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Los Prisioneros

Los Prisioneros son, ampliamente, el grupo más representativo de la historia del rock chileno. La austeridad de
una música sin pretensiones virtuosas, y letras llenas de aguda observación social fueron la banda sonora del
desencanto juvenil en plena dictadura de Augusto Pinochet, y hoy mantienen esa vigencia que define a los
clásicos. Canciones como "La voz de los '80", "El baile de los que sobran", "Tren al sur" o "Sexo" se elevaron
como himnos asistémicos, revolucionarios y contestatarios. Diversas crisis internas los llevaron a tener dos
epocas y varios quiebres, hasta su final, el año 2006. Pero hoy, con la banda disuelta hace mucho, sus
canciones siguen sonando en casi todas las generaciones del público chileno.

AñosSantiago, 1984 - 2006Disueltos entre 1992 y 2001Región de origenMetropolitana de SantiagoDécadas


1980 |1990 |2000 |GénerosPop, RockLos PrisionerosIntegrantes
Jorge González, bajo y voz (1982 - 2006).
Claudio Narea, guitarra (1982 - 1989 / 2001 - 2003).
Miguel Tapia, batería (1982 - 2006).

El origen
A pesar de toda la fuerza política de Los Prisioneros, la banda nació como un grupo totalmente al margen de
cuestionamientos partidistas o ideológicos. Sus integrantes —Jorge González (voz y bajo), Claudio Narea
(guitarra) y Miguel Tapia (batería)— se conocieron como compañeros de curso en 1979, cuando ingresaron al
primero medio del Liceo número 6 Andrés Bello, de la comuna de San Miguel.

Los Prisioneros
La amistad del trío cuajó gracias a la música, y se tradujo en dos proyectos que antecedieron al nacimiento del
grupo: Los Pseudopillos, una especie de banda de temas rapeados y lúdicos que giraba en torno a González y
Narea; y Los Vinchukas, el real antecedente, donde por primera vez usaron instrumentos caseros y de segunda
mano para tocar en vivo en actos del liceo. Finalmente, el 1 de julio de 1983, debutaron como Los Prisioneros
en el Liceo Miguel León Prado.

Ese mismo año, y tras salir del colegio, Jorge González entró a estudiar Ingeniería en Sonido en la Universidad
de Chile. Ahí conoció a Carlos Fonseca, hijo de una familia acomodada que manejaba paralelamente Fusión,
una disquería en el barrio Providencia. A las pocas semanas, Fonseca abandonó los estudios para dedicarse a
la tienda y a un par de proyectos que consumían sus horas libres: una columna de música en la revista Mundo-
Diners y un programa semanal de sonidos contemporáneos en la radio Beethoven.

Paralelamente, Jorge González ideaba las canciones del trío, a la vez que dejaba también la universidad para
enfrascarse en su tarea de líder, compositor y alma de Los Prisioneros. Contactados por un amigo común de la
Facultad de Artes —el futuro Aparato Raro, Igor Rodríguez— González retomó sus lazos con Fonseca, quien le
pidió temas de su banda para tocarlos en su espacio radial.

El material entregado por González era tan precario, que debieron grabar todas las canciones de nuevo, en el
segundo piso de Fusión. No conformes, arrendaron un viejo estudio de la calle Lira, perteneciente a Pancho
Straub, donde registraron una decena de temas que sirvieron para ser tocados en el programa de Fonseca y
para abrirse paso en los sectores alternativos.

Durante 1984, Fonseca tomó la decisión de ser el manager del trío, e inaugurar con ellos el incipiente
movimiento de rock chileno que dominaría la segunda mitad de la década. Ese año, Los Prisioneros causaron
furor en tocatas universitarias de los recintos de la Chile y de la Católica; no así en sus propios círculos
sociales, donde no eran entendidos. Es que, paradojalmente, fueron estos círculos "cuicos" o "intelectuales"
que tanto aborrecían, los primeros en rescatarlos y elevarlos como ídolos de una corriente progresista contra el
régimen. Sin quererlo, Los Prisioneros eran el estandarte de una lucha contra la dictadura que nunca les
importó. Al menos en esos primeros años.

El fenómeno
Tasando el furor que causaba su grupo, Fonseca entendió que ya era hora de canalizarlo con el lanzamiento
de un disco. Así, el 13 de diciembre de 1984 salió a la venta La voz de los ´80, un casette con etiqueta de la
recién inaugurada productora Fusión, grabado bajo la clara influencia musical de los ingleses de The Clash, y
que los encumbró como líderes del emergente movimiento musical que nacía en el país, alimentado por la
invasión de pop que llegaba desde Argentina, sobre todo tras la guerra de las Malvinas.

A mediados de 1985, la multinacional EMI logró vencer su propia autocensura y firmó un contrato de
distribución con Fusión para que el disco fuera repartido por todo Chile. El aparataje poderoso de la EMI los
desparramó por todo el país, llevando el nombre del conjunto de Arica a Punta Arenas. Canciones como "Sexo"
y "La voz de los 80" invadieron la programación radial, abriendo espacios a los nuevos conjuntos locales que
protagonizarían el llamado boom del pop latino de los años '80. La consolidación definitiva de Los Prisioneros
vendría el 1 de noviembre de 1986, cuando lanzaron el disco Pateando piedras con dos recitales a todo
reventar en el Estadio Chile. En ese disco, ya bajo licencia EMI, venía el tema "El baile de los que sobran", un
canto a los jóvenes marginados tras salir de la educación formal, que se hizo himno en todo el continente.
Pateando piedras significó el gran salto a la masividad de la banda, el ariete que les permitió vencer la censura
que les impuso el oficialismo al vetarlos en la televisión y en los medios controlados por la dictadura. Letras
inteligentes sobre temas sociales, un sonido bailable que se enriqueció con componentes electrónicos y la
acidez del líder González ante la prensa y el público los distinguió definitivamente como la expresión más
vistosa e interesante del rock de esos años. Temas como "Quieren dinero", "Por qué los ricos" o "Muevan las
industrias" contenían certeras críticas sociales, eran bailables y representaban a buena parte de la juventud de
esos años.

Todo ello, sin embargo, tuvo un costo. La prensa los hizo sospechosos, primero, y peligrosos, después, para el
statu quo alentado por la dictadura. Por eso, sin quererlo y empujados por el propio sistema, Los Prisioneros
fueron obligados a definirse políticamente frente a la contingencia. En 1987, durante una gira extensa por el sur
del país, sus recitales comenzaron a ser prohibidos por las guarniciones militares, hecho que desencadenó que
su tercer disco, La cultura de la basura (lanzado en diciembre de ese año), se quedara sin gira promocional
debido al boicot gubernamental.

Ese disco, dedicado a la cultura de la radio AM que los marcó personal y artísticamente, fue un rotundo fracaso
económico, y es el menos apreciado por la propia banda. Poco prolijo en su sonido, La cultura de la basura
incorporaba por primera vez temas de Tapia y Narea, manteniendo la agudeza de las letras de González,
aunque entre una mayor presencia electrónica. Estos elementos apenas trascendieron dada la escasa difusión
del disco, y la distancia con los medios se acentuó cuando la banda llamó publicamente a votar NO en el
plebiscito sobre la continuidad de Pinochet.

El quiebre
Con los recintos fiscales prohibidos, el trío ocupó 1988 para consolidar su fama en los mercados de Perú,
Ecuador y Colombia. Realizaron giras y tocatas en los tres países, siendo en éste último donde mayor impacto
lograron. Tres giras consecutivas (septiembre y noviembre del 88, y abril del 89) fueron el resultado del impacto
que logró el grupo en el país cafetero.

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