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El aprendizaje de la lectura, su enseñanza y promoción es una de las tareas que debe asumir la escuela y un
desafío permanente de los líderes pedagógicos y los docentes de los establecimientos educativos. Las prácticas de
lectura y escritura que viven los estudiantes en las escuelas deben estar insertas en un contexto específico, ser
intencionadas y ofrecer espacios de interacción con otros estudiantes y con los adultos mediadores, a fin de
contribuir en la formación de lectores competentes, críticos, creativos, conectados e informados. Lectores
capaces de valorar la lectura como una experiencia que permite conocer el lenguaje, dar sentido a las palabras,
intercambiar historias y experiencias en espacios de diálogos constructivos que permitan conocerse a sí mismo y a
los demás, así como también, informarse, entender el mundo que nos rodea y contribuir en su desarrollo.
Lo que sí se espera de la asignatura de lenguaje es que este sea el espacio donde los niños y niñas aprendan a
leer, y se les ofrezca un itinerario claro que sistematice los aprendizajes propios de la educación lectora y literaria.
El resultado de este proceso debe ser que los estudiantes lean de forma habitual, que tomen conciencia de que
son parte de una comunidad de lectores (y así conecten con su herencia cultural), y que se conviertan en lectores
competentes, capaces de asumir un rol activo al utilizar las distintas estrategias propias de la tarea de leer.