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Susurros en la Oscuridad

Susurros en la Oscuridad JQ

En lo profundo del bosque, en una cabaña solitaria, vivía un anciano llamado Edmund.
Aunque su presencia solía inquietar a los lugareños, nadie se atrevía a acercarse lo suficiente
para descubrir sus secretos. Los rumores hablaban de que Edmund practicaba artes oscuras y
que estaba en contacto con fuerzas más allá de la comprensión humana.

Una noche, un grupo de jóvenes valientes decidió desafiar los cuentos y aventurarse hacia la
cabaña de Edmund. Armados con linternas y una mezcla de curiosidad y miedo, entraron en
el oscuro bosque. La luna apenas se asomaba entre las nubes, arrojando sombras retorcidas
que parecían cobrar vida.

La cabaña de Edmund estaba en peor estado de lo que habían imaginado, su madera


carcomida por el tiempo y la intemperie. Las ventanas rotas permitían que el viento aullara
como un espectro solitario. Tragando saliva, uno de los jóvenes golpeó tímidamente la
puerta. El sonido resonó en la quietud de la noche, seguido por un escalofriante silencio.

La puerta se abrió con un chirrido. Ante ellos estaba Edmund, vestido con ropas oscuras y
una expresión inescrutable en su rostro arrugado. Aunque su apariencia era la de un anciano,
sus ojos brillaban con una intensidad que parecía trascender la edad.

Edmund los invitó a entrar con un gesto de su mano huesuda. La cabaña estaba repleta de
extrañas antigüedades, libros polvorientos y objetos que parecían tener un propósito
misterioso. Mientras los jóvenes observaban con cautela, Edmund comenzó a relatar
historias de un tiempo en el que los espíritus caminaban junto a los vivos y las sombras
tenían vida propia.

A medida que pasaba la noche, los jóvenes empezaron a sentirse incómodos. Los susurros
del viento parecían transformarse en voces que murmuraban en sus oídos. Las sombras
danzaban en las paredes como figuras distorsionadas. Un miedo profundo comenzó a
arraigarse en sus corazones, pero se sentían atrapados por la presencia imponente de
Edmund.

Cuando el reloj marcó la medianoche, Edmund se detuvo abruptamente y fijó su mirada en


ellos. Sus ojos brillaban con una luz que parecía provenir de otro mundo. "Veo la oscuridad
en vuestros corazones", susurró, con una voz que resonó en sus mentes como un eco
escalofriante.

En ese momento, los jóvenes sintieron como si sus almas fueran atrapadas por una fuerza
invisible. Intentaron huir, pero sus cuerpos se negaron a obedecer. Los susurros se
intensificaron, llenando sus mentes con pensamientos oscuros y terribles. Las sombras
comenzaron a enredarse a su alrededor, envolviéndolos en un abrazo gélido.

La última cosa que recordaron fue la risa siniestra de Edmund, mezclada con los susurros que
los consumían. Desde esa noche, nunca más se supo de los jóvenes que desafiaron los
secretos de la cabaña de Edmund. La gente del pueblo continuó hablando de sus
desapariciones, advirtiendo a todos que no se acercaran al bosque en busca de respuestas.

La cabaña de Edmund siguió en pie, su oscuridad y misterio intactos. Las sombras y los
susurros permanecieron, atrapados en el tejido mismo del lugar, esperando a aquellos lo
suficientemente valientes o insensatos como para adentrarse en lo desconocido.

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