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Introducción
El uso de drogas no es algo actual, dado que la historia de la drogas remite a la propia historia
de la humanidad. Distintas sociedades han conocido y usado para distintos fines, individuales o
colectivos, diferentes productos químicos a fin de alterar sus estados de ánimo, estimularse, sedarse,
modificar su percepción y diversos procesos cognitivos (Davenport-Hines, R. 2003).
Hacia fines del siglo XIX y principios del XX, las ciencias de la salud en particular y las
ciencias sociales en general, incorporan conceptos tales como abuso de sustancia y
drogodependencia. Tales conceptos hacen referencia al vínculo patológico que un sujeto puede
establecer con las drogas. Dicho vínculo se caracteriza por un patrón compulsivo de consumo que
implica para estos sujetos un deterioro progresivo de su salud física, mental y de sus relaciones
sociales.
Con el avance del conocimiento el abuso de sustancias y las adicciones comienzan, en la
segunda mitad del siglo pasado, a considerarse no tan solo como una cuestión estrictamente médica
y/o farmacológica, sino también desde una dimensión sociológica, interpersonal y psicológica.
(Gómez, 2007).
El abuso de drogas implica la presencia en algunos sujetos de ciertas características, atributos
individuales o factores de riesgo psicosociales que facilitan la transición de un consumo esporádico o
irregular, a un consumo abusivo y compulsivo de drogas (Castro, M. y col., 2000).
Todo abordaje que se intente realizar en drogodependencia se encontrará con un fenómeno
capaz de adquirir diversas expresiones, según las diversas variables socio-ambientales y subjetivas
que entran en juego, complejizando los aspectos a considerar para cualquier elaboración conceptual
que intente fundamentar una política sanitaria en relación a las drogas y sus usos. (Gómez, 2007).
A partir de la generalización y extensión de los fenómenos relacionados con el uso y abuso de
drogas, la drogodependencia -ya como conjunto de fenómenos, como espacio de intervención o
como objeto teórico-, ha impactado profundamente en las disciplinas del ámbito sanitario
demandando y provocando elaboraciones teóricas ajustadas a sus características, renovaciones en las
técnicas y modalidades de intervención acordes a sus nuevos objetos, suscitando nuevas temáticas y
fenómenos a considerar (Gómez, 2007).
Ahora bien, algunos autores señalan que más que una disciplina o ciencia de la drogadicción
lo que encontramos es una región interdisciplinaria, constituida fundamentalmente en la intersección
de, por lo menos, tres disciplinas: la psicología, la farmacología y el derecho (Vida, E. 2007). Desde
esa perspectiva es que en este texto utilizaremos el término “campo” para referirnos a toda la serie de
fenómenos relacionados con el uso, abuso y dependencia de las drogas.
Desde la visión que se desarrolla en este texto y a la luz de los desarrollos científicos más
actuales podemos decir que “la droga”, en sí, no existe: es el sujeto quien convierte ciertas
sustancias en drogas, al establecer con ellas un tipo de relación y ciertos patrones de uso, como
veremos en los apartados siguientes.
Las drogas son sustancias que se convierten en el objeto de una relación cuando ésta llega a
hacerse adictiva. En los ámbitos científicos puede afirmarse, categóricamente, que la existencia de
las drogas no es la causa de su consumo problemático. En la producción del fenómeno existe una
relación de multicausalidad entre el consumo de drogas, los factores de riesgo de la persona
consumidora y su ambiente social (Acosta, M. y col. 2000; Castro, M. y col. 2000; Gómez, R. 2009).
Los abusadores de drogas son personas que entre sus dificultades encuentran el no poder
dejar de consumir sustancias de forma permanente. Si bien pueden haber empezado a consumir
voluntariamente, luego suele ocurrir que no creen que puedan dejar de consumir o bien
intencionalmente no escogen dejar de hacerlo (Beck, 2000; Beck 1999).
La generalización de la problemática de consumo de drogas, su repercusión y tratamiento por
parte de los medios de comunicación masivos han generado, en nuestro país, distintos intentos de
respuesta por parte de profesionales de la salud, de la educación, y de la comunidad en general
(Gómez & Carrizo, 2008).
Estos intentos surgen según las exigencias de los determinantes ambientales que marcan la
tarea de distintos sectores o miembros de la comunidad. La experiencia acumulada permite señalar
que no siempre las respuestas generadas poseen fundamento teórico ni están sostenidas en evidencia
científica, probablemente debido a que surgen como reacciones urgentes y poco reflexivas ante la
realidad del incremento del consumo de drogas legales e ilegales en los grupos de jóvenes más
vulnerables (Becoña Iglesias, 2002).
Se evidencia que el problema de consumo de drogas ha sido muchas veces mal definido
utilizando conceptos globales y onmiexplicativos, surgiendo controversias, discrepancias y debates
ideologizados. Estos debates ponen en evidencia la existencia de un sistema de creencias
generalizadoras constituidas por una diversidad de mitos y estereotipos en relación al tema drogas
(Gonzalez Zorrilla, 1987; Gómez, R. 2007).
Ante esto, diversos autores han señalado que es preciso definir el problema de un modo
objetivo y descriptivo: consumidores, sustancias consumidas, cantidad (dosis), frecuencia de
utilización y causas (Nowlis, H. 1975; Gómez, 2007; Becoña Iglesias, 2002; Cortés y Mayor, 2002).
Los usos aprobados de las sustancias psicoactivas se han definido siempre en el marco de
cada cultura, y en consecuencia, difieren de una cultura a otra y tienden a cambiar a largo del tiempo.
Cuando una droga se utiliza de una forma que difiere del uso aprobado por una cultura, se habla de
abuso. De esta manera, los conceptos de uso y abuso de drogas (ver más abajo) están definidos por
una cultura determinada en un momento histórico determinado, y no por un mecanismo
psicofarmacológico (Stahl, 2002).
Se advierte entonces como necesidad una redefinición de las respuestas y explicaciones,
donde la reflexión sobre este problema se constituye en instancia necesaria ante la intención de
elaborar propuestas alternativas que impliquen un abordaje integral al mismo, sobre una sólida base
científica.
Desde esta perspectiva, es preciso considerar la cuestión de la drogodependencia con sumo
cuidado dado que en Argentina una gran parte de los sujetos en tratamiento por adicciones recibe
atención en comunidades terapéuticas, fundaciones y centros de carácter privado. Incluidos sujetos
que realizan un tratamiento de deshabituación ordenado por instituciones judiciales o sujetos
atendidos en primera instancia en centros hospitalarios y derivado formal o informalmente a
organizaciones privadas (Vida, 2007). De esta manera la figura del psicólogo es constantemente
requerida para una tarea que le era tradicionalmente ajena .
En el ámbito pedagógico y educativo la importancia e impacto de la problemática relacionada
al consumo de drogas, recientemente ha cobrado gran relevancia. Así mediante instituciones
intermedias, universidades y centros de formación se lleva a cabo un intenso trabajo de enseñanza,
de información, de aprestamiento, al fenómeno de la drogodependencia. (Vida, 2007). Estos
desarrollos curriculares recurren constantemente a conceptualizaciones provenientes de la ciencias
del comportamiento; poniendo en evidencia el rol crucial de la disciplina psicológica en esta
temática.
En las tareas del profesional psicólogo en el campo de las drogodependencias deben
considerarse una diversidad de variables: históricas, políticas, sociales, legales, etc. Varios aspectos
de estas variables deben tenerse en cuenta en el diseño de los planes de formación de grado de los
profesionales de la salud en general y de la salud mental en particular. Para mencionar sólo uno de
estos aspectos a considerar, baste mencionar que en nuestro país la legislación vigente constituye a
las drogas en objeto de una ley penal (Ley 23737), confiriendo, por ende, al usuario de sustancias
psicoactivas el doble estatuto de enfermo y delincuente. Este doble estatuto afecta, de manera
evidente, las condiciones en las que un profesional de la salud mental se aproximará a la
problemática de la drogodependencia.
El lugar que ocupa el discurso psicológico en este tema es igualmente novedoso dado que los
efectos secundarios asociados al consumo de una sustancia (como la habituación o la presencia de un
síndrome de abstinencia) se habían mantenido tradicionalmente dentro de la esfera médica-
farmacológica.
De esta manera, a partir de su aplicación al ámbito de la drogodependencia, la psicología no
sólo asumirá como un objeto de investigación los fenómenos de habituación y dependencia sino que
se desplegará todo un nuevo campo fenoménico de intervención (Vida, 2007).
No obstante las elaboraciones más recientes en la ciencia psicológica sobre
drogodependencia, diversos autores han señalado la aparición de nuevas modalidades y patrones de
consumo. Estos fenómenos abarcan, las prácticas de automedicación, las drogas para el estilo de vida
y la modificación de los patrones de consumo de alcohol por parte de las nuevas generaciones
(Cortés, Espejo y Giménez; 2007). Estas modificaciones han implicado la necesidad de complejizar,
aún más, los modelos explicativos del consumo y abuso de drogas (Serena, 2009).
Los distintos modelos teóricos de abordaje de la drogodependencia se han centrado
básicamente en analizar distintas variables, bien parcialmente o de modo comprensivo, para intentar
comprender por qué unas personas consumen drogas y otras no, o bien por qué a algunas el consumo
le ocasiona problemas y a otras no. Con dicho conocimiento se estima que es posible aplicar
estrategias preventivas y/o intervenciones adecuadas para que el consumo no se produzca o se
detenga (Becoña Iglesias, 2002).
Cada uno de estos modelos es una atalaya desde la que puede contemplarse el uso de drogas y
los fenómenos concurrentes, y que permite establecer diferentes recomendaciones y medidas
encaminadas a modificar y/o prevenir el consumo problemático de drogas. Cada uno de ellos es una
lente a través de la cual se pueden ver las drogas, el hombre, la sociedad, la historia y sus
interacciones, el número y tipo de discriminaciones que se hacen dentro de cada factor, la índole de
las reacciones y de la capacidad relativa a diversas instituciones y sectores profesionales en lo
tocante a intervenir del modo más eficaz posible (Nowlis, H. 1975).
La identificación y enunciación de la diversidad de modelos de abordajes de la
drogodependencia, y sus dimensiones ideológicas – políticas, permitirá problematizar la temática en
cuestión, de manera que nos acerquemos a una “desnaturalización” de los conceptos y nociones que
dominan en el problema del consumo de drogas y los fenómenos asociados.
En la construcción de este punto de vista surge la noción “campo” en referencia a las
temáticas que intentan dar cuenta de los consumidores problemáticos de sustancias. Noción que nos
acerca a la concepción de una región interdisciplinaria, constituida fundamentalmente en la
intersección de, por lo menos, tres disciplinas: la psicología, la farmacología y el derecho (Vida,
2007).
De esta manera es que hablamos del Campo de las Drogodependencias. Un campo es un
sector determinado de la actividad social (estructuras simbólicas), un espacio social de acción y de
influencia en el que confluyen relaciones sociales determinadas, es una red de relaciones objetivas
entre posiciones. Estas posiciones se definen en su existencia y en las determinaciones que les
imprimen a sus ocupantes por la situación actual o potencial en la estructura de distribución de poder
o capital, y por las relaciones objetivas con las demás posiciones (Bourdie, 1990).
Ahora bien, la noción de campo en esta temática no implica perder de vista que el consumo
de sustancias, sea problemático o no, es un comportamiento por lo cual todo modelo explicativo de
una conducta es centralmente psicológico (Becoña Iglesias & Cortés Tomás, 2008).
Para aproximarse al campo de las drogodependencia es necesario desarrollar una revisión,
mínima, de conceptos y cuestiones consideradas claves en la temática a los fines de lograr una
introducción a este campo. En los próximos apartados se realiza un recorrido de aproximación y
revisión de estos conceptos y términos claves. Desde esta perspectiva, será posible en este texto un
abordaje crítico, apoyado en una base científica, de las prácticas y concepciones implícitas en los
abordajes que se hacen del consumo problemático de sustancias.
Clasificación de drogas
Para clasificar las drogas se pueden seguir diferentes criterios, por ejemplo, por su origen
(naturales, sintéticas, semisintéticas), por su estructura química, por su acción farmacológica, por el
medio socio-cultural (legales-ilegales, institucionalizadas-no institucionalizadas, duras-blandas, más
peligrosas-menos peligrosas) o con respecto al sujeto, utilizándose en este caso clasificaciones
clínicas (Soler Insa, 1981).
Estos diferentes criterios responden a la diversidad de puntos de vista disciplinarios. Aunque
no se cuestiona la utilidad metodológica y didáctica de estas clasificaciones, la verdad es que
cualquiera de ellas presenta limitaciones reales importantes (Cortés y Mayor; 2002). Sin duda
alguna, la clasificación de las drogas depende del contexto.
Asumiendo que todas las clasificaciones son parciales e insuficientes, una clasificación
proveniente de la ciencia empírica debe poder establecer con claridad lo que son drogas,
diferenciándolas de las que no lo son. Deben estar incluidas todas las drogas, algo que en algunos
ámbitos, como la legislación penal, no parece tenerse en cuenta.
Siendo consecuente con una aproximación científica a esta temática, sabemos que el paso
inmediato y superador de la mera observación es la de agrupar los objetos de estudio en grupos
según características comunes y excluyentes. En este sentido, la existencia de clasificaciones de las
sustancias psicoactivas remite a un concepto central y de gran importancia para las ideas
desarrolladas en este texto: existen las drogas, no “la droga” en singular (Soler Insa, 1981).
Teniendo en cuenta la gran diversidad de drogas disponible en la actualidad, y que la
característica común a las denominadas drogas de abuso es la “psicoactividad”, es decir, su
capacidad para llegar al cerebro y modificar su funcionamiento habitual; en este texto tomaremos
este último criterio de clasificación, atendiendo a que el principal interés de nuestra disciplina
psicológica son los efectos de las drogas sobre el comportamiento y los procesos cognitivos. Se hace
a continuación una clasificación atendiendo a su principal efecto sobre el SNC.
1.1 Alcohol.
1.2.1. Heroína
1.2.2. Morfina
1.2.3. Codeína
1.2.4. Metadona
1.2.5. Propoxifeno
1.3.1 Diazepam
1.3.2 Alprazolam
1.3.3 Clonazepam
1.3.4 Flunitrazepam
1.4. Hipnóticos:
1.4.1 Barbitúricos
1.4.2 No Barbiturícos
1.5.1 Levomepromacina
1.5.2 Clozapina
1.5.3 Haloperidol
1.5.4 Olanzapina
3.1. Alucinógenos:
3.1.1. Alucinógenos serotoninérgicos:
3.1.1.1. Dietilamida del ácido lisérgico (LSD)
3.1.1.2. Psilocibina
3.1.1.3. Mescalina
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A lo largo de más de siglo y medio diversos términos se irán acuñando para dar
cuenta de los procesos y situaciones que se ponen en juego en una a la relación
patológica que un sujeto puede establecer con las drogas. Esta relación se
caracteriza por un esquema compulsivo de consumo que implica para estos sujetos
un deterioro progresivo de su salud física, mental y de sus relaciones sociales.
Así, originalmente a finales del siglo XIX y principios del XX, las ciencias de la salud
en particular y las ciencias sociales en general, incorporan conceptos tales como
abuso de sustancia y drogodependencia, toxicomanías, adicción etc. (Davenport-
Hines, R. 2003). En la primera década del presente siglo comienza a utilizarse de
manera crítica la expresión de “Consumos problemáticos” para referirse al conjunto
de fenómenos asociados al consumo de sustancias psicoactiva con consecuencias
adversas. (Gómez, 2017).
Así, los consumos problemáticos pueden definirse como: “aquellos consumos que
–mediando o sin mediar sustancia alguna- afectan negativamente, en forma aguda
o crónica, la salud física o psíquica del sujeto, y/o las relaciones sociales”. (Ley
26.934, 2014: art. 2).
En el ámbito de las prácticas de salud dos son las referencias para establecer
criterios que permitan delimitar fenomenológicamente los consumos de sustancias
con consecuencias adversas para la salud. Por un lado, encontramos la CIE-10,- la
décima revisión de la Clasificación Internacional de las Enfermedades y Trastornos
relacionados con la Salud Mental realizada por la OMS- (Organización Mundial de
la Salud) en 1992.La OMS es la autoridad directiva y coordinadora de la acción
sanitaria en el sistema de las Naciones Unidas. En nuestro país, el Ministerio de
Salud ha adoptado esta clasificación para el registro de las atenciones en Salud
Mental y psiquiatría.
La elaboración del DSM en la década del 1950 surgió de la necesidad de contar con
un sistema de clasificación de los trastornos mentales consensuado y aceptado
ampliamente, debido al escaso acuerdo que había respecto de los criterios
diagnósticos y las nominaciones de las diversas patologías en aquellos años
(Frances, 2013; Echeburua, et al, 2014).
No deja de ser significativo, por ejemplo, que la primera edición del DSM contenía
106 trastornos mentales y que la actual (DSM-5, 2013) presente 216 trastornos
(Sandín, 2013). Con cada nueva edición los posibles trastornos mentales siempre
aumentan, pero nunca se reducen. No parece razonable pensar que en el plazo de
60 años los trastornos mentales se hayan multiplicado por dos (Ezama, Alonso y
Fontanil, 2010).
Es importante aclarar que siempre debe ser utilizado por personas con experiencia
clínicas, ya que se usa como una guía que debe ser acompañada de juicio clínico,
además de los conocimientos profesionales y criterios éticos necesarios (APA,
2013).
De acuerdo con los principios referidos, los trastornos mentales relacionados con el
consumo de sustancias se describen en los tres apartados siguientes:
- Intoxicación Aguda
- Consumo Perjudicial
- Síndrome de Dependencia
- Abstinencia de sustancias
C2. Debe haber síntomas o signos de intoxicación compatibles con el efecto de una
sustancia en particular (o sustancias), como se especifica más adelante, y de la
suficiente gravedad como para producir alteraciones en el nivel de conciencia, la
cognición, la percepción, el estado afectivo o el comportamiento de modo
clínicamente relevante.
C3. Los síntomas o signos no pueden ser explicados por ninguna enfermedad
médica no relacionada con el consumo de la sustancia, ni por otro trastorno mental
o del comportamiento.
La CIE establece que para establecer este diagnóstico deben haberse presentado
simultáneamente tres o más de las siguientes manifestaciones durante al menos un
mes o, si persisten durante períodos inferiores a un mes, deben haberse presentado
repetidas veces y simultáneamente en un período de 12 meses:
Eje III: Se especifican otras afecciones médicas que puede presentar el paciente.
Intoxicación
Abstinencia
De la vigilancia La atención
El pensamiento
La capacidad de juicio
El cuadro clínico específico en la intoxicación por sustancias varía entre los sujetos
y depende de la sustancia implicada, de la dosis, la duración o cronicidad de su uso,
de la tolerancia del sujeto a los efectos de la sustancia, del tiempo transcurrido
desde la toma de la última dosis, de las expectativas por parte de la persona a los
efectos de la sustancia y del entorno o lugar en el que la sustancia se ha tomado.
(b) se toma la misma sustancia (o una muy parecida) para aliviar o evitar los
síntomas de abstinencia
3) Los 11 criterios proceden de unir los de abuso y dependencia del DSM-IV con las
siguientes excepciones: a) se elimina el ítem del DSM-IV-TR referido a tener
problemas legales (aduciéndose que apenas se utilizaba y que reforzaba los
prejuicios sociales hacia este tipo de trastornos), y b) se añade el ítem de craving.
El término más neutral “trastornos por uso de sustancias” es usado para describir la
amplia gama del trastorno, desde una forma leve a un estado grave de tipo crónico,
recidivante y compulsivo de consumir drogas.
Algunos clínicos elegirán el término adicción para describir estos estados más
extremos, pero la palabra fue omitida del diagnóstico del trastorno por uso de
sustancias del DSM 5 por su incierta definición y su connotación potencialmente
negativa y estigmatizante (Becoña Iglesias, 2014) .
Por otro lado, este nuevo esquema superador del categorial anterior por uno
“secuencial” o “dimensional” ha dado lugar a debates tanto en ámbitos clínicos como
epidemiológicos. Son varias las implicaciones que tienen para la clínica y para los
estudios epidemiológicos de prevalencia los nuevos criterios diagnósticos, junto con
algunos problemas que surgen con los mismos (Becoña Iglesias, 2014).
Control deficitario
Deterioro social
Consumo de riesgo
Criterio farmacológico
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Abuso de sustancias que no producen dependencias.
Introducción
Por otro lado, hoy también sabemos que centrar la explicación del problema de los
consumos problemáticos exclusivamente en los aspectos neurobiológicos sería más
que incorrecto, dado que hay factores antecedentes, concomitantes y consecuentes
al consumo o no consumo que son iguales o más importantes que los factores
1
biológicos (Becoña Iglesias, 2011).
Cualquier esfuerzo por revisar las distintas teorías existentes para explicar la
experimentación con el uso de sustancias y si este uso lleva posteriormente a un
consumo regular y compulsivo llega invariablemente a la conclusión de que los sujetos
que llevan a cabo este tipo consumo problemático es una parte siempre menor a los
que no lo hacen, a pesar de que los prejuicios y mitos instalados intentan hacernos
pensar lo contrario (Becoña Iglesias & Cortés Tomás, 2016).
Aunque que nos falte aún mucho por conocer, hay evidencia suficiente para afirmar
que, además de este “modelo biologista”, dos modelos son totalmente deficientes
para explicaciones científicas de los procesos asociados a los consumos
problemáticos de sustancias.
Estos son: el modelo educacional -el cual explicaría el abuso como un producto de la
ausencia de información precisa y disuasoria- y el modelo de enfermedad, el cual
considera el abuso como una enfermedad irreversible y se exige la abstinencia total
para manejar la enfermedad (Becoña Iglesias & Cortés Tomás, 2008; Frances y
Paredes, 2014).
Es así que desde hace más de una década se platea una “centralidad psicológica”
de los abordajes posibles de los consumos problemáticos de sustancias. Pero
también, no se afirma que existe una única forma de entender los procesos y
determinantes de la conducta adictiva desde la psicología (Becoña Iglesias & Cortés
Tomás, 2008).
Lo que surge de manera clara es que los modelos explicativos de los procesos
psicológicos asociados a los consumos problemáticos de sustancias solo pueden ser
asumidos como estructuras multivariables y complejas. Esto es, modelos explicativos
que puedan integrar el análisis de múltiples variables al mismo tiempo. Este tipo de
mirada sólo puede ser desarrollada mediante métodos estadísticos que permitan
determinar la contribución de varios factores en un simple evento o resultado, como
lo hace el denominado Análisis Multivariante; según el cual los factores de estudio
son los llamados factores de riesgo, variables independientes o variables
explicativas (Alaminos et al. 2016).
3
La construcción de un modelo explicativo de los procesos psicológicos asociados al
consumo problemático de drogas nos lleva invariablemente a las teorías del
aprendizaje. Estas explican la conducta de consumo como un fenómeno de
adquisición que sigue las leyes del condicionamiento clásico, operante y el
aprendizaje social. Una línea de trabajo colateral a las teorías centradas en el
aprendizaje nos lleva a apoyarnos en los aportes de Lazarus y Folkman sobre el
estrés y las estrategias de afrontamiento (Becoña Iglesias, 2007).
En los apartados siguientes vamos desarrollar cada uno de los aportes que pueden
hacerse a un modelo explicativo de los consumos problemáticos, tanto de las teorías
del aprendizaje como algunos desarrollos de la psicología cognitiva. Es seguro que el
recorrido no será todo lo exhaustivo y preciso que el estado actual del conocimiento
permite, pero sirve al objetivo de acercar al lector a una primera aproximación a las
teorías psicológicas de las drogodependencias y las adicciones.
4
uno de los distintos paradigmas de aprendizaje desarrollados por la psicología. En
este apartado vamos a desarrollar una breve revisión de cómo se puede aportar a
la explicación de los consumos de drogas, partiendo de las leyes y principios que
rigen el condicionamiento clásico y operante.
6
Carrobles, 1991). Uno de los ejemplos más conocidos es el proceso de
condicionamiento, que algunos autores (Graña, 1994; Becoña, 1995, Becoña Iglesias,
2002) denominan síndrome de abstinencia condicionada. Esto implica que los
episodios de abstinencia (respuesta incondicionada) se habrían apareado con
estímulos ambientales (estímulos condicionados.
De esta manera la presencia de estos estímulos (Un tema musical, frases, lugares,
imágenes) o el hecho de pensar en ellos puede provocar una respuesta condicionada
de abstinencia (Graña,1994). O bien el condicionamiento entre la administración de
la droga (EI) y determinadas claves ambientales (EC) puede desencadenar un
episodio de “craving”, con la consecuente y posible recaída (Graña y Carrobles, 1991).
El craving son los deseos irrefrenables para consumir, cambios en el estado de ánimo
y mayor angustia, que sólo puede ser aliviada por la utilización, nuevamente, de
alguna sustancia (Beck et al 1999). Dado que las respuestas condicionadas
compensatorias producen una mayor disposición a administrarse la droga, ello implica
que las mismas incrementan el deseo o craving (Becoña Iglesias, 2002).
7
Otro fenómeno que se ha observado es el de las respuestas condicionadas similares;
esto es, se ha observado que algunos sujetos dependientes de la heroína manifiestan
efectos subjetivos y fisiológicos similares a los de la heroínacuando se inyectan en su
lugar una solución salina (O´Brien y Jaffe, 1993).
8
El condicionamiento operante es un gran recurso teórico a la hora de explicar una
variedad de conductas y especialmente la de autoadministración de drogas.
Gran parte de las drogas pueden funcionar eficazmente como reforzadores positivos.
Distintos estudios, tanto en animales como en humanos, han demostrado como la
morfina es un reforzador positivo. En estos estudios se proporciona morfina a dosis
pequeñas, con lo que no hay dependencia física dado que no había síndrome de
abstinencia una vez retirada la misma (Graña y García, 1994).
De igual modo puede funcionar como un reforzador negativo. En este caso, al dejar
de consumir algunas sustancias, puede aparecer de forma impredecible el síndrome
de abstinencia, que se puede evitar volviendo de nuevo a consumir. Portanto, esta
conducta (consumo) es reforzada negativamente e incrementa su probabilidad de
ocurrencia, al eliminar el estado aversivo generado por el síndrome de abstinencia
(Becoña Iglesias, 2002).
10
En los últimos años, de igual modo que ha ocurrido con el condicionamiento clásico,
en el condicionamiento operante se considera que los factores cognitivospueden jugar
un importante papel en el mismo.
Uno de los modelos explicativos más usados actualmente para explicar elconsumo de
drogas es la teoría del aprendizaje social (Bandura, 1982).
La teoría del aprendizaje social fue propuesta por Bandura (1982), haciendo la gran
aportación de incluir el aprendizaje social, vicario o de modelos, junto a latécnica del
modelado, que como elemento práctico permite explicar y cambiar cierto tipo de
conductas.
11
Posteriormente, el propio Bandura ha re designado a la teoría del aprendizaje social
bajo el nombre de Teoría Cognitiva Social (Bandura et al, 2009), donde un elemento
crucial es el concepto de autoeficacia, como elemento cognitivo central para poder
explicar la conducta, aunque sin dejar de considerar al tiempo las otrasvariables ya
indicadas (Becoña Iglesias, 2002). Vamos a exponer brevemente los principios que
subyacen a la teoría del aprendizaje social y a la teoría cognitiva social.
La teoría del aprendizaje social fue una verdadera bisagra entre los principios del
condicionamiento clásico y condicionamiento operante para explicar el
comportamiento humano (aprendizaje, mantenimiento y abandono de una conducta)
y las corrientes psicológicas actuales donde se enfatiza fundamentalmente el papel
de la cognición (creencias, actitudes, pensamientos, atribuciones, etc.) (Becoña
Iglesias 2002). En un apartado posterior desarrollaremos los aspectos cognitivos del
consumo de sustancias.
12
3) Los procesos cognitivos mediacionales, que regularían la influencia del medio,
determinando los estímulos a los que se prestará atención, la percepción de los
mismos y la propia influencia que éstos ejercerán sobre la conducta futura.
Este tercer proceso que Bandura introduce es el del aprendizaje vicario (Bandura,
1982). El aprendizaje vicario, observacional o mediante modelos es un tipo de
aprendizaje que se define como “proceso de aprendizaje por observación en el que la
conducta de un individuo o grupo –el modelo- actúa como estímulo de pensamientos,
actitudes o conductas similares por parte de otro individuo que observa la actuación
del modelo” (Bandura, 1982). La condición para que se origine el aprendizaje por
observación es que se produzca la adquisición de esa conducta simbólica. Esto se
produce si se presta atención y se tiene capacidad de retener dicha información.
Posteriormete se produce la ejecución si la persona realiza realmente dicha conducta
en el proceso denominado de reproducción motora.
Bandura (1982), tomando como punto de partida el aprendizaje vicario propuso las
técnicas de modelado para adquirir y eliminar conductas, mediante el aprendizaje de
modelos. Este tipo de aprendizaje se puede realizar mediante modelos reales o
simbólicos (películas).
13
claramente una concepción de interacción basada en una reciprocidad tríadica. Su
modelo de determinismo recíproco entre la conducta, los factores cognitivos y otros
personales, y las influencias ambientales, señalan que éstos operan de modo
interactivo como determinantes de cada una de las otras.
14
4) Capacidad autorreguladora. Una parte importante de la conducta de la gente está
motivada y regulada por patrones internos y reacciones autoevaluativas de sus propias
acciones.
5) Capacidad autorreflexiva. Una característica que distingue a los sujetos humanos
es su capacidad para la auto-conciencia reflexiva. Esto permite a lapersona analizar
sus experiencias y pensar sobre sus propios procesos de pensamiento
(metacognición).
6) La naturaleza de la naturaleza humana. Desde la perspectiva cognitiva social, la
naturaleza humana se caracteriza por una vasta potencialidad, que puede estar
formada por experiencia directa y observacional dentro de una variedad de formas
dentro de los límites biológicos. Una de las señales más importantes que distinguen
a los sujetos humanos es su plasticidad. Esto es la capacidad de cambio y
modificación de su conducta.
15
Este mecanismo cognitivo común sería la autoeficacia. Dentro este mecanismo
Bandura (1986) distingue dos tipos de expectativas: las expectativas de resultadoy las
expectativas de eficacia. La expectativa de resultado atañe a la percepción personal
de que una conducta dada conducirá a ciertos resultados. Una expectativa de eficacia
-también denominada autoeficacia- es la convicción personal que tiene el sujeto de
que puede ejecutar exitosamente la conducta requerida para producir un resultado.
Los determinantes principales del consumo son los significados funcionales unidosa
la conducta de consumo, por ejemplo, para aliviar el estrés que excede su capacidad
de afrontamiento; en combinación con la eficacia esperada de
16
conductas alternativas. Los hábitos de consumo se desarrollan, en el sentido de que
cada episodio de consumo puede exacerbar posteriormente la formación delhábito
por el incremento del estrés y por limitar las opciones de conducta alternativas
(Becoña Iglesias, 2002)
En una de las conductas donde más desarrollo ha encontrado esta teoría ha sidoen
el uso y abuso del alcohol, tanto para su explicación como para el tratamiento de las
personas con dependencia del alcohol. El modelo aquí expuesto es también aplicable
al resto de las conductas de consumo problemático, tanto para su adquisición como
para su mantenimiento, abandono y recaída (Becoña Iglesias, 2002).
Se asume que toda conducta de beber, desde la abstinencia, el beber social normal
y el abuso del alcohol, se basan en principios similares de aprendizaje, cognición y
reforzamiento (Becoña Igesias, 2002, Bandura 2009).
17
varían a lo largo del tiempo e igualmente varía su influencia de individuo a otro
(Abrams y Niaura, 1987).
La noción central de la teoría del aprendizaje social es que el uso responsable del
alcohol depende de la autorregulación cognitiva en un mundo estresante.
En el inicio del uso del alcohol hay tres tipos de influencias directas importantes: la
influencia de la familia y de los iguales; la influencia de modelos; y el desarrollo de
experiencias relacionadas con el alcohol.
En un segundo momento son el grupo de iguales los que van a tener más importancia
que la familia en el proceso de socialización y de aprendizaje de las normas sociales.
Ambos, la familia y el grupo de iguales, van creando en el niño o adolescente actitudes,
costumbres, ideas y valores hacia el alcohol que lo van a marcar de modo importante
para su futuro consumo de alcohol (Becoña Iglesias, 2002).
La influencia de los modelos tiene gran relevancia en nuestra sociedad, ya que los
medios de comunicación de masas sugieren modelos aceptables o inaceptables. En
los medios de comunicación las imágenes relacionadas con el alcohol y su consumo
sugieren que éste permite interaccionar mejor con los pares, reduce el estrés social,
permite un estado de bienestar físico y psicológico, facilita superar las crisis, garantiza
la diversión, etc.
Finalmente, los sujetos aprenden cómo actuar con el alcohol, junto a los factores
anteriores, mediante sus experiencias directas con el alcohol. Es evidente que la
influencia directa con el alcohol no siempre tiene que ser el factor más importante
18
acerca del futuro uso y abuso del alcohol. Más bien son los factores previos los que
van a incidir de modo muy importante en la experiencia directa con el alcohol. Los
factores previos crean expectativas acerca del alcohol que se van a cotejar con la
situación real de bebida. Las primeras expectativas sobre el alcohol, formadas en el
medio familiar y en el grupo de iguales, y luego reforzadas por los medios de
comunicación de masas, va a incidir de modo directo con la experiencia con el alcohol
(Abrams y Niaura, 1987; Becoña Iglesias, 2002).
El déficit en habilidades sociales para afrontar las situaciones cotidianas que se nos
van presentando es el factor que explica que en un momento determinado se
desarrolle el abuso del alcohol. Una habilidad social adecuada posibilita descender el
nivel de ansiedad que puede estar presente en situaciones interpersonales y sociales
(Becoña Iglesias, 2002; Bandura, 1982).
19
autoeficacia y de resultado que tiene la persona en el contexto situacional en quese
encuentra.
Las formas en que los individuos intentan dar respuesta al estrés y la adversidad ha
sido uno de los temas centrales de la Psicología. En sus inicios, dentro de la
orientación psicoanalítica, recibieron el nombre de mecanismos de defensa. En los
años sesenta se empieza a utilizar el término afrontamiento para referirse a los
mecanismos de defensa maduros que favorecen la adaptación del individuo.
El estrés es una condición psicológica que está vinculada al proceso adictivo en todas
sus fases. El afrontamiento del estrés es el conjunto de pensamientos y conductas
usadas para manejar demandas internas y externas en situaciones que son valoradas
como estresantes. Determinadas formas de afrontamiento, como la evitación, están
vinculadas a las conductas adictivas, además de a muchos otros trastornos
psicopatológicos.
El estrés de la vida sería un factor de riesgo para el uso de sustancias por parte de los
21
adolescentes. Cuando éstos tienen un alto malestar emocional o tienen una baja
percepción de control sobre la situación se incrementaría la probabilidad de consumir
sustancias (Wills, 1986). Conforme se mantiene el estrés se incrementa más el
consumo. La respuesta de afrontamiento ante ello puede ser un factor de riesgo o
protección (Wills y Hirky, 1996). Los mecanismos de adaptación serían tanto
conductuales como cognitivos.
Al analizar las motivaciones que empujan a los jóvenes a consumir drogas se centran
en tres: regular los estados emocionales desagradables, olvidarse de losproblemas
que les preocupan y buscar soluciones mágicas a sus problemas.
Consideran que esos motivos coinciden básicamente con las metas perseguidas con
el empleo de estrategias de afrontamiento de evitación (Becoña Iglesias, 2002).
De esta forma plantean que el consumo de drogas puede ser visto como una conducta
de evitación más de entre las posibles alternativas disponibles.
Conforme vaya utilizando las drogas como una estrategia de afrontamiento, másdifícil
le va resultar buscar estrategias de afrontamiento alternativas en donde no esté
presente el alcohol (Wills y Hirky, 1996).
22
Los aspectos cognitivos de la conducta de consumo de sustancias
El principal antecedente histórico de lo que conocemos como Psicología Cognitiva
que se suele citar es el de Epícteto quien, en el Enchiridion, en el Siglo I, dice: “No
son las cosas mismas las que nos perturban, sino las opiniones que tenemos de las
cosas”. En esta frase se pone de manifiesto uno de los preceptos básicos de la
Psicología cognitiva, lo importante no es lo que pasó, sino la significación que se le
da a eso que pasó, el sentido o la atribución de significación, en síntesis, la
construcción particular de la realidad (Camacho, 2003).
Lo que conocemos como Psicoterapia Cognitiva surgió, principalmente a partir de
dos hechos:
a- El Simposio de Hixson y el surgimiento de las Ciencias Cognitivas: en este
famoso Simposio, celebrado en 1948 en EEUU, se sientan las bases de un nuevo
paradigma que centra su atención en el procesamiento de la información.
b- Los escasos resultados terapéuticos que obtenían las psicoterapias
hegemónicas, tanto el psicoanálisis como el conductismo, particularmente en los
trastornos depresivos (Camacho, 2003).
En este apartado revisaremos brevemente algunos conceptos básicos de la
Psicología Cognitiva con el fin de desarrollar posteriormente los modelos teóricos
explicativo de las conductas adictivas.
Estructuras, procesos y resultados cognitivos
Las estructuras cognitivas pueden relacionarse con los esquemas, los procesos
cognitivos con la atribución de sentido que se da a partir de los esquemas. Los
resultados cognitivos se relacionan con las creencias, que son el resultado del
proceso que se da entre los esquemas y la realidad, dichas creencias a su vez
influyen en el mismo proceso.
Esquemas
El concepto de esquema es clave para todas las líneas cognitivas, fue utilizado
originalmente por Barlett (1932) para referirse a procesos relacionados con la
23
memoria, también fue mencionado posteriormente por Piaget (1951), también
Neisser (1967) lo definió como la estructura responsable de los mecanismos que
guían la atención selectiva y la percepción; luego fue reformulado y ampliamente
utilizado por Beck (1979).
Para Beck, los esquemas son patrones cognitivos relativamente estables que
constituyen la base de la regularidad de las interpretaciones de la realidad. Las
personas utilizan sus esquemas para localizar, codificar, diferenciar y atribuir
significaciones a los datos del mundo. Los esquemas también fueron definidos como
estructuras más o menos estables que seleccionan y sintetizan los datos que
ingresan.
Creencias
Las creencias son los contenidos de los esquemas, las creencias son el resultado
directo de la relación entre la realidad y nuestros esquemas. Podemos definir a las
creencias como todo aquello en lo que uno cree, son como mapas internos que nos
permiten dar sentido al mundo, se construyen y generalizan a través de la experiencia
(Beck, 1979).
Pensamientos automáticos
En general se dice que el pensamiento se relaciona con el fluir de la conciencia yque
tiene tres elementos:
□ La direccionalidad: hacia donde está dirigido dicho pensamiento.
24
□ El curso: o la velocidad del pensamiento.
□ El contenido: es lo que se piensa concretamente.
En el caso de los pensamientos automáticos, estos se definen por su carácter
impuesto, son pensamientos que aparecen en el fluir del pensamiento normal y
condicionan su dirección o curso; se les atribuye una certeza absoluta, por eso noson
cuestionados y condicionan la conducta y el afecto. En general son breves,
telegramáticos, pueden ser verbales o aparecer en forma de imágenes, a la persona
se le imponen, por eso son automáticos. Son la parte más superficial de los procesos
cognitivos (Camacho, 2003).
Por otro lado, se puede mencionar que Ellis y Dryden (1989) consideran a las
creencias como evaluaciones que se sitúan entre medio de un acontecimiento,
25
suceso activador, y las reacciones ante éste; teniendo en cuenta que éstas reacciones
pueden ser emotivas, cognitivas o conductuales. Califica a las creencias en
racionales, las cuales son preferenciales, ayudan a la supervivencia y conducen a
emociones constructivas, y en irracionales, las cuales se caracterizan por su rigidez y
total intolerancia a la frustración, son órdenes o mandatos; conducen a emociones
inadecuadas como la ansiedad y no ayudan a lograr los objetivos de la persona.
Beck (1999) afirma que las creencias disfuncionales juegan un papel importante en la
formación de las expectativas que moldean los impulsos. Por ejemplo, una persona
con un problema serio de consumo de alcohol tiene las siguientes creencias: “Si soy
divertido y sociable tendré más amigos” y “Si consumo alcohol seré más divertido”.
Esta persona convierte estas creencias en una expectativa específica de conseguir
más amigos, cuando aparece una situación en la que puede ser más sociable. La
expectativa de éxito se acentúa por su creencia en el efecto de desinhibición que
produce el consumo de alcohol.
Camacho (2003), define las creencias como los contenidos de los esquemas. Las
creencias se refieren a todo aquello en lo que uno cree, son como mapas internos que
nos permiten dar sentido al mundo, se construyen y generalizan a través de la
experiencia.
Pérez (2005) afirma, por ejemplo, que la cultura universitaria provee a los jóvenes una
serie de afirmaciones positivas acerca del consumo de alcohol y de sus efectos, que
son incorporadas como creencias dentro de los esquemas cognitivos
26
de los jóvenes regulando el comportamiento sobre el consumo. Afirmando también
que las creencias hacia el consumo son positivas o negativas dependiendo de lo
deseable que sean los efectos para el individuo.
Diversos estudios (Londoño Pérez, García Hernández, Valencia Lara & Vinaccia Alpi,
2005; Martínez González & Verdejo García, 2012; Cassola, Pilatti, Alderete y Godoy
2005) han identificado que la existencia de expectativas negativas guarda una
relación estrecha con el bajo consumo de alcohol, no siendo así para las expectativas
positivas que incrementan la probabilidad de que los jóvenes aumenten el consumo.
A esto podemos agregar que es a partir de las creencias globales hacia el consumo
que se genera la actitud hacia la conducta de consumiro no determinada sustancia.
En una investigación realizada en España por Gómez et. al (2012) sobre la evaluación
de los determinantes cognitivos, las creencias, asociados al consumo intensivo de
alcohol, llegan a la conclusión de que la práctica de estos jóvenes está relacionada
con la mejora sociabilidad, es decir que creen que el consumir alcohol de manera
intensiva aumenta su capacidad de relacionarse con los demás, esta práctica también
se encuentra relacionada con el conseguir un estadode ánimo positivo e incrementar
el nivel de autoconfianza.
En la terapia cognitiva se suele plantear que las creencias tienen una influencia
enorme en los sentimientos y en las conductas de las personas. Por ejemplo, los
pacientes deprimidos tienen puntos de vista negativos y globales acerca de sí
mismos, el mundo y el futuro. Estas creencias influyen en sus sentimientos de
desesperación, culpa y tristeza (Beck & Wright, 1979).
Creencias adictivas
Tal como venimos afirmando, los factores psicológicos y sociales serian factores
determinantes, antes que las propiedades farmacológicas de la sustancia a la hora de
consumir y convertir a un consumidor en una persona que abusa de las drogas y
alcohol (Beck, 1999, Gómez et all 2012).
27
Una persona que es consumidor de cualquier sustancia psicoactiva posee ciertos
pensamientos asociados al consumo y/o abuso de drogas, y que pueden, o no, ser
conscientes de estos. A estos pensamientos se los conoce con el nombre de
creencias adictivas, Beck (1999) las define como un conjunto de ideas centradas
alrededor de la búsqueda de placer, resolución de problemas, alivio y escape.
Entre las ideas disfuncionales que conforman estas creencias adictivas se
encuentran: la creencia que uno necesita la sustancia si tiene que mantener el
equilibrio emocional y psicológico; la idea de que la sustancia mejorará el
funcionamiento intelectual y social; la expectativa de que se encontrará placer y
excitación utilizando alguna sustancia; la idea de que dará más fuerza, energía y
poder; la creencia de que calmará el dolor; el supuesto que aliviará el aburrimiento, la
ansiedad, la tensión; y la certeza de que al menos que se haga algo para satisfacer
el craving, éste continuará eternamente y con toda seguridadempeorará.
Ante este deseo por consumir las personas se ven impulsadas a ceder debido a que
sus creencias se centran en la anticipación del estado de privación: “no puedo ser feliz
a menos que consuma”, “perderé a mis amigos”, o “seré infeliz”. Al mismotiempo
también desarrollan creencias en torno a la capacidad de controlar el craving, éstas
son de indefensión, tales como: “incluso si fuera capaz de parar, no haría más que
empezar de nuevo”, o “el craving es demasiado fuerte”. Estas creencias terminan
siendo profecías autocumplidas y confirman su indefensión para superar su adicción
(Beck & Wright, 1979).
28
El origen de estas creencias adictivas radica en la combinación de las creencias
nucleares, las cuales fueron desarrolladas anteriormente. Martínez González y
Verdejo García (2011) sostienen que las creencias adictivas pueden permanecer
inactivas y se estimulan ante la presencia de algún estímulo condicionado con la
sustancia, y tan pronto como se activan estas creencias la persona empieza a
experimentar una exacerbación del craving.
29
2) Creencias de alivio: la persona comienza a confiar en el hecho de que consumir
una determinada sustancia va a contrarrestar sus sentimientos de angustia, por
ejemplo: “Necesito consumir para funcionar”, o “Me sentiré de mejoránimo si consumo
alcohol con mis amigos”. Éstas remiten a la convicción de que consumir alguna
sustancia psicoactiva, mitigará un malestar determinado (Beck &Wrigth, 1979).
30
Teoría de la Conducta Planificada
Cuando intentamos poder analizar los aspectos cognitivos que rodean a la conducta
del consumo de drogas, basándose para esto en marcos teóricos psicológicos
fuertemente estudiados e investigados, se destaca la Teoría de la Conducta
Planificada de Icek Ajzen (1985)
31
Teoría de la Acción Razonada (Ajzen y Fishbein, 1980; Fishbein y Ajzen, 1975).
Aunque las Actitudes y la Norma Subjetiva son componentes integrales de esta teoría,
ninguna de las dos se conceptualiza como una influencia directa en la conducta. Por
su parte, este modelo considera que el determinante directo del comportamiento es
la Intención conductual de realizar o no una conducta; y esta Intención conductual
depende, a su vez, de la Actitud y la Norma Subjetiva. Así, dentro de este modelo, las
Intenciones median en la relación entre las Actitudes, laNorma subjetiva y la conducta.
Esta teoría ha recibido una serie de críticas. La crítica más importante de las
realizadas a esta teoría, ha sido la de que sólo pretende ser aplicada a la predicción
de la conducta cuya realización se encuentra bajo un completo control del sujeto que
la desea realizar (Ajzen y Madden, 1986).
Este modelo teórico planteado por Izek Ajzen (1985, 1988, 1991, 2005) surgió apartir
de la base de la Teoría de la Acción Razonada (Ajzen y Fishbein, 1973, 1980; Fishbein
y Ajzen, 1975) como un intento de explicar determinadas conductas sobre las que el
sujeto tiene (o cree tener) poco control.
32
La Teoría de la Conducta Planificada (TCP) (Ajzen, 1985, 1988, 1991, 2005) se
fundamenta en los trabajos de Fishbein en tres aspectos: por una parte los procesos
psicológicos mediante los cuales las actitudes producen la conducta; en segundo
lugar en el marco de trabajo de expectativa-valor para explicar la relaciónentre las
creencias y las actitudes; y por último, en su propuesta de interponer entre las
actitudes y la conducta una nueva variable, la Intención conductual.
Ajzen, entre otros, señalaron que la teoría resultaba insuficiente a la hora de explicar
determinadas conductas, en las que el control parecía determinante. Poreste motivo,
se incluyó un nuevo constructo, el concepto de Control Conductual Percibido,
configurándose de este modo la Teoría de la Conducta Planificada (Ajzen, 1985,
1988, 1991, 2001).
El propio Ajzen (1991) señala que esta segunda formulación, más completa,
proporciona un marco conceptual más útil para hacer frente a las complejidades del
comportamiento social humano. Además, esta teoría también resulta importante ya
que incluye o incorpora algunos de los conceptos centrales de las ciencias sociales y
del comportamiento, consiguiendo definir estos conceptos de un modo que permite
no solo la predicción, sino también la comprensión de las conductas particulares en
contextos específicos. Este conocimiento resulta crucial si se desea intervenir o influir
sobre estas conductas específicas.
Según las premisas de este marco teórico, para predecir (y comprender) si una
persona tiene intención de hacer algo, es necesario conocer:
33
- Si la persona está a favor de hacerlo (actitud),
- Cuánta presión social siente la persona para hacerlo (norma subjetiva),
- Si la persona siente que tiene control sobre la acción en cuestión (percepción de
control de la conducta).
El conocimiento de estos tres predictores se puede utilizar para aumentar la
probabilidad de que la persona intentase llevar a cabo la acción analizada y, por tanto,
aumentar las posibilidades de que la persona realmente lo haga. Por el contrario
también puede servir para disminuir esa intención de poner en marcha la acción y por
ello disminuir la probabilidad de que realmente se lleve a cabo (Ajzen,2005).
Este es uno de los modelos más ampliamente utilizados para dar respuestas a los
estudios de las conductas adictivas en general, planteando que los componentes
cognitivo-motivacionales determinan la conducta, y explica cómo se relacionan entre
si tales componentes.
Según esta teoría la acción humana es conducida por tres clases deconsideraciones:
1) Creencias conductuales, referidas a las consecuencias probables del
comportamiento, producen una actitud favorable o desfavorable sobre el
comportamiento.
34
Teoría de la Conducta Planificada (Ajzen, 1985, 1988, 1991, 2001).
35
una disposición aprendida a responder de manera consistente favorable o
desfavorablemente, con respecto a un objeto dado.
Las Normas Subjetivas reflejan las creencias personales sobre lo que los otros
significativos piensan acerca de si la persona debería o no llevar a cabo la conducta.
Los otros significativos son sujetos o grupos cuyas opiniones sobre la conducta de la
persona en ese dominio son importantes para él o para ella. En este sentido, las
Normas Subjetivas medirían la presión social que los individuos perciben en relación
con llevar o no llevar a cabo la conducta en función de las opiniones de los referentes
importantes (Conner y Sparks, 2005).
En una investigación realizada por Gómez et al (2012) afirman que desde el marco
teórico de I. Ajzen es posible indagar aspectos cognitivos tales como las expectativas
que se tienen relacionadas al consumo intensivo de alcohol; lo que el individuo cree
que piensa la gente respecto a este comportamiento de consumo intensivo; la
creencia del individuo acerca del control que tiene sobre el consumo, etc. A partir de
esto se puede inferir que se trata de una teoría que predice el comportamiento, ya
que la misma plantea que la conducta puede ser planificada.
Es pertinente destacar que aquellas características que poseen las personas que
abusan de determinadas sustancias, podrían existir antes de empezar a consumir, y
por lo tanto se las podría considerar como factores que predisponen al consumo. Estas
características, según Beck (1999) se centran alrededor de la sensibilidad general
hacia sus sentimientos y emociones desagradables; poco entusiasmo para controlar
su conducta y, por lo tanto, la satisfacción de consumir se valora más que el control;
técnicas inadecuadas para controlar tanto la conducta como elafrontamiento de los
conflictos; poca tolerancia a la frustración (esta baja tolerancia en el fondo existe una
gama compleja de creencias y distorsiones
37
cognitivas); y una relativa disminución de las perspectivas futuras, es decir, que la
atención de la persona se centra en los estados del aquí y ahora, craving e impulsos,
y en las acciones que ayuden a aliviarlas o satisfacerlas. Quizás de más este aclarar,
que la persona no dedica ningún recurso atencional a preocuparse de las posibles
consecuencias de estas acciones, sólo desea aliviar el craving.
La poca tolerancia ante la frustración parece ser un precursor importante del consumo
de drogas. Específicamente, una serie de actitudes disfuncionales que magnifican las
fuentes diarias más frecuentes de frustración llevan a estar demasiado disgustado e
irritado. Entre los componentes de este complejo de creencias están actitudes como:
“las cosas siempre me deberían ir bastante bien”o “no deberían ir mal”; “no puedo
soportar estar frustrado”; “otras personas son culpables de que este frustrado y
deberían estar castigadas” (Beck & Wright, 1993).
38
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Apuntes de Psicología Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Occidental,
J.A. Marcos y M. Garrido La Terapia Familiar en el tratamiento de las adicciones
2009, Vol. 27, número 2-3, págs. 339-362. Universidad de Cádiz, Universidad de Huelva y
ISSN 0213-3334 Universidad de Sevilla
La Terapia Familiar en el
tratamiento de las adicciones
Juan Antonio MARCOS SIERRA
Ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra (Sevilla)
Miguel GARRIDO FERNÁNDEZ
Universidad de Sevilla
Resumen
En este trabajo se presenta un breve recorrido histórico sobre el papel de la terapia
familiar en el tratamiento de las adicciones. Siguiendo la propuesta de Rolland y Walsh
(1996) se analizan con detenimiento los modelos centrados en la resolución de problemas y
los modelos intergeneracionales. El objetivo básico del artículo es mostrar las aportaciones
de las diferentes perspectivas y contribuir a enfoques más integradores en el tratamiento
familiar de las adicciones. En esta línea se concluye con una revisión de los estudios de
eficacia de la terapia familiar y se proponen líneas futuras de investigación.
Palabras clave: psicoterapia familiar, adicciones, modelos de terapia familiar,
eficacia de la terapia familiar.
Abstract
This paper presents a brief historical review on the role of family therapy in the
treatment of addictions. Following the proposal of Rolland & Walsh (1996) discusses
in detail the models that focus on solving problems and intergenerational models. The
purpose of the article is to show the contributions of the different perspectives and
contribute to more inclusive approaches in family treatment of addictions. In this line
concludes with a review of studies of effectiveness of family therapy and proposes future
directions for research.
Key words: Family Therapy, Adicctions, Family Therapy Models, Family Therapy
Efficacy, Family Therapy.
Dirección de los autores: Juan Antonio Marcos Sierra. Servicios Sociales del Ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra
c/Callejón del Huerto, s/n 41500 Alcalá de Guadaíra, Sevilla, Correo electrónico: jamarcos@alcalaguadaira.org;
Miguel Garrido Fernández. Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológicos. Facultad de
Psicología. c/Camilo José Cela, s/n. 41018 Sevilla. Correo electrónico: maikel@us.es
Este trabajo ha sido posible gracias a los Convenios de Colaboración que desde el año 1997 se firmaron entre el
Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológicos de la Facultad de Psicología de la Universidad
de Sevilla y el Ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra para la creación y desarrollo del Centro de Orientación y Terapia
Familiar, así como la implementación de otras actividades de investigación. En este sentido, queremos agradecer
al Ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra, a través de su Delegación de Servicios Sociales, el apoyo y la apertura para
facilitar la investigación en este campo desde su Centro de Tratamiento de las Adicciones.
Recibido:
Apuntes dejulio 2009. Aceptado:
Psicología, 2009,septiembre 2009. 2-3, págs. 339-362.
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esquizofrenia (Bateson, 1956) impulsó una de ellos trataban a la familia por separado del
nueva corriente de pensamiento que otorgaba miembro adicto. Los denominados progra-
una gran importancia al contexto familiar de mas de autoayuda “doce pasos” (Alcohólicos
los problemas humanos y a una intervención Anónimos, Al-Anon...) y muchos tratamientos
terapéutica destinada a cambiar los patrones farmacológicos y en comunidades terapéuti-
de interacción disfuncionales. cas mantenían esta filosofía.
Todas estas investigaciones apoyaban la Posteriormente, en la década de los 70
existencia de unos patrones transaccionales y 80 comienzan a aparecer los primeros
continuos y repetidos: se observó que las trabajos de investigación (Cancrini, 1982;
interacciones reales ocurrían en forma de Stanton y Tood, 1982) que consiguen avivar
ciclos que mantenían o reforzaban la con- el interés psicoterapéutico en el campo de las
ducta alterada en el paciente, y que existía adicciones, en el que durante años habían pre-
una compleja cadena de causalidad circular valecido las prácticas biomédicas o farmaco-
que conectaba las acciones y reacciones de lógicas; o en la vertiente opuesta, las teorías
los miembros de la familia. Asimismo, se sociológicas con un descuido manifiesto de
comprobó que independientemente del tipo los aspectos psicológicos.
o la profundidad de la intervención terapéu- El principio básico de estos modelos
tica individual, los síntomas reaparecían consiste en asumir que el abuso de drogas
regularmente cuando el paciente volvía a su acaba siendo un eje central alrededor del
vida anterior familiar en casa. El paso lógi- cual se organiza la vida de las familias, y que
co siguiente fue concebir una intervención por lo tanto cualquier solución a largo plazo
terapéutica destinada a alterar esos patrones requiere que la familia colabore y se implique
de relación disfuncionales mediante sesiones en el tratamiento.
con la familia al completo (Rolland y Walsh, Cancrini (1982) desarrolla los primeros
1996). estudios en Europa donde se pone de mani-
Los 60 fueron unos años de rápida ex- fiesto la influencia de los factores familiares
pansión de la teoría y experimentación de en las toxicomanías. Se centra en un mayor
los distintos enfoques terapéuticos familia- número de aspectos, tanto individuales como
res sobre una gran variedad de problemas. familiares y relacionales, concediendo una
Aparecen distintas “escuelas” o modelos de especial importancia a los modelos de organi-
terapia familiar como reflejo de diferentes zación y comunicación familiar. Su hipótesis
visiones respecto a la formación del problema relativa a la implicación de la familia y a las
y el proceso de cambio. Sin embargo, en el posibilidades de un trabajo terapéutico, am-
campo de la investigación se hacía especial pliado a los grupos familiares completos, ha
hincapié en considerar las adicciones como permanecido intacta hasta la actualidad.
resultado de una predisposición genética o en En esos años, el programa de investiga-
una especial fragilidad personal, aunque con ción Addicts and Families Project, tomando
mayor atención a los efectos de las drogas que como referencia el trabajo desarrollado por
a las dificultades de los sujetos. Minuchin y Haley, supone una de las apor-
Los programas de tratamiento del abuso taciones más significativas del ámbito de la
de sustancias introducían un componente investigación sobre terapia familiar en las
familiar, especialmente aquéllos diseñados adicciones. Stanton y Tood (1982) describie-
para el alcoholismo. A pesar de ello, muchos ron la organización y el funcionamiento de la
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problemas de fronteras inciertas entre los desarrollar una intervención terapéutica para
subsistemas de padres e hijos. Los problemas jóvenes delincuentes. Dado que el tratamiento
de adicción son vistos como síntomas de no se basa en la exploración de los orígenes
los problemas del sistema, que actúan des- del conflicto, sino en la reestructuración del
viando los conflictos familiares, bien entre orden jerárquico familiar, de manera que los
los padres, o entre los padres y abuelos en síntomas no sigan reforzándose, este enfoque
los casos de familias con un solo progenitor. ha resultado especialmente útil en el trata-
Para Minuchin la familia es como un miento de familias con problemas de adicción.
sistema social que opera dentro de otro con-
texto social específico. Basa su modelo en Modelos estratégicos
tres afirmaciones: a) la estructura familiar es
un sistema sociocultural abierto en transfor- En las fases iniciales de desarrollo de
mación, b) para que la familia se desarrolle la terapia familiar las aproximaciones más
a lo largo del tiempo es imprescindible su innovadoras e influyentes fueron el modelo
reorganización y c) la familia se adapta a los estratégico y sistémico del Mental Research
cambios circunstanciales con el objeto de Institut Group de Palo Alto, California, el
mantener su continuidad y el posterior desa- modelo de resolución de problemas de Haley
rrollo psicosocial de sus miembros. y Madanes y las aportaciones del grupo de
Desde el modelo estructural la base de la Milán. Más recientemente se han presentado
intervención terapéutica es el fortalecimiento otros enfoques orientados a la solución de
de los cimientos estructurales que permiten el problemas y construccionistas/narrativos.
funcionamiento familiar; más concretamente Los modelos estratégicos tienen en co-
en una jerarquía generacional adecuada, en mún su foco en la situación social inmediata
la que los padres mantienen una unidad de del paciente. Los problemas pueden ser vistos
liderazgo férrea, y con unas fronteras claras, como un síntoma y una respuesta a una inte-
ni demasiado difusas ni demasiado rígidas. racción familiar disfuncional. Tiene especial
Este planteamiento resulta especialmente interés conocer y comprender cómo intentan
útil en el tratamiento de las adicciones en resolver sus problemas una familia, puesto
las que frecuentemente se observa un fun- que consideran que las soluciones intentadas
cionamiento familiar caracterizado por la ineficaces pueden incrementar el problema o
sobreimplicación de uno de los progenitores convertirse en sí mismo en un problema más
del adicto (generalmente el de sexo opuesto) grave. El modelo estratégico plantea que las
y el papel periférico del otro padre. familias actúan de la forma en que lo hacen
El terapeuta estructural trabaja en la bien porque consideran que es la más adecua-
reparación o modificación de los patrones da o porque desconocen otras actuaciones. En
organizativos disfuncionales de forma que estos casos la intervención del terapeuta tiene
permita a las familias desarrollar eficazmente que ir dirigida a interrumpir las soluciones
sus tareas funcionales básicas y afrontar con ineficaces intentadas y proponer un giro de
éxito las tensiones cotidianas que se produ- 180º. Para ello necesitan conocer las creen-
cen. Con la reorganización familiar se espera cias de cada familia, su lenguaje, sus ideas,
que el problema desaparezca. de manera que permita ver el problema a
Tal y como hemos señalado, este modelo través de la visión de sus miembros, y tomar
surge como consecuencia de los intentos de en consideración sus valores y esperanzas
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pues son los que determinan la forma en que El modelo se basa en dos principios
manejan el problema y sus dificultades para generales (Szapocznik, Hervis y Schwartz,
cambiar. 2003; Szapocznik y Williams, 2000):
Desde estos modelos las familias “nor-
males” son definidas como familias muy 1. La familia es un sistema y por lo tanto
flexibles, con un amplio repertorio de con- lo que afecta a un miembro de la familia
ductas para manejar los problemas. Por el afecta a todos los miembros del sistema
contrario, las familias disfuncionales son familiar. Según el enfoque sistémico, el
rígidas y pobres en alternativas. consumo de drogas y otras conductas
En los modelos estratégicos la familia problema que realiza el adolescente son
define lo que es “normal” o “saludable” para síntomas que nos señalan que el sistema
ellos. Esto implica que es la propia familia, familiar funciona inadecuadamente.
junto con el terapeuta la que señala el objetivo 2. Los patrones de interacción familiar
de la terapia que en todo caso es resolver el influyen en el comportamiento de cada
problema que le llevó a consulta. El papel del miembro de la familia.
terapeuta estratégico es definir en términos
comportamentales el problema e iniciar el La intervención del terapeuta se orienta
plan de intervención para cambiar los patro- en el sentido de eliminar dichos patrones in-
nes familiares disfuncionales. teractivos que están directamente vinculados
Uno de los modelos más utilizados en a las conductas que muestra el adolescente
los últimos 25 años y que ha demostrado (abuso de drogas u otras conductas proble-
una cierta evidencia sobre su eficacia en ma). En todo programa de tratamiento se
el tratamiento de adolescentes que usan y persiguen dos objetivos fundamentales: a)
abusan de las drogas es la Terapia Familiar que el adolescente deje de consumir drogas
Breve Estratégica. y cesen las conductas problemáticas y b)
modificar los patrones de interacción familiar
Terapia familiar Breve Estratégica. La que mantienen el síntoma.
Terapia familiar Breve Estratégica es una El enfoque de estratégico breve esta-
intervención breve que se utiliza con adoles- blece que los cambios en las familias con
centes que consumen drogas y que presentan adolescentes consumidores de drogas están
otros problemas de conducta. Su enfoque directamente relacionados con:
se basa en una combinación de las aporta-
ciones de Minuchin (1974), Haley (1976) 1. La calidad de la relación terapéutica
y Madanes (1981) y consiste en una terapia entre el terapeuta y la familia (“alianza
sistémica breve (el tratamiento dura entre 8 y terapéutica”) siendo ésta un importante
24 sesiones, dependiendo de la severidad del predictor de eficacia de la terapia.
problema) y estratégica, es decir, planificada, 2. La utilización de la reestructuración para
focalizada en el problema y pragmática. el cambio en los patrones de interacción
Desde este modelo el uso de drogas es disfuncionales
concebido como una señal de malestar del
funcionamiento familiar y la terapia se va a El terapeuta refuerza comportamien-
centrar en la función que cumple este síntoma tos funcionales para garantizar que sigan
en el sistema familiar. utilizándose y pongan en marcha habili-
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son muy sensibles a las acusaciones del adic- tura sistémico constructivista (Hoffman,
to y muchas veces caen en la autoacusación 1985, 1990, 1996), destacando sobre todo
de tal conducta. el cambio terapéutico resultante de poner el
El modelo de estos autores señala que énfasis sobre los significados compartidos
mediante el consumo de drogas el adicto no por la familia en vez de en las secuencias
está totalmente dentro ni totalmente fuera de conductas, es decir, a estudiar como
de la familia. Es mimado cuando está dentro construyen la conducta diferentes miembros
y se le echa la culpa a la droga cuando está de la familia. Los problemas son explicados
fuera. Es competente dentro de un marco de como mitos familiares, premisas o sistemas
incompetencia como el de la droga. de creencias familiares que son coherentes
con las conductas sintomáticas.
Modelos sistémico-constructivistas Hoffman (1996) destaca las principales
características del enfoque sistémico-cons-
En la década de los años 80 distintos tructivista:
terapeutas sistémicos (Hoffman, 1993;
Sluzki, 1985) han ido adoptando progresi- a) No hay una creencia en la realidad obje-
vamente una perspectiva constructivista, tiva. Los problemas existen en el reino
que ha supuesto un importante cambio: de de los significados.
las secuencias de conducta se ha pasado a la b) Cambio del foco de conductas a ideas.
co-creación del significado. Aunque en sus c) El problema crea el “sistema”. En este
inicios el enfoque sistémico de la terapia fa- punto se postula la inexistencia de una
miliar y de pareja se centró en la circularidad unidad de tratamiento absoluta como el
de las conductas de los distintos miembros de “sistema familiar”, sino que se tiene en
la familia, con la perspectiva constructivista cuenta al grupo de personas que conver-
el interés ha pasado más bien al plano de los san acerca del problema.
significados familiares compartido de dichas d) El terapeuta está por todos y para todos.
conductas (Feixas, 1991). Desde esta posición el terapeuta trata de
Poco a poco el constructivismo se ha encontrar el sentido a todas las posturas
erigido en una nueva postura epistemológica encontradas en el sistema conversacional
que propone que el sujeto (observador) cons- por encima de las posturas personales que
truye activamente el mundo externo y que la tenga, adoptando una postura de neutra-
realidad puede ser interpretada de muchas lidad, pluralidad o multiparcialidad.
formas distintas, de modo que la idea de e) Relativa ausencia de jerarquía. La posi-
adquirir un conocimiento “verdadero” de las ción acerca de la ausencia de una inter-
cosas se convierte en una ilusión (Watzlawick pretación de la realidad más verdadera
1988). Sin embargo, el constructivismo no que otra hace que el terapeuta se coloque
se presenta como una alternativa al modelo como “otro más” en la conversación.
sistémico, sino como una perspectiva que f) Menor énfasis sobre aspectos del poder y
surge de una reflexión epistemológica que del control. Más bien se opta por aquellas
abarca el uso de muchas de las intervenciones posturas terapéuticas que propician un
sistémicas (Neimeyer y Mahoney, 1998) reparto equitativo del control y del poder
Lynn Hoffman describió la evolución que a menudo se atribuye al terapeuta y
del movimiento sistémico hacia una pos- a la terapia.
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En el trabajo con las familias Cirillo parte directamente a nadie, facilitando el acce-
de un aspecto fundamental de teoría de la so a una causalidad compleja que tiene
técnica que caracteriza su modo de operar y en cuenta multiplicidad de elementos:
expresar al mismo tiempo una concepción de educativos, cognitivos, emocionales,
fondo de la familia y de la terapia familiar: la relacionales y sociales.
utilización de la reconstrucción histórica de b) Ofrece a cada uno de los miembros de la
las fases evolutivas del ciclo vital familiar. familia la posibilidad de considerarse par-
Se trata de reconstruir durante las se- te de un sistema sufriente. En particular,
siones pasajes significativos de los acon- da sentido al malestar experimentado por
tecimientos con valor privativo, luctuoso el paciente en su recorrido vital, conec-
o traumático y las relativas vivencias de tándolo con una carencia real sufrida y
los distintos miembros de la familia. Esta permitiendo que sus padres lo reconozcan
reconstrucción atraviesa la mayoría de las en tanto transposición fiel pero agravada
veces todas las fases evolutivas del modelo del sufrimiento experimentado por ellos
etiopatogénico y se focaliza en: mismos en sus familias de origen.
c) Alivia el peso de las “responsabilidades”
1. El malestar padecido (pero minimizado) individuales favoreciendo una mejor
por los padres en las relaciones afectivas colaboración en la terapia, en un clima
con las respectivas familias de origen. de constructiva corresponsabilización
2. Las modalidades a través de las cuales tanto por parte de los padres como del
este malestar ha orientado la selección y paciente.
elección del partner, y el pesado condi- d) Quita al síntoma de la toxicodependencia
cionamiento que éste ha ejercido sobre (y a su cronicidad) la etiqueta de “enfer-
la relación de pareja y sobre su misma medad de la voluntad”, que a menudo se
formación (matrimonio de interés, for- le ha atribuido, dándole un significado
zoso, inexistente). más amplio respecto al mero uso auto-
3. Los efectos que tales elementos han gratificante.
producido sobre el cuidado de los hijos
y del paciente en particular, sea en la El modelo de Bowen
infancia por parte de la madre (cuidado
remedado, supervisión instrumental, Bowen (1978) desarrolló su teoría sobre
abandono) sea en la adolescencia por el sistema emocional familiar y su método
parte del padre. de terapia, basado en el supuesto de que el
funcionamiento familiar altera los patrones
La reconstrucción de la “historia emocio- relacionales pobremente diferenciados, con
nal de la familia y del enredo entre malestar alta ansiedad y reactividad emocional, que
de los padres, a partir de las respectivas fa- con frecuencia generan triangulaciones o
milias, y dificultad de los hijos (transmisión bloqueos de relaciones altamente cargadas.
intergeneracional de la carencia), según Las presiones sobre el sistema familiar, es-
Cirillo: pecialmente las muertes, pueden disminuir la
diferenciación y aumentar la reactividad. Las
a) Permite explorar el síntoma desde una deficiencias en el funcionamiento, o los sín-
óptica trigeneracional que no culpabiliza tomas, pueden estar vinculados y reforzados
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Terapia familiar para consumo de drogas:
revisión y actualizaciones
2003-2010
Cynthia L. Rowe
Hace apenas 15 años, Liddle y Dakof (Journal of Marital and Family Therapy, 1995, 21, 511) llegaron a la conclu-
sión, basándose en los datos disponibles, que la terapia familiar representó un “enfoque prometedor pero no definiti-
vo, para el tratamiento de problemas con las drogas entre los adolescentes y los adultos”. Siete años más tarde, Rowe
y Liddle (2003) revisaron el considerable progreso descrito en esta especialidad con resultados alentadores con mode-
los dirigidos a adolescentes basados en metodologías rigurosas, así como los avances con tratamientos basados en la
familia dirigidos a adultos. Esta revisión actualiza los datos en este campo con especial atención en la investigación
realizada en esos 7 años, las cuestiones transversales, las recomendaciones para nuevas investigaciones y las implica-
ciones prácticas de estos hallazgos. En los últimos estudios, los modelos basados en la familia dirigidos a adolescen-
tes y que tratan la ecología del adolescente y su familia, ofrecen los hallazgos más consistentes y potentes. Los
modelos dirigidos a adultos basados en teorías de cambio de conducta y sistemas también muestran fuertes efectos
con los toxicómanos y sus familias. La conclusión general es que los modelos basados en la familia no son sólo una
alternativa viable del tratamiento de consumo de drogas, si no que en la actualidad están indiscutiblemente reconoci-
dos entre los enfoques más eficaces para el tratamiento de adultos y adolescentes con problemas de drogas.
Epidemiología del consumo de drogas: secundaria (PATS, 2009). La misma encuesta augura
tendencias actuales incrementos adicionales del consumo de drogas en los
próximos años debido a que más estudiantes aprueban
El consumo de drogas sigue siendo un problema de las actitudes y los comportamientos que sostienen el
salud pública de enormes proporciones y se estima que consumo de drogas. Los resultados de otros estudios
4 millones de estadounidenses y sus familias están afec- realizados en el 2009, incluyendo el estudio Monitoring
tadas por los trastornos por consumo de drogas y otros the Future, también suscitan alarma porque está aumen-
3 millones por consumo o dependencia tanto de drogas tando el consumo de marihuana y el consumo general
ilegales como del alcohol (SAMHSA, 2009). de drogas entre los jóvenes, y parece que se están sua-
Aproximadamente el 8% de la población del país de 12 vizando las actitudes sobre el consumo de marihuana.
años o más ha consumido una droga ilegal en el último (Johnston, O'Malley y Bachman, 2009). Del mismo
mes, y hay casi 8.000 consumidores nuevos (“inicia- modo, el SAMHSA (2009) reporta reducciones recientes
dos”) de drogas ilegales cada día (SAMHSA, 2009). en el porcentaje de adolescentes que perciben el consu-
mo regular de marihuana como de alto riesgo, al mismo
Mientras que el consumo de drogas ilegales entre
tiempo que menos adolescentes informan de exposición
los adolescentes disminuyó o se mantuvo relativamen-
a la prevención de drogas. El crecimiento en las tasas de
te estable durante gran parte de la década pasada, los
consumo de drogas entre los adolescentes suscitan pre-
resultados de las últimas encuestas revelan dramáticos
ocupación, ya que el inicio temprano del consumo de
incrementos en un año en el consumo de marihuana
drogas y un incremento del consumo de drogas en el
(19%) y de éxtasis (67%) entre los estudiantes de
Los hallazgos aquí revisados sobre los tratamientos También se han llevado a cabo importantes investi-
basados en la familia de toxicómanos adultos muestran gaciones de los tratamientos basados en la familia sobre
claramente enormes progresos desde el 2002. Nuevos el impacto de la etnicidad, la raza, y los temas cultura-
estudios muestran una significativa esperanza de dife- les en el proceso de tratamiento y los resultados. Por
rentes enfoques basados en la familia para involucrar y ejemplo, esfuerzos previos en el desarrollo de trata-
retener a los consumidores de drogas en el tratamiento miento en MDFT se centraron específicamente en el
mediante la movilización del apoyo y el apalancamien- desarrollo del tema cultural, para fomentar el compro-
to de los miembros de la familia, fuertes efectos de los miso y la participación de la juventud afroamericana
enfoques conductuales que trabajan con parejas y fami- (Jackson-Gilfort, Liddle, Tejeda, y Dakof, 2001). Más
lias para reducir el consumo de drogas, la IPV, y mejo- recientemente, Foster et al. (2009) encontraron que en
rar las relaciones, así como los enfoques integradores la MST, el compromiso del cuidador y la respuesta
diseñado para afectar tanto al consumo de drogas de los positiva durante las sesiones se predecían por las inter-
padres como al funcionamiento de los niños. venciones del terapeuta principal y no se moderaba por
la raza o el emparejamiento racial; sin embargo, los
Sensibilidad de los enfoques para el terapeutas utilizan en general más historias con familias
Tratamiento de Drogas Basados en la Familia para negras y los terapeutas se centraron más en las fortale-
las minorías. Hay una fuerte evidencia, tanto del resul- zas y el refuerzo de los padres cuando estaban racial-
tado del tratamiento como del proceso de investigación, mente desparejados. Estos resultados difieren de un
de que los tratamientos basados en la familia para el estudio que mostró que la similitud étnica de terapeuta
consumo de drogas por adolescentes son sensibles a las y cuidador predecía los resultados de los jóvenes en la
necesidades culturales de una minoría de jóvenes y MST (Halliday-Boykins, Schoenwald, y Letourneau,
familias y son apropiados para una variedad de grupos 2005). Flicker, Waldron, Turner, Brody y Hops (2008)
raciales y étnicos. Por ejemplo, Huey y Polo (2008) demostraron que el emparejamiento étnico impactaba
completaron recientemente una amplia revisión de los en los resultados del consumo de drogas en los hispanos
tratamientos basados en la evidencia para jóvenes de pero no en pacientes anglosajones, en FFT. Flicker,
minorías y designaron a las intervenciones basadas en Turner, Waldron, Brody y Ozechowski (2008) encontra-
la familia como unas de las más eficaces para el trata- ron que desequilibrios en la alianza entre padres y ado-
miento por consumo de drogas y los problemas de con- lescentes predecía el abandono temprano de la FFT para
ducta. En esta revisión, la MDFT fue identificada como las familias hispanas, pero no para las anglosajonas.
el único tratamiento para el consumo de drogas que era
“probablemente eficaz” para adolescentes minoritarios, Sólo algunos tratamientos basados en la familia
y el MST se consideró “posiblemente eficaz”. MST y para toxicómanos adultos han sido validados con pobla-
BSFT también fueron identificados como “probable- ciones minoritarias. El tratamiento basada en la familia
mente eficaz” en el tratamiento de problemas de con- más ampliamente estudiado para adulto drogodepen-
ducta en jóvenes de minorías. En una reciente revisión diente de una minoría étnica y racial es el EMP (Dakof
de las intervenciones basadas en la familia para el con- et al., 2003). El modelo fue diseñado y probado especí-
sumo de drogas en adolescentes, Hogue y Liddle (2009) ficamente con mujeres negras (principalmente africa-
informaron de que 9 de 14 rigurosos ensayos controla- nas, pero también de Haití, Jamaica, y las Bahamas) y
dos de intervenciones familiares reclutaron por lo fue posteriormente validado en el Tribunal de
menos a media muestra minoritaria. Específicamente, Dependencia de Drogas con mujeres negras e hispanas
BSFT, MDFT y FFT han sido validadas con las fami- (Dakof et al., 2010). Más validación de tratamientos
lias hispanas (Liddle et al, 2009, 2011; Santisteban.et basados en la familia para drogadictos adultos con
al, 2006; Waldron et al, 2001). MDFT y MST también minorías es un área importante de estudio.
65
4. Los procesos de cambio en conductas adictivas
el estadio más representativo de los cinco que se proponen, permite evaluar cuándo es posible
que ocurran determinados cambios de intenciones, actitudes y conductas (Tejero y Trujols, 1994).
Los procesos permiten comprender cómo suceden esos cambios, cómo va incrementándose
el nivel de predisposición al cambio. Estos procesos incluyen el conjunto de actividades
encubiertas o manifiestas que una persona suele realizar para modificar o consolidar su nivel
motivacional.
Finalmente, los niveles de cambio ponen de manifiesto hasta qué profundidad es
necesario trabajar con una persona para que pueda iniciarse y consolidarse el cambio, o lo que
es lo mismo qué cambios se necesitan para abandonar o reducir la conducta adictiva.
66
Manual de adicciones para psicólogos especialistas en psicología clínica en formación
e. Dado que no consideran tener ningún problema, cuando acuden a tratamiento lo hacen
presionados, de modo que si lo inician lo hacen con el único objetivo de reducir la presión
bajo la que se encuentran. Si no se trabaja su nivel motivacional, cuando disminuye la
presión externa suelen reinstaurar su estilo de vida previo.
f. Es probable que, en esta fase, la persona se muestre a la defensiva ante cualquier presión
externa hacia el cambio. En esta etapa es importante que el terapeuta sepa manejar la
resistencia del paciente, siendo una buena técnica para ello la entrevista motivacional.
a. En esta etapa los drogodependientes son más conscientes de los problemas derivados de
su conducta adictiva, lo que le ayuda a reevaluarse a nivel cognitivo y afectivo, estando
más abiertos a recibir feedback sobre su consumo de drogas. Incluso pueden valorar
la posibilidad de dejar de consumir, aunque no han elaborado un compromiso firme de
cambio. El cambio se plantea a nivel intencional, pero no se observa ninguna conducta que
manifieste de manera objetiva esa intención cognitiva.
b. El progreso hacia la siguiente etapa requiere cambios respecto a cómo se siente y cómo
valora el estilo de vida vinculado al consumo de drogas.
67
4. Los procesos de cambio en conductas adictivas
c. Representa los cambios más manifiestos y requiere por parte de la persona un compromiso
importante que le exigirá un gran esfuerzo y tiempo.
a. En esta etapa la persona intenta consolidar los logros de la etapa anterior y prevenir una
recaída. El estadio de mantenimiento se inicia a los 6 meses de iniciado el cambio.
b. Puede tener miedo no solo a la recaída, sino también al cambio en sí mismo, porque puede
creer que cualquier cambio puede llevarle a una recaída. La consecuencia inmediata en
estas circunstancias es el retraimiento y búsqueda de la máxima estructuración en su nuevo
estilo de vida.
Una de las aportaciones más significativas del modelo guarda relación con el modo en que se
conceptualiza el avance dentro del proceso de cambio. Es sabido que los drogodependientes no
avanzan a través de las distintas fases de forma lineal, sino que suelen pasar varias veces por la
misma fase hasta que consiguen mantenerse abstinentes. Esto viene a reflejar que los pacientes
recaen, en la mayoría de ocasiones, varias veces hasta que consiguen dejar de consumir drogas
definitivamente. Hay distintos modos de representar gráficamente el modelo para explicar
precisamente esta cuestión, pero probablemente la figura que mejor representa lo que sucede
es una espiral, porque aunque los pacientes pasan varias veces por las fases, ninguna de esas
experiencias es exactamente igual a la anterior (Figura 4.1). Esto es, los periodos de consumo y
abstinencia son diferentes entre sí, de modo que es precisamente el análisis de estas diferencias
lo que le permite al paciente identificar su posición y avance respecto a periodos anteriores por
los que ya ha pasado.
68
Manual de adicciones para psicólogos especialistas en psicología clínica en formación
Figura 4.1. Estadios del Modelo transteórico del cambio de Prochaska y DiClemente (1982).
La recaída ocurre cuando las estrategias que emplea la persona para mantener su
estado de abstinencia del consumo de drogas fallan. Generalmente, en esta fase presenta
sentimientos de culpa, de fracaso y posible desesperanza, lo que suele afectar negativamente
a su autoeficacia.
Se sabe que las recaídas en el consumo de drogas son una parte del proceso de cambio
antes de lograr el abandono definitivo del consumo de drogas. Afortunadamente, la recaída no
siempre lleva a los pacientes a abandonar el tratamiento, sino que los sitúa en una fase que les
permite continuar reciclándose y preparándose para continuar nuevamente el cambio iniciado.
Son muy pocos los pacientes que regresan al estadio de precontemplación. No cabe duda que
para que esto suceda deben proporcionarse las mejores condiciones en la relación terapéutica,
de modo que paciente y terapeuta desarrollen su trabajo coordinadamente y de acuerdo con
objetivos ajustados a la fase en que se encuentra el paciente.
Para el enfoque de Prochaska y DiClemente (1992, 1993), es poco probable que una
persona pueda desvincularse completamente de todo lo que implica su conducta adictiva, ya
que para ellos la finalización se alcanza cuando se cumplen dos criterios:
1. Cuando ya no existe deseo de consumir drogas en cualquier situación problema.
2. La autoeficacia (entendida como la confianza y seguridad de no consumir drogas en
cualquier situación) es del 100%.
69
4. Los procesos de cambio en conductas adictivas
Prochaska y Prochaska (1993) definen los procesos de cambio como “una actividad iniciada
o experimentada por un individuo que modifica el afecto, la conducta, las cogniciones o las
relaciones interpersonales”. Estos procesos, que incluyen tanto actividades cognitivas como
conductuales, ayudan a los sujetos a avanzar en el proceso de modificación de su hábito adictivo.
3. Reevaluación ambiental. Consiste en una valoración del impacto que está teniendo el
consumo de drogas en la gente que le rodea y en las relaciones interpersonales y cómo
cambiarían si dejara de consumir drogas.
6. Liberación social. La capacidad de toma decisiones aumenta también por la toma de conciencia
de la representación social de la conducta adictiva y de la voluntad social de combatirla.
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Manual de adicciones para psicólogos especialistas en psicología clínica en formación
Alivio dramático
Reevaluación ambiental
Auto-reevaluación
Auto-liberación
Manejo contingencias
Relaciones de ayuda
Contracondicionamiento
Control de estímulos
71
4. Los procesos de cambio en conductas adictivas
Aumento de la
concienciación
Alivio dramático
Auto - Auto -
reevaluación reevaluación
Reevaluación Reevaluación
ambiental ambiental
Balance Balance
decisional decisional
Procesos
de cambio Autoeficacia Autoeficacia Autoeficacia Autoeficacia
más Autoliberación Autoliberación Autoliberación
relevantes
Control de Control de Control de
estímulos estímulos estímulos
Manejo de Manejo de
contingencias contingencias
El modelo de Prochaska y Diclemente (1992, 1993) propone cinco niveles de intervención que se
encuentran interrelacionados de modo que los cambios en uno de ellos repercuten en el resto. Los
niveles son: síntoma/situación, cogniciones desadaptativas, conflictos interpersonales actuales,
conflictos sistémicos/familiares y conflictos intrapersonales. Los distintos niveles de cambio de
los problemas psicológicos susceptibles de ser tratados siguen una organización jerárquica.
72
Manual de adicciones para psicólogos especialistas en psicología clínica en formación
Se recomienda desde este modelo comenzar a intervenir por el primer nivel, síntoma/
situación por varias razones: el cambio en este nivel es más fácil de conseguir, habitualmente
corresponde con la demanda principal de los pacientes convirtiéndolo en el objetivo principal
por el que acuden a tratamiento, es un nivel de intervención que le exige al paciente menos
inferencias y por tanto es un nivel de cambio con más conciencia por parte del paciente.
No obstante, aunque se comience por intervenir en el primer nivel por las razones
expuestas, las intervenciones terapéuticas deben dirigirse a todos los niveles de cambio para
incrementar el éxito de las mismas.
73
4. Los procesos de cambio en conductas adictivas
9. Técnicas cognitivas. Son útiles tanto para los procesos de cambio experienciales
como conductuales. Incrementa los procesos de aumento de la concienciación,
autorreevaluación, reevaluación ambiental, autoliberación, contracondicionamiento y
manejo de contingencias.
11. Clarificación del rol. Es una técnica utilizada para abordar los conflictos entre
compañeros de trabajo cuando alguno de ellos es también consumidor de drogas. El
paciente aprende a identificar el rol que ocupa y cómo el consumo de drogas puede
afectarle en este aspecto. La técnica incrementa el proceso de cambio de reevaluación
ambiental.
15. Evaluación y feedback. La evaluación en sí misma no es una técnica terapéutica pero sumada
al hecho de proporcionar feedback le ofrece a los pacientes la oportunidad de observar de
forma más realista la verdadera extensión de su consumo de drogas. Mejora los procesos
de cambio de aumento de concienciación de la verdadera extensión de su problema.
74
Manual de adicciones para psicólogos especialistas en psicología clínica en formación
Los estadios de cambio pueden evaluarse de diferentes maneras: una medida categorial
o discreta del estadio en el que se encuentra el sujeto a partir de preguntas excluyentes
entre sí, o una medida continua obtenida a partir de escalas o instrumentos como el URICA
(McConnaughy, Prochaska y Velicer, 1983; Trujols, Tejero y Bañuls, 2003) o el SOCRATES-7D
(Miller et al., 1990; Miller y Tonigan, 1996). Se presta especial atención a la evaluación continua
o evaluación de la motivación como un proceso, al ser acorde con el planteamiento motivacional
actual. Además, tal como la evidencia científica permite referenciar “los niveles motivacionales
no son categorías independientes: Nivel de evidencia 2” (Becoña et al., 2008), lo que viene a
confirmar la necesidad y adecuación de no limitar esta información a un nivel dicotómico por
ser demasiado restrictivo o simple. A todo ello hay que añadir el que la perspectiva procesual
proporciona al profesional más información para poder planificar el trabajo clínico a realizar.
La principal diferencia entre los dos instrumentos enunciados radica en que el SOCRATES-
7D incluye cuestiones específicas sobre uso de alcohol u otras drogas, mientras que el URICA
pregunta de una manera más general sobre el “problema” del cliente y su posible cambio.
Existen otros cuestionarios más breves que los anteriores también diseñados para
identificar estadios de cambio, pero que se cuestionan por diferentes razones. Uno de estos
instrumentos es el RCQ (Readiness to Change Questionnaire) de 12 ítems, en el que se clasifica
el nivel motivacional de los pacientes en tres niveles: precontemplación, contemplación y
acción. Pero en este caso destaca especialmente la dificultad que manifiestan los pacientes en
la comprensión de enunciados así como las dificultades que presenta su sistema de corrección,
lo que hace desaconsejable su utilización (Rodríguez-Martos et al., 2000).
En estos momentos tan sólo se dispone de un instrumento que permite evaluar los
procesos de cambio, el cual se ha realizado para dependientes de opiáceos (IPC-AH, Trujols,
Tejero y Casas, 1997). A pesar de ello, varios profesionales lo utilizan con carácter general, con
las limitaciones metodológicas que esto puede suponer. Consta de 40 ítems en los que cada
proceso queda representado por 4 ítems. En Tejero y Trujols (2003) pueden encontrarse algunos
de estos instrumentos adaptados a cocainómanos.
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4. Los procesos de cambio en conductas adictivas
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4. Los procesos de cambio en conductas adictivas
Nivel de Los procesos de cambio de carácter cognitivo son más utilizados por sujetos que progresan de
evidencia 2 precontemplación a contemplación.
No se observan diferencias en los procesos de cambio entre las personas que avanzan y las
que no lo hacen desde el estadio de contemplación al de preparación.
Nivel de El éxito en la progresión entre estadios se relaciona con la correcta utilización de los procesos
evidencia 3 de cambio en cada momento. Se ha constatado que es más útil utilizar los procesos de cambio
de componente cognitivo en las etapas de precontemplación a preparación, mientras que los
conductuales a partir del estadio de acción.
Existe una heterogeneidad de sujetos dentro de cada uno de los estadios. Existe disparidad
entre la clasificación de estadios y su definición operativa.
En la predicción del abandono del tratamiento entre adolescentes consumidores, sólo destaca
el estadio de precontemplación.
Nivel de evidencia 1. Ensayos clínicos controlados, aleatorizados y bien diseñados, o bien, metaanálisis.
Nivel de evidencia 2. Ensayos clínicos que tienen pequeñas limitaciones metodológicas.
Nivel de evidencia 3. Estudios descriptivos, comparativos y de casos controles.
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80
Capítulo 5
La entrevista motivacional en
las conductas adictivas
1. ASPECTOS GENERALES
La Entrevista Motivacional (EM) (Miller y Rollnick, 2002) representa un estilo de relación entre
paciente y terapeuta. Con él se trata de promover la motivación en el cliente, animándole a
explorar las razones y valores propios que justifican y pueden promover el cambio de su conducta
adictiva, todo ello en un clima de empatía y cordialidad, exento de juicios moralizantes.
Consiste en una evolución de la terapia centrada en el paciente que combina un estilo
terapéutico empático y de apoyo (Rogers, 1959) con un método claramente directivo que trata
de resolver la ambivalencia que muestra el paciente ante cualquier cambio. También asume la
teoría de la autopercepción de Bem (1972), según la cual las personas tienden a comprometerse
con lo que ellos mismos defienden, motivo por el cual la EM explora las razones que da el
paciente para cambiar (Hettema, Steele y Miller, 2008), enfatizando su autonomía, el cómo,
cuándo o si es adecuado cambiar.
Es un método especialmente útil con pacientes que muestran baja motivación o que están
poco predispuestos o preparados para afrontar un cambio en su conducta adictiva y en los que
es frecuente la reticencia, oposición o ambivalencia ante el mismo. Con la EM se pretende
ayudarles a resolver la ambivalencia, generando una apertura hacia el cambio y preparando el
terreno para un trabajo terapéutico posterior.
Se puede utilizar como una intervención única, pero lo más frecuente es aplicarla de forma
adicional, previo al inicio de cualquier tratamiento (Hettema et al., 2008). De esta manera se
consigue un efecto más prolongado en el tiempo que suele explicarse por el influjo que la EM
ejerce sobre la abstinencia (Ball et al., 2007; Brown y Miller, 1993; Burke, Arkowitz y Menchola,
2003; Daley, Salloum, Zuckoff, Kirisci y Thase, 1998; Hettema et al., 2008), la retención y la
81
5. La entrevista motivacional en las conductas adictivas
adherencia al tratamiento (Aubrey, 1998; Bien, Miller y Boroughs, 1993; Carroll et al., 2006).
En el caso del alcohol, drogas y ejercicio-dieta su eficacia ha llegado a mantenerse incluso
cuatro años después del tratamiento (Burke et al., 2003).
Se plantean cuatro grandes principios clínicos que subyacen a la EM y que están presentes
a lo largo de las dos fases que la conforman: el incremento de la motivación de cambio y la
consolidación del compromiso de cambio (Miller y Rollnick, 2002). La Fase I suele ser lenta
y con muchos altibajos, mientras que la fase II, aunque puede contar con imprevistos, suele
mostrar un ritmo más rápido y agradable. Los cuatro principios clínicos son:
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Manual de adicciones para psicólogos especialistas en psicología clínica en formación
Diversos estudios experimentales han mostrado el influjo positivo que tiene que el
terapeuta exprese empatía sobre el resultado del tratamiento, incluso a largo plazo (Miller y
Baca, 1983; Miller y Rose, 2009; Valle, 1981).
2) Fomentar la discrepancia. Un objetivo importante en la EM es aumentar la motivación
intrínseca del paciente, de manera que el cambio surja de dentro más que se imponga desde
fuera. Para poder conseguirlo se intenta crear y potenciar, en el paciente, una discrepancia
entre la conducta actual y la consecución de objetivos personales en un futuro más o menos
inmediato. Esta concienciación es la que permite incrementar la probabilidad de que ocurra el
cambio. En un plano secundario quedan las motivaciones externas (p. ej., presión de la pareja,
amenaza de desempleo o controles judiciales).
3) Trabajar la resistencia. La EM trata de evitar los enfoques que provocan o incrementan
la resistencia por parte del paciente. Por este motivo, aunque se trata de un enfoque
intencionalmente directivo, no es confrontativo.
Se asume desde un principio que ante cualquier cambio la persona suele mostrar bloqueo,
dudas y ambivalencia, considerándose un estado normal y no un rasgo patológico o defensivo.
Si ante esta actitud el terapeuta opta por la discusión directa o por una postura autoritaria
se refuerza la oposición o resistencia al cambio por parte del paciente. Si por el contrario, el
terapeuta opta por la escucha empática y la conversación basada en la mutua colaboración,
facilitará que el paciente piense y decida si necesita abandonar o modificar su conducta
adictiva. Es por este motivo por el que se asume que la resistencia está en parte motivada por la
conducta del terapeuta (Miller y Sovereign, 1989), estando en sus manos el poder reconducirla.
Aceptar la resistencia supone implicar al paciente de forma activa en el proceso de resolución
de sus problemas al considerarlo una persona capacitada para ello. Así, el terapeuta no impone su
punto de vista, ni sus objetivos, ni da soluciones a lo que plantea el paciente. La tarea del terapeuta
consiste en formular preguntas, dudas…, que permitan al paciente llegar a considerar alguna
información que hasta el momento no tenía un peso relevante dentro de sus decisiones.
4) Reforzar la autoeficacia. La autoeficacia es un elemento clave en la motivación para el
cambio (Bandura, 1977, 1982, 1997; Rogers y Mewborn, 1976) y un buen predictor del resultado
favorable a obtener en cualquier tratamiento de la conducta adictiva (Condiotte y Lichtenstein,
1981; DiClemente, 1981; DiClemente, Prochaska y Gilbertini, 1985; Godding y Glasgow, 1985;
Solomon y Annis, 1990; Wilkinson y LeBreton, 1986).
Con los cuatro principios anteriores (Miller y Rollnick, 2002), el terapeuta puede ayudar
a una persona a ser consciente de que tiene un problema, pero si ésta no tiene esperanza de
lograr cambiar, no hará ningún esfuerzo. Por este motivo uno de los objetivos de la EM, y
de cualquier enfoque terapéutico, consiste en aumentar la percepción del paciente sobre su
capacidad para hacer frente a los obstáculos y tener éxito en el cambio (Miller, 1983).
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5. La entrevista motivacional en las conductas adictivas
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Manual de adicciones para psicólogos especialistas en psicología clínica en formación
Todas estas respuestas suponen un tipo de relación desigual entre terapeuta y paciente,
fomentando una actitud pasiva por parte del paciente ante el cambio de su conducta. En todos
los casos, en lugar de fomentar que el paciente resuelva su ambivalencia, se le exige enfrentarse
al obstáculo y tomar de manera prematura una solución.
La reflexión no es un proceso pasivo, ya que el terapeuta la utiliza para reforzar algunos
aspectos de lo que una persona dice e ignorar otros, o para modificar levemente su significado.
Además, al transmitir en una frase lo que se cree que ha dicho la persona se comprueba, y no
se asume, que es eso lo que ha querido decir el paciente. En este caso hay que tener cuidado
con la trampa del énfasis prematuro. Si el terapeuta presiona con demasiada rapidez a fin de
centrar la discusión, o si el paciente y terapeuta se centran en diferentes temas, el paciente
puede distanciarse y ponerse a la defensiva. Una posible solución a esta trampa es empezar con
las preocupaciones del paciente.
Otro obstáculo frecuente en esta etapa es centrarse en la búsqueda de culpables de la
situación que se vive. Habitualmente esto se afronta con la reflexión y la reformulación y dejando
claro que lo que interesa no es saber quién es el responsable de lo ocurrido sino más bien qué
es lo que le está preocupando al paciente y lo que considera que puede hacerse para resolverlo.
3.3. Afirmar
Es útil afirmar y apoyar al paciente durante el proceso terapéutico utilizando comentarios
positivos y frases de aprecio y comprensión.
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5. La entrevista motivacional en las conductas adictivas
4. EL AFRONTAMIENTO DE LA RESISTENCIA
La resistencia es una conducta observable que indica que el paciente no está siguiendo el curso
normal de la terapia. Es la forma que el paciente tiene de decirle al terapeuta “no estoy de
acuerdo con usted”, de modo que surge en gran parte debido al tipo de interacción que se
establece entre terapeuta y paciente. Cuando no se maneja bien la interacción con el paciente,
es frecuente la aparición de resistencias. Éstas pueden aparecer en cualquier momento de la
86
Manual de adicciones para psicólogos especialistas en psicología clínica en formación
relación, pero es muy frecuente al inicio cuando se intenta establecer una relación empática
adecuada. En cualquier caso, su presencia es el resultado de que el terapeuta haya asumido la
responsabilidad del cambio, dejando al paciente en un plano pasivo. En este caso, cuanto más
confronte el terapeuta al paciente, más resistencia y reactancia al cambio se observará por su
parte (Miller y Sovereign, 1989), manifestándolo en forma de comentarios de “no problema”.
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5. La entrevista motivacional en las conductas adictivas
4) Cambio de tema. Cuando la sesión gira en torno a un tema muy difícil que facilita la
resistencia, en ocasiones merece la pena desviar la atención del paciente, dándole la vuelta al
problema en lugar de saltar por encima de él.
5) Acuerdo con un giro. Ofrecer un acuerdo inicial pero con un leve giro o cambio de
dirección.
Una vez que la persona llega al final del estadio de contemplación o de determinación, sería
conveniente no dejar pasar mucho tiempo sin que iniciase el cambio. Hay que tener en cuenta
que el reconocimiento de una discrepancia importante es demasiado incómodo para mantenerlo
durante mucho tiempo. Si el cambio no se inicia, es probable que la persona empiece a utilizar
defensas que le permitan disminuir ese malestar (racionalización, minimización, negación,
olvido, proyección, etc.).
2. Disminuyen las preguntas sobre el problema. Parece tener información suficiente sobre
su problema y deja de preguntar.
4. Se incrementan las preguntas sobre el cambio. Pregunta qué es lo que podría hacer con
el problema, cómo cambian las personas si así lo deciden, o algo similar.
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Manual de adicciones para psicólogos especialistas en psicología clínica en formación
5. Imagina el futuro. Empieza a hablar sobre cómo podría ser la vida después del cambio, o
a prever dificultades que podrían surgir o comentar las ventajas de un cambio.
6. Experimenta diferentes vías. Es posible que pruebe algunos enfoques posibles (p. ej, estar
sin beber algunos días, leer un libro de autoayuda…).
Las estrategias apropiadas para fortalecer el compromiso, una vez el paciente ha entrado
en la última etapa de contemplación y parece tener la motivación suficiente para seguir hacia
la etapa de acción, son todas las que oscilan entre los dos extremos a evitar: sobreprescripción–
directividad insuficiente.
1) Recapitulación. Resumir la situación actual del paciente, tal como ha sido explicada
y consensuada hasta ese momento. Se recomienda iniciar el resumen con un comentario que
informe del objetivo que se tiene: integrar todo lo que se ha comentado, a fin de plantearse
qué hacer a continuación.
-- Un resumen de las percepciones del paciente sobre el problema tal y como se expresa
en sus afirmaciones automotivadoras.
-- Una revisión de todos los datos objetivos que tiene con respecto a la presencia de
riesgos y problemas.
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5. La entrevista motivacional en las conductas adictivas
Las preguntas clave son preguntas abiertas que hacen que el paciente piense y hable
sobre el cambio (p. ej., ¿qué es lo que usted cree que tiene que cambiar? ¿Cómo le gustaría que
fueran las cosas a partir de ahora? …). El tema central de estas preguntas es aclarar el paso a
seguir. Normalmente estas preguntas se formulan inmediatamente tras la recapitulación, pero
pueden ser útiles a lo largo de toda la fase II.
Las respuestas del paciente a estas preguntas surgen con la reflexión. Esto sirve tanto
para clarificar sus pensamientos y estimular un análisis posterior, como para reforzar sus
afirmaciones automotivadoras y para hacer frente a la resistencia que pueda surgir.
3) Información y consejo. El terapeuta tiene que esperar a que se le solicite de forma
directa. Además, tiene que moderar todas las sugerencias intentando, si es posible, dar un
consejo no personal para que el paciente juzgue cómo se ajusta a su situación. También puede
ofrecer un conjunto de opciones y no sólo una.
4) Negociar un plan. A través de las respuestas del paciente a preguntas clave y el aporte
de información y consejo por parte del terapeuta, se puede empezar a diseñar un plan para
cambiar que implica: establecer los objetivos, considerar las opciones y trazar un plan.
- Establecer los objetivos. Empezar por objetivos hacia los que el paciente se muestre más
entusiasta para continuar progresando. Pueden sugerirse unos objetivos adicionales que se
considere importantes para su bienestar o para los esfuerzos por cambiar.
- Considerar las opciones de cambio. Presentar al paciente todas las opciones terapéuticas
que existen y prepararle para que si escoge una estrategia no apropiada y fracasa no se desaliente
y lo vea como parte normal de la recuperación. Es importante preguntarle al paciente si tiene
alguna pregunta sobre cada opción pero reservar la negociación y elección hasta que se haya
revisado el conjunto de enfoques posibles.
- Trazar un plan. Es útil rellenar una hoja de plan de cambio que resuma las respuestas
del paciente ante temas como: Plan de Acción / Cuándo / Persona y posibles formas de ayuda.
Tras especificar esto se resume un plan que se adecue al máximo a los objetivos, necesidades,
intenciones y creencias del paciente.
5) Provocar el compromiso. Esto implica conseguir la aprobación del paciente y la aceptación
del plan y también decidir los pasos inmediatos que hay que dar para llevarlo a cabo. Es importante
preguntar qué reticencias tiene con este plan y utilizar las estrategias de la Fase I para resolver la
ambivalencia. El compromiso para con el plan se puede potenciar haciéndolo público.
Si el cónyuge participa en las sesiones, se negociarán los pasos específicos para delimitar
cuál puede ser su papel a la hora de introducir el plan. Lo importante es llegar a un plan claro,
obtener la decisión verbal del paciente de seguir el plan, potenciar la decisión de éste e iniciar
los pasos inmediatos para introducir el plan. Si un paciente no está preparado para realizar
90
Manual de adicciones para psicólogos especialistas en psicología clínica en formación
91
5. La entrevista motivacional en las conductas adictivas
Además, no era la frecuencia sino más bien la fuerza del lenguaje del compromiso,
y más particularmente, el patrón de compromiso a lo largo de la sesión, la que predecía
los resultados de conducta, en este caso, ausencia de drogas. Deseo, capacidad, razones y
necesidad no predecían cambio, pero todos predijeron la emergencia de compromiso que a su
vez pronosticaba el cambio.
Estos datos psicolingüísticos apoyan la conexión entre el discurso del paciente durante
la sesión y los resultados post tratamiento. El nivel de motivación del paciente al inicio de una
sesión de EM no se relacionaba con el resultado; era la fuerza del compromiso durante los
minutos finales de la sesión la que predecía más fuertemente el cambio de conducta (Amrhein
et al., 2003).
92
Una mirada a la legislación penal sobre las drogas en argentina
desde la perspectiva de la salud mental
Florencia Serena y Raúl Ángel Gómez
“La verdad, señora, es que no hay drogas buenas y malas, sino usos sensatos e insensatos
de las mismas (como pasa con las armas de fuego, la energía nuclear y tantas otras cosas), que el
uso sensato es infinitamente más probable cuando no hay mercado negro y que la ilegalización
estimula toda suerte de abusos. (Escohotado, A. 1989)
Introducción
El debate sobre la legislación de las drogas es un tema de indudable
trascendencia en el mundo contemporáneo, al menos por los siguientes tres
motivos: por un lado, por cuanto el abuso de sustancias psicoactivas y el
narcotráfico son problemas que enfrentan la mayor parte de las sociedades
contemporáneas. De otro lado, por cuanto las políticas dominantes, fundadas en
el llamado “prohibicionismo” y en estrategias de derecho penal máximo, se
encuentran fuertemente cuestionadas, no sólo por su ineficacia sino por el
sufrimiento que han ocasionado. Adicionalmente, porque este debate permite a su
vez volver a reflexionar sobre un tema, que no por clásico deja de ser relevante, y
es el relativo a la justificación de la penalización de un comportamiento en una
sociedad democrática (Uprymny, 2003).
Una revisión más o menos exhaustiva tanto de los antecedentes como de
las condiciones (discursivas, ideológicas y políticas), bajo las cuales se ha
materializado la legislación argentina que regula penalmente los comportamientos
relacionados con el consumo de drogas, aparece como una condición necesaria a
hora de examinar los modelos de abordajes presentes en esta temática.
Las drogas y sus consumidores son “objeto” de una ley penal (Ley 23.737)
confiriendo al usuario el doble estatuto de enfermo y delincuente; tal como veremos
más adelante esta doble condición es insoslayable a la hora de pensar las
intervenciones posibles desde una lógica asentada en la salud mental.
La posibilidad de historizar y contextualizar el origen y desarrollo del marco
regulatorio legal de los comportamientos y situaciones relacionadas con las drogas,
su uso y consecuencias incorpora la posibilidad de una problematización
desnaturalizante de la dimensión jurídica-política de las cuestiones relacionadas
con el consumo de sustancias psicoactivas (Slapak & Grigoravicius, 2006).
En el mismo sentido la revisión de los “vaivenes” judiciales que se han dado
en los últimos treinta años, los cuales se han reflejado en fallos emblemáticos,
dando cuenta de las diferentes interpretaciones que la norma legal puede tener,
sirve a modo de “mapa histórico” de un debate que excede lo jurídico entrando de
lleno en ámbito de las prácticas atinentes a la salud mental y sus marcos
normativos regulatorios.
Como decíamos en el capítulo 1 la meta global explícita de este texto es
generar los insumos y herramientas para desarrollar en los profesionales de la
salud mental una mirada crítica y “deconstructiva” del paradigma dominante y
hegemónico en la temática de las drogas y los consumos problemáticos.
El objetivo de este artículo es dotar al lector de herramientas para realizar
un análisis crítico de la legislación argentina vigente en materia de drogas,
revisándola desde una perspectiva histórica-política y en este marco reflexionar
sobre las implicancias de la ley 23.737 en el rol profesional del psicólogo.
Ley 23.737
Argentina está vinculada a la obligación internacional de sancionar el tráfico
de estupefacientes prohibidos por la red de Tratados Internacionales. Existe una
distribución internacional del control social y nosotros ocupamos una posición
de un país de poco consumo en cuanto a los volúmenes internacionales de este
tráfico. Es país de paso, de lavado y de inversión de capitales lavados (Zaffaroni,
1994).
En Argentina, dentro del marco de “La Guerra contra las Drogas”, se
encuentra vigente la Ley 23.737 sobre TENENCIA Y TRÁFICO DE
ESTUPEFACIENTES, sancionada en 1989. La actual ley de estupefacientes
modificó y derogó parcialmente a la ley 20.771.
La ley de Estupefacientes, actualmente en vigencia, surge a partir de un
proyecto del Diputado radical Lorenzo Cortese, siendo sancionada el 21 de octubre
de 1989 y estableciendo un régimen legal sobre estupefacientes. Tipifica entre
otras conductas penalizables, la tenencia simple, la tenencia para consumo
personal y la tenencia con fines de comercialización, las cuales castiga con un
sistema mixto que incluye la aplicación de penas y medidas de seguridad.
La ley 23.737 prevé medidas de seguridad curativas y educativas como
alternativa a la pena privativa de la libertad para quienes se consideren usuarios
de drogas. En su articulado se combinan y complementan estrategias punitivas
como la cárcel, con medidas terapéuticas y tratamientos de diversa índole
plasmando en el proceso de hibridación sanitario/punitivo inaugurado en la
modificación del Código Civil de 1698 (Slapak & Grigoravicius, 2006; Sánchez
Avilés, 2014).
Algunos autores, desde una mirada crítica, han señalado que la ley 23.737,
por la vía del tratamiento compulsivo, instaura una detención del consumidor por
tiempo indeterminado, bajo control judicial, pero de acuerdo con recomendaciones
de peritos (médicos, psiquiatras, psicólogos, asistentes sociales, etc.). De manera
que la ley impone al profesional de la salud mental a cumplir funciones no sólo de
orden sanitario, sino también -y esto es remarcado como muy alarmante- de agente
de control social (Hurtado, s/d; Slapak & Grigoravicius, 2006).
En la misma dirección crítica y tomando algunas de las estadísticas oficiales
de nuestro país, se señala, por ejemplo, que la infracción a la Ley de
Estupefacientes 23.737 se ha convertido en la primera causa de arresto entre las
mujeres en nuestro país; de acuerdo a Rossi (2001) este fenómeno había
alcanzado en 1998 a más del 51% de las mujeres detenidas.
A partir de estos datos se afirma que cuando un hecho ilícito se eleva como
causa principal de las condenas y, al mismo tiempo, crece su incidencia en lugar
de disminuir con la prohibición y la represión, cabe pensar que la legislación y sus
procedimientos encubren procesos de control social condicionados por la moral
vigente (Slapak & Grigoravicius, 2006).
La definición de estupefacientes del Código Penal Argentino en el título 13
“Significaciones de conceptos empleados en el Código” comprende los
estupefacientes, psicotrópicos y demás sustancias capaces de producir
dependencia física o psíquica que se incluyan en la lista que elabora la autoridad
sanitaria nacional. Manteniendo la ambigüedad que señalábamos en el apartado
anterior para la ley 20.771.
Entendemos por “Bien Jurídico” (…) aquel bien que el derecho ampara o
protege. Su carácter deviene de la creación de una norma jurídica que prescribe
una sanción para toda conducta que pueda lesionar dicho bien. Sin la existencia
de esta norma, que tiene que estar vigente y ser eficaz, el bien pierde su carácter
jurídico (Garrone, 2008).
“En lo jurídico siempre es importante determinar cuál es el bien jurídicamente
tutelado y en el caso de que hubiere más de uno establecer el orden de
preeminencia (Marckinson, 1996). En el caso de la Ley 23.737, el bien jurídico es
la “Salud Pública”, a lo cual luego se le agregará el bien jurídico “Seguridad Pública”.
Por esto, los aspectos legales de las drogas (tenencia, consumo, distribución,
suministro, tráfico) fueron vinculados alternativamente con la salud pública, la vida,
la libertad, la intimidad, la defensa nacional y la defensa de la familia (Mackinson,
1996).
Vaivenes judiciales
Se entiende por “Jurisprudencia” (…) la reiterada y habitual concordancia de
las decisiones de los organismos jurisdiccionales del Estado sobre situaciones
jurídicas idénticas o análogas (Garrone, 2008). Se pueden clasificar distintos tipos
de jurisprudencia, pero a los fines de este artículo es preciso definir también el
concepto de “Jurisprudencia Derogatoria” entendida como (…) la que elabora el
régimen a que ha de sujetarse cierta situación, contraviniendo lo dispuesto por la
ley (Garrone, 2008).
Estos conceptos son de suma utilidad a la hora de entender lo que se
conoce como vaivenes judiciales. En el caso de la Ley 20.771 y la ley 23.737
encontramos casos de jurisprudencia y jurisprudencia derogatoria.
Bajo la vigencia de la ley 20.771, reseñamos dos antecedentes que ilustran
las posturas antagónicas en relación a la interpretación de la norma: