“Odiadores genéticos” en las próximas protestas

Antrop. Gonzalo Valderrama Escalante

Que los huaycos no cubran ese otro problema del país que es el racismo y la
discriminación étnica, presentes en la actual crisis política. Son como la nariz
del rinoceronte, están presentes en primer plano, pero a la vez son
imperceptibles por su cercanía, y por la costumbre. La idea de raza se halla
muy extendida e internalizada en el común de la población, no siendo una
categoría científica válida, se piensa que sí lo es, y que hay diferencias
naturales entre las gentes del país, las cuales son tabú no porque no sean
ciertas, sino por cuestiones ideológicas, que hablan de igualdad. Hacia la
segunda mitad del siglo XIX el gobierno peruano tuvo la iniciativa de impulsar la
inmigración de población europea, particularmente de Alemania y Austria, con
un proyecto de sustitución de la población, más que de mestizaje. Las
valoraciones sobre las diferencias entre poblaciones del policía que dispara de
cerca al cuerpo de una persona indefensa son las mismas de quienes en algún
momento de la historia peruana pretendieron cambiar la población originaria
por extranjeros. Ese desprecio por nuestras propias raíces es lo que socaba los
cimientos de lo que podríamos tener, una nación integrada en un mito común.
Pero, no. En cambio, tenemos lo que nos toca.

Se cree que hay razas distintas, la raza blanca tiene atributos positivos,
mientras que otras como la raza andina, tienen atributos negativos. Los cuales
son consustanciales, inherentes. Y en la escala de valores, la población local,
originaria, mestiza, queda por debajo de la población de origen extranjero. Se
trata de un problema de viejo cuño, que se remonta a la época virreinal,
durante la cual, la población aborigen quedó subordinada a la de origen
español. Estos días el país queda divido bajo esas mismas categorías,
actualizadas sólo superficialmente. Este texto va dedicado a la memoria de
Rosalino Flórez Valverde, desde aquí mi sentido pésame a la familia.