Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Pertrechos teórico-metodológicos
MARCELINO GARCÍA
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
García, Marcelino
La rueca y el telar del sentido : pertrechos teórico-metodológicos /
Marcelino García. - 1a edición para el alumno - Posadas : Marcelino
García, 2021.
Libro digital, DOC
El autor.
Profesor en Letras, Dr. en Ciencias de la Información.
Docente e investigador (FHyCS-UNaM). Profesor Titular de Semiótica, Análisis del
Discurso y Taller de Tesis de la Lic. en Comunicación Social; docente del Doctorado en
Ciencias Humanas y Sociales.
Investigador categoría I (PNI), director de proyectos en el Programa de Semiótica.
Fue docente, coordinador del Area de Discursos Mediáticos y miembro del Comité
Académico de la Maestría en Semiótica Discursiva; Secretario de Investigación y
Posgrado; Director del Departamento de Comunicación Social; Coordinador del Area de
Producción General de “LRH 301 -F.M. Universidad.
Libros publicados: Intervenciones digitales: nombres, fechas, recuerdos, imágenes,
relatos, lecturas (2020); Comunicación audiovisual y efemérides escolares (2019);
Exploraciones discursivas (2012); Comunicación, semiótica, investigación. Algunas ideas
y relaciones (2011); Comunicación/Educación. Teoría y práctica (2006, Edunam);
Narración. Semiosis/Memoria (2004).
1
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
A todos los que tienen algo que ver de una u otra manera con los caminos
transitados, siempre laboriosos, muchas veces placenteros, con meandros un
tanto escabrosos por tramos y algunos recovecos preservados; y con la cocina
del sentido de ser docente e investigador en la Universidad: los tantos
estudiantes con quienes hemos compartido varios espacios de trabajo
académico en distintas carreras de grado y posgrado de diferentes
universidades; los docentes, investigadores, adscriptos, becariosy tesistas, con
quienes formamos equipos de cátedra, investigación y extensión; y el grupo de
compañeros y amigos del Programa de Semiótica.
2
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
ÍNDICE
Presentación…………………………………….………………………...…………4
Re-generación textual……………………………………………………………..….………….….4
Re-articulaciones pre-liminares……………………………………………………………………11
Estudio, formación, carreras…………………………………………………………………...…..22
Enlaces…………………………………………………………………………………………......30
Autores, discursos…………………………………………………..……………...39
Semiosis……………………………………………………………………………..88
Caminos y herramientas……………………………………………………………….……….…..91
Movimientos indagatorios/argumentativos………………………………………………….……..94
Dominios………………………………………………………………………………….....……..98
Edificios y materiales……………………………………………………………………….…….103
Inscripciones y variaciones…………………………………………………………………....….113
Dialogía………………………………………………………………………....…120
Signo y acentuación ideológica…………………………………………………………………..120
Diálogo y comprensión…………………………………………………………………….……..121
Las voces ajenas y la voz propia…………………………………………………………….…...131
Géneros.
Formatos………………………………………………………………………………….…...…..135
Mitos y ritos………………………………………………………………………………..…..…148
Memoria……………………………………………………………………….…..152
El orden de la memoria……………………………………………………………………….…..153
El aula de la memoria……………………………………………………………………….….....161
Las redes dela memoria…………………………………………………………………………...165
La facultad de la memoria………………………………………………………………….…......169
Dialogía. Cronotopía. Memoria…………………………………………………………………..173
Semiosfera y memoria…………………………………………………………………………….191
Complejidad y memoria……………………………………………………………………....…..206
Memoria
histórica…………………………………………………………………………………..…..…...209
Memoria histórica nacional………………………………………………………………...…..…222
.
Narración…………………………………………………….…………………....231
Narración: matriz de semiosis/memoria………………………………………………………….236
Clave narrativa. Saberes y poderes……………………………………………………….………237
Narración/Educación………………………………………………………………………….......241
Narración/historia………………………………………………………………………………...251
Narración histórica y comprensión……………………………………………………………….264
Bibliografía……………………………………………………….…………….....276
3
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Presentación
Re-generación textual
La lectura literal, lineal en el orden en que están, de los términos de este rótulo
puede producir un efecto paradójco…
En la génesis del texto concurren varios trabajos:
1) Apuntes, minutas y materiales de trabajo académico preparados ad hoc para las
reuniones de docentes del Departamento de Comunicación Social, algunos de los cuales
fueron compartidos con colegas de la Carrera para propiciar la conversación académica
sobre la formación de los comunidadores sociales y las posibles reorientaciones del plan de
estudio vigente, ligeramente modificados en esta presentación general.
2) Mi libro (edición on demande) Comunicación, semiótica, investigación. Algunas
ideas y relaciones (España, EAE-LAP, 2011), del que provienen parte de “Pre-textos… o
en buen criollo, una finta retórica” y el primer capítulo “De giros y (sus) re(la)tos.
Fragmentos y digresiones”, con una que otra modificación, que incluyo para posiblitar el
acceso parcial al mismo y propiciar ciertos entrecruzamientos y conversaciones entre
asignaturas, disciplinas, trayectorias curriculares.
3) Mi tesis de doctorado1, de la que provienen los tres capítulos “Semiosis”,
“Memoria” y “Narración” (correspondientes al “movimiento teórico” de la tesis) del libro
Narración. Semiosis/Memoria (Posadas, Editorial Universitaria, 2002), con una
“advertencia” incorporada con cambios ahora y una “introducción” (aquí “Interludio”)
agregada a la reedición revisada y actualizada del mismo (2004, también agotada). Debido
al diseño (arquitectónico) y la composición (orquestal) de la tesis y de ese libro mantengo
las referencias (anclaje) al “objeto” de estudio original (“la narración…”), parte de las
“eruditas” (algunas de la cuales fueron eliminadas ahora), y en algunos casos he
actualizado o cambiado las bibliográficas; entre otras transformaciones discursivas y
textuales y algunos re-toques, como supresión de algunos tramos, reformulación de ciertos
pasajes, agregado de párrafos y ejemplificaciones, modificación de sub/títulos y
enumeración de los apartados, mención al final de esta presentación de varios trabajos
1
La narración de la historia nacional en el texto escolar de Argentina. Facultad de Ciencias de la
Información, Universidad Complutense de Madrid, 1999 (Inédita).
4
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
propios (donde trato las mismas temáticas y otras, con los mismos lineamientos teóricos y
metodológicos, más o menos desarrollados y actualizados, que pueden consultarse
oportunamente, para una puesta al día o revisión –crítica), y también referencias
bibliográficas al final de la presentación y durante la misma relacionadas con algunos
aspectos abordados. Adopto este criterio para evitar una actualización completa (que en
realidad significaría volver a escribir todo de nuevo y por entero) de un libro que resulta
“práctico” para los fines empleados; y porque, además de que se pueden acceder fácilmente
a gran parte de esos otros textos (entre tanto estoy elaborando y publicando otros libros a
partir de la serie de investigaciones que vengo desarrollando en los últimos años).
4) Distintos trabajos (ponencias, artículos, informes de investigación), que reedito
con modificaciones.
5
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Precisamente (y si este texto puede aportar algo al campo de los estudios humanos y
socio-culturales en general), en esta partitura resuenan múltiples voces, unas en escena y
otras entre bastidores, y se entretejen citas extraídas de diversas madejas, aunque esto
suene por momentos a mezcla más o menos impura o contravención a ciertas
demarcaciones, recurso ecléctico o bricolaje. Y esto por tres razones:
una concepción dialógica, y “dramática”, de la construcción del conocimiento;
una apreciación crítica de la distancia respecto de los umbrales de la propia
posibilidad de hacer una propuesta (‘original’) al margen de las puestas en escena
públicas del conocimiento a las que se puede acceder;
una intuición acerca del ensayo como un género y una (manera de ver la) práctica,
apropiados para contener los puntos (inquietudes) anteriores; y también para
probar otros derroteros y arriesgar una apuesta de viaje; experimentar y trans-
formar/se.
Para pensar, conocer, investigar, enseñar y aprender tenemos que urdir múltiples
hilos de varias materias para lograr ciertas texturas. El entramado sólo puede ser posible,
imaginable e inteligible, diseñado y realizado, explorando algunas partidas, acá y allá, de
los inmemoriales juegos (paradójicamente, otra vez) de signos y memoria… re-activando
una y otra vez la rueca y el telar del sentido.
***
Uno de los temas (que para mí reviste gran importancia en las áreas de trabajo a las
que me refiero) tratados en este texto es el género. Entonces prosigamos esta re-edición (un
término que viene a cuento para mostrar de entrada algunos procedimientos discursivos y
cierta lógica de producción comunicativa, que pasan por el montaje, cortar y pegar2, el
pastiche, el pachwork, entre otras lógicas y modalidades de re/hacer textos…) con algunas
palabras preliminares sobre el problema del género discursivo y el formato del mismo3.
En términos generales se trata de un manual (Del lat. manuālis): -que se ejecuta con
las manos; -fácil de manejar; -que exige más habilidad de manos que inteligencia; -casero,
2
Esa operación propiamente (pos)moderna y a la orden del día a la que estamos cada vez más acostumbrados
para re-producir textos. Vid. Gonzalo Abril, Cortar y pegar, Madrid, Cátedra, 2003.
3
Este rápido des-entramado etimológico, de algunas regiones acotadas y sus aledaños dentro de grandes
campos semánticos _si bien infrigiendo el requisito de “lentitud” que Nietzsche, en el Prólogo de 1886 de
Aurora, presupone para ejercer el oficio de filólogo, el arte de orfebrería de la palabra, que enseña a leer
bien, “despacio, profundizando, movidos por intenciones profundas, con los sentidos bien abiertos, con unos
ojos y unos dedos delicados”_ se basa en el Diccionario de la Lengua Española (RAE, 22º edic., 2001).
6
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
de fácil ejecución; -fácil de entender; -libro en que se compendia lo más sustancial de una
materia; -libro o cuaderno que sirve para hacer apuntamiento; -libro que contiene los ritos
con que deben administrarse los sacramentos. En él se entretejen algunas lecciones que
integran un conjunto más amplio de las clases correspondientes a las Asignaturas de
Semiótica, Análisis del Discurso y Taller de Tesis, que dicto en la Licenciatura en
Comunicación Social, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad
Nacional de Misiones.4
Lección (Del lat. lectĭo, -ōnis): -lectura (acción de leer); -inteligencia de un texto, según
parecer de quien lo lee o interpreta, o según cada una de las distintas maneras en que se
halla escrito; -instrucción o conjunto de los conocimientos teóricos o prácticos que de
cada vez da a los discípulos el maestro de una ciencia, arte, oficio o habilidad; -todo lo
que cada vez señala el maestro al discípulo para que lo estudie; -amonestación,
acontecimiento, ejemplo o acción ajena que, de palabra o con el ejemplo, nos enseña el
modo de conducirnos; -cada uno de los capítulos o partes en que están divididos algunos
escritos; -discurso que en las oposiciones a cátedras o beneficios eclesiásticos y en otros
ejercicios literarios se compone, dentro de un término prescrito, sobre un punto, que de
ordinario se saca por suerte, y después se expone públicamente; -(inaugural) exposición
solemne de un tema hecha por un catedrático el día de la apertura del curso; -(magistral)
lección de cierta importancia que se hace en una conmemoración, inauguración de
curso, etc.; -(dar a alguien una) hacerle comprender la falta que ha cometido,
corrigiéndolo hábil o duramente; -(dar la ~ un discípulo) decirla al maestro; -(dar ~ un
maestro) explicarla; -(echar ~) señalarla a los discípulos; (tomar la ~) dicho de un
maestro: oírsela al discípulo, para ver si la sabe; -dicho de una persona: aprender de otra
para escarmiento o para gobierno propio; -(tomar ~) ejecutar con el maestro una
habilidad o arte que se está aprendiendo, para irse adiestrando en ella. No se puede pasar
por alto (apuntamos) la acepción de ‘aleccionar’: instruir, amaestrar, enseñar,
disciplinar...
4
En principio y básicamente, este manual corresponde a la Cátedra de Semiótica, que dicto para las dos
orientaciones de la Licenciatura en Comunicación Social; asimismo se articula con las otras dos cátedras que
dicto (Análisis del Discurso y Taller de Tesis, de la orientación en Investigación) y puede ser consultado por
estudiantes de grado y posgrado, docentes e investigadores de distintas carreras de la misma universidad
7
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
(Letras, Historia, Antropología Social, Medios Audiovisuales y Fotografía, Artes, Diseño) y otras carreras de
otras universidades.
8
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Es más o menos habitual que un profesor elabore este tipo de material didáctico de
cátedra (didáctico, ca. -Del gr. διδακτικός): -perteneciente o relativo a la enseñanza; -
propio, adecuado para enseñar o instruir; -perteneciente o relativo a la didáctica; -arte de
enseñar. Dado el contexto general y específico de uso este tipo de recurso pedagógico sigue
un registro académico (Del lat. academĭcus, y este del gr. ἀκαδημικός): -perteneciente o
relativo a las academias; -propio y característico de ellas: -perteneciente o relativo a centros
oficiales de enseñanza; -dicho de una obra de arte o de su autor: que observa con rigor las
normas clásicas; -individuo perteneciente a una corporación académica.
Por mi formación disciplinar de base –grado en Letras, mis pácticas académicas,
científicas, discursivas en general, en el ámbito de la universidad y fuera de ella, por mis
hábitos de lectura y escritura; por varias razones concernientes a una posición frente al
trabajo intelectual, una concepción de la ciencia, las disciplinas, las metodologías, la
formación especializada (en mi caso, Semiótica, Análisis del Discurso, Comunicación); por
cuestiones de gusto, vena literaria, inclinación a la experimentación y otros tipos de
elecciones y decisiones (políticas e ideológicas en general, científicas, académicas…) que
voy enfrentado a lo largo de este derrotero, no “puedo cantar ni quiero” sino en clave de
ensayo, de cuño estético…
“El ensayo refleja lo amado y lo odiado en vez de presentar el espíritu, según el modelo
de una ilimitada moral del trabajo, como creación a partir de la nada. Fortuna y juego
le son esenciales. No empieza por Adán y Eva, sino por aquello de que quiere hablar,
dice lo que a propósito se le ocurre, termina cuando se siente llegado al final, y no
donde no queda ya resto alguno: así se sitúa entre las ‘di-versiones’. <…> es una
provocación al ideal de la clara et distincta perceptio y de la certeza libre de duda. <…>
Como la mayoría de los términos que sobreviven históricamente, la palabra ensayo, en
la que se unen la utopía del pensamiento –dar en el blanco- con la conciencia de la
propia falibilidad y provisionalidad, da una información acerca de la forma en cuestión
<…> que no lo hace programáticamenete, sino como caracterización de la intención
tanteadora. <…> El ensayo es lo que fue desde el principio: la forma crítica par
excellence <…>.” (Theodor Adorno, “El ensayo como forma”, Pensamiento de los
Confines 1, segundo semestre/1998, UBA-Diótima, resaltado en el original)
5
Solo resaltamos, entre otras voces, las de Bajtín y Peirce.
9
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Como podrán advertir los lectores (y de hecho lo han observado y apreciado real y
efectivamente en distinta medida quienes han leído la tesis y el libro original derivado de
ella, y otros trabajos), mi texto tiene a la vez un poco de todo lo apuntado arriba y no toda
la particularidad de cada una de esas entradas. Es un tejido mnemosemiótico y
comunicativo complejo y no siempre la variedad y multiplicidad de géneros y formatos
cabe apropiada y cómodamente en las taxonomías a la mano (Del gr. τάξις, ordenación, y –
nomía: ciencia que trata de los principios, métodos y fines de la clasificación. Se aplica en
particular, dentro de la biología, para la ordenación jerarquizada y sistemática, con sus
nombres, de los grupos de animales y de vegetales), a menos que se hable “El idioma
analítico de Jhon Wilkins”6, para provocar
6
El texto de J. L. Borges (en Otras Inquisiciones, 1960), del que “nace” el libro de M. Foucault, Las
palabras y las cosas, Barcelona, Planeta-Agostini, 1985.
10
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
“la risa que sacude, al leerlo, todo lo familiar al pensamiento _al nuestro: al que tiene
nuestra edad y nuestra geografía_, trastornando todas las superficies ordenadas y todos
los planos que ajustan la abundancia de seres, provocando una larga vacilación e
inquietud en nuestra práctica milenaria de lo Mismo y lo Otro.” (Foucault, 1985: 1)
Re-articulaciones pre-liminares
El texto es una de las herramientas fundamentales de nuestro propio trabajo. A lo
largo de nuestros propios recorridos académicos-disciplinares analizamos y elaboramos
textos en diferentes formas y soportes (literarios, mediáticos, escolares, teóricos,
11
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
7
Vid. M. García, “Texto/investigación. Intervenciones disciplinares, experimentación, continuidad,
abducción”, Jornadas de investigadores 2015: “Fronteras y liminaridades. Espacios de diálogo, confrontación
y descubrimiento”, Sec. Investigación y Posgrado (FHyCS-UNaM):
http://www.fhycs.unam.edu.ar/jinvestigadores/wp-content/uploads/2015/12/GARCIA-Marcelino-Ponencia-
Jornadas-SINVyP-20151.pdf.
12
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Suponiendo, vía el ingenio de Peirce (1970) cuando explica la diferencia entre los
dos tipos de inferencia sintética con el ejemplo de Napoleón Bonaparte, que “se estuvieran
registrando los acontecimientos <rupturas, giros, emergencias, de la historia
contemporánea a los que nos referimos> de una manera ni soñada actualmente, que una
criatura ingeniosa de un planeta vecino estuviese fotografiando la Tierra, y que esas
imágenes en escala suficientemente grande acaso lleguen un día a nuestra posesión, o que
un espejo en una estrella distante, cuando la luz lo alcance, refleje la historia entera de
nuevo a la tierra”, es probable que el signo, el sentido, lo simbólico, la comunicación, sean
algunos de los rasgos sobresalientes que llamen la atención de los observadores que
quieran re-conocernos y configurar esa historia.
La respuesta a la pregunta (llevadas y traídas ambas de acá para allá, a veces “de los
pelos” y “a los palos”) por la pertinencia y la relevancia de los aportes de la Semiótica y el
Análisis del Discurso para el campo disciplinar y profesional en Comunicación (y
Periodismo) es simple y breve: se trata del sentido. Por ello cabe la conjunción o la
intersección investigación/comunicación. La barra entre las dos palabras establece la
relación, piedra de toque de la Semiótica y la Comunicación Social, matriz de la
significación, eso que procuramos enseñar y aprender, re-conocer, investigar, analizar,
explicar y comprender, mediar, re/producir, transformar…
La comunicación y la investigación consisten en procesos y prácticas de producción
de sentido. En ambos casos se trata de una ‘totalidad’ abierta (entre comillas ese término
13
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
que “se las trae” y sobre el que se podría conversar “largo y tendido”), que se re-hace
permanentemente durante la marcha, cuyo paso y compás a su vez contribuye a marcar
(dicho esto metafóricamente en términos ordinarios para aludir a algunos postulados y
concpetos ya conocidos en ciencia y filosofía). Esos procesos, caracterizados por
dis/continuidades, multiplicidad, multidimensionaliad, in/multi/sobre-determinaciones,
quiebres, tras/formaciones, comprenden varios momentos y fases inherentemente
relacionadas, que denominamos de una y otra manera, según el caso: -producción, emisión,
expresión, construcción, enunciación, escritura, creación, invención, realización, actuación,
exposición, institución (de…), organización, inter-acción… (y en casi todos los casos cabe
prefijar: “re/…”); -difusión, circulación, transmisión, distribución, divulgación,
transferencia, extensión…; -recepción, uso, consumo, apropiación, lectura… (la
formalización y esquematización del proceso puede llegar a congelarlo y dar una idea poco
o nada clara y acertada del carácter dinámico de lo que sucede; para quebrar la ‘linealidad’,
paradigmática -telegráfica, de algunos modelos: ¿dónde ubicar no problemáticamente y
evitando la ambigüedad actividades o procesos a su vez tales como representación e
interpretación, constituyentes de la semiosis, que se dan tanto en la “emisión” como en la
“recepción”, o la escritura que supone la lectura de lo que se va escribiendo?, tanto en uno
como en otro momento se re/produce, representa e interpreta, o en ciertos términos más o
menos conocidos se de/codifica… ¿y qué pasa cuando hablamos de inter-acción, relación,
vínculo?... y esto solo para a-notar la ‘complejidad’ del asunto).
Los procesos y las prácticas de comunicación e investigación (aquí también cabe un
abanico amplio de términos-nociones: formas, modos, sistemas, inter-acciones, inter-
relaciones, patrones, modelos, cánones…) se conforman y desarrollan precisamente como
tramas mnemosemióticas-discursivas-comunicativas complejas, que se re-arman una y otra
vez con más o menos (per)duraciones, regularidades, generalidades, particularidades y
singularidades, diferencias, consensos y conflictos, controles, innovaciones, cambios…
En ambas “canchas” hay que aprender a jugar y no son pocas las “cartas” ni tan
simples las reglas. Su dominio siempre incompleto lleva tiempo y demanda bastante
esfuerzo, supone unos cuantos interrogantes continuamente re-abiertos, presenta distintos
tipos de escollos y permite o impide cierto margen de maniobra. No hay “recetas” infalibles
(afortunadamente) para dar respuestas satisfactorias de manera última y definitiva (no
queda otra que el ejercicio permanente) a tantas preguntas, inquietudes, condiciones
necesarias y/o suficientes, problemas e implicancias: qué, quién, a quién, con quién y/o
14
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
contra quién, por qué, para qué, cómo, dónde, cuánto; además del embrollo, siempre en
discusión, filosófico-onto/gnoseológico-epistemológico-teórico-metodológico…
Con estas sucintas observaciones ya se puede ver de entrada nomás la envergadura
de tales asuntos y entender un poco la proliferación discursiva al respecto, que no pocas
veces enturbian y agitan sobremanera las aguas y oscurecen antes que aclarar el panorama.
Como toda práctica social, investigar en comunicación, escribir un informe que dé
cuenta del sentido re-elaborado (que será leído y evaluado por alguien, en el mismo
contexto u otro diferente y a veces distante en tiempo y espacio), tiene sus “bemoles”…
La investigación no es un “expediente” sencillo y rápido, al contrario, es un proceso
que “dura” y “cuesta” mucho, y como tal consiste precisamente en el transcurso del tiempo,
el conjunto de las fases sucesivas del fenómeno o de la operación de que se trate, la acción
de ir hacia adelante. Esto es el despliegue de la acción de los signos, que es a la vez la
temporalidad, con todo lo que eso implica: las tramas científicas/comunicativas entrelazan
signos y memoria, tienen colores y sabores, texturas y espesuras, tamaños y figuras según
la puesta en escena histórica que se lleve a cabo cada vez (de las ideas, el pensamiento, las
ciencias, los objetos de estudio, la formación universitaria, la profesión, la cultura…). El
con/texto es un tupido entre/tejido: un prolongado y arduo trabajo de re-memoración, un
exigente ejercicio morfo y arqueo-genealógico, una insoslayable práctica gen-ética y
política de la memoria de la comunicación y la investigación.
Por eso también cada tanto se hace balance de los recorridos, para ajustar cuentas y
poner a punto la brújula, a veces suma más el debe que el haber y otras se obtiene
superávit. Y esto porque las cosas no ocurren “como si un colapso de la memoria liberara
al pensamiento de mirarse a sí mismo”, y puesto que “Nada puede resultar más estimulante
para el pensamiento que reconocer los obstáculos que aparecen en el camino del saber”,
“cualquier posibilidad pasa por reabrir el debate” (H. Schmucler, “Lo que va de ayer a hoy.
De la política al mercado”, Telos 47, pp. 65, 72). Entre esos recuentos salta de a ratos una
que otra liebre:
“<…> creemos que el campo de la comunicación, desde la teoría, debe construirse al
mismo tiempo como un enfoque con identidad específica y abierto a los intercambios con
otros enfoques sobre la sociedad y la cultura, de un modo postdisciplinario.” (R. Fuentes
Navarro, “Hacia una investigación postdisciplinaria de la comunicación”, Telos 47, p. 11,
resaltado en el original)
“La conciencia creciente del estatuto transdisciplianrio del campo no hace sino dar cuenta
de la multidimensionalidad que en nuestra sociedad revisten los procesos comuniativos
<…>. Trandisciplinariedad que en modo alguno significa la disolución los problemas-
15
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
16
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
signos” (para parafrasear algunos títulos de libros conocidos) y su relación constitutiva con
la memoria es conveniente y útil para el trabajo intelectual, académico, científico,
profesional, en comunicación y otros campos sociales y áreas disciplianares. Al respecto la
senda semiótica peirceana es la opción de Andacht (2001, cap. 1) para practicar “una
mirada indisciplinaria de la comunicación”, no sólo por “la riqueza” y el “poder
explicativo” de la teoría de Peirce, sino por el “carácter indisciplinario” de la misma.
Argumenta “en favor de lo indisciplinario”, “ante la propuesta de pensar lo multi- o trans-
disciplinario para desarrollar una reflexión adecuada sobre la comunicación masiva”, y “a
riesgo de parecer paradójico” estima “que para acceder a esta meta epistemología, una
rigurosa metodología es necesaria”. Es así que no (le) “interesa mayormente la teoría a la
que el investigador o docente en ciencias de la comunicación se afilie <...>, sino cuál es su
afinidad o reunión transitoria, interesada y cambiante, con cualquier punto de la
‘perspectiva emergente’ en el horizonte científico actual”. Por nuestra parte, nuestra
andadura (des/montada sólo en parte en este texto dadas las circunstancias iniciales de su
contrucción) es un tanto ecléctica, pues se trata de hacer converger diferentes orientaciones
semióticas (los programas de Peirce, Bajtin y su círculo, Lotman y la Escuela de Tartu,
Barthes...) y (con) otros pasos que se van dando en otros campos disciplinares.
8
Sobre la creatividad, Jorge Wagensberg, Teoría de la creatividad, Buenos Aires, TusQuets, 2017; y
específicamente en Peirce, Sara Barrena, "La creatividad en Charles S. Peirce", en Signos en Rotación, Año
III, Nº 181/2001, "La creatividad en Charles S. Peirce", en Anthropos 212/2006, 112-120, “Charles S.
Peirce: Razón creativa y educación", en Utopía y Praxis Latinoamericana vol. 13, N° 40/2008, 11-37,
17
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
no cabe así nomás en rígidas parcelaciones del saber y salta a la vista que no va de la mano
con apurones o remolones de pensamiento11.
Estas prácticas sociales (de re-unión, consensos y conflictos)12 conjugan de manera
compleja diferentes matrices histórico-culturales, comunicativas, artísticas y otras; re-
articulan varias áreas y temporalidades semiosféricas, y distintas tradiciones e
instituciones; re-actualizan e interrelacionan diversos sistemas semióticos (lo sacro,
profano, popular, masivo –massmediático, público y privado…; religión, política,
justicia…; culto, ceremonia, manisfestación, instalación, performance,
espectacularidad…); a la vez que mantienen interrelaciones enmarañadas con otros
sistemas, campos, ámbitos, prácticas (social, industrial -cultural, político, económico,
tecnológico, cotidiano…), de manera que no resulta para nada fácil aprehender la compleja
red de relaciones e interacciones que constituyen una práctica tal (y cualquier otro “sistema
complejo” de comunicación) y entre ella y otras prácticas (su entorno y otros sistemas),
aparte el hecho problemático de entrada de “ubicarla” adecuadamente e identificar los
múltiples hilos de la trama y la conformación de la misma, y entre ésta y su entorno
in/mediato.
“Tener éxito en arte es transmitir a otros una experiencia de tal manera que les sea posible
recrearla activamente: no ‘contemplarla’, ‘examinarla’ o recibirla con pasividad, sino con
una respuesta que demuestre una vivencia real de los medios. <…> Con frecuencia se ha
dicho que el público debe ser paciente si su aspiración es aprender el ‘nuevo lenguaje’ de
un artista, pero esto, si bien es cierto, no debe implicar que, dado el tiempo suficiente, todo
nuevo lenguaje puede aprenderse. Suponerlo es olvidar que para los integrantes del
público, como para los artistas, la comunicación es un modo de vivir: recibir y vivir la
experiencia de un artista no es una actividad casual, sino un verdadero cambio de vida.
Nuestro creciemiento depende de la oferta de nuevas descripciones, pero su aceptación o
rechazo dependen de nuestra capacidad de adoptar esas maneras de crecer <…>. La
comunicación eficaz depende de la organización tanto del público como del artista, y si
bien es pertinente que mantengamos una actitud abierta al aprendizaje, es preciso recordar
que cualquier respueta forma parte de un modo de vida y la selección de las respuestas es
una condición de cualquier organización. <…>
La propuesta de la experiencia se preserva para su consideración prolongada y la
comunicación puede producirse por encima de una brecha de cien generaciones. Debido a
la complejidad del crecimiento, es obviamente prudente mantener vivas la mayor cantidad
posible de propuestas, ya que nunca podemos saber por anticipado cuáles de ellas
terminarán por ser aceptadas; esa costumbrre de almacenar la experiencia ha sido central
en toda organización del hombre. Sin embargo, sólo usamos ese almacenamiento, como
utilizamos el nuevo arte, mediante el proceso activo ya descripto. Como los nuevos modos
de ver, los viejos modos deben aprenderse activamente. <…>
Todo lo que vemos y hacemos, la estructura general de nuestras relaciones e instituciones,
depende, en última instancia, de un esfuerzo de aprendizaje, descripción y comunicación.
<…>
La descripción creativa individual es parte del proceso general que crea convenciones e
instituciones, a través de las cuales se comparten y ponen en vigencia los significados
valorados por la comunidad. Esta es la verdadera significación de nuestra definición
moderna de la cultura, que insiste en esta comunidad de proceso. La comunicación es el
proceso de transformación de la experiencia única en experiencia común y, sobre todo, la
pretensión de vida. <…> Como nuestro modo de ver las cosas es literalmente nuestro modo
de vivir, el proceso de comunicación es de hecho el proceso de comunidad: compartir los
significados comunes, y, por lo tanto, las actividades y finalidades comunes; proponer,
recibir y comparar nuevos significados, que llevan a las tensiones y los logros del
crecimiento y el cambio. Es de máxima importancia comprender este sentido de la
comunicación como un proceso social total.” (R. Williams, 2003: 46-50).
Prácticas como éstas, como toda práctica social, forman parte de la semiosfera (a) y
de alguna manera la representa e interpreta (b), de manera que hay que identificar y
analizar la doble vía constitutiva práctica-semiosfera13. La semiosfera “está” en la práctica,
opera en ella, se re-actualiza, re-produce, re-labora, trans-forma en y por las prácticas y
éstas son posibles por la semiosfera que integran, de modo que las mismas características
de complejidad, diversidad, heterogenidad, estados de equilibrio relativo, inestabilidad,
dinamismo de la semiosfera también se dan en las prácticas, aunque a veces resulten menos
evidentes a la observación o perceptibles por la experiencia, dada la índole “rutinaria”,
consuetudinaria de las prácticas habituales que “cristalizan” sentidos por y a lo largo de las
repeticiones. Esto quiere decir que el diálogo y la memoria re-generan la semiosfera y las
13
Apunto algunas consideraciones teóricas y metodológicas generales (los mismos principios rigen el texto y
las prácticas discursivas).
20
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
prácticas, de modo que hay que identificar lo que dialoga y cómo, lo que (se) re-memora y
cómo; qué juego mnemosemiótico y comunicativo se lleva a cabo en y por cada una de las
prácticas sociales, cuáles sistemas semióticos interactúan, se entrecruzan y entretejen,
cuáles son sus matrices y cómo se fueron desarrollando, interrelacionando y re-creando a lo
largo del “gran tiempo-diálogo” y el “tiempo menor”. Un ritual como los mencionados
arriba adquiere la forma de, y se desarrolla como, un ensamble (Lotman), de distintos
sistemas semióticos de los mismos o diferentes dominios semiosféricos, de distintas
prácticas o rutinas de prácticas; puede “montarse” y observarse como una “puesta en
escena”, un “espectáculo”, una “performance”, una “instalación”, o tener aspectos de
algunos de estos tipos de prácticas o esferas.
Una práctica de comunicación es siempre “situada”, se da en un contexto dado, en
un “dominio” determinado de la semiosfera; forma parte de una economía de prácticas
sociales y de una ecología comunicativa propias de los sujetos y de la semiosfera, de
manera que el sentido de una práctica tiene que ver con el lugar que ocupa en la
“organización” de prácticas de cada uno y en el “orden(amiento)” general de las prácticas
de la semiosfera (así la vida cotidiana de una persona o una familia difiere de otras
personas y familias, aunque un inventario rápido puede incluir las mismas prácticas en cada
caso; un barrio difiere de otro/s o una ciudad se diferencia de otra/s, más allá de las
semejanzas o particularidades que puedan compartir).14
El tipo de “(a)puestas escénicas” que señalamos como ejemplo, a las que se
concurren y que son objeto de cobertura mediática, re-mueven una multiplicidad de hábitos
y creencias de índole disímil15. Esta argamasa se des/pliega y crece permanentemente en y
por cada una de las prácticas, sus múltiples y diversos reencadenamientos continuos y las
14
Vid. Magariños de Morentin (2008, caps. 1, 3, 4, 5, 8), acerca de la semiótica como espistemología y
metodología rigurosa y eficaz (de base ‘materialista’, desde un enfoque ‘constructivista’-‘cognitivo’) “para
explicar el proceso de producción, comunicación y transformación del significado en el campo de las ciencias
socials (y no sólo de ellas)” (p. 154) _porque “pretender omitir el conocimiento de la teoría de los signos,
cuando lo que se estudian son fenómenos sociales, sólo puede responder a una estricta segmentación del
campo de estudio basada en determnados y ya históricos criterios teóricos o bien es una actitud originada en
una increíble ceguera intelectual (¿puede algo ser social sin ser ya signo?)” (p. 61), que puede dar lugar a una
“lectura crítica” y/o una “propuesta creativa”; con una una “guía” razonada para el diseño de proyectos de
investigación; una extensa explicación y fundamentación de las interrelaciones semióticas (interacciones
semióticas, concurrencia de sistemas, regímenes) en los procesos y las prácticas de comunicación; y
referencia a los “comportamientos ritualizados”.
15
Cfr. la noción de “dispositivo ritual performativo” de M. Augé (1995), que re-tomo en la conformación de
mi “caja de herramientas” elaborada en proceso a lo largo de la serie de investigaciones que vengo
desarrollando (Matamorfosis del contar. Semiosis/Memoria) y expuesta en distintos lugares (Vid. García,
2020); también V. Turner (“Dramas sociales y metáforas rituales”).
21
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
22
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
desde su puesta en funcionamiento en 1999, compartí via e-mail con los colegas del
Departamento este “borrador de ideas” (acá con ligeras modificaciones), para aportar a la
discusión16:
“Observación: como cada uno de nosotros hará una entrada al asunto, y dado que somos
muchos, y la cosa y la casa se construye en ‘comunidad’, co-operación, solidaridad, este es
un breve re-corte para la conversación…
1) Entiendo la cultura como una compleja trama de semiosis-comunicación-memoria. Los
procesos y prácticas que estudiamos-producimos-planificamos, en las que participamos de
una u otra manera, la constituyen y son posibles por ella (de la misma manera, la
conformación del sujeto, la identidad…). El juego embrollado de todo esto (en y por la
comunicación) des/teje la trama día a día, la re/produce y re-hace hegemonía. Esto supone
y fundamenta la inter/ multi/ trans-disciplinariedad (ciencias sociales y humanas, filosofía,
arte y literatura…)17, la mirada histórica (historizar esa trama y ese juego, entre otras cosas
para ver sus continuidades, cambios, mezcolanzas, y como acervo para la re-creación…).
También esto supone distintas posiciones, decisiones, elecciones, y se puede valorizar las
diferencias y controversias en general y al interior de la carrera (pero siempre y cuando al
estudiante le quede claro el sustento de cada docente-materia, explicitado con
conocimiento de causa…). No pretendo (mucho, y porque no es prácticamente posible,
somos muchos y hay mucha historia, vivida y para contar, a menos que hagamos una suerte
de Concilio ecuménico de Trento) uniformidad y/o armónicos consensos, mientras las
aguas corren turbias…
2) Entiendo las misiones y funciones del comunicador y periodista en relación directa con
la democracia (en sentido general, democratización de todos los ámbitos y niveles…), y
esto es una posición tomada, reiteradamente anunciada: no realizada hasta ahora en el
mundo nuestro de cada día; lo que lleva a pensar y tomar en serio la relación entre
comunicación y política, y en mi caso adoptar una perspectiva crítica y política en los
16
Nos desempeñamos en la universidad, abocados a la formación y la investigación continuas y sistemáticas,
como un espacio privilegiado para el máximo desarrollo posible de la “facultad semiótica” por medio del
ejercicio permanente de esa misma capacidad en todas las formas posibles y oportunas. Marafioti recupera
una definición de “universidad” de Peirce (consignada en el Century Dictionary a fines de 1880): “una
asociación de hombres <sic> que se reúnen con el propósito de estudio, que confiere grados que son
reconocidos como validos a través de todos los países, es fundada y privilegiada por el Estado, para que la
gente reciba uns orientación intelectual y resuelva los problemas teóricos que le presenta el desarrollo de la
civilización” (Charles S. Peirce: el éxtasis de los signos, Buenos Aires, Biblos, 2004), p. 31).
17
Sobre ello, M. García, “Fronteras disciplinares. Conjetura para la interdisciplinariedad”, Cuadernos de
Humanidades, Dossier Estudios de Fronteras N° 28/2017, 17-36, Fac. de Humanidades, UNSa:
<https://drive.google.com/file/d/1X0KM-liK6AxrZ6M0fZfk9nnGjidTC_cJ/view>
23
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
24
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
elecciones, descartes, gustos, pasiones, placer, amor, “tacto” y “cintura” para hacer algunas
cosas, combates y negociaciones ideológicas y de poder…
5) Me parece que podemos pensar alguna agenda de problemas o cuestiones (esto en
atención a las dos orientaciones, en Invetigación en Comunicación y en Periodismo a partir
de cuarto año de la carrera, pero el recorrido básico es el mismo para ambas)19 de la ciudad
y la provincia y su enclave regional-nacional-internacional en este sentido (conjugadas con
otros intereses y perspectivas…) que permitan diferentes entradas disciplinares, por
asignaturas, como para articular prácticas de enseñanza y aprendizaje, anclar la teoría, la
producción y la planificación, por año según plan de estudio (primero, etc., y claro que esto
es flexible, móvil, cambiante, supone revisarlo y volver a acordarlo cada vez: en reuniones
docentes), para evitar la dispersión y el “gasto” en varios sentidos del alumno que se ve
medio atolondrado con tantas cosas a la vez, y para aprovechar algunas cosas que van
haciendo y enriquecerlas, de modo que se propicie un espacio de ‘comunicación’ y de
producción (de docentes, docentes y alumnos, asignaturas…, aunque varios factores
atentan en contra, i. e. no contamos con adecuados espacios físicos para estar juntos, sólo
esos pasillos no muy hospitalarios para circular y hacer ruido; y el espacio de/en/para
comunicación, entre otros aspectos, no es un detalle menor…); ahora pienso, por ejemplo,
y facilitado por ello, en el Centro de Comunicación de la Carrera, con la Agencia
Universitaria de Noticias, que estamos diseñando y poniendo en marcha, con todas las
posibilidades de trabajo que se abren ahí.
También, apuntando a lo mismo, se podría hacer una lista de lecturas (literarias y otras),
películas, programas televisivos, por año, dar al alumno a principio de año como actividad
curricular transversal y recurrir o hacer referencias a ella en las distintas materias (esto
amplía la enciclopedia y permite tener referencias comunes para explotar); entre otras
rutinas de trabajo y actividades que propuse en algunas otras mesas de discusión del
Departamento…
6) Los procesos educativos son procesos comunicativos (y a la inversa, en cierto/s sentido/s
y contextos), con todas las implicancias; cuando enseñamos y aprendemos ponemos en
escena más o menos explícitamente modelos, pre-supuestos, significados, valores, ideales...
18
Me explayo sobre esto, entre otros trabajos, en García, Comunicación, semiótica, investigación. Algunas
ideas y relaciones, España, EAE-LAP, 2011.
19
Una revisión general de la historia de nuestras Carreras de Periodismo y Comunicación Social, mi
intervención “Plan de Estudio, devenir, letra y experiencia” en el Foro “Planes de Estudio en Carreras de
Comunicación”, XIX Jornadas Nacionales de Investigadores en Comunicación. Red Nacional de
Investigadores en Comunicación -Departamento de Comunicación Social (UNNE), 2015.
25
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Aquí los materiales básicos del ensamblaje de este y todo ensayo mnemosemiótico
y comunicativo son el principio de la continuidad formulado por Peirce y el de diálogo
desarrollado por Bajtín. En todos esos procesos de experimentación y trans-formación en
los que nos entro-metemos con alma y vida (desde la propia vida e historia de cada uno,
durante las que vamos entre-tejiendo y rea-anudando narraciones con otros, pasando por las
prácticas de todo tipo en las distintas semiosferas… hasta las diferentes formas de
convivencia, que también se re-construyen continuamente como marañas de historias…), la
comunicación es una mano tejedora fundamental y la fuerza de los signos no es poca para
re-generar el reticulado de hábitos y creencias que son los sujetos y las culturas. No queda
otra más que re-tomar permanente y críticamente el toro por las astas de la mediación
(semiótica).
20
Al respecto, M. García, “Comunicación y educación. Entradas tentativas, enlaces provisorios e indicios de
posibles salidas transitorias”, en C. Andruskevicz, Marcela Da Luz, Adriana Villafañe, comps. Jornadas de
Inclusión a la vida universitaria 2020, Año 3, N° 3, 47-52, Posadas –FHyCs-UNaM
(https://www.fhycs.unam.edu.ar/carreras/wp-content/uploads/2020/03/Libro-JIVU-2020-FHyCS.pdf);
Comunicación audiovisual y efemérides escolares, Posadas, IAAVIM –Ministerio de Cultura, Educación,
Ciencia y Tecnología, 2019 (https://iaavim.misiones.gob.ar/ebook-efemerides-hd.pdf);
Comunicación/Educación. Teoría y práctica, Posadas, Editorial Universitaria, 2006 (disponible en:
https://editorial.unam.edu.ar/images/documentos_digitales/COMUNICACION-
EDUCACION_Teoria_y_practica-Marcelino_Garcia.pdf)
26
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
dar de nuevo, compartí con los colegas algunos “hilos para enhebrar”, también adjunto
como “documento de trabajo” por correo electrónico (y este recurso ya debería ser un
ineludible cartel indicador acerca de algunos aspectos del problema…):
“Advertencia: las ideas que siguen son lo bastante abstractas, flexibles, abiertas,
como para que cada docente haga su propia interpretación, desde su lugar y asignatura/s, y
su resignificación-devolución—revisión-adecuación-propuesta.
Algunos supuestos mínimos
a) El mundo contemporáneo es complejo, abierto, cambiante y la formación en
periodismo y comunicación apunta al presente y el futuro que se re-hacen
permanentemente, lo cual implica muchos factores y exige reflexiones y
discusiones incesantemente…
b) El mundo académico-universitario es extraño para el sujeto-nuevo-miembro
recienvenido, con todo lo que ello implica…
c) Los horizontes semióticos-discursivos y comunicativos, culturales en general, de los
docentes y los estudiantes son diferentes (también existen diferencias y
desigualdades entre docentes y entre estudiantes…), por diversos motivos,
improntas, matrices, caminos recorridos, modelos impuestos-seguidos, brechas
generacionales, transcurrir histórico-social-cultural-educativo…
27
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
iv. Relacionar las distintas esferas, propias y ajenas, “nuestras” y de “ellos”, familiares,
vecinales, comunitarias, locales, regionales, nacionales, continentales, mundiales…
v. Practicar asiduamente la “conversación” re/trans-formadora para todos los sujetos.
vi. Fomentar y valorar el desarrollo y ejercicio diario, en todos los espacios
académicos, curriculares y otros, asignaturas, clases, y otros lugares, de actitudes,
valores, comportamientos, hábitos, necesarios para la formación en general, el
dominio disciplinar y el entrenamiento profesional (i. e., curiosidad, pasión,
compromiso, rigor, observación e incorporación de normas y pautas de trabajo en
general, seriedad, responsabilidad, autonomía, respeto, cordialidad, “tacto”
semiótico-discursivo y comunicativo adecuado a cada circunstancia…)…
vii. Ensayar, experimentar, y desarrollar la creatividad en las propuestas, prácticas,
estrategias…21
21
Vid. para algunos de los ítems de este cuadro, Ana Camblong y F. Fernández, Alfabetización semiótica en
las fronteras I. Dinámicas de las significaciones y el sentido, Posadas, Editorial Universitaria, 2012; A.
Camblong et al., Alfabetización semiótica en las fronteras II. Estrategias, juego y vida cotidiana, Posadas,
Editorial Universitaria, 2012. En estos volúmenes, destinados a docentes y formadores de docentes de
primaria básicamente, con principios, conceptos, discusiones y propuestas extensivos a todos los niveles
educativos (continuidad, semiosfera, experiencia, hábitos, prácticas, conversación, umbral, y otros).
28
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
22
Expresión tomada de A. Gargani, “La fricción del pensamiento”, en G. Vattimo, comp., 1994a, pp. 9-29.
23
G. Agamben, “La cosa misma” (conferencia de 1984 acerca de la Carta séptima en la que Platón, de 75
años, cuenta a parientes y amigos de Dión su experiencia filosófica-política en Sicilia, a partir del encuentro
con el tirano Dionisio), en La potencia del pensamiento, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2007, pp. 7-26.
29
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
filosofía en relación con las situaciones”, esto es iluminar: “las elecciones fundamentales
del pensamiento”; “la distancia entre el pensamiento y el poder”, entre “el Estado y las
verdades”, “Medir esa distancia. Saber si podemos franquearla o no”; y “el valor de la
excepción”, “del acontecimiento”24.
Pero la enseñanza, la formación y la investigación en general y en ciencias sociales
y humanidades, la comunicación y el periodismo no pueden escabullir fácilmente el bulto y
evitar el quebradero de cabeza que provoca, por un lado, la interrogación sobre el sentido
de la “actualiadad”, de ese “nosotros” del que se “forma parte y con respecto al cual tiene
<uno> que situarse”; y, por otro lado, el hecho (ético, ideológico, filosófico, político) de
“decir la verdad”, ejercer la libertad y correr el riesgo que acarrea enunciarla frente a los
otros, sean éstos el público, los dirigentes, gobernantes o gobernados25…
Mi ejemplar del texto de Agamben, donde se refiere a la estructura presuponiente
de lenguaje/tradición, quedó glosado así, entre otras inscripciones de lectura en distintas
páginas del libro: sólo queda ‘traducir/traicionar’ una y otra vez las ‘trans-misiones’
presupuestas (de), las ‘tradiciones’, las ‘re-misiones’ (objetivadas y objetivantes), esto es
semiotizar/memorar permanentemente, un ir dando lugar a la “potencia del pensamiento”,
con el inagotable ejercicio de los ‘hábitos’, que (se) van desarrollando (con) la
‘comunidad’, por la cual son posibles y realizados.26
24
A. Badiou, Justicia, filosofía y literatura, Rosario, Homo Sapiens, 2007, p. 55; ¿Se puede pensar la
política?, Buenos Aires, Nueva Visión, 1990, p. 15; Filosofía del presente, Buenos Aires, CI, 2010, pp. 15-
16 (citado en ese orden).
25
M. Foucault, El gobierno de sí y de los otros, Buenos Aires, 2009 (las citas de pp. 31, 58-ss.) Es el curso de
1982-1983, en el que avanza en su proyecto de “historia del pensamiento”, con el análisis de lo que llama
“focos de experiencia”, donde se articulan: “formas de un saber posible”, “matrices normativas de
comportamiento para los individuos” y “modos de existencias virtuales para sujetos posibles” (p. 19). En las
lecciones Foucault se ocupa de la noción de parrhesía (“hablar franco”, “libertad de palabra”, una virtud, un
deber, una técnica…). También comenta la escena política en la que Platón está frente a Dionisio en la corte
de Siracusa (como Agamben, pero acá a partir de las Vidas paralelas de Plutarco) y re-toma el problema de la
verdad y el poder, las condiciones (régimen de gobierno) en las que puede tener lugar esa forma determinada
de decir y el problema correlacionado de la “conducción de las almas” –dirección y formación de los otros.
26
Cuestiones que planteo y desarrollo en distintos lugares. García, Comunicación, semiótica, investigación.
Algunas ideas y relaciones, cit.; “La cosa, el punto, el caso, la punta… Algunas líneas sobre Semiótica,
enseñanza e investigación”, en N. Colombo (comp.), Actas digitales del Segundo Encuentro de Cátedras de
Semiótica: Desafíos. avances y proyecciones en las configuraciones académicas e intercambios de
investigación, Universidad Nacional del Nordeste, Facultad de Humanidades, pp. 4-28, 2019
(https://hum.unne.edu.ar/publicaciones/insletras/actas_semiotica_17.pdf); “Medios, diarios, periodismo.
Rodeos y conflictos sobre verdad y poder”, en Continuidades. Publicación digital de la serie de
30
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Enlaces
Por eso de la pasión del signo y la pasión del lenguaje de la que hablaba Barthes,
entre otros lugares y momentos, cuando (da) cuenta (de) la escena en que una estudiante le
pide que prepare un curso de doctorado, leer y escribir son experiencias que con-mueven y
que re-vuelven (sobre) el sentido (de la experiencia) cada vez que uno “afina el lápiz” y
“pone el cuerpo”. Barthes termina así la conferencia pronunciada en Italia (y publicada en
Le Monde, 7 de junio de 1974: “La aventura semiológica”, a su vez título de la compilación
de trabajos del autor entre 1963 y 1973)27: “Consentir en hablar de su escritura, como se ha
hecho aquí, es solamente decir a otro que uno mismo tiene necesidad de su palabra”. La
escritura, como práctica de desplazamiento del sujeto y el sentido, no valdría la pena si la
sinceridad no fuera un desconocerse (con hablar sería suficiente). El trabajo con el
lenguaje es un aventurarse, no sin correr riesgos, ex-poner-se sobre la mesa las cartas del
deseo y las promesas del goce: “¿Qué otra cosa es para él una idea sino un enrojecimiento
del placer?”28. Sobre esos desdoblamientos y proliferaciones, del sujeto y las
significaciones, las multiplicidades, verdaderas poblaciones, masas de devenires que
somos todos, puesto que no hay un yo, escribe (siguiendo-citando a Deleuze, entre otros; y
con cierto “conocimiento de causa” y experiencia) Néstor Perlongher en uno de los raros
casos (específicamente en forma de artículo, además de entrevistas) en que se refiere a su
obra poética: “la pregunta es: ¿quién escribe? ¿quién habla? O: ¿de parte de quién? Si
somos tantos, vamos, lo simple se complica –si hablar de uno es perorar acerca de un
irreductible múltiple-”. Teclear al ritmo del deseo, des-plegar las fuerzas del signo, que
des/colocan palabras y cosas, des/estabilizan suelos y ambientes, des/empolvan estanterías,
tensan cuerdas de (otros) des/en-cantos… “Pues es del cuerpo que, al final (Nietzsche y
Artaud), se trata. Se trata en el plano de la escritura, de hacer un cuerpo, y de ahí lo
chirriante, lo susurrante, lo fruitivo […]”29.
Re-abrir partidas nuevas o ya conocidas (re-editar, reformular y variar) implica
pararse en la puerta, cruzar el umbral, de-ambular y delinear preámbulos, ante-poner algún
utillaje para lo que ad-vendrá; colocar los órganos de la voz y preparar los músculos para
investigaciones “Metamorfosis del contar. Semiosis/Memoria” -N° 2, octubre 2015, Programa de Semiótica -
FHyCS-UNaM (http://rvta-continuidades.com.ar).
27
R. Barthes, La aventura semiológica, Barcelona, Paidós, 1997 (1985).
28
Roland Barthes por Roland Barthes, Barcelona, Kairós, 1978, cit. en nota de la edición francesa de La
aventura semiológica.
29
N. Perlongher, “Sobre Alambres”, en Prosa plebeya (selec. y prólogo, Ch. Ferrer y O. Baigorria), Buenos
Aires, Excursiones, 2013.
31
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
pronunciar y escribir las palabras; unir las piezas del texto con cierta flexibilidad para
permitir el movimiento (de cada uno de los que vuelven a des/tejer y del sentido),
organizar los diversos componentes en un conjunto más o menos coherente, eficaz,
operativo. De ahí entonces estas re-articulaciones pre-liminares.
Para re-abrir el ‘juego’, que pro-pongo de modo espiralado, y rearticular los tres
núcleos (semiosis, memoria, narración) de la constelación que re-presento en lo que sigue,
una ilustración literaria _acá podría recurrir a la estrategia didáctica de sugerir algunas de
las actividades que realizamos durante el cursado de las materias, a partir de la lectura de
estos dos textos y de algunos de los apartados que siguen, en relación con las “clases”
correspondientes a las asignaturas que esté dictando oportunamente; un poco como está
diseñado el programa de Semiótica, respecto de las “lecturas propedéuticas…”
consignadas para cada “unidad”_.
Un relato de Eduardo Galeano, uno de los que sabe recorrer algunas de nuestras
venas abiertas y contar los colores, sabores y olores de las sangres derramadas y las heridas
más o menos cicatrizadas del palimpsesto latinoamericano:
“En épocas remotas, las mujeres se sentaban en la proa de la canoa y los hombes en la
popa. Eran las mujeres quienes cazaban y pesacaban. Ellas salían de las aldeas y volvían
cuando podían o querían. Los hombres montaban las chozas, preparaban la comida,
mantenían encendidas las fogatas contra el frío, cuidaban a los hijos y curtían las pieles de
abrigo.
Así era la vida entre los indios onas y los yaganes, en la Tierra del Fuego, hasta que un día
los hombres mataron a todas las mujeres y se pusieron las mácaras que las mujeres habían
inventado para darles terror.
Solamene las niñas recién nacidas se salvaron del exterminio. Mientras ellas crecían, los
asesinos les decían y les repetían que servir a los hombres era su destino. Ellas lo creyeron.
También lo creyeron sus hijas y las hijas de sus hijas.” (“La autoridad”, Memoria del Fuego
/Los nacimientos)
32
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Marco Polo “manda escribir todas estas cosas en buen orden a micer Rustichiello,
ciudadano de Pisa, que estaba con él en la misma cárcel de Génova, en el año de 1298”, a
partir de “las pocas cosas” que “había anotado por escrito”, “de las que todavía hoy se
acuerda” aunque “muy poco, si las comparamos con la larga relación, casi infinita, que
había podido hacer si hubiera creído posible volver” a las “diversas regiones del mundo”
“del Gran Khan”, con el propósito de dar a conocer todo lo que “vio con sus propios ojos”
este “sabio y noble ciudadano de Venecia”, que “hizo tantos viajes” y “tuvo tantas
ocasiones de conocer y comprender” como “nadie”. En el Libro el Gran Khan es Cublai o
Qubilai/ Kubilai; Can es el título “llevado por los sucesores de Gengis, que pretendían
ostentar la soberanía de todos los territorios mongoles”)30:
“Inútilmente, magnánimo Kublai, intentaré describirte a Zaira, la ciudad de los altos
bastiones. Podría decirte de cuántos peldaños son sus calles en escalera, de qué tips de
arcos de sus soportales <…>. La ciudad no está hecha de todo esto, sino de relaciones
entre las medidas de su espacio y los acontecimientos de su pasado <…>. En esta ola de
recuerdos que refluye la ciudad se embebe como una esponja y se dilata. Una descipción de
Zaira tal como es hoy debería contener todo el pasado de Zaira. Pero la ciudad no dice su
pasado, lo contiene como las líneas de una mano, ecrito en las esquinas de las calles, en las
rejas de las ventanas <…>, cada segmento surcado a su vez por azañas, muescas,
incisiones, comas.” (“Las ciudades y la memoria. 3”)
“En Maurilia se invita al viajero a visitar la ciudad y al mismo tiempo a observar viejas
tarjetas postales que la representan como era. La misma plaza idéntca con una gallina en el
lugar de la estación de autobuses <…>. Puede ocurrir que para no decepcionar a los
habitantes el viajero elogie la ciudad de las postales y la prefiera a la presente <…> de
todos modos la metrópoli tiene este atractivo más: que a través de lo que ha llegado a ser se
puede evocar con nostalgia lo que fue. Hay que guardarse de decirles que a veces ciudades
diferentes se suceden sobre el mismo suelo y bajo el mismo nombre, que nacen y mueren sin
haberse conocido, incomunicables entre sí. <…> Es inútil preguntrse si éstos <otros
dioses, extranjeros, que habitan bajo los mismos nombres> son mejores o peores que los
antiguos, dado que no existe entre ellos ninguna relación, así como las viejas postales no
represenan a Maurilia como era, sino a otra ciudad que por causalidad se llamaba
Maurilia como ésta.” (“Las ciudades y la memoria. 5”)
30
Las citas de Calvino provienen de su conferencia ante los estudiantes de la Graduate Writing Division de la
Columbia University de Nueva York el 29 de marzo de 1983, incluida como “nota preliminar” en la edición
de las Ciudades invisibles, Madrid, Siruela, 1994. Las citas de Marco Polo fueron tomadas de su
“introducción del libro que se llama La descripción del mundo” (El libro de las maravillas, Primer Libro –I,
Barcelona, Biblioteca –Grandes Viajeros, 1997; la última cita es de M. Armiño, responsable de la trad., notas
y apéndices de la edición).
33
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
CASTAÑARES, W. 1996. “El efecto Peirce. Sugestiones para una teoría de la comunicación”.
Anuario Filosófico XXIX/3, pp. 1313-1331: <http://www.unav.es/gep/>
GALINDO CÁCERES, J. 2008. “La epistemología constructivista hacia una comunicología
posible. Bases para una propuesta general de trabajo epistemológico”, Razón y palabra 61, año
13, marzo-abril. México: <www.razónypalabra.org.mx>. También los números monográficos de la
misma revista 61; 64, año 13, set-oct./2008; 72 mayo-julio/2009; y el portal del Grupo hacia una
Comunicología posible: <http://comunicologia-posible.iespana.es/.>
GRÜNER, E. 2005. La Cosa política o el acecho de lo Real. Benos Aires, Paidós.
GRUPO DE ESTUDIOS PEIRCEANOS (dir. J. Nubiola), obra de Peirce en español y trabajos
sobre Peirce: <http://www.unav.es/gep/>
HALL, S. 2017. Estudios Culturales 1983. Una historia teorética. Buenos Aires, Paidós.
-----1992. “Los estudios culturales y sus legados teóricos”, L. Grossberg et al., comps., Cultural
studies, pp. 277-294. Nueva York-Londres, Routledge. Disponible en Internet.
----- 1986. “Cultural studies: two paradigms”, R. Collins et al., ed., Media, culture and society, a
critical reader. London, Sage. En español, Causas y azares, Nº 1, Buenos Aires, 1994.
MAGARIÑOS DE MORENTIN, J. 2008. La semiótica de los bordes. Córdoba, Comunicarte.
MARTÍN BARBERO, J. 2007: “Paradigmas de comunicación: un mapa con memoria
latinoamericana”, Mediaciones Sociales. Revista de Ciencias Sociales y de la Comunicación, nº 1,
segundo semestre, pp. 235-260. Universidad Complutense de Madrid:
<http://www.ucm.es/info/mediars>
MARTÍN SERRANO, M. 2007, “Prólogo para La Mediación Social en la era de la globalización”,
Mediaciones Sociales. Nº 1, segundo semestre, pp. 1-24. Universidad Complutense de Madrid:
<http://www.ucm.es/info/mediars>
------ 2005. “¿Para qué sirve estudiar Teoría de la Comunicación?” (Conferencia final del Curso de
Teoría de la Comunicación -Universidad Complutense de Madrid):
<www.ulima.edu.pe/revistas/contratexto/>
MARTÍNEZ TERRERO J. 2006. Teorías de comunicación. Venezuela, Universidad Católica
Andrés Bello -núcleo Guayana. Disponible en Internet.
MATTELART, A. y NEVEU, E. 2002. Los cultural Studies. Hacia una domesticación del
pensamiento salvaje. La Plata -Fac. de Periodismo y Comunicación Social, UNLP- Edics. de
Periodismo y Comunicación. (Hay una edición anterior disponible en Internet).
PEIRCE, CH. S. 1970. Deducción, inducción e hipótesis, J. Martín Ruiz Werner (trad.,
intr. y notas). Buenos Aires, Aguilar.
PEREZ DE TUDELA, J. 2008. El pragmatismo norteamericano. Madrid, Síntesis.
REYNOSO, C. 2000. Apogeo y decadencia de los Estudios Culturales. Una visión antropológica.
Barcelona, Gedisa.
REVISTA deSignis (varios números), Federación Latinoamericana de Semiótica, primero editada
por Gedisa y luego por La Crujía (disponible online).
REVISTA Telos. Cuadernos de comunicación, tecnología y sociedad 47. Madrid, Fundesco, set.-
nov./1996. Las secciones “Tribuna de la comunicación” y “Cuaderno central” están dedicados al
“pensamiento sobre la comunicación en América Latina”; también el número 19 de 1989 de la
misma revista.
SANTAELLA BRAGA, L. 2001. “Por qué la semiótica de Peirce es tambien una teoría de la
comunicación”. Cuadernos, 17, febrero, pp. 403-414. Revista de la Facultad de Humanidades y
Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Jujuy (disponible en Internet).
SCHMUCLER, H. 1997. Memoria de la comunicación. Buenos Aires, Biblos.
VIDAL GONZÁLEZ, C. 2010. “Semiótica y teoría de la comunicación: una propuesta de un punto
de vista comunicológico”. Razón y palabra, 72, año 15, mayo–julio: www.razonypalabra.org.mx
----- 2009. “Semiótica, cultura y comunicación. Las bases teóricas de algunas confusiones
conceptuales entre la semiótica y los estudios de la comunicación”. Razón y Palabra 66, 9 marzo:
www.razonypalabra.org.mx. También el número 61.
34
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
----- 2009. “La relación entre la semiótica y los estudios de la comunicación: un diálogo por
construir”. Comunicación y Sociedad. Nueva época, núm. 11, enero-junio, pp. 37-71. México,
Universidad de Guadalajara,
----- 2006. “La semiótica como matriz de estudio de la comunicación”. UNIrevista -Vol. 1, n° 3,
julio. Unisinos, S. Leopoldo, Brasil: <www.Unirevista.unisinos.br/.>
WILLIAMS, R. 2001 (1958). Cultura y sociedad. Buenos Aires, Nueva Visión.
------ 2003 (1961). La larga revolución. Buenos Aires, Nueva Visión.
Publicaciones del autor relacionados con distintos aspectos abordados a lo largo del texto
Libros, capítulos de libros
2020. Intervenciones digitales: nombres, fechas, recuerdos, imágenes, relatos, lecturas. Posadas:
Ed. de autor. Libro digital, PDF/A: https://programadesemiotica.wixsite.com/unam.
2020. “Comunicación y educación. Entradas tentativas, enlaces provisorios e indicios de posibles
salidas transitorias”, C. Andruskevicz, Marcela Da Luz, Adriana Villafañe, comps. Jornadas de
Inclusión a la vida universitaria 2020, Año 3, N° 3, 47-52. Posadas –FHyCs-UNaM:
https://www.fhycs.unam.edu.ar/carreras/wp-content/uploads/2020/03/Libro-JIVU-2020-
FHyCS.pdf.
2019. Comunicación audiovisual y efemérides escolares (libro digital). Posadas, IAAVIM –
Ministerio de Cultura, Educación, Ciencia y Tecnología: https://iaavim.misiones.gob.ar/ebook-
efemerides-hd.pdf>, <https://m.efemerides.iaavim.misiones.gob.ar/.
2019. “La cosa, el punto, el caso, la punta… Algunas líneas sobre Semiótica, enseñanza e
investigación”. N. Colombo (comp.), Actas digitales del Segundo Encuentro de Cátedras de
Semiótica: Desafíos. avances y proyecciones en las configuraciones académicas e intercambios de
investigación. Universidad Nacional del Nordeste, Facultad de Humanidades, pp. 4-28:
https://hum.unne.edu.ar/publicaciones/insletras/actas_semiotica_17.pdf.
2015. Prólogo a Itatí Rodríguez, El acto escolar como formato comunicativo. Todo está guardado
en la memoria. Posadas, Editorial Universitaria.
2012. Exploraciones discursivas. Ed. de autor –Programa de Semiótica:
https://programadesemiotica.wixsite.com/unam.
(También: https://docs.wixstatic.com/ugd/c2b911_0a0f3d2ee93d4773bdc5a182362bf6ec.pdf).
2011. Comunicación, semiótica, investigación. Algunas ideas y relaciones. España, EAE-LAP.
2011. “Massmediación, actualidad y memoria. Archivo, mapas, pistas”. C. Andruckievitzs y C.
Guadalupe Melo, comps, Cartografías semióticas (digital), VIII Congreso Nacional y III
Internacional Asociación Argentina de Semiótica. AAS -Programa de Semiótica-UNaM:
http://www.aasemiotica.com.ar/.
2010. Capítulo 1: “Comunicación y educación. Diario, actualidad, memoria y democracia”. En
M. Lombardini (coord.), Cuaderno electrónico interdisciplinario: Entre medios y memoria. Los 24
de marzo en Misiones 1976-2006 (CD). CEDIT-Gbno. Pcia. de Misiones. Posadas.
2009. “Cronotopías mediáticas. Diarios, fiestas, calendarios, mapas”. S. Frutos et al., comps.,
Temporalidades. El tiempo de los objetos, de los relatos, de las representaciones, de los
imaginarios. E-book Actas II Congreso Internacional y VII Congreso Asociación Argentina de
Semiótica. UNR Editora: http://www.bdp.org.ar/facultad/comunicacion/actas_congreso.php.
2006. Comunicación/Educación. Teoría y práctica. Posadas. Editorial Universitaria. (Edición
digital disponible: https://editorial.unam.edu.ar/images/documentos_digitales/COMUNICACION-
EDUCACION_Teoria_y_practica-Marcelino_Garcia.pdf).
2004. Narración. Semiosis/Memoria. Reedición, corregida y aumentada (1ª edic. 2002). Posadas,
Editorial Universitaria.
2002. “Silogismo práctico y narración”. M. M. García Negroni (edic.), (E-book) Actas: Congreso
Internacional: La Argumentación. Instituto de Lingüística -Universidad de Buenos Aires; Buenos
Aires.
35
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Artículos en revistas
2020. “Des/orientaciones contemporáneas y explosiones massmediáticas. Notas en cronotopos de
fronteras”, Ñeatá. Revista digital del Grupo de Estudios Semio-discursivos, Vol. 1, 3-15 (GESEM,
SGCyT-UNNE): https://revistas.unne.edu.ar/index.php/nea/index.
2019. “Experiencia de formación docente en Comunicación Audiovisual y Educación”, Tekohá
Vol. 1 –N° 9, nov., pp. 1-7. Sec. de Ext. y Vinculación Tecnológica (FHyCS-UNaM):
https://edicionesfhycs.fhycs.unam.edu.ar/index.php/tekoha/article/view/294/243.
2019. “Prenuncio de una ponencia sobre massmediación, formato y dispositivo”. Sobreescrituras.
Umbrales del Congreso, especial, invierno, 37-40, UNA.
https://pub.flowpaper.com/docs/http://sobreescrituras.com.ar/wp-
content/uploads/2019/09/sobreescrituras5_.pdf.
2017-2018. “Artimañas comunicativas en publicidad y propaganda”. Continuidades N° 4
(Programa de Semiótica, FHyCS-UNaM): http://vta-continuidades.com.ar.
2017-2018. “Comunicación publicitaria. Pre-textos y merodeos”. Continuidades N° 4.
2017-2018. “La cosa, el punto, el caso, la punta… Algunas líneas sobre Semiótica, enseñanza e
investigación”. Continuidades N° 4.
2017. “Fronteras disciplinares. Conjetura para la interdisciplinariedad”. Cuadernos de
Humanidades, Dossier Estudios de Fronteras N° 28, 17-36. Fac. de Humanidades, UNSa:
https://drive.google.com/file/d/1X0KM-liK6AxrZ6M0fZfk9nnGjidTC_cJ/view.
2016. “Algunas notas y observaciones sobre el formato: Clarín”. Continuidades N° 3. Programa
de Semiótica (FHyCS-UNaM): http://vta-continuidades.com.ar.
2016. “Enseñar y aprender Semiótica. Presentación de un programa”. Continuidades N° 3.
2016. “Inscripciones –ayudamemoria”. Continuidades N° 3.
2015. “Medios, diarios, periodismo. Rodeos y conflictos sobre verdad y poder”. Continuidades 2.
2015. “Comunicación y memoria. Algunas exploraciones”. Continuidades N° 2.
2015. “Michel Foucault, La ética del pensamiento. Para una crítica de lo que somos. Re/cortes de
itinerarios y montaje de citas”. Continuidades N° 2.
2014. “Sentidos en el aire. Apuntes sintónicos sobre radio” (pp. 1-10). Continuidades. N° 1.
2014. “Nosotros, con-fabuladores” (pp. 1-10). Continuidades. N° 1.
2014. Coautoría con M. Lombardini, “Entrevistas a periodistas de Posadas” (pp. 1-16).
Continuidades N° 1.
2014. “Re-abrir el juego semiótico. Práctica y relato de un itinerario indagatorio”. La Rivada.
Investigaciones en Ciencias Sociales N° 2, agosto, 63-77. Sec. Investigación y Posgrado, Fac. de
Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Misiones: www.larivada.com.ar.
2013. “Re-impresiones des-localizadas pasajeras”. Demonio Urbano. Suplemento especial:
Ciudades del Mundo, Año 1 -Nº 3, Verano (p. 14). Buenos Aires, Instituto Walter Benjamin y
Aidos Editores: http://www.walterbenjamin.org.ar/down/REVISTADEMOURB3.pdf.
2013. “Operación massmediática: Re-elaboración de la memoria pública y conformación del
archivo contemporáneo”. De Prácticas y Discursos. Cuadernos de Ciencias Sociales, Año 2, Nº 2
(1-14). Centro de Estudios Sociales –Universidad Nacional del Nordeste (CES-UNNE):
http://ces.unne.edu.ar/revista2/ (Editado también en:
<http://biblioteca.clacso.edu.ar/Argentina/ces-unne/20141001045224/Garcia.pdf).
2011. “Investigación semiótica. Algunas pro-posiciones y relaciones”. En Razón y palabra.
Primera revista electrónica en América Latina especializada en comunicación 78, noviembre
2011/abril 2012 (1-38). Proyecto Internet del ITESM Campus Estado de México. México:
www.razonypalabra.org.mx.
36
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
2010. “De giros y (sus) re(la)tos. Fragmentos y digresiones”. En Razón y palabra. Primera revista
electrónica especializada en Comunicación 73, agosto-octubre (1-28). México:
www.razonypalabra.org.mx.
2009. “Diarios y conflictos. Montaje esceno-gráfico del MERCOSUR”. En Diálogos de la
Comunicación -Medios y conflictos en Iberoamérica. Más allá de los enfoques políticos Nº 81
<78>, enero-julio. Lima, FELAFACS: http://dialogosfelafacs.net/wp-content/uploads/2015/81/81-
revista-dialogos-diarios-y-conflictos.pdf.
2008. “Educación y comunicación. Pistas para des-andar el camino… o el difícil arte de la
(trans)formación”. En Revista Argentina de Comunicación, Año 3 -Nº 3 (pp. 91-95). Buenos Aires,
FADECCOS-Prometeo.
2006. “De los medios, su estudio, sus fines”. En Estudios Regionales, Año 14, Nº 32 (pp. 49-70).
Secretaría de Investigación y Postgrado (FHyCS-UNaM).
2006. “Contar (nuestra) Mision(es). Massmediación, memoria, comunidad, identidad”. En
Unirevista, Vol. 1, Nº 3, julio (pp. 1-13). Unisinos, S. Leopoldo, Brasil:
http://www.unirevista.unisinos.br/.
2005. “Semio(crí)tica”. En Estudios Regionales Año 13, Nº 29 (pp. 102-108). Secretaría de
Investigación y Postgrado (FHyCS-UNaM).
2004. “Vida urbana y massmediación”. En Estudios Regionales, Año 12, Nº 24 (pp. 14-31).
Secretaría de Investigación y Postgrado (FHyCS-UNaM).
2004. “Sonidos con/sentidos. El diario (y el) con/sentimiento de la sonoridad urbana”. En Estudios
Regionales, Año 12, Nº 27 (pp. 27-44). Secretaría de Investigación y Postgrado (FHyCS-UNaM).
2000. “El texto escolar: complejo mnemo-semiótico matricial”. En Estudios Regionales, Año 9, Nº
14 (pp. 23-29). Secretaría de Investigación y Postgrado (FHyCS-UNaM).
1992. “Notas sobre la vida cotidiana de Posadas en el Diario La Tarde”. En Estudios Regionales
Nº 4, serie Letras, Vol 1 (pp. 54-60). Secretaría de Investigación y Postgrado (FHyCS-UNaM).
Actas, memorias
2020. “Mass-mediación: formato y dispositivo”, Actas 14 Congreso Mundial de Semiótica:
Trayectorias, Tomo I Trayectorias y teorías, M. T. Dalmasso y C. Guerri, coords., Buenos Aires,
IASS-AAS–UNA, pp. 151-162:
file:///C:/Users/Usuario/Downloads/Proceedings_IASS_2019_tomo_1.pdf.
2017. Algunas líneas sobre Semiótica, enseñanza e investigación. Segundo Encuentro de Cátedras
de Semiótica. Facultad de Humanidades (UNNE). En Actas, N. Colombo, comp., UNNE:
https://hum.unne.edu.ar/publicaciones/insletras/actas_semiotica_17.pdf.
2015. “Continuidad y metamorfosis. Claves semióticas para un andamiaje indagatorio”. XIX
Jornadas Nacionales de Investigadores en Comunicación. Red Nacional de Investigadores en
Comunicación -Departamento de Comunicación Social (UNNE). Corrientes. Publicada en
Memorias N° 19: Epistemología, debates y fronteras en el campo de la Comunicación
Latinoamericana: http://redcomunicacion.org/memorias/.
2015. “Texto/investigación. Intervenciones disciplinares, experimentación, continuidad,
abducción”. Jornadas de investigadores 2015: “Fronteras y liminaridades. Espacios de diálogo,
confrontación y descubrimiento”. Sec. Investigación y Posgrado (FHyCS-UNaM). Publicada:
http://www.fhycs.unam.edu.ar/jinvestigadores/wp-content/uploads/2015/12/GARCIA-Marcelino-
Ponencia-Jornadas-SINVyP-20151.pdf.
2010. “Actualidad y memoria. Diarios, mapa, agenda, archivo, indicios”. Actas (CD) VIII
Encuentro Argentino de Carreras de Comunicación Social. FADECCOS-UCSE.
2009. “Con-figuraciones mnemosemióticas. El manual de historia”. Acta (CD) III Congreso
Internacional “Transformaciones culturales: debates de la teoría, la crítica y la lingüística”. Fac. de
Filosofía y Letras (UBA).
2008. “El in-genio tecno/lógico. Comunicación y memoria”, Acta (CD) VI Encuentro Nacional de
Careras de Comunicación Social. FADECCOS-UNER.
2007. “Diarios y agendas”. Acta (CD) V Encuentro Argentino de Carreras de Comunicación
Social. Fac. de Ciencias Sociales, Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires.
37
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Sitios Web
Repositorio Argos (FHyCS-UNaM): http://argos.fhycs.unam.edu.ar/handle/123456789/39
Biblioteca Virtual CLACSO: http://www.biblioteca.clacso.edu.ar/
Facebook -Continuidades: https://www.facebook.com/Revista-Continuidades-1507769832812119
Cartografía de Investigaciones Semióticas Relevamiento 2011-2013. A. M. Camblong et.al.;
compilado por C. Andruskevicz, C. Guadalupe Melo, F. Fernández; dirigido por A. Camblong;
edición literaria a cargo de C. Andruskevicz; C. Guadalupe Melo, F. Fernández. Posadas: Asoc.
Argentina de Semiótica. E-Book. AAS –Programa de Semiótica. Archivo:
file:///C:/Users/Usuario/Downloads/Cartografia_de_Investigaciones_Semiotica.pdf
(También en Academia:
https://www.academia.edu/6657214/Cartograf%C3%ADa_de_Investigaciones_Semi%C3%B3tica
s_AAS)
38
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Autores, discursos
Diría lo mismo que Bourdieu sobre lo que sería la relación justa con los discursos y
textos, el conocimiento y los pensadores, y no sólo del pasado: entablar con ellos relaciones
pragmáticas, recurrir a ellos “como ‘compañeros’, en el sentido de la tradición artesanal, a
quienes se puede pedir una ayuda momentánea en las situaciones difíciles”31.
En consideración de Cornelius Castoriadis, a propósito de algunas cruces, dilemas,
econtronazos y acechanzas, donde reflexiona sobre “El destino de los totalitarismos”:
“No se honra a un pensador alabándolo y ni siquiera interpretando su trabajo, sino que se
lo hace discutiéndolo, manteniéndolo vivo y demostrando por los hechos que ese autor
desafía el tiempo y conserva su vigencia.” (Los dominios del hombre: las encrucijadas del
laberinto, Barcelona, Gedisa, 1994 <1986>, p. 50)
Las canteras de Peirce y Bajtín ofrecen un filón de una riqueza inapreciable para
seguir explotando. No sólo preservando, custodiando, invocando, con talante de feligrés.
Así, como criterio para hacer las referencias a Peirce recurrimos en general a las ediciones
en español, en soporte papel y digital; sin ignorar, y esto es lo primero que advertimos a los
alumnos en nuestras clases, la arquitectónica peirceana, es decir el carácter sistemático de
su obra, que implica la puesta en relación de las diferentes “piezas” que la componen para
su comprensión, siguiendo la “recomendación especial” de Peirce (en La arquitectura de
las teorías <1891>, a propósito de la máxima kantiana al respecto, cuya importancia estima
no suficientemente comprendida) de “que se haga un estudio sistemático de las
concepciones a partir de las cuales una teoría filosófica puede ser construida, con el fin de
averiguar el lugar que cada concepción debe ocupar exactamente en dicha teoría, y a qué
usos está adaptada” (cfr. Santaella Braga, 1992). Pero con este principio no va de suyo
necesariamente y a cualquier efecto que haya que leer las más de 90 mil páginas que se
conocen de las escritas por Peirce, que además no se encuentran del todo sistematizadas y
disponibles públicamente con cierta facilidad (sí catalogadas), para ad-mirar su edificio y
recibir el certificado que acredite usos y menciones.
“Buena parte de mi trabajo nunca será publicado. Si antes de morir lograra hacer
accesible mucho de este trabajo, tan accesible como dificultoso es de descubrir para otros,
me sentiría excusado de todo lo demás. Mi aversión a publicar cualquier cosa no se debe a
la falta de interés en los otros, sino al convencimiento de que, después de todo, una filosofía
31
Bourdieu se refiere a los “obstáculos para el progreso de la investigación <que> es este funcionamiento
clasificatorio del pensamiento académico, y político, que, a menudo, proscribe la invención intelectual
impidiendo la superación de las falsas antinomias y las falsas divisiones”, “el principal obstáculo” para la
“justa relación con los textos y con los pensadores del pasado” (“Fieldwork in pholosophy”, entrevista con
Honneth et al., Cosas dichas, p. 38).
39
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
El rizo se riza aún más con cierta “reticencia” de la industria editorial “para editar
los textos que están citados o analizados en su lengua original” (Chartier, 2010). Sería un
poco contradictorio para alguien que hace semiótica y expone públicamente su trabajo, y
hasta una pobre comprensión de la semiosis y el diálogo, seguir la autoridad del arkhé al
pie de la letra; limitar el significado al idioma original del autor, por lo demás puesto en
uso en un contexto histórico determinado como toda lengua; y no re-actualizar las
posibilidades de sentido dadas por las ‘traducciones’ y los inter-cambios, en que consiste el
proceso semiótico (cfr. Merrell, 1998). Flaco favor haríamos a la memoria si persistiéramos
en la lectura de Homero sólo en la lengua de origen ¿?, y, de-mostración por el absurdo, si
la Iglesia Católica se empecinara en dar la misa en latín ¿?. Cabe dudar acerca de si esa
convención seguida para la mención bibliográfica en el caso de Peirce contribuya mucho al
crecimiento de los signos, y de la comunidad de interpretación, que tanto pre-ocupaba a
Peirce, en consonancia con el principio social –público en el que está enraizada su
concepción lógica –semiótica:
“Podría parecer extraño que presentara tres sentimientos, a saber, el interés en una
comunidad indefinida, el reconocimiento de la posibilidad de que este interés se haga
40
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Los maestros hacen crecer, y a la hora de buscar buenas guías de acción, esto
hace la diferencia, que produce diferencias en la práctica (Rorty 1997: 54). Y si no,
¿para qué dedicarles tiempo a las ideas, propias y ajenas; o definir y desarrollar un
proyecto (de vida) intelectual?
“<…> aunque he tenido diversas proposiciones universales respecto a los Signos bajo
inquieta deliberación durante muchos años, no he sido capaz de quedar satisfecho respecto
a una sola de ellas. (Nótese bien que habiendo hecho esta declaración explícita no será
necesario que exprese mis dudas otra vez). Esto no es a causa de alguna razón definida
para la duda, sino que simplemente al haber sido incapaz de recomendar mi argumento a
alguna mente excepto a mi yo cauteloso, no puedo evitar cuestionarme vagamente si una
inteligencia fresca, no restringida por el insistir siempre en las mismas cuestiones, no
podría comenzar objeciones que han escapado a mi propio entendimiento fatigado a causa
de su misma obviedad <…>. Considero muy probable que mis dudas acerca de todas las
predicaciones universales relativas a los signos sean en su mayor parte bastante gratuitas,
pero aun así el no tener una segunda persona a la que apelar respecto a la razonabilidad de
mis dudas impide que las deje descansar.” (Peirce, “Un esbozo de crítica lógica”)
41
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Entre las causas del “lamentable estado de cosas” en que se encontraba la ciencia de
la lógica (cuando escribe Peirce), carente de un desarrollo completamente satisfactorio,
Peirce menciona en segundo lugar que “un hombre no puede cultivar una ciencia
puramente teorética a menos que sea rico o se halle en una posición en la cual recibirá
comida y atavío a cambio del tiempo que consuma en ese empeño. No importa cuán devoto
pueda ser a ese estudio, descubrirá —como lo sé yo, para mi desventaja— que los
obstáculos materiales son casi insuperables” (“El tratamiento apropiado de las hipótesis -
Capítulo preliminar para un examen del argumento de Hume contra los milagros, en su
Lógica y en su Historia-” <1901>). Una condición que des/afortunadamente ni Peirce ni
Bajtín cumplían completamente. En la historia de vida de ambos no fueron pocas las
difíciles pruebas y peripecias que debieron sortear los dos “héroes”. Genio y figura tallados
por cierta marginalidad, soledad, reclusión voluntaria o forzada, exilio, penuria,
enfermedad, incomprensión, elección de caminos nada sencillos y cómodos.
Peirce se lamentaba, en su práctica comunicativa epistolar con Lady Welby (20-05-
1911), de qué manera encontraría tiempo para escribir incluso el artículo con el cual tanto
deseaba contribuir al libro que tenía en la cabeza, dada la situación en la que se encontraba,
“literalmente”; y le cuenta en su carta: “Esta es literalmente nuestra situación ahora. No
podemos pagar una criada ni tener en cuenta las solemnes advertencias del médico sobre la
salud de mi esposa. Lo único que puedo hacer es invertir mi energía en detalles domésticos.
<…> Yo, que solía estar totalmente al tanto del estado actual de todos los principales
problemas científicos, no he visto un nuevo libro o una reseña bibliográfica durante años
<‘los últimos tres’>” (en la carta menciona La evolución creadora de Bergson, de 1907). Y
en la posdata dice: “temí que en mi afán de expresar lo que acabo de decirle, hasta pudiera
dar a entender que estoy solicitando alguna ayuda. Probablemente la palabra ‘penuria’ es
una exageración. Actualmente estamos en condiciones de obtener lo que es comúnmente
indispensable para mantener la vida sin incurrir en deudas. Pero no hay duda de que,
42
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
teniendo en cuenta el estado de salud de mi esposa, esta dura vida la está matando con
rapidez. Por consiguiente, mi primer deseo, así como mi primer deber, consiste en no
trabajar en nada que no mejore su situación. Por ejemplo, evidentemente fue perverso que
yo trabajara durante dos meses por 50 dólares, dado que no es posible mantenerse con esa
suma” (se refiere a lo que le pagó el Hibbert Journal por “Un argumento olvidado a favor
de la realidad de dios”). Pero, a pesar de todo, cuenta en la carta, “tengo en la cabeza un
libro”, con la confianza de que “causará una seria impresión”. El hombre y sus
circunstancias, poco más o menos las de tantos que apenas podemos con-jugar
metafóricamente (con) algunas, ciertas, verbalizaciones sobre unos pocos problemas (de las
que estamos al tanto, y al tanteo), en forma de libro, apresurados y apremiados por un
tiempo que ya no dedicamos a la correspondencia hecha a mano.
Y, por su parte, según refiere Bocharov, en la conversación que mantuvo con Bajtín
en junio de 1970, “surgía la idea, a la luz de la fama cada vez más difundida, de que
<Bajtín> veía su propia vida, en su totalidad, como un fracaso” (en Zavala, coord., 1996:
113).
43
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
efecto de superficie del discurso, que podría tener que ver con las condiciones de
producción, conservación, transmisión y re/edición de la obra de ambos; además de la
dinámica de trabajo y la escritura incesante, la revisión continua de borradores y apuntes, la
reelaboración de los textos, la no concreción o finalización de varios trabajos (aunque
ciertamente Peirce publicó mucho, es bastante más el trabajo inédito; y la vida difícil de
Bajtín no le facilitaba la conformación y conservación de su propio archivo). Como sea los
dos pensadores llevaban a cabo un work in progress, caracterizado en gran medida por la
inconclusividad. Según Bocharov, en el caso de Bajtín “Parecería que rehuía atar los cabos
de su sistema, puesto que en el mismo objeto los cabos quedan sueltos”, de modo que
“existe una negación de principio para terminar el edificio y coronarlo con una cúpula, y a
su lado existe una simple falta de conclusión, un no acabar de decir” (p. 111). Es que la re-
generación del conocimiento y el establecimiento de la verdad re-quieren el diálogo,
inacabado y permanentemente renovado a lo largo del gran tiempo (y la co-operación, la
libertad…), y son de carácter eminentemente social e histórico. A propósito del diálogo
socrático, una de las matrices de la vertiente “dialógica” de la novela (la literatura, el
discurso, la cultura), en la que se inscribe la novela de Dostoievski, dice Bajtín:
“En la base del género está la noción socrática acerca de la naturaleza dialógica de la
verdad y del pensamiento humano acerca de ésta. El método dialógico de la búsqueda de la
verdad se opone a un monologismo oficial que pretende poseer una verdad ya hecha, se
opone también a la ingenua seguridad de los hombres que creen saber algo, es decir, que
creen poseer algunas verdades. La verdad no nace ni se encuentra en la cabeza de un solo
hombre, sino que se origina entre los hombres que la buscan conjuntamente, en el proceso
de su comunicación dialógica.” (Bajtín, 1993: 155).
Esta perspectiva de pensamiento y esta actitud positiva hacia los procesos, sus
derivaciones, transformaciones, las revisiones, rectificaciones y correcciones que se puedan
desprender de ahí, se corresponde con la importancia que Peirce y Bajtín dan a la historia
(y lo histórico-social) y a la comunidad; y en general al problema del tiempo y al futuro.
“El mundo de la acción es el mundo de un futuro intrínsecamente anticipado. <…> Todo
horizonte de la conciencia que actúa se compenetra y se desintegra en su estabilidad por la
anticipación de una futura realización” (Bajtín, 2000, “Autor y héroe en la actividad
estética”, pp.62-63). En definitiva, se trata del continuum comunicativo (del que todo
discurso no es más que un momento), que a su vez no es más que un momento del
“continuo y multilateral proceso generativo” de una comunidad cierta y determinada
(Voloshinov, 1992, segunda parte, cap. 3):
45
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
“Un texto vive únicamente si está en contacto con otro texto (contexto). Unicamente en el
punto de este contacto es donde aparece una luz que alumbra hacia atrás y hacia delante,
que inicia el texto dado en el diálogo” (Bajtín 1985, “Hacia una metodología de las ciencias
humanas”, p. 384).
***
Por el tipo de género que es un prefacio, y el carácter y la finalidad de los textos que
siguen, no cabe aquí ocuparse in extenso del proyecto intelectual de Peirce y Bajtin ni
desarrollar exhaustivamente un contrapunto entre ambos. Basta con señalar la importancia
de sus aportes y el provecho que resulta de una puesta en relación de dos autores de tal
talla, para re-plantear algunas preguntas y respuestas en torno de ciertas cuestiones que
siguen dando que pensar en las “esferas de creatividad ideológica” que nos pre-ocupan y
ensayar algunas claves de trabajo.
“El sentido es potencialmente infinito, pero sólo puede actualizarse al tocar otro sentido
(un sentido ajeno), aunque sólo se trate de una pregunta en el discurso interior del que
46
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
comprende. Cada vez el sentido ha de entrar en contacto con otro sentido para descubrir
nuevos momentos de su infinitud.” (Bajtin, 1985, “De los apuntes de 1970-1971, p. 368).
47
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Hace ya muchos años33 que se viene registrando (la historia de) varios “giros” de
pensamiento, ideas, conocimientos, prácticas, movimientos… (epistemológicos,
filosóficos, teóricos, metodológicos, políticos, económicos, sociales, culturales…), al punto
que pareciera que esto de ‘girar’ nos está mareando, despistando, tirando de los pelos de
acá para allá, nos deja tambaleando, medio desconcertados, sin saber muy bien, a ciencia
cierta, por dónde y cómo seguir andando…después de dar tantas vueltas…34
Entre estos virajes, el semiótico, el memorialista, el narrativo… Es que al fin de
cuentas, la cuestión del sentido, la memoria y la narración son cuestiones que dan-que
32
Tomado, con pocos agregados, de mi libro Comunicación, semiótica, investigación. Algunas ideas y
relaciones (España, EAE-LAP, 2011), que modifica y amplía la versión inicial publicada en Razón y palabra
76, México, agosto-octubre, 2010 (www.razónypalabra.org.mx).
33
Si pensamos en el efecto diferenciado de la percepción del tiempo y de la aceleración temporal. A partir de
las confesiones de San Agustín sobre los tiempos, que son tres (“presente de las cosas pasadas, presente de las
cosas presentes y presente de las futuras”, en correlación con la memoria, la visión y la expectación,
respectivamente), cabe confrontar la lógica de la triple mimesis elaborada por Ricoeur (1987, vol I), en los
términos de “desviación creciente del tiempo histórico respecto del tiempo de la narración y el tiempo vivido,
‘y’ el reenvío imborrable del tiempo histórico al de la acción a través del tiempo de la narración”, con la tesis
de Koselleck (1993), acerca de la experiencia y la expectativa como “categorías adecuadas para tematizar el
tiempo histórico por entrecruzar el pasado y el futuro”. Y en tanto categorías metahistóricas, como
condiciones de las historias posibles, cuya coordinación se desplaza y modifica históricamente; el indicador
de cuya diferencia (que “se conserva modificándose continuamente”) es la aceleración. La diferencia entre la
experiencia (un pasado presente, el recuerdo) y la expectativa (futuro hecho presente, esperanza; temor, deseo
y voluntad) “aumenta cada vez más en la modernidad”; o, más exactamente, la modernidad “sólo se pudo
concebir como tiempo nuevo desde que las expectativas aplazadas se alejaron de todas las experiencias
hechas anteriormente”. Una diferencia calificada (valorada positivamente), i. e. en el concepto (‘moderno’) de
progreso, en crisis, caída, tensiones, reorientaciones de sentido (dirección y significado), reenvíos
significativos que operan la memoria discursiva (v. gr. “desarrollo sustentable”).
34
Aventura que no pareciera detenerse, pues a los giros tomados aquí se agregan otros iniciados hace unos
años y en curso, algunos en plena emergencia y en el ojo de la tormenta (comunicación, imagen, digital…). El
“giro comunicativo” (Abril, ed., 2010) se viene dando desde mediados del siglo XX (en constelación con
otros varios giros) y sus directrices: mediatización social, expansión impresionante de la “galaxia
McLuchan”, que parece corroborar la sentencia “el medio es el mensaje” (y el “masaje”, por la función
sicotécnica y terapéutica del sujeto y de ‘contacto’), enorme ampliación del ciberespacio, la mediosfera y el
in/genio tecnológico informativo y comunicativo en general, acrecentamiento inabarcable de la
massmediación audiovisual, entre otras transformaciones aceleradas que configuran la “sociedad
mediatizada” (Verón, 2004, 2013; De Moraes, comp., 2010). La grilla entrecruza otras líneas patentes y
significativas: centralidad de la imagen y el sujeto, estetización, mercantilización y espectacularidad
generalizadas (con el coalescente consumismo), el cultivo del arte de la vida y la vida como arte,
individualismo, egocentrismo y narcisismo de la emisión, exposición exacerbada del sujeto y la vida privada
–íntima en el espacio público (Mitchell, 2016; Bauman, 2009, 2011a, 2011b, 2015; Giddens, 2000; Beck y
Beck-Gernsheim, 2012; Jameson, 2015).
48
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
El giro narrativo
Pasaron ya treinta años desde que Lyotard propusiera su Informe sobre el saber en
las “sociedades más desarrolladas” al Conseil des Universités del gobierno de Québec
(Lyotard, 1993 <1979>). En su (re)visión (de cuentas) “el saber cambia de estatuto al
mismo tiempo que las sociedades entran en la edad llamada postindustrial y las culturas en
la edad llamada postmoderna” (p. 13). Definía el objeto de su estudio como la condición
postmoderna del saber en ese contexto/en el mundo contemporáneo, en el que el saber
constituye “la principal fuerza de producción” (p. 16), cuya contracara es el poder, de
manera que “la cuestión del saber en la edad de la informática es más que nunca la cuestión
del gobierno” (p. 24). Lyotard situaba su descripción de las transformaciones que se
estaban produciendo desde mediados del siglo XX en relación con la crisis de los (grandes)
relatos, esto es la incredulidad en los metarrelatos _y acá entra a tallar el problema de la
memoria, las políticas de recuerdo y olvido, de candente actualidad en varios países, ligada
a la historia más o menos reciente, dictaduras, exterminios, derechos humanos; la mirada
des/orientada hacia el pasado y/o el futuro_. Si cabe, la deslegimitidad del dispositivo
metanarrativo de legitimación, del conocimiento, de la ciencia y del poder. Lo que
experimenta una caida en desuso es, en todo caso, el gran relato (filosófico, moderno)
sobre el saber, la ciencia, la historia, la sociedad; o sea el modelo de discursividad
(moderna), que a la vez que describe, prescribe (la realidad) el modelo de saber y hacer
histórico-social (el modelo de saber-hacer, saber sobre el hacer y el saber mismo; el hacer-
saber y creer y hacer-hacer), sean sus claves de configuración el consenso o el conflicto, la
especulación o la emancipación. La tardomodernidad se caracterizaría por la incredulidad
en los grandes relatos cuyo aire de familia (Vittgenstein, 1988) sería el carácter fundacional
(fundamental) y de fundamentación última (Vattimo, 1991).
35
Reparamos en algunos momentos y fechas de enunciación y (primera) publicación. Por ejemplo, algunos
textos de los 60 y 70; y algunos de los 90 que incluyen en su título el término “giro”. Así, i. e., Jameson
publica en 1998 una serie de trabajos con el título El giro cultural, que en opinión de Perry Anderson en el
Prólogo, despliega “el cuaderno de bitácora” del desarrollo de la teoría del autor, “tan penetrante o general de
las dimensiones culturales, socioeconómicas y geopolíticas de lo posmoderno” como no ha producido otro
autor. No es nuestro propósito adentrarnos en la larga y ardua discusión des-encadenada en torno de cada una
de las cuestiones planteadas oportunamente (rupturas epistemológicas, transformaciones y emergencias
disciplinares, giros; semiosis, memoria, narración), y por eso también tantas ausencias y omisiones; sólo a-
49
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Más que la baja del poder de legitimación del relato tout court, parece que se
produce una trasformación de los (proto)tipos de historia y algunas matrices narrativas,
junto con el cambio de las reglas de este tipo de juego de lenguaje (Vittgenstein), cuyas
diversas formas de realización constituyen una de las múltiples fibras del lazo social
(Lyotard), y en interacción con los otros tipos de “juegos” traman una cultura _al respecto,
hay que tener en cuenta las (recon)versiones narrativas de núcleo fundamentalista,
religioso, racista, nacionalista, imperialista, poscolonial, tecno/lógico, cientificista, de
género y otros, que se vienen re-produciendo y difundiendo con o más o menos fuerza y
repercusión en los últimos años por diversos medios_. Las prácticas narrativas (y
discursivas en general, como la ciencia) son modos y medios fundamentales de re-
producción de esa fuerza de producción e ideología que es el complejo tecno-científico
(vid. Habermas, 1990, 1992 <1968>)36, a la vez que de reproducción de los propios modos
y medios de producción del saber, de los patrones de relaciones sociales y los marcos
normativos y axiológicos propuestos o priorizados/favorecidos, y de los modelos de poder
que sustentan, y que los sostienen. Estas prácticas se definen por el saber que forman, y a
la inversa, no existe saber sin una práctica discursiva definida (Foucault, 1996, p. 307);
están atravesadas por territorios arqueológicos y genealógicos, cuya exploración debe
sortear a cada paso la dificultad de no contar de manera incondicional con todos los
pertrechos, mapas y cajas de herramientas necesarios y suficientes para esa travesía.
Pero la crisis de nuestro tiempo y nuestro tiempo de crisis comprenden más que el
arco de tensión y (dis)torsión de algunos de los relatos directrices, y el despliegue de
algunos otros (como el de la comunicación). Y el dominio (de saber-poder) narrativo es
prácticamente inconmensurable; abarca, además del ‘conocimiento’ y la ciencia, la
argamasa de “sentido común” y “filosofía práctica de vida” que se atesora y vigila con
tanto celo, todo el “aparejo” con el que se re-elabora la experiencia, se re-estructura el
sistema de hábitos y creencias que se re-construye a lo largo de la vida, a medida que se
participa en las distintas “partidas” de los diversos “juegos” que conforman la compleja
red en la cual se desarrolla nuestra existencia. En la galaxia que conforman los distintos
campos de saber y poder pueden emerger o no las disciplinas y las ciencias (Foucault,
notamos algunos gestos y empeños, de d(en)ominación y certificación de partidas (de nacimiento) echando
mano de relatos, entre otros recursos (de conversación, polémica y legitimación).
36
Acerca de la gestión de la crisis del capitalismo de los 80 en gran parte por la industria de la información y
la comunicación, junto con el desarrollo a gran escala del sector económico terciario, Hamelink (1981),
Schiller (1986).
50
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
1996, 1980), a la vez que estas últimas pueden retroactuar en algunos de los campos de
saber, las esferas sociales, colonizar o emancipar el mundo de la vida37, o redefinir las
relaciones que se establecen entre ellos; de manera que se problematiza y re-delínea la
ecología de saberes y poderes, disciplinas y ciencias, la economía de prácticas, y las
políticas de los juegos, las partidas y las apuestas.
Un poco paradójicamente, en ese devenir crítico una de las puntas del ovillo que se
viene tirando últimamente para seguir re-haciendo caminos es (el giro) de cuño narrativo,
con diferentes texturas, colores y confecciones. Distintos hilos tendidos acá y allá, en
prácticamente todo el campo de las ciencias humanas y sociales (entre otros, Mitchell,
edic., 1981; Bhabha, edc., 1995; Burke, edic., 1993; White, 1992; Dantó, 1989; Ricoeur,
1987; Marcus y Fischer, 2000; Van Dijk, comp., 2000; Chirico, comp., 1992; Locke, 1997;
McEwan y Egan, comps., 1998; Bruner, 1995, 1996; Mumby, comp., 1997; Jameson 1989;
White, 2002), confluyen en la emergencia de lo que algunos llaman “paradigma narrativo”
(Smorti, 2001), y señalan así una “orientación ‘narrativa’ como modelo científico” (poco
más o menos hacia la segunda mitad del siglo XIX). En su investigación sobre lo que
denomina el “pensamiento narrativo”, Smorti se ocupa de la narración como problema
epistemológico, como método de las ciencias sociales y como modo de organización del
pensamiento (a partir de la relación entre narrativa y cognitivismo, desde una perspectiva
sicológica), especialmente como “un modo particular de organizar el pensamiento”,
diferente del otro modo más conocido como lógico-matemático (p. 26). Sugiere que la
narración “parece haberse convertido en el tema central o, si se prefiere, en la metáfora de
la vida” (p. 29), debido, entre otras razones, a “las transformaciones culturales sufridas en
el seno de la sociedad de masas” (dada la centralidad de los medios y las tecnologías de la
comunicación y la información); aún más, también en el panorama científico actual se
reubica en un lugar privilegiado en la agenda el tema de la narración, al punto que se
observa la presencia de la metáfora narrativa como “metáfora científica” (tanto teórica
como epistemológica, como modelo científico y como campo de investigación) (p. 31).
Algunas de las conclusiones de Smorti que se pueden re-tomar:
“El pensamiento narrativo habla de la vida social no sólo porque es un sistema de
conocimientos que se aplica a lo social, sino también porque se construye a partir de las
relaciones sociales a las que por su parte modifica de un modo fructífero. Asimismo, la
interacción social contribuye a conformar el pensamiento narrativo no sólo porque la vida
37
Referencia a Habermas (Bernstein, 1988), por un lado; y a Giddens (1993), por otro, en cuanto a la auto-
reflexividad que caracteriza a la modernidad (los efectos de los sistemas expertos en la vida cotidiana, y la
presencia de ésta en aquellos).
51
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
38
Tocamos, entre otras, las cuerdas benjamineanas sobre la narración (1986).
39
En nuestro estudio sobre la narración de la historia nacional en el texto escolar de Argentina mostramos
cómo este tipo de viaje textual (no sólo narrativo) ‘finaliza’ nuestra historia (nacional), cuyo final es cierre
(Lotman, 1979), conclusividad-completud y marco de su finalidad, en cuanto investidura (por efecto
retrospectivo) del sentido del acontecer histórico (Uspenski, 1993) configurado en y por el texto, cuya
estructuración pone a cada acontecimiento en su sitio y pauta la significación de cada uno de ellos, y de su
conjunto, en un concierto pre-organizado. Este es el sentido del final de la narración histórica escolar, o el
sentido que adquiere la historia a partir de su fin (y de la finalidad que se postule), dado que el proceso de
producción de la narración parece inaugurarse en el momento en que termina el relato, cuyo ‘punto final’
inviste de sentido a la historia por efecto retrospectivo. De ahí también la continua re-escritura de la historia,
52
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
pasado en presente40, en cada una de las versiones posibles (de las múltiples virtualidades)
del pasado; nos permite re-editar siempre y de otra manera la historia (res gestae y rerum
gestarum)41. Seguir los pasos (del cortejo) de Clío es una ventaja comparativa y un motivo
de inquietud.
dado que la instancia de enunciación se ubica en el presente (el momento ‘actual’, el de la edición, por más
que algunos relatos se ubiquen tácticamente en un presente eterno, acrónico), un presente que siempre es
diferente, reactualizado cada vez y en cada una de las prácticas comunicativas en las que está en juego el
texto, y que da lugar a las distintas versiones re-construidas (García, 1999). De todos modos, como en otras
esferas de creación ideológica, este tipo de “diseño” y “partitura” textual admiten más de una “ejecución” y
“variaciones” interpretativas, porque “toda conclusión, todo final es condicional y superficial” (Bajtin, 1994).
Aún el texto escolar no puede ser sustancialmente concluido y exhaustivo; si bien es posible su conclusividad
(formal-composicional), no lo es su conclusión temática.
En nuestra indagación sobre relatos autobiográficos y de viajes de ingresantes a la universidad observamos el
mismo principio del fin(al) del relato. El sujeto narra su vida, experiencia y vivencias comenzando por el
final, (en) el momento presente de escritura; cuenta los hitos más significativos y relevantes que le permiten
des-hilvanar su relato a partir del sentido que les asigna retrospectivamente, de donde el sentido del final, por
lo demás una instancia y una estancia siempre provisoria, transitoria (García, 2000, 2002, 2004a).
40
B. Sarlo (2005, p. 10) dice: “el recuerdo necesita del presente porque <…> el tiempo propio del recuerdo
es el presente: es decir el único tiempo apropiado para recordar y, también, el tiempo del cual el recuerdo se
apodera, haciéndolo propio” (cursivas de la autora).
41
El estilo fragmentario, de edición y montaje, es otro rasgo familiar (de época). En su Lección inaugural,
Barthes (1986) explicita que el método a emplear “no puede realmente referirse más que a los medios
apropiados para desbaratar, desprenderse o por lo menos aligerar” el poder del discurso, convencido de que
al escribir y al enseñar “la operación fundamental de ese método de desprendimiento consiste en la
fragmentación si se escribe y en la digresión si se expone o, para decirlo con una palabra preciosamente
ambigua, en la excursión” (p. 147). Lo propio hacemos nosotros ahora, p. ej. al cortar y pegar partes de
varios de nuestros trabajos para re-armar algunos trechos y pertrechos de este panorama.
53
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
***
moldean tres llaves maestras de interpretación, con respecto a la cronotopología del sujeto,
la conciencia y el inconsciente, la vida material y social, y sus objetivaciones42. Estos son
tres de los protagonistas de las rupturas epistemológicas del siglo XIX, que in-auguran
discursividad de la (pos)modernidad y de las que emergieron “cuatro grandes continentes
teóricos”: el materialismo histórico, el sicoanálisis, la semiótica y la genealogía de la
moral, que permiten analizar, respectivamente, las inversiones de interés, las inversiones de
deseo, las materializaciones e inscripciones de intereses, deseos y valores, y la
contingencia de todas las inversiones e inscripciones (Ibáñez,1992, pp. 324-25).
Dos años más tarde Foucault publica su arqueología de las ciencias humanas, un
libro que nace de un texto literario (el “Idioma analítico de John Wilkins” de Borges) y se
inaugura con el análisis de un cuadro (“Las meninas” de Velásquez). Dado que
precisamente “las descripciones históricas se ordenan necesariamente a la actualidad del
saber, se multiplican con sus transformaciones y no cesan a su vez de romper con ellas
mismas”; y debido al desplazamiento de la atención de las disciplinas llamadas historia de
las ideas, de las ciencias, de la filosofía, de la literatura, desde “las vastas unidades que se
describen como ‘épocas’ o ‘siglos’, hacia fenómenos de ruptura” (según puntualiza
Foucault en 1969, en su introducción a la Arqueología del saber, pp. 6, 5), Foucault ubica
las ciencias humanas con relación a la redistribución del dominio epistémico moderno,
visto “como un espacio voluminoso y abierto de acuerdo con tres dimensiones”, sobre las
que se colocarían las ciencias matemáticas y físicas, las ciencias del lenguaje, la vida, la
producción y distribución de las riquezas, y “la reflexión filosófica que se desarrolla como
pensamiento de lo Mismo” (Foucault, 1985, p. 336-337):
“Las ciencias humanas se dirigen al hombre en la medida en que vive, en que habla y en
que produce. En cuanto ser vivo crece, tiene funciones y necesidades, ve abrirse un espacio
en el que anuda en sí mismo las coordenadas móviles; de manera general, sus existencia
corporal lo entrecruza de un cabo a otro con lo vivo; al producir los objetos y los útiles, al
cambiar aquello de lo que necesita, al organizar toda una red de circulación a lo largo de
la cual corre aquello que puede consumir y en la que él mismo está definido como un
relevo, aparece en su existencia inmediatamente enmarañado con otras; por último, dado
que tiene un lenguaje; puede constituirse todo un universo simbólico en el interior del cual
tiene relaciones con su pasado, con las cosas, con otro, a partir del cual pude construir
también algo así como un saber (en forma singular, ese saber que tiene de sí mismo y del
cual las ciencias humanas dibujan una de las formas posibles). Así, pues, es posible fijar el
sitio de las ciencias del hombre en la vecindad, en las fronteras inmediatas y todo a lo largo
42
Gadamer (1995 <1975>: 16) sostiene: “Sin duda esto es lo que tienen en común Marx, Nietzsche, Freud, el
que no se puedan tomar ingenuamente los hechos de la conciencia por hechos de la realidad. De aquí surge
también el nuevo papel que le corresponde ahora al concepto de representación”.
55
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
de esas ciencias en las que se trata de la vida, del trabajo y del lenguaje <…> las ciencias
humanas no son un análisis de lo que el hombre es por naturaleza; sino más bien un
análisis que se extiende entre aquello que el hombre es en su positividad (ser vivo,
trabajador, parlante) y aquello que permite a este mismo ser saber (o tratar de saber) lo
que es la vida, en qué consiste la esencia del trabajo y sus leyes y de qué manera puede
hablar.” (Foucault, 1985, pp. 341, 343)
43
Nietzsche considera que la pasión del conocimiento puede proporcionar felicidad a la humanidad y también
puede aniquilarla. Al parecer de Oyarzún Robles (Introd. a Benjamín, c. 1995), las reflexiones de Benjamin
sobre la experiencia rompen con “una idea fuerte de presencia y un sentido arraigado de identidad”: frente a
“la confiada acentuación de la identidad del cognoscente”, la “dislocación aguda del sujeto en virtud del
acceso de lo Otro, la conversión del sujeto, cierto de sí y asentado en el dominio de su familiaridad, en otro,
sabedor de la caducidad, precario <...>” (p. 15).
56
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
44
Decimocuarta tesis. La decimotercera: “La representación de un progreso del género humano en la historia
es inseparable de la representación de la prosecución de ésta a lo largo de un tiempo homogéneo y vacío. La
crítica a la representación de dicha prosecución deberá constituir la base de la crítica a tal representación del
progreso”.
57
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
45
Enunciada por O. Robles en su comentario del concepto de método de Benjamin, en el que cobra relieve la
categoría de redención.
46
En la Obra de los pasajes, dice Benjamin: “recuerdo y despertar están emparentadas de la manera más
estrecha. El despertar es, pues, el giro dialéctico, copernicano de la remembranza”, al hilo de la búsqueda y
relación de la experiencia proustiana (cit. Oyarzún Robles, c. 1995).
58
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
El giro lingüístico
Y como la ‘historia’ se re-actualiza, Rorty hace lo propio en tres momentos, a
propósito de “la revolución filosófica más reciente, la de la filosofía lingüística”, entendida
ésta como “el punto de vista de que los problemas filosóficos pueden ser resueltos (o
disueltos) reformulando el lenguaje o comprendiendo mejor el que usamos en el presente”
(1990, p. 50). En el preliminar de lo que fue la Introducción a su compilación The
Linguistic Turn. Recent Esays in Fhilosophical Method de 1967, Rorty dice:
“La historia de la filosofía está puntuada por revoluciones contra las prácticas de los
filósofos precedentes y por intentos de transformar la filosofía en una ciencia _una
disciplina en la que hubiera procedimientos de decisión reconocidos universalmente para
probar tesis filosóficas <…>. En todas estas revoluciones, las aspiraciones del
revolucionario de turno consisten en sustituir la opinión por el conocimiento, y en proponer
como significado propio de ‘filosofía’ la realización de una cierta tarea sutil mediante la
aplicación de un determinado conjunto de orientaciones metódicas. En el pasado, cada una
de estas revoluciones ha fracasado, y siempre por la misma razón. Los revolucionarios se
encontraban habiendo presupuesto la verdad de ciertas tesis filosóficas sustantivas pero
controvertibles, tanto en las críticas a sus predecesores, cuanto en sus orientaciones para el
futuro <…> tales revoluciones no son vanas. Las batallas libradas durante la revolución
hacen que los combatientes de ambos bandos tengan que reparar sus armaduras, y estas
reparaciones se convierten eventualmente en un cambio completo de vestuario.” (pp. 47-
49).
47
Para Benjamin esto supone también tomar en cuenta “críticamente” la mera empiricidad del lenguaje, la
instrumentalidad y el carácter de valor de cambio de la palabra, en el contexto del mercantilismo (en general)
y el mecanicismo, lo que lo ubica en la misma línea de preocupación franckfurteana al respecto.
59
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
como una disciplina que busca la solución de ciertos problemas tradicionales, generados
(aparentemente) por ciertas creencias de sentido común” (p. 93); y argumenta que “lo más
importante que ha ocurrido en filosofía durante los últimos treinta años no es el giro
lingüístico mismo, sino el comienzo de una revisión a fondo de ciertas dificultades
epistemológicas que han turbado a los filósofos desde Platón y Aristóteles” (p. 127). Y en
la ojeada retrospectiva que escribió “Veinte años después” expresamente para la edición
española de 1990, la tercera escansión48, Rorty relee “alarmado, desconcertado y divertido”
el siguiente pasaje escrito en la primera ronda, como “un simple intento de un filósofo de
treinta y tres años de convencerse a sí mismo de que había tenido la fortuna de haber
nacido en los buenos tiempos” (p. 159):
“La filosofía lingüística, en los últimos treinta años ha conseguido poner a la defensiva a
toda la tradición filosófica <…>. Y lo ha hecho mediante un escrutinio cuidadoso y cabal
de las formas en que los filósofos tradicionales han usado el lenguaje en la formulación de
sus problemas. Este logro es suficiente para colocar este período entre las más grandes
épocas de la historia de la filosofía.” (p. 159).
En 1990, en esta tercera entrada, estima que el aporte del giro lingüístico a la
filosofía consistió en “haber contribuido a sustituir la referencia a la experiencia como
medio de representación por la referencia al lenguaje como tal medio _un cambio que, en la
medida en que ocurrió, hizo fácil el prescindir de la noción misma de representación_” (p.
164); y esto dado que “El único género natural que pudiera ser considerado con utilidad por
el término ‘problema de filosofía’ es, pienso, el conjunto de problemas interrelacionados
planteados por las teorías representativistas del conocimiento” (p. 160).
El giro de la memoria
Como no hay dos sin tres y más…
Huyssen (2007) se refiere a la llamada “cultura de la memoria”49, que se viene
dando con fuerza desde los 70, con intensificación en los 80; y difundiendo globalmente, si
48
La segunda fue “Diez años después” que la primera, como recensión del libro de J. Hacking ¿Por qué el
lenguaje importa a la filosofía? La edición española de 1990 comprende los tres trabajos.
49
Los ensayos reunidos en el libro de Huyssen fueron escritos en la década de 1990, “en la que se asistió en
el mundo entero a una explosión sin precedentes de la cultura de la memoria” (Huyssen, 2007: 7). La Capra
(2009), a propósito del Holocausto, y revisando algunos conceptos de Freud, menciona “dos conjuntos
urgentes de razones para el giro a la memoria y su relación con la historia”: a) “la importancia del trauma,
incluyendo sobre todo la demora en el reconocimiento de la significación de la serie traumática de
acontecimientos de la historia reciente, acontecimientos que preferiríamos olvidar”; b) el interés en los
‘lugares de memoria’, y a su vez ‘no-lugares de memoria’, pues “un sitio de la memoria es generalmente
también un sitio de trauma y que en la medida en que permanezca investido con las marcas del trauma marca
60
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
bien los discursos de la memoria “en el fondo siguen ligados a las historias de naciones y
estados específicos” (p. 20):
“Uno de los fenómenos culturales y políticos más sorprendentes de los últimos años es el
surgimiento de la memoria como una preocupación central de la cultura y de la política de
las sociedades occidentales, un giro hacia el pasado que contrasta de manera notable con
la tendencia a privilegiar el futuro, tan característica de las primeras décadas de la
modernidad del siglo XX.” (p. 13)
Aunque se pueda acordar sin dificultad con el autor en que “la globalización y la
fuerte revisión de los respectivos pasados nacionales, regionales o locales deben ser
pensados de manera conjunta” (y re-tomando acá algunos aportes de Wallerstein para
“abrir las ciencias sociales”, pensando en el “sistema-mundo”), no responderíamos con una
afirmación clara y contundente a la pregunta de “si las culturas de la memoria
contemporáneas pueden ser leídas en general como formaciones reactivas a la
globalización económica” (p. 21) (y no sólo por la impresión de acción-reacción, causa-
efecto que esto puede dar); al menos no siempre es el caso, sino que son “fenómenos”
relacionados, que a su vez involucran otros problemas. Son muchas y diversas las
estrategias, las finalidades y las implicancias de la memorialización, algunas de las cuales
se pueden identificar con sólo echar un vistazo alrededor, o tomar algunos sonados casos
locales, nacionales e internacionales, que re-pican en la agenda mediática. Acá y allá se
observa y pre-siente el furor de la conmemoración, la musealización y monumentalidad, y
los emplazamientos de memoria en espacios públicos, y no siempre o no sólo para que “se
constituyan en un baluarte que nos defienda del miedo a que las cosas devengan obsoletas y
desaparezcan, un baluarte que nos proteja de la profunda angustia que nos genera la
velocidad del cambio y los horizontes de tiempo y espacio cada vez más estrechos”
(Huyssen, 2007: 31). Estos medios y estrategias de memoria (esto es recuerdo y olvido,
selección y exclusión, re-presentación e interpretación, resignificación, re-
contextualización, re-organización) también son instrumentos políticos (un tanto “a
secas”), económicos, de gestión y administración (pública y privada), “tácticamente
polivalentes” (Foucault, 1986), puesto que la memoria es un campo de fuegos cruzados y
arma de poder (Le Goff, 1991b).
En el despliegue de este “giro memorialista” tienen un rol preponderante la
industria cultural, el marketing, el turismo, aunque “Por sí misma la memoria mediática no
hasta qué punto no ha logrado aceptar el trauma, sobre todo a través del duelo” (pp. 21-23). Cfr. Ricoeur
(2004).
61
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
bastará, por más que los medios ocupen espacios cada vez mayores en la percepción social
y política del mundo”, para hacer “posibles formas consensuadas de la memoria colectiva”
y la “cohesión social y cultural sin esas formas” (p. 23). Lo que sí se puede observar es el
importante trabajo de mass-mediación y su incidencia respecto de la memoria pública, en
medio de los múltiples conflictos de políticas de memoria e identitarias (y más si se tiene
en cuenta el avance de los medios, y las tecnologías de la información y comunicación en
general, y por ejemplo, con relación a la escuela)50.
Basta con prestar un poco de atención a los medios de comunicación e información,
en general (aunque sea sólo a vuelo de pájaro y en un corte sincrónico, y más aún revisando
y analizando el archivo mediático) para a-notar que la constelación semiótico-discursiva
‘memoria –historia’ es uno de los asuntos importantes que con-forman la agenda mediática
y una de las claves de tematización de los medios; y es uno de los recursos retórico-
discursivos empleados en la rutina productiva mediática y periodística (léxico, tópico,
tropos, entimema y exempla). Así por ejemplo, entre otras operaciones massmediáticas, se
pueden observar las siguientes: -se habla y discute sobre la memoria y la historia, de
manera que esto se constituye en lo que está en cuestión como tal; -la narrativa periodística
re-toma el pasado como asunto, lo reactualiza con más información, lo revisa y
reinterpreta; -la construcción de la actualidad emplaza el acontecer en el arco de la
temporalidad, da cuenta del presente a partir del pasado, o sólo articulándolo con lo pasado,
en un re-envío que da (otro) sentido a la realidad actual en cada acto de enunciación y
resignifica el pasado a la vez; -el común e indiscriminado etiquetado periodístico de
acontecimientos de toda índola como algo “histórico”; -la proliferación de producciones
mediáticas y periodísticas que se ocupan de la memoria y la historia, en diversos géneros,
formatos, soportes, que integran los contenidos de secciones y programas o son
complementos y suplementos de los medios (i. e. colecciones de todo tipo).
En contrapunto, se da algo así como la re/producción de una “historia anticuaria del
presente”, que “se identifica plenamente con la sociedad del espectáculo”: “La ‘ciega furia
coleccionadora’ de nuestra época entiende la actualidad como una ‘exposición universal’”,
en la que podemos ser actores y/o espectadores (Virno, 2003: 63, citando las
50
Algunos núcleos de nuestras propias pre-ocupaciones, desarrolladas en una serie de investigaciones y
trabajos en torno de los medios, los manuales, la historia, la actualidad y la memoria, la identidad (García,
2006, 2007, 2008, 2009, 2010, 2012).
62
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
51
Vid. la reflexión de Vattimo sobre la “enfermedad histórica” y la “imposibilidad del olvido” (citando a
Nietzsche y Heidegger). Señalamos una de las líneas de interés: “en el arte contemporáneo se puede ver en
ejercicio una creatividad que no tiene necesidad del olvido, que, por el contrario, se articula exactamente
como una función positiva del exceso de memoria” (pp. 83-84). El campo artístico (al igual que el científico y
otros) de-muestra el “desarrollo” y el “crecimiento” de los signos, que define la memoria.
63
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
52
Uno de los pensadores argentinos que reflexiona sobre la memoria advierte sobre algunas confusiones,
ciertos deslizamientos, y la necesidad de tomar recaudos (y diríamos el toro por las astas). Schmucler (2005)
dice: “En nuestro presente asistimos a una curiosa contradicción: tal vez pocos momentos como el nuestro
han visto dilatarse en tal magnitud la presencia de la discusión sobre la memoria y, paradójicamente, vivimos
una época marcada sustancialmente por el olvido. La memoria misma hace una guiñada al olvido cuando pasa
a ser museificada”, una cristalización que hace menguar la pulsión móvil y perder la capacidad de rehacer la
memoria. La memoria, que es la condición de posibilidad de nuestra vida en el mundo, es temible, frágil,
imprevisible, esquiva. La memoria es revisión, exige persistencia, voluntad de transmitir, duración y repliegue
(para indagarse a sí misma y mantenernos alertas, despiertos). La memoria “es la práctica de una ética”: la
“idea de una ética constitutiva de la memoria” radica en la selección de lo que se recuerda y se olvida, “que
marca el proyecto de existencia de un pueblo”. La memoria “es un hecho moral” y si es considerada como
instrumento para algo, si es solamente instrumental, su fuerza moral se debilita”.
Esto quiere decir que no se puede esquivar las pugnas ideológicas y políticas, los debates públicos y
académicos, la responsabilidad y la libertad del mundear, la nada fácil convivencia con otros, la co-
pertenencia al mundo y su cuidado, a una comunidad, una ciudad, un país. No podemos negar (sino todo lo
contrario, no cejamos en el empeño de propiciar la sensibilización social general, la toma de decisión frente a
la historia y la realidad presente, la discusión urgente sobre estos asuntos comunes) la magnitud de los
acontecimientos históricos, la importancia de los movimientos sociales, las organizaciones que participan
activamente en el proceso de re-solución de estos problemas abiertos y candentes, la pre-ocupación ciudadana
en general, las prácticas de intelectuales y académicos que abordan la temática desde distintas perspectivas,
las distintas líneas de acción seguidas por varios sectores y gobiernos. Sin embargo consideramos que una
mirada ampliada de la memoria es de más largo alcance y profundidad y re-ubica estos capítulos de nuestra
historia de las últimas décadas (Dictadura militar, “desaparecidos”, delitos de lesa humanidad, Guerra de
Malvinas…) en una narrativa más compleja, poliédrica, polifónica, que permita comprender más y mejor lo
que va ocurriendo en relación con “lo que pasó antes que” (v. gr. el ciclo de los golpes militares en Argentina,
inaugurado en 1930, en relación con los golpes de estado y gobiernos militares en otros países
64
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
El exceso de memoria, que sin duda caracteriza a la situación contemporánea, tiene un nombre
propio: recuerdo del presente. <…> cuya peculiar función es representar lo posible, se revela sin
recato porque la experiencia de lo posible ha venido asumiendo una importancia crucial en el
cumplimiento de las tareas vitales. <…> El excedente de memoria no induce a la abulia y a la
resignación sino que, por el contrario, garantiza la más intensa actividad. La parálisis de la acción,
acompañada con frecuencia de un irónico desencanto, deriva sobre todo de la incapacidad de
soportar la experiencia de lo posible.” (pp. 55-56)
latinoamericanos; los exterminios de poblaciones indígenas, las varias represiones y masacres…). Queremos
decir que eso que hace el trabajo académico en Historiografía y ciencias sociales tendría que impregnar más
la discursividad pública, oficial y en general. Los alcances y la profundidad de la memoria colectiva, la
memoria histórica y la historia no pueden ser re-cortados en períodos de corta duración y de-marcados por
algunas fechas más o menos recientes (aunque esto es ciertamente necesario). El problema no es, o no
sólamente, preservar y recuperar la memoria, sino ejercitar la facultad de memoria, re-elaborar día a día una
memoria que pro-sigue sus múltiples cursos y va sedimentando nuestras derivas y derivaciones de sentido,
prácticas, relatos, re-creaciones…
53
Bodei (1998) reflexiona sobre estos dos “rasgos característicos de la modernidad”: “La restricción del
espacio de la experiencia y una reducción del horizonte de las expectativas”. Dice: “La orientación hacia el
futuro obedece a dos tendencias simultáneas y contradictorias: es estimulada, ya que la necesidad de prever se
acrecienta cuando la incertidumbre aumenta, y a la vez es desmotivada, en razón de la difundida sensación de
no estar a la altura de las tareas de simulación y control del porvenir. <…> El horizonte de las expectativas
(aunque no el de las esperanzas) se reduce cuando el futuro se muestra más como una amenaza indeterminada
que como una promesa plena de contenidos” (pp. 11-12).
65
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
El giro semiótico
En su reconstrucción crítica de la historia de la Filosofía, Apel (1985, dos vols.
<1972-1973>) afirma que “la auténtica y radical transformación de la filosofía
trascendental, posible todavía por el apriori gnoseo-antropológico de la reflexión, se lleva a
cabo en la dirección semiótica y hermenéutica del apriori de la comunidad de
comunicación” (Vol I, p. 56, nota 90)54. El apriori de la comunidad real de comunicación
presupone la anticipación del punto de vista de la comunidad ideal de comunicación “que
todavía tiene que construirse en la comunidad real” (Apel, 1985 –vol I, p 56). Esta idea de
una comunidad ilimitada de interpretación presupuesta por quien argumenta como
instancia de control, y que se realiza asimismo teórica y prácticamente in the long run,
funciona como principio regulativo (Apel, 1985 -vol. II, pp. 204-ss).
A partir de su análisis crítico del linguistic-pragmatic-hermeneutic turn55, Apel
interpreta el giro de la filosofía actual en el sentido de una transformación crítica de la
filosofía trascendental clásica (1994, cap. II). En esta dirección (y a partir de que la
“estructura de la relación sígnica es al mismo tiempo la del conocimiento de lo real
mediado por signos”) deriva semiótico-trascendentalmente los tres paradigmas principales
de la prima filosofía (Apel, 1994), según cuál o cuáles de las posiciones de la relación
sígnica triádica se tematice _ontología: ente objetivado; filosofía trascendental clásica
54
Se puede compartir o no, como es el caso de Parret (1993) y el nuestro, la orientación trascendentalista de
Apel.
55
Gadamer (2001 <1995>) reúne varios trabajos con el título El giro hermenéutico, que re-envía otra vez a
los 60 y 70. En Gadamer (1993 <1975>) se sostiene el punto de vista universal de la hermenéutica (como
filosofía). En el último de los trabajos incluidos en la compilación de 1995, dice Gadamer: “El principio
supremo de toda hermenéutica filosófica es, y así me la imagino (y por eso es una filosofía hermenéutica),
que nunca podemos decir completamente lo que en realidad hemos querido decir. ¿Y qué queríamos en
realidad? Bueno, lo que al parecer pretendíamos es que el otro nos comprendiese, y quizá algo más.
Queríamos reunirnos con el otro, obtener su aprobación o, por lo menos, que se retomara lo dicho, aun
cuando fuese a modo de réplica u oposición. En una palabra: queremos encontrar un lenguaje común. A esto
se la llama conversación. <…> El arte de comprender consiste seguramente y ante todo en el arte de
escuchar. Sin embargo, a ello hay que añadir la posibilidad de que el otro pueda tener razón” (p. 227). Otro
título (con aires de familia) de (la misma) época es El imperio retórico de Perelman de 1977, una cuña de la
“teoría general de la argumentación” considerada como una “nueva retórica”, en el contexto de “renacimiento
y rehabilitación de la retórica en el pensamiento contemporáneo, al cual asistimos hoy” (p. 18).
66
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
56
También en la presentación de Sercovich a Peirce (1986, p. 9). En esta senda la semiosis es de carácter
universal. Peirce (1978) concibe el Universo como un argumento que “ejecuta sus conclusiones en las
realidades vivas”, y como tal “es necesariamente una grandiosa obra de arte, un magno poema –porque todo
argumento bien hecho es un poema y una sinfonía-, al igual que todo verdadero poema es un argumento
sólido”. Seguidamente compara el universo con una pintura, un cuadro impresionista de una playa.
67
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
vicisitudes del tiempo” (cit. por Pavón, Prólogo a Peirce, 1978). La lógica relacional
tríadica peirceana, (representamen, objeto, interpretante) no provoca el “olvido” de los
momentos anteriores (monádico y diádico, ser/conocer, mundo/sujeto) que serían
definitivamente trascendidos, sino que hace de los tres componentes elementos
constitutivos de la semiosis. La lógica semiótica “reconstruye la semiosis como
significancia/ comunicabilidad” (Parret, 1993) a partir de la comunalidad, cuya condición
de posibilidad es la aesthesis58.
Pero hay que apuntar las protestas de Peirce por las confusiones, tergiversaciones y
mala-interpretaciones que provoca su discurso, a lo que debía salir al cruce con
aclaraciones y precisiones. Entre ellas, y no la de menor importancia, la intromisión del
(sujeto) intérprete en la tríada, en lugar del interpretante (o identificado con él); la
dificultad en reconocer uno de los servicios que debería prestar el Pragmaticismo (o
“cualquiera que sea la verdadera doctrina de la lógica de la Abducción”), cual es la de
“adoptar una actitud satisfactoria hacia el elemento de terceridad” (Perice 1978, Lecciones
VII), la categoría de “la mediación, del hábito, de la memoria, de la continuidad, de la
síntesis, de la comunicación, de la representación, de la semiosis y de los signos” (CP,
1.337-ss, cit. en Nöth, 1998: 64; Peirce 1989, Principios de filosofía), sin el cual el edificio
(pragmaticista) que Peirce habría “proyectado y construido arquitectónicamente” se
desmoronaría59, y con el aporte del cual (entre otros) Peirce hizo posible la transformación
de la filosofía qua Semiótica como tercera Prima Philosophia.
“Debe usted saber que, desde el día en que, a los doce o trece años, encontré en la habitación de mi
hermano mayor un ejemplar de la Lógica de Whately y le pregunté qué era la lógica, y, al obtener
una respuesta simple, me eché al suelo y me hundí en el texto, nunca más pude, a partir de ese día,
abordar el estudio de nada –fuera matemáticas, ética, metafísica, gravitación, termodinámica, óptica,
química, anatomía comparada, astronomía, psicología, fonética, economía, historia de las ciencia,
juegos de naipes, hombres y mujeres, vino, metrología-, salvo como un estudio de semiótica; y con
qué escasa frecuencia he podido interesarme con verdadera simpatía en los estudios de otros
hombres de ciencia (y cómo han sido mucho más escasos aun los hallazgos de alguien que
comprendiera mis propios estudios <…>, no creo necesario detallarlo <…>.” (Peirce, Carta a Lady
Welby, 28 de dic. 1908).
57
Como dice Peirce (1902, MS, 599, cit. en Nöth, 1998, p. 140): “La naturaleza del signo es como la de la
memoria, que recibe las transmisiones de la memoria pasada y transfiere parte de ella hacia la memoria
futura”.
58
Parret (1995b) sugiere la recuperación semiótica de la estética, que amplía la “senda canónica” de la
ciencia, porque permite concebir la semiosis como una trama compleja de razones y pasiones, condición del
ser como cognoscibilidad, de la inter-subjetividad, el conocimiento, la realidad y el mundo que inventamos y
hacemos, y (al parecer de Nietzsche, La voluntad de poderío) el único que podemos interpretar.
59
La Arquitectónica de Peirce: Ciencia Normativa (Lógica-Etica-Estética) // Fenomenología <Faneroscopía>
(Ciencia Positiva) // Ciencia Condicional o Hipotética de la Matemática Pura (que debe leerse en sentido
“descendente”; cada “piso” se “apoya” en el que le sigue). (Peirce, 1978 -Lecciones I-IV). Entre otras
indicaciones para seguir los pasos (del filosofar piecemeal and by fragments, en un prolongado work in
progess) de Peirce, Apel (1997), Deladalle (1996).
68
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Peirce podría ser incluido en la pregunta de Foucault sobre Marx, Freud y Nietzsche
(formulada en 1964), en cuanto su obra sería un gozne de diferenciación y superación en el
proceso conflictivo e inconcluso de re-ordenamiento60 del cuadro epistémico pos-moderno,
según la conclusión de Deely (1996) acerca de la semiótica como “armazón
transdisciplinario que hace inteligible la idea de un desarrollo ‘post-moderno’”,
habilitación de “un nuevo comienzo para las ciencias” y “apertura de un nuevo capítulo en
la historia de las ideas” (pp. 337-338)61.
“La semiótica es una perspectiva o un punto de vista que surge de un reconocimiento
explícito de lo que cada método de pensamiento o cada método de investigación presupone.
La semiótica surge del intento de tematizar esta base que es común a todos los métodos y
los sustenta de manera transparente en todo aspecto hasta el punto en que ellos son medios
genuinos por los cuales la investigación avanza <…> descansa sobre la verificación de una
única forma de actividad en la naturaleza <…> para la cual <…> Charles Sanders Peirce
acuñó el término de semiosis <…> la acción de los signos, está de hecho presupuesta en la
misma idea de método. Es decir, los signos son requeridos no sólamente por cualquier
método en filosofía o en las ciencias naturales o humanas sino por la misma posibilidad de
que exista tal cosa como método de investigación de cualquier clase. La semiosis es un
proceso de revelación <…>. Cada método revela algo <…> y, en la medida que revela, es
un método semiótico, con lo cual simplemente quiero decir que es, como modalidad
comunicativa, signo-dependiente.” (Deely, 1996, pp. 55-56)
60
Siguiendo a Vattimo, como proceso de dis-continuidad, sucesión y relevo, culminación, un re-memorar que
realiza, supera y tras-pasa la modernidad, la lleva más allá de sí misma y en el espacio y el tiempo, la
convierte en otra.
61
Dice Deeley: “En cualquier caso, si es cierto que ‘las cosas son definidas y nombradas con propiedad por
sus resultados’, el semiótico está autorizado a considerar el universo en su misma esencia como
semiocéntrico. La ‘visión de dimensiones nuevas y sobrecogedoras’ de los años sesenta que al comienzo
parecía demasiado grandiosa, resulta, después de todo, no lo suficientemente grande” (p. 256). En cuanto a
una matriz para todas las ciencias, Deeley considera que “El punto principal en este sentido es que la
semiótica concierne a una renovación de los fundamentos de nuestro entendimiento del conocimiento y la
experiencia a lo largo del escenario, y por lo tanto a una transformación de las superestructuras disciplinares
que distribuyen culturalmente ese entendimiento (las disciplinas tradicionales tal como han sido
corrientemente fundadas)” (p. 206).
Acerca del paradigma general semiocentrista, dice Esté: “La era semiocentrista ha venido para mostrar con
mayor énfasis que nunca el modo como las cosas dependen para la experiencia de la mediación de cadenas
sígnicas, éstas, cada vez más intrincadas y complejas” (1997, p. 26); y comienza sus consideraciones con
“una convicción”: “la proliferación sígnica (vista desde la indagación semiótica), el aumento de complejidad
y la flecha del tiempo son todas un mismo fenómeno” (p. 17). Acerca de la Semiótica como metodología de
base de las ciencias sociales, Magariños de Morentin (1996).
62
Cfr. Fabbri (2000 <1998>), un título que “recordaba y anunciaba un giro ya producido pero actual con
respecto a la vulgata semiótica en curso, que es la de los años sesenta. Faltaba, en cambio, un desarrollo
adecuado del concepto de traducción intersemiótica”, que a su parecer es “un campo fecundo de investigación
que prolonga lo más esencial del gesto semiótico: estudiar los recorridos de sentido a través de las sustancias
de la expresión” (p. 15). “La idea básica del giro semiótico”, tal como lo entiende Fabbri (quien toma el
69
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
“En una palabra, la teoría de la semiótica en el sentido básico será la explicación de cómo
la totalidad del conocimiento y la experiencia depende de signos, o es un producto de la
semiosis; la historia de la semiótica en el sentido básico será el trazado de las líneas que
hacen posible y necesaria tal explicación, aunque esta historia en otro sentido permanezca
asimismo abierta hacia un futuro indefinido en virtud del pensamiento presente.” (p. 268).
término giro de Nietzsche, porque lo entiende en el mismo sentido), y que ubica en un espacio y un tiempo
más cercanos a los suyos y su propia trayectoria, es contraria al intento de “trocear” la complejidad del
lenguaje, de las significaciones y del mundo, “en unidades mínimas”, “y luego, mediante combinaciones
progresivas de elementos de significados y de rasgos de significantes, producir o reproducir el sentido”.
También Fabbri cree que “hay una fuerte demanda de la semiótica como organon para la ciencia, como una
especie de arte racional, no universal, para el funcionamiento de los conocimientos locales”.
70
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
En el mismo año que Foucault leía su ponencia (1964), Barthes publicaba “La
cocina del sentido” en Le Nouvel Observateur (en Barthes, 1997), donde señala que “junto
a las diversas determinaciones (económicas, históricas, sicológicas) hay que prever ahora
una nueva cualidad del hecho: el sentido” (p. 225). Y observa:
“Si las tareas de la semiología crecen incesantemente es porque de hecho nosotros descubrimos cada
vez más la importancia y la extensión de la significación en el mundo; la significación se convierte en
la manera de pensar el mundo moderno, un poco como el ‘hecho’ constituyó la unidad de reflexión
de la ciencia positiva.” (Barthes, 1997: 224-25).
63
En el prefacio al libro (primera edición española de 1985 <1971>), dice Morris que el mismo reúne sus
principales escritos sobre la teoría general de los signos de 1938, 1946, 1964.
71
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
“El siglo XX es rico en revoluciones científicas, y el resultado natural de este hecho es que
nuestras ideas han cambiado no sólo acerca del mundo, sino también acerca de la propia
ciencia.” (Lotman y Uspenski, 2007)
64
Entre esos iconos (imagen, metáfora, diagrama), eidos (forma, idea): la esfera, la flecha (del tiempo).
65
Posmodernismo-posmodernidad, sociedad moderna líquida de consumo, sociedad de la comunicación
generalizada, sociedad del espectáculo, sociedad de la información, aldea global, era planetaria, globalización
y mundialización; complejidad, genética, microbiología, cognitivismo… Pero esto sería motivo de otra
excursión. Como la memoria tiene sus propias leyes, más parecidas a las del arte, más o menos diferenciadas
en sus distintas semiosferas (Lotman 1996), no nos sorprende la proliferación de (con)fabulaciones, las idas y
vueltas, contra/marchas, derivas y derivaciones, desviaciones y atajos, re-visiones, revivals, exploraciones y
nuevos rumbos, re-planteos, de todo tipo, que se dan en nuestra “modernidad singular”.
A propósito, en el Prefacio de su libro que se titula así, dice Jameson (2004): “En plena posmodernidad, y
hasta hace muy poco, parecía existir cierto acuerdo general, cierto consenso tácito, acerca de los rasgos de lo
moderno que ya no eran deseables. <…> No obstante, en medio de todos estos saludables movimientos de
repugnancia y revulsión que nos lleva, en verdad, al extremo de escuchar el ruido de ventanas rotas y viejos
muebles arrojados a la calle, en los últimos años hemos comenzado a presenciar fenómenos de un tipo muy
diferente, que sugiere el retorno y rehabilitación de toda clase de cosas del pasado, y no su liquidación al por
mayor”: “la filosofía tradicional en todo el mundo”, “una economía política anterior hace su tambaleante
aparición como una sombra y nos ofrece un nuevo y prodigioso acontecimiento, a saber, la reinvención del
mercado”, “el renacimiento de la estética”. Advierte entonces que “Lo que se identifica (de manera
igualmente tradicional) como la historia de las ideas está mal preparado para enfrentarse a regresiones
intelectuales de este tipo, que con frecuencia pueden explicarse con mayor certeza en función de coyunturas
políticas y dinámicas institucionales)”. Para Jameson “cuesta pensar que esas reinstitucionalizaciones y sus
regresiones puedan incluirse entre las consecuencias de la posmodernidad”. No es acertado suponer que esto
pensaba Lyotard (respecto del “desplazamiento de los ‘grandes relatos’ de la historia por los múltiples juegos
de lenguaje”), y que la posmodernidad, de Lyotard o cualquier otra, “señala un repudio del pasado, su
abandono generalizado en el olvido”. De la “turbación” de Lyotard, Jameson extrae “dos conclusiones útiles.
La primera tiene que ver con una dependencia de lo posmoderno con respecto a lo que siguen siendo las
categorías esencialmente modernistas de lo nuevo”; la segunda “es que resulta más fácil denunciar los relatos
históricos <…> que prescindir de ellos”. En el libro se ocupa del “retorno o reinvención final de lo pasado de
moda en plena posmodernidad, una reiteración que es sin duda la más paradójica de todas, pues demuestra ser
72
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
meta-morfosis; la experiencia del viaje transformador66. Pero la telaraña que se des/teje una
y otra vez exhibe la mano tejedora, que adelantándose señala la máscara con el dedo; y no
deja (mucho) más que asumir la responsabilidad, una actitud de respuesta activa,
comprensiva (Bajtin 1997), crítica y política (Castoriadis, 1993; Foucault, 2004).
En el transcurrir del Gran Tiempo-Diálogo (Bajtin, 1985) no paramos de re-
accionar la rueca y el telar de los signos y la memoria, para re-producir sentido y tratar de
comprender su devenir, el nuestro, el del mundo, el de la rueca, el del diálogo y sus re-
construcciones, el de las mentiras que re-inventamos para vivir y sostener(nos) (en) el
mundo.
Para bien (de todos o de unos pocos) o para mal (de muchos que es consuelo de
tontos), los dominios de signos y medios de representación, los repertorios de objetos
representados por esos signos y los sistemas de interpretaciones a que dan lugar, que
constituyen la semiosis; las instituciones en que cristalizan y las tradiciones que
conforman, no están completos, fijos, ni definitivamente cerrados (Delladale, 1996). Y lo
propio de la práctica semiótica, como Praxis crítica y Crítica de la praxis (Kristeva), como
Crítica ideológica y política (Barthes), como Ciencia de las ideologías (Bajtin,
Voloshinov), es re-abrir una y otra vez el retablo de las maravillas, re-inaugurar
ininterrumpidamente el (eslabonamiento semiótico del) proceso, como actualización de la
capacidad de influir en la constitución de toda institución pública (Peirce, 1988, “Las obras
de Berkeley”).
Referencias bibliográficas
ABRIL, G. (Ed.) 2010. El cuarto bios. Estudios sobre comunicación e información. Madrid.
Editorial Complutense -UCM.
AGUSTÍN 1983. Las confesiones (selec.). Buenos Aires, CEAL.
APEL, K.-O. 1997. El camino del pensamiento de Charles S. Peirce. Madrid, Visor.
la del concepto mismo de modernidad propiamente dicha, que con ingenuidad supusimos superado mucho
tiempo atrás”.
66
Ni determinismo ni vaticinio; ni orden sin resquicios, progreso indefinido, ni puro caos, fragmentación y
dispersión total; sin la tranquilidad del conocimiento completo y absoluto, pero sin el desasosiego permanente
de la radicalidad relativista, también afincada en el emporio monológico; sin garantías ni fianzas abonadas
por adelantado. Ya sea que Dios juegue o no a los dados, esté en permanente vigilia o se distraiga, “El futuro
no está dado. Vivimos el fin de las certidumbres”, pero no el tiempo de “una derrota del intelecto humano”,
su capacidad de imaginar lo posible (Prigogini, 1997, p. 213). Por el carácter de nuestra incursión no
prevemos adentrarnos acá en el enorme y sorprendente edificio de Peirce, en el que pueden recorrerse largos
caminos, visitar amplios lugares (la clasificación de los signos, el triplete lógica -gramática –retórica, las
73
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
ciencias normativas, el triplete doctrinario tijismo –sinejismo –agapismo, los grafos, los tipos y la crítica de
argumentos, el falibilismo…), para confrontar varias historias y re-orientar el diálogo.
74
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
DUSSEL, E. (comp.) 1994. Debate en torno a la ética del discurso de Apel. México: Siglo XXI.
ESTÉ, A. 1997. Cultura replicante. El orden semiocentrista. Barcelona, Gedisa.
FABBRI, P. 2000. El giro semiótico. Barcelona, Gedisa.
FOUCAULT, M. 1978. Microfísica del poder. Madrid, Eds. La Piqueta.
----- 1980. El orden del discurso. Barcelona, Tusquets.
----- 1985. Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber, “Método”. México, Siglo XXI.
----- 1995. Nietzsche, Freud, Marx. Buenos Aires, El cielo por asalto.
----- 1996. La arqueología del saber. México, Siglo XXI.
----- 2004. Sobre la ilustración. Madrid, Tecnos.
FREUD, S. 1988. Lecciones introductorias al Psicoanálisis, vol. 12. Buenos Aires, Hyspamérica.
GADAMER, H.-G. 1993. Verdad y método I. Salamanca, Sígueme.
----- 2009. El giro hermenéutico. Madrid, Cátedra.
GARCÍA, M. 1999. La narración de la historia nacional en el texto escolar de Argentina. Tesis
doctoral inédita. (UCM- Madrid).
----- 2000. “Avatares narrativos del sujeto”. Memorias: V Jornadas Nacionales de Investigadores
en Comunicación (C.D). Red Nacional de Investigadores en Comunicación y Facultad de Ciencias
de la Educación (UNER).
------ 2002. “Viajar/Contar”. En Papers ALAIC 2002. Producción científica de Grupos de Trabajo
VI Encuentro ALAIC (Santa Cruz de la Sierra, Bolivia). www.eca.usp.br/alaic/gts.htm
------ 2004a. Narración. Semiosis/Memoria. Posadas, Editorial Universitaria.
------ 2004b. “Yo fabulado(r). Discurso, Memoria, Identidad”. En Actas VII Encuentro ALAIC
(CD). La Plata.
------ 2005. “Semio(crí)tica”, en Estudios Regionales, año 13, Nº 29, 102-108. (FHyCS-UNaM).
------ 2006. “Contar (nuestra) Mision(es). Massmediación, memoria, comunidad, identidad”, en
Unirevista, Vol. 1, Nº 3. Unisinos, S. Leopoldo, Brasil. www.Unirevista.unisinos.br/.
----- 2007. “Trans-formaciones narrativas y retóricas. Semiosis, memoria, identidad, comunidad,
imaginario. Manuales y diarios”. Actas (CD) Jornadas Internacionales sobre Retórica y lenguajes
de la cultura. Centro Investigaciones Lingüísticas, Fac. de Lenguas (UNC).
------ 2008. “El in/genio tecno-lógico. Comunicación y memoria”. Actas (CD) VI Encuentro
Argentino de Carreras de Comunicación Social. Fac. de Ciencias de la Educación (UNER).
------ 2009. “Con-figuraciones mnemosemióticas. El manual de historia”. Acta (CD) III Congreso
Internacional Transformaciones culturales: debates de la teoría, la crítica y la lingüística. Fac. de
Filosofía y Letras (UBA).
------ 2010. “Massmediación, actualidad y memoria. Archivo, mapas, pistas”. Ponencia en VIII
Congreso Nacional y III Internacional de la Asociación Argentina de Semiótica. Univ. Nac. de
Misiones.
75
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
76
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
77
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
78
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
INTERLUDIO
Núcleos nocionales y perspectiva
Carles Sanders Peirce (1839-19014) podría sumarse a la ronda de los tres que in-
auguran discursividad de la (pos)modernidad. Su nombre cabría, en una (h)ojeada
retrospectiva, en la pregunta de Foucault (1995): “¿Marx, Freud y Nietzsche no han
modificado profundamente el espacio de repartición en el cual los signos pueden ser
signos?”, en un gesto fundacional y que de ahí en más será de des-fundamentación y re-
encantamiento más o menos esperanzado, lúcidamente nihilista, y que abre vías para la
práctica de cierta hermenéutica, como interpretación de los signos y de las interpretaciones
(Grüner, Introducción a Foucault, 1995). Una práctica impelida a renovarse continuamente,
en el campo de combate donde se define e impone una política interpretativa, para
mantener su impulso transformador, que requiere la difícil pero prometedora metamorfosis
del contar y el des-estabilizante arrojo experimental para concebir y realizar la
transformación de nuestro mundear.67
Se trata de un gozne de diferenciación y superación en el proceso conflictivo e
inconcluso de re-ordenamiento68 del cuadro epistémico pos-moderno69, modelado por la
“nueva cualidad del hecho” que es el sentido, “junto a las diversas determinaciones”:
“nosotros descubrimos <y des/re-cubrimos> cada vez más la importancia y la extensión de
la significación en el mundo; la significación se convierte en la manera de pensar el mundo
moderno” (Barthes, 1997). El bosquejo siempre ‘diferido’ de este croquis un tanto borroso,
67
En su libro sobre Peirce, dice Roberto Mrafioti (2004): “propuso un océano de ideas que van y vienen a lo
largo de la historia del conocimiento <…> Retomó la noción que los griegos frecuentaron –y que siguió sido
frecuentada- acerca de que el pensamiento puede llegar a ser una pasión. Aseguró que sólo se puede conocer
algo cuando se lo ama. Todo un manifiesto, todo un programa. Para la ciencia, pero también para la vida”.
Pre-ocupado en torno de la vida y el universo, a partir de un amplio abanico de saberes, su origen y
desarrollo, regularidad y desorden, “Creyó que, a pesar el caos, existe un orden <…> Vivimos
cotidianamente en un mundo caótico y, sin embargo, sobrevivimos en él. Encontramos un orden. Y lo que
resulta más importante, nos podemos arriesgar a interpretarlo” (pp. 12-13).
68
Siguiendo a Vattimo, como proceso de dis-continuidad, sucesión y relevo, culminación, un re-memorar que
realiza, supera y tra-pasa lamodernidad, la lleva más allá de sí misma y en el espacio y el tiempo, la convierte
en otra.
69
En acuerdo con la conclusión de Deely (1996), acerca de la semiótica como “armazón transdisciplinario
que hace inteligible la idea de un desarrollo ‘post-moderno’”, habilitación de “un nuevo comienzo para las
ciencias” y “apertura de un nuevo capítulo en la historia de las ideas”. Vid. Esté (1997), acerca del
paradigma general semiocentrista: “La era semiocentrista ha venido para mostrar con mayor énfasis que
nunca el modo como las cosas dependen para la experiencia de la mediación de cadenas sígnicas, éstas, cada
vez más intrincadas y complejas”.
79
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
70
Vid. el capítulo anterior, “De giros…”.
71
Peirce (1978) concibe el Universo como argumento, que “ejecuta sus conclusiones en las realidades vivas”,
y como tal “es necesariamente una grandiosa obra de arte, un magno poema –porque todo argumento bien
80
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
hecho es un poema y una sinfonía-, al igual que todo verdadero poema es un argumento sólido”.
Seguidamente compara el universo con una pintura (un cuadro impresionista de una playa).
72
Para seguir los pasos de Peirce, y sus aportes a la transformación de la filosofía, Apel (1997). El estilo
fragmentario, de edición y montaje, es otro aire de familia de algunos de los autores convocados para este
des-encuentro. En su Lección inaugural, Barthes (1986c) explicita que el método a emplear “no puede
realmente referirse más que a los medios apropiados para desbaratar, desprenderse o por lo menos aligerar” el
poder del discurso, convencido de que al escribir y al enseñar “la operación fundamental de ese método de
desprendimiento consiste en la fragmentación si se escribe y en la digresión si se expone o, para decirlo con
una palabra preciosamente ambigue, en la excursión”.
81
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Apel (1985 –II) interpreta que Peirce “no trata de reducir el sentido a hechos
objetivos de la ciencia social empírica, sino que se ocupa de las reglas metaciendíficas del
acuerdo sobre el sentido a la luz de posibles experiencias experimentales. La comprensión
del sentido no se constituye por la observación de datos experimentales, sino que se
relaciona con la posible experiencia experimental por medio de un experimento mental”.
Por su parte, Sini advierte que el carácter formal o cuasi necesario de la Semiótica “se debe
al método que le es propio, es dcir, la observación abstracta”. Este método, propio de la
Fenomenología o Faneroscopía de Peirce, “consiste simplemente en abrir nuestros ojos
mentales y mirar bien al fenómeno” (Lecciones), tarea que requiere la ejercitación de tres
facultades: 1) la de observación (del artista), “de ver lo que salta a los ojos, tal como se
presenta, sin reemplazarlo por ninguna interpretación, sin adulterio con ninguna
73
En el mismo lugar, Peirce hace las indicaciones del caso para evitar rápidas asociaciones directas con la
82
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
algún significado decir que esta conciencia haya tenido alguna vez la idea,
dado que decirlo sería un interpretante de esa idea.” (“Algunas categorías…”)
Acaso el arte del olvido sea imposible, así que sólo nos queda desplegar cada vez
más el proceso de semiosis, expandir la galaxia de signos (Eco, citado en Rossi, 2003) y
aventurarnos en sus inmensas constelaciones. La remisión permanente de signos a otros
signos, en una relación tricotómica, en que consiste la semiosis, tiene su condición de
posibilidad en la memoria del signo75, una memoria que se constituye y funciona por los
signos, la función semiótica de naturaleza triádica: “La naturaleza del signo es como la de
la memoria, que recibe las transmisiones de la memoria pasada y transfiere parte de ella
hacia la memoria futura” (Peirce, cit. en Nöth, 1998). Nos interesa una interpretación
amplia, general, primordial, de la índole de la memoria, que no queda circunscripta al
orden individual, puramente “mental”, sicológico, sino que se inscribe fundamentalmente
en el orden de lo histórico-social y cultural (y de la semiosis universal), entre otras por las
razones que aporta el propio Peirce, en atención a la naturaleza del hábito, del orden de la
terceridad, al que corresponde lo simbólico, en el marco de su concepción pragmatista de la
realidad como comunidad; y a algunos de sus núcleos programáticos como el tijismo (azar),
el sinejismo (continuidad-terceridad-ley, futuro, cosmología evolutiva, desarrollo-
crecimiento) y el agapismo (amor cósmico-universal). La propia semiosis hace posible la
historia, las dis-continuidades y las trans-formaciones, las selecciones, los descartes, las
invenciones y recuperaciones, las contradicciones y superaciones76.
75
Magariños (1996) concluye que “el tema fundamental y crítico de la Teoría Semiótica está constiuido por
la recuperación de la memoria semiótica”. También Magariños (2008).
76
Vid. Cochran, “La historia y el colapso de la eternidad” (1996); Uspenky, “Historia sub specie semioticae”
(en Lotman, 1979); Brandt, “Metasemiótica de la memoria” (1994), Magariños (1996). Para una corta y
momentánea incursión en las comarcas inabarcables de la memoria, algunas guías, diferentes de las
nombrados más adelante, en Ricoeur (1999, 2004), Rossi (2003), Bodei (1998), Candau (2002), Yesushalmi
et al. (1998), Kolko (2000), Petrucci (2003).
77
Tomo la expresión “dar-que pensar” de Aldo Gargani, “La fricción del pensamiento”, en Vattimo, comp.
(1994a).
84
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
78
Específicamente, en Antropología, Historiografía, Sicoanálisis y Sicología; a lo que hay que agregar Teoría
literaria y Narratología, Comunicación, Sociología, Análisis del Discurso, Educación. En suma,
prácticamente todo el campo de las Ciencias Humanas y Sociales. Vid., entre otros, Bhabha, edc. (1995),
Marcus y Fischer (2000), Van Dijk, comp. (2000), Chirico, comp. (1992), Locke (1997), McEwan y Egan,
comps. (1998), Bruner (2003).
85
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Referencias bibliográficas
APEL, K.-O. 1997. El camino del pensamiento de Charles S. Peirce. Madrid, Visor.
BAJTIN, M. 1997. Hacia una filosofía del acto ético. De los borradores y otros escritos.
Barcelona, Anthropos.
BARTHES, R. 1997. La aventura semiológica. Barcelona, Paidós.
------ 1999. El susurro del lenguaje. Barcelona, Paidós.
BHABHA, H. (Ed.) 1995. Nation and narration. New York. Routledge.
BODEI, R. 1998. Libro de la memoria y de la esperanza. Buenos Aires, Losada.
BRANDT, P. 1994. Dinámicas del sentido. Estudios de semiótica modal. Rosario, Homo Sapiens.
BRUNER, J. 2003. La fábrica de historias. Derecho, literatura, vida. Buenos Aires, FCE.
CANDAU, J. 2002. Antropología de la memoria. Buenos Aires, Nueva Visión.
CARR. D. 2015. Tiempo, narrativa e historia. Buenos Aires, Prometeo.
CHIRICO, M., comp. 1992. Los relatos de vida. El retorno a lo biográfico. Buenos Aires, CEAL.
COCHRAN, T. 1996. La cultura contra el estado. Madrid, Cátedra.
79
Rorty (1996).
80
En la arquitectónica de las pasiones de Parret (1995a, 1995b), éstas son las pasiones instauradoras de las
pasiones teóricas y prácticas.
81
Cfr. David Carr (2015), donde expone su tesis fuerte (desde una filosofía de la historia, de base
hermenéutica) sobre el carácter narrativo de la experiencia, el acontecimiento, la acción, la vida y la historia
(en discusión con Ricoeur, entre otros): “La quintaesencia de la narrativa, la crisis o punto de inflexión, es la
materia prima de la vida comunitaria” (p. 167); y advierte que su propósito no es “abogar por la universalidad
de la estructura narrativa, sino asegurar que, para nosotros, constituye la forma unificadora común para dos
conjuntos de posibles oposiciones: por un lado, la unidad de lo vivido con lo contado, y por otro lado, la
unidad de lo individual con lo social o histórico” (p. 188, cursivas en el original). Desde su perspectiva, “la
narrativa no es sólo constitutiva de la esctructura temporal de los acontecimientos, comunitarios, que toman la
forma de secuencias configuradas con inicios, medios y fines, puntos de inflexión y retrocesos, partidas y
retornos, suspensiones y revoluciones, etc. También se encuentra en la aprehensión reflexiva, prospectiva-
retrospectiva de estas secuencias, la cual les asigna estas configuraciones, al relatarlas a medida en que
suceden” (p. 175).
86
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
87
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
SEMIOSIS
82
Cit. por Pavón, en nota 21 de su Prólogo a las Lecciones (1978). La arquitectura y arquitectónica es una
metáfora epistémica moderna y núcleo cultural modernista. En Peirce podría verse como una marca de
reconocimiento de una impronta kantiana. Para Kant la razón es de índole arquitectónica: “Por arquitectónica
yo entiendo el arte de los sistemas. Como la unidad sistemática es la que convirtió el conocimiento en ciencia,
es decir, la que coordina en sistema un simple agregado de estos conocimientos, la arquitectónica es por
consiguiente la teoría de lo que hay de científico en nuestro conocimiento en general, y pertenece, por lo
tanto, necesariamente a la metodología” (cit. por T. Bubnova, en I. Zavala, coord., 1996).
88
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
89
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
semiótica y hermenéutica del a priori de la comunidad de comunicación” (1985 –I: 56, nota
90). El a priori de la comunidad real de comunicación presupone la anticipación del punto
de vista de la comunidad ideal de comunicación “que todavía tiene que construirse en la
comunidad real” (ibídem). Esta idea de una comunidad ilimitada de interpretación
presupuesta por quien argumenta como instancia de control, y que se realiza asimismo
teórica y prácticamente in the long run, funciona como principio regulativo (1985 -II: 204-
ss).
A partir de su análisis crítico del linguistic-pragmatic-hermeneutic turn, Apel
interpreta el giro de la filosofía actual en el sentido de una transformación crítica de la
filosofía trascendental clásica (1994, cap. II). En esta dirección, -y a partir de que la
“estructura de la relación sígnica es al mismo tiempo la del conocimiento de lo real
mediado por signos”- derivan semiótico-trascendentalmente los tres paradigmas principales
de la prima filosofía (ídem), según cuál o cuáles de las posiciones de la relación sígnica
triádica se tematice _ontología: ente objetivado; filosofía trascendental clásica
<epistemología>: relación sujeto-objeto; semiótica trascendental: relación triádica del
conocimiento mediado por signos_.
En Apel se observaría a veces la misma confusión señalada arriba (intérprete-
interpretante), si bien con otra intencionalidad, como se advierte en lo que sigue: “En
cuanto intérprete de signos, el sujeto de conocimiento tiene que entenderse a priori como
miembro de una comunidad de comunicación (y de interpretación) real y de una ideal
presupuesta por anticipación contrafáctica” (ídem). Apel atiende a la solución del doble
problema de la explicitación de la verdad y de la fundamentación última: mediante la “idea
regulativa de un consenso último <...> de la ‘ilimitada comunidad de investigadores’ acerca
de la aceptabilidad de hipótesis falibles”; y de la idea de la irrebasabilidad de la
argumentación84, a partir del a priori del lenguaje, en cuanto mediación del conocimiento.
El giro de la crítica del conocimiento qua análisis del lenguaje apunta al problema
del valor de verdad, cuya solución se indica en la dirección de “una formación
intersubjetiva del consenso, en virtud del acuerdo lingüístico (argumentativo)” (Apel, 1985
83
La Arquitectónica de Peirce: Ciencia Normativa (Lógica-Etica-Estética) // Fenomenología <Faneroscopía>
(Ciencia Positiva) // Ciencia Condicional o Hipotética de la Matemática Pura -que debe leerse en sentido
“descendente”; cada “piso” se “apoya” en el que le sigue-. (Lecciones, I-IV).
84
Vid. Apel (1995, 1997), Dussel, comp. (1994).
90
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
–I: 292), cuyo principio regulativo y crítico es el ideal de realización de la comunidad ideal
de comunicación (ídem: 337-38)85.
Caminos y herramientas
El emprendimiento de una odisea provoca por momentos el desasosiego (de saber
que no se sabe nada) y produce incertidumbre, que no es mero defecto de la mente, sino
por el contrario pertenece a su esencia, necesaria junto con cierta cantidad de
espontaneidad arbitraria en la acción para formar nuevos hábitos (Peirce, “La ley de la
mente”). En conclusión, según Peirce: “la investigación no puede comenzar mientras no se
haya presentado un estado de duda real, y cesa tan pronto como se haya alcanzado la
creencia”. La fijación de una creencia o, en otros términos, un estado de satisfacción es
todo aquello en lo cual consiste la verdad o la meta de la investigación: “si la verdad
consiste en la satisfacción, no puede tratarse de una satisfacción actual, sino que debe ser
una satisfacción que, en última instancia, se alcanzaría si la investigación fuera conducida a
su conclusión última e irrevocable” (“Un argumento olvidado en favor de la realidad de
Dios”, incluido en Deladalle; en Pierce, 2012 -II)86.
85
Cfr. Vattimo (1991), Rorty (1996), Habermas (1994, 1996).
86
En la P.D. a la misma carta del 20 de mayo de 1911 (supra), Peirce se refiere a este artículo escrito para el
Hibbert Journal, que le “ocupó de una manera exclusiva durante dos meses y, después de todo, no fue
entendido generalmente”, por el que cobró 50 dólares, suma con la que “no es posible mantenerse”.
91
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
“El auténtico origen del concepto de realidad muestra que el mismo implica
esencialmente la noción de COMUNIDAD, sin límites definidos, y susceptible de un
crecimiento definido del conocimiento. Y, así, aquellas dos series de cognición -la real y
la irreal- constan de aquellas que la comunidad seguirá siempre reafirmando en un
tiempo suficientemente futuro; y de aquellas que, bajo las mismas condiciones, seguirá
siempre negando”; “Finalmente, como lo que algo realmente es, es lo que puede
finalmente llegar a conocerse que está en el estado ideal de información completa, de
modo que la realidad depende de la decisión última de la comunidad; así el pensamiento
es lo que es, sólo en virtud de dirigirse a un pensamiento futuro que en su valor como
pensamiento es idéntico a él, aunque más desarrollado. De esta manera, la existencia del
pensamiento depende ahora de lo que va a ser después; de manera que sólo tiene una
existencia potencial, dependiente del pensamiento futuro de la comunidad.” (“Algunas
consecuencias de cuatro incapacidades”)
Esto quiere decir (en relación con el supuesto de la colaboración como condición
para el desarrollo científico que se puntualizó antes) que “cualquier evolución lógica del
pensamiento debe ser dialógica” (Peirce, “Grafos existenciales”):
“Es absolutamente cierto que el éxito de la moderna ciencia depende ampliamente de una
cierta solidaridad entre los investigadores. <...> Pero tal armoniosa cooperación
presupone que se fijen los principios fundamentales. Hasta que así sea, la disputa ha de
ser el método por el que una ciencia dada recorra su camino hacia la luz.” (Peirce, “Por
qué estudiar lógica”)
87
De donde la auténtica primera lección que Peirce demanda a la lógica: “cómo esclarecer nuestras ideas”.
En Obra lógico-semiótica dice: “La aplicación de un término es el conjunto de los objetos a los cuales se
refiere; si se trata de una proposición, son los casos en que es válida. La significación de un término son todas
las cualidades indicadas por el mismo; si se trata de una proposición, son sus diferentes consecuencias”.
88
Algo así como los modos instintivos de formar opiniones; en sentido amplio, instintos como los hábitos que
no podemos explicar o que caen bajo la regla de la experiencia, en cuya aplicación razonamos poco (sic) y
esto a partir de axiomas o impresión de la opinión que adoptamos acríticamente. Peirce escribe a Lady
Welby: “Sólo puede confiarse en el Sentido Común en la medida en que tolera la investigación crítica” (20 de
mayo de 1911).
92
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
donde los más naufragan, y los menos encuentran, no una felicidad a la antigua usanza,
sino su espléndido sustitutivo, el éxito. Cuando el objetivo de uno se encuentra en la línea
de la novedad, de la invención, de la generalización, de la teoría -en una palabra, de la
mejora de la situación- a cuyo lado la felicidad aparece como un roído harapo, el instinto y
la experiencia dejan claramente de ser aplicables” (“Por qué estudiar lógica”).
El supuesto es que la ciencia consiste en indagar, no en producir doctrinas (“Cartas
a Lady Welby”, 23-dic.-1908).
El proceso de indagación se desencadena por la irritación de la duda que motiva la
lucha por alcanzar la creencia89: “La semicadencia que cierra una frase musical en la
sinfonía de nuestra vida intelectual (“Cómo esclarecer nuestras ideas”). Dicho por
Deladalle (1996, p. 89): “Pensar es buscar, es ‘indagar’, tantear, creer que se ha encontrado
y hacer como si por un tiempo, antes de reiniciar esa ‘búsqueda’ de la verdad que Peirce
califica de falibilista”90. Dice Peirce: “si la exactitud, la certeza y la universalidad no se
pueden conseguir por el razonamiento, sin duda no hay otros medios por los cuales puedan
ser alcanzados”; y llama la atención sobre la afinidad natural entre la doctrina del
falibilismo y el principio de la continuidad (el sinejismo, que junto con el tijismo y el
agapismo forman otro triplete peirceano), “la idea del falibilismo objetivado”: “Pues
falibilismo es la doctrina de que nuestro conocimiento nunca es absoluto, sino que siempre
oscila como si estuviera en un continuum de incertidumbre e indeterminación. Ahora bien,
la doctrina de la continuidad es que todas las cosas nadan, flotan, oscilan en continuos”;
“Una vez que hayan ustedes abrazado el principio de la continuidad, ningún tipo de
explicación les satisfará acerca de las cosas, excepto que ellas crecen” (2012; “Falibilismo,
continuidad y evolución”).91
89
L. Wittgenstein (1991) dice: “Quien quisiera dudar de todo, ni siquiera llegaría a dudar: El mismo juego de
la duda presupone ya la certeza” (p. 115). Otro aforismo relevante para nosotros: “El niño aprende al creer al
adulto. La duda viene ‘después’ de la creencia” (p. 160). Otro de los blancos de su polémica, como de la que
entabla Peirce, es el sentido común. Vid. M. Meyer, director (2010).
90
En la Carta del 23 de diciembre de 1908), escribe Peirce: “Vuelvo ahora a manifestar mi aborrecimiento
por la doctrina según la cual una proposición cualquiera es infaliblemente verdadera. <...>. Es imposible que
yo pueda saber infaliblemente que alguna verdad existe efectivamente”.
91
En sus conferencias acerca de la filosofía de la experiencia y la concepción pragmática del universo
pluralista (sinequista), en el Manchester College, en 1909, afirma James: “En el mismísimo medio de la
continuidad nuestra experiencia llega como una alteración” (Un universo pluralista. Filosofía de la
experiencia, Buenos Aires, Cactus, 2009, p. 177).
93
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Movimientos indagatorios/argumentativos
Un argumento es “todo proceso de pensamiento que tiende razonablemente a
producir una creencia definida” (“Un argumento olvidado…”). Peirce sostiene: “el
propósito declarado de un argumento es el de determinar la aceptación de su conclusión, y
ello concuerda plenamente con la costumbre general de llamar a la conclusión de un
argumento su significado” (Lecciones)93. Cuando se nos presenta un argumento (se lee en
“Grafos y signos”), “nos llama la atención <...> un proceso por el cual las premisas
originan la conclusión, no informando al intérprete de su verdad, sino apelando al mismo
para que le dé su asentimiento”94.
92
Desarrollo parte de estos lineamientos, entre otros trabajos, en Comunicación, semiótica, investigación.
Algunas ideas y relaciones (2011, cit.), “Investigación semiótica. Algunas pro-posiciones y relaciones”, en
Razón y palabra. Primera revista electrónica en América Latina especializada en comunicación 78,
noviembre-enero/2011-2012 (www.razonypalabra.org.mx).
93
Para Peirce, “la idea de significado es tal que entraña cierta referencia a un propósito. Pero el significado se
atribuye solamente a los representámenes, y el único tipo de representamen que tiene un propósito definido
declarado es el ‘argumento’” (Lecciones). Ver también “Grafos y signos”.
En pocas palabras, para Peirce el significado es la traducción de un signo (aquí el argumento, signo-
representamen-simbólico) en otro signo (interpretante, referido al objeto al que se refiere aquel signo).
Jakobson (1996) considera que ésta es “Una de las más felices y brillantes ideas que la lingüística general
recibió” de Peirce (también es uno de los primeros en fijar su atención en las indicaciones peirceanas sobre
“lo icónico”).
En “Algunas categorías…”, Peirce hace algunas aclaraciones terminológicas: “Un símbolo es un signo que
perdería la característica que hace de él un signo de no haber ningún interpretante”; “Circunscribo la palabra
representación a la operación de un signo, o a su relación al objeto para el intérprete de la representación”.
Finalmente, la relación triádica que comporta la semiosis consiste “en un poder del representamen para
determinar que algún interpretante sea un representamen del mismo objeto”. Vid. Infra.
94
Un argumento es “un signo que tiene la Forma de tender a actuar sobre el Intérprete por medio de su
autocontrol, representando un proceso de cambio en pensamientos o signos, como para inducir este cambio
en el Intérprete” (“Grafos y signos”).
94
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
95
“Así, pues, con objeto de comprender el pragmatismo bastante bien como para someterlo a una crítica
inteligente, es menester que indaguemos qué puede ser una meta útil, susceptible de ser perseguida en una
línea de acción indefinidamente prolongada” (Lecciones).
96
Cfr. Habermas (1981, 1983, 1994), en cierta senda peirceana, o pragmatista, y a partir del supuesto de
Popper de los tres mundos. Estos constituyen conjuntamente el sistema de referencia que los hablantes
suponen en común en los procesos comunicativos, en los cuales se entable una relación con algo en el mundo
95
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
objetivo, algo en el mundo social y algo en el mundo subjetivo; para cada uno de los cuales rige un criterio de
verdad y validez (la verdad, la rectitud normativa, la veracidad). El entendimiento es posible a partir del
trasfondo del mundo de la vida que les es común a los sujetos que se comunican.
97
Vid. Apel (1985 –II: 149 -ss.).
98
“De los tres Universos de la Experiencia que son familiares para nosotros”, el primero comprende todas las
Ideas puras, cuyo ser “consiste en pura capacidad de ser pensadas”. El segundo es “el de la Actualidad en
bruto de las cosas y de los hechos”, cuyo ser “consiste en reaccionar contra las fuerzas brutas”. El tercero
comprende “todo aquello en lo cual consiste el ser en su poder activo de establecer conexiones entre objetos
diferentes y en particular entre objetos que pertenecen a Universos diferentes” (“Un argumento olvidado…”).
96
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
larga, dentro de la experiencia, la mayor parte de aquellos cuyas premisas son verdaderas
tendrían conclusiones verdaderas” (Obra…).99
Dominios
El animal-humano, parafraseando el epíteto con el que se conoce al legendario rey
Midas, semiotiza todo lo que toca. Un don propiamente humano (gracia especial, cualidad,
y título de dignidad del ser que somos) que el propio género humano se obsequia a sí
mismo en el transcurrir del Gran Tiempo de su de-venir ser (y hacer)-humano; cuya génesis
constituye el gozne de “diferenciación” (evolutiva) respecto de las otras especies, y lo que
no es humano _un “gran” acontecimiento en los largos procesos de re-conformación del
diverso cristal de esa memoria que es el Universo, cuya datación sigue siendo difícil de
fijar con precisión y consignar definitivamente en el Gran Libro de arena de la historia_:
“Nada sabemos de las condiciones por las que brotó de un proceso evolutivo una especie
de seres vivos equipada no solo para aprender de sus mayores, sino también para almacenar
y para aprovechar, potencialmente, en beneficio propio, experiencias ancestrales realizadas
y transmitidas a lo largo del tiempo por una sucesión continua de generaciones” (Elías,
1994: 50). En la formación del ser humano cumplen un papel determinado dos procesos
distintos, en su dinámica y estructura: la evolución y (que hace posible) el desarrollo, por
los cuales se transmiten los medios de supervivencia de una generación a otra, así como se
producen los cambios, y cuya diferencia consiste en lo que se transmite y cómo se
transmite (Ver infra, “Memoria”).
El dominio del hombre comprende tanto como el de lo concebible, cuyo alcance y
extensión inconmensurables se deben a la potencialidad y fuerza semiótica.
Por obra y gracia de la facultad semiótica se dota a “algo” de signicidad: “esa
cualidad de algo que tiene la virtualidad de desencadenar esa relación irreductiblemente
triádica que se llama semiosis”100, un proceso que re-une los tres paradigmas de la filosofía
occidental (ontología, epistemología y semiótica) que son el ser, el conocer y el
99
Una definición de cada una de las clases de argumento, en la misma obra, claramente ejemplificados: “Si es
un ejemplo de deducción: todas las judías de este saco son blancas/ estas judías proceden de este saco/ por lo
tanto, son blancas; y es un ejemplo de inducción: estas judías proceden de este saco, son blancas,
probablemente todas las judías de este saco son blancas; sería un ejemplo de abducción: todas las judías de
este saco son blancas, estas judías son blancas, probablemente proceden de este saco”. Cfr. U. Eco (1994),
también Sebeok y Sebeok (1987), Eco y Sebeok, eds. (1989). En otros trabajos mencionados en la
presentación de este manual desarrollo algunos de estos aspectos y otros lineamientos teóricos y
metodológicos, con referencia a mis propias indagaciones.
100
W. Castañares, “Semiótica y Filosofía: C. S. Peirce”.
98
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
101
E. Verón (1987). En “Cómo esclarecer nuestras ideas”, Peirce señala que sería erróneo suponer que la
definición de lo real “como aquello cuyas características son independientes de lo que cualquiera puede
pensar que son” esclarece perfectamente la idea de realidad. Según sus propias reglas la realidad, como
cualquier cualidad, “consiste en los efectos sensibles específicos que producen las cosas que participan de la
misma. El único efecto que tienen las cosas reales es el de causar creencia” (aquello conforme lo cual estamos
dispuestos a actuar). Peirce confiesa una “enorme esperanza” encarnada en el concepto de verdad y realidad:
“La opinión destinada <destino significa meramente aquello que con toda certeza se realizará> a que todos
los que investigan estén por último de acuerdo en ella es lo que significamos por verdad, y el objeto
representado en esta opinión es lo real” – “Esta es la manera cómo explicaría” Peirce la realidad-.
102
Según Eco (1973), en el continuo movimiento por el que “el mundo de la semiosis procede de signo en
signo in infinitum regressum”, “la semiosis transforma en signo cualquier cosa con la que se topa”; así
“comunicarse es usar el mundo entero como un aparato semiótico”, y cree, efectivamente, “que la cultura no
es más que esto”. Eco (1994) afirma que “la cultura se constituye como sistema de sistemas de signos”,
conocer las reglas de los mismos es conocer la sociedad (p. 166) _por lo demás es la misma definición de
Lotman_. Allí observa que “más allá del signo definido teóricamnte, existe el ciclo de la semiosis, la vida de
la comunicación, y el uso y la interpretación que se hace de los signos; está la sociedad que utiliza los signos,
para comunicar, para informar, para mentir, engañar, dominar y liberar” (p. 20). Y en el mismo lugar: “la
misma práctica social no puede expresarse más que en forma de semiosis. Por ello, los signos son una fuerza
social, y no simples instrumentos que reflejan las fuerzas sociales”; de ahí que la semiótica sea una teoría y
una práctica continua, en cuanto “el análisis semiótico modifica el sistema que pone de manifiesto” (pp. 190-
91). Cfr. la definición de Kristeva de la semiótica como praxis crítica y crítica de la praxis.
103
Comentando estas afirmaciones de Peirce, Sebeok (1996) señala que, más allá de la adhesión a esta o
aquella tendencia del idealismo, “está claro que finalmente toda semiótica está en relación con el papel de la
mente en la creación del mundo o de sus constructos físicos, además de con una vasta aglomeración de
impresiones de los sentidos” (p. 31). Al parecer de Morris (1985), entre los animales que utilizan signos, la
especie humana es la predominante, por la “complejidad y elaboración” de los procesos semióticos que
desarrolla: “La civilización humana depende de los signos y de los sistemas de signos, y al propio tiempo la
mente humana es inseparable del funcionamiento de los signos, si es que, en verdad, la mentalidad misma no
debe identificarse con este funcionamiento” (p. 23). La mentalidad, dice G.-H. Mead (1972), y el espíritu,
emerge cuando el “organismo” puede “señalar significaciones a otros y a uno mismo” (p. 165).
99
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
La vida mental es organización sígnica, es como una inmensa cadena sígnica que va
desde los primeros interpretantes lógicos (conjeturas elementales) hasta los interpretantes
lógicos finales104: los hábitos, las disposiciones a la acción, y por lo tanto a la intervención
en las cosas, a que tiende toda semiosis –“en condiciones determinadas, el interpretante
habrá formado el hábito de actuar de determinada manera, cada vez que desea un tipo de
resultado”-. La semiosis cristaliza y se re-engendra ininterrumpidamente en y por los
hábitos. En el mismo artículo, dice Peirce: “la entera manifestación fenomenal de la mente,
es un signo extraído por inferencia <...> la mente es un signo que se desarrolla de acuerdo
con las leyes de la inferencia”; “todo tipo de modificación de la conciencia -la atención, la
sensación y el entendimiento- es una inferencia” (ídem).
Estas y otras consecuencias, Peirce extrae de las cuatro proposiciones (refutaciones)
en las que resultó el “criticismo de ciertas facultades”, en oposición al cartesianismo:
“1) No tenemos ningún poder de introspección, sino que todo conocimiento del
mundo interno se deriva de nuestro conocimiento de los hechos externos por razonamiento
hipotético.
2) No tenemos ningún poder de intuición, sino que toda cognición está lógicamente
determinada por cogniciones previas.
3) No tenemos ninguna capacidad de pensar sin signos.
4) No tenemos ninguna concepción de lo absolutamente incognizable”.
Peirce reproduce parte de las conclusiones a las que llegó en un artículo anterior
(“Cuestiones relativas a ciertas facultades atribuidas al hombre”, publicado en la misma
revista, 1868). Allí establece siete cuestiones, cuyos “predicados”, de espíritu cartesiano,
niega uno por uno. Se trata de establecer:
1) “si por la simple contemplación de una cognición, en forma independiente de
cualquier conocimiento previo y sin razonar a partir de signos, estamos en condiciones de
juzgar correctamente si esa cognición ha sido determinada por otra anterior o si se refiere
de un modo inmediato a su objeto” -intuición significa una cognición no determinada por
otra previa del mismo objeto, por algo exterior a la conciencia; “no hay pruebas de que
poseemos esta facultad”-105;
2) “si poseemos una autoconciencia intuitiva” -si se acepta la primera de las cuatro
refutaciones anteriores, hay que dejar de lado estos “prejuicios”-;
104
En una primera acepción, el interpretante es otro signo que traduce el primero; y en una segunda, es la idea
a que da lugar la serie de signos (V. infra).
100
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
105
Cfr. Cassirer (1976 –III: 238-39), el concepto de “preñez simbólica”.
101
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
106
Respecto de la sensación, dice Peirce: “Siempre que un hombre siente está pensando en algo”; “no hay
ninguna sensación que no sea también una representación, un predicado de algo lógicamente determinado por
las sensaciones que le preceden”. La atención es “el poder por el que el pensamiento se conecta en un
determinado momento y se pone en relación con el pensamiento en otro momento”; la atención produce un
gran efecto sobre el pensamiento subsiguiente: afecta a la memoria, la conexión y la secuencia lógica del
pensamiento, el rescate de un pensamiento olvidado (“Algunas consecuencias de cuatro incapacidades”).
107
Ni hace falta señalar la importancia de la andadura educativa (adecuada y eficaz) para el óptimo desarrollo
de estas capacidades y operaciones; p. ej. en lo que atañe al área Comunicación/Educación, en expansión y
muy relevante para los estudiantes de todos los nivles. Vid. García, Comunicación audiovisual y efemérides
escolares, Posadas, IAAVIM –Ministerio de Cultura, Educación, Ciencia y Tecnología, 2019:
(https://iaavim.misiones.gob.ar/ebook-efemerides-hd.pdf.
102
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Edificios y materiales
La máxima del Pragmaticismo, como denomina Peirce a su concepción filosófica,
reza así: “Considera qué efectos, que pueden tener concebiblemente repercusiones prácticas,
concibes que tienen los efectos de tu concepción. Así, tu concepción de aquellos efectos es el todo
de tu concepción del objeto.”
Lo mismo reenunciado en modo indicativo: “Toda la intención intelectual de un
símbolo consiste en el total de todos los modos generales de conducta racional que,
condicionados a todas las diferentes circunstancias y deseos posibles, se seguirán de la
aceptación del símbolo” (“Temas del Pragmaticismo”, de 1877-1878)109.
El pragmatismo es “un método de filosofía, cuya guía estriba en mantener
constantemente a la vista su propósito y el propósito de las ideas que analiza, ya posean
estos fines la naturaleza y usos de la acción o del pensamiento” (en el Prefacio a
Lecciones). En la primera Lección, Peirce define: “El pragmatismo es el principio según el
cual todo juicio teórico expresable en una oración en el modo indicativo es una forma
confusa de pensamiento cuyo único significado, si tiene alguno, radica en su tendencia a
imponer una máxima práctica correspondiente, expresable como una oración condicional
que tiene su apódosis en el modo imperativo”.
108
En el mismo lugar dice: “Así la identidad de un hombre consiste en la consistencia de lo que hace y
piensa”.
109
Ahí Peirce reconoce que “Fue por un caso singular de esa supermodestia y terca subestimación que me
caracteriza, y de la que estoy justamente orgulloso como mi principal título de honor, por lo que omití el
término pragmatismo, creación mía, que tanta resonancia ha tenido en el mundo entero <...>”.
103
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
correcto) como “un incremento del poder de la imaginación”, entre otras cosas para buscar
otras maneras de hablar, de entablar otra conversación, que redescriba el mundo en otros
términos, que ofrezca nuevas imágenes del universo (pp. 100-01).
Rorty (1996) desarrolla sus tres caracterizaciones del pragmatismo: -la aplicación del
antiesencialismo a cuestiones como verdad, conocimiento, lenguaje, moralidad; -“no hay
diferencia epistemológica entre la verdad de lo que es y la verdad de lo que debe ser, como
tampoco hay diferencia metafísica entre hechos y valores, ni diferencia metodológica entre
moralidad y ciencia”; -“la investigación no tiene ningún otro límite que el que impone la
conversación” (cap. 9).
Entre otras revisiones y discusiones, W. James, Pragmatismo, Barcelona, Folio, 1999; J. Pérez
Tudela, El pragamatismo americano, Madrid, Síntesis, 2008; S. Critchley, J. Derrida, E.
Laclau, R, Rorty (Ch. Mouffe, comp.), Deconstrucción y pragamatismo, Barcelona, Paidós,
1998.
104
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
(“Cómo esclarecer nuestras ideas…”)110. Si bien el propósito último del pensamiento, que
debe ser el propósito de todo, excede los límites de la comprensión humana, Peirce afirma:
“<…> es la reiteración indefinida del autocontrol sobre el autocontrol lo que engendra el
‘vir’, generando por la acción, a través del pensamiento, un ideal estético, no meramente
en provecho de su propia y pobre mollera, sino como la participación que Dios le permite
tener en la obra de la creación. Este ideal, al modificar las reglas del autocontrol,
modifica la acción, y con ello también la experiencia, tanto la propia como la de otro, con
lo que este movimiento centrífugo redunda en un nuevo movimiento centrípeto, y así
sucesivamente.” (ídem)
110
En este artículo, Pierce dice que la máxima pragmática “es sólo una aplicación del único principio de
lógica recomendado por Jesús: Por sus frutos los conoceréis”.
111
En “La lógica regenerada” (de 1896, en Peirce, 1988b: 220-42). Define la lógica “como la ciencia de las
leyes del establecimiento estable de creencias. Por consiguiente, la lógica exacta será aquella doctrina de las
condiciones del establecimiento de creencias estables que se basa en observaciones absolutamente indudables
y en el pensamiento matemático, es decir, diagramático o icónico”. Esta lógica (en su sentido más amplio y
tal como la concibe Peirce) consta de tres partes:
-el estudio de “aquellas propiedades de las creencias que les pertenecen en tanto que creencias, al margen de
su estabilidad” (la gramática especulativa: el análisis de una afirmación “en sus elementos esenciales,
independientemente de la estructura del lenguaje en que pueda estar expresada”, y división de las
afirmaciones “en categorías de acuerdo con sus diferencias esenciales”);
105
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
-el estudio de las condiciones que debe satisfacer una afirmación “para poder corresponder a la ‘realidad’,
esto es, para que la creencia que expresa pueda ser establ” (la lógica: consideración del razonamiento
necesario y del probable);
-el estudio de “aquellas condiciones generales bajo las cuales un problema lleva a otro” (la retórica
especulativa, que completa el trivium). Vid. infra.
112
En “Cómo esclarecer nuestras ideas”, dice Peirce: “El producto final del pensamiento es el ejercicio de la
volición, de que el pensamiento ya no forma parte; pero la creencia es sólo un estadio de la acción mental, un
efecto sobre nuestra naturaleza debido al pensamiento, y que influiría en el futuro pensar”.
113
Otro interpretante del mismo objeto -o sea “aquello acerca de lo cual el signo presupone un conocimiento
para que sea posible proveer información adicional sobre el mismo”-: “Creemos en la proposición en base a
la cual estamos dispuestos a actuar. ‘Plena creencia’ es la disponibilidad a actuar, en crisis vitales, en base a
tal proposición, y ‘opinión’ es la disponibilidad a actuar, en base a ella, en asuntos relativamente
insignificantes”. Ahora bien, Peirce piensa que en la ciencia no hay “proposición alguna en absoluto que
responda a la concepción de creencia”; sí, en cambio, en las cuestiones vitales, en las que tenemos que actuar
y el principio en base al cual estamos dispuestos a actuar es una creencia. En los asuntos vitales la razón
parece ponerse de rodillas pidiendo el auxilio del ‘instinto’, es decir el sentimiento. Este es la simple apología
del “sentimentalismo filosófico” que hace Peirce (“Las ciencias normativas”). Vid. D. Davidson (1992),
“Verdad y conocimiento: una teoría de la coherencia”, donde propone una teoría moderada de la coherencia
(acerca de la verdad), que proporciona “razones para suponer que las creencias coherentes son verdaderas”;
el problema consiste en dar con “una razón para suponer que la mayoría de nuestras creencias son verdaderas
que no sea sin embargo una forma de evidencia”. Dice Davidson: “Todas las creencias están justificadas en el
siguiente sentido: están apoyadas por muchas otras creencias (pues en otro caso no serían las creencias que
son) y gozan de una presunción de verdad” (pp. 78, 86, 96) _verdad en relación con la “masa de
significaciones” del complejo de creencias_.
106
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
114
En “Por qué estudiar lógica”, se define el hábito como “una ley general de la acción, tal que, en un cierto
tipo general de acción, un hombre estará más o menos inclinado a actuar de un cierto modo general”; y
también: “un principio general que actúa en la naturaleza de un hombre para determinar cómo actuar”.
Se hace interesante una confrontación con el concepto de habitus propuesto por Bourdieu (1988, 1990) en el
marco de su Sociología de la cultura (a los efectos de una ciencia de las prácticas), y que leyó en Mauss y
otros, para dar cuenta de la mediación entre lo social y lo individual, en tanto proceso por el que lo social se
interioriza en los individuos y logra que las estructuras objetivas concuerden con las subjetivas.
115
Peirce define la expectación como un hábito de imaginar.
107
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Representamen
“Un REPRESENTAMEN es un sujeto de una relación triádica A un segundo, llamado
su OBJETO, PARA un tercero, llamado su INTERPRETANTE, siendo esta relación
triádica tal que el REPRESENTAMEN determina que su interpretante esté en la
misma relación triádica al mismo objeto para algún interpretante”.
La relación triádica es genuina, es decir, “sus tres miembros están unidos por ella de
manera que no consista en ningún complejo de relaciones diádicas”, lo que hace posible la
semiosis infinita116.
116
En “Algunas categorías de la razón sintética”. En un manuscrito sin título (c. 1897): “Un signo, o
representamen, es algo que, para alguien, representa o se refiere a algo en algún aspecto o carácter. Se dirige
a alguien, esto es, crea en la mente de esa persona un signo equivalente, o, tal vez, un signo más
desarrollado”. El signo creado es el interpretante; el signo está en lugar de algo, su objeto, no en todos los
aspectos sino sólo con referencia a una suerte de idea que Peirce llama fundamento (ground). Esta tricotomía
lleva a la semiótica a su división en tres ramas: la gramática especulativa, la lógica propiamente dicha y la
retórica pura, que se ocupan respectivamente de las condiciones (de verdad): de los representámenes para que
encarnen algún significado; de las representaciones respecto de los objetos; y de los signos (interpretantes,
especialmente el pensamiento) para que den nacimiento a otros signos y otros pensamientos (Peirce, 1986).
108
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Dinámico es un evento singular y real. El Interpretante Final es aquel hacia el cual tiende lo
real”117.
El signo puede ser tripartito según tres puntos de vista: el signo en sí, el signo en
relación con el objeto, y el signo en relación con el interpretante. Lo cual origina nueve
tipos de función o relación, a saber: para el representamen: cualisigno, sinsigno, legisigno;
para el objeto: icono, índice, símbolo; y para el interpretante: rema, decisigno, argumento.
A partir de ellos, se distinguen por triadización diez clases de semiosis posibles (algunos
auotores se ocupan de ello y discuten las varias clasificaciones propuestas). Sin embargo,
hay que tener en cuenta la funcionalidad de las distinciones, de manera que lo que es índice
en una semiosis, por ejemplo, puede ser símbolo en otra. El propio análisis de la semiosis
precisará la “naturaleza” de sus constituyentes (Deladalle, Eco)118.
117
Cfr. Eco (1994). Eco (1995a) dice: “Por interpretación (o criterio de interpretancia) debe entenderse lo
que entendía Peirce cuando reconocía que todo interpretante <...> no sólo retraduce el ‘objeto inmediato’ o
contenido del signo, sino que amplía su comprensión”. Esta operación concluye el círculo de la semiosis (p.
71). Sobre la teoría de la significación de los signos de Peirce, Deladalle (1996) señala. “a) La significación
es el interpretante lógico del signo; b) La significación es un efecto significativo del signo; c) El interpretante
lógico, efecto significativo del signo, no es final, si sólo se considera la serie lógica de los signos, donde cada
signo es el interpretante del que lo precede, pero es final, efecto significativo último, si se considera al sujeto
de la lógica, el hombre”, en el cual se produce un hábito mental, el interpretante lógico y final (p. 31). Y en el
mismo lugar, precisa: “El objeto inmediato es un objeto formal”; la semiosis “definida como inferencia es un
proceso epistemológico sin fronteras <...>: no existe más que un ‘objeto’ que se pueda calificar de inmediato
o de dinámico según el punto de vista en el cual uno se ubica, pero que es lo que es, y cuya naturaleza propia
se precisa a medida que la búsqueda” avanza, “no hacia una verdad que correspondería a una realidad
preestablecida, sino hacia la verdad de una realidad que se construye al mismo tiempo que ella”; “somos
nosotros quienes producimos los interpretantes que se convierten en los signos que serán mañana <...> la
verdad-realidad provisional y falible por siempre” (p. 90). Esta es la filosofía de la esperanza lúcida de Peirce
(p. 90). Vid. Rorty (1997), respecto del Pragmatismo y la esperanza.
118
Vid. Magariños de Morentín (2008, cap. 6), la clasificación de los signos, una explicación clara y
detallada, y ejemplificaciones “prácticas” y consistentes, a partir de Peirce, que no pretendía una
“taxonomía”, sino una teoría dinámica, una “inagotable propuesta de exploración de las funciones
109
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
o hechos), y su interpretante inmediato tiene que tener el mismo carácter. Son índices una
veleta, un síntoma, la aguja de un medidor en el tablero de un automóvil, la marca de un
termómetro, los pronombres demostrativos (los deícticos), las señales viales (i. e. flechas
de orientación y numeraciones de calles), los carteles indicativos, títulos, epígrafes de fotos
o ilustraciones, etc.
Un símbolo “es un representamen cuyo carácter representativo consiste
precisamente en ser una regla que determinará su interpretante”. “Es una ley, o
regularidad del futuro indefinido”. Son símbolos las palabras, los libros, y cualquier signo
convencional.119
Los iconos y los índices no afirman nada; la frase en la que se podría interpretar un
icono estaría en el modo potencial (diría i.e. “supongamos que una figura tiene tres lados”);
la de un índice estaría en el modo imperativo (“¡cuidado!”); y la de un símbolo, en el modo
indicativo o declarativo, aunque puede expresarse en cualquier otro modo.
En los tres órdenes de signos, “puede observarse una progresión regular de uno,
dos, tres”:
“El icono no tiene conexión dinámica con el objeto que representa; sucede simplemente que
sus cualidades se parecen a las de este objeto, y suscita sensaciones análogas en la mente
para la cual es una similitud. Pero realmente no está conectado con ellas. El index está
conectado físicamente con su objeto; constituyen un par orgánico, pero la mente
interpretante no tiene nada que ver con esta conexión, excepto señalarla después de
establecida. El símbolo está conectado con su objeto en virtud de la idea de la mente
utilizadora-de-símbolos, sin la cual no existiría una tal conexión.” (Peirce, 1989)
Un Icono:
“es un signo que remite al Objeto que él denota, meramente por virtud de caracteres
propios y posee por igual tanto si tal objeto existe o no <...> Cualquier cosa, sea una
cualidad, un existente individual o una ley, es un Icono de algo en la medida en que es como
esa cosa y es empleada como un signo de ella.”
Un Índice:
“es un signo que se refiere al objeto que denota en virtud de que es realmente afectado por
ese Objeto <...> En la medida en que el índice es afectado por el Objeto tiene
necesariamente alguna cualidad en común con el Objeto y es por respecto a ella como se
refiere al Objeto. Implica, por consiguiente, una clase de Icono, pero un Icono de una clase
peculiar, y es la mera semejanza con su Objeto, aun en los aspectos que lo convierten en un
signo, sino que es su modificación real por el Objeto.” (Peirce, 1989)
Un Símbolo:
“es un signo que se refiere al Objeto que él denota, por medio de una ley, por lo común una
asociación de ideas generales que hace que el Símbolo sea interpretado como referido a ese
Objeto. Por consiguiente, él mismo es un tipo general o ley.” (Peirce, 1989).
120
A partir de “Una nueva lista de categorías” (1867). La cuestión de las categorías es muy compleja y cuenta
con un prolongado tratamiento en la historia de las ideas, desde Aristóteles, pasando por Kant, que retoma y
reorienta Peirce.
121
La precisión se refiere a la “separación mental” que se deriva de “la atención a un elemento y el descuido
de otro”, la “atención excluyente estriba en una concepción definida o suposición de una parte de un objeto
en detrimento de la otra”. Se distingue de otros dos modos de “separación”: la discriminación (relacionada
con el sentido de los términos) y la disociación (permitida por la ley de asociación de imágenes). El proceso
de precisión no es recíproco, y supone una mayor separación que discriminación, pero una menor que
disociación -se puede discriminar un color de otro, el espacio del color, pero no un color dado, el rojo, del
color; se puede abstraer “el rojo del azul y el espacio del color”, pero no “el color del espacio ni el rojo del
color”; se puede disociar “el rojo del azul, pero no el espacio del color, el color del espacio ni el rojo del
color”- (“De una nueva lista de categorías”). Por precisión se obtiene una concepción de jerarquización de las
tres categorías: es posible “abstraer” de un primero, un segundo y un tercero; de un segundo, un tercero pero
no un primero; de un tercero no se puede “preescindir” ni un segundo ni un primero. Vid. Deladalle (pp. 84-
86).
111
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
122
Hay tres tipos de representaciones: 1) “Aquéllas cuya relación con sus objetos es una mera coincidencia en
alguna cualidad” (semejanzas). 2) “Aquéllas cuya relación con sus objetos consiste en una correspondencia
real” (índices). 3) “Aquéllas el fundamento de cuya relación con sus objetos es una cualidad imputada”
(símbolos).
112
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Actualidad (realidad, existencia), Destino (o Libertad respecto del destino), son los Modos
de Ser.
La fenomenología o Faneroscopía, según Peirce, tiene como objeto “confeccionar
un catálogo de categorías y probar que es suficiente y está libre de redundancia, establecer
las características de cada categoría y mostrar las relaciones de cada una con las demás”.
Las categorías universales “pertenecen a todos los fenómenos, siendo quizás una de
ellas más preponderante en un aspecto de un fenómeno que otra, pero todas participando en
cada fenómeno”:
La primera categoría es la Cualidad de Sentimiento, “lo que es tal cual es
positivamente y sin consideración a ninguna otra cosa” (lo presente).
La categoría lo Segundo “es la idea de aquello que es tal como es en tanto que
Segundo respecto a algún Primero, sin consideración a ninguna otra cosa, y en particular,
sin consideración a ninguna Ley, aunque pueda ajustarse a una ley”. Es la Reacción (el
elemento de lucha; lo pasado).
La categoría lo Tercero “es la idea de aquello que es tal como es en tanto que
Tercero, o Medio, entre un Segundo y su Primero”, es la Representación (proporciona la
concepción de Verdadera Continuidad).
Las categorías son ordinales, no cardinales, están “ordenadas”: un trío implica la
idea de pareja y ésta la de unidad; un primero es monádico (“comporta un sólo elemento, es
decir él mismo”), un segundo es diádico (“establece una relación diádica con un primero
con el cual forma una díada indescomponible”), un tercero es triádico (“establece una
relación triádica con un segundo y un primero con los cuales forma una tríada
indescomponible”) (Deladalle).
Inscripciones y variaciones
La Semiótica tal como la define Peirce, es un programa de estudio de toda semiosis
posible. En términos del autor: “la doctrina de la naturaleza esencial y variedades
fundamentales de semiosis posible” (“Pragmatismo”) 123. En el manuscrito sin título (cit.)
Peirce vierte la definición más o menos conocida y difundida: “La lógica, en su sentido
123
Morris (1985) señala el doble vínculo de la semiótica con las ciencias, en cuanto se trata de una ciencia
más y de un instrumento de las ciencias. En su opinión la semiótica ofrece “una base para la comprensión de
las principales formas de actividad humana y para su interrelación”, en tanto mediadas por signos, con lo cual
cumpliría una de las tareas filosóficas tradicionales (p. 112). Vid. Morris (1974), acerca del carácter
interdisciplinario de la semiótica, dado el carácter semiótico (simbólico) de los respectivos objetos de estudio
de las diversas disciplinas.
113
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
124
Ahí, Peirce aclara que con “formal” quiere decir la observación de los caracteres de los signos y a partir de
la cual, por un proceso que llama “Abstracción” (la facultad que llama “observación abstractiva”), se llega a
“aseveraciones, en extremo falibles, y por ende en cierto sentido innecesarias, concernientes a lo que deben
ser los caracteres de todos los signos usados por una inteligencia ‘científica’, es decir, por una inteligencia
capaz de aprender a través de la experiencia”. Del hecho de que el signo (representamen) se inserte en
relaciones triádicas (con el fundamento, el objeto, el interpretante), se sigue que la semiótica comprenda tres
ramas: -la gramática especulativa (“pura”), se ocupa de “determinar qué es lo que debe ser cierto del
representamen usado por toda inteligencia científica para que pueda encarnar algún significado”; -la lógica
propiamente dicha, la “ciencia de lo que es cuasi-necesariamente verdadero de los representámenes de
cualquier inteligencia científica para que puedan ser válidos para algún objeto, esto es, para que puedan ser
ciertos.”, se ocupa de las condiciones de verdad de las representaciones; -la retórica pura, se ocupa de
“determinar las leyes mediante las cuales, en cualquier inteligencia científica, un signo da nacimiento a otro
signo y, especialmente, un pensamiento da nacimiento a otro pensamiento” (2. 229). En “De una nueva lista
de categorías”, Peirce muestra cómo la triple referencia de un signo a un fundamento, un objeto y un
representamen, constituye la estructura conceptual fundamental de la lógica (ciencia universal), que integra
un trivium compuesto por la gramática formal (estudia la referencia de los símbolos en general a sus
fundamentos), la lógica (estudia las condiciones formales de la verdad de los símbolos) y la retórica formal
(estudia “las condiciones formales de la fuerza de los símbolos, o de su capacidad de apelar a la mente”, la
referencia a los interpretantes). V. supra; Escritos lógicos (1988b).
125
A propósito, vid. N. Romé, Semiótica y subjetividad, Buenos Aires, Prometeo, 2009.
114
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
insuficiente en esa semiótica. Su tesis es que Peirce “no puede definir la relación del signo
con el interpretante con independencia de las condiciones del entendimiento intersubjetivo,
por rudimentarias que esas condiciones sean. Y no puede hacerlo mientras se haya de
explicar el concepto básico de la representación mediada por signos con ayuda de sus (de
Peirce) conceptos semióticos básicos de verdad y realidad, pues éstos remiten a su vez a la
idea regulativa de una comunidad de investigadores que opera bajo condiciones ideales”.
Por lo tanto, Habermas considera necesaria una “semiótica planteada en términos
intersubjetivistas” (p. 41), que articule de manera integrada (integral) la función expositiva
del signo con su interpretabilidad, es decir, su relación epistémica con el mundo y su
relación comunicativa con el intérprete (pp. 38-39) -con lo que Habermas enuncia de otro
modo, no completo, su propia teoría de la acción comunicativa-.
Las propias premisas de Habermas “muestran” la insuficiencia, y reduccionismo, de
su interpretación, que sigue la pauta de la “lingüisticidad” básica de la experiencia (al
referirse al lenguaje proposicionalmente articulado), con lo que desestima la “gran
aportación” de Peirce: la semioticidad (primordial, matricial) de la experiencia, lo que
significa que la experiencia está ya siempre mediada por los procesos de semiosis
(articulados, integrados, de manera compleja, en las prácticas comunicativas y, en general,
en la acción social).
En su contexto de invención y justificación, la semiótica formulada por Peirce,
como teoría-lógica de relaciones127 (semióticas-triádicas, incluidas las relaciones
epistémica, comunicativa, y la propia “expresividad”), establece las condiciones de
posibilidad de toda experiencia (propia, ajena, individual, social, colectiva; hasta la
experiencia religiosa, y la del ‘amor’); y los fundamentos para el diseño de programas
tendientes al desarrollo de distintas teorías (social, cultural, comunicativa). Pero esto está
más allá del proyecto arquitectónico (filosófico, onto/epistemo/método-lógico, crítico) de
Peirce, quien se atuvo a una (auto)delimitación rigurosa de su propio campo de trabajo (por
lo demás multifacético), y no dejó de pensar en el futuro, aun el de su pensamiento. Otros
126
La misma posición sostiene L. Santaella, entre otros (“¿Por qué la Semiótica de Peirce es también una
teoría de la comunicación?”, en Cuadernos de la Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Jujuy,
17, 2001<http://www.redalyc.org/pdf/185/18501725.pdf>).
127
Se considera a Peirce el padre de la lógica de relativos, además de elaborar lo que llama el álgebra
general de la lógica, una teoría de la cuantificación de la que es, junto con Frege, el creador. Para Peirce una
relación “es un hecho acerca de algunas cosas” (el hecho de que una locomotora despida vapor establece una
relación -conexión- entre este y aquella), todo hecho es una relación, y el pensamiento que se tiene de él lo
representa implícitamente como tal” (“Se introduce al lector en el tema de relativos”, este y otros artículos al
respecto, en Peirce, 1988b).
115
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
128
Como dice Davidson (1992), “lejos de constituir un coto cerrado, hasta el punto de que el modo en que
pueda aportar conocimiento de un mundo externo o ser conocido por otros se convierta en un problema, el
pensamiento es, necesariamente, parte de un mundo público común. <...> la posibilidad misma del
pensamiento exige patrones compartidos de verdad y objetividad” (“El mito de lo subjetivo”; pág. 71).
Davidson cree que las condiciones necesarias para la existencia del pensamiento (en una mente) y de personas
que piensan, es la existencia de “otras criaturas pensantes con las que dicha mente compartiese un mundo
natural”; una condición para la comunicación es que “ha de haber otros que se parezcan lo suficiente a uno
mismo”. Para que dos sujetos estén en la misma relación con el objeto (de creencia) es necesario que estén en
comunicación; de ser así, “la creencia, la intención y las demás actitudes proposicionales son de carácter
social en cuanto que dependen de la posesión del concepto de verdad objetiva”, que “no se puede tener sin
compartirlo con alguien más, y saber que se comparte con él, un mundo y una forma de pensar sobre el
mismo” (“Las condiciones del pensamiento”, de 1988, en Davidson, cit., pp. 153, 160, 161). Desde el punto
de vista del pragmatismo (como filósofo) y de la sicología social (como científico) (es la presentación de
Morris), Mead (1972) afirma que el proceso social, esto es la comunidad en la que actúa el individuo de
manera cooperativa, antecede lógicamente al espíritu -la internalización de ese proceso y el juego recíproco
simbólico (significante) de los gestos, que hace posible la comunicación_ (pp. 213-15).
129
En su nota a este parágrafo, Vericat apunta dos enunciados de Peirce: “la conciencia es una suerte de
espíritu público entre las células nerviosas. El hombre como una comunidad de células”; “una persona no es
absolutamente un individuo”, “el círculo de sociedad del hombre <...> es una suerte de persona laxamente
compacta, en algunos aspectos de rango más elevado que la persona de un organismo individual” (1988a:
397). Un tratamiento de la “persona” “semiótica (individual, colectiva, la cultura), y en relación con las
fronteras, en Lotman (1996, 1998); y también en Mead (1972), acerca de la indeterminación de la frontera
entre la propia persona y las otras, “puesto que nuestra propia persona existe y participa como tal, en nuestra
experiencia, sólo en la medida en que las personas de los otros existen y participan también como tales en
nuestra experiencia” (p. 192). Vid. “La ley de la mente” (1892, el tercero de una serie de cinco artículos
publicados en The Monist, entre 1891 y 1893), sobre la personalidad y la comunicación, a partir del tijismo
(en Peirce, 1988a). Habermas (1996) piensa que el “precio que Peirce ha de pagar” por su “idealismo
semiótico” “es la anonimización y despersonalización de ese espíritu en el que los signos provocan sus
interpretantes” (“el lastre metafísico” de la semiótica peirceana; ¿el solipsismo como falacia del idealismo
trascendental?) (p. 54). Las semiosis y la comunicación; el sujeto, el pensamiento, el conocimiento, la
116
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
incursión en cada uno de los universos del discurso131 hasta el límite mismo de lo in-
concebible132, pero no por las simples razones (privadas) que pueda aducir una “pobre
mollera”, sino por el “ideal” de la comunidad que la compele a hacer “más razonable”
(mejor, feliz) la vida de todos y cada uno, en un mundo aún inacabado y cuya re-creación
incesante es responsabilidad del hombre.
131
De Morgan introduce esta noción (universo del discurso) (1846, análisis del silogismo). En las palabras de
Peirce: “generalmente hacemos nuestros razonamientos bajo una restricción implícita relativa a lo que
tomaremos como posible, restricción que, cuando se aplica a la totalidad de aquello de lo que se habla, no
necesita ser expresada”; universo del discurso se llama a la totalidad de cosas consideradas posibles, y puede
ser muy limitada (“Sobre el álgebra de la lógica”). Con este concepto de universo, dominio, o modelo, se
delimita aquello que se conviene considerar cada vez, y que se puede cambiar, y se habilita también el
metanivel de trabajo (metalógica).
132
La propia dinámica semiótica compleja (la clasificación de signos, la diferenciación de “objetos”,
“interpretantes”) es el motor de re-creación de nuevos universos de discurso -mundos posibles-. También la
definición de diagramas de Peirce (un icono como medio de conocimiento, para establecer y analizar
relaciones, para el control de las inferencias), cuya aplicación haría posible “una mejor comprensión de los
estados de cosas, se los perciba, lea o imagine”. En la misma introducción al lector en el tema de los relativos,
se expide Peirce: “La diferencia entre registrar lugares en un diagrama para representar objetos conocidos y
construir nuevos lugares para las creaciones del pensamiento lógico es abismal. Considerar a ésta como una
de las operaciones normales del álgebra lógica equivale a introducir un cambio intrínseco en dicha álgebra”.
118
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
La cartografía semiótica es compleja, entre otros enclaves diversos y rutas más o menos
entre-cruzadas comprende la “Semiología”, en la línea lingüística-estrcutrual, a partir de F. de
Saussure, con todos sus desarrollos y re/con-versiones (con el papel destacado de Barthes); la
que se conoce como “Escuela de París”, en la que destacan Greimas, Courtés, Landowski,
Fontanille, a la que están ligados investigadores de distintos países, como Fabbri, Parret (éste
en una posición particular, de convergencia). El corte fundamental se da a partir de la
concepción del signo (lingüístico-diádico, definido por Saussure; a lo que se agrega el aporte de
Hjelmslev, entre otros), lo que hace del lenguaje la “llave”, de esta/s corriente/s, para estudiar
los procesos de producción social del sentido, y para formular las semióticas “específicas”, de
los distintos sistemas de “significación” vistos como lenguajes (de donde provienen algunas de
las confusiones más comunes al respecto, y en particular en lo que atañe a la definición de la
disciplina, su “imagen” social más o menos generalizada, cuando no es Peirce la referencia
principal). No obstante, es de rigor reconocer los importantes desarrollos de Greimas y otros, en
sus múltiples proyectos: la semiótica discursiva, narrativa; la semiótica de las modalidades (del
discurso); la de las pasiones (puestas en discurso) y otras “semióticas particulares”. Y es lícito y
saludable recurrir a algunos elementos de análisis semiótico definidos y probados por aquellos
autores.
Entre otros ejemplos de re-apropiaciones se puede mencionar la Crítica de la economía
política del signo de J. Baudrillard (1989), que trata de “deconstruir” todo un programa (como
el que sustenta la “lógica social”, capitalista, avanzada) en sus propios términos. El “código
fundamental” al que se ajusta el “orden social” que analiza Baudrillard es el de la economía
política (“forma/mercancía y forma/signo”); en ese orden se cruzan cuatro lógicas _la funcional
del valor de uso, de las operaciones prácticas, de la utilidad; la económica de valor de cambio,
de la equivalencia, del mercado; la del cambio simbólico, de la ambivalencia, del don; la del
valor/signo, de la diferencia, del status). Con Peirce, en cambio, se puede ver que no se trata de
que algunas cosas sean signos, otras valores, otras símbolos, y así, sino que uno y el mismo tipo
de cosa (el signo, la signicidad) interviene en distintos procesos de semiosis, con diferentes
representaciones e interpretaciones, en las diversas esferas o dominios, con sus “lógicas”
respectivas (económica, política, artística, científica, etc.), y co-relacionadas de múltiples y
complejas maneras; en/por ese “juego” es posible la cohesión, el conflicto, o la contradicción,
el consenso, la disidencia, el cambio.
119
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Dialogía
133
Adopto esta convención para las referencias a la obra de Mijail Bajtin (1895-1975), Valentín Voloshinov
(c. 1894-1936), y Pavel Medvedev (1892-1938), si bien al comienzo (entre 1919-1920, en la ciudad de
Nevel) el círculo estaba integrado por otros jóvenes estudiosos de filosofía, y luego se traslada a otras
ciudades (Vitebsk, entre 1920 y 1924; Leningrado, entre 1925 y 1929, este sería el período de los textos
deuterocanónicos). De 1930 a 1935, Bajtin vive en Kustanai, de los cuales los cuatro primeros años fueron de
exilio, en conmutación de una condena a cinco años de trabajos forzados en las islas Solovki. Luego de tener
que dejar, enseguida de conseguirlo, un puesto de profesor de literatura, por presiones políticas, de someterse
a la amputación de una pierna a causa de la osteomielitis que lo aquejaba, de ser rechazada su propuesta de
doctorado de estado, de ser ayudado por amigos y jóvenes investigadores, de ver publicados algunos libros
con su nombre en Rusia y en el exterior, se traslada a Moscú en 1969, a instancias de la hija del por entonces
jefe de la “K.G.B.” y futuro jefe del Estado soviético, donde muere su esposa en 1970. Algunas de sus obras
fueron publicadas póstumamente y en 1990 se funda el Seminario Bajtiniano en la Universidad Humanística
de Rusia. Más allá de la polémica en torno de la firma autorial, de puño y letra de Bajtin, o de sus apócrifos, o
la firma conjunta en los casos de coautoría, decidimos zanjar la cuestión con la denominación “círculo”
(introducida por Todorov) y mencionar a los dos autores en cuestión cada vez. V. Zavala (1991), Zavala,
coord. (1996), Silvestri y Blanck (1993). Los títulos (de los heterónomos de Bajtin, aunque se reconoce la
respectiva autoría de cada uno de los libros y uno de ellos se edita con los nombres de Bajtín y Medvedev)
del período leningradense (sobre el freudismo, el formalismo y el marxismo, en ese orden) revelarían con
cierta fuerza la impronta del materialismo histórico, fundante de una poética e historia literaria, una
sociología, una filosofía del lenguaje y una teoría del discurso, una ciencia de las ideologías, una semiótica,
un método; en cambio es conocido el pensamiento antihegeliano, religioso, de Bajtin, quien se definía como
filósofo, “pero no marxista”.
134
Existe otra edición en español (1977).
120
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Diálogo y comprensión
El sujeto, la mente (la sique, la actividad mental, síquica, las funciones mentales,
síquicas), son tanto productos como (re)productores semióticos. El trabajo socio-histórico
con el signo y mediante el signo, y la comunicación, cuya estructura primordial es el
diálogo, como procesos sociales de producción de significaciones (valoraciones) y de
comprensión semio-ideológica, hace posible el desarrollo de la conciencia. La mente es
135
Para una revisión general, amplia y crítica, de las principales tradiciones de pensamiento que tomaron a su
cargo la “ideología”, una sistematización del espectro de significaciones del término, y una discusión
pormenorizada, incluso una interpretación del concepto bajtiniano, en relación con el discurso, T. Eagleton
(1997).
121
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
signo, y se encuentra en la frontera entre la realidad del siquismo interior y la realidad del
mundo exterior, ambas semióticas: “la sique subjetiva es el objeto de un proceso de
comprensión ideológica y de una comprensión interpretativa socioideológica” (ídem;
primera parte, cap. 3, cursivas del autor), por relación a la arena de los signos y el horizonte
social de su generación. La materialidad semiótica, la significación materializada en el
mundo exterior, quiere decir que todo lo que le sucede al organismo, su vivencia, existe en
el material semiótico, puede ser un material semiótico, y expresado mediante el signo, un
producto ideológico, que en cuanto tal refleja y refracta una realidad que está fuera de él, la
realidad material, el mundo de los signos socialmente construido, en y por el que emerge la
significación, la conciencia. Es así que el problema de la sicología y el de la ideología
hallarían una base de fundamentación para su solución en la filosofía (materialista) del
signo, de la palabra como signo ideológico por excelencia, el territorio común a ambos
problemas, material, sociológico y significante. Lo social y la sique son instancias
necesarias para la (re)creación ideológica, cuyo contenido, no importa el material
semiótico, puede ser comprendido, internalizado, reproducido; todo signo ideológico
externo “nace y vive en el mar de los signos internos” de la conciencia, el proceso
“inferencial viviente” de los signos es el proceso siempre renovado de su comprensión,
vivencia, asimilación (ibídem). La diferencia entre el siquismo y la ideología es de grado,
el individuo es por naturaleza tan social como la ideología; el grado de la conciencia
individual es de carácter socio-histórico, ideológico, y el signo interno es tan social como
cualquier signo136.
El círculo de Bajtin hace del lenguaje, el discurso, la palabra, uno de sus núcleos
programáticos más importantes, si no el central. A diferencia de Peirce (cuya filosofía
semiótica contiene in nuce muchas de las intuiciones y temas que algunas ciencias
desarrollaron luego), Bajtin hace de esta una de las cuestiones a tematizar, filosófica,
teórica y metodológicamente, de modo que ha sentado las bases para el desarrollo de una
136
En el mismo lugar: “El signo ideológico sobrevive gracias a su realización psicológica, de la misma forma
como la realización psicológica se sostiene gracias a la plenitud ideológica”. Vid. el ensayo sobre la teoría
freudiana, de Voloshinov, donde polemiza con el freudismo como una versión original de la filosofía
biológica “actual”, que pretende descubrir un mundo más allá de lo social, lo histórico, de toda materialidad:
“para Freud lo material existe sólo en la medida en que está traducido en lo psíquico <...> en que es un factor
de este psiquismo” (“Más allá de lo social”, en Silvestri y Blanck (1993; tercera parte, una selección de
artículos del “círculo”) y en Blanck, ed. (1998). Vid. Voloshinov (1999).
122
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
137
Acerca de la “revolución bajtiniana”, puede consultarse A. Ponzio (1998).
138
Bajtin (1985: 259). De la compleja respuesta de P. Bourdieu a su pregunta “qué significa hablar” recorto
este segmento: “Hablar es apropiarse de uno u otro de los estilos expresivos ya constituidos en y por el uso, y
objetivamente caracterizados por su posición en una jerarquía de estilos que expresa la jerarquía de los
correspondientes grupos. Estos estilos, sistemas de diferencias clasificados y clasificantes, jerarquizados y
jerarquizantes, dejan su huella en quienes se los apropian” (Bourdieu, 1985: 28). Así, un informe científico,
un texto pedagógico, al ingresar en un “mercado lingüístico” específico (un “campo de saber” dado, una
123
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
esfera de creatividad ideológica o de comunicación) no puede sustraerse a las condiciones “de una rivalidad
objetiva en la cual y por la cual la competencia legítima puede funcionar como capital legítimo que produce,
en cada intercambio social, un beneficio de distinción” (ibídem); dicha competencia (como dominio
lingüístico) vale en relación con las condiciones políticas y sociales de producción de los productores-
consumidores, es decir el mercado.
139
En “Qué es el lenguaje” <1929>, Voloshinov define el lenguaje como “el producto de la actividad humana
colectiva, y <que> refleja en todos sus elementos tanto la organización económica como la sociopolítica de la
sociedad que lo ha generado”. La condición de posibilidad de la acción colectiva es “una mínima
coordinación de las acciones, por lo menos una mínima capacidad de representarse el objetivo común”, lo
cual hace necesaria la comprensión recíproca, objetivo que se logra por la mediación de los signos,
específicamente el lenguaje, que no sólo facilita la organización material, laboral, productiva, sino la del
pensamiento social, de la conciencia social, (re)estructurada semióticamente. Este medio de significación
primordial tiene que convertirse, además, en “un signo de uso interior” (“lenguaje interior”), con lo cual se
cumpla la segunda condición para la comunicación verbal, esto es, además de la transmisión, la comprensión
y la respuesta. La comunicación es condición necesaria de realización de toda cultura. Cfr. G. H. Mead
(1972), la estructuración simbólica-social de la experiencia, y la mediación lingüística (conversación de
gestos significantes) para la emergencia del espíritu y la persona. Un desarrollo del legado de Mead, lo
constituye el Interaccionismo simbólico, así definido por H. Blumer (1982).
140
Voloshinov: “La construcción de la enunciación” <1929>, en Silvestri y Blanck, cit. Allí dice el autor: “la
esencia efectiva del lenguaje está representada por el hecho social de la interacción verbal, que es realizado
124
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Todo discurso es destinado a alguien, provocado por algo y tiene alguna finalidad,
esto quiere decir que es un momento real en el eslabonamiento comunicativo dentro de una
esfera social determinada. En el drama discursivo actúan con los mismos derechos el autor,
el público y todos aquellos cuyas voces (re)suenan en/con el discurso del autor. La
naturaleza triple del discurso consiste en su triple actitud hacia el objeto de su tratamiento,
hacia los sujetos que participan en la comunicación (en las instancias de producción y
recepción), y hacia los discursos ajenos sobre el mismo objeto, en tanto que un discurso es
una respuesta a otros discursos, o una anticipación de una respuesta a dicho discurso, o la
consecución del diálogo siempre abierto sobre el mundo -que cuando se trata de discurso
científico no puede cerrarse con ninguna respuesta que admita un carácter último y
definitivo141.
El discurso está socialmente estructurado y orientado siempre hacia otro, que puede
estar presente en la situación, o ausente, conocido, o ignorado, explícitamente mencionado,
presupuesto o simplemente aludido, también puede estar “modelado” discursivamente (el
autor y el lector “modelos”)142. La producción discursiva es un proceso de comunicación,
cuyos momentos constitutivos son la enunciación y la comprensión, la valoración y la
respuesta activa (de acuerdo o discrepancia, consentimiento o disenso, obediencia,
transgresión, solemne, irónica, paródica, crítica, imitación, re-creación). Voloshinov llama
orientación social de la enunciación a “esta dependencia de la enunciación del peso
sociojerárquico del auditorio”, a “una de las fuerzas organizadoras vivas que, junto con la
situación de la enunciación, constituyen no solo la forma estilística de esta, sino también su
por una o más enunciaciones”. En el capítulo tres (“Interacción discursiva”), mencionado inmediatamente
antes, Voloshinov concluye con cinco postulados: -“La lengua como sistema estable de formas
normativamente idénticas es tan sólo una abstracción científica”; -”El lenguaje es un proceso continuo de
generación, llevado a cabo en la interacción discursiva social de los hablantes”; -”Las leyes de la
generación lingüística <...> tampoco pueden ser desvinculadas de la actividad de los individuos
hablantes”; -“La creación del lenguaje no coincide con la artística o con algún otro tipo de creación
específicamente ideológica. Pero al mismo tiempo <...> no puede ser comprendida en una separación de los
sentidos y valores ideológicos que contiene”; -“La estructura del enunciado es puramente sociológica”
(cursivas en el original).
141
Bajtin: “El problema del texto en la lingüística, la filología y otras ciencias humanas” <1959-61>, El
problema de los géneros discursivos” <1952-53>, en Bajtin (1985). En este último dice Bajtin: “El hablante
no es un Adán, por lo tanto, el objeto mismo de su discurso se convierte inevitablemente en un foro donde se
encuentran opiniones de los interlocutores directos (en una plática o discusión acerca de cualquier suceso
cotidiano) o puntos de vista, visiones del mundo, tendencias, teorías, etc. (en la esfera de la comunicación
cultural)”.
142
Eco (1981).
125
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
143
“La construcción de la enunciación”.
144
“Para una reelaboración del libro sobre Dostoievski” <1961>, en Bajtin (1985).
145
Tampoco es permisible la cosificación del hombre, de las relaciones humanas y de los valores. No se
puede convertir al ser humano en un objeto sin voz y de “conocimiento que lo concluya sin consultarlo”,
siempre hay en el sujeto algo irreductible a una definición exteriorizante e indirecta, y sólo él puede
manifestar en un acto de libre autoconciencia y de discurso (Bajtin, 1993: 87, 93)
146
“Sobre la polifonía en las novelas de Dostoievski”, entrevista por Z. Podgorzec <1974>, en Zavala, coord.
(1996).
147
A propósito de la palabra en Dostoievski, Bajtin (1993: 253-58) observa que las relaciones dialógicas
constitutivas del dominio discursivo suponen relaciones lógico-temáticas, autoriales (de autor individual,
reconocido, anónimo, colectivo); pueden darse entre enunciados relativamente completos, con respecto a
cualquiera de las partes del mismo, una palabra aislada (percibida en su referencia a la posición ajena,
126
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
distantes uno del otro, y mutuamente desconocidos, pueden revelar relaciones dialógicas si
en su confrontación muestran alguna convergencia de sentido (el caso de los discursos
científicos que nunca tuvieron “contacto” entre ellos, i. e.); incluso discursos
profundamente monológicos pueden mantener relaciones dialógicas (además del
dialogismo interno de la palabra)148. El sentido, en cuanto respuesta a preguntas, “es
potencialmente infinito: sólo puede actualizarse al tocar otro sentido (un sentido ajeno),
aunque sólo se trate de una pregunta en el discurso interior del que comprende”. En cada
encuentro de sentidos emerge uno nuevo, como un momento de esa infinitud, que aguarda
otros contactos, que prolonga, renueva, regenera la cadena en la vida histórica149.
El objeto de análisis discursivo, desde esta perspectiva, es la imagen de la palabra
construida por el autor de un texto, la representación del lenguaje (la palabra de la lengua,
ajena, propia, los discursos propios y de otros) y la dramatización de las voces y las
visiones que participan de una u otra manera en el diálogo que es todo texto (complejo
semiótico). El diseño arquitectónico-orquestal del texto, puede responder a un modelo
dialógico-polifónico, o a un modelo más o menos monológico. El canon pedagógico puede
inscribirse en uno u otro de estos modelos, puede oscilar entre ambos, combinar sendas
características, privilegiar algunas o reacentuar cualquiera de ellas. O bien puede dar cauce
a la pluralidad de voces y conciencias independientes e inconfundibles, autónomas y
responsables, con los mismos derechos, organizadas equitativamente (orquestadas en el
texto, y a partir del texto), re-afirmadas como ajenas. O bien puede estructurar desde el
punto de vista de una conciencia las otras voces que interactúan, objetivadas por aquella;
neutralizar la contraposición de conciencias, y las contradicciones que les subyacen, en una
unidad homofónica; clausurar el des-encuentro de interpretaciones divergentes, la
polisemia fundamental, la incertidumbre; desconocer el pensamiento ajeno y al otro en
cuanto tal, la interacción esencial de conciencias, la diversidad y diferenciación150.
extraña); también pueden penetrar en el interior del enunciado, dentro de una palabra (cuando en ella se
encuentran dos voces). Es posible que se produzcan relaciones dialógicas entre estilos discursivos, dialectos
sociales (cuando estos se perciben como posiciones de sentido); y con respecto al propio enunciado de uno,
en su totalidad, respecto de sus partes, de la palabra aislada (cuando se realiza cierto distanciamiento de
ellos). Desde una perspectiva semiótica más amplia es posible analizar relaciones dialógicas entre fenómenos
semióticos diferentes, de distinta materialidad y signicidad (entre discurso e imagen, entre imágenes).
148
“El problema del texto <...>”, cit. Lo mismo en Bajtin (1993: 65).
149
“De los apuntes de 1970-1971”, en Bajtin (1985).
150
Según las puntualizaciones de Bajtin (1993). En “Para una reelaboración del libro sobre Dostoievski”,
precisa: “El monologismo en su límite niega la existencia fuera de sí mismo de las conciencias equitativas y
capaces de respuesta, de un otro yo (el tú) igualitario. Dentro de un enfoque monológico (en un caso límite
puro), el otro sigue siendo totalmente objeto de la conciencia y no representa una otra conciencia. No se le
espera una respuesta que pudiera cambiarlo todo en el mundo de mi conciencia. El monólogo está concluido
127
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
y sordo <...> pretende ser la última palabra” (cursivas del autor). Las formas y modos de “representación”,
transmisión, examen, del discurso ajeno y de cualquier otro sistema semiótico son múltiples y variados, y
diversos los procedimientos a los que se puede recurrir en cualesquiera de las esferas discursivas, como el
mismo Bajtin lo comprueba a lo largo de su trabajo. Para el análisis de estas estrategias puede hacerse
concurrir a la semiótica modal (Greimas, Courtés, Parret), re-orientada hacia el marco teórico de los “actos de
habla”.
151
“El problema del texto <...>”. El análisis del texto puede oscilar entre dos polos, el de la lengua (del autor,
del género, de una tradición, una época, la lengua nacional) y el del acontecimiento irrepetible del texto.
152
Ídem.
128
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
153
“De los apuntes de 1970-1971”. En el mismo lugar dice Bajtin: “El objeto, en el proceso de la
comunicación dialógica que se establece con él, se convierte en sujeto (otro yo)”.
154
“Hacia una metodología de las ciencias humanas”, en Bajtin (1985). Bajtin entiende la comprensión como
“una confrontación con otros textos y como una comprensión en un contexto nuevo (en el mío, en el
contemporáneo, en el futuro)”; las etapas del movimiento dialógico de la comprensión son: “el punto de
partida -el texto dado, el movimiento hacia atrás -los contextos pasados, el movimiento hacia adelante -la
anticipación (y comienzo) de un contexto futuro” (ídem).
129
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
384) recuerda que la dialéctica “nació del diálogo para regresar al diálogo en un nivel
superior”-.
El comprender es un “existenciario” (como el encontrarse) del ser, en el que reside la
forma del “ser-ahí” como “poder ser”, que refiere su fundamental apertura y sus posibilidades;
y la interpretación, fundada existenciariamente en el comprender, es el desarrollo del
comprender, de las posibilidades proyectadas en él. La comprensibilidad es articulada
significativamente por medio del lenguaje (otro existenciario original); en la comunicación se
articula el “ser uno con otro”, el “co-encontrarse” y “co-comprender” (Heidegger, 1997,
primera parte, V -º31-34). Esto plantea el problema de todo proceso educativo, como el
dispositivo por el que las nuevas generaciones desarrollan la capacidad de aprendizaje (de
aprender a aprender, a vivir en el mundo), de aprehensión del mundo, y de comprensión.
“Porque somos un diálogo/ y podemos escucharnos unos a otros” (Hölderlin, en Apel,
1985 –II: 192, nota 51; y en Heidegger, 1997). “El fundamento de la existencia humana es el
diálogo como el propio acontecer del lenguaje”, lo que hace posible el mundo y garantiza que el
hombre pueda ser histórico; “Ser un diálogo y ser histórico son ambos igualmente antiguos, se
pertenecen uno al otro y son lo mismo” (“Hölderlin y la esencia de la poesía”, en Heidegger,
1997). Heidegger (1990), en la conferencia “El habla” (de 1950, que integra el volumen) dice:
“solamente el habla <lenguaje> capacita al hombre ser aquel ser viviente que, en tanto que
hombre, es. El hombre es hombre en tanto que hablante”.
Una discusión, en el propio humus hermenéutico, sobre la des/re o no acentuación del
aspecto constructivo o formativo de la hermenéutica, Vattimo (1992, 1991, 1995).
130
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
opiniones, del que forma parte el discurso propio, y en relación con el cual se constituye -
este es el otro aspecto de la dialogicidad interna del discurso-155.
155
Uno y otro aspecto de la dialogicidad interna, que en mayor o menor grado se manifiesta en todas las
esferas discursivas, fueron delineados por Bajtin (1988, cap. II). La dialogicidad interna puede tornase una
fuerza creativa y fundamental sólo cuando el terreno de las divergencias individuales y las contradicciones
sean abonadas por el plurilingüismo social, donde las resonancias dialógicas no sean sólo un eco perceptible
en el ápice discursivo, sino que penetren en sus capas profundas, dialogizando la propia lengua, la concepción
lingüística del mundo, donde el diálogo de las voces nazca del diálogo social de las “lenguas”, donde la
enunciación del otro comience a sonar como lengua socialmente ajena, y donde la orientación del discurso
hacia las enunciaciones de otros sea la orientación hacia las lenguas socialmente ajenas, en los límites de una
misma lengua nacional (ibídem). Este constituye uno de los núcleos programáticos de la política y la ética, en
la formulación de Bajtin; a la vez que uno de los fundamentos de una racionalidad dialógica, como puede ser
la que se postula desde la plataforma hermenéutica, habida cuenta de que la hermeneusis forma parte
constitutiva del mismo proceso con la semiosis (ad infinitum) _la comprensión dialógica consiste en la
remisión de un signo a otro signo, la interpretación del sentido por medio de otro sentido, la re-
significación/re-acentuación (Bajtin, 1985, 1992; cfr. el significado para Peirce)_.
A. Ortiz-Osés (1986) dedica su libro a la hermeneusis “como figura y figuración del entendimiento de la
realidad, basado en la comprensión axiológica o valorativa y, por tanto, simbólica de nuestra existencia” (p.
34). Desde la hermenéutica filosófica (posmoderna), entendiendo por tal una teoría y praxis de la
interpretación crítica (p. 69), se postula una racionalidad crítico-social, definida como racionalidad
dialógica, ganada en consensus intersubjetivo -crítico-racional, que apela a razones (Habermas)-, para
convalidar intersubjetivamente cualquier (voluntad de) sentido, y cultivar la necesaria solidaridad -cuyo
desarrollo Rorty propicia en su sentido secularizado-, la co-implicación en todo entendimiento, el con-
sentimiento (p. 128). En la opinión de Vattimo, la Hermenéutica, en el impasse en que parece encontrarse y
para salir de él, debe aceptar el compromiso con un proyecto de democracia y de emancipación, entendiendo
por hermenéutica la posición filosófica que se define por un distanciamiento del fundacionalismo metafísico
(los primeros principios), y por una concepción del mundo como conflicto de interpretaciones, las que deben
ser liberadas, y la hermenéutica “no puede sino tomarse en serio cuanto los interlocutores de hecho dicen,
considerándose un interlocutor más”. La hermenéutica debe recurrir a una filosofía de la historia de cuño
nihilista, como su contenido central; y reconocer que la única racionalidad de la que disponemos es una
racionalidad histórica-narrativa-interpretativa, que supone narrar y ofrecer interpretaciones con argumentos
acerca de las cuestiones que atañen a la cultura en común y a la historia (el propio devenir y el -de la historia-
de las interpretaciones). G. Vattimo, “Hermenéutica, democracia y emancipación”, en Rvta. Leviatan Nº 63,
primavera/1996, Madrid (63-73).
156
Si algo podría llamar la atención de la co-incidencia en estos aspectos, es que Bajtin y Vigotski (1896-
1934), por un lado, no se conocieron (personalmente) -pese a que algunos sostienen que Vigotski había leído
algo de Bajtin-, no hay evidencias de que haya conocido su obra; aunque Bajtín cita, ciertamente, a su
contemporáneo, en una nota del artículo “Más allá de lo social”, publicado en La estrella, en 1925, con el
nombre de Voloshinov_; y, por otro, es poco probable que a la fecha de publicación del texto referido (1929),
Bajtin supiera de la obra de Peirce.
131
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
157
D. Bakhurst, “La memoria social en el pensamiento soviético”, en D. Middleton y D. Edwards, comps.
(1992).
158
La regulación de la conducta es externa en la primera etapa; interpersonal, en la segunda; intrapersonal, en
la tercera, cuando se desarrolla el lenguaje interior (Silvestri y Blanck, p. 35).
159
Según Wertsch, para Vigotski la génesis tendría su base en los instrumentos mediadores antes que en el
repertorio genético. Ontogenéticamente, “una ‘línea cultural de desarrollo’, que implica el dominio de los
instrumentos mediadores proporcionados por una cultura, se combina con una ‘línea natural de desarrollo’
que abarca desarrollo y maduración” (p. 42). A nuestro entender, el programa semiótico diseñado por Peirce
permite integrar los instrumentos mediadores (signos) lingüísticos -a los que parece limitarse el enfoque
semiótico de estos autores- en el amplio repertorio semiótico que puede crear una cultura, y que comprende
todas las operaciones mentales superiores (las múltiples y diversas semiosis posibles, y no solo las de índole
lingüística, el complejo de “hábitos”, “guiones” y “rutinas” que supone una “competencia” y/o “performance”
deteminada/s). Y con los aportes de la Semiótica de la cultura, desarrollada por Lotman y la Escuela de Tartu,
se podría comprender, aunque sea “intuitivamente”, el privilegio que la modelización cultural occidental ha
otorgado al desarrollo del equipamiento semiótico propio del hemisferio izquierdo (Lotman, Mc Luhan).
Como quiere Cassirer (1971 -I), para salir del dilema metodológico que supone atenerse a la unidad lógica de
todos los campos de la cultura o a la particularidad de cada uno de ellos, habría que encontrar “un factor
siempre presente en cada forma espiritual fundamental y que, por otra parte, no se repitiese completamente en
la misma forma en ninguna de ellas. Entonces, en relación a este factor podríamos afirmar la conexión ideal
de los campos individuales -la conexión entre la función fundamental del lenguaje y el conocimiento, de lo
estético y de lo religioso- sin que por ello se perdiera la irrepetible originalidad de cada uno de ellos”
(Introducción, p. 25). Pero la “función simbólica” requiere una grilla epistémica de regimentación de toda la
132
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Un objeto común de pre-ocupación de Vigotski y Bajtin está dado por lo que llaman
“lenguaje interior” (o “discurso interior”). La hipótesis del primero es que el lenguaje
egocéntrico corresponde a la “etapa de transición en la evolución que va del lenguaje
verbal <verbalizado, exterior-izado> al interiorizado”, y que este último se desarrolla y
estabiliza aproximadamente cuando el niño llega a la edad escolar, momento en el que se
observa la “rápida caída del lenguaje egocéntrico”, de modo que el desarrollo del
pensamiento sigue la dirección que va del social al individual, en tanto la función primaria
del lenguaje, siempre social, es la comunicación, y emerge con la transferencia de las
formas de comportamiento sociales a “la esfera personal-interior de las funciones
psíquicas” (Vigotski, 1985, cap. 2, pp. 40-42). El lenguaje se convierte en interiorizado
porque cambia de función _en el caso de las operaciones numéricas, el niño empieza a
contar en su cabeza, a usar la memoria lógica, operar con relaciones inherentes y signos
interiorizados; es la etapa del lenguaje “sin sonido”; pero este lenguaje, que “es habla para
uno mismo” (pensamiento interno; una función en sí mismo) y el externo se influyen
mutuamente y no se puede establecer una división tajante entre ambos. Es de esta manera
que el “desarrollo intelectual del niño depende del dominio de los medios sociales del
pensamiento, esto es, del lenguaje”160.
facultad semiótica, en su integralidad (el dominio de todos los signos re-producidos y re-conocidos por medio
de los cuales se lleva a cabo la imaginación poética y teorética, el pensamiento y el conocimiento, y cualquier
otro tipo de función); es en este sentido que se puede ver que, con Peirce, se llega a la formulación (por
“abstracción”) de la “ley” de la mediación (universal). Vid. Vigostki (2000, 2007).
160
Ídem (cap. 4; también se ocupa del lenguaje interior en el cap. 7). En el mismo lugar Vigotski precisa que
el pensamiento verbal no es innato, natural, sino que está “determinado por un proceso histórico-cultural”; y
hace un análisis genético de la relación entre pensamiento y lenguaje: a los dos años aproximadamente las
curvas de desarrollo del pensamiento y del lenguaje, separadas hasta entonces (tanto filo como
ontogenéticamente), “se encuentran y se unen para iniciar una nueva forma de comportamiento” (p. 71);
cuando el lenguaje pasa del estadio afectivo-conativo al intelectual, se produce el “descubrimiento más
importante del niño” -“el lenguaje no puede ser ‘descubierto’ sin el pensamiento”-, el pensamiento se vuelve
verbal y el lenguaje, racional (p. 72). Para un enfoque del desarrollo, en sus tres áreas fundamentales de
investigación (acción, pensamiento, lenguaje), desde la sicología cognitiva, en diálogo crítico con Piaget y
Vigotski, véase J. Bruner (1995b). En su discusión en torno de tres concepciones de la infancia (Freud,
Piaget, Vigotski), Bruner hace notar la convergencia entre la concepción histórico-cultural del desarrollo (de
Vigotski) -en cuanto a que la índole misma de la cultura, cuyas regularidades deben dominar sus miembros,
viene dada por su codificación simbólico-social- y la propuesta de Peirce (y en proximidad con la de Mead)
_en cuanto a que “la moneda de la representación procedía del mismo banco que la de la comunicación”_
(pp. 35-37); además de sostener la capacidad generativa del lenguaje. Bruner considera útil “concebir el
desarrollo como un progresivo enriquecimiento del individuo de los distintos modos de representarse el
mundo, modos que suelen estar en conflicto, creando así los dilemas que estimulan el desarrollo” (p. 128). A
partir de aquí, cree que la educación debería consistir en “inculcar habilidades y fomentar la representación
de la propia experiencia y del conocimiento” (p. 124); pero sin pasar por alto que “la escolarización produce
siempre diferencias cualitativas en el desarrollo” (p. 167), y observando que la “educación intelectual que
hace posible utilizar eventualmente el lenguaje como un instrumento del pensamiento requiere largos años y
un entrenamiento complejo” (p. 169). Para una visión sociosemiótica del lenguaje y el significado, vid.
Halliday (1982a, 1982b), también preocupado por la experiencia educativa: el lenguaje cumple la función
133
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Bajtin sostiene que el proceso de comunicación verbal requiere para cumplirse que
el signo exterior se convierta en lenguaje interior, a partir de lo cual es posible la
comprensión y la respuesta. El lenguaje interior es el flujo de palabras que observamos en
nosotros, sin el cual es imposible cualquier acto de conciencia, que necesita ser expresado
de algún modo “dentro de nosotros, incorporada al material del lenguaje interior”; pero esta
expresión está determinada desde el inicio por la vida cotidiana social, y recibe cierta
coloración social e histórica. Una “toma de conciencia” cualquiera (i. e., del hambre)
necesita del lenguaje interior, de una entonación interior, de un estilo interior (puede ser
suplicante, indignada, etc.), cuya orientación social y entonaciones son, en general,
“aclaradas” por la expresión exterior. La respuesta que tiene lugar en una situación dada
está acompañada por el flujo del lenguaje interior “gracias al cual podemos aclararnos a
nosotros mismos todo lo que ocurre”161.
El desarrollo de la vida interior depende de los “medios que le sirven para
expresarla”. La estructura social y las orientaciones sociales del lenguaje interior (también
orientado hacia el otro) condicionan en gran medida la creación ideológica de una persona
dada; el estilo del lenguaje interior determina, reaviva, nutre, el del lenguaje exterior, a la
vez que este influye sobre el primero. La sociedad y la cultura, que proporcionan al sujeto
los recursos de mediación, que determinan “el tono y el carácter de su vida interior”, se le
contrapone como “ambiente exterior”, en la comunidad de lectores, críticos, de modo que
pueden surgir conflictos entre ambos tipos de discursos (ídem). Bajtin afirma “decidida y
categóricamente” la dialogicidad interna del lenguaje interior, por la participación de las
múltiples voces que se correponden con las distintas valoraciones sociales (“de clase”) en
pugna (las diferentes modulaciones del “yo generalizado”), y por la presencia del oyente o
auditorio potencial, cuya respuesta se imagina162.
El proceso de formación ideológica del sujeto consiste en la decantación de la
propia voz, entre la proliferación de voces ajenas que acuden al foro de la conciencia,
donde pueden mantener su tono original o ser re-acentuados: puede tratarse de discursos
más o menos dialógicos, monológicos, autoritarios o interiormente persuasivos; este último
más importante en el desarrollo del niño como “ser social”, en cuanto medio de transmisión de los modelos
de vida, por el que se aprende a actuar como miembro de una sociedad y a adoptar su cultura, sus modos de
pensar, creencias, valores. La escuela es uno de los dispositivos oficiales a los que se recurre para enseñar y
aprender a “significar”. Cfr. B. Bernstein (1989, 1988, 1993).
161
Voloshinov, “¿Qué es el lenguaje?”, en Silvestri y Blanck (1993), donde dice: “El lenguaje interior es la
esfera, el campo, en el que el organismo pasa del ambiente físico <estado fisiológico del organismo> al
social. En él tiene lugar la sociologización de todas las reacciones y manifestaciones orgánicas”.
134
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Géneros y Formatos
En consideración de Bajtin (y Bajtin/Medvedev, Voloshinov), sólo el materialismo
dialéctico puede llevar a cabo la tarea de “unir una síntesis amplia y una cosmovisión con
el dominio de la pluralidad material y de la generación histórica de los fenómenos
ideológicos” (Bajtin, 1994: 45); y ofrecer el fundamento para el desarrollo de “una extensa
ciencia <‘marxista’> de las ideologías”, que comprende, “sobre la base de un mismo
principio de concepción del objeto y de un método único de estudio, todas las áreas de la
creación ideológica del hombre” (ídem: 41). Este programa de estudio integra una doctrina
sociológica, en cuanto a la “especificidad del material, la forma y los objetivos” de cada
una de esas áreas (p. 42); una historia y una crítica de la cultura. Más allá del campo de los
estudios literarios delimitado por los autores (en el texto referido), es posible ampliar este
programa para desarrollar otras ramas de aquella ciencia y abarcar otras áreas, como la
mediación pedagógica de la historia o la comunicación audiovisual.
Una ciencia tal de las ideologías debe partir del principio de la materialización y
objetividad total del producto ideológico dado respecto de toda la creatividad ideológica.
Todo producto ideológico es plasmado materialmente y objetivamente accesible; y es así
que integra y constituye la realidad social y material, y representa un momento del
horizonte ideológico materializado de una formación social dada (p. 48). En el proceso
comunicativo un fenómeno ideológico adquiere su especificidad semio-ideológica, y cobra
significación, la cual solo existe en la relación social de la comprensión.
Asimismo, dicha ciencia debe afrontar dos problemas: el de las “formas particulares
del material ideológico organizado en cuanto material significante”; y el de las “formas
162
“La construcción de la enunciación”, cit.
163
Cfr. Wertsch, op. cit.; Silvestri y Blanck, op. cit.
135
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
164
Esto es, en su momento, cuando hice la tesis de doctorado, de los manuales escolares; en el caso de la
comunicación audiovisual, se trataría de las formas audiovisuales (i.e. film, video, un noticiario televisivo, un
spot publicitario, etc.), los medios de comunicación, las tecnologías de comunicación e información en
general (televisión, cine, etc.), y la comunicación social masiva en sentido general (mass-mediación), según el
género, el formato, el medio, el soporte, el entorno comunicativo (i. e. ciberespacio, esfera pública o privada).
Básicamente, estos principios permiten deslindar criterios y enfoques de análisis; además de establecer las
interrelaciones posibles y pertinentes (por caso, la mediación educativa del video, el video realizado
curricularmente en la escuela o el video usado como recurso pedagógico en alguna asignatura, lo que nos
ubica en el campo específico de Comunicación/Educación). Vid. García, 2019. Comunicación audiovisual y
efemérides escolares.
136
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
de otras esferas ideológicas (ciencia, política, arte, religión, ética); o sea, refractan “la
totalidad del horizonte ideológico”, del que ellas mismas son parte, y que “se encuentra en
un continuo proceso de generación” (pp. 60, 64). El texto escolar de historia lleva a cabo
un proceso de refracción ideológica (cognitiva, ética, política, religiosa, etc.) del mundo
que integra (y determina la concepción de) el objeto de su representación, como condición
previa necesaria de acceso del mismo a la textualización (estructura y contenido) de la
historia165. Ese mundo comprende el contexto contemporáneo del texto (del autor y del
lector) y el contexto pasado más o menos lejano de la historia objeto de representación; y
en la textualización pueden encontrarse con mayor o menor fuerza, grados de tensión,
solapamiento, el horizonte de los autores (productores, mediadores, lectores) y el del
mundo histórico representado. De este modo, es posible identificar y analizar los diferentes
ideologemas que componen un texto, y sus relaciones con la unidad del horizonte
ideológico correspondiente166. Es necesario tener en cuenta que, por un lado, en lo que a
nuestra problemática se refiere y por lo que antecede, se presentan varios niveles de
articulación _la textualización, la narración y las otras formas y tipos de comunicación,
semióticas-discursivas; la mediación pedagógica escolar de la historia, los distintos modos
de intermediación, de la historiografía académica y del conocimiento histórico científico a
la disciplina escolar; la escolarización_. Y por otro, que tanto el complejo de ideologemas
como el horizonte ideológico se hallan en un proceso de re-generación permanente, al que
contribuyen, de una u otra manera y en mayor o menor grado, la Historia (rerum gestarum),
el texto y la escuela. Al parecer de Bajtin, el método dialéctico proporciona una
herramienta adecuada y eficaz para “construir definiciones dinámicas”, “que se ajusten a la
serie generativa del desarrollo de un determinado género, de una determinada forma”, y
evitar tanto el normativismo y dogmatismo en las mismas como la dispersión en la
heterogeneidad de hechos sin relaciones entre sí (p. 78).
La narración histórica escolar participa activamente como tal en la vida social, en la
que cobra sentido, y a veces su importancia radica más en su carácter propiamente
narrativo que en su contenido (parafraseando lo que Bajtin dice de la novela). El relato (y el
manual que lo contiene), en cuanto producto enunciativo, es un acto social; como complejo
material forma parte a su vez de la realidad social, y se entreteje en el proceso
comunicativo, al ofrecer una respuesta a algo y a alguien, y al organizarse en función de
165
Bajtin, op. cit., a propósito de la literatura y la obra literaria (p. 61).
166
Idem (pp. 65-68), siempre respecto de la literatura.
137
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
una respuesta posible. Por lo tanto, su propia existencia singular es histórica y socialmente
significativa (Bajtin), adquiere la categoría de realidad histórica, en una época y en unas
condiciones determinadas, portador y re-generador de ciertas y determinadas
significaciones que pasan a formar parte del horizonte ideológico de los sujetos que
acceden a él. En el acontecimiento histórico-social que es el enunciado se “fusionan” la
singularidad material semiótica “y la comunidad y la extensión del sentido”; a esta
actualidad histórica “que une la existencia singular del enunciado con la plenitud y el
carácter general de su sentido”, y que “individualiza y concreta el sentido”, Bajtin llama
valoración social, la cual determina la selección del objeto, el discurso y la forma, tanto la
forma como el contenido del enunciado (e impregna todos sus aspectos), así como la
relación entre ambos (op. cit.: 194-96). La valoración social, en la que se basa la unidad del
sentido y de la realidad, introduce incesantemente el enunciado (el relato, el texto) en “el
tejido general de la vida social, de una época histórica determinada y en un grupo social
concreto” (p. 200). La valoración, que es social en cuanto organiza la comunicación,
sobrepasa los límites del enunciado, en la dirección de otra realidad; en el “dominio de la
cognición y del ethos, la valoración social viene a ser tan sólo una preparación para la
acción”. El objeto de conocimiento científico forma parte del horizonte epistemológico y
de intereses y necesidades actuales de un momento histórico y un grupo social dados; y la
valoración social organiza el “propio trabajo del conocimiento del objeto” (pp. 202-03).
167
En su discusión y crítica sobre “el método formal en los estudios literarios” (título de la obra), Bajtin
entiende que los “formalistas” no comprendieron la importancia del género, que definían como “cierta
agrupación permanente y específica de los procedimientos con una <función> dominante determinada”; para
Bajtin, en cambio, el género como totalidad sustancial, concluida y solucionada (en el caso del género
literario) permite comprender la importancia estructural de cada elemento (pp. 207-08). Bajtin desaprueba
además el énfasis del formalismo en la especificidad de la obra literaria, desgajada de la realidad y de la
comunicación social (pp. 215-17). Vid. J. Tinianov, “Sobre la evolución literaria”, “La noción de
construcción”; V. Shklovski, “El arte como artificio”, en Antología del formalismo ruso, A. M. Nethol (trad.),
B. Sarlo (selec), Buenos Aires, C.E.A.L, 1971.
138
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
168
A lo largo de su larga vida, en los géneros “se acumulan formas de visión y comprensión de determinados
aspectos del mundo”. Las posibilidades de sentido latentes en el género pueden ser re-descubiertas y
explotadas de otra manera por otros artistas, autores, investigadores. “Respuesta a la pregunta hecha por la
revista Novy Mir” <1970>, en Bajtin (1985). Por otra parte, los géneros “son correas de transmisión entre la
historia de la sociedad y la historia de la lengua”; todo fenómeno lingüístico nuevo debe pasar por la “vía de
139
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
la prueba de elaboración genérica” para incorporarse al sistema de la lengua. “El problema de los géneros
discursivos”.
169
Bajtin denomina géneros discursivos a estos tipos de enunciados. “El problema de los géneros
discursivos” <1952-1953>, en Bajtin (1985). En este esbozo de un libro que Bajtin no llegó a escribir, se
ocupa de los géneros discursivos en general, más allá de los géneros literarios, o retóricos, que ya fueron
objeto de estudios, desde la poética y la retórica de Aristóteles (1979, 1994). Cfr. M. A. Garrido Gallardo,
comp. (1988). Todorov, en “El origen de los géneros” (de 1987, reelaboración del mismo de años anteriores,
que abre el volumen), entiende que los géneros son unidades que pueden ser descriptos desde el punto de
vista de la observación empírica y el del análisis abstracto. En una sociedad, dice, “se institucionaliza la
recurrencia de ciertas propiedades discursivas, y los textos individuales son producidos y percibidos en
relación con la norma que constituye esa codificación”. Define el género como esa codificación de
propiedades discursivas; y considera que sencillamente los géneros vienen de otros géneros, cada género
nuevo es la transformación de otro/s ya existente/s. Para las múltiples transformaciones dentro del orden
literario, V. Genette (1989), cuyo objeto es la transtextualidad, que comprende cinco tipos de relaciones
(intertextualidad, introducido por Kristeva a partir del concepto de dialogía de Bajtin y de uso ya
ampliamente extendido; paratexto; matatextualidad; hipertextualidad; architextualidad). Por hipertexto
Genette entiende la relación que une un texto -hipertexto- a uno anterior -hipotexto-, el primero del cual
deriva de otro texto por transformación. Esta acepción entra en competencia con el uso generalizado de
‘hipertexto’ (término que propuso Nelson en los sesenta), como compleja red textual electrónica de
navegación múltiple (G. P. Landow, 1995); así que ambos conceptos no deben confundirse y las categorías de
Genette pueden quedar comprendidas o ser articuladas en el programa de Bajtin en lo que llama dialogía y
memoria del género.
140
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
170
“El problema de los géneros discursivos”.
171
Vid. E. Benveniste, “El aparato formal de la enunciación”, en Benveniste (1989 -II).
141
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
entre sí determinan el carácter de la totalidad conclusa propia del enunciado: -el sentido de
su objeto, agotado; -la intencionalidad o voluntad discursiva del hablante; -las formas
típicas, genéricas y estructurales, de conclusión. Con respecto al primer momento, se
realiza de muy diversas maneras en las distintas esferas comunicativas, que pueden ir desde
un agotamiento casi completo del objeto (en las esferas oficiales, i. e., dominadas por la
estandarización, el dogmatismo, la tendencia al discurso monológico) hasta un mínimo de
conclusividad (en las esferas de creación y especialmente en el campo científico, donde el
objeto es inagotable, y sólo adquiere un carácter relativamente concluido cuando es
tematizado, con un propósito dado, a partir de un determinado enfoque). Aquí interviene la
intención del sujeto del discurso, que determina también la elección del objeto, la forma, el
estilo.
En los distintos campos culturales (fuera del arte) toda conclusión, “final”, es
condicional y superficial (un trabajo científico, i. e., no concluye nunca; donde termina una
investigación, comienza otra). En las distintas áreas de creación ideológica solo es posible
una conclusión composicional, nunca temática (en el campo del conocimiento sería hasta
ilícita la pretensión de agotar el -sentido del- objeto; no así en el arte literario, donde es
admisible la conclusión temático-composicional)173. Constituye un problema de interés
apreciar el tipo de comprensión, más o menos “conclusiva”, de la realidad que (se) postula
(en) un género en cada una de sus ejecuciones.
Por último, la voluntad discursiva se materializa en la elección de un género, en
función de la esfera comunicativa de que se trate, la situación, el objeto. Aunque no se
disponga de conocimiento teórico acerca de los géneros, en la práctica se los puede utilizar
con más o menos seguridad, destreza y eficacia. Parte de la importancia del género estriba
en que aprender a hablar (dominar una lengua) es aprender a construir enunciados,
aprender a organizar el discurso en las formas típicas de estructuración de la totalidad de
las que dispone una cultura. El tipo y grado de participación en los procesos de
comunicación dependen de un modo relevante de la identificación de la clave genérica
pertinente cada vez, y del dominio de un amplio espectro de géneros, para articular el
sentido y comprender la realidad, desde los más estandarizados hasta los más libres,
además de la competencia para re-acentuar los géneros (i. e., el saludo, en tono oficial,
formal, familiar, etc.).
172
“De los apuntes de 1970-1971”, en Bajtin (1985).
173
Estas últimas acotaciones, en Bajtin (1994: 208, 214).
142
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
En lo que atañe al tercer rasgo constitutivo del enunciado, esto es la actitud del
mismo hacia el autor y el auditorio, también se relaciona con los problemas ya abordados
de la orientación social del discurso, del triple estatuto de la palabra (de la lengua, propia y
ajena) y con el de la comprensión dialógica. El primer aspecto de este tercer rasgo, que
establece los detalles de composición y estilo del enunciado (la selección de los recursos
lingüísticos, expresivos, genéricos), dependen de la intención y el compromiso que asume
el autor dentro de la esfera de comunicación en la que se ubique. El segundo aspecto es el
momento expresivo, o sea la “actitud subjetiva y evaluadora desde el punto de vista
emocional del hablante con respecto al contenido semántico de su propio enunciado”, la
cual condiciona también la selección de los recursos léxicos, gramaticales, estilísticos,
composicionales; de modo que es imposible un enunciado neutral. El aspecto expresivo
define el estilo individual. Uno de sus recursos es la entonación expresiva; la totalidad del
enunciado es expresiva e irradia su propia expresividad hacia todos los componentes del
enunciado. Como tal, el género “incluye una expresividad determinada propia del género
dado”.
En resumen, propio de Bajtin, “el enunciado, su estilo y su composición, se
determinan por el aspecto temático (de objeto y de sentido) y por el aspecto expresivo, o
sea por la actitud valorativa del hablante hacia el momento temático”174.
174
“El problema de los géneros discursivos”.
143
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
ejemplos diversos, a los que cada lector puede agregar los que conoce: -el retrato en pintura
y en literatura; -la poesía de Machado o Hernández y la composición musical e
interpretación de Serrat (en recitales y grabaciones); o la transposición de género que hace
el grupo Divididos de “El arriero” de A. Yupanqui; -la interesante historia de los Cármina
burana [‘cantos de Bura’] (como de tantos otros componentes del gran archivo de la
humanidad): la colección de cantos goliardos de los siglos XII y XIII escritos en latín, alto
alemán medio y francés antiguo, reunidos en el códice que se encontró en1803 en la abadía
de Bura Sancti Benedicti (Benediktbeuern, Alemania), que se pueden leer en algunas
ediciones como libro (en Argentina, p. ej., en CEAL), en 1935-36 fue compuesta la cantata
escénica Cármina Burana por Carl Orff con algunos de los poemas y estrenada en 1937
(que se sigue representando), en 1975 se reliazó el film Carmina Burana atque imaginibus
magicis, uno de los cantos fue popularizado como tema central de la película Drácula, de
Bram Stoker (dir. F. Ford Coppola, 1992); -el texto dramático, Hamlet y otras obras de
Shakespeare o Un tranvía llamado deseo y otras obras de T. Williams, y su realización
teatral y cinematográfica (por O. Welles, Greenaway, en el primer caso); -las versiones
cinematográficas de poemas épicos, como la Odisea, de obras del cantar de gesta como El
mío Cid o de poemas gauchescos como Martín Fierro; las adaptaciones cinematográfricas
de novelas, como las varias existentes de Don Quijote de la Mancha (como la de O.
Welles), de Madame Bovary de Flaubert, El conde de Montecristo (entre otros sucesos de
novelas por entrega), El perfume de Süskind o El nombrre de la rosa de Eco (dos best
sellers por los mismos años), La mujer araña de Puig, El proceso de Kafka, Plata
quemada de R. Piglia, No habrá más pena ni olvido de Soriano (que a su vez recuerda el
tango), El coronel no tiene quién le escriba de García Mrquez, la película de R. Ruiz
basada en la novela En busca del tiempo perdido de Proust, la de M. Golan basada en
Crimen y castigo de Dostoievski (filmada en inglés, en 2001, adaptada al contexto de la
perestroika); o películas basadas en cuentos, como Blow up de Bertolucci basada en “Las
babas del diablo” de Cortázar o la adaptación de Babenco de “La intrusa” de Borges; el
comic de prensa, como Mafalda, en diarios y revistas de 1964 a 1973, llevado al cine y la
televisión, además de las compilaciones y antologías en volúmenes impresos, entre algunos
de los cambios de soporte, medio, formato (serie de cortos para televisión dirigida por Catú
en 1972; largometraje dirigido por Márquez en 1979 y estrenada en 1981, a partir de la
anterior; serie televisiva dirigida por Padrón en 1993; e-book, redes sociales, sitios web,
“aplicaciones” digitales… hasta la estatua -homenaje de Mafalda en Buenos Aires);
144
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
también Martín Fiero, la película, versión en dibujos animados de la primera parte del
poema a partir de las ilustraciones de Fontanarrosa, estrenada luego de su muerte en 2007; -
la realización teatral, en algunas de sus modalidades, de películas, como La celebración del
Dogma 95; -la emisión radiofónica como noticiario el 30 de octubre de 1938 de la novela
La guerra de los mundos de H. G. Wells, a cargo de O. Welles, quien participó en el guión
con el teatro Mercurio, bajo el auspicio de la CBS (desde julio de ese año Welles realizaba
un programa radial semanal en el que interpretaba novelas adaptadas); -un caso curioso es
el de 2001. Odisea en el espacio, una novela de A. Clarke (basada en el cuento “El
centinela” que el autor presentó a un concurso de la BBC en 1948, publicado luego con un
título modificado), desarrollada en paralelo a la realización de la película de S. Kubrick en
1968, cuyo guión pertenece a los dos, y publicada luego del estreno del film (esta breve
enumeración vale para hacer notar la vida de distintos géneros, y la re-elaboración de
formatos, en diferentes sistemas –literatura, teatro, música, medios-, con cierto interés por
las dificultades que presentan para su realización)175.
175
En distintos trabajos abordo algunos de estos y otros fascinantes procesos mnemosemióticos y
comunicativos, que en parte integran el archivo de la serie de investigaciones “Metamorfosis del Contar.
Semiosis/Memoria”, que vengo desarrollando hace varios años.
145
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
la semiosis discursiva), dado que la textura que estudiamos está constituida por algo más
que la materia lingüística; y para ubicar el problema planteado acerca de la mediación
pedagógica en el campo global de las mediaciones massmediáticas, tecnológicas.177
En términos generales, los procesos de enculturación, de socialización, de
modelación de la persona, configuración de la conciencia, estructuración de la sique, del
complejo de hábitos (y hábitus) y la conformación de la identidad, comienzan bien pronto
en la vida del ser humano, precisamente por el recurso a los formatos (los constructos
semióticos complejos y las prácticas semióticas), en cualesquiera procesos comunicativos,
con base en los cuales debe concebirse el origen social de las funciones mentales
superiores, en relación con lo que Vigotski llama la zona de desarrollo proximal: “la
distancia entre el nivel de desarrollo efectivo <del niño>, determinado por la resolución
independiente de un problema”, y “el nivel superior de desarrollo potencial, determinado a
través de la resolución de problemas con la guía de un adulto o en colaboración con
compañeros más capacitados” (cit. por Wertsch, 1993: 45)178. Los formatos median el
ingreso al mundo de los significados (Bruner, 1995a), y su importancia concierne al “orden
semiótico” que sustentan y al cual se engarzan, entre otras razones porque los formatos se
176
A partir de Bajtin, “El problema del contenido, del material y de la forma en la creación literaria” <1924>,
en Bajtin (1988), donde delinea un programa de estética.
177
Sobre “formato”, vid. M. García: “Mass-mediación: formato y dispositivo” (Actas 14 Congreso Mundial
de Semiótica: Trayectorias -Tomo I, pp. 151-162:
file:///C:/Users/Usuario/Downloads/Proceedings_IASS_2019_tomo_1.pdf); Comunicación audiovisual y
efemérides escolares (2019, cit.); “Algunas notas y observaciones sobre el formato: Clarín” (Continuidades
3/2016: http://vta-continuidades.com.ar).
178
Lotman analiza el contacto entre el mundo del niño, que ocupa una posición subordinada en la jerarquía
general de la cultura, y el de los adultos, como un acto de traducción de los textos complejos que recibe el
niño al lenguaje más simple de las representaciones propiamente infantiles. No sólo la lengua funciona como
sistema modelizante: “en la conciencia del niño irrumpen las conversaciones de los adultos, que introducen
todo un mundo de modelos secundarios -éticos, políticos, religiosos, y así sucesivamente-. Los cuentos
maravillosos y otros textos artísticos introducen una enorme cantidad de signos -desde textos íntegros hasta
palabras sueltas (pero también signos figurativos) cuyo significado el niño todavía tendrá que establecer por
la vía de la identificación con unidades del contenido de su mundo”. Lotman, “Sobre la reducción y el
desenvolvimiento de los sistemas sígnicos” (sobre el problema “freudismo y culturología semiótica”), en
Lotman (1998), donde alude a los trabajos de Voloshinov sobre el freudismo; al autor le interesa entender en
qué medida el complejo de motivos sexuales iniciales se sumerge en la profundidad de la sicofisiología
infantil y en qué medida emerge como un hecho secundario (de traducción). Desde otra perspectiva, Ginzburg
analiza el caso (clínico) del hombre de los lobos (analizado por Freud), en relación con el problema de la
escena primaria (urszene). Ginzburg no se propone explicar la neurosis del hombre de los lobos mediante el
mito de los lobizones, pero señala que no se puede ignorar que en el sueño del hombre de los lobos
“prorrumpe un contenido mítico mucho más antiguo, rastreable también en los sueños (en los éxtasis, en los
trances, en las visiones) de los benandanti, de los táltos, de los lobizones, de las brujas”. Aunque no se trate
de un arquetipo (junguiano), sí se trata de “hechos históricos, identificables o conjeturables de manera
plausible: hombres, mujeres, libros y papeles de archivos que hablan de hombres y mujeres”. C. Ginzburg,
“Freud, el hombre de los lobos y los lobizones”, en Ginzburg (1994).
146
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
179
J. Bruner funda con G. Miller el primer Centro de Sicología Cognitiva en la Universidad de Harvard. A
mediados de los cincuenta establece contacto con la Escuela de Ginebra y Piaget; y con la Escuela histórico-
cultural desarrollada en la Unión Soviética por Lev Vigotski, principalmente -también, Leóntiev y Luria-, con
quienes entabla un importante diálogo de re-construcción teórica.
Para el caso, interesa destacar el origen y significación del concepto “zona de desarrollo proximal”, elaborado
por Vigotski, en cuyo trabajo, recordamos, sobresalen tres temas: “la confianza en el análisis genético o
evolutivo”; “la afirmación de que las funciones mentales superiores del individuo derivan de la vida social”;
“la idea de que la acción humana, tanto en el plano individual como en el social, está mediada por
herramientas y signos”. Los tres se entretejen y presuponen mutuamente (Wertsch, op. cit: 36). Precisamente
el argumento de Vigotski respecto del segundo de estos ejes de trabajo se esclarece en relación con la “zona
147
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
muy convencionales: “La definición comunal de los formatos es uno de los principales
modos como una comunidad controla la interacción de sus miembros” -el manual; también
el informe de investigación-. Los formatos son “asimétricos” con respecto a la conciencia
de los participantes; en el sentido en que el adulto ayuda al niño a alcanzar la “zona de
desarrollo proximal” (potencial).
Finalmente, la hipótesis que defiende Bruner, afirma: “todas las culturas tienen
formas para crear formatos de interacción y discurso cuyo fin es el de hacer sobrevivir
aquellos rasgos del mundo y de la interacción social que se proyectan más fácilmente en
categorías lingüísticas y reglas gramaticales”.180
Mitos y ritos
El libro de texto escolar y el relato histórico se conciben como productos
comunicativos que cumplen una función de mediación social, en tanto y en cuanto
articulan los tres planos que se diferencian en la Teoría de la Mediación:
-el plano cognitivo, “en que se verifica un proceso de interacción entre otros dos
planos de la realidad social”;
-el plano de la situación, “constituido por los cambios que el acontecer opera en la
realidad social”;
-el plano de los principia, “constituido por las constancias cuya preservación es
fundamental para la reproducción del grupo”, bienes, normas, aspiraciones (Martín
Serrano, 1976: 73).
En términos de Martín Serrano: “Desde el punto de vista cognitivo, la mediación
equivaldría al sistema de reglas y de operaciones aplicadas a cualquier conjunto de hechos,
y de cosas pertenecientes a planos heterogéneos de la realidad, para introducir un orden”
(ídem: 49). Define la mediación “como la actividad que impone los límites a lo que puede
ser dicho, y a las maneras de decirlo, por medio de un sistema de orden” (p. 54). Con el
término mediación se alude a “aquellas afectaciones entre dos sistemas distintos que son el
resultado de prácticas humanas guiadas por procesos cognitivos y culturales y no sólo la
consecuencia de leyes naturales” (Martín Serrano, 1993). El paradigma de la mediación
resulta adecuado, según el autor, para “estudiar todas aquellas prácticas, sean o no
comunicativas, en las que la conciencia, las conductas y los bienes entran en procesos de
de desarrollo proximal”. V. Vigotski (1985). Bruner valoriza el “diálogo” y la “negociación”, que serían
medulares en la concepción de Vigotski.
148
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
interdependencia” (ídem: 21); de modo que, aplicada en el campo de las ciencias sociales,
la teoría de la mediación contribuiría a la comprensión del “control social que ejercen las
instituciones, actuando sobre la interpretación que hacen las personas de la realidad”
(ídem). O como dice en otro lugar, esta teoría propone como objeto “el estudio de la
producción, transmisión y utilización de la cultura, a partir del análisis de los modelos
culturales y de sus funciones” (en Moragas Spà, 1986 -I: 142). La familia, la escuela, la
iglesia, los massmedia, cumplen un papel importante en lo que atañe al control social
porque producen y difunden “información”. Los procesos de aprendizaje, la instrucción
normalizada, las prácticas culturales, deportivas, los ritos, el entretenimiento, las noticias,
todas estas acciones involucradas en la enculturación, son modalidades de control social
por el recurso a la información (el conocimiento)181.
La Teoría de la Mediación se funda en la preocupación por esclarecer los problemas
que plantean las relaciones entre el sistema de producción social y el sistema de
representaciones colectivas, en tanto y en cuanto se requiere una interpretación adecuada de
cómo se da “el paso desde las transformaciones de la organización material e institucional
de la sociedad a la transformación de las representaciones colectivas que produce esa
sociedad -y el paso en sentido contrario”-; y en el interés de diseñar modelos y métodos de
análisis para su estudio (1993). La Teoría Social de la Comunicación, propuesta por Martín
Serrano (1993), a partir del paradigma de la mediación, establece la “producción social de
comunicación” como “punto de partida para estudiar las relaciones que existen entre la
transformación de la comunicación pública y el cambio de las sociedades” (p. 14)182.
Nuestro estudio de los procesos de mediación social por recurso a la información
(pública, producida y distribuida por las instituciones socialmente organizadas) se centra en
el análisis de un tipo de producto comunicativo (propio del campo educativo). El relato
180
En otros lugares desarrollo la noción de formato (García, 2016, 2019).
181
Martín Serrano precisa que “Se puede hablar de mediación solamente cuando determinados significantes
deben asumir determinados significados, y cuando para atribuir los segundos a los primeros, existe un código
mediador” (1976: 80). Desde el punto de vista del paradigma semiótico (triádico), las políticas oficiales de
control social apuntarían a establecer “códigos” que regularían la atribución de ciertos y determinados
interpretantes (inmediatos, lógicos-finales/hábitos) a tales o cuales objetos (inmediatos/dinámicos), por los
que están los signos, así como la representación de distintos aspectos del objeto por medio de tales o cuales
representámenes (signos, medios de representación); de modo que siempre queda un margen de
indeterminación en el trabajo de interpretación, de negociación de los significados, dada la falta de garantía
de una correspondencia exacta, biunívoca, entre los interpretantes postulados por el productor y los atribuidos
al objeto por el intérprete; lo que, por lo demás, se complementa con el principio de asimetría entre ambos
sujetos (momentos, instancias) del proceso de comunicación. Vid. S. Hall, “Codificar/decodificar”.
182
Vid. Martín Serrano et al. (1982), el número monográfico de la Revista española de investigaciones
sociológicas Nº 33 (cit.) y el Nº 3, julio-set./1978, de la misma revista.
149
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
histórico escolar pertenece al conjunto de los relatos elaborados y difundidos por el sistema
de comunicación pública, y postulados como legítimos183: “tales narraciones ponen en
relación los sucesos que ocurren con los fines y con las creencias en cuya preservación
están interesados determinados grupos sociales” (p. 36). Por ello llevan a cabo un trabajo
de mitificación y de ritualización, al ofrecer, respectivamente, modelos de representación
del mundo (mediación cognitiva) y modelos de producción de comunicación (mediación
estructural) (ídem, cap. 3).
En el dominio massmediático _y en general, el de la comunicación pública, si bien
cada esfera presenta ciertas particularidades que deberían tenerse en cuenta; en el caso del
texto histórico escolar, precisamente, el contenido no es la “actualidad”, la mediación
estructural viene a resolver la tensión entre la imprevisibilidad propia del acontecer y la
previsión necesaria para organizar la tarea informativa. Esta mediación opera sobre los
soportes y cuando diseña el producto se enfrenta con el conflicto acontecer//prever; y
maneja la relación relevancia/irrelevancia en la presentación de los datos de referencia.
Median estructuralmente todos aquellos que intervienen en la elaboración del producto
durante su proceso de producción-circulación-difusión184. La mediación estructural
produce rituales: “como toda labor ritual ofrece seguridad por el recurso a la repetición de
las formas estables del relato”.
La mediación cognitiva resuelve la tensión entre la producción incesante de nuevos
aconteceres y la reproducción continuada del sistema normativo y axiológico, hegemónico
o no. Procura que aquello que cambia tenga “un lugar en la concepción del mundo de las
audiencias”, aunque esto implique transformar esa concepción. Esta mediación se enfrenta
al conflicto acontecer//creer; técnicamente se opera con la dimensión novedad/banalidad de
los datos de referencia. Median cognitivamente todos aquellos que intervienen en el
proceso de producción comunicativa. La dimensión cognitiva _para nosotros la forma
arquitectónica, que comprende más que lo estrictamente cognitivo, que se resuelve en una
forma composicional-temático-estilística –estructural_, ubica el texto en el “mapa de
significados” en los que se clasifica cualquier cultura, la cual tiende a imponer sus
clasificaciones del mundo, que constituyen el “orden cultural dominante”, que nunca es
unívoco o incontestable (S. Hall, “Codificar/decodificar”). El acontecer histórico-social
183
El contenido de los relatos son representaciones sociales, proponen una determinada interpretación y una
cierta evaluación de lo que existe y lo que ocurre, destinadas a su interiorización por las personas. Op. cit.
184
En este sentido puede decirse que la manipulación es peculiar del hacer comunicativo massmediático (H.
Enzensberger, Ch. Doelker).
150
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
adquiere sentido por su remisión a “los mapas de realidad social” que “comprenden
dominios discursivos <semióticos> jerárquicamente organizados en significados
dominantes o preferentes” (ídem)185. La grilla de inteligibilidad (que para Foucault siempre
está constituida por lo ideológico y el poder), con la que se filtra el acontecer y se le asigna
su lugar en el campo social, en alguno de los dominios existentes en el mapa, se postula e
impone como patrón de lectura preferente, como “gramática de reconocimiento”, en
correlación con la de producción (Verón, 2013), que imprime en el texto las huellas del
“orden institucional-político e ideológico” dominante.
La ingente proliferación de libros de uso didáctico destinados al mercado educativo
_del que parte del público es “cautivo”; a la que vez que renuevan constantemente, y
oxigenan este sector económico, en general, de un importante desarrollo_, se subordina al
imperio de la industria cultural, que puede o no mercantilizar la existencia, pero sí
industrializa (y mercantiliza) el conocimiento (escolar en general, histórico en particular),
cuya mediación, junto con las relaciones sociales involucradas, normas, los valores y
sentimientos, llevan a cabo esos libros.186
185
S. Hall considera que el interrogante, tal vez más difícil, para una teoría materialista es “cómo pensar la
relación entre la producción material y social y el resto de una formación social desarrollada”. En su opinión,
los massmedia lideran en la esfera cultural de las sociedades capitalistas contemporáneas; de su mediación
depende la producción y el consumo del conocimiento social. Establece tres funciones de los “medios”
respecto del “trabajo ideológico”: 1- suministrar y construir selectivamente el conocimiento social, la
imaginería social para percibir los “mundos”, las “realidades vividas” de los otros y reconstruir
imaginariamente sus vidas y las nuestras en un “mundo global” inteligible; 2- reflejar y reflejarse en la
pluralidad que define a las sociedades modernas, en cuanto a las diversidad de esquemas de vida,
clasificación y orden; el trabajo ideológico consiste en ofrecer mapas no sólo para saber más sobre el mundo
sino para darle un sentido, el promovido, frente al excluido, lo que es terreno de lucha; 3- organizar, orquestar
y unir lo que se ha representado y clasificado selectivamente; producir consenso y legitimidad. “La cultura,
los medios de comunicación y el ‘efecto ideológico’”, en J. Curran et al., comps. (1981) -para lo ideológico,
S. Hall parte de Voloshinov-. En la tradición de los Estudios Culturales, los trabajos pioneros de R. Hoggart y
R. Williams; y más recientes, los de J. Curran et al. (1998).
186
Horkheimer y Adorno, “La industria cultural”, en Horkheimer y Adorno (1987). En ete maremágnum
tecnológico, massmediático, industrial, global, de espectacularidad, estetización, “pantallización”, que se
extiende continuamente, los formatos audiovisuales ocupan un lugar cada vez más preponderante y revisten
gran interés para el estudio inter o multidisciplinar.
151
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
MEMORIA
Una llave para re-abrir este coloquio y el proceso indagatorio, en relación con lo
concebible (lo que es posible imaginar, pensar, conocer, decir, representar, saber y hacer:
las posibles semiosis); lo deseable (lo que queremos que sea, lo que debe-mos ser, saber y
hacer: guía y faro de nuestras odiseas); lo experimentable (para comprender, no sólo la
historia nacional, sus narraciones y enseñanzas, sino esa “memoria del mundo, cuya
metamorfosis sin fin se llama historia”, nuestra historicidad que se juega en esa “eterna
juventud del mundo cuya repetición sin fin se llama Fiesta”)187. Factura/textura tricotómica
de la posible, deseable, experimentable metamorfosis.
La clave conjetural es la tríada (y ‘continuidad’) comunicación-memoria-vida
cotidiana, cada uno de los cuales elementos refiere algo humano fundamental,
respectivamente:
-la compleja trama de las mediaciones en y por las que (nos) hacemos (en y junto
con) el mundo;
-el maravilloso y quimérico jano bifronte que nos abre toda la posibilidad del
futuro, cuya clausura es poco creíble, pues el horizonte se des-marca a cada paso que
damos; esa suerte de cuarta dimensión (Borges: “Adrogué”), que erige el tiempo (Borges:
“El instante”) y fragua lo que somos, queremos, podemos y hacemos;
-el cronotopo primero y matricial, origen y destino de todas las partidas.
187
R. Debray (1995).
152
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
El orden de la memoria
“Somos nuestra memoria,
somos ese quimérico museo de formas inconstantes,
ese montón de espejos rotos.”
(J. L. Borges: “Cambridge”, Elogio de la sombra)
188
La constelación semántica de este párrafo está estructurada a partir del continuo tópico: archivo (en la iso-
topía “episteme”-“tópica”) de Foucault; imaginario (instituido/instituyente-radical: magma de significaciones)
de Castoriadis; im-posición (Ge-Stell)-dis-locación/dis-torsión-re-memoración-chance, de Vattimo (en re-
apropiación de Heidegger, excepto el último). El Universo en cuanto argumento, como una grandiosa obra de
arte, un argumento logrado como poema y el poema como argumento; y también nuestro ideal de hacer el
mundo y la vida cada vez más razonable, de Peirce. El crepúsculo de los ídolos, de Nietzsche. Las dos
últimas citas, de los filmes Remando al viento, dir. G. Suárez; y de Lisboa story, dir. W. Wenders.
153
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
media y larga duración, el cual no admite la primera ni la última palabra, y para cuyo
contexto no existen fronteras (“asciende a un pasado infinito y tiende a un futuro
igualmente infinito”: el Gran Tiempo)189.
189
El último trabajo escrito por Bajtin (apuntes que parten de un esbozo de fines de 1930 o principios de
1940; reducidos en el mismo lugar). Sobre el método de la comprensión, dice: “En el proceso real y concreto
de la comprensión, estos actos <aislados en que puede ser desmembrado> están indisolublemente unidos,
pero cada acto tiene una independencia ideal de sentido (de contenido) y puede aislarse del acto empírico
concreto”: 1. percepción del signo; 2. reconocimiento (como algo conocido o desconocido); 3. la
comprensión de un significado repetible (general, de la lengua p.e.); 4. la comprensión de su significado en un
contexto dado (próximo o alejado); 5. la comprensión dialógica activa (discusión, consentimiento). Esto
supone la inclusión en el contexto dialógico y el momento valorativo. “Hacia una metodología en Ciencias
Sociales”, Bajtín (1985).
190
Título del libro póstumo (2011 [1950]). Continuó de alguna manera y reorientó las sendas de Bergson y
Durkheim, porque como decía él mismo (retomando el argumento de Mauss), “no hay obra científica a la que
nuevas experiencias no obliguen a revisarla y completarla” (R. Sidicaro, “Maurice Halbwachs: creatividad y
rigor sociológico”, como prólogo a Halbwachs, 2011).
154
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
nuestros recuerdos siguen siendo colectivos, y nos son recordados por los otros, incluso
cuando se trata de acontecimientos de los que sólo nosotros hemos participado y de objetos
que sólo nosotros hemos visto. En realidad, nunca estamos solos. No hace falta que otros
hombres estén allí, que se distingan materialmente de nosotros: porque siempre con
nosotros y en nosotros una cantidad de personas diferentes” (p. 68). Los recuerdos son
reconstrucciones (de andadura histórico-social) a partir del presente y re-anudan las
experiencias y la temporalidad (entre otros soportes, a partir de “cuadros sociales de
memoria”, ´titulo del primer libro sobre el tema [1925]). En cuanto a la disquisición sobre
memoria colectiva y la memoria histórica, dice:
“Todavía no estamos acostumbrados a hablar de la memoria de un grupo, ni siquiera
metafóricamente. Parece que semejante facultad sólo pudiera existir y durar en la medida
en que estuviese ligada a un grupo o a un cerebro individual. Sin embargo, debe admitirse
que los recuerdos pueden organizarse de dos maneras: pueden agruparse alrededor de una
persona definida, que los considera desde su punto de vista, o bien pueden distribuirse en el
seno de una sociedad grande o pequeña, de la que no constituyen sino imágenes parciales.
Entonces, habría memorias individuales y, si se quiere, memorias colectivas. En otros
términos, el individuo participaría de dos tipos de memoria.” (p. 99)
A diferencia de la historia, que “es una y puede decirse que no hay más que una
historia” (de Argentina, de Misiones, de Posadas), “existen muchas memorias colectivas”,
pues 2toda memoria colectiva tiene por soporte un grupo limitado en el espacio y en el
tiempo. No se puede reunir en un solo cuadro la totalidad de los acontecimientos pasados,
salvo a condición de arrancarlos de los grupos que conservaban sus recuerdos” (pp. 132-
133).
Una precomprensión de una noción de tal magnitud como ‘memoria’, sus múltiples
interpretaciones, re-apropiaciones y algunas relaciones entre estas, puede sugerir la
creación literaria y ensayística de Borges. Su obra fue oportunamente la motivación y
fuente de mi propia búsqueda y reflexión acerca de estos tópicos, cuando aún (yo) no
sospechaba (estilema borgeano) que por estos rumbos deambularía en estos tiempos
presentes de finales de siglo (pasado, al momento de diseño del proyecto de tesis),
momento de resolución (siempre parcial) de mi “destino” (el verso de Borges especifica
“sudamericano”); lo cierto es que este proyecto de investigación se inscribe y cobra (otro)
sentido en ese otro proyecto, no registrado pero sí desarrollado de cierta manera y en
alguna medida durante unos cuantos años hasta hoy, cuya gran tópica es la memoria. Así
por ejemplo, Borges escribe lo siguiente en Historia de la eternidad: “El universo requiere
155
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
la eternidad. <...> la conservación de este mundo es una perpetua creación y <que> los
verbos conservar y crear, tan enemistados aquí, son sinónimos en el Cielo” (no importa,
para el caso, que se impute esta afirmación a los teólogos). Y más adelante:
“Es sabido que la identidad personal reside en la memoria y que la anulación de esa
facultad comporta la idiotez. Cabe pensar lo mismo del universo. Sin una eternidad,
sin un espejo delicado y secreto de lo que pasó por las almas, la historia universal es
tiempo perdido, y en ella nuestra historia personal -lo cual nos afantasma
incómodamente”.
Desde una perspectiva de “larga duración”, pero también con una mirada de corto
alcance, tanto la memoria individual como la memoria colectiva siguen un derrotero
complejo, plural y diverso, al hilo de los procesos onto y filogenéticos, de “evolución” (de
la especie) y “desarrollo” (del equipamiento semiótico), así como de diversificación
histórico-social y cultural. Tanto una como otra experimentan transformaciones, y pueden
sufrir perturbaciones, como la amnesia, mengua o parálisis de la capacidad mnésica, que
pueden producir perturbaciones de la identidad individual y/o colectiva. También
constituye un cuadro de trastorno el que presenta “Funes el memorioso”, un caso de
prodigiosa memoria registrado por Borges. Ireneo Funes “no sólo recordaba cada hoja de
cada árbol de cada monte, sino de cada una de las veces que la había percibido o
imaginado”; esto lo disuadió de hacer el “inútil catálogo mental de todas la imágenes del
recuerdo”: Puro memoria y memoria pura —“Mi memoria, señor, es como vaciadero de
basuras”, —dice Funes, Funes no podía olvidar, y “no era muy capaz de pensar”, esto
supone “olvidar diferencias, es generalizar, abstraer”, y en su abarrotado mundo “no había
sino detalles, casi inmediatos”. Una memoria saturada es también una memoria esclerótica;
y no menos valioso es el arte del olvido (necesario para vivir), que Nietzsche recomienda al
hombre moderno.191
En la actualidad, prácticamente (esto es, al menos en términos teóricos) ya no
representa un serio inconveniente la conservación y/o reproducción del acervo colectivo,
por el recurso a los dispositivos electrónicos-inteligentes. El desafío a la imaginación y el
poder de decisión reside en la gestión de lo registrado y conservado, a un ritmo
vertiginosamente acelerado, de modo tal que esta prodigiosa capacidad podría configurar
un nuevo síndrome: nuestro “mal de archivo” (tema de Derrida en el libro del mismo
191
Sobre memoria en otros campos disciplinares, vid., entre otros, F. Manes, Usar el cerebro, Buenos Aires,
Planeta, 2016; R. Quian Quiroga, ¿Qué es la memoria?, Buenos Aires, 2015, y Borges y la memoria, Buenos
Aires, Penguin Random House Ed., 2017; F. Ballarini, Por qué recordamos lo que recordamos y olvidamos
lo que olvidamos, Buenos Aires, Sudamericana, 2017.
156
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
nombre). No sólo celebramos los grandes acontecimientos que jalonan nuestra biografía y
los de nuestra vida socio-histórica, sino que además (a la vez) los registramos y luego
debemos hacernos el tiempo necesario para ver el video, las fotos, los massmedia, seguir
las redes sociales.
La constitución y administración del archivo de la humanidad excede el dominio de
una persona, una colectividad o del Estado, y la política del archivo ya no puede seguir
acotada poco más o menos al “archivo nacional”, con los problemas concomitantes de su
institución, conservación, acceso, los cuales refieren a las condiciones formales y reales de
democracia al respecto. La disponibilidad de las prótesis archivísticas (para usar los
términos de Derrida; las “extensiones” de la memoria, para usar los de Mc Luhan) plantea
algunas coincidencias y contradicciones. Entre la aceleración del tiempo (que afecta la
duración de las imágenes y de las cosas, y la memoria) y la “vocación memorialista”, por
un lado; y entre el trabajo para que “las cosas y las imágenes envejezcan” y, a la vez, para
“conservarlas como signos de identidad” en el gran teatro de la globalización y la
mundialización, por otro.192
Por paradójico que pueda parecer, la cuestión del archivo no es una cuestión del
pasado, sino del/lo por-venir: “la cuestión de una respuesta, de una promesa, de una
responsabilidad para mañana” (el tiempo por venir)193. Más allá del sentido común que le
asigna un lugar para la conservación (reserva) y le encomienda las operaciones de custodia,
repetición (del pasado), se trata de la experiencia irreductible del porvenir, la afirmación de
lo que de-vendrá, de toda apertura, y toda esperanza. De ahí también lo perturbador y lo
turbio del archivo: la singularidad irremplazable de lo pasado, el documento/monumento,
192
A propósito de esta ecuación, tiempo y memoria, dice Beatriz Sarlo: “El presente, amenazado por el
desgaste de la aceleración, se convierte en materia de la memoria” (“El tiempo y la memoria”, en el diario La
voz del interior, Suplemento Temas, 06/04/1997, Córdoba). Vid. Sarlo (2005).
A. Matelart distingue los términos mundialización y globalización, algunos de los “conceptos trampas” en
uso. El primero hace referencia a la dimensión geográfica del proceso; el segundo, que remite a una filosofía
(holística; la idea de unidad totalizante o sistémica), a una “visión cibernética de la organización funcional de
la economía mundial y de sus actores”; este concepto “prêt-à-porter ideológico” del globalitarismo, que se
expande desde el campo financiero a todos los procesos de integración mundial, presenta como única
alternativa para la reconstrucción del mundo la lógica de la homogeneización. La(s) lógica(s) global(es)
pretende(n) penetrar cada vez más intersticios de nuestras vidas (el mercadeo de la sociedad), de modo que el
problema se localiza “en el nivel de las trasformaciones de las estructuras de la sociedad a partir de las
lógicas de la internacionalización”. (“Intelectuales, comunicación y cultura: entre la gerencia global y la
recuperación de la crítica”, entrevista con A. Mattelart, Causas y azares Nº 4, invierno/1996, Buenos Aires).
V. Mattelart y Mattelart (1997); el término globalización fue tomado del inglés y se extendió en la década del
ochenta “a partir de la geoeconomía y de sus redes técnicas de transmisión de la información en tiempo real”
(pp. 117-19). Respecto de la problemática del archivo (mundial, digital), cfr. García Gutiérrez (2004),
Doueihi (2010), Maldonado (2007).
157
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
que hay que resguardar, interpretar, reproducir, pero en su unicidad original cada vez (su
doble carácter de abierto y cerrado); y la pasión de archivo (que nos puede), el deseo
compulsivo, repetitivo y nostálgico, de retorno al origen, al “lugar” del “comienzo” y de la
“ley” (el retorno de/a lo “arcaico”). Y también de ahí su impronta política y la importancia
de la operación archivística. Porque si no hay porvenir sin trans-curso de lo pasado,
siempre es el caso de una re/producción; y nuestro devenir y el futuro tienen como una de
sus condiciones de posibilidad la repetición, pero no siempre sin diferencias (y différance).
Lo que se pretende señalar es la importancia del archivo: como práctica de
almacenamiento, acumulación, preservación; como principio de autoridad que sanciona el
valor, esto es la significación, de lo que así se guarda; como institución cuyas funciones e
incumbencias consisten en la impresión, re-impresión, supresión, des-compresión,
represión de las marcas, las huellas, los engramas de la memoria. Los dispositivos de
archivación no sólo registran, sino que producen el acontecimiento, institucionalizan lo
archivable; las técnicas y los soportes de archivo no sólo almacenan y conservan un
contenido archivable (pasado) sino que condicionan la estructura del contenido, en su
emergencia y su relación con el futuro. Los medios y modos, las técnicas y operaciones de
la memoria (se) transforman (junto con) la estructura, las formas y el significado de lo
memorable.
193
Tomamos algunos rasgos de la “impresión freudiana” de J. Derrida (1997), a propósito del “mal de
archivo”.
194
J. Le Goff (1991b) intenta un “estudio histórico de la memoria histórica”, el que, en su opinión, debe
“atribuir una importancia particular a las diferencias entre sociedad de memoria esencialmente oral y sociedad
de memoria esencialmente escrita, y a períodos de transición de la oralidad a la escritura” (p. 134). Propone
el siguiente orden: 1) la memoria étnica (sin escritura); 2) el desarrollo de la oralidad a la escritura (de la
prehistoria a la antigüedad); 3) la memoria medieval (equilibrio entre lo oral y lo escrito); 4) la memoria
escrita desde el siglo XVIII; 5) las mutaciones actuales de la memoria. Para ello se inspira en la división en
cinco períodos establecida por A. Leroi-Gourhan: el de la transmisión oral, el de la escrita (tablas, índices), el
de las simples esquelas, el de la mecanografía, el de la clasificación electrónica por serie. Vid. J. Gooddy
(2015), J. Gould (2007).
158
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
195
T. Mollá y A. Viana, “Sistemas de memoria social”, en Cursos de sociolingüística 2, Alzira, Edics.
Bromera, 1989. Trad.-mimeo, Facultad de Filosofía y Letras (UBA), 1991. Cfr. Feierstein (2012), Jinkis
(2011).
196
Esto es el arte de la escritura (Platón, Fedro).
197
J. Goody, “Alfabetos y escritura”, en R. Williams, ed. (1992, vol. 1).
159
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
religión, la educación. La escritura, los modos, medios y las formas de este tipo de trabajo
social, y luego las técnicas de impresión y reproducción en serie, tienen que ver con el
desarrollo de nuevos campos de saber y nuevas formas de conocer, así como con la
afectación de “la forma de la inteligencia práctica del hombre, sus procesos cognitivos”.
El aula de la memoria
“<...> el olvido
es una de las formas de la memoria, su vago sótano,
la otra cara secreta de la moneda”.
(J. L. Borges: “Un lector”, Elogio de la sombra)
161
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
198
El ayuda-memoria lo proporcionó Le Goff (1991b); también de Certeau (1993, 1995) y Derrida (1997).
162
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
múltiples y diversos escenarios de nuestra vida. El examen de este juego retiene algunos
motivos de pre-ocupación que pueden alentar un análisis que atienda las vinculaciones
estrechas entre la memoria y el aprendizaje. El análisis, no sólo de los contenidos, tipo y
calidad, de lo que se aprende, sino de los modos y formas del aprendizaje, las razones
aducidas para aprender y las metas establecidas, puede contribuir a la señalización de otras
rutas viables para arribar a otro orden de memoria, en cuyas aulas inmensas, arduos
corredores sin fin, sea posible experimentar otro modo de re-coger, coligar y colegir, lo que
pasa por sus puertas, lo que allí se aprendió, se sintió, imaginó, soñó; y también lo que se
olvidó, porque la “memoria retiene el olvido” (Agustín, ídem, cap. XVI)199.
199
Freud, en “El malestar en la cultura”, considera que la conservación de lo pasado es una propiedad de la
vida anímica, donde los estadios anteriores pueden persistir conservados junto a la última forma; lo mismo se
extendería a los procesos de desarrollo cultural (la comparación que hace Freud entre el pasado del alma y el
de Roma). Ver más atrás, la nota correspondiente, sobre Derrida.
200
D. Middleton y D. Edwards (comps.) (1992). Vid. F. Bartlett (1995).
163
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
esencialmente sicológicos e individuales, sino que tanto los procesos como los contenidos
de la memoria son sociales; -la naturaleza social de la memoria se extiende hasta el propio
proceso de recordar; se requiere la cooperación de estudios sobre la base individual y social
del recuerdo; -la capacidad de recordar se desarrolla mediante la acción conjunta de
recordar a la vez; -pueden adelantarse “afirmaciones más rotundas sobre la naturaleza
social de los recuerdos como rasgos simbólicamente significativos, comunicables,
convencionales, variables, manipulables y discutibles de una existencia culturalmente
localizada”; -las instituciones autentifican y legitiman, de modo diverso, lo que debe ser
recordado y olvidado en sus archivos e intervenciones; -la “conciencia individual está
construida por -y restringida a- prácticas sociales simbólicas y al significado simbólico de
un mundo material”.
Seis ejes estructuran el volumen:
Recordar juntos: la evocación de experiencias compartidas por un grupo o comunidad
implica la reinterpretación del pasado y la reconversión de la base de futuras
reminiscencias; una comunidad lo es de recuerdos; estos son socialmente re-construidos,
según las prácticas, modalidad y formas del propio proceso de evocar en común, y el
contexto; el significado es construido, o redescubierto, conjuntamente, tanto en una
conversación familiar en torno de un álbum de fotos como en una oficina o cualquier
otro ámbito laboral.
Prácticas sociales de conmemoración: en ellas se conmemora intencionalmente, y se les
adscribe un significado histórico, el pasado, una persona, un hecho; es la forma en que
las comunidades recuerdan y celebran estos hechos y personas que se constituyen en
referentes para la configuración de su identidad y la experimentación del sentido y
sentimiento de pertenencia a la misma. Las conmemoraciones de las grandes fechas y
los héroes propugnan el consenso en torno de la interpretación unánime del pasado, que
acalla las contradicciones.
Fundación y contexto social de la memoria individual: los procesos y las prácticas de
reconstrucción conjunta del pasado y de conmemoración pública generan marcos de
referencias para aprender a recordar, así como su significado y valor como acción social.
Los ritos conmemorativos, como el “saludo a la bandera” y los “actos patrios” en la
escuela, señalan el carácter sociocultural de la fundación y el contexto de la memoria
individual (del “recién llegado” a la institución, por ejemplo); la experiencia conjunta
164
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
201
Cfr. N. García Canclini, Ciudadanos reemplazados por algoritmos, Alemania, Bielefeld Universty Press –
Ed. Universidad Gualajara -CALAS, 2019. Disponible:
http://www.calas.lat/sites/default/files/garcia_canclini.ciudadanos_reemplazados_por_algoritmos.pdf.
166
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
202
Cfr. A. Schütz (1993), Schütz-Luckmann (<1973>). Schütz piensa que la historia “puede ser considerada
como una relación-nosotros continua desde los primeros días de la humanidad hasta el presente, relación de
abigarrado contenido y partícipes siempre cambiantes” (1993: 242). El conocimiento del mundo de los
predecesores es mediado, por otros sujetos, o por materializaciones semióticas, por el recuerdo, legado,
transmisión, supervivencia de obras.
167
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
La facultad de la memoria
“<...> El tiempo
Es olvido y es memoria”.
(J. L. Borges: “Milonga de Albornoz”, Para las seis cuerdas)
Norbert Elías admite que el uso que hace, en su Teoría del símbolo (1994), de
términos como “lenguaje”, “conocimiento”, “memoria” y otros, puede dar la impresión de
que se aparta del habitual; es decir, el que, obedeciendo a la división del trabajo que rige en
el campo de las ciencias (sociales, en particular), se ocupan de estas “funciones” distintas
de un mismo “complejo” como si se tratara de “objetos” diferentes que existen por
separado e independientemente. Esta costumbre o tendencia es la que abandona en su libro,
en beneficio de una postura que aborda las funciones diferentes, como tales, pero de un
203
Vid. García, Intervenciones digitales: nombres, fechas, recuerdos, imágenes, relatos, lecturas, Posadas,
Ed. de autor. Libro digital, PDF/A, 2020: https://programadesemiotica.wixsite.com/unam; Comunicación
audiovisual y efemérides escolares, 2019 (cit.); “Continuidad y metamorfosis. Claves semióticas para un
andamiaje indagatorio”, Memorias: Epistemología, debates y fronteras en el campo de la Comunicación
Latinoamericana -XIX Jornadas Nacionales de Investigadores en Comunicación, Red Nacional de
Investigadores en Comunicación -Departamento de Comunicación Social (UNNE):
<http://redcomunicacion.org/memorias/; “Comunicación y memoria. Algunas exploraciones”, Continuidades
N° 2, Programa de Semiótica (FHyCS-UNaM): http://rvta-continuidades.com.ar.
169
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
204
Debray (1997) también propone abrir otro camino que sortee los ya trazados por algunos imperialismos,
una suerte de reduccionismo, que cierran el paso con respuestas totalizadoras y hasta totalitarias, con
opciones tales como el “todo social” o el “todo biológico”.
205
El estudio de las empresas de construcción de duraciones, de constitución de herencias, debe renunciar a
“la ilusión idealista de los ‘mensajes fundantes de nuestra cultura’, a la superstición de los sacrosantos
orígenes” (Debray, 1997: 37).
170
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
“evolución” al proceso biológico que se lleva a cabo por medio de la transmisión genética;
y el del término “desarrollo” a la transmisión simbólica intergeneracional en todas sus
formas.
El lenguaje es la forma principal, inicialmente, de este último equipamiento de
transmisión (p. 60)206. El ser humano puede transmitir conocimiento por medio del
ejemplo, pero sobre todo por medio de símbolos, que se pueden aprender; lo cual permite
el aumento del conocimiento (p. 71). El alcance del conocimiento que el ser humano puede
adquirir a partir de su experiencia individual sin el dispositivo simbólico es
extremadamente limitado; el lenguaje y las otras formas simbólicas que se adquieren hacen
posible el acceso a un fondo de conocimiento de una magnitud y unas dimensiones tales
que sobrepasa largamente todo lo que un individuo puede aprender a través de su
experiencia “personal no verbal”. El lenguaje es una de las formas de constitución y
desarrollo del depósito de experiencias del hombre, que influye en la experiencia personal
y en la experiencia colectiva, en la adquisición y expansión del conocimiento a partir del
dominio simbólico emplazado sobre, y sostenido por, un fondo común de conocimientos de
una sociedad (p. 146). Esta capacidad simbólica de constituir y transmitir conocimientos
representa el excedente de poder del hombre respecto de las otras especies; y viabiliza el
desarrollo, que puede consistir tanto en un cierto tipo de avance en algún sector específico
de la sociedad, y/o a la vez, como en lo que puede parecer un paso atrás (p. 159-69).
La gran facultad de memoria que, como se vio, es inseparable del “complejo”
constituido por el conocimiento y el dispositivo simbólico, inherentemente relacionados en
los procesos de generación de lo histórico-social y lo cultural, permite la conformación del
“universo de conocimiento” en el que se entretejen el fondo social de conocimientos con
las experiencias de los otros y las propias de un individuo. El modo y medio de integración
de los “nuevos” miembros a ese universo es el aprendizaje de los distintos sistemas
semióticos, que dicen ya desde el inicio acerca de la semioticidad de la experiencia, su
206
En una intervención de 1980 que toca de cerca la cuestión naturaleza/cultura, en la que expone lo que
entiende por Hermenéutica, Habermas (1994) analiza la triple vinculación de una manifestación discursiva y
el mundo, en la perspectiva de los participantes en el intercambio; y desde la perspectiva “del mundo vital o
desde el trasfondo de los supuestos y prácticas conjuntas, en las que toda comunicación aparece inmersa
desde el comienzo y en forma indiscutida”. Así, en el segundo caso, la lengua cumple tres funciones:
reproducción cultural o actualización de tradiciones; integración social o coordinación de planes de acción en
los procesos de interacción social; socialización o interpretación cultural de necesidades (pp. 37-38). Los
agentes sociales son tanto “iniciadores”, responsables, de la acción comunicativa, como “productos” de
tradiciones en las cuales se hallan inmersos, grupos a los que pertenecen y procesos de socialización. El
mundo vital conjunto constituye el contexto, ofrece los recursos para la acción, provee las evidencias
culturales a partir de las cuales re-elaborar los modelos interpretativos de la acción y el mundo (p. 159).
171
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
172
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
207
Para no dejar trunco el proceso, la próxima etapa, según Dewey, está dada por “la necesidad de poner de
acuerdo las reglas de moral y los ideales encarnados en el código tradicional, con el conocimiento positivo de
la realidad que poco a poco va haciéndose mayor” (48-ss.).
208
Bajtin, 1985, cit. por Bubnova, en Zavala, coord. (1996: 47).
209
Nos limitamos, para este punto, a “El problema del texto” (apuntes de 1959-61, publicados por primera
vez en ruso en 1976), incluido en Bajtin (1985). Bajtin incluye al investigador en el campo de las ciencias
sociales, en analogía con la inclusión del experimentador al sistema experimental, como parte del mismo, o
del observador al mundo observable (en la microfísica) fuera del cual no tiene posición, del cual su
observación forma parte.
173
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
En el gran diálogo (tiempo): “la última palabra del mundo y acerca de él todavía no
se ha dicho, el mundo está abierto y libre” (Bajtin, 1993). La percepción y la concepción
carnavalesca del mundo no “conoce punto final y es hostil a toda conclusión definitiva”
(Bajtin, 1993, 1990).
En nuestro campo de estudio parece pertinente el “criterio de profundidad”, que
Bajtin (1985) propone en cuanto al conocimiento en Ciencias Sociales _no en el sentido en
que Jameson advierte la “crisis de la profundidad”; ni como sumergirse en busca ‘del
mensaje’, algún contenido oculto que al final emergerá como el sentido último y definitivo,
o un adentrarse hacia el fundamento_. Profundizar (en términos de Bajtin, “no ampliar ni
tomar altura”, ni cavar) el “micromundo de la palabra, el enunciado, la obra, como una
totalidad irrepetible, históricamente individual”, pero vinculada con los otros mediante
relaciones dialógicas, significaría, grosso modo, para nosotros, explorar el espesor de la
memoria de la palabra, el discurso, la obra, el texto, en cuanto algunas de las formas
objetivas de la propia cultura en las cuales se conservan y viven las tradiciones culturales (y
literarias), las que por ser sociales no perviven en la memoria individual y subjetiva de un
hombre aislado (Bajtin, 1988).
El micromundo textual, que abordé en mi trabajo de tesis, es el marco semiótico de
la operación historiográfica, en un sentido cabal, como oficio memorioso integral que
practica la memoria histórica (Historia res gestae a la vez que Historia rerum gestarum) y
la memoria genérico-discursiva y semiótica en general (asimismo la operación periodística
de re-contrucción de la actualidad, en los diarios i. e., se hace posible por el trabajo
174
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
memorioso y cartográfico, que re-corta parcelas del mundo y re-elabora el pasado día a día
a medida que va mass-mediando el presente).210
Las tramas (y las tramoyas) de la memoria se des-tejen en el telar de la dialogía:
medio y modo primigenios, y matriz de toda génesis y re-generación semiótica, a la vez
que de toda re-memoración211.
El diálogo nutre el texto; es condición de posibilidad y realización del texto, en
todos los momentos (su producción, circulación y recepción); marco y horizonte de su
productividad en cuanto su tenor de grilla de inteligibilidad y comprensión de nuestra
experiencia histórica, a la vez que clave de lectura y fruición de su puesta en escena
(textualización)212.
210
En otros lugares me ocupo de la memoria mediática y la comunicación y el periodismo como oficios
cartográficos y memoriosos (García, “Comunicación y memoria. Algunas exploraciones”, cit.; “Continuidad y
metamorfosis. Claves semióticas para un andamiaje indagatorio”, cit.; Comunicación, semiótica,
investigación. Algunas ideas y relaciones, cit.; “Comunicación y educación. Diario, actualidad, memoria y
democracia”, en M. Lombardini (coord.), Cuaderno electrónico interdisciplinario: Entre medios y memoria.
Los 24 de marzo en Misiones 1976-2006, CEDIT-Gbno. Pcia. de Misiones, 2010; “Cronotopías mediáticas.
Diarios, fiestas, calendarios, mapas”, S. Frutos et al., comps., Temporalidades. El tiempo de los objetos, de
los relatos, de las representaciones, de los imaginarios, E-book -Actas II Congreso Internacional y VII
Congreso Asociación Argentina de Semiótica, UNR Editora, 2009:
http://www.bdp.org.ar/facultad/comunicacion/actas_congreso.php.
211
Bajtin opone su dialogía, en los planos ontológico, gnoseológico, filosófico, semiótico, a la dialéctica
hegeliana, de la que rechazaba su monologismo: si se eliminan las fronteras entre las voces, “lo cual es
posible en un principio (la dialéctica monológica de Hegel), entonces el sentido profundo (infinito)
desaparecerá”, dice Bajtin (“Hacia una metodología de las ciencias humanas”). Se suele citar esta sentencia
de Bajtin del año 1971: “La dialéctica de tipo hegeliano es un engaño. La tesis no sabe que será cancelada por
la antítesis, mientras que la boba de la síntesis desconoce qué fue lo que le canceló a ella” (cit. por S. G.
Bocharov, en Zavala, coord., 1996). Vid. Jameson (2013).
Una noción un tanto acotada, reductiva, restrictiva y más difundida de este concepto fundamental (‘diálogo’)
en el programa de Bajtin, es la de “intertextualidad” (y también “interdiscursividad”), tal como se dio a
conocer parte de ese programa vía Todorov, Kristeva. Si bien esta interpretación despejó de alguna manera el
camino de los estudios literarios y discursivos en general (y son apropiados y proudctivos), conlleva sus
propias limitaciones, además del proceso de divulgación por el que ha pasado, hasta ser de uso corriente en el
ámbito escolar, por ejemplo; no obstante, son apropiados en sus correspondientes contestos de
operacionalización y dan muestras de su gran productividad en innúmeros autores e investigaciones (por caso,
Angenot). Cfr. esta observación sobre la lectura, de Barthes (1986c): “Leyendo un texto mencionado por
Stendhal <...> reencuentro a Proust en un detalle minúsculo <...>. De la misma manera, en Flaubert, son los
durazneros normandos en flor que leo a partir de Proust. Saboreo el reino de las fórmulas, el trastrueque de
los orígenes, la desenvoltura que hace prevenir el texto anterior del texto ulterior. <...> Proust es lo que me
llega, no lo que yo llamo; no es una ‘autoridad’, simplemente un recuerdo circular. Esto es precisamente el
intertexto: la imposibilidad de vivir fuera del texto infinito _no importa que ese texto sea Proust, o el diario, o
la pantalla televisiva: el libro hace el sentido, el sentido hace la vida” (pp. 58-59).
212
Creo que, en este sentido, ofrece un filón portentoso para re-examinar, entre otros, el concepto de
“competencia comunicativa”, por cuanto leer es poner a andar un ‘diálogo’ (en varios niveles, a muchas
puntas), cuya “magnitud” dice acerca de la “lectura” que se realiza. Por otra parte, el diálogo así entendido
haría posible indagar de otra manera la “lógica” cultural, y social, habida cuenta que Bajtin lo pone en la base
de la formación (semiótica) de la conciencia (que es social), en lo que confluirían con Vygotski. Ver. Wertsch
(1993), Silvestri y Blanck (1993), Zavala (coord.) (1996), Zavala (1991).
175
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
213
En 1970, el mismo año de la conversación con Bocharov, en el apartamento de Bajtin en el edificio de los
escritores de Moscú (en Bajtin, 1985).
176
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
postura, unilateral, que sostiene que para ello basta “meterse” en la cultura ajena, ver el
mundo con sus ojos, olvidándose de la propia_, puesto que la comprensión creativa “no se
niega a sí misma, a su lugar en el tiempo, a su cultura, y no olvida nada”. El instrumento
más poderoso de la comprensión es la extraposición (o exotopía): “la cultura ajena se
manifiesta más completa y profundamente sólo a los ojos de otra cultura (pero aún no en
toda su plenitud, porque aparecerán otras culturas que verán y comprenderán aún más)”, así
como las otras personas, en tanto otros, pueden ver y comprender el aspecto exterior, la
apariencia de uno mismo.
El sentido es inagotable, e infinitamente renovable: “Un sentido descubre sus
profundidades al encontrarse y al tocarse con otro sentido, un sentido ajeno: entre ellos se
establece una suerte de diálogo que supera el carácter cerrado y unilateral de estos sentidos,
de estas culturas”. En el encuentro dialógico, las dos culturas, que conservan su unidad y
totalidad abierta, se enriquecen mutuamente.
Una manera de enunciar el principio dialógico: “Dos enunciados alejados uno del otro en
el tiempo y en el espacio y que no saben nada uno del otro, si los confrontamos en cuanto a su
sentido y si manifiestan en esta confrontación alguna convergencia de sentidos <...> revelan
una relación dialógica” (Bajtin, 1985).
Un modo operativo es poner en la misma escena dialógica a Borges, en una primera
entrada; y a Steiner, en la segunda, un poco más adelante.
La literatura (la historia, la ciencia, como un hacer con la palabra, que opera los resortes
fundamentales del recuerdo y el olvido, que encadena un discurso a otro, un texto a otro, que
entabla un diálogo con el otro) es uno de los oficios memoriosos: el lenguaje está cargado de
tiempo, “cada lenguaje es una tradición; cada palabra un símbolo compartido”, “un idioma es
una tradición, un modo de sentir la realidad, no un arbitrario repertorio de símbolos” (El oro de
los tigres, Prólogo) -pensamos en Vittgenstein, por un lado, y en Gadamer, por otro-; pero la
tradición argentina, por ejemplo, es toda la cultura occidental, a la que tenemos pleno derecho
(“El escritor argentino y la tradición”, Discusión). Como dice Barthes (1985): “El horizonte de
la lengua y la verticalidad del estilo dibujan pues, para el escritor, una naturaleza, ya que no
elige ni el uno ni el otro <...>. Lengua y estilo son fuerzas ciegas; la escritura es un acto de
solidaridad histórica. Lengua y estilo son objetos, la escritura es una función: es la relación
entre la creación y la sociedad”. Aunque lo único cierto es la dificultad categórica, pero feliz, la
imposibilidad de distinguir lo que pertenece al escritor de lo que pertenece al lenguaje (“Las
versiones homéricas”, 1932), no aseveraríamos con Borges que es “baladí lo que un innovador
es capaz de alterar” en cuanto a la ejecución de ese “número limitado de fábulas o de metáforas
de que es capaz la imaginación de los hombres” (Otras inquisiciones, Epílogo de 1952), lo que
en última instancia habrá de decidir la eficacia o ineficacia del mecanismo textual: “no hay en
la tierra una sola página, una sola palabra” que sea “directa”, “sencilla”, “ya que todas postulan
el universo”. La literatura, trabajo con el lenguaje, pone en tensión sus correlatos, la letra y la
voz; la letra escrita se distingue y distancia de la voz, fija el discurso oral y se independiza de
él, hace sonar múltiples voces y reactualiza saberes inmemoriales que perduran en la memoria.
Y los poetas y escritores, no son otra cosa que unas palabras (“A un poeta sajón”, El otro, el
177
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
mismo); el autor “es menos un hombre que una dilatada y compleja literatura” (“Quevedo”,
Otras inquisiciones).
El palimpsesto es el modo genealógico de ser y hacer el texto: la escritura borra los otros
trazos, las huellas del otro, y a la vez las reinscribe en el cuerpo (corpus), que se reengendra por
la doble operación del recuerdo y el olvido; ¿negatividad dialéctica que afirma lo que niega, y
construye a partir de lo que ha de-construido?; o, en términos de Benjamin, ¿“El carácter
destructivo borra incluso las huellas de la destrucción. Hace escombros de lo existente, y no por
los escombros mismos, sino por el camino que pasa a través de ellos”? De esta guisa, “cada
escritor crea a sus precursores. Los crea y de algún modo los justifica” (Nathaniel Hawthorne”,
Otras inquisiciones), “Su labor modifica nuestra concepción del pasado, como ha de modificar
el futuro” (“Kafka y sus precursores”, Ídem).
Esta fórmula borgeana recusa la clausura, conjura el olvido, desbarata todo intento que se
proponga bloquear el juego textual, impide cualquier cierre del diálogo. La constructividad
textual no congela el pasado, no lo relega al desván de los deshechos, sino que permite, exige,
un nuevo estatuto de lectura, puesto que los precursores están en el epígono, se leen en él (se
des/re-leen) y este ya está en los primeros (la lectura lo evoca en ellos); la letra recupera(da),
canoniza(da), perdura en el recuerdo de los demás. Lo propio se extiende a la traducción, o al
intento (de Menard) de escribir una obra que coincida línea por línea con alguna otra (la de
Cervantes).
La memoria parece el “Libro de arena”, “porque ni el libro ni la arena tienen ni principio
ni fin”, cuyo número de páginas es infinito, ninguna es la primera, ninguna es la última. El
hombre “no mira sin vértigo” la memoria (“Mateo, XXV, 30”, El otro, el mismo), en cuyos
“reinos espectrales” (“Cambridge”) nunca se pone el sol, y “aguarda inagotable el universo”
(“Composición escrita en un ejemplar de la Gesta de Beowulf”, El otro, el mismo); pero, y por
ello también, “Para/ Que un libro sea verdaderamente,/ Se requieren la aurora y el poniente,/
Siglos, armas y el mar que une y separa” (“Ariosto y los árabes”, El hacedor).
Es posible conjeturar, entonces, que la serie de sueños, que “Urdieron la memoria y el
olvido” (“Ariosto y los árabes”), y de trabajos “no tenga fin, quizá la clave esté en el último”
(“El sueño de Coleridge”, Otras inquisiciones). E igualmente posible es la paradoja. Por un
lado: “Cruz, lazo y flecha, viejos utensilios del hombre, hoy rebajados o elevados a símbolos;
no sé por qué me maravillan, cuando no hay en la tierra una sola cosa que el olvido no borre o
que la memoria no altere y cuando nadie sabe en qué imágenes lo traducirá el porvenir”
(“Mutaciones”, El hacedor). Por el otro: “el propósito de abolir el pasado ya ocurrió en el
pasado y -paradójicamente- es una de las pruebas de que el pasado no se puede abolir. El
pasado es indestructible; tarde o temprano vuelven todas las cosas, y una de las cosas que
vuelven es el proyecto de abolir el pasado” (“N. Hawthorne”).
Finalmente, la realidad de la memoria es más primordial (en algún sentido, aunque no
necesariamente tenga que ser a trasluz de la teoría de los arquetipos o la del tiempo cíclico, o la
del eterno retorno): el permanente re-cursar de las fábulas o miedos o diversiones que recurren
una y otra vez en los laberintos que vamos diseñando (Cfr. “La doctrina de los ciclos”, Historia
de la eternidad); “Quizá la historia universal es la historia de la diversa entonación de algunas
metáforas” (una de ellas es “La esfera de Pascal”, Otras inquisiciones). ¿Será esta la razón de
que sean cuatro las historias?: la de una fuerte ciudad cercada y defendida valientemente
(Troya), la de un regreso (Ulises), la de una busca (el Vellocino, la ballena), la del sacrificio de
un dios; “Durante el tiempo que nos queda seguiremos narrándolas, transformadas” (“Los
cuatro ciclos”, El oro de los tigres).
178
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
En la entrevista que Bajtin sostuvo con Podgorzec214, dice que las novelas de
Dostoievski encarnan artísticamente de la manera más completa y profunda la idea, ya
presente en Sócrates, del diálogo sobre los asuntos últimos que no puede más que
permanecer inconcluso, inacabado mientras el hombre piense y busque la verdad: “El fin
del diálogo supondría la muerte de la humanidad”. La verdad no puede revelarse dentro de
una sola conciencia; acaso, y sólo parcialmente, en “un proceso de comunicación dialógica
de muchas conciencias paritarias”. El pensamiento del hombre es dialógico, exige
respuesta, consenso y disensión; un ambiente de confrontación libre es condición de
posibilidad para el desarrollo del pensamiento.
En este sentido, la novela polifónica de Dostoievski culmina una gran línea de
desarrollo mundial de la literatura (que Bajtin traza en el estudio correspondiente, 1993).
No se puede ubicar, apresar, a escritores como este dentro de los límites de una época dada,
o de un siglo, o de una edad histórica, puesto que “absorben todo lo que la humanidad ha
hecho en el curso de todos los siglos de su existencia histórica”. Ahora bien, del hecho de
que con un escritor así se haya llegado a la cumbre de la concepción dialógica del
pensamiento, no se desprende que las etapas anteriores deban ser menospreciadas: “en el
Gran Tiempo nada pierde jamás su significado”, en él “permanecen con igual derecho
Homero, Esquilo, Sófocles, Sócrates y todos los escritores-pensadores de la antigüedad”,
en él está también Dostoievski. Esto significa que “nada muere, sino que todo se renueva.
A cada nuevo paso hacia delante, los pasos precedentes adquieren un sentido nuevo
complementario”; y sin embargo, cualquier logro, aun el de una gran obra, “tiene siempre
un cierto olor de muerte” y es posible ir más allá, mas no sustituirlo.
La vida del texto se desarrolla en el “medio” del diálogo, del contacto con otros
textos y contextos. La precisión (y profundidad) en las ciencias humanas “representa la
superación de la otredad de lo ajeno sin convertirlo en puramente propio”. En cada uno de
los nuevos contextos de comprensión se renuevan infinitamente los sentidos: ya se trate del
tiempo menor, el de la actualidad, el pasado reciente, el futuro previsto y deseado (más o
menos inmediato); o del gran tiempo, ese “diálogo infinito e inconcluso en el cual no
muere ni uno solo de los sentidos”. Si el aspecto objetual del pasado no puede ser alterado
(por el que comprende), su aspecto expresivo y hablante (de sentido) sí puede ser
cambiado. En esta dramatización la memoria juega su rol de “eterna trasformación del
214
En 1974, en el asilo de ancianos cerca de Moscú, donde vivió al final de su vida (en I. Zavala, coord.,
1996).
179
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
215
Hay que tener presente la posición filosófica de Bajtín condensada en su formulación del “acto ético
responsable” (Bajtín, 1997).
216
Según el informe sobre la disputa pública “Dios y el socialismo”, en el diario Molot (Martillo), del 3-12-
1918 (En el resumen biográfico de Bubnova, y también citado por Bocharov, en Zavala, coord., 1996).
217
Bajtin, “Hacia una metodología de las ciencias humanas” (Bajtin, 1985).
180
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
mencionar a Cervantes, Sterne, Joyce, entre otros). En una nota a pie de página, sobre los
cronotopos que se reaniman y traslucen en la obra de Dostoievski, Bajtin (1988: 354) dice
que las tradiciones culturales y literarias, incluso las más antiguas, no se conservan y viven
en la memoria individual y subjetiva de un individuo aislado, sino en las formas objetivas
de la propia cultura, que incluyen las formas lingüístico-discursivas, por lo cual son
intersubjetivas, sociales.
Ahora la otra voz que tiene una presencia real en esta instancia de diálogo, con y sobre
Bajtin; con y sobre Borges, invocado precisamente por Steiner en su ensayo (sobre lo) estético
(1993), acerca de la lectura como reinvención perpetua (Joyce que precede a Homero, la Odisea
que comenta tardíamente el Ulises) (pp. 25, 156-57).
Las propuestas que intentan formalizar el significado no resultan convincentes y están
destinadas al fracaso: “Una frase siempre significa más. Incluso una simple palabra, en el tejido
de inconmensurable connotación”. La matriz de una simple proposición salta el cerco del
enunciado específico para formar círculos concéntricos y superpuestos cada vez más amplios,
que comprenden “los hábitos de lenguaje y los mapas de campo asociativos”, “incorporan, en
densidades inaccesibles al inventario sistemático, la historia de las lenguas dadas y vecinas”
(pp. 104-06). La misma orientación hacia la “profundidad” y los “contextos lejanos” de Bajtin.
Steiner concibe la hermenéutica como la realización de “un entendimiento responsable, de
una aprehensión activa”. Intérprete es quien descifra y comunica significados, quien traduce
entre lenguajes, culturas, quien ejecuta, actúa (p. 18).
Mnemosine, madre de las musas, dice algo fundamental sobre las artes y el pensamiento.
El cultivo del recuerdo y su puesta en común pone a una sociedad en contacto con su pasado. Y
salvaguarda la individualidad, lo aprendido de memoria y memorable “constituye el lastre del
yo” (pp. 20-21). En la ciudad imaginaria, deseada por Steiner, los que no son artistas ejercerán
su responsabilidad como respuesta interpretativa, aprenderán de memoria las obras de arte,
como amateurs (p. 22).
Tanto el arte como la interpretación constituyen un acto crítico: afirman lo posible; y
materializan una reflexión, una valoración sobre “la herencia y el contexto al que pertenecen”.
Virgilio “lee” a Homero; Dante, a Virgilio, en uno y otro caso se trata también de una guía de
lectura; Homero, Virgilio y Dante están presentes en Milton, Pope, Pound; Joyce lee a Homero:
“De forma sucesiva, cada poeta coloca a la urgente luz de sus propósitos, de sus propios
recursos lingüísticos y compositivos, los logros formales y sustantivos de su(s)
predecesor(res)”. Se trata de una práctica de análisis, apreciación y crítica, de una lectura en
profundidad, de una “vitalizante valoración del carácter presente de lo pasado, junto con la
previsión crítica de sus apelaciones a la futuridad” (“lo que define la justa lucidez”). Así se
puede leer (el “ciclo”) Madame Bovary, Anna Karenina, La Regenta, casa de muñecas. Así
traté de leer El gigante Amapolas de Alberdi, en relación con la tradición del realismo grotesco
(bajtineano) y el ciclo literario latinoamericano del dictador; y El mundo ha vivido equivocado,
de Fontanarrosa, en diálogo con Borges y Cortázar (García, 2020). Este acto crítico como
responsabilidad creativa es el que realiza Racine cuando “lee y transmuta” a Eurípides; o
Marechal a Sófocles.
También es crítica, responsable, creativa, la traducción: las Memorias de Adriano, por
Cortázar. En el arte es constante la referencia, de alguna manera, a los predecesores, y todo tipo
de incorporación de parte de lo que ya ha sido creado, re-producido: “El arte se desarrolla por
medio de la reflexión sobre el arte precedente” (reflexión: “reflejo”/ “volver a pensar”) (p. 30).
La imaginación estética “evoluciona” en un movimiento en espiral, “ascendente y retrógrada a
la vez”, no como una flecha (“sobre las intuiciones especulativas de lo estético”: pág. 52). Acá
hay que considerar en general diferentes tipos de operaciones y procedimientos semióticos –
181
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
218
De ello también se ocupa Bajtin en el último texto mencionado (1988).
182
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
219
Las fronteras entre lo estético, lo ético y lo cognitivo, sus relaciones complejas, es otro de los motivos para
provocar el encuentro entre Bajtin y Peirce.
183
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
contenido y acentuado como enunciación individual” (pp. 80-82). Los discursos viven en
las fronteras, de sus propios contextos y de los contextos de los discursos ajenos. La
“política interna del estilo” determina la política exterior, en cuanto a las relaciones con los
discursos ajenos. La dialogicidad interna del discurso, la reciprocidad de la orientación
dialógica que anima y dramatiza el discurso por dentro (la orientación del discurso hacia el
otro, los discursos ajenos, sobre el objeto del discurso y sobre el discurso mismo), puede
tornarse una fuerza creativa y fundamental sólo a condición de que las divergencias
individuales y las contradicciones sean fecundadas por el plurilingüismo social, de que las
resonancias dialógicas penetren las capas profundas del discurso, dialogizando la propia
lengua, la concepción lingüística del mundo; de que el diálogo de voces surja del diálogo
social de las “lenguas”; de que la enunciación de otro suene como lengua socialmente ajena
(otra); y, finalmente, a condición de que la orientación del discurso hacia las enunciaciones
ajenas se convierta en la orientación hacia las lenguas socialmente ajenas (otras), en los
límites de una misma lengua nacional (pp. 92-93).
La dialogicidad lingüística, social, histórica, cultural, constituye la urdimbre de la
memoria, rueca y telar de la dialogía. La vida social y la evolución histórica crean, en los
límites de una lengua nacional (abstractamente única), una pluralidad de mundos concretos,
produce una inagotable diversificación y estratificación.
La estratificación de la lengua está determinada, ante todo, por los géneros (en
cuanto a la orientación intencional, hacia el objeto, los otros discursos, el auditorio, la
realidad; y la acentuación ideológica, la valoración social). Esta estratificación en géneros
se entrelaza, en coincidencia o divergencia, con la estratificación profesional de la lengua,
en sentido amplio, que se diferencian por la orientación intencional, la interpretación y
apreciación del mundo. Cada época histórica de la vida ideológica y verbal, cada
generación, en cada una de sus capas sociales, tiene su lenguaje; cada edad tiene el suyo,
con sus acentos específicos, que varían según el estrato social, la educación y otros factores
-se trata de los lenguajes socialmente típicos-. En un momento histórico dado coexisten
lenguas de diversas épocas y períodos de la vida socio-ideológica. Por tanto, en cada
momento de su existencia histórica, el lenguaje es complejamente pluridiscursivo; y esto
explica la coexistencia de contradicciones socio-ideológicas entre pasado y presente, entre
las diferentes épocas del pasado, entre los diversos grupos socio-ideológicos, entre
corrientes, escuelas, círculos. Estos discursos (hablas) del plurilingüismo se entrecruzan de
manera multiforme y forman nuevos discursos socialmente típicos. Estas hablas, que
184
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
185
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
“El triple problema del tiempo, del espacio y del hombre constituye la materia de la
memorización.” (Leroi-Gourhan, cit. por Le Goff, 1991b).
“La antigua tríada -lugar, tiempo y persona- forma parte obviamente de la obra de
un autor histórico. Si se modifica el lugar, el tiempo y la persona, surgen nuevas
obras, incluso aunque traten o parezcan tratar del mismo objeto.” (Koselleck, 1993).
El cronotopo actualiza:
a) su significado temático como generador de la trama, como centro organizador de
los propios acontecimientos temáticos;
220
Ogden y Richards (1984). Sólo sumergiéndonos en las profundidades del mar de la memoria (para
parafrasear a los autores, apropiándonos de sus reflexiones sobre el poder de las palabras) podemos
“ponernos en contacto con nuestros semejantes”, “participar en la vida de la comunidad”: “<...> las nubes de
la tradición verbal acumulada estallan sobre nosotros a campo raso -en el esfuerzo realizado para
comunicarnos y en la tentativa de interpretación-”; “los hábitos de pensamiento que se han desarrollado con
su uso <del lenguaje> y con las estructuras que les impusieron nuestros primeros padres testimonian una
continuidad igualmente significativa” (p. 51).
221
Bajtin, “Problemas literarios y estéticos”, cit. por Bubnova, en Zavala (1996) -una reubicación de algunos
conceptos y problemas bajtineanos, seguida de un resumen biográfico-.
222
Versión propia de la edición en portugués de Bajtin (1988).
186
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
223
Bajtin se apropia de la noción de la conferencia de A. Ujtomski, sobre el cronotopo en Biología dada en
1925 (Bajtin, 1988; Bubnova, cit.). El término fue introducido y fundamentado a partir de la Teoría de la
Relatividad de Einstein, para conceptualizar la interligación fundamental de las relaciones temporales y
espaciales. Bajtin lo traspone a la literatura casi, pero no totalmente, como metáfora (Bajtin, 1988). En
aquella teoría, el cronotopo sería el continuum espacio-tiempo. Para Einstein (1986) resulta “obligado
concebir objetivamente al espacio y al tiempo como un continuo de cuatro dimensiones indisolubles, para
poder expresar el contenido de las relaciones objetivas” (pp. 145-46).
Bajtin concibe el espacio y el tiempo como formas indispensables del proceso de conocimiento; pero, a
diferencia de Kant, en cuanto formas de la propia realidad efectiva (y no trascendentales, como condiciones a
priori de la posibilidad del conocimiento).
En el cruce de caminos disciplinares, en el campo de la comunicación, la semiótica, la antropología, el tiempo
y el espacio constituyen el objeto de estudio de la Proxémica, que junto con la Kinésica y la Prosódica forman
las tres ramas desarrolladas a partir de cierto terreno delimitado por la teoría de la comunicación y de la
semiótica. E. Hall (1979; y en El lenguaje silencioso, en ambos estudia la estructuración de la experiencia
que lleva a cabo la cultura) tematiza “el espacio personal y social y la percepción que el hombre tiene de él”
como campo de la investigación proxémica (y la proxémica como una parte de la dimensión cultural). Vid.
“Proxémica” (de 1968, en Winkin, sel., 1984). Estos lineamientos ilustran las complejas relaciones entre los
distintos modos de vida y la conformación de la criba sensoria(motriz) de percepción y patrones de
representación del “mundo” (el medio y las relaciones que en él se producen); i. e., los modelos de
estructuración de la experiencia común, compartida y comunicada que vehiculizan las biopolíticas (Foucault),
esto es la gestión de las poblaciones y (en) sus territorios (piénsese en la noción de hacinamiento,
superpoblación, masividad; las políticas de re-urbanización, que emplazan la “city”, el “microcentro”, y los
lugares de residencia, esparcimiento, el “cono-urbano”, y trazan los límites y zonas de “pasajes” o vedadas, o
“rojas”). Estos modos y formas de percepción, comportamiento, relación (significación/comunicación),
sedimentan en “hábitos” de concepción del mundo, modelizadores de prácticas. Vid. Eco, “La vida social
como un sistema de signos” (AAVV, 1973) y “El signo teatral” (Eco, De los espejos y otros ensayos, Buenos
Aires, Lumen, 1988).
187
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
224
El amplio espectro de las formas del viaje es una matriz cronotópica en Literatura (La Ilíada, La Odisea) e
Historia (la ‘averiguación’ que emprendió uno de los primeros viajeros, registrada en los Nueve libros de la
Historia de Heródoto); opera con fuerza en la narración histórica escolar (“campañas”, “expediciones”, etc,);
y en el cine (La guerra de las Galaxias), hasta el punto de que se reconoce el género road movies (Paris-
Texas de Winders). Saltando en el espacio y en el tiempo en varias direcciones, también se re-actualiza y no
con menos fuerza en otras esferas, discursos y prácticas, político-militares y científicos (las “misiones” de la
ONU, la “Guerra de Irak”, etc., que disparan el juego de asociaciones y recuerdos con otros emprendimientos
pasados, como las Cruzadas; las diferentes empresas espaciales de la NASA). Distintas variantes del
cronotopo se reconocen fácilmente en los relatos massmediáticos –periodísticos. Es obvia su importancia en
una de las esferas sociales y uno de los sectores económicos más importantes, como lo es el turismo. Y no
hace falta observar el uso expandido de “navegación” en el “ciberespacio”.
188
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
225
Bajtin (1990) ubica en Rabelais la culminación de culminación de esta tradición.
189
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Semiosfera y memoria
“<...> cada cual tiene su historia,
Pero todo esto ocurre en esa suerte
De cuarta dimensión, que es la memoria.”
(J. L. Borges: “Adrogué”, El hacedor)
191
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Todo texto complejo se forma por el juego interno de múltiples recursos semióticos,
que el texto cifra de manera heterogénea; entre ellos, los recuerdos de profundidades
temporales diferentes, las distintas matrices histórico-culturales, y “los constantes diálogos
intertextuales entre géneros y ordenamientos estructurales de diversa orientación” (ídem).
El texto es un fenómeno dinámico, internamente contradictorio, heterogéneo y
heteroestructural. Cumple una triple función: de comunicación, de generación de sentido, y
de memorización cultural. Los textos “constituyen programas mnemotécnicos”, son
capaces de “reconstruir capas enteras de cultura, de restaurar el recuerdo” (ídem). Y más, la
reconstrucción del carácter de la “memoria común” indispensable para la comprensión del
texto, delinearía la “imagen del auditorio” oculta o des-cubierta en el texto oficial, el cual
“construye un interlocutor abstracto, portador exclusivamente de la memoria común,
192
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
226
En “La memoria a la luz de la culturología” (Lotman, 1996).
193
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
relevo del ‘olvido’ y la ‘recordación’ culturales”. Este aspecto tiene un carácter pan-
crónico.
4. “Los nuevos textos se crean no sólo en el presente corte de la cultura, sino
también en el pasado de esta”. Toda cultura establece qué recordar y qué olvidar.
“Los sentidos en la memoria de la cultura no se ‘conservan’, sino que crecen”.
5. “La productividad de la formación de sentido en el proceso del choque entre los
textos que se conservan en la memoria de la cultura y de los códigos
contemporáneos, depende de la medida de desfase semiótico”.
6. Los textos que saturan la memoria de la cultura son heterogéneos desde el punto
de vista del género. Se producen conflictos entre “la naturaleza genérica de los
textos dominantes en la memoria y los códigos determinantes en el presente estado
de la cultura”.
En una proliferación de artículos (el género que más cultivó), Lotman desarrolla un
programa de investigación a partir de la memoria, como uno de sus núcleos227.
Lotman define la cultura “como todo el conjunto de la información no genética,
como la memoria común de la humanidad o de colectivos más restringidos nacionales o
sociales” (entendiendo memoria, en el sentido de la teoría de la información y la
cibernética, como la facultad de conservar y acumular información). La cultura es un
sistema comunicativo, creada con base en el lenguaje natural (el sistema semiótico
universal), el cual asume un papel dominante en la compleja compaginación de los
sistemas de codificación. Pero los sistemas de comunicación son a la vez sistemas de
modelización; de modo que la cultura, a la vez que construye un modelo del mundo,
construye un modelo de sí misma, “condensando y acentuando alguno de sus elementos, y
eliminando una parte como insignificante”228. Lenguaje y cultura constituyen una totalidad
compleja229: para que la cultura realice su trabajo fundamental de organizar
estructuralmente el mundo que rodea al hombre, debe disponer en su interior un
“dispositivo estereotipizador estructural”, cuya función es desarrollada justamente por el
lenguaje.
227
V. las distintas ediciones de D. Navarro y de J. Lozano.
228
“El problema del signo y del sistema sígnico en la tipología de la cultura anterior al siglo XX” (Lotman,
1979). Para otra re-visión, Las palabras y las cosas de Foucault.
229
J. Lotman y B. Uspenskij, “Sobre el mecanismo semiótico de la cultura” (Lotman, 1979).
194
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
230
En un sentido amplio, “cualquier comunicación que se haya registrado (dado) en un determinado sistema
sígnico”: texto en lengua natural, cuadro, ballet, desfile militar (Lotman, 1979).
231
La historia muestra que “la destrucción sin dejar huellas no está dentro de las posibilidades de ningún
conquistador” (Lotman, 1998: 82).
232
Lotman (1996) admite que la cultura “en su totalidad puede ser considerada como un texto. Pero es
extraordinariamente importante subrayar que es un texto complejamente organizado que se descompone en
una jerarquía de ‘textos en los textos’ y que forma complejas entretejeduras de textos” (p. 109).
195
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
“manosantas”) sería el vestigio de una tradición según la cual la elección se cumplía con la
ayuda del adivino, el hechicero, y no por el escrutinio racional individual, el libre examen,
la remisión a la historia, la ponderación de la efectividad, o el análisis de la causalidad
(según el ideal iluminista). La posibilidad y la necesidad de elegir por sí mismo, y
renunciar a la costumbre y la experiencia colectiva estatuida, será respectivamente valorada
positiva o negativamente por uno u otro tipo de cultura.
Lotman concluye de esta manera: “Para que la escritura se haga necesaria, se
requieren la inestabilidad de las condiciones históricas, el dinamismo y la impredecibilidad
de las circunstancias y la necesidad de las diversas traducciones semióticas que surgen en
los contactos frecuentes y prolongados con un medio aloétnico” (p. 91). Con todo, la
victoria de la cultura con escritura o de la cultura ágrafa parece un caso extremo. Dentro de
tal o cual cultura se trata de delimitaciones de las esferas oral (poética-sacra, el ritual, el
mito), y escrita (laboral-económica), sus interconexiones y transformaciones, como las que
se están produciendo actualmente por la irrupción de medios de registro del discurso oral
en la cultura ya tradicionalmente escrita (p. 92) (la cultura audiovisual, la oralidad
secundaria).
El mismo volumen (1998) incluye “La memoria de la cultura”. Ahí dice el autor:
“Los aspectos semióticos de la cultura (por ejemplo, la historia del arte) se desarrollan, más
bien, según las leyes que recuerdan las leyes de la memoria, bajo las cuales lo que pasó no
es aniquilado ni pasa a la inexistencia, sino que, sufriendo una selección y una compleja
codificación, pasa a ser conservado, para, en determinadas condiciones, de nuevo
manifestarse” (p. 153, cursivas en el original). Esto quiere decir, en cierto sentido, que si es
posible hablar de “atraso” cuando no están disponibles ni se usan los nuevos inventos
técnicos, no cabe lo mismo cuando se lee la Odisea, o se mira la Gioconda; para no estar
“atrasado”, en cultura, no es necesario dar la espalda a las obras del pasado. “Las ruedas de
la cultura giran con diferente velocidad”, el romanticismo en música puede coincidir o no
con el romanticismo literario; mientras la moda es pasajera, sus cambios vertiginosos, los
del lenguaje se producen a lo largo de períodos más largos. Es notable, por un lado, la
variabilidad histórica de la cultura, su carácter dinámico; y, por otro, “la diferencia en la
velocidad de la dinámica histórica de sus diferentes componentes”.
Tumbas, mausoleos, museos, paseos, también conjugan en un complejo lo
simbólico y lo ceremonial _y en esto radica también la práctica semiótica de la memoria, el
ejercicio de la memoria semiótica, que no “entierra” de una vez y para siempre a sus
197
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
“muertos”, recuerda sus estados pasados y su pasar, los hace contemporáneos_, espacios en
los que se celebran los oficios memoriosos. El diálogo cultural con el pasado es constante,
como es incesante la actualización de textos pertenecientes a otros momentos, la presencia
de estados profundos anteriores, lo que tiene que ser una señal de alerta de cara a un
“evolucionismo trivial” o la “rigurosa linealidad” del desarrollo de la cultura. Tomada en
su aspecto semiótico, la cultura, como forma de la memoria colectiva, obedece a las leyes
del tiempo, a la vez que genera mecanismos para resistir al tiempo y a su movimiento. No
sólo se encuentra en actividad el último corte temporal, sino también “toda una gruesa capa
de cultura de una considerable profundidad, y, a medida que se avanza en el tiempo, en el
pasado brotan periódicamente focos de actividad”. El funcionamiento de estructuras
parciales de la memoria cultural hace posible el diálogo interno de diferentes momentos
culturales.
Todo sistema comunicativo requiere una memoria común; la diversidad de
lenguajes (en el sentido de Bajtin; o, más precisamente, los múltiples sistemas semióticos
de significación-comunicación) supone el diverso carácter de la memoria, tanto en lo que
hace a la diferencia de su volumen sincrónico cuanto a su profundidad diacrónica. Así,
Lotman formula la tesis: “cuanto más complejo es un lenguaje, cuanto más ajustado está
para la transmisión y producción de información más compleja, tanto mayor profundidad
debe poseer su memoria”. Es el caso del ‘lenguaje’ (strictu senso, el “lenguaje articulado”),
cuyos elementos son agentes de garantía de la memoria profunda; los mismos
experimentan cambios y son capaces de conservarse en el sistema; puede pensarse
igualmente en algunas “imágenes”, como “Fausto”, en su invariancia y en sus diversas
realizaciones (hasta Fausto. impresiones del gaucho Anastasio el pollo en la
representación de esta ópera, de E. del Campo); o “chivo expiatorio”, desde los festivales
en los que los “sátiros” cantaban a Dionysos, celebraban la permanente re-generación de la
vida.
Lotman define como función simbólica la capacidad mnemotécnica de un signo
(más arriba, el complejo símbolo-ritual), de “concentrar en sí, conservar y reconstruir el
recuerdo de sus contextos precedentes”; pero el significado de un símbolo no es constante,
algo que perdura inalterable. La memoria no es un depósito de mensajes que se apilan y se
guardan invariantes, sino un mecanismo de regeneración de la misma; los símbolos portan
información de los contextos y los sistemas semióticos, que para actualizarse requiere
algún contexto en el que se inserten los símbolos, lo cual modifica su significado; la re-
198
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Las “figuras” y los “tonos” de la patria, que insuflan siempre un nuevo o renovado aliento
al amor patrio: la bandera que flamea en la plaza mayor, en la escuela, al frente de las casas, los
días conmemorativos de la gesta patria y cuando el seleccionado nacional de fútbol representa a
la comunidad nacional en un campeonato mundial; la bandera de plástico que se ondea en los
mitines políticos o en los estadios deportivos, la bandera atada al cuerpo o tatuada en el rostro;
también el himno nacional que se “entonaba” solemnemente en los programas televisivos de
mayor audiencia los días de la patria. Todos estos gestos recuerdan el “relato nacional” sobre el
legendario fervor y arrojo de los jóvenes patriotas -French y Beruti- que distribuían cintas
celestes y blancas a los vecinos que querían saber de qué se trataba en el Cabildo aquellos días
de mayo de 1810; y ninguno de ellos relega al olvido el entusiasmo de la multitud,
“embanderada”, que se congregó en Plaza de Mayo cuando el gobierno militar decidió “hacer”
la guerra de Malvinas; lo que, hoy, funciona también como antídoto contra la amnesia.
También se pueden ver desde esta perspectiva algunos de los mega-recitales que se
realizan en ciertos “lugares de memoria”, como la actuación de uno o de “los tres tenores”, y
otros importantes artistas, en la plaza del Obelisco de Buenos Aires, icono “porteño” y
nacional; por otra parte, estos espectáculos se alinean con otros del mismo tipo, como el recital
de Pink Floyd realizado “en” el muro de Berlín (en gira mundial, R. Waters anunciaba la
presentación del espectáculo The Wall en Argentina para 2012). Estos dispositivos rituales,
para utilizar la expresión de M. Augé (1995), activan el resorte de re-actualización simbólica,
de re-creación del “mito”; estos actos de re-fundación, y fundantes de memoria colectiva,
despejan cada vez el camino para la introducción de nuevos significados compartidos en torno
de esos espacios y símbolos).
Desde la perspectiva de los Estudios Culturales, Raymond Williams ofrece aportes para
pensar los procesos de hegemonía en relación con la cultura (a), y los procesos de reproducción
cultural, y las relaciones entre cambio social y cambio cultural (b).
199
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
a) A partir de Gramsci, Williams (1980, caps. 7, 8, 9; 1982, caps. I-II-VII) entiende que la
hegemonía constituye “todo un campo de prácticas y expectativas en relación con la totalidad
de la vida”, “es un sentido de la realidad”; una “cultura”, que “debe ser considerada asimismo
como la vívida dominación y subordinación de clases particulares”. Este concepto de
hegemonía implica dos ventajas: -“sus formas de dominación y subordinación se corresponden
más estrechamente con los procesos normales de la organización y el control social en las
sociedades desarrolladas <...>“; -”existe un modo absolutamente diferente de comprender la
actividad cultural como tradición y como práctica”; son procesos básicos de la propia
formación social, no meramente, y más que, expresiones superestructurales.
La hegemonía es un proceso, lo cual implica agregar los conceptos de contrahegemonía y
hegemonía alternativa. Conviene hablar de “lo” hegemónico, “lo” dominante. Como método
general, no deben reducirse “todas las iniciativas y contribuciones culturales a los términos de
la hegemonía”, el análisis cultural procura comprender lo hegemónico en sus procesos activos y
formativos, pero también en sus procesos de transformación.
Advierte Williams: “El principal problema teórico, con efectos inmediatos sobre los
métodos de análisis, es distinguir entre las iniciativas y contribuciones alternativas y de
oposición que se producen dentro de -o en contra de- una hegemonía específica <...> y otros
tipos de contribución e iniciativas que resultan irreductibles a los términos de la hegemonía
originaria o adaptativa, y que en ese sentido son independientes”. No debe verse el proceso
cultural como si fuera simplemente adaptativo, extensivo e incorporativo, sino que también se
dan en él auténticas rupturas.
La hegemonía es un proceso activo de incorporación de significados, valores y prácticas a
una cultura y a un orden social efectivo. Para comprender este proceso y el material sobre el
que opera, hay que tener en cuenta tres aspectos de todo proceso cultural:
1-Tradiciones, más precisamente una tradición selectiva: “una versión intencionalmente
selectiva de un pasado configurativo y de un presente preconfigurado, que resulta entonces
poderosamente operativo dentro del proceso de definición e identificación cultural y social”. La
tradición constituye “un aspecto de la organización social y cultural contemporánea del interés
de la dominación de una clase específica”; “el sentido hegemónico de la tradición es siempre el
más activo”, es un campo de luchas. El establecimiento efectivo de una tradición selectiva es
cuestión de instituciones formales y de formaciones.
2- Instituciones: cumplen una función importante en el proceso social activo de
incorporación (lo que también se entiende como socialización, o enculturación). Este específico
y complejo proceso hegemónico está lleno de contradicciones y conflictos no resueltos. El éxito
se da por la efectiva autoidentificación con las formas hegemónicas; más que a la suma de las
instituciones hay que atender al carácter negociado de las interpretaciones fundamentales.
3. Formaciones: movimientos y tendencias efectivas, en la vida intelectual y artística, con
decisiva influencia en el desarrollo activo de una cultura, y en relación variable con las
instituciones; con un papel cada vez más importante en las sociedades desarrolladas complejas.
Lo que se analiza en cada caso es el modo de una práctica especializada, deben diferenciarse las
formaciones alternativas, las de oposición, y las dominantes, y las variantes de estas últimas.
b) En su consideración de los procesos de reproducción cultural, Williams trata la cuestión
de las relaciones entre cambio social y cambio cultural. Es necesario, a la vez, definir algunas
relaciones relativamente estables de dominación y subordinación, y examinarlas en sus formas
dinámicas. Como vía para analizar esas formas dinámicas, propone distinguir entre:
1- Lo arcaico: lo que se reconoce plenamente como un elemento del pasado para ser
observado, examinado o incluso puede ser “revivido” de un modo deliberadamente
especializado (el folklore, en un sentido y línea de concepción y práctica, como objeto de
investigación; y de enseñanza y aprendizaje en las “escuelas de danzas nativas”, academias,
centros tradicionales).
2- Lo residual: ha sido efectivamente en el pasado, pero todavía se halla en actividad como
efectivo elemento del presente; puede tener un sesgo alternativo o de oposición, así como ser
incorporado a la cultura dominante mediante los diversos mecanismos por los que opera la
200
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
tradición selectiva (los mismos elementos del folklore, específicamente musical, que están en
un período de relativo y considerable resurgimiento y éxito, tanto en asistencia de público a los
incontables festivales como en el mercado discográfico; también algunas prácticas “curanderas”
que conviven con las medicinales-científicas).
3- Lo emergente: los nuevos significados y valores, prácticas, relaciones y tipos de
relaciones que se crean continuamente. También aquí hay que distinguir lo dominante, o lo
funcional al orden hegemónico, y lo alternativo y de oposición (Internet, que por otra parte no
manda al baúl de los recuerdos abandonados prácticas, formas, recursos y soportes anteriores,
si se tiene en cuenta, aunque sea superficialmente, lo que implican el chat y el e-mail, respecto
de la charla y la correspondencia, sólo para mencionar algunos aspectos de un ejemplo
complejo).
4- Lo dominante: el sistema central de prácticas, significados y valores, que debe hacerse y
rehacerse permanentemente para contener a aquellos que se le opongan; puede incorporar los
complejos anteriores.
Para definir los elementos importantes, o lo residual y lo emergente, y para comprender el
carácter de lo dominante, Williams dice: “ningún modo de producción y por lo tanto ningún
orden social dominante y por lo tanto ninguna cultura dominante verdaderamente incluye o
agota toda la práctica humana, toda la energía humana y toda la intención”.
233
Para este punto, “Acerca de la semiosfera”, en Lotman (1996).
201
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
las fronteras, la película que cubre la célula viva, la biosfera) consiste en “limitar la
penetración de lo externo en lo interno”, en “filtrarlo y elaborarlo adaptativamente”, la que
se cumple de varios modos en los distintos niveles (por ejemplo, la separación de lo propio
y lo ajeno, la reconversión de uno en otro, la re-semantización de lo que viene de afuera).
La frontera une, por un lado, dos esferas semióticas; y las separa, por otro, desde la
posición de la autoconciencia, autodescripción en un metanivel _la conciencia de sí,
individual o colectiva, es la conciencia de la especificidad, las diferencias, las
contraposiciones respecto de las otras “esferas”; y en distintos períodos históricos puede
dominar uno u otro aspecto.
La frontera es también un “dominio de procesos semióticos acelerados que siempre
transcurren más activamente en la periferia de la oikumena cultural, para de ahí dirigirse a
las estructuras nucleares y desalojarlas” (pareciera oírse la propia voz de Bajtin). La
oposición centro/periferia puede ser sustituida por el par ayer/hoy (Lotman ejemplifica esta
“regularidad” con la historia de la antigua Roma).
La frontera es indispensable, lo significativo “es el hecho mismo de la presencia de
una frontera” (cursivas del autor).
2- El trazado de la frontera de una cultura dada depende de la posición del
observador. Lo mismo rige para la división en núcleo y periferia. El metalenguaje de
descripción adoptado (se trate de una autodescripción o de una descripción realizada por un
observador externo en términos categoriales de otro sistema) puede cubrir la irregularidad
del mapa semiótico real y construir un nivel de unidad ideal del mismo. La interacción
entre estos niveles, así como los juegos complejos entre núcleo-periferia, conforman una de
las fuentes de los procesos dinámicos semiosféricos. En el suelo semiótico no siempre se
respeta la jerarquía de lenguajes y textos, estos chocan y se mezclan de modos diversos. La
no homogeneidad estructural de la/s semiosfera/s constituye importantes reservas de esos
procesos dinámicos y deviene uno de los mecanismos de producción de nueva información.
La irregularidad estructural se debe también a la diferente velocidad con que la semiosfera
se desarrolla en sus distintos sectores.
Lo regular es la no sincronicidad en el tejido real de la cultura, lo que quiere decir
que fenómenos como el Barroco o el Romanticismo no se producen sincrónicamente en
todas las ramas del arte; y lo mismo puede observarse respecto de los contactos culturales,
entre Oriente y Occidente, entre centro y periferia, o entre diferentes culturas locales dentro
del espacio de una cultura nacional. En una semiosfera operan fronteras internas que
202
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
234
“Para la construcción de una teoría de la interacción de las culturas (el aspecto semiótico)”, en Lotman
(1996).
203
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
235
“Asimetría y diálogo”, en Lotman (1996); en el mismo artículo dice: “Los períodos estáticos de la cultura
se forman a cuenta del equilibrio de transacción entre” esas tendencias.
204
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
236
“Sobre el papel de los factores casuales en la historia de la cultura” (de 1992, en Lotman, 1996); “Sobre el
papel de los factores casuales en la evolución literaria” es una versión de 1989 (en Discurso Nº 8, 1993).
Lotman formula la paradoja que surge a partir de las nuevas fuerzas que libera cada “nuevo brusco viraje en
la historia humana”: “el movimiento de avance puede estimular la regeneración de modelos culturales y
modelos de conciencia muy arcaicos, generar tanto bienes científicos como epidemias de miedo masivo” (“El
progreso técnico como problema culturológico”, en Lotman, 1996).
237
Entre otros, “Un modelo dinámico del sistema semiótico” (de 1974), en Lotman (1979, 1998); “Sobre la
dinámica de la cultura”, en Discurso Nº 8, 1993. También Lotman (1999).
205
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
238
En los últimos artículos señalados (1993).
206
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Complejidad y memoria
“Hablan de humanidad.
Mi humanidad está en sentir que somos voces de una misma
penuria”.
(J. L. Borges: “Jactancia de quietud”, Luna de enfrente)
239
Entonces, el último quinqueño del siglo, cuando se generaba el texto orginal de tesis de doctorado; aunque
parezca allá lejos y hace tiempo, algunos resabios y sacudones campean a sus anchas y se dejan sentir en el
presente. Alain Badiou dictó un seminario sobre “el siglo XX” en el College Internatianl de Fhilosofhie
durante los ciclos lectivos 1998-1999, 1999-2000, 2000-2001. El tema no era qué pasó en el siglo sino lo que
se pensó; aborda la cuestión del siglo como categoría del pensamiento, a partir de discursos “que apelan al
sentido del siglo para sus propios actores” o que hacen de ‘siglo’ “una de sus palabras clave”. El siglo XX
comienza “con el tema del hombre como programa y ya no com dato” y “el siglo XXI, en tanto, se abre con
una moral disyuntiva: ‘humanismo o terror’. Guerra (humanismo) contra el terrorismo”. Las clases fueron
reunidas en Badiou, El siglo (2005), con un epílogo de 2004.
240
Josep Fontana (1992) se suma a quienes desbaratan lo que expresa “el fin de la historia”, desde que este
giro se puso de moda (ya pasada por lo demás, como otras), con la pretensión de despejar el terreno
historiográfico por donde transitan quienes estudian y enseñan Historia. Cfr. Jameson (1999), Cruz (2014).
207
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
con rumbo más o menos fijo; otras sin meta preestablecida; y otras aun, con el sólo
propósito de andar, se pre-vea o no el norte); y según el punto de vista del participante o
del observador, o del observador participante, la línea fronteriza puede ser inclusiva y/o
exclusiva, de lo propio y/o lo ajeno, puede encerrar la propia esfera y separarla de las otras,
o puede constituir el umbral, la zona de los pasajes, la liminalidad, el canal de inter-
cambios, el punto de contacto, el espacio de las mixturas, re-apropiaciones y re-
definiciones, el cauce de dis-continuidades e in-determinaciones, el tiempo de nuevos
principios. Recta, círculo, espiral, rejilla, hilo/s desovillados y/o trenzados, la experiencia
de la frontera puede propiciar la trans-formación de la humanidad y el mundo. (Como lo
quiere Castoriadis, “algo infinitamente más modesto: que la humanidad se cambie como ya
lo hizo dos o tres veces”. entre otras, por las razones que da Borges: “<...> Hoy sólo tienes/
La fiel memoria y lo desiertos días./ Nadie pierde (repites vanamente)/ Sino lo que no tiene
y no ha tenido/ Nunca, pero no basta ser valiente/ Para aprender el arte del olvido./ Un
símbolo, una rosa, te desgarra/ Y te puede matar una guitarra”241).
Marc Augé (1995) esboza el problema que la modernidad plantea a la historia y a la antropología (cuyas
relaciones es el tema de su libro). Es decir, el estado del mundo, caracterizado por la “aceleración de la
historia” y el “encogimiento del planeta”, no es un objeto unívoco ni uniforme, ni objeto de univocidad o
uniformidad en su abordaje. O bien se presta atención, a partir del eje temporal, a los procesos de unificación
que emergen con la aceleración de la historia (en esta línea, las tesituras del “fin de la historia”, o del
“consenso”); o bien se atiende, sobre el eje espacial, a las diversidades, que en su acercamiento muestran el
encogimiento del planeta (en la línea de esta perspectiva, la “postmodernidad”, si bien, en este caso, hay que
tener presente la gama de concepciones). En la interpretación de Augé, ambos lineamientos “no difieren
tanto” y “no son independientes, ni una ni otra, de las revoluciones tecnológicas” a partir de las cuales fueron
posibles. ¿Cómo explicar los aspectos inéditos de la realidad contemporánea? “¿Cómo pensar juntas la
unidad del planeta y la diversidad de los mundos que lo constituyen?” (pp. 26-28). La condición
contemporánea, entretejida por la interconexión de los procesos de aceleración y encogimiento,
desencantamiento, y secularización, complejiza aún más la conformación de memorias colectivas,
problematiza su cronotopia (el complejo comunidades, territorios, temporalidades), y recoloca o hace estallar
algunas fronteras (como las nacionales, las de la patria, del propio mundo, el mundo propio y el ajeno).
¿Cómo se configura el fondo de memoria común, y cómo llegar hasta él? Sobre la razón del “consenso”, la
razón de la “diferencia” (cap. 2). Vid. Augé (2016).
Por su parte, Fontana plantea “la necesidad de recuperar los dos signos de identidad de una historiografía
crítica”: la “globalización” (recogida de “los fragmentos de una historia troceada” y reconstrucción de “una
visión unitaria del hombre, en todas sus dimensiones”, y superación de “las consecuencias del
fraccionamiento cientifista”); y la “politización” (comprensión de que “detrás de toda interpretación histórica
hay siempre una ‘política’”, y orientación del trabajo hacia la comprensión por parte de un auditorio “real”, y
los “problemas reales de la sociedad y del hombre”) (op. cit., pp. 123-24).
241
J. L. Borges, “1964”, El otro, el mismo.
208
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Memoria histórica
“En un día del hombre están los días
del tiempo <...>
Entre el alba y la noche está la historia
universal. <...>”.
(J. L. Borges: “James Joyce”, Elogio de la sombra)
242
Puede identificarse el eco de varias voces: la de Marx sobre la historia, la de Spinoza acerca de las
pasiones, la de Nietzsche sobre la celebración de la vida, la de Foucault a propósito del cuadro epistémico
moderno y la de Cortázar sobre el valor de las palabras.
243
Marx, Nietzsche y Freud moldean tres llaves maestras de interpretación, con respecto a la cronotopología
(otra vez este complejo), del sujeto, la conciencia y el inconsciente, la vida material y social, y sus
objetivaciones (Foucault, 1995a). Diríamos con Lotman, que han “franqueado” algunas fronteras, re-
acomodado ciertas esferas.
244
I. Prigogini, “Orígenes de la complejidad”, cit. en Fontana (1992: 31); de este autor, la indicación acerca
de la sucesión de las tres revoluciones científicas (pág. 30).
209
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
245
Una re-acentuación personal de la discusión que entabla M. Augé (1994, cap. 4, p. 112) en torno de la
política como ritual.
246
Borges, a propósito del desafío, sobre la “dura y ciega religión del coraje” creada por hombres de
pobrísima vida”, “gauchos y orilleros de las regiones ribereñas del Plata y del Paraná” (Evaristo Carriego,
XI).
247
K. Marx, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte (en Marx, 1985).
248
K. Marx, Tesis sobre Feuerbach (en Marx, 1985).
249
La “forma peculiar de la especie humana”, un proceso que culmina con la creación de algo que, al
iniciarse, ya existía en la imaginación del trabajador” (según la consideración de Marx, cit. por E. Fisher,
1986: 18). Para Castoriadis, la elucidación es un momento necesario del hacer que define a la humanidad (“la
vida social es, en esencia, práctica” -octava tesis sobre Feuerbach-), pero no soberano. En la praxis
“elucidación y transformación de lo real progresan” “en un condicionamiento recíproco” (ídem –I: 131).
250
El hacer pensante por excelencia es el pensamiento político y la elucidación de lo histórico-social que
implica (ibídem); la política pertenece al campo del hacer en el modo específico que es la praxis (ídem -I:
129). Por su parte, para la Filosofía de la praxis creativa, que postula Gramsci, no existe “una ‘realidad’ fija
por sí misma, sino solamente en relación histórica con los hombres que la modifican” (A. Gramsci, 1984: 28).
210
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
II: 32). La historia, no sólo la pasada, sino la que se está haciendo y la que está por
producirse, es creación y destrucción (Castoriadis, 1993b: 61). Los recursos comunicativos
tienen mucho que ver en el trabajo de “institución del mundo como su mundo, o de su
mundo como el mundo, y gracias a la institución de sí misma como parte de ese mundo”
que realiza y por el cual existe toda sociedad (Castoriadis, 1993a –II: 41). Lo histórico-
social se define como “aquello en y por lo cual se manifiesta y es lo imaginario social”
(ídem –II: 122), la institución de un magma de significaciones imaginarias sociales:
“Creándose como eidos cada vez singular <...>, la sociedad se despliega en una
multiplicidad de formas organizativas y organizadas. Se despliega, de entrada, como
creación de un espacio y de un tiempo (de una espacialidad y de una temporalidad)
que le son propias, pobladas de una cáfila de objetos <...>, vinculados por relaciones
establecidas en cada ocasión por la sociedad, consideradas y sostenidas siempre
sobre unas propiedades inmanentes del ser-así del mundo. Pero estas propiedades
son re-creadas, elegidas, filtradas, puestas en relación y sobre todo: dotadas de
sentido por la institución y las significaciones imaginarias de la sociedad dada”
(Castoriadis, 1993b: 71).
211
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Conjugando todos estos esquemas las agencias mediadoras y los productos comunicativos
participan de la constitución de la “realidad” para una sociedad, en la elaboración y
difusión de ciertas respuestas a cuestiones fundamentales planteadas por toda sociedad:
definición de su identidad, su articulación, el mundo, sus relaciones con él y con los
objetos, sus necesidades y deseos, sus “sueños”. Interrogantes, respuestas y definiciones
que no siempre son explícitas, sino que se encarnan en el hacer comunicativo y en el hacer
de la colectividad. El orden discursivo (producido o reproducido, difundido, promovido),
que subtiende (a) los soportes comunicativos (como los educativos), cumple una función
importante en la constitución y articulación del mundo social en función del sistema de
significaciones imaginarias sociales a partir del cual aquel es elaborado. Estas
significaciones existen, una vez constituidas, al modo de lo imaginario efectivo (lo
imaginado) materializado en los discursos sociales, los productos culturales. El estudio de
las mediaciones apunta a interpretar la presentificación-figuración de las significaciones
directrices y promovidas como socialmente válidas, las desprestigiadas, así como la clave
misma de clasificación y valoración que se utiliza cada vez. Esto es, ¿cuál es el
“posicionamiento” de estos medios respecto de lo imaginario radical, como histórico-
social y como psique/soma -como río abierto del colectivo anónimo y como flujo
representativo/afectivo/intencional-?252. Así, por ejemplo, en nuestro universo de estudio,
la narración de historia cumple un papel tanto más importante en la institución del tiempo,
componente esencial de ese trabajo: la sociedad es la institución de una temporalidad, sin
la cual es imposible; cada sociedad, en tanto autoalteración y modo específico de esta, es
una manera de hacer el tiempo y darle existencia; la institución histórico-social como
temporalidad propia. En los relatos históricos, como en cualesquiera otros massmediáticos,
se conjugan, implican circularmente, las dos dimensiones de la institución del tiempo:
-el tiempo identitario, de referencia y de las referencias; tiempo calendario, relativo a
la medida del tiempo;
-el tiempo social imaginario, de la significación, o significativo.
El acento puede estar puesto en uno o en otro, en el “tiempo superfluo”, repetición
de lo idéntico, en ciclos que se suceden; o en el “tiempo verdadero”, autoengendramiento
de la alteridad, creación, estallido, emergencia. Lo social es autoalteración, se da como
251
Con la tecnología eléctrica instantánea el propio globo no pasa de ser una aldea; el planeta da la impresión
de ser un barrio que la gente puede recorrer en una caminata (M. McLuhan, 1991).
252
Hay que entender a la doble faz de la institución de la sociedad, sus relaciones, negociaciones y mutuas
imposiciones (Castoriadis, 1993b, 1998).
212
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
253
La multiplicidad, que implica unidad, existe como diferencia y como alteridad: “Por cuanto la diferencia
es una dimensión del ser hay identidad, persistencia, repetición. Por cuanto la alteridad es una dimensión del
ser, hay creación y destrucción de formas” (Castoriadis, 1993b: 160).
254
Otras inquisiciones, A-I.
255
En términos de Castoriadis: “imaginario social”, o sociedad instituyente, refiere a lo que es creación,
posición, dar existencia en lo histórico-social, las significaciones instituidas y la institución como
presentificación de significaciones; “imaginación radical” refiere a lo que es posición, creación, dar existencia
en la psique/soma para la psique/soma, la creación de figuras como presentificación de sentido y el sentido
como figurado-representado (1993a –II: 328).
256
Según Castoriadis, los cuatro imperativos del imaginario capitalista son: acumular, consumir, racionalizar,
dominar: “centralidad de lo económico, la expansión indefinida y pretendidamente racional de la producción,
del consumo y del ocio, que cada vez es más planificado y manipulado” (Diario Página 12, set./1993, Buenos
Aires). V. Castoriadis (1998).
213
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
257
Las presentes indicaciones para el análisis proceden de M. Heidegger (1997, segunda sección, V-º76, pp.
427, 424).
258
Ídem (V-º74, pp. 417, 416).
259
Ídem (V-º74, p. 417; V-º75, p. 419; V-º81, p. 460; V-º76, p. 427).
260
J. L. Borges, Otras inquisiciones, A-I, B. El último tramo de la cita continúa así: “El tiempo es la sustancia
de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río”. Sin embargo, para Borges
mismo el olvido puede anular o modificar el pasado (supra).
261
La “esfera infinita, cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna” es la forma en que
Pascal imaginó la naturaleza (“La esfera de Pascal”, cit.).
262
La meta que (se) fija S. Hawking (1992), en pos de la cual una teoría física “unificada completa,
consistente, es sólo el primer paso” (p. 218).
263
Un significado icónico _una imagen, una metáfora y un diagrama del tiempo; el tiempo que (nos)
(tras)pasa, que corre, vuela, que perdona, que cura heridas; el tiempo in-finito, fluido, eterno, vivido,
214
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
del tiempo: aquella en que el desorden o la entropía aumentan; aquella en que sentimos que
pasa el tiempo, en la cual recordamos el pasado pero no el futuro; y finalmente la dirección
en la que se da la expansión, y no la contracción, del universo (Hawking, 1992: 191).
Hawking argumenta que la segunda flecha determina la primera y ambas tienen
necesariamente la misma dirección, la segunda y la tercera deben ser bien definidas pero no
apuntarán siempre en la misma dirección; pero solamente cuando la dirección de las
flechas es la misma es posible el desarrollo de seres inteligentes que se pregunten “¿por
qué aumenta el desorden en la misma dirección del tiempo en la que el universo se
expande?” (p. 192).
Aunque en el comienzo haya sido el verbo y el cosmos se contraponga al caos, en
las cosmo-gonías-logías/visiones y mitologías que conforman con más o menos fuerza las
matrices de modelamiento cultural, lo cierto es que “hay siempre muchos más estados
desordenados que ordenados”, ¿cómo es posible el orden, la organización, en un universo
que tiende al desorden, a la disipación? (de este hecho resulta la segunda ley de la
termodinámica). Esta dirección a la que apunta la flecha termodinámica determina el
sentido subjetivo del tiempo, se recuerda el pasado siguiendo la misma dirección en la que
aumenta el desorden (admitiendo en este punto la similitud entre la memoria humana y la
memoria de ordenador): “El desorden aumenta con el tiempo porque nosotros medimos el
tiempo en la dirección en la que el desorden crece” (ídem, p. 194). Esta dirección (hacia el
desorden) es la misma dirección que sigue la expansión del universo; pero no es que esta
expansión produzca el aumento del desorden, sino que la “condición de no frontera”264
determina el crecimiento del desorden y que se den las condiciones para la vida inteligente
únicamente en la fase de expansión. Las flechas del tiempo distinguen el pasado del futuro,
y son bien definidas; la dirección en la que crece el desorden, aquella según la cual
recordamos el pasado pero no el futuro, y aquella otra en la que el universo se expande265.
A partir de los nuevos raseros y senderos de la ciencia (sobre todo física, aunque los
conceptos emergentes son ampliamente re-conocidos en distintos campos del
conocimiento, cosmología, ecología, química, biología, ciencias sociales), se admite el
“papel constructivo fundamental de la flecha del tiempo” (Prigogine, 1997a: 9; 1997b).
Por un lado, la unidireccionalidad del tiempo, la irreversibilidad, ligada a los
procesos de no-equilibrio, permite concebir la aparición de la vida. Por otro lado, el
acercamiento, también desde la física, a los sistemas dinámicos, hace posible reconocer la
importancia de las fluctuaciones y de la inestabilidad, nociones tales como la de opciones
múltiples y la de horizontes de previsibilidad limitada (ídem: 10). En la memoria de
Occidente se re-activan, con más o menos poder, produciendo mayor o menor tensión, que
pueden llegar a la contradicción, las matrices de la democracia y de la ciencia moderna,
desde el determinismo que regula el pensamiento, la racionalidad, la concepción de la
creatividad del hombre, el ideal ético, de responsabilidad y libertad, el saber objetivo. De
todos modos, hoy estaríamos embarcándonos en la gran aventura del saber, cuyo punto de
partida sería una “nueva racionalidad que ya no identifica ciencia y certidumbre,
probabilidad e ignorancia”, y cuyos derroteros nos conducirían hacia la comprensión de la
complejidad del mundo. Un desafío que requiere la puesta a punto de toda la pericia del
arte cartográfico; los embates de “una ciencia que permita a la creatividad humana
vivenciarse como la expresión singular de un rasgo fundamental común en todos los
niveles de la naturaleza” (ídem: 13); y la apuesta por la re-concialización, en un complejo,
de los ideales de democracia, creatividad, responsabilidad, libertad y de inteligibilidad del
universo.
La condición necesaria para dialogar con la naturaleza es la realidad del devenir;
pero este diálogo, co-operativo, comunitario, no abrigaría la esperanza de controlar sino la
de comprender la naturaleza y nuestra vida en un universo en evolución (en la cual actúan
de modo primordial la irreversibilidad y la probabilidad, las inestabilidades y
bifurcaciones, en un universo en construcción)266. En suma: “El futuro no está dado.
Vivimos el fin de las certidumbres”, pero no el tiempo de “una derrota del intelecto
humano”, su capacidad de imaginar lo posible (ídem: 213), lo que podría haber sido y no
fue, y lo que podría ser. Prigogini indica una tercera vía de acercamiento al mundo, entre
las dos ya practicadas, que ofrecen una u otra imagen del mundo: un mundo determinista,
216
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
regido por leyes, que excluye la novedad; un mundo absurdo, acausal, arbitrario, sometido
al puro azar, que elimina la posibilidad de cualquier previsión y descripción en términos
generales (pp. 217-18).
Cómo (re)presentar este nuevo ícono del universo a quienes nacen en el mismo
contexto (temporal) de emergencia de esa otra “forma”; habida cuenta (ampliando en este
sentido los límites de la reflexión de Prigogini) de la diversidad universal, esto es la “gran
variedad de escalas de tiempo en la evolución biológica”, la no existencia de una norma
universal que regule la diversidad de los fenómenos, en el nivel macroscópico, el de la vida
y el de la actividad humana; lo que también puede enunciarse como la compleja
contemporaneidad no sincrónica o pancrónica de las múltiples generaciones (de los
contemporáneos, los antecesores y sucesores; la hibridización de sus heredades, arraigadas
en diversos suelos), un “corte” de las cuales re-engendra la imagen del mundo que las
generaciones más jóvenes, venideras, aprehenderán, en el mismo corte histórico de
creación de esas representaciones.
En qué moldes vaciar los formatos (pedagógicos y en general) más adecuados para
contribuir a la inteligibilidad de un nuevo dibujo del universo, de un mundo desconcertante
(son las palabras de Hawking), abierto, inconcluso, “fluctuante, ruidoso, caótico” (son las
de Prigogini), en el que lo propio es “la expresión de la inestabilidad dinámica” (ídem), en
el cual encaja nuestra creatividad.
Cómo narrar de la mejor manera posible la compleja vida de los sistemas complejos
y dinámicos, auto-eco-organizados, su devenir, deriva(ciones), a lo largo de múltiples y
diversos procesos de evolución y desarrollo, más o menos aleatorios, im-probables, in-
determinados, tantas veces bifurcados, inestables y de relativo equilibrio, cambiantes,
armoniosos, conflictivos, contradictorios; procesos en los que se complementan, distinguen
y diferencian condiciones necesarias y suficientes para su realización y transformación.
Cómo contar la historia de la propia (tierra) patria, engarzada en la interminable
historia del mundo, en la del universo, que siempre reclaman nuestro cuidado, cada una de
las cuales a su vez parece inagotable; cómo re-diseñar (para re-tomar otra de las precisiones
de Prigogini, a propósito de las relaciones entre orden, caos, azar) uno de esos rincones en
266
Prigogini (1997a: 173, 174, 208, 214, 213). “La historia de la materia está encastrada en la historia
cosmológica, la historia de la vida en la de la materia. Y finalmente, nuestras propias vidas están sumergidas
en la historia de la sociedad” (p. 209).
217
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
los que establecemos un cierto orden relativo al gran e inabarcable con-texto del nuevo
des-orden mundial.
267
Una introducción al pensamiento complejo, en E. Morin (1994). La complejidad no elimina
necesariamente la simplicidad, ni se confunde con la completud. Básicamente se trataría de un pensamiento
ejercitado en el tratamiento, el diálogo y la negociación con lo real; opuesto a la simplificación del tejido
semiosférico (para acercarnos a la textura cultural, semiosférica de Lotman) de “constituyentes heterogéneos
inseparablemente asociados” _aquí, uno de sus principios sería el de la “Unitas multiplex”.
Se trata, al parecer, del “Fénix”, que es la grilla epistémica, que re-nace transfigurado de las cenizas de la
memoria. Para el diseño del nuevo cuadro del mundo se recurre a múltiples topoi, re-ubicados, trans-
migrados, entrecruzados: la teoría de los sistemas auto-eco-organizados; el vínculo entre organización e
información (Teoría de Sistemas, Teoría de la Información, Cibernética); un punto de vista que “cuenta con el
mundo y reconoce al sujeto”, “presenta a uno y otro de manera recíproca e inseparable”; reconoce el sustrato
biológico del conocimiento, y propone una definición bio-lógica del sujeto (lógica del ser vivo), como “una
cualidad fundamental propia del ser vivo”. Morin propone el tetragrama
orden/desorden/interacción/organización, el cual “no puede ser comprimido”. Los dos rasgos fundamentales
de esta Epistemología son la apertura y la reflexividad (auto); y las dos relaciones principales, eco y meta-
sistémica. La complejidad comprende incertidumbres, indeterminaciones, azar, mezcla de orden y desorden,
“en el seno de los sistemas ricamente organizados”. Tres principios permiten pensar la complejidad: el
dialógico, matriz de re-generación de lo viviente, lo histórico-social, cultural; el de recursividad
organizacional, por el cual “los productos y efectos son, al mismo tiempo, causas y productores de aquello
que los produce _en este sentido también se entiende el concepto de “doble estructura” que elabora Giddens,
y su análisis de la reflexividad como una de las consecuencias-rasgos de la modernidad (Giddens, 1993b,
1993a, 1998; Giddens et al., 1991)_; el principio hologramático, por el que la parte está en el todo y el todo
está en la parte. Además del libro indicado, nos basamos en E. Morin, “La noción de sujeto” y
“Epistemología de la complejidad”, en Dora Fried Schnitman, comp.-ed. (1994); Morin y Kern (1993). Cfr.
Reynoso (1998, 2006).
218
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
268
E. Morin y A. B. Kern (1993). En el programa cosmopolita de Alberdi (a-notando las distancias del caso),
uno de sus núcleos duros apuntaba a la realización de una aspiración semejante, la formación de un pueblo-
mundo, bajo el signo de la paz, no de la guerra; la democracia moderna sería una democracia internacional, la
soberanía del mundo garantizaría la soberanía nacional: “La idea de la patria, no excluye la de un pueblo-
mundo, la del género humano formando una sola sociedad superior y complementaria de las demás”, sino que
por el contrario, es “conciliable con la existencia del pueblo múltiple compuesto de patrias nacionales, como
la individualidad del hombre es compatible con la existencia del Estado”. J. B. Alberdi, El crimen de la
guerra, una obra escrita con motivo del concurso sobre el crimen de la guerra organizado por la Liga
Internacional y Permanente de la Paz, de París, en 1869.
Morin conjetura “un nuevo nacimiento de la humanidad, cimentado en una confederación planetaria”, y aún
más, piensa que “Hay que pasar de organizaciones sociales locales a una confederación mundial”; la faz
complementaria sería “volver a la unidad de lo múltiple”, de modo que “Salvar la biodiversidad es salvar la
diversidad cultural” (“¿Un futuro para la especie?”, página del diario El país, 13-10-1997, Madrid, preparada
por Dominique Dhombres, sobre el debate entre Edgar Morin y Stephen Jay Gould, en el marco de los
Encuentros del Siglo XXI, organizados por la sede de la UNESCO en París). Lo mismo puede leerse en
Morin (op. cit.), donde asume el término cosmopolita, con el significado de ciudadano del mundo-hijo de la
Tierra (141), y donde dice: “La sociedad/comunidad planetaria será el perfeccionamiento de la
unidad/diversidad humanas” (p. 142).
269
M. Augé (1995) afirma, por un lado, que la antropología fue siempre histórica -la evolución del mundo
que observa la condena también a ella al movimiento- (cap. 3); y, por otro, que la antropología y la historia
mantienen una relación de proximidad dada la índole de su objeto -el espacio de la primera es histórico en
varios sentidos, simbolizado; y el tiempo de la segunda es antropológico en varios sentidos, localizado- (cap.
1). Cfr. Lévi-Strauss (1973), para él la historia y la etnología (antropología social y cultural) no se diferencian
por el objeto (el estudio de “otras” sociedades), ni el objetivo (la comprensión del hombre), ni el método (en
todo caso, varía la implementación de los procedimientos), sino por sus perspectivas complementarias: la
historia atiende a las expresiones conscientes de la vida social; y la etnología, a las inconscientes, pero el
etnólogo no puede prescindir del conocimiento histórico, del mismo modo que el historiador no puede
ignorar los elementos inconscientes. Lévi-Strauss concluye de esta manera: “Sólo cuando ambas aborden
conjuntamente el estudio de las sociedades contemporáneas, se podrán apreciar plenamente los resultados de
su colaboración” (“Historia y etnología”, pp. 1-26).
270
E. Morin (1993: 11-12). Para mí, y por lo que va expuesto, se trata precisamente de desarrollar el
“paradigma semiótico” (también de narrar su advenimiento histórico), para dar cuenta de la multiplicidad de
semiosis posibles (realizadas o no) durante “nuestro” devenir (como sujetos, comunidades, partes del mundo),
desde una mirada abarcadora, en/hacia todos los sentidos y direcciones que “nos” constituyen y definen, las
tensiones, contradicciones, reconciliaciones, entre las fuerzas titánicas que nos tironean, mutilan, arrastran;
nos repliegan, defienden, empujan hacia atrás o contra corriente.
219
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
271
“La humanidad es una entidad planetaria y biosférica” (ibídem), diríamos semiótica (semiosférica).
272
La historia, “que es bohemia y nunca conoció leyes” puede enseñarnos a no darnos por satisfechos con “un
concepto mutilado y prometeico del hombre, ignorando al hombre imaginario y la otra cara del Homo
sapiens, que es el Homo demens” (Morin, 1993: 164-65). Cfr. Marcuse (1993), sobre la formación del
“modelo de pensamiento y conducta unidimensional”, y el “fin” de la racionalidad tecnológica, del
imperativo de administración total, como objetivo que la civilización industrial puede hacer posible.
273
E. Hobsbawm (1998) argumenta, en “La barbarie: guía del usuario” (de 1994), que durante la mayor parte
del presente siglo la barbarie ha ido en aumento; e interpreta la barbarie en dos sentidos: “el trastorno y
ruptura de los sistemas de reglas y comportamiento moral por los cuales todas las sociedades regulan las
relaciones entre sus miembros”, y entre éstos y los de otras sociedades; y la inversión de lo que denomina el
“proyecto de la Ilustración del siglo XVIII”.
220
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
También puede interpretarse como el proyecto de producir una barbarie qua <la>
civilización, una cultura como nuestra segunda naturaleza, olvidada de sus improntas y
condiciones de posibilidad, que arraigan en el complejo ántropo-biológico-terrícola; sin
embargo, la conciencia de cuya itinerancia, agonía y agonística muerte/nacimiento,
deberían convencernos de la conveniencia y posibilidad de mudar de piel, para sentir de
“otra” manera, querer-creer de otro modo, concebir otro mundo.
En síntesis, es menester dominar el difícil arte de la metamorfosis; y “refrescar” la
memoria para acordarse de la elemental fragilidad, nuestra y del mundo, y para re-conocer
las múltiples incertidumbres que nos salen al encuentro a la vez que liberan la imaginación,
no para divagar acerca de que este en el que vivimos ahora es el mejor de los mundos, sino
para hacer plausible la ilusión de un mundo mejor.
En esto consiste también el “realismo” crítico y político, con base en las
posibilidades reales de la realidad, de ser transformada (Morin, op. cit., cap. 5)274. Sobre
este suelo, y después de asimilar la politización del planeta y la planetarización de la
política, se erigiría una política del hombre, como proyecto de hominización que se
proponga desarrollar plenamente las potencialidades humanas en el mundo, desde una
perspectiva ecológica al respecto (ídem: 159-64)275.
La punta de lanza de la complejidad abre nuevos horizontes, de esperanza y
confianza, pero también de reconocimiento de los propios límites, a veces indestructibles, o
más allá de los cuales se inicia un viaje sin retorno, a la vista de los mismos se modelizaría
otra racionalidad, practicada como “apertura y diálogo con un real que se le resiste” (ídem:
187). Este nuevo canon del pensamiento -que entre otras, manejaría la fórmula pensar
global/actuar local _pensar local/actuar global, correspondiente a la antropolítica, en los
términos de Morin; y en tensión crítica con los aires japoneses de origen de la fórmula
“glocal”_ haría necesaria una re-canalización del impulso primordial de re-unión, de unos
con “otros”, en el tratamiento de los asuntos comunes, en el medio de un mestizaje
274
Cfr. la indicación de Giddens (1993) sobre la necesidad de crear modelos de realismo utópico y practicar
una teoría crítica. Cfr. Jameson, “Utopía de la posmodernidad”, algunas reflexiones y discusiones sobre el
pensamiento utópico; y, en su opinión, los significados de la utopía, en Confines Nº 1, Buenos Aires, 1995.
275
En clave foucaulteana se podría pensar en una re-acentuación de la bio-tecnología política, otra lógica (y
logística) de la vida, la técnica y la política, otra política de la vida, la técnica y la lógica. Foucault (“El
nacimiento de la biopolítica”) entiende por biopolítica “el modo en que, desde el siglo XVIII, la práctica
gubernamental ha intentado racionalizar aquellos fenómenos planteados por un conjunto de seres vivos
constituidos en población”. Avanza un plan de análisis crítico posible de la razón gubernamental: “los tipos
de racionalidad que se hacen operativos mediante los procedimientos a través de los cuales se dirige,
sirviéndose de una administración estatal, la conducta de los hombres”. Tambien los Cursos de Foucault de
221
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
1978-1979 (2008). Puede leerse el ensayo de Agamben (2010 <1993-1995>) sobre algunos problemas de la
(bio)política.
276
Morin (op. cit.: 175). Los autores señalan la necesidad estratégica de operar en varios planos a la vez: los
tres tiempos -lo inmediato y el presente, el mediano y el largo plazo_; y los tres espacios _el universo micro-
mesofísico, y macrocósmico; el universo micro-meso y macrosociológico (pp. 171-74).
222
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
277
Esta escansión sigue el pensamiento de Morin (op. cit., pp. 47, 105, 192, respectivamente). Morin (1999)
aborda esta cuestión que da-que pensar.
278
Lotman concibe la historia como “un torrente multifactorial”, no como “un proceso unilineal”: “Cuando se
alcanza el punto de bifurcación, es como si el movimiento se detuviera sumido en la reflexión sobre la
elección del camino” (op. cit., p. 252).
223
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
224
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
279
Bourdieu (1976); “Objetivar el sujeto objetivante” y “El interés del sociólogo”, en Bourdieu (1988).
280
En “La historia de la identidad no es suficiente” (de 1994).
281
En “Todos los pueblos tienen historia” (de 1983); no existe pueblo sin historia o que se comprenda sin
ella.
282
En “Sobre la historia desde abajo” (de 1985).
225
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
recuerdo del nacimiento, con variaciones según el momento; condena al mármol del olvido
(o el salón de los pasos perdidos) uno que otro pasar y pesar; erige monumentos y re-crea
documentos o lugares (en homenaje al soldado desconocido, los caídos por la patria; la
“Galería de los Patriotas Latinoamericanos”, entre otras obras de “restauración y
valorización” del la Casa Rosada por el Bicentenario, en Argentina) para ver sin (creer)
recordar; renueva pactos preexistentes o celebra nuevos pactos en aras de la
gobernabilidad; impone amnistías y aboliciones, el silencio sobre aquello acerca de lo cual
no se habla; sanciona leyes de convivencia con base en el perdón, conmuta penas y
rehabilita en el panteón de la patria, o en su lista de espera, a nuestros “mayores” que
ajustarán cuentas pendientes con la historia; establece el “punto final” del discurrir
histórico; o re-abre los archivos para saldar algunas causas y parte de esas grandes deudas,
curar ciertas heridas y hacer el necesario trabajo de duelo (aunque la justicia, debida y
necesaria, no cubre todo el espesor de la memoria)283.
La memoria argentina _la Historiografía argentina; y la historia que hace la
Argentina, el régimen gramatical inviste tanto a historia como a (la) Argentina con la
función y calidad de sujeto y objeto_ continúa drenando algunas heridas, mal curadas,
descuidadas, cerradas antes de tiempo, reabiertas por accidentes o intencionadamente. La
historia no se contiene sólo en libros, cuadros, estatuas, actas, salones de clase; salta por
encima de todas estas cercas para salir a la calle, hacerse un lugar en la vida de la
comunidad y en el mundo, granjearse el respeto, ganar votos de confianza, oír la
declaración pública de compromiso y responsabilidad frente a su deriva; sin vendas ni
283
M. Augé (1998) termina su libro así: “El olvido nos devuelve al presente, aunque se conjugue en todos los
tiempos <...>. Es necesario olvidar para estar presente, olvidar para no morir, olvidar para permanecer
siempre fieles”.
Cfr. H. Schmucler (“Formas del olvido”, en Confines 1, anterior a los Juicios por la Verdad; y otras
intervenciones suyas más recientes), entre otros participantes en la álgida discusión antes y después de ciertas
inflexiones de la historia argentina reciente, mientras se va re-escribiendo este capítulo de nuestra historia y
reconfigurando posiciones día a día.
Tulio Halperín Donghi asegura que de llegar a producirse nuevos conflictos en el escenario actual <1994>
argentino “todo el pasado también se erizará de nuevo de conflictos que van a interesar a los historiadores”,
en tanto el debate por alusión sea sobre el rumbo actual del país. El proceso de creación de un consenso, o
resignación, sobre el presente obtura la proyección del disenso hacia el pasado; la falta de alternativas
(políticas) de fondo resta interés y estímulo al debate ideológico, y la ausencia de conflictos ideológicos es un
indicador de la relativa tranquilidad de la gente, y de la propia historia practicada en la Argentina, que puede
caracterizarse como más académica, en crecimiento regular, por agregación (en R. Hora y J. Trimboli, 1994;
una serie de entrevistas a historiadores argentinos). Halperín Donghi avanza la misma tesis en “El presente
transforma el pasado: el impacto del reciente terror en la imagen de la historia argentina” (en D. Balderston et
al., 1987, reúne los trabajos presentados por críticos y estudiosos argentinos y norteamericanos en una
reunión sobre la literatura y la cultura argentinas del llamado Proceso de Reorganización Nacional, celebrada
en Minneapolis). Allí concluye, después de analizar parte de la producción literaria y cinematográfica del
226
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
período, que asistiríamos “al primer esbozo de una nueva imagen de la experiencia histórica argentina, que
adquiere nitidez presente a medida que el terror se aleja hacia el pasado”.
284
Recurso freudeano. Vid. “El porvenir de una ilusión” y “El malestar en la cultura”.
285
“Parábola de Cervantes y de Quijote”, El hacedor. Borges se refiere a la literatura.
286
“Oda compuesta en 1960” (a ciento cincuenta años de 1810), El hacedor.
287
Para Mitre, la obra de los “criollos”, desde la Independencia hasta la Organización Nacional, es el “nudo
de la tradición” (nacional, argentina) que los historiadores y filósofos deben desatar. V. Alfredo Rubione
227
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
un soñador que nos sigue soñando, según Borges, fundador del sistema educativo
argentino, padre tutelar de la escuela, presidente, con su pluma y su palabra (y la espada)
abonó nuestro suelo con ideas que aún “no se matan” sobre ciertos ejes, en torno de los
cuales se sigue ensayando nuestra definición (Unitarios/Federales, Rosas/Quiroga, Buenos
Aires/Interior, Civilización/Barbarie, y todas las re-formulaciones más actuales,
des/centralización, son algunas de las dicotomías que nos enfrentan, separan y reconcilian);
Leopoldo Lugones, que inscribe nuestro “ser nacional” en la senda occidental y cristiana,
de cuna grecolatina, al cuidado de la hispanidad, plenamente maduro en la épica que
expresa insignemente la vida heroica de la raza (argentina), el alma de la patria, cultivada
por “los personajes más significativos en la formación” de la misma, los payadores288;
Ricardo Rojas, autor del renombrado y polémico artículo “La restauración nacionalista”,
reconocido como fundador de la literatura argentina289, fue nombrado para ocupar la
Cátedra correspondiente, creada por los años del Centenario, en la Universidad de Buenos
Aires, la que asume para cumplir la misión de “afirmar y probar” una tradición literaria y
una identidad nacional materializada en textos.
Borges piensa que el argentino, a la hora de “pensarse valiente”, no se identifica con
su copioso pasado militar (en tanto la independencia americana fue en parte una empresa
argentina, por ejemplo), a pesar de la importancia que se concede a la historia en la escuela,
sino con “las figuras genéricas del Gaucho y del Compadre”, símbolos, cifra de un valor
puro, que no sirve a ninguna causa, y de rebeldía, que caracterizaría al argentino como
(comp.), En torno al criollismo, Buenos Aires, CEAL, 1983. Halperín Donghi (en Hora y Trimboli, 1994)
cree que escribir una historia argentina hoy es dar cuenta de un fracaso, el de un destino no realizado, o una
predestinación no cumplida, el saber-creer histórico argentino (de los argentinos) articulado por Mitre, más
influyente que Sarmiento y Alberdi al respecto; esa imagen del futuro argentino prometido se fue haciendo
trizas frente a cada uno de los obstáculos que el país se enfrentó en su camino. Vid. el último libro escrito por
Oscar Terán (2009) poco antes de morir, en 2008, que comprende “diez lecciones iniciales” para “estudiantes
y público interesado en los aspectos culturales de la historia argentina”, sobre las “representaciones
intelectuales de la nación y sociedad en los casi dos siglos de existencia de la Repúblia Argentina (de 1810 a
1980, cursivas en el original).
288
L. Lugones, El payador, cuyo objeto capital es el Martín Fierro, de J. Hernández, apareció como libro en
1916, con agregados a las conferencias originalmente dictadas por Lugones en el teatro Odeón de Buenos
Aires, en 1913. Cfr. la “discusión” de Borges: “La estrafalaria y cándida necesidad de que el Martín Fierro
sea épico ha pretendido comprimir, siquiera de un modo simbólico, la historia secular de la patria <...> en las
andanzas de un cuchillero de mil ochocientos setenta” (“La poesía gauchesca”).
289
En el mismo “espíritu del Centenario” (de Mayo y de la Independencia nacional) que Lugones, Rojas
escribe su Historia de la literatura argentina, que comienza con la gauchesca, base de formación de la
literatura argentina como documento/monumento de la conciencia colectiva. En “La restauración
nacionalista” (de 1909), escribe Rojas: “No constituyen una nación, por cierto, muchedumbres cosmopolitas
cosechando su trigo en la llanura que trabajaron sin amor. La nación es, además, la comunidad de esos
hombres en la emoción del mismo territorio, en el culto de las mismas tradiciones, en el acento de la misma
lengua, en el esfuerzo de los mismos destinos”, cit. por Carlos Altamirano, “La fundación de la literatura
argentina”, en C. Altamirano y B. Sarlo (1983).
228
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
“individuo” (no como ciudadano) que no se identifica con el Estado, que es impersonal, en
tanto aquel “sólo concibe una relación personal”290. Lo que diferencia al gaucho, más que
lo étnico, lo lingüístico o lo geográfico, radica en el “ejercicio cabal de un tipo primitivo de
ganadería”291 (un sentido acorde con el modelo argentino agroexportador diseñado durante
los años en que la gauchesca llega a su cumbre, y comienzan las grandes olas de
inmigrantes). Si la literatura tradicional “puede influir en los sentimientos y dictar la
conducta”, sería viable ver el tango argentino como “un espejo de nuestras realidades y a la
vez un mentor o un modelo, de influjo ciertamente maléfico”292.
Borges pone en discusión tres argumentos conocidos: que la tradición literaria
argentina ya existe en la gauchesca; que el escritor argentino debe acogerse a la tradición
española, ya a disposición; que los argentinos estamos “desvinculados del pasado”. Borges
recuerda que la gauchesca es una convención genérica literaria; que la historia argentina
comienza con su separación (como voluntad de separación) de España, y el gusto por la
literatura española es adquirido; y que en la Argentina “hay un gran sentido del tiempo”, y
se siente profundamente su historia. En conclusión, Borges cree que “nuestra tradición es
toda la cultura occidental”, y que la cuestión de la tradición y de lo argentino es una forma
del problema del determinismo293.
290
J. L. Borges, “Historia del tango”, Evaristo Carriego, más ampliamente en “Nuestro pobre
individualismo”, Otras inquisiciones.
291
J. L. Borges, “La canción del barrio”, ídem.
292
J. L. Borges, “Historia del tango”: la “República entera” ha hecho que “el tango sea lo que es” revela
algunos procedimientos de la retórica borgeana (la sinécdoque) y de quienes proponen definiciones
‘centristas’ (y arquetípicas) de la Argentina. En “La poesía gauchesca”, Discusión, Borges dice que los
poemas gauchescos, como Fausto, el tango, el truco, Irigoyen (¿Perón?), pertenecen a la mitología, no a la
realidad argentina. Algunos de los colores y tonos de esa mitología, cifrada por la tradición cultural, serían el
culto al coraje, la valentía, el lamento, la queja, el desafío, la provocación; el guapo, el compadrito, el
pendenciero; las costumbres del arrabal, la orilla; el truco, ese juego ritual de la memoria; el tango, en el que
viven los muertos (al decir de Borges).
293
“El escritor argentino y la tradición”, Discusión. Todos los temas problematizados por Borges forman
parte del pasado argentino, que pudo “no haber sido”, que “imaginamos/ En un fatal ayer inevitable”, el cual
“es un recinto/ De figuras inmóviles de cera/ O de reminiscencias literarias/ Que el tiempo irá perdiendo en
sus espejos” (“El pasado”, El oro de los tigres); y ayudan a marcar el paso hacia/ de mañana, en el que la
patria será de uno en la “ubicua memoria” (“Un mañana”, ídem.).
229
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
El libro de historia (escolar y en general) tiene que ver directamente con la historia
del libro y de la lectura. Y la escritura de la historia (a) está estrechamente vinculada con la
historia de la escritura (b); puesto que la idea que se tiene del lenguaje (y de las tecnologías
de la letra) y de su propio pasado (b) es inseparable de la idea acerca del tipo de juegos de
lenguaje y sus modos de realización legitimados (a)294.
El libro es memorioso, en su función de recordar, conservar, preservar, rememorar
el pasado, de la comunidad a la vez que el suyo propio, desde que la historiografía es “la
historia del discurso” (escrito, un decir cierto sobre el pasado)295 inscripta en el propio
texto, que capitaliza algunos elementos y características de las sucesivas etapas del
pensamiento histórico y de los diferentes modelos historiográficos, los distintos patrones de
inteligibilidad históricos, (al hilo, por ejemplo, de la historia del discurso histórico que
dicta Foucault en su Curso de 1975-76), aunque no necesariamente en su orden
cronológico de aparición ni en su estado original.
En esta línea de exploración, un gesto arqueo-genealógico, de tipo foucaulteano,
trataría de analizar este tipo de discursividades (locales), a partir de las cuales poner en
juego los saberes que (desde) ahí emergen, e institucionalizados, y los efectos de verdad
producidos y difundidos por el poder (de la escritura, el libro, la escuela), el que a su vez es
reproducido por esos efectos, sostenido por esos discursos (Foucault, 1996). En este
sentido, la escuela, como matriz de modernidad y agencia de modernización, está
cabalmente imbricada en la red social de normalización y de funcionamiento del poder
disciplinario, ese enrejado de “coerciones disciplinarias” que apuntan a la cohesión social,
entre otros medios, por el recurso al consenso sobre el sentido del pasado, como base de
imaginación de cualquier proyecto (de) presente y futuro296. El texto de historia, como
grilla epistémica, revelaría la naturaleza y el grado del continuum histórico-político, el
ligamen entre saber histórico y estrategia política, en el campo re-articulado de las luchas
por el saber-poder necesario para imponer el orden, arbitrado públicamente, gestionado por
el Estado.
294
W. Mignolo, “La historia de la escritura y la escritura de la historia”, en Mignolo (1984). Para una historia
de la lectura, G. Cavallo y R. Chartier, dir. (1998).
295
Ch.-O. Carbonell (1993), también “El aporte de la historia de la historiografía”, donde se refiere al estudio
“de la imagen que una sociedad se ofrece a sí misma en tanto que construye su pasado”, y recuerda que las
huellas y las huellas de las huellas, son impresas por el hombre, en G. Gadoffre, dir. (1997).
296
En las sociedades modernas se entroncan, según Foucault (1996), este reticulado y mecánica disciplinarios
y el derecho de soberanía, como principio, este último, de organización del derecho público.
230
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
NARRACIÓN
297
“Experiencia y pobreza”, publicado en 1933, incluido en Benjamin (1989). Puede leerse el relato de
Benajmin, “El pañuelo” (en Benjamin, Historias y relatos, Barcelona, Península, 1997).
298
“El narrador. Consideraciones sobre la obra de Nicolai Leskov”, en W. Benjamin (1986). Entre paréntesis,
después de cada cita, indicamos el parágrafo con números romanos.
299
C. Ginzburg observa que tal vez la noción misma de narración “se originó en una sociedad de cazadores, a
partir de la experiencia de la interpretación de huellas”: “Es posible que el cazador haya sido el primero en
narrar una historia, porque sólo los cazadores sabían leer una secuencia coherente de acontecimientos en los
silenciosos signos (a veces imperceptibles) dejados por su presa” (en Eco y Sebeok, 1989: 126).
231
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
pierde cuando las historias ya dejan de ser retenidas”, cuando ya no se sabe oír y
“desaparece la comunidad de los oyentes” (VIII). La narración así practicada es “una forma
artesanal de la comunicación”, no se propone la transmisión del puro “en sí” del asunto,
sino que entreteje el tema en la vida del narrador, para entresacarlo luego de ella (IX).
La autoridad del narrador “ha sido tomada en préstamo a la muerte”, el sello de lo
que puede relatar: la muerte “es la historia natural a la que remiten sus relatos” (XI, XII);
“‘nadie, dice Pascal, muere tan pobre como para no dejar algo’. Ciertamente, deja un
legado en recuerdos sólo que a veces éstos no encuentran herederos” (XIV). La muerte
“graba de la manera más profunda la tajante línea demarcatoria entre physis y
significación”, la significación y la muerte están “con-temporizadas entre sí en el
despliegue histórico”; la caducidad mortal (esencial) de lo que es abre la condición de la
experiencia, su temporalidad300.
Para terminar la recensión del texto de Benjamin, lo dos puntos, fundamentales y
que se imbrican mutuamente, que se refieren a la comunidad y la memoria.
Respecto al primero: el oyente de un relato “participa de la comunidad de los
narradores” (XV).
La narración recurre a múltiples “conceptos” para exponer los múltiples
“patrimonios de experiencias” que se corresponden con la multiplicidad y diversidad social
y cultural en la que todo (gran) narrador tendrá sus raíces; los conceptos, entonces, “con los
cuales se cumple la prestación narrativa son muchos”, no obstante el “papel elemental que
la narración desempeña en la vida cotidiana de la humanidad”; con todo los grandes
narradores se mueven con facilidad, “subiendo y bajando por los peldaños de sus
experiencias como si fuera una escalera”, y de la experiencia colectiva. En la narración
pervive el cuento, que fue el consejero principal de la humanidad y lo es hoy del niño;
300
W. Benjamin, Origen del drama barroco alemán, cit. por Oyarzún R. (p. 16). Este entiende que para
Benjamin “Pensar la historia en su verdad supone, pues, asumir que la muerte es la nodriza de esa verdad, en
cuanto que rubrica el carácter de lo acaecido”, “exige prendarse de esto sido, mantener abierta, desde el saber
de su caducidad, su apertura póstuma a la significación” (p. 17).
Para un enlace, en la perspectiva del pensamiento débil-nihilista-ontología del declinar (en correspondencia
con la Hermenéutica filosófica y como co-respondencia pos-moderna) de Vattimo, la muerte “abre la
existencia histórica como tejido de posibilidades distintas” (de ella y en relación con ella se mantienen como
posibilidades). Con la decisión anticipadora de la muerte está ligada la historicidad (del ser-ahí), la “explícita
asunción de la finitud de la existencia <que> coloca a la herencia histórica que la constituye, también en la
óptica de la posibilidad”: de la autotransmisión explícita de las posibilidades heredadas, de la posibilidad
todavía abierta del pasado, lo cual requiere nuevas decisiones. Esto nos reenvía a la rememoración, la
“relación”, la fábula (la sage) y al lenguaje, el medium de la transmisión (de esa herencia histórica). Vattimo
(1991: 169-72). El “ser relativamente a la muerte” (“a una posibilidad”) en Heidegger, El ser y el tiempo
(segunda sección, I-º46-53).
232
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
233
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
El poder apelativo del texto -para seguir con la referencia a Iser-, su fuerza
provocadora de expectativas (y de cambio del horizonte de expectativas) que inciden
en su ejecución, interpretación, por parte del lector; su eficacia ilusionadora; su
contribución a la definición y formulación de los valores por parte del lector, y la
estimulación de sus deseos (más que la prestación de experiencia vicaria). Para Iser la
estructura dialéctica de la lectura radica en que “La necesidad de descifrar <una
formulación ajena, en los términos del otro, el autor, en un diálogo tenso, asimétrico>
nos da la oportunidad de formular nuestra propia capacidad para descifrar”306.
La operacionalidad del texto como andadura para la experimentación por parte del
lector de realidades diversas y distintas de la suya (aquí sí estaría comprendido su
estatus de medium para la experiencia vicaria).
301
H. Parret (1995b).
302
Parret confronta los dos tipos de racionalidad (tradicionalmente mantenidos a raya uno con relación al
otro), y por medio de Platón ilustra el “origen paradisíaco” donde relatar y argumentar pertenecen a una
misma racionalidad universal; señala una proveniencia común: legein, hablar, relatar y razonar -al pasar
observamos que es la misma para ‘lectura’-.
303
Vincenzo Vitiello entiende que la Hermenéutica “ha hecho valer contra la ‘lógica’ los derechos de la
narración. El saber narrativo histórico en el sentido originario se acerca a las cosas y a la vida precisamente
en la medida en que se aleja de la verdad absoluta y eterna: se acerca a las cosas, que siempre son ‘relativas’ y
a la vida del hombre, que transcurre en el tiempo” (“Racionalidad hermenéutica y topología de la historia”, en
G. Vattino, comp. (1994b).
304
Gadamer (1996) ejemplifica esta función con la descripción de la escalera por la que se cae Smerdiakov.
305
W. Iser, “El proceso de lectura: enfoque fenomenológico” en A. Mayoral, comp. (1987: 220-21). Iser
entiende que la “lectura puede describirse como un caleidoscopio de perspectivas, preintenciones, recuerdos”.
306
Ídem (242).
234
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
307
Enunciado extrapolado de “El lector como productor” de B. Zimmermann, “en torno de la problemática
del método de la Estética de la recepción” (segundo segmento del título), en Estética de la recepción (p. 54).
308
Al respecto, K. Maurer, “Formas de leer”, en Estética de la recepción.
309
Entre otros, H. R. Jauss, “El lector como instancia de una nueva historia de la literatura” (Ídem). A. Rothe
señala que la frase de Valéry “Mis versos tienen el sentido que se les dé” (cit. por Jauss, y él mismo)
“encierra uno de los axiomas principales de una nueva teoría que ha tomado por objeto la relación entre texto
y lector” (la Estética de la recepción), “El papel del lector en la crítica alemana contemporánea” (Ídem).
235
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
310
Ch. Perelman y L. Olbrechts T. (1989).
311
J. J. Saer, “La selva espesa de lo real” <1979>, en Saer (1988). Allí dice que la novela “es la forma
adoptada por la narración en la época burguesa para representar su visión realista del mundo”. Al respecto, la
oposición que establece Benjamin (“El narrador”) entre narración-narrador/relato-novelista.
312
En palabras de Borges. En “Palermo de Buenos Aires”, Evaristo Carriego (entre otros lugares), dice:
“Afortunadamente, el copioso estilo de la realidad no es el único: hay el del recuerdo también, cuya esencia
no es la ramificación de los hechos, sino la perduración de rasgos aislados”.
236
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
313
La escritura y la lectura como arte del “tejido”, de códigos que configuran la red textual, cuya
estructuración se trata de producir, en Barthes (1986b). El trabajo literario (discursivo-textual) comprende la
escritura y la lectura, como producción, tanto una como otra. Por ello se hace necesaria la re-lectura
(“operación opuesta a los hábitos comerciales e ideológicos de nuestra sociedad que recomienda ‘tirar’ la
historia una vez consumida”, para leer otro libro, y tolerada en ciertos lectores, como los niños, los
profesores), para multiplicar el texto en su diversidad y pluralidad, asumir y comprender su multivalencia,
polifonía.
314
Cfr. Ricoeur, “Hermenéutica y semiótica”, en G. Aranzueque, edic. (1997).
315
Ricoeur, “Retórica, poética y hermenéutica”, en G. Aranzueque (Op. cit.).
237
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
la condición postmoderna del saber en las sociedades y las culturas actuales, que entraban
en la era postindustrial y en la era postmoderna, respectivamente. Lo indicativo para
nosotros es que Lyotard situaba su descripción de las transformaciones que se estaban
produciendo desde mediados del siglo XX con relación a la crisis de los relatos, esto es la
incredulidad en los metarrelatos. Si cabe, la deslegitimidad del dispositivo metanarrativo
de legitimación, del conocimiento, de la ciencia y del poder. Lo que experimenta una caída
en desuso es, en todo caso, el “gran relato” (filosófico, moderno) sobre el saber, la ciencia,
la historia, la sociedad; o sea el modelo de discursividad (moderna), que a la vez que
describe, prescribe (la realidad) el modelo de saber y hacer histórico-social (el modelo de
saber-hacer, saber sobre el hacer y el saber mismo; el hacer-saber y creer y hacer-hacer),
sean sus claves de configuración el consenso o el conflicto, la especulación o la
emancipación. La tardomodernidad se caracterizaría por la incredulidad en los grandes
relatos cuyo aire de familia (Vittgenstein) sería el carácter fundacional, fundamental y de
fundamentación última (Vattimo). Más que la baja del poder de legitimación del relato,
parece que se produce una trasformación de las matrices narrativas, junto con el cambio de
las reglas de este tipo de juego de lenguaje (Vittgenstein), cuyas diversas formas de
realización constituyen una de las múltiples fibras del lazo social (Lyotard), y en
interacción con los otros tipos de “juegos” traman una cultura _al respecto, hay que tener
en cuenta las (recon)versiones narrativas de núcleo fundamentalista, racista y nacionalista,
difundidas en los últimos años por diversos medios_.317
Nosotros ubicamos la narratividad que estudiamos en la tesis (la narración y el
relato de historia en los manuales escolares; si bien el manual no es el único soporte de este
tipo de relato, pues se correlaciona con otros medios) entre las formas de saber re-
producidas por la industria cultural con un alto valor de cambio; pero también con un alto
índice de capitalización simbólico-social, en cuanto al valor de uso, la re-estructuración del
“capital cultural” que se produce por el consumo de estos bienes simbólicos, y a los efectos
concomitantes de “distinción” (Bourdieu).
316
En términos generales, a partir de Ricoeur, los dos artículos citados arriba.
317
Cfr. El interesante ensayo de Eric Selbin, El poder del relato. Revolución, rebelión, resistencia, Buenos
Aires, Interzona, 2012. Al respecto, recuérdese los cruces en torno de los (ab)usos del término “relato”
(especificado en singular) en nuestro país en los últimos años.
238
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
318
El complejo tecno-científico como fuerza de producción e ideología; y la gestión de la crisis del
capitalismo de los 80 por la industria de la información y la comunicación, junto con el desarrollo a gran
escala del sector económico terciario, en Lyotard (1993), Habermas (1990); vid. Hamelink, Schiller.
319
Lyotard (1993: 24) dice que “saber y poder son las dos caras de una misma cuestión”, la del gobierno, que
nosotros entendemos en la dirección señalada por Foucault y Castoriadis en relación con la crítica y la
política. Por lo demás, el saber y el poder son dos núcleos del programa de pensamiento foucaulteano (en sus
momentos arqueológico y genealógico, respectivamente), y componen el gozne de un “régimen de verdad”.
239
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
vínculos sociales, y re-actualiza la memoria (en general). El acto de narrar (y de oír o leer
un relato) instituye sentido, más allá del significado del relato (el contenido), re-define el
entramado de relaciones sociales, la orientación del relato (o sea la triple orientación del
discurso, la doble orientación del género); establece criterios normativos; consagra valores;
habilita y privilegia determinadas voces; traza itinerarios a seguir en la vida; fija metas y
límites a la “aventura”321.
La forma narrativa, que integra una pluralidad de juegos de lenguaje y de actos
discursivos, jerarquiza y correlaciona los contextos y niveles comunicativos, cobra interés,
desde la perspectiva que intento establecer en este trabajo, precisamente cuando es
producida, promocionada y utilizada como medio y modo de enseñanza y aprendizaje en el
campo educativo: para rearticular el haz de ciertos saberes, valores, principios prácticos,
gustos; para tasar cada uno de estos componentes y su conjunto, evaluar su adquisición;
para poner en escena los criterios establecidos al respecto y crear el escenario para aprender
a aprender322. Si el aprendizaje consiste en algún tipo de cambio (el cambio supone un
proceso y en un proceso se produce algún cambio), la narración puede alentar o
desaconsejar el arrojo experimental (en relación con uno mismo, como lo quería
Nietzsche), que puede llevar a la posible metamorfosis, mientras se realiza o después de
haberse concluido este tipo de viaje. El relato, en cuanto tal, (se) propone (como) un viaje
“imaginario”, virtualmente realizado en y por el proceso de lectura, lo que imprime al
relato (histórico) cierto carácter literario-ficcional.323
320
Puede pensarse aquí en el problema de la colonización del mundo de la vida planteado por Habermas, o la
auto-reflexividad que caracteriza a la modernidad (los efectos de los sistemas expertos en la vida cotidiana, y
la presencia de ésta en aquellos), señalada por Giddens.
321
Para algunas de las propiedades del “relato popular”, en esta dirección, vid. Lyotard (1993).
322
En este sentido nos referíamos al trabajo de mitificación y ritualización, definido por Martín Serrano. Aquí
se hace relevante el problema del aprendizaje como fenómeno comunicacional, del que se ocupa Gregory
Bateson (Bateson, 1992; puntuación, modulación, contexto, jerarquía, niveles, son términos de este autor).
323
En distintos trabajos desarrollo líneas y aspectos a propósito de relatos escolares, mediáticos, periodísticos
y otros. Vid. García (Exploraciones discursivas, Ed. de autor –Programa de Semiótica, 2012:
https://programadesemiotica.wixsite.com/unam; “Massmediación, actualidad y memoria. Archivo, mapas,
pistas”, C. Andruckievitzs y C. Guadalupe Melo, comps, Cartografías semióticas, E-book VIII Congreso
Nacional y III Internacional Asociación Argentina de Semiótica, AAS -Programa de Semiótica-UNaM, 2011:
http://www.aasemiotica.com.ar/; “Silogismo práctico y narración”, M. M. García Negroni, edic., E-book -
Actas: Congreso Internacional: La Argumentación. Instituto de Lingüística -Universidad de Buenos Aires;
“Con-figuraciones mnemosemióticas. El manual de historia”, Acta -CD III Congreso Internacional
“Transformaciones culturales: debates de la teoría, la crítica y la lingüística”, Fac. de Filosofía y Letras –
UBA, 2009; “Diarios y agendas”. Acta -CD V Encuentro Argentino de Carreras de Comunicación Social,
Fac. de Ciencias Sociales, Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires, 2007; “Trans-
formaciones narrativas y retóricas. Semiosis, memoria, identidad, comunidad, imaginario. Manuales y
diarios”, Actas -CD I Jornadas Internacionales sobre Retórica y lenguajes de la cultura, Centro
Investigaciones Lingüísticas, Fac. de Lenguas, Universidad Nacional de Córdoba, 2007; “Yo fabulado(r).
Discurso, Memoria, Identidad”, Actas –CD VII Encuentro ALAIC, 70 años de Periodismo y Comunicación
240
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Narración/educación
La potencialidad narrativa (y el genio narrativo de la humanidad ha dado suficientes
muestras de ello en innumerables efectivizaciones que todavía nos deleitan o interesan), en
el campo de las mass-mediaciones y en el educativo, es enorme para el desarrollo y el
ejercicio de la competencia comunicativa (Hymes, Habermas) adecuada y eficaz en cada
uno de los contextos de desempeño por los que se debe transitar a lo largo de la vida en el
mundo contemporáneo, en cada uno de los cuales es necesario un background narrativo,
aunque más no sea para contar la propia historia, relatar lo que se hizo ahí o en otra
situación. Y aunque la política científica (y educativa y mediática) cambie sus reglas de
juego metadiscursivo, al menos habrá que configurar una trama narrativa para ubicar las
nuevas reglas en el decurso de los juegos que se venían jugando, y la propia ciencia (y la
educación y los media) tendrá que contar como mínimo (con) su propia historia, para
decidir los próximos pasos. Para mantener una nueva “conversación”, con otro
“vocabulario” (como lo quiere Rorty), es imprescindible construir relatos (fábulas y
argumentos) que inscriban los temas de la misma conversación en el devenir de las
conversaciones sostenidas a lo largo de la historia, o de lo contrario sí se correría el riesgo
de padecer serias patologías comunicativas, traumas y amnesias que no permitirían
liberarse de una trampa semejante. Algunas de estas consideraciones, junto con cierta
lección aprendida de la historia de las revoluciones científicas (además de las sucesivas
transformaciones educativas y mediáticas), una que otra decepción que la crisis de los
paradigmas deparó al hombre en su carrera desenfrenada por sobrepasar los límites de su
dominio, o acaso el retorno de lo mismo que siempre cambia, o de lo que cambia para ser
lo mismo, son señales que nos avisan el resurgimiento y nuevo auge que experimentó lo
narrativo, en las últimas décadas, en el campo del pensamiento científico.
La cuestión de la narración como fenómeno epistémico y comunicacional puede
cobrar nueva luz si se ponen en correlación, con el solo ánimo de disponer de alguna guía
cartográfica que nos oriente en los territorios por explorar, el informe de situación del saber
elaborado por Lyotard, la sucesión de las tres fórmulas de contingencia que condensan los
en América Latina, UNLP, 2004; “Trans-formación estética. Imaginación narrativa y memoria”, AAVV, El
fomento del libro y la lectura /1, Resistencia, Centro de Altos Estudios Literarios y Sociales, Fundación M.
Giardinelli, 2001; “Avatares narrativos del sujeto”, Memorias –CD Jornadas Nacionales de Investigadores en
Comunicación, Red Nacional de Investigadores en Comunicación y Facultad de Ciencias de la Educación -
UNER, 2000: http://www.uner.edu.ar/).
241
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
324
Luhmann y Schorr (1996).
325
En la versión de Varela (1990).
326
La primera etapa corresponde a los años fundacionales (1943-53); la segunda, al paradigma cognitivista
(los símbolos; a partir de mediados de los 50); la tercera, a la emergencia (una alternativa ante la
manipulación de símbolos; a fines de los 70). El término enacción traduce el neologismo inglés enaction (que
deriva de representar, desempeñar un papel, actuar). La orientación enactiva propone un camino intermedio
entre las posiciones de la gallina y del huevo: ambos se definen mutuamente (p. 102). El mapa no es reflejo
pasivo de rasgos externos, sino la “articulación creativa de sentido a partir de lo histórico”: “La operación del
cerebro se interesa centralmente en la enactuación de mundos a través de la historia de linajes viables: es un
órgano que construye mundos en vez de reflejarlos” (p. 108). La noción de base es el entrelazamiento
inextricable de las aptitudes cognitivas con una historia vivida. La cognición pasa a ser un dispositivo “para
hacer emerger un mundo donde el único requisito es que la acción sea efectiva” (p. 109). La actividad de
‘interpretación’ que eslabona acción y conocimiento, nos hace pensar en el signo-acción de Peirce, en la
formación de hábitos semióticos para proseguir los procesos de semiosis en que participa, y en especial, para
conjeturar interpretantes que resignifiquen los objetos y renueven los signos, lo cual abre mundos (con toda la
debida distancia, sobre todo porque la representación ocupa un lugar relevante en el edificio de Peirce).
242
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
327
J. Bruner (1995b, 1996).
328
Bruner (1996, cap. II). Bruner identifica y correlaciona dos modalidades paradigmáticas: el relato y el
argumento; la modalidad narrativa y la modalidad lógica-científica, cada una de las cuales ofrece modos
característicos de ordenar y construir la realidad, y, aunque complementarias, son irreductibles entre sí. Estas
dos maneras de conocer, con principios funcionales y de corrección propios, se distinguen por sus
procedimientos de verificación. Cfr. Parret (1995b, supra).
329
Es la definición de Bruner (1996: 27). La intención está involucrada siempre que se actúe con vistas a un
estado final, lo que supone la elección entre medios alternativos para lograrlo; esto no quiere decir que se sea
consciente de las intenciones o se tenga la capacidad para explicarlas (Bruner, 1995b, cap. 4). Vid. la
discusión de Giddens (1998) sobre la conciencia (discursiva, práctica) y el inconsciente.
330
Greimas (1989), Courtés (1997).
243
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
(narrada de ese modo), moldeada por criterios compartidos por la comunidad (científico-
académica y educativa, al menos) acerca de las pautas de construcción y lectura de relatos
aceptables, esto es, verosímiles, reguladas por los contratos de veridicción plenamente
vigentes en estos tipos de procesos de intercambio simbólico, y por las distintas reglas
pragmáticas de la comunicación.
El relato adquiere la forma y el valor de un viaje, una experiencia crucial, que puede
concluir con la transformación (de la propia capacidad de “experienciar”); a la vez que
delimita el territorio de exploración, traza el itinerario y brinda el mapa (del territorio) y las
cartas que deben utilizarse para llevar a cabo la travesía con éxito. Es en este sentido que el
modelo educativo plasmado en las narraciones puede habilitar al sujeto pedagógico, con
relativa garantía de cumplimiento de las condiciones de “felicidad”331, adecuación,
oportunidad, eficiencia, creatividad, para imaginar con autonomía y responsabilidad los
horizontes que se proponga re-conocer, traspasar o no, bosquejar sus propios mapas y
establecer sus propios planes de viaje, y guionar satisfactoriamente su “historia”. Los
procesos comunicativos en que se desarrolla la educación pueden liberar las condiciones
requeridas para la negociación de los marcos interpretativos, de la realidad construida y del
propio proceso de educación, sus metas y los medios seleccionados332 _no sólo el consumo
sino la participación activa en los procesos de definición y gestión de la realidad social y de
la cosa pública_. Un desideratum que pone en juego la capacidad de reflexividad (e
indexicalidad), de recursividad y metacognición (Bruner), cuyo dominio permitiría
ascender los escalones del aprendizaje (Bateson). Con todo, insistimos en que no es
recomendable sustancializar la forma narrativa, sino lo contrario, la conveniencia de
adoptar una perspectiva histórica y cultural, como la que permite la semiótica, desde la que
sea posible dilucidar los diversos modos de su realización, con lo cual se efectúa el
anudamiento (como requisito teórico y metodológico) de semiosis, mediación y memoria.
331
En el sentido que adquiere este término en el contexto de la pragmática del discurso (Austin, 1990; Searle,
1994).
332
Al parecer de Bruner (1995a), el método de re-negociación de significados por medio de la interpretación
narrativa es uno de los logros más importantes del desarrollo humano (ontogenético, cultural y
filogenéticamente), al que contribuyen los recursos narrativos y los instrumentos interpretativos conservados
por la comunidad. El poder de la narración concierne una de las formas más eficaces de estabilidad social, en
cuanto a la capacidad para compartir historias, diferentes versiones sobre la diversidad de lo humano, y la
necesidad de contar con patrones de interpretación congruentes cognitiva, axiológica e institucionalmente con
los marcos de regulación imperantes en una cultura (pp. 75-76). Esta situación privilegiada de la narración
también favorece la prerrogativa de control social en aras del orden establecido, de cuya custodia se ocupan
más o menos celosamente, aunque no unívocamente desde el punto de vista de las finalidades y estrategias,
las agencias de mediación, en cuanto al curso de re-significación del mundo, re-apropiación de los
significados, domesticación o liberación del impulso al cambio.
244
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
333
Se requiere una “política compleja de las pasiones complejas” para sostener un nuevo estado “social, civil,
de derecho, con la potencia y fuerza de los hombres sabia y prudentemente asociados”, que prolongue al
estado natural. Hay que desear la socialidad, el orden establecido, y socializar, dirigir y reencauzar el deseo
en esa dirección. La composición de lo social demanda una política (economía y antropología política)
racional para lo pasional, un programa de gobierno que atienda la naturaleza compleja de la fuerza social-
pasional-imaginaria. El mundo social y cultural, entonces, es el territorio apto para la re-ubicación de las
pasiones, el trazado del cauce del deseo (y donde se activa el poder de policía cuando se observan torsiones,
desviaciones, casos extra-ordinarios, más allá del límite de tolerancia), y para la con-formación cultural de la
satisfacción. La sociedad se hace posible por el accionar de una economía política de las pasiones “intensas”,
los deseos; y la mejor política al respecto sería la de la razón apasionada, que busca la composición social, sin
acallar espuriamente el concierto de las pasiones (alegres). G. Kaminski (1990), a propósito de Spinoza, y la
política de las pasiones. V. Spinoza (1990, 1985). En el Tratado político (1985), dice Spinoza: “el estado
político se ha instituido como una solución natural, con el fin de disipar el miedo general y eliminar las
miserias comunes a las cuales todos están expuestos. Su fin principal no difiere, pues, de aquel que cualquier
hombre razonable se esforzaría por lograr, aunque con pocas oportunidades de éxito <...> en un estado
natural” (cap. 3, art. 6).
245
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
que seamos capaces de especificar la estructura y coherencia de los contextos más amplios
en que se crean y transmiten significados específicos” (Bruner, 1995a: 73). En atención a
los intereses que guían nuestra propia búsqueda, consideramos que una comprensión tal no
sería posible si no presta atención a las prácticas semióticas, re-definidas en sus respectivos
contextos, y a las producciones comunicativas que “aplican” esos principios. Una vía de
acceso a una posible comprensión en este sentido sería el estudio de los formatos, en
nuestro caso, la forma narrativa compleja histórica escolar. Es justamente en relación con
estas cuestiones que encontramos cierta consonancia con parte del desarrollo del programa
de investigación de Bruner, específicamente los ramales que estudian los formatos, el
lenguaje de la educación y la narrativa. Bruner enumera algunas propiedades de la
narración y ofrece algunas hipótesis, que pueden resultar de interés y ayuda para proseguir
una indagación al respecto334.
En primer lugar, la secuencialidad inherente a la narración: una narración está
estructurada en una serie de acontecimientos, estadios, planes de acción de los actores, con
unas metas dadas, unos instrumentos, y problemas. La significación de estos elementos
surge de la posición que ocupan en la secuencia total del relato, y de las relaciones que
entablan entre sí y con la totalidad de la estructura. Seguir una narración supone remontar
los hilos de la secuencia de acontecimientos para reconstituir la trama, y aprehender la
trama para hacer inteligible cada uno de sus elementos.
Una interpolación desde el punto de vista del análisis estructural del relato, cuya
preocupación metodológica es la formalización, a partir de algunas constataciones la prodigiosa
variedad de relatos, los que pueden tener como soporte cualesquiera sistemas semióticos o la
combinación de algunos o todos ellos; la presencia de lo narrativo en múltiples formas que van
del mito, la leyenda, la fábula, la historia, la novela, hasta el cine, la historieta, la noticia, la
conversación, en todos los tiempos y lugares, en todas las culturas, lo que dice acerca de la
universalidad del relato-. De aquí la necesidad de contar con una teoría y hacer de la lingüística
el modelo fundador del Análisis estructural del relato, que trata de mostrar la productividad de
una serie de aportes (Propp, Lévi-Strauss, Greimas, Bremond, Todorov).
La primera indicación de Barthes consiste en la distinción, por un lado, de los niveles de
descripción y la integración jerárquica de esas instancias; y, por otro lado, en la diferenciación
entre historia y discurso (Todorov, Benveniste). Delimita tres niveles: de las funciones, de las
acciones, de la narración, que corresponden a la (instancia de la) historia, los dos primeros, y al
(nivel del) discurso, el tercero. Las unidades a reconocer en el primer nivel son las funciones
cardinales o núcleos (Propp, Bremond) -las peripecias constitutivas, los momentos de decisión,
que permiten tomar una dirección, y avanzar hacia el desenlace-, las catálisis -las funciones
insertas entre las anteriores, a efectos de distensión, digresión-, los indicios -informaciones,
implícitas, sobre los personajes, el ambiente, la situación, etc.-, y las informaciones -datos
explícitos necesarios para comprender el relato. Estas funciones integran el esquema funcional,
334
En particular, Bruner (1995a, cap. II).
246
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
pero las primeras (núcleos), unidas por relaciones de solidaridad, constituyen la estructura
básica, que está dada por la composición de secuencias (primarias) -en términos generales
serían: estado de equilibrio, ruptura del mismo, restitución del mismo o advenimiento de nueva
situación; i. e., en una trama policial o de acción: traición-venganza-arresto-. Una secuencia se
abre con un núcleo y se cierra cuando la última función constitutiva no requiere ser
complementada por ninguna otra; aunque una secuencia puede ser complementada por otra
secuencia. Esquemáticamente, se han desarrollado tres vías de investigación sobre las
funciones: una más propiamente lógica, que trata de reconstruir la sintaxis de las mismas, se
fija en los puntos de bifurcación en los que el personaje debe hacer una elección, y traza el
trayecto de las elecciones a las que está sometido el personaje (Bremond); otra procura
descubrir en las funciones las oposiciones paradigmáticas, que subtienden la trama (Lévi-
Strauss); la tercera, se detiene en el nivel de las acciones, en busca de las reglas de combinación
y transformación de un número dado de predicados básicos (Todorov).
Respecto del nivel de las acciones, esta corriente estudia el personaje como actante, definido
por las acciones que realiza (como el actante define una clase, puede ser cubierto por actores
diferentes, o el mismo personaje puede cumplir la función de dos actantes), según participe de
tres ejes semánticos: la comunicación, el deseo o búsqueda, la prueba (en la frase: el sujeto, el
objeto, el complemento). Dado que esta participación se ordena en parejas, la clasificación de
los personajes se inscribe en una estructura paradigmática: el sujeto/objeto,
donante/destinatario, ayudante/opositor, realizada a lo largo del relato. También aquí, las
acciones integran un esquema actancial.
Finalmente, respecto del nivel narracional, es posible analizar la voz narrativa, la visión,
los procedimientos, fórmulas, etc.; en general, lo propio del discurso, de la instancia de
enunciación.
Del desarrollo de este tipo de análisis se ocupa Genette (1995). R. Barthes, “Introducción
al análisis estructural de los relatos”, en Lévi-Strauss et al. (1982); Todorov; Courtés (1980),
Propp (1972). Vid. J. Valles Calatrava (1994, un panorama histórico general de las teorías de la
narración).
En segundo lugar, la narración puede ser tanto “real” como “imaginaria”, histórica o
ficcional, sin que esto merme su poder como tal; de modo tal que la historiografía y la
literatura comparten la forma narrativa. Esta situación indiferente y ambivalente, bastante
problemática, respecto de la “realidad”, de la “referencialidad” (cierta in-transitividad,
auto-reflexividad), y que por lo demás obedece a la propia lógica narrativa, que pone sobre
relieve la “opacidad” y la “resistencia” del propio relato y del discurso, ante cualquier
intento de naturalización o simplificación de la co-relación mundo del relato-referente sin
pasar por el trabajo lingüístico y semiótico, caracteriza también el estatuto epistemológico
de la narración (histórica); y es una indicación importante a la hora de aplicar criterios de
verdad/falsedad, validez, aceptabilidad, generalidad, legalidad. La elaboración mimética
consiste en captar la vida en acción, esto es la condición histórica misma, que se
configuraría en una trama por medio de los mismos recursos procedimentales y
esquemáticos en el campo literario y en el histórico; de tal manera que la trama narrativa
tendría cierto carácter de metáfora o de allegoresis de la realidad. El proceso de semiosis y
247
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
hermeneusis en que consiste el relato _y el que desencadena un relato, más acá y más allá
de sus propios límites, en el mundo de la acción, del autor, del lector_, postula un esquema
interpretante (del mundo histórico), es decir un modelo de mediación, basado en ciertos y
determinados principios y reglas de relación entre signos-objetos-interpretantes, que
procuran fijar un sistema dado de creencias y de hábitos.
La narración se caracteriza también por su potencialidad para regular la relación
siempre problemática entre lo común y corriente y lo extraordinario, lo normal,
convencional, y las desviaciones, infracciones, subversiones. El relato es un medio
poderoso para la consagración de lo canónico, que mantiene despierta la expectativa de lo
usual, lo esperable, a lo que dota de legitimidad y autoridad, a la vez que ofrecen
explicaciones de las torsiones, que se hacen comprensibles, pero evitables (en relación con
esto el relato cumpliría una función terapéutica). En el relato cristaliza la selección
selectiva en que consiste la tradición (necesaria para el religamiento social, el
reconocimiento de los socios y el compromiso con el orden establecido), el sistema
normativo, permisivo y punitivo, la jerarquía axiológica, el patrón de racionalidad
sustentado. En definitiva, en un relato se re-elabora cada vez, conforme el contexto y el
proyecto histórico-social al que obedece, el complejo epistémico-práctico-estético, básico
para la regeneración matricial de las mediaciones, la conformación del imaginario y de la
subjetividad.
La narración en su función de mediación, en cuanto ofrece experiencia vicaria y
modela la experiencia, forma parte del tesoro cultural335, que puede ser objeto de una
335
Bruner prioriza la narración en su estudio de la “entrada en el significado”. La realización eficaz de una
narración comprende cuatro constituyentes: un medio que haga hincapié en la acción dirigida a metas, la
agencia, el establecimiento de un orden secuencial; el reconocimiento de lo canónico y sus violaciones en la
interacción social; la adopción de una perspectiva, un punto de vista y una voz. De existir un impulso
narrativo operante en la práctica discursiva, estos cuatro requisitos se reflejarían en el orden de adquisición de
las formas gramaticales. Efectivamente, Bruner observa en el niño desde temprano estos rasgos _el interés y
la atención del niño puestos en las personas y sus acciones; la predisposición temprana para acentuar lo
inusual y dejar de marcar lo habitual; la linealidad típica, propia de las estructuras gramaticales; los elementos
suprasegmentales, prosódicos, paralingüísticos, entonación, expresividad, ritmo, pausas_. Bruner sostiene
que “es el impulso humano para organizar la experiencia de un modo narrativo lo que asegura la elevada
prioridad de estos cuatro rasgos en el programa de adquisición del lenguaje”. Esta disposición
(protolingüística) es afectada (potencializada, frenada, re-encauzada, enriquecida, diversificada) por el
equipamiento semiótico culturalmente desarrollado, inserto en tradiciones narrativas en las que se aprende a
participar muy pronto. La capacidad narrativa (la interpretabilidad de la experiencia en forma de narración) es
un instrumento poderoso para otorgar, reconocer, negociar, significados, dominante en gran parte de la vida
de una cultura: “Pertenecer a una cultura viable es estar ligado a un conjunto de historias interconectadas,
aunque esa interconexión no suponga necesariamente un consenso”, antes bien, un conflicto en torno de las
versiones, los procedimientos interpretativos y su aplicación para juzgar las diferentes construcciones de la
realidad en pugna. Bruner (1995a, cap. 3). Acerca de los universales de las realidades narrativas, en Bruner
(1997, cap. 7).
248
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
política de distribución social más o menos equitativa, de modo que se puede ser más o
menos rico en la disponibilidad de este tipo de recursos de inteligibilidad y comprensión de
la complejidad del mundo, cuyo dominio incide en los modos de negociación social, y
resulta valioso en la escena pública de gestión de los conflictos en torno del sentido del
mundo y de la definición de un proyecto colectivo; un instrumento apto para una paideia
que contribuya a la instauración de la democracia, que tenga como premisas el “diálogo”,
la “polifonía”, la “comprensión”.
En opinión de Jerome Bruner336, la narración debería ocupar un lugar preponderante
en la educación, siempre que se trate de un proyecto que otorgue la debida importancia a
cuatro cuestiones fundamentales: la agencia, la reflexión, la colaboración, la cultura.
La narración es una de las formas principales de interpretación _a la que se recurre
en el campo de la historia, y de las ciencias humanas y sociales en general, revalorizada a
partir del giro interpretativo_. Contar una historia es decir en qué consiste algo, en un modo
de entender y explicar lo que ocurre, un medio para expresar la actitud frente al mundo,
redefinir las creencias, sentimientos, un vehículo de la toma de postura frente al mundo.
Por un lado, una construcción narrativa cualquiera no invalida otras versiones sobre el
mismo “objeto”, que entran en competencia por la aceptabilidad y el reconocimiento
público legítimamente arbitrada por la comunidad de interpretación; y por otro lado, una
interpretación dada de una historia no excluye otras interpretaciones divergentes. Una
competencia narrativa e interpretativa altamente desarrollada se basa en el contraste, y la
confrontación, entre construcciones competentes, entre explicaciones contrarias pero
razonables, y con otros contendientes; y en el dominio de los criterios para evaluar la
viabilidad de las mismas y para resolver el conflicto; a la vez que permite desarrollar la
capacidad de comprensión de las diferencias y la pluralidad emergentes en el ágora donde
se producen las intervenciones narrativas e interpretativas, diversidad y pluralidad
constitutivas del mundo social y de toda cultura. Una sensibilidad para las versiones
alternativas de la “misma” realidad puede contribuir al desarrollo de la metacognición, que
tematiza tanto la realidad como los medios de conocimiento. El nivel metacognitivo -de la
reflexión, que se operacionaliza cuando se piensa sobre el pensamiento, cuando se presta
atención a lo que se ha aprendido- tiene por objeto la creación de “formas alternativas de
concebir la creación de la realidad”, que complementa la relatividad del conocimiento, que
es el objeto del contraste y la confrontación (pp. 166-68). En la escuela se puede enseñar y
249
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
aprender a apreciar y respetar la maraña de historias en las que estamos enredados, a favor
o en contra de muchas de las cuales debemos expedirnos constantemente.
La narración es una habilidad, un saber-cómo, siempre presente en los contextos de
la agencia y la colaboración. En los procesos de interacción educativa, en el diálogo
pedagógico, en general en el contexto escolar, se recurre a la narración para enseñar y
aprender; para regular normativamente la relación, el desempeño del propio rol y la imagen
del otro; para contar lo que se hace, se piensa, se cree, se siente; para proporcionar sentido
colectiva y democráticamente, para manejar los límites de la participación, las reglas del
debate y la negociación; para problematizar la acción, el contexto, los medios empleados
en la resolución de los problemas abordados, la ponderación de los fines y valores
involucrados, y la actuación, propia y de los otros, para redefinir los vínculos y las reglas
de juego, para evaluar críticamente tanto los logros como los fracasos; y para generar y
enfrentar el cambio.
Como advierte Bruner (2003)337: “Una cosa se hizo evidente: contar historias es
algo más serio y complejo de lo que nos hayamos percatado alguna vez” (p. 16); y apunta
dos razones para “examinar de cerca la narrativa y indagar qué es y cómo funciona”. Una
es “controlarla y esterilizar sus efectos” (como en el derecho o la siquiatría); otra es
“comprenderla para cultivar mejor sus ilusiones de realidad, en ‘subjuntivizar’ los
pormenores obvios de la vida de todos los días” (pp. 25-26), aproximarse a una
comprensión de su capacidad de “modelar la experiencia” (p. 21).
La cultura es una compleja trama de historias (vividas, contadas, recordadas,
olvidadas, re-elaboradas, rescatadas, reactualizadas, canonizadas), cruzadas, paralelas,
interconectadas, conflictivas o congruentes. El mundo en el que vivimos está en gran parte
construido conforme las normas y los mecanismos de la narración (Bruner, Op. cit., p.
168). En la escuela es posible experimentar con cuidado y rigor los métodos narrativos e
interpretativos para participar felizmente en los escenarios de transacción social, para
plantear críticamente los problemas cruciales y desarrollar los recursos, medios y
procedimientos, necesarios para enfrentarlos, en tanto en cuanto forma parte de la función
educativa potenciar el “uso de la mente” al respecto (Ídem, cap. 4). Se aprende la narrativa
a través de la vida y la vida a través de narraciones; y el dominio narrativo abre el camino
para pensar en la vida, crea el espacio necesario para experimentar el extrañamiento, frente
336
Bruner (1997, cap. 4).
250
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
Narración/Historia
Si se emprende una exploración por los arduos corredores sin fin de la memoria
semiosférica, se puede experimentar el asombro (y el placer intelecutal y estético) ante las
innumerables y fascinantes pruebas de laboratorio que allí se realizan ininterrumpidamente.
En las sendas por las que nos interesa seguir nuestro recorrido, se puede ver cómo el
destino de las formas y los géneros narrativos fue determinado en gran medida por la
interacción entre dos tipos opuestos de textualización en una cultura. El mecanismo
semiótico de la cultura se activa en parte por la influencia recíproca entre dos dispositivos
textuales centrales opuestos desde tiempos inmemoriales, especializados en la descripción
del curso regular de los acontecimientos y de la desviación respecto de dicho curso,
respectivamente338.
La cultura cuenta con un dispositivo textual mitogenerador, cuyo núcleo es el ciclo,
y con un dispositivo textopoiético organizado a partir de la linealidad, como contrapartida
del primero. Además del movimiento temporal diferente al que se subordina cada uno de
estos tipos, presentan otras distinciones. En el primer caso, la función es construir un
cuadro del mundo, establecer la unidad entre sus esferas alejadas, registrar las
regularidades, establecer los principios, construir un esquema de clasificación, estipular el
orden, categorizar la experiencia y el mundo, y ajustar a la norma y la organización los
excesos y desvíos. La notación de la regularidad de la repetición (se) traduce (en) una ley
del universo. Los textos generados por este dispositivo se orientan a la reducción de las
variaciones a imágenes invariantes, y pragmáticamente prima la ley estructural del iso y
337
La fábrica de historias. Derecho, literatura, vida, tuvo su origen en el ciclo de lecciones que Bruner dictó
en la Universidad de Bolonia en 2000.
251
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
338
Lotman, “El origen del sujet a una luz tipológica” (Lotman, 1998).
339
Para representar el sujet textual se puede recurrir al “árbol” del movimiento de cierto punto. El sujet
“siempre es un camino: la trayectoria de los desplazamientos de cierto punto en el espacio del modelo de la
cultura” (Lotman se refiere aquí a la descripción en términos espaciales, topológicos, de las dependencias
entre los conceptos de acontecimiento y sujet y los modelos de cultura). El texto con sujet admite tres tipos de
caracterizaciones: la dirección -un barco que puede moverse por la ruta trazada en un mapa-, la realización
del movimiento -la trayectoria tipo está dada por la ruta, pero el barco puede completarla, interrumpirla-, la
desviación de la trayectoria -el establecimiento de la ruta instituye la significatividad de su no cumplimiento,
de realizaciones no autorizadas de la trayectoria, las desviaciones; algunos textos pueden prohibir otras
trayectorias, o prever puntos de elección de la trayectoria a seguir. Lotman, “Sobre el metalenguaje de las
descripciones tipológicas de la cultura” (Lotman, 1998).
252
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
340
Bajtin, “Epos e romance” <1941>, en Bajtin (1988).
254
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
341
Sobre el estatuto y las particularidades de la novela, cfr. Jameson (1989). Para Jameson, la Historia es la
causa ausente que debe presuponer toda interpretación (política) de la novela, como re-escritura (con)textual.
255
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
axiológica: “la familiarización del mundo por la risa y por el habla popular marca una etapa
extraordinariamente importante e indispensable en el camino hacia el establecimiento del
libre conocimiento científico y hacia la creación artísticamente realista de la humanidad
europea” (ídem; 414). Paradójicamente, la novela hace posible la representación
auténticamente objetiva del pasado en cuanto tal, en consonancia con la revolución de la
jerarquía de los tiempos; y, lo que reviste gran interés, para la conciencia literaria e
ideológica, el tiempo y el mundo se tornan históricos por primera vez (p. 419) _revelan el
inacabamiento y el cambio esenciales, del mundo histórico real y en cuanto objeto de
semiotización secundaria, cuyo sentido se renueva y crece a medida que el contexto
inacabado se desarrolla, y las formas arquitectónicas y orquestales entablan nuevas
relaciones dialógicas entre ellas, con, y mediado por, el mundo de la re-creación y de la
memoria_.
342
Greimas, al hilo de la anotación de Italo Calvino respecto de que el hombre “antes de pensar, ya cuenta
cuentos” (Greimas, 1980: 222).
256
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
ejecuciones. Esto es, por una parte, cómo se con-forma la inteligibilidad del mundo
histórico representado en los textos escolares; y por otra parte, siguiendo la pauta de Hegel
al respecto, cuál es el orden (socio-económico y político, legal y normativo) sustentado por
este tipo de relatos históricos, y que a su vez permite la generación de ciertos y
determinados relatos (unas formas y unos contenidos dados), que acuden a la convocatoria
pública para ganar legítimamente el puesto favorito en el sistema educativo (claro está, una
vez que han pasado por el “cedazo de la industria cultural”, por cuya intermediación y
concurso cobran existencia y son incluidos en la lista de candidatos).
343
White (1992: 78).
344
Vid. White (Op. cit.).
257
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
La (misma) materia histórica puede ser narrativizada de múltiples maneras, esto es,
diversamente (re)elaborada y (re)configurada (tanto por el autor como por el lector, aparte
de la asimetría, y posible disimilitud, entre la re-construcción de uno y otro). De modo que
la disposición de los elementos constitutivos de la historia (res gesta: acontecimientos,
agentes, objetos, circunstancias, medios, fines) puede variar de un relato a otro, el (mismo)
acontecer histórico puede ser objeto de diferentes fábulas y de distintas tramas
narrativas347, según la matriz genérica elegida, a partir de la cual se impone una estructura
narrativa dada a los acontecimientos reales, y se genera la significación de los mismos. El
efecto de uno u otro tipo de composición narrativa de los acontecimientos históricos puede
entenderse como la pro-posición explicativa de/ante la historia.
La narrativización de la historia hace posible la emergencia de significados que van
más allá del contenido (de la historia contada), no importa si se postula o no la vocación de
correspondencia con la historia “real”, tanto si se hacen declaraciones de principios
respecto de la verdad de la historia como si no. La emergencia del complejo significativo se
produce en un doble movimiento. Primero, la textualización histórica, la fabulación y
entramado que se lleva a cabo en la instancia de producción; y luego, la
re(con)textualización, el reconocimiento de la clave de configuración narrativa, la elección
(presuposición) del topic de lectura, la determinación de los recorridos textuales, que
define la instancia de recepción. La semiotización histórica supone la puesta en obra de la
345
Vid. Carr (2015).
346
Ídem.
347
La fábula como el esqueleto de la historia: “el esquema fundamental de la narración, la lógica de las
acciones y la sintaxis de los personajes, el curso de los acontecimientos ordenado temporalmente”. La trama
“es la historia tal como de hecho se narra, tal como aparece en la superficie” (Eco, 1981: 145-46).
258
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
historia y el proceso comunicativo que se realiza a partir de ahí y que se cumple con la
lectura. Es así que el texto puede considerarse como un artefacto de producción de mundos
posibles (Eco, 1981), un medio de (re)construcción de significados, y no pura y
exclusivamente un medio de transmisión (soporte, vehículo) de algún significado ya
establecido y unívocamente aceptado (Lotman), puesto que el lector debe (re)actualizar el
mundo elaborado textualmente, conforme su “enciclopedia” (Eco) o los intereses y
finalidades que guían la re-apropiación del texto, lo que hace necesaria su co-operación
para la ejecución de la obra (Eco).
La narrativa transforma lo que ocurre (lo histórico, real) en una historia inteligible,
en la cual cada uno de sus componentes adquiere tal o cual estatuto, cumple un rol
determinado y cobra cierto significado, lo cual pone en juego la relación propuesta o
efectivamente establecida, entre el mundo construido y el mundo de referencia, tanto del
lado de los autores como por parte de los lectores, dada la posible disparidad de los
“marcos” (“frame”, cuadro) de referencia y recontextualización que se eligen o que
efectivamente se ponen en operación, del topic a partir del cual se reconoce y recompone la
estructuración narrativa del mundo en cuestión y se remonta el complejo haz de los
múltiples hilos que conforman la trama narrativa.
La semiotización histórica consiste en la (trans)formación del mundo histórico
(“real”) en un mundo posible, uno y otro considerados como constructos culturales (Eco,
1981) (lo que hace suponer la heterogeneidad de los mundos así construidos, tanto de
referencia como los mundos posibles), aparte el hecho de que el proceso de
semiosis/hermeneusis desencadenado de este modo nunca es uno y el mismo en los
distintos momentos históricos de la re-elaboración textual. Por un lado, siempre es posible
atribuir otras propiedades a los “individuos” que forman parte de un mundo posible (y en lo
cual consiste la construcción de un mundo tal), así como referir diferentes interpretantes a
los “objetos” involucrados en un proceso semiótico determinado, según el re-conocimiento
cierto o equivocado, de lo que Barthes llama las colecciones de “existentes” y “ocurrentes”
seleccionados, jerarquizados, valorizados, relacionados por los autores para estructurar la
historia; de modo que siempre es factible con-formar diversas tramas con los sujetos,
objetos, instituciones, etc., y los procesos en los que intervienen, siempre que las mismas
resulten verosímiles; o sea, una vez que pasen la prueba de la aceptabilidad (y cumplan
satisfactoriamente las instancias de contralor de autoridad, a las que aludimos más arriba).
259
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
348
En el sentido en que Barthes define el texto. En consonancia con nuestro enfoque inter-accional del texto y
el discurso, la mediación (pedagógica) de la historia supone el juego de múltiples códigos, que se activan en
los contextos pertinentes, sean los propiamente históricos (los complejos procesos de comunicación en que
también consiste la vida histórica, tematizada en el relato), como los historiográficos (relativos al trabajo de
mediación) o los educativos.
349
J. Le Goff (1991a).
350
Vid. Babha (1995), Fernández Bravo, comp. (2000), Hobsbawm, E. y Ranger, T., eds. (2002). Notar (y no
tan “de paso cañazo”) el nexo territorio-orden jurídico-nacimiento (del lat. natĭo, -ōnis): hay que de-limitar,
instituir, inscribir, constituir, escribir (mapa, carta magna, lengua/s, corpus...). Vid. Agamben (2010).
260
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
favorecida por la industria cultural, los massmedia, o los últimos giros epistemológicos,
hacia el apuntalamiento del paradigma interpretativo, y la inter y transdisciplinariedad.
En los términos de Michel de Certeau, se trata de comprender la historia como “la relación
entre un lugar (un reclutamiento, un medio, un oficio, etc.), varios procedimientos de análisis
(una disciplina) y la construcción de un texto (una literatura)”. El autor pretende probar que la
operación histórica alude a “la combinación de un lugar social, de prácticas ‘científicas’ y de
una escritura”. La escritura de la historia debe ser ubicada, analizada, en función de una
institución (de saber-poder), de un lugar de producción socioeconómica, política y cultural;
debe ser tratada como “un medio de elaboración circunscripto por determinaciones propias”
(una profesión liberal, un puesto de enseñanza, etc.), sometido a presiones, ligado a privilegios.
En función de este lugar se establecen los métodos, intereses, y se precisan las cuestiones
acerca de los documentos de trabajo. El discurso histórico no puede ser separado de la
institución en función de la cual se organiza; la misma que acredita la enunciación, distribuye
cuotas de reconocimiento (de los pares) y concede prestigio, de modo que el texto histórico es
un producto y un indicio de la institución correspondiente, y del campo social más amplio en el
que se enmarca, en el que los productores culturales deben posicionarse, respecto de las
“instituciones” y “formaciones” pertinentes (Williams, 1982). M. de Certeau (1993, cap. 2).
“La vuelta del acontecimiento” es el título del artículo de P. Nora (Le Goff y Nora, dirs.,
1978, vol. I). El acontecimiento es el fenómeno en el que culmina la actualidad, esto es la
difusión generalizada de la percepción histórica, que caracterizaría la “vasta democratización
<actual> de la historia, que da al presente su especificidad”. Los massmedia constituyen la
condición de posibilidad de existencia del acontecimiento, su re-conocimiento, y divulgación;
lo modelizan (en clave del fait divers, el suceso, la anécdota). La promoción del
acontecimiento, espectacularizado, publicitado industrialmente, hace de los massmedia la
escena pública, mayormente accesible a la (vivencia, “simultánea”, “instantánea”, “en vivo y en
directo”, de la) historia (la contemporánea y la más alejada del presente). La modernidad
propicia el imperio del acontecimiento, y hace necesario integrarlo en la trama de la experiencia
cotidiana. Pero lo más sorprendente, y paradójico, es el remodelamiento (y remodalización) de
la narrativa (del acontecer histórico, de la actualidad), que se opera; esto quiere decir que el
acontecimiento surge como cifra de algo más, de otra cosa, que emerge en el tejido social, del
espesor cultural, metamorfoseado, metaforizado, des-cubierto en/por el acontecimiento. Ahí
radica su potencial semiótico, el poder de desencadenar el proceso de relaciones entre los
signos-representámenes (la representación del acontecimiento), los objetos seleccionados, re-
conocidos, y los interpretantes postulados (por los intérpretes, tanto productores como
receptores); de modo que no resulta tan sencillo su desciframiento, enmarcamiento. El amplio
margen de significación que abre esta lógica de re-producción sociohistórica y cultural
posibilita diferentes modos de re-articulación entre los modelos de formación social surgidos
con la modernidad y los tipos de acontecimientos promovidos, jerarquizados, integrados en
sistema. Sería posible establecer relaciones entre un conjunto de acontecimientos y el orden
social al que pertenece, y desatar el haz de significados dispersos que el acontecimiento anuda,
para poner de manifiesto el sistema de significación correspondiente, el complejo estructural en
el que se enmarca y sostiene.
histórica y de los intercambios dialógicos con las otras esferas de creatividad), que conjuga
la ciencia y el arte, en lo que consistiría la práctica de los historiadores. Es así que la
memoria histórica (también en su doble sentido) puede constituirse en un lugar de ejercicio
de poder, el espacio donde se llevan a cabo los juegos de (l) poder por hallar la horma
adecuada a la gesta de lo/s notable/s; en la arena donde se miden las fuerzas por trazar el
camino que conduce a la inscripción (del poder, y por efectos de poder) de aquello que
debe permanecer, en el imaginario histórico-social, un registro que a su vez representa un
tipo de acción histórica (una concepción de “agencia”), un modo de hacer (la) historia351.
El hecho de que el continuo trabajo de reconstrucción del pasado (del hombre en
sociedad), en su relación esencial con el presente y el futuro, en que consistiría la ciencia
histórica (Le Goff: 1991a), se plasme, al menos en el campo de la educación,
predominantemente en alguna forma narrativa, reviste cierto grado de interés para intentar
ubicar las ejecuciones históricas escolares actuales en la larga vida de la narración
histórica, cuando menos en sus últimas etapas, las que permitirían visualizar la situación
paradójica en que se encontraría la historia hoy, que en términos de Le Goff se debe al
“contraste entre el éxito de la historia en la sociedad y la crisis del mundo de los
historiadores”352.
Uno de los motivos de la crisis disciplinar es la aprehensión de la contradicción
entre la singularidad que caracteriza el objeto histórico y la generalidad, regularidad,
legalidad, universalidad, que definiría el objetivo de la historia. Le Goff (1991a) puntualiza
las tres consecuencias (a su criterio, de carácter negativo) del reconocimiento de la
singularidad del hecho histórico: la prioridad del acontecimiento; el privilegio del rol de los
individuos, específicamente de los grandes hombres; la reducción de la historia a una
narración, un relato353. Como contrapartida, Le Goff observa que “el objetivo de la historia
351
Lo escrito como anotación de lo notable y algunas observaciones acerca del poder de la escritura, proviene
de H. Lefebvre (1986).
352
Le Goff (1991: 141). Según Le Goff el éxito “se explica por la necesidad que tienen las sociedades de
nutrir su búsqueda de identidad, de alimentarse de un imaginario real; y las solicitaciones de los medios
masivos hicieron entrar a la producción histórica en el movimiento de las sociedades de consumo”; y la crisis
del mundo de los historiadores “nace tanto de los límites y las incertidumbres de la nueva historia como del
desencanto de los hombres ante las asperezas de la historia vivida” (pp. 141-42).
353
Lo particular (la especialidad de la historia) como límite de lo pensable es uno de los aspectos conexos de
la (práctica de la) historia que examina de Certeau (1993, cap. 2) Al respecto, dice: “El historiador se instala
en una frontera donde la ley de una inteligibilidad encuentra su límite como algo que no logra superar al
desplazarse, y que no deja de encontrar bajo otras formas”; de ahí que la comprensión histórica apunta a “la
relación que las ‘regularidades’ mantienen con las ‘particularidades’ que se les escapan” (cursivas del
autor). La narrativa revelaría aptitudes para cierto modo de construcción de conocimiento histórico, “juzgado
más bien por su capacidad para medir exactamente las desviaciones <cuantitativas y cualitativas> <...> en
relación con las construcciones formales presentes. En otros términos, el conocimiento histórico tiene por
262
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
no consiste en establecer esos datos falsamente ‘reales’ <a partir de los documentos> que
se bautizan como acontecimientos o hechos históricos”, que lo particular difiere de lo
individual; y que la historia no se identifica con el relato, dado el estatuto científico del
discurso histórico, de acuerdo con la necesidad de explicación.
La forma discursiva-textual histórica re-presenta un modelo interpretativo-
explicativo de la historia, en el (y debido al) que el ser-hacer-saber histórico-social es
investido de sentido. El trabajo de con-formación (y formalización) semiótica de la
historia, que se vale de los recursos científicos y tecnológicos disponibles, permite separar
y re-unir en un tejido complejo tres procesos: la construcción de objetos de investigación, y
de unidades de inteligibilidad (i.e. las categorías históricas); la acumulación, ordenación,
clasificación, jerarquización de datos; la explotación del material, que combina distintas
operaciones (de Certeau, 1993)354. El texto histórico representa el doble movimiento de re-
construcción de modelos y de re-asignación de significación a los resultados obtenidos (o
que se pretenden obtener de ese modo particular), y a los “hechos” históricos. Pero el
hecho es aprehendido como una relación, una diferencia; y el acontecimiento histórico
resulta de “una combinación, de series racionalmente aisladas, entre las cuales él es capaz
de marcar a su vez los cruzamientos, las condiciones de posibilidad y los límites de
validez”. Y la inteligencia de la historia puede estar “ligada a la capacidad de organizar
diferencias o ausencias significativas y jerarquizables”, a la organización de los procesos
históricos y su articulación en los diferentes campos científicos (según el uso que se haga
de los diversos modelos proporcionados por las distintas ciencias, que concurren en la
investigación, o en el informe de la misma) (pp. 90-96). O bien puede proporcionar hechos
que ejemplifiquen o ilustren alguna doctrina, que se encuadren en alguna teoría. La historia
puede convalidar, preservar, el orden re-construido; o puede mostrar algunos elementos
para intentar una crítica de la propia razón histórica. La forma narrativa compleja de la
historia revelaría ciertas dotes para emprender la re-elaboración de algún tipo de “modelo
de una evolución ‘pluridimensional’ que permita concebir a las ‘dimensiones’ <política,
industrial, artística, etc.> como articuladas y compensadas, pero que obedecen sin embargo
conclusión lo que era la forma del incipit en los relatos históricos antiguos: ‘Antiguamente no era como
hoy’”. El relato es una de las formas aptas para la producción de diferencias -de información como
diferencias que produce diferencias, en los términos de Bateson-, la escenificación de lo otro (en el espacio de
la escritura) en el presente, y la apertura a un porvenir, dado el poder de la imaginación histórico-literaria
para plantear lo posible (en el contexto peirceano).
263
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
a ‘lógicas propias’ y a ritmos diferentes de crecimiento” (p. 125). El relato histórico (en
sentido amplio, el formato histórico complejo) también permite enfrentarse con mayor o
menor fortuna al problema que constituye el imbricamiento entre acontecimientos y
estructuras, en tanto objeto de narración, los primeros, y de descripción, las segundas. Por
medio del relato puede exhibir las condiciones estructurales que hacen posible los
acontecimientos, se pueden describir estructuras e insertarlas en el relato para clarificar los
acontecimientos, los que a su vez constituyen el medio en el que se conciben y articulan las
estructuras que se traslucen a través de ellos355. En el relato se re-articulan la narración de
acontecimientos y la descripción de estructuras -las que también pueden constituir
acontecimientos; o ser narradas, como factor contextual de acontecimientos-, que
comprenden planos, tramos, extensiones, temporales diferentes. Es así que, por un lado, los
planos se condicionan, pero sin fundirse; y, por otro, el acontecimiento puede cobrar
significado estructural, a la vez que la “duración” puede convertirse en acontecimiento
(Koselleck).
354
Hay que tener en cuenta que en la esfera de re-producción del conocimiento histórico de la que nos
ocupamos (la mediación pedagógica-escolar) el trabajo de re-elaboración de los formatos se presenta, si cabe,
en un segundo grado (el nivel de secundarización, correspondiente a la enseñanza escolar, la divulgación).
355
Respecto de la cuestión de la representación del acontecimiento y la estructura, Vid. R. Koselleck (1993,
cap. VII). En su opinión, “El carácter procesual de la historia moderna no se puede concebir en absoluto de
otra manera más que gracias a la explicación recíproca de los acontecimientos mediante las estructuras y
viceversa” (p. 147). Por su parte, A. Danto (1989) considera que una narración “es una estructura que se
impone a los acontecimientos agrupándolos y prescindiendo de otros como irrelevantes” (pp. 83-84).
356
Ch.-O. Carbonell (1993: 8). En el mismo lugar, dice el autor: “La historia de Clío es la nuestra”.
357
Gadamer, “La diversidad de las lenguas y la comprensión del mundo”, en Gadamer y Koselleck (1997:
125).
264
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
358
Koselleck, “Histórica y hermenéutica”, una conferencia en homenaje a Gadamer. Ídem.
359
Ídem (91).
265
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
360
Si la identificación de los límites es el asunto general de la filosofía, la identificación de ese límite <es> la
cuestión particular de la filosofía analítica de la historia” tal como la concibe Danto (p. 52).
361
Por otra parte, un informe histórico (o de otro tipo de indagación) “es una predicción encubierta del
resultado de una investigación histórica” (Danto, p. 68).
266
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
362
Dice Horkheimer: “La explicación cumplida y perfecta, el conocimiento acabado de la necesidad de un
suceso histórico, puede convertirse, para nosotros que actuamos, en instrumento para introducir algo de razón
en la historia; pero la Historia, considerada ‘en sí’, no tiene ninguna Razón, no es ningún tipo de ‘esencia’, ni
un ‘espíritu’ ante el cual tengamos que inclinarnos, ni un ‘poder’, sino una recapitulación conceptual de los
sucesos que se derivan del proceso de vida social de los hombres. Nadie es llamado a la vida por la ‘Historia’,
de la misma manera que ésta tampoco mata a nadie, ni plantea problemas, ni los resuelve. Sólo los hombres
reales actúan, superan obstáculos y pueden hacer que disminuyan el sufrimiento individual o general que ellos
mismos o las fuerzas de la naturaleza han provocado” (Horkehimer, 1995: 98).
363
Giacomo Marramao (2011) se ocupa del tema del “presente”, intenta bosquejar críticamente las
características de nuestra modernidad-mundo, apunta a “la recomposición de las diferentes ‘esferas públicas
diaspóricas’ en una esfera pública global caracterizada por el universalismo de la diferencia”; y vuelve sobre
267
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
signo, por medio de otro signo, la remisión de un signo a otro, en lo que consiste la cadena
de la semiosis).
El curso de la ‘historia’ puede arribar al enriquecimiento y comprensión de la
experiencia (Dilthey, Dewey, Benjamin)369 acorde con una visión compleja del mundo,
según cuáles imágenes del mundo bosqueje la narración; conforme la “significación del
acontecer, de las personas y cosas” (palabras de Dilthey), y las relaciones (complejo o
interdependencias de relaciones) que de-muestre el relato, y siempre que el ‘tejido’ de la
historia370 contribuya a imaginar cada vez de otro modo “el misterio de la vida” (también
tomado de Diltehy), sin pre-ocuparse de apresarlo en una fórmula única, reduccionista,
dominante, sino que por el contrario libere las múltiples posibilidades (y la factibilidad de
alterar las ordenaciones sociales) que Clío (nos) re-presenta en sus continuas encrucijadas
(Lotman), en sus interminables tramas e inagotables texturas, dada precisamente la índole
histórica-social del propio misterio de la memoria semiosférica, de las fórmulas, de la
invención de tramas y tejidos, y de los propios tejidos y tramas (esto es el carácter
histórico-social y cultural irreductible de la semiosis)371.
En pocas palabras, la potencialidad narrativa, al respecto, consistiría en la capacidad
de seguir el curso de una ‘historia’; esto es, de re-montar los hilos de la historia, de des-
tejer la trama. El dominio narrativo estaría constituido por la aptitud para (re)componer un
relato comprensible (sea del orden de lo real o de lo ficticio, de índole histórica o literaria),
que re-presente inteligiblemente un “mundo” (histórico-social, en el primer caso), que
(re)estructure “razonablemente” el acontecer histórico, que ensaye esquemas de la
experiencia, pero a la vez que ofrezca una conjetura acerca de “un contexto de significado
369
“La idea fundamental de mi filosofía -dice Dilthey- es que hasta ahora el filosofar no se ha fundado nunca
todavía en la experiencia total; por tanto, en la realidad entera y compleja”, que en todo caso puede ser
comprendida, mas no explicada (cuando se trata del modo de experiencia que estudian las ciencias del
espíritu), puesto que el conocimiento no agota lo real: “La experiencia interna y la comprensión son dos
procesos capitales en que se da el mundo espiritual e histórico. Reproducir es revivir. La comprensión
metódica es exégesis o interpretación” (lo que enmarca la “ciencia de la vida”, el “historismo” diltheyanos).
Dilthey (Op cit.). Vid. J. Vericat (1976).
370
En términos de Dilthey, “La historia del género humano, tal como se extiende empíricamente en el tiempo
y en el espacio, es un tejido en el que se entrelazan innumerables hilos: actividades de la índole más diversa
se encadenan entre sí; variaciones de grandes formas de vida, amplios movimientos, personalidades;
finalmente, el destino o el azar <...>. Nada más insensato que querer buscar leyes o siquiera uniformidades
<...> el complejo histórico tiene que ser descompuesto en las conexiones finales que se entretejen en él”. El
“análisis de las conexiones finales y de las formas de organización” -esto es el análisis de la realidad histórica
misma- es “el único medio de conocimiento objetivo” (Ídem.).
371
Como dice Vericat (1976): “de tal manera que lo pasado se encuentra de alguna forma en el presente,
encerrando por ello así la sociedad burguesa la clave de las formaciones sociales anteriores, por principio,
más simples”, a propósito de Marx y Weber, en relación con la cuestión del capitalismo como clave de
comprensión de la historia (pp. 45-46).
269
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
372
Alfred Schütz (1993) se refiere a las pautas conforme las cuales la experiencia se presenta con relación a
un orden, a un conjunto de reglas, un sistema normativo, en función de los cuales se conforma el “repositorio
de conocimiento”, respecto del cual cada nueva experiencia cobra significación y relevancia, y adquiere
coherencia (p. 111). Schütz llama a estos esquemas de la experiencia “esquemas interpretativos”, que por lo
demás se operativizan cuando se trata de enfocar los objetos de estudio histórico y de comprender su
significado. Por otra parte, afirma que “Todas las ciencias sociales son contextos objetivos de significado de
contextos subjetivos de significado” -el conocimiento científico del mundo social es indirecto; las ciencias
sociales tratan de tipos ideales- (pp. 268-69).
373
Vid. la discusión de Vericat (Op. cit.) sobre Weber, en torno de esta problemática. Para Weber, según
Vericat, “el método del conocimiento histórico se ciñe formalmente a la construcción de un individuo
histórico a partir de una relación evaluativa, determinada por los intereses” (p. 154). Vid. Weber (1994),
donde advierte que “conviene insistir al máximo en que el servicio al conocimiento del significado cultural de
las relaciones históricas concretas constituye el único fin último <de las ciencias sociales, de la cultura>, el
cual es favorecido, junto a otros medios, por el trabajo de la construcción y crítica de conceptos” (por el
recurso a los tipos ideales) (p. 90). Cfr. Ricoeur (1990); Hobsbawm (1998).
374
Para Schütz (Op. cit.: 275), la primera tarea de la Sociología comprensiva es describir estos procesos.
375
Al respecto, dice Ricoeur (puesto en diálogo con Bajtin y Peirce): “La palabra que quiere decir, la palabra
que intenta comprender y que aspira a ser comprendida, es también palabra dubitativa, palabra optativa,
palabra poética”. Lo propio de la palabra dubitativa, por excelencia dirigida a otro, es la interrogación, el
cuestionamiento, la reflexión, la crítica, el diálogo: “Sólo la duda convierte la palabra en cuestión y la
interrogación en diálogo, es decir en cuestión con vistas a una respuesta y en respuesta a una cuestión”, “Esta
llamada a otro, dirigida hacia uno mismo, es el cuestionamiento esencial que crea el espacio de la reflexión y
el espacio de la libertad”. Finalmente, esta palabra, “más radicalmente todavía, lleva a cabo la revolución
decisiva en el orden de las significaciones; introduce la dimensión de lo posible en la trama sin vacío del
hecho bruto (en el doble sentido del ser-hecho y de la constatación de hecho). Al crear el espacio de juego de
la posibilidad, la palabra recupera el sentido de la realidad -del hacer y de lo hecho- a partir del sentido
posible”. Ricoeur (1990: 192-94, cursivas del autor).
270
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
376
Al decir de Ricoeur (1990), “Esperamos de la historia una cierta objetividad, la objetividad que le
conviene”, tomada la objetividad en “su sentido epistemológico más estricto: es objetivo lo que el
pensamiento metódico ha elaborado, ordenado, comprendido y lo que de este modo puede hacer
comprender”. Por consiguiente, esperamos “una obra de la actividad metódica”, una actividad que se
denomina “crítica”, que “añada una nueva provincia al imperio tan variado de la objetividad” (conforme los
diversos “comportamientos metódicos”). Ahora bien, continúa Ricoeur, “esperamos del historiador cierta
calidad de subjetividad <...> adecuada a la objetividad que conviene a la historia” (“implicada por la
objetividad esperada”); es decir “esperamos que la historia sea una historia de hombres y que <...> ayude al
lector, instruido por la historia de los historiadores, a edificar una subjetividad de alto rango, la subjetividad
no solamente de mí mismo, sino del hombre” (una objetividad de reflexión que se espera de la lectura y de la
meditación, un interés, una esperanza). Asimismo, “la comprensión no es lo opuesto a la explicación, sino
todo lo más su complemento y su contrapartida. Lleva la marca del análisis -de los análisis- que la hicieron
posible” (pp. 23-26).
En el intento de comprender el presente a través del pasado, esto es, “‘la estructura y significación cultural de
los distintos fenómenos en su forma actual, y las razones de por qué históricamente han-llegado-a-ser-así-y-
no-de-otra manera’ <Weber, cit. por Vericat>, en suma, la singularidad específica del presente” <con
referencia al futuro>, el historiador (para Weber, según Vericat) “aborda simultáneamente la doble tarea de
captar la significación y la determinabilidad cultural de lo histórico, su comprensión <interpretativa> y
explicación <causal>“, cuyo marco conceptual y síntesis a nivel operativo es el “tipo ideal” (p. 238, cursivas
del autor).
Georg H. von Wright, en su ensayo sobre la problemática de la explicación y la comprensión, distingue entre
interpretación y comprensión, por un lado, y explicación, por el otro, si bien ambos procesos se
interrelacionan y se apoyan uno en otro: la interpretación busca respuestas a la pregunta “qué es esto”; la
explicación contesta “por qué” ocurrió algo o cuáles fueron las causas. “Una explicación correspondiente a un
nivel dado, suele preparar el terreno para una interpretación de los hechos a un nivel superior”. En el caso de
la acción individual: “Una explicación en términos teleológicos de un acto de pulsar un botón puede dar por
resultado una redescripción de lo que el agente hizo, como un acto de hacer sonar el timbre o, de reclamar la
presencia de alguien o, de pedir que se le franquee la entrada en casa”; lo propio en el caso de la acción
colectiva: lo que parecía encaminado a representar un movimiento de reforma religiosa puede, mediante un
examen más profundo de sus causas, llegar a revelarse ‘esencialmente’ como una lucha de clase en favor de la
reforma agraria”. Observa von Wright: “Con esta reinterpretación de los hechos la explicación adquiere
nuevos vuelos”; “Con cada nuevo acto de interpretación los hechos disponibles resultan coligados bajo un
nuevo concepto”. La descripción del objeto (que indica qué es algo) precede a la explicación del mismo;
entonces, la comprensión “resulta ser un requisito previo de toda explicación”. Pero hay que diferenciar la
comprensión en el sentido de es un caso parecido a (“un preliminar característico de la explicación causal”)
de la comprensión en el sentido de quiere decir o significa (preliminar de la explicación teleológica). En
historia, y en ciencias sociales, señala von Wright, la explicación causal tiene ciertamente un lugar, peculiar y
en un sentido característico; pero, advierte, que se trata de las explicaciones en términos de condiciones
necesarias, o sea aquellas que responden a preguntas del tipo ¿Cómo es que fue posible?, mientras que las
explicaciones en términos de condiciones suficientes (aquellas que responden a preguntas del género ¿Por
qué necesariamente? “no resultan directamente relevantes”). Es decir, “la relevancia de la explicación radica
en dar una respuesta a la pregunta sobre cómo fueron posibles las acciones en cuestión (no por qué fueron
emprendidas)”. G. H. von Wright (1987: 157-64). Vid. Hintikka et al. (1980).
271
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
377
El entrecomillado, y como muestra, pertenece a J. Fontana (1992: 112, 127 ss.).
378
La recusación de la narración por parte de Fontana se da en el marco de su discusión sobre “el fin de la
historia” y de “la ciencia histórica”, expresiones “de moda” a partir del artículo de Fukuyama (1989) y de la
secuencia de artículos de la revista History today (1991-1992). Las reflexiones de Fontana pretenden “ayudar
a quienes se interesan por el estudio de la historia, y muy en especial a quienes se dedican a su enseñanza, a
orientarse en el laberinto de corrientes que ha venido a reemplazar aquel mapa tan claro de nuestro territorio
que hace pocos años solía dividirse en dos o tres continentes”; asimismo despejar el camino ante tanto
“desconcierto ideológico”. Fontana ubica el modo narrativo entre las modalidades de huida, junto al
escepticismo metodológico y el auxilio de otras ciencias sociales, menos controvertidas y más prestigiosas
(mejor aún, considera el “escapismo narrativo” como hijo directo de aquel escepticismo), entre otras
reacciones que “suele suscitar la crisis de una fe” (la de la historia, la del pensamiento marxiano/marxista),
272
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
como puede ser la “desconfianza de cualquier planteamiento teórico”. El autor no convalida “las
teorizaciones con que se intenta legitimar este género histórico-literario” (refiriéndose, entre otras
modalidades, a una de las formas peculiares de historia narrativa, cual es el caso de la microhistoria,
practicada por Ginzburg y otros). Tampoco admite la defensa del retorno a la narración como una posible
“solución a la compartimentación de la investigación histórica en segmentos especializados” en desmedro de
una visión global, de conjunto, “Porque la solución a este problema no reside en limitarnos a volver a una
explicación lineal y ordenada”, en el “mero regreso a la forma narrativa tradicional”; con ello tendríamos,
“simplemente, una historia que vuelve a ser, como en un pasado que creíamos superado, un simple cuento a
narrar” (Ídem: 17-ss.). La querella parece justa y legítima cuando de la forma narrativa “tradicional” se trata;
pero habría elementos de juicio como para no imputarse las mismas falencias y déficit a toda práctica
narrativa.
379
El entrecomillado de todo el párrafo, excepto la última cita, pertenece a E. Hobsbawm, “Sobre el renacer
de la narrativa” (de 1980), en Hobsbawm (1998), donde cita el artículo de L. Stone que comenzó el debate,
“El renacimiento de la narración”, publicado en Past and present 85 (1979).
380
Vid. el ensayo de P. Burke, “Obertura: la nueva historia, su pasado y su futuro”, en Burke, ed. (1993),
respecto de la formación de un “nuevo paradigma”, y su contraposición con el “paradigma tradicional”.
273
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
narración; de tal manera que no es posible referirse sin más a la narrativa, sino que es
necesario especificar cada vez a qué narrativa, cuál realización del paradigma narrativo, se
aprueba o ataca. Como dice Peter Burke, más que un renacer, se estaría desarrollando un
proceso de re-generación de la narrativa _lo cual cabe presumir, como lo advertimos en los
dos ensayos primeros, respecto de todas las matrices semióticas que arraigan en el espesor
de la memoria_. Estaríamos, pues, ante la emergencia de un “nuevo tipo de narración” que
“podría abordar mejor que el antiguo las demandas de los historiadores”, y ante la
necesidad de emprender “una búsqueda de nuevas formas de relato que sean apropiadas a
las nuevas historias que los historiadores nos contarían”381.
381
P. Burke, “Historia de los acontecimientos y renacimiento de la narración”, en Burke (Op. cit.).
382
Tiempo y narración, 3 vols. (1987 –I y II, 1996), y el estudio sobre la identidad (1996b).
274
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
383
Poética (cap. 6, pp. 78-80). Aristóteles señala que a diferencia de los otros tipos de narraciones, en las que
es necesario “componer el mito de modo dramático y en torno de una sola acción, que tenga comienzo, medio
y fin, para que siendo una e íntegra, como un ser vivo, produzca el placer que le es propio”, en las narraciones
históricas “es necesario no hacer ver una sola acción, sino una sola época o tiempo, es decir, todos los
sucesos que a lo largo de este período de tiempo le han ocurrido a un hombre solo o les han acaecido a
muchos, sucesos relacionados entre sí tan solo por el azar” (cap. 23, pp. 140-41).
384
Comprender un relato “es recuperar la operación que unifica en una acción total y completa lo diverso
constituido por las circunstancias, los objetivos y los medios, las iniciativas y las interacciones, los reveses de
fortuna y todas las consecuencias no deseadas de los actos humanos” (Ricoeur, 1987 -I, Introducción).
275
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
BIBLIOGRAFÍA
AGAMBEN, G. 2010. Medios sin fin. Notas sobre la política. Valencia, Pre-textos.
AGUSTÍN 1983. Las confesiones (selec.), A. C. Vega (trad.). Buenos Aires, CEAL.
ANDERSON, B. 1997. Comunidades imaginadas, 1ª reimp., E. Suárez (trad.). México, FCE.
APEL, K.O. 1985. La transformación de la filosofía, 2 vols. Madrid, Taurus.
------ 1994. Semiótica filosófica. Buenos Aires, Almagesto.
------ 1995. Teoría de la verdad y ética del discurso, 1ª reimp., N. Smilg (trad.). Barcelona, Paidós.
ARISTÓTELES 1979. Poética, F. Samaranch (trad., prólogo y notas). Madrid, Aguilar.
------- 1990. Retórica, 4ª edic., A. Tovar (edic., trad., prólogo y notas). Madrid, Centro de Estudios
Constitucionales.
AUGÉ, M. 1995. Hacia una antropología de los mundos contemporáneos. Barcelona, Gedisa.
------- 1998. Las formas del olvido, M. Tricás Preckeler y G. Andújar (trad.). Barcelona, Gedisa.
------- 2015. ¿Qué pasó con la confianza en el futuro? Buenos Aires, Siglo XXI.
AUSTIN, J. 1990. Cómo hacer cosas con palabras, 3ª reimp., G. Carrió y E. Rabossi (trad.).
Barcelona, Paidós.
BADIOU, A. 2005. El siglo. Buenos Aires, Manantial.
BAJTIN, M. 1985. Estética de la creación verbal, 2ª edic., T. Bubnova (trad.). México, Siglo XXI.
------ 1990. La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento, 3ª reimp., J. Forcat y C.
Conroy (trad.). Madrid, Alianza.
------ 1993. Problemas de la obra de Dostoievski, 3ª reimp., T. Bubnova (trad.). Buenos Aires,
FCE.
------ 1988. Questôes de literatura e de estetica. S. Paulo, Hucitec.
------/MEDVEDEV, P. 1994. El método formal en los estudios literarios, T. Bubnova (trad.).
Madrid, Alianza.
------ 1993. “Más allá de lo social. Ensayo sobre la teoría freudiana”, “¿Qué es el lenguaje?”, “La
construcción de la enunciación”, en A. Silvestri y G. Blanck, Bajtín y Vigotski: la organización
semiótica de la conciencia. Barcelona, Anthropos.
BALDERSTON, D., et al. 1987. Ficción y política. La narrativa argentina durante el proceso
militar. Buenos Aires, Alianza.
BARTHES, R. 1986 (a). Mitologías, 6ª edic., H. Schmucler (trad.). México, S. XXI.
------ 1986 (b). S/Z, 3ª edic., N. Rosa (trad.). México, S. XXI.
------ 1986 (c). El placer del texto y Lección inaugural, N. Rosa y O. Traversa (trad.). México, S.
XXI.
------ 1987. “El discurso de la historia”, en El susurro del lenguaje. Barcelona, Paidós.
276
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
------ 1985. El grado cero de la escritura, 7ª edic., N. Rosa (trad.). México, Siglo XXI.
BARTLETT, F. 1995. Recordar, P. Soto y C. del Barrio (trad.). Alianza, Madrid.
BATESON, G. 1992. Pasos hacia una ecología de la mente, 2ª reimp., R. Alcalde (trad.). Buenos
Aires, Planeta-C. Lohlé.
BATESON, G., et al. 1984. La nueva comunicación, Y. Winkin (selec. y estudio preliminar), J.
Fibla (trad.). Barcelona, Kairós.
BAUDRILLARD, J. 1989. Crítica de la economía política del signo, 8ª edic., A. Garzón del
Camino. México, Siglo XXI.
BENVENISTE, E. 1989. Problemas de lingüística general I, 15ª edic., J. Almela (trad.), cap. XV.
México, Siglo XXI.
------ 1989. Problemas de lingüística general II, 9ª edic., J. Almela (trad.), cap. 5. México, Siglo
XXI.
BENJAMIN, W. 1989. Discursos interrumpidos I, J. Aguirre (trad., prólogo y notas). Buenos
Aires, Taurus.
------ 1995. La dialéctica en suspenso, P. Robles (trad., introd. y notas). S. de Chile, Univ. ARCIS
y LOM Eds.
----- 1986. “El narrador”, en Sobre el programa de la filosofía futura y otros ensayos. Barcelona,
Planeta-Agostini.
BERNSTEIN, B. 1993. La estructura del discurso pedagógico. Madrid, Morata.
----- 1989. Clases, códigos y control I, R. F. Alonso (trad.). Madrid, Akal.
----- 1988. Clases, códigos y control II, R. F. Alonso (trad.). Madrid, Akal.
BLUMER, H. 1982. El interaccionismo simbólico. Barcelona, Hora.
BORGES, J. L. 1987. Obras completas. Buenos Aires, Emecé.
BOURDIEU, P. 1985. Qué significa hablar. Madrid, Akal.
----- 1988. Cosas dichas, M. Mizraji (trad.). Buenos Aires, Gedisa.
----- 1990. Sociología y cultura, M. Pou (trad.). México, Grijalbo.
BOURDIEU, P. et al. 1976. El oficio de sociólogo, 2ª edic., F. Azcurra y J. Sazbón (trad.). Madrid,
Siglo XXI.
BRUNER, J. 2003. La fábrica de historias. Derecho, literatura, vida. Buenso Aires, FCE.
------ 1995 (a). Actos de significado, J. c. Gómez Crespo y J. L. Linaza (trad.). Madrid, Alianza.
------ 1995 (b). Acción, pensamiento y lenguaje, J. Linaza (comp.). Madrid, Alianza.
------ 1996. Realidad mental y mundos posibles, B. López (trad.). Barcelona, Gedisa.
------ 1997. La educación, puerta de la cultura, F. Díaz (trad.). Madrid, Visor.
BURKE, P. (Edic.) 1993. Formas de hacer historia, caps. 1 y 11. Madrid, Alianza.
CARBONELL, Ch. 1993. La historiografía, A. Garzón del Camino (trad.). México, FCE.
277
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
278
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
279
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
GADAMER, H.-G. 1993. Verdad y método I, 5ª edic., A. Agud Aparicio R.cde Agapito (trad.).
Salamanca, Sígueme.
------ 1992. Verdad y método II, M. Olasagasti (trad.). Salamanca, Sígueme.
------ 1996. La actualidad de lo bello, 1ª reimp., A. Gómez Ramos (trad.). Barcelona, Paidós.
GARCIA GUTIERREZ, A. 2004. Otra memoria es posible. Estrategias descolonizadoras del
archivo mundial. Buenos Aires, La Crujía.
GARRIDO GALLARDO, M. (Comp.) 1988. Teoría de los géneros literarios. Madrid, Arcos.
GARZA, M. T., de la 1995. Educación y democracia. Madrid, Visor.
GENETTE, G. 1996. Discurso da narrativa. Lisboa, Vega.
------ 1989. Palimpsestos, C. Fernández Prieto (trad.). Madrid, Taurus.
GIDDENS, A. 1993. Consecuencias de la modernidad, A. Lizón Ramón (trad.). Madrid, Alianza.
------ 1993. Las nuevas reglas del método sociológico, 1ª reimp., S. Merener (trad.). Buenos Aires,
Amorrortu.
------ 1998. La constitución de la sociedad, 1ª reimp., J. L. Etcheverry (trad.). Buenos Aires,
Amorrortu.
GIDDENS, A., et al. 1990. La teoría social hoy. México, Alianza.
GINZBURG, C. 1994. Mitos, emblemas, indicios. Morfología e historia. Barcelona, Gedisa.
GOODMAN, N. 1990. Maneras de hacer mundos, C. Thiebaut (trad.). Madrid, Visor.
GOODY, J. 2015. La domesticación del pensamiento salvaje. Madrid, Akel.
GRAMSCI, A. 1993. La política y el estado moderno, J. Solé-Tura (trad.). Barcelona, Planeta-
Agostini.
------ 1984. El materialismo dialéctico y la filosofía de Benedetto Croce. Buenos Aires, Nueva
Visión.
GREIMAS, A. 1989. Del sentido II, E. Diamante (trad.). Madrid, Gredos.
------ 1980. Semiótica y ciencias sociales, J. Arias Muñoz (trad.). Madrid, Fragua.
GREIMAS, A., et al. 1980. Introducción a la semiótica narrativa y discursiva, S. Vasallo (trad.).
Buenos Aires, Hachette.
GOULD, J. 2007. Acabo de llegar. Barcelona, Drakontos.
HABERMAS, J. 1989-1990. Teoría de la acción comunicativa I-II, M. Jiménez Redondo (trad.).
Madrid, Taurus.
------ 1994. Conciencia moral y acción comunicativa, 3ª edic., R. García Cotarelo (trad.).
Barcelona, Península.
------ 1996. Textos y contextos, M. Jiménez Redondo (trad.). Barcelona, Ariel.
HALBWACHS, M. 2011. La memoria colectiva. Buenos Aires, Miño y Dávila.
HALL, E. 1979. La dimensión oculta. México, Siglo XXI.
280
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
HALL, S. 1981. “La cultura, los medios de comunicación y el ‘efecto ideológico’”, en J. Curran et
al., Sociedad y comunicación de masas, México, FCE.
----- 1980. “Codificar/decodificar”, en Culture, media and lenguage, Londres, Hutchinson, pp.
129-139. (En español, disponible en Internet y compilaciones).
HALLIDAY, M. A. 1982. El lenguaje como semiótica social. La interpretación social del
lenguaje y del significado, J. Ferreiro Santana (trad.). México, FCE.
------ 1982. Exploraciones sobre las funciones del lenguaje, M. Serra i Raventós (Edic. esp.).
Barcelona, Ed. Médica y Técnica S.A.
HAMELINK, C., 1981. La aldea transnacional. Barcelona. G. Gili.
Hawking, S. 1992. Historia del tiempo. Buenos Aires, Planeta –Agostini.
HEGEL, G. F. W. 1976. Filosofía de la historia, E. Suda (trad.). Buenos Aires, Claridad.
HEIDEGGER, M. 1997. El ser y el tiempo, 7ª reimp., J. Gaos (trad.). México, FCE.
------ 1990. De camino al habla, Y. Zimmermann (trad.). Barcelona, Odós.
------ 1997. Arte y poesía, 8ª reimp., S. Ramos (trad.). México, FCE.
HINTIKKA, J. et al., 1980. Ensayos sobre explicación y comprensión, J. Manninen y R. Tuomela
(Comp.), L. Vega (trad.). Madrid, Alianza.
HOBSBAWM, E. 1998. Sobre la historia, J. Beltrán y J. Ruiz (trad.). Barcelona, Crítica.
HOBSBAWM, E. y RANGER, T., eds. 2002. La invención de la tradición. Barcelona, Crítica.
HORA, R. y TRIMBOLI, J. 1994. Pensar la Argentina. Los historiadores hablan de historia y
política. Buenos Aires, El cielo por asalto.
HORKHEIMER, M. 1995. Historia, metafísica y escepticismo, M. del R. Zurro (trad.). Barcelona,
Altaya.
HORKHEIMER, M. y ADORNO, T. 1987. Dialéctica del iluminismo, H. Murena (trad.). Buenos
Aires, Sudamericana.
JAKOBSON, R. 1996. El marco del lenguaje, 1ª reimp, T. Segovia (trad.). México, FCE.
JAMESON, F. 1989. Documentos de cultura, documentos de barbarie, T. Segovia (trad.). Madrid,
Visor.
----- 1999. El giro cultural, H. Pons (trad.). Buenos Aires, Manantial.
----- 2013. Valencias de la dialéctica, M. López Seoane (trad.). Buenos Aires, Eterna Cadencia
Editora.
JENSEN, K. B., 1997. La semiótica social de la comunicación de masas, R. Solà García (trad.).
Barcelona, Bosch.
JINKIS. J. 2011. Violencias de la memoria. Buenos Aires, Edhasa.
KAMINSKY, G. 1990. Spinoza: la política de las pasiones. Buenos Aires, Gedisa.
KANT, I., 1995. Crítica del juicio, M. García Morente (edic. y trad.). Madrid, Espasa Calpe.
KOSELLECK, R. 1993. Futuro pasado, N. Smilg (trad.). Barcelona, Paidós.
281
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
282
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
283
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
------ 1978. Lecciones sobre el pragmatismo, D. Negro Pavón (trad., intr. y notas). Buenos Aires,
Aguilar.
------ 1988a. El hombre, un signo, J. Vericat (trad., intr. y notas). Madrid, Alianza.
------ 1988b. Escritos lógicos, P. Castrillo Criado (trad., selec., intr. y notas). Madrid, Alianza.
PERELMAN, Ch. 1997. El imperio retórico, A. León Gómez Giraldo (trad.). Santafé de Bogotá,
Norma.
PERELMAN, Ch. y OLBRECHTS-TYTECA, L. 1989. Tratado de la argumentación, J. Sevilla
Muñoz (trad.). Madrid, Gredos.
PONZIO, A. 1998. La revolución bajtiniana, M. Arriaga (trad.). Madrid, Cátedra.
PRIGOGINE, I. 1997a. El fin de las certidumbres, P. Jacomet (trad.). Madrid, Taurus.
------ 1997b. Las leyes del caos. Barcelona, Crítica.
PROPP. V. 1972. Morfología del cuento. Buenos Aires, J. Goyanarte Ed.
PUTNAM. H. 1999. El pragmatismo. Un debate abierto. Barcelona, Gedisa.
REYNOSO, C. 1998. Corrientes en antropología contemporánea. Buenos Aires, Biblos.
------- 2006. Complejidad y caos. Una exploración antropológica. Buenos Aires, SB.
RICOEUR, P. 2004 La memoria, la historia, el olvido. Buenos Aires, FCE.
------- 1990. Historia y verdad. Madrid, Encuentros.
------ 1987. Tiempo y narración I-II. Madrid, Cristiandad.
------ 1996. Tiempo y narración III, A. Neira (trad.). México, S. XXI.
------ 1983. Texto, testimonio y narración, V. Undurraga (trad.). S. de Chile, A. Bello.
------ 1996. Sí mismo como otro, A. Neira Calvo (trad.). Madrid, S. XXI.
------ 1997. Horizontes del relato, G. Aranzueque (edic). Madrid, Cuaderno Gris.
RORTY, R. 1995. La filosofía y el espejo de la naturaleza, 3ª edic., J. Fernández Zulaica. Madrid,
Cátedra.
----- 1996. Consecuencias del pragmatismo, J. Cloquell (trad.). Madrid, Tecnos.
----- 1990. El giro lingüístico, G. Bello (trad.). Barcelona, Paidós.
----- 1997. Esperanza o conocimiento, E. Rabossi (trad.). Buenos Aires, FCE.
SARLO, B. 2005. Tiempo pasado. Buenos Aires, S. XXI.
SCHILLER, H. 1986. Información y economía en tiempo de crisis, Madrid, Fundesco / Tecnos.
SCHUTZ, A. 1993. La construcción significativa del mundo social, 1ª reimp., E. Prieto (trad.).
Barcelona, Paidós.
SCHUTZ, A.- LUCKMANN, T. 1977. Las estructuras del mundo de la vida. Buenos Aires,
Amorrortu.
SEARLE, J. 1994. Actos de habla, L. Valdés Villanueva (trad.). Barcelona, Planeta-Agostini.
SEBEOK, T. 1996. Signos: una introducción a la semiótica, P. Torres Franco (trad.). Barcelona,
Paidós.
284
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
285
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO
286
Marcelino García