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Desde la otra orilla: modernidad, interculturalidad e

identidad en la expresión artística contemporánea

Alberto Caravedo Barrios y Martín Mac Kay Fulle

Introducción
Por esencia, el ser humano es un ente social. Desde sus orígenes, su naturaleza lo ha
obligado a buscar integrarse a un grupo para poder sobrevivir, dado que no es capaz de
cumplir todas las exigencias de la vida de manera individual. Ya sea como un cazador
nómade, o como un ser sedentario, la cada vez más compleja existencia de los seres
humanos, los vuelve más dependientes de la interacción con sus congéneres y los diversos
modos que tienen estos para organizarse.
Es intrínseco a nuestra especie el compartir acciones y espacios; desde que tenemos uso
de razón la soledad nos aterra y solo nos ampara la compañía de familiares, amigos y/o
compañeros. Pero más allá de la integración en su sentido estricto de estrategia de
supervivencia, lo que realmente ha sido importante para el hombre a través de su historia,
es el sentirse reconocido como parte de un todo, es decir la pertenencia a uno o varios
grupos. Desde el contexto de la familia nuclear, pasando por el proceso de integrar una
banda, tribu o nación, el homo sapiens desde lo más profundo de su psiquis, tiene la
urgencia de saber que es considerado como un elemento indispensable de un conjunto, en
donde la fuerza del grupo reside en el compartir conocimientos y los beneficios de los
mismos. No somos nada sin el grupo y el grupo no es nada sin nosotros. Sin embargo,
igualmente necesario en la constitución de la identidad será el ingrediente de la conciencia
sobre ella:

La identidad es el sentimiento de “yo” de un individuo o de


un grupo. Es un producto de la autoconciencia de que yo
(o nosotros) poseo (o poseemos) cualidades diferenciadas
como ente que me distinguen de ti (y a nosotros de ellos).
Un bebé recién nacido puede contar ya desde su nacimiento
con una serie de elementos identitarios: un nombre, un
sexo, una ascendencia parental y una ciudadanía. Ahora
bien, ninguno de esos elementos se convierte en parte de su
identidad hasta que el bebé adquiere conciencia de ellos y
se define en términos de los mismos.
(Huntington 45)

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La conciencia es, pues, un sentimiento en que uno se percata de los elementos en común
con aquellos que de alguna manera u otra nos rodean, comparten sus acciones y el propio
espacio con nosotros. La identidad se da con el congénere, los personajes que interactúan,
con el terruño y con los patrones culturales, pero ella supone también la autoconciencia
de esa pertenencia como una necesidad. Esta necesidad constante de sentirse y saberse
parte integrante e importante de un grupo, no tiene sentido si nuestro hacer se limitara y
permaneciera, en el ámbito de lo íntimo, como una acción silenciosa o tácita. El hombre
comúnmente se siente obligado o en la necesidad de hacer públicas estas pertenencias
que parten de su creación o factura, como tiene la imperiosa necesidad de “gritar a los
cuatro vientos” que uno o más grupos lo cobijan y que comparte con el resto de sus
miembros ciertos patrones para lograr la convivencia.
Sin duda, el arte ha sido una de las maneras más exitosas en que el hombre ha logrado
poder manifestar de manera creativa su pertenencia a un conjunto social. Las artes
plásticas, la música, el teatro, la danza y la literatura logran comunicarnos la existencia
de identidades, pero también, han funcionado como instrumento fundamental de su
defensa en momentos de inminente peligro, logrando hacer resurgir identidades
“adormiladas”, resucitarlas, hacerlas imperiosas y combativas; y, aún más importante,
han promovido la integración de individuos que en el pasado no se reconocían como
iguales y más bien se repelían: el arte, de esta manera, logra integrar incluso conjuntos
humanos numerosos y más complejos, al convertirse mediante sus formas expresivas y
comunicativas en poderosa herramienta de integración en procesos que conocemos como
mestizajes y relaciones interculturales. Al mismo tiempo, de esta forma, se produce la
unión de dos vertientes que en teoría jamás debieron estar bifurcadas y menos aún
representadas como dicotomía; nos referimos al siempre polémico espacio de la cultura
ideal y de la cultura real.

De acuerdo con los sociólogos, no siempre actuamos de


acuerdo con los valores que pregonamos. Los sociólogos
se refieren a esa contradicción como una brecha entre la
cultura ideal y la cultura real. Cultura ideal se refiere a los
valores y estándares de comportamiento que la gente en
una sociedad dice tener. Cultura real se refiere a los
valores y estándares de comportamiento que la gente
realmente sigue.
(Kendall 82)

Como poderoso medio de comunicación, el arte, desde sus orígenes, ha servido para que
un individuo trasmitiese sus más profundos sentimientos, rompiendo con los muros de
prejuicios sociales y venciendo la propia timidez (identificada como el temor a presentar
en público lo más preciado de su ser, “el quien soy yo”)
Desde ese poder de trasmitir y comunicar, los medios artísticos han sido siempre objetos
simbólicos de identidades sociales. Danzas, obras de teatro, canciones, poemas, novelas,
pinturas, fotografías; todos los soportes artísticos han sido campos de batalla de la
identidad. Cuando la obra tiene repercusión, se transforma en parte del alma de un grupo,
se vuelve intrínseca a una comunidad; ésta transforma a la obra artística en patrimonio,
en símbolo indiscutible de su idiosincrasia.

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Con el desarrollo de la identidad como tema, el arte dio un paso gigantesco,
transformándose en un mensaje que deja de representar a un individuo y más bien se
vuelve parte de un símbolo compartido; cuando la apropiación de una obra de arte por un
conjunto de personas es la mejor representación de lo que son, quienes son y creen y
sienten ser. El arte es también un puente que nos liga a un destino siempre anhelado, el
hogar. Ese hogar, sin embargo, no precisa de un territorio físico porque es edificado a
partir de sensaciones y percepciones colectivas:

(…) Las identidades son, en su inmensa mayoría construidas.


Las personas fabrican su identidad sometidas a grados diversos
de presión, incentivación y libertad. Benedict Anderson definió
las naciones como “comunidades imaginadas”, una expresión
muchas veces citada desde entonces. Las identidades son
personalidades imaginarias; son lo que creemos que somos y lo
que queremos ser.
(Huntington 46)

Danzas, obras de teatro, canciones, poemas, novelas, pinturas, fotografías; todos los
soportes artísticos han sido campos de batalla de la identidad.
Así como las identidades cobran formas expresivas en las distintas manifestaciones del
arte, no menos cierto es que, en el mundo de hoy, dados los intensos procesos de
asimilaciones, encuentros y rechazos culturales, acrecentados por los desplazamientos
voluntarios o forzados de poblaciones enteras de una región a otra del mundo, el arte
también expresa y refleja los encuentros culturales, los mestizajes y formas de adopción
y asimilación que tales migraciones implican. Ocurre entonces que las identidades
producen formas mixtas de expresión que presentan ingredientes provenientes de diversas
fuentes y disímiles orígenes culturales. Las tradiciones occidentales y orientales, en sus
encuentros y diversidades, confluyen muchas veces en las obras artísticas de toda índole.
Estos procesos de expresiones culturales y artísticas que reflejan tanto identidades
colectivas como formas culturales mixtas, producto de fuertes relaciones entre culturas
diversas, inéditos por su intensidad en la actualidad global, serán materia de reflexión en
las siguientes páginas, a través de la observación puntual de tres casos de artistas de origen
kurdo, cuya popularidad se afinca tanto en su inserción en el ámbito del estrellato
occidental, como en la expresión cultural de antiguas tradiciones y defensas de la
integridad étnica kurda.

Identidad y conflicto: la lucha del pueblo kurdo por una nación con Estado
Pese a su historia milenaria, los kurdos son aún el pueblo-nación más numeroso sobre la
Tierra que aún no ha logrado establecerse como un estado soberano. Desde tiempos
medievales, los kurdos, “la gente que cuida el rebaño”, se dedicó justamente a la crianza
de animales en la gran meseta que separa las montañas del Cáucaso con el norte de
Mesopotamia (montes Zagros). Esta dura región, no solo los formó como pastores, sino
también como guerreros, debido a que el Kurdistán, se encontraba en la zona de
confluencia de dos imperios islámicos: por un lado los turcos otomanos y, por otro, los

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persas. Las ambiciones de estos poderosos vecinos tuvieron a los kurdos sometidos,
aunque tal situación no ahogó sus esperanzas de autonomía.
Una oportunidad llegó, y ésta fue sin duda la Primera Guerra Mundial (1914-18). El
pueblo kurdo, disperso entre los actuales territorios de Turquía, Siria e Irak (todos ellos
parte del Imperio Otomano), como también en territorio iraní, aprovechó la debilidad de
sus amos para levantarse en armas, entusiasmados con el ofrecimiento de Rusia, Gran
Bretaña y Francia, de darles su independencia al finalizar el conflicto.
Lamentablemente, al terminar la “Gran Guerra”, con una Rusia fuera de juego por la
revolución bolchevique, la Gran Bretaña y Francia, con la teoría de que no era
conveniente dejar una tan debilitada Turquía en el contexto del Oriente Próximo,
decidieron dar marcha atrás a lo ofrecido a los kurdos en el Tratado de Sévres (1919) y
los mantuvieron divididos, esta vez entre los dominios de la República Turca de Kemal
Ataturk, los dominios británicos en Irak y los territorios franceses de Siria, así como el
de Irán de los Sha Pahlevi.

El Kurdistán: espacio aproximado del hábitat kurdo extendido entre diversos


estados de la región

La mayoría kurda instalada en Turquía sufrió la venganza del estado al que pertenecían,
mediante el genocidio de gran parte de su población y la imposición de la cultura turca a
costa de ocultar la propia. Por otro lado, los kurdos de Irak fueron constantemente
atacados con programas de “arabización”. Solo por coyunturas muy particulares, lograron
con el tiempo, después de las dos Guerras Mundiales, algo de autonomía tanto en Irán
(apoyo contra Irak) como en Siria (apoyo al gobierno de la tribu alauita contra otros
grupos étnico-religiosos).
Hoy, en un nuevo escenario mundial de renacimientos nacionalistas, la ilusión de
establecer un Estado nacional reconocido rebrota en este gran pueblo sin hogar; sueño de
toda su historia. La combinación de conmociones ocurridas en el curso de los últimos
años, como el estallido generalizado de la “Primavera Árabe” (2010-13) cuya enorme

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movilización popular produjo la caída de varios regímenes autoritarios entre los países
árabes, y la aparición del extremismo fundamentalista del Estado Islámico (EI),
desestabilizaron a los gobiernos de Siria e Irak, llevando a los kurdos a levantarse para
presionar a los gobiernos de Damasco y Bagdad y buscar su apoyo contra el extremismo
del Estado Islámico que no permite ninguna de las libertades que caracterizan a los
kurdos.
En la actualidad Siria tiene entre 2 a 3 millones de kurdos dentro de su población, lo que
representa casi el 10% del total de habitantes del país, mientras en Irak los kurdos son
casi 7 millones, lo que significa el 18% de la población. Estas cifras demuestran lo
importante que se volvió la población kurda, que pasó de ser una minoría reprimida a ser
un aliado estratégico en la supervivencia del gobierno sirio de Bashar al-Assad y en el
nuevo estado federal iraquí, donde los kurdos se autogobiernan en medio de la tensión
constante entre musulmanes sunníes y chiíes.
En este contexto, los kurdos de Siria e Irak, además de autogobernarse, desplegaron una
lucha feroz contra el Estado Islámico, que intentaba dominarlos al igual que sucedió con
pasados gobiernos dictatoriales como el de Sadam Hussein en Irak (1979-2003). En el
transcurso de todos estos años, muchos kurdos se han mantenido luchando en sus tierras,
mientras otros se vieron obligados a emigrar en busca de refugio y un mejor futuro.
Es así que los hechos explicados hasta el momento nos aproximan al caso de nuestro
interés y nos llevan a observar el fenómeno cultural que, según nuestra apreciación, se
encuentra contenido en la historia de tres jóvenes kurdo-iraquís de familias refugiadas en
Europa, convertidas años después en estrellas de música comercial: Chopy Fatah, nacida
en1983, Dashni Morad, nacida en 1986 y Helan Abdulla, más conocida por su nombre
artístico “Helly Luv”, nacida en 1988.

Interculturalidad e identidad
En los actuales días no es algo extraño que, de pronto, aparezcan estrellas populares de la
música y la actuación que movilizan masas de seguidores apasionados por sus mensajes,
atuendos y actitudes, que pueden ir de lo conformista a lo desafiante. Los recursos
utilizados para producir estos efectos de alcance global sobre multitudes son diversos.
En los casos que presentaremos, se trata de estrellas juveniles de orígenes étnicos kurdos;
de familias emigrantes de Asia central que dejaron sus tierras para emprender el viaje
intrincado hacia culturas occidentales, muchas veces poco receptivas con lo diverso y
extraño. Sin embargo, esos contactos producidos por la inmigración, prolongados en
entornos culturales distintos, pueden producir también, en los casos de inmigrantes como
los que presentamos, aprendizajes, asimilaciones y transformaciones relativamente
veloces en el curso de unos años. Ello conduce a que los inmigrantes y sus descendientes
muchas veces emprendan iniciativas muy bien adaptadas a los nuevos entornos culturales,
extraños en principio: sumados al aprendizaje de la lengua y al conocimiento y dominio
de la escritura, se produce igualmente el sinnúmero de conocimientos de hábitos,
tradiciones, expresiones de toda índole, como también de inserciones exitosas en el
mundo de las artes, de la producción cultural y hasta de la industria global del estrellato.
Sin embargo, si de alguna manera los migrantes empiezan culturalmente a dejar de serlo,
al entablar un diálogo cotidiano y prolongado con las pautas sociales y culturales que van
adaptando a su vida y adoptando como propias, su adaptación nunca necesariamente
significará olvido, renuncia, abandono o ruptura con lo familiarmente originario, es decir,

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con la cultura ancestral, sea familiarmente trasmitida o aprendida por otros medios. Los
casos que consideramos más adelante son testimonio de estas identidades que han sido
llamadas mixtas, que reinventan en sí las memorias originarias utilizando pautas de
adaptación, tomadas de las formas culturales que han ido adquiriendo: cantar en
concierto, en idioma alemán, acerca de las costumbres amorosas del pueblo kurdo, y
llegar a ser artista mediático por hacerlo, bien puede representar un ejemplo ilustrativo de
lo que venimos diciendo.
De los procesos migratorios que vamos considerando se desprende, entre otros
fenómenos, ese efecto tan deseado hoy en día que llamamos “interculturalidad”; es decir
en simples términos: diálogo intercultural. El diálogo intercultural implica un proceso
muy complejo de acercamientos y conocimiento comprensivo de lo que es propio de la
cultura extraña para uno; de una aproximación a lo distinto, que es tanto cognitiva como
sensible y emocional. Del aprendizaje y conocimiento comprensivos de una cultura que
es otra se desprende su reconocimiento y valoración; de allí que surja, de este diálogo, un
auténtico gusto de lo que en principio nos era extraño. Todo ello (disposición,
aprendizajes, conocimientos, sensibilidad, valoración), y seguramente otros muchos
elementos implicados en el proceso, está contenido, por ejemplo, en el destino de una
familia de origen rural o semi-rural que, originaria del Asia Central, decide emigrar del
Kurdistán turco o iraquí a un país europeo-occidental (plenamente urbanizado, de
historia, mentalidad y vida material radicalmente distintas).
Parte de las experiencias a veces poco tomadas en cuenta al referirse a estos procesos de
socialización ocurridos en mundos culturales extraños, se encuentra en los fenómenos de
inserción de los extranjeros en ámbitos comerciales, profesionales y artísticos modernos
en Occidente. Los casos de artistas nacidos en países extranjeros, o de emigrantes que
logran desarrollar sus artes en ámbitos culturales distintos a los de sus orígenes étnicos
son, de suyo, ejemplos notables de experiencias y procesos de interculturalidad, según se
interpreta en este ensayo en el que mostramos los casos de artistas que recrean y cultivan
sus orígenes étnicos familiares a través del dominio que logran tener sobre los recursos
culturales adoptados en Occidente.
Luego de enunciar algunas apreciaciones generales indispensables, pasemos a considerar
los tres casos anunciados, donde observamos testimonios notables de artistas kurdas
cuyas familias emigraron del Asia a Europa. Se trata, como se apreciará de acuerdo con
lo interpretado, de procesos de interculturalidad que recurren a la industria de la música
popular moderna, y al arte de la composición e interpretación musicales, para expresar un
fuerte compromiso étnico con la cultura del pueblo kurdo y una identidad con la lucha
por su derecho a un territorio propio y a un Estado soberano.

La cultura pop, la identidad y las estrellas kurdas de la música popular


Las familias de las dos primeras jóvenes, Chopy y Dashni, huyeron del Kurdistán Iraquí,
entre los años 1988 y 1997, es decir cuando Irak se encontraba, primero en guerra contra
Irán (Primera Guerra del Golfo, 1980-88) y luego en guerra contra una coalición
internacional que buscaba el derrocamiento de Sadam Hussein (Segunda Guerra del
Golfo, 1990-1991). Ambas mujeres terminaron su periplo en busca de paz y libertad en
un mismo destino, Holanda, país que las acogió como refugiadas y les dio la oportunidad
de iniciar su carrera como artistas. La tercera, nació en Irán, ya que su familia originaria
del kurdo-iraquí huyó de las persecuciones de la dictadura de Hussein; posteriormente,

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previa estancia en Turquía, a la familia se le concedió asilo en Finlandia, donde Helan
iniciaría el camino que la lleva a ser “Helly Luv”.
Hoy día estas jóvenes que se encuentra ente los 28 y 33 años, han logrado gran fama
como artistas en sus países adoptivos, como también entre la población kurda dispersa en
el mundo y obviamente también en el Kurdistán. En un inicio, la fama se dio gracias a
sus excelentes voces y melodiosas baladas; aprovecharon así su éxito inicial para tener
una puerta abierta a los oídos de millones de personas y comunicarles, tanto en inglés
como en kurdo, la existencia de su pueblo, la historia de su sufrimiento, sus costumbres
y, sobre todo, su lucha por la libertad frente a un enemigo tan terrible como el Estado
Islámico.
Interesante es notar que en la sociedad kurda, pese a estar enlazada fuertemente con el
islam, la mujer juega un papel muy importante desde el siglo XIX, lo que incluye su
vínculo con las artes. Una mujer kurda nacida en Mosul, Asnat Barzani (1590-1670), fue
la primer rabino del judaísmo y una gran estudiosa de la Torah. Llegando a ser jefe de
una escuela rabínica, su profunda vocación religiosa la llevó a escribir incontables obras
poéticas. Otro caso es, el de Leila Bedirkhan, nacida de padre kurdo y madre suiza en
1908, fue una conocida bailarina de ballet desde su debut en las tablas a los 27 años.
Nacida en Diyarbakır, la capital del Kurdistán turco, Ayşe Şan fue en la década de 1960,
la primera cantante en utilizar su lengua natal y poder grabar una producción fonográfica.
Más adelante grabó temas a favor del levantamiento de su pueblo contra la dictadura de
Sadam Hussein. Estos, y muchos ejemplos más, son los antecedentes de las actuales
artistas kurdas que utilizan su creación en favor de la afirmación de la identidad y reclamo
de su pueblo.
La primera de ellas, Chopy Fatah, solo tenía cinco años cuando en 1988, su familia
decidió dejar la ciudad de Kirkuk (Irak) para buscar un futuro mejor en Holanda. Allí, en
la paz que les dio Europa, logró una meteórica carrera musical con una serie de discos
interpretados en lengua kurda y algunos singles en inglés. Estas producciones que
combinan la música tradicional de su pueblo con el pop contemporáneo, además de un
buen trabajo en sus videos, le dieron por primera vez a un artista de origen kurdo una
fama sin precedentes en aquellos países que albergan poblaciones del Kurdistán: Turquía,
Irak, Siria, Irán, Armenia y Azerbaiyán, así como países que han recibido la inmigración
de refugiados kurdos, como son los Estados Unidos, Canadá, Alemania, Suecia, Gran
Bretaña y Australia.
Para el año 2009, Chopy, se comenzó involucrar en actividades en pro de una solución
pacífica del conflicto entre el estado turco y los kurdos que habitan la mayor parte del sur
del país, así como en favor de la lucha entre los kurdos iraquíes y sirios contra al
terrorismo del Estado islámico.
Entre los temas más populares de esta cantante, se hallan tres que expresan la identidad
del pueblo kurdo, con su historia y su tierra. La primera canción es “Kirkuk” (2007),
nombre de la ciudad natal de Chopy Fatah, y además la ciudad más importante del
Kurdistán iraquí junto a Mosul. Ambas ciudades siguen siendo un centro de resistencia
de las milicias kurdas.

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Chopy
Fatah

La segunda es “My Homeland” (2013), canción que describe el Kurdistán desde la visión
de los refugiados que tuvieron que huir de su tierra por la violencia, es la historia de
Chopy y otros 10 millones de sus compatriotas distribuidos sobre todo en Europa,
Norteamérica y Australia. En este tema se observa la idea de describir a la patria como
un ser simbólico, como la madre sagrada llena de dones que la hacen única y perfecta. La
letra describe el Kurdistán esencial en sus llanuras y sus montañas y su clima de
estaciones marcadas. Sutilmente se aparecen los colores patrios en “sus campos verde y
oro” contenidos en la bandera del Kurdistán.
Finalmente, el tercer tema es “Peshmerga” (2016), titulado así pues es el término kurdo
para los hombres y mujeres que han decidido tomar las armas contra el EI. Literalmente,
“peshmerga” significa “el que lucha contra la muerte”. La canción “Peshmerga” hace
mención a los hombres y mujeres kurdos que se enfrentaron, como siempre lo hicieron
los kurdos, al terror para cumplir el sueño de crear el estado propio y soñado. En este
tema, se menciona que el peshmerga no es un soldado profesional; menos aún alguien
que eligió las armas (la guerrilla) por un infortunio como el desempleo, sino que es un
voluntario, un hombre cualquiera que lucha por un ideal, el Kurdistán. La canción nos
específica que la lucha es de los peshmergas que viven en Siria, ya que nos dice que se
lucha por Kobaine, localidad siria al borde de la frontera con Turquía.
Nuestra siguiente artista pop es Dashni Morad, conocida como la “Shakira del Kurdistán”.
Ella tiene una historia similar a Chopy Fatah. Su familia huye del terror impuesto por
Sadam a los kurdos y se establece en Holanda, en 1997. Doce años más tarde, cuando
tenía 23, iniciaría su carrera primero como animadora de televisión, y luego como
cantante y activista de ayuda humanitaria.

Dashni Morad

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A diferencia de Fatah, Dashni se aleja algo más de las tradiciones kurdas y toma
elementos de Occidente, lo que incluye bailes muy sugestivos que en muchas ocasiones
le han traído problemas con elementos religiosos conservadores, como también un
masivo apoyo de los jóvenes kurdos. Morad, dejando de lado su carrera en el mundo pop,
sacó en el 2011 un tema con música muy tradicional que describe a su país; la canción se
llama “Kurdistán”
Finalmente, tenemos el caso de Helan Abdulla o, como es conocida entre sus numerosos
seguidores, “Helly Luv”, la más joven y mediática de esta generación de chicas kurdas
que aprovecharon las desventuras de sus familias para transformarse en estrellas del pop,
defensoras de la identidad de un pueblo disperso y sin patria y voceras ante el mundo del
sufrimiento de su gente frente a la violencia extremista. A diferencia de sus dos colegas
antes mencionadas, su familia tuvo un periplo más largo para lograr la deseada paz y
seguridad.

Helly Luv

De Irak a Irán (en donde Helly Luv nació), de allí a Turquía para finalmente llegar a
Finlandia, en el país nórdico la curiosidad la llevó acercarse al canto, al piano, a la
actuación y el baile. En el año 2006 deja Finlandia para vivir en los Estados Unidos, en
donde además de hacer su arte conocido, se ha dedicado al apoyo a instituciones kurdas,
en bien de niños, mujeres y en favor de la protección de animales. Helly logró salir a la
fama a nivel mundial, gracias al video de su single “Revolution” (2015), tema que deja
descrita de manera muy clara la lucha de los kurdos por su autonomía e integración como
nación, la importancia de la mujer en esta lucha y la libertad de credo que existe entre los
kurdos, en donde a pesar de que la mayoría son musulmanes sunníes, existe una
convivencia pacífica con chiíes, cristianos y yazidistas. Es interesante acotar que la
producción del video se realizó muy cerca de Mosul, en donde se daban los combates más
encarnizados entre las fuerzas kurdas y el EI. Elló llevó a los extremistas islámicos a
poner un precio por la vida de Helly.
Esta “movida” de la música kurda contemporánea, se ha utilizado como instrumento
motivador para que un pueblo disperso se afirme en la identidad con su tierra y persista
en la lucha por lograr su autodeterminación. Gracias a las redes sociales y a que estas
cantantes son bilingües, su mensaje ha llegado a rincones del mundo donde la mayoría de
la gente desconocía de los kurdos y su problemática; ha provocado con ello el
reconocimiento de la causa y la identificación de muchos con este pueblo y su lucha. Cabe

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recalcar que los casos de Fatah, Morad y Abdulla, no son aislados; existen muchas más
artistas que siguen el mismo camino, quizás con mayor éxito y repercusión con el propio
público kurdo, ya que cantan en su idioma natal. Podemos mencionar a cantantes como,
Nazdar, Kazhe Hawta, Hoza Alin, Soya entre otras, las cuales día a día, a través de un
arte culturalmente comprometido y utilizando los recursos de la industria occidental,
recuerdan mediante sus letras y melodías que existen los kurdos y que tienen derechos
sobre una patria en la que aspiran vivir con soberanía, que existe, en fin, un sueño
kurdo…Quizá muy pronto exista también el Kurdistán.

“My Homeland” / “Mi Tierra”


Mi tierra, tierra sagrada sobre la que estoy
Cielo de agua y arena
Mi espíritu en tu mano
Cada piedra habla la belleza de tu llanura
Una llama ardiente para encender tu nombre

Mi Tierra, agua a la sed de cualquier hombre


Madre para cada huérfano
Demuestras gracia en cada estación
Nadie oscurecerá jamás con tu luz
Tu sol se levantará hasta la última noche del último hombre

En mi tierra natal, la luz siempre brillará


Y en mis venas todos sus ríos fluyen para siempre
Ningún hombre jamás perjudicará su nombre
Su alma nunca será domada
Su espíritu reina
Mi Tierra, el viento cuenta tu historia
Una oración de esperanza para liberar a sus hijos
Una tierra de promesa para grabar nuestra historia
Con paz y armonía para la eternidad

Desde sus alturas montañosas de antaño


A través de sus campos de verde y oro
Ella es bendecida por una luz desde lo alto
Eso ha sido visto por todos
Y en mis venas todos sus ríos fluyen para siempre
Su espíritu siempre corre libre
https://www.youtube.com/watch?v=NKMdyJbZLTk

En la lírica de mi tierra, se describe no solo la patria añorada a través de una visión idílica,
ya que la cantautora no puede recordar dichos paisajes, sino también expresa de manera
muy bella y melancólica, a la tierra en su dimensión materna. Esta ancestral perspectiva
que humaniza a un territorio y lo dota de características femeninas, es común a todas las
culturas, pero aquí se suman los elementos de la naturaleza, lo que le da un aire panteísta
a esta evocación. También se percibe el uso del término hombre sin ningún reparo sexista,
utilizado en su correcta acepción de ser humano, lo cual la aparta de los disfuerzos de sus
pares occidentales, que encuentran en cada alusión a la palabra hombre, un síntoma del
patriarcado imperante y machista.

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“Peshmerga”

Quien sabe quién es mi amor


Cuál es su negocio y de dónde es
Él no es gendarme
Él no es un espía
Él no es soldado
No está desempleado
Quien sabe quién es mi amor
De qué es su negocio de dónde es
Es un hombre enorme y poderoso
Él es la esperanza de nuestro país
Lo amo mucho
Le daría mi corazón
¿Qué lugar es mejor que Kurdistán?
Siempre cuido de él
Veo nuestra libertad en él
Su hermano es la guerrilla
Él se preocupa por su país
La identidad es Kobaine
No hay miedo en su corazón
Su hermano es la guerrilla
Él es mi amor y yo lo amo
Haría cualquier cosa por él
Solo lo quiero
Nunca lo olvido
¿Qué lugar es mejor que Kurdistán?
Estoy tan preocupada
Mamá hay guerra
Te juro que estoy tan preocupada
Estoy cansada no puedo dormir
Sí. Mamá, pienso que mi destino es ese
Está enamorado de su país
Y estoy preocupada por él
Puedes ver ahora quien es mi amor
Cuál es su negocio y de dónde es
Él es nuestro héroe
Él es peshmerga

https://www.youtube.com/watch?v=_bZwy8Efi2o

Aquí asistimos a una descripción emocionada e intensa del personaje popular, el


peshmerga; guerrillero anónimo y espontáneo, que posee como única ideología, un gran
amor por la libertad de su patria. Una vez más notamos que la voz que se expresa en
primera persona, no tiene problemas para desplegar una amplia gama de sentimientos
hacia el personaje y más allá del amor que le profesa, surge una evidente admiración. Es
la mujer que admira al hombre y lo manifiesta sin sentido de culpa, sin tomas de posición
de género. Hasta podríamos decir que ella asume un papel pasivo y distante, típico de la
dama tradicional de la cultura occidental y él, desempeña el rol activo y heróico que
acostumbra otorgársele al varón, para disgusto de las defensoras del feminismo.

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“Kurdistán”
https://www.youtube.com/watch?v=_RmuyO2L-ZI

“Revolution” / “Revolución”
Unidos, unidos estamos marchando sí
Levántate, estamos unidos
Juntos podemos sobrevivir
La oscuridad nunca nos llevará
Larga vida a cada nación
Levántate porque somos mucho más fuertes que uno
Rompiendo el silencio tan fuerte como una pistola
Hermanos y hermanas todos vienen del mismo lugar
Diferentes religiones compartimos la misma sangre
Liberándose
Todo por la paz
Serbesti (Libertad en turco)
Azadi (Libertad en persa)
Marchando como uno
Justicia para nosotros
No nos rendiremos
Es una revolución
Seguiremos luchando
La gente de todo el mundo, alrededor del mundo no se asuste
Vengan juntos y hazles saber, hazles saber que estamos aquí
Estamos justo aquí

https://www.youtube.com/watch?v=fLMtTQsiW6I

Desde el título, provocador y tremendamente apelativo, nos dirigimos a una lírica más
sencilla y directa que las anteriores. La nostalgia y el dolor ceden paso al valor, a la arenga
musicalizada. La modestia de sus imágenes y sus giros lingüísticos, nos advierten de una
composición en las que lo reivindicativo y lo efectista, van de la mano. La letra no es muy
clara, sino supiéramos la procedencia de la autora, esta canción podría instalarse en
diversos contextos, por lo que aparenta ser un producto destinado tanto a la causa
libertaria del Kurdistán como a cualquier destinatario que lo adopte según su propia
experiencia.

Reflexiones finales: a manera de conclusión


Algunas particularidades que podemos notar en las tres intérpretes reseñadas y la lírica
de sus canciones es que son mujeres quienes representan con mayor ímpetu y éxito el
lamento de una nación con el destino trágico que ya mencionamos y que se han convertido
en la voz en el exilio de una cultura ancestral y poderosa. Un exilio singular por tratarse
de una cultura desterritorializada.
Es de sobra conocido el rol subordinado que desempeña la mujer en las culturas orientales
y si bien se ha señalado que los kurdos son tradicionalmente menos patriarcales que otras
etnias, no por ello escapan de las costumbres establecidas en las regiones que habitan.
Por dicha razón, que sea un grupo de intérpretes femeninas quienes mayor resonancia han

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conseguido al representar la identidad kurda en todo el mundo, no deja de ser curioso.
Aun reconociendo que músicos varones han incursionado también en esta noble cruzada,
como Salim Serhed, mártir de la causa; asesinado en Estambul solo por cantar en Kurdo
o Aram Tigram. Armenio pero que prometió a su padre, criado por kurdos, difundir la
cultura de ese pueblo errante; la resonancia y el éxito internacional ha sido patrimonio de
las mujeres. Ello, de por sí merece una mirada más profunda a la propia cultura kurda,
pero sobre todo al horizonte de expectativas de los aficionados foráneos que escuchan su
música. Cabría preguntarse, qué hace que el público sea más receptivo con la propuesta
de ellas en comparación con la de sus pares masculinos. Tal vez, aventurando una
hipótesis, lo negativo de una situación ha terminado causando un efecto positivo. Es decir,
el papel subordinado de la mujer del medio oriente, lo que la convirtió en una presencia
accesoria, casi invisible, digno de una compasión solidaria; puede haber encerrado una
inesperada ventaja: la de acoger con mayor curiosidad y simpatía cualquiera de sus
manifestaciones artísticas, al considerarlas novedosas, nacidas de la desventura y hasta
reivindicativas.
Otro aspecto muy interesante es aquel que genera un conflicto dentro de la propia noción
de arte; nos referimos a la vieja dicotomía entre lo estético y lo comercial, lo que se
expresa de la siguiente manera: una revolución musical que encierra a su vez una
revolución identitaria y cultural como la que comentamos, podría haber estado
íntimamente ligada a manifestaciones más encumbradas del arte, como se ha visto a través
de la historia de la humanidad. La lista es enorme y podríamos incluir al Siglo de Pericles
en Atenas o al de Augusto en Roma, pasando por el Renacimiento y, ya en el siglo XX,
por la gran subversión vanguardista. Todos ellos exhiben una nómina grande y prestigiosa
de intelectuales y artistas que dedicaron su esfuerzo a los géneros estéticos considerados
más cultos o elitizados.
Es por ello que quizá esperaríamos de parte de la trilogía aquí mencionada la utilización
de estilos más integrados al canon formal de la música o corrientes experimentales como
las fusiones; sin embargo, reparamos en que este movimiento utiliza como vehículo de
difusión al pop, género comercial, poco valorado por los especialistas y por el público
melómano. El pop, es así un cajón de sastre o un desván difuso en el que se mezcla todo,
pero de manera poco procesada y cuya etiqueta no es más que una coartada para encubrir
un género facilista y básico en letra y en acordes.
Si bien, en los 50, la noción Popular music, revelaba un origen emparentado con las
marcas genuinas de cada pueblo, es decir con las manifestaciones vitales y propias de una
cultura; con el tiempo, solo algunas corrientes y ejecutantes respetaron el espíritu del
término y forjaron subgéneros que luego alcanzaron autonomía y han sobrevivido al paso
del tiempo. Ejemplos notables de ello, son los diversos tipos de la denominada “Canción
protesta”, que en el ámbito estadounidense representaron Woody Gutrhie, Pete Seeger,
Joan Baez y el flamante premio Nobel, Bob Dylan; en el hispano, los dieciséis jueces,
Raimón y Serrat y en el latinoamericano, la Nueva Trova cubana, la nueva canción
chilena y los argentinos Víctor Heredia y Mercedes Sosa, entre otros.
Pero, en la mayoría de los casos, el término pop es prácticamente una denominación más
cercana al marketing y a los negocios que a la música, y las fluctuaciones de la oferta y
la demanda son las que manejan su génesis y elaboración. Las leyes del mercado son
implacables. Si los artistas desean insertarse en el mundo de la música formal y aguardan
difusión, deben ofrecer a las casas discográficas un producto en el que la originalidad, la
riqueza formal y el valor estético se subordinan a lo que el oído complaciente de la masa
“quiere escuchar”.

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La gran industria de la música incluye a las emisoras de radio y televisión, y en los
tiempos que corren a los soportes tecnológicos virtuales que están al servicio
mayoritariamente de los éxitos bailables o de las letras facilistas y repetitivas, plagadas
de lugares comunes. Esto, que visto así sería un lastre, ha servido por lo contrario como
una estupenda caja de resonancia en Occidente sobre todo, y ha facilitado la asimilación
de las líricas reivindicativas y patrióticas de las vocalistas kurdas mencionadas, puesto
que en la mayoría de casos están acompañadas de melodías pegajosas y básicas. A todo
lo mencionado se suma la indiscutible belleza de las tres intérpretes y la indumentaria
ecléctica que lucen, particularmente Hely Luv, que mezcla un estilo sensual y revelador
con prendas y colores nativos del Kurdistán, o en buena cuenta, que, a ojos del público
occidental, se asumen como tales.
Finalmente, la neutralidad en el enfoque de género que asumen las tres cantantes, las
aparta de las consabidas y reiterativas proclamas cercanas al feminismo, que caracterizan
a las intérpretes occidentales, que se precian de ser “cultas” y “políticamente correctas”.
Un ejemplo es la utilización de la palabra hombre, que como sabemos, en sentido general
alude al ser humano, pero que por nuestro sistema de convenciones ha derivado en el uso
preferente para referirse al varón. Las letras de estas intérpretes no pierden el tiempo en
aclaraciones evidentes y menos aún ingresan al pintoresco juego lingüístico que se inició
con la buena intención de contribuir a la equidad entre géneros y que ha devenido en una
anecdótica y nada subversiva deformación de la grafía del español, por mencionar un
ejemplo que nos involucra. Aquí nos encontramos con tres mujeres que, a pesar de
experimentar un pasado y un contexto radicalmente machistas, están más interesadas en
contribuir con la causa libertaria de su nación que en repetir trillados discursos de sus
equivalentes occidentales -las que irónicamente se ubican en una situación privilegiada,
en comparación con la citada trilogía kurda-.
En conclusión, el interés que despierta la postergada construcción de un estado kurdo,
cuenta con un ingrediente especial e inesperado: la eclosión de tres mujeres valientes y
hermosas que logran el éxito en los terrenos de la industria de la producción musical a
través de una identidad comprometida con las causas y la cultura de sus ancestros.

REFERENCIAS
Huntington, Samuel 2004 Identidades: nacionales y otras. ¿Quiénes somos? Los desafíos
a la identidad estadounidense. Barcelona: Paidós.

Kendall, Diana 2011 Cultura. Sociología en nuestro tiempo. 8° edición. México:


CENGAGE Learning.

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