Está en la página 1de 33

El Hombre del Subsuelo

de

Gonzalo Rodríguez Risco y Josué Méndez

dirigida por
Josué Méndez

Basada en "Memorias del Subsuelo"


de Fiodor Dostoievski

2014_10_28
Versión Final
ADVERTENCIA
En esta primera parte, titulada “El Subsuelo”, el autor de estas memorias se
presenta a sí mismo, sus puntos de vista, y explica las razones por las que tenía
que aparecer en nuestra sociedad. Recién en la segunda parte, “A propósito de la
nieve”, se narran las verdaderas “Memorias” del personaje, en relación con
algunos sucesos de su vida.
F.D.

I. EL SUBSUELO

HOMBRE
Soy un enfermo... Soy malvado. Soy un hombre antipático. Creo que estoy mal
del hígado, pero no sé absolutamente nada de mi enfermedad. Ni siquiera puedo
decir con certeza dónde me duele. No me cuido ni me he cuidado nunca. ¿Para
qué? Me gusta la idea de ponerme peor cada día.

Hace mucho tiempo que vivo así; veinte años más o menos. Ahora voy a
cumplir cuarenta. ¡Cuarenta! Sí, cuarenta años... Toda una vida. La vejez
absoluta. Vivir más de cuarenta años debería ser un crimen. Es indecente,
inmoral. ¿Quién vive más de cuarenta años? Yo les voy a decir: los idiotas y los
sinvergüenzas. Sí, ésos son los que viven más de cuarenta años. ¡Y se lo digo en
la cara a cualquiera, a todos esos viejos respetables y perfumados! Lo proclamo
ante el mundo entero. Tengo derecho a hablar así porque... ¡Porque yo mismo
quiero vivir más de cuarenta! ¡Hasta los sesenta, setenta, ochenta años!

Ustedes imaginan seguramente que mi propósito es divertirlos. Pues no. Se


equivocan. No soy para nada tan alegre como sin duda les parezco. Lo que sí
soy, en caso les importe saberlo, es un hombre honesto. ¿Y de qué puede hablar
con más placer un hombre honesto? Sin vulgaridades, por supuesto. No
queremos ofender a nadie. Lo que más placer le puede dar es hablar de sí
mismo. Por lo tanto, ¡voy a hablarles de mí mismo!

Fui funcionario público. Trabajé en el ministerio para poder comer (y sólo para
eso). El año pasado un pariente lejano me legó al morir seis mil rublos, tras lo
cual renuncié al instante y me encerré aquí. Ya vivía aquí desde antes, pero
recién entonces me instalé definitivamente. Dicen que el clima de esta ciudad me
perjudica, que la vida es muy cara, que a nadie le hace bien vivir encerrado. Lo
sé. Pero justamente por eso quiero vivir aquí. Qué le vamos a hacer, uno está así,
lleno de contradicciones. Yo me quedaré aquí hasta el fin, consolándome con la
idea de que el hombre inteligente nunca podrá llegar a ser nada, y sólo el imbécil
triunfa. Después de cuarenta años en este mundo, señores, esa es mi conclusión.

¿Tal vez ahora pensarán que estoy aquí porque me arrepiento de algo? ¿Tal vez
se imaginan eso? No importa; no me importa lo que se imaginen, se los digo de
una vez. Todos nos arrepentimos de algo, yo... Por supuesto que yo...

Pausa.
El Hombre del Subsuelo -2-

Retoma el hilo.

Quisiera saber esto: ¿Por qué en la vida he terminado siempre cometiendo actos
totalmente inconvenientes para mí mismo? No hablo de sólo haberlos pensado o
imaginado, sino de efectivamente haberlos llevado a cabo, y además haberlo
hecho en perfecta conciencia de que no debía cometerlos. Pero eso no es lo
único, no: el cometer estos actos - absolutamente inconvenientes para mí -
siempre me hizo sentir un placer inexplicable. Les confieso que toda mi vida he
mantenido en secreto ese rasgo de mi personalidad... ¡Pero ya no! Hoy les voy a
contar lo que me pasó, porque necesito saber si alguien más siente ese placer.

Tal vez algunos no me entienden. Me explico: cuanto más consciente he sido de


aquello que me convenía hacer, más grande ha sido el placer de oponerme, de
hacer lo contrario. Primero me sentía avergonzado, lleno de culpa. Pero después
siempre todo se convertía en un verdadero placer... Un placer enfermo,
anormal... Como si a uno pudiera llegar a gustarle aquello que le hace mal...

Ahora creen que diré que uno puede encontrar placer en una cachetada, ¡o en un
dolor de muelas! Bueno, ¿y qué? Por supuesto que sí. Hay placer en un dolor de
muelas. Pues no se enoja uno en silencio, sino que se queja. ¡En esos quejidos se
expresa el placer del paciente! Y puede durar días, semanas, porque ya no
estamos hablando del dolor real, sincero, físico, sino del placer que proviene de
hacer público ese dolor, aunque éste ya haya terminado. Si uno no sintiese
placer, no se quejaría de nada. ¿O acaso no han visto los lamentos del hombre de
nuestro siglo?

Muestra posts de Facebook: “Estoy llorando de


felicidad”, “¡No puedo más con la gente!”,
“¡Trabajo, tráfico, migraña, feliz!”, “Sigo tomando
decisiones equivocadas y creo que voy a llorar”,
“Me duele la vida”, “¡Día terrible!”, “¡Desperté
mal!”, “No puedo más con mi trabajo!”, “Infeliz
hoy”, etc.

Esto, señores, es un buen ejemplo y pretendo desarrollarlo. Cuando ustedes


publican su dolor, su sufrimiento, ¿qué ganan al hacerlo? ¿Acaso publicarlo les
resuelve el problema? Quejarse es un acto completamente inútil. A ninguno de
ustedes le importa el sufrimiento de los demás, ¡pero cómo les encanta hacer
público el suyo propio! Pues bien, precisamente en esa conciencia de la propia
humillación se encierra el placer que les menciono. ¿Ya me van entendiendo?
Comprendo que para entender ciertas sutilezas es indispensable haber
evolucionado y tener una conciencia superior, así que supongo que... Que
algunos de ustedes... No... ¿Se ríen? ¡Me alegro! ¿Pero de quién se están riendo?
Disculpen, mis bromas son de muy mal gusto.

Lo que quiero decir es que justamente ese es mi problema: tener una conciencia
superior. Una conciencia, digamos, “refinada”. No lo tomen a mal... No
pertenezco a la mayoría. Además les juro, señores, que tener conciencia de
demasiadas cosas es un problema.
El Hombre del Subsuelo -3-

Para las necesidades comunes de nuestra especie nos alcanzaría de sobra con la
mitad, menos aún, con la cuarta parte de conciencia que nos corresponde por
naturaleza. Tenerla de manera “refinada” no es sólo una molestia; no, es mucho
más que eso, es una verdadera enfermedad.

Pausa.

Bueno, hoy toca una confesión.


¿Un arrepentimiento...?
Tal vez.
¿Un placer?

Díganme: ¿quién fue el primero que anunció, que proclamó, que las personas
hacen el mal por equivocación, sólo porque no conocen sus verdaderos
intereses? ¿Y que si los ilustrasen, si les abriesen los ojos ante esos “verdaderos”
intereses, dejarían inmediatamente de hacer el mal y se convertirían en personas
buenas y nobles? Quien piense así considera imposible la existencia de alguien
que obre conscientemente contra lo que le conviene... ¡Qué ingenua y pura
criatura! ¿Acaso la humanidad, en el curso de sus miles de años de vida en la
Tierra, ha aprendido a hacer siempre lo que le conviene y a obrar según sus
mejores intereses? Tal vez algunos piensen que sí, que la “civilización” y la razón
han logrado moderarnos, nos han hecho mejores, menos sanguinarios,
dispuestos a la paz... ¿Pero acaso eso es verdad?

Ilustra con fotografías su discurso. Muestra


imágenes de guerras, actuales y pasadas.

¡Miren alrededor y compruébenlo! La sangre corre a raudales, incluso


alegremente, como champán. ¡Observen nuestro siglo y los siglos anteriores!
¡Miren a Napoleón! ¡Ahí tienen a Norteamérica! ¿No les parece que la historia
peca de monótona? Guerras, guerras y más guerras. Guerra ahora, guerra antes
y guerra después. Todo son guerras. ¿Qué es, entonces, lo que ha moderado
exactamente en nosotros la civilización? ¿Han observado ustedes que los
sanguinarios más temibles han sido siempre señores supuestamente civilizados?
Decimos que toda época antigua fue “bárbara”, pero hoy matamos más. Hoy,
teniendo una comprensión más clara y científica de las cosas, matamos más.
Señores, se podrá decir cualquier cosa sobre la historia de la humanidad, incluso
lo más descabellado, pero es imposible decir que sea razonable o sensata.

Fin de la presentación.

A pesar de ello, muchos siguen y seguirán insistiendo con que todo va a cambiar
cuando el sentido común, la ciencia, o la religión, hayan reeducado
completamente nuestra naturaleza y la hayan orientado por un camino más
noble. Están convencidos de que entonces la humanidad dejará de equivocarse
voluntariamente, y que le será imposible oponerse a sus mejores intereses.

¡¿Pero cuáles son estos “mejores intereses”?! ¿Acaso están claramente definidos
todos los intereses humanos?
El Hombre del Subsuelo -4-

Que yo sepa, señores, en nuestra época los intereses humanos han sido
catalogados de acuerdo a estadísticas y fórmulas socio-económico-científicas: la
riqueza, el progreso, la comodidad, la paz, la libertad, el amor... Algunos podrían
inclusive llegar a decir que quien rechace conscientemente este catálogo debería
ser considerado un cavernícola, ¿no es así? Pero yo me pregunto: ¿Cómo es
posible que todos nuestros peritos en estadística, nuestros doctores en ciencias
sociales, nuestros genios economistas y matemáticos, hayan podido dejar de
lado el elemento más importante en sus cálculos de los intereses humanos? ¿Acaso
no se han dado cuenta que existe un interés más importante que todos los demás
intereses juntos? ¿Uno por el cual el hombre está dispuesto a contradecir todas
las reglas? Es muy simple, tan simple que no van a poder discutirlo. Al ser
humano, aquí y en todas partes, y sea quien sea, le ha gustado siempre hacer lo
que le da la gana, obrar de acuerdo a su voluntad, y no de acuerdo a lo que dicten
las leyes de la razón o del interés. Su libre albedrío, su capricho, esa fantasía que
es capaz de llevarnos hasta la demencia... Esa es la ventaja más ventajosa, el
interés de intereses, que no se encuentra en ningún catálogo compuesto para
ustedes, y que tira por la borda todos los sistemas, todas las teorías.

Imaginen lo siguiente: Denle a un hombre -a cualquiera- todos los bienes de la


Tierra, háganlo tan feliz hasta el punto que su única preocupación sea dormir... Y
verán cómo ese hombre, por pura ingratitud y necedad, les corresponderá
cometiendo alguna insensatez. Será capaz de provocar cualquier desastre.
¿Saben por qué? Únicamente por querer hacer lo que se le antoje. Por no perder
su necesidad de elegir, de demostrarle a los demás que está vivo, que es un ser
humano y no la pieza de una maquinaria; que tiene voluntad propia, y que nunca
habrá una fórmula que lo defina. ¡Eso es lo único que importa! ¿A mí qué me
puede importar que las matemáticas digan que dos y dos son cuatro? Si mi
voluntad insiste, y aunque no me convenga, para mí no tiene por qué ser así. En
mi vida... ¡dos y dos son cinco!

¡Cinco! ¿No les gusta?

Se arrepiente.

Ya sé que son cuatro. ¿Pero cinco no suena más divertido?

Pausa.

Ahora dirán que la razón me obligará a corregir esto. ¿Pero qué sabe la razón? El
deseo en cambio... La voluntad... Es la expresión de la totalidad de la vida
humana. Y no es que yo defienda el sufrimiento o el bienestar; yo defiendo mi
capricho, y lo defenderé siempre, hasta el final, cueste lo que cueste. ¡A veces no
existe nada más agradable que destruir algo - cualquier cosa! Justamente y sólo
para confirmar que tenemos derecho a hacerlo, aunque sea absolutamente
estúpido. Si solo pudiéramos controlar con el pensamiento todas las fuerzas que
hay en nosotros. Si yo hubiera pensado un poco más, entonces tal vez... Tal vez...

Pausa.
El Hombre del Subsuelo -5-

Empieza a nevar.

Retoma el hilo.

Ahora tengo un capricho, y les explicaré en qué consiste.

Entre los recuerdos de cada persona, hay ciertas cosas que solo se cuentan a los
amigos. Hay otras cosas que ni siquiera se cuentan a los amigos; cosas que
quedan en uno mismo, en total secreto. Y hay, por último, cosas que no nos
atrevemos a confesar ni siquiera a nosotros mismos. Todo hombre, por más
honrado que sea, tiene acumulados recuerdos así en su mente. Incluso me
atrevería a decir que mientras más honrado el hombre, más cosas como éstas
guarda. Son recuerdos que uno evita, momentos vergonzosos que uno
preferiría olvidar, porque delatan ese “subsuelo” que todos llevamos en el alma.
Ahora que yo he decidido no sólo recordar sino contar esta anécdota, se me
ocurre que podríamos hacer el siguiente experimento: ¿Es posible ser
completamente sincero con uno mismo? ¿Puede uno decirse toda la verdad, sin
miedo? ¿O es que a uno no le queda más que mentir cuando habla de sí mismo?

Nieva más y más fuerte...

Hoy estoy deprimido por el recuerdo de algo que me sucedió hace mucho
tiempo. El recuerdo apareció hace pocos días, cuando empezó a nevar, y desde
entonces me obsesiona sin tregua, como una de esas canciones tristes que nos
oprimen el alma. Y creo, no sé por qué, pero creo que si comparto este recuerdo,
me podré librar de él y experimentar cierto alivio. ¿Qué pierdo con intentarlo?
Así que aquí tienen este relato, a propósito de la nieve...

II. VISITA A SIMONOV

HOMBRE
En aquella época sólo tenía veinticuatro años. Y mi vida era ya lo que es hoy: no
tenía amigos ni conocidos, evitaba hablar con la gente y cada vez me recluía más
y más en mi madriguera. En casa, me dedicaba sobre todo a la lectura. En los
libros estaba mi verdadera vida. La lectura me conmovía, me distraía y me
atormentaba. Pero a veces también me aburría terriblemente. No digo esto para
justificarme... Bueno, sí... ¡Miento!... Lo digo precisamente para justificarme... Los
libros eran mi único escape, pero llegaba un momento en que me hartaba de
ellos y experimentaba una necesidad incontrolable por hacer algo.

Invariablemente, siempre volvía a sentir la necesidad de lanzarme de cabeza a la


sociedad. Al mundo de los otros. Y me venía un deseo irrefrenable de abrazar a
la humanidad entera. El problema era que para eso necesitaba por lo menos a un
ser humano de carne y hueso, ¡alguien que existiera de verdad y pudiera
abrazar!

Era entonces que me acordaba de Simonov, un antiguo amigo de la escuela, y el


único ser humano con quien mantuve un vínculo en toda mi vida.
El Hombre del Subsuelo -6-

Un jueves... Ese jueves... No pude aguantar más mi soledad. Había llegado el


momento de visitar a Simonov. No nos habíamos visto en casi un año. Presentía
que hacía mal en ir... Intuía que no debía... Pero nunca imaginé...

Entran Simonov, Ferfichkin y Trudolyubov.

TRUDOLYUBOV
¿Y a dónde lo mandan?

SIMONOV
Al Cáucaso.

TRUDOLYUBOV
¡Al Cáucaso! ¿Y qué haremos?

FERFICHKIN
¡Una cena!

SIMONOV
¿Dónde?

FERFICHKIN
En un buen lugar. ¿Qué les parece La Posada?

TRUDOLYUBOV
¿La Posada? No...

SIMONOV recibe al HOMBRE.

SIMONOV
¡Ah, eres tú! ¡Hombre, qué sorpresa! Pasa, pasa.

HOMBRE descubre en la sala a dos personas que


no esperaba ver: FERFICHKIN y
TRUDOLYUBOV.

HOMBRE
Buenas noches.

FERFICHKIN y TRUDOLYUBOV detienen su


conversación por un momento para mirarlo y
saludar con un leve movimiento de cabeza.
Tampoco esperaban verlo, y no les causa ninguna
alegría. Retoman su conversación. El tema es
serio y apasionado.

FERFICHKIN
¿Entonces? ¿La Posada? Se come bien.
El Hombre del Subsuelo -7-

TRUDOLYUBOV
Bueno, sí, se come bien... Frituras y eso... Pero el ambiente...

SIMONOV
Es algo pobre.

FERFICHKIN
¿Les parece?

TRUDOLYUBOV
Está bien para algunos, pero ÉL se merece algo mejor.

Hombre asiente y sonríe, como si comprendiera


exactamente de quién hablan.

HOMBRE
Seguramente.

FERFICHKIN y TRUDOLYUBOV giran y lo


miran.

HOMBRE
¿Quién?

Ni FERFICHKIN ni TRUDOLYUBOV le
responden.

SIMONOV
Zverkov.

HOMBRE
¿Zverkov?

SIMONOV
De la escuela, ¿lo recuerdas?

FERFICHKIN hace un gesto y da un ligero


bufido: ¿Quién podría olvidar a Zverkov?

HOMBRE
Por supuesto. Lo recuerdo muy bien.

SIMONOV
Ha sido ascendido y van a transferirlo fuera de la ciudad. Estamos planeando
una cena de despedida.

El tiempo se detiene. Todos congelados, excepto el


HOMBRE.
El Hombre del Subsuelo -8-

HOMBRE
(aparte)
Zverkov. Yo odiaba a Zverkov. ¡Detestaba a todos en esa maldita escuela!
(señalando a Ferfichkin y Trudolyubov)
Sobre todo a esos dos.

Sobre FERFICHKIN.

HOMBRE
Ferfichkin. Ruso de origen alemán. Bajo y con cara de mono. Un necio que se
burlaba de todo el mundo. Aunque nunca lo supo, fue mi peor enemigo en la
escuela. Un fanfarrón cobarde, insolente, un miserable que vivía bajo la sombra
de Zverkov, adulándolo, recibiendo sus atenciones y su dinero como limosna.

Sobre TRUDOLYUBOV.

HOMBRE
Trudolyubov. Ustedes lo pueden ver: no tenía nada digno de mención. Militar
sin mayor rango. De buen tamaño y rostro frío. Un cretino que vivía celebrando
el éxito de los demás, hablando de ascensos, de rangos, de sueldos, pero nunca
de los suyos. Afirmaba ser primo de Zverkov, pero eso era un invento, por
supuesto... Esa mentira le sirvió de mucho en la vida y le dio cierto prestigio para
conseguir trabajo, amigos, mujeres. ¡Qué estupidez!

Descongelan. Continúa la conversación.

FERFICHKIN
¿Alguna otra idea?

SIMONOV
¿El Hotel de París?

TRUDOLYUBOV
Hmm. Excelente.

FERFICHKIN
Perfecto.

HOMBRE
Es un buen lugar.

Todos continúan como si no hubiera hablado.

FERFICHKIN
Si ponemos siete rublos por cabeza, entre los tres podríamos pagar una
excelente cena. Asumo que no vamos a permitir que ÉL pague nada.

TRUDOLYUBOV
¡Por supuesto que no, cómo se te ocurre! ¡Es nuestro invitado!
El Hombre del Subsuelo -9-

SIMONOV
Entonces, somos tres; con Zverkov, cuatro. Veintiún rublos. Hotel de París.
Mañana a las cinco.

TRUDOLYUBOV
De acuerdo.

FERFICHKIN
¡Qué gran sorpresa para Zverkov!

HOMBRE
¿Cómo que veintiún rublos? Conmigo serían veintiocho.

Silencio. Lo miran. Se miran.

SIMONOV
¿Tú quieres ir?

HOMBRE
¿Por qué no? También fui su compañero de escuela. Y francamente, debería
sentirme ofendido de que no me hayan incluido.

TRUDOLYUBOV
Pero tú y mi primo nunca fueron amigos.

HOMBRE
Y ustedes tampoco son primos, pero nadie te dice nada. Además no creo que les
corresponda a ustedes determinar si fuimos amigos o no... Eso es un asunto
entre él y yo. Por último, pueda que justamente sea por eso, por no haberme
llevado bien con él antes, que ahora quiero verlo, despedirme en buenos
términos...

TRUDOLYUBOV
(burlándose)
¿Pero quién lo entiende?

FERFICHKIN
¡A mí no me preguntes!

SIMONOV
(a Ferfichkin y Trudolyubov)
Está bien, pondremos su nombre...

FERFICHKIN
Pero--

TRUDOLYUBOV
No sé si a Zverkov--
El Hombre del Subsuelo -10-

HOMBRE
(imponiéndose)
Mañana, entonces.

Pausa.

Todos vuelven a mirarse.

SIMONOV
(al Hombre)
Sí. Mañana a las cinco en el Hotel de París.

HOMBRE
De acuerdo.

Ferfichkin y Trudolyubov se ponen de pie y se


despiden.

TRUDOLYUBOV
Bueno, si tanto quiere venir, que venga.

FERFICHKIN
¿Qué hay del dinero?

HOMBRE
Siete rublos. Igual que ustedes.

FERFICHKIN
Pero era una reunión entre amigos, algo privado...

TRUDOLYUBOV
Lo sé... ¿qué vamos a hacer?

Salen.

Silencio.

SIMONOV
Muy bien, entonces mañana. ¿Vas a pagar tu parte ahora, o...?

El Hombre no tiene el dinero.

HOMBRE
Simonov, debes comprender que no tenía idea... Cuando decidí venir hoy...
Cómo preveer... No podía saber que--

SIMONOV
No importa. Paga mañana después de la cena.
El Hombre del Subsuelo -11-

Silencio incómodo.

HOMBRE
¿No te molesto, verdad?

SIMONOV
No. Bueno, para serte franco, sí.
(confuso, excusándose)
Tengo que salir a ver a... No está lejos... Es aquí al lado... Pero...

HOMBRE
Ah, sí, comprendo, comprendo. ¿Por qué no me lo dijiste?

SIMONOV
No es lejos de aquí... Es a dos pasos, pero... Tengo que...

El Hombre se acerca como para darle un abrazo a


Simonov, quien retrocede sin pensarlo.

SIMONOV
¿Qué haces?

El Hombre se detiene.

HOMBRE
Nos vemos, entonces...

SIMONOV
(echándolo)
¡Sí, mañana a las cinco!

Simonov sale.

HOMBRE
(a cámara, furioso)
¿Le vieron la cara? ¡No podía esperar a que me vaya! Obviamente no tenía
intención de ir a esa cena... ¿Quién me obligaba a ir? Lo último que quería era
celebrar al imbécil de Zverkov. Ni siquiera tenía el dinero. Quería escupir sobre
su cena y su celebración... No podía ir. Solo tenía que avisarle a Simonov por carta
y fin del asunto. Estaba decidido. No iba a ir. Lo conveniente era quedarme en
casa. Y eso iba a hacer.

El reloj da las cinco.

Durante las campanadas, el Hombre se viste de


forma más elegante, pero la ropa aún se ve vieja y
roída.
El Hombre del Subsuelo -12-

El Hombre llega al Hotel de París.

HOMBRE
Buenas, vengo con el grupo de la cena de las cinco. A nombre de Simonov.

Apagón.

III. RESTAURANTE

El Hombre está sentado en una mesa, solo,


bebiendo alcohol.

Se escucha el tic tac del reloj.

HOMBRE
(a cámara)
¡Siete rublos por el hijo de perra de Zverkov! ¿Quién me mandaba meterme en
esto? ¿Quién es tan imbécil de invitarse a sí mismo a cenar? Lo que más me
enfurecía era saber que me hubiera sido imposible no ir. Sabía que iría a toda
costa. Lo haría adrede. ¡Iría justamente porque no tenía sentido ir! Mientras más
inconveniente y estúpido fuera, más empeño pondría en ir. ¡Y todo por el cerdo
de Zverkov! No solo llegué primero sino que iban a dar las seis y ellos aún no
aparecían.

Dan las seis en el reloj.

Entra el grupo, encabezado por Zverkov. Todos


están riendo y celebrando un comentario de
Zverkov.

ZVERKOV
¡Cualquiera podría confundirse! ¡Su hija también estaba vestida de blanco y
negro! ¡Igual que la vaca!

Todos ríen. El Hombre, sin entender por qué,


también ríe.

Zverkov se adelanta al grupo y le da la mano,


como saludando a un subalterno.

Zverkov habla estirando las palabras de forma


exagerada, como una pantomima de “lenguaje
elegante”.

ZVERKOV
¡Ah, hombre! Qué gusto verte. Tanto tiempo.

El Hombre no sabe cómo saludarlo.


El Hombre del Subsuelo -13-

HOMBRE
Así es, Zvekov. Después de...

ZVERKOV
¡Pero qué lujo, amigos! ¡No era necesario tanto lujo para la despedida de este
pobre oficial! ¡Una cena en la posada y me daba por bien servido!

FERFICHKIN
¿La posada? Por favor, mi querido Zverkov.

TRUDOLYUBOV
Ni pensarlo, primo...

El HOMBRE sonríe, con la mano extendida,


esperando el saludo de los demás.

Todos lo ignoran.

ZVERKOV
(al Hombre)
Me sorprendió mucho saber que deseabas unirte a esta cena. Nunca tuvimos
tanto en común, tú y yo, aunque debes saber que los oficiales somos, en el
fondo, seres de carne y hueso, personas comunes y corrientes... como tú.

Zverkov se acomoda en la mesa.

TRUDOLYUBOV
(al Hombre)
¿Esperaste mucho?

HOMBRE
Llegué a las cinco, como quedamos ayer.

TRUDOLYUBOV
(a Simonov)
¿Pero cómo? ¿No le avisaste del cambio de hora?

SIMONOV
No. Se me olvidó. Voy por el champán.

Sale.

ZVERKOV
(burlón)
¡Pobre hombre! ¿Llevas acá más de una hora?

FERFICHKIN contiene una risa burlona.


El Hombre del Subsuelo -14-

HOMBRE
(a Ferfichkin, irritado)
¡No es gracioso! ¡Yo llegué a la hora que quedamos! Han debido avisarme que
cambiaron la hora. Esto es culpa de... es... absurdo.

TRUDOLYUBOV
¿Absurdo? ¡Absurdo es poco! ¡Es una total falta de respeto! ¿Cómo es posible
que Simonov...? En fin...

FERFICHKIN
Si a mí me hubieran hecho algo así...

ZVERKOV
(interrumpe)
Pero has debido pedir que te sirvan algo. O hubieras cenado sin esperarnos.

HOMBRE
Sé perfectamente lo que podría haber hecho. Pero si esperé fue porque...

Entra Simonov con el champán y las copas.

SIMONOV
¡Ya está todo listo! El champán está helado y la cena viene en camino.
(al Hombre)
No tengo tus datos... ¿Cómo podía avisarte?

Zverkov sigue estirando las palabras, más aún


cuando habla con el Hombre.

ZVERKOV
¿Dónde trabajas?

El Hombre lo mira de pronto: ¿la pregunta era


para mí?

HOMBRE
En el ministerio.

ZVERKOV
¿Es un buen puesto? ¿Por qué dejaste tu trabajo anterior?

HOMBRE
(estirando más aún las palabras)
Lo que me hizo dejar mi trabajo anterior fue precisamente que quería dejarlo...

Silencio. Todos lo miran.

ZVERKOV
¿Y el sueldo?
El Hombre del Subsuelo -15-

HOMBRE
(a Zverkov, sonriendo falsamente)
¿A qué vienen tantas preguntas? ¿Es un examen?

ZVERKOV
Simple curiosidad.

HOMBRE
Cincuenta rublos.

ZVERKOV
Mm... No es muy bueno.

FERFICHKIN
Dudo que te alcance para muchas cenas como ésta.

TRUDOLYUBOV
A mí me parece un sueldo de hambre.

ZVERKOV
¡Con razón estás más delgado! ¡Has cambiado mucho desde la escuela!

TRUDOLYUBOV
Basta, basta, no lo abochornen.

HOMBRE
¿Que no me abochornen? Sepa usted, Trudolyubov, que nadie me está
abochornando. Estoy acá, en este lugar, comiendo con mi propio dinero, y no
con el de los demás. Que le quede eso muy claro.

FERFICHKIN
¿Cómo? ¿Y quién no come acá con su dinero? ¿Qué estás insinuando?

SIMONOV
Basta, señores, basta... ¿Por qué estamos peleando?

TRUDOLYUBOV
Así es... Estamos acá, un grupo de amigos, celebrando con una cena la despedida
de nuestro estimado camarada, y...
(al Hombre)
¿Se te ocurre comenzar una discusión? Tú mismo te invitaste a ser parte de esta
cena, así que te pido que por favor no rompas nuestra armonía.

HOMBRE
Por supuesto.... Supongo que sería mejor hablar de cosas más inteligentes.

FERFICHKIN
(a los otros)
¿Ahora nos va a deslumbrar con su inteligencia?
El Hombre del Subsuelo -16-

HOMBRE
Quisiera, Ferfichkin, pero... No creo que me entenderías.

Zverkov se ríe.

TRUDOLYUBOV
Pero, ¿qué te pasa? ¿Te has vuelto imbécil en tu ministerio?

Hombre y Trudolyubov se enfrascan en una


gresca. Simonov y Ferfichkin los separan.
Zverkov disfruta, después reacciona para
recuperar la atención.

SIMONOV
¡No puede ser que estemos--!

ZVERKOV
(con voz de mando)
¡Ya está bien, caballeros, ya es suficiente! Cálmense, así no vamos a llegar a
ninguna parte. ¿Por qué mejor no les cuento cómo el otro día casi me caso?

FERFICHKIN
¿En serio?

Trudolyubov aplaude.

TRUDOLYUBOV
Sí, cuenta, primo, cuenta...

ZVERKOV
Estuve en casa del General Ivanov, un amigo del Coronel Vasíliev, ¿lo conocen?
Es amigo mío desde hace mucho. Un hombre de gran trayectoria, aunque
lamento decir, y solo para ustedes, que su carrera se encuentra estancada... No
me sorprendería que pronto yo sea su superior y que él tenga que saludarme.
En fin, me había encontrado con Novíkov, ¿saben quién es, no? El Presidente del
Gabinete... Y su hija...

FERFICHKIN
¡Ah, su hija! ¿Tu casi esposa?

Zverkov lo mira severamente, como castigándolo


por interrumpir su relato.

Ferfichkin se hunde en su asiento.

El Hombre se sirve alcohol y bebe.


El Hombre del Subsuelo -17-

ZVERKOV
Novíkov me dijo que me ve un futuro muy prometedor... Tal vez como
político... Y su hija... ¡Una yegua perfecta...! Me costó un par de siestas en la
ópera, pero quedó cautivada... Claro, ¡cómo resistir! Y quien más me ayudó en
esta conquista fue mi gran amigo, casi podría decirse que mi hermano, el
Príncipe Kolya, dueño de tres mil sirvientes...

HOMBRE
Sin embargo, ese gran amigo, dueño de tres mil sirvientes, el Príncipe Kolya, no
se dio el tiempo de venir a despedirte.

Silencio.

FERFICHKIN
Ya está borracho.

Zverkov observa al Hombre como a un insecto


raro.

SIMONOV
(apresurándose a salvar la situación)
¡A tu salud, Zverkov!

FERFICHKIN
¡Y buen viaje!

TRUDOLYUBOV
¡Por los viejos tiempos, señores, y por el porvenir, primo!

El Hombre levanta su copa; también quiere hacer


un brindis.

HOMBRE
Señor teniente Zverkov...

Todos lo miran, sorprendidos.

HOMBRE
Señor teniente Zverkov, quiero decirle que me honra compartir esta cena esta
noche con ustedes... Y además quiero decir... Que odio las hazañas amorosas y a
los vanidosos que las cuentan. Más aún cuando son inventadas. Yo amo la
verdad, la sinceridad y la honradez. Adoro las ideas y la auténtica amistad, de
igual a igual. Sin embargo, beberé a su salud. ¿Por qué no? Señor teniente
Zverkov, seduzca usted a las guapas chicas del campo, ejerza su derecho militar
sobre ellas, y ojalá mate y ojalá muera por nuestra patria. ¡A su salud!

Bebe de un solo trago.

Los demás dejan sus copas sobre la mesa.


El Hombre del Subsuelo -18-

FERFICHKIN
¡Hay que partirle la cara!

TRUDOLYUBOV
¡Echémoslo de acá!

ZVERKOV
¡No, amigos, ni una palabra más! No se hable más de este señor. Las palabras
hay que tomarlas de donde vienen.

HOMBRE
¿Y de dónde vienen mis palabras, Zverkov?

ZVERKOV
(ignorándolo)
¿Otra botella de Champán, caballeros?

Zverkov coge su copa y se aleja del Hombre. Los


demás lo siguen.

SIMONOV
(arrepentido)
Siento mucho haberlo incluido.

El Hombre empieza a caminar de un lado para


otro. Nunca dejará de beber.

Zverkov y los demás repiten como sonsonete


palabras que los caracterizan: “príncipe”, “primer
ministro”, “yegua perfecta”, “tetas”, “culo”,
“futuro político”, “primo”, etc. Ferfichkin,
Simonov y Trudolyubov celebran con sonidos
animales, ladridos, relinchos, etc.

SIMONOV, ZVERKOV,
FERFICHKIN, TRUDOLYUBOV
¡Nasdrovia!

Congelado.

HOMBRE
(aparte)
¿Qué diablos seguía haciendo ahí? No lo sé. No tengo idea. Me gustaría saberlo.
¿Por qué me quedaba y no salía corriendo? ¿Acaso no me habían ofendido lo
suficiente? ¿Quería seguir haciendo el ridículo? ¡Me odiaban! Ni siquiera
disimulaban su desprecio. ¡Cerdos! Seguro pensaban que me dolían los siete
rublos. ¡Qué me importaban a mí siete rublos! No quedaba otra cosa que irme.

Descongelado.
El Hombre del Subsuelo -19-

Hombre sale.

Los demás celebran.

Hombre vuelve.

Congelado.

HOMBRE
(aparte)
Naturalmente, no me fui. ¿Por qué no me fui? No me fui... Porque el desprecio
era mutuo. ¡Y mientras más me despreciaran, más me iba a quedar! Ellos creían
que tenía miedo a enfrentarlos. Que podían contra mí. ¡Contra mí! ¡Ja! ¡Yo era
capaz de seguir bebiendo y caminando de un lado a otro por el resto de mi vida!
Ellos querían que me vaya. Pues yo no iba a permitir que se libraran tan
fácilmente de mí.

Campanadas. Dan las diez.

El Hombre camina haciendo ruido con los tacos.


Intenta llamar la atención. Hace diversas rutinas
para conseguirlo, pero no lo logra.

El resto está reunido alrededor de Zverkov y lo


mira con veneración. Le empiezan a cantar una
canción. Le hacen ¡hurras! Están completamente
borrachos. Llegan al clímax de la celebración. Se
bañan en Champán. Besan a Zverkov. Le besan
los pies. Se besan entre todos.

Congelado.

HOMBRE
(aparte)
¿Por qué lo apreciaban tanto? ¿Acaso no podían apreciarme también a mí? ¿Era
tan impensable? ¡Si hubieran comprendido los sentimientos, los pensamientos de
los que yo era capaz! Tal vez entonces se habrían dado cuenta de lo fácil que
hubiera sido ser grandes amigos y celebrar todos juntos. ¿Era tan difícil verlo?

VIDEO: los cuatro compañeros abrazan al


Hombre.

ESCENA: el Hombre solo a un lado del escenario,


mirando a los compañeros pasándola bien y
demostrándose afecto.

Campanadas. Dan las once.

Descongelado.
El Hombre del Subsuelo -20-

ZVERKOV
Amigos... ¡Es hora de ir a nuestro lugar favorito! ¡Las chicas de Olimpia nos
esperan!

TRUDOLYUBOV
¡Por supuesto, primo! ¡Donde tú quieras!

FERFICHKIN
¡Ah, la bella Olimpia!

SIMONOV
¡Vamos!

ZVERKOV
Pero no se confundan, compañeros... ¡Olimpia es mía! Ustedes pueden disfrutar
de cualquiera de sus otras putitas...

HOMBRE
(resueltamente)
Zverkov, te pido disculpas...

Todos se detienen y lo miran.

SIMONOV
Basta, por favor.

TRUDOLYUBOV
¿Ya no has tenido suficiente?

FERFICHKIN
¡Se volvió loco!

ZVERKOV
¿Qué quieres ahora?

HOMBRE
Seamos amigos. Lamento haberte ofendido.

ZVERKOV
¿Ofenderme? ¿Tú ofenderme a mí? Eso es imposible. Tú no podrías ofenderme a
mí nunca, en ningún caso. No vales lo suficiente.

FERFICHKIN
¡Bueno, apártate de una vez! No nos dejas pasar...

TRUDOLYUBOV
¡Salgamos de aquí!

Le abren paso a Zverkov.


El Hombre del Subsuelo -21-

ZVERKOV
¡Olimpia es mía, señores, mía!

FERFICHKIN
¡Eso no se discute!

Zverkov, Ferfichkin y Trudolyubov salen.

El Hombre alcanza a Simonov.

HOMBRE
¡Simonov! ¡Dame seis rublos!

SIMONOV
¿No pretenderás venir con nosotros?

HOMBRE
¡Sí!

SIMONOV
¡No tengo dinero!

Empieza a irse, pero el Hombre lo toma del saco.

HOMBRE
Sé que tienes dinero, sé que lo tienes, ¿por qué me lo niegas? No sabes... no
tienes idea de por qué te lo pido... todo depende de esto, mi porvenir, todos mis
planes.

Simonov saca el dinero y se lo tira encima.

SIMONOV
¡Toma! ¡Haz lo que quieras! ¡No tienes vergüenza!

Simonov logra zafarse del Hombre y sale.

El Hombre, solo.

Pausa.

Recobra conciencia del público, y de la


humillación pública, pero decide continuar.

HOMBRE
Lo que más tengo en la vida es vergüenza.

Mira al frente.
El Hombre del Subsuelo -22-

HOMBRE
¡Cochero!

Se sube a un “trineo”.

HOMBRE
¡Adelante! ¡Allí! O me ruegan de rodillas mi amistad, o... ¡o le daré una bofetada
a Zverkov! ¡Más de prisa, cochero! ¡Más de prisa! Apenas llegue, lo abofeteo.
¿Debería dar unas palabras previas? ¡No, no! Entro de frentre y le cruzo la cara.
¡Al hijo de puta de Zverkov solo le quedará batirse a duelo para lavar su honor!
¡Más de prisa, cochero! ¡Más de prisa!

Luz. Hombre se sorprende en el interior del


burdel.

IV. EL BURDEL

El lugar está vacío.

HOMBRE
¡¿Dónde están?!

Hombre recorre el espacio. No ve a nadie.

Se tranquiliza. Se sienta.

HOMBRE
(aliviado de que no haya ocurrido)
Yo le habría dado la bofetada, se la habría dado sin pensarlo.

Por la puerta trasera, entra Lisa.

Se miran. Silencio. Se saludan con una venia.

Hombre se va a ir, pero “algo”, una curiosidad,


ese “mordisco de la perversión”, puede más.

HOMBRE
¿Cómo te llamas?

LISA
Lisa.

HOMBRE
¿Eres de aquí?

LISA
No.
El Hombre del Subsuelo -23-

HOMBRE
¿De dónde vienes?

LISA
De Riga.

HOMBRE
¿Alemana?

LISA
Rusa.

HOMBRE
¿Llevas mucho tiempo aquí?

LISA
Quince días.

HOMBRE
¿Tienes padres?

LISA
Sí... No... Sí.

HOMBRE
¿Dónde están?

LISA
En Riga.

HOMBRE
¿Qué son?

Lisa se encoge de hombros.

LISA
Así...

El Hombre la imita.

HOMBRE
¿Qué significa eso? ¿A qué se dedican?

LISA
Tienen una granja.

HOMBRE
¿Vivías con ellos?
El Hombre del Subsuelo -24-

LISA
Sí.

HOMBRE
¿Cuántos años tienes?

LISA
Veinte.

HOMBRE
¿Y por qué los dejaste?

Lisa se encoge de hombros.

LISA
Así...

Lisa y el Hombre, tal vez los dos, tal vez sólo ella,
empiezan a prepararse para hacer el amor - para
hacer su trabajo... Pero no va a pasar nada.

HOMBRE
Hoy por la mañana, camino a mi oficina, vi cómo sacaban un ataúd de un
sótano. Casi se les cae.

LISA
¿Un ataúd?

HOMBRE
Sí.

LISA
¿De un sótano?

HOMBRE
Sí. Del subsuelo... Bueno, del sótano de una casa de... Como ésta. Había basura
por todos lados. ¡Cómo apestaba!

Silencio.

HOMBRE
¿No te importa morir?

LISA
¿Por qué tendría que morirme?

HOMBRE
Algún día tendrás que morirte, y morirás exactamente igual que esa muchacha.
Ella también era... Como tú... Murió de tisis.
El Hombre del Subsuelo -25-

LISA
Da igual de qué se muere, ¿no? Pero, ¿por qué tendría que morirme yo?

HOMBRE
Quizá ahora no, pero ¿más adelante?

LISA
Bueno, más adelante será...

HOMBRE
Sería una pena.

LISA
¿Para quién?

HOMBRE
Para la vida.

Silencio.

HOMBRE
¿Tienes novio?

LISA
¡Y a usted qué le importa!

HOMBRE
¿Por qué te molestas? Es cierto que no me importa, pero es tan triste.

LISA
No merece la pena.

Silencio.

HOMBRE
¿Qué piensas? ¿Que vas por buen camino?

LISA
Yo no pienso nada.

HOMBRE
Ahí está el problema, que no piensas. Eres aún joven y bonita; podrías amar,
casarte, ser feliz...

LISA
No todas las que se casan son felices.
El Hombre del Subsuelo -26-

HOMBRE
No todas, es cierto, pero siempre estarán mejor que tú. ¿Qué hay aquí, aparte del
mal olor? Piensa en esto y dime qué te parece: tú y yo acabamos de conocernos...
Y sin decir nada al respecto hemos entrado juntos aquí. Yo me acomodé. Tú te
preparaste... ¿Para qué? ¿Para estar con alguien que no conoces, ni mucho menos
amas? ¿Yo te he tratado mal? ¿Te he obligado a algo? Dime. ¿Es así como deben
conocerse un hombre y una mujer? ¿Es así como deben unirse? ¿Te parece algo
“bueno”? ¡Sólo pensarlo me repugna! Es simplemente monstruoso.

LISA
(rápidamente)
Sí.

Hombre se sorprende por efectividad de su primer


argumento. Retoma interrogatorio.

HOMBRE
Entonces, ¿cómo viniste a caer aquí?

Lisa se encoge de hombros.

LISA
Así...

El hombre la mira por un momento. Furia


contenida.

HOMBRE
¡Con lo bien que estabas en casa de tus padres!

LISA
¿Quién dice?

HOMBRE
Era tu nido. El hogar de uno es siempre cálido y cómodo.

LISA
¿Y qué si no fuera así?

HOMBRE
Bueno. Todo es posible. Y te creo. Mira, Lisa, lo que quiero decir es que no hay
nada como el hogar. Así estés mal con tu padre o tu madre, sabes que nunca van
a ser tus enemigos. ¡Por lo menos te demostrarán cariño una vez al año! Yo
conocí el caso de un padre que era duro y severo con todos, pero ante su hija se
ponía de rodillas. Por ella lo daba todo. Estaba loco por ella. Cuando llegó el
momento de entregarla en matrimonio, primero se negó completamente, pero
al final se resignó y la dio al hombre que la amaba. Todo por verla feliz.
El Hombre del Subsuelo -27-

LISA
Yo, mas bien, conozco padres que prefieren vender a sus hijas antes que verlas
felices.

Silencio.

HOMBRE
Hmm... Sí, hay familias así. ¡La pobreza es la causa de todos los males!

LISA
¿Acaso es muy diferente en casa de ricos? Pobre o rica, la gente decente vive bien.

HOMBRE
Hmm... Quizá... Pero también sucede, Lisa, que a la gente le gusta recordar sólo
sus sufrimientos, y no piensa en los momentos felices. Si uno hiciera un buen
recuento, notaría que hay un momento para cada cosa. Tomemos como ejemplo
los primeros días del matrimonio: ¡Qué felicidad! Siempre y en todas partes. En
los primeros días hasta las discusiones terminan bien. Hay algunas parejas que
cuanto más se quieren más discuten. Es verdad. Conozco el caso de una mujer
que le dice a su marido: “Te quiero tanto que por eso no dejo de hacerte sufrir”.
¿Sabes que se puede atormentar a una persona por amor, a propósito? Esta
mujer lo hace. Y se dice a ella misma: “en compensación, luego, lo amaré tanto,
le haré tantas caricias, que no está mal que ahora lo torture un poco”. Y después
llegan los hijos, y entonces todos los momentos, incluso los más difíciles, resultan
felices. ¿Te gustan los niños pequeños, Lisa? Yo los adoro. Imagínate a un bebito
regordete y rosadito pegado a tu pecho, jugando con él... ¿No es esa la felicidad
total, cuando están los tres juntos, el marido, la mujer y el pequeño? Momentos
así harían que uno perdone muchas cosas. No olvides esto, Lisa: Antes de culpar
a los demás, tenemos que aprender a vivir nosotros.

LISA
¿Pero... Cómo...?

HOMBRE
¿Qué?

LISA
¿Por qué usted...?

HOMBRE
¿Yo qué...?

LISA
Usted... Habla como si lo sacara todo de un libro.

Silencio.
El Hombre del Subsuelo -28-

HOMBRE
¿De un libro? ¡Lisa, qué pueden importar los libros! ¿No te repugna acaso toda
esta situación? ¿Es que todo lo que he dicho, no te...? ¿No te da asco vivir así? ¿O
será que en realidad te gusta estar aquí? Lo que puede hacer la costumbre en el
ser humano... Sabes, si todo fuera distinto... Si tú vivieras como una persona
decente, yo estoy seguro que hasta podría enamorarme de ti. Me haría feliz una
sola mirada tuya, ¡me arrojaría de rodillas a tus pies! Por una sola palabra tuya...
qué no haría por conseguir tu amor... ¡Lisa, por conseguir amor las personas
están dispuestas a dar la vida! Pero tú, tú le vendes el tuyo al primer borracho
que entra. ¡Porque sólo borracho se puede venir aquí! ¡El amor... que lo es todo!
El tuyo, ¿cuánto vale? Piénsalo bien: ¿Por qué has venido a perder tu vida aquí?
¿Por un café y un plato de comida? A una señorita decente no le bajaría ni un
bocado sabiendo para qué se lo dan. Hasta el empleado más humilde, cuando
firma un contrato, sabe que su servicio tiene un límite. Pero tú, ¿qué límite tiene
tu servicio? A ti te compramos entera. Tú eres una esclava. Has renunciado a
todo, a tu voluntad. Y cuando quieras romper esa cadena, será demasiado tarde.
Es una cadena maldita. Yo la conozco. ¿Ya no estás acaso en deuda con la dueña?
¿Lo ves? ¡Esa es la cadena! Recapacita. ¿Crees que te querrán aquí por los siglos
de los siglos? No cuentes con tu juventud. Aquí a los veintidós tendrás el aspecto
de una de treinta y cinco. Y entonces te pondrán de patitas en la calle, como un
perro. Esas calles son cosa fina; allí los clientes no saben acariciar sin pegar. Y un
día te veremos a las nueve de la mañana, borracha, desgreñada, medio desnuda,
tirada en la calle, golpeada, sucia, con los ojos morados, echando sangre por la
nariz y la boca... Y seguro recién entonces te darás cuenta de todo y cambiarás
de opinión. Recordarás tus años de infancia, y no podrás creer que alguna vez
fuiste esa chica pura e inocente, lozana como un querubín, un ser humano con
ideas y sentimientos. ¿Pero ves cómo terminará la historia? ¿No me crees?
Tampoco yo quisiera creerlo, pero ¿qué sabes tú? Lo veo a diario. No, Lisa, será
una suerte que mueras de tisis en un rincón apestoso como el que te mencioné. Y
cuando mueras, unos extraños comprarán una caja cualquiera hecha con
desechos, y te sacarán afuera como sacaron a esa infeliz. Te cubrirán de prisa con
un barro pestilente y así desaparecerá tu recuerdo de este mundo; a las demás
tumbas vendrán hijos, padres y maridos, a la tuya no vendrá nadie; nadie te dará
la bendición, nadie te llorará, nadie te recordará. Tu nombre desaparecerá de la
faz de la tierra como si no hubieses existido, ¡como si ni siquiera te hubieran
parido! Lodo y piedras es lo único que tendrás, así te levantes desde la muerte
todas las noches y golpees el ataúd gritando: “¡Déjenme salir! ¡He muerto sin
haber vivido! ¡Quiero volver al mundo! ¡Déjenme vivir otra vez! ¡He vivido sin
vivir!”

Durante texto anterior, Lisa esconde la cara en la


almohada y la muerde; respira agitadamente;
empieza a temblar; emite llantos que se convierten
en gritos desconsolados; se jala el pelo; y termina
mordiéndose el brazo hasta sangrar.

El Hombre termina de hablar casi ahogado. Mira a


Lisa y se asusta.
El Hombre del Subsuelo -29-

HOMBRE
Cálmate. ¡Cálmate, por favor!

Lisa se arrastra hacia su ropa. Se tapa con lo


primero que encuentra.

HOMBRE
Lisa... He hecho mal... Perdóname.

El Hombre se acerca. Le da la mano.

HOMBRE
Ésta es mi dirección, Lisa. Ven a verme.

El Hombre sale. Luz baja.

Lisa se va reponiendo poco a poco, hasta volver a


entrar al cuatro de atrás, mientras el Hombre
aparece en cámara, detrás del escenario.

HOMBRE
(a cámara, por detrás del escenario)
¡Increíble! ¡Qué poco he necesitado para disponer a mi capricho de otro ser
humano! ¡Solo bastaron unas cuantas palabras, y además palabras de biblioteca,
sacadas de novelas, o inventadas sobre la marcha! ¡Eso es lo que se llama terreno
virgen! Pero ¿por qué le he dado mi dirección? ¿Y si viene? No, no va a venir.
¿Pero si viene? Bueno, pues, que venga; ¿qué me va a hacer?

V. ENCUENTRO FINAL

El Hombre vuelve a ingresar al escenario.

HOMBRE
Si viene... La estaré esperando. ¡No! ¿Cómo va a venir? No puede ver cómo
vivo. Anoche me hice con ella... El héroe... Y ahora.... Ella verá todo esto. Pero
eso no es lo peor. Voy a tener que seguir mintiéndole, y otra vez, una vez más,
ponerme esa máscara. ¡Sin duda, vendrá! Si no es hoy, será mañana, pero
vendrá. ¡No! Iré a buscarla y le rogaré que no venga. La amenazaré y la
insultaré. Y si aún así viene la miserable, la escupiré, le pegaré y la echaré. ¡No! Si
viene... Seré honesto con ella. Le hablaré, la educaré, le haré entender... Hasta
que ella no pueda más, y esté tan conmovida que se arroje a mis pies y me diga
que soy su salvación; que me quiere más que a nadie en el mundo. Entonces, le
diré: “Lisa, ¿crees que no me había dado cuenta de tu amor? Había visto y
entendido todo, pero no me atrevía a decirte nada... Pero ahora, ahora tú eres
mía, tú eres mi creación; eres hermosa, mi ínclita esposa, la única dueña y señora
de este hogar”. Si viene...

Entra Lisa.
El Hombre del Subsuelo -30-

El reloj da las siete.

ESCENA: los actores se quedan petrificados,


mirándose el uno al otro.

VIDEO: Hombre se lanza a los pies de Lisa, se los


besa y los abraza. Se besan.

ESCENA: Lisa saca una carta y se la da. Hombre


la desdobla y lee.

LISA
(con cierto orgullo)
Hace unos días asistí a una velada en casa de unas personas muy, muy
acomodadas, de buena familia, y que no saben nada de mí, absolutamente nada,
pues yo... Soy nueva aquí, y estoy aquí sólo por... No pienso quedarme de
ninguna manera, y apenas pueda pagar mi deuda, me voy. En esa velada estuvo
un estudiante de medicina que bailó toda la noche conmigo, hablamos, y resultó
que él ya me conocía de Riga, de cuando éramos niños, habíamos jugado juntos
hacía mucho tiempo, y conocía también a mis padres, pero de lo mío no sabía ni
sospechaba nada, absolutamente nada. Al día siguiente de la velada, hace tres
días, a través de la amiga con la que fui al baile, me envió esta carta... y... Es una
declaración de amor, ¿no? Sincera. Respetuosa, ¿no? Yo no soy una esclava...
¿no?

Hombre le devuelve la carta.

HOMBRE
¿Por qué has venido?

LISA
¿Lo molesto? Disculpe...

Ella se pone de pie, dispuesta a irse.

HOMBRE
Lisa, Lisa... ¿Sabes en verdad por qué has venido? El otro día... Tú crees que por
la manera en que te hablé, en el fondo me importabas... Pues bien, entérate de
una vez: ese día me estaba burlando de ti. Me habían humillado, y yo quería
humillar. Necesitaba vengarme con alguien, y apareciste tú. ¿Por qué tiemblas
ahora? Eso fue lo que pasó... Pero tú... Tú pensaste que caí del cielo para salvarte,
¿no? ¿Pero salvarte de qué? ¡Si yo soy peor que tú! No sé ni por qué te di mi
dirección... Porque soy un imbécil... Ahora te odio, ¿entiendes? Y te voy a odiar
para siempre. Por el simple hecho de haberme descubierto así, con esta bata
rota, pobre, mísero... y estarte confesando todo esto mientras te quedas ahí
parada escuchándolo. ¡¿Cómo perdonarlo?! ¡Un hombre se confiesa así solo una
vez en su vida! ¿Qué más quieres? ¿Por qué sigues ahí y me atormentas? ¡¿Por
qué no te largas?!
El Hombre del Subsuelo -31-

Hombre está al borde del llanto. Lisa intenta


calmarlo. Lo abraza.

HOMBRE
¡No me dejan... No consigo ser... Bueno!

Hombre empieza a llorar desconsoladamente. Lisa


lo consuela. Lo besa.

Unos segundos después, el Hombre reprime el


llanto. La estrecha fuertemente, tanto que Lisa
debe frenarlo para poder respirar. Pero él le tapa
la boca con un beso violento, y así continúa
recorriéndola y forzándola hasta hacerle el amor.

Termina.

Hombre le arroja un billete a Lisa. Ella no lo coge.

Lisa se recupera, poco a poco.

El Hombre se aleja, avergonzado.

HOMBRE
(a cámara)
Ustedes creerán que soy un monstruo. Que son muy distintos a mí. Pero se
engañan. Todos cojeamos. Unos más, otros menos. Lo único que yo he hecho ha
sido llevar hasta las últimas consecuencias aquello que ustedes no se atreven a
llevar ni a la mitad. Por eso yo estoy más vivo que ustedes... Aunque no sepa
vivir.

LISA
Adiós.

Sale.

HOMBRE
(a cámara)
No volví a ver jamás a Lisa ni supe nada de ella. Mejor... ¿Pero para qué sigo
razonando? Es inútil. Con razones no se puede resolver nada. Eso de recordar
con lujo de detalles cómo ha fracasado la vida de uno no es divertido. Contarse
la verdad a uno mismo es un castigo. Mejor mentirse.

¿Quieren un final?

Deja la cámara en la mesa, apuntando al público.


El Hombre del Subsuelo -32-

ADVERTENCIA
Las memorias de nuestro personaje no terminaron aquí, pero a nosotros nos
parece oportuno ponerle fin. Obviamente, tanto él como sus “Memorias” han
sido inventadas. Sin embargo, considerando las circunstancias en que se ha
formado nuestra sociedad, no sólo nos parece que pueden, sino que deben existir
seres semejantes entre nosotros...
F.D.

Se encienden las luces del teatro, el público


aparece en la pantalla.

El Hombre sale y deja al público mirándose en la


pantalla.

Oscuro total.

También podría gustarte