a intentar de nuevo y verás que-

Había sujetado su muñeca para llevarlo de vuelta, pero Scorpius afincó bien los pies en el suelo y
no se movió. Albus se giró para verlo. Ahora estaba cabizbajo y su pecho dolió al verlo así.

—¿Te asustaron? —Albus probó caminar de vuelta hacia él y hablar en voz baja. Sabía que no
tomó Cuidado de Criaturas Mágicas porque algunas lo asustaban—. Oye, está bien, incluso Sirius
se asustó, lo viste. Por muy lindos que sean, tienen un cuerno, no es fácil olvidarlo cuando se
alteran…

—¿Y si hay algo mal conmigo? —musitó Scorpius, tan bajo que apenas pudo oírlo—. Primero, lo
de La Madriguera- iban hacia mí y esa- esa cosa que nos cubrió- y ahora…¿y si no pudiese
acercarme porque hay algo mal…?

Albus volvió a sujetar su brazo y tiró más fuerte esa vez, obligándolo a regresar al claro con él.

—No hay nada mal contigo. Son casualidades. Lo estás sobrepensando. Si tú no puedes acercarte a
un unicornio, entonces nadie puede o es mentira que sólo se dejan tocar por humanos puros,
¿entendido? Eres el ser humano más puro y bueno que he conocido.

No sólo regresaron al claro, sino que animó a Scorpius a acercarse al unicornio Betune, el más
familiarizado con el contacto humano.

La reacción fue la misma. Bastó con que se acercase lo suficiente para que percibiese su magia.
Scorpius sí huyó esa vez y nada de lo que dijo Albus pudo hacer que volviese.

—0—

A la hora de la cena, Albus caminó hacia su cuarto en las mazmorras, levitando un par de bandejas
con comida. Le había pedido a los elfos más postres que alimentos salados; sería una excepción
por ese día.

Se encontró a Scorpius tendido en su cama de un lado al otro, el dosel abierto, sus piernas cayendo
por uno de los costados del colchón. Se cubría los ojos con el antebrazo.

Albus suspiró, puso las bandejas en las mesas de noche de ambos y se sentó a su lado. Estuvieron
en silencio por algunos minutos.

—Es mentira que sólo se acercan a seres puros.

Scorpius movió una mano y un libro de criaturas mágicas levitó hacia él. Había puesto un
marcapáginas en la sección de unicornios, que dejaba en claro a quiénes se acercaban y a quiénes
no.

Albus apenas se fijó en esto, sus ojos no se apartaron de su mano.

Había utilizado magia no verbal. Sin varita. Jamás lo vio hacer eso.

En realidad, nunca vio nada semejante en nadie, aparte de su padre. Y no siempre le salía.

No parecía que Scorpius, en medio de sus divagaciones, se hubiese dado cuenta. Se sentó de pronto
y hundió el rostro en sus manos, encorvándose un poco.

—Al, ¿y si…? ¿Y si yo…?

—Scorp, ni se te ocurra.

Scorpius lo miró de reojo. Su expresión aterrorizada cuando hizo la pregunta.

—¿Y si es verdad lo que dicen? ¿Y si yo…soy su hijo?

Albus aún no terminaba de asimilar que hubiese soltado tal estupidez cuando su amigo ya estaba de
pie, dando vueltas por el cuarto y revolviéndose el cabello rubio.

—¡Piénsalo por un momento! ¿Por qué lo dicen todos, para empezar? Además, ¿habías visto algo
como lo que se acercó a nosotros en casa de tu abuela? No, ¿verdad? ¿Y tu padre te ha contado
cómo se desplazaban los Mortífagos? Porque una vez vi una fotografía…usaban unos hechizos que
se veían como sombras también. Viajaban en ellos. Y no fueron por los tres, ni fue casualidad, no
se atraviesan esas barreras por casualidad, y los sueños y ahora es-

—¿Sueños? —Albus frunció el ceño—. ¿Qué sueños?

Scorpius emitió un largo quejido y volvió a cubrirse el rostro con las manos.

—Scorpius —insistió Albus.

—Sé que me pusiste runas para que dejase de tener pesadillas —murmuró Scorpius, dejando caer
los brazos. Se encogió de hombros—. Gracias, pensé que podría ser incómodo si te dijese, pero…
en serio gracias.
—¿Todavía tienes pesadillas? ¿No te han funcionado?

Albus ya estaba a punto de pararse para buscar más ayuda de McGonagall y sus libros avanzados
cuando Scorpius lo calmó mediante gestos.

—No es eso, ha funcionado- ha funcionado muy bien, en serio. Es sólo que…

—Scorpius —Albus le frunció el ceño y lo vio suspirar.

—A veces no me siento bien —Scorpius bajó la mirada y cambió su peso de un pie al otro.

—¿Cómo que no te sientes bien? —Cuando se encogió de hombros, Albus se levantó—. Pues, si
no te sientes bien, vamos con tu padre y-

Scorpius intentó permanecer inmóvil cuando lo sujetó. Albus lo jaló y tiraron en direcciones
opuestas por unos segundos, hasta que cedió. No soltó su brazo, sin embargo.

—Es una estupidez, Al, ni siquiera sé cómo explicarlo- ha pasado por mucho, tiene tanto trabajo,
no quiero molestarlo con algo tonto-

Albus exhaló, miró la puerta y luego de nuevo a él. Apretó su muñeca.

—¿Y si me lo intentas decir a mí? —propuso, con suavidad. Rara vez le hablaba así a alguien.
Estos últimos meses, parecía que sólo a él.

Scorpius suspiró y se pasó unos momentos pensándolo. Creyó que no le diría nada.

—¿Sabes…sabes cuando tienes sueño después de mediodía, tu cabeza está extraña como- como si
pesara, y tus ojos se quieren cerrar, pero tú ves lo que haces y sólo…sólo no lo entiendes todo?

—¿Hablas de estar…ido? ¿Tener tu mente en otra parte?

Scorpius asintió.

—No quiero que haya algo mal conmigo, Al, pero no sé explicarlo, es como…como que pasa eso
y…y no entiendo lo que pasa, pero sé- siento que pasa algo y que es importante, y sé que suena a
una locura, pero-

—No es una locura —Albus negó cuando él lo miró—. No es una locura, Scorp.

Scorpius lo miró incrédulo durante unos segundos, como si se hubiese esperado cualquier reacción,
excepto esa. A Albus le dolió un poco. Tal vez no le mostraba el suficiente apoyo para que no
pensase que lo creería el hijo de Voldemort sólo por un par de eventos desafortunados.

—¿En verdad no quieres contarle a tu padre?

—No lo quiero molestar…

—Bien —Albus exhaló y lo guio de vuelta a la cama. Empujó sus hombros hacia abajo para que se
sentase, colocó una de las bandejas con comida frente a él y se sentó a su lado—. Todavía podemos
averiguar de otra forma.

En lugar de tomar su propia bandeja, Albus sacó el relicario que ocultaba bajo su ropa, lo abrió y
esperó a Severus Snape, con su usual expresión seria.

—Sev —Movió el retrato de manera tal que pudiese ver a su compañero—. Scorp se está
preguntando si es posible que sea hijo de Quién-Tú-Sabes —explicó Albus, sin titubeos.

El tiempo con el retrato le dio a entender que el bufido que soltó se podía traducir a un "ridículo".

—¿Qué le pudo dar una idea tan absurda y descabellada?

—Aparte de lo que te conté en La Madriguera, un unicornio se asustó por él, aparentemente.

—Lo aterroricé —insistió Scorpius, hundiéndose en su pozo metafórico de tristeza.

—Naturalmente —replicó Severus, como si fuesen un par de mocosos ignorantes incapaces de ver
la más simple de las verdades—. Por lo que me explicaron, lo que se les acercó en casa de los
Weasley debió ser una entidad de energía oscura, que por supuesto que deja un rastro en lo que sea
a lo que se acerque. Un unicornio lo repelerá por instinto. No es personal.

—Pero Albus-

—No me buscaban a mí —recordó Albus—, tú mismo lo dijiste. ¿Ves? No eres tú.

—Y por si fuera poco —siguió Severus, rodando los ojos—, el Señor Oscuro era incapaz de tener
un hijo.

Ahí, se fijaron en el retrato con mayor interés. El antiguo profesor exhaló.

—Un dato que muchos desconocen es que Tom Riddle, el nombre de nacimiento de Voldemort,
fue concebido durante la ingesta de Amortentia por parte de uno de sus padres. Esto no sólo afectó
el desarrollo de sus emociones y un poco a su magia, sino que lo volvió incapaz de tener hijos
propios, como les suele suceder a los animales híbridos en la naturaleza. Era, técnicamente, una
abominación.

—Ahí está —Albus señaló al retrato con una sensación de satisfacción—; lo investigaremos más a
fondo si quieres, Scorp, pero esa es tu respuesta. Ni siquiera es mínimamente posible que tengas un
parentesco con él.

Scorpius observó al retrato y otra vez a Albus. De pronto, soltó una risita y se restregó el rostro con
las manos.

—Creo que…sólo estoy algo cansado, Al. En verdad sobrepensé las cosas.

—Esperemos que el rastro de su magia se desvanezca y podremos ver a otro unicornio —propuso
Albus—; notarás que te adorará si lo que quiere es un ser puro.

Él ya no pudo evitar sonreír un poco.

—Gracias, Al.

—No es-

Antes de que pudiese asegurarle que no era nada relevante y sólo lo hacía porque no le gustaba
verle así, Scorpius se inclinó un poco hacia adelante y presionó un beso en su mejilla.

Sonreía al apartarse. Se dedicó a comer y dejó a Albus con el rostro rojo y a mitad de un colapso.

El Severus en el retrato carraspeó para llamarle la atención. Arqueó una ceja en dirección a Albus
apenas este lo vio.
—¿Podemos hablar en privado un momento, Severus? —El profesor aún insistía en disfrutar de
llamarlo por su segundo nombre de vez en cuando. A él no le importaba. Siempre lo consideró un
nombre "feo", pero si hacía feliz a la memoria del mago en aquel cuadro, pensó que sirvió de algo
tenerlo.

Albus le dijo a su compañero que necesitaba un momento, abandonó el cuarto con el relicario en
una mano y echó un hechizo de distracción en torno a ellos para hablar sin ser oídos. Apenas lo
hizo, escuchó a Severus exhalar de una forma propia en alguien que en verdad tenía aire en los
pulmones.

—Severus —llamó a Albus por su segundo nombre de nuevo—, aunque me hago una idea de tu…
afecto por el hijo de Draco y de que me convocaste con el fin de tranquilizarlo diciéndole lo que le
dije —Hizo una pausa y frunció el ceño—, tengo que hablarte con sinceridad.

Albus miró alrededor, comprobó que no parecía haber nadie más en el pasillo y lanzó otro hechizo.
Esa vez, fue un muffliato.

—Dijo que no podía tener hijos-

—Lo que es cierto.

—Y esa cosa podría haberle dejado un rastro de magia oscura al buscarlo-

—También se puede dar el caso, sí.

—¿Entonces? —Albus arqueó ambas cejas.

—Entiende que mi memoria es limitada con relación al Severus Snape real. Soy sólo un remanente
—aclaró el profesor del cuadro—. No estuve presente en una parte de la guerra, me faltan detalles
de esto…pero antes de que pintaran este cuadro, en el año en que hubo Mortífagos en Hogwarts,
ocurrió un suceso que ningún remanente del Severus Snape real podría olvidar.

—¿Qué? —presionó Albus, ceñudo.

—Astoria Greengrass encontró un fragmento del alma del Señor Tenebroso.


Una larga noche

Ron se había sacado la túnica de Auror antes de sentarse y revisaba su tablet, luciendo como casi
cualquier muggle en su día a día, en la banca apartada del parque. Como si el mago al que hechizó
se hubiese dado cuenta de lo que hizo, no paraba de Aparecerse de un punto a otro. No creía
posible que alguien en verdad viajase tanto en un día por otro motivo.

De momento, tenía que concentrarse, luego lo resolvería.

Alguien se sentó a su lado y puso sobre la pantalla de la tablet un papel doblado.

—¿Cuántos? —preguntó Ron, sin despegar la vista de la pantalla en que el punto luminoso titilaba,
se desvanecía y volvía en otro sitio.

—Cuatro. Uno es Anderson.

Ron tuvo que contenerse de levantar la cabeza, interesado en ese apellido. El único Anderson en
sus registros en ese momento era un asesino. Tres niños, dos adolescentes. Sólo uno tenía magia.

—¿Por la noche?

—Ese es el plan —contestó la otra persona.

El Auror apagó la pantalla de la tablet, revisó la lista y asintió. Anderson era el peor, pero el
mundo mágico también estaría mejor con los otros fuera de las calles.

—¿Qué hacían en el edificio ese de hoy en la mañana?

Esa persona se rio. Todavía no tenía idea de si esa voz pertenecía a un mago o una bruja. Algo le
decía que quizás no fuese ninguno.

Tampoco podía ver su rostro; se aseguró de eso. Cuando Liva sirvió de enlace de nuevo entre la
Cofradía y él, le explicó que estarían deteniendo criminales que podría entregar limpiamente al
Ministerio. La Señora Oscura no estaba interesada en tener "basura" en las calles.

Esa persona hechizaba la banca para que hubiese una barrera invisible entre ambos. Incluso si Ron
intentaba, girando el rostro, sólo encontraría una silueta desdibujada.

—¿Por qué te lo diría?

—¿Por qué no? Le dijeron a Liva que no actuarían como criminales en al menos dos semanas más.

—Actuar como criminales…—tarareó la otra persona—. Suena a que hemos hecho algo muy
grave.

Ron suspiró y se pasó una mano por el rostro.

—Sobre el Neverland…

—En orden —replicó esa persona de inmediato—. ¿La casa hogar Lily Potter Evans?

Casi se rio al recordar la expresión de Harry cuando se enteró de cómo pensaba llamarla el
Ministerio.
—En orden —repitió Ron—. Mione consiguió maestros para los más pequeños, recaudó fondos
para los materiales de los que van a Hogwarts y reunió un montón de voluntarios para no sé qué
cosa de reconstrucción.

La persona a su lado se puso de pie.

—Si eso es todo…

Como Ron no le dijo nada, se Apareció. En la parte inferior del papel que dejó con él, además de
los nombres de los criminales que agarrarían, puso el lugar al que tendría que ir a recogerlos
cuando hubiesen terminado y la hora aproximada.

Ron resopló y volvió a revisar la tablet. El punto que marcaba la posición del miembro de la
Cofradía ya no estaba al alcance.

Regresó al Ministerio.

—0—

Le changement broom, el local que antes se conocía como las Tres Escobas, estaba lleno a esa hora
del día. Los chicos decidieron llamarlo sólo "broom" con un falso acento francés nada convincente
y les encantaba la promoción de almuerzos para los estudiantes que tenía la dueña durante las
visitas a Hogsmeade. Pronto se volvió un local más famoso que su predecesor, adolescentes se
reían y discutían sobre sus pedidos, y era una suerte que Talía hubiese aceptado reservarle a Harry
una mesa junto a la ventana en el piso superior.

Arriba siempre era más tranquilo. Theodore Nott jugaba ajedrez con su hija, que se escapaba de las
tareas que le daba su madre cada poco tiempo para mover otra pieza y luego corría de regreso.
Draco Malfoy mascullaba algo sobre un estudiante que desconocía la diferencia obvia entre las
medidas de "una lágrima" y "una gota". Y por lo que Harry escuchaba, dicho estudiante era su hijo
James.

—¿Y cuál es la diferencia? —indagó, levantando la vista de su revista de Quidditch—. ¿Una


lágrima no es una gota?

Draco soltó un suspiro melodramático y lo apuntó con gestos teatrales, mirando a Theodore, quien
se encogió de hombros.

—Recibió dos Avadas, Draco. Yo diría que hay que darle un poco de crédito porque su cerebro aún
funcione. O porque siga respirando al menos.

Nesrine se echó a reír. Después se percató de que se burlaba de un profesor, se cubrió la boca y vio
a Harry fruncirle el ceño a Theodore.

—Decir esas cosas es malo, padre —lo "regañó" Nesrine.

—¿Sí? —Theodore le dedicó una mirada interesada y una pequeña sonrisa—. Gracias por
corregirme, preciosa.

Una muy feliz Nesrine movió su pieza y corrió de nuevo escaleras abajo para ver si su madre
necesitaba ayuda con el local. Theodore regresó a su expresión casi indiferente y contempló el
tablero.

—Esta niña está por hacerme un jaque.


—Es Ravenclaw —Draco se encogió de hombros— y tiene una inteligencia sobresaliente por
ambos lados de la familia, ¿qué esperabas?

—Un poco de consideración por mi orgullo —Theodore movió su pieza y apoyó la barbilla en una
de sus manos, sobre el borde de la mesa.

—Habla con Potter sobre la falta de consideración de sus hijas, te sentirás mejor tras un rato.

Harry sabía que se refería a la clase en que Lily lo sacó despedido con un hechizo. Era una
práctica, y tanto en su papel de profesor como de padre, estuvo muy orgulloso de ver ese nivel en
una niña de once años.

Por otro lado, todos sus estudiantes de primer año lo vieron, además de algunos profesores que
tenían la hora libre, y su título de niño-que-vivió fue más como un adorno antiguo y en desuso.

—Al menos James no le tiene miedo a los unicornios…—murmuró.

—Scorpius no intentó subirse a uno.

—Pues-

Theodore suspiró, interrumpiendo la discusión que se avecinaba, y miró el techo por un instante.

—Voy a ver cómo está Talía —decidió, poniéndose de pie—. No se maten mientras tanto. Hay
estudiantes allá abajo.

Ambos regresaron a sus asuntos. Draco corregía un ensayo y Harry desplazaba las páginas de su
revista hasta el final, donde había puesto un sobre que llegó un rato atrás.

Lo abrió y extendió el pergamino de manera tal que estuviese oculto en la revista.

Empezó a fruncir el ceño y Draco lo notó, por lo que se olvidó de su ensayo.

—¿Malas noticias?

Nesrine subía en ese momento con pasos rápidos. Les sonrió, se acercó al tablero y arrugó el
entrecejo. Susurró algo sobre su padre haciendo trampa, movió una pieza de Theodore a su
posición anterior y la suya en el turno que correspondía y regresó abajo deprisa.

Por esos segundos de despiste, una fuerza invisible jaló la carta de Harry fuera de la revista y a
través de la ventana.

Harry exhaló y la atrajo de vuelta con un accio sin varita.

—Un poco más de creatividad para atormentarlo, ¿no? —propuso Draco, buscando alrededor a lo
que hubiese causado eso—. Podrías…

Harry carraspeó para llamar su atención de vuelta y negó, ceñudo.

—No le des ideas para atormentarme.

—Aburrido —Draco le quitó la revista con la carta de nuevo oculta y la ojeó. Había estado a su
lado cuando la recibió, así que sabía que venía del Ministerio y que sólo mantenían a Harry atento
a un caso—. ¿McCarthy?

—Es una Aurora muy talentosa que ha trabajado varias veces dentro de mi escuadrón —Harry
apuntó a la carta escondida—; debe haberlo comprobado varias veces antes de enviarlo.

Draco asintió, arrugando el entrecejo, y releyó la carta.

—Bla, bla, bla, escapó, por suerte, bla, bla, bla, no saben cómo, no lo pueden rastrear, bla, bla,
bla…oh, estos ingredientes…

McCarthy se aseguró de copiar la lista de rastros de los elementos que hallaron en el edificio usado
por la Cofradía, en caso de que Harry supiese algo que ellos no.

Draco tomó pluma y un papel y comenzó a hacer anotaciones, mirando de reojo la carta cada poco
tiempo.

—…este cuero con esta resina da un efecto similar a la piel…y recuerdo que esta esencia se
condensaba a fuego lento para formar una masa que podía ser dividida y estirada…y…—Paró de
pronto.

—¿Draco?—Harry se inclinó hacia adelante y recuperó la carta, buscando algo en verdad


impactante allí.

No encontró nada. Era corta y concisa. No parecía que pudiesen atrapar al mago que huyó, no
tenían idea de cómo escapó y pensaban consultar a un experto para saber qué podían hacer esos
elementos. Más allá de las cosas materiales como artículos dejados por la prisa o instrumentos de
trabajo, lo que Draco copiaba eran los elementos en sí mismos, un conjunto muy exacto de ellos.

De pronto, apuntó al papel de la lista con su pluma.

—Con esto…creo que con esto se puede hacer un homúnculo.

—Ah —Harry empezó a asentir, como si fuese cuestión de lógica.

—No sabes qué es, ¿cierto?

—Suena a algo…¿médico? —probó Harry, con una sonrisa que esperaba que le diese una mejor
imagen.

Simplemente no era su área de especialidad, pero que le pidiese enlistar, o mejor aun, ejecutar, los
hechizos de protección desde básicos a avanzados y lo haría en un instante.

Draco se masajeó las sienes.

—En una de las guerras mágicas del siglo pasado- hablo de antes de la época de auge de
Grindelwald incluso, un mago alemán y una bruja rusa dijeron "bueno…¿y si pudiésemos pelear
con soldados mágicos pero no humanos?" y salieron los homúnculos.

—¿Son…como inferis?

—Más bien como cuerpos orgánicos que pueden albergar magia y una consciencia, pero quien los
controle en verdad no está allí, sólo es…—Draco agitó una mano, buscando la palabra exacta.

—¿Como un reemplazo para que el cuerpo real no se lastime?

—Sí, exacto —Draco asintió—. Pero el laboratorio fue cerrado a mitad del proceso, la
investigación se canceló, se acabó la guerra y prohibieron volver a intentar eso. Nadie sabe si es en
verdad posible, sólo existe el estudio previo al respecto y la teoría.
Harry revisó la carta de nuevo y lo sopesó por unos instantes.

—Cuando Voldemort regresó, en el cementerio, en cuarto año —murmuró, con los ojos fijos en el
papel—, necesitó carne, hueso, sangre…

—Ese ritual es diferente —Draco meneó la cabeza—, Quién-Tú-Sabes había llegado a una
supuesta inmortalidad, tenía esos- horrocruxes. Investigué el proceso tiempo después; necesitas los
horrocruxes para hacerlo, y aun así, no es probable que sirva porque sus requisitos son un poco…
bueno, tú estabas allí, los oíste.

—¿Crees que estén planeando conseguirle un cuerpo físico nuevo a Astoria?

—Eso me preocupa —admitió Draco.

Harry se removió en su asiento, comprobó que el muffliato en torno a ellos que arrojó apenas
llegaron siguiese en funcionamiento y se aclaró la garganta otra vez. Draco paró de fruncirle el
ceño a la lista en el papel y lo observó de reojo.

—Tú, hm….¿cómo te digo esto…? Pues que si ella…

—Si intentas darme una charla sobre sentimentalismos, no, gracias —gruñó Draco, reclinándose en
el respaldar de su asiento, cruzado de brazos—. Ya he tenido suficiente estos días con la hora del
té con McGonagall y Longbottom cuando no puedo escaparme. Hasta quieren que vea a un
psicomago, por amor a Merlín-

—¿No ves a uno? —Harry se alarmó.

—Lo veía hasta que empecé a oír a mi esposa supuestamente muerta en mi cabeza y preferí, ya
sabes, ahorrarme el pase de lujo al área mental de San Mungo mientras pensaba en qué hacer con
Scorpius.

Harry dobló los codos sobre la mesa y se echó hacia adelante. Él lo imitó, de forma que quedaron
frente a frente.

—Si ella…consiguiese un cuerpo físico…—Lo sopesó por unos segundos—. Me refiero a que-
rompieron el Estatuto del Secreto, e independientemente de sus intenciones…

—¿Me estás intentando preguntar si voy a unirme a la Cofradía apenas Astoria recupere un cuerpo
físico y venga a este plano? —Draco arqueó las cejas.

Harry guardó silencio por un instante.

—Sí, eso suena a un buen resumen.

—No —La respuesta de Draco fue clara y lo miraba a los ojos. Harry estaba seguro de que no
mentía—. Creyeron que los sangrepuras reaccionamos mal a la intrusión obligatoria de hijos de
muggles en nuestra comunidad…¿pero creen que los muggles reaccionarán mejor a los magos? No
quiero muggles cazándonos, no pienso arriesgar el futuro de Scorpius con una locura como esta.
Mi hijo no va a vivir una guerra, me niego. Hay muchas cosas que podría perdonarle a Astoria,
casi todo se lo podría dejar pasar por el aprecio que le tengo, pero poner a Scorpius en peligro
nunca será una de ellas.

—Astoria-

—Puede tener buenas intenciones —reconoció Draco, encogiéndose de hombros—, pero perdió la
razón. Sea lo que sea que haya hecho, lo llevó tan lejos para que su propio cuerpo se desvaneciera
así.

Harry se sintió extrañamente aliviado ante la idea de que Draco no correría enseguida tras su
(¿ex?) esposa.

—Bien —Harry suspiró y se echó hacia atrás. Desapareció la carta—. Les avisaré sobre lo que
mencionaste y esperaremos noticias mañana sobre si capturaron al mago con el rastreador o
todavía no.

Draco asintió y regresó a sus ensayos por corregir, como si nada hubiese pasado allí.

—0—

Por la noche, Harry se despertó agitado de una pesadilla llena de destellos verdes y dorados. Estaba
cubierto de sudor, jadeaba y su corazón latía enloquecido. Reflejos de años en estado de alerta lo
hicieron tomar la varita en su mesa de noche, incluso antes que los lentes, cuando divisó una silueta
junto a su cama.

Ya que no le hizo nada, Harry tanteó la mesa y tomó sus lentes.

Era el espíritu de la maldición del puesto de defensa.

—Tienes pesadillas de nuevo —observó, como si no fuese lo bastante obvio— y más fuertes.

Harry bufó. No eran más fuertes. Él las consideraba normales. Las que en verdad eran intensas y
arruinaban su día tenían que ver con perder a sus amigos o sus hijos.

Se levantó, ignoró al espíritu que permaneció junto a la cama y se metió al baño de su cuarto como
docente. Cuando salió unos minutos más tarde, secándose el cabello con un hechizo, el espíritu
continuaba ahí.

Se había pasado los últimos dos meses tirando sus plumas, el tintero, volando los pergaminos, lo
que fuese para recordarle su existencia y el "terrible" destino que traía consigo.

Después de una guerra, morir y revivir, el entrenamiento de Auror y tres niños con magia, Harry
casi sentía lástima por el pobre espíritu que pensaba incordiarlo con un plan tan sencillo, digno de
una mala película de terror muggle.

—Estás en mi puesto…—Fue lo único que le escuchó susurrar, mientras Harry abandonaba el


cuarto.

Decidió que un paseo no le hacía mal a nadie. Uno de los mayores cambios entre ir por ahí como
estudiante y ser un profesor es que ya no requería de pases, ni capa, ni debía cuidar sus pasos. El
conserje, que Harry comenzaba a sospechar que era de la misma especie inmortal que Rita Skeeter,
gruñó algo cuando le pasó por un lado, incapaz de reprenderlo. Harry se lo devolvió con una
sonrisa y un "buenas noches".

La gata, que estaba seguro de que usaba algún tipo de magia para permanecer también viva, lo
observó por un largo momento, hasta que su dueño la llamó por segunda vez. Luego se alejó.

Harry pasó por el pasillo de los premios, vio el de su padre, algunos de su propio equipo cuando
fue Capitán. Según una iniciativa de McGonagall, año de por medio se realizaba un campeonato
intercolegial, y Harry pudo ver una foto de James sosteniendo el trofeo de Hogwarts del año
anterior, junto al Capitán del equipo. Sonreían.
Pasó por las cocinas evitando atraer la atención de cualquier elfo, robó algunos bocadillos y se
desvió entre los corredores, sin rumbo fijo. Cuando recordó lo que Draco le dijo sobre algunos
elementos encontrados en la casa usada por la Cofradía, decidió ir a la biblioteca.

El lugar se encontraba en silencio y a oscuras. Harry se guiaba por el lumos de su varita y


consideró qué tan buena idea sería encender la luz a esa hora. Apostaba a que el conserje llegaría
allí y habría llamado a la mitad del personal docente antes de darse cuenta de que sólo era él. No
valía la pena.

Deambuló un poco por las secciones donde debía estar cualquier magia de ese tipo. Le pareció
lógico no encontrar nada. Utilizó un hechizo que revisaba los libros y buscaba lo que le pedía y
apenas consiguió una vaga mención al respecto en un libro de las tragedias de las guerras mágicas.

Entonces fue, por supuesto, hacia la Sección Prohibida. La reja rechinó cuando la empujó y Harry
sonrió al recordar a su "yo" más joven pasando por ahí a escondidas, bajo la capa de invisibilidad.
Jamás habría esperado acabar como un profesor que volvía allí por las noches.

Repitió el hechizo de búsqueda y giró la cabeza cuando escuchó un débil quejido y el golpe de un
libro contra algo sólido.

Que no sea James, pidió.

—¿Quién anda ahí?

Claro que no hubo ninguna respuesta.

—Sal ahora, es mejor que te encuentre yo a que lo haga alguien más.

Nada.

Harry entrecerró los ojos y sus lentes se ajustaron para buscar magos entre los estantes. Nadie se
había molestado en colocar complejos encantamientos de ocultamiento en esa área, por lo que era
fácil divisar a la persona escondida tras la sección de legeremancia y prácticas oscuras de la mente.

Harry caminó hacia allí sin prisas y lanzó un hechizo cuando escuchó pasos que se alejaban. Del
suelo brotaron unas sogas que atraparon los tobillos del estudiante que quería huir.

Albus adoptó una expresión de horror apenas su padre se paró en el mismo pasillo por el que
escapaba. Tenía varios libros entre los brazos, la varita con el lumos apagado en una mano y la
tablet mágica colgando de forma precaria de su antebrazo.

Lo más sorprendente es que no fue James. Harry estaba seguro de que si encontraba a uno de sus
hijos de noche por ahí, sería él.

—Yo…—Albus carraspeó e intentó pensar en algo.

—La verdad resultaría más simple —opinó una voz que no pertenecía a Albus.

Harry la reconoció como la del retrato de Severus Snape y decidió dirigirse a él.

—¿Por qué Albus está aquí a esta hora? ¿No debió persuadirlo de no venir?

—Soy el remanente de la esencia de un mago versado en artes oscuras, pociones y las técnicas de
la mente, no una niñera —replicó el Severus del relicario, que pendía, abierto, del cuello de Albus.
Hizo una pausa—. Y vino en parte por mi culpa.
Harry suspiró.

Aquella no estaba destinada a ser su noche más tranquila.

—0—

Albus miró alrededor, como si buscase alguna diferencia increíble entre los cuartos de los docentes
y el de estudiantes. Harry sólo creía tener la ventaja de no compartir habitación. Por lo demás,
suponía que McGonagall quiso darle la bienvenida con un espacio al más puro estilo de la torre de
Gryffindor.

Albus arrugó un poco la nariz al notarlo, haciéndolo reír y negar.

Una puerta lateral que conectaba a un pasillo hacia otro cuarto se abrió y un Sirius en pijama se
asomó, rascándose la cabeza igual que un perro.

—¿Dónde…? Oh —Miró a Albus y de vuelta a Harry—. Harry, no saques a tus hijos de la cama
fuera del toque de queda, por amor a Merlín, ten algo de decencia y responsabilidad.

Luego esbozó una amplia sonrisa y vio a Albus con una expresión de "te estoy ayudando" que
causó que el joven Slytherin rodase los ojos.

—Buenas noches, Black —El Severus del retrato casi escupió las palabras.

Sirius soltó una carcajada y se acercó al adolescente. Albus le dio un manotazo apenas hizo
ademán de tomar el relicario abierto.

—¡Sólo mira eso…! ¿Quién querría llevar a Snivellus en el cuello? Por favor- ¿quién querría
tenerlo cer…?

—Sirius —Harry sacudió la cabeza—, por favor.

Sirius bufó y se lanzó sobre su cama, con los brazos y piernas estirados.

—¿Qué hace la serpientita por ahí, Harry?

—Esa es la cosa —Harry arrastró una silla más cerca con magia y la ocupó, sintiéndose agotado de
pronto—. Estaba en la Sección Prohibida.

Albus apretó los labios y Sirius se apoyó sobre los codos para alzarse un poco, ceñudo.

—Oye, Al, sea lo que sea que intenten tus amigos de Slytherin, no significa que tú debas meterte en
algo con magia os-

—Como si Scorpius fuese a jugar con magia oscura —Albus volvió a rodar los ojos—, es más
probable que Lily decida ser una bruja oscura.

—Al —Harry interrumpió lo que podía convertirse en una tonta discusión entre ambos—, ¿puedo
ver los libros que llevas?

Cuando le dijo que lo siguiese, Albus ni siquiera protestó. Arrastró los pies detrás de él y ahora
Harry quería una respuesta. No estaba tan preocupado como Sirius por sus intenciones, creía haber
criado a buenos chicos que no querrían ser el nuevo Lord Voldemort, pero si un estudiante de trece
años iba a la Sección Prohibida a escondidas, en su experiencia, tenía algún significado.

Albus se aproximó tras unos segundos de vacilación y le entregó esos libros. Harry los revisó. Los
de la Sección Prohibida eran de legeremancia y los más nuevos sobre obras de los Mortífagos
durante las dos guerras de Voldemort. También había tomado libros del resto de los pasillos;
interpretación de los sueños, runas demasiado avanzadas para su edad, un manual de hechizos de
seguridad y un libro de hechizos básicos de búsqueda y rastreo.

Harry no tenía la menor idea de en qué se había metido, a menos que hubiese un mago oscuro
dentro del colegio del que no se hubiese enterado. Lo dudaba. Si uno de sus hijos lo sabía, Lily
también, y ella ya se lo habría contado.

—¿Hay algo que quieras contarme, Al? —preguntó, con suavidad. Miró el relicario en su cuello—.
¿Severus?

Severus llamó a Albus, quien alzó el retrato para ponerlo al nivel de su rostro. Tuvieron una
pequeña discusión en base a gestos.

Harry se preguntó qué habría pensado su "yo" adolescente de que su hijo se pusiese de acuerdo con
Severus Snape para decidir si le contaba algo o no. Resultaba aún más raro que lo de la Sección
Prohibida.

Al final, Albus cedió y se sentó en otro asiento frente a él, el relicario abierto en su mano y girado
hacia Harry para que el antiguo profesor pudiese explicarle lo que sucedía.

—Algo ocurre con la energía del hijo de Draco —Severus fue preciso y rápido—. Además de tener
pesadillas por las que Albus tuvo que poner runas bajo su cama, no se puede acercar a los
unicornios y no creo que sea una casualidad que esas- esas cosas fuesen hacia él en La Madriguera.
Y todo esto podría ser atribuido a diferentes motivos, unidos a la casualidad, sino fuese porque
Albus me ha informado hace poco que la madre del muchacho es Astoria Greengrass, quien se
encontró con un horrocrux que estaba en el colegio en 1997.

Harry vio a Sirius, alarmado. Este le regresó la mirada de igual manera.

Hizo un veloz recuento de los horrocruxes.

—¿Astoria…encontró la diadema de Rowena Ravenclaw?

Se suponía que nadie vivo la había visto; claro que se refería a que ninguno lo informó. Ya que
estaba en la Sala de Menesteres, si la sala consideraba que tenía alguna necesidad que esa
habitación podía satisfacer, podía haberse abierto. Alguien podría haber llegado a la diadema antes
que ellos, sin intenciones de llevársela.

De hecho, esto pasó más veces. Draco debió encontrarla cuando se escondía allí en el sexto año,
sin tener idea de qué era.

—El colegio ya estaba lleno de Mortífagos —siguió Severus—, el retrato de la oficina del director
no estaba pintado, así que lo recuerdo. Era la hora de la cena cuando Astoria se acercó a mi oficina.
Supe apenas la vi que tenía…algo raro.

—El alma no pudo pasarse a ella —Harry frunció el ceño—, estaba en la diadema cuando se
quemó la sala.

—No era eso —Severus negó—, sólo que algo había cambiado en ella. Me preguntó si podía
hacerle uno de los hechizos de purificación. Eran comunes esos días por el ambiente cargado de
magia oscura. Usualmente yo no los ofrecía, se los enseñé a los estudiantes mayores para que
ayudasen a los otros, pero era tan peculiar su energía que dije que sí. Apenas lo hice…casi pude
ver al Señor Tenebroso alzándose por encima de ella.
—¿Por qué no lo reportaste? —gruñó Sirius, poniéndose de pie—. Una de tus estudiantes,
Snivellus, una adolescente apenas y-

—Podrían haberla matado —Severus le contestó en el mismo tono duro—, podrían haberla llevado
ante el mismo Señor Tenebroso y quién sabe qué le habría hecho él si pensaba que estaba del lado
de Potter o dañó su horrocrux. Tú no tienes derecho a hablar sobre las decisiones que tomé
entonces, ni siquiera estuviste en la guerra, estuviste muy ocupado flotando en un vacío y
saltándote toda la muerte y los horrores que vimos todos los días en-

—Basta —Harry los silenció antes de que esa tontería llegase demasiado lejos y comenzasen a
pelearse frente a Albus. Ambos debieron darse cuenta de cómo los veía el joven Slytherin, porque
siguieron refunfuñando, pero más bajo y sin atacarse de forma verbal—. ¿Por qué no lo
mencionaste antes, Severus?

El Severus del retrato suspiró.

—No lo consideré relevante, me enteré hace poco que ella era su madre y esa memoria no regresó
a mí hasta que estuve analizando la situación con más cuidado, sólo vi que era necesario
mencionarlo porque podía tener una conexión con todo esto después de enterarme de lo de los
unicornios. Son un mejor medidor de energía oscura de lo que parece.

Harry asintió, despacio. Su pecho se apretó un poco al notar que Albus tenía los ojos puestos en el
piso.

—Sin importar qué pudo haber hecho o qué le sucedió a su madre, Al, no creo que Scorp-

—Scorpius no es malo —contestó Albus, en voz baja.

—Y lo sé, Al, eso-

—No, no lo sabes —Albus lo observó de reojo con una especie de determinación que lo descolocó
—, pero yo sí. Scorpius no es malo.

—No creo que tú serías amigo de alguien malo —Harry intentó tranquilizarlo, poniendo los libros
a un lado—. Si hay un problema con su energía o algo así, podemos resolverlo, Al. Confía un poco
en nosotros; Draco enseguida se pondría a trabajar en esto, Sirius también es un gran mago y…y
yo no dejaría que le suceda algo a tu amigo. No tienes que cargar con esto solo y preocuparte por lo
que le pueda pasar.

Albus volvió a apretar los labios y movió la cabeza con rigidez en un asentimiento. Harry le ofreció
los brazos. Después de algunos quejidos y esa cara de "soy muy mayor para los abrazos", Albus
avanzó hacia él y lo abrazó. Harry sonrió y lo estrechó.

Cerró los ojos por un instante y lo sintió, asegurándose de que la magia de Albus estaba bien y no
había sido afectada por lo que fuese que le pasaba a Scorpius Malfoy. Respiró con más calma al
descubrir que no era así, todo estaba en orden.

—Confía —repitió en un susurro—. Incluso si implica meterte a la Sección Prohibida de noche,


puedes decírmelo, porque estás cuidando a tu amigo y eso nunca es incorrecto. Pero si me lo dices,
podemos evitar que tengas problemas o cometas un error, ¿bien? Queremos que Scorpius esté
seguro más que nada, ¿cierto?

Albus asintió, con el rostro enterrado en su hombro. Harry le acarició la cabeza.

—Te prometo que lo va a estar, Al.


—Gracias, papá —Escuchó su débil respuesta y no pudo evitar sonreír.

Un rato más tarde, luego de que Severus les dejase claro que no tenía más detalles sobre el
encuentro de Astoria con el fragmento del alma de Voldemort, Harry recogió los libros, se percató
de que Albus ya había puesto algunos marcapáginas en ciertas partes y exhaló.

Albus regresó a las mazmorras, acompañado por Sirius en su forma de can. Lo seguiría hasta las
escaleras y se aseguraría de que fuese a dormir, sin revelar la ubicación de su Sala Común; Albus
no confiaba en contarle esto a Sirius y Harry lo consideraba bastante prudente.

Tras unos segundos pensándolo, se puso de pie, tomó los libros y regresó a la biblioteca. Albus era
sorprendentemente listo, pero Harry creía que no eligió ciertos libros que podían ser de ayuda, más
que nada por falta de experiencia con este tipo de magia.

Después de otra rápida visita, hizo una pausa para comprobar la hora y preguntarse si Draco estaría
despierto. Sabía que tenía insomnio, así que no habría problemas si lo estaba. Lo que le
preocupaba era despertarlo si por fin podía descansar.

Oyó un débil maullido que interrumpió sus divagaciones.

La señora Norris ladeó su cabeza y Harry, sin pensar, esperó escuchar al conserje cerca. Pero no
sucedió. Entonces la gata caminó unos pasos lejos de allí, con la cola en alto, y se giró para verlo.

Como Harry no la siguió, regresó a su lado y maulló de nuevo. Luego se alejó.

Perseguí a una voz maligna en las paredes teniendo doce años, se recordó. Esta es sólo una gata
común. Ni siquiera es McGonagall.

Harry fue detrás de ella. La señora Norris avanzó con pasos tranquilos, volviéndose cada pocos
metros para asegurarse de que continuaba siguiéndola. Se desviaron de los pasillos que daban a la
Torre de Gryffindor y pronto notó que se dirigían al área de los laboratorios de pociones. Allí abajo
también estaba el cuarto del Jefe de Slytherin.

Se paró en el comienzo de las escaleras y observó a la gata con una expresión extraña. Ella maulló,
movió la cabeza y empezó a bajar por los escalones dando cortos saltos.

Harry la siguió hasta una puerta en las mazmorras que podría asegurar que era el cuarto de Draco,
incluso sin haber estado ahí. La señora Norris arañó la puerta y maulló más fuerte.

—No deberíamos molestarlo si está dormido —susurró.

La gata maulló aún más fuerte y volvió a arañar la puerta.

—Ya de-

Ahí lo sintió. Esa leve vibración en el aire. Casi imperceptible.

Harry arrugó el entrecejo y ajustó sus lentes para identificar puntos de energía cercanos. Había un
gran cúmulo indefinido detrás de esa puerta.

Tocó con los nudillos, temiendo cometer un error, pero cuando no hubo respuesta, vio crecer la
bola de energía que le mostraban sus cristales y la señora Norris maulló aún más, decidió abrirla
con un hechizo.

La habitación contaba con una antesala que daba a la puerta del cuarto real. Harry batalló un poco
más con esta, mientras la señora Norris arañaba su pantalón y maullaba.

Cuando al fin la abrió, agradeció que la gata le hubiese advertido.

El cuarto de Draco estaba lleno de sombras. No eran como las que entraron a La Madriguera, sino
más borrosas, similares a una neblina oscura. No permitían identificar más que las siluetas de los
muebles, la persona que dormía retorciéndose en la cama y una forma extraña parada a un lado.

Harry no creía haber lanzado un patronus tan brillante desde su tercer año. Incluso si no podía
echarlas, la luz las envió hacia las esquinas y tuvo una visión completa de Draco a mitad de una
pesadilla y una figura medio humana que se desaparecía junto a la cama.

Tan pronto como el efecto pasó, Harry convocó al ciervo e hizo que se mantuviese por ahí, y se
acercó a la cama. Aún no le ponía una mano en el hombro para despertarlo cuando Draco se sentó
y lo apuntó con una varita que tenía bajo la almohada.

Jadeaba, tenía la cara enrojecida y cubierta de sudor y algunos rastros de lágrimas, los ojos
desenfocados por su estado somnoliento, sin distinguir aún dónde se encontraba. Pero el agarre en
la varita era firme.

Harry miró al suelo y se percató de que Draco tenía un círculo de runas en torno a la cama. Debió
sacarlo de la pesadilla en un estado de alerta cuando lo cruzó. Se sintió mal de inmediato.

—Soy yo —musitó—. Soy Harry. Soy Potter. Baja eso. No estoy aquí para hacerte daño.

—¿Qué mierda…? —Draco parpadeó, bajó la varita y se masajeó las sienes—. Me duele la
cabeza- —Lo miró, ceñudo—. ¿Hay alguna razón por la que estés en mi cuarto a mitad de la
noche, Potter?

Harry boqueó y se giró, listo para hablarle de la gata que le advirtió de esto. Entonces notó que la
señora Norris había desaparecido.

Traidora, pensó. Tuvo que concentrarse en Draco.

—Estaba investigando algo, pasaba de casualidad y noté…noté algo raro en la energía de este
lugar y me preocupé con todo lo que ha pasado y resultó que era tu cuarto y…no lo pensé —Meneó
la cabeza.

Draco emitió un débil quejido y siguió masajeando sus sienes.

—Lo siento —susurró Harry.

Lo vio negar.

—No era un buen sueño y supongo que seguías a tu complejo de héroe o algo así…

Quería preguntarle sobre lo que vio al entrar, pero no creía que fuese una conversación para tener
en ese estado medio dormido y cansado. Sabía perfectamente cómo era estar desorientado tras una
pesadilla.

—¿Quieres algo de chocolate caliente?

Draco levantó la cabeza y lo encontró apuntando hacia la salida del cuarto y un poco encogido.
Resopló.

—Sí, ¿por qué no? No iba a volver a dormirme todavía…


Tal vez todo lo que tenía para decirle fuese el tipo de plática que se podía dar en las cocinas, frente
a un buen fuego y con una taza en las manos.
El trato de Astoria

Tres magos adultos se reunían en torno a una mesa en las mazmorras. Draco pasó un dedo sobre su
brazalete y emitió un vago quejido.

—¿Nada?

Miró a Harry y negó, de mala gana.

—No lo negó —Draco habló casi sin mover los labios, a pesar de que tenían un muffliato a su
alrededor—, pero dijo que es precisamente de lo que no puede hablar.

—Estuve pensando en eso —indicó Theodore, concentrado en comparar el contenido de un libro


que tenía al frente con el de una tablet mágica en sus manos. Debía ser de Nesrine, si las
calcomanías de unicornios e hipocampos eran una señal—. ¿Hechizos para guardar secretos? Hay
muchos. ¿Hechizos de silencio que te callarán o te harán decir algo diferente cuando quieras hablar
del tema? También existen. Descartemos Juramentos Inquebrantables y semejantes, porque ella ha
intentado hablar de eso. Entonces queda este punto…¿hechizos para ocultar algo que duren más de
veinte años? La lista se va acortando. Hay que agregar que se necesita una gran habilidad y poder
para que perdure durante tanto tiempo…

—Sólo di que estás seguro de que fue Quién-Tú-Sabes en persona el que se lo puso —se quejó
Draco.

—No lo dije yo —señaló Theodore, con calma—, pero ya que lo mencionas…

Draco soltó otro ruido de protesta, apoyó los codos en el borde de la mesa y se masajeó las sienes.

—La probabilidad es bastante alta —aclaró Theodore, sin tener piedad por sus ojeras y el rostro
mortificado.

—El problema no es que haya sido él —Draco negó—, sino qué podría haber sido tan importante
para hacer esto. ¿Un fragmento de un alma puede usar tales hechizos? —Y vio a Harry.

Harry empezó a arrugar el entrecejo. Sabía que tenía que haber contactado a Hermione esa
mañana.

—Voldemort tenía hechizos muy precisos en sus horrocruxes para cuando alguien quisiera
destruirlos, sabía que irían por ellos. Pensé que el de la diadema era esa- esa imagen horrible que
brotó de ella, como pasó con Quirrell en primer año- pero si el diario pudo poseer a alguien con
tanta fuerza, no veo razón para que la diadema no pudiese tener su propio sistema de defensa
prohibiéndole hablar de algo a quien la encontrase primero.

—Tal vez él tenía un secreto —murmuró Theodore, pensativo—, algo que debía ser comunicado y
lo sabía, pero se quería asegurar de que no lo supiesen las personas incorrectas.

—¿Pero qué pudo haberle comunicado a una adolescente? —replicó Draco, ceñudo—. Y a Astoria,
por amor a Merlín. ¿Recuerdas cómo era a esa edad? Le tenía miedo a Granger.

—Le- ¿qué? —Harry parpadeó, aturdido.

No tenía ningún recuerdo de Astoria durante sus años de escuela. Quizás porque estaba un poco
ocupado peleándose con Draco y su grupo.
—Le tenía miedo —explicó Draco—, desde que Granger me dejó la mitad de la cara morada de un
golpe. Daphne y ella se pasaron dos años convencidas de que los hijos de muggles eran unos
salvajes violentos que se iban a los puños por cualquier cosa.

—Esa vez te golpeó porque-

Cuando Draco arqueó las cejas, Harry apretó los labios.

—Oh, sí, el hipogrifo —Draco resopló—, es que por supuesto que yo, a mis trece años, iba a
ordenarle al Ministro tomar una decisión sobre cualquier asunto. Claro, yo lo hice. Cómo me
encantaría tener ese poder todavía —agregó, codeando a Theodore.

—Te estabas pavoneando por eso, y lo sabes.

—Me pavoneaba por cualquier estupidez, Potter. Pero ella me golpeó y casi fue una heroína que-
—De pronto, paró de hablar y se pasó un instante con la boca abierta—. Eso fue lo que dijo
Daphne. Acabo de repetir lo que dijo Daphne- pero ella no estaba en la Sala Común ese día,
estaba- —Se giró hacia Theodore y le puso una mano en el hombro—. ¿Recuerdas esa promesa de
las Greengrass con el meñique? Algo como- —Draco movió el dedo en una especie de
semicírculo.

Theodore arrugó el entrecejo.

—Algo de eso creo que recuerdo, no sé…¿Pansy no intentó imitarlas? Quería que las usáramos
también-

—Porque no se podía mentir ni ocultar nada con ella —Draco pareció haber realizado un gran
descubrimiento y se dirigió a Harry para contarle, con su energía renovada—. La familia de su
madre tiene el lema "Honestidad absoluta", ella les enseñó un ritual de honestidad desde niñas para
"fortalecer" su relación. Daphne y Astoria solían usarlo cada vez que se contaban algo la una a la
otra.

Entonces Theodore también reaccionó a algo que sólo ellos dos conocían.

—Una vez Astoria recibió un hechizo de silencio-

—Cuando estábamos en tercero precisamente —Draco asintió—. Una estudiante mayor la encerró
en el baño, creo, o en un armario…Daphne estaba molesta, pero la voz no le salía a Astoria para
decirle quién fue, hasta que usaron su ritual.

—Pero el hechizo de silencio de una adolescente y el de un Lord Oscuro no deben ser iguales —
Theodore suspiró.

—No, pero sí puede ser útil eso —aclaró Harry, molesto por alguna razón con la idea de que fuese
a desanimar a Draco, así que habló deprisa y con muchos gestos de por medio para llamarle la
atención—. Son hermanas y los rituales o cualquier hechizo entre familiares está a otro nivel. El de
mi madre me salvó la vida. Dumbledore lo llamó "amor", pero Hermione se enteró años después de
que era mi magia reaccionando a la suya, las dos se triplicaron, y fue como si muchos magos
Potter-Evans hubiesen usado el mismo hechizo al mismo tiempo. Si lo suyo es mínimamente
parecido, podríamos buscar a Daphne. Tal vez haya podido contarle algo y Astoria no pueda
avisarnos porque sería igual que decírnoslo.

—Hagamos eso —Draco desbloqueó la tablet que Scorpius le prestó y empezó a fruncir el ceño. Se
la tendió a Harry, quien se rio y comenzó a navegar por la red mágica—. Daphne ya no es una
Greengrass, adoptó el apellido de su último esposo, el- ¿cómo se llamaba, Theo?
—¿Cómo podría saberlo? —Theodore estrechó los ojos y Draco bufó.

—¿Ves por qué es importante socializar de vez en cuando?

—Tú "socializas" y aun así no lo sabes.

—Era algo con otro color- Gray, o Red, o…Black no, estoy seguro, pero era algo como…¡White!
—Draco se pegó a un costado de Harry, lo empujó un poco y empezó a teclear en la pantalla.

Harry batalló con él para que le devolviese el aparato.

—¿Estás buscando esto tú o lo estoy haciendo yo?

—No sé, Potter, si fueses más lento ya habrías descubierto cómo viajar al pasado sin giratiempo-

Theodore retiró el muffliato e ignoró la absurda discusión que tuvieron para concentrarse en su hija
apenas Albus y Nesrine se acercaron con algunos registros viejos en forma de rollos de
pergaminos.

—Casi no hay nada del año de los Mortífagos en Hogwarts —refunfuñó Nesrine, haciéndose un
hueco en la misma silla que ocupaba su padre y colocando los pergaminos que llevaba en la mesa
—. Entre la guerra y que no tenían muchas ganas de explicar cómo manejaban el colegio…

—Pero probé un-

Harry se distrajo por un segundo de su discusión con Draco.

—¿Estás usando brillo labial, Al?

Albus se cubrió la boca con la mano. Nesrine vio a uno, luego al otro, sonrió y abrazó al chico.

—¡Yo se lo puse! Rose le estaba diciendo que era un color para todo tipo de pieles, él decía que
eso no es posible, entonces se lo puse y me lo iba a poner yo- y después recordé que no puedo usar
maquillaje hasta los trece, aparte del que llevo en el club de teatro, porque los poros de las Veelas
son muy delicados y…

Nesrine se dedicó a hablarle a los tres magos adultos sobre las capas de piel de las Veelas, cómo
tenían unas extras que sólo crecerían entre los diez y los trece años y las consecuencias que podría
tener que dañase su piel antes.

Harry se olvidó de lo que discutían previo a ese discurso. Draco tenía una expresión estupefacta,
como si jamás hubiese esperado tal conferencia de parte de una niña de once años, y Theodore
asentía con la tranquilidad de alguien que ya lo sabía de antemano.

—Lo que les iba a decir —Cuando acabó, Nesrine los regresó al punto que les importaba,
extendiendo un pergamino sobre la mesa— es que Albus copió un hechizo del profesor Potter para
buscar palabras en documentos y encontramos una mención a la madre de Scorpi. Aquí está —Le
enseñó al papel a su padre, sonriente—. Visitó la enfermería el 21 de diciembre de 1997, Yule, los
estudiantes no tuvieron permiso para volver a casa.

—No se sabe por qué fue —aclaró Albus, colocando más rollos de pergamino en la mesa—, sólo lo
agregaron a un registro como una observación porque pensaron que se había robado unas pociones.

—Pero hay una nota del profesor Severus Snape diciendo que él la acompañó después de
encontrarla en mal estado en un pasillo del quinto piso y que estuvo con ella todo el tiempo, que
fue sólo un par de minutos en que no podría haberse llevado nada —apuntó Nesrine. Luego vio a
Albus—. Y el retrato nos confirmó esto.

Albus abrió el relicario para que Severus Snape pudiese seguir su plática y lo vieron asentir.

—Lo recuerdo. Fue el día en que noté ese cambio en ella.

—Soy buena investigando —presumió Nesrine, con la barbilla en alto.

—La mejor —Theodore asintió y echó un vistazo a los pergaminos que llevaron, casi sin moverse
cuando su hija lo abrazó.

—Bien, lo hicieron genial —Harry les sonrió a ambos—. Vamos a revisar esto con cuidado,
tenemos una idea de qué podríamos hacer para resolverlo- ah, y Draco-

—Una nueva runa —Draco le pasó a Albus un pergamino que permanecía doblado sobre la mesa
hasta entonces—. Basta con que la pongas en la puerta del cuarto, servirá de protección. La
renovaremos en unos días, pero con esto y las que le pusiste, Scorpius no debería sentirse mal y su
energía tendría que aligerarse un poco.

Albus asintió con una expresión seria y guardó la runa de una forma tan cuidadosa que Harry se
conmovió. Antes de que se marchase, Draco regresó a la tablet mágica, Nesrine le preguntó algo a
Theodore y Harry siguió a su hijo al pasillo.

Albus lo observó de reojo y se detuvo. Ya había cerrado el relicario del profesor. Severus Snape a
veces se pasaba la tarde en su cuadro en el despacho de McGonagall, oyendo quejarse a otros
directores. Ella le dijo que una vez lo escuchó contestarles "al menos Hogwarts no era el cuartel de
un bando en una guerra cuando ustedes fueron directores".

Harry se colocó frente a él en el corredor y le revolvió el cabello. Notó que Albus se removía,
evitando su mirada, y se pasaba una mano por la cara. Por la boca, en realidad.

—Eh, se te ve bien, no te preo-

—No soy Lily —Albus le dirigió una mirada demasiado dura para alguien de trece años y bufó—,
no tienes que hacerme cumplidos, papá.

Harry exhaló y jugó más con su cabello, dejando la cabeza de Albus convertida en un nido de
pájaros idéntico al suyo. Eso le hizo sonreír.

—Las niñas no son las únicas que pueden recibir cumplidos, Al. ¿Te, uhm…te gusta eso?

Después de enterarse de que Sirius Black tenía cinco hechizos diferentes para el secado rápido de
uñas, no creía que un brillo labial lo fuese a sorprender. Tomando en cuenta la lógica de su
padrino, puede que también tuviese hechizos para colocárselo.

Albus simplemente se encogió de hombros.

—Era una apuesta con Nesrine y ya-

Se dio la vuelta y se alejó por el pasillo, dejando a Harry más ansioso, porque pensó que pudo
haberle dicho algo mejor y aún quería hacerlo, sólo no sabía qué.

Regresó a la oficina de Draco arrastrando los pies. Nesrine lo vio y decidió ir detrás de Albus.
Alrededor de la mesa, Theodore repasaba la breve mención de Astoria en el pergamino y Draco se
preparaba para pavonearse. De nuevo.

—Adivina quién es un genio de esta cosa de la red mágica y ya encontró a Daphne —Gesticuló
hacia Harry—. Adivina, adivina.

—Nesrine, supongo —Harry se encogió de hombros y se ganó una mirada de reprimenda.

Comenzaron a discutir de nuevo. Theodore lanzó un silencio en torno a su puesto y volvió a la


lectura de su libro sobre hechizos, donde podría estar una clave para descifrar el de Astoria.

De pronto, una fuerza invisible barrió con los pergaminos sobre la mesa y la disputa se detuvo.
Harry exhaló, los recogió con un hechizo y fingió que aquello no había sucedido. Los tres
continuaron investigando sobre los temas que se dividieron y discutiendo la mejor manera de
contactar a Daphne.

—0—

Albus recorrió un par de pasillos dando zancadas y apenas prestó atención a la voz detrás de él.

—Al- ¡Al!

Nesrine jadeaba cuando lo alcanzó. Miró hacia los lados para asegurarse de que no había nadie
más en el corredor y estiró un brazo para sujetar el de Albus.

—¿Qué? ¿Te dijo algo o…?

Él sacudió la cabeza y esperó a que la niña hubiese recuperado el aliento. Nesrine se enderezó, con
el ceño fruncido.

—Bueno, pero si no te dijo nada, ¿por qué saliste corriendo?

El Slytherin bajó la cabeza y jugueteó con su brazalete mágico. Estaba dorado ese día. No se sentía
como una chica, ni como un chico, sólo era Albus. Ni siquiera sabía cómo describirlo.

Y por un momento, tuvo miedo de que su padre se diese cuenta.

—¿Crees que se lo va a tomar mal? —Nesrine continuó, intentando descifrar que le pasaba.

Albus no le respondió.

—Las personas que nos quieren no se toman mal esas cosas, Al —dijo la pequeña Ravenclaw, muy
seria— y el profesor Potter te quiere muchísimo. Mucho, mucho, de verdad. Créeme, las Veelas
notamos estas cosas…

—Tal vez quiera más a James por ser un chico normal.

Casi no se dio cuenta de lo que decía, pero Nesrine estuvo boquiabierta un segundo.

—¡Albus Potter! ¡No quiero oír que actúes como si hubiese algo mal contigo, porque no lo hay!

Antes de que pudiese responderle, una segunda voz aguda sonó por el pasillo.

—¡Nesi! ¡Te estaba buscando! —Lily corrió hacia ellos y se abalanzó sobre la otra niña—. ¡Aquí,
Scorp!

Detrás de ella, caminaba Scorpius cargado de libros sobre criaturas mágicas y con Adhara envuelta
en torno a sus hombros, pecho y brazos.

—Vamos a capturar a un escarbato —avisó Lily, emocionada—, hay varios en los límites del
bosque y ya les hemos dado comida un par de veces, todavía hace frío, no hemos llegado al
equinoccio de primavera, ¡y son perfectos para entrenarlos y molestar un poco a James! ¿Vienes?

—Sí —Nesrine asintió con una sonrisa—, pero danos un segundo, ¿pueden?

Lily lo aceptó, tomó algunos de los libros que Scorpius llevaba y empezó a decirles dónde se
encontrarían. Se fue primero.

Albus extendió los brazos para ayudar a Scorpius con los libros que aún tenía, pero este sacudió la
cabeza, murmuró un agradecimiento y le puso la mano en el hombro en su lugar, dejando que
Adhara fuese hacia los brazos de Albus. Ya se había acostumbrado a la presencia de la serpiente y
no la encontraba aterradora ni intimidante, por lo que sólo acarició su cabeza al oírla sisear. Los
tres metros de carne y escamas no eran tan pesados como uno creería.

—¿También vendrás? —preguntó Scorpius, en voz baja.

Albus se encogió de hombros.

—Supongo que si es para molestar a James al final…

—Los escarbatos que encontremos los llevaremos a un área del invernadero para que estén más
calientitos estos días —Scorpius se rio de su respuesta y negó—, es porque ponen huevos antes del
equinoccio de primavera y puede ser muy frío para ellos. Espero que Lily no robe ninguno para
meterlo en la ropa de James o algo así…

—Tal vez no en su ropa —alegó Albus—, pero…¿por qué no poner uno en su zapato y dejar que lo
muerda un poco?

Scorpius sacudió la cabeza, resignado a nunca entender cómo funcionaba eso de tener hermanos.

—Los esperaremos —indicó, aunque sólo tenía sus ojos en Albus. Esbozó una sonrisita y se
marchó corriendo para ir con Lily.

Cuando volvieron a quedarse a solas, sin contar a la serpiente en los hombros de Albus, Nesrine
observó el punto por el que Scorpius desapareció y luego a Albus, con las cejas arqueadas.

—¿Qué? —espetó Albus, enrojeciendo.

—Nada —Ella negó—. Sobre lo de antes…

Albus entró en pánico y decidió cambiar el tema.

—¿Crees que realmente haya tenido un contacto directo con Quién-Tú-Sabes?

La Ravenclaw parpadeó y se rio al entender lo que pretendía. Al menos tuvo la amabilidad de


seguirle la corriente.

—No lo sé, supongo…si el profesor Snape sintió algo, debió haber algo, ¿no? Él conocía bien la
esencia de Quién-Tú-Sabes.

—Sí, es que…

Por lo que Scorpius le contaba y lo que vio de ella, Astoria tenía un gran parecido con su hijo. Y
Albus sabía bien que Scorpius no dañaría a nadie.

Luego Nesrine cambió el tema y empezaron a moverse hacia el patio para ir con sus amigos.
Adhara permaneció en silencio alrededor de los hombros de Albus.

En el bosque, descubrieron que atrapar escarbatos no era tan simple. Ni siquiera si les diste de
comer y creías que te consideraban un nuevo amigo. Lily cayó tres veces en la nieve, antes de
darse cuenta de que les interesaban más los pendientes que usaba. Entonces se los quitó y comenzó
a agitarlos para llamar su atención.

Luego tuvo que huir de un grupo de escarbatos que querían más objetos brillantes tras haberle
arrebatado los pendientes. Nesrine iba detrás de ella, gritándole que no entrase en pánico porque las
criaturas lo percibirían.

—Voy a ayuda-

Albus extendió el brazo y sostuvo una de las manos de Scorpius, quien hizo ademán de acercarse
para ayudarlas.

—Déjala que aprenda por qué no puedes atrapar criaturas mágicas de su categoría.

Scorpius titubeó, viendo a Lily subirse a un árbol para escapar de la horda de criaturitas. Nesrine
intentó ahuyentarlas. No parecía que estuviesen en ningún tipo de peligro inminente.

—Pero si les pasa algo más…

—Sí, sí —Albus rodó los ojos—. Si les pasa algo más, ayudaremos, bla, bla, bla.

Ninguno dijo una palabra sobre que todavía tuviesen sus manos unidas. Ni porque las mantuvieron
así durante un rato.

—0—

Albus tuvo un sueño peculiar esa noche. Comenzó con un mundo dorado que le hizo pensar que el
oro se derramaba sobre todo y había ocultado lo que pudiese existir debajo. Luego las siluetas
aparecieron, su entorno tomó forma y los colores nacieron, reemplazando esa pantalla brillante y
cálida.

Fue tan realista. Sus pies descalzos percibían la frialdad del suelo de mármol. Su piel sentía la
suavidad y ligereza de la ropa blanca que vestía. Había brisa, olores, sensaciones que lo distrajeron
e hicieron que caminase sin rumbo por un cuarto que parecía sacado de una película de la época en
que Roma era grandiosa.

Se había detenido junto a una terraza sólo para descubrir que la sala circular de mármol y columnas
se encontraba en medio de la nada. No existía un paisaje más allá, ninguna ciudad, ni cielo, ni mar.
Nada. Ni siquiera a un metro de la sala podría diferenciar la altura o algún trozo de tierra. Sólo era
el borrón de las imágenes que los sueños no completaban.

—¿Está funcionando?

Sintió el impulso de responder que sí, aunque no supiese a qué exactamente. Se giró y buscó en la
habitación de dónde provenía esa voz.

—¿Puedes oírme?
—Sí —Albus titubeó. Su certeza de que aquello no era real sólo volvía más extraña la situación.

No llevaba varita, ni el relicario con el retrato de Severus Snape, ni nada que creyese que podía
serle de utilidad si pretendía escapar.

¿Alguien podría haber hechizado sus sueños? ¿Para qué? Lo que alguien de trece años pudiese
imaginar no debía valer el esfuerzo.

Albus contempló el borrón fuera de la terraza de nuevo. Estar allí le permitió recordar que no era la
primera vez que soñaba con la imagen dorada.

Según el reflejo de un artilugio plateado en la pared, además, no lucía como siempre. Era más alto,
mayor y tenía el cabello en el largo justo para que pudiese recogerlo en una coleta alta y la punta
tocase su hombro.

—¿Me oyes? —insistió esa voz.

La conocía.

—Sí.

—¿Puedes verme?

Albus se dio la vuelta, a punto de responder que no, cuando se topó con una nueva figura en medio
de la sala. Una mujer. Una bruja.

Ella sonrió. Albus sabía que veía sus rasgos, estaban justo ahí, delante de sus ojos, pero cuando
pensaba en describirla o en cómo era, se quedaba en blanco, actuaba del modo en que lo haría si
jamás la hubiese visto.

—¿Qué hechizo es ese? —Albus frunció el ceño.

—Uno para evitar que me reconozcas, por precaución.

—¿Precaución de qué?

Ella no respondió, así que Albus insistió.

—¿Es de la Cofradía?

—Soy muy cercana a Astoria —aclaró la bruja, en cambio. Caminó con tranquilidad hacia un par
de sillas largas y se sentó en la orilla de una—, sé que estuviste haciéndote preguntas sobre ella.

—Esto es un sueño controlado, ¿no? —Albus miró alrededor—. ¿Cuál es el punto de hacer esto?
No sé nada realmente, pero mi papá- mi papá es Harry Potter y no va a estar feliz.

Nunca pensó que tendría que usar una línea tan ridícula en un apuro, pero si lo pensaba bien, su
instinto le decía que a otros magos podía importarles ese detalle. Al menos si no lo vieron alguna
vez lleno de crema para batir e intentando que el pastel de cumpleaños de Lily quedase recto, sin
magia, porque olvidó que la poseía.

La bruja palmeó la otra silla. Albus negó.

—Me quiero ir.

—¿Te quieres ir o quieres una respuesta? —indagó ella, gesticulando con las manos para
"mostrarle" ambas opciones.

—Podría tener una respuesta e irme ileso.

Ella sonrió.

—Digno Slytherin. Le agradas. Ella me dijo que estabas en la misma Casa.

Albus tomó una nota mental de ese desliz. Astoria le dijo. Podía tener muchas interpretaciones.

—Si va a decirme algo, dígalo —indicó Albus, cruzándose de brazos.

La bruja, para su sorpresa, no se entretuvo. Por cómo habló, hasta podría pensar que se encontraba
más apresurada que él.

Puede que no tenga tiempo, pensó. O no esté haciendo esto desde un sitio tranquilo. O incluso que
no tenga la energía para mantenerlo por un largo rato.

—Astoria sabía que no podría decirle a nadie directamente lo que sucedió ese día —explicó la
bruja, despacio—, ni siquiera a mí, así que pensó en cómo dejar la verdad sin tener que hablar ni
usar un recuerdo. ¿Se te ocurre algo?

Albus meneó la cabeza.

—Un sueño —La bruja se echó hacia adelante—. Astoria practicó esto durante años. Magia
subliminal, le llamó. Poco a poco se volvió buena en esto. Los sueños son invenciones
inconscientes, productos de otro mundo, no del nuestro, así que el acuerdo de silencio…digamos
que no funcionaba del todo.

—¿Y cómo sabré si el sueño es la verdad?

—Esa es una gran pregunta. Supongo que no lo sabrás —Ella se encogió de hombros—, ¿pero
por qué haría todo esto para decirte una mentira? Si quisiera mentirle a alguien, le mentiría a tu
padre, el gran Harry Potter, dijiste, ¿no? —Se rio y negó—. No…tú quieres la verdad, yo te puedo
ofrecer sólo un pedacito de ella, pero algo es mejor que nada. Después tú pensarás si lo compartes
o no, si me crees o no, será tu decisión.

—Bien —Albus miró alrededor, como si esperase que el sueño se convirtiese de pronto en algo
atroz con tantas maquinaciones detrás—, ¿cómo me lo darás? ¿Igual que este…?

Antes de que hubiese terminado de hablar, su entorno sufrió de un drástico cambio y la bruja
desapareció.

Sin haberse movido ni medio centímetro, Albus fue trasladado a una sala llena de objetos. Las
dimensiones eran extrañas y le hacían pensar en una caricatura, pero la chica de pie a unos metros
era una imagen bastante clara y realista de cómo imaginaba que debió ser Astoria Greengrass.

La Astoria de dieciséis años sostenía un objeto que Albus no podía identificar y hablaba con algo.
Sencillamente algo. Una masa oscura. Albus supuso que revelarle la verdadera forma estaba más
allá de su capacidad.

—…si lo sabías —dijo Astoria, un poco tensa—, debiste hacer algo.

—Estaba en mis planes cuando era joven. Parece que algo sucedió después —alegó una voz
agradable que provenía de la silueta oscura— y perdí el interés.
—¿Cómo pierdes el interés por proteger el mundo y a ti de esas…cosas?

La segunda voz se demoró un poco más en darle una respuesta.

—La magia oscura es todo un problema para la mente —admitió esta voz—, creí que era inmune,
y que por tanto, no hacía falta decirle esto a nadie.

Astoria soltó un débil resoplido e hizo ademán de colocar el objeto que sostenía en donde fuese
que lo hubiese hallado. Entonces la masa oscura se acercó tanto que Albus supuso que la figura
real habría levitado apenas un poco por encima de ella.

—Podemos llegar a un acuerdo, si estás preocupada —señaló esa voz suave.

—No hago tratos con magos tenebrosos —aclaró Astoria, con una firmeza admirable para lo joven
que era—, ni con lo que queda de ellos en un objeto.

Esa masa oscura flotó alrededor de ella y Astoria observó su trayecto de reojo.

—Greengrass, ¿no? —indagó—. Conocí a un Greengrass. Pensé que todos eran hombres desde
Aveline. ¿No son afectadas las mujeres Greengrass por una especie de maldición?

Astoria sufrió de un leve sobresalto y empezó a retroceder, el objeto apretado entre sus dedos. La
masa oscura se alzó de nuevo sobre ella.

—Tú tienes un problema y yo también. Y como Slytherins, lo que se debe hacer es asegurarnos de
que cada uno consiga lo que desea.

La masa oscura descendió un poco y empezó a adoptar una forma medio humana. Albus contuvo
el aliento.

—¿Qué te parece esto? Te mostraré un pedazo del futuro. Si lo que te muestro no te convence,
eres libre de salir por esa puerta. Si aceptas mis condiciones, me encargaré de tu maldición con
magia a la que tú sola no tendrías acceso.

Albus no podía identificar a la persona que se paró frente a Astoria, el "sueño" no se lo permitía,
pero se hacía una idea de quién era. Y empezó a temer que Scorpius hubiese tenido razón, a su
manera.

—¿Quieres hacer un trato, Astoria Greengrass?


La visión

—¿Cuándo hablaste con ella?

Sin respuesta.

—¿Tienen alguna conexión permanente?

La serpiente, por supuesto, lo ignoró.

—No creo que consigas gran cosa hablando con ella, Potter —señaló Theodore Nott, en un tono
que le hacía pensar que sonaba más a un "¿por qué intentas hablar con una serpiente?"

—Tiene razón, Potter —Draco puso una mano en su hombro y le hizo un gesto para pedirle que se
pusiese de pie—, conseguiremos más de Daphne que de Adhara, si es que realmente sabe algo.

Harry soltó un leve bufido, pero se rindió y se levantó. La serpiente le dijo en un siseo que
regresaría con Scorpius y la vio meterse al colegio. Suponía que estaría ahí para cuando los chicos
se despertasen.

—Bien —Se fijó en el paisaje del patio a esa hora de la mañana. Todavía había algo de nieve y la
quietud era sorprendente—, vámonos.

Tenían que utilizar un par de trasladores para llegar a la casa en que se quedaba Daphne. Les tomó
alrededor de una hora y a Harry se le escapó una exhalación cuando se Aparecieron desde una
oficina de trasladores oficiales a la calle frente a una reja que era más pomposa y extraña que la de
la Mansión Malfoy.

—¿Todos los sangrepura tienen ese gusto por las cosas aterradoras y extrañas o sólo los que son
tus amigos? —murmuró, viendo de reojo a Draco.

—Él cree que una reja que habla es extraño, Theo —se burló Draco, mientras su ex compañero
saludaba a la reja en que se había dibujado un tétrico rostro.

Theodore agitó una mano, restándole importancia.

—No sabe nada de sangrepuras. Debería ver algunas cosas de la colección de mi abuelo…—Podría
jurar que Theodore Nott se estremeció de forma casi imperceptible.

—O de los Black —añadió Draco.

Harry recordó las cabezas de elfos en Grimmauld Place y decidió que no necesitaba conocer las
demás formas de decoración de las familias antiguas. No de las que estaban dementes, al menos.

Después de algunos segundos en que pareció que la reja no cedería, se abrió hacia adentro, a un
sendero de piedra que guiaba a través del jardín a la puerta principal. Daphne los esperaba allí.
Estuvo un momento ceñuda y observándolos fijamente desde la distancia, hasta que debió tomar
una decisión, porque se acercó deprisa y rodeó a Draco con los brazos.

—Lo siento —Escuchó que susurraba—, debí estar ahí por el verano.

—Está bien —Draco le palmeó la espalda, y tras dar un breve vistazo a sus dos acompañantes,
eligió soltar la noticia de inmediato—. De todas formas, no está muerta…
Antes de partir, ambos Slytherin le advirtieron que no dijese una palabra al respecto hasta que ellos
lo hubiesen hecho. Según Draco, Harry sería demasiado brusco y la alteraría. En ese momento,
arqueó las cejas y gesticuló un "¿y a mí me falta tacto?" silencioso.

Daphne, sin embargo, sólo estrechó más a Draco.

—Lo sé —contestó, tan bajo que los otros dos apenas pudieron oírla—, por eso lo siento.

Unos minutos más tarde, sentados en torno a una mesa elegante de la que no dejaban que Harry
tomase ningún bocadillo, se sentía más desorientado.

—No se come nada sin que la anfitriona se haya sentado al menos, Potter, ten algo de decencia —
refunfuñaba Draco, dándole un segundo manotazo al dorso de su mano cuando Harry intentaba
tomar un bocadillo en secreto.

Tras otro par de intentos y manotazos de reprimenda, Harry atrapó uno y se lo metió a la boca
completo. Draco emitió un sonidito de disgusto y él estuvo a punto de ahogarse al empezar a reírse.

Theodore los miraba como si se preguntase si hacía falta quitarles una maldición de estupidez o
buscarse nuevos amigos.

Daphne entró a la habitación con un cofre, suspiró y se sentó. Acarició la tapa del artículo, una
versión pequeña en madera tallada con un candado que tenía el dibujo del nudo que Harry ya podía
reconocer a simple vista.

Draco le había dicho que lo llevase por si acaso, aunque él no creyó que fuese necesario. Era una
suerte que lo hubiese escuchado. Harry extrajo de su bolsillo una bolsa de "pruebas", sacó el anillo
de matrimonio de Draco y se lo tendió a Daphne, quien estuvo parpadeando durante un instante.

—¿Es esto lo que necesitas para abrirlo?

La bruja asintió y lo tomó, pero no lo utilizó de inmediato.

—Daphne —Draco se inclinó hacia adelante desde su asiento frente a ella—, necesitamos saber
qué te dijo Astoria, tuvo que haberte dicho algo. Podía decirte algo. Quizás fueses la única persona
a la que podía decírselo.

Daphne casi abrazaba el cofre, sus ojos fijos en el suelo en lugar de ellos.

—No deberían pensar demasiado en eso —susurró—; ella me lo dijo sólo para que no me metiera.
Los que se meten con eso acaban…igual que Astoria. O pierden la razón. Él perdió la razón-

—¿Quién es "él"? —indagó Theodore, con una suavidad que le hizo pensar en cómo le hablaba a
su hija.

Daphne tomó una profunda bocanada de aire, y para sorpresa de los tres magos en la habitación, se
fijó en Harry.

—El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado —Ella tragó en seco y se obligó a relajar los músculos— solía


ser…muy listo y carismático. Así consiguió a sus seguidores.

Harry asintió. Recordaba eso de lo que aprendió sobre él durante el sexto año.

—Lo que lo cambió no fue la magia oscura solamente- claro, un uso continuo de esa magia al nivel
en que la utilizaba y con esas intenciones afecta…pero lo que lo carcomió lentamente hasta que era
tan idiota como para perder los estribos y ser vencido por adolescentes…—Daphne volvió a pasar
los dedos sobre la tapa del cofre, con una clara indecisión—. Él sabía de las sombras. Desde que
era muy joven. Sólo no supo qué hacer con ellas…así que cuando fue obvio que no podría ocuparse
de eso, decidió dejarlo en manos de alguien más.

—¿Te refieres a que el mago más oscuro de todos los tiempos —dijo Draco, muy despacio— puso
a una chica adolescente a mitad de una guerra a resolver lo que harían con unos entes que absorben
magia?

—Eso…es una forma de verlo —La expresión de Daphne se contrajo durante unos instantes y
volvió a pasar sus dedos sobre la tapa del cofre—. Lo que Astoria me dijo fue que…que alguien
muy fuerte retiraría la maldición de nuestra familia sobre ella.

—¿Qué maldición? —Harry vio de Daphne y a Draco. Él fue quien le respondió.

—Oí una vez del padre de Astoria que se supone que los Greengrass sólo son hombres desde hace
varios siglos, pero por alguna razón, en esta generación nacieron dos niñas. Dicen que las mujeres
Greengrass son infértiles de nacimiento, su propia magia evita la concepción y no es algo que se
pueda arreglar —Draco empezó a fruncir el ceño—. Astoria estaba segura de que podríamos tener
hijos y que era un "cuento viejo", pero me advirtió que si de verdad enfrentaba la maldición, su
energía disminuiría con el tiempo.

—No es que Astoria le haya ganado a la maldición —aclaró Daphne—, es que recibió ayuda
cuando era joven. Me dijo también- que esa ayuda un día la haría desaparecer, no me dio una fecha
exacta, pero sí un aproximado de años que podría seguir "viva". Este año fue la fecha que decía
que se iría, pero me aseguró que no estaría muerta y que no tenía que preocuparme, sólo…
resguardar esto —Tocó la tapa del cofre—, por si ocurría una emergencia.

—¿Entes malignos intentando meterse a este plano y yendo tras nuestros hijos cuenta como
"emergencia" para ti? —Theodore fue un poco más severo, quizás porque recordó que Nesrine
estaba en el mismo cuarto al que entraron las sombras cuando fueron por Scorpius. O porque
Scorpius era su ahijado y lo quería más de lo que parecía.

Daphne le dirigió una mirada lastimera.

—No es la emergencia de la que ella me advirtió —Presionó el sello del anillo contra la cerradura
de la caja y oyeron un "clic"—. Me dijo que sabría qué eran las "cosas" de las que hablaba apenas
hubiesen noticias en los medidores de magia que dejó aquí, que tendría que llevárselos a cierta
persona poco después…y que le mostró más de una versión del futuro. Y si algo parecía estar
saliendo mal, tenía que entregar esto.

Tan pronto como Daphne levantó la tapa del cofre, una cancioncilla de piano inundó la sala.
Estuvieron callados durante un rato, escuchando. Harry tenía una mayor sensación de que algo ya
estaba mal y que se les escaparía de las manos con cada instante que transcurría. Theodore miraba
el mecanismo de la caja con el ceño fruncido.

Draco empezaba a ponerse más pálido de lo que ya era de por sí.

—¿La conoces? —le preguntó Harry, en voz baja.

Pero en vez de darle una respuesta, Draco extendió el brazo hacia un lado y tanteó hasta sujetar una
de las mangas de su suéter. Se aferró a la tela.

Harry dio por hecho que era un acto inconsciente para no perderse en sus pensamientos y lo dejó
sostenerlo.

—Daphne —La voz de Draco fue muy baja, apenas pudieron oírla por encima de la música del
cofre—, ¿Astoria te dijo algo sobre condiciones para enfrentar esa maldición?

Daphne apretó los labios por un segundo y lució culpable.

—Daphne —Draco insistió, entre dientes.

—Dijo que…—Daphne sacudió la cabeza—. No creo que haga falta sacar ese tema, Draco-

—Probablemente sí —indicó Theodore, aunque no se veía contento de meterse con un asunto


diferente a las sombras—. Deberíamos saber por qué hizo lo que hizo antes de tener una idea de
qué viene después.

Entonces Daphne exhaló y puso la caja en la mesa que separaba sus asientos.

—El único futuro que le enseñó en que podía tener un hijo era el que incluía a Draco Malfoy,
específicamente a él. No otro mago. No podía ser otro. Y…

Draco se puso de pie con un movimiento tan cuidadoso que casi se creyó que no sentía nada por oír
eso.

—Necesito un momento —le dijo a Daphne. Su voz fue plana y aburrida. No esperó una respuesta
para abandonar la sala.

Theodore comenzó a masajearse las sienes.

—Ya está entrando en modo dramático y sentimental…

Harry observaba la puerta por la que se fue, vacilante, y no entendía cómo ninguno de sus ex
compañeros se ponía de pie para ir con él. No pensaba que alguien detuviese una plática
importante sin motivo alguno, mucho menos Draco, que temía por su hijo.

—Por eso no quería decirle —Daphne negó—, sabía que se haría una idea equivocada-

—Si le dices que su hijo es producto de un trato con el mago más peligroso de todos los tiempos y
que la única persona que lo acompañó después de lo de la guerra estaba con él por eso…—
Theodore carraspeó—. No suena bien.

—No significa que Astoria no lo quisiera o que lo acompañase sólo por eso, por Merlín, Theo,
conociste a mi hermana-

—De todas formas, no suena bien —Theodore sacudió la cabeza—, ¿o me dirás que no se acercó
por eso? Que yo recuerde, Astoria sólo pasaba tiempo contigo en Hogwarts, nunca con nosotros.

—Estoy segura de que lo quería —Daphne le frunció el ceño por lo que estaba insinuando y cerró
el cofre con un movimiento un poco brusco.

—¿Es que en serio no piensan ir a acompañarlo o algo? —Harry ya no aguantó más y estalló.
Ambos Slytherin lo observaron con diferentes grados de sorpresa y él se levantó de un salto—.
Olvídenlo, ¿pero saben algo? Son unos amigos terribles.

Y salió de la sala también. Le fue difícil ubicarse allí porque desconocía la casa de Daphne más
allá del recibidor y el pasillo que tomaron hacia ese cuarto, así que tuvo que usar un hechizo de
rastreo para dar con Draco.
Lo encontró en una terraza que daba al patio. Apoyaba los brazos en la barandilla.

Harry se acercó de la forma más sigilosa que podía y se detuvo a unos pasos por un bufido.

—Sé que eres tú, Potter. ¿Qué quieres? ¿Tu impaciencia gryffindoresca no te permite estar diez
minutos en un cuarto y esperar por alguien más?

Harry le lanzó un hechizo a su espalda. Fue muy leve, apenas una punzada, un hechizo para duelos
de niños, pero Draco saltó y se dio la vuelta. En un instante daba zancadas hacia él y tenía la varita
en mano.

—Es que debería-

Al percatarse de su reacción, el cambio fue instantáneo. Masculló un "oh, por Merlín", se guardó la
varita y empezó a caminar ida y vuelta por la terraza, acomodando su cabello.

—Mejor quédate alejado, Potter. Es obvio que contigo cerca no se puede pensar correctamente.
Acabo de tener un déjà vu de mi "yo" adolescente.

El desagrado que impregnaban estas palabras lo sorprendió.

—Es una reacción normal atacar cuando te sientes vulnerable —alegó Harry, que ya había
guardado su varita también. No pensaba batirse en duelo con él en ese estado; aún recordaba lo que
sucedió la última vez y se prometió nunca repetir algo así—, en especial alguien como tú que-

—No soy esa persona —Draco paró y le siseó entre dientes—, ¿de acuerdo? No soy la misma
persona que fui en Hogwarts, en ningún año. Me niego completamente a comportarme así por otro
segundo y tú- tú sólo- —Lo apuntó con un dedo acusador.

Harry se señaló a sí mismo y arqueó las cejas.

—¿Qué hice yo?

—Tu presencia es molesta —espetó Draco, pero él sólo sonrió de lado.

—¿Mi presencia qué?

Draco estrechó los ojos.

—Que me molesta que estés ahí parado con tu inmensa cabezota y tu cara-rajada.

—¿Cómo te molesto sin hacer nada, Malfoy? —Harry se inclinó hacia adelante, fingiendo interés.

El ex Slytherin soltó un bufido.

—¿Quizás me contagias de tu actitud gryffindoresca o algo como eso?

Por dentro, Harry se estaba riendo de lo absurdo de la escena. Casi podría jurar que estaba frente a
un enfurruñado Draco Malfoy de doce años, que se cruzaría de brazos, inflaría las mejillas y se
quejaría de que no tomó su mano en el primer año.

—Al menos no soy una serpiente que tira a morder cuando alguien me quiere ayudar.

—Al menos yo sí tengo cerebro.

—¿Te dices eso cuando ves que tienes la frente tan grande?
Draco emitió un sonidito indignado que le arrancó una carcajada a Harry.

—¡Qué vas a saber de una frente normal, con una cicatriz que te abarca la mitad de la cara!

Harry seguía riéndose y Draco sacó su varita de nuevo para lanzarle un hechizo de cosquillas que
lo hizo reír más fuerte y retorcerse.

—Ya, ya- —Harry sacudió la cabeza y agitó las manos hacia él. Recuperó el aliento antes de
acortar la distancia—. ¿Te sientes mejor?

Era claro que necesitaba sacar sus emociones desagradables de algún modo. Si hubiese sido un
amigo, podría haberlo apoyado como consideraba que era "normal", pero hablaba de Draco
Malfoy. Y él sabía que pincharlo y hacerlo estallar podía ser la única manera de que expresase
realmente cómo se sentía si estaba mal.

Draco notó que lo hizo con una intención muy obvia y empezó a fruncir el ceño.

—Sí —Después de guardar la varita, lucía casi avergonzado por lo que le dijo—, era…estaba
muy…

—Está bien si estabas molesto, no me lo tomé en serio —Harry se encogió de hombros—, supuse
que lo de "presencia molesta" era un "quiero estar solo hasta que sepa qué siento y qué hacer con
esto" en idioma Malfoy.

Draco soltó otro sonidito de desagrado.

—Se supone que ya estoy muy mayor para reaccionar así por una tontería —Draco se apretó el
puente de la nariz y negó, claramente decepcionado de sí mismo.

—Dices eso sólo porque no has visto a Sirius enojarse cuando Teddy le gana en la magiwii.

Él lo observó. Harry dejó escapar una risita al recordar el día en que su padrino tiró el control al
suelo y acusó a Teddy de ser un tramposo, y tras un instante, notó que Draco suavizaba su
expresión.

—Creo que sólo me...—Draco se envolvió con sus propios brazos y resopló—. Me sentí
traicionado por un momento.

Después de la guerra, incluso con todo lo que se esperaba que hiciese como el "gran héroe", Harry
sabía que tenía al resto de los Weasley, a Hermione, Luna, Neville y a sus amigos que
sobrevivieron.

Nunca se preguntó a quién tuvo Draco, luego de que sus padres fueran arrestados durante las
investigaciones y antes de que él mismo fuese metido en una celda hasta los Juicios en que lo
dejaron libre.

Y de pronto, se sintió tan solo.

Pero la peor parte es que imaginaba que Draco, con sus dieciocho años, debió sentirse mil veces
peor.

—Estoy seguro de que te quiere —susurró Harry—, sin importar por qué se te acercó o incluso si
ya no lo hace- estoy seguro de que Astoria Greengrass te amó profundamente, Draco.

Draco cambió su peso de un pie al otro y bajó los brazos.


—Sí, bueno, gracias, creo —Hizo una pausa—. Ya te estás poniendo raro, Potter, para.

—Si te molesto es porque te molesto —se quejó Harry— y si te intento animar es porque quiero
ser bueno contigo. ¿Qué se supone que quieres de mí entonces?

Draco resopló.

—Nada —Sacudió la cabeza y caminó de nuevo hacia el interior de la casa, pasándole por un lado.
Se detuvo ahí y lo vio de reojo—. Oye, Potter, uhm…

—De nada —Harry se rio y entrechocó sus hombros—, parece que ya estamos en problemas
juntos. Normalmente estoy pendiente de cómo se sienten los que están en problemas conmigo —
Luego añadió, en tono burlón:—. No hace falta que sigas agradeciendo y te muerdas la lengua por
decirle tantas cosas buenas a un Gryffindor.

El ex Slytherin le echó un vistazo de arriba abajo que casi consiguió ponerlo nervioso.

—Demasiado ego para un cuerpo tan pequeño, ¿no?

Harry ahogó un sonido indignado y estuvieron discutiendo en el trayecto de vuelta a la sala en que
sus antiguos compañeros charlaban.

—0—

Albus se aplicó el tercer hechizo de calor desde que estaba ahí y Hagrid le ofreció una pesada
manta con un característico olor a perro, que supuso que utilizaba el pequeño Harry para dormir.
Sacudió la cabeza y le enseñó una media sonrisa; no podía no encariñarse un poco con ese
gigantón.

Cuando divisó la silueta de su padre acercándose al castillo, en compañía de dos profesores, Albus
se despidió del gigante y corrió hacia ellos. Se notaba que pasaron por Hogsmeade y compraron
algunas cosas. Harry incluso sonrió al verlo y le ofreció un panecillo recién preparado.

—¿No es un poco temprano para ti? —le preguntó su padre, divertido. Llevó una mano a su
cabello y Albus se quedó quieto, consciente de que sólo lo desordenaría más de lo que ya estaba—.
Es fin de semana, vuelve a la cama si quieres, Al…

Albus negó, sostuvo el panecillo entre los labios y abrió el relicario que le pendía del cuello.

—Necesitamos hablar —aclaró el profesor Severus, con su típico tono serio.

Harry observó a su hijo, a los magos que lo acompañaban, y se acabó el panecillo que tenía en la
mano en una mordida.

—Sí, claro, Al puede volver a la cama y nosotros-

—Si le ocultas las cosas que lo involucran —siseó Severus—, no será diferente de ti a su edad.
¿También quieres criar cerdos para el matadero?

Harry frunció el ceño. Los demás no entendieron a qué se refería, pero el profesor en el retrato y él
pasaron un momento mirándose fijamente y Albus tuvo la sensación de que atravesaban un tipo de
batalla que sólo ellos dos podían comprender.

—No quiero eso —Por fin, Harry cedió y su otra mano regresó al cabello de Albus, que intentó
peinar, en vano—. ¿Hablamos a solas? ¿En la biblioteca te parece bien?
Albus miró de reojo a los dos profesores que iban con su padre y titubeó.

—Tal vez…el profesor Malfoy deba escuchar esto.

De alguna manera, esto se tradujo a que probablemente tuviese relación a los eventos recientes y
tres adultos acabaron sentados en una mesa apartada de la biblioteca, con vista al campo de
Quidditch, y un adolescente frente a ellos, jugueteando con la cadena de su relicario.

Albus no sabía cómo abordar el tema sin ser un insensible, así que fue directo.

—Yo…tuve un sueño en que una bruja me- me mostró un mensaje de…de la madre de Scorp.

Ninguna reacción negativa por ahora. Su padre, Draco Malfoy y Theodore Nott lo veían con
atención y Albus se retorció en su asiento, preguntándose cuánto le tomaría a Scorpius despertarse
y qué pensaría al notar que no estaba en su cama. Sabiendo lo mucho que le gustaba aprovechar los
fines de semana para dormir más, era probable que se preocupase y fuese a buscarlo, por lo que no
tenían mucho tiempo.

—En ese sueño- en el mensaje que se supone que me dio- ella hacía un trato con algo…algo malo
—Albus vaciló. Se lamentó de no haberlo hablado primero con su padre a solas— para tener a
Scorpius, pero esto podía acabar muy bien o muy mal…y había unas- unas visiones del futuro que
guardó en unos códigos. Y esos códigos sólo los iba a entender alguien que- —Arrugó el entrecejo
al pensar en la última parte del mensaje— alguien que conociese la canción de Daphi.

Sí, Daphi. Esa voz había dicho "la canción de Daphi" literalmente.

Tras oírlo, los magos empezaron a intercambiar miradas.

—La canción del cofre es una canción de cuna que ella le ponía a Scorpius —señaló Draco, en voz
baja—, muchas veces le cantó, pero no sé qué le cantaba exactamente.

—Había un papel mágico con códigos en su oficina —recordó Harry—, los Inefables todavía no
tienen idea de cómo descifrarlo.

—Tomando en cuenta la planeación que ha mostrado con todo lo demás —comentó Theodore—, si
quería dejarle un mensaje a Scorpius específicamente, esta sería la forma perfecta. Ni un segundo
antes, ni un segundo después de lo que ella hubiese querido, y tuvo todo bajo su control.

Albus pasaba la mirada de uno al otro, cada vez más aturdido. Estaba seguro de que todo lo que
ocurría en torno a Scorpius era un inmenso malentendido que no podían comprender porque no
tenían el nivel mágico de los adultos, que era un error. Su mejor amigo no causaba problemas y
ellos lo regañarían y después lo orientarían para que no pensase algo tan ridículo.

Su voz salió temblorosa y un poco más aguda de lo que pretendía cuando los interrumpió.

—Scorpius no es hijo de Voldemort. No es malo, él no-

—Pero claro que no es su hijo —Draco arrugó el entrecejo. Al fijarse en él, sin embargo, suavizó
su expresión—. Scorpius no es el responsable de nada de esto, Albus. Lo sabemos. Él no haría nada
que pudiese causar algún problema y menos dañar a alguien. Es…Scorpius —lo dijo en un tono
que dejaba en claro que sería tan ilógico esperar maldad de Scorpius como un fénix de agua.

Albus se permitió relajarse un poco entonces. Miró a su padre, rogando que pensase igual que el
señor Malfoy.
—Hay algunas cosas que no entendemos sobre lo que está pasando —le explicó Harry, procurando
mantener la calma por ambos—, es posible que Scorpius pueda ayudarnos a todos, a la familia, a su
padre, a los Aurores-

Albus titubeó por unos segundos.

—¿Cuándo le diremos a Scorp?

Tres pares de ojos cayeron sobre Draco Malfoy, quien se masajeó las sienes.

—No es tan sencillo, Al —El profesor de pociones intentó hablarle con suavidad—, hay ciertas
cosas que-

—Scorp merece saber que su madre está justo en el centro de todo esto y que lo arrastró a él, señor
Malfoy —lo contradijo Albus de inmediato.

—Al —Harry extendió los brazos sobre la mesa para sostener los suyos—, estás preocupado por tu
amigo y todo lo que ha pasado ha sido muy raro, pero-

—Si la abuela hubiese causado un problema tan grande trabajando para la Orden durante la guerra
—Albus le frunció el ceño a su padre—, ¿no hubieses preferido que te lo dijesen?

Esto lo dejó sin palabras.

—¿Quieres decirle incluso si Astoria podría ser ahora el enemigo? —La voz de Theodore atrajo la
atención de Albus. Arqueó apenas las cejas—. Si es posible que su adorada madre esté rompiendo
la ley y causando problemas a todos los demás magos, ¿todavía crees que vale la pena decirle
antes de estar seguros del significado de esto?

Albus se enderezó en su asiento, soltándose del agarre de su padre.

—No sé si será bueno o malo que lo sepa —admitió, despacio—, pero sé que yo no le digo
mentiras a Scorp. Ni le oculto cosas.

Ya no, agregó para sí. Ya no quiero.

—Y si no se lo cuentan, lo voy a hacer-

—Después del desayuno —Draco exhaló—. Cuando hayan terminado de comer, iremos a un sitio
en que podríamos encontrar algo y le hablaremos de esto. A ambos. Con todos los detalles
posibles.

Harry se alarmó.

—Malfoy-

—Ya fallamos en cuidarlos en La Madriguera —le replicó Draco, de mala gana—, ¿esperaremos
que pase de nuevo? No podemos estar con ellos cada segundo y vigilar cada paso que den, es mejor
que lo sepan ahora a que anden a ciegas si ocurre algo más. Si ellos lo saben, podemos tomar
medidas de prevención cuando haga falta. Son chicos listos y responsables, mucho más que
nosotros a su edad.

Harry miró a su hijo con algo similar a la resignación, pero asintió.

—Después del desayuno entonces.


Cuando los tres observaron a Theodore, él les devolvió una mirada casi interesada.

—¿Traerás a Nesrine? —le preguntó Draco.

—Ah —Theodore entendió que se refería a contarle la verdad—, Nesi ya sabe prácticamente todo
lo que yo sé. Es medio Veela. No podría habérselo ocultado ni aunque quisiera, sólo le hice jurar
por un encantamiento que no diría nada todavía porque no sabíamos si el conocimiento pondría en
peligro a sus amigos.

Albus hizo una nota mental de tener una larga conversación con Nesrine luego.

—0—

Según lo prometido, Albus y Scorpius abandonaron Hogwarts esa mañana junto a sus padres.
Theodore Nott se quedó para investigar algo y Draco Malfoy llevaba una cofre.

Los adultos avanzaron adelante en cuanto entraron al Atrio. Debían ir al Departamento de Aurores
por unos objetos tomados como "pruebas". Los demás magos que trabajaban allí les pasaban por
un lado sin darle importancia a la presencia de dos niños, ni siquiera el vigilante encargado de
revisar las varitas los tomó en serio, consciente de que no podían hacer magia fuera del colegio sin
permiso de sus padres.

Scorpius no paraba de mirar alrededor, y antes del desayuno, cuando recién se encontraron, tenía
los ojos hinchados y enrojecidos. Tuvo que dejar a Adhara en el colegio y sus dedos se movían
sobre su suéter cada poco tiempo, como si buscase la piel escamosa a la que aferrarse para
conseguir algo de paz.

Cuando estuvieron dentro del ascensor, Albus extendió el brazo hacia un lado y sostuvo una de las
manos de Scorpius para que parase de jalar sus propios dedos. Él le dio un apretón y no lo soltó,
por lo que ingresaron al piso al que se dirigían tomados de las manos.

No era relevante frente a las personas con las que iban. Allí tampoco les prestaron mucha atención,
aunque un montón de gente que Albus no conocía se acercó a hablar con su padre. Sólo su tío Ron
lo saludó revolviéndole el cabello y nadie más se fijó en ellos hasta que entraron al Departamento
de Aurores.

Albus saludó a McCarthy y a Roman, feliz de poder ver al fin rostros familiares. Sabía que siempre
trabajaron con su padre. La bruja también le revolvió el cabello (todos parecían tener algo con su
cabello) y Roman los guio hacia la sala en que guardaban las "pruebas", pero no los ignoró como
los demás adultos tontos del Ministerio.

—Estoy nervioso por lo que sea que pase —Escuchó que Scorpius le decía, mientras sus padres
estaban distraídos en una charla que ninguno entendía—. Realmente no creo que haya algo
importante entre las cosas que mi madre tenía en su oficina, Al. Tal vez un cuadro famoso por
restaurar o algo así…¿pero algo que interese a los Aurores? Quiero decir- yo jugué ahí muchas
veces mientras ella revisaba algo…

Albus apretó su mano esa vez y suplicó por dentro que Astoria Malfoy no fuese la persona horrible
que comenzaba a visualizar en su mente o rompería el corazón de Scorpius.

Cuando al fin se encontraron los cuatro a solas en una sala con estantes llenos de cajas hasta el
techo, Draco Malfoy colocó en una mesa un rollo de pergamino desplegado, cubierto de símbolos
extraños que sobresalían del papel en lugar de haber sido escritos, y un cofre que abrió con un
anillo.
La música inundó el reducido espacio entre los estantes y la mano de Scorpius aflojó el agarre en
la suya.

—¿Recuerdas esta canción? —Draco se dirigió a su hijo, que asintió sin dudar, con los ojos fijos
en el cofre.

—Es Mary's night —Scorpius carraspeó y se talló los ojos apenas comenzaron a humedecerse—. A
madre le encantaba-

—¿Qué decía la canción? —preguntó Harry, en un tono tan cuidadoso que Albus empezó a
confundirse.

¿En serio esa era su gran prueba en contra de Astoria Malfoy? ¿Una canción de cuna?

—Ahm- —Scorpius se aclaró la garganta—. No decía mucho- Mary era una bruja de hace siglos
que peleaba con un monstruo…una noche iluminó el cielo con un hechizo. Se suponía que ese
hechizo traía- una era de paz o algo así.

—¿No hay algo especial sobre esta canción? —insistió Draco, serio—. Algo que la hiciera
diferente de las demás canciones que te cantaba.

Scorpius lo sopesó por unos segundos.

—Normalmente cantábamos juntos, esa no…siempre la cantaba ella. Me hacía decir sólo una línea,
una parte del coro- esa parte —señaló al cofre con su mano libre cuando la melodía llegó a cierto
punto—. "Acertia, acertia' cantan los magos. No dejes que la luz se apague. No dejes que los
hechizos de luz se apaguen. 'Acertia, acertia' canta cada vez que necesites algo de…'"

Harry reaccionó por reflejo y colocó su brazo frente a ambos chicos para apartarlos y ponerlos tras
su espalda tan pronto como el pergamino extendido sobre la mesa se iluminó. Draco tenía su varita
afuera en un instante. Los símbolos brotaron del papel y levitaron durante unos segundos.

Ya que nada sucedió, Draco le habló a su hijo.

—Repite esa palabra, por favor.

—¿Acertia? —balbuceó Scorpius.

La luz que emitió el pergamino los cegó, pero Harry se aferró a ambos chicos para estar seguro de
que no se alejarían ni les sucedería nada. Draco lanzó un hechizo que le permitía ver a través de la
luz y fue el primero en soltar un sonido de sorpresa al darse cuenta de que lo que los rodeaba no
era la sala del Ministerio.

—¿Pero qué…?

—Una visión —aclaró Harry, todavía manteniendo a los chicos tras su espalda. Observaba
alrededor con desconfianza—. Esto se parece un poco a…

—Hogwarts —La voz de Scorpius salió en un leve murmullo. Tenía los ojos muy abiertos y se
sostenía de Albus.

Sólo que ese Hogwarts estaba reducido a escombros, apenas un suelo duro que mostraba dónde
estuvieron los cimientos del imponente colegio y algunos restos de las columnas. Nada más. El
césped se extendía más allá en un descenso precario hacia lo que debía ser el Bosque Prohibido,
pero en esa visión tenía altos muros y una entrada en forma de arco.
Y justo frente a la puerta de esta "fortaleza" yacían cuerpos de magos y brujas tendidos en charcos
de sangre, con las cabezas cortadas un poco más allá.

A Albus le fallaron las rodillas y tuvo a su padre enseguida a su lado. Harry le dio la vuelta y lo
estrechó contra su pecho, de manera que lo que creyó haber visto ocurrió tan rápido que podría
haber sido un error.

Por uno de sus costados, notó que Draco también tenía a Scorpius de espaldas a esa visión
espeluznante de lo que debía ser su colegio, su hogar durante gran parte del año.

—¿Y Lily?

Albus se tensó cuando sintió que esa voz le era familiar. No resultaba idéntica a la suya, pero había
algo en la manera en que arrastró las palabras y el tono en que lo dijo que lo hizo estar seguro de
que sí era su voz.

Se movió un poco y vio, más allá de su padre, a un mago adulto vestido de negro, con los mismos
rasgos físicos de Harry y él. Caminaba junto a uno que tenía el largo cabello rubio recogido y
jugaba con una varita que goteaba sangre. La limpió con un hechizo.

—Preferiría razonar con ella —aclaró ese Scorpius extraño que ponía una sonrisa de lado que su
Scorpius jamás haría. Era atemorizante.

Albus no pudo evitar aferrarse a su padre.

—Está decidida a matarte —alegó el Albus mayor de esa visión.

El Scorpius de trece años se sobresaltó y sólo Draco pudo evitar que hiciese un sonido más fuerte.

—Muchos lo han estado —"Scorpius" llegó al borde de los escombros y contempló la escena
frente al Bosque sin inmutarse—, pero esa sería una pésima idea.

—Si no quieren que destruyas el mundo cuando te destruyan a ti, claro, pero —insistía "Albus"—
aún hay quienes lo intentan. Y saben que tienes una debilidad por Lily porque fue cercana a
nosotros.

El Scorpius mayor frunció el ceño por unos instantes.

—No quiero empujarte a hacerle lo mismo que a James, Al…

—Eso fue culpa de James —"Albus" respondió sin dudar, ceñudo—, le dije que parase. Si te
llegasen a hacer algo, las sombras entrarían a este plano y consumirían la energía de todos. Les
guste o no-

—Pero tal vez haya que…

—Padre —El Scorpius de trece años tiró del brazo de Draco—, quiero salir de aquí. Por favor,
quiero salir de aquí.

Tan pronto como lo dijo, la visión se disolvió y reaparecieron en la sala del Ministerio. El
pergamino se apagó y regresó a la mesa. Scorpius temblaba en brazos de su padre y Albus seguía
tenso, sujetándose de Harry.

—Padre- —A Scorpius le falló la voz—. ¿Qué fue…? Esos dos- ¿ese era…?

—No —La respuesta de Draco fue inmediata.


—Se veía y se llamaba como yo-

—No eras tú —Draco lo abrazó más fuerte—. ¿Cómo vas a ser tú? Ni siquiera viste algo y ya estás
llorando y es obvio que ese mago no tenía sentimientos. Era una mala imitación.

Una muy buena imitación, pensó Albus, todavía aturdido. Tenía náuseas de sólo pensar en lo que
estuvo ante sus ojos por medio segundo, antes de que su padre se interpusiese.

—Hay que resolver esto —Fue lo único que le dijo a su padre.

No podían ignorar esto que acababan de ver.

O se volvería real.
Aquellos que salvarán el mundo (o no)

Draco se sentía el peor padre del mundo. Peor que el suyo, que fue responsable de que acabasen en
el bando equivocado de una guerra, y eso ya era decir mucho.

Él no llevó a Scorpius a la guerra, pero parecía que trajo la guerra a Scorpius en cuanto nació.

No creía que pudiese olvidarse de la expresión que puso cuando se sentó con él para hablar del
tema. Ni el tono con que respondió.

Scorpius jamás le había gritado. Él no era del tipo de chico que alzaba la voz, fue muy difícil
conseguir que tuviese confianza para hablar a un tono considerado "normal" fuera de casa, pero era
insinuar que Astoria pudo estar involucrada en algo como esto y Draco acababa con un adolescente
que le decía que no hablase así de su madre y luego se largaba de la sala.

Harry se acercó lentamente para no ponerlo más tenso y se sentó a su lado. Entrechocó una de sus
rodilla con una de Draco, y apenas este lo miró, le ofreció una taza de café.

Se encontraban fuera de un cuarto de los Inefables. Scorpius estaba adentro, solo, sentado en un
mueble incómodo mientras un montón de hechizos que Draco ni siquiera sabía pronunciar lo
examinaban de los pies a la cabeza.

A su hijo.

Y el de Astoria.

Si él estaba hundiéndose en un pozo de miseria, Albus no se quedaba atrás. Permanecía de pie


frente a la puerta por la que se fue su mejor amigo desde hace más de una hora, con el relicario de
Severus en una mano y su tablet en la otra para ver la hora.

—Creo que te estás torturando demasiado por algo que no es tu culpa —señaló Harry, en el tono
más amable que era capaz.

—¿Qué harías tú si supieras que uno de tus hijos podría tener algo que ver con Quién-Tú-Sabes? —
replicó Draco, de mala gana—. Y además tuvieses que decírselo…

Harry lo sopesó por unos segundos, insistiendo en acercar el café a él, hasta que Draco sostuvo la
taza y dio un sorbo. Sabía asqueroso, como era de esperarse de una máquina del Ministerio.

—Ellos ya tienen mucho que ver con Voldemort, a su manera, ¿sabes? Por mí —Harry se encogió
de hombros—. Sólo por ser mi hijo, la prensa presionó tanto a James con la idea de verlo jugar
Quidditch en su primer año que Rita entró a Hogwarts sin permiso durante las pruebas para el
equipo. A Albus lo enloquece ser comparado conmigo y yo lo sé, usualmente los que lo ven me
ven a mí. Lily fue seguida por una periodista de El Profeta en una maldita tienda de juguetes del
Callejón Diagón, ¿entiendes? Están en todas partes, listos para saltar sobre ellos por mí y- y
siempre me están recordando esto. Cada día, cada vez que insisten con el tema, yo recuerdo…ellos
recuerdan ganar una guerra, pero yo recuerdo todo lo que conllevó, todo lo que ellos no vieron
durante el proceso…

Harry se sacó los lentes y se restregó el rostro con un poco más de fuerza de la necesaria.

—Tenía tanto miedo cuando nació James —susurró, sin hacer ademán de ponerse los lentes
todavía—. Voldemort estuvo…tan cerca, afectando todo lo que yo era, mi consciencia, mi mente,
mi actitud- crecí envuelto por él en cada aspecto. Y sólo pensaba en si…si quizás nos confiamos,
si algo de eso podría seguir ahí, si iría a parar a James, si él…no lo sé —Meneó la cabeza—. No sé
si es posible siquiera, pero si yo hubiese causado que él- si hubiese sufrido algún daño mágico sólo
por ser mi hijo, yo…creo que me habría vuelto loco. Pero —Harry carraspeó y se colocó los lentes
— Voldemort no me quitó eso, no a ellos. Y no te quitará a Scorpius.

—Es fácil decirlo, pero hablamos de-

—Mira, Malfoy —Harry apuntó hacia Albus, esperando todavía una señal de su amigo frente a la
puerta—. Cuando éramos niños, yo era el hijo de dos personas que desafiaron a Voldemort y
murieron en la guerra, héroes para muchos, miembros de la Orden del Fénix. Tú eras hijo de un
Mortífago. E incluso si hubiésemos intentado evitarlo o si cambiábamos algo, esos dos detalles nos
arrastraban en direcciones opuestas. Hasta podríamos haber sido amigos en algún momento…pero
en la guerra, tú habrías ido hacia tu lado y yo hacia el mío. Pensé eso por mucho tiempo.

Harry sonrió al fijarse de nuevo en su hijo. Draco lo veía a él, intentando entender su punto.

—Ellos también tienen a un supuesto héroe y a un Mortífago como padres, pero son mejores
amigos. Supongo que el punto es…no sé, que las personas pueden cambiar de dirección con
terquedad pura —Dejó escapar una risita—. Una casualidad o elegir algo…esas cosas cambian
mucho la vida de alguien, sobre todo alguien tan joven.

Draco observó a Albus también entonces.

—Lamento que se haya metido en esto, Potter.

No le gustaban las disculpas, pero si fuese al revés, estaría frustrado por el peligro que Scorpius
pudiese correr por el mejor amigo problemático que tenía.

—No va a pasar —Cuando Draco lo observó, Harry dijo, muy confiado:—. Lo que vimos no va a
pasar.

Draco exhaló y se bebió otro trago del asqueroso café.

—¿La cicatriz te da poderes de adivinación o algo así? Porque nos hacen falta ahora…

Harry volvió a entrechocar sus rodillas.

—Confío en la capacidad de Al para elegir a un buen amigo —Hizo una pausa—. Además,
Scorpius salió llorando de esa sala, Malfoy, en serio es difícil imaginar que pueda ser una mente
maestra del crimen. Estoy seguro de que Voldemort joven habría disfrutado viéndose así.

Antes de que pudiese responderle, la puerta se abrió. Albus atrapó a Scorpius en un abrazo y
ninguno de los adultos se levantó, porque ese era un momento en que no podían hacer nada. Albus
le habló en susurros y Scorpius todavía parecía listo para llorar por su madre, por lo que vio, por lo
que creía que podía hacer un día.

Cuando Albus lo llevó con ellos, todavía pegados el uno al otro, les dirigió tal mirada enojada que
Draco sintió que le advertía que debía tratar bien a su propio hijo.

Bien, al menos podía contar con que había alguien de confianza junto a Scorpius.

Draco sujetó una de las manos de Scorpius, que sorbió por la nariz y siguió cabizbajo, con su otro
brazo en torno a Albus.
—Vamos a ver los resultados de tu examen —le explicó Draco, intentando que su voz sonase lo
más calmada posible—, tendremos un plan para cuidarte y estaremos pendientes de que…—Al no
obtener más reacción que un sollozo, se le rompió el corazón y miró de reojo a Harry, sin saber qué
hacer.

Harry rodó los ojos y se puso de rodillas frente a Scorpius, lo que lo hizo quedar dentro de su
campo de visión.

—Tú no eres esa persona —le aseguró al niño Malfoy—. No vas a hacer nada de eso.
No quieres nada de eso, ¿verdad?

Scorpius sacudió la cabeza y más lágrimas cayeron. Se las intentó limpiar con demasiada
brusquedad y su cara pronto estuvo del todo roja.

—Entonces está bien —dijo Harry, con una confianza que sorprendió a Draco—. No hay que
preocuparse por algo que nunca va a pasar, ¿cierto? Eres bueno y serás un gran mago que hará
cosas increíbles. Y nosotros estaremos aquí para evitar cualquier cosa que se pueda meter en tu
camino e intentar cambiarte. Tu padre estará aquí. Draco hará todo lo que pueda para que nunca
tengas que ver algo así de nuevo, ¿bien?

Scorpius asintió de nuevo y Harry murmuró algo más. Draco no supo qué, hasta que su hijo
caminó hacia él y lo rodeó con los brazos.

—No quiero ser un mago malvado —musitó Scorpius, hundiendo el rostro en su hombro.

Draco ignoró a los Potter para no ponerse nervioso por lo poco acostumbrado que estaba a
muestras de afecto frente a otros, estrechó a Scorpius y acarició su cabeza.

—Pero si eres el mejor chico del mundo, Scorp. Es más probable que veamos un unicornio
malvado que a ti —La risita de su hijo lo animó y Draco lo estrechó un poco más—. Estaré ahí
para cuidarte mientras resolvemos esto, ¿sí? Confía en mí.

Scorpius asintió contra su hombro y lo abrazó más fuerte. Draco se desarmó cuando lo escuchó
susurrar un "te quiero, padre" y tuvo que repetirse que no, él no pensaba ponerse a llorar en el
Ministerio. No, no, eso no iba con Draco Malfoy. Sólo se permitía un poco de sentimentalismo por
su pequeño.

—0—

—¡Más tiempo, Simon! Nuestra Señora dijo que debíamos darle más tiempo-

—¡Eso fue hace dos meses! —replicó Simon, desde el centro de una plataforma de piedra con una
estructura en que descansaba una silueta medio humana.

—Consíguele uno más. Lo suficiente para tenerla a ella —insistió la bruja envuelta en una túnica
oscura—. Puedes tomar esa energía extra en torno a Scorpius y usarla para nuestra Señora. Eso lo
mantendrá a raya, ¿no?

—Se saldrá de control- —Simon negó—. La magia así no es algo a lo que le puedas decir "estoy
ocupado en este momento, vuelve en un mes o dos".

—Se supone que puedes hacer esto.

La plataforma con el cuerpo a medio construir se hallaba en una estructura más grande similar a
unas ruinas y sus voces resonaban en cada centímetro. Más miembros de la Cofradía les oían desde
los bordes, sin ganas de acabar en medio de la discusión.

—Claro que puedo —Simon arrugó el entrecejo—, pero no lo recomiendo por el bien de Scorpius.

—Nuestra Señora dice que estará seguro, así que lo estará.

—No es una cuestión de seguridad, es el aumento de su magia lo que me preocupa- si es muy


repentino, llamará tanto la atención que-

La bruja dio un par de zancadas sobre la plataforma, cuidando no dañar los símbolos dibujos en el
suelo.

—¿Te estás oponiendo a una orden directa de nuestra Señora?

Simon retrocedió un paso sin pensar.

—No estoy en su contra, doy una sugerencia como especialista en este tipo de magia. Ella me
aseguró que confiaba en mis capacidades y oiría mi opinión con estos temas…

—Así que sí puedes hacerlo, bien —La bruja se giró entonces y comenzó a caminar hacia la salida
de la estructura—. Nuestra Señora no se quiere enterar de que el daemon está aquí antes que ella…

A pesar de que todavía quedaban algunos miembros de la Cofradía por los bordes, Simon era el
único que estaba en el centro. Observó el cuerpo a medio construir y exhaló.

Esto significaba el doble de trabajo.

—0—

Albus fue informado por su padre de los resultados de Scorpius.

Los Inefables no detectaron nada en él. Su nivel de energía estaba un poco por encima del
promedio para su edad, pero podía deberse a un buen potencial, y los trece años eran un momento
con muchos cambios a nivel energético también. Incluso podrían haber sido producto del estrés
reciente.

Albus escuchó con atención cada parte, y cuando Harry guardó silencio, le preguntó si había algo
que no le estaba diciendo.

Su padre titubeó y arrastró una silla para sentarse frente a Albus. Se encontraban en su dormitorio
de profesor en el colegio.

—Creo que lo que vimos fue como una versión más impresionante de una profecía —le explicó
Harry— y las profecías, hasta donde sé, no pueden ser evitadas. Pero no significa que pase lo que
creemos que va a pasar.

Albus arrugó el entrecejo.

—¿Qué significa eso?

—Bueno…—El mago pensó en cómo podría decirlo para que lo entendiese—. Por ejemplo, la
profecía por la que se suponía que yo vencería a Voldemort…en verdad no decía que yo le ganaría,
sólo que uno tenía que ganar. Y ni siquiera decía que debía ser yo el que pelease con él, había más
de una opción. El contenido sigue estando ahí, pendiendo sobre nosotros, pero puede pasar
cualquier cosa en el proceso que cambie alguna parte del resultado…y ese cambio podría ser
importante.
Albus asintió, despacio. Y tomó una importante decisión ese día.

—¿Puedo contarle esto a alguien? —le preguntó a su padre, por si acaso. Pensaba hacerlo de todas
formas, pero tener su permiso le ahorraría complicaciones.

—¿A quién? —Harry lució inseguro.

—A Lily.

—Ah —Entonces su padre asintió—, supongo que sí. Debe tener miles de teorías sobre lo que
pasa…

En cuanto pudo salir de ahí, en lugar de ir hacia las mazmorras, fue a la zona de la biblioteca en
que se reunía el grupo de estudio de Lily. La encontró sentada entre Nesrine y otra niña de su Casa
y grado, a la que le mostraba un movimiento de varita.

Albus se paró a unos pasos y la llamó mediante gestos, hasta que su hermana comprendió que era
urgente y se apartó de las dos niñas.

Lily Potter, de once años, era la persona en quien más confiaba después de Scorpius.

Albus se la llevó a un pasillo entre los estantes, utilizó el hechizo para que no los escuchasen que
su tío George le enseñó y le hizo un resumen a Lily de toda la información que manejaba e incluso
de la que no comprendía del todo.

Ella sólo adoptó una expresión pensativa, como si aquello tuviese sentido de alguna forma
retorcida que Albus no era capaz de ver.

En ese mismo momento nació lo que años más tarde se conocería como el Aquelarre. Para sus
versiones adolescentes era una medida para asegurarse de que ninguno se volviese malvado, no se
pusiesen en contra del resto y pudiesen desviar esa "profecía" de su futuro en la medida de lo
posible.

Por supuesto que Lily también tenía cierta vena dramática que Albus suponía que venía de parte de
los Weasley. Del tío George y la abuela Molly en especial.

Por la noche, Scorpius le preguntaba de nuevo hacia dónde iban, Adhara siseaba desde sus
hombros y Albus les pedía silencio, porque aunque conociese algunos de los pasajes usados por
James para moverse en el castillo, no podría hacer gran cosa por huir del conserje una vez que los
viese, a menos que se animasen a lanzarle un confundus. No le parecía tan mala idea.

La primera reunión de su peculiar grupo se llevó a cabo en un aula vacía del séptimo piso. Había
un círculo de runas de protección dibujado con tiza blanca en el suelo y varias velas encendidas en
puntos estratégicos.

Hicieron una pausa bajo el umbral al encontrarse esta escena y Lily los regañó para que cerrasen la
puerta, antes de que pudiesen despertar a un cuadro del pasillo con las velas.

—Lil, esto quizás…

Su hermanita le chisteó.

—Si te vamos a ayudar, te ayudamos a nuestro modo —Lily elevó la barbilla. Sostenía una vela y
estaba de pie en el otro lado del círculo.
—No hacemos pactos de sangre —advirtió Albus, en caso de que Lily se hubiese emocionado
demasiado desde que James la ayudó a tomar prestados (sin permiso) unos libros de la Sección
Prohibida—, siempre acaban mal.

Lily rodó los ojos.

—Qué poco creativo, Al —Nesrine se acercó con otra vela, se fijó en el brazalete de Albus y
sonrió—. Ally, siéntate en alguno de los puntos cardinales- ya sabes, norte, sur, eso. Tú igual,
Scorp, anda, anda.

Tras un instante, tomaron asiento. Albus en el este, Scorpius en el sur. Lily se quedó con el norte y
Nesrine se sentó en el oeste. Ambas colocaron las velas frente a ellas.

El círculo era amplio, pero como se encontraban en espacios en blanco en medio de los símbolos
estaban tan cerca que sus rodillas casi se rozaban.

—¿De qué película de terror sacaste esto? —indagó Albus, acercando su índice a los símbolos del
suelo.

Lily le dio un manotazo a su mano para evitarlo.

—¡Son reales y son parte importante de la ayuda que te vamos a dar!

—Mi madre me enseñó a hacerlos —dijo Nesrine, claramente orgullosa.

—Lo que vamos a hacer es esto —Lily extrajo de su bolsillo varias tiras de colores y las puso en el
centro del círculo—. Estuve leyendo…

—¿En qué parte del temario de primer año se ve esto? —Scorpius lucía aturdido.

—En la parte exclusiva de los que tienen un hermano mayor que te consigue cualquier libro de
magia avanzada —señaló Albus, sacándole una risita a Lily.

—Lo que quiero que hagamos es un pequeño sello, se usaba mucho en los antiguos grupos de
magos y brujas durante la época de cacerías, cuando nadie sabía quién era un enemigo o un aliado
—Lily comenzó a repartir tiras de colores, preguntando a cada uno el color que más le gustaba
entre las opciones que tenían—. Pongan un poco de su magia en las tiras que les doy, luego las
vamos a dividir para que tengamos una de cada uno…

—Según el libro que James le prestó a Lil —siguió Nesrine, que ya ejecutaba hechizos simples con
su varita que hacían parecer que las tiras azules extraían una esencia de su cuerpo—, esto funciona
para evitar enfrentamientos entre los que los usan. Incluso si fuésemos a pelear en serio, la
protección estaría ahí para repeler el primer ataque y darnos tiempo de huir, así evitaban que las
traiciones acabasen en muerte. No es tan fuerte como, ya saben, el de Grindelwald y Dumbledore,
por ejemplo, pero es perfecto para nuestro nivel mágico.

Scorpius empezaba a ponerse más pálido de lo que ya era de por sí y Albus le frunció el ceño a
ambas por llevarlo tan lejos.

—Claro que no creemos que eso sea necesario —aclaró Nesrine, dirigiéndose a Scorpius—. Lil lo
eligió porque también refuerza los sentimientos "buenos" que tengas por los demás que los usan y
avisa si alguno está en problemas. Eso último lo consiguió de su tía Hermione.

—Significa que me querrás más que a James cuando te lo pongas —presumió Lily, mirando a
Albus con una sonrisa.
Albus arqueó ambas cejas.

—¿He hecho algo que te haga pensar que yo quiero a James?

—Bueno, cuando llorabas y pataleabas porque querías dormir con "tu hermano" mientras yo
también quería dormir con James y esas veces que me gritabas que James era tu hermano, no el
mío…

Albus sintió que se sonrojaba bajo la mirada divertida de Nesrine y la enternecida de Scorpius.
Podría jurar que incluso la serpiente tenía una opinión al respecto.

Carraspeó y empezó a poner su magia en las dichosas tiras, ignorando la risa de su hermana.

En cuanto terminó, le pasó tres de las tiras a Lily, que le devolvió tres más de otros colores, uno
por cada uno. Nesrine les mostró cómo amarrarlas, y ya que a ambos se les complicó, Scorpius
puso sus manos sobre las de Albus y le ayudó con los movimientos a medida que las entretejía para
formar un brazalete.

Lily colocó los broches que los mantendrían cerrados y luego los cuatro tenían su propio "sello".
Parecía feliz, observándolo contra la luz de las velas. Los símbolos en el suelo emitían un débil
resplandor en respuesta a la magia de sus brazaletes y lo que significaban.

—Bien, vamos con la segunda parte del plan —Lily apuntó a Nesrine, quien desdobló unos
pergaminos en el espacio entre los cuatro.

—Nivel de bondad. Hay que mantenerlo alto —señaló la niña Veela. Había un dibujo de un
muñeco en el pergamino, con todo su cuerpo pintado de blanco y ella lo tocó—. La verdad es que
el nivel de bondad de Scorp está en el punto más alto…

Scorpius se permitió una sonrisita avergonzada al darse cuenta de que el "muñeco" del dibujo era
él.

—Pero si comienza a comportarse de forma extraña —Lily apuntó al pergamino—, lo anotaremos


para hacernos una idea de qué lo causa y cómo empeora o mejora…

Albus frunció el ceño al percatarse de algo.

—Vamos a ayudar a Scorp, no a conseguirnos un Stitch, Lil.

Ella agitó una mano en su dirección.

—Misma idea, ¿no? Él también iba a destruir el mundo —Lily se encogió de hombros.

—¿Una snitch? —Scorpius pensó por unos segundos en lo que había oído, confundido.

Albus negó.

—Olvídalo…

Esa primera reunión de uno de los grupos más importantes del mundo mágico (para bien o para
mal) acabó con bocadillos traídos por Nesrine y Lily contándoles una historia de terror con que
quería asustar a James. Scorpius se pegaba a Albus para intentar esconderse a medida que el cuento
lo ponía nervioso, Adhara siseaba cerca de su oído y Albus fingía no estar sonrojándose por el
aliento de su mejor amigo golpeando su cuello, ya que eso sería ridículo.

Regresaron a su Sala Común a través de los mismos túneles que usaron para llegar allí, y a mitad
de camino, se toparon con James, que asomó la cabeza desde la capa de invisibilidad y arqueó las
cejas en su dirección.

—No estuvimos aquí —dijo Albus— y tú tampoco.

—Soy miope y está oscuro, es difícil ver a otras personas en los túneles —James volvió a cubrirse
con la capa y continuó moviéndose hacia otro túnel.

Sus pasos se escucharon durante unos segundos. Ellos fueron en la dirección opuesta.

Mientras dos Slytherin se aseguraban de llegar a su cuarto sin ser atrapados por un profesor o el
conserje, el mayor de los Potter abandonaba el castillo de una forma no tan secreta. Tenía una
"misión".

—0—

A la mañana siguiente, un domingo, Albus se arrastró fuera de su cama antes de lo usual, soportó
su mal humor mañanero, refunfuñó porque incluso el Severus Snape de su retrato estuviese
dormido y se acercó a la cama de Scorpius. Usualmente era él quien se despertaba antes, por lo que
experimentó cierto placer maligno al estampar una almohada contra la cara de su mejor amigo
dormido.

Scorpius abrió los ojos sobresaltado y se sentó de pronto, con el cabello rubio parado en todas
direcciones y un hilo de saliva seca en la comisura de la boca. Albus apretó los labios para no
reírse de la imagen.

Quería pensar que la extraña emoción que tenía en el pecho de vez en cuando al verlo disminuía
cuando estaba así, pero había algo adorable en Scorpius Malfoy parpadeando repetidas veces para
acostumbrarse a la luz fuera de las cortinas de su dosel, tallándose los ojos o poniendo esa cara de
confusión absoluta que nadie podía imitar.

Y puede que Albus estuviese un poco preocupado por lo que fuese que sentía al mirarlo, pero era
su mejor amigo y tenía otros asuntos en mente, así que resultaba sencillo ignorar ese detalle.

—Lily preparó un cronograma y mandó águilas mágicas de papel a picotearme hasta que prometí
cumplirlo —Albus se colocó la almohada que era su "arma" bajo el brazo y exhaló.

Cabeceó hacia los pergaminos que pegó en la pared entre sus camas, bajo el ventanal que daba al
lago. Tenían el dibujo en blanco de la "bondad" de Scorpius y una lista de actividades para el día,
que iban desde practicar Quidditch un rato con Rose y ayudar a alguien de un año menor con su
tarea (de preferencia a Lily y Nesrine), hasta realizar sus propios deberes.

Cuando Scorpius consiguió despertarse lo suficiente para hacerse una idea de dónde estaba y quién
era, recogió la lista y sonrió.

—Lily quiere que hagamos un hogar para los augurey que llegaran en la primavera —señaló ese
punto en la lista para Albus, quien asintió.

—Podemos empezar hoy.

Entonces su mejor amigo lo observó de reojo por unos segundos, antes de adoptar una expresión
más tímida.

—No hace falta que hagas todas las cosas que se le ocurran, yo puedo hacerlas si creo que
ayudarán, pero-
—Las vamos a hacer juntos —Albus se cruzó de brazos y lo retó con la mirada a rechazarlo.

Scorpius sólo asintió y siguió hablando de la lista mientras se alistaba para comenzar con su
misión de "no volverse un terrible mago oscuro".
Malfoy vs. Potter
Chapter Notes

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Después de informarle a la directora McGonagall de cada detalle que podían decirle sin soltar
información confidencial de los Aurores y agregar algunas medidas de seguridad marca Harry
Potter y Hermione Granger a las ya de por sí mejoras del colegio, tuvieron dos semanas de
inesperada paz.

Harry casi se sentía extraño porque su mayor preocupación fuese la cantidad de veces que James
iba a detención cada mes, número que consiguió reducir después de recordarle que no llegaría a ser
capitán del equipo de Quidditch si tenía un mal comportamiento.

Ahora sospechaba que James seguía metiéndose en problemas, pero de una manera en que los
profesores no lo notaban, y no estaba seguro de si era peor o mejor.

Esto tampoco era para preocuparse, de acuerdo a Harry. James no haría nada más peligroso de lo
que ellos podrían haber hecho a su edad. Probablemente.

Entonces el verdadero problema fue aquel día en que tenía una clase con Ravenclaw y Hufflepuff
de primer año. Terminaron antes de lo previsto y Lily, en el primer puesto, charlaba con Nesrine y
otra niña de su curso.

Y Harry la escuchó mientras cerraba el baúl con sus artículos para las clases.

—Mi clase favorita es la del profesor Malfoy —dijo Lily. Su pequeña Lily.

Aquello era imposible. Harry seguía boquiabierto cuando se encontró a solas en el aula.

Dos horas más tarde, entró el grupo de quinto al que pertenecía James. Después de terminar, lo
llamó aparte y le preguntó por su clase favorita. Él no dudó.

—La del profesor Malfoy —Y se echó a reír—, me deja jugar con todos los ingredientes, papá.

Harry llegó a la hora de la cena cabizbajo y eso era obvio para cualquiera. Sirius, que se colaba en
la mesa de profesores, le puso un brazo en torno a los hombros y le preguntó qué le pasaba.

Cuando se lo contó, Sirius llamó a Albus y Scorpius con amplios gestos. La cena había terminado y
los chicos ya se dispersaban, así que sólo tuvieron que separarse del resto de sus compañeros para
ir con ellos.

—Harry piensa que a sus hijos no les gusta su clase —le dijo Sirius a Albus. Luego le dio un
golpecito en el pecho—, anda, dile a que ti sí te gusta y que aprendes un montón.

—O que debería dejar de usar hechizos que no sabe qué harán —añadió Draco, divertido, en voz
tan baja que sólo Harry lo escuchó, pero eso no evitó que se girase hacia su asiento, ceñudo.

—Sólo fue una vez y porque no sabía que le ponían a las ventanas un líquido que repelería mi
hechizo, alguien debería haber-

—En realidad —Albus lució extrañado—, mi clase favorita es la del profesor Malfoy.

A su lado, Draco sonrió. Harry ahogó un sonido incrédulo.


—A mí me gusta más la del profesor Potter —murmuró Scorpius, balanceándose sobre sus pies—,
creo que es muy divertida y práctica.

Harry sonrió y vio a su ex rival de reojo. Draco se había puesto serio y le dirigía tal mirada cargada
de rencor que casi podría pensar que regresaron a la época del colegio.

Estaba claro que eso no se podía quedar así.

Un rato más tarde, Harry Potter caminaba ida y vuelta en su dormitorio del ala de profesores y
levitaba un trozo de tiza blanca hacia un pizarrón que había colocado al fondo. Cada poco tiempo,
otra fuerza lo levitaba en una dirección diferente para interrumpirlo y él sólo la ignoraba.

—¿Cómo hago que les guste más mi clase que la de Malfoy?

Frente a él, Sirius se comía unos pastelillos en el borde de la cama y Teddy usaba la silla de
reversa, sus brazos apoyados en lo alto del respaldar y las piernas a los costados. Observaba la
pizarra con una expresión divertida.

—Pensé que no podía salir de la Academia sin permiso a menos que fuese una emergencia —
señaló Teddy, sonriendo.

Harry no le contestó, pero su cara de disgusto dejaba en claro que para él era una emergencia no
tener la clase favorita de sus hijos. ¡Ni siquiera de uno, por Merlín! Cuando nació Lily, George
hacía bromas sobre que al menos uno de los tres lo querría, pero parecía que no resultó así.

—Necesito planear clases mejores —siguió Harry, pasándose una mano por el cabello—, necesito
que sea tan increíble que los chicos quieran entrar y aprender, y después estudien por su cuenta
como hacía Hermione-

Adoraba esa idea. Ver a los pequeños entusiasmarse por la magia era increíble.

—Nadie puede ser como Hermione —Teddy se rio. Luego lo sopesó unos segundos—. ¿Y si…?

Con esos dos de su lado, no podía diseñar un programa aburrido para los estudiantes.

Mientras esto sucedía, en un área de las mazmorras, tenía lugar otra reunión igual de urgente. Para
Draco, al menos.

—No puede ser que a Scorpius no le guste mi clase más que la de Potter —argumentaba él, frente
a la expresión poco interesada de Theodore.

—¿Los trajiste para eso? ¿En serio?

Albus, Lily y Nesrine parecían más a gusto con la idea de opinar sobre el programa de las clases de
lo que lo estaba Theodore, a quien sacó del cuarto a mitad de su lectura nocturna. Ahora él
permanecía de brazos cruzados y los tres estudiantes discutían en voz baja las opciones que tenían
para Draco.

—Y podría…

—Pero que no sea…

—¡Con hechizos de seguridad!

—Y estaría bien que…


Scorpius iba a amar su clase.

—0—

Al día siguiente, Draco escuchó a su hijo hablar con entusiasmo de los objetivos móviles de la
clase de Defensa contra las Artes Oscuras, que hacían parecer que el salón se había convertido en
una casa embrujada, y omitía el hecho de que gritó con más de uno al tenerlos muy cerca y se
aferró a Albus.

Luego miró a Potter con los ojos entrecerrados hasta que este lo notó y le dio una sonrisita que le
recordaba por qué estaba convencido de que era un imbécil durante la adolescencia.

Por la tarde, Harry oía a Lily hablando sobre las burbujas gigantes que crearon con algunas
pociones que Draco agregó al temario con permiso de la directora. Podían atrapar a alguien,
servían como barrera de defensa, y algunas eran rosadas. Lily amaba las burbujas rosadas.

Entonces Harry también observó en la dirección en que estaba Draco durante un rato, y cuando
este elevó la barbilla, estuvo seguro de que disfrutaba viéndolo así.

Pues no le daría el gusto.

Una guerra interna comenzó en Hogwarts a lo largo de esa semana. Harry invitaba a un hombre
lobo (no estaban cerca de la luna llena y bebía su matalobos, por supuesto) para que les contase
más de la licantropía a los estudiantes de tercero, y por la tarde, se enteraba de que James no paraba
de contarle a todos sobre las pociones para atraer criaturas mágicas que Draco les enseñó; se
usaban cuando necesitaban algo de una criatura que podían tomar sin dañarla, la poción le
brindaba nutrientes y la distraía, mientras el mago cortaba con magia un cabello o esperaba para
recoger la saliva.

La razón de la emoción de James fue que sostuvo a una araña gigante (y se la arrojó a uno de sus
compañeros mientras Draco no lo veía). Sería difícil superar eso. Incluso le escribió a Teddy para
contarle.

Draco les enseñaba a los de primer año las primeras pociones curativas y les mostraba cómo
distinguir cada línea en el sistema sanguíneo con un líquido que los hacía brillar y Lily no dejaba
de tomar notas y hacer preguntas. Pero por la tarde, se enteraba de que Harry Potter, el niño-que-
vivió-para-robarle-a-su-hijo, se unió a la profesora de Cuidado de Criaturas Mágicas para ir a ver a
un gigante muy amable con el que practicaron hechizos de defensa y Scorpius se había hecho su
amigo.

Después de que Harry pasó veinte minutos oyendo a Albus de buen humor porque el profesor
Malfoy los había llevado a una clase al aire libre en que estuvieron rodeados de flores mágicas,
bajo la supervisión de Neville, decidió usar su carta maestra:

El mundo mágico le debía muchos favores que él no tomaba en cuenta porque, bueno, en realidad
no tenía en mente ser un héroe cuando los salvó, pero a veces era útil poder llevar a un grupo de
estudiantes a presenciar los duelos de práctica de los Aurores novatos.

Scorpius estaba maravillado con Teddy, quien hizo de asistente, y Draco no estaba feliz. Ni Albus,
pero ese es otro tema.

Su absurda pelea llegó a tal punto que Harry supervisaba los hechizos del club de duelo el viernes
en la tarde y Draco felicitaba al grupo que ayudó a la enfermera a tener unas pociones en perfecto
estado y listas para cualquier emergencia que pudiese suceder en Hogwarts.
—¿Deberíamos hacer algo? —Neville le preguntó a la directora el viernes por la noche—. Draco
me preguntó si tenía plantas venenosas en los invernaderos.

—Es lo bastante precavido para presentarles venenos a los estudiantes mayores de quince años —
alegó McGonagall—, además me mostró el temario y se va a concentrar en las dosis no letales y
antídotos más variados que el bezoar. Es muy útil.

—Y Harry quiere que lleve la espada de Gryffindor, tengamos un duelo de prueba y darles una
clase de magia negra contra magia ancestral —siguió Neville.

—Será magnífico —La directora asintió—. Le pedí que me avisase para poder verla también. Es
un tema fascinante que casi nunca se trata.

Por lo visto, si ellos querían pelearse por quién daba las mejores clases, McGonagall estaba
dispuesta a apoyar a cada lado y que sus estudiantes aprendiesen más que nunca.

Habrían continuado así, sino fuese por una pequeña broma de James que salió mal. Se suponía que
haría levitar a uno de sus compañeros, con silla y todo, en cuanto se sentase, pero perdió el control
y tiró algunos artículos de su padre.

Draco se echó a reír cuando se enteró del desastre, porque la verdad era graciosísimo incluso para
los estudiantes pensar en objetos volando y el profesor Potter detrás de ellos. Y Harry le preguntó
si en serio estaba tan intimidado como para sabotear su clase.

Esto ocurrió durante una cena en la mesa de los profesores. Neville, incómodamente sentado en
medio de ambos, consideró decirles que lo que sucedió seguro era la broma de un estudiante, y
conociendo al grupo con que le pasó, hasta puede que fuese algo hecho por James, pero Draco le
contestó a Harry en tono pedante, luego el asunto escaló y pronto se estaban retando a un duelo.

Neville observó a la directora, aterrorizado. McGonagall los veía por encima del borde de sus
lentes.

—Podemos poner una plataforma de duelo en la Sala Común y abrir una clase para cada año —
indicó McGonagall, dejando a Neville boquiabierto—. Hechizos simples para los pequeños y luego
aumentando la dificultad…hasta que la clase para séptimo sea un duelo entre adultos en toda regla
—Hizo una pausa—. Sin hechizos mortales ni magia negra, por supuesto —dijo lo último mirando
a Harry, lo que confundió aún más a Neville.

—¿Asustado, Potter? —se burló Draco cuando el otro pareció que tenía que considerarlo.

—Ya quisieras —Harry frunció el ceño y le tendió su mano—. Te acabaré en cualquier duelo,
como siempre he hecho.

Draco estrechó su mano con más fuerza de la necesaria.

—Sólo tengo que cuidarme de los expelliarmus, ¿no?

Neville volvió a fijarse en la directora.

—¿De verdad los dejará pelearse?

Ella asintió.

—La rivalidad bien canalizada puede ser un impulso increíble para mejorar, sólo mira las clases
que han dado estos días. Además es un ambiente seguro y tengo por profesores a dos de los
mejores duelistas del continente —Ella arqueó las cejas—, sería una tontería decirles que no si
quieren tener un duelo y podemos lograr que los chicos vean cómo se hace fuera de estas paredes.

El duelo para la clase de primer año se llevaría a cabo el lunes antes del almuerzo. Los rumores se
extendieron rápido por el castillo. Lily estaba entusiasmada y Harry feliz de verla así, hasta que se
enteró de que había conseguido una pañoleta verde de Nesrine.

Disfrutando de la "rivalidad entre dos de los profesores más queridos", Rose había comenzado a
vender pañoletas verdes y rojas para que los estudiantes indicasen a quién apoyaban en el duelo.
Era obvio para quién era cuál.

En el primer duelo, Harry ganó por tener un mayor abanico de "hechizos simples". Draco era
bueno y se atrevería a decir que mejoró con los años, pero los hechizos que más usaba fueron
demasiado complejos para una presentación frente a niños de once años.

Lily corrió hacia Draco en cuanto terminó y le dijo algo que hizo que sonriese y le revolviese el
cabello. Después fue hacia Harry y lo abrazó para felicitarlo.

—¡Fue graciosísimo cuando convertiste su varita en hule, papá!

Sí, la expresión de Draco fue digna de una fotografía. Quizás podría ponerla en un Pensadero y
entregarle esa memoria al mismo Malfoy para que se viese.

En el duelo para segundo año, Draco realizó otro perfecto serpensortia que le trajo recuerdos de un
duelo similar cuando eran jóvenes. Harry se distrajo hablando con la serpiente, Draco volvió sus
piernas gelatinas, y de alguna manera acabaron en empate, con un Harry que no se podía levantar
del suelo y un Draco pegado al techo por un hechizo.

Para el duelo de tercer año, se debatieron con hechizos del temario durante un rato. Luego Draco le
lanzó un escupebabosas. Todavía se reía mientras lo acompañaba en la enfermería, él sentado junto
a la cama, Harry frunciéndole el ceño por encima del cubo que abrazaba al que iban a parar las
babosas.

Scorpius se sentía mal por Harry y Albus quería que Draco le enseñase ese hechizo.

Para el duelo de cuarto año, Harry se lució convirtiéndolo en un bonito pavo albino. Draco pavo lo
persiguió por la plataforma de duelo y lo picoteó, pero igual contaba como que había perdido.

Tenía la piel roja cuando lo regresaron a la forma humana y le prometió a Harry que se las pagaría.

El duelo para quinto año no fue más caótico sólo porque conocían sus límites acerca de nada de
hechizos mortales ni sangrientos. No querían causarse heridas, sólo el daño propio de un duelo
cualquiera. Aun así, el grupo en que estaba James quedó maravillado por dos magos que podían
hacer que sus propios cuerpos flotaran, la forma en que manipulaban el salón moviendo paredes o
el suelo y la lluvia de cristales de Draco hacia Harry.

Esto último fue lo más impresionante. Rompió las ventanas del Gran Comedor y envolvió cada
pedazo de vidrio en un hechizo para que actuasen como proyectiles, en lugar de cortar. La barrera
de Harry y su intento de huida no lo libraron de millones de piezas que lo lanzaron al suelo.

Draco ganó y arregló cada ventana en un par de movimientos. Los chicos estaban asombrados,
Neville aterrorizado y McGonagall comenzaba a ver que su magia junta podía ser un problema
para la infraestructura del colegio, por lo que tomó una decisión: para los duelos de sexto y
séptimo año, que eran los más duros y con mayor libertad, tendrían que practicar antes. Así se
aseguraría de que no causarían un terremoto en medio de la emoción del duelo, ya que tendrían una
idea de qué hacer frente a los estudiantes.

—Si practicamos, no contará cuando venza a Potter —se quejó Draco apenas la escuchó.

—Pueden vencer al otro durante la práctica —puntualizó McGonagall.

También les pasó una lista de hechizos permitidos para el duelo frente a sexto año y les concedió
una tarde dentro de la Sala de Menesteres.

Harry no creía haber tenido la adrenalina tan alta desde sus primeras misiones como Auror. Y era
aún mejor sabiendo que no corría un peligro real, que sólo era Draco Malfoy siendo Draco Malfoy,
la única persona que se atrevería a tener un duelo con él sin temerle por ser el-niño-que-vivió o
cuidarlo de más para no lastimarlo.

Estaba felizmente agotado al final de la práctica y Draco todavía refunfuñaba que no lo iba a dejar
ganar. Fiel a esto, en realidad lo consiguió. Volvieron a empatar.

Harry estaba divertidísimo, Draco tenía la cara roja de rabia de una manera que le hacía pensar en
su versión adolescente y a los de sexto año les quedó claro que jamás debían molestar a sus
profesores.

El último duelo, el que usarían como demostración frente a los de séptimo año, tenía la mayor
libertad. McGonagall les dijo que podían utilizar cualquier hechizo, con las restricciones de
letalidad, y tuvieron dos días en la Sala de Menesteres, porque Draco no pensaba dejar el marcador
de esa manera y Harry…bueno, él disfrutaba de cierta manera retorcida de ser retado. Culpaba al
lado Gryffindor.

Esto era la razón de que hubiesen acabado un jueves por la tarde rodando sobre el suelo de la Sala
de Menesteres como un par de adolescentes a mitad de una pelea.

Para los duelos de magia se recomendaba conservar un mínimo de distancia, de esa manera se
podían disparar los hechizos cómodamente y existía la posibilidad de esquivar. Lo cumplieron con
las demostraciones anteriores. No sabía en qué punto se les salió de control esta práctica.

¿Cuando hizo que los muñecos de la sala cobrasen vida y atrapasen a Draco? ¿O fue cuando Draco
se Apareció detrás de él y le sujetó le cuello? Sí, probablemente fue ahí cuando se convirtió en algo
mitad mágico, mitad físico.

Harry sólo sabía que se encontraba en un estado de alerta máxima, usaba su energía de reserva y
acababa de golpear el suelo de nuevo. Forcejeó con Draco y movió la cabeza a tiempo para evitar
un hechizo destinado a dejarlo cegado durante un rato.

De alguna manera, por la memoria muscular de tantos entrenamientos en la Academia, consiguió


darle la vuelta a la situación y alzarse sobre él. Draco quedó presionado contra el suelo, su brazo
flexionado y la varita apuntando al cuello de Harry. La de Harry estaba justo frente a su cara.
Ambas tenían destellos de hechizos en la punta.

—Ahora es cuando te rindes —señaló Harry, sin darse cuenta de que usaba un tono que no tenía
desde la adolescencia. Y que solía estar reservado para responder a cierto cretino cuando quería
molestarlo.

—Ahora es cuando tú te rindes —Draco le dio dos toques en la garganta con la varita, en una clara
advertencia.

Harry sacudió la cabeza.


—Te vas a rendir tú, Malfoy.

—Sigue soñando, Potty.

Se percató del movimiento bajo él justo a tiempo para frenarlo. Apretó las piernas en torno a la que
Draco había levantado para darle un rodillazo y le frunció el ceño.

—¿Es en serio, Malfoy? ¡Es un duelo de magia, ya para de atacarme ahí!

Draco apretó los labios por un segundo, el aire se escapó en forma de bufido por contener la risa.
Harry también tuvo que hacer un esfuerzo por no burlarse de su forma tonta de hacer trampa.

Al instante, el ex Slytherin se retorcía, riéndose, y cambiaba el ángulo de la varita para dispararle


un aguamenti a Harry, que quedó a ciegas por el agua en los lentes y el cabello que le cayó sobre la
cara.

—¡Tu cabello se pone liso! —Draco sonó tan impresionado que Harry sí se rio esa vez.

—El cabello de casi todos se pone así con el agua, Malfoy-

—Pensé que era como un nido de ramas que no podían cambiar de forma y por eso nunca te
peinabas —se burló él, lanzando otro chorro de agua a su cara.

Harry movió la cabeza y respondió con un hechizo de cosquillas que estaba bastante lejos de la
gama que cubrieron durante el "duelo". Draco se volvió a retorcer e intentó darle un codazo. Él
apenas consiguió sostener su brazo para evitarlo.

—El gran Draco Malfoy pelea como un muggle lanzando golpes-

—También muerdo si hace falta —replicó Draco, muy orgulloso. Luego los dos se echaron a reír
de nuevo.

Harry dejó su varita en el suelo, se apartó de él y se tiró a un lado. Jadeaba tanto por el cansancio
como por la risa. Entonces Draco alzó su varita y emitió un sonidito de celebración que habría
esperado de alguien de la edad de Lily.

—¡Yo gano porque soy el único que sostiene la varita todavía!

—Estoy seguro de que el manual de duelos dice "el que se mantenga en pie" —Harry giró el rostro
hacia él y arqueó las cejas.

Draco flexionó las rodillas, todavía acostado, y puso ambos pies contra el suelo. Luego también
giró la cabeza para verlo.

—Mis pies tocan el suelo —alegó, con un falso tono inocente que se arruinó con la sonrisa y la
forma en que dijo un:—. Has perdido, Potter.

—Está bien, está bien —Harry asintió, riéndose—. Si tanto te hace falta para calmar tu orgullo,
pues te dejo ganar en el duelo de demostración.

—¿Harías eso? —Draco lució aturdido.

Harry se encogió de hombros.

—Llevo años dejando que Lily me gane en todo, mi orgullo está bien con eso.
Draco frunció el ceño y se acomodó de lado para verlo mejor. Lo apuntó con la varita.

—Ni se te ocurra dejarme ganar, Potter.

Harry rodó los ojos y se puso de lado también, de manera que quedaron cara a cara en el suelo.

—¿Quién te entiende? Me quieres ganar, pero no me quieres ganar-

—Te voy a ganar porque soy mejor que tú —Draco le tocó el pecho con la punta de la varita—. Si
me dejas ganar, no tiene gracia. ¿Dónde está tu sentido de la competencia, Gryffindor?

—Mi "sentido de la competencia" —Harry simuló las comillas con los dedos de una mano— está
retrocediendo frente al hecho de que cada vez que peleamos me quieres dar un rodillazo en la
entrepierna.

El ex Slytherin apretó los labios, pero sus ojos brillaron con clara diversión.

—¿Oh? ¿Cómo es que eso es todo lo que hace falta para intimidarte?

—¿Ahora quisieras que tu "yo" adolescente lo hubiese sabido? —bromeó Harry.

—Habría sido útil tener esa información antes, sí —Draco fingió seriedad al asentir.

Harry se estiró para recuperar la varita y le arrojó otro hechizo de cosquillas, por el que Draco
movió los brazos para detenerlo. Él reaccionó por reflejo del entrenamiento y atrapó sus muñecas.

Se quedaron así un momento, tendidos en el suelo, Harry sujetándolo, Draco con la varita todavía
en una mano. La adrenalina seguía a tope y la sala que apareció para ellos estaba medio destrozada
por algunos hechizos que utilizaron cuando se permitieron más libertad mágica de la que tenían
usualmente. Al menos sabían que nada de lo que hicieran sería demasiado para el otro y eso era
difícil de conseguir para los buenos duelistas.

—Pero hablando en serio —siguió Draco, más bajo—, si me dejas ganar, lo sabré y me enojaré.

—Siempre supe que te gustaba pelearte conmigo sin razón.

Draco soltó un ruido que no podía ser tomado como afirmativo ni como negativo.

—Eras el único que se iba a pelear conmigo, así que…¿por qué no?

Harry resopló, lo soltó y volvió a ponerse boca arriba. Draco lo imitó. Sus cabezas quedaron
bastante juntas y los dos observaron el techo de la Sala de Menesteres durante unos segundos.

—Cuando te gane…

—¿Te refieres a cuando yo te gane a ti? —indagó Harry, agregándole un tono burlón que copió de
él.

—Cuando yo te gane a ti —Draco simuló no haberlo oído—, vas a estar en el laboratorio durante la
clase de Slytherin de tercer año y a separar gusarajos.

—Sí, Snape —Harry rodó los ojos.

De pronto, Draco imitó una voz increíblemente seria y grave al decir:

—Página doscientos veintinueve y ni se te ocurra respirar de mi aire, Potter.


Harry se rio hasta que el estómago le dolía.

—0—

En alguna parte de Hogwarts, un adolescente salía a través de un pasaje y se daba cuenta de que
debía mejorar sus hechizos de ocultamiento cuando se topaba con un perro negro que ladraba y
sacudía la cola con entusiasmo.

Sirius regresó a la forma humana y se cruzó de brazos.

—¿A dónde vas cada vez que sales del colegio de noche y por qué no me has invitado si es algo
divertido, James Sirius Potter?

Chapter End Notes

Todavía no he leído comentarios en general de las historias por falta de tiempo,


¡apenas pueda respondo si veo que tienen alguna pregunta!
Lo que hace James Potter

James le hizo un gesto para pedirle silencio. Le brillaban los ojos, pero era claro que no planeaba
algo que Harry habría calificado como una "maldad", ya que esa zona del Bosque Prohibido no
tenía nada divertido en los años en que Sirius estudiaba allí. Solía ser un buen terreno para correr
en la forma animaga por lo poco relevante que era.

Ambos estuvieron escondidos detrás de un arbusto hasta que a unos metros apareció un rastro
brillante. Una magia que Sirius había tenido la suerte de ver antes, igual que gran parte de los niños
magos.

Entonces James se deslizó fuera del "escondite" y saludó a la criatura.

—Hola, bonita- sí, sí, mira, traje a alguien- sólo es Sirius, ¿bien? —James envolvió la cabeza del
unicornio con los brazos, cuidando que no lo tocase el cuerno—. Así que no vayas a huir, es un
buen perro. Un poco brusco, pero bueno, ¿de acuerdo? Y quiere saber qué hago aquí porque está
preocupado por mí…

Sirius se sentó en el suelo del borde del claro y se preguntó si tendría que contarle a Harry que su
hijo escapaba por las noches para ver a los unicornios en el bosque. O si aquello era el equivalente
a cuando James y él huían en forma animaga.

No, no creía que fuese similar de ninguna manera.

¿Quizás era momento de preocuparse?

Podía ser una afición curiosa. Tal vez James estuviese destinado a ser un magizoólogo.

Continuaba dándole vueltas a esta idea cuando James retrocedió un paso y el unicornio tomó otra
forma.

Justo frente a sus ojos, la figura de caballo le cedió el paso a una silueta humana.

Bueno, una chica humana con la piel y el cabello propios de un unicornio, al menos.

Sirius agradeció haber estado sentado. No, aquello no se parecía en nada a lo que él hacía de
adolescente.

James se rio de la expresión que puso y se quitó la capa para echársela encima a la…a eso.

Sí, puede que fuese el momento en que le comentaba a Harry sobre las actividades de su hijo.
Suponiendo que se enterase de qué significaba esto.

—Eh, James- —Sirius lo señaló, vacilante—. Mira, sé que ahora no lo parece, pero fui uno de los
mejores de mi curso. Y estoy seguro de que si los unicornios se pudiesen convertir en personas…
tu abuelo le habría coqueteado a alguna antes de que tu abuela supiese de su existencia.

La "chica unicornio" rodó los ojos de una manera que le hizo pensar que imitaba los gestos de
James. Lo llamó agitando una mano y comenzó a gesticular hacia el adolescente, que estuvo atento
por unos segundos y asintió.

—Ya, claro. No es un unicornio real, Sirius —James se dirigió al aturdido mago adulto—, es una
cambiaformas. Usualmente no habla con adultos, no te lo tomes personal. Lo más probable es que
—Observó sus gestos de nuevo, y aunque Sirius notó que "ella" movía la boca, ningún sonido llegó
a sus oídos— no puedas escucharla incluso si intenta hablar contigo —completó, asintiendo.

Sirius estuvo unos instantes en silencio.

—Bien, James, este es buen momento para comentarme cómo conociste a una criatura que cambia
de forma y por qué te saca todas las noches del castillo.

Se suponía que él era el adulto responsable allí. Nunca creyó que llegaría ese día, pero resultaba
necesario marcar límites antes de que le sucediese algo a mini James. Harry no se lo perdonaría. Él
mismo no lo haría.

—Bel no me pide que salga —James pareció divertido con la idea. Se pasó una mano por el
cabello y miró en determinada dirección entre los árboles—, yo…hm, estoy usando hechizos en la
comida para que alcance para su manada, recojo hierbas del bosque y uso recetas del profesor
Malfoy para ayudarlos. Eso. Ahm- no vayas a decírselo a nadie —agregó, frunciendo el ceño.

—¿Ayudarlos en qué? —Sirius volvió a examinar la silueta envuelta en la capa de James. Ante el
interrogatorio, casi se había escondido por completo detrás del adolescente, y aunque era un poco
más alta, James la cubría bastante bien y tenía toda la intención de protegerla si a Sirius se le
ocurría hacer algo.

Tenía la misma expresión de su abuela cuando se tomaba un tema en serio y eso ablandó a Sirius.
Y dolió un poco también.

James le tendió una mano a la chica y le susurró algo.

—Él es muy listo —Oyó que le decía—, podría saber más que yo. Te lo he dicho- sí, pero en esos
libros no está lo que necesitan…

Cuando ella cedió, sacó un brazo de la protección de la tela de la capa. James lo giró y le enseñó
unas marcas negras en su antebrazo. Alcanzaban el codo y subían, perdiéndose más allá de la ropa.
Lucía como si le hubiesen retirado un trozo de piel y esta no pudiese recuperarse.

Sirius reaccionó por reflejo, poniéndose de pie para acercarse. No veía nada similar desde la
primera guerra con Voldemort.

Cuando se aproximó lo suficiente para detallarla, ella en verdad se ocultó detrás de James.

—Bel- él puede ayudar-

"Bel" sacudió la cabeza y pasó sus brazos alrededor de los costados de James, de manera que
seguía detrás, pero podía gesticular frente al chico.

—No, no puedo pedirle eso- no, eso estaría difícil, no creo que pueda- ah, eso —James lo sopesó y
le tendió una mano a Sirius—. Se sentirá más segura si me dejas tu varita mientras estés aquí.

—Eso no va a pasar —Sirius negó.

Estaba un poco mal de la cabeza y era impulsivo, pero no tanto. Uno no se quedaba sin varita
frente a una criatura que no conocía en un bosque y de noche.

James se puso más serio.

—Entonces regresa —Se dio la vuelta e hizo que Bel se girase también—. Tengo mucho que
hacer, todavía no consigo una fórmula que les ayude por más de un día y eso les causa dolor, así
que si no quieres ayudar-

Sirius sujetó los hombros de James y lo jaló hacia atrás, separándolo de Bel, quien se giró de nuevo
aturdida e intentó atrapar uno de sus brazos. Él puso una barrera en medio.

La cambiaformas no se veía feliz. James no lo notó porque encaró a Sirius y se lo sacó de encima
de un empujón que lo hizo dar un paso atrás.

—¿Qué quieres? —Elevó la barbilla y lo retó a decirle algo estrechando los ojos.

Tal vez también tenía cierta similitud con el Harry de quince años.

Mala combinación.

—¿Por qué no le has contado de esto a nadie? —indagó Sirius.

—¿Y quién dice que no le he contado a nadie?

Cuando Sirius arqueó las cejas y le dio una mirada de "a tu edad ya había dicho todas las mentiras
que se te puedan ocurrir", James resopló y se cruzó de brazos.

—Son criaturas desconfiadas, Sirius. Vine muchas veces a tomar muestras de los unicornios,
pidiéndoles permiso, antes de que Bel mostrase alguna señal de no ser un unicornio. Traer a
alguien más podría espantarlos- y si traigo a papá, que seguramente querría venir apenas se lo diga,
aún más, porque es un adulto. Al menos tú —Lo abarcó con un gesto— tienes actitud de niño.

Sirius arrugó el entrecejo. No le gustaba la forma en que la cambiaformas lo veía por encima del
hombro de James y más allá de la barrera. Ni el ambiente. Ni nada de esa situación.

Por Merlín, ¿así se sentía McGonagall cuando se enteraba de que estuvieron haciendo algo loco y
peligroso como jugar con una araña gigante en el Bosque Prohibido? Prometió disculparse con ella
por los sustos que le dieron.

—Creo que es algo que deberías dejar en manos del Departamento de Control y Regulación de-

Antes de que hubiese terminado de decirlo, James le había cubierto la boca con una expresión de
horror. Negó y miró por encima del hombro.

—No habla en serio, Bel- no es-

La cambiaformas retrocedió un paso y se fijó en Sirius, que entrecerró los ojos en su dirección con
una clara advertencia de lo que le haría si dañaba a James. Ella abandonó la capa en el suelo al huir
entre los árboles. Pronto se perdió la estela de su magia también.

James boqueó, incrédulo, pasando la mirada del sitio en que estuvo a Sirius y de vuelta. De pronto,
le dio un manotazo en el pecho.

—¡¿Pero qué te pasa?! ¡Por algo no van con ellos, ¿no te parece?! Es que- agh. No debí traerte, es
en serio que no se puede confiar en los adultos para tantas cosas, ahora-

Sirius le sujetó el rostro y murmuró un hechizo que recorrió al chico. No arrojó nada. Su cara
tampoco daba señales de estar afectado.

Frente a un confundido James, le levantó las mangas del suéter y comenzó a examinar sus
brazos. Nada. ¿El cuello? Nada. Tal vez…
James sacudió las manos para que lo soltase.

—Oye, oye- ¡oye! —Le frunció el ceño de nuevo a Sirius—. ¿Qué haces?

—Me aseguro de que no te hayas hecho amigo de una cosa come energía, niño.

Sirius jamás se había sentido, bueno, adulto, hasta ese instante, comprobando señales mágicas en
un chico tan irritado como habría estado él a su edad por la intrusión de una persona mayor en su
última "aventura".

James soltó un resoplido.

—Por Merlín, Sirius, no soy tan idiota como Albus le dice a todos. Sé cómo son y cómo se sienten
las criaturas que comen energía.

—¿Y las que entran a tu mente?

—La oclumancia se me da bien.

Sirius le dedicó una mirada incrédula.

—Ya sé que no parece —James se encogió de hombros—, pero papá ha practicado conmigo y he
conseguido repelerlo muchas veces. Y su legeremancia es bastante fuerte. Me daría cuenta.
Créeme, son criaturas asustadas.

Mientras Sirius quería sacarlo de ahí y James convencerlo de que sabía lo que estaba haciendo, a
las afueras de Hogsmeade, un pequeño conejo blanco adoptaba una forma humana y echaba un
vistazo hacia atrás.

Al menos ese mago no decidió seguirle.

En cuanto hubo un plop, Bel volvió el rostro hacia la bruja envuelta en una capa negra que se
paraba a un lado.

Bel sacudió la cabeza y gesticuló hacia ella. Le dijo que la "estrella" se enteró.

"Estrella" era el sobrenombre que le tenían a Sirius Black.

Luego le preguntó a través de otro gesto cómo procedía ahora. La bruja pareció considerarlo
durante unos segundos.

De pronto, se agachó frente a Bel y comenzó a dibujar con magia en la tierra. Movía un dedo y la
línea aparecía ahí abajo. Creó un esquema de esa manera.

—Nuestra Señora dijo que las fuerzas que se opondrían al principito serían las de la hija menor de
Potter —señaló uno de los cuadros del dibujo—, y que como todavía es su amiga, se podría evitar
que se pusiesen en su contra dándoles una razón para mantenerse unidos. Y estaban las del hijo
mayor de Potter —Apuntó a otra parte del diagrama—, que tendría a los magos que se creen
"buenos" de la Orden del Fénix. Sirius estaría ahí con él como apoyo, metiéndole en la cabeza la
idea de ser tan grande y "noble" como su abuelo…

La bruja emitió un sonidito de desagrado. Bel repitió la cuestión de qué podía hacer.

—En la visión que tuvo, usaron una poción que enloquecía a Sirius Black —La bruja hizo una
pausa y negó—, pero nuestra Señora espera causar el menor daño posible. Eso significa que
preferiría no hechizar a nadie para que pierda la cabeza. Además, fue algo que Albus Potter
lamentó y el arrepentimiento puede derivar en traición un día.

Bel asintió para dejarle en claro que entendía. Ella siguió sopesándolo.

—Ya te ganaste su simpatía, podrías tener su protección…en cualquier futuro, la protección de un


Potter tiene cierto valor —La bruja encapuchada movió la cabeza de un lado al otro en un gesto
que podía ser interpretado tanto negativo como afirmativo.

Entonces Bel dio un pequeño salto y comenzó a gesticular deprisa hacia sí misma.

—No creo que eso funcione —La bruja negó.

La cambiaformas lo sopesó un poco y cambió sus gestos, realizándolos con más entusiasmo esa
vez.

—Eso...tal vez sí sea buena idea. Pero apelar a ese sentimentalismo tiene el problema de que
pueden culpar al principito.

Bel negó y dibujó un nombre en la tierra. Dumbledore. Luego apuntó a sus oídos y llevó a cabo el
gesto para "el primero", el sobrenombre de James.

—Si eres convincente, incluso podrías conseguir que no quiera unirse a la Orden del Fénix —La
bruja encapuchada se permitió soltar una risita—. Está bien, haz eso —Echó un vistazo rápido a la
luna—. Hoy ya es tarde. Comienza mañana. Queda muy poco para el ostara.

Bel asintió, se convirtió de nuevo en un pequeño conejo y desapareció entre los árboles del bosque.
La bruja exhaló y se Apareció lejos de allí.

—0—

En el castillo, Harry tocaba una puerta de las mazmorras con los nudillos. Una parte de él rogaba
porque no le abriese. La otra era la parte que pensaba que su hijo tenía más relevancia que una
noche de sueño decente.

La presencia a su lado se acercó lo suficiente para que pudiese ver de reojo al fantasma de los
profesores de defensa.

—Tú realmente no necesitas que te fastidie para tener un día desastroso, ¿verdad?

Harry soltó un débil resoplido y la ignoró. Antes de que pudiese tocar de nuevo, se abrió la puerta.

Draco Malfoy arrugó el entrecejo al encontrarlo fuera de su cuarto a las once de la noche.

—Potter —Comenzó a decir, despacio—, por mucho que disfrutes el tiempo en mi gloriosa
compañía, al menos podrías esperar a que amanezca para-

—Necesito un favor, Malfoy —Harry lo interrumpió de inmediato, con un tono y expresión lo


bastante serios para que Draco le prestase atención—. James ha estado demasiado cerca de una de
las criaturas raras del bosque y Sirius dice algo sobre magia negra y unas pociones que se usaban
para contrarrestar algo- y la verdad es que lo único que estoy entendiendo es que deberíamos sellar
mejor las salidas y que si le pasa algo a James mientras yo estoy en el cas-

Draco colocó una mano en su hombro y él apretó los labios para parar de divagar.

—Ya, respira —Draco lo soltó, le hizo un gesto para pedirle un segundo y atrajo hacia sí una capa
oscura que puso sobre su pijama. Harry no había notado que vestía dos piezas de seda azul oscura
cuando le abrió—, vamos a ver qué pasa con mini Potter gryffindoresco, ¿de acuerdo?

Harry tuvo que seguirlo cuando empezó a avanzar por el pasillo de las mazmorras.

—Oye- ¿estabas durmiendo? Lo siento si-

—¿Quién se duerme tan temprano después de haber estado en una guerra, Potter? —Draco agitó
una mano en el aire y le restó importancia.

Sirius había ido con Harry en cuanto regresaron al castillo. Ahora daba vueltas en la habitación del
profesor de defensa, mientras un irritado James esperaba sentado con los brazos cruzados.

Draco entró primero y James boqueó, dándole una mirada incrédula a su padre.

—¡Papá! ¿Molestaste al profesor Malfoy por esto? Yo sólo-

Cuando Harry iba a contestarle que lo que Sirius decía sonaba preocupante, Draco lo detuvo con un
gesto y se agachó frente al adolescente.

—¿Me cuentas por qué tu padre está montando un escándalo a esta hora? —Draco le ofreció su
mano y el chico entendió que quería utilizar un hechizo de revisión, así que James puso su palma
contra la de él, dejó que colocase la varita contra su muñeca y ejecutase los hechizos y comenzó a
contarle de Bel.

Aunque los resultados no arrojaron nada, el ceño de Draco se fruncía a medida que James decía
haber encontrado por pura casualidad un grupo de una de las criaturas más difíciles de hallar del
mundo mágico y justo en el terreno del colegio.

Existían las coincidencias. Y existía la suerte de los Potter.

—…así que les ayudas mientras están débiles —concluyó Draco, en base a su historia. Ya había
dejado de revisarlo con magia.

James asintió, feliz de que al fin uno de los adultos presentes lo estuviese escuchando.

—Tenía una marca en el brazo que se veía como las que dejaba Quién-Tú-Sabes en-

—¡Sirius! —protestó James, girándose hacia él—. No vas a decir ahora que son seguidores de un
viejo mago muerto, por Merlín-

—¿La Marca Tenebrosa? —Harry se alarmó.

—No, no, era- —Sirius comenzó a gesticular de forma desordenada con las manos—. Como la que
quedaba cuando atacaba su magia, su energía, como-

—¿Te refieres a una contaminación por magia oscura? —le preguntó Draco.

—¡Eso!

—Era muy común en las zonas en que él pasaba —le dijo a Harry. Después lo consideró y volvió a
hablar con James—. Creo que hay algo que puedo hacer por tus amigos y los curará, es una poción,
pero necesito ir para administrarla. Aunque quieras, si lo haces tú, podrías dañarlos más.

James adoptó esa expresión que Harry asociaba con el berrinche de uno de sus hijos, pero asintió
de mala gana. Luego de aclarar algunos puntos sobre cómo y cuándo harían la poción, Sirius lo
acompañó a la Torre de Gryffindor en su forma de perro.
Harry lo observó hasta que desapareció por el corredor, y por una vez, se preguntó cómo se habrían
sentido sus padres si hubiesen estado vivos durante la época que él estudió allí. Viéndolo terminar
cada año en la enfermería, sabiendo que podía aparecer en cualquier parte del castillo con los
túneles, que tenía una capacidad mágica diferente a sus compañeros y quizás le faltaba la madurez
para usarla…

Pobres padres de chicos con magia.

Draco se masajeaba el espacio entre las cejas y mascullaba algo sobre los ingredientes que
necesitaba cuando Harry se paró frente a él.

—Uhm- gracias por- —Harry apuntó a la puerta y luego a él—. Bueno, tú lo calmaste mejor que
yo. Ya le había gritado a Sirius antes de que fuera por ti. Y lamento lo tarde, es-

—Está bien, en serio —Draco se encogió de hombros—. Los cambiaformas son tan raros como un
metamorfomago, no es que sea imposible encontrarlos, sólo sería extraño. Típico de un Potter que
le suceda algo así.

Harry no pudo evitar una sonrisita. Se desordenó el cabello sin pensar.

—Supongo que sabrás qué son apenas los veas.

—Ese es el plan.

—Gracias. James se habría enojado más si pensaba que era un entrometido mientras intenta cuidar
a alguien- —Harry se interrumpió con un ruidito frustrado—. Eso probablemente lo sacó de mí.

—Nada de "gracias", lo más seguro es que me cobre este favor —advirtió Draco, señalándolo con
un dedo—. Si esas cosas tienen marcas de contaminación de magia oscura, con todo lo que está
pasando, son las sombras entrando desde otra parte o es Scorpius la fuente de esa energía-

—¿Me estás proponiendo un intercambio? —bromeó Harry—. ¿Tú cuidas a James y yo a


Scorpius?

—Sólo digo que estamos del mismo lado —Draco ya había caminado hasta la puerta y se detuvo
allí para verlo por encima del hombro—. Si hay algo que pueda hacer por los mini Potter, lo haré.

—Gracias —repitió Harry, más bajo, pero igual de sincero.

—Y si tú puedes evitar que algo le pase a Scorpius y no lo haces, te lanzaré la maldición punzante
más dolorosa que hayas recibido en tu vida —agregó Draco, en el mismo tono casual.

—Sí, me lo imaginaba —Harry asintió—. Es un buen trato. ¿También quieres que le pida a
Hermione unas monedas para mantenerte informado de sus pasos cada vez que lo vea? ¿O te
parecen más prácticos anillos para avisar cuando uno de los niños esté en problemas?

Draco estrechó los ojos en su dirección.

—Duérmete —Fue lo único que dijo, dándose la vuelta para abandonar el cuarto.

Por alguna razón, aunque todavía preocupado, Harry se sintió un poco más ligero al pensar en lo
que Draco le dijo. Si podía hacer algo, lo haría. Y Draco era uno de los magos más hábiles que
conocía.

Supuso que era agradable no ser el único preocupado.


—0—

Al día siguiente fue el duelo de demostración para séptimo año. Resultó aún más duro que la
práctica, ya que el fantasma de defensa quiso intervenir y distrajo a Harry atravesándolo a mitad
del duelo. No era una sensación agradable.

Draco aprovechó esos segundos para ponerlo de rodillas con un hechizo punzante y le preguntó si
se rendía.

Harry sacudió la cabeza y le regresó el mismo hechizo que él le había lanzado.

Cuando estaban por alcanzar la marca de una hora, el tiempo límite de McGonagall, estaban física
y mágicamente cansados.

Draco le ganó usando un truco que no fue incluido en su práctica y del que no sabía que era capaz.
Harry insistió en que era trampa.

—¡Ni siquiera había visto que alguien hiciera eso desde la guerra! —le reclamaba Harry, en medio
de un muy divertido grupo de estudiantes que los observaban con nueva admiración y curiosidad.

—Eso no significa que ahora nadie pueda hacerlo —aclaró Draco, en tono de obviedad, mientras
agitaba hacia él la botella de agua que un estudiante le pasó.

—Tú no podías hacerlo, estoy seguro.

—Intentaron enseñarme y me tardé un poco en aprender.

—¡Sigue siendo trampa!

El truco fue desplazarse en una bruma negra. La técnica de los Mortífagos. Tenían muy en claro
que podían Aparecerse dentro de la sala, pero otros métodos estaban prohibidos, según Draco, para
evitar que Harry usase un accio con su escoba y se fuese volando.

—Técnicamente —decía Draco—, es lo mismo que Aparecerse…pero más lento y con un efecto
dramático —Y se convirtió en humo frente a sus ojos para reaparecer detrás de Harry y hablarle al
oído—, aunque si es porque te da miedo, puedo detenerme, Potty.

Harry se giró listo para replicarle y se encontró con que Draco se había ido de nuevo, burlándose de
él, y McGonagall lo veía desde donde estuvo parado un segundo atrás.

—Profesora —Harry apuntó a Draco—, ¿eso no es trampa?

McGonagall se ajustó los lentes mientras examinaba a Draco. Por su expresión, no estaba feliz con
que hubiese aprendido ese truco y mucho menos porque se lo hubiese mostrado a los estudiantes.

—¿Podemos hablar un momento, a solas? —le pidió.

Draco exhaló y dejó caer los hombros.

—Tantos años y todavía haces que me castiguen —le siseó a Harry, aunque con una diversión
contenida.

—Usted también, Potter —indicó McGonagall.

—¡Pero, profesora…!
Se sentía de regreso a la época adolescente cuando abandonaron la sala detrás de la directora.
Draco entrechocó sus hombros con algo de rudeza y Harry se lo devolvió del mismo modo.

Tal vez algunas cosas no cambiaban, ni tenían por qué hacerlo.

—¿Me enseñas a hacerlo? —susurró Harry.

Pero otras sí podían cambiar. Draco soltó una risita y asintió.

—Será perfecto para que Skeeter haga una tercera parte del artículo "Harry Potter, ¿héroe trágico o
futuro mago oscuro?".

—Odio ese artículo, es absurdo.

—No sé, mí me gusta. Cuando menciona cómo nos peleábamos en quinto y que yo estaba en la
Brigada y habla de mí como si hubiese estado deteniendo a un futuro mago oscuro es de lo más
divertida…

Harry volvió a chocar sus hombros. Draco fue el que se lo devolvió esa vez.

Frente a ellos, McGonagall sacudía la cabeza.

En la sala en que el duelo se llevó a cabo, Nesrine, una de las estudiantes del grupo menor que se
coló gracias a un pasaje que James le mostró a Lily, miraba a sus compañeros y les preguntaba si
alguno sabía cómo se hacía eso.

Scorpius negó, Albus pareció pensarlo y Lily arrugó el entrecejo.

—Creo que se parece a algo que hacían los Mortífagos en la guerra.

—Su tía debió enseñarle —alegó Scorpius, en voz baja. Aunque ocupaban un rincón de la sala y
pasaban inadvertidos por un hechizo, preferían esperar a que los de séptimo se fuesen.

—¿Crees que nos lo enseñe a nosotros? —indagó Nesrine, sonriendo—. Podría ser el sello del
Aquelarre. Podríamos movernos así y luego la gente diría "¡ya vienen los del Aquelarre!"...

—¿Y se supone que saldrán corriendo o qué? —se burló Albus, arqueando las cejas.

—¡No! Se supone que nos reciban bien, que nos admiren y…

Mientras tenían una discusión sobre si deberían o no aprender un truco relacionado a los magos
oscuros, Lily revisaba de nuevo su "medidor de bondad" de Scorpius. Estaba al cien por ciento. Lo
guardó y no se preocupó por eso durante el resto del día.

Si lo único que se necesitaba para evitar un destino horrible era que Scorpius fuese bueno, ella
pensaba que lo tenían cubierto.

—0—

Por la noche, Draco acompañó a James al Bosque Prohibido con las pociones. El chico se lo
explicó a Bel, que accedió sólo porque los podrían ayudar.

Había un total de diez cambiaformas ocultos en el bosque. Draco comprobó que las lesiones fuesen
las mismas que Sirius describió y aplicó las pociones uno a uno, bajo la mirada atenta de James. Le
prometió al chico que sí les serviría.
Antes de que se fuesen, Bel abrazó a James riéndose y aprovechó ese momento de distracción para
deslizar en el bolsillo de su capa dos viales sellados con un importante contenido.

James se percató del peso en su bolsillo y le dirigió una mirada extrañada a la que ella contestó con
un solo gesto que significaba "advertencia".

Él asintió y prometió que lo vería cuando hubiese regresado al castillo.

En otra parte, una bruja le contaba a la "Señora Oscura" que no creía que debiesen considerar a
James Potter una amenaza para sus planes nunca más.
Ostara (1/2)

Ron tachó otro nombre de la lista en su tablet mágica y suspiró.

—Es el quinto criminal de esta semana —Contuvo un bostezo y sacudió la cabeza—. Es increíble.
Según la lista de Roman, las calles no han estado tan libres de delincuencia en siglos…

—Es verdad —Liva se inclinó desde su costado y pasó su dedo por la pantalla. Se rio al apuntar a
un nombre—. Mira, ¡ahí estoy yo! Pero los demás han sido peores…a esta la tengo en la mira —
señaló a una asesina que elegía sólo niños menores de nueve años como víctimas—, será la última
de la semana. Creo que los Aurores nos deben un "gracias".

—Sigue siendo ilegal atrapar criminales y atarlos en alguna parte de la ciudad para que un Auror
los recoja —alegó Ron, guardando su tablet—, pero gracias de mi parte, no de los Aurores.
Grayson todavía está molesto porque le dije que si quería que siguiese llevándole criminales que
no pudimos capturar, debía parar de hacerme preguntas sobre cómo los traía o dejarían de llegar.

Liva soltó una risita y se echó hacia atrás. Estaban en el borde de un edificio y el criminal del día
pendía de una de las esquinas, inconsciente y oculto de la vista de los muggles.

—¿Algo más que quieras decirme? —Ron decidió preguntarlo después de verla por unos segundos
y tener una sensación extraña.

Ella asintió, pero se demoró un momento más en abrir la boca.

—¿Crees que pueda ir a la casa hogar de los niños que dejamos con ustedes? —Liva se enderezó,
sonriendo—. Acabo de aprender un hechizo que puede hacer juguetes preciosos con la tierra. Por
favor, Ronieeeee —Ladeó la cabeza y formó pucheros—, todos los niños necesitan juguetes, se los
merecen y no les cobraré.

—¿Sabes cómo sonará que deje entrar a una asesina a una casa hogar? —Ron arqueó una ceja.

—Me cambiaré de imagen —Ella se encogió de hombros—, por faaaaavoooooor.

Ron ignoró las súplicas y lo consideró. Liva no tenía un historial violento hacia los niños, al
contrario; los únicos sobrevivientes de ese día eran menores de edad.

—Pero sólo un rato y voy a estar contigo en todo momento y tendré un traslador por si quieres
hacer algo raro-

—¡Perfecto! —Liva estiró los brazos y tarareó feliz durante unos segundos. Luego escuchó un
quejido del mago atado al empezar a recobrar la consciencia y le lanzó un hechizo punzante que lo
hizo gritar—. ¿Qué? —Vio la expresión seria de Ron y arrojó otro hechizo que lo devolvió a la
inconsciencia—. Seguro a sus víctimas les gustaría saber que le causé algo de dolor.

—Ya deberías...—Ron frunció el ceño cuando la tablet vibró y echó una ojeada—. ¿Sabes qué
planean los de la Cofradía? Harry me dijo algo sobre unos ingredientes que se usan para un cuerpo
falso.

—Ellos no me dicen nada que no tenga que ver con niños o criminales atrapados —murmuró Liva,
jugando con su cabello.

—Que alguien no te diga algo no quiere decir que tú no lo sepas.


Ella sonrió, un poco halagada.

—Bien, bien. Sí, un cuerpo. Quieren un cuerpo para la Señora Oscura. No sé por qué no tiene
cuerpo, si cuando yo la vi estaba ahí, pero bueno- así es la magia, ¿no?

—¿Conoces un ritual que pueda hacer algo así? —Ron le mostró la pantalla de la tablet—. Parece
que la energía sobrante que queda cuando usamos nuestra magia está siendo reunida.

—Probablemente para eso —aclaró Liva, tras revisar de nuevo el aparato—. Puede estar fuera de
mi área de conocimiento, recuerda que no fui a Hogwarts como tú. ¿Por qué no le preguntas a
Hermione?

—Lo iba a hacer si seguía sucediendo, ya van varias noches —Ron se puso de pie y envió una
señal desde la tablet a los Aurores que quería que fuesen por el criminal dormido—. Liva,
deberías-

Ella ya se había Aparecido para no ser vista por los Aurores. Ron suspiró y esperó a que los
novatos fuesen a recoger al criminal.

—0—

En cuanto se acercó a la cama, cayó sobre el colchón, todavía con el uniforme de Auror. Hermione
estaba frente a la peinadora, peleándose con una de las pociones que le alisaba el cabello. Sonaba a
que tenía problemas.

Ron olfateó el aire y arrugó el entrecejo. No era su poción usual. No tenía ese aroma.

—¿La cambiaste? —preguntó, aunque ya lo sabía.

—Se supone que sería mejor —Hermione ahogó un ruido frustrado y tiró el cepillo sobre la mesa
—, pero no parece que haya algo mejor que las pociones de los Potter.

Ron exhaló, se levantó y se quitó la capa del uniforme. La hizo levitar al lugar en que la colgaba
mientras caminaba hacia ella. Arrastró una silla, se sentó detrás de Hermione y recogió el peine.

Hermione soltó una risita y le dio la espalda para que fuese él quien pelease con esa poción
molesta. Comprobó enseguida que no era buena. No podía aplicarla con magia, no desenredaba
rápido y no alisaba como a ella le gustaba.

—Quedará un poco "esponjado" —advirtió Ron, moviendo algunos mechones para depositar un
beso en la parte de atrás de su cuello.

—Odio eso.

—Te ves preciosa igual, pero conseguiré la otra en mi descanso para el almuerzo mañana, si
quieres.

Hermione giró el rostro sólo lo suficiente para verlo de reojo.

—¿Es nuestro aniversario o algo así? No me digas que lo olvidé-

Ron tiró de uno de sus mechones sin fuerza, sólo lo suficiente para que volviese a mover la cabeza.
Su esposa contuvo la risa.

—Bien, gracias. Te amo.


—¿Tanto que no sabes que nuestro aniversario ya pasó?

Hermione se giró de nuevo, boquiabierta. Cuando él sonrió divertido, ahogó un grito y le lanzó un
poco de su polvo a la cara.

—Insoportable —masculló, aunque también sonaba divertida. Se dedicó a verlo a través del espejo
—. Sé que es en octubre.

—Septiembre.

—Octubre, Ronald Billius.

—Septiembre, Hermione Jane.

Hermione "discutió" con él durante el resto del tiempo que le llevó ayudarla con su cabello. Luego
comenzó a hablarle de su día en la sección de Ley Mágica y sobre los abogados descarados del
mundo mágico que querían usar contratos vinculantes engañosos.

—¿Dónde dice que es ilegal? —le preguntó él, dividiendo su atención entre un nudo y lo que le
decía.

—Es la cláusula dieciocho de…

Ron lo repitió tres veces dentro de su cabeza y lo envió a ese lugar imaginario en que guardaba la
información que su inteligente esposa le daba. Nadie más que ellos sabía que pasó sus exámenes de
Ley Mágica así; no fueron libros, fue hablar con Hermione.

A veces le divertía pensar en la reacción que habría tenido su "yo" de once años que la llamaba
"insoportable" si lo viese ahora.

Un rato más tarde, Hermione se había dado la vuelta y recargaba la espalda en el borde de la
peinadora. Tenía las piernas extendidas sobre el regazo de Ron y él jugaba trazando círculos con
los dedos en uno de sus tobillos, hasta que recibió otra notificación en la tablet.

Hermione detuvo lo que le contaba de la última carta de Hugo y estiró el brazo para rozarle la
mejilla a su esposo con los nudillos.

—¿Una mala noticia?

Él negó y le ofreció la tablet.

—La última información que recibí de la Cofradía es que pueden querer un cuerpo para Astoria,
por eso los materiales desaparecidos. Pero ahora también hay brotes de energía que se desvanecen
como si fuesen succionados por algo…

Hermione comprobó la pantalla y lo sopesó.

—¿Sabes qué ritual usarán?

—No tengo idea —Ron negó—. ¿Qué harías tú?

—Bueno, recuerda cómo fue el ritual de Quién-Tú-Sabes cuando teníamos catorce…algo así es
poco práctico —Hermione puso la tablet en su regazo y agitó la varita para atraer hacia ella un
libro—. Estamos en marzo ya. El mundo mágico tiene unas tradiciones muy interesantes en ciertas
fechas y el ostara es esta semana.
La expresión de Ron le dejó en claro que le sonaba a otro idioma.

—Textualmente —Hermione carraspeó y se enderezó para leerle:— "el ostara es conocido como la
época en que la diosa despierta de su descanso".

—Oh, genial —Ron bufó—, ¿ahora son una secta que tiene a Astoria Malfoy como diosa?

—No seas tan literal, cariño —Hermione sacudió la cabeza—, me refiero a que es la época
perfecta para realizar un ritual como ese. En especial para una bruja. La primavera está asociada a
la feminidad en la historia mágica.

—¿Qué día dices que es eso? —Ron se echó hacia adelante para ver el libro y ella estuvo feliz de
leerle otros fragmentos al respecto.

—0—

—Estaba pensando seriamente en esto —La profesora fantasma se "sentó" en el borde del
escritorio de Harry mientras corregía unos ensayos. Parecía resignada a que ese día tampoco podría
lograr espantarlo—. Tú en verdad no necesitas quien te arruine la vida. Tienes esa parte cubierta.

Harry se permitió una risa incrédula y negó.

—¿Por qué crees eso?

—Aparte de todo lo que ha pasado y lo que parece que todavía está por suceder —mencionó la
fantasma, cruzándose de brazos—, llevas varios días rodeado de una energía extraña que no me
gusta nada. Y me da escalofríos lo que sea que esté pasando ahora. Créeme, cuando estás asustando
a un fantasma, significa que tus problemas son mayores de lo que crees.

Harry hizo una pausa, su pluma a unos centímetros del papel del ensayo.

—¿Cómo que "energía extraña"? —indagó, en voz baja.

—Pues…energía extraña. Ahí está de nuevo —dijo la fantasma, distrayéndose. Miró hacia un lado
—, aunque esta vez no fuiste tú. Alguien viene. Creo que estás por descubrir de qué te hablo.

Se desvaneció justo cuando alguien tocó la puerta con los nudillos. Harry contestó que podía pasar
y se enderezó sin pensar cuando distinguió el cabello rubio platinado de Malfoy. Draco se asomó,
echó un vistazo y pareció vacilar.

—¿Estás ocupado?

Harry abarcó los ensayos frente a él con un gesto.

—Supongo que no —decidió Draco, en un claro tono de broma. Entró y cerró la puerta detrás de sí
—, esos ensayos no son ni la mitad de largos de los que hacíamos nosotros, Potter.

—No me gusta tanto leer como a otros profesores —Harry le respondió con una sonrisita y lo
invitó a sentarse con un cabeceo. Su reloj marcaba las seis de la tarde y el reflector de enemigos en
el borde de su escritorio tenía a varias sombras a la distancia—. ¿Pasa algo, Malfoy?

Draco se acomodó en el asiento frente a él y soltó un suspiro teatral. Una de sus manos arañó el
brazalete que llevaba en el otro brazo. El de la conexión con Astoria.

—Quiero pedirte un favor —explicó, en voz baja, sin verlo—. Te dije que si podía hacer algo para
ayudar a los mini Potter, lo haría.
—Sí —Harry asintió al recordarlo— y después me diste una amenaza bastante clara sobre lo que
me pasaría si yo dejaba que algo le ocurriese a Scorpius.

Draco volvió a arañar el brazalete. Harry se fijó en el gesto con más atención. Una vez podía ser
casualidad, dos quizás serían un tic. La tercera vez se percató de que era incomodidad.

—Algo está pasando hoy —susurró Draco, bajando la cabeza para ver el brazalete—, no sé qué,
sólo- no me siento bien.

Harry estuvo de pie en un instante, varita en mano. Levitó los ensayos hacia su maletín y rodeó la
mesa para pararse frente al ex Slytherin. Draco soltó un débil resoplido cuando utilizó un hechizo
de diagnóstico sobre él.

—No parece que seas tú quien tiene algo…

—No, es- —Draco meneó la cabeza y se masajeó la sien—. Quiero que le pidas algo a Scorpius-
no sé, una tarea, recoger algo en el salón, es muy bueno para decir que no. Aleja a Adhara de él por
un rato y-

—Oye, oye —Harry se recargó a medias en el escritorio, su varita todavía entre los dedos—, ¿qué
pasa con ella? Scamander dijo que Adhara sería incapaz de lastimar a uno de los chicos-

—Lo sé, lo sé, es que- es que hay tanto ruido y me está volviendo loco y ella actuó raro y-

—¿Ruido? —Harry miró alrededor de forma disimulada. Lo único que se oía eran sus voces y el
sonido lejano de una radio mágica—. ¿Qué…?

Draco extendió el brazo y cerró los dedos en su muñeca. Era el mismo lado del brazalete. Tan
pronto como murmuró un hechizo, los oídos de Harry se llenaron de un ruido de estática que lo
aturdió.

—¿Qué se supone que es eso? —masculló. Se soltó para comprobar que era gracias a él que lo oía
y sujetó la mano de Draco de nuevo. Sí, debió usar algún encantamiento que le dejaba oír lo
mismo que él—. ¿Cuánto tiempo llevas escuchándolo?

—Muy poco- comenzó suave y pensé que era una radio, alguno de los chicos pasando por las
mazmorras con esos aparatos suyos- pero el volumen aumentaba y no se detenía. Pasé por la Sala
Común y vi a Adhara actuando raro y sólo…—Draco negó y sacudió su mano para que Harry lo
dejase ir—. Quiero pensar que estoy siendo paranoico, es que cuando venía para acá me di cuenta
de que…si caminaba en cierta dirección, el ruido disminuía, y siento que hay algo muy mal acerca
de eso.

—¿Por dónde disminuía?

—Por el patio —Draco se encogió de hombros—, hacia la salida del colegio, creo.

—¿Has intentado contactar con Astoria?

Draco volvió a negar. Había ido directo hacia él entonces.

Era un poco halagador.

—¿No has visto sombras? ¿Nada que haya salido por alguna abertura que nosotros no hayamos…?

Harry vio de reojo hacia un lado por reflejo. El reflector de enemigos mostraba unas sombras más
grandes. Se quedó callado y esto llamó la atención de Draco.

—¿Estamos en problemas? —Él también miró hacia el reflector.

—Voy a pedirle a Scorpius que reúna algunos libros por mí de la biblioteca —dijo Harry,
separándose del escritorio— y hablaré con Adhara si está de humor para contestarme. Espera en la
puerta que da al patio.

Draco emitió un sonido de desagrado.

—Vas a entrar en modo Gryffindor, ¿cierto? Y voy a tener que entrar en modo "sin instinto de
autopreservación" para que sepas a dónde ir.

—Es averiguarlo mientras tenemos el control o dejar que suceda algo cuando los chicos
probablemente estén dormidos.

Draco se puso de pie enseguida, aunque disimuló su prisa sacudiéndose la ropa.

—Si esas cosas se meten al cuarto en que está Scorp de nuevo, yo mismo voy a rehacer las barreras
de este colegio que parece maldito con tantos desastres…

Se separaron según lo acordado. Harry encontró a Scorpius acompañado por sus amigos después de
terminar un ensayo del club de teatro y le habló de los libros. Como Draco predijo, no se negó.

Antes de que pudiese marcharse, Harry le siseó algo a Adhara, que no se arrastró por el suelo
detrás de Scorpius, sino que alzó la cabeza hacia él y respondió con otro siseo.

—Está cerca.

—¿Astoria? ¿Tu dueña? —insistió Harry.

—Está cerca —Fue lo único que le dijo la serpiente— y quiero ver. Me gustaría ver.

Harry se agachó y le tendió el brazo.

—¿Eso que va a pasar es lo que está molestando a Draco?

La serpiente ladeó la cabeza y pareció escuchar a alguien más. Alguien que Harry no podía
percibir.

—Está cerca —repitió, más animada—, es posible que lo moleste por error. No es grave, pasará.

—¿Qué van a hacer?

Adhara ya se enroscaba en su brazo y él caminaba hacia la salida, asegurándose de verla cada


pocos segundos para continuar hablándole en pársel.

—Me gustaría ver…

Estaba claro que ella no le diría gran cosa. Se aseguró de avisarle a McGonagall que estarían fuera
y dónde estaban sus hijos en caso de que algo sucediese.

Draco esperaba en la salida, observando en dirección a Hogsmeade, ceñudo y de brazos cruzados.

—Tenemos una invitada que sabe que algo pasará, pero no dice nada —le informó Harry,
ofreciéndole el brazo en cuanto se paró a su lado. La serpiente se trasladó al brazo de Draco y se
enroscó en sus hombros—. ¿Crees que sea por el ostara? ¿El cuerpo de Astoria?

Ron le había enviado una carta contándole lo que averiguó de la Cofradía y lo que Hermione
investigó de la fecha. Pero no tenía sentido, no era ese día. El ostara se celebraba al día siguiente.

Draco debió estar de acuerdo con este último punto.

—Hoy no es el ostara. Algo salió mal o están haciendo otra cosa.

Harry le envió un patronus a Ron como último aviso y lanzó sobre los dos un hechizo que arrojaría
su última ubicación a un grupo de personas si algo les sucedía.

Hizo un gesto teatral para que Draco caminase adelante con la serpiente y lo oyó bufar. Harry fue
detrás de él.

Mientras los dos magos adultos se alejaban por los terrenos de Hogwarts, un adolescente ponía
ambas manos en el lado interno de un túnel y esperaba que el sonido de pasos se aproximase lo
suficiente.

La primera voz era la de Lily. La segunda debía ser Nesrine. Un momento. Ahí estaban.

James empujó la entrada al pasaje lo suficiente para sacar parte de su cuerpo, sostuvo los brazos de
Scorpius Malfoy y lo jaló dentro. En un instante, parecía que un cuadro se había tragado al
pequeño Malfoy.

Scorpius gritó contra la palma que James presionó sobre su boca, antes de reconocerlo en la
oscuridad. Después lució aún más confundido.

—Si es una broma para Al, me dijo que te advirtiese que te hará caminar desnudo por todo el
colegio si me llegas a hacer algo que me duela —murmuró Scorpius. Miró hacia un lado cuando
escuchó un golpe en la parte de afuera del pasaje.

James rodó los ojos, seguro de que ese era Albus y lo maldecía desde afuera. Se preguntaba cuánto
tardaría en notar que esa sobreprotección hacia Scorpius no era la de un mejor amigo.

—No es una broma —James sacudió la cabeza—. Escucha- en el Bosque Prohibido hay unos
cambiaformas-

—¿Cambiaformas? —Scorpius elevó las cejas—. Son casi imposible de ve-

James volvió a presionar la mano contra su boca. Por el sonido de la entrada al pasaje, alguien
acababa de arrojar un hechizo bastante fuerte, pero no surtió efecto con las protecciones
combinadas de James y Sirius de décadas atrás.

—¿Recuerdas lo que sucedió en diciembre? ¿Las cosas oscuras que iban hacia algunas personas?

Scorpius asintió.

—Pueden volver en algún momento, y no sólo volver a salir, venir, entrar- quedarse aquí.
¿Entiendes lo que estoy diciendo?

Otro asentimiento y un par de asustadizos ojos grises le respondieron.

—Bien, ya sabes que es en serio. Ahora ayúdame a que se guarden las preguntas —James se apartó
para abrir el pasaje, evadió una maldición roja que hizo una grieta en la pared detrás de él y arqueó
una ceja en dirección a su hermano menor—. Hola a ti también, Al, qué lindo gesto.
Albus tenía el ceño fruncido y no paró de apuntarlo con la varita porque hubiese abierto la puerta.
Le ofreció su otra mano a Scorpius para ayudarlo a salir de ahí, pero James extendió el brazo frente
a él y lo detuvo, adoptando una expresión más seria.

—Voy a llevarme a Scorpius, ¿vas a venir?

—Ni se te ocurra meterlo en una de tus-

—Es por las sombras, Al —Scorpius le respondió en voz baja, pero desvió la atención de su
compañero enseguida—, escuchemos al menos, ¿sí?

Albus bajó la varita, resopló y se metió al pasaje, abriéndose un espacio entre su mejor amigo y
James. Las niñas en el pasillo intercambiaron miradas, antes de que Lily siguiese a su hermano.

—No sé si esto era lo que mère quería cuando me dijo que hiciera amigos, pero…—Nesrine
también se metió al pasaje.

James cerró detrás de la última y comenzó a avanzar por un túnel oscuro, su varita en alto
proyectaba el primero de varios lumos.

—¿Qué está pasando, Jai? —preguntó Lily, adelantándose en base a empujones para ponerse
detrás del Potter mayor.

—Vamos a salvar la vida del profesor Malfoy.

Scorpius se alarmó al escucharlo y apretó el paso para pegarse a ellos. Los otros dos hicieron lo
mismo.

—No hay mucho tiempo —siguió James, más serio de lo que lo vieron alguna vez. Extrajo unos
frascos de su capa y se los pasó a Lily y Scorpius; tenían un líquido con unos hilos plateados
flotando dentro—. La explicación breve es esta: una cambiaformas me dio dos recuerdos, pero un
recuerdo era del futuro. Lil, por favor, sin preguntas sobre magia y líneas temporales…

—Las guardaré para otro momento —murmuró Lily, de mala gana.

—Bien, pues el recuerdo del futuro mostraba la desaparición del profesor Malfoy hoy, en alguna
parte entre Hogsmeade y Hogwarts —continuó James, sin despegar la mirada de los túneles que se
abrían ante ellos. Sabía en cuáles girar para salir de ahí—. No sé exactamente cómo, pero tiene que
ver con esas- esas cosas, fue lo que vi. Y no sólo desaparece, sino que cuando lo hace, es…es como
si desatase algo, ¿entienden? Fue horrible sólo ver el recuerdo. Era como si viniese algo mucho
peor después de que él ya no está.

Nesrine atrapó el brazo de Albus y tiró de él para llamarlo y que la escuchase.

—Asumimos que Scorpius era demasiado bueno para volverse un mago tenebroso por sí solo —le
recordó—, pero…si lo que pasa- si todo lo que pasa en ese futuro es por este momento, Al, perder a
su padre y lo que sucede con su madre…

Cualquiera podría tomar una decisión equivocada en esa situación. Y luego esto podría derivar en
una consecuencia que tuviese otra, otra, otra, otra, hasta que ya nadie pudiese pararlo y la persona
se hubiese perdido en algún punto del desastre.

Albus entendió el punto y asintió.

—¿Cómo fue que desapareció el profesor Malfoy? —le preguntó a James.


—Había un sitio con una especie de- un altar, algo así- muy al estilo Narnia —James resopló y giró
en otra esquina para ir hacia un túnel diferente—. Él estaba en el centro y había alguien más- dos,
tres personas más, no sé, sólo me preocupé por alguien con una capucha. Ninguno hizo nada
cuando esas cosas aparecieron, y de repente, el profesor Malfoy sólo…fue como si se lo hubiesen
llevado.

Se detuvo en cuanto alcanzaron la salida. James empujó una puerta y aparecieron en la Torre del
Reloj.

—Estamos muy lejos aún…—susurró Lily.

El mayor de los Potter le hizo un gesto y saltó dentro de un bote. Le tendió sus brazos a Lily.

—Puede que nos mojemos un poco, pero es el pasadizo más rápido que hay. Él ya estaba saliendo
y va con papá.

La mención de Harry alarmó aún más a sus hermanos menores. Lily saltó a sus brazos, se dejó
atrapar y depositar en el barco. Entre los dos ayudaron a Nesrine a subir.

—¿Qué podemos hacer para evitarlo? —indagó Scorpius, sujetándose de las niñas para no caerse
en el agua, mientras James se sentaba y murmuraba un encantamiento contra ambos lados del bote
—. Si el profesor Potter va, ¿es posible que él…?

—Mejor no averiguarlo —Albus saltó dentro del bote de último y trastabilló al caer en brazos de
Scorpius, quien le ayudó a sentarse.

James comprobó que estuviesen todos dentro, alzó la varita y disparó un hechizo amarillo contra
uno de los laterales del muelle, que reveló una entrada.

—Bajen la cabeza, puede ser incómodo por un momento.

Los cinco se agacharon y quedaron apretados contra la parte inferior del bote, sin saber qué
pretendía hasta que James hizo que avanzaran deprisa con otro hechizo y los aplastó. Literalmente.
Fue tan desagradable como cuando el autobús noctámbulo hacía lo mismo para pasar entre dos
autos.

Al instante, se encontraban al otro lado, de vuelta a su grosor normal, y se deslizaban por una
bajada de agua a una velocidad tal que eran salpicados.

—¿A dónde lleva esto? —Albus empezó a temer que su hermano los mataría.

—Vamos a salir en alguna parte entre el Bosque Prohibido y Hogsmeade, hacia el este, el lugar al
que ellos van —le explicó James, más concentrado en mantener el movimiento del bote que en
ellos. De vez en cuando saltaban o se sacudía de una forma que les hacía pensar que caerían en la
oscuridad más allá de ese "pasaje acuático"—, estaremos a distancia suficiente para ver y actuar sin
que nos miren directamente. Espero que no usen hechizos de detección…

—¿Ya tienes un plan? —cuestionó Lily, casi colgada de Nesrine entre las sacudidas del bote—.
Jai, por favor, di que tienes un plan-

—Evitar que papá desaparezca en su lugar sería bueno —masculló James—, traerlos a los dos y
regresar todos en una pieza sería lo ideal.

—¡James!
—¡Tú eres la Ravenclaw, Lily! Es claro que nos falta una Hermione aquí-

—¿Qué había en el otro recuerdo? —preguntó Albus al recordarlo—. ¿No era útil? ¿Podría…?

El bote dio un brinco más alto cuando James apretó su varita y frunció el ceño.

—No, no era útil para esto —contestó con una voz inusualmente dura.

Albus y Lily intercambiaron miradas. La única vez que lo vieron tener una expresión tan molesta
fue cuando un niño de la primaria golpeó a Albus. La siguiente vez que James lo vio, se abalanzó
sobre el otro niño y se lo devolvió diciéndole que nadie más que él podía molestar a su hermano.

—¿Qué tenía el otro recuerdo, Jai? —Lily extendió una mano hacia él y sujetó su brazo libre.

James pareció a punto de darle una respuesta desagradable, pero se fijó en ella y luego en Albus.
Debió decidir que era mejor compartirlo.

—¿Recuerdan lo que papá nos contó de cuando era niño? Cómo vivía en una alacena y esos- esas
personas tan horribles- —James ahogó un sonido frustrado—. Fue Dumbledore. Era un recuerdo
en que el director hablaba con otros magos sobre registros de niños mágicos perdidos durante la
guerra- a muchos no les llegaría su carta, pero si los reparaban todos, podría ser más fácil después
encontrar al niño-que-vivió. Entonces una mujer…ella se lo llevó aparte y le dijo cómo vivía.
Cómo lo trataban. Le pidió permiso para sacarlo, dijo que podían darle un lugar seguro entre varios
magos, que muchos se ofrecerían a protegerlo y no tendría que pasar por- por-

James respiró profundo, pero su agarre sobre la varita sólo hacía que el bote fuese tan rápido como
una escoba en el aire. Podían ver una salida brillante a unos metros.

—No hizo nada- ¡nada! Aun sabiéndolo, ¡no hizo nada! ¡Le dijo que lo dejara ahí! —estalló James
—. ¿Qué clase de persona tan…tan…? —Se interrumpió con una maldición y aprovechó el
arranque de energía de la ira para empujar el bote con otro hechizo, que los lanzó hacia la salida—.
¡Cabezas abajo y brazos dentro del bote!

Los cuatro volvieron a apretarse en el fondo. El bote salió por una cueva y cayó sobre un
acantilado, por el que descendió dando trompicones. James arrojó sobre ellos un hechizo que sus
hermanos menores creían que nadie más que su padre podía usar.

Cuando el bote se destruyó al golpear un conjunto de piedras, los cinco se encontraron a salvo,
tendidos en el suelo, envueltos por una barrera. La barrera de Lily. Así la nombró su padre, en
honor a Lily Potter Evans.

Era un hechizo que él diseñó que combinaba el funcionamiento del patronus con los protegos. El
único encantamiento creado por Harry Potter. Y solía ponerlo en torno a sus camas en la noche.

Lily alzó la cabeza, boquiabierta, en parte por la experiencia cercana a la muerte, pero más porque
nunca lo había visto usar un hechizo de ese nivel.

—¿Cómo sabes…? ¿Cuándo aprendiste a…?

—¿Estás bien? —James la sujetó por la parte de atrás de la cabeza y comenzó a girar el rostro de
Lily y revisar sus extremidades en busca de heridas. Ella le dijo que sí y la soltó de inmediato—.
Pues eso es lo que importa —Luego se levantó para ir con Albus y lanzó un hechizo de diagnóstico
tan rápido que su hermano menor estuvo parpadeando a la nada por un segundo. Cuando este le
indicó que estaba bien, se dirigió al resto:—. ¿Siguen en una pieza?
—Casi no puedo creerlo…¡pero parece que sí! —Scorpius se palpó el pecho y soltó una risa
nerviosa cuando no sintió un dolor inmenso en ninguna parte del cuerpo.

—Apenas —susurró Nesrine, mirando con horror las piezas destrozadas del bote.

—Pues arriba todos —James los apresuró y levantó a Albus de un jalón, sacándole un quejido—.
¿Ya pensaste en algo, Lil?

Su hermanita soltó un ruido de protesta.

—¿Por qué no lanzas ese hechizo hacia papá y cubres al profesor Malfoy en el proceso?

—Lo sabía, ¡tú eres nuestra Hermione! —dictó James, echando a correr entre los árboles por
delante del grupo.

—¡Necesitamos un plan B! —añadió Nesrine—. ¡Y mejor si tenemos también algo para


protegernos a nosotros!

A las seis y media de ese día, cinco chicos corrían a través del bosque, mientras que dos magos
encontraban un extraño lugar en medio de una formación rocosa.
Ostara (2/2)

Harry le pidió silencio con un gesto y Draco asintió. El ruido de interferencia era apenas
perceptible en ese momento y eso era lo que más les preocupaba. Ambos tenían las varitas en las
manos.

El lugar en que el molesto sonido estuvo por cesar era una formación de algunas piedras en un
patrón extraño que le trajo el vago recuerdo de Stonehenge. Sólo que allí se notaba que fue
dispuesta recientemente por la maleza aplastada y las líneas dibujadas sobre cada roca. En el
centro, yacía una plataforma de piedra casi redonda, con un espacio rectangular en el centro que se
alzaba medio metro, ideal para colocar a una persona.

Harry retrocedió un paso. Uno de sus casos más turbulentos como Auror fue con una secta muggle
dirigida por un mago. Usaban sacrificios en un altar como ese.

Al moverse hacia atrás, se llevó a Draco con él y este pisó una rama seca. Harry esperó, apretando
la varita, pero nada sucedió.

El "altar" estaba cubierto por materiales que lucían como polvos y telas, que supuso eran los
mismos que Ron reportaba como robados por la Cofradía.

Esto no era lo más sorprendente, sino que tres personas encapuchadas salieron de un portal que se
formaba por el arco de unas piedras. Y cuando uno de ellos se bajó la capucha, Harry quedó
boquiabierto.

Tenía cabello rojo.

Y pecas.

Draco apretó el brazo de Harry. Percibió un leve toque en su cabeza y aceptó la "intrusión" para
poder escuchar lo que quería trasmitirle sin hablar.

—Es idéntico a Ronald, Potter.

—No es Ron. No puede ser Ron. Es mucho más joven.

—Se ve prácticamente igual.

Harry rozó sus lentes y utilizó un hechizo para ver más de cerca.

—Tiene ojos marrones —le dijo a Malfoy a través de su conexión. Por su expresión consternada,
añadió:—. Ron tiene ojos azules, Malfoy.

De alguna manera, confirmar esto le supuso un gran alivio, porque era ese pelirrojo el que se
acercó al "altar" y llevó a cabo un par de encantamientos. Draco apretó de nuevo el brazo de Harry
y este temió que le haría un moretón.

—¿Qué hacemos, Potter? Tú eres el héroe aquí.

Harry meneó la cabeza para hacerle entender que todavía no tenía un plan. Por lo que sabían, era
un ritual para darle a Astoria una forma física. Todo lo que no conocían era lo que le preocupaba.

—Serían tres contra dos, Malfoy. ¿Qué es lo peor que podría pasar si la traen?
—El problema no sería que la traigan —razonó Malfoy. Deslizó en la mente de Harry una imagen
de las sombras cuando salieron en diciembre—, sino que traigan algo más con ella.

—¿Sientes la magia de los tres?

—Son fuertes.

—No más que nosotros —Harry lo miró de reojo y arqueó las cejas, esperando su respuesta.

Draco frunció el ceño y alzó la vista. El cielo sobre el "altar" empezaba a oscurecerse.

—Hagamos esto —aceptó, fijándose en Harry de nuevo—. Ya deberían habernos notado, seguro
creen que están a salvo.

—¿Quieres a la persona más fuerte o a los dos promedio?

—Los dos. Tú eres el que sobrevive a los Avadas, yo no —Draco negó.

Harry le dio algunas indicaciones sobre cómo actuar mediante señas y lamentó no haber llevado la
capa de invisibilidad. Mientras Draco se cubría con un hechizo desilusionador para no ser visto, él
envió otro par de mensajes a Ron y McGonagall, ambos en forma de hechizos rojos que se
desvanecieron enseguida. Luego se aplicó el mismo encantamiento para ser invisible y caminó
cuidando donde pisaba.

Cerca, cerca. Un paso, después otro. El "altar" seguía a unos metros. Harry contaba dentro de su
mente. Se aseguró de tener un buen ángulo del chico pelirrojo cuando llegó a sesenta.

Entonces atacaron a la vez.

Draco abandonó la protección de la invisibilidad y se desplazó con el viejo truco de los Mortífagos,
una bruma oscura que empujaba a dos magos al suelo, esquivaba sus hechizos y desarmaba a uno.
Harry arrojó un desmayo al mago pelirrojo. El otro lo esquivó Apareciendo detrás de su posición y
de inmediato lanzó un expelliarmus.

La varita de Harry voló hacia su mano y arrojó un hechizo que él apenas pudo esquivar. Cuando
las señales en sus lentes le dijeron a dónde mirar, había un mago inconsciente, Draco se batía a
duelo con el segundo y el pelirrojo lo saludaba desde afuera del "altar" con una sonrisa.

Tuvo la vaga impresión de que había visto esa sonrisa antes. Muchas veces. Pero no le prestó
atención, porque los símbolos en el suelo encendiéndose eran más llamativos.

Harry se apartó de los que brillaron bajo sus pies y se Apareció varias veces, alejándose algunos
metros de cada parte que tomaba color. Chocó con una barrera en torno a la formación rocosa que
no le permitía dejar la zona que cobraba vida.

El mago pelirrojo aún sonreía, y por un instante, estuvo estupefacto cuando vio que Harry lo
observaba y le devolvía el gesto. Detrás de él, se colocó una bruma oscura. Luego Draco le
lanzaba una maldición que esquivó por pura suerte echándose hacia un lado y Apareciéndose fuera
de su camino.

Draco corrió hacia el "altar" y Harry golpeó la barrera invisible.

—Desliza sólo el brazo hacia mí para que pueda salir, ni se te ocurra-

No se lo esperaban. Draco podría sostenerlo con un brazo y Harry ser jalado hacia afuera, romper
la barrera con la magia de los dos. Acababa de sujetarlo cuando escuchó un grito. La voz de uno de
sus chicos.

No, no, no. Todas las señales de alarma se encendieron en su mente en un segundo. James corría
hacia ellos desde el bosque. Draco se horrorizó cuando identificó a Scorpius entre los que lo
seguían.

Draco tiró de él y Harry empujó la barrera con toda su fuerza para abrirse paso con magia no verbal
si hacía falta. El mago pelirrojo se había Aparecido frente a los chicos, cortándole el camino a
James, que puso a su hermana detrás de él y le lanzó un desmayo que fue esquivado fácilmente.

El mago se Apareció de un lado a otro y duró menos de un parpadeo en cada posición. Junto a
James, luego junto a Lily. Pasó al lado de Nesrine. Reapareció detrás de Scorpius y Albus. Hubo
un grito y maldiciones lanzadas hacia el lugar que él ocupaba un segundo atrás.

Cuando el mago Apareció dentro del perímetro del "altar" sosteniendo a un asustado Scorpius,
Draco sacó a Harry de la barrera de un tirón y se metió en su lugar. Él intentó mantener su agarre
para evitar que lo hiciera, pero no pudo frenarlo.

Vieron al pelirrojo sonreír y Aparecerse de nuevo. Dejó a Scorpius allí. Draco lo envolvió con los
brazos y comenzó a retroceder cuando los materiales en el "altar" adoptaron una forma y
una cosa que todavía no era una persona se sentó sobre la piedra.

Algo estaba saliendo mal. O bien para la Cofradía, pero mal para ellos, al menos. Lo sentía en la
forma en que el aire vibraba, en la pesadez sobre su cuerpo, lo difícil que era respirar.

Harry analizó la situación lo más rápido que podía. Un mago enemigo de pie, dos inconscientes.
No tenía varita.

James se acercaba. Lily lo seguía. Demasiado pequeña, controlaba poco su magia. Él era bueno. No
podría solo, pero era bueno. Se fijó en las plumas cubriendo la piel de Nesrine, su boca
entreabierta; tocaron algo que su Veela interior protegía y ese algo era su amigo. Albus quemaba el
césped al pisarlo.

Aunque Draco intentó salir de la barrera por su cuenta, parecía que su magia ya no era suficiente.
Los símbolos en el "altar" brillaban más y él no iba a soltar a Scorpius, que se aferraba a su ropa y
observaba a la cosa formándose sobre la piedra.

Cuando el cielo se oscureció tanto que otro pensaría que habría una tormenta, Harry tuvo una idea
clara de qué hacer.

Miró a James y le hizo un gesto hacia atrás, a Nesrine. Pudo ver que su hijo lo entendía. Mientras
él instaba a la Veela a medio convertir a buscar a Scorpius, incluso si tenía que usar su magia para
romper la barrera, Harry se Apareció y quedó detrás del mago pelirrojo.

Tuvo que forcejear con él para recuperar su varita. Era bueno que las peleas al estilo muggles se le
diesen bien.

Harry se la arrancó con un hechizo no verbal, y antes de que pudiese huir, lo rodeó con los brazos y
presionó la varita contra su garganta. Tendría que llevarlo con él si se Aparecía y lo sabía, porque
se quedó quieto, su cuerpo sacudiéndose un poco con una débil risa.

James y Lily dispararon sus mejores reductos a la misma zona de la barrera que Nesrine atacó. La
rabia de su Veela interior le hizo sostener la barrera mágica con las garras, como si fuese algo
tangible, y abrir una abertura. Albus se coló dentro, dejando una estela dorada detrás de sí.
Los símbolos brillantes titilaron ahora que la barrera estaba rota. La brisa fuerte de un momento
atrás disminuyó. Cuando Albus se detuvo junto a los Malfoy, a los tres los envolvió una esfera
dorada que los separó de lo que pudiese pasar afuera. Física y mágicamente.

Apenas vio que estaban a salvo y la cosa en el altar se desmoronaba, Harry apretó más su brazo en
torno a la garganta del mago que sostenía.

—Ah, basta —Él giró el rostro tanto como podía para ver a Harry y hablarle en tono quejumbroso
—, ya tuve lo que buscaba, Harry. ¿Nunca- te han dicho que un buen tío no ahorca a su sobrino?

Se dio cuenta ahí, mirándolo tan de cerca y por la sonrisa que puso. La sonrisa de Hermione en un
rostro idéntico al de Ron.

Hugo.

Fue su error. Se distrajo. El mago sonrió más, presionó la palma contra el abdomen de Harry y
utilizó una variación sin varita de la maldición punzante.

Cuando se dobló por el dolor, él escapó Apareciéndose. James corrió hacia su padre tan pronto
como lo oyó gritar y Harry lo tuvo al frente en un instante, buscándole heridas y jurándole que
practicó los hechizos básicos de sanación y podría ayudarlo.

—Papá, papá- ¿dónde…?

Harry se enderezó con un esfuerzo y lo rodeó con los brazos. Más allá, la figura sobre el altar
volvía a ser un conjunto de materiales extraños. La barrera dorada de los Malfoy caía junto a
Albus, que fue atrapado por Draco al desplomarse, y las niñas iban hacia ellos. Nesrine seguía a
medio transformar entre bruja y Veela, alerta a cualquiera que quisiera atacar.

Pero ya no había nadie ahí para lastimarlos.

Harry estrechó más fuerte a su hijo. Está bien, se dijo. Están bien. Están todos bien. Están aquí.

—¿Es- estás bien, papá? —A James le tembló la voz cuando lo abrazó también.

Él asintió y se recargó a medias en James. La maldición dolió bastante, pero no estaba ni cerca de
ser de las peores que había recibido.

Draco giró la cabeza hacia él y asintió cuando Harry lo observó, asegurándole en silencio que
Albus estaba bien. Lo había examinado de inmediato.

Lo primero que hizo fue sacarlos de ahí. Como Auror, no debía abandonar la escena hasta que
llegasen los demás. En este caso, Ron y cualquiera que quisiera traer del escuadrón.

Como padre, prefería tener a una Señora Oscura de vuelta a que uno de sus chicos estuviese allí
durante medio segundo más, corriendo el riesgo de que los demás miembros de la Cofradía
aparecieran de pronto y quedasen atrapados en el fuego cruzado. Nadie le iba a impedir a Harry
Potter sacarlos de ahí.

Sólo cuando estuvieron dentro de la seguridad del castillo, con Albus dormido en una de las
camillas de la enfermería y Nesrine siendo revisada, porque estaba tan tensa que no podía volver
del todo a su forma humana, se permitió respirar con más calma.

—Son Potters —dijo Draco, parándose a su lado. Desde el umbral de la enfermería, contemplaron
a James y Lily haciéndole preguntas a la enfermera sobre el estado de los otros dos. Scorpius
estaba inmóvil junto a la camilla de Albus—. Recuerdo a un cara-rajada de once años que acabó en
la enfermería por un mago que tampoco tenía cuerpo propio.

Harry no podía creer que emitió un sonido cercano a una risa ahogada. Lo vio de reojo. Se notaba
en sus hombros que Draco también estaba en alerta todavía, y de algún modo, fue relajante saber
que los dos tirarían de esos niños y los cuidarían si a alguien se le ocurría irrumpir en el castillo en
ese momento.

Entrechocó sus hombros.

—¿Sabes? Cuando dicen que el matrimonio es muy difícil…creo que se refieren al tuyo.

Draco también soltó un sonido que fue mitad risa, mitad incredulidad.

Cuando los Aurores llegaron al punto señalado por Harry, se encontraron con dos magos que
fueron unidos con magia a las piedras para que los capturaran después y nada más. El "altar"
continuaba ahí, pero no había ni rastro de los materiales con que intentaron formar el nuevo cuerpo
para Astoria.

Ron se dirigió al castillo luego de ordenar que se llevasen a los dos magos al Ministerio para
procesarlos. Iba acompañado de McCarthy y Grayson Jr.

Cuatro chicos ya rodeaban la camilla en que Albus descansaba cuando entraron los Aurores. Talía
había venido desde Hogsmeade por el aviso de que Nesrine podría tener problemas con su parte
Veela; ahora estaba junto a ellos, acariciando el cabello rubio platinado de su hija y hablando en
voz baja con los demás chicos. Theodore y McGonagall también se encontraban ahí.

Lo primero que hizo Ron fue preguntar cómo estaban.

—Bien, bien- en una pieza todos —Harry asintió y suspiró—. La enfermera dice que Albus tuvo
un- agotamiento mágico por una explosión muy intensa de poder de repente, que su cuerpo no
estaba preparado y se le salió de control, es todo. Se arregla con un rato de sueño y…después
practicaré con él. Necesita controlar eso.

Su mejor amigo asintió y observó a Draco, interrogante.

—Estamos bien —le contestó Draco—. Scorpius está perfectamente. Yo estoy algo cansado, pero
bien, la enfermera me va a dar una poción de restauración en caso de que algo de mi energía se
haya consumido dentro de las runas.

—Entonces necesitaré sus declaraciones- sabes cómo funciona, compañero —Ron palmeó el
hombro de Harry—. Cualquier detalle puede ayudar. Hay un equipo examinando el lugar, alarmas
en el Ministerio ante cualquier movimiento de la Cofradía y pedí que trajeran a Luna cuanto antes
para que comprobase la energía allí y se asegurase de que no corremos riesgo de que esas cosas
entren de nuevo.

—Gran trabajo —lo felicitó Harry, con total honestidad.

Ron se encogió de hombros.

—Necesito hablar con los chicos también- sé que no es agradable —Esto lo dijo para Draco más
que nada—, pero es difícil de creer que ustedes los llevaran-

—Por supuesto que no.


—Jamás haría eso.

Respondieron a la vez e intercambiaron miradas.

—Por eso —aclaró Ron—. ¿Qué hacían ahí? ¿Cómo llegaron? ¿Ya hablaron con ellos?

Harry negó. Sabía que debía haberlo hecho, pero cuando vio a Albus inconsciente y a sus hermanos
a salvo, su prioridad fue cuidarlos primero y preguntar cuando no creyese que podía aparecerse un
mago para hacerles algo.

—Voy a hablar con James primero —decidió Ron.

Sonaba a que le pedía su opinión y Harry asintió; si su hijo tenía que pasar por el engorroso
proceso de la declaración, prefería que fuese con él.

—Es un menor, así que tú vienes conmigo, nadie dirá nada porque estés ahí mientras no pongas
palabras en su boca. No quiero forzar a los demás todavía, así que si él nos cuenta todo, después
sólo tendremos que corroborar y no presionaremos a los niños —Luego se volvió de nuevo hacia
Draco—. Si quieres ir a San Mungo por ti o por Scorpius, uno de los Aurores los va a escoltar y se
quedará con ustedes en todo momento. El otro se quedará aquí en la puerta mientras nos
aseguramos de que estén a salvo.

—Ron trajo a Aurores buenos, sin prejuicios —agregó Harry, sólo para él—, te prometo que no los
dejarán ni medio segundo si quieres ir al hospital. Si no, los dos estarán aquí y puedes estar seguro
de que van a cuidar a Scorpius tanto como a mis hijos si pasa algo.

Draco miró de reojo a su hijo, que había recargado la parte superior del cuerpo en el borde de la
camilla de Albus, y sacudió la cabeza.

—Confío en que McGonagall eligió a una gran enfermera. Estamos bien.

—Bueno —Ron exhaló y les dio unas indicaciones a los dos Aurores para que se colocaran en
puntos estratégicos de la enfermería desde los que podían vigilar todo—. Empecemos.

Harry llamó a su hijo mayor y los tres utilizaron la oficina de la enfermera como sala del
Ministerio. Draco se quedó parado en el umbral entre esta y la enfermería, de manera que podía
oírlos y ver a los chicos a la vez. Aun sostenía su varita.

Mientras Ron recitaba la explicación del procedimiento y cómo quedaría asentado lo que James
dijese, Harry revisó su reflector de enemigos. Las sombras estaban lo bastante lejos para que
pudiese centrarse sólo en oírlo.

James suspiró y se pasó las manos por el cabello.

—Una cambiaformas-

—¿Una- qué? —Ron miró a Harry, que le pidió con un gesto que lo dejase continuar.

Su hijo les dio la explicación completa y detallada, desde los recuerdos hasta cómo los llevó y lo
que tenían planeado antes de que atrapasen a Scorpius. En este punto vio a Draco con una
expresión de culpa.

—De verdad no esperaba- no tenía idea- no pensé que pudiese- profesor, yo jamás habría llevado a
Scorpius si hubiese creído que podría-
—Lo sé —Draco asintió y el chico dejó caer los hombros—. Gracias por ir por mí, James. Hubiese
preferido otra forma de avisarme de esto, pero…gracias, lo aprecio.

James pareció mucho más tranquilo al volver a ver a Harry.

—No quería que le sucediese-

Harry lo interrumpió estirando su brazo para revolverle el cabello.

Draco tenía razón. Era como él. Eso era tan maravilloso como preocupante.

—Eres muy bueno, Jaimie, y estoy muy orgulloso de que no hayas dudado en ir corriendo para
intentar ayudar a alguien que pensabas que estaba en peligro, ¿bien? Muy, muy orgulloso, no sabes
cuánto —Harry respiró profundo—. Pero también quiero la capa de invisibilidad y el mapa del
Merodeador en mi escritorio para esta noche. Entiendes que no es un castigo porque seas malo,
sino porque fue peligroso y me preocupé, ¿verdad?

James torció la boca de esa manera en que hacía Ginny cuando algo no le gustaba nada, pero
asintió.

—Juro que no quería poner en peligro a ninguno, papá, quería llevar a pads, pero él había salido al
Callejón Diagón y no lo encontré. Y estaba seguro de que podría sacarlos de ahí si…

Harry acarició su cabello con más cuidado y escuchó con una sonrisita cansada sus afirmaciones.
Se imaginó que así sonaba a los quince años, liderando a un "ejército" y asegurando que salvaría a
su padrino del peor mago que conocía el mundo.

Cuando dejaron que James se levantase, este se paró frente a Draco y le pidió disculpas cabizbajo
por lo que le sucedió a Scorpius. Incluso si estaba a salvo, James comprendía que se llevó un susto
y que se encontraba ahí porque fue él quien lo metió en esa situación.

Draco se agachó un poco para ponerse a su nivel y también le revolvió el cabello, de una manera
mucho más suave de lo que lo hizo Harry.

—Gracias, James. Pero de verdad no quiero que ninguno de ustedes esté en peligro de nuevo. Estoy
bien, ¿ves? Completo y aquí. Y tal vez es cierto que, en otra situación, podría no ser así.

James regresó al asiento junto a la camilla de Albus y se dejó abrazar por una preocupada Lily que
le hizo preguntas sobre el estado de su segundo hermano.

En la oficina de la enfermera, los tres adultos lucían agotados.

—Muy Gryffindor —susurró Draco.

—Es muy noble —alegó Ron—, no fue nada que no hubiésemos hecho a su edad.
Lamentablemente.

—Puedes tomar esos recuerdos como evidencia y analizarlos con Roman —propuso Harry—, yo
iré y los veré mañana también. No creo que James se haya guardado nada…

—Ni yo —Ron suspiró—, es el mayor y realmente no tengo ganas de presionar niños preocupados.
Pueden preguntarles por separado para corroborar todo cuando el shock haya pasado y Al esté
despierto, el informe estará bien con la declaración de James. Me gustaría saber exactamente cómo
los consiguieron esos cambiaformas. Entiendo que James confió en ellos porque son sus "amigos",
pero las criaturas de un bosque no consiguen "memorias" que predicen futuros alternos de la nada.
—Examínalas primero con Roman —le dijo Harry, asintiendo—, yo hablaré después con James o
con esas criaturas. Cerraremos el bosque entero si son un peligro para cualquiera de los chicos.

Ron le contestó con un sonido afirmativo.

Harry esperó a que Draco volviese a la enfermería para decirle algo a su hijo. En cuanto se
quedaron solos y notó que Ron se preparaba para marcharse, lo frenó.

Titubeó cuando su mejor amigo lo miró.

Por Merlín. En serio eran idénticos, excepto por el color de ojos y la edad.

—Tengo algo que decirte —Carraspeó—, del tipo de cosas que no deben ir en el informe.

Ron vio hacia la puerta, la cerró con un hechizo y tomó asiento frente a él de nuevo. Asintió para
indicarle que hablase.

No creía que algún padre quisiera pasar por esto, así que fue directo al punto, seguro de que Ron
ya lo había escuchado decir las mayores locuras que alguien podría esperar de otra persona.

—Hugo estaba allí.

Por unos segundos, no hubo ningún cambio en la expresión de Ron, así que él volvió a aclararse la
garganta y continuó.

—Era…mayor, varios años mayor, pero era él. Incluso me llamó "tío" y sabía sobre cómo me
trataban los míos. Él…era el que lideraba lo que fuese que estuviesen haciendo, el- ritual, él-

—Eso explica muchas cosas —Fue la respuesta de Ron. Apenas un débil murmullo.

Harry arqueó las cejas.

—¿En serio?

¿Explicaba algo? Porque a él sólo le daba dolor de cabeza.

Para su sorpresa, Ron asintió.

—Hubo un mago…entre los que tomaban los materiales para la Cofradía. Era idéntico a mí de una
forma que me perturbó un poco- también parecía que sabía cómo enfrentarme y él…había algo
raro sobre él, ¿sabes? Como si estuviese inestable de alguna manera.

—¿A qué te refieres con eso? —indagó Harry.

—Le puse un hechizo de rastreo y se volvió loco, aparecía y desaparecía, titilaba en la pantalla —
Ron hizo una pausa y se rascó la barbilla de forma distraída—. Tendré que pedirle a Mione que
repase conmigo esto- pero estoy casi seguro de que un cuerpo en la línea espaciotemporal en que
habita otra versión de sí mismo haría que un hechizo de rastreo actúe así.

—Sí, claro, por supuesto —Harry se encogió de hombros—, suena lógico. Es tan lógico como
Severus Snape vistiendo de rosa, Ron, por Merlín, no soy Hermione.

Su mejor amigo dejó escapar una risita y soltó una vaga disculpa.

—Uno se acostumbra, a veces estoy haciendo el desayuno y ella habla de unos temas que- vaya. Si
no intento seguirle el ritmo, ya me habría dejado, ¿no crees? —Sacudió la cabeza—. Lo que digo
es que si hay un Hugo joven aquí y aparece otro Hugo mayor, un hechizo de rastreo va a intentar
dividirse entre los dos, lo que haría que marque diferentes ubicaciones por muy poco tiempo, ya
que estaría indeciso. Intentaría marcar la ubicación de uno y luego actuaría como si fuese a perder
al otro…y al final no ubico a nadie.

Harry soltó un "ah". Así sonaba mejor.

—Es muy inteligente utilizarlo para esto —continuó Ron, en voz baja—, digo, si debes buscar algo
y evitar a toda costa que te rastreen- no hay una mejor opción.

—¿Ni siquiera vas a poner en duda que sea él? —Harry titubeó.

—Creo que reconocerías a mi hijo, Harry —argumentó Ron, despacio, a la vez que se reclinaba en
su asiento—. Claro, está el detalle de qué hace aquí un Hugo adulto, cómo llegó, por qué vino…
pero si comenzamos a entrar en pánico por lo que no sabemos, nos vamos a perder de lo que sí
sabemos.

Eso se los decían en la Academia. Harry asintió.

—Gracias por confiar en mí, Ron.

—Compañero, me secuestraron por ti, me maldijeron por ti, casi me torturan y matan por ti- creo
que ya pasamos esa etapa de "no sé si vas a confiar en lo que te digo, ¿no?" —Y sonrió con un deje
divertido, aunque Harry estaba seguro de que se encontraba aterrado en cierta medida. En el fondo.

Alguien tocó la puerta y los dos giraron la cabeza para ver a Hugo. Se paró bajo el umbral y esperó
que Ron le dijese que podía pasar para acercarse a Harry con una manta. Se la ofreció.

—Toma, tío, Rosie y yo trajimos mantas Weasley. El tío George dice que son más cálidas y huelen
a lo que tú quieras —Esperó a que Harry se la pusiese y le agradeciese para agregar:—. La madre
de Nesrine le dijo a la directora que podía quedarse para montar guardia con el profesor Nott.
Sirius ya regresó y viene hacia acá. Rosie quiere saber si te trae una manta también, papá —agregó
para Ron, en tono más suave.

Ron negó y le sonrió a su hijo.

—Tengo que regresar. Me toca hacer la cena y sabes cómo es tu madre si la comida se enfría —
imitó un gruñido y Hugo se echó a reír.

En cuanto el niño dejó el cuarto, Ron suspiró.

—Difícil creer que pueda unirse a una organización criminal que apoya el ascenso de una bruja
tenebrosa, eh.

—En las visiones que tenía Astoria, Scorpius y Albus también eran- diferentes —recordó Harry, en
voz baja— y no los imagino siendo así. No creo que sea algo escrito como una profecía, sólo…
posibilidades.

—Eso espero. No creo que Mione y yo seamos tan malos padres como para que uno de los chicos
acabe odiando el mundo y queriendo destruirlo —Ron volvió a negar, terminó de recoger sus
apuntes y se puso de pie—. Lo más probable es que estas visiones de los cambiaformas vengan de
parte de la Cofradía, lo sabes, ¿no?

—Sería demasiada casualidad que no lo fuesen.


—Ten cuidado —Ron le palmeó el hombro al pasarle por un lado—. Y sólo…echa un vistazo de
vez en cuando a Hugo y Rosie, ¿sí? No puedo creer que alguno sea un futuro mago malvado, pero-
por si acaso corren peligro o son un próximo objetivo, o lo que sea. Manda un patronus y Hermione
y yo estaremos aquí en unos minutos.

—Así funciona el trío dorado —Harry asintió. Recordó algo y añadió deprisa:—. Ron, tu anillo de
matrimonio está funcionando y envía mensajes, ¿verdad?

—Oh, sí —Ron hizo girar el anillo en su dedo—. Este año toca renovar los votos por los quince
años y Mione ya está haciendo los hechizos de los próximos, parece que le gustó eso de
cambiarlos- y creo que me lucí con el diseño de los que usaremos —Carraspeó—, aunque recibí
ayuda de Rosie dibujando…igual fue mi idea.

—¿Usa hechizos? ¿No runas?

—Hechizos y runas ocultas, es un proceso muy complejo. A veces no sé si le gusta más el desafío
que es para su mente que el renovar los votos —bromeó, con una sonrisita que le decía que no, no
era en serio. Hermione podía disfrutar utilizar su magia en algo fuera del Ministerio, pero ambos
estaban encantados con el motivo.

Harry lo consideró por unos segundos.

—¿Podrías decirle que me mande una carta diciéndome cuáles usa? Y si puede, los de las monedas
que usamos para el E. D. también serían muy útiles…

Ron lo observó de una manera que le recordó a los momentos en que tenía que decidir si
sospechaba de alguien o creía en su inocencia. Por un instante, hasta pensó que le preguntaría si
pensaba darle un regalo a Ginny.

—Seguro. Le diré que te los mande hoy si tiene tiempo —Fue su respuesta, todavía con una
expresión pensativa.

Aunque Ron se fue, los dos Aurores siguieron montando vigilancia desde puntos estratégicos de la
enfermería. Theodore Nott y Talía se apropiaron de un punto cerca de las ventanas, desde el que
podían cuidar de Albus y ver la entrada también. Sirius lo esperaba para saber más detalles sobre lo
que ocurrió y quejarse de que no volvería a salir solo, porque "todo lo interesante pasaba cuando no
estaba", según él.

Decidieron que por esa noche, todos se quedarían en la enfermería. Así los adultos podrían
vigilarlos hasta estar seguros de que no sucedería nada más. Aún. El ostara iniciaba en unas horas y
Harry no se confiaría porque su medidor de energía no mostrase cambios de repente.

Albus despertó alrededor de la hora de la cena. Lucía como si tuviese malestar, pero la enfermera
le aseguró que se iba a reponer para el día siguiente. Harry estuvo un rato sentado junto a su
camilla mientras comían de las bandejas que los elfos les llevaron.

Oyó su versión de lo que pasó y la explicación de esa magia extraña que era igual a la de
diciembre.

—Al —Harry se enderezó en su asiento y lo consideró—, la primera vez podría haber sido un
estallido, algo que le pasa a cualquier mago hábil si tiene miedo. La segunda vez…ya es algo que
tenemos que atender, ¿comprendes?

—No estoy enfermo, ¿verdad? —Albus le dirigió una mirada horrorizada y se palpó el pecho—.
¿Hay algo mal conmigo o…?
Harry negó enseguida y sujetó su mano.

—No, no, al contrario, Al- mostraste mucho poder hoy. Es sólo que eres joven, no sabes manejarlo
y demasiado poder en alguien sin ningún tipo de control-

—Es peligroso e irresponsable —Albus asintió—, Severus me dijo eso en diciembre. Que si era
algún tipo de habilidad y no un estallido sería peligroso a largo plazo, a menos que lo controlase.
Pero dijo que necesitaba ocurrir de nuevo para confirmar que no fue casualidad…

—Si hay algo bueno que se pueda decir sobre Severus Snape es que sabía bastante de magia —
aceptó Harry, asintiendo—. Así que…pienso que tú y yo podríamos organizar algunas sesiones
para ver qué es, cómo funciona, aprender de eso, ¿qué dices?

Albus se encogió de hombros.

—Está bien —Hizo una pausa y Harry se enterneció al verlo jugar con su tenedor contra el plato,
como cuando era más pequeño—. Papá…¿te puedo decir algo que sonará raro?

—Claro.

—Creo que las dos veces que ha pasado ha tenido que ver con Scorpius más que conmigo —
murmuró su hijo, ceñudo—, no pienso que yo haga algo, más bien- me pasa algo.

—Entonces lo enfocaremos así, tomaremos eso en cuenta y veremos si puedes activarlo y


manejarlo tú, en lugar de ser una reacción instintiva, ¿te parece?

Albus asintió y estuvo otro par de segundos en silencio. Luego agregó:

—Estoy pensando en cambiarme el nombre, papá.

Harry no pudo evitar suspirar. Ginny siempre le advirtió que Albus crecería y querría cambiarse el
segundo nombre. Sirius se lo había propuesto varias veces a lo largo del verano e incluso le dijo
que podía acompañarlo al Ministerio y firmar como su tutor.

—Supongo que "Severus" no es un nombre especi-

—No, no el Severus —Albus negó—, el primero.

Bueno, eso no se lo esperaba.

—¿Quieres…dejar de ser Albus?

—Dije que lo estoy pensando —masculló su hijo, sin verlo—, es sólo que…no me siento bien con
lo que representa.

Harry se preguntó a qué se refería. Estaba seguro de haberle explicado que se lo puso por uno de
los magos más fuerte y valiente que conoció.

—Bueno…tú decides, creo. Sirius ya averiguó cómo cambiar nombres en el Ministerio.

Sirius estuvo más que feliz cuando se enteró de que Albus consideraba cambiarse el nombre.
Luego se quejó al saber qué nombre no le gustaba y comenzó a contarle maravillas sobre Albus
Dumbledore. Lo sorprendió que sus tres hijos lo oyesen con la misma expresión seria y dura, casi
desagradable, a pesar de que Sirius les hablaba de cómo le dio importancia a los mestizos e hijos de
muggles en la comunidad mágica y "aisló" a los "clasistas retrógrados".
Nesrine se subió a la cama en que estaban sentados Lily y James y Rose y Hugo se autoinvitaron a
la "pijamada en la enfermería". Harry pensó que Hugo los acompañaba por solidaridad con sus
primos y curiosidad sobre lo que pasó y Rose por una mezcla de la misma curiosidad y la vena
oportunista. Había llevado un montón de golosinas y juguetes que los demás le compraron con el
"descuento familiar".

Harry se sentó con los padres de Nesrine a explicarles con detalle lo que sucedió y a disculparse
por poner a su hija en ese peligro.

Ellos intercambiaron miradas. Talía incluso sonrió y lo vio con ternura.

—Harry, cariño, no creo que hayas visto a una Veela sin control molesta alguna vez, ¿cierto?
Créeme, Nesi sólo habría estado en peligro real si le hubiesen lanzado un Avada.

—Aunque se vea bastante delicada —Theodore cabeceó hacia Talía—, es mucho más fuerte que
yo. Física y mágicamente. Nesrine se parece a ella.

—¿No te encanta saber que te puedo cuidar si estás en peligro? —Talía recargó el brazo en uno de
los hombros de Theodore y soltó su aura Veela con total libertad, casi haciendo reír a Harry.

—Creo que me he cuidado bastante bien estos años, gracias —Y la respuesta de Theodore fue
tranquila y directa, como siempre.

Harry los dejó solos cuando Talía incrementó un poco el aura Veela. Se notaba que se divertía un
montón con su conversación y suponía que Theodore también la apreciaba. A su manera.

Los niños cambiaron las historias de Sirius sobre las hazañas de Dumbledore a cuentos de terror
dignos de una pijamada real, los Aurores seguían en sus posiciones, el medidor de magia
continuaba tranquilo y el reflector de enemigos mostraba sombras lejanas.

Harry decidió ir a sentarse en el alféizar de una ventana. Justo frente a Draco, que ocupaba el otro
lado y realizaba hechizos de búsqueda.

—Adhara —explicó ante la mirada que Harry le echó—, no sé si se fue al sentir a Astoria. Ahora
Scorpius está preocupado. No esperaba que lo abandonase…

—Seguramente volverá por la mañana. Se alejó de nosotros apenas llegamos y no creo que fuese
dañada tampoco.

La lechuza de Hermione llegó durante la noche y Harry se dedicó a repasar sus notas apenas los
niños se durmieron. Por suerte, consiguieron que los gemelos Scamander no se les uniesen cuando
fueron a buscar a James o habrían estado despiertos toda la noche.

Draco dejó que tomase el primer turno de vigilancia y se durmió recargado en la ventana, su rostro
pálido reflejándose en el cristal gracias a la luz de las velas de la enfermería. Harry le lanzó un
hechizo de calor cuando lo vio temblar y le puso una manta encima. Todavía le costaba asimilar
que estaban trabajando en equipo, turnándose para vigilar, como Hermione y él durante la guerra.

Tener ese nivel de confianza era agradable, incluso si se debía a una situación como esta. Harry
imaginó que podrían llegar a ser buenos amigos. Compañeros.

McCarthy en la entrada de la enfermería, Theodore que leía con una Talía dormida que se apoyaba
en su hombro y Harry Potter eran los únicos despiertos cuando dieron las doce. Incluso Sirius se
durmió, transformado en perro y siendo usado como almohada por Lily y James.
Exactamente a esa hora, en el comienzo del ostara, a varios kilómetros de allí, una pila de
materiales comenzaban a amontonarse en una nueva estructura y le daban forma a un cuerpo.

Alguien le colocó encima una capa oscura y Astoria parpadeó para enfocar la vista bajo la luz de
varios lumos.

—¿Scorpius? ¿Y Draco…?

—Bien —le aseguró un mago, con suavidad—, los dos están bien. Las intervenciones funcionaron.
Draco Malfoy continúa en este plano y el daemon salió de forma segura al contacto con el plano de
las sombras.

Astoria exhaló y cerró los ojos, aliviada.

Y en Hogwarts, una serpiente negra al fin regresaba con su dueño. Adhara se deslizó entre los pies
de la Aurora que ya la conocía, ingresó a la enfermería y fue hacia Harry.

Se alzó para quedar más cerca de él y llamar su atención con un siseo.

—Diles que lo dejen pasar.

Harry arrugó el entrecejo y le contestó en pársel.

—¿De qué hablas?

—Diles que lo dejen pasar —repitió Adhara—, tiene que estar cerca o podría estar en problemas.
Al menos mientras se acostumbra…

Harry no pensaba dar una orden sin ningún tipo de conocimiento previo de la situación y no quería
abandonar la enfermería si sospechaba que algo podría suceder, así que despertaron a Grayson Jr.
para que montase guardia también y envió a McCarthy con Adhara para que viese qué quería.

La bruja no regresó con el reporte que esperaba, sino con una persona.

Harry tanteó el aire a su lado, incrédulo, hasta que dio con Draco. Lo sacudió. Ignoró sus quejidos
por ser despertado cuando no había ningún peligro.

—Draco, esto podría ser más importante que un mago tenebroso —musitó.

La expresión de Draco fue de absoluta confusión cuando se fijó en lo que Harry apuntaba.

Un niño se asomaba desde detrás de McCarthy, envuelto en su túnica de Aurora. Idéntico a Draco,
a Scorpius, pero con los mismos ojos de Astoria.
El daemon

—Estoy seguro de que no es mío, Potter.

—¿Puedes estar completamente seguro? —Harry alzó las manos en un gesto de rendición frente a
la mirada desagradable que le dirigió—. No dudo de ti como padre, hablo de que Astoria planeó
todo muy bien y desde hace muchísimos años…

Draco dejó escapar un suspiro que hizo que Harry se sintiese mal por recordarle esto cada vez. Se
prometió pedirle una taza de la mejor bebida caliente a los elfos para dársela a Malfoy en cuanto
terminase la tediosa espera.

—Cuando nace un sangrepura, es común que el padre esté justo ahí con la madre, es un deber, lo
tenemos demasiado arraigado en nuestras tradiciones porque si le sucede algo a cualquiera de los
dos, su magia le podría salvar la vida. En especial al niño. La magia de su progenitor tiene mejor
efecto que la de un extraño y la madre estará muy débil después de dar a luz, así que quien queda
es…—Draco se encogió de hombros—. Créeme, ni siquiera Astoria podría haber planeado
ocultarme a un niño. Estuve con ella desde el principio al final y cuidando solo a Scorpius cada
momento durante sus primeros días de vida mientras ella se recuperaba.

—Bueno, eso es tranquilizador por una parte —Harry se fijó en la oficina de la enfermera— y un
poco más turbio por otra parte —Bajó la voz para preguntarle:—. ¿Qué crees que sea?

Draco sacudió la cabeza y se masajeó las sienes. Ambos estaban sentados junto a la entrada de la
oficina. Los niños continuaban durmiendo, Theodore había ido por McGonagall, Talía estaba
despierta en la otra punta de la sala y la enfermera acudió al llamado de un patronus para revisar a
ese extraño niño que McCarthy traía consigo.

Harry sujetó uno de los brazos de Draco y le dio un débil apretón. Esperaba que lo sintiese como
un mensaje de "vamos a arreglar lo que sea que pase ahora". Le sorprendió que Draco cubriese su
mano con una de las de él por un segundo, antes de apartarse.

La enfermera acababa de salir y miró de uno al otro en cuanto se colocó bajo el umbral de la
puerta. Talía se aproximó para escuchar lo que decían mientras Theodore y la directora llegaban.

—¿Y bien? —Harry la instó a decirles algo sobre el niño, lo que fuese. Debía haber al menos un
detalle en un adolescente encontrado en el patio durante la noche a inicios de la primavera.

La bruja suspiró.

—Bueno, él…tiene trece años y magia propia. Se parece mucho a Scorpius —La enfermera hizo
una pausa y torció la boca—. Posee consciencia propia, pero es un poco…como un niño pequeño,
no está acorde a la edad física. Y no es humano —Lo último lo dijo más rápido.

Ambos saltaron para ver la puerta cuando la oyeron abrirse. Theodore regresaba con la directora.

—¿Qué está pasando? —indagó McGonagall, envolviéndose en una capa que cubría su pijama—.
¿Qué…? Oh.

Se había fijado en la enfermera. El niño se asomaba por uno de sus costados, los ojos verdes
examinando a los adultos en la sala para después ir a parar a la cama en que Scorpius dormía.

—Tenemos a un niño que no es humano —Draco lo apuntó—, sospechosamente similar a Scorp.


—¿Cómo que no es humano? —McGonagall lució aturdida.

—¿Qué tipo de criatura es? —Talía rodeó al niño y lo observó con curiosidad—. ¿Podría ser una
pequeña Veela?

La enfermera sacudió la cabeza.

—No sé qué es. No es un humano, ni un fantasma, no es un mago pero no es un muggle- no es


Veela, ni vampiro, ni licántropo…

El niño aprovechó su distracción para deslizarse hacia un lado y se acercó a la cama de Scorpius.
Draco lo notó, lo sujetó y lo jaló en la dirección opuesta.

—No lo despiertes —lo reprendió, a pesar de que todavía no sabía si se trataba de una criatura
peligrosa.

El niño ladeó la cabeza, como si no estuviese seguro de lo que le dijo.

—¿Qué podemos hacer, profesora? —Harry se dirigió a la directora, que había adoptado una
expresión pensativa.

Frente a las miradas atentas de los demás adultos, McGonagall caminó hacia el niño que Draco
sostenía y se puso de cuclillas.

—Hola —le susurró.

El niño parpadeó. Era una imagen extraña la de una de las brujas más fuertes que conocían
agachada para conversar con un chico envuelto en una túnica de Aurora que le quedaba varias
tallas más grande.

Agitó una mano hacia ella.

—¿Cómo te llamas? —siguió McGonagall. Se apuntó a sí misma—. Yo soy Minerva. Minerva


McGonagall.

Harry comprendió lo que pretendía. Esa forma de acercarse era ideal para criaturas temerosas del
Bosque Prohibido.

El niño abrió la boca y la cerró después de emitir un sonido estrangulado que fue su primera
imitación del lenguaje humano. Luego arrugó el entrecejo, carraspeó y dio una respuesta real.

—Altair.

McGonagall asintió y le sonrió.

—Es un hermoso nombre. ¿No tienes apellido?

Altair la observó con una expresión que le decía que no estaba seguro de qué era un apellido.

—¿Cómo llegaste aquí, Altair? —continuó ella, con suavidad.

Él apuntó a Adhara. La mamba negra descansaba ahora a los pies de la cama que Scorpius
ocupaba.

—¿Adhara te guio?
Altair asintió.

—¿Desde dónde?

Él señaló entonces en otra dirección. Aquello iba para largo. McGonagall debió pensar lo mismo,
porque estuvo unos instantes dándole vuelta a sus respuestas.

—¿Tienes alguna idea de qué eres, pequeño?

Altair asintió y apuntó a Scorpius. La bruja frunció el ceño y miró a los demás adultos allí, en
busca de alguna interpretación correcta para esa respuesta.

Ninguno la tenía.

Media hora después, Harry le tendía a Draco la bebida caliente que los elfos le acababan de
entregar y le mostraba un intento de sonrisa a su expresión cansada.

Altair se había pasado ese tiempo sentado en una esquina de la enfermería, envuelto en uno de los
pijamas que la enfermera prestaba a los pacientes. Se dedicaba a balancear los pies y no hablaba si
nadie se dirigía a él primero.

—Luna viene para acá —le contó.

Ya que la enfermera estaba en blanco y los hechizos de McGonagall no revelaron nada, Theodore
fue a la biblioteca y él le envió un mensaje a Luna. Tenían suerte de que los horarios de sueño y
trabajo de su amiga fantasmóloga fuesen de lo más extraños. Quizás también la tendrían al acudir a
ella y podría reconocer qué tipo de magia poseía.

En una circunstancia ideal, era un trabajo para Inefables, pero ninguno pensaba abandonar la
enfermería hasta la mañana y un Inefable no visitaría Hogwarts a mitad de la noche, a menos que
fuese el fin del mundo.

Harry realmente no creía que ese niño lo fuese.

—Bien —Draco le dio un sorbo a la taza de chocolate y exhaló.

—¿Astoria te ha dicho algo?

—No sé si lo ha intentado, la conexión sigue cerrada.

—¿Piensas preguntarle sobre el ritual de ayer y el niño que apareció de repente idéntico a tu hijo?

—Supongo que tendré que hacerlo —argumentó Draco, en voz baja—, realmente estoy intentando
terminar de asimilar todo antes de tener que-

Dieron por hecho que Altair no querría moverse más durante esos segundos que conversaban de lo
que lo hizo durante la última media hora. No mostraba un comportamiento agresivo. Ninguno se
habría esperado oír un grito de Scorpius y descubrir que el otro niño se había arrastrado hacia su
cama para saltarle encima.

En un instante, Draco tenía a Altair entre los brazos y lo sacaba de la cama de su hijo. Harry lo
apuntaba con la varita y tiraba de un adormilado y confundido Scorpius hacia el otro lado,
preguntándole si estaba bien y buscando heridas a la vista.

Su voz había alertado a los demás. Un grupo de adolescentes confundidos abría los ojos y miraba
alrededor en busca de lo que fuese que ocurría. Sirius regresó a la forma humana y tenía a Lily
detrás de su espalda, la varita en una de sus manos y una expresión demasiado despierta para haber
estado roncando un segundo atrás. McCarthy y Grayson Jr. incluso se asomaron en la enfermería,
listos para combatir con algún mago tenebroso.

—Estoy bien, estoy- ¡estoy bien! —Scorpius llevó a cabo un montón de gestos para llamar la
atención de ambos y que se calmasen, su mirada aturdida fijándose en el otro chico—. Es…

—No te le acerques, Scorpius —Draco fue firme y mantuvo a Altair a distancia de Scorpius.

—Está bien- estoy bien, padre —le aseguró a Draco. Luego dio un paso para rodear la cama, antes
de que Harry pudiese sujetar su mano para frenarlo—. Sólo quiero saber quién es- fue un poco
duro, pero me despertó como lo hacía mi madre-

Entonces Draco casi soltó a Altair por la sorpresa.

—¿Te...hizo cosquillas?

Scorpius asintió y soltó una risita.

—Es que no midió su fuerza y yo ya estaba teniendo una pesadilla…

Altair había alzado la cabeza y contemplaba a Draco, a la espera de que lo liberase. Él no lo hizo
todavía.

—¿Qué pasa? —preguntó Sirius, después de entender que el único "problema" allí era un chico de
trece años que ni siquiera peleaba con Draco para ser puesto en libertad.

—¿Papá? —Lily miró a Harry por encima del hombro de Sirius, adormilada.

—¿Auror Potter? —Grayson Jr. también esperaba algún tipo de orden de su parte, por lo visto.

Harry miró a los chicos, a Draco y al resto en la enfermería. Luna no debería tardar mucho en
llegar.

—Déjalo —Hizo un gesto hacia Draco, quien le frunció el ceño—, yo estoy en medio de ambos.
Déjalo y veamos qué hace.

La expresión de Draco le advertía que le esperaba algo mucho peor que un rodillazo en la
entrepierna si utilizaba a su hijo en un experimento. Harry le dio una mirada seria, prometiéndole
en silencio que no permitiría que le pasase nada.

Tras un momento de tenso silencio, Draco lo soltó. Altair se demoró un segundo extra en notar que
era libre y rodear la cama.

Harry aún se encontraba detrás de Scorpius, varita en mano. Altair se paró frente al otro chico y lo
observó por unos segundos, pensativo.

—Hola —Scorpius agitó su mano hacia él y contuvo un bostezo. A su lado, sobre la cama, Adhara
emitió un siseo.

Altair le contestó en pársel. Harry siguió la conversación entre ambos.

—Este es Scorpius —le informó la serpiente.

—Ya lo noté —Fue la respuesta de Altair. Tenía una fluidez mucho mayor en esta lengua.
—Es buen momento para explicarles lo de tu energía —Adhara se irguió y siseó más fuerte—. Los
humanos solucionan sus problemas deshaciéndose de ellos. Seguro van a querer alejarte de Scorp
antes de tiempo.

—¿Cómo les explico eso? —Altair lució confundido.

De pronto, Adhara miró a Harry. Altair también lo hizo. Pareció darse cuenta de que él había
entendido su plática.

Tenía una idea vaga de lo que pasaba, pero prefirió esperar a que Luna llegase.

—Tienes que sentarte por ahora y hablaremos contigo después de que otra bruja te vea —le
explicó a Altair, que asintió y regresó a su asiento sin darles problemas.

—¿Y nosotros…? —James interrumpió el tranquilo ambiente, arqueando las cejas.

—Tienen clase por la mañana —recordó Harry, cruzándose de brazos—, es tu decisión si quieres
desvelarte toda la noche y estar agotado durante el día. Tienes historia con Binns, ¿no?

—¡Pero él…! —Lily saltó hacia adelante y Sirius la atrapó a tiempo para regresarla a la cama en
que estuvo recostada—. Papá, no puedes esperar que nos volvamos a dormir así-

—¿Por qué no?

—¡Queremos saber quién es el otro cinnamon! —respondió Rose en tono de obviedad, apuntando
hacia Altair.

—¿Y si Scorpius está en peligro? —puntualizó Albus, muy serio.

Harry exhaló.

—Lo estamos resolviendo todavía…

—¿Yo también tengo que volver a dormir? —Scorpius contempló a su padre con un puchero
pronunciado—. ¿No debería…acompañarlo o algo?

—¿Por qué harías eso? —Draco arrugó el entrecejo.

—Bueno, se parece mucho a mí, me sacó de una pesadilla…

—Dudo mucho que supiera que-

—Pues claro que sabía —Escuchó un murmullo de Altair, en pársel. Adhara se había enrollado
sobre su regazo y él simulaba no prestar atención a la plática que lo incluía.

Estaba seguro de que era más inteligente de lo que la enfermera afirmó. Harry colocó una mano en
el hombro de Draco y le hizo un gesto para que no continuase. Mejor no fastidiar a una cosa que
desconocían por completo, si podían evitarlo.

—Bien, ¿saben qué? —McGonagall se adelantó para hablarle a los chicos reunidos en las camillas
—. Estoy segura de que los dejarán quedarse despiertos si eso quieren por todo lo que ha pasado —
Pero antes de que Rose, Lily y James pudiesen celebrarlo, añadió:—. Pero tendrán que ir a clases
igual y el que se duerma en el salón será castigado —Hizo una pausa, en la que se acomodó los
lentes— y el castigo será limpiar la cabaña de Hagrid.

Los adolescentes empalidecieron. Incluso Harry lo hizo. Hagrid podía ser relativamente ordenado
cuando se trataba del desastre que creaban sus perros, pero desde hace unos años que intentaba
prepararles su propia comida y uno de los primeros resultados creó una masa extraña que se pegó
en su cocina, se movía como si respirase y ni siquiera Flitwick supo cómo quitarla.

James llamó a los demás chicos a una reunión y los adolescentes formaron un círculo para hablar
entre ellos. Albus apartó a Sirius cuando quiso meterse y este se quejó al ser echado porque "era un
adulto".

—¡Soy joven de corazón!

—Claro —James lo miró por encima de los demás—, pero no de todo lo demás, abuelo —Y siguió
hablando con los chicos, mientras Sirius le dirigía a Harry una mirada de "¿ves cómo me habla tu
hijo?".

Tras un rato de silencio en que los adultos en la enfermería intercambiaron miradas extrañadas,
James asintió y se abrió paso como "representante" de los demás adolescentes. Se irguió, carraspeó
y empezó a hablar en tono solemne.

—Creemos que como el nuevo chico es idéntico a Scorpius, es algo que tiene que ver con él y está
en su derecho de saber qué pasa al mismo tiempo que ustedes, en especial si lo que sea que pasa
puede afectarlo directa o indirectamente...

—Ni siquiera sabía que conociera palabras tan complicadas —Oyó que murmuraba Draco.

Harry quiso reclamarle y asegurar que su hijo era muy inteligente, pero él tampoco sabía que
pudiese crear argumentos con tanta elocuencia y de forma improvisada.

—Y como miembros del Aquelarre-

—¿Como qué de qué? —McGonagall frunció el ceño.

—El Aquelarre es una organización mágica que fundamos Albus, Lily, Scorp y yo —señaló
Nesrine, muy seria.

—¿Y ustedes cuándo se unieron? —le preguntó Sirius a los otros tres.

—Esta noche —respondió Rose por ella y su hermano, sin dejarse amedrentar.

—Hace como un minuto, pero eso no es lo importante —James sacudió la cabeza—, sino que esta
organización, que tiene como fin que nos cuidemos entre todos, tiene unas normas. Y esas normas
dicen que si alguno puede estar en peligro-

—¿Y cuándo inventaron esas normas? —Sirius arqueó las cejas.

—También hace como un minuto, pero shhhh, Sirius, shhhh —James se llevó el índice a los labios
—. El tiempo es una medida muy relativa. Mírate tú. Deberías estar arrugado como una pasa, pero
pareces de la edad de papá.

—Quédense despiertos si quieren —Draco se resignó y negó—, pero la directora ya les advirtió lo
que pasará si se duermen en clases.

—¡El Aquelarre ha vencido! —James alzó los brazos y Nesrine lo imitó, riéndose.

Harry notó que Rose recogía su morral y caminaba hacia la salida de la enfermería. Lanzó una
barrera frente a ella para detenerla.
—¿A dónde vas a esta hora sin permiso, Rosie?

—El tío George y yo estamos probando pastillas para el desvelo para venderles a los estudiantes
que estudian para los TIMO's o EXTASIS —explicó ella, palmeando el morral—, voy a buscar
algunas para nosotros. Te mantienen toda la noche y el día siguiente y reponen la energía del
descanso con bocadillos. Tenemos que asegurarnos de que no colapsarás después de veinticuatro
horas y dormirás otras veinte, tío.

Era una pésima idea. No sabía cómo fue que unos minutos más tarde, los chicos se reunían en
torno a la camilla de Albus y compartían dulces de colores brillantes para pasar la noche. Albus
estaba distraído viendo a Scorpius, que le ofreció uno de los dulces a Altair.

—Scorp —Draco sonaba cansado—, no creo que coma. Y si come, no creo que-

Pero Altair se lo metió a la boca antes de que pudiese seguir, aunque sólo fuese para demostrar que
se equivocaba. Scorpius sonrió.

—¡Él también come! —Luego regresó corriendo con los demás—. Rosie, ¿me puedes dar otro para
Altair? Y eso- sí, ese. Nes, pásame- exacto, gracias-

Scorpius volvió frente a la "cosa" y comenzó a entregarle una pequeña colección de dulces,
bocadillos, unas sobras de la cena, un vaso de agua e incluso jugo de calabaza.

—¿Tienes hambre? Este me gusta mucho, ¿a ti te gusta? Está bueno, ¿verdad? Siempre se lo
compro a Rose. Y este es el favorito de Al- Al tiene buenos gustos para los dulces, siempre me
elige los mejores y me los da en una cajita para el Yule y…

Sirius se inclinó de forma disimulada hacia Harry y Draco.

—¿Creen que en algún momento se canse de los dulces y decida comernos a nosotros?

—Esperemos que no —contestó Harry, en el mismo tono bajo, al ver que Altair se tomaba el vaso
de agua en dos tragos y asentía a algo que Scorpius le explicaba.

—No puedo creer que no le ofrecieran algo para comer o beber —McGonagall, en cambio, los
observó con una clara desaprobación en el rostro.

Para el momento en que Luna llegó, los chicos tenían una especie de picnic nocturno en la
enfermería, Sirius intentaba averiguar qué era el Aquelarre (y por qué nadie se lo mencionó antes)
y Altair seguía oyendo lo que le decía Scorpius, ahora con Albus parado junto a él, alerta.

Luna hizo una pausa en cuanto los Aurores del pasillo le permitieron ingresar a la enfermería.
Parpadeó y soltó un débil "oh". Llevaba una versión más compleja de los lentes rosa, enormes y de
varios cristales que la veía usar cuando era adolescente.

—No sabemos de dónde viene ni qué es, llegó con la serpiente de repente…—le explicaba Harry,
mientras Luna contemplaba la interacción entre Altair y Scorpius con curiosidad.

—¿Tú eres la bruja que puede saber qué es? —Talía se paró junto a ella y ladeó la cabeza para
tener una mejor visión de los lentes que usaba—. ¿Esos son cristales antiglamour y cristales
interplaneares?

Luna sonrió cuando la escuchó y asintió.

—Y cristales para ver a los nargles y otras criaturas que casi nunca notamos. Y cristales para ver
las auras- las auras son muy importantes —agregó, muy seria.

—Estoy completamente de acuerdo. Cuando era pequeña, conocí a una bruja que veía las auras y-

Draco carraspeó con fuerza para detener su charla.

—Talía, por favor, deja que se asegure de que nada se va a comer a mi hijo y después pueden
compartir memorias de sus vidas bohemias y experiencias paranormales.

—Tienes razón, cielo, perdón, me he emocionado. Déjame verlos mejor después, ¿sí? —Talía se
dirigió a Luna enseguida—. ¿Puedes, puedes, puedes? Nesrine amaría tener unos así, me
encantaría saber cómo armarlos para ella…

Draco volvió a aclararse la garganta cuando Luna comenzó a divagar sobre el proceso de creación
de los lentes. Entonces Harry decidió intervenir.

—Luna, realmente necesitamos saber si debemos tomar medidas o si hay alguien que pueda…

—¿Tomar medidas para qué? —Luna pareció estupefacta.

Draco emitió un sonidito de pura frustración y Harry sostuvo su brazo para que no soltase un
comentario venenoso contra Luna. Él no la entendía como Harry. No pretendía restarle importancia
a la situación, sino que su mente funcionaba diferente.

—Sobre Altair —Harry apuntó al niño rubio casi idéntico a Scorpius.

—Oh, no, no —Luna sacudió la cabeza.

—¿No? —Draco elevó las cejas.

—En realidad es algo muy bueno que Scorpius lo tenga, ya lo verán —Luna lo sopesó unos
segundos—. Por otro lado, si es lo que creo que es, en verdad no podrían alejarlo aunque lo
intentaran, sería un esfuerzo desperdiciado. No, no, sin medidas de seguridad. No le pasará nada.

Era obvio que Draco no le creía ni una palabra.

Ya que las explicaciones de Luna resultaban confusas, decidió demostrarlo mediante la práctica.
Le pidieron a Altair que los acompañase y los tres abandonaron el castillo junto a ella.

A pesar de que Theodore regresó a la enfermería y los demás adultos, incluyendo a los Aurores,
estaban allí, Draco y Harry miraban hacia atrás cada cierto tiempo, atentos a cualquier señal en el
ambiente de que los chicos pudiesen estar en peligro. Luna los sacó del castillo y les lanzó unos
amuletos de calor a los tres. Altair seguía en el pijama que le prestaron y también veía hacia
Hogwarts de vez en cuando.

—¿Qué tan lejos piensas llevarnos? —le preguntó Draco a Luna, con un malhumor claro que para
Harry suponía una advertencia de su carácter—. Potter, haz algo, dile que-

A unos metros de la cabaña de Hagrid, Altair no pudo seguir. En su siguiente paso, uno de sus pies
se convirtió en una consistencia neblinosa. En un instante, esta se expandió por todo su cuerpo para
convertirlo en una bruma y vieron que regresaba deprisa al castillo.

—¿Pero qué…?

Draco reaccionó con la misma velocidad y comenzó a correr de vuelta. Se desplazó con el truco de
la bruma oscura de los Mortífagos para llegar cuanto antes a la enfermería y comprobar que no le
hubiese pasado nada a su hijo.

Harry seguía boquiabierto. Suponía que si hubiese algún peligro, Luna no estaría tan tranquila a su
lado, indicándole que caminasen de regreso.

—¿Sabías que pasaría eso? —indagó, con una vaga idea de cuál sería su respuesta.

Luna asintió.

—Altair es un daemon —le contó, con calma—, todavía está tomando fuerza y no está estable. Eso
significa que no podrá alejarse demasiado de Scorpius aún o le pasará esto.

—¿Él…regresó con Scorpius?

—Así es. En realidad —Luna echó un vistazo hacia el castillo—, no pensé que se podría alejar
tanto. Esperaba verlo desaparecer en la entrada de Hogwarts como máximo…es fascinante.

Harry no habría usado ese término para describirlo.

Tan pronto como estuvieron en la enfermería, Luna tomó asiento y se dedicó a aclararlo para una
audiencia de personas desorientadas de diferentes edades.

—Los daemon son un tipo de energía muy particular, de las pocas que puede convertirse en algo
que se asemeja a un ser vivo, como las quimeras. La diferencia es que las quimeras suelen estar
sedientas de sangre o les gusta confundir a la gente, mientras que los daemon son más como…una
energía que orbita alrededor de cierta persona con magia hasta que puede considerarse un ser
aparte.

—Oh, así que es eso —Theodore atrajo un libro hacia él mediante un accio y le echó un vistazo—.
Aquí dice que los daemon sólo están ligados a personas que cumplen características muy precisas y
que pueden ser transferidos y…¿guardados?

Luna asintió, examinando a Altair con mayor interés. Él sólo los veía desde detrás de Scorpius, en
silencio.

—Ya que son como una gran pieza de energía, a veces un poderoso mago adquiere un daemon sin
darse cuenta. Usualmente jamás los ven ni mucho menos los usan de forma consciente, pero sí que
les dan más fuerza a nivel mágico. Por ejemplo, creemos que Grindelwald tenía un daemon —Se
dirigió a Harry al mencionar esto—, por eso su duelo con Dumbledore tomó horas. Otros magos no
habrían resistido tanto. Claro, también hay otro tipo de teorías sobre por qué les tomó ese tiempo,
pero haciendo la comparación mágica, la verdad es que Grindelwald podría haberlo superado…

—¿Así que es algo que tienen los magos fuertes? —Rose le dio un golpecito sin fuerza a Scorpius
en el brazo—. ¡Bien hecho, cinnamon! Para la próxima clase de defensa, no te pienso cubrir con
mi escudo, empieza a cubrirme tú a mí-

—No creo que sea de Scorpius- bueno, ahora lo es, por supuesto, y eso se nota en la forma física
que tomó —Luna abarcó a Altair con un gesto—, pero sería el primer caso de un adolescente con
su propio daemon. Es más probable, sobre todo con la situación de estos días alrededor de los
Malfoy, que le haya sido transferido sin que lo supiésemos.

Los ojos de Scorpius se abrieron más cuando entendió a cuál "situación" se refería.

—¿Podría haberlo enviado mi madre?


—Oh —Luna adoptó una expresión pensativa—, sí, yo digo que eso sería lo más lógico.

—¿Tu esposa estaba al nivel mágico de Dumbledore? —Sirius observó a Draco con una mezcla de
horror y respeto.

—Claro que no —Draco sacudió la cabeza—, me habría enterado, sientes la magia del otro cuando
haces un enlace de unión.

—¿Y si…? —Albus cerró la boca y negó.

Harry se percató de que adoptaba una expresión mortificada y le puso una mano en la cabeza para
animarlo a hablar. Jugó un poco con su cabello que era idéntico al de él.

—¿Qué quieres decir, Al?

—No quiero que lo oiga alguien que meta en problemas a Scorp —Albus volvió a negar.

—Nadie dirá nada de esta noche —le aseguró Nesrine—, ¡prometido! —Después vio a James—.
Propongo que la segunda regla del Aquelarre debería ser la confide- confi- confidentialité? —
Entonces buscó la mirada de sus padres, vacilante al no recordar el término en inglés.

—Confidencialidad, cariño —le dijo Theodore en el tono suave que reservaba para su hija.

Nesrine sonrió y asintió.

—Pues eso- ¡el que esté de acuerdo levante la mano!

Todos los menores de edad en la enfermería alzaron una de sus manos. Sirius también. Harry lo
observó con las cejas arqueadas.

—¡Que tú no eres un miembro, pads! Te puedes partir la cadera en cualquiera de nuestras misiones
—le replicó James, ganándose más quejidos de Sirius.

—Te prometo que nadie va a decirle algo a Scorpius por lo que pasa hoy aquí —Harry se agachó
frente a Albus para asegurarle esto mirándole a los ojos—. Si tienes una idea o una teoría, quisiera
oírla, Al. Eres sumamente inteligente, me interesa mucho lo que tengas para decirnos.

Albus movió uno de sus pies en el suelo y carraspeó.

—Es que- Voldemort tenía objetos donde guardaba cosas- su alma. Y el alma es básicamente
energía, ¿cierto?

—Es una forma de verlo —aceptó Luna, asintiendo. Parecía interesada en lo que él pudiese
comentar.

—Pues…el Voldemort de cierta edad fue quien le dio a la madre de Scorpius mucha información-
incluso sobre dónde conseguir ciertas cosas, ¿sí? ¿Y si…si ese- esa criatura hubiese estado en la
parte de la energía que Voldemort puso en ese objeto? Entonces, así como ese Voldemort le dio
información, podría haberle…pasado….algo.

—Fascinante —repitió Luna, seguido de más asentimientos—. Necesitaría hacer un par de pruebas
de esencia mágica, pero es una gran teoría, Al. Tus chicos son muy lindos y listos —le dijo a Harry,
quien intentó sonreír al agradecerlo.

Los demás veían a Scorpius.


Y Scorpius acababa de ponerse más pálido.

—0—

Harry colocó la bandeja con el desayuno en el lado opuesto del alfeizar, le lanzó un encantamiento
para mantenerlo caliente y sujetó el hombro de Draco para sacudirlo. El mago se despertó
sobresaltado y lo apuntó con una varita que tenía escondida en la manta en que se envolvió.

Luego dejó caer los hombros y comenzó a mirar alrededor. A la enfermería vacía.

—Scorp-

—Camino a su primera clase —susurró Harry, tomando asiento junto a él, en medio de su cuerpo y
la bandeja que le llevó—, ya terminó el desayuno.

Por la expresión de Draco, se imaginó que se pasaría todo el día culpándose por haberse quedado
dormido en esa situación.

—Está bien que hayas descansado —aclaró Harry, en voz baja—, dormiste menos de una hora,
Malfoy.

Era cierto. Estuvo toda la madrugada alerta. Nadie pudo convencerlo de cerrar los ojos hasta que
cedió por una mezcla de los hechizos calmantes en el lugar, el té relajante de la enfermera y el
cansancio acumulado. Y puede que un encantamiento que Theodore arrojó al regañarlo por haberse
desvelado incluso más que los chicos cuando él también tenía clases ese día hubiese ayudado.

—No debí dormirme —le siseó Draco. Las oscuras ojeras le ocupaban gran parte del rostro y
resaltaban más por su palidez.

—No le sucedió nada, en serio. Cuando salí del comedor, estaba hablando con los otros miembros
del "Aquelarre" y McGonagall lo iba a acompañar a su salón.

Draco sacudió la cabeza y repitió el "no debí dormirme" más débil. Harry se sintió mal. En
especial porque seguro que él estaría igual si uno de sus hijos fuese una pieza central en los últimos
problemas.

Ni siquiera se imaginaba el nivel de estrés que tenía.

Pero esperaba poder aliviarlo un poco.

—Scorpius y Albus van al invernadero, McGonagall no le dio detalles a Neville, pero le pidió que
estuviese atento. Neville es alguien de confianza que se pelearía con un mago oscuro antes de dejar
que le haga algo a uno de sus estudiantes, te lo aseguro.

—Ya sé —replicó Draco, de mala gana. Supuso que recordaba al Neville Longbottom de la guerra.
La mayoría se olvidaba de que también tenía esa faceta.

—Y no tienes clases a primera hora, se lo pregunté a McGonagall —siguió Harry—, así que creo
que deberías dormir. A segunda hora sí tienes clases y yo no, se me ocurrió que podrías dejarme ser
tu asistente hoy...

—¿Que tú qué? —Draco levantó la cabeza hacia él, parpadeando para salir de su estado
aletargado.

Harry se echó a reír y se encogió de hombros.


—Bueno, pensé que sería divertido y podría ayudarte mientras manejas el cansancio del desvelo y
eso- si quieres, no sé, mira- todos los chicos dicen que tus clases son geniales y a mí me encantaría
ver una clase de pociones en serio increíble. Estoy seguro de que es una materia fascinante cuando
se enseña como tú lo haces.

Draco se limitó a mirarlo durante unos segundos, antes de dejar escapar un resoplido y restregarse
el rostro.

—No me tengas lástima, Potter, es despreciable e innecesario, no me ha pasado nada.

—No es lástima —contestó Harry al instante.

—Ni me trates como uno de tus estudiantes, alguien que tienes que estar cuidando.

Harry bufó y se inclinó un poco hacia adelante, de manera que quedase dentro de su campo de
visión.

—Te estoy tratando como a un amigo, Malfoy. Así trato a mis amigos. No sé cómo serás tú con los
tuyos, pero a mí no me gusta la idea de que uno de mis amigos se obligue a estar despierto toda la
noche por la preocupación y quedarme mirando sin poder ayudarlo.

Draco lo observó por otro rato. Luego asintió y se fijó en la bandeja al lado de Harry. La atrajo con
un accio.

—Mis amigos saben que le pongo leche al primer té de la mañana.

Harry rodó los ojos.

—Pues ya sé para la próxima vez que nos desvelemos en la enfermería —replicó, divertido. Se
apoyó en la ventana y se cruzó de brazos—. ¿Y tú sabes cómo tomo el "té de la mañana", amigo?
—remarcó la palabra, sacándole un resoplido a Draco.

—En la mañana tomas jugo de calabaza con la comida —aclaró, en tono de obviedad—, lo has
hecho desde niño. Te fascina ese horrible jugo. Estos meses he notado que también estás tomando
mucho café, creo que está directamente relacionado al estrés, por cierto, préstale atención a eso.

Harry estaba boquiabierto. Draco lo vio de reojo y le mostró una sonrisita burlona.

—¿Tú no te fijas en los hábitos de tus amigos? Qué desconsiderado eres, Potty.

—Algún día tenemos que hablar sobre ese apodo…

—Es cariñoso —Draco pronunció la palabra de una forma que hacía pensar que decía exactamente
lo contrario.

—Es horrible.

—Lo voy a seguir usando.

—¿No escuchas a tus amigos, Malfoy?

—¿Por qué debería hacerlo cuando no quiero, Potter?

Ambos le dieron una mirada desafiante al otro y acabaron riéndose.

Harry llegó diez minutos tarde a su salón.


Y fue su "asistente" en las mazmorras en la segunda clase de ese día.
El tercer Malfoy

Albus lo frenó cuando hizo ademán de caminar hacia él. Scorpius se giró con un puchero.

—Míralo, está solo-

—Es algún tipo de criatura extraña que podría estar lleno de —Se inclinó hacia adelante y bajó la
voz— magia oscura.

—Pero está solo —insistió Scorpius, soltándose de su agarre.

Un resignado Albus siguió a Scorpius cuando este caminó hacia Altair. Ya que no podía
permanecer tan lejos de él sin verse afectado, no era capaz de quedarse en las mazmorras mientras
Scorpius deambulaba de un lado al otro del castillo, en especial si tenía clases en el invernadero y
luego en el otro extremo del colegio.

Altair se encontraba sentado en una de las bancas del patio interno, jugando con un pajarito que se
posó sobre la palma de su mano. Usaba una túnica de Hogwarts sin los colores de una Casa, como
las que llevaban los de primero durante el banquete de la Selección, y un amuleto redondo que le
avisaría a McGonagall de su posición y si le sucedía (o hacía) algo raro.

Su presencia ya atraía algunas miradas sin que ellos se parasen frente al extraño chico que para los
demás había salido de la nada. Albus se percató de que varios de sus compañeros cuchicheaban
desde el pasillo sobre el parecido entre Scorpius y Altair. Su mejor amigo no. Scorpius se inclinó
hacia Altair y le preguntó por el pajarito.

Altair le explicó con voz suave que lo vio cayendo y consiguió atraparlo con magia. Era un tipo de
ave mágica del Bosque Prohibido, pero muy pequeño, y ese día resultó demasiado frío para el
animalito. Esperaba que el calor en sus manos pudiese ayudarlo lo suficiente para que regresase al
bosque.

Scorpius le dedicó una mirada a Albus que decía "ayuda a un pajarito, ¿cómo va a ser malo?" por
encima del hombro. Albus rodó los ojos y tanteó la varita que tenía oculta en una de las mangas del
uniforme.

—¿Entonces tienes magia propia? —Scorpius se agachó frente a Altair y recibió al pajarito en sus
manos cuando se lo tendió. El animalito emitió un sonido tenue y lo observó con curiosidad.

—Sí- no —Altair frunció el ceño y llevó a cabo un gesto de "más o menos" moviendo la cabeza de
un lado al otro—. Todavía no puedo hacer mucho porque no estoy, uhm, estable, pero debería tener
algo de magia cuando me haya acostumbrado.

—Entonces vas a necesitar una varita, ¿no? —siguió Scorpius, en tono más animado.

Albus le dio una mirada de "no puedes estar hablando en serio sobre conseguirle una varita a una
cosa de magia negra, ¿cierto?". Scorpius, acostumbrado a su mal temperamento con todo y todos,
lo ignoró.

—No había pensado en eso —admitió Altair, en voz baja—. Pensé que sólo los humanos podrían
tener una.

No lo decía como si fuese gran cosa, sólo se trataba de un hecho.


Scorpius lo sopesó.

—¿Atrapaste al pajarito usando sólo magia verbal?

—Sólo…—Altair gesticuló para dar a entender que colocó las manos hacia arriba y lo levitó hacia
allí para evitar que tocase el suelo.

—¡Eso es genial! ¿Sabes cuánto nos cuesta a los magos? Usualmente sólo…

Albus exhaló, sacudió la cabeza y miró hacia un lado. Tenían una clase en unos minutos. Por
suerte, Rose se abría paso entre la multitud que ahora ocupaba el pasillo para llegar a ellos.

—¡Me metí al salón pensando que me guardaban el puesto y ni siquiera estaban ahí! —Rose se
paró junto a Albus, quejándose sobre que era la primavera más fría de su vida, mientras se frotaba
las manos entre sí—. ¿Qué hacen aquí parados? Hay unos idiotas en el pasillo diciendo unas cosas
que…wow. Algunas personas nacen sin cerebro o no lo saben usar, supongo.

—Altair ha estado aquí solo en el frío mientras estamos en clases —le explicó Scorpius a Rose—,
podría enfermarse…

—No creo que se pueda enfermar, cinnamon —alegó Rose, indecisa.

—No todavía —aceptó Altair, asintiendo—, mi cuerpo tendría que estar más estable para una
función como esa…tampoco sé si podría después de estarlo.

—Ni lo quieres averiguar, enfermarse es de lo peor —Rose contempló al pajarito que Scorpius
tenía entre sus manos y al que cubría con un amuleto de calor—. Oh, ¿y eso?

Albus volvió a negar cuando un emocionado Scorpius le contó sobre el animalito que Altair ayudó.

Detrás de ellos, un profesor enviaba a los chicos a sus salones y los estudiantes que los veían desde
los corredores al final se dispersaban de mala gana. Sus murmullos se iban con ellos y hubo
algunas risas perdiéndose en la distancia.

—Tenemos que irnos —Rose ya había recogido varias ramitas, que apiló en el suelo, y construyó
una pequeña casa con amuletos de calor—. Eso debería ayudarlo por ahora, cinnamon.

Scorpius puso al pajarito dentro y le habló como si pudiese entenderlo, aclarándole que tenían que
irse, pero podía quedarse ahí hasta que tuviese la fuerza para regresar al bosque.

—¿Estás seguro de que no se dañó un ala o algo? —preguntó Rose, observando al animalito.

—Seguro —Altair asintió.

Ahora los tres se encontraban arrodillados en el suelo, pegados uno al otro para ver bien al pájaro.

Albus carraspeó con fuerza para recordarles que debían ir a clases.

—Ah, sí, vamos, vamos- —Rose se levantó de un salto, sacudió su uniforme y le hizo un gesto a
Scorpius para que hiciese lo mismo.

Altair regresó a la banca y se dedicó a observar el cielo. Pero apenas avanzaron unos pasos, antes
de que Scorpius suspirase y mirase hacia atrás.

—No lo podemos dejar ahí solo todo el día a partir de ahora.


—Criatura de magia oscura posiblemente de Ya-Sabes-Quién —Albus arqueó las cejas—, yo digo
que sí podemos.

Rose resopló y caminó de regreso hacia Altair. Hablaron durante unos segundos. Después volvió
con ellos.

Altair la seguía.

Albus observó a su prima como si hubiese tomado una pésima decisión. Básicamente como lo
hacía casi siempre.

—Vamos, vamos, vamos —Rose los apresuró mediante gestos que le copiaba a su abuela Molly y
con empujones en la espalda de cada uno.

—¿A clases? —Albus vio a Altair y volvió a elevar las cejas en un claro "¿con él?" que no dijo en
voz alta.

—Pues claro que a clases —Rose soltó un "duh" y rodó los ojos.

Si tenía alguna esperanza de ponerla de su parte para cuidar de Scorpius y alejarlo de la "cosa
mágica", la perdió después de que Altair hiciese una pregunta sobre por qué Hogwarts tenía dos
versiones del uniforme.

Rose se irguió, llena de orgullo.

—Hogwarts tiene la tonta idea de que las "niñas" deben usar faldas y los "niños" pantalón. Esto
está mal porque, uno, la palabra "uniforme" quiere decir "todo igual" y no estamos "uniformes"
con esa diferencia. Además, ¿por qué debo usar falda? Me gustan los pantalones y son más
cómodos para correr y para montar una escoba. El punto número tres sería: ¿en serio están
decidiendo algo en base a un registro, un papel, que dice quién es "hembra" y quién es "varón"?.
Este año hemos decidido comenzar la iniciativa de "cada quien usa la opción con que esté a gusto
o todes usamos lo mismo"...

—Seguimos pensando en el nombre para la iniciativa —aclaró Scorpius, soltando una risita.

—Oh —soltó Altair. Hizo una pausa—. ¿Y por qué…?

Albus ya se había resignado cuando llegaron al salón de Runas Antiguas. Rose estuvo medio
minuto resumiéndole las diferencias entre "sexo biológico" y "género", su relación con los
uniformes y lo que se interpretaba en base a estos. Nunca sonaba tan similar a su madre como en
esos momentos.

Incluso movió una silla para Altair y lo colocó en la misma mesa que ocupaban los tres desde su
primera clase, sin parar de explicarle en qué Hogwarts mantenía una mentalidad retrógrada.

La profesora tuvo que pedirle a Rose que hiciese silencio para comenzar la clase. Al fijarse mejor
en la mesa, se ajustó los lentes y observó ceñuda a su "estudiante extra".

—¿Disculpe? ¿Puede decirme su nombre?

—Altair —respondió Rose por él, muy confiada.

—¿Altair qué?

Rose apuntó a Scorpius con un gesto y adoptó una expresión de obviedad. Tras un instante de
vacilación, la profesora dejó escapar un "ah", seguido de un "el profesor Malfoy no me informó de
esto".

Después la clase comenzó como si no hubiese alguien colado allí.

Albus no estaba sorprendido.

Con Altair en medio de Scorpius y Rose, acabó utilizando una pluma y pergamino para practicar
runas básicas, mientras los otros dos le explicaban los conceptos que aprendieron durante sus
primeros meses de clases y que a él se le escapaban.

La siguiente clase fue Encantamientos. Rose enganchó un brazo a uno de Scorpius, el otro al de
Altair, y siguió hablando durante el cambio de salón. Esa vez, fue sobre la necesidad de más
postres sin azúcar y otro montón de ingredientes dañinos para aquellos estudiantes que no podían
comerlos.

—Ya lo he hablado con los elfos y comenzaron a llorar cuando entendieron que algunos niños no
pueden comer algo de lo que hacen, ahora vamos a preparar unas recetas sin esos ingredientes para
presentarlas a McGonagall la próxima semana y…

Flitwick los esperaba en la entrada del aula con un pergamino de una nota voladora enviada por la
profesora de Runas Antiguas en una mano. Dejó que los demás entraran y se apresuró a saludar a
Altair, estrechando su mano con energía.

—Un placer, señor Malfoy, un placer- ojalá su padre me hubiese avisado antes de que tomaría
clases aquí también- qué suerte que la profesora Andamian me avisó. Espero que no importe que
comparta mesa con el otro señor Malfoy…

Y así fue como, por primera vez desde que entró al colegio, Albus no estaba en la misma mesa que
su mejor amigo. Flitwick sentó a Altair con Scorpius, quien estaba demasiado concentrado en
hablarle sobre algunos hechizos que estaban estudiando para notar que Albus llevaba diez minutos
de brazos cruzados.

Rose, que quedó a su lado durante el cambio y perdió a su propia compañera en el proceso, arqueó
las cejas.

—Al, ¿será posible que estés celoso de una criatura hecha de magia que ni siquiera podría vivir
lejos de Scorp? Porque sé que su amistad es muy, muy cercana, pero eso ya sería un poco raro,
¿sabes?

Albus le gruñó una respuesta.

—¿Te parece que hablemos sobre esos celos después de clases? Oh, estoy suscrita a una revista
que tiene consejos para entender y controlar los celos cuando tu novio habla con otra, versión
adolescente. Me pareció de lo más-

Entonces él giró el rostro y canalizó toda su molestia en mirar mal a su prima.

—Intentaba ser buena gente —Rose alzó las manos en señal de rendición y siguió concentrada en
su ratón que apareció de una taza. Su cola era un asa, pero por lo demás, lucía perfecto.

Después de esa clase, llegó la hora del almuerzo. Albus ya bostezaba para entonces y ni siquiera
los caramelos energizantes de Rose podían ayudarlo.

—Supongo que tendré que decirle al tío George que debemos comprobar el tiempo de efectividad
—murmuraba su prima, a medida que tecleaba un mensaje en el grupo de "negocios" que tenía con
su tío favorito—, no podemos permitir que un estudiante tenga sueño a mediodía si su examen será
a las dos de la tarde…

Nesrine y Lily los encontraron en el pasillo que daba al comedor y comenzaron a preguntar por
Altair. Todo el colegio hablaba del "otro Malfoy" que llegó ese día y aún no tenía una Casa.

Cuando se fueron a su propia mesa y Albus pensó que tendrían un poco de paz (y algo de tiempo
con su mejor amigo), Scorpius llevó a Altair con ellos a la mesa de Slytherin y le empezó a servir
comida, presentándole sus platillos favoritos.

Albus masticó su comida de una forma más ruda de la necesaria, pero no eran celos. Sólo estaba
preocupado porque Scorpius se hiciese amigo de algo que pudiese dañarlo.

—0—

—No sabía que tenía dos hijos, profesor. ¿El otro es el gemelo de Scorpius o algo así? Porque si
tiene otra edad, es sorprendente que se vean tan parecidos. Creo que hay una diferencia entre mi
hermano y yo y se nota que soy el menor…

A Draco casi se le cae el vial que sostenía. Por suerte, tenía todo tipo de hechizos para evitar
desastres allí dentro, incluyendo los suyos.

Lo atrapó cuando levitó de nuevo hacia su mano, carraspeó y miró a su estudiante de Hufflepuff,
que aguardaba su respuesta con una expresión de abierta curiosidad, mientras mezclaba un líquido
negro, espeso y con burbujas en la parte superior que claramente no era su mejor poción.

Draco había tenido durante todo el día la sensación de que los estudiantes hablaban de un tema que
los tenía agitados pero se callaban cuando él se acercaba. Al principio, pensó que fue porque vieron
a Harry bromear cuando tomó el puesto de su asistente, Draco le contestó y los chicos estuvieron
impresionados por su actitud de "viejos amigos". Y que el rumor se había regado.

No se esperaba esto. Por la manera en que el laboratorio cayó de pronto en un sepulcral silencio,
todos los demás estudiantes los veían y el Hufflepuff comenzaba a ponerse nervioso le dio la
impresión de que lo lanzaron hacia adelante y le ordenaron que resolviese la duda que tenían todos
ese día.

Aún esperaba su respuesta.

Draco no creía que pudiese decir la verdad sin poner a Scorpius en una situación difícil.

—¿Altair fue a clases hoy? —preguntó con cuidado. Retardarlo le daría tiempo para pensar en una
respuesta. Técnica típica de Slytherin.

El Hufflepuff asintió.

—Estaba con Scorpius en Runas, en Encantamientos, en el almuerzo, después fueron a Aritmancia


—El chico bajó la voz para que sus curiosos compañeros no pudiesen oír—. La verdad es que
todos los vieron en algún momento y pensaron que me diría a mí porque es bueno con los
Hufflepuff. Ninguno de los chicos ha querido decirnos nada.

Draco asintió entonces, despacio. Su mente analizaba la situación con más frialdad ahora que la
sorpresa había pasado.

—Altair es…de la misma edad que Scorpius, sí, pero él está un poco mal. Enfermo —aclaró, frente
a la boca abierta de su estudiante—. No sé cuánto tiempo pueda estar aquí porque es muy…
delicado y no esperaba que fuese a clases hoy por eso mismo.

—Oh, claro, claro- ¿es grave? No, no, lo siento, profesor, no me diga- —El Hufflepuff empezó a
agitar sus manos deprisa y dejó caer la varilla para mezclar—. Lo siento, lo siento, seguro es difícil
para ustedes, ahm- ¡ya sé! Le voy a decir a los demás para que no lo molesten y tengan cuidado- ya
sabe que a veces tiran bludgers en los pasillos y eso- y puede ser muy peligroso si es, uhm,
delicado, ¿cierto? Oh, ¡tengo que decirles ya mismo!

Draco apenas pudo murmurar un débil "gracias" que mantuviese su imagen de "padre preocupado",
antes de que el Hufflepuff corriese hacia sus compañeros y los hiciese abandonar sus tareas para
reunirse en un círculo en el espacio entre las mesas. Empezó a explicarles de inmediato.

Seguía aturdido por el tema cuando acabó la clase. Los estudiantes salieron después de limpiar por
él, dirigiéndole unas miraditas que no le daban desde el final de la guerra y nunca había recibido de
parte de adolescentes. Dejaron el laboratorio tan limpio y ordenado como si fuese el primer día de
clases y aún no entrase un solo chico al aula.

Harry se paró bajo el umbral de la puerta, respondió al saludo de los últimos chicos que
abandonaban el laboratorio y esperó a que se hubiesen alejado lo suficiente para lanzar un hechizo
de silencio.

Enseguida Draco se recargó en su escritorio y se llevó una mano al rostro para masajear el espacio
entre sus cejas.

—Tiene que ser una broma, dime que es una broma. No me puedo creer que haya pasado de "pobre
viudo deprimido" a "viudo deprimido, padre soltero de dos hijos, uno de los cuales está tan
enfermo y en un estado tan delicado que ni siquiera puede asistir a Hogwarts con el resto" —Se le
escapó una risa incrédula y sacudió la cabeza—. Es que en serio…¿cómo...? ¿Por qué…? Oh,
Merlín.

Harry suspiró y caminó hacia él.

—Ya todos se enteraron. Neville incluso fue a verme en la hora del almuerzo, parecía muy
preocupado por cómo cuidas de él fuera del colegio y dónde estaba antes- quise hablar contigo y
no te encontraba-

—Estaba probando unas runas en la Sala de Menesteres —explicó Draco, negando—. Quería…ver
si podía hacer algo para resolver esto, pero Astoria no me contestaba cuando intenté hablarle a
través del brazalete y- no sé, estuve…

Harry arrugó el entrecejo.

—¿Le pediste algo para comer a la sala?

Por la expresión desorientada de Draco, su cerebro no recordaba lo que era la "comida" en ese
momento. Harry se cruzó de brazos y le dio la mirada seria que usaba con sus chicos.

—¿No quieres dormir y no vas a comer sin que sea yo quien te ponga la bandeja al frente, Malfoy?

Draco emitió un sonido de desagrado que le arrancó una carcajada.

—No es- sabes que no es eso, idiota —Le dio un débil empujón a Harry, apenas un toque en el
pecho que no lo movió ni un centímetro—. Estoy preocupado, en serio, sólo-
—Lo sé —Harry sostuvo sus brazos antes de que fuese a darle otro "empujón"—, es normal,
Malfoy. Si me he desvelado porque uno de los chicos tenga una fiebre que no pasa de los treinta y
nueve grados, no me imagino qué haría si estuviese pues- en todo esto. Pero no creo que vayas a
tener la mente más clara desgastándote, ni que a Scorpius le guste ver eso.

Claro. Draco no pensaba decirle que tenía razón. Scorpius se sentiría culpable si se enteraba de que
olvidó almorzar por buscar una solución a esto.

Asintió lentamente. No se soltó del agarre de Harry. Ni él lo liberó.

—¿Qué se supone que haga ahora? ¿Alguna sugerencia como niño-que-vivió-para-meterse-en-


cada-problema-existente?

Intentó inyectar algo de su viejo tono de burla en la pregunta, aunque no salió muy bien. Harry se
rio.

—Mi basta experiencia dice que lo mejor que puedes hacer ahora es comer.

—Potter —Draco lo miró a los ojos y habló muy despacio—, por muchas veces que te haya visto
atragantarte peor que un animal —Ignoró la forma en que Harry le frunció el ceño—, dudo que
hayas ganado la guerra comiendo.

—No, pero Hermione se aseguraba de que comiese en cada oportunidad que teníamos.

—¿Me estás diciendo que comiste antes de ser llevado a la Mansión?

—En realidad, sí —Harry asintió, divertido—, no exactamente antes, pero unas horas antes, sí. Y
luego comimos otra vez cuando nos encontramos con Bill y su esposa. Hermione se tomó eso muy
en serio, podías estar en el peor momento del duelo, pero tenías que comer algo, porque no
sabíamos cuándo podríamos comer de nuevo.

Draco soltó un ruidito que estuvo en algún punto entre la incredulidad y la risa.

—Entonces lo mejor que puedes hacer es comer —insistió Harry, en tono más suave— y luego lo
resolveremos cuando hayamos terminado. Incluso podemos discutirlo mientras comemos, pero ni
se te ocurra perderte otra comida por eso.

Cuando Draco abrió la boca para replicar que era mucho más importante la seguridad de Scorpius
que una comida, Harry volvió a cruzarse de brazos, retándolo con la mirada a decirle algo, lo que
fuese.

Draco dejó caer los hombros.

—Bien. Usemos tu absurdo secreto para ganar la guerra en esto.

Harry se rio y asintió.

—Voy a pasar por la cocina entonces. Espérame en la Sala de Menesteres.

Ya corría hacia la salida del laboratorio. Un par de sillas se desplazaron en su dirección


rápidamente y Harry las esquivó con un movimiento propio de un Auror. Le gruñó algo a la
fantasma que lo seguía.

—Pero-

—¡Sala de Menesteres! —repitió Harry, alejándose—. ¡Prefiero la comida de las cocinas que la de
la sala! ¡Nos vemos allí!

Y se fue.

Draco tenía la vaga impresión de que ese era un día muy extraño.

—0—

Harry se aseguró de que no hubiese nadie en el pasillo, lo comprobó en el Mapa del Merodeador, y
al no ver a Draco tampoco, supuso que ya lo esperaba dentro. Unas bandejas con su cena levitaban
detrás de él.

—Oye —La profesora fantasma paró de seguirlo desde unos metros y se colocó frente a él. Harry
se detuvo para evitar atravesarla—, ¿estás casado? Pensé que estabas casado.

—Uhm, es complicado…

Hizo ademán de rodearla y ella volvió a ponerse al frente.

—¿Qué pasa? —preguntó Harry, después de echarle a su comida un hechizo que la mantendría
caliente.

—Tienes tres hijos —La fantasma se cruzó de brazos.

—Lo he notado, créeme.

—Sólo digo que pienses un poco más las cosas —puntualizó ella, muy seria, dándole una mirada
desagradable a las bandejas que flotaban detrás de Harry.

Él observó la comida, a la fantasma, las bandejas de nuevo y luego al pasillo desierto.

—¿De qué se supone que me estás advirtiendo?

—¡Es obvio que tienes una cita con el otro profesor! —espetó la bruja fantasmal—. ¡Y como tienes
una familia, lo que puedas hacer al entrar ahí no sólo va a afectar tu relación, sino que puede afectar
a tus hijos! Piensa en eso por un momento y-

No era cierto. Harry se retiró los lentes y se masajeó el espacio entre las cejas.

—Bien. Primero, no es una cita…

—Dos personas adultas buscando un cuarto secreto a solas suena muy parecido a-

—Segundo, Ginny ya me dejó…aunque no hemos firmado papeles. Más importante —Harry se


recolocó sus lentes y la señaló con un dedo acusador—. Lo que insinúas es repugnante. La
infidelidad me asquea y nunca haría algo así si estuviese en la situación que tú descri-

—Una vez me pregunté si los demás Weasley te iban a maldecir si le hacías algo como eso a
Ginevra, ¿sabes?

Harry se giró para encontrarse a Draco Malfoy parado justo en donde tendría que estar la entrada a
la Sala de Menesteres, cruzado de brazos y con una expresión burlona. La fantasma, por supuesto,
decidió desaparecer en ese instante.

—¡Piensa con la cabeza de arriba! —Fue lo último que le dijo.


Harry no se sentía tan avergonzado desde que era un adolescente.

—Estoy seguro de que cualquier cosa que hayas oído está completamente fuera de contexto…

Draco emitió un sonido de "ujum", atrajo las bandejas hacia él y la burla se desvaneció de su rostro
cuando levantó la tapa de una. Observó a Harry, que balbuceaba algo sobre la fantasma tan
inoportuna que lo seguía de vez en cuando.

—¿Los elfos empezaron a preparar estos y no me he enterado? —La voz de Draco fue muy suave y
baja.

Sí, Harry estaba avergonzado. Se pasó una mano por el cabello y negó.

—Yo…estaba pensando y recordé que tus padres te enviaban dulces cada semana- y no es que los
hubiese visto de cerca, es que tú presumías demasiado de lo que fuese, entonces…creí que podrían
gustarte y ya. Estuvimos un rato hablando mientras intentaban descubrir qué dulce era el que les
describía-

De pronto, Draco dejó escapar una risita.

—¿Qué? —Harry frunció el ceño.

—Es que recuerdas algo como eso que pasaba hace más de veinte años, pero esta mañana
McGonagall te preguntó qué tema te tocaba la próxima semana para tu clase y pusiste la misma
cara de los estudiantes en los EXTASIS…

—¡Eso no cuenta! —Harry recogió las bandejas y se paró frente a la pared. Esperó a que se abriese
una puerta para entrar—. Era muy temprano en la mañana y nadie recuerda cosas importantes y
específicas a esas horas…

La Sala de Menesteres les dio una versión más pequeña del comedor, con sus propias velas
flotantes en el techo y una mesa en que no cabrían más de cuatro personas, pero que sólo tenía dos
asientos. Era el espacio perfecto para que Harry colocase las bandejas.

—Ya está, no tienes excusa para no comer —Le hizo un gesto hacia la mesa y Draco soltó un par
de quejas sobre que no lo evitó a propósito.

Se sentaron uno frente al otro y discutieron sobre las elecciones de Harry que eran poco nutritivas.
Él se sirvió una porción de tarta de melaza antes que cualquier otro plato.

—No sabes lo feliz que soy cuando como así- Hermione siempre me regañaba, ya luego llegaron
los chicos y no podía comer el postre antes, porque entonces James quería postre también y no se
comería los vegetales- y después convencía a Albus de quejarse y Lily gritaba, y no, simplemente
no. Había que dar el ejemplo y bla, bla, bla- —Harry se interrumpió con un sonido frustrado—. Yo
sólo me quería comer un poco de tarta antes y otro poco después de lo demás.

Draco arqueó una ceja. Harry no se percató hasta después de varios segundos.

—¿Qué? —balbuceó con los bordes de la boca llenos de caramelo. Se limpió en cuanto él le hizo
un gesto.

—Creo que descubrí tu secreto —Draco se inclinó hacia adelante y Harry lo imitó sin pensar—:
ganaste la guerra porque no eres humano. Eres una especie mutante de criatura mágica que parece
humana y tienes diez estómagos diferentes.
Lo dijo de forma tan seria que Harry se demoró un instante en echarse a reír. Le lanzó una patada
sin fuerza por debajo de la mesa y comenzó a hablar sobre lo "finos" que debían ser los Malfoy en
su comedor.

—Pues claro —Draco elevó el mentón—, siempre tenemos los diferentes cubiertos junto a los
platos, la copa de la bebida, la copa de agua, la servilleta de tela-

—¿Y usan la servilleta en el regazo como en las películas o se la ponen en el pecho como los
bebés?

Un muy indignado Draco Malfoy se pasó parte de su cena intentando darle a Harry una lección de
modales sangrepura. No comprendió casi nada.

—¿Para qué tantos cubiertos? Usa los mismos con todo, y si no puedes usar uno con algo, usa tus
manos-

Harry se divirtió cuando su rostro empezó a ponerse rojo y emitió soniditos incrédulos.

Después de que quedó claro que Harry pensaba pasar el resto de su vida sin conocimientos de
"modales básicos para no parecer una bestia" (según Draco), le preguntó por sus clases y
comenzaron a hablar sobre algunos estudiantes y las actividades del día.

No tenía idea de cuándo el tema cambió al puntaje de cada Casa en la copa de Quidditch, sólo que
Draco le decía que Slytherin llevaba la delantera, y que si tanta confianza le tenía a sus leones,
debería apostar con él.

—…así tendré un premio sin hacer absolutamente nada porque es obvio que el equipo de
Gryffindor se desmoronó desde la partida de su gran héroe —completó Draco, divertido.

Era verdad que Slytherin tenía los títulos vencedores antes de la entrada de Harry al equipo hace
décadas y se recuperaron bastante bien en cuanto él abandonó el colegio, pero no creía que les
fuese tan mal mientras tuviesen a Rose golpeando las bludgers con tanta fuerza como si las
versiones adolescentes de los gemelos se hubiesen combinado en una persona.

—A menos —Draco hizo una pausa y estrechó los ojos en su dirección— que te dé miedo apostar
conmigo, Potter.

Harry se enderezó y le devolvió su mejor mirada retadora.

—Ya quisieras.

Entre provocaciones, su apuesta fue cerrada con un apretón y un hechizo vinculante.

—Cuando gane Slytherin, vas a llevar el cabello rosa desde el final del año escolar hasta…tu
cumpleaños —decidió Draco, mostrándole una sonrisita burlona.

—Cuando gane Gryffindor —corrigió Harry—, vas a usar una bufanda con nuestros colores
durante el anuncio de los resultados de la Copa de las Casas en el banquete de despedida. Y en el
banquete de bienvenida del próximo año.

—Bien.

—Bien.

Una cuerda dorada envolvió los antebrazos de ambos y sus manos unidas. Apretó y se desvaneció.
Luego Harry acomodó los platos vacíos dentro de las bandejas que debía devolver a la cocina
después.

Frente a él, Draco jugueteaba con el brazalete que lo conectaba a Astoria. Harry lo notó y suspiró.

—¿Qué te parece si hacemos una prueba ahora? Veamos si no estaba ocupada y contesta en este
momento…

Tras una breve vacilación, Draco asintió. Sacó la varita del soporte que tenía escondido bajo su
manga, la agitó y Harry se estremeció por el hechizo que combinaba sus sentidos. Le permitió oír
cualquier cosa que pudiese percibir del brazalete.

—¿Listo?

Harry ahora también tenía la varita en mano, por si acaso.

—Bueno, intentemos…—Draco le lanzó un hechizo al brazalete.

Nada ocurrió.

Realmente nada.

—¿Qué tal si pruebas llamarla?

—Astoria —Draco acercó el brazalete a su rostro—, Astoria. ¿Puedes oírme?

Harry empezó a arrugar el entrecejo.

—¿Eso es normal? ¿Pasó tanto tiempo fuera de su conexión alguna vez…?

Draco sacudió la cabeza.

—No, a eso me refiero con que no contesta.

A pesar de que probaron varios hechizos y Draco siguió llamándola, nada ocurrió. En cierto punto,
se cansó, tomó el brazalete y se lo quitó.

Y de nuevo nada.

Ambos contemplaron la sala en torno a ellos, alertas, sus varitas en las manos, pero no había
ningún peligro allí con que tuviesen que usarlas.

—No están…—susurró Draco—. No vienen apenas me lo quito…

Como ninguno podía creérselo, se pusieron de pie y corrieron fuera de la Sala de Menesteres, que
fue muy reforzada durante y después de la guerra. Ni siquiera en el pasillo se aparecieron.

Por más que buscaban en torno a ellos, no hallaron una sola grieta, ninguna sombra. No hubo
sonido de interferencia ni nada que revelase la conexión de Draco con un lugar como ese en que
estuvo Sirius durante tanto tiempo.

Draco dejó caer los hombros.

—Ya no estoy conectado a ella —Miró a Harry con una mezcla de confusión, alarma y horror—.
¿Por qué no estoy conectado a ella? ¿Crees que…?
No completó la pregunta, ni Harry lo hizo por él. Sólo siguieron observando el pasillo por unos
segundos, a la espera de una pista del otro plano, las sombras o Astoria.

Pero el resultado no cambió.

Ella ya no le respondería a través del brazalete.


La base de Helga Hufflepuff

James lo codeó, recibió un codazo de respuesta en las costillas, alguien lo empujó y luego una
cabeza se movió de pronto y golpeó su nariz.

—¡Auch!

—¿A quién golpeé? —preguntó Lily, vacilante—. Lo siento…

—¡Fue a mí! —gruñó James.

—Ah —Fue lo único que dijo su hermanita—, no importa entonces.

—¿De verdad vamos por el túnel correcto?

A la pregunta de Scorpius le siguió un siseo de Adhara. Cuando una gran serpiente mágica sonaba
así de insegura era porque los chicos a los que acompañaba estaban muy cerca de meterse en
problemas.

—Que sí —se quejó James, por cuarta vez—, confíen un poco más en mí. Memoricé casi todo en
el Mapa del Merodeador…

—Incluso si tu cabeza te diera para tanto, que no estamos seguros —dijo Albus, en voz baja—,
papá podría estar viendo el Mapa en este momento y hacerse una idea de a dónde…

—¡Que no! —replicó James, empezando a irritarse—. Tú confía. Será la base perfecta. El centro
fue agregado durante la reconstrucción del castillo y no sale en el Mapa del Merodeador original…

—¿A dónde vamos? —preguntó Altair. Era la tercera ocasión en que lo oían.

—¡Vamos a crear la sede de operaciones del Aquelarre! —le explicó Nesrine, desde algún punto
por delante de ellos, ya que formaban una línea torcida a medida que se arrastraban en el estrecho
túnel de tierra.

—El segundo intento —agregó Albus, de mala gana.

En su primer intento, Sirius los encontró cuando recién ingresaban a la Casa de los Gritos. James
soltó una maldición en voz alta y los hizo regresar, mientras el mago se reía de ellos por "pretender
que conocían mejor los alrededores de Hogwarts que él". Ahora James se lo había tomado como un
reto personal a su espíritu de Merodeador del nuevo milenio.

Los demás sólo iban detrás de él porque no tenían una idea mejor. La Sala de Menesteres sería
muy obvio y Harry los encontraría en cualquier parte dentro de las áreas que aparecían en el Mapa
del Merodeador.

No era que quisieran esconderse en realidad. No creían que hubiese nada que ocultar. Sólo que
como todos los chicos después de cierta edad, la perspectiva que James les presentaba de un
espacio libre de adultos, un lugar que fuese suyo, sonaba emocionante.

Además, Lily iba a chillar si no buscaban una sede para su "organización", ya que decía que cada
gran organización mágica debía tener una. Su fuente eran los libros de historia y los libros no
mentían, según ella.

—¿Cuánto falta…?
—¡Un poco más!

—¡Nos vamos a tardar mil años en llegar cada vez que queramos ir! —protestó Albus, que era el
que más quejas tenía.

—Llevamos al menos diez minutos arrastrándonos —indicó Rose, muy seria—, esto es poco
práctico, James…

—No realmente —opinó el Severus Snape que colgaba de su relicario. Lo llevaba abierto para que
pudiese observar el lugar al que James los llevaría y ayudarlos a decidir si era apto, ya que su
impresión de la Casa de los Gritos fue que cedería en cuanto diesen un par de pasos en la sala—.
En el año de la guerra, los estudiantes usaron un cuadro para pasar cosas y personas desde la Sala
de Menesteres a Hogsmeade. Lo que se necesita es tener en claro la ubicación y dos cuadros
idénticos conectados por magia…

—Una conexión así es muy sencilla —mencionó Lily, entusiasmada—. Puedes hacerlo, Al.

—¿Y por qué debería hacerlo yo si es tan sencilla?

—Porque es sencilla para ti que estás en tercero —replicó su hermanita, en tono de obviedad—, no
para mí, que soy una estudiante de primero.

—Y ya tienes experiencia con cuadros mágicos por el del profesor Snape —añadió Nesrine,
poniéndose del lado de su amiga en un instante.

Albus se quejó durante otro par de minutos, pero no hubo ninguna respuesta ni cambiaron de
opinión sobre la tarea que le "asignaron". Luego dejó el tema de lado cuando por fin divisaron un
punto de luz al final del túnel.

—Allí debe ser —James se detuvo frente a un entramado de raíces y comenzó a batallar con ellas.

Lily lo empujó, sacó su varita e hizo una pausa al notar algo extraño. Llamó a Nesrine y a su prima.
Rose se abrió un espacio entre las dos niñas, creando una nueva ronda de codazos, empujones y
otro cabezazo que volvió a golpear la nariz de James.

—¡Esta vez fue a propósito, Lily! —le reclamó él. Las tres lo ignoraron.

—Es lazo del diablo —les dijo Rose a los demás, tras encender un lumos y comprobar que, de
algún modo, continuaban dentro del límite mágico de Hogwarts. Eso significaba que ningún agente
del Ministerio se acercaría para averiguar por qué un grupo de menores de edad utilizaba magia
fuera de sus clases.

—Ajá —Albus asintió en medio de la oscuridad—. ¿Y…?

El Severus en el retrato emitió ese sonidito que asociaba al momento en que se hastiaba cuando los
dos Gryffindor del grupo, Rose y James, se metieron entre las raíces. Primero ella, después él,
porque por supuesto que no se podía quedar así.

—¡El lazo del diablo odia la luz! —advirtió Rose, desde algún punto dentro de las raíces que se la
tragaron—. Y sólo entren y relájense para salir del otro la-

—¡Rose, esto no va a salir bien! —gritó James.

—¡Relájate!
—¡Me está asfixiando!

—¡Que te relajes!

Lily y Albus se observaron entre las semi penumbras.

—Deberíamos ayudarlo —dijo Lily.

Albus lo sopesó durante un instante. Luego empujó a su hermana menor hacia las raíces.

—Esa no es mi tarea, a mí me toca lo de los cuadros.

Lily ahogó un grito. Alcanzó a extender un brazo y atrapar la mano de Nesrine, a la que jaló con
ella cuando la planta también se la tragó.

—¡Al! —Scorpius lo reprendió con un tono incrédulo e hizo ademán de meterse entre las raíces.

Altair puso un brazo frente a él para frenarlo.

¡Al fin alguien razonable! Albus empezaba a creer que había exceso de gryffindorisidad en su
círculo.

Entonces Altair se lanzó adelante y fue tragado por las raíces también.

—No les va a pasar nada —les aseguró Severus en el aturdido silencio que se instauró después de
eso.

Tras unos segundos, las raíces cedieron y se desenredaron lentamente. Altair tocaba una de las más
grandes de la manera en que Albus habría acariciado la cabeza de un perro.

Scorpius boqueó durante unos segundos.

—Ellas también son energía —Fue lo que le dijo Altair, en voz baja. Dejó que la raíz lo abrazara
hasta casi desvanecerlo entre sus tallos, y tan pronto como esta se alejó, se encontraron un sendero
lo bastante amplio para caminar, rodeado del lazo del diablo.

Lily y Nesrine se sujetaban la una a la otra en uno de los extremos, alertas. Rose las había rodeado
con sus brazos para llevarlas con ella cuando saliese. James fue escupido por la pared contraria de
raíces y golpeó el suelo.

—Para la próxima —James se irguió, sacudiéndose la ropa—, ¡habla con la maldita planta antes de
que me trague!

—Pensé que lo estabas disfrutando y que era parte de un juego de Gryffindor —alegó Altair, con
un tono tan tranquilo que sonaba a que él en serio lo creía.

—¡¿Quién jugaría con algo así?! —Rose frunció el ceño y no soltó a las dos niñas hasta estar
segura de que el lazo del diablo no volvería a alterarse por su presencia.

La respuesta de Altair fue inmediata e igual de calmada.

—Albus dice que los Gryff-

Albus puso la mano sobre la boca de Altair y le hizo un gesto a Scorpius para que caminase por el
túnel.
—Regla número siete: las conversaciones que se tienen en la Sala Común de Slytherin no se
repiten frente a miembros de otras Casas. Ninguna —Y lo completó con un "¡shh!".

—Ah —Altair asintió—, de acuerdo. No lo repito —Hizo una pausa—. ¿Pero eso incluye si uno de
los magos adultos necesita saber algo que podría ayudar a Scorpius?

Albus emitió aquel sonidito frustrado que hacía el Severus de su retrato, sin darse cuenta.

Por sus extrañas circunstancias y la presión del resto de los estudiantes y el personal docente,
McGonagall accedió a poner el Sombrero Seleccionador sobre la cabeza de Altair, sólo para decir
que no pretendía meter a las mazmorras a un estudiante de otra Casa. Los adultos pensaron que fue
arrojado a Slytherin enseguida por su conexión con Scorpius y la que posiblemente también tuviese
con Astoria.

Ese día asistió a clases con ellos llevando su propio uniforme con franjas verdes, y para irritación
de Albus, fue puesto en el cuarto que antes les pertenecía sólo a Scorpius, Adhara y él.

Ya que no era una situación que pudiese arreglar por su cuenta sin causarle algún problema a los
Malfoy, Albus lo afrontó como un buen Slytherin.

Sin pelear.

Usándolo a su favor.

Altair había escuchado con atención cada palabra que le decía sobre convivencia en el colegio y
parecía aprender bastante rápido. Esta no sería una excepción.

—Si puede dañar a Scorpius o es de vida o muerte, puedes decirlo —aceptó Albus, quedándose un
poco rezagado con respecto a los demás, ya que estaban a mitad de su "lección de
comportamiento"—, pero lo que se dice entre Slytherin, se debe quedar entre Slytherin. Cuando
regresemos al colegio, armaremos una lista de qué puedes decirle a otros y qué no debes repetir
nunca cuando lo escuches en las mazmorras.

Altair lo consideró con cuidado.

—¿Como las bromas sobre la cantidad de bludgers que le han dado en la cabeza al Buscador de
Gryffindor y que por eso actúa así?

Lily dejó escapar un bufido de risa. James, que iba adelante, se giró.

—¡Oye! ¡Yo soy el Buscador de Gryffindor!

—Justo por eso son las bromas —susurró Albus.

Resultó que el pasadizo del lazo del diablo conducía al interior de una cueva. Pero era diferente de
cualquiera que los chicos hubiesen visto en su vida, ya que sus paredes, suelo y techo no eran de
ningún tipo de roca.

Altair tanteó la superficie de una de las paredes.

—Es…¿madera?

La "cueva" era la base de un árbol gigantesco que alguna vez cubrió todo Hogwarts con su sombra.
El "túnel" por el que pasaron fue el interior de una raíz hueca que salía al Bosque Prohibido.

James sonrió y caminó hacia el centro, donde una construcción extraña en madera estaba cubierta
por una tela a punto de deshacerse debido al tiempo. La retiró y los colores amarillos y negros
quedaron a la vista.

—¡Merlín! —Lily sujetó el brazo de Nesrine y la sacudió—. ¡Es aquí! ¡Es aquí!

—¡Existe! —Nesrine también la sostuvo a ella y las dos se pusieron a saltar—. ¡La base de Helga
Hufflepuff sí existe!

—¿La- qué? —Scorpius no paró de ver de una a la otra, aturdido.

—La base de Helga Hufflepuff es uno de los mitos menos conocidos de Hogwarts —le explicó
Nesrine, hablando tan rápido que no le quedaba tiempo para inhalar—. Aparece en la biblioteca
privada de Rowena, pero no hay nada de su ubicación-

—La Cámara de los Secretos de Salazar Slytherin, la biblioteca secreta de Rowena Ravenclaw —
Lily los enumeró con sus dedos—, la base de Helga Hufflepuff y la armería de Godric Gryffindor.
Esos son los lugares secretos que los Fundadores dejaron atrás, todos fueron documentados por
Rowena, pero ella no tenía idea de dónde estaban porque los hicieron por separado-

—Así que se pensó que eran mitos —continuó Nesrine—, excepto por su biblioteca, no se supo
nada de los demás hasta la primera vez que se abrió la Cámara de los Secretos.

—Fue el "lugar secreto" que atrajo más atención por…bueno, tener un basilisco gigante de miles
de años —Lily se encogió de hombros—, pero desde ese momento, muchos Raven han buscado por
todo el colegio los otros dos lugares secretos.

—¿Cómo encontraste esto? —Rose se dirigió a su primo James con algo cercano a la admiración.

Sonriendo, James movió el tapete de Hufflepuff. Abajo, sobre el mueble de madera, alguien talló
un mensaje.

"Teddy Lupin estuvo aquí"

—¿Les encanta este lugar…o les encanta este lugar? —James lo abarcó con un gesto y se echó a
reír.

—Es muy mágico —señaló Altair, que no paraba de juguetear con unas raíces que brotaban en el
espacio entre la pared y el suelo—, es un lugar lleno de mucha energía buena y agradable. Este
tipo de seres —Hablaba como si las plantas fuesen otras personas, apuntándolas— sólo crecerían
en un sitio muy, muy bueno.

—Parece que tiene una buena estructura —añadió Severus, mientras Albus alzaba su retrato para
que observase el lugar—, ha aguantado por mucho tiempo y está reforzada con la magia de Helga.
Aunque se hable poco de ella, se sabe que era excelente con el tipo de magia que resiste, sus
hechizos eran imposibles de revertir.

—Y el lazo del diablo será una buena protección —siguió Rose, pensativa—. Habría que conseguir
una iluminación para este lugar que no las moleste, pero imagino que podríamos llevarnos bien con
las raíces…en especial si Altair repite lo que hizo antes.

—¿Eso? —Altair paró de jugar con una raíz que se le enroscaba en el dedo—. Sólo las saludé y les
pregunté si podíamos pasar —Hizo una pausa en la que arrugó el entrecejo—. Ustedes fueron muy
maleducados al lanzarse sobre ellas de repente, eso las asustó, y ni siquiera les pidieron permiso.

Los demás intercambiaron miradas con diferentes grados de incredulidad. Scorpius se rio, negó y
contempló el nuevo espacio.

—Hay otros túneles de raíces por allá que habrá que revisar y deberíamos empezar a traer algunas
cosas…

—Yo haré la lista de lo que necesitamos para que esta sea una verdadera base mágica —Al
instante, Lily ya tenía fuera la tableta mágica y comenzaba a teclear.

—¡Puffs! —Nesrine vio por encima del hombro de su magia y soltó una risita—. Me encanta la
idea de tener asientos como puffs…

—Hay que salvar al mundo cómodamente —explicó Lily, muy seria.

James dirigió la "expedición" a través de los otros túneles. No podían desbloquearlos todos y
muchos tenían más plantas que se abrieron al paso de Altair. Una incluso lo "lamió" con sus hojas,
mientras él se reía.

Rose fue la segunda al mando (o la líder verdadera, en opinión de Albus), quien llevaba la varita,
el libro de hechizos y una brújula para tener una idea de cómo regresar a su punto de partida.
Scorpius trabajaba en una versión improvisada de un mapa para ellos y Albus se dividía entre
hablar con el Severus del retrato y contactar a Hugo a través de su propia tablet; su pequeño primo
fue el único del Aquelarre que tenía una sesión de su club esa tarde y les pidió que lo mantuviesen
informado.

Cuando se hizo tarde, Rose les dio la señal de regresar y se reunieron en la sala "central" de la base
de Helga. Las niñas ya tenían su lista terminada también.

James movió el tapete de Hufflepuff, se agachó y utilizó un hechizo para colocar su nombre bajo el
de Teddy. Después le hizo un gesto a Lily para que se acercara y ella agregó el suyo, emocionada.

Rose fue la tercera y jaló a Scorpius para que se colocara de cuarto. Entre los dos tiraron de Albus
y Altair para que fuesen el quinto y sexto. Nesrine puso su nombre y se aseguró de dejarle espacio
a Hugo para cuando fuese a ver la base.

James ayudó a Lily a subir para que pusiera un "Aquelarre" encima de la "lista".

—Bueno, podemos decir que Teddy es un miembro honorario por habernos dado la base sin
saberlo —decidió ella, bastante solemne. Ninguno se opuso.

—0—

Mientras tanto, en el Bosque Prohibido, Harry observaba fijamente a la cambiaformas que su hijo
consideraba una "amiga". Sirius casi la había señalado con un puchero y un "¡ella es la que quería
llevarse a Jamie!" cuando los encontraron. Draco estaba más concentrado en revisar las lesiones
del grupo y comprobar que lo que les dejó funcionaba.

¿Entrar sin permiso al Bosque Prohibido? Harry también lo hizo.

¿Hacerse amigo de una criatura en ese mismo bosque? Si contaban a Firenze o al medio hermano
de Hagrid, sí, Harry también hizo eso.

¿Hacerse amigo de la criatura del bosque que estaba del lado del mago oscuro? Eso sí era cruzar la
línea.

Este punto era el que inquietaba a Harry más que los anteriores. El Bosque Prohibido podía ser
muy extraño y su hijo era un Potter, por supuesto que no podía esperar enviarlo a Hogwarts y que
él no se metiese allí.

Bel lo observaba con la misma atención desde que Harry la llamó para que hablasen. Eso fue hace
casi cinco minutos.

Draco terminó de revisar las lesiones de los cambiaformas y aplicar las pociones que los ayudarían.
Les dejó más dosis y regresó junto a Harry. Sirius se encontraba a unos pasos, convertido en un
gran perro negro que quería saltar sobre las criaturas y morderlas hasta que admitiesen que
quisieron hacerle daño a James y así podrían llevarlas con los de Control y Regulación de Criaturas
Mágicas.

Sólo que ella en verdad no pretendía hacerle nada a James.

Harry se pasó las manos por el cabello y lo desordenó más. Miró a Draco, en busca de auxilio.

—Un miembro de la Cofradía los trajo al límite del bosque y les dijo que era más seguro que estar
en algún lugar cerca de los muggles. También les dio los recuerdos que ella le pasó a James. Es lo
único que he podido sacar de esto —E imitó los gestos que la cambiaformas realizaba.

Draco se sentó a un lado de Harry, obligándolo a moverse hacia la orilla, ya que estaba sobre la
base de un tronco caído. Quedaron un poco apretados y representaban una imagen muy extraña con
el perro a punto de gruñir a un lado.

—Los cambiaformas no tienen fama de malignos, mentirosos, ni siquiera tienen poderes propios
fuera de los cambios- y en la mayoría de las historias que involucran niños, son más bien del tipo
de criatura que juega con ellos…

—Pero James…—Harry casi habló en tono quejumbroso, preocupado por su hijo.

Draco puso una mano en su muñeca para detenerlo y le dio un leve apretón.

Fue sorprendentemente tranquilizador.

Si puedo hacer algo por ellos, lo haré, Harry recordó lo que él le dijo. Y creía que era cierto. Que
lo haría en esa ocasión también.

—No creo que trabajen para la Cofradía, Harry —le dijo Draco, en tono suave.

Sirius regresó a su forma humana, todavía conteniendo un sonido similar a un gruñido.

—¿Entonces qué? ¿Por qué tienen una conexión con ellos?

—Creo que fueron protegidos por la Cofradía —argumentó Draco, dedicándole a Sirius una mirada
de "no vengas a interrumpir, pulgoso"—, igual que los niños que fueron llevados a lo que ahora es
el hogar Lily Potter Evans. Entregarle los recuerdos a James pudo ser su forma de pagarles a
quienes sienten que los ayudaron.

—¿Qué? —Harry se alarmó y se fijó en la cambiaformas frente a él, que se había encogido un poco
—. Eso…claro. Sí, eso encajaría con que los hayan dejado en un bosque mágico dentro de las
barreras del colegio para alejar muggles, pero…

—Nadie le haría daño a unos cambiaformas —razonó Sirius, cruzado de brazos desde su posición
en el suelo—, son seres inofensivos…cuando no sacan a chicos de sus camas a mitad de la noche y
los hacen internarse solos en un bosque que tiene "prohibido" en el nombre —añadió con más
dureza, haciendo que Bel se encogiese un poco más.

—Pero esas heridas que tenían no se hicieron solas —aclaró Draco, más serio— y tampoco fueron
hechas con magia.

—¿No? —Harry volvió a girarse hacia él—. Pensé que eran un tipo de contaminación…

—Sí, pero no la contaminación que imaginamos. No fue creada por un hechizo, fue algo más- algo
que no tenía que ver con la magia y que les afectó aún más por eso. Un cambiaformas aguanta una
maldición o dos y se recupera bien, pero eso fue extraño para su cuerpo y por eso se "contaminó".

Harry dejó escapar un débil "ah" y se fijó de nuevo en la cambiaformas.

Si eran enemigos, debían sacarlos de ahí.

Pero si eran algún tipo de refugiados…

No se sentía capaz de hacerlo.

Bel le regresó la mirada y comenzó a gesticular para hablarle. Harry deseó haber llevado a Adhara;
tal vez entre criaturas mágicas extrañas se hubiesen entendido mejor y luego él podría oír el
resumen a través del pársel.

Por la expresión de los tres magos adultos, no estaban seguros de qué quería decirles la
cambiaformas. Bel rodó los ojos. Lo consideró un momento, antes de pararse, recoger una rama y
trazar unas líneas en el suelo.

Primero lucía como una varita. Alargado y delgado. Después le agregó unos trazos en la parte de
abajo que lo hicieron vacilar. Una especie de soporte, un objeto para poner la mano y sostener…

Harry sintió un peso frío instalarse en su estómago.

—Espera- espera- —le pidió, agitando las manos. Le quitó a Draco la tablet mágica que llevaba en
el morral con sus pociones, ignorando su respectivo quejido, y tecleó algo tan rápido como la
estúpida pantalla se lo permitía. Luego se lo enseñó—. ¿Esto? ¿Estás intentando dibujar esto?

Bel se inclinó hacia adelante y su reacción fue inmediata. Se apartó cubriéndose con los brazos,
como si quisiera protegerse de lo que Harry le enseñó. Le llevó un segundo entender que sólo se
trataba de una imagen, una réplica que no hacía nada, que ni siquiera estaba ahí, pero el temblor de
su cuerpo no se detuvo tan rápido.

—¿Qué es eso? —Draco sujetó el otro lado de la tablet y se inclinó hacia él para echar un vistazo
—. Se ve como…

Sirius se había puesto de pie y veía la tablet por encima de los dos. Lo oyó soltar una maldición.

—Es un arma muggle.

—Es un arma de cacería —explicó Harry, en un susurro—, los muggles las usan para- ya sabes,
matar animales.

Draco arrugó el entrecejo y vio a la asustada cambiaformas.

—Pero los cambiaformas no viven cerca de los muggles.

—Eso es lo preocupante —opinó Sirius, de mala gana, ahora que todo apuntaba a que no se trataba
de una criatura malvada de la que pudiese alejar a James.

—Pero explicaría por qué los ayudaron —alegó Harry, bloqueando la pantalla de la tablet. La
metió de nuevo en el bolso que llevaba Draco, quien le soltó un "de nada, eh"—. No sé
exactamente qué pretende Astoria con todo esto, pero Ron dice que la Cofradía está "limpiando"
las calles estos días, y además lo de los niños…

—No puedo imaginar a Astoria como una persona cruel —mencionó Draco, en voz más baja, casi
para que fuese sólo Harry quien lo oyese—; si estaba planeando algo y se topó con unas criaturas
heridas por armas muggles, es completamente lógico pensar que ella los enviaría a un lugar que
pensó que sería seguro. Pero la primera opción tendría que haber sido alguien de Control y
Regulación de Criaturas Mágicas o al menos de uno de los centros de emergencia del Ministerio…

No el bosque de un colegio, donde serían encontradas por un adolescente, entendió Harry.

A menos que ese fuese el punto.

—Astoria debe saber más cosas de ese extraño futuro de lo que creemos —musitó— y eso es muy
peligroso.

Si cambiaba demasiadas cosas, ¿mejoraría o empeoraría?

¿Cómo sabía qué cambiar?

¿Y cómo sabrían ellos si las intervenciones de Astoria no serían al final lo que provocó el resultado
que vieron?

A Harry le dolía la cabeza sólo de pensarlo. Negó y decidió que no podía adelantarse a ella. No
todavía.

Tenía que centrarse en lo que estaba a su alcance y las visiones del futuro no estaban incluidas.

Se echó hacia adelante, captando de nuevo la atención de Bel.

—Hablaré con McGonagall- es la directora del colegio. Tendrán refugio, pero deben ser buenos.
No hagas que James venga al bosque de noche, puedes acercarte al colegio y verlo en el patio si
quieres.

Prefería que estuviesen a la vista en caso de cualquier accidente. En el patio, alguno de los
profesores, los estudiantes o incluso Hagrid podrían enterarse si resultaba que los cambiaformas
estaban con la Cofradía e intentaban algo. Además, ya había hablado con Hagrid de poner ciertas
protecciones que podrían serles útiles para prevenir esto, siempre que pudiese mantener a sus
chicos dentro de los límites de Hogwarts.

Bel asintió y le mostró el gesto que Harry había entendido que era un "gracias".

Comprendía por qué James se encariñó con ellos. Y lamentaba de cierta manera que uno de los
chicos hubiese sacado su vena Gryffindor.

—¿Podrías darnos algunos recuerdos sobre el arma para saber qué pasó?

Entonces lo sorprendió que ella negase. Tocó su sien y simuló "extraer" algo, que lanzó lejos, en la
dirección en que estaba Hogsmeade.

—¿La Cofradía se llevó tu recuerdo? —probó Draco, vacilante. Ella asintió—. ¿Todo?
El siguiente gesto de Bel fue un "más o menos", por lo que se imaginaron que debieron dejarle lo
suficiente para saber qué sucedió, mas no para mostrarlo a otro mago.

Eso era extraño. Como todo lo que les pasaba últimamente.

Harry supuso que era el precio a pagar por los últimos veinte años de "paz".

—Puede que McGonagall quiera hacerles algunos exámenes —agregó Harry, pensando que le
gustaría que revisaran mejor sus heridas, en busca de señales que Draco no podía notar por su falta
de conocimiento en armamento muggle, y sus mentes, por si existía la posibilidad de que la
Cofradía tomase el control de ellos de pronto o algo así. Prefería prevenir.

Bel asintió. Después de otro intercambio de indicaciones y comprobar las provisiones del pequeño
grupo, abandonaron el bosque.

Sirius se transformó en un perro de inmediato y echó a correr para llevarle las noticias cuanto antes
a McGonagall.

Harry examinó el entorno con el medidor de magia de sus lentes, miró el reflector de enemigos que
no mostraba nada cercano y exhaló.

—Necesitamos seguridad extra en el límite entre el bosque y el patio. Los centauros ya son
criaturas conocidas y jamás han dañado a los chicos, pero ellos…

—Ya estoy pensando en eso —aclaró Draco, deteniéndose cuando uno de los perros de Hagrid
corrió hacia él y olisqueó su pierna. Era el "pequeño Harry".

Draco le dirigió una mirada pensativa que hizo que Harry temiese por la integridad del cachorro.

—NI se te ocurra hacerles algo, Malfoy. Hagrid va a llorar si les pasa algo, lo que sea.

—Los perros han sido usados durante siglos como guardianes —Fue la única respuesta que recibió
de su parte.

Harry regresó al animalito a casa de Hagrid, temiendo que Draco pudiese echarle una poción
encima y convertirlo en una nueva versión del cerbero sólo para estar seguro de que ninguna
criatura del bosque se acercaría a su hijo.

Ni siquiera su experiencia con todo tipo de magos podía prepararlo para los planes de Draco
Malfoy cuando entraba en ese estado.

—0—

Una bruja se encontraba instalada en un amplio sillón acolchado, de piernas cruzadas.


Contemplaba una proyección mágica.

En esa imagen, un mago se detenía junto a un viejo tapete ya destruido. En otro momento, sus
colores debieron verse de un brillante amarillo y un profundo negro. La orilla dejaba entrever un
mensaje entrecortado de "T_y _p_ _vo _q_í", bajo el que había una lista encabezada por James
Potter y el título de "La Orden del Fénix. Enero, 2026".

—Supongo que ya no debemos preocuparnos por esto, ¿verdad, Hugo?

—No, mi Señora —El mago que acababa de ponerse de rodillas junto a la silla sacudió la cabeza
—. Ni la lista de James Potter y Sirius Black…ni la muerte de James deberían pasar ahora.
Astoria suspiró y recostó la cabeza en el respaldar de su asiento.

—¿Hay alguien más a quien podamos salvar?

—Rose debería estar a salvo dentro del Aquelarre —musitó Hugo, revisando su lista mental de
"bajas" del futuro—, pero todavía me preocupa un poco Lily, aunque no debe ser hasta el siguiente
año escolar cuando ellas se le acerquen…

—Nos preocuparemos por eso cuando llegue el momento entonces —Fue la respuesta de Astoria,
seguido de un gesto con que le pedía que la dejase a solas por un rato. El mago se levantó y
abandonó la habitación de la misma forma silenciosa en que entró.
Los conflictos de los Potter

La primavera de ese año trajo consigo una especie de letargo, una pausa a sus preocupaciones de
los últimos meses, junto a las preparaciones de la obra que presentarían para finales del trimestre y
los nuevos conflictos de la familia Potter.

El primer conflicto lo tenía Harry Potter en su oficina, siendo observado fijamente por un espíritu
que pretendía darle una lección sobre moralidad del siglo pasado. La vieja profesora no paraba de
flotar de un lado al otro frente al escritorio de Harry, con los brazos cruzados y una constitución
que vacilaba, haciéndose más clara o más transparente de a ratos.

—En mi época, eso se reservaba para alguien importante. Alguien especial.

Harry exhaló y continuó trabajando. Tenía un par de accesorios que esperaba que le fuesen útiles,
una serie de instrucciones y un diagrama de cómo debían quedar; tanto esto como los materiales
eran un obsequio de la bruja que hizo sus lentes mágicos, pero los hechizos debían ser suyos y
también sería sólo su culpa si no salían bien.

—Oye —La fantasma levitó más cerca de Harry—, dime la verdad.

—¿Por qué te mentiría? —indagó Harry, en un tono casi aburrido.

—¿Tu esposa te dejó porque preferías a los hombres?

—¡Que yo no…! —Harry ahogó un sonido frustrado y colocó los accesorios que preparaba sobre
la mesa—. Es la tercera vez que te digo que no, no le estoy pidiendo salir al profesor Malfoy.

La fantasma pareció sopesarlo.

—¿Tú la dejaste entonces porque preferías a los…?

Harry la interrumpió con otro quejido, apoyó los codos sobre la mesa y enterró su cabeza en las
manos.

—Yo sólo digo —insistió la fantasma, más suavemente— que dos hombres adultos compartiendo
el mismo tipo de anillo exacto en esta época tan- —Gesticuló con sus manos espectrales.

—¿Esta época tan qué? —preguntó Harry, resignado.

—No lo sé, tan- llena de libertinaje, supongo —La fantasma hizo una pausa y se sentó en el borde
del escritorio de Harry—. Cuando estaba viva, podía suceder que dos magos o dos brujas
sangrepuras estuviesen juntos, claro, pero…

—¿En qué época fue eso? —Harry hizo la pregunta con cierta curiosidad, ya que según los
registros que consiguió de McGonagall, ella debió haber estado en el colegio incluso antes de que
estudiase la generación de sus padres.

La fantasma arrugó el entrecejo.

—Es difícil medir el tiempo aquí. El punto es que no lo decían tan- ya sabes, abiertamente. Era un
secreto a voces. Ahora en serio podrían estar juntos dos hombres y decirlo…y quizás no recibir
ningún reclamo. Es un cambio interesante.

Harry arqueó las cejas.


—Se le llama "algunas personas están dejando de ser idiotas que critican y atacan a otros por
cualquier cosa que hagan o les guste".

—¿Así que te han atacado por salir con otro hombre? —La fantasma adoptó una expresión de
disculpa e intentó poner una mano espectral en el brazo de Harry, que contestó con otro sonido
frustrado.

No entendía por qué la fantasma había pasado de "voy a molestarte para que dejes mi puesto" a un
"pienso hablarte de Malfoy todo el día hasta que admitas que tienen una relación, aunque no sea
así". Decidió ignorarla, como venía haciendo estos días, y concentrarse en los últimos hechizos
para sus accesorios.

Draco y él intercambiaron algunas notas durante las clases de la tarde, cada uno en su respectiva
aula, y Harry esperaba una respuesta que llegó en la forma de un ave de papel. Entró volando por
una rendija sobre la puerta y descendió sobre su escritorio, sacándole una sonrisa.

Recordaba a cierto pequeño cretino que también le enviaba de esos. Cuando la abrió, se le escapó
una carcajada al encontrar dentro un dibujo de sí mismo, ya adulto, siendo alcanzado por un rayo.
La diferencia ahora era que renacía de las cenizas y comenzaba a "regañar" a Malfoy por sus
bromas.

Junto al tonto dibujo móvil, había una serie de hechizos que Harry agregó a los accesorios para
volverlos por completo funcionales.

La fantasma todavía lo veía con atención.

—Tienen una relación un poco extraña, ¿no?

Harry bufó.

—Nos odiábamos de niños, yo diría que sí, "un poco" extraña.

Ella asintió y miró hacia la puerta.

—Tu hijo. El segundo —Y se desvaneció justo cuando la puerta se abrió.

Albus se paró bajo el umbral y Harry emitió un sonidito para indicarle que pasase. La puerta volvió
a cerrarse.

Apenas levantó la cabeza para pedirle un momento, se encontró con que Albus llevaba el cabello
por debajo de los hombros, atado en una coleta baja, y uno de esos piercings removibles que Rose
vendía desde hace meses. El del thestral.

—¿Qué tal la práctica del club de teatro, Al? —Harry razonó que a esto se debía el cambio de
imagen y continuó trabajando en sus accesorios.

—Hay mucho que hacer —alegó su hijo, dejando caer su morral sobre el asiento en el lado
contrario del escritorio—. ¿Sí practicaremos hoy?

Harry asintió, envolvió sus accesorios con un hechizo y los metió en un cajón en el escritorio,
donde no fuesen a interferir con lo que harían. Enseguida se puso de pie, rodeó la mesa y se
recargó en el otro lado.

—Estaba pensando en apartar todo lo que sea inflamable hoy —le avisó, agitando la varita para que
sus mesas, sillas y armarios se encogieran y moviesen hacia los lados del salón, hasta pegarse a las
paredes— para evitar lo de ayer.

En esa práctica, McGonagall corrió hacia el aula, pensando que había un incendio. Y lo hubo, de
cierta manera.

Albus asintió. Se sacó la túnica del uniforme y la dejó sobre el respaldar del asiento. Volvió a
atarse el cabello para asegurarse de que no le molestaría durante la práctica.

—Ponte en el centro…e intenta relajarte.

Albus se colocó en lo que pensaba que era el centro del espacio vacío y exhaló. Sus brazos
colgaron a ambos lados de su cuerpo.

—¿Listo?

—Sí, papá —Albus rodó los ojos.

—Respira profundo.

—Ajá.

—Cierra los ojos.

—Ujum.

—Y recuerda lo que viste cuando Scorpius fue llevado por el mago de la Cofradía hacia el altar de
piedra —agregó Harry, varita en mano y preparado para retener un segundo "incendio".

Albus arrugó el entrecejo y se tardó unos segundos en hacerse la imagen mental. Sus manos se
abrieron y cerraron en puños por momentos.

Cuando se encendió la luz dorada, de inmediato se convirtió en una columna que se alzaba por
encima de Albus y lo cubría cada vez más rápido. Harry utilizó un encantamiento para que su voz
fuese más fuerte.

—¡Retenlo, retenlo en un nivel que puedas manejar, Albus! Eres tú quien la usa, no la magia la que
te-

La primera oleada de magia empujó a Harry hacia atrás y al escritorio con él, moviéndolo casi
medio metro en un instante. No podía ver a Albus dentro de la columna de luz.

—Intenta sostener eso que estás sintiendo —Harry puso un brazo por delante de él para no ser
cegado por la columna. Ni siquiera la función de sus lentes para oscurecerse en casos así era de
gran utilidad, ya que no se trataba de un resplandor común como el del sol—, imagina que haces
una esfera y lo guardas todo allí- todo ese poder- y la esfera es algo que puedes sostener en tus-

La segunda oleada obligó a Harry a ponerse un escudo. La mesa salió volando y se estampó contra
la pared más próxima. Él arrojó más protecciones a las que puso antes en las ventanas, paredes y
puerta.

—Al, intenta soste-

La columna de pronto creció e inundó el resto del cuarto, cubriéndolo de una luz dorada y un calor
intenso durante unos segundos. Los lentes se reajustaron, pero sólo le permitieron distinguir vagas
siluetas de lo que McGonagall pensó el día anterior que eran llamaradas y un cuerpo bañado en
dorado en el centro.
Luego se detuvo y Albus estaba en el suelo, apoyado sobre manos y rodillas, jadeando y cubierto
de sudor. Algunos hilos de luz danzaron en el aire durante unos instantes y después fue como si
nada hubiese pasado.

Harry corrió hacia él y se aseguró de tener las manos a la vista en todo momento para no regresarlo
a un estado de alarma. Se agachó a su lado y le acarició la cabeza, sus dedos enredándose en un
cabello despeinado que ya se había zafado del agarre.

—Eso fue bastante bueno. ¿Chocolate? —Harry extrajo una barra de su bolsillo y la abrió para él
—. Lo hiciste muy bien, Al.

Su hijo frunció el ceño.

—Ni siquiera lo manejé.

—Sigues consciente, ¿no? —Harry le ofreció el chocolate—. Eso fue una gran mejora. Imagino
que mientras más lo uses, el impacto que tendrá en tu cuerpo será menor y podrás utilizarlo sin
agotarte así. Por ahora está muy bien. McGonagall tampoco vino asustada pensando que algo se
quemaba, ¿no?

Albus dio una mordida al chocolate de mala gana y se encogió de hombros.

—Supongo que sí fue diferente a ayer.

—Y cada día que practiques te saldrá mejor —Harry revolvió su cabello—. Eso es suficiente por
hoy.

—Apenas lo mantuve unos segundos-

—Es suficiente —repitió Harry, negando—, no te agotes, ¿sí? ¿Qué pensará Scorpius si quedas
inconsciente de nuevo? Se preocupará mucho.

Albus apretó los labios, pero asintió.

Harry descubrió que la mención a su mejor amigo y lo mucho que podía preocuparse era bastante
útil para calmar las ansias de Albus por dominar ese extraño poder lo antes posible.

En cuanto se comió un trozo del chocolate, Albus "robó" otro poco y se apresuró a buscar su
morral entre los objetos que se cayeron durante las oleadas de magia. Harry fingió no darse cuenta
de que su barra de chocolate de repente estaba a la mitad.

Su hijo recogió el relicario con el retrato de Severus, que había dejado junto a sus cosas, lo abrió y
se aseguró de que estuviese intacto.

—Papá dice que ya terminamos por hoy y que lo hice bien, pero sólo pude sostenerlo unos
segundos, Severus.

—La ventaja es que, por lo que sabemos, no tienes que aprender algo deprisa porque haya un mago
oscuro y poderoso metiéndose a tu mente o una guerra a punto de comenzar —señaló el Severus
del retrato, con un tono que había entendido que era con el que se dirigía sólo a Albus. Algo que
rozaba el afecto paternal, si es que Snape podía sentirse de forma similar—, y en ese caso, vale más
la práctica breve durante un largo período de tiempo que prácticas intensivas que podrían
lastimarte.

—Claro, tienes razón —Albus asintió, como si lo que Severus decía tuviese más sentido que el
mismo mensaje en palabras de Harry.

—Necesitas comer muy bien esta noche para recuperar energía y será mejor si no te desvelas —le
explicó Harry, acercándose después de aplicar algunos hechizos al cuarto para devolver todo a su
estado anterior. No quería que McGonagall volviese a asustarse.

—Ya sé —Albus completó su respuesta con un largo quejido gutural y tomó su morral y túnica,
que no se colocó de nuevo.

—Y toma mucho líquido para mantener hidratado —agregó Severus, más pensativo—, por lo que
se ve, es un poder relacionado a algún tipo de luz o calor, y eso suele causar sobrecalentamiento en
el cuerpo del mago que lo utiliza. Si estás deshidratado desde antes, podrías no ser capaz de
manejarlo, y si no te hidratas después, es posible que tu sistema sufra las consecuencias.

—Sí, Severus —Albus asintió enseguida.

Harry se preguntó si alguno de sus hijos se lo tomaba en serio cuando les hablaba.

—¿Más chocolate, Al?

Así fue cómo su hijo abandonó el cuarto conversando con un retrato sobre un ejercicio de
oclumancia básica (¡a pesar de que sabía que Harry también la manejaba!) y lo dejó sin chocolate.

Harry formó un pequeño puchero al darse cuenta de que no le quedaba nada de chocolate. Era una
consecuencia normal de tener hijos. Las meriendas de la tarde a las que Hermione lo acostumbró
después de la guerra parecieron desvanecerse cuando James nació.

Decidió ir a buscar a Draco y preguntarle si se metían a la cocina juntos y terminaban los


accesorios. No se percató de que la fantasma se materializaba por un instante detrás de él, sacudía
la cabeza con resignación y se marchaba de nuevo.

—0—

El segundo conflicto de los Potter era el de James Potter, que acababa de entrar a su habitación en
la Torre de Gryffindor, sólo para que una tela cayese sobre su cabeza y le tapase los ojos. Alguien
lo jaló, otra persona lo empujó y de repente estaba colgado. Por la incómoda posición en que quedó
su cuerpo y el agarre en su espalda, supuso que lo subieron al hombro de alguien y se lo llevaban.

Olfateó un poco y consideró que no valía la pena alarmarse cuando reconoció cierta colonia.

—Oye —James movió los pies, sin intenciones de golpearlo, pero sí "amenazando" con hacerlo—,
¿sigues molesto porque te dije que no te veía como más que un amigo, Lor?

Escuchó la débil risita de Arvel, uno de sus compañeros de cuarto, y a Lorcan Scamander
chisteándolo para que se callase.

—Mira —James intentó enderezarse y su cabeza volvió a caer junto a la espalda del que lo llevaba.
Exhaló y se resignó—, Lor, eres un gran amigo y quizás si-

—Oh, ya cállate —Lorcan le dio una palmada en la pierna para que parase–, teníamos doce. Ni
siquiera sabía de qué estaba hablando, estoy seguro de que mi cerveza de mantequilla estaba
dañada-

—Usa las excusas que necesites para liberarte del dolor de un rechazo de James Potter —James le
dio una palmadita en la espalda baja a cambio, por su extraña posición.
—¡Por Merlín, James, si fuiste tú el que me besó en ese momento! —siguió reclamándole Lorcan.

El sonido sorprendido que escuchó debía pertenecer a Lisander y la risa fue de Arvel.

—Al menos te pedí permiso —replicó James—, pero…

—¿Pueden discutir en otro momento sus problemas maritales? —preguntó Arvel, aunque estaba
claro que no le importaba si le daban la oportunidad de continuar riéndose de ellos.

—Bien —James lo aceptó con facilidad—, luego lo discutimos, cariño —añadió en tono más suave
para Lorcan.

—Te voy a tirar por la ventana —contestó Lorcan—, cariño.

Resultó que lo metieron por un pasaje que se abrió en la torre de Gryffindor durante la guerra.
Ningún estudiante fuera de su grupo lo conocía, hasta donde él sabía, y salía desde el lado de los
dormitorios de los chicos a una sala de piedra que podía ser usada para entrenar. Supuso que se le
dio una buena utilidad en el año en que hubo Mortifagos al control del colegio.

James fue depositado en una silla incómoda y la tela removida de su rostro. Los tres chicos
quedaron frente a él.

—Queremos saber por qué nos estás traicionando —Lorcan lo "pinchó" en el pecho dos veces con
el índice.

—¿Disculpa, cariño? —James fingió un tono afectado—. Estoy seguro de que no te he sido infiel
en ningún momento, ¿dónde encontraría a otro chico igual a Lorcan Scamander? Además, sabes
que no podría salir conmigo mismo, ya lo intenté-

—Estás en otra organización, ¿verdad? —lo acusó Arvel, cruzado de brazos.

Lisander era el único de los tres que lo veía con más curiosidad que indignación. Parecía un poco
perdido con su uniforme de Hufflepuff, mientras que Arvel era Gryffindor y Lorcan un Ravenclaw
que no usaban las túnicas en ese momento.

—¡Fuiste a pasar una noche en la enfermería, sin nosotros! —reclamó Lorcan, poniéndose las
manos en la cadera.

—¡Antes te importábamos y sólo ibas a la enfermería con nosotros! —le siguió Arvel.

James soltó un suspiro y les pidió con un gesto que se inclinaran más cerca. Lorcan se agachó,
Lisander se sentó en el suelo y Arvel se puso de cuclillas frente a él. A su vez, el mismo James se
movió hacia adelante para darle un aire más confidente a su respuesta.

—Escuchen, lo de ir a la enfermería sin ustedes no fue intencional —aclaró esa parte primero,
rodando los ojos—, pero están pasando muchísimas cosas y casi todo está relacionado con mi
familia-

—Pues entonces deberíamos estar enterados —le reclamó Lorcan, cruzándose de brazos.

—Sí, sí, su mamá es casi otra tía para ti y- ¿eso no significa que yo no debería saberlo? —Arvel
observó a los gemelos y frunció el ceño—. No, no. Ignora eso. Nos debes una explicación como
tus hermanos que no son de sangre.

—¡Al menos el por qué acabaste en la enfermería! —insistió Lorcan.


James estaba por soltar otro suspiro cuando se fijó en que Lisander en verdad no había hecho
ninguna pregunta. Lo miró con curiosidad y el Hufflepuff Scamander los vio de uno al otro, como
si acabase de recordar que estaban ahí. Era el más similar a Luna.

—Están ocupados por las sombras y las profecías que encontraron, aunque no creo que a James le
haya pasado algo directamente, porque se suponía que el objetivo era-

Lorcan se giró hacia su hermano con la expresión indignada que solía reservar para cuando James
bromeaba sobre sus cuestionables gustos en hombres.

—¿Y tú cómo sabes?

—Mamá estuvo aquí —contestó Lisander, sin entender que su gemelo estaba enojado— y le
pregunté. Y me dijo.

—¡Pero…! —Lorcan ahogó un sonido frustrado y se concentró en James de nuevo—. ¿Qué pasa?
No es como si no pudiesen decirnos nada, si Lis ya sabe-

—Además…

—Y sobre todo porque…

—Y…

James intentó seguir el ritmo de sus protestas, pero perdió el hilo tras unos segundos. Tuvo que
tranquilizarlos mediante gestos y esperar que se callaran para seguir hablando.

—Está bien, ¡está bien! Escuchen. Pero deben guardar el secreto…

—Me ofende que creas que no podríamos guardar un secreto, cariño —Lorcan escupió la palabra,
ceñudo, por lo que James se rio y Arvel fingió una arcada.

—Bien. ¿Recuerdan la cosa extraña que les dije que pasó en diciembre…?

—0—

El tercer conflicto de la familia Potter era el de Albus Severus Potter y tomaba una forma más
definida en momentos como ese, en la oscuridad y el silencio de las mazmorras.

Hubo un ligero toque sobre la manta que Albus utilizaba para cubrirse por completo y él contuvo
un suspiro, sabiendo lo que encontraría al levantar la tela: a su mejor amigo, Scorpius Malfoy,
parado junto a la cama, envolviéndose con sus propios brazos y dentro de un pijama que no hacía
nada por aislar el frío de unos cuartos que quedaban bajo el agua.

Altair dormía con sus doseles cerrados en la cama extra que agregaron a la habitación. Por la
distribución anterior para dos personas, la de Albus y Scorpius se mantenía más o menos a un
metro de distancia y era sencillo cruzar de una a la otra sin hacer el menor sonido que pudiese
despertarlo.

Albus se deslizó hacia la orilla de su cama y Scorpius se coló bajo la manta. Los dos acabaron
recostados boca abajo, sus codos apoyados en el colchón y la manta pasando por encima de sus
cabezas.

Albus sacó una mano y tanteó la mesa de noche. Su tablet, un cuaderno, el relicario. Encontró la
varita y conjuró un lumos en cuanto regresó su extremidad a la seguridad tibia de la manta.
En el reducido espacio, bajo la luz blanca, los ojos de Scorpius eran dos esferas deslumbrantes
como piezas de plata pura. Una verdadera joya. Y Albus no quería dejar de mirarlo.

—¿Qué pasa? —susurró, colocándose de lado.

Scorpius lo imitó, de manera que quedaron frente a frente, con la luz en el medio. Compartían
almohada.

—¿Pesadillas? —insistió Albus, al no obtener una respuesta inmediata—. ¿Necesitas que


cambiemos las runas debajo de tu cama, Scorp?

Él negó y pareció pensarlo durante unos segundos.

—A veces…—Scorpius carraspeó—. A veces es demasiado. Lo siento. Es- es que son tantas cosas
que cambian y tanto que pensar estos meses y…ni siquiera ha pasado un año desde la muerte de mi
madre y no está muerta, y quizás sea la líder de una organización que luego se hará malvada- y ella
no es malvada- y yo no soy- yo no quiero ser- yo-

Scorpius se pasó las manos por el rostro con un poco de rudeza y Albus extendió su brazo libre
para frenarlo.

—Es demasiado —musitó Scorpius, moviéndose más cerca—, es demasiado, Al…mi mente se
llena de todo tipo de cosas y no sé lo que estoy pensando- no sé lo que estoy haciendo, sólo- sólo
dame un momento, ¿sí? Por favor- por favor, tú sólo-

Albus lo recibió con los brazos abiertos cuando Scorpius se pegó a él. La varita se deslizó fuera de
su mano y regresaron a la oscuridad, pero no le importaba tanto verlo ahora. Su mejor amigo
estaba hundiendo el rostro en su hombro y Albus sólo deseaba que eso, todo eso, de alguna manera
lo ayudase.

Y si era posible, que no se diese cuenta de que su corazón iba muy deprisa mientras estaban así.

—Son muchos cambios, muchas cosas extrañas y complejas- —decía Scorpius. Su voz suave se
amortiguaba aún más por la posición en que estaban—. Y sólo- siento que no puedo con tanto, que
necesito- tengo que esconderme- tengo que alejarme un momento o- o no podré ni siquiera
respirar. O será tanto que caerá sobre mí y me- me va a aplastar y no podré respirar ni pensar,
porque- porque es-

Albus lo rodeó y lo estrechó. Scorpius lo envolvió más fuerte. Eso tampoco le importó.

—Te estoy escuchando —murmuró Albus. Fue lo único que se le ocurrió. No tenía respuesta para
todo lo demás, nada que pudiese ayudarlo o calmarlo, pero esto podía hacerlo—, sigue. Estoy
escuchando.

Scorpius soltó un ruido débil a mitad de camino entre la risa y un sollozo.

—Cuando…cuando eso pasa, cuando es demasiado, es como…es como si tú no estuvieses entre


todo lo que se mueve y cambia y me vuelve loco- tú sólo estás ahí. Y hagas lo que hagas, sigues
ahí. No es- no es que no te afecte, no sé, es- —Scorpius bufó—. Esto es ridículo, ¿verdad?
¿Piensas que soy un tonto por decir estas cosas?

—No —Albus lo estrechó un poco más para demostrar su punto—, para nada.

—Es que- —Scorpius volvió a aclararse la garganta—. Tú eres…como una pieza firme a la que
sostenerme. Haces…haces que todo lo demás pare por un rato- los cambios y el desastre y el miedo
y todas las- las preguntas que tengo sobre mí- tú…tú me calmas. Tú- es…es bueno que sólo estés
ahí. Me calmas —repitió, más bajo—, gracias.

—No estoy haciendo nada —Albus intentó sonar burlón, pero una parte de su pecho estaba llena de
una sensación tibia y agradable que no se lo permitió.

Si Scorpius necesitaba esconderse bajo una manta con él por un rato para sentir que su mundo no
se tambaleaba, Albus sentiría que estaba haciendo algo enorme y magnífico cada vez que
sucediese. Cada vez que pudiese estar ahí para él. Cada vez que pudiese ayudar un poco.

Debe ser porque es mi mejor amigo, razonaba Albus. Lo quiero ver tan bien, tan tranquilo y tan
feliz como se pueda, y eso debe ser lo que todos quieren para sus amigos. Nadie le desea algo malo
a sus amigos.

Eso debe ser.

Mi mejor amigo.

Y lo mucho que quiero ayudar y lo feliz que estoy de que acuda a mí, de que en serio se sienta
mejor conmigo, debe ser por eso también.

Albus se lo repetía una y otra vez, esperando creérselo en algún momento, porque la alternativa era
extraña y lo aterraba.

Distrajo a Scorpius con una plática sobre el club de teatro. Luego hablaron de pociones, del
entrenamiento de Quidditch que quería empezar con Rose, de la última gran travesura de James, de
un libro que Nesrine tomó prestado de la biblioteca de Ravenclaw para él. Cualquier tema que se le
ocurriese era bueno.

Sólo oír la voz de Scorpius era bueno.

Albus se dormía sin darse cuenta y por la mañana era el único bajo la manta. Y quizás, de cierta
manera, esto le ayudaba a convencerse de que podía ser un tipo de sueño.

De que esos sentimientos extraños lo eran.

—0—

El último conflicto era el de Lily Potter, a la que aparentemente nadie escuchaba cuando decía que
tenía un cronograma, una lista de miembros del Aquelarre y un libro de hechizos de seguridad.

Nesrine miró hacia la entrada de la "base" en construcción del Aquelarre y arqueó las cejas.
Alguien gritaba, atrapado en el lazo del diablo del túnel.

—¿Quién es? —preguntó Hugo, con curiosidad, deteniendo su trabajo. Era el encargado de
redibujar el torpe mapa que armó Scorpius, con las medidas exactas que Rose le dio tras la primera
exploración.

—¿Debería quitarle el lazo del diablo? —murmuró Altair, pensativo.

—No —Lily se dio la vuelta y continuó revisando su lista de cosas por arreglar o agregar a la
"base"—, deja que aprendan por qué no se traen invitados al Aquelarre sin avisar antes.

—¡Lily! —El siguiente grito fue de James—. ¡Lil! ¡Dile a Altair que venga…! ¡Lorcan está
atorado y a Arvel se lo están tragando!
Cuando Altair hizo ademán de caminar hacia el túnel, Lily le repitió que no los ayudase todavía.

—¡Lily! —la regañó James, desde algún punto en el túnel.

—¡Para algo tenemos una lista de miembros! —replicó Lily, agitando su tablet mágica—. ¡Si
querías traer a alguien, debiste avisarnos y someterlo a votación! ¡Está en las reglas y les pasé una
copia a cada uno por correo más la copia que les llevaron las lechuzas del colegio! —Luego se giró
hacia su primo y su amiga—. Ustedes lo leyeron, ¿verdad?

Nesrine asintió enseguida.

—Dos veces para estar segura y tome algunas notas para no romper una por error.

—Yo también tomé notas —dijo Hugo, sonriendo— y te quería proponer una regla de…

Lily asintió varias veces mientras él lo explicaba. Anotó su sugerencia y le avisó que lo pondrían a
votación al final de esa reunión. Suponiendo que James pudiese entrar en algún momento.

—¿Qué son esos gritos? —Rose regresaba desde uno de los túneles-raíces, junto a Albus y
Scorpius. Se fijó en la entrada, ceñuda.

—Intrusos —contestó Lily, tecleando en su tablet.

—¡Rose, dile algo! —pidió James—. ¡Ya perdimos a Lisander!

Lily se alarmó. Luna era su tía favorita y su madrina, no quería tener que avisarle que uno de sus
hijos fue comido por una planta gracias a James y su habilidad para romper las reglas.

—¡¿Cómo que perdiste a Lis?!

—¡La cosa esta se lo comió! —respondió Lorcan—. ¡Por eso te decimos que nos ayudes!

—El lazo del diablo no come gente —Rose arrugó el entrecejo y se cruzó de brazos.

Altair caminó hacia la entrada cuando Scorpius se lo indicó y tocó uno de los costados. Le habló a
las raíces y estas escupieron a un confundido Lisander Scamander, que se había relajado tanto que
perdieron el interés en él.

—¡Sólo tienen que relajarse! —indicó Scorpius.

—¡Relájate tú cuando te intenten comer! —replicó Lorcan, seguido de un quejido.

Albus frunció el ceño.

—No los ayudes por comportarse así —le dijo a Altair, lo que se traducía a un "no los ayudes por
hablarle así a Scorp".

Altair comprendió el mensaje, asintió y sólo ayudó a Lisander a ponerse de pie.

—¡No sean así! —se quejó James—. ¡Yo no los dejaría con unas raíces que se los van a comer!

—¡Yo sí leería las reglas que te tardaste tanto en escribir! —Fue la respuesta de Lily.

La discusión se alargó diez minutos, hasta que los otros tres chicos fueron escupidos dentro de la
base.
Altair acarició una de las raíces.

—La pobre se cansó de oír su pelea —explicó, como si fuese lógico.

Lily resopló y añadió "mejorar seguridad porque el lazo del diablo sólo es intimidante en su
nombre" a su larga lista de pendientes.

Luego siguió discutiendo con su hermano mayor.


El día internacional del agasajo

Hubo cierto frío durante la primavera, y por alguna razón, no se encontraron con temperaturas más
altas en el comienzo del verano. Podía no parecer impresionante tomando en cuenta la ubicación
de Hogwarts y que, por norma general, allí no habría calor, pero esto fue especialmente notable
para el profesor de Herbología que debía resguardar sus plantas en el invernadero durante todo el
año.

Neville comprobó la temperatura en el ambiente una última vez, lanzó otro hechizo al interior del
invernadero para ajustarla a lo que sus plantas de "verano" necesitaban y abandonó el edificio.
Caviló al respecto durante el trayecto hacia el castillo. Lo pensaba incluso mientras los perros de
Hagrid lo acompañaban durante algunos metros, el "pequeño Harry" intentando saltar sobre su
pierna para frenarlo y que le tocase detrás de las orejas.

Aún estaba un poco distraído a la hora de la cena. Sólo cuando se sentó junto a Harry, quien
hablaba con Draco, se le ocurrió que podía ser buena idea mencionarlo.

Esperó a que otro profesor distrajese a Draco y tocó el brazo de Harry. Él se giró y lo observó.

—Ah- ¿has…? —Neville empezó a mover su tenedor, pensando que quizás sonaría un poco tonto,
pero ahora que tenía su atención, supuso que lo único que podía hacer era seguir adelante—. ¿Has
notado que todavía está un poco…frío para ser junio?

Harry pareció considerarlo.

—Sí, supongo que está bastante fresco. La verdad es que pensé que McGonagall consiguió hacer
esos hechizos para mantener el ambiente a cierta temperatura dentro de las barreras de Hogwarts;
por lo que me decía en cartas, lo intentaba desde hace tiempo —Harry se encogió de hombros—.
¿No será que en serio lo logró y no le ha dicho a nadie?

Luego volvió a hablar con Draco.

Neville arrugó el entrecejo y lo sopesó. Siendo el profesor encargado de los invernaderos, le


resultaría extraño que McGonagall no le hubiese informado de cualquier tipo de magia que pudiese
afectar la temperatura dentro del colegio, y con ellas, a sus plantas.

¿Tal vez algún problema climático? Una de las asociaciones mágicas a las que estaba suscrito
llevaba varios meses enviando boletines sobre el cambio climático y otro montón de problemas
causados por los muggles.

Con suerte, sólo sería un año bastante fresco. O el "calor" comenzaría cuando ya estuviese en casa
durante las vacaciones.

Sí, Neville se convenció de esto, eso debe ser. Y continuó comiendo.

Unos metros más allá, en la mesa de Slytherin, Scorpius extendía una larga lista hecha en un
pergamino sobre la mesa. Albus había estado a su lado hasta que Rose se acercó desde su propia
mesa y se metió en medio, empujándolo hacia Altair. Ahora ella se dedicaba a engullir cada
producto de origen animal que Albus ignoraba para que no se "desperdiciase".

—Estoy seguro de que los elfos no dejan que la comida acabe en la basura —puntualizó Albus,
mirándola con la nariz arrugada por el desagrado.
—No lo sabemos —Rose le robó un panecillo para acompañar su crema y huevos y le dio una
mordida que infló sus mejillas con comida, pero no se molestó en parar de hablar—, quizás
comienzan a llorar pensando que no nos gusta lo que hacen porque no nos lo acabamos- no hay que
hacer llorar a los elfos, Al.

—Eso es asqueroso —Albus sacudió la cabeza después de su prima le mostrase la boca abierta
llena de comida—. Altair, dile que eso es asqueroso.

—Va en contra de las normas de la mesa —señaló Altair, en tono suave.

—Scorp, tú sabes de modales sangrepura, ¿no quieres enseñarle algunos? —propuso Albus,
apuntando a su prima.

—Mi papá es sangrepura —recordó Rose, ganándose otro codazo por no tragar antes de hablar. Lo
hizo esa vez— y come justo así.

—Y la tía Hermione siempre le está diciendo que parece un animal…

Scorpius estaba demasiado ocupado trazando algo sobre el pergamino, con Adhara enroscada en su
brazo y emitiendo débiles siseos para "orientarlo". Rose lo notó y se inclinó sobre su hombro,
pegando la mejilla a la de Scorpius y frotando su piel como lo haría un gato.

Albus sospechaba que estaba en busca de su forma animaga y no le había dicho a nadie. Y esa
debía ser un gato, uno de los más gruñones.

—¿Qué haces, cinnamon? —murmuró Rose.

—Hago una lista de las cosas que voy a necesitar para este fin de semana —explicó Scorpius, en
voz baja.

—¿Qué harán este fin de semana y por qué no estoy invitada? —Rose miró de uno al otro con
curiosidad.

Albus sacudió la cabeza. Hasta donde él sabía, no tenían nada planeado.

—Es el cumpleaños del señor Malfoy —explicó Altair.

Scorpius sonrió.

—No lo he pasado con él desde que empecé a estudiar aquí, pero este año sí estaremos juntos y
quiero prepararle algo.

—¿Necesitas ayuda? —le preguntó Albus, mientras Rose sólo se dedicaba a despeinarlo,
llamándolo "cinnamon" y diciendo lo "tierno" que era.

—Ya tengo ayuda —aclaró Scorpius, siendo zarandeado por su cariñosa amiga.

—¿De quién?

Scorpius sólo sonrió y no le respondió. Adhara siseó para atraer su atención de vuelta al pergamino
y Altair le mencionó algo sobre un cambio.

Rose permaneció en su mesa hasta que la cena terminó y comenzaron a dispersarse. Caminó una
parte del trayecto con ellos, luego corrió hacia otro pasillo, diciéndole que se verían más tarde.
Había una "reunión" del Aquelarre para revisar unas salas que James encontró por accidente entre
las raíces.
Los tres continuaron hacia las mazmorras con Adhara.

En otra parte del castillo, Harry se sentaba frente a una mesa llena de piezas de metal que
conformaban sus intentos fallidos.

—No puedo creer que me ha tomado tanto tiempo. Esto de armar cosas mágicas no se me da tan
bien como los hechizos, ¿no?

Comenzaba a entender por qué el Draco Malfoy de dieciséis años se tardó tanto tiempo en
reconstruir un armario. Todo parecía bastante simple, hasta que comenzaba la parte mágica unida a
los mecanismos.

—Creo que te volverás otro espíritu a este paso —alegó la fantasma, "sentándose" en el borde de
su mesa—. Morirás haciendo eso y continuarás después de muerto, como Binns dando clases.

—¿Es alguna especie de chiste de fantasmas? —indagó Harry, concentrando su magia en unir dos
piezas de madera que deberían ser capaces de varias funciones después, como encogerse y
agrandarse con un clic.

—Humor de muertos —La fantasma se encogió de hombros—, algún día lo vas a entender.

Parecía haberse resignado a que no podía volver su vida algo peor que cualquier cosa que ya
hubiese experimentado. Ahora se sentaba a su lado y le hablaba de vez en cuando, aunque sonaba
un poco aburrida la mayoría de las noches y otros días tiraba un objeto o dos durante sus clases
sólo para recordarle que estaba "maldito" por tomar su lugar.

Entonces Harry sólo lo recogía y seguía como si nada.

Ni siquiera era tan molesta, si lo pensaba bien.

—Así que…—La fantasma hizo una larga pausa y lo observó de reojo—. ¿Vas a pedirle que salga
contigo después de dárselo?

Allá iba de nuevo. Harry resopló y continuó comprobando que sus hechizos fuesen los mismos que
los del diagrama que tenía a un lado, mejorado y lleno de notas de las últimas semanas de trabajo.

—Sé que me estás escuchando, soy poco visible, no inaudible —Y para demostrar su molestia por
ser ignorada, tiró un tintero.

Harry utilizó un hechizo para recogerlo y que la tinta regresase dentro, eliminando la mancha del
suelo en el proceso.

Ella cruzó sus espectrales brazos.

—Ya no estoy tan en contra de la idea —mencionó después de un rato de ver a Harry frustrarse
porque algo todavía no andaba bien con el mecanismo—. Al menos tienes los papeles de divorcio
ahora, eso es algo.

Harry le dirigió una mirada que solía reservar para los Aurores novatos cuando quería que se
callasen. Ella no la captó o quizás no le importó, porque de todos modos ya estaba muerta.

Un par de semanas atrás, luego de un intercambio de cartas, Ginny visitó Hogsmeade en uno de
esos días en que los chicos estaban en clases y Harry se hizo un hueco en su horario. Hablaron del
tema de nuevo. Querían saber cómo sería el verano con los chicos en casa.
Esa semana llegaron los papeles con una nota de Ginny. Le explicó que no había prisa y podían
discutirlo con calma durante las vacaciones. El acuerdo de momento trataba de que lo que era de
Harry seguía siendo de Harry y lo que fue de Ginny y consiguió durante su carrera se iba con ella.
Sonaba bien para él.

Cierta fantasma tenía otras ideas sobre el motivo de su separación, y por más que Harry le hubiese
explicado que no era por otra persona, parecía ignorarlo. Tampoco era que le hubiese importado al
principio, pero durante el mes de mayo, ella a veces lo acompañaba mientras corregía ensayos de
los estudiantes y se acostumbraron a conversar más de lo que lo harían bajo otras circunstancias
por su relación de fantasma que maldecía y mago maldito.

—Yo sólo digo —continuó ella, en tono conversacional— que nunca me esforcé tanto en vida para
alguien por quien no sintiera un mínimo de interés.

Harry suspiró y se apartó de la mesa. Creía haberlo resuelto. Puede que estuviese listo.

—Malfoy y yo siempre hemos tenido una relación complicada que otras personas no entienden…

—Sí, sí, sí, te atacó, casi lo matas, te salvó, lo salvaste- para mí suena a que hicieron las paces de
alguna forma retorcida.

—Supongo que algo así —admitió Harry, presionando el interruptor en el costado de su


mecanismo. Rogó porque funcionase esa vez.

—Me preocupa —reconoció la fantasma, mientras ambos tenían los ojos puestos en el cofre de
madera que cobraba vida y cambiaba de forma—. Conocí a dos personas que se odiaban y luego
fueron pareja…y acabó bastante mal.

—No te preocupes, Malfoy y yo no somos pareja —Harry sonrió, enternecido por su


"preocupación". Después se echó a reír cuando notó que el error del mecanismo fue corregido.

—Funciona —La fantasma pareció sorprendida.

—¡Funciona! —celebró Harry.

Justo a tiempo. Lo quería para esa misma semana.

—0—

Scorpius planeó esto hablando con la profesora encargada del club de teatro. Ahora su padre se
encontraba en la primera fila para ver la última presentación del año escolar.

Podía verlo desde los bastidores, asomado por una rendija entre la cortina roja y el marco del
escenario. La profesora lo sentó en el medio de McGonagall y Harry. La directora daba palmaditas
en el dorso de la mano de un avergonzado Draco Malfoy.

Nesrine se colocó junto a Scorpius y soltó una risita.

—¿Ya se las puedo dar?

Scorpius asintió.

Era el cumpleaños de su padre. Desde la mañana, cuando McGonagall anunció que el "profesor
Malfoy" cumplía años, se dio inicio a una serie de planes del Aquelarre.

En la mañana, Lily puso un cartel de "¡feliz cumpleaños!" en el laboratorio de pociones. Rose


colocó sobre la mesa algunos ingredientes extraños que Albus y ella sacaron del Bosque Prohibido
con la ayuda de Adhara y los cambiaformas. El retrato de Severus les indicó de un escondite
secreto en las mazmorras con un viejo libro que hizo que Draco estuviese boquiabierto apenas lo
sostuvo.

James lanzó fuegos artificiales diurnos marca Weasley durante la tarde en el campo de Quidditch.
Estos persiguieron a Draco por una parte del colegio, envolviéndolo con figuras brillantes, hasta
que ya casi no podía contener la risa.

Scorpius y Nesrine prepararon su cena, siguiendo las instrucciones que envió la madre de Nesrine
en una carta y bajo la supervisión de Theodore y los elfos de la cocina. Luego Nesrine envió a su
padre a entregarle la bandeja de comida a Draco.

Para la noche, tenían la obra y a Nesrine caminando hacia el puesto de Draco con un gran ramo de
flores.

—¡Feliz cumpleaños, padrino! —le dijo como por quinta o sexta vez en lo que iba de día.

Draco se dejó abrazar y recibió las flores con una expresión avergonzada. Codeó a Harry cuando
este le dijo algo en voz baja y McGonagall comenzó a reírse.

Nesrine regresó corriendo detrás del escenario y le enseñó un pulgar arriba.

—¡Ally, entras en un minuto, justo después de Scorp!

—¡Ya sé, gracias! —contestó Albus, desde el interior de los vestidores.

—¿Necesitas ayuda con el cabello…? —Nesrine se dirigió hacia allí para ayudarle.

Scorpius carraspeó, se aseguró de que su túnica estuviese impecable y salió al escenario, llevando
su varita como si fuese un micrófono.

Sonrió al localizar a su padre en la primera fila, atento a él, y volvió a aclararse la garganta.

—La profesora dijo que esta última presentación del año sería en honor al profesor Malfoy, que es
el mejor padre del mundo…

Draco parecía a punto de esconderse detrás de sus flores, en algún punto entre la felicidad y la pena
absoluta. Scorpius estaba muy contento de poder llenarlo de muestras de afecto ese día, porque sí,
él lo consideraba el mejor padre del mundo.

Cuando acabó de hablar, regresó detrás del escenario y cambió de lugar con Albus, que subió a la
plataforma, usando un disfraz de mago oscuro.

—¿Esa es su cara de que está feliz? —le preguntó Altair, asomándose por un costado de la cortina
para ver a Draco.

Scorpius lo hizo también y asintió, sonriendo.

—Los sangrepuras de su generación todavía tienen cierta parte de la educación de antes y les
cuesta expresar felicidad como a los de ahora, pero está feliz, eso se nota.

—Oh —Altair asintió, seguramente pensando que era interesante.

La obra transcurrió sin ningún inconveniente, y al final, Scorpius se paró junto a su profesora y
volvieron a desearle feliz cumpleaños a Draco. Sólo el cumpleaños de McGonagall fue tan
relevante como ese entre los miembros del personal docente que lo celebraban durante el ciclo
escolar.

Mientras recogían los artículos dispersos por el teatro y su público se marchaba, Scorpius fue hacia
su padre y lo abrazó. Draco se demoró un instante en reaccionar para rodearlo también. Adhara
siseó y se arrastró desde el brazo de Draco para envolver los hombros de los dos.

—¿Fue un buen cumpleaños? —indagó Scorpius, con una mirada que le advertía que iba a llorar si
hubo algo que no le gustó, porque se esforzó muchísimo para que tuviese un gran día.

Draco se percató de esto y sólo pudo imaginar a su pequeño que sollozaba cuando lo despertaba al
intentar colarse a su cama mientras apenas sabía caminar, sintiéndose el peor hijo del mundo
mágico. No tenía idea de cuándo había crecido, él aún veía a su pequeño allí, formando un puchero
y esperando que lo hubiese pasado bien.

—Creo que fue mi mejor cumpleaños —susurró Draco, de manera que ni siquiera Adhara podría
oírlo—, pero lo mejor fue que…extrañaba que estuvieras ahí este día, Scorp-

No pudo terminar porque Scorpius lo estrechó más fuerte y hundió el rostro en su ropa. Draco se
sintió tentado a lanzarles a los demás un hechizo para que no los vieran, pero acabó por resignarse
y jugó con el cabello de Scorpius, contestando en voz baja a todo lo que este le decía.

Apenas pudo liberarse del abrazo, Draco suspiró. Scorpius sonrió y corrió de regreso a los
bastidores.

Él estaba por unirse a los que abandonaban el lugar cuando otro chico rubio se le acercó.

Altair se detuvo, avanzó otro par de pasos, volvió a parar y giró el rostro. Scorpius lo alentó
mediante gestos desde detrás del escenario y luego se escondió cuando notó que Draco lo veía con
las cejas arqueadas.

Después de unos segundos de vacilación, Altair no sólo se paró frente a él, sino que le tendió un
paquete. Comenzó a balancearse sobre los pies mientras Draco lo abría, comprendiendo que
Scorpius no dejaría de fingir que lo "espiaba" en secreto desde detrás de la cortina hasta que lo
hubiese visto agradecer por el obsequio.

Consideró hacerlo sólo por ceremonia, no esperaba que lo hubiese pensado tan bien. Se le escapó
un sonido de asombro cuando el papel marrón de la envoltura reveló una colección de semillas
perfectamente limpias.

Semillas que no pertenecían a esa estación, que necesitaban una importante cantidad de magia para
sustentarse hasta tomar esa forma, que eran de especies únicas que aún no crecían ni en el
invernadero de Longbottom.

Algunas eran para pociones muy complejas que encontró en el libro que el Severus del retrato le
dijo que podía tomar y otras eran para usos más comunes, pero igual de difíciles de encontrar.
Como su semilla favorita para su infusión favorita, una que su madre le hacía cuando era un niño y
montaba una rabieta porque lo que había para comer no le gustaba.

Observó a Altair con abierta sorpresa. Él volvió a balancearse sobre sus pies.

—¿Tú…?

—No fueron difíciles de conseguir- bueno, sí, sí, fueron difíciles —Altair movió sus manos y él
notó que tenía algunos cortes y las uñas dañadas—. Ninguna estaba lista y algunas plantas no eran
muy amables, y luego tuve que cultivarlas fuera de época y- creo que hice un buen trabajo, espero
haber hecho un buen trabajo, me pareció que todas estaban bien, las revisé una por una y-

Altair apretó los párpados cuando él puso una mano en su cabeza. Tras un instante, entreabrió los
ojos.

—Gracias, es un regalo increíble. Sobre todo estas —Apuntó a las de la infusión que le hacía su
madre.

Altair le mostró una ligera sonrisita.

—¿Ya no piensa que soy malo? —murmuró. Como Draco le dirigió una mirada extrañada, se
explicó:—. Sé que le preocupaba que estuviese cerca de Scorp porque pensaba que era malo. ¿Ya
no? Me…uh, me ha gustado estar aquí estas semanas…aunque todavía no me puedo ir porque no
estoy completo, pero quisiera, si se puede, yo, uhm…

No lo había escuchado balbucear así desde que lo conocía y fue divertido. Hizo que el parecido que
tenía con Scorpius se volviese más notable.

—¿Te quieres quedar aquí?

—¿Se puede? —La expresión de Altair se contrajo por un segundo—. No se puede, ¿cierto? Le dije
a Scorp que no se podría y él dijo-

Draco miró de reojo hacia el escenario. Su hijo acababa de volver a esconderse detrás de la cortina.
Era claro que no tenía idea de que sus pies se notaban por debajo de la tela.

Suspiró y se fijó en el chico que balbuceaba y se inquietaba delante de él.

En verdad lucía tan humano. Tan similar a Scorpius. De a ratos, viéndolo así, incluso Draco podía
confundirse un poco.

Su cabello también era idéntico al de Scorpius, al que conocía bien porque jugaba con el desde que
su hijo era un bebé, al que era igual al suyo y al de su padre.

—En el verano iremos a la Mansión Malfoy —le contó a Altair, lo que paró por completo esos
balbuceos—, creo que te gustará. A Scorpius le encanta, al menos.

—Oh —Altair pareció aturdido porque le hablase de un plan a futuro, incluso si sólo se trataba del
siguiente mes—, está bien…

—¿Cuánto tiempo crees que tardes en estar completo?

Altair apretó los labios y bajó la cabeza.

—Unos meses son suficiente. Se está demorando un poco más de lo que-

—Porque vas a tener que seguir a Scorpius a todas partes durante el verano por eso —continuó
Draco en voz baja—, pero me imagino que para el próximo año escolar, podríamos comenzar a
alejarte un poco, ya deberías tener más energía para entonces, ¿no? Scorpius puede ser un poco…
peculiar, supongo, y está bien que no quieras hacer exactamente lo mismo que él todo el tiempo,
así que cuando puedas estar lejos, ya podrás también averiguar qué quieres hacer por tu cuenta y…

Altair lo abrazó. Eso lo tomó por sorpresa y se tardó unos segundos de más en reaccionar.

Vio a Scorpius celebrarlo desde detrás de la cortina con un bailecito. Empujó la tela por error en un
movimiento y luego gritó y volvió a ocultarse cuando se percató de que, de nuevo, Draco lo veía
con una ceja arqueada.

—Gracias —murmuró Altair, sin verlo—, gracias…

Draco le dio una palmadita en la cabeza y lo envió con Scorpius tan pronto como el chico decidió
soltarlo. Altair corrió hacia Scorpius y este volvió a hacer aquel bailecito, mientras jalaba de sus
brazos y zarandeaba a un Altair que lo observaba como si no estuviese seguro de si debía ayudarlo
de algún modo.

Esperaba no estar cometiendo un error.

Miró de reojo hacia un lado cuando alguien se paró junto a él.

—Así que…supongo que ahora tienes dos hijos.

Harry le mostró una sonrisa burlona y Draco lo codeó. Él se cruzó de brazos y ambos observaron a
Scorpius gesticular emocionado para explicarle algo a Albus, Altair y Lily. La única contagiada
por el entusiasmo era la pequeña Ravenclaw.

—¿Crees que sea algún tipo de ente malvado y peligroso que en cualquier momento se va a
convertir en una sombra y a tragarse a los chicos?

En ese momento, Lily acababa de saltar sobre la espalda de Altair, que empezó a trastabillar en
pánico porque pensaba que se iban a caer los dos. Albus le decía que la tirase al suelo y Scorpius
daba vueltas en torno a ambos, intentando ayudarlos a mantener el equilibrio, en vano.

Harry frunció el ceño.

—Oh, sí, se ve como un mini Lord Voldemort. Ten mucho cuidado —Se giró para encarar a Draco
—, ¿quieres que te enseñe algunos hechizos para enfrentarlo? Podrías incluso tener que morir
también para deshacerte de él.

Draco también se cruzó de brazos y se inclinó hacia adelante, de manera que acabó muy cerca de
él.

—¿Qué hechizo me enseñarías? ¿Un expelliarmus? —Elevó las cejas—. Ya lo aprendí hace
tiempo, gracias. Y el patronus no se usa en duelos.

—No son los únicos hechizos que conocía, Malfoy.

—También hubo uno mortal que te pareció que no valía la pena usar en magos oscuros asesinos.

Harry dejó caer los brazos al recordar eso. Draco se percató de que no era un tema con que le
gustase hablar a la ligera y resopló.

—Por Merlín, si yo lo superé, tú-

—Por eso no lo hice —susurró Harry. Tragó en seco y miró alrededor para comprobar que nadie
les prestaba atención, después volvió a poner su atención en él—. Cuando…cuando te vi, yo…yo
entré en pánico, sí, y- y me di cuenta de que te pude haber…puede haber…no importa que no
supiera lo que estaba haciendo, si tú hubieses muerto, yo-

Harry meneó la cabeza.

—No quería ser un asesino. No quería volver a hacerle algo así a nadie, ni siquiera a los "malos",
porque eso es- fue muy-

—Potter —Draco ladeó la cabeza para obligar a Harry a verlo de nuevo—, fue hace mucho tiempo
y estaba comenzando una guerra.

—Aun así, no fue bueno que yo-

—Créeme que no fue lo peor de esa época. Mi tía era muy creativa para las maldiciones.

La expresión mortificada de Potter le advirtió que su mente de Gryffindor nunca iba a olvidarse de
esa maldición, ni se iba a perdonar, incluso después de más de veinte años.

Draco se encogió de hombros e intentó adoptar un tono burlón para que olvidase el tema.

—¿Y cuál es el regalo que me va a dar San Potter? Porque es el día internacional de agasajar a
Draco Malfoy, ¿sabes? No puedes perdértelo, todos tienen que participar-

—Qué bueno que lo preguntes —Harry pareció recuperar parte de su humor en la sonrisa que le
mostró—, porque tengo el regalo en mi oficina.

Debió encontrar divertidísimo que Draco boquease.

—¿Es…?

Harry simuló una profunda reverencia que le copió al personaje que Scorpius interpretó en la obra.

—Su Alteza, su último regalo del día de agasajar a Draco Malfoy lo está esperando por aquí.

Draco se mordió el labio en un intento fallido de no poner una sonrisa tonta en su cara.

—El día internacional —Utilizó un énfasis especial en la palabra— de agasajar a Draco Malfoy.

Harry rodó los ojos y Draco esperó que se "corrigiese".

—Su último regalo del día internacional —Harry aplicó el mismo énfasis— de agasajar a Draco
Malfoy lo está esperando por aquí.

—Eso está mucho mejor —Draco entrelazó sus brazos, echó un último vistazo a los chicos para
comprobar que no se metieron en un problema todavía y decidió que los dejaría bajo el cuidado de
la encargada del club. Abandonó el teatro junto al niño-que-vivió—. ¿En serio hay un regalo?

—Sí, Malfoy, hay un regalo —Harry dejó escapar una risita—, dos en realidad, pero creo que sólo
vas a considerar a uno un regalo.

Por alguna razón, Draco no lo soltó ni él se molestó en liberarse. Siguieron caminando así a través
del pasillo hacia la oficina de Harry.

—¿Y qué son?

—Si te digo, se pierde la sorpresa —alegó Harry, muy serio.

—¿Por qué me vas a dar regalos, San Potter? —Por su sonrisa, encontraba aquello bastante
emocionante—. No me digas que Scorpius te obligó-

—Bueno, estuvo las dos últimas semanas preguntándome a diario si tenía un regalo para ti, pero…
—Merlín —Draco enterró el rostro a medias en el hombro de Harry, sin dejar de moverse, cuando
notó que era más práctico que ocultarlo en su mano—, Scorpius se deja llevar por la emoción. En
serio no hacía falta que-

—Pero en realidad ya lo estaba haciendo desde antes —aclaró Harry, intentando no reírse de la
expresión sorprendida que adoptó el otro mago.

Cuando se detuvieron frente a la entrada de su oficina, Draco arrugó el entrecejo.

—¿Sabías que cumplía años este día antes de que Scorpius te lo dijese?

—Sí, bueno…—Harry entró y se pasó una mano por el cabello, ganando tiempo para explicarlo—.
Recordé que en sexto año, cuando los demás hacían el examen de Aparición, tú todavía estabas en
el salón- estuvimos en el laboratorio juntos, de hecho, y eso quería decir que no habías cumplido
diecisiete todavía.

—No recuerdo mucho de ese año aparte del armario, lo del baño y los Mortífagos —admitió
Draco, casi para sí mismo.

—Pues…ahí lo supe —Harry se encogió de hombros y recogió el par de paquetes que dejó sobre
su mesa—. Después estuve pensando, haciendo memoria- en segundo año, una vez llevaste una
graciosa insignia de cumpleañero por una semana a comienzos de junio- y también recordé a Pansy
Parkinson poniéndote una especie de- ¿era una corona? O algo así en cuarto año, creo, y- bueno,
recordé la fecha y lo confirmé preguntándole a Nott. ¿Quieres el regalo o no?

Lo último lo preguntó deprisa, en un tono un poco más agudo, y Draco no pudo evitar sonreír al
aproximarse para tomar los paquetes.

—Me presentabas mucha atención, ¿no te parece?

—Oh, ¿sólo yo lo hacía? —A pesar de que Harry intentó sonar divertido, estaba atento a Draco
desenvolviendo el papel de los paquetes—. A ver, ¿cuándo cumplo años, Malfoy?

—¿Enero? —Draco simuló una expresión desorientada—. No, no, seguro era septiembre, ¿verdad?

Ya que Harry se limitó a observarlo con abierta incredulidad, él se rio.

—Treinta y uno de julio, sí, ya sé, cállate. Era un niño raro con buena memoria para recordar cosas
de alguien que odiaba, ¿cuál es tu excusa para…? —Hizo una pausa—. Potter, ¿qué es esto?

—Esperaba que abrieras el otro antes —admitió Harry, pasándose la mano por el cabello de nuevo.

Draco eligió abrir primero el paquete pequeño porque su madre solía darle los regalos más caros en
los envoltorios diminutos. Era una cajita con un anillo.

Harry lo sostuvo y se lo mostró bien. Era plateado y tenía una inscripción que le hizo sonreír.
Draco dormiens nunquam titillandus.

Nunca le hagas cosquillas a un dragón dormido. Siempre le encantó el lema de Hogwarts.

Luego Harry le mostró que podía agradarlo para que fuese un brazalete o un colgante y encogerlo
de nuevo para que fuese un anillo.

—Es una cosa de protección basada en algo que usamos los Aurores cuando somos novatos-
también agregué unos hechizos de Hermione para comunicación, ¿ves? Las palabras pueden
cambiar —Lo apuntó cuando empezaron a transformarse en otras—. Deja de mirarme así, pensé
que era una idea lógica tener algo sutil que sirva para emergencias si se supone que tenemos que
cuidar a un grupo de adolescentes.

—Buen punto —Draco asintió, despacio—, ¿así que tú tienes el otro?

—Ah- sí, sí, yo- —Harry carraspeó y extrajo un colgante que tenía escondido en su ropa. El anillo
colgaba al final de la cadena—. No iba a arruinar la sorpresa, ¿no?

—¿Y también hiciste para otras personas involucradas en esto o…?

—No es tan fácil de hacer como Hermione lo hace parecer —se quejó Harry—, pero si no lo
quieres…—Le tendió su mano para que se lo regresase.

Draco emitió un sonido negativo y se lo colocó en el dedo índice. El anillo se ajustó de forma
automática.

—Es una idea tan sutil que me sorprende viniendo de alguien que utilizó un dragón para dejar un
banco.

Harry tuvo la decencia de lucir avergonzado mientras Draco abría el segundo paquete y se reía.

—Oh.

Le construyó un cofre para pocionistas. Era de apenas diez centímetros, pero al levantar la tapa,
mostraba varios niveles de compartimientos para guardar ingredientes, frascos, viales e incluso
instrucciones en pergaminos. Podía intercambiarlos para que el de arriba fuese el que tuviese lo que
necesitaba y luego regresarlos a su posición anterior.

Harry presionó un interruptor en una esquina y los compartimientos se hicieron a un lado y


plegaron contra las paredes del cofre para dejarle ver el fondo.

Draco quizás estaba gritando por dentro.

Una sala.

Un mini laboratorio dentro del cofre.

—Es como-

—Como el maletín de Newt Scamander —Draco lo observó completamente maravillado y con una
gran sonrisa—. Solía coleccionar sus cromos de chocolate- mis padres me compraron algunos
maletines infantiles que lo replicaban, pero claro que no era nada tan impresionante, apenas servían
para guardar algunos juguetes-

Harry sonrió al darse cuenta de que hablaba tanto y tan rápido porque le gustó. Cuando Draco
también notó su comportamiento, carraspeó e intentó adoptar una expresión más seria.

—Quiero decir, es un buen regalo. Un regalo adecuado.

—¿Adecuado? —repitió Harry, despacio.

—Sí, me parece que es adecuado por mi actual trabajo y por-

—¿Estás cumpliendo setenta años y no lo sabía? Porque creo que esa sería la respuesta de Lucius
Malfoy.
Draco enrojeció de indignación.

—¡Potter!

Y Harry se echó a reír.

—¡Es que eso no cuenta como un agradecimiento!

—¡Pues si me llamas "viejo", no te pienso agradecer!

—Malfoy, no seas infantil.

—¡No puedo ser infantil si estoy cumpliendo setenta años, según tú!

—¡Malfoy!

—¡Potter!

Draco sonó tan similar a su "yo" de once años quejándose que Harry estalló en carcajadas de
nuevo. Él se indignó tanto que se metió al laboratorio del cofre para ignorarlo. Harry lo siguió
saltando dentro.

—¡Oye, yo lo hice, al menos deja que lo vea contigo…!

—¿Cómo que no lo has visto? Por Merlín, que nos vamos a quedar aquí atrapados y entonces…

—¡Sí lo vi! Pero no empecé a pasearme dentro…

—0—

En alguna parte a las afueras de Londres, una bruja se detenía en una esquina y se apoyaba contra
la pared, con la respiración agitada. Tras unos segundos, se asomaba para fijarse en la calle que
dejó atrás.

No había nada relevante por allí.

Decidió continuar por la zona más concurrida para estar segura.

En cuanto se confió demasiado, la atraparon.


Burbujas de la poción de la risa

Ese verano, el patio de La Madriguera estaba atestado como nunca antes. Era el verano más frío en
años, lo que hacía que Hermione estuviese revisando algunos libros sobre plantas con Neville y que
fuese más fácil para George mantener una pista de hielo mágica para los chicos en el patio a finales
de julio; según él, los ayudaba a refrescarse.

Nesrine corría por la gran casa comprobando los detalles de último momento, de acuerdo al
cronograma y la lista que Lily le pasó a su tablet. Los Scamander la ayudaban y Rose montaba
vigilancia con unos binoculares desde una ventana del segundo piso. También tenían a Teddy
apostado en un punto estratégico entre la chimenea y la sala.

Era 31 de julio.

En el interior de una pequeña sala dentro de un maletín, Albus colocaba su tablet con una foto
junto al pastel recién levitado fuera del horno que tomaron prestado.

James, Albus, Draco y Scorpius ladearon sus cabezas con profundas expresiones mortificadas.

—Seguro sabe mejor de lo que se ve —dijo Scorpius con una sonrisa que pretendía ser alentadora.

James le metió una cuchara y tomó un bocado, ignorando el grito ahogado de Albus. Luego lo
escupió en el basurero.

—No, no sabe mejor de lo que se ve.

—Debe ser peor que una poción para que James lo escupa —mencionó Albus. Abrió el relicario de
su colgante y le mostró el pastel a Severus—. ¿Se puede arreglar?

El Severus del retrato observó a James Potter "limpiándose" la lengua después de probarlo y luego
le dio una mirada escéptica al adolescente.

—¿Te parece que cuando un Potter escupe su comida todavía existe una solución?

—Tú hacías unos pasteles horribles también —recordó Draco, metiéndose en el campo de visión
del retrato—, pero los cubrías con aquello…¿cómo era?

—¿Usted horneaba? —Scorpius volvió a sonreír, enternecido.

—Yo no horneaba —masculló Severus—, yo…intentaba probar métodos de pociones en la


comida común para-

—Severus horneaba, pero lo único que le salía bien eran las galletas de naranja —aclaró Draco,
divertido—, lo que era genial porque fueron mis favoritas por mucho tiempo.

Antes de que el antiguo profesor se pudiese indignar más, alguien los llamó desde arriba.

—¿Cómo van por ahí? Sirius le mandó un mensaje a Lily, debe traerlo en un rato, y la señora
Molly sigue preguntando por…

—¡Alti! —lloriqueó Scorpius, levantando la cabeza—. ¡Necesitamos ayuda mágica! ¡Sabe tan mal
que James lo escupió! ¡James escupiendo un pastel!

—¿El señor Malfoy no lo puede arreglar?


Al instante, Altair descendía por su cuenta a unos pasos de las escaleras. En las últimas semanas,
viendo los juguetes voladores de los Weasley, aprendió un truco que servía para levitar su propio
cuerpo, así que bajó despacio y tocó el suelo sin problemas.

Hizo una pausa frente al pastel y miró de reojo a los dos sangrepura y los dos Potter.

—Le pusieron azúcar, ¿verdad?

Por la manera en que se observaron después, la respuesta era bastante obvia. Altair rodó los ojos,
se paró frente al pastel y pareció pensar en cómo resolverlo.

De pronto, entrechocó las palmas. El pastel se movió por un instante y luego él se dio la vuelta.

—Ya es-

Scorpius saltó sobre él para abrazarlo.

—¡Gracias, Alti!

Altair le dio una palmadita en la espalda, pero no se movió para que lo soltase, sólo se quedó allí.
James dio otro bocado al pastel, dijo que estaba bueno, y Albus tuvo que empujarlo antes de que
diese un tercer bocado.

—¡Te lo vas a acabar!

Draco empezó a levitar la cobertura y a cubrirlo según el diseño que Lily les dio. Utilizó la misma
cobertura para tapar la parte comida por James. Alguien se llevaría un pedazo que tendría sólo
crema, pero eso no era asunto suyo.

Tras unos segundos, el pastel estuvo cubierto y Scorpius aplaudía, emocionado, todavía colgado a
medias de Altair.

—¿Qué opinas, Alti?

—Hubo dos sangrepura aquí, podría haber quedado mucho peor.

—Tiene razón —Severus asintió.

—¡Están por llegar! —exclamó la voz de Teddy desde arriba.

Draco levitó el pastel hacia él y Teddy lo trasladó el resto del camino fuera del maletín. Luego se
ocupó de sacar a los chicos uno a uno.

En la sala, Lily le daba órdenes a sus primos para que colocasen bien el cartel de "feliz
cumpleaños" y Ginny le gritaba a George que si ponía un dedo en el pastel, ella se iba a asegurar
de que no hubiese uno en su próximo cumpleaños.

Scorpius recogió a Adhara para que se enrollase en torno a él y tiró de su padre y de Altair para
acercarlos al "área de bienvenida". Luego regresó corriendo, sujetó el brazo de Albus y se lo llevó
también. A Albus no lo soltó, sino que se quedó pegado a su costado.

Sirius salió primero dando trompicones desde la chimenea. Apuntó hacia atrás y Harry salió al
instante.

—¡Feliz cumpleaños!
—¡Feliz cumpleaños, papá! —Lily corrió hacia él de inmediato para abrazarlo.

Sirius se lo había llevado por unos documentos al Ministerio y los novatos, sabiendo que
preparaban algo en La Madriguera, lo retuvieron en el Departamento de Aurores haciéndole
preguntas sobre ciertos casos. Por la expresión que puso entonces, Harry debía haber olvidado qué
día era.

—¿Te sorprendimos? —Lily sonreía, radiante.

Él se echó a reír, la abrazó y le besó la frente, agradeciéndole, en parte porque sabía que su
pequeña debió ser la principal organizadora.

Luego vino el desfile de felicitaciones, desde una llorosa Molly que lo estrechó lo bastante fuerte
como para sacarle un quejido a un Albus que le dio una palmada en el brazo e intentó huir cuando
Harry lo abrazó.

Incluso Scorpius se le acercó arrastrando a Altair y le tendió un regalo.

—De los tres —le explicó, apuntándolos a ambos y luego a un divertido Draco que los veía desde
unos pasos de distancia.

El paquete contenía una snitch dorada que revoloteó en torno a Harry y después se asentó en su
hombro.

—El señor Malfoy dijo que no le confiaría a ninguna mascota que necesitase comida —mencionó
Altair, encogiéndose de hombros—, pero que esto le gustaría.

Harry estrechó los ojos hacia Draco y él lo saludó con un gesto y su mejor sonrisa inocente.

Tenía más regalos de los Weasley, como un gorro especial de Molly que decía que era el mejor
profesor del mundo y una loción con unas gotas de Amortentia de George. Este último hizo que
Harry le frunciese el ceño.

George se limitó a palmearle el brazo y reírse.

—Mamá dijo que no te preocupes por salir con alguien más, que tú eres más de la familia que yo.

Teddy le dio una camiseta a juego con la suya, pero Sirius le regaló una chaqueta de cuero también
a juego con la suya. Después se empezaron a pelear por lo que querían que Harry se pusiese
primero. Acabó vistiendo una camiseta de Gryffinpuff y una chaqueta de "orgulloso traidor a la
sangre*". Luego Molly lo vio, adoptó aquella expresión que ponía cuando empezaba a sentirse
triste, y Harry terminó usando también su gorro.

Lily tenía todo planeado, la familia no cabía en la sala porque el verano era una de las mejores
oportunidades para reunirse y Molly exigía su presencia allí ese día. Todavía le quedaban los
regalos del mundo mágico, gente que le enviaba algo sólo por ser Harry Potter, el niño-que-vivió,
aunque jamás hubiesen hablado con él. Y por alguna razón, tenía dos pasteles.

—Este lo hizo la abuela Molly —le contó James, apuntando al de tres pisos con cubierta colorida e
impecable—. Y este fue nuestro —Y luego señaló al que estaba torcido hacia un lado y tenía una
cubierta de chocolate.

—¿Nuestro? —Harry sonrió, encantado—. ¿Los tres lo hicieron?

—Al y yo, Lil estaba muy ocupada planeando todo —James se encogió de hombros— y los
Malfoy ayudaron mucho.

Harry echó un vistazo alrededor. Draco estaba hablando con Altair y Scorpius, pero pareció notar
que lo veía, porque se rio, le guiñó y siguió conversando con los chicos.

Hermione le tenía una nueva agenda para organizar sus clases, Ron le llevó boletos para que los
dos escapasen en agosto a un partido de Quidditch, incluso Ginny lo abrazó y le regaló más de esos
sobres de batidos que sabían a tarta de melaza. Harry había comenzado a amarlos.

—¿Estás bien? —Ginny le habló en voz muy, muy baja—. ¿Te estás divirtiendo?

Harry asintió, sonriendo.

—¿Estarás todo el verano aquí? ¿En La Madriguera?

—Pensé que podíamos quedarnos todos aquí, ¿qué dices?

Tenía la impresión de que Molly ya lo había planeado, porque tenía un cuarto apartado para Harry
entre los que se añadieron con la ampliación.

No fue hasta alrededor de una hora después de su llegada y tras asegurarle a Lily por tercera vez
que el pastel que le hicieron sus hermanos estaba delicioso que Harry por fin pudo escabullirse
entre un mar de pelirrojos y los miembros honorarios de la familia. Hasta moverse por ahí era un
caos; alcanzó el garaje con un collar de cuencas de Luna y uno de símbolos tribales de Rolf,
alguien le echó pintura de colores en la cara y lo perseguía un conjunto de fuegos artificiales
mágicos con su nombre.

La moto de Sirius estaba aparcada en el garaje, todavía a medio armar. Ya que quería las piezas
originales, la restauración, incluso con magia, tardaba demasiado.

Draco estaba moviendo el único espejo retrovisor con que la moto contaba de momento y se apartó
tan pronto como notó que alguien llegaba.

Harry arqueó las cejas y empezó a sonreír. Draco le frunció el ceño en una clara advertencia de que
no se le ocurriese decir lo que por supuesto que diría.

—¿Al mago sangrepura Draco Malfoy le interesan los vehículos muggles?

—Pienso en lo inseguro que es —replicó Draco, recargándose en un costado de la moto apoyada,


de manera que casi estaba sobre el asiento.

—No más que las escobas —alegó Harry, caminando hacia él. Se colocó a su lado.

El ruido de la sala era apenas bloqueado por la puerta, lo que los dejaba en un ambiente en que al
menos podían pensar sin una voz gritando que interrumpiese.

—Normalmente no son tan…así en mi cumpleaños.

Draco elevó una ceja y Harry se rio.

—Está bien, sí, sí- son así, siempre han sido y serán así en esta fecha, pero este año es
especialmente ruidoso con tantos Weasley honorarios. Incluyéndote —Entrechocó sus hombros—.
Me dijeron por ahí que hiciste uno de mis pasteles…

—Sólo lo hice porque los chicos tenían una actitud muy extraña y sabía que se podrían meter en
algún problema cocinando solos —Draco se cruzó de brazos.
—¿Y todo lo hicieron los chicos? Porque estoy seguro de que era el mismo chocolate que como en
los pasteles de Hogsmeade.

Draco se mordió el labio para disimular una sonrisita de suficiencia que Harry podía reconocer sólo
por la manera en que se achicaban sus ojos.

En las últimas semanas de junio, durante los días en que los estudiantes podían salir, comieron
juntos en Hogsmeade un par de veces, ya que no había mucho que hacer en Hogwarts. Harry le
dijo que le encantó un chocolate que probó en la cubierta de un pastel de Talía y Draco comenzó a
contarle sobre el chocolate hecho a partir del cacao de Francia cultivado con magia.

Draco giró el rostro, de manera que quedaron cara a cara a unos centímetros de distancia. Sus
hombros se rozaban.

—Creo que es tu imaginación, Potter.

—¿Hm? ¿Sí? —Harry sacudió la cabeza—. No, no creo.

—Oh, pero yo estoy seguro de que es tu imaginación —Draco levantó el brazo e intentó limpiar los
rastros de pintura en su mejilla, frotando los dedos contra la piel de Harry, que se quedó quieto para
que pudiese quitarlo—. Este atuendo tuyo, Potter…es curioso.

—Por la noche me pondré también unos guantes sin dedos que tengo —mencionó Harry, sonriendo
—, son mis favoritos, aunque quizás…no estén bien hechos.

Draco le dio una palmadita en la mejilla en señal de protesta y frunció el ceño.

—Son los mejores guantes que usarás en tu vida.

—Bueno, por algo son mis favoritos, ¿no? Pero eso no quiere decir que los tejieran bien-

Esa vez, Draco le atinó un golpe sin fuerza, apenas un roce, en el pecho. Harry le dio un codazo y
se quejó cuando él jaló de un mechón de su cabello.

—¿Me jalas el pelo? ¿En serio? ¿Tienes cinco años, Malfoy?

—Mira quién habla…

No sabría decir cómo o cuándo empezaron a actuar así en torno al otro, sólo que pasó. La última
semana de junio, Draco se sentó en su escritorio mientras dramatizaba sobre su "colapso" porque
un estudiante de séptimo año aún creía que el bezoar era una planta, y en el compartimiento de
profesores cuando regresaban a casa, estiraba el brazo lejos de él y Harry lo tenía casi por
completo aprisionado entre la ventana y su cuerpo, intentando alcanzar una golosina que le "robó",
ya que era la última que había y la compró sabiendo que él la quería.

Al comienzo de las vacaciones hubo un par de miradas extrañadas, sobre todo cuando Harry llegó a
la "pequeña madriguera" con él y sus amigos lo vieron reírse con Draco mientras comían unas
galletas hechas por Ron, pero nadie hizo más que susurrar algo a la persona que tenía más cerca y
Harry se sentía feliz.

Era bastante absurdo. Suponía que Draco Malfoy, el cretino de Malfoy, fue lo único "normal" en su
vida adolescente. Pelearse con alguien de su edad por tonterías y la inmadurez de ambos cuando
año tras año querían matarlo magos realmente oscuros fue una especie de soporte, algo a lo que
aferrarse.
Sólo tenerlo ahí lo ayudaba a desestresarse. Draco confesó lo del pastel y comenzó a contarle cómo
fue el desastre de James y Scorpius eligiendo los que según ellos eran los "ingredientes correctos"
y Albus hablando con el Severus de su retrato, con idénticas expresiones reprobatorias. Harry se
reía, le hacía una pregunta y sus hombros a veces se rozaban sin que ninguno se diese cuenta.

Ponía la mano en el asiento, justo detrás de Draco, o él le daba otro golpecito en el pecho a Harry
cuando le reclamaba por un comentario burlón. Harry volvía a entrechocar sus hombros y luego
era Draco el que le daba un codazo por decir algo sobre cómo quedó la cubierta del pastel a nivel
estético.

—No te volveré a preparar nada, Potter.

—¡Pero dije que me gustó!

—¡Y yo dije que no te haré nada más!

Acababan riéndose de sí mismos después de "pelearse" y se distraían hablando de otro tema.

Pasó tanto tiempo allí que Lily se asomó al garaje e hizo una pausa, con las manos en la cadera.

—¡Papá, te pierdes tu fiesta de cumpleaños!

—Lo siento, linda, me duele un poco la cabeza…

Harry había tenido varias pesadillas esos días y los lugares tan ruidosos alteraban más sus nervios.
Su siguiente sesión con el psicomago sería al día siguiente y esperaba poder hablarlo con alguien y
conseguir otro de los hechizos para despejar la mente, porque el que usaba ya dejó de funcionar.
Otra vez.

—Creo que Sirius le dio algo raro para beber cuando estuvieron afuera —Draco le puso una mano
en la cabeza a Harry y lo atrajo hacia él, de manera que se apoyase en su hombro y sólo tuviese que
fingir ser lamentable—, hace rato incluso estaba mareado.

Lily boqueó, incrédula. Después se puso roja y se metió a la sala dando zancadas. Cerró la puerta
detrás de ella.

—Por Merlín, no me digas que huelo a whisky- Sirius sólo me dio un poco-

—No se nota —Draco negó, pero estaban tan cerca que Harry sintió el movimiento más de lo que
lo vio—, sólo que me di cuenta cuando estábamos aquí.

Tiró con suavidad de otro de los mechones de Harry.

—Pero no creo que sea por eso que te escapas de tu propia fiesta.

Harry fue el que sacudió la cabeza en esa ocasión. Ya que estaba ahí y Draco no parecía dispuesto
a empujarlo para que se quitase, cerró los ojos.

—Es una tontería…

—Potter, hoy James me preguntó si conocía una poción para que los micropuffs dejaran de ser
carnívoros.

Harry dejó escapar una risita.

—Pero los micropuffs no son carnívoros…


—Exacto —Draco bufó—. Creo que Lily se lo dijo para que no se consiguiese uno y él le creyó.

—Ay, James…

—¿Y bien? ¿Puedes superar eso?

—Lo dudo —Harry movió un poco la cabeza, pero no se apartó.

Percibía el aroma de su colonia desde ahí. Era una buena colonia.

—Es sólo…no sé, es tonto, en serio.

Draco emitió un sonidito de "ujum".

—Sigo esperando.

Harry vaciló y se preguntó qué tan mala idea podía ser decirlo.

Y le contó sobre las pesadillas de esos días.

Entonces luego sólo lo sabrían su psicomago y Draco Malfoy.

Él no dijo gran cosa. No mencionó que estaba mal, ni que era grave, ni armó un escándalo o le
restó importancia. Draco sólo estuvo ahí, oyendo en silencio, con la cabeza de Harry apoyada en su
hombro.

—Es lógico que estés más cansado si no duermes bien —murmuró cuando él terminó de hablar—.
Deberías probar usar atrapasueños o una runa para alejar las pesadillas. Siempre que no sean nada
más, deberían funcionar.

Y Harry estuvo tan agradecido por ese momento, por la tranquilidad, porque lo escuchó sin verlo
con preocupación como sus amigos, que temían que comenzara a esperar el regreso de Voldemort
y enloqueciese, y a la vez, sí notaba que le importaba en su voz.

—Vamos a estar todo el mes de agosto aquí —susurró Harry, casi sin darse cuenta—, no creo que
a Molly le importe que se queden. Más bien, estará preocupada si no se quedan.

—Lo pensaré después de hablar con ella y con Scorp.

—Bien.

—Bien.

—0—

Scorpius le sonrió a la abuela de Albus cuando esta le tendió otro trozo de pastel y pellizcó su
mejilla.

—¿Lo estás disfrutando, cielo? —le preguntó Molly.

Scorpius asintió sin dudar y ella le dio una palmadita en el hombro.

—¿Y tú, bonita? —Luego se dirigió a Nesrine, que le sonrió y le agradeció por el trozo de pastel.

Molly parecía encantada con ella. Decía que ninguno de sus hijos o nietos (a excepción de las niñas
de Percy) fue tan educado a esa edad y le recordaba al pequeño Harry que le agradecía por todo
cuando se conocieron.

Rose, al otro lado de la mesa, rodó los ojos cuando oyó a su abuela comenzar a divagar sobre el
comportamiento de sus hijos de jóvenes. Siempre mencionaba el robo del auto volador y se notaba
que allí iba de nuevo con esa historia.

Además de los miembros del Aquelarre que no tenían sangre Weasley, otros nietos de Molly tenían
a sus amigos por allí debido a la época. Los adolescentes entraban y salían, y la mayoría se llevaba
algo de comida, porque ya qué, Molly se aseguró de que hubiese suficiente para un ejército. Todos
los días eran así y Scorpius sospechaba que la bruja manejaba mejor que nadie los hechizos para
cocinar y multiplicar la comida.

En ese momento, las hijas de Bill se acercaron a la mesa para recoger unos trozos de pastel para
unas amigas de Dominique con las que saldría más tarde. Hablaban deprisa en francés y Nesrine
comenzó a reírse de algo que dijeron, tapándose la boca después para fingir que no entendía su
plática.

—Domi —se quejó una de las chicas, porque Dominique estaba distraída dándole con una cuchara
en la cabeza a una burlona Rose que le hizo un comentario sobre la melaza en su cara y después la
untó de caramelo apenas se giró.

—¡Ya voy, cariño! Es que mi prima no sabe de modales-

Scorpius ralentizó sus movimientos y la debió observar fijamente de forma tan obvia que
Dominique le regresó la mirada, arqueando una ceja. Era tan bonita como se esperaría de una bruja
con sangre de Veela y estaba acostumbrada a ser vista, por lo que Scorpius empezó a sonrojarse
pensando que de seguro lo estaba malinterpretando.

—Ahm- ah- eh- —Él apuntó hacia la otra chica con su cuchara—. Es- uhm-

Dominique se rio y codeó a Rose.

—¿Tu amigo no habla, Rosie?

—A veces parece que se le olvida cómo —Rose le dio una patada sin fuerza por debajo de la mesa
y empujó a Dominique cuando esta agitó la varita para dejarle una mancha de caramelo en la cara
como venganza, un segundo antes de correr lejos. Mientras se quejaba, volvió a concentrarse en
Scorpius—. No pensé que las Veelas fuesen tu tipo, es decir- casi pareces una Veela tú mismo.
¿Eso cuenta como un rasgo egocéntrico, cinnamon?

Scorpius hundió el rostro entre las manos, avergonzado. No la estaba viendo a ella en realidad,
sólo pensaba en algo.

Entreabrió los dedos para ver a Rose reírse a través de los espacios y resopló.

—¿Dominique sale con esa chica? —musitó.

Rose giró el rostro para buscar a su prima entre la multitud que invadía la casa y arrugó el
entrecejo.

—Oh, no, estoy segura de que tiene novio. Son buenas amigas.

Scorpius emitió un débil "hm" y jugueteó con su trozo de tarta, hasta que ella bufó y se inclinó
hacia adelante.
—¿Hay algo que quieras decirme, cinnamon?

Él se encogió de hombros.

—Le dijo "cariño" a su amiga. Me llamó la atención eso.

—Bueno —Rose apoyó un codo en el borde de la mesa y su rostro en su mano—, es bastante


común que una chica le diga algo así a sus amigas, ¿sabes? Supongo que entre los chicos no es tan
frecuente- Victorie siempre les está diciendo cosas en francés como "coeur" o "vie", que creo que
es "vida", a sus mejores amigas. Hace poco oí a Roxane decirle a una de sus amigas "sí, amor,
tranquila".

—Nunca te he oído decirle algo así a una chica.

—Yo no tengo muchas amigas —Rose se encogió de hombros esa vez—, y aunque las tuviese, no
es lo mío. Me gustan los apodos, eso sí. Tú eres cinnamon, Victorie* es Vivi, a veces a Al le digo
grumpy sólo para que me gruña un poco…

Ya que Scorpius continuó jugando con su postre, Rose se inclinó hacia adelante.

—¿Pasa algo más?

Él negó. Luego asintió. Terminó llevando a cabo un gesto extraño en algún punto entre esos dos.

—¿Los chicos no pueden hacerlo con sus amigos? ¿Crees que sea eso?

—Creo que sería muy lindo que un chico lo haga con sus amigos también —contestó Rose,
sacudiendo la cabeza—. Los chicos- usualmente no tienen permitido ser igual de afectuosos con
sus amigos, ¿no? Me refiero a que las chicas pueden dormir juntas, bañarse juntas, ir de la mano o
del brazo por la calle, saltar sobre la otra y abrazarla en público- incluso cosas como las
pijamadas…cuando alguien piensa en eso, suele pensar en chicas.

Rose se estiró para robarle un trozo de tarta del plato, sonriendo.

—Pero —continuó, más firme— no es justo. Los chicos deberían poder ser igual de afectuosos sin
que les digan o hagan algo hasta que se sienten mal. Ser un chico cariñoso no es ser gay, e incluso
si lo fueses, ¿por qué eso sería un problema?

—No debería ser un problema —susurró Scorpius, de acuerdo con ella.

—No lo es realmente, es que hay gente tonta por ahí —Rose habló con la boca llena y se rio de la
expresión que hizo Scorpius. Le dio otra patada sin fuerza por debajo de la mesa—. ¿Entonces?
¿Qué? ¿Vas a empezar a decirle "amor" a Al o…?

—¿Crees que le moleste que sea más —Scorpius titubeó— cariñoso?

A Rose casi se le resbaló la cuchara. Tuvo la boca abierta por un instante.

—¡Dijiste que estaba bien! —Scorpius se alarmó y volvió a hundir su rostro en sus manos.

—Sí, sí, claro que lo está, claro que sí- ay, espera- —Rose se levantó y se apresuró a cambiar de
asiento para ponerse a su lado y envolverlo con un brazo—. Lo está, lo está- es muy lindo que
quieras demostrarle a un amigo que lo quieres, cinnamon.

Scorpius la observó entre las rendijas que dejaban sus dedos con un puchero y ella se rio.
—No sé, pregúntale a él si le gustaría- es que tratándose de Al…

—¿Piensas que se lo tomará mal? —Scorpius bajó sus manos.

Ella lo sopesó.

—No si eres tú, no es eso —Meneó la cabeza.

—¿Entonces…?

—¿Lo harías porque son amigos? —Rose pareció pensativa—. Creo que está bien que un chico le
diga apodos lindos a su amigo…sólo porque son amigos y ya, pero también- bueno, ¿quizás no sea
por eso que quieres hacerlo?

Scorpius frunció el ceño y miró en torno a ellos. Lily y Nesrine hablaban sin parar mientras comían
a unas sillas de distancia. Albus se encontraba a unos metros, jugando con Adhara, que estaba
enrollada en sus brazos, y oyendo algo que Altair le explicaba.

—¿A qué te refieres? —le preguntó a Rose.

Ella suspiró y lo estrechó un poco más.

—Me refiero a que a veces…pienso que lo tuyo con Al es más que una simple amistad.

Scorpius ni siquiera lució sorprendido.

—Pues claro. Es mi mejor amigo.

Se observaron durante unos segundos. Scorpius tenía una expresión tan seria y sincera que hacía
que fuese difícil para Rose no pellizcarle las mejillas.

—Bien, si tú lo dices —Ella agitó una mano en el aire y le robó otro bocado de tarta.

—¿Es que podría ser algo diferente a mi mejor amigo? —Scorpius seguía bastante confundido por
el rumbo de esta conversación.

—No, no, olvídalo, yo no he dicho nada, mejor ni me meto. Mamá dice que todos vamos a nuestro
ritmo…

—Rose —se quejó él, sin comprender.

—¡Sólo ve y pregúntale si quiere que le digas así! —Rose cambió de tema, zarandeándolo—. Y
cuando te oiga decirle "amor" o algo parecido, fingiré vomitar. Pero es bueno ser un amigo
cariñoso —se aseguró de recordarle, revolviéndole el cabello.

Scorpius asintió, aunque todavía estaba un poco aturdido por la parte que no entendió. Ella se
limitó a sonreír y seguir robándole comida.

La fiesta no tenía una hora definida para terminar. Los adultos se reunieron en el garaje,
escucharon a Sirius cantar y James apostó con Fred II a que estaban bebiendo whisky de fuego.

Los chicos se dividieron por la sala para charlar y jugar, hubo un par de bromas planeadas por
James y Lorcan, los más jóvenes se fueron hacia la ampliación para acostarse. Albus y Scorpius
fueron en este grupo.

—¿Has visto a Alti? —le preguntó Scorpius, en cuanto se tiró en la cama del cuarto en que se
quedaría esa noche (y el resto del verano, aunque todavía no lo supiese), ya con su pijama puesto.

Albus terminaba de cepillarse, también en pijama, y se tardó unos segundos en responder.

—Dijo que iba a ver algo con Adhara- no debe tardar mucho, sabes que todavía no se puede alejar
demasiado de ti. Y tu padre le puso un hechizo de riesgo por si se metía en algún problema o se iba
muy lejos, así que…

Scorpius asintió y siguió observando el techo por unos segundos. El pequeño cuarto tenía varias
camas pegadas las unas a las otras para hacerle espacio a toda la familia y cualquier invitado que
pasase por allí en ese momento. Altair ocuparía la que estaba junto a la ventana, ya que había
comenzado a dibujar constelaciones al principio del verano y ahí podría poner el telescopio que
Lily le prestaba.

Se suponía que ellos ocupaban la litera, pero cuando Albus se acercó, se despidió del retrato de
Severus, colocó el relicario en la mesa de noche y se metió bajo la misma manta que tenía
Scorpius. Por la manera en que la alzó, los dos quedaron bajo la tela, cara a cara.

Scorpius soltó una risita y frotó sus dedos en la cara de Albus, que no se secó bien. Él se quedó
muy quieto.

Decidió preguntar.

—Al, ¿te molesta cuando soy cariñoso?

—¿Hm? —Albus pareció pensarlo—. ¿Como cuando te estás durmiendo en clases y te apoyas
encima de mí?

—Creo que más como cuando te abrazo…abrazos largos, quiero decir —Intentó explicar Scorpius,
gesticulando de forma torpe con las manos. Sujetó una de las de Albus—, o cuando sostengo tu
mano o- esas cosas.

—No realmente —contestó Albus—; si me molestara, te lo habría dicho para que te detuvieses.

Claro, eso tenía sentido. Scorpius asintió y continuó rozando los dedos de Albus con los suyos.

—¿Te molestaría que fuese más cariñoso?

—¿Como darme más abrazos? —Albus soltó un bufido de risa—. No, supongo que está bien.

Scorpius volvió a asentir y se mordió el labio inferior. Albus giró su mano para que tuviesen las
palmas una contra la otra y atrapó sus dedos en un agarre flojo que casi le sacó una sonrisa.

—¿Te puedo decir algo que podría sonar raro? —murmuró Scorpius.

Albus asintió.

—Claro.

—Se siente completamente diferente abrazarte a ti que a cualquier otra persona —susurró Scorpius
con los ojos puestos en sus manos unidas—, incluso a Rose- es agradable, claro, pero contigo…
yo…no sé. Me siento bien, me- me siento feliz. Me- me gusta la forma en que me siento cuando
estamos así.

—Es como…si hubieses tomado un poco de la poción de la risa, ¿no?


—¡Sí! —Scorpius sonrió cuando se fijó en su rostro y vio que Albus tenía una pequeña sonrisa—.
Es justo así. Quiero sonreír mucho, mucho, y reírme- y tengo este- esa cosa que te deja la poción
de la risa en el estómago-

—Como burbujas.

—¡Exacto! —Scorpius titubeó por un segundo y apretó su mano—. ¿A ti también te pasa?

Albus asintió. Lucía un poco avergonzado.

—Es algo que me gusta mucho.

—¿Por qué? —murmuró Albus.

Él se encogió de hombros.

—No sé, me pasa contigo y eres mi mejor amigo. Te quiero mucho. Entonces que algo que hago
contigo me ponga tan feliz es…me gusta eso.

—Viéndolo así…—Albus lo consideró.

Scorpius sonrió más y siguió jugando con sus dedos.

—¿Puedo decirte algo lindo? Como un apodo. No "Al", ni "Ally", pero algo que sirva todos los
días- algo bonito. Es normal entre amigos —Se apresuró a aclarar, porque quizás Albus no lo
sabría.

—¿Qué apodo sería?

—Uhm —Scorpius lo pensó—. ¿Algo como…dearie?

Albus frunció la nariz y se rio.

—"Cariño". Qué cursi.

—¿Es malo que sea cursi?

—No —Albus negó, intentando contener su sonrisita—. Tú eres cursi, así que es muy Scorpius.

—¿Tú también me vas a decir así? —Scorpius se acercó un poco más para hacerle pucheros.

—Oh, no sé…

—¡Dearie!

Albus se echó a reír y él acabó haciéndole cosquillas como "reclamo" por volverlo el único cursi
entre los dos.

Las "burbujas" en el estómago que les daban ganas de reír siguieron aumentando.
La primera lechuza

A la mañana siguiente, Draco le dijo a Scorpius y Altair que pasarían el resto del verano en La
Madriguera. Narcissa y Lucius no estaban en el país, así que no había nadie que le reclamase por
no ir a visitarlos.

Lily aplaudió un par de veces y tiró del brazo de Altair, llevándoselo hacia el patio. La oyó decir
algo sobre gnomos y seguridad. Scorpius saltó sobre la espalda de Albus y lo abrazó.

—¡Vamos a pasar el resto del verano juntos, cariño!

Draco estuvo en la cocina después de que los chicos se hubiesen ido, con su taza de té en la mano.
Harry entró, se sirvió café y lo miró con una expresión divertida.

—¿Crees que debería preocuparme porque mis hijos se hagan muy unidos a una especie de ente
adolescente hecho de energía posiblemente de Voldemort?

Draco se encogió de hombros.

—No creo que haya mucho del Señor Tenebroso en él —replicó, echando un vistazo por la
ventana. Un gnomo acababa de tirar a Altair al suelo y Lily y Nesrine intentaban "salvarlo"—. ¿Tú
oíste que mi hijo le dice "cariño" al tuyo?

—¿A cuál? —Harry acababa de meterse un panecillo en la boca y apenas le prestó atención.

—Albus —Draco arrugó la nariz al ver el desastre de migajas en que se convirtió en cara—.
Scorpius le dice "cariño" a Albus —repitió más bajo.

—Ah —Harry asintió y siguió comiendo su panecillo—. Hermione dijo algo sobre que le gustaba
y me preguntó si noté algo…yo le dije que me parecía que eran como Ron y yo.

—¿Cuándo llamabas "cariño" a Weasley? —Draco arqueó ambas cejas.

—Buen punto —Harry tomó otro panecillo y observó a Lily a través de la ventana.

Durante la huida del gnomo, Altair levantó unas raíces mágicas del suelo y los tres quedaron
suspendidos en el aire. Nesrine y Lily se reían.

—¿Crees que estén saliendo? —siguió Draco, que volvía a la contemplación de su taza de té.

—No sé, supongo que nos dirían, ¿no? —Harry lo observó de reojo y titubeó—. Oh, Malfoy, por
favor, no me digas que armarías un escándalo por eso. Ya aceptamos que son amigos. Si se gustan,
¿qué podemos hacer? No sería capaz de alejarlos. Ni creo que haga falta. Digo, se llevan bien, ¿no?
—Lo apuntó con el panecillo de la forma más amenazante que podía lograr—. Y no quiero que
alejes a su novio de Albus, si es que lo son.

Draco resopló y luego le mostró una sonrisita burlona.

—Potter, no seas ridículo. No te imaginas cuánto me reiría si terminamos siendo la misma


familia…

Harry estaba a punto de decir algo cuando escucharon otra voz.

—Buenos días.
Los dos giraron el rostro hacia la entrada de la cocina. Hermione levitaba una bandeja por delante
de ella y elevó un poco las cejas al ver que Draco se alejaba de Harry.

—Granger —Draco la saludó con un cabeceo, recogió un panecillo y se marchó.

Apenas se fue, Hermione se fijó en él. La bandeja empezó a recoger por su cuenta algunos
ingredientes.

—¿Debería preguntar…?

Harry miró lo que hacía, carraspeó y cambió de tema.

—¿Qué vas a hacer con todo eso? Molly dejó el desayuno hecho…

Hermione sabía que intentaba evadirlo, pero sonrió de todos modos.

—Ron y yo vamos a tener un desayuno semi romántico.

—¿Semi? —Harry no pudo evitar reírse.

—Haremos las tostadas del otro y estaremos en el ático quejándonos de sus hermanos y riéndonos
de las locuras que pasan aquí. En el último picnic que quería hacer, Hugo se comió uno de los
pudines antes de que saliéramos y después quiso ir con nosotros —Hermione suspiró—. Es lo que
pasa cuando tienes hijos.

Harry le recordó que se llevase la mermelada favorita de Ron y el frasco le dio un leve golpecito
en la cabeza al pasarle por encima, una especie de mensaje divertido de "sé qué le gusta comer a mi
esposo, muchas gracias".

Cuando Harry se quedó solo en la cocina, volvió a pensar en la forma en que Draco sonrió cuando
le dijo lo de ser de la misma familia.

Supuso que a sus versiones adolescentes les hubiese dado un colapso.

Decidió salir de ahí para ocupar su mente con otra cosa y fue al garaje. Sirius y James todavía
peleaban con las piezas de la motocicleta.

—0—

Fue el tipo de vacaciones que deberían ser todos los veranos. Juegos de Quidditch en el patio,
James intentando quitarle la snitch a Harry y Lily arrebatándosela a ambos, Albus marcando los
puntos en una pizarra mágica mientras comía palomitas de maíz con Altair, atento en serio sólo
cuando era Scorpius el que debía jugar para defender.

Sirius y James reconstruyeron la motocicleta al fin y Sirius insistió en llevar al "mini James" de
paseo. No llegaron demasiado lejos. La motocicleta logró volar un par de metros fuera del garaje
antes de que hubiese un ruido ahogado, humo negro saliendo del tubo de escape y un vehículo
volador que caía sobre las flores de Molly.

Sirius envolvió a James en un hechizo protector que lo hizo rebotar al tocar el suelo y luego caer
con cuidado, libre de daños. Él se rompió un brazo. Molly estaba tan molesta porque arruinó el
jardín que sus nietas plantaron que se negó a reparar su extremidad con los encantamientos que
debía manejar a la perfección cualquiera con su número de hijos.

Luego Sirius persiguió a Draco por toda la casa, hasta que lo convenció de darle un crecehuesos.
Para que no estuviese sufriendo toda la noche por el dolor y el asqueroso sabor, Harry reunió a los
chicos en la sala, la agradaron y armaron un fuerte con sábanas, cajas y almohadas.

Lily había puesto en marcha, con ayuda de su abuelo y de Hermione, un antiguo proyector, y sería
la primera noche de cine Weasley. Hubo más a lo largo del verano, noches en que se reunían allí y
era Lily la que llevaba a cabo la votación de qué película verían y cuándo. Rose aprovechaba de
vender palomitas y dulces a knuts, hasta que su madre le dijo que no debía cobrarle a su propia
familia.

Lo siguió haciendo, sólo que George la ayudó a ser más discreta.

Ya que Luna estaba cerca de terminar de liberar a los fantasmas de la iglesia, que debía tratar uno a
uno, los chicos decidieron acompañarla en una ocasión. Los gemelos Scamander sabían lidiar con
fantasmas. Los Potter y Malfoy no.

Cuando Harry fue a buscarlos, se encontró a un grupo liderado por Lily que huía de la iglesia
gritando que los fantasmas no eran como los de Hogwarts y querían que se quemasen con ellos.

—Pobrecillos —le dijo Luna cuando lo vio allí—, se llevaron un gran susto.

—Sí, quizás unos fantasmas que murieron de forma tan trágica no sean-

—Me refiero a los fantasmas —alegó Luna, poniéndose las manos en la cadera—, pobrecillos, ha
sido tan difícil que se relajen y ahora hubo chicos gritando aquí. Qué bueno que sólo quedan tres
atrapados allí y el resto fue liberado y va y viene mientras los esperan.

Después Harry tuvo que explicarles que asustaron a los fantasmas con sus gritos y Scorpius llevó al
grupo de vuelta para disculparse.

Harry se pasó tardes en el ático, sentado en el suelo con Ron y Hermione, los tres riéndose por
cualquier tontería. En la cocina con Molly preparando dulces, en la sala con Lily sentada a su lado
y su cabecita pelirroja apoyada en el pecho mientras le contaba alguna historia, en el patio sacando
a los gnomos con ayuda de Ron y Teddy.

Cuando ayudó a Sirius de nuevo con la moto, se dio cuenta de que la mecánica no era lo suyo. No
reconocía la mayoría de las herramientas y mucho menos las piezas. James, en cambio, ya se había
acostumbrado a ayudarlo en Hogwarts y sí sabía qué pasarle cuando se lo pedía.

Algunos días, Sirius arrastraba a Draco con ellos y su expresión sangrepurezca cuando lo llenaban
de grasa era tan graciosa que Harry le tomó uno fotografía, mientras él se quejaba de que su camisa
jamás volvería a ser la misma, ni aunque utilizara los mejores hechizos del mundo.

También hubo una noche bastante peculiar en que se sentó en el patio con Draco Malfoy y
Theodore Nott, con whisky de fuego, y hablaron y se rieron de las estupideces que ocurrían por la
rivalidad entre Gryffindor y Slytherin cuando estudiaban. Theodore hacía unas muy buenas
imitaciones de un mimado Draco de doce años y Draco aún recordaba (y se burlaba de) cuando
Harry se desmayó en tercero.

A finales de agosto, su variado y gran grupo recorría el Callejón Diagón. Hermione llevaba las
listas de útiles, Lily tenía un itinerario y Rose buscaba ofertas. Harry y Ron eran los encargados de
que los chicos no se perdiesen, tarea necesaria porque James veía los artículos de Quidditch con
demasiado interés, Albus y Scorpius se quedaron rezagados en una tienda y Nesrine se llevó a
Altair para que la acompañase cuando divisó a su madre a unos metros, lo que causó que ambos se
esfumasen entre la multitud.
Estaban agotados al regresar a La Madriguera, pero los chicos parecían seguir llenos de energía de
alguna forma incomprensible, porque Lily reunió a una parte y los llevó a una "reunión secreta" de
la que todos se enteraron y ninguno dijo nada.

El día en que tomaban el expreso a Hogwarts fue todavía más caótico. Lily saltaba las escaleras de
dos en dos gritando algo, James se deslizaba por la barandilla y le caía encima a Teddy a manera de
"despedida", Scorpius les pedía a todos que no pisaran a su serpiente por accidente y Albus lo
seguía. Hermione preguntaba por enésima vez si ya tenían todo listo y Altair sacaba unos baúles
utilizando raíces que trajo desde el patio.

Un baúl golpeó la frente de Harry cuando subía las escaleras y Hermione regañó a quien lo
levitaba con un "¡le vas a hacer otra cicatriz!". Él ignoró la discusión que le siguió a eso y continuó
hacia arriba.

Encontró a Draco parado en el cuarto que había ocupado durante el mes de agosto. Su baúl estaba
cerrado junto a la cama, la cortina de la ventana abierta sólo a medias y él movía un objeto
metálico entre sus dedos.

Apenas notó la presencia de Harry, bajo el umbral de la puerta, lo miró de reojo y guardó el
brazalete en su bolsillo.

—¿Nada? —Harry apoyó un lado de la cabeza en el marco de la puerta.

Draco sacudió la cabeza. Cuando iba a levitar su baúl, Harry lo hizo por él.

—¿Crees que podría haberse...ido?

Harry adoptó una expresión pensativa.

—La verdad es que no sé, pero nos habríamos enterado por la Cofradía, ¿no crees?

Draco le dio la razón y bajaron juntos. Molly organizaba qué adulto se Aparecería con qué
estudiante.

Y Sirius, por supuesto, se escapó con James al menor despiste de Harry.

—0—

Ya en el expreso, Harry se aseguró de que James estuviese en el mismo compartimiento que sus
amigos y arrastró a Sirius al de los profesores.

Sirius saludó a todos, se echó a reír y se tiró sobre uno de los asientos, pegado a la ventana, con las
piernas extendidas y las botas contra el marco del cristal.

—Sirius —McGonagall, que estaba junto a él, pareció resignada.

—Hola, Minerva —Sirius le pasó un brazo sobre los hombros, todo confianza y encanto—,
¿sabes? Creo que ya estoy lo bastante mayor para que la diferencia de edad no se no-

—¡Sirius Black! —Ella lo regañó, acomodándose los lentes—. Siéntate derecho y compórtate, por
amor a Merlín.

Harry intercambió una mirada divertida con Draco y fue a sentarse en medio de él y Theodore, que
fue donde le hicieron un espacio.

—Siempre quise entrar aquí, con permiso, quiero decir —Sirius volvió a estirarse en su asiento y
comenzó a contarles que cuando estudiaba en Hogwarts, antes de que se supiese que era gay, James
hacía bromas sobre que debía estar enamorado de McGonagall, porque era la única persona a la
que obedecía.

La directora sacudía la cabeza y se apretaba el puente de la nariz.

—¡Y hubo una época en que pensé que a James le gustaba Remus! —continuaba Sirius, riéndose
de sus propias tonterías—. Siempre nos cuidó bastante a los tres, pero con Remus era
especialmente sobreprotector y yo…

Tras un rato, McGonagall se unió con anécdotas de las peores travesuras que recordaba de los
Merodeadores y los castigos posteriores. Y cuando entró Neville, también habló de Alice y Frank
jóvenes, lo que hizo que él tuviese una pequeña sonrisa.

Harry les invitó golosinas a todos en el compartimiento, volvió a comprobar que James seguía en el
tren y se dedicó a hablar con Neville y Draco. En algún punto se durmió y ellos siguieron
conversando.

La siguiente vez que abrió los ojos, era de noche y Theodore, que estaba leyendo, le indicó que
faltaba alrededor de una hora para llegar a Hogwarts. Harry tuvo que moverse con cuidado, porque
Draco se había quedado dormido a su lado, hecho un ovillo en su capa y pegado a la ventana.
Sirius, en su forma animaga, descansaba la cabeza sobre el regazo de McGonagall, que rascaba tras
sus orejas en un estado de semi inconsciencia, que supuso que se obligaba a mantener sólo por si
sus estudiantes la llegaban a necesitar.

Harry llevó a cabo su última revisión. James jugaba con sus amigos con unas grageas de diferentes
sabores y las risas llenaban el compartimiento.

Más allá, Lily hablaba sin parar sobre algo que veía en su tablet y Nesrine y Hugo asentían. En el
asiento contrario, tres chicos dormían. Rose con su cabeza en el regazo de Scorpius, que estaba
entre ambos, y Albus acurrucado contra su otro costado, sujetando uno de sus brazos.

Harry bostezó, se talló los ojos y regresó a su compartimiento.

—0—

El banquete de bienvenida no fue diferente al del año anterior. Draco ya no sentía las miradas fijas
en él, agradecía no estar usando una horrenda capa roja y podía echar algunos vistazo a Scorpius en
la mesa de Slytherin, que no paraba de gesticular mientras les explicaba algo a Albus y Altair.

A su derecha, Harry no dejaba de reírse de una historia tonta que le contó Hagrid, y a la izquierda,
Theodore le explicaba un argumento a McGonagall sobre algo que pretendía mejorar.

Era agradable, cómodo.

Y puede que Draco la extrañase un poco. Se dio cuenta la tercera vez que observó la muñeca en
que solía estar el brazalete.

Fue más sencillo ignorar su ausencia durante el final del ciclo escolar, con los exámenes y
lecciones extras para los estudiantes de los TIMO's y EXTASIS, y en vacaciones apenas podía oír
sus propios pensamientos en la casa del batallón Weasley.

Ahí era diferente. Se encontró esperando alguno de sus comentarios durante la comida, algo que
sólo él oiría y por lo que empezaría a fruncir el ceño o que haría que tuviese que contener la risa.
Cuando estaba más ensimismado en esto, alguien tocó su muñeca. La misma donde solía estar el
brazalete.

Draco disimuló su sobresalto y giró el rostro.

Harry tenía la cabeza ladeada y los lentes caían por su nariz, un poco más abajo de lo usual. Rodó
los ojos y luego los movió dos veces hacia adelante, dándole una graciosa seña para que se fijase
en McGonagall.

La directora no tenía la manía de Dumbledore de hacer que sus estudiantes se aguantasen el


hambre durante el rato que le llevaba divagar. No, ella daba una corta bienvenida, los hacía pasar
para ponerles el Sombrero y a comer. Sólo cuando estaban terminando, se colocaba detrás del
podio y soltaba algunas frases, un par de anuncios que consideraba tan importantes que debía
informarlos así, además de tenerlos en la cartelera del pasillo que fue colocada en la última década.

McGonagall tocó el podio con la varita para capturar la atención de los estudiantes y carraspeó con
suavidad. Las conversaciones se fueron silenciando poco a poco.

Luego la bruja alzaba un brazo, movía la varita y los tapices del comedor cambiaban. Los primeros
representaban el escudo y los colores de Hogwarts. El segundo, al caer, mostró un escudo con
caballos alados y tonos azules.

Estudiantes de las mesas de Ravenclaw y Hufflepuff comenzaron a aplaudir, alentados por los de
séptimo año.

McGonagall volvió a girar la muñeca y el tercer conjunto de tapices descendió. Rojo, gris y negro.
El escudo era de una bestia rugiendo.

Los de último año de Slytherin se animaron y aplaudieron.

—Es la revelación de los colegios del interescolar de este año —Neville se inclinó desde su asiento
para explicarle a Theodore, que era el único de los tres profesores más nuevos que no tuvo hijos
allí en el último evento—, se hace con un año de por medio. Cuatro pruebas para cuatro
habilidades de cuatro colegios. Es difícil calificar, incluso dentro del bloque de Europa.

McGonagall dejó caer el último tapiz. Rojo, blanco y púrpura. Draco lo observó con el ceño
fruncido y vio a los Gryffindor levantarse de un salto para gritar y aplaudir más fuerte que todos.
James Potter incluido.

Neville soltó una risita al notar esto.

—Los chicos se emocionan muchísimo porque suelen hacer amigos en otros colegios y
normalmente esperan al siguiente interescolar porque es la mejor oportunidad de verse de nuevo —
les explicó con una sonrisita—, creo que les gustará la idea.

—¿Es algo así como el torneo de los tres magos? —Theodore no parecía feliz con la idea.

—No, no, no- —Neville se apresuró a negar, mientras McGonagall tranquilizaba a los estudiantes
de nuevo—. No hay peligro real aquí. Funciona como intercambio cultural, se da la oportunidad de
tomar algunas clases que sólo hay en los otros colegios y las pruebas son para un torneo mayor-
algo como un medidor de excelencia académica. Hogwarts está en el cuarto puesto a nivel general
y no calificamos para el último mundial.

—¿Por qué? —preguntó Theodore, cruzándose de brazos.


—Ahm- se realizan pruebas pequeñas durante el año que está en medio de los interescolares para
definir la organización y qué colegios quedan en cada continente. Luego el mejor del continente se
enfrenta contra los de los demás continentes. Koldovstoretz —Neville apuntó hacia el último par
de tapetes— nos ha dado palizas en los últimos…tres interescolares —Hizo una pausa—. ¿Es que
sus hijos no les dijeron nada de esto? Debieron comprarle túnicas elegantes y materiales extras
cuando…

—James y Albus me contaron de eso —Harry asintió—, sólo es diferente pensando que estaré de
este lado y no del de los padres.

—Yo no sabía de esto —Theodore le dirigió una mirada de reprimenda a Draco.

—¿Qué? —replicó Draco, encogiéndose de hombros.

—Me hubiese gustado que mi amigo que estaba en la Asociación de Padres hasta hace un año me
hubiese informado de algo.

—Lo decía la lista de útiles y los permisos extra que Nesrine necesitaba —alegó él, cruzándose de
brazos también.

Theodore estrechó los ojos y Draco intentó no burlarse.

—Talía lo leyó y firmó cuando te fuiste de viaje y olvidó avisarte, ¿no?

—Eso parece.

Draco sacudió la cabeza y se inclinó hacia adelante después. McGonagall hablaba de las reglas y
cuándo verían a los otros estudiantes. Harry también se inclinó hacia adelante, por lo que sus codos
se rozaban y estaban uno junto al otro, apoyados en la mesa.

—¿Crees que afecte en algo a nuestra programación de las clases? —murmuró Harry—. James me
contaba en sus cartas que estudiantes de otros colegios entraban a sus salones, pero McGonagall no
me dijo que cambiase algo ni empezase a practicar hechizos de traducción.

—Creo que lo sabremos ahora —Draco cabeceó hacia adelante en cuanto McGonagall regresó a su
asiento, después de desearle buenas noches a los estudiantes y una ronda de aplausos.

Los tres profesores más nuevos le dedicaron miradas de interés a la directora.

—No se preocupen, será sencillo mantener el ritmo —los "tranquilizó" a los tres mediante gestos
—, por eso no consideré necesario hacer un cambio en sus programaciones.

—¿Cuándo llegarán los invitados de los otros colegios? —preguntó Theodore—. Si hay que
preparar entradas o salidas…

—¿No leíste la información que envié con la lista de útiles de Nesrine? —McGonagall pareció
sorprendida.

Theodore emitió un sonido frustrado.

—Nesrine compró los útiles con su madre. Me llamaron para una emergencia en mi anterior
trabajo y Draco me aseguró que podía ir con ellos y se verían con Talía allá. Se supone que alguno
de los dos me avisaría si había algo que tuviese que saber-

—Bueno, pues en esa información que no leíste —puntualizó McGonagall, sacándole una risita
burlona a Draco, que sabía cuánto odiaba su amigo no estar informado sobre lo que pasaba, en
especial si se relacionaba a su hija—, había una nota para los padres de los estudiantes que todavía
no estuvieron presentes en un interescolar explicándoles que se necesitaban permisos para la parte
del intercambio cultural, sin embargo, los estudiantes no abandonarían la institución en sí misma,
por decirlo de alguna manera. Ni los de Hogwarts, ni los de los otros colegios.

—¿Que ellos- qué? —Theodore arrugó el entrecejo—. Estoy seguro de que hablamos de un
colegio ruso, uno búlgaro y uno francés…

—Por eso es interescolar —señaló McGonagall con calma—, las escuelas se conectan. Tendremos
más o menos una semana para prepararlo y vamos a ver los puentes hoy mismo, antes de que
venga la representante de la Asociación de Padres. Es Selwyn, por cierto —aclaró, dándole una
mirada más seria a Draco.

Él soltó un largo sonido de desagrado que captó la atención de Harry y lo hizo arquear las cejas.

—¿Recuerdas que mi padre estaba en la Asociación de Padres? —le dijo Draco a Harry, mientras
McGonagall le contestaba una pregunta a Theodore.

—¿Cómo olvidarlo? —Harry resopló—. Quería echar a Dumbledore prácticamente todos los años.

—Bueno, pues el año en que Scorpius nació, se me permitió ocupar su antiguo lugar —explicó
Draco, más cansado de pronto—. La idea era asegurarme de que Hogwarts sería un buen lugar
para Scorpius cuando entrase el colegio y ya que todavía disponemos de una gran fortuna…algo de
eso podía ir a Hogwarts y ayudar a que fuese mejor. Era lo mínimo que le debía después de que fue
destruida por mi culpa.

McGonagall paró de hablar con Theodore y puso su mano sobre una de las de Draco.

—Lo que pasó en Hogwarts no fue tu culpa, ya lo hemos hablado, Draco. Eras un niño.

—Sí, pero el niño que dejó entrar a los Mortífagos para que se apropiaran de un colegio con
pequeños de once años que no conocían la magia antes de ese año…

—Tu vida y las de tus padres estaban en riesgo —McGonagall sacudió la cabeza—, no te podemos
culpar por no saber qué más hacer. Los profesores debimos ofrecerte alternativas.

—En fin —Draco carraspeó cuando creyó que la voz podía fallarle y apartó su mano de la de ella
con cuidado—, quería ayudar más de lo que lo hizo mi padre. McGonagall y los miembros del
concejo me aprobaron, pero no Selwyn.

—Abandonó la asociación ese año —le dijo McGonagall a Harry.

—¿Por Draco? —Harry lució aturdido.

—Oh, sí —Draco asintió y se pasó una mano por el rostro—, dijo que no compartiría espacio con
un asqueroso Mortífago asesino de niños y que los demás se iban a lamentar de haber metido a
alguien como yo en un puesto que tenía influencia sobre el mismo colegio que ayudé a destruir y-

—Un montón de tonterías —McGonagall lo interrumpió enseguida, sacudiendo la cabeza.

—Selwyn perdió a uno de sus hijos en el año en que los Mortífagos estuvieron aquí —añadió
Neville en voz muy baja, de manera que los profesores en la mesa tenían que estar muy cerca y la
curiosa imagen llamaba la atención de los estudiantes que abandonaban el comedor—. Tenía doce
años y fue torturado por los Carrow. No aguantó.
—Lo encontraron muerto en uno de los baños, pero —McGonagall puso una mano en el hombro
de Draco— eso no tuvo absolutamente nada que ver contigo. Y le he advertido a los de la
asociación que incluso si tú la dejaste al unirte al personal docente y Selwyn tomó tu lugar, no iba a
permitir ese comportamiento suyo si venía como representante. Mis profesores no serán insultados
por nadie.

Draco asintió y se mantuvo callado por el nudo en su garganta, sus ojos puestos en la mesa.

Sintió que Harry envolvía una de sus muñecas con los dedos. No le dijo nada, sólo lo sostuvo, y de
cierta forma, Draco le agradeció por no intentar "calmarlo" igual que McGonagall.

Él sabía qué hizo mal.

Y a veces, cuando lo pensaba demasiado, sí sentía que esas cosas eran su culpa.

McGonagall continuó respondiendo las preguntas de Theodore sobre el interescolar y no dejaron el


comedor hasta que los Prefectos les avisaron que los estudiantes ya iban hacia las Salas Comunes.

Harry no soltó su muñeca por un largo rato.

No le molestaba.

—0—

—¿Pero estás seguro?

—Que sí, amor.

Era la tercera vez que tenían esta plática exacta ese día. Hermione se paró en el umbral que daba a
su cocina, en pijama, cruzada de brazos y con un ceño fruncido. Su cabello era un desastre húmedo
y el secador flotaba a su lado, encendido y con un hechizo de silencio.

Ron sacó la bandeja del horno, la puso en la mesa y aplicó un hechizo para enfriar una galleta lo
suficiente para comérsela. Luego hizo una pausa.

—¿Tú quieres?

Hermione estrechó los ojos hacia él. Ocupó el taburete del lado opuesto de la encimera, y mientras
la secadora seguía volviendo su cabello esa masa esponjosa y castaña que Ron tanto adoraba, ella
se comió un par de galletas.

—¿Y qué dice?

Una lechuza desconocida había entrado a su sala unos minutos atrás. Venía desde muy lejos, por su
actitud cansada, y llevaba una sencilla nota.

No sería tan raro si no fuese porque sus barreras no permitían la entrada a aves que no fueron
aprobadas con antelación. Incluso las que los novatos le enviaban siempre debían ser las mismas y
su correspondencia de "fans" como "héroes de guerra" llegaba directamente a través del Ministerio.

Hermione quería saber si comprobó que sus barreras estaban intactas. Ron le decía que sí y eso lo
hacía aún más extraño.

En ese momento, Ron desenrolló de nuevo el papel que la lechuza traía amarrado a su pata y lo
puso en el espacio entre ambos.
Hermione frunció el ceño al examinarlo.

—¿Eso es todo? —Se metió otra galleta a la boca y sacó su varita para ejecutar algunos hechizos
que revelarían el contenido secreto, si es que existía.

Pero Ron creía haber aplicado ya cada hechizo revelador que su esposa usaba y no encontró nada.

La nota era una simple letra N.

—Deberíamos averiguar algo a través de la lechuza —señaló Hermione cuando sus hechizos
tampoco arrojaron nada.

Ambos contemplaron al animalito que reposaba en una percha y siguieron comiendo galletas
mientras discutían qué hechizos usar sin herirle.
El canto de las ninfas

Lily estaba emocionada por el comienzo de su primer interescolar. Era una tradición de la última
década que los estudiantes de la casa de Ravenclaw mantuviesen una relación estrecha con los que
venían de Beauxbatons, su Jefe de Casa los reunió la tarde del domingo en la Sala Común para
pedirles que mantuviesen un buen comportamiento y Nesrine estuvo toda la primera semana de
clases alimentando su expectación con lecciones improvisadas de francés y hablándole de la
increíble directora del colegio francés.

McGonagall era tan consciente de que sus estudiantes no le prestarían atención a nada más el día
en que comenzara el interescolar que tenían la tarde libre poco después del almuerzo y los de
primer y segundo año podían esperar la apertura de las puertas junto a los profesores, mientras los
llenaban de preguntas.

Lily se encontraba sobre uno de los medio muros que daba al patio interno en que se abrirían las
puertas. Apoyaba su rodilla en la piedra y tenía a Nesrine colgada de uno de sus brazos. Ella no
paraba de zarandearla, diciéndole que no se fuese a perder ni siquiera un segundo.

James se había puesto a su lado con su grupo de amigos y escondió una sonrisita al notar que las
niñas parecían tan ensimismadas. Luego se inclinó un poco más cerca y apuntó hacia adelante.

—Las puertas son esos símbolos en los tres umbrales —le susurró a Lily—, ¿sabes cómo
funcionan?

Lily apenas le dedicó un vistazo.

—¿Tú sabes?

James carraspeó, preparándose para impresionar a su hermanita con un despliegue de los


conocimientos que adquirió cuando perseguía a McGonagall en su segundo año y la colmaba de
preguntas que estuvieron a punto de sacarle más canas a la pobre mujer. Lamentablemente Lorcan
se le adelantó y le robó su atención.

—El término interescolar se tomó bastante literal —le dijo Lorcan con ese tono tranquilo que
tenían los Ravenclaw para compartir algo que, según ellos, todos los demás deberían saber ya—.
Las actividades comenzaron poco después de la guerra, y aunque Hogwarts siempre fue de los
mejores colegios de Europa, en ese momento teníamos una sociedad mágica devastada en todos sus
niveles.

—La Confederación Internacional de Magos se dio cuenta de que Hogwarts no podría acceder a los
eventos entre escuelas durante otro par de años al menos —le siguió Lysander— y Beauxbatons,
Koldovstoretz e Ilvermorny propusieron cubrir los gastos de Hogwarts en partes iguales durante los
eventos internacionales hasta el 2010 para que ningún estudiante tuviese que perder una
oportunidad educativa porque no podían trasladarse, quedarse en otro sitio o no teníamos suficiente
personal docente para dar clases en el colegio y a la vez acompañar a otros estudiantes afuera-

—¡Pero McGonagall se negó! —James empujó a los Scamander hacia un lado, molesto porque le
arrebataban una de sus pocas oportunidades de mostrarle a Lily que no era el deportista cabeza
hueca que Albus y ella creían. De verdad, ¡no era tan idiota!

—¿Por qué se negaría a algo así? —preguntó Nesrine, arrugando el entrecejo.

—McGonagall pensaba que los estudiantes no aprenderían sobre el trabajo duro y bla, bla, bla —
Lorcan rodó los ojos— si el resto de las escuelas mágicas nos veían "con lástima".

—Además, tomando en cuenta que el gran mago tenebroso que causó la guerra vino de aquí y pudo
haber puesto en riesgo al resto del mundo…

—McGonagall pensó que debíamos encontrar una forma de mejorar por nuestra cuenta y regresar a
Hogwarts a la gloria que tuvo antes de llevar al resto del mundo al mago más oscuro de todos los
tiempos —James interrumpió a Lysander.

—En esa época, incluso había familias mágicas de Gran Bretaña buscando una forma de poner a
sus hijos en colegios de otras partes de Europa —agregó Lorcan—, aunque la guerra ya había
terminado. La confianza en Hogwarts no era la misma después de estar bajo el control de los
Mortífagos y de dos directores asesinados dentro de la institución.

—Bueno, eso preocuparía a cualquier padre —admitió Lily en voz baja.

—Entonces una de las escuelas latinoamericanas tuvo la idea del interescolar —continuó James,
sonriendo cuando las "puertas" empezaron a mostrar signos de ponerse en marcha—. Por la
diferencia entre Europa y un país de latinoamérica, aunque ellos hagan eventos internacionales,
rara vez podrían enviar a un grupo de estudiantes a otro país durante tanto tiempo, y muchísimo
menos con un año de por medio. Financieramente no podían mantener ese ritmo, así que dijeron
"pues pensémoslo mejor, que para algo tenemos magia, nos ahorramos el viaje y nos organizamos
por grupos". Y resultó esto.

El patio interno elegido como "entrada" contaba con cuatro umbrales que daban hacia el pasillo.
Uno permanecería abierto para ellos. Los otros tres fueron despejados y la piedra se encontraba
marcada con conjuntos de símbolos más complicados que cualquier runa que Lily hubiese visto en
los libros que le compraron a Albus durante el verano, creando un nuevo umbral mágico sobre el
anterior.

McGonagall, en el centro del patio, se había arremangado la túnica y sostenía su varita para guiar
su parte del proceso. El profesor de Encantamientos la ayudaba.

Primero los símbolos marcados en los tres umbrales se encendieron con un tono azul blanquecino.
Fue deslumbrante por un instante. Después se atenuó y apareció una barrera blanca en el lugar que
antes ocupaba la entrada al corredor.

Lily parpadeó un par de veces para estar segura de que veía bien. La barrera no tardó en
convertirse en diferentes imágenes.

Una bruja elegante y una mucho más joven mantenían su propia parte del hechizo desde un
hermoso jardín en un palacio. Beauxbatons.

Un mago bien abrigado le gruñía algo en respuesta a uno más anciano que le indicaba cómo
completar el hechizo que conectaba ambos colegios desde un patio en que se podían ver los bordes
de dos lagos. Durmstrang.

En el último umbral, un mago tanteaba lo que debía ser su lado de la entrada para confirmar que
era estable y segura para los estudiantes. Ese paisaje era un camino nevado hacia un castillo de
hielo incrustado entre dos montañas. Koldovstoretz.

Lily ahogó un sonido de sorpresa y Nesrine volvió a sacudirla, señalando hacia el "puente" que
daba al colegio francés.

—¡Esa es! Es la directora Moreau…


—¿Y cómo…?

No pudo terminar su pregunta, porque profesores de las tres escuelas avanzaron hacia adelante.
Cruzaron los umbrales para saludar a McGonagall, que había llamado a un grupo de Prefectos de
sexto y séptimo año para empezar a organizar a los estudiantes para el comienzo del evento. En los
otros colegios también los ordenaban un poco y niños y adolescente intentaban curiosear a través
de los umbrales, saludando a los que ya conocían del interescolar pasado.

Lorcan comenzó a ponerse de puntillas y estirar el cuello para ver por encima de los Prefectos.
James lo jaló hacia abajo.

—Ya va a venir, los vas a ver igual, tranquilo.

Él le dio un manotazo a la mano que James puso en su hombro y siguió poniéndose de puntillas.
Lysander lo imitó, sólo para decirle que no podía ver a quien buscaba.

—¿Tienen amigos en uno de los colegios? —indagó Lily, divertida por la escena.

James emitió un sonidito de "eh".

—Digamos que Lorcan lleva dos años intentando que un chico de Koldovstoretz salga con él.

—Es el chico más guapo que verás en tu vida —le aseguró Lorcan a Lily, distraído en su búsqueda
—. Además, Rusia no se lleva nada bien con el tema de la homosexualidad, entonces cuando
visitan los otros colegios son más…uhm, divertidos, porque saben que tienen una mayor libertad.

James le dio un codazo a su mejor amigo y le susurró que no fuese a decir frente a Lily lo que
claramente estaba pensando. Lily y Nesrine comenzaron a reírse de la discusión tonta que le siguió
a eso.

—Pero también son nuestros amigos —añadió Lysander, mirando a las chicas por detrás de su
gemelo y James que se "peleaban"—. Hubo un reto de cooperación Hogwarts-Koldovstoretz muy
divertido cuando estábamos en segundo y conocimos a…

—¡Ahí está! —Lorcan casi saltó sobre James, rodeándole el cuello—. ¿Lo ves? Ahí, ahí- oh, tiene
una de esas bandas que le ponen a su versión de los Prefectos- ¿por qué cada vez que lo vemos
parece que está más lindo que la última vez?

—Podría ser un efecto psicológico causado por el tiempo que pasas sin verlo fuera de las fotos que
manda por correspondencia —señaló Lysander—, tu mente lo encuentra más atractivo por las
ganas que tenías de verlo. Como la atracción por proximidad, pero de forma invertida, similar al
efecto-

Lorcan le pidió que se callase con un gesto y se apoyó en James para levantarse un poco más.

—¿Me veo bien? —Se dirigió a James—. Me veo bien, ¿verdad?

James se encogió de hombros.

—Yo te veo igual que siempre, Lor.

Lorcan le enseñó el dedo medio, lo soltó y empezó a peinarse con los dedos.

—¿Me veo bien? —le preguntó a las chicas.

Nesrine le enseñó un pulgar arriba y Lily asintió con una sonrisa. Lorcan siguió balanceándose
sobre los pies por unos segundos, entusiasmado por el intercambio.

Después de que quedó claro que los "puentes" eran estables, los directores comenzaron a hablar de
las normas del interescolar, y sobre todo, de los traslados. Pero ellos podían oírlas en cualquier
colegio. Bastaba con cruzar el umbral y el hechizo traductor les ayudaría a entender el otro
discurso mientras se maravillaban con el nuevo paisaje.

Dos chicos que salieron del umbral de Koldovstoretz caminaron hacia ellos, abriéndose paso entre
la multitud. Tenían un parecido físico que hizo que pensara que debían ser familia y uno usaba una
banda azul clara que atravesaba su uniforme en diagonal.

—Mierda, creo que ya no lo quiero ver —Oyó que murmuraba Lorcan, un segundo antes de
esconderse agachado detrás de Nesrine y Lily.

—Pero- ¡Lorcan! —James boqueó, incrédulo.

Uno de los chicos del colegio ruso saltó sobre Lysander para abrazarlo, riéndose, y murmuró algo
en otro idioma que hizo que el chico sacudiese la cabeza. Nesrine le indicó a Lily que habló en
griego, un idioma que los Scamander entendían por el tiempo que pasaron allí debido al trabajo de
sus padres.

El que usaba la banda azul le rodeó el cuello a James y lo jaló para obligarlo a bajar la cabeza.
Empezaron a pelearse en cuanto le revolvió el cabello con demasiada fuerza.

—¿Dónde está Lorcan? —El chico hablaba en un buen inglés, pese al marcado acento y a que
estuviese forcejeando con James.

Nesrine sacudió la cabeza y Lily se encogió de hombros en cuanto las vio.

—Mi hermanita —James la apuntó—, Lily. Lil, este bruto es Misha.

Misha se burló en ruso y James le respondió en el mismo idioma, lo que hizo que Lily quedase
boquiabierta.

—Hola, peque —Misha cabeceó hacia Lily a manera de saludo y volvió a centrarse en James—.
¿Me buscas a Lorcan en tu mapita?

—Me lo quitaron el año pasado —James fingió resignarse—, pero creo que dijo algo sobre
asomarse en Durmstrang…

—Qué raro. Acordamos que yo entraría a Hogwarts en la bienvenida y nos veríamos aquí, estuvo
hablando de esto en las últimas diez cartas…

Las chicas no se movieron hasta que Misha se fue por el umbral que daba a Durmstrang. Luego
Lorcan se enderezó, carraspeó e intentó recuperar su dignidad con un porte serio. No le funcionó
muy bien, porque enrojeció cuando el otro chico de Koldovstoretz arqueó las cejas en su dirección.

—¡Ni se les ocurra decir algo sobre esto! —le dijo a los tres chicos. Después se fue dando
zancadas hacia el puente de Durmstrang.

James masculló algo en ruso y tanto Lysander como el chico de Koldovstoretz se echaron a reír.

Lily no pudo evitar hacer la pregunta.

—¿Y tú desde cuándo sabes ruso?


Hasta donde ella sabía, James apenas hablaba inglés, y cuando estaba adormilado no era como si se
le entendiese demasiado.

—A Misha le gusta decir que tienen uno de los idiomas más difíciles del mundo y enseñarle cosas
en ruso a cualquiera que conoce —James se encogió de hombros—, pero casi todo lo que sé son
bromas, insultos y algunas canciones groseras. Aunque creo que podría pedir comida en ruso. No
sé escribir con su alfabeto.

Lily debía informarle a Albus de su reciente descubrimiento de que la cabeza de James podía
guardar información valiosa diferente a las jugadas de Quidditch y pociones de bromas que le
enseñaba el tío George.

Nesrine sujetó su brazo y la zarandeó antes de que su conversación se alargase para recordarle que
le prometió que irían a saludar a la directora francesa.

—¿Voy con ustedes? —James se preocupó porque fuesen a cruzar el "puente" solas por primera
vez.

—¡No hace falta! —contestó Nesrine, que ya tiraba de Lily lejos de ahí.

Atravesaron el patio interno acelerando el ritmo hasta que corrían dentro del umbral hacia
Beauxbatons. Lily soltó un grito cuando "golpearon" la superficie gelatinosa que servía de umbral
entre ambos colegios.

Fue incluso más fácil que la Aparición. Sin el estómago revuelto, sin la sensación de ser aplastados
de un traslador ni la brusquedad de una red flu. En un segundo, estaban en un jardín con arbustos
de más de dos metros y un increíble aroma floral que no pertenecía a ninguna planta que Lily
conociese.

El uniforme rojo de Durmstrang, el negro de Hogwarts, el azul de Beauxbatons y el blanco y plata


de Koldovstoretz se mezclaban en una multitud variada que deambulaba por el lugar.

Lily estaba tan encantada por el palacio que divisaba más allá de los arbustos, con unas paredes
que reflejaban colores hermosos que sólo había visto en los atardeceres, que Nesrine tuvo que
seguir jalándola para que se acercasen a la directora.

Cuando faltaban unos metros, elevó la voz para hacerse notar.

—Tante! Tante! Tante Mina!

La directora Moreau tenía la apariencia típica de una bruja con sangre de Veela y un aura severa
que era completada por su abrigo elegante, hasta que escuchaba la voz de Nesrine y perdía parte de
su seriedad al agacharse para ofrecerle los brazos.

—Mon coeur!

Nesrine se lanzó sobre la directora y la abrazó mientras murmuraba en francés. Le llevó unos
segundos mirar hacia atrás para llamar a Lily.

—Ven, ven, mírala. Es una de las mejores brujas del mundo —decía Nesrine, muy segura.

—Cariño…—La directora soltó una risita.

—Lil, mi tía Mina. Tía, esta es Lily Potter, es mi mejor amiga y es genial. Ya sé que creen que los
ingleses son muy fríos, pero ella no, ella es genial, en serio…
—0—

Draco no creía haber tenido que estrechar tantas manos desde que su padre lo llevaba al Ministerio
cuando era un niño. Jamás agradeció tanto que lo hiciese practicar recordando rostros y nombres,
porque la sobrecarga de información de ese día tenía su mente convertida en un directorio del
personal docente de tres colegios diferentes.

Estaba atrapado en una de las pláticas más extrañas que había tenido en su vida con los profesores
de pociones de los otros colegios. Podía hablar en francés fluido, porque tanto sus antepasados por
el lado de su padre como los de su madre se habrían levantado de las tumbas para desheredarlo
sino. Recordaba algo del búlgaro que aprendió en el verano entre su tercer y cuarto año cuando
supo que tendría la oportunidad de hablar con Viktor Krum en persona. El problema era el ruso.

Estaba algo oxidado, entre profesores no parecía de buena educación utilizar un hechizo de
traducción y la profesora rusa notó que podía entender en general lo que decía, pero se le
dificultaba ordenar las palabras en su mente para contestar en menos de un segundo. Lo disfrutaba,
estaba seguro. Esa sonrisita que ponía al arquear las cejas cuando Draco respondía en inglés a una
de sus preguntas en ruso le advertía que se divertía burlándose de él.

En cierto punto de la conversación, percibió un débil zumbido que provenía de su anillo. Draco le
echó un vistazo disimulado y le pidió un momento a los demás profesores en cuanto se percató de
que Potter le había enviado un mensaje.

Creyó que sería algo más importante.

"Recuérdame cuál es el hechizo traductor para el francés"

Draco rodó los ojos y lo ignoró, pero pronto hubo otro zumbido y un nuevo mensaje.

"Me está coqueteando una profesora francesa"

Y otro más.

"Ayuda"

Y uno más.

"Durmstrang. Cerca de un lago. Auxilio"

Por si no le parecía lo bastante exagerado, Harry agregó al final un "máxima prioridad".

Draco contuvo la risa, negó y se despidió de los demás profesores de pociones explicándoles que
tenía que ayudar a uno de sus compañeros de Hogwarts. Se sintió aliviado de poder marcharse de
allí.

Estaba en el patio de Hogwarts y tomó el "puente" hacia Durmstrang, abriéndose paso entre los
estudiantes que buscaban a sus amigos y no paraban de gritar al reencontrarse.

El director de Durmstrang no pensaba soportar conductas irresponsables durante este evento y tenía
las instrucciones repitiéndose con un hechizo en todo el campo de Durmstrang. Podía ser un ruido
de fondo si hablabas con alguien o una importante conferencia si le prestabas atención.

Draco sospechaba que de todos modos los estudiantes no se detendrían a oírlo.

Buscó el nido de pájaros que Harry llamaba "cabello" mientras la voz del director, alterada por el
hechizo traductor, lo acompañaba.

…excepto para las actividades realizadas durante la noche y a menos que se indique lo contrario,
cada estudiante deberá regresar a su propio colegio antes del toque de queda de las 9pm.

Al cruzar uno de los puentes, cada estudiante recibe un hechizo de ubicación que informará a sus
respectivos profesores si está colándose en otro colegio durante sus horas de clases o permanece
fuera más allá del límite permitido.

Cada colegio tiene bloqueada la salida fuera de sus terrenos. El hechizo puesto sobre los
estudiantes al comenzar el evento evitará que salgan sin que su director o directora se entere.

Las actividades interescolares serán anunciadas cada mañana a la hora del desayuno y un tablero
de información permanecerá en el pasillo fuera del comedor de los cuatro colegios.

Los estudiantes son libres de moverse entre los colegios durante sus horas libres, siempre que
respeten el toque de queda.

Una vez cada dos semanas, uno de los colegios puede optar por invitar a los estudiantes a una
salida de algunas horas al pueblo mágico más cercano…

Lo encontró sentado en una banca junto a una laguna de agua cristalina que se extendía más allá de
lo que alcanzaba su campo de visión. Harry tenía una expresión incómoda y una bruja francesa
varios años menor no paraba de hablarle y gesticular con entusiasmo.

Draco se detuvo a su lado y carraspeó. Antes de que pudiese pensar en qué decirle, Harry ya estaba
de pie. Se le acercó y le echó un brazo alrededor, excusándose con balbuceos que le dejaron una
expresión confundida a la bruja.

Él mismo estaba algo aturdido cuando Harry prácticamente lo empujó fuera de allí. No pararon
hasta encontrarse fuera de su vista. Entonces Harry suspiró y sujetó sus hombros.

—¿Tú sabías que me conocen en Francia?

Draco asintió.

—Pues claro. El libro de Skeeter sobre ti rompió récords de ventas en diecisiete países de Europa,
incluidos Francia, Bulgaria y Rusia —No pudo evitar poner una sonrisita burlona al comentar esto.

Harry ahogó un largo quejido y se pasó las manos por el cabello.

—¿Me estás diciendo que toda esta gente conoce mi nombre y además se creen que soy un…una
especie de…de Albus Dumbledore más joven? ¡O que estoy demente! —agregó Harry, más
exaltado—. ¡Skeeter siempre me hace quedar como un demente que debería estar internado en San
Mungo!

—También saben que eres un jugador de Quidditch decente, dueño de una fortuna, que creo que es
lo que más le interesaba —añadió Draco, frunciéndole el ceño a la bruja que los siguió y los
observaba desde unos metros. Ella enseguida se dio la vuelta y se alejó—, y si no te apresuras,
sabrán que estás en proceso de divorcio.

Harry repitió aquel sonido frustrado.

—Odio a Skeeter. ¿Cómo es que ha vivido tanto? Debería tener un- un mal karma que le acortase
la vida.
—¿Has oído lo de "hierba mala nunca muere"? —Draco se giró y decidió regresar a Hogwarts tras
cumplir con su misión de "salvar al gran héroe del mundo mágico del coqueteo de una bonita bruja
francesa"—. Tal vez hasta tiene un horrocrux en esa vuelapluma suya…

No era el tipo de tareas que esperaba cuando le preguntó a McGonagall si le daría el puesto, pero
supuso que podía ser peor.

Harry se apresuró a caminar a su lado y atravesaron el umbral hacia Hogwarts juntos.

—¿Tienes alguna idea de a dónde están los chicos?

—Vi a Albus, Scorpius y Lily en Beauxbatons. Altair iba a entrar para quedarse en el mismo país
que Scorpius al menos, pero creo que estaba curioseando la parte de los arbustos gigantes. James
estaba siendo arrastrado por Sirius y unos chicos rusos al campo de Binnick de Koldovstoretz-

—¿Al qué de qué? —Harry adoptó una expresión tan confundida que era divertido.

Draco rodó los ojos.

—¿Al menos te aprendiste el nombre del colegio ruso o de alguno de los profesores con que vas a
trabajar este año?

Harry negó, libre de todo sentido de la vergüenza.

—¡Fueron demasiados nombres en un día! Los recordaré cuando comencemos con las
actividades…

Draco resopló.

—Koldovstoretz —Se detuvo en el corredor de Hogwarts y se giró para encararlo—.


Koldovstoretz. Repite después de mí: Koldovstoretz. Se van a enojar muchísimo si lo dices mal,
será incluso peor que no recordarlo.

—Koldo- —Harry se trabó y emitió un sonidito extraño, antes de echarse a reír.

—Koldovstoretz.

—Koldo- bssstor-

Draco sacudió la cabeza.

—Koldovstoretz.

—Kaldo-

—¡Koldovstoretz!

—¡¿Pero qué clase de nombre es ese para un colegio?! —se quejó Harry—. ¿Tiene una "x"?

—Su alfabeto no tiene "x", pero en el nuestro tendría una "z" y una "s"-

—¿Y si sólo les digo "el colegio ruso"? —propuso Harry.

—¿Acaso tú quieres que digan que Hogwarts es "el colegio de Gran Bretaña"? —espetó Draco,
incrédulo.
—¿Acaso no lo es? ¿Por qué estaría mal decirle así?

Harry se encogió de hombros y Draco se masajeó el espacio entre las cejas.

—Eres imposible, Potter.

—Bien, bien- —Harry gesticuló hacia él, riéndose—. Vamos de nuevo. Enséñame cómo se dice.
Kal-

—¡Koldovstoretz!

Draco siguió regañándolo y Harry fingiendo una total ineptitud para pronunciar una palabra en ruso
con la única intención de frustrarlo más, hasta que su piel pálida se tiñó de rojo de pura
indignación.

—0—

Scorpius llevó a Albus a conocer el Canto de las Ninfas en Beauxbatons. Se colaron junto a los
demás estudiantes y siguieron las indicaciones que él había memorizado un año atrás para este
momento.

—¿Estás seguro de que hay algo por aquí? —Albus, que iba detrás de él, no paraba de echar
vistazos indecisos en torno a ellos—. Creo que estamos muy cerca del límite, Scorp…

Ya conocían Beauxbatons del interescolar anterior. Un precioso castillo con el estilo extravagante
de Versalles, sus propios jardines flotantes y arbustos de rosales de más de dos metros que
cambiaban de tonalidad según la hora del día.

Pero el último verano que pasó con su madre, ella le contó sobre el Canto de las Ninfas. Scorpius
estuvo todo el año esperando para llevar a Albus allí.

—La madre de Nesrine lo conoció por una estudiante mayor cuando estudió aquí —le explicó
Scorpius, entusiasmado. Sostenía la mano de Albus para guiarle a través de los arbustos—, le
envió una fotografía a mi madre- y le contó la historia y ella me la dijo. Te va a encantar.

Albus exhaló y cedió. Scorpius continuó llevándolo. Sus dedos se entrelazaban en un agarre flojo y
ninguno decía algo al respecto.

Las burbujas en su estómago seguían allí. Albus se decía que sólo era parte de la iniciativa de
Scorpius de ser un amigo más cariñoso. No tenía nada de raro.

Aunque no podía evitar preguntarse si James sentía esas burbujas cuando Lorcan lo abrazaba o se
le colgaba.

No lo creía.

Tal vez era diferente para cada tipo de amigos. Sí, eso podía ser.

—¡Ajá! —Scorpius celebró en cuanto se paró frente a un arbusto que no se distinguía de los demás
a los ojos de Albus—. Aquí.

—Es un arbusto —Albus señaló lo obvio.

—Cuento tres y saltamos juntos dentro —indicó Scorpius, sujetando mejor su mano—. Uno.

—Pero es un-
—Dos. ¡Tres!

Cuando Scorpius se lanzó hacia adelante, el impulso arrastró a Albus detrás de él, ya que se negó a
soltar su mano. Ambos cayeron dentro de una abertura en el arbusto que no era visible desde
afuera y trastabillaron sobre una superficie lisa diferente a la del jardín.

Un sonido dulce y suave inundó sus oídos de inmediato.

—¿Qué es…?

La abertura del arbusto llevaba a un pasaje que descendía hacia una cueva. Scorpius tiró de su
mano para comenzar a bajar y Albus pronto descubrió las cascadas de agua clara que provenían
desde unas aberturas en los bordes superiores y caían formando estanques de un par de metros que
lo reflejaban todo.

El lugar era pequeño y su aire estaba lleno de una agradable calidez que solía asociar a la
primavera. Olía a flores, un poco a humedad y un toque de canela.

Scorpius apuntó a la caída de la cascada más grande.

—Cuando el agua de la cascada toca el estanque, se oye eso —Abarcó el lugar con un gesto—, es
el canto de ninfa. En francés es le chant de la nymphe.

Albus intentó repetir la frase y Scorpius asintió con una sonrisa.

—Mi madre me dijo que se considera el agua más pura del mundo mágico.

—¿Y de dónde viene? —preguntó Albus, mientras Scorpius lo llevaba de la mano a través de los
espacios entre los estanques. Cada cascada emitía una tonada diferente y podía oírlas por separado
si se acercaban lo suficiente.

—Nadie lo sabe —respondió Scorpius, más pensativo—, pero la madre de Nesrine le dijo a la mía
que algunos creen que fue puesta aquí por Nicolás Flamel. Ya sabes que colaboró mucho con
mejorar el palacio de Beauxbatons, y era un alquimista, así que supongo que es bastante lógico que
necesitara agua limpia…o que pudiese purificarla sin problemas. Hasta podría conseguirla de la
humedad natural en el aire mediante métodos mágicos, quizás, no sé.

—Increíble.

Apenas se detuvieron frente a una de las cascadas más pequeñas, que emitía una tonada animada,
Scorpius balanceó sus manos unidas.

—¿Te gusta, cariño?

Las burbujas en el estómago de Albus hicieron un movimiento extraño, como si fuesen a subir por
su pecho.

Asintió y volvió a fijarse en la cascada.

—Es muy bonito.

—Por eso te lo quería mostrar —alegó Scorpius, que continuó balanceando sus manos unidas en el
espacio entre ambos.

Albus comenzaría a preocuparse por eso que llevaba ignorando desde hace quién sabe cuánto
tiempo si su estómago no paraba de retorcerse así. No debía ser saludable.
Después le preguntaría a Severus al respecto.

—0—

En la pequeña madriguera, Ron hacía una pausa para masajearse los párpados cansados después de
leer varias entrevistas (pésimas, por cierto) a unos criminales que serían deportados a Alemania.
Escuchó el aleteo de otra lechuza que cruzaba las protecciones y depositaba una carta en su
escritorio, y al mismo tiempo, la puerta abriéndose.

Se apartó de la mesa en cuanto percibió el olor del café. Hermione levitaba dos tazas detrás de ella,
las dejó flotando lejos de sus papeles y se sentó en el regazo de su esposo, dándole un beso en la
mandíbula.

—Te toca afeitarte —murmuró, rozando su nariz contra la mejilla de Ron. Soltó una risita y
sostuvo su taza de café—, a menos que Harry y tú quieran volver a hacer eso de llevar barbas y
cortes idénticos-

En la Academia a veces se aburrían y en determinado momento decidieron que eso sería divertido.
No tenía idea de qué pensaban, pero todavía le daba risa recordarlo.

Ron negó, la envolvió con un brazo y tomó su propia taza de café para darle un sorbo.

La lechuza que llegó de última se paró en la esquina de la mesa y ladeó la cabeza.

—Es otra —le dijo Hermione, tras unos segundos de contemplación silenciosa—, pero el papel es
el mismo y el sello también.

Los hechizos que utilizaron en la última carta misteriosa y el ave no dieron ningún resultado. Ron
sentía que algo se le estaba escapando y Hermione había tomado aquello como un reto personal a
su capacidad mágica e inteligencia.

Hermione volvió a levitar su taza, atrajo la carta y la abrió sin tocarla, sólo moviendo la varita. El
papel flotó frente a ambos, mostrándole su mensaje.

Una sola letra, de nuevo. R. Junto a la N de la primera nota misteriosa y la O que llegó durante esa
semana, ya llevaban una sílaba.

Nor.

—¿Nor...qué? —Hermione lo observó—. ¿Deberíamos pedirles a los Aurores o Inefables que


echen un vistazo a las barreras y cartas?

Ron sacudió la cabeza, sujetó el papel y lo miró durante unos segundos, ceñudo.

—¿Quién usa un sello negro en sus cartas?

Hermione sacudió la cabeza.

—Nadie lo hace. La cera tiende a ser roja.

Él sabía que la respuesta estaba allí, justo en su mano. Sólo no podía recordarla.

Apoyó la cabeza en uno de los hombros de Hermione y envió la nota a la carpeta en que guardaba
las otras dos. Enviaría un mensaje al Ministerio para pedirle a Smith que las analizase en el
Departamento de Misterios.
Luego le preguntó a Hermione sobre uno de sus últimos eventos en el área de Ley Mágica y ella
comenzó a hablarle de las mejoras en el programa de crianza de niños licántropos. Sonaba muy
contenta. Ron cerró los ojos, sonrió un poco y se dedicó a escucharla.

Le gustaba oírla.
La campaña de Rose

Rose comenzó a reírse cuando una de las brujas francesas le frunció el ceño a Albus, este lo notó y
apartó la mirada enseguida.

—Me da muchísima pena —Albus medio enterró el rostro en sus manos y ahogó un quejido—,
creo que están comenzando a creer que las estoy viendo a ellas.

—Sería divertido si se enteran de que no —dijo Rose, codeándole—, ¿piensas que se quedarían
tranquilas o se indignarían? Oí a la tía Gin decir algo sobre que las Veelas son unas egocéntricas
porque están acostumbradas a la atención…realmente no estoy segura de si sea por eso.

—¿Qué quieres decir? —Albus la miró de reojo a través de las rendijas entre sus dedos.

—Bueno, ¿qué tiene de malo que te sientas bonita y que sepas que los demás también te ven así?
—Rose se encogió de hombros. Se inclinó hacia adelante para ver a Nesrine—. Nes, ¿tú sabes que
eres linda?

—Oui —contestó Nesrine con total naturalidad. Luego hizo una pausa y se rio por la expresión de
Lily—. ¿Qué? ¡Hay que tener autoestima! Espero verme como mi mère a su edad.

El pequeño grupo se encontraba en los asientos del teatro mágico del colegio. Ese día la profesora
encargada del club les hablaría sobre el trabajo que harían ese año en conjunto con Beauxbatons.
Rose estaba junto a Albus y las dos chicas en los asientos de al frente, ya que Lily llevaba una lista
de los que estarían ese año en las actividades que después le entregaría a la profesora.

Las chicas francesas se alineaban en una especie de barrera impenetrable en uno de los extremos
del anfiteatro. Albus sospechaba que tenían una verdadera formación digna de los Aurores. Los
chicos del colegio francés, acostumbrados a la presencia dominante de las Veelas, parecían tímidos
a comparación; supuso que era bastante normal cuando sabías que si molestabas a tus compañeras
se convertían en unas bestias mitad pájaro.

Albus también tenía un poco de miedo de que alguna pensara algo extraño, se le acercara y lo
picoteara. Los picos de las Veelas no eran nada pequeños.

Rose se pasó unos segundos observando a las chicas francesas, luego enganchó su brazo al de
Albus.

—Oye, ¿qué te parece si elegimos un día y nos ponemos esos uniformes de Beauxbatons?
Podemos andar con ellos en un momento en que no tengamos clases, Al.

Albus no pudo evitar tensarse y titubear. Miró hacia adelante. Lily y Nesrine detuvieron su plática
al oírla.

En verdad no había hablado con Rose de ese tema. Bueno, no le decía algo claro a nadie todavía en
realidad. El que sabía más era Scorpius y se imaginaba que Lily aprendía por su cuenta a medida
que pasaba el tiempo, igual que Nesrine.

—Yo...uhm…no creo que me quede bien —Albus intentó reírse de la idea, pero emitió un sonidito
extraño.

Rose se puso seria y giró en su asiento para verlo.


—Albus Severus Potter. Si te gusta, úsalo, ¿entendido? Y que no te importe si creen que no te
queda bien. Si te dicen algo, tengo un bate de golpeadora. Al menos se van a llevar un susto.

Ya que Albus se limitó a apretar los labios, Rose suspiró y apoyó la cabeza en su hombro.

—Hoy comienzo con mi campaña de uniformes, es mi objetivo de este año. Si quieres,


diseñaremos uno como el de ellas para ti, y si no, ¿igual vendrás a apoyarme?

Albus asintió sin dudar y recargó la cabeza en la de ella por un instante. No mucho. Rose era
demasiado fastidiosa para abrazarla tanto, en su opinión, aunque fuese su prima favorita, cosa que
jamás le diría.

—¡Bien! —Rose se volvió a inclinar hacia adelante—. ¿Ustedes vendrán?

Lily elevó el pulgar y siguió concentrada en su lista.

—Me gustaría que tu campaña saliese bien antes de que entremos a tercero —Nesrine asintió,
sonriendo—, ¿también nos darás carteles?

—¡Claro que sí! Ya tengo varios…

La profesora Cardella al fin subió al escenario para dar la bienvenida. Cuando el hechizo traductor
emitía un débil zumbido al ajustarse, dos chicos se colaron por una rendija entre la puerta y la
pared.

Scorpius se sentó junto a Albus y Hugo al lado de Lily.

—¿Ya eligieron? —Hugo se inclinó hacia su prima—. ¿No? Ponme en la lista. Veré primero qué
harán y luego en qué grupo quiero estar…

—¡Tendremos otro actor en la familia! —Rose se estiró para revolverle el cabello a su hermanito y
se rio.

—Déjame, Rosie…

La profesora encargada del club de teatro le dio paso a la profesora Augier, de Beauxbatons. Era
una mujer de aspecto tan serio que el anfiteatro se quedó en el más absoluto silencio de inmediato.

Llevaba un gran bastón que chocó contra el suelo al carraspear.

—El teatro es una de las artes más preciadas para la Academia de Magia Beauxbatons. Hemos
destacado en el durante siglos y lo seguiremos haciendo. Con este interescolar, Beauxbatons abrirá
sus puertas para talleres de artes especializadas mágicas a los estudiantes de los otros colegios y
tendremos una cooperación en las obras presentadas, pero no aceptaremos menos que la
excelencia. Y quien no pueda darla…

Soltó un sonidito que pretendía pasar por una burla condescendiente.

—Que mejor espere al siguiente año cuando sólo sean estudiantes de Hogwarts.

—Le tengo miedo, Rosie —Hugo giró la cabeza para decirle esto a su hermana apenas la profesora
bajó del escenario.

Rose le dio una palmadita en el hombro.

—Perro que ladra no muerde, eso dicen al menos.


—Pero las Veelas te gritan y sí te atacan —señaló Lily en voz más baja.

—Tú tranquilo, Hugo. Y tú, cinnamon —Rose miró por un costado de Albus hacia Scorpius.

—No estoy preocupado —Scorpius negó y le sonrió. Luego entrelazó sus dedos con los de Albus
en el espacio entre sus puestos. Se fijó en el color del brazalete, antes de añadir:—. Ally y yo la
vamos a impresionar, ¿verdad, cariño?

Albus asintió con la cara un poco roja.

Lily le dirigió una mirada curiosa a Rose, que le contestó con un gesto vago. Hugo sí que abrió la
boca para decir algo, pero Rose pateó su asiento desde atrás para callarlo y se excusó con un:

—¡Un calambre! Ay, ay, ay, calambre…es por jugar Quidditch con los estudiantes rusos, te
quieren romper todos los huesos si así te tiran de la escoba…

Albus observó su mano unida a la de Scorpius y después a él de reojo.

Scorpius volvió a sonreír y le guiñó. Luego se concentró en la lista de actividades que la profesora
estaba creando con magia en el escenario.

Altair entró en ese momento, intentando pasar desapercibido con una serpiente de tres metros
enrollada en el cuerpo. Se sentó junto a Scorpius.

—¿Quieres entrar a algún taller, Alti? —murmuró Scorpius.

Altair pareció considerarlo. Apuntó uno y Scorpius le pidió a Lily que lo anotase.

—¿Y tú, Ally? —Luego se inclinó hacia Albus al preguntar esto.

Nesrine se giró en su asiento y se apoyó en el respaldar.

—¡Vamos a entrar al de maquillaje escénico, Al! Anda, anda, anda, anda, ¿por favorcito? S'il te
plaît?

—Está bien —Albus simuló resignarse con un suspiro.

Nesrine dio un saltito, cayó sentada y le indicó a Lily que les anotase en el de maquillaje escénico.

—¿Tú entras, Scorp? —Nesrine ladeó la cabeza al verlo y formó un puchero—. S'il te plaît? Pour
moi? Pour Ally?

Scorpius se rio y asintió.

—Sí, sí- hay efectos con magia muy bonitos en el maquillaje.

—¡Bien! —Nesrine se concentró en Altair y formó otro puchero—. ¿Tú?

—Es a la misma hora que escenografía con plantas —se disculpó Altair.

Hugo lucía un poco confundido.

—Entiendo a Nes, ¿pero por qué ustedes dos querrían aprender sobre ma…?

Rose volvió a patear su asiento y le susurró un "tú y yo hablaremos después sobre ciertas cosas
importantes". Esto sólo lo aturdió más.
Albus abandonó el anfiteatro con un horario de los talleres a los que se inscribió y la mano de
Scorpius en su muñeca. Él iba un paso por delante, hablando con Rose y Altair, y Albus se rezagó
sin notarlo al fijarse en el grupo de chicas del colegio de Francia.

Uno de los talleres era identidad del personaje, del actor e interpretaciones libres. De cierta
manera, le entusiasmaba la idea. La profesora Augier les dijo que sus obras solían ser
representadas sólo por mujeres en cada papel. Incluso los masculinos.

—Rose —Albus se aclaró la garganta para llamar su atención y su prima lo vio de reojo—, ¿cómo
podemos diseñar ese uniforme azul?

Rose sonrió.

—Nes y yo nos ocupamos. Tú sólo deja que te tomemos las medidas con los hechizos de la abuela
Molly y…

Scorpius le dio un leve apretón en la muñeca y Albus realmente agradeció esa muestra silenciosa
de apoyo.

Tal vez ya era hora de hacerle caso a Rose, para variar, y no preocuparse por lo que fuesen a
pensar. Ahí estaban gran parte de las personas cuya opinión sí le importaba, planeando qué tipo de
tela usar y cómo ajustarla a Albus.

—0—

Por la tarde, el patio que era el centro de los "puentes" se convirtió en la nueva zona de protesta
pacífica de Rose Molly Weasley. Harry estaba caminando por un pasillo con Draco, de regreso de
una recolección de hierbas con Hagrid en el bosque, y ambos fueron a ver en cuanto se enteraron.

Rose tenía esto planeado desde hace meses. Puede que desde su primer año, pero eligió ese
momento porque había tres colegios más presentes. Se encontraba en el centro del patio con un
gran cartel que decía:

"La comodidad de las chicas importa"

Nesrine y Lily daban vueltas en torno a ella con sus propios carteles con luces de neón mágicas.
Decían "¡es ridículo e incómodo ver clases de vuelo usando falda!" y "si alguien quiere usar falda,
¡que la use! Si no lo quiere, ¡no la fuerces!" respectivamente.

—Vaya —soltó Harry.

Miró hacia un lado cuando oyó el flash de una cámara mágica. James tomó otra foto y comprobó
ambas.

—¿Qué haces, Jaimie?

—Le dije a Rose que quería ayudar —susurró James, tomando otra fotografía de la escena—, me
pidió que tomase algunas imágenes para enviar al Quisquilloso.

Por supuesto que esta escena, junto con la cancioncita de "la comodidad de las chicas importa" de
Rose al agitar el cartel, atrajo la atención de gran parte del personal y estudiantes de los cuatro
colegios. Pronto tuvieron a McGonagall parada al lado, junto a la directora de Beauxbatons.

—Son tan dulces —susurró la directora Moreau con una sonrisita.


—¿Por qué está…? Oh —McGonagall se acomodó los lentes—. Debí imaginarlo desde que fue a
mi oficina con un informe de dos pergaminos sobre esto.

—¿Sobre que iba a protestar? —indagó Draco, arqueando las cejas.

—Sobre que las chicas usan faldas en las clases de vuelo, corriendo el riesgo de lastimarse con la
escoba —explicó McGonagall—, en clases de Herbología en que deben agacharse y cavar o
pelearse con las plantas sobre la tierra e incluso en clases de Cuidado de Criaturas Mágicas
huyendo de alguna criatura fuera de control. Y no es cómodo. También mencionó que no todas
están a gusto.

—Son muy buenos argumentos —aclaró Harry, pensando que debió ser asesorada por Hermione, y
agregó:—. Los uniformes de Quidditch tienen tres capas y una es de puro relleno para evitar esas
lesiones en las piernas, el uniforme diario de las chicas no tiene eso.

—Recuerdo que Pansy se lastimó las piernas en nuestras primeras clases de vuelo —agregó Draco,
frunciendo el ceño al hacer memoria. Miró a la directora de reojo—. No la va a castigar por esto,
¿verdad?

McGonagall sacudió la cabeza de inmediato.

—No, no, para nada-al contrario. Nunca oí a una chica quejarse de las faldas cuando estudiaba y a
mí no me importaba- veía como algo natural que una chica las tuviese que usar, pero tiene razón
—afirmó, más seria—, y si hay chicas incómodas, por la razón que sea, es algo que se debe
resolver. Incluso pasé su informe a la Asociación de Padres, es sólo que…

Cabeceó hacia un lado. Una bruja de cabello canoso se acercaba dando zancadas, envuelta en una
gruesa capa negra.

Draco apenas contuvo un quejido.

—Ella es Selwyn —le dijo a Harry en voz muy baja.

La bruja se detuvo frente a ellos y le dio tal mirada despectiva a Draco, seguida de un bufido, que
Harry estuvo por contestarle.

—McGonagall —Se dirigió enseguida a la directora, ignorando a los demás—, ¿qué significa esto?
¿No piensas detener a unas estudiantes que nos están avergonzado?

McGonagall simuló echar un vistazo alrededor de la forma más cortés que podía.

—No me siento avergonzada por el comportamiento de nadie en este momento, Selwyn.

La bruja señaló a las chicas protestando.

—¡Lo están haciendo frente a tres colegios!

—¿En Hogwarts no consideran que sus estudiantes tengan el derecho de ser escuchadas cuando se
trata de su comodidad? —indagó la directora Moreau con una expresión condescendiente.

Selwyn empezó a ponerse roja.

—¡Es una ridiculez cambiar los uniformes! Han sido así durante miles de años.

—Con todo respeto, Selwyn —intervino McGonagall con suavidad—, ya han cambiado antes. Si
no fuese así, las chicas usarían faldas hasta los tobillos y doble túnica y los chicos tendrían
chaquetas por debajo de la túnica, además de la camisa y el chaleco. El informe al respecto fue
enviado a la Asociación porque yo estoy de acuerdo.

—Pues yo no —replicó Selwyn, irguiéndose.

—Pero la Asociación de Padres tiene nueve integrantes —le recordó McGonagall—. Los magos
tendrán un solo voto en conjunto, ya que es un tema que concierne a las estudiantes más que nada y
que podría, como señaló la señorita Granger-Weasley, afectar el uniforme de los varones, pero
sólo en el futuro y de forma opcional. Y las otras tres brujas, que tienen un voto cada una, leían el
informe con mucho interés, en especial las dos que vieron firmas de sus hijas allí.

—Es una tontería cumplir todos los caprichos de los estudiantes —insistió Selwyn. Vio a Draco de
reojo—, sabemos bien lo que pasa con los chicos a los que se les da todo y nunca se les pone
límites.

Harry no sentía nada parecido a esta rabia desde Umbridge. No le dijo de forma explícita dónde
podía meter su opinión sólo porque la bruja caminó hacia el patio dando zancadas.

Oyó un débil murmullo y notó que James, que había oído la conversación en silencio, tenía la
varita en la mano. Harry frunció el ceño y rogó porque a la bruja no le fuese a caer un balde de
pintura, por muy fastidiosa que fuese.

Se dio cuenta de qué pretendía cuando Selwyn se detuvo frente a Rose, frenando los movimientos
de las otras dos chicas, y todos pudieron oír su conversación con absoluta claridad. James había
cambiado la varita por la tablet mágica de Rose y tecleaba algo deprisa.

—¿Qué crees que estás haciendo? —le preguntó Selwyn a Rose.

—Esto es una protesta pacífica acorde a la regla número 334, sección B del estatuto C7, creado por
Helga Hufflepuff durante la institución del colegio —contestó Rose, abrazando su cartel y sin
acobardarse—, que dice que los estudiantes tienen derecho a quejarse cuando una situación les
hace sentir incomodidad o los expone a un daño, leve o severo, dentro del ambiente escolar y que
la institución está obligada a tomar medidas en cuanto se le presenta un informe al director o
directora de turno, cosa que ya hice, y aquí hay una copia por si lo quiere ver…

En cuanto le ofreció el informe, Selwyn se lo arrancó de las manos y lo hizo desaparecer.

—Hablaré con tus padres respecto a esto.

Rose asintió, sin cambiar su expresión.

—Por supuesto, cuando quiera. Mi mamá es Hermione Granger y justo ahora está en una reunión
con el Ministro, y mi papá, que es el Auror Weasley, está en un caso, pero puedo pedirles que
vengan apenas puedan y lo harán. O puede hablar mientras tanto con mi padrino, que está allá —
Rose apuntó a Harry—. Debe conocer a Harry Potter, ¿cierto? Se lo presentaré sino.

Harry tenía el presentimiento de que acababa de meterse en un problema y ni siquiera fue causado
por él, pero si tenía que responder por el comportamiento de su ahijada, iba a defender a Rose con
la misma insistencia con que lo haría con Hermione o Ron.

—La tía Hermione viene en camino —le dijo James, después de recibir una respuesta en la tablet
—, trae un informe también y seguro que está de malas, porque puso un puntito al final del
mensaje. El punto final normalmente es señal de mal humor —se lo explicó a los cuatro adultos,
como si fuesen unos completos ignorantes en cuanto a la cultura tecnológica.
—Bien —decidió Selwyn. De nuevo, todos la escucharon—, hablaré con el profesor Potter, si es
que no tiene un conflicto de intereses por esto. No debería darle clases a un familiar.

Selwyn empezó a caminar hacia ellos otra vez y Draco le dio una palmadita en el brazo.

—Suerte.

Sí, estaba en problemas si ella creía que no podía darle clases a sus sobrinos. O a sus hijos. Por
Merlín, ¿qué cara iba a poner cuando se enterase de que sus tres hijos estaban allí?

Como dijo James, Hermione llegó poco después para dejarle en claro a quien sea que Rose tenía el
completo apoyo de su familia con esto.

Para el día siguiente, no sólo el Quisquilloso tenía un artículo con la situación en Hogwarts y
fotografías de las chicas en el patio, en la primera plana de El Profeta había un artículo redactado
por la mismísima Rita Skeeter. Tenía la descripción de la protesta, los motivos, las fotografías e
incluso una grabación de audio que se activaba desde la tablet o al pasar la varita sobre la versión
en papel del periódico en que Selwyn decía con total claridad que lo que las estudiantes querían era
"ridículo" y no podían cumplir con sus peticiones.

Estaba un poco sacado de contexto, claro, como todo lo que Skeeter hacía, pero resumía bastante
bien su actitud, en opinión de los que la escucharon en vivo.

Rose comenzó a reírse cuando lo vio. Se levantó del asiento mullido instalado en la "base" del
Aquelarre, rodeó con un brazo los hombros de James y leyó en voz alta un fragmento del artículo:

—"…porque, sin duda alguna, las cosas han cambiado desde que Dayana Selwyn estudiaba en
Hogwarts, digamos, hace unos cien años. Y quedará a su criterio si alguien de mente tan retrógrada
debería tener tal influencia en la nueva generación…" —Agitó el periódico frente a James, que
parecía bastante orgulloso de sí mismo—. ¿Cómo hiciste esto? ¡Skeeter jamás ha escrito nada
bueno de nuestra familia!

—Pensé que tendría que inventarme algo sobre papá a punto de perder su trabajo —mencionó
James, divertido—, pero no fue necesario. Skeeter odia a Selwyn.

—¿Y eso por qué?

—Es su ex —contestó Lorcan, su voz distorsionada por la varita de regaliz que tenía metida en la
boca.

—¿Su- qué? —Rose casi dejó caer el periódico y se apartó de James enseguida.

En ese momento, sólo eran ellos tres en la "base" porque los demás buscaban materiales con Altair
y Lily para hacer más muebles mágicos sin dañar el bosque.

—Ex —Lorcan le mostró una sonrisita y se estiró como un gato perezoso sobre el mueble que aún
no estaba terminado—, salían cuando estaban en Hogwarts. Y me dijeron que Skeeter lo quería
contar y Selwyn no, al final Selwyn la dejó y se casó con un mago sangrepura. Dicen por ahí que
pretendía tener a Skeeter como amante y ella todavía no le perdona esa estupidez.

Rose estaba boquiabierta y Lorcan comenzó a reírse.

—¿Nunca te has dado cuenta de que Skeeter no hace un solo comentario sobre los homosexuales?
Con esos escándalos que se monta, uno esperaría que le lanzase odio a todo el mundo…pero no lo
hace porque sería atacarse a sí misma.
—¿Y tú cómo sabes eso? —chilló Rose, todavía sin asimilarlo.

—Te sorprendería lo unida que es la comunidad queer en el mundo mágico —Lorcan se encogió
de hombros y siguió comiendo su regaliz—, hay unas historias tan interesantes- incluso de
personas a las que conoces.

—Arvel y yo tenemos la teoría de que Lorcan tiene un detector de chismes incorporado y quiere
quitarle el puesto a Skeeter un día —aclaró James, ya que su prima continuaba atónita.

—Pondría un arcoíris en la primera página de El Profeta —fantaseó Lorcan, moviendo la cabeza—


y no estaría mal tener menos redactores sangrepuras cishetero blancos. Parece que les enseñan a
escribir exactamente lo mismo y de la misma manera.

—Un día haremos una campaña para eso —señaló Rose, soltando una risita.

James le arrebató el periódico, volvió a poner el audio de Selwyn al pasar su varita frente al papel
y se rio de una forma que debía copiar de Sirius Black.

—¿Y bien? —James observó a su prima—. ¿El siguiente paso es…?

Rose pareció pensarlo.

—Había chicas de Durmstrang interesadas en oír los argumentos. Su uniforme es de pantalón y


entienden que es ridículo hacer ciertas actividades con falda por cuestiones de comodidad. No sé si
las francesas quieran unirse —Rose arrugó el entrecejo—, las rusas echaron un vistazo, pero su
director las alejó antes de que pudiese hablar con ellas. Después de la primera semana de protestas,
ya debe estar listo el uniforme de Al.

Entonces sí que se giró hacia James, con las manos en la cadera.

—Y si se te ocurre decirle algo, te voy a golpear tan fuerte con mi bate que te va a salir una
cicatriz idéntica a la del tío Harry.

James alzó las manos en señal de rendición y les dio una mirada incrédula a ambos.

—Tranquila —Lorcan se rio—, sabe que dice una tontería así y no sólo deja de ser mi mejor
amigo, también lo vuelvo estéril a punta de maldiciones.

—Gracias por la confianza, cariño —James sacudió la cabeza—, yo también te quiero, qué bueno
que eres mi mejor amigo.

—No es personal —Rose suavizó su voz—, es que eres…ya sabes.

James arqueó una ceja.

—Eres…el prototipo perfecto de chico cishetero deportista que entra en todos los estándares de
masculinidad aceptados —susurró Rose, encogiéndose de hombros.

—Ah, claro, y porque tú dices que soy así, se supone que soy una mierda como persona y está bien
que lo asumas y digas que me vas a golpear, ¿verdad? —James se cruzó de brazos y aguardó su
respuesta, mucho más serio que de costumbre.

Rose no supo qué contestarle que no sonase todavía peor y James se marchó dando zancadas
después de decirle que le avisase cuando Albus fuese a usar el uniforme de Beauxbatons.

Lorcan suspiró en cuanto él salió y mordisqueó la punta de su regaliz durante unos segundos.
—Suéltalo —Rose gesticuló hacia él—, dame ese regaño que me quieres dar, pero en serio, ¿cómo
iba a saber yo que le afectaría eso? ¡Es una obviedad! ¡Es James!

Lorcan siguió peleándose con su regaliz durante unos instantes. Ya que ella no paró de verlo, se
encogió de hombros.

—Creo que es común asumir eso cuando lo ves desde afuera —murmuró—, incluso si yo viese a
un chico como James me preguntaría si saldrá con una estupidez homofóbica, supongo.

—¿Pero?

—Cuando dices que las chicas no deben ser obligadas a algo por ser chicas…todo el mundo
debería estar de acuerdo con eso —Lorcan hizo desaparecer su vara de regaliz con magia y se
levantó—, pero sería lindo, para variar, que considerases las cosas a las que los chicos se sienten
obligados por ser chicos. Y lo difícil que es…ya sabes, soltarlo y comportarse con un poco más de
libertad en privado.

Cuando Lorcan estaba por salir, recordó algo y la apuntó.

—Por cierto, lo de asumir género y orientación también está bastante feo, ¡piénsalo! —Y se
despidió con un gesto teatral.

Rose ocupó el asiento que él usaba antes y estuvo dándole vueltas a una idea hasta que los demás
llegaron.

—¿Y James? —Albus miró alrededor al no encontrar a nadie más allí—. Se suponía que él iba a
arreglar lo de los muebles nuevos, ¿a dónde se metió ese idiota?

—Tenía que hacer algo —Rose negó e intentó sonreír—, no importa, escribió los hechizos
necesarios en un papel hace rato y están por ahí…

En cuanto los chicos se distrajeron leyendo el pergamino e intentando que Adhara no lo tocase con
su lengua, Rose atrapó el brazo de Lily y la jaló hacia ella.

—¿Qué, qué…?

—Quiero añadir algo a nuestra campaña —susurró Rose, formando un puchero en cuanto su prima
le frunció el ceño. Lily odiaba alterar sus planes una vez hechos—, algo pequeñito, no será más de
una tarde, todavía no, para después- anda.

—Pensé que todos nuestros puntos ya estaban cubiertos —alegó Lily, cruzándose de brazos en
cuanto se soltó de su agarre.

—Sí, sí, lo están, es que- —Rose resopló—. Olvidé considerar algo y me siento como una tonta.
Incluso McGonagall se dio cuenta y yo no lo agregué…

Lily suspiró, resignada, y sacó su tablet mágica para hacer nuevas notas.

A medida que se lo explicaba, Lily lucía cada vez más confundida.

—¿Y por qué haríamos eso?

Rose pensó en el primer arete mágico que Scorpius le compró. Había tenido miedo de lo que
pensarían de él, incluso sus propios amigos. Aunque no se lo hubiese dicho, también sabía que
Albus había llegado a creer que podía tener "algo malo".
—Creo que…incluso si conseguimos que todas las chicas estén cómodas, si hay alguien que no es
una chica y también tiene un problema con algo como esto- algo tan sujeto a los roles sociales,
quiero decir —Rose gesticuló al no saber cómo explicarse—, entonces el problema no ha acabado,
¿no te parece? ¿Podemos pensar en una parte y dejar que alguien más siga sintiéndose obligado de
la forma en que no nos gusta serlo a nosotras?

Lily lo consideró.

—Bueno, no creo que puedas compararlo, pero es tu campaña…

—¿Por qué tendría que compararlos? Las dos cosas son importantes para las personas a las que les
pasan.

—Bien, bien, ya, lo que tú digas —Lily resopló y tecleó algo más sobre la tablet.

Mientras la veía, Rose decidió que sus planes para ese año tendrían que extenderse un poco más de
lo pensado inicialmente. No le importaba. Su madre le dijo que tenía que pelear por cualquier cosa
que le pareciese correcto hacerlo.

—0—

En la Torre de Gryffindor, James estaba recostado en su cama, con las piernas colgando de un
costado y frunciéndole el ceño al techo de su dosel.

Lorcan caminó hacia él arrastrando los pies, se tendió a su lado y puso la cabeza en su pecho, en el
ángulo en que podía oír su corazón.

Estuvieron unos segundos en silencio. Después Lorcan soltó una risita.

—Estoy seguro de que no cumples muchos estándares de masculinidad cuando estás bailando en el
baño mientras te peinas. Al menos no tantos con "take me to church".

—Es una gran canción —susurró James con una sonrisita.

—¿"Medicine"?

—También —se defendió James—. Y la cara de Arvel cuando me oye es lo más gracioso que he
visto desde que pasaste una semana con el cabello teñido como la bandera gay y se enteró de por
qué…

—Debería hacerlo de nuevo —dijo Lorcan, divertido—. ¿Me ayudas a teñirme, cariño? Necesito
sentirme atractivo para el desastre que nos vamos a montar estos días.

—Sabes que tengo una lección con McGonagall en un rato, me estará esperando en su oficina…

Lorcan se apoyó sobre los codos para alzarse un poco sobre él.

—¿Pongo medicine y me lo tiñes mientras cantas? Eso sí te convence, ¿verdad?

Le guiñó y James comenzó a reírse.

—¡Eso es un sí! —decidió Lorcan, poniéndose de pie de un salto. Enseguida lo arrastró con él.

En otra parte de Hogwarts, una bruja observaba una bola de cristal y llamaba a su compañera con
un gesto.
—Lily Potter.

—¿Segura?

Ella asintió.

—Y Nesrine Nott. Serán perfectas.


La Hermandad

Albus se paró frente al espejo e inhaló profundo.

—Quizás el color no me va. ¿Tú qué dices?

Se giró para ver a Scorpius, que se había detenido al agacharse para sostener a Adhara. Se
encontraba medio sentado, con los brazos extendidos hacia el suelo y la boca entreabierta.

Albus usaba una versión un poco modificada del uniforme femenino de Beauxbatons. Su vestido,
la túnica corta, pero Nesrine consiguió que su madre agregara unas botas hasta las rodillas en lugar
de los botines que usaban las estudiantes francesas. Por insistencia de Lily (y porque le gustó la
idea, para qué negarlo), lo acompañaba con unas medias hasta la mitad del muslo terminadas en
unos lazos idénticos a los que tenían los guantes a la altura de la muñeca.

Había decidido que no haría crecer su cabello ese día. Fue difícil armarse de valor para esto,
repitiéndose que no le hacía falta llevarlo largo cuando usaba algo así. Que la longitud del cabello
no cambiaba nada. Al final, se sentía bastante bien cuando lo peinó tanto como era posible, porque
pudo hacerle una pequeña trenza adelante para que no hubiese mechones en su cara y el gorrito
puntiagudo no daba señales de estar por caerse si se movía.

Por un instante, su pecho se llenó de una emoción tan grande y maravillosa que sentía que podía
explotar. Luego le entró el miedo.

Pero al ver que Scorpius boqueaba, parte de esa emoción regresaba, junto a los burbujeos en el
estómago.

Albus sostuvo uno de los lados del gorrito.

—¿Me queda mal? —musitó.

Su mejor amigo sacudió la cabeza enseguida.

—No, no- —Scorpius se enderezó, olvidándose de recoger a Adhara del suelo—. Te- te ves-

Dejó escapar una risita y balbuceó algo. Albus tuvo que contener una sonrisita.

—¿Qué? —insistió, divirtiéndose con su reacción—. ¿Cómo me veo?

Unió las manos por delante del cuerpo y aguardó una respuesta. Scorpius gesticuló, pero ninguna
palabra salió.

La puerta del cuarto se abrió y Altair hizo una pausa bajo el umbral. Se fijó en Albus por unos
segundos.

—Te queda bien. Una de las medias está un poco arrugada, la derecha, esa- no la estiraste tanto
como la otra.

—¿Qué? ¿En serio? —Albus se volvió a ver en el espejo y comenzó a tantear su pierna para
ajustarla—. Yo la veo- ah, no, sí está arrugada allí abajo-

Ahogó un quejido.

—A ver, a ver —Altair sonaba divertido al acercarse a Albus. Se agachó a su lado y le ayudó a
aplanar la tela entre el final de la bota y el inicio de la falda—, ¿ves? Aquí están los dobleces. Nes
te dijo cómo ponértela por eso-

—Sí, "como medias de bailarina" dijo.

—¿Y lo hiciste así? —Altair le dirigió una mirada escéptica.

Por supuesto que no. Se sentía ridículo intentándolo. Sólo la puso en su pie y subió,
aprovechándose de que era una tela que resistía más que cualquiera diseñada por los muggles y no
se rompería tan fácil como aquellas a las que Nesrine hizo referencia.

—Bien —Altair examinó la tela de nuevo con una expresión muy seria—, ¿las cintas sí las
amarraste como te dijo?

Albus titubeó y él rodó los ojos, pero antes de que pudiese ayudarle, miró hacia un lado y
retrocedió un poco.

—Creo que eso deberías hacerlo tú en el baño, ¿no? —Y cabeceó sutilmente hacia Scorpius, que
estaba parado a unos pasos, mirándolos con el entrecejo arrugado.

Albus asintió y se metió al baño. Cuando salió un momento más tarde, apenas captó lo último de la
conversación entre ambos.

—¿…decirle qué?

—Nada —Altair sonaba resignado.

—¿Qué tal ahora? —Albus volvió a acomodar el gorrito sobre su cabeza y dio una vuelta para que
lo viesen.

Scorpius sonrió y aplaudió. Codeó a Altair para que hiciera lo mismo.

Albus se rio y recogió el relicario que tenía sobre la mesa de noche. Lo abrió y el Severus del
retrato tardó unos segundos en aparecer.

El antiguo profesor se pasó un momento con una expresión pensativa.

—¿Cómo te sientes con eso?

—Bien —Albus no se dio cuenta de la gran sonrisa que tenía. Era una de las pocas veces que lucía
así fuera de los instantes en que se encontraba a solas con Scorpius.

Severus asintió.

—De acuerdo —Fue lo único que dijo.

Albus resopló, divertido.

—¿Ni un cumplido?

—Parece hecho para ti —soltó Severus, removiéndose un poco por la obvia dificultad que suponía
para él intentar dar con un halago en esa situación.

—¿Tal vez porque lo está? —Albus soltó una risita y lo agradeció de todos modos.

Severus reparó en ese gesto y procuró no poner su expresión más amargada. Quizás la segunda más
malhumorada. Albus estaba lo bastante feliz para reír tanto y eso era lo que importaba.

—Toma —Scorpius le tendió a Adhara—, por si quieres algo de compañía.

—Nada dice más "bonita y letal" que un vestidito y una mamba negra de tres metros, ¿no? —Albus
la aceptó con gusto y la serpiente se enroscó en su cadera a manera de cinturón, estiró el cuerpo y
envolvió sus hombros por la parte de atrás. Un segmento de la cola colgó del costado de Albus.

—Cuando te molesten, porque alguien te va a molestar —aclaró Altair, mientras tomaba una
pequeña caja de madera que tenía bajo la almohada y la encogía lo suficiente para llevarla en el
bolsillo—, le tiras a Adhara.

Scorpius le dio una mirada de reprimenda a lo que Altair respondió con un "sabes que lo harán".

—No hará falta porque no vamos a dejar que te molesten —insistió Scorpius, ofreciéndole su
brazo—. Rose estaba puliendo su bate de Golpeadora esta mañana, yo hablé con el profesor Potter
sobre un hechizo cegador y Altair- realmente no estoy seguro de cuál es el plan de Altair.

—Cuánto menos sepas, mejor —alegó Altair, regresando junto a ellos. Se puso al otro lado de
Albus y le tendió su brazo—. Eres muy valiente. Es sólo que las demás personas a veces son muy
tontas.

Llegaron a la Sala Común uno al lado del otro, dando pasos cortos, ya que Albus se acostumbraba
a las botas en las escaleras. No tenían tacón, pero sí una pequeña plataforma que lo dejaba igual de
alto que Scorpius y Altair.

—Oh, Merlín —Fue la primera reacción que recibió de una chica de séptimo, sentada junto a la
chimenea—. ¡Amo tus botas, Ally!

Claro que los Slytherin ya lo vieron vestirse de forma similar cuando estaba en la obra del club de
teatro, por lo que no hubo un gran escándalo. El que tuviese un cumplido, lo decía, y el que no, se
callaba. Era casi una norma de la Casa no atacar a otro Slytherin.

—El gorrito es una imitación perfecta —agregó otra chica, un poco más allá—, se ve bien como lo
pusiste inclinado.

—Las chicas francesas van a envidiar los guantes…

—No te ves mal para ser un duende —dijo uno de los chicos de sexto y le sacó la lengua. Alguien
le lanzó un cojín.

Al llegar a la salida de la Sala Común, Albus descubrió que alguien puso un aviso sobre ese día en
el tablero de anuncios.

"El que diga algo horrible sobre Albus Potter usando vestido o lo moleste de algún modo por eso
va a tener que buscarse otro lugar donde dormir. No nos importa género ni edad de quien lo haga.

Sí, es una amenaza.

—Prefectos de sexto y séptimo"

Albus sonrió. Adhara siseó para darle ánimos también.

Cruzaron la salida.

Hogwarts fuera de las mazmorras de los Slytherin podía ser otro mundo.
—0—

Harry se preparaba para un taller extra de Defensa contra las Artes Oscuras nivel Avanzado para
secciones de Durmstrang y Koldovstoretz. Verían los hechizos de sangre con muñecos, cómo
desviarlos y qué hacer en caso de que tuvieses que ayudar a alguien a quien le lanzaron uno (o a ti
mismo). Estaba tan nervioso como emocionado.

Luego estuvo un poco más nervioso que emocionado cuando Sirius se asomó en el salón y le dijo:

—Harry, Al está…usando un uniforme de Beauxbatons. El de chicas —Hizo una pausa—. Y creo


que las francesas le tienen algo de envidia a sus botas.

—¿Tu hijo usa vestidos? —La fantasma, que estaba a su lado, sólo visible para él, arqueó las cejas
—. ¿Al no es el del medio? ¿El que hizo el papel de una chica para la obra escolar del año pasado?

A Harry casi se le cayeron sus apuntes.

—Al no estuvo en la obra, ese era Scorpius.

La fantasma le dirigió una mirada de lástima.

—Estoy segura de que "Ally" era Albus Potter, querido.

Harry no pudo decirle que era ridículo que Albus hubiese estado en una obra escolar y nadie le
hubiese dicho algo, porque ya caminaba hacia la salida. Sirius apuntó al pasillo por el que lo vio y
él no tardó en notar lo mismo que su padrino.

Albus, usando un uniforme modificado de Beauxbatons, se encontraba apoyado en una pared y


gesticulaba al explicarle algo a una chica francesa. Ella se había sentado a su lado y parecía
preguntar por sus zapatos. Adhara se enroscaba en el espacio entre ambos.

Pues sí era su Albus.

Harry abrió la boca, la cerró y se preguntó qué haría Hermione.

Su mejor amiga le dio una charla sobre identidades, sexualidades y la importancia de no asumir
ninguna en sus hijos cuando James cumplió los doce. Harry había salido más confundido que
cuando le dio "la charla" en su segundo año en Hogwarts, pero una cosa le quedó clara:

Ante algo como esto, Albus necesitaba sentir que era comprendido y aceptado.

Ahora, ¿cómo se hacía para que un adolescente se sintiese comprendido y aceptado?

¿Era posible al menos?

Le dio un golpecito a Sirius en el pecho.

—¿Qué harías si fuese tu hijo, pads?

Sirius se llevó una mano a la barbilla y fingió pensarlo con su expresión más seria.

—Le preguntaría de dónde lo sacó, porque vaya que está bien hecho.

—¿No le preguntarías nada más? —insistió Harry—. ¿No querrías que te dijese algo?

Sirius sacudió la cabeza, ceñudo.


—Hubiese preferido que mis padres no me preguntaran nada la primera vez que me pinté las uñas.
Aunque más que "preguntar", fue una amenaza con encerrarme si no me sabía "comportar como
hombre" —Lo miró de reojo—. ¿A ti te afecta en algo que se vista así?

Harry se apresuró a negar.

Suponía que una ventaja de la fortuna Potter era que sus chicos pudiesen elegir cómo vestirse, en
lugar de utilizar ropa desgastada que no era de su talla. Él realmente no les exigía que esa ropa
fuese de un modo o de otro, excepto por los uniformes de Hogwarts.

Tal vez eso fuese producto de esta libertad, pero no lo veía como algo negativo.

—Albus se ve…feliz, ¿verdad? —murmuró Harry, tras considerarlo durante unos segundos.

Albus acababa de soltar una carcajada y era tan extraño verlo así. Casi deslumbraba y esto hacía
que Harry se emocionase.

A veces tenía miedo de que Albus no fuese feliz y él no se enterase o no pudiese hacer nada para
ayudarlo.

Ojalá pudiese estar así más seguido.

Sirius lo codeó con suavidad.

—Pues ya tienes parte del trabajo de buen padre. Eres mucho mejor que los míos, eso sin duda.

Después de decirle esto, corrió hacia Albus. Se transformó en perro a mitad de camino y Albus
gritó cuando casi presiona las patas contra su vestido. Adhara comenzó a pelearse con pads,
siseándole.

Luego de una breve consideración, Harry regresó a su escritorio. Tomó sus apuntes y suspiró,
aunque no pudo concentrarse.

¿Debía ir y decirle algo, pese a lo que le contestó Sirius?

¿Albus querría que le dijera algo?

Y si era así, ¿qué? ¿Que le quedaba bien?

Cuando Lily ponía más atención a su ropa o cabello le gustaba que le diesen cumplidos. ¿Sería
igual con Albus?

Harry se dio cuenta de que no le daba tantos cumplidos a James y a Albus como a Lily y se hundió
en una faceta de "soy el peor padre del mundo, van a creer que tengo una favorita y me van a odiar
cuando cumplan veinte".

La fantasma se materializó de nuevo y se "sentó" en el costado de su escritorio.

—En mi época, un chico no saldría así —Ella hizo una pausa—, es bueno que los tiempos
cambien. Tal vez a Eileen le habría ido mejor en esta época.

Harry salió de su pozo imaginario despacio y frunció el ceño ante el nombre familiar.

Ella no le había hablado de su vida fuera de ser profesora.

—¿Eileen?
—Mi sobrina —La antigua profesora pareció más triste y transparente al decirlo—, mi pobrecita
niña.

—¿Por qué dice que le habría ido mejor ahora?

Ella arrugó el entrecejo.

—Eileen salía con un chico- un buen chico —Asintió un par de veces—, pero le gustaban las
faldas y esas cosas- en Hogwarts podía ocultarse, pero no a nuestra familia. Eileen sufrió mucho
cuando le dijeron que la comprometieron con otro mago. Se suponía que se escaparían juntos al
mundo muggle, pero él…

La fantasma sacudió la cabeza. Harry creyó oír un débil murmullo de "no pudo llegar".

—La echaron de la familia, se quedó sola en el mundo muggle y entonces yo iba a…—Ella se fijó
en un punto en la nada y frunció el ceño—. Iba a…iba...

Su constitución vaciló y ella emitió un débil quejido.

—Me duele-

—Está bien, está bien —Harry acercó sus manos como si pudiese sostenerla—, no te fuerces, no es
necesario…

Parecía que tendría que contactar con Hermione para hablarle de Albus y con Luna para contarle
sobre una fantasma confundida. No creía que estuviese allí en realidad por el puesto de docente,
como Binns.

—0—

Lily y Nesrine caminaban por el pasillo que daba hacia la Torre de Ravenclaw, enganchadas del
brazo, cuando uno de los retratos se abrió hacia afuera y Nesrine fue arrastrada dentro del agujero
por un hechizo de succión. Lily se aferró a ella y fue jalada también.

Cayeron por una pendiente de piedra. Nesrine la sostenía con fuerza, soltando grititos en francés.
Lily miraba en torno a ellas, intentando buscar un punto que conociese del Mapa que James solía
llevar.

Al llegar al final de la pendiente, fueron arrojadas sobre una alfombra roja y gruesa, una buena
imitación del cabello de una gran criatura. La nueva sala tenía paredes de piedra cubiertas de
estatuas tamaño real de varitas, y al fondo, un cuadro con un gran cristal en forma de diamante.

Perfecto, pensó, una sala que no existe. Debe ser la suerte Potter de la que nos advirtió la tía
Hermione.

Pronto unas chicas entraron a través de un pasadizo que se abría en el costado de la sala en un
ángulo que creaba el efecto óptico de que en verdad no estaba ahí.

Lily puso un brazo frente a Nesrine y la empujó un poco hacia atrás, por lo que ambas
retrocedieron juntas.

—No debes tener miedo, hermanita —le dijo la chica que iba adelante del grupo. Todas vestían
túnicas blancas.

Francamente era un poco aterrador ver a diez brujas vestidas igual en una sala extraña y más si la
llamaban así.

—Tengo dos hermanos y estoy segura de que ninguno está aquí. ¿Qué quieren? —susurró Lily,
deslizando la varita fuera de su manga con la mano que tenía libre. Notó que Nesrine también
sacaba la suya.

—Queremos darles la bienvenida —La chica caminó hacia el cuadro al fondo y empujó el cristal.

En cuanto este se hundió, el retrato se desplazó hacia arriba a través de una abertura y dejó en su
lugar un antiguo boceto de una bruja en un lugar que sólo podía ser el patio de Hogwarts.

Usaba un broche en forma de león.

Lily titubeó, pero mantuvo la varita en su mano.

—No hace falta estar a la defensiva aquí —La chica caminó hacia ellas. Sonreía—. Somos la
Hermandad de la Luz. Y esa de ahí es Ofrelia Gryffindor. Como buenas Ravenclaw que son, al
menos querrán oír toda la historia antes de apuntarnos, ¿no?

Nesrine sostuvo el brazo de Lily y la sacudió, ahogando un grito.

—¡La sala de armas de Gryffindor, Lil!

Las armas debían ser esas estatuas de varitas, si su teoría era acertada. No era lo que Lily esperaba
de una sala de armas, pero después de que un Fundador puso un Basilisco en el colegio, supuso que
no debía tener expectativas altas sobre ellos.

La chica que tenían al frente asintió.

—Yo soy la hermana Cristal —se "presentó"— y me disculpo en nombre de la Hermandad por
esta forma tan brusca de traerlas. Ofrelia dejó instrucciones sobre las iniciadas y ella era un poco…
ruda.

Lily volvió a fijarse en el boceto de la bruja.

—¿Se supone que es la hermana de Godric o algo así?

—Su hija, en realidad —puntualizó otra de las chicas, que hasta entonces había mantenido su
distancia—. Tenemos el árbol genealógico en el siguiente cuarto, por si quieres comprobarlo.

—No, gracias —Lily se movió despacio, tirando del brazo de Nesrine para llevarla con ella—. Nos
gustaría más volver al pasillo, tenemos cosas que hacer.

—La hermana Cristal está segura de que esto te interesará —avisó otra de las brujas vestida de
blanco—, porque ha visto de lejos la figura del niño maldito y te ha visto a ti bastante cerca de él.

Lily hizo una pausa, a punto de darse la vuelta, una de sus manos en el antebrazo de Nesrine, la
otra en la varita.

—¿A qué se refieren? —murmuró Nesrine, vacilante.

—Cristal puede ver algunas cosas en la bola de cristal, de ahí el apodo —les explicó una tercera
chica. Las demás guardaban silencio en una fila al fondo y era un poco espeluznante, en opinión de
Lily.

—Vengan por aquí, por favor —Cristal se giró y caminó hacia el pasaje al final del cuarto.
—No, gracias —repitió Lily, sin ganas de meterse en otro problema. Ni siquiera tenía su tarea lista.

Cristal le hizo un gesto a una de las chicas y lo único que captaron fue un "tráelo". Luego esta
desapareció en el pasaje y regresó tras un momento con un cofre antimagia; el aura traslúcida lo
delataba. Ella se los mostró y lo abrió con cuidado.

Del interior sacó un pergamino que hizo levitar entre ambos grupos.

Era una profecía.

—Oh —soltó Nesrine en voz baja.

—"Será el tercer mago —leyó Cristal en un tono firme y claro— y se mezclará entre los demás.
Habrá más a su lado. Cuida que no abra la puerta, la luz puede enfrentar a la oscuridad, pero sólo
los más cercanos lo vencerán".

Lily empezó a arrugar el entrecejo, porque eso no era lo que decía ahí. A medida que la escuchaba
y se fijaba en el pergamino, las letras cambiaban de posición y de formas, dando un mensaje
diferente.

"Quien ha conocido el futuro puede ver la verdad en el papel. Será el tercer mago. La puerta
peligra, pero la luz no vence a las sombras. Céntrate en el fuego y no serás quemada. Céntrate en la
oscuridad y no serás devorada"

—¿Estás viendo un mensaje diferente? —Nesrine habló lo más bajo que pudo, mientras Cristal le
agradecía a la chica que le llevó el pergamino y lo regresaba dentro de la caja.

Lily respondió con un cabeceo y se sintió aliviada. Al menos no era sólo un efecto secundario de
su "suerte Potter".

—Así que…—Lily titubeó—. Ofrelia Gryffindor creó un salón de armas para…

—Para formar una hermandad que pudiese evitar que el niño maldito abra la puerta —indicó
Cristal, muy seria—. Hemos sabido durante todo este tiempo que se trata de un hombre, así que
Ofrelia ordenó que en la Hermandad sólo hubiesen mujeres. Cuando dejamos Hogwarts, nos
encargamos de vigilar constantemente el mundo mágico en busca de alguna señal de la puerta o del
niño maldito.

Nesrine apretó el brazo de Lily en ese instante y ella entendió lo que le preocupaba, porque
comenzaban a pensar lo mismo. El mensaje oculto del papel hablaba de "conocer el futuro" y lo
más similar a eso que podían conocer era la visión de Scorpius y Albus en unos años.

Quien hechizó el pergamino pretendía distraer a esa "Hermandad" o enviarlas en la dirección


incorrecta. O quizás incluso utilizarlas para algo. No creía que fuese bueno, sin importar qué
objetivo tenía al hacerlo.

—Realmente no creo en las profecías ni en la adivinación, lo siento —alegó Lily, retrocediendo


otro paso—. La fe en esas cosas ha dañado suficiente a mi familia.

Cuando una de las chicas estaba por replicar, ceñuda, Cristal le pidió que se calmase y sonrió.

—¿Qué tal si ves una prueba? El niño maldito se encuentra en alguna parte de Gran Bretaña en este
momento, nuestras hermanas fuera de Hogwarts lo han confirmado.

—¿Cómo? —indagó Nesrine.


—Durante las vacaciones de invierno del año pasado, unos monstruos de los que siempre nos han
advertido en la Hermandad fueron captados por nuestras hermanas mayores —les contó Cristal—.
Ellas me enviaron una bola de cristal con algunas modificaciones para intentar buscar una señal de
su paradero, pero hasta ahora sólo he visto a Lily muy cerca de una figura oscura.

—Creemos que Lily será la hermana que lo envíe a la luz-

—Suponiendo que quiera unirse a la Hermandad —Cristal le dirigió una mirada de reprimenda a
su compañera y volvió a centrarse en ellas.

Lily hizo un rápido repaso mental de la información que tenían y sacudió la cabeza.

Dio otro paso atrás. Para ese momento, al notar cuál era su principal objetivo, Nesrine estaba casi
delante de ella, cubriéndola a medias.

—La verdad es que no puedo unirme —se excusó Lily—, ya estoy en un grupo mágico y una de las
reglas es no entrar a otro. Es una cuestión de lealtad.

El Aquelarre no tenía nada como eso, pero ellas no necesitaban saberlo, claro.

—Suena a que hacen algo importante aquí y espero que puedan conseguir su objetivo —siguió,
dando otro paso más lejos—, pero en verdad no soy mi papá, no pienso que sea mi deber meterme
en algo así y salvar el mundo siendo tan joven. No hace falta que lo haga. Él me lo dijo.

Su padre les prometió, cuando eran tan pequeños que no podían entenderlo del todo, que no
correrían los mismos riesgos que él. Que si llegaba a ser necesario, él los correría de nuevo en
lugar de ellos. Lily podía imaginar su expresión preocupada si se enteraba de en dónde estaba
metida.

Cuando casi se resbaló al final de la pendiente por la que llegaron, sujetó a Nesrine y titubeó,
preguntándose si tendría que enviar una señal de alarma a su padre o a los miembros del Aquelarre.

—Queremos irnos —dijo, lo más seria que podía.

Por un aterrador momento, creyó que en verdad no las dejarían ir. Luego Cristal le enseñó otra
sonrisa y asintió.

—Permite que haga aparecer unas escaleras para ustedes dos…

Con un par de hechizos formó unas escaleras donde antes sólo había una pendiente y ambas se
alejaron sin mirar atrás.

—Siempre serán bienvenidas. Vuelvan cuando quieran. También se pueden acercar a nosotras en
los pasillos si necesitan algún tipo de ayuda, incluso si no son de la Hermandad.

Lily no se sintió tranquila hasta que salieron por el retrato que se las tragó. Nesrine continuó
moviéndose por el corredor, llevándola del brazo, y no se detuvo hasta encontrarse en la Sala
Común de Ravenclaw.

Sólo allí, hicieron una pausa, con las espaldas pegadas a la pared.

—¿Reconociste sus caras? —susurró Nesrine, escaneando la Sala Común con la mirada—.
¿Alguna era Ravenclaw?

—No —Lily meneó la cabeza—, creo que sólo vi Gryffindor y Hufflepuff.


Pero por precaución, siguieron hacia su cuarto y cerraron la puerta desde adentro. Una vez allí,
estuvieron en silencio durante algunos segundos, analizando la extraña situación en que se vieron
envueltas.

Nesrine se dejó caer sobre el borde de su cama y jugueteó con la varita entre sus dedos.

—¿Se refieren a Scorp al decir "el niño maldito" o es mi imaginación?

—¿Podría ser alguien más, si le agregas el mensaje oculto sobre el futuro y las sombras? —alegó
Lily, negando—. Sería demasiada casualidad.

—Bueno, pero…—Nesrine volvió a vacilar—. No hay de qué preocuparse en ese sentido, ¿no?
Scorp está bien- es bueno, tu medidor de bondad de Scorp sigue alto.

Más que eso. Lily no había reducido el color blanco en lo más mínimo desde que lo dibujó. Casi
sonrió al pensarlo.

Pero luego repasó de nuevo las palabras de esa "Hermandad" y se cruzó de brazos.

—Si se supone que deberían prevenir algo…¿por qué hay dos mensajes diferentes en el mismo
papel?

—Yo me preocuparía más por quién es Ofrelia —agregó Nesrine, ceñuda—. Hubo teorías sobre
que la hija de Ravenclaw era de Slytherin…¿pero Gryffindor? Todo el mundo se habría enterado si
hubiese tenido una hija también.

—¿Alguien podría haberse hecho pasar por hija de un Fundador?

Lily se horrorizó al pensarlo. Esto podía desarticular sus planes. No debían enterarse de su relación
con las sombras, ni mucho menos la de Scorpius en los eventos de diciembre.

—Lil —Nesrine pareció considerarlo—, me gustaría contarle a uno de mis padres.

Lily parpadeó un par de veces, desorientada.

—¿A tus padres?

Nesrine asintió.

—Son muy buenos investigando y tienen acceso a más recursos que nosotras. Además, me sentí
muy incómoda hablando con un grupo que podría estar en contra de Scorpius —Nesrine se pasó
una mano por el brazo, como si le picase donde solían salirle las primeras plumas cuando se
alteraba—. Mi padre es su padrino y mi madre le tiene mucho cariño…estoy segura de que
podemos hablarles de algo así y tener respuestas más rápidas. Por nuestra seguridad y la de
Scorpius. ¿Qué harán si se enteran de que es él y está aquí, en Hogwarts? ¿O…si saben qué es
Altair?

Se había olvidado de ese detalle. Altair era tan normal en muchos sentidos, tan humano. Si ellas
supiesen qué tipo de magia lo formó y por qué estaba tan pegado a Scorpius…

—Vamos a decirles —aceptó Lily de inmediato en un tono más angustiado.

No debían permitir que lo supiesen o Hogwarts no sería seguro para los Malfoy.

—0—
Un mago envuelto en una capa negra corrió a través de un pasillo y empujó la puerta a la sala con
su cuerpo, abriéndola con brusquedad.

—¡Mi Señora, mi Señora…!

La plática dentro de la sala se detuvo. Astoria se giró en el asiento para verlo.

—¿Qué te pasa, Hugo?

Hugo tomó una profunda bocanada de aire, pero comenzó a reírse en un instante.

—¡Lily Potter ha rechazado entrar a la Hermandad!

Astoria soltó un "oh" y se fijó en el esquema que tenían en una de las paredes de la sala. Una línea
de tiempo de los próximos años creada con la mayor precisión posible.

Movió su varita y la parte de "ingreso de Lily y Nesrine a la Hermandad, octubre, 2020" fue
tachada.

—Es un poco pronto para tachar las acciones que le siguieron a esto…

Enlazadas a esa por los mismos colores tenían eventos como "encuentro de Nesrine con la
Cofradía, junio, 2021", "separación de Lily y Nesrine, marzo, 2024. Lily Potter se queda en la
Hermandad", y la que más le preocupaba: "Lily Potter se vuelve una líder de la rebelión y tiene
como objetivo matar al niño maldito. 2027".

Hugo se acercó a la línea de tiempo en la pared y la admiró con una sonrisa enorme.

—No perdimos a Rosie, ni a Lily…rescataremos a Jaimie —Se volvió a reír y la observó a de reojo
—. Lo estamos haciendo muy bien, mi Señora.

—No estoy segura de eso —Astoria se fijó en lo que se predijo para ese trimestre, sacudió la
cabeza y tomó el pergamino que le ofreció la bruja a su lado—. Necesito que eches un vistazo a
esto, Hugo.

—Por supuesto, mi Señora…

—0—

En la pequeña madriguera, mientras ninguno estaba en casa, una lechuza depositó sobre la mesa un
papel con una letra y se colocó en la percha desde la que tenía acceso a agua y comida. Hermione
pensó que si tenían una visita regular, al menos debían ofrecerle eso; el animalito no eligió a quién
pertenecer.

Una sola letra, de nuevo. Una R. Al igual que la última, una Y, tenía un color diferente a las
primeras tres.
El mayor de los Potter
Chapter Notes

Este capítulo tiene descripciones de acoso y ataques de ansiedad (con autolesiones)

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—¡Lindo vestido, Potter!

Albus apretó el paso y mantuvo una de sus manos sobre un costado de Adhara, que se enroscaba en
sus hombros. No iba a permitir que saltase sobre toda persona que lo molestase ese día, por mucho
que quisiera darles un buen susto.

Necesitaba aprender a lidiar con esto.

—¿Es que no me oíste, Potter?

Albus se detuvo, tomó una profunda bocanada de aire y se giró.

—Sí, oí que mi vestido te parece lindo. ¿Te lo presto para que lo uses mañana? ¿O por qué otra
razón me estás siguiendo?

El rostro del chico se deformó enseguida por el desagrado. Adhara le siseó desde el hombro de
Albus y debió pensarlo mejor, porque le dijo que se fuese a la mierda y se alejó.

Albus se quedó allí unos segundos, con el corazón latiéndole fuera de control y las manos
temblorosas.

De pronto, soltó una risita y medio enterró el rostro en las escamas de la serpiente, que frotó la
cabeza contra su cabello.

Se preparó mentalmente para otro "round" cuando oyó pasos acercarse, pero sólo era Rose, que
había corrido hacia él, cargada de libros.

—Lo siento, te dejé solo más de lo que planeaba- ¿pasó algo? —añadió con cierta curiosidad por la
manera en que Albus contenía la risa y restregaba su mejilla contra la cabeza de Adhara.

Albus sólo sacudió la cabeza y dejó escapar el aire que contenía.

—Un insecto nos molestaba, ¿verdad? —Y se dirigió a la serpiente, que respondió con un siseo y
un movimiento de cabeza.

Continuó caminando con Rose y se aseguró de mantener la cabeza en alto, en especial para evitar
que el gorrito se resbalase hacia abajo.

Nadie le iba a arruinar ese día.

Albus se paseó con Rose, la acompañó un rato en su "campaña", ayudó tomando algunas
fotografías y puso su expresión más inocente cuando Selwyn lo observaba con el ceño fruncido
desde el pasillo del exterior del patio.
—Me odia, ¿verdad?

Rose tarareó una respuesta mientras revisaba las fotos que tomó.

—Odia a todo el mundo, incluso a sí misma. Sobre todo a sí misma.

—¿Cómo estás tan segura? —le preguntó Albus, arqueando las cejas.

—La oí decir algo homofóbico —explicó ella, arrugado el entrecejo—. Siento mucha lástima por
alguien a quien le ha gustado una persona de su mismo género y cree que está tan "mal" que siente
que debe apoyar la homofobia. ¿No te da lástima también? Se insulta a sí misma.

—Igual es desagradable.

—Puede ser desagradable, y aun así, dar mucha lástima —alegó Rose, regresándole la tablet—.
¿Nos tomas algunas fotos más? Nesi y Lily vienen en camino y tenemos unos nuevos carteles que
le encantarán a Rita. ¿Supiste que le prohibieron venir por su forma de vestir? Selwyn dijo que su
ropa era demasiado "provocadora" para entrar a un colegio. Si se lo recuerdo, se va a poner furiosa
y es seguro que volverá a escribir de nosotras…

Altair se aseguró de buscar a Albus en cuanto terminaron allí.

El Aquelarre no quería que estuviese deambulando por el castillo sin compañía ese día. Altair
dejaba que sujetase su brazo, y cuando oía que le decían algo sobre su ropa o su persona, tiraba al
suelo una semilla de su cinturón. El "incidente" más reciente fue con una chica que murmuraba que
lo de Albus era un "desperdicio" y una "lástima", como si ponerse un vestido le hubiese quitado
algo.

El profesor Longbottom estuvo toda la tarde ocupado intentando sacar a los estudiantes de las
raíces que brotaban en un instante de esas semillas. Y también muy impresionado, aunque no podía
decir esto en voz alta sin meterse en problemas.

—¿No te van a castigar por andar haciendo eso? —Albus echó un vistazo hacia atrás y Adhara le
siseó en un tono que lo hizo pensar que, si pudiesen comunicarse, le diría "no vale la pena
preocuparse por esa gente".

—Primero tendrían que saber que soy yo quien lo hace —replicó Altair en tono tranquilo—. Las
semillas son pequeñas, y además, ¿no se supone que soy muy débil? ¿A quién se le ocurriría que
puedo hacer algo que al profesor Longbottom le costaría tanto?

Bueno, era más sutil que Rose caminando por ahí con su bate, eso sí. McGonagall incluso le pidió
que no fuese a atacar a alguien con una expresión de lo más resignada. Rose se limitaba a sonreír y
asegurar que iba a practicar, lo que era una obvia mentira.

Hizo sus tareas con Scorpius y Altair en la biblioteca, ignorando con una habilidad que merecía un
premio a las chicas que susurraban a unos metros en otra mesa. Eran todas del colegio francés.
Después una chica de Durmstrang les frunció el ceño y les preguntó si es que Albus les gustaba o
por qué razón lo miraban tanto.

Al pasarle por un lado, le revolvió el cabello a Albus con fuerza suficiente para tirarle abajo el
gorrito y le susurró algo. Luego siguió hacia otro pasillo.

—¿La conoces? —preguntó Scorpius con una expresión divertida.

Albus sacudió la cabeza e intentó acomodar su gorrito. Scorpius se estiró sobre la mesa para
hacerlo en su lugar.

—¿Qué te dijo? —indagó Altair.

—Que estaba siendo valiente —Albus se rio al recordar lo otro y agregó:— y que era envidia
porque me quedaba mejor que a ellas y querían estas botas.

—Supongo que siempre puedes encontrar personas que te quieran molestar y a otras que se pongan
de tu lado, incluso sin conocerte —comentó Scorpius, más feliz que Albus por lo que ella le dijo.

El profesor Malfoy mandó a llamar a los chicos, a ambos, por lo que Albus se quedó en la
biblioteca después de asegurarle a Scorpius que sí, claro que estaría bien por su cuenta. Altair le
dejó dos semillas y lo hizo prometer que no se las tiraría a la cabeza.

—¿Por qué no? —preguntó Albus, sopesando las semillas.

—No debe ser agradable que te crezcan raíces dentro de la garganta —Fue la respuesta de Altair
—. Quiero que se callen, no que te expulsen.

Albus terminó sus tareas en compañía de Adhara, recogió sus cosas y abandonó la biblioteca,
todavía con su orgullo intacto. Casi se le escapó un "¿ahora qué quieres?" cuando escuchó al
mismo chico de la mañana llamándolo.

Era de sexto, así que le llevaba dos años, pero parecía mucho mayor por su tamaño. Albus se aferró
a su libro y a las semillas que tenía en una mano, mientras lo veía acercarse.

No a la cabeza, se dijo. No a la cabeza.

Ni siquiera prestó atención a lo que le decía, aunque sí al tono desagradable en que lo hacía. Antes
de que pudiese acercársele demasiado, una bludger atravesó el espacio entre ambos y el chico
retrocedió, sorprendido por casi haber sido golpeado.

—¡Potter! —gruñó al girar el rostro—. ¿Acaso eso era para mí?

—No, para nada —James contestó con calma, cruzándose de brazos—, es que tu cabezota se
atravesó.

El chico se rio.

—¿Qué? ¿Tú también vas a ponerte a usar vestiditos ahora? No sería una sorpresa, si ya te la pasas
todo el tiempo con ese mari-

Albus no se dio cuenta de que James utilizó magia, ya que no vio ningún movimiento, pero la
bludger voló de regreso, golpeó la parte de atrás de la cabeza del chico y volvió a su mano.

—Tu cabeza estaba en el camino otra vez —murmuró James, negando—, lástima.

El chico, que había tropezado y caído en el suelo, se tocó la parte de atrás de la cabeza con una
expresión de horror.

—¡Me podrías haber partido la cabeza, idiota!

James se encogió de hombros y puso la pelota bajo su brazo.

—A lo mejor se te acomodaba, ¿no?


Sin esperar su respuesta, se aproximó a Albus, le rodeó los hombros con su brazo libre y lo jaló al
alejarse de ahí, dejando atrás al chico que lloriqueaba por el golpe.

—…de todas formas, es más del tipo llorón que te intenta intimidar hasta que respondes, ya luego
le entra el miedo y te deja en paz. Lorcan está convencido de que es gay o al menos bi y anda en
una fase de conflictos existenciales que se arregla madurando…o con otra bludger…creo que le
haría bien recibir otra bludger…

Albus salió del aturdimiento cuando cruzaron en la esquina y se sacudió para que lo soltase. Se
alejó un paso, ceñudo, y James se detuvo a su lado.

—¿Es amigo tuyo?

—No, Albus —La respuesta de James fue casi cansada.

—Es un Gryffindor.

—Sí, ¡sorpresa! Hay idiotas en Gryffindor y no todos somos amigos, ¡wow! El descubrimiento del
siglo, Al.

Albus se volvió a sacudir cuando intentó rodearlo de nuevo y se cruzó de brazos.

—¿Qué haces aquí a esta hora?

—Acordamos no dejarte solo hoy, ¿recuerdas? —James elevó las cejas—. Es la primera vez y no
teníamos idea de cómo sería la reacción en-

—Ah, ¿y se supone que eres un guardián o algo así? —Albus gesticuló hacia él.

—¿Lo dices por lo que acaba de pasar?

—Pues claro que lo digo por eso, tonto.

James arrugó el entrecejo.

—Te estaba ayudando. No creo que sea más que un idiota inofensivo, pero-

—¿Y cuándo te pedí ayuda?

La respuesta se demoró unos segundos más en llegar.

—¿Disculpa? Al, déjame ver si entendí- ¿estás molesto porque te acabo de ayudar?

Albus emitió un sonidito frustrado e ignoró a Adhara, que siseó e intentó tocarle la cara para llamar
su atención.

—No necesitaba tu ayuda —aclaró Albus, más firme—, nunca la he necesitado y nunca te ha
interesado ayudarme tampoco, entonces no hagas como-

—¿Cómo que nunca me he interesado en ayudarte?

—¡Primer año, James! —Albus apartó a Adhara con cuidado cuando esta volvió a sisear—. ¿Se te
olvidó? Porque a mí no se me olvida que desde que entramos al colegio, a Scorpius y a mí siempre
nos han intentado molestar.

—¿Eso qué tiene que ver con esto?


—¡Nunca hiciste nada! ¿Para qué hacerlo ahora? Mejor ni te metas.

James resopló y sacudió la cabeza. Sujetó la bludger con ambas manos y se la arrojó.

Albus cruzó los brazos frente a sí para cubrirse, aunque no fue necesario. La pelota se detuvo a
unos centímetros de rozar su piel.

—Ya está encantada para ayudarte si te molestan —le dijo James, tan serio como pocas veces lo
veía—, pero claro, eso suponiendo que quieras usar algo de un idiota que nunca se ha preocupado
por ti, según tú.

Después se giró y caminó de regreso por donde venían, dando zancadas.

Albus se quedó allí, con la bludger flotando al frente, por un instante. Adhara frotó la cabeza contra
su mejilla y esto lo hizo reaccionar.

Sujetó la pelota y notó algo extraño en ella. En uno de sus lados, tenía escrito un "lucky ball" con
caligrafía muy torpe y una tinta que ya se desteñía.

Al girarla un poco más, encontró un par de manitos que debían ser de Lily cuando tenía siete años.
La época en que James entró a Hogwarts. Quiso hacerle un regalo para que no los "olvidase" en el
colegio.

Bajo estas, se encontraban las manos de un Albus de nueve años que también esperaba que su
hermano mayor no lo olvidase.

Por el resto del estado del balón, parecía que siempre lo estaba usando y había tenido que coser
con magia una parte del material que lo recubría, teniendo el máximo cuidado de no dañar lo que
ellos le hicieron.

Tal vez se sintió un poco idiota. Sólo un poco.

Necesitaba una charla con Severus. Y una poción para pensar con claridad.

—0—

Rose se paró junto al chico tendido en el pasto y lo tocó con la punta del pie.

—¿Sigues vivo?

James contestó con un vago sonido afirmativo. Usaba uno de sus antebrazos para cubrirse los ojos
y en su mano apretaba un dije extraño con un símbolo y una pluma colorida que colgaba de un
costado.

—¿Qué es eso? —Rose se sentó a su lado con cuidado y puso el bate de Golpeadora sobre su
regazo.

James se removió un poco, notó lo que estaba viendo y soltó un débil "ah". Extendió el dije para
que ella pudiese verlo. La pluma era azul y arriba tenía unas piedras que rodeaban un tallado en
madera diminuto.

—Lorcan me lo trajo de un viaje que hizo su familia a África cuando teníamos como, no sé, siete
años. Se enlaza al suyo —James hizo una pausa y lo guardó en su bolsillo—. Se supone que es por
si me meto en problemas.

—¿Y estás…?
Rose no terminó su pregunta, porque cuando James estaba guardando el dije, notó algo que no
pudo ver antes debido al ángulo en que estuvo su mano.

—¿Por qué tienes los nudillos rotos?

—Me peleé con alguien —James se sentó—, ¿por qué más va a ser?

Ella empezó a fruncir el ceño.

—¿Con quién?

—¿Qué importa? —James emitió un sonido irritado y se fijó en un punto al otro lado de la laguna
con una expresión aún más molesta.

A Rose lo sorprendió ver que le enseñaba el dedo medio a alguien. Al fijarse mejor, distinguió a un
grupo de cuatro chicas sentadas en la otra punta de la laguna. Dos tenían cámaras.

—¿Quiénes son?

—Las que les toman fotos a los jugadores de Quidditch —masculló James, sin despegar los ojos de
ellas.

—¿Hay un grupo que se la pasa haciendo eso? —Rose también comenzó a dirigirles una mirada
extrañada—. ¿No te fastidia?

—Lo odio.

Ya que ella lo observó de reojo, James suspiró y siguió hablando.

—Este año decidieron que yo era "más guapo". Al menos parece que ya dejaron en paz a los
demás. A Smith lo tenían muy incómodo desde la segunda vez que lo siguieron a las duchas,
entonces supongo que…

—Espera, espera, espera —Rose lo detuvo con gestos—. ¿Que hicieron qué? ¿Cómo que lo
siguieron a las duchas?

—Pues…lo siguieron, eso —James se pasó una mano por el cabello y bufó—. Smith ayudó a
recoger todo en el campo después de un juego, el lugar estaba casi vacío cuando fue a bañarse y
cambiarse. Escuchó la puerta abrirse y cerrarse detrás de él y risitas de las chicas, pero no las vio.
Creo que es peor que cuando me las encontré de frente- digo, al menos yo sabía dónde estaban, es
más creepy no-

—¡¿A ti también te siguieron?! —Rose se horrorizó y apretó el bate que tenía sobre el regazo.

—No es algo que-

—No, no, dime cómo fue eso —insistió ella, más molesta—. ¿Qué les pasa? No me digas que
fueron a…tomarte fotos allí dentro.

James se encogió de hombros.

—Ya me había dado cuenta de que estaban detrás de mí, sólo entré y las esperé frente a la puerta y
me encontré de frente con las dos que me seguían.

—¿Y…?
—Les pregunté si alguna era un chico o si se equivocaron de baño y ya, salieron solas, no fue-

—Si dices que no fue nada, te golpeo con este bate —Rose balanceó su bate en el aire. La mano le
temblaba—. Eso se llama acoso, James. Y es horrible. ¿Les has dicho que paren?

—Muchas veces. Lorcan y Arvel también. Hay chicos en los cuatro equipos que se los han dicho.

—¿Le has dicho a un profesor?

—¿Para qué, Rose? —James giró el rostro hacia ella, arqueando las cejas.

—¡Para que hagan algo!

Él soltó una risa sin humor y sacudió la cabeza.

—Rosie, si un grupo de chicos le tomase fotos a una chica cada vez que la ven por ahí y la siguen
al baño, darían asco y lo mínimo que se merecerían es un golpe. Eso es acoso. Si pasa al revés…—
James negó—. "Oh, qué suerte tienes, le gustas a las chicas", te callas y te aguantas. A lo mucho lo
que dirán si se enteran es que cómo te vas a preocupar por eso, son chicas, ¿qué daño te pueden
hacer unas chicas?

—Ser una chica no te da derecho a acosar a alguien sin consecuencias, James —Rose negó y lo
consideró mejor—. Bueno, si no quieres hablar con un profesor- y mira que no creo que
McGonagall te diga algo así, pero si en serio no quieres- ¿qué tal Marian? La Prefecta- es de tu
año, ¿no? Ella siempre nos dice que le avisemos si alguien nos-

—¿Alguna vez has oído que se lo diga a un chico?

Rose boqueó durante unos segundos, mientras su mente trabajaba a toda velocidad.

—Hay ciertas personas- creo que más que nada chicas, al menos entre las que conozco sí son ellas,
no sé las demás —le aclaró James— que piensan que esas cosas- sólo les pasan a ellas. O que sólo
importa si le pasa a una mujer. A un chico no porque, bueno, ¿qué tan seguido escuchas a un chico
quejarse de algo así?

—No sabía lo de Smith y nunca lo oí quejarse —replicó Rose—, ni a ti, pero no porque alguien no
diga algo significa que a nadie en ese grupo le pasa. Incluso si sólo le pasase a un chico, eso sigue
estando mal.

James sonrió y le revolvió el cabello, tomándola por sorpresa. Con esa expresión suave, le hacía
pensar en su tío Harry. Tenían la misma sonrisa.

—Ojalá fuese así en serio, Rosie. Pero no lo entiendes. Es algo que todos los chicos sabemos: en
muchos casos es el chico al que dan ganas de golpear —James exhaló— y cuando es él el que tiene
el problema y no el que lo causa…¿qué importa? Muchas veces incluso dicen que nos lo
merecemos, que es algo que nos hemos "ganado" por el comportamiento de los otros chicos que sí
son imbéciles y…

—Pues yo no estoy de acuerdo —Rose se puso de pie, el bate en su mano— y no sé quiénes te


dijeron eso, pero me parece que es una mierda y que no deberías hacerle caso. Y voy a hablar con
ellas, tú te vas a quedar aquí, y si se te acercan otra vez, me vas a decir, ¿entendido?

Ella no se quedó a esperar una respuesta. Rodeó la laguna dando zancadas y luciendo muy
intimidante con su bate, que por supuesto, no tenía pensado usar, pero siempre era bueno llevarlo si
quería ser escuchada.
James las observó desde el otro extremo. Rose negaba y les explicaba algo, ellas se miraban entre
sí, luego hacia donde estaba él y comenzaban a hablar entre ellas. Al cabo de unos minutos, Rose
regresó tan erguida y enojada como cuando se fue.

—Les pregunté si a ellas les gustaría que alguien les tomase fotografías sin permiso y las siguiese
al baño —le informó, severa—. Espero que se den cuenta de que está mal y lo dejen, pero en serio,
avísame —Lo apuntó con el bate—. Cuéntame estas cosas también, no sólo de Quidditch, James,
idiota.

—Es que-

—¿A ti te gustaría que no te dijese si eso me pasase a mí con un grupo de chicos?

James se enderezó, ceñudo.

—Pues claro que no, debes decirme si te pasa, habría que hacer algo-

—¡Es lo mismo! —Rose lo "golpeó" en la cabeza con el bate, de forma tan leve que apenas fue un
roce.

—Tú ya estás ocupada con la P. E. D. D. O. y tu campaña nueva de las chicas-

—¡¿Y eso qué?! —Rose volvió a "atacarlo" sin fuerza—. Preocuparme por las chicas no me
vuelve ciega a todo lo demás, James. Si ignoro cuando algo así te pasa por ser un chico, ¿qué me
diferencia de los que ignoran esto cuando le pasa a una chica? Me molesta que le pase a una, me
molesta que te pase a ti- ¡a quien sea! A nadie debería pasarle, punto.

Antes de que pudiese "atacar" de nuevo, alguien le quitó el bate. Lorcan, detrás de ella, tenía la
cara roja y jadeaba. Debía haber corrido.

—¿Qué haces con esto? —Le devolvió el bate y se agachó frente a James enseguida—. Jim, estaba
en el patio de Koldovstoretz, no podía salir de una vez con los-

Lorcan bajó la vista y frunció el ceño.

—James Sirius Potter.

James miró a su prima.

—Ahora necesito ayuda. Otra vez.

—¿Qué es esto? —Lorcan sujetó la muñeca de James y la alzó.

—Se peleó con alguien —Rose lo "acusó".

—James no se pelea con los puños desde hace años, Rose —Lorcan ni siquiera la vio. Estaba
ocupando dándole una mirada severa a su mejor amigo—, usa su lucky ball encantada. Esto no fue
con una persona.

Cuando James no dijo nada, Lorcan se levantó y lo jaló con él.

—A la enfermería.

—No es-

—Enfermería —siseó Lorcan, ceñudo—, ¿o prefieres que le cuente a tu padre?


James se dejó llevar con una actitud sorprendentemente dócil. Rose echó un vistazo hacia atrás,
notó que una de las chicas le tomaba una foto a James y Lorcan, le frunció el ceño y los siguió
después de verla esconderse.

Tuvo que apretar el paso para ponerse junto a Lorcan. Los acompañó a la enfermería, más que
nada porque la actitud de Lorcan comenzaba a preocuparla y hacerle pensar que aquello no era una
tonta herida en la mano.

Una vez allí, la enfermera recibió a James con una sonrisa y un tono suave, lo hizo sentarse y le
aplicó un encantamiento que cerraba la herida, mientras le hablaba. Rose escuchó parte de la
plática.

—…este año escolar no te había visto por aquí, ya me estaba diciendo "al fin ese niño va a dejar de
confundir mi enfermería con su dormitorio"…

—Es que estas camas son muy cómodas…

—¿Y esto cómo te lo hiciste?

—Uhm, lo de siempre.

—Tienes que dejar de pelearte con todos, chico…

Rose permaneció junto a Lorcan, que tecleaba algo en su tablet y no paraba de fruncir el ceño. En
cuanto la enfermera dijo que estaba bien y regresó a su oficina en la parte de atrás, se quedaron a
solas y Lorcan apenas le dio un vistazo a James.

—¿Viernes en la tarde o lunes en la mañana?

James ahogó un sonido frustrado.

—¿Cuándo puedes acompañarme?

—Viernes.

—Viernes —aceptó James de mala gana.

—Vamos el viernes —Lorcan tecleó otro poco— y volvemos a quedar en cero días sin lesiones.

—No es jus-

La mirada que le dio Lorcan lo hizo cerrar la boca. James apretó los labios y se dedicó a pasar el
pulgar sobre sus nudillos recién curados.

Rose tenía un muy, muy mal presentimiento.

—¿A dónde van? —susurró. Esto pareció recordarles su existencia.

—¿Le puedo decir? —Lorcan le preguntó a James. Luego cambió la cuestión:—. ¿Estás listo para
que le diga?

Lorcan observó a James por un momento. No le dijo nada, sólo movió la cabeza en un gesto
extraño que no era negativo ni afirmativo.

Después Lorcan le indicó a ella que saliesen de la enfermería. Los dos caminaron hasta el pasillo y
cerraron la puerta detrás de ellos.
Apenas estuvieron allí, Lorcan suspiró y se frotó el rostro. Recargó su espalda en la pared contraria
a la entrada de la enfermería y cerró los ojos. Lucía como si necesitase prepararse para hablar de
esto.

—Tú…todavía no entrabas a Hogwarts, pero hubo una vez en que James acabó en la enfermería…
debieron avisar en su casa.

—¿Cuál de todas las veces que acabó allí por el Quidditch o sus travesuras? —Rose arqueó las
cejas.

Lorcan negó y se fijó en la puerta.

—No fue ese tipo de lesión, fue- él…se quemó. Con la caldera en el centro del cuarto.

Rose frunció el ceño e hizo un repaso mental de la distribución que conocía de los cuartos de la
Torre. Los de los chicos debían ser iguales a los suyos.

—Pero…la caldera tiene hechizos protectores de roces accidentales, sólo la tocas si tú…

Si quieres hacerlo.

—Exacto —Lorcan asintió—. En ese momento, sólo…pues lo hizo ver como un accidente, ¿sabes?
Pero yo no le creía y le insistí hasta que me dijo que fue…bueno, no podemos decir planeado,
pero…sólo no fue un accidente. Y me suplicó que no le dijera a nadie.

—Esa es una terrible idea-

—Sí, pero no sabía qué hacer, hasta que…—Lorcan carraspeó—. En tercero- con la entrada de
Albus, James se peleaba con otros chicos todo el tiempo para que dejaran de molestarlo, pero Albus
tampoco lo quería ver y estaban las optativas y sólo-

Lorcan gesticuló hacia la puerta de la enfermería, supuso que hacia James adentro.

—Tuvimos un examen difícil. Cuando salimos, me di cuenta de que estaba…de que sangraba —
Lorcan tocó su propia mano y dibujó un círculo con el índice en su dorso, bajo el pulgar—. Estaba-
no se sentía bien y se…arrancó un pedazo de la piel a mordidas mientras usaba la otra mano para
escribir.

La expresión horrorizada de Rose tuvo que haber hablado por ella, porque Lorcan le dirigió una
mirada de "ni se te ocurra armar un escándalo".

—Volvió a suplicar que no le dijera a nadie —siguió Lorcan, despacio— y no le conté a su familia,
pero…estaba asustado y él no se detuvo como dijo que lo haría y sabía que no era- no era él mismo
cuando hacía algo así, era- —Negó.

—¿Quiénes lo saben entonces? —preguntó Rose, que ahora no despegaba los ojos de la puerta.

¿Cómo no se dio cuenta? ¿Habría visto algo en él sin darle importancia?

Estaba segura de que sí. Lesiones de Quidditch. Casi todos en la familia las tenían gran parte del
tiempo; un moretón aquí, un raspón allá, tal vez te faltaba un trozo de piel por una caída más dura y
no le pediste a alguien que te curase con magia, porque se acostumbraban. Igual que con los callos.

Lo debió ver como algo normal.

—Ahora tú. Yo, Lys, Arvel —enumeró Lorcan—, Teddy y su psicomago.


Rose dio un brinco y volvió a fijarse en el Ravenclaw.

—¿Ve a un psicomago?

Lorcan asintió.

—Empezó el año pasado. Le contamos…bueno, yo le conté a Teddy con el permiso de James.


Necesitábamos que un adulto firmase los papeles para verlo, está aquí, en Hogsmeade- —Cabeceó
en dirección a donde debía pensar que quedaba el pueblo mágico—. Teddy lo paga con dinero de
la bóveda de los Potter y McGonagall nos deja salir cuando tiene una cita, James no quiere que lo
vean los demás.

—¿Ella sabe?

—No- bueno, algo debe haber notado, pero Teddy le dio unas notas firmadas y le dijo que tenía
permiso de sus padres también y- no sé, lo habló con ella y piensa que hacemos algo por la familia
y eso, creo, no nos dice nada.

—Merlín —Rose también se apoyó en la pared tras ella—. Lorcan, yo de verdad no- nunca- no se
me habría pasado por la cabeza que James…digo…es James. Es…

Ella sacudió la cabeza y se pasó las manos por el cabello, sin tener idea de cómo terminar esa frase.

—Entonces lo de los nudillos…

—El psicomago dijo…que cualquier cosa que implique dañarte de forma intencional es autolesión.

—¿Qué dijo el psicomago de por qué lo hace?

—Crisis, en resumen —Lorcan se encogió de hombros—, ansiedad, eso. Lastimarse, darse una
palmadita, "estoy bien" y todo va perfecto por un tiempo…luego puff. Nos preocupamos cada vez
que pasa largo rato en silencio sin moverse, porque por fuera todo parece normal, pero…dentro —
Se tocó la sien— es un desastre.

—¿Qué tiene que hacer? ¿Qué hacen ustedes? ¿Hay algo en que…que pueda ayudar?

—Evitar que un día se lance de cabeza de la escoba, supongo —Lorcan se aclaró la garganta de
nuevo cuando la voz le falló—. Él…estuvo bien en el verano, digo- se mordió las uñas y se arrancó
unos pedacitos de- ya sabes, los trocitos estos que crecen alrededor de la uña, pero a
comparación…pensé que estaba mejor. El psicomago lo puso a hacer ciertas cosas que odiaba al
principio pero…un día le dije "pongamos música y yo lo hago contigo" y ya no se queja. Ayuda.
Generalmente.

Lorcan emitió un sonidito frustrado.

—No sé qué pudo haber causado la de hoy. Realmente estaba…hubo progreso. No había pasado
tanto tiempo sin hacerse algo desde que comenzó.

—¿No tuvo ninguna crisis por meses y de pronto esto?

—No, no- las crisis aún llegan a veces —Lorcan negó— cuando se abruma y eso, pero…no al
punto de hacerse eso. No sé, Rosie, este año es difícil. Mucho estrés, muchas cosas. A veces es
como…si todo el mundo mágico estuviese poniendo presión sobre él a su manera, viendo en qué
punto se rompe, cuándo deja de ser un perfecto Potter que hace todo lo que se espera que haga.
Rose estaba tan ensimismada y con la cabeza llena de datos por procesar que saltó cuando oyó la
puerta de la enfermería.

James se paró bajo el umbral y se apoyó en un lado de este. Tenía un chupetín en la boca.

Se veía igual que siempre.

—¿Te dio otra? —Lorcan sonrió al verlo asentir y codeó a Rose—. Cada vez que vienen, le dan
una, como a un niño de primero.

—Es porque soy encantador —James se encogió de hombros. Su mano le temblaba un poco al
sostener el dulce.

—¿Qué tienes que hacer hoy? ¿Qué te falta?

Rose se percató de que Lorcan intentaba que se centrase. No creía que decirle que ella sabía fuese a
ser de ayuda.

James lo sopesó durante unos segundos, jugando con el dulce en su boca.

—Tengo una lección privada con McGonagall. Tengo que ver a Bel, está de visita. Ayudar en la
biblioteca. El profesor Longbottom me pidió ayuda para trasplantar unas cosas. Reunión de
Prefectos, organizar a los chicos de regreso después de la cena, me toca patrulla. Tengo que…
revisar el mapa de Astronomía, hacer la conclusión del ensayo de historia, la propuesta para las
jugadas del próximo partido, hay un problema con el club de música y el profesor encargado me
pidió hablar con los chicos porque son Gryff, debo revisar el equipo de Quidditch para preparar la
lista de lo que necesitamos para que el profesor lo consiga antes de que quedemos mal con los
otros colegios, luego- Lily está molesta porque no he terminado los muebles del Aquelarre, me
ofrecí como Prefecto para ayudar con los eventos en Rusia y Bulgaria, así que debo preparar algo
que me pidieron, Sirius me preguntó si podía-

Rose lo detuvo con un gesto. James se quedó boquiabierto.

—Yo me ocupo de los muebles.

Él negó.

—Lily estará más molesta y me dirá que soy un irresponsable si-

—No se va a enterar —aseguró Rose, más seria. No creía que nadie en su estado pudiese hacer
tanto en un día y fuese a encontrarse mejor después.

James asintió de mala gana.

—Ven aquí —Lorcan le ofreció su brazo y le rodeó los hombros en cuanto caminó hacia él—.
Todo lo que no sea completamente necesario puede esperar a mañana, ¿sí? Vamos a comer algo-
¿comiste en la tarde?

James arrugó el entrecejo y se negó a mirarlo.

—Sí.

—Ajá y yo soy hetero —Lorcan le dio un leve golpe en el hombro—. ¿Qué estabas haciendo?

—Uhm…me…me quería asegurar de que no le fuesen a hacer algo a Al por vestirse así. Igual fue
inútil —añadió con un tono más quebradizo—, sí llegaron a molestarlo, no hice nada sobre…
A Rose se le apretó el pecho al oírlo. Caminó junto a ellos y procuró mantener las preguntas al
mínimo, por lo que Lorcan se encargó de él y ella fue escuchando su plática.

—¿Quieres que te cargue?

—Al y Lily todavía deben estar por ahí…y si papá nos ve, luego pensará que tengo un esguince en
el tobillo o algo…

—¿Qué quieres comer? Iremos directo a la cocina…

Se separaron en la entrada al Gran Comedor. Rose observó las velas flotantes y las mesas que
empezaban a acomodarse para cuando fuese hora de la cena. Ellos continuaron hacia la cocina. La
voz de Lorcan y los sonidos vagos de respuesta de James pronto se perdieron en el pasillo.

Chapter End Notes

¡Hoooola! Empezamos el año un poco tarde por aquí porque todo es un desmadre, tuve
mucho trabajo y ando en reposo post-operatorio además

Recuerdo que cuando estaba escribiendo esto, pensaba en cuáles serían los problemas
de los Potter. Es obvio que Albus no se adapta a lo que representan, pero le di una
lectura rápida a esa cosa del mal conocida como El legado maldito y se me hizo muy
curioso lo "perfectamente Potter" que era James. Si Albus tenía tanta presión encima,
James, siendo el mayor y el que estuvo en Hogwarts solo primero, seguramente tuvo
la misma presión. La forma en que lidiaron con eso hubiese sido interesante de leer

Aparte acababa de ver una de las escenas de Myrtle acosando a Harry, y con el cariño
que le tengo a la Myrtle fanon, qué asco la jk usando el acoso como comedia porque es
de una chica a un chico. Pero como no espero nada de la doña pues…

Espero que el trabajo me deje actualizar a un ritmo decente, besitos de serpiente para
ustedes /corazón, corazón
La reunión padre e hijo

Ron aguardó durante unos segundos en el pasillo del Departamento de Misterios a que la imagen
cambiase cuando le diesen acceso a la sala que quería. No tenía ganas de ser atrapado por una
criatura extraña o acabar flotando en una habitación vacía durante media hora antes de que algún
Inefable fuese por él.

Las puertas en la pared contraria se contrajeron unas sobre otras hasta que sólo quedó disponible la
que él necesitaba. Se abrió y Ron la atravesó. Enseguida se cerró detrás de él.

La oficina era pequeña, desordenada por el montón de papeles y libros y tenía una ventanita
redonda al fondo con un paisaje mágico de algún desierto extraño de cielos púrpuras.

Smith se había bajado la capucha del uniforme de Inefable y examinaba un trozo de pergamino a
contraluz frente a una lámpara roja. Sentado en la silla frente al escritorio, estaba Harry,
observándolo con el ceño fruncido.

Ron caminó hacia él y lo saludó con un apretón en el hombro. Luego se sentó a un lado, en la
única silla que no tenía más libros encima.

—Le dije a Hermione que te avisase que no era necesario venir…

—Sí, pero también dijiste que me mantendrías pendiente del caso —replicó Harry, muy serio. Sus
lentes mágicos debían estar en funcionamiento, porque no paraba de entrecerrar los ojos—. Y no
quería que Hermione nos gritase otra vez eso de "¡no soy una lechuza!".

Ron ahogó la risa y Smith les dedicó una mirada extrañada, acompañada de una ceja apenas
alzada. Después siguió revisado el papel, sólo que frente a una luz verde.

En la Academia tuvieron otro pequeño "problema" y Hermione les había advertido que si
pretendían usarla de lechuza por tercera vez, sólo los encerraría en un cuarto hasta que hubiesen
arreglado sus diferencias.

Y Hermione molesta era un buen incentivo para no discutir entre ellos.

—¿Ya saben algo? —La puerta volvió a abrirse cuando ingresó Hermione, cargada con algunos
archivos de su propio Departamento de Ley Mágica.

Smith la miró y continuó con su trabajo, ahora bajo una luz dorada.

—¿Alguien más quiere venir a invadir mi oficina? —murmuró en tono aburrido—. ¿El resto de la
Orden del Fénix tal vez? ¿Necesitamos hechizos de agrandamiento?

—Ron y Harry no sabrían usar esos instrumentos —le recordó Hermione con suavidad, sentándose
en el reposabrazos del asiento ocupado por su esposo, ya que le hizo un gesto a este para que no se
parase.

Apelar a la vanidad siempre era útil. Smith resopló, se inclinó hacia adelante y puso el pergamino
frente a ellos.

Harry se aseguró de que podía tomarlo y lo examinó por su cuenta a través de los lentes, frunciendo
más el ceño.
—Está muy bien equipado con hechizos antidetección y una sarta de cosas de ocultamiento, pero
son más bien- —Smith gesticuló con una mano— para desviar la atención y tenerlos investigando
esto. Como ahora. En realidad no hay nada oculto allí, es sólo un papel con una letra, todos son
iguales.

—Pero sí sirve para ocultar su ubicación —alegó Hermione.

El Inefable sacudió la cabeza.

—No está intentando esconder su ubicación; si quisiera hacerlo, no tendría que haber dejado su
esencia mágica por todo el papel bajo encantamientos más sencillos. Tomó diez minutos
descifrarlos con instrumentos y más de tres horas los demás…

—Si sabes usar encantamientos que a un Inefable con instrumentos le va a tomar tres horas
descifrar —mencionó Harry—, no serías tan tonto como para usar los de diez minutos con algo
que quieres esconder.

—Tal vez no puede usarlos siempre o no para todo —razonó Hermione, fijándose en el Inefable—.
Esos encantamientos requieren mucha energía, concentración y tiempo.

Smith asintió.

—Claro, lo pensé, pero después de descifrar todo lo que podía, hice unas revisiones extras…y en
verdad no existe un rastro que seguir, fuera de la esencia mágica.

Los miembros del trío de oro intercambiaron miradas.

—¿A qué te refieres? —le preguntó Ron.

Smith se reclinó en el respaldar de su asiento y exhaló.

—Una gran concentración de magia podría desviar los hechizos de rastreo. Por ejemplo, nadie
puede rastrearte aquí, en el Departamento de Misterios —Abarcó la oficina con un gesto—, ni en
lugares como, no sé, Stonehenge.

—¿Entonces eso significa que se pasa todo el día en un espacio con tanta magia? —Hermione
frunció el ceño y sostuvo el papel cuando Harry se lo pasó. Era la última "carta" que llegó.

—Bueno, es una posibilidad —aceptó Smith, moviendo la cabeza en un gesto que no era
afirmativo ni negativo—, aunque seguro sería desgastante en cierto punto. Lo importante es que
cuando di con esto, seguí comprobando hechizos y me fijé en algo sobre las esencias mágicas que
necesitan ver.

El Inefable agitó la varita y una hilera de luz brotó del pecho de cada uno. La suya era de un
brillante tono dorado. La de Harry verde oscuro, la de Ron de un rojo anaranjado y la de Hermione
de un suave tono crema.

—Digamos que esto es una…representación gráfica de su esencia mágica. Y esta —Smith tocó el
papel con la punta de la varita. De este salió una hilera de luz que también era roja anaranjada— la
de la persona que puso tantos hechizos en este papel.

Hermione le pasó el papel a Ron y este lo colocó a un lado de su pecho, de manera que ambos
"hilos de magia" se alineaban.

Eran casi idénticos.


—¿Qué significa? —indagó Hermione, mirando a su esposo con una expresión complicada—.
Porque no creo que todos tengamos un color diferente…

—No, más de una persona puede compartir un color, por supuesto —Smith volvió a mover la
varita y las dos "hileras", la de Ron y el papel, se extendieron y ensancharon, permitiendo ver unos
patrones de líneas más claras dentro de la "esencia" misma—, el patrón dice más. Era esto lo que
necesitaba comprobar.

Ron estaba boquiabierto comparando los patrones. A simple vista, eran el mismo, pero al agrandar
la hilera, se notaba que la suya era más roja y la otra un poco más naranja.

—Así que…—Harry lo instó a continuar con un gesto—. Alguien tiene una magia muy similar a la
de Ron, ¿es eso?

—Quiere decir que es un Weasley —aclaró Smith—. Este es un patrón "normal" —Movió la varita
y ambos patrones sufrieron de un leve cambio. Luego lo hizo de nuevo y volvieron a ser idénticos
— y este el patrón de marca. El familiar. Tu patrón normal es una mezcla del de tus padres y tu
propio tipo de esencia, el familiar sí o sí es heredado de uno de los padres. Podría ser de cualquiera
de los dos, pero este en particular-

Smith sacó de un cajón un boceto con el mismo patrón que veían en ambas esencias y lo puso
sobre el escritorio.

—Es el patrón Weasley dominante. Es decir, la mayor parte de los Weasley de la generación de
Ron debe haberlo heredado. Luego para la siguiente generación, aproximadamente la mitad debe
haberlo heredado, si tomamos en cuenta los patrones nuevos añadidos como opciones de la madre
o el padre.

Debajo del boceto, había un "Arthur Weasley" y su firma. Smith también les mostró uno con el
nombre de Percy que llevaba el mismo patrón.

—Tenemos estos datos de todos los que entran al Ministerio —les contó en un tono que rozaba lo
aburrido—, es de las cosas que conseguimos al quitarles las varitas en la entrada. Les puedo
mostrar los demás, los estuve revisando cuando noté esto- si no recuerdo mal, me parece que
fueron uno de los gemelos y tu hermana los únicos que no tenían el patrón de Arthur.

Ron exhaló y desvaneció ambas marcas de magia con su varita.

—¿Puedes saber quiénes son todas las personas que han entrado al Ministerio y tienen este patrón?

—Podría ser incluso alguien emparentado a Arthur directamente —añadió Hermione, que debió
pensar que era una buena idea—. Después de todo, eran sangrepuras, Arthur podría incluso tener
un patrón como el de los Malfoy o los Black.

Smith tocó un papel con la varita y le pidió los patrones familiares similares a ese. De pronto, el
papel se convirtió en un tejón que sostuvo el papel enrollado dentro de su boca y se lanzó dentro
del cajón del escritorio.

—¿No es más fácil…? —Ron se inclinó sobre el escritorio para decirle que sólo los sacase, hasta
que miró dentro del cajón y descubrió que tenía varios pisos, escaleras y archiveros de metros ahí
dentro. Volvió a sentarse—. Olvídalo. Un tejón. Gran idea.

Smith estrechó los ojos en su dirección, pero siguió hablando.

—No puedo asegurar que tengamos todos los datos de cada Weasley, pero al menos les dará una
idea de quiénes tienen ese patrón.

Ron asintió y se recargó en el respaldar de su silla. Tenía una vaga idea y no era nada buena, por lo
que prefería no decir nada hasta haberlo comprobado.

—Bueno, sobre el lugar…—Hermione recogió todos los papeles y los alineó frente a ellos—. Nor,
Y, r y una M en la última carta con un color diferente a los otros dos.

Los cuatro se inclinaron hacia los papeles, mientras el tejón mágico se encargaba de la búsqueda de
los patrones.

—¿North? —ofreció Hermione, ceñuda—. Hay muchos lugares que comienzan con un "North",
pero pocas palabras comunes que se puedan usar como una pista…

—Tiene una Y, así que podría referirse a North York, ¿no? —agregó Harry, después de hacer un
repaso mental de los mapas que memorizó cuando quería patrullar con los demás novatos—. Hay
mucha magia allí, es donde se abrió la calle esa- la que se parece al Callejón Diagón. También hay
comunidades semimágicas por allí cerca.

—North York M —Ron cerró los ojos y comenzó a masajear su sien—. ¿Qué pasa con North York
M…?

—¿Ya está? —Smith se movió hacia un lado al percibir algo que ellos no notaron y recogió al
tejón de papel. Lo puso sobre el escritorio y este le entregó a Hermione un pergamino enrollado
con los nombres de cada persona con ese patrón familiar que entró al Ministerio en los últimos
veinte años.

—Eso fue rápido —lo felicitó Hermione con una sonrisita, al tiempo que desenvolvía el papel.

Harry se inclinó junto a ella para echar un vistazo también.

—Realmente son muchos…

—Patrón dominante, se los dije —señaló Smith, encogiéndose de hombros—; si fuese un patrón
menos dominante, tendrían menos opciones también.

—Bien, hay que hacer una copia de esto y luego podremos…

Ron abrió los ojos y frunció el ceño al recordar algo. Se acercó a su esposa y echó un vistazo al
pergamino.

Sí, ahí estaba.

Mierda.

—Creo que sé quién es.

Harry y Hermione le dirigieron miradas sorprendidas. Smith incluso elevó las cejas.

—Pero no te vayas a molestar —le pidió a su esposa.

Sí, ya debía saber que decirle eso no haría que no se enojase.

—0—

Cuando Ron se Apareció, tuvo que caminar un poco para dar los primeros pasos en una extensión
de césped lleno de flores que tenían un precioso tono de púrpura. Le encantaba ir allí cuando era
niño. El parque era el único lugar al que podían llevarlos a todos a jugar sin temor a exponerse, ya
que tenía una tarde exclusiva para magos y la entrada era gratis.

También llevó a sus hijos allí.

Se lo encontró tendido en el suelo en medio del césped, con un brazo flexionado bajo la cabeza a
manera de almohada, los ojos cerrados y una sonrisita.

—¿Viniste solo?

Ron se cruzó de brazos y se pasó unos segundos frunciéndole el ceño.

Le creía a Harry cuando dijo que reconoció a Hugo mayor de lo que era en ese momento, claro que
sí. No sería lo más raro que vieron. Pero no significaba que hubiese podido hacerse una idea de
cómo luciría.

En verdad se parecía a él.

A su niño.

Ron no podía actuar como si estuviese frente a un gran criminal si tenía esa cara.

Y eso era preocupante.

—"Tienes que responder cuando te hablan, Hugo Weasley" —Hugo imitó una voz más aguda y se
sentó, riéndose—. ¿No te suena igual a alguien que conoces?

Supuso que se refería a Hermione. Ya que no le contestó, el joven mago apoyó las palmas en el
suelo un poco por detrás de él y se dedicó a verlo con una sonrisita.

—¿Qué? ¿Necesitas invitación para sentarte? —Cabeceó hacia un lado—. Anda, anda…

Tras considerarlo durante un momento, Ron se sentó a su lado.

Hugo apuntó hacia adelante.

—La última vez que me trajiste, Rose acababa de dejar el país por los estudios- y era esta hora del
día. Lo recuerdo —Se tocó la sien y sonrió de nuevo—. Un gran truco ese. Qué bueno que me lo
enseñaste.

Ron nunca se había planteado enseñarles algo de oclumancia de ese tipo a sus hijos. En tal caso,
quizás empezaría por Rose.

—¿Cómo es que estás aquí, Hugo? Suponiendo que seas Hugo.

—Eso me ofende, papá —Hugo frunció el ceño—, pensé que dejar mi esencia mágica te lo
confirmaría y nos podríamos ahorrar la parte de la desconfianza de Auror e ir directo a lo
importante-

—Tienes- ¿qué? ¿Diez años más que el Hugo que yo conozco?

—Un poco más que eso, pero qué importa —Hugo le tendió su mano—. Hugo Weasley, un placer.

Ron estrechó su mano de mala gana sólo para seguirle la corriente. Eso solía funcionar con los
criminales con los que trataba.
—¿Cómo hiciste para viajar en el tiempo hasta aquí?

Hugo sacudió su muñeca. Llevaba un brazalete grueso con un pequeño reloj de arena. Ron notó
que era idéntico a la gargantilla que usaba, pero no pudo hacerle preguntas antes de que él
comenzase a hablar.

—Hagamos esto rápido, en realidad no tengo permiso de decírtelo, ¿sabes? Y tampoco tengo todo
el día.

—¿Trabajas para la "Señora Oscura"?

Hugo se rio y negó.

—Más bien, soy un socio de quien se conoce como, digamos, el "niño maldito". Señor Oscuro, si
quieres, así sonará más familiar para ti —Le restó importancia con un gesto—. La verdad es que
Albus me pidió venir, como un favor especial, después de que tuviésemos que deshacernos de Lily
para que parase de causarnos problemas.

Con la última parte, todo rastro de diversión desapareció de su rostro. Hugo mantuvo la mirada fija
al frente y su entrecejo se arrugó un poco.

—¿Que ustedes qué?

—Ella no entendía —Hugo sacudió la cabeza—, ni Rose, ni James…fue demasiado. Pudo haber
terminado bien para nosotros, pero fue demasiado. El precio que pagamos fue muy alto.

Luego lo observó de reojo.

—Entonces Albus habló con él y lo convenció de dejarme venir para salvar a todos los que
pudiese. Incluyéndote. Pero no es la primera vez que pasa y ahora estoy un poco confundido.

Ron frunció el ceño.

—Creo que no estoy entendiendo.

Hugo movió una mano en el aire y una línea de magia pura se dibujó frente a ellos. Ron se alarmó,
miró alrededor para comprobar que no había muggles cerca y los ocultó a ambos con un hechizo.
El más joven sólo creó otra línea paralela a eso.

—Esta es la línea de la que se supone que yo vengo —Hugo apuntó a la primera—, una línea en la
que Scorpius fue el niño maldito y la Cofradía reemplazó al Ministerio de Magia. Y esta sería la
línea que tú conoces —Luego señaló a la segunda—, en la que todavía no han llegado a ese punto
del tiempo. En la que no sabes si sucederá alguna vez.

Después Hugo formó una tercera línea, sólo que no era horizontal, sino vertical, pasando por
encima de las otras dos.

—Y allí…en algún punto, en alguna parte, está la primera vez que intentaron evitar esto. Eso me
ha causado una gran confusión.

Ron contempló las líneas en silencio.

—¿Las visiones del futuro…?

—No existían en mi línea —explicó Hugo, negando—, no supimos lo que sería…no supimos nada
hasta que fue demasiado tarde y sólo nos quedó lidiar con todo. Pero ustedes saben demasiado.
—¿Podría Quién-Tú-Sabes haber actuado diferente en tu línea de tiempo que en la nuestra?

Hugo volvió a sacudir la cabeza.

—No, no es eso. Me ha costado resolverlo —Se tocó la sien de nuevo, antes de desvanecer las tres
líneas—, pero luego me he dado cuenta de que Astoria ya no existe en nuestra línea de tiempo. No
murió, pero ya no existe. Y como toda la energía va a algún lugar…

Realizó un gesto vago que completaba sus palabras, de acuerdo a él.

—Así que…—recapituló Ron, despacio— Astoria vivió todo esto sin ningún tipo de aviso, y
cuando desapareció, ella…¿decidió dejarle señales a la Astoria del pasado para que estuviese más
preparada?

—Podría ser muy complicado —admitió Hugo—, tendría que haber interactuado con el Tom
Riddle que luego la Astoria de este tiempo iba a conocer…y haberlo hecho de tal manera que no
dejase un rastro de su intervención —Hizo una pausa en la que arrugó el entrecejo—. Claro, es una
de mis teorías solamente, pretendía explicar por qué había tanta diferencia.

—¿Hay más teorías?

Hugo asintió, ceñudo.

—Pero son demasiado complicadas. Y no son el tema central de esta conversación —agregó,
retomando el punto con una sonrisita—. Ya conociste el proyecto Neverland, ¿verdad?

—Sí.

—¿No te parece un increíble trabajo de preparación? —Hugo infló el pecho—. ¿No me merezco
un aplauso?

Ron boqueó por unos instantes.

—¿Fuiste…?

—¿Por qué estás sorprendido? —Hugo se echó a reír—. Hice lo que tú querías: niños mágicos
cuidados por personas mágicas para que nadie tenga que pasar por lo mismo que Harry o Liva. Lo
hice con tus instrucciones y tus métodos, con tu propia investigación.

Ron sintió que un peso helado se instalaba en su estómago.

—¿Mi investigación?

Hugo se tocó la sien y le guiñó.

—En el 2022, propusiste frente al Ministerio de Magia la creación de un programa para cuidar de
los niños mágicos que sólo tenían parientes muggles y así evitar que hubiese de nuevo niños fuera
de las listas de los colegios de magia o en situaciones de violencia. Dijiste, lo cito —Hugo cerró
los ojos, carraspeó y continuó:—, "en mis años de experiencia en la sección de mentes criminales,
he concluido que un porcentaje mayoritario de los criminales mantuvieron estas actitudes violentas
o antisociales debido a que las tenían normalizadas y naturalizadas desde la infancia, infancias casi
siempre duras y de condiciones deplorables que difícilmente podrían haber formado a un adulto
que…"

—Es la investigación que comenzó con el caso de Liva —La voz de Ron apenas fue un murmullo.
Hugo asintió, aunque no abrió los ojos. Debía estar rebuscando en su memoria.

—Diferenciaste de forma clara y muy buena, por cierto, el comportamiento psicópata, sociópata y
el producido por los traumas acumulados, dando a entender que no podíamos hacer nada por la
gente que era mala desde siempre, pero que la mayoría fueron personas que jamás se rescataron
cuando debieron ser ayudadas. Y crear un ambiente seguro para los niños mágicos, según tus
informes, reduciría el 80% del crimen en el mundo mágico y al menos el 10% del crimen en el
mundo muggle que es llevado a cabo por los magos.

—Sí…eso puse. Esas fueron las conclusiones al menos.

—Presentaste el caso de Liva como prueba —siguió Hugo, más suave— desde el principio. Con su
permiso, claro. Una niña mágica encerrada en un sótano por padres muggles religiosos que la
consideraban un "demonio"…oye, eso pone sensible a cualquiera con corazón. Su nombre se
perdió en el sistema por culpa de los Mortífagos y la negligencia del Ministerio, que todavía no
debe haber arreglado el sistema en este tiempo, ¿no?

Ron no pudo evitar apretar la mandíbula al recordarlo. Sacudió la cabeza.

—Se los he dicho varias veces. Un compañero lo ha revisado, pero no puede reparar todo solo y
ellos sólo-

Se calló antes de decir demasiado. Antes de que pudiese ver la rabia que le daba que al Ministerio
no le importase que podían haber montones de niños con magia en situaciones que ellos
desconocían completamente por unos supremacistas que destruyeron sus archivos y unos
incompetentes que preferían fingir que todo era perfecto.

—Lo que dijiste fue que si Liva hubiese podido recibir la visita de alguien del mundo mágico que
viese sus condiciones, habría ido a Hogwarts y podrían haber buscado una solución a su problema.
En cambio…aguantó hasta el día en que no pudo y estalló. Matando a doce personas.

—Eran adultos todos —Ron se pasó una mano por el rostro, su garganta cerrándose por la misma
frustración que tuvo al enterarse—. Sus padres, los vecinos que siempre la escuchaban gritar y
nunca hicieron nada. Incluso cuando cuatro casas se vinieron abajo…los niños de los vecinos se
asustaron, claro, pero estaban ilesos, mientras que los adultos…

Fue una vista escalofriante. En especial después de enterarse de quién lo provocó.

—Pero su hermana estaba muy cerca —Ron exhaló—. Había intentado ayudarla y la lastimaron…
y el estallido de magia le afectó de una manera extraña…le impidió recuperarse.

Y el Ministerio sólo la sacó a rastras llorando y temblando, listos para meterla en Azkaban.

Ellos deberían haber sabido desde un principio que el Ministerio no servía. Deberían haberlo
sabido desde Umbridge. Desde lo que le hizo a Harry, a todos.

Hugo puso una mano en su hombro, haciéndolo dar un salto.

Ron se aferró a la varita oculta bajo su manga, pero no la sacó, porque en verdad no tenía una
sensación de peligro, sólo de alerta.

—"Si el Ministerio no quiere servir y proteger a las personas, entonces nosotros no seguiremos al
Ministerio" —Hugo le mostró una sonrisita—. Lo dijiste tú, papá. 2023. Rechazaron tu programa.
Les pareció que era demasiado complicado, irrealista, que el sistema estaba bien y que tú defendías
a criminales violentos.
A Ron se le cortó la respiración por un segundo.

Llevaba años trabajando en esos informes. Apenas tenía un borrador de todas las medidas que
quería presentarle al Ministerio.

¿Qué clase de sistema rechazaba un proyecto que buscaba proteger a los niños de ser lastimados?

No creía haber experimentado esa rabia que hacía hervir la sangre con tanta fuerza desde la guerra.

—Estabas muy molesto y con razón —Hugo le dio una palmadita en el brazo—, y cuando quise
saber, me contaste todo- las medidas, los informes, las investigaciones, los casos- lo traje todo
cuando Albus me pidió venir- pensé en hacerlo por mi cuenta, pero me encontré con que en esta
línea de tiempo tenían más información y pude trabajar con la Cofradía para tener el proyecto
Neverland años antes de que tú presentaras la propuesta.

—Creí que Astoria-

—Oh, a ella siempre le han importado los niños —Hugo asintió sin dudar—, sí, es buena en ese
sentido. Pero le faltaban herramientas. Con lo que yo sabía, ella sólo tuvo que acercarse al
programa de infancias mágicas del Ministerio para recoger unos datos extras y organizar a la
Cofradía para lo que queríamos. Trabajo en equipo, supongo.

Ron asintió, lento. Tenía mucho por asimilar.

—¿Para esto me querías aquí?

—Sí —Hugo le respondió en tono suave—, quería que supieras que tus medidas sí se están
implementando, aunque no sean del Ministerio. La Cofradía incluso trabajará pronto en un nuevo
sistema de reconocimiento de magia para los niños que no aparecen en sus registros. Está
funcionando, incluso algunos chicos que estaban en tus informes- consiguieron entrar al proyecto y
no les pasó todo lo que tú registraste, encontraron seguridad, no son criminales- no son malos.
Alguien pudo estar ahí para ellos. Algo tan simple podría haber evitado que existiese Voldemort.

—Gracias.

A Ron no se le ocurrió nada para decirle. No era el método que él planeó. Quería hacerlo
legalmente, quería hacerlo con la comunidad mágica.

Pero lo importante era que estuviesen seguros al final.

—Estoy muerto en tu línea de tiempo, ¿verdad? —Ron dejó escapar una risa sin humor—. No
dejas de mirarme como lo hacía Hugo cuando regresaba de un viaje por trabajo.

Tras un momento, Hugo asintió.

—Como no te prestaron atención, tomaste los casos por tu cuenta e intentaste ayudar a los niños en
esas situaciones. Hubo una- —Carraspeó— se había convertido en un obscurus. Cuando se
destruyó a sí misma, estabas justo ahí- intentando convencerla de que no era un monstruo y que no
había nada malo en ella.

Ron tomó una profunda bocanada de aire. No tenía nada de fascinante enterarse de tu propia
muerte.

—Ya no tienes que arriesgarte así, eso era lo que quería decirte —aclaró Hugo, poniéndose de pie
de un salto—. La Cofradía quiere un mejor mundo mágico, papá, y un mejor mundo muggle. Han
hecho cosas buenas y yo sé dónde dieron malos pasos. Espero ser suficiente para empujarlos en la
otra dirección cuando haga falta. Y realmente, realmente, espero poder salvarlos a todos.

—¿Dónde están los chicos? —Ron hizo la pregunta cuando notó que estaba por Aparecerse—. Los
del proyecto Neverland, ¿dónde…?

—A salvo. Tienen condiciones tan buenas como las que vieron en la casa hogar que les dejamos,
los mayores ayudan a mantener y organizar al resto.

Hugo le ofreció una mano.

—¿Quieres verlos, papá?

Ron observó la palma extendida frente a él, sus sentidos de Auror en máximo estado de alerta y el
resto de su mente diciéndole que era un idiota si desconfiaba de su hijo.

—Ellos saben de ti —siguió Hugo, sonriendo—, no tu nombre- pero saben que hay una persona
que se preocupó por ellos y gracias a la que pudimos armar todo tan rápido. Toda la Cofradía lo
sabe también.

—Intentaron desvelar el mundo mágico —recordó Ron en voz baja—, son criminales por eso,
Hugo, incluso si no son violentos.

—Es necesario para salvar a los muggles también —insistió Hugo, agitando su mano—, anda,
papá. Sólo míralos. Es tu proyecto. ¿No quieres ver si lo estoy haciendo bien?

Ron masculló algo de mal humor y él comenzó a reírse.

—Liva también suele pasar por allí, si tanto miedo te damos. Los dos pensamos que eres el mago
más increíble y valiente del mundo.

—Eso es manipulación, Hugo.

—No cuenta como manipulación si lo digo en serio, estoy seguro.

—Sí cuenta —respondió Ron, sujetando su mano.

Luego se Aparecieron.
Lazos familiares

Lily entró a su despacho un tranquilo viernes a comienzos de noviembre. Harry la recibió con una
sonrisa y le preguntó si quería un poco de chocolate; tenía algo de sobra porque acababa de ver una
clase con boggarts y había guardado varias barras para los chicos.

Ella aceptó el chocolate, pero enseguida puso una pila de libros y pergaminos sobre su mesa.

Y esa expresión le advirtió a Harry que estaba en algún tipo de problema.

—Papá —dijo, muy seria—, necesitamos hablar.

Sin pensarlo, Harry tomó asiento en la silla al otro lado del escritorio, luciendo de la misma
manera en que lo haría si McGonagall en persona acabase de entrar al salón para regañarlo y él
fuese de nuevo un adolescente.

—Claro —susurró, asintiendo—. ¿Sobre qué, linda?

Lily sacó su tablet mágica y deslizó los dedos sobre la pantalla. Luego se la ofreció.

De forma vaga, Harry se preguntó si fue ella la que organizó esas diapositivas. Eran más de veinte.

—Tenemos que hablar sobre cisheteronormatividad.

Harry parpadeó.

—¿Sis…?

—Cisheteronormatividad —repitió Lily, lo bastante lento para que él pudiese captarlo—. Bien,
ahora…tengo dos presentaciones, mira.

Ella se estiró sobre la mesa y movió la pantalla frente a Harry, indicándole dos tipos de
diapositivas diferentes.

—Tengo la presentación para padres cisheteros y la presentación si no eres hetero, porque


realmente no debería asumir eso- ¿entonces cuál usamos?

—¿Ah? —balbuceó Harry.

Lily resopló.

—Que si eres heterosexual, papá, porque si lo eres, es más probable que estés en la burbuja
cishetero, pero si no lo eres, podrías estar un poco más abierto a oír de esto. Ya sabes,
estadísticamente hablando. Aunque cuando estaba investigando, me di cuenta de que hay una gran
ola de transfobia dentro de la comunidad de-

Harry la detuvo mediante gestos. Necesitaba que fuese más lento.

La profesora fantasma había aparecido un poco por detrás de Lily y adoptaba una expresión tan
confundida como la que se imaginaba que debía tener él.

—Lil, ¿por qué no vas al punto directamente? —propuso, intentando mantener la calma.

Lily arrugó el entrecejo.


—Pues eso intento, pero no me has contestado mi pregunta.

¿Por qué su hija quería saber esto, entre todas las personas?

Harry respiró profundo y se movió los lentes para masajear sus párpados.

Piensa, Harry, se dijo, piensa. No había tenido mucho tiempo para plantearse estas cosas con la
guerra, la post-guerra, los Aurores, los niños.

Una imagen de cuarto año volvió a su mente. Cho y Cedric.

Todavía no estaba seguro de a quién celaba.

Harry exhaló y se acomodó los lentes.

—Supongo que…¿no lo soy?

Lily no pareció sorprendida. Asintió, colocó en la tablet la presentación que le "correspondía" y


empezó a marearlo con una plática demasiado técnica que le trajo el recuerdo de la vez que
Hermione le dio "la charla".

Tenía doce años por entonces. Hogwarts no daba clases del tema (lo que luego entendió que era un
terrible error), en la primaria muggle no se habló mucho de eso y sus tíos jamás le permitieron
hacer preguntas. Claro que cuando Hermione mencionó si sabía algo, su yo de doce años adoptó
una expresión confundida y ella decidió que alguien necesitaba informarle antes de que cometiese
una tontería de la que pudiese arrepentirse.

Harry pensó que fue la plática más extraña que tendría en su vida, pero estaba equivocado.

Alrededor de media hora más tarde, Lily carraspeaba y recuperaba su tablet.

—Te traje material extra en los libros y pergaminos —le avisó, apuntándolos—. ¿Tienes alguna
pregunta, papá? Si no sé la respuesta, lo podemos investigar juntos.

Harry tenía tantas preguntas que ni siquiera sabía por dónde empezar. Su cabeza daba vueltas y se
arrepentía de haberse quejado de tener que aprenderse las leyes del mundo mágico. Al menos allí
sólo tenía que memorizar todo y repetirlo, esto era otro nivel de información.

—¿Qué te parece si…me dejas asimilar todo primero? —Harry se pasó las manos por la cara—.
Las personas adultas aprendemos poco a poco, ¿sabes? Será difícil que recuerde todo lo que-

—Ya te mandé las diapositivas y el material extra en digital a tu tablet —alegó Lily—. ¿Quieres
que te arme un cuestionario para comprobar qué aprendiste…?

—No, no, no- —Harry negó y exhaló frente a la expresión mortificada de su hija—. No, cariño, no
hace falta, sólo…deja que yo asimile todo y vea si tengo preguntas. Por mi cuenta. Gracias.

Lily asintió tras unos segundos y guardó la tablet.

—Eso también funciona, supongo.

Harry le mostró una sonrisita y extendió el brazo para acariciar su cabeza.

—¿Hay algo de lo que quieras hablar, Lil?

—Pensé que ya había hablado bastante —dijo Lily, riéndose.


—Me refiero a si hay alguna razón por la que querías hablarme de todo esto…

—Ah —Lily lo sopesó—, bueno, quería que estuvieses preparado. Creo que es una charla que
debería darse a todas las personas, ¿tú no piensas que es importante?

—Claro que sí, gracias por hablarme de eso —Harry tiró de su mejilla con suavidad, sacándole una
sonrisita.

—Y no creo que sea hetero.

Lo soltó con tanta naturalidad que Harry boqueó por unos segundos.

—Oh- digo- —Se aclaró la garganta— eso- ahm-

—Todavía no lo sé —siguió Lily en tono divertido—, leí que algunas personas lo saben desde
siempre, pero a veces también puede tardar- creo que por ahora está bien con decir "no sé y no
creo que lo sea" y no estar asumiendo algo ni presionándome- y luego Teddy-

—¿Hablaste de esto con Teddy? —Harry arqueó las cejas.

Lily asintió sin darle importancia y continuó hablando.

—Teddy lo entiende muy bien porque no es cis ni hetero ni alo y lo que me dijo fue que no me
apurara y que ya notaría todo a medida que el tiempo pasara- y también dijo que podía pensar que
era algo y luego descubrir que en realidad era otra cosa y que eso es bastante normal y…

Harry quizás debería escribirle a su ahijado para preguntar en qué momento hablaba de algo así con
Lily. Y por qué Lily no lo hablaba con él.

Bien, era él quien estaba confundido entre los dos, era obvio por qué no lo buscó primero. No la
podía culpar por eso.

—¿Y tú? —Lily se inclinó hacia adelante, flexionando ambos brazos en el borde del escritorio.

Parecía encantada por tener esa conversación con él y Harry estaba feliz de que se sintiese tan a
gusto.

—¿Yo qué?

—¿Usas alguna etiqueta o no te gustan, papá? Teddy dijo que está bien si no te gustan. En la red
mágica también lo dicen. No tiene nada de malo.

A veces Harry se preguntaba si Hermione realizó un hechizo sobre Lily antes de que naciera y le
dio el doble o triple de su inteligencia, porque en ese momento, casi aparentaba tener la misma
madurez que él y Harry seguía bastante desorientado con respecto a todo.

—Ahm…nunca lo he pensado a fondo —aclaró, pasándose una mano por el cabello.

—Oh —Lily asintió—, bueno. Podríamos pensarlo de ahora en adelante, ¿no? Digo, podrías darte
cuenta de que estás cómodo con una etiqueta y no lo sabías y Teddy también dijo algo sobre que te
daban un sentido de identidad o algo así- si te gustaban usarlas pues. Igual como podrías notar que
no te gustan, quizás…

—No sé si sea necesaria —Harry se encogió de hombros—, no me he preocupado por ponerle


nombre a esas cosas. Pero tú puedes decirme —Se apresuró a agregar para no desanimarla—, eh,
cuando tengas una idea o entiendas cómo te gustaría, uhm, me refiero a cómo te…¿sientes
cómoda?

Lily sonrió, radiante. Harry supuso que fue una buena respuesta.

Después de otro rato informativo que mareó a Harry, Lily se levantó para rodear la mesa. Lo
abrazó y le besó la mejilla.

Él se quedó muy quieto, sintiéndose orgulloso de que estuviese tan contenta por hablarle.

—Eres bueno y estoy feliz de que seas bueno. Muchas personas reaccionan mal —Lily bajó la voz
y lo apretó más—, no sé qué habríamos hecho si reaccionabas mal, papá…

Harry también la estrechó.

—Yo no reaccionaría mal por algo así. Sólo podría pasar que no lo entienda —Se permitió soltar
una risita—, pero tú cuéntame igual. Si es importante para ti y no lo entiendo, seguro puedo
aprender, ¿verdad? Puedes hacer más guías y diapositivas para mí, ¿no?

Lily asintió y se talló los ojos al apartarse de él. Antes de salir corriendo, le gritó un "¡te quiero!"
que puso una sonrisa enorme en el rostro de Harry.

Sí, creía que acababa de tener uno de esos momentos de "buen padre".

Ahora se merecía un par de tragos de whisky de fuego, mientras organizaba su cabeza sobrecargada
de información.

La profesora fantasma reapareció a unos metros, se aseguró de que Lily ya no estaba allí y se
"sentó" sobre una de las mesas. Había oído gran parte de la charla, pero por algún sentido de la
decencia que todavía conservaba, se marchó cuando se percató de que se estaba volviendo más
personal.

—Estoy feliz de que haya personas tan jóvenes con acceso a ese tipo de información —le dijo con
una sonrisita en su rostro espectral—, es fascinante. Que sepan esto puede cambiar las cosas para
mucha gente después. A Eileen le habría encantado esta época.

El pecho de Harry se apretó un poco, ya que tenía un asunto pendiente con este tema, pero al
menos de momento, su cabeza no daba para mucho más.

—Sí, ha sido...educativo.

En verdad le dolía la cabeza cuando fue por el whisky de fuego.

—0—

Al entrar a la cocina, fue recibido por un grupo de elfos entusiastas que le llenaron los brazos de
snacks antes de que hubiese terminado de preguntarles si podían darle algo.

—Miren al héroe siendo consentido. Hay que alabar al niño-que-vivió-vivió-vivió-siguió-viviendo-


y-Merlín-llévatelo-ya…

Harry dejó escapar una carcajada al oír el arrastre de las palabras de Draco, que estaba en un
mueble junto a la chimenea con una bandeja de dulces que aún tenían la temática de Halloween, a
pesar de que el gran día ya pasó. Supuso que le gustaban más que los normales.

—Te estás quedando sin ideas —mencionó Harry, burlón. Caminó hacia él con su pila de snacks y
se tiró en una silla a su lado, que un elfo apareció para él. Se lo agradeció—, eso no lo inventaste
tú. Estoy seguro de habérselo leído una vez a Skeeter.

—¿Y de dónde crees que lo sacó? —Draco jugó con una varita de regaliz entre sus dientes y le
guiñó.

Harry rodó los ojos.

—¿De qué te escondes?

Draco bufó.

—No me escondo.

—Ajá —Harry asintió— y Voldemort vestía de rosa.

Eso le sacó una débil risa. Harry estuvo feliz con el resultado. Le ofreció uno de sus snacks de
papitas y Draco le dio a cambio un par de dulces de caramelo con forma de calaveras gritonas.

—Uno de los profesores de Durmstrang estaba coqueteando conmigo —Draco sacudió la cabeza
con una sonrisa cansada— y supongo que tengo mucho tiempo sin salir con un hombre. O no era
mi tipo, no sé. Tal vez ya no disfruto de la atención tanto como antes.

—¿Draco Malfoy sin disfrutar de la atención? —Harry arqueó las cejas, aunque no podía dejar de
darle vueltas a sus palabras.

Draco se encogió de hombros con falsa resignación y siguió comiendo sus varitas de regaliz. A
Harry le tomó unos segundos animarse a preguntar al respecto, ya que no parecía que fuese a
maldecirlo si lo hacía.

—Así que…¿no has pensado en volver a salir con hombres?

Él lo observó por un momento en silencio. Luego sonrió y se inclinó hacia adelante.

—¿Por qué? ¿Te ofrecerás como candidato? —Después se reclinó en el respaldar del asiento y se
rio con ganas, de esa forma libre y genuina que rara vez le había visto—. No hagas esa cara, Potty,
sólo bromeo.

—Ah —Harry ignoró el ardor en su rostro, asintió y se tardó otro par de segundos en seguir—.
¿Salías con chicos cuando estabas en Hogwarts?

Él no recordaba haber visto a Draco caminando por ahí de la mano de un chico. Y estaba seguro de
que no se le habría olvidado.

—Bueno, entre cuarto y quinto lo intenté, claro. En sexto no hubo mucho tiempo, ni interés de mi
parte —Draco mordió con un poco más de fuerza su dulce, pero siguió hablando en tono suave—.
Pude volver a pensar en eso unos meses después de ser librado de los cargos- cuando sabía que mis
padres y yo salimos con vida, y de pronto me dije: "bueno, Draco, ¿hay algo que quieras hacer?".
Así acabé saliendo con un chico muggle durante unos meses, él sí que era un buen chico.

—¿Que tú saliste con quién?

A Harry casi se le resbalaron sus snacks. Draco volvió a encogerse de hombros.

—Era difícil mantener lo de la magia en secreto cuando no tuve ningún contacto con ellos antes,
pero…tampoco sabía quién era, ni lo que hice, ni- nada. Fue liberador, ¿entiendes? Era todo lo que
necesitaba en ese momento, sólo decirme que…yo era más que lo que había sucedido, que eso no
tenía que- que ser el centro de mi vida. Que podía aspirar a algo mejor que lo que conocía.

—Suena…

Sonaba bien. Muy bien.

Por la época de la que hablaba, Harry debió estar todavía asistiendo a eventos relacionados a la
guerra y teniendo pesadillas.

—A veces huir es bueno —Fue lo que dijo Draco—, te ayuda a ver las cosas en perspectiva y decir
"esto no es lo que quiero y no puedo seguir así cuando vuelva".

Harry asintió, despacio.

—Yo sólo salí con Ginny —Carraspeó cuando se sintió un poco avergonzado al decirlo—. Es
decir- bueno, sí, eso. Una cita desastrosa en quinto, Ginny- luego vino la guerra- y Ginny de nuevo.

Nunca se planteó algo diferente, supuso. Sonaba natural terminar su relación por la guerra y
retomarla en cuanto estuvieron a salvo. Era lo lógico.

Era lo que todos esperaban.

—Ella también fue buena —aseguró, tras unos segundos de silencio—. Hay que ser paciente para
aguantar que todas las noches tu novio se despierte gritando y temblando, a punto de hechizarte,
durante meses...años, sin siquiera reconocerte por un rato.

Draco estiró la pierna y rozó su pie contra la pierna de Harry.

—Eso no fue tu culpa. Cualquiera habría estado así después de todo lo que pasó. Te mataron, Harry
—Draco meneó la cabeza—, no puedes salir de eso como si nada.

—Sí, supongo.

Draco continuó rozando su pie contra él, y de alguna manera, Harry agradeció el torpe intento de
consuelo. Luego se volvió a echar hacia adelante y le cambió más dulces por sus papitas.

—¿Y tú?

—¿Yo qué? —Harry salió de su ensimismamiento y tuvo que levitar algunas papitas que casi se le
cayeron.

—¿De qué estás huyendo? Y no lo niegues —advirtió Draco, señalándolo con un dedo acusador.

Harry soltó un bufido de risa.

—Bueno…Lily fue a mi oficina y me dijo que teníamos que hablar.

—Oh, no —Draco empezó a negar de inmediato con una expresión de lástima.

Harry le dio una patada sin fuerza.

—El tema se llamaba "cisheteronormatividad" —Harry se sintió orgulloso de no trabarse con la


palabra— y creo que mi cabeza explotó. ¿Sabías que existe algo llamado trigénero?

—Ah, eso —Draco asintió—, sí, claro, es como tener tres géneros en uno. El nombre lo dice,
Potty.
La expresión incrédula de Harry debió mejorar su día enormemente, porque Draco volvió a soltar
una de esas risas genuinas y libres.

—Hace unos meses, Scorpius me regaló un libro sobre esas cosas. Me dijo "estoy aprendiendo de
esto y me gustaría mucho que también lo leyeras, padre, por favor" y bueno…oye, cuando tu hijo
de trece años te dice que leas algo porque es un tema importante que todos deberían conocer,
deberías al menos ver de qué habla, ¿no?

—¿Y tú sí lo entendiste? —Harry bajó la voz, como si pensase que Lily saldría en cualquier
momento de entre los utensilios para retomar su charla, ya que él seguía muy confundido y no
"podía" dejarlo con sus dudas.

Draco asintió con la expresión de un conocedor. Se notaba que disfrutaba de restregárselo en la


cara.

—Creo que tengo una base decente de información, ¿por qué? —Una sonrisita de autosuficiencia
se dibujó en su rostro—. ¿Necesitas que te ilumine con mis bastos conocimientos?

Harry emitió un vago sonido frustrado.

—No me quejaría si me dices algo que evite que Lily crea que no puedo entender nada sin dos
horas de explicaciones…

Draco fingió pensarlo. El costado de su pie volvió a pasearse por un lado de la pierna de Harry. Por
su expresión, debía ser inconsciente.

—Bueno, si me lo pides bien, te podría prestar el libro que Scorpius me dio a mí y así Lily pensará
que entendiste todo de su charla.

—¿Qué es "pedírtelo bien"? —Harry entrecerró los ojos en su dirección con una clara
desconfianza.

Podría jurar que estaba frente a una versión mejorada del Draco adolescente que tanto le
molestaba.

Sólo que no se sentía fastidiado.

—Significa que me digas "oh, Draco Malfoy, el mejor mago que conozco…"

—No eres el-

—"… el mago más increíble, capaz, inteligente con que he tenido la suerte de tratar, si fuese
posible que olvidaras todas mis indiscreciones…"

—¿Tienes cincuenta años? ¿Quién dice "indiscreciones"?

Draco lo mandó a callar con un gesto y continuó recitando lo que supuestamente esperaba de él.

—"…incluyendo esa fatídica decisión de no haber tomado tu mano en primer año, que por
supuesto que fue un lapsus temporal de estupidez, hasta la indiscreción de la semana pasada
cuando me tomé tu jugo durante el almuerzo…"

—¡Estaba de mi lado de la mesa! —replicó Harry, ahogando un sonido frustrado, igual que hizo
entonces—. Y te di el mío, que ni siquiera había empezado.

—"…y te suplico que…"


Harry le lanzó una patada sin fuerza.

—¡No te voy a suplicar! —Y se echó a reír.

Draco le devolvió la patada, también sin fuerza alguna.

—¿Y por qué no lo harías? Sería un gran uso de tu cara de crup desamparado, para variar.

—¿Qué…? Yo no tengo cara de crup desamparado, Malfoy.

Otra parada. Draco se la regresó de nuevo. Empezaron a pelearse igual que dos adolescentes,
riéndose y dejando escapar sonidos de falso fastidio, hasta que tras un rato, acabaron con sus sillas
más cerca y las piernas medio entrelazadas en el espacio entre ambos.

No era desagradable.

Nada desagradable.

Harry apoyó el codo en uno de los reposabrazos de su asiento, la mejilla sobre su palma, y no se
percató de que le estaba sonriendo. Draco intentó dar un último "ataque", que causó que ambos se
sacudiesen, y luego el agarre de sus piernas se hizo un poco más fuerte. Él soltó un ruido fingido de
resignación.

—Eres imposible, Potter.

—Si yo soy imposible, ¿tú qué eres?

—Un encanto —Draco incluso se echó el cabello hacia atrás con una mano, elevando la barbilla y
adoptando su mejor expresión pretenciosa, sonrisa ladeada y guiño incluidos.

Harry paró de sonreír cuando su pecho se llenó con una sensación rara que lo tomó por sorpresa.

Eso se parecía a…

—¿Qué? —Draco ladeó un poco la cabeza y lo observó con atención.

Él negó y dejó escapar una risita.

—¿Quieres más papitas? —Empezó a sacudir una delante de él.

—¿Por qué no?

Draco se encogió de hombros y se inclinó hacia adelante tanto como sus piernas entrelazadas se lo
permitían. Sujetó la muñeca de Harry para que se estirase un poco más y tomó el snack
directamente de sus dedos.

Bien, el estómago de Harry acababa de hacer un movimiento preocupante y no creía que pudiese
convencerse de que era hambre. Ya estaba un poco grandecito para negarse a sí mismo algo obvio.

Harry recogió otra papita y se la volvió a tender. De nuevo, Draco la recogió de sus dedos.

—¿Sabías que en algunas culturas de la antigüedad era común alimentar a las personas de un
estatus más alto que el tuyo?

Claro que Draco Malfoy tenía que buscar una forma de burlarse por lo que estaba haciendo. Harry
rodó los ojos y le metió otra papita a la boca, ganándose un manotazo.
—Y tenías que arruinarlo.

—Eres la persona menos delicada que he conocido en mi vida —masculló Draco—, ¡y compartí
techo con psicópatas!

Harry se enderezó en su asiento y unió las puntas de sus propios dedos, intentando imitar la
expresión severa que a veces ponía Draco.

—Tal vez sea Lord Potter, futuro Señor Oscuro, y tú no lo sepas.

A Draco se le escapó un bufido de risa.

—Uy, sí, qué miedo.

—Puedo ser muy…intimidante.

—Seguro —Draco asintió, riéndose—, y si me haces algo, le digo a Lily. Hasta ahí llega tu
intimidación. Los magos oscuros no duran mucho si son regañados por su hija de doce años.

—Lily puede ser aterradora.

—Sí.

La simpleza y honestidad en la respuesta hizo que Harry volviese a sonreír.

Él era bastante consciente de que no separaron sus piernas mientras seguían hablando. Se
preguntaba si Draco también lo notó.

—0—

El cartel de Rose ese día era un "¡no puede llamarse 'uniforme' si son diferentes!". Lily llegó un
poco tarde, pero recogió su propio cartel y se puso a dar vueltas con su prima.

Nesrine había arrastrado a Albus con ella a la banca más cercana para pedirle ayuda con un nuevo
cartel. No estaba segura de cómo era el hechizo de secado rápido y era muy frecuente usarlo en el
curso de Albus, quien lo hizo en su lugar y después la tuvo colgada del cuello, agradeciéndole.

—¿No te quieres unir, Domi? —Rose puso su propio cartel sobre uno de sus hombros y se dirigió a
su prima, que las observaba desde unos metros.

Dominique arrugó el entrecejo.

—Cariño, a mí me gusta usar falda.

Rose resopló y pasó a apoyar la vara de su cartel en el suelo.

—Domi, yo no quiero que tú dejes de usar falda si te gusta. Quiero que no obliguen a alguien a
quien no le gusta a usarla. Tú te puedes pasar todos los días usando falda si quieres, hasta los días
en ropa casual; es tu ropa.

Dominique pareció considerarlo.

—Si menos chicas la usan, sería como algo muy exclusivo. Me sentiría de la élite —Jugó con su
cabello, adoptando una sonrisa engreída.

Rose se rio.
—Ese no es mi punto, pero supongo que tus razones para apoyarlo son…¿igual de válidas?

—Apoyo es apoyo —Dominique agitó una mano hacia ella, restándole importancia. Luego se dio
la vuelta y Rose le gritó que a dónde iba—. ¡A hablar con las chicas de Beauxbatons, Rosie! Es
obvio que tú no has llegado a ellas como lo has hecho con las de Durmstrang y Koldovstoretz.

Tenía razón en ese punto. Varios días hubo chicas de los otros dos colegios paseándose por el patio
central con los carteles de Rose. También las veía hablar entre clases. No era lo mismo con las de
Beauxbatons.

—Bueno, sí, apoyo es apoyo, supongo —Rose se encogió de hombros y se giró—. Las francesas
podrían oír mucho más a Dominique por ser parte Veela. Han sido un poco…

—Engreídas insoportables —Lily rodó los ojos.

—Son chicas diferentes —Nesrine sacudió la cabeza—, seguro hay unas muy buenas también.

—¿Me necesitas para algo más? —le preguntó Albus a Nesrine.

Acababa de ver a la bruja amargada (como Rose llamó a Selwyn desde que esta hizo que sus
padres fuesen al colegio para hablar con ella como representante de la Asociación de Padres)
parada en el pasillo, mirando hacia donde estaban, y a Scorpius intentando pasarle por un lado y
abrirse paso sin ser maleducado. Altair, en cambio, se puso junto a ella, dejó que viese a Adhara y
siguió caminando cuando la bruja se apartó por la serpiente.

—Estamos bien así —le aseguró Nesrine, dándole otro abrazo rápido.

Rose echó un rápido vistazo a los dos chicos que se acercaban, ignorando a la bruja amargada con
naturalidad, y luego miró a Albus con las cejas arqueadas.

—¿Ahora van combinados?

Ese día, Albus usaba una versión modificada del uniforme de Durmstrang. El abrigo rojo tenía su
encanto.

Scorpius también llevaba ese uniforme. Al igual que los anteriores, Nesrine lo midió y su madre se
los envió desde Hogsmeade. La única diferencia era que Scorpius sí se puso el gorro y Albus no.

Altair sólo se apropió de una capa oscura que debía pertenecer al profesor Malfoy.

Albus se encogió de hombros, un poco a la defensiva.

—A veces los mejores amigos combinan su ropa.

Rose asintió con una expresión solemne que no era muy creíble. Se notaba que quería reírse.

—Sí, claro, eso se me escapó…

Lily lo veía con una expresión más extraña y Nesrine simplemente corrió hacia Scorpius, saltó
sobre él y comenzó a contarle que ahora la "campaña" tenía un "enlace" con las chicas francesas.

—Eso es genial, ¿no? Creo que entre Veelas se escuchan un poco más…

—¿A dónde van? —curioseó Lily, pasando la mirada sobre los tres, uno por uno.

—Curso avanzado de venenos en Koldovstoretz —contestó Altair en tono distraído. Adhara no


paraba de frotar la cabeza contra su mejilla, ya que estaba envuelta en sus hombros.

—¡Padre nos consiguió cupo a los tres! Se supone que es para estudiantes de quinto en adelante —
les dijo Scorpius con una gran sonrisa—. Será increíble. Incluso tienen uno de los manuscritos de
Rasputín sobre venenos, antídotos e inmunidad.

—Mala persona, bueno con los venenos —Altair se encogió de hombros—, es una combinación
muy común.

En cuanto Rose animó a sus compañeras de campaña a continuar con la protesta otro rato
(molestando en especial a Selwyn), los tres tomaron el portal hacia Koldovstoretz. La nieve fue la
que los recibió primero, ya que incluso si el portal daba a su patio, las barreras del colegio eran de
una ventisca permanente y se demoraba en reconocerlos.

Scorpius se puso frente a Albus y le ayudó a acomodarse la gruesa capa que usaba. Albus le sonrió
y se aseguró de que la suya estuviese bien cerrada también.

Altair miró a uno, al otro, y fingió una arcada.

—¿Qué? —Scorpius apretó los labios mientras su rostro se sonrojaba.

—Creo que algo de lo que comimos me empalagó —Fue lo único que dijo Altair, adelantándose
con la serpiente todavía sobre los hombros.

Albus estaba muy ocupado frunciéndole el ceño a su espalda para notar que Scorpius extendía el
brazo en su dirección, hasta que sintió que entrelazaba sus dedos.

Su estómago volvió a reaccionar con esas burbujas y Albus le mostró una sonrisita.

—¿Qué crees que haga un especialista en venenos?

—¿Curar a la gente envenenada? Papá me contó que una vez el tío Ron…

Hablaron durante el resto del trayecto.

—0—

La clase fue fascinante, lo que causó que se alargase más de lo que debería. Cuando el profesor
sacó el manuscrito de Rasputín para que lo viesen (y para presumirlo un poco a los de los otros
colegios), ninguno quería salir de esa aula.

Regresaron a Hogwarts después de la cena con sólo un poco de una bebida libre de alcohol que les
calentó el estómago como alimento y un recetario de venenos y antídotos. Altair veía a Adhara
como si estuviese considerando comenzar a extraerle el veneno a diario para tener reservas.
Scorpius quería saber por qué.

—Es mejor tener reservas de veneno de serpiente y no necesitarlo que necesitarlo y no tenerlo —le
contestó Altair, muy serio.

Albus pensó que era una lógica retorcida, pero aceptable.

Ya que el comedor estaba vacío y faltaba poco para el toque de queda, Scorpius decidió colarse en
la cocina, tomar algo, encogerlo y comer en el dormitorio. Ya que Altair no quería entrar a la
cocina con una serpiente de tres metros y asustar a los pobres elfos, se quedó en el pasillo del
comedor. Albus lo acompañaba, porque Scorpius les aseguró que no tardaría.
Luego de discutir qué tipo de veneno sería el de Adhara, cayeron en un tranquilo y agradable
silencio que le permitió escuchar los pasos que se aproximaban.

Albus arrugó el entrecejo al reconocer a cierto Gryffindor idiota que pensó que no se le acercaría
después de que James le lanzase una bludger, pero ahí estaba.

Cada día se convencía más de que la terquedad era necesaria para ser un Gryffindor.

—Potter —El chico le mostró una sonrisita burlona.

—No es muy inteligente molestar a alguien cuando hay una serpiente siseándote al lado —señaló
Altair con calma, apuntando a Adhara, que se enderezó sobre sus hombros para sisearle al chico en
un claro tono de advertencia.

—¿Quién está molestando a quién? Yo sólo quiero hablar con Potter…—El idiota extendió el
brazo y sujetó la muñeca de Albus, que se sacudió y deslizó la varita fuera de su manga.

—Suéltame o-

No hizo falta que terminase su amenaza, porque una bludger salida de la nada voló hacia el chico y
lo golpeó en el estómago, sacándole el aire. Mientras se quejaba, liberó a Albus y la bludger se
lanzó sobre él de nuevo.

No era usual ver a un Gryffindor de sexto año huir de una bola mágica que lo perseguía para
golpearlo.

—Qué…curioso —susurró Altair. Tenía su mano libre en el compartimiento de su cinturón en que


guardaba las semillas y era obvio que le hubiese arrojado una al chico de tener la oportunidad.

Cuando no quedaba ni rastro del estudiante, la bludger regresó con Albus y levitó frente a su cara.
Jamás había visto a una bludger tan tranquila.

Albus entendió lo que quería y le ofreció las manos. La pelota cayó entre estas y ahí permaneció,
quieta y en paz. Dormida.

El mensaje de "lucky ball" era claro en uno de sus costados.

Estaba seguro de que la abandonó en alguna parte de su cuarto en las mazmorras después de que
James se la hubiese dado. ¿Cómo salió?

—Debe tener un buen encantamiento para dar contigo —mencionó Altair, imaginando lo que le
preocupaba—, quizás para cuando alguien con malas intenciones te esté incomodando…

Albus apretó un poco la pelota, sin darse cuenta. Scorpius regresaba en ese momento con la comida
y decidió mantener la bludger bajo su brazo, como siempre veía que hacía James.

Tenía que admitir que fue divertido ver que el otro huía de la lucky ball. Después de comer se lo
contaría a Severus; él también lo encontraría gracioso.

Y tal vez le dijese a James que sus hechizos no eran tan malos. Tenía cierto talento para cosas que
molestaban o atacaban a otros, eso nadie podía negarlo.
Una cita para el Yule

Dieron la noticia una noche a mediados de noviembre en que Albus le fruncía el ceño a un artículo
en El Profeta sobre la desaparición de un par de magos jóvenes, por lo que no prestó atención hasta
que sintió un codazo en el costado.

Miró a su prima con una expresión cansada.

—¿Por qué no estás en tu mesa, Rose?

Rose llevaba diez minutos atragantándose con todos los productos de origen animal que deberían
ser de la porción de Albus, pero que no pensaba comerse por sus principios, y era sorprendente que
no se hubiese muerto por ahogamiento aún y más todavía que pudiese hablar de forma casi
entendible.

—¿Qué? —Albus frunció más el ceño cuando no captó lo que decía y su prima tragó antes de
repetirlo.

—Que si oíste lo de la fiesta de Yule.

Albus sacudió la cabeza y le mostró la página del periódico que leía.

—Estaba más pendiente de esto.

Rose le echó un rápido vistazo, arrugó el entrecejo y luego enrolló el periódico. Golpeó a Albus en
la cabeza con este, sacándole un quejido.

—¡¿Pero qué te pasa?!

—¡Fiesta de Yule! Concéntrate. Papá puede con esto, está dirigiendo a un escuadrón al que le van a
dar un premio —Rose arrojó el periódico sobre la mesa y volvió a fijarse en él—. ¿Y…?

—¿Y qué? —Albus se encogió de hombros.

—El comienzo será en Beauxbatons porque lo mires como lo mires es el colegio más bonito.
Luego podrás visitar salones de los demás colegios. Y será espectacular…

A Albus le sorprendía que su prima pudiese estar interesada en algo semejante, al menos hasta que
escuchó lo que venía después.

—Sólo piensa en cuánto maquillaje, pintura de uñas y productos para el cabello puedo vender
desde hoy al día de la fiesta. Necesito hacer algunos encargos nuevos, le tengo que avisar al tío
George ya mismo para que tengamos todo disponible…

Sí, eso sonaba más a Rose.

Entonces ella apoyó los codos en la mesa y se inclinó más cerca, sonriendo.

—¿Hay algo que tú quieras? Te daré descuento familiar más el descuento por Yule adelantado.

—¿Qué te hace creer que iré a una fiesta en un colegio francés con un montón de Veelas?

—Mucha gente estaría interesada en una fiesta llena de Veelas —repuso Rose, bastante solemne.
De pronto, se levantó de un brinco—. ¡El perfume de Amortentia!
Albus se avergonzó sólo de oír el nombre de la poción y quiso enterrar la cabeza entre sus manos.

—La Amortentia debería ser ilegal. Eso de forzar a alguien a quererte…

Era espeluznante que alguien hubiese inventado una poción para eso. Y todavía más que hubiese
sido tan usada. El gran Lord Voldemort casi le daba lástima desde que se enteró de que su padre
estuvo bajo el efecto de una y jamás le dio ningún consentimiento a su madre.

Simplemente asqueroso.

Rose agitó una mano, negando.

—El tío George y yo tuvimos una discusión muy seria al respecto. Ahora vendemos repelentes
para el efecto de la Amortentia, por este año tenemos repelentes para el efecto de las Veelas y el
perfume sólo tiene algunas gotas. No hará que te sientas obsesionado, simplemente sentirás un olor
que te guste mucho viniendo de la otra persona…

Albus supuso que era más aceptable. Aún contaba como una especie de trampa, pero mientras sólo
pudiese llamar la atención y no dañase a nadie, no importaba.

—¿Quieres un frasco? —Rose bajó la voz para hacerle esta pregunta.

Albus recogió el periódico, lo enrolló como hizo ella antes y le pegó dos veces. Sentía que el rostro
le ardía.

—¿Por qué querría yo algo como eso?

—Ya, claro —Rose suspiró—, no lo necesitas. Tú y cierta personita ya están muy ocupados...—Y
empezó a fingir sonidos de besuqueo, por lo que Albus la "atacó" de nuevo.

—Hey, hey —Scorpius soltó una risita al encontrarlos así—, ¿qué pasa aquí…?

Scorpius se había demorado por una prueba extra de vestuario y maquillaje. Se notaba que no
terminaron, sino que le concedieron un rato para comer, porque llevaba el cabello peinado hacia
atrás, adornado con pequeños diamantes falsos, iguales a los que usaba en los pómulos, por encima
de sombras de diferentes tonos de azul.

Albus lo observó y se le olvidó que estaba por acusar a su prima de idiotez extrema.

Su estómago hizo de nuevo ese movimiento extraño y las burbujas lo distrajeron. Scorpius se
percató de que lo veía en silencio y le enseñó una sonrisa que causó que lo de su estómago se
repitiese.

Esto era bastante peligroso.

Rose saltó sobre Scorpius, le rodeó el cuello y empezó a contarle del anuncio de la fiesta y cómo
ella sólo quería "ayudar" a Albus y fue tratada "vilmente". Albus le lanzó el periódico a la cara y
Scorpius se volvió a reír. Cuando Altair lo alcanzó, lucía bastante confundido y Rose no dudó en
colgarse de él también.

Después de comer, Scorpius regresó a terminar su prueba de vestuario y Altair lo acompañó.


Hogwarts ofrecería una obra a Beauxbatons y viceversa y la profesora Cardella esperaba que
estuviesen impecables. Supuso que su prueba sería esa misma semana y no se preocupó.

Sólo en la tranquilidad de su dormitorio en las mazmorras, abrazó la bludger lucky ball y puso el
relicario abierto frente a su rostro.

Severus tardó unos segundos en aparecer en el retrato. Examinó a Albus con una expresión
pensativa y luego hizo la pregunta.

—¿Qué pasa?

—¿Saliste con alguien cuando tenías mi edad?

El antiguo profesor se limitó a mantener una expresión en blanco que habría hecho creer a alguien
más que lo acababa de molestar. Albus no lo creía. Más bien, diría que lo sorprendió.

—¿Y esa pregunta tan….peculiar?

Albus se encogió de hombros.

—Curiosidad. Hay una fiesta de Yule y…

Severus le interrumpió con un vago sonido de desagrado.

—Merlín tenga piedad de ti.

—¿Es tan malo? —Albus se horrorizó.

—Cuando tu padre estudiaba, hubo un Baile de Yule por el Torneo de los Tres Magos —Severus
sacudió la cabeza—. Adolescentes buscando una cita…parecían fuera de control. Un inferi tendría
más sentido común que un adolescente desesperado, Albus Severus.

Albus no pudo evitar soltar un sonido idéntico al de Severus momentos atrás.

—Es sólo una fiesta…ni siquiera dijeron algo sobre una cita. ¿Cómo puedes saber que querrán
tener citas?

—Porque son adolescentes —obvió Severus— y tú nunca has estado encargado de sacar a
adolescentes de los rosales en invierno. Si son capaces de salir de noche bajo la nieve por una
tontería como esa, son capaces de cualquier cosa.

Ya que a ninguno le agradaba esa actitud, continuaron hablando y el tema se desvió a los últimos
antídotos de venenos que Albus practicaba. Severus le había dado consejos que no les ofrecieron
en Koldovstoretz y esperaba buenos resultados, pero los antídotos más complejos podían demorar
hasta un mes.

Albus en verdad no creía que fuese a ser tan malo.

Pero se equivocó.

Por mucho.

—0—

—¿Has visto mis guantes?

James se había levantado a las seis de la mañana para prepararse antes de comenzar las clases. Se
paseaba por el cuarto a medio vestir y acababa de recargarse en el poste del dosel de Arvel, quien
sacudió la cabeza y siguió bostezando con una expresión que le avisaba que seguía medio dormido
y no recordaba ni su nombre.
—¿Has visto mis guantes? El accio no-

—¡Qué forma de empezar la mañana! —se burló Lorcan en cuanto abrió la puerta del cuarto.
Incluso le silbó y esquivó la almohada que James le arrojó, riéndose.

Su otro compañero ahogó un quejido y se asomó por su dosel con los ojos medio cerrados.

—Ustedes dos son pareja, ¿verdad? ¿Podrían al menos dejar dormir al resto?

Y volvió a esconderse tras su cortina.

—Sí, sí, eso —Arvel movió la cabeza en un gesto que pretendía ser un asentimiento, pero más bien
parecía que estaba por caerse hacia adelante—, dejen dor-

James y Lorcan intercambiaron miradas. Luego caminaron hacia él, le sujetaron las piernas y
comenzaron a jalar.

Cinco minutos más tarde, Arvel estaba metido en la ducha, quejándose, James vestido y Lorcan
agitaba un par de guantes nuevos frente a él.

—Oh, ven aquí…—James se entusiasmó, lo abrazó y lo hizo girar en el aire, lo que causó que
Lorcan se retorciese y le golpease los hombros.

—¡Ya, ya, no me puedo despeinar, James! —Lorcan empezó a peinarse con los dedos en cuanto
estuvo de nuevo en el suelo.

James arqueó las cejas.

—Sí sabes que vamos a entrenar y entrenando uno suele…no verse perfecto, ¿cierto?

—Es aceptable que no me vea perfecto entrenando contigo —Lorcan lo apuntó—, pero tengo que
verme perfecto si Misha viene desde el portal de Koldovstoretz tan temprano a entrenar con
nosotros.

—Suerte viéndote bien después de las primeras series…

Como era muy temprano, James no notó gran cosa. Arrastraron a Arvel al campo de Quidditch, se
encontraron con sus amigos de Koldovstoretz y empezaron los estiramientos para después correr
algunas vueltas por el campo. Lo usual.

A medida que cambiaban de ejercicios, a veces alguien se sentaba en las gradas. Tampoco tenía
nada de raro. Para el momento en que ya estaban sobre las escobas, era de lo más común que
alguna de las chicas seguidoras del equipo de Quidditch les tomasen fotos.

No, lo realmente raro sobre esa mañana fue cuando salió de los vestidores ya listo para ir por su
desayuno, una bonita chica le ofreció un envase con agua y James percibió un olor inusual. Le
sonrió y esperó a que se fuera para aplicarle un hechizo, pero nada sucedió, así que buscó a Lorcan.

—Si andan besuqueándose, hagan un ruido y yo-

Los demás lo esperaban junto a las gradas porque James era el que tenía la llave del vestidor y el
cuarto donde se guardaban los artículos de Quidditch. Lorcan le dirigió una mirada de reprimenda,
poniéndose rojo, y por suerte, no, no se estaban besuqueando.

—¡Agua! —Arvel casi lloró al ver el envase—. Por Merlín, James, dame un poco, olvide mi…
—No, está-

Antes de que pudiese advertirle, Arvel ya tenía el envase a unos centímetros de su boca abierta y
dejó caer un chorro dentro. Fue una terrible idea. Un segundo más tarde, se lanzaba sobre James y
le decía que siempre lo amó.

Sus amigos de Koldovstoretz se echaron a reír, James le pedía auxilio a Lorcan con la mirada y su
mejor amigo sólo arqueaba las cejas con una sonrisa malvada.

—¿Quiénes se van a besuquear ahora?

—¡Lorcan! —se quejó James, trastabillando para no quedar atrapado en el abrazo de Arvel.

Y esa es la razón por la que un grupo de adolescentes apareció en la puerta del dormitorio de Draco
Malfoy incluso antes del desayuno.

Después de aplicar un hechizo que James desconocía a la botella, el líquido se tornó de un


profundo rosa y Draco le dio un antídoto que mandó a dormir a Arvel. Entonces le devolvió a
James su botella contaminada.

—Ya me temía que tendría que poner un aviso en el Gran Comedor de "no aceptes bebidas de
nadie estos días" —mascullaba Draco, frotando sus párpados—. Le dije a la directora que
debíamos sacar esas pociones del temario…

James se encogió un poco, a pesar de que no hizo nada más que quitarse a su compañero de
encima.

—Gracias, profesor.

Draco volvió a verlo, suspiró y le revolvió el cabello.

—Ve a comer algo. Tal vez en la clase de hoy seas mi ayudante de nuevo, eh.

James abandonó la oficina de muy buen humor, seguido por sus amigos, excepto Arvel, que fue
enviado a la enfermería hasta que despertase.

No tenían idea entonces de que sólo era el comienzo del caos previo a la gran fiesta de Yule.

—0—

Para la hora de la cena, Draco arrastraba los pies al entrar a la cocina. Saludó a los elfos, recogió
un plato, lo llenó con lo que le apetecía y fue hacia la silla libre junto a la chimenea.

Tan pronto como se sentó, extendió las piernas y puso los pies sobre el regazo de Harry, que estaba
en la silla contraria, leyendo una carta. Él entrecerró los ojos en su dirección, pero no le dijo nada
al respecto y siguió leyendo.

—¿Día pesado?

Draco lloriqueó.

—Más de diez Amortentias en un día, ¡uno! Y sólo es el primer día después del anuncio de esa
dichosa fiesta…¿por qué les cuesta tanto buscar una manera de llamar la atención de quien les
gusta que sea normal, natural y que respete el libre albedrío de la otra persona?

—No les importa —Harry sacudió la cabeza y suspiró—, supongo que a esa edad…te preocupa
más pensar que esa persona es tuya y no te detienes a ver que nadie es tuyo, y que si lo fuerzas, no
es amor.

—De cualquier manera, ¿qué tan bueno puede ser salir con alguien bajo la influencia de la
Amortentia? Sólo imagina a alguien todo el día mirándote con una sonrisa tonta y diciéndote "sí,
sí, sí" a todo como si no tuviese mente propia —Draco emitió un sonido de disgusto—. ¿Cómo
alguien podría disfrutar eso?

—¿No es todo lo que alguien engreído querría? —se burló Harry, mirándolo con una sonrisita que
decía "es decir, alguien como tú"—. Devoción absoluta, incapacidad para decir que no tienes la ra-

Draco pateó su pierna sin fuerza. Luego volvió a poner los pies sobre él.

—Una relación debería incluir que la otra persona te dice cuando estás haciendo algo mal tanto
como te consiente. Si sólo está de acuerdo contigo todo el tiempo, eso es…es más como
dependencia. Además, ¿yo saliendo con alguien que siempre me diga que tengo la razón? Merlín
los libre a todos.

—Merlín nos libre —Harry asintió, completamente de acuerdo. Entonces los dos se rieron.

Draco le preguntó por su día y comió mientras Harry le contaba de una criaturita en el invernadero
de Neville que saltó sobre él e intentó morderle la nariz.

—Esa suerte de niño-que-vivió es envidiable —declaró Draco, muy solemne.

—No tienes idea de cuánto. Y no fue lo peor, porque el pequeño Harry saltó a "defenderme" y
después…

En cuanto terminó su cena, Harry recordó algo e hizo aparecer una pequeña caja. Draco se inclinó
hacia adelante con una expresión de abierta curiosidad.

—Potter, ando paranoico después de tanta Amortentia en un día. Si sacas algo de beber de ahí…

Harry abrió la caja para mostrarle que eran bocadillos dulces y rodó los ojos.

—Hace poco mencionaste una marca de cosas de estas que tu madre te daba, traídos desde
Francia…

—Eso fue hace semanas —murmuró Draco, que no paraba de ver los bocadillos. Lucían más
pequeños de lo que los recordaba, pero supuso que no era culpa del bocadillo.

—¿Sí? —Harry se encogió de hombros—. Bueno, pues tomé el portal de Beauxbatons y-

—¿Saliste del terreno del colegio? —Draco se horrorizó. Había una buena razón por la que no lo
recomendaban.

Harry frunció el ceño.

—Lo intenté, pero las barreras me empujaron hacia atrás. Después me di cuenta de que si las
intentaba romper, acababa en la oficina de la directora, así que caí sobre su escritorio y le dije
"directora Moreau, ¿podría hacerme un favor y así nos evitamos esta situación de nuevo?".

—Merlín bendito —Draco sacudió la cabeza—, rompiste como cinco reglas del interescolar.

—Ah, ¿entonces los regreso?


Harry hizo ademán de cerrar la caja y Draco se levantó para quitársela enseguida.

—Ni se te ocurra, Potter —Mantuvo la caja cerca y le hizo un gesto para que le hiciese espacio—.
Ya que te esforzaste tanto y fue toda una travesía, debemos disfrutarlos el doble.

Draco utilizó un hechizo para agrandar un poco su asiento, pero de todos modos quedaron algo
apretados cuando se sentó junto a él. Puso la caja en su regazo, tomó un bocadillo cubierto de una
capa verde, que le ofreció a Harry, y para sí mismo eligió uno rosa.

—Es momento de que conozcas un bocadillo con clase-

—No será mejor que la tarta de melaza, pero aquí vamos —Harry se encogió de hombros y se lo
metió a la boca.

Draco ahogó un sonido indignado.

—¡Harry, eso no se come así! ¡No te metes a la boca un bocadillo completo del mejor chef mago
de Francia y te lo comes en un segundo!

Harry masticaba con las mejillas infladas y una expresión de absoluto desconcierto. Apenas tragó,
dijo:

—¿Pero no son para comerse precisamente?

—Oh, eres un animal —Draco sacudió la cabeza con fingida decepción y procedió a explicarle
paso a paso cómo debía comerse los bocadillos.

Sólo para fastidiarlo, Harry se comió el siguiente también en un bocado y se rio cuando Draco
siguió quejándose.

Tras un rato de probar varios bocadillos, Draco preguntándole su opinión por cada sabor y
contándole sobre cuando los comía con sus padres, Harry estuvo un momento callado y esto lo hizo
bajar la voz hasta que él también estuvo en silencio.

—¿Pasa algo? —Draco empezó a arrugar el entrecejo—. ¿Quieres que te deje el último de este
sabor?

Harry sólo sonrió y asintió, así que él le guardó el último y siguieron hablando.

Debían ser alrededor de las diez de la noche cuando Draco decidió cerrar la caja antes de que
pudiesen comerse la mitad de los bocadillos y Harry bostezó.

—Las clases prácticas con los de séptimo son las más difíciles…—susurró. Lentamente su cabeza
se apoyó sobre el hombro de Draco.

Bien, esto era mucho más que sospechoso.

—¿Potter?

—¿Hm?

Acababa de levantar su brazo y le rozó el cabello.

—Tu cabello es muy suave, eso es impresionante.

Harry dejó escapar una risita.


—El secreto es no peinarlo. Le permites ser libre y se pone suave.

—Sí, no creo que funcione así, ¿sabes?

Pero ya que en serio era suave y Draco nunca se había dado la oportunidad de notarlo, se pasó unos
segundos enredando los dedos entre los mechones y disfrutando de la textura contra sus yemas.

Tras un momento así, oyó que Harry tomaba una profunda bocanada de aire.

—Draco.

Draco paró de jugar con su cabello.

—Los profesores tienen que estar pendientes de los chicos durante la fiesta —recordó Harry en voz
baja—, pero no significa que tengan que pasar cada segundo de la fiesta mirándolos. Me refiero a
que podríamos cumplir nuestra parte temprano y después- hm, ¿pasar un rato juntos?

Draco bajó su brazo y se echó un poco hacia atrás para verlo. Harry giró el rostro hacia él, lo que
causó que quedasen tan cerca que podía sentir su respiración.

—Oh, Merlín, ¿es en serio?

Harry asintió con una expresión mucho más tranquila de lo que debía sentir por dentro. Draco
abrió la boca, la cerró e intentó recordar lo que debía decir.

—Bueno, hm...sí, podríamos…hacer eso, sí.

—¿Sí? —Una sonrisita se le dibujó a Harry. Fue contagiosa.

—Sí, supongo. Pero péinate un poco, por amor a Merlín.

Harry se rio y se inclinó más cerca, lo que provocó que Draco contuviese la respiración.

Oh, no, él no pensaba retroceder. Nunca lo había hecho cuando se peleaban y no tenía planeado
empezar ahora, ni aunque su corazón estuviese latiendo tan rápido que creía que Potter podía
escucharlo.

—Prometo que me veré bien —susurró Harry con una sonrisita.

—¿Potter arreglándose? —Draco arqueó una ceja e intentó arrastrar las palabras con un tono
pretencioso—. Me interesa ver eso.

Fue una suerte que Harry se riese y apartase la mirada, porque no creía que él pudiese aguantar
más. Cuando pensó que podía respirar con calma, Harry volvió a poner la cabeza en su hombro y
Draco tuvo un pensamiento bastante claro de "esta versión de Potter me va a matar".

—No sé cómo hice para no balbucear —Harry se reía de sí mismo en voz baja, sin mirarlo. Y de
cierto modo, fue...tierno.

Draco recargó a medias su cabeza en la de él y volvió a poner la mano en su cabello para jugar con
los mechones.

Sí, quizás estaba un poco cómodo.

Y tal vez ahora también tenía una razón para esperar esa tonta fiesta.
Sólo tal vez.

Un rato más tarde, Draco entraba a su cuarto en las mazmorras, se veía en el espejo y se
preguntaba exactamente qué había aceptado, mientras que Harry había corrido hacia la Torre de
Gryffindor y era sacudido por un entusiasmado Sirius.

—¡¿Cómo que "crees" que conseguiste "algo" como una cita?! —le reclamaba Sirius en tono
agudo—. ¡Así no es como hacemos las cosas, tienes que estar seguro de que es una cita!

—¡Creo que sí! —repetía Harry, mareado por tanto zarandeo—. ¡Algo así!

—¡No existe "algo así" como una cita, Harry!

Luego le preguntó sobre lo que pensaba ponerse y la expresión en blanco de Harry habló por sí
misma. Aunque le prometió que se vería bien, no creía haberse arreglado desde su boda. Y eso sólo
porque Hermione lo peinó y se aseguró de que la corbata estuviese bien atada.

Debía enviarle una carta.

Y conseguir un traje.

—0—

La fiebre de la fiesta de Yule continuó a la mañana siguiente. Albus veía a un lado, al otro, y no
sabía por quién debía sentir más lástima.

Rose había vendido más artículos en un día que una semana entera y seguía anunciando productos
que estaban por llegar. Acababa de tomarse un descanso en la mesa de Slytherin, con una pila de
monedas que tenía que organizar, encoger y guardar, y nada la distrajo hasta que un Ravenclaw la
llamó y le hizo unos gestos que Albus no tenía la menor idea de qué significaban.

Lo más extraño fue que Rose sonrió y le respondió del mismo modo. Tan pronto como el chico se
dio la vuelta, ella chilló y saltó sobre un aturdido Scorpius que intentaba sobrevivir a su desayuno.

—¿Qué acaba de pasar? —preguntó Albus.

—¿Eso fue lengua de señas? —agregó Altair, echándoles un vistazo por encima de su libro.

—Mike es sordo, aprendí un poco cuando quería- ¡oh, Merlín! —Los brazos de Rose se cerraron
tanto en torno al cuello de Scorpius que Albus empezó a temer por su vida—. ¡Necesito practicar
más! ¡Necesito llevar una conversación completa para la fiesta! Todavía no puedo decir tantas
cosas…

—Tienes tiempo —alegó Albus.

—Seguro sabe leer los labios —mencionó Altair, regresando a su lectura matutina— y deben haber
hechizos para mejorar la comunicación con alguien que no te oye.

—¡O no podré hacer que esté cómodo conmigo y seré la peor cita del mundo! —replicó Rose,
estrechando más a Scorpius. Adhara incluso empezó a sisearle.

Albus le dio un par de manotazos a su prima, pidiéndole que soltase a Scorpius. Lo vio inhalar
profundo tan pronto como fue liberado.

—Ni siquiera sabía que te gustaba un chico de Ravenclaw —Aunque siempre le decía lo molesta
que era, no pudo evitar que un cierto resentimiento se colase en su voz.
—Bueno, era un secreto que tenía bien guardado —Rose apoyó un codo en el hombro de Albus,
ignorando sus quejidos sobre que no lo usase de soporte—. Papá dice que si se entera un Weasley,
se enteran todos los Weasley.

Cuando faltaba poco para que acabasen, Lily y Nesrine se acercaron a la mesa. Rose les dio el
aviso de que ya tenía una cita y las tres comenzaron a emitir unos chillidos tan agudos que Albus
pensó que debías ser un animago para escucharlos por completo.

—¿Y ustedes? —Nesrine recargó sus manos en la mesa y observó a los tres Slytherin—. ¿Ya
tienen una cita?

Por reflejo, Albus miró hacia Scorpius y notó que este lo veía también. Solían ir juntos a los
eventos aburridos que organizaba el colegio.

Sólo que la palabra "cita" pareció resonar en sus cabezas y le dio una connotación un poco
diferente a la usual. Albus sintió que el rostro le ardía y apartó la mirada primero. Scorpius
también la había desviado e intentaba no poner una sonrisita tonta.

—No sabía que hubiese un protocolo social que dijese que teníamos que ir acompañados —aclaró
Altair en tono aburrido—. De saberlo, habría pensado mejor cuando me pregun-

—¡¿Te pidieron ir a la fiesta?! —Lily también se inclinó en el borde de la mesa.

—¡¿Quién?! —Nesrine se le unió en su tarea de curiosear sobre las vidas ajenas.

—¿Cuándo fue? —Rose, para su sorpresa, igual—. ¡¿Por qué no nos dijiste nada?!

Altair arrugó el entrecejo.

—No imaginé que fuese impor-

Lily lo interrumpió con un chillido.

—¡¿Cómo no va a ser importante?!

—¡Cuéntanos, cuéntanos!

—¿Quién era? ¿De qué colegio?

Mientras Altair les contaba sobre una chica de Beauxbatons que se lo preguntó cuando estaba en el
invernadero y un chico de Durmstrang que se encontró en el Lago Negro y los chillidos
aumentaban ante la revelación de que no fue una vez, sino dos, Albus tenía su propia batalla
interna y estaba feliz de que se hubiesen distraído.

Percibió un roce en su mano y miró hacia un lado. Scorpius había extendido su brazo y le tocaba el
dorso con los dedos. Albus la giró sin pensar y Scorpius puso su mano encima.

—Hm, creo que- —Scorpius carraspeó y falló al intentar disimular su sonrisa—. Podríamos ir
juntos, ¿verdad, Al?

Albus asintió y entrelazó sus dedos.

—Eso me gustaría…

Scorpius le dio un ligero apretón a su mano.


—Como, hm, ¿una cita?

Albus se preguntó si el vuelco de su estómago podría matarlo. Esperaba que no.

Volvió a asentir.

—Como una cita.

No se dio cuenta de que él también sonreía un poco.

—¡Pero debe haber alguien con quien quieras ir! —Oyeron que le decía Nesrine a Altair—. Al
menos una persona que sea tu amiga, si no te gusta nadie-

—Ni siquiera sé si vaya-

—¡¿Cómo que no vas a ir?! —espetó Lily, tan indignada como si ella fuese la organizadora de la
fiesta.

Antes de que Altair pudiese responder, Rose lo apuntó con un dedo acusador.

—Te guste o no, eres uno de los chicos más lindos de nuestro curso, y si no vas con alguien, no
pararán de fastidiarte hasta el día de la fiesta, ¿entiendes? Y no hablo de pedirte ir juntos, ¡hablo de
insistencia real! ¡Regalos! ¡Amortentia! ¿No escuchaste al profesor Malfoy advertir que no
tomemos nada que nos den…? ¡Lo advierte por una buena razón, los adolescentes se ponen como
locos con estas cosas!

—Las Veelas detectamos cosas como la Amortentia y no nos hace nada, ¿pero tú puedes hacerlo?
—le preguntó Nesrine, muy seria—. ¿Y si te intentan dar un poco a ti también?

—¿Entonces no bastaría con ir con el señor Malfoy? —argumentó Altair.

Lily emitió un largo quejido.

—¡Es obvio que él no está entendiendo el punto!

—¿Pues cuál es el punto?

Las tres soltaron el mismo quejido esa vez.

Para el final del desayuno, en la mesa de Gryffindor, James Potter se subió a la silla, luego se paró
en la mesa y lanzó un hechizo de chispas rojas al techo para atraer la atención sobre él.

Carraspeó y se peinó el cabello hacia atrás, tomándose su tiempo para disfrutar de ser visto por
todos. Sirius lo alentaba con lo que fuese a hacer desde la esquina de la mesa, y en la de profesores,
Harry ya empezaba a lamentar todas sus decisiones.

—Buenos días, Hogwarts —James habló lo bastante alto para que su voz se escuchase en todo el
comedor, sonriendo—, sólo les quitaré un segundo para informarles que ya tengo una cita, así
que…¡ya dejen los intentos de darme Amortentia, por amor a Merlín! ¡Y sí, me doy cuenta de
quiénes la usan como perfume! Gracias por su atención —Después saltó hacia el suelo.

Albus se preguntó con quién iría.

Creyó que al tener su propia "cita" y no ser "popular" como James, lo peor ya habría pasado y sólo
tendría que aguantar algunas tonterías adolescentes en los pasillos mientras los demás perdían el
control. Pero apenas comenzaba.
Antes de que saliese del comedor, Lily le sujetó un brazo y Nesrine el otro.

Sus sonrisas le dieron un muy, muy mal presentimiento.

—¿Así que…? —Lily esperó la "gran noticia" con una sonrisa.

Albus suspiró.

—Obviamente voy con Scorp.

—Obviamente —repitió Nesrine, riéndose—, ¿pero qué te vas a poner?

—Nesrine quiere que nos escapemos el fin de semana para ir a ver a su madre y que nos tome
medidas y tenga los diseños de nuestra ropa —le comentó Lily.

—Voy a vestirme de blanco como Odette —fantaseó Nesrine, sonriendo.

—¡Yo quiero un vestido con la falda muy ancha! De esos que se inflan al girar —Lily hizo una
"demostración" al dar una vuelta.

—¿Ustedes irán juntas?

—Ajá.

—Duh, claro.

—No estoy interesada en citas por ahora —Nesrine agitó una mano para restarle importancia—,
será más divertido ir con Lily y reírnos del resto mientras bailamos y comemos dulces.

—Pero tú sí tienes una cita —recordó Lily—. Oh, Al, hay muchísimo que hacer antes de la fiesta,
¿entiendes? Vamos a empezar con…

Resultó que Severus tenía razón y la preparación era la peor parte de esos eventos.
Malfoy y Potter

Las semanas entre el anuncio de la fiesta y el evento mismo fueron una locura adolescente que no
pasó desapercibida ni por el más despistado de los profesores. Todos tenían algo que hacer.

Scorpius habló con su padre. Sirius se llevó a Harry en el primer vuelo de prueba de la moto
reconstruida. También se estrellaron por primera vez cuando algo en el motor falló.

Nesrine y Lily arrastraron a Albus a Hogsmeade en secreto, Rose se puso nerviosa porque no tenía
idea de cómo hacer para sentirse "bonita" y su tío George acabó abrazándola por un rato, antes de
darle a elegir lo que quisiera de su catálogo de "preparación para fiestas". James tuvo que
aguantarse los chillidos de Lorcan cuando el chico que le gustaba le dijo que sí quería que fuesen
juntos y después los pucheros de Lysander cuando la chica a la que invitó le dijo que ya tenía una
cita.

Hubo invitaciones extravagantes con carteles en el patio, un hechizo en las velas del Gran
Comedor formó el mensaje de un chico de séptimo invitando a una estudiante de Beauxbatons (que
le dijo que sí, para sorpresa de todos), incluso hubo cartas que cantaban y un pequeño acto del coro
del colegio.

Todos se comportaban como si una fiesta basada en un evento de hace miles de años fuese lo más
importante que sucedía en sus vidas y Albus sólo podía mirarlos sin entender por qué tanto
escándalo.

La primera presentación de la obra de ese año se llevó a cabo la noche anterior a la fiesta, en
Hogwarts. Scorpius lucía tan brillante e increíble con su maquillaje artístico que Albus casi olvidó
las líneas de las escenas que tenían juntos. Fue bueno que hubiese practicado algo de
improvisación con la profesora Cardella esas semanas, ya que pudo convertir sus balbuceos en
parte del personaje y pareció que nadie notó nada.

Excepto por Scorpius, que le enseñó una de esas sonrisitas que le causaban burbujas en el
estómago.

Al terminar, mientras recogían, una chica de Durmstrang se acercó a los bastidores y le preguntó a
Albus si iba a ir con alguien a la fiesta.

Contestó enseguida que iba con Scorpius. Ella lo entendió y le dijo que actuó muy bien antes de
marcharse.

Cuando se giró, se encontró a Scorpius con una expresión extraña. Sólo estuvo un segundo así.
Después volvió a sonreír y se pasó la siguiente hora pegado a Albus, sosteniendo su mano,
entrelazando sus dedos, hablándole al oído, dándole unas miradas de reojo que hacían que a Albus
le ardiese la cara.

Y quizás entendió un poco la emoción de los demás por tener una cita para esa tonta fiesta.

Pensaba en esto la noche del evento frente al espejo del baño. El corazón le latía demasiado rápido
y empezaba a pensar que iba a vomitar.

—No puedo hacer esto, Sev —Albus puso las manos en el borde del lavabo e inhaló profundo—,
no…no creo que pueda…

Había puesto el relicario abierto en la orilla del lavabo en cuanto terminó de vestirse. Severus le
observó peinarse sin decir una sola palabra y Albus sentía que se moriría si no hablaba pronto.

—¿Está- está tan mal?

La voz le tembló y se agachó frente al retrato miniatura.

—No considero que esté "mal" —Fue la respuesta de Severus.

Por supuesto que no se esperaba que Albus soltase un largo quejido por esto.

—¡Pero no está bien o dirías que está bien!

—Yo no he-

Albus lo interrumpió hundiendo el rostro en sus brazos. Saltó cuando oyó que alguien tocaba la
puerta.

—¡Sigue ocupado! ¡Diez minutos!

—Al, soy yo —Altair resopló—, Scorpius ya está listo y fue a buscar algo. Dijo que te veía en el
pasillo que da al patio para que fuesen a Beauxbatons.

Albus prácticamente corrió hacia la puerta, la abrió de par en par, y antes de que pudiese decir lo
que fuese, arrastró a Altair dentro y cerró la puerta con la misma brusquedad.

—¿Qué tan mal me queda? —Albus sujetó con fuerza los hombros de Altair.

Altair observó su ropa con una cara muy seria, después su rostro y de nuevo la ropa.

—Lo sabía, me voy a quitar todo es-

—Scorpius también dijo eso —mencionó Altair, que todavía parecía pensar en su pregunta.

—¿Qué?

Albus se detuvo a mitad de camino del lavabo.

—Que Scorpius también dijo "debería quitarme esto". Pensó que creerías que se veía mal.

—¿Cómo voy a pensar que algo le queda mal a Scorpius? —Albus se horrorizó—. ¡Todo le queda
bien! Debe ser algo de Malfoys, al profesor Malfoy todo le queda bien también- además, él está
muy cómodo con este tipo de ropa-

—Scorpius no está usando su ropa…usual —Altair se encogió de hombros cuando volvió a verlo
con incredulidad—. Su padre le iba a encargar un traje a la medida, parecido al que él había usado
en su cuarto año, pero Scorpius…sus gustos se salen un poco de la normativa Malfoy.

—Oh.

Ahora no sabía qué pensar.

Altair rodó los ojos, recogió un accesorio que estaba sobre el lavabo y se paró frente a Albus. Era
una delgada banda similar a una diadema con pequeñas estrellas, un regalo "extra" de la madre de
Nesrine.

En cuanto Altair se la puso, el cabello de Albus quedó fuera de su rostro. El resto continuaba tan
desordenado como siempre a los lados y atrás, pero era un avance.

—¿Entonces tú…viste cómo está vestido? —murmuró Albus, mientras Altair estaba ocupado
frotando el pulgar contra su pómulo. En el curso de maquillaje artístico mágico les dijeron que un
toque de magia con los dedos podía mejorar cualquier maquillaje.

—Ajá.

—¿Se ve, uhm, lindo?

—Supongo que si te parecen "lindos" los chicos pálidos, rubios de ojos grises que tienen un rostro
que prácticamente es la definición de la proporción áurea y ponen cara de crup, sí, claro.

Albus no pudo evitar soltar una risita.

—¿Hay alguien que te haya parecido atractivo, Alti?

Altair fingió pensarlo.

—El rostro del mago actor ese, Benedict Cumberbatch, y el peinado que lleva cuando hace de
Sherlock Holmes encaja bastante bien con las proporciones-

—Atractivo para ti, no según el estándar de artistas y maquilladores.

—Catra-

—¿La medio gato de la serie animada que viste con Lil y Nesi?

Albus no pudo evitar reírse de nuevo mientras Altair asentía, muy serio.

—Tenía una buena backstory y un buen desarrollo-

—Todavía no entiendes el concepto de "atractivo" —Albus le apretó las mejillas y lo hizo a un


lado para pararse frente al espejo y comprobar que todo estuviese en orden en su rostro, cabello y
ropa.

—Es algo muy subjetivo y emocional —alegó Altair—, pero estoy seguro de que Scorpius pensará
que tú eres una persona muy atractiva cuando te vea hoy. Digo, es Scorpius. Siempre piensa eso de
ti.

Albus le sonrió a su reflejo y asintió. Sí, ya se sentía mejor.

Era obvio que toda esta locura adolescente de la fiesta se le había contagiado.

—Gracias, Alti.

Mientras Altair adoptaba una expresión que le decía que no estaba seguro de qué hizo, Severus
soltaba un largo "hm".

—Qué interesante que hablar de un personaje ficticio te haya hecho sentir mejor.

—Podemos ver una serie juntos en las vacaciones —le ofreció Albus, alzando el relicario para
ponerlo al nivel de su rostro.

—¿La del personaje ficticio del que hablo Altair? —Severus se colocó una mano bajo la barbilla y
lo consideró seriamente.
Albus intentó no reírse y asintió.

—Sí, claro, esa es sobre magia, veamos esa. Lo anotaré como pendiente.

Dejó el relicario sobre su mesa de noche por petición de Severus, que no quería ser una "tercera
rueda". Albus sentía cierto nerviosismo por no poder sostener el medallón cuando estuviese fuera
del cuarto, pero tendría que aguantarse.

Abandonó el cuarto con Altair, que parecía buscar a alguien en los pasillos. Albus lo codeó con
suavidad.

—¿Tienes una cita?

—Ah, no —Altair sacudió la cabeza, distraído—, voy a estar con James.

—¿Que tú- qué?

—Con James —Altair le miró de reojo, sin entender su reacción.

—¿James? ¿Potter? ¿Mi hermano James Potter? ¿Ese James?

—¿Conoces a otro James Potter?

Albus sacudió la cabeza y se concentró en su verdadera duda.

—¿Tú eres la cita de James?

—James no tiene una cita —Altair negó y fijó su vista en el corredor—, lo dijo sólo para que
dejaran de fastidiar invitándolo. Incluso creen que es una chica de Durmstrang y que les lanzara
una bludger si se le acercan.

—¿Así que es una no-cita?

—Me dijo que podía quedarme con él para que no fuese tan aburrido porque no parezco alguien
que disfrute de las fiestas —Altair lució aún más confundido—, algunos de sus amigos también
estarán allí. ¿Las citas no son para dos personas en una situación como la de Scorp y tú?

Albus no creía que esa conversación fuese a llegar a algún lado, así que comenzó a agitar las
manos. Estaba por cambiar de tema cuando escuchó un grito.

James corrió hacia ellos, abriéndose paso entre los demás estudiantes. Hizo una pausa al ver a
Albus, susurró un "genial" y le pasó una flor a Altair.

—Lys consiguió una para cada uno —James señaló la que llevaba asomándose de uno de los
bolsillos de su traje, que era idéntica a esa—. Arvel le dijo algo sobre que a él nunca le dieron
flores porque siempre salía con chicas y era él quien debía dar las flores, Lorcan le llevaba flores a
Misha, Lys no entendía por qué a los chicos no se les regalan flores, bla, bla, bla, y bueno…ahora
tienes una flor. Es el club de flores de Lys. Disponible sólo por esta noche, espero.

—Es una flor de invierno —Altair casi la abrazó. En lugar de ponerla en su traje, la colocó tras su
oreja y le susurró algo. El tallo de la flor se alargó por sí mismo para rodearle la cabeza mientras él
tenía una "conversación" con la flor—. Está bien conservada con un hechizo para mantenerla viva,
así que sólo hay que ponerla en tierra de nuevo mañana. Lys incluso le avisó que quería llevarla
por esta noche. Eso es muy educado de su parte. Tampoco la lastimó…

Ambos Potter lo observaron con cierta extrañeza. Luego James meneó la cabeza y se rio.
—Le dije que no te consiguiese una flor porque seguro que Scorp te tiene un ramo entero —le dijo
a Albus, pasándole un brazo sobre los hombros a Altair—, así que ve, ve, diviértanse y no hagas
nada que yo no haría. Pero tampoco algunas de las cosas que yo haría. Al menos no donde te
puedan ver. Si no te ven, tú adelante.

Mientras los veía alejarse, oyó que James le preguntaba a Altair acerca de unas semillas, y fuese lo
que fuese que su hermano planease, no saldría nada bueno de esa combinación.

Albus tuvo que seguir buscando a su "cita" y comenzaba a lamentar no llevar el relicario consigo
para sostenerlo cuando se dio cuenta de que Scorpius ya estaba en el patio, sujetando una capa
entre las manos y envuelto por un hechizo de calor. No lo había reconocido desde la distancia,
porque no esperaba que luciese así.

Era lo más bonito que había visto en su vida.

Scorpius llevaba el cabello peinado hacia atrás, una camisa holgada de tela ligera que debía
requerir varios amuletos de calor, cerrada en el cuello por una cinta plateada que formaba un lazo a
un lado. El pantalón oscuro tenía pequeñas estrellas también plateadas dispersas por aquí y por allá
conectadas entre sí por líneas. Eran muy similares a las que tenía en el rostro, una versión diminuta
sobre los pómulos y el borde de los ojos, encima de una base de maquillaje del mismo color.

Varios estudiantes lo observaban al pasar y se notaba que deseaba que Albus llegase pronto.

Albus no pudo evitar sonreír al caminar hacia él. Y por la manera en que Scorpius lo vio, sintió que
se iba a convertir en una masita de nervios, risas y calidez.

—Te ves increíble, cariño —Fue lo que le dijo Scorpius en cuanto se detuvo frente a él.

No usaba vestido. Ni traje. Más bien, ambos. Como no se podía decidir, la madre de Nesrine le
dijo que no tenía por qué imaginar los dos estilos como algo completamente opuesto, podía
combinarlos.

Esto resultó en una falda negra y ancha que comenzaba por encima de su cintura y se alargaba
hasta cubrir sus zapatos converse, mientras que la parte superior se asemejaba a la de una camisa y
sacos en blanco y negro con puños plateados que combinaban con su "diadema".

Y con la ropa de Scorpius, ahora que lo veía.

—¿La madre de Nesrine lo hizo?

Scorpius asintió, riéndose.

—¿También el tuyo?

Albus asintió.

—También te ves increíble. Me gusta mucho el toque del maquillaje —Albus extendió el brazo y
le rozó el borde del rostro con los dedos, temiendo dañarlo, pero Scorpius sujetó su mano y recargó
el rostro en su palma, mostrándole que las estrellas en su cara estaban encantadas y no se caerían
con el contacto.

—Te veías muy feliz usando lo que querías- —Scorpius carraspeó y cerró los ojos por un
momento, disfrutando del tacto de Albus con una sonrisita—. No es muy…Malfoy, pero- pero creo
que sí es un poco Scorpius, ¿no te parece?
Entreabrió los ojos y esperó su reacción. Albus asintió con una sonrisa y frotó su pulgar contra una
de las estrellas en los pómulos de Scorpius.

—Es muy Scorpius —musitó.

Muy hermoso, pensó. Como tú.

Scorpius volvió a sonreír, sujetó su mano y comenzó a caminar.

—Pensé en traerte flores, pero es muy difícil conseguir flores en esta época y Altair iba a
regañarme si las cortaba sin permiso, así que…—Scorpius le mostró una esfera diminuta que sacó
de su bolsillo y colocó en su mano libre.

—¿Qué es? —Albus la sostuvo e intentó ver a través de ella. Le recordaba a las esferas de nieve
que vendían los muggles, incluso tenía algo de nieve, pero estaba vacía.

Al menos hasta después de unos segundos, en que los vio a ellos dos caminando hacia el portal de
Beauxbatons. Tuvo que ahogar un grito.

—Debería guardar un momento de la noche para ti —le explicó Scorpius—, para que tengas un
lindo recuerdo y…eso.

Albus guardó la esfera encogida en su falda (porque todas las faldas deberían tener bolsillos, en
opinión de Talía) y enganchó su brazo a uno de Scorpius.

Se sentía como una de esas personas de las que siempre se burlaba al verlos pegados a sus citas.

Pero tal vez también comenzaba a entenderlos un poco.

—0—

Draco se echó el cabello hacia atrás con cuidado e intentó no hacer mucho ruido. Aun así, Harry lo
notó y vio de reojo hacia un lado.

—Te perdiste el comienzo —susurró.

—Scorpius necesitaba ayuda con un hechizo —aclaró Draco.

Lo que quería era mucho más complejo de lo que solía practicarse a su edad, pero Scorpius se negó
a que Draco lo hiciese por él.

Luego se dio cuenta de que se había despeinado un poco mientras batallaban con la esfera y no
podía dejar su dormitorio así. Muchísimo menos en esa noche.

La fiesta empezaba en Beauxbatons con una sala convertida en un palacio de hielo. El suelo, las
paredes y el techo eran de hielo encantado que permitía que se deslizaran por el piso o caminaran
sin resbalarse. Los muebles, también de hielo, tenían hechizos que los hacían confortables y de una
temperatura agradable sin arruinar el ambiente gélido, elegante y majestuoso.

Las decoraciones de la escuela francesa se dividían entre esculturas de hielo, telas de colores claros
y piezas brillantes. Parecía que la directora les instruyó a sus estudiantes utilizar cierta gama de
colores o compartían sastre, porque se diferenciaban del resto con su ropa de colores invernales.

Y por supuesto, no podía faltar una apertura con Veelas formando figuras en el hielo con patines
mágicos. Cuando Draco entró, los estudiantes se encontraban cerca de las paredes para hacerles
espacio y las chicas trazaban una figura que aún no podían reconocer.
—Será una runa —le dijo Harry. Draco casi saltó por lo cerca que estaba y el aliento que percibió
sobre su oreja.

Lo escuchó reírse y le dio un codazo en el estómago, sin fuerza.

—¿Asustado, Malfoy?

Draco lo observó de reojo. La manera en que el cabello desordenado le enmarcaba el rostro le traía
el vago recuerdo del baile de Yule en cuarto año, sólo que sus facciones eran más maduras, tenía
una barba de tres días y sabía que Corazón de Bruja lo ponía entre los diez magos más atractivos
de Europa desde el final de la guerra.

Y por alguna razón, había decidido que intentar molestarlo sería un buen comienzo para la noche.

Draco dejó escapar un bufido de risa y pasó sus dedos por el contorno del rostro de Harry,
disfrutando de la textura de la barba.

—Ya quisieras.

Harry le mostró una sonrisa divertida y se colocó a su lado, todavía a corta distancia, pero menos
invasivo que un segundo atrás.

—Sabía que eso te iba a calmar —se burló Harry.

—Estoy calmado —replicó Draco con su tono tranquilo más practicado.

—No te veías calmado, Draco.

Draco emitió un sonidito de disgusto.

—Pues tú te ves muy calmado para alguien que sólo ha salido con una persona en su vida.

—Lo estoy fingiendo —Harry bajó la voz y cabeceó en determinada dirección.

Apenas giró el rostro, Draco notó que Lily los veía fijamente desde la otra punta del salón. No
pudo evitar reírse. La saludó con un gesto y ella se avergonzó y se dio la vuelta para hablar con
Nesrine.

—Es un poco…obsesiva, ¿no?

—Sí, me pregunto de quién lo habrá sacado —Harry se rio como si hubiese dicho una muy buena
broma privada y entrechocó los hombros de ambos—. Anda, relájate. Lo peor que puede pasar es
que hoy acabe tan mal que quieras que me vaya a enseñar a otro colegio.

Draco lo observó con las cejas arqueadas. Harry se encogió de hombros con una sonrisita. Tenía un
leve rubor en el rostro, lo que fue la primera señal de timidez que notó.

Supuso que no podía ser tan malo.

Se fijaron en las chicas que patinaban e hicieron una apuesta sobre el dibujo que hacían,
cambiando sus respuestas dos veces a medida que aparecían más líneas y veían que era imposible
que fuese lo que creyeron en un inicio. Sólo cuando acabaron y la runa estuvo terminada, Draco
celebró.

La runa en el suelo se iluminó y la nieve comenzó a caer desde el techo del salón. Como también
era mágica, no enfriaba más el ambiente ni se derretía en el suelo. Poco a poco desaparecía sobre
el resto del hielo, sin causar la menor molestia. Era un uso de la magia hermoso y admirable.

Mientras todos aplaudían la demostración de las chicas, Draco codeó a Harry y gesticuló un
"págame" silencioso con los labios.

—No pensé que tendría que traer dinero —murmuró Harry con una sonrisa avergonzada. Como él
le frunció el ceño, se excusó:—. ¡La comida es gratis y no hay nada para comprar! ¿Cómo sabía
que tenía que traer dinero?

—¿Por qué vas a alguna parte sin dinero?

—¿Por qué iría a todas partes con dinero en los bolsillos?

Draco dejó escapar un sonido que fue como un "agh".

—Qué poca clase. No importa, será otro pago entonces.

Antes de que pudiese preguntar qué, Draco sujetó su barbilla, lo hizo ladear el rostro y plantó un
beso en su mejilla.

Bien. Estuvo años con Astoria. Tal vez le gustaba un poco (bastante) el comienzo de barba bajo sus
dedos.

Luego se dio la vuelta y comenzó a caminar alrededor del salón, mientras los estudiantes y el
personal de Beauxbatons se dispersaban para buscar helados en conos, bebidas dulces con crema
que lucía como nieve y bocadillos diminutos y elegantes. Casi sonrió cuando notó que a Harry le
tomaba un momento reaccionar y seguirlo.

—Bueno, si querías un beso, podrías haberlo pedido-

Draco le dirigió una mirada inquisitiva por encima del hombro.

—¿Quién quiere un beso suyo, profesor Potter? —Abarcó el lugar con un gesto—. Estudiantes
presentes. Debe mantener un comportamiento apropiado.

La sonrisa de Harry le recordó a la que ponía cuando acababa de aceptar un desafío, aunque Draco
no estaba seguro de a qué lo había retado. Lo entendería a lo largo de la fiesta.

Cuando Draco fue por una de las bebidas que se veían como nieve de colores, Harry se colocó a su
lado y sintió que lo rodeaba a medias con un brazo. Draco giró el rostro hacia él y Harry se alejó
con una expresión completamente inocente.

—Potter.

—Profesor Malfoy, ¿algo anda mal? ¿En qué está pensando en un sitio lleno de estudiantes?

Draco estrechó los ojos en su dirección y Harry continuó con su expresión inocente.

Así pasaron parte de la noche, dentro de su propio juego tonto de "reprimendas".

Draco se pegaba a su espalda y le hablaba tan cerca que sus labios casi le rozaban la oreja, sólo
para recordarle que debería prestar más atención a los estudiantes que a la comida. Harry
aguantaba la risa y le contestaba con un "gracias por su interés y sus correcciones, profesor Malfoy,
lo haré mejor ahora".

Harry rozaba una de las manos de Draco y después de que lo veía le recordaba que tenía que estar
pendiente de los chicos. O Harry se quedaba viéndolo un momento con una expresión ensimismada
y Draco lo "regañaba" diciéndole que un profesor debía ser más responsable.

Incluso cuando tuvieron su "escapada", seguían jugando. Había pasado el período de tiempo que
Harry le prometió a McGonagall vigilar a los chicos, y mientras no hubiese alguna complicación y
echase otro vistazo después, habría cumplido con su parte, así que sujetó el brazo de Draco y
prácticamente se lo llevó fuera del salón.

Draco no conocía Beauxbatons en lo más mínimo y se sorprendió porque el pasillo al que llegaron
tuviese poca luz. Harry le pidió silencio con un gesto. Lo mantenía entre su cuerpo y la pared y
podía oír unas voces hablando cerca.

Eran profesores del colegio francés en otro pasillo conectado a ese. Se alejaron tanto que pronto no
podían percibirlos más.

—Creo que esto es lo más inapropiado que ha hecho a lo largo de la noche, profesor —Draco le
"pinchó" el pecho con el índice.

—¿Sí? —Harry echó un vistazo en torno a ellos, al pasillo oscuro—. ¿Qué le parece inapropiado,
profesor Malfoy?

—Dos personas que se escapan hacia un sitio oscuro en plena fiesta —Draco chasqueó la lengua y
comenzó a sacudir la cabeza.

—Bueno, es que nosotros —Harry utilizó un especial énfasis en el término— tenemos otros planes.

Luego retrocedió dos pasos y le ofreció su mano. Draco la sujetó.

—Oficialmente acabas de dejar de ser un profesor por esta noche —informó Harry, muy serio— y
nos estamos escapando.

—¿Qué?

—Nos estamos escapando —repitió Harry con una sonrisa. Y echó a correr.

Draco se dejó llevar por la sorpresa un par de metros, mientras protestaba y Harry se reía.

—¿Qué pasa, Malfoy? ¿Ya no puedes correr un poco? ¿No será que estás…?

—Ni se te ocurra terminar esa frase, Potter.

—…demasiado viejo? —Pero Harry la completó.

Draco aceleró el paso y lo adelantó. Luego Harry hizo lo mismo y salieron al patio de Beauxbatons
medio corriendo, medio empujándose y con sus manos todavía unidas.

De acuerdo, tal vez no fue la mejor idea. Afuera era frío, tenían la respiración agitada por la carrera
y Draco tosió un poco al encontrarse expuesto al aire de la noche.

Harry se rio y extrajo algo de uno de sus bolsillos. Lo agrandó con un hechizo para presentarle una
capa oscura y la puso alrededor de los hombros de Draco. Era suave y calentita.

—¿Alguna vez el gran Draco Malfoy ha escapado de algo o siempre haces exactamente lo que
esperan que hagas? —preguntó Harry, medio en broma, medio con genuina curiosidad.

—De niño —susurró Draco—, escapaba de los pavos. Tenía obligaciones cuando fui mayor.
—Bueno, entonces digamos que hoy no existe el Malfoy —indicó Harry, que amarraba con
extremo cuidado la capa con un lazo al nivel de la clavícula de Draco— y definitivamente no
existe Potter, ni el niño-que-vivió.

Como Draco lo observó con cierta extrañeza, Harry le mostró una sonrisita cansada.

—Yo también tuve demasiados deberes desde muy joven. Y no me escapé de ninguno —Harry
resopló y se colocó otra capa que sacó de su bolsillo y agrandó—. Ahora estoy cansado, así que
vamos a escaparnos los dos de todo eso, ¿qué dices?

Draco soltó un bufido de risa, echó un vistazo hacia el palacio de Beauxbatons y se recordó que
Scorpius estaba a salvo allí. Había más profesores. Tenían hechizos de localización en ellos cuando
cruzaban los portales. Altair le prometió estar pendiente.

—¿A dónde vamos? —indagó, volviendo a fijarse en Harry.

Parecía tan contento y aliviado de que hubiese aceptado que Draco no pudo evitar contagiarse un
poco de su sonrisa.

—Koldovstoretz tiene una fiesta a ciegas —Harry se colocó la capucha de su túnica y lo último que
vio de su rostro, antes de quedar oculto por unos hechizos de sombras, fue un guiño— y
establecieron una edad mínima de entrada a cierta zona del colegio porque su temática es un Yule
un poco…oscuro.

—Magia oscura y no ser reconocido —Draco se puso su propia capucha—, tienes toda mi
atención, Harry.

Esa vez fue él quien le tendió su mano y Harry quien la sostuvo. Huyeron juntos hacia el portal
que daba a Koldovstoretz.

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