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En una antigua mansión en lo profundo del bosque, vivía un hombre solitario llamado Edgar. La
gente decía que tenía habilidades oscuras y secretos tenebrosos. Una noche, un grupo de
jóvenes valientes decidió visitar la mansión para comprobar si los rumores eran ciertos.
De repente, la mansión empezó a estremecerse y las luces parpadearon. Los jóvenes se dieron
cuenta de que habían liberado algo aterrador. Sombras se movían en las paredes y susurros
siniestros llenaron el aire. Uno por uno, comenzaron a desaparecer en la oscuridad.
Solo uno de ellos logró escapar de la mansión, y su mente estaba llena de horrores
inimaginables. Juró nunca contar lo que vio. Desde entonces, la mansión quedó en ruinas y se
decía que estaba maldita. La lección quedó clara: a veces, es mejor dejar los secretos oscuros
en paz, porque despertar algo maligno puede tener consecuencias aterradoras.