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FRAUDE, MENTIRAS Y ENGAÑOS EN

EL MUNDO ANTIGUO.

Col·lecció INSTRUMENTA 45
Barcelona 2014
FRAUDE, MENTIRAS Y ENGAÑOS EN
EL MUNDO ANTIGUO.

Francisco Marco Simón


Francisco Pina Polo
y José Remesal Rodríguez (Eds.)
© PUBLICACIONS I EDICIONS DE LA UNIVERSITAT DE BARCELONA, 2014
Adolf Florensa, 2/n; 08028 Barcelona; Tel. 934 035 442; Fax 934 035 446.
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1ª edición: Barcelona, 2014

Director de la colección: JOSÉ REMESAL.

Secretario de la colección: ANTONIO AGUILERA.

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Composición y maquetación : Juan Manuel Bermúdez Lorenzo.

Portada: GEORGES DE LA TOUR, Le Tricheur à l'as de carreau (ca. 1636-1638). Musée du Louvre. Autor de la fotografía : F. Pina.

Impresión: Gráficas Rey, S.L.

Depósito legal: B-26.023-2014

ISBN: 978-84-475-3889-8

Impreso en España / Printed in Spain.

Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta,
puede ser reproducida, almacenada, transmitida o utilizada mediante ningún tipo de medio o sistema, sin la autorización previa por escrito del
editor.
Índice general
Introducción
(Francisco Marco Simón, Francisco Pina Polo y José Remesal Rodríguez) 9

¿Mentira fenicia? El oráculo de Melqart en los relatos de fundación de Tiro y Gadir 13


(Manuel Álvarez Martí-Aguilar)

Manipulating the Past. Re-thinking Graeco-Roman accounts on ‘Celtic’ religión 35


(Ralph Häussler)

Alexandre à Jerusalem: Entre mensonge et iction historiographique 55


(Corinne Bonnet)

Fraudes sobrenaturales: Embaucadores, crédulos y potencias divinas en la antigua Roma 65


(Silvia Alfayé)

Devoti (…) sint, qui mi (…) in fraude fecerunt: la execración de las actividades 97
fraudulentas en el Occidente latino
(Francisco Marco Simón)

Cómo evitar una condena mediante una boda: el primer matrimonio de Pompeyo Magno 105
(Plut. Pomp.4)
(Luis Amela Valverde)

Impostores populares y fraudes legales en la Roma tardorrepublicana 123


(Francisco Pina Polo)

Vigilar y castigar: publicanos, contratistas, senadores y otros defraudadores en el mundo 139


romano
(Cristina Rosillo López)

Corrupción y fraude documental en la administración municipal romana 153


(Juan Francisco Rodríguez Neila)

Mentiras de una adopción. La sucesión de Trajano 187


(Juan Manuel Cortés Copete)

Falacias persuasivas en la literatura cristiana antigua: retórica y realidad 209


(Juana Torres)

Falsiicación histórica y apología mesiánica en el cristianismo primitivo 225


(Gonzalo Fontana Elboj)

Las fraudes en el rescripto constaniniano de Hispellum 255


(Esteban Moreno Resano)

7
Publicidad engañosa: el caso de Maximino en la Hispania Citerior 271
(Fernando Martín)

Fraus Maligna y simulatio fallax: delatar maniqueos en la época de la hipocresía 281


(María Victoria Escribano Paño)

Los “hallazgos singulares” de Iruña-Veleia: de la ilusión al iasco 295


(Juan Santos Yanguas)

Índices temáticos
- De fuentes clásicas 309
- Inscripciones 311
- Onomástico 312
- Lugares 315
- Materias 317

8
vigilar y castigar: publicanos, contratistas, senadores y otros
defraudadores en el Mundo roMano

cristina rosillo lóPez


Universidad Pablo de Olavide

En el año 215 antes de Cristo, durante la Segunda Guerra Púnica, frente la necesidad de
abastecer a los ejércitos de Italia, el gobierno romano contrató a sociedades de publicanos, cuya
existencia se menciona por primera vez en las fuentes. Dada la grave situación militar, estas empresas
impusieron sus propias condiciones, incluyendo un seguro marítimo (publicum periculum), por
el cual la res publica se hacía garante de cualquier pérdida. En el año 212, algunos publicanos
emplearon esta disposición en su beneicio, enriqueciéndose por medio de falsos naufragios. Tito
Livio menciona los abusos de los éstos entre los argumentos negativos en la discusión sobre la
explotación de las minas de Macedonia: “allí donde se halla un publicano, el derecho público está
ausente y la libertad ya no existe”.1 Este tipo de comentarios eran tan comunes en la literatura antigua
que incluso se convirtieron en un topos, un lugar común, como lo demuestra la lista de los treinta y
tres insultos contra los publicanos recogida por Pólux2 o los pecadores de los Evangelios.3 ¿Tenía esta
retórica su relejo en la realidad? ¿Cómo se podía cometer fraude en los contratos públicos romanos?
¿Estaban los senadores implicados en dichos fraudes?

El fraude en los contratos públicos, evidentemente, sólo es posible identiicarlo cuando el


escándalo era lo suicientemente grande como para ser castigado de manera pública. Asimismo,
las fuentes hacen alusión de manera especial cuando políticos importantes estaban implicados en
dichos fraudes.

1
Liv. 45.18.4: “ ubi publicanus esset, ibi aut ius publicum vanum aut libertatem sociis nullam esse ”.
2
Pollux, Onomasticon 9. 30–1.
3
Ev. Luc. 19; Ev. Mc. 2.14; Ev. Mat. 10.3.

139
El primer caso grave de fraude para el cual disponemos de información tuvo lugar durante la
Segunda Guerra Púnica. Dicho fraude fue facilitado por la asunción por parte del gobierno de todo
periculum, es decir, de toda la responsabilidad de la carga. Aprovechando esto, un grupo de publicanos
decidió no sólo hacer naufragar barcos sin valor, sino además inlar el valor de la carga para obtener
más beneicios si cabe: “el Estado se había hecho responsable de los suministros destinados a los
ejércitos que se perdían por las tormentas en el mar, y estos hombres inventaban historias de naufragios
y, cuando no las inventaban, los naufragios de los que informaban se debían a su falta de honradez
y no a accidentes. Colocaban cargas pequeñas y sin valor en viejos barcos desvencijados a los que
hundían cuando estaban en alta mar, recogiendo a los marineros con botes que tenían dispuestos, y luego
presentaban una declaración falsa de la carga, cuyo valor multiplicaban muchas veces sobre el real”.4

El asunto resultaba muy espinoso para el Senado, ya que las circunstancias del momento, es
decir, la guerra contra un poderoso adversario como Aníbal, hacían que no les interesara perder el
apoyo de los publicanos. Además, aunque las fuentes no lo mencionan explícitamente, es probable que
varios componentes del Senado tuvieran a miembros de su familia involucrados en dichos contratos;
esto se puede deducir de la actitud que dicha institución tomó en un primer momento: “este fraude
fue revelado a Marco Emilio, el pretor, quien llevó el asunto ante el Senado, que no había tomado
medida alguna al temer ofender al grupo de arrendatarios públicos en un momento como aquel.”5

¿En qué medida el seguro público, que fue la causa de este fraude, era una medida excepcional
en los contratos públicos romanos? Los contratos privados de arrendamiento (locatio - conductio)
incluían disposiciones similares. En el último siglo de la República, el jurista Servio Sulpicio Rufo
consideraba que el conductor debía ser indemnizado en caso de vis maior, es decir, fuerza que no
se pudiera resistir.6 En el 56 a.C. Cicerón señaló que los publicanos podían ser reembolsados por el
Estado romano en caso de ataque enemigo: “si no puede disfrutar de los ingresos públicos debido a
los enemigos, está protegido por la lex censoria”.7

Los peligros del mar habían dado lugar a una legislación especíica en el derecho romano,
como el fenus nauticum (o préstamo con intereses y beneicios más altos) o la lex Rhodia de iactu
(Dig. 14. 2) para solventar las pérdidas marítimas, una importación legal de Rodas. Una anécdota de
L. Mumio, el conquistador de Corinto en el año 146 antes de Cristo, conirmaría la hipótesis de una
legislación especial para los contratos públicos marítimos. Al organizar el transporte a Roma por
medio de un contrato público de los tesoros artísticos capturados en Grecia, Mumio informó a los
adjudicatarios de que estaban en la obligación de devolverle los mismos bienes en caso de pérdida
de carga.8 Esta anécdota pretende relejar la famosa ignorancia artística de Mumio, pero el general

4
Liv. 25.3.10–11: “Hi, quia publicum periculum erat a vi tempestatis in iis quae portarentur ad exercitus et ementiti erant
falsa naufragia et ea ipsa quae vera renuntiaverant fraude ipsorum facta erant, non casu. In veteres quassasque naves paucis
et parvi pretii rebus impositis, cum mersissent eas in alto exceptis in praeparatas scaphas nautis, multiplices fuisse merces
ementiebantur ”.
5
Liv. 25.3: “ea fraus indicata M. Aemilio praetori priore anno fuerat ac per eum ad senatum delata nec tamen ullo senatus
consulto notata, quia patres ordinem publicanorum in tali tempore offensum nolebant”.
6
Ulp. dig 19.2.15.2. Cf. C. alzon, Les risques dans la locatio - conductio, Labeo 12, 1966, 311-337. Los juristas preveían
los siguientes casos para la locatio fundi : sequía, inundación, devastación por pájaros o ejércitos, deslizamiento de terrenos,
langostas e incendio (fuentes en C. alzon, Les risques..., 313-314, n. 14. Sobre el transporte en la locatio-conductio privada
I. MolnÁr, Verantwortung und Gefahrtragung bei der locatio conductio zur Zeit des Prinzipats’, en: ANRW II, 14, Berlin /
New York 1982, 583-680.
7
Cic. prov. cos. 12: “ Si qui frui publico non potuit per hostem, hic tegitur ipsa lege censoria ”.
8
Vell. Pat. 1.13.4: “ Mummius tam rudis fuit ut, capta Corintho, cum maximorum artiicum perfectas manibus tabulas ac
statuas in Italiam portandas locaret, iuberet praedici conducentibus, si eas perdidissent, novas eos reddituros ”.

140
argumentaba su punto de vista según los términos habituales del contrato marítimo.9 La jurisprudencia
clásica no tenía una opinión homogénea sobre la responsabilidad de los riesgos marítimos. Labeón, a
inales del siglo I a.C., libera al adjudicatario10, al igual que Ulpiano.11 Paulo airma lo contrario.12 Estas
diferencias podrían explicar la concesión del publicum periculum a los adjudicatarios públicos durante
la II Guerra Púnica. En un momento de necesidad, la res publica tuvo que asumir la responsabilidad
por las pérdidas, mientras que Mumio no quiso o no consideró necesario concederlo.

La res publica prohibió a los senadores arrendar los contratos públicos, probablemente
en el siglo II antes de Cristo, para evitar la colusión con las autoridades, con la excepción de los
contratos religiosos o los del circo.13 En el siglo I de nuestra era, la lex Irnitana había extendido la
prohibición a los magistrados locales, sus ascendientes y descendientes por línea masculina, escribas
y apparitores.14 El código municipal prohibía a los jueces aceptar cualquier donum, munus o merx de
los adjudicatarios públicos para evitar sobornos o comisiones ilegales.15

Sin embargo, las fuentes mencionan varios casos de fraude, en los que senadores estaban de
diversas maneras involucrados en contratos públicos, con la connivencia en ocasiones de miembros de
la administración. Dichos contratos, como ya hemos visto, eran una manera muy lucrativa de invertir
su fortuna y de acrecentarla, sobre todo en las provincias. De todas maneras, las fuentes no mencionan
a ningún senador condenado por participación ilegal en contratos públicos; muy probablemente, los
que estuvieran involucrados ocultarían su nombre o emplearían hombres de paja. Los que cometieran
este tipo de irregularidades siendo miembros de la administración provincial podían ser condenados
de repetundis, es decir por extorsión. La lex Iulia repetundarum, promulgada por César en el 59 a.C.,
preveía penas para aquéllos que manipulasen las cuentas ligadas a los contratos públicos.16

Verres empleó los contratos públicos en su propio beneicio durante los tres años de gobierno
de Sicilia. Según Cicerón, que no puede considerarse una fuente imparcial, el gobernador estaba de
acuerdo para repartir beneicios con los recaudadores del diezmo, que también sacaban un pingüe
beneicio17. Verres había adjudicado el contrato del diezmo a un precio muy elevado. Cicerón

9
Sobre su ignorancia artística Vell. Pat. 1.13.4; Plin. NH. 35.24 (la anécdota de Plinio es icticia, pero describe acertadamente
su reputación).
10
Labeo dig 14.2.10pr: “ Si vehenda mancipia conduxisti, pro eo mancipio, quod in nave mortuum est, vectura tibi non
debetur ”.
11
Ulp. dig 19.2.15.6.
12
Labeo dig 14.2.10. Discusión en profundidad sobre este punto en C. alzon, Les risques..., 333-335.
13
Asc. 93Clark; Liv. 24.18.10. Cf. C. nicolet, L’ordre équestre à l’époque républicaine (312 - 43 Av. JC). Tome 1.
Déinitions juridiques et structures sociales, Paris, 1966, 327; E. badian, Publicans and Sinners. Private Enterprise in the
Service of the Roman Republic, New York, 1972, 16.
14
Lex Irnitana J: “ R(ubrica). Qui ne conducant emantue neue socii sint publica locabuntur uenibunt. Quaecumque publica
ultroque tributa aliaeue quae res in municipio Flauio Irnitano locabuntur uenibun<t>ue, ne quis IIuir neue aedilis neue
quaestor neue cuiius<que> eorum ilius <neue> nepos neue pater <neue> auuos neue frater neue scriba neue apparitor
earum quam rem conducito emitoue, neue in earum qua re socius es[t]o, neue ex earum qua re ob earum<ue> quam
rem eou[e] nomine [p]artem capito, neue aliut quit facito sc(iens) d(olo) m(alo), quo quid ex earum qua re ob earumue
qu[a]m rem eoue nomine p[ost]ea at eum perueniat ”. Cf. X. d’ors, Las relaciones contractuales con la administración
pública a la luz de las leyes municipales en derecho romano”, en: I rapporti contrattuali con la pubblica amministrazione
nell’esperienza storico - giuridica. Napoli, 1997, 95–96.
15
Lex Ursonensis 93 : “ quicumque IIuir post colon(iam) deductam factus creatusue erit quiue praef(ectus) qui ab IIuir(o) e
lege huius coloniae relictus erit, is de loco publico neue pro loco publico neue ab redemptor<e> mancipe praed(e)ue donum
munus mercedem aliutue quid kapito neue accipito, neue facito quo quid ex ea re at se suorumue quem perueniat. Qui
atuersus ea fecerit, is (sestertium) (uiginti milia) c(olonis) c(oloniae) G(enetiuae) Iu(liae) d(are) d(amnas) e(sto), eiusque
pecuniae cui uo<l>et petitio persecutioque esto ”.
16
Cic. Font. 17; Macer dig 48.11.7.2.
17
Cic. 2Verr. 3. 21; 3.50.

141
además le acusó de apropiarse de una buena parte de los ingresos, enviando la otra parte a Roma
para intentar no despertar sospechas.18

Pero a menudo se ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio (aunque, en el caso de


Verres, no sería una paja, sino también una viga). Cicerón gobernó la provincia de Cilicia entre el 51
y 50 a.C., a pesar de sus reticencias iniciales a aceptar el cargo. A su vuelta a Roma, se jactó de haber
respetado al pie de la letra la lex Iulia repetundarum, que establecía unos controles muy estrictos en la
contabilidad de los magistrados romanos. Sin embargo, su cuestor, Lucio Mescenio Rufo, le escribió
para comunicarle que había encontrado ciertos errores en la contabilidad de la provincia, la cual
había veriicado con su hermano, que era negotiator en Elis.19 La respuesta de Cicerón es bastante
confusa, ya que tenía interés en enterrar el asunto lo antes posible, debido a que éste involucraba
a varios miembros de su administración, un contrato público impagado, y una actuación más que
dudosa, y rozando la ilegalidad, por su parte.

Publio Valerio (RE 80), posiblemente un hombre de negocios, había sido el adjudicatario
(manceps) de un contrato público, en el cual participaban también varios miembros de la administración
de Cicerón: su prefecto Quinto Volusio Cuadrato20, su praefectus fabrum Q. Lepta 21 y uno de sus legados,
M. Aneyo. Estos dos últimos son descritos como praedes, es decir, como garantes del contrato público
obtenido por Valerio. El papel real de Volusio Cuadrato resulta más difícil de identiicar, sobre todo a
causa de los intensos esfuerzos de Cicerón porque esto fuera así a ojos de Mescenio Rufo.22 Rauh lo
incluye entre los praedes. Sin embargo, Cicerón lo cita independientemente de éstos, con lo que no se
le podría considerar como un simple garante más.23 El gobernador empleó ese término para designar a
los otros dos miembros de su administración implicados, Lepta y Aneyo. Si Cicerón hubiera querido
confundir a Mescenio Rufo, nada más fácil que declarar que Volusio Cuadrato era un praes. Es igualmente
probable que Valerio y Volusio hubieran formado una sociedad para la explotación del contrato público.
Shackleton-Bailey y Bayet (edición Budé) airman que Volusio habría empleado a Valerio como hombre
de paja, ya que la ley que impedía a los senadores convertirse en adjudicatarios de contratos públicos se
extendería probablemente a todo miembro de la administración romana.24 Asimismo, el deseo de Cicerón
de zanjar el asunto hace pesar la balanza a favor de esta interpretación. El más que probable papel
del orador como adjudicador de este contrato, sabiendo quién estaba detrás de Valerio y conociendo la
identidad de los garantes, añade más razones para que intentara esconder el problema.

Los problemas no se limitaban a la concesión del contrato. Sin dinero para pagarlo, Valerio
huyó a Galacia, a la corte del rey Deyotaro, donde se encontraba a comienzos del 50 a.C.25. Su huida
hizo recaer todas las responsabilidades sobre su asociado (Volusio) y los garantes (Lepta y Aneyo).
Frente a este problema, Cicerón preguntó al jurisconsulto Cayo Camilo (peritus homo) si las deudas

18
Cic. 2Verr. 3. 40-43; 3.49-50; 3.119.
19
Cic. Fam. 13.26.2. Cf. E. Fallu, La première lettre de Cicéron à Quintus et la lex Iulia de repetundis, Revue des Etudes
Latines 48, 1970, 180-204 ; E. Fallu, Les rationes du proconsul Cicéron, en : ANRW Vol. 1, 3, Berlin/New York 1973,
97-112. Sobre este asunto N.K. rauh, Cicero’s business friendships: economics and politics in the Late Roman Republic,
Aevum 60, 1986, 23–25 ; J. Muñiz coello, Cicerón y Cilicia. Diario de un gobernador romano del siglo I a. de C., Huelva,
1998, 208–212.
20
Cf. Cic. Att. 5.21.6; T. S. R. broughton, Magistrates of the Roman Republic, vol. 3, New York, 1986, 224.
21
CIL X ; 4654 = ILS 5779 (Lepta provenía de Cales). Tenía probablemente una estrecha relación con Cicerón (Fam.
9.13.1–3; 6.18; 14.17; 6.19; Att. 13.48.1) y con Ático (Cic. Att. 5.17.2; 6.1.22).
22
Cic. Fam. 5.20.3.
23
N. K. rauh, Cicero’s business friendships…, 23.
24
Macer dig 48.7.2; Cic. Font. 17.
25
Cic. Att. 5.21.14.

142
podrían ser transferidas de Valerio a Volusio por medio de una nomina transcriptia. Este primer intento
por resolver el asunto se saldó con un fracaso, ya que Camilo respondió que esa transferencia no era
posible según las normas jurídicas, y que los garantes tenían que hacerse responsables de la liquidación
del contrato.26 La respuesta negativa de Camilo se basaba en la imposibilidad de realizar una novatio.
Este procedimiento jurídico permitía la transferencia de deudas y la extinción de las obligaciones de
los garantes, lo que hubiera salvado a éstos. Se realizaba por medio de una stipulatio y, más tarde, por
nomina transcripticia, que creaban una obligatio litteris.27 Este instrumento jurídico existía ya a inales
de la República, ya que es atestiguado por el jurista Servio Sulpicio Rufo, contemporáneo de Cicerón.28
La huida de Valerio explica la razón por la cual Camilo negó que se pudiera realizar la novatio, ya que
las dos partes debían estar presentes. Parece que la estrategia de Cicerón consistía en liberar en primer
lugar a los garantes (su praefectum fabrum y su legado) de toda responsabilidad y, acto seguido, anular
las deudas de Volusio, su prefecto. Sin embargo, la negativa del jurisconsulto le llevó a recurrir a otra
solución. Cicerón decidió repercutir la quiebra del contrato de Valerio y Volusio sobre las cuentas
públicas de la provincia. Así, inscribió la suma impagada del contrato público en la contabilidad como
reliquus 29, es decir, que la suma fue anotada como una deuda.30 Así, las deudas de Volusio quedaban
anuladas y no recaía ninguna responsabilidad sobre él como contratista público en quiebra.31

Desconocemos la suma total de esta más que dudosa transacción. Y con razón, ya que ni
el mismo cuestor ni su hermano el negotiator, más que acostumbrado a veriicar la contabilidad,
consiguieron sacar algo en claro.32 La lex Iulia repetundarum castigaba explícitamente toda
manipulación de las cuentas ligadas a los contratos públicos.33 Las reacciones que este turbio asunto
provocó nos demuestran la irregularidad del comportamiento de Cicerón. Mescenio Rufo, el cuestor,
insistía sobre el periculum al cual se exponía su superior por su conducta34. En este caso, periculum
hace alusión a las responsabilidades legales. La opinión de Rufo era conirmada por M. Tulio Laurea,
el escriba de Cicerón encargado de la contabilidad. Su amo despreció dichas apreciaciones, resaltando
su propia liberalitas, diligentia y prudentia con respecto a los miembros de su administración.
Asimismo, airmó que su conducta había merecido la aprobación general de sus iguales.35 A pesar de
este ejercicio de autojustiicación, el análisis del asunto muestra que los miembros de su administración
habían infringido la ley implicándose en contratos públicos y que, según los términos de la lex Iulia
repetundarum, él mismo era culpable de fraude y corrupción ligada a los contratos públicos.

Los senadores podían estar también involucrados de manera indirecta en los fraudes de los
contratos públicos. El caso de Cicerón no era un ejemplo aislado. Como hemos visto, la lex Irnitana
prohibía no sólo la implicación directa de los magistrados y familiares en los contratos, sino también
que aceptaran todo tipo de sobornos y regalos vinculados a ellos. Una de las acusaciones formuladas
contra Valerio Flaco, al que Cicerón defendió, fue que el acusado había exigido una cantidad de
cincuenta talentos por la aprobación de un contrato público durante el gobierno de su provincia.36

26
Cic. Fam. 5.20.3.
27
Gaius Inst. 3.128–134.
28
Gaius Inst. 3.179. Cf. A. Watson, The Law of Obligations in the Later Roman Republic, Oxford, 1965, 218, n. 2.
29
Cic. Fam. 5.20.3.
30
Cf. old, s.v. reliquus.
31
Cic. Fam. 5.20.4.
32
Cic. Fam. 5.20.3.
33
Cic. Font. 17; Macer (1 pub. Iud.). dig 48.11.7.2.
34
Cic. Fam. 5.20.4.
35
Cic. Fam. 5.20.4.
36
Cic. Flacc. 90-91.

143
La colusión y contubernio entre el contratista y la autoridad, con el in de lograr beneicios
para ambos, está también atestiguada en las fuentes. Así, una estratagema consistía en la selección
previa de los posibles postores por el adjudicatario, normalmente a través de la reducción del tiempo
de ejecución del contrato. Así hizo Verres en el caso del templo de Castor: como pretor, llevó a cabo
la subasta para la reparación de los pilares del templo en los idus de septiembre y estableció el inal
de la obra para las calendas de diciembre. Según Cicerón, este corto periodo de tiempo disuadió a
los posibles pujadores.37 Habonio, el licitante, conchabado con Verres, había pujado por la obra a
sabiendas de que el pretor iba a partir para su provincia y no podría realizar la probatio de la obra en
la fecha prevista en el contrato.38 De hecho, la probatio no tuvo lugar más que poco antes del juicio
contra Verres, a la vuelta de su provincia.39

El gobierno romano, frente a estos fraudes, había promulgado medidas administrativas para
controlar a los adjudicatarios públicos, sobre todo para que no dañasen los intereses económicos del
Estado: la vigilancia cotidiana y el control de la contabilidad.

La evidencia sobre la vigilancia de los arrendatarios públicos en época republicana es escasa.


G. Humbert trató de identiicar cuatro magistrados encargados de la vigilancia de los vectigalia
incluyendo el cuestor Ostiense, el de Cales y otros dos en el Adriático, pero sus argumentos no son
conclusivos.40 En época imperial, encontramos a los libertos imperiales y los esclavos trabajando en
las stationes. Los libertos imperiales aparecen como praepositi41 o tabularii, probablemente tenedores
de cuentas.42 Los esclavos imperiales eran vilici43, vigilantes del personal, y contrascriptores,
responsables de las cuentas de los adjudicatarios públicos.44

El emperador envió a menudo procuradores a las provincias imperiales y senatoriales para


gestionar los intereses del isco y vigilar la recaudación de impuestos. Los procuradores imperiales se
dividían entre libertos y esclavos del emperador y los altos puestos de la administración, nombrados
directamente por éste. Procuradores de origen servil están atestiguados en los vectigalia publica en el
siglo I de nuestra era, como Prisco, liberto imperial a cargo de los impuestos indirectos en África y la
Galia.45 En respuesta a una petición de la ciudad de Afrodisias, en Asia Menor, el emperador Adriano la
había eximido de los impuestos sobre los clavos y el uso del hierro en 119 d.C. La inscripción menciona

37
Cic. 2Verr.1.148: “ Diem praestituit operi faciundo Kalendas Decembris, locat circiter Idus Septembris; angustiis temoris
excluduntur omnes ”.
38
Cic. 2Verr.1.149: “ Nemo Habonio molestus est neque Kalendis Decembribus neque Nonis neque Idibus; denique
aliquanto ante in provinciam iste proiciscitur quam opus effectum est ”.
39
Cic. 2Verr.1.149 –50 : “ Posteaquam reus factus est, primo negabat se opus in acceptum referre posse ; cum instaret
Habonius, in me causam conferebat, quod eum codicem obsignassem. […] Habonio opus in acceptum rettulit quadriennio
post quam diem operi dixerat ”.
40
G. huMbert, Les douanes et les octrois chez les romains (extrait du recueil de l’Académie de législation de Toulouse),
Toulouse, 1867, 13; pace M.R cagnat, Étude historique sur les impôts indirects chez les romains jusqu’aux invasions des
barbares, d’après les documents littéraires et épigraphiques, Paris, 1882, 88–89.
:
41
CIL 3.3327 “ pr(aepositus) sta(tionis) ”; Gaul, CIL 5.5090, 7643. Cf. M.R cagnat, Étude historique…, 97.
42
CIL 5.7214.
43
CIL 3.752, 1351: “ Felix Caes(aris) n(ostri) se[r](vus) vil(icus) statio(nis) pont(is) Aug(usti) ”, 1565, 1647: “ Be[ll]icus
(?) Caesar[is] n(ostri) ver(na) vil(icus) ”, 5117, 5620; 5. 8650; Gaul, CIL 5.7211. Cf M.R cagnat, Étude historique…, 97.
Sobre los vilici en las propiedades imperiales, J. carlsen,Vilici and Roman Estate Managers Until AD 284 , Rome, 1995.
44
CIL. 3.4024, 5691, a pesar que las inscripciones no sean muy explícitas. Cf. Dizionario Epigraico di Antichità Romane,
s.v. contrascriptor.
45
CIL 10.6668 : « Priscus Aug(usti) l(ibertus) […] proc(urator) (quattuor) p(ublicorum) Af(ricae) et (quadragesima)
Galliarum) ». Cf. J. France Quadragesima Galliarum. L’organisation douanière des provinces alpestres, gauloises et
germaniques de l’empire romain (Ier siècle avant J.-C. - IIIe siècle Ap. J.-C.), Rome, 2001, 403.

144
el procedimiento que se siguió: el emperador dio la orden a su procurador, que transmitió la información
a los publicanos.46 A lo largo de los siglos I y II d.C. se hicieron más frecuentes los nombramientos
especiales para la vigilancia de los portoria y de la vicesima hereditatium en las provincias.47 A nivel
municipal, la ciudad nombraba a los curatores operarum, ciudadanos cuyo munus consistía en la gestión
de la contabilidad y el control de los contratistas del gobierno.48 Plutarco relató su propia experiencia
al respecto cuando se hizo cargo de la entrega y ajuste de los materiales para la construcción de un
ediicio.49 Los curatores se encontraban bajo el control del municipio y del gobernador provincial.50

Sin embargo, los vigilantes imperiales podrían también llegar a acuerdos con los adjudicatarios
públicos en beneicio de ambos, y no de los habitantes de la zona. Por ejemplo, los colonos del Saltus
Burnitanus (África proconsular) en una petición a Cómodo, alegaron que los conductores de las
tierras imperiales les exigían operae y partes agrariae indebidas. Estos colonos tuvieron que apelar
al emperador ya que los adjudicatarios públicos habían corrompido con éxito al procurador imperial,
que era el responsable de evitar tales abusos.51

Los adjudicatarios públicos, y sobre todo las grandes compañías de publicanos, disponían
de una contabilidad interna detallada desde la República. En sus discursos contra Verres, Cicerón
lo acusa de haber exportado productos a Italia sin pagar los derechos de aduana.52 El orador pudo
obtener copias de los libros de contabilidad de las aduanas, que se encontraban en las oicinas de
Sicilia.53 La falsiicación de las cuentas, para ocultar las irregularidades cometidas por Verres, había
sido hecha por los publicanos, que gozaban de buenas relaciones con el gobernador.54

El control estatal de la contabilidad de los arrendatarios públicos no está claro en época


republicana. Un pasaje de Cicerón, escrito en junio 55 a.C., parece mencionar este tema: “Me muero
de ganas por saberlo todo. Además, me gustaría que examinaras de qué se trata; puedes hacerlo por
Demetrio. Pompeyo me ha contado que esperará a Craso en Alba el 27 de junio; cuando éste llegue,
viajarán los dos juntos a Roma para resolver las cuentas con los publicanos. ‘¿Durante les juegos de
gladiadores?’, le pregunté. ‘Antes de éstos’, me respondió. ¿Podrías informarme de qué se trata, o
ahora, si lo sabes, o cuando él llegue a Roma?”.55

46
J. reynolds, Aphrodisias and Rome, London, 1982, doc. 15, l. 15–17, 15–18; cf. G.P. burton, Provincial Procurators and
the Public Provinces, Chiron 23, 1993, 17–18.
47
G.P. burton, Provincial Procurators…, 18–19; cf. G. PFlauM, Les carrières procuratoriennes équestres sous le Haut
Empire Romain, Paris, 1961; P.A. brunt, Princeps and Equites, JRS 73, 1983, 53, 72-73.
48
Cf. referencias epigráicas sobre los curatores operum publicorum en Dizionario epigraico di antichità romane, s. v.
curator; M.T. boatWright, Hadrian and the Cities of the Roman Empire, Princeton, 2000, 73–78.
49
Plut. praec. ger. reip. 811C.
50
Ulp. dig 50.10.2.1: “ Curatores operum cum redemptoribus negotium habet, res publica autem cum his, quos eficiendo
operi praestituit. Quatenus ergo et quis et cui obstrictus est, aestimatio praesidis provincia est ”.
51
Col. 3.l. 4-9: “ ut kapite legis Hadriane, quod supra scriptum est, ademptum est, ademptum sit, ius etiam procc(uratori)
b(us), nedum conductori, adversus colonos ampliandi partes agrarias aut operar(um) praebitionem iugorumve ”; l. 17–22:
“ subvenias et, cum homines rustici tenues manum nostrarum operis victum tolerantes conductori profusis largitionib(us)
gratiosissimo impares aput procc(uratores) tuos simu[s] ”. Edición y comentario en T. hauKen, Petition and Response. An
Epigraphic Study of Petitions to Roman Emperors, 181 - 249, Bergen, 1998, 2–28.
52
Cic. 2Verr. 2.176 : “ his pro rebus quod portorium non esset datum, litteras ad socios missise L. Canuleium, qui in portu
operas daret ”. Cf. ibid, 171, 176, 183–85.
53
Cic. 2Verr. 2.182ss.
54
Cic. 2Verr. 2.172ss.
55
Cic. Att. 4.1.11: “ Gestio scire ista omnia. Etiam illud cuius modi sit velim perspicias ; potes a Demetrio. Dixit mihi
Pompeius Crassum a se in Albano exspectari a. d. IIII Kal. ; is cum venisset, Romam esse statim venturos ut rationes cum
publicanis putarent. Quaesivi gladiatoribusne. Respondit ante quam inducerentur. Id cuius modi sit aut nunc, si scies, aut
cum is Romam venerit ad me mittas velim ? ”.

145
La ignorancia de Cicerón sobre lo que habla Pompeyo es evidente, así como la reticencia
del orador a plantearle directamente la pregunta, y su ansiedad por conocer las intenciones de los
cónsules. Cicerón también presupone que Ático no estaría al corriente, por lo que le proporciona
una posible fuente, Demetrio de Gadara, el liberto favorito de Pompeyo.56 La frase clave, rationem
putare, se empleaba para hablar de la liquidación de las cuentas,57 incluidas las de los bancos, con el
in de determinar la cantidad que restaba después del balance inal.58 D. R. Shackleton – Bailey airma
apreciar una posible referencia irónica a un proyecto de reforma de los impuestos.59 Sin embargo, el
vocabulario no tiene nada que ver con este asunto. Por otra parte, no se trata de un evento habitual
o conocido por los senadores, como lo demuestra la falta de información de Cicerón y la referencia
a un liberto, alguien de fuera del Senado, pero cercano a Pompeyo, como fuente. La evidencia no
permite concluir de manera más certera, aunque puede que se tratara de un control o la liquidación
de cuentas de los publicanos, iniciado por los cónsules, al margen de los censores y del Senado.60

Las referencias a los controles de la contabilidad de los arrendatarios públicos son más
abundantes en el Principado, especialmente en los municipios y en relación con las obras públicas.
Dión Crisóstomo comenzó la construcción de una biblioteca y una stoa en su ciudad natal. Los fondos
provenían de su fortuna personal, la ciudad y los contribuyentes privados.61 Tras acabar la obra, uno
de sus adversarios políticos le exigió el libro de cuentas e intentó denunciarlo por maiestas a Plinio
el Joven.62 El emperador, consultado sobre el caso, desestimó la pertinencia de esta acusación, pero
sugirió que Dión rindiera cuentas a la ciudad.63

Los casos de fraude relacionados con las obras públicas municipales no eran excepcionales.
Según recuerda Trajano a Plinio, cuando éste llegó a Bitinia, una de sus principales funciones era
el control de la contabilidad: “en primer lugar, tienes que examinar las cuentas de los municipios,
porque es evidente que han sido bastante maltratadas”.64 De hecho, el desvío de dinero municipal fue
equiparado con peculatus, un delito contra el Estado, en el siglo II d.C.65

La auditoría de los arrendatarios públicos en Roma está atestiguada en época de Antonino


Pío para los impuestos indirectos. Q. Sayeno Pompeyano, conductor IIII publicorum Africae66, fue
objeto de una carta de Frontón a Marco Aurelio hacia el 153-156 d.C., en la que el orador solicitaba
a su antiguo alumno que inluyera en el emperador en ocasión de la presentación de las cuentas

56
Cic. Fam. 16.17.2; 16.19. Cf. D.R. shacKleton – bailey, Cicero’s Letters to Atticus, Vol, II, Cambridge, 1965,196.
57
Cf. Oxford Latin Dictionary, s.v. puto. Ejemplos de su empleo durante la República : Plaut. Mos. 299; Trin. 417; Cato.
Agr. 2.5; 5.4; Cic. Caec. 17.2.
58
Cf. C. T. barloW, Bankers, moneylenders, and interest rates in the Roman Republic, Ph, D, University of North Caroline
at Chapel Hill, 1978, 274.
59
D.R. shacKleton – bailey, Cicero’s Letters…, 197.
60
Los censores habían tomado cargo al menos desde el mes de abril del mismo año ; cf. Cic. Att. 4.9.1 ; 11.2.
61
Sobre la construcción de la biblioteca y la stoa, cf. C.P. Jones, The Roman World of Dio Chrysostom, Cambridge, 1978,
11–14; G. salMeri, Dio, Rome, and the Civic Life of Asia Minor”, en: S, sWain, Dio Chrysostom, Politics, Letters, and
Philosophy, Oxford, 2000, 67–70, 73. Sobre los fondos empleados, cf. Dio Chrys. Or. 47.12 ; 48.9.
62
Plin. Ep. 10.81.1-2; Dio Chrys. Or. 48.9.
63
Plin. Ep. 10.82.2; CIL 6.21383.
64
Plin. Ep. 10.18.3 (respuesta de Trajano).
65
Marcianus dig 48.13.5.4(4,7). Sobre la lex Iulia de peculatu, cf. C. Rosillo López, La Corruption à la in de la République
romaine (IIe–Ier s. av. J.-C.). Aspects politiques et inanciers (Historia Einzelschriften 200.), Stuttgart, 2010, 88-94.
66
CIL 6.8588 = ILS 1463.

146
de Sayeno.67 La respuesta de Marco Aurelio fue airmativa aunque, probablemente, el control no lo
efectuaba el mismo emperador, sino el procurator a rationibus.68

Tras la conquista de Egipto, la auditoría de las cuentas de los contratos públicos en ese
territorio fue asumida por el Estado romano. Esto no acabó con los fraudes, como muestra el caso
siguiente, aparecido en un papiro de Socnopaeio Neso. Antes de julio de 139 d.C., un soldado de
la aduana de dicho pueblo había presentado una acusación ante el epistratego contra el contratista
de su aduana y había solicitado una revisión de la contabilidad: “viendo el tesoro defraudado (...)
entregué al antígrafo de la nomarquía las cuentas de Harpágato que se encuentran en mi poder sobre
los cargamentos que entran y salen por la aduana, solicitando que se controlen para veriicar si
los impuestos han sido añadidos a la cuenta del tesoro”.69 Los adjudicatarios de la aduana, que se
enteraron de la denuncia, capturaron y torturaron al soldado para recuperar las cuentas: “un acto
conocido por los superintendentes de los impuestos de la nomarquía y por el beneiciarius que se
encontraba allí mismo”.70 Como los colonos del Saltus Burnitanus, la connivencia de parte de la
administración con los aduaneros hizo que el soldado tuviera que enviar su petición a una instancia
superior, el epiestratego, un alto funcionario ecuestre designado por el prefecto.71

La evolución de la frecuencia del control de las cuentas demuestra que su vigilancia se


estableció gradualmente en el Estado romano. A partir de la época imperial, sobre todo desde el siglo
II de nuestra era, dicho control formaba parte de los procedimientos habituales del arrendamiento de
contratos públicos.

Hubo una gran pregunta que el Estado romano nunca llegó a responder de manera fehaciente:
¿eran los adjudicatarios públicos que habían cometido un fraude criminales o estafadores? Es decir,
¿habían cometido un delito privado o público? Este debate comenzó en el siglo II a.C. y todavía no se
había resuelto en el siglo IV d.C. Las implicaciones de esta duda no eran nimias, y tenían una fuerte
repercusión sobre cómo se castigaban dichos fraudes: en el caso de crimen contra el Estado, tenían
que devolver el duplum, es decir, el doble de lo robado según el edicto del pretor. En el caso de que
el delito fuera juzgado según el derecho privado, la ley de robo contemplaba el quadruplum, es decir,
cuatro veces lo sustraído.72
En el primer caso atestiguado de fraude en contrato público, el cometido por los publicanos
durante la Segunda Guerra Púnica, el castigo de dicho fraude fue complejo por varias razones. En
primer lugar, al no haber antecedentes, el Estado no disponía de ninguna legislación especíica que
aplicar. En segundo lugar, como hemos visto, la coyuntura política no favorecía que el Estado romano,
implicado en una guerra de gran escala, se decidiera a sancionar a los publicanos, cuando se imponía

67
Fro. 49, p.79H. E. chaMPlin, Final Judgments, Duty and Emotion in Roman Wills, 200 BC - AD 200, Berkeley, 1980, 43-44.
68
Fro. 50, p.79H. E. chaMPlin, Final Judgments, Duty and Emotion in Roman Wills, 200 BC - AD 200, Berkeley, 1980,
101–102. P.A. brunt, ‘Publicans in the Principate’, en: P.A. brunt, Roman Imperial Themes, Oxford, 1990, 383, n. 95. Cf.
M.P.J. van den hout, A Commentary on the Letters of M, Cornelius Fronto, Brill, 1999, 209. Cf. S. J. De laet, Portorium,
Brugge, 1949, 375ss.
69
P.Amh II.77, l. 10–16. U. WilcKen, Grundzüge und Chrestomathie der Papyruskunde, Erster Band, Zweite Hälfte,
Hildesheim, 1963, n° 277. Cf. de laet, Portorium, 418-20. Cf. P.Oxy. I.44 (= WilcKen, Grundzüge und…,, n° 275, venta
de impuestos, ca. 66 d.C. Oxirrinco).
70
P.Amh. II.77, l. 26–27.
71
Cf. G. Husson y D. Valbelle, L’État et les institutions en Egypte, dès premiers pharaons aux empereurs romains, Paris,
1992, 229–30.
72
Sobre estas diferencias de castigo cf. N. garouPa y F. góMez PoMar, Paying the Price for Being Caught: the Economics
of Manifest and non-Manifest Theft in Roman Criminal Law, InDret 1, 2005, 2-19.

147
la necesidad de aprovisionar los ejércitos que luchaban contra Aníbal. 73 En cualquier caso, los tribunos
de la plebe decidieron llevar adelante el asunto: “El pueblo, sin embargo, adoptó una postura mucho
más severa respecto al caso y, inalmente, dos tribunos de la plebe, Espurio Carvilio y Lucio Carvilio,
viendo como crecía el disgusto y la indignación popular, exigieron que se les impusiera una multa de
doscientos mil ases. Cuando llegó el día en que se decidía la cuestión, el pueblo acudió en tan gran
número que el Capitolio prácticamente estaba repleto. Una vez presentado el caso, la única esperanza
que restaba a la defensa era la opción de que Cayo Servilio Casca, un tribuno de la plebe que era familiar
cercano de Postumio, el principal publicano envuelto en los fraudes, presentara su veto antes de que
las tribus procedieran a la votación”. 74 El pueblo había sido convocado a un iudicium publicum, un
proceso público que tenía lugar cuando las multas sobrepasaban el máximo legal, es decir, 3000 ases. El
proceso se dividía en tres sesiones o contiones. Este procedimiento decayó a partir del establecimiento
progresivo de los tribunales permanentes (quaestiones perpetuae) desde inales del siglo II a.C.75 A
falta de legislación, se decidió considerar a los publicanos como acusados según el derecho penal, es
decir, como criminales, y se empleó el procedimiento habitual a inales del siglo III a.C.

Sin embargo, en este caso, no todo se desarrolló como debería, ya que éstos intentaron
obstaculizarlo: “los publicanos urgieron a Casca para que detuviera el proceso aquel día y el pueblo
se opuso fuertemente a aquello. Resultó que Casca estaba sentado en el último asiento, al extremo
del tribunal, atrapado entre sentimientos de miedo y vergüenza. Al ver que este no les servía de
mucha ayuda, los arrendatarios públicos decidieron provocar un altercado y se precipitaron a una en
el espacio que quedó vacío tras la retirada de la Asamblea, increpando a voz en grito al pueblo y a los
tribunos”.76 Finalmente, tras varios altercados y un decreto condenatorio del Senado, la mayor parte
de los adjudicatarios implicados partió al exilio.

Un momento fundamental para el desarrollo de la legislación sobre el fraude en los contratos


públicos tuvo lugar a comienzos del siglo I a.C., cuando el jurista Q. Mucio Escévola Pontifex
(cónsul 95 a.C.), autor del primer estudio sistemático del derecho privado, introdujo el concepto
de bona ides. En el curso de su carrera política, Escévola se vio confrontado a exacciones de los
publicanos en la provincia de Asia, de la cual era gobernador. Asia era una de las regiones más
ricas de los territorios romanos, y en la que los contratistas podían conseguir pingües beneicios. La
situación inanciera de las ciudades asiáticas no era boyante, y muchas de ellas estaban fuertemente
endeudadas hacia los publicanos. Escévola promulgó un edicto declarando ilegal todo contrato que
no pudiera ser cumplido ex bona ide.77 La bona ides se oponía a fraus y a dolus malus, entre otros
conceptos jurídicos. Escévola, de hecho, incluía los contratos públicos entre los iudicia bonae idei.78

73
Liv. 25.3.12: “ Ea fraus indicata M. Aemilio praetori priore anno fuerat ac per eum ad senatum delata nec tamen ullo
senatus consulto notata, quia patres ordinem publicanorum in tali tempore offensum nolebant ”. Pace E. badian, Publicans
and Sinners…, 17–20, que acusa a Livio de anacronismo.
74
Liv. 25.4.10.
75
Cf. Cic. Dom. 45; A.H.J. greenidge, , The Legal Procedure of Cicero’s Time, Oxford, 1901, 344–49; R.A. Bauman,
Crime and Punishment in Ancient Rome , London,1996, 10.
76
Liv. 25.3.10–11: “ Hi, quia publicum periculum erat a vi tempestatis in iis quae portarentur ad exercitus et ementiti erant
falsa naufragia et ea ipsa quae vera renuntiaverant fraude ipsorum facta erant, non casu. In veteres quassasque naves paucis
et parvi pretii rebus impositis, cum mersissent eas in alto exceptis in praeparatas scaphas nautis, multiplices fuisse merces
ementiebantur ”.
77
Cic. Att. 6.1.15. Sobre el edicto de Cicerón, A. J. Marshall, The Structure of Cicero’s Edict, AJP 85, 1964, 185–89; L.
PePPe, Notte sull’editto di Cicerone in Cilicia, Labeo 37, 1991, 14-93. Sobre la puesta en práctica del edicto provincial, cf.
lex Irnitana, 85.
78
Cf. W.Waldstein, Entscheidungsgrundlagen der klassichen römischen Juristen, en: ANRW, II, 15, Berlin / New York,
1976, 68–78.

148
Gracias al edicto del gobernador, cada provincia podía disponer de una ley especíica para
ocuparse de las infracciones relacionadas con los contratos públicos. En ciertas provincias, como en
Sicilia, el edicto del gobernador se agregaba a la legislación particular sobre ese tema anterior a la
llegada de los romanos, la lex Hieronica.79 Los discursos de Cicerón contra Verres nos proporcionan
una visión parcial de la interacción entre las dos leyes. El edicto de Verres condenaba a los
adjudicatarios públicos a restituir ocho veces la cantidad robada (edictum de iudicio in octuplum80) y
al quadruplum a los contribuyentes.81 Esta aparente severidad, según Cicerón, no era tal, ya que los
miembros del jurado formaban parte del personal de Verres, por lo que los publicanos, que estaban
en connivencia con éste, no eran condenados.82 Se ha especulado con que dichas medidas no se
pueden atribuir de manera exclusiva al edicto de Verres: según Carcopino, podrían remontarse a
la lex Hieronica, que a su vez estaría próxima a la legislación de época tolemaica. Esta hipótesis
se sustenta en que el derecho romano habitualmente contemplaba sanciones más severas para el
contribuyente que defraudaba que para el adjudicatario público que cometía ilegalidades.83

La sanción por robo, sea furtum manifestum o bonorum raptio por la fuerza, consistía en
el cuádruple de lo que había sido robado.84 Sin embargo, en el caso de los publicanos, el pretor
había promulgado un edicto especíico, más indulgente, que les adjudicaba el doble, el duplum.85
Esta diferencia legal ya existía en época Flavia y de hecho aparece en una de las declamaciones de
Quintiliano, el cual plantea un proceso icticio contra publicanos acusados de coniscación indebida. 86
El abogado defendía el caso con esas mismas razones.87 El Evangelio según Lucas, contemporáneo al
texto anterior, menciona al arkhitelônès88 Zacarías, que prometía devolver el quadruplum de todo lo
que había robado para expresar su arrepentimiento.89 En caso de proceso judicial según la legislación
romana, Zacarías tendría que haber devuelto sólo el duplum. La introducción del duplum, fuera del
derecho privado, puede situarse entre el discurso de Quintiliano, que deiende todavía esta opinión a
inales del siglo I d.C., y el edicto del pretor, ijado en el 130 d.C.

A pesar de no disponer de casos de su aplicación, el derecho romano contemplaba el castigo


contra aquéllos que tomaban parte en los contratos de manera ilegal. Así, la lex Irnitana, de época de
los Flavios, castigaba a pagar el doble del montante del contrato a los que habían tomado parte en él,
a pesar de no tener derecho a hacerlo, como senadores, magistrados locales, sus familias, los escribas
y los apparitores. 90

79
Cf. J. carcoPino, La loi de Hiéron et les romains, Paris, 1914.
80
Cic. 2Verr. 3.26.
81
Cic. 2Verr. 3.34.
82
Cic. 2Verr. 3.28.
83
J. Carcopino, La loi de…, 40–41 ; 62ss. La legislación tolemaica preveía el duplum para el agricultor (P.Rev. col. 25, l.
14–16) y el quíntuplo para el cobrador de impuestos (P.Rev. col. 10,l. 16–18 ; col. 11,1ss).
84
Sobre las connotaciones de severidad en las condenas a quadruplum J. M. Kelly, Roman Litigation, Oxford, 1966,
156-61, según el cual la sanción in quadruplum por furtum manifestum había sido introducida por el pretor hacia el siglo
tercero a.C.
85
Ulp. dig 39.4.1.2 ; Ulp. dig 39.4.1.3. Sobre las connotaciones de la condena por duplum, cf. J. M. Kelly, Roman
Litigation, 155.
86
Cf. argumentos contra y a favor de su atribución a Quintiliano M. WinterbottoM, The Minor Declamations Adscribed
to Quintilian, Berlin, 1984, XI- XIX.
87
Cf. Quint. Declam. min. 341.11-12.
88
Ev. Luc. 19.2. Dicho término podría ser traducido como “publicano jefe”.
89
Ev. Luc. 19.8.
90
Lex Irnitana, ch. J: “ t(antam) p(ecuniam) et alterum tantum ”.

149
No obstante, el gran debate sobre la naturaleza de los adjudicatarios públicos y la multa
que debería imponérseles nos ha llegado a través de la jurisprudencia romana. Este hecho no es de
extrañar, ya que la jurisprudencia constituye buena parte de las fuentes del derecho romano de época
imperial. La gran pregunta subyacente en esta discusión es si los publicanos eran considerados como
personal del Estado o como meros privados, en cuyo caso se trataría de aplicar la legislación prevista
por el derecho privado para el robo.

A mitad del siglo II d.C., el jurista Sexto Pomponio respondía airmativamente a la cuestión
de si se podía emplear el edicto sobre vi bonorum raptio, damnum, iniuria o furtum contra los
adjudicatarios públicos para poder juzgarlos por el cuádruple. Pomponio añadía: “ya que es absurdo
pensar que la posición legal de los publicanos ha sido creada más ventajosa que la de otros”.91 Sin
embargo, el edicto del pretor había tenido como objetivo eso especíicamente, es decir, favorecerles
en esos casos. Por ejemplo, según la jurisprudencia de los siglos II y III, el proceso era anulado si las
sumas robadas con violencia eran restituidas antes del juicio.92

Un fragmento de las Sentencias de Paulo retoma el castigo del duplum y añade la posibilidad
de un procedimiento penal extra ordinem, presente en las medidas del emperador Nerón hacia los
publicanos.93 Estas medidas no se presentan de manera diacrónica, sino gradual, de la más indulgente
a la más severa: duplum, triplum94 y procedimiento extra ordinem.

Este debate se prolongó incluso hasta comienzos del siglo III d.C., cuando el número de
adjudicatarios públicos había disminuido en gran manera, ya que el Estado había comenzado a
encargarse por sí mismo de la percepción de los impuestos indirectos. Un rescriptum de los Severos
consideraba a los contratistas no como criminales, sino como defraudadores, incluyéndolos dentro
del derecho civil. La pena que se les aplicaría sería la de duplum, y podía ser dividida incluso entre
los culpables. Además, se eliminaba la posibilidad de juzgarlos por el cuádruple95. De Martino ha
sugerido que el rescriptum de los Severos podría identiicarse con la constitución de 198 d.C.96. El
uso del verbo exigere en las dos medidas como forma de nombrar las exacciones sería la clave para
aproximar las dos disposiciones imperiales.

A lo largo del siglo III se consolidó la tendencia a substituir los adjudicatarios públicos por
miembros de la administración imperial. Sin embargo, la reducción en su número no conllevó su total
desaparición, como muestra la existencia de medidas en su contra en la compilación del Digesto.
Los contratistas públicos que todavía sobrevivían en el siglo IV estaban sometidos a un control
más férreo. Entre 333 y 336 d.C., un segundo emperador dirimió la cuestión del carácter criminal o
civil de sus abusos. Constantino obvió el rescriptum de los Severos y declaró que los abusos de los
adjudicatarios públicos deberían ser juzgados como crímenes, y sancionados con el exilio perpetuo,
haciendo caer sobre ellos el procedimiento penal97.

91
Ulp. dig 39.4.1.4: “ Unde quaeritur, si quis velit cum publicano non ex hoc edicto, sed ex generali vi bonorum raptorum,
damni iniuriae vel furti agere, an possit? Et placet posse, idque Pomponius quoque scribit: est enim absurdum meliorem
esse publicanorum causam quam ceterorum effectam opinari ”. Sobre Pomponius, cf. D. nörr, Pomponius oder “Zum
Geschichtsverständnis der römischen Juristen, en: ANRW II, 15, Berlin/New York, 1976, 497–604.
92
Ulp. dig 39.4.1.4; Gaius dig 39.4.5 pr.
93
Paul. dig 39.4.9.5. Tac. Ann. 13.50–51.
94
Sobre los casos de triplum en derecho romano, Vocabularium Iurisprudentiae Romanae, s.v. triplum.
95
Modestinus dig 39.4.6.
96
C. Iust. 2.12.2.
97
CJ. 4.62.4.

150
Las leyes y la jurisprudencia analizada son prueba de la capacidad de adaptación del Estado
romano en su relación con los adjudicatarios que cometían fraude. La diferencia de status entre
simples ladrones según el derecho civil o criminales según el derecho penal seguía sin resolverse a
inales del Imperio romano.

Como conclusión, el estudio del fraude en los contratos públicos muestra cómo éstos podían
ser cometidos con la implicación de magistrados. De hecho, a pesar de las leyes, hemos comprobado
cómo senadores romanos estuvieron involucrados en todo tipo de fraudes relacionados con los contratos
públicos. El Estado romano reaccionó de diferentes maneras: ignorando dichos fraudes cuando no
dañaban los intereses del gobierno, o estableciendo medidas administrativas para intentar evitarlos.
Sin embargo, no se llegó a decidir sobre la consideración legal de los arrendatarios públicos, que se
encontraban en ese limbo legal entre personal ligado al Estado (ergo, criminales según el derecho
penal) o personal independiente (ergo, defraudadores según el derecho civil). Esta indeterminación
sobre la categoría legal de los trabajadores pertenecientes a contratos públicos no es exclusiva del
mundo romano: hoy en día, el estatus legal de mercenarios contratados por EEUU y que trabajan en
diversas partes del mundo hace surgir las mismas cuestiones. Un informe del Congreso americano
de 2010 ya señalaba que, en teoría, los contratistas militares en Irak tendrían que estar sujetos a la
legislación militar, aunque con toda probabilidad no sería legalmente posible juzgar a un trabajador
civil en un tribunal militar.98 Si esos mercenarios mataran, por ejemplo, a alguien, y se considerara
que el hecho había ocurrido durante un combate, podrían ser juzgados por violar el derecho de guerra
y perseguidos como criminales en caso de captura. Sin embargo, en el mismo caso, si se considera
que están ejerciendo tareas de vigilancia y no están en combate, sólo podrían ser acusados según el
derecho civil. El dilema de la situación jurídica de los adjudicatarios públicos continúa sin resolverse.

98
Jennifer K. elsea, “Private Security Contractors in Irak and Afghanistan: Legal Issues”, January 7, 2010.

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