Dahl denomina a la poliarquía a los sistemas sustancialmente liberalizados y
popularizados, es decir, muy representativos, a la vez que francamente abiertos al debate público. De aquí, se enmarca el punto neurálgico de su texto para poder analizar los procesos de democratización y desarrollo de la oposición. Un debate que se inicia con la definición de la democracia, como aquel sistema político que debe estar a disposición y satisfacer entera o a casi todos sus ciudadanos y en donde debe primar la variable determinada por la igualdad de oportunidades a partir de tres condiciones básicas: 1. Formular sus preferencias 2. Manifestar públicamente dichas preferencias entre sus partidarios y ante el gobierno, individual y colectivamente. 3. Recibir por parte del gobierno igualdad de trato: este no debe hacer discriminación alguna por causa del contenido o del origen de tales preferencias. Estas son las tres condiciones fundamentales a la existencia de la democracia, y para que se den entre el gran número de habitantes de que constan la mayoría de los estados naciones actuales, las instituciones sociales de estos países deben garantizar las ocho clausulas: 1. Libertad de asociación 2. Libertad de expresión 4. Libertad de voto 4. Libertad para que los líderes políticos compitan en busca de apoyo. 5. Diversidad de fuentes de información. 6. Elegibilidad para el servicio público. 7. Elecciones libres e imparciales. 8. Instituciones que garanticen que la política del gobierno depende de los votos y demás formas de expresas las preferencias. Aunque a simple vista se podrían usar estas ocho cláusulas como escala teórica para contrastar los regímenes políticos, el autor presenta dos dimensiones teóricas para un examen más profundo: una primera escala que refleje las ocho condiciones y permita comparar los distintos regímenes, según la amplitud con que facilitan la oposición, el debate público o la lucha política. No obstante, es preciso la existencia de una segunda dimensión: una escala que exprese el derecho a participar del debate público para permitir comparar los diferentes regímenes de acuerdo con su capacidad de representación. Para finalizar, el autor enumera las causas de la inestabilidad argentina después de 1930. Es a partir de ese momento cuando se termina el experimento de la poliarquía en argentina. El factor principal que indica el autor es la ausencia de una creencia firme en la legitimidad de las instituciones. Esto se ve suscitado por dos factores: 1. Durante la época en que prevalecieron las elites negaron las elecciones como base legitima de gobierno. 2. Una gran parte de la población continuaba aislada y alejada del sistema político. El balance general del desarrollo político argentino en este sentido se puede resumir que, entre sus ciudadanos, la confianza en la legitimidad de la poliarquía y en especial, en la obligatoriedad de respetar las elecciones es meramente superficial, fundamentalmente entre las elites, pero también en el común de la gente.
Carlos Gervasoni – Democracia y autoritarismo en las provincias argentinas
Gervasoni presenta un artículo en donde intenta demostrar el nivel de democracia de las provincias argentinas. La hipótesis que pone a prueba sostiene que en Argentina existen provincias con altos niveles democráticos frente a otras que contienen elementos autoritarios visibles. La propuesta para medir el índice de democracia provincial sustentado por el autor se compone de seis indicadores: 1. Rotación partidaria en el ejecutivo 2. Supermayoría electoral. 3. Regla de relección. 4. Nivel de democracia actual. 5. Nivel de democracia del periodo anterior. 6. Ranking de democracia actual. Los indicadores 4 y 6 surgen de la primera encuesta de expertos en política provincial que diseñó y dirigió Gervasoni en 2008. Se encuestaron en forma personal a 124 expertos en los 24 distritos del país. A los fines de estandarizar el instrumento de medición, los expertos que evaluaron a sus provincias lo hicieron en función de la siguiente definición de democracia como un régimen político en el que: A. Los poderes son elegidos en elecciones libres, justas y con voto universal. B. Hay pesos y contrapesos efectivos entre los tres poderes. 3. Se respetan los derechos constitucionales básicos como la libertad de expresión. A partir de allí, los 124 expertos indicaron cuales eran en su opinión las provincias más y menos democráticas del país. Los resultados de cada uno de los indicadores objetivos (Rotación ejecutivo, supermayoría, relección) y subjetivos (Democracia actual, democracia anterior y ranking de democracia) junto con el simple índice de democracia dieron como conclusión: hay un grupo de provincias con alto puntaje democrático (CABA, Mendoza y Córdoba, Buenos Aires y Santa fe). En estos casos toda la evidencia disponible señala que son distritos claramente democráticos, en los cuales existe competencia real por el poder, condiciones razonablemente justas para la actividad de la oposición y limitaciones no triviales al poder del ejecutivo. En tanto, el grupo con peor puntaje democrático (La Rioja, Santa Cruz, Formosa y San Luis) se diferencian de los otros 20 distritos, tanto por poseer un puntaje significativamente bajo, como por manifestar un elevado déficit democrático en todos o casi todos los indicadores propuestos. Otras consecuencias del análisis es la existencia de una gran heterogeneidad en el grado de democracia provincial, también da cuenta que los distritos de mayor magnitud demográfica y económica tienden a obtener puntajes altos en los índices de democracia, mientras que los más pequeños en posiciones rezagadas. A su vez, el nivel de desarrollo no parece ser tan determinante, dado que algunas de las provincias menos democráticas presentan indicadores sociales y económicos que se ubican por enciman del promedio nacional (San Luis) o muy por encima (Santa Cruz). A estos resultados y consecuencias directas, el autor añade dos características más para poder explicar las diferencias entre provincias más o menos democráticas. En este sentido, tanto los abultados subsidios federales por la vía de la coparticipación y la protección nacional del peronismo se enmarcan dentro de los factores estructurales que favorecen al establecimiento de regímenes menos democráticos. En cuanto al elemento de agencia también está presente, aunque las condiciones se establecieron desde 1987, en especial en Santa Cruz y Formosa. En conclusión, el autor deja en claro que la democratización del país no será plena hasta que en todas sus provincias puedan ser legítimamente democráticas y en ello, es importante prestar atención en los enclaves subnacionales híbridos, quienes, más allá de su tamaño, ejercen una desproporcionada influencia política con la imposición de cuatro de siete presidentes desde 1983 y bajo el mismo signo político.