Está en la página 1de 8

​ La ilustración

Ilustración viene del latín “ilustrare” que significa alumbrar, sacar a luz y puede definirse como un
movimiento cultural europeo que abarca aproximadamente desde 1720 hasta 1770, más o menos desde la
muerte de Luis XIV hasta la crisis que desembocará en la Revolución Francesa; de alguna manera por su
carácter prerrevolucionario lo anticipa. La Ilustración sería entonces un período de transición entre el
Renacimiento y la Época Moderna. Los teóricos importantes han coincidido en que fue durante este período
que se gestó, con o sin conciencia, el proyecto de la Modernidad.
Max Weber la caracterizó como la separación de la razón sustantiva en tres esferas autónomas: ciencia,
moralidad y arte, que se diferenciaron porque las visiones del mundo unificadas de la religión y la metafísica
se escindieron.
Según se ha dicho la raíz de este movimiento cultural hay que buscarla en el Renacimiento, que ya
reivindicó el poder de la razón como instrumento válido de conocimiento, apartándose del modelo
medioeval que creía en la fe como valor supremo, y hacía de la verdad revelación. Sin embargo, existen
diferencias sustanciales entre la forma y contenido de la razón en el XVII y en el XVIII.
Precursores
Roger Bacon es reivindicado por Voltaire como el padre de la filosofía experimental; Bacon sostenía que
las ciencias experimentales eran “las felices bodas del intelecto humano con la naturaleza de las cosas,
bodas detenidas por la incredulidad, el miedo a la duda, a la contradicción etc”
A Isaac Newton se debe la formulación primera del mecanicismo; esto es: la concepción del universo
como un gran mecanismo, con una legalidad racional, concepción que resulta una premisa fundamental
para el avance del conocimiento.
A este cambio en la ciencia hay que sumar uno en la teoría política (así como en la práctica) el
constitucionalismo de Locke. Su idea era que la sociedad no debía estar sometida al gobierno de una sola
persona por buena que fuera. Su aporte elimina lo que de pequeño dios tenía el rey, pues este debía
respetar una constitución que estaba por encima de él. En Inglaterra comenzaba a tener mayor importancia
el parlamento y se iniciaba con él el liberalismo político.
Además, su otro gran aporte es el empirismo. Afirma que se aprehenden ideas como producto de la
experiencia. No hay ni ideas ni principios innatos y el entendimiento es, antes de producir ideas a partir de
la experiencia, no más que una tabla rasa.
Descartes puede decirse que es el primero que sitúa a la epistemología en el centro de la filosofía. Se
dice que es el iniciador del Racionalismo, pues para él lo único admisible es lo que se presenta ante la razón
como verdad “clara y distinta”. Su idea de dudar de todo lo establecido, la duda metódica, es un aporte
indispensable para la existencia posterior de la Ilustración. Afirma que se viene al mundo con un
conocimiento absoluto, pero que después se produce el olvido.
El filósofo distinguía entre ideas innatas, adventicias (representaciones mentales que surgen a través del
estímulo sensorial) y facticias (representaciones mentales que deben su existencia a la construcción de la
mente, ficcionales).
Las ideas de las que no duda son Dios, causa, extensión, existencia y sustancia.

¿Qué es la Ilustración? Veamos qué contesta, tal vez uno de los más celebres pensadores de su tiempo,
a la pregunta ¿qué es la Ilustración?, pues la respuesta podrá obrar como punto de partida para el
desarrollo de algunas de las características .
Dice Kant: “La Ilustración es la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad. La minoría de
edad significa la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la guía de otro. Uno mismo es
culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no reside en la carencia de entendimiento sino en
la falta de decisión y valor para servirse por sí mismo de él sin la guía de otro. Sapere aude! ¡Ten valor de
servirte de tu propio entendimiento!, he aquí el lema de la Ilustración”
En principio, diagnostica la situación en la que se ha encontrado el hombre y la oportunidad que le da la
Ilustración. El ser humano vivía la minoría de edad, es decir que era alguien tutelado, que carecía de
independencia, fundamentalmente mental y espiritual. La Iglesia y las instituciones políticas, entre otras,
habían dirigido su pensamiento y coartado su libertad. Por lo tanto, el desarrollo del intelecto a través de la
razón surgía como un medio para llegar a la mayoría de edad, es decir a la libertad.
Kant rechazaba dos concepciones del hombre: como niño y como máquina, porque serían sujetos
pasibles de sumisión y manipulación (se prestarían a la consigna: “obedeced, no razonéis”).El desarrollo del
hombre depende de sí mismo; es racional y libre. Debe usar sus facultades para el desarrollo pleno de sus
capacidades. Si no lo hiciera es “autoculpable” y, además, cobarde pues no se anima a ser libre.
El desarrollo pleno, la independencia intelectual, se puede lograr a lo largo de sucesivas generaciones,
pero no en el individuo en particular debido a la brevedad de la vida. Por tanto, la salida requiere de un
proceso continuo. No se lograría por medio de una revolución porque esto significaría un proceso fugaz,
sino a través de un desarrollo continuado en la historia de la humanidad.
La respuesta que daba el filósofo a la pregunta original tenía una doble intencionalidad: fomentar la
conciencia individual así como la del colectivo de dirigentes, que podían transformar las condiciones
político-sociales, económicas y educativas.

Kant finaliza su respuesta diciendo:


“Una vez que la naturaleza, bajo esta dura cáscara, ha desarrollado la semilla que cuida con extrema
ternura, es decir la inclinación y vocación al libre pensar; este hecho repercute gradualmente sobre el sentir
del pueblo (con lo cual este se va haciendo cada vez más capaz de la libertad de actuar) y finalmente, hasta
llegar a invadir los principios del gobierno, que encuentra ya posible tratar al hombre, que es algo más que
una máquina, conforme a su dignidad”
Algunos pilares básicos de la Ilustración son:

1. El racionalismo. (La confianza en la razón que hará posible el progreso.) La razón ya había cobrado
importancia en los siglos XVI y XVII con el Renacimiento y por este medio había comenzado a desarrollarse
la ciencia y la tecnología. Asimismo construyó vastos sistemas filosóficos abarcadores de una totalidad. Para
estos filósofos la razón es la región de las “verdades eternas”, verdades comunes al espíritu humano y al
divino.
Dice Cassirer respecto a la racionalidad en la Ilustración : “El siglo XVIII maneja a la razón con un
sentido nuevo y más modesto. No es el nombre colectivo de las ideas innatas, que nos son dadas con
anterioridad a toda experiencia y en las que se nos descubre la esencia absoluta de las cosas. La razón, lejos
de ser una tal posesión, es una forma determinada de adquisición. (…) Todo el siglo XVIII concibe la razón
en este sentido. No la toma como un contenido firme de conocimientos, de principios, de verdades, sino
más bien como una energía, una fuerza que no puede comprenderse plenamente más que en su ejercicio y
en su acción”
Mientras que el siglo XVII utilizaba el método deductivo, iba de lo general a lo particular, el XVIII procedió
a la inversa: de lo particular a lo general. El método inductivo caracterizó a dicho siglo. Se partió de la
observación y el análisis para llegar como último paso a la formulación de principios. La función de la razón
es separar lo fáctico, lo dado, de lo creído por testimonios de revelación (religión), tradición (historia),
autoridad (educación, política, etc.). Después de despojar y dividir a través del análisis en distintos
miembros, entonces puede encontrar una estructura significativa diferente, comprender orígenes, formular
hipótesis, dependiendo del campo al que nos refiramos. Por este motivo dice Cassirer que “Este
movimiento espiritual doble es el que caracteriza por completo el concepto de razón, no como concepto de
un ser sino de un hacer”; la curiosidad intelectual produce la búsqueda de la verdad. Dice Lessing, teórico
alemán, que la fuerza de la razón no está en la posesión de la verdad sino en su conquista.
El racionalismo se proyectó también en el desarrollo de la crítica hacia la nobleza, en tanto detentaba el
poder, a los prejuicios sociales, a la religión (no a Dios), al optimismo irracional. En ocasiones, como se
aprecia en Voltaire, el humor es un medio para realizarla por medio de la ironía y de la sátira.
2. El ideal del progreso es la consecuencia de la confianza en la razón. Si esta es lo más importante
del ser humano se podrá avanzar indefinidamente. Dice Cassirer: “Apenas si siglo alguno está impregnado
tan hondamente y ha sido movido con tanto entusiasmo por la idea del progreso espiritual como el siglo de
las Luces. Pero se desconoce el sentido hondo y la médula de esta idea si se entiende el “progreso” tan sólo
en el aspecto cuantitativo, como una pura ampliación del saber, como un progressus in indefinitum. Al lado
de la expansión cuantitativa tenemos siempre un determinante cualitativo” Esto puede observarse en lo
que expresara Diderot. Declaraba, referido a la Enciclopedia, que no pretendía tan solo transmitir un
determinado acervo de conocimientos, sino provocar un cambio en la manera de pensar.
En esta época, teniendo en cuenta lo anteriormente expuesto, el intelectual tenía un papel de guía. Por
este motivo surgió la idea de la publicación de un diccionario que abarcara todos los aspectos del saber
humano: la Enciclopedia, subtitulada “Diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios”, que se
realiza entre 1745 y 1772 bajo el impulso de Diderot, pero con la colaboración de todos los intelectuales
importantes de la época.
La Revolución Francesa fue, desde un punto de vista ideológico, consecuencia de la tarea de los
enciclopedistas, crítica con el pasado y proyectando el futuro.
3. Desarrollo de las ciencias de la naturaleza. En el siglo anterior, fundamentalmente por la influencia
de Descartes, había sido muy importante el estudio de la matemática y la geometría, que se estancaron en
el siglo XVIII. En este comienza el reinado de Newton, que había puesto las matemáticas al servicio de la
física. “Todo el siglo XVIII ha comprendido y admirado en este sentido la obra de Newton. Venera en él al
gran investigador empírico. (…) La admiración sin límites… se basa en la comprensión de su obra, que no
aparece de valor incomparable merced a lo que aporta y al fin que se propuso sino, más bien, por el camino
que la condujo al logro de este fin. Newton ha sido el primero que ha llevado el conocimiento de la
naturaleza de las suposiciones arbitrarias y fantásticas a la claridad del concepto, de la oscuridad a la luz.”
4. El optimismo. Puede decirse que, como sucede con el Renacimiento, el optimismo caracteriza este
siglo. Este sentimiento proviene de la confianza en la razón y en sus posibilidades de progreso material y,
fundamentalmente espiritual e intelectual.
Desde un punto de vista filosófico la idea originaria es que se creyó que la naturaleza es bondad. En ese
sentido puede señalarse a Leibniz y Shaftesbury como ejemplos del optimismo dieciochesco, pero el
primero es el que interesa más porque su discípulo Wolff, que parcializa sus postulados y es ridiculizado a lo
largo de todo “Cándido”.
Leibniz1 redujo el impacto de las catástrofes naturales y el sufrimiento llamándolo “mal físico”, lo cual lo
hace menos doloroso. Luego habló del mal metafísico, pero, lo que lse denomina mal puede no ser tal,
puesto que la visión humana es corta, limitada, para poder juzgar el conjunto. Desde este punto de vista lo
que parece malo, puede no serlo. Falta el último tipo de mal: el moral, es decir los crímenes, cobardías,
pecados, vicios.
Para explicar esto Leibniz bosquejaba un cuadro: evocaba la infinidad de los mundos posibles, tales
como Dios había podido representárselos, antes de escoger uno que pasara de la nada al ser; mostraba la
elección misma de ese Dios, haciendo surgir de entre las futuriciones la que le parecía más digna, la que
contenía menos imperfección. La sabiduría suprema, unida a una bondad infinita, no ha podido elegir
mejor. Nuestro mundo es, pues, el menos malo de los mundos posibles, o para decirlo positivamente, el
mejor de los mundos posibles. Un ejemplo de esto es la violación de Tarquino de Lucrecia que hace posible
el nacimiento del imperio romano. El mal menor es parte de un bien mayor.

1
Las referencias a los filósofos del optimismo provienen de las ideas de Paul Hazard en: “El pensamiento europeo
en el siglo XVIII.”
Esta fórmula fue adoptada en todos lados; Wolff la formuló y difundió en las universidades alemanas. Se
debía aceptar el plan general divino sin cuestionar la justicia, pues la limitación humana no permite apreciar
la inmensidad del plan de Dios. Debe aceptarse que el sufrimiento particular es parte de la felicidad social.
“Seguramente los malos prosperan, seguramente los justos son arrebatados antes de tiempo, no por ello es
menos verdad que dentro del plan general, todo lo que es está bien.” Dice Pope: “Whatever is, is right”
Estando todo organizado para el bien, el mal ha venido de que Dios ha dejado la libertad a las criaturas,
de ahí proviene las faltas (ángeles, Adán etc.)2
Esta teoría del optimismo se convirtió en el gran recurso para la búsqueda y el reclamo de la felicidad.
Para los ilustrados, de todas las verdades, las únicas importantes eran las que contribuían a la felicidad, de
la filosofía vale la consecución de medios para llegar a la felicidad, y, por último el deber del ser humano es
la felicidad. ¿Y qué es la felicidad para el hombre del siglo XVIII? Lo inmediato; es una felicidad terrenal,
diferente a la de los místicos y moralistas de siglos anteriores. Se considera que las ideas que ven en el
mundo lo engañoso, lo trágico, una morada de dolor, parten de la superstición. Negarse a gozar de los
beneficios del mundo es ignorancia y perversidad.
Su felicidad (la del siglo XVIII) era cierto modo de contentarse con lo posible, sin pretender lo absoluto;
del justo medio; es además, una felicidad de cálculo (suma de las felicidades, menos las desgracias, como
una operación matemática)
Se buscaba el placer, pues carecía de sentido buscar privaciones: “la alegría hace de nosotros dioses”. La
felicidad se convertía en un derecho cuya idea sustituía a la del deber; era el fin de todos los seres
inteligentes, el centro al cual tendían todas sus acciones.
5. Crítica universal. Empezó con la ironía y se multiplicó en sátiras, comedias, panfletos, epigramas.
Existen distintas manifestaciones de esta tendencia crítica: la burlesca, donde se toman textos antiguos
que pierden su carácter venerable, viajeros que fingiendo mirar Europa con otros ojos descubren sus
extravagancias y vicios, viajeros que descubren países maravillosos que avergonzaban a Europa. Se
describían pueblos inexistentes, donde todos eran felices; son las utopías. El propósito era mostrar qué
absurda era la vida en los países europeos, qué hermosa podría resultar si se decidiera al fin obedecer las
leyes de la razón. Un ejemplo de utopía son “Los viajes de Gulliver” donde se critica a todo lo establecido,
creído, respetado y amado: hombres de Estado, reyes, sabios, filósofos, partidos políticos, etc. La crítica en
ellos no se convierte en pesimismo cósmico, por el contrario, denuncian un presente pero siempre creen
que se puede cambiar y, para ello, luchan.
Teniendo en cuenta la supremacía de la razón, era casi un hecho que se iba a producir un enfrentamiento
con las religiones o como titula el libro de Akal “la razón contra la fe”. Este enfrentamiento ya había

2
En 1755 se produce el terremoto de Lisboa que impactó a toda Europa por la magnitud del desastre de un pueblo
que tenía fama de amable y cristiano; bondadoso. En esa época Voltaire no rechazaba el optimismo de Leibniz (la
mónada sí), pero en ese momento dice que es imposible afirmar que todo está bien ante los desastres padecidos por
inocentes y justos. En 1756 Rousseau dice que la naturaleza sigue siendo buena, los hombres se han vuelto malos,
maldad adquirida, por el contrato social.
comenzado a darse en el siglo XVI cuando la investigación científica había comenzado a cuestionar los
relatos bíblicos (la verdad hasta ese momento). La razón había hecho que los hombres ganaran en
independencia de pensamiento, y por este medio había nacido y crecido un Martín Lutero. Se enfrentaron
Reforma- Contrarreforma, la religión contra la ciencia, en tanto esta a la postre, cuestionaba su poder. Por
este motivo, el científico fue reprimido, así como todo aquel que se apartara del dogma o simplemente de
los intereses que, en ese momento, tenía la Iglesia católica.
Si a Lutero se debe una pérdida de poder de la Iglesia Católica en el terreno de la fe, a Descartes se debe
“la redistribución del saber moderno”. “Con él la ciencia hereda la primacía y la hegemonía que había
ostentado durante siglos la teología.” La realidad quedó escindida en dos regiones ontológicas: el mundo de
las ciencias de la naturaleza y el de las ciencias del espíritu.
¿Qué pasa con el origen del mundo y sus leyes? ¿Y el origen del alma y su destino? El filósofo, que ya no
es un teólogo como en el Edad Media, interpela a este en aquello que se escapa a una explicación racional o
por lo menos plantea una duda. Esto no significa que filósofos o científicos sean ateos, aunque hay algunos,
pero sí que hay un enfrentamiento con el aparato religioso en general y en particular contra los dogmas,
puesto que estas, verdades que no se pueden discutir, están en las antípodas de la actitud del hombre
ilustrado. Fundamentalmente este enfrentamiento tuvo lugar en Francia.
En los filósofos franceses se observa una actitud crítica con respecto a las supersticiones e ignorancia
que, a juicio de estos, la religión ha fomentado. Asimismo entienden que han impulsado la injusticia, han
obrado contradictoriamente a lo que pregonan, han fomentado guerras, engañado y torturado, así como el
sacerdocio se ha comportado usualmente con hipocresía. Voltaire por ejemplo decía que “El primer teólogo
fue el primer bribón que encontró al primer tonto”. D’Holbach, ateo, acusa al aparato religioso de que “al
educar a los hombres en el temor ante los tiranos invisibles, los hace serviles y cobardes frente a los
déspotas de la tierra y sofoca en ellos toda fuerza capaz de dirigir con independencia su propio destino”3
En general el siglo XVIII fue deísta; apoyó la idea de Dios en la razón y la naturaleza, limitándose a
concebir la existencia de un ser supremo al que no se idolatra sino que se le rinde un culto puramente
íntimo, sin intermediarios. Como en la naturaleza se encuentra lo bueno, el ser humano en contacto con él
no se engañaría nunca. Por lo tanto la religión debe hacerse natural; ya no sería más que emanación de
esta. En líneas generales, puesto que existen varios tipos de deísmos diferentes, se ve a Dios como un
creador, pero no como un hacedor de la historia en general.
El deísmo no implica en sí un acto de fe, porque es el resultado de una operación intelectual, que
conduce a una afirmación elemental y suficiente: la existencia de Dios, que se da a través de la percepción
de cosas y/o efectos que sólo pueden explicarse por la existencia de un ser superior.
“A la religión natural le basta simplemente Dios o la idea de Dios. Un Dios que resuelve el enigma de la
existencia del mundo y del hombre: el Dios creador, “arquitecto” o “relojero”; pero no redentor,

3
Akal, pag 37
dispensador de gracia ni el justiciero. El Dios de los deístas no interviene en la historia humana, aunque la
religión natural se exprese como saber moral”4
Los ateos rechazaron el deísmo como un producto confuso, como un compromiso endeble. Según
Cassirer5 Diderot reconocía que “el deísta ha cortado una docena de cabezas a la hidra de la religión, pero a
la cabeza que le dejó crecieron en seguida otras tantas” Asimismo decían que los deístas no tenían
debilidad para ser cristianos ni valor para ser ateos.
También existen quienes profesan el ateísmo como el Barón d’Holbach sobre todo. Para ellos es
suficiente prueba de la inexistencia de un Dios poderoso y bueno, la existencia del mal en el mundo.
En definitiva, la Ilustración propendió al principio de la tolerancia religiosa, aunque no se lograra,
haciéndose eco de ese deseo de libertad interior que ya podía observarse en el primer fragmento de Kant.
6. Libertad en lo político y económico. En materia política rechazó el despotismo y expresó la
admiración por el régimen parlamentario de Inglaterra y el respeto a los derechos de los ciudadanos. Para
Voltaire coincide la libertad con el reconocimiento de los derechos del ser humano: “¿De hecho, qué es ser
libre? Es conocer los derechos del hombre, y, una vez conocidos, se defienden sin más”
¿Qué modelos promovieron? El régimen parlamentario inglés, la monarquía ilustrada, es decir guiada
por la razón y apuntalada por los filósofos como consejeros, y, por último se pensará también en una
república regida por la clase media.
El filósofo, además de pensar y escribir, luchó por sus ideas desde “el partido de los filósofos” sin
renunciar a utilizar para sus pensamientos reformistas al poder establecido. Así Diderot asesoró a Catalina II
de Prusia y Voltaire acudió a la corte de Federico II de Prusia, aunque finalmente se sintió decepcionado por
su experiencia. Lucharon fundamentalmente, como intelectuales po la libertad de pensamiento, y por lo
tanto de expresión. Al respecto resulta un ejemplo el pensamiento atribuido a Voltaire: “No estoy de
acuerdo con una sola palabra de lo que afirmáis, pero defenderé hasta la muerte vuestro derecho a hacerlo”
En cuanto a la política, deben destacarse las ideas de Montesquieu y Rousseau. El primero creyó que el
marco legal dependía del lugar y momento de la aplicación, pero que siempre las leyes debían propender a
conducir al pueblo a la moderación, la libertad, la utilidad social y la felicidad. Admiró, como otros, el
sistema inglés con tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial, separados y equilibrados, que se
controlaban mutuamente. Sin embargo, para Francia defendía una monarquía moderada por el poder de la
nobleza intermedia y el parlamento, evitando por este medio la supremacía absoluta del rey.
En cuanto a Rousseau defendía la democracia. Su teoría se basaba en un contrato libremente establecido
entre los miembros de una comunidad (el contrato social) por el cual ellos abdicaban de todos sus derechos
en favor de la comunidad. Esto es lo que les permite la igualdad y la libertad auténtica. Por este contrato
todos quedaban sometidos a la voluntad general, que se expresaba en leyes de alcance universal en aras del
bien común. El pueblo debía expresarse directamente, porque la soberanía es inalienable. Solo la aplicación

4
Akal, pag 40
5
pag 155
de las leyes se confía a un gobierno ejecutivo por motivo de orden práctico. La voluntad general es
expresión de la mayoría, y las minorías lo único que pueden hacer es intentar convertirse en aquellas.
En cuanto al pensamiento económico se aferra, como se ha dicho, al principio de la libertad, el llamado
liberalismo que se formula en el lema “laissez faire et laissez passer; le monde va de lui meme”, dejad hacer
y dejad pasar, el mundo camina solo. Debe dejarse en ese sentido que la producción y comercialización de
bienes se realicen sin regulación de parte del estado. La naturaleza y el comercio están regidos por las leyes
naturales, que actúan por sí mismas en forma beneficiosa.
7. El Derecho se apoya en la naturaleza. Los filósofos del siglo XVIII advertían la injusticia de la
organización social, siguiendo la línea de pensadores del siglo XVII (Hobbes, Locke, Beccaría). Como
herencia de este siglo tomaron la concepción del Derecho Natural, de un orden legal justo y armónico, que
precedía al poder humano y al divino, si es que este existiera. El Derecho Positivo debía apoyarse en él, por
tanto se independizaba de los dogmas teológicos así como del absolutismo del Estado. Montesquieu definía
a las leyes como “las relaciones necesarias que derivan de la naturaleza de las cosas”, por ese motivo se
llegaba a la concepción de los derechos del hombre y del ciudadano como “naturales, inalienables,
imprescriptibles y sagrados”.
Hobbes en el siglo XVII concibió el estado primigenio como la lucha de todos contra todos, a la que se
pone coto por medio de un contrato social que los protege de la inseguridad. Por esa causa delegaron su
soberanía en un monarca.
Rousseau, sin embargo creyó en una situación originaria paradisíaca, como la que aparece en la Biblia,
donde los seres humanos viven aislados y felices, en un estado de libertad e inocencia. Luego, un grupo de
hombres se apoderaron de un bien, que es común, creándose a partir de allí las diferencias entre ricos y
pobres. Aquellos legitimaron su situación imponiendo leyes que fundaron la autoridad civil. La vuelta al
origen se veía como imposible, pero esperaba la lucha por una sociedad más justa e igualitaria.

Bibliografía:
Paul Hazard: El pensamiento europeo del siglo XVIII
Volker Ruhle: En los laberintos del autoconocimiento: El Sturm Und Drang y la Ilustración alemana.

También podría gustarte