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Extraordinario de Literatura Oriental y Grecolatina

Miguel Vázquez González

​ e Mircea Eliade
Reseña crítica de​ Grandeza y Decadencia de los Mitos d

El autor comienza el texto con una afirmación bastante interesante: “La religión mantiene la
abertura hacia un mundo sobrehumano, el mundo de los valores axiológicos.” Y con ello,
quiere decir que sólo en el mundo sobrehumano existen valores absolutos, los cuales son
revelados por seres divinos. Además, los mitos tienen la importancia de despertar y mantener
viva la conciencia del otro mundo dentro de la realidad de una sociedad.
Por otro lado, el encuentro con el mundo sobrehumano, permite al hombre creer y dar
vida a la idea de una existencia, es decir, gracias a los mitos se puede justificar la existencia
humana e incluso sus acciones en el mundo.
Con todo ello, el autor afirma que es a través de lo sagrado (la vivencia en sí misma
del mito a través rituales) como se abren paso las ideas de ​realidad, verdad, significación.
Con esto quiere decir que lo sagrado permite explicar la realidad del hombre así como
justificar la verdad o en qué cree y, al mismo tiempo, atribuir significado a los sucesos que
rodean entorno.
El hombre rememora el mito a partir de la realización de los rituales. Según los pactos
culturales, los mitos sucedieron en in illo tempore​, es decir, en el principio de los tiempos;
por ende, dichos sucesos son la verdad absoluta, al realizar los rituales (danzas, cantos,
representaciones), el hombre forma parte de ese de absoluto, se impone a la idea de que está
reviviendo los sucesos divinos, en consecuencia, siente en su interior el acercamiento a sus
deidades. Cabe resaltar que los rituales hacen accesible los transhumano a la experiencia del
hombre.
Además, con los rituales el hombre consigue abolir el tiempo profano y ser parte de
un tiempo sagrado, en este momento, el hombre forma parte del mundo divino, aprende las
hazañas de sus dioses y consigue su verdad absoluta y las transmite de generación en
generación.
El hombre debe conocer los mitos y los símbolos que cada objeto del mundo
representa para comprender la realidad de todo su entorno. La luna puede significar y dar
sentido a distintas sucesos, así como el sol o el mar e incluso el nacimiento de un niño. Todo
ello da sentido a la realidad del hombre.
A través del símbolo existe una concordancia entre hombre y mundo; sí el mundo le
habla a través de la naturaleza, el hombre le responde a través de sus sueños. A partir del uso
de máscaras utilizadas en ceremonias y sacrificios el hombre logra comunicarse con el mundo
y comprender su historia.
Por otro lado, el mito es capaz de justificar las acciones del hombre. Por ejemplo, si
un hombre mata porque sus antecesores así lo hicieron, o por rendirle culto a un Dios,
entonces su acciones son justas y necesarias, las cuales serán repetitivas. El mito no es
garantía de bondad, su función es dar al hombre un significado de su mundo y su existencia
humana.
El hombre cree que el pasado divino que cuentan los mitos puede ser recuperable.
Imitar el tiempo mítico conduce al hombre a trascender sus propios límites, se eleva y
aprende de ello. Cabe destacar que son pocos los hombres privilegiados de las sociedades
arcaicas que son destinados a recitar los mitos, ya sea por su memoria o por su talento
literario.

La cultura griega es una de las pocas en desmitificar sus propios mitos. A pesar de
que, dichos mitos fueron fuente de inspiración para el arte, es en Grecia el lugar en donde se
hace un análisis sobre el mito a tal punto que llega a desmitificarlo. Desde la llegada del
racionalismo jónico, comienzan los filósofos a criticar sus propios mitos, y con ello, a
cuestionar su propia existencia. La crítica comienza a partir de las decisiones injustas de los
dioses, así como su inmoralidad. Dicha crítica fue retomada por los cristianos, los cuales no
consideraban que un Dios podía ser injusto, caprichoso, como consecuencia de ellos,
podemos ver dos tipos de dioses en la tradición cristiana, el injusto del Antiguo Testamento y
el bondadoso del Nuevo Testamento.

Por otro lado, hubo quien, lejos de criticar los mitos de Homero y Hesíodo, buscó una
alegoría que significara algo en su realidad. Evhemero, con su texto de ​Historia sagrada,
buscaba dar aún mayor significado a dichos mitos, en él,explicaba que los dioses no eran más
que antiguos reyes que habían sido mitificados.
Más adelante el mito llegó a su decadencia1, así una vez que el Renacimiento se
impuso como impulsor del pensamiento lógico y crítico, los mitos perdieron su carga de
veracidad y fueron utilizados sólo como trabajos de investigaciones y lecturas literarias y
artísticas, por ejemplo la Ilíada y la Odisea.
La victoria del logos frente al ​mythos ​queda completada una vez que aparece el libro
frente a la tradición oral. El libro llega a quitar la experiencia que se rememoraba a través de
los rituales. De esta manera, la obra literaria triunfa frente a las creencias religiosas.
Sin embargo, esto aplica solamente para la sociedad moderna occidental, en la cual,
según René Guenón, la oposición de Oriente y Occidente tiene que ver justo por la diferencia
entre pesamientientos entre uno y otro. Oriente destaca por su arraigado pensamiento mítico
en sus diferentes culturas. Por ello, aún existe la tradición oral, rituales y mitos que permean
sus realidad y su forma de concebir el mundo.
Por otro lado, también en América, precisamente en las culturas indígenas que, a
pesar de la devastación causada por Occidente, aún practican sus propios mitos y rituales. Por
ello, concluyo que, si bien es cierto que los mitos y religiones en occidente están cada vez
más en decadencia, también es cierto que existen distintas culturas que aún practican sus
propias tradiciones y creen fielmente en ellas.

1
​Esto me recuerda a la postura del crítico René Guenón, quien habla de la Edad sombría por la que está
pasando Occidente. En ella, se habla de cómo el hombre se fue alejando cada vez más de un primer tiempo en el
que estaba cercano al conocimiento divino. Va de la mano porque al negar el conocimiento a partir de los mitos
implica negar el conocimiento divino y por lo tanto absoluto.

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