Está en la página 1de 287

Manual

LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Pertrechos teórico-metodológicos

MARCELINO GARCÍA
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

García, Marcelino
La rueca y el telar del sentido : pertrechos teórico-metodológicos /
Marcelino García. - 1a edición para el alumno - Posadas : Marcelino
García, 2021.
Libro digital, DOC

Archivo Digital: descarga y online


ISBN 978-987-86-9497-9

1. Semiótica. 2. Memoria. 3. Narraciones. I. Título.


CDD 401.45

El autor.
Profesor en Letras, Dr. en Ciencias de la Información.
Docente e investigador (FHyCS-UNaM). Profesor Titular de Semiótica, Análisis del
Discurso y Taller de Tesis de la Lic. en Comunicación Social; docente del Doctorado en
Ciencias Humanas y Sociales.
Investigador categoría I (PNI), director de proyectos en el Programa de Semiótica.
Fue docente, coordinador del Area de Discursos Mediáticos y miembro del Comité
Académico de la Maestría en Semiótica Discursiva; Secretario de Investigación y
Posgrado; Director del Departamento de Comunicación Social; Coordinador del Area de
Producción General de “LRH 301 -F.M. Universidad.
Libros publicados: Intervenciones digitales: nombres, fechas, recuerdos, imágenes,
relatos, lecturas (2020); Comunicación audiovisual y efemérides escolares (2019);
Exploraciones discursivas (2012); Comunicación, semiótica, investigación. Algunas ideas
y relaciones (2011); Comunicación/Educación. Teoría y práctica (2006, Edunam);
Narración. Semiosis/Memoria (2004).

1
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

A todos los que tienen algo que ver de una u otra manera con los caminos
transitados, siempre laboriosos, muchas veces placenteros, con meandros un
tanto escabrosos por tramos y algunos recovecos preservados; y con la cocina
del sentido de ser docente e investigador en la Universidad: los tantos
estudiantes con quienes hemos compartido varios espacios de trabajo
académico en distintas carreras de grado y posgrado de diferentes
universidades; los docentes, investigadores, adscriptos, becariosy tesistas, con
quienes formamos equipos de cátedra, investigación y extensión; y el grupo de
compañeros y amigos del Programa de Semiótica.

2
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

ÍNDICE
Presentación…………………………………….………………………...…………4
Re-generación textual……………………………………………………………..….………….….4
Re-articulaciones pre-liminares……………………………………………………………………11
Estudio, formación, carreras…………………………………………………………………...…..22
Enlaces…………………………………………………………………………………………......30

Autores, discursos…………………………………………………..……………...39

De giros y (sus) re(la)tos. Fragmentos y digresiones………………………...…...48

Interludio. Núcleos y perspectivas……………………………..…...……….…….79

Semiosis……………………………………………………………………………..88
Caminos y herramientas……………………………………………………………….……….…..91
Movimientos indagatorios/argumentativos………………………………………………….……..94
Dominios………………………………………………………………………………….....……..98
Edificios y materiales……………………………………………………………………….…….103
Inscripciones y variaciones…………………………………………………………………....….113

Dialogía………………………………………………………………………....…120
Signo y acentuación ideológica…………………………………………………………………..120
Diálogo y comprensión…………………………………………………………………….……..121
Las voces ajenas y la voz propia…………………………………………………………….…...131
Géneros.
Formatos………………………………………………………………………………….…...…..135
Mitos y ritos………………………………………………………………………………..…..…148

Memoria……………………………………………………………………….…..152
El orden de la memoria……………………………………………………………………….…..153
El aula de la memoria……………………………………………………………………….….....161
Las redes dela memoria…………………………………………………………………………...165
La facultad de la memoria………………………………………………………………….…......169
Dialogía. Cronotopía. Memoria…………………………………………………………………..173
Semiosfera y memoria…………………………………………………………………………….191
Complejidad y memoria……………………………………………………………………....…..206
Memoria
histórica…………………………………………………………………………………..…..…...209
Memoria histórica nacional………………………………………………………………...…..…222
.
Narración…………………………………………………….…………………....231
Narración: matriz de semiosis/memoria………………………………………………………….236
Clave narrativa. Saberes y poderes……………………………………………………….………237
Narración/Educación………………………………………………………………………….......241
Narración/historia………………………………………………………………………………...251
Narración histórica y comprensión……………………………………………………………….264

Bibliografía……………………………………………………….…………….....276

3
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Presentación

Re-generación textual
La lectura literal, lineal en el orden en que están, de los términos de este rótulo
puede producir un efecto paradójco…
En la génesis del texto concurren varios trabajos:
1) Apuntes, minutas y materiales de trabajo académico preparados ad hoc para las
reuniones de docentes del Departamento de Comunicación Social, algunos de los cuales
fueron compartidos con colegas de la Carrera para propiciar la conversación académica
sobre la formación de los comunidadores sociales y las posibles reorientaciones del plan de
estudio vigente, ligeramente modificados en esta presentación general.
2) Mi libro (edición on demande) Comunicación, semiótica, investigación. Algunas
ideas y relaciones (España, EAE-LAP, 2011), del que provienen parte de “Pre-textos… o
en buen criollo, una finta retórica” y el primer capítulo “De giros y (sus) re(la)tos.
Fragmentos y digresiones”, con una que otra modificación, que incluyo para posiblitar el
acceso parcial al mismo y propiciar ciertos entrecruzamientos y conversaciones entre
asignaturas, disciplinas, trayectorias curriculares.
3) Mi tesis de doctorado1, de la que provienen los tres capítulos “Semiosis”,
“Memoria” y “Narración” (correspondientes al “movimiento teórico” de la tesis) del libro
Narración. Semiosis/Memoria (Posadas, Editorial Universitaria, 2002), con una
“advertencia” incorporada con cambios ahora y una “introducción” (aquí “Interludio”)
agregada a la reedición revisada y actualizada del mismo (2004, también agotada). Debido
al diseño (arquitectónico) y la composición (orquestal) de la tesis y de ese libro mantengo
las referencias (anclaje) al “objeto” de estudio original (“la narración…”), parte de las
“eruditas” (algunas de la cuales fueron eliminadas ahora), y en algunos casos he
actualizado o cambiado las bibliográficas; entre otras transformaciones discursivas y
textuales y algunos re-toques, como supresión de algunos tramos, reformulación de ciertos
pasajes, agregado de párrafos y ejemplificaciones, modificación de sub/títulos y
enumeración de los apartados, mención al final de esta presentación de varios trabajos

1
La narración de la historia nacional en el texto escolar de Argentina. Facultad de Ciencias de la
Información, Universidad Complutense de Madrid, 1999 (Inédita).
4
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

propios (donde trato las mismas temáticas y otras, con los mismos lineamientos teóricos y
metodológicos, más o menos desarrollados y actualizados, que pueden consultarse
oportunamente, para una puesta al día o revisión –crítica), y también referencias
bibliográficas al final de la presentación y durante la misma relacionadas con algunos
aspectos abordados. Adopto este criterio para evitar una actualización completa (que en
realidad significaría volver a escribir todo de nuevo y por entero) de un libro que resulta
“práctico” para los fines empleados; y porque, además de que se pueden acceder fácilmente
a gran parte de esos otros textos (entre tanto estoy elaborando y publicando otros libros a
partir de la serie de investigaciones que vengo desarrollando en los últimos años).
4) Distintos trabajos (ponencias, artículos, informes de investigación), que reedito
con modificaciones.

En este montaje traté de establecer cierto entrelazamiento entre las diferentes


secciones en un proceso discursivo-argumentativo espiralado (este sería el icono, como
imagen –mefórca-diagrama, más adecuado de su estructuración y contenidos). Ahora bien,
los ensayos re-unidos, y esto porque guardan cierta relación y hasta se pueden hacer
remisiones entre ellos y cruce de referencias, pueden ser leídos en el orden en que están o
cualquier otro; se pueden leer todos o sólo algunos, y agrupados de otra manera; también se
puede leer cualquiera de ellos en forma independiente de los otros (y de ahí las
reiteraciones, redundancias, digresiones).
Se entiende que esta pauta de composición puede ser, en superficie, un guiño de
contravención al principio seguido por Peirce de no recurrir a un “método fácil y preferido
para hacer un libro” (pero valga como excusa, el carácter de “material de cátedra” que
reviste ahora esta nueva compilación y edición), esto es “‘aventar al azar’ artículos dentro
de un volumen”, que no juzga como “el más apropiado para la exposición de los principios
de filosofía” (“Proemio: el carácter arquitectónico de la filosofía” <c. 1896>). Sin embargo,
en cuanto a la cocina de producción y escritura, los textos son parte del mismo y único
proceso de investigación y re-generación de algunas ideas, escritos o reelaborados
especialmente; de modo que, si bien no es “un libro completamente nuevo, como si nunca
antes hubiera puesto la pluma sobre el papel” respecto de las cuestiones tratadas, tampoco
se trata completamente de “una colección de viejos artículos con adiciones” (Idem).

5
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Precisamente (y si este texto puede aportar algo al campo de los estudios humanos y
socio-culturales en general), en esta partitura resuenan múltiples voces, unas en escena y
otras entre bastidores, y se entretejen citas extraídas de diversas madejas, aunque esto
suene por momentos a mezcla más o menos impura o contravención a ciertas
demarcaciones, recurso ecléctico o bricolaje. Y esto por tres razones:
 una concepción dialógica, y “dramática”, de la construcción del conocimiento;
 una apreciación crítica de la distancia respecto de los umbrales de la propia
posibilidad de hacer una propuesta (‘original’) al margen de las puestas en escena
públicas del conocimiento a las que se puede acceder;
 una intuición acerca del ensayo como un género y una (manera de ver la) práctica,
apropiados para contener los puntos (inquietudes) anteriores; y también para
probar otros derroteros y arriesgar una apuesta de viaje; experimentar y trans-
formar/se.

Para pensar, conocer, investigar, enseñar y aprender tenemos que urdir múltiples
hilos de varias materias para lograr ciertas texturas. El entramado sólo puede ser posible,
imaginable e inteligible, diseñado y realizado, explorando algunas partidas, acá y allá, de
los inmemoriales juegos (paradójicamente, otra vez) de signos y memoria… re-activando
una y otra vez la rueca y el telar del sentido.
***
Uno de los temas (que para mí reviste gran importancia en las áreas de trabajo a las
que me refiero) tratados en este texto es el género. Entonces prosigamos esta re-edición (un
término que viene a cuento para mostrar de entrada algunos procedimientos discursivos y
cierta lógica de producción comunicativa, que pasan por el montaje, cortar y pegar2, el
pastiche, el pachwork, entre otras lógicas y modalidades de re/hacer textos…) con algunas
palabras preliminares sobre el problema del género discursivo y el formato del mismo3.
En términos generales se trata de un manual (Del lat. manuālis): -que se ejecuta con
las manos; -fácil de manejar; -que exige más habilidad de manos que inteligencia; -casero,

2
Esa operación propiamente (pos)moderna y a la orden del día a la que estamos cada vez más acostumbrados
para re-producir textos. Vid. Gonzalo Abril, Cortar y pegar, Madrid, Cátedra, 2003.
3
Este rápido des-entramado etimológico, de algunas regiones acotadas y sus aledaños dentro de grandes
campos semánticos _si bien infrigiendo el requisito de “lentitud” que Nietzsche, en el Prólogo de 1886 de
Aurora, presupone para ejercer el oficio de filólogo, el arte de orfebrería de la palabra, que enseña a leer
bien, “despacio, profundizando, movidos por intenciones profundas, con los sentidos bien abiertos, con unos
ojos y unos dedos delicados”_ se basa en el Diccionario de la Lengua Española (RAE, 22º edic., 2001).
6
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

de fácil ejecución; -fácil de entender; -libro en que se compendia lo más sustancial de una
materia; -libro o cuaderno que sirve para hacer apuntamiento; -libro que contiene los ritos
con que deben administrarse los sacramentos. En él se entretejen algunas lecciones que
integran un conjunto más amplio de las clases correspondientes a las Asignaturas de
Semiótica, Análisis del Discurso y Taller de Tesis, que dicto en la Licenciatura en
Comunicación Social, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad
Nacional de Misiones.4

Lección (Del lat. lectĭo, -ōnis): -lectura (acción de leer); -inteligencia de un texto, según
parecer de quien lo lee o interpreta, o según cada una de las distintas maneras en que se
halla escrito; -instrucción o conjunto de los conocimientos teóricos o prácticos que de
cada vez da a los discípulos el maestro de una ciencia, arte, oficio o habilidad; -todo lo
que cada vez señala el maestro al discípulo para que lo estudie; -amonestación,
acontecimiento, ejemplo o acción ajena que, de palabra o con el ejemplo, nos enseña el
modo de conducirnos; -cada uno de los capítulos o partes en que están divididos algunos
escritos; -discurso que en las oposiciones a cátedras o beneficios eclesiásticos y en otros
ejercicios literarios se compone, dentro de un término prescrito, sobre un punto, que de
ordinario se saca por suerte, y después se expone públicamente; -(inaugural) exposición
solemne de un tema hecha por un catedrático el día de la apertura del curso; -(magistral)
lección de cierta importancia que se hace en una conmemoración, inauguración de
curso, etc.; -(dar a alguien una) hacerle comprender la falta que ha cometido,
corrigiéndolo hábil o duramente; -(dar la ~ un discípulo) decirla al maestro; -(dar ~ un
maestro) explicarla; -(echar ~) señalarla a los discípulos; (tomar la ~) dicho de un
maestro: oírsela al discípulo, para ver si la sabe; -dicho de una persona: aprender de otra
para escarmiento o para gobierno propio; -(tomar ~) ejecutar con el maestro una
habilidad o arte que se está aprendiendo, para irse adiestrando en ella. No se puede pasar
por alto (apuntamos) la acepción de ‘aleccionar’: instruir, amaestrar, enseñar,
disciplinar...

4
En principio y básicamente, este manual corresponde a la Cátedra de Semiótica, que dicto para las dos
orientaciones de la Licenciatura en Comunicación Social; asimismo se articula con las otras dos cátedras que
dicto (Análisis del Discurso y Taller de Tesis, de la orientación en Investigación) y puede ser consultado por
estudiantes de grado y posgrado, docentes e investigadores de distintas carreras de la misma universidad
7
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Con el cargo de profesor titular universitario tengo que cumplir básicamente la


función docente (Del lat. docens, -entis, part. act. de docēre, enseñar): que enseña;
perteneciente o relativo a la enseñanza. Además de realizar actividades de investigación,
extensión y gestión, entre otros menesteres, me dedico mucho tiempo durante el año lectivo
a la enseñanza: -acción y efecto de enseñar; -sistema y método de dar instrucción; -
ejemplo, acción o suceso que sirve de experiencia, enseñando o advirtiendo cómo se debe
obrar en casos análogos; -conjunto de conocimientos, principios, ideas, etc., que se enseñan
a alguien. Me place enseñar (Del lat. vulg. insignāre, señalar): -instruir, doctrinar,
amaestrar con reglas o preceptos; -dar advertencia, ejemplo o escarmiento que sirva de
experiencia y guía para obrar en lo sucesivo; -indicar, dar señas de algo; -mostrar o exponer
algo, para que sea visto y apreciado; -dejar aparecer, dejar ver algo involuntariamente; -
acostumbrarse, habituarse a algo.
Simplemente porque corro la carrera que quiero y ejerzo la profesión que elegí y
cultivo con amor, pasión, compromiso y responsabilidad, más o menos des/animado
durante ciertas vueltas, que por desgracia o por fortuna son muchas y variopintas, de
manera que a veces sobran y otras faltan ocasiones para pro-clamar a viva voz y con la
frente en alto el slogan “rambolesco”-hollywoodense (“retroceder nunca, rendirse jamás”)
y/o guardar violín en bolsa y marcharse con la música a otra parte. La pista no es la más
adecuada y como en la cancha se ven los pingos, el aliento no me queda corto y el carácter
fuerte no decae más de la cuenta, y eso que más de una vez hay que hacer de tripas corazón
y de necesidad virtud, y otras tantas ir atando todo con alambre. Aunque frente al escollo,
en medio de los tembladerales que se suceden, los diversos sacudones turbulentos que nos
despistan cada tanto y las urgencias del presente que a veces nos sobrepasan, se imponen
(como como debe ser siempre, tanto más que en tiempos de bonanza y tranquilidad) el acto
ético responsable y el arrojo experimental de y para las metamorfosis de uno mismo y
(con) los otros, en el mundo que re-hacemos continua y azarosamente, inexcusablemente
(entro)metidos en ese proceso mnemosemiótico espiralado de permanente evolución y
desarrollo que es la ‘vida’5. Previendo algunos gestos de lectura frente a estas cuentas de
un collar que podría prolongarse indefinidamente, des/tejerse continuamente, aún más que
la labor de Penélope en su espera: cómo no echar mano del entreverado acervo cuando se
trata justamente del lenguaje y los signos en general…

(Letras, Historia, Antropología Social, Medios Audiovisuales y Fotografía, Artes, Diseño) y otras carreras de
otras universidades.
8
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Es más o menos habitual que un profesor elabore este tipo de material didáctico de
cátedra (didáctico, ca. -Del gr. διδακτικός): -perteneciente o relativo a la enseñanza; -
propio, adecuado para enseñar o instruir; -perteneciente o relativo a la didáctica; -arte de
enseñar. Dado el contexto general y específico de uso este tipo de recurso pedagógico sigue
un registro académico (Del lat. academĭcus, y este del gr. ἀκαδημικός): -perteneciente o
relativo a las academias; -propio y característico de ellas: -perteneciente o relativo a centros
oficiales de enseñanza; -dicho de una obra de arte o de su autor: que observa con rigor las
normas clásicas; -individuo perteneciente a una corporación académica.
Por mi formación disciplinar de base –grado en Letras, mis pácticas académicas,
científicas, discursivas en general, en el ámbito de la universidad y fuera de ella, por mis
hábitos de lectura y escritura; por varias razones concernientes a una posición frente al
trabajo intelectual, una concepción de la ciencia, las disciplinas, las metodologías, la
formación especializada (en mi caso, Semiótica, Análisis del Discurso, Comunicación); por
cuestiones de gusto, vena literaria, inclinación a la experimentación y otros tipos de
elecciones y decisiones (políticas e ideológicas en general, científicas, académicas…) que
voy enfrentado a lo largo de este derrotero, no “puedo cantar ni quiero” sino en clave de
ensayo, de cuño estético…
“El ensayo refleja lo amado y lo odiado en vez de presentar el espíritu, según el modelo
de una ilimitada moral del trabajo, como creación a partir de la nada. Fortuna y juego
le son esenciales. No empieza por Adán y Eva, sino por aquello de que quiere hablar,
dice lo que a propósito se le ocurre, termina cuando se siente llegado al final, y no
donde no queda ya resto alguno: así se sitúa entre las ‘di-versiones’. <…> es una
provocación al ideal de la clara et distincta perceptio y de la certeza libre de duda. <…>
Como la mayoría de los términos que sobreviven históricamente, la palabra ensayo, en
la que se unen la utopía del pensamiento –dar en el blanco- con la conciencia de la
propia falibilidad y provisionalidad, da una información acerca de la forma en cuestión
<…> que no lo hace programáticamenete, sino como caracterización de la intención
tanteadora. <…> El ensayo es lo que fue desde el principio: la forma crítica par
excellence <…>.” (Theodor Adorno, “El ensayo como forma”, Pensamiento de los
Confines 1, segundo semestre/1998, UBA-Diótima, resaltado en el original)

La escritura científica y académica es primero y precisamente escritura y el trabajo


con el lenguaje es el medio fundamental en el campo científico y académico para
“contarnos la historia de nuestro mundo”, que se imbrica en una larga e intrincada memoria
discursiva, genérica, textual, a partir de la cual se reelaboran las diversas versiones en las
distintas esferas de creatividad ideológica, y más allá de las divisorias de agua entre ellas,
las tradiciones científicas y literarias son (bastante) afines, cuando en ambos casos se trata

5
Solo resaltamos, entre otras voces, las de Bajtín y Peirce.
9
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

de construcción, representación e interpretación, significación, expresión, argumentación,


persuasión, comunicación, gusto, sensibilidad, juicio. También la “empresa científica
entera está determinada en gran medida por el lenguaje en que se formula”, los relatos de
los procedimientos científicos sólo los representan “dentro del mundo conceptual en que
ambos se sitúan”. La impronta y la dimensión literaria y retórica de la escritura científica es
insoslayable, si el quehacer pasa por dar forma y sentido a un mundo por medios
lingüísticos (semióticos-discursivos y comunicativos), con el propósito de “cambiar la
concepción del lector sobre cómo funciona el mundo”, “hacer comprensibles ideas
inéditas”, o revisadas o confrontadas, y con ese fin se recurre al ‘viaje’ (como icono:
imagen-metáfora-diagrama) expositivo-narrativo-argumentativo (en Galileo, Einstein,
Freud…). Aunque los textos científicos y académicos puedan parecer formularios,
rígidamente prescritos y codificados, y en parte pretendan transparencia, neutralidad, etc.,
no pueden escapar a las convenciones de género vigentes (como una novela o una película)
y al discurso institucional aceptado y aprobado, que constituyen la ciencia (D. Locke, La
ciencia como escritura, Madrid, Cátedra, 1997, pp. 268, 15, 57, 66, 151, 153, 160, 221).
“Sabemos demasiado bien que incluso en las ciencias ‘duras’ los autores tratan torpemente
de escribir textos sobre difíciles cuestiones de interés. No hay razón plausible por la que
nuestros textos deberían ser más transparentes y no mediados que los informes que salen de
sus laboratorios. Dado que todos somos conscientes de que fabricación y artificialidad no
son lo opuesto de verdad y objetividad, no vacilamos en destacar el texto mismo como
mediador.” (B. Latour, Reensamblar lo social. Una introducción a la teoría del actor-red,
Buenos Aires, Manantial, 2008, p. 181).

Como podrán advertir los lectores (y de hecho lo han observado y apreciado real y
efectivamente en distinta medida quienes han leído la tesis y el libro original derivado de
ella, y otros trabajos), mi texto tiene a la vez un poco de todo lo apuntado arriba y no toda
la particularidad de cada una de esas entradas. Es un tejido mnemosemiótico y
comunicativo complejo y no siempre la variedad y multiplicidad de géneros y formatos
cabe apropiada y cómodamente en las taxonomías a la mano (Del gr. τάξις, ordenación, y –
nomía: ciencia que trata de los principios, métodos y fines de la clasificación. Se aplica en
particular, dentro de la biología, para la ordenación jerarquizada y sistemática, con sus
nombres, de los grupos de animales y de vegetales), a menos que se hable “El idioma
analítico de Jhon Wilkins”6, para provocar

6
El texto de J. L. Borges (en Otras Inquisiciones, 1960), del que “nace” el libro de M. Foucault, Las
palabras y las cosas, Barcelona, Planeta-Agostini, 1985.
10
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

“la risa que sacude, al leerlo, todo lo familiar al pensamiento _al nuestro: al que tiene
nuestra edad y nuestra geografía_, trastornando todas las superficies ordenadas y todos
los planos que ajustan la abundancia de seres, provocando una larga vacilación e
inquietud en nuestra práctica milenaria de lo Mismo y lo Otro.” (Foucault, 1985: 1)

Y esa empresa de relevamiento, ordenamiento y redefinición de géneros y formatos


(que personalmente me pre-ocupa) es prácticamente im/posible, cuanto más incursionamos
en las diversas semiosferas, como lo puede comprobar cualquier explorador poco más o
menos avezado de territorios culturales ya conocidos o por re-conocer o un cibernauta más
o menos curioso y aventurero.
La matriz genérica de este texto responde entonces a la situación enunciativa, el
contexto comunicativo y la posición discursiva asumida (programas de materias, carrera de
grado, universidad, supuestos pedagógicos, modelos profesionales, principios
académicos…), que incluye claro está y supone en primer lugar, en la perspectiva adoptada,
al destinatario: alumnos que cursan las asignaturas que dicto (y dicté en otras carreras de la
misma Facultad y en la Universidad Nacional del Nordeste), estudiantes de la carrera de
Comunicación y de otras carreras de la Facultad (Letras, Historia, Antropología Social…);
estudiantes de posgrado (Maestría en Semiótica Discursiva, Doctorado en Ciencias
Humanas y Sociales –UNaM; Maestría en Análisis del Discurso –UBA, y otros ámbitos
académicos); docentes e investigadores en estos y otros campos, de los mismos o diferentes
ámbitos, de los distintos niveles educativos (el libro de 2002 -2004, p. ej., ha sido
consultado y referenciado en distintos tipos de trabajos y ámbitos educativos del país y el
exterior).
Si en el instante inaugural del proceso de escritura (y durante su desarrollo), se
produce la escisión del sujeto inclinado sobre el papel en blanco (como dice Barthes); se
trataría también de la experiencia de escribir (y leer), y el deseo de que sea lo más rica
posible, al cabo de la cual se produciría un cambio (arguye Foucault, “un experimentador”
y un “lector”, tal como se define él mismo), que supone, antes, la orgullosa alegría
borgeana por la páginas leídas más que la jactancia por las escritas.

Re-articulaciones pre-liminares
El texto es una de las herramientas fundamentales de nuestro propio trabajo. A lo
largo de nuestros propios recorridos académicos-disciplinares analizamos y elaboramos
textos en diferentes formas y soportes (literarios, mediáticos, escolares, teóricos,

11
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

didácticos, divulgativos). En nuestras propias investigaciones conformamos archivos y


construimos corpus discursivos –textuales. Es probable que esta decisión teórica y
metodológica, que se justifica y sostiene con argumentos sólidos y debidamente probados,
se deba a una relación apasionada y placentera con tantos y tantos textos forjada a lo largo
de toda una vida7. El sentido, el valor y el poder de esta experiencia son algunas de las
razones que nos mueven a ejercer la docencia. Hacerse tiempo para leer (y escribir) y
disfrutar de esa “duración” irreemplazable y difícilmente recuperable. Otra vez la gimnasia
semiótica, para llegar con el estudiante a otro concepto de lectura, que “consistirá en una
descripción del hábito que se calcula que ese concepto producirá” (Peirce, “Pragmatismo”
<1907>); y despertar el deseo y adoptar el propósito de leer. Suelen ser insuficientes y
poco eficaces los recursos y las estrategias que implementamos en los procesos de
formación universitaria (y ni hablar de otros niveles del sistema educativo) tendientes a la
re-apertura de espacios propicios para el proceso de adquisición de ciertos hábitos,
“como consecuencia del principio <…> que multiplica la conducta reiterada de la misma
clase; <que> bajo combinaciones similares de percepciones y fantasías, produce una
tendencia —el hábito— a comportarse realmente de una forma similar bajo circunstancias
similares en el futuro. Más aún —aquí está la cuestión— cada hombre ejerce más o menos
control sobre sí mismo modificando sus propios hábitos, y la forma en la que trabaja para
producir ese efecto en los casos en los que las circunstancias no le permiten practicar en el
mundo exterior repeticiones de la clase de conducta deseada muestra que virtualmente
conoce bien el importante principio de que las repeticiones en el mundo interno —
repeticiones imaginadas—, si son bien intensificadas por el esfuerzo directo, producen
hábitos, del mismo modo que lo hacen las repeticiones en el mundo externo; y esos hábitos
tendrán el poder de influir en el comportamiento real en el mundo externo, especialmente si
cada repetición va acompañada de un fuerte esfuerzo peculiar que se compara normalmente
a dar una orden al propio yo futuro.” (Pragmatismo, resaltado en el original)

Cómo promover y conducir la acción de los signos que dé “comienzo” a lo nuevo


(re-apropiándonos de la noción de Arendt 2005, pp. 89-107). Cuál es el ‘camino’ más
adecuado, porque no resulta muy creíble que cualquiera nos lleve a Roma. Parece que para
impulsar el rememorar y recrear permanente, que es el pensamiento (y también la
comunidad), hace falta mucho trabajo diario de traducción de nombres y predicados, y una
que otra traición a algunos pre-supuestos sedimentados y un tanto esterilizados, así como a

7
Vid. M. García, “Texto/investigación. Intervenciones disciplinares, experimentación, continuidad,
abducción”, Jornadas de investigadores 2015: “Fronteras y liminaridades. Espacios de diálogo, confrontación
y descubrimiento”, Sec. Investigación y Posgrado (FHyCS-UNaM):
http://www.fhycs.unam.edu.ar/jinvestigadores/wp-content/uploads/2015/12/GARCIA-Marcelino-Ponencia-
Jornadas-SINVyP-20151.pdf.

12
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

ciertas (re)misiones consagradas. Imaginación y empeño para diseñar lecciones semióticas


que alienten las prácticas de re-invención incesante de las tradiciones, que re-in-auguren el
diálogo interminable, la conversación, la reflexión, la indagación, la crítica. “Precisamente
esta parece ser la tarea de la filosofía que viene: rediseñar de principio a fin el dominio de
las categorías de la modalidad para pensar” (Agamben, 2007: 97).
El estudio y la investigación no tienen sentido si no animan la pre-disposición para
la odisea, la aventura semiótica, el juego experimental de y con los signos, la actualización
de la potencia del pensamiento, la creatividad.
“Sólo quien no tenga familiaridad con las ambigüedades y las satisfacciones del taller
creativo podrá asombrarse de que un paradigma epistemológico funcione, en realidad,
como un paradigma auténticamente poético, y que, viceversa, un problema poetológico –
escribir una novela- pueda tener un valor auténticamente epistémico.” (Agamben, p. 143).

Suponiendo, vía el ingenio de Peirce (1970) cuando explica la diferencia entre los
dos tipos de inferencia sintética con el ejemplo de Napoleón Bonaparte, que “se estuvieran
registrando los acontecimientos <rupturas, giros, emergencias, de la historia
contemporánea a los que nos referimos> de una manera ni soñada actualmente, que una
criatura ingeniosa de un planeta vecino estuviese fotografiando la Tierra, y que esas
imágenes en escala suficientemente grande acaso lleguen un día a nuestra posesión, o que
un espejo en una estrella distante, cuando la luz lo alcance, refleje la historia entera de
nuevo a la tierra”, es probable que el signo, el sentido, lo simbólico, la comunicación, sean
algunos de los rasgos sobresalientes que llamen la atención de los observadores que
quieran re-conocernos y configurar esa historia.

La respuesta a la pregunta (llevadas y traídas ambas de acá para allá, a veces “de los
pelos” y “a los palos”) por la pertinencia y la relevancia de los aportes de la Semiótica y el
Análisis del Discurso para el campo disciplinar y profesional en Comunicación (y
Periodismo) es simple y breve: se trata del sentido. Por ello cabe la conjunción o la
intersección investigación/comunicación. La barra entre las dos palabras establece la
relación, piedra de toque de la Semiótica y la Comunicación Social, matriz de la
significación, eso que procuramos enseñar y aprender, re-conocer, investigar, analizar,
explicar y comprender, mediar, re/producir, transformar…
La comunicación y la investigación consisten en procesos y prácticas de producción
de sentido. En ambos casos se trata de una ‘totalidad’ abierta (entre comillas ese término

13
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

que “se las trae” y sobre el que se podría conversar “largo y tendido”), que se re-hace
permanentemente durante la marcha, cuyo paso y compás a su vez contribuye a marcar
(dicho esto metafóricamente en términos ordinarios para aludir a algunos postulados y
concpetos ya conocidos en ciencia y filosofía). Esos procesos, caracterizados por
dis/continuidades, multiplicidad, multidimensionaliad, in/multi/sobre-determinaciones,
quiebres, tras/formaciones, comprenden varios momentos y fases inherentemente
relacionadas, que denominamos de una y otra manera, según el caso: -producción, emisión,
expresión, construcción, enunciación, escritura, creación, invención, realización, actuación,
exposición, institución (de…), organización, inter-acción… (y en casi todos los casos cabe
prefijar: “re/…”); -difusión, circulación, transmisión, distribución, divulgación,
transferencia, extensión…; -recepción, uso, consumo, apropiación, lectura… (la
formalización y esquematización del proceso puede llegar a congelarlo y dar una idea poco
o nada clara y acertada del carácter dinámico de lo que sucede; para quebrar la ‘linealidad’,
paradigmática -telegráfica, de algunos modelos: ¿dónde ubicar no problemáticamente y
evitando la ambigüedad actividades o procesos a su vez tales como representación e
interpretación, constituyentes de la semiosis, que se dan tanto en la “emisión” como en la
“recepción”, o la escritura que supone la lectura de lo que se va escribiendo?, tanto en uno
como en otro momento se re/produce, representa e interpreta, o en ciertos términos más o
menos conocidos se de/codifica… ¿y qué pasa cuando hablamos de inter-acción, relación,
vínculo?... y esto solo para a-notar la ‘complejidad’ del asunto).
Los procesos y las prácticas de comunicación e investigación (aquí también cabe un
abanico amplio de términos-nociones: formas, modos, sistemas, inter-acciones, inter-
relaciones, patrones, modelos, cánones…) se conforman y desarrollan precisamente como
tramas mnemosemióticas-discursivas-comunicativas complejas, que se re-arman una y otra
vez con más o menos (per)duraciones, regularidades, generalidades, particularidades y
singularidades, diferencias, consensos y conflictos, controles, innovaciones, cambios…
En ambas “canchas” hay que aprender a jugar y no son pocas las “cartas” ni tan
simples las reglas. Su dominio siempre incompleto lleva tiempo y demanda bastante
esfuerzo, supone unos cuantos interrogantes continuamente re-abiertos, presenta distintos
tipos de escollos y permite o impide cierto margen de maniobra. No hay “recetas” infalibles
(afortunadamente) para dar respuestas satisfactorias de manera última y definitiva (no
queda otra que el ejercicio permanente) a tantas preguntas, inquietudes, condiciones
necesarias y/o suficientes, problemas e implicancias: qué, quién, a quién, con quién y/o
14
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

contra quién, por qué, para qué, cómo, dónde, cuánto; además del embrollo, siempre en
discusión, filosófico-onto/gnoseológico-epistemológico-teórico-metodológico…
Con estas sucintas observaciones ya se puede ver de entrada nomás la envergadura
de tales asuntos y entender un poco la proliferación discursiva al respecto, que no pocas
veces enturbian y agitan sobremanera las aguas y oscurecen antes que aclarar el panorama.
Como toda práctica social, investigar en comunicación, escribir un informe que dé
cuenta del sentido re-elaborado (que será leído y evaluado por alguien, en el mismo
contexto u otro diferente y a veces distante en tiempo y espacio), tiene sus “bemoles”…
La investigación no es un “expediente” sencillo y rápido, al contrario, es un proceso
que “dura” y “cuesta” mucho, y como tal consiste precisamente en el transcurso del tiempo,
el conjunto de las fases sucesivas del fenómeno o de la operación de que se trate, la acción
de ir hacia adelante. Esto es el despliegue de la acción de los signos, que es a la vez la
temporalidad, con todo lo que eso implica: las tramas científicas/comunicativas entrelazan
signos y memoria, tienen colores y sabores, texturas y espesuras, tamaños y figuras según
la puesta en escena histórica que se lleve a cabo cada vez (de las ideas, el pensamiento, las
ciencias, los objetos de estudio, la formación universitaria, la profesión, la cultura…). El
con/texto es un tupido entre/tejido: un prolongado y arduo trabajo de re-memoración, un
exigente ejercicio morfo y arqueo-genealógico, una insoslayable práctica gen-ética y
política de la memoria de la comunicación y la investigación.
Por eso también cada tanto se hace balance de los recorridos, para ajustar cuentas y
poner a punto la brújula, a veces suma más el debe que el haber y otras se obtiene
superávit. Y esto porque las cosas no ocurren “como si un colapso de la memoria liberara
al pensamiento de mirarse a sí mismo”, y puesto que “Nada puede resultar más estimulante
para el pensamiento que reconocer los obstáculos que aparecen en el camino del saber”,
“cualquier posibilidad pasa por reabrir el debate” (H. Schmucler, “Lo que va de ayer a hoy.
De la política al mercado”, Telos 47, pp. 65, 72). Entre esos recuentos salta de a ratos una
que otra liebre:
“<…> creemos que el campo de la comunicación, desde la teoría, debe construirse al
mismo tiempo como un enfoque con identidad específica y abierto a los intercambios con
otros enfoques sobre la sociedad y la cultura, de un modo postdisciplinario.” (R. Fuentes
Navarro, “Hacia una investigación postdisciplinaria de la comunicación”, Telos 47, p. 11,
resaltado en el original)

“La conciencia creciente del estatuto transdisciplianrio del campo no hace sino dar cuenta
de la multidimensionalidad que en nuestra sociedad revisten los procesos comuniativos
<…>. Trandisciplinariedad que en modo alguno significa la disolución los problemas-

15
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

objetos del campo de la comunicación en los de otras disciplinas sociales, sino la


construcción de las articulaciones e intertextualidades que hacen posible pensar los medios
y las demás industrias culturales como matrices de desorganización y reorganización de la
experiencia social y de la nueva trama de actores y estrategias de poder.” (J. Martín
Barbero, “Comunicación fin de siglo ¿Para dónde va nuestra investigación?”, Telos 47, pp.
60, 62, resaltado en el original).

El problema del estatuto, la conformación y la institucionalización del campo


científico/disciplinar/académico/profesional lleva y trae agua para varios molinos. La
pulseada entre recuerdos y olvidos del “impulso utópico y crítico que ha caracterizado a
este campo en América Latina” (Fuentes Navarro, ibídem), y en general, algunas otras de
sus particularidades en otros lugares del mundo, se hace ver y (pre)sentir a diario en
diferentes escenarios. De este lado del “charco”, a propósito de los veinte años de la carrera
de Comunicación de la UBA, el grupo “El mate” de esa Universidad presentó cuatro
preguntas a profesores e investigadores de comunicación de la Argentina y otros países
(Alfaro, Caletti, Casullo, Entel, Ford, Mangone, Mata, Mattelart, Rey, Schmucler, Vizer,
entre otros) en torno de los debates presentes en el campo de la comunicación, y el
problema de las relaciones entre los cambios del campo y las transformaciones del
escenario político y social en América Latina y la formación de los “comunicólogos”.
Como es de esperar, las respuestas (recogidas en 20 años de comunicación. Viejos
problemas, nuevas preguntas, Buenos Aires, 2004) varían: se hace notar en general que
justamente falta dabate o el que se da no es suficiente, y que las reconfiguraciones
cartográficas (políticas, cognitivas, sociales, etc.) lleva a replantear los debates; se echa de
menos la dimensión y el talante político de los estudios de comunicación; se señala la falta
de respuestas necesarias y adecuadas de la universidad a los retos de acción que provienen
de la sociedad; se observan los tironeos de distintos tipos y fuerzas a la hora del diseño
curricular; se recordó que en el diseño del Plan Nacional en Ciencia y Tecnología de 1999
de la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Nación se reconoció explícitamente a las
disciplinas de la Comunicación como área de promoción estratégica (la Comunicación
Social en general quedó definida como “un área de vacancia prioritaria” y hubo consenso
en “el énfasis sobre el papel crucial de la comunicación en el afianzamiento de la
democracia y en las posibilidades de alcanzar un desarrollo económico sustentable”).

Considero firmemente (por mi experiencia, mis propias prácticas de docencia en


grado y posgrado, investigación, extensión, producción en algunos campos) que “pensar los

16
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

signos” (para parafrasear algunos títulos de libros conocidos) y su relación constitutiva con
la memoria es conveniente y útil para el trabajo intelectual, académico, científico,
profesional, en comunicación y otros campos sociales y áreas disciplianares. Al respecto la
senda semiótica peirceana es la opción de Andacht (2001, cap. 1) para practicar “una
mirada indisciplinaria de la comunicación”, no sólo por “la riqueza” y el “poder
explicativo” de la teoría de Peirce, sino por el “carácter indisciplinario” de la misma.
Argumenta “en favor de lo indisciplinario”, “ante la propuesta de pensar lo multi- o trans-
disciplinario para desarrollar una reflexión adecuada sobre la comunicación masiva”, y “a
riesgo de parecer paradójico” estima “que para acceder a esta meta epistemología, una
rigurosa metodología es necesaria”. Es así que no (le) “interesa mayormente la teoría a la
que el investigador o docente en ciencias de la comunicación se afilie <...>, sino cuál es su
afinidad o reunión transitoria, interesada y cambiante, con cualquier punto de la
‘perspectiva emergente’ en el horizonte científico actual”. Por nuestra parte, nuestra
andadura (des/montada sólo en parte en este texto dadas las circunstancias iniciales de su
contrucción) es un tanto ecléctica, pues se trata de hacer converger diferentes orientaciones
semióticas (los programas de Peirce, Bajtin y su círculo, Lotman y la Escuela de Tartu,
Barthes...) y (con) otros pasos que se van dando en otros campos disciplinares.

La perspectiva arquitectónica, sistemática, dinámica de Peirce permite encarar


mejor el problema de la relación entre “los componentes y el compuesto”, al negar “la
posibilidad de hablar de constituyentes sin analizar la relación estructural entre los
constituyentes y el todo”, de manera que una práctica o un proceso de comunicación no es
“un mero conglomerado” sino que como todo “conjunto” complejo debe ser entendido
como “una estructura integral”, cuyo desenvolvimiento está supeditado a la temporalidad y
y en cuyo presente influye el futuro, dada la copresencia y la interacción de la “causación
eficiente” por la cual “las partes componen el todo” y la “causación final” por la cual “el
todo llama a sus partes”. En el programa de “búsqueda” de Peirce, “la tarea predominante”
de la urdimbre semiótica (con la concurrencia de los regímenes icónico-indicial-simbólico)
en “nuestra creatividad”8 “podría considerarse como el meollo”, que sigue dando mucho
que indagar y hablar9…

8
Sobre la creatividad, Jorge Wagensberg, Teoría de la creatividad, Buenos Aires, TusQuets, 2017; y
específicamente en Peirce, Sara Barrena, "La creatividad en Charles S. Peirce", en Signos en Rotación, Año
III, Nº 181/2001, "La creatividad en Charles S. Peirce", en Anthropos 212/2006, 112-120, “Charles S.
Peirce: Razón creativa y educación", en Utopía y Praxis Latinoamericana vol. 13, N° 40/2008, 11-37,
17
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Entre otros ejercicios disciplinares para ensayar la caja de herramientas, disponible


y su necesaria puesta a punto (como algunos que realizamos en las clases de Semiótica y
Análisis del Discurso o pautamos a lo largo del curso como “trabajos prácticos” o
“actividades de evaluación parcial”), se podría pasar revista, sólo a vuelo de pájaro, a
ciertas “prácticas rituales fúnebres” que se realizan en distintos lugares públicos, con una
asistencia más o menos masiva y diversa, in situ (participantes, observadores, curiosos, de
paso, público) y a través de los medios (en general, los recursos tecnológicos, como
Internet y los complejos móviles multimedia integrados), que manifiesta más o menos
‘entusiasmo’ y ‘re-conocimiento’, identificaciones y solidaridades, significados y
sentimientos; y que de-muestra los múltiples motivos por los que la gente puede responder
a la convocatoria, más o menos formal, intencional o espontáneamente (pena, queja,
protesta, recuerdo, homenaje, compromiso, idolatría, por ser fan o partidario, o deudo,
hacer visible –decible y llamar la atención, dar muestras de fe…). Cómo abordar y
comprender estas formas de congregar a la gente, que suscitan el interés de tantos o la
indiferencia y el rechazo de otros, y hasta algunos mecanismos de orquestación y control.
El acto de presencia, expectación y ofrendas en la plaza, la calle, el lugar de los hechos,
frente a la casa o al palacio, por la muerte de personas más o menos conocidas o
“anónimas” y “familiares”, famosas y admiradas en distintos campos (como Lady Dy,
Sandro, el ex presidente argentino Néstro Kirchner, las víctimas del incendio de la
discoteca “Cromagnon” y del accidente del tren –“Constitución”… Diego Maradona, que
fue velado en la Casa Rosada en plena ola de pandemia, para poner algunos ejemplos poco
más o menos distintos y distantes)10, es un complejo mnemosemiótico y comunicativo, que

Universidad del Zulia (Disponibles en Grupo de Estudios Peirceanos, J. Nubiola, dir.:


http://www.unav.es/gep/ArticulosOnLineEspanol.html).
9
R. Jakobson, El marco del lenguaje, México, FCE, 1996, pp. 39-40 (las cursivas indican los pasajes de
Peirce citados por el autor). En su ensayo Jakobson confiesa que durante muchos años sintió “la amargura de
ser tal vez entre los lingüistas el único estudioso de los puntos de vistas de Peirce” y dice que “muchas cosas
podrían haberse entendido antes y más claramente si se hubieran conocido las ideas centrales de Peirce”
oportunamente; y lamenta que en su momento no se confrontara el Curso de Saussure con la obra de Peirce,
porque “semejante encuentro de ideas, a la vez concordantes y rivales, habría alterado tal vez la historia de la
lingüística general y los comienzos de la semiología” <y, agrego, algunos otros cursos…> (pp. 36, 35; señalo
de paso la mano del traductor con respecto al término “semiología”, porque como él mismo apunta a pie de
página, Jakobson emplea siempre “semiótica”).
10
Ejemplo del mismo tipo es la vigilia por la entonces presidenta Cristina Fernández antes de ser intervenida
quirúrgicamente: “Decenas de militantes oficialistas comenzaron hoy una vigilia a las puertas del Hospital
Austral, en la periferia de Buenos Aires, donde el miércoles será operada la presidenta argentina […]. Los
manifestantes levantaron carpas y desplegaron carteles […].” (EFE, 3-4/01/2012). Lo mismo tras el anuncio
de otra operación que se le practicaría: se organizó una concentración y manifestación de apoyo a las puertas
18
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

no cabe así nomás en rígidas parcelaciones del saber y salta a la vista que no va de la mano
con apurones o remolones de pensamiento11.
Estas prácticas sociales (de re-unión, consensos y conflictos)12 conjugan de manera
compleja diferentes matrices histórico-culturales, comunicativas, artísticas y otras; re-
articulan varias áreas y temporalidades semiosféricas, y distintas tradiciones e
instituciones; re-actualizan e interrelacionan diversos sistemas semióticos (lo sacro,
profano, popular, masivo –massmediático, público y privado…; religión, política,
justicia…; culto, ceremonia, manisfestación, instalación, performance,
espectacularidad…); a la vez que mantienen interrelaciones enmarañadas con otros
sistemas, campos, ámbitos, prácticas (social, industrial -cultural, político, económico,
tecnológico, cotidiano…), de manera que no resulta para nada fácil aprehender la compleja
red de relaciones e interacciones que constituyen una práctica tal (y cualquier otro “sistema
complejo” de comunicación) y entre ella y otras prácticas (su entorno y otros sistemas),
aparte el hecho problemático de entrada de “ubicarla” adecuadamente e identificar los
múltiples hilos de la trama y la conformación de la misma, y entre ésta y su entorno
in/mediato.
“Tener éxito en arte es transmitir a otros una experiencia de tal manera que les sea posible
recrearla activamente: no ‘contemplarla’, ‘examinarla’ o recibirla con pasividad, sino con
una respuesta que demuestre una vivencia real de los medios. <…> Con frecuencia se ha
dicho que el público debe ser paciente si su aspiración es aprender el ‘nuevo lenguaje’ de
un artista, pero esto, si bien es cierto, no debe implicar que, dado el tiempo suficiente, todo

de la Fundación Favaloro; el “marco escénico” se completó con la instalación de carteles, banderas y un


pequeño altar, vallas de seguridad, una tarima para anuncios, partes médicos oficiales y la interpretación del
Himno Nacional que hizo una niña especialmente, la cobertura mediática y las redes sociales con el hashtag
#fuerzacristina (Telenoche y Noticiero Trece de Canal 13, 07-08/10/2013). La transmisión televisiva y las
fotos de diarios permiten percibir claramente la “orquestación” mnemosemiótica y comunicativa. Tras la
muerte de N. Kirchner comenzó a desplegarse un interesante y controvertido proceso mnemosemiótico y
comunicativo, de reapropiación y resignificación del “signo”, numerosos gestos, discursos y prácticas de
reconocimiento y legitimación, reacentuaciones ideológicas, homenajes, inauguraciones y denominaciones de
distintos tipos de “lugares” (i. e. el prolongado luto mantenido por Cristina Fernández, sus reiteradas
invocaciones y menciones de “Néstor Kirchner” –“Néstor” –“El”… “un hombre que venía del sur, con sus
sueños y su historia sobre la espalda”), que producen “efectos” y “diferencias prácticas” en la realidad. Cfr.,
entre otros, D. Losiggio, “Las imágenes de Evita y la soberbia en la política argentina reciente (2007-2015)”,
en I. Depetris Chauvin y N. Taccetta, Afectos, historia y cultura visual. Una aproximación indisciplinada,
Buenos Aires, Prometeo, 2019.
11
En la asignatura de Semiótica dedicamos una unidad al análisis de prácticas de comunicación urbanas
ritualizadas: los estudiantes eligen en grupo una práctica más o menos habitual, hacen trabajo de campo y
elaboran un “álbum de fotos” con carácter de “ensayo” (en los primeros años era de confección manual,
artesanal, con distintos materiales, de manera de exponer un “objeto artístico -comunicativo” en clase primero
y luego en la Muestra Anual de la Carrera; en los últimos años el álbum debe ser digital; desde 2020-2021
está previsto la realización de un video –corto documental), que evidencie la operacionalización de lo
abordado en la materia, las lecturas correspondientes, el trabajo de representación e interpretación audio-
visual de la práctica tomada (que se acompaña de un informe escrito).
12
Vid. Turner, “Dramas sociales y metáforas rituales”, Dramas, Fields, and Metaphors, Ithaca, Cornell
University Press, 1974, pags. 23-59 (disponible en internet).
19
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

nuevo lenguaje puede aprenderse. Suponerlo es olvidar que para los integrantes del
público, como para los artistas, la comunicación es un modo de vivir: recibir y vivir la
experiencia de un artista no es una actividad casual, sino un verdadero cambio de vida.
Nuestro creciemiento depende de la oferta de nuevas descripciones, pero su aceptación o
rechazo dependen de nuestra capacidad de adoptar esas maneras de crecer <…>. La
comunicación eficaz depende de la organización tanto del público como del artista, y si
bien es pertinente que mantengamos una actitud abierta al aprendizaje, es preciso recordar
que cualquier respueta forma parte de un modo de vida y la selección de las respuestas es
una condición de cualquier organización. <…>
La propuesta de la experiencia se preserva para su consideración prolongada y la
comunicación puede producirse por encima de una brecha de cien generaciones. Debido a
la complejidad del crecimiento, es obviamente prudente mantener vivas la mayor cantidad
posible de propuestas, ya que nunca podemos saber por anticipado cuáles de ellas
terminarán por ser aceptadas; esa costumbrre de almacenar la experiencia ha sido central
en toda organización del hombre. Sin embargo, sólo usamos ese almacenamiento, como
utilizamos el nuevo arte, mediante el proceso activo ya descripto. Como los nuevos modos
de ver, los viejos modos deben aprenderse activamente. <…>
Todo lo que vemos y hacemos, la estructura general de nuestras relaciones e instituciones,
depende, en última instancia, de un esfuerzo de aprendizaje, descripción y comunicación.
<…>
La descripción creativa individual es parte del proceso general que crea convenciones e
instituciones, a través de las cuales se comparten y ponen en vigencia los significados
valorados por la comunidad. Esta es la verdadera significación de nuestra definición
moderna de la cultura, que insiste en esta comunidad de proceso. La comunicación es el
proceso de transformación de la experiencia única en experiencia común y, sobre todo, la
pretensión de vida. <…> Como nuestro modo de ver las cosas es literalmente nuestro modo
de vivir, el proceso de comunicación es de hecho el proceso de comunidad: compartir los
significados comunes, y, por lo tanto, las actividades y finalidades comunes; proponer,
recibir y comparar nuevos significados, que llevan a las tensiones y los logros del
crecimiento y el cambio. Es de máxima importancia comprender este sentido de la
comunicación como un proceso social total.” (R. Williams, 2003: 46-50).

Prácticas como éstas, como toda práctica social, forman parte de la semiosfera (a) y
de alguna manera la representa e interpreta (b), de manera que hay que identificar y
analizar la doble vía constitutiva práctica-semiosfera13. La semiosfera “está” en la práctica,
opera en ella, se re-actualiza, re-produce, re-labora, trans-forma en y por las prácticas y
éstas son posibles por la semiosfera que integran, de modo que las mismas características
de complejidad, diversidad, heterogenidad, estados de equilibrio relativo, inestabilidad,
dinamismo de la semiosfera también se dan en las prácticas, aunque a veces resulten menos
evidentes a la observación o perceptibles por la experiencia, dada la índole “rutinaria”,
consuetudinaria de las prácticas habituales que “cristalizan” sentidos por y a lo largo de las
repeticiones. Esto quiere decir que el diálogo y la memoria re-generan la semiosfera y las

13
Apunto algunas consideraciones teóricas y metodológicas generales (los mismos principios rigen el texto y
las prácticas discursivas).
20
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

prácticas, de modo que hay que identificar lo que dialoga y cómo, lo que (se) re-memora y
cómo; qué juego mnemosemiótico y comunicativo se lleva a cabo en y por cada una de las
prácticas sociales, cuáles sistemas semióticos interactúan, se entrecruzan y entretejen,
cuáles son sus matrices y cómo se fueron desarrollando, interrelacionando y re-creando a lo
largo del “gran tiempo-diálogo” y el “tiempo menor”. Un ritual como los mencionados
arriba adquiere la forma de, y se desarrolla como, un ensamble (Lotman), de distintos
sistemas semióticos de los mismos o diferentes dominios semiosféricos, de distintas
prácticas o rutinas de prácticas; puede “montarse” y observarse como una “puesta en
escena”, un “espectáculo”, una “performance”, una “instalación”, o tener aspectos de
algunos de estos tipos de prácticas o esferas.
Una práctica de comunicación es siempre “situada”, se da en un contexto dado, en
un “dominio” determinado de la semiosfera; forma parte de una economía de prácticas
sociales y de una ecología comunicativa propias de los sujetos y de la semiosfera, de
manera que el sentido de una práctica tiene que ver con el lugar que ocupa en la
“organización” de prácticas de cada uno y en el “orden(amiento)” general de las prácticas
de la semiosfera (así la vida cotidiana de una persona o una familia difiere de otras
personas y familias, aunque un inventario rápido puede incluir las mismas prácticas en cada
caso; un barrio difiere de otro/s o una ciudad se diferencia de otra/s, más allá de las
semejanzas o particularidades que puedan compartir).14
El tipo de “(a)puestas escénicas” que señalamos como ejemplo, a las que se
concurren y que son objeto de cobertura mediática, re-mueven una multiplicidad de hábitos
y creencias de índole disímil15. Esta argamasa se des/pliega y crece permanentemente en y
por cada una de las prácticas, sus múltiples y diversos reencadenamientos continuos y las

14
Vid. Magariños de Morentin (2008, caps. 1, 3, 4, 5, 8), acerca de la semiótica como espistemología y
metodología rigurosa y eficaz (de base ‘materialista’, desde un enfoque ‘constructivista’-‘cognitivo’) “para
explicar el proceso de producción, comunicación y transformación del significado en el campo de las ciencias
socials (y no sólo de ellas)” (p. 154) _porque “pretender omitir el conocimiento de la teoría de los signos,
cuando lo que se estudian son fenómenos sociales, sólo puede responder a una estricta segmentación del
campo de estudio basada en determnados y ya históricos criterios teóricos o bien es una actitud originada en
una increíble ceguera intelectual (¿puede algo ser social sin ser ya signo?)” (p. 61), que puede dar lugar a una
“lectura crítica” y/o una “propuesta creativa”; con una una “guía” razonada para el diseño de proyectos de
investigación; una extensa explicación y fundamentación de las interrelaciones semióticas (interacciones
semióticas, concurrencia de sistemas, regímenes) en los procesos y las prácticas de comunicación; y
referencia a los “comportamientos ritualizados”.
15
Cfr. la noción de “dispositivo ritual performativo” de M. Augé (1995), que re-tomo en la conformación de
mi “caja de herramientas” elaborada en proceso a lo largo de la serie de investigaciones que vengo
desarrollando (Matamorfosis del contar. Semiosis/Memoria) y expuesta en distintos lugares (Vid. García,
2020); también V. Turner (“Dramas sociales y metáforas rituales”).

21
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

innumerables constelaciones que pueden integrar, a la vez que sus reconfiguraciones


posibles re-ordenan la/s semiosfera/s. La narración opera como una manera matricial de
inter-cambiar experiencias en y sobre las prácticas: es un medio fundamental para dar
sentido a la experiencia y la práctica, y re-ubicarlas en el contexto, a la vez que es una
grilla de inteligibilidad clave para re-significar el contexto, a partir del cual se “lee”, “hace”
y “vive” las prácticas, de modo tal que la narrativa constituye una de nuestas prácticas
mnemosemióticas y comunicativas centrales. La “vida social” e individual (lo mismo que
la identidad) transcurre como un proceso complejo y dinámico de “historias”, hábitos y
creencias, que se conforma y desarrolla como un entramado contínuo y abierto de
semiosis/memoria. Una aproximación sustanciosa a algo así tiene que arriesgarse a la
odisea, para la cual se necesitan algunos pertrechos…

Estudio, formación, carreras


“El desarrollo de los estudios sobre comunicación humana ha tenido la virtud de
clarificar una fundamental parcela de la interrelación personal y social, pero ha
conllevado el vicio de estudiar la comunicación al margen de las leyes de la historia, a
lo sumo buscándole un paisaje histórico para situarla, pero muy pocas veces
relacionando cualquier hecho comunicativo con el contexto histórico que le daba último
sentido” (M. Vazquez Montalbán, La palabra libre en la ciudad libre. Barcelona,
Gedisa, 1979).

“Cultura, naturaleza, tecnología, intersubjetividad, trascendencia y construcción de ‘lo


social’ se articulan entre sí en forma prácticamente indisoluble. Se instituyen como
‘distinciones ontológicas y cognitivas axiomáticas’ establecidas por la cultura y el
discurso. En este sentido, la comunicación bien puede definir su objeto como el estudio
de la naturaleza histórica y social de estos dominios de realidad. La constitución social
de las diferentes ‘distinciones y dimensiones de las ontologías –realidades- humanas’.
Su ‘(re)-producción’ material, tecnológica, simbólica e imaginaria, sus
transformaciones históricas y ‘temporalidades’ objetivas y subjetivas, sus respectivos
dispositivos y procesos, sus formas organizativas y culturales distintivas”.
“La comprensión de que soy observado/observando me hace entender que soy también
un actor, tanto para otros como para mí mismo, un actor antológicamente construido
por una serie de relaciones de mutua interdependencia con los demás. La vida social se
construye como un cultivo, una trama que alimenta a los individuos en tanto actores y
observadores/intérpretes, generalmente dentro de un ‘libreto de comunicación’
elaborado a través de las experiencias de vida <…>. El científico, el historiador, el
analista, el político, el periodista desarrollan fundamentalmente un rol aprendido y
ensayado profesionalmente como actores-intérpretes, como elaboradores de
representaciones sobre diferentes realidades ‘construidas’”. (E. Vizer, La trama
(in)visible de la vida social. Buenos Aire, La crujía, 2003)

En algunas de las numerosas rondas de revisiones, evaluaciones, modificaciones,


implementaciones, del plan de estudio de la Carrera de Comunicación (FHyCS-UNaM),

22
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

desde su puesta en funcionamiento en 1999, compartí via e-mail con los colegas del
Departamento este “borrador de ideas” (acá con ligeras modificaciones), para aportar a la
discusión16:
“Observación: como cada uno de nosotros hará una entrada al asunto, y dado que somos
muchos, y la cosa y la casa se construye en ‘comunidad’, co-operación, solidaridad, este es
un breve re-corte para la conversación…
1) Entiendo la cultura como una compleja trama de semiosis-comunicación-memoria. Los
procesos y prácticas que estudiamos-producimos-planificamos, en las que participamos de
una u otra manera, la constituyen y son posibles por ella (de la misma manera, la
conformación del sujeto, la identidad…). El juego embrollado de todo esto (en y por la
comunicación) des/teje la trama día a día, la re/produce y re-hace hegemonía. Esto supone
y fundamenta la inter/ multi/ trans-disciplinariedad (ciencias sociales y humanas, filosofía,
arte y literatura…)17, la mirada histórica (historizar esa trama y ese juego, entre otras cosas
para ver sus continuidades, cambios, mezcolanzas, y como acervo para la re-creación…).
También esto supone distintas posiciones, decisiones, elecciones, y se puede valorizar las
diferencias y controversias en general y al interior de la carrera (pero siempre y cuando al
estudiante le quede claro el sustento de cada docente-materia, explicitado con
conocimiento de causa…). No pretendo (mucho, y porque no es prácticamente posible,
somos muchos y hay mucha historia, vivida y para contar, a menos que hagamos una suerte
de Concilio ecuménico de Trento) uniformidad y/o armónicos consensos, mientras las
aguas corren turbias…
2) Entiendo las misiones y funciones del comunicador y periodista en relación directa con
la democracia (en sentido general, democratización de todos los ámbitos y niveles…), y
esto es una posición tomada, reiteradamente anunciada: no realizada hasta ahora en el
mundo nuestro de cada día; lo que lleva a pensar y tomar en serio la relación entre
comunicación y política, y en mi caso adoptar una perspectiva crítica y política en los

16
Nos desempeñamos en la universidad, abocados a la formación y la investigación continuas y sistemáticas,
como un espacio privilegiado para el máximo desarrollo posible de la “facultad semiótica” por medio del
ejercicio permanente de esa misma capacidad en todas las formas posibles y oportunas. Marafioti recupera
una definición de “universidad” de Peirce (consignada en el Century Dictionary a fines de 1880): “una
asociación de hombres <sic> que se reúnen con el propósito de estudio, que confiere grados que son
reconocidos como validos a través de todos los países, es fundada y privilegiada por el Estado, para que la
gente reciba uns orientación intelectual y resuelva los problemas teóricos que le presenta el desarrollo de la
civilización” (Charles S. Peirce: el éxtasis de los signos, Buenos Aires, Biblos, 2004), p. 31).
17
Sobre ello, M. García, “Fronteras disciplinares. Conjetura para la interdisciplinariedad”, Cuadernos de
Humanidades, Dossier Estudios de Fronteras N° 28/2017, 17-36, Fac. de Humanidades, UNSa:
<https://drive.google.com/file/d/1X0KM-liK6AxrZ6M0fZfk9nnGjidTC_cJ/view>
23
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

campos de estudios, enseñanza, investigación y profesión, en comunicación y periodismo.


Asigno al comunicador y periodista una función importante de pedagogía pública, crítica y
políticamente, en relación con el espacio público, etc., la discusión pública sobre los
asuntos que conciernen a la vida en común y los que conviven, re-hacen el mundo18. El
comunicador y el periodista tienen un papel importante en el dibujo del mapa del mundo y
la historia del mismo, y del presente, con vistas al futuro: qué debe ser cartografiado,
significado, valorado, mirado y admirado y recordado, impuesto, discutido, rechazado y
qué no…, con lo cual re-elaboran modelos de representación del mundo y modelos de
comunicación. Esto (y en relación con el punto 1) claro está que exige saber mucho,
pensar, reflexionar, debatir, investigar, experimentar…
3) Entre otros intereses personales, tengo: la educación, en sentido general, formal, no
formal, informal, un problema grave (en Misiones y el país) y una deuda que nosotros y
nuestros profesionales podemos ayudar a saldar (y esto hace pensar otros problemas de la
provincia y lo que implica la educación y educar en ella…); también me pre-ocupan los
medios, en general, cada vez más centrales en el mundo contemporáneo y para la vida de la
gente. En ambos casos los veo como vías interesantes, estratégicas para trabajar (en el
campo profesional), intervenir y trans-formar… También me interesan las políticas
públicas, en sentido general (cultural, comunicativa, educativa), terreno complicado y vasto
para ver y hacer en la provincia y el país. Pero, personalmente, no trabajo en esto último en
la práctica; daba la materia Comunicación y Política (ya en la carrera de Periodismo y en
los comienzos de Comunicación) y tengo alguna que otra cosa realizada (como el posgrado
que hice sobre gestión en cultura y comunicación); pero no puedo soslayar el asunto
peliagudo en mis análisis (y de alguna manera en algunas de mis tareas profesionales).
Si sigo tendría que hablar del arte, la literatura (en nuestro contexto y nuestro campo
disciplinar re-ubico este interés y ámbito de trabajo para mí y los egresados en la
educación, los medios, las políticas)…
4) Ni falta hacer decir que mis materias tienen que ver directamente con las materias
primas de toda esa maraña y las herramientas de trabajo (los signos, los discursos)… Me
pre-ocupa la reflexión-crítica, el análisis, la apropiación, el dominio fundamentado de las
mismas (para analizar, investigar, producir, planificar), según sujetos, contextos, recursos,
finalidades, géneros y formatos, “medios”, estrategias; lo que implica, otra vez, posiciones,

24
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

elecciones, descartes, gustos, pasiones, placer, amor, “tacto” y “cintura” para hacer algunas
cosas, combates y negociaciones ideológicas y de poder…
5) Me parece que podemos pensar alguna agenda de problemas o cuestiones (esto en
atención a las dos orientaciones, en Invetigación en Comunicación y en Periodismo a partir
de cuarto año de la carrera, pero el recorrido básico es el mismo para ambas)19 de la ciudad
y la provincia y su enclave regional-nacional-internacional en este sentido (conjugadas con
otros intereses y perspectivas…) que permitan diferentes entradas disciplinares, por
asignaturas, como para articular prácticas de enseñanza y aprendizaje, anclar la teoría, la
producción y la planificación, por año según plan de estudio (primero, etc., y claro que esto
es flexible, móvil, cambiante, supone revisarlo y volver a acordarlo cada vez: en reuniones
docentes), para evitar la dispersión y el “gasto” en varios sentidos del alumno que se ve
medio atolondrado con tantas cosas a la vez, y para aprovechar algunas cosas que van
haciendo y enriquecerlas, de modo que se propicie un espacio de ‘comunicación’ y de
producción (de docentes, docentes y alumnos, asignaturas…, aunque varios factores
atentan en contra, i. e. no contamos con adecuados espacios físicos para estar juntos, sólo
esos pasillos no muy hospitalarios para circular y hacer ruido; y el espacio de/en/para
comunicación, entre otros aspectos, no es un detalle menor…); ahora pienso, por ejemplo,
y facilitado por ello, en el Centro de Comunicación de la Carrera, con la Agencia
Universitaria de Noticias, que estamos diseñando y poniendo en marcha, con todas las
posibilidades de trabajo que se abren ahí.
También, apuntando a lo mismo, se podría hacer una lista de lecturas (literarias y otras),
películas, programas televisivos, por año, dar al alumno a principio de año como actividad
curricular transversal y recurrir o hacer referencias a ella en las distintas materias (esto
amplía la enciclopedia y permite tener referencias comunes para explotar); entre otras
rutinas de trabajo y actividades que propuse en algunas otras mesas de discusión del
Departamento…
6) Los procesos educativos son procesos comunicativos (y a la inversa, en cierto/s sentido/s
y contextos), con todas las implicancias; cuando enseñamos y aprendemos ponemos en
escena más o menos explícitamente modelos, pre-supuestos, significados, valores, ideales...

18
Me explayo sobre esto, entre otros trabajos, en García, Comunicación, semiótica, investigación. Algunas
ideas y relaciones, España, EAE-LAP, 2011.
19
Una revisión general de la historia de nuestras Carreras de Periodismo y Comunicación Social, mi
intervención “Plan de Estudio, devenir, letra y experiencia” en el Foro “Planes de Estudio en Carreras de
Comunicación”, XIX Jornadas Nacionales de Investigadores en Comunicación. Red Nacional de
Investigadores en Comunicación -Departamento de Comunicación Social (UNNE), 2015.
25
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Se aprende (a aprender) por medio de prácticas y procesos de comunicación (y para mí,


desplegando la semiosis). Los hábitos sólo se adquieren y desarrollan por el ejercicio de los
hábitos mismos. Un problema es si diseñamos experiencias y prácticas con sentido, para
todos los implicados, y si propiciamos suficientemente la gimnasia de ciertos hábitos. Si
propiciamos los espacios adecuados y convenientes, e implementamos las herramientas
necesarias, para el desarrollo y el crecimiento, en lo que consiste la educación”.20

Aquí los materiales básicos del ensamblaje de este y todo ensayo mnemosemiótico
y comunicativo son el principio de la continuidad formulado por Peirce y el de diálogo
desarrollado por Bajtín. En todos esos procesos de experimentación y trans-formación en
los que nos entro-metemos con alma y vida (desde la propia vida e historia de cada uno,
durante las que vamos entre-tejiendo y rea-anudando narraciones con otros, pasando por las
prácticas de todo tipo en las distintas semiosferas… hasta las diferentes formas de
convivencia, que también se re-construyen continuamente como marañas de historias…), la
comunicación es una mano tejedora fundamental y la fuerza de los signos no es poca para
re-generar el reticulado de hábitos y creencias que son los sujetos y las culturas. No queda
otra más que re-tomar permanente y críticamente el toro por las astas de la mediación
(semiótica).

En otra de las recientes vueltas de la misma ronda de denuedos y devaneos,


prolongada año tras año, diferida, retomada, actualizada, en torno de esta pre-ocupación
incesante (el problema de la Carrera de Comunicación Social, el plan de estudio, la
formación del comunicador y el periodista, la necesidad de realizar diagnósticos sobre las
“serias dificultades” de los estudiantes en las distintas asignaturas y proponer líneas de
acción para revertir la deserción en los primeros años y propiciar la permanencia en la
universidad tendiente al egreso), que nos produce tantas dudas, inquietudes, tensiones,
rompederos de cabeza, y nos incita a seguir buscando, pensando, borroneando, barajar y

20
Al respecto, M. García, “Comunicación y educación. Entradas tentativas, enlaces provisorios e indicios de
posibles salidas transitorias”, en C. Andruskevicz, Marcela Da Luz, Adriana Villafañe, comps. Jornadas de
Inclusión a la vida universitaria 2020, Año 3, N° 3, 47-52, Posadas –FHyCs-UNaM
(https://www.fhycs.unam.edu.ar/carreras/wp-content/uploads/2020/03/Libro-JIVU-2020-FHyCS.pdf);
Comunicación audiovisual y efemérides escolares, Posadas, IAAVIM –Ministerio de Cultura, Educación,
Ciencia y Tecnología, 2019 (https://iaavim.misiones.gob.ar/ebook-efemerides-hd.pdf);
Comunicación/Educación. Teoría y práctica, Posadas, Editorial Universitaria, 2006 (disponible en:
https://editorial.unam.edu.ar/images/documentos_digitales/COMUNICACION-
EDUCACION_Teoria_y_practica-Marcelino_Garcia.pdf)
26
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

dar de nuevo, compartí con los colegas algunos “hilos para enhebrar”, también adjunto
como “documento de trabajo” por correo electrónico (y este recurso ya debería ser un
ineludible cartel indicador acerca de algunos aspectos del problema…):

“Advertencia: las ideas que siguen son lo bastante abstractas, flexibles, abiertas,
como para que cada docente haga su propia interpretación, desde su lugar y asignatura/s, y
su resignificación-devolución—revisión-adecuación-propuesta.
Algunos supuestos mínimos
a) El mundo contemporáneo es complejo, abierto, cambiante y la formación en
periodismo y comunicación apunta al presente y el futuro que se re-hacen
permanentemente, lo cual implica muchos factores y exige reflexiones y
discusiones incesantemente…
b) El mundo académico-universitario es extraño para el sujeto-nuevo-miembro
recienvenido, con todo lo que ello implica…
c) Los horizontes semióticos-discursivos y comunicativos, culturales en general, de los
docentes y los estudiantes son diferentes (también existen diferencias y
desigualdades entre docentes y entre estudiantes…), por diversos motivos,
improntas, matrices, caminos recorridos, modelos impuestos-seguidos, brechas
generacionales, transcurrir histórico-social-cultural-educativo…

Algunos lineamientos generales requeridos a partir de lo anterior


i. Probar múltiples llaves que permitan re-abrir, en una y otra dirección, los
“umbrales” y faciliten los pasajes-tránsitos-estancias del sujeto-ingresante –en
general, joven- de su mundo habitual al ámbito académico-intelectual-universitario
y de éste a su mundo cotidiano y práctico, el mundo de la vida y el mundo en
general, con todo lo que esto supone…
ii. Re-conocer el horizonte cultural, en general, semiótico-discursivo y comunicativo
del sujeto que ingresa a la universidad y transita los espacios universitarios y
también del sujeto más o menos habitué (docente y otros).
iii. Propiciar los intercambios múltiples y variados, necesarios y enriquecedores entre
los sujetos que están y los que llegan, en líneas “verticales” (docentes-estudiantes) y
“horizontales” (alumnos-alumnos).

27
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

iv. Relacionar las distintas esferas, propias y ajenas, “nuestras” y de “ellos”, familiares,
vecinales, comunitarias, locales, regionales, nacionales, continentales, mundiales…
v. Practicar asiduamente la “conversación” re/trans-formadora para todos los sujetos.
vi. Fomentar y valorar el desarrollo y ejercicio diario, en todos los espacios
académicos, curriculares y otros, asignaturas, clases, y otros lugares, de actitudes,
valores, comportamientos, hábitos, necesarios para la formación en general, el
dominio disciplinar y el entrenamiento profesional (i. e., curiosidad, pasión,
compromiso, rigor, observación e incorporación de normas y pautas de trabajo en
general, seriedad, responsabilidad, autonomía, respeto, cordialidad, “tacto”
semiótico-discursivo y comunicativo adecuado a cada circunstancia…)…
vii. Ensayar, experimentar, y desarrollar la creatividad en las propuestas, prácticas,
estrategias…21

Algunas operaciones posibles


 Lectura diaria (de todo tipo de textos).
 Escritura diaria (de diversos tipos de textos).
 Identificación de géneros y formatos, en diferentes soportes y medios.
 Análisis de textos- géneros –formatos –soportes medios (primero por parte del
docente y luego los alumnos).
 Exposición de análisis, ideas, reflexiones.
 Intercambio, discusión fundada, de distintas maneras (individuales, grupales,
colectivas –ordenadas, respetuosas, cordiales, amigables…), que contemple el
bagaje –enciclopedia en general, conocimientos, afectos, gustos, pasiones,
disposiciones…_ con el que cargamos todos los participantes, el sentido común, y
también vaya más allá, articule meta/niveles y “marcos” de referencia y acción…
 Búsqueda continua, sistemática, orientada, supervisada, con objetivos claros y
viables, de materiales de trabajo (fuentes, archivos, bancos de datos, bibliotecas,
medios, centros de documentación, Internet, ámbitos familiares, vecinales…).

21
Vid. para algunos de los ítems de este cuadro, Ana Camblong y F. Fernández, Alfabetización semiótica en
las fronteras I. Dinámicas de las significaciones y el sentido, Posadas, Editorial Universitaria, 2012; A.
Camblong et al., Alfabetización semiótica en las fronteras II. Estrategias, juego y vida cotidiana, Posadas,
Editorial Universitaria, 2012. En estos volúmenes, destinados a docentes y formadores de docentes de
primaria básicamente, con principios, conceptos, discusiones y propuestas extensivos a todos los niveles
educativos (continuidad, semiosfera, experiencia, hábitos, prácticas, conversación, umbral, y otros).
28
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

 Operacionalización permanente en clases y tareas relacionadas de la caja de


herramientas teóricas y metodológicas desarrollas (por parte del docente y los
estudiantes). P. e. “bajar” el “tema” a “casos” –“problemas”- “situaciones” de
actualidad, de tal manera que permita leer la realidad con la grilla teórico-
metodológica correspondiente, lo cual implica la entrada de lo más o menos
fortuito, improvisado y espontáneo en el programa, y muestra la potencialidad de
los conocimientos desplegados a la vez que permite evaluar el grado de
interpretación-análisis-comprensión y fomentar la crítica por parte del estudiante –
más allá de la lectura y reproducción de contenidos y los ejercicios rutinarios de la
materia previstos en el programa…
 Aprovechamiento, implementación, de los diferentes discursos, modos, formas,
medios de información, comunicación, conocimiento, relaciones, esto incluye
encauzar provechosamente para la formación y la práctica profesional el uso de las
tecnologías de información -comunicación y los recursos disponibles para el
estudio, la investigación, la práctica, la difusión...
 Elaboración continua de diferentes textos y productos (orales y escritos, audio-
visuales, multimediales, hipermediales, papel -digital…), bosquejo y realización de
distintas prácticas comunicativas”.

Rememorando algunas prácticas de lectura y escritura (como el amanuense, el


copista, el comentador o glosador, el exégeta, el iluminador, el maestro…), pongo de
relieve y apunto (de puño y letra en los márgenes, interlineados o marcando el propio texto
en los libros consultados, los cuadernos y los blocks de notas de trabajo, y/o en distintas
lugares de la “página” de la “pantalla” pulsando las teclas): comunicación es una de las
cuestiones que dan-que pensar22. Es una ‘cosa’ filosófica y política, peliaguda como todo
aquello de lo que (uno) se da el pensamiento, des/cubre el problema de la decibilidad, la
cognoscibilidad y la verdad23.
Se puede aceptar gustoso o a regañadientes o rechazar la invitación al viaje
compartido “a través del pensamiento” y afrontar o no el desafío de mantener la política en
el “orden de lo pensable”. No resulta para nada una ‘gracia’ asumir “las tareas de la

22
Expresión tomada de A. Gargani, “La fricción del pensamiento”, en G. Vattimo, comp., 1994a, pp. 9-29.
23
G. Agamben, “La cosa misma” (conferencia de 1984 acerca de la Carta séptima en la que Platón, de 75
años, cuenta a parientes y amigos de Dión su experiencia filosófica-política en Sicilia, a partir del encuentro
con el tirano Dionisio), en La potencia del pensamiento, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2007, pp. 7-26.
29
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

filosofía en relación con las situaciones”, esto es iluminar: “las elecciones fundamentales
del pensamiento”; “la distancia entre el pensamiento y el poder”, entre “el Estado y las
verdades”, “Medir esa distancia. Saber si podemos franquearla o no”; y “el valor de la
excepción”, “del acontecimiento”24.
Pero la enseñanza, la formación y la investigación en general y en ciencias sociales
y humanidades, la comunicación y el periodismo no pueden escabullir fácilmente el bulto y
evitar el quebradero de cabeza que provoca, por un lado, la interrogación sobre el sentido
de la “actualiadad”, de ese “nosotros” del que se “forma parte y con respecto al cual tiene
<uno> que situarse”; y, por otro lado, el hecho (ético, ideológico, filosófico, político) de
“decir la verdad”, ejercer la libertad y correr el riesgo que acarrea enunciarla frente a los
otros, sean éstos el público, los dirigentes, gobernantes o gobernados25…
Mi ejemplar del texto de Agamben, donde se refiere a la estructura presuponiente
de lenguaje/tradición, quedó glosado así, entre otras inscripciones de lectura en distintas
páginas del libro: sólo queda ‘traducir/traicionar’ una y otra vez las ‘trans-misiones’
presupuestas (de), las ‘tradiciones’, las ‘re-misiones’ (objetivadas y objetivantes), esto es
semiotizar/memorar permanentemente, un ir dando lugar a la “potencia del pensamiento”,
con el inagotable ejercicio de los ‘hábitos’, que (se) van desarrollando (con) la
‘comunidad’, por la cual son posibles y realizados.26

24
A. Badiou, Justicia, filosofía y literatura, Rosario, Homo Sapiens, 2007, p. 55; ¿Se puede pensar la
política?, Buenos Aires, Nueva Visión, 1990, p. 15; Filosofía del presente, Buenos Aires, CI, 2010, pp. 15-
16 (citado en ese orden).
25
M. Foucault, El gobierno de sí y de los otros, Buenos Aires, 2009 (las citas de pp. 31, 58-ss.) Es el curso de
1982-1983, en el que avanza en su proyecto de “historia del pensamiento”, con el análisis de lo que llama
“focos de experiencia”, donde se articulan: “formas de un saber posible”, “matrices normativas de
comportamiento para los individuos” y “modos de existencias virtuales para sujetos posibles” (p. 19). En las
lecciones Foucault se ocupa de la noción de parrhesía (“hablar franco”, “libertad de palabra”, una virtud, un
deber, una técnica…). También comenta la escena política en la que Platón está frente a Dionisio en la corte
de Siracusa (como Agamben, pero acá a partir de las Vidas paralelas de Plutarco) y re-toma el problema de la
verdad y el poder, las condiciones (régimen de gobierno) en las que puede tener lugar esa forma determinada
de decir y el problema correlacionado de la “conducción de las almas” –dirección y formación de los otros.
26
Cuestiones que planteo y desarrollo en distintos lugares. García, Comunicación, semiótica, investigación.
Algunas ideas y relaciones, cit.; “La cosa, el punto, el caso, la punta… Algunas líneas sobre Semiótica,
enseñanza e investigación”, en N. Colombo (comp.), Actas digitales del Segundo Encuentro de Cátedras de
Semiótica: Desafíos. avances y proyecciones en las configuraciones académicas e intercambios de
investigación, Universidad Nacional del Nordeste, Facultad de Humanidades, pp. 4-28, 2019
(https://hum.unne.edu.ar/publicaciones/insletras/actas_semiotica_17.pdf); “Medios, diarios, periodismo.
Rodeos y conflictos sobre verdad y poder”, en Continuidades. Publicación digital de la serie de
30
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Enlaces
Por eso de la pasión del signo y la pasión del lenguaje de la que hablaba Barthes,
entre otros lugares y momentos, cuando (da) cuenta (de) la escena en que una estudiante le
pide que prepare un curso de doctorado, leer y escribir son experiencias que con-mueven y
que re-vuelven (sobre) el sentido (de la experiencia) cada vez que uno “afina el lápiz” y
“pone el cuerpo”. Barthes termina así la conferencia pronunciada en Italia (y publicada en
Le Monde, 7 de junio de 1974: “La aventura semiológica”, a su vez título de la compilación
de trabajos del autor entre 1963 y 1973)27: “Consentir en hablar de su escritura, como se ha
hecho aquí, es solamente decir a otro que uno mismo tiene necesidad de su palabra”. La
escritura, como práctica de desplazamiento del sujeto y el sentido, no valdría la pena si la
sinceridad no fuera un desconocerse (con hablar sería suficiente). El trabajo con el
lenguaje es un aventurarse, no sin correr riesgos, ex-poner-se sobre la mesa las cartas del
deseo y las promesas del goce: “¿Qué otra cosa es para él una idea sino un enrojecimiento
del placer?”28. Sobre esos desdoblamientos y proliferaciones, del sujeto y las
significaciones, las multiplicidades, verdaderas poblaciones, masas de devenires que
somos todos, puesto que no hay un yo, escribe (siguiendo-citando a Deleuze, entre otros; y
con cierto “conocimiento de causa” y experiencia) Néstor Perlongher en uno de los raros
casos (específicamente en forma de artículo, además de entrevistas) en que se refiere a su
obra poética: “la pregunta es: ¿quién escribe? ¿quién habla? O: ¿de parte de quién? Si
somos tantos, vamos, lo simple se complica –si hablar de uno es perorar acerca de un
irreductible múltiple-”. Teclear al ritmo del deseo, des-plegar las fuerzas del signo, que
des/colocan palabras y cosas, des/estabilizan suelos y ambientes, des/empolvan estanterías,
tensan cuerdas de (otros) des/en-cantos… “Pues es del cuerpo que, al final (Nietzsche y
Artaud), se trata. Se trata en el plano de la escritura, de hacer un cuerpo, y de ahí lo
chirriante, lo susurrante, lo fruitivo […]”29.
Re-abrir partidas nuevas o ya conocidas (re-editar, reformular y variar) implica
pararse en la puerta, cruzar el umbral, de-ambular y delinear preámbulos, ante-poner algún
utillaje para lo que ad-vendrá; colocar los órganos de la voz y preparar los músculos para

investigaciones “Metamorfosis del contar. Semiosis/Memoria” -N° 2, octubre 2015, Programa de Semiótica -
FHyCS-UNaM (http://rvta-continuidades.com.ar).
27
R. Barthes, La aventura semiológica, Barcelona, Paidós, 1997 (1985).
28
Roland Barthes por Roland Barthes, Barcelona, Kairós, 1978, cit. en nota de la edición francesa de La
aventura semiológica.
29
N. Perlongher, “Sobre Alambres”, en Prosa plebeya (selec. y prólogo, Ch. Ferrer y O. Baigorria), Buenos
Aires, Excursiones, 2013.
31
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

pronunciar y escribir las palabras; unir las piezas del texto con cierta flexibilidad para
permitir el movimiento (de cada uno de los que vuelven a des/tejer y del sentido),
organizar los diversos componentes en un conjunto más o menos coherente, eficaz,
operativo. De ahí entonces estas re-articulaciones pre-liminares.

Para re-abrir el ‘juego’, que pro-pongo de modo espiralado, y rearticular los tres
núcleos (semiosis, memoria, narración) de la constelación que re-presento en lo que sigue,
una ilustración literaria _acá podría recurrir a la estrategia didáctica de sugerir algunas de
las actividades que realizamos durante el cursado de las materias, a partir de la lectura de
estos dos textos y de algunos de los apartados que siguen, en relación con las “clases”
correspondientes a las asignaturas que esté dictando oportunamente; un poco como está
diseñado el programa de Semiótica, respecto de las “lecturas propedéuticas…”
consignadas para cada “unidad”_.
Un relato de Eduardo Galeano, uno de los que sabe recorrer algunas de nuestras
venas abiertas y contar los colores, sabores y olores de las sangres derramadas y las heridas
más o menos cicatrizadas del palimpsesto latinoamericano:
“En épocas remotas, las mujeres se sentaban en la proa de la canoa y los hombes en la
popa. Eran las mujeres quienes cazaban y pesacaban. Ellas salían de las aldeas y volvían
cuando podían o querían. Los hombres montaban las chozas, preparaban la comida,
mantenían encendidas las fogatas contra el frío, cuidaban a los hijos y curtían las pieles de
abrigo.
Así era la vida entre los indios onas y los yaganes, en la Tierra del Fuego, hasta que un día
los hombres mataron a todas las mujeres y se pusieron las mácaras que las mujeres habían
inventado para darles terror.
Solamene las niñas recién nacidas se salvaron del exterminio. Mientras ellas crecían, los
asesinos les decían y les repetían que servir a los hombres era su destino. Ellas lo creyeron.
También lo creyeron sus hijas y las hijas de sus hijas.” (“La autoridad”, Memoria del Fuego
/Los nacimientos)

Y un fragmento del “último poema de amor a las ciudades” de Italo Calvino, un


libro que no es “una novela en sentido estricto” y que “debe leerse como se leen los libros
de poemas o de ensayos, o cuando mucho de cuentos”, un ensayo mnemo-semio/literario
que re-crea ficcionalmente escenas en las que Kublai Jan y Marco Polo “comentan y
reflexionan” sobre los confines y la “marcha hacia la ruina” del vasto imperio y los
informes que el “viajero imaginario” hace al “emperador de los tártaros”. Y ya con esta
remisión al Libro de las maravillas de Marco Polo de-muestro los juegos asombrosos y
fascinantes de la memoria, la fuerza de los signos y el valor de la cantera narrativa (Nota:

32
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Marco Polo “manda escribir todas estas cosas en buen orden a micer Rustichiello,
ciudadano de Pisa, que estaba con él en la misma cárcel de Génova, en el año de 1298”, a
partir de “las pocas cosas” que “había anotado por escrito”, “de las que todavía hoy se
acuerda” aunque “muy poco, si las comparamos con la larga relación, casi infinita, que
había podido hacer si hubiera creído posible volver” a las “diversas regiones del mundo”
“del Gran Khan”, con el propósito de dar a conocer todo lo que “vio con sus propios ojos”
este “sabio y noble ciudadano de Venecia”, que “hizo tantos viajes” y “tuvo tantas
ocasiones de conocer y comprender” como “nadie”. En el Libro el Gran Khan es Cublai o
Qubilai/ Kubilai; Can es el título “llevado por los sucesores de Gengis, que pretendían
ostentar la soberanía de todos los territorios mongoles”)30:
“Inútilmente, magnánimo Kublai, intentaré describirte a Zaira, la ciudad de los altos
bastiones. Podría decirte de cuántos peldaños son sus calles en escalera, de qué tips de
arcos de sus soportales <…>. La ciudad no está hecha de todo esto, sino de relaciones
entre las medidas de su espacio y los acontecimientos de su pasado <…>. En esta ola de
recuerdos que refluye la ciudad se embebe como una esponja y se dilata. Una descipción de
Zaira tal como es hoy debería contener todo el pasado de Zaira. Pero la ciudad no dice su
pasado, lo contiene como las líneas de una mano, ecrito en las esquinas de las calles, en las
rejas de las ventanas <…>, cada segmento surcado a su vez por azañas, muescas,
incisiones, comas.” (“Las ciudades y la memoria. 3”)

“En Maurilia se invita al viajero a visitar la ciudad y al mismo tiempo a observar viejas
tarjetas postales que la representan como era. La misma plaza idéntca con una gallina en el
lugar de la estación de autobuses <…>. Puede ocurrir que para no decepcionar a los
habitantes el viajero elogie la ciudad de las postales y la prefiera a la presente <…> de
todos modos la metrópoli tiene este atractivo más: que a través de lo que ha llegado a ser se
puede evocar con nostalgia lo que fue. Hay que guardarse de decirles que a veces ciudades
diferentes se suceden sobre el mismo suelo y bajo el mismo nombre, que nacen y mueren sin
haberse conocido, incomunicables entre sí. <…> Es inútil preguntrse si éstos <otros
dioses, extranjeros, que habitan bajo los mismos nombres> son mejores o peores que los
antiguos, dado que no existe entre ellos ninguna relación, así como las viejas postales no
represenan a Maurilia como era, sino a otra ciudad que por causalidad se llamaba
Maurilia como ésta.” (“Las ciudades y la memoria. 5”)

Bibliografía relacionada con algunos aspectos tratados en esta parte


ARCHIVO DE SEMIÓTICA (coord. J. Magariños de Morentin): <http://www.archivo-
semiotica.com.ar>
ANDACHT, F. 2001. Un camino indisciplinario hacia la comunicación: medios masivos y
semiótica. Bogotá, Centro Editorial Javeriano.

30
Las citas de Calvino provienen de su conferencia ante los estudiantes de la Graduate Writing Division de la
Columbia University de Nueva York el 29 de marzo de 1983, incluida como “nota preliminar” en la edición
de las Ciudades invisibles, Madrid, Siruela, 1994. Las citas de Marco Polo fueron tomadas de su
“introducción del libro que se llama La descripción del mundo” (El libro de las maravillas, Primer Libro –I,
Barcelona, Biblioteca –Grandes Viajeros, 1997; la última cita es de M. Armiño, responsable de la trad., notas
y apéndices de la edición).
33
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

CASTAÑARES, W. 1996. “El efecto Peirce. Sugestiones para una teoría de la comunicación”.
Anuario Filosófico XXIX/3, pp. 1313-1331: <http://www.unav.es/gep/>
GALINDO CÁCERES, J. 2008. “La epistemología constructivista hacia una comunicología
posible. Bases para una propuesta general de trabajo epistemológico”, Razón y palabra 61, año
13, marzo-abril. México: <www.razónypalabra.org.mx>. También los números monográficos de la
misma revista 61; 64, año 13, set-oct./2008; 72 mayo-julio/2009; y el portal del Grupo hacia una
Comunicología posible: <http://comunicologia-posible.iespana.es/.>
GRÜNER, E. 2005. La Cosa política o el acecho de lo Real. Benos Aires, Paidós.
GRUPO DE ESTUDIOS PEIRCEANOS (dir. J. Nubiola), obra de Peirce en español y trabajos
sobre Peirce: <http://www.unav.es/gep/>
HALL, S. 2017. Estudios Culturales 1983. Una historia teorética. Buenos Aires, Paidós.
-----1992. “Los estudios culturales y sus legados teóricos”, L. Grossberg et al., comps., Cultural
studies, pp. 277-294. Nueva York-Londres, Routledge. Disponible en Internet.
----- 1986. “Cultural studies: two paradigms”, R. Collins et al., ed., Media, culture and society, a
critical reader. London, Sage. En español, Causas y azares, Nº 1, Buenos Aires, 1994.
MAGARIÑOS DE MORENTIN, J. 2008. La semiótica de los bordes. Córdoba, Comunicarte.
MARTÍN BARBERO, J. 2007: “Paradigmas de comunicación: un mapa con memoria
latinoamericana”, Mediaciones Sociales. Revista de Ciencias Sociales y de la Comunicación, nº 1,
segundo semestre, pp. 235-260. Universidad Complutense de Madrid:
<http://www.ucm.es/info/mediars>
MARTÍN SERRANO, M. 2007, “Prólogo para La Mediación Social en la era de la globalización”,
Mediaciones Sociales. Nº 1, segundo semestre, pp. 1-24. Universidad Complutense de Madrid:
<http://www.ucm.es/info/mediars>
------ 2005. “¿Para qué sirve estudiar Teoría de la Comunicación?” (Conferencia final del Curso de
Teoría de la Comunicación -Universidad Complutense de Madrid):
<www.ulima.edu.pe/revistas/contratexto/>
MARTÍNEZ TERRERO J. 2006. Teorías de comunicación. Venezuela, Universidad Católica
Andrés Bello -núcleo Guayana. Disponible en Internet.
MATTELART, A. y NEVEU, E. 2002. Los cultural Studies. Hacia una domesticación del
pensamiento salvaje. La Plata -Fac. de Periodismo y Comunicación Social, UNLP- Edics. de
Periodismo y Comunicación. (Hay una edición anterior disponible en Internet).
PEIRCE, CH. S. 1970. Deducción, inducción e hipótesis, J. Martín Ruiz Werner (trad.,
intr. y notas). Buenos Aires, Aguilar.
PEREZ DE TUDELA, J. 2008. El pragmatismo norteamericano. Madrid, Síntesis.
REYNOSO, C. 2000. Apogeo y decadencia de los Estudios Culturales. Una visión antropológica.
Barcelona, Gedisa.
REVISTA deSignis (varios números), Federación Latinoamericana de Semiótica, primero editada
por Gedisa y luego por La Crujía (disponible online).
REVISTA Telos. Cuadernos de comunicación, tecnología y sociedad 47. Madrid, Fundesco, set.-
nov./1996. Las secciones “Tribuna de la comunicación” y “Cuaderno central” están dedicados al
“pensamiento sobre la comunicación en América Latina”; también el número 19 de 1989 de la
misma revista.
SANTAELLA BRAGA, L. 2001. “Por qué la semiótica de Peirce es tambien una teoría de la
comunicación”. Cuadernos, 17, febrero, pp. 403-414. Revista de la Facultad de Humanidades y
Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Jujuy (disponible en Internet).
SCHMUCLER, H. 1997. Memoria de la comunicación. Buenos Aires, Biblos.
VIDAL GONZÁLEZ, C. 2010. “Semiótica y teoría de la comunicación: una propuesta de un punto
de vista comunicológico”. Razón y palabra, 72, año 15, mayo–julio: www.razonypalabra.org.mx
----- 2009. “Semiótica, cultura y comunicación. Las bases teóricas de algunas confusiones
conceptuales entre la semiótica y los estudios de la comunicación”. Razón y Palabra 66, 9 marzo:
www.razonypalabra.org.mx. También el número 61.

34
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

----- 2009. “La relación entre la semiótica y los estudios de la comunicación: un diálogo por
construir”. Comunicación y Sociedad. Nueva época, núm. 11, enero-junio, pp. 37-71. México,
Universidad de Guadalajara,
----- 2006. “La semiótica como matriz de estudio de la comunicación”. UNIrevista -Vol. 1, n° 3,
julio. Unisinos, S. Leopoldo, Brasil: <www.Unirevista.unisinos.br/.>
WILLIAMS, R. 2001 (1958). Cultura y sociedad. Buenos Aires, Nueva Visión.
------ 2003 (1961). La larga revolución. Buenos Aires, Nueva Visión.

Publicaciones del autor relacionados con distintos aspectos abordados a lo largo del texto
Libros, capítulos de libros
2020. Intervenciones digitales: nombres, fechas, recuerdos, imágenes, relatos, lecturas. Posadas:
Ed. de autor. Libro digital, PDF/A: https://programadesemiotica.wixsite.com/unam.
2020. “Comunicación y educación. Entradas tentativas, enlaces provisorios e indicios de posibles
salidas transitorias”, C. Andruskevicz, Marcela Da Luz, Adriana Villafañe, comps. Jornadas de
Inclusión a la vida universitaria 2020, Año 3, N° 3, 47-52. Posadas –FHyCs-UNaM:
https://www.fhycs.unam.edu.ar/carreras/wp-content/uploads/2020/03/Libro-JIVU-2020-
FHyCS.pdf.
2019. Comunicación audiovisual y efemérides escolares (libro digital). Posadas, IAAVIM –
Ministerio de Cultura, Educación, Ciencia y Tecnología: https://iaavim.misiones.gob.ar/ebook-
efemerides-hd.pdf>, <https://m.efemerides.iaavim.misiones.gob.ar/.
2019. “La cosa, el punto, el caso, la punta… Algunas líneas sobre Semiótica, enseñanza e
investigación”. N. Colombo (comp.), Actas digitales del Segundo Encuentro de Cátedras de
Semiótica: Desafíos. avances y proyecciones en las configuraciones académicas e intercambios de
investigación. Universidad Nacional del Nordeste, Facultad de Humanidades, pp. 4-28:
https://hum.unne.edu.ar/publicaciones/insletras/actas_semiotica_17.pdf.
2015. Prólogo a Itatí Rodríguez, El acto escolar como formato comunicativo. Todo está guardado
en la memoria. Posadas, Editorial Universitaria.
2012. Exploraciones discursivas. Ed. de autor –Programa de Semiótica:
https://programadesemiotica.wixsite.com/unam.
(También: https://docs.wixstatic.com/ugd/c2b911_0a0f3d2ee93d4773bdc5a182362bf6ec.pdf).
2011. Comunicación, semiótica, investigación. Algunas ideas y relaciones. España, EAE-LAP.
2011. “Massmediación, actualidad y memoria. Archivo, mapas, pistas”. C. Andruckievitzs y C.
Guadalupe Melo, comps, Cartografías semióticas (digital), VIII Congreso Nacional y III
Internacional Asociación Argentina de Semiótica. AAS -Programa de Semiótica-UNaM:
http://www.aasemiotica.com.ar/.
2010. Capítulo 1: “Comunicación y educación. Diario, actualidad, memoria y democracia”. En
M. Lombardini (coord.), Cuaderno electrónico interdisciplinario: Entre medios y memoria. Los 24
de marzo en Misiones 1976-2006 (CD). CEDIT-Gbno. Pcia. de Misiones. Posadas.
2009. “Cronotopías mediáticas. Diarios, fiestas, calendarios, mapas”. S. Frutos et al., comps.,
Temporalidades. El tiempo de los objetos, de los relatos, de las representaciones, de los
imaginarios. E-book Actas II Congreso Internacional y VII Congreso Asociación Argentina de
Semiótica. UNR Editora: http://www.bdp.org.ar/facultad/comunicacion/actas_congreso.php.
2006. Comunicación/Educación. Teoría y práctica. Posadas. Editorial Universitaria. (Edición
digital disponible: https://editorial.unam.edu.ar/images/documentos_digitales/COMUNICACION-
EDUCACION_Teoria_y_practica-Marcelino_Garcia.pdf).
2004. Narración. Semiosis/Memoria. Reedición, corregida y aumentada (1ª edic. 2002). Posadas,
Editorial Universitaria.
2002. “Silogismo práctico y narración”. M. M. García Negroni (edic.), (E-book) Actas: Congreso
Internacional: La Argumentación. Instituto de Lingüística -Universidad de Buenos Aires; Buenos
Aires.

35
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

2001. “Trans-formación estética. Imaginación narrativa y memoria”. En AAVV, El fomento del


libro y la lectura /1 (pp. 119-139). Resistencia, Centro de Altos Estudios Literarios y Sociales,
Fundación M. Giardinelli.
1992. La comunicación en la escuela. Para un proyecto de periodismo escolar. Posadas. Eds.
Güembé.
1990. La imagen de la mujer en el diario La tarde: algunos trazos para un posible bosquejo.
Posadas. Secretaría de Investigación y Postgrado (FHyCS-UNaM).

Artículos en revistas
2020. “Des/orientaciones contemporáneas y explosiones massmediáticas. Notas en cronotopos de
fronteras”, Ñeatá. Revista digital del Grupo de Estudios Semio-discursivos, Vol. 1, 3-15 (GESEM,
SGCyT-UNNE): https://revistas.unne.edu.ar/index.php/nea/index.
2019. “Experiencia de formación docente en Comunicación Audiovisual y Educación”, Tekohá
Vol. 1 –N° 9, nov., pp. 1-7. Sec. de Ext. y Vinculación Tecnológica (FHyCS-UNaM):
https://edicionesfhycs.fhycs.unam.edu.ar/index.php/tekoha/article/view/294/243.
2019. “Prenuncio de una ponencia sobre massmediación, formato y dispositivo”. Sobreescrituras.
Umbrales del Congreso, especial, invierno, 37-40, UNA.
https://pub.flowpaper.com/docs/http://sobreescrituras.com.ar/wp-
content/uploads/2019/09/sobreescrituras5_.pdf.
2017-2018. “Artimañas comunicativas en publicidad y propaganda”. Continuidades N° 4
(Programa de Semiótica, FHyCS-UNaM): http://vta-continuidades.com.ar.
2017-2018. “Comunicación publicitaria. Pre-textos y merodeos”. Continuidades N° 4.
2017-2018. “La cosa, el punto, el caso, la punta… Algunas líneas sobre Semiótica, enseñanza e
investigación”. Continuidades N° 4.
2017. “Fronteras disciplinares. Conjetura para la interdisciplinariedad”. Cuadernos de
Humanidades, Dossier Estudios de Fronteras N° 28, 17-36. Fac. de Humanidades, UNSa:
https://drive.google.com/file/d/1X0KM-liK6AxrZ6M0fZfk9nnGjidTC_cJ/view.
2016. “Algunas notas y observaciones sobre el formato: Clarín”. Continuidades N° 3. Programa
de Semiótica (FHyCS-UNaM): http://vta-continuidades.com.ar.
2016. “Enseñar y aprender Semiótica. Presentación de un programa”. Continuidades N° 3.
2016. “Inscripciones –ayudamemoria”. Continuidades N° 3.
2015. “Medios, diarios, periodismo. Rodeos y conflictos sobre verdad y poder”. Continuidades 2.
2015. “Comunicación y memoria. Algunas exploraciones”. Continuidades N° 2.
2015. “Michel Foucault, La ética del pensamiento. Para una crítica de lo que somos. Re/cortes de
itinerarios y montaje de citas”. Continuidades N° 2.
2014. “Sentidos en el aire. Apuntes sintónicos sobre radio” (pp. 1-10). Continuidades. N° 1.
2014. “Nosotros, con-fabuladores” (pp. 1-10). Continuidades. N° 1.
2014. Coautoría con M. Lombardini, “Entrevistas a periodistas de Posadas” (pp. 1-16).
Continuidades N° 1.
2014. “Re-abrir el juego semiótico. Práctica y relato de un itinerario indagatorio”. La Rivada.
Investigaciones en Ciencias Sociales N° 2, agosto, 63-77. Sec. Investigación y Posgrado, Fac. de
Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Misiones: www.larivada.com.ar.
2013. “Re-impresiones des-localizadas pasajeras”. Demonio Urbano. Suplemento especial:
Ciudades del Mundo, Año 1 -Nº 3, Verano (p. 14). Buenos Aires, Instituto Walter Benjamin y
Aidos Editores: http://www.walterbenjamin.org.ar/down/REVISTADEMOURB3.pdf.
2013. “Operación massmediática: Re-elaboración de la memoria pública y conformación del
archivo contemporáneo”. De Prácticas y Discursos. Cuadernos de Ciencias Sociales, Año 2, Nº 2
(1-14). Centro de Estudios Sociales –Universidad Nacional del Nordeste (CES-UNNE):
http://ces.unne.edu.ar/revista2/ (Editado también en:
<http://biblioteca.clacso.edu.ar/Argentina/ces-unne/20141001045224/Garcia.pdf).
2011. “Investigación semiótica. Algunas pro-posiciones y relaciones”. En Razón y palabra.
Primera revista electrónica en América Latina especializada en comunicación 78, noviembre
2011/abril 2012 (1-38). Proyecto Internet del ITESM Campus Estado de México. México:
www.razonypalabra.org.mx.
36
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

2010. “De giros y (sus) re(la)tos. Fragmentos y digresiones”. En Razón y palabra. Primera revista
electrónica especializada en Comunicación 73, agosto-octubre (1-28). México:
www.razonypalabra.org.mx.
2009. “Diarios y conflictos. Montaje esceno-gráfico del MERCOSUR”. En Diálogos de la
Comunicación -Medios y conflictos en Iberoamérica. Más allá de los enfoques políticos Nº 81
<78>, enero-julio. Lima, FELAFACS: http://dialogosfelafacs.net/wp-content/uploads/2015/81/81-
revista-dialogos-diarios-y-conflictos.pdf.
2008. “Educación y comunicación. Pistas para des-andar el camino… o el difícil arte de la
(trans)formación”. En Revista Argentina de Comunicación, Año 3 -Nº 3 (pp. 91-95). Buenos Aires,
FADECCOS-Prometeo.
2006. “De los medios, su estudio, sus fines”. En Estudios Regionales, Año 14, Nº 32 (pp. 49-70).
Secretaría de Investigación y Postgrado (FHyCS-UNaM).
2006. “Contar (nuestra) Mision(es). Massmediación, memoria, comunidad, identidad”. En
Unirevista, Vol. 1, Nº 3, julio (pp. 1-13). Unisinos, S. Leopoldo, Brasil:
http://www.unirevista.unisinos.br/.
2005. “Semio(crí)tica”. En Estudios Regionales Año 13, Nº 29 (pp. 102-108). Secretaría de
Investigación y Postgrado (FHyCS-UNaM).
2004. “Vida urbana y massmediación”. En Estudios Regionales, Año 12, Nº 24 (pp. 14-31).
Secretaría de Investigación y Postgrado (FHyCS-UNaM).
2004. “Sonidos con/sentidos. El diario (y el) con/sentimiento de la sonoridad urbana”. En Estudios
Regionales, Año 12, Nº 27 (pp. 27-44). Secretaría de Investigación y Postgrado (FHyCS-UNaM).
2000. “El texto escolar: complejo mnemo-semiótico matricial”. En Estudios Regionales, Año 9, Nº
14 (pp. 23-29). Secretaría de Investigación y Postgrado (FHyCS-UNaM).
1992. “Notas sobre la vida cotidiana de Posadas en el Diario La Tarde”. En Estudios Regionales
Nº 4, serie Letras, Vol 1 (pp. 54-60). Secretaría de Investigación y Postgrado (FHyCS-UNaM).

Actas, memorias
2020. “Mass-mediación: formato y dispositivo”, Actas 14 Congreso Mundial de Semiótica:
Trayectorias, Tomo I Trayectorias y teorías, M. T. Dalmasso y C. Guerri, coords., Buenos Aires,
IASS-AAS–UNA, pp. 151-162:
file:///C:/Users/Usuario/Downloads/Proceedings_IASS_2019_tomo_1.pdf.
2017. Algunas líneas sobre Semiótica, enseñanza e investigación. Segundo Encuentro de Cátedras
de Semiótica. Facultad de Humanidades (UNNE). En Actas, N. Colombo, comp., UNNE:
https://hum.unne.edu.ar/publicaciones/insletras/actas_semiotica_17.pdf.
2015. “Continuidad y metamorfosis. Claves semióticas para un andamiaje indagatorio”. XIX
Jornadas Nacionales de Investigadores en Comunicación. Red Nacional de Investigadores en
Comunicación -Departamento de Comunicación Social (UNNE). Corrientes. Publicada en
Memorias N° 19: Epistemología, debates y fronteras en el campo de la Comunicación
Latinoamericana: http://redcomunicacion.org/memorias/.
2015. “Texto/investigación. Intervenciones disciplinares, experimentación, continuidad,
abducción”. Jornadas de investigadores 2015: “Fronteras y liminaridades. Espacios de diálogo,
confrontación y descubrimiento”. Sec. Investigación y Posgrado (FHyCS-UNaM). Publicada:
http://www.fhycs.unam.edu.ar/jinvestigadores/wp-content/uploads/2015/12/GARCIA-Marcelino-
Ponencia-Jornadas-SINVyP-20151.pdf.
2010. “Actualidad y memoria. Diarios, mapa, agenda, archivo, indicios”. Actas (CD) VIII
Encuentro Argentino de Carreras de Comunicación Social. FADECCOS-UCSE.
2009. “Con-figuraciones mnemosemióticas. El manual de historia”. Acta (CD) III Congreso
Internacional “Transformaciones culturales: debates de la teoría, la crítica y la lingüística”. Fac. de
Filosofía y Letras (UBA).
2008. “El in-genio tecno/lógico. Comunicación y memoria”, Acta (CD) VI Encuentro Nacional de
Careras de Comunicación Social. FADECCOS-UNER.
2007. “Diarios y agendas”. Acta (CD) V Encuentro Argentino de Carreras de Comunicación
Social. Fac. de Ciencias Sociales, Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires.

37
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

2007. “Trans-formaciones narrativas y retóricas. Semiosis, memoria, identidad, comunidad,


imaginario. Manuales y diarios”. Actas (CD) I Jornadas Internacionales sobre Retórica y lenguajes
de la cultura. Centro Investigaciones Lingüísticas, Fac. de Lenguas, Universidad Nacional de
Córdoba.
2004. “Yo fabulado(r). Discurso, Memoria, Identidad”. 70 años de Periodismo y Comunicación en
América Latina. Actas VII Encuentro ALAIC (CD). La Plata.
2003. “La sacudida de la crisis. Comunicación, opinión pública y democracia”. Actas (CD):
Encuentro Argentino de Carreras de Comunicación Social. Universidad Nacional de San Juan.
2002. “Viajar/Contar”. En Papers ALAIC 2002. Producción científica de Grupos de Trabajo VI
Encuentro ALAIC (Santa Cruz de la Sierra, Bolivia): www.eca.usp.br/alaic/gtshtm.
2001. “El texto escolar: complejo mnemo-semiótico matricial”. Schmitz, W. (ed.), Sign Processes
in Complex Systems, Proceedings of the 7° International Congress of the IASS-AIS. Dresden:
Thelem.
2000. “Avatares narrativos del sujeto”. En Memorias V Jornadas Nacionales de Investigadores en
Comunicación (C.D). Paraná, Red Nacional de Investigadores en Comunicación y Facultad de
Ciencias de la Educación (UNER): http://www.uner.edu.ar/.
1996. “El sonido y la furia de la radio”. En Actas III Jornadas Internacionales de Jóvenes
Investigadores en Ciencias de la Comunicación (pp. 287-290). Madrid, Asociación Mercurio -
Universidad Complutense de Madrid.

Sitios Web
Repositorio Argos (FHyCS-UNaM): http://argos.fhycs.unam.edu.ar/handle/123456789/39
Biblioteca Virtual CLACSO: http://www.biblioteca.clacso.edu.ar/
Facebook -Continuidades: https://www.facebook.com/Revista-Continuidades-1507769832812119
Cartografía de Investigaciones Semióticas Relevamiento 2011-2013. A. M. Camblong et.al.;
compilado por C. Andruskevicz, C. Guadalupe Melo, F. Fernández; dirigido por A. Camblong;
edición literaria a cargo de C. Andruskevicz; C. Guadalupe Melo, F. Fernández. Posadas: Asoc.
Argentina de Semiótica. E-Book. AAS –Programa de Semiótica. Archivo:
file:///C:/Users/Usuario/Downloads/Cartografia_de_Investigaciones_Semiotica.pdf
(También en Academia:
https://www.academia.edu/6657214/Cartograf%C3%ADa_de_Investigaciones_Semi%C3%B3tica
s_AAS)

38
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Autores, discursos

Diría lo mismo que Bourdieu sobre lo que sería la relación justa con los discursos y
textos, el conocimiento y los pensadores, y no sólo del pasado: entablar con ellos relaciones
pragmáticas, recurrir a ellos “como ‘compañeros’, en el sentido de la tradición artesanal, a
quienes se puede pedir una ayuda momentánea en las situaciones difíciles”31.
En consideración de Cornelius Castoriadis, a propósito de algunas cruces, dilemas,
econtronazos y acechanzas, donde reflexiona sobre “El destino de los totalitarismos”:
“No se honra a un pensador alabándolo y ni siquiera interpretando su trabajo, sino que se
lo hace discutiéndolo, manteniéndolo vivo y demostrando por los hechos que ese autor
desafía el tiempo y conserva su vigencia.” (Los dominios del hombre: las encrucijadas del
laberinto, Barcelona, Gedisa, 1994 <1986>, p. 50)

Las canteras de Peirce y Bajtín ofrecen un filón de una riqueza inapreciable para
seguir explotando. No sólo preservando, custodiando, invocando, con talante de feligrés.
Así, como criterio para hacer las referencias a Peirce recurrimos en general a las ediciones
en español, en soporte papel y digital; sin ignorar, y esto es lo primero que advertimos a los
alumnos en nuestras clases, la arquitectónica peirceana, es decir el carácter sistemático de
su obra, que implica la puesta en relación de las diferentes “piezas” que la componen para
su comprensión, siguiendo la “recomendación especial” de Peirce (en La arquitectura de
las teorías <1891>, a propósito de la máxima kantiana al respecto, cuya importancia estima
no suficientemente comprendida) de “que se haga un estudio sistemático de las
concepciones a partir de las cuales una teoría filosófica puede ser construida, con el fin de
averiguar el lugar que cada concepción debe ocupar exactamente en dicha teoría, y a qué
usos está adaptada” (cfr. Santaella Braga, 1992). Pero con este principio no va de suyo
necesariamente y a cualquier efecto que haya que leer las más de 90 mil páginas que se
conocen de las escritas por Peirce, que además no se encuentran del todo sistematizadas y
disponibles públicamente con cierta facilidad (sí catalogadas), para ad-mirar su edificio y
recibir el certificado que acredite usos y menciones.
“Buena parte de mi trabajo nunca será publicado. Si antes de morir lograra hacer
accesible mucho de este trabajo, tan accesible como dificultoso es de descubrir para otros,
me sentiría excusado de todo lo demás. Mi aversión a publicar cualquier cosa no se debe a
la falta de interés en los otros, sino al convencimiento de que, después de todo, una filosofía
31
Bourdieu se refiere a los “obstáculos para el progreso de la investigación <que> es este funcionamiento
clasificatorio del pensamiento académico, y político, que, a menudo, proscribe la invención intelectual
impidiendo la superación de las falsas antinomias y las falsas divisiones”, “el principal obstáculo” para la
“justa relación con los textos y con los pensadores del pasado” (“Fieldwork in pholosophy”, entrevista con
Honneth et al., Cosas dichas, p. 38).
39
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

sólo puede transmitirse de boca en boca, donde se da la oportunidad de objetar e


intercambiar preguntas, y que imprimir no es publicar salvo que el asunto sea muy frívolo.”
(Peirce, “Carta a Lady Welby”, 2 de dic. 1904)

Y en razón de la dialogía y la memoria es necesario re/leer muchas otras páginas,


de otros autores, de diferentes campos de saber (una buena y ejemplar gimnasia peirceana,
que ayudaría a despejar algunas de las dificultades debidas a cierta re-partición disciplinar
y práctica especializada), no pocas de las cuales abonan la comprensión de Peirce y pueden
contribuir al desarrollo enriquecido de su proyecto, aun más allá de él mismo si es el caso;
aunque es cada vez más difícil observar la pauta de trabajo preconizada por Peirce en
cuanto a “los estudios previos a la construcción de una gran teoría <que> deben ser, al
menos, tan deliberados y completos como aquellos que son previos a la construcción de
una casa para vivir”:
“<…> toda persona que desee formarse una opinión acerca de los problemas
fundamentales debería, antes que nada, hacer una investigación completa del conocimiento
humano, debería tomar nota de todas las ideas valiosas de cada rama de la ciencia, debería
observar en qué aspecto precisamente ha sido exitosa cada una y dónde ha fallado, con el
fin de que, a la luz de una familiaridad completa, así alcanzada, acerca de los materiales
disponibles para una teoría filosófica y de la naturaleza y fuerza de cada uno, pueda
proceder a estudiar en qué consiste el problema de la filosofía, y el modo apropiado de
resolverlo.” (“La arquitectura de las teorías”)

El rizo se riza aún más con cierta “reticencia” de la industria editorial “para editar
los textos que están citados o analizados en su lengua original” (Chartier, 2010). Sería un
poco contradictorio para alguien que hace semiótica y expone públicamente su trabajo, y
hasta una pobre comprensión de la semiosis y el diálogo, seguir la autoridad del arkhé al
pie de la letra; limitar el significado al idioma original del autor, por lo demás puesto en
uso en un contexto histórico determinado como toda lengua; y no re-actualizar las
posibilidades de sentido dadas por las ‘traducciones’ y los inter-cambios, en que consiste el
proceso semiótico (cfr. Merrell, 1998). Flaco favor haríamos a la memoria si persistiéramos
en la lectura de Homero sólo en la lengua de origen ¿?, y, de-mostración por el absurdo, si
la Iglesia Católica se empecinara en dar la misa en latín ¿?. Cabe dudar acerca de si esa
convención seguida para la mención bibliográfica en el caso de Peirce contribuya mucho al
crecimiento de los signos, y de la comunidad de interpretación, que tanto pre-ocupaba a
Peirce, en consonancia con el principio social –público en el que está enraizada su
concepción lógica –semiótica:
“Podría parecer extraño que presentara tres sentimientos, a saber, el interés en una
comunidad indefinida, el reconocimiento de la posibilidad de que este interés se haga
40
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

supremo y la esperanza en la ilimitada continuidad de la actividad intelectual, como los


requisitos indispensables de la lógica.” (“La doctrina de las posibilidades” <1878>)

Sería más auspicioso y productivo en ese sentido continuar impulsando la edición y


difusión de su profusa obra, por diversos medios y en distintos idiomas. En el caso de
Bajtin, en cambio, cuya producción no es menor, no se estila las referencias a las obras
completas en ruso, y de la misma se cuenta con una parte importante en español y se sigue
traduciendo y re-editando; de donde la necesidad también de re-ordenar la lectura de este
autor al hilo de la publicación de los textos que se van conociendo, restableciendo,
traduciendo (y quienes vivimos en enclaves de fronteras y nos ubicamos en regiones
liminares, en varios sentidos, nos reservamos el derecho de defender y practicar cierta
sensibilidad respecto de la cuestión lingüística, y también del conocimiento).

Los maestros hacen crecer, y a la hora de buscar buenas guías de acción, esto
hace la diferencia, que produce diferencias en la práctica (Rorty 1997: 54). Y si no,
¿para qué dedicarles tiempo a las ideas, propias y ajenas; o definir y desarrollar un
proyecto (de vida) intelectual?
“<…> aunque he tenido diversas proposiciones universales respecto a los Signos bajo
inquieta deliberación durante muchos años, no he sido capaz de quedar satisfecho respecto
a una sola de ellas. (Nótese bien que habiendo hecho esta declaración explícita no será
necesario que exprese mis dudas otra vez). Esto no es a causa de alguna razón definida
para la duda, sino que simplemente al haber sido incapaz de recomendar mi argumento a
alguna mente excepto a mi yo cauteloso, no puedo evitar cuestionarme vagamente si una
inteligencia fresca, no restringida por el insistir siempre en las mismas cuestiones, no
podría comenzar objeciones que han escapado a mi propio entendimiento fatigado a causa
de su misma obviedad <…>. Considero muy probable que mis dudas acerca de todas las
predicaciones universales relativas a los signos sean en su mayor parte bastante gratuitas,
pero aun así el no tener una segunda persona a la que apelar respecto a la razonabilidad de
mis dudas impide que las deje descansar.” (Peirce, “Un esbozo de crítica lógica”)

Un tema de todos los días y auténtica preocupación de los docentes es el problema


real de lectura de los estudiantes; y quienes dictamos asignaturas teóricas y metodológicas
en la universidad conocemos bien las dificultades de los alumnos para analizar,
problematizar, relacionar, articular teorías, construir objetos de estudio, elaborar proyectos
de investigación (cómo reconocer y establecer relaciones de sentido si el equipaje es
liviano, sin una enciclopedia y un instrumental debidamente equipados; cómo pensar un
problema o un objeto, si a su vez no se puede dar cuenta del llamado estado del arte o los
antecedentes, y cómo resolver esto si no se conoce al menos el campo disciplinar

41
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

correspondiente… esto es re-ver el trabajo de la ‘memoria’). Puesto que se conoce a partir


de lo conocido, y lo que se piensa y sabe será interpretado en otro pensamiento –signo, la
lectura supone la re-apertura del diálogo, el juego mnemosemiótico, cuyas cartas son más
lectura, más juego, para desplegar incesantemente, cada vez más rica y desarrollada, la
relación constitutiva semiosis/memoria, que Peirce y Bajtín nos hacen pensar, entre otras
ideas que producen efectos prácticos en la realidad.

Entre las causas del “lamentable estado de cosas” en que se encontraba la ciencia de
la lógica (cuando escribe Peirce), carente de un desarrollo completamente satisfactorio,
Peirce menciona en segundo lugar que “un hombre no puede cultivar una ciencia
puramente teorética a menos que sea rico o se halle en una posición en la cual recibirá
comida y atavío a cambio del tiempo que consuma en ese empeño. No importa cuán devoto
pueda ser a ese estudio, descubrirá —como lo sé yo, para mi desventaja— que los
obstáculos materiales son casi insuperables” (“El tratamiento apropiado de las hipótesis -
Capítulo preliminar para un examen del argumento de Hume contra los milagros, en su
Lógica y en su Historia-” <1901>). Una condición que des/afortunadamente ni Peirce ni
Bajtín cumplían completamente. En la historia de vida de ambos no fueron pocas las
difíciles pruebas y peripecias que debieron sortear los dos “héroes”. Genio y figura tallados
por cierta marginalidad, soledad, reclusión voluntaria o forzada, exilio, penuria,
enfermedad, incomprensión, elección de caminos nada sencillos y cómodos.
Peirce se lamentaba, en su práctica comunicativa epistolar con Lady Welby (20-05-
1911), de qué manera encontraría tiempo para escribir incluso el artículo con el cual tanto
deseaba contribuir al libro que tenía en la cabeza, dada la situación en la que se encontraba,
“literalmente”; y le cuenta en su carta: “Esta es literalmente nuestra situación ahora. No
podemos pagar una criada ni tener en cuenta las solemnes advertencias del médico sobre la
salud de mi esposa. Lo único que puedo hacer es invertir mi energía en detalles domésticos.
<…> Yo, que solía estar totalmente al tanto del estado actual de todos los principales
problemas científicos, no he visto un nuevo libro o una reseña bibliográfica durante años
<‘los últimos tres’>” (en la carta menciona La evolución creadora de Bergson, de 1907). Y
en la posdata dice: “temí que en mi afán de expresar lo que acabo de decirle, hasta pudiera
dar a entender que estoy solicitando alguna ayuda. Probablemente la palabra ‘penuria’ es
una exageración. Actualmente estamos en condiciones de obtener lo que es comúnmente
indispensable para mantener la vida sin incurrir en deudas. Pero no hay duda de que,
42
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

teniendo en cuenta el estado de salud de mi esposa, esta dura vida la está matando con
rapidez. Por consiguiente, mi primer deseo, así como mi primer deber, consiste en no
trabajar en nada que no mejore su situación. Por ejemplo, evidentemente fue perverso que
yo trabajara durante dos meses por 50 dólares, dado que no es posible mantenerse con esa
suma” (se refiere a lo que le pagó el Hibbert Journal por “Un argumento olvidado a favor
de la realidad de dios”). Pero, a pesar de todo, cuenta en la carta, “tengo en la cabeza un
libro”, con la confianza de que “causará una seria impresión”. El hombre y sus
circunstancias, poco más o menos las de tantos que apenas podemos con-jugar
metafóricamente (con) algunas, ciertas, verbalizaciones sobre unos pocos problemas (de las
que estamos al tanto, y al tanteo), en forma de libro, apresurados y apremiados por un
tiempo que ya no dedicamos a la correspondencia hecha a mano.

Y, por su parte, según refiere Bocharov, en la conversación que mantuvo con Bajtín
en junio de 1970, “surgía la idea, a la luz de la fama cada vez más difundida, de que
<Bajtín> veía su propia vida, en su totalidad, como un fracaso” (en Zavala, coord., 1996:
113).

Varios proyectos de Peirce y Bajtín quedaron inconclusos o fueron abortados o


deshechados; y Bajtín se vio tempranamente en la necesidad de destruir (al menos por lo
que cuenta) algún trabajo (que tampoco terminó) y estaba sujeto a control oficial y censura.
“Fue apenas en 1911, tres años antes de morir, cuando Peirce consiguió el reconocimiento
público como lógico; no obstante, no fue sino después de muerto cuando Charles Sanders
Peirce comenzó a ser llamado filósofo” (Santaella, 1992: 62).
“Según los testimonios de la gente que lo rodeaba en los últimos años de su vida,
Bajtín se consideraba un filósofo: ‘pero no marxista’” (Bubnova, en Zavala, coord., 1996:
14) y “al final de su vida lamentó que en su momento no lograse terminar de filosofar a
gusto…” (Bocharov, p. 103). Para Bajtin la filosofía era una “ciencia rigurosa” (según sus
propias palabras recogidas por Bocharov, p. 99), “comienza allí donde se acaba la
cientificidad exacta y donde se inicia otra cientificidad. La cual puede ser definida como el
metalenguaje de todas las ciencias (y de todos los tipos de conocimiento y de la
conciencia)” (Bajtín, 1985, “Hacia una metodología de las ciencias humanas”).
Refiriéndose al texto en las ciencias humanas, Bajtin define su análisis:

43
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

“[…] como filosófico gracias a consideraciones de carácter negativo: no se trata aquí


de un análisis lingüístico, o filosófico-literario, o de algún otro tipo especializado. Las
consideraciones positivas son las siguientes: nuestra investigación se desenvuelve en
zonas fronterizas, es decir sobre los límites entre las disciplinas mencionadas, en sus
empalmes y cruces.” (Bajtin, 1985, “El problema del texto”, p. 294)

El edificio bajtiniano también es complejo (comprende filosofía, estética,


epistemología, teoría, metodología) y desde que comenzó a proyectarlo y construirlo la
filosofía integraba el diseño, desarrollada tempranamente como una “filosofía primera”,
que tenía que ser una filosofía moral, participativa, centrada en el acto ético y la
responsabilidad, que hay que tener muy en cuenta para re-leer su obra (Bajtín 1997). Bajtín
traspone la arquitectónica kantiana al mundo real, que “incluye la realidad ética, la estética
y la cognoscitiva en una unidad”, en el que se dan y se vivencian las relaciones yo-para- mí,
yo-para-otro, otro-para-mí, “y su articulación en cada uno de los campos de la actividad
humana es una ‘arquitectónica’” (Bubnova, en Zavala coord, 1996: 20, 23-24): “El
principio arquitectónico supremo del mundo real del acto ético es la oposición concreta,
arquitectónicamente válida, entre el yo y el otro” (Bajtín, 1997: 79). En los textos del
círculo de Bajtín se presentan sendas teorías del signo –ideológico, el sujeto, el lenguaje, la
literatura y la creación cultural en general, en diálogo con el marxismo, el sicoanálisis y
Freud, la lingüística y Saussure, el formalismo ruso (Voloshinov, 1999 <1927>, 1992
<1929>, Bajtin/Medvedev, 1994 <1928>); y de manera integral, se establecen las bases
para una extensa ciencia de las ideologías, “que abarca, sobre la base de un mismo
principio de concepción del objeto y de un método único de estudio, todas las áreas de la
creación ideológica del hombre” (Bajtín/Medvedev, 1994: 41), que se entiende como un
programa de semiótica, de fundamental importancia para el campo de estudios humanos y
sociales, sobremanera los de comunicación. Pero la “revolución bajtiniana” (Ponzio, 1998)
pasa por varias “piedras” arrojadas a varios blancos (para nombrar algunas: alteridad,
diálogo, comprensión, exotopía –extraposición, profundidad, frontera, multi-acentuación
ideológica, lo dialógico/monológico, polifonía, plurilingüismo, género discursivo,
cronotopo, palabra de la lengua –ajena –propia, discurso interior –interiormente persuasivo
–autoritario, triple orientación del discurso, carnaval -risa…).
Es bastante observado y discutido el carácter fragmentario de la obra de Peirce y de
Bajtín (cfr. Apel, 1997; Santaella 1992; Bubnova, en Zavala coord., 1996; Bajtín, 1997,
2000; Zavala, 1991; Bocharov, en Zavala. coord., 1996). Más que una marca de (estilo de)
pensamiento, la fragmentariedad (y habría que ver cómo se la entiende) podría ser un
44
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

efecto de superficie del discurso, que podría tener que ver con las condiciones de
producción, conservación, transmisión y re/edición de la obra de ambos; además de la
dinámica de trabajo y la escritura incesante, la revisión continua de borradores y apuntes, la
reelaboración de los textos, la no concreción o finalización de varios trabajos (aunque
ciertamente Peirce publicó mucho, es bastante más el trabajo inédito; y la vida difícil de
Bajtín no le facilitaba la conformación y conservación de su propio archivo). Como sea los
dos pensadores llevaban a cabo un work in progress, caracterizado en gran medida por la
inconclusividad. Según Bocharov, en el caso de Bajtín “Parecería que rehuía atar los cabos
de su sistema, puesto que en el mismo objeto los cabos quedan sueltos”, de modo que
“existe una negación de principio para terminar el edificio y coronarlo con una cúpula, y a
su lado existe una simple falta de conclusión, un no acabar de decir” (p. 111). Es que la re-
generación del conocimiento y el establecimiento de la verdad re-quieren el diálogo,
inacabado y permanentemente renovado a lo largo del gran tiempo (y la co-operación, la
libertad…), y son de carácter eminentemente social e histórico. A propósito del diálogo
socrático, una de las matrices de la vertiente “dialógica” de la novela (la literatura, el
discurso, la cultura), en la que se inscribe la novela de Dostoievski, dice Bajtín:
“En la base del género está la noción socrática acerca de la naturaleza dialógica de la
verdad y del pensamiento humano acerca de ésta. El método dialógico de la búsqueda de la
verdad se opone a un monologismo oficial que pretende poseer una verdad ya hecha, se
opone también a la ingenua seguridad de los hombres que creen saber algo, es decir, que
creen poseer algunas verdades. La verdad no nace ni se encuentra en la cabeza de un solo
hombre, sino que se origina entre los hombres que la buscan conjuntamente, en el proceso
de su comunicación dialógica.” (Bajtín, 1993: 155).

Esta perspectiva de pensamiento y esta actitud positiva hacia los procesos, sus
derivaciones, transformaciones, las revisiones, rectificaciones y correcciones que se puedan
desprender de ahí, se corresponde con la importancia que Peirce y Bajtín dan a la historia
(y lo histórico-social) y a la comunidad; y en general al problema del tiempo y al futuro.
“El mundo de la acción es el mundo de un futuro intrínsecamente anticipado. <…> Todo
horizonte de la conciencia que actúa se compenetra y se desintegra en su estabilidad por la
anticipación de una futura realización” (Bajtín, 2000, “Autor y héroe en la actividad
estética”, pp.62-63). En definitiva, se trata del continuum comunicativo (del que todo
discurso no es más que un momento), que a su vez no es más que un momento del
“continuo y multilateral proceso generativo” de una comunidad cierta y determinada
(Voloshinov, 1992, segunda parte, cap. 3):

45
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

“La significación no existe sino en la relación de la comprensión, esto es, en la unión y en


la coordinación recíproca de la colectividad ante un signo determinado. La comunicación
es aquel medio en el que un fenómeno ideológico cobra por primera vez su ser específico,
su sentido ideológico, su carácter sígnico.” (Bajtín/Medvedev, 1994: 48).

El transcurrir semiótico, durante el cual se dirime el sentido y se miden las fuerzas


para imponer una valoración y acentuación ideológica con pretensión de reconocimiento
social y legitimidad, explica el hecho de que “Ni una sola corriente científica (que no sea
deliberadamente falsa) es totalizante, y ni una sola corriente se ha conservado en su forma
inicial e invariable. En la ciencia no hubo ni una sola época en que existiese una sola
corriente (aunque casi siempre haya existido una corriente dominante)” (Bajtin, 1985, “De
los apuntes de 1970-1971”, p. 358).
Peirce se dedicó mucho a la práctica de diferentes ciencias y a la historia de la
ciencia y las ideas; y Bajtín, a la historia de la literatura y la cultura (además de la docencia
ejercida por ambos), y no hará falta recordar que para él “El problema de la memoria
adquiere uno de los lugares centrales en la filosofía” (y en las “ciencias humanas” y en la
“vida”), con un papel fundamental en la “eterna transfiguración del pasado” (Bajtín, 2000,
“Hacia los fundamentos filosóficos de las ciencias humanas –fundamentos para una
‘heterociencia’-“, p. 154; este texto de fines de los años 30 o principios de los 40 es el
punto de partida de los apuntes “Hacia una metodología de las ciencias humanas”).

“Un texto vive únicamente si está en contacto con otro texto (contexto). Unicamente en el
punto de este contacto es donde aparece una luz que alumbra hacia atrás y hacia delante,
que inicia el texto dado en el diálogo” (Bajtín 1985, “Hacia una metodología de las ciencias
humanas”, p. 384).

***
Por el tipo de género que es un prefacio, y el carácter y la finalidad de los textos que
siguen, no cabe aquí ocuparse in extenso del proyecto intelectual de Peirce y Bajtin ni
desarrollar exhaustivamente un contrapunto entre ambos. Basta con señalar la importancia
de sus aportes y el provecho que resulta de una puesta en relación de dos autores de tal
talla, para re-plantear algunas preguntas y respuestas en torno de ciertas cuestiones que
siguen dando que pensar en las “esferas de creatividad ideológica” que nos pre-ocupan y
ensayar algunas claves de trabajo.
“El sentido es potencialmente infinito, pero sólo puede actualizarse al tocar otro sentido
(un sentido ajeno), aunque sólo se trate de una pregunta en el discurso interior del que

46
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

comprende. Cada vez el sentido ha de entrar en contacto con otro sentido para descubrir
nuevos momentos de su infinitud.” (Bajtin, 1985, “De los apuntes de 1970-1971, p. 368).

De todas maneras, éste es sólo un breve turno y un momento de la larga, necesaria y


enriquecedora conversación que puede mantenerse prolongadamente, más o menos amable
y/o acaloradamente. Ese saludable ejercicio al que eran tan dados los dos pensadores, en
los encuentros del Club Metafísico, como “nos llamábamos a nosotros mismos de forma
medio irónica, medio desafiante” “un grupo de hombres jóvenes”, “A comienzos de los
años setenta”, “en el viejo Cambridge, a veces en mi estudio, a veces en el de William
James”, en los que “no tomábamos nada excepto gachas, leche y azúcar” (Peirce,
Pragmatismo <1907>); y en las reuniones del círculo de Bajtin, iniciado en la ciudad de
Nevel, hacia 1918, como cuenta Bajtin en una carta <1921>: “té cargadísimo y
conversaciones hasta el amanecer”, y dice Voloshinov en unos versos: “Aquí vivieron un
poeta <Voloshinov> y un filósofo <Bajtín>/ En los helados días invernales,/ Y trataban de
resolver/ Muchos problemas malditos” (Bubnoba, en Zavala, coord., 1996: 63, 65).
La conversación, las variaciones que se producen durante el devenir y las
narraciones que se re-generan a partir de y sobre el proceso viviente que es la ciencia, que
se ocupa de conjeturas, que o van a ser construidas o bien van a ser sometidas a prueba,
serían la “sal de la vida” de esa búsqueda de hombres vivos cuya característica más
marcada, cuando es genuina, es un incesante estado de metabolismo y crecimiento (Peirce,
“Una clasificación detallada de las ciencias” <1902>).

47
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

De giros y (sus) re(la)tos.


Fragmentos y digresiones32

Hace ya muchos años33 que se viene registrando (la historia de) varios “giros” de
pensamiento, ideas, conocimientos, prácticas, movimientos… (epistemológicos,
filosóficos, teóricos, metodológicos, políticos, económicos, sociales, culturales…), al punto
que pareciera que esto de ‘girar’ nos está mareando, despistando, tirando de los pelos de
acá para allá, nos deja tambaleando, medio desconcertados, sin saber muy bien, a ciencia
cierta, por dónde y cómo seguir andando…después de dar tantas vueltas…34
Entre estos virajes, el semiótico, el memorialista, el narrativo… Es que al fin de
cuentas, la cuestión del sentido, la memoria y la narración son cuestiones que dan-que

32
Tomado, con pocos agregados, de mi libro Comunicación, semiótica, investigación. Algunas ideas y
relaciones (España, EAE-LAP, 2011), que modifica y amplía la versión inicial publicada en Razón y palabra
76, México, agosto-octubre, 2010 (www.razónypalabra.org.mx).
33
Si pensamos en el efecto diferenciado de la percepción del tiempo y de la aceleración temporal. A partir de
las confesiones de San Agustín sobre los tiempos, que son tres (“presente de las cosas pasadas, presente de las
cosas presentes y presente de las futuras”, en correlación con la memoria, la visión y la expectación,
respectivamente), cabe confrontar la lógica de la triple mimesis elaborada por Ricoeur (1987, vol I), en los
términos de “desviación creciente del tiempo histórico respecto del tiempo de la narración y el tiempo vivido,
‘y’ el reenvío imborrable del tiempo histórico al de la acción a través del tiempo de la narración”, con la tesis
de Koselleck (1993), acerca de la experiencia y la expectativa como “categorías adecuadas para tematizar el
tiempo histórico por entrecruzar el pasado y el futuro”. Y en tanto categorías metahistóricas, como
condiciones de las historias posibles, cuya coordinación se desplaza y modifica históricamente; el indicador
de cuya diferencia (que “se conserva modificándose continuamente”) es la aceleración. La diferencia entre la
experiencia (un pasado presente, el recuerdo) y la expectativa (futuro hecho presente, esperanza; temor, deseo
y voluntad) “aumenta cada vez más en la modernidad”; o, más exactamente, la modernidad “sólo se pudo
concebir como tiempo nuevo desde que las expectativas aplazadas se alejaron de todas las experiencias
hechas anteriormente”. Una diferencia calificada (valorada positivamente), i. e. en el concepto (‘moderno’) de
progreso, en crisis, caída, tensiones, reorientaciones de sentido (dirección y significado), reenvíos
significativos que operan la memoria discursiva (v. gr. “desarrollo sustentable”).
34
Aventura que no pareciera detenerse, pues a los giros tomados aquí se agregan otros iniciados hace unos
años y en curso, algunos en plena emergencia y en el ojo de la tormenta (comunicación, imagen, digital…). El
“giro comunicativo” (Abril, ed., 2010) se viene dando desde mediados del siglo XX (en constelación con
otros varios giros) y sus directrices: mediatización social, expansión impresionante de la “galaxia
McLuchan”, que parece corroborar la sentencia “el medio es el mensaje” (y el “masaje”, por la función
sicotécnica y terapéutica del sujeto y de ‘contacto’), enorme ampliación del ciberespacio, la mediosfera y el
in/genio tecnológico informativo y comunicativo en general, acrecentamiento inabarcable de la
massmediación audiovisual, entre otras transformaciones aceleradas que configuran la “sociedad
mediatizada” (Verón, 2004, 2013; De Moraes, comp., 2010). La grilla entrecruza otras líneas patentes y
significativas: centralidad de la imagen y el sujeto, estetización, mercantilización y espectacularidad
generalizadas (con el coalescente consumismo), el cultivo del arte de la vida y la vida como arte,
individualismo, egocentrismo y narcisismo de la emisión, exposición exacerbada del sujeto y la vida privada
–íntima en el espacio público (Mitchell, 2016; Bauman, 2009, 2011a, 2011b, 2015; Giddens, 2000; Beck y
Beck-Gernsheim, 2012; Jameson, 2015).
48
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

pensar, y no dejan de concitar considerable atención e interés, en distintos campos, en los


que se disputa por lo/s que (se) cuenta/n35.

El giro narrativo
Pasaron ya treinta años desde que Lyotard propusiera su Informe sobre el saber en
las “sociedades más desarrolladas” al Conseil des Universités del gobierno de Québec
(Lyotard, 1993 <1979>). En su (re)visión (de cuentas) “el saber cambia de estatuto al
mismo tiempo que las sociedades entran en la edad llamada postindustrial y las culturas en
la edad llamada postmoderna” (p. 13). Definía el objeto de su estudio como la condición
postmoderna del saber en ese contexto/en el mundo contemporáneo, en el que el saber
constituye “la principal fuerza de producción” (p. 16), cuya contracara es el poder, de
manera que “la cuestión del saber en la edad de la informática es más que nunca la cuestión
del gobierno” (p. 24). Lyotard situaba su descripción de las transformaciones que se
estaban produciendo desde mediados del siglo XX en relación con la crisis de los (grandes)
relatos, esto es la incredulidad en los metarrelatos _y acá entra a tallar el problema de la
memoria, las políticas de recuerdo y olvido, de candente actualidad en varios países, ligada
a la historia más o menos reciente, dictaduras, exterminios, derechos humanos; la mirada
des/orientada hacia el pasado y/o el futuro_. Si cabe, la deslegimitidad del dispositivo
metanarrativo de legitimación, del conocimiento, de la ciencia y del poder. Lo que
experimenta una caida en desuso es, en todo caso, el gran relato (filosófico, moderno)
sobre el saber, la ciencia, la historia, la sociedad; o sea el modelo de discursividad
(moderna), que a la vez que describe, prescribe (la realidad) el modelo de saber y hacer
histórico-social (el modelo de saber-hacer, saber sobre el hacer y el saber mismo; el hacer-
saber y creer y hacer-hacer), sean sus claves de configuración el consenso o el conflicto, la
especulación o la emancipación. La tardomodernidad se caracterizaría por la incredulidad
en los grandes relatos cuyo aire de familia (Vittgenstein, 1988) sería el carácter fundacional
(fundamental) y de fundamentación última (Vattimo, 1991).

35
Reparamos en algunos momentos y fechas de enunciación y (primera) publicación. Por ejemplo, algunos
textos de los 60 y 70; y algunos de los 90 que incluyen en su título el término “giro”. Así, i. e., Jameson
publica en 1998 una serie de trabajos con el título El giro cultural, que en opinión de Perry Anderson en el
Prólogo, despliega “el cuaderno de bitácora” del desarrollo de la teoría del autor, “tan penetrante o general de
las dimensiones culturales, socioeconómicas y geopolíticas de lo posmoderno” como no ha producido otro
autor. No es nuestro propósito adentrarnos en la larga y ardua discusión des-encadenada en torno de cada una
de las cuestiones planteadas oportunamente (rupturas epistemológicas, transformaciones y emergencias
disciplinares, giros; semiosis, memoria, narración), y por eso también tantas ausencias y omisiones; sólo a-
49
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Más que la baja del poder de legitimación del relato tout court, parece que se
produce una trasformación de los (proto)tipos de historia y algunas matrices narrativas,
junto con el cambio de las reglas de este tipo de juego de lenguaje (Vittgenstein), cuyas
diversas formas de realización constituyen una de las múltiples fibras del lazo social
(Lyotard), y en interacción con los otros tipos de “juegos” traman una cultura _al respecto,
hay que tener en cuenta las (recon)versiones narrativas de núcleo fundamentalista,
religioso, racista, nacionalista, imperialista, poscolonial, tecno/lógico, cientificista, de
género y otros, que se vienen re-produciendo y difundiendo con o más o menos fuerza y
repercusión en los últimos años por diversos medios_. Las prácticas narrativas (y
discursivas en general, como la ciencia) son modos y medios fundamentales de re-
producción de esa fuerza de producción e ideología que es el complejo tecno-científico
(vid. Habermas, 1990, 1992 <1968>)36, a la vez que de reproducción de los propios modos
y medios de producción del saber, de los patrones de relaciones sociales y los marcos
normativos y axiológicos propuestos o priorizados/favorecidos, y de los modelos de poder
que sustentan, y que los sostienen. Estas prácticas se definen por el saber que forman, y a
la inversa, no existe saber sin una práctica discursiva definida (Foucault, 1996, p. 307);
están atravesadas por territorios arqueológicos y genealógicos, cuya exploración debe
sortear a cada paso la dificultad de no contar de manera incondicional con todos los
pertrechos, mapas y cajas de herramientas necesarios y suficientes para esa travesía.
Pero la crisis de nuestro tiempo y nuestro tiempo de crisis comprenden más que el
arco de tensión y (dis)torsión de algunos de los relatos directrices, y el despliegue de
algunos otros (como el de la comunicación). Y el dominio (de saber-poder) narrativo es
prácticamente inconmensurable; abarca, además del ‘conocimiento’ y la ciencia, la
argamasa de “sentido común” y “filosofía práctica de vida” que se atesora y vigila con
tanto celo, todo el “aparejo” con el que se re-elabora la experiencia, se re-estructura el
sistema de hábitos y creencias que se re-construye a lo largo de la vida, a medida que se
participa en las distintas “partidas” de los diversos “juegos” que conforman la compleja
red en la cual se desarrolla nuestra existencia. En la galaxia que conforman los distintos
campos de saber y poder pueden emerger o no las disciplinas y las ciencias (Foucault,

notamos algunos gestos y empeños, de d(en)ominación y certificación de partidas (de nacimiento) echando
mano de relatos, entre otros recursos (de conversación, polémica y legitimación).
36
Acerca de la gestión de la crisis del capitalismo de los 80 en gran parte por la industria de la información y
la comunicación, junto con el desarrollo a gran escala del sector económico terciario, Hamelink (1981),
Schiller (1986).
50
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

1996, 1980), a la vez que estas últimas pueden retroactuar en algunos de los campos de
saber, las esferas sociales, colonizar o emancipar el mundo de la vida37, o redefinir las
relaciones que se establecen entre ellos; de manera que se problematiza y re-delínea la
ecología de saberes y poderes, disciplinas y ciencias, la economía de prácticas, y las
políticas de los juegos, las partidas y las apuestas.
Un poco paradójicamente, en ese devenir crítico una de las puntas del ovillo que se
viene tirando últimamente para seguir re-haciendo caminos es (el giro) de cuño narrativo,
con diferentes texturas, colores y confecciones. Distintos hilos tendidos acá y allá, en
prácticamente todo el campo de las ciencias humanas y sociales (entre otros, Mitchell,
edic., 1981; Bhabha, edc., 1995; Burke, edic., 1993; White, 1992; Dantó, 1989; Ricoeur,
1987; Marcus y Fischer, 2000; Van Dijk, comp., 2000; Chirico, comp., 1992; Locke, 1997;
McEwan y Egan, comps., 1998; Bruner, 1995, 1996; Mumby, comp., 1997; Jameson 1989;
White, 2002), confluyen en la emergencia de lo que algunos llaman “paradigma narrativo”
(Smorti, 2001), y señalan así una “orientación ‘narrativa’ como modelo científico” (poco
más o menos hacia la segunda mitad del siglo XIX). En su investigación sobre lo que
denomina el “pensamiento narrativo”, Smorti se ocupa de la narración como problema
epistemológico, como método de las ciencias sociales y como modo de organización del
pensamiento (a partir de la relación entre narrativa y cognitivismo, desde una perspectiva
sicológica), especialmente como “un modo particular de organizar el pensamiento”,
diferente del otro modo más conocido como lógico-matemático (p. 26). Sugiere que la
narración “parece haberse convertido en el tema central o, si se prefiere, en la metáfora de
la vida” (p. 29), debido, entre otras razones, a “las transformaciones culturales sufridas en
el seno de la sociedad de masas” (dada la centralidad de los medios y las tecnologías de la
comunicación y la información); aún más, también en el panorama científico actual se
reubica en un lugar privilegiado en la agenda el tema de la narración, al punto que se
observa la presencia de la metáfora narrativa como “metáfora científica” (tanto teórica
como epistemológica, como modelo científico y como campo de investigación) (p. 31).
Algunas de las conclusiones de Smorti que se pueden re-tomar:
“El pensamiento narrativo habla de la vida social no sólo porque es un sistema de
conocimientos que se aplica a lo social, sino también porque se construye a partir de las
relaciones sociales a las que por su parte modifica de un modo fructífero. Asimismo, la
interacción social contribuye a conformar el pensamiento narrativo no sólo porque la vida

37
Referencia a Habermas (Bernstein, 1988), por un lado; y a Giddens (1993), por otro, en cuanto a la auto-
reflexividad que caracteriza a la modernidad (los efectos de los sistemas expertos en la vida cotidiana, y la
presencia de ésta en aquellos).
51
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

social juega un papel decisivo en el desarrollo del pensamiento, de la inteligencia y de la vida


afectiva, sino también, y fundamentalmente, porque las distintas formas de interacción social
pueden considerarse narraciones, al menos en un nivel operativo” (p. 227).

En el afán y la necesidad de la humanidad de contar (con) una concepción para


mundear no dejamos de (des)tejer una y otra vez alguna tela de araña, y la narración parece
el tipo de ‘mentira’ (Nietzsche, 1994a, 1994b) privilegiada para re-hacer el mundo e
imaginar otros mundos posibles. Esta gen-ética narrativa nos permite tantear puertas y abrir
algunas para salir a jugar; experimentar y comprender el sentido de historicidad, como
función común a todos los hombres, como pertenencia, rememoración (Vattimo),
vinculada directamente con la solidaridad _“lo que justifica la oscura certeza de los
hombres en que son sólo uno” (Morazé, cit. en Le Goff, 1991a) o la sospecha borgeana de
que nuestra humanidad consiste en “sentir que somos voces de una misma penuria”
(“Jactancia de quietud”, Luna de Enfrente)_, ese sentimiento infundado de vital
importancia para el proceso de construcción de la democracia (Rorty, 1996), cuyos
principios (patémicos) primeros son el entusiasmo y el reconocimiento (según la
arquitectónica de las pasiones de Parret 1995a, 1995b), por lo que llegamos al terreno
(peirceano de las ciencias normativas) de la aesthesis, la estética que genera y fundamenta
lo ideal, lo admirable, una lógica-episteme, una ética y una política de vida.
Al fin y al cabo, para ajustar cuentas (incluidos los metarrelatos, los paradigmas),
hay que con-fabular; se re-requiere contar-se historias, inter-cambiar experiencias, re-
mover el suelo común, de-limitar comunidades, accionar la rueca y el telar de la
memoria38, aprender a hacerse cargo del “cuidado” del mundo.

Interludio I. Puntos: seguidos, finales, suspensivos… espiralados.

El sentido del final (título de Kermode, 2000), que re-ordena el relato39, y el


carácter contemporáneo de toda historia (como observó Croce) nos hace decir cada vez el

38
Tocamos, entre otras, las cuerdas benjamineanas sobre la narración (1986).
39
En nuestro estudio sobre la narración de la historia nacional en el texto escolar de Argentina mostramos
cómo este tipo de viaje textual (no sólo narrativo) ‘finaliza’ nuestra historia (nacional), cuyo final es cierre
(Lotman, 1979), conclusividad-completud y marco de su finalidad, en cuanto investidura (por efecto
retrospectivo) del sentido del acontecer histórico (Uspenski, 1993) configurado en y por el texto, cuya
estructuración pone a cada acontecimiento en su sitio y pauta la significación de cada uno de ellos, y de su
conjunto, en un concierto pre-organizado. Este es el sentido del final de la narración histórica escolar, o el
sentido que adquiere la historia a partir de su fin (y de la finalidad que se postule), dado que el proceso de
producción de la narración parece inaugurarse en el momento en que termina el relato, cuyo ‘punto final’
inviste de sentido a la historia por efecto retrospectivo. De ahí también la continua re-escritura de la historia,
52
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

pasado en presente40, en cada una de las versiones posibles (de las múltiples virtualidades)
del pasado; nos permite re-editar siempre y de otra manera la historia (res gestae y rerum
gestarum)41. Seguir los pasos (del cortejo) de Clío es una ventaja comparativa y un motivo
de inquietud.

Se podría contar por tres el drama de la humanidad (también su escansión épica,


trágica, cómica; hasta la farsa de la segunda vez), en el cual el hombre (se) ha re-
presentado (por medio de) algunos gestos, como el ser que vive y quiere perseverar en su
ser, permanecer y transcurrir, y honrar la vida; que trabaja y (se) re-produce, por ese medio,
su vida social; que habla y hace su historia a su imagen y su palabra. Así, por ejemplo, el
argumento del relato podría ser el relevo de los tres paradigmas proto-filosóficos; o la tres
heridas (también las del amor, la vida y la muerte, como lo dice Miguel Hernández) que el
hombre mismo se ha infligido a su narcisismo, la de Copérnico, la de Darwin y la de Freud,
que ocasionaron el triple descentramiento, y que emparejadas con el triplete de la sospecha
levantada por Marx, Nietzsche y Freud, propiciaron el des-fondamiento del terreno, y el
des-encanto del mundo, que a partir de entonces deberá ser infinitamente hecho e
interpretado.

dado que la instancia de enunciación se ubica en el presente (el momento ‘actual’, el de la edición, por más
que algunos relatos se ubiquen tácticamente en un presente eterno, acrónico), un presente que siempre es
diferente, reactualizado cada vez y en cada una de las prácticas comunicativas en las que está en juego el
texto, y que da lugar a las distintas versiones re-construidas (García, 1999). De todos modos, como en otras
esferas de creación ideológica, este tipo de “diseño” y “partitura” textual admiten más de una “ejecución” y
“variaciones” interpretativas, porque “toda conclusión, todo final es condicional y superficial” (Bajtin, 1994).
Aún el texto escolar no puede ser sustancialmente concluido y exhaustivo; si bien es posible su conclusividad
(formal-composicional), no lo es su conclusión temática.
En nuestra indagación sobre relatos autobiográficos y de viajes de ingresantes a la universidad observamos el
mismo principio del fin(al) del relato. El sujeto narra su vida, experiencia y vivencias comenzando por el
final, (en) el momento presente de escritura; cuenta los hitos más significativos y relevantes que le permiten
des-hilvanar su relato a partir del sentido que les asigna retrospectivamente, de donde el sentido del final, por
lo demás una instancia y una estancia siempre provisoria, transitoria (García, 2000, 2002, 2004a).
40
B. Sarlo (2005, p. 10) dice: “el recuerdo necesita del presente porque <…> el tiempo propio del recuerdo
es el presente: es decir el único tiempo apropiado para recordar y, también, el tiempo del cual el recuerdo se
apodera, haciéndolo propio” (cursivas de la autora).
41
El estilo fragmentario, de edición y montaje, es otro rasgo familiar (de época). En su Lección inaugural,
Barthes (1986) explicita que el método a emplear “no puede realmente referirse más que a los medios
apropiados para desbaratar, desprenderse o por lo menos aligerar” el poder del discurso, convencido de que
al escribir y al enseñar “la operación fundamental de ese método de desprendimiento consiste en la
fragmentación si se escribe y en la digresión si se expone o, para decirlo con una palabra preciosamente
ambigua, en la excursión” (p. 147). Lo propio hacemos nosotros ahora, p. ej. al cortar y pegar partes de
varios de nuestros trabajos para re-armar algunos trechos y pertrechos de este panorama.
53
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Al final de la décimo octava de sus lecciones introductorias al Sicoanálisis, a


propósito de la importancia que concede a lo inconsciente en la vida síquica, lo que ha
provocado “las más encarnizadas críticas”, Freud sugiere las causas más profundas de las
que procede la resistencia a sus teorías:
“En el transcurso de los siglos ha infligido la ciencia a la naïve autoestima de los hombres
dos graves mortificaciones. La primera fue cuando mostró que la Tierra, lejos de ser el
centro del Universo, no constituía sino una parte insignificante del sistema cósmico, cuya
magnitud apenas podemos representarnos. Este primer descubrimiento se enlaza para
nosotros al nombre de Copérnico, aunque la ciencia alejandrina anunció ya antes algo muy
semejante. La segunda mortificación fue infligida a la Humanidad por la investigación
biológica, la cual ha reducido a su más mínima expresión las pretensiones del hombre a un
puesto privilegiado en el orden de a creación, estableciendo su ascendencia zoológica y
demostrando la indestructibilidad de su naturaleza animal. Esta última transmutación de
valores ha sido llevada a cabo en nuestros días bajo la influencia de los trabajos de Carlos
Darwin, Wallace y sus predecesores, y a pesar de la encarnizada oposición de la opinión
contemporánea. Pero todavía espera a la megalomanía humana una tercera y más grave
mortificación cuando la investigación psicológica moderna consiga totalmente su propósito
de demostrar al yo que ni siquiera es dueño y señor en su propia casa, sino que se halla
reducido a contentarse con escasas y fragmentarias informaciones sobre lo que sucede
fuera de su conciencia en su vida psíquica. Los psicoanalistas no son ni los primeros ni los
últimos que han lanzado esta llamada a la modestia y el recogimiento; pero es a ellos a los
que parece corresponder la misión de defender este punto de vista con mayor ardo.”
(Freud, 1988, vol 12, pp. 2300-2301)

***

En su ponencia de 1964, en el marco del VII Coloquio Filosófico Internacional de


Royaumont dedicado a Nietzsche, Foucault (1995) observa que, puesto que cada cultura
“ha tenido su sistema de interpretaciones, sus técnicas, sus métodos, sus formas de rastrear
el lenguaje que quiere decir otra cosa que lo que él dice”, “habría que inaugurar una
empresa para hacer el sistema o el cuadro, como se decía en el siglo XVII, de todos estos
sistemas de interpretación” (pp. 34-35); y señala que Nietzsche, Freud, Marx “han
cambiado, en realidad, la naturaleza del signo, y modificado la manera como el signo en
general podría ser interpretado” (p. 38), en un gesto fundacional y que de ahí en más será
de des-fundamentación y re-encantamiento más o menos esperanzado, lúcidamente
nihilista, y que abre vías para la práctica de cierta hermenéutica, como interpretación de los
signos y de las interpretaciones (Grüner, Introducción a Foucault, 1995). Una práctica
impelida a renovarse continuamente, en el campo de combate donde se define e impone
una política interpretativa, para mantener su im-pulso trans-formador. Pregunta Foucault:
“¿Marx, Freud y Nietzsche no han modificado profundamenrte el espacio de repartición en
el cual los signos pueden ser signos?”. Se diría en términos de Lotman que Marx,
Nietzsche y Freud han “franqueado” algunas fronteras, re-acomodado ciertas esferas:
54
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

moldean tres llaves maestras de interpretación, con respecto a la cronotopología del sujeto,
la conciencia y el inconsciente, la vida material y social, y sus objetivaciones42. Estos son
tres de los protagonistas de las rupturas epistemológicas del siglo XIX, que in-auguran
discursividad de la (pos)modernidad y de las que emergieron “cuatro grandes continentes
teóricos”: el materialismo histórico, el sicoanálisis, la semiótica y la genealogía de la
moral, que permiten analizar, respectivamente, las inversiones de interés, las inversiones de
deseo, las materializaciones e inscripciones de intereses, deseos y valores, y la
contingencia de todas las inversiones e inscripciones (Ibáñez,1992, pp. 324-25).

Dos años más tarde Foucault publica su arqueología de las ciencias humanas, un
libro que nace de un texto literario (el “Idioma analítico de John Wilkins” de Borges) y se
inaugura con el análisis de un cuadro (“Las meninas” de Velásquez). Dado que
precisamente “las descripciones históricas se ordenan necesariamente a la actualidad del
saber, se multiplican con sus transformaciones y no cesan a su vez de romper con ellas
mismas”; y debido al desplazamiento de la atención de las disciplinas llamadas historia de
las ideas, de las ciencias, de la filosofía, de la literatura, desde “las vastas unidades que se
describen como ‘épocas’ o ‘siglos’, hacia fenómenos de ruptura” (según puntualiza
Foucault en 1969, en su introducción a la Arqueología del saber, pp. 6, 5), Foucault ubica
las ciencias humanas con relación a la redistribución del dominio epistémico moderno,
visto “como un espacio voluminoso y abierto de acuerdo con tres dimensiones”, sobre las
que se colocarían las ciencias matemáticas y físicas, las ciencias del lenguaje, la vida, la
producción y distribución de las riquezas, y “la reflexión filosófica que se desarrolla como
pensamiento de lo Mismo” (Foucault, 1985, p. 336-337):
“Las ciencias humanas se dirigen al hombre en la medida en que vive, en que habla y en
que produce. En cuanto ser vivo crece, tiene funciones y necesidades, ve abrirse un espacio
en el que anuda en sí mismo las coordenadas móviles; de manera general, sus existencia
corporal lo entrecruza de un cabo a otro con lo vivo; al producir los objetos y los útiles, al
cambiar aquello de lo que necesita, al organizar toda una red de circulación a lo largo de
la cual corre aquello que puede consumir y en la que él mismo está definido como un
relevo, aparece en su existencia inmediatamente enmarañado con otras; por último, dado
que tiene un lenguaje; puede constituirse todo un universo simbólico en el interior del cual
tiene relaciones con su pasado, con las cosas, con otro, a partir del cual pude construir
también algo así como un saber (en forma singular, ese saber que tiene de sí mismo y del
cual las ciencias humanas dibujan una de las formas posibles). Así, pues, es posible fijar el
sitio de las ciencias del hombre en la vecindad, en las fronteras inmediatas y todo a lo largo

42
Gadamer (1995 <1975>: 16) sostiene: “Sin duda esto es lo que tienen en común Marx, Nietzsche, Freud, el
que no se puedan tomar ingenuamente los hechos de la conciencia por hechos de la realidad. De aquí surge
también el nuevo papel que le corresponde ahora al concepto de representación”.
55
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

de esas ciencias en las que se trata de la vida, del trabajo y del lenguaje <…> las ciencias
humanas no son un análisis de lo que el hombre es por naturaleza; sino más bien un
análisis que se extiende entre aquello que el hombre es en su positividad (ser vivo,
trabajador, parlante) y aquello que permite a este mismo ser saber (o tratar de saber) lo
que es la vida, en qué consiste la esencia del trabajo y sus leyes y de qué manera puede
hablar.” (Foucault, 1985, pp. 341, 343)

Otro posible acercamiento (para entender las “encarnaduras”, esto es las


textualizaciones que resulta de la operación historio-gráfica), es el rodeo por la re-
interpretación de Foucault (1978, “Nietzsche, la genealogía, la historia”) de la genealogía
nietzscheana, que viene a re-convertir las tres modalidades de la historia, reconocidas y
consideradas intespestivamante por Nietzsche, a las cuales opone otras tres:
1- A la historia-reminiscencia y reconocimiento, contrapone la parodia y destrucción de
realidad. A la historia monumental, de restitución y veneración de las acciones, obras,
creaciones, la historia en tanto que “carnaval concertado”, en el que “las máscaras no
dejarían de aparecer” (Foucault, 1978).
2- A la historia-continuidad y tradición, opone la disociación sistemática y destrucción de
identidad. A la historia de anticuario (de reconstrucción de las raíces de nuestra identidad, y
las continuidades en las que se enraiza nuestro presente, suelo, lengua, leyes), contrapone
la pluralidad que nos constituye, pues distintos (tipos de) ojos ven diferentes verdades
(Nietzsche, 1990), el sistema complejo y heterogéneo de máscaras y discontinuidades que
no permiten la identidad o la inmutabilidad del carácter.
3- A la historia-conocimiento, responde con el uso sacrificial de la verdad y destrucción
sistemática del sujeto de conocimiento, debido a la injusticia propia de la voluntad de
poder-saber. A la conciencia histórica (y sus valores de neutralidad, objetividad, des-
apasionamiento, aunque encarnizada con la verdad), contrapone el origen del conocimiento
más primario y fundamental, la voluntad de verdad y las formas y transformaciones de la
voluntad de saber43.
***

43
Nietzsche considera que la pasión del conocimiento puede proporcionar felicidad a la humanidad y también
puede aniquilarla. Al parecer de Oyarzún Robles (Introd. a Benjamín, c. 1995), las reflexiones de Benjamin
sobre la experiencia rompen con “una idea fuerte de presencia y un sentido arraigado de identidad”: frente a
“la confiada acentuación de la identidad del cognoscente”, la “dislocación aguda del sujeto en virtud del
acceso de lo Otro, la conversión del sujeto, cierto de sí y asentado en el dominio de su familiaridad, en otro,
sabedor de la caducidad, precario <...>” (p. 15).
56
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

El proyecto filosófico sobre el concepto de historia de Benjamín podría definirse


como “la introducción de la discontinuidad en la historia, a fin de validar la eficacia
absolutamente singular del pasado como tal” (Oyarzún Robles, Introd. a Benjamín, c. 1995,
p. 32); esto es reconocer la “débil fuerza” (mesiánica) por la que el pasado es aceptado en
cuanto pasado, de donde su simultánea debilidad y fuerza: acoger lo pasado del pasado,
recibirlo, y a su vez resistir su inversión (capitalización) en presente _operacionalizada por
una ontología del presente, cuya dimensión política apunta al dominio en el presente al
afirmar la continuidad de una tradición dominante_ (Oyarzún Robles, c.1995).
En sus fragmentos polémicos, sobre el concepto de historia, cuyos blancos son la
ideología progresista, el historicismo, la socialdemocracia, el fachismo, Benjamín (1989)
preconiza el carácter destructivo en y para una historiografía materialista: su validación se
da en hacer saltar la continuidad histórica; pues “La historia es objeto de una construcción
cuyo lugar no está constituido por el tiempo homogéneo y vacío <continuum>, sino por un
tiempo pleno, ‘tiempo ahora’”44.
Benjamin se opone al procedimiento de empatía _entre el historiador y los
vencedores, y dominadores, de siempre_ y advierte acerca de la necesidad, a la vez que
alienta el intento, de “arrancar la tradición al respectivo conformismo que está a punto de
subyugarla” (sexta tesis). Es aquí donde “pone el dedo en la llaga”, cuando recuerda que el
botín (los bienes culturales), con el que se alzan los que marchan en el cortejo triunfal de
(Clío) los dominadores, tiene un origen que no puede considerarse sin horror, dado que
provienen del esfuerzo de sus creadores y de la servidumbre anónima de sus
contemporáneos. De ahí el cometido del historiador (el materialista histórico) de pasarle a
la historia “el cepillo a contrapelo” (séptima tesis), y en relación con ello también uno de
los aspectos del carácter apremiante, “urgente”, del conocimiento histórico, en lo que
respecta a la constitución y determinación del sujeto del conocimiento y la índole del
conocimiento mismo, por cuanto la “materia” (de lo cognoscible, objeto de estudio) afecta
a la propia forma y a la intencionalidad del conocimiento, así como a la posición y la
actitud de su sujeto (O. Robles). Esta prueba del cepillo supone postular el vínculo,
indisociable aunque frágil, entre verdad y justicia, cuya regla sería: “si nuestro

44
Decimocuarta tesis. La decimotercera: “La representación de un progreso del género humano en la historia
es inseparable de la representación de la prosecución de ésta a lo largo de un tiempo homogéneo y vacío. La
crítica a la representación de dicha prosecución deberá constituir la base de la crítica a tal representación del
progreso”.
57
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

conocimiento no hace justicia a lo conocido, no puede reclamar para sí la verdad”45. Y en


armonía con este principio, hay que entender con Benjamin que “la historia no es
únicamnete una ciencia, sino, en grado no menor, una forma de la remembranza” _un
pensar rememorante, central en el programa desarrollado por Vattimo_, que puede
modificar lo que la ciencia ha establecido (1995, Benjamin, “La obra de los pasajes -
convoluto N”).
Una tarea central comprendida en el programa de la filosofía venidera elaborado por
Benjamin consistiría, en términos de Oyarzún Robles, en “unificar la exigencia de la
legitimación más pura del conocimiento con la demanda del concepto más profundo de la
experiencia” (Oyarzún Robles, p. 10). Una experiencia (que) nos cambia, y más que
aportarnos el material para el conocimiento, constituye la condición en la cual el
conocimiento mismo se cumple; la experiencia difiere de la empiria, y por lo demás
Benjamin prioriza la tarea crítica de “resistir el hechizo de la facticidad” (Oyarzún Robles).
El meollo de la cuestión redicaría entonces en esa suerte de “vértigo alterador” que produce
la experiencia, el asalto de la alteridad radical y la posibilidad de la auto-alteración _que
Castoriadis pone en el centro de nuestro hacer histórico-social_. El riesgo siempre al
acecho es que lo experienciado no puede ser asimilado (digerido), estabilizado sin más, su
carácter de shock, que nos remite a la experiencia estética (siguiendo a Benjamin, y en la
re-apropiación por parte de Vattimo de esta noción y su similar en Heidegger), produce
“esa especie de vuelco alucinatorio que es propio, no ya del centro místico religioso, sino
de la experiencia puramente fronteriza del despertar” (O. Robles, p. 18)46.
Benjamin entiende que la articulación histórica de lo pretérito quiere decir
reconocer en él “aquello que comparece en la constelación de un único y mismo instante”,
por esa contracción en el instante (en la imagen dialéctica) el pretérito “pasa a formar parte
del recuerdo involuntario de la humanidad”; “la imagen del pretérito que relampaguea en el
ahora de su congnoscibilidad es, con arreglo a su determinación ulterior, una imagen del
recuerdo”: “La historia, en sentido estricto, es, pues, una imagen surgida de la
remembranza involuntaria <,> una imagen que le sobreviene súbitamente al sujeto de la
historia en el instante del peligro”. El lugar en que se encuentra esa imagen (dialéctica) es

45
Enunciada por O. Robles en su comentario del concepto de método de Benjamin, en el que cobra relieve la
categoría de redención.
46
En la Obra de los pasajes, dice Benjamin: “recuerdo y despertar están emparentadas de la manera más
estrecha. El despertar es, pues, el giro dialéctico, copernicano de la remembranza”, al hilo de la búsqueda y
relación de la experiencia proustiana (cit. Oyarzún Robles, c. 1995).
58
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

el lenguaje (pasajes de Benjamin, seleccionados de “Apuntes sobre el concepto de historia”


y “Sobre la obra de los pasajes”, c. 1995, pp. 77, 92, 121); la cristalización de la (intensidad
de la) experiencia marca su lingüisticidad; las palabras, que constituyen el cristal,
“convergen en la lucidez de la imagen” (según Oyarzún Robles).
Un punto de interés y articulación con lo que sigue estriba en que Benjamin refiera
el conocimiento al lenguaje47 (y la relación por vía del lenguaje entre experiencia y
narración), lo que no constituye ciertamente un acto inaugural, sino más bien uno de los
tantos hitos (hilos) que tensan el arco de pensamiento occidental, y que por entonces, en
uno de sus últimos tramos, culminará en el llamado “giro lingüístico” (que por otra parte
no se concretizó en “un” instante, sino que se fue sedimentando en un proceso que no es
del todo armonioso ni aprehensible).

El giro lingüístico
Y como la ‘historia’ se re-actualiza, Rorty hace lo propio en tres momentos, a
propósito de “la revolución filosófica más reciente, la de la filosofía lingüística”, entendida
ésta como “el punto de vista de que los problemas filosóficos pueden ser resueltos (o
disueltos) reformulando el lenguaje o comprendiendo mejor el que usamos en el presente”
(1990, p. 50). En el preliminar de lo que fue la Introducción a su compilación The
Linguistic Turn. Recent Esays in Fhilosophical Method de 1967, Rorty dice:
“La historia de la filosofía está puntuada por revoluciones contra las prácticas de los
filósofos precedentes y por intentos de transformar la filosofía en una ciencia _una
disciplina en la que hubiera procedimientos de decisión reconocidos universalmente para
probar tesis filosóficas <…>. En todas estas revoluciones, las aspiraciones del
revolucionario de turno consisten en sustituir la opinión por el conocimiento, y en proponer
como significado propio de ‘filosofía’ la realización de una cierta tarea sutil mediante la
aplicación de un determinado conjunto de orientaciones metódicas. En el pasado, cada una
de estas revoluciones ha fracasado, y siempre por la misma razón. Los revolucionarios se
encontraban habiendo presupuesto la verdad de ciertas tesis filosóficas sustantivas pero
controvertibles, tanto en las críticas a sus predecesores, cuanto en sus orientaciones para el
futuro <…> tales revoluciones no son vanas. Las batallas libradas durante la revolución
hacen que los combatientes de ambos bandos tengan que reparar sus armaduras, y estas
reparaciones se convierten eventualmente en un cambio completo de vestuario.” (pp. 47-
49).

En su primera escansión de 1965 (por los años de la ponencia y la arqueología de


Foucault) sobre el giro lingüístico, éste “es una reacción contra la visión de la filosofía

47
Para Benjamin esto supone también tomar en cuenta “críticamente” la mera empiricidad del lenguaje, la
instrumentalidad y el carácter de valor de cambio de la palabra, en el contexto del mercantilismo (en general)
y el mecanicismo, lo que lo ubica en la misma línea de preocupación franckfurteana al respecto.
59
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

como una disciplina que busca la solución de ciertos problemas tradicionales, generados
(aparentemente) por ciertas creencias de sentido común” (p. 93); y argumenta que “lo más
importante que ha ocurrido en filosofía durante los últimos treinta años no es el giro
lingüístico mismo, sino el comienzo de una revisión a fondo de ciertas dificultades
epistemológicas que han turbado a los filósofos desde Platón y Aristóteles” (p. 127). Y en
la ojeada retrospectiva que escribió “Veinte años después” expresamente para la edición
española de 1990, la tercera escansión48, Rorty relee “alarmado, desconcertado y divertido”
el siguiente pasaje escrito en la primera ronda, como “un simple intento de un filósofo de
treinta y tres años de convencerse a sí mismo de que había tenido la fortuna de haber
nacido en los buenos tiempos” (p. 159):
“La filosofía lingüística, en los últimos treinta años ha conseguido poner a la defensiva a
toda la tradición filosófica <…>. Y lo ha hecho mediante un escrutinio cuidadoso y cabal
de las formas en que los filósofos tradicionales han usado el lenguaje en la formulación de
sus problemas. Este logro es suficiente para colocar este período entre las más grandes
épocas de la historia de la filosofía.” (p. 159).

En 1990, en esta tercera entrada, estima que el aporte del giro lingüístico a la
filosofía consistió en “haber contribuido a sustituir la referencia a la experiencia como
medio de representación por la referencia al lenguaje como tal medio _un cambio que, en la
medida en que ocurrió, hizo fácil el prescindir de la noción misma de representación_” (p.
164); y esto dado que “El único género natural que pudiera ser considerado con utilidad por
el término ‘problema de filosofía’ es, pienso, el conjunto de problemas interrelacionados
planteados por las teorías representativistas del conocimiento” (p. 160).

El giro de la memoria
Como no hay dos sin tres y más…
Huyssen (2007) se refiere a la llamada “cultura de la memoria”49, que se viene
dando con fuerza desde los 70, con intensificación en los 80; y difundiendo globalmente, si

48
La segunda fue “Diez años después” que la primera, como recensión del libro de J. Hacking ¿Por qué el
lenguaje importa a la filosofía? La edición española de 1990 comprende los tres trabajos.
49
Los ensayos reunidos en el libro de Huyssen fueron escritos en la década de 1990, “en la que se asistió en
el mundo entero a una explosión sin precedentes de la cultura de la memoria” (Huyssen, 2007: 7). La Capra
(2009), a propósito del Holocausto, y revisando algunos conceptos de Freud, menciona “dos conjuntos
urgentes de razones para el giro a la memoria y su relación con la historia”: a) “la importancia del trauma,
incluyendo sobre todo la demora en el reconocimiento de la significación de la serie traumática de
acontecimientos de la historia reciente, acontecimientos que preferiríamos olvidar”; b) el interés en los
‘lugares de memoria’, y a su vez ‘no-lugares de memoria’, pues “un sitio de la memoria es generalmente
también un sitio de trauma y que en la medida en que permanezca investido con las marcas del trauma marca
60
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

bien los discursos de la memoria “en el fondo siguen ligados a las historias de naciones y
estados específicos” (p. 20):
“Uno de los fenómenos culturales y políticos más sorprendentes de los últimos años es el
surgimiento de la memoria como una preocupación central de la cultura y de la política de
las sociedades occidentales, un giro hacia el pasado que contrasta de manera notable con
la tendencia a privilegiar el futuro, tan característica de las primeras décadas de la
modernidad del siglo XX.” (p. 13)

Aunque se pueda acordar sin dificultad con el autor en que “la globalización y la
fuerte revisión de los respectivos pasados nacionales, regionales o locales deben ser
pensados de manera conjunta” (y re-tomando acá algunos aportes de Wallerstein para
“abrir las ciencias sociales”, pensando en el “sistema-mundo”), no responderíamos con una
afirmación clara y contundente a la pregunta de “si las culturas de la memoria
contemporáneas pueden ser leídas en general como formaciones reactivas a la
globalización económica” (p. 21) (y no sólo por la impresión de acción-reacción, causa-
efecto que esto puede dar); al menos no siempre es el caso, sino que son “fenómenos”
relacionados, que a su vez involucran otros problemas. Son muchas y diversas las
estrategias, las finalidades y las implicancias de la memorialización, algunas de las cuales
se pueden identificar con sólo echar un vistazo alrededor, o tomar algunos sonados casos
locales, nacionales e internacionales, que re-pican en la agenda mediática. Acá y allá se
observa y pre-siente el furor de la conmemoración, la musealización y monumentalidad, y
los emplazamientos de memoria en espacios públicos, y no siempre o no sólo para que “se
constituyan en un baluarte que nos defienda del miedo a que las cosas devengan obsoletas y
desaparezcan, un baluarte que nos proteja de la profunda angustia que nos genera la
velocidad del cambio y los horizontes de tiempo y espacio cada vez más estrechos”
(Huyssen, 2007: 31). Estos medios y estrategias de memoria (esto es recuerdo y olvido,
selección y exclusión, re-presentación e interpretación, resignificación, re-
contextualización, re-organización) también son instrumentos políticos (un tanto “a
secas”), económicos, de gestión y administración (pública y privada), “tácticamente
polivalentes” (Foucault, 1986), puesto que la memoria es un campo de fuegos cruzados y
arma de poder (Le Goff, 1991b).
En el despliegue de este “giro memorialista” tienen un rol preponderante la
industria cultural, el marketing, el turismo, aunque “Por sí misma la memoria mediática no

hasta qué punto no ha logrado aceptar el trauma, sobre todo a través del duelo” (pp. 21-23). Cfr. Ricoeur
(2004).
61
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

bastará, por más que los medios ocupen espacios cada vez mayores en la percepción social
y política del mundo”, para hacer “posibles formas consensuadas de la memoria colectiva”
y la “cohesión social y cultural sin esas formas” (p. 23). Lo que sí se puede observar es el
importante trabajo de mass-mediación y su incidencia respecto de la memoria pública, en
medio de los múltiples conflictos de políticas de memoria e identitarias (y más si se tiene
en cuenta el avance de los medios, y las tecnologías de la información y comunicación en
general, y por ejemplo, con relación a la escuela)50.
Basta con prestar un poco de atención a los medios de comunicación e información,
en general (aunque sea sólo a vuelo de pájaro y en un corte sincrónico, y más aún revisando
y analizando el archivo mediático) para a-notar que la constelación semiótico-discursiva
‘memoria –historia’ es uno de los asuntos importantes que con-forman la agenda mediática
y una de las claves de tematización de los medios; y es uno de los recursos retórico-
discursivos empleados en la rutina productiva mediática y periodística (léxico, tópico,
tropos, entimema y exempla). Así por ejemplo, entre otras operaciones massmediáticas, se
pueden observar las siguientes: -se habla y discute sobre la memoria y la historia, de
manera que esto se constituye en lo que está en cuestión como tal; -la narrativa periodística
re-toma el pasado como asunto, lo reactualiza con más información, lo revisa y
reinterpreta; -la construcción de la actualidad emplaza el acontecer en el arco de la
temporalidad, da cuenta del presente a partir del pasado, o sólo articulándolo con lo pasado,
en un re-envío que da (otro) sentido a la realidad actual en cada acto de enunciación y
resignifica el pasado a la vez; -el común e indiscriminado etiquetado periodístico de
acontecimientos de toda índola como algo “histórico”; -la proliferación de producciones
mediáticas y periodísticas que se ocupan de la memoria y la historia, en diversos géneros,
formatos, soportes, que integran los contenidos de secciones y programas o son
complementos y suplementos de los medios (i. e. colecciones de todo tipo).
En contrapunto, se da algo así como la re/producción de una “historia anticuaria del
presente”, que “se identifica plenamente con la sociedad del espectáculo”: “La ‘ciega furia
coleccionadora’ de nuestra época entiende la actualidad como una ‘exposición universal’”,
en la que podemos ser actores y/o espectadores (Virno, 2003: 63, citando las

50
Algunos núcleos de nuestras propias pre-ocupaciones, desarrolladas en una serie de investigaciones y
trabajos en torno de los medios, los manuales, la historia, la actualidad y la memoria, la identidad (García,
2006, 2007, 2008, 2009, 2010, 2012).
62
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

“Consideraciones intempestivas” de Nietzsche)51. En esta suerte de promiscuidad de


nuestra vida contemporánea, que conjuga diferentes re/cortes temporales (y espaciales),
que corta y pega discursos, textos, prácticas y estilos de otrora y ahora, de allá y acá, ajenos
y propios, se ponen en tensión de manera más visibles y decibles los mecanismos
semióticos de la cultura (Lotman y Uspenskij, 1979, “Sobre el mecanismo semiótico de la
cultura”): el recuerdo y el olvido articulan las representaciones e interpretaciones de lo que
(nos) pasa, co-operan más o menos armoniosa o conflictivamente en el entramado de
signos que conforman la cultura como memoria colectiva (Lotman 1996), miden sus
fuerzas en los tironeos: -hacia un cierto “culto al pasado”, remembranza, nostalgia y
melancolía, recuperaciones y reconstrucciones de un pasado que no fue o no quiere pasar; -
hacia una instalación presentista, un vivir el instante con más o menos intensidad, dejar/se
estar y pasar; -hacia un des/encanto del presente, un gradiente de im/paciencia generalizada
por la bancarrota de los fondos (en varios sentidos) públicos (y privados), una
des/esperanza por el porvenir. Esta des/acomodación dinámica de la estructuración de la
temporalidad histórica, que re-acentúa con más o menos des/aliento el pasado, el presente y
el futuro, y varía sus conjugaciones, está en el ojo de la tormenta del mundo
contemporáneo, con/movido por la “explosión” de la memoria. Los medios de
comunicación no sólo “estructuran y organizan esa presencia del pasado en todos los
ámbitos de la vida contemporánea” (Jelin, 2002: 9), sino que la operación mass-mediática
es cada vez más importante en el trabajo y los días de la memoria (con poco que se vea la
reconfiguración de los distintos escenarios locales, regionales, nacionales, mundiales y
globales que realiza la sinergia de medios –industrias culturales –turismo y otros “órganos”
del complejo socio-cultural).
En países como la Argentina (y tantos otros) es difícil y urticante hablar de
memoria: la instancia enunciativa supone y exige una posición discursiva, una propuesta de
relación con el otro (destinatarios, predecesores, contemporáneos y sucesores, los otros
discursos, el pasado y el presente a partir del cual se considera y evalúa lo pasado, y el
futuro deseado), una modalización discursiva (ontológica, epistémica, veridictoria y
práctica), una pragmática discursiva (qué fuerzas ilocucionarias y efectos perlocutivos; qué

51
Vid. la reflexión de Vattimo sobre la “enfermedad histórica” y la “imposibilidad del olvido” (citando a
Nietzsche y Heidegger). Señalamos una de las líneas de interés: “en el arte contemporáneo se puede ver en
ejercicio una creatividad que no tiene necesidad del olvido, que, por el contrario, se articula exactamente
como una función positiva del exceso de memoria” (pp. 83-84). El campo artístico (al igual que el científico y
otros) de-muestra el “desarrollo” y el “crecimiento” de los signos, que define la memoria.
63
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

actos performativos y cómo ponderar la dimensión performativa del discurso en general),


una ética del discurso (sostener fundada y legítimamente a la vez una pretensión de sentido
y la triple pretensión de verdad, rectitud normativa y veracidad). Así, por nuestra parte
ponemos en tensión y discutimos los discursos y las prácticas en torno de la memoria en
distintos campos y ámbitos que ubican la cuestión en el contínuo memoria-historia-
dictadura militar-justicia-derechos humanos, que de-limitan un poco los alcances
inconmensurables del problema de la memoria (en general) a un pasado más o menos
reciente, re-abierto con sus heridas a flor de piel (24 de marzo de 1976 es una fecha
investida de gran carga simbólica, que dio lugar a la institución del Día Nacional de la
Memoria, por la Verdad y la Justicia); no así la necesidad y legitimidad de las demandas y
políticas en curso y aún por implementar al respecto en materia de leyes, “juicios por la
verdad y la justicia”, “reparaciones”… Una vez re-conocidos los acontecimientos,
traumáticos, horribles e imborrables, que se reviven día a día, se recuerdan y/u olvidan de
diferentes maneras, se re-elaboran con diversos medios y finalidades; una vez visto el
contexto de activación de los resortes del pensamiento y la acción respecto de la memoria
en general y la memoria histórica en las últimas décadas, la gestión de la memoria, los
embates y combates que siguen generando esos momentos atroces de nuestro pasado más o
menos reciente, el pensamiento debe volver sobre la “cosa” y sobre sí mismo52. Ahí es

52
Uno de los pensadores argentinos que reflexiona sobre la memoria advierte sobre algunas confusiones,
ciertos deslizamientos, y la necesidad de tomar recaudos (y diríamos el toro por las astas). Schmucler (2005)
dice: “En nuestro presente asistimos a una curiosa contradicción: tal vez pocos momentos como el nuestro
han visto dilatarse en tal magnitud la presencia de la discusión sobre la memoria y, paradójicamente, vivimos
una época marcada sustancialmente por el olvido. La memoria misma hace una guiñada al olvido cuando pasa
a ser museificada”, una cristalización que hace menguar la pulsión móvil y perder la capacidad de rehacer la
memoria. La memoria, que es la condición de posibilidad de nuestra vida en el mundo, es temible, frágil,
imprevisible, esquiva. La memoria es revisión, exige persistencia, voluntad de transmitir, duración y repliegue
(para indagarse a sí misma y mantenernos alertas, despiertos). La memoria “es la práctica de una ética”: la
“idea de una ética constitutiva de la memoria” radica en la selección de lo que se recuerda y se olvida, “que
marca el proyecto de existencia de un pueblo”. La memoria “es un hecho moral” y si es considerada como
instrumento para algo, si es solamente instrumental, su fuerza moral se debilita”.
Esto quiere decir que no se puede esquivar las pugnas ideológicas y políticas, los debates públicos y
académicos, la responsabilidad y la libertad del mundear, la nada fácil convivencia con otros, la co-
pertenencia al mundo y su cuidado, a una comunidad, una ciudad, un país. No podemos negar (sino todo lo
contrario, no cejamos en el empeño de propiciar la sensibilización social general, la toma de decisión frente a
la historia y la realidad presente, la discusión urgente sobre estos asuntos comunes) la magnitud de los
acontecimientos históricos, la importancia de los movimientos sociales, las organizaciones que participan
activamente en el proceso de re-solución de estos problemas abiertos y candentes, la pre-ocupación ciudadana
en general, las prácticas de intelectuales y académicos que abordan la temática desde distintas perspectivas,
las distintas líneas de acción seguidas por varios sectores y gobiernos. Sin embargo consideramos que una
mirada ampliada de la memoria es de más largo alcance y profundidad y re-ubica estos capítulos de nuestra
historia de las últimas décadas (Dictadura militar, “desaparecidos”, delitos de lesa humanidad, Guerra de
Malvinas…) en una narrativa más compleja, poliédrica, polifónica, que permita comprender más y mejor lo
que va ocurriendo en relación con “lo que pasó antes que” (v. gr. el ciclo de los golpes militares en Argentina,
inaugurado en 1930, en relación con los golpes de estado y gobiernos militares en otros países
64
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

donde la problemática de la memoria constituye un aspecto relevante de la condición


moderna, y por ello uno de los factores importantes de la crisis de modernidad (y) en el
mundo contemporáneo.
El desapego moderno al pasado es concomitante con la invención de “una forma de
vida inaudita fundada en la anticipación del porvenir. Esto significa que vivimos en un
mundo que se ‘futuriza’ cada vez más” (Sloterdijk, 2011). Pero hoy el “arte de hacer
promesas” pierde crédito porque no se pueden saldar tantas deudas acumuladas (idem).
Con las ruinas del “creditismo” la catástrofe se agrava porque no todos ni siempre “lo
tomamos en serio” (Zizek, 2011). Una moraleja es que la crisis “es la única instancia que
posee suficiente autoridad como para impulsarnos a cambiar nuestra vida” (Sloterdijk).
Precisamente vivimos en un mundo de crisis que nos crispa los nervios (de la memoria),
por las des/articulaciones y los desen/frenos de todo tipo que experimentamos en todos los
órdenes de la vida, echando mano de algunos trechos y pertrechos de las andanzas de
Mnemosyne, mirando por momentos hacia atrás y hacia delante para re-acomodar(nos) (en)
el presente53. A propósito de la facultad de memoria y la génesis del tiempo histórico,
Virno (2003) dice:

El exceso de memoria, que sin duda caracteriza a la situación contemporánea, tiene un nombre
propio: recuerdo del presente. <…> cuya peculiar función es representar lo posible, se revela sin
recato porque la experiencia de lo posible ha venido asumiendo una importancia crucial en el
cumplimiento de las tareas vitales. <…> El excedente de memoria no induce a la abulia y a la
resignación sino que, por el contrario, garantiza la más intensa actividad. La parálisis de la acción,
acompañada con frecuencia de un irónico desencanto, deriva sobre todo de la incapacidad de
soportar la experiencia de lo posible.” (pp. 55-56)

Las trans-formaciones de la experiencia, el sentido y los cambios (más o menos


in/controlables) de la realidad, la imaginación y construcción de un mundo posible

latinoamericanos; los exterminios de poblaciones indígenas, las varias represiones y masacres…). Queremos
decir que eso que hace el trabajo académico en Historiografía y ciencias sociales tendría que impregnar más
la discursividad pública, oficial y en general. Los alcances y la profundidad de la memoria colectiva, la
memoria histórica y la historia no pueden ser re-cortados en períodos de corta duración y de-marcados por
algunas fechas más o menos recientes (aunque esto es ciertamente necesario). El problema no es, o no
sólamente, preservar y recuperar la memoria, sino ejercitar la facultad de memoria, re-elaborar día a día una
memoria que pro-sigue sus múltiples cursos y va sedimentando nuestras derivas y derivaciones de sentido,
prácticas, relatos, re-creaciones…
53
Bodei (1998) reflexiona sobre estos dos “rasgos característicos de la modernidad”: “La restricción del
espacio de la experiencia y una reducción del horizonte de las expectativas”. Dice: “La orientación hacia el
futuro obedece a dos tendencias simultáneas y contradictorias: es estimulada, ya que la necesidad de prever se
acrecienta cuando la incertidumbre aumenta, y a la vez es desmotivada, en razón de la difundida sensación de
no estar a la altura de las tareas de simulación y control del porvenir. <…> El horizonte de las expectativas
(aunque no el de las esperanzas) se reduce cuando el futuro se muestra más como una amenaza indeterminada
que como una promesa plena de contenidos” (pp. 11-12).
65
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

(siempre incierto) se re/producen incesantemente por los juegos complejos de semiosis y


memoria (García 2004), que des-encadenan las relaciones constitutivas de la urdimbre de
sentido(s) en que consiste la vida y la fuerza de la memoria, que a su vez es la vida, la
acción y la fuerza de los signos.

El giro semiótico
En su reconstrucción crítica de la historia de la Filosofía, Apel (1985, dos vols.
<1972-1973>) afirma que “la auténtica y radical transformación de la filosofía
trascendental, posible todavía por el apriori gnoseo-antropológico de la reflexión, se lleva a
cabo en la dirección semiótica y hermenéutica del apriori de la comunidad de
comunicación” (Vol I, p. 56, nota 90)54. El apriori de la comunidad real de comunicación
presupone la anticipación del punto de vista de la comunidad ideal de comunicación “que
todavía tiene que construirse en la comunidad real” (Apel, 1985 –vol I, p 56). Esta idea de
una comunidad ilimitada de interpretación presupuesta por quien argumenta como
instancia de control, y que se realiza asimismo teórica y prácticamente in the long run,
funciona como principio regulativo (Apel, 1985 -vol. II, pp. 204-ss).
A partir de su análisis crítico del linguistic-pragmatic-hermeneutic turn55, Apel
interpreta el giro de la filosofía actual en el sentido de una transformación crítica de la
filosofía trascendental clásica (1994, cap. II). En esta dirección (y a partir de que la
“estructura de la relación sígnica es al mismo tiempo la del conocimiento de lo real
mediado por signos”) deriva semiótico-trascendentalmente los tres paradigmas principales
de la prima filosofía (Apel, 1994), según cuál o cuáles de las posiciones de la relación
sígnica triádica se tematice _ontología: ente objetivado; filosofía trascendental clásica

54
Se puede compartir o no, como es el caso de Parret (1993) y el nuestro, la orientación trascendentalista de
Apel.
55
Gadamer (2001 <1995>) reúne varios trabajos con el título El giro hermenéutico, que re-envía otra vez a
los 60 y 70. En Gadamer (1993 <1975>) se sostiene el punto de vista universal de la hermenéutica (como
filosofía). En el último de los trabajos incluidos en la compilación de 1995, dice Gadamer: “El principio
supremo de toda hermenéutica filosófica es, y así me la imagino (y por eso es una filosofía hermenéutica),
que nunca podemos decir completamente lo que en realidad hemos querido decir. ¿Y qué queríamos en
realidad? Bueno, lo que al parecer pretendíamos es que el otro nos comprendiese, y quizá algo más.
Queríamos reunirnos con el otro, obtener su aprobación o, por lo menos, que se retomara lo dicho, aun
cuando fuese a modo de réplica u oposición. En una palabra: queremos encontrar un lenguaje común. A esto
se la llama conversación. <…> El arte de comprender consiste seguramente y ante todo en el arte de
escuchar. Sin embargo, a ello hay que añadir la posibilidad de que el otro pueda tener razón” (p. 227). Otro
título (con aires de familia) de (la misma) época es El imperio retórico de Perelman de 1977, una cuña de la
“teoría general de la argumentación” considerada como una “nueva retórica”, en el contexto de “renacimiento
y rehabilitación de la retórica en el pensamiento contemporáneo, al cual asistimos hoy” (p. 18).
66
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

<epistemología>: relación sujeto-objeto; semiótica trascendental: relación triádica del


conocimiento mediado por signos_.
Para Apel: “En cuanto intérprete de signos, el sujeto de conocimiento tiene que
entenderse a priori como miembro de una comunidad de comunicación (y de
interpretación) real y de una ideal presupuesta por anticipación contrafáctica” (Apel, 1994).
Atiende así a la solución del doble problema de la explicitación de la verdad y de la
fundamentación última: mediante la “idea regulativa de un consenso último <...> de la
‘ilimitada comunidad de investigadores’ acerca de la aceptabilidad de hipótesis falibles”; y
de la idea de la irrebasabilidad de la argumentación (cfr. Dussel, comp. 1994), a partir del
apriori del lenguaje, en cuanto mediación del conocimiento. El giro de la crítica del
conocimiento qua análisis del lenguaje apunta al problema del valor de verdad, cuya
solución se indica en la dirección de “una formación intersubjetiva del consenso, en virtud
del acuerdo lingüístico (argumentativo)”, cuyo principio regulativo y crítico es el ideal de
realización de la comunidad ideal de comunicación (Apel, 1985 -vol. II, pp. 292, 337-38;
cfr. Vattimo, 1991; Rorty, 1996; Habermas, 1994).
El objeto de la Semiótica como tercera Prima Philosophia es la semiosis (ad
infinitum), condición de posibilidad, y realización efectiva, de las interpretaciones, y de la
validez intersubjetiva de las mismas. La Semiótica, tal como la define Peirce
(Pragmatismo), es la doctrina de la naturaleza esencial y de las variedades fundamentales
de toda semiosis posible; y la semiosis es la acción de los signos (Peirce, CP 5.488, 5.484,
en Nöth, 1998: 66)56.
La propia semiosis, que hace posible (a la vez que es posible por) la memoria,
puesto que no hay sentido sin pasado, presente y futuro (García, 1999, 2004b, 2005,
2010)57, ofrece una solución (si se quiere de compromiso) al problema de la sucesión
paradigmática (cuyas tres categorías son ser, conocer, significar/comunicar), por cuanto el
proceso diacrónico puede ser traducido sincrónicamente a la relación triádica (Apel) que
tanto pre-ocupó a Peirce desde que comenzó a “poner los cimientos profundos y masivos”
sobre los cuales se propuso “levantar un edificio filosófico que sobreviviera a las

56
También en la presentación de Sercovich a Peirce (1986, p. 9). En esta senda la semiosis es de carácter
universal. Peirce (1978) concibe el Universo como un argumento que “ejecuta sus conclusiones en las
realidades vivas”, y como tal “es necesariamente una grandiosa obra de arte, un magno poema –porque todo
argumento bien hecho es un poema y una sinfonía-, al igual que todo verdadero poema es un argumento
sólido”. Seguidamente compara el universo con una pintura, un cuadro impresionista de una playa.
67
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

vicisitudes del tiempo” (cit. por Pavón, Prólogo a Peirce, 1978). La lógica relacional
tríadica peirceana, (representamen, objeto, interpretante) no provoca el “olvido” de los
momentos anteriores (monádico y diádico, ser/conocer, mundo/sujeto) que serían
definitivamente trascendidos, sino que hace de los tres componentes elementos
constitutivos de la semiosis. La lógica semiótica “reconstruye la semiosis como
significancia/ comunicabilidad” (Parret, 1993) a partir de la comunalidad, cuya condición
de posibilidad es la aesthesis58.
Pero hay que apuntar las protestas de Peirce por las confusiones, tergiversaciones y
mala-interpretaciones que provoca su discurso, a lo que debía salir al cruce con
aclaraciones y precisiones. Entre ellas, y no la de menor importancia, la intromisión del
(sujeto) intérprete en la tríada, en lugar del interpretante (o identificado con él); la
dificultad en reconocer uno de los servicios que debería prestar el Pragmaticismo (o
“cualquiera que sea la verdadera doctrina de la lógica de la Abducción”), cual es la de
“adoptar una actitud satisfactoria hacia el elemento de terceridad” (Perice 1978, Lecciones
VII), la categoría de “la mediación, del hábito, de la memoria, de la continuidad, de la
síntesis, de la comunicación, de la representación, de la semiosis y de los signos” (CP,
1.337-ss, cit. en Nöth, 1998: 64; Peirce 1989, Principios de filosofía), sin el cual el edificio
(pragmaticista) que Peirce habría “proyectado y construido arquitectónicamente” se
desmoronaría59, y con el aporte del cual (entre otros) Peirce hizo posible la transformación
de la filosofía qua Semiótica como tercera Prima Philosophia.
“Debe usted saber que, desde el día en que, a los doce o trece años, encontré en la habitación de mi
hermano mayor un ejemplar de la Lógica de Whately y le pregunté qué era la lógica, y, al obtener
una respuesta simple, me eché al suelo y me hundí en el texto, nunca más pude, a partir de ese día,
abordar el estudio de nada –fuera matemáticas, ética, metafísica, gravitación, termodinámica, óptica,
química, anatomía comparada, astronomía, psicología, fonética, economía, historia de las ciencia,
juegos de naipes, hombres y mujeres, vino, metrología-, salvo como un estudio de semiótica; y con
qué escasa frecuencia he podido interesarme con verdadera simpatía en los estudios de otros
hombres de ciencia (y cómo han sido mucho más escasos aun los hallazgos de alguien que
comprendiera mis propios estudios <…>, no creo necesario detallarlo <…>.” (Peirce, Carta a Lady
Welby, 28 de dic. 1908).

57
Como dice Peirce (1902, MS, 599, cit. en Nöth, 1998, p. 140): “La naturaleza del signo es como la de la
memoria, que recibe las transmisiones de la memoria pasada y transfiere parte de ella hacia la memoria
futura”.
58
Parret (1995b) sugiere la recuperación semiótica de la estética, que amplía la “senda canónica” de la
ciencia, porque permite concebir la semiosis como una trama compleja de razones y pasiones, condición del
ser como cognoscibilidad, de la inter-subjetividad, el conocimiento, la realidad y el mundo que inventamos y
hacemos, y (al parecer de Nietzsche, La voluntad de poderío) el único que podemos interpretar.
59
La Arquitectónica de Peirce: Ciencia Normativa (Lógica-Etica-Estética) // Fenomenología <Faneroscopía>
(Ciencia Positiva) // Ciencia Condicional o Hipotética de la Matemática Pura (que debe leerse en sentido
“descendente”; cada “piso” se “apoya” en el que le sigue). (Peirce, 1978 -Lecciones I-IV). Entre otras
indicaciones para seguir los pasos (del filosofar piecemeal and by fragments, en un prolongado work in
progess) de Peirce, Apel (1997), Deladalle (1996).
68
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Peirce podría ser incluido en la pregunta de Foucault sobre Marx, Freud y Nietzsche
(formulada en 1964), en cuanto su obra sería un gozne de diferenciación y superación en el
proceso conflictivo e inconcluso de re-ordenamiento60 del cuadro epistémico pos-moderno,
según la conclusión de Deely (1996) acerca de la semiótica como “armazón
transdisciplinario que hace inteligible la idea de un desarrollo ‘post-moderno’”,
habilitación de “un nuevo comienzo para las ciencias” y “apertura de un nuevo capítulo en
la historia de las ideas” (pp. 337-338)61.
“La semiótica es una perspectiva o un punto de vista que surge de un reconocimiento
explícito de lo que cada método de pensamiento o cada método de investigación presupone.
La semiótica surge del intento de tematizar esta base que es común a todos los métodos y
los sustenta de manera transparente en todo aspecto hasta el punto en que ellos son medios
genuinos por los cuales la investigación avanza <…> descansa sobre la verificación de una
única forma de actividad en la naturaleza <…> para la cual <…> Charles Sanders Peirce
acuñó el término de semiosis <…> la acción de los signos, está de hecho presupuesta en la
misma idea de método. Es decir, los signos son requeridos no sólamente por cualquier
método en filosofía o en las ciencias naturales o humanas sino por la misma posibilidad de
que exista tal cosa como método de investigación de cualquier clase. La semiosis es un
proceso de revelación <…>. Cada método revela algo <…> y, en la medida que revela, es
un método semiótico, con lo cual simplemente quiero decir que es, como modalidad
comunicativa, signo-dependiente.” (Deely, 1996, pp. 55-56)

El bosquejo siempre ‘diferido’ de este croquis epistémico un tanto borroso,


inacabado, des-totalizante, tomó un giro semiótico62, en cuanto a la redistribución, y

60
Siguiendo a Vattimo, como proceso de dis-continuidad, sucesión y relevo, culminación, un re-memorar que
realiza, supera y tras-pasa la modernidad, la lleva más allá de sí misma y en el espacio y el tiempo, la
convierte en otra.
61
Dice Deeley: “En cualquier caso, si es cierto que ‘las cosas son definidas y nombradas con propiedad por
sus resultados’, el semiótico está autorizado a considerar el universo en su misma esencia como
semiocéntrico. La ‘visión de dimensiones nuevas y sobrecogedoras’ de los años sesenta que al comienzo
parecía demasiado grandiosa, resulta, después de todo, no lo suficientemente grande” (p. 256). En cuanto a
una matriz para todas las ciencias, Deeley considera que “El punto principal en este sentido es que la
semiótica concierne a una renovación de los fundamentos de nuestro entendimiento del conocimiento y la
experiencia a lo largo del escenario, y por lo tanto a una transformación de las superestructuras disciplinares
que distribuyen culturalmente ese entendimiento (las disciplinas tradicionales tal como han sido
corrientemente fundadas)” (p. 206).
Acerca del paradigma general semiocentrista, dice Esté: “La era semiocentrista ha venido para mostrar con
mayor énfasis que nunca el modo como las cosas dependen para la experiencia de la mediación de cadenas
sígnicas, éstas, cada vez más intrincadas y complejas” (1997, p. 26); y comienza sus consideraciones con
“una convicción”: “la proliferación sígnica (vista desde la indagación semiótica), el aumento de complejidad
y la flecha del tiempo son todas un mismo fenómeno” (p. 17). Acerca de la Semiótica como metodología de
base de las ciencias sociales, Magariños de Morentin (1996).
62
Cfr. Fabbri (2000 <1998>), un título que “recordaba y anunciaba un giro ya producido pero actual con
respecto a la vulgata semiótica en curso, que es la de los años sesenta. Faltaba, en cambio, un desarrollo
adecuado del concepto de traducción intersemiótica”, que a su parecer es “un campo fecundo de investigación
que prolonga lo más esencial del gesto semiótico: estudiar los recorridos de sentido a través de las sustancias
de la expresión” (p. 15). “La idea básica del giro semiótico”, tal como lo entiende Fabbri (quien toma el
69
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

regimentación de verdad, del orden mnemo-semiótico, pensado en clave de relación (entre


el repertorio de signos-representámenes, el dominio de objetos y el sistema de
interpretaciones; es decir, entre los medios y modos de representar y de interpretar la
realidad, en que consiste la semiosis, un proceso complejo, abierto, in-determinado,
incompleto e infinito). Como sostiene Deely acerca de la semiótica como matriz de este
cuadro-orden:
“El punto de vista semiótico es la perspectiva que resulta del continuo intento de vivir
reflexivamente con, y seguir las consecuencias de, una simple concepción: la totalidad de
nuestra experiencia, desde sus más primitivos orígenes en la sensación hasta sus más
refinados logros del entendimiento, es una red o trama de relaciones sígnicas.” (pp. 60-61)

En la retrospectiva, sobre la teoría y la historia de la semiótica, afirma Deeley:

“En una palabra, la teoría de la semiótica en el sentido básico será la explicación de cómo
la totalidad del conocimiento y la experiencia depende de signos, o es un producto de la
semiosis; la historia de la semiótica en el sentido básico será el trazado de las líneas que
hacen posible y necesaria tal explicación, aunque esta historia en otro sentido permanezca
asimismo abierta hacia un futuro indefinido en virtud del pensamiento presente.” (p. 268).

Una de las derivaciones de esta teoría y esta historia va de la mano de Morris. En


sus Fundamentos de la teoría de los signos de 193863 señala el doble vínculo de la
semiótica con las ciencias, en cuanto se trata de “una ciencia más” y de “un instrumento de
las ciencias”. En el primer caso, supone un avance en el camino de unificación de la
ciencia, al aportar los fundamentos para cualquier ciencia especial de los signos; de modo
tal que el concepto de signo sería importante en ese proyecto de unificación de las ciencias
(en general, los distintos tipos), y la semiótica sería pertinente en un programa tal, “aunque
la naturaleza exacta y el alcance de su pertinencia todavía han de determinarse”. En el
segundo caso, la semiótica es el instrumento de todas las ciencias, ya que todas recurren a
los signos: “Por consiguiente, la metaciencia (la ciencia de la ciencia) ha de usar la
semiótica como organon” (1985: 24-25). Morris piensa que la semiótica ofrece “una base
para la comprensión de las principales formas de actividad humana y para su interrelación”,
en tanto mediadas por signos, con lo cual cumpliría una de las tareas filosóficas

término giro de Nietzsche, porque lo entiende en el mismo sentido), y que ubica en un espacio y un tiempo
más cercanos a los suyos y su propia trayectoria, es contraria al intento de “trocear” la complejidad del
lenguaje, de las significaciones y del mundo, “en unidades mínimas”, “y luego, mediante combinaciones
progresivas de elementos de significados y de rasgos de significantes, producir o reproducir el sentido”.
También Fabbri cree que “hay una fuerte demanda de la semiótica como organon para la ciencia, como una
especie de arte racional, no universal, para el funcionamiento de los conocimientos locales”.
70
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

tradicionales (p. 112). Morris (1974 <1964>) señala el carácter interdisciplinario de la


semiótica, dado el carácter semiótico (simbólico) de los respectivos objetos de estudio de
las diversas disciplinas.

En el mismo año que Foucault leía su ponencia (1964), Barthes publicaba “La
cocina del sentido” en Le Nouvel Observateur (en Barthes, 1997), donde señala que “junto
a las diversas determinaciones (económicas, históricas, sicológicas) hay que prever ahora
una nueva cualidad del hecho: el sentido” (p. 225). Y observa:
“Si las tareas de la semiología crecen incesantemente es porque de hecho nosotros descubrimos cada
vez más la importancia y la extensión de la significación en el mundo; la significación se convierte en
la manera de pensar el mundo moderno, un poco como el ‘hecho’ constituyó la unidad de reflexión
de la ciencia positiva.” (Barthes, 1997: 224-25).

En la introducción a un volumen sobre “los resultados alcanzados por la semiótica


rusa aplicada a las ciencias humanas” de 1973, Lotman y Uspenski (2007) dicen:
“<…> el punto de vista semiótico es orgánicamente intrínseco a la conciencia humana y en
este sentido constituye un fenómeno no sólo viejo, sino también conocido por todos. <…>
El punto de vista semiótico, implícitamente, siempre se presenta en las acciones y en la
conciencia del hombre. La peculiaridad de la ciencia es la de proceder a analizar lo que
nunca había sido analizado precisamente porque parecía simple y evidente. Bajo este
aspecto la semiótica está unida a la ciencia del siglo XX, que aspira no tanto a conocer
algo nuevo con respecto al contenido, sino más bien a ampliar el propio conocimiento del
conocimiento.
<…> muchos problemas de semiótica, que sorprenden por su novedad y se revisten de la
moderna metodología científica, en sustancia objetivizan viejos problemas que ya desde
hace tiempo son intrínsecos a la cultura.
<…> la ciencia, expresando la acumulación de los conocimientos en el ámbito concreto de
su investigación, asume contemporáneamente las formas comunes a toda la cultura de su
tiempo, y el hecho de que los sistemas de signos hayan llegado a ser, en la mitad del siglo
XX, el objeto de una investigación especial no es nada casual. Es que precisamente desde el
punto de vista científico de nuestro tiempo es característica la relevante atención dirigida al
procedimiento y al lenguaje de descripción. <…>
La semiótica, pues, es la orgánica continuación de numerosas líneas del desarrollo cultural
anterior y, al mismo tiempo, depende precisamente de la fase actual de la cultura, y de esta
fase manifiesta los aspectos característicos.”

Coda. Hilos, nudos… incesante trans-curso.

El ciclo de las revoluciones filosóficas y científicas no se cierra (éstas están


imbricadas con otras clases de revoluciones y otros tipos de trans-formaciones).

63
En el prefacio al libro (primera edición española de 1985 <1971>), dice Morris que el mismo reúne sus
principales escritos sobre la teoría general de los signos de 1938, 1946, 1964.
71
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

“El siglo XX es rico en revoluciones científicas, y el resultado natural de este hecho es que
nuestras ideas han cambiado no sólo acerca del mundo, sino también acerca de la propia
ciencia.” (Lotman y Uspenski, 2007)

Al mismo tiempo no se deja de proponer re-definiciones del tipo de sociedad y


cultura que con-formamos; de caracterizar el mundo que heredamos y legamos, que re-
hacemos día a día y re-quiere cada vez mejor cuidado; de buscar la clave (del espíritu) de
nuestro tiempo; de re-inscribir la era que transitamos en el libro de arena de la historia; de
entonar algunas metáforas64 re-creadas para comprender lo que sucede a nuestro alrededor
y nuestra propia existencia; de re-formular ensayos que procuran ad-mirar la complejidad
“del diverso cristal de esa memoria, el Universo” (Borges, “Everness”, El otro, el mismo);
y por supuesto no se ceja en el empeño de propiciar las (pen)últimas in-auguraciones de la
dis/continuidad epistémica…65
En fin, no tiene a-puesta final, última ni definitiva, el juego de contar(nos) historias;
la aventura incierta, continua y en permanente desarrollo-crecimiento, azarosa y amorosa,
de re-escritura del magno poema que es el universo (evocando y convocando a Peirce y
Barthes); la experimentación con nuestro(s) ingenio(s); la práctica del difícil arte de la

64
Entre esos iconos (imagen, metáfora, diagrama), eidos (forma, idea): la esfera, la flecha (del tiempo).
65
Posmodernismo-posmodernidad, sociedad moderna líquida de consumo, sociedad de la comunicación
generalizada, sociedad del espectáculo, sociedad de la información, aldea global, era planetaria, globalización
y mundialización; complejidad, genética, microbiología, cognitivismo… Pero esto sería motivo de otra
excursión. Como la memoria tiene sus propias leyes, más parecidas a las del arte, más o menos diferenciadas
en sus distintas semiosferas (Lotman 1996), no nos sorprende la proliferación de (con)fabulaciones, las idas y
vueltas, contra/marchas, derivas y derivaciones, desviaciones y atajos, re-visiones, revivals, exploraciones y
nuevos rumbos, re-planteos, de todo tipo, que se dan en nuestra “modernidad singular”.
A propósito, en el Prefacio de su libro que se titula así, dice Jameson (2004): “En plena posmodernidad, y
hasta hace muy poco, parecía existir cierto acuerdo general, cierto consenso tácito, acerca de los rasgos de lo
moderno que ya no eran deseables. <…> No obstante, en medio de todos estos saludables movimientos de
repugnancia y revulsión que nos lleva, en verdad, al extremo de escuchar el ruido de ventanas rotas y viejos
muebles arrojados a la calle, en los últimos años hemos comenzado a presenciar fenómenos de un tipo muy
diferente, que sugiere el retorno y rehabilitación de toda clase de cosas del pasado, y no su liquidación al por
mayor”: “la filosofía tradicional en todo el mundo”, “una economía política anterior hace su tambaleante
aparición como una sombra y nos ofrece un nuevo y prodigioso acontecimiento, a saber, la reinvención del
mercado”, “el renacimiento de la estética”. Advierte entonces que “Lo que se identifica (de manera
igualmente tradicional) como la historia de las ideas está mal preparado para enfrentarse a regresiones
intelectuales de este tipo, que con frecuencia pueden explicarse con mayor certeza en función de coyunturas
políticas y dinámicas institucionales)”. Para Jameson “cuesta pensar que esas reinstitucionalizaciones y sus
regresiones puedan incluirse entre las consecuencias de la posmodernidad”. No es acertado suponer que esto
pensaba Lyotard (respecto del “desplazamiento de los ‘grandes relatos’ de la historia por los múltiples juegos
de lenguaje”), y que la posmodernidad, de Lyotard o cualquier otra, “señala un repudio del pasado, su
abandono generalizado en el olvido”. De la “turbación” de Lyotard, Jameson extrae “dos conclusiones útiles.
La primera tiene que ver con una dependencia de lo posmoderno con respecto a lo que siguen siendo las
categorías esencialmente modernistas de lo nuevo”; la segunda “es que resulta más fácil denunciar los relatos
históricos <…> que prescindir de ellos”. En el libro se ocupa del “retorno o reinvención final de lo pasado de
moda en plena posmodernidad, una reiteración que es sin duda la más paradójica de todas, pues demuestra ser
72
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

meta-morfosis; la experiencia del viaje transformador66. Pero la telaraña que se des/teje una
y otra vez exhibe la mano tejedora, que adelantándose señala la máscara con el dedo; y no
deja (mucho) más que asumir la responsabilidad, una actitud de respuesta activa,
comprensiva (Bajtin 1997), crítica y política (Castoriadis, 1993; Foucault, 2004).
En el transcurrir del Gran Tiempo-Diálogo (Bajtin, 1985) no paramos de re-
accionar la rueca y el telar de los signos y la memoria, para re-producir sentido y tratar de
comprender su devenir, el nuestro, el del mundo, el de la rueca, el del diálogo y sus re-
construcciones, el de las mentiras que re-inventamos para vivir y sostener(nos) (en) el
mundo.
Para bien (de todos o de unos pocos) o para mal (de muchos que es consuelo de
tontos), los dominios de signos y medios de representación, los repertorios de objetos
representados por esos signos y los sistemas de interpretaciones a que dan lugar, que
constituyen la semiosis; las instituciones en que cristalizan y las tradiciones que
conforman, no están completos, fijos, ni definitivamente cerrados (Delladale, 1996). Y lo
propio de la práctica semiótica, como Praxis crítica y Crítica de la praxis (Kristeva), como
Crítica ideológica y política (Barthes), como Ciencia de las ideologías (Bajtin,
Voloshinov), es re-abrir una y otra vez el retablo de las maravillas, re-inaugurar
ininterrumpidamente el (eslabonamiento semiótico del) proceso, como actualización de la
capacidad de influir en la constitución de toda institución pública (Peirce, 1988, “Las obras
de Berkeley”).

Referencias bibliográficas

ABRIL, G. (Ed.) 2010. El cuarto bios. Estudios sobre comunicación e información. Madrid.
Editorial Complutense -UCM.
AGUSTÍN 1983. Las confesiones (selec.). Buenos Aires, CEAL.
APEL, K.-O. 1997. El camino del pensamiento de Charles S. Peirce. Madrid, Visor.

la del concepto mismo de modernidad propiamente dicha, que con ingenuidad supusimos superado mucho
tiempo atrás”.
66
Ni determinismo ni vaticinio; ni orden sin resquicios, progreso indefinido, ni puro caos, fragmentación y
dispersión total; sin la tranquilidad del conocimiento completo y absoluto, pero sin el desasosiego permanente
de la radicalidad relativista, también afincada en el emporio monológico; sin garantías ni fianzas abonadas
por adelantado. Ya sea que Dios juegue o no a los dados, esté en permanente vigilia o se distraiga, “El futuro
no está dado. Vivimos el fin de las certidumbres”, pero no el tiempo de “una derrota del intelecto humano”,
su capacidad de imaginar lo posible (Prigogini, 1997, p. 213). Por el carácter de nuestra incursión no
prevemos adentrarnos acá en el enorme y sorprendente edificio de Peirce, en el que pueden recorrerse largos
caminos, visitar amplios lugares (la clasificación de los signos, el triplete lógica -gramática –retórica, las
73
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

----- 1985. La transformación de la filosofía, 2 vols. Madrid, Taurus.


----- 1994. Semiótica filosófica. Buenos Aires, Almagesto.
ARFUCH, L. 2013. Memoria y autobiografía. Buenos Aires, FCE.
BAJTIN, M. 1985. Estética de la creación verbal. México: Siglo XXI. .
----- 1994. El método formal en los estudios literarios. Madrid, Alianza.
----- 1997. Hacia una filosofía del acto ético. De los borradores y otros escritos. Barcelona,
Anthropos.
BARTHES, R. 1986. El placer del texto y Lección inaugural. México, Siglo XXI.
----- 1997. La aventura semiológica. Barcelona, Paidós.
BAUMAN, Z. 2009. El arte de la vida. Buenos Aires, Paidós.
BAUMAN, Z. 2011. Vida de consumo. Buenos Aires, FCE.
BECK, U. y BECK-GERNSHEIM, E. (2012) Amor a distancia. Nuevas formas de vida en la era
digital. Buenos Aires, Paidós.
BENJAMIN, W. 1989. Discursos interrumpidos I. Buenos Aires, Taurus.
----- c. 1995. La dialéctica en suspenso, P. Oyarzún Robles (introd. y notas). S. de Chile, Univ.
ARCIS y LOM Eds.
----- 1986. “El narrador”, Sobre el programa de la filosofía futura y otros ensayos. Barcelona,
Planeta-Agostini.
BERSTEIN, R. 1988. Habermas y la modernidad, Introducción. Barcelona, Taurus.
BHABHA, H. 1995. Nation and narration. New York, Routledge.
BODEI, R. 1998. Libro de la memoria y de la esperanza. Buenos Aires, Losada.
BORGES, J. L. 1987. Obras completas. Buenos Aires, Emecé.
BRUNER, J. 1995. Actos de significado. Madrid, Alianza.
----- 1996. Realidad mental y mundos posibles. Barcelona, Gedisa.
BURKE, P. (edic.) 1993. Formas de hacer historia. Madrid, Alianza.
CHIRICO, M. (comp.) 1992. Los relatos de vida. El retorno a lo biográfico. Buenos Aires, CEAL.
CASTORIADIS, C. 1993. El mundo fragmentado. Buenos Aires, Altamira-Nordam.
DANTÓ, A. 1989. Historia y narración. Barcelona, Paidós.
DEELY, J. 1996. Los fundamentos de la semiótica. México, Universidad Iberoamericana.
DEBORD, G. 1998) La sociedad del espectáculo. Archivo Situacionista.
(Recuperado: http://www.pamiela.org/sociedad.espectáculo)
DELADALLE, G. 1996. Leer a Peirce hoy. Barcelona, Gedisa.
DE MORAES, D. .org.) 2006. Sociedade midiatizada. Río de Janeiro, Mauad.
DIJK, T., VAN (comp.) 2000. El discurso como estructura y proceso. Barcelona, Gedisa.

ciencias normativas, el triplete doctrinario tijismo –sinejismo –agapismo, los grafos, los tipos y la crítica de
argumentos, el falibilismo…), para confrontar varias historias y re-orientar el diálogo.
74
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

DUSSEL, E. (comp.) 1994. Debate en torno a la ética del discurso de Apel. México: Siglo XXI.
ESTÉ, A. 1997. Cultura replicante. El orden semiocentrista. Barcelona, Gedisa.
FABBRI, P. 2000. El giro semiótico. Barcelona, Gedisa.
FOUCAULT, M. 1978. Microfísica del poder. Madrid, Eds. La Piqueta.
----- 1980. El orden del discurso. Barcelona, Tusquets.
----- 1985. Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber, “Método”. México, Siglo XXI.
----- 1995. Nietzsche, Freud, Marx. Buenos Aires, El cielo por asalto.
----- 1996. La arqueología del saber. México, Siglo XXI.
----- 2004. Sobre la ilustración. Madrid, Tecnos.
FREUD, S. 1988. Lecciones introductorias al Psicoanálisis, vol. 12. Buenos Aires, Hyspamérica.
GADAMER, H.-G. 1993. Verdad y método I. Salamanca, Sígueme.
----- 2009. El giro hermenéutico. Madrid, Cátedra.
GARCÍA, M. 1999. La narración de la historia nacional en el texto escolar de Argentina. Tesis
doctoral inédita. (UCM- Madrid).
----- 2000. “Avatares narrativos del sujeto”. Memorias: V Jornadas Nacionales de Investigadores
en Comunicación (C.D). Red Nacional de Investigadores en Comunicación y Facultad de Ciencias
de la Educación (UNER).
------ 2002. “Viajar/Contar”. En Papers ALAIC 2002. Producción científica de Grupos de Trabajo
VI Encuentro ALAIC (Santa Cruz de la Sierra, Bolivia). www.eca.usp.br/alaic/gts.htm
------ 2004a. Narración. Semiosis/Memoria. Posadas, Editorial Universitaria.
------ 2004b. “Yo fabulado(r). Discurso, Memoria, Identidad”. En Actas VII Encuentro ALAIC
(CD). La Plata.
------ 2005. “Semio(crí)tica”, en Estudios Regionales, año 13, Nº 29, 102-108. (FHyCS-UNaM).
------ 2006. “Contar (nuestra) Mision(es). Massmediación, memoria, comunidad, identidad”, en
Unirevista, Vol. 1, Nº 3. Unisinos, S. Leopoldo, Brasil. www.Unirevista.unisinos.br/.
----- 2007. “Trans-formaciones narrativas y retóricas. Semiosis, memoria, identidad, comunidad,
imaginario. Manuales y diarios”. Actas (CD) Jornadas Internacionales sobre Retórica y lenguajes
de la cultura. Centro Investigaciones Lingüísticas, Fac. de Lenguas (UNC).
------ 2008. “El in/genio tecno-lógico. Comunicación y memoria”. Actas (CD) VI Encuentro
Argentino de Carreras de Comunicación Social. Fac. de Ciencias de la Educación (UNER).
------ 2009. “Con-figuraciones mnemosemióticas. El manual de historia”. Acta (CD) III Congreso
Internacional Transformaciones culturales: debates de la teoría, la crítica y la lingüística. Fac. de
Filosofía y Letras (UBA).
------ 2010. “Massmediación, actualidad y memoria. Archivo, mapas, pistas”. Ponencia en VIII
Congreso Nacional y III Internacional de la Asociación Argentina de Semiótica. Univ. Nac. de
Misiones.

75
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

------ 2012. Exploraciones discursivas. Ed. de autor –Programa de Semiótica:


https://programadesemiotica.wixsite.com/unam.
GIDDENS, A. 1993. Consecuencias de la modernidad. Madrid, Alianza.
HABERMAS, J. 1990. Teoría y praxis. Madrid, Tecnos.
------ 1992. Ciencia y técnica como ideología. Madrid, Tecnos
------ 1994. Conciencia moral y acción comunicativa. Barcelona, Península.
HAMELINK, C. 1981. La aldea transnacional. Barcelona, G. Gili.
HUYSSEN, A. 2007. En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de
globalización. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
IBAÑEZ, J. 1992. Más allá de la sociología. Madrid, Siglo XXI.
JAMESON, F. 1989. Documentos de cultura, documentos de barbarie. Madrid, Visor.
----- 1999. El giro cultural. Buenos Aires, Manantial.
----- 2004. Una modernidad singular. Buenos Aires, Barcelona.
Jameson, F. 2015. Conversaciones sobre marxismo cultural, I. Buchanan (comp.). Buenos Aires,
Amorrortu.
JELIN, E. 2002. Los trabajos de la memoria. Madrid, Siglo XXI.
KERMODE, F. 2000. El sentido del final. Barcelona, Gedisa.
KOSELLECK, R. 1993. Futuro pasado. Barcelona, Paidós.
KRISTEVA, J. 1981. Semiótica, 2 vols. Madrid, Fundamentos.
LA CAPRA, D. 2009. Historia y memoria después de Auschwitz. Buenos Aires: Prometeo –
EDUNTREF.
LE GOFF, J. 1991a. Pensar la historia. Barcelona, Paidós.
----- 1991b. El orden de la memoria. Barcelona, Paidós.
LOCKE, D. 1997. La ciencia como escritura. Madrid, Cátedra.
LOTMAN, J. 1979. Semiótica de la cultura. Madrid, Cátedra.
----- 1996. La semiosfera I. Madrid, Cátedra.
LOTMAN, I. y USPENSKI, B. 2007. “Investigaciones semióticas”, Entretextos. Revista
Electrónica Semestral de Estudios Semióticos de la Cultura Nº 10.
<http://www.ugr.es/~mcaceres/entretextos/entre10/investigaciones.html>
LYOTARD, J.-F. 1993. La condición postmoderna. Barcelona, Planeta-Agostini.
MAGARIÑOS DE MORENTIN, J. 1996. Los fundamentos lógicos de la semiótica y su práctica.
Buenos Aires, Edicial.
MARCUS, G. y FISCHER, M. 2000. La antropología como crítica cultural. Buenos Aires,
Amorrortu.
MCEWAN, H. y EGAN, K. (comps.) 1998. La narrativa en la enseñanza, el aprendizaje y la
investigación. Buenos Aires, Amorrortu.

76
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

MITCHELL, W. J. T. (ed.) 1981. On narrative. Chicago, University of Chicago Press.


------- 2016. Iconología. Imagen, texto, ideología. Buenos Aires, Capital Intelectual.
MORRIS, Ch. 1985. Fundamentos de la teoría de los signos. Barcelona, Paidós.
------ 1974. La significación y lo significado. Estudio de las relaciones entre el signo y el valor.
Madrid, Alberto Corazón.
MUMBY, D. (comp.) 1997. Narrativa y control social. Buenos Aires, Amorrortu.
NIETZSCHE, F. 1990. La voluntad de poderío. Madrid: Edaf.
----- 1994a. Aurora. Madrid, M.E. Edts.
----- 1994b. Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Madrid, Tecnos.
----- 1962. “De la utilidad y de los inconvenientes de los estudios históricos para la vida” (1874),
Obras completas I. Buenos Aires, Aguilar.
NÖTH, W. 1998. Panorama da semiótica. De Platâo a Peirce. Sâo Paulo, AnnaBlume.
PARRET, H. 1993. Semiótica y pragmática. Buenos Aires, Edicial.
----- 1995a. Las pasiones. Buenos Aires, Edicial.
----- 1995b. De la semiótica a la estética. Buenos Aires, Edicial.
PEIRCE, Ch. S. 1978. Lecciones sobre el pragmatismo. Buenos Aires, Aguilar.
----- 1986. La ciencia de la semiótica. Buenos Aires, Nueva Visión.
----- 1988. El hombre, un signo. Madrid: Alianza.
----- 1989. Obra lógico-semiótica. Madrid, Taurus.
PERELMAN, Ch. 1997. El imperio retórico. Santafé de Bogotá, Norma.
PRIGOGINE, I. 1997. El fin de las certidumbres. Madrid, Taurus.
RICOEUR, P. 1987 I-II. Tiempo y narración. Madrid, Cristiandad.
SARLO, B. 2005. Tiempo pasado. Buenos Aires, S. XXI.
SMORTI, A. 2001. El pensamiento narrativo. Construcción de historias y desrrollo del
conocimiento social. Sevilla, Mergablum.
SCHMUCLER, H. 2005. “La memoria como ética” (Conferencia en la Biblioteca Nacional -ciclo
“Pensamiento Contemporáneo”): http://laintemperie.com.ar/index/
RORTY, R. 1990. El giro lingüístico. Barcelona, Paidós.
------ 1996. Objetividad, relativismo y verdad. Barcelona, Paidós.
SCHILLER, H. 1986. Información y economía en tiempo de crisis, Madrid, Fundesco / Tecnos.
USPENSKI, B. 1993. “La historia y la Semiótica (La percepción del tiempo como problema
semiótico)”, en Discurso -Rvta. Internacional de Semiótica y Teoría literaria- Nº 8. Sevilla, pp.
47-89.
VATTIMO, G. 1991. Etica de la interpretación. Barcelona, Paidós.
------- 1998. “El olvido imposible”, en Y. Yerushalmi et al., Usos del olvido. Buenos Aires, Nueva
Visión.

77
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

VERON, E. 2004. Fragmentos de un tejido. Buenos Aires, Gedisa.


------- 2013. La semiosis social 2. Ideas, momentos, interpretantes. Buenos Aires, Paidós.
VIRNO, P. 2003. El recuerdo del presente. Buenos Aires, Paidós.
VOLOSHINOV, V. 1992. El marxismo y la filosofía del lenguaje. Madrid, Alianza.
WALLERSTEIN, I. coord. 1996. Abrir las ciencias sociales. México, Siglo XXI.
WITTGENSTEIN, L. 1988. Investigaciones filosóficas. Barcelona, Crítica-Grijalbo.
WHITE, H. 1992. El contenido de la forma. Barcelona, Paidós.
WHITE, M. 2002. El enfoque narrativo en la experiencia de los terapeutas. Barcelona, Gedisa.
ZIZEK, S. Y SLOTERDIJK, P. 2011. “La quiebra de la civilización occidental” (entrevista por N.
Truong). Revista Ñ –Clarín (21/08).

78
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

INTERLUDIO
Núcleos nocionales y perspectiva

Carles Sanders Peirce (1839-19014) podría sumarse a la ronda de los tres que in-
auguran discursividad de la (pos)modernidad. Su nombre cabría, en una (h)ojeada
retrospectiva, en la pregunta de Foucault (1995): “¿Marx, Freud y Nietzsche no han
modificado profundamente el espacio de repartición en el cual los signos pueden ser
signos?”, en un gesto fundacional y que de ahí en más será de des-fundamentación y re-
encantamiento más o menos esperanzado, lúcidamente nihilista, y que abre vías para la
práctica de cierta hermenéutica, como interpretación de los signos y de las interpretaciones
(Grüner, Introducción a Foucault, 1995). Una práctica impelida a renovarse continuamente,
en el campo de combate donde se define e impone una política interpretativa, para
mantener su impulso transformador, que requiere la difícil pero prometedora metamorfosis
del contar y el des-estabilizante arrojo experimental para concebir y realizar la
transformación de nuestro mundear.67
Se trata de un gozne de diferenciación y superación en el proceso conflictivo e
inconcluso de re-ordenamiento68 del cuadro epistémico pos-moderno69, modelado por la
“nueva cualidad del hecho” que es el sentido, “junto a las diversas determinaciones”:
“nosotros descubrimos <y des/re-cubrimos> cada vez más la importancia y la extensión de
la significación en el mundo; la significación se convierte en la manera de pensar el mundo
moderno” (Barthes, 1997). El bosquejo siempre ‘diferido’ de este croquis un tanto borroso,

67
En su libro sobre Peirce, dice Roberto Mrafioti (2004): “propuso un océano de ideas que van y vienen a lo
largo de la historia del conocimiento <…> Retomó la noción que los griegos frecuentaron –y que siguió sido
frecuentada- acerca de que el pensamiento puede llegar a ser una pasión. Aseguró que sólo se puede conocer
algo cuando se lo ama. Todo un manifiesto, todo un programa. Para la ciencia, pero también para la vida”.
Pre-ocupado en torno de la vida y el universo, a partir de un amplio abanico de saberes, su origen y
desarrollo, regularidad y desorden, “Creyó que, a pesar el caos, existe un orden <…> Vivimos
cotidianamente en un mundo caótico y, sin embargo, sobrevivimos en él. Encontramos un orden. Y lo que
resulta más importante, nos podemos arriesgar a interpretarlo” (pp. 12-13).
68
Siguiendo a Vattimo, como proceso de dis-continuidad, sucesión y relevo, culminación, un re-memorar que
realiza, supera y tra-pasa lamodernidad, la lleva más allá de sí misma y en el espacio y el tiempo, la convierte
en otra.
69
En acuerdo con la conclusión de Deely (1996), acerca de la semiótica como “armazón transdisciplinario
que hace inteligible la idea de un desarrollo ‘post-moderno’”, habilitación de “un nuevo comienzo para las
ciencias” y “apertura de un nuevo capítulo en la historia de las ideas”. Vid. Esté (1997), acerca del
paradigma general semiocentrista: “La era semiocentrista ha venido para mostrar con mayor énfasis que
nunca el modo como las cosas dependen para la experiencia de la mediación de cadenas sígnicas, éstas, cada
vez más intrincadas y complejas”.
79
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

inacabado, des-totalizante, tomó un giro semiótico70, en cuanto a la redistribución, y


regimentación de verdad, del orden mnemo-semiótico, pensado en clave de relación: entre
el repertorio de signos-representámenes, el dominio de objetos y el sistema de
interpretaciones (es decir, entre los medios y modos de representar y de interpretar la
realidad), en que consiste la semiosis (un proceso complejo, abierto, indeterminado,
incompleto e infinito). Como sostiene Deely acerca de la semiótica como matriz de este
cuadro-orden:
“El punto de vista semiótico es la perspectiva que resulta del continuo intento
de vivir reflexivamente con, y seguir las consecuencias de, una simple
concepción: la totalidad de nuestra experiencia, desde sus más primitivos
orígenes en la sensación hasta sus más refinados logros del entendimiento, es
una red o trama de relaciones sígnicas.”

Afortunadamente, esos dominios, repertorios y sistemas, las instituciones en que


cristalizan y las tradiciones que conforman, no están completos, fijos, ni definitivamente
cerrados. Y lo propio de la práctica semiótica, como Praxis crítica y Crítica de la praxis
(Kristeva) es re-abrir una y otra vez el retablo de las maravillas, re-inaugurar
ininterrumpidamente el (eslabonamieno semiótico del) proceso, como actualización de la
capacidad de influir en la constitución de toda institución pública (Peirce, “Las obras de
Berkeley”).
Si concebimos el magno poema que es el universo71 sub specie semioticae et
communicationis, y encaramos su re-escritura como una aventura incierta, continua y en
permanente desarrollo-crecimiento, azarosa y amorosa (evocando a Barthes y a Peirce), la
experimentamos como un viaje transformador y la compartimos como un relato de nunca
acabar, no nos queda más que asumir la responsabilidad, una actitud de respuesta activa,
comprensiva (Bajtin, 1997), crítica y política. La “actitud crítica y polítca”, para continuar
la expresión de Castoriadis (1993b), debe desarrollar el “ciudadano lúcido y el pensador
político”, y quienquiera que se dedique a los estudios sociales y culturales, en cuanto a la
necesodad de “reflexionar las épocas y los procesos históricos críticamentes, por cuanto
nuestra Historia, la sociedad y la cultura, los asuntos comunes y públicos, “también nos
interesa políticamente”. La creación de la filosofía, la política y la democracia, refieren
para Castoriadis, la puesta en tela de juicio explícita por parte de la colectividad en su hacer

70
Vid. el capítulo anterior, “De giros…”.
71
Peirce (1978) concibe el Universo como argumento, que “ejecuta sus conclusiones en las realidades vivas”,
y como tal “es necesariamente una grandiosa obra de arte, un magno poema –porque todo argumento bien
80
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

efectivo de la institución establecida de la sociedad, y es “la primera aparición histórica del


proyecto de autonomía colectiva e individual, cuya emergencia es la de la pregunta: ¿qué
dedebemos pensar?, ¿qué leyes debemos hacer?”. En este sentido, la paideia de los
ciudadanos es “la formación (siempre social) de individuos que han interiorizado a la vez
la ley y la posibilidad de ponerla en tela de juicio, la interrogación, la reflexión y la
capacidad de deliberar la libertad y la responsabilidad” (Idem). Se trataría, entonces, de
tender a desarrollar, en todo momento y al máximo, la facultad semiótica, “la actividad
propia del sujeto”, la “capacidad de aprender del sujeto” (en términos del autor),
recurriendo a esta misma facultad. La crítica, según Foucault (1995), y para anudar el lazo,
pregunta cómo gobernar y cómo no ser gobernados. La actitud crítica como virtud en
general es el “arte de no ser de tal modo gobernado”. En definitiva, se trata, con Barthes
(1999), del arte crítico, que “da entrada a una crisis”, como sacudida de los signos: “el que
desgarra, el que resquebraja el baño, el que abre fisuras en la costra de los lenguajes, diluye
y licua el enviscamiento de la logosfera”, “crea discontinuidad en los tejidos de las palabras
y aleja la representación sin anularla”. La sacudida como re-producción despegada,
desplazada, también supone el uso macedoniano de la palabra, que puede costar (más) de
“una contrariedad por vez” (Macedonio Fernández, “La oratoria del hombre confuso”).
El acompañamiento, cercano en algunos trechos y distante por momentos, del
filosofar piecemeal and by fragments de Peirce72, consiste, más o antes que en “recopilar
hechos”, en “aprender lo que aprendemos de esa experiencia que nos apremia a cada uno
de nosotros todos los días y a todas horas” (Lecciones). Un entrenamiento que se moldea,
tanto modus operandi cuanto forma, por medio del ensayo (que recuerda el triplete icónico
peirceano, como imagen, metáfora y diagrama), aplicado a cualquier objeto de estudio (y al
sujeto que estudia), como laboratorio de observación, que permite ensayar. El carácter
científico del viaje se daría con el desarrollo del proceso de cognición, en tanto “proceso de
inferencia válida” (“Algunas consecuencias de cuatro incapacidades”, “La fijación de la
creencia”). La inferencia, como equivalente epistemológico de la semiosis (vivida), es

hecho es un poema y una sinfonía-, al igual que todo verdadero poema es un argumento sólido”.
Seguidamente compara el universo con una pintura (un cuadro impresionista de una playa).
72
Para seguir los pasos de Peirce, y sus aportes a la transformación de la filosofía, Apel (1997). El estilo
fragmentario, de edición y montaje, es otro aire de familia de algunos de los autores convocados para este
des-encuentro. En su Lección inaugural, Barthes (1986c) explicita que el método a emplear “no puede
realmente referirse más que a los medios apropiados para desbaratar, desprenderse o por lo menos aligerar” el
poder del discurso, convencido de que al escribir y al enseñar “la operación fundamental de ese método de
desprendimiento consiste en la fragmentación si se escribe y en la digresión si se expone o, para decirlo con
una palabra preciosamente ambigue, en la excursión”.
81
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

experimental. Como dice Deladalle: “Peirce sustituye la intuición cartesiana por la


experimentación científica en todos los sentidos de la palabra ‘experimental’, tanto en el de
la experimentación de laboratorio como el de la experimentación ‘mental’ de la física
matemática, que es también, por lo demás, la puesta a prueba de una hipótesis o idea”, lo
que implica su concepción de signo-acción. En una de sus cartas a Lady Welby (14-12-
1908), Peirce sostiene que la experimentación es “la única lógica de cualquier cuestión
relativa de los objetos reales”. Y en las Lecciones dice que un experimento “es una
pregunta que se hace a la naturaleza. Como cualquier interrogatorio, se basa en una
suposición <...> <que si> es correcta, es de esperar cierto resultado sensible bajo ciertas
circunstancias, que pueden ser creadas o, en todo caso, han de prestarse”73. Así, tanto el
universo como la mente se convierten en laboratorio experimental (Pavón, nota 2 a
Lecciones).
A propósito de las tareas del Pragmaticismo, Peirce “ejemplifica el tipo de
experimentalista” (“maneras de pensar de laboratorio”) y como tal formuló la teoría de que:

“una concepción, es decir, la intención racional de una palabra u otra


expresión reside exclusivamente en sus repercusiones concebibles en la
conducta de la vida; de manera, que, dado que obviamente nada que no pueda
resultar del experimento puede tener repercusión directa alguna en la
conducta, si uno puede definir con exactitud todos los fenómenos
experimentales concebibles que pudiera implicar la afirmación o negación de
un concepto, uno tendría ahí una definición completa del concepto, no
habiendo en él absolutamente nada más.”

Apel (1985 –II) interpreta que Peirce “no trata de reducir el sentido a hechos
objetivos de la ciencia social empírica, sino que se ocupa de las reglas metaciendíficas del
acuerdo sobre el sentido a la luz de posibles experiencias experimentales. La comprensión
del sentido no se constituye por la observación de datos experimentales, sino que se
relaciona con la posible experiencia experimental por medio de un experimento mental”.
Por su parte, Sini advierte que el carácter formal o cuasi necesario de la Semiótica “se debe
al método que le es propio, es dcir, la observación abstracta”. Este método, propio de la
Fenomenología o Faneroscopía de Peirce, “consiste simplemente en abrir nuestros ojos
mentales y mirar bien al fenómeno” (Lecciones), tarea que requiere la ejercitación de tres
facultades: 1) la de observación (del artista), “de ver lo que salta a los ojos, tal como se
presenta, sin reemplazarlo por ninguna interpretación, sin adulterio con ninguna

73
En el mismo lugar, Peirce hace las indicaciones del caso para evitar rápidas asociaciones directas con la
82
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

concepción respecto a esta o aquella circunstacia supuestamente modificadora”; 2) de una


resuelta discriminación, “que se agarra como un perro de presa al rasgo particular que se
estudia”; 3) de generalización (del matemático), quien “crea la fórmula abstracta que
engloba la esencia misma del rasgo sometido a examen, purificada de toda mezcla de
accesorios extraños e irrelevantes” (Idem). Precisamente, parte del interés de Peirce radica
en gran medida en la fuerza de su pensamiento y su método icónico-diagramático74.

Una investigación semiótica inscripta en esta senda supone la relación intrínseca


entre semiosis y memoria. La propia memoria es un laboratorio semiótico, su con-
formación y re-generación es posible por la semiosis, y ésta se des y re-encadena por la
memoria:
“Los símbolos crecen. Llegan a ser por desarrollo a partir de otros signos
<...>. Pensamos sólo por signos. Estos signos mentales son de naturaleza
mixta; la parte-símbolo de ellos se llaman conceptos. Cuando un hombre hace
un nuevo símbolo lo hace mediante pensamientos que involucran conceptos.
Por lo tanto, un nuevo símbolo puede surgir de símbolos <...>. Un símbolo,
una vez surgido, se difunde entre las gentes. Su significación crece con el uso y
la experiencia” (“Algunas categorías de la razón sintética”).

La índole propia de la semiosis ¿no es la (de la) memoria? La memoria, en cuanto


“complejo articulado” (y “producto”) consiste en un hábito (o complejo de hábitos), por el
cual se puede reconocer un color (el ejemplo de Peirce) recién presentado como similar o
no a otro que se haya visto antes (Obras, 1.379). La índole propia de la memoria ¿no es la
(de la) semiosis? La semiosis se desarrolla como el proceso por el cual “Cualquier cosa que
determina a otra (su interpretante) a referirse a un objeto al que ella misma se refiere (su
objeto) del mismo modo, transformándose a su vez el interpretante en signo
<representamen>, y así sucesivamente ad infinitum” (“Algunas categorías de la razón
saintética”). La serie de interpretantes sucesivos así instituida es del orden de la terceridad,
la categoría de “la mediación, del hábito, de la memoria, de la continuidad, de la síntesis,
de la comunicación, de la representación, de la semiosis y de los signos” (CP, 1.337-ss, en
Nöth):
“Si una idea interpretante se encuentra determinada en una conciencia
individual y no determina ningún otro signo externo, sino que esta conciencia
se aniquila, o de alguna manera pierde toda memoria u otro efecto siguiente
del signo, resulta absolutamente imposible descubrir que haya habido alguna
vez una tal idea en esta conciencia; y en este caso es difícil ver si puede tener

estricta “lógica experimental”.


74
Acerca del iconismo, y una “interrogación sobre la semiosis”, Eco (1999).
83
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

algún significado decir que esta conciencia haya tenido alguna vez la idea,
dado que decirlo sería un interpretante de esa idea.” (“Algunas categorías…”)

Acaso el arte del olvido sea imposible, así que sólo nos queda desplegar cada vez
más el proceso de semiosis, expandir la galaxia de signos (Eco, citado en Rossi, 2003) y
aventurarnos en sus inmensas constelaciones. La remisión permanente de signos a otros
signos, en una relación tricotómica, en que consiste la semiosis, tiene su condición de
posibilidad en la memoria del signo75, una memoria que se constituye y funciona por los
signos, la función semiótica de naturaleza triádica: “La naturaleza del signo es como la de
la memoria, que recibe las transmisiones de la memoria pasada y transfiere parte de ella
hacia la memoria futura” (Peirce, cit. en Nöth, 1998). Nos interesa una interpretación
amplia, general, primordial, de la índole de la memoria, que no queda circunscripta al
orden individual, puramente “mental”, sicológico, sino que se inscribe fundamentalmente
en el orden de lo histórico-social y cultural (y de la semiosis universal), entre otras por las
razones que aporta el propio Peirce, en atención a la naturaleza del hábito, del orden de la
terceridad, al que corresponde lo simbólico, en el marco de su concepción pragmatista de la
realidad como comunidad; y a algunos de sus núcleos programáticos como el tijismo (azar),
el sinejismo (continuidad-terceridad-ley, futuro, cosmología evolutiva, desarrollo-
crecimiento) y el agapismo (amor cósmico-universal). La propia semiosis hace posible la
historia, las dis-continuidades y las trans-formaciones, las selecciones, los descartes, las
invenciones y recuperaciones, las contradicciones y superaciones76.

Como el sentido y la memoria, la narración es una de las cuestiones que dan-que


pensar77, y concita considerable atención en distintos campos. Entre otros autores que
reconocen la relativamente reciente emergencia y conformación de lo que se llamaría un
“paradigma narrativo”, Smorti (2001) describe “algunas tendencias presentes en el
panorama cientítico y cultural contemporáneo que han facilitado el nacimiento de una

75
Magariños (1996) concluye que “el tema fundamental y crítico de la Teoría Semiótica está constiuido por
la recuperación de la memoria semiótica”. También Magariños (2008).
76
Vid. Cochran, “La historia y el colapso de la eternidad” (1996); Uspenky, “Historia sub specie semioticae”
(en Lotman, 1979); Brandt, “Metasemiótica de la memoria” (1994), Magariños (1996). Para una corta y
momentánea incursión en las comarcas inabarcables de la memoria, algunas guías, diferentes de las
nombrados más adelante, en Ricoeur (1999, 2004), Rossi (2003), Bodei (1998), Candau (2002), Yesushalmi
et al. (1998), Kolko (2000), Petrucci (2003).
77
Tomo la expresión “dar-que pensar” de Aldo Gargani, “La fricción del pensamiento”, en Vattimo, comp.
(1994a).
84
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

orientación ‘narrativa’ como modelo científico”78, entendiendo la naración especialmente


como “un modo particular de organizar el pensamiento”, diferente del otro modo más
conocido como lógico-matemático. En su investigación sobre lo que denomina el
“pensamiento narrativo” se ocupa de la narración como problema epistemológico, como
método de las ciencias sociales y como modo de organización del pensamiento (a partir de
la relación entre narrativa y cognitivismo, desde una perspectiva sicológico). En su opinión
la narración “parece haberse convertido en el tema central o, si se prefiere, en la metáfora
de la vida”,debido, entre otras razones, a “las transformaciones culturales sufridas en el
seno de la sociedad de masas” (dada la centralidad de los medios y las tecnologías de la
comunicación y la información, de la televisión al hipertexto y el CD-Rom); aún más,
también en el panorama científico actual se coloca en primer plano el tema de la narración,
al punto que se observa la presencia del la metáfora narrativa como “metáfora científica”
(tanto teórica como epistemológica, como modelo científico y como campo de
investigación). Entre sus conclusiones, cabe destacarse la siguiente:

“El pensamiento narrativo habla de la vida social no sólo porque es un sistema


de conocimientos que se aplica a lo social, sino también porque se construye a
partir de las relaciones sociales a las que por su parte modifica de un modo
fructífero. Asimismo, la interacción social contribuye a conformar el
pensamiento narrativo no sólo porque la vida social juega un papel decisivo en
el desarrollo del pensamiento, de la inteligencia y de la vida afectiva, sino
también, y fundamentalmente, porque las distintas formas de interacción social
pueden considerarse narraciones, al menos en un nivel operativo.”

En el afán y la necesidad de la humanidad de contar (con) una concepción para


poder vivir en el mundo (Nietzsche), la narración es la tela de araña privilegiada para
fabular, aunque “sólo podemos captar con ella lo que se deje coger” (Aurora). Porque la
vida es y tiene una historia, no importa que sea “un cuento contado por un idiota, lleno de
ruido y furia” (Macbeth), necesita y merece ser contada (Ricoeur). Es así que no se puede
soslayar el papel y la importancia de la narración, como matriz mnemo-semiótica
primordial (de significación/comunicación y de configuración genérica), gen-ética que
permite dar rienda suelta a nuestro (ciclotímico) “carácter destructivo” y re/de-constructivo,
cuya posición privilegiada se sustenta por su potencialidad para mediar la experiencia,

78
Específicamente, en Antropología, Historiografía, Sicoanálisis y Sicología; a lo que hay que agregar Teoría
literaria y Narratología, Comunicación, Sociología, Análisis del Discurso, Educación. En suma,
prácticamente todo el campo de las Ciencias Humanas y Sociales. Vid., entre otros, Bhabha, edc. (1995),
Marcus y Fischer (2000), Van Dijk, comp. (2000), Chirico, comp. (1992), Locke (1997), McEwan y Egan,
comps. (1998), Bruner (2003).
85
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

experimentar (de) otros modos, ensayar la alteridad, comprender la otredad; explotar y


desplegar, por ejemplo, el sentido de historicidad, entendida como función común a todos
los hombres, como pertenencia (Vattimo), con la que se vincula directamente la
solidaridad, “lo que justifica la oscura certeza de los hombres en que son sólo uno”
(Morazé, cit. en Le Goff, 1991a), o la sospecha borgeana de que nuestra humanidad
consiste en sentir que somos voces de una misma penuria, ese sentimiento infundado de
vital importancia para el proceso de construcción de la democracia79, cuyos principios
(patémicos) primeros son el entusiasmo y el reconocimiento80, por lo que llegamos otra vez
al ámbito de la aesthesis, la estética que genera y fundamenta lo ideal, lo admirable, una
lógica-episteme, una ética y una política de vida.81

Referencias bibliográficas
APEL, K.-O. 1997. El camino del pensamiento de Charles S. Peirce. Madrid, Visor.
BAJTIN, M. 1997. Hacia una filosofía del acto ético. De los borradores y otros escritos.
Barcelona, Anthropos.
BARTHES, R. 1997. La aventura semiológica. Barcelona, Paidós.
------ 1999. El susurro del lenguaje. Barcelona, Paidós.
BHABHA, H. (Ed.) 1995. Nation and narration. New York. Routledge.
BODEI, R. 1998. Libro de la memoria y de la esperanza. Buenos Aires, Losada.
BRANDT, P. 1994. Dinámicas del sentido. Estudios de semiótica modal. Rosario, Homo Sapiens.
BRUNER, J. 2003. La fábrica de historias. Derecho, literatura, vida. Buenos Aires, FCE.
CANDAU, J. 2002. Antropología de la memoria. Buenos Aires, Nueva Visión.
CARR. D. 2015. Tiempo, narrativa e historia. Buenos Aires, Prometeo.
CHIRICO, M., comp. 1992. Los relatos de vida. El retorno a lo biográfico. Buenos Aires, CEAL.
COCHRAN, T. 1996. La cultura contra el estado. Madrid, Cátedra.

79
Rorty (1996).
80
En la arquitectónica de las pasiones de Parret (1995a, 1995b), éstas son las pasiones instauradoras de las
pasiones teóricas y prácticas.
81
Cfr. David Carr (2015), donde expone su tesis fuerte (desde una filosofía de la historia, de base
hermenéutica) sobre el carácter narrativo de la experiencia, el acontecimiento, la acción, la vida y la historia
(en discusión con Ricoeur, entre otros): “La quintaesencia de la narrativa, la crisis o punto de inflexión, es la
materia prima de la vida comunitaria” (p. 167); y advierte que su propósito no es “abogar por la universalidad
de la estructura narrativa, sino asegurar que, para nosotros, constituye la forma unificadora común para dos
conjuntos de posibles oposiciones: por un lado, la unidad de lo vivido con lo contado, y por otro lado, la
unidad de lo individual con lo social o histórico” (p. 188, cursivas en el original). Desde su perspectiva, “la
narrativa no es sólo constitutiva de la esctructura temporal de los acontecimientos, comunitarios, que toman la
forma de secuencias configuradas con inicios, medios y fines, puntos de inflexión y retrocesos, partidas y
retornos, suspensiones y revoluciones, etc. También se encuentra en la aprehensión reflexiva, prospectiva-
retrospectiva de estas secuencias, la cual les asigna estas configuraciones, al relatarlas a medida en que
suceden” (p. 175).
86
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

DEELY, J. 1996. Los fundamentos de la semiótica. México, Universidad Iberoamericana.


DIJK, T., VAN, comp. 2000. El discurso como estructura y proceso. Barcelona, Gedisa.
ECO, U. 1999. Kant y el ornitorrinco. Barcelona, Lumen.
ESTÉ, A. 1997. Cultura replicante. El orden semiocentrista. Barcelona, Gedisa.
FABBRI, P. 2000. El giro semiótico. Barcelona, Gedisa.
KOLKO, C. 2001. Los ausentes de la memoria. Figuras de lo impensado. Rosario, Homo Sapiens.
LOCKE, D. 1997. La ciencia como escritura. Madrid, Cátedra.
Marafioti, R. 2004. Charles S. Peirce: el éxtasis de los signos. Buenos Aires, Biblos.
MARCUS, G. y FISCHER, M. 2000. La antropología como crítica cultural. Buenos Aires,
Amorrortu.
McEWAN, H. y EGAN, K., comps. (1998) La narrativa en la enseñanza, el aprendizaje y la
investigación. Buenos Aires, Amorrortu.
NÖTH, W. 1998. Panorama da semiótica. De Platâo a Peirce. Sâo Paulo. AnnaBlume.
------- 1999. A semiótica no século XX. Sâo Paulo. AnnaBlume.
PETRUCCI, A. 2002. La ciencia de la escritura. Primera lección de paleografía. Buenos Aires,
FCE.
RICOEUR, P. 1999. La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido. Madrid, Arrecife.
------- 2004. La memoria, la historia, el olvido. Buenos Aires, FCE.
RORTY, R. 1996. “La prioridad de la democracia sobre la filosofía”, en Objetividad, relativismo
y verdad. Barcelona, Paidós.
ROSSI, P. 2003. El pasado, la memoria y el olvido. Buenos Aires, Nueva Visión.
SMORTI, A. 2001. El pensamiento narrativo. Construcción de historias y desarrollo del
conocimiento social. Sevilla, Mergablum.
YERUSHALMI, N. et al. 1998. Usos del olvido. Buenos Aires, Nueva Visión.

87
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

SEMIOSIS

Es posible hacer oír a la Semiótica la llamada a ser un paradigma destacado en el


contexto de las doctrinas filosóficas, y hacerse cargo con Parret (1993) de la sucesión de
Filosofías Primeras sugeridas por Apel, con quien se puede compartir o no (es el caso de
Parret) su orientación trascendentalista; y se puede estar de acuerdo o no con Parret en el
sentido (de Khun y Foucault) en que toma ‘paradigma’, al que sobreañade la “noción
vagamente hegeleana” de la teleología, en cuanto tal sucesión “da evidencia de progreso,
mejora e intensificación de la reflexión”, aunque no se la deba ver como causal o temporal.
De los tres paradigmas que se suceden, las tres categorías son: ser, conocer,
significar/comunicar.
El objeto de la Semiótica como tercera Prima Philosophia es la semiosis (‘acción
de los signos’), condición de posibilidad y realización efectiva de las representaciones e
interpretaciones y de la validez intersubjetiva de las mismas, según Vericat (Introducción a
Peirce, 1988), quien entiende la Semiótica como una “lógica de la configuración de las
significaciones, de la vida de los signos, en tanto no sólo expresivos sino constitutivos de la
realidad concebida comunitariamente”.
La propia semiosis, que hace posible (a la vez que es posible por) la memoria,
ofrece una solución (si se quiere de compromiso) al problema de la sucesión
paradigmática, por cuanto el proceso diacrónico puede ser traducido sincrónicamente a la
relación triádica (Apel) que tanto pre-ocupó a Peirce desde que comenzó a “poner los
cimientos profundos y masivos” sobre los cuales se propuso “levantar un edificio filosófico
que sobreviviera a las vicisitudes del tiempo” (Lecciones)82.
Ni mónada, ni díada: tríada, cuyos componentes son el representamen, el objeto y
el interpretante, cuya lógica relacional no provoca el olvido de los momentos anteriores
(monádico y diádico, ser/conocer, mundo/sujeto) que serían definitivamente trascendidos,
sino que hace de los tres componentes elementos constitutivos de la semiosis. La lógica

82
Cit. por Pavón, en nota 21 de su Prólogo a las Lecciones (1978). La arquitectura y arquitectónica es una
metáfora epistémica moderna y núcleo cultural modernista. En Peirce podría verse como una marca de
reconocimiento de una impronta kantiana. Para Kant la razón es de índole arquitectónica: “Por arquitectónica
yo entiendo el arte de los sistemas. Como la unidad sistemática es la que convirtió el conocimiento en ciencia,
es decir, la que coordina en sistema un simple agregado de estos conocimientos, la arquitectónica es por
consiguiente la teoría de lo que hay de científico en nuestro conocimiento en general, y pertenece, por lo
tanto, necesariamente a la metodología” (cit. por T. Bubnova, en I. Zavala, coord., 1996).
88
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

semiótica “reconstruye la semiosis como significancia/comunicabilidad” (Parret) a partir de


la comunalidad, cuya condición de posibilidad es la aesthesis.
Es así que la morfología del edificio que Peirce habría “proyectado y construido
arquitectónicamente” (en sus propios términos) comprende la lógica, la ética y la estética:
esta última es “evidentemente la ciencia normativa básica sobre la cual, como sobre sus
cimientos, debe erigirse la doctrina de la ética, que a su vez ha de ir coronada por la
doctrina de la lógica” (Lecciones). La lógica o “doctrina de lo que debemos pensar, tiene
que ser una aplicación de la doctrina de lo que deliberadamente resolvemos hacer, la cual
es la ética”; “Pero no podemos descubrir ninguna clave del secreto de la Ética <...> hasta
que no hayamos elaborado nuestra fórmula respecto a qué es lo que estamos dispuestos a
admirar” (ídem)83.
También es plausible aceptar, prometedoramente, con Parret (1995), la
recuperación semiótica de la estética (en sentido general y específico, más apegado a su
historia), que amplía la “senda canónica” de la ciencia porque permite concebir la semiosis
como una trama (totalidad compleja) de razones y pasiones, condición del ser como
cognoscibilidad, de la inter-subjetividad, el conocimiento, la realidad y el mundo que
inventamos y hacemos, y (al parecer de Nietzsche, 1990) el único que podemos interpretar.
Sin embargo, conviene oír como en eco las protestas de Peirce por las confusiones,
las tergiversaciones y mala-interpretaciones que provoca su discurso, a lo que debía salir al
cruce con aclaraciones y precisiones. No es la de menor importancia la intromisión (por
momentos, de Parret, en consonancia con Morris, entre otros) del ‘intérprete’ (el sujeto ue
interpreta) en la tríada, en lugar del ‘interpretante’ o identificado con él (correlato lógico -
semiótico); la dificultad en reconocer uno de los servicios que debería prestar el
Pragmatismo -o “cualquiera que sea la verdadera doctrina de la lógica de la Abducción”-,
cual es la de “adoptar una actitud satisfactoria hacia el elemento de terceridad” (Lecciones,
VII), sin el cual aquel edificio se desmoronaría, y con el aporte del cual Peirce hizo posible
la transformación de la filosofía qua Semiótica como tercera Prima Philosophia.

En su reconstrucción crítica de la historia de la Filosofía, Apel (1985, dos vols.)


afirma que “la auténtica y radical transformación de la filosofía trascendental, posible
todavía por el a priori gnoseo-antropológico de la reflexión, se lleva a cabo en la dirección

89
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

semiótica y hermenéutica del a priori de la comunidad de comunicación” (1985 –I: 56, nota
90). El a priori de la comunidad real de comunicación presupone la anticipación del punto
de vista de la comunidad ideal de comunicación “que todavía tiene que construirse en la
comunidad real” (ibídem). Esta idea de una comunidad ilimitada de interpretación
presupuesta por quien argumenta como instancia de control, y que se realiza asimismo
teórica y prácticamente in the long run, funciona como principio regulativo (1985 -II: 204-
ss).
A partir de su análisis crítico del linguistic-pragmatic-hermeneutic turn, Apel
interpreta el giro de la filosofía actual en el sentido de una transformación crítica de la
filosofía trascendental clásica (1994, cap. II). En esta dirección, -y a partir de que la
“estructura de la relación sígnica es al mismo tiempo la del conocimiento de lo real
mediado por signos”- derivan semiótico-trascendentalmente los tres paradigmas principales
de la prima filosofía (ídem), según cuál o cuáles de las posiciones de la relación sígnica
triádica se tematice _ontología: ente objetivado; filosofía trascendental clásica
<epistemología>: relación sujeto-objeto; semiótica trascendental: relación triádica del
conocimiento mediado por signos_.
En Apel se observaría a veces la misma confusión señalada arriba (intérprete-
interpretante), si bien con otra intencionalidad, como se advierte en lo que sigue: “En
cuanto intérprete de signos, el sujeto de conocimiento tiene que entenderse a priori como
miembro de una comunidad de comunicación (y de interpretación) real y de una ideal
presupuesta por anticipación contrafáctica” (ídem). Apel atiende a la solución del doble
problema de la explicitación de la verdad y de la fundamentación última: mediante la “idea
regulativa de un consenso último <...> de la ‘ilimitada comunidad de investigadores’ acerca
de la aceptabilidad de hipótesis falibles”; y de la idea de la irrebasabilidad de la
argumentación84, a partir del a priori del lenguaje, en cuanto mediación del conocimiento.
El giro de la crítica del conocimiento qua análisis del lenguaje apunta al problema
del valor de verdad, cuya solución se indica en la dirección de “una formación
intersubjetiva del consenso, en virtud del acuerdo lingüístico (argumentativo)” (Apel, 1985

83
La Arquitectónica de Peirce: Ciencia Normativa (Lógica-Etica-Estética) // Fenomenología <Faneroscopía>
(Ciencia Positiva) // Ciencia Condicional o Hipotética de la Matemática Pura -que debe leerse en sentido
“descendente”; cada “piso” se “apoya” en el que le sigue-. (Lecciones, I-IV).
84
Vid. Apel (1995, 1997), Dussel, comp. (1994).
90
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

–I: 292), cuyo principio regulativo y crítico es el ideal de realización de la comunidad ideal
de comunicación (ídem: 337-38)85.

Caminos y herramientas
El emprendimiento de una odisea provoca por momentos el desasosiego (de saber
que no se sabe nada) y produce incertidumbre, que no es mero defecto de la mente, sino
por el contrario pertenece a su esencia, necesaria junto con cierta cantidad de
espontaneidad arbitraria en la acción para formar nuevos hábitos (Peirce, “La ley de la
mente”). En conclusión, según Peirce: “la investigación no puede comenzar mientras no se
haya presentado un estado de duda real, y cesa tan pronto como se haya alcanzado la
creencia”. La fijación de una creencia o, en otros términos, un estado de satisfacción es
todo aquello en lo cual consiste la verdad o la meta de la investigación: “si la verdad
consiste en la satisfacción, no puede tratarse de una satisfacción actual, sino que debe ser
una satisfacción que, en última instancia, se alcanzaría si la investigación fuera conducida a
su conclusión última e irrevocable” (“Un argumento olvidado en favor de la realidad de
Dios”, incluido en Deladalle; en Pierce, 2012 -II)86.

Conforme la exposición que ofrece Peirce de las etapas de “toda investigación,


cualquiera sea” (ídem), primero se presentaría la forma de un argumento correspondiente a
la primera etapa, y luego los argumentos correspondientes a las otras dos. Por lo demás,
este proceso argumentativo espiralado tiene carácter exploratorio; está sometido, por un
lado, a la “reiteración indefinida del autocontrol sobre el autocontrol”; y sujeto, por otro, al
principio de la crítica racional ulterior sobre la base del postulado de la falibilidad:
“Ninguna cognición es absolutamente precisa” (“Grafos”), no es posible alcanzar mediante
el razonamiento la certeza absoluta, o absoluta exactitud, ni la universalidad absoluta.
Esta concepción de la indagación científica como un proceso autocorrectivo y co-
operativo confía en la competencia de la comunidad indefinida de los investigadores para
decidir en última instancia acerca de la realidad, esto es, establecer la verdad. Este es el
marco que hace del problema de la comunidad la “cuestión práctica más fundamental”, que
Peirce resuelve ligándolo a la problemática de la realidad y la verdad:

85
Cfr. Vattimo (1991), Rorty (1996), Habermas (1994, 1996).
86
En la P.D. a la misma carta del 20 de mayo de 1911 (supra), Peirce se refiere a este artículo escrito para el
Hibbert Journal, que le “ocupó de una manera exclusiva durante dos meses y, después de todo, no fue
entendido generalmente”, por el que cobró 50 dólares, suma con la que “no es posible mantenerse”.
91
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

“El auténtico origen del concepto de realidad muestra que el mismo implica
esencialmente la noción de COMUNIDAD, sin límites definidos, y susceptible de un
crecimiento definido del conocimiento. Y, así, aquellas dos series de cognición -la real y
la irreal- constan de aquellas que la comunidad seguirá siempre reafirmando en un
tiempo suficientemente futuro; y de aquellas que, bajo las mismas condiciones, seguirá
siempre negando”; “Finalmente, como lo que algo realmente es, es lo que puede
finalmente llegar a conocerse que está en el estado ideal de información completa, de
modo que la realidad depende de la decisión última de la comunidad; así el pensamiento
es lo que es, sólo en virtud de dirigirse a un pensamiento futuro que en su valor como
pensamiento es idéntico a él, aunque más desarrollado. De esta manera, la existencia del
pensamiento depende ahora de lo que va a ser después; de manera que sólo tiene una
existencia potencial, dependiente del pensamiento futuro de la comunidad.” (“Algunas
consecuencias de cuatro incapacidades”)

Esto quiere decir (en relación con el supuesto de la colaboración como condición
para el desarrollo científico que se puntualizó antes) que “cualquier evolución lógica del
pensamiento debe ser dialógica” (Peirce, “Grafos existenciales”):
“Es absolutamente cierto que el éxito de la moderna ciencia depende ampliamente de una
cierta solidaridad entre los investigadores. <...> Pero tal armoniosa cooperación
presupone que se fijen los principios fundamentales. Hasta que así sea, la disputa ha de
ser el método por el que una ciencia dada recorra su camino hacia la luz.” (Peirce, “Por
qué estudiar lógica”)

Si el fundamento sólido de todo pensamiento “grande e importante” es saber lo que


pensamos, dominar nuestra propia significación87, es de lamentar que, por esos avatares de
la vida, “la madurez intelectual respecto de la claridad más bien tiende a llegar tarde”
(Peirce, “Cómo esclarecer nuestras ideas”), pues la claridad le resulta menos útil a quien ya
ha experimentado largamente las consecuencias de sus errores que a quien tiene toda la
vida por delante.
Y si bien la razón nos prescribe que sigamos invariablemente los dictados del
instinto con preferencia a los de la razón, cuando tal conducta responde a nuestros
propósitos, que apliquemos el sentido común en los asuntos de la vida cotidiana88, el
hombre no tiene la fortuna de disponer de un gran repertorio de instintos para afrontar
todas las ocasiones que se presentan, por lo que debe lanzarse a la aventura de razonar “ahí

87
De donde la auténtica primera lección que Peirce demanda a la lógica: “cómo esclarecer nuestras ideas”.
En Obra lógico-semiótica dice: “La aplicación de un término es el conjunto de los objetos a los cuales se
refiere; si se trata de una proposición, son los casos en que es válida. La significación de un término son todas
las cualidades indicadas por el mismo; si se trata de una proposición, son sus diferentes consecuencias”.
88
Algo así como los modos instintivos de formar opiniones; en sentido amplio, instintos como los hábitos que
no podemos explicar o que caen bajo la regla de la experiencia, en cuya aplicación razonamos poco (sic) y
esto a partir de axiomas o impresión de la opinión que adoptamos acríticamente. Peirce escribe a Lady
Welby: “Sólo puede confiarse en el Sentido Común en la medida en que tolera la investigación crítica” (20 de
mayo de 1911).
92
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

donde los más naufragan, y los menos encuentran, no una felicidad a la antigua usanza,
sino su espléndido sustitutivo, el éxito. Cuando el objetivo de uno se encuentra en la línea
de la novedad, de la invención, de la generalización, de la teoría -en una palabra, de la
mejora de la situación- a cuyo lado la felicidad aparece como un roído harapo, el instinto y
la experiencia dejan claramente de ser aplicables” (“Por qué estudiar lógica”).
El supuesto es que la ciencia consiste en indagar, no en producir doctrinas (“Cartas
a Lady Welby”, 23-dic.-1908).
El proceso de indagación se desencadena por la irritación de la duda que motiva la
lucha por alcanzar la creencia89: “La semicadencia que cierra una frase musical en la
sinfonía de nuestra vida intelectual (“Cómo esclarecer nuestras ideas”). Dicho por
Deladalle (1996, p. 89): “Pensar es buscar, es ‘indagar’, tantear, creer que se ha encontrado
y hacer como si por un tiempo, antes de reiniciar esa ‘búsqueda’ de la verdad que Peirce
califica de falibilista”90. Dice Peirce: “si la exactitud, la certeza y la universalidad no se
pueden conseguir por el razonamiento, sin duda no hay otros medios por los cuales puedan
ser alcanzados”; y llama la atención sobre la afinidad natural entre la doctrina del
falibilismo y el principio de la continuidad (el sinejismo, que junto con el tijismo y el
agapismo forman otro triplete peirceano), “la idea del falibilismo objetivado”: “Pues
falibilismo es la doctrina de que nuestro conocimiento nunca es absoluto, sino que siempre
oscila como si estuviera en un continuum de incertidumbre e indeterminación. Ahora bien,
la doctrina de la continuidad es que todas las cosas nadan, flotan, oscilan en continuos”;
“Una vez que hayan ustedes abrazado el principio de la continuidad, ningún tipo de
explicación les satisfará acerca de las cosas, excepto que ellas crecen” (2012; “Falibilismo,
continuidad y evolución”).91

89
L. Wittgenstein (1991) dice: “Quien quisiera dudar de todo, ni siquiera llegaría a dudar: El mismo juego de
la duda presupone ya la certeza” (p. 115). Otro aforismo relevante para nosotros: “El niño aprende al creer al
adulto. La duda viene ‘después’ de la creencia” (p. 160). Otro de los blancos de su polémica, como de la que
entabla Peirce, es el sentido común. Vid. M. Meyer, director (2010).
90
En la Carta del 23 de diciembre de 1908), escribe Peirce: “Vuelvo ahora a manifestar mi aborrecimiento
por la doctrina según la cual una proposición cualquiera es infaliblemente verdadera. <...>. Es imposible que
yo pueda saber infaliblemente que alguna verdad existe efectivamente”.
91
En sus conferencias acerca de la filosofía de la experiencia y la concepción pragmática del universo
pluralista (sinequista), en el Manchester College, en 1909, afirma James: “En el mismísimo medio de la
continuidad nuestra experiencia llega como una alteración” (Un universo pluralista. Filosofía de la
experiencia, Buenos Aires, Cactus, 2009, p. 177).
93
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

La semiosis es “una inferencia vivida” y la inferencia es un proceso triádico, cuyos


movimientos constitutivos son la abducción, la inducción y la deducción, que corresponden
a la primeridad, la segundidad y la terceridad respectivamente.
El análisis semiótico es el estudio del funcionamiento de la semiosis como
proceso; el propio análisis es un proceso semiótico (Deladalle). Peirce entiende que la
inferencia “es esencialmente deliberada y autocontrolada” (Lecciones). El razonar, en
cuanto tal, “por ser deliberado, es esencialmente crítico, y es inútil criticar como bueno o
malo aquello que no puede ser controlado”. Así, pues, el razonamiento “entraña
esencialmente el autocontrol” (ídem) que, a este respecto, entendemos en el sentido de
establecer y seguir un “principio directriz” y en el sentido de dar los pasos apropiados hacia
el dominio de la propia significación.92

Movimientos indagatorios/argumentativos
Un argumento es “todo proceso de pensamiento que tiende razonablemente a
producir una creencia definida” (“Un argumento olvidado…”). Peirce sostiene: “el
propósito declarado de un argumento es el de determinar la aceptación de su conclusión, y
ello concuerda plenamente con la costumbre general de llamar a la conclusión de un
argumento su significado” (Lecciones)93. Cuando se nos presenta un argumento (se lee en
“Grafos y signos”), “nos llama la atención <...> un proceso por el cual las premisas
originan la conclusión, no informando al intérprete de su verdad, sino apelando al mismo
para que le dé su asentimiento”94.

92
Desarrollo parte de estos lineamientos, entre otros trabajos, en Comunicación, semiótica, investigación.
Algunas ideas y relaciones (2011, cit.), “Investigación semiótica. Algunas pro-posiciones y relaciones”, en
Razón y palabra. Primera revista electrónica en América Latina especializada en comunicación 78,
noviembre-enero/2011-2012 (www.razonypalabra.org.mx).
93
Para Peirce, “la idea de significado es tal que entraña cierta referencia a un propósito. Pero el significado se
atribuye solamente a los representámenes, y el único tipo de representamen que tiene un propósito definido
declarado es el ‘argumento’” (Lecciones). Ver también “Grafos y signos”.
En pocas palabras, para Peirce el significado es la traducción de un signo (aquí el argumento, signo-
representamen-simbólico) en otro signo (interpretante, referido al objeto al que se refiere aquel signo).
Jakobson (1996) considera que ésta es “Una de las más felices y brillantes ideas que la lingüística general
recibió” de Peirce (también es uno de los primeros en fijar su atención en las indicaciones peirceanas sobre
“lo icónico”).
En “Algunas categorías…”, Peirce hace algunas aclaraciones terminológicas: “Un símbolo es un signo que
perdería la característica que hace de él un signo de no haber ningún interpretante”; “Circunscribo la palabra
representación a la operación de un signo, o a su relación al objeto para el intérprete de la representación”.
Finalmente, la relación triádica que comporta la semiosis consiste “en un poder del representamen para
determinar que algún interpretante sea un representamen del mismo objeto”. Vid. Infra.
94
Un argumento es “un signo que tiene la Forma de tender a actuar sobre el Intérprete por medio de su
autocontrol, representando un proceso de cambio en pensamientos o signos, como para inducir este cambio
en el Intérprete” (“Grafos y signos”).
94
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Desde la perspectiva que se trata de establecer aquí, debe entenderse el texto


(discurso, film, corpus cualquiera) estudiado en los mismos términos en que se concibe el
propio estudio (como una afirmación, o la presentación de un argumento) y debe
aplicársele como objeto de investigación lo mismo que se predica del sujeto y del producto
de la misma.
Primer movimiento: quienquiera que razona, ipso facto mantiene virtualmente una
doctrina lógica, su lógica utens, a la vez que aprueba el argumento formulado. “Semejante
auto-aprobación proporciona autocontrol, así sostenemos que el acto de inferencia, el cual
aprobamos, es voluntario”, el cual (como instituir un experimento de prueba) nuestra lógica
(natural o científica) aprueba justamente. Por ello, para Peirce, el meollo de la lógica radica
en la clasificación y la crítica de los argumentos: “Tomando la palabra crítica en el sentido
<...> de distribuir elogios y reproches, es perfectamente ocioso criticar algo sobre lo que no
es posible ningún tipo de control. Podemos criticar cuerdamente un razonamiento, porque
el razonador, a la luz de nuestra crítica, ciertamente revisará de nuevo su razonamiento y lo
corregirá si nuestro reproche era justo” (Lecciones).
Segundo movimiento: “Pero la aprobación de un acto voluntario es una aprobación
moral”. Así, la ética es el estudio de “los fines de acción que estemos deliberadamente
dispuestos a adoptar”. La rectitud (de la acción/el argumento) está dada por la conformidad
con los fines que se “está dispuesto a adoptar deliberadamente como últimos”.
Tercer movimiento: “Un fin último de la acción, deliberadamente adoptado -es
decir, razonablemente adoptado- debe ser un estado de cosas que sea razonablemente
recomendable en sí mismo, aparte de cualquier consideración ulterior. Ha de ser un ideal
admirable, en posesión del único tipo de bondad que un ideal así puede tener; a saber, la
bondad estética”.
Se trata, así, de tres momentos del mismo y único movimiento: lo lógicamente
bueno es una especie particular de lo moralmente bueno, y lo moralmente bueno es una
especie particular de lo estéticamente bueno95. De donde los tres géneros de ‘bondad’ (en
relación con los fines): la verdad (lógica), la veracidad (ética-moral), la expresividad
(estética)96; y su correspondencia con los tres órdenes de categorías (respectivamente, lo

95
“Así, pues, con objeto de comprender el pragmatismo bastante bien como para someterlo a una crítica
inteligente, es menester que indaguemos qué puede ser una meta útil, susceptible de ser perseguida en una
línea de acción indefinidamente prolongada” (Lecciones).
96
Cfr. Habermas (1981, 1983, 1994), en cierta senda peirceana, o pragmatista, y a partir del supuesto de
Popper de los tres mundos. Estos constituyen conjuntamente el sistema de referencia que los hablantes
suponen en común en los procesos comunicativos, en los cuales se entable una relación con algo en el mundo
95
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

tercero, lo segundo y lo primero), y los tres géneros de razonamiento (deducción,


inducción, abducción), correlaciones que pertenecen al universo de la terceridad, presente
operativamente en la percepción, la experiencia y todo razonamiento97.
Peirce indica que el origen de una investigación es la observación, en alguno de los
tres Universos de la experiencia98 de “algún fenómeno sorprendente”.
Primero se reflexiona sobre “estos fenómenos bajo todos sus aspectos, en la
búsqueda de un punto de vista a partir del cual se disipe la sorpresa”; luego “se presenta
una conjetura que brinde una Explicación posible, en virtud de la cual el investigador
considera su conjetura” provisionalmente como ‘Plausible’, y la somete a un examen
minucioso para estimar finalmente su Plausibilidad. La fórmula característica de esta
Primera Etapa de la investigación es la Abducción (razonamiento de consecuente a
antecedente).
Hay que poner a prueba la hipótesis para que sea lógicamente válida: se examina la
hipótesis y “un conjunto de toda suerte de consecuencias experimentales condicionales que
se desprenderán de su verdad”. La forma característica de razonamiento propio de esta
Segunda Etapa es la Deducción: la primera operación consiste en Explicar la hipótesis
mediante el análisis, de modo que aquella, “en la medida en que se desarrolla
correctamente, debe llegar a una conclusión verdadera”; y luego se procede a la
Demostración o Argumentación deductiva.
En la Tercera Etapa es necesario “asegurarse el modo en que esos consecuentes
concuerdan con la Experiencia, y juzgar luego si la hipótesis es sensiblemente correcta o
bien requiere alguna modificación esencial o bien debe ser rechazada en su totalidad”. Su
forma característica de razonar es la Inducción. Esta etapa comprende la Clasificación, las
Probaciones y la Sentencia, “que, mediante razonamientos inductivos, evalúa las diferentes
Probaciones una por una, luego sus combinaciones, luego es necesaria una autoevaluación
de estas mismas evaluaciones y formular un juicio final sobre el resultado total”.

objetivo, algo en el mundo social y algo en el mundo subjetivo; para cada uno de los cuales rige un criterio de
verdad y validez (la verdad, la rectitud normativa, la veracidad). El entendimiento es posible a partir del
trasfondo del mundo de la vida que les es común a los sujetos que se comunican.
97
Vid. Apel (1985 –II: 149 -ss.).
98
“De los tres Universos de la Experiencia que son familiares para nosotros”, el primero comprende todas las
Ideas puras, cuyo ser “consiste en pura capacidad de ser pensadas”. El segundo es “el de la Actualidad en
bruto de las cosas y de los hechos”, cuyo ser “consiste en reaccionar contra las fuerzas brutas”. El tercero
comprende “todo aquello en lo cual consiste el ser en su poder activo de establecer conexiones entre objetos
diferentes y en particular entre objetos que pertenecen a Universos diferentes” (“Un argumento olvidado…”).
96
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Respecto de la naturaleza de la validez lógica de estas tres formas de razonamiento,


dice Peirce:
La deducción se vuelve válida por el poder del hombre de explicar las
significaciones que da a los símbolos y signos de su propia creación; la inducción, por el
poder del hombre de percibir la certeza inductiva. Ahora bien, ni una ni otra “aportan el
menor elemento positivo a la conclusión final de la investigación. Estas vuelven definido lo
indefinido; la Deducción explica; la Inducción evalúa: eso es todo”. La única forma y vía
que aporta algo nuevo “en el curso de sus peregrinaciones” es la abducción, “conjeturas
espontáneas de la razón instintiva”: “Negarle a su propia conciencia adivinatoria las
razones de los fenómenos sería tan tonto para el hombre como sería para un pichón negarse
a confiar en sus alas y abandonar el nido”, “es una verdad histórica que una mente bien
entrenada ha adivinado maravillosamente rápido cada uno de los secretos de la naturaleza.
Todas las teorías de la ciencia fueron producidas de este modo” (Vid. “Algunas categorías
de la razón sintética”).
En este mismo texto (también en Lecciones, VI), Peirce precisa: la abducción “es el
proceso de formar una hipótesis explicativa. Es la única operación lógica que introduce
alguna idea nueva; pues la inducción no hace más que probar el valor, y la deducción
desarrolla nuevamente las consecuencias necesarias de una pura hipótesis. La deducción
prueba que algo tiene que ser; la inducción muestra que algo es actualmente operativo; la
abducción sugiere meramente que algo puede ser. Su única justificación es la de que a
partir de su sugerencia la deducción puede extraer una predicción que puede comprobarse
mediante inducción, y que, si podemos llegar a aprender algo o a entender en absoluto los
fenómenos, esto tiene que conseguirse mediante la abducción”.
El proceso “semiósico” es “inferencial” y la inferencia es un proceso triádico, que
se despliega en tres movimientos constitutivos, los que corresponden a las tres categorías.
La abducción “es un método para formar una predicción general sin ninguna
seguridad positiva de que tendrá éxito, tanto en el caso especial como de manera usual, y su
justificación es que es la única esperanza posible de regular nuestra conducta futura de
manera racional”.
La inducción “a partir de la experiencia pasada nos proporciona una firme
esperanza de que será exitosa en el futuro”.
La deducción “es un argumento cuyo interpretante representa que este pertenece a
una clase general de posibles argumentos precisamente análogos, que son tales que a la
97
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

larga, dentro de la experiencia, la mayor parte de aquellos cuyas premisas son verdaderas
tendrían conclusiones verdaderas” (Obra…).99

Dominios
El animal-humano, parafraseando el epíteto con el que se conoce al legendario rey
Midas, semiotiza todo lo que toca. Un don propiamente humano (gracia especial, cualidad,
y título de dignidad del ser que somos) que el propio género humano se obsequia a sí
mismo en el transcurrir del Gran Tiempo de su de-venir ser (y hacer)-humano; cuya génesis
constituye el gozne de “diferenciación” (evolutiva) respecto de las otras especies, y lo que
no es humano _un “gran” acontecimiento en los largos procesos de re-conformación del
diverso cristal de esa memoria que es el Universo, cuya datación sigue siendo difícil de
fijar con precisión y consignar definitivamente en el Gran Libro de arena de la historia_:
“Nada sabemos de las condiciones por las que brotó de un proceso evolutivo una especie
de seres vivos equipada no solo para aprender de sus mayores, sino también para almacenar
y para aprovechar, potencialmente, en beneficio propio, experiencias ancestrales realizadas
y transmitidas a lo largo del tiempo por una sucesión continua de generaciones” (Elías,
1994: 50). En la formación del ser humano cumplen un papel determinado dos procesos
distintos, en su dinámica y estructura: la evolución y (que hace posible) el desarrollo, por
los cuales se transmiten los medios de supervivencia de una generación a otra, así como se
producen los cambios, y cuya diferencia consiste en lo que se transmite y cómo se
transmite (Ver infra, “Memoria”).
El dominio del hombre comprende tanto como el de lo concebible, cuyo alcance y
extensión inconmensurables se deben a la potencialidad y fuerza semiótica.
Por obra y gracia de la facultad semiótica se dota a “algo” de signicidad: “esa
cualidad de algo que tiene la virtualidad de desencadenar esa relación irreductiblemente
triádica que se llama semiosis”100, un proceso que re-une los tres paradigmas de la filosofía
occidental (ontología, epistemología y semiótica) que son el ser, el conocer y el

99
Una definición de cada una de las clases de argumento, en la misma obra, claramente ejemplificados: “Si es
un ejemplo de deducción: todas las judías de este saco son blancas/ estas judías proceden de este saco/ por lo
tanto, son blancas; y es un ejemplo de inducción: estas judías proceden de este saco, son blancas,
probablemente todas las judías de este saco son blancas; sería un ejemplo de abducción: todas las judías de
este saco son blancas, estas judías son blancas, probablemente proceden de este saco”. Cfr. U. Eco (1994),
también Sebeok y Sebeok (1987), Eco y Sebeok, eds. (1989). En otros trabajos mencionados en la
presentación de este manual desarrollo algunos de estos aspectos y otros lineamientos teóricos y
metodológicos, con referencia a mis propias indagaciones.
100
W. Castañares, “Semiótica y Filosofía: C. S. Peirce”.
98
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

significar/comunicar, como “tres aspectos de una misma tarea: la explicación de la


realidad” (ídem). Pero, si bien (el ser de) la realidad no depende de nosotros, la noción
misma de realidad es una producción semiótica, cuyo fundamento último, así como el de la
verdad es lo social (la comunidad). El mundo (del ‘hombre’) se hace, deshace y rehace
continuamente en el interior del tejido de la semiosis101: “el mundo pensado es un mundo
de signos. Cada signo es a la vez interpretante e interpretado: interpretante del que le
antecede, e interpretado por el que sigue” (Deladalle, 1996: 26)102.
Pero no solo el mundo es construido semiósicamente, sino que “el hombre” mismo
es un signo:
“<…> no hay elemento alguno cualquiera que sea de la conciencia del hombre, al que no
le corresponda algo en la palabra <...>. Es que la palabra o signo que utiliza el hombre
es el hombre mismo. Pues lo que prueba que un hombre es un signo es el hecho de que
todo pensamiento es un signo, en conjunción con el hecho de que la vida es un flujo de
pensamiento; de manera que el que todo pensamiento es un signo externo, prueba que el
hombre es un signo externo. Lo que es tanto como decir que el hombre y el signo externo
son idénticos, en el mismo sentido en que son idénticas las palabras homo y man. Así mi
lenguaje es la suma total de mí mismo, pues el hombre es el pensamiento.” (“Algunas
consecuencias de cuatro incapacidades”)103

101
E. Verón (1987). En “Cómo esclarecer nuestras ideas”, Peirce señala que sería erróneo suponer que la
definición de lo real “como aquello cuyas características son independientes de lo que cualquiera puede
pensar que son” esclarece perfectamente la idea de realidad. Según sus propias reglas la realidad, como
cualquier cualidad, “consiste en los efectos sensibles específicos que producen las cosas que participan de la
misma. El único efecto que tienen las cosas reales es el de causar creencia” (aquello conforme lo cual estamos
dispuestos a actuar). Peirce confiesa una “enorme esperanza” encarnada en el concepto de verdad y realidad:
“La opinión destinada <destino significa meramente aquello que con toda certeza se realizará> a que todos
los que investigan estén por último de acuerdo en ella es lo que significamos por verdad, y el objeto
representado en esta opinión es lo real” – “Esta es la manera cómo explicaría” Peirce la realidad-.
102
Según Eco (1973), en el continuo movimiento por el que “el mundo de la semiosis procede de signo en
signo in infinitum regressum”, “la semiosis transforma en signo cualquier cosa con la que se topa”; así
“comunicarse es usar el mundo entero como un aparato semiótico”, y cree, efectivamente, “que la cultura no
es más que esto”. Eco (1994) afirma que “la cultura se constituye como sistema de sistemas de signos”,
conocer las reglas de los mismos es conocer la sociedad (p. 166) _por lo demás es la misma definición de
Lotman_. Allí observa que “más allá del signo definido teóricamnte, existe el ciclo de la semiosis, la vida de
la comunicación, y el uso y la interpretación que se hace de los signos; está la sociedad que utiliza los signos,
para comunicar, para informar, para mentir, engañar, dominar y liberar” (p. 20). Y en el mismo lugar: “la
misma práctica social no puede expresarse más que en forma de semiosis. Por ello, los signos son una fuerza
social, y no simples instrumentos que reflejan las fuerzas sociales”; de ahí que la semiótica sea una teoría y
una práctica continua, en cuanto “el análisis semiótico modifica el sistema que pone de manifiesto” (pp. 190-
91). Cfr. la definición de Kristeva de la semiótica como praxis crítica y crítica de la praxis.
103
Comentando estas afirmaciones de Peirce, Sebeok (1996) señala que, más allá de la adhesión a esta o
aquella tendencia del idealismo, “está claro que finalmente toda semiótica está en relación con el papel de la
mente en la creación del mundo o de sus constructos físicos, además de con una vasta aglomeración de
impresiones de los sentidos” (p. 31). Al parecer de Morris (1985), entre los animales que utilizan signos, la
especie humana es la predominante, por la “complejidad y elaboración” de los procesos semióticos que
desarrolla: “La civilización humana depende de los signos y de los sistemas de signos, y al propio tiempo la
mente humana es inseparable del funcionamiento de los signos, si es que, en verdad, la mentalidad misma no
debe identificarse con este funcionamiento” (p. 23). La mentalidad, dice G.-H. Mead (1972), y el espíritu,
emerge cuando el “organismo” puede “señalar significaciones a otros y a uno mismo” (p. 165).
99
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

La vida mental es organización sígnica, es como una inmensa cadena sígnica que va
desde los primeros interpretantes lógicos (conjeturas elementales) hasta los interpretantes
lógicos finales104: los hábitos, las disposiciones a la acción, y por lo tanto a la intervención
en las cosas, a que tiende toda semiosis –“en condiciones determinadas, el interpretante
habrá formado el hábito de actuar de determinada manera, cada vez que desea un tipo de
resultado”-. La semiosis cristaliza y se re-engendra ininterrumpidamente en y por los
hábitos. En el mismo artículo, dice Peirce: “la entera manifestación fenomenal de la mente,
es un signo extraído por inferencia <...> la mente es un signo que se desarrolla de acuerdo
con las leyes de la inferencia”; “todo tipo de modificación de la conciencia -la atención, la
sensación y el entendimiento- es una inferencia” (ídem).
Estas y otras consecuencias, Peirce extrae de las cuatro proposiciones (refutaciones)
en las que resultó el “criticismo de ciertas facultades”, en oposición al cartesianismo:
“1) No tenemos ningún poder de introspección, sino que todo conocimiento del
mundo interno se deriva de nuestro conocimiento de los hechos externos por razonamiento
hipotético.
2) No tenemos ningún poder de intuición, sino que toda cognición está lógicamente
determinada por cogniciones previas.
3) No tenemos ninguna capacidad de pensar sin signos.
4) No tenemos ninguna concepción de lo absolutamente incognizable”.
Peirce reproduce parte de las conclusiones a las que llegó en un artículo anterior
(“Cuestiones relativas a ciertas facultades atribuidas al hombre”, publicado en la misma
revista, 1868). Allí establece siete cuestiones, cuyos “predicados”, de espíritu cartesiano,
niega uno por uno. Se trata de establecer:
1) “si por la simple contemplación de una cognición, en forma independiente de
cualquier conocimiento previo y sin razonar a partir de signos, estamos en condiciones de
juzgar correctamente si esa cognición ha sido determinada por otra anterior o si se refiere
de un modo inmediato a su objeto” -intuición significa una cognición no determinada por
otra previa del mismo objeto, por algo exterior a la conciencia; “no hay pruebas de que
poseemos esta facultad”-105;
2) “si poseemos una autoconciencia intuitiva” -si se acepta la primera de las cuatro
refutaciones anteriores, hay que dejar de lado estos “prejuicios”-;

104
En una primera acepción, el interpretante es otro signo que traduce el primero; y en una segunda, es la idea
a que da lugar la serie de signos (V. infra).
100
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

3) “si poseemos la facultad intuitiva de distinguir entre los elementos subjetivos de


diferentes tipos de cogniciones” -la presunción se vuelve contra tal hipótesis-;
4) “si tenemos alguna facultad de introspección o si todo nuestro conocimiento del
mundo interno proviene de la observación de hechos externos” -“la única forma de
investigar una cuestión sicológica es por inferencia a partir de hechos externos”-;
5) “si podemos pensar sin signos” -todo pensamiento “deber estar necesariamente
en signos”-;
6) “si un signo puede tener algún sentido, si por su definición es el signo de algo
absolutamente incognoscible” -“la cognoscibilidad (en su más amplio sentido) y el ser no
son tan sólo lo mismo desde un punto de vista metafísico, sino que representan términos
sinónimos”-;
7) “si existe alguna cognición no determinada por una cognición anterior” –“todas
las facultades cognoscitivas que conocemos son relativas y, en consecuencia, sus productos
son relaciones. Pero la cognición de una relación es determinada por cogniciones
anteriores”-.
Peirce afirma que “nuestro mundo, -este que podemos comprender- es un mundo de
representaciones. Nadie puede negar que hay representaciones pues todo pensamiento es
una” (“Algunas categorías…”). El modo de representación primordial es el pensamiento.
Pensamos en signos, y todo pensamiento-signo se traduce o interpreta por uno subsiguiente
-“los signos llegan a ser mediante el desarrollo de otros signos” (Sebeok, cit)-. Pensamos
en signos y en esa clase de signos que son los símbolos-palabras: “los hombres y las
palabras se educan recíprocamente unos a otras, cada incremento de información de un
hombre implica y es implicado por un incremento correspondiente de información de la
palabra” (“Algunas consecuencias…”).

Los procesos de comunicación (educativos, mediados por el manual;


massmediáticos) tienen cierta relevancia en el proceso semiótico en el que intervienen en
cuanto a la “modificación de la conciencia” y la “asociación de ideas”. Tanto en el primer
caso _cuyos tres tipos son la atención, la sensación y el entendimiento_, como en el
segundo _que consiste en que un juicio ocasione otro juicio; un proceso de conexión de
ideas, que permite la “continuidad”, en el que son “ideas generales las que gobiernan la
conexión”, las cuales son “sensaciones vivientes desplegadas” (“La ley de la mente”)_, se

105
Cfr. Cassirer (1976 –III: 238-39), el concepto de “preñez simbólica”.
101
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

trata de un proceso inferencial. Estos procesos involucran la sensación y el poder de


abstracción o atención106, que serían los solos constituyentes de todo pensamiento. Y
también la emoción, creada por todo aquello que mínimamente nos interesa; la emoción,
que es un signo y un predicado de la cosa, afecta fuertemente al flujo del pensamiento.
Asimismo la imaginación y la percepción, en las cuales se realiza una “operación por la
cual brota el pensamiento; y su sola justificación es que subsiguientemente resulta ser útil”
(“Algunas categorías…”).107
Estos procesos cumplen así un papel considerable en el tejido semiótico de la
memoria, por cuanto activan sus mecanismos constitutivos, de selección y combinación,
recuerdo y olvido, modificación, desplazamiento, inversión, re-acentuación, promoción,
rezago, de los significados que configuran la trama simbólica de una formación social. Se
podría considerar si estas formas de comunicación favorecen, de qué manera y hasta qué
punto, en los agentes el proceso de “revisión de sus ideales”: la tarea de “meditación
personal de naturaleza práctica sobre lo adecuado de los ideales propios de cada uno”, de
suerte que deje “al hombre en libertad total” (dado que el ser humano -y la humanidad-
“puede” o “está compelido a hacer su vida más razonable”).
Estos tipos de mediación pueden favorecer o no el razonar, propiamente hablando,
el cual no puede realizarse inconscientemente, pues el razonar es deliberado, voluntario,
crítico, controlado. Según Peirce somos responsables de la corrección de nuestros
razonamientos, los cuales pueden llamarse propiamente tales si los aprobamos
deliberadamente como racionales.
Estos modos comunicativos pueden propiciar o no, entonces, un sentido común
crítico; es decir desarrollar el proceso que sigue: una vez trazados y reconocidos con
autonomía nuestros ideales de conducta, conforme los cuales formulamos reglas de
conducta, por las que nos guiamos para tomar una resolución respecto de cómo actuar en
una ocasión dada, la que convertimos en una determinación, “por la que entiendo una

106
Respecto de la sensación, dice Peirce: “Siempre que un hombre siente está pensando en algo”; “no hay
ninguna sensación que no sea también una representación, un predicado de algo lógicamente determinado por
las sensaciones que le preceden”. La atención es “el poder por el que el pensamiento se conecta en un
determinado momento y se pone en relación con el pensamiento en otro momento”; la atención produce un
gran efecto sobre el pensamiento subsiguiente: afecta a la memoria, la conexión y la secuencia lógica del
pensamiento, el rescate de un pensamiento olvidado (“Algunas consecuencias de cuatro incapacidades”).
107
Ni hace falta señalar la importancia de la andadura educativa (adecuada y eficaz) para el óptimo desarrollo
de estas capacidades y operaciones; p. ej. en lo que atañe al área Comunicación/Educación, en expansión y
muy relevante para los estudiantes de todos los nivles. Vid. García, Comunicación audiovisual y efemérides
escolares, Posadas, IAAVIM –Ministerio de Cultura, Educación, Ciencia y Tecnología, 2019:
(https://iaavim.misiones.gob.ar/ebook-efemerides-hd.pdf.
102
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

dirección realmente eficiente, tal que si se sabe cuál es la característica específica de la


misma puede uno pronosticar la conducta del hombre en una ocasión específica”108
(Lecciones, “Las ciencias normativas”).

Edificios y materiales
La máxima del Pragmaticismo, como denomina Peirce a su concepción filosófica,
reza así: “Considera qué efectos, que pueden tener concebiblemente repercusiones prácticas,
concibes que tienen los efectos de tu concepción. Así, tu concepción de aquellos efectos es el todo
de tu concepción del objeto.”
Lo mismo reenunciado en modo indicativo: “Toda la intención intelectual de un
símbolo consiste en el total de todos los modos generales de conducta racional que,
condicionados a todas las diferentes circunstancias y deseos posibles, se seguirán de la
aceptación del símbolo” (“Temas del Pragmaticismo”, de 1877-1878)109.
El pragmatismo es “un método de filosofía, cuya guía estriba en mantener
constantemente a la vista su propósito y el propósito de las ideas que analiza, ya posean
estos fines la naturaleza y usos de la acción o del pensamiento” (en el Prefacio a
Lecciones). En la primera Lección, Peirce define: “El pragmatismo es el principio según el
cual todo juicio teórico expresable en una oración en el modo indicativo es una forma
confusa de pensamiento cuyo único significado, si tiene alguno, radica en su tendencia a
imponer una máxima práctica correspondiente, expresable como una oración condicional
que tiene su apódosis en el modo imperativo”.

Más que el conocimiento _como intento de representar la realidad, y la verdad como


correspondencia_, el pragmatismo, formulado por Rorty (1997), piensa en el conocimiento y la
indagación como modos de “usar” la realidad; y postula la esperanza, en reemplazo del
conocimiento, como la pre-ocupación por si lo que uno cree “ha sido lo suficientemente
imaginativo como para pensar alternativas interesantes a las propias creencias actuales” (pp.
26-27); en este sentido, el futuro (humano mejor) es el baremo para “todas las cuestiones
relativas a la justificación última” (p. 13), y una sociedad utópica, democrática, es la tarea
primera (p. 76). El pragmatista sostiene el ideal de hermandad como “la culminación de un
proceso de ajuste que es también un proceso de renovación de la especie humana; en este
sentido, piensa en el progreso moral como un aumento de la sensibilidad, de “la capacidad para
responder a las necesidades de una variedad más y más extensa de personas y de cosas” (p. 91),
y en el progreso intelectual y moral (más que un acercamiento a lo verdadero, lo bueno,

108
En el mismo lugar dice: “Así la identidad de un hombre consiste en la consistencia de lo que hace y
piensa”.
109
Ahí Peirce reconoce que “Fue por un caso singular de esa supermodestia y terca subestimación que me
caracteriza, y de la que estoy justamente orgulloso como mi principal título de honor, por lo que omití el
término pragmatismo, creación mía, que tanta resonancia ha tenido en el mundo entero <...>”.
103
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

correcto) como “un incremento del poder de la imaginación”, entre otras cosas para buscar
otras maneras de hablar, de entablar otra conversación, que redescriba el mundo en otros
términos, que ofrezca nuevas imágenes del universo (pp. 100-01).
Rorty (1996) desarrolla sus tres caracterizaciones del pragmatismo: -la aplicación del
antiesencialismo a cuestiones como verdad, conocimiento, lenguaje, moralidad; -“no hay
diferencia epistemológica entre la verdad de lo que es y la verdad de lo que debe ser, como
tampoco hay diferencia metafísica entre hechos y valores, ni diferencia metodológica entre
moralidad y ciencia”; -“la investigación no tiene ningún otro límite que el que impone la
conversación” (cap. 9).

En su participación en el debate abierto sobre el pragmatismo, Putnam (1999) señala que


éste se caracteriza por su antiescepticismo y su falibilismo: “los pragmáticos sostienen que la
duda requiere una justificación, exactamente igual que la creencia” y “que no existen garantías
metafísicas merced a las cuales por lo menos nuestras creencias más inmutables no requieran
jamás una reevaluación. Que se pueda ser al mismo tiempo falibilista y antiescéptico es, tal vez,
la intuición fundamental del pragmatismo norteamericano” (p. 36). A propósito de la respuesta
pragmática al escepticismo, dice: “El conocimiento puede _y según los pragmáticos debería_
generar una saludable toma de conciencia sobre la falibilidad humana; pero no debería _y de
hecho no puede_ provocar el escepticismo universal” (p. 100). En nota afirma: “Entre los
principios aprendidos durante el transcurso de la investigación está, hoy ya no cabe duda, el de
la falibilidad”, que “establece que debemos estar preparados para corregir cualquier punto de
vista si se nos ofrecen buenas razones para hacerlo; o, dicho de forma más dura, que carezca de
garantías metafísicas en condiciones de proponer cierta afirmación al reparo de las
correcciones. No existen garantías de este tipo <…>”. Este es el “principio más importante de
los que hemos aprendido, y está relacionado con toda la investigación” (p. 115; cursivas del
autor). La concepción pragmática de la ciencia pre-supone que “necesita la democratización de
la investigación” (p. 105; ahí ser refiere también a la defensa de Dewey de “la legitimidad de
una noción normativa de la ciencia”).
Putnam a-nota: “Peirce, James Dewey habrían afirmado que debemos confiar en la
investigación conducida en forma democrática; no porque sea infalible, sino porque el camino a
lo largo del cual descubriremos dónde y cómo deberemos modificar nuestros procedimientos,
es el que pasa a través de la investigación misma” (p. 107). “A la objeción de que no
consideramos todos los puntos de vista cuando está en discusión una hipótesis científica _las
opiniones de los expertos son las que cuentan_, la opinión de Dewey (en su Lógica) es que, por
más que esto sea verdad, existe una etapa en la cual la opinión del profano debe contar. La
aplicación de la ciencia es, también, una prueba de las hipótesis aplicadas, y es necesario que
esta prueba sea sometida a un control democrático. (¡Si lo dudan, piensen en lo que sucede
cuando los medicamentos y el instrumental médico son controlados únicamente por las
empresas que los fabrican!)” (p. 117, cursivas del autor).

Entre otras revisiones y discusiones, W. James, Pragmatismo, Barcelona, Folio, 1999; J. Pérez
Tudela, El pragamatismo americano, Madrid, Síntesis, 2008; S. Critchley, J. Derrida, E.
Laclau, R, Rorty (Ch. Mouffe, comp.), Deconstrucción y pragamatismo, Barcelona, Paidós,
1998.

Para Peirce el pensamiento se aplica exclusivamente a la acción, a la acción


concebida: “El pensamiento consiste en el metabolismo inferencial viviente de los
símbolos, cuya intención reside en las resoluciones generales condicionales para actuar”

104
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

(“Cómo esclarecer nuestras ideas…”)110. Si bien el propósito último del pensamiento, que
debe ser el propósito de todo, excede los límites de la comprensión humana, Peirce afirma:
“<…> es la reiteración indefinida del autocontrol sobre el autocontrol lo que engendra el
‘vir’, generando por la acción, a través del pensamiento, un ideal estético, no meramente
en provecho de su propia y pobre mollera, sino como la participación que Dios le permite
tener en la obra de la creación. Este ideal, al modificar las reglas del autocontrol,
modifica la acción, y con ello también la experiencia, tanto la propia como la de otro, con
lo que este movimiento centrífugo redunda en un nuevo movimiento centrípeto, y así
sucesivamente.” (ídem)

Si la irritación de la duda desencadena la acción del pensamiento, que cesa cuando


se alcanza la creencia, entonces “la sola función del pensamiento es la producción de la
creencia” (ídem): “El sentimiento de creer es un indicativo más o menos seguro de que en
nuestra naturaleza se ha establecido un cierto hábito que determinará nuestra acción” (“La
fijación de la creencia”). Alcanzar un estado de creencia exige la lucha de la indagación
motivada por la irritación de la duda, inquietud e insatisfacción que nos mueve a luchar por
liberarnos y pasar al estado de creencia, de tranquilidad y satisfacción. La duda es “un
estado de vacilación acerca de un estado imaginario de cosas” (ídem). No vacilo acerca de
lo que hay que hacer aquí y allá; anticipo mi vacilación acerca de lo que haré en adelante, o
finjo vacilar acerca de un estado ficticio de cosas: “Es el poder de hacer creer que
vacilamos, junto con el hecho patente de que la decisión sobre el dilema hacer-creer tiene
por objeto formar un hábito de bona fide que sea operativo en una emergencia real. Son
estas dos cosas conjuntamente las que nos constituyen como seres intelectuales” (ídem). El
problema es cómo fijar la creencia, no meramente en el individuo, sino en la comunidad;
cuál de los cuatro métodos descriptos por Peirce es el acertado -de la tenacidad, de la
autoridad, de las inclinaciones (o del gusto, lo agradable a la razón), o el de la ciencia-. Con
certeza propone el método de la indagación científica, y reconoce a su vez el gran costo que
este supone así como los méritos de los otros (ídem)111.

110
En este artículo, Pierce dice que la máxima pragmática “es sólo una aplicación del único principio de
lógica recomendado por Jesús: Por sus frutos los conoceréis”.
111
En “La lógica regenerada” (de 1896, en Peirce, 1988b: 220-42). Define la lógica “como la ciencia de las
leyes del establecimiento estable de creencias. Por consiguiente, la lógica exacta será aquella doctrina de las
condiciones del establecimiento de creencias estables que se basa en observaciones absolutamente indudables
y en el pensamiento matemático, es decir, diagramático o icónico”. Esta lógica (en su sentido más amplio y
tal como la concibe Peirce) consta de tres partes:
-el estudio de “aquellas propiedades de las creencias que les pertenecen en tanto que creencias, al margen de
su estabilidad” (la gramática especulativa: el análisis de una afirmación “en sus elementos esenciales,
independientemente de la estructura del lenguaje en que pueda estar expresada”, y división de las
afirmaciones “en categorías de acuerdo con sus diferencias esenciales”);
105
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

La creencia tiene tres propiedades: es algo de lo que nos percatamos; mitiga la


irritación de la duda; asienta un hábito. Alcanzada la creencia, el pensamiento reposa por
un momento. La aplicación de la regla para la acción que es la creencia supone más dudas y
más pensamiento, de modo tal que la creencia es a la vez lugar de parada y de partida del
pensamiento; razón por la cual Peirce habla de pensamiento en reposo, aunque el
pensamiento sea esencialmente una acción112. La esencia de la creencia es el asentamiento
de un hábito -“las diferentes creencias se distinguen por los diferentes modos de acción a
los que dan lugar”-; toda la función del pensamiento es la de producir hábitos de acción113.
La semiosis tiene su anclaje en el hábito, como interpretante final de la cadena de
signos. En el hábito muere y nace la semiosis; en y por el hábito, esta es posible.
Esta es una noción que Peirce no precisa de una vez, lo mismo que otras de su
“edificio”, sino que vuelve sobre ella en varias ocasiones.
La formación de un hábito está conectada con la atención y las sensaciones que dan
lugar a las acciones voluntarias:
“La atención produce efectos en el sistema nervioso. Estos efectos son hábitos o
asociaciones nerviosas. Un hábito surge cuando hemos tenido la sensación de realizar un
cierto acto, m, en ocasiones diversas, a, b ó c, y lo realizamos siempre que tiene lugar el
acontecimiento general, l, de que a, b, y c son casos especiales. Es decir, la cognición de
que Todo caso de a, b o c es un caso de m / determina la cognición de que / Todo caso de l
es un caso de m. La formación de un hábito es así una inducción, y está por lo tanto

-el estudio de las condiciones que debe satisfacer una afirmación “para poder corresponder a la ‘realidad’,
esto es, para que la creencia que expresa pueda ser establ” (la lógica: consideración del razonamiento
necesario y del probable);
-el estudio de “aquellas condiciones generales bajo las cuales un problema lleva a otro” (la retórica
especulativa, que completa el trivium). Vid. infra.
112
En “Cómo esclarecer nuestras ideas”, dice Peirce: “El producto final del pensamiento es el ejercicio de la
volición, de que el pensamiento ya no forma parte; pero la creencia es sólo un estadio de la acción mental, un
efecto sobre nuestra naturaleza debido al pensamiento, y que influiría en el futuro pensar”.
113
Otro interpretante del mismo objeto -o sea “aquello acerca de lo cual el signo presupone un conocimiento
para que sea posible proveer información adicional sobre el mismo”-: “Creemos en la proposición en base a
la cual estamos dispuestos a actuar. ‘Plena creencia’ es la disponibilidad a actuar, en crisis vitales, en base a
tal proposición, y ‘opinión’ es la disponibilidad a actuar, en base a ella, en asuntos relativamente
insignificantes”. Ahora bien, Peirce piensa que en la ciencia no hay “proposición alguna en absoluto que
responda a la concepción de creencia”; sí, en cambio, en las cuestiones vitales, en las que tenemos que actuar
y el principio en base al cual estamos dispuestos a actuar es una creencia. En los asuntos vitales la razón
parece ponerse de rodillas pidiendo el auxilio del ‘instinto’, es decir el sentimiento. Este es la simple apología
del “sentimentalismo filosófico” que hace Peirce (“Las ciencias normativas”). Vid. D. Davidson (1992),
“Verdad y conocimiento: una teoría de la coherencia”, donde propone una teoría moderada de la coherencia
(acerca de la verdad), que proporciona “razones para suponer que las creencias coherentes son verdaderas”;
el problema consiste en dar con “una razón para suponer que la mayoría de nuestras creencias son verdaderas
que no sea sin embargo una forma de evidencia”. Dice Davidson: “Todas las creencias están justificadas en el
siguiente sentido: están apoyadas por muchas otras creencias (pues en otro caso no serían las creencias que
son) y gozan de una presunción de verdad” (pp. 78, 86, 96) _verdad en relación con la “masa de
significaciones” del complejo de creencias_.
106
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

conectada con la atención o abstracción.” (“Algunas consecuencias de cuatro


incapacidades”)114

Es debido a ciertos hábitos de la mente que podemos extraer, a partir de premisas


dadas, una inferencia más bien que otra (el principio directriz).
El asentamiento de una regla de acción que es un hábito es la esencia de la creencia:
“Lo que el hábito es depende de ‘cuándo’ y ‘cómo’ nos mueve a actuar. Por lo que respecta
al ‘cuándo’, todo estímulo a la acción se deriva de la percepción; por lo que respecta al
‘cómo’, todo propósito de la acción es el de producir un cierto resultado sensible” –
“Nuestra idea de algo es nuestra idea de sus efectos sensibles” (“Cómo esclarecer nuestras
ideas”)-.
En otro lugar (“La ley de la mente”), Peirce se refiere al hábito como “aquella
especialización de la mente por la que una idea general obtiene el poder de suscitar
reacciones. Pero, con objeto de que la idea general alcance toda su funcionalidad, es
necesario, también, que llegue a ser sugerible por las sensaciones”.
El proceso inferencial implica la formación de un hábito: produce una creencia u
opinión, que en tanto legítima fundamenta nuestra acción, siendo por tanto un hábito. Una
creencia general u opinión (como conclusión inferencial) es activa en nuestra imaginación;
y una creencia-hábito “formada simplemente en la imaginación, como cuando considero
cómo debo actuar bajo ciertas circunstancias imaginarias, afectará mi acción real igual que
si se hubiesen realizado estas circunstancias” (“Por qué estudiar lógica”)115.

Los procesos mnemosemióticos y comunicativos ponen en acción los signos:


Signo
“Cualquier cosa que determina a otra (su interpretante) a referirse a un objeto al que ella misma
se refiere (su objeto) del mismo modo, transformándose a su vez el interpretante en signo, y así
sucesivamente ad infinitum”.

La conciencia inteligente tiene que intervenir en la serie; si la serie de interpretantes


se termina, el signo se vuelve al menos imperfecto.

114
En “Por qué estudiar lógica”, se define el hábito como “una ley general de la acción, tal que, en un cierto
tipo general de acción, un hombre estará más o menos inclinado a actuar de un cierto modo general”; y
también: “un principio general que actúa en la naturaleza de un hombre para determinar cómo actuar”.
Se hace interesante una confrontación con el concepto de habitus propuesto por Bourdieu (1988, 1990) en el
marco de su Sociología de la cultura (a los efectos de una ciencia de las prácticas), y que leyó en Mauss y
otros, para dar cuenta de la mediación entre lo social y lo individual, en tanto proceso por el que lo social se
interioriza en los individuos y logra que las estructuras objetivas concuerden con las subjetivas.
115
Peirce define la expectación como un hábito de imaginar.
107
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Representamen
“Un REPRESENTAMEN es un sujeto de una relación triádica A un segundo, llamado
su OBJETO, PARA un tercero, llamado su INTERPRETANTE, siendo esta relación
triádica tal que el REPRESENTAMEN determina que su interpretante esté en la
misma relación triádica al mismo objeto para algún interpretante”.

La relación triádica es genuina, es decir, “sus tres miembros están unidos por ella de
manera que no consista en ningún complejo de relaciones diádicas”, lo que hace posible la
semiosis infinita116.

Objetos. Interpretantes. “Todo Signo tiene un Objeto y un Interpretante”, este


último es “lo que el Signo produce en la Cuasi-Mente que es el Intérprete, determinando en
él una sensación, un esfuerzo o un Signo; y es precisamente esa determianción lo que se
denomina Interpretante”. Habitualmente hay dos Objetos y más de dos Interpretantes. El
Objeto Inmediato “es el Objeto tal como es representado por el signo mismo, y cuyo Ser es,
entonces, dependiente de la Representación de él en el Signo”; y el Objeto Dinámico “es la
Realidad que, por algún medio, arbitra la forma de determinar el Signo a su
Representación”. El Interpretante Inmediato, “tal como se revela en la correcta
comprensión del Signo mismo”, “comúnmente llamado el significado del Signo”; el
Interpretante Dinámico “es el efecto real que el signo, en tanto signo, determina
realmente”; y el Interpretante Final “se refiere a la manera en que el Signo tiende a
representarse a sí mismo en tanto relacionado con su Objeto”.
En la carta a Lady Welby del 14 de marzo de 1909: el Interpretante Dinámico “es
aquel que es experimentado en cada acto de interpretación, y en cada uno de éstos es
diferente de cualquier otro”; el Interpretante Final “es el único resultado Interpretativo al
que cada Intérprete está destinado a llegar si el Signo es suficientemente considerado”; El
Interpretante Inmediato “es una abstracción: consiste en una Posibilidad. El Interpretante

116
En “Algunas categorías de la razón sintética”. En un manuscrito sin título (c. 1897): “Un signo, o
representamen, es algo que, para alguien, representa o se refiere a algo en algún aspecto o carácter. Se dirige
a alguien, esto es, crea en la mente de esa persona un signo equivalente, o, tal vez, un signo más
desarrollado”. El signo creado es el interpretante; el signo está en lugar de algo, su objeto, no en todos los
aspectos sino sólo con referencia a una suerte de idea que Peirce llama fundamento (ground). Esta tricotomía
lleva a la semiótica a su división en tres ramas: la gramática especulativa, la lógica propiamente dicha y la
retórica pura, que se ocupan respectivamente de las condiciones (de verdad): de los representámenes para que
encarnen algún significado; de las representaciones respecto de los objetos; y de los signos (interpretantes,
especialmente el pensamiento) para que den nacimiento a otros signos y otros pensamientos (Peirce, 1986).
108
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Dinámico es un evento singular y real. El Interpretante Final es aquel hacia el cual tiende lo
real”117.
El signo puede ser tripartito según tres puntos de vista: el signo en sí, el signo en
relación con el objeto, y el signo en relación con el interpretante. Lo cual origina nueve
tipos de función o relación, a saber: para el representamen: cualisigno, sinsigno, legisigno;
para el objeto: icono, índice, símbolo; y para el interpretante: rema, decisigno, argumento.
A partir de ellos, se distinguen por triadización diez clases de semiosis posibles (algunos
auotores se ocupan de ello y discuten las varias clasificaciones propuestas). Sin embargo,
hay que tener en cuenta la funcionalidad de las distinciones, de manera que lo que es índice
en una semiosis, por ejemplo, puede ser símbolo en otra. El propio análisis de la semiosis
precisará la “naturaleza” de sus constituyentes (Deladalle, Eco)118.

Icono. Índice. Símbolo


“Un Icono es un representamen cuya cualidad representativa es una primeridad del
mismo como un primero. Es decir, una cualidad que tiene qua cosa es lo que lo hace
apto para ser un representamen. Así, todo es apto para ser un substituto de algo a lo
que se parece <...> Un representamen por la sola primeridad sólo puede tener un
objeto similar <...> Un signo por primeridad es una imagen de su objeto, y, hablando
más estrictamente, sólo puede ser una idea. Pues tiene que producir una idea
interpretante.” (Peirce, 1989)

El ícono comprenre las imágenes, los diagramas, las metáforas.


Un índice “es un representamen cuyo carácter representativo consiste en ser un
segundo individual”; un índice y su objeto tienen que ser individuos existentes (sean cosas

117
Cfr. Eco (1994). Eco (1995a) dice: “Por interpretación (o criterio de interpretancia) debe entenderse lo
que entendía Peirce cuando reconocía que todo interpretante <...> no sólo retraduce el ‘objeto inmediato’ o
contenido del signo, sino que amplía su comprensión”. Esta operación concluye el círculo de la semiosis (p.
71). Sobre la teoría de la significación de los signos de Peirce, Deladalle (1996) señala. “a) La significación
es el interpretante lógico del signo; b) La significación es un efecto significativo del signo; c) El interpretante
lógico, efecto significativo del signo, no es final, si sólo se considera la serie lógica de los signos, donde cada
signo es el interpretante del que lo precede, pero es final, efecto significativo último, si se considera al sujeto
de la lógica, el hombre”, en el cual se produce un hábito mental, el interpretante lógico y final (p. 31). Y en el
mismo lugar, precisa: “El objeto inmediato es un objeto formal”; la semiosis “definida como inferencia es un
proceso epistemológico sin fronteras <...>: no existe más que un ‘objeto’ que se pueda calificar de inmediato
o de dinámico según el punto de vista en el cual uno se ubica, pero que es lo que es, y cuya naturaleza propia
se precisa a medida que la búsqueda” avanza, “no hacia una verdad que correspondería a una realidad
preestablecida, sino hacia la verdad de una realidad que se construye al mismo tiempo que ella”; “somos
nosotros quienes producimos los interpretantes que se convierten en los signos que serán mañana <...> la
verdad-realidad provisional y falible por siempre” (p. 90). Esta es la filosofía de la esperanza lúcida de Peirce
(p. 90). Vid. Rorty (1997), respecto del Pragmatismo y la esperanza.
118
Vid. Magariños de Morentín (2008, cap. 6), la clasificación de los signos, una explicación clara y
detallada, y ejemplificaciones “prácticas” y consistentes, a partir de Peirce, que no pretendía una
“taxonomía”, sino una teoría dinámica, una “inagotable propuesta de exploración de las funciones
109
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

o hechos), y su interpretante inmediato tiene que tener el mismo carácter. Son índices una
veleta, un síntoma, la aguja de un medidor en el tablero de un automóvil, la marca de un
termómetro, los pronombres demostrativos (los deícticos), las señales viales (i. e. flechas
de orientación y numeraciones de calles), los carteles indicativos, títulos, epígrafes de fotos
o ilustraciones, etc.
Un símbolo “es un representamen cuyo carácter representativo consiste
precisamente en ser una regla que determinará su interpretante”. “Es una ley, o
regularidad del futuro indefinido”. Son símbolos las palabras, los libros, y cualquier signo
convencional.119
Los iconos y los índices no afirman nada; la frase en la que se podría interpretar un
icono estaría en el modo potencial (diría i.e. “supongamos que una figura tiene tres lados”);
la de un índice estaría en el modo imperativo (“¡cuidado!”); y la de un símbolo, en el modo
indicativo o declarativo, aunque puede expresarse en cualquier otro modo.
En los tres órdenes de signos, “puede observarse una progresión regular de uno,
dos, tres”:
“El icono no tiene conexión dinámica con el objeto que representa; sucede simplemente que
sus cualidades se parecen a las de este objeto, y suscita sensaciones análogas en la mente
para la cual es una similitud. Pero realmente no está conectado con ellas. El index está
conectado físicamente con su objeto; constituyen un par orgánico, pero la mente
interpretante no tiene nada que ver con esta conexión, excepto señalarla después de
establecida. El símbolo está conectado con su objeto en virtud de la idea de la mente
utilizadora-de-símbolos, sin la cual no existiría una tal conexión.” (Peirce, 1989)

productoras de signos como la identificación de un conjunto (abierto) de operaciones mentales, relacionales,


constructivas y aplicables a la interpretación de los fenómenos del mundo” (p. 164).
119
En cuanto el signo es parte de la cultura, regenerado en la semiosfera, reconocido y usado como tal, tiene
carácter simbólico. Así, por ejemplo, una foto o un mapa son signos icónico-indiciales y simbólicos: a) tienen
con su objeto una relación de semejanza, parecido o similitud respecto de algunas cualidades; b) mantienen
una relación de contigüidad y causación con el objeto a partir del cual se forman y al que remiten
directamente; c) son reconocidos e interpretados de cierta manera en relación con el contexto y en situación,
como la foto de una persona determinada (un retrato) o un país dado; tienen significados, usos, fines y
funciones, que son siempre histórico-sociales y por ello resignificados y “reacentuados en medio de tensiones
y conflictos; se re-producen por medio de saberes, técnicas, tecnologías, procedimientos, instituidos y
regulados socialmente, que se enseñan y aprenden. Desde niños nos habituamos a ser fotografiados o tomar
fotos (ahora más aún con los recursos tecnológicos disponibles que se manipulan desde los primeros años),
ver y usar mapas (en la asignatuta de Geografía, en la escuela primaria y secundaria, teníamos que reconocer
el –tipo de- mapa y el país correspondiente con sólo ver uno sin identificaciones; a veces debíamos ibujar a
mano alzada un mapa de la Argentina y otros países y comletarlo con las debidas referencias). De tal manera
que en la maraña de signos y mediante ellos, “regulados” culturalmente, se “alfabetiza” semióticamente, se
“educa” la mirada, se modeliza el sensorium, se reorientan de una u otra manera los patrones significativos y
comunicativos; y por ello, entre otras razones, es de fundamental importancia la paideia pública, la sensata y
fundada intervención educativa en todos los niveles, la inteligente y adecuada implementación del mejor
andamiaje mnemo-semio-comunicativo con vistas a toda la trasn-formación posible del sujeto y la sociedad.
110
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Un Icono:
“es un signo que remite al Objeto que él denota, meramente por virtud de caracteres
propios y posee por igual tanto si tal objeto existe o no <...> Cualquier cosa, sea una
cualidad, un existente individual o una ley, es un Icono de algo en la medida en que es como
esa cosa y es empleada como un signo de ella.”

Un Índice:
“es un signo que se refiere al objeto que denota en virtud de que es realmente afectado por
ese Objeto <...> En la medida en que el índice es afectado por el Objeto tiene
necesariamente alguna cualidad en común con el Objeto y es por respecto a ella como se
refiere al Objeto. Implica, por consiguiente, una clase de Icono, pero un Icono de una clase
peculiar, y es la mera semejanza con su Objeto, aun en los aspectos que lo convierten en un
signo, sino que es su modificación real por el Objeto.” (Peirce, 1989)

Un Símbolo:
“es un signo que se refiere al Objeto que él denota, por medio de una ley, por lo común una
asociación de ideas generales que hace que el Símbolo sea interpretado como referido a ese
Objeto. Por consiguiente, él mismo es un tipo general o ley.” (Peirce, 1989).

Uno, Dos, Tres. Primero, Segundo, Tercero. Primeridad, Segundidad,


Terceridad.120 Sustancia y ser son “el principio y el fin de todo concepto”. Por el recurso
de lo que Peirce llama observación abstractiva (precisión)121, recoge los factores que
“proporcionan la base para un método sistemático de identificación de todos los conceptos
elementales universales que puedan hacer de intermediarios entre la multiplicidad de la
sustancia y la unidad del ser”.
La cualidad, en su sentido más amplio, es “el primer concepto con que nos
encontramos en el paso del ser a la sustancia”. Por ejemplo, la negrura como abstracción
pura a partir de “la estufa es negra” (ejemplo de Peirce); a esta abstracción pura, “la
referencia a la cual constituye un atributo general o cualidad, podemos denominarla

120
A partir de “Una nueva lista de categorías” (1867). La cuestión de las categorías es muy compleja y cuenta
con un prolongado tratamiento en la historia de las ideas, desde Aristóteles, pasando por Kant, que retoma y
reorienta Peirce.
121
La precisión se refiere a la “separación mental” que se deriva de “la atención a un elemento y el descuido
de otro”, la “atención excluyente estriba en una concepción definida o suposición de una parte de un objeto
en detrimento de la otra”. Se distingue de otros dos modos de “separación”: la discriminación (relacionada
con el sentido de los términos) y la disociación (permitida por la ley de asociación de imágenes). El proceso
de precisión no es recíproco, y supone una mayor separación que discriminación, pero una menor que
disociación -se puede discriminar un color de otro, el espacio del color, pero no un color dado, el rojo, del
color; se puede abstraer “el rojo del azul y el espacio del color”, pero no “el color del espacio ni el rojo del
color”; se puede disociar “el rojo del azul, pero no el espacio del color, el color del espacio ni el rojo del
color”- (“De una nueva lista de categorías”). Por precisión se obtiene una concepción de jerarquización de las
tres categorías: es posible “abstraer” de un primero, un segundo y un tercero; de un segundo, un tercero pero
no un primero; de un tercero no se puede “preescindir” ni un segundo ni un primero. Vid. Deladalle (pp. 84-
86).
111
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

fundamento”. “La ocasión con motivo de la cual se introduce el concepto de referencia a un


fundamento es la referencia a un correlato”. “Toda referencia a un correlato adjunta, pues, a
la sustancia el concepto de referencia a un interpretante”. A los cinco conceptos obtenidos
Peirce denomina categorías. Son:
Ser.
Cualidad (referencia a un fundamento).
Relación (referencia a un correlato).
Representación (referencia a un interpretante).
Sustancia.
“Este paso de lo mucho a lo uno es numérico. El concepto de tercero es el de un
objeto que se halla relacionado con otros dos de tal modo que uno de ellos debe estar
relacionado con el otro de idéntica manera a como el tercero lo está con ese otro. Ahora
bien, esto coincide con el concepto de interpretante”. “Como ninguna de las categorías
puede ser abstraída de ninguna de las anteriores, la lista de objetos imaginables que
proporcionan es: Lo que es
Quale (aquello que se refiere a un fundamento).
Relate (aquello que se refiere a un fundamento y a un correlato).
Representament (aquello que se refiere a un fundamento, a un correlato y a un
interpretante)”122.
Según Peirce, los tres conceptos de referencia son “los conceptos fundamentales al
menos de una ciencia universal: la de la lógica”; y concibe un trivium, cada una de las
ciencias que lo constituyen estudiaría cada una de las referencias -la gramática formal, al
fundamento; la lógica, al correlato; y la retórica formal, a los interpretantes-.
Lo primero: “una posibilidad cualitativa positiva, en sí mismo, nada más”. Lo
segundo: “una cosa existente sin ningún modo de ser menos que la existencia, pero
determinado por aquel primero”. Lo tercero: “un modo de ser que consiste en la
segundidad que determina el modo de ser de una ley, o de un concepto” (“Algunas
categorías de la razón sintética”). Posibilidad, cualidad, sentimiento, espontaneidad;
existencia, actualidad, reacción, lucha, dependencia; mediación. “El hilo de la vida es un
tercero”; “la continuidad representa terceridad casi a la perfección”. Posibilidad,

122
Hay tres tipos de representaciones: 1) “Aquéllas cuya relación con sus objetos es una mera coincidencia en
alguna cualidad” (semejanzas). 2) “Aquéllas cuya relación con sus objetos consiste en una correspondencia
real” (índices). 3) “Aquéllas el fundamento de cuya relación con sus objetos es una cualidad imputada”
(símbolos).
112
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Actualidad (realidad, existencia), Destino (o Libertad respecto del destino), son los Modos
de Ser.
La fenomenología o Faneroscopía, según Peirce, tiene como objeto “confeccionar
un catálogo de categorías y probar que es suficiente y está libre de redundancia, establecer
las características de cada categoría y mostrar las relaciones de cada una con las demás”.
Las categorías universales “pertenecen a todos los fenómenos, siendo quizás una de
ellas más preponderante en un aspecto de un fenómeno que otra, pero todas participando en
cada fenómeno”:
La primera categoría es la Cualidad de Sentimiento, “lo que es tal cual es
positivamente y sin consideración a ninguna otra cosa” (lo presente).
La categoría lo Segundo “es la idea de aquello que es tal como es en tanto que
Segundo respecto a algún Primero, sin consideración a ninguna otra cosa, y en particular,
sin consideración a ninguna Ley, aunque pueda ajustarse a una ley”. Es la Reacción (el
elemento de lucha; lo pasado).
La categoría lo Tercero “es la idea de aquello que es tal como es en tanto que
Tercero, o Medio, entre un Segundo y su Primero”, es la Representación (proporciona la
concepción de Verdadera Continuidad).
Las categorías son ordinales, no cardinales, están “ordenadas”: un trío implica la
idea de pareja y ésta la de unidad; un primero es monádico (“comporta un sólo elemento, es
decir él mismo”), un segundo es diádico (“establece una relación diádica con un primero
con el cual forma una díada indescomponible”), un tercero es triádico (“establece una
relación triádica con un segundo y un primero con los cuales forma una tríada
indescomponible”) (Deladalle).

Inscripciones y variaciones
La Semiótica tal como la define Peirce, es un programa de estudio de toda semiosis
posible. En términos del autor: “la doctrina de la naturaleza esencial y variedades
fundamentales de semiosis posible” (“Pragmatismo”) 123. En el manuscrito sin título (cit.)
Peirce vierte la definición más o menos conocida y difundida: “La lógica, en su sentido

123
Morris (1985) señala el doble vínculo de la semiótica con las ciencias, en cuanto se trata de una ciencia
más y de un instrumento de las ciencias. En su opinión la semiótica ofrece “una base para la comprensión de
las principales formas de actividad humana y para su interrelación”, en tanto mediadas por signos, con lo cual
cumpliría una de las tareas filosóficas tradicionales (p. 112). Vid. Morris (1974), acerca del carácter
interdisciplinario de la semiótica, dado el carácter semiótico (simbólico) de los respectivos objetos de estudio
de las diversas disciplinas.
113
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

general, es <...> sólo otro nombre de la semiótica, la doctrina cuasi-necesaria, o formal,


de los signos” 124.
“La semiótica se ocupa de cualquier cosa que pueda CONSIDERARSE como signo
<...> es, en principio, la disciplina que estudia todo lo que puede usarse para mentir” (Eco,
1985). Eco emprende un estudio que reviste la forma de una Teoría Semiótica General
“capaz de explicar toda clase de casos de FUNCIÓN SEMIÓTICA desde el punto de vista
de SISTEMAS subyacentes relacionados por uno o más CÓDIGOS”, que estaría
constituida por una semiótica de la significación, desarrollada por la teoría de los códigos;
y una semiótica de la comunicación, que incumbe a la teoría de la producción de los signos.
Eco (1985, 1995a, 1999) establece las tareas de una semiótica general y una particular. Sin
carácter de definición general de la disciplina: “La ciencia de los signos es la ciencia de la
constitución histórica del sujeto”.125
Pese a los reparos que formula Habermas (1996) en cuanto a que Peirce prescindiría
de “los aspectos intersubjetivos del proceso que el signo representa” (esto es, la
comunicación), Deladalle (1996) considera que la semiótica es a la vez “una semiótica de
la representación, de la comunicación y de la significación”.126
Por un lado, Habermas (1996) encuentra la “gran aportación de la semiótica de
Peirce” “en la consecuente ampliación del mundo de las formas simbólicas por encima de
las formas lingüísticas de expresión” (junto al “lenguaje”, las señales, los indicios, los
gestos, los iconos) (pp. 54-55). Por otro lado, “ve” que la comunicación ocupa un espacio

124
Ahí, Peirce aclara que con “formal” quiere decir la observación de los caracteres de los signos y a partir de
la cual, por un proceso que llama “Abstracción” (la facultad que llama “observación abstractiva”), se llega a
“aseveraciones, en extremo falibles, y por ende en cierto sentido innecesarias, concernientes a lo que deben
ser los caracteres de todos los signos usados por una inteligencia ‘científica’, es decir, por una inteligencia
capaz de aprender a través de la experiencia”. Del hecho de que el signo (representamen) se inserte en
relaciones triádicas (con el fundamento, el objeto, el interpretante), se sigue que la semiótica comprenda tres
ramas: -la gramática especulativa (“pura”), se ocupa de “determinar qué es lo que debe ser cierto del
representamen usado por toda inteligencia científica para que pueda encarnar algún significado”; -la lógica
propiamente dicha, la “ciencia de lo que es cuasi-necesariamente verdadero de los representámenes de
cualquier inteligencia científica para que puedan ser válidos para algún objeto, esto es, para que puedan ser
ciertos.”, se ocupa de las condiciones de verdad de las representaciones; -la retórica pura, se ocupa de
“determinar las leyes mediante las cuales, en cualquier inteligencia científica, un signo da nacimiento a otro
signo y, especialmente, un pensamiento da nacimiento a otro pensamiento” (2. 229). En “De una nueva lista
de categorías”, Peirce muestra cómo la triple referencia de un signo a un fundamento, un objeto y un
representamen, constituye la estructura conceptual fundamental de la lógica (ciencia universal), que integra
un trivium compuesto por la gramática formal (estudia la referencia de los símbolos en general a sus
fundamentos), la lógica (estudia las condiciones formales de la verdad de los símbolos) y la retórica formal
(estudia “las condiciones formales de la fuerza de los símbolos, o de su capacidad de apelar a la mente”, la
referencia a los interpretantes). V. supra; Escritos lógicos (1988b).
125
A propósito, vid. N. Romé, Semiótica y subjetividad, Buenos Aires, Prometeo, 2009.
114
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

insuficiente en esa semiótica. Su tesis es que Peirce “no puede definir la relación del signo
con el interpretante con independencia de las condiciones del entendimiento intersubjetivo,
por rudimentarias que esas condiciones sean. Y no puede hacerlo mientras se haya de
explicar el concepto básico de la representación mediada por signos con ayuda de sus (de
Peirce) conceptos semióticos básicos de verdad y realidad, pues éstos remiten a su vez a la
idea regulativa de una comunidad de investigadores que opera bajo condiciones ideales”.
Por lo tanto, Habermas considera necesaria una “semiótica planteada en términos
intersubjetivistas” (p. 41), que articule de manera integrada (integral) la función expositiva
del signo con su interpretabilidad, es decir, su relación epistémica con el mundo y su
relación comunicativa con el intérprete (pp. 38-39) -con lo que Habermas enuncia de otro
modo, no completo, su propia teoría de la acción comunicativa-.
Las propias premisas de Habermas “muestran” la insuficiencia, y reduccionismo, de
su interpretación, que sigue la pauta de la “lingüisticidad” básica de la experiencia (al
referirse al lenguaje proposicionalmente articulado), con lo que desestima la “gran
aportación” de Peirce: la semioticidad (primordial, matricial) de la experiencia, lo que
significa que la experiencia está ya siempre mediada por los procesos de semiosis
(articulados, integrados, de manera compleja, en las prácticas comunicativas y, en general,
en la acción social).
En su contexto de invención y justificación, la semiótica formulada por Peirce,
como teoría-lógica de relaciones127 (semióticas-triádicas, incluidas las relaciones
epistémica, comunicativa, y la propia “expresividad”), establece las condiciones de
posibilidad de toda experiencia (propia, ajena, individual, social, colectiva; hasta la
experiencia religiosa, y la del ‘amor’); y los fundamentos para el diseño de programas
tendientes al desarrollo de distintas teorías (social, cultural, comunicativa). Pero esto está
más allá del proyecto arquitectónico (filosófico, onto/epistemo/método-lógico, crítico) de
Peirce, quien se atuvo a una (auto)delimitación rigurosa de su propio campo de trabajo (por
lo demás multifacético), y no dejó de pensar en el futuro, aun el de su pensamiento. Otros

126
La misma posición sostiene L. Santaella, entre otros (“¿Por qué la Semiótica de Peirce es también una
teoría de la comunicación?”, en Cuadernos de la Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Jujuy,
17, 2001<http://www.redalyc.org/pdf/185/18501725.pdf>).
127
Se considera a Peirce el padre de la lógica de relativos, además de elaborar lo que llama el álgebra
general de la lógica, una teoría de la cuantificación de la que es, junto con Frege, el creador. Para Peirce una
relación “es un hecho acerca de algunas cosas” (el hecho de que una locomotora despida vapor establece una
relación -conexión- entre este y aquella), todo hecho es una relación, y el pensamiento que se tiene de él lo
representa implícitamente como tal” (“Se introduce al lector en el tema de relativos”, este y otros artículos al
respecto, en Peirce, 1988b).
115
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

(pragmatistas, de su misma generación, y de las siguientes) tomaron a su cargo esas


empresas de definición teórica y de investigación (James, Dewey, Mead, Blumer; Fish;
hasta Rorty, en relación crítica con Peirce).
La semiotización de la experiencia es por definición socio-histórica y cultural; se
objetiviza en los procesos de comunicación (en cualquier acción social o práctica cultural),
incluso la comunicación con uno mismo, que no es más que la “réplica” de la
comunicación intersubjetiva (el monólogo -interior-, el “discurso interior” de Bajtin, es
posible por la estructura básica del diálogo; la acción, por la inter-acción); y las nociones
fundamentales de realidad, conocimiento, verdad, hábito, creencia, son inconcebibles más
allá de (la existencia de) la comunidad, y de su re-producción mediada por signos128.
Dice Peirce:
“La cuestión de si el genus homo tiene alguna existencia excepto como individuos es la
cuestión de si hay algo de mayor dignidad, valor e importancia que la felicidad individual.
El problema de si los hombres tienen realmente algo en común, de manera que la
comunidad deba considerarse como un fin en sí mismo, y, si es así, cuál es el valor
relativo de los dos factores, es la cuestión práctica más fundamental en relación con toda
institución pública, en cuya constitución tenemos la capacidad de influir” (1988a: 87, a
propósito de la disputa entre nominalismo y realismo)129.

128
Como dice Davidson (1992), “lejos de constituir un coto cerrado, hasta el punto de que el modo en que
pueda aportar conocimiento de un mundo externo o ser conocido por otros se convierta en un problema, el
pensamiento es, necesariamente, parte de un mundo público común. <...> la posibilidad misma del
pensamiento exige patrones compartidos de verdad y objetividad” (“El mito de lo subjetivo”; pág. 71).
Davidson cree que las condiciones necesarias para la existencia del pensamiento (en una mente) y de personas
que piensan, es la existencia de “otras criaturas pensantes con las que dicha mente compartiese un mundo
natural”; una condición para la comunicación es que “ha de haber otros que se parezcan lo suficiente a uno
mismo”. Para que dos sujetos estén en la misma relación con el objeto (de creencia) es necesario que estén en
comunicación; de ser así, “la creencia, la intención y las demás actitudes proposicionales son de carácter
social en cuanto que dependen de la posesión del concepto de verdad objetiva”, que “no se puede tener sin
compartirlo con alguien más, y saber que se comparte con él, un mundo y una forma de pensar sobre el
mismo” (“Las condiciones del pensamiento”, de 1988, en Davidson, cit., pp. 153, 160, 161). Desde el punto
de vista del pragmatismo (como filósofo) y de la sicología social (como científico) (es la presentación de
Morris), Mead (1972) afirma que el proceso social, esto es la comunidad en la que actúa el individuo de
manera cooperativa, antecede lógicamente al espíritu -la internalización de ese proceso y el juego recíproco
simbólico (significante) de los gestos, que hace posible la comunicación_ (pp. 213-15).
129
En su nota a este parágrafo, Vericat apunta dos enunciados de Peirce: “la conciencia es una suerte de
espíritu público entre las células nerviosas. El hombre como una comunidad de células”; “una persona no es
absolutamente un individuo”, “el círculo de sociedad del hombre <...> es una suerte de persona laxamente
compacta, en algunos aspectos de rango más elevado que la persona de un organismo individual” (1988a:
397). Un tratamiento de la “persona” “semiótica (individual, colectiva, la cultura), y en relación con las
fronteras, en Lotman (1996, 1998); y también en Mead (1972), acerca de la indeterminación de la frontera
entre la propia persona y las otras, “puesto que nuestra propia persona existe y participa como tal, en nuestra
experiencia, sólo en la medida en que las personas de los otros existen y participan también como tales en
nuestra experiencia” (p. 192). Vid. “La ley de la mente” (1892, el tercero de una serie de cinco artículos
publicados en The Monist, entre 1891 y 1893), sobre la personalidad y la comunicación, a partir del tijismo
(en Peirce, 1988a). Habermas (1996) piensa que el “precio que Peirce ha de pagar” por su “idealismo
semiótico” “es la anonimización y despersonalización de ese espíritu en el que los signos provocan sus
interpretantes” (“el lastre metafísico” de la semiótica peirceana; ¿el solipsismo como falacia del idealismo
trascendental?) (p. 54). Las semiosis y la comunicación; el sujeto, el pensamiento, el conocimiento, la
116
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Lo que de todos modos no tiene asidero es la siguiente observación de Habermas: la


“función abridora de mundo que tienen los signos fue algo que Peirce pasó por alto” (54,
cursivas del autor). Precisamente, en esta función se detiene Peirce. Basta con remitirnos a
la “lógica semiótica de la investigación”130, y en general, a la “crítica de argumentos”,
fundada por Peirce. Uno de los valores de la semiótica como paradigma, teoría y método,
reside justamente en la senda (peirceana) hacia la apertura de mundos (posibles), la

representación de la realidad, y la comunidad, se presuponen mutuamente; los signos viven en el seno de la


vida social, la que a su vez hacen posible; esto es lo propio del hombre. Cfr. M. T. de la Garza (1995), una
“Aplicación de la teoría de la comunicación a la construcción del conocimiento en el aula” (subtítulo de la
obra), donde re-une algunos de los aportes del mismo Habermas, del pragmatismo en sus distintas vertientes,
y de Lipman, para repensar la cuestión, difícil relación, “Educación y democracia” (título).
130
A partir de unos cuantos esquemas, Apel pretende aclarar el núcleo icónico-diagramático (en la dirección
peirceana) de las concepciones de la semiosis, con cierta ascendencia en la filosofía actual. Uno de ellos,
involucra la tesis de la triadicidad semiótica -el conocimiento de lo real mediado por signos- (a juicio de
Apel, la tesis más fundamental de la semiótica de Peirce como lógica semiótica de la investigación). Pero en
el esquema hay que atender a la re-orientación acerca del interpretante/intérprete; así los tres componentes de
esta relación sígnica (conocimiento mediado) son el objeto real, el signo y el intérprete (o usuario). Otro
esquema, desarrollado a partir del primero, fundamenta la teoría de los signos de Morris (quien, al parecer de
Apel, ha determinado la problemática básica de la filosofía y la epistemología analíticas, y su desarrollo en el
sentido del giro pragmático); aquí las relaciones -dimensiones- establecidas son: del objeto al signo
(semántica), del signo al signo (sintáctica), y del signo al intérprete (pragmática). En otros esquemas, Apel
amplía estos dos y aclara los resultantes. El tercero amplía el primero y acentúa el aspecto pragmático-
trascendental; a las relaciones ya establecidas, agrega la intersubjetividad (sujeto/co-sujeto) mediada por
signos (la comunidad de comunicación o de interpretación, como sujeto trascendental del conocimiento
potencialmente verdadero). Los tres esquemas restantes conciernen la teoría de los actos de habla y la doble
estructura performativo-proposicional; la complementariedad entre el intercambio cognitivo con la naturaleza
y el intercambio en la comunidad de interpretación; y la interpretación semiótica trascendental del esquema
de la triadicidad, la reducción empirista y la superación hermenéutico-trascendental de la misma (Apel, 1994:
cap. 2 y Apéndice I). Vid. Ch. Morris (1985), su adopción de un enfoque conductista, y la abstracción de la
relación triádica (que entiende es aquella en que están el vehículo sígnico, el designatum y el intérprete) en
una serie de relaciones diádicas (a efectos de su conversión en objeto de estudio; subrayado nuestro): la
dimensión semántica, aquella relación del signo con el objeto al que se aplica; la pragmática, la relación del
signo con el intérprete; la sintáctica, la relación de los signos entre sí. Los términos designación y denotación;
expresión; e implicación, son los que emplea Morris para designar estas relaciones, respectivamente (pp. 31-
32). Así, el análisis sígnico apunta a la determinación de las tres dimensiones de los procesos semióticos
específicos, de las reglas de uso de determinados signos (vehículos), con lo que concuerda con las exigencias
de la investigación científica (p. 94). En otro lugar (1974), Morris considera “como semiosis (o proceso de
signos) <o comportamiento de signos> a una relación de cinco miembros -V, W, X, Y, Z- en la cual V motiva
en W la disposición de reaccionar en una determinada forma X, con respecto a determinado tipo de objeto, Y
(sin que éste actúe entonces como estímulo) bajo ciertas condiciones, Z. Las V, en los casos en que se opera
esta relación, son signos, las W son intérpretes, las X son interpretantes, las Y son significaciones, y las Z los
contextos en que aparecen los signos” (p. 14). Morris distingue tres tipos de interpretantes (como
“disposición a reaccionar de cierta manera ante la presencia del signo”), que corresponden a cada una de las
dimensiones de la significación (designativa, apreciativa, prescriptiva) -un signo puede operar en las tres
dimensiones y tener los tres tipos de interpretantes- (pp. 19-20). Así como en lo que respecta al paradigma
semiótico de base diádica, es conveniente de-marcar(se) (en relación con) el proyecto de Morris, además del
ab-uso del que han sido objeto tanto éste como aquel, quizá, en este caso, más allá del propio Morris. Esto no
resta importancia al pensamiento de este autor (que, como todo componente de una rica cantera, puede ser
procesado de diversas maneras y con distintos fines), que apuntaló de manera relevante el desarrollo del
campo de estudios semióticos, habida cuenta, i. e., de algunas precisiones, aclaraciones, aportes (como las
que se refieren al análisis axiológico).
117
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

incursión en cada uno de los universos del discurso131 hasta el límite mismo de lo in-
concebible132, pero no por las simples razones (privadas) que pueda aducir una “pobre
mollera”, sino por el “ideal” de la comunidad que la compele a hacer “más razonable”
(mejor, feliz) la vida de todos y cada uno, en un mundo aún inacabado y cuya re-creación
incesante es responsabilidad del hombre.

Desde la perspectiva de algunos de los que proponen sus propias formulaciones de un


programa tal, como J. A. Magariños de Morentin y E. Verón, los productos comunicativos
(como los manuales, los films, programas televisivos, etc.) se definirían como discursos
sociales, que materializan a la vez, “al producirlas, las representaciones e interpretaciones
posibles, en determinado momento de determinada sociedad”; y “al utilizarlas, las operaciones
cognitivas disponibles para la producción de representaciones e interpretaciones, en
determinado momento de determinada sociedad” (Magariños, 1991: 10). Este autor denomina
discurso social al “conjunto existencial de las construcciones que circulan en una sociedad, con
eficacia para la efectiva producción y/o reproducción de representaciones perceptuales y de
interpretaciones conceptuales o valorativas” (Magariños y cols., 1993: 8).
Estos discursos sociales son “trozos” del tejido de la semiosis, cuyo análisis como
productos de comunicación apunta al esclarecimiento de los procesos de producción de sentido,
esto es el funcionamiento de la semiosis social. Verón (1987) propone una Teoría de la
discursividad social como “conjunto de hipótesis” sobre los modos de este funcionamiento. Por
semiosis social entiende “la dimensión significante de los fenómenos sociales: el estudio de la
semiosis es el estudio de los fenómenos sociales en tanto procesos de producción de sentido”
(p. 125). Plantea una doble hipótesis: -toda producción de sentido es necesariamente social; -
todo fenómeno social, en una de sus dimensiones constitutivas, es un proceso de producción de
sentido. Afirma que “sólo en el nivel de la discursividad, el sentido manifiesta sus
determinaciones sociales y los fenómenos sociales develan su dimensión significante”, para
cuyo estudio traza algunas líneas que atienden las condiciones de producción y reconocimiento,
y las de circulación, así como la intervención de lo ideológico y el poder (1984). En su opinión,
esta teoría es uno de los capítulos fundamentales de una teoría sociológica, porque “es la
semiosis donde se construye la realidad de lo social” (1987: 126). El análisis de los discursos
sociales –“cualquiera que fuere el soporte material <...> discurso o conjunto discursivo no es
otra cosa que una configuración espacio-temporal de sentido” (p. 127)-, entonces, posibilita el
“estudio de la construcción social de lo real” (p. 126). Se trata de comprender la semiosis
necesariamente investida (materializada), y sin la cual es inconcebible toda forma de
organización social.

131
De Morgan introduce esta noción (universo del discurso) (1846, análisis del silogismo). En las palabras de
Peirce: “generalmente hacemos nuestros razonamientos bajo una restricción implícita relativa a lo que
tomaremos como posible, restricción que, cuando se aplica a la totalidad de aquello de lo que se habla, no
necesita ser expresada”; universo del discurso se llama a la totalidad de cosas consideradas posibles, y puede
ser muy limitada (“Sobre el álgebra de la lógica”). Con este concepto de universo, dominio, o modelo, se
delimita aquello que se conviene considerar cada vez, y que se puede cambiar, y se habilita también el
metanivel de trabajo (metalógica).
132
La propia dinámica semiótica compleja (la clasificación de signos, la diferenciación de “objetos”,
“interpretantes”) es el motor de re-creación de nuevos universos de discurso -mundos posibles-. También la
definición de diagramas de Peirce (un icono como medio de conocimiento, para establecer y analizar
relaciones, para el control de las inferencias), cuya aplicación haría posible “una mejor comprensión de los
estados de cosas, se los perciba, lea o imagine”. En la misma introducción al lector en el tema de los relativos,
se expide Peirce: “La diferencia entre registrar lugares en un diagrama para representar objetos conocidos y
construir nuevos lugares para las creaciones del pensamiento lógico es abismal. Considerar a ésta como una
de las operaciones normales del álgebra lógica equivale a introducir un cambio intrínseco en dicha álgebra”.
118
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

En su definición de la Sociosemiótica, como “teoría de la producción de los discursos


sociales” (ibídem), Verón sigue a Peirce, quien, a su parecer, definió la problemática teórica
fundamental de la semiótica: “la de las relaciones entre la producción de sentido, la
construcción de lo real y el funcionamiento de la sociedad” (p. 120, cursivas del autor). Vid.
Verón (2013), donde re-toma algunas de sus preocupaciones teóricas y metodológicas, en una
revisión y articulación crítica de conjunto, con anclaje a sus propios trabajos de investigación.
Por su parte, Magariños piensa que la Teoría de los discursos sociales debería estar en la
base de las ciencias sociales, cuyo objeto de conocimiento está constituido por el universo de
los fenómenos sociales, entendiendo por social “la representación/interpretación actual o
histórica, vigente en determinada sociedad, de algún fenómeno, incluyendo tanto los dominios
‘culturales’ como los denominados ‘naturales’” (1991: 6); de manera que las ciencias sociales
estudian los modos de representación/interpretación social de cualquier tipo de fenómeno, los
cuales modos pueden ser jurídico, sociológico, histórico, comunicacional (los trabajos
mencionados del autor están recogidos, ampliados, en Magariños, 1996).
Caben algunas observaciones a los efectos pedagógicos. Los procesos y las prácticas
discursivas no se identifican, ni deben confundirse, con los otros procesos y prácticas sociales y
culturales no discursivas, aunque en una situación dada pueden convergir varios tipos de
semiosis, discursos y prácticas significativas; así se puede hablar de semiosis discursiva
(propiamente lingüística) y de semiosis gráfica, pictórica, musical, etc. (con todas las
complejizaciones posibles).

La cartografía semiótica es compleja, entre otros enclaves diversos y rutas más o menos
entre-cruzadas comprende la “Semiología”, en la línea lingüística-estrcutrual, a partir de F. de
Saussure, con todos sus desarrollos y re/con-versiones (con el papel destacado de Barthes); la
que se conoce como “Escuela de París”, en la que destacan Greimas, Courtés, Landowski,
Fontanille, a la que están ligados investigadores de distintos países, como Fabbri, Parret (éste
en una posición particular, de convergencia). El corte fundamental se da a partir de la
concepción del signo (lingüístico-diádico, definido por Saussure; a lo que se agrega el aporte de
Hjelmslev, entre otros), lo que hace del lenguaje la “llave”, de esta/s corriente/s, para estudiar
los procesos de producción social del sentido, y para formular las semióticas “específicas”, de
los distintos sistemas de “significación” vistos como lenguajes (de donde provienen algunas de
las confusiones más comunes al respecto, y en particular en lo que atañe a la definición de la
disciplina, su “imagen” social más o menos generalizada, cuando no es Peirce la referencia
principal). No obstante, es de rigor reconocer los importantes desarrollos de Greimas y otros, en
sus múltiples proyectos: la semiótica discursiva, narrativa; la semiótica de las modalidades (del
discurso); la de las pasiones (puestas en discurso) y otras “semióticas particulares”. Y es lícito y
saludable recurrir a algunos elementos de análisis semiótico definidos y probados por aquellos
autores.
Entre otros ejemplos de re-apropiaciones se puede mencionar la Crítica de la economía
política del signo de J. Baudrillard (1989), que trata de “deconstruir” todo un programa (como
el que sustenta la “lógica social”, capitalista, avanzada) en sus propios términos. El “código
fundamental” al que se ajusta el “orden social” que analiza Baudrillard es el de la economía
política (“forma/mercancía y forma/signo”); en ese orden se cruzan cuatro lógicas _la funcional
del valor de uso, de las operaciones prácticas, de la utilidad; la económica de valor de cambio,
de la equivalencia, del mercado; la del cambio simbólico, de la ambivalencia, del don; la del
valor/signo, de la diferencia, del status). Con Peirce, en cambio, se puede ver que no se trata de
que algunas cosas sean signos, otras valores, otras símbolos, y así, sino que uno y el mismo tipo
de cosa (el signo, la signicidad) interviene en distintos procesos de semiosis, con diferentes
representaciones e interpretaciones, en las diversas esferas o dominios, con sus “lógicas”
respectivas (económica, política, artística, científica, etc.), y co-relacionadas de múltiples y
complejas maneras; en/por ese “juego” es posible la cohesión, el conflicto, o la contradicción,
el consenso, la disidencia, el cambio.

119
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Dialogía

Signo y acentuación ideológica


En diálogo con el programa fundacional de la Semiótica de Peirce, el programa de
Bajtin y su círculo133.
En Voloshinov (1992 <1929>)134, se encuentran algunos enunciados que
contribuyen al desarrollo de un programa integral de Semiótica:
-Todo producto ideológico posee una significación, “Donde no hay signo no hay
ideología”; todo lo ideológico posee una significación sígnica, el carácter sígnico es la
determinación general de todos los fenómenos ideológicos.
-La propia conciencia “sólo puede realizarse y convertirse en un hecho real
después de plasmarse en algún material sígnico”; la cadena de la creatividad ideológica y
de la comprensión es unificada y continua, pues conduce de un signo al otro y después a un
nuevo signo, y se tiende entre las conciencias individuales y las une; los signos surgen en el
proceso de interacción entre conciencias individuales. La misma conciencia individual está
repleta de signos, y deviene conciencia al llenarse de un contenido ideológico, es decir
sígnico, y, por ende, sólo en el proceso de interacción social, “es un hecho ideológico y
social”.

133
Adopto esta convención para las referencias a la obra de Mijail Bajtin (1895-1975), Valentín Voloshinov
(c. 1894-1936), y Pavel Medvedev (1892-1938), si bien al comienzo (entre 1919-1920, en la ciudad de
Nevel) el círculo estaba integrado por otros jóvenes estudiosos de filosofía, y luego se traslada a otras
ciudades (Vitebsk, entre 1920 y 1924; Leningrado, entre 1925 y 1929, este sería el período de los textos
deuterocanónicos). De 1930 a 1935, Bajtin vive en Kustanai, de los cuales los cuatro primeros años fueron de
exilio, en conmutación de una condena a cinco años de trabajos forzados en las islas Solovki. Luego de tener
que dejar, enseguida de conseguirlo, un puesto de profesor de literatura, por presiones políticas, de someterse
a la amputación de una pierna a causa de la osteomielitis que lo aquejaba, de ser rechazada su propuesta de
doctorado de estado, de ser ayudado por amigos y jóvenes investigadores, de ver publicados algunos libros
con su nombre en Rusia y en el exterior, se traslada a Moscú en 1969, a instancias de la hija del por entonces
jefe de la “K.G.B.” y futuro jefe del Estado soviético, donde muere su esposa en 1970. Algunas de sus obras
fueron publicadas póstumamente y en 1990 se funda el Seminario Bajtiniano en la Universidad Humanística
de Rusia. Más allá de la polémica en torno de la firma autorial, de puño y letra de Bajtin, o de sus apócrifos, o
la firma conjunta en los casos de coautoría, decidimos zanjar la cuestión con la denominación “círculo”
(introducida por Todorov) y mencionar a los dos autores en cuestión cada vez. V. Zavala (1991), Zavala,
coord. (1996), Silvestri y Blanck (1993). Los títulos (de los heterónomos de Bajtin, aunque se reconoce la
respectiva autoría de cada uno de los libros y uno de ellos se edita con los nombres de Bajtín y Medvedev)
del período leningradense (sobre el freudismo, el formalismo y el marxismo, en ese orden) revelarían con
cierta fuerza la impronta del materialismo histórico, fundante de una poética e historia literaria, una
sociología, una filosofía del lenguaje y una teoría del discurso, una ciencia de las ideologías, una semiótica,
un método; en cambio es conocido el pensamiento antihegeliano, religioso, de Bajtin, quien se definía como
filósofo, “pero no marxista”.
134
Existe otra edición en español (1977).
120
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

-La palabra (lenguaje, discurso) es el signo ideológico por excelencia, es el medio


más puro y genuino de la comunicación social; acompaña, como un ingrediente necesario,
a toda creación ideológica en cualquiera de sus formas (literatura, ciencia, etc.), es “el
material sígnico de la vida interior, esto es, de la conciencia” (primera parte, cap. 1).

Voloshinov señala la conveniencia y necesidad de indagar acerca de las formas y


tipos de la comunicación semiótica (social, discursiva), y sus contenidos. Entiende que las
formas del signo están determinadas, ante todo, tanto por la organización social de los
hombres como por las condiciones más inmediatas de su interacción.
En cada momento histórico existe una constelación de temas (contenidos)
expuestos a la atención pública en los que la sociedad deposita un acento valorativo, lo
cual alude al horizonte social de una época y de un grupo dados: solo aquello que posea un
valor social puede entrar en el mundo de la ideología, constituirse y consolidarse en él; por
lo que el signo llega a ser la arena de la lucha (de clases) por la imposición de la valoración
y acentuación ideológica que pretende el reconocimiento social y la legitimidad. Un
aspecto importante del signo es su carácter multiacentuado, lo que permite la confrontación
de acentos sociales (por ejemplo sobre el pasado histórico, la identidad)135.
Voloshinov establece algunas exigencias metodológicas:
 “No se debe disociar la ideología de la realidad material del signo”
 “No se puede separar el signo de las formas concretas de la comunicación
social”
 “No se puede separar las formas de la comunicación de sus bases materiales”
(primera parte, cap. 2; cursivas del autor).

Diálogo y comprensión
El sujeto, la mente (la sique, la actividad mental, síquica, las funciones mentales,
síquicas), son tanto productos como (re)productores semióticos. El trabajo socio-histórico
con el signo y mediante el signo, y la comunicación, cuya estructura primordial es el
diálogo, como procesos sociales de producción de significaciones (valoraciones) y de
comprensión semio-ideológica, hace posible el desarrollo de la conciencia. La mente es

135
Para una revisión general, amplia y crítica, de las principales tradiciones de pensamiento que tomaron a su
cargo la “ideología”, una sistematización del espectro de significaciones del término, y una discusión
pormenorizada, incluso una interpretación del concepto bajtiniano, en relación con el discurso, T. Eagleton
(1997).
121
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

signo, y se encuentra en la frontera entre la realidad del siquismo interior y la realidad del
mundo exterior, ambas semióticas: “la sique subjetiva es el objeto de un proceso de
comprensión ideológica y de una comprensión interpretativa socioideológica” (ídem;
primera parte, cap. 3, cursivas del autor), por relación a la arena de los signos y el horizonte
social de su generación. La materialidad semiótica, la significación materializada en el
mundo exterior, quiere decir que todo lo que le sucede al organismo, su vivencia, existe en
el material semiótico, puede ser un material semiótico, y expresado mediante el signo, un
producto ideológico, que en cuanto tal refleja y refracta una realidad que está fuera de él, la
realidad material, el mundo de los signos socialmente construido, en y por el que emerge la
significación, la conciencia. Es así que el problema de la sicología y el de la ideología
hallarían una base de fundamentación para su solución en la filosofía (materialista) del
signo, de la palabra como signo ideológico por excelencia, el territorio común a ambos
problemas, material, sociológico y significante. Lo social y la sique son instancias
necesarias para la (re)creación ideológica, cuyo contenido, no importa el material
semiótico, puede ser comprendido, internalizado, reproducido; todo signo ideológico
externo “nace y vive en el mar de los signos internos” de la conciencia, el proceso
“inferencial viviente” de los signos es el proceso siempre renovado de su comprensión,
vivencia, asimilación (ibídem). La diferencia entre el siquismo y la ideología es de grado,
el individuo es por naturaleza tan social como la ideología; el grado de la conciencia
individual es de carácter socio-histórico, ideológico, y el signo interno es tan social como
cualquier signo136.
El círculo de Bajtin hace del lenguaje, el discurso, la palabra, uno de sus núcleos
programáticos más importantes, si no el central. A diferencia de Peirce (cuya filosofía
semiótica contiene in nuce muchas de las intuiciones y temas que algunas ciencias
desarrollaron luego), Bajtin hace de esta una de las cuestiones a tematizar, filosófica,
teórica y metodológicamente, de modo que ha sentado las bases para el desarrollo de una

136
En el mismo lugar: “El signo ideológico sobrevive gracias a su realización psicológica, de la misma forma
como la realización psicológica se sostiene gracias a la plenitud ideológica”. Vid. el ensayo sobre la teoría
freudiana, de Voloshinov, donde polemiza con el freudismo como una versión original de la filosofía
biológica “actual”, que pretende descubrir un mundo más allá de lo social, lo histórico, de toda materialidad:
“para Freud lo material existe sólo en la medida en que está traducido en lo psíquico <...> en que es un factor
de este psiquismo” (“Más allá de lo social”, en Silvestri y Blanck (1993; tercera parte, una selección de
artículos del “círculo”) y en Blanck, ed. (1998). Vid. Voloshinov (1999).
122
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

teoría y análisis del discurso, de la comunicación social, y en general de la producción


cultural137.
“Cualquier palabra existe para el hablante en sus tres aspectos: como palabra neutra de
la lengua, que no pertenece a nadie; como palabra ajena, llena de ecos de los enunciados
de otros, que pertenece a otras personas; y, finalmente, como mi palabra, porque, puesto
que yo la uso en una situación determinada y con una intención discursiva determinada,
la palabra está compenetrada de mi expresividad.” (Bajtin, 1985: 278).

En los dos últimos casos la expresividad de la palabra se debe a su relación “con la


situación real, que se realiza en un enunciado individual”, y la palabra se presenta como
cifra de cierta posición valorativa del individuo. Mi experiencia dicursiva individual se
desarrolla en una constante interacción con los enunciados individuales ajenos, como
“proceso de asimilación (más o menos creativo) de palabras ajenas” (ibídem). El
enunciado que emito ocupa “una determinada posición en la esfera dada de la
comunicación discursiva”; de modo que determino mi propia postura en correlación con las
de otros, pues todo enunciado “es un eslabón en la cadena, muy complejamente organizada,
de otros enunciados”. Por ello, la comprensión real y total de un enunciado tiene un
carácter de respuesta activa, y de una u otra manera la genera; el oyente se convierte en
hablante y este, a su vez, cuenta con la activa comprensión preñada de respuesta. Siempre
puedo contestar un enunciado, tener una postura de respuesta activa en relación con él;
puedo “reacentuar” un enunciado (i. e., convertir lo triste en jocoso y alegre) y obtener así
algo nuevo. Al usar enunciados ajenos puedo presentarlos con diferente grado de
“revaluación”; la expresividad de mi enunciado “contesta”, esto es expresa mi actitud hacia
los enunciados ajenos y no únicamente hacia el objeto de mi propio enunciado; por más
monológico que sea mi enunciado manifiesta una respuesta a aquello que ya se dijo sobre
el mismo objeto. Dado que nuestro pensamiento se organiza y se forma en el proceso de
interacción y “lucha” con pensamientos ajenos, lo cual se expresa verbalmente, es
imposible comprender el estilo de un enunciado sin considerar sus matices dialógicos.
Bajtin formula como principios:
-el “papel activo del otro en el proceso de la comunicación discursiva”138;

137
Acerca de la “revolución bajtiniana”, puede consultarse A. Ponzio (1998).
138
Bajtin (1985: 259). De la compleja respuesta de P. Bourdieu a su pregunta “qué significa hablar” recorto
este segmento: “Hablar es apropiarse de uno u otro de los estilos expresivos ya constituidos en y por el uso, y
objetivamente caracterizados por su posición en una jerarquía de estilos que expresa la jerarquía de los
correspondientes grupos. Estos estilos, sistemas de diferencias clasificados y clasificantes, jerarquizados y
jerarquizantes, dejan su huella en quienes se los apropian” (Bourdieu, 1985: 28). Así, un informe científico,
un texto pedagógico, al ingresar en un “mercado lingüístico” específico (un “campo de saber” dado, una
123
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

-la triple orientación del discurso;


-la comprensión dialógica del discurso.
En lo que sigue entrelazamos el desarrollo de los mismos.
La interacción discursiva, el acontecimiento de la interacción, que se realiza por
medio de la enunciación y materializada en enunciados, es la realidad concreta, principal,
del lenguaje139. La objetivación en un material determinado (sin la cual la conciencia sería
una ficción), la mediación discursiva de la experiencia, está determinada por las
condiciones reales en que se produce la comunicación, por la situación inmediata y por el
horizonte social más amplio. El discurso es un producto de la interacción social, y el centro
organizador del discurso (enunciado, expresión) hay que buscarlo en el medio social en que
se produce, pues “la estructura del enunciado y la de la misma vivencia es una estructura
social”. Todo discurso no es más que un momento del continuum comunicativo, el que a su
vez no es más que un momento del “continuo y multilateral proceso generativo” de una
comunidad cierta y determinada (Voloshinov, 1992, segunda parte, cap. 3).
El intercambio comunicativo social, en cualquiera de las esferas y variaciones
propias de cada una de ellas, se realiza efectivamente en una “situación” dada, cuyos
aspectos son las condiciones espaciotemporales de la ejecución discursiva, el objeto o tema
de la misma, y la actitud de los sujetos frente a lo que ocurre, o sea la “valoración”; de
manera que un cambio de situación lleva aparejado un cambio del sentido de una misma
expresión, dado que esta no es un reflejo pasivo de la situación, sino su “conclusión
valorativa” y medio para su ulterior desarrollo140.

esfera de creatividad ideológica o de comunicación) no puede sustraerse a las condiciones “de una rivalidad
objetiva en la cual y por la cual la competencia legítima puede funcionar como capital legítimo que produce,
en cada intercambio social, un beneficio de distinción” (ibídem); dicha competencia (como dominio
lingüístico) vale en relación con las condiciones políticas y sociales de producción de los productores-
consumidores, es decir el mercado.
139
En “Qué es el lenguaje” <1929>, Voloshinov define el lenguaje como “el producto de la actividad humana
colectiva, y <que> refleja en todos sus elementos tanto la organización económica como la sociopolítica de la
sociedad que lo ha generado”. La condición de posibilidad de la acción colectiva es “una mínima
coordinación de las acciones, por lo menos una mínima capacidad de representarse el objetivo común”, lo
cual hace necesaria la comprensión recíproca, objetivo que se logra por la mediación de los signos,
específicamente el lenguaje, que no sólo facilita la organización material, laboral, productiva, sino la del
pensamiento social, de la conciencia social, (re)estructurada semióticamente. Este medio de significación
primordial tiene que convertirse, además, en “un signo de uso interior” (“lenguaje interior”), con lo cual se
cumpla la segunda condición para la comunicación verbal, esto es, además de la transmisión, la comprensión
y la respuesta. La comunicación es condición necesaria de realización de toda cultura. Cfr. G. H. Mead
(1972), la estructuración simbólica-social de la experiencia, y la mediación lingüística (conversación de
gestos significantes) para la emergencia del espíritu y la persona. Un desarrollo del legado de Mead, lo
constituye el Interaccionismo simbólico, así definido por H. Blumer (1982).
140
Voloshinov: “La construcción de la enunciación” <1929>, en Silvestri y Blanck, cit. Allí dice el autor: “la
esencia efectiva del lenguaje está representada por el hecho social de la interacción verbal, que es realizado
124
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Todo discurso es destinado a alguien, provocado por algo y tiene alguna finalidad,
esto quiere decir que es un momento real en el eslabonamiento comunicativo dentro de una
esfera social determinada. En el drama discursivo actúan con los mismos derechos el autor,
el público y todos aquellos cuyas voces (re)suenan en/con el discurso del autor. La
naturaleza triple del discurso consiste en su triple actitud hacia el objeto de su tratamiento,
hacia los sujetos que participan en la comunicación (en las instancias de producción y
recepción), y hacia los discursos ajenos sobre el mismo objeto, en tanto que un discurso es
una respuesta a otros discursos, o una anticipación de una respuesta a dicho discurso, o la
consecución del diálogo siempre abierto sobre el mundo -que cuando se trata de discurso
científico no puede cerrarse con ninguna respuesta que admita un carácter último y
definitivo141.
El discurso está socialmente estructurado y orientado siempre hacia otro, que puede
estar presente en la situación, o ausente, conocido, o ignorado, explícitamente mencionado,
presupuesto o simplemente aludido, también puede estar “modelado” discursivamente (el
autor y el lector “modelos”)142. La producción discursiva es un proceso de comunicación,
cuyos momentos constitutivos son la enunciación y la comprensión, la valoración y la
respuesta activa (de acuerdo o discrepancia, consentimiento o disenso, obediencia,
transgresión, solemne, irónica, paródica, crítica, imitación, re-creación). Voloshinov llama
orientación social de la enunciación a “esta dependencia de la enunciación del peso
sociojerárquico del auditorio”, a “una de las fuerzas organizadoras vivas que, junto con la
situación de la enunciación, constituyen no solo la forma estilística de esta, sino también su

por una o más enunciaciones”. En el capítulo tres (“Interacción discursiva”), mencionado inmediatamente
antes, Voloshinov concluye con cinco postulados: -“La lengua como sistema estable de formas
normativamente idénticas es tan sólo una abstracción científica”; -”El lenguaje es un proceso continuo de
generación, llevado a cabo en la interacción discursiva social de los hablantes”; -”Las leyes de la
generación lingüística <...> tampoco pueden ser desvinculadas de la actividad de los individuos
hablantes”; -“La creación del lenguaje no coincide con la artística o con algún otro tipo de creación
específicamente ideológica. Pero al mismo tiempo <...> no puede ser comprendida en una separación de los
sentidos y valores ideológicos que contiene”; -“La estructura del enunciado es puramente sociológica”
(cursivas en el original).
141
Bajtin: “El problema del texto en la lingüística, la filología y otras ciencias humanas” <1959-61>, El
problema de los géneros discursivos” <1952-53>, en Bajtin (1985). En este último dice Bajtin: “El hablante
no es un Adán, por lo tanto, el objeto mismo de su discurso se convierte inevitablemente en un foro donde se
encuentran opiniones de los interlocutores directos (en una plática o discusión acerca de cualquier suceso
cotidiano) o puntos de vista, visiones del mundo, tendencias, teorías, etc. (en la esfera de la comunicación
cultural)”.
142
Eco (1981).
125
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

estructura puramente gramatical”, su entonación, expresividad, ritmo143. En esto consiste el


diálogo como forma fundamental, matricial.
La conciencia y la vida humana misma son de naturaleza dialógica:
“Vivir significa participar en un diálogo: significa interrogar, oír, responder, estar
de acuerdo, etc. El hombre participa en este diálogo todo y con toda su vida: con
ojos, labios, manos, alma, espíritu, con todo el cuerpo, con sus actos. El hombre se
entrega todo a la palabra, esta palabra forma parte de la tela dialógica de la vida
humana, del simposio universal <...>. Cada pensamiento y cada vida llegan a formar
parte de un diálogo inconcluso.” 144

Es inadmisible la cosificación del mundo y de la palabra (dialógica por naturaleza):


“El diálogo inconcluso es la única forma adecuada de expresión verbal de una vida humana
auténtica”; “El hombre como voz íntegra entabla un diálogo. Participa en él no sólo con
todos sus pensamientos, sino con todo su destino, con toda su personalidad”. El diálogo
que se entabla entre las visiones del mundo encarnadas en las voces dramatizadas en un
texto, entre textos, entre texto y contexto, entre los sujetos de la comunicación, permanece
por fuerza inconcluso, abierto145.
El pensamiento es dialógico: “exige respuesta y objeciones, consenso y disensión:
únicamente en la atmósfera de esta confrontación libre se puede desarrollar el pensamiento
humano y artístico” (científico, político); un texto dialógico, polifónico, es inagotable.
Dostoievski fue el primero (sic) “en entender que una sola cabeza no puede albergar la
verdad, que la verdad se revela solamente en un diálogo inacabable, que el hombre y la
humanidad son interiormente infinitos”146.
Las relaciones dialógicas no se reducen a las relaciones lógicas (aunque sean
dialécticas), ni lingüísticas, o de algún otro tipo natural; se establecen entre sentidos, entre
enunciados, tras de los cuales están los sujetos, pero no coinciden con las relaciones que
tienen lugar entre las réplicas de un diálogo real, porque son más abarcadoras, heterogéneas
y complejas; tampoco se reducen a una controversia, lucha, discusión147. Discursos

143
“La construcción de la enunciación”.
144
“Para una reelaboración del libro sobre Dostoievski” <1961>, en Bajtin (1985).
145
Tampoco es permisible la cosificación del hombre, de las relaciones humanas y de los valores. No se
puede convertir al ser humano en un objeto sin voz y de “conocimiento que lo concluya sin consultarlo”,
siempre hay en el sujeto algo irreductible a una definición exteriorizante e indirecta, y sólo él puede
manifestar en un acto de libre autoconciencia y de discurso (Bajtin, 1993: 87, 93)
146
“Sobre la polifonía en las novelas de Dostoievski”, entrevista por Z. Podgorzec <1974>, en Zavala, coord.
(1996).
147
A propósito de la palabra en Dostoievski, Bajtin (1993: 253-58) observa que las relaciones dialógicas
constitutivas del dominio discursivo suponen relaciones lógico-temáticas, autoriales (de autor individual,
reconocido, anónimo, colectivo); pueden darse entre enunciados relativamente completos, con respecto a
cualquiera de las partes del mismo, una palabra aislada (percibida en su referencia a la posición ajena,
126
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

distantes uno del otro, y mutuamente desconocidos, pueden revelar relaciones dialógicas si
en su confrontación muestran alguna convergencia de sentido (el caso de los discursos
científicos que nunca tuvieron “contacto” entre ellos, i. e.); incluso discursos
profundamente monológicos pueden mantener relaciones dialógicas (además del
dialogismo interno de la palabra)148. El sentido, en cuanto respuesta a preguntas, “es
potencialmente infinito: sólo puede actualizarse al tocar otro sentido (un sentido ajeno),
aunque sólo se trate de una pregunta en el discurso interior del que comprende”. En cada
encuentro de sentidos emerge uno nuevo, como un momento de esa infinitud, que aguarda
otros contactos, que prolonga, renueva, regenera la cadena en la vida histórica149.
El objeto de análisis discursivo, desde esta perspectiva, es la imagen de la palabra
construida por el autor de un texto, la representación del lenguaje (la palabra de la lengua,
ajena, propia, los discursos propios y de otros) y la dramatización de las voces y las
visiones que participan de una u otra manera en el diálogo que es todo texto (complejo
semiótico). El diseño arquitectónico-orquestal del texto, puede responder a un modelo
dialógico-polifónico, o a un modelo más o menos monológico. El canon pedagógico puede
inscribirse en uno u otro de estos modelos, puede oscilar entre ambos, combinar sendas
características, privilegiar algunas o reacentuar cualquiera de ellas. O bien puede dar cauce
a la pluralidad de voces y conciencias independientes e inconfundibles, autónomas y
responsables, con los mismos derechos, organizadas equitativamente (orquestadas en el
texto, y a partir del texto), re-afirmadas como ajenas. O bien puede estructurar desde el
punto de vista de una conciencia las otras voces que interactúan, objetivadas por aquella;
neutralizar la contraposición de conciencias, y las contradicciones que les subyacen, en una
unidad homofónica; clausurar el des-encuentro de interpretaciones divergentes, la
polisemia fundamental, la incertidumbre; desconocer el pensamiento ajeno y al otro en
cuanto tal, la interacción esencial de conciencias, la diversidad y diferenciación150.

extraña); también pueden penetrar en el interior del enunciado, dentro de una palabra (cuando en ella se
encuentran dos voces). Es posible que se produzcan relaciones dialógicas entre estilos discursivos, dialectos
sociales (cuando estos se perciben como posiciones de sentido); y con respecto al propio enunciado de uno,
en su totalidad, respecto de sus partes, de la palabra aislada (cuando se realiza cierto distanciamiento de
ellos). Desde una perspectiva semiótica más amplia es posible analizar relaciones dialógicas entre fenómenos
semióticos diferentes, de distinta materialidad y signicidad (entre discurso e imagen, entre imágenes).
148
“El problema del texto <...>”, cit. Lo mismo en Bajtin (1993: 65).
149
“De los apuntes de 1970-1971”, en Bajtin (1985).
150
Según las puntualizaciones de Bajtin (1993). En “Para una reelaboración del libro sobre Dostoievski”,
precisa: “El monologismo en su límite niega la existencia fuera de sí mismo de las conciencias equitativas y
capaces de respuesta, de un otro yo (el tú) igualitario. Dentro de un enfoque monológico (en un caso límite
puro), el otro sigue siendo totalmente objeto de la conciencia y no representa una otra conciencia. No se le
espera una respuesta que pudiera cambiarlo todo en el mundo de mi conciencia. El monólogo está concluido
127
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

El acontecimiento discursivo (textual) tiene lugar sobre la frontera entre dos


conciencias, dos sujetos. Aun la reproducción de un texto constituye un acontecimiento
único, y nuevo en su vida, otro eslabón en la historia de la comunicación. Un texto no
puede ser completamente traducido, pues “no hay un texto de los textos”, su estudio es una
transcripción del diálogo específico que comprende una compleja interrelación entre el
texto, como objeto de estudio y reflexión, y el contexto como su marco creado (pregunta,
objeción, etc.) en que se realiza el pensamiento cognoscitivo y evaluador del “sabio”. El
“encuentro de los dos textos, del que ya está dado y del que se está creando como reacción
al primero, es, por consiguiente, un encuentro de dos sujetos, dos autores”151. En
consecuencia, la comprensión de un texto siempre es dialógica, y las fronteras entre los
diferentes tipos de comprensión no están marcadas, sino que hay transición de uno a otro,
del dominio de la lengua o el sistema de signos correspondiente a la comprensión del
“sujeto”, (en) su obra, aparte de que la comprensión de una obra en una lengua conocida
enriquece el conocimiento y la comprensión de esta última, y a la inversa.
El discurso que no se “objetualiza” participa en el diálogo no concluido sobre un
tema dado, y la propia investigación se realiza como diálogo, en el que se van ocupando los
distintos turnos para preguntar, responder, conjeturar, buscar, probar; interpretar su sentido,
apreciar su orientación hacia la realidad y hacia los sujetos, valorar. Esto supone la
participación activa del sujeto que analiza (en general, el que lee, escucha, mira), su
inclusión y posicionamiento en el diálogo, del que la comprensión es un momento
dialógico que puede producir cada vez un nuevo sentido152.
La comprensión, que es activa y creativa, completa el texto y revela la multiplicidad
de sus sentidos; es así que puede ser mejor que la propia comprensión del autor. La
comprensión y la valoración son inseparables, lo que también quiere decir que la posición
del que comprende puede cambiar, y enriquecerse (asimismo el que es comprendido),
durante o después del acto de comprensión que se realiza como una “lucha”: “El encuentro
con lo grande como algo indeterminado, algo que obliga e involucra, representa el

y sordo <...> pretende ser la última palabra” (cursivas del autor). Las formas y modos de “representación”,
transmisión, examen, del discurso ajeno y de cualquier otro sistema semiótico son múltiples y variados, y
diversos los procedimientos a los que se puede recurrir en cualesquiera de las esferas discursivas, como el
mismo Bajtin lo comprueba a lo largo de su trabajo. Para el análisis de estas estrategias puede hacerse
concurrir a la semiótica modal (Greimas, Courtés, Parret), re-orientada hacia el marco teórico de los “actos de
habla”.
151
“El problema del texto <...>”. El análisis del texto puede oscilar entre dos polos, el de la lengua (del autor,
del género, de una tradición, una época, la lengua nacional) y el del acontecimiento irrepetible del texto.
152
Ídem.
128
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

momento supremo de la comprensión”; el complejo acontecimiento del encuentro, la


interacción con (la palabra de) otros, con lo nuevo, el re-conocimiento de lo repetible o
des-conocido, es uno de los problemas a estudiar en el campo de las “ciencias del
espíritu”153. La comprensión puede llegar hasta las fronteras de la comprensión del autor, o
puede traspasarlas, esto es, aprovechar la extraposición temporal y cultural del que
comprende, incluir el “objeto” de la comprensión en el contexto de este último (ajeno para
el autor). El autor y su “lector” deben ser otro, el uno para el otro, y esa otredad
determinará el “excedente” necesario para la comprensión, del texto, entre pueblos,
naciones, culturas, centurias, en cuanto la comprensión es factible por la “compleja unidad
de la humanidad entera”, de la unidad de la “literatura”, que aparece al nivel del “gran
tiempo”, en el que se produce la sucesión y el relevo, la complementariedad o conflicto,
interacción, coexistencia, de y entre los contextos de creación-comprensión, in-mediatos,
cercanos o alejados, de y entre los diferentes “cronotopos” y mundos (de sentido) del que
pregunta y del que contesta, del texto de partida y del texto re-creado154.

En contrapunto con esta filosofía del diálogo de Bajtin, y la de Peirce, y terciando en el


contrapunto filosófico entre ellos, la “experiencia de verdad” (y la verdadera experiencia) que
Gadamer elabora como encuentro con la cosa que “produce en el sujeto una efectiva
modificación”, lo lleva “fuera de sí”, lo/le (com)promete (en) un juego que “trasciende a los
jugadores y los arroja a un horizonte más comprensivo que transforma de modo radical sus
posiciones iniciales” (Gadamer, 1996; el ‘juego’ como proceso medial, de auto-representación,
construcción significativa, en Gadamer, 1993 -I).
Como experiencia de verdad y juego, en el ‘diálogo’ (esta vez, en el sentido filosófico –
hermenéutico de Gadamer, mediado lingüísticamente) nadie vence; “la fusión de horizontes
hermenéutica es el surgimiento de un tertium radicalmente nuevo, que, por tanto, es juego
también en cuanto ‘pone en juego’ los interlocutores en su ser” (en Vattimo, 1992): “El ser, que
puede ser comprendido, es lenguaje” (Gadamer, 1993). La capacidad dialógica es propiamente
humana, el lenguaje existe en y como diálogo, en la conversación. El pensamiento, mediado
lingüísticamente, y el proceso mismo de comprensión como hecho lungüístico, se realizan
como diálogo interior (Gadamer, 1992 II: caps. 16, 14).
La conversación hermenéutica, entre los horizontes de la obra y del intérprete, en la que se
accede cada vez a un nuevo sentido, es el escenario y la forma de interpretación, como forma de
realización de la comprensión, cuyo medio es el lenguaje (1993: 466-67). Como Bajtin,
Gadamer concibe la interpretación como respuesta activa y constructiva, y el sentido de la
interpretación determinado a partir de la pregunta que se ha formulado: “A la dialéctica de la
interpretación le ha precedido ya siempre la dialéctica de pregunta y respuesta. Ella es la que
determina la comprensión como un acontecer” (ídem: 565, cursivas del autor) -Bajtin (1985:

153
“De los apuntes de 1970-1971”. En el mismo lugar dice Bajtin: “El objeto, en el proceso de la
comunicación dialógica que se establece con él, se convierte en sujeto (otro yo)”.
154
“Hacia una metodología de las ciencias humanas”, en Bajtin (1985). Bajtin entiende la comprensión como
“una confrontación con otros textos y como una comprensión en un contexto nuevo (en el mío, en el
contemporáneo, en el futuro)”; las etapas del movimiento dialógico de la comprensión son: “el punto de
partida -el texto dado, el movimiento hacia atrás -los contextos pasados, el movimiento hacia adelante -la
anticipación (y comienzo) de un contexto futuro” (ídem).
129
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

384) recuerda que la dialéctica “nació del diálogo para regresar al diálogo en un nivel
superior”-.
El comprender es un “existenciario” (como el encontrarse) del ser, en el que reside la
forma del “ser-ahí” como “poder ser”, que refiere su fundamental apertura y sus posibilidades;
y la interpretación, fundada existenciariamente en el comprender, es el desarrollo del
comprender, de las posibilidades proyectadas en él. La comprensibilidad es articulada
significativamente por medio del lenguaje (otro existenciario original); en la comunicación se
articula el “ser uno con otro”, el “co-encontrarse” y “co-comprender” (Heidegger, 1997,
primera parte, V -º31-34). Esto plantea el problema de todo proceso educativo, como el
dispositivo por el que las nuevas generaciones desarrollan la capacidad de aprendizaje (de
aprender a aprender, a vivir en el mundo), de aprehensión del mundo, y de comprensión.
“Porque somos un diálogo/ y podemos escucharnos unos a otros” (Hölderlin, en Apel,
1985 –II: 192, nota 51; y en Heidegger, 1997). “El fundamento de la existencia humana es el
diálogo como el propio acontecer del lenguaje”, lo que hace posible el mundo y garantiza que el
hombre pueda ser histórico; “Ser un diálogo y ser histórico son ambos igualmente antiguos, se
pertenecen uno al otro y son lo mismo” (“Hölderlin y la esencia de la poesía”, en Heidegger,
1997). Heidegger (1990), en la conferencia “El habla” (de 1950, que integra el volumen) dice:
“solamente el habla <lenguaje> capacita al hombre ser aquel ser viviente que, en tanto que
hombre, es. El hombre es hombre en tanto que hablante”.
Una discusión, en el propio humus hermenéutico, sobre la des/re o no acentuación del
aspecto constructivo o formativo de la hermenéutica, Vattimo (1992, 1991, 1995).

Entre las diferentes formas y grados de la orientación dialógica del discurso se


cuenta su orientación hacia el objeto. En ese camino el discurso penetra en el medio
dialógico de discursos ajenos, juicios y acentuaciones, que se interponen entre él y su
objeto, con los que se entrelaza en interacciones complejas. El discurso encuentra su objeto
ya “amarrado” de una u otra manera por algunos de los hilos dialógicos que conforman la
espesa trama dialógica social, matriz de generación del mismo discurso, y a la que se
integra. En cualesquiera de los caminos que emprenda, el discurso se encuentra con
discursos de otros, con los que participa en interacciones vivas y tensas. El discurso nace
en el diálogo como su réplica viva, se forma en la mutua orientación dialógica del discurso
ajeno en el interior del objeto, de modo que la concepción discursiva del objeto es
dialógica -este es uno de los aspectos de la dialogicidad interna del discurso-.
Todo discurso está igualmente orientado hacia la respuesta anticipada. La
respuesta comprensiva es la fuerza esencial que participa de la formación del discurso, y de
la comprensión activa; la comprensión y la respuesta están fundidas dialécticamente y
recíprocamente condicionadas. El acto de comprensión, que genera el sentido actual del
discurso, también se concretiza sobre el fondo dialógico de otros discursos, apreciaciones,

130
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

opiniones, del que forma parte el discurso propio, y en relación con el cual se constituye -
este es el otro aspecto de la dialogicidad interna del discurso-155.

Las voces ajenas y la voz propia


La formación socio-semiótica de la conciencia, que en Bajtin se entronca con su
concepción dialógica, también es fundamentada por Vigotski, en su programa socio-
histórico, a partir de la mediación de los signos y la interacción social156. La conciencia,
como sistema de las funciones mentales superiores interrelacionadas entre sí, se forma y
desarrolla por medio del uso de “herramientas”, que en cuanto recursos semióticos son
producciones culturales, que emergen en la historia y se preservan en las prácticas

155
Uno y otro aspecto de la dialogicidad interna, que en mayor o menor grado se manifiesta en todas las
esferas discursivas, fueron delineados por Bajtin (1988, cap. II). La dialogicidad interna puede tornase una
fuerza creativa y fundamental sólo cuando el terreno de las divergencias individuales y las contradicciones
sean abonadas por el plurilingüismo social, donde las resonancias dialógicas no sean sólo un eco perceptible
en el ápice discursivo, sino que penetren en sus capas profundas, dialogizando la propia lengua, la concepción
lingüística del mundo, donde el diálogo de las voces nazca del diálogo social de las “lenguas”, donde la
enunciación del otro comience a sonar como lengua socialmente ajena, y donde la orientación del discurso
hacia las enunciaciones de otros sea la orientación hacia las lenguas socialmente ajenas, en los límites de una
misma lengua nacional (ibídem). Este constituye uno de los núcleos programáticos de la política y la ética, en
la formulación de Bajtin; a la vez que uno de los fundamentos de una racionalidad dialógica, como puede ser
la que se postula desde la plataforma hermenéutica, habida cuenta de que la hermeneusis forma parte
constitutiva del mismo proceso con la semiosis (ad infinitum) _la comprensión dialógica consiste en la
remisión de un signo a otro signo, la interpretación del sentido por medio de otro sentido, la re-
significación/re-acentuación (Bajtin, 1985, 1992; cfr. el significado para Peirce)_.
A. Ortiz-Osés (1986) dedica su libro a la hermeneusis “como figura y figuración del entendimiento de la
realidad, basado en la comprensión axiológica o valorativa y, por tanto, simbólica de nuestra existencia” (p.
34). Desde la hermenéutica filosófica (posmoderna), entendiendo por tal una teoría y praxis de la
interpretación crítica (p. 69), se postula una racionalidad crítico-social, definida como racionalidad
dialógica, ganada en consensus intersubjetivo -crítico-racional, que apela a razones (Habermas)-, para
convalidar intersubjetivamente cualquier (voluntad de) sentido, y cultivar la necesaria solidaridad -cuyo
desarrollo Rorty propicia en su sentido secularizado-, la co-implicación en todo entendimiento, el con-
sentimiento (p. 128). En la opinión de Vattimo, la Hermenéutica, en el impasse en que parece encontrarse y
para salir de él, debe aceptar el compromiso con un proyecto de democracia y de emancipación, entendiendo
por hermenéutica la posición filosófica que se define por un distanciamiento del fundacionalismo metafísico
(los primeros principios), y por una concepción del mundo como conflicto de interpretaciones, las que deben
ser liberadas, y la hermenéutica “no puede sino tomarse en serio cuanto los interlocutores de hecho dicen,
considerándose un interlocutor más”. La hermenéutica debe recurrir a una filosofía de la historia de cuño
nihilista, como su contenido central; y reconocer que la única racionalidad de la que disponemos es una
racionalidad histórica-narrativa-interpretativa, que supone narrar y ofrecer interpretaciones con argumentos
acerca de las cuestiones que atañen a la cultura en común y a la historia (el propio devenir y el -de la historia-
de las interpretaciones). G. Vattimo, “Hermenéutica, democracia y emancipación”, en Rvta. Leviatan Nº 63,
primavera/1996, Madrid (63-73).
156
Si algo podría llamar la atención de la co-incidencia en estos aspectos, es que Bajtin y Vigotski (1896-
1934), por un lado, no se conocieron (personalmente) -pese a que algunos sostienen que Vigotski había leído
algo de Bajtin-, no hay evidencias de que haya conocido su obra; aunque Bajtín cita, ciertamente, a su
contemporáneo, en una nota del artículo “Más allá de lo social”, publicado en La estrella, en 1925, con el
nombre de Voloshinov_; y, por otro, es poco probable que a la fecha de publicación del texto referido (1929),
Bajtin supiera de la obra de Peirce.
131
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

sociales157. Para la Escuela sicológica histórico-cultural (o sicología socio-histórica),


fundada por Vigostki, con base en el marxismo (Silvestri y Blanck, 1993, primera parte:
90), las funciones mentales superiores (que también se utilizan como herramientas
semióticas para cumplir otras funciones, o complejos funcionales, para llevar a cabo las
diversas tareas) son procesos mediados, organizados y dirigidos por signos, adquiridos
“durante el desarrollo ontogenético del hombre en sociedad, mediante la actividad social”
(ídem: 34).
La concepción social del siquismo se basa en que el funcionamiento mental es
gobernado por la organización semiótica, a partir del momento en que se despliega el
proceso de convergencia entre el lenguaje y la actividad práctica, en un contexto
comunicativo, de inter-acción social entre el adulto y el niño, en lo que consistiría la zona
de desarrollo proximal, de gran importancia para el desarrollo de la inteligencia y para el
proceso educativo (ídem: 35; Wertsch, 1993: 45-ss.)158. La aproximación sociocultural a la
mente trata de explicar los procesos mentales en sus relaciones esenciales con “sus
escenarios culturales, históricos e institucionales” (como la escuela y el manual como
recurso de instrucción); puesto que dichas funciones surgen a partir de las prácticas
comunicativas en las que participa el sujeto -de donde la dimensión social primaria de la
conciencia, conformada en y por el tejido social polifónico-, y se conforman y definen por
el juego de herramientas mediadoras a las que se recurre para cumplimentar las tareas
(Wertsch: 23 -ss.)159.

157
D. Bakhurst, “La memoria social en el pensamiento soviético”, en D. Middleton y D. Edwards, comps.
(1992).
158
La regulación de la conducta es externa en la primera etapa; interpersonal, en la segunda; intrapersonal, en
la tercera, cuando se desarrolla el lenguaje interior (Silvestri y Blanck, p. 35).
159
Según Wertsch, para Vigotski la génesis tendría su base en los instrumentos mediadores antes que en el
repertorio genético. Ontogenéticamente, “una ‘línea cultural de desarrollo’, que implica el dominio de los
instrumentos mediadores proporcionados por una cultura, se combina con una ‘línea natural de desarrollo’
que abarca desarrollo y maduración” (p. 42). A nuestro entender, el programa semiótico diseñado por Peirce
permite integrar los instrumentos mediadores (signos) lingüísticos -a los que parece limitarse el enfoque
semiótico de estos autores- en el amplio repertorio semiótico que puede crear una cultura, y que comprende
todas las operaciones mentales superiores (las múltiples y diversas semiosis posibles, y no solo las de índole
lingüística, el complejo de “hábitos”, “guiones” y “rutinas” que supone una “competencia” y/o “performance”
deteminada/s). Y con los aportes de la Semiótica de la cultura, desarrollada por Lotman y la Escuela de Tartu,
se podría comprender, aunque sea “intuitivamente”, el privilegio que la modelización cultural occidental ha
otorgado al desarrollo del equipamiento semiótico propio del hemisferio izquierdo (Lotman, Mc Luhan).
Como quiere Cassirer (1971 -I), para salir del dilema metodológico que supone atenerse a la unidad lógica de
todos los campos de la cultura o a la particularidad de cada uno de ellos, habría que encontrar “un factor
siempre presente en cada forma espiritual fundamental y que, por otra parte, no se repitiese completamente en
la misma forma en ninguna de ellas. Entonces, en relación a este factor podríamos afirmar la conexión ideal
de los campos individuales -la conexión entre la función fundamental del lenguaje y el conocimiento, de lo
estético y de lo religioso- sin que por ello se perdiera la irrepetible originalidad de cada uno de ellos”
(Introducción, p. 25). Pero la “función simbólica” requiere una grilla epistémica de regimentación de toda la
132
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Un objeto común de pre-ocupación de Vigotski y Bajtin está dado por lo que llaman
“lenguaje interior” (o “discurso interior”). La hipótesis del primero es que el lenguaje
egocéntrico corresponde a la “etapa de transición en la evolución que va del lenguaje
verbal <verbalizado, exterior-izado> al interiorizado”, y que este último se desarrolla y
estabiliza aproximadamente cuando el niño llega a la edad escolar, momento en el que se
observa la “rápida caída del lenguaje egocéntrico”, de modo que el desarrollo del
pensamiento sigue la dirección que va del social al individual, en tanto la función primaria
del lenguaje, siempre social, es la comunicación, y emerge con la transferencia de las
formas de comportamiento sociales a “la esfera personal-interior de las funciones
psíquicas” (Vigotski, 1985, cap. 2, pp. 40-42). El lenguaje se convierte en interiorizado
porque cambia de función _en el caso de las operaciones numéricas, el niño empieza a
contar en su cabeza, a usar la memoria lógica, operar con relaciones inherentes y signos
interiorizados; es la etapa del lenguaje “sin sonido”; pero este lenguaje, que “es habla para
uno mismo” (pensamiento interno; una función en sí mismo) y el externo se influyen
mutuamente y no se puede establecer una división tajante entre ambos. Es de esta manera
que el “desarrollo intelectual del niño depende del dominio de los medios sociales del
pensamiento, esto es, del lenguaje”160.

facultad semiótica, en su integralidad (el dominio de todos los signos re-producidos y re-conocidos por medio
de los cuales se lleva a cabo la imaginación poética y teorética, el pensamiento y el conocimiento, y cualquier
otro tipo de función); es en este sentido que se puede ver que, con Peirce, se llega a la formulación (por
“abstracción”) de la “ley” de la mediación (universal). Vid. Vigostki (2000, 2007).
160
Ídem (cap. 4; también se ocupa del lenguaje interior en el cap. 7). En el mismo lugar Vigotski precisa que
el pensamiento verbal no es innato, natural, sino que está “determinado por un proceso histórico-cultural”; y
hace un análisis genético de la relación entre pensamiento y lenguaje: a los dos años aproximadamente las
curvas de desarrollo del pensamiento y del lenguaje, separadas hasta entonces (tanto filo como
ontogenéticamente), “se encuentran y se unen para iniciar una nueva forma de comportamiento” (p. 71);
cuando el lenguaje pasa del estadio afectivo-conativo al intelectual, se produce el “descubrimiento más
importante del niño” -“el lenguaje no puede ser ‘descubierto’ sin el pensamiento”-, el pensamiento se vuelve
verbal y el lenguaje, racional (p. 72). Para un enfoque del desarrollo, en sus tres áreas fundamentales de
investigación (acción, pensamiento, lenguaje), desde la sicología cognitiva, en diálogo crítico con Piaget y
Vigotski, véase J. Bruner (1995b). En su discusión en torno de tres concepciones de la infancia (Freud,
Piaget, Vigotski), Bruner hace notar la convergencia entre la concepción histórico-cultural del desarrollo (de
Vigotski) -en cuanto a que la índole misma de la cultura, cuyas regularidades deben dominar sus miembros,
viene dada por su codificación simbólico-social- y la propuesta de Peirce (y en proximidad con la de Mead)
_en cuanto a que “la moneda de la representación procedía del mismo banco que la de la comunicación”_
(pp. 35-37); además de sostener la capacidad generativa del lenguaje. Bruner considera útil “concebir el
desarrollo como un progresivo enriquecimiento del individuo de los distintos modos de representarse el
mundo, modos que suelen estar en conflicto, creando así los dilemas que estimulan el desarrollo” (p. 128). A
partir de aquí, cree que la educación debería consistir en “inculcar habilidades y fomentar la representación
de la propia experiencia y del conocimiento” (p. 124); pero sin pasar por alto que “la escolarización produce
siempre diferencias cualitativas en el desarrollo” (p. 167), y observando que la “educación intelectual que
hace posible utilizar eventualmente el lenguaje como un instrumento del pensamiento requiere largos años y
un entrenamiento complejo” (p. 169). Para una visión sociosemiótica del lenguaje y el significado, vid.
Halliday (1982a, 1982b), también preocupado por la experiencia educativa: el lenguaje cumple la función
133
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Bajtin sostiene que el proceso de comunicación verbal requiere para cumplirse que
el signo exterior se convierta en lenguaje interior, a partir de lo cual es posible la
comprensión y la respuesta. El lenguaje interior es el flujo de palabras que observamos en
nosotros, sin el cual es imposible cualquier acto de conciencia, que necesita ser expresado
de algún modo “dentro de nosotros, incorporada al material del lenguaje interior”; pero esta
expresión está determinada desde el inicio por la vida cotidiana social, y recibe cierta
coloración social e histórica. Una “toma de conciencia” cualquiera (i. e., del hambre)
necesita del lenguaje interior, de una entonación interior, de un estilo interior (puede ser
suplicante, indignada, etc.), cuya orientación social y entonaciones son, en general,
“aclaradas” por la expresión exterior. La respuesta que tiene lugar en una situación dada
está acompañada por el flujo del lenguaje interior “gracias al cual podemos aclararnos a
nosotros mismos todo lo que ocurre”161.
El desarrollo de la vida interior depende de los “medios que le sirven para
expresarla”. La estructura social y las orientaciones sociales del lenguaje interior (también
orientado hacia el otro) condicionan en gran medida la creación ideológica de una persona
dada; el estilo del lenguaje interior determina, reaviva, nutre, el del lenguaje exterior, a la
vez que este influye sobre el primero. La sociedad y la cultura, que proporcionan al sujeto
los recursos de mediación, que determinan “el tono y el carácter de su vida interior”, se le
contrapone como “ambiente exterior”, en la comunidad de lectores, críticos, de modo que
pueden surgir conflictos entre ambos tipos de discursos (ídem). Bajtin afirma “decidida y
categóricamente” la dialogicidad interna del lenguaje interior, por la participación de las
múltiples voces que se correponden con las distintas valoraciones sociales (“de clase”) en
pugna (las diferentes modulaciones del “yo generalizado”), y por la presencia del oyente o
auditorio potencial, cuya respuesta se imagina162.
El proceso de formación ideológica del sujeto consiste en la decantación de la
propia voz, entre la proliferación de voces ajenas que acuden al foro de la conciencia,
donde pueden mantener su tono original o ser re-acentuados: puede tratarse de discursos
más o menos dialógicos, monológicos, autoritarios o interiormente persuasivos; este último

más importante en el desarrollo del niño como “ser social”, en cuanto medio de transmisión de los modelos
de vida, por el que se aprende a actuar como miembro de una sociedad y a adoptar su cultura, sus modos de
pensar, creencias, valores. La escuela es uno de los dispositivos oficiales a los que se recurre para enseñar y
aprender a “significar”. Cfr. B. Bernstein (1989, 1988, 1993).
161
Voloshinov, “¿Qué es el lenguaje?”, en Silvestri y Blanck (1993), donde dice: “El lenguaje interior es la
esfera, el campo, en el que el organismo pasa del ambiente físico <estado fisiológico del organismo> al
social. En él tiene lugar la sociologización de todas las reacciones y manifestaciones orgánicas”.
134
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

caso sería la forma de realización superior del lenguaje interior, dialógico-polifónico, de


todos modos (Bajtin, 1988)163. Es aquí, en relación con el dificultoso, conflictivo, proceso
de adquisición de la voz propia, donde radica gran parte de la función de capital
importancia que cumplen los recursos pedagógicos de mediación, por los patrones de
comportamiento que portan y pretenden inculcar, las operaciones que propician y/o
inhiben, la entonación y coloración socio-ideológicas de las voces convocadas en su
estructuración, su impronta más o menos dialógica y/o monológica, los baremos de
comprensión de la otredad a partir de los cuales instruyen y los que enseña.

Géneros y Formatos
En consideración de Bajtin (y Bajtin/Medvedev, Voloshinov), sólo el materialismo
dialéctico puede llevar a cabo la tarea de “unir una síntesis amplia y una cosmovisión con
el dominio de la pluralidad material y de la generación histórica de los fenómenos
ideológicos” (Bajtin, 1994: 45); y ofrecer el fundamento para el desarrollo de “una extensa
ciencia <‘marxista’> de las ideologías”, que comprende, “sobre la base de un mismo
principio de concepción del objeto y de un método único de estudio, todas las áreas de la
creación ideológica del hombre” (ídem: 41). Este programa de estudio integra una doctrina
sociológica, en cuanto a la “especificidad del material, la forma y los objetivos” de cada
una de esas áreas (p. 42); una historia y una crítica de la cultura. Más allá del campo de los
estudios literarios delimitado por los autores (en el texto referido), es posible ampliar este
programa para desarrollar otras ramas de aquella ciencia y abarcar otras áreas, como la
mediación pedagógica de la historia o la comunicación audiovisual.
Una ciencia tal de las ideologías debe partir del principio de la materialización y
objetividad total del producto ideológico dado respecto de toda la creatividad ideológica.
Todo producto ideológico es plasmado materialmente y objetivamente accesible; y es así
que integra y constituye la realidad social y material, y representa un momento del
horizonte ideológico materializado de una formación social dada (p. 48). En el proceso
comunicativo un fenómeno ideológico adquiere su especificidad semio-ideológica, y cobra
significación, la cual solo existe en la relación social de la comprensión.
Asimismo, dicha ciencia debe afrontar dos problemas: el de las “formas particulares
del material ideológico organizado en cuanto material significante”; y el de las “formas

162
“La construcción de la enunciación”, cit.
163
Cfr. Wertsch, op. cit.; Silvestri y Blanck, op. cit.
135
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

particulares de la comunicación social que lleva a cabo esta significación” (ibídem). En


nuestra propia área de estudio, se trata de las formas (materiales) de la narración y del texto
en general; y de las formas de la comunicación educativa (escolar) y de mediación
pedagógica de la historia nacional (y de la historiografía)164. Los actos de re-creación
ideológica constituyen momentos de la comunicación en la que se insertan, de la que
resultan y la que hacen posible, y se articulan al proceso social más amplio, “que les aporta
el sentido de totalidad” (47). Las diversas formas de la comunicación concreta actualizan
las significaciones sociales de múltiples maneras, puesto que “resultan distintas también las
relaciones sociales que llevan a cabo el proceso de la significación, esto es, el conjunto de
las acciones e interacciones que se producen y se organizan en un entorno ideológicamente
significativo” (53).
Precisamente, el contacto de la conciencia con la existencia se realiza por la
mediación del “mundo ideológico” que rodea al sujeto. El medio ideológico “es la
conciencia social de una colectividad dada”, “realizada, materializada, externamente
expresada”, determinada por las condiciones y modos de la existencia y determinante de la
conciencia individual, que se manifiesta en algunas de las formas del medio a las que
accede. Este medio ideológico vive en su devenir, y en él siempre se dan contradicciones,
que se superan y surgen nuevamente, aunque en cada momento del desarrollo histórico de
una comunidad determinada, “representa una singular y unificada totalidad concreta”. La
acción social está directamente orientada en el medio ideológico, determinada por él, y al
que a su vez determina; aparte de que toda una serie de actos y proyectos sociales (como
los de una política educativa) se emprenden con la finalidad de elaborar este medio en su
totalidad concreta (pp. 55-56).

Las formas y estructuras propias de la historia escolar refractan, a su modo, la


existencia en su totalidad, la “socioeconómica en su proceso generativo”, y las refracciones

164
Esto es, en su momento, cuando hice la tesis de doctorado, de los manuales escolares; en el caso de la
comunicación audiovisual, se trataría de las formas audiovisuales (i.e. film, video, un noticiario televisivo, un
spot publicitario, etc.), los medios de comunicación, las tecnologías de comunicación e información en
general (televisión, cine, etc.), y la comunicación social masiva en sentido general (mass-mediación), según el
género, el formato, el medio, el soporte, el entorno comunicativo (i. e. ciberespacio, esfera pública o privada).
Básicamente, estos principios permiten deslindar criterios y enfoques de análisis; además de establecer las
interrelaciones posibles y pertinentes (por caso, la mediación educativa del video, el video realizado
curricularmente en la escuela o el video usado como recurso pedagógico en alguna asignatura, lo que nos
ubica en el campo específico de Comunicación/Educación). Vid. García, 2019. Comunicación audiovisual y
efemérides escolares.

136
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

de otras esferas ideológicas (ciencia, política, arte, religión, ética); o sea, refractan “la
totalidad del horizonte ideológico”, del que ellas mismas son parte, y que “se encuentra en
un continuo proceso de generación” (pp. 60, 64). El texto escolar de historia lleva a cabo
un proceso de refracción ideológica (cognitiva, ética, política, religiosa, etc.) del mundo
que integra (y determina la concepción de) el objeto de su representación, como condición
previa necesaria de acceso del mismo a la textualización (estructura y contenido) de la
historia165. Ese mundo comprende el contexto contemporáneo del texto (del autor y del
lector) y el contexto pasado más o menos lejano de la historia objeto de representación; y
en la textualización pueden encontrarse con mayor o menor fuerza, grados de tensión,
solapamiento, el horizonte de los autores (productores, mediadores, lectores) y el del
mundo histórico representado. De este modo, es posible identificar y analizar los diferentes
ideologemas que componen un texto, y sus relaciones con la unidad del horizonte
ideológico correspondiente166. Es necesario tener en cuenta que, por un lado, en lo que a
nuestra problemática se refiere y por lo que antecede, se presentan varios niveles de
articulación _la textualización, la narración y las otras formas y tipos de comunicación,
semióticas-discursivas; la mediación pedagógica escolar de la historia, los distintos modos
de intermediación, de la historiografía académica y del conocimiento histórico científico a
la disciplina escolar; la escolarización_. Y por otro, que tanto el complejo de ideologemas
como el horizonte ideológico se hallan en un proceso de re-generación permanente, al que
contribuyen, de una u otra manera y en mayor o menor grado, la Historia (rerum gestarum),
el texto y la escuela. Al parecer de Bajtin, el método dialéctico proporciona una
herramienta adecuada y eficaz para “construir definiciones dinámicas”, “que se ajusten a la
serie generativa del desarrollo de un determinado género, de una determinada forma”, y
evitar tanto el normativismo y dogmatismo en las mismas como la dispersión en la
heterogeneidad de hechos sin relaciones entre sí (p. 78).
La narración histórica escolar participa activamente como tal en la vida social, en la
que cobra sentido, y a veces su importancia radica más en su carácter propiamente
narrativo que en su contenido (parafraseando lo que Bajtin dice de la novela). El relato (y el
manual que lo contiene), en cuanto producto enunciativo, es un acto social; como complejo
material forma parte a su vez de la realidad social, y se entreteje en el proceso
comunicativo, al ofrecer una respuesta a algo y a alguien, y al organizarse en función de

165
Bajtin, op. cit., a propósito de la literatura y la obra literaria (p. 61).
166
Idem (pp. 65-68), siempre respecto de la literatura.
137
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

una respuesta posible. Por lo tanto, su propia existencia singular es histórica y socialmente
significativa (Bajtin), adquiere la categoría de realidad histórica, en una época y en unas
condiciones determinadas, portador y re-generador de ciertas y determinadas
significaciones que pasan a formar parte del horizonte ideológico de los sujetos que
acceden a él. En el acontecimiento histórico-social que es el enunciado se “fusionan” la
singularidad material semiótica “y la comunidad y la extensión del sentido”; a esta
actualidad histórica “que une la existencia singular del enunciado con la plenitud y el
carácter general de su sentido”, y que “individualiza y concreta el sentido”, Bajtin llama
valoración social, la cual determina la selección del objeto, el discurso y la forma, tanto la
forma como el contenido del enunciado (e impregna todos sus aspectos), así como la
relación entre ambos (op. cit.: 194-96). La valoración social, en la que se basa la unidad del
sentido y de la realidad, introduce incesantemente el enunciado (el relato, el texto) en “el
tejido general de la vida social, de una época histórica determinada y en un grupo social
concreto” (p. 200). La valoración, que es social en cuanto organiza la comunicación,
sobrepasa los límites del enunciado, en la dirección de otra realidad; en el “dominio de la
cognición y del ethos, la valoración social viene a ser tan sólo una preparación para la
acción”. El objeto de conocimiento científico forma parte del horizonte epistemológico y
de intereses y necesidades actuales de un momento histórico y un grupo social dados; y la
valoración social organiza el “propio trabajo del conocimiento del objeto” (pp. 202-03).

Las formas del enunciado median nuestro pensamiento y comprensión, y la forma


tipificada de la totalidad del enunciado (de la obra) es el género167: “La conciencia humana
posee todo un repertorio de géneros interiores para la visión y la comprensión de la
realidad”. Así, una conciencia “puede ser más rica en géneros, otra más pobre, de acuerdo
con el medio ideológico en que una conciencia determinada se desenvuelve”
(Bajtin/Medvedev, 1994: 214).

167
En su discusión y crítica sobre “el método formal en los estudios literarios” (título de la obra), Bajtin
entiende que los “formalistas” no comprendieron la importancia del género, que definían como “cierta
agrupación permanente y específica de los procedimientos con una <función> dominante determinada”; para
Bajtin, en cambio, el género como totalidad sustancial, concluida y solucionada (en el caso del género
literario) permite comprender la importancia estructural de cada elemento (pp. 207-08). Bajtin desaprueba
además el énfasis del formalismo en la especificidad de la obra literaria, desgajada de la realidad y de la
comunicación social (pp. 215-17). Vid. J. Tinianov, “Sobre la evolución literaria”, “La noción de
construcción”; V. Shklovski, “El arte como artificio”, en Antología del formalismo ruso, A. M. Nethol (trad.),
B. Sarlo (selec), Buenos Aires, C.E.A.L, 1971.
138
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

El tipo de la totalidad del género está determinado por las particularidades de la


doble orientación del género: hacia los sujetos y condiciones de la comunicación (los
receptores, las condiciones de percepción y ejecución); y hacia la vida, mediante su
contenido temático. En la primera dirección (inmediata, desde el exterior), la “obra” se
introduce en una situación concreta; se escucha o se lee; se relaciona con el templo, el
teatro, la escuela; es parte de la festividad, el ocio, la formación (estudio); supone cierto
público y determinados modos de percepción y ejecución, y de respuestas; produce unas
interrelaciones dadas entre el autor y el auditorio; “ocupa cierto lugar en la vida cotidiana”,
en relación con alguna esfera ideológica (pp. 209-10). En la segunda dirección (temática,
desde el interior), cada “género es capaz de abarcar tan sólo determinados aspectos de la
realidad”, “posee determinados principios de selección”, “formas de visión y concepción
de la realidad”, y “grados en la capacidad de abarcarla y en la profundidad de penetración
en ella” (ibídem). La orientación temática se da en el enunciado completo como actuación
discursiva (y no en sus elementos lingüísticos, léxicos, gramaticales), y es inseparable de la
totalidad del enunciado como tal y de la situación de la enunciación (pp. 211-12).
En el segundo sentido de la orientación bilateral, cada género accede a ciertos y
determinados recursos y modos de ver y concebir la realidad; cada género “es un complejo
sistema de recursos y modos de dominación conceptual y de conclusión forjadora de la
realidad” (así, las artes gráficas, plásticas, verbales, musicales) (p. 213). Las formas del
enunciado (en las que se usa la lengua) cumplen un importante papel en el proceso de
mediación en el conocimiento, concepción y comprensión de la realidad. El mismo
pensamiento y comprensión se realiza mediante enunciados (y no términos, oraciones). Se
aprende a ver la realidad a través del prisma del género: “Ciertos aspectos de la realidad
sólo pueden comprenderse en relación con los determinados modos de su expresión”, los
que, por otra parte, “sólo pueden aplicarse a determinados aspectos de la realidad”. Bajtin
concibe el género como “el conjunto de los modos de orientación colectiva dentro de la
realidad”, una orientación que puede “comprender nuevos aspectos de la realidad”, la
concepción de la cual “se desarrolla, se genera, en el proceso de la comunicación
ideológica social” (pp. 214-15)168.

168
A lo largo de su larga vida, en los géneros “se acumulan formas de visión y comprensión de determinados
aspectos del mundo”. Las posibilidades de sentido latentes en el género pueden ser re-descubiertas y
explotadas de otra manera por otros artistas, autores, investigadores. “Respuesta a la pregunta hecha por la
revista Novy Mir” <1970>, en Bajtin (1985). Por otra parte, los géneros “son correas de transmisión entre la
historia de la sociedad y la historia de la lengua”; todo fenómeno lingüístico nuevo debe pasar por la “vía de
139
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

La gran diversidad y la extrema heterogeneidad de géneros discursivos se deben, en


parte, a que cada esfera social elabora sus “tipos relativamente estables de enunciados”169.
Otra dificultad a la que hay que enfrentarse para definir la naturaleza común de los
enunciados está dada por la importante diferencia entre los géneros “primarios” y
“secundarios”. Estos últimos (complejos) corresponden a las esferas de comunicación más
complejas (artística, periodística, científica, etc.); y en el proceso de su generación
incorporan y reelaboran diversos géneros primarios (simples), los cuales se transforman
dentro de aquellos (las réplicas de un diálogo, las cartas, en una novela; las preguntas, en
un informe científico, etc.). Esto se complica aún más por las derivas y migraciones de los
géneros, por sobre las fronteras de las esferas culturales de origen, o re-apropiación y
transformación; y por la sedimentación histórica que se dilata y profundiza en cada
realización de un género, que abreva en ese manantial de creación, al que realimenta a su
vez, todo lo cual resulta en una más o menos marcada dialogización de los géneros
secundarios; por la concurrencia o hibridación de géneros en una forma de comunicación
determinada (p. ej. la comunicación audiovisual, la publicidad, el videoclip, un programa
periodístico televisivo). A esto se debe que los géneros no admitan definiciones
sustanciales, ahistóricas, sino que se están re-definiendo continuamente de manera harto
compleja (aun cuando parece llegar a un punto de saturación, automatismo y esclerosis, el
género renace de sus propias cenizas, re-vive en otras re-creaciones, paródicas, híbridas,
como el collage, el pastiche).

la prueba de elaboración genérica” para incorporarse al sistema de la lengua. “El problema de los géneros
discursivos”.
169
Bajtin denomina géneros discursivos a estos tipos de enunciados. “El problema de los géneros
discursivos” <1952-1953>, en Bajtin (1985). En este esbozo de un libro que Bajtin no llegó a escribir, se
ocupa de los géneros discursivos en general, más allá de los géneros literarios, o retóricos, que ya fueron
objeto de estudios, desde la poética y la retórica de Aristóteles (1979, 1994). Cfr. M. A. Garrido Gallardo,
comp. (1988). Todorov, en “El origen de los géneros” (de 1987, reelaboración del mismo de años anteriores,
que abre el volumen), entiende que los géneros son unidades que pueden ser descriptos desde el punto de
vista de la observación empírica y el del análisis abstracto. En una sociedad, dice, “se institucionaliza la
recurrencia de ciertas propiedades discursivas, y los textos individuales son producidos y percibidos en
relación con la norma que constituye esa codificación”. Define el género como esa codificación de
propiedades discursivas; y considera que sencillamente los géneros vienen de otros géneros, cada género
nuevo es la transformación de otro/s ya existente/s. Para las múltiples transformaciones dentro del orden
literario, V. Genette (1989), cuyo objeto es la transtextualidad, que comprende cinco tipos de relaciones
(intertextualidad, introducido por Kristeva a partir del concepto de dialogía de Bajtin y de uso ya
ampliamente extendido; paratexto; matatextualidad; hipertextualidad; architextualidad). Por hipertexto
Genette entiende la relación que une un texto -hipertexto- a uno anterior -hipotexto-, el primero del cual
deriva de otro texto por transformación. Esta acepción entra en competencia con el uso generalizado de
‘hipertexto’ (término que propuso Nelson en los sesenta), como compleja red textual electrónica de
navegación múltiple (G. P. Landow, 1995); así que ambos conceptos no deben confundirse y las categorías de
Genette pueden quedar comprendidas o ser articuladas en el programa de Bajtin en lo que llama dialogía y
memoria del género.
140
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

La totalidad del enunciado comprende el contenido temático, el estilo y la


composición, como sus tres momentos indisolublemente vinculados, y determinados por la
especificidad de una esfera dada de comunicación:
“Una función determinada (científica, técnica, periodística, oficial, cotidiana) y unas
condiciones determinadas, específicas para cada esfera de la comunicación
discursiva, genera determinados géneros, es decir, unos tipos temáticos,
composicionales y estilísticos de enunciados determinados y relativamente
170
estables.”

Tres rasgos caracterizan el enunciado:


-el cambio de los sujetos discursivos, que determinan las fronteras de cada
enunciado como unidad de la comunicación (el diálogo <verval>, en sentido lato y
restrictivo, es la forma “típica o básica”, principal, de la comunicación);
-su conclusividad específica;
-su actitud hacia el hablante mismo y hacia otros participantes en la comunicación.
Nos detendremos solo en parte en estas características, ya que nos hemos referido a
ello cuando nos ocupamos de la triple orientación del discurso, que ahora debe
complementarse con la doble orientación del género, y de la comprensión dialógica.
Respecto del primer rasgo se plantea el problema del autor (y del lector), al que
volveremos oportunamente. Baste con señalar que la forma de la autoría se relaciona
íntimamente con el género, el que a su vez se determina por el objeto, el propósito y la
situación del enunciado; la autoría tiene que ver con la posición jerárquica y estratégica del
sujeto del discurso y del destinatario, y con el marco institucional y el contexto social en
los que se desarrolla la comunicación. Una misma persona puede manifestarse (con
distintas “máscaras”, o “a cara descubierta”, pero siempre es sujeto de una cierta y
determinada instancia enunciativa y/o sujeto de un enunciado dado)171 en diferentes formas
de autoría, desde las que son propias de las esferas cotidianas de comunicación hasta las
formas profesionales172.
En relación con el segundo rasgo del enunciado, por conclusividad se entiende la
posibilidad de ser concluido. El primer y más importante criterio de la conclusividad del
enunciado es la “posibilidad de ser contestado”, la posibilidad de adoptar una postura de
respuesta frente al mismo (contestar una pregunta, cumplir una orden); se trata de la
totalidad de sentido que constituye un enunciado. Tres momentos o factores relacionados

170
“El problema de los géneros discursivos”.
171
Vid. E. Benveniste, “El aparato formal de la enunciación”, en Benveniste (1989 -II).
141
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

entre sí determinan el carácter de la totalidad conclusa propia del enunciado: -el sentido de
su objeto, agotado; -la intencionalidad o voluntad discursiva del hablante; -las formas
típicas, genéricas y estructurales, de conclusión. Con respecto al primer momento, se
realiza de muy diversas maneras en las distintas esferas comunicativas, que pueden ir desde
un agotamiento casi completo del objeto (en las esferas oficiales, i. e., dominadas por la
estandarización, el dogmatismo, la tendencia al discurso monológico) hasta un mínimo de
conclusividad (en las esferas de creación y especialmente en el campo científico, donde el
objeto es inagotable, y sólo adquiere un carácter relativamente concluido cuando es
tematizado, con un propósito dado, a partir de un determinado enfoque). Aquí interviene la
intención del sujeto del discurso, que determina también la elección del objeto, la forma, el
estilo.
En los distintos campos culturales (fuera del arte) toda conclusión, “final”, es
condicional y superficial (un trabajo científico, i. e., no concluye nunca; donde termina una
investigación, comienza otra). En las distintas áreas de creación ideológica solo es posible
una conclusión composicional, nunca temática (en el campo del conocimiento sería hasta
ilícita la pretensión de agotar el -sentido del- objeto; no así en el arte literario, donde es
admisible la conclusión temático-composicional)173. Constituye un problema de interés
apreciar el tipo de comprensión, más o menos “conclusiva”, de la realidad que (se) postula
(en) un género en cada una de sus ejecuciones.
Por último, la voluntad discursiva se materializa en la elección de un género, en
función de la esfera comunicativa de que se trate, la situación, el objeto. Aunque no se
disponga de conocimiento teórico acerca de los géneros, en la práctica se los puede utilizar
con más o menos seguridad, destreza y eficacia. Parte de la importancia del género estriba
en que aprender a hablar (dominar una lengua) es aprender a construir enunciados,
aprender a organizar el discurso en las formas típicas de estructuración de la totalidad de
las que dispone una cultura. El tipo y grado de participación en los procesos de
comunicación dependen de un modo relevante de la identificación de la clave genérica
pertinente cada vez, y del dominio de un amplio espectro de géneros, para articular el
sentido y comprender la realidad, desde los más estandarizados hasta los más libres,
además de la competencia para re-acentuar los géneros (i. e., el saludo, en tono oficial,
formal, familiar, etc.).

172
“De los apuntes de 1970-1971”, en Bajtin (1985).
173
Estas últimas acotaciones, en Bajtin (1994: 208, 214).
142
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

En lo que atañe al tercer rasgo constitutivo del enunciado, esto es la actitud del
mismo hacia el autor y el auditorio, también se relaciona con los problemas ya abordados
de la orientación social del discurso, del triple estatuto de la palabra (de la lengua, propia y
ajena) y con el de la comprensión dialógica. El primer aspecto de este tercer rasgo, que
establece los detalles de composición y estilo del enunciado (la selección de los recursos
lingüísticos, expresivos, genéricos), dependen de la intención y el compromiso que asume
el autor dentro de la esfera de comunicación en la que se ubique. El segundo aspecto es el
momento expresivo, o sea la “actitud subjetiva y evaluadora desde el punto de vista
emocional del hablante con respecto al contenido semántico de su propio enunciado”, la
cual condiciona también la selección de los recursos léxicos, gramaticales, estilísticos,
composicionales; de modo que es imposible un enunciado neutral. El aspecto expresivo
define el estilo individual. Uno de sus recursos es la entonación expresiva; la totalidad del
enunciado es expresiva e irradia su propia expresividad hacia todos los componentes del
enunciado. Como tal, el género “incluye una expresividad determinada propia del género
dado”.
En resumen, propio de Bajtin, “el enunciado, su estilo y su composición, se
determinan por el aspecto temático (de objeto y de sentido) y por el aspecto expresivo, o
sea por la actitud valorativa del hablante hacia el momento temático”174.

La unidad temático-composicional-estilística que constituye la totalidad del


enunciado se realiza en una forma genérica compleja (género secundario) más o menos
típica y relativamente estable. La forma genérica es la forma del contenido, realizada en un
material, ligada a él. De ahí que es posible analizar la forma en dos direcciones: a) desde el
interior del objeto, como forma arquitectónica, axiológicamente orientada hacia el
contenido, relativa él; y b) desde el interior del todo composicional y material de la obra (lo
que constituye el estudio de la técnica de la forma). En este segundo caso, más que tratarse
de la forma de un material, se trata de una forma realizada en un material y con su ayuda,
determinada por el objetivo en cuestión y también por la naturaleza del material.
Sugerimos pensar estos aspectos (y otros relacionados, que desarrollamos en este capítulo y
más adelante, sobre género y formato, diálogo y memoria, texto complejo, interrelación de
sistemas semióticos; re-invención-traducción-interpretación) a partir de algunos pocos

174
“El problema de los géneros discursivos”.
143
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

ejemplos diversos, a los que cada lector puede agregar los que conoce: -el retrato en pintura
y en literatura; -la poesía de Machado o Hernández y la composición musical e
interpretación de Serrat (en recitales y grabaciones); o la transposición de género que hace
el grupo Divididos de “El arriero” de A. Yupanqui; -la interesante historia de los Cármina
burana [‘cantos de Bura’] (como de tantos otros componentes del gran archivo de la
humanidad): la colección de cantos goliardos de los siglos XII y XIII escritos en latín, alto
alemán medio y francés antiguo, reunidos en el códice que se encontró en1803 en la abadía
de Bura Sancti Benedicti (Benediktbeuern, Alemania), que se pueden leer en algunas
ediciones como libro (en Argentina, p. ej., en CEAL), en 1935-36 fue compuesta la cantata
escénica Cármina Burana por Carl Orff con algunos de los poemas y estrenada en 1937
(que se sigue representando), en 1975 se reliazó el film Carmina Burana atque imaginibus
magicis, uno de los cantos fue popularizado como tema central de la película Drácula, de
Bram Stoker (dir. F. Ford Coppola, 1992); -el texto dramático, Hamlet y otras obras de
Shakespeare o Un tranvía llamado deseo y otras obras de T. Williams, y su realización
teatral y cinematográfica (por O. Welles, Greenaway, en el primer caso); -las versiones
cinematográficas de poemas épicos, como la Odisea, de obras del cantar de gesta como El
mío Cid o de poemas gauchescos como Martín Fierro; las adaptaciones cinematográfricas
de novelas, como las varias existentes de Don Quijote de la Mancha (como la de O.
Welles), de Madame Bovary de Flaubert, El conde de Montecristo (entre otros sucesos de
novelas por entrega), El perfume de Süskind o El nombrre de la rosa de Eco (dos best
sellers por los mismos años), La mujer araña de Puig, El proceso de Kafka, Plata
quemada de R. Piglia, No habrá más pena ni olvido de Soriano (que a su vez recuerda el
tango), El coronel no tiene quién le escriba de García Mrquez, la película de R. Ruiz
basada en la novela En busca del tiempo perdido de Proust, la de M. Golan basada en
Crimen y castigo de Dostoievski (filmada en inglés, en 2001, adaptada al contexto de la
perestroika); o películas basadas en cuentos, como Blow up de Bertolucci basada en “Las
babas del diablo” de Cortázar o la adaptación de Babenco de “La intrusa” de Borges; el
comic de prensa, como Mafalda, en diarios y revistas de 1964 a 1973, llevado al cine y la
televisión, además de las compilaciones y antologías en volúmenes impresos, entre algunos
de los cambios de soporte, medio, formato (serie de cortos para televisión dirigida por Catú
en 1972; largometraje dirigido por Márquez en 1979 y estrenada en 1981, a partir de la
anterior; serie televisiva dirigida por Padrón en 1993; e-book, redes sociales, sitios web,
“aplicaciones” digitales… hasta la estatua -homenaje de Mafalda en Buenos Aires);
144
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

también Martín Fiero, la película, versión en dibujos animados de la primera parte del
poema a partir de las ilustraciones de Fontanarrosa, estrenada luego de su muerte en 2007; -
la realización teatral, en algunas de sus modalidades, de películas, como La celebración del
Dogma 95; -la emisión radiofónica como noticiario el 30 de octubre de 1938 de la novela
La guerra de los mundos de H. G. Wells, a cargo de O. Welles, quien participó en el guión
con el teatro Mercurio, bajo el auspicio de la CBS (desde julio de ese año Welles realizaba
un programa radial semanal en el que interpretaba novelas adaptadas); -un caso curioso es
el de 2001. Odisea en el espacio, una novela de A. Clarke (basada en el cuento “El
centinela” que el autor presentó a un concurso de la BBC en 1948, publicado luego con un
título modificado), desarrollada en paralelo a la realización de la película de S. Kubrick en
1968, cuyo guión pertenece a los dos, y publicada luego del estreno del film (esta breve
enumeración vale para hacer notar la vida de distintos géneros, y la re-elaboración de
formatos, en diferentes sistemas –literatura, teatro, música, medios-, con cierto interés por
las dificultades que presentan para su realización)175.

En el primer caso, la forma de un contenido con el que se relaciona


axiológicamente, y realizada en un material, se trata de analizar cómo la forma
composicional (la organización del material) realiza una forma arquitectónica -la
unificación y organización del complejo temático, epistémico-ético-axiológico-estético-176.
En lo que a mí respecta, en cuanto a los límites e intereses del proyecto de
investigación originario, el problema consistía en ver cómo lo histórico -núcleo del
proyecto arquitectónico- se realiza en una forma composicional -orquestación textual
compleja-. Pero la materialidad semiótica a partir de la cual se plasma esta forma
comprende la lengua y otros sistemas semióticos. Es por esto que el análisis de los géneros
discursivos secundarios (complejos) debe integrarse en un análisis semiótico-comunicativo
más amplio de todas las “formas” del contenido que constituyen el objeto de estudio. Aquí
resulta útil y conveniente introducir el concepto más abarcador de formato, para evitar
confusiones con el de género en sentido lato (el sentido en que se toma formato se acercaría
al de género complejo de Bajtin, pero no se limita a la materia semiótica de la lengua ni a

175
En distintos trabajos abordo algunos de estos y otros fascinantes procesos mnemosemióticos y
comunicativos, que en parte integran el archivo de la serie de investigaciones “Metamorfosis del Contar.
Semiosis/Memoria”, que vengo desarrollando hace varios años.
145
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

la semiosis discursiva), dado que la textura que estudiamos está constituida por algo más
que la materia lingüística; y para ubicar el problema planteado acerca de la mediación
pedagógica en el campo global de las mediaciones massmediáticas, tecnológicas.177
En términos generales, los procesos de enculturación, de socialización, de
modelación de la persona, configuración de la conciencia, estructuración de la sique, del
complejo de hábitos (y hábitus) y la conformación de la identidad, comienzan bien pronto
en la vida del ser humano, precisamente por el recurso a los formatos (los constructos
semióticos complejos y las prácticas semióticas), en cualesquiera procesos comunicativos,
con base en los cuales debe concebirse el origen social de las funciones mentales
superiores, en relación con lo que Vigotski llama la zona de desarrollo proximal: “la
distancia entre el nivel de desarrollo efectivo <del niño>, determinado por la resolución
independiente de un problema”, y “el nivel superior de desarrollo potencial, determinado a
través de la resolución de problemas con la guía de un adulto o en colaboración con
compañeros más capacitados” (cit. por Wertsch, 1993: 45)178. Los formatos median el
ingreso al mundo de los significados (Bruner, 1995a), y su importancia concierne al “orden
semiótico” que sustentan y al cual se engarzan, entre otras razones porque los formatos se

176
A partir de Bajtin, “El problema del contenido, del material y de la forma en la creación literaria” <1924>,
en Bajtin (1988), donde delinea un programa de estética.
177
Sobre “formato”, vid. M. García: “Mass-mediación: formato y dispositivo” (Actas 14 Congreso Mundial
de Semiótica: Trayectorias -Tomo I, pp. 151-162:
file:///C:/Users/Usuario/Downloads/Proceedings_IASS_2019_tomo_1.pdf); Comunicación audiovisual y
efemérides escolares (2019, cit.); “Algunas notas y observaciones sobre el formato: Clarín” (Continuidades
3/2016: http://vta-continuidades.com.ar).
178
Lotman analiza el contacto entre el mundo del niño, que ocupa una posición subordinada en la jerarquía
general de la cultura, y el de los adultos, como un acto de traducción de los textos complejos que recibe el
niño al lenguaje más simple de las representaciones propiamente infantiles. No sólo la lengua funciona como
sistema modelizante: “en la conciencia del niño irrumpen las conversaciones de los adultos, que introducen
todo un mundo de modelos secundarios -éticos, políticos, religiosos, y así sucesivamente-. Los cuentos
maravillosos y otros textos artísticos introducen una enorme cantidad de signos -desde textos íntegros hasta
palabras sueltas (pero también signos figurativos) cuyo significado el niño todavía tendrá que establecer por
la vía de la identificación con unidades del contenido de su mundo”. Lotman, “Sobre la reducción y el
desenvolvimiento de los sistemas sígnicos” (sobre el problema “freudismo y culturología semiótica”), en
Lotman (1998), donde alude a los trabajos de Voloshinov sobre el freudismo; al autor le interesa entender en
qué medida el complejo de motivos sexuales iniciales se sumerge en la profundidad de la sicofisiología
infantil y en qué medida emerge como un hecho secundario (de traducción). Desde otra perspectiva, Ginzburg
analiza el caso (clínico) del hombre de los lobos (analizado por Freud), en relación con el problema de la
escena primaria (urszene). Ginzburg no se propone explicar la neurosis del hombre de los lobos mediante el
mito de los lobizones, pero señala que no se puede ignorar que en el sueño del hombre de los lobos
“prorrumpe un contenido mítico mucho más antiguo, rastreable también en los sueños (en los éxtasis, en los
trances, en las visiones) de los benandanti, de los táltos, de los lobizones, de las brujas”. Aunque no se trate
de un arquetipo (junguiano), sí se trata de “hechos históricos, identificables o conjeturables de manera
plausible: hombres, mujeres, libros y papeles de archivos que hablan de hombres y mujeres”. C. Ginzburg,
“Freud, el hombre de los lobos y los lobizones”, en Ginzburg (1994).
146
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

construyen a partir de ciertas matrices semióticas-culturales, siguen ciertos y determinados


“principios directrices”, postulan unas “máximas de acción” dadas.

En el contexto de estudio de la adquisición del lenguaje, Jerome Bruner179 (1995b,


cap. 8) supone la existencia de un sistema de apoyo para la adquisición del lenguaje “que
dispondría o establecería formatos para la entrada del lenguaje recibida por el niño, de
modo que sus reglas fueran más transparentes para el Dispositivo para la adquisición del
lenguaje” por parte del niño. Su hipótesis es que “para que el niño reciba las claves del
lenguaje, debe participar primero en un tipo de relaciones sociales que actúan de modo
consonante con los usos del lenguaje en el discurso -en relación a una intención
compartida, a una especificación deíctica y al establecimiento de una presuposición”-.
Denomina formato a esa relación social; el formato “es un microcosmos, definido por
reglas, en el que el adulto y el niño hacen cosas el uno para el otro y entre sí. En un sentido
más general, es el instrumento de una interacción humana regulada. Los formatos, al
regular la interacción comunicativa antes de que comience el habla léxico-gramatical entre
el niño y la persona encargada de su cuidado, constituyen unos instrumentos fundamentales
en el paso de la comunicación al lenguaje”.
El formato es un ejemplo simple de “escenario”: una interacción en la que cada
participante marca una meta y los medios para alcanzarla. Los formatos “crecen” y “pueden
hacerse tan variados y complejos como sea necesario”: incorporar nuevos medios o
estrategias; dirigirse a la coordinación de las metas respectivas; hacerse más
convencionales o canónicos. Los formatos son “modulares”: pueden tratarse como
“subrutinas” que pueden incorporarse en rutinas de mayor escala, a largo plazo, de modo
que el formato puede tener una estructura jerárquica -este mismo libro integrado por tres
ensayos como macro-formato; o el manual-. Los formatos no se identifican
independientemente de las percepciones de los participantes, salvo cuando se han hecho

179
J. Bruner funda con G. Miller el primer Centro de Sicología Cognitiva en la Universidad de Harvard. A
mediados de los cincuenta establece contacto con la Escuela de Ginebra y Piaget; y con la Escuela histórico-
cultural desarrollada en la Unión Soviética por Lev Vigotski, principalmente -también, Leóntiev y Luria-, con
quienes entabla un importante diálogo de re-construcción teórica.
Para el caso, interesa destacar el origen y significación del concepto “zona de desarrollo proximal”, elaborado
por Vigotski, en cuyo trabajo, recordamos, sobresalen tres temas: “la confianza en el análisis genético o
evolutivo”; “la afirmación de que las funciones mentales superiores del individuo derivan de la vida social”;
“la idea de que la acción humana, tanto en el plano individual como en el social, está mediada por
herramientas y signos”. Los tres se entretejen y presuponen mutuamente (Wertsch, op. cit: 36). Precisamente
el argumento de Vigotski respecto del segundo de estos ejes de trabajo se esclarece en relación con la “zona
147
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

muy convencionales: “La definición comunal de los formatos es uno de los principales
modos como una comunidad controla la interacción de sus miembros” -el manual; también
el informe de investigación-. Los formatos son “asimétricos” con respecto a la conciencia
de los participantes; en el sentido en que el adulto ayuda al niño a alcanzar la “zona de
desarrollo proximal” (potencial).
Finalmente, la hipótesis que defiende Bruner, afirma: “todas las culturas tienen
formas para crear formatos de interacción y discurso cuyo fin es el de hacer sobrevivir
aquellos rasgos del mundo y de la interacción social que se proyectan más fácilmente en
categorías lingüísticas y reglas gramaticales”.180

Mitos y ritos
El libro de texto escolar y el relato histórico se conciben como productos
comunicativos que cumplen una función de mediación social, en tanto y en cuanto
articulan los tres planos que se diferencian en la Teoría de la Mediación:
-el plano cognitivo, “en que se verifica un proceso de interacción entre otros dos
planos de la realidad social”;
-el plano de la situación, “constituido por los cambios que el acontecer opera en la
realidad social”;
-el plano de los principia, “constituido por las constancias cuya preservación es
fundamental para la reproducción del grupo”, bienes, normas, aspiraciones (Martín
Serrano, 1976: 73).
En términos de Martín Serrano: “Desde el punto de vista cognitivo, la mediación
equivaldría al sistema de reglas y de operaciones aplicadas a cualquier conjunto de hechos,
y de cosas pertenecientes a planos heterogéneos de la realidad, para introducir un orden”
(ídem: 49). Define la mediación “como la actividad que impone los límites a lo que puede
ser dicho, y a las maneras de decirlo, por medio de un sistema de orden” (p. 54). Con el
término mediación se alude a “aquellas afectaciones entre dos sistemas distintos que son el
resultado de prácticas humanas guiadas por procesos cognitivos y culturales y no sólo la
consecuencia de leyes naturales” (Martín Serrano, 1993). El paradigma de la mediación
resulta adecuado, según el autor, para “estudiar todas aquellas prácticas, sean o no
comunicativas, en las que la conciencia, las conductas y los bienes entran en procesos de

de desarrollo proximal”. V. Vigotski (1985). Bruner valoriza el “diálogo” y la “negociación”, que serían
medulares en la concepción de Vigotski.
148
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

interdependencia” (ídem: 21); de modo que, aplicada en el campo de las ciencias sociales,
la teoría de la mediación contribuiría a la comprensión del “control social que ejercen las
instituciones, actuando sobre la interpretación que hacen las personas de la realidad”
(ídem). O como dice en otro lugar, esta teoría propone como objeto “el estudio de la
producción, transmisión y utilización de la cultura, a partir del análisis de los modelos
culturales y de sus funciones” (en Moragas Spà, 1986 -I: 142). La familia, la escuela, la
iglesia, los massmedia, cumplen un papel importante en lo que atañe al control social
porque producen y difunden “información”. Los procesos de aprendizaje, la instrucción
normalizada, las prácticas culturales, deportivas, los ritos, el entretenimiento, las noticias,
todas estas acciones involucradas en la enculturación, son modalidades de control social
por el recurso a la información (el conocimiento)181.
La Teoría de la Mediación se funda en la preocupación por esclarecer los problemas
que plantean las relaciones entre el sistema de producción social y el sistema de
representaciones colectivas, en tanto y en cuanto se requiere una interpretación adecuada de
cómo se da “el paso desde las transformaciones de la organización material e institucional
de la sociedad a la transformación de las representaciones colectivas que produce esa
sociedad -y el paso en sentido contrario”-; y en el interés de diseñar modelos y métodos de
análisis para su estudio (1993). La Teoría Social de la Comunicación, propuesta por Martín
Serrano (1993), a partir del paradigma de la mediación, establece la “producción social de
comunicación” como “punto de partida para estudiar las relaciones que existen entre la
transformación de la comunicación pública y el cambio de las sociedades” (p. 14)182.
Nuestro estudio de los procesos de mediación social por recurso a la información
(pública, producida y distribuida por las instituciones socialmente organizadas) se centra en
el análisis de un tipo de producto comunicativo (propio del campo educativo). El relato

180
En otros lugares desarrollo la noción de formato (García, 2016, 2019).
181
Martín Serrano precisa que “Se puede hablar de mediación solamente cuando determinados significantes
deben asumir determinados significados, y cuando para atribuir los segundos a los primeros, existe un código
mediador” (1976: 80). Desde el punto de vista del paradigma semiótico (triádico), las políticas oficiales de
control social apuntarían a establecer “códigos” que regularían la atribución de ciertos y determinados
interpretantes (inmediatos, lógicos-finales/hábitos) a tales o cuales objetos (inmediatos/dinámicos), por los
que están los signos, así como la representación de distintos aspectos del objeto por medio de tales o cuales
representámenes (signos, medios de representación); de modo que siempre queda un margen de
indeterminación en el trabajo de interpretación, de negociación de los significados, dada la falta de garantía
de una correspondencia exacta, biunívoca, entre los interpretantes postulados por el productor y los atribuidos
al objeto por el intérprete; lo que, por lo demás, se complementa con el principio de asimetría entre ambos
sujetos (momentos, instancias) del proceso de comunicación. Vid. S. Hall, “Codificar/decodificar”.
182
Vid. Martín Serrano et al. (1982), el número monográfico de la Revista española de investigaciones
sociológicas Nº 33 (cit.) y el Nº 3, julio-set./1978, de la misma revista.
149
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

histórico escolar pertenece al conjunto de los relatos elaborados y difundidos por el sistema
de comunicación pública, y postulados como legítimos183: “tales narraciones ponen en
relación los sucesos que ocurren con los fines y con las creencias en cuya preservación
están interesados determinados grupos sociales” (p. 36). Por ello llevan a cabo un trabajo
de mitificación y de ritualización, al ofrecer, respectivamente, modelos de representación
del mundo (mediación cognitiva) y modelos de producción de comunicación (mediación
estructural) (ídem, cap. 3).
En el dominio massmediático _y en general, el de la comunicación pública, si bien
cada esfera presenta ciertas particularidades que deberían tenerse en cuenta; en el caso del
texto histórico escolar, precisamente, el contenido no es la “actualidad”, la mediación
estructural viene a resolver la tensión entre la imprevisibilidad propia del acontecer y la
previsión necesaria para organizar la tarea informativa. Esta mediación opera sobre los
soportes y cuando diseña el producto se enfrenta con el conflicto acontecer//prever; y
maneja la relación relevancia/irrelevancia en la presentación de los datos de referencia.
Median estructuralmente todos aquellos que intervienen en la elaboración del producto
durante su proceso de producción-circulación-difusión184. La mediación estructural
produce rituales: “como toda labor ritual ofrece seguridad por el recurso a la repetición de
las formas estables del relato”.
La mediación cognitiva resuelve la tensión entre la producción incesante de nuevos
aconteceres y la reproducción continuada del sistema normativo y axiológico, hegemónico
o no. Procura que aquello que cambia tenga “un lugar en la concepción del mundo de las
audiencias”, aunque esto implique transformar esa concepción. Esta mediación se enfrenta
al conflicto acontecer//creer; técnicamente se opera con la dimensión novedad/banalidad de
los datos de referencia. Median cognitivamente todos aquellos que intervienen en el
proceso de producción comunicativa. La dimensión cognitiva _para nosotros la forma
arquitectónica, que comprende más que lo estrictamente cognitivo, que se resuelve en una
forma composicional-temático-estilística –estructural_, ubica el texto en el “mapa de
significados” en los que se clasifica cualquier cultura, la cual tiende a imponer sus
clasificaciones del mundo, que constituyen el “orden cultural dominante”, que nunca es
unívoco o incontestable (S. Hall, “Codificar/decodificar”). El acontecer histórico-social

183
El contenido de los relatos son representaciones sociales, proponen una determinada interpretación y una
cierta evaluación de lo que existe y lo que ocurre, destinadas a su interiorización por las personas. Op. cit.
184
En este sentido puede decirse que la manipulación es peculiar del hacer comunicativo massmediático (H.
Enzensberger, Ch. Doelker).
150
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

adquiere sentido por su remisión a “los mapas de realidad social” que “comprenden
dominios discursivos <semióticos> jerárquicamente organizados en significados
dominantes o preferentes” (ídem)185. La grilla de inteligibilidad (que para Foucault siempre
está constituida por lo ideológico y el poder), con la que se filtra el acontecer y se le asigna
su lugar en el campo social, en alguno de los dominios existentes en el mapa, se postula e
impone como patrón de lectura preferente, como “gramática de reconocimiento”, en
correlación con la de producción (Verón, 2013), que imprime en el texto las huellas del
“orden institucional-político e ideológico” dominante.
La ingente proliferación de libros de uso didáctico destinados al mercado educativo
_del que parte del público es “cautivo”; a la que vez que renuevan constantemente, y
oxigenan este sector económico, en general, de un importante desarrollo_, se subordina al
imperio de la industria cultural, que puede o no mercantilizar la existencia, pero sí
industrializa (y mercantiliza) el conocimiento (escolar en general, histórico en particular),
cuya mediación, junto con las relaciones sociales involucradas, normas, los valores y
sentimientos, llevan a cabo esos libros.186

185
S. Hall considera que el interrogante, tal vez más difícil, para una teoría materialista es “cómo pensar la
relación entre la producción material y social y el resto de una formación social desarrollada”. En su opinión,
los massmedia lideran en la esfera cultural de las sociedades capitalistas contemporáneas; de su mediación
depende la producción y el consumo del conocimiento social. Establece tres funciones de los “medios”
respecto del “trabajo ideológico”: 1- suministrar y construir selectivamente el conocimiento social, la
imaginería social para percibir los “mundos”, las “realidades vividas” de los otros y reconstruir
imaginariamente sus vidas y las nuestras en un “mundo global” inteligible; 2- reflejar y reflejarse en la
pluralidad que define a las sociedades modernas, en cuanto a las diversidad de esquemas de vida,
clasificación y orden; el trabajo ideológico consiste en ofrecer mapas no sólo para saber más sobre el mundo
sino para darle un sentido, el promovido, frente al excluido, lo que es terreno de lucha; 3- organizar, orquestar
y unir lo que se ha representado y clasificado selectivamente; producir consenso y legitimidad. “La cultura,
los medios de comunicación y el ‘efecto ideológico’”, en J. Curran et al., comps. (1981) -para lo ideológico,
S. Hall parte de Voloshinov-. En la tradición de los Estudios Culturales, los trabajos pioneros de R. Hoggart y
R. Williams; y más recientes, los de J. Curran et al. (1998).
186
Horkheimer y Adorno, “La industria cultural”, en Horkheimer y Adorno (1987). En ete maremágnum
tecnológico, massmediático, industrial, global, de espectacularidad, estetización, “pantallización”, que se
extiende continuamente, los formatos audiovisuales ocupan un lugar cada vez más preponderante y revisten
gran interés para el estudio inter o multidisciplinar.
151
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

MEMORIA

“Sólo una cosa no hay. Es el olvido.


<...>
Ya todo está. <...>
Y todo es una parte del diverso
Cristal de esa memoria, el universo;
no tienen fin sus arduos corredores
<...>”.
(J. L. Borges: “Everness”, El otro, el mismo)

Una llave para re-abrir este coloquio y el proceso indagatorio, en relación con lo
concebible (lo que es posible imaginar, pensar, conocer, decir, representar, saber y hacer:
las posibles semiosis); lo deseable (lo que queremos que sea, lo que debe-mos ser, saber y
hacer: guía y faro de nuestras odiseas); lo experimentable (para comprender, no sólo la
historia nacional, sus narraciones y enseñanzas, sino esa “memoria del mundo, cuya
metamorfosis sin fin se llama historia”, nuestra historicidad que se juega en esa “eterna
juventud del mundo cuya repetición sin fin se llama Fiesta”)187. Factura/textura tricotómica
de la posible, deseable, experimentable metamorfosis.
La clave conjetural es la tríada (y ‘continuidad’) comunicación-memoria-vida
cotidiana, cada uno de los cuales elementos refiere algo humano fundamental,
respectivamente:
-la compleja trama de las mediaciones en y por las que (nos) hacemos (en y junto
con) el mundo;
-el maravilloso y quimérico jano bifronte que nos abre toda la posibilidad del
futuro, cuya clausura es poco creíble, pues el horizonte se des-marca a cada paso que
damos; esa suerte de cuarta dimensión (Borges: “Adrogué”), que erige el tiempo (Borges:
“El instante”) y fragua lo que somos, queremos, podemos y hacemos;
-el cronotopo primero y matricial, origen y destino de todas las partidas.

Los modos histórico-culturales de orientación colectiva dentro de la realidad, que


son las formas discursivas y textuales, son actualizados (efectuados) en el proceso de
mediación pedagógica, y de mediación en general, como ciertos y determinados modos (y

187
R. Debray (1995).
152
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

modas) de percibir, sentir, interpretar, comprender, decir, enseñar y aprender la realidad


(histórica; actualidad, etc.). Modos y modas de inscribir las evoluciones (y las
in/re/circunvoluciones) de nuestro hacer histórico-social, sus progresos (y regresos), en la
memoria. Memoria destinada a la trans/formación y la trans-misión histórica de las
“tradiciones”, llave maestra para atestiguar nuestro finito acontecer en el mundo, (en) cuyo
“cuidado” (nos) (com)prometemos, (con) a nuestros herederos, en cada inscripción,
documentación, rendición de cuentas, con cada monumento de con-memoración y cada
“obra” de re-memoración, que (se) re-acomoda (en) el “cofre de la muerte” (cit. por
Vattimo) y con-forma el archivo de nuestro imaginario (“radical”) “secularizado”, al
compás (uno y otro) de la “im-posición” y “dis-locación” de nuestra experiencia tardo-
moderna; y portentoso “laboratorio experimental” de otros “mundos posibles”, una de
nuestras “chances” de re-escribir el argumento, que es el universo, como un “magno
poema”. Me-rodeando las fronteras de nuestra vida (histórica), contemplando el
“Crepúsculo de los ídolos”, las sombras se desvanecen, o confunden y “Donde no hay
sombras los fantasmas no existen, sólo la memoria pervive”. Para terminar de anudar el
lazo, de cuño artístico: “Al fin y al cabo creemos en la memoria” (“lo único verdadero”);
“Pero la memoria es invención”.188

El orden de la memoria
“Somos nuestra memoria,
somos ese quimérico museo de formas inconstantes,
ese montón de espejos rotos.”
(J. L. Borges: “Cambridge”, Elogio de la sombra)

En el manual operan las matrices de la historia de Occidente, y de nuestra Gran


Memoria, que son la paideia, la filosofía, la política y la democracia; y también las
matrices de la modernidad, que son la escuela y la crítica, en la re-formulación del proyecto
de autonomía, con rumbos y paraderos diversos y hasta desconocidos y temidos. El manual
(los massmedia, etc.) es partícipe (principal o convidado de piedra) de la fiesta de
resurrección de cada sentido, (re)generado, olvidado, re(a)cordado en el diálogo de corta,

188
La constelación semántica de este párrafo está estructurada a partir del continuo tópico: archivo (en la iso-
topía “episteme”-“tópica”) de Foucault; imaginario (instituido/instituyente-radical: magma de significaciones)
de Castoriadis; im-posición (Ge-Stell)-dis-locación/dis-torsión-re-memoración-chance, de Vattimo (en re-
apropiación de Heidegger, excepto el último). El Universo en cuanto argumento, como una grandiosa obra de
arte, un argumento logrado como poema y el poema como argumento; y también nuestro ideal de hacer el
mundo y la vida cada vez más razonable, de Peirce. El crepúsculo de los ídolos, de Nietzsche. Las dos
últimas citas, de los filmes Remando al viento, dir. G. Suárez; y de Lisboa story, dir. W. Wenders.
153
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

media y larga duración, el cual no admite la primera ni la última palabra, y para cuyo
contexto no existen fronteras (“asciende a un pasado infinito y tiende a un futuro
igualmente infinito”: el Gran Tiempo)189.

La memoria dramatiza un papel protagónico, en la “eterna transformación” (del


sentido) del pasado (del hombre) (Bajtin, 1985): sujeto y objeto de las ciencias humanas, el
hombre, en cuanto ser expresivo y hablante enredado en historias, en (el) medio de sus
objetivaciones espaciotemporales, cuyo carácter inconcluso debe ser re-conocido,
comprendido y valorado con humildad y piedad (ídem).
Le Goff (1991b) aborda la memoria colectiva como partícipe de las Ciencias
Humanas (“sustancialmente de la historia y de la antropología”). La memoria puede ser
objeto de estudio, exploración y experimentación en diversos campos científicos y
tecnológicos -sicología, neurofisiología, biología, siquiatría, informática-, todos los cuales
han avanzado importantes aportes al desarrollo y esclarecimiento de esta problemática,
tanto más relevantes si se tiene en cuenta la índole pedagógica-escolar de los procesos
comunicativos involucrados en nuestro propio universo de análisis, el nivel en el que estos
se desenvuelven y el estadio del educando que recurre al manual para estudiar historia.
Sin embargo, el orden de la memoria que concita mi interés (y delimité en mi
estudio) comprende la memoria social, histórica, cultural; más específicamente (según la
remisión eslabonada, al capítulo anterior) la memoria semiótica, la memoria semiosférica,
matriz de la memoria colectiva. Una fuente primaria del enfoque delineado es la obra de
Maurice Halbwachs (1877-1945), una de las pioneras en las ciencias humanas y sociales
respecto de “la memoria colectiva”190: materia del lazo social y el vínculo histórico entre
contemporáneos, antecesores y sucesores, los sujetos, la familia, los grupos, las sociedades.
Respecto de la discusión sobre memoria colectiva y memoria individual, dice: “<…>

189
El último trabajo escrito por Bajtin (apuntes que parten de un esbozo de fines de 1930 o principios de
1940; reducidos en el mismo lugar). Sobre el método de la comprensión, dice: “En el proceso real y concreto
de la comprensión, estos actos <aislados en que puede ser desmembrado> están indisolublemente unidos,
pero cada acto tiene una independencia ideal de sentido (de contenido) y puede aislarse del acto empírico
concreto”: 1. percepción del signo; 2. reconocimiento (como algo conocido o desconocido); 3. la
comprensión de un significado repetible (general, de la lengua p.e.); 4. la comprensión de su significado en un
contexto dado (próximo o alejado); 5. la comprensión dialógica activa (discusión, consentimiento). Esto
supone la inclusión en el contexto dialógico y el momento valorativo. “Hacia una metodología en Ciencias
Sociales”, Bajtín (1985).
190
Título del libro póstumo (2011 [1950]). Continuó de alguna manera y reorientó las sendas de Bergson y
Durkheim, porque como decía él mismo (retomando el argumento de Mauss), “no hay obra científica a la que
nuevas experiencias no obliguen a revisarla y completarla” (R. Sidicaro, “Maurice Halbwachs: creatividad y
rigor sociológico”, como prólogo a Halbwachs, 2011).
154
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

nuestros recuerdos siguen siendo colectivos, y nos son recordados por los otros, incluso
cuando se trata de acontecimientos de los que sólo nosotros hemos participado y de objetos
que sólo nosotros hemos visto. En realidad, nunca estamos solos. No hace falta que otros
hombres estén allí, que se distingan materialmente de nosotros: porque siempre con
nosotros y en nosotros una cantidad de personas diferentes” (p. 68). Los recuerdos son
reconstrucciones (de andadura histórico-social) a partir del presente y re-anudan las
experiencias y la temporalidad (entre otros soportes, a partir de “cuadros sociales de
memoria”, ´titulo del primer libro sobre el tema [1925]). En cuanto a la disquisición sobre
memoria colectiva y la memoria histórica, dice:
“Todavía no estamos acostumbrados a hablar de la memoria de un grupo, ni siquiera
metafóricamente. Parece que semejante facultad sólo pudiera existir y durar en la medida
en que estuviese ligada a un grupo o a un cerebro individual. Sin embargo, debe admitirse
que los recuerdos pueden organizarse de dos maneras: pueden agruparse alrededor de una
persona definida, que los considera desde su punto de vista, o bien pueden distribuirse en el
seno de una sociedad grande o pequeña, de la que no constituyen sino imágenes parciales.
Entonces, habría memorias individuales y, si se quiere, memorias colectivas. En otros
términos, el individuo participaría de dos tipos de memoria.” (p. 99)

A diferencia de la historia, que “es una y puede decirse que no hay más que una
historia” (de Argentina, de Misiones, de Posadas), “existen muchas memorias colectivas”,
pues 2toda memoria colectiva tiene por soporte un grupo limitado en el espacio y en el
tiempo. No se puede reunir en un solo cuadro la totalidad de los acontecimientos pasados,
salvo a condición de arrancarlos de los grupos que conservaban sus recuerdos” (pp. 132-
133).

Una precomprensión de una noción de tal magnitud como ‘memoria’, sus múltiples
interpretaciones, re-apropiaciones y algunas relaciones entre estas, puede sugerir la
creación literaria y ensayística de Borges. Su obra fue oportunamente la motivación y
fuente de mi propia búsqueda y reflexión acerca de estos tópicos, cuando aún (yo) no
sospechaba (estilema borgeano) que por estos rumbos deambularía en estos tiempos
presentes de finales de siglo (pasado, al momento de diseño del proyecto de tesis),
momento de resolución (siempre parcial) de mi “destino” (el verso de Borges especifica
“sudamericano”); lo cierto es que este proyecto de investigación se inscribe y cobra (otro)
sentido en ese otro proyecto, no registrado pero sí desarrollado de cierta manera y en
alguna medida durante unos cuantos años hasta hoy, cuya gran tópica es la memoria. Así
por ejemplo, Borges escribe lo siguiente en Historia de la eternidad: “El universo requiere

155
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

la eternidad. <...> la conservación de este mundo es una perpetua creación y <que> los
verbos conservar y crear, tan enemistados aquí, son sinónimos en el Cielo” (no importa,
para el caso, que se impute esta afirmación a los teólogos). Y más adelante:
“Es sabido que la identidad personal reside en la memoria y que la anulación de esa
facultad comporta la idiotez. Cabe pensar lo mismo del universo. Sin una eternidad,
sin un espejo delicado y secreto de lo que pasó por las almas, la historia universal es
tiempo perdido, y en ella nuestra historia personal -lo cual nos afantasma
incómodamente”.

Desde una perspectiva de “larga duración”, pero también con una mirada de corto
alcance, tanto la memoria individual como la memoria colectiva siguen un derrotero
complejo, plural y diverso, al hilo de los procesos onto y filogenéticos, de “evolución” (de
la especie) y “desarrollo” (del equipamiento semiótico), así como de diversificación
histórico-social y cultural. Tanto una como otra experimentan transformaciones, y pueden
sufrir perturbaciones, como la amnesia, mengua o parálisis de la capacidad mnésica, que
pueden producir perturbaciones de la identidad individual y/o colectiva. También
constituye un cuadro de trastorno el que presenta “Funes el memorioso”, un caso de
prodigiosa memoria registrado por Borges. Ireneo Funes “no sólo recordaba cada hoja de
cada árbol de cada monte, sino de cada una de las veces que la había percibido o
imaginado”; esto lo disuadió de hacer el “inútil catálogo mental de todas la imágenes del
recuerdo”: Puro memoria y memoria pura —“Mi memoria, señor, es como vaciadero de
basuras”, —dice Funes, Funes no podía olvidar, y “no era muy capaz de pensar”, esto
supone “olvidar diferencias, es generalizar, abstraer”, y en su abarrotado mundo “no había
sino detalles, casi inmediatos”. Una memoria saturada es también una memoria esclerótica;
y no menos valioso es el arte del olvido (necesario para vivir), que Nietzsche recomienda al
hombre moderno.191
En la actualidad, prácticamente (esto es, al menos en términos teóricos) ya no
representa un serio inconveniente la conservación y/o reproducción del acervo colectivo,
por el recurso a los dispositivos electrónicos-inteligentes. El desafío a la imaginación y el
poder de decisión reside en la gestión de lo registrado y conservado, a un ritmo
vertiginosamente acelerado, de modo tal que esta prodigiosa capacidad podría configurar
un nuevo síndrome: nuestro “mal de archivo” (tema de Derrida en el libro del mismo

191
Sobre memoria en otros campos disciplinares, vid., entre otros, F. Manes, Usar el cerebro, Buenos Aires,
Planeta, 2016; R. Quian Quiroga, ¿Qué es la memoria?, Buenos Aires, 2015, y Borges y la memoria, Buenos
Aires, Penguin Random House Ed., 2017; F. Ballarini, Por qué recordamos lo que recordamos y olvidamos
lo que olvidamos, Buenos Aires, Sudamericana, 2017.
156
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

nombre). No sólo celebramos los grandes acontecimientos que jalonan nuestra biografía y
los de nuestra vida socio-histórica, sino que además (a la vez) los registramos y luego
debemos hacernos el tiempo necesario para ver el video, las fotos, los massmedia, seguir
las redes sociales.
La constitución y administración del archivo de la humanidad excede el dominio de
una persona, una colectividad o del Estado, y la política del archivo ya no puede seguir
acotada poco más o menos al “archivo nacional”, con los problemas concomitantes de su
institución, conservación, acceso, los cuales refieren a las condiciones formales y reales de
democracia al respecto. La disponibilidad de las prótesis archivísticas (para usar los
términos de Derrida; las “extensiones” de la memoria, para usar los de Mc Luhan) plantea
algunas coincidencias y contradicciones. Entre la aceleración del tiempo (que afecta la
duración de las imágenes y de las cosas, y la memoria) y la “vocación memorialista”, por
un lado; y entre el trabajo para que “las cosas y las imágenes envejezcan” y, a la vez, para
“conservarlas como signos de identidad” en el gran teatro de la globalización y la
mundialización, por otro.192
Por paradójico que pueda parecer, la cuestión del archivo no es una cuestión del
pasado, sino del/lo por-venir: “la cuestión de una respuesta, de una promesa, de una
responsabilidad para mañana” (el tiempo por venir)193. Más allá del sentido común que le
asigna un lugar para la conservación (reserva) y le encomienda las operaciones de custodia,
repetición (del pasado), se trata de la experiencia irreductible del porvenir, la afirmación de
lo que de-vendrá, de toda apertura, y toda esperanza. De ahí también lo perturbador y lo
turbio del archivo: la singularidad irremplazable de lo pasado, el documento/monumento,

192
A propósito de esta ecuación, tiempo y memoria, dice Beatriz Sarlo: “El presente, amenazado por el
desgaste de la aceleración, se convierte en materia de la memoria” (“El tiempo y la memoria”, en el diario La
voz del interior, Suplemento Temas, 06/04/1997, Córdoba). Vid. Sarlo (2005).
A. Matelart distingue los términos mundialización y globalización, algunos de los “conceptos trampas” en
uso. El primero hace referencia a la dimensión geográfica del proceso; el segundo, que remite a una filosofía
(holística; la idea de unidad totalizante o sistémica), a una “visión cibernética de la organización funcional de
la economía mundial y de sus actores”; este concepto “prêt-à-porter ideológico” del globalitarismo, que se
expande desde el campo financiero a todos los procesos de integración mundial, presenta como única
alternativa para la reconstrucción del mundo la lógica de la homogeneización. La(s) lógica(s) global(es)
pretende(n) penetrar cada vez más intersticios de nuestras vidas (el mercadeo de la sociedad), de modo que el
problema se localiza “en el nivel de las trasformaciones de las estructuras de la sociedad a partir de las
lógicas de la internacionalización”. (“Intelectuales, comunicación y cultura: entre la gerencia global y la
recuperación de la crítica”, entrevista con A. Mattelart, Causas y azares Nº 4, invierno/1996, Buenos Aires).
V. Mattelart y Mattelart (1997); el término globalización fue tomado del inglés y se extendió en la década del
ochenta “a partir de la geoeconomía y de sus redes técnicas de transmisión de la información en tiempo real”
(pp. 117-19). Respecto de la problemática del archivo (mundial, digital), cfr. García Gutiérrez (2004),
Doueihi (2010), Maldonado (2007).
157
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

que hay que resguardar, interpretar, reproducir, pero en su unicidad original cada vez (su
doble carácter de abierto y cerrado); y la pasión de archivo (que nos puede), el deseo
compulsivo, repetitivo y nostálgico, de retorno al origen, al “lugar” del “comienzo” y de la
“ley” (el retorno de/a lo “arcaico”). Y también de ahí su impronta política y la importancia
de la operación archivística. Porque si no hay porvenir sin trans-curso de lo pasado,
siempre es el caso de una re/producción; y nuestro devenir y el futuro tienen como una de
sus condiciones de posibilidad la repetición, pero no siempre sin diferencias (y différance).
Lo que se pretende señalar es la importancia del archivo: como práctica de
almacenamiento, acumulación, preservación; como principio de autoridad que sanciona el
valor, esto es la significación, de lo que así se guarda; como institución cuyas funciones e
incumbencias consisten en la impresión, re-impresión, supresión, des-compresión,
represión de las marcas, las huellas, los engramas de la memoria. Los dispositivos de
archivación no sólo registran, sino que producen el acontecimiento, institucionalizan lo
archivable; las técnicas y los soportes de archivo no sólo almacenan y conservan un
contenido archivable (pasado) sino que condicionan la estructura del contenido, en su
emergencia y su relación con el futuro. Los medios y modos, las técnicas y operaciones de
la memoria (se) transforman (junto con) la estructura, las formas y el significado de lo
memorable.

El archivo, entonces, es preponderante en los procesos de conformación del


“imaginario”, y ciertamente relevante en/para la deriva y las derivaciones del “hacer
histórico-social”. Así se han realizado numerosas investigaciones, que dan lugar a
diferentes reflexiones y posturas, acerca de las transformaciones de la memoria ligadas, por
ejemplo, a la aparición de la escritura, la imprenta, los medios electrónicos de
comunicación y la tecnología informática194.

193
Tomamos algunos rasgos de la “impresión freudiana” de J. Derrida (1997), a propósito del “mal de
archivo”.
194
J. Le Goff (1991b) intenta un “estudio histórico de la memoria histórica”, el que, en su opinión, debe
“atribuir una importancia particular a las diferencias entre sociedad de memoria esencialmente oral y sociedad
de memoria esencialmente escrita, y a períodos de transición de la oralidad a la escritura” (p. 134). Propone
el siguiente orden: 1) la memoria étnica (sin escritura); 2) el desarrollo de la oralidad a la escritura (de la
prehistoria a la antigüedad); 3) la memoria medieval (equilibrio entre lo oral y lo escrito); 4) la memoria
escrita desde el siglo XVIII; 5) las mutaciones actuales de la memoria. Para ello se inspira en la división en
cinco períodos establecida por A. Leroi-Gourhan: el de la transmisión oral, el de la escrita (tablas, índices), el
de las simples esquelas, el de la mecanografía, el de la clasificación electrónica por serie. Vid. J. Gooddy
(2015), J. Gould (2007).
158
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Los sistemas de memoria colectiva, “la más social de las instituciones”


(Halbwachs), sistemas de comunicación (tecnología/institución), como son el oral, el
escrito, el audiovisual, por ejemplo, han dado lugar al desarrollo de estrategias específicas
para construir y controlar la memoria social. Como sistemas de registro, seleccionan la
“información” (que estará) disponible, fijan y proyectan hacia el futuro la información
recogida, establecen normas y pautas de selección y organización de la misma; los tres
sistemas contribuyen a la transformación de la organización social. El empeño por
mantener(se), en tanto instituciones, se puede apreciar en su poder constitutivo y
regulativo, de convenciones, prácticas, rituales, rutinas, en su accionar más o menos central
respecto del control y la organización del pasado y el futuro de una formación social, por el
recurso a, y el control de, la información195. Esto es, su rol destacado en el funcionamiento
de los engranajes de saber y poder, las máquinas del creer, que también mueven y
modelizan el cuerpo social.
En la ronda de los dones, la invención de Theuth196, como el legado de Prometeo,
está estrechamente ligada a la praxis, como medio y manera de impulsar determinados
intereses prácticos relacionados con el ejercicio del poder, la autoridad, la ley, la
posibilidad y consolidación del conocimiento científico, y el fortalecimiento de los
sistemas de dominación (Lévi-Strauss, 1970; Calvet, 1984; Mc Luhan, 1985; Goody,
2015). Entre las “implicaciones de la escritura”, Jack Goody197 afirma que, en primer lugar,
“permite la transmisión cultural (no genética) de generación en generación” (de modo
indirecto, independiente de la situación, y en forma ampliada); esto significa “que se hizo
posible reconstruir el pasado de forma radicalmente distinta”, de manera que el “mito” fue
complementado e incluso sustituido por la “historia”; la “preservación conduce a la
acumulación, y la acumulación a la posibilidad cada vez mayor de un conocimiento cada
vez más amplio”. La escritura “es, en efecto, la primera etapa de la preservación del pasado
en el presente”, a ella está ligado el cambio del “mundo del hombre, tanto en lo interior
como en lo exterior”: La aparición de la escritura corre pareja con el crecimiento de las
civilizaciones urbanas, no solo como consecuencia sino también como condición de ese
desarrollo, de donde su circunscripción a los ámbitos del gobierno, la economía política, la

195
T. Mollá y A. Viana, “Sistemas de memoria social”, en Cursos de sociolingüística 2, Alzira, Edics.
Bromera, 1989. Trad.-mimeo, Facultad de Filosofía y Letras (UBA), 1991. Cfr. Feierstein (2012), Jinkis
(2011).
196
Esto es el arte de la escritura (Platón, Fedro).
197
J. Goody, “Alfabetos y escritura”, en R. Williams, ed. (1992, vol. 1).
159
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

religión, la educación. La escritura, los modos, medios y las formas de este tipo de trabajo
social, y luego las técnicas de impresión y reproducción en serie, tienen que ver con el
desarrollo de nuevos campos de saber y nuevas formas de conocer, así como con la
afectación de “la forma de la inteligencia práctica del hombre, sus procesos cognitivos”.

Ya se trate del “patrimonio genético”, la “memoria de largo alcance” o de la


“memoria activa” (términos de Goody), el problema es retener cierto repertorio de
informaciones, su disponibilidad y posibles variaciones, así como su codificación, las
claves de acceso y los márgenes de uso. Mas, la memoria parece el suelo del hombre, de las
sociedades y las culturas: “A partir del homo sapiens la constitución de un aparato de la
memoria social domina todos los problemas de la evolución” (Leroi-Gourhan <1964-
1965>, cit. por Le Goff, 1991b: 181). La memoria es de capital importancia para la
supervivencia de las formaciones sociales y para la conformación de la identidad,
individual y colectiva.
La memoria es conquista; instrumento y mira de poder; objeto de “lucha por el
dominio del recuerdo y de la tradición”, y de manipulación (Le Goff). Si “Quien controla el
pasado controla el futuro, quien controla el presente controla el pasado” (G. Orwell), se
puede entender, si no aceptar, las empresas denodadas de “invención de la tradición”, la
ingente “inversión” para inventar un pasado adecuado cuando este no existe, porque el
pasado es un factor esencial de legitimación del que echan mano, por ejemplo, los
movimientos nacionalistas y fundamentalistas (y lo propio hacen algunos proyectos
políticos e ideológicos o gobiernos respecto del pasado más o menos lejano y cercano):
“Cuando el presente tiene poco que celebrar, el pasado proporciona un trasfondo más
glorioso” (Hobsbawm, 1998: 17). Aunque la memoria ofrezca cierta resistencia a la
vigilancia oficial, los “aparatos ideológicos” oficiales no se distraen de su función de
organizar los “lugares” de la memoria: archivos, museos, bibliotecas, plazas, monumentos,
academias, etc.; y supervisar la celebración de los ritos conmemorativos; así como de
gestionar las instituciones mediadoras de re-producción de la memoria (además de las
anteriores, las otras agencias que integran el conjunto de los aparatos ideológicos oficiales
(y no oficiales o contra oficiales, según el caso, el estado del campo de batalla) de la
memoria: massmedia, bancos de datos; escuela).
A criterio de Jacques Le Goff (1991b), compete a los “profesionales científicos de
la memoria” (antropólogos, historiadores, sociólogos… comunicadores, periodistas…)
160
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

“hacer de la lucha por la democratización de la memoria social uno de los imperativos


prioritarios de su objetividad científica” (p. 183).

El aula de la memoria
“<...> el olvido
es una de las formas de la memoria, su vago sótano,
la otra cara secreta de la moneda”.
(J. L. Borges: “Un lector”, Elogio de la sombra)

El mundo es cristalización de la memoria. La apertura de las “arcas” de la memoria


es la apertura de los “mundos posibles”. El espesor de la memoria es la sedimentación
inconmensurable, de insondables capas entretejidas de recuerdos y olvidos, selecciones y
combinaciones, descartes y rescates, re/invenciones y trans-formaciones de una
profundidad temporal y una vastedad espacial tales, que cualquier intento de aprehensión
resultará fatalmente en fracaso; pero esta prodigiosidad revela la prodigalidad misma de
este seno (del mundo) en el que puede germinar cualquier gesto, también el anhelo de su
descubrimiento, conquista y colonización. El ‘mundo’ es la morada y la vida de la
memoria.
En la memoria del mundo también se re/producen resignificados cada vez los
vestigios de (la) ‘memoria’: cada una de las invocaciones que in-auguran mundos posibles.
Mnemosine: madre de las musas… “Háblame, Musa, de aquel varón de multiforme ingenio
<…>”, es una de estas escenas enunciativas primarias; “Pido a los Santos del Cielo /que
ayuden mi pensamiento: /les pido en este momento /que voy a cantr mi historia, /me
refresquen la memoria /y aclaren mi entendimiento <…>”, es otra escena muy conocida
por nosotros, que a su vez ejercita la ‘memoria’ y exhibe sus (per)duraciones y
re/creaciones permanentes; cada uno de los templos donde se ponen mano a la obra la
imaginación y la creación (museo: templo de las musas); todo ejercicio de la facultad de
conservar el pasado (mnéme) y de la facultad de volver a llamar aquel pasado (anamnesis);
y cualesquiera proyectos de institución de prótesis de la memoria (hypómnesis); todas las
artes de la memoria y el infatigable ingenio mnemotécnico; el registro recordatorio de los
mártires (libri memoriales, necrologías, obituarios), el emplazamiento de sus tumbas
(*memoria, confessio, martyrium), el culto de los muertos (reliquias), la introducción de
los nombres de los muertos como parte del canon de la misa (memento); los documentos
señoriales, de legitimación y reivindicación de los derechos, respecto de la tierra

161
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

(cartularios), y respecto de los hombres (genealogías); las escrituras reales, de tipo


financiero, recogidas en registros (memoriaux), los inventarios y registros urbanos,
custodiados por cuerpos municipales, como bases fundacionales de la identidad, y la
sustentación del poder (archivos notariales); sin agotar el espectro, la creación de los
archivos nacionales, la monumentalidad y la documentalidad conmemorativas; y en los
últimos surcos, la memoria computacional, los bancos de datos, la red de redes198 .

Se puede prestar oídos a la imaginación poética borgeana, en tono de confesión:


“Sé que una cosa no hay. Es el olvido;/ Sé que en la eternidad perdura y arde/ Lo mucho y lo
precioso que he perdido <...>” (“Ewigkeit”, El otro, el mismo).
Y a las confesiones agustineanas, en tono de meditación:
“Yo estoy cierto que recuerdo el olvido mismo con que se sepulta lo que recordamos”
(Confesiones, Libro X, cap. XVI); “No se puede, pues, decir que nos olvidamos totalmente,
puesto que nos acordamos al menos de habernos olvidado, y de ningún modo podríamos buscar
lo perdido que absolutamente hemos olvidado” (ídem, cap. XIX).
En tono sicoanalítico, Derrida (1997) no cree que la contradicción entre el acto de
memoria o archivación y la represión permanezca irreductible: “Como si precisamente no se
pudiera recordar y archivar lo mismo que se reprime, archivarlo reprimiéndolo (ya que la
represión es una archivación), es decir, archivar de otro modo, reprimir el archivo archivando la
represión” (p. 72).
Como facultad del alma, como una de las imágenes de la trinidad en el hombre (junto con
el intelecto y la voluntad), en los “campos y anchos senos de la memoria” están los tesoros de
innumerables imágenes de toda clase de cosas acarreadas por los sentidos _como dice Stephen,
en Ulises de James Joyce, cap. 3, mientras pasea por la arena: “Tomar todo, conservar todo. Mi
alma camina conmigo, forma de las formas”. “Allí se halla escondido cuanto pensamos”. Una
vez “allí”, algunas de las cosas cuya presencia pedimos se nos presentan de inmediato, otras se
resisten; algunas irrumpen en tropel, y se interponen en el camino de las que queremos, otras
acuden fácilmente y no entorpecen el flujo de las que siguen (cuando se narra algo de
memoria). También “allí” se hallan “guardadas de modo distinto y por sus géneros todas las
cosas que entraron por sus puertas” (luz, colores, formas, sonidos, olores, sabores, texturas,
etc.), todo lo cual acoge el “gran receptáculo de la memoria”, para recordarlas cuando fuere
necesario.
Sin estar en presencia de las cosas, “sólo con el recuerdo, prefiero la miel al arrope y lo
suave a lo áspero”. Todo esto es posible hacer “interiormente en el aula inmensa” de la
memoria. Allí uno puede encontrarse consigo mismo, y acordarse de uno mismo y de lo que
hizo; allí están todas las cosas que se recuerdan haber experimentado o creído; las afecciones
del alma; y también lo que se ha aprendido, y el modo en que se las aprendió, y sus
significados, verdades y falsedades, errores y aciertos, objeciones, contraposiciones y
negaciones, cuyo recuerdo re-actualizan el sentido de lo que se recuerda, aprende, piensa,
siente. Agustín se admira (y se llena de estupor): “Grande es esta virtud de la memoria, grande
sobremanera” (Idem, Libro X, caps. VIII-XIV).

Fuente y manantial, “lugar” y ejercitación (y lugar de ejercicio), el juego dialéctico


de la memoria hará posible el examen (de conciencia), la introspección; la re-construcción
de los dramas y las tramas en los cuales re-configuramos el papel que representamos en los

198
El ayuda-memoria lo proporcionó Le Goff (1991b); también de Certeau (1993, 1995) y Derrida (1997).
162
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

múltiples y diversos escenarios de nuestra vida. El examen de este juego retiene algunos
motivos de pre-ocupación que pueden alentar un análisis que atienda las vinculaciones
estrechas entre la memoria y el aprendizaje. El análisis, no sólo de los contenidos, tipo y
calidad, de lo que se aprende, sino de los modos y formas del aprendizaje, las razones
aducidas para aprender y las metas establecidas, puede contribuir a la señalización de otras
rutas viables para arribar a otro orden de memoria, en cuyas aulas inmensas, arduos
corredores sin fin, sea posible experimentar otro modo de re-coger, coligar y colegir, lo que
pasa por sus puertas, lo que allí se aprendió, se sintió, imaginó, soñó; y también lo que se
olvidó, porque la “memoria retiene el olvido” (Agustín, ídem, cap. XVI)199.

Por su parte, los autores reunidos en Memoria compartida200 coinciden en su


rechazo de una concepción de la memoria “sicológica” (“dura”, parcial, <intra>individual,
como proceso o contenido) y tienden a la búsqueda de nuevos marcos paradigmáticos para
interpretar el fenómeno de la memoria, el recuerdo y el olvido como actividades
inherentemente sociales, desde enfoques más bien interdisciplinares. M. Cole dice, en el
Prefacio, que el estudio de la memoria como “proceso constituido socioculturalmente en el
que lo individual y lo social se unen en artefactos culturales”, supone un desafío a la
organización del trabajo científico, a la vez que señala la posibilidad de otra cartografía del
campo científico. Los compiladores advierten que los estudios reunidos, que examinan la
memoria como proceso social, que analizan el carácter socialmente organizado del
recuerdo y el olvido como formas de acción social que suponen la ideología y el poder, no
son, “ciertamente, la norma en la sicología”. Por ello es uno de los propósitos del libro
aportar ejemplos de programas de investigación sobre los procesos cognitivos “como
organizados sistemáticamente dentro de las prácticas sociales”, observar la cognición en el
contexto de las prácticas cotidianas, su distribución (no división) entre cuerpo, mente,
actividad y entornos organizados culturalmente. Los mismos compiladores presentan, en la
Introducción, los temas comunes en términos de preguntas, las respuestas afirmativas o
negativas a cada una de las cuales se puede encontrar en los distintos capítulos. Algunas de
tales respuestas son: -no es que los procesos de la memoria, su organización, sean

199
Freud, en “El malestar en la cultura”, considera que la conservación de lo pasado es una propiedad de la
vida anímica, donde los estadios anteriores pueden persistir conservados junto a la última forma; lo mismo se
extendería a los procesos de desarrollo cultural (la comparación que hace Freud entre el pasado del alma y el
de Roma). Ver más atrás, la nota correspondiente, sobre Derrida.
200
D. Middleton y D. Edwards (comps.) (1992). Vid. F. Bartlett (1995).
163
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

esencialmente sicológicos e individuales, sino que tanto los procesos como los contenidos
de la memoria son sociales; -la naturaleza social de la memoria se extiende hasta el propio
proceso de recordar; se requiere la cooperación de estudios sobre la base individual y social
del recuerdo; -la capacidad de recordar se desarrolla mediante la acción conjunta de
recordar a la vez; -pueden adelantarse “afirmaciones más rotundas sobre la naturaleza
social de los recuerdos como rasgos simbólicamente significativos, comunicables,
convencionales, variables, manipulables y discutibles de una existencia culturalmente
localizada”; -las instituciones autentifican y legitiman, de modo diverso, lo que debe ser
recordado y olvidado en sus archivos e intervenciones; -la “conciencia individual está
construida por -y restringida a- prácticas sociales simbólicas y al significado simbólico de
un mundo material”.
Seis ejes estructuran el volumen:
 Recordar juntos: la evocación de experiencias compartidas por un grupo o comunidad
implica la reinterpretación del pasado y la reconversión de la base de futuras
reminiscencias; una comunidad lo es de recuerdos; estos son socialmente re-construidos,
según las prácticas, modalidad y formas del propio proceso de evocar en común, y el
contexto; el significado es construido, o redescubierto, conjuntamente, tanto en una
conversación familiar en torno de un álbum de fotos como en una oficina o cualquier
otro ámbito laboral.
 Prácticas sociales de conmemoración: en ellas se conmemora intencionalmente, y se les
adscribe un significado histórico, el pasado, una persona, un hecho; es la forma en que
las comunidades recuerdan y celebran estos hechos y personas que se constituyen en
referentes para la configuración de su identidad y la experimentación del sentido y
sentimiento de pertenencia a la misma. Las conmemoraciones de las grandes fechas y
los héroes propugnan el consenso en torno de la interpretación unánime del pasado, que
acalla las contradicciones.
 Fundación y contexto social de la memoria individual: los procesos y las prácticas de
reconstrucción conjunta del pasado y de conmemoración pública generan marcos de
referencias para aprender a recordar, así como su significado y valor como acción social.
Los ritos conmemorativos, como el “saludo a la bandera” y los “actos patrios” en la
escuela, señalan el carácter sociocultural de la fundación y el contexto de la memoria
individual (del “recién llegado” a la institución, por ejemplo); la experiencia conjunta

164
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

crea la condición y la posibilidad, así como el escenario para actualizar el significado


compartido de lo que se hace y se recuerda.
 Organización retórica del recuerdo y el olvido: las disputas entre las versiones del
pasado estratégicamente construidas, que postulan su candidatura a la validez y el
reconocimiento como la elaboración dominante. Las polémicas y tensiones de carácter
público acerca de la apertura de los archivos, informes, memorias oficiales, al escrutinio
público; la revisión de los mismos y de las versiones del pasado, como parte de las
luchas por la imposición de lo que debe ser recordado u olvidado y del significado
promovido. La verdad del pasado es construida, sometida a discusión, atacada y
defendida.
 Recuerdo y olvido social institucional: la organización social (institucional) del recuerdo
y el olvido ofrecen pistas para reconstruir y analizar aquello que fue objeto de
valoración o cuestionamiento; lo que fue objeto de registro y sanción, y también de
manipulación. La organización y el control institucional del recuerdo y el olvido cobran
importancia en relación con la definición de la identidad e integridad de una comunidad;
la escolarización es uno de los modos de institucionalización del recuerdo y el olvido
“necesarios” para la vida social.
 Modalidades de prácticas sociales: el mantenimiento de tales prácticas, y de las
instituciones, hace posible la continuidad de la vida social y la conformación de la
subjetividad y la identidad. La relación con el pasado es la condición de posibilidad
misma del mundo que hacemos e interpretamos en y por medio de cada uno de los
encuentros, situaciones comunicativas en que participamos, y materializaciones de
significados. El sentido de la persona (el sí mismo) y del mundo se constituye
socialmente de esta manera; son re-producidos en el medio social y cultural, y en
interacción con el mismo.

Las redes de la memoria


“Los días y las noches
están entretejidos (interwoven) de memoria y de miedo,
de miedo, que es un modo de la esperanza,
de memoria, nombre que damos a las grietas del obstinado olvido”.
(J. L. Borges: “East Lansing”, El oro de los tigres)

La globalización que impone como única la lógica de la unificación, la


estandarización, el consumo, el libre cambio (junto con la cual se impone), no puede sino
165
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

des-ocultar la gestación de nuevas formas de des/orden mundial, el trabajo horadante de


las tendencias fuertes hacia la disgregación: los antimundos estratégicos, los frentes de
inseguridad, los bolsones de violencia, los cordones de extramuros urbanos, los enclaves de
residuos y “basuras” de todo tipo, las nuevas reducciones de excluidos; y otras señales de
dislocación entre la globalización tecno-productiva, el campo económico unificado y las
necesidades de las sociedades y las culturas “locales”. Armand Mattelart (en la entrevista
citada) echa de menos una comprensión política del mundo y una crítica. Así, frente a la
propagación reivindicatoria del rol de consumidor o usuario, indica la “toma de palabra”
como una vía democrática (de resistencia) por la que tendría que transitar la ciudadanía en
pos de una cultura de la responsabilidad mundial, que recombine lo “macro” y lo ”micro”:
una apreciación de la “dimensión planetaria de los problemas planteados por un dispositivo
productivo y tecnológico de información y de comunicación que subyace al proyecto de un
nuevo orden para el planeta”; y una territorialidad concreta, el lugar donde se ejerce la
ciudadanía y el contrato social.
Uno de los problemas que permiten visualizar estos des-acoples, estas nuevas justas
en las cuales los gigantes miden sus fuerzas, lo constituye el diseño, ejecución y control de
la arquitectura de las redes informáticas, cuya importancia reside, en cuanto al eje de
reflexión de este capítulo, en su función de vehiculización de la memoria de las sociedades
actuales; y más aún, pues se trata de modelos de memoria, de nuevos y poderosos modos
de “intervención en la formación de la memoria de la Humanidad, presente, pasada y
futura” (ibídem). Mattelart piensa en el riesgo que involucran los sistemas globalizados de
producción, organización y administración (del sentido) de la memoria colectiva (por
digitalización, mediante stocks de informaciones en bancos de datos, concentrados geo-
políticamente, y de gestión centralizada, restrictiva en lo que hace a la acción pública). Con
todo se hace necesario desprenderse de la “ideología redentora” de la comunicación, que
encomienda a esta la misión de salvar el mundo; apartarse de la fe pancomunicacional-
religiosa (resonancia de *religare). Pero con un lastre semejante no debe arrojarse
necesariamente la “esperanza trágica”.201

201
Cfr. N. García Canclini, Ciudadanos reemplazados por algoritmos, Alemania, Bielefeld Universty Press –
Ed. Universidad Gualajara -CALAS, 2019. Disponible:
http://www.calas.lat/sites/default/files/garcia_canclini.ciudadanos_reemplazados_por_algoritmos.pdf.

166
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

La corporización de un ‘nosotros’, la puesta en común del sentido de la experiencia,


la participación en un todo organizado, el sentido y el sentimiento de pertenencia a una
colectividad, la instauración de un lazo perdurable entre los contemporáneos -*religare,
ligar, uno de los significados preponderante de comunicación-, no sería posible sin la
recolección de restos, reliquias, testimonios, sin el reconocimiento de huellas, lo que
procura el vínculo con los predecesores y los sucesores, materializado en lo que se
transmite, para que lo que ha sido vivido, creído, no perezca con “nosotros” y continúe el
entrelazamiento comunitario -*legere, recoger y juntar-202. La prosecución y la reunión son
solidarias entre sí, “componen una sola función de doble ejercicio”. Esta interacción o
dialéctica soporte/relaciones, núcleo del esquema propuesto por Régis Debray (1997), hace
imposible separar la instancia comunitaria del dispositivo de comunicación, la socialidad
de la tecnicidad, el equipamiento de la institución (p. 38), porque “la naturaleza del vínculo
social “ no escapa al “trenzado instrumental de los agregados humanos”, las revoluciones
mediológicas y los puntos de inflexión políticos acusan cierta coincidencia, “cada
transformación mayor en las tecnologías de la letra” trae aparejado “un cambio de la base
de la ciudadanía” _el ideal ortográfico de la Ciudad ateniense, la ley, el ágora, el
ciudadano; el ideal tipográfico de las Luces, la razón, el público ilustrado; el ideal
bibliotecario y escolar de la Segunda y la Tercera Repúblicas francesas, la educación cívica
permanente_ (p. 41).
Debray pregunta si la facultad de simbolización “tendría importancia para los
descendientes si no se le agregara la capacidad de legar los símbolos” (p. 103). Esta
capacidad de historia exige la materialización, la artefactualidad; lo memorable requiere el
monumento. Lo propio del hombre para Debray es su aptitud para “transmitir, de una
generación a la siguiente”, “caracteres adquiridos” (p. 95). En el reino humano “no hay un
solo rincón en el que no hubiese dejado sus huellas quien lo habita” (W. Benjamín, 1989);
el ‘animal semiótico’ que somos es el único que “conserva huellas de su abuelo, y puede
ser modificado por ellas”, puede inventar en la medida en que almacena (Debray, ídem:
96). La invención del porvenir dependerá de la cosecha de lo que se ha sembrado.

202
Cfr. A. Schütz (1993), Schütz-Luckmann (<1973>). Schütz piensa que la historia “puede ser considerada
como una relación-nosotros continua desde los primeros días de la humanidad hasta el presente, relación de
abigarrado contenido y partícipes siempre cambiantes” (1993: 242). El conocimiento del mundo de los
predecesores es mediado, por otros sujetos, o por materializaciones semióticas, por el recuerdo, legado,
transmisión, supervivencia de obras.
167
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

La mnemotécnica (de la cultura), prolongación de la mnemoquímica (de la vida)


por otros medios, es necesaria tanto para la producción del saber como para el devenir
histórico-social. Las limitaciones de la dotación biológica (a partir de su estancamiento
desde el hombre de Neanderthal) son compensadas con creces con la capacidad de
exteriorización, la explosiva expansión de artefactos; y la merma de la facultad de memoria
“individual” (por el uso de los ayudamemorias, al hilo de la discusión del Fedro) tiene
como contrapartida la gran acumulación de “memoria extracerebral”, “el instrumento
colectivo de la humanidad” (Debray, ídem: 109). Se puede apreciar el salto actual,
desconcertante y renovador, de la memoria objetivada a la memoria industrializada (p.
172). La memoria cultural, a diferencia de la memoria genética, es frágil, por cuanto está
condicionada técnicamente; aunque lo adquirido se extienda sobre lo innato y lo releve en
un nivel superior, esta segunda naturaleza no dispone de los “automatismos reproductivos
de lo viviente” (pp. 140-41), y las posibilidades de supervivencias se circunscriben en gran
medida a “la transmisión cultural, y en particular a la educación de los pequeños” (p. 108).
Puesto que el hombre es “el animal que produce técnicamente una cultura” (p. 113), no
deja de ser tentador emprender un estudio de la “tecnogénesis del ser humano” (p. 105),
que no haga prescindible una de otra la cultura y la técnica (p- 148), lo que se hereda y (que
también se transmiten) los modos y soportes de transmisión (p. 79), que atienda a las
condiciones que hacen posible la ‘heredad’. Para la transmisión cultural no resulta
indiferente el soporte y la operación, de modo tal que habría que preguntar: “cómo se
transmite esto y, al transmitirse se constituye”, con lo cual se apostaría a encontrar alguna
punta del porqué (p. 172). Los vectores de transmisión, como el escenario, el aula, no
operan como meros reproductores de valores, aparte de que no difunden
indiferenciadamente cualquier valor o idea; el teatro, la escuela, más que simples
instrumentos de difusión, funcionan como “ámbitos” y “media”, agentes de transformación
(p. 168).
La naturaleza y regencia de los soportes y modos de producción renuevan cada vez
la práctica, tipo y formas de las representaciones. Así por ejemplo, respecto de la imagen,
serían tres regímenes de funcionamiento heterogéneos: el “ídolo” o mágico religioso, el
“arte”, el “visual”; la imagen como ayuda para la supervivencia, el placer, el saber, la
mirada mágica, la estética, la utilitaria o económica. Una historia de las mediasferas (“los
principales sistemas sociotécnicos de transmisión que se sumaron y entrelazaron después
de la ‘invención de la escritura’”) debería proponer una periodización de las mismas que
168
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

distinguiera: segunda oralidad, impreso, audiovisual; que completara la tripartición:


logosfera, grafosfera, videosfera; y que recordara: el entrelazamiento como hojas, por
estrato, de las mediasferas (que no se montan en secuencias), el tiempo de latencia de las
rupturas técnicas (de la pintura a la fotografía, al cine, de la radio a la tele, que no se
oponen, sino que colaboran entre sí), el carácter crítico de las transiciones (pp. 169-72).
El desconocimiento de los fenómenos de creencia, base de la vida cotidiana, puede
ser despejado con el examen de los procesos y las prácticas de institución de autoridad, las
infraestructuras de lo creíble, las industrias del creer y hacer creer (Debray, ídem: 179). Si
bien las tecnologías del hacer creer no modifican la necesidad antropológica de creer, así
como las del saber no alteran la apetencia de saber, un “navegante” de Internet, un
habitante ciberespacial, no experimentará lo mismo y con el mismo valor que un “escriba”
en su *scriptorium. Las transformaciones de los soportes suponen cambios de los
regímenes de creencia y pertenencia; los sistemas de saber y creer se re-constituyen en
función de las herramientas disponibles (pp. 70-71), y cada herramienta (so)porta y
actualiza memoria.203

La facultad de la memoria
“<...> El tiempo
Es olvido y es memoria”.
(J. L. Borges: “Milonga de Albornoz”, Para las seis cuerdas)

Norbert Elías admite que el uso que hace, en su Teoría del símbolo (1994), de
términos como “lenguaje”, “conocimiento”, “memoria” y otros, puede dar la impresión de
que se aparta del habitual; es decir, el que, obedeciendo a la división del trabajo que rige en
el campo de las ciencias (sociales, en particular), se ocupan de estas “funciones” distintas
de un mismo “complejo” como si se tratara de “objetos” diferentes que existen por
separado e independientemente. Esta costumbre o tendencia es la que abandona en su libro,
en beneficio de una postura que aborda las funciones diferentes, como tales, pero de un

203
Vid. García, Intervenciones digitales: nombres, fechas, recuerdos, imágenes, relatos, lecturas, Posadas,
Ed. de autor. Libro digital, PDF/A, 2020: https://programadesemiotica.wixsite.com/unam; Comunicación
audiovisual y efemérides escolares, 2019 (cit.); “Continuidad y metamorfosis. Claves semióticas para un
andamiaje indagatorio”, Memorias: Epistemología, debates y fronteras en el campo de la Comunicación
Latinoamericana -XIX Jornadas Nacionales de Investigadores en Comunicación, Red Nacional de
Investigadores en Comunicación -Departamento de Comunicación Social (UNNE):
<http://redcomunicacion.org/memorias/; “Comunicación y memoria. Algunas exploraciones”, Continuidades
N° 2, Programa de Semiótica (FHyCS-UNaM): http://rvta-continuidades.com.ar.

169
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

mismo complejo de conocimiento único, idéntico; y el mismo tratamiento le merecen las


“características como propiedades de individuos y sociedades”. Esto quiere decir que el
lenguaje, las ideas, recuerdos y otros aspectos se “consideran siempre potencial y realmente
ambas cosas, sociales e individuales a la vez” (pp. 45-46)204. Cabe decir lo mismo respecto
de otras tantas distinciones. Es posible experimentar el mundo como naturaleza o como
historia; como un mundo representable con toda claridad en sus regularidades invariables,
o como un mundo en el que se produce “un cambio sucesivo incesante en una o dos
direcciones complementarias” (pp. 43-44).
Elías piensa en la humanidad como “la unidad social de desarrollo del
conocimiento”, pues entiende que hay fuertes razones para considerar “el crecimiento del
género humano como la matriz del crecimiento del conocimiento”. La condición presente
del “conocimiento congruente con la realidad” de que se dispone “tiene que haber ido
creciendo a lo largo de miles de años” (ibídem). Esta y otras observaciones lo llevan a
adoptar la perspectiva de las largas duraciones, los procesos a largo plazo, porque
ignoramos las “condiciones por las que brotó de un proceso evolutivo una especie de seres
vivos equipada no sólo para aprender de sus mayores, sino para almacenar y para
aprovechar, potencialmente, en beneficio propio, experiencias ancestrales realizadas y
transmitidas a lo largo del tiempo por una sucesión continua de generaciones” (p. 50); los
depósitos de tales experiencias pueden ser reforzados, bloqueados o borrados por los que
produzcan las generaciones sucesoras. Una pauta de esclarecimiento de una unidad
paradójica (para usar la expresión de Debray) estaría dada por la renuncia a buscar
comienzos absolutos205, y la visión de los dos factores distintos en su dinámica y
estructura, aunque no se diferencian con claridad, que desempeñan un papel en la
formación de los seres humanos: evolución y desarrollo, términos no intercambiables, ya
que “la evolución hace posible el desarrollo”. Ambos procesos se definen por la
transmisión de medios de supervivencia y sus cambios, pero difieren en aquello que y
cómo se transmite, esto es en el instrumento principal de transmisión y cambio: el gene, en
el caso de la evolución; el símbolo, en el del desarrollo. Un modo de distinción clara de
estos procesos, que tienen carácter de una sucesión, es limitar el alcance del término

204
Debray (1997) también propone abrir otro camino que sortee los ya trazados por algunos imperialismos,
una suerte de reduccionismo, que cierran el paso con respuestas totalizadoras y hasta totalitarias, con
opciones tales como el “todo social” o el “todo biológico”.
205
El estudio de las empresas de construcción de duraciones, de constitución de herencias, debe renunciar a
“la ilusión idealista de los ‘mensajes fundantes de nuestra cultura’, a la superstición de los sacrosantos
orígenes” (Debray, 1997: 37).
170
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

“evolución” al proceso biológico que se lleva a cabo por medio de la transmisión genética;
y el del término “desarrollo” a la transmisión simbólica intergeneracional en todas sus
formas.
El lenguaje es la forma principal, inicialmente, de este último equipamiento de
transmisión (p. 60)206. El ser humano puede transmitir conocimiento por medio del
ejemplo, pero sobre todo por medio de símbolos, que se pueden aprender; lo cual permite
el aumento del conocimiento (p. 71). El alcance del conocimiento que el ser humano puede
adquirir a partir de su experiencia individual sin el dispositivo simbólico es
extremadamente limitado; el lenguaje y las otras formas simbólicas que se adquieren hacen
posible el acceso a un fondo de conocimiento de una magnitud y unas dimensiones tales
que sobrepasa largamente todo lo que un individuo puede aprender a través de su
experiencia “personal no verbal”. El lenguaje es una de las formas de constitución y
desarrollo del depósito de experiencias del hombre, que influye en la experiencia personal
y en la experiencia colectiva, en la adquisición y expansión del conocimiento a partir del
dominio simbólico emplazado sobre, y sostenido por, un fondo común de conocimientos de
una sociedad (p. 146). Esta capacidad simbólica de constituir y transmitir conocimientos
representa el excedente de poder del hombre respecto de las otras especies; y viabiliza el
desarrollo, que puede consistir tanto en un cierto tipo de avance en algún sector específico
de la sociedad, y/o a la vez, como en lo que puede parecer un paso atrás (p. 159-69).
La gran facultad de memoria que, como se vio, es inseparable del “complejo”
constituido por el conocimiento y el dispositivo simbólico, inherentemente relacionados en
los procesos de generación de lo histórico-social y lo cultural, permite la conformación del
“universo de conocimiento” en el que se entretejen el fondo social de conocimientos con
las experiencias de los otros y las propias de un individuo. El modo y medio de integración
de los “nuevos” miembros a ese universo es el aprendizaje de los distintos sistemas
semióticos, que dicen ya desde el inicio acerca de la semioticidad de la experiencia, su

206
En una intervención de 1980 que toca de cerca la cuestión naturaleza/cultura, en la que expone lo que
entiende por Hermenéutica, Habermas (1994) analiza la triple vinculación de una manifestación discursiva y
el mundo, en la perspectiva de los participantes en el intercambio; y desde la perspectiva “del mundo vital o
desde el trasfondo de los supuestos y prácticas conjuntas, en las que toda comunicación aparece inmersa
desde el comienzo y en forma indiscutida”. Así, en el segundo caso, la lengua cumple tres funciones:
reproducción cultural o actualización de tradiciones; integración social o coordinación de planes de acción en
los procesos de interacción social; socialización o interpretación cultural de necesidades (pp. 37-38). Los
agentes sociales son tanto “iniciadores”, responsables, de la acción comunicativa, como “productos” de
tradiciones en las cuales se hallan inmersos, grupos a los que pertenecen y procesos de socialización. El
mundo vital conjunto constituye el contexto, ofrece los recursos para la acción, provee las evidencias
culturales a partir de las cuales re-elaborar los modelos interpretativos de la acción y el mundo (p. 159).
171
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

trama espesa de sentido y memoria. Y la memoria que es el universo permite reconocer en


su “diverso cristal” los trazos y trazar el curso de todos estos procesos, la misma
procesualidad, la variación y la transformación.

En su reconstrucción de la filosofía, John Dewey (1994) establece relaciones


fundamentales entre experiencia, memoria y relato, como el modo y la forma de dar cuenta
del sentido de la experiencia recordada. El ser humano se peculiariza porque “conserva sus
experiencias pasadas. Lo que ocurrió en el pasado, vive de nuevo en la memoria”. En el
mundo (histórico-social) en todo resuenan ecos y despiertan reminiscencias de ocurrencias
anteriores, poco más o menos similares; cada acontecimiento es un recordatorio de otros.
Es por esto que el hombre vive en un mundo de signos -una piedra es un monumento a los
antepasados, una llama es un símbolo de la vida del hogar-. Este mundo es posible porque
“el hombre recuerda, porque conserva y guarda huella de sus experiencias” (p. 41).
El revivir de la memoria raramente es literal; se recuerda lo que interesa y porque
interesa, se recuerda el pasado por lo que aporta al presente. Esta es una de las razones por
las que la “vida primitiva de la memoria” es más bien de carácter emotivo, antes que
intelectual; en principio, el sujeto y la sociedad (“la naturaleza humana indisciplinada”) se
rige más por la memoria que por el pensamiento, pero la memoria “no es un recuerdo de
los hechos reales, sino fantasía dramática, asociación, sugestión” (p. 45). En el momento de
recordar la experiencia real (de la caza, el combate), emerge el “drama” con su comienzo,
medio, clímax y desenlace, y con él emerge el significado de la experiencia; lo que
importa, en definitiva, es la historia, el drama, que se re-construye a partir del recuerdo
selectivo (pp. 42-43).
Si se visualizan las etapas por las que debió haber pasado el material del que brota
la filosofía (el tema de Dewey), resalta aquella en la que se produce la consolidación de los
cuentos, las leyendas y sus dramatizaciones. El relato emotivizado de las experiencias, que
al principio puede ser casual y transitorio, permite dar forma a las experiencias más
frecuentes, comunes al conjunto y susceptibles de ser generalizadas; el relato se convierte
en propiedad social y parte de la herencia; y la pantomima, en rito. Y así se va urdiendo la
tradición, que adquiere carácter normativo, modelizador de las experiencias individuales y
colectivas, y de su interpretación; se conforma un armazón imaginativo duradero y se crea
una concepción común del mundo y la vida; se fija y sistematiza la poesía, el hecho

172
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

relatado cobra el estatuto de norma social, el drama se institucionaliza (como culto);


adquieren cuerpo y consistencia las doctrinas, los sistemas de creencias (pp. 46-47)207.

Dialogía. Cronotopía. Memoria


“<...> el verso,
Que es la única memoria”.
(J. L. Borges: “Espadas”, El oro de los tigres)

Un intermedio definitorio, pero que no podría ser ni última ni definitiva inter-


mediación, en esta exploración. En este momento (la metáfora de) la visión y (de) la voz de
Bajtin, uno de los participantes activos, junto con Peirce (en este y) en “el diálogo infinito e
inconcluso, en el cual ningún sentido muere”, que se mantiene en el Gran Tiempo, de cuyo
transcurrir “la actualidad, el pasado reciente y el futuro previsible y deseable” (cercano)
constituyen el Tiempo menor208.
La convocatoria a Bajtin y Peirce no es casual, sino que se debe a la (senda)
estimación (necesaria) del tercero:
 para la comprensión misma, como momento dialógico y constitutivo del sistema
dialógico, cuyo sentido total cambia de alguna manera (Bajtin);
 para la semiosis misma, como crecimiento y desarrollo de los símbolos,
constitutivo de la evolución-continuidad del universo (Peirce).

En el marco de la Filosofía (Ética-política-teórica-estética) de Bajtin, la


comprensión (como respuesta), de una totalidad discursiva, y de las relaciones dialógicas
que se establecen entre enunciados completos, tiene un carácter dialógico ineludible. El
que comprende, que “llega a ser un participante del diálogo”, “se vuelve inevitablemente el
tercero del diálogo”209.
Un enunciado, en cuanto destinado, pre-supone: el segundo del diálogo -el
destinatario cuya respuesta es buscada y anticipada-; y además, “la existencia de un

207
Para no dejar trunco el proceso, la próxima etapa, según Dewey, está dada por “la necesidad de poner de
acuerdo las reglas de moral y los ideales encarnados en el código tradicional, con el conocimiento positivo de
la realidad que poco a poco va haciéndose mayor” (48-ss.).
208
Bajtin, 1985, cit. por Bubnova, en Zavala, coord. (1996: 47).
209
Nos limitamos, para este punto, a “El problema del texto” (apuntes de 1959-61, publicados por primera
vez en ruso en 1976), incluido en Bajtin (1985). Bajtin incluye al investigador en el campo de las ciencias
sociales, en analogía con la inclusión del experimentador al sistema experimental, como parte del mismo, o
del observador al mundo observable (en la microfísica) fuera del cual no tiene posición, del cual su
observación forma parte.
173
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

destinatario superior (el tercero), cuya comprensión de respuesta absolutamente justa se


prevé, o bien en un espacio metafísico, o bien en un tiempo históricamente lejano”. Este
tercero (como si presenciara el diálogo de manera invisible, y por encima de todos los
participantes) y su comprensión “de respuesta certera adquieren diversas expresiones
ideológicas (Dios, verdad absoluta, juicio de la conciencia humana desapasionada, pueblo,
juicio de la historia, ciencia, etc.)”, no es algo místico o metafísico, sino un momento
constitutivo del enunciado. El postulado de base:
“la palabra quiere ser oída, comprendida, contestada, y contestar a su vez a la
respuesta, y así ad infinitum. La palabra establece el diálogo que no posee un fin de
sentido (aunque puede ser interrumpido para cualquier participante físico).”

En el gran diálogo (tiempo): “la última palabra del mundo y acerca de él todavía no
se ha dicho, el mundo está abierto y libre” (Bajtin, 1993). La percepción y la concepción
carnavalesca del mundo no “conoce punto final y es hostil a toda conclusión definitiva”
(Bajtin, 1993, 1990).
En nuestro campo de estudio parece pertinente el “criterio de profundidad”, que
Bajtin (1985) propone en cuanto al conocimiento en Ciencias Sociales _no en el sentido en
que Jameson advierte la “crisis de la profundidad”; ni como sumergirse en busca ‘del
mensaje’, algún contenido oculto que al final emergerá como el sentido último y definitivo,
o un adentrarse hacia el fundamento_. Profundizar (en términos de Bajtin, “no ampliar ni
tomar altura”, ni cavar) el “micromundo de la palabra, el enunciado, la obra, como una
totalidad irrepetible, históricamente individual”, pero vinculada con los otros mediante
relaciones dialógicas, significaría, grosso modo, para nosotros, explorar el espesor de la
memoria de la palabra, el discurso, la obra, el texto, en cuanto algunas de las formas
objetivas de la propia cultura en las cuales se conservan y viven las tradiciones culturales (y
literarias), las que por ser sociales no perviven en la memoria individual y subjetiva de un
hombre aislado (Bajtin, 1988).
El micromundo textual, que abordé en mi trabajo de tesis, es el marco semiótico de
la operación historiográfica, en un sentido cabal, como oficio memorioso integral que
practica la memoria histórica (Historia res gestae a la vez que Historia rerum gestarum) y
la memoria genérico-discursiva y semiótica en general (asimismo la operación periodística
de re-contrucción de la actualidad, en los diarios i. e., se hace posible por el trabajo

174
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

memorioso y cartográfico, que re-corta parcelas del mundo y re-elabora el pasado día a día
a medida que va mass-mediando el presente).210
Las tramas (y las tramoyas) de la memoria se des-tejen en el telar de la dialogía:
medio y modo primigenios, y matriz de toda génesis y re-generación semiótica, a la vez
que de toda re-memoración211.
El diálogo nutre el texto; es condición de posibilidad y realización del texto, en
todos los momentos (su producción, circulación y recepción); marco y horizonte de su
productividad en cuanto su tenor de grilla de inteligibilidad y comprensión de nuestra
experiencia histórica, a la vez que clave de lectura y fruición de su puesta en escena
(textualización)212.

210
En otros lugares me ocupo de la memoria mediática y la comunicación y el periodismo como oficios
cartográficos y memoriosos (García, “Comunicación y memoria. Algunas exploraciones”, cit.; “Continuidad y
metamorfosis. Claves semióticas para un andamiaje indagatorio”, cit.; Comunicación, semiótica,
investigación. Algunas ideas y relaciones, cit.; “Comunicación y educación. Diario, actualidad, memoria y
democracia”, en M. Lombardini (coord.), Cuaderno electrónico interdisciplinario: Entre medios y memoria.
Los 24 de marzo en Misiones 1976-2006, CEDIT-Gbno. Pcia. de Misiones, 2010; “Cronotopías mediáticas.
Diarios, fiestas, calendarios, mapas”, S. Frutos et al., comps., Temporalidades. El tiempo de los objetos, de
los relatos, de las representaciones, de los imaginarios, E-book -Actas II Congreso Internacional y VII
Congreso Asociación Argentina de Semiótica, UNR Editora, 2009:
http://www.bdp.org.ar/facultad/comunicacion/actas_congreso.php.
211
Bajtin opone su dialogía, en los planos ontológico, gnoseológico, filosófico, semiótico, a la dialéctica
hegeliana, de la que rechazaba su monologismo: si se eliminan las fronteras entre las voces, “lo cual es
posible en un principio (la dialéctica monológica de Hegel), entonces el sentido profundo (infinito)
desaparecerá”, dice Bajtin (“Hacia una metodología de las ciencias humanas”). Se suele citar esta sentencia
de Bajtin del año 1971: “La dialéctica de tipo hegeliano es un engaño. La tesis no sabe que será cancelada por
la antítesis, mientras que la boba de la síntesis desconoce qué fue lo que le canceló a ella” (cit. por S. G.
Bocharov, en Zavala, coord., 1996). Vid. Jameson (2013).
Una noción un tanto acotada, reductiva, restrictiva y más difundida de este concepto fundamental (‘diálogo’)
en el programa de Bajtin, es la de “intertextualidad” (y también “interdiscursividad”), tal como se dio a
conocer parte de ese programa vía Todorov, Kristeva. Si bien esta interpretación despejó de alguna manera el
camino de los estudios literarios y discursivos en general (y son apropiados y proudctivos), conlleva sus
propias limitaciones, además del proceso de divulgación por el que ha pasado, hasta ser de uso corriente en el
ámbito escolar, por ejemplo; no obstante, son apropiados en sus correspondientes contestos de
operacionalización y dan muestras de su gran productividad en innúmeros autores e investigaciones (por caso,
Angenot). Cfr. esta observación sobre la lectura, de Barthes (1986c): “Leyendo un texto mencionado por
Stendhal <...> reencuentro a Proust en un detalle minúsculo <...>. De la misma manera, en Flaubert, son los
durazneros normandos en flor que leo a partir de Proust. Saboreo el reino de las fórmulas, el trastrueque de
los orígenes, la desenvoltura que hace prevenir el texto anterior del texto ulterior. <...> Proust es lo que me
llega, no lo que yo llamo; no es una ‘autoridad’, simplemente un recuerdo circular. Esto es precisamente el
intertexto: la imposibilidad de vivir fuera del texto infinito _no importa que ese texto sea Proust, o el diario, o
la pantalla televisiva: el libro hace el sentido, el sentido hace la vida” (pp. 58-59).
212
Creo que, en este sentido, ofrece un filón portentoso para re-examinar, entre otros, el concepto de
“competencia comunicativa”, por cuanto leer es poner a andar un ‘diálogo’ (en varios niveles, a muchas
puntas), cuya “magnitud” dice acerca de la “lectura” que se realiza. Por otra parte, el diálogo así entendido
haría posible indagar de otra manera la “lógica” cultural, y social, habida cuenta que Bajtin lo pone en la base
de la formación (semiótica) de la conciencia (que es social), en lo que confluirían con Vygotski. Ver. Wertsch
(1993), Silvestri y Blanck (1993), Zavala (coord.) (1996), Zavala (1991).
175
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

En la “Respuesta a la pregunta hecha por la revista Novy Mir”213, Bajtin defiende el


enfoque histórico y la perspectiva de profundidad como propios de los estudios literarios,
que no pueden prescindir de un “análisis profundo” de la cultura y de su historia, si el
propósito es “penetrar en la profundidad” de las obras, descubrir y re-conocer las
“profundas y poderosas corrientes de la cultura” que las “determinan de una manera
efectiva”.
Si bien admite, en principio, la necesaria y útil atención que en su momento se le
prestó a la especificidad de la literatura (por parte del Formalismo Ruso, por ejemplo), su
parecer es que estos programas descuidaron los “problemas de relación y dependencia
mutua entre diversas zonas de la cultura”, olvidaron que las fronteras entre dichas zonas se
trazan de maneras diversas, no absoluta, en diferentes épocas; y que la “vida más intensa y
productiva de la cultura se da sobre los límites entre diversas zonas suyas”. No le parece
conveniente encerrar el fenómeno literario que se estudia en el contexto actual de su
creación, del “tiempo inmediato”, lo que impide penetrar en las profundidades de su
sentido y comprender su vida futura; y, aunque asuste, propone alejarse en el tiempo: “cada
obra tiene sus raíces en un pasado lejano”, germinan a través de los siglos, del “largo y
complejo proceso de maduración”; “Las obras rompen los límites de su tiempo, viven
durante siglos, es decir, en un gran tiempo”, pero no pueden entrar en el gran tiempo, vivir
en los siglos posteriores si no se impregnaron de alguna manera de los anteriores, no podría
sobrevivir si no continuara el pasado. La paradoja, en que consiste la vida de las grandes
obras en el futuro, se trata de que en el proceso se enriquecen con significados nuevos; los
tesoros del sentido puestos en ellas fueron creados y recolectados durante siglos y milenios
(en este sentido se habla de “las nuevas profundidades de sentido latentes en las culturas de
las épocas pasadas”); todo artista construye sus obras “no a partir de elementos muertos, no
de ladrillos, sino de las formas ya cargadas de sentido, plenas de sentido. Por lo demás,
también los ladrillos poseen una determinada forma especial y, por consiguiente, en las
manos del constructor expresan algo”. Aunque la obra “se manifiesta ante todo en la
unidad diferenciada de la cultura de su época de creación”, una unidad abierta, “su plenitud
se manifiesta tan sólo dentro del gran tiempo”.
Para Bajtin (y con esto concluye el artículo de 1970) es necesario complementar el
momento de compenetración con la cultura ajena _al que reduce la comprensión, la

213
En 1970, el mismo año de la conversación con Bocharov, en el apartamento de Bajtin en el edificio de los
escritores de Moscú (en Bajtin, 1985).
176
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

postura, unilateral, que sostiene que para ello basta “meterse” en la cultura ajena, ver el
mundo con sus ojos, olvidándose de la propia_, puesto que la comprensión creativa “no se
niega a sí misma, a su lugar en el tiempo, a su cultura, y no olvida nada”. El instrumento
más poderoso de la comprensión es la extraposición (o exotopía): “la cultura ajena se
manifiesta más completa y profundamente sólo a los ojos de otra cultura (pero aún no en
toda su plenitud, porque aparecerán otras culturas que verán y comprenderán aún más)”, así
como las otras personas, en tanto otros, pueden ver y comprender el aspecto exterior, la
apariencia de uno mismo.
El sentido es inagotable, e infinitamente renovable: “Un sentido descubre sus
profundidades al encontrarse y al tocarse con otro sentido, un sentido ajeno: entre ellos se
establece una suerte de diálogo que supera el carácter cerrado y unilateral de estos sentidos,
de estas culturas”. En el encuentro dialógico, las dos culturas, que conservan su unidad y
totalidad abierta, se enriquecen mutuamente.

Una manera de enunciar el principio dialógico: “Dos enunciados alejados uno del otro en
el tiempo y en el espacio y que no saben nada uno del otro, si los confrontamos en cuanto a su
sentido y si manifiestan en esta confrontación alguna convergencia de sentidos <...> revelan
una relación dialógica” (Bajtin, 1985).
Un modo operativo es poner en la misma escena dialógica a Borges, en una primera
entrada; y a Steiner, en la segunda, un poco más adelante.
La literatura (la historia, la ciencia, como un hacer con la palabra, que opera los resortes
fundamentales del recuerdo y el olvido, que encadena un discurso a otro, un texto a otro, que
entabla un diálogo con el otro) es uno de los oficios memoriosos: el lenguaje está cargado de
tiempo, “cada lenguaje es una tradición; cada palabra un símbolo compartido”, “un idioma es
una tradición, un modo de sentir la realidad, no un arbitrario repertorio de símbolos” (El oro de
los tigres, Prólogo) -pensamos en Vittgenstein, por un lado, y en Gadamer, por otro-; pero la
tradición argentina, por ejemplo, es toda la cultura occidental, a la que tenemos pleno derecho
(“El escritor argentino y la tradición”, Discusión). Como dice Barthes (1985): “El horizonte de
la lengua y la verticalidad del estilo dibujan pues, para el escritor, una naturaleza, ya que no
elige ni el uno ni el otro <...>. Lengua y estilo son fuerzas ciegas; la escritura es un acto de
solidaridad histórica. Lengua y estilo son objetos, la escritura es una función: es la relación
entre la creación y la sociedad”. Aunque lo único cierto es la dificultad categórica, pero feliz, la
imposibilidad de distinguir lo que pertenece al escritor de lo que pertenece al lenguaje (“Las
versiones homéricas”, 1932), no aseveraríamos con Borges que es “baladí lo que un innovador
es capaz de alterar” en cuanto a la ejecución de ese “número limitado de fábulas o de metáforas
de que es capaz la imaginación de los hombres” (Otras inquisiciones, Epílogo de 1952), lo que
en última instancia habrá de decidir la eficacia o ineficacia del mecanismo textual: “no hay en
la tierra una sola página, una sola palabra” que sea “directa”, “sencilla”, “ya que todas postulan
el universo”. La literatura, trabajo con el lenguaje, pone en tensión sus correlatos, la letra y la
voz; la letra escrita se distingue y distancia de la voz, fija el discurso oral y se independiza de
él, hace sonar múltiples voces y reactualiza saberes inmemoriales que perduran en la memoria.
Y los poetas y escritores, no son otra cosa que unas palabras (“A un poeta sajón”, El otro, el

177
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

mismo); el autor “es menos un hombre que una dilatada y compleja literatura” (“Quevedo”,
Otras inquisiciones).
El palimpsesto es el modo genealógico de ser y hacer el texto: la escritura borra los otros
trazos, las huellas del otro, y a la vez las reinscribe en el cuerpo (corpus), que se reengendra por
la doble operación del recuerdo y el olvido; ¿negatividad dialéctica que afirma lo que niega, y
construye a partir de lo que ha de-construido?; o, en términos de Benjamin, ¿“El carácter
destructivo borra incluso las huellas de la destrucción. Hace escombros de lo existente, y no por
los escombros mismos, sino por el camino que pasa a través de ellos”? De esta guisa, “cada
escritor crea a sus precursores. Los crea y de algún modo los justifica” (Nathaniel Hawthorne”,
Otras inquisiciones), “Su labor modifica nuestra concepción del pasado, como ha de modificar
el futuro” (“Kafka y sus precursores”, Ídem).
Esta fórmula borgeana recusa la clausura, conjura el olvido, desbarata todo intento que se
proponga bloquear el juego textual, impide cualquier cierre del diálogo. La constructividad
textual no congela el pasado, no lo relega al desván de los deshechos, sino que permite, exige,
un nuevo estatuto de lectura, puesto que los precursores están en el epígono, se leen en él (se
des/re-leen) y este ya está en los primeros (la lectura lo evoca en ellos); la letra recupera(da),
canoniza(da), perdura en el recuerdo de los demás. Lo propio se extiende a la traducción, o al
intento (de Menard) de escribir una obra que coincida línea por línea con alguna otra (la de
Cervantes).
La memoria parece el “Libro de arena”, “porque ni el libro ni la arena tienen ni principio
ni fin”, cuyo número de páginas es infinito, ninguna es la primera, ninguna es la última. El
hombre “no mira sin vértigo” la memoria (“Mateo, XXV, 30”, El otro, el mismo), en cuyos
“reinos espectrales” (“Cambridge”) nunca se pone el sol, y “aguarda inagotable el universo”
(“Composición escrita en un ejemplar de la Gesta de Beowulf”, El otro, el mismo); pero, y por
ello también, “Para/ Que un libro sea verdaderamente,/ Se requieren la aurora y el poniente,/
Siglos, armas y el mar que une y separa” (“Ariosto y los árabes”, El hacedor).
Es posible conjeturar, entonces, que la serie de sueños, que “Urdieron la memoria y el
olvido” (“Ariosto y los árabes”), y de trabajos “no tenga fin, quizá la clave esté en el último”
(“El sueño de Coleridge”, Otras inquisiciones). E igualmente posible es la paradoja. Por un
lado: “Cruz, lazo y flecha, viejos utensilios del hombre, hoy rebajados o elevados a símbolos;
no sé por qué me maravillan, cuando no hay en la tierra una sola cosa que el olvido no borre o
que la memoria no altere y cuando nadie sabe en qué imágenes lo traducirá el porvenir”
(“Mutaciones”, El hacedor). Por el otro: “el propósito de abolir el pasado ya ocurrió en el
pasado y -paradójicamente- es una de las pruebas de que el pasado no se puede abolir. El
pasado es indestructible; tarde o temprano vuelven todas las cosas, y una de las cosas que
vuelven es el proyecto de abolir el pasado” (“N. Hawthorne”).
Finalmente, la realidad de la memoria es más primordial (en algún sentido, aunque no
necesariamente tenga que ser a trasluz de la teoría de los arquetipos o la del tiempo cíclico, o la
del eterno retorno): el permanente re-cursar de las fábulas o miedos o diversiones que recurren
una y otra vez en los laberintos que vamos diseñando (Cfr. “La doctrina de los ciclos”, Historia
de la eternidad); “Quizá la historia universal es la historia de la diversa entonación de algunas
metáforas” (una de ellas es “La esfera de Pascal”, Otras inquisiciones). ¿Será esta la razón de
que sean cuatro las historias?: la de una fuerte ciudad cercada y defendida valientemente
(Troya), la de un regreso (Ulises), la de una busca (el Vellocino, la ballena), la del sacrificio de
un dios; “Durante el tiempo que nos queda seguiremos narrándolas, transformadas” (“Los
cuatro ciclos”, El oro de los tigres).

178
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

En la entrevista que Bajtin sostuvo con Podgorzec214, dice que las novelas de
Dostoievski encarnan artísticamente de la manera más completa y profunda la idea, ya
presente en Sócrates, del diálogo sobre los asuntos últimos que no puede más que
permanecer inconcluso, inacabado mientras el hombre piense y busque la verdad: “El fin
del diálogo supondría la muerte de la humanidad”. La verdad no puede revelarse dentro de
una sola conciencia; acaso, y sólo parcialmente, en “un proceso de comunicación dialógica
de muchas conciencias paritarias”. El pensamiento del hombre es dialógico, exige
respuesta, consenso y disensión; un ambiente de confrontación libre es condición de
posibilidad para el desarrollo del pensamiento.
En este sentido, la novela polifónica de Dostoievski culmina una gran línea de
desarrollo mundial de la literatura (que Bajtin traza en el estudio correspondiente, 1993).
No se puede ubicar, apresar, a escritores como este dentro de los límites de una época dada,
o de un siglo, o de una edad histórica, puesto que “absorben todo lo que la humanidad ha
hecho en el curso de todos los siglos de su existencia histórica”. Ahora bien, del hecho de
que con un escritor así se haya llegado a la cumbre de la concepción dialógica del
pensamiento, no se desprende que las etapas anteriores deban ser menospreciadas: “en el
Gran Tiempo nada pierde jamás su significado”, en él “permanecen con igual derecho
Homero, Esquilo, Sófocles, Sócrates y todos los escritores-pensadores de la antigüedad”,
en él está también Dostoievski. Esto significa que “nada muere, sino que todo se renueva.
A cada nuevo paso hacia delante, los pasos precedentes adquieren un sentido nuevo
complementario”; y sin embargo, cualquier logro, aun el de una gran obra, “tiene siempre
un cierto olor de muerte” y es posible ir más allá, mas no sustituirlo.
La vida del texto se desarrolla en el “medio” del diálogo, del contacto con otros
textos y contextos. La precisión (y profundidad) en las ciencias humanas “representa la
superación de la otredad de lo ajeno sin convertirlo en puramente propio”. En cada uno de
los nuevos contextos de comprensión se renuevan infinitamente los sentidos: ya se trate del
tiempo menor, el de la actualidad, el pasado reciente, el futuro previsto y deseado (más o
menos inmediato); o del gran tiempo, ese “diálogo infinito e inconcluso en el cual no
muere ni uno solo de los sentidos”. Si el aspecto objetual del pasado no puede ser alterado
(por el que comprende), su aspecto expresivo y hablante (de sentido) sí puede ser
cambiado. En esta dramatización la memoria juega su rol de “eterna trasformación del

214
En 1974, en el asilo de ancianos cerca de Moscú, donde vivió al final de su vida (en I. Zavala, coord.,
1996).
179
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

pasado”. Pero, y por ello mismo, el momento correspondiente, de la respuesta


responsable215, el pathos de la participación en la continuidad del devenir del mundo (y) de
la humanidad, esa morada de los signos, demanda la “humildad del sujeto cognoscente; la
piedad”, la pre-ocupación por los muertos. Bajtin señala al socialismo esta falta de
preocupación y advierte que, con el tiempo, el pueblo no lo perdonará216.
El problema del Gran Tiempo:
“No existe ni la primera ni la última palabra, y no existen fronteras para un contexto
dialógico (asciende a un pasado infinito y tiende a un futuro igualmente infinito).
Incluso los sentidos pasados, es decir generados en el diálogo de los siglos
anteriores, nunca pueden ser estables (concluidos de una vez para siempre,
terminados); siempre van a cambiar renovándose en el proceso del desarrollo
posterior del diálogo <...>. No existe nada muerto de una manera absoluta: cada
sentido tendrá su fiesta de resurrección.”217

En esta muerte y transfiguración del sentido consiste también la fiesta de la


memoria; la carnavalización de la palabra, el pensamiento y el mundo. Ella puede generar
un programa, no-oficial, que sustente la universalidad, la igualdad, la justicia y la libertad,
sobre la risa festiva, con un profundo valor de cosmovisión, “una de las formas
fundamentales a través de las cuales se expresa el mundo, la historia y el hombre”, “un
punto de vista particular y universal sobre el mundo” (Bajtin, 1990: 65). La fiesta medieval
(cómico-popular) era un Jano cuyos rostros miraban hacia direcciones distintas y con
aspiraciones disímiles: la faz oficial, religiosa, hacia el pasado para sancionar y consagrar
el orden imperante; la faz popular “miraba alegremente el porvenir y reía en los funerales
del pasado y del presente”, en oposición al régimen estático existente y las concepciones
establecidas, festeja la sucesión y la renovación, aun en lo histórico-social.
Precisamente es en su estudio sobre Gargantúa y pantagruel, de Rabelais, donde
Bajtin desarrolla su programa de investigación sobre el “realismo grotesco”, que debe
leerse, entre otras razones, por el tiempo y contexto de elaboración de ambas obras, junto
con las “cuestiones de literatura y estética”, donde presenta su teoría de la novela y de la
cronotopia. En ambos trabajos, así como en su “tesis” sobre la poética de Dostoievski,
ligada a la memoria del género, emprende un estudio sobre las “fuentes”, las “líneas de
desarrollo”, los “contextos alejados” que reactualizan obras como estas y otras tantas (cabe

215
Hay que tener presente la posición filosófica de Bajtín condensada en su formulación del “acto ético
responsable” (Bajtín, 1997).
216
Según el informe sobre la disputa pública “Dios y el socialismo”, en el diario Molot (Martillo), del 3-12-
1918 (En el resumen biográfico de Bubnova, y también citado por Bocharov, en Zavala, coord., 1996).
217
Bajtin, “Hacia una metodología de las ciencias humanas” (Bajtin, 1985).
180
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

mencionar a Cervantes, Sterne, Joyce, entre otros). En una nota a pie de página, sobre los
cronotopos que se reaniman y traslucen en la obra de Dostoievski, Bajtin (1988: 354) dice
que las tradiciones culturales y literarias, incluso las más antiguas, no se conservan y viven
en la memoria individual y subjetiva de un individuo aislado, sino en las formas objetivas
de la propia cultura, que incluyen las formas lingüístico-discursivas, por lo cual son
intersubjetivas, sociales.

Ahora la otra voz que tiene una presencia real en esta instancia de diálogo, con y sobre
Bajtin; con y sobre Borges, invocado precisamente por Steiner en su ensayo (sobre lo) estético
(1993), acerca de la lectura como reinvención perpetua (Joyce que precede a Homero, la Odisea
que comenta tardíamente el Ulises) (pp. 25, 156-57).
Las propuestas que intentan formalizar el significado no resultan convincentes y están
destinadas al fracaso: “Una frase siempre significa más. Incluso una simple palabra, en el tejido
de inconmensurable connotación”. La matriz de una simple proposición salta el cerco del
enunciado específico para formar círculos concéntricos y superpuestos cada vez más amplios,
que comprenden “los hábitos de lenguaje y los mapas de campo asociativos”, “incorporan, en
densidades inaccesibles al inventario sistemático, la historia de las lenguas dadas y vecinas”
(pp. 104-06). La misma orientación hacia la “profundidad” y los “contextos lejanos” de Bajtin.
Steiner concibe la hermenéutica como la realización de “un entendimiento responsable, de
una aprehensión activa”. Intérprete es quien descifra y comunica significados, quien traduce
entre lenguajes, culturas, quien ejecuta, actúa (p. 18).
Mnemosine, madre de las musas, dice algo fundamental sobre las artes y el pensamiento.
El cultivo del recuerdo y su puesta en común pone a una sociedad en contacto con su pasado. Y
salvaguarda la individualidad, lo aprendido de memoria y memorable “constituye el lastre del
yo” (pp. 20-21). En la ciudad imaginaria, deseada por Steiner, los que no son artistas ejercerán
su responsabilidad como respuesta interpretativa, aprenderán de memoria las obras de arte,
como amateurs (p. 22).
Tanto el arte como la interpretación constituyen un acto crítico: afirman lo posible; y
materializan una reflexión, una valoración sobre “la herencia y el contexto al que pertenecen”.
Virgilio “lee” a Homero; Dante, a Virgilio, en uno y otro caso se trata también de una guía de
lectura; Homero, Virgilio y Dante están presentes en Milton, Pope, Pound; Joyce lee a Homero:
“De forma sucesiva, cada poeta coloca a la urgente luz de sus propósitos, de sus propios
recursos lingüísticos y compositivos, los logros formales y sustantivos de su(s)
predecesor(res)”. Se trata de una práctica de análisis, apreciación y crítica, de una lectura en
profundidad, de una “vitalizante valoración del carácter presente de lo pasado, junto con la
previsión crítica de sus apelaciones a la futuridad” (“lo que define la justa lucidez”). Así se
puede leer (el “ciclo”) Madame Bovary, Anna Karenina, La Regenta, casa de muñecas. Así
traté de leer El gigante Amapolas de Alberdi, en relación con la tradición del realismo grotesco
(bajtineano) y el ciclo literario latinoamericano del dictador; y El mundo ha vivido equivocado,
de Fontanarrosa, en diálogo con Borges y Cortázar (García, 2020). Este acto crítico como
responsabilidad creativa es el que realiza Racine cuando “lee y transmuta” a Eurípides; o
Marechal a Sófocles.
También es crítica, responsable, creativa, la traducción: las Memorias de Adriano, por
Cortázar. En el arte es constante la referencia, de alguna manera, a los predecesores, y todo tipo
de incorporación de parte de lo que ya ha sido creado, re-producido: “El arte se desarrolla por
medio de la reflexión sobre el arte precedente” (reflexión: “reflejo”/ “volver a pensar”) (p. 30).
La imaginación estética “evoluciona” en un movimiento en espiral, “ascendente y retrógrada a
la vez”, no como una flecha (“sobre las intuiciones especulativas de lo estético”: pág. 52). Acá
hay que considerar en general diferentes tipos de operaciones y procedimientos semióticos –
181
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

discursivos –comunciativos: ‘traducciones’, re-interpretaciones, transposiciones,


transcodificaciones, las llamadas “inspiraciones” o creaciones “basadas en…” (de un diseñador
de modas, p. ej., en un artista, obras de arte o motivos culturales y otros).

Un nodo relevante de la red bajtineana, ya destacado más arriba, lo constituye la


frontera218. En un dominio cultural, cualquiera sea (conocimiento, ética, arte) no hay
territorio interior, sino que éste o aquel dominio están enteramente situados sobre las
fronteras, las cuales pasan por todos y cada uno de sus lugares y momentos, “la unidad
sistemática de la cultura se extiende hasta los átomos de la vida cultural”. Todo acto
cultural vive por esencia sobre fronteras, ahí radica su seriedad e importancia; abstraído de
la frontera, pierde terreno, se vuelve vacío, pretencioso, degenera y muere. El fenómeno
cultural adquiere significación transformándose en una suerte de “mónada que refleja todo
en sí y que está reflejado en todo”, debido a su vinculación con y su orientación directa
hacia la unidad de la cultura. Todo acto cultural creador tiene lugar sobre un trasfondo
epistémico, axiológico, estético, teórico, práctico, cotidiano; un escenario, un orden.
El acto cognitivo encuentra una realidad ya elaborada en los conceptos del
pensamiento pre-científico; y, lo que es fundamental, el pensamiento ya trae en su equipaje
apreciaciones y reglamentaciones del orden ético, práctico, cotidiano, social y político; y
finalmente, el acto cognitivo proviene de las representaciones estéticamente ordenadas del
objeto, de la visión del objeto. El conocimiento presupone la realidad del acto ético en
todas sus variantes y la realidad de la visión estética. En el mundo de la ciencia, la realidad
del conocimiento no está acabada, sino que siempre está abierta; el conocimiento define y
determina en todos sus sentidos todo lo que existe para él; lo que persiste en el objeto y se
resiste al conocimiento, o no fue identificado aún por él, persiste como un problema puro
de conocimiento y no como algo de valor fuera de él. El acto de conocimiento tiene en
cuenta el trabajo de conocimiento que lo precede; en el mundo científico, en principio, no
hay actos y obras separados, aislados, sino que es imprescindible tomar en consideración
otros puntos de vista, efectivos, pasados o presentes, o anticipados. La relación que el acto
ético mantiene habitualmente con la realidad preexistente del conocimiento y de la visión
estética, es una relación del deber para con la realidad. Por su parte, la peculiaridad de lo
estético es su carácter receptivo y positivamente acogedor, la realidad preexistente pasa a la
obra como un elemento constitutivo indispensable _la vida se encuentra en la obra, en toda

218
De ello también se ocupa Bajtin en el último texto mencionado (1988).
182
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

la plenitud de su peso axiológico, social, político, cognitivo o cualquier otro_. En esta


integración del dominio ético y del dominio cognitivo en el interior del objeto estético
(artístico) reside “la bondad singular de la estética, su benevolencia” (pp. 29-33)219.
La frontera tiene el mismo estatuto y valor en la concepción antropológica de
Bajtin. La dialogicidad es esencial para la formación de la conciencia, en la interacción de
muchas conciencias, el sí mismo se determina por la relación con el otro. El grado supremo
de socialidad está dado por lo que sucede no dentro sino en “la frontera de la conciencia
propia y la ajena, en el umbral”; lo interno no es autosuficiente, está vuelto hacia el
exterior, está dialogizado, “cada vivencia interna llega a ubicarse sobre la frontera, se
encuentra con el otro, y en este intenso encuentro está toda su esencia”: “El hombre no
dispone de un territorio soberano interno sino que está, todo él y siempre, sobre la frontera,
mirando al fondo de sí mismo el hombre encuentra los ojos del otro o ve con los ojos del
otro”. Ser es comunicarse y no ser, la muerte absoluta: “no ser oído, no ser reconocido, no
ser recordado” (Bajtin, 1985: 327-28).

El plurilingüismo es otra de las claves de navegación por la red de canales que


Bajtin (1988) traza en su programa. Es otro modo en que se entiende la dialogía y vive la
memoria. Los procesos de unificación y centralización socio-política y cultural exigen una
lengua común y única (oficial, nacional), como una garantía de comprensión mutua en
todas las esferas de la vida ideológica; pero las fuerzas centrípetas de la vida lingüística
encarnadas en la lengua común actúan en el medio del plurilingüismo real. El lenguaje se
diferencia no solo en “dialectos lingüísticos”, sino también en “lenguas” socio-ideológicas
(socio-grupales, profesionales, de “género”, generacionales, etc.). La lengua literaria es una
de ellas y está a su vez estratificada (géneros, tendencias, etc.). La acción de estas fuerzas
centrípetas y centrífugas, y sus contradicciones, constituyen la dinámica del lenguaje, que
opera en cada producción discursiva, escena de cruces y tensiones entre los procesos de
des-centralización, des-unificación, estratificación.
Toda enunciación, que participa de una lengua única y al mismo tiempo del
plurilingüismo social e histórico, puede ser entendida como la unidad contradictoria y tensa
de estas dos tendencias; y debe ser ubicada, como su verdadero medio, en un
plurilingüismo dialogizado, “anónimo y social como lenguaje, pero concreto, saturado de

219
Las fronteras entre lo estético, lo ético y lo cognitivo, sus relaciones complejas, es otro de los motivos para
provocar el encuentro entre Bajtin y Peirce.
183
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

contenido y acentuado como enunciación individual” (pp. 80-82). Los discursos viven en
las fronteras, de sus propios contextos y de los contextos de los discursos ajenos. La
“política interna del estilo” determina la política exterior, en cuanto a las relaciones con los
discursos ajenos. La dialogicidad interna del discurso, la reciprocidad de la orientación
dialógica que anima y dramatiza el discurso por dentro (la orientación del discurso hacia el
otro, los discursos ajenos, sobre el objeto del discurso y sobre el discurso mismo), puede
tornarse una fuerza creativa y fundamental sólo a condición de que las divergencias
individuales y las contradicciones sean fecundadas por el plurilingüismo social, de que las
resonancias dialógicas penetren las capas profundas del discurso, dialogizando la propia
lengua, la concepción lingüística del mundo; de que el diálogo de voces surja del diálogo
social de las “lenguas”; de que la enunciación de otro suene como lengua socialmente ajena
(otra); y, finalmente, a condición de que la orientación del discurso hacia las enunciaciones
ajenas se convierta en la orientación hacia las lenguas socialmente ajenas (otras), en los
límites de una misma lengua nacional (pp. 92-93).
La dialogicidad lingüística, social, histórica, cultural, constituye la urdimbre de la
memoria, rueca y telar de la dialogía. La vida social y la evolución histórica crean, en los
límites de una lengua nacional (abstractamente única), una pluralidad de mundos concretos,
produce una inagotable diversificación y estratificación.
La estratificación de la lengua está determinada, ante todo, por los géneros (en
cuanto a la orientación intencional, hacia el objeto, los otros discursos, el auditorio, la
realidad; y la acentuación ideológica, la valoración social). Esta estratificación en géneros
se entrelaza, en coincidencia o divergencia, con la estratificación profesional de la lengua,
en sentido amplio, que se diferencian por la orientación intencional, la interpretación y
apreciación del mundo. Cada época histórica de la vida ideológica y verbal, cada
generación, en cada una de sus capas sociales, tiene su lenguaje; cada edad tiene el suyo,
con sus acentos específicos, que varían según el estrato social, la educación y otros factores
-se trata de los lenguajes socialmente típicos-. En un momento histórico dado coexisten
lenguas de diversas épocas y períodos de la vida socio-ideológica. Por tanto, en cada
momento de su existencia histórica, el lenguaje es complejamente pluridiscursivo; y esto
explica la coexistencia de contradicciones socio-ideológicas entre pasado y presente, entre
las diferentes épocas del pasado, entre los diversos grupos socio-ideológicos, entre
corrientes, escuelas, círculos. Estos discursos (hablas) del plurilingüismo se entrecruzan de
manera multiforme y forman nuevos discursos socialmente típicos. Estas hablas, que
184
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

reposan en principios de selección y constitución diversos, no se excluyen unas a otras,


sino que se interceptan de múltiples modos; todas ellas son puntos de vista específicos
sobre el mundo, y como tales pueden ser confrontadas, o complementarse entre sí,
oponerse unas a otras, o corresponderse dialógicamente. Estos discursos se hallan y
coexisten en la conciencia de las personas, y en la conciencia creadora; y también viven,
luchan y evolucionan en el plurilingüismo social; es así que todas estas “hablas” pueden
incorporarse a la obra, y al texto en general, pueden ser invocadas por el autor para
orquestar su tema (ídem, pp. 96-99).
Bajtin recalca que por “lenguaje social” no entiende el conjunto de signos
lingüísticos que determinan la valorización dialectológica y la singularización del lenguaje,
sino precisamente una entidad concreta y viva de los signos, su singularización social, la
cual puede realizarse también en el marco de la lengua común, del lenguaje
lingüísticamente único, determinándose por las transformaciones semánticas y las
selecciones lexicológicas. Se trata de una perspectiva socio-lingüística concreta, que se
singulariza en el interior de ese lenguaje abstractamente uno _la vida compleja de los
signos en el seno de la compleja vida social, las enmarañadas constelaciones de juegos de
lenguaje que encarnan múltiples y diversas formas de vida, para dialogizar el discurso
bajtineano con el de Saussure y el de Vittgenstein_. Durante su existencia histórica, su
transformación plurilingüe, la lengua está llena de estos “dialectos” potenciales, los que se
entrecruzan de múltiples maneras, no se desarrollan hasta el final y mueren, o florecen y se
transforman en auténticos lenguajes: la lengua es históricamente real, en cuanto
transformación plurilingüe, efervescente de lenguas futuras y pasadas, de lenguajes
aristocráticos declinantes, parvenus lingüísticos, pretendientes a lengua, de mayor o menor
suceso, de mayor o menor envergadura de alcance social, con una u otra esfera ideológica
de aplicación (pp. 154-55).
De ahí también la espesa, indómita (¿invalorable “reserva ecológica”, pulmón del
mundo y la humanidad?) floresta que constituye la memoria del lenguaje -y para nosotros,
más ampliamente, la memoria semiótica-, apenas explorada en alguna que otra “partida” de
reconocimiento, sojuzgamiento o explotación, atesorada en cada “engrama” que de-
muestra todo su esplendor y vigor cada vez que significamos el mundo, en cada acto de

185
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

significado, toda vez que protagonizamos o presenciamos una experiencia ya interpretada,


ya referida (lingüísticamente)220.

La triadicidad de la semiosis de la memoria histórica responde a (se corresponde


con) la tríada elemental que comporta la cronotopia, en el andarivel (histórico-efectivo) de
la praxis y en el de su elaboración (semiótica) que (se) actualiza (en) el texto, porque
“Todo acceso a la esfera de los sentidos se lleva a cabo únicamente por la puerta de los
cronotopos”221. Para ingresar en nuestra experiencia (inclusive la social) los significados,
cualesquiera, deben recibir una expresión espacio-temporal cualquiera, una forma sígnica
(perceptible). Sin esa expresión es imposible hasta la reflexión más abstracta. Por
consiguiente, cualquier intervención en la esfera de los significados solo se realiza a través
de la puerta de los cronotopos222.
El proceso dialógico es cronotópico; en su totalidad y en cada una de sus fases
revela su triple significación temática, figurativa y creativa (Bajtin, 1988); lo que
complementa desde otro lugar la triple remisión mimética elaborada por Ricoeur (Tiempo
y narración) para dar cuenta de la construcción de la trama-narrativa; y también la remisión
y fusión histórica de los horizontes del texto -el autor, (el mundo de) la obra, el lector-, que
estructura la experiencia de interpretación y re-abre el círculo hermenéutico (Gadamer).

“El triple problema del tiempo, del espacio y del hombre constituye la materia de la
memorización.” (Leroi-Gourhan, cit. por Le Goff, 1991b).

“La antigua tríada -lugar, tiempo y persona- forma parte obviamente de la obra de
un autor histórico. Si se modifica el lugar, el tiempo y la persona, surgen nuevas
obras, incluso aunque traten o parezcan tratar del mismo objeto.” (Koselleck, 1993).

El cronotopo actualiza:
a) su significado temático como generador de la trama, como centro organizador de
los propios acontecimientos temáticos;

220
Ogden y Richards (1984). Sólo sumergiéndonos en las profundidades del mar de la memoria (para
parafrasear a los autores, apropiándonos de sus reflexiones sobre el poder de las palabras) podemos
“ponernos en contacto con nuestros semejantes”, “participar en la vida de la comunidad”: “<...> las nubes de
la tradición verbal acumulada estallan sobre nosotros a campo raso -en el esfuerzo realizado para
comunicarnos y en la tentativa de interpretación-”; “los hábitos de pensamiento que se han desarrollado con
su uso <del lenguaje> y con las estructuras que les impusieron nuestros primeros padres testimonian una
continuidad igualmente significativa” (p. 51).
221
Bajtin, “Problemas literarios y estéticos”, cit. por Bubnova, en Zavala (1996) -una reubicación de algunos
conceptos y problemas bajtineanos, seguida de un resumen biográfico-.
222
Versión propia de la edición en portugués de Bajtin (1988).
186
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

b) su significado figurativo como terreno substancial de la imagen-demostración de


los acontecimientos, como concretización (indicación precisa) de tiempo y lugar de
realización de los acontecimientos. La imagen literaria (la histórica, la
massmediática) es cronotópica (“el lenguaje es esencialmente cronotópico, como
tesoro de imágenes”);
c) su significado creativo, en el propio juego de configuración cronotópica
(espacio-temporalidad de los acontecimientos) que se lleva a cabo en el mundo
representante (de la praxis) y en el mundo representado en la obra; así como en el
intercambio entre la actividad del autor y la del lector, ambas cronotópicas; no
obstante la intrasponibilidad y la in-separabilidad de aquellos mundos, y la
asimetría entre estas últimas operaciones (Bajtin, 1988: 355-61).
El cronotopo es una categoría contenidístico-formal de la literatura y, para nosotros,
de la historiografía y otras prácticas artísticas y socio-culturales223; tiene un significado
fundamental para los géneros, no sólo en la literatura. El género y sus variedades son
determinados justamente por el cronotopo, cuyo principio conductor es el tiempo como
categoría; el cronotopo determina, de modo significativo, también la imagen del individuo
que es fundamentalmente cronotópica (Bajtin, 1988).

223
Bajtin se apropia de la noción de la conferencia de A. Ujtomski, sobre el cronotopo en Biología dada en
1925 (Bajtin, 1988; Bubnova, cit.). El término fue introducido y fundamentado a partir de la Teoría de la
Relatividad de Einstein, para conceptualizar la interligación fundamental de las relaciones temporales y
espaciales. Bajtin lo traspone a la literatura casi, pero no totalmente, como metáfora (Bajtin, 1988). En
aquella teoría, el cronotopo sería el continuum espacio-tiempo. Para Einstein (1986) resulta “obligado
concebir objetivamente al espacio y al tiempo como un continuo de cuatro dimensiones indisolubles, para
poder expresar el contenido de las relaciones objetivas” (pp. 145-46).
Bajtin concibe el espacio y el tiempo como formas indispensables del proceso de conocimiento; pero, a
diferencia de Kant, en cuanto formas de la propia realidad efectiva (y no trascendentales, como condiciones a
priori de la posibilidad del conocimiento).
En el cruce de caminos disciplinares, en el campo de la comunicación, la semiótica, la antropología, el tiempo
y el espacio constituyen el objeto de estudio de la Proxémica, que junto con la Kinésica y la Prosódica forman
las tres ramas desarrolladas a partir de cierto terreno delimitado por la teoría de la comunicación y de la
semiótica. E. Hall (1979; y en El lenguaje silencioso, en ambos estudia la estructuración de la experiencia
que lleva a cabo la cultura) tematiza “el espacio personal y social y la percepción que el hombre tiene de él”
como campo de la investigación proxémica (y la proxémica como una parte de la dimensión cultural). Vid.
“Proxémica” (de 1968, en Winkin, sel., 1984). Estos lineamientos ilustran las complejas relaciones entre los
distintos modos de vida y la conformación de la criba sensoria(motriz) de percepción y patrones de
representación del “mundo” (el medio y las relaciones que en él se producen); i. e., los modelos de
estructuración de la experiencia común, compartida y comunicada que vehiculizan las biopolíticas (Foucault),
esto es la gestión de las poblaciones y (en) sus territorios (piénsese en la noción de hacinamiento,
superpoblación, masividad; las políticas de re-urbanización, que emplazan la “city”, el “microcentro”, y los
lugares de residencia, esparcimiento, el “cono-urbano”, y trazan los límites y zonas de “pasajes” o vedadas, o
“rojas”). Estos modos y formas de percepción, comportamiento, relación (significación/comunicación),
sedimentan en “hábitos” de concepción del mundo, modelizadores de prácticas. Vid. Eco, “La vida social
como un sistema de signos” (AAVV, 1973) y “El signo teatral” (Eco, De los espejos y otros ensayos, Buenos
Aires, Lumen, 1988).
187
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

El arte y la literatura están impregnados de valores cronotópicos de diversos grados


y dimensiones, lo que implica un matiz emocional. En literatura, el proceso de asimilación
del tiempo, del espacio, y del individuo histórico real que se revela en ellos, ha fluido
compleja e intermitentemente: han sido asimilados determinados aspectos del cronotopo
accesibles en unas condiciones históricas dadas, han sido elaboradas ciertas formas de
reflexión del cronotopo real; y estas formas, que en su momento de emergencia fueron
productivas, fueron cristalizando con la tradición, consolidándose, y subsistieron cuando ya
habían perdido su significación productiva y adecuada respecto de “su” realidad.
Bajtin (1988; en particular “Formas de tiempo y de cronotopo en la novela”, de
1937-38, con observaciones finales de 1973) analiza las variantes del género novelesco, en
las primeras etapas de su evolución, desde la novela griega hasta Rabelais, aunque extiende
su mirada hasta las variantes del género en los períodos que siguieron; y propone una
tipología. Algunos de esos tipos (modelos) son los siguientes: en la novela de aventura, las
pruebas y el mundo extranjero y el tiempo de aventuras, el cronotopo del encuentro, al que
está ligado el cronotopo del camino, con un grado menor de intensidad del valor emocional
(los encuentros ocurren en la acera, la calle, la gran vía, la ruta, por azar, casualmente; El
azno de oro, Lazarillo), el camino puede atravesar el país natal, cuyo aspecto socio-
histórico múltiple es revelado; con esta función también fue empleado en los diarios de
viajes y tantas “relaciones” de allá y de acá a medida que se exploraba tantas “maravillas”
de (otras partes de) otros mundos no conocidos por los “europeos” (El libro de las
maravillas de Marco Polo; Cartas de Colón, Naufragios y comentarios de Núñez Cabeza
de Vaca, entre otros de un gran repertorio importante que re-generan la memoria discursiva
del Río de la Plata y americana)224; la alcoba, escena de intrigas cortesanas (La princesa de
Cléves); el castillo de la novela gótica o negra es otro “lugar” repleto de tiempo histórico;
el salón o sala de visita (Balzac); la aldea provinciana (Madame Bovary); el interior de las
casas y mansiones, el tiempo biográfico (Tolstoi); la memoria cronotópica en Dostoievski,

224
El amplio espectro de las formas del viaje es una matriz cronotópica en Literatura (La Ilíada, La Odisea) e
Historia (la ‘averiguación’ que emprendió uno de los primeros viajeros, registrada en los Nueve libros de la
Historia de Heródoto); opera con fuerza en la narración histórica escolar (“campañas”, “expediciones”, etc,);
y en el cine (La guerra de las Galaxias), hasta el punto de que se reconoce el género road movies (Paris-
Texas de Winders). Saltando en el espacio y en el tiempo en varias direcciones, también se re-actualiza y no
con menos fuerza en otras esferas, discursos y prácticas, político-militares y científicos (las “misiones” de la
ONU, la “Guerra de Irak”, etc., que disparan el juego de asociaciones y recuerdos con otros emprendimientos
pasados, como las Cruzadas; las diferentes empresas espaciales de la NASA). Distintas variantes del
cronotopo se reconocen fácilmente en los relatos massmediáticos –periodísticos. Es obvia su importancia en
una de las esferas sociales y uno de los sectores económicos más importantes, como lo es el turismo. Y no
hace falta observar el uso expandido de “navegación” en el “ciberespacio”.
188
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

desde la plaza pública, de los misterios y el carnaval, de la Edad Media y el


Renacimiento225, que entrecruza y entrelaza diferentes temporalidades y espacialidades. A
su vez, cada uno de los distintos cronotopos puede incluir una gran cantidad de pequeños
cronotopos; cada tema tiene su propio cronotopo (1988: 349-55, 357).
Los cronotopos, en tanto “imágenes” construidas, representadas, permanecen con
más o menos fortuna en el “museo imaginario”, en los cofres de la memoria artístico-
literaria, resurgen, son re-elaborados, estilizados, parodiados, hibridizados, canonizados,
re-acentuados. La novela es un género por constituirse, todavía inacabado, su nacimiento y
formación se llevan a cabo a plena luz de la Historia, sus fuerzas creadoras no cesan de
actuar bajo nuestros ojos; no existe un canon de novela como tal. El discurso novelesco
nació y se desarrolló en el medio de un conflicto complejo y secular de culturas y lenguas,
está ligado a los grandes cambios y crisis de las lenguas y la vida (verbal) de los pueblos;
como género en evolución, refleja más sensiblemente, rápida y profundamente, la
evolución de la propia realidad. La novela es un laboratorio extraordinario para explorar la
memoria del género, que también refresca las huellas de su génesis, dis-continuidad,
diferencias respecto de, por ejemplo, la épica u otros géneros “elevados” o “serios”. Si la
“memoria, no el conocimiento, es la principal facultad creadora y la fuerza de la literatura
antigua” (la inmutabilidad, sacralidad del pasado absoluto, de la tradición), “la experiencia,
el conocimiento y la práctica (el futuro) definen la novela” (1988: 407). Si la “idealización
del pasado en los géneros elevados tiene un carácter oficial”, la novela “está ligada a los
elementos eternamente vivos de la palabra y del pensamiento no oficiales (la forma festiva,
el discurso familiar, la profanación)” (ídem: 411): la novela se formó precisamente en el
proceso de destrucción de la distancia épica, de familiarización cómica del mundo y del
hombre, el rebajamiento del objeto de representación artística al nivel de una realidad
actual, inacabada y fluida. Su base reposaba en la experiencia personal y en la libre
invención creadora. La nueva y sobria imagen del arte novelesco y la nueva concepción
crítica científica, fundamentada en la experiencia personal, se formaron lado a lado y
simultáneamente. La novela acusa la re-orientación hacia el futuro, posibilitada a partir del
Renacimiento (“Epos y novela”, de 1941, en Bajtin, 1988).
Del espesor de la memoria del género, cada vez más enriquecida, también
provienen las corrientes de modelización del relato histórico escolar, que se regenera a

225
Bajtin (1990) ubica en Rabelais la culminación de culminación de esta tradición.
189
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

partir de múltiples fuentes y por la acción, congruente o conflictiva, de líneas-fuerzas de


creación diferentes.

La creación de la novela polifónica por parte de Dostoievski en una época cierta y


determinada aún per-vive, conservando su importancia artística en épocas diferentes: “Los
grandes descubrimientos del genio humano sólo son posibles en condiciones y épocas
determinadas, pero jamás mueren ni se devalúan junto con las épocas que los engendraron”
(Bajtin, 1993: 58). Para que los “contenidos” que el medio pone al alcance de la mano del
artista formen parte de una nueva forma de visión artística, para que generen un nuevo
principio estructural (como la polifonía) es necesaria “una larga preparación de tradiciones
estéticas generales y literarias”. Es que “Las nuevas formas de la visión artística se
preparan lentamente, por siglos, una época tan sólo crea las condiciones óptimas para la
madurez definitiva y para la realización de la nueva forma” (ídem: 59-60). Por otro lado,
un nuevo género, “al aparecer jamás cancela ni sustituye a los ya existentes” sino que
“completa los antiguos ampliando el horizonte de los géneros anteriores” (ídem: 377).
Puesto que un género “corresponde a una esfera preferente de la existencia con respecto a
la cual es insustituible” (piénsese en los géneros periodísticos, los pedagógicos), la novela
polifónica, por ejemplo, “no suprime, ni tampoco limita en lo más mínimo, el desarrollo
productivo ulterior de las formas monológicas de la novela” (biográfica, histórica), ya que
“siempre permanecerán y se extenderán las esferas de la existencia del hombre y de la
naturaleza que requerirán una aproximación objetual y conclusiva (léase monológica)” (p.
377). Más aún, “cada género nuevo importante, influye en todo el conjunto de géneros
antiguos”, los “vuelve más conscientes de sí mismos; los obliga a concientizar mejor sus
posibilidades y limitaciones, es decir, a superar su candidez”, contribuye a su renovación y
enriquecimiento. Así “se puede hablar de la ‘novelización’ de los géneros antiguos en la
época del emporio de la novela” (ibídem) (se podría pensar en el “nuevo periodismo”, su
búsqueda de otro principio genérico-discursivo; o en los nuevos modelos pedagógicos y
propuestas didácticas; o, también, en la atención puesta en el relato auto-biográfico, en
distintos campos de interés, que re-descubren otras posibilidades y limitaciones del
género).
Lo propio del género (literario, el dominio de estudio de Bajtin; en general para
nosotros, apoyados por sus propias formulaciones, e indicaciones para el desarrollo de una
poética histórica, que se complementa con análisis socio-históricos) es reflejar “las
190
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

tendencias seculares más estables del desarrollo literario” (artístico, historiográfico,


massmediático), conservar “los imperecederos elementos del arcaísmo”, que, por cierto,
permanece gracias a una constante renovación o actualización: “El género es siempre el
mismo y otro simultáneamente, siempre es viejo y nuevo, renace y se renueva en cada
nueva etapa del desarrollo literario y en cada obra individual de un género determinado. En
ello consiste la vida del género <...>. El género vive en el presente, pero siempre recuerda
su pasado, sus inicios, es representante de la memoria creativa en el proceso del desarrollo
literario y, por eso, capaz de asegurar la unidad y la continuidad de este desarrollo” (ídem:
150-51); cabe lo mismo respecto de la historiografía, la escolarización, el periodismo. La
memoria objetiva del mismo género que re-elabora el artista, el historiador, el pedagogo, el
periodista, y no su memoria subjetiva, es la que conserva las características de los géneros
“históricos”, su estirpe, genealogía (p. 171) _en los orígenes de la novela polifónica están,
entre otros, el diálogo socrático, la menipea, el simposio, el carnaval_.
Con el nombre genérico de la menipea, por ejemplo, y de los géneros clásicos
(epopeya, tragedia), en relación con la literatura moderna, Bajtin (1988) designa la ”esencia
del género y no un canon genérico determinado (en la Antigüedad clásica)” (p. 193); esa
esencia “se realiza y se manifiesta en toda su plenitud en las diversas variaciones que se
van creando a lo largo de su desarrollo histórico determinado” (p. 200) (así, las
posibilidades de la menipea son explotadas por Rabelais, Cervantes, Cyrano de Bergerac).
Asimismo, el género “posee su propia lógica orgánica que en cierta medida puede ser
comprendida y asimilada según algunos de sus exponentes e incluso según sus
fragmentos”; pero no se trata de una lógica abstracta: “Cada nueva variante, cada obra
nueva dentro de un género dado, siempre lo enriquece con algo, ayudando a perfeccionar su
lenguaje” (p. 222).
Hasta aquí el trabajo de Bajtin sobre la memoria del género, que complementa su
teoría del género, delineados y desarrollados, ésta y aquel, a lo largo de muchos años, desde
la década del veinte, tanto en los trabajos que se identifican con su propio nombre cuanto
en aquellos que se adjudican a su “círculo” (o “apócrifos”).

Semiosfera y memoria
“<...> cada cual tiene su historia,
Pero todo esto ocurre en esa suerte
De cuarta dimensión, que es la memoria.”
(J. L. Borges: “Adrogué”, El hacedor)

191
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

La semiosfera, “el espacio semiótico fuera del cual es imposible la existencia


misma de la semiosis”, está “dotada de un complejo sistema de memoria”, sin el cual “no
puede funcionar” (Lotman, 1996).
Entre las muchas cosas que “el camino recorrido por las investigaciones semióticas
durante los últimos veinte años permite tomar” de otro modo, Lotman supone que “no
existen por sí solos en forma aislada sistemas precisos y funcionalmente unívocos que
funcionan realmente <...>. Tomado por separado, ninguno de ellos tiene, en realidad,
capacidad de trabajo. Sólo funcionan estando sumergidos en un continuum semiótico,
completamente ocupado por formaciones semióticas de diversos tipos y que se hallan en
diversos niveles de organización”. A ese continuum llama semiosfera.
Todos los niveles de la semiosfera (el ser humano, un texto, una unidad global,
etc.), como si fueran semiosferas puestas una dentro de la otra, son tanto un participante del
diálogo como el espacio del mismo. La dinámica pendular de la semiosfera, que con Morin
(1994, 1993) puede verse como una totalidad compleja de auto-eco-organización, requiere,
y responde a, la presencia y actividad de “otro” con el cual entablar el diálogo instaurador
de sentido. En correlación, hay que recalcar, con Bajtin, el papel activo del ‘otro’ en la
comunicación con el texto, el que sería tratado como un “complejo dispositivo que guarda
variados códigos”, que no sólo realizaría (soportaría, haría circular) un mensaje ya
existente, sino que transformaría los mensajes recibidos y generaría otros nuevos (Lotman).

Todo texto complejo se forma por el juego interno de múltiples recursos semióticos,
que el texto cifra de manera heterogénea; entre ellos, los recuerdos de profundidades
temporales diferentes, las distintas matrices histórico-culturales, y “los constantes diálogos
intertextuales entre géneros y ordenamientos estructurales de diversa orientación” (ídem).
El texto es un fenómeno dinámico, internamente contradictorio, heterogéneo y
heteroestructural. Cumple una triple función: de comunicación, de generación de sentido, y
de memorización cultural. Los textos “constituyen programas mnemotécnicos”, son
capaces de “reconstruir capas enteras de cultura, de restaurar el recuerdo” (ídem). Y más, la
reconstrucción del carácter de la “memoria común” indispensable para la comprensión del
texto, delinearía la “imagen del auditorio” oculta o des-cubierta en el texto oficial, el cual
“construye un interlocutor abstracto, portador exclusivamente de la memoria común,

192
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

desprovisto de experiencia personal e individual”, en cuanto puede dirigirse a todos y a


cada uno.
Así, el texto complejo, como la cultura, es en principio “políglota”: los textos de
esta última “siempre se realizan en el espacio de por lo menos dos sistemas semióticos”,
con lo que Lotman continúa de alguna manera el desarrollo del principio de Bajtin referido
al plurilingüismo, lingüístico-discursivo-historicosocial y cultural; de ahí también, al igual
que para Bajtin, la importancia que otorga a la frontera como mecanismo semiótico
fundamental.

Al nivel de la cultura, Lotman intenta aproximarse a la elaboración de un modelo


dialógico, “en el cual los períodos de relativa estabilidad con un equilibramiento mutuo y,
por consiguiente, tendencias opuestas mutuamente inhibidas son relevados por períodos de
desestabilización e impetuoso desarrollo”, a la luz de una concepción dinámica de la
evolución, que reconoce la importancia del “papel de los factores casuales en la historia de
la cultura” (1996, 1993).
La relación intrínseca entre semiosis y memoria, que se pretende comprender, ha
sido larga y profundamente dilucidada por Lotman, en el marco de la Culturología.
Sucintamente, su afirmación acerca de la memoria como parte del mecanismo de
generación de textos y no sólo como depósito pasivo, se apoya, desde el punto de vista de
la Semiótica de la cultura, en los siguientes enunciados226:
1. La cultura es una inteligencia colectiva y una memoria colectiva: “un mecanismo
supraindividual de conservación y transmisión de ciertos comunicados (textos) y de
la elaboración de otros nuevos”.
2. La memoria de la cultura no solo es una, sino también internamente variada: su
unidad sólo existe en cierto nivel y supone la presencia de “dialectos de la
memoria”.
3. Simplificando e identificando la memoria con la conservación de los textos, se
puede aislar una memoria informativa (“mecanismos de conservación de los
resultados finales de cierta actividad cognoscitiva”) y una memoria creativa-
creadora (como el arte): “El carácter sinusoidal <...> es la forma más simple de

226
En “La memoria a la luz de la culturología” (Lotman, 1996).

193
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

relevo del ‘olvido’ y la ‘recordación’ culturales”. Este aspecto tiene un carácter pan-
crónico.
4. “Los nuevos textos se crean no sólo en el presente corte de la cultura, sino
también en el pasado de esta”. Toda cultura establece qué recordar y qué olvidar.
“Los sentidos en la memoria de la cultura no se ‘conservan’, sino que crecen”.
5. “La productividad de la formación de sentido en el proceso del choque entre los
textos que se conservan en la memoria de la cultura y de los códigos
contemporáneos, depende de la medida de desfase semiótico”.
6. Los textos que saturan la memoria de la cultura son heterogéneos desde el punto
de vista del género. Se producen conflictos entre “la naturaleza genérica de los
textos dominantes en la memoria y los códigos determinantes en el presente estado
de la cultura”.

En una proliferación de artículos (el género que más cultivó), Lotman desarrolla un
programa de investigación a partir de la memoria, como uno de sus núcleos227.
Lotman define la cultura “como todo el conjunto de la información no genética,
como la memoria común de la humanidad o de colectivos más restringidos nacionales o
sociales” (entendiendo memoria, en el sentido de la teoría de la información y la
cibernética, como la facultad de conservar y acumular información). La cultura es un
sistema comunicativo, creada con base en el lenguaje natural (el sistema semiótico
universal), el cual asume un papel dominante en la compleja compaginación de los
sistemas de codificación. Pero los sistemas de comunicación son a la vez sistemas de
modelización; de modo que la cultura, a la vez que construye un modelo del mundo,
construye un modelo de sí misma, “condensando y acentuando alguno de sus elementos, y
eliminando una parte como insignificante”228. Lenguaje y cultura constituyen una totalidad
compleja229: para que la cultura realice su trabajo fundamental de organizar
estructuralmente el mundo que rodea al hombre, debe disponer en su interior un
“dispositivo estereotipizador estructural”, cuya función es desarrollada justamente por el
lenguaje.

227
V. las distintas ediciones de D. Navarro y de J. Lozano.
228
“El problema del signo y del sistema sígnico en la tipología de la cultura anterior al siglo XX” (Lotman,
1979). Para otra re-visión, Las palabras y las cosas de Foucault.
229
J. Lotman y B. Uspenskij, “Sobre el mecanismo semiótico de la cultura” (Lotman, 1979).
194
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

El problema específico de la cultura como “memoria no hereditaria de la


colectividad, expresada en un sistema determinado de prohibiciones y prescripciones”,
como mecanismo que tiende a organizar y a conservar la información es el de la longevidad
de los textos230 y del código que conforman la memoria cultural. Los autores distinguen
tres maneras de “darle un contenido a la cultura”:
1-aumento cuantitativo del volumen de los conocimientos;
2-redistribución (reorganización) continua del sistema codificante, reordenamiento
de los códigos particulares;
3-olvido: opera el mecanismo de selección, de los acontecimientos que serán fijados
en textos, de los textos que serán conservados, valorados, destruidos, olvidados;
todo texto contribuye a la memorización y también al olvido.
La cultura “por esencia propia va dirigida contra el olvido: ella logra vencer el
olvido transformándolo en uno de los mecanismos de la memoria”. Hay que diferenciar el
olvido como elemento de la memoria y como instrumento de su destrucción (un ejemplo de
esto último es el secuestro planificado de libros y/o su quema, o la desaparición deliberada
de estos y otros bienes simbólicos, o de archivos)231. La constante autorrenovación
constituye uno de los mecanismos fundamentales del trabajo de la cultura.
En el mismo lugar, entienden la cultura como mecanismo creador de un conjunto de
textos, y estos como realización de aquella232. Tipológicamente, caracterizan culturas que
se representan como un conjunto de textos regulados, orientadas predominantemente hacia
la expresión; y culturas que lo hacen como un sistema de reglas que condicionan la
generación de textos, orientadas hacia el contenido. Estas dos modelizaciones culturales
crean el ideal del libro o del manual. Pero, cuando la cultura se centra en las reglas, el
manual opera como mecanismo generativo; cuando la cultura está centrada en el texto,
adquiere la forma de la exposición catequística, la antología. El tabú, por ejemplo, puede
ser elemento del texto, que refleja la experiencia colectiva, y un conjunto de reglas que
prescriben un comportamiento dado. Otro ejemplo es la querella de antiguos y modernos;
el clasicismo, en arte, como sistema orientado hacia las reglas. Además de estas

230
En un sentido amplio, “cualquier comunicación que se haya registrado (dado) en un determinado sistema
sígnico”: texto en lengua natural, cuadro, ballet, desfile militar (Lotman, 1979).
231
La historia muestra que “la destrucción sin dejar huellas no está dentro de las posibilidades de ningún
conquistador” (Lotman, 1998: 82).
232
Lotman (1996) admite que la cultura “en su totalidad puede ser considerada como un texto. Pero es
extraordinariamente importante subrayar que es un texto complejamente organizado que se descompone en
una jerarquía de ‘textos en los textos’ y que forma complejas entretejeduras de textos” (p. 109).
195
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

correlaciones, los autores precisan que la cultura puede contraponerse a la no-cultura o a la


anti-cultura. En el caso de las culturas orientadas hacia la expresión, representada como un
conjunto de textos, se da la contraposición correcto/erróneo (que puede extenderse hasta la
de verdadero/falso); en el caso de las culturas orientadas hacia el contenido y representadas
como un sistema de reglas, la antítesis es ordenado/no ordenado (que también puede darse
como la oposición cultura/naturaleza, cosmos/caos).
Finalmente, la heterogeneidad de la organización interna constituye la ley de la
existencia de la cultura que necesita, sin embargo, unidad, para lo cual la cultura interviene
como una estructura subordinada a principios constitutivos unitarios.
Así como la “conciencia individual” ejercita su facultad de memoria por medio de
ciertos y determinados mecanismos, la “conciencia colectiva” ejercita la suya creando sus
propios mecanismos de memoria colectiva, como la escritura. Las distintas formas de
memoria colectiva “se derivan de qué se considera que ha de ser recordado, y esto último
depende de la estructura y orientación de una civilización dada” (Lotman, 1998: 82). En el
mismo artículo, se vierten otras ideas sobre la tipología de las culturas a partir del eje de la
memoria. Conforme la actitud hacia la memoria a la que estamos habituados, se recuerdan,
se registran los “excesos” y “acontecimientos” (los sucesos excepcionales, singulares,
irrepetibles, poco probables, o lo que no debió ocurrir); para ello la escritura es
indispensable (crónicas, anales, periódicos; el derecho y la jurisprudencia). Esta conciencia
ligada a la escritura focaliza los nexos de causa y efecto, la productividad de la acción; y
con ello se imbrica su aguda atención al tiempo, y el surgimiento de la idea de historia: “La
historia es uno de los resultados colaterales del surgimiento de la escritura” (ibídem: 83).
Lotman imagina la posibilidad de otro tipo de memoria, orientada hacia la
reproducción incesante de textos originarios, y no a la multiplicación de textos, a la
conservación de informaciones sobre el orden y sobre las leyes, y no sobre sus violaciones
y los excesos (las formas serían el calendario, la costumbre, el ritual). A diferencia del
anterior, en este caso la escritura no es indispensable, sino que su función la cumplen los
símbolos mnemotécnicos (naturales o creados históricamente) y los rituales en los que
aquellos están insertos. El complejo símbolo-ceremonia desempeña un rol regulador y
rector, y de (sacralización de la) memoria. Por otra parte, si el primer tipo de cultura se
orienta hacia el pasado, este segundo tipo está orientado hacia el futuro, de donde la
importancia en estas últimas culturas de las predicciones, adivinaciones y profecías. La
necesidad de “aconsejarse” (por los mayores, el médico, el abogado, las “videntes”, los
196
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

“manosantas”) sería el vestigio de una tradición según la cual la elección se cumplía con la
ayuda del adivino, el hechicero, y no por el escrutinio racional individual, el libre examen,
la remisión a la historia, la ponderación de la efectividad, o el análisis de la causalidad
(según el ideal iluminista). La posibilidad y la necesidad de elegir por sí mismo, y
renunciar a la costumbre y la experiencia colectiva estatuida, será respectivamente valorada
positiva o negativamente por uno u otro tipo de cultura.
Lotman concluye de esta manera: “Para que la escritura se haga necesaria, se
requieren la inestabilidad de las condiciones históricas, el dinamismo y la impredecibilidad
de las circunstancias y la necesidad de las diversas traducciones semióticas que surgen en
los contactos frecuentes y prolongados con un medio aloétnico” (p. 91). Con todo, la
victoria de la cultura con escritura o de la cultura ágrafa parece un caso extremo. Dentro de
tal o cual cultura se trata de delimitaciones de las esferas oral (poética-sacra, el ritual, el
mito), y escrita (laboral-económica), sus interconexiones y transformaciones, como las que
se están produciendo actualmente por la irrupción de medios de registro del discurso oral
en la cultura ya tradicionalmente escrita (p. 92) (la cultura audiovisual, la oralidad
secundaria).
El mismo volumen (1998) incluye “La memoria de la cultura”. Ahí dice el autor:
“Los aspectos semióticos de la cultura (por ejemplo, la historia del arte) se desarrollan, más
bien, según las leyes que recuerdan las leyes de la memoria, bajo las cuales lo que pasó no
es aniquilado ni pasa a la inexistencia, sino que, sufriendo una selección y una compleja
codificación, pasa a ser conservado, para, en determinadas condiciones, de nuevo
manifestarse” (p. 153, cursivas en el original). Esto quiere decir, en cierto sentido, que si es
posible hablar de “atraso” cuando no están disponibles ni se usan los nuevos inventos
técnicos, no cabe lo mismo cuando se lee la Odisea, o se mira la Gioconda; para no estar
“atrasado”, en cultura, no es necesario dar la espalda a las obras del pasado. “Las ruedas de
la cultura giran con diferente velocidad”, el romanticismo en música puede coincidir o no
con el romanticismo literario; mientras la moda es pasajera, sus cambios vertiginosos, los
del lenguaje se producen a lo largo de períodos más largos. Es notable, por un lado, la
variabilidad histórica de la cultura, su carácter dinámico; y, por otro, “la diferencia en la
velocidad de la dinámica histórica de sus diferentes componentes”.
Tumbas, mausoleos, museos, paseos, también conjugan en un complejo lo
simbólico y lo ceremonial _y en esto radica también la práctica semiótica de la memoria, el
ejercicio de la memoria semiótica, que no “entierra” de una vez y para siempre a sus
197
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

“muertos”, recuerda sus estados pasados y su pasar, los hace contemporáneos_, espacios en
los que se celebran los oficios memoriosos. El diálogo cultural con el pasado es constante,
como es incesante la actualización de textos pertenecientes a otros momentos, la presencia
de estados profundos anteriores, lo que tiene que ser una señal de alerta de cara a un
“evolucionismo trivial” o la “rigurosa linealidad” del desarrollo de la cultura. Tomada en
su aspecto semiótico, la cultura, como forma de la memoria colectiva, obedece a las leyes
del tiempo, a la vez que genera mecanismos para resistir al tiempo y a su movimiento. No
sólo se encuentra en actividad el último corte temporal, sino también “toda una gruesa capa
de cultura de una considerable profundidad, y, a medida que se avanza en el tiempo, en el
pasado brotan periódicamente focos de actividad”. El funcionamiento de estructuras
parciales de la memoria cultural hace posible el diálogo interno de diferentes momentos
culturales.
Todo sistema comunicativo requiere una memoria común; la diversidad de
lenguajes (en el sentido de Bajtin; o, más precisamente, los múltiples sistemas semióticos
de significación-comunicación) supone el diverso carácter de la memoria, tanto en lo que
hace a la diferencia de su volumen sincrónico cuanto a su profundidad diacrónica. Así,
Lotman formula la tesis: “cuanto más complejo es un lenguaje, cuanto más ajustado está
para la transmisión y producción de información más compleja, tanto mayor profundidad
debe poseer su memoria”. Es el caso del ‘lenguaje’ (strictu senso, el “lenguaje articulado”),
cuyos elementos son agentes de garantía de la memoria profunda; los mismos
experimentan cambios y son capaces de conservarse en el sistema; puede pensarse
igualmente en algunas “imágenes”, como “Fausto”, en su invariancia y en sus diversas
realizaciones (hasta Fausto. impresiones del gaucho Anastasio el pollo en la
representación de esta ópera, de E. del Campo); o “chivo expiatorio”, desde los festivales
en los que los “sátiros” cantaban a Dionysos, celebraban la permanente re-generación de la
vida.
Lotman define como función simbólica la capacidad mnemotécnica de un signo
(más arriba, el complejo símbolo-ritual), de “concentrar en sí, conservar y reconstruir el
recuerdo de sus contextos precedentes”; pero el significado de un símbolo no es constante,
algo que perdura inalterable. La memoria no es un depósito de mensajes que se apilan y se
guardan invariantes, sino un mecanismo de regeneración de la misma; los símbolos portan
información de los contextos y los sistemas semióticos, que para actualizarse requiere
algún contexto en el que se inserten los símbolos, lo cual modifica su significado; la re-
198
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

construcción de la información se produce en el contexto de juego entre los lenguajes del


pasado y del presente.

Las “figuras” y los “tonos” de la patria, que insuflan siempre un nuevo o renovado aliento
al amor patrio: la bandera que flamea en la plaza mayor, en la escuela, al frente de las casas, los
días conmemorativos de la gesta patria y cuando el seleccionado nacional de fútbol representa a
la comunidad nacional en un campeonato mundial; la bandera de plástico que se ondea en los
mitines políticos o en los estadios deportivos, la bandera atada al cuerpo o tatuada en el rostro;
también el himno nacional que se “entonaba” solemnemente en los programas televisivos de
mayor audiencia los días de la patria. Todos estos gestos recuerdan el “relato nacional” sobre el
legendario fervor y arrojo de los jóvenes patriotas -French y Beruti- que distribuían cintas
celestes y blancas a los vecinos que querían saber de qué se trataba en el Cabildo aquellos días
de mayo de 1810; y ninguno de ellos relega al olvido el entusiasmo de la multitud,
“embanderada”, que se congregó en Plaza de Mayo cuando el gobierno militar decidió “hacer”
la guerra de Malvinas; lo que, hoy, funciona también como antídoto contra la amnesia.

También se pueden ver desde esta perspectiva algunos de los mega-recitales que se
realizan en ciertos “lugares de memoria”, como la actuación de uno o de “los tres tenores”, y
otros importantes artistas, en la plaza del Obelisco de Buenos Aires, icono “porteño” y
nacional; por otra parte, estos espectáculos se alinean con otros del mismo tipo, como el recital
de Pink Floyd realizado “en” el muro de Berlín (en gira mundial, R. Waters anunciaba la
presentación del espectáculo The Wall en Argentina para 2012). Estos dispositivos rituales,
para utilizar la expresión de M. Augé (1995), activan el resorte de re-actualización simbólica,
de re-creación del “mito”; estos actos de re-fundación, y fundantes de memoria colectiva,
despejan cada vez el camino para la introducción de nuevos significados compartidos en torno
de esos espacios y símbolos).

El estudio de la memoria de la cultura indica, además y en otro sentido, su doble


faz: “Los estados pasados de la cultura lanzan constantemente al futuro de ésta sus
pedazos”, cada uno de los cuales posee su propio volumen de memoria, actualiza en alguna
medida su espesor cultural en cada uno de los contextos en que se inserta; existen códigos
culturales orientados, especializados, a “la reconstrucción del pasado y a la conservación de
la conciencia que tiene una colectividad del carácter ininterrumpido de su existencia”.
O, en clave peirceana, los símbolos crecen, se desarrollan, (se) enriquecen (con) el
acervo semiótico. En tono nietzscheano, la memoria es más o menos dionisíaca (o
apolínea).

Desde la perspectiva de los Estudios Culturales, Raymond Williams ofrece aportes para
pensar los procesos de hegemonía en relación con la cultura (a), y los procesos de reproducción
cultural, y las relaciones entre cambio social y cambio cultural (b).

199
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

a) A partir de Gramsci, Williams (1980, caps. 7, 8, 9; 1982, caps. I-II-VII) entiende que la
hegemonía constituye “todo un campo de prácticas y expectativas en relación con la totalidad
de la vida”, “es un sentido de la realidad”; una “cultura”, que “debe ser considerada asimismo
como la vívida dominación y subordinación de clases particulares”. Este concepto de
hegemonía implica dos ventajas: -“sus formas de dominación y subordinación se corresponden
más estrechamente con los procesos normales de la organización y el control social en las
sociedades desarrolladas <...>“; -”existe un modo absolutamente diferente de comprender la
actividad cultural como tradición y como práctica”; son procesos básicos de la propia
formación social, no meramente, y más que, expresiones superestructurales.
La hegemonía es un proceso, lo cual implica agregar los conceptos de contrahegemonía y
hegemonía alternativa. Conviene hablar de “lo” hegemónico, “lo” dominante. Como método
general, no deben reducirse “todas las iniciativas y contribuciones culturales a los términos de
la hegemonía”, el análisis cultural procura comprender lo hegemónico en sus procesos activos y
formativos, pero también en sus procesos de transformación.
Advierte Williams: “El principal problema teórico, con efectos inmediatos sobre los
métodos de análisis, es distinguir entre las iniciativas y contribuciones alternativas y de
oposición que se producen dentro de -o en contra de- una hegemonía específica <...> y otros
tipos de contribución e iniciativas que resultan irreductibles a los términos de la hegemonía
originaria o adaptativa, y que en ese sentido son independientes”. No debe verse el proceso
cultural como si fuera simplemente adaptativo, extensivo e incorporativo, sino que también se
dan en él auténticas rupturas.
La hegemonía es un proceso activo de incorporación de significados, valores y prácticas a
una cultura y a un orden social efectivo. Para comprender este proceso y el material sobre el
que opera, hay que tener en cuenta tres aspectos de todo proceso cultural:
1-Tradiciones, más precisamente una tradición selectiva: “una versión intencionalmente
selectiva de un pasado configurativo y de un presente preconfigurado, que resulta entonces
poderosamente operativo dentro del proceso de definición e identificación cultural y social”. La
tradición constituye “un aspecto de la organización social y cultural contemporánea del interés
de la dominación de una clase específica”; “el sentido hegemónico de la tradición es siempre el
más activo”, es un campo de luchas. El establecimiento efectivo de una tradición selectiva es
cuestión de instituciones formales y de formaciones.
2- Instituciones: cumplen una función importante en el proceso social activo de
incorporación (lo que también se entiende como socialización, o enculturación). Este específico
y complejo proceso hegemónico está lleno de contradicciones y conflictos no resueltos. El éxito
se da por la efectiva autoidentificación con las formas hegemónicas; más que a la suma de las
instituciones hay que atender al carácter negociado de las interpretaciones fundamentales.
3. Formaciones: movimientos y tendencias efectivas, en la vida intelectual y artística, con
decisiva influencia en el desarrollo activo de una cultura, y en relación variable con las
instituciones; con un papel cada vez más importante en las sociedades desarrolladas complejas.
Lo que se analiza en cada caso es el modo de una práctica especializada, deben diferenciarse las
formaciones alternativas, las de oposición, y las dominantes, y las variantes de estas últimas.
b) En su consideración de los procesos de reproducción cultural, Williams trata la cuestión
de las relaciones entre cambio social y cambio cultural. Es necesario, a la vez, definir algunas
relaciones relativamente estables de dominación y subordinación, y examinarlas en sus formas
dinámicas. Como vía para analizar esas formas dinámicas, propone distinguir entre:
1- Lo arcaico: lo que se reconoce plenamente como un elemento del pasado para ser
observado, examinado o incluso puede ser “revivido” de un modo deliberadamente
especializado (el folklore, en un sentido y línea de concepción y práctica, como objeto de
investigación; y de enseñanza y aprendizaje en las “escuelas de danzas nativas”, academias,
centros tradicionales).
2- Lo residual: ha sido efectivamente en el pasado, pero todavía se halla en actividad como
efectivo elemento del presente; puede tener un sesgo alternativo o de oposición, así como ser
incorporado a la cultura dominante mediante los diversos mecanismos por los que opera la

200
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

tradición selectiva (los mismos elementos del folklore, específicamente musical, que están en
un período de relativo y considerable resurgimiento y éxito, tanto en asistencia de público a los
incontables festivales como en el mercado discográfico; también algunas prácticas “curanderas”
que conviven con las medicinales-científicas).
3- Lo emergente: los nuevos significados y valores, prácticas, relaciones y tipos de
relaciones que se crean continuamente. También aquí hay que distinguir lo dominante, o lo
funcional al orden hegemónico, y lo alternativo y de oposición (Internet, que por otra parte no
manda al baúl de los recuerdos abandonados prácticas, formas, recursos y soportes anteriores,
si se tiene en cuenta, aunque sea superficialmente, lo que implican el chat y el e-mail, respecto
de la charla y la correspondencia, sólo para mencionar algunos aspectos de un ejemplo
complejo).
4- Lo dominante: el sistema central de prácticas, significados y valores, que debe hacerse y
rehacerse permanentemente para contener a aquellos que se le opongan; puede incorporar los
complejos anteriores.
Para definir los elementos importantes, o lo residual y lo emergente, y para comprender el
carácter de lo dominante, Williams dice: “ningún modo de producción y por lo tanto ningún
orden social dominante y por lo tanto ninguna cultura dominante verdaderamente incluye o
agota toda la práctica humana, toda la energía humana y toda la intención”.

Ya adelantamos algunos puntos que pautarían el encuentro entre Bajtin y Lotman,


en esta ocasión, en el territorio de la memoria: -la frontera como un factor de suma
importancia; -el papel activo imprescindible del otro; -un modelo dinámico de los procesos
de desarrollo de la cultura.
La semiosfera, el universo que hace posible y realidad toda semiosis, todo acto de
significación y toda comunicación, se distingue por algunos rasgos233:
1- La homogeneidad y la individualidad semiosférica (aparte de que su definición
depende del sistema de descripción) suponen “el carácter delimitado de la semiosfera
respecto del espacio extra o alosemiótico que la rodea”. La frontera es uno de los
conceptos fundamentales de este carácter: conjunto de “traductores-’filtros’ bilingües
pasando a través de los cuales un texto se traduce a otro lenguaje”. Una semiosfera dada
debe traducir a alguno de sus lenguajes los textos alosemióticos o semiotizar lo no-textos,
para que estos adquieran sentido. La línea fronteriza, cuyos puntos pertenecen
simultáneamente al interior y al exterior (lo sabemos quienes vivimos en “zonas”
fronterizas, de “culturas en contacto”, geopolíticamente estratégicas, de “integración” -de
mercados-), se correlaciona con la individualidad semiótica, su “carácter”; pero la frontera
depende del modo de codificación. La frontera es un mecanismo bilingüe de traducción de
“los mensajes externos al lenguaje interno de la semiosfera y a la inversa”, el que permite
los contactos con los espacios no-semiótico y alosemiótico. Su función (como la de todas

233
Para este punto, “Acerca de la semiosfera”, en Lotman (1996).
201
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

las fronteras, la película que cubre la célula viva, la biosfera) consiste en “limitar la
penetración de lo externo en lo interno”, en “filtrarlo y elaborarlo adaptativamente”, la que
se cumple de varios modos en los distintos niveles (por ejemplo, la separación de lo propio
y lo ajeno, la reconversión de uno en otro, la re-semantización de lo que viene de afuera).
La frontera une, por un lado, dos esferas semióticas; y las separa, por otro, desde la
posición de la autoconciencia, autodescripción en un metanivel _la conciencia de sí,
individual o colectiva, es la conciencia de la especificidad, las diferencias, las
contraposiciones respecto de las otras “esferas”; y en distintos períodos históricos puede
dominar uno u otro aspecto.
La frontera es también un “dominio de procesos semióticos acelerados que siempre
transcurren más activamente en la periferia de la oikumena cultural, para de ahí dirigirse a
las estructuras nucleares y desalojarlas” (pareciera oírse la propia voz de Bajtin). La
oposición centro/periferia puede ser sustituida por el par ayer/hoy (Lotman ejemplifica esta
“regularidad” con la historia de la antigua Roma).
La frontera es indispensable, lo significativo “es el hecho mismo de la presencia de
una frontera” (cursivas del autor).
2- El trazado de la frontera de una cultura dada depende de la posición del
observador. Lo mismo rige para la división en núcleo y periferia. El metalenguaje de
descripción adoptado (se trate de una autodescripción o de una descripción realizada por un
observador externo en términos categoriales de otro sistema) puede cubrir la irregularidad
del mapa semiótico real y construir un nivel de unidad ideal del mismo. La interacción
entre estos niveles, así como los juegos complejos entre núcleo-periferia, conforman una de
las fuentes de los procesos dinámicos semiosféricos. En el suelo semiótico no siempre se
respeta la jerarquía de lenguajes y textos, estos chocan y se mezclan de modos diversos. La
no homogeneidad estructural de la/s semiosfera/s constituye importantes reservas de esos
procesos dinámicos y deviene uno de los mecanismos de producción de nueva información.
La irregularidad estructural se debe también a la diferente velocidad con que la semiosfera
se desarrolla en sus distintos sectores.
Lo regular es la no sincronicidad en el tejido real de la cultura, lo que quiere decir
que fenómenos como el Barroco o el Romanticismo no se producen sincrónicamente en
todas las ramas del arte; y lo mismo puede observarse respecto de los contactos culturales,
entre Oriente y Occidente, entre centro y periferia, o entre diferentes culturas locales dentro
del espacio de una cultura nacional. En una semiosfera operan fronteras internas que
202
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

especializan semióticamente algunos de sus sectores y hacen posible múltiples relaciones e


intercambios, y la generación de nuevos sentidos.
Por otra parte, la “diversidad interna de la semiosfera presupone la integralidad de
ésta”. Las partes pueden ser isomorfas respecto del todo; el isomorfismo entre estructuras
jerárquicamente diferenciadas, produce cierto aumento de mensajes. Pero, la generación de
nuevos textos exige otro mecanismo: el intercambio, entre participantes que manifiestan
cierta semejanza y cierta diferencia (como el que se da entre la semiosis verbal y la icónica
en un texto complejo, una historieta o un libro de texto; ambas semiosis son isomorfas
respecto del mundo “representado”, no una respecto de la otra, y esto hace posible el
intercambio entre ambos sistemas y la transformación de los mensajes en los procesos de
re-traducción); pero que va desde el intercambio entre los hemisferios cerebrales hasta el
que se produce entre culturas.
Con esto se postula el diálogo como base de la formación del sentido, que precede a
los lenguajes, los genera, y sin el cual la conciencia es imposible. La formación semiótica
es una condición de existencia y funcionamiento del lenguaje aislado particular; en la
semiosfera se lleva a cabo la interconexión de todos los elementos del espacio semiótico, y
sin el complejo sistema de memoria del que está dotado (la profundidad diacrónica que
posee) no funcionaría. La semiosfera necesita de “una regulación interna y una vinculación
funcional de las partes, cuya correlación dinámica forma la conducta” de la misma. Ello
explica dos fenómenos que se dan en la semiosfera: el desarrollo dinámico de sus
elementos, que se orientan hacia la especificación de los mismos, conlleva el aumento de la
variedad interna de la semiosfera; pero la integridad de esta no se destruye, puesto que en
todos los procesos comunicativos opera el principio invariante que los asemeja entre sí,
este es el principio basado en la combinación de simetría-asimetría entre los partenaires
del diálogo _los participantes del diálogo “deben ser diferentes y, a la vez, tener en su
estructura la imagen semiótica de su contraparte”_.
Estos son algunos de los enunciados de Lotman sobre diálogo y dinamismo234:
“La formación de sentido no tiene lugar en un sistema estático”, es menester
introducir algún mensaje en el sistema comunicativo, o insertar el texto en una situación de
comunicación, donde se producirá la traducción interna e intercambio entre sus
subestructuras, y entre éstas y las de otros textos y el contexto.

234
“Para la construcción de una teoría de la interacción de las culturas (el aspecto semiótico)”, en Lotman
(1996).
203
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

El acto de la conciencia creadora es “siempre un acto de comunicación, es decir, de


intercambio”, lo que es imposible en el caso de un sistema aislado, uniestructural y estático
_no siempre el impulso para la interacción es el parecido o el acercamiento, también
impulsa la diferencia_.
“El desarrollo inmanente de una cultura no puede realizarse sin la constante
afluencia de textos de afuera”: “de afuera” puede indicar un género o una tradición dentro
de una cultura dada; o el otro lado de la línea trazada por el metalenguaje de descripción
que divide los mensajes dentro de una cultura en existentes e inexistentes, o valiosos y no-
valiosos, altos y bajos, etc.; y finalmente los textos que proceden de otra tradición nacional,
cultural.
Tanto el acto de creación como el desarrollo de la cultura “es un acto de
intercambio y supone constantemente a ‘otro’”; la cultura crea esos otros (un ejemplo de lo
cual sería el “otro etnográfico”), desarrolla una imagen interiorizada del otro, puede
incorporar estructuras de la cultura ajena. Algo fundamental en los procesos de contacto, es
la denominación del otro, su identificación, definición, codificación, inclusión en el propio
mundo. Del otro lado, “la redefinición de sí mismo en correspondencia con la
denominación que me da un partenaire externo en la comunicación” (se puede pensar en la
polémica). No se pueden separar, más que especulativamente, la interacción y el desarrollo
de las personas, las culturas, tal o cual semiosfera, el dinamismo de unas y otras, en todos
sus niveles, exige la presencia de “otro” (la generación de sentido requiere la alteridad y la
diferencia). La dinamización puede producirse también, en determinados momentos, por
ejemplo cuando una de las “tendencias estructurales de orientación opuesta” “se inhibe, y
la otra se hipertrofia recíprocamente”235. Con el desarrollo de la cultura se incrementa su
“valor informacional” y con ello su indefinición interna, “el repertorio de posibilidades que
en el curso de la realización de la misma quedan irrealizadas” (con esto concluye el artículo
del que se tomaron los enunciados generales).
Justamente, en los sectores más dinámicos de la cultura es más relevante el papel de
los factores casuales: en los dominios fronterizos, los géneros marginales, más jóvenes; en
las zonas fronterizas, espaciales y cronológicas, donde se debilita la rigidez de las
organizaciones estructurales, aumenta la variabilidad de las formas emergentes, e irrumpen
formas ajenas, surge “la posibilidad de combinaciones casuales en el terreno de las uniones

235
“Asimetría y diálogo”, en Lotman (1996); en el mismo artículo dice: “Los períodos estáticos de la cultura
se forman a cuenta del equilibrio de transacción entre” esas tendencias.
204
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

socioculturales y las agrupaciones ideológicas”, lo que hace de esas regiones “poderosos


generadores culturales”. La memoria semiosférica funciona como un mecanismo de re-
generación y de incremento de “información”. Este incremento “aumenta el número de
alternativas y reduce el terreno de la redundancia”; eleva “el peso específico de los factores
de fluctuación histórica, es decir, de las situaciones en que el ulterior destino del sistema
dependerá de factores casuales y de la elección consciente”. Esto quiere decir también que
la vida histórica, que se desarrolla de alguna manera y por lo dicho como el “mundo de la
creación”, supone moralidad y responsabilidad personal y colectiva, frente a las
posibilidades que se avizoran, las ya realizadas o las no escogidas236.

Con Lotman, en diálogo con Bajtin, podemos encaminarnos a la comprensión, a


medida que avancemos en los tanteos de reconocimiento y aprehensión de, al menos, las
sombras de ese “bien esquivo” que es la memoria semiótica, la semiosis de la memoria: un
“revoltijo” de matrices, cuyo relevamiento y clasificación sigue pendiente, si eso es acaso
posible, cuyos imbricamientos cada vez diferentes re-mueven el universo; un trenzado,
siempre renovado, de complejos cronotópicos, esto es temporalidades, espacialidades y
comunidades que sostienen la memoria, el suelo de la institución social de las
significaciones temporales y su ligazón con la territorialidad, cuyo cuidado alienta el
desarrollo dispar, no sincrónico, de múltiples y diversas texturas semiosféricas y su
entretejido. Un (re)corte acá o allá de esta tela no siempre da con los surcos profundos de la
historia de su devenir; pero, por más superficial que sea el tajo, no puede pasar por alto las
huellas siempre frescas de lo que le ocurrió en anteriores (me)rodeos.
El tacto (semiótico) dará una u otra sensación respecto de las tramas que se
pretendan describir. Como sea y en principio, y porque el discurso de descripción incide
bastante en la clave de configuración del universo de discurso descripto, es conveniente
postular el modelo dinámico de la cultura diseñado por Lotman237.

236
“Sobre el papel de los factores casuales en la historia de la cultura” (de 1992, en Lotman, 1996); “Sobre el
papel de los factores casuales en la evolución literaria” es una versión de 1989 (en Discurso Nº 8, 1993).
Lotman formula la paradoja que surge a partir de las nuevas fuerzas que libera cada “nuevo brusco viraje en
la historia humana”: “el movimiento de avance puede estimular la regeneración de modelos culturales y
modelos de conciencia muy arcaicos, generar tanto bienes científicos como epidemias de miedo masivo” (“El
progreso técnico como problema culturológico”, en Lotman, 1996).
237
Entre otros, “Un modelo dinámico del sistema semiótico” (de 1974), en Lotman (1979, 1998); “Sobre la
dinámica de la cultura”, en Discurso Nº 8, 1993. También Lotman (1999).
205
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Lotman238 llama la atención hacia los permanentes conflictos desatados entre la


repetición y el dinamismo propio de los comportamientos, las prácticas, el hacer histórico-
social -los juegos dialécticos entre las escansiones de la repetición y la diferencia-. Así la
historia de la civilización y las culturas puede ser descripta como “repetidora de unas
mismas estructuras o como impredecible”. La dinámica semiótica de la cultura conjuga de
múltiples modos (y en diversos modelos) el doble carácter del proceso dinámico (una
“combinación conflictiva de su dirección lineal y de su repetición cíclica”; los procesos de
cambio, que en ciertos momentos de estabilidad conservan cierta predecibilidad y ofrecen
un espectro más o menos limitado de opciones). En la historia “están presentes muchos
procesos dinámicos, aunque no sincronizados, que tienen un tiempo distinto de desarrollo y
que no están relacionados entre sí, pero también en otras esferas del desarrollo están
presentes procesos cronológicamente simultáneos a ellos, que viven un período de
estabilidad” (por ejemplo, el estado más o menos explosivo de una esfera dada puede
correlacionarse, causal y cronológicamente, o no, con el estado de otras/s esfera/s); los
procesos históricos muestran variados planos y funciones, y, por ello, pueden ser objetos de
descripciones diferentes desde distintos puntos de vista; el orden de lo regular y de lo
casual varía, se puede valorar ora la conducta impredecible, la generación de nuevas
posibilidades, ora el comportamiento ya aprobado, lo ya sancionado.
La semiosis de la cultura es contradictoria (dialógica y dialéctica). Una corriente
multiplicadora de los lenguajes (las semiosis); el dinamismo del proceso determina el
continuo surgimiento de nuevos sistemas semióticos y la reorganización de sus
dominantes, un proceso que nunca es monoestructural, sino que siempre se produce un
movimiento incesante de intercambio entre los diversos sistemas. Una corriente opuesta
tiende a que tal o cual tendencia pretenda erigirse en la opción dominante, en ganar el
rango “oficial”.
En suma, podría decirse que el motor de la historia es el juego constante entre las
fuerzas antagónicas que comandan los procesos de producción y de reducción de la
complejidad (semiótica) de la realidad (en cualesquiera de las esferas semiótica); una lucha
entre partenaires irreconciliables: la creación y re-apertura de mundos, la siempre renovada
posibilidad, la diversidad, la pluralidad, el poliglotismo, la racionalidad dialógica, de un
lado; la dominación, la vocación oficial, la homogeneidad, la uniformidad, la univocidad y
unanimidad, la racionalidad monológica, del otro.

238
En los últimos artículos señalados (1993).
206
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Complejidad y memoria
“Hablan de humanidad.
Mi humanidad está en sentir que somos voces de una misma
penuria”.
(J. L. Borges: “Jactancia de quietud”, Luna de enfrente)

La postrimería ya forma parte del magma de significaciones imaginarias que el


hombre ha instituido a lo largo de su hacer histórico-social, al menos durante el transcurrir
de larga duración, desde que la operación histórica dató sus “partidas”, por medio del corte
y demarcación que instauró el eje axial del devenir histórico de la humanidad (el ‘sentido’
de la historia, “a. C. <año “0”>/d. C.”, como direccionalidad y significación); en el
transcurso de “nuestra era” así delimitada no se interrumpió el trabajo de preparación y
reparación después de cada resquebrajamiento, de esa “argamasa” fraguada diversamente
que es nuestro imaginario histórico. Como toda “frontera”, la postrimería del siglo XX239
puede ser vivenciada e investida significativamente de múltiples maneras, puede provocar
reminiscencias milenaristas o sostener incólume la fe que mueve montañas, dos modos de
esperanza y desesperación ante las últimas cuatro cosas que, dice el dogma, esperan al
hombre (muerte, juicio, infierno y gloria); puede socavar cimientos y sacudir creencias,
despertar dudas, y aumentar las incertidumbres y el desconcierto; puede ser traspasada con
el equipaje cargado de incredulidades, escepticismo, o puede hacer renacer otros modos de
creer y conversiones, que abonan un suelo fértil para la germinación de tantos movimientos
de todo tipo (fundamentalistas, nacionalistas, ecologistas, feministas, mundialistas y
localistas, post-modernistas, y la lista puede proseguir). Y como toda frontera, conjuga, en
su “línea” de “montaje”, finales y comienzos, el sentido del fin (de la historia, de las
ideologías, de las certidumbres, entre algunos finales anunciados y ampliamente
debatidos)240 con el re-inicio de otros ciclos sobre el camino sin principio ni final (a veces

239
Entonces, el último quinqueño del siglo, cuando se generaba el texto orginal de tesis de doctorado; aunque
parezca allá lejos y hace tiempo, algunos resabios y sacudones campean a sus anchas y se dejan sentir en el
presente. Alain Badiou dictó un seminario sobre “el siglo XX” en el College Internatianl de Fhilosofhie
durante los ciclos lectivos 1998-1999, 1999-2000, 2000-2001. El tema no era qué pasó en el siglo sino lo que
se pensó; aborda la cuestión del siglo como categoría del pensamiento, a partir de discursos “que apelan al
sentido del siglo para sus propios actores” o que hacen de ‘siglo’ “una de sus palabras clave”. El siglo XX
comienza “con el tema del hombre como programa y ya no com dato” y “el siglo XXI, en tanto, se abre con
una moral disyuntiva: ‘humanismo o terror’. Guerra (humanismo) contra el terrorismo”. Las clases fueron
reunidas en Badiou, El siglo (2005), con un epílogo de 2004.
240
Josep Fontana (1992) se suma a quienes desbaratan lo que expresa “el fin de la historia”, desde que este
giro se puso de moda (ya pasada por lo demás, como otras), con la pretensión de despejar el terreno
historiográfico por donde transitan quienes estudian y enseñan Historia. Cfr. Jameson (1999), Cruz (2014).
207
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

con rumbo más o menos fijo; otras sin meta preestablecida; y otras aun, con el sólo
propósito de andar, se pre-vea o no el norte); y según el punto de vista del participante o
del observador, o del observador participante, la línea fronteriza puede ser inclusiva y/o
exclusiva, de lo propio y/o lo ajeno, puede encerrar la propia esfera y separarla de las otras,
o puede constituir el umbral, la zona de los pasajes, la liminalidad, el canal de inter-
cambios, el punto de contacto, el espacio de las mixturas, re-apropiaciones y re-
definiciones, el cauce de dis-continuidades e in-determinaciones, el tiempo de nuevos
principios. Recta, círculo, espiral, rejilla, hilo/s desovillados y/o trenzados, la experiencia
de la frontera puede propiciar la trans-formación de la humanidad y el mundo. (Como lo
quiere Castoriadis, “algo infinitamente más modesto: que la humanidad se cambie como ya
lo hizo dos o tres veces”. entre otras, por las razones que da Borges: “<...> Hoy sólo tienes/
La fiel memoria y lo desiertos días./ Nadie pierde (repites vanamente)/ Sino lo que no tiene
y no ha tenido/ Nunca, pero no basta ser valiente/ Para aprender el arte del olvido./ Un
símbolo, una rosa, te desgarra/ Y te puede matar una guitarra”241).

Si se continúa con la dinámica de lo tercero, que organiza este trabajo, se podría


contar por tres el drama de la humanidad (también su escansión épica, trágica, cómica;
hasta la farsa de la segunda vez), en el cual el ser humano (se) ha re-presentado (por medio
de) algunos gestos, como el ser que vive y quiere perseverar en su ser, permanecer y

Marc Augé (1995) esboza el problema que la modernidad plantea a la historia y a la antropología (cuyas
relaciones es el tema de su libro). Es decir, el estado del mundo, caracterizado por la “aceleración de la
historia” y el “encogimiento del planeta”, no es un objeto unívoco ni uniforme, ni objeto de univocidad o
uniformidad en su abordaje. O bien se presta atención, a partir del eje temporal, a los procesos de unificación
que emergen con la aceleración de la historia (en esta línea, las tesituras del “fin de la historia”, o del
“consenso”); o bien se atiende, sobre el eje espacial, a las diversidades, que en su acercamiento muestran el
encogimiento del planeta (en la línea de esta perspectiva, la “postmodernidad”, si bien, en este caso, hay que
tener presente la gama de concepciones). En la interpretación de Augé, ambos lineamientos “no difieren
tanto” y “no son independientes, ni una ni otra, de las revoluciones tecnológicas” a partir de las cuales fueron
posibles. ¿Cómo explicar los aspectos inéditos de la realidad contemporánea? “¿Cómo pensar juntas la
unidad del planeta y la diversidad de los mundos que lo constituyen?” (pp. 26-28). La condición
contemporánea, entretejida por la interconexión de los procesos de aceleración y encogimiento,
desencantamiento, y secularización, complejiza aún más la conformación de memorias colectivas,
problematiza su cronotopia (el complejo comunidades, territorios, temporalidades), y recoloca o hace estallar
algunas fronteras (como las nacionales, las de la patria, del propio mundo, el mundo propio y el ajeno).
¿Cómo se configura el fondo de memoria común, y cómo llegar hasta él? Sobre la razón del “consenso”, la
razón de la “diferencia” (cap. 2). Vid. Augé (2016).
Por su parte, Fontana plantea “la necesidad de recuperar los dos signos de identidad de una historiografía
crítica”: la “globalización” (recogida de “los fragmentos de una historia troceada” y reconstrucción de “una
visión unitaria del hombre, en todas sus dimensiones”, y superación de “las consecuencias del
fraccionamiento cientifista”); y la “politización” (comprensión de que “detrás de toda interpretación histórica
hay siempre una ‘política’”, y orientación del trabajo hacia la comprensión por parte de un auditorio “real”, y
los “problemas reales de la sociedad y del hombre”) (op. cit., pp. 123-24).
241
J. L. Borges, “1964”, El otro, el mismo.
208
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

transcurrir, y “honrar la vida” (en tono canyengue y descangallado, aggiornado, de E.


Vlázquez); que trabaja y (se) re-produce, por ese medio, su vida social; que habla y hace su
historia a su imagen y su palabra242. Así, por ejemplo, el argumento del relato podría ser el
relevo de los tres paradigmas proto-filosóficos (de los cuales se dijo algo en el capítulo
anterior); o las tres heridas (también las del amor, la vida y la muerte, como lo dice Miguel
Hernández) que el hombre mismo se ha infligido a su narcisismo: la de Copérnico, la de
Darwin y la de Freud, que ocasionaron el triple descentramiento y que emparejadas con el
triplete de la sospecha levantada por Marx, Nietzsche y Freud, propiciaron el des-
fondamiento del terreno y el des-encanto del mundo, que a partir de entonces deberá ser
infinitamente hecho e interpretado243.
Lo que ahora nos convoca y guía es el surco que re-imprime la dinámica (la
estructura) de las revoluciones científicas; o sea, y más precisamente, los ensayos que
procuran ad-mirar la complejidad del diverso cristal de esa memoria, el universo. Ni
determinismo ni vaticinio; ni orden sin resquicios, progreso indefinido, ni puro caos,
fragmentación y dispersión total; sin la tranquilidad del conocimiento completo y absoluto,
pero sin el desasosiego permanente de la radicalidad relativista, también afincada en el
emporio monológico; sin garantías ni fianzas abonadas por adelantado. Ya sea que Dios
juegue o no a los dados, esté en permanente vigilia o se distraiga, “Hemos llegado a un
nuevo nivel de comprensión en el que la racionalidad no se identifica ya con la ‘certeza’, ni
la probabilidad con la ‘ignorancia’”244.

Memoria histórica
“En un día del hombre están los días
del tiempo <...>
Entre el alba y la noche está la historia
universal. <...>”.
(J. L. Borges: “James Joyce”, Elogio de la sombra)

242
Puede identificarse el eco de varias voces: la de Marx sobre la historia, la de Spinoza acerca de las
pasiones, la de Nietzsche sobre la celebración de la vida, la de Foucault a propósito del cuadro epistémico
moderno y la de Cortázar sobre el valor de las palabras.
243
Marx, Nietzsche y Freud moldean tres llaves maestras de interpretación, con respecto a la cronotopología
(otra vez este complejo), del sujeto, la conciencia y el inconsciente, la vida material y social, y sus
objetivaciones (Foucault, 1995a). Diríamos con Lotman, que han “franqueado” algunas fronteras, re-
acomodado ciertas esferas.
244
I. Prigogini, “Orígenes de la complejidad”, cit. en Fontana (1992: 31); de este autor, la indicación acerca
de la sucesión de las tres revoluciones científicas (pág. 30).
209
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Se reconozca o no la candidez de “la idea de que el hombre pudiera decidir crear su


lenguaje y su modo de vida” (en tanto en cuanto el pasado, la tradición, lo social, “resisten
a todo intento voluntarista individual de transformación”)245; se llegue o no a la “oscura y
trágica convicción de que el hombre siempre es artífice de su propia desdicha”246; se
admita o no que “Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio,
bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se
encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado”247, se puede
acordar con Castoriadis (1993a) en que “El mundo histórico es el mundo del hacer
humano. Este hacer está siempre en relación con el saber, pero esta relación está por
elucidar” (tomo I, 123). Pero el proyecto de elucidación del mundo, la relación entre saber
y hacer, el hacer y el saber humano, el saber-hacer y el hacer-saber, que no puede ser más
que interesado (ídem, p. 285), intenta “interpretar el mundo para transformarlo (p. 284), o
en los términos de la última tesis marxiana sobre Feuerbach (antecedente de esta
formulación), más que (o además) de interpretar el mundo, se trata de transformarlo248. Por
elucidación, Castoriadis entiende el trabajo249 que posibilita que podamos pensar lo que
hacemos y saber lo que pensamos; la historia es esencialmente poiesis, “creación y génesis
ontológica en y por el hacer y el representar/decir de los hombres”, los cuales se instituyen
como hacer pensante o pensamiento que se hace (op. cit. –I: 11)250.
La irrupción del portentoso ingenio tecnológico (incluidos los medios de
comunicación pedagógica) en lo histórico-social hace tener en cuenta la observación de
Castoriadis en cuanto a que la articulación de lo social no se da como algo definitivo, sino
que es una creación (génesis ontológica) de la sociedad en cuestión (“la organización de la
sociedad vuelve a desplegarse a sí misma en cada momento de manera diferente”, op. cit. –

245
Una re-acentuación personal de la discusión que entabla M. Augé (1994, cap. 4, p. 112) en torno de la
política como ritual.
246
Borges, a propósito del desafío, sobre la “dura y ciega religión del coraje” creada por hombres de
pobrísima vida”, “gauchos y orilleros de las regiones ribereñas del Plata y del Paraná” (Evaristo Carriego,
XI).
247
K. Marx, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte (en Marx, 1985).
248
K. Marx, Tesis sobre Feuerbach (en Marx, 1985).
249
La “forma peculiar de la especie humana”, un proceso que culmina con la creación de algo que, al
iniciarse, ya existía en la imaginación del trabajador” (según la consideración de Marx, cit. por E. Fisher,
1986: 18). Para Castoriadis, la elucidación es un momento necesario del hacer que define a la humanidad (“la
vida social es, en esencia, práctica” -octava tesis sobre Feuerbach-), pero no soberano. En la praxis
“elucidación y transformación de lo real progresan” “en un condicionamiento recíproco” (ídem –I: 131).
250
El hacer pensante por excelencia es el pensamiento político y la elucidación de lo histórico-social que
implica (ibídem); la política pertenece al campo del hacer en el modo específico que es la praxis (ídem -I:
129). Por su parte, para la Filosofía de la praxis creativa, que postula Gramsci, no existe “una ‘realidad’ fija
por sí misma, sino solamente en relación histórica con los hombres que la modifican” (A. Gramsci, 1984: 28).
210
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

II: 32). La historia, no sólo la pasada, sino la que se está haciendo y la que está por
producirse, es creación y destrucción (Castoriadis, 1993b: 61). Los recursos comunicativos
tienen mucho que ver en el trabajo de “institución del mundo como su mundo, o de su
mundo como el mundo, y gracias a la institución de sí misma como parte de ese mundo”
que realiza y por el cual existe toda sociedad (Castoriadis, 1993a –II: 41). Lo histórico-
social se define como “aquello en y por lo cual se manifiesta y es lo imaginario social”
(ídem –II: 122), la institución de un magma de significaciones imaginarias sociales:
“Creándose como eidos cada vez singular <...>, la sociedad se despliega en una
multiplicidad de formas organizativas y organizadas. Se despliega, de entrada, como
creación de un espacio y de un tiempo (de una espacialidad y de una temporalidad)
que le son propias, pobladas de una cáfila de objetos <...>, vinculados por relaciones
establecidas en cada ocasión por la sociedad, consideradas y sostenidas siempre
sobre unas propiedades inmanentes del ser-así del mundo. Pero estas propiedades
son re-creadas, elegidas, filtradas, puestas en relación y sobre todo: dotadas de
sentido por la institución y las significaciones imaginarias de la sociedad dada”
(Castoriadis, 1993b: 71).

En nuestro diapasón, la institución de la cronotopía a partir de las matrices


semióticas (y) de la memoria.
En la “aldea global” profetizada, en la que todo el mundo pasaría a vivir en la
mayor vecindad a raíz de la envoltura eléctrica que enreda unas vidas con otras251, las
agencias sociales mediadoras, como la escuela y los massmedia, son instituciones _en tanto
y en cuanto la manera de ser bajo la cual se dan es lo simbólico, porque configuran una red
simbólica que pretende hacerlas valer como tales entre otras_ que adquieren cierta
centralidad en el proceso de autoinstitución de lo histórico-social. Esta institución es
siempre institución del mundo, “como mundo de esta sociedad y para esta sociedad, y
como organización-articulación de la sociedad misma. Suministra el contenido, la
organización y la orientación del hacer y del representar/decir sociales” (1993a –II: 329).
La creación de la sociedad instituyente, como sociedad instituida, es siempre mundo
común: “posición” de individuos y cosas, sus tipos, relaciones, significaciones,
aprehendidas en los marcos referenciales instituidos como comunes. En este sentido, las
agencias de re-producción social y cultural, sus productos y los recursos que en ellas se
utilizan, toman parte, y partido, de la institución del mundo común como matriz de
sentido: lo que es y lo que no es, lo que vale y lo que no vale, lo que es factible y lo que no
lo es; lo que significa y lo que no (existe); lo real, lo verdadero, lo falso, ficticio.

211
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Conjugando todos estos esquemas las agencias mediadoras y los productos comunicativos
participan de la constitución de la “realidad” para una sociedad, en la elaboración y
difusión de ciertas respuestas a cuestiones fundamentales planteadas por toda sociedad:
definición de su identidad, su articulación, el mundo, sus relaciones con él y con los
objetos, sus necesidades y deseos, sus “sueños”. Interrogantes, respuestas y definiciones
que no siempre son explícitas, sino que se encarnan en el hacer comunicativo y en el hacer
de la colectividad. El orden discursivo (producido o reproducido, difundido, promovido),
que subtiende (a) los soportes comunicativos (como los educativos), cumple una función
importante en la constitución y articulación del mundo social en función del sistema de
significaciones imaginarias sociales a partir del cual aquel es elaborado. Estas
significaciones existen, una vez constituidas, al modo de lo imaginario efectivo (lo
imaginado) materializado en los discursos sociales, los productos culturales. El estudio de
las mediaciones apunta a interpretar la presentificación-figuración de las significaciones
directrices y promovidas como socialmente válidas, las desprestigiadas, así como la clave
misma de clasificación y valoración que se utiliza cada vez. Esto es, ¿cuál es el
“posicionamiento” de estos medios respecto de lo imaginario radical, como histórico-
social y como psique/soma -como río abierto del colectivo anónimo y como flujo
representativo/afectivo/intencional-?252. Así, por ejemplo, en nuestro universo de estudio,
la narración de historia cumple un papel tanto más importante en la institución del tiempo,
componente esencial de ese trabajo: la sociedad es la institución de una temporalidad, sin
la cual es imposible; cada sociedad, en tanto autoalteración y modo específico de esta, es
una manera de hacer el tiempo y darle existencia; la institución histórico-social como
temporalidad propia. En los relatos históricos, como en cualesquiera otros massmediáticos,
se conjugan, implican circularmente, las dos dimensiones de la institución del tiempo:
-el tiempo identitario, de referencia y de las referencias; tiempo calendario, relativo a
la medida del tiempo;
-el tiempo social imaginario, de la significación, o significativo.
El acento puede estar puesto en uno o en otro, en el “tiempo superfluo”, repetición
de lo idéntico, en ciclos que se suceden; o en el “tiempo verdadero”, autoengendramiento
de la alteridad, creación, estallido, emergencia. Lo social es autoalteración, se da como

251
Con la tecnología eléctrica instantánea el propio globo no pasa de ser una aldea; el planeta da la impresión
de ser un barrio que la gente puede recorrer en una caminata (M. McLuhan, 1991).
252
Hay que entender a la doble faz de la institución de la sociedad, sus relaciones, negociaciones y mutuas
imposiciones (Castoriadis, 1993b, 1998).
212
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

historia, cada vez como modo específico de temporalidad efectiva; lo histórico es


autoalteración de lo social, se da como social, es la emergencia de la institución y la
emergencia de otra institución (Castoriadis, 1993a, 1993b). Es el dominio de lo posible. La
semiosis de la memoria (y la memoria semiótica) hace posible la alteridad, “en tanto
creación/destrucción de formas, considerada como una determinación fundamental del ser
como tal, es decir, en sí”; en cada caso la forma (eidos) emergente es otra, con su tiempo
propio (Castoriadis, 1993b: 152, 155). En las calderas de la gran memoria y de la infinita
semiosis se forja la cronotopía, la solidaridad efectiva entre tiempo-espacio –comunidad y
el despliegue de la alteridad, y también la dimensión de identidad/diferencia (repetición)253.
Habíamos dicho con palabras de Borges que la conservación del mundo es una perpetua
creación, de modo que conservar y crear no son verbos antagónicos; y tomando
“clandestinamente” el recuerdo de Borges del fragmento de Heráclito (“No bajarás dos
veces al mismo río”), se podría preguntar si aceptamos con mayor o menor facilidad el
primer sentido (“El río es otro”) y el segundo (“Soy otro”)254.
Podría intentarse un análisis de las tensiones y articulaciones dialécticas entre
sociedad instituyente y sociedad instituida255 que cristalizan en los productos
comunicativos; la fijeza/estabilidad relativa y transitoria de las formas/figuras instituidas y
la autoalteración constante que comprende tanto las formas fijas y estables como el
estallido y creación de otras. Cuál es el lugar de estos “medios” en la historia como
autoalteración, creación, en y por cada sociedad, de un ser tipo del ser-sociedad, y a la vez
de tipos nuevos de entidades histórico-sociales. Qué es dable esperar de los “medios” en la
instauración de una/otra historia “en que la sociedad no solo se sepa sino que se haga
explícitamente como autoinstituyente” (Castoriadis, 1993a –II: 333), de modo que cuaje la
autonomía individual y colectiva256.

253
La multiplicidad, que implica unidad, existe como diferencia y como alteridad: “Por cuanto la diferencia
es una dimensión del ser hay identidad, persistencia, repetición. Por cuanto la alteridad es una dimensión del
ser, hay creación y destrucción de formas” (Castoriadis, 1993b: 160).
254
Otras inquisiciones, A-I.
255
En términos de Castoriadis: “imaginario social”, o sociedad instituyente, refiere a lo que es creación,
posición, dar existencia en lo histórico-social, las significaciones instituidas y la institución como
presentificación de significaciones; “imaginación radical” refiere a lo que es posición, creación, dar existencia
en la psique/soma para la psique/soma, la creación de figuras como presentificación de sentido y el sentido
como figurado-representado (1993a –II: 328).
256
Según Castoriadis, los cuatro imperativos del imaginario capitalista son: acumular, consumir, racionalizar,
dominar: “centralidad de lo económico, la expansión indefinida y pretendidamente racional de la producción,
del consumo y del ocio, que cada vez es más planificado y manipulado” (Diario Página 12, set./1993, Buenos
Aires). V. Castoriadis (1998).
213
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Particularizando aún más el medio y la mediación en cuestión (en la investigación


original, sobre el manual y la narración de la historia), se estima de interés analizar la
operación historiográfica que ahí se lleva a cabo. Esto quiere decir, la puesta en obra de la
vida histórica en su devenir, en cada uno de los momentos del cual se ha decidido ya por
una historicidad im/propia257. Cuál es el carácter de esa apertura del mundo histórico,
siempre en gestación. Qué tipo y modo de pre-comprensión de la historicidad propia del
“ser (ahí)”, el “ser con” otros, el ser en el mundo, el hacer un mundo común en el cual
puede abrirse el “destino colectivo” como “destino adherido a la herencia transmitida”, de
la posibilidad heredada, la tradición re-fundante, a partir de la cual se produce la
tematización historiográfica258. Existimos y podemos existir históricamente porque nuestro
ser es temporal, la temporalidad (su finitud, el prolongarse entre el nacimiento y la muerte,
el ser para la muerte) es el fundamento de la historicidad, en cuanto advenir; pero en este
sentido, la historicidad propia no requiere necesariamente el gesto historiográfico, de
manera tal que las “épocas ahistoriográficas no son simplemente por ello ahistóricas”259.
En contrapunto, el pasado es invulnerable, no pueden modificarlo “Ni la venganza
ni el perdón ni las cárceles ni siquiera el olvido”; y nuestro destino es “espantoso porque es
irreversible y de hierro”260.

En el (pen)último ciclo de las revoluciones científicas, el de la complejidad, se


estarían entonando diversamente algunas metáforas (que serían el objeto de la historia
universal, según Borges): la esfera261, la flecha. Estos son dos de los iconos (imagen,
metáfora, diagrama), de las formas (eidos), que re-creamos para comprender lo que sucede
a nuestro alrededor y nuestra propia existencia262.
El ‘sentido’ de la flecha como signo del tiempo es triple263. La flecha
termodinámica, la flecha sicológica y la flecha cosmológica representan la triple dirección

257
Las presentes indicaciones para el análisis proceden de M. Heidegger (1997, segunda sección, V-º76, pp.
427, 424).
258
Ídem (V-º74, pp. 417, 416).
259
Ídem (V-º74, p. 417; V-º75, p. 419; V-º81, p. 460; V-º76, p. 427).
260
J. L. Borges, Otras inquisiciones, A-I, B. El último tramo de la cita continúa así: “El tiempo es la sustancia
de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río”. Sin embargo, para Borges
mismo el olvido puede anular o modificar el pasado (supra).
261
La “esfera infinita, cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna” es la forma en que
Pascal imaginó la naturaleza (“La esfera de Pascal”, cit.).
262
La meta que (se) fija S. Hawking (1992), en pos de la cual una teoría física “unificada completa,
consistente, es sólo el primer paso” (p. 218).
263
Un significado icónico _una imagen, una metáfora y un diagrama del tiempo; el tiempo que (nos)
(tras)pasa, que corre, vuela, que perdona, que cura heridas; el tiempo in-finito, fluido, eterno, vivido,
214
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

del tiempo: aquella en que el desorden o la entropía aumentan; aquella en que sentimos que
pasa el tiempo, en la cual recordamos el pasado pero no el futuro; y finalmente la dirección
en la que se da la expansión, y no la contracción, del universo (Hawking, 1992: 191).
Hawking argumenta que la segunda flecha determina la primera y ambas tienen
necesariamente la misma dirección, la segunda y la tercera deben ser bien definidas pero no
apuntarán siempre en la misma dirección; pero solamente cuando la dirección de las
flechas es la misma es posible el desarrollo de seres inteligentes que se pregunten “¿por
qué aumenta el desorden en la misma dirección del tiempo en la que el universo se
expande?” (p. 192).
Aunque en el comienzo haya sido el verbo y el cosmos se contraponga al caos, en
las cosmo-gonías-logías/visiones y mitologías que conforman con más o menos fuerza las
matrices de modelamiento cultural, lo cierto es que “hay siempre muchos más estados
desordenados que ordenados”, ¿cómo es posible el orden, la organización, en un universo
que tiende al desorden, a la disipación? (de este hecho resulta la segunda ley de la
termodinámica). Esta dirección a la que apunta la flecha termodinámica determina el
sentido subjetivo del tiempo, se recuerda el pasado siguiendo la misma dirección en la que
aumenta el desorden (admitiendo en este punto la similitud entre la memoria humana y la
memoria de ordenador): “El desorden aumenta con el tiempo porque nosotros medimos el
tiempo en la dirección en la que el desorden crece” (ídem, p. 194). Esta dirección (hacia el
desorden) es la misma dirección que sigue la expansión del universo; pero no es que esta
expansión produzca el aumento del desorden, sino que la “condición de no frontera”264
determina el crecimiento del desorden y que se den las condiciones para la vida inteligente
únicamente en la fase de expansión. Las flechas del tiempo distinguen el pasado del futuro,
y son bien definidas; la dirección en la que crece el desorden, aquella según la cual
recordamos el pasado pero no el futuro, y aquella otra en la que el universo se expande265.

duración_; uno indicial _uni-direccionalidad, uni-linealidad, sucesión, dis-continuidad, irreversibilidad,


recursividad; señalamiento_; y uno simbólico _el orden de(l) sentido así instituido, el complejo de hábitos así
modelado; también nociones tales como progreso, entre otras_.
264
Hawking plantea “la posibilidad de que el espacio-tiempo fuese finito pero <que> no tuviese ninguna
frontera, lo que significaría que no hubo ningún principio, ningún momento de Creación” (p. 156); “El
universo, al comienzo en un estado suave y ordenado, se volvería grumoso y desordenado a medida que el
tiempo pasase” (p. 196). Prigogini (1997a) concibe un tiempo que “no tiene principio, y probablemente no
tiene fin”, aunque el universo tenga una edad (pp. 12, 190), estimada en unos quince mil millones de años
(198); la flecha del tiempo existía incluso antes de la creación de nuestro universo (p. 208). Y según se
estima, el universo así como lo conocemos comenzría a cambiar dentro de un lapso calculado en 1 seguido de
80 ceros de años.
265
En términos de Prigogini (1997a: 116): “Todos los procesos naturales irreversibles se caracterizan por una
misma dirección de su flecha del tiempo. Todos producen entropía en la misma dirección del tiempo”.
215
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

A partir de los nuevos raseros y senderos de la ciencia (sobre todo física, aunque los
conceptos emergentes son ampliamente re-conocidos en distintos campos del
conocimiento, cosmología, ecología, química, biología, ciencias sociales), se admite el
“papel constructivo fundamental de la flecha del tiempo” (Prigogine, 1997a: 9; 1997b).
Por un lado, la unidireccionalidad del tiempo, la irreversibilidad, ligada a los
procesos de no-equilibrio, permite concebir la aparición de la vida. Por otro lado, el
acercamiento, también desde la física, a los sistemas dinámicos, hace posible reconocer la
importancia de las fluctuaciones y de la inestabilidad, nociones tales como la de opciones
múltiples y la de horizontes de previsibilidad limitada (ídem: 10). En la memoria de
Occidente se re-activan, con más o menos poder, produciendo mayor o menor tensión, que
pueden llegar a la contradicción, las matrices de la democracia y de la ciencia moderna,
desde el determinismo que regula el pensamiento, la racionalidad, la concepción de la
creatividad del hombre, el ideal ético, de responsabilidad y libertad, el saber objetivo. De
todos modos, hoy estaríamos embarcándonos en la gran aventura del saber, cuyo punto de
partida sería una “nueva racionalidad que ya no identifica ciencia y certidumbre,
probabilidad e ignorancia”, y cuyos derroteros nos conducirían hacia la comprensión de la
complejidad del mundo. Un desafío que requiere la puesta a punto de toda la pericia del
arte cartográfico; los embates de “una ciencia que permita a la creatividad humana
vivenciarse como la expresión singular de un rasgo fundamental común en todos los
niveles de la naturaleza” (ídem: 13); y la apuesta por la re-concialización, en un complejo,
de los ideales de democracia, creatividad, responsabilidad, libertad y de inteligibilidad del
universo.
La condición necesaria para dialogar con la naturaleza es la realidad del devenir;
pero este diálogo, co-operativo, comunitario, no abrigaría la esperanza de controlar sino la
de comprender la naturaleza y nuestra vida en un universo en evolución (en la cual actúan
de modo primordial la irreversibilidad y la probabilidad, las inestabilidades y
bifurcaciones, en un universo en construcción)266. En suma: “El futuro no está dado.
Vivimos el fin de las certidumbres”, pero no el tiempo de “una derrota del intelecto
humano”, su capacidad de imaginar lo posible (ídem: 213), lo que podría haber sido y no
fue, y lo que podría ser. Prigogini indica una tercera vía de acercamiento al mundo, entre
las dos ya practicadas, que ofrecen una u otra imagen del mundo: un mundo determinista,

216
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

regido por leyes, que excluye la novedad; un mundo absurdo, acausal, arbitrario, sometido
al puro azar, que elimina la posibilidad de cualquier previsión y descripción en términos
generales (pp. 217-18).

Cómo (re)presentar este nuevo ícono del universo a quienes nacen en el mismo
contexto (temporal) de emergencia de esa otra “forma”; habida cuenta (ampliando en este
sentido los límites de la reflexión de Prigogini) de la diversidad universal, esto es la “gran
variedad de escalas de tiempo en la evolución biológica”, la no existencia de una norma
universal que regule la diversidad de los fenómenos, en el nivel macroscópico, el de la vida
y el de la actividad humana; lo que también puede enunciarse como la compleja
contemporaneidad no sincrónica o pancrónica de las múltiples generaciones (de los
contemporáneos, los antecesores y sucesores; la hibridización de sus heredades, arraigadas
en diversos suelos), un “corte” de las cuales re-engendra la imagen del mundo que las
generaciones más jóvenes, venideras, aprehenderán, en el mismo corte histórico de
creación de esas representaciones.
En qué moldes vaciar los formatos (pedagógicos y en general) más adecuados para
contribuir a la inteligibilidad de un nuevo dibujo del universo, de un mundo desconcertante
(son las palabras de Hawking), abierto, inconcluso, “fluctuante, ruidoso, caótico” (son las
de Prigogini), en el que lo propio es “la expresión de la inestabilidad dinámica” (ídem), en
el cual encaja nuestra creatividad.
Cómo narrar de la mejor manera posible la compleja vida de los sistemas complejos
y dinámicos, auto-eco-organizados, su devenir, deriva(ciones), a lo largo de múltiples y
diversos procesos de evolución y desarrollo, más o menos aleatorios, im-probables, in-
determinados, tantas veces bifurcados, inestables y de relativo equilibrio, cambiantes,
armoniosos, conflictivos, contradictorios; procesos en los que se complementan, distinguen
y diferencian condiciones necesarias y suficientes para su realización y transformación.
Cómo contar la historia de la propia (tierra) patria, engarzada en la interminable
historia del mundo, en la del universo, que siempre reclaman nuestro cuidado, cada una de
las cuales a su vez parece inagotable; cómo re-diseñar (para re-tomar otra de las precisiones
de Prigogini, a propósito de las relaciones entre orden, caos, azar) uno de esos rincones en

266
Prigogini (1997a: 173, 174, 208, 214, 213). “La historia de la materia está encastrada en la historia
cosmológica, la historia de la vida en la de la materia. Y finalmente, nuestras propias vidas están sumergidas
en la historia de la sociedad” (p. 209).
217
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

los que establecemos un cierto orden relativo al gran e inabarcable con-texto del nuevo
des-orden mundial.

Si bien es forzoso reconocer que los alcances del pensamiento complejo267


sobrepasan las limitaciones de este trabajo, sí es factible, al menos, la intuición de que un
posible esquema de contenido para repensar (crítica y políticamente) estos interrogantes e
intentar una aproximación a las respuestas que le han salido al cruce más o menos
explícitamente, velada o indirectamente, sus materializaciones comunicativas pedagógicas,
podría tener como clave de configuración el diálogo, y concertación, entre algunos de los
pensadores que han protagonizado esta puesta en escena, y cuyas actuaciones delinean el
guión de la misma en torno de los modos y las formas de decir, representar e interpretar,
enseñar y aprender, lo que somos y hacemos, lo que construimos y conservamos, lo que
legamos y retomamos, lo que imaginamos para nosotros mismos y nuestros herederos, para
el mundo. Todo lo cual requiere largas y pacientes conversaciones…

En este momento de la re-unión, afable y cordial, se puede escuchar a Morin y


Lotman, cuyas voces se entrecruzan con las de Peirce, Bajtin, Elías. Un primer “montaje”
en relación con la presente problemática daría aproximadamente el siguiente “cuadro”.

267
Una introducción al pensamiento complejo, en E. Morin (1994). La complejidad no elimina
necesariamente la simplicidad, ni se confunde con la completud. Básicamente se trataría de un pensamiento
ejercitado en el tratamiento, el diálogo y la negociación con lo real; opuesto a la simplificación del tejido
semiosférico (para acercarnos a la textura cultural, semiosférica de Lotman) de “constituyentes heterogéneos
inseparablemente asociados” _aquí, uno de sus principios sería el de la “Unitas multiplex”.
Se trata, al parecer, del “Fénix”, que es la grilla epistémica, que re-nace transfigurado de las cenizas de la
memoria. Para el diseño del nuevo cuadro del mundo se recurre a múltiples topoi, re-ubicados, trans-
migrados, entrecruzados: la teoría de los sistemas auto-eco-organizados; el vínculo entre organización e
información (Teoría de Sistemas, Teoría de la Información, Cibernética); un punto de vista que “cuenta con el
mundo y reconoce al sujeto”, “presenta a uno y otro de manera recíproca e inseparable”; reconoce el sustrato
biológico del conocimiento, y propone una definición bio-lógica del sujeto (lógica del ser vivo), como “una
cualidad fundamental propia del ser vivo”. Morin propone el tetragrama
orden/desorden/interacción/organización, el cual “no puede ser comprimido”. Los dos rasgos fundamentales
de esta Epistemología son la apertura y la reflexividad (auto); y las dos relaciones principales, eco y meta-
sistémica. La complejidad comprende incertidumbres, indeterminaciones, azar, mezcla de orden y desorden,
“en el seno de los sistemas ricamente organizados”. Tres principios permiten pensar la complejidad: el
dialógico, matriz de re-generación de lo viviente, lo histórico-social, cultural; el de recursividad
organizacional, por el cual “los productos y efectos son, al mismo tiempo, causas y productores de aquello
que los produce _en este sentido también se entiende el concepto de “doble estructura” que elabora Giddens,
y su análisis de la reflexividad como una de las consecuencias-rasgos de la modernidad (Giddens, 1993b,
1993a, 1998; Giddens et al., 1991)_; el principio hologramático, por el que la parte está en el todo y el todo
está en la parte. Además del libro indicado, nos basamos en E. Morin, “La noción de sujeto” y
“Epistemología de la complejidad”, en Dora Fried Schnitman, comp.-ed. (1994); Morin y Kern (1993). Cfr.
Reynoso (1998, 2006).
218
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

En el escenario de la “era planetaria”268, la historia representa de “modo fabuloso”


nuestras “realidades ambivalentes y complejas”. Una historiografía acorde con su era “tiene
que tornarse antropológica”. Así la antropología histórica269 desplegaría su campo de
estudio a partir de los ejes que siguen: -“los órdenes, desórdenes y organizaciones que se
oponen, se combinan, se mezclan en el curso de los tiempos históricos en correlación con
las potencias de orden-desorden-organización propias del espíritu/cerebro del Homo
sapiens-demens”; -“las diferentes formas de organización social que aparecieron en el
tiempo histórico <...> como emergencias de virtualidades antroposociales”; -“las guerras,
las masacres, la esclavitud, el asesinato, la tortura, los fanatismos tanto como la fe, sus
arranques sublimes y la filosofía como actualizaciones de virtualidades antropológicas”; -
las individualidades <los grandes personajes, genios> como “la actualización de las
potencialidades del Homo sapiens-demens”270. Estas indicaciones permitirían ver, por

268
E. Morin y A. B. Kern (1993). En el programa cosmopolita de Alberdi (a-notando las distancias del caso),
uno de sus núcleos duros apuntaba a la realización de una aspiración semejante, la formación de un pueblo-
mundo, bajo el signo de la paz, no de la guerra; la democracia moderna sería una democracia internacional, la
soberanía del mundo garantizaría la soberanía nacional: “La idea de la patria, no excluye la de un pueblo-
mundo, la del género humano formando una sola sociedad superior y complementaria de las demás”, sino que
por el contrario, es “conciliable con la existencia del pueblo múltiple compuesto de patrias nacionales, como
la individualidad del hombre es compatible con la existencia del Estado”. J. B. Alberdi, El crimen de la
guerra, una obra escrita con motivo del concurso sobre el crimen de la guerra organizado por la Liga
Internacional y Permanente de la Paz, de París, en 1869.
Morin conjetura “un nuevo nacimiento de la humanidad, cimentado en una confederación planetaria”, y aún
más, piensa que “Hay que pasar de organizaciones sociales locales a una confederación mundial”; la faz
complementaria sería “volver a la unidad de lo múltiple”, de modo que “Salvar la biodiversidad es salvar la
diversidad cultural” (“¿Un futuro para la especie?”, página del diario El país, 13-10-1997, Madrid, preparada
por Dominique Dhombres, sobre el debate entre Edgar Morin y Stephen Jay Gould, en el marco de los
Encuentros del Siglo XXI, organizados por la sede de la UNESCO en París). Lo mismo puede leerse en
Morin (op. cit.), donde asume el término cosmopolita, con el significado de ciudadano del mundo-hijo de la
Tierra (141), y donde dice: “La sociedad/comunidad planetaria será el perfeccionamiento de la
unidad/diversidad humanas” (p. 142).
269
M. Augé (1995) afirma, por un lado, que la antropología fue siempre histórica -la evolución del mundo
que observa la condena también a ella al movimiento- (cap. 3); y, por otro, que la antropología y la historia
mantienen una relación de proximidad dada la índole de su objeto -el espacio de la primera es histórico en
varios sentidos, simbolizado; y el tiempo de la segunda es antropológico en varios sentidos, localizado- (cap.
1). Cfr. Lévi-Strauss (1973), para él la historia y la etnología (antropología social y cultural) no se diferencian
por el objeto (el estudio de “otras” sociedades), ni el objetivo (la comprensión del hombre), ni el método (en
todo caso, varía la implementación de los procedimientos), sino por sus perspectivas complementarias: la
historia atiende a las expresiones conscientes de la vida social; y la etnología, a las inconscientes, pero el
etnólogo no puede prescindir del conocimiento histórico, del mismo modo que el historiador no puede
ignorar los elementos inconscientes. Lévi-Strauss concluye de esta manera: “Sólo cuando ambas aborden
conjuntamente el estudio de las sociedades contemporáneas, se podrán apreciar plenamente los resultados de
su colaboración” (“Historia y etnología”, pp. 1-26).
270
E. Morin (1993: 11-12). Para mí, y por lo que va expuesto, se trata precisamente de desarrollar el
“paradigma semiótico” (también de narrar su advenimiento histórico), para dar cuenta de la multiplicidad de
semiosis posibles (realizadas o no) durante “nuestro” devenir (como sujetos, comunidades, partes del mundo),
desde una mirada abarcadora, en/hacia todos los sentidos y direcciones que “nos” constituyen y definen, las
tensiones, contradicciones, reconciliaciones, entre las fuerzas titánicas que nos tironean, mutilan, arrastran;
nos repliegan, defienden, empujan hacia atrás o contra corriente.
219
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

ejemplo, la orientación del discurso histórico (presentista, retro o prospectivo, detenido en


una relativa in-mediatiez o atento al largo aliento de la historia, más o menos crítico o
simplemente obsecuente, constatativo).
En uno de sus modos de realización, la mundialización, en este caso económica,
“unifica y divide, iguala y provoca desigualdades” (ídem: 32); pero además, en un sentido
tal vez más profundo, la mundialización “es a la vez evidente, subconsciente y
omnipresente” (pág. 34), lo cual quiere decir, siguiendo el analogon hologramático, que
cada uno de nosotros “lleva en sí, sin saberlo, el planeta entero” (ibídem), el todo del
mundo “está cada vez más presente en cada una de sus partes” y estas forman parte del
mundo cada vez más (pág. 32). Esto nos lleva a pensar en una posible re-generación gen-
ética de nuestra memoria, la que reconstituirá el “tejido de comunicaciones, de
civilización, cultural, económico, tecnológico, intelectual e ideológico”, nuestra
humanidad, sobre el “viejo sustrato bioantropológico que constituye la unidad de la especie
humana”, de manera tal que la humanidad y el planeta “pueden revelarse en su unidad”
física-biosférica-histórica(pá g. 41); la Tierra como “totalidad compleja
física/biológica/antropológica donde la vida es una emergencia de la historia de la misma
Tierra y el hombre una emergencia de la historia de la vida terrestre” (pág. 68)271.
El descarrilamiento del tren del progreso, lanzado estrepitosamente sobre los rieles
tecno-científico e industrial, hacia el infinito, en pos de la conquista y control de la
naturaleza, y la explotación y dominación del hombre, por el hombre, pone al homo en su
vertiente unidimensional privilegiada (Marcuse)272 frente a la crisis de la modernidad, y la
necesidad de contar (con) otros mitos y celebrar(se) (en) otros ritos.
La irreversibilidad, la aceleración tormentosa de la historia (el ángel y la tormenta
de Benjamin) puede producir tanto orden como desorden, alentar tanto progresión y
creación cuanto regresión y destrucción, pues toda empresa civilizatoria lleva aparejada su
propia barbarie (la tesis benjamineana)273, toda aventura cultural crea su malestar (Freud).

271
“La humanidad es una entidad planetaria y biosférica” (ibídem), diríamos semiótica (semiosférica).
272
La historia, “que es bohemia y nunca conoció leyes” puede enseñarnos a no darnos por satisfechos con “un
concepto mutilado y prometeico del hombre, ignorando al hombre imaginario y la otra cara del Homo
sapiens, que es el Homo demens” (Morin, 1993: 164-65). Cfr. Marcuse (1993), sobre la formación del
“modelo de pensamiento y conducta unidimensional”, y el “fin” de la racionalidad tecnológica, del
imperativo de administración total, como objetivo que la civilización industrial puede hacer posible.
273
E. Hobsbawm (1998) argumenta, en “La barbarie: guía del usuario” (de 1994), que durante la mayor parte
del presente siglo la barbarie ha ido en aumento; e interpreta la barbarie en dos sentidos: “el trastorno y
ruptura de los sistemas de reglas y comportamiento moral por los cuales todas las sociedades regulan las
relaciones entre sus miembros”, y entre éstos y los de otras sociedades; y la inversión de lo que denomina el
“proyecto de la Ilustración del siglo XVIII”.
220
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

También puede interpretarse como el proyecto de producir una barbarie qua <la>
civilización, una cultura como nuestra segunda naturaleza, olvidada de sus improntas y
condiciones de posibilidad, que arraigan en el complejo ántropo-biológico-terrícola; sin
embargo, la conciencia de cuya itinerancia, agonía y agonística muerte/nacimiento,
deberían convencernos de la conveniencia y posibilidad de mudar de piel, para sentir de
“otra” manera, querer-creer de otro modo, concebir otro mundo.
En síntesis, es menester dominar el difícil arte de la metamorfosis; y “refrescar” la
memoria para acordarse de la elemental fragilidad, nuestra y del mundo, y para re-conocer
las múltiples incertidumbres que nos salen al encuentro a la vez que liberan la imaginación,
no para divagar acerca de que este en el que vivimos ahora es el mejor de los mundos, sino
para hacer plausible la ilusión de un mundo mejor.
En esto consiste también el “realismo” crítico y político, con base en las
posibilidades reales de la realidad, de ser transformada (Morin, op. cit., cap. 5)274. Sobre
este suelo, y después de asimilar la politización del planeta y la planetarización de la
política, se erigiría una política del hombre, como proyecto de hominización que se
proponga desarrollar plenamente las potencialidades humanas en el mundo, desde una
perspectiva ecológica al respecto (ídem: 159-64)275.
La punta de lanza de la complejidad abre nuevos horizontes, de esperanza y
confianza, pero también de reconocimiento de los propios límites, a veces indestructibles, o
más allá de los cuales se inicia un viaje sin retorno, a la vista de los mismos se modelizaría
otra racionalidad, practicada como “apertura y diálogo con un real que se le resiste” (ídem:
187). Este nuevo canon del pensamiento -que entre otras, manejaría la fórmula pensar
global/actuar local _pensar local/actuar global, correspondiente a la antropolítica, en los
términos de Morin; y en tensión crítica con los aires japoneses de origen de la fórmula
“glocal”_ haría necesaria una re-canalización del impulso primordial de re-unión, de unos
con “otros”, en el tratamiento de los asuntos comunes, en el medio de un mestizaje

274
Cfr. la indicación de Giddens (1993) sobre la necesidad de crear modelos de realismo utópico y practicar
una teoría crítica. Cfr. Jameson, “Utopía de la posmodernidad”, algunas reflexiones y discusiones sobre el
pensamiento utópico; y, en su opinión, los significados de la utopía, en Confines Nº 1, Buenos Aires, 1995.
275
En clave foucaulteana se podría pensar en una re-acentuación de la bio-tecnología política, otra lógica (y
logística) de la vida, la técnica y la política, otra política de la vida, la técnica y la lógica. Foucault (“El
nacimiento de la biopolítica”) entiende por biopolítica “el modo en que, desde el siglo XVIII, la práctica
gubernamental ha intentado racionalizar aquellos fenómenos planteados por un conjunto de seres vivos
constituidos en población”. Avanza un plan de análisis crítico posible de la razón gubernamental: “los tipos
de racionalidad que se hacen operativos mediante los procedimientos a través de los cuales se dirige,
sirviéndose de una administración estatal, la conducta de los hombres”. Tambien los Cursos de Foucault de
221
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

generalizado y diversificado-diversificante; y de la voluntad de establecer otros modelos de


comunicación.
Asimismo la perspectiva compleja aprehendería de un modo distinto el complejo
cronotópico que se re-configura cada vez, si se tiene en cuenta que lo peculiar de la era
actual es “la constitución de un espacio-tiempo planetarizado complejo donde todas las
sociedades transportadas a un mismo tiempo, viven en él tiempos diferentes”, y más que
alinearnos en el mismo tiempo tendríamos que aprender a vivir la complementariedad de
tiempos diversos276.

Si la filosofía llegó a esterilizar el asombro que propició su emergencia, si la


política ya no es lo que fue, la discusión y negociación en torno del sentido (significado y
orientación) de la democracia está lejos de agotarse, y el proyecto de emancipación
continúa inconcluso pese a los reiterados anhelos en aras de su cumplimiento; si el impulso
crítico parece adolecer de algún tipo de parálisis; la educación, más que enseñar a unir, ha
enseñado a separar, compartimentar, aislar los conocimientos. Una reforma educativa, en
este sentido, fijaría la (comprensión de la) complejidad como fin y medio de realización.
Una “reforma de pensamiento requeriría una reforma de la enseñanza”; pero ¿qué y cómo
enseñar y aprender, para canalizar el desarrollo de qué tipo de pensamiento?277.

Memoria histórica nacional


“Nada nos dijo que la historia argentina echaría a andar por las
calles <...>”.
(J. L. Borges: “Mil novecientos veintitantos”, El hacedor)

La historia (nacional) (argentina) “vagabunda” (Carbonell), como Clío, vive un


tiempo de finales, de llegadas y descanso, para volver a partir, de balances, queden o no
saldadas las cuentas del y sobre el pasado visto desde el futuro; y, como Clío, sale otra vez
al cruce de caminos. Más que “una pasajera en un vagón que rueda por los rieles de un
punto a otro”, la historia es “una peregrina que va de encrucijada en encrucijada y escoge
un camino” (Lotman, 1998: 254, cursivas del autor).

1978-1979 (2008). Puede leerse el ensayo de Agamben (2010 <1993-1995>) sobre algunos problemas de la
(bio)política.
276
Morin (op. cit.: 175). Los autores señalan la necesidad estratégica de operar en varios planos a la vez: los
tres tiempos -lo inmediato y el presente, el mediano y el largo plazo_; y los tres espacios _el universo micro-
mesofísico, y macrocósmico; el universo micro-meso y macrosociológico (pp. 171-74).
222
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

La complejización actual de la historia responde, por un lado, al encastramiento de


la historia de los procesos de evolución/desarrollo (Elías), de larga duración, apenas
vislumbrada, en el Gran Tiempo (Bajtin), en el Archivo de la Memoria Grande; y, por otro,
correlacionado con el anterior, al nuevo enfoque del pensamiento (en general, científico e
histórico en particular) que no pasa por alto los puntos de bifurcación, ante los cuales es
preciso elegir el rumbo a seguir, esos momentos de fluctuación, que son obra del hombre
“en dependencia de su comprensión del mundo, su pertenencia a una tradición cultural, su
inserción en el complejo de una semiótica social”, pero en los que no funciona la
predecibilidad automática (ibídem).
De cara a la nueva imagen del universo, del hombre, el tiempo, forzoso es admitir la
intervención de los factores casuales en el proceso histórico, “en la forma de una elección
consciente realizada por un ser racional”, entre las direcciones más o menos equiprobables
que se presentan, algunas de las cuales se excluye, amputa. Y con esto, aceptar el desafío
de hacer la historia, con vistas al futuro, que está contenido en el presente como una de las
posibilidades. La historia no puede representar ningún “guión férreo”, dado el estatuto
conjetural que es dable otorgar a la propia historia, lo no/ocurrido como una de las
posibilidades no/realizadas; pero la memoria histórica re-tiene las posibilidades
descartadas, y puede constituir un reservorio interesante al que recurrir a los efectos de
contrastación entre las opciones preferidas y encauzadas y lo que no/pudo-puede ser
posible278.

Eric Hobsbawm (1998) ofrece algunas confirmaciones. Siendo el principio de la


comprensión histórica” una “apreciación de la otredad del pasado”, el arma definitiva del
historiador, forjada a lo largo del tiempo, es la visión retrospectiva (pág. 235); pero
“incluso el pasado documentado cambia a la luz de la historia subsiguiente” (236), además
de que la propia experiencia pasada y presente, junto con sus expectativas, pueden hacer
correr el eje de su visión del pasado (p. 238).
Hobsbawm piensa que “el final del presente milenio debería inspirar mucha historia
buena e innovadora” (p. 241). Aunque se admita la “pura arbitrariedad de la permanencia y

277
Esta escansión sigue el pensamiento de Morin (op. cit., pp. 47, 105, 192, respectivamente). Morin (1999)
aborda esta cuestión que da-que pensar.
278
Lotman concibe la historia como “un torrente multifactorial”, no como “un proceso unilineal”: “Cuando se
alcanza el punto de bifurcación, es como si el movimiento se detuviera sumido en la reflexión sobre la
elección del camino” (op. cit., p. 252).
223
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

la memoria históricas” (p. 267), y las limitaciones a las funciones de desmitificación, la


responsabilidad pública de los historiadores profesionales, como “los principales
productores de la materia prima que se transforma en propaganda y mitología”, no
disminuye (pp. 274-75), y la “historia mala” es peligrosa (p. 276). La disciplina histórica
puede hacer daño, los estudios históricos pueden convertirse en “fábricas clandestinas de
bombas”, lo que pone al historiador frente a la necesidad de asumir la responsabilidad con
respecto a la historia, y la función de criticar todo abuso de la historia en aras político-
ideológicas (p. 18): el pasado es un factor esencial de las ideologías nacionalistas, étnicas y
fundamentalistas, que se nutren de la historia, y “cuando no hay uno que resulte adecuado,
siempre es posible inventarlo” (p. 17). No obstante resulta dificultoso, y gravoso,
enfrentarse a “los inventores de una historia nacional de manual”, que cuentan con ciertas
ventajas para “decidir lo que se incluye o no en los libros de texto”, cuando “el mito y la
invención son fundamentales para la política de la identidad” (y de seguridad) nacional,
aparte el hecho de que algunos de los autores estén ligados de una u otra manera a alguna
universidad (pp. 19-20), o instituto de investigación, o cualesquiera otros tipos de
instituciones y formaciones, de tipo académico-profesional. Al fin y al cabo, la historia es
“lo que la gente aprendió de los curas, los maestros, los autores de libros de historia y los
editores de artículos de revista y programas de televisión” (p. 20); en otros términos, la
historia “está contenida” en los complejos procesos de semiotización “secundaria”,
consiste en (el trabajo de) su mediación (materialización semiótica-comunicativa).
Con todo, la historia ha progresado durante los últimos años, aunque modestamente
y de un modo zigzagueante -“debido a su convergencia con las ciencias sociales”, de las
que, en opinión de este autor, debería ser el marco general-, en su cometido de comprender
mejor un proceso objetivo y real: “la compleja, contradictoria pero no adventicia evolución
histórica de las sociedades humanas en el mundo” (pp. 79-82).
Hobsbawm propicia una mirada histórica relacional-complejizante. Es imposible
que el historiador se empeñe a toda costa en aligerar el viaje tirando por la borda su
equipaje “propio” político-ideológico; y desde que toda historia es historia contemporánea,
es inevitable algún tipo de acentuación “partidista”, porque el historiador no puede des-
colocarse respecto de su tema (y diríamos respecto de su memoria-cronotopia), y aún
respetando con rigor y celo el precepto de vigilancia epistemológica279, no puede
constituirse como observador y analista objetivo sub specie aeternitatis; siempre lo

224
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

acompañará y asistirá el bagaje de su (propio) mundo histórico. El riesgo no es tanto la


mentira, contra la que se han desarrollado poderosos mecanismos de resistencia y
tratamiento riguroso por parte de la comunidad de investigadores (“aunque la presión y la
autoridad políticas respalden la falsedad, incluso en algunos estados constitucionales”),
como la tendencia al aislamiento de la propia historia o de una historia particular del
contexto más amplio, porque las comunidades forman parte de un mundo más amplio y
complejo280. Esta es una señal de alerta frente al discurso histórico en clave egocéntrica (de
diverso cuño, etno/euro-centrismo), narcisista, monológica (‘entre nos’ -aludo a un re-
conocido título de Lucio Mansilla- y “sólo para nosotros”), cuando la historia sólo es
concebible y comprensible a partir de las interacciones de “entes sociales estructurados (y
repartidos geográficamente) de distintas maneras, los cuales se dan formas nuevas
mutuamente”281.
El ejercicio historiográfico no se agota en el descubrimiento del pasado, por más
que saber algo más sobre el mismo siempre resulta necesario y fructífero, sino que su
cometido consiste en explicar el pasado y establecer vínculos con el presente, cuyo proceso
de comprensión se relaciona directamente con el proceso de comprensión del pasado, por
lo que tienen en común ambos procesos y porque “comprender cómo el pasado se ha
convertido en el presente nos ayuda a comprender éste, y de suponer algo para el futuro”.
Aunque no hay más sordo que el que no quiere oír, cada modesto aporte que se haga en el
camino de consecución de ese objetivo, puede ayudar a desbloquear el trayecto
obstaculizado con fuertes barreras, sostenidas por algunos supuestos predominantes sobre
lo que fue-es-debe ser (lo único verdadero, lo mejor, para todos, que se pretende imponer),
apoyadas por la intolerancia y el desdén para con el conocimiento ajeno, la formulación de
los problemas y bosquejo de vías de solución que otros puedan llevar a cabo282.
La nación, que, en la definición con espíritu antropológico propuesta por Anderson
(1997), es “una comunidad imaginada como inherentemente limitada y soberana” (p. 23),
re-quiere el reconocimiento recíproco, entre sus miembros y con lo/s otro/s. La comunidad,
y la comunicación, vive de la memoria, que procura (y se afirma en) su permanencia:
reafirma su raigambre o reniega de sus genios tutelares; reactualiza incesantemente el

279
Bourdieu (1976); “Objetivar el sujeto objetivante” y “El interés del sociólogo”, en Bourdieu (1988).
280
En “La historia de la identidad no es suficiente” (de 1994).
281
En “Todos los pueblos tienen historia” (de 1983); no existe pueblo sin historia o que se comprenda sin
ella.
282
En “Sobre la historia desde abajo” (de 1985).
225
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

recuerdo del nacimiento, con variaciones según el momento; condena al mármol del olvido
(o el salón de los pasos perdidos) uno que otro pasar y pesar; erige monumentos y re-crea
documentos o lugares (en homenaje al soldado desconocido, los caídos por la patria; la
“Galería de los Patriotas Latinoamericanos”, entre otras obras de “restauración y
valorización” del la Casa Rosada por el Bicentenario, en Argentina) para ver sin (creer)
recordar; renueva pactos preexistentes o celebra nuevos pactos en aras de la
gobernabilidad; impone amnistías y aboliciones, el silencio sobre aquello acerca de lo cual
no se habla; sanciona leyes de convivencia con base en el perdón, conmuta penas y
rehabilita en el panteón de la patria, o en su lista de espera, a nuestros “mayores” que
ajustarán cuentas pendientes con la historia; establece el “punto final” del discurrir
histórico; o re-abre los archivos para saldar algunas causas y parte de esas grandes deudas,
curar ciertas heridas y hacer el necesario trabajo de duelo (aunque la justicia, debida y
necesaria, no cubre todo el espesor de la memoria)283.
La memoria argentina _la Historiografía argentina; y la historia que hace la
Argentina, el régimen gramatical inviste tanto a historia como a (la) Argentina con la
función y calidad de sujeto y objeto_ continúa drenando algunas heridas, mal curadas,
descuidadas, cerradas antes de tiempo, reabiertas por accidentes o intencionadamente. La
historia no se contiene sólo en libros, cuadros, estatuas, actas, salones de clase; salta por
encima de todas estas cercas para salir a la calle, hacerse un lugar en la vida de la
comunidad y en el mundo, granjearse el respeto, ganar votos de confianza, oír la
declaración pública de compromiso y responsabilidad frente a su deriva; sin vendas ni

283
M. Augé (1998) termina su libro así: “El olvido nos devuelve al presente, aunque se conjugue en todos los
tiempos <...>. Es necesario olvidar para estar presente, olvidar para no morir, olvidar para permanecer
siempre fieles”.
Cfr. H. Schmucler (“Formas del olvido”, en Confines 1, anterior a los Juicios por la Verdad; y otras
intervenciones suyas más recientes), entre otros participantes en la álgida discusión antes y después de ciertas
inflexiones de la historia argentina reciente, mientras se va re-escribiendo este capítulo de nuestra historia y
reconfigurando posiciones día a día.
Tulio Halperín Donghi asegura que de llegar a producirse nuevos conflictos en el escenario actual <1994>
argentino “todo el pasado también se erizará de nuevo de conflictos que van a interesar a los historiadores”,
en tanto el debate por alusión sea sobre el rumbo actual del país. El proceso de creación de un consenso, o
resignación, sobre el presente obtura la proyección del disenso hacia el pasado; la falta de alternativas
(políticas) de fondo resta interés y estímulo al debate ideológico, y la ausencia de conflictos ideológicos es un
indicador de la relativa tranquilidad de la gente, y de la propia historia practicada en la Argentina, que puede
caracterizarse como más académica, en crecimiento regular, por agregación (en R. Hora y J. Trimboli, 1994;
una serie de entrevistas a historiadores argentinos). Halperín Donghi avanza la misma tesis en “El presente
transforma el pasado: el impacto del reciente terror en la imagen de la historia argentina” (en D. Balderston et
al., 1987, reúne los trabajos presentados por críticos y estudiosos argentinos y norteamericanos en una
reunión sobre la literatura y la cultura argentinas del llamado Proceso de Reorganización Nacional, celebrada
en Minneapolis). Allí concluye, después de analizar parte de la producción literaria y cinematográfica del
226
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

tapujos, subterfugios o eufemismos, ante el oprobio, el crimen (de lesa humanidad), el


extermino o la gloria, algunos de los objetos de tantas denegaciones, insatisfacciones,
frustraciones, sublimaciones, rebeldías, y de los factores de de-formación del carácter284.
Pero la permanencia y regeneración de la memoria reactiva el dispositivo de la
mitología nacional, una mitología que no sobrevive pura, inamovible, sino que demuestra
cierta ductilidad, bastante capacidad para acomodarse a las exigencias de los tiempos que
corren cada vez. Aunque pueda parecer lo contrario, su entramado varía, a veces de manera
difícilmente perceptible, en algunos trazos de sus formas o elementos de sus contenidos.
Parafraseando a Borges, en el principio y en el final de la historia está el mito285.
En la propia literatura de Borges se pueden rastrear algunas huellas de esa
mitología, como imaginación mitopoiética. La “necesaria y dulce patria/ Que no sin gloria
y sin oprobio” abarca “Ciento cincuenta laboriosos años”, que Borges ha sentido en los
ocasos de los arrabales, en la flor de cardo que el pampero arrastra a los zaguanes, “en la
mano que templa una guitarra”, “en la gravitación de la llanura/ Que desde lejos nuestra
sangre siente”, en los jazmines, “en la bandera casi azul y blanca/ De un cuartel y en
historias desganadas/ De cuchillo y de esquina”, en “la vaga memoria complacida/ De
patios con esclavos que llevaban/ El nombre de sus amos”; la patria es más que su largo
territorio y que los días de su largo tiempo, y que la suma de sus generaciones, por su rostro
vislumbrado “Vivimos y morimos y anhelamos,/ Oh inseparable y misteriosa patria”286.
Las cenizas (de que está hecho el olvido, es la fórmula borgeana) de nuestra
memoria señalan los fuegos cruzados que templan nuestro ánimo y velan por nuestros
sueños, y cobijan a la patria al calor de su “hogar”, que irradia luz y ofrece abrigo desde el
“centro” donde fue construido, por quienes atizan y regulan el fuego, como puede colegirse
del discurso de Borges, y de otros escritores, historiadores, políticos, que jugaron un papel
importante en la conformación del imaginario colectivo argentino; y solo para señalar
algunos de ellos: Bartolomé Mitre, fundador del diario La nación, según la trama histórica
de que se trate, primer presidente constitucional, autor de una importante Historia
argentina, libro de cabecera de la Historiografía “nacional-ista”287; Domingo F. Sarmiento,

período, que asistiríamos “al primer esbozo de una nueva imagen de la experiencia histórica argentina, que
adquiere nitidez presente a medida que el terror se aleja hacia el pasado”.
284
Recurso freudeano. Vid. “El porvenir de una ilusión” y “El malestar en la cultura”.
285
“Parábola de Cervantes y de Quijote”, El hacedor. Borges se refiere a la literatura.
286
“Oda compuesta en 1960” (a ciento cincuenta años de 1810), El hacedor.
287
Para Mitre, la obra de los “criollos”, desde la Independencia hasta la Organización Nacional, es el “nudo
de la tradición” (nacional, argentina) que los historiadores y filósofos deben desatar. V. Alfredo Rubione
227
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

un soñador que nos sigue soñando, según Borges, fundador del sistema educativo
argentino, padre tutelar de la escuela, presidente, con su pluma y su palabra (y la espada)
abonó nuestro suelo con ideas que aún “no se matan” sobre ciertos ejes, en torno de los
cuales se sigue ensayando nuestra definición (Unitarios/Federales, Rosas/Quiroga, Buenos
Aires/Interior, Civilización/Barbarie, y todas las re-formulaciones más actuales,
des/centralización, son algunas de las dicotomías que nos enfrentan, separan y reconcilian);
Leopoldo Lugones, que inscribe nuestro “ser nacional” en la senda occidental y cristiana,
de cuna grecolatina, al cuidado de la hispanidad, plenamente maduro en la épica que
expresa insignemente la vida heroica de la raza (argentina), el alma de la patria, cultivada
por “los personajes más significativos en la formación” de la misma, los payadores288;
Ricardo Rojas, autor del renombrado y polémico artículo “La restauración nacionalista”,
reconocido como fundador de la literatura argentina289, fue nombrado para ocupar la
Cátedra correspondiente, creada por los años del Centenario, en la Universidad de Buenos
Aires, la que asume para cumplir la misión de “afirmar y probar” una tradición literaria y
una identidad nacional materializada en textos.
Borges piensa que el argentino, a la hora de “pensarse valiente”, no se identifica con
su copioso pasado militar (en tanto la independencia americana fue en parte una empresa
argentina, por ejemplo), a pesar de la importancia que se concede a la historia en la escuela,
sino con “las figuras genéricas del Gaucho y del Compadre”, símbolos, cifra de un valor
puro, que no sirve a ninguna causa, y de rebeldía, que caracterizaría al argentino como

(comp.), En torno al criollismo, Buenos Aires, CEAL, 1983. Halperín Donghi (en Hora y Trimboli, 1994)
cree que escribir una historia argentina hoy es dar cuenta de un fracaso, el de un destino no realizado, o una
predestinación no cumplida, el saber-creer histórico argentino (de los argentinos) articulado por Mitre, más
influyente que Sarmiento y Alberdi al respecto; esa imagen del futuro argentino prometido se fue haciendo
trizas frente a cada uno de los obstáculos que el país se enfrentó en su camino. Vid. el último libro escrito por
Oscar Terán (2009) poco antes de morir, en 2008, que comprende “diez lecciones iniciales” para “estudiantes
y público interesado en los aspectos culturales de la historia argentina”, sobre las “representaciones
intelectuales de la nación y sociedad en los casi dos siglos de existencia de la Repúblia Argentina (de 1810 a
1980, cursivas en el original).
288
L. Lugones, El payador, cuyo objeto capital es el Martín Fierro, de J. Hernández, apareció como libro en
1916, con agregados a las conferencias originalmente dictadas por Lugones en el teatro Odeón de Buenos
Aires, en 1913. Cfr. la “discusión” de Borges: “La estrafalaria y cándida necesidad de que el Martín Fierro
sea épico ha pretendido comprimir, siquiera de un modo simbólico, la historia secular de la patria <...> en las
andanzas de un cuchillero de mil ochocientos setenta” (“La poesía gauchesca”).
289
En el mismo “espíritu del Centenario” (de Mayo y de la Independencia nacional) que Lugones, Rojas
escribe su Historia de la literatura argentina, que comienza con la gauchesca, base de formación de la
literatura argentina como documento/monumento de la conciencia colectiva. En “La restauración
nacionalista” (de 1909), escribe Rojas: “No constituyen una nación, por cierto, muchedumbres cosmopolitas
cosechando su trigo en la llanura que trabajaron sin amor. La nación es, además, la comunidad de esos
hombres en la emoción del mismo territorio, en el culto de las mismas tradiciones, en el acento de la misma
lengua, en el esfuerzo de los mismos destinos”, cit. por Carlos Altamirano, “La fundación de la literatura
argentina”, en C. Altamirano y B. Sarlo (1983).
228
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

“individuo” (no como ciudadano) que no se identifica con el Estado, que es impersonal, en
tanto aquel “sólo concibe una relación personal”290. Lo que diferencia al gaucho, más que
lo étnico, lo lingüístico o lo geográfico, radica en el “ejercicio cabal de un tipo primitivo de
ganadería”291 (un sentido acorde con el modelo argentino agroexportador diseñado durante
los años en que la gauchesca llega a su cumbre, y comienzan las grandes olas de
inmigrantes). Si la literatura tradicional “puede influir en los sentimientos y dictar la
conducta”, sería viable ver el tango argentino como “un espejo de nuestras realidades y a la
vez un mentor o un modelo, de influjo ciertamente maléfico”292.
Borges pone en discusión tres argumentos conocidos: que la tradición literaria
argentina ya existe en la gauchesca; que el escritor argentino debe acogerse a la tradición
española, ya a disposición; que los argentinos estamos “desvinculados del pasado”. Borges
recuerda que la gauchesca es una convención genérica literaria; que la historia argentina
comienza con su separación (como voluntad de separación) de España, y el gusto por la
literatura española es adquirido; y que en la Argentina “hay un gran sentido del tiempo”, y
se siente profundamente su historia. En conclusión, Borges cree que “nuestra tradición es
toda la cultura occidental”, y que la cuestión de la tradición y de lo argentino es una forma
del problema del determinismo293.

La historiografía, ese recurso de fijación por medio de la escritura, la historia


pública, la historia escolar, tejen un sentido del pasado y de la patria; un sentido que se
inscribe en una tradición, (de) una disciplina, (de) un complejo institucional, que actualizan
convenciones, normas de re-conocimiento.

290
J. L. Borges, “Historia del tango”, Evaristo Carriego, más ampliamente en “Nuestro pobre
individualismo”, Otras inquisiciones.
291
J. L. Borges, “La canción del barrio”, ídem.
292
J. L. Borges, “Historia del tango”: la “República entera” ha hecho que “el tango sea lo que es” revela
algunos procedimientos de la retórica borgeana (la sinécdoque) y de quienes proponen definiciones
‘centristas’ (y arquetípicas) de la Argentina. En “La poesía gauchesca”, Discusión, Borges dice que los
poemas gauchescos, como Fausto, el tango, el truco, Irigoyen (¿Perón?), pertenecen a la mitología, no a la
realidad argentina. Algunos de los colores y tonos de esa mitología, cifrada por la tradición cultural, serían el
culto al coraje, la valentía, el lamento, la queja, el desafío, la provocación; el guapo, el compadrito, el
pendenciero; las costumbres del arrabal, la orilla; el truco, ese juego ritual de la memoria; el tango, en el que
viven los muertos (al decir de Borges).
293
“El escritor argentino y la tradición”, Discusión. Todos los temas problematizados por Borges forman
parte del pasado argentino, que pudo “no haber sido”, que “imaginamos/ En un fatal ayer inevitable”, el cual
“es un recinto/ De figuras inmóviles de cera/ O de reminiscencias literarias/ Que el tiempo irá perdiendo en
sus espejos” (“El pasado”, El oro de los tigres); y ayudan a marcar el paso hacia/ de mañana, en el que la
patria será de uno en la “ubicua memoria” (“Un mañana”, ídem.).
229
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

El libro de historia (escolar y en general) tiene que ver directamente con la historia
del libro y de la lectura. Y la escritura de la historia (a) está estrechamente vinculada con la
historia de la escritura (b); puesto que la idea que se tiene del lenguaje (y de las tecnologías
de la letra) y de su propio pasado (b) es inseparable de la idea acerca del tipo de juegos de
lenguaje y sus modos de realización legitimados (a)294.
El libro es memorioso, en su función de recordar, conservar, preservar, rememorar
el pasado, de la comunidad a la vez que el suyo propio, desde que la historiografía es “la
historia del discurso” (escrito, un decir cierto sobre el pasado)295 inscripta en el propio
texto, que capitaliza algunos elementos y características de las sucesivas etapas del
pensamiento histórico y de los diferentes modelos historiográficos, los distintos patrones de
inteligibilidad históricos, (al hilo, por ejemplo, de la historia del discurso histórico que
dicta Foucault en su Curso de 1975-76), aunque no necesariamente en su orden
cronológico de aparición ni en su estado original.
En esta línea de exploración, un gesto arqueo-genealógico, de tipo foucaulteano,
trataría de analizar este tipo de discursividades (locales), a partir de las cuales poner en
juego los saberes que (desde) ahí emergen, e institucionalizados, y los efectos de verdad
producidos y difundidos por el poder (de la escritura, el libro, la escuela), el que a su vez es
reproducido por esos efectos, sostenido por esos discursos (Foucault, 1996). En este
sentido, la escuela, como matriz de modernidad y agencia de modernización, está
cabalmente imbricada en la red social de normalización y de funcionamiento del poder
disciplinario, ese enrejado de “coerciones disciplinarias” que apuntan a la cohesión social,
entre otros medios, por el recurso al consenso sobre el sentido del pasado, como base de
imaginación de cualquier proyecto (de) presente y futuro296. El texto de historia, como
grilla epistémica, revelaría la naturaleza y el grado del continuum histórico-político, el
ligamen entre saber histórico y estrategia política, en el campo re-articulado de las luchas
por el saber-poder necesario para imponer el orden, arbitrado públicamente, gestionado por
el Estado.

294
W. Mignolo, “La historia de la escritura y la escritura de la historia”, en Mignolo (1984). Para una historia
de la lectura, G. Cavallo y R. Chartier, dir. (1998).
295
Ch.-O. Carbonell (1993), también “El aporte de la historia de la historiografía”, donde se refiere al estudio
“de la imagen que una sociedad se ofrece a sí misma en tanto que construye su pasado”, y recuerda que las
huellas y las huellas de las huellas, son impresas por el hombre, en G. Gadoffre, dir. (1997).
296
En las sociedades modernas se entroncan, según Foucault (1996), este reticulado y mecánica disciplinarios
y el derecho de soberanía, como principio, este último, de organización del derecho público.
230
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

NARRACIÓN

En el repliegue de la experiencia (contemporánea)297, Walter Benjamin ve una


causa de otro fenómeno: el enrarecimiento del arte de narrar. Cada vez es menos frecuente
hallar gente que sepa contar bien algo, como si nos fuera sustraída nuestra (tal vez la más
segura) capacidad de intercambiar experiencias (I): esta es la definición de narración que
da Benjamin298.
La comprensión histórica del género narrativo identificaría la íntima
compenetración de dos tipos arcaicos (el agricultor sedentario, el aldeano, y el marino
mercader)299; si estos fueron los antiguos maestros de la narración, el taller medieval en
que trabajaban el maestro (aprendiz vagabundo en su tiempo) y los aprendices, fue su
escuela secundaria (II).
La fuente de la que extraen su materia esos hacedores inmemoriales que son los
narradores es la “experiencia que corre de boca en boca” (II) -también puede ser la propia-,
la que transmite como tal a quienes oyen su historia (V).
La narración tiene su utilidad, en cuanto orientación hacia intereses prácticos, que
puede consistir en una moral, una recomendación práctica, un refrán, una regla de vida; el
narrador es quien da un consejo (propuesta ligada a la historia que se cuenta), que cuando
ancla en la vida vivida es sabiduría (IV).
Al proceso de “rarificación” del arte de narrar contribuyó la emergencia, primero,
del libro _en que se materializarán las formas modernas del relato; y de modo
paradigmático, la novela_; y, después, de la información _distribuida por la prensa diaria,
como nueva forma y lógica de la comunicación_ (V, VI). En ese ocaso de la narración se
fue desatando por todos los cabos la red de la que proviene el don del narrador, otrora
anudada “en el círculo en que se cumplía un trabajo artesanal”, se hilaba y tejía en el telar,
mientras se escuchaban historias; relatarlas es “el arte de saber seguir contándolas, y se

297
“Experiencia y pobreza”, publicado en 1933, incluido en Benjamin (1989). Puede leerse el relato de
Benajmin, “El pañuelo” (en Benjamin, Historias y relatos, Barcelona, Península, 1997).
298
“El narrador. Consideraciones sobre la obra de Nicolai Leskov”, en W. Benjamin (1986). Entre paréntesis,
después de cada cita, indicamos el parágrafo con números romanos.
299
C. Ginzburg observa que tal vez la noción misma de narración “se originó en una sociedad de cazadores, a
partir de la experiencia de la interpretación de huellas”: “Es posible que el cazador haya sido el primero en
narrar una historia, porque sólo los cazadores sabían leer una secuencia coherente de acontecimientos en los
silenciosos signos (a veces imperceptibles) dejados por su presa” (en Eco y Sebeok, 1989: 126).
231
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

pierde cuando las historias ya dejan de ser retenidas”, cuando ya no se sabe oír y
“desaparece la comunidad de los oyentes” (VIII). La narración así practicada es “una forma
artesanal de la comunicación”, no se propone la transmisión del puro “en sí” del asunto,
sino que entreteje el tema en la vida del narrador, para entresacarlo luego de ella (IX).
La autoridad del narrador “ha sido tomada en préstamo a la muerte”, el sello de lo
que puede relatar: la muerte “es la historia natural a la que remiten sus relatos” (XI, XII);
“‘nadie, dice Pascal, muere tan pobre como para no dejar algo’. Ciertamente, deja un
legado en recuerdos sólo que a veces éstos no encuentran herederos” (XIV). La muerte
“graba de la manera más profunda la tajante línea demarcatoria entre physis y
significación”, la significación y la muerte están “con-temporizadas entre sí en el
despliegue histórico”; la caducidad mortal (esencial) de lo que es abre la condición de la
experiencia, su temporalidad300.
Para terminar la recensión del texto de Benjamin, lo dos puntos, fundamentales y
que se imbrican mutuamente, que se refieren a la comunidad y la memoria.
Respecto al primero: el oyente de un relato “participa de la comunidad de los
narradores” (XV).
La narración recurre a múltiples “conceptos” para exponer los múltiples
“patrimonios de experiencias” que se corresponden con la multiplicidad y diversidad social
y cultural en la que todo (gran) narrador tendrá sus raíces; los conceptos, entonces, “con los
cuales se cumple la prestación narrativa son muchos”, no obstante el “papel elemental que
la narración desempeña en la vida cotidiana de la humanidad”; con todo los grandes
narradores se mueven con facilidad, “subiendo y bajando por los peldaños de sus
experiencias como si fuera una escalera”, y de la experiencia colectiva. En la narración
pervive el cuento, que fue el consejero principal de la humanidad y lo es hoy del niño;

300
W. Benjamin, Origen del drama barroco alemán, cit. por Oyarzún R. (p. 16). Este entiende que para
Benjamin “Pensar la historia en su verdad supone, pues, asumir que la muerte es la nodriza de esa verdad, en
cuanto que rubrica el carácter de lo acaecido”, “exige prendarse de esto sido, mantener abierta, desde el saber
de su caducidad, su apertura póstuma a la significación” (p. 17).
Para un enlace, en la perspectiva del pensamiento débil-nihilista-ontología del declinar (en correspondencia
con la Hermenéutica filosófica y como co-respondencia pos-moderna) de Vattimo, la muerte “abre la
existencia histórica como tejido de posibilidades distintas” (de ella y en relación con ella se mantienen como
posibilidades). Con la decisión anticipadora de la muerte está ligada la historicidad (del ser-ahí), la “explícita
asunción de la finitud de la existencia <que> coloca a la herencia histórica que la constituye, también en la
óptica de la posibilidad”: de la autotransmisión explícita de las posibilidades heredadas, de la posibilidad
todavía abierta del pasado, lo cual requiere nuevas decisiones. Esto nos reenvía a la rememoración, la
“relación”, la fábula (la sage) y al lenguaje, el medium de la transmisión (de esa herencia histórica). Vattimo
(1991: 169-72). El “ser relativamente a la muerte” (“a una posibilidad”) en Heidegger, El ser y el tiempo
(segunda sección, I-º46-53).

232
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

“desde el principio de los tiempos, el cuento ha enseñado al hombre lo aconsejable, y aún


hoy enseña a los niños a hacer frente, con audacia e ingenio, a los poderes del mundo
mítico” (XVI).
En cuanto al segundo punto: “la relación ingenua entre el oyente y el narrador está
dominada por el interés de retener lo narrado”, reproducir lo oído. Aquí ocupa su lugar la
memoria, “la capacidad épica por sobre todas las cosas” (Mnemosyne, la musa de lo épico).
“El recuerdo establece la cadena de una tradición, que mantiene de generación en
generación lo sucedido”; ahí radica lo “músico” de lo épico: la memoria, comprende las
especies de lo épico, conforma la red “en la cual se constituyen, a la postre, todas las
historias”. “Se trata de una memoria épica y de lo típicamente músico del relato”, del
“memorar propio de lo músico en la narración” (XIII).
Retenemos algunos aspectos que concurren en esta constelación nocional y
funcional:
 intercambio de experiencias, forma de comunicación, de transmisión y legado;
 orientación e interés prácticos, anclaje en la vida (vivida);
 con-formación de comunidad; repertorio (conceptual, socio-cultural) múltiple y
diverso;
 memoria (épica), red generadora de historias, encadenamiento y conservación de
tradición; memorar.

El contar como generador de comunidad, el cuento como modo y medio de


socialización, portador de historicidad, indicarían esa necesidad originaria y originadora
que lleva al hombre a contar historias, lo que autorizaría a definirlo como homo narrans301.
Se hablaría así de una primordialidad de esa capacidad y esa actividad narrativa, por cuanto
“toca lo que hay de esencial en el hombre”, cuya universalidad, naturalidad y
espontaneidad asombran (ídem). La moralidad narrativa consiste en la fuerza de
socialización del relatar y el relato, que ponen en comunidad a los participantes, los
“religa”. La inscripción de la temporalidad en el relato y de este en la temporalidad ubican
este juego de lenguaje en el reino de la memoria, pues “nos relaciona con el ‘pasado’ de
nuestra comunidad”, y con ello, también, re-articulan nuestra historicidad (como
pertenencia y rememoración). Como tal se “conjuga” con otros juegos y otras prácticas, y
se incardina en el reticulado de la praxis social que constituye una “forma de vida” -al hilo

233
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

de las investigaciones filosóficas de Wittgenstein_. Por lo tanto, la narración practica una


racionalidad302, puede reivindicar para sí el tenor de la verdad y su función comunicativa y
comunitaria de de-marcación de (un tipo de) racionalidad303.
Algunos de los motivos que hacen interesante la tarea de ocuparse del relato son los
mismos que dirigen la atención hacia el “texto” narrativo, y el texto en general:
 La función evocativa de la narración, que podemos identificar cuando leemos un
relato, como Los hermanos Karamazov, que requiere un trabajo constructivo, de
reflexión304. Dice W. Iser, sobre el proceso de lectura:
“Todo lo que leemos se sumerge en nuestra memoria y adquiere perspectiva. Luego
puede evocarse de nuevo y situarse frente a un trasfondo distinto con el resultado de
que el lector se encuentra capacitado para establecer conexiones imprevisibles hasta
entonces. <...> al establecer estas interrelaciones entre pasado, presente y futuro, en
realidad hace que el texto revele su multiplicidad potencial de conexiones.”305

 El poder apelativo del texto -para seguir con la referencia a Iser-, su fuerza
provocadora de expectativas (y de cambio del horizonte de expectativas) que inciden
en su ejecución, interpretación, por parte del lector; su eficacia ilusionadora; su
contribución a la definición y formulación de los valores por parte del lector, y la
estimulación de sus deseos (más que la prestación de experiencia vicaria). Para Iser la
estructura dialéctica de la lectura radica en que “La necesidad de descifrar <una
formulación ajena, en los términos del otro, el autor, en un diálogo tenso, asimétrico>
nos da la oportunidad de formular nuestra propia capacidad para descifrar”306.
 La operacionalidad del texto como andadura para la experimentación por parte del
lector de realidades diversas y distintas de la suya (aquí sí estaría comprendido su
estatus de medium para la experiencia vicaria).

301
H. Parret (1995b).
302
Parret confronta los dos tipos de racionalidad (tradicionalmente mantenidos a raya uno con relación al
otro), y por medio de Platón ilustra el “origen paradisíaco” donde relatar y argumentar pertenecen a una
misma racionalidad universal; señala una proveniencia común: legein, hablar, relatar y razonar -al pasar
observamos que es la misma para ‘lectura’-.
303
Vincenzo Vitiello entiende que la Hermenéutica “ha hecho valer contra la ‘lógica’ los derechos de la
narración. El saber narrativo histórico en el sentido originario se acerca a las cosas y a la vida precisamente
en la medida en que se aleja de la verdad absoluta y eterna: se acerca a las cosas, que siempre son ‘relativas’ y
a la vida del hombre, que transcurre en el tiempo” (“Racionalidad hermenéutica y topología de la historia”, en
G. Vattino, comp. (1994b).
304
Gadamer (1996) ejemplifica esta función con la descripción de la escalera por la que se cae Smerdiakov.
305
W. Iser, “El proceso de lectura: enfoque fenomenológico” en A. Mayoral, comp. (1987: 220-21). Iser
entiende que la “lectura puede describirse como un caleidoscopio de perspectivas, preintenciones, recuerdos”.
306
Ídem (242).
234
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

 La función cuasi-terapéutica de pre-disposición de la percepción de la realidad y


producción de (nuevas) percepciones en general (o esclerosis del aparato perceptual),
y orientación del comportamiento social307.
 La movilización de los mecanismos de identificación (que no se identifica con la
empatía), conforme la pertinencia y relevancia significativa del texto para el lector, la
necesidad de “interesar(se)”308.
 La apertura textual a la in-determinación interpretativa, en correlación con la
plurisignificación (deriva del sentido), más o menos controlada por el propio texto,
más o menos flexiblemente enmarcada por la competencia comunicativa del lector,
su capital cultural, su enciclopedia; el juego textual y con el texto como condición de
posibilidad del sentido mismo, que puede prever y/o concretizar el papel de co-
creador del lector309.
 La función constituidora de sociedad, de historia -que en el programa de Constanza
adquiere la literatura; y que más arriba se le reconocía a la narración- la comparten
los textos históricos escolares, que en su carácter de tipo retórico-argumentativo
“procuran crear una comunidad en torno de valores reconocidos”, el consenso a cierta
definición social de la realidad310, cuya representación y propagación, por lo demás,
es función legítimamente reconocida de las instituciones sociales mediadoras (la
escuela) y los mediadores profesionales (quienes llevan a cabo la operación histórica
y los educadores).
 En torno de una reivindicación de normatividad “se instaura y articula en nuestra
tradición el concepto mismo de texto: no sería difícil mostrar que el texto es una
noción, por principio, cargada de pretensiones normativas; son textos, sobre todo,
aquellos por lo cuales una sociedad o una cultura se moldea; por eso también para la
lengua corriente el texto es ante todo el ‘libro de texto’, aquel que, en mayor o menor
medida ‘hace texto’” (Vattimo, 1991: 77).

307
Enunciado extrapolado de “El lector como productor” de B. Zimmermann, “en torno de la problemática
del método de la Estética de la recepción” (segundo segmento del título), en Estética de la recepción (p. 54).
308
Al respecto, K. Maurer, “Formas de leer”, en Estética de la recepción.
309
Entre otros, H. R. Jauss, “El lector como instancia de una nueva historia de la literatura” (Ídem). A. Rothe
señala que la frase de Valéry “Mis versos tienen el sentido que se les dé” (cit. por Jauss, y él mismo)
“encierra uno de los axiomas principales de una nueva teoría que ha tomado por objeto la relación entre texto
y lector” (la Estética de la recepción), “El papel del lector en la crítica alemana contemporánea” (Ídem).
235
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Narración: matriz mnemosemiótica y comunicativa


El arte narrativo, no sólo es “un modo de relación del hombre con el mundo”311,
sino una de las “maneras de hacer mundos”, a partir de otro/s mundo/s pre-existente/s
(Goodman, 1990), en “la espesa selva virgen de lo real”, donde viven los narradores, y
donde (y a partir de la cual) el hombre debe construir su morada. Esta práctica creadora
(tejné-poíesis) a la vez que abre mundos, inventa mundos posibles, imita o re-produce el
mundo común, genera y despliega, al desarrollarse, su propia teoría (“poética”), de tal
modo que la actitud correspondiente, la respuesta comprensiva (Bajtin), es el análisis
crítico de la misma, en cuanto “escritura”.
La narración es una de las formas primordiales de mediación y modelación de la
experiencia, y un principio arquitectónico-orquestal fundamental, que opera en la
elaboración de los formatos (desde la canción de cuna, los cuentos a la hora de la siesta, y
para dormir, las anécdotas, los “chismes”, los refranes, la fábulas y leyendas, las historias
de vida, de familia, de “aparecidos” y otros fenómenos extra-ordinarios, los cuentos
populares, “verdes” y “de salón”, los chistes; así se podría continuar la enumeración de las
formas de creación narrativa). La imaginación narrativa es fundante, y si acaso tiene
límites, estos lindan con los límites de lo posible. La narración postula un mundo y su
sentido. La práctica narrativa, en cada uno de sus actos, produce y ofrece una
(recon)versión de la realidad y la experiencia, a la vez que sustenta una clave de intelección
de la misma realidad, de la experiencia, y de la propia forma narrativa. Es así que ya no
importa si la ‘historia’ es verdadera o no, lo importante es que haya sido referida, creída y
recordada312.
La textualización de matriz narrativa (como puede serlo la producción de historia
escolar, el discurso perriodístico, la comunicación audiovisual), en cuanto práctica
semiótica compleja y artificio mediador, puede aprovechar o no su potencialidad para la
comprensión dialógica, del hacer histórico social del ser humano, de sus obras, de la
otredad. En este sentido, se puede caracterizar el texto narrativo, a partir del
entrelazamiento teórico que se ocupa del discurso y las prácticas del discurso, desde una

310
Ch. Perelman y L. Olbrechts T. (1989).
311
J. J. Saer, “La selva espesa de lo real” <1979>, en Saer (1988). Allí dice que la novela “es la forma
adoptada por la narración en la época burguesa para representar su visión realista del mundo”. Al respecto, la
oposición que establece Benjamin (“El narrador”) entre narración-narrador/relato-novelista.
312
En palabras de Borges. En “Palermo de Buenos Aires”, Evaristo Carriego (entre otros lugares), dice:
“Afortunadamente, el copioso estilo de la realidad no es el único: hay el del recuerdo también, cuya esencia
no es la ramificación de los hechos, sino la perduración de rasgos aislados”.
236
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

perspectiva comunicativa (como la Poética, la Retórica, la Hermenéutica), como un


complejo mito-poiético, retórico-argumentativo y hermenéutico313 _lo que equivale a decir
un constructo semiótico complejo, puesto que todas estas operaciones constituyen algunas
de las semiosis posibles; de donde la Semiótica sería la base de una teorización discursiva y
textual_314.
La práctica narrativa se produce como un hacer triple _además de integrar un hacer
saber y creer, un saber hacer, un saber acerca del hacer y del saber, un hacer con el saber;
con lo cual se puede ver, en el texto, cierta autorreflexividad y deslindar un nivel meta-
semiótico/comunicativo_. La narración sería una realización del trivium poética-retórica-
hermenéutica: el arte de configurar, el de argumentar y el de redescribir. En el proceso
comunicativo activado por la narración se re-construyen tramas, que pueden ampliar el
imaginario; se esgrimen y evalúan-critican argumentos, que pretenden la adhesión del
público a la opinión sustentada; se interpretan textos en los contextos respectivos, para
“descubrir nuevas dimensiones de la realidad”315. La textualización, en su dimensión
narrativa, implica producir, fabricar una obra (poíesis); componer una trama, representar el
mundo de la praxis (mímesis); interpretar ese mundo y argumentar sobre él (hermeneusis,
heúresis = hallar argumentos). La operatividad narrativa (Ricoeur) estructura heurística,
epistémica y normativamente el mundo de la acción y de las pasiones, que trata de
reencauzar, purgar y purificar (kátharsis); (re)construye la temporalidad humana; y trata de
persuadir acerca de la validez y legitimidad del sentido postulado. Este estatuto de lo
narrativo exige un modo peculiar de inteligibilidad, que se ubicaría en el nivel de la
inteligencia práctica (phrónesis, en el sentido de Aristóteles; vid. Carr, 1990), y el ejercicio
de la capacidad de juicio (Kant, 1995, 1991; Peirce)316.

Clave narrativa. Saberes y poderes


Hace varias décadas que Lyotard (Lyotard, 1993 <1979>) hacía un balance del
estatuto del saber en las sociedades más desarrolladas. Definía el objeto de su estudio como

313
La escritura y la lectura como arte del “tejido”, de códigos que configuran la red textual, cuya
estructuración se trata de producir, en Barthes (1986b). El trabajo literario (discursivo-textual) comprende la
escritura y la lectura, como producción, tanto una como otra. Por ello se hace necesaria la re-lectura
(“operación opuesta a los hábitos comerciales e ideológicos de nuestra sociedad que recomienda ‘tirar’ la
historia una vez consumida”, para leer otro libro, y tolerada en ciertos lectores, como los niños, los
profesores), para multiplicar el texto en su diversidad y pluralidad, asumir y comprender su multivalencia,
polifonía.
314
Cfr. Ricoeur, “Hermenéutica y semiótica”, en G. Aranzueque, edic. (1997).
315
Ricoeur, “Retórica, poética y hermenéutica”, en G. Aranzueque (Op. cit.).
237
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

la condición postmoderna del saber en las sociedades y las culturas actuales, que entraban
en la era postindustrial y en la era postmoderna, respectivamente. Lo indicativo para
nosotros es que Lyotard situaba su descripción de las transformaciones que se estaban
produciendo desde mediados del siglo XX con relación a la crisis de los relatos, esto es la
incredulidad en los metarrelatos. Si cabe, la deslegitimidad del dispositivo metanarrativo
de legitimación, del conocimiento, de la ciencia y del poder. Lo que experimenta una caída
en desuso es, en todo caso, el “gran relato” (filosófico, moderno) sobre el saber, la ciencia,
la historia, la sociedad; o sea el modelo de discursividad (moderna), que a la vez que
describe, prescribe (la realidad) el modelo de saber y hacer histórico-social (el modelo de
saber-hacer, saber sobre el hacer y el saber mismo; el hacer-saber y creer y hacer-hacer),
sean sus claves de configuración el consenso o el conflicto, la especulación o la
emancipación. La tardomodernidad se caracterizaría por la incredulidad en los grandes
relatos cuyo aire de familia (Vittgenstein) sería el carácter fundacional, fundamental y de
fundamentación última (Vattimo). Más que la baja del poder de legitimación del relato,
parece que se produce una trasformación de las matrices narrativas, junto con el cambio de
las reglas de este tipo de juego de lenguaje (Vittgenstein), cuyas diversas formas de
realización constituyen una de las múltiples fibras del lazo social (Lyotard), y en
interacción con los otros tipos de “juegos” traman una cultura _al respecto, hay que tener
en cuenta las (recon)versiones narrativas de núcleo fundamentalista, racista y nacionalista,
difundidas en los últimos años por diversos medios_.317
Nosotros ubicamos la narratividad que estudiamos en la tesis (la narración y el
relato de historia en los manuales escolares; si bien el manual no es el único soporte de este
tipo de relato, pues se correlaciona con otros medios) entre las formas de saber re-
producidas por la industria cultural con un alto valor de cambio; pero también con un alto
índice de capitalización simbólico-social, en cuanto al valor de uso, la re-estructuración del
“capital cultural” que se produce por el consumo de estos bienes simbólicos, y a los efectos
concomitantes de “distinción” (Bourdieu).

316
En términos generales, a partir de Ricoeur, los dos artículos citados arriba.
317
Cfr. El interesante ensayo de Eric Selbin, El poder del relato. Revolución, rebelión, resistencia, Buenos
Aires, Interzona, 2012. Al respecto, recuérdese los cruces en torno de los (ab)usos del término “relato”
(especificado en singular) en nuestro país en los últimos años.
238
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Pueden considerarse los formatos narrativos como medios importantes de re-


producción de la que se considera la principal fuerza de producción (el saber)318, a la vez
que de reproducción de los modos de producción del saber, de los patrones de relaciones
sociales involucrados, y de los modelos de poder que sustentan y que los sostienen319. Pero
el saber narrativo no se reduce al conocimiento (ni a la ciencia) (Lyotard, Foucault), sino
que cubre un amplio espectro que comprende el “sentido común”, la “filosofía práctica de
vida” que cada uno atesora, todo el “aparejo” con el que se re-estructura la experiencia, el
sistema de hábitos y creencias que se re-construye a lo largo de la vida, a medida que se
participa en las distintas “partidas” de los diversos “juegos” (semióticos) que conforman la
compleja red semiosférica, en la cual se configura el sujeto. En la galaxia que conforman
los distintos campos de saber (y que, podría entenderse, estructuran el mundo de la vida)
pueden emerger o no las disciplinas y las ciencias (Foucault, 1996, 1980), a la vez que
estas últimas pueden retroactuar en algunos de los campos de saber320 o redefinir las
relaciones que se establecen entre ellos; es decir que se presenta como problemática la
ecología de saberes, poderes, ciencias.
El tipo de práctica discursiva de la que nos ocupamos puede definirse por el saber
que forma, y a la inversa, no existe saber sin una práctica discursiva definida (Foucault,
1996: 307) (y en general, sin una práctica semiótica). Es así que los territorios
arqueológicos (y genealógicos) atraviesan todo tipo de textos (científicos, filosóficos,
literarios, legales, pedagógicos) (Foucault), y su exploración se enfrenta a la dificultad de la
carencia de mapas de los mismos, y cajas de herramientas suficientemente desarrolladas
para esa travesía. Es en este sentido que trato de indagar la narración como un obrar
arquitectónico y una ejecución orquestal complejos, pues la forma narrativa misma ejerce
autoridad y reafirma su legitimidad, cada vez que se relata y/o escucha o lee una historia.
La práctica narrativa delinea modelos de “competencia” y “aplicación” en todos los
órdenes de la vida social y cultural, y ordena los hilos de la malla semiótica (epistémicos,
prácticos, estéticos); “puntúa” y “modula” la experiencia; establece y re-significa los

318
El complejo tecno-científico como fuerza de producción e ideología; y la gestión de la crisis del
capitalismo de los 80 por la industria de la información y la comunicación, junto con el desarrollo a gran
escala del sector económico terciario, en Lyotard (1993), Habermas (1990); vid. Hamelink, Schiller.
319
Lyotard (1993: 24) dice que “saber y poder son las dos caras de una misma cuestión”, la del gobierno, que
nosotros entendemos en la dirección señalada por Foucault y Castoriadis en relación con la crítica y la
política. Por lo demás, el saber y el poder son dos núcleos del programa de pensamiento foucaulteano (en sus
momentos arqueológico y genealógico, respectivamente), y componen el gozne de un “régimen de verdad”.
239
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

vínculos sociales, y re-actualiza la memoria (en general). El acto de narrar (y de oír o leer
un relato) instituye sentido, más allá del significado del relato (el contenido), re-define el
entramado de relaciones sociales, la orientación del relato (o sea la triple orientación del
discurso, la doble orientación del género); establece criterios normativos; consagra valores;
habilita y privilegia determinadas voces; traza itinerarios a seguir en la vida; fija metas y
límites a la “aventura”321.
La forma narrativa, que integra una pluralidad de juegos de lenguaje y de actos
discursivos, jerarquiza y correlaciona los contextos y niveles comunicativos, cobra interés,
desde la perspectiva que intento establecer en este trabajo, precisamente cuando es
producida, promocionada y utilizada como medio y modo de enseñanza y aprendizaje en el
campo educativo: para rearticular el haz de ciertos saberes, valores, principios prácticos,
gustos; para tasar cada uno de estos componentes y su conjunto, evaluar su adquisición;
para poner en escena los criterios establecidos al respecto y crear el escenario para aprender
a aprender322. Si el aprendizaje consiste en algún tipo de cambio (el cambio supone un
proceso y en un proceso se produce algún cambio), la narración puede alentar o
desaconsejar el arrojo experimental (en relación con uno mismo, como lo quería
Nietzsche), que puede llevar a la posible metamorfosis, mientras se realiza o después de
haberse concluido este tipo de viaje. El relato, en cuanto tal, (se) propone (como) un viaje
“imaginario”, virtualmente realizado en y por el proceso de lectura, lo que imprime al
relato (histórico) cierto carácter literario-ficcional.323

320
Puede pensarse aquí en el problema de la colonización del mundo de la vida planteado por Habermas, o la
auto-reflexividad que caracteriza a la modernidad (los efectos de los sistemas expertos en la vida cotidiana, y
la presencia de ésta en aquellos), señalada por Giddens.
321
Para algunas de las propiedades del “relato popular”, en esta dirección, vid. Lyotard (1993).
322
En este sentido nos referíamos al trabajo de mitificación y ritualización, definido por Martín Serrano. Aquí
se hace relevante el problema del aprendizaje como fenómeno comunicacional, del que se ocupa Gregory
Bateson (Bateson, 1992; puntuación, modulación, contexto, jerarquía, niveles, son términos de este autor).
323
En distintos trabajos desarrollo líneas y aspectos a propósito de relatos escolares, mediáticos, periodísticos
y otros. Vid. García (Exploraciones discursivas, Ed. de autor –Programa de Semiótica, 2012:
https://programadesemiotica.wixsite.com/unam; “Massmediación, actualidad y memoria. Archivo, mapas,
pistas”, C. Andruckievitzs y C. Guadalupe Melo, comps, Cartografías semióticas, E-book VIII Congreso
Nacional y III Internacional Asociación Argentina de Semiótica, AAS -Programa de Semiótica-UNaM, 2011:
http://www.aasemiotica.com.ar/; “Silogismo práctico y narración”, M. M. García Negroni, edic., E-book -
Actas: Congreso Internacional: La Argumentación. Instituto de Lingüística -Universidad de Buenos Aires;
“Con-figuraciones mnemosemióticas. El manual de historia”, Acta -CD III Congreso Internacional
“Transformaciones culturales: debates de la teoría, la crítica y la lingüística”, Fac. de Filosofía y Letras –
UBA, 2009; “Diarios y agendas”. Acta -CD V Encuentro Argentino de Carreras de Comunicación Social,
Fac. de Ciencias Sociales, Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires, 2007; “Trans-
formaciones narrativas y retóricas. Semiosis, memoria, identidad, comunidad, imaginario. Manuales y
diarios”, Actas -CD I Jornadas Internacionales sobre Retórica y lenguajes de la cultura, Centro
Investigaciones Lingüísticas, Fac. de Lenguas, Universidad Nacional de Córdoba, 2007; “Yo fabulado(r).
Discurso, Memoria, Identidad”, Actas –CD VII Encuentro ALAIC, 70 años de Periodismo y Comunicación
240
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Narración/educación
La potencialidad narrativa (y el genio narrativo de la humanidad ha dado suficientes
muestras de ello en innumerables efectivizaciones que todavía nos deleitan o interesan), en
el campo de las mass-mediaciones y en el educativo, es enorme para el desarrollo y el
ejercicio de la competencia comunicativa (Hymes, Habermas) adecuada y eficaz en cada
uno de los contextos de desempeño por los que se debe transitar a lo largo de la vida en el
mundo contemporáneo, en cada uno de los cuales es necesario un background narrativo,
aunque más no sea para contar la propia historia, relatar lo que se hizo ahí o en otra
situación. Y aunque la política científica (y educativa y mediática) cambie sus reglas de
juego metadiscursivo, al menos habrá que configurar una trama narrativa para ubicar las
nuevas reglas en el decurso de los juegos que se venían jugando, y la propia ciencia (y la
educación y los media) tendrá que contar como mínimo (con) su propia historia, para
decidir los próximos pasos. Para mantener una nueva “conversación”, con otro
“vocabulario” (como lo quiere Rorty), es imprescindible construir relatos (fábulas y
argumentos) que inscriban los temas de la misma conversación en el devenir de las
conversaciones sostenidas a lo largo de la historia, o de lo contrario sí se correría el riesgo
de padecer serias patologías comunicativas, traumas y amnesias que no permitirían
liberarse de una trampa semejante. Algunas de estas consideraciones, junto con cierta
lección aprendida de la historia de las revoluciones científicas (además de las sucesivas
transformaciones educativas y mediáticas), una que otra decepción que la crisis de los
paradigmas deparó al hombre en su carrera desenfrenada por sobrepasar los límites de su
dominio, o acaso el retorno de lo mismo que siempre cambia, o de lo que cambia para ser
lo mismo, son señales que nos avisan el resurgimiento y nuevo auge que experimentó lo
narrativo, en las últimas décadas, en el campo del pensamiento científico.
La cuestión de la narración como fenómeno epistémico y comunicacional puede
cobrar nueva luz si se ponen en correlación, con el solo ánimo de disponer de alguna guía
cartográfica que nos oriente en los territorios por explorar, el informe de situación del saber
elaborado por Lyotard, la sucesión de las tres fórmulas de contingencia que condensan los

en América Latina, UNLP, 2004; “Trans-formación estética. Imaginación narrativa y memoria”, AAVV, El
fomento del libro y la lectura /1, Resistencia, Centro de Altos Estudios Literarios y Sociales, Fundación M.
Giardinelli, 2001; “Avatares narrativos del sujeto”, Memorias –CD Jornadas Nacionales de Investigadores en
Comunicación, Red Nacional de Investigadores en Comunicación y Facultad de Ciencias de la Educación -
UNER, 2000: http://www.uner.edu.ar/).
241
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

principios de formulación de la función del sistema educativo en el mundo moderno


(perfección de la naturaleza del hombre, formación, capacidad de aprender)324, la historia
de las ciencias y tecnologías de la cognición325; mas el trasfondo de esta concatenación
tendría que ser la sucesión de los paradigmas de las filosofías primeras (supra). Próxima a
la datación de la nueva ola de cambios, que describe Lyotard, se produce la emergencia del
“complejo de investigaciones y aplicaciones cuyos principales intereses se orientan hacia el
conocimiento, la información y la comunicación”, el “híbrido de diversas disciplinas
interrelacionadas” que constituyen las ciencias y tecnologías de la cognición (Varela,
1990), que, en la reconstrucción del autor, se hallaría en su cuarta etapa -la que Varela
denomina la etapa de la enacción, “una alternativa ante la representación”-326.
La forma narrativa compleja (ver “género” y “formato”) es un medio privilegiado
para “enactuar” mundos, para re-crear las matrices de la memoria y re-generar la facultad
semiótica; pero también un medio apto para la prosecución de los fines de control social
(en los diferentes contextos, que van del familiar, el laboral, el massmediático y de opinión
pública, hasta el nacional), y un recurso estratégico muy caro a las políticas públicas (D.
Mumby, comp., 1997).
La forma narrativa, construida con la materia lingüística y las otras materias
semióticas, es un medio de comunicación y de re-creación de significados; más que un
vehículo de transmisión de información -actualización del modelo comunicativo
telegráfico- es una puesta en obra del complejo cognición-emoción-acción. El relato ofrece
modelos de re-descripción del mundo y sugiere más o menos abiertamente la postura a
adoptar frente al mundo y los propios sistemas de mediación que se han operacionalizado
en la elaboración de los mundos posibles. Esto es sumamente relevante en el proceso

324
Luhmann y Schorr (1996).
325
En la versión de Varela (1990).
326
La primera etapa corresponde a los años fundacionales (1943-53); la segunda, al paradigma cognitivista
(los símbolos; a partir de mediados de los 50); la tercera, a la emergencia (una alternativa ante la
manipulación de símbolos; a fines de los 70). El término enacción traduce el neologismo inglés enaction (que
deriva de representar, desempeñar un papel, actuar). La orientación enactiva propone un camino intermedio
entre las posiciones de la gallina y del huevo: ambos se definen mutuamente (p. 102). El mapa no es reflejo
pasivo de rasgos externos, sino la “articulación creativa de sentido a partir de lo histórico”: “La operación del
cerebro se interesa centralmente en la enactuación de mundos a través de la historia de linajes viables: es un
órgano que construye mundos en vez de reflejarlos” (p. 108). La noción de base es el entrelazamiento
inextricable de las aptitudes cognitivas con una historia vivida. La cognición pasa a ser un dispositivo “para
hacer emerger un mundo donde el único requisito es que la acción sea efectiva” (p. 109). La actividad de
‘interpretación’ que eslabona acción y conocimiento, nos hace pensar en el signo-acción de Peirce, en la
formación de hábitos semióticos para proseguir los procesos de semiosis en que participa, y en especial, para
conjeturar interpretantes que resignifiquen los objetos y renueven los signos, lo cual abre mundos (con toda la
debida distancia, sobre todo porque la representación ocupa un lugar relevante en el edificio de Peirce).
242
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

educativo por cuanto un proyecto pedagógico selecciona y jerarquiza elementos


conceptuales, actitudes y procedimientos _no óconocimiento, sino m_neras de concebir y
hacer, de apreciar y comportarse, de plantear problemas y resolverlos-, lo que comprende
los principios fundamentales de construcción de la realidad social, de valoración de la
misma y del propio papel en el proceso de elaboración de la misma y negociación de los
significados de esa realidad, y de los medios y modos disponibles para ello327.
El relato es una modalidad fundamental (matricial) de pensamiento, de
funcionamiento cognitivo, que aprendemos para construir la realidad social, y estructurar
significativa y relevantemente la experiencia328, la conexión íntima entre obrar y sufrir
(Dewey, 1994), de acción y pasión, la totalidad de razones y pasiones que nos constituyen y
moldean. La práctica narrativa elabora su objeto -el complejo cronotópico espacio-
temporalidad y personaje, que comprende “las vicisitudes de las intenciones humanas”329,
el contexto de su realización, la función medios-fines, los problemas a enfrentar, la
competencia modal de los actores para llevar a cabo los respectivos planes de acción330, y
la evaluación de los éxitos y fracasos, la administración de premios y castigos a los
distintos tipos de iniciativas- de un modo poético, retórico-argumentativo y hermenéutico
(ver supra); es decir, diseña esquemas de acción, en los que consiste el relato, proporciona
y regula el conocimiento necesario para el desempeño eficaz o frustrado de los agentes en
el mundo de la acción, canaliza impulsos, dosifica las cuotas de compromiso con la acción
y el mundo. La forma narrativa compleja, como podemos definir el texto de historia
escolar, activa una fábula y un argumento, una historia y su proceso de desarrollo
particular, y dado su estatus peculiar en el continuum epistémico ciencia-sentido común, es
dable esperar que combine de cierta manera las dos modalidades que diferencia Bruner,
como mínimo; pues junto con la configuración de la trama, y a los efectos de su
aceptabilidad, estas formas narrativas operacionalizarían una argumentación dada, con base
en un patrón convencional, reconocido legítimamente, de inteligibilidad de la historia

327
J. Bruner (1995b, 1996).
328
Bruner (1996, cap. II). Bruner identifica y correlaciona dos modalidades paradigmáticas: el relato y el
argumento; la modalidad narrativa y la modalidad lógica-científica, cada una de las cuales ofrece modos
característicos de ordenar y construir la realidad, y, aunque complementarias, son irreductibles entre sí. Estas
dos maneras de conocer, con principios funcionales y de corrección propios, se distinguen por sus
procedimientos de verificación. Cfr. Parret (1995b, supra).
329
Es la definición de Bruner (1996: 27). La intención está involucrada siempre que se actúe con vistas a un
estado final, lo que supone la elección entre medios alternativos para lograrlo; esto no quiere decir que se sea
consciente de las intenciones o se tenga la capacidad para explicarlas (Bruner, 1995b, cap. 4). Vid. la
discusión de Giddens (1998) sobre la conciencia (discursiva, práctica) y el inconsciente.
330
Greimas (1989), Courtés (1997).
243
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

(narrada de ese modo), moldeada por criterios compartidos por la comunidad (científico-
académica y educativa, al menos) acerca de las pautas de construcción y lectura de relatos
aceptables, esto es, verosímiles, reguladas por los contratos de veridicción plenamente
vigentes en estos tipos de procesos de intercambio simbólico, y por las distintas reglas
pragmáticas de la comunicación.
El relato adquiere la forma y el valor de un viaje, una experiencia crucial, que puede
concluir con la transformación (de la propia capacidad de “experienciar”); a la vez que
delimita el territorio de exploración, traza el itinerario y brinda el mapa (del territorio) y las
cartas que deben utilizarse para llevar a cabo la travesía con éxito. Es en este sentido que el
modelo educativo plasmado en las narraciones puede habilitar al sujeto pedagógico, con
relativa garantía de cumplimiento de las condiciones de “felicidad”331, adecuación,
oportunidad, eficiencia, creatividad, para imaginar con autonomía y responsabilidad los
horizontes que se proponga re-conocer, traspasar o no, bosquejar sus propios mapas y
establecer sus propios planes de viaje, y guionar satisfactoriamente su “historia”. Los
procesos comunicativos en que se desarrolla la educación pueden liberar las condiciones
requeridas para la negociación de los marcos interpretativos, de la realidad construida y del
propio proceso de educación, sus metas y los medios seleccionados332 _no sólo el consumo
sino la participación activa en los procesos de definición y gestión de la realidad social y de
la cosa pública_. Un desideratum que pone en juego la capacidad de reflexividad (e
indexicalidad), de recursividad y metacognición (Bruner), cuyo dominio permitiría
ascender los escalones del aprendizaje (Bateson). Con todo, insistimos en que no es
recomendable sustancializar la forma narrativa, sino lo contrario, la conveniencia de
adoptar una perspectiva histórica y cultural, como la que permite la semiótica, desde la que
sea posible dilucidar los diversos modos de su realización, con lo cual se efectúa el
anudamiento (como requisito teórico y metodológico) de semiosis, mediación y memoria.

331
En el sentido que adquiere este término en el contexto de la pragmática del discurso (Austin, 1990; Searle,
1994).
332
Al parecer de Bruner (1995a), el método de re-negociación de significados por medio de la interpretación
narrativa es uno de los logros más importantes del desarrollo humano (ontogenético, cultural y
filogenéticamente), al que contribuyen los recursos narrativos y los instrumentos interpretativos conservados
por la comunidad. El poder de la narración concierne una de las formas más eficaces de estabilidad social, en
cuanto a la capacidad para compartir historias, diferentes versiones sobre la diversidad de lo humano, y la
necesidad de contar con patrones de interpretación congruentes cognitiva, axiológica e institucionalmente con
los marcos de regulación imperantes en una cultura (pp. 75-76). Esta situación privilegiada de la narración
también favorece la prerrogativa de control social en aras del orden establecido, de cuya custodia se ocupan
más o menos celosamente, aunque no unívocamente desde el punto de vista de las finalidades y estrategias,
las agencias de mediación, en cuanto al curso de re-significación del mundo, re-apropiación de los
significados, domesticación o liberación del impulso al cambio.
244
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

La narrativa cumple un rol importante respecto de la estructuración y


reestructuración de la experiencia y la memoria (histórico-social, cultural) (Bruner, 1995a),
que a su vez modelan las prácticas narrativas. Para ello se nutre de los “fondos” de la
comunidad (Schütsz), bancos de memoria compartidos, campo de germinación y
regeneración de los “patrones”, “esquemas” o “marcos” de organización de la experiencia,
de re-negociación del significado (o mejor, de los principios que gobiernan la relación
semiótica triádica) y “dramatización” de la subjetividad en las distintas “escenas” en las
que el agente representa alguno de sus papeles (Wolf, 1988). Estas matrices
modelizantes/modelizadas de la experiencia y la memoria conforman el “imaginario
colectivo”, reordenan el “archivo”, en el que el saber histórico (en general, y escolar en
particular) ocupa su lugar, y adquieren autoridad a partir de su gestión institucional oficial.
Pero quizás el poder de estas formas fuertemente instaladas en la comunidad se ejerce con
mayor contundencia en los procesos de regulación afectiva (Bruner, Op. cit), instancias
fundamentales de arbitraje en los conflictos de interpretaciones, en favor de las
consideradas aceptables, legítimamente reconocidas, con vistas a la constitución de un
mundo social cohesionado, uno de cuyos requisitos básicos es la consolidación de los
modos canónicos de (hacer) saber y creer, inseparables del querer y del sentir (y del poder).
Una crítica de la economía política semiótica (oficial) atendería al gobierno, conducción y
administración de la capacidad y operaciones intelectuales, el conocimiento, la
configuración emotiva y pasional, la racionalidad y la sensibilidad, cuya lógica compleja
informa la experiencia333.
En esta línea de preocupación, Bruner cree que la comprensión de “los principios
que rigen la interpretación y elaboración de los significados” será posible “en la medida en

333
Se requiere una “política compleja de las pasiones complejas” para sostener un nuevo estado “social, civil,
de derecho, con la potencia y fuerza de los hombres sabia y prudentemente asociados”, que prolongue al
estado natural. Hay que desear la socialidad, el orden establecido, y socializar, dirigir y reencauzar el deseo
en esa dirección. La composición de lo social demanda una política (economía y antropología política)
racional para lo pasional, un programa de gobierno que atienda la naturaleza compleja de la fuerza social-
pasional-imaginaria. El mundo social y cultural, entonces, es el territorio apto para la re-ubicación de las
pasiones, el trazado del cauce del deseo (y donde se activa el poder de policía cuando se observan torsiones,
desviaciones, casos extra-ordinarios, más allá del límite de tolerancia), y para la con-formación cultural de la
satisfacción. La sociedad se hace posible por el accionar de una economía política de las pasiones “intensas”,
los deseos; y la mejor política al respecto sería la de la razón apasionada, que busca la composición social, sin
acallar espuriamente el concierto de las pasiones (alegres). G. Kaminski (1990), a propósito de Spinoza, y la
política de las pasiones. V. Spinoza (1990, 1985). En el Tratado político (1985), dice Spinoza: “el estado
político se ha instituido como una solución natural, con el fin de disipar el miedo general y eliminar las
miserias comunes a las cuales todos están expuestos. Su fin principal no difiere, pues, de aquel que cualquier
hombre razonable se esforzaría por lograr, aunque con pocas oportunidades de éxito <...> en un estado
natural” (cap. 3, art. 6).
245
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

que seamos capaces de especificar la estructura y coherencia de los contextos más amplios
en que se crean y transmiten significados específicos” (Bruner, 1995a: 73). En atención a
los intereses que guían nuestra propia búsqueda, consideramos que una comprensión tal no
sería posible si no presta atención a las prácticas semióticas, re-definidas en sus respectivos
contextos, y a las producciones comunicativas que “aplican” esos principios. Una vía de
acceso a una posible comprensión en este sentido sería el estudio de los formatos, en
nuestro caso, la forma narrativa compleja histórica escolar. Es justamente en relación con
estas cuestiones que encontramos cierta consonancia con parte del desarrollo del programa
de investigación de Bruner, específicamente los ramales que estudian los formatos, el
lenguaje de la educación y la narrativa. Bruner enumera algunas propiedades de la
narración y ofrece algunas hipótesis, que pueden resultar de interés y ayuda para proseguir
una indagación al respecto334.
En primer lugar, la secuencialidad inherente a la narración: una narración está
estructurada en una serie de acontecimientos, estadios, planes de acción de los actores, con
unas metas dadas, unos instrumentos, y problemas. La significación de estos elementos
surge de la posición que ocupan en la secuencia total del relato, y de las relaciones que
entablan entre sí y con la totalidad de la estructura. Seguir una narración supone remontar
los hilos de la secuencia de acontecimientos para reconstituir la trama, y aprehender la
trama para hacer inteligible cada uno de sus elementos.

Una interpolación desde el punto de vista del análisis estructural del relato, cuya
preocupación metodológica es la formalización, a partir de algunas constataciones la prodigiosa
variedad de relatos, los que pueden tener como soporte cualesquiera sistemas semióticos o la
combinación de algunos o todos ellos; la presencia de lo narrativo en múltiples formas que van
del mito, la leyenda, la fábula, la historia, la novela, hasta el cine, la historieta, la noticia, la
conversación, en todos los tiempos y lugares, en todas las culturas, lo que dice acerca de la
universalidad del relato-. De aquí la necesidad de contar con una teoría y hacer de la lingüística
el modelo fundador del Análisis estructural del relato, que trata de mostrar la productividad de
una serie de aportes (Propp, Lévi-Strauss, Greimas, Bremond, Todorov).
La primera indicación de Barthes consiste en la distinción, por un lado, de los niveles de
descripción y la integración jerárquica de esas instancias; y, por otro lado, en la diferenciación
entre historia y discurso (Todorov, Benveniste). Delimita tres niveles: de las funciones, de las
acciones, de la narración, que corresponden a la (instancia de la) historia, los dos primeros, y al
(nivel del) discurso, el tercero. Las unidades a reconocer en el primer nivel son las funciones
cardinales o núcleos (Propp, Bremond) -las peripecias constitutivas, los momentos de decisión,
que permiten tomar una dirección, y avanzar hacia el desenlace-, las catálisis -las funciones
insertas entre las anteriores, a efectos de distensión, digresión-, los indicios -informaciones,
implícitas, sobre los personajes, el ambiente, la situación, etc.-, y las informaciones -datos
explícitos necesarios para comprender el relato. Estas funciones integran el esquema funcional,

334
En particular, Bruner (1995a, cap. II).
246
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

pero las primeras (núcleos), unidas por relaciones de solidaridad, constituyen la estructura
básica, que está dada por la composición de secuencias (primarias) -en términos generales
serían: estado de equilibrio, ruptura del mismo, restitución del mismo o advenimiento de nueva
situación; i. e., en una trama policial o de acción: traición-venganza-arresto-. Una secuencia se
abre con un núcleo y se cierra cuando la última función constitutiva no requiere ser
complementada por ninguna otra; aunque una secuencia puede ser complementada por otra
secuencia. Esquemáticamente, se han desarrollado tres vías de investigación sobre las
funciones: una más propiamente lógica, que trata de reconstruir la sintaxis de las mismas, se
fija en los puntos de bifurcación en los que el personaje debe hacer una elección, y traza el
trayecto de las elecciones a las que está sometido el personaje (Bremond); otra procura
descubrir en las funciones las oposiciones paradigmáticas, que subtienden la trama (Lévi-
Strauss); la tercera, se detiene en el nivel de las acciones, en busca de las reglas de combinación
y transformación de un número dado de predicados básicos (Todorov).
Respecto del nivel de las acciones, esta corriente estudia el personaje como actante, definido
por las acciones que realiza (como el actante define una clase, puede ser cubierto por actores
diferentes, o el mismo personaje puede cumplir la función de dos actantes), según participe de
tres ejes semánticos: la comunicación, el deseo o búsqueda, la prueba (en la frase: el sujeto, el
objeto, el complemento). Dado que esta participación se ordena en parejas, la clasificación de
los personajes se inscribe en una estructura paradigmática: el sujeto/objeto,
donante/destinatario, ayudante/opositor, realizada a lo largo del relato. También aquí, las
acciones integran un esquema actancial.
Finalmente, respecto del nivel narracional, es posible analizar la voz narrativa, la visión,
los procedimientos, fórmulas, etc.; en general, lo propio del discurso, de la instancia de
enunciación.
Del desarrollo de este tipo de análisis se ocupa Genette (1995). R. Barthes, “Introducción
al análisis estructural de los relatos”, en Lévi-Strauss et al. (1982); Todorov; Courtés (1980),
Propp (1972). Vid. J. Valles Calatrava (1994, un panorama histórico general de las teorías de la
narración).

En segundo lugar, la narración puede ser tanto “real” como “imaginaria”, histórica o
ficcional, sin que esto merme su poder como tal; de modo tal que la historiografía y la
literatura comparten la forma narrativa. Esta situación indiferente y ambivalente, bastante
problemática, respecto de la “realidad”, de la “referencialidad” (cierta in-transitividad,
auto-reflexividad), y que por lo demás obedece a la propia lógica narrativa, que pone sobre
relieve la “opacidad” y la “resistencia” del propio relato y del discurso, ante cualquier
intento de naturalización o simplificación de la co-relación mundo del relato-referente sin
pasar por el trabajo lingüístico y semiótico, caracteriza también el estatuto epistemológico
de la narración (histórica); y es una indicación importante a la hora de aplicar criterios de
verdad/falsedad, validez, aceptabilidad, generalidad, legalidad. La elaboración mimética
consiste en captar la vida en acción, esto es la condición histórica misma, que se
configuraría en una trama por medio de los mismos recursos procedimentales y
esquemáticos en el campo literario y en el histórico; de tal manera que la trama narrativa
tendría cierto carácter de metáfora o de allegoresis de la realidad. El proceso de semiosis y
247
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

hermeneusis en que consiste el relato _y el que desencadena un relato, más acá y más allá
de sus propios límites, en el mundo de la acción, del autor, del lector_, postula un esquema
interpretante (del mundo histórico), es decir un modelo de mediación, basado en ciertos y
determinados principios y reglas de relación entre signos-objetos-interpretantes, que
procuran fijar un sistema dado de creencias y de hábitos.
La narración se caracteriza también por su potencialidad para regular la relación
siempre problemática entre lo común y corriente y lo extraordinario, lo normal,
convencional, y las desviaciones, infracciones, subversiones. El relato es un medio
poderoso para la consagración de lo canónico, que mantiene despierta la expectativa de lo
usual, lo esperable, a lo que dota de legitimidad y autoridad, a la vez que ofrecen
explicaciones de las torsiones, que se hacen comprensibles, pero evitables (en relación con
esto el relato cumpliría una función terapéutica). En el relato cristaliza la selección
selectiva en que consiste la tradición (necesaria para el religamiento social, el
reconocimiento de los socios y el compromiso con el orden establecido), el sistema
normativo, permisivo y punitivo, la jerarquía axiológica, el patrón de racionalidad
sustentado. En definitiva, en un relato se re-elabora cada vez, conforme el contexto y el
proyecto histórico-social al que obedece, el complejo epistémico-práctico-estético, básico
para la regeneración matricial de las mediaciones, la conformación del imaginario y de la
subjetividad.
La narración en su función de mediación, en cuanto ofrece experiencia vicaria y
modela la experiencia, forma parte del tesoro cultural335, que puede ser objeto de una

335
Bruner prioriza la narración en su estudio de la “entrada en el significado”. La realización eficaz de una
narración comprende cuatro constituyentes: un medio que haga hincapié en la acción dirigida a metas, la
agencia, el establecimiento de un orden secuencial; el reconocimiento de lo canónico y sus violaciones en la
interacción social; la adopción de una perspectiva, un punto de vista y una voz. De existir un impulso
narrativo operante en la práctica discursiva, estos cuatro requisitos se reflejarían en el orden de adquisición de
las formas gramaticales. Efectivamente, Bruner observa en el niño desde temprano estos rasgos _el interés y
la atención del niño puestos en las personas y sus acciones; la predisposición temprana para acentuar lo
inusual y dejar de marcar lo habitual; la linealidad típica, propia de las estructuras gramaticales; los elementos
suprasegmentales, prosódicos, paralingüísticos, entonación, expresividad, ritmo, pausas_. Bruner sostiene
que “es el impulso humano para organizar la experiencia de un modo narrativo lo que asegura la elevada
prioridad de estos cuatro rasgos en el programa de adquisición del lenguaje”. Esta disposición
(protolingüística) es afectada (potencializada, frenada, re-encauzada, enriquecida, diversificada) por el
equipamiento semiótico culturalmente desarrollado, inserto en tradiciones narrativas en las que se aprende a
participar muy pronto. La capacidad narrativa (la interpretabilidad de la experiencia en forma de narración) es
un instrumento poderoso para otorgar, reconocer, negociar, significados, dominante en gran parte de la vida
de una cultura: “Pertenecer a una cultura viable es estar ligado a un conjunto de historias interconectadas,
aunque esa interconexión no suponga necesariamente un consenso”, antes bien, un conflicto en torno de las
versiones, los procedimientos interpretativos y su aplicación para juzgar las diferentes construcciones de la
realidad en pugna. Bruner (1995a, cap. 3). Acerca de los universales de las realidades narrativas, en Bruner
(1997, cap. 7).
248
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

política de distribución social más o menos equitativa, de modo que se puede ser más o
menos rico en la disponibilidad de este tipo de recursos de inteligibilidad y comprensión de
la complejidad del mundo, cuyo dominio incide en los modos de negociación social, y
resulta valioso en la escena pública de gestión de los conflictos en torno del sentido del
mundo y de la definición de un proyecto colectivo; un instrumento apto para una paideia
que contribuya a la instauración de la democracia, que tenga como premisas el “diálogo”,
la “polifonía”, la “comprensión”.
En opinión de Jerome Bruner336, la narración debería ocupar un lugar preponderante
en la educación, siempre que se trate de un proyecto que otorgue la debida importancia a
cuatro cuestiones fundamentales: la agencia, la reflexión, la colaboración, la cultura.
La narración es una de las formas principales de interpretación _a la que se recurre
en el campo de la historia, y de las ciencias humanas y sociales en general, revalorizada a
partir del giro interpretativo_. Contar una historia es decir en qué consiste algo, en un modo
de entender y explicar lo que ocurre, un medio para expresar la actitud frente al mundo,
redefinir las creencias, sentimientos, un vehículo de la toma de postura frente al mundo.
Por un lado, una construcción narrativa cualquiera no invalida otras versiones sobre el
mismo “objeto”, que entran en competencia por la aceptabilidad y el reconocimiento
público legítimamente arbitrada por la comunidad de interpretación; y por otro lado, una
interpretación dada de una historia no excluye otras interpretaciones divergentes. Una
competencia narrativa e interpretativa altamente desarrollada se basa en el contraste, y la
confrontación, entre construcciones competentes, entre explicaciones contrarias pero
razonables, y con otros contendientes; y en el dominio de los criterios para evaluar la
viabilidad de las mismas y para resolver el conflicto; a la vez que permite desarrollar la
capacidad de comprensión de las diferencias y la pluralidad emergentes en el ágora donde
se producen las intervenciones narrativas e interpretativas, diversidad y pluralidad
constitutivas del mundo social y de toda cultura. Una sensibilidad para las versiones
alternativas de la “misma” realidad puede contribuir al desarrollo de la metacognición, que
tematiza tanto la realidad como los medios de conocimiento. El nivel metacognitivo -de la
reflexión, que se operacionaliza cuando se piensa sobre el pensamiento, cuando se presta
atención a lo que se ha aprendido- tiene por objeto la creación de “formas alternativas de
concebir la creación de la realidad”, que complementa la relatividad del conocimiento, que
es el objeto del contraste y la confrontación (pp. 166-68). En la escuela se puede enseñar y

249
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

aprender a apreciar y respetar la maraña de historias en las que estamos enredados, a favor
o en contra de muchas de las cuales debemos expedirnos constantemente.
La narración es una habilidad, un saber-cómo, siempre presente en los contextos de
la agencia y la colaboración. En los procesos de interacción educativa, en el diálogo
pedagógico, en general en el contexto escolar, se recurre a la narración para enseñar y
aprender; para regular normativamente la relación, el desempeño del propio rol y la imagen
del otro; para contar lo que se hace, se piensa, se cree, se siente; para proporcionar sentido
colectiva y democráticamente, para manejar los límites de la participación, las reglas del
debate y la negociación; para problematizar la acción, el contexto, los medios empleados
en la resolución de los problemas abordados, la ponderación de los fines y valores
involucrados, y la actuación, propia y de los otros, para redefinir los vínculos y las reglas
de juego, para evaluar críticamente tanto los logros como los fracasos; y para generar y
enfrentar el cambio.
Como advierte Bruner (2003)337: “Una cosa se hizo evidente: contar historias es
algo más serio y complejo de lo que nos hayamos percatado alguna vez” (p. 16); y apunta
dos razones para “examinar de cerca la narrativa y indagar qué es y cómo funciona”. Una
es “controlarla y esterilizar sus efectos” (como en el derecho o la siquiatría); otra es
“comprenderla para cultivar mejor sus ilusiones de realidad, en ‘subjuntivizar’ los
pormenores obvios de la vida de todos los días” (pp. 25-26), aproximarse a una
comprensión de su capacidad de “modelar la experiencia” (p. 21).
La cultura es una compleja trama de historias (vividas, contadas, recordadas,
olvidadas, re-elaboradas, rescatadas, reactualizadas, canonizadas), cruzadas, paralelas,
interconectadas, conflictivas o congruentes. El mundo en el que vivimos está en gran parte
construido conforme las normas y los mecanismos de la narración (Bruner, Op. cit., p.
168). En la escuela es posible experimentar con cuidado y rigor los métodos narrativos e
interpretativos para participar felizmente en los escenarios de transacción social, para
plantear críticamente los problemas cruciales y desarrollar los recursos, medios y
procedimientos, necesarios para enfrentarlos, en tanto en cuanto forma parte de la función
educativa potenciar el “uso de la mente” al respecto (Ídem, cap. 4). Se aprende la narrativa
a través de la vida y la vida a través de narraciones; y el dominio narrativo abre el camino
para pensar en la vida, crea el espacio necesario para experimentar el extrañamiento, frente

336
Bruner (1997, cap. 4).
250
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

al mundo y a uno mismo. Es así que la narrativización de la realidad puede apuntalar la


hegemonía, con versiones simples, reductivas, pre-juiciosas, monológicas, autoritarias,
canónicas; pero igualmente los relatos (y los grandes relatos lo han demostrado con creces)
vuelven la atención sobre la realidad, reabren el juego de la interpretación, propician el
cuestionamiento y expanden los límites de la imaginación, y pueden contribuir
sobremanera a desarrollar otros hábitos para mirar el mundo otra vez y de otra manera
(Ibídem). Esta potencialidad narrativa (las posibilidades que encierra, sus alcances y
limitaciones) es explotada, realizada de múltiples formas, algunas de las cuales son
privilegiadas, mientras otras son excluidas, oficialmente.

Narración/Historia
Si se emprende una exploración por los arduos corredores sin fin de la memoria
semiosférica, se puede experimentar el asombro (y el placer intelecutal y estético) ante las
innumerables y fascinantes pruebas de laboratorio que allí se realizan ininterrumpidamente.
En las sendas por las que nos interesa seguir nuestro recorrido, se puede ver cómo el
destino de las formas y los géneros narrativos fue determinado en gran medida por la
interacción entre dos tipos opuestos de textualización en una cultura. El mecanismo
semiótico de la cultura se activa en parte por la influencia recíproca entre dos dispositivos
textuales centrales opuestos desde tiempos inmemoriales, especializados en la descripción
del curso regular de los acontecimientos y de la desviación respecto de dicho curso,
respectivamente338.
La cultura cuenta con un dispositivo textual mitogenerador, cuyo núcleo es el ciclo,
y con un dispositivo textopoiético organizado a partir de la linealidad, como contrapartida
del primero. Además del movimiento temporal diferente al que se subordina cada uno de
estos tipos, presentan otras distinciones. En el primer caso, la función es construir un
cuadro del mundo, establecer la unidad entre sus esferas alejadas, registrar las
regularidades, establecer los principios, construir un esquema de clasificación, estipular el
orden, categorizar la experiencia y el mundo, y ajustar a la norma y la organización los
excesos y desvíos. La notación de la regularidad de la repetición (se) traduce (en) una ley
del universo. Los textos generados por este dispositivo se orientan a la reducción de las
variaciones a imágenes invariantes, y pragmáticamente prima la ley estructural del iso y

337
La fábrica de historias. Derecho, literatura, vida, tuvo su origen en el ciclo de lecciones que Bruner dictó
en la Universidad de Bolonia en 2000.
251
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

homeomorfismo (cuerpo humano/celeste, estructura de edad/año, microcosmos del mundo


interior del hombre/macrocosmos del universo, etc.), de modo que un signo cobra
significado a partir de la traducción en otro signo de un nivel superior. Otras dos
particularidades de este tipo textualizador son la ausencia de las categorías de principio y
fin _se opera una repetición ininterrumpida de un dispositivo en sincronía con los ciclos
naturales, biológicos y de la vida de la comunidad_, y la identificación de diferentes
personajes y objetos (se trata de distintos nombres de uno solo).
A partir de este primer dispositivo generatriz se desarrolló la textualidad ligada a la
ley y la norma de carácter sacro y científico; y del segundo mecanismo provienen los textos
históricos, crónicas y anales -el germen histórico de relatos con sujet fue el registro de
“novedades”-. En el proceso prolongado y multívoco de interacción de ambos tipos, uno de
los fenómenos notables fue la traducción de textos mitológicos en clave de la linealidad del
segundo sistema (lo que incluye la re-construcción verbal del complejo mito/rito), y la
proliferación de versiones recreativas del mito, que en sentido corriente integran la
mitología. Entre los efectos de esta mutua influencia y traducción sobresalen la pérdida del
isomorfismo entre los niveles del texto _esta vez los nombres de personajes diferentes no
remiten al mismo y único, sino que las figuras se multiplican; p.e., los personajes dobles, se
diferencian_, y la modelización de las categorías de principio y fin del texto el primer
vestigio de descomposición del mito y elaboración del relato con sujet narrativo sería la
leyenda escatológica; pero el principio, los comienzos, la inauguración, fundación, estaban
más marcados en los “anales”339.
Del examen de las esferas culturales centrales y periféricas, Lotman extrae algunas
indicaciones sobre los tipos de su organización interna. El principio de construcción de la
primera es el todo estructural integrado, en cumplimiento de su función de modelización
estructural del mundo; mientras que el principio de organización en la segunda es la cadena
acumulativa, agregación de unidades independientes, que se corresponde con el “archivo

338
Lotman, “El origen del sujet a una luz tipológica” (Lotman, 1998).
339
Para representar el sujet textual se puede recurrir al “árbol” del movimiento de cierto punto. El sujet
“siempre es un camino: la trayectoria de los desplazamientos de cierto punto en el espacio del modelo de la
cultura” (Lotman se refiere aquí a la descripción en términos espaciales, topológicos, de las dependencias
entre los conceptos de acontecimiento y sujet y los modelos de cultura). El texto con sujet admite tres tipos de
caracterizaciones: la dirección -un barco que puede moverse por la ruta trazada en un mapa-, la realización
del movimiento -la trayectoria tipo está dada por la ruta, pero el barco puede completarla, interrumpirla-, la
desviación de la trayectoria -el establecimiento de la ruta instituye la significatividad de su no cumplimiento,
de realizaciones no autorizadas de la trayectoria, las desviaciones; algunos textos pueden prohibir otras
trayectorias, o prever puntos de elección de la trayectoria a seguir. Lotman, “Sobre el metalenguaje de las
descripciones tipológicas de la cultura” (Lotman, 1998).
252
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

de excesos”. La matriz legalizadora y normalizadora de las culturas, cuya génesis es el


núcleo mitológico inicial, da lugar a la conformación de un mundo ordenado, con un único
sujet y un sentido supremo, absoluto. El texto, o el conjunto de textos, representativo, se
ubica en un metanivel en relación con los otros textos, y todos los textos están interligados
orgánicamente. El cuadro del mundo elaborado en este caso “alterna la tensión trágica del
sujet con la pacificación final”. En cambio, el cuadro del mundo generado por el sistema
textual periférico está dominado por el azar, el desorden. Aunque estos textos pueden
operar en un metanivel, no permiten su traducción a un texto único y organizado. El cuadro
del mundo reconstruido en este caso se caracteriza por lo caótico y lo trágico.
En una cultura operan ambos mecanismos de generación textual, y entre ellos
mantienen relaciones tensan, de influencia mutua y de lucha por el predominio y la
posición privilegiada en la jerarquía textual; el ser humano y las sociedades se debaten en
gran medida en la frontera entre ambos _acicateados, si se quiere, a la vez por el orden, la
seguridad, la regularidad, el control determinista-causal, y por el azar, la probabilidad, la
incertidumbre, la diversidad, la complejidad, el cambio_. Pero es en la textualidad artística
donde adquiere otro tono y cariz el diálogo entre estos dos dispositivos y agrupamientos
textuales. En el texto artístico se correlacionan óptimamente, dialógicamente, ambos
principios de estructuración en un mismo nivel. A esto se debe que este tipo de texto
funcione como “el dispositivo modelizante más flexible y efectivo, capaz de describir
íntegramente estructuras y situaciones muy complejas” (ídem).
Estas puntualizaciones resultan valiosas a la hora de adoptar una postura crítica y
política frente a la textualidad histórica escolar, cuya génesis podría haber resultado de la
hibridez de varias matrices semiosféricas; y su re-modelamiento se podría deber
precisamente al dinamismo de la memoria semiótica, patente en la vida de los géneros, de
modo que en un texto pedagógico de historia sería posible identificar la presencia de ambos
principios generativos, sus cruces, mezclas, impregnaciones _así, el dialogismo puede
penetrar en “la esfera ordenadora de la teoría”; y el mitologismo, en la del desorden, del
exceso_. También cabría reconocer en estos instrumentos didácticos la forma de resolución
de las relaciones más o menos conflictivas entre el sistema modelizante científico y el
literario.

En términos de expectativa, sería ciertamente alentador reconocer en los textos


pedagógicos, aun oficiales, indicios de lo que Bajtin historiza y denomina la
253
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

“novelización” de los géneros340. En el proceso largo y abierto de interrelaciones e


influencias recíprocas en que consiste la vida de los géneros, los otros géneros se vuelven
más libres y sueltos, su lenguaje se renueva al hilo del plurilingüismo extraliterario y de los
estratos novelescos de la lengua literaria; se dialogizan y son penetrados por la risa, la
ironía, el humor, por los elementos de autoparodización; y, lo que a criterio de Bajtin es lo
más importante, la novela introduce una problemática, un inacabamiento semántico
específico y el contacto vivo con lo inacabado, con su época, que se está haciendo. Estos
fenómenos se explican por la transposición de los géneros a una nueva área de
estructuración de las representaciones literarias, la del contacto con el presente inacabado,
asimilado por primera vez por la novela. Pero la influencia directa y espontánea de la
propia novela no explica enteramente el fenómeno de la novelización; sino que dicha
influencia se entrelaza indisolublemente con la acción directa de las transformaciones de la
propia realidad, que determinan la novela y condicionan su supremacía en la época
moderna, una de cuyas formas simbólicas centrales es la novela _y cuando se redefine el
proceso de diferenciación relativa y especialización de las esferas de creatividad
ideológica, los géneros y discursos propiamente históricos y literarios_. La novela es el
único género en evolución, con las mayores potencialidades para dar cuenta más
profundamente, sustancial, sensible y rápidamente, la evolución de la propia realidad:
“Solamente lo que evoluciona puede comprender la evolución” (p. 400). El género
novelesco expresa las tendencias evolutivas del “nuevo mundo”, y anticipa todavía la
futura evolución de toda la literatura; así contribuye a la renovación de todos los otros
géneros, los contamina debido a su evolución y a su propio inacabamiento _y por ello
también es un medio privilegiado, al igual que, pensamos nosotros, el cine, para la práctica
de la memoria, para el estudio del género de la memoria y la memoria del género_.
Bajtin puntualiza tres particularidades estructurales y fundamentales que distinguen
el más maleable de los géneros, que determinan la orientación de su propia versatilidad, de
su influencia y acción sobre el resto de la literatura341. Son ellas: la dimensión estilística
ligada a la conciencia plurilingüe que se realiza en la novela; la transformación radical de
las coordenadas temporales de las representaciones literarias; una nueva área de
estructuración de la imagen literaria, la del contacto máximo con el presente, la
contemporaneidad, en su aspecto inacabado. Estos tres rasgos están interligados

340
Bajtin, “Epos e romance” <1941>, en Bajtin (1988).
254
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

orgánicamente y condicionados por la crisis en la historia de la sociedad occidental, que


advino con el paso de las condiciones de un estado socialmente cerrado, semipatriarcal, a
las nuevas condiciones de relaciones internacionales y de entrelazamientos
interlingüísticos. Justamente, la pluriformidad de las lenguas, las culturas y las épocas se
tornó un factor determinante de la vida y del pensamiento de la sociedad europea (ídem:
404).
El plurilingüismo _el esclarecimiento recíproco de las lenguas, en un proceso en el
cual cada lenguaje renace nuevamente y se torna cualitativamente otra para la conciencia
creadora, en el que se producen relaciones nuevas entre la lengua y el mundo_ puede
transformar el canon histórico pedagógico de un modo fundamental. Asimismo, la
novelización de los géneros históricos puede producir un cambio significativo en el nivel
temático de la estructura genérica historiográfica, moldeada épicamente en gran medida. La
epopeya se caracteriza por su objeto (el pasado épico nacional, el pasado absoluto, heroico,
el mundo de los orígenes, de los primeros y los mejores), por su fuente de creación (la
leyenda nacional, cuyo soporte es inmanente a la forma épica), y por la distancia épica
absoluta (el distanciamiento respecto del mundo de la creación y recepción activas, el
aislamiento respecto de la contemporaneidad). La visión del mundo épico, definido por la
conclusión absoluta y el carácter acabado, pone en el centro de su atención el comienzo, lo
primero, los hitos fundadores, los ancestros, los predecesores, como categorías (jerarquía)
axiológicas-temporales fundamentales. La actitud exigida en correspondencia es la
conmemoración, antes que el re-conocimiento como principal facultad creadora, la
experiencia, la práctica (el futuro) (p. 407).
Por lo demás, los rasgos constitutivos de la epopeya son inherentes a los otros
géneros elevados de la Antigüedad clásica y de la Edad Media, con base en la misma
valoración del tiempo, el mismo papel de la leyenda, y una distancia jerárquica análoga, en
tanto la “actualidad” no puede conformar el objeto de representación de esos géneros. Si la
idealización del pasado en los géneros elevados tiene un carácter oficial, la novela está
ligada a los elementos eternamente vivos de la palabra y del pensamiento no oficiales (la
forma festiva, el discurso familiar, la profanación). La actualidad constituye el objeto de la
novela y es el punto de partida para la comprensión, la valoración y la formulación
genérica. Y la risa destruye la distancia épica y cualquier jerarquía de separación

341
Sobre el estatuto y las particularidades de la novela, cfr. Jameson (1989). Para Jameson, la Historia es la
causa ausente que debe presuponer toda interpretación (política) de la novela, como re-escritura (con)textual.
255
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

axiológica: “la familiarización del mundo por la risa y por el habla popular marca una etapa
extraordinariamente importante e indispensable en el camino hacia el establecimiento del
libre conocimiento científico y hacia la creación artísticamente realista de la humanidad
europea” (ídem; 414). Paradójicamente, la novela hace posible la representación
auténticamente objetiva del pasado en cuanto tal, en consonancia con la revolución de la
jerarquía de los tiempos; y, lo que reviste gran interés, para la conciencia literaria e
ideológica, el tiempo y el mundo se tornan históricos por primera vez (p. 419) _revelan el
inacabamiento y el cambio esenciales, del mundo histórico real y en cuanto objeto de
semiotización secundaria, cuyo sentido se renueva y crece a medida que el contexto
inacabado se desarrolla, y las formas arquitectónicas y orquestales entablan nuevas
relaciones dialógicas entre ellas, con, y mediado por, el mundo de la re-creación y de la
memoria_.

Si, en general, la narración es “la forma de expresión humana fundamental y al


mismo tiempo la más natural”, pues “permite al hombre pensarse y pensar el mundo,
enriqueciendo, gracias a las inmensas e infinitas metáforas que desarrolla a través de la
narratividad, su universo de significación”342; y si, en particular, la narración “es tanto la
forma en que se realiza una interpretación histórica como el tipo de discurso en el que se
representa una comprensión efectiva de una materia histórica”343, se podría preguntar cuál
es y cómo se realiza la forma narrativa específica (y el tipo de discurso narrativo), por
medio de la cual se ejecuta la interpretación de la historia nacional, de cada una de las pro-
puestas pedagógicas que reclaman la autoridad de los productores-autores y del propio
relato, frente al poder y las autoridades de los distintos campos políticos involucrados
(política educativa, política editorial, política científica), por un lado, y frente a la
respectiva comunidad de interpretación de los campos de estudios específicos (Historia,
Pedagogía), por otro, y que pujan por el liderazgo en el mercado (educativo-editorial), el
foro en el que se dirimen los conflictos interpretativos.
Si la narrativa es una de las formas primordiales de configuración de la experiencia
y de mediación del conocimiento histórico, cobra interés indagar, por un lado, el proceso
de resolución de esa forma específica en que se realiza la mediación pedagógica oficial de
la historia nacional; y por otro lado, cuál es el contenido de esa forma, en cada una de sus

342
Greimas, al hilo de la anotación de Italo Calvino respecto de que el hombre “antes de pensar, ya cuenta
cuentos” (Greimas, 1980: 222).
256
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

ejecuciones. Esto es, por una parte, cómo se con-forma la inteligibilidad del mundo
histórico representado en los textos escolares; y por otra parte, siguiendo la pauta de Hegel
al respecto, cuál es el orden (socio-económico y político, legal y normativo) sustentado por
este tipo de relatos históricos, y que a su vez permite la generación de ciertos y
determinados relatos (unas formas y unos contenidos dados), que acuden a la convocatoria
pública para ganar legítimamente el puesto favorito en el sistema educativo (claro está, una
vez que han pasado por el “cedazo de la industria cultural”, por cuya intermediación y
concurso cobran existencia y son incluidos en la lista de candidatos).

La narrativa como medio de conformación del acontecer histórico puede propiciar


tanto la comprensión de la realidad histórico-social como la reificación de esa realidad y
del propio medio, según cómo se encauce el impulso “subyacente a la necesidad
aparentemente universal no sólo de narrar sino de dar a los acontecimientos un aspecto de
narratividad” (White, Op. Cit., p. 20); según cómo y para qué se pretenda referir el hacer
histórico-social de una comunidad nacional, de acuerdo con la función que se le asigne al
discurso histórico en el trabajo de constitución de esa comunidad imaginada que es una
nación, conforme alguna de las orientaciones posibles (hacia el pasado, el presente, el
futuro), volcado hacia el sí-mismo o hacia el otro, el particularismo o la universalidad,
sobre el eje de la identidad/diferencia.
La modelización histórica escolar de matriz narrativa puede des-cubrir la realidad
histórica (y la que se pretende que sea la historia real o verdadera historia, cuya mediación
en forma narrativa no es “necesaria”); también puede contribuir a forjar una clave
epistémica-axiológica-afectiva más o menos eficaz en los procesos de configuración del
imaginario histórico, por cuanto proporciona una grilla de inteligibilidad, y un patrón de
creencia y querencia, de la realidad, percibida y vivida, así, narrativamente. La historia
textualizada preponderantemente en modo narrativo puede naturalizar la realidad histórica,
imaginada y experimentada de esta manera como un relato. La problematización de la
narrativa se apoya precisamente en el argumento de que la vida histórica no es una
“historia” (aunque parezca una historia contada por un idiota), que la ‘historia’ no tiene
necesariamente la forma de un relato (paradójicamente, y pese a que pareciera que estamos
compelidos a contar una historia, sea la propia de cada uno o la de la comunidad)344. Al

343
White (1992: 78).
344
Vid. White (Op. cit.).
257
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

parecer, no habría muchas dudas respecto de la impronta narrativa en nuestra imaginación


histórica, largamente modelada por las innumerables narraciones que conforman un
archivo cultural, de manera tal que la vida y el mundo pueden ser interpretados en clave
épica, trágica, cómica, grotesca, novelesca (en cualesquiera de sus variantes genéricas),
melodramática, o cualesquiera otras formas (propias de la literatura, el cine, y otros
medios)345. Estas consideraciones llevan a plantear como cuestión de interés la concepción
de la realidad, de la historia, de la educación, del hombre, que privilegia la construcción
narrativa del mundo histórico (puesto en obra, postulado textualmente), y, a fortiori, la
moralización sobre la misma realidad346.

La (misma) materia histórica puede ser narrativizada de múltiples maneras, esto es,
diversamente (re)elaborada y (re)configurada (tanto por el autor como por el lector, aparte
de la asimetría, y posible disimilitud, entre la re-construcción de uno y otro). De modo que
la disposición de los elementos constitutivos de la historia (res gesta: acontecimientos,
agentes, objetos, circunstancias, medios, fines) puede variar de un relato a otro, el (mismo)
acontecer histórico puede ser objeto de diferentes fábulas y de distintas tramas
narrativas347, según la matriz genérica elegida, a partir de la cual se impone una estructura
narrativa dada a los acontecimientos reales, y se genera la significación de los mismos. El
efecto de uno u otro tipo de composición narrativa de los acontecimientos históricos puede
entenderse como la pro-posición explicativa de/ante la historia.
La narrativización de la historia hace posible la emergencia de significados que van
más allá del contenido (de la historia contada), no importa si se postula o no la vocación de
correspondencia con la historia “real”, tanto si se hacen declaraciones de principios
respecto de la verdad de la historia como si no. La emergencia del complejo significativo se
produce en un doble movimiento. Primero, la textualización histórica, la fabulación y
entramado que se lleva a cabo en la instancia de producción; y luego, la
re(con)textualización, el reconocimiento de la clave de configuración narrativa, la elección
(presuposición) del topic de lectura, la determinación de los recorridos textuales, que
define la instancia de recepción. La semiotización histórica supone la puesta en obra de la

345
Vid. Carr (2015).
346
Ídem.
347
La fábula como el esqueleto de la historia: “el esquema fundamental de la narración, la lógica de las
acciones y la sintaxis de los personajes, el curso de los acontecimientos ordenado temporalmente”. La trama
“es la historia tal como de hecho se narra, tal como aparece en la superficie” (Eco, 1981: 145-46).
258
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

historia y el proceso comunicativo que se realiza a partir de ahí y que se cumple con la
lectura. Es así que el texto puede considerarse como un artefacto de producción de mundos
posibles (Eco, 1981), un medio de (re)construcción de significados, y no pura y
exclusivamente un medio de transmisión (soporte, vehículo) de algún significado ya
establecido y unívocamente aceptado (Lotman), puesto que el lector debe (re)actualizar el
mundo elaborado textualmente, conforme su “enciclopedia” (Eco) o los intereses y
finalidades que guían la re-apropiación del texto, lo que hace necesaria su co-operación
para la ejecución de la obra (Eco).
La narrativa transforma lo que ocurre (lo histórico, real) en una historia inteligible,
en la cual cada uno de sus componentes adquiere tal o cual estatuto, cumple un rol
determinado y cobra cierto significado, lo cual pone en juego la relación propuesta o
efectivamente establecida, entre el mundo construido y el mundo de referencia, tanto del
lado de los autores como por parte de los lectores, dada la posible disparidad de los
“marcos” (“frame”, cuadro) de referencia y recontextualización que se eligen o que
efectivamente se ponen en operación, del topic a partir del cual se reconoce y recompone la
estructuración narrativa del mundo en cuestión y se remonta el complejo haz de los
múltiples hilos que conforman la trama narrativa.
La semiotización histórica consiste en la (trans)formación del mundo histórico
(“real”) en un mundo posible, uno y otro considerados como constructos culturales (Eco,
1981) (lo que hace suponer la heterogeneidad de los mundos así construidos, tanto de
referencia como los mundos posibles), aparte el hecho de que el proceso de
semiosis/hermeneusis desencadenado de este modo nunca es uno y el mismo en los
distintos momentos históricos de la re-elaboración textual. Por un lado, siempre es posible
atribuir otras propiedades a los “individuos” que forman parte de un mundo posible (y en lo
cual consiste la construcción de un mundo tal), así como referir diferentes interpretantes a
los “objetos” involucrados en un proceso semiótico determinado, según el re-conocimiento
cierto o equivocado, de lo que Barthes llama las colecciones de “existentes” y “ocurrentes”
seleccionados, jerarquizados, valorizados, relacionados por los autores para estructurar la
historia; de modo que siempre es factible con-formar diversas tramas con los sujetos,
objetos, instituciones, etc., y los procesos en los que intervienen, siempre que las mismas
resulten verosímiles; o sea, una vez que pasen la prueba de la aceptabilidad (y cumplan
satisfactoriamente las instancias de contralor de autoridad, a las que aludimos más arriba).

259
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Por otro lado, la narrativización histórica involucra la pluricodicidad348, la


multiestratificación, la multiplicidad de niveles, la polivalencia textual y discursiva; y en
consecuencia, una de las condiciones de posibilidad y realización de la textualización
histórica es la gama de interpretaciones que puede soportar, tanto la materia histórica como
el relato. Este es uno de los argumentos que se pueden esgrimir en favor de las
potencialidades del paradigma narrativo, en cuanto al trabajo histórico pedagógico; pero sin
ningún ánimo de reificar tal o cual modelo y con especial énfasis en que el mismo puede
ser realizado polivalentemente desde el punto de vista estratégico (Foucault).

La narración histórica _escolar; literaria, como la novela histórica; o massmediática


en general, como el melodrama televisivo o radiofónico, o las producciones
cinematográficas_ ofrece algunas pistas para despejar algunas paradojas de la historia, en
su doble y/o triple significación. Relato es precisamente el tercer significado que
complementa o anuda los otros dos: la indagación sobre “las acciones realizadas por los
hombres” y el objeto de la indagación; o la ciencia histórica y la memoria colectiva349.
Después de todo se trata de seguir los pasos de Clío, averiguar y contar sus
andanzas, a lo largo de tanto tiempo y por tantos lugares; y en algunas de esas estancias y
distancias registrar (y cantar) la gesta(ción) estatal-nacional, imaginar y re-escribir una y
otra vez la na(rra)ción, que seguimos re-inventando y re-ordenando día a día350.
El relato es la primera forma de mediación de la historia, que tiene en su haber
todos los momentos de gloria, apogeo, y decadencia, de defensa y detracción. El relato es el
primer molde, el más antiguo, en el que se sigue re-articulando, y pese a todas las críticas y
las crisis, el hacer y el saber históricos, en su doble vertiente _tanto la experiencia histórica
colectiva como la operación historiográfica institucionalizada, reglada, que conforma el
cuerpo disciplinario; la praxis histórica y el aparato histórico_, y de manera relevante en el
ámbito escolar. Aunque resulte inadmisible que la historia sea un mero relato, la historia
sigue imprimiéndose en forma narrativa, más allá de la “vuelta del acontecimiento”,

348
En el sentido en que Barthes define el texto. En consonancia con nuestro enfoque inter-accional del texto y
el discurso, la mediación (pedagógica) de la historia supone el juego de múltiples códigos, que se activan en
los contextos pertinentes, sean los propiamente históricos (los complejos procesos de comunicación en que
también consiste la vida histórica, tematizada en el relato), como los historiográficos (relativos al trabajo de
mediación) o los educativos.
349
J. Le Goff (1991a).
350
Vid. Babha (1995), Fernández Bravo, comp. (2000), Hobsbawm, E. y Ranger, T., eds. (2002). Notar (y no
tan “de paso cañazo”) el nexo territorio-orden jurídico-nacimiento (del lat. natĭo, -ōnis): hay que de-limitar,
instituir, inscribir, constituir, escribir (mapa, carta magna, lengua/s, corpus...). Vid. Agamben (2010).
260
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

favorecida por la industria cultural, los massmedia, o los últimos giros epistemológicos,
hacia el apuntalamiento del paradigma interpretativo, y la inter y transdisciplinariedad.

En los términos de Michel de Certeau, se trata de comprender la historia como “la relación
entre un lugar (un reclutamiento, un medio, un oficio, etc.), varios procedimientos de análisis
(una disciplina) y la construcción de un texto (una literatura)”. El autor pretende probar que la
operación histórica alude a “la combinación de un lugar social, de prácticas ‘científicas’ y de
una escritura”. La escritura de la historia debe ser ubicada, analizada, en función de una
institución (de saber-poder), de un lugar de producción socioeconómica, política y cultural;
debe ser tratada como “un medio de elaboración circunscripto por determinaciones propias”
(una profesión liberal, un puesto de enseñanza, etc.), sometido a presiones, ligado a privilegios.
En función de este lugar se establecen los métodos, intereses, y se precisan las cuestiones
acerca de los documentos de trabajo. El discurso histórico no puede ser separado de la
institución en función de la cual se organiza; la misma que acredita la enunciación, distribuye
cuotas de reconocimiento (de los pares) y concede prestigio, de modo que el texto histórico es
un producto y un indicio de la institución correspondiente, y del campo social más amplio en el
que se enmarca, en el que los productores culturales deben posicionarse, respecto de las
“instituciones” y “formaciones” pertinentes (Williams, 1982). M. de Certeau (1993, cap. 2).

“La vuelta del acontecimiento” es el título del artículo de P. Nora (Le Goff y Nora, dirs.,
1978, vol. I). El acontecimiento es el fenómeno en el que culmina la actualidad, esto es la
difusión generalizada de la percepción histórica, que caracterizaría la “vasta democratización
<actual> de la historia, que da al presente su especificidad”. Los massmedia constituyen la
condición de posibilidad de existencia del acontecimiento, su re-conocimiento, y divulgación;
lo modelizan (en clave del fait divers, el suceso, la anécdota). La promoción del
acontecimiento, espectacularizado, publicitado industrialmente, hace de los massmedia la
escena pública, mayormente accesible a la (vivencia, “simultánea”, “instantánea”, “en vivo y en
directo”, de la) historia (la contemporánea y la más alejada del presente). La modernidad
propicia el imperio del acontecimiento, y hace necesario integrarlo en la trama de la experiencia
cotidiana. Pero lo más sorprendente, y paradójico, es el remodelamiento (y remodalización) de
la narrativa (del acontecer histórico, de la actualidad), que se opera; esto quiere decir que el
acontecimiento surge como cifra de algo más, de otra cosa, que emerge en el tejido social, del
espesor cultural, metamorfoseado, metaforizado, des-cubierto en/por el acontecimiento. Ahí
radica su potencial semiótico, el poder de desencadenar el proceso de relaciones entre los
signos-representámenes (la representación del acontecimiento), los objetos seleccionados, re-
conocidos, y los interpretantes postulados (por los intérpretes, tanto productores como
receptores); de modo que no resulta tan sencillo su desciframiento, enmarcamiento. El amplio
margen de significación que abre esta lógica de re-producción sociohistórica y cultural
posibilita diferentes modos de re-articulación entre los modelos de formación social surgidos
con la modernidad y los tipos de acontecimientos promovidos, jerarquizados, integrados en
sistema. Sería posible establecer relaciones entre un conjunto de acontecimientos y el orden
social al que pertenece, y desatar el haz de significados dispersos que el acontecimiento anuda,
para poner de manifiesto el sistema de significación correspondiente, el complejo estructural en
el que se enmarca y sostiene.

Los textos escolares de historia revelan con cierta contundencia el estatuto


consolidado de la escritura de la historia (después de tantos reacomodamientos, revisiones,
modificaciones, enriquecimientos, a partir de la propia mirada histórica de la disciplina
261
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

histórica y de los intercambios dialógicos con las otras esferas de creatividad), que conjuga
la ciencia y el arte, en lo que consistiría la práctica de los historiadores. Es así que la
memoria histórica (también en su doble sentido) puede constituirse en un lugar de ejercicio
de poder, el espacio donde se llevan a cabo los juegos de (l) poder por hallar la horma
adecuada a la gesta de lo/s notable/s; en la arena donde se miden las fuerzas por trazar el
camino que conduce a la inscripción (del poder, y por efectos de poder) de aquello que
debe permanecer, en el imaginario histórico-social, un registro que a su vez representa un
tipo de acción histórica (una concepción de “agencia”), un modo de hacer (la) historia351.
El hecho de que el continuo trabajo de reconstrucción del pasado (del hombre en
sociedad), en su relación esencial con el presente y el futuro, en que consistiría la ciencia
histórica (Le Goff: 1991a), se plasme, al menos en el campo de la educación,
predominantemente en alguna forma narrativa, reviste cierto grado de interés para intentar
ubicar las ejecuciones históricas escolares actuales en la larga vida de la narración
histórica, cuando menos en sus últimas etapas, las que permitirían visualizar la situación
paradójica en que se encontraría la historia hoy, que en términos de Le Goff se debe al
“contraste entre el éxito de la historia en la sociedad y la crisis del mundo de los
historiadores”352.
Uno de los motivos de la crisis disciplinar es la aprehensión de la contradicción
entre la singularidad que caracteriza el objeto histórico y la generalidad, regularidad,
legalidad, universalidad, que definiría el objetivo de la historia. Le Goff (1991a) puntualiza
las tres consecuencias (a su criterio, de carácter negativo) del reconocimiento de la
singularidad del hecho histórico: la prioridad del acontecimiento; el privilegio del rol de los
individuos, específicamente de los grandes hombres; la reducción de la historia a una
narración, un relato353. Como contrapartida, Le Goff observa que “el objetivo de la historia

351
Lo escrito como anotación de lo notable y algunas observaciones acerca del poder de la escritura, proviene
de H. Lefebvre (1986).
352
Le Goff (1991: 141). Según Le Goff el éxito “se explica por la necesidad que tienen las sociedades de
nutrir su búsqueda de identidad, de alimentarse de un imaginario real; y las solicitaciones de los medios
masivos hicieron entrar a la producción histórica en el movimiento de las sociedades de consumo”; y la crisis
del mundo de los historiadores “nace tanto de los límites y las incertidumbres de la nueva historia como del
desencanto de los hombres ante las asperezas de la historia vivida” (pp. 141-42).
353
Lo particular (la especialidad de la historia) como límite de lo pensable es uno de los aspectos conexos de
la (práctica de la) historia que examina de Certeau (1993, cap. 2) Al respecto, dice: “El historiador se instala
en una frontera donde la ley de una inteligibilidad encuentra su límite como algo que no logra superar al
desplazarse, y que no deja de encontrar bajo otras formas”; de ahí que la comprensión histórica apunta a “la
relación que las ‘regularidades’ mantienen con las ‘particularidades’ que se les escapan” (cursivas del
autor). La narrativa revelaría aptitudes para cierto modo de construcción de conocimiento histórico, “juzgado
más bien por su capacidad para medir exactamente las desviaciones <cuantitativas y cualitativas> <...> en
relación con las construcciones formales presentes. En otros términos, el conocimiento histórico tiene por
262
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

no consiste en establecer esos datos falsamente ‘reales’ <a partir de los documentos> que
se bautizan como acontecimientos o hechos históricos”, que lo particular difiere de lo
individual; y que la historia no se identifica con el relato, dado el estatuto científico del
discurso histórico, de acuerdo con la necesidad de explicación.
La forma discursiva-textual histórica re-presenta un modelo interpretativo-
explicativo de la historia, en el (y debido al) que el ser-hacer-saber histórico-social es
investido de sentido. El trabajo de con-formación (y formalización) semiótica de la
historia, que se vale de los recursos científicos y tecnológicos disponibles, permite separar
y re-unir en un tejido complejo tres procesos: la construcción de objetos de investigación, y
de unidades de inteligibilidad (i.e. las categorías históricas); la acumulación, ordenación,
clasificación, jerarquización de datos; la explotación del material, que combina distintas
operaciones (de Certeau, 1993)354. El texto histórico representa el doble movimiento de re-
construcción de modelos y de re-asignación de significación a los resultados obtenidos (o
que se pretenden obtener de ese modo particular), y a los “hechos” históricos. Pero el
hecho es aprehendido como una relación, una diferencia; y el acontecimiento histórico
resulta de “una combinación, de series racionalmente aisladas, entre las cuales él es capaz
de marcar a su vez los cruzamientos, las condiciones de posibilidad y los límites de
validez”. Y la inteligencia de la historia puede estar “ligada a la capacidad de organizar
diferencias o ausencias significativas y jerarquizables”, a la organización de los procesos
históricos y su articulación en los diferentes campos científicos (según el uso que se haga
de los diversos modelos proporcionados por las distintas ciencias, que concurren en la
investigación, o en el informe de la misma) (pp. 90-96). O bien puede proporcionar hechos
que ejemplifiquen o ilustren alguna doctrina, que se encuadren en alguna teoría. La historia
puede convalidar, preservar, el orden re-construido; o puede mostrar algunos elementos
para intentar una crítica de la propia razón histórica. La forma narrativa compleja de la
historia revelaría ciertas dotes para emprender la re-elaboración de algún tipo de “modelo
de una evolución ‘pluridimensional’ que permita concebir a las ‘dimensiones’ <política,
industrial, artística, etc.> como articuladas y compensadas, pero que obedecen sin embargo

conclusión lo que era la forma del incipit en los relatos históricos antiguos: ‘Antiguamente no era como
hoy’”. El relato es una de las formas aptas para la producción de diferencias -de información como
diferencias que produce diferencias, en los términos de Bateson-, la escenificación de lo otro (en el espacio de
la escritura) en el presente, y la apertura a un porvenir, dado el poder de la imaginación histórico-literaria
para plantear lo posible (en el contexto peirceano).
263
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

a ‘lógicas propias’ y a ritmos diferentes de crecimiento” (p. 125). El relato histórico (en
sentido amplio, el formato histórico complejo) también permite enfrentarse con mayor o
menor fortuna al problema que constituye el imbricamiento entre acontecimientos y
estructuras, en tanto objeto de narración, los primeros, y de descripción, las segundas. Por
medio del relato puede exhibir las condiciones estructurales que hacen posible los
acontecimientos, se pueden describir estructuras e insertarlas en el relato para clarificar los
acontecimientos, los que a su vez constituyen el medio en el que se conciben y articulan las
estructuras que se traslucen a través de ellos355. En el relato se re-articulan la narración de
acontecimientos y la descripción de estructuras -las que también pueden constituir
acontecimientos; o ser narradas, como factor contextual de acontecimientos-, que
comprenden planos, tramos, extensiones, temporales diferentes. Es así que, por un lado, los
planos se condicionan, pero sin fundirse; y, por otro, el acontecimiento puede cobrar
significado estructural, a la vez que la “duración” puede convertirse en acontecimiento
(Koselleck).

Narración histórica y comprensión


El relato y lo narrativo han corrido una suerte no muy pareja a lo largo de la vida de
Clío, que en definitiva no es “Nada más que la historia del discurso -un discurso escrito y
que dice ser cierto- que los hombres han hecho sobre el pasado; sobre su pasado”, no
importa la forma y el modo en que se materialice ese discurso356. La memoria histórica
(una de las esferas de la gran memoria) depende de algunas “prótesis” para sobre-vivir, y
contrarrestar su pobreza, confusión y fragilidad (Carbonell).
En el devenir del Gran Diálogo, en el transcurrir del Gran Tiempo, la (con)forma-
ción narrativa de la historia (por medio de la escritura y otros recursos semióticos/tecno-
lógicos de mediación) puede significar la posibilidad de “contemplar las cosas desde la
posición de otro”357, siempre que esté en sus miras la explotación de sus potencialidades

354
Hay que tener en cuenta que en la esfera de re-producción del conocimiento histórico de la que nos
ocupamos (la mediación pedagógica-escolar) el trabajo de re-elaboración de los formatos se presenta, si cabe,
en un segundo grado (el nivel de secundarización, correspondiente a la enseñanza escolar, la divulgación).
355
Respecto de la cuestión de la representación del acontecimiento y la estructura, Vid. R. Koselleck (1993,
cap. VII). En su opinión, “El carácter procesual de la historia moderna no se puede concebir en absoluto de
otra manera más que gracias a la explicación recíproca de los acontecimientos mediante las estructuras y
viceversa” (p. 147). Por su parte, A. Danto (1989) considera que una narración “es una estructura que se
impone a los acontecimientos agrupándolos y prescindiendo de otros como irrelevantes” (pp. 83-84).
356
Ch.-O. Carbonell (1993: 8). En el mismo lugar, dice el autor: “La historia de Clío es la nuestra”.
357
Gadamer, “La diversidad de las lenguas y la comprensión del mundo”, en Gadamer y Koselleck (1997:
125).
264
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

dialógicas, polifónicas, políglotas, carnavalescas (Bajtin), y hacer de la ‘historia’ (como


ciencia de la historia y como arte de su representación o narración) uno de los modos del
comprender existencial; pues para “poder vivir, el hombre, orientado hacia la comprensión,
no puede menos que transformar la experiencia de la historia en algo con sentido (in Sinn)
o, por así decirlo, asimilarla hermenéuticamente”358, esto es componer historias, cuyas
condiciones de posibilidad están inscriptas en el cuerpo de nuestro universo, ya mediado
semióticamente, si bien la textualización histórica (que por lo demás no es puramente
lingüística ni narrativa en sentido estricto) pretende averiguar, in-formar “una realidad
existente allende los textos”359.

El relato es un modo siempre problemático de buscar respuestas a la pregunta por la


significación del acontecer histórico (Danto, Op. cit.: 45). La puesta en ‘relación’ de los
acontecimientos históricos, desde un horizonte temporal, a partir del cual se inviste de
sentido, de manera retrospectiva, a lo que ocurrió en el pasado, abre la posibilidad de
ofrecer cada vez un resultado diferente, dadas las diversas maneras posibles de estructurar,
concatenar, relacionar los acontecimientos. De ahí que se puedan observar diferencias
significativas entre dos relatos sobre el mismo acontecer; o bien el mismo acontecimiento
puede ser tematizado y relatado de múltiples maneras, o bien el mismo acontecimiento
puede ser relacionado con un conjunto de acontecimientos distintos en cada caso. Además,
el mismo acontecimiento o conjunto de acontecimientos que lo incluye puede ser objeto de
un trabajo de re-escritura continua, de re-asignación y re-evaluación de su significación y
relevancia a medida que se disponga de nueva información, o se re-actualice el archivo
disponible, o cambie el contexto de interpretación y pre-ocupación. Tanto el
acontecimiento histórico como el mismo acontecimiento discursivo resultan significativos
por las “relaciones” factibles de establecer, sea respecto de otros acontecimientos
(históricos y discursivos, verbigracia el concepto dialógico bajtiniano), sea respecto de los
contextos delimitados cada vez (recuérdense las observaciones bajtinianas sobre los
contextos dialógicos más o menos cercanos y lejanos). Este procedimiento ‘relativo’ es el
que permite plantear el “significado en la historia” (Danto). Para este autor, inscripto en la
tradición de la filosofía analítica de la historia, “una relación perfecta” es inviable, porque
“nuestro conocimiento del pasado se encuentra significativamente limitado por nuestra

358
Koselleck, “Histórica y hermenéutica”, una conferencia en homenaje a Gadamer. Ídem.
359
Ídem (91).
265
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

ignorancia del futuro”360, en tanto la operación historiográfica propone una especificación y


una estructuración de acontecimientos del pasado “mediante referencias a otros
acontecimientos futuros respecto a los primeros, pero pasados para el historiador” (ídem:
59, 52, 51, respectivamente).
La imaginación histórico-narrativa experimentaría sus condiciones de posibilidad y
límites en cada una de sus re-creaciones, en cada uno de los relatos (ciertos) de los
acontecimientos que sucedieron realmente, en el orden en que ocurrieron, o con la
indicación necesaria como para permitir establecer el orden en que sucedieron. Sin
embargo, la incomodidad que suscita una narración histórica (que se pretende que sea
individualizada) se debería precisamente a su carácter abductivo: una relación histórica no
solo establece que “ese” es el caso sino que explica porqué es así361, de tal manera que una
narración histórica (aceptable) “que explica, hace eso exactamente: dice lo que sucedió en
realidad” (ídem: 81). Una narración histórica es una manera de con/trans-formar, ordenar,
estructurar, el acontecer histórico -por medio del desencadenamiento de los diversos tipos
de procesos relacionales triádicos en que consiste una textualización histórica-. Una
narración histórica compleja (en el sentido en que nos referimos a los formatos) “es ya una
forma de explicación” (ídem: 97), a la vez que de descripción, narración (en sentido
restringido), interpretación; pues una forma narrativa (pro)pone ante la consideración
pública un modelo de inteligibilidad de la historia (una teoría y una metodología), lo que
viene a (de)mostrar el gesto arbitrario, aunque debidamente autorizado por las instancias
involucradas, de quienes inventan una historia, la re-crean, difunden, promocionan, así
como de quienes la escuchan, leen, o la comparten de alguna u otra manera (los que
enseñan y los que aprenden). Una narración histórica puede leerse conforme la lógica
cartográfica, como un mapa, con la precaución de que el mapa no es el territorio, no puede
ser un doble exacto del mismo ni puede abrazar la ambición de la completud,
exhaustividad, ni de perennidad, ya que tanto el mapa (y sus usos) como el territorio
pueden cambiar.

Los medios tecno-lógicos educativos coadyuvan al cumplimiento de un fin dado,


una meta pre-determinada políticamente, lo que supone la institución de una relación

360
Si la identificación de los límites es el asunto general de la filosofía, la identificación de ese límite <es> la
cuestión particular de la filosofía analítica de la historia” tal como la concibe Danto (p. 52).
361
Por otra parte, un informe histórico (o de otro tipo de indagación) “es una predicción encubierta del
resultado de una investigación histórica” (Danto, p. 68).
266
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

medio/fines y el delineamiento de un programa de acción (también histórica, por cierto).


Las formas narrativas son modos de “informar”, de (des) “ordenar” la realidad y de
(exhortar cómo) “finalizar” la acción; en cuyo caso, el enunciado narrativo puede revestir
carácter “definitivo sobre la esencia de lo real”, lo que entraría “en contradicción con el
carácter probable de todo pronóstico sobre acontecimientos de hecho” (Horkheimer, 1995:
43), según se postule o no la inmutabilidad de la realidad y del “carácter” del hombre, el
determinismo histórico, necesidad histórica, o la in-determinación causal. El orden
narrativo estipularía, a la vez que estaría estipulado por, las cláusulas del “contrato social”;
y si “las convenciones geométricas han sido fijadas en definitiva para construir máquinas”,
“la convención del contrato originario fue hecha para erigir la mayor de todas las
máquinas: el Estado” (ídem: 59, a propósito de Hobbes). La razón de la ‘historia’,
entonces, sería (la misma que) la razón de Estado362. Y el relato obedecería las leyes y los
mandatos de la razón, y exhortaría con razones la realización de una meta dada pre-fijada
desde las instancias políticas correspondientes (gubernamentales, públicas, culturales,
educativas, científicas, económicas).
Una de las propiedades de la narrativa consistiría justamente en la instauración de
un tipo de racionalidad (política, histórica, científica, educativa), que se materializaría en
diferentes formas de saber, de decir, de hacer, de creer, de contar y escuchar, de enseñar y
aprender; y en la modelación de un modo de comprensión de esas formas, de la realidad,
de la historia, que puede responder a distintos programas epistemológicos y pedagógicos.
La narración puede aceptar o negar “la unidad entre pensamiento e historia”, “la armonía
entre el pensar y el ser”; puede obturar o propiciar la crítica de la i-racionalidad de “las
formas de vida históricas y reales” pasadas y actuales; puede exhibir la contradicción como
“fuerza motora; y esto no sólo entre el hombre y la naturaleza, sino muy especialmente
entre los propios hombres, con sus necesidades y capacidades, y la sociedad que ellos
crean” (ídem, pp. 198-99)363.

362
Dice Horkheimer: “La explicación cumplida y perfecta, el conocimiento acabado de la necesidad de un
suceso histórico, puede convertirse, para nosotros que actuamos, en instrumento para introducir algo de razón
en la historia; pero la Historia, considerada ‘en sí’, no tiene ninguna Razón, no es ningún tipo de ‘esencia’, ni
un ‘espíritu’ ante el cual tengamos que inclinarnos, ni un ‘poder’, sino una recapitulación conceptual de los
sucesos que se derivan del proceso de vida social de los hombres. Nadie es llamado a la vida por la ‘Historia’,
de la misma manera que ésta tampoco mata a nadie, ni plantea problemas, ni los resuelve. Sólo los hombres
reales actúan, superan obstáculos y pueden hacer que disminuyan el sufrimiento individual o general que ellos
mismos o las fuerzas de la naturaleza han provocado” (Horkehimer, 1995: 98).
363
Giacomo Marramao (2011) se ocupa del tema del “presente”, intenta bosquejar críticamente las
características de nuestra modernidad-mundo, apunta a “la recomposición de las diferentes ‘esferas públicas
diaspóricas’ en una esfera pública global caracterizada por el universalismo de la diferencia”; y vuelve sobre
267
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

La acción narrativa, como un modo de inter-acción comunicativa, estaría orientada


a la realización de alguna forma de entendimiento; y la forma narrativa se adecuaría, “al
menos implícitamente, a una prosecución de la acción comunicativa con medios
argumentales”364. De esta manera la “verdadera ética” “está en el relato”; en y por medio
de la narración se teoriza, se moraliza: “el hombre se muestra al contar”365, dado que en la
praxis comunicativa “han de imbricarse interpretaciones cognitivas, esperanzas morales,
expresiones y valoraciones” (Habermas, 1994: 27-28). Y si “Afortunadamente, el copioso
estilo de la realidad no es el único”, sino que “hay el del recuerdo también”366, los procesos
de entendimiento del mundo histórico “precisan de una tradición cultural en toda la
amplitud de su horizonte” (Ibídem, cursivas del autor)367. Del hecho precisamente de que la
narración sea una matriz comunicativa (y dialógica) se deriva el hecho de que la
comprensión narrativa “precisa participación y no mera observación” (Habermas, Op. cit.:
40, cursivas del autor), exija la función participativa del intérprete que re-conoce,
relaciona y re-construye los significados re-producidos textualmente368.
Parafraseando a Dilthey, la mediación pedagógica de la historia puede propiciar la
comprensión de “la vida vivida por los hombres” (Ibídem), toda vez que el recurso al
método concite la atención y el cuidado por “la comprensión de un algo dado inconcebible
por medio de otro más claro” (Ibídem); lo que en términos de Peirce se entiende por
mediación en los procesos semióticos cognitivos (el conocimiento de un signo por medio
de otro, la posibilidad de conocer algo por medio de otra cosa ya conocida, conocer otra
cosa a partir de lo ya conocido, llegar a un conocimiento diferente a partir de algo ya
conocido mediado de alguna manera), y por significado (la traducción de un signo a otro

la capacidad y la “creatividad insospechada” de los sujetos de dar cuenta narrativamente de la significación,


de la experiencia y “los propios códigos de comportamiento”, la narración como “fuente de conocimiento y
comprensión”, sin pasar por alto el uso puramente estratégico y legitimador que puede hacerse de la
narración.
364
Las argumentaciones, continúa Habermas, “deben admitirse como formas de reflexión de una acción
orientada al entendimiento en la medida en que las consideremos como interacciones especialmente
reguladas” (Habermas, 1994: 125).
365
Borges, “La poesía gauchesca”, en Discusión (1932).
366
Borges, “Palermo de Buenos Aires”, en Evaristo Carriego (1930).
367
Cabe la conclusión de Dilthey (1995) en relación con la aplicación del punto de vista histórico evolutivo al
estudio de toda la evolución natural e histórica del hombre: “Ante la mirada que abarca la tierra y todo el
pasado desaparece la validez absoluta de cualquier forma particular de vida, organización, religión o
filosofía”.
368
En términos de Habermas, “toda interpretación es una interpretación racional. En el proceso de
comprensión <comunicativo>, así como en la valoración de motivos, los intérpretes no pueden por menos de
postular pautas de racionalidad determinadas, o sea, pautas que ellos mismos consideran como vinculadas
para todas las partes, inclusive para el autor y sus coetáneos” (Op. cit.: 44).
268
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

signo, por medio de otro signo, la remisión de un signo a otro, en lo que consiste la cadena
de la semiosis).
El curso de la ‘historia’ puede arribar al enriquecimiento y comprensión de la
experiencia (Dilthey, Dewey, Benjamin)369 acorde con una visión compleja del mundo,
según cuáles imágenes del mundo bosqueje la narración; conforme la “significación del
acontecer, de las personas y cosas” (palabras de Dilthey), y las relaciones (complejo o
interdependencias de relaciones) que de-muestre el relato, y siempre que el ‘tejido’ de la
historia370 contribuya a imaginar cada vez de otro modo “el misterio de la vida” (también
tomado de Diltehy), sin pre-ocuparse de apresarlo en una fórmula única, reduccionista,
dominante, sino que por el contrario libere las múltiples posibilidades (y la factibilidad de
alterar las ordenaciones sociales) que Clío (nos) re-presenta en sus continuas encrucijadas
(Lotman), en sus interminables tramas e inagotables texturas, dada precisamente la índole
histórica-social del propio misterio de la memoria semiosférica, de las fórmulas, de la
invención de tramas y tejidos, y de los propios tejidos y tramas (esto es el carácter
histórico-social y cultural irreductible de la semiosis)371.
En pocas palabras, la potencialidad narrativa, al respecto, consistiría en la capacidad
de seguir el curso de una ‘historia’; esto es, de re-montar los hilos de la historia, de des-
tejer la trama. El dominio narrativo estaría constituido por la aptitud para (re)componer un
relato comprensible (sea del orden de lo real o de lo ficticio, de índole histórica o literaria),
que re-presente inteligiblemente un “mundo” (histórico-social, en el primer caso), que
(re)estructure “razonablemente” el acontecer histórico, que ensaye esquemas de la
experiencia, pero a la vez que ofrezca una conjetura acerca de “un contexto de significado

369
“La idea fundamental de mi filosofía -dice Dilthey- es que hasta ahora el filosofar no se ha fundado nunca
todavía en la experiencia total; por tanto, en la realidad entera y compleja”, que en todo caso puede ser
comprendida, mas no explicada (cuando se trata del modo de experiencia que estudian las ciencias del
espíritu), puesto que el conocimiento no agota lo real: “La experiencia interna y la comprensión son dos
procesos capitales en que se da el mundo espiritual e histórico. Reproducir es revivir. La comprensión
metódica es exégesis o interpretación” (lo que enmarca la “ciencia de la vida”, el “historismo” diltheyanos).
Dilthey (Op cit.). Vid. J. Vericat (1976).
370
En términos de Dilthey, “La historia del género humano, tal como se extiende empíricamente en el tiempo
y en el espacio, es un tejido en el que se entrelazan innumerables hilos: actividades de la índole más diversa
se encadenan entre sí; variaciones de grandes formas de vida, amplios movimientos, personalidades;
finalmente, el destino o el azar <...>. Nada más insensato que querer buscar leyes o siquiera uniformidades
<...> el complejo histórico tiene que ser descompuesto en las conexiones finales que se entretejen en él”. El
“análisis de las conexiones finales y de las formas de organización” -esto es el análisis de la realidad histórica
misma- es “el único medio de conocimiento objetivo” (Ídem.).
371
Como dice Vericat (1976): “de tal manera que lo pasado se encuentra de alguna forma en el presente,
encerrando por ello así la sociedad burguesa la clave de las formaciones sociales anteriores, por principio,
más simples”, a propósito de Marx y Weber, en relación con la cuestión del capitalismo como clave de
comprensión de la historia (pp. 45-46).
269
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

que constituye una configuración de nuestras experiencias pasadas que abarca


conceptualmente los objetos experienciales que se encuentran en estas últimas”, exhiba
(por ostensión o por auto-reflexividad/referencialidad) el “proceso constituyente”372, la
operación de construcción de los “individuos históricos”, como acto interesado,
responsable y comprometido, reflexivo y crítico (epistémica, ética, axiológica,
políticamente)373. Por medio de la narración se (re)elabora un patrón de definición y
descripción de “los procesos de establecimiento e interpretación de significados”374 (del
pasado, de la acción histórico-social), no sólo un relato de “lo que pasó”. El relato es ya un
complejo procedimiento (historiográfico y pedagógico) explicativo y evaluativo, que dice
(en un meta-nivel, no siempre explícitamente) acerca de su estatuto científico-disciplinar,
respecto de su carácter mediador. El relato es un medio y un modo de (re)producción de
sentido, por el “juego” de/entre varios tipos de discursos -la palabra constatativa,
declarativa, la palabra imperativa, la palabra dubitativa-375; una forma (de “re-componer,
re-construir, o sea, componer y construir un encadenamiento retrospectivo”) que objetiviza
una ‘búsqueda’ (la historia es fiel a su etimología), una “empresa razonada de análisis” (en

372
Alfred Schütz (1993) se refiere a las pautas conforme las cuales la experiencia se presenta con relación a
un orden, a un conjunto de reglas, un sistema normativo, en función de los cuales se conforma el “repositorio
de conocimiento”, respecto del cual cada nueva experiencia cobra significación y relevancia, y adquiere
coherencia (p. 111). Schütz llama a estos esquemas de la experiencia “esquemas interpretativos”, que por lo
demás se operativizan cuando se trata de enfocar los objetos de estudio histórico y de comprender su
significado. Por otra parte, afirma que “Todas las ciencias sociales son contextos objetivos de significado de
contextos subjetivos de significado” -el conocimiento científico del mundo social es indirecto; las ciencias
sociales tratan de tipos ideales- (pp. 268-69).
373
Vid. la discusión de Vericat (Op. cit.) sobre Weber, en torno de esta problemática. Para Weber, según
Vericat, “el método del conocimiento histórico se ciñe formalmente a la construcción de un individuo
histórico a partir de una relación evaluativa, determinada por los intereses” (p. 154). Vid. Weber (1994),
donde advierte que “conviene insistir al máximo en que el servicio al conocimiento del significado cultural de
las relaciones históricas concretas constituye el único fin último <de las ciencias sociales, de la cultura>, el
cual es favorecido, junto a otros medios, por el trabajo de la construcción y crítica de conceptos” (por el
recurso a los tipos ideales) (p. 90). Cfr. Ricoeur (1990); Hobsbawm (1998).
374
Para Schütz (Op. cit.: 275), la primera tarea de la Sociología comprensiva es describir estos procesos.
375
Al respecto, dice Ricoeur (puesto en diálogo con Bajtin y Peirce): “La palabra que quiere decir, la palabra
que intenta comprender y que aspira a ser comprendida, es también palabra dubitativa, palabra optativa,
palabra poética”. Lo propio de la palabra dubitativa, por excelencia dirigida a otro, es la interrogación, el
cuestionamiento, la reflexión, la crítica, el diálogo: “Sólo la duda convierte la palabra en cuestión y la
interrogación en diálogo, es decir en cuestión con vistas a una respuesta y en respuesta a una cuestión”, “Esta
llamada a otro, dirigida hacia uno mismo, es el cuestionamiento esencial que crea el espacio de la reflexión y
el espacio de la libertad”. Finalmente, esta palabra, “más radicalmente todavía, lleva a cabo la revolución
decisiva en el orden de las significaciones; introduce la dimensión de lo posible en la trama sin vacío del
hecho bruto (en el doble sentido del ser-hecho y de la constatación de hecho). Al crear el espacio de juego de
la posibilidad, la palabra recupera el sentido de la realidad -del hacer y de lo hecho- a partir del sentido
posible”. Ricoeur (1990: 192-94, cursivas del autor).
270
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

los términos de Bloch), explicación y comprensión, que aspira a la objetividad y a la


verdad376.
Si bien, en términos generales, se puede apreciar cierto acuerdo en el campo
historiográfico en torno del sentido de la historia, su importancia para comprender el
mundo, su contribución a la tarea de recomponer una conciencia crítica, de “devolver
alguna esperanza” frente a “la pérdida de fe en cualquier posible programa alternativo”, “y
de reanimar la capacidad de acción colectiva” (a la que hemos de contribuir todos, y
sobremanera quienes se dedican a la enseñanza, y en especial de las ciencias sociales); esto

376
Al decir de Ricoeur (1990), “Esperamos de la historia una cierta objetividad, la objetividad que le
conviene”, tomada la objetividad en “su sentido epistemológico más estricto: es objetivo lo que el
pensamiento metódico ha elaborado, ordenado, comprendido y lo que de este modo puede hacer
comprender”. Por consiguiente, esperamos “una obra de la actividad metódica”, una actividad que se
denomina “crítica”, que “añada una nueva provincia al imperio tan variado de la objetividad” (conforme los
diversos “comportamientos metódicos”). Ahora bien, continúa Ricoeur, “esperamos del historiador cierta
calidad de subjetividad <...> adecuada a la objetividad que conviene a la historia” (“implicada por la
objetividad esperada”); es decir “esperamos que la historia sea una historia de hombres y que <...> ayude al
lector, instruido por la historia de los historiadores, a edificar una subjetividad de alto rango, la subjetividad
no solamente de mí mismo, sino del hombre” (una objetividad de reflexión que se espera de la lectura y de la
meditación, un interés, una esperanza). Asimismo, “la comprensión no es lo opuesto a la explicación, sino
todo lo más su complemento y su contrapartida. Lleva la marca del análisis -de los análisis- que la hicieron
posible” (pp. 23-26).
En el intento de comprender el presente a través del pasado, esto es, “‘la estructura y significación cultural de
los distintos fenómenos en su forma actual, y las razones de por qué históricamente han-llegado-a-ser-así-y-
no-de-otra manera’ <Weber, cit. por Vericat>, en suma, la singularidad específica del presente” <con
referencia al futuro>, el historiador (para Weber, según Vericat) “aborda simultáneamente la doble tarea de
captar la significación y la determinabilidad cultural de lo histórico, su comprensión <interpretativa> y
explicación <causal>“, cuyo marco conceptual y síntesis a nivel operativo es el “tipo ideal” (p. 238, cursivas
del autor).
Georg H. von Wright, en su ensayo sobre la problemática de la explicación y la comprensión, distingue entre
interpretación y comprensión, por un lado, y explicación, por el otro, si bien ambos procesos se
interrelacionan y se apoyan uno en otro: la interpretación busca respuestas a la pregunta “qué es esto”; la
explicación contesta “por qué” ocurrió algo o cuáles fueron las causas. “Una explicación correspondiente a un
nivel dado, suele preparar el terreno para una interpretación de los hechos a un nivel superior”. En el caso de
la acción individual: “Una explicación en términos teleológicos de un acto de pulsar un botón puede dar por
resultado una redescripción de lo que el agente hizo, como un acto de hacer sonar el timbre o, de reclamar la
presencia de alguien o, de pedir que se le franquee la entrada en casa”; lo propio en el caso de la acción
colectiva: lo que parecía encaminado a representar un movimiento de reforma religiosa puede, mediante un
examen más profundo de sus causas, llegar a revelarse ‘esencialmente’ como una lucha de clase en favor de la
reforma agraria”. Observa von Wright: “Con esta reinterpretación de los hechos la explicación adquiere
nuevos vuelos”; “Con cada nuevo acto de interpretación los hechos disponibles resultan coligados bajo un
nuevo concepto”. La descripción del objeto (que indica qué es algo) precede a la explicación del mismo;
entonces, la comprensión “resulta ser un requisito previo de toda explicación”. Pero hay que diferenciar la
comprensión en el sentido de es un caso parecido a (“un preliminar característico de la explicación causal”)
de la comprensión en el sentido de quiere decir o significa (preliminar de la explicación teleológica). En
historia, y en ciencias sociales, señala von Wright, la explicación causal tiene ciertamente un lugar, peculiar y
en un sentido característico; pero, advierte, que se trata de las explicaciones en términos de condiciones
necesarias, o sea aquellas que responden a preguntas del tipo ¿Cómo es que fue posible?, mientras que las
explicaciones en términos de condiciones suficientes (aquellas que responden a preguntas del género ¿Por
qué necesariamente? “no resultan directamente relevantes”). Es decir, “la relevancia de la explicación radica
en dar una respuesta a la pregunta sobre cómo fueron posibles las acciones en cuestión (no por qué fueron
emprendidas)”. G. H. von Wright (1987: 157-64). Vid. Hintikka et al. (1980).
271
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

es el sentido y la importancia de esa “espléndida herramienta de conocimiento de la


realidad” que es la historia, y su “utilidad social”, en cuanto puede permitir “entender
mejor, desde sus mentes y sus sentimientos, la trayectoria histórica de los hombres, y para
ayudarlos, con ello, a comprender su presente y a resolver sus problemas”; no puede
decirse lo mismo acerca de la existencia de un consenso generalizado respecto de cuál deba
ser el diseño de esa herramienta, la forma que deba adoptar y el contenido de un programa
dado, y su modo de empleo, y en casos de crisis (como la que viene experimentando la
disciplina hace un tiempo) cómo se debería repararla y “ponerla a punto para un futuro
difícil e incierto”377.
En la justa suscitada por la necesidad y conveniencia de una re-definición de la
historia, y su re-orientación, o sea la necesidad de “repensar la historia para analizar mejor
el presente y plantearnos un nuevo futuro”, se reparten, no se sabe si más o menos
proporcionalmente, las fuerzas y razones en favor y en contra del retorno de la narración en
la práctica historiográfica, la recuperación de la historia narrativa -y de las inflexiones de la
disciplina de uno u otro tipo, tanto en lo teórico como en lo metodológico, que se vienen
produciendo a partir del llamado “giro lingüístico”-. No obstante, y sin pasar lista a todos
los contendientes y sin pasar revista de todas las posiciones ni hacer un relevamiento de
todos los pertrechos, podría decirse que la narración tendría chances para llevar a cabo,
entre otros, el cometido señalado por Fontana (1992). La narración podría de-mostrar cierta
capacidad para eliminar de la teoría de la historia la “vía única”, y contribuir de alguna
manera en el proceso de aprendizaje que supone “pensar el pasado en términos de
encrucijadas a partir de las cuales eran posibles diversas opciones, evitando admitir sin
discusión que la fórmula que se impuso fuese la única posible (o la mejor)” (Fontana, p.
142), y que esas encrucijadas exigen tomas de posiciones y elecciones, y nos
(com)prometen (con) un (otro) futuro posible y abierto (Lotman, “Clío en la encrucijada”,
cit.)378.

377
El entrecomillado, y como muestra, pertenece a J. Fontana (1992: 112, 127 ss.).
378
La recusación de la narración por parte de Fontana se da en el marco de su discusión sobre “el fin de la
historia” y de “la ciencia histórica”, expresiones “de moda” a partir del artículo de Fukuyama (1989) y de la
secuencia de artículos de la revista History today (1991-1992). Las reflexiones de Fontana pretenden “ayudar
a quienes se interesan por el estudio de la historia, y muy en especial a quienes se dedican a su enseñanza, a
orientarse en el laberinto de corrientes que ha venido a reemplazar aquel mapa tan claro de nuestro territorio
que hace pocos años solía dividirse en dos o tres continentes”; asimismo despejar el camino ante tanto
“desconcierto ideológico”. Fontana ubica el modo narrativo entre las modalidades de huida, junto al
escepticismo metodológico y el auxilio de otras ciencias sociales, menos controvertidas y más prestigiosas
(mejor aún, considera el “escapismo narrativo” como hijo directo de aquel escepticismo), entre otras
reacciones que “suele suscitar la crisis de una fe” (la de la historia, la del pensamiento marxiano/marxista),
272
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

Con la mira puesta en mi propio objeto de estudio, dentro de los límites de mi


investigación y en función de los propios intereses, no es menester un “examen de lo
cambios ‘observados en la moda histórica’” en general, ni mucho menos “‘juicios de valor
sobre qué modos de escribir historia son buenos y qué modos son menos buenos’”379, en
relación con los avatares y las controversias propios del campo historiográfico; así por
ejemplo el debate en torno del renacer de la historia narrativa (que tuvo lugar a comienzos
de los ochenta); un renacer, que por lo demás, no se ve muy bien por qué deba ir
necesariamente aparejado de “un declive de la historia dedicada a hacer ‘las grandes
preguntas sobre el porqué’, la ‘historia científica’ generalizadora”. La narración no está
reñida, o no debería estarlo, con “‘el intento de producir una coherente... explicación del
cambio en el pasado’”. La narración permitiría experimentar con “distintas formas de
presentación, entre las que destacan las tomadas en préstamo de las antiguas técnicas de la
literatura (que ha hecho sus propios intentos de presentar la comédie humaine), y también
de los modernos medios audiovisuales”, ante la insuficiencia de los distintos modelos al
uso, tanto de análisis como de síntesis, de larga duración, de estructuras y conyunturas
como de acontecimientos. En todo caso, la narrativa sería un modo más, complementario, a
la vez que otro modo posible de encaminar la búsqueda de preguntas y respuestas, en el
marco de un programa con base en la complejidad, que permita además enfrentarse con
éxito a la expansión “a un ritmo vertiginoso” del universo de los historiadores, la
fragmentación y la diversificación del campo historiográfico380.
En síntesis, y como ya se observó oportunamente, el sentido histórico debería regir
también la concepción y el análisis del propio objeto de estudio y discusión, en este caso la

como puede ser la “desconfianza de cualquier planteamiento teórico”. El autor no convalida “las
teorizaciones con que se intenta legitimar este género histórico-literario” (refiriéndose, entre otras
modalidades, a una de las formas peculiares de historia narrativa, cual es el caso de la microhistoria,
practicada por Ginzburg y otros). Tampoco admite la defensa del retorno a la narración como una posible
“solución a la compartimentación de la investigación histórica en segmentos especializados” en desmedro de
una visión global, de conjunto, “Porque la solución a este problema no reside en limitarnos a volver a una
explicación lineal y ordenada”, en el “mero regreso a la forma narrativa tradicional”; con ello tendríamos,
“simplemente, una historia que vuelve a ser, como en un pasado que creíamos superado, un simple cuento a
narrar” (Ídem: 17-ss.). La querella parece justa y legítima cuando de la forma narrativa “tradicional” se trata;
pero habría elementos de juicio como para no imputarse las mismas falencias y déficit a toda práctica
narrativa.
379
El entrecomillado de todo el párrafo, excepto la última cita, pertenece a E. Hobsbawm, “Sobre el renacer
de la narrativa” (de 1980), en Hobsbawm (1998), donde cita el artículo de L. Stone que comenzó el debate,
“El renacimiento de la narración”, publicado en Past and present 85 (1979).
380
Vid. el ensayo de P. Burke, “Obertura: la nueva historia, su pasado y su futuro”, en Burke, ed. (1993),
respecto de la formación de un “nuevo paradigma”, y su contraposición con el “paradigma tradicional”.
273
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

narración; de tal manera que no es posible referirse sin más a la narrativa, sino que es
necesario especificar cada vez a qué narrativa, cuál realización del paradigma narrativo, se
aprueba o ataca. Como dice Peter Burke, más que un renacer, se estaría desarrollando un
proceso de re-generación de la narrativa _lo cual cabe presumir, como lo advertimos en los
dos ensayos primeros, respecto de todas las matrices semióticas que arraigan en el espesor
de la memoria_. Estaríamos, pues, ante la emergencia de un “nuevo tipo de narración” que
“podría abordar mejor que el antiguo las demandas de los historiadores”, y ante la
necesidad de emprender “una búsqueda de nuevas formas de relato que sean apropiadas a
las nuevas historias que los historiadores nos contarían”381.

Entre las investigaciones y reflexiones sobre la narración desarrolladas en las


últimas décadas sobresale, en consonancia con nuestros propios intereses, la obra de Paul
Ricoeur, centrada en la cuestión del tiempo y la problemática de la identidad382. En lo
concerniente al presente estudio, resulta relevante el programa de re-definición que intente
llevar a cabo Ricoeur a partir de la Poética de Aristóteles. Ricoeur aporta elementos para
dilucidar el significado y los alcances de dos conceptos nucleares al respecto, como son el
de mythos y el de mímesis. Tanto uno como otro deben entenderse como operaciones,
puesto que se trata de actividad creadora, mitopoiética (un hacer, un proceso activo, una
acción de componer, de disponer; en suma, imaginación e invención, no calco, copia o
reduplicación de una realidad preexistente). A los efectos de claridad y precisión podría
formularse una cuasi identificación entre las dos expresiones que integran el binomio
mímesis-mythos: “imitación o representación de acción y disposición de los hechos”.
Para Aristóteles la más importante de las partes constitutivas de la tragedia (y de las
otras especies que quedan comprendidas en el arte poética) es el mito: la “imitación de la
acción”, el “entramado de las cosas sucedidas”, “el entramado de los hechos”, pues no se
imita “a los hombres, sino una acción, y la vida, la felicidad y la desgracia están en la
acción, y el fin de la vida es una manera de obrar, no una manera de ser”. Y continúa
Aristóteles: “Y en función de su carácter son los hombres de tal o cual manera, pero es en
función de sus acciones como son felices o infortunados. Por consiguiente, los personajes
no obran imitando sus caracteres, sino que sus caracteres quedan involucrados por sus
acciones, de manera que los hechos y el mito son el fin de la tragedia; y el fin es, en todas

381
P. Burke, “Historia de los acontecimientos y renacimiento de la narración”, en Burke (Op. cit.).
382
Tiempo y narración, 3 vols. (1987 –I y II, 1996), y el estudio sobre la identidad (1996b).
274
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

las cosas, lo primario”383. La inteligibilidad narrativa resulta apropiada, entonces, para el


campo de la praxis (la acción orientada a un fin), y se acercaría a la phronesis (la
inteligencia propia de la acción, la sabiduría práctica, lo que implica el componente ético).
De modo que la comprensión propiciada por la narración estaría contenida en germen en la
propia construcción de la trama (como re-presentación de la acción), dado que “componer
la trama es ya hacer surgir lo inteligible de lo accidental, lo universal de lo singular, lo
necesario o lo verosímil de lo episódico” (Ricoeur, 1987 –I: 100). Un tipo de comprensión
que además produce placer, no solo el goce asociado al aprendizaje (la “imitación” enseña)
y la purga de las pasiones (¿medio de control social?), y el -re-conocimiento; sino el placer
que se experimenta cuando se desarrolla la capacidad de seguir una trama, cuando se
entrevé la clave de ordenación de la acción, de estructuración, de carácter lógico, y la re-
ordenación cronológica de los hechos, la conexión interna de los mismos y la coherencia
(del mythos)384.
La narración histórica escolar (como la que abordé en el trabajo sobre los manuales)
puede aprovechar o no los recursos disponibles para abonar el terreno que propicie una
cabal comprensión del obrar humano, en general, y del “hacer histórico”, en particular (es
decir, dilucidar la ‘historia’, siempre compleja y abierta); de donde el saber histórico
propiamente dicho estaría directamente vinculado con dicha comprensión narrativa, toda
vez que al hacer historia se actualice el sentido de búsqueda, indagación, que recuerda el
término, y que al contar una historia se experimente lo posible, se viva la experiencia de un
viaje y se aliente el impulso para la transformación.

383
Poética (cap. 6, pp. 78-80). Aristóteles señala que a diferencia de los otros tipos de narraciones, en las que
es necesario “componer el mito de modo dramático y en torno de una sola acción, que tenga comienzo, medio
y fin, para que siendo una e íntegra, como un ser vivo, produzca el placer que le es propio”, en las narraciones
históricas “es necesario no hacer ver una sola acción, sino una sola época o tiempo, es decir, todos los
sucesos que a lo largo de este período de tiempo le han ocurrido a un hombre solo o les han acaecido a
muchos, sucesos relacionados entre sí tan solo por el azar” (cap. 23, pp. 140-41).
384
Comprender un relato “es recuperar la operación que unifica en una acción total y completa lo diverso
constituido por las circunstancias, los objetivos y los medios, las iniciativas y las interacciones, los reveses de
fortuna y todas las consecuencias no deseadas de los actos humanos” (Ricoeur, 1987 -I, Introducción).
275
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

BIBLIOGRAFÍA

AGAMBEN, G. 2010. Medios sin fin. Notas sobre la política. Valencia, Pre-textos.
AGUSTÍN 1983. Las confesiones (selec.), A. C. Vega (trad.). Buenos Aires, CEAL.
ANDERSON, B. 1997. Comunidades imaginadas, 1ª reimp., E. Suárez (trad.). México, FCE.
APEL, K.O. 1985. La transformación de la filosofía, 2 vols. Madrid, Taurus.
------ 1994. Semiótica filosófica. Buenos Aires, Almagesto.
------ 1995. Teoría de la verdad y ética del discurso, 1ª reimp., N. Smilg (trad.). Barcelona, Paidós.
ARISTÓTELES 1979. Poética, F. Samaranch (trad., prólogo y notas). Madrid, Aguilar.
------- 1990. Retórica, 4ª edic., A. Tovar (edic., trad., prólogo y notas). Madrid, Centro de Estudios
Constitucionales.
AUGÉ, M. 1995. Hacia una antropología de los mundos contemporáneos. Barcelona, Gedisa.
------- 1998. Las formas del olvido, M. Tricás Preckeler y G. Andújar (trad.). Barcelona, Gedisa.
------- 2015. ¿Qué pasó con la confianza en el futuro? Buenos Aires, Siglo XXI.
AUSTIN, J. 1990. Cómo hacer cosas con palabras, 3ª reimp., G. Carrió y E. Rabossi (trad.).
Barcelona, Paidós.
BADIOU, A. 2005. El siglo. Buenos Aires, Manantial.
BAJTIN, M. 1985. Estética de la creación verbal, 2ª edic., T. Bubnova (trad.). México, Siglo XXI.
------ 1990. La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento, 3ª reimp., J. Forcat y C.
Conroy (trad.). Madrid, Alianza.
------ 1993. Problemas de la obra de Dostoievski, 3ª reimp., T. Bubnova (trad.). Buenos Aires,
FCE.
------ 1988. Questôes de literatura e de estetica. S. Paulo, Hucitec.
------/MEDVEDEV, P. 1994. El método formal en los estudios literarios, T. Bubnova (trad.).
Madrid, Alianza.
------ 1993. “Más allá de lo social. Ensayo sobre la teoría freudiana”, “¿Qué es el lenguaje?”, “La
construcción de la enunciación”, en A. Silvestri y G. Blanck, Bajtín y Vigotski: la organización
semiótica de la conciencia. Barcelona, Anthropos.
BALDERSTON, D., et al. 1987. Ficción y política. La narrativa argentina durante el proceso
militar. Buenos Aires, Alianza.
BARTHES, R. 1986 (a). Mitologías, 6ª edic., H. Schmucler (trad.). México, S. XXI.
------ 1986 (b). S/Z, 3ª edic., N. Rosa (trad.). México, S. XXI.
------ 1986 (c). El placer del texto y Lección inaugural, N. Rosa y O. Traversa (trad.). México, S.
XXI.
------ 1987. “El discurso de la historia”, en El susurro del lenguaje. Barcelona, Paidós.
276
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

------ 1985. El grado cero de la escritura, 7ª edic., N. Rosa (trad.). México, Siglo XXI.
BARTLETT, F. 1995. Recordar, P. Soto y C. del Barrio (trad.). Alianza, Madrid.
BATESON, G. 1992. Pasos hacia una ecología de la mente, 2ª reimp., R. Alcalde (trad.). Buenos
Aires, Planeta-C. Lohlé.
BATESON, G., et al. 1984. La nueva comunicación, Y. Winkin (selec. y estudio preliminar), J.
Fibla (trad.). Barcelona, Kairós.
BAUDRILLARD, J. 1989. Crítica de la economía política del signo, 8ª edic., A. Garzón del
Camino. México, Siglo XXI.
BENVENISTE, E. 1989. Problemas de lingüística general I, 15ª edic., J. Almela (trad.), cap. XV.
México, Siglo XXI.
------ 1989. Problemas de lingüística general II, 9ª edic., J. Almela (trad.), cap. 5. México, Siglo
XXI.
BENJAMIN, W. 1989. Discursos interrumpidos I, J. Aguirre (trad., prólogo y notas). Buenos
Aires, Taurus.
------ 1995. La dialéctica en suspenso, P. Robles (trad., introd. y notas). S. de Chile, Univ. ARCIS
y LOM Eds.
----- 1986. “El narrador”, en Sobre el programa de la filosofía futura y otros ensayos. Barcelona,
Planeta-Agostini.
BERNSTEIN, B. 1993. La estructura del discurso pedagógico. Madrid, Morata.
----- 1989. Clases, códigos y control I, R. F. Alonso (trad.). Madrid, Akal.
----- 1988. Clases, códigos y control II, R. F. Alonso (trad.). Madrid, Akal.
BLUMER, H. 1982. El interaccionismo simbólico. Barcelona, Hora.
BORGES, J. L. 1987. Obras completas. Buenos Aires, Emecé.
BOURDIEU, P. 1985. Qué significa hablar. Madrid, Akal.
----- 1988. Cosas dichas, M. Mizraji (trad.). Buenos Aires, Gedisa.
----- 1990. Sociología y cultura, M. Pou (trad.). México, Grijalbo.
BOURDIEU, P. et al. 1976. El oficio de sociólogo, 2ª edic., F. Azcurra y J. Sazbón (trad.). Madrid,
Siglo XXI.
BRUNER, J. 2003. La fábrica de historias. Derecho, literatura, vida. Buenso Aires, FCE.
------ 1995 (a). Actos de significado, J. c. Gómez Crespo y J. L. Linaza (trad.). Madrid, Alianza.
------ 1995 (b). Acción, pensamiento y lenguaje, J. Linaza (comp.). Madrid, Alianza.
------ 1996. Realidad mental y mundos posibles, B. López (trad.). Barcelona, Gedisa.
------ 1997. La educación, puerta de la cultura, F. Díaz (trad.). Madrid, Visor.
BURKE, P. (Edic.) 1993. Formas de hacer historia, caps. 1 y 11. Madrid, Alianza.
CARBONELL, Ch. 1993. La historiografía, A. Garzón del Camino (trad.). México, FCE.

277
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

------ 1997. “El aporte de la historia de la historiografía”, en G. Gadoffre (dir.), Certidumbres e


incertidumbres de la historia, H. Fazio (trad.). Santafé de Bogotá. Norma.
CARR, W. 1990. Hacia una ciencia crítica de la educación, J. Godo (trad.). Barcelona, Laertes.
CASSIRER, E. 1971, 1972, 1976. Filosofía de las formas simbólicas, 3 vols., A. Morones (trad.).
México, FCE.
CASTAÑARES, W. 1986. “Semiótica y filosofía: C. S. Peirce”, Investigaciones semióticas I,
Actas I Simposio internacional de la Asociación española de Semiótica (Toledo, junio de 1984),
pp. 165-80. Sevilla.
CASTORIADIS, C. 1993 (a). La institución imaginaria de la sociedad, 2 vols., 2ª edic.A. Vicens
(trad.). Buenos Aires, Tusquets.
------ 1993 (b). El mundo fragmentado. Buenos Aires, Altamira-Nordam.
------ 1998. Hecho y por hacer. Pensar la imaginación, L. Lambert (trad.). Buenos Aires,
EUDEBA.
CAVALLO, G. y CHARTIER, R. (direc.) 1998. Historia de la lectura en el mundo occidental.
Madrid, Taurus.
CERTEAU de, M. 1978. “La operación histórica”, en J. Le Goff y P. Nora (dir.) Hacer la historia
I. Barcelona, Laia.
----- 1993. La escritura de la historia, 2ª edic., J. López Moctezuma (trad.). México, Univ.
Iberoamericana.
----- 1995. Historia y sicoanálisis, A. Mendiola (trad.). México, Univ. Iberoamericana.
COURTÉS, J. 1997. Análisis semiótico del discurso, E. Ballón Aguirre (trad.). Madrid, Gredos.
CURRAN, J. et al. 1998. Estudios culturales y comunicación, E. Poblete y J. Palou (trad.).
Barcelona, Paidós.
CRUZ, M. 2014. Adiós, historia, adiós. El abandono del pasado en el mundo actual. Buenos
Aires, FCE.
DANTÓ, A. 1989. Historia y narración, E. Bustos (trad.). Barcelona, Paidós.
DAVIDSON, D. 1992. Mente, mundo y acción, C. Moya (trad.). Barcelona, Paidós.
DEBRAY, R. 1995. El estado seductor, H. Pons (trad.). Buenos Aires, Manantial.
------ 1997. Transmitir, H. Pons (trad.). Buenos Aires, Manantial.
DELADALLE, G. 1996. Leer a Peirce hoy, L. Varela (trad.). Barcelona, Gedisa.
DERRIDA, J. 1997. Mal de archivo, P. Vidarte (trad.). Madrid, Trotta.
DEWEY, J. 1993. La reconstrucción de la filosofía, A. Lázaro Ros (trad.). Barcelona, Planeta-
Agostini.
DILTHEY, W. 1994. Teoría de las concepciones del mundo, J. Marías (trad., intr.). Barcelona,
Altaya.
DOELKER, Ch. 1982. La realidad manipulada. Barcelona. G. Gili.

278
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

DOUEIHI, M. 2010. La gran conversión digital. Buenos Aires, FCE.


DUSSEL, E. (Comp.) 1994. Debate en torno a la ética del discurso de Apel. México, Siglo XXI.
EAGLETON, T. 1997. Ideología, J. Vigil Rubio (trad.). Barcelona, Paidós.
ECO, U. 1981. Lector in fabula, R. Pochtar (trad.). Barcelona, Lumen.
----- 1994. Signo, 2ª edic., F. Serra Cantarell (trad.). Barcelona, Labor.
----- 1985. Tratado de semiótica general, 3ª edic., C. Manzano (trad.). Barcelona, Lumen.
----- 1995 (a). Semiótica y filosofía del lenguaje, 2ª edic. Barcelona, Lumen.
----- 1995 (b). Interpretación y sobreinterpretación, J. López Guix (trad.). G. Bretaña, Cambridge
University Press.
----- 1999. La estructura ausente. Barcelona, Lumen.
----- 1973. “La vida social como un sistema de signos”, AAVV, Introducción al estructuralismo.
Madrid, Alianza.
ECO, U. y SEBEOK, T. (Edic.) 1989. El signo de los tres, E. Busquets (trad.). Barcelona, Lumen.
EINSTEIN, A. 1971. La relatividad, U. Schmidt de Cepeda (trad.). México, Grijalbo.
ELÍAS, N. 1994. Teoría del símbolo. Barcelona, Península.
ENZENSBERGER, H. 1984. Elementos para una teoría de los medios de comunicación,
Barcelona, Anagrama.
FEIERSTEIN, D. 2012. Memoria y representaciones. Sobre la elaboración del genocidio. Buenos
Aires, FCE.
FERNANDEZ BRAVO, A. 2000. La invención de la nación. Buenos Aires, Manantial.
FONTANA, J. 1992. La historia después del fin de la historia. Barcelona, Crítica.
FOUCAULT, M. 1980. El orden del discurso. Barcelona, Tusquets.
------ 1985. Historia de la sexualidad I. La voluntad de saber, “Método”. México, S. XXI.
------ 1995. Nietzsche, Freud, Marx, C. Rincón (trad.), E. Grüner (introd.). Buenos Aires, El cielo
por asalto.
------ 1995. “Qué es la crítica”, Daimon Nº 11, pp. 5-24. Univ. de Murcia.
------ 1996. La arqueología del saber, 17ª edic., A. Garzón del Camino (trad.). México, Siglo XXI.
------ 1996. Genealogía del racismo, A. Tzveibel (trad.). La Plata, Caronte.
------ 1996. El yo minimalista y otras conversaciones, G. Kaminsky (selec.), G. Staps (trad.).
Buenos Aires, La Marca.
------ 1997. “Nacimiento de la biopolítica”, Archipiélago Nº 30, otoño, pp. 119-24, F. Alvarez Uría
(trad.). Madrid.
------ 2008. Nacimiento de la biopolítica. Buenos Aires, FCE.
FREUD, S. 1990. “El porvenir de una ilusión”, “El malestar en la cultura”, Obras completas XXI,
2ª reimp., J. Etcheverry (trad.). Buenos Aires, Amorrortu.

279
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

GADAMER, H.-G. 1993. Verdad y método I, 5ª edic., A. Agud Aparicio R.cde Agapito (trad.).
Salamanca, Sígueme.
------ 1992. Verdad y método II, M. Olasagasti (trad.). Salamanca, Sígueme.
------ 1996. La actualidad de lo bello, 1ª reimp., A. Gómez Ramos (trad.). Barcelona, Paidós.
GARCIA GUTIERREZ, A. 2004. Otra memoria es posible. Estrategias descolonizadoras del
archivo mundial. Buenos Aires, La Crujía.
GARRIDO GALLARDO, M. (Comp.) 1988. Teoría de los géneros literarios. Madrid, Arcos.
GARZA, M. T., de la 1995. Educación y democracia. Madrid, Visor.
GENETTE, G. 1996. Discurso da narrativa. Lisboa, Vega.
------ 1989. Palimpsestos, C. Fernández Prieto (trad.). Madrid, Taurus.
GIDDENS, A. 1993. Consecuencias de la modernidad, A. Lizón Ramón (trad.). Madrid, Alianza.
------ 1993. Las nuevas reglas del método sociológico, 1ª reimp., S. Merener (trad.). Buenos Aires,
Amorrortu.
------ 1998. La constitución de la sociedad, 1ª reimp., J. L. Etcheverry (trad.). Buenos Aires,
Amorrortu.
GIDDENS, A., et al. 1990. La teoría social hoy. México, Alianza.
GINZBURG, C. 1994. Mitos, emblemas, indicios. Morfología e historia. Barcelona, Gedisa.
GOODMAN, N. 1990. Maneras de hacer mundos, C. Thiebaut (trad.). Madrid, Visor.
GOODY, J. 2015. La domesticación del pensamiento salvaje. Madrid, Akel.
GRAMSCI, A. 1993. La política y el estado moderno, J. Solé-Tura (trad.). Barcelona, Planeta-
Agostini.
------ 1984. El materialismo dialéctico y la filosofía de Benedetto Croce. Buenos Aires, Nueva
Visión.
GREIMAS, A. 1989. Del sentido II, E. Diamante (trad.). Madrid, Gredos.
------ 1980. Semiótica y ciencias sociales, J. Arias Muñoz (trad.). Madrid, Fragua.
GREIMAS, A., et al. 1980. Introducción a la semiótica narrativa y discursiva, S. Vasallo (trad.).
Buenos Aires, Hachette.
GOULD, J. 2007. Acabo de llegar. Barcelona, Drakontos.
HABERMAS, J. 1989-1990. Teoría de la acción comunicativa I-II, M. Jiménez Redondo (trad.).
Madrid, Taurus.
------ 1994. Conciencia moral y acción comunicativa, 3ª edic., R. García Cotarelo (trad.).
Barcelona, Península.
------ 1996. Textos y contextos, M. Jiménez Redondo (trad.). Barcelona, Ariel.
HALBWACHS, M. 2011. La memoria colectiva. Buenos Aires, Miño y Dávila.
HALL, E. 1979. La dimensión oculta. México, Siglo XXI.

280
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

HALL, S. 1981. “La cultura, los medios de comunicación y el ‘efecto ideológico’”, en J. Curran et
al., Sociedad y comunicación de masas, México, FCE.
----- 1980. “Codificar/decodificar”, en Culture, media and lenguage, Londres, Hutchinson, pp.
129-139. (En español, disponible en Internet y compilaciones).
HALLIDAY, M. A. 1982. El lenguaje como semiótica social. La interpretación social del
lenguaje y del significado, J. Ferreiro Santana (trad.). México, FCE.
------ 1982. Exploraciones sobre las funciones del lenguaje, M. Serra i Raventós (Edic. esp.).
Barcelona, Ed. Médica y Técnica S.A.
HAMELINK, C., 1981. La aldea transnacional. Barcelona. G. Gili.
Hawking, S. 1992. Historia del tiempo. Buenos Aires, Planeta –Agostini.
HEGEL, G. F. W. 1976. Filosofía de la historia, E. Suda (trad.). Buenos Aires, Claridad.
HEIDEGGER, M. 1997. El ser y el tiempo, 7ª reimp., J. Gaos (trad.). México, FCE.
------ 1990. De camino al habla, Y. Zimmermann (trad.). Barcelona, Odós.
------ 1997. Arte y poesía, 8ª reimp., S. Ramos (trad.). México, FCE.
HINTIKKA, J. et al., 1980. Ensayos sobre explicación y comprensión, J. Manninen y R. Tuomela
(Comp.), L. Vega (trad.). Madrid, Alianza.
HOBSBAWM, E. 1998. Sobre la historia, J. Beltrán y J. Ruiz (trad.). Barcelona, Crítica.
HOBSBAWM, E. y RANGER, T., eds. 2002. La invención de la tradición. Barcelona, Crítica.
HORA, R. y TRIMBOLI, J. 1994. Pensar la Argentina. Los historiadores hablan de historia y
política. Buenos Aires, El cielo por asalto.
HORKHEIMER, M. 1995. Historia, metafísica y escepticismo, M. del R. Zurro (trad.). Barcelona,
Altaya.
HORKHEIMER, M. y ADORNO, T. 1987. Dialéctica del iluminismo, H. Murena (trad.). Buenos
Aires, Sudamericana.
JAKOBSON, R. 1996. El marco del lenguaje, 1ª reimp, T. Segovia (trad.). México, FCE.
JAMESON, F. 1989. Documentos de cultura, documentos de barbarie, T. Segovia (trad.). Madrid,
Visor.
----- 1999. El giro cultural, H. Pons (trad.). Buenos Aires, Manantial.
----- 2013. Valencias de la dialéctica, M. López Seoane (trad.). Buenos Aires, Eterna Cadencia
Editora.
JENSEN, K. B., 1997. La semiótica social de la comunicación de masas, R. Solà García (trad.).
Barcelona, Bosch.
JINKIS. J. 2011. Violencias de la memoria. Buenos Aires, Edhasa.
KAMINSKY, G. 1990. Spinoza: la política de las pasiones. Buenos Aires, Gedisa.
KANT, I., 1995. Crítica del juicio, M. García Morente (edic. y trad.). Madrid, Espasa Calpe.
KOSELLECK, R. 1993. Futuro pasado, N. Smilg (trad.). Barcelona, Paidós.

281
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

KOSELLECK, R. y GADAMER, H.-G. 1997. Historia y hermenéutica, F. Oncina (trad.).


Barcelona, Paidós.
KRISTEVA, J. 1981. Semiótica, 2 vols., 2ª edic., J. Arancibia (trad.). Madrid, Fundamentos.
LANDOW, G. 1995. Hipertexto, P. Ducher (trad.). Barcelona, Paidós.
LEFEBVRE, H. 1986. La violencia y el fin de la historia. Buenos Aires, Leviatán.
----- 1984. La vida cotidiana en el mundo moderno, 3ª edic., A. Escudero (trad.). Madrid, Alianza.
LE GOFF, J. 1991 (a). Pensar la historia. Barcelona, Paidós.
----- 1991 (b). El orden de la memoria, H. Bauzá (trad.). Barcelona, Paidós.
LÉVI-STRAUSS, C. 1997. El pensamiento salvaje, 9ª reimp., F. González Arámburo (trad.), cap.
IX. México, FCE.
----- 1973. Antropología estructural, 5ª edic., E. Verón (trad.), caps. I y XI. Buenos Aires,
EUDEBA.
LÉVI-STRAUSS, C., et al. 1982. El análisis estructural, 2ª reimp., S. Niccolini (intr., selec.)
Buenos Aires, CEAL.
LOTMAN, I. 1979. Semiótica de la cultura, J. Lozano (intr. y comp.). Madrid, Cátedra.
----- 1996, 1998, 2000. La semiosfera I, II, III, D. Navarro (edic. y trad). Madrid, Cátedra.
----- 1999. Cultura y explosión, D. Muschietti (trad.). Barcelona, Gedisa.
LUHMANN, N. y SCHORR, K. 1993. El sistema educativo, O. Reinshagen (trad.). México, Univ.
Iberoamericana.
LYOTARD, J.-F. 1993. La condición postmoderna, M. Antolín Rato (trad.). Barcelona, Planeta-
Agostini.
MAGARIÑOS DE MORENTIN, J. 1983. El signo. Buenos Aires, Hachete.
------ 1996. Los fundamentos lógicos de la semiótica y su práctica. Buenos Aires, Edicial.
------ 2008. La semiótica de los bordes. Córdoba, Comunicarte.
MALDONADO, T. 2007. Memoria y conocimiento. Sobre los destinos del saber en la perspectiva
digital. Barcelona, Gedisa.
MARCUSE, H. 1993. El hombre unidimensional, A. Elorza (trad.). Barcelona, Planeta-Agostini.
MARX, K. 1985. Trabajo asalariado y capital. Barcelona, Planeta-Agostini.
MAYORAL, J. A. (Comp.) 1987. Estética de la recepción. Madrid, Arco.
MC LUHAN, M. y POWERS, B. 1990. La aldea global, C. Ferrari (trad.). Barcelona, Gedisa.
MARRAMAO, G. 2011. La pasión del presente. Breve léxico de la modernidad-mundo.
Barcelona, Gedisa.
MARTÍN SERRANO, M. 1976. La mediación social. Madrid, Akal.
------ 1993. La producción social de comunicación, 2ª edic. Madrid, Alianza.
MATTELART, A. 1995. La invención de la comunicación. Barcelona, Bosch.

282
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

MATTELART, A. y MATTELART, M. 1997. Historia de las teorías de la comunicación, A.


López Ruiz y F. Egea (trad.). Barcelona, Paidós.
MEAD, G. H. 1972. Espíritu, persona y sociedad, 3ª edic., F. Mazía (trad.). Buenos Aires, Paidós.
MEYER, M. (director) 2010. La filosofía anglosajanona. Buenos Aires, Prometeo.
MIDDLETON, D. y EDWARDS, D., comp. 1992. Memoria compartida, L. Botella García del Cid
(trad.). Barcelona, Paidós.
MORAGAS SPÀ, M. de 1986. Sociología de la comunicación de masas, 4 vols., T. 1, 2ª edic..
Barcelona, G. Gili.
MORIN, E. 1994. Introducción al pensamiento complejo, M. Pakman (trad.). Barcelona, Gedisa.
----- 1994. “La noción de sujeto”, “Epistemología de la complejidad”, en D. Schritman, comp.-
edic., Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad. Buenos Aires, Paidós.
----- 1999. La cabeza bien puesta. Buenos Aires, Nueva Visión.
MORIN, E. y KERN, A. 1993. Tierra-patria, R. Figueira (trad.). Buenos Aires, Nueva Visión.
MORRIS, Ch., 1974. La significación y lo significado. Estudio de las relaciones entre el signo y el
valor. Madrid, Alberto Corazón.
----- 1985. Fundamentos de la teoría de los signos, R. Grasa (trad.). Barcelona, Paidós.
MUMBY, D. (Comp.) 1997. Narrativa y control social. Buenos aires, Amorrortu.
NIETZSCHE, F. 1990. La voluntad de poderío, A. Froufe (trad.). Madrid, Edaf.
------ 1994. Aurora. Madrid, M.E. Edts.
------ 1996. Crepúsculo de los ídolos, 14ª reimp., A. Sánchez Pascual (trad.). Madrid, Alianza.
------ 1962. “De la utilidad y de los inconvenientes de los estudios históricos para la vida” (1874),
Obras completas I, 5ª edic.. Buenos Aires, Aguilar.
NORA, P. “La vuelta del acontecimiento”, en J. Le Goff y P. Nora (dir.), Hacer la historia I. Op.
cit.
OGDEN, C. K. y RICHARDS, Y. A. 1984. El significado del significado, 1ª reimp., E. Prieto
(trad.). Buenos aires. Paidós.
ORTIZ-OSÉS, A. 1986. La nueva filosofía hermenéutica. Barcelona, Anthropos.
PARRET, H. 1993. Semiótica y pragmática, M. Poccioni (trad.). Buenos Aires, Edicial.
------ 1995 (a). Las pasiones, J. Donoyan (trad.). Buenos Aires, Edicial.
------ 1995 (b). De la semiótica a la estética. Buenos Aires, Edicial.
PEIRCE, Ch. S. 2012. Obra filosófica reunida I-II, N. Houser y Ch. Kloesel (edts.). México, FCE.
------ 1996. La ciencia de la semiótica, A. Sercovich (trad., selec., pres. y notas). Buenos Aires,
Nueva Visión.
------ 1989. Obra lógico-semiótica, A. Sercovich (edic.), R. Alcalde y M. Prelloker (trads.).
Madrid, Taurus.

283
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

------ 1978. Lecciones sobre el pragmatismo, D. Negro Pavón (trad., intr. y notas). Buenos Aires,
Aguilar.
------ 1988a. El hombre, un signo, J. Vericat (trad., intr. y notas). Madrid, Alianza.
------ 1988b. Escritos lógicos, P. Castrillo Criado (trad., selec., intr. y notas). Madrid, Alianza.
PERELMAN, Ch. 1997. El imperio retórico, A. León Gómez Giraldo (trad.). Santafé de Bogotá,
Norma.
PERELMAN, Ch. y OLBRECHTS-TYTECA, L. 1989. Tratado de la argumentación, J. Sevilla
Muñoz (trad.). Madrid, Gredos.
PONZIO, A. 1998. La revolución bajtiniana, M. Arriaga (trad.). Madrid, Cátedra.
PRIGOGINE, I. 1997a. El fin de las certidumbres, P. Jacomet (trad.). Madrid, Taurus.
------ 1997b. Las leyes del caos. Barcelona, Crítica.
PROPP. V. 1972. Morfología del cuento. Buenos Aires, J. Goyanarte Ed.
PUTNAM. H. 1999. El pragmatismo. Un debate abierto. Barcelona, Gedisa.
REYNOSO, C. 1998. Corrientes en antropología contemporánea. Buenos Aires, Biblos.
------- 2006. Complejidad y caos. Una exploración antropológica. Buenos Aires, SB.
RICOEUR, P. 2004 La memoria, la historia, el olvido. Buenos Aires, FCE.
------- 1990. Historia y verdad. Madrid, Encuentros.
------ 1987. Tiempo y narración I-II. Madrid, Cristiandad.
------ 1996. Tiempo y narración III, A. Neira (trad.). México, S. XXI.
------ 1983. Texto, testimonio y narración, V. Undurraga (trad.). S. de Chile, A. Bello.
------ 1996. Sí mismo como otro, A. Neira Calvo (trad.). Madrid, S. XXI.
------ 1997. Horizontes del relato, G. Aranzueque (edic). Madrid, Cuaderno Gris.
RORTY, R. 1995. La filosofía y el espejo de la naturaleza, 3ª edic., J. Fernández Zulaica. Madrid,
Cátedra.
----- 1996. Consecuencias del pragmatismo, J. Cloquell (trad.). Madrid, Tecnos.
----- 1990. El giro lingüístico, G. Bello (trad.). Barcelona, Paidós.
----- 1997. Esperanza o conocimiento, E. Rabossi (trad.). Buenos Aires, FCE.
SARLO, B. 2005. Tiempo pasado. Buenos Aires, S. XXI.
SCHILLER, H. 1986. Información y economía en tiempo de crisis, Madrid, Fundesco / Tecnos.
SCHUTZ, A. 1993. La construcción significativa del mundo social, 1ª reimp., E. Prieto (trad.).
Barcelona, Paidós.
SCHUTZ, A.- LUCKMANN, T. 1977. Las estructuras del mundo de la vida. Buenos Aires,
Amorrortu.
SEARLE, J. 1994. Actos de habla, L. Valdés Villanueva (trad.). Barcelona, Planeta-Agostini.
SEBEOK, T. 1996. Signos: una introducción a la semiótica, P. Torres Franco (trad.). Barcelona,
Paidós.

284
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

SEBEOK. T. y UNIKER-SEBEOK, J. 1987. Sherlock Holmes C. S. Peirce. El método de la


investigación. Barcelona, Paidós.
SFEZ, L. 1994. Crítica da comunicaçâo. S. Paulo, Eds. Loyola.
SILVESTRI, A. y BLANCK, G. Bajtín y Vigotski: la organización semiótica de la conciencia. Op.
cit.
SINI, C. 1985. Semiótica y filosofía, S. Vasallo (trad.). Buenos Aires, Hachete.
SPINOZA, B. 1985. Tratado teológico-político. Tratado político, 2ª edic., E. Tierno Galván
(trad.). Madrid, Tecnos.
STEINER, G. 1991. Presencias reales, J. López Guix (trad.). Barcelona, Eds. Destino.
TERAN, O. 2009. Historia de las ideas en la Argentina. Diez lecciones iniciales, 1810-1980.
Buenos Aires, Siglo XXI.
TURNER, V. 1980. La selva de los símbolos. Aspectos del ritual ndembu. Madrid, Siglo XXI.
USPENSKI, B. 1993. “La historia y la Semiótica (La percepción del tiempo como problema
semiótico)”, R. Guzmán (trad), en Discurso -Rvta. Internacional de Semiótica y Teoría literaria-
Nº 8. Sevilla, pp. 47-89.
VALLES CALATRAVA, J. 1994. Introducción histórica a las teorías de la narrativa. Almería,
Univ. de Almería.
VARELA, F. 1990. Conocer, C. Gardini (trad.). Barcelona, Gedisa.
VASILACHIS de GIALDINO, I. 1983. Métodos cualitativos I. Los problemas teórico-
epistemológicos. Buenos Aires, CEAL.
VATTIMO, G. 1991. Etica de la interpretación, T. Oñate (trad.). Barcelona, Paidós.
------ 1992. Más allá del sujeto, 2ª edic., J. Gentile vitale (trad.). Barcelona, Paidós.
------ 1996. La sociedad transparente, 2ª reimp., T. Oñate (trad.). Barcelona, Paidós.
------ 1995. Más allá de la interpretación, P. Aragón Rincón (trad.). Barcelona, Paidós.
VATTIMO, G. (Comp.), 1994 (a). La secularización de la filosofía, 2ª edic., C. Cattropi y M.
Mizraji (trad.). Barcelona, Gedisa.
------ 1994 (b). Hermenéutica y racionalidad, S. Perea Latorre. Santafé de Bogotá, Norma.
VERICAT, J. 1976. Ciencia, Historia y sociedad. Madrid, Istmo.
VERÓN, E. 2013. La semiosis social 2. Ideas, momentos, interpretantes. Buenos Aires, Paidós.
------ 1987. Semiosis social. México, Gedisa.
------ 1984. “Introducción: Hacia una ciencia de la comunicación”, en AAVV, Lenguaje y
comunicación social. Buenos Aires, Nueva Visión,
VIGOTSKI, L. 2007. Pensamiento y habla. Buenos Aires, Colihue.
------ 2000. El desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Barcelona, Crítica.
------ 1985. Pensamiento y lenguaje. Buenos Aires, La Pléyade.

285
Marcelino García
LA RUECA Y EL TELAR DEL SENTIDO

VOLOSHINOV, V. 1992. El marxismo y la filosofía del lenguaje, T. Bubnova (trad.). Madrid,


Alianza.
------ 1999. Freudismo. Un bosquejo crítico, J. Piatigorsky (trad.). Buenos Aires, Paidós.
WEBER, M. 1993. Sobre la teoría de las ciencias sociales, M. Faber-Kaiser (trad.). Barcelona,
Planeta-Agostini.
WERTSCH, J. 1993. Voces de la mente, A. Silvestri (trad.). Madrid, Visor.
WILLIAMS, R. 1982. Cultura. Sociología de la comunicación y del arte. Barcelona, Paidós.
------ 1980. Marxismo y literatura. Barcelona, Península.
WILLIMAS, R. (ed.) 1992. Historia de la comunicación, 2 vols., D. Laks (trad.). Barcelona, Bosch
WITTGENSTEIN, L. 1988. Investigaciones filosoficas, A. García Suárez y U. Moulines (trads.).
Barcelona, Crítica-Grijalbo.
----- 1991. Sobre la certeza, 2ª edic., G. Anscombe y G. von Wright (comp.), J. Ll. Prades y V.
Raga (trad.). Barcelona, Gedisa.
WHITE, H. 1992. El contenido de la forma, J. Vigil Rubio. Barcelona, Paidós.
WOLF, M. 1988. Sociologías de la vida cotidiana, 2ª edic. Madrid, Cátedra.
WRIGHT von, G. H. 1987. Explicación y comprensión, 1ª reimp., L. Vega Reñón (trad.). Madrid,
Alianza.
ZAVALA, Y. 1991. La posmodernidad y Mijail Bajtín, E. Díaz Navarro (trad.) Madrid, Espasa
Calpe.
ZAVALA, I. (Coord.) 1996. Bajtín y sus apócrifos. Barcelona, Anthropos.

286
Marcelino García

También podría gustarte