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Robert Dahl – La Poliarquía

Dahl denomina a la poliarquía a los sistemas sustancialmente liberalizados y


popularizados, es decir, muy representativos, a la vez que francamente abiertos al
debate público. De aquí, se enmarca el punto neurálgico de su texto para poder analizar
los procesos de democratización y desarrollo de la oposición. Un debate que se inicia
con la definición de la democracia, como aquel sistema político que debe estar a
disposición y satisfacer entera o a casi todos sus ciudadanos y en donde debe primar la
variable determinada por la igualdad de oportunidades a partir de tres condiciones
básicas: 1. Formular sus preferencias 2. Manifestar públicamente dichas preferencias
entre sus partidarios y ante el gobierno, individual y colectivamente. 3. Recibir por parte
del gobierno igualdad de trato: este no debe hacer discriminación alguna por causa del
contenido o del origen de tales preferencias.
Estas son las tres condiciones fundamentales a la existencia de la democracia, y para
que se den entre el gran número de habitantes de que constan la mayoría de los estados
naciones actuales, las instituciones sociales de estos países deben garantizar las ocho
clausulas: 1. Libertad de asociación 2. Libertad de expresión 4. Libertad de voto 4.
Libertad para que los líderes políticos compitan en busca de apoyo. 5. Diversidad de
fuentes de información. 6. Elegibilidad para el servicio público. 7. Elecciones libres e
imparciales. 8. Instituciones que garanticen que la política del gobierno depende de los
votos y demás formas de expresas las preferencias.
Aunque a simple vista se podrían usar estas ocho cláusulas como escala teórica para
contrastar los regímenes políticos, el autor presenta dos dimensiones teóricas para un
examen más profundo: una primera escala que refleje las ocho condiciones y permita
comparar los distintos regímenes, según la amplitud con que facilitan la oposición, el
debate público o la lucha política. No obstante, es preciso la existencia de una segunda
dimensión: una escala que exprese el derecho a participar del debate público para
permitir comparar los diferentes regímenes de acuerdo con su capacidad de
representación.
Para finalizar, el autor enumera las causas de la inestabilidad argentina después de 1930.
Es a partir de ese momento cuando se termina el experimento de la poliarquía en
argentina. El factor principal que indica el autor es la ausencia de una creencia firme en
la legitimidad de las instituciones. Esto se ve suscitado por dos factores: 1. Durante la
época en que prevalecieron las elites negaron las elecciones como base legitima de
gobierno. 2. Una gran parte de la población continuaba aislada y alejada del sistema
político. El balance general del desarrollo político argentino en este sentido se puede
resumir que, entre sus ciudadanos, la confianza en la legitimidad de la poliarquía y en
especial, en la obligatoriedad de respetar las elecciones es meramente superficial,
fundamentalmente entre las elites, pero también en el común de la gente.

Carlos Gervasoni – Democracia y autoritarismo en las provincias argentinas


Gervasoni presenta un artículo en donde intenta demostrar el nivel de democracia de las
provincias argentinas. La hipótesis que pone a prueba sostiene que en Argentina existen
provincias con altos niveles democráticos frente a otras que contienen elementos
autoritarios visibles.
La propuesta para medir el índice de democracia provincial sustentado por el autor se
compone de seis indicadores: 1. Rotación partidaria en el ejecutivo 2. Supermayoría
electoral. 3. Regla de relección. 4. Nivel de democracia actual. 5. Nivel de democracia
del periodo anterior. 6. Ranking de democracia actual. Los indicadores 4 y 6 surgen de
la primera encuesta de expertos en política provincial que diseñó y dirigió Gervasoni en
2008. Se encuestaron en forma personal a 124 expertos en los 24 distritos del país. A los
fines de estandarizar el instrumento de medición, los expertos que evaluaron a sus
provincias lo hicieron en función de la siguiente definición de democracia como un
régimen político en el que: A. Los poderes son elegidos en elecciones libres, justas y
con voto universal. B. Hay pesos y contrapesos efectivos entre los tres poderes. 3. Se
respetan los derechos constitucionales básicos como la libertad de expresión. A partir de
allí, los 124 expertos indicaron cuales eran en su opinión las provincias más y menos
democráticas del país.
Los resultados de cada uno de los indicadores objetivos (Rotación ejecutivo,
supermayoría, relección) y subjetivos (Democracia actual, democracia anterior y
ranking de democracia) junto con el simple índice de democracia dieron como
conclusión: hay un grupo de provincias con alto puntaje democrático (CABA, Mendoza
y Córdoba, Buenos Aires y Santa fe). En estos casos toda la evidencia disponible señala
que son distritos claramente democráticos, en los cuales existe competencia real por el
poder, condiciones razonablemente justas para la actividad de la oposición y
limitaciones no triviales al poder del ejecutivo. En tanto, el grupo con peor puntaje
democrático (La Rioja, Santa Cruz, Formosa y San Luis) se diferencian de los otros 20
distritos, tanto por poseer un puntaje significativamente bajo, como por manifestar un
elevado déficit democrático en todos o casi todos los indicadores propuestos.
Otras consecuencias del análisis es la existencia de una gran heterogeneidad en el grado
de democracia provincial, también da cuenta que los distritos de mayor magnitud
demográfica y económica tienden a obtener puntajes altos en los índices de democracia,
mientras que los más pequeños en posiciones rezagadas. A su vez, el nivel de desarrollo
no parece ser tan determinante, dado que algunas de las provincias menos democráticas
presentan indicadores sociales y económicos que se ubican por enciman del promedio
nacional (San Luis) o muy por encima (Santa Cruz).
A estos resultados y consecuencias directas, el autor añade dos características más para
poder explicar las diferencias entre provincias más o menos democráticas. En este
sentido, tanto los abultados subsidios federales por la vía de la coparticipación y la
protección nacional del peronismo se enmarcan dentro de los factores estructurales que
favorecen al establecimiento de regímenes menos democráticos. En cuanto al elemento
de agencia también está presente, aunque las condiciones se establecieron desde 1987,
en especial en Santa Cruz y Formosa.
En conclusión, el autor deja en claro que la democratización del país no será plena hasta
que en todas sus provincias puedan ser legítimamente democráticas y en ello, es
importante prestar atención en los enclaves subnacionales híbridos, quienes, más allá de
su tamaño, ejercen una desproporcionada influencia política con la imposición de cuatro
de siete presidentes desde 1983 y bajo el mismo signo político.

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