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Título original:

Vago.

Autor: Juan Carlos Salomé M.


Contacto: jcarlsalomem@outlook.com

Este texto queda al alcance del público en general. Se incentiva


su libre circulación y publicación por cualquier medio.
Porque la espontaneidad es el principal signo de la libertad.
VAGO
——

Juan Carlos Salomé M.


“¿Toda nuestra vida sería una
serie de gritos anónimos en un
desierto de astros indiferentes?”
– Ernesto Sabato, El túnel.
*
Virgenes puras, blancas y santas siendo estranguladas por la
imaginería del joven escritor que sublima sus peores vicios en
una escritura jeroglífica.

*
Lo vulgar vuelto el almuerzo de cada día.

*
Ojos tristemente consumidos por el ascetismo urbano.

*
Educación mínima para el hombre mínimo.

*
¿Lo puedes ver? El niño siempre es un primer movimiento,
fuerza espontánea, un querer puro. Es agua que fluye, que
escapa al rio, inaugurando riachuelos por donde correr. Todo
depende, al final, de la fuerza del capricho. Observa de qué
manera tan irresponsable se mueve dentro y fuera de la
estructuras que los grandes han puesto para su entretenimiento.
Observa cómo el niño modifica la forma y el sentido de lo que
está ante él. El niño es el medio por el cual podemos acceder a
un tiempo pérdido. Bastemonos en la contemplación de ese
derroche energético.

*
La escritura: un medio para la renovación y la purificación de la
vida.

A veces el destino que nos depara es generoso. Nos da pequeños


regalos, tiempos de ocio, de distracción y de esparcimiento. Nos
hace creer, por momentos, que vivir acompañados es mejor a
estar solos. Tan bien juega con nosotros este maldito… hay que
tener bien planteados nuestros deseos, nuestras aspiraciones,
nuestros propios modelos, nuestras propias figuras, si no
deseamos sucumbir ante sus caprichos y seducciones. Nos hace
tomar en cuenta la posibilidad del y de lo otro en nuestras
vidas… No obstante, finalmente, llega el día de volver a poner
manos a la obra. Llega nuevamente el ciclo que nos hace lidiar
con el peso ambivalente de nuestra compañía. Llega por ultimo
la temporada en el infierno, el descenso al abismo, el
movimiento de eclipsamiento y de hundimiento en lo más
extraño de nuestra mente y de nuestra alma al punto en el que el
corazón termina por reducir sus latidos y sus muros. Llega el
tiempo en el que debemos dejar caer esos atavíos que nunca nos
pertenecieron para quedar desnudos otra vez y, finalmente,
poder aclimatarnos al frío que nos habrá de sobrevenir al tiempo
en que la soledad se abre camino ante nosotros.

*
Que la soledad sea tu único regalo en esta vida. Lucha
incansablemente por pertenecerte a ti mismo, aún cuando los
demás llamen a tu soledad egoísmo. A muy pocos les es dado la
tierra de su propio ser como propiedad suya. Créete, por tanto,
a la medida de tal obsequio. ¡Aceptación!

*
Guardémonos de hacer de la filosofía un ejercicio ascético.
Preocupémonos por ser buenos lectores antes que ser
corrientemente buenos leedores: procuremos ser espíritus de
pocos libros. Cuidemos que el mundo no acabe por ser
recubierto de teoría, que la “physis” no sea suprimida por el
“logos”. Esto, a mi parecer, es cuidar el sentido de la tierra. Ser
fiel a la tierra es velar, entonces, por este cuidado: que los libros
no terminen por agotar el sentido del mundo. Que el filósofo
alcance su mayoría de edad significa, aquí, que sea capaz de
emanciparse de lo que hasta ahora le ha colmado de sabiduría,
su primer preceptor: el libro.

*
Eres filósofo: eres un amante de la sabiduría. ¿Qué significa
esto? Esta será tu primera y última pregunta cada día en el
transcurso de tu vida mientras esté consagrada a tan noble tarea.
Pero por ahora y para siempre baste con esta aclaración: saber
no es conocer. Saber qué conocer, cómo conocer y qué no
conocer ha de formar, de ahora en adelante, la sabiduría en
nosotros. Por tanto, no haremos de nuestra filosofía algo
sofisticado, sino algo que pese por su propia sencillez. Pronto
uno se harta de lo variado y de lo desproporcionado, no da
tiempo para mascar, para saborear, para digerir. Nosotros,
finalmente, haremos de nuestra filosofía el pan, la leche y la miel
que tanto gustaba a Epicuro. Nuestra filosofía será, pues, una
dietética del conocimiento. Punto final.
*
Cuando todos duermen hay alguien que escribe sus
pensamientos tras una jornada de estudio y de investigación.
Cuando todos sueñan hay alguien plasmando sus sueños sobre
las hojas de un cuaderno a mitad de la noche. Este individuo,
liberado de sus obligaciones, ha encontrado el “kairos” para
realizar su sueño de ser escritor. Mediante la escritura cree que
se recrea a sí mismo. Cree que se está curando de algo que no
sabe con exactitud de qué se trata. Está enfermo, lo sabe, por
eso quiere ir en busca de lo que ha perdido. Con la palabra busca
reconocer su enfermedad. Dejándose a su pluma espera la
reconciliación consigo mismo. Pues es aquí, sobre este cúmulo
de hojas, en donde se siente con la plena libertad de decirlo todo.
Ante el cansancio que implican sus obligaciones se presenta
como alguien que es capaz aún de dar cuenta de sí mismo a partir
de un esfuerzo extraordinario. Con ello denuncia que aún falta
más peso sobre él para verlo caer. ¿Su peso más pesado? Él
mismo. Él resiste ante sí, es su compañero y su enemigo, su
mayor adulador y su mayor despreciador. No tiene necesidad,
pues, de juicios ajenos que se ocupen de sus acciones. Bastante
orgulloso y lo suficientemente humilde para tener la modestia
necesaria para sopesar, por sí mismo, sus propios aciertos y sus
propios fallos.

*
Mi retraimiento al mundo, a las personas, a lo nuevo, debe
entenderse como el método por el cual apuesto una autognosis.
Mientras unos huyen de sí, yo me reivindico en mi ser
levantando la bandera del egoísmo fuerte. Yo sí sé qué cosa es
la soledad infinita. A la dilatación del tiempo voy habituando mi
ser. Sólo a través de las ventanas permito que mis perros
observen, pero no más allá de ellas. La vista será la limosna para
nuestro tacto. Éste estará destinado a tareas más altas, más bellas
y sublimes: él debe estar a salvo de lo vulgar, de lo inmediato, de
lo accesible. Con él queremos tocar lo intocable, lo santo, lo
sagrado, por eso es importante retirarlo del mundo: para que se
vuelva puro. Mi materialismo tendrá que ser entendido como un
materialismo espiritual.
*
¿Qué es la felicidad? Esta pregunta sólo puede nacer en un
individuo ajeno a este estado emocional. La felicidad no
pregunta por las causas o motivos que la engendran; el dolor sí.
Un individuo feliz no problematiza, tampoco averigua, sólo vive
en la continuidad de su estado presente. La pregunta sólo
pertenece al dominio de lo discontinuo, implica una cierta
ruptura. Por ello, la tristeza, la melancolía, el dolor, suponen
siempre una quiebra, una pausa, una irregularidad, una anomalía
respecto a lo que creemos un devenir constante y sin
interrupciones: la vida.

*
Disciplina: segundo nombre de la excelencia.

*
Séneca será siempre para mí el autor de un solo texto: “Sobre la
brevedad de la vida.” El tiempo no es un problema filosófico, ni
un problema académico: es un problema de vida, un problema
democrático: nos pertenece a todos. Pero cosa lamentable, lo
cierto es que lo que compete a todos, lo que está en disposición
de todos, es lo más descuidado, lo menos tomado en serio. Así
sucede siempre con lo que delante de sí lleva el nombre de
público y popular.

*
La cultura debe llevarnos a una transformación gradual y
siempre constante de nuestro ser. Ella no es mera acumulación
de conocimiento. Son las bibliotecas, las memorias
documentales, las bases de datos y los archivos, lugares donde
se almacena correctamente el conocimiento. El hombre de
cultura, constantemente, se confunde con su contenido, pues
concibe su cabeza, su entendimiento, como archivo, memoria,
acervo de documentos. La sociedad, lamentablemente, ha
contribuido a este error, ya que estima en demasía a este tipo de
hombre cuanto más ve en él una máquina capaz de reproducir
datos y relatar historias de manera fiel. En una sociedad como la
nuestra, en la que la información es un derecho y los medios
para acceder a ella se multiplican y mejoran a cada segundo, ¿qué
necesidad hay de que sigan renovándose este tipo de existencias
que son como bibliotecas ambulantes? El erudito merece morir.
Un hombre, en el ámbito de la cultura, debe dejar de ser
estimado por la cantidad de información que sea capaz de
memorizar en su cabeza. Una sociedad verdaderamente culta
tiene que invitar al hombre a liberarse de los libros, tiene que
enseñarle el arte de la distinción entre conocimiento y sabiduría.
Que el conocimiento, pues, deje de ser un fin en sí mismo, como
ha sido considerado hasta ahora, para convertirse en medio para
la sabiduría: el verdadero fin de la cultura.

*
Para el mundo y para la vastedad del universo, el hombre no
representa nada: no es ni su finalidad, ni su razón de ser. No
obstante, esa pequeña mota de polvo se engrandece al tiempo
en que dice “yo” y “esto es mundo”. Estas enunciaciones
constituyen la génesis del orgullo humano, su grandeza. Frente
al mutismo universal se levanta el grito originario del hombre.
Pero el hombre es un final. La historia universal, el gran delirio
humano, desaparecerá de la faz de la tierra. A diferencia de lo
que comúnmente se cree, el final de la humanidad no implica el
final del mundo y del universo. El ocaso de la humanidad será el
colapso del periodo en que el universo se hizo consciente de sí
mismo. La ceguera, la discordia, el caos, el azar, volverán a
gobernar sin antagonista algúno. El universo no existirá para sí
mismo, sólo será res extensa, muerta y continua, sin límites, sin
discontinuidades, sin nombres, sin ser — nada.

*
Soy ateo por referencia a una religión y a un Dios que quieren
imponerse como únicos y absolutos. Me resisto, también, a
comer del fruto podrido de esta religión y de este Dios: su moral.
Soy profundamente ateo por la siguiente razón: no hay ningún
interés, de mi parte, en tragarme aquel tonto cuento de que el
hombre sólo adquiere algún valor y un sentido a partir de un
Dios que lo supera y lo trasciende. Yo no soy en Dios. Yo, ser
real y concreto, me niego a incorporarme, perderme y
abandonarme en una abstracción antropófaga.

*
Si el individuo es lo único real y concreto, entonces la sociedad,
en tanto abstracción, no debe representar nada para mí. Además
de ateo, de anticristiano, también soy a-social, antisocial. Me
niego, me resisto a que la sociedad me otorgue un valor; eso
implicaría mi sometimiento y mi reducción a mero instrumento
de ella. Me resisto, también, a ser un hombre-fragmento, un ser
desdibujado por roles, ocupaciones y horarios. Mi tiempo no se
divide en tiempos, no es susceptible de tasarse en precios ni en
cantidades numéricas.

*
Mi mundo no es el mundo de todos, no es el que todos
comparten democráticamente. No soy una razón compartida.
Mi conciencia es “lo determinado”; no el “producto del ser
social”. Y aunque este mundo, que en todo caso es mío, tenga
sus errores, sus desequilibrios, sus incoherencias, exigiría por
siempre su reconocimiento ante todos, pues es creación mía.

*
Comer mucho no es necesariamente comer bien; comer poco
no es necesariamente comer mal.

*
En el camino vamos al encuentro de nuestro destino. Los
vagabundos del Dharma eran de pies ligeros, buscaban la verdad, el
acceso a la verdad, andando su propia senda. Su libertad y su
independencia de espíritu eran su única carga. Fueron espíritus
libres en su época, fueron inactuales, intempestivos, alternos,
creadores de su propia existencia. En contraposición a la
civilización, la grandeza de espíritu. Su propósito: dar la espalda
a la tecnificación del mundo, al mundo del utilitarismo, al
hombre práctico, a la vida absorbida por un materialismo que
no supera la esfera de lo inmediato y de lo biológico. Un
vagabundo del Dharma era un ser dinámico que no sólo se
mantenía fiel al mundo y al goce que se podía adquirir en él, sino
que le daba movimiento, un soplo de vida. El mundo se
espiritualizaba sin salir de él.
¿Cómo hacer frente a la civilización? Practicar la
meditación. Redimir al hombre fragmentado por el mundo
civilizado y por las falsas ocupaciones que terminan por
desdibujarlo. Rescatar su unidad, su mente y su cuerpo a partir
de la meditación. El silencio también es esencial en cualquier
pieza musical. El hombre civilizado piensa, siente y conversa con
el ritmo de las manecillas del reloj; el que anda detrás del Dharma
con el ritmo del corazón.
*
La rebeldía es un acto de resistencia ante un mundo que se
opone a la existencia individual. Por ello, para mantenerse a
flote, la rebeldía como acto, pero también como arte de la
negación. El hombre rebelde es tremendamente afirmativo. La
resistencia se afirma en un mundo que se le opone.

*
Escribo para anularme.

*
Ni nunca rico, ni nunca pobre, sólo lo necesario, sólo lo
suficiente.

*
Tener mesura al hablar. Prácticar el “kairos” en la palabra y en
la escritura. Abandonar la palabra democrática y preferir la
palabra aristocrática. No hablar mucho, no escribir mucho.
Tampoco hablar y escribir para muchos. Dejar a un lado el deseo
de ser reconocido por todos. Abandonar la masa: ahí aprendí el
palabrerío y el ruido del palabrerío. Ser un pitagórico en este
asunto: callar, callar, callar… Hablar y escribir con el “kairos”.

*
¿Habré de encontrar las aguas que puedan apaciguar el infierno
qué hay dentro de mí? Hay dentro de mí un animal que se la pasa
golpeando en los barrotes de su propia jaula. Se golpea hasta la
extenuación y llora… llora por las heridas que termina por
causarse a sí mismo. ¿Qué haré con él? ¿Mantenerlo preso como
hasta ahora? ¿Dejarlo salir una vez y para siempre? ¿Castrarlo y
así mantenerlo quieto en su jaula? ¿Pero qué espantosa y patética
criatura sería un animal castrado sino un infra-animal? Ayer supe
de un tal Hércules, también tuvo que luchar con animales. ¿Y si
intento obrar como él? Escuche que tenía como trabajo
aprehender a un intrépido jabalí sin despellejarlo. Escuche
también que tenía como tarea apresar a un toro blanco que
andaba suelto. Y escuché también que bajó al inframundo, un
lugar del cual nadie había podido regresar, para sacar de ahí, de
entre las llamas, a Cerbero…
*
Pretendo a una mujer. Sofía se llama.

*
Aprendo a vivir no de los vivos, sino de los muertos. En el
panteón, y no en otro lado, está mi verdadera comunidad de
amigos. «Filosofar es aprender a morir», esto es, filosofar es
aprender a vivir.

*
— Buen día.
— Buen día.
— ¿Qué tal?
— ¿Qué tal?
—…
—…
— Busco al señor Salomé M.
— ¿Y lo ha encontrado?
— Disculpe, señor, verá… Busco al…
— … al señor Salomé M.
— Sí.
—…
— ¿Usted es el señor Salomé M.?
— No, no lo soy.
— Emm…, bueno, señor, tengo entendido que usted es tal.
— Seguramente se trata de un malentendido.
— ¿Lo cree usted?
— Sí.
— Pero todo indica que usted es el señor Salomé M.
— Lo siento, pero, una vez más, no soy tal.
— Entonces si no es tal, ¿Quién es usted?
— Soy un filósofo.
— ¿Ah?
— Un filósofo.
— Señor, verá… bueno. Vaya…
— Le escucho.
— Señor… filósofo, he venido a buscarle.
— ¿Y me ha encontrado?
—…
—…
*
Todo rebaño precisa de un pastor.

*
Existen días, como hoy, en los que sufro una horrenda y triste
sensación: la de no salir de aquí y morir, al final, en el lugar donde
nací, sin haber conocido nunca el mundo. Los días como hoy,
en los que el viento corre y las nubes opacan el cielo azul, mi
zona de confort se transfigura en una celda; mis alimentos, aún
preservando el buen sabor de siempre, se tornan extraños,
toman la apariencia de algo excesivamente condimentado,
lujoso; el agua se vuelve innecesaria; todo se muestra superfluo.
En días como los de hoy disfruto como nunca a Erik Satie.
Quizá sea éste el propósito del día de hoy, de los días parecidos
a este hoy: dejar vivir a Satie, obsequiarle uno de mis días.
Dejarme vivir en Satie, dejar mis deseos y mis sueños en Satie.

Hay mujeres que llevan por nombre Soledad. ¿Qué será de


aquellas en este momento? ¿Estarán haciendo justicia a su
nombre? Quien sabe… Sólo sé que estoy solo, en soledad, y que
Soledad no es mi nombre. Mas el día que encuentre en mi
camino alguna Soledad, la soledad se irá o permanecerá
escondida en un rincón para cuando me aburra de Soledad. Si se
va entonces estaré solo y triste, pero si se queda…

*
Aprender a vivir es aprender a morir.

*
Sé el escultor de ti mismo: no añadas, retira.

*
El sentimiento de estar enfermo daña más a la salud que estarlo de
hecho. Por eso la creencia suele ser más poderosa que la verdad.

*
El tiempo cambia como cambia el tiempo. ¡Ay, cómo cambia el
tiempo!

*
Heráclito, ¿cómo conocerme cuando me soy extraño a cada
segundo? ¿En qué lugar, dentro del baúl de los recuerdos y de
las reliquias, habría que acomodar la vieja sabiduría del oráculo
de Delfos? Aunque permanezco cautivo en mis carnes, tú me
has obligado a establecer una distancia conmigo mismo.
Cercano y distante a la vez. Desde tu llegada, Fuego de Éfeso,
me reconozco pero me extraña lo que veo en el espejo…

*
En la enfermedad la soledad cambia de rostro.

*
Sentir miedo y compasión ante el infortunio. O resignación. O
no sentirlo, ni sucumbir a él, sino verlo a los ojos y probarse ante
él.

*
Cómo te abordo después de haberte experimentado: esa es la
cuestión.

*
El dolor es experimentado. A esto se le llama sufrimiento.
*
Creo que he podido escribir verdaderamente muy poco en los
momentos de alta tonalidad vital. Y también verdaderamente
muy poco en la decadencia, aunque con el corazón. Aquel sabio
no se equivocaba al decir que los vivos viven la vida de los
muertos y éstos la vida de aquellos.

*
Ahora lo comprendo: “donde duele inspira”.

*
Registrense las veces que he escrito sobre la vida para obtener
una idea de cuán abrumado estoy por las modalidades de la
muerte.

*
Sabía que quería ser escritor, pero nunca me pregunté sobre lo
que deseaba escribir. Esto último me ha elegido. Todo menos
un escritor, sino un traductor.
*
En la enfermedad, la paciencia es una virtud.

*
La metafísica es propiedad de la enfermedad.

*
Conocer la enfermedad. Sólo lo extraño nos da miedo. Lo
conocido, ya no: nos aburre.

*
Sin Dios. De mi sufrimiento no brotará debilidad, sino fuerza.
Lo que es pesado cae y caerá siempre a la tierra. En cambio, lo
que es ligero, débil y decadente tiende a las alturas.

*
La filosofía no es un ejercicio para la muerte, como creía Platón.
Antes bien, es un ejercicio para la vida; es decir, para morir bien.
*
Cuando se posee la salud se pasa de largo todo: sólo pasa la vida.
En cambio, cuando no se la posee y gobierna su contrario, la
enfermedad, todo es abordado meticulosamente, se empieza a
vivir a conciencia.

*
No opongo resistencia al dolor. Y no por eso soy un cobarde.
Mi capacidad de sufrimiento se encuentra bien dispuesta a que
él se sienta como en casa. ¡Pobre, nadie lo quiere consigo! ¡Y
tocó a mi puerta tres veces y yo le abrí! ¡Y desde entonces las
puertas y ventanas de mi alma estarán abiertas mientras esté aquí!
¡Ya sea para mirar desde dentro o desde fuera! ¡O para entrar y
salir cuando lo desee! Así, ya no habrá necesidad de tocar ni
hacer ruido, solo pasará, solo pasará, solo pasará…

*
De todo lo que he vivido, ¿he estado a su altura? Mis vivencias,
no las he pasado; no he pasado por ellas. Han pasado por mi. El
pasado me ha pisado.
*
Perseguir los valores de la vida. Sólo en este sendero uno se
mantiene fiel a la tierra.

*
Hay que saber ser epicúreos. Esto nos distinguirá de aquellos
que entienden únicamente al filósofo del Jardín. Tan poco lejos
llega su comprensión y su concepción sobre la filosofía. Ser
epicúreo significa encarnar una voluntad de transformarse en un
ser selecto y, por consiguiente, selectivo. Sólo la sabiduría en la
elección nos procurará la tranquilidad del espíritu.

*
¿Vale la pena escribir sobre la propia vida? Sí, lo vale. ¿Es
recomendable el anonimato? En absoluto. Rechazar el
anonimato es expresión de que uno se levanta en contra del
tedio y de la inconsciencia que conlleva la vida. Por esto uno
comienza a escribir: porque el tiempo, aunque poco, nos parece
interminable; y porque la vida, inocente y sin razón alguna para
justificarse, tiene que ser culpabilizada por los reproches del
hombre. En efecto, mientras más desgraciado más poeta, o sea,
mejor escritor.

*
Porque resulta fácil ser superficial: la nada no sería una nada sin
una nada consciente de esta nada.

Si no es por la vía positiva, la creencia en Dios pretenderá


establecerse en nosotros por la vía contraria: la enfermedad, por
ejemplo. Apelar a este recurso trascendente significa claudicar,
anularse, desesperar de sí mismo. Se espera que las fuerzas
vengan de afuera, pues el adentro se ha encontrado vacío y
baldío, tremendamente estéril e incapaz de dar nacimiento a un
brote de vida.

*
Terrible es el pensamiento que nos lleva a ser conscientes de
nuestros propios movimientos. Es decir, llegar a la triste
conclusión de que nuestras acciones no se encuentran
impulsadas por la salud, sino por la enfermedad. En efecto,
pregúntese al enfermo qué tan grande es su deseo de volver a
vivir. Se terminará constatando con su respuesta, simplemente, el
grado y el avance de su enfermedad. Su voluntad de vivir, su
deseo de salud es, nuevamente, una traducción, un balbuceo, del
agotamiento que le procura su sufrimiento.

*
Solo se sabe de la vida a partir de las vivencias próximas a la
muerte.

*
Que cada uno hace de muchos en el teatro de la vida.

*
El que anda por los cielos parecerá siempre pequeño para
aquellos que andan con los pies pegados a la tierra. En cambio,
para aquel que por los cielos anda, el mundo le parecerá
pequeño. En efecto, con un solo dedo podrá eclipsar el mundo.
*
Guárdate de ser para otros un ejemplo a seguir. Que el camino
que lleve a tu felicidad sea para otros el camino hacia su
perdición.

*
Desear ser leído por todos es lo mismo que ser leído por nadie.
¿Cómo? ¿No habéis oído que todo se reduce a nada?

*
Como cualquier mujer, la soledad también necesita tiempo.

*
La lectura juega con el tiempo. En su práctica se experimenta el
presente en función del pasado. En ella uno vive con el autor,
surge la conjunción de tiempos distintos para hacernos notar la
existencia de un tiempo único. Cuando uno lee experimenta un
tiempo especial: el presente pasado capaz de rectificar el futuro.
*
Mi escritura es un ejercicio de traducción. Mi objetivo es
hacerme entender, mediante palabras, una lengua muerta y
desconocida que balbucea en mis adentros. El verbo me hará,
me creará, me purificará. Salvación personal por la palabra
confesada.

*
El valor de un libro no está ni en su coste ni en su volumen ni
en su autor, sino en su contenido liberador para la vida.

*
La filosofía quiere una vida liberada, mas no una liberación de la
vida.

*
El nihilismo contemporáneo: la era de lo virtual, es decir, la
sustitución de lo real.
*
La filosofía no sirve para nada. O mejor dicho: la filosofía no
sirve para nada ni para nadie. Ella es su propio medio y su propio
fin. Por esto, tal vez, la autarkeia haya sido una virtud tan
perseguida por los filósofos antiguos.

*
Existe una forma de producción continua, en serie; y otra,
necesariamente discontinua, que produce ruptura. La primera la
llamo “producción de la reproducción”; la segunda “producción
de la creación”. La primera pertenece al fabricante, productor de
lo mismo; la segunda al artista, productor de lo distinto. Sólo una
vida bajo el manto del arte es una vida sin doble, singular.

*
La pusilanimidad de la filosofía no se explica más que por su
falta de radicalidad, esto es, por la pérdida de su espíritu antiguo:
aquella fuerza impulsora que llevaba de la teoría a la práctica.
*
El amor es egoísta. Uno no elige al otro. Antes bien, en el amor
uno se elige a sí mismo… pero en el otro.

*
El filósofo necesita concentrarse en amar el saber, puesto que
saber amar es complicado.

*
Sólo los filósofos y los niños dicen la verdad.

*
Después de tanto tiempo intenté amar, pero lo arruiné, pues amé
de más.

*
Gracias por rechazar mi compañía. Estoy nuevamente sólo, es
decir, en compañía de mí mismo.

*
Al solitario sólo le queda su soledad como compañera.
*
De vez en cuando el filósofo precisa de un desamor. Éste lo
devuelve a su condición de ser humano.

*
La vía negativa: el mejor método para conseguir conocimiento
positivo.

*
¿En qué fundamento mi experiencia de lo real? En la fuerza con
que experimento esta experiencia.

*
¿Qué significa en mí esta inclinación por la poesía? Mi música,
mis lecturas, así como mis últimos escritos, demasiado breves,
se encuentran embargados por este arte. ¿El fundamento de
todo esto? Ningún otro, sino el latido de mi corazón.
*
El lector de poesía simpatiza con el poeta en la medida en que
ambos tratan de curar una herida del corazón mediante la
palabra.

*
Hoy decido perderte, dejarte ir. Abrir la mano. Enderezar los
dedos. Dejar mi palma abierta por un tiempo y verte marchar,
esperando que no vuelvas tu mirada y pueadas ver, a la distancia,
mi sonrisa empapada en lágrimas.

*
Desolado. Afronto mi destino como un soldado cuya patria es
el desierto de la soledad.

*
Hoy es raro encontrar a alguien leyendo algo por cuenta propia.
Son raros los lectores. La soledad es su atmósfera apropiada.
Para ellos, la sociedad sale sobrando: son, en buena medida,
seres antisociales. Su mirada no se ocupa en lo que los otros
hacen o dejan de hacer. Dejan que los otros vivan su vida. Sus
ojos tienen un gran poder: su visión es capaz de transformar las
palabras en paisajes y situaciones altamente complejas. El placer
en este tipo de seres humanos es único: el placer de sentir con la
mirada.

*
El suicidio es una forma de soberanía sobre la propia vida y, por
qué no, sobre la propia muerte.

*
Lo más cercano en inmediato a nosotros nos es desconocido —
por su obviedad.

*
El deseo no muere, solo cambia de lugar. Como nosotros, él ama
también la máscara.

***
Estos fragmentos se terminaron de editar el día 1 de enero del
año 2023.

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