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de Crítica Literaria y Cultural
TOPOGRAFÍAS: JAVIER SÁNCHEZ ZAPATERO, NOVELA POLICÍACA Y NOVELA NEGRA [4-9]. ENSAYOS: JAUME PERIS BLANES,
LITERATURA Y TESTIMONIO [10-17]. BELÉN BISTUÉ, LA IMPOSIBILIDAD DE (PENSAR) LA TRADUCCIÓN [18-23]. FRANCISCO
CAUDET, AQUEL OTRO GALDÓS QUE ERA EL GALDÓS DE SIEMPRE [24-27]. VÍCTOR ESCUDERO, DISCURSO NACIONAL, ÉLITES
Y RESISTENCIA [28-34]. JOSÉ-RAMÓN LÓPEZ GARCÍA, PICASSO, EL COMUNISMO Y LOS POETAS DEL EXILIO REPUBLICANO
DE 1939 [35-45]. CRITERIOS [46-63]. MATERIALES: LIBROS Y LECTURAS HOY (CON NORA CATELLI, JOSEP MENGUAL CATALÀ,
JOSÉ ANTONIO MILLÁN, GONZALO PONTÓN, NEUS ROTGER, LEANDRO DE SAGASTIZÁBAL) [64-87]. CONFLUENCIAS: ISAAC
ROSA Y LA LITERATURA DE TRINCHERAS [88-95]. PREGUNTAS AL AIRE: LITERATURA Y POLÍTICA, UNA ENCUESTA [96-98].
DEPÓSITO LEGAL: AS-00057-2014) | ISSN: 2341-0124
puentesdecritica@gmail.com EDITA:
facebook.com/puentesrevista Ediciones Trea, S. L. | C/ María González La Pondala, 98, nave D. Somonte. 33393 Gijón (España)
Teléfono: 34 985 303 801 | Correo electrónico: trea@trea.es | www.trea.es
Depósito Legal: AS-00057-2014 | ISSN: 2341-0124
AGRADECIMIENTOS:
El equipo de Puentes agradece sinceramente la colaboración a todos aquellos que han contribuido a la inanciación del proyecto a través
de la plataforma de micromecenazgo Verkami.com, así como a quienes han aceptado participar en este primer número de la revista.
Igualmente, agradece a la librería barcelonesa Loring Art y a la editorial Trea el apoyo recibido. Sin su complicidad y conianza, este
proyecto difícilmente habría sido posible.
02 EDITORIAL
04 TOPOGRAFÍAS
Novela policiaca y novela negra:
una tentativa de deinición
Javier Sánchez Zapatero
10 ENSAYOS
Literatura y testimonio: Un debate
Jaume Peris Blanes
46 CRITERIOS
64 MATERIALES
Libros y lectura hoy: un reportaje
Max Hidalgo Nácher
(con Nora Catelli, José Antonio Millán
y Leandro de Sagastizábal)
Relexiones intempestivas
sobre el “libro electrónico”
Josep Mengual Català
De qué hablamos
cuando hablamos de la muerte del libro
Gonzalo Pontón Gijón
78 CONFLUENCIAS
Isaac Rosa y la literatura de trincheras
Una entrevista de Fernando Larraz
96 PREGUNTAS AL AIRE
EDITORIAL
Puente, del latín pons, pontis:
1. Se construye sobre los ríos, fosos y otros sitios, para comunicarlos entre sí.
2. Conexión con la que se establece la continuidad de un circuito eléctrico interrumpido.
N
acida con afán clasiicatorio, la etiqueta “género negro” se ha do-
tado en las últimas décadas de una confusa ambigüedad que la ha
llevado a ser casi inoperante y vacía, como puede comprobar cual-
quier lector que, sin especial rigor crítico, analice los títulos que se
inscriben bajo semejante taxonomía en los catálogos editoriales o los estantes
de las librerías. Así, la categoría ha terminado por convertirse en una especie de
“cajón de sastre” en el que todo parece caber, desde obras canónicas de auto-
res clásicos del género hasta thrillers estereotipados con vocación de best sellers,
pasando por todas aquellas novelas que presenten la más mínima relación con
el mundo del crimen o con los ambientes policiales. La vaguedad del criterio
clasiicador parece provocada tanto por el interés que el público ha mostrado
desde principios de la década de 2000 por las obras del género —que ha conlle-
vado que, por motivos estrictamente promocionales, se intente relacionar con él
a novelas situadas en un amplio y variado espectro temático y formal— como
por la imprecisión con la que los estudios cientíicos —tardíamente desarrolla-
dos, como todos los acercamientos de la cultura académica hacia las narrativas
populares— se han referido a ellas, ocupándose así de un corpus heterogéneo
y difuso. En el ámbito español, los problemas de categorización se han visto
incrementados, además de por la anómala y lenta evolución del género en la lite-
ratura nacional, por el carácter sinónimo con el que muchos emplean sintagmas
como “novela policiaca”, “novela negra” o “novela criminal”, así como por la
LITERATURA Y TESTIMONIO:
UN DEBATE
E
n los últimos años, la expresión “literatura testimonial” ha ido ga-
nando terreno en múltiples ámbitos: desde la crítica literaria hasta
las editoriales, pasando por la enseñanza universitaria y los premios
literarios, todas ellas han incorporado la etiqueta con una cierta na-
turalidad, como si siempre hubiera estado allí, formando parte del sistema lite-
rario. Se trata, sin embargo, de una categoría muy reciente y que, en la mayoría
de los casos, se utiliza de forma confusa y poco deinida, sin tener en cuenta que
muchos de los textos que se incluyen en su seno nunca se hubieran deinido a sí
mismos, si pudieran hacerlo, como literatura.
La emergencia de la “literatura testimonial” en las últimas décadas es, de
hecho, una prueba más de la ductilidad del concepto de literatura, que habitual-
mente utilizamos como algo dado, pero que en realidad no para de ampliar sus
límites y de redeinirse en cada época. Hace cincuenta años, el testimonio era
reconocido como un tipo de discurso judicial, histórico o de denuncia política,
pero no como texto literario. ¿De qué hablamos, pues, al hablar de literatura tes-
timonial? ¿Qué tipo de problemas implica esta categoría?
No hay, desde luego, una deinición totalmente satisfactoria de lo testi-
monial, pero el modo en que se ha usado en las últimas décadas permite localizar
tres líneas de sentido básicas a las que ha sido asociado. En primer lugar, la re-
presentación de un acontecimiento o proceso violento (político o no) realmente
ocurrido, del cual el texto desea dar cuenta y, en la mayoría de los casos, denun-
TESTIMONIOS DE LA REPRESIÓN:
DE LA DENUNCIA A LA MEMORIA LITERARIA
EL TESTIMONIO
Y LAS ESCRITURAS DEL YO
LA PRIVATIZACIÓN DE LA HISTORIA
EN LA “ERA DEL TESTIGO”
SUBALTERNIDAD
Y TESTIMONIO
TESTIMONIO
Y LITERATURA
Belén Bistué
Francisco Caudet
T
odo lo pasaba Galdós por la pluma y lo dejaba plasmado en papel.
Ocurre siempre con los grandes escritores. Cuanto ven y observan,
y cuanto les sugiere tanto lo más excelso como lo más nimio, suele
acabar siendo materia para ir rellenando, convertido en palabras, el
blanco de unas cuartillas. No podía haber ocurrido de otro modo con los viajes
de Galdós por España y por otros países; viajes, en general cortos, que le aparta-
ban temporalmente de su querido y entrañable Madrid, el espacio por excelencia
de su mundo novelesco. Un espacio que él, en persona o a través de sus persona-
jes, estuvo siempre visitando y revisitando, descubriendo y redescubriendo. No
resulta difícil, aunque hay a menudo que ijar en ello cuidadosamente la atención,
espigar entre las novelas de Galdós las muchas páginas en las que describe el pai-
saje urbano madrileño. Bueno, urbano, pero también social, político, económico,
histórico y humano. Esto último, lo englobaba todo para él.
Galdós en sus escapadas, pluma —su ristre— en mano, por San Sebas-
tián, Bilbao, Santander, Barcelona, Madrid y por tierras portuguesas e italianas,
remolina el conjuro de múltiples miradas sobre esas zonas de la Europa del Sur.
Una Europa que tiene la riqueza de lo variado y plural. Galdós, respetando y
admirando tal naturaleza geográica y humana, dejaba que lo real mostrara, a
través de la magia de la palabra —la palabra siempre la tiene—, toda su riqueza.
Así, con esa mirada-escritura dejaba que lo real de cada lugar, como si fuera un
variado contrapunteado de notas musicales o un plural amasijo de personajes de
Víctor Escudero
E
l colegio es un espacio característico de las novelas de formación,
modelo literario desde el que pueden leerse las cuatro novelas que
convocaremos a continuación. El gran aporte de tal modelo, descen-
diente del debate ilustrado y romántico sobre el individuo, estriba en
observar la identidad y la libertad del sujeto como negociación con la sociedad,
sin dogmas ni aprioris pero tampoco certezas ni horizontes deinitivos. En esa
precariedad, el protagonista de estas novelas negocia con los discursos sociales
que el colegio vehicula. En cierto modo, nos interesa observar al personaje como
producto y a la vez resistencia a esos discursos. La comparación nos conducirá a
detectar distintas posiciones del individuo frente a la homogeneidad cultural que
el colegio trata de instaurar, así como diversos ángulos desde los que enfocar la
tutela de las élites en la coniguración de imaginarios nacionales restrictivos.
El colegio aparece en estos relatos como una microcomunidad que arras-
tra e ilustra con sordina los conlictos que laten en la sociedad en conjunto. En
las líneas siguientes, no analizaremos tanto la articulación simbólica y literaria de
ese espacio como las prácticas discursivas que pone en juego como parte de un
dispositivo social mayor. La acusada convencionalización del colegio en la novela
de formación abonará la propuesta de lectura comparada entre dos novelas ar-
gentinas y dos novelas peruanas: Juvenilia de Miguel Cané (1886) y Ciencias morales
de Martín Kohan (2006); Los ríos profundos de José María Arguedas (1958) y La
ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa (1963). En deinitiva, nos va a interesar
Sus palabras son pocas pero claras, y dichas con un rigor que las vuelve verdade-
ras. Se reieren a lo que signiica el Colegio Nacional de Buenos Aires en la historia
de la República Argentina y a lo que implica, en consecuencia, ser alumno del cole-
gio. Hacen historia: se remontan a la fundación, en el año 1778, a cargo del Virrey
Vértiz, el segundo virrey que rigiera las Provincias Unidas del Río de la Plata, y
al que se consagra para la posteridad como el Virrey de las Luces. [...] El colegio
encuentra en 1863 su refundación deinitiva, ya como Colegio Nacional, bajo el
genio de Bartolomé Mitre, fundador de la Nación misma; primer presidente ar-
gentino, militar de fuste, historiador cabal, periodista de raza y traductor avezado.
[...] Más tarde, hacia 1880, el colegio es cuna de la generación más brillante que
haya conocido la historia argentina, como lo testimonia Miguel Cané en su ya clá-
sico libro Juvenilia, y es así que en la consolidación inestimable del Estado Nacional
argentino el colegio cumple, una vez más, un papel decisivo.
II
En un nivel intermedio entre el lapso que separa las dos novelas argen-
tinas, aparecen las de Arguedas y Vargas Llosa. Y ese nivel intermedio no alude
solamente al momento de su publicación —1958 y 1963, respectivamente—,
sino a su planteamiento en relación con el espacio colegio. Ambas lo articulan
narrativamente como un ecosistema que alimenta y desencadena la pluralidad
de conlictos sociales, étnicos, culturales que asolan a la sociedad peruana del
momento. Son numerosos los acercamientos críticos que, como el de Ariel
Dorfman, han resaltado cómo el colegio de Abancay en el que aterriza el Er-
nesto de Los ríos profundos “se muestra como el punto de reunión de los más
diversos representantes de Perú, como una muestra, diminuta pero simbólica,
de las diferentes geografías y clases sociales de ese país, y las alianzas, treguas y
luchas entre ellos”. Eso explica que la novela dedique varios capítulos a describir
minuciosamente el carácter y procedencia de los compañeros de escuela del pro-
tagonista. El relato muestra cómo el colegio parte de una visión homogeneiza-
dora y jerárquica, fundada en la herencia hispánica colonial —representada por el
Padre Director y los alumnos que proceden de las haciendas—, insistentemente
desmentida por la presencia del componente indígena y mestizo que emerge de
forma arrolladora en momentos clave de la narración, como son el motín de las
chicheras o las huellas incas que Ernesto aprende a leer en objetos y personas.
De nuevo, el colegio trata de ijar una correlación de fuerzas entre los
distintos grupos sociales que se basa en el deseo de perpetuación de unos pocos
y el desencanto de los demás. Como también ocurre con La ciudad y los perros, la
vida en el colegio está marcada por la violencia, que degrada física y moralmente
a los estudiantes. Ernesto conoce allí a los futuros poderosos y a los margina-
dos, la herencia colonial y la indígena, y entiende que, a pesar del conlicto que
los enfrenta, ningún individuo puede ser entendido con la referencia a uno solo
de estos componentes: de ahí que el Padre Director sea autoritario a la par que
comprensivo, o que Antero le enseñe a dominar el zumbayllu, instrumento que
condensa la herencia india, pero no admita la opresión que sobre los indios in-
lige su clase social: los hacendados. Ernesto entiende que todos esos aparentes
III
M
ás allá de su signiicación icónica, lo cierto es que en Picasso pre-
dominan antes las ambigüedades y las ambivalencias que los es-
tereotipos forjados alrededor de quien ha llegado a ser el pintor
más universal. Las constantes transformaciones de sus modos de
expresión artística, los debates acerca de su identidad nacional, sus polémicos
posicionamientos políticos, el ejercicio de un vitalismo exacerbado y plagado de
angustiosos claroscuros, su pulsión sexual poliédrica y desaiante ante la muer-
te… Para frustración de algunos, es imposible dar con aquellas ansiadas claves
que uniicarían una trayectoria que, de modo sistemático, acaba traducida en esa
entidad proteica, excesiva, destructora y genesiaca a partes iguales que es Picasso.
Sin que falten análisis excelentes e innovadores, lo más frecuente han sido las
lecturas reductivas y tranquilizadoras que, mediante la aplicación de hermenéu-
ticas convencionales o el conformismo de orillar en explicaciones propias de
los mitos, han terminado por simpliicar una diversidad inaprensible desde estas
perspectivas. Lecturas que, por tanto, admiten de un modo u otro su incapacidad
ante un sujeto y objeto de análisis que las desborda. Prevenidos de estas diicul-
tades, parece más conveniente acercarse a esta multiplicidad fascinante como
posibilidad y no como limitación, e incluso tomar de ella algunos espacios poco
transitados, aparentemente menores dentro de lo que podrían considerarse cons-
tantes de la biografía y creación picassianas.
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Fernando Larraz
La habitación oscura
Isaac Rosa
Barcelona, 2013
Seix Barral
252 páginas
T
ransitando por las vías atención no se debe solo —ni princi-
de un realismo de tintes palmente— a la calidad de su prosa,
sociales, Isaac Rosa ha ni siquiera a las arriesgadas y novedo-
ido construyendo en los sas intervenciones sobre el discurso
últimos diez años una carrera cuya narrativo y a la incisiva crítica de sus
solidez está basada en su idea de qué historias sino, sobre todo, en un plano
debe entrañar el género de la novela más general, a que ha coadyuvado
y de cuál ha de ser su función. Con signiicativamente a reponer en el
cinco novelas y menos de cuarenta centro de nuestro campo literario las
años, Rosa es uno de los autores potencialidades del realismo literario,
españoles contemporáneos que más justo cuando sus refutadores habían
bibliografía crítica genera. Repasán- adquirido una fuerza inédita en los
dola, enseguida se comprueba que tal últimos cuarenta años vía “Afterpop”.
Daniela C. Serber
E
n El yugo de la memoria. personal. Si a ello le agregamos que
Autoicciones, Diana Salem el tema es la autoicción, la compleji-
posa su mirada sobre dad aumenta”, dice Cristina Bulacio
uno de los temas que ha en su prólogo. “Contar una historia
preocupado a la crítica en las últimas de icción sobre nosotros mismos
décadas y que hoy, con las nuevas —continúa— es reconocer dos cosas:
propuestas textuales, en el más actual la fuerza e importancia de la icción
sentido del término, se abre también a en el intento de saber quiénes somos
nuevos y múltiples interrogantes. y el peso de la palabra como fuente y
origen del sentido de la propia exist-
Salem nos ofrece las llaves de las encia”. Es decir: la autoicción nos
diversas puertas de su estudio en los conduce, una vez más, a las grandes
cinco epígrafes que lo encabezan. La preguntas ilosóicas que el hombre
idea cervantina de la confusa línea se formula e incluso a una cuestión
entre la icción y la realidad, incluso cuasi religiosa y mística: el poder
la de su inexistencia, los une: mentira, revelador y creador —aunque tam-
fantasía e invención aparecen como bién, a veces, encubridor y destruc-
esencia, sentido o ley rectora de la tor— de la palabra. Descubrimiento y
vida, de lo real (no de la verdad), o encubrimiento, creación y destrucción
como la más irme posibilidad de su- que se dan bellamente en el arte, en el
pervivencia en el recuerdo. Memoria y cual, como expresa Bulacio, “el poder
recuerdo, tan lábiles, siempre pre- de la mentira se revela en toda su
sentes en el momento del relato y en belleza en tanto pone un velo sobre
el proceso del “conócete a ti mismo”, las contradicciones insoportables de
última llave para adentrarnos en el la existencia y permite soñar; permite
camino propuesto por esta obra. vivir”.
Paula Simón
MEMORIA Y AUTOBIOGRAFÍA
Paula Simón
Memoria y autobiografía.
Exploraciones en los límites
Leonor Arfuch
Buenos Aires, 2013
Fondo de Cultura
Económica,
168 páginas
S
on cinco los ensayos que se objetivo que se plantea en la intro-
reúnen en este libro, los cuales ducción es dar cuenta, a lo largo de
cuentan con el atributo de los ensayos expuestos, de los modos
estar plenamente vinculados diversos en que se inscribe la huella
entre sí, otorgándole unidad y co- traumática de los acontecimientos
herencia al volumen. La autora parte histórico, políticos, sociales y cul-
de la idea de que el mundo de las turales en los destinos individuales
representaciones simbólicas con- para aportar, desde la crítica cultural,
temporáneas está protagonizado y las claves interpretativas de lo que
dominado por la autorreferencialidad, llama una “subjetividad situada” esté-
en sus variables formas discursivas, tica, ética y políticamente.
desde las más canónicas (testimonios,
memorias, autobiografías, etc.), hasta Los distintos capítulos en que se
las más híbridas y experimentales divide el texto trabajarán sobre alguna
(autoicciones, cuadernos de notas, arista problemática de la inscripción
diarios, cartas, recuerdos). En este de los conlictos colectivos en el
universo de lo autobiográico, le discurso autorreferencial. En cuanto
interesa recorrer las huellas de las pro- al recorte del objeto de estudio, es in-
blemáticas colectivas que se eviden- teresante advertir que se reúnen obras
cian en los textos individuales: la que no responden a una tradición li-
memoria, el imaginario, las represen- teraria o cultural determinada, sino
taciones y las identidades. Por ello, el que bien podría inscribirse en el ám-
Rafael Mammos
Cristalizaciones
Basilio Sánchez
Madrid, 2013
Hiperión (XX premio de poesía Ciudad de Córdoba
‘Ricardo Molina’)
94 páginas
S
e ha dicho que el tema último irrealidad, como en “Los días labora-
de todo poema, detrás de la bles”: “Para aquellos que son como
supericie y de la anécdota nosotros / no se tiene bastante con la
que quizás lo motivara, es la vida. / Nunca fue suiciente no estar
poesía. Es decir: escribir un poema muerto”; o en “La llama alta”: “¿Y si
implica posicionarse ante un estilo y estuviésemos equivocados / y lo que
una tradición, tomar unas decisiones y hemos creído que era Dios / fuese,
descartar otras, y resolver el pequeño precisamente, aquello que no es?”
problema de la escritura mediante La vida es, en este libro, un paisaje
una poética ad hoc para el texto en nocturno lleno de dudas (aunque con
cuestión. En Cristalizaciones, Basilio algo de agua árabe al fondo, como en
Sánchez relexiona abiertamente so- “Música de cuerda” o “Zéjel”) donde
bre esa condición metaliteraria de los el hombre tantea los signiicados
poemas a la vez que busca un lugar en busca de un incierto origen. Por
seguro en el mundo para la escritura y otro lado, está la preocupación por
el lenguaje poético. la función del lenguaje y de la poesía.
“Los trabajos de Sísifo” es un buen
Cristalizaciones es ante todo un libro ejemplo de poética: “Cuando escribo
solemne y, si no pesimista, al menos / llevo también el peso de los otros, /
oscuro. El tono, uniforme durante llevo el peso de las cosas que existen
las tres secciones que lo componen, / y de las que no existen”. El poeta
no deja lugar a dudas: “Sobre los es un alquimista capaz de crear “la
inocentes, / dormimos los culpables: ilusión de una puerta” donde hay un
nuestras casas se apilan / como cajas muro, es decir: tiene el poder de ingir
en los aserraderos, / como contene- que tiene poder. Lacónicamente,
dores en los muelles” (“Cementerio Sánchez no esconde que “la escritura
judío de Praga”). En ese sentido, dos interrumpe / la naturalidad de la
son las grandes preocupaciones del existencia”, pero también le concede
libro: la angustia de la condición hu- la propiedad de hacer que la vida sea
mana, la angustia de la escritura den- más asequible, incluso a través de la
tro de la condición humana. Por un vulnerabilidad.
lado, es constante un cierto sentido de
LECTURAS DE LA TEORÍA
El absoluto literario.
Teoría de la literatura del romanticismo alemán,
Philippe Lacoue-Labarthe y Jean-Luc Nancy,
Buenos Aires, 2012
Eterna Cadencia
541 páginas
L alemanes no escribían
para sus contemporáneos.
Tampoco –como había
sido costumbre desde mucho tiempo
atrás– dirigían la vista hacia el pasado
Schlegel: “Cada autor legítimo escribe
para nadie o para todos. Quien es-
cribe para que tal o cual quiera leerlo
merecería no ser leído”. Ese mandato
de escritura –que rompe positiva-
mente el vínculo con el destinatario
“El libro es como la cuchara, el martillo, la rueda o las tijeras. Una vez inventados, no podéis
mejorarlos. No podéis hacer una cuchara que sea mejor que una cuchara. Los diseñadores tratan de
mejorar por ejemplo el sacacorchos, con éxitos muy pobres, y la mayoría de ellos, además, ni siquiera
funcionan […]. El libro ha hecho sus pruebas y no veo cómo, para el mismo uso, se podría hacer mejor
que el libro. Quizás evolucionará en sus componentes, quizás sus páginas no serán ya de papel. Pero
permanecerá siendo lo que es”
Umberto Eco, Nadie acabará con los libros
D
esde que se inventara la escritura hace más de cinco mil años en la
región de Mesopotamia, el valor y las funciones de lo escrito no
han dejado de transformarse. Abandonando progresivamente su
antigua sacralidad para ir adquiriendo su actual carácter profano,
la escritura —y, con ella, los libros— ha constituido no solo un testimonio de
la historia, sino al mismo tiempo —y bajo ciertas condiciones— un motor de
la misma. Ahora bien, si los libros tienen una larga historia, la disciplina que se
encarga de estudiarlos es, en cambio, reciente. Este desfase entre la longevidad
del objeto de estudio y la juventud de la disciplina que lo estudia tiene que ver,
sin duda, con una experiencia: el objeto libro y la práctica de la lectura asociada a
él han dejado de ser, para nosotros, evidentes.
Para esta primera entrega nos hemos valido de libros, leídos y releídos,
de nuestras bibliotecas; de revistas; de un breve —aunque sustancioso— puñado
de blogs y páginas web; de la —no siempre correspondida— correspondencia
digital; y hasta de una grabadora. Con todo ello, se trataba de contribuir a un
diálogo. Un diálogo virtual que permitiera pensar y comunicar parcialmente —y
de modo fragmentario— lo pensado a partir de las transformaciones históricas
de la lectura y —más en general— de la comunicación literaria. La producción
material de este escrito, surgido a partir de un cuestionario, no es ajena a ellas.
Tres cuestionarios han sido respondidos en forma de ensayos y, por lo tanto,
hemos decidido guardar su forma original; el resto de respuestas se presentan en
el siguiente reportaje. Agradecemos a Nora Catelli, Josep Mengual, José Antonio
Millán, Gonzalo Pontón, Neus Rotger y Leandro de Sagastizábal su participa-
ción en esta encuesta.
¿CÓMO SE ESTUDIAN
LOS LIBROS?
pación por el soporte antes de que aparezca la pone replantear la problemática en un contexto
modiicación de esos soportes, como si esos libros más amplio que permita enmarcar críticamente
fueran proféticos. Por otro, la duda acerca de los la discusión más allá de las urgencias del fenó-
soportes del libro tiene más que ver con el campo meno digital: “Las vías de acceso privilegiadas al
del periodismo divulgativo y un campo pseudoa- estudio de estas cuestiones están en dos campos:
cadémico en el cual, dentro de la universidad mis- en la sociología de la lectura (iniciada con Robert
ma —por esta necesidad de clasiicación de áreas Escarpit) y en la escuela de la historia del libro (i-
privilegiadas—, se ha dado muchísima importan- naugurada por Roger Chartier, Guglielmo Cavallo,
cia no solo a la relexión acerca del cambio de los Armando Petrucci y Robert Darnton, entre otros),
soportes y la digitalización, sino también al uso de que en ningún momento intentan dar una respues-
esas nuevas tecnologías en la transmisión misma, ta total a estas cuestiones, sino que se detienen en
con grados de confusión enormes”. campos, en períodos históricos, en secuencias, y
piensan a partir de las secuencias”. Catelli subraya
De ese modo, y más allá de las reacciones coléri- un rasgo fundamental que comparten todas estas
cas o entusiastas de aquellos que están “a favor” perspectivas: “Ninguno de estos autores piensa
o “en contra” del fenómeno digital, Catelli pro- que los mecanismos de producción de textualida-
S
i nos preguntamos por el circuito de la comunicación literaria en el que estamos insertos, ¿sigue
siendo el mismo que describiera en su momento Darnton? “Este circuito”, comenta Sagastizábal,
“está hoy siendo redeinido”. La mediación que hacía que entre el autor y el lector —que entra-
ban en contacto y cobraban consistencia precisamente gracias a ello— se interpusieran editores,
impresores, transportistas y libreros se está transformando: “El cambio hacia lo digital es inexorable, pero
no se producirá de manera homogénea ni en todos los tipos de libro ni en todos los países o regiones. En
muchos tipos de libro, como los de texto, lo digital se está produciendo, más que como una alternativa al
soporte papel, como su complemento”. En el nuevo estado de cosas “algunos roles habrán de cambiar.
Posiblemente no el del editor, en cuanto alguien profesionalizado en los contenidos; pero seguramente
sí, y mucho, el de los impresores y los
proveedores de papel, pues ya no tienen
Sagastizábal: “Los impresores y los proveedores sentido en el mundo digital”.
de papel ya no tienen sentido en el mundo digital” En este nuevo circuito se transfor-
ma la igura del lector, pues el acceso a
la lectura “ya no se dará seguramente a
través de las librerías o las bibliotecas, sino a través de soportes digitales, librerías virtuales o bibliotecas
on line”. Todo ello implica “nuevos porcentajes de beneicio y modalidades en los derechos de autor,
contratos con cláusulas que contemplan variantes que hasta ahora no existían, nuevos criterios y canales
comerciales y precios de venta al público diferentes”. En tanto que el libro es una mercancía, cobra su
existencia real en el mercado. Por ello, como sostiene Sagastizábal, “las formas de los libros también están
vinculadas a los cambios del consumo”.
Los aparatos digitales —que ya se han vuelto cotidianos— introducen una nueva relación con la
escritura y la lectura. Si no se leía igual un rollo, que se desplegaba de manera continua, que un códice,
plegado sobre sí mismo, ¿no es cierto que la lectura en pantalla ha de tener sus propias implicaciones?
Sagastizábal encuentra en el mundo digital, y en estos nuevos aparatos, una “herramienta formidable”
y se muestra, en líneas generales, optimista: “Estoy convencido de que el mundo digital facilita notable-
des diversas dependan del soporte. En absoluto. papel); de ahí al impresor, al transportista, al li-
Esos mecanismos tienen en el soporte un elemen- brero y al lector. El lector cierra el circuito porque
to de modiicación, pero no depende enteramente inluye en el autor tanto antes como después del
del mismo”. acto de escribir. Los autores son lectores tam-
bién. Al leer y trabar contacto con otros lectores
Por su parte, Darnton dejó sentadas en su artículo y escritores, los autores se forman conceptos
“¿Cuál es la historia de los libros?” (1982) algunas sobre el género, el estilo y el sentido general de la
de las bases del surgimiento de la disciplina, que empresa literaria que afectan a sus textos, tanto si
aspiraría a constituirse — “si no sonara tan pre- componen sonetos al estilo de Shakespeare, como
tencioso”, añadía— como una “historia cultural y si redactan las instrucciones de montaje para un
social de la comunicación impresa”. Darnton dejó equipo de radio. Al escribir, el escritor puede estar
descrito a grandes rasgos ese circuito en el artícu- respondiendo a críticas de sus obras anteriores o
lo citado: “Los libros impresos pasan, a grandes saliendo al paso de posibles reacciones que pueda
rasgos, por el mismo ciclo vital. Podría describirse suscitar su texto. Se dirige a un lector implícito
como un circuito de comunicación que va del y le responden críticos explícitos. Así, el circuito
autor al editor (si no es el librero quien asume este se cierra. Transmite mensajes transformándolos
por el camino, conforme pasan del pensamiento maciones digitales “no se producen de manera ho-
a la escritura, de ahí a los caracteres impresos, y mogénea, para todos los tipos de libros por igual,
de vuelta al pensamiento. La historia de los libros ni para todos los países o regiones”. Millán, por su
versa sobre cada una de las fases de ese proceso parte, insiste en la importancia de estudiar la circu-
y sobre el proceso en su conjunto, en todas sus lación real de los libros y los usos prácticos de los
variaciones a lo largo del tiempo y del espacio, y su mismos: “Comienzo algunas de mis clases sobre
relación con otros sistemas económicos, sociales, edición o lectura con estas brillantes palabras de
políticos y culturales de su entorno”. Walter Benjamin: La historia de la literatura tendría que
empezar por estudiar las estructuras de venta […], para así,
Todos los autores consultados coinciden en la im- en lugar de contemplar una y otra vez las mismas cumbres,
portancia de centrar la discusión en una situación investigar la estructura geológica sobre la que descansa la
concreta. Así, Catelli airma que “no podemos ha- montaña del libro. Daría más por un análisis exhaus-
blar del planeta, hablamos desde esta situación, y tivo de la comercialización y lectura reales de 50
aquí hablamos sobre Barcelona, sobre Cataluña y sombras de Grey (por poner un ejemplo reciente) que
sobre España”. Y Sagastizábal, en ese mismo sen- por veinte artículos sobre el epíteto en la novela del
tido y desde Argentina, recuerda que las transfor- XIX”.
¿Y qué hay de la literatura? Esta —en tanto que práctica estética o uso del lenguaje no puramente
instrumental— está destinada a seguir transformándose. Un mínimo repaso a la historia de los libros y a las
formas de escritura lo muestra. Sin ir más lejos, el libro impreso contribuyó de manera radical a la transfor-
mación de las técnicas narrativas. Walter J. Ong, quien sostuvo en Oralidad y escritura: tecnologías de la palabra que
“la trama rigurosa en la narración larga surge con la escritura”, daba ya en 1982 elementos, según Catelli, para
pensar “los problemas que supone la introducción de lo digital antes de que lo digital apareciera”.
Respecto a la posibilidad de una literatura sin de manera unilateral, las prácticas—, sus-
libros, tanto Sagastizábal —quien sostiene que pende la respuesta: “Si hablamos de escritura
“cada vez es más posible una literatura sin en el sentido literario, es decir de una escritu-
libros impresos”— como Millán coinciden. ra que pretende un grado de desprendimiento
Este último airma: “Es muy posible la litera- respecto a su valor instrumental —que es
tura sin libros. Es incluso posible la literatura lo que es una correspondencia cualquiera:
sin textos. Como padre en ejercicio, durante efectúa un acto de comunicación cuya fun-
muchos años he narrado historias intermina- ción es llegar al otro y obtener del otro algún
bles a mis hijos para dulciicarles largos viajes tipo de respuesta—, en este tipo de textos, no
al colegio: he reinventado viejas historias, he tengo ni idea. Nadie lo sabe. Porque, además,
improvisado otras tomando elementos de su ¿cómo saberlo? Para saberlo, hay que poner
vida cotidiana…”. Si un cierto tipo de “litera- esos textos en serie. Para pensar hay que
tura” oral convive todavía hoy con el libro, poner los textos en serie. Si no, caemos en las
“¿cómo no va a ser posible una literatura vol- enumeraciones caóticas de Borges de las que
cada en la Red, o incluso nacida hablara en su ejemplo famoso
en la Red, incluso colaborativa- Millán: “Es posible la Foucault. Al pensar en serie
mente?”. Sagastizábal, por su volvemos a pensar en los
parte, señala el desplazamiento
literatura sin libros, instrumentos de consagración
de la palabra escrita al audiovi- e incluso sin textos” y recepción de los textos
sual al recordar que “hay (en sentido amplio, en sen-
quienes ya airman que la verdadera icción del tido jaussiano de un texto que modiica una
futuro serán los guiones de las series televisi- tradición anterior, introduce géneros, vuelve
vas actuales y quienes participan en reuniones a modiicar géneros que ya no pertenecían a
de la elite de esas producciones señalan la só- la serie literaria y los vuelve a introducir en
lida calidad intelectual y profesional de quienes la serie). Para eso necesitamos de los instru-
los realizan”. En el marco más restringido mentos críticos con los que hemos pensado
de la literatura, una novela como Crímenes de muchas veces. Eso no sale de la nada: surge
Ferdinand von Schirach, publicada por la edi- de un contexto de transformaciones de series
torial Salamandra, sería el ejemplo de que “los anteriores en el que se articula lo viejo con lo
géneros literarios están cambiando”; y esas nuevo; y no creo que ahí haya algún elemento
transformaciones estarían ligadas al trato con que no tenga que ver con algunos de nuestros
los nuevos dispositivos de lectura y se con- adiestramientos respecto al debate sobre lo
cretarían en ciertos rasgos formales de algunas estético ya incorporados. Lo que se puede
nuevas narrativas: “Brevedad de los capítulos modiicar, por supuesto, es la función de cada
muy cerrados en sí mismos y posibilidad, por género respecto a lo estético y, en nuestra
eso mismo, de comenzar el libro por cualquier cultura actual, la disquisición casi imposible
lado sin perder la lógica de la trama”. Catelli, sobre qué sea lo estético. Pero eso no tiene
en cambio —insistiendo en que un cambio en que ver solo con el soporte”.
el soporte no puede determinar por él mismo,
establecidos. Tal fue el caso de la Encyclopédie considera que el intelectual sigue cumpliendo Desde esta perspectiva, las nuevas tecnologías
de Diderot y D’Alembert, que se vendía por —y debe cumplir— en este nuevo espacio una no habrían variado a grandes rasgos la posición
suscripción. A través de procesos como este, función capital: “Yo sigo considerando que y función del intelectual. Catelli traza, a
el trato con lo escrito —con los libros, pero hay intelectuales. O sea, aquellos miembros de propósito de ello, una tipología de los intelec-
también con las publicaciones periódicas o la las élites letradas que hacen funcionar las ideas tuales: “En este campo hay dos posiciones
práctica epistolar— ha cumplido a lo largo de en el espacio público. No hay otra forma de claramente enfrentadas. Por un lado, la de los
la modernidad una función fundamental en deinirlo para mí. Dentro de ellos están los que pesimistas radicales, que los hay de dos tipos.
la formación de eso que —amenazado hoy optan por el estudio muy detallado y erudito Está el pesimista nostálgico, que postula que ya
desde múltiples frentes— seguimos llamando de un campo, con lo que no es de este mundo, y que
el espacio público. El intelectual tiene una de tratan de sacarse de en- generalmente relexiona
sus iguras de emergencia modernas, no por cima la carga de la rele- Catelli: “Cuando la élite poco sobre las condiciones
casualidad, en ese siglo XVIII en la igura de xión general, y los que se letrada abdica de su fun- reales del mundo al que
Voltaire; y su surgimiento efectivo en 1898 con instalan en la duda y que ción, deja ese lugar vacío y perteneció (hablando desde
la publicación de “J’accuse…!” de Émile Zola, a partir de sus campos a lo ocupan los agentes de la esta situación, hay cuarenta
un autor que —signiicativamente— reivindi- veces pueden relexionar mera opinión” años de franquismo que se
caba la mercantilización de la literatura como y otras veces no. Si bien tienen que considerar muy
condición de posibilidad de libertad efectiva del es innegable que en este seriamente en este tipo de
escritor. Si esa igura iba ligada a toda una serie momento no hay un horizonte de expectati- relexión, si hablamos de emancipación y de
de circunstancias políticas, económicas y social- vas en cuanto a la posibilidad de un discurso relación con el poder). Y está el radical pesi-
es que, al cambiar, han tenido por fuerza que emancipatorio político general, sí que hay un mista tout court, que no es ni siquiera nostálgico,
transformar sus prácticas y acaso su función, discurso crítico muy fuerte, muy fragmentado y, sino que se considera a sí mismo como alguien
¿qué ha ocurrido con el intelectual a principios por supuesto, sin ningún elemento político en que ha ido perdiendo posibilidades de comp-
del siglo XXI? ¿Ha muerto, como pretendía este momento que lo nuclee”. rensión y ha quedado en un plano de indigencia
Jean-François Lyotard? ¿Se ha transformado, inteligente (pienso en Félix de Azúa). Después,
como apuntaría Michel Foucault? Catelli está la gente que duda.”
La autora es tajante respecto a esta cuestión: de la cultura, sometida al interés económico, nuevas tecnologías en la educación sería, así, un
“Más allá de que los intelectuales quieran o no es acaso uno de los riesgos fundamentales a aspecto fundamental que tendrían que poten-
quieran cumplir una función de referencia, la los que nos enfrentamos. En relación a él, es ciar los estados. Ahora bien, mientras que ese
cumplen. Otra cosa”, añade, “es que los instru- ilustrativo el caso de Google, entidad privada que problema de la propiedad y del acceso no sea
mentos de los que se sirven sean instrumentos se lanzó recientemente a una empresa de digi- resuelto, parece que no bastará con esa nueva
debilitados. O que se haya dado, en muchos talización que, según Darnton, corría el riesgo alfabetización. Quizás por ello Millán, tras
casos, una defección de las elites. No les lla- de constituir “un nuevo tipo de monopolio, no discutir los sueños y esperanzas que toda una
memos intelectuales cuando no quieren serlo. de los ferrocarriles ni del acero, sino del acceso época ha volcado en torno a lo digital, airma:
Digamos, pues, que cuando la élite letrada a la información”. Si aceptamos presentar la “El saldo general no me parece satisfactorio, y
abdica de su función, deja ese lugar vacío y lo cultura —y, por extensión, el mundo digital— tampoco me parecen positivas las tendencias
ocupan los agentes de la mera opinión”. como un espacio de luchas y tensiones, ¿hasta que se apuntan, como la destrucción de un
qué punto estas nuevas sistema que funcionaba, aunque imperfecta-
Si las sociedades moder- relaciones de fuerza mente (librerías, ciertas editoriales), para ser
nas se caracterizan por el hacen viable u obstaculi- sustituidas por el ascenso de conglomerados
Millán: “Algunos rasgos de
aumento de la mediación zan, como se preguntaba prácticamente monopolísticos desde el punto
y la aparición en el seno este nuevo mundo son más Darnton, la constitución de vista empresarial y tecnológico. Puede ser
de lo social de diferentes bien para echarnos a de “una República de las que estemos entre las convulsiones de una
campos regidos por mo- temblar” Letras que extienda su ciu- época que está alumbrando algo diferente, pero
dos autónomos de fun- dadanía a todo el mundo”? algunos rasgos de este nuevo mundo son más
cionamiento, ¿no cabría bien para echarnos a temblar”.
airmar que esos “agen-
tes de la mera opinión”, que confunden sus En este conlicto de intereses, Sagastizábal
discursos con intereses privados, amenazan con señala “el rol central de los Estados”, que
aplanar la especiicidad de las prácticas, intro- tendrían que encargarse de asegurar la alfabeti-
duciendo así la heteronomía? La privatización zación digital para evitar “una nueva masi-
icación de analfabetos”. El fomento de las
REVISTA PUENTES | MATERIALES | 73
TRES ANALOGÍAS HISTÓRICAS PARA
EL CAMBIO DE PARADIGMA DEL LIBRO
Neus Rotger
E
s cierto que el debate sobre el futuro del libro tiende a la especula-
ción y es propicio a la melancolía, la alarma o el entusiasmo. Pero
al margen de lo que opinemos sobre estas reacciones, por vacuas,
tendenciosas o previsibles que nos resulten, todas ellas demuestran
una preocupación compartida por los retos y problemas que plantea la presente
transformación del libro y de la lectura. Desde los ensayos clásicos de Walter
Ong, Roger Chartier o Robert Darnton hasta las propuestas más recientes de
François Bon o de Olivier Larizza, pasando por los referentes igualmente clási-
cos de la teoría literaria digital, como George P. Landow, Katherine Hayles o Es-
pen Aarseth, parece claro que la evolución del objeto libro bajo el impacto de las
tecnologías de la información y de la comunicación no es vacua, ni tendenciosa,
ni mucho menos previsible. Por la vía de la historia, sin duda una de las más sol-
ventes a la hora de enfrentarse a las razones de esta revolución digital en marcha,
la inmediatez y la obsolescencia de los cambios que se suceden en las formas y
los dispositivos de lectura adquieren una dimensión más profunda y se abre una
perspectiva más amplia para la relexión sobre su verdadero alcance y signiica-
ción. Problemas como el lugar del libro en la tradición, el valor y la calidad de la
comunicación literaria, la distancia entre información y conocimiento, los proce-
sos de conservación –y destrucción– del patrimonio libresco o la regulación del
acceso a la ciencia y la cultura muy difícilmente pueden abordarse si no es desde
una perspectiva histórica que los contemple en la medida de la larga duración.
ANTIGUOS Y MODERNOS
ESFERA PÚBLICA
N
adie escribe libros, los libros se editan y publican. Se escriben nove-
las, cuentos, ensayos, artículos, poemas y poemarios, pero no libros.
En la creación de libros, el escritor es importante, por supuesto,
pero lo que deine a un libro no es ni mucho menos el texto que
pueda albergar; del mismo modo, aquello que comunica un libro no es solo –a
veces ni siquiera principalmente– un texto, sino que el diseño en un sentido muy
general, el formato, la encuadernación, el papel, el diseño de caja, la decoración,
la tipografía y la impresión forman un todo con el texto y es en su conjunto que
constituyen un mensaje o, dicho de un modo un poco más pedante: el libro es un
signo complejo.
Durante muchísimos años, y en particular a lo largo de todo el siglo XX,
en España se ha asociado de un modo muy intenso literatura con libro. El libro
era el transmisor por antonomasia de la literatura (relegada a un espacio residual
la literatura oral, la palabra “viva”), y era además casi el único modo en que los
textos se ijaban para la posteridad. La asociación inversa no era sin embargo tan
trabada. Es decir, además de libros de literatura, tuvieron su espacio también los
libros de pintura, de ilustraciones y fotografías (donde el texto era secundario, o
no), las guías de viaje, los libros legales, los manuales y una muy diversa tipología
de libros, a veces de enorme difusión. A nadie se le ocurría poner en duda que
se trataba de libros, si bien en un determinado momento empezó a hablarse cada
vez con mayor insistencia de “contenidos” (y en el peor de los casos a considerar
al editor un “proveedor de contenidos”), que podían vehicularse a través de di-
78 | MATERIALES | REVISTA PUENTES
versos “formatos”, ya fueran libros, páginas web, cedés o aplicaciones para móvil
y/o tableta.
¿Constituye un libro un texto en archivo digital? Esta es una cuestión en
la que el hábito y el uso parecen habernos alejado de la precisión léxica. Toman-
do por comodidad las deiniciones de la Real Academia Española de “libro” se
observa una progresiva ampliación semántica del término. Sin embargo, vale la
pena subrayar que esta ampliación coincide con la cada vez mayor dejación de
la responsabilidad normativa y prescriptiva que tradicionalmente se arrogaba la
Academia en favor de una función casi meramente descriptiva mucho más có-
moda (y a menudo mucho menos útil, en particular para los profesionales de la
edición).
Hasta la vigésimoprimera edición, el DRAE deinía en primera acepción
el libro (del latín liber, libri, “mebrana” o “corteza de árbol”) como un “conjunto
de muchas hojas de papel, vitela, etc. y que forman un volumen”, aunque no
menciona que necesariamente se trate de hojas impresas, y en segunda acepción
como una “obra cientíica o literaria de bastante extensión para formar un volu-
men”, donde quizá debemos sobreentender que se trata de una obra, cientíica
o literaria, “escrita”. En la vigesimosegunda edición del diccionario (consultado
en línea el 30 de octubre de 2013), la primera acepción ha cambiado ligeramente
para introducir el concepto de encua-
dernación: “Conjunto de muchas hojas
de papel u otro material semejante que, “Quizás haya sido un error llamar
encuadernadas, forman un volumen”,y ‘libro electrónico’ al archivo de texto que puede
en la segunda hay incluso una mayor ser leído en diversos dispositivos”
precisión: “Obra cientíica, literaria o de
cualquier otra índole con extensión su-
iciente para formar volumen, que puede aparecer impresa o en otro soporte”.
No considero que sea ainar mucho, porque, aun sin referencia a la escritura, con
esta deinición un texto cualquiera, ijado en tinta o por cualquier otro método,
se convierte en libro solo por el hecho de tener una extensión suiciente para ser
susceptible de formar volumen, y no será ocioso recordar cuál es la deinición
que, en tercera acepción, da el DRAE de volumen: “Cuerpo material de un libro
encuadernado, ya contenga la obra completa, o uno o más tomos de ella, o ya lo
constituyan dos o más escritos diferentes”. A medida que uno avanza por este
camino, cada vez parece menos claro qué es un libro, porque a primera vista
podría parecer que lo que está diciendo la Real Academia de la Lengua Española
es que un libro es cualquier conjunto de “hojas u otro material” que pueda con-
vertirse en “un libro encuadernado”.
Quizás haya sido un error que no hace sino crear más confusión llamar
“libro electrónico” al archivo de texto que a menudo puede ser leído en diversos
dispositivos (un pc, un portátil, una tableta, un lector electrónico o, rizando el
rizo, un lector de libros electrónicos; obviamente, no en un libro). Por otra par-
te, a lo largo de los siglos el término “libro” se ha cargado de una connotación
positiva que en cierto modo contribuye a digniicar el archivo digital de textos,
pero en el caso de “libro electrónico” el término no parece muy adecuadamente
empleado. Es evidente que aquí “electrónico” no es un adjetivo equivalente a,
pongamos por caso, “iluminado”, “ilustrado” o “artístico”, sino que el hecho de
ser electrónico, de estar constituido por bits, es lo substancial (lo substantivo), del
probablemente mal llamado “libro electrónico”, y “libro” queda aquí solo como
un adorno digniicador.
ualquier relexión sobre el futuro del libro que no quiera ser vacua,
CONFLUENCIAS
ENTREVISTA A
JOSÉ RICARDO MORALES
Yasmina Yousi
MATERIALES
TALLERES, ESCUELAS
Y LABORATORIOS LITERARIOS
Borja Bagunyà
ISAAC ROSA
Y LA LITERATURA DE TRINCHERAS
I
saac Rosa (Sevilla, 1974) se ha convertido en uno de los nombres más
sonoros de nuestro panorama literario actual. El vano ayer (2004), ¡Otra mal-
dita novela sobre la guerra civil! (2007, reelaboración de la novela de 1999 La
malamemoria), El país del miedo (2008), La mano invisible (2011) y La habitación
oscura (2013) conforman una obra narrativa sorprendentemente coherente, con
una decidida voluntad crítica, reñida con la complacencia y con la contempori-
zación con los discursos dominantes, sean sobre las bondades de la transición
a la democracia o sobre la inexorabilidad de la sociedad capitalista. Hay en ello
un deseo de comprender y hacer comprender dinámicas disfuncionales, falacias
encubiertas y sometimientos innecesarios ante el poder. El vano ayer y ¡Otra mal-
dita novela sobre la guerra civil! constituyen sendas relexiones metaliterarias sobre
los riesgos y las potencialidades de la escritura en torno al trauma histórico, que
colocaron a Rosa súbitamente en un lugar privilegiado de nuestro campo litera-
rio y lo distinguieron dentro del voluminoso —y, con frecuencia, banal— boom
de la memoria histórica. Vinieron después sus reivindicaciones de un realismo
social moderno, problemático, plenamente literario. Al igual que en sus dos tí-
tulos anteriores, echó mano con tanta audacia como seguridad de todo tipo de
recursos narratológicos. El país del miedo es un adentramiento en el miedo como
elemento clave de las sociedades contemporáneas, para lo que Rosa se vale no
solo de una anécdota casi costumbrista, sino de elementos ensayísticos variados
para ofrecer un retrato social complejo, desprejuiciado, racional y empeñado en
PUENTES: El vano ayer y ¡Otra maldita novela sobre la Guerra Civil! revelan una
insatisfacción acerca de los planteamientos que han predominado al abordar la
guerra y el franquismo por nuestra narrativa hasta el punto de servir de reperto-
rio de malos usos novelescos de estos temas. ¿Esta incapacidad tiene su origen
en un problema de tipo ideológico o es estrictamente formal? ¿Se reiere a la
narrativa última o es posible seguir el rastro de una narrativa que no caiga en los
vicios que deconstruyen ambos libros?
PUENTES: El vano ayer parece dialogar con las novelas (y también películas,
series de TV, obras teatrales) publicadas acerca de la memoria colectiva de la gue-
rra civil y de la represión franquista. Estas novelas son mucho más abundantes
a partir de Soldados de Salamina, de Javier Cercas, novela que algunos críticos han
tomado como criterio de la nueva escritura sobre nuestro pasado traumático.
¿En qué medida esta novela se relaciona con los fragmentos metaliterarios de El
vano ayer? ¿Qué le parece la repercusión que la novela de Cercas tuvo a principios
de este siglo XXI?
I.R.: Aunque algunos la leyeron como tal, El vano ayer no es una respuesta a Solda-
dos de Salamina. Lo que no quiere decir que algunas relexiones no sean aplicables
a la novela de Cercas, que en efecto representa una manera muy extendida de
acercarse al pasado. La repercusión de la novela de Cercas fue una década de no-
velas genéricas que repetían ciertos patrones (relatos ambientados en un presente
que se abre al pasado, un personaje que investiga y encuentra una historia ines-
perada, una mirada anacrónica al pasado, un discurso de fondo conciliador…).
I.R.: Creo que la literatura, toda literatura, tiene consecuencias. Es algo que no
está en el ámbito de decisión del escritor, sino en la manera en que el lector se
relaciona con lo leído. Lo quiera o no el autor, el lector tomará una novela sobre
la guerra civil como una imagen de aquel tiempo, como un discurso que va más
allá de la icción. Dicho lo cual, creo que la literatura tiene una responsabilidad
en la construcción de la democracia, y habría que pedir también cuentas a los
escritores (a mí el primero) por los agujeros de esa memoria y la falta de cultura
democrática.
PUENTES: Con sus tres últimas novelas, entra de lleno en cuestiones de índole
social: el miedo como factor de dominio y de violencia en nuestras sociedades
y la alienación del trabajo en los sistemas capitalistas. ¿Siente que este tipo de
preocupaciones está suicientemente presente entre las novedades editoriales de
nuestro país y, más concretamente, entre la obra de los escritores de su genera-
ción? ¿Por qué?
I.R.: El análisis que quise hacer en El país del miedo sigue siendo válido hoy. Si en-
tonces hablábamos de los miedos posteriores al 11-S (terrorismo, obsesión por la
seguridad, recorte de libertades en nombre de nuestra protección), hoy hablamos
de los miedos de la crisis. Pero el uso político del miedo es el mismo: si entonces
nos recortaban libertades, nos controlaban y reprimían, o lanzaban guerras pre-
ventivas, y todo era posible porque estábamos asustados, hoy es posible rescatar
bancos, recortar derechos y desmantelar el Estado de Bienestar por el mismo
motivo: porque estamos aterrorizados, porque tenemos miedo (a perder el traba-
jo, la vivienda, los ahorros en el banco, la pensión futura…).
I.R.: La generación de autores del llamado realismo social o realismo crítico fue
maltratada, desmovilizada, expulsada de los manuales, persuadida de tomar otros
I.R.: Por esa “conlictofobia” de la que hablaba antes. Tiene que ver también con
un elemento clasista: el origen social de la mayoría de escritores, y de los lectores
a los que creen (o desean) dirigirse.
I.R.: Lo que le ocurre a los trabajadores de La mano invisible es lo que solemos ver
en conlictos laborales: cada uno tira por su lado, imposibilidad de construir una
acción colectiva, división, derrotismo, sumisión. Eso está hoy cambiando, por
pura necesidad, pero también las circunstancias son más complicadas. En todo
caso, me interesaba mucho esa docilidad del trabajador de la que hablaba Simone
Weil, y que tiene mucho de educación, de aprendizaje y de presión ambiental.
PUENTES: En este
sentido, se tiende una
línea que continúa en
La habitación oscura a
través de algunos de
los conlictos y dilemas
de los personajes, pero
también por su estra-
tegia narrativa de crear
situaciones irreales, de-
sacostumbradas e ilumi-
nar las disfunciones de
la realidad. ¿Qué posibi-
lidades le aportan estos
espacios —un escenario
o una habitación oscura
en un sótano— en vez
de los más tradicionales
de la narrativa social:
una fábrica, una oicina,
una plaza, una barria-
da...?
I.R.: La reacción más habitual que encuentro, o al menos la que más interesa, es
la duda. Lectores que me dicen que les he hecho dudar, que el libro les ha dejado
dudas. Y me lo dicen a veces como una queja, que echan de menos algo más de
PUENTES: Si hay algo que quizá vincule todas sus novelas es la insatisfacción
que le produce constatar la existencia de violencia: violencia política en El vano
ayer, psicológica y social en El país del miedo, económica en La mano invisible y una
síntesis de todas ellas, en La habitación oscura. En los cuatro casos devienen en
violencia física. ¿Por qué es así? ¿Sin conlictos no es posible la escritura de una
novela? ¿Puede ser la literatura una forma de resistencia efectiva ante estas pato-
logías de nuestro entorno?
I.R.: Escribo porque, como dije antes, pienso en términos narrativos, y a la hora
de intervenir en mi tiempo creo que la narrativa es el medio más eicaz. Lo que
no signiica que no tenga también intereses estéticos, que los tengo, o que no
encuentre placer en escribir y en leer novelas, que también.
LITERATURA Y POLÍTICA
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Pueden remitirnos sus respuestas antes del 15 de abril de 2014 por correo electrónico
(puentesdecritica@gmail.com).
Las respuestas más signiicativas serán publicadas en los próximos números.
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