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César Vallejo fue un iluminado, no cabe la menor duda. Su magistral obra así lo evidencia.
Una obra literaria admirable, pero lamentablemente interrumpida en un temprano y fatídico
15 de abril, del cual él ya había tenido el recuerdo, aún más temprano, del lluvioso jueves,
en un entonces lejano, impensado e inaccesible París, rodeado de gente extraña y de una
mujer desconocida…
Y, efectivamente, la primera vez que, por fin, ella estuvo al lado de aquel vecino por quien
sentía tanta atracción, advirtió que la cabeza de él irradiaba luz. Dos años después,
Hirondelle (golondrina, en francés, como la llamaba el vate) y él, iniciarían una relación
intensa, profunda, extraordinaria, metafísica, que solo terminó en el año 1984, con la
partida de ella, hacia el reencuentro celestial con su amado inmortal.
¿Qué de Vallejo fue lo que cautivó a aquella agraciada adolescente francesa…? Él era
apenas un inmigrante sudamericano inmerso en el fastuoso tráfago de la Ciudad Luz. “Un
hombre feo”, al decir de la pitonisa, no se destacaba por su aspecto físico; que casi
duplicaba en edad a la joven Georgette… y que, además, carecía de recursos económicos;
que era pobre, muy pobre… Pero atrajo a la bella Hirondelle; y, gracias a eso, ambos
unieron sus vidas para toda la eternidad.
La unión de ambos ¿fue decisión del destino, del universo, de Dios…? Hemos visto que
hubo una misteriosa predestinación desde muchos años antes de conocerse. Ella se sintió
atraída de manera inexplicable por su vecino desconocido, luminoso… iluminado…; y eso
ocurrió porque ella, Georgette, también fue un ser iluminado y admirable…
Que fue una mujer admirable, lo deducimos fácilmente de su entrega absoluta, total e
indiscutible, al hombre amado. Ella renunció a todo para marchar con él por Europa,
financiando el periplo con la modesta herencia recibida de su madre. Ella abandonó familia
y amistades, por nuestro ilustre compatriota. Y a la muerte de él, dejó su propia tierra y
adoptó para sí, la de su complemento espiritual. Ella decidió ser pareja, esposa y viuda
únicamente del poeta. Consagrada a él y nada más que a él, a quien ella escribiría hermosos
versos póstumos.
Para los genios no es nada fácil formar pareja y mantener una convivencia armónica. La
historia lo demuestra reiteradamente. No obstante, Georgette se amalgamó perfecta y
asombrosamente a César Vallejo, el genial poeta universal. Ella no solo lo amó, con
fidelidad absoluta, sino que logró que él la amara con igual intensidad y fidelidad. También
lo comprendió, lo que resulta excepcional, pues intelectuales de todo el mundo llevan un
siglo estudiando y analizando al vate santiaguino y no alcanzan a comprenderlo a plenitud.