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Retirado en la paz de estos desiertos,

con pocos, pero doctos libros juntos,


vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.

Si no siempre entendidos, siempre abiertos,


o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.

Las grandes almas que la muerte ausenta,


de injurias de los años, vengadora,
libra, ¡oh gran don Josef!, docta la emprenta.

En fuga irrevocable huye la hora;


pero aquélla el mejor cálculo cuenta
que en la lección y estudios nos mejora.

Quevedo objetiva una serie de Ideas en este soneto. La principal es que la mejor forma
de vida es el estudio, pues para la vida es necesario conducirse por ella con inteligencia,
la cual se afila con el estudio. El resto de modos de vida o de otras facetas de la misma,
pasan a ser un tema secundario porque están compuestas de apariencias que llevan al
sentimentalismo, a la vulgarización y a estar arropados por apariencias que solo llevan a
penas. Las cuales se predican del individuo y sus pequeñas inmundicias, pero los
grandes hombres han estado por encima de su individualidad, llegando a ser personas de
las que aún hablamos y fijamos como arquetipos de modos de vida excelsos, a los
cuales han llegado mediante el estudio, dejando todo lo demás de lado como si de una
brisa inofensiva se tratara.
Una de las facetas de la vida que más se sobrestima por el común de los mortales es la
sociabilidad; el tener amigos, pareja, familiares. ¿Pero cuál es su lugar cuando no saben
razonar, cuando son barbaros? Pues solo llevarían, de este modo, a hacer perder el
tiempo a las personas inteligentes, convirtiéndose en burros ante ellos y no teniendo
nada de qué hablar, pues se suele hablar de temas absurdos; el tiempo, la política, etc.
Los lugares comunes propios de una sociedad de opinologos doctorandos en Twitter,
televisión, Netflix, etc.
Por ello se opta por retirarse de este fondo de la caverna (Retirado en la paz de estos
desiertos). En este desierto, que remite a una soledad vital, se encuentra la paz, aunque
esta sea adusta, y no apta para cualquiera. La recompensa de vagar por el desierto es la
paz alejada del mundanal ruido de opiniones y distintas patologías del común de los
mortales.
¿Qué hacer en la paz de esos desiertos cuando no hay ningún interlocutor inteligente o
nada más que hacer? Estudiar (con pocos pero doctos libros juntos). La coraza del
solitario son sus libros, que ocupan las horas de su vida y le proporcionan inteligencia.
Habla de pocos libros pero doctos, no como esas personas que tienen libros y libros,
pero que no son ninguno de valor. Una verdadera biblioteca se basa en pocos libros pero
todos excelentes, lo que se suele llamar clásicos.
Este solitario vive en conversación con los difuntos, es decir, que se pasa los días
leyendo esos libros doctos, dialogando con figuras ya muertas pero grandes como
Aristóteles, Cervantes, Espinosa o Gustavo Bueno. Habla más con tales personas que
con sus vecinos, escucho con mis ojos a los muertos, estos muertos son los grandes
clásicos, los genios universales, que pusieron en negro sobre blanco sus mejores
pensamientos, por lo que el lector los está escuchando realmente al leerlos.
No por estar los libros abiertos se entienden completamente (Sino siempre entendidos,
siempre abiertos), sino que su comprensión se mejora con el paso de los años, por los
cuales se ha ido afilando la razón, y con ello, estando más a la altura de aquellos
legendarios muertos. El dedicarse al estudio no es una cuestión meramente teórica,
abstracta, como si fuera un escape de los problemas o los asuntos de la vida sino que
tratan de estos asuntos, ya sea indirecta o directamente. Por ello se recoge el fruto de
resolver tales problemas cotidianos, como por ejemplo las patologías del pensamiento
mediante el estudio, o enmiendan o fecundan mis asuntos. El estudio proporciona un
modo de vida fértil y resolutivo ante la vida misma, siendo la mejor solución entre las
que hay.
En silenciosa armonía con los libros se halla el estudioso (y en músicos callados
contrapuntos), observando argumentos brillantes, descripciones astutas,
clasificaciones…se maravilla ante una razón sublime, haciéndose participe, incluso
amigo, de estos muertos. La imaginación puede ser una patología o bien un medio para
un pensamiento afilado y objetivo hacia conceptos o Ideas, el estudio orienta la
imaginación y la razón, aunándolas en ese objetivo. La fantasía puede ser un puente al
delirio, probablemente el más común y cotidiano hacia tal destino. Pero si ya hay que
soñar despierto por lo menos usar estos ojos internos para ver la vida, y no la muerte o
el delirio, al sueño de la vida hablan despiertos.
La muerte se ve como una liberación en la tercera estrofa. Liberación sobre todo para
estos grandes hombres que se han libertado de tantas obligaciones absurdas y vacuas.
Lo único vacuo que no hicieron es plasmar su pensamiento. Siendo este lo que nos
queda de ellos.
Al lector también se le pasan las horas, ya sea haciendo el tonto o estudiando libros
doctos, por lo que también va a morir. Pero ante el poco tiempo que le queda lo mejor
que puede hacer es estudiar, tal vez lo único que pueda hacer alguien inteligente en el
desierto que es la vida, sobre todo la contemporánea. Lo que se puede hacer es mejorar
la razón, y así poder imitar a esos grandes hombres en su legado, dejando otro para los
solitarios que vendrán.
Por ello la mejor solución de vida es huir hacia la Torre, hacia una casa lejana del
mundanal ruido, con pocos pero doctos libros juntos, para mejorarse mediante el
estudio. Pues no queda otra.

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