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La quema de la wiphala en Bolivia

Ant. Gonzalo Valderrama Escalante

Bolivia atraviesa estos días una difícil situación, más allá de a discusión sobre la naturaleza
del cambio de gobierno, que si es un golpe de estado o no, se han producido actos de
violencia simbólica, bastante fuertes por su repercusión a la hora de caldear los ánimos de
una población al borde de una suerte de un conflicto étnico incluso. Uno en particular ha
resaltado por el grado de violencia, como ha sido la quema pública y frente a los medios
de prensa locales e internacionales de la wiphala, bandera e insignia del estado
plurinacional de Bolivia. Estos últimos días se ha incrementado a veinte la cifra de
fallecidos por la dura represión de las fuerzas armadas a las protestas que piden la
renuncia de la nueva presidenta boliviana. En redes sociales se difunden también
numerosas notas de opinión al respecto, voces desde Bolivia dialogan y debaten con las
miradas desde fuera. Siendo países tan parecidos tenemos también hondas diferencias,
sobre todo en lo referido al avance de los movimientos de reivindicación étnica, un tema
en el cual como país vamos retrasados respecto al país hermano.
Sirva un ejemplo para ilustrar cómo el conflicto va más allá de una cuestión de modelos
económicos y de discusiones sobre izquierdas y derechas: Waskar Chukiwanka es la firma
de un activista boliviano que en un post titulado “el significado de la wiphala”, precisa:
“Para nosotros en el Tawantinsuyu, no hay lucha de clases, porque lucha es un conflicto
entre dos personas o entre dos pequeños grupos ya sea dentro de una familia o de un
pueblo, además las clases sociales son pequeñas grupos sociales que se identifican y
desarrollan económicamente. Si la izquierda sólo acepta dos clases: la burguesía y el
proletariado, en cambio para nosotros en vez de lucha de clases hay guerra, esto quiere
decir, que es un conflicto global entre dos ejércitos, dos multitudes, dos pueblos o dos
naciones. En vez de dos clases sociales, existe una nación del Qollasuyu que se enfrenta a
una casta bautizada como, boliviana que es un enclave satelital de la nación española o
hispana. Por tanto no existe lucha de clases si no existe una guerra de una casta contra
una nación; guerra que comenzó en 1532 y se ha prolongado hasta nuestros días. La
izquierda nunca reconocerá a la nación del Qollasuyu porque sigue afirmando que sus
actuales habitantes solamente constituyen una clase con problemas económicos y no
reconocen que tenemos otros problemas como los culturales, sociales, religiosos,
idiomáticos, políticos, raciales, territoriales y otros. Como economistas nos encasillan
económicamente a la clase campesino pequeño burgués; para ellos, los gremiales,
constructores, artesanos, profesores, empleados y vendedores y otros, ya no son aymaras
ni quechuas ni del Qollasuyu solamente son obreros y proletarios bolivianos…”
Y mientras el ejército al mando de una presidenta que se ha manifestado públicamente su
idea de un país sin indios, reprime a sangre y fuego las protestas masivas en Cochabamba
y La Paz, la televisión oficial difunde las imágenes del departamento del expresidente,
señalando un supuesto lujo indebido e impropio para un político identificado como
indígena. La quema de la wiphala resume la realidad de un país que al igual que el nuestro
tiene profundos desencuentros entre sus poblaciones, en sus miradas y lecturas sobre la
historia y los proyectos a futuro inmediato. Esperemos las aguas se calmen.

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