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Rodolfo A. Raffino
Universidad Nacional de La Plata
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All content following this page was uploaded by Rodolfo A. Raffino on 28 July 2020.
L O S INKAS
DEL KOLLASUYU
PARTICIPAN:
DANIEL E. OLIVERA
LIDIA A. IACONA
GABRIELA M. RAVIÑA
LIDIA BALDINI
RICARDO J. ALVIS
Ramos Americana
La reproducción to tal o parcial de este libro , en cualquier
form a que sea, idéntica o m odificada, escrita a m áquina, p or
el sistema “ M ultigraph” , m im eógrafo im preso, e tc . n o autori-
zada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier
utilización debe ser previam ente solicitada.
IS B N 9 5 0 -0 2 2 9 -00
RAMOS AMERICANA
marzo de 1983
L a H u e r ta ( p la n ta y p e r s p e c tiv a ) . U n e s t a b l e c i m i e n t o I n k a in s-
c r ip to d e n t r o d e o t r o p r e - e x i s t e n t e d e la c u l t u r a H u m a h u a -
ca. S u d is p o s ic ió n g e n e r a l r e c u e r d a a L a C a sa M o r a d a d e L a
P a y a , e s tu d ia d a p o r A m b r o s e t t i a p r i n c i p i o s d e s ig lo . L o s
ra sg o s I n k a r e g is tr a d o s s o n u n s o f i s t i c a d o R . P . C ., h o r n a c i-
n a , K a lla n k a y e s c a lin a ta e n p i e d r a (P . A . )
.De como Tupac Inca tornó a salir del Cuzco
"
y como fue al Collao y de allí a Chile y señoreó las na-
ciones que hay en aquellas tierras...” ... Yendo victorioso
delante de los Charcas, atravesó muchas tierras e provin-
cias y grandes despoblados de nieve, hasta que llegó a lo
que llamamos Chile, y señoreó y conquistó todas aque-
llas tierras, en las cuales dieen que llegaron al río de Mau-
le. En lo de Chile hizo algunos edificios, y tributáronle
de aquellas comarcas mucho oro en tejuelos. Dejó gober-
nadores y mitimáes, y puesto en orden lo que había ga-
nado volvió al Cuzco... ” Pedro Cieza de León, 1552.
R.A.R.
Museo de La Plata
Otoño de 1981
CAPITULO I
EL INKARIO EN LA HISTORIA DE LA
ARQUEOLOGIA
1 - Período Etnohistórico.
"... e l e s tu d i o d e lo s m o n u m e n to s a r q u ite c tu r a le s d e lo s
p e r u a n o s a d q u ie r e la m a y o r im p o r ta n c ia p a r a la in v e s ti
g a c ió n d e su h is to r ia y c iv iliz a c ió n ... ”
"... E s ta s ru in a s a rro ja n ta m b ié n m u c h a lu z s o b r e las c o s
tu m b r e s , lo s s is te m a s d e v id a y la o r g a n iz a c ió n p o lític a ,
s o c ia l y d o m é s tic a ... ”
( G .E . S q u ie r ; 1 8 6 3 - 1 8 6 5 ) .
3 — Período Descriptivo-Cronológico.
( F . M . U h le ; 1 9 0 9 ) .
1- Categoría espacial:
5 Los nueve últim os, dados a conocer recientem ente por R. Stehberg, son
cem enterios con situación de co n tacto Inka y local.
o conchal carente de arquitectura, si se trata de un ofrendatario
ubicado en las altas cumbres provisto o no de infraestructura
(plataforma ceremonial) y, finalmente, si este sitio ha sido regis
trado solamente por informática etnohistórica.
Es necesario explicar, en tom o a este cuadro, nuestra con
vención utilizada para discernir sobre la situación de contacto pre
sente en cada sitio y registrada por nosotros en dos categorías: si
tio puro o mixto. Al respecto, diremos que el hallazgo de tecnolo
gías, tanto infraestructurales como mobiliares, exclusivamente atri
buidas como de manufactura Inka, ha sido la condición necesaria
para adscribir a la instalación como Inka pura. Mientras que la pre
sencia de ergologías de manufactura local y directamente asociada
a la imperial, permite diagnosticar al sitio que las contiene como
mixto.
En la práctica, esta diferenciación ha sido para nosotros
muy operativa, por cuanto permitió comprobar que, con excep
ción de una buena parte de los llamados santuarios de altura (poco
menos de medio centenar de instalaciones), casi no se han registra
do sitios inkaicos puros dentro de los Andes Meridionales; ello im
plica una ausencia de sitios aislados de arraigos locales y coetá
neos, lo cual, desde ya, nos adelanta un aspecto relevante y casi
concluyente en tomo a la naturaleza de la penetración imperial.
El cuadro II de esta obra da cuenta de una muestra de 45
instalaciones seleccionadas del total de 246, para un análisis más
exhaustivo, tanto individual como comparado, de sus respectivos
tipos de emplazamiento, característicos de la instalación, atributos
o rasgos arquitectónicos y asociación. Esta selección recayó sobre
aquellos sitios mejor documentados, a expensas de investigaciones
más sistemáticas, ejercidas en algunos casos mediante excavaciones
estratigráficas. El intento tuvo por objetivos, registrar las variantes
presentes en el sistema ocupacional Inka, así como las presencias-
ausencias y frecuencias de los rasgos arquitectónicos imperiales,
clasificados por nosotros como de primer orden. También permitió
registrar la presencia cuantitativa de sus asociaciones. De la puesta
en práctica de estos mecanismos comparativos fueron emergiendo,
poco a poco, instalaciones que, por el caudal y cualidad de los ras
gos que contenían, pasaban a adquirir una significativa relevancia
entre las 45 codificadas. A la vez, ésto nos permitió discernir en
tomo a los densos y apasionantes aspectos económicos, políticos
y administrativos que motivaron la presencia Inka en los Andes
Meridionales. Aspectos que, por obra de una analítica sistematiza
da de rasgos culturales —específicamente de la infraestructura-
permitió aprehender formas, inferir funciones y cuantificar esca
las urbanas, abriendo la puerta a los más profundos interrogantes
en tom o a estos legendarios h ijo s d e l so l.
Dentro de este aspecto general de la muestra y metodología
por nosotros analizadas, no han sido pocas las dificultades enfren
tadas, de las cuales indudablemente las más evidentes están gene
radas por las diferentes formas y tácticas utilizadas por los investi
gadores, para la colecta de la información arqueológica, la cual en
muchos de los casos, posee visos de subjetividad y falta de una ex-
plicitación adecuada. Lamentablemente, estas dificultades se han
comprobado no sólo en las investigaciones originadas a partir de la
segunda mitad del pasado siglo y primer tercio del actual, en cuyo
caso les cabe una razonable justificación, sino también en trabajos
más recientes, realizados ya durante las dos últimas décadas.
Quedan potencialmente abiertas a futuras investigaciones,
varias regiones alojadas dentro del paisaje andino que, por el mo
mento, son verdaderas zonas c ieg a s en informática arqueológica.
Este es el caso de los actuales departamentos bolivianos de Potosí
(sólo ha proporcionado dos instalaciones con presencia Inka), San
ta Cruz (tres sitios), Chuquisaca (ocho sitios) y Tarija (dos sitios).
Cuando pueda ser superada esta alarmante falta de investigaciones
de campo, seguramente podremos percibir con mayor claridad al
gunos tópicos momentáneamente difusos. Similares apreciaciones
nos sugiere el departamento de Cochabamba, dentro del cual nues
tra colecta sólo alcanzó a registrar ocho instalaciones con infraes
tructura imperial, donde, de acuerdo a noticias periodísticas gene
radas en La Paz (R. Sanzetenea; El Diario, 8-8-1973), se localiza
rían alrededor de ochenta sitios con vestigios Inkas.
Rinconada Puna
Cochinoca Puna
Sayate Puna
Casabindo Puna
Rincón Salinas Puna
El M oreno Puna
Cerro M orado Puna
R odero Qda. Hum ahuaca
Yacoraite Qda. H umahuaca
Calete Qda. Hum ahuaca
La H uerta Qda. H umahuaca
Papachacra Qda. Humahuaca
Tilcara Qda. H umahuaca
Ciénaga Grande Qda. Humahuaca
Nevado Chañi Qda. del Toro
Nevado Castillo Qda. del Toro
Punta Ciénaga Qda. del T oro
Las Cuevas IV Qda. del Toro
Las Zorras Qda. del Toro
Incahuasi Qda. del Toro
Agua Hedionda R.Los Sauces
Osma Valle de Lerma
Corrales Viejos Qda. del Toro
Pro. Payogasta Valle Calchaquí
Nevado de Acay Valle Calchaquí
Queshuar Puna
Pastos Grandes Puna
Icomán Puna
Socompa Puna
Pular Puna
Pilli Puna
Juriques Puna
Licancabur Puna
Cerro Bonete Puna
Chuculai Puna
Llullaillaco Puna
T ebenquicho Puna
A ntofalla Puna
A bra M inas Puna
Cerro Gallán Puna
C oyparcito Puna
La A lum brera Puna
La H oyada Valle C alchaquí
Nevado Cachi V alle C alchaquí
C ortaderas Valle C alchaquí
C hoique Valle C alchaquí
L. O ratorio Valle C alchaquí
T ero Valle C alchaquí
Q uintián (G uitian) Valle C alchaquí
Agua Los L oros Valle C alchaquí
T intín Valle C alchaquí
L a Paya Valle C alchaquí
San Rafael Valle C alchaquí
A m aicha Valle C alchaquí
Tacuil Valle Calchaquí
El Peñón Puna
El Peinado Puna
Los Patos Puna
Azufre o Copiapó Copiapó
Las Cuevas 68° 20’ - 27° L.S.
Laguna Colorada Puna
Corral Blanco Puna
Angastaco Valle Calchaquí
Quilines Valle Santa María
Fuerte Quemado Valle Santa María
Punta de Balasto Valle Santa María
Nevado Aconquija Sa. Aconquija
Ingenio del Arenal Sa. Aconquija
Los Choyanos Sa. Aconquija
Fuerte de Andalgalá Cpo del Pucará
Chaquiago Andalgalá
Hualfín Hualfín-Abaucan
Quillay Hualfín-Abaucán
Mishma Hualfín-Abaucán
Shincal Hualfín-Abaucán
R andullos Hualfín-Abaucán
Watu ngasta Hualfín-Abau cán
Costa de Reyes H ualfín-Abaucán
Mojón 764 Hualfín-Abaucán
Tam b. Cazaderos Sa. Fam atina
Angulo Sa. Fam atina
Paso del Tocino Sa. Fam atina
Pam pa Real Sa. Fam atina
Negro Overo Sa. Fam atina
Chilitanca Sa. Fam atina
Tamb. del Inca Chilecito
Pirquitas Sa. Fam atina
Rincón Toro Sa. Fam atina
Los M udaderos V. Vinchina
Paila La Rioja
El Potro-Peña Negra Precord.Chil.
Nevado de Tam-
b ilb s San Juan
Anchumbil V. Vinchina
Guandacol Sa. Guandacol
Paso del Lamar San Juan
Infiernillo San Juan
Im án San Juan
El Toro San Juan
R ío F río San Juan
Las Tórtolas San Juan
Doña Ana Precor. Chilena
Mercedario San Juan
Paso Valeriano San Juan
Angualasto San Juan
Barreal San Juan
Barrealito San Juan
Tocota San Juan
Calingasta San Juan
Tambillos Vlle. Uspallata
Tambillitos Vlle. Uspallata
Ranchillos Vlle. Uspallata
Pucará de Los
Sauces Sa. de Velazco
Mogotes San Juan
Alcaparrosa San Juan
Pachimoco San Juan
Río Los Tambos San Juan
Pircas Negras San Juan
Pircas Blancas San Juan
Paso del Inca San Juan
Aracar Puna
Tacna Tacna
Chungara Lag. Chungara
Rosario-Peña blanca Vlle. L luta
La Lisera Arica
A lto Ramírez Arica
Playa Miller-6 Arica
Purisa Arica
Copa Quilla Arica
Hacienda C am aro
nes Vlle.Camarones
Saguara-2 Vlle.Camarones
Camarones Sur Vlle. Camarones
Saguara-3 Vlle. Camarones
Cerro T apata Vlle.Cam arones
Moquella Pisagua
Cerro Esmeralda Iquique
El Tojo Vlle.Collacagua
Caserones Tarapacá
Pica Oasis de Pica
Quillagua Valle Loa
Cupo Valle Loa
Turi Valle Loa
Lasaña Valle L oa
Chiuchiu Valle Loa
Los M orros I Valle del Salado
Toconce V alle d e T o c o n c e
Volcan C olorado 22º 38’ ; 67º 57’
Volcan Miño 2 1 º 1 1 '; 6 8 ° 3 7 ’
T olar del Carmen T o co p illa
Miñique S an P ed ro A tac a m a
Vilama S an P e d ro A ta c a m a
Catarpe S an P ed ro A tac a m a
Q u ito r S an P e d ro A tac a m a
Z apar S an P ed ro A ta c am a
Peine San P ed ro A ta c a m a
Quimal San P ed ro A ta c am a
Cerro L a Sal S an P e d ro A ta c am a
A scotan 6 8 º 1 0 ’; 2 1 ° 4 0 ’
Taltal B a h ía T altal
Juncal Q da. Ju n c a l
Tam bo de Carrizo Q da. de C a rriz o
Inés Chica Q da. In és
Tambo R ío Sal Q da. S ala d o
Finca Chañaral C hañaral A lto
Caldera B ah ía C ald era
Bahía Salada B a h ía S alad a
Co. Capis-Cerrillos C o p iap ó
Copiapó/Basural C o p ia p ó
Punta Brava C o p ia p ó
H om itos C o p ia p ó
Viña del Cerro C o p ia p ó
Cerro Castaña C opiapó ___________
Iglesia Colorada Copiapo
Freirina V. Huasco
A lto del Carmen V. Huasco
Vallenar V. Huasco
Los Infieles Alte. La torre
Fierro Carrera A lte. L atorre
Los Puntiudos Alte. L atorre
Agua de Nogal A lte. L atorre
C o.Juan Soldado La Serena
Vicuña La Serena
P unta T eatinos La Serena
Altovalsol V. Elqui
Potrero El Silo V. Elqui
P u n ta de Piedra V. Elqui
Peñuelas La Serena
E stadio Ovalle Ovalle
H uana Ovalle
Los T oyos S. Q uebraditas
Gu anda col Qda. R ío H urtado
Q da.de Piedra Qda. de Piedra
R incón del V iento V. H urtado
Petorca R ío P etorca
Q uillota V. A concagua
Marga-Marga Co. MargaMarga
Las Dichas, E stero Valparaíso
Co. Los Paraguas Cartagena
Santo Domingo R ío M aipo
Aconcagua Prov. A concagua
Co. El Plomo Pcia. Santiago
Colina Pcía. Santiago
La Reina Santiago
San Borja Santiago
Jardín del Este Santiago
Conchalí Santiago
Talagante Talagante
San Agustín de
Tango Santiago
Chena Santiago
Nos San Bernardo
Hacienda Principal R ío Maipo
Chupalla Río Maipo
El Canelo Río Maipo
Collipeumo Pcia. Santiago
Paine Depto.Maipo
Apaltas Pcia.Colchagua
San Vicente Tagua Tagua
Hacienda Colchagua Pcia. Colchagua
Yaquil (Cachapoal?) Río Tinguirica
Maulé (Río Claro?)
(Itata?) R ío Claro
Hacienda Chacabuco Co. Chacabuco
Cogotí 18 Combar balá
Inkallajta Cochabamba
L akatam bo II Mizque
Batanea Pulquina
Samaypata Florida
Floripondio Florida
Pulquina Pulquina
O roncotá Chuquisaca
Inkarracay Cochabamba
Incahuasi Lagunilla
Santa Elena Camargo
Incahuasi Camargo
Condorhuasi Tupiza
C uticutuni R ío Ay opaya
San Lucaa Chuquisaca
Tomina Chuquisaca
Sucre Chuquisaca
Culpina Cinti
Tolom osa Tarija
Pucarilla Valle Grande
Colcapirhua Cochabamba
Illuri Cochabamba
Sipisipi Cochabamba
Arani III Cochabamba
Laguna Ram aditas P otosí
CAPITULO III
ARQUEOLOGIA DE LOS INKAS DEL KOLLASUYU
Ascotán—Laguna Ramaditas
Negro Overo—Pampa Real
Co. El Toro—Paso Valeriano
Co. El Potro—Peñas Ne
gras—Paila
Imán—Pircas Negras
E — El torreón
G —La Tronera.
B. C o b o ; 1 6 5 3 ; L ib . X IV , C a p . X II: “ D e lo s e d if ic io s ...”
J — Construcciones excepcionales.
C a c h i,N d o .d e (N º 43)
Chanchani, Ndo. (Perú)
M orado, Co. (N ° 7)
R ío F río , (N º 95)
a — Plataforma artificial:
8 H e m o s i n c l u i d o d e n t r o d e la m u e s tr a d e l o s l l a m a d o s s i t i o s d e a l t u r a a
C o . L a s P a la s , C h a n c h a n i, M isti, P ic h u P i c h u , S a r a S a r a y C o r u p u m a ( u b i c a
d o s e n t e r r i t o r i o p e r u a n o ) q u e n o a p a r e c e n r e g is tr a d o s e n n u e s t r o C u a d r o I
p o r q u e e s c a p a n g e o g r á f ic a m e n te al á re a in v e s tig a d a . T o d o s e ll o s h a n s i d o d a
d o s a c o n o c e r p o r el C IA D A M a tr a v é s d e s u s p u b l i c a c i o n e s y a q u i e n e s , d e s -
d e y a , r e it e r a m o s n u e s tr a a d m ir a c ió n p o r e l e s f u e r z o r e a l iz a d o .
Plataform a artificial de Cerro E l P lom o (según el plano de L. Krahl; en Most-
n y, 1957).
En términos generales, podemos intentar una clasificación
de las plataformas artificiales que abarcaría tres tipos:
2 — Rasgos mobiliares
A — La Alfarería:
VILUCO INKA
La llamada cultura Viluco, que se desarrolló dentro de la
subárea Centro Oeste de Argentina o región Cuyana, a partir del
año 1000 d.C., presenta en su Fase II, o Epigonal, netas evidencias
de contacto con la cultura Inka, y posteriormente con los españo
les.
Las formas de la alfarería Viluco son ollas, jarras de esa late
ral vertical, y escudillas de formas variadas. Estas últimas pueden
ser de bordés lisos, con elevaciones triangulares, u ornitomorfas.
También se registran formas que poseen reminiscencias de los clási
cos Keros centroandinos.
La decoración realizada sobre un engobe pulido, es bícroma,
marrón-rojizo y ante; o polícroma, marrón, rojo y ante. Los moti
vos plasmados más frecuentemente son triángulos yuxtapuestos
con una estrella en su interior, y líneas lisas o festoneadas y escalo
nadas, que se disponen en bandas horizontales.
Respecto del origen y vinculaciones de la cerámica de Vilu
co, H. Lagiglia (1976) piensa que se hallan fundamentalmente en
la región Central de Chile. En esa región una antigua tradición de
cerámica andina originaría por influencia de las culturas de la Puna
Chilena “...c o m o c e n tr o s e c u n d a r io d e p e n e tr a c ió n d e in flu e n c ia s
d e l T ia h u a n a c o E x p a n s iv o ...” ( o p . cit.: 259) a los tipos Aconcagua
Salmón, Pitriniense y Tiruanense; a partir de los cuales, y “ ...c o n la
lleg a d a d e las p r im e r a s in flu e n c ia s in cá sica s se in teg ra ría d e fin itiv a
m e n te la fa se II d e V i lu c o ...” (op. cit.: 261). Sobre este sustrato
actuaría posteriormente la influencia hispánica.
Un proceso similar parecería observarse hacia el Sur de la
región Central de Chile, con la cerámica del llamado Complejo Val-
diviense, o Neoaraucano descripta por O. Menghin (1960), en la
que se detecta un momento de influencia Inka y otro posterior,
con formas e iconografías hispánicas.
En la región ocupada por la cultura Viluco, se hallan común
mente, y asociadas a la fase Viluco II, vasijas de tipo Diaguita-Inka
Chileno.
La presencia de este estilo Diaguita Inka en varias instalacio
nes arraigadas en la subárea Centro Oeste (como por ejemplo Já-
chal y Tocota, de la Provincia de San Juan; Tambillitos y Ranchi-
llos en el valle de Uspallata), puede dar pie a la inferencia del tras
lado de grupos M itm a q desde Chile por obra de los Inkas.
Un interesante sitio de la región cuyana es el de Tambillitos,
estudiado por R. Bárcena (1979) en el cual, y a diferencia de o-
tras instalaciones ubicadas más al Norte, se observan claras afinida
des con la cerámica del Centro de Chile, e incluso con la del Norte
Chico, concretamente con los estilos Diaguita (Coquimbo Polícro
mo) y el llamado c u a r to e s tilo , que se caracteriza por dibujos en
negro, contorneados de blanco, sobre rojo. En oposición a estas si
militudes, las relaciones entre las alfarerías localizadas en Chile y
las más septentrionales del Noroeste Argentino, es decir al Norte
de San Juan, parecieran limitarse a los tipos asignables al Cuzco
Polícromo.
INKA-PACAJES
El tipo cerámico conocido como Inca-P acajes, originario de
la cuenca Sur del lago Titicaca, y asignable en sus momentos más
tardíos al grupo etnohistórico de los Pacaxes, fue identificado ori
ginalmente por S. Ryden (1947), durante sus excavaciones en Boli-
via.
Posteriormente, y debido a la aparición de fragmentos seme
jantes en diversos sitios arqueológicos del Norte de Chile, como
Rosario-Peña Blanca de la región de Arica (N° 132 en el Cuadro I),
fue descripta por C. Munizaga (1957), bajo la denominación de In-
ca Pacajes o Inca Provincial de la Cuenca Sur del lago Titicaca.
Otra denominación, más reciente, para este estilo cerámico provie
ne de los hallazgos efectuados en la región de Arica, y es la de Sa-
x a m a r . (Dauelsberg, P; 1969).
La recurrencia en las asociaciones que esta cerámica posee
con otros tipos cuzqueños o Inkas locales hallados en el Norte de
Chile, motivó la propuesta de A. Llagostera Martínez (1976) de la
existencia de un C o m p le j o In c a A lto a n d in o .
La amplia distribución de la cerámica Inka Pacajes en el
Area Andina Meridional, incluye también el Noroeste Argentino;
específicamente la región puneña de Antofagasta de la Sierra (sitio
Coyparcito), Yavi y La Quiaca. Se la registró en la quebrada de
Humahuaca en los sitios de Rodero, Tilcara y Yacoraite (Nos. 8, 9,
y 12 del Cuadro I). También fue hallada en la quebrada de Lura-
catao (O. Bregante, 1926), quizás en el sitio Inka de La Hoyada
(Nº 42 del Cuadro I) y por H. Difrieri en el Potrero de Payogasta
(Nº 23 del Cuadro I). Para este último sitio vale la pena aclarar
que aunque fue asignado al estilo Inka Paya, su iconografía perte
nece al Inka Pacajes. Mientras que el fragmento Inka Pacajes halla
do en Rodero por L. Lanzone (1968: 80) carece de adscripción
por parte de la autora, quien lo clasifica como “. . .t r o z o a ló c to n o
d e c e r á m ic a fin a ...” En todos estos sitios mencionados, la baja fre
cuencia con que se registra el estilo Inka Pacajes le asigna un com
portamiento francamente intrusivo dentro de los contextos loca
les.
Algunos aspectos altamente significativos registrados en la
región de Copiapó por J. Iribarren en 1958, en los sitios Cerrillos
B y Carrizalillo (No 176 en el Cuadro I) son los hallazgos de alfa
rería con influencia Inka Pacajes asociados a ergologías clásica
mente puneñas como cuchillones y palas de madera. Esto se com
prueba en los enterratorios efectuados en criptas construidas en
cuevas naturales similares a las chullpas, y por ende con claras re
miniscencias de los típicos contextos puneños tardíos y preinkai-
co8 del Noroeste Argentino, que también toman contacto con los
Inkas, siendo sus instalaciones más representativas las de Rincona
da, Cochinoca, Doncellas, Casabindo y Sayate. (Nos. 1 al 4 en el
Cuadro I).
Una de las explicaciones de estas presencias de ergologías
y tipos funerarios puneños tan selectivos y alejados de su ámbito
original, podría también recaer en la existencia de mitmaq desa
rraigados desde el altiplano puneño hacia Copiapó por obra de los
Inkas.
A modo de síntesis, podemos decir que la presencia de la al
farería Inka-Pacajes se registra con mayor intensidad en las regio
nes de Arica, situación que podría ser extensible a la mayor parte
de la Prov. de Tarapacá; mientras que en el resto del área Andina
Meridional se limita a la Puna jujeña, la quebrada de Humahuaca y
el valle Calchaquí Norte. Estas presencias meridionales del estilo
Inka Pacajes parecerían no trasponer el paralelo de 27º de Lat.Sur.
El estilo Inka-Pacajes se caracteriza por una cerámica de pas
ta rojiza, homogénea y de superficie muy acabada. La decoración,
realizada en negro sobre rojo, presenta como motivo más común
una serie de auquénidos estilizados, ordenados en círculos concén
tricos sobre la superficie interna de los pucos o escudillas y tam
bién en el cuello de aribaloides. Estas llamitas pueden ser reempla
zadas por otros motivos, manchas o círculos pequeños, ordenados
siempre de la misma manera y acompañados o no de líneas ondula
das contorneando el borde de las vasijas.
En cuanto a las formas, si bien la más común es la escudilla
plana, generalmente con asa omitomorfa (forma g de la cerámica
del Cuzco según J.Rowe; 1944), también son comúnes los aríba-
los y jarritos (R. Schaedel, 1957:47).
A pesar del acuerdo general en asignar a la Hoya del Titicaca
el foco de esta cerámica; así como una cronología que la ubica en
el momento de expansión Inka en el área que nos interesa, ha si
do planteada la alternativa de que la misma haya penetrado en
tiempos preinkas en el Norte chileno. Así, Llagostera Martínez
(1976) propone la posibilidad de que haya llegado a Chile por me
dio de grupos originales de la Cuenca del Titicaca (Lupacas, Paca-
xes), quienes habrían mantenido asentamientos c o lo n ia le s (etno-is-
las) en zonas cercanas al Pacífico, cuando aún esta última región
no había sido conquistada por los Inkas.
Este autor funda su hipótesis en hechos etnohistóricos y ar
queológicos. Con respecto a los segundos, cree que es sugestiva la
ausencia en la Provincia de Tarapacá de una cerámica Inka local,
situación que se invierte hacia el Sur con la presencia del tipo Dia-
guita-Inka. Consecuentemente con lo anterior, plantea dos mane
ras de ocupación Inka en el Norte chileno. Una de ellas indirecta,
a través de grupos aitiplánicos ya inkaizados; y la segunda directa,
que ocupa las zonas situadas al Sur de Tarapacá.
Ya hemos adelantado que la cerámica decorada con llami
tas en negro sobre rojo fue hallada también por J. Iribarren Ch. en
Copiapó. Este autor considera que se encuentra allí una fase más
tardía de desarrollo local, caracterizada por una cerámica decorada
en negro sobre rojo con tales motivos. Pero, vale la pena aclarar
que el estilo difiere de las que se hallan en el Inka-Pacajes, lo que
según el: “ . . . p e r m i t i r í a n e s t a b l e c e r u n a c la ra s e p a r a c ió n e n tr e la
a lf a r e r ía s e p t e n t r i o n a l c o n o t r a m á s m e r i d i o n a l . .. ” (op. cit.;
1958).
Respecto a esta cerámica de Copiapó, diremos que las vasi
jas no poseen las estrictas características decorativas del Inka-Paca-
jes, ni tampoco presentan una morfología Inka; por tal razón sólo
pueden ser consideradas como producto de una influencia indirec
ta del estilo originario Inka-Pacajes. Vale la pena, finalmente, rei
terar que estas influencias del Inka-Pacajes no parecen extenderse
al sur del R ío Copiapó.
INKA DIAGUITA
B - La Madera:
Otras pruebas arqueológicas de la presencia Inka, en lo con-
cerniente a las tecnologías mobiliares, son aquéllas referentes a sus
trabajos realizados sobre madera. Entre todos los elementos ads-
cribibles a este conjunto de rasgos, son los keros Inkas los que, más
probablemente, puedan considerarse como filogenéticamente forá
neos a los Andes del Sur, puesto que creemos que su fabricación
no ha sido local, sino que se trata de elementos importados direc
tamente del Cuzco, en razón de su fácil traslado y escaso riesgo de
destrucción.
Esta misma teoría, aunque con diferente rastro filogenético,
fue expresada setenta años atrás por Ambrosetti, cuando al refe
rirse a los keros de madera hallados en La Paya, deduce: “...este
tipo uniforme de vasos me hace sospechar que no sea producto de
la industria de La Paya, sino objetos importados, ignorando hasta
ahora de cual punto podrán ser originarios...” (op. cit.; 1907). Pe
ro vale la pena destacar que los keros poseen una rica tradición
cultural andina, la cual se remonta seguramente a tiempos Tiwana-
cotas y aún anteriores a este Horizonte. Tradición que, presente
en algunas regiones de los Andes Meridionales, como sucede en el
extremo Norte de Chile durante el período Tardío, es retomada
por los Inkas, que plasmaron en estos keros iconografías propias.
Funcionalmente, los keros han desempeñado un papel im
portante en ceremonias y ritos relacionados con las bebidas fer
mentadas. Así nos lo recuerda el cronista Guamán Poma de Aya-
la (1613), al relatar el cuadro de un funcionario inkaico bebiendo
en un kero en honor a la deidad solar.
Los casos más destacados por su técnica, estilo e iconogra
fía, hallados en el Noroeste argentino, son los registrados por E.
von Rosen en Casabindo (1957); E.M.Salas en Ciénaga Grande
(1945), J.B. Ambrosetti en La Paya y Cochinoca, P. Krapovickas
en Doncellas o Casabindo II (Tumba Nº 6) (1966) y, reciente
mente por nosotros en Vinchina (La Rioja). Mientras que para
Chile, se cuentan los referidos por M. Uhle (1919) y R. Latcham
(1938), tanto para la zona de San Pedro de Atacama como para
la de Arica. Este último autor ha expresado, que los keros cono
cidos hasta esa fecha eran característicos de la región atacameña,
en lo espacial, y de los momentos más recientes de la llamada
Cultura Atacameña, en lo temporal. No obstante ello, hoy con
sideramos que si bien la tradición keriforme tiene sus inicios a
partir de influencias tiwanacotas, ésta continúa hasta hacerse un
rasgo típico para el momento que nos preocupa, tanto por su
morfología y el severo geometrismo de su decoración, como por
el contexto al cual está asociada.
En líneas generales, estos vasos de madera o keros poseen
forma cilindrica, con las paredes curvadas y evertidas, lo que de
termina que el diámetro de la base sea menor que el diámetro me
dido en la región bucal.
Si bien están estrechamente relacionados por formas con los
ejemplares más típicos de Tiwanaku —y probablemente tengan en
ellos su antecedente más inmediato—, los keros inkaicos difieren
en su decoración la que, por otro lado, les es característica. Los
hay lisos u ornamentados mediante pintura y grabado. Estos úl
timos presentan la superficie externa completamente adornada por
líneas rectas, determinando motivos geométricos y figurativos, o
ambos en combinación. Se trata de triángulos rayados o lisos,
rombos embutidos o superpuestos, rectángulos confeccionados
con la misma técnica, líneas escalonadas, líneas quebradas, cabezas
humanas y manos, motivos éstos que se repiten en bandas vertica
les u horizontales, circundando el vaso y alternando con paneles
carentes de decoración. Tal es el caso de las piezas exhumadas en
La Paya, Casabindo, Doncellas y Cochinoca. Específicamente pa
ra el Norte de Chile, L. Núñez describe keros con una disposición
decorativa particular, registrados en los yacimientos de Azapa-15,
Chaca-5, Moquehua (Latcham, 1938) y San Pedro de Atacama, en
tre otros, en los cuales " . . . l o s g r a b a d o s s e u b i c a n h o r i z o n t a l m e n t e
c e r c a d e la b o c a o p r i m e r a m i t a d s u p e r i o r d e l v a s o . . . ” (L. Núñez,
1963): algo similar es lo que ocurre con un ejemplar ilustrado por
Uhle (1919; Lám. XXVI, 2), procedente de Tacna.
Los keros pintados fueron clasificados por L. Núñez en dos
tipos: esmaltados y laqueados. Ambos considerados como repre
sentantes exclusivos del Horizonte Inkaico, perdurando incluso
hasta el período Hispano-Indígena. Los primeros han sido pinta
dos con gran cantidad de colores, siendo los predominantes el
café, verde y rojo, aplicados directamente sobre la superficie ex
terior —previamente alisada— del kero, formando figuras humanas
portando túnicas, sentadas o de pie, y representaciones om ito y
fitomorfas. Este tipo puede poseer además, modelados zoomorfos
o convencionales ubicados en el borde del vaso, los que actúan a
veces a manera de asas. Los laqueados se diferencian, por un lado,
en la ausencia de elementos modelados en los bordes, y por otro
lado en la técnica de aplicación de la pintura. Si en los primeros la
pintura se colocaba directamente sobre la pared lisa del vaso, en
los laqueados se talla previamente la superficie a decorar, resultan-
do de esta manera un verdadero bajo relieve, el cual es cubierto
con tonos verde, ocre o amarillo y crema, representando —básica
mente— los mismos motivos anteriores.
Es necesario aclarar aquí que, hasta el m om ento, se han regis
trado pocos casos de keros pintados en el Noroeste argentino; en
tre ellos las dos piezas provenientes de La Paya, una de las cuales
fue extraída de la Casa Morada, en tanto otra: “ ...muestra aún ras
tros de haber estado enteramente cubierto por pintorescos dibujos
blancos, rojos y amarillentos; entre ellos se notan aún ciertos cua
drados, cinco en número, colocados uno dentro de otro, encerran
do en el centro dos triángulos unidos por sus vértices y colocados
verticalmente...” ; (Ambrosetti, op. cit.; 1907). De acuerdo con es
ta descripción, bien podría tratarse de un kero esmaltado.
Una mención especial merece la problemática en tom o al
complejo del rapé, evidenciada arqueológicamente por las tabletas
y tubos inhalatorios de madera tallada y provistos de apéndices an-
tropo y zoomorfos. De las más variadas han sido las opiniones de
los diversos investigadores en relación a la funcionalidad de estos e-
jemplares. Para algunos, serían bateas o platos utilizados con el fin
de preparar colores destinados a pinturas corporales —entre ellos,
Lehmann Nitsche, Montell y Créqui Montfort— mientras que para
otros, se trataría de recipientes para colocar ofrendas en ceremo
nias religiosas. Fue E. Boman quien, procediendo por el método de
analogías etnográficas, determinó una correlación entre las tabletas
de madera andinas y las que usaban los Munducurús de Amazonia
para moler el p a r ic á , sustancia narcótica. Finalmente, Max Uhle, si
guiendo la interpretación de Boman, formula su teoría de que, tan
to las tabletas como los tubos han sido utilizados para absorber
rapé, hipótesis ésta que ha prevalecido hasta la actualidad.
No obstante su filogenia, remontada a tiempos Formativos o
Tempranos, el llamado complejo del rapé ha continuado vigente en
épocas de influencia Tiwanaku, llegando incluso a la penetración
inkaica en el Norte de Chile, como lo atestiguan los hallazgos reali
zados en la región atacameña, en los sitios Pica—1, Playa Miller—6,
cementerio de Alto Ramírez, Caleta Camarones y Chunchurí (re
gión de Calama). Algo diferente ha ocurrido en Argentina, en don
de la presencia de elementos arqueológicos vinculados con alucinó-
genos sufre un hiatus en cuanto a su aparición durante los perío
dos Medio y Tardío, para reaparecer, porcentualmente abundante,
en el Horizonte Inkaico. Así lo demuestran los hallazgos hechos
tanto en la Puna (Casabindo. Doncellas, Rinconada y cementerios
T a b le ta de m adera con tre s s ilu e ta s a n tr o p o m o r fa s ( p r o c e d e d e L a P aya,
C .M .E .); alt. 1 4 8 mm.
de Santa Catalina y del Río San Juan Mayo), como en la quebrada
de Humahuaca (Tilcara, Ciénaga Grande y Juella), estando prácti
camente ausentes en la región Valliserrana, salvo casos excepciona
les como los del sitio La Paya y un ejemplar de Quilmes.
Las tabletas tiene forma variable, siendo en su mayoría rec
tangulares alargadas, con los lados mayores algo cóncavos, carácter
que no poseen los lados menores, los cuales son totalmente rectos.
Pero también las hay más o menos ovaladas, irregulares y aún reni
formes. Una pieza de carácter poco común, registrada en La Paya,
representa la figura de un quirquincho. En general, la pared ante
rior se halla prolijamente excavada mientras que la superficie de a-
poyo suele ser ligeramente convexa. Sobre uno de los lados meno
res se han tallado mangos, los cuales pueden ser planos, sin decora
ción, o bien presentar un pequeño canal; modelados con siluetas
zoomorfas, especialmente felinos, quirquinchos y lagartos, en nú
mero de uno a dos; y representaciones antropomorfas simples, do
bles o triples, en las que solo están representadas la cabeza y parte
superior del cuerpo. En los dos últimos casos, las figuras están si
métricamente dispuestas e idénticamente talladas, con las rodillas
contra el cuerpo y sujetas por las manos, vestidas y adornadas con
tocados. Asimismo, algunos personajes poseyeron los ojos incrus
tados con fragmentos de malaquita u otras piedras de colores, las
que también se colocaron sobre los bordes de las tabletas.
Por su parte, los tubos constituyen simples varillas huecas de
madera, o bien presentan modelados zoo o antropomorfos simila
res a aquellos tallados en las tabletas. Dos ejemplos exhumados,
uno por E. Salas en Ciénaga Grande y otro por J. Ambrosetti en
La Paya, muestran a un felino ejecutado en forma realista, cuyas
cuatro patas se apoyan sobre una cabeza humana.
Finalmente, otros elementos atribuíbles al Horizonte Inkai-
co son los armazones de madera—de hasta 0,50 m. de diámetro—,
que sostienen redes tejidas en fibras animales. Estos fueron utiliza
dos para el transporte y acarreo de metales, como los ejemplares
hallados por nosotros en los socavones mineros asociados a Punta
Ciénaga, en la quebrada del Toro.
C — La textilería:
E — La lapidaria:
5- El camino en Chile.
Del camino que baja del altiplano andino desde Charaña (s.
et.) al Valle de Lluta y Arica nos dice Strube: “ ... El camino prin
cipal arranca de Tacna-Arica, atraviesa el Tamarugal, toca el oasis
de Pica, rumbo al Loa Medio, el cual remonta hasta Calama, Chiu-
Chiu y Turi, girando quizás ya desde Calama derecho a San Pedro
de Atacama...” En el mapa publicado por este autor (op.cit.; Ma
pa N° 1) hace descender casi verticalmente el camino desde Pica
(s. Nº 147) hacia el cauce medio del río Loa, y luego girar junto
con el cauce superior hacia San Pedro de Atacama. Sin embargo,
las evidencias que registramos de este tramo no son del todo com
pletas. Si aceptamos las ideas de Strube, quizás Quillagua (s. N°
148) fuera un punto de enlace. En cambio está muy bien reconoci
do el tramo que llega a Ascotán por el Norte desde Sibaya (s.et.),
11 Desde ahora utilizaremos la abreviatura “s.et.”, para indicar: sitio con re
ferencia etnohistórica.
en Bolivia. Este último pudo ser una alternativa de mayor atractivo
para descender hacia Turi (s. N° 150) por Pica y Guasco (s.et.).
Vale la pena destacar otro tramo, mencionado por Le Paige
(op. cit.; 1959) desde Conchi Viejo en el Loa, hacia las ricas minas
de Chuquicamata, representando una calzada secundaria al tramo
principal que bordea el valle superior del Loa.
Nos ha quedado de esta manera compuesto el tramo hasta
Pica: por Charaña (s.et.); Tacna (s. N° 130); Rosario-Peña Blanca
(s. N° 132), desde allí debía descender un ramal secundario a la
costa hasta la zona de Arica donde se registran numerosos sitios
con presencia Inka (La Lisera, N° 133; Alto Ramírez, N° 134; Pla
ya Miller-6, N° 135); luego a Chaca (s.et.); entra al valle de Cama
rones con el sitio Hacienda Camarones, debiendo pasar entre los
numerosos enclaves registrados en el valle (Saguara-2, N° 139; Sa-
guara-3, N° 141; Camarones Sur, N° 140; Cerro Tapata, N° 142);
desde allí está bien registrado a Suca (s.et.), pudiendo bajar por al
guna de las quebradas transversales hacia Pisagua, en la costa (Mo-
quella, N° 143); a Caserones (s. N° 146), en Tarapacá; para des
cender hasta el oasis de Pica (sitio Pica, N° 147). A partir de allí
se plantean las dos opciones que apuntábamos, o bien se dirige rec
tamente al Sur, buscando el curso medio del río Loa y a través del
desierto, quizás pasando por Quillagua (s. N° 148), o bien se dirige
hacia el Noroeste en pos del Altiplano Andino, desembocando en
Guaseo (s.et.). Ambas opciones pudieron existir simultáneamente.
Lo cierto es que el camino llega a Turi (s. N° 150), donde es clara
una bifurcación, una rama hacia el Norte (hacia Guaseo y Sibaya)
y otra hacia el Sur hacia el Salar de Atacama.
Del trayecto al Norte se ocupó también la eminente investi
gadora chilena G. Mostny (1948), que a su vez recoge el dato de
los vaqueanos y le agrega la posición geográfica copiada de Riso
Patrón (1924). Nos dice Mostny que “ ...Lo que no se ha podido
ver en el terreno mismo, pero que sale claramente en la fotografía
aérea..., es que este camino se une de dos brazos antes de llegar al
muro de Turi, para bifurcar otra vez en el momento de abandonar
la vecindad del muro...” . Aparece como probable que las dos vías
que llegan a Turi sean las que presentan nuestro problema: una la
que baja desde Guaseo y la otra la que bordearía el cauce del río
Loa. En cuanto a las que se desprenden hacia el Sur, una de ellas lo
hace en dirección a San Pedro de Atacama.
Podemos así resumir el recorrido desde Sibaya a Turi: Siba
ya (s.et.); Sacaya (s.et.), donde se puede producir una especie de
triangulación entre Sacaya, El Tojo (s. N° 145) y Guaseo; de Guas
eo, donde llegaría la comunicación desde Pica, seguiría por Pabe
llón (Pabellón del Inca, Mostny, 1948); Ujina (s.et.); Miño (quizá
nuestro volcán Miño, N° 156); Cebollar (s.et.); Ascotán (s. N °
166); Cupo (s. N° 149); para llegar a Turi (s. N° 150). En Ascotán
se produce la unión con el ramal boliviano que viene desde Uyuni.
Continuando hacia el Sur, hacia Copiapó, nos dice Strube
que el camino: “ ...sigue por Paine, Tilipozo, Puquios, Río Frío
(con ruinas), Agua Dulce, Pasto Cerrado, Chañaral Bajo o Copiapó
de 4 pies de ancho, limpio de piedras, recto..." (op. cit., p. 48;
1963). Luego cita a E. Espinosa que toma el camino en “Tilimon-
te” (nuestro Tilipozo) (E.Espinosa; 1903). Vamos a tratar de pre
cisar un poco más el sector del salar, ya que contamos con mejores
aportes arqueológicos. El trayecto propuesto por nosotros, desde
Turi, seguiría así: Turi; Lasana (s. N° 151); Chiu-Chiu (s. N° 152);
desde allí se dirige hacia un grupo de sitios en el borde Norte del
Salar de Atacama: Vilama (s. N° 159), Catarpe(s. N° 160), Quitor
(s. N° 161) de allí, bordeando la margen Este del Salar, va a Zapar
(s. N° 162); luego a Peine (o Paine) (s. N° 163); hasta Tilipozo (s.
et.).
Destaquemos que Turi, Lasana y Chiu-Chiu, e incluso Cupo
(s. N° 199), todos en el valle del Loa superior, podrían ser, cual
quiera de ellos, el receptor del camino que postula Strube desde el
Oeste. Lo más probable es, cualquiera sea el receptor, que los tres
estén inmediatamente relacionados e intercomunicados. Al oriente
de Chiu-Chiu, están Los Morros I (s. N° 153) y Toconce (s. N°
154) que probablemente también se comunicaban por caminos se
cundarios. Indudablemente los Inkas utilizaron la red de tráñco
preexistente a su conquista, atestiguada por innumerables ejemplos
sobre la movilidad entre estos pueblos Atacameños preinkaicos.
Esta podría extenderse a numerosas etnías y regiones de los Andes
del Sur, hasta la Cuenca del Copiapó del lado chileno y regiones
Calchaquí y Hualfin del argentino, haciendo la salvedad que si bien
las v ía s d e tr á fic o y la u tiliz a c ió n d e la to p o g ra fía p a ra c o m u n ic a r
r e g io n e s era u tiliz a d a d e s d e a n tig u o , e l ca m in o c o m o m a n ifesta
c ió n in fr a e s tr u c tu r a l e s n e ta m e n te in kaico.
Al Este del grupo de sitios alojados en el oasis de San Pedro
de Atacama, se ubican sobre la Alta Cordillera, los Santuarios:
Vcan. Juriques (s. N° 31); Vcan. Licancabur (s. Nº 32) y Vcan.
Colorado (s. N ° 155). El Licancabur en especial, reviste gran rele
vancia arquitectónica, y debe relacionarse con el Juriques. Por ello
es dable pensar que debía existir alguna comunicación caminera
desde San Pedro de Atacama hasta esta zona.
Para el tramo siguiente las referencias son etnohistóricas. Si
gamos, por ejemplo, a E. Espinosa que nos da las siguientes esta
ciones hasta la Qda. del Juncal: Tilimonte (Tilipozo), Agua de Pu
quios, Vega del Pajonal, Río Frío, Portillo de Vaquillas, Morro de
Buena Esperanza, Aguada de Incahuasi, Aguada del Juncal. En
nuestro mapa recomponemos este itinerario así: Tilipozo (s. et.);
Puquios (s.et.); Pajonal (s. et.); Río Frío (según Strube con rui
nas); e Incahuasi. Este derrotero fue seguido por A. Philippi en
1853, quien ofrece testimonios de un tipo de vialidad clasificada
por nosotros como d e s p e ja d o y a m o jo n a d o .
De este tramo creemos probable que se desprendieran dos
vías que comunicaran al otro lado de la cordillera, hacia la Puna
salteña. Una desde Tilipozo pasando por Pular (s. N° 29); la otra
desde Puquios y por Socompa (s. N ° 28).
A continuación de Incahuasi, volvamos al recorrido com
puesto por Espinosa: Aguada de Incahuasi; Aguada del Juncal; A-
guada de Carrizo; Aguada de Doña Inés; Junta del Río Salado con
la Qda. de Pastos Cerrados; Finca del Chañaral; Portezuelo de Vi-
llanueva; Mineral de Tres Puntas; Portezuelo del Inca; Portezuelo
de la mina Toro y entrando a Copiapó por Chanchoquín. El haber
separado el itinerario en dos partes tiene su razón de ser. Conta
mos a partir de la Qda. de Juncal, con buenos datos arqueológicos
aportados por los trabajos de J. Iribarren y H. Bergholz (op. cit.;
1972), quienes nos dicen que en la zona del desierto de Atacama el
camino “se caracteriza por sus tramos totalmente rectos en distan
cias hasta de 30 Km”, y ubican varios “tambos y tambillos” que
representan los puntos de enlace de la red. Además señalan la exis
tencia de numerosas vías secundarias que conducirían a posibles
pastoreos, cotos de caza, zonas de recolección de piedras para ar
mas y adornos. Algunas de estas vías se dirigen a la Alta Cordillera,
hacia explotaciones de minería, e incluso señalan que algunas iban
al otro lado de Los Andes (hacia Hualfin-Abaucan). La riqueza de
material arqueológico de ambos lados de la cordillera nos habla de
que, en época precolombina el tránsito intercordillerano era más
habitual por aquí que por el Norte. Estos autores estiman que en
tre Fca. Chañaral y Qda. del Carrizo hay unos 90 km.; mientras
Strube, basado en Espinosa, otorga 442,5 km. entre Tilipozo y
Copiapó.
Retomando el recorrido a partir de Incahuasi, los puntos de
enlace serían: Juncal (s. N° 169); Tambo del Carrizo (s. N° 170);
Inés Chica (s. N ° 171); Tambo Río Sal (s. N° 172); Finca Chaña-
ral (s. N° 173); Pueblo del Inca (s.et.); Tres Puntas (s.et.); Puquios
(Copiapó) (s.et.) y Copiapó (con varios sitios).
En Copiapó poseemos buenos datos arqueológicos para re
construir la red. Ha sido esta una zona de riqueza minera que atra
jo las apetencias Inkas, además de ser un centro de importancia en
la red de comunicación; al respecto dejemos hablar a Strube: "...
En Copiapó hay varios caminos que ahí confluyen: no solo la ruta
imperial de Atacama, sino también el ramal que se desprende en
Londres de la ruta serrana y que une ambas arterias imperiales. Es
la misma ruta de Almagro a Chile; además hay caminos que cruzan
el Blanco, p. ej., el transitado camino que sale del valle de los Ca-
payanes por Jagüel a Copiapó... La Quebrada del Carmen comuni
ca asimismo por varias abras con la cuenca del Cura, afluente del
Blanco. El valle del Elqui, regado por el Coquimbo, tiene por cabe
cera el Claro y Turbio. A lo largo de este va un camino viejo por
Huanta y el Portezuelo de Doña Ana (nevado) a las Termas del To
ro con comunicación al Cura por varias abras: pero su afluente ma
yor, el Ingaguás, se combina por el abra homónima con el Cachi-
guás, nacimiento del Claro. Ingaguás es un fortín incaico según R.
Latcham, in litteris 1940, y su nombre españolismo de Incahua-
si..." (op. cit.; p. 56).
Así reconstruiríamos el itinerario del camino de la siguiente
manera, hacia el Este: Copiapó/Basural (s. N° 177); Co. Capis-Ce
rrillos (s. N° 176); Punta Brava (s. N° 178) y Homitos (s. N°
179); Viña del Cerro (s. N° 180) donde el camino se bifurcaría.
Hacia el Norte seguiría por: Cerro Castaño (s. N° 181) y pasaría a
Argentina por la zona de Los Patos, donde se detectaron dos sitios
de altura: Azufre o Copiapó (s. N° 58) y Los Patos (s. N° 57). Ha
cia el Sur iría por: Viña del Cerro; Iglesia Colorada (s. N° 181); El
Potro-Peña Negra (s. N° 87) (cercano a Co. Mogotes, N° 109), en
la Precordillera chilena y de ahí a Paila, en La Rioja.
Sobre la costa de Copiapó nos quedan algunos sitios despla
zados de la red, para los que no tenemos aún registro caminero, co
mo ser Caldera (s. N° 174), en Bahía Caldera, y Bahía Salada, en
la bahía homónima, ambos cementerios locales con asociación in-
kaica.
De Copiapó al Sur el registro de vialidad se nace difuso has
ta el valle del Elqui y La Serena. Esta debe dirigirse al valle de
Huasco, donde ubicamos Vallenar (s. et.) (el s. N° 183; Vallenar,
es un cementerio mixto). Sobre el valle ubicamos al Oeste, hacia
las cabeceras al Alto del Carmen (s. N° 183) y hacia la desemboca
dura el cementerio mixto de Freirina (s. N° 182). De Vallenar se
dirigía hacia el Elqui pasando por Yerba Buena (s. et.). En el fértil
valle de Elqui la documentación se hace más pródiga. En la zona
de Almirante Latorre encontramos los sitios de: Los Infieles (s.
N° 184), Los Puntiudos (s. N° 186) y Agua del Nogal (s. N° 187),
todos con presencia Inka y asociados a la vialidad.
En la zona de La Serena el registro es también muy pródigo:
Co. Juan Soldado (s. N° 188); Punta Teatinos (s. N° 190) y Alto-
valsol, Potrero El Silo y Punta de Piedra (s. Nos. 191,192 y 193)
en el valle de Elqui. El camino debe seguir por Vicuña (s. Nº 189)
donde se puede bifurcar, una rama transpone la cordillera hacia
H o r n o d e f u n d ic i ó n h a lla d o e n Q u illa y (v a lle d e H u a lf ín ) ; d ir e c ta
m e n te a s o c ia d o a u n e s ta b le c im ie n to In k a e n e l q u e se re g is tr a r o n
1 4 d e e s ta s c o n s tr u c c io n e s d e a d o b e y g ra n c a n tid a d d e e s c o r ia d e
fundición (F .A .).
San Juan a través de Las Tórtolas, donde ubicamos dos santuarios
de altura: Las Tórtolas (s. N° 96) y Doña Ana (s. N° 97), para se
guir a Angualasto (s. N° 100). La otra vía bajaría hacia el valle del
Hurtado, al sitio Estadio Ovalle (s. N° 195) y de allí a Huana (s.
N ° 196). Luego se internaría en la actual provincia de Coquimbo
hacia el Sur, pasando por: Combarbalá (s. et., correspondiente a
nuestro s. N° 228, Cogoti 18); Illapel (s. et.); Conchali (s.et.); Qui-
limari (s. et.): Ligua (s. et.); para entrar en el fértil valle de Aconca
gua por Quillota (s. N° 202); atravesándose varios valles, entre los
que se destacan los de Choapa y Petorca. (donde se ubica un ce
menterio mixto, Petorca N° 201).
En las provincias centrales la información aumenta, aunque
mucha de ella proviene de cementerios o de referencias etnohistó
ricas no probadas arqueológicamente. En esta zona central el inte
rés Inka parece revitalizarse. Hay aquí, por lo menos en base al re
gistro etnohistórico, un gran anastomosamiento de la red, eviden
ciado por las numerosas vías de comunicación, que transponen in
cluso hacia el otro lado de la cordillera. Desde Aconcagua el cami
no va hacia el Sur, hacia la costa por: Mauco (s. et.); Quilpué (s.
et.); Estero Las Dichas (s. N° 204, con buenas referencias etnohis
tóricas, en Valparaíso); Co. Los Paraguas (s. N° 105) y Sto. Do
mingo (s. N° 206, cerca de la desembocadura del R ío Maipo) po
drían ser los hitos más al Sur de la red vial arqueológicamente
testificada, de allí hacia el Sur la información se vuelve en extremo
difusa.
De esta vía que acabamos de describir debían salir numero
sas otras que se dirigían hacia el Este. De Aconcagua hacia Til—Til
(s.et.), pasando quizás por Chacabuco (Hacienda Chacabuco, N°
227). Otra vía convergería en Til—Til, proveniente de Quilpué, y
de allí el camino se dirigiría hacia la cordillera por el valle de Co
lina (Colina, N° 209), siguiendo hacia Argentina por Aconcagua
(N° 207) o por las vecindades del C° El Plomo (s. N° 208), para
arribar al valle de Uspallata (sitio Ranchillos, N° 107). Desde Coli
na, por otra parte, se debía comunicar con la poblada región del
valle del Mapocho, en la que aparecieron numerosos restos de ce
menterios Inka e Inka—local (La Reina, N° 210; Jardín del Este,
N° 212). De allí descendería a Talagante (s.et.; s. N° 214), al que
se asociarían los numerosos cementerios del valle del Maipo y a la
fortaleza de Colipeumo, tan citada en la bibliografía histórica
(s. N° 220).
Hacia el Sur nos quedan varios sitios, incluso fortalezas (al-
gunas quizás más míticas que reales) como San Vicente de Tagua
Tagua (s. N° 223) y Maulé—Río Claro (s. N° 226), reiteradamente
mencionados por los historiadores, pero cuya efectiva presencia
Inka deberá ser probada a nivel arqueológico. (C. Keller; 1960: Iri-
barren—Berghoiz, 1972; Mostny, 1957 a y b y R. Stehberg, 1975 y
1976).
6- El camino en Argentina
Las Cuevas
Quilmes
Fuerte Quemado
Ndo. Aconquija
I. del Arenal
Los Choyanos
Fte. Andalgalá
Chaquiago
Mishma
Costa de Reyes
T amb. Cazaderos
Angulo
Pampa Real
Negro Ovaro
Chilitanca
Tamb. del Inca
Pirquitas
Rincón del Toro
Los Mudaderos
Anchumbil
Guandacol
Paso del Lámar
L a sT ó rto la s
Angualasto
Barrealito
Tocota
Tambillos
Tambillitos
Ranchillos
Pachimoco
Rinconada
Cochinoca
Sayate
Casabindo
E l Moreno
Rodero
Yacoraite
Calete
La Huerta
Papachacra
T ilcara
Cienaga Grande
Ndo. de Chañi
Pta. Ciénaga
Las Cuevas IV
Corrales Viejos
Ndo. Acay
La Encrucijada
Pular
Llullaillaco
Tebenquicho
Antofalla
Abra de las Minas
Co. Gallán
Coy parcito
La Alumbrera
Ndo. Cachi
CUADRO III:
Saguara
Camarones S.
Co. Esmeralda
Catarpe
Turi
Cupo
Zapar
Peine
Lasana
Co. La Sal
Quitor
Los Morros I
Chiuchiu
Co. El Plomo
Co. J. Soldado
Copiapó
Cerrillos
Pta. Brava
Hornitos
Viña del Cerro
Co. Castaño
Paipote
Quillota
Los Infieles
Fierro Carrera
Los Puntiudos
Agua de Nogal
San Bartolo
Azufre (Copiapó)
Pular
Indio Muerto (El
Salvador)
Tambo R ío Sal
Finca Chañaral
La Abundancia
Las Turquesas
Agua de Juncal
Inés Chica
Tambo de Carrizo
Marga Marga
Andacollo
Lampa
Chacaica
T iltil
Punitaqui
Choapa
Petorca
Lolol
Yaquil
Hda. Principal
Estero Las Dichas
Chupalla
Colina
Colchagua
E l Canelo
Aconcagua
Taltal
E l Brillador
Hacienda Coquimbo
CAPITULO VI
INTESIS FINAL: ORIGEN, NATURALEZA Y TRANSFIGU
S
RACIONES DE LA OCUPACION INKA EN LOS ANDES MERI
DIONALES
1- Defensa y organización
Ahora bien, una vez instaurado el nuevo régimen había que
consolidar la conquista, asegurando el espacio aprehendido, y para
ello el Tawantinsuyu contó con los mecanismos apropiados, de di
ferente naturaleza y que eran aplicados según las circunstancias re
gionales. Estos recursos abarcaban, desde la presencia de unidades
militares coercitivas, con asientos fijos en zonas estratégicas, como
las registradas en la zona cochabambina y Sierra meridional de A-
conquija; o móviles, patrullando a lo largo del eje del sistema, es
decir, por la red vial, prontas a reprimir cualquier intento contrario
a los intereses del nuevo régimen. Girando, quizás, en tomo a pun
tos fijos o sirviendo de bastiones fronterizos previsores ante la
siempre amenazante presencia Chiriguana oriental.
La existencia de instalaciones provistas de sistema defensivo,
que de acuerdo a nuestras investigaciones, alcanzan un porcentaje
del 27 por ciento sobre una muestra estadística de 227 presen
cias-ausencias, puede responder, de acuerdo a la regionalización
que poseen, a dos objetivos principales:
1 — como actitud previsora ante las potenciales invasiones del
grupo Guaraní de la frontera oriental del Kollasuyu. Las
pruebas arqueológicas de esta causalidad se generan ya con
los tempranos trabajos de E. Nordenskióld en Bolivia. Son
las fortalezas de Incahuasi (Lagunillas), Inkallajta, Samaypa-
ta, Oroncotá, Pulkina, Batanes, Santa Elena, Incahuasi (Ca-
margo), Condorhuasi; se continúan en territorio argentino
con las de Fuerte de Andalgalá, Angastaco, Cortaderas, Tin
Tin y quizás Tilcara, Rodero, Osma, Fuerte Quemado y
Punta de Balasto. Estas fortalezas conforman un verdadero
collar o cinturón de emplazamientos militares a lo largo de
la frontera oriental del Kollasuyu. Son las encargadas de res
guardar la entrada al esp a cio In k a y protegen el eje de toda
la movilidad del sistema, es decir, las redes viales.
Es aquí donde se observa nuevamente la eficiencia de estas
instalaciones pre—planeadas, por cuanto todas ellas estuvie
ron interconectadas por el óptimo sistema de comunicación
al que hemos ya aludido.
A este caso podrían agregarse las fortalezas con registro et-
nohistórico, ubicadas en el confín meridional del imperio,
como las de Maulé—río Claro, San Vicente de Tagua Tagua,
Collipeumo y San Agustín de Tango, destinadas para la pro
tección de la difusa frontera Sur, ante la amenazante presen
cia Araucana.
2- Como elementos coercitivos en las comarcas internas del
D is tr ib u c ió n d e lo s p u k a ra s
In k a en lo s A n d e s M e rio -
d io n a les.
Kollasuyu, pobladas por señoríos preexistentes a la conquis
ta, políticamente afianzados y quizás no del todo dispuestos
a aceptar las reglas del juego propuestas por la p a z in kaica.
Los ejemplos arqueológicos de este caso pueden presentarse
en los valles y oasis demográfica y políticamente más rele
vantes en el momento de la penetración Inka, como Rinco
nada (sitio homónimo), Antofagasta de la Sierra (Coyparci-
to), Catarpe y Quitor en San Pedro de Atacama, Turi en el
valle del Loa Superior, valle de Camarones, Punta Brava en
Copiapó, y quizás Tilcara y Rodero en la quebrada de Hu-
mahuaca.
2 — Economía y Administración:
3 — Movilidad.
4 — La artesanía “oficial”
5 — La Lengua
7 — Palabras finales
O bras utilizadas:
B E R T O N IO , L .,(1 6 1 2 ) 1 8 7 9 .V ocabu lario d e la lengua A ym a ra . B. G . Teub-
ner. L eipzig.
C O BO , B . (1 6 5 3 ) 1 8 9 0 . H istoria d e l N u evo M u n d o , Sociedad de B ibliófilos
A n d alu ces, 4 v ols. Sevilla, España.
G A R C IL A ZO D E LA V E G A , el Inka, (1 6 0 9 ). 1 9 6 0 . Prim era p a rte de los
C o m en ta rio s R e a le s ., B ib lioteca de A utores españoles;
T . 1 3 3 . M adrid, España.
G O N Z A L E S H O L G U IN , D ., (1 6 0 7 ) , 1 8 4 2 . G ram ática y arte nueva de la len
gua g eneral de to d o e l Perú, (te x to perteneciente a la B ibliote
ca L afone Q uevedo del M useo d e La Plata, carece d e proce
dencia editorial).
G R IG O R IE FF , S. 1935.C om pendi'o d e l id iom a Q uichua. Edic. Claridad Bue
nos A ires, A rgentina.
H E R R E R A Y T O R D E SIL L A S, A . d e , (1 5 9 6 -1 6 1 5 ), 1 7 3 0 . H istoria G eneral
de los hech os de los Castellanos en las Islas y Tierra F irm e d e l
M ar O céan o. Im p. Real de Rodríguez Franco. 3 vols. Madrid,
España.
M O SSI. H .. 1 8 6 0 . G ram ático d e l id iom a Q uichua. Im prenta Boliviana.
SARM IENTO D E GAM BOA, R ., (1 5 7 2 ) 19 43 . H istoria d e los Incas. B uenos
A ires, Argentina.
A m a y a -u ta : C a sa d e l m u e r to (C o b o ). ( A y .) .
A u k a ip a t a : L a p la z a d e a r m a s d e l C u z c o . A u k a : s o ld a d o : P a ta :
p la z a , p la y a , a n d é n . ( M o s s i) . ( K ) .
C a p a c c o c h a : “ ... Y j u n t ó g ra n n ú m e r o d e g e n t e ( E l I n g a ) , y h e c h o s
s u s s a c r if ic io s y c a lp a , y e n t e r r a n d o a lg u n o s n iñ o s v i
v o s , a q u e lla m a n c á p a c c o c h a , p o r q u e s u s í d o l o s f a
v o r e c ie s e n e n a q u e lla g u e r r a ..." ( S a r m ie n t o d e G a m
b o a ) . E l r e g is tr o a r q u e o ló g i c o h a s u g e r id o la r e a liz a -
ción de este ritual en, por lo menos, siete santuarios
de altas cumbres: Toro, Plomo, Coropona, Chañi,
Pichu Pichu, Chanchani y Queshuar.
Capac-Raymi: (Kapaj-Raimi): Fiesta rica y principal. Ceremonia lle
vada a cabo en el último día del mes de diciembre.
En ella se consumaban sacrificios a Viracocha y al
Sol (Cobo).
Raymi: mes de diciembre (Mossi).
Capac-Raimi: mes del Año Nuevo (Ayala).
Carpahuasi: Casa de tres paredes con la cuarta descubierta o se-
miabierta. Uno de los edificios del centro cívico del
Cuzco Inkaico.
“ ... Casa de tres paredes y por la otra descubierta, o
corredor...” (Gonzáles Holguin).
Collca: (Gollga), Troje, depósito, granero para chuño (pa
pa), maíz y quínoa. (Bertonio). (Ay).
Corpahuasi: (Corpawasi); “ ...en todos los caminos reales y comu
nes mandaron hacer ( l o s I n k a s ) casas de hospedería
que llamaron Corpahuasi..." (Garcilaso de La Vega).
Colla: Denominación genérica de los grupos étnicos circun-
titicacas de habla aymara preinkas; los señoríos más
importantes fueron los Colla,Pacaxe y Lupaga. Fue
ron conquistados por los Inkas sobre la mitad del s.
XV.
Coya: (Kocya): Veta de la mina. (Mossi).
Existe una razonable posibilidad de que Koya-suyu
(Kollasuyu) —la provincia meridional del im perio-
sea literalmente traducida como “la provincia de
las minas". La otra alternativa —la más conocida—,
sería “la provincia de los Collas”, como grupo lin
güístico parlante aymara.
Curaca: (Kuraka): Señor de vasallos. (Mossi). (K).
El cacique o jefe de una parcialidad.
Cuzco: (Ccosco): (Kusko):“ ... Ombligo: nombre propio de
la ciudad del Cuzco... y capital de su reino...". (Mo-
ssi). (K).
Cuscotuyu: (Cuzcotuyo): fortaleza en la tierra de los charcas” ...
adonde el inga tenía grande guarnición de fronteras
contra los chiriguanáes..." (Sarmiento de Gamboa).
Cusipata: Plaza céntrica del Cuzco, ubicada del lado Sudoeste
de la plaza de armas o Aukaipata. Para algunos inves
tigadores fue la plaza del mercado.
Cuyusmanco: (Quisuarcancha): Casa del Cabildo o del Juzgado de
tres paredes y una descubierta, (Mossi). (K).
Estaba situado frente a la Aukaipata y a un costado
del tem plo del Sol o Coricancha. Este aposento se
conoció también como tem plo de Viracocha.
Chapaqkuna: (Kapaj o Capac): Linaje o Ayllu real.
Khapac cuna: los ricos. (Gonzáles Holguin). (K).
El linaje de los monarcas.
Chasquihuasi:(Chasquiwasi):“ ...chozas o casillas de dos en dos, a-
rrimadas al camino ( I n k a i c o ) y no...mayores de lo
que bastaba para caber en cada una dos personas..."
(Herrera y Tordesillas).
Chincha: “ ... un pueblo en los llanos del Chinchasuyu...desde
Cuzco hasta Q uito...” . (Mossi).
La denominación Chincha corresponde a una parcia
lidad de la costa central de Perú, que luego se gene
ralizó extendiéndose a los pueblos arraigados desde
Cuzco a Quito.
Chiriguanae: (Chiriguano): ver Guaraní (Wara).
Chulpa: “ ...Entierro o ferón donde metían sus defuntos...”.
(Bertonio). (A y.).
Chuspa: bolsa tejida
Huasi:(Wasi): casa (Mossi) (K).
Inka: (Inca); (Inqa), (Incca): Rey , monarca. (Grigorieff);
(K).
Equivale a Enga en Ajanara.
Inti: Sol. (K) y (A y.).
Kallanka-huasi: (Cali anca): Casa fundada sobre piedras labradas.
(Mossi).
Galpones de grandes dimensiones y planta rectangu
lar, con techo a dos aguas, utilizados como depósitos
En el Cuzco, uno de estos edificios fue el Cuyus-
manco o Quisuarcancha, en definitiva, una Kallanka
de características suntuarias relevantes.
Kantja: (Cancha): Patio o corral. (Mossi). (K).
Khapac: (Kapaj): El rico (Gonzáles Holguin). (K).
Keru: (Qquero): vaso de madera. (Mossi). (K).
Forma cilindrica y troncocónica; puede presentar
decoración grabada, pintada y adornos antropo
morfos y zoomorfos en relieve.
Kipu: (Quipo): Nudo o cuenta por nudos. (Mossi). (K).
(Quippo):“ ...usaban de irnos ramales ó cordones de
lana delgados... y por estos memoriales y registros
conservaban la memoria de sus hechos...” (Cobo).
Sistema de contabilidad por nudos de diferentes co
lores y posición, elaborados en cordelería.
Kollasuyu: (Collasuyu): La provincia meridional del Tawantin-
suyu. (Mossi). (K). La provincia de los Kollas—o
bien la provincia de las minas, si recordamos que
Coya significa “mina” según Cobo—. Con las sucesi
vas conquistas Inka hacia el Sur, el término Kolla se
generalizó en forma similar al de Chincha.
Llajta: (Llacta): pueblo. (Mossi). (K).
Llama-camayoc: Los pastores-mayorales encargados de cuidar y
administrar las llamas. (Mossi). (K).
Llauto: Trenza tejida que da una vuelta entera a la cabeza.
(Bertonio).
Mamachumpi: Faja mayor tejida tiesa. (Mossi). (K).
Michiq: (Michic): Pastor, cuidador de rebaños. (Mossi). (K).
Mitmaq: (Mitima): (Mit’ma): (Mitta): (Mitayoc): El que tra
baja por tandas o tum os. (Mossi). (K)
El que tiene origen en otro pueblo. (Bertonio). (Ay.)
Pachakuti Inka Yupanki: “El que transformó el mundo". Nombre
adoptado por Titu Manco, segundo hijo de Viraco
cha e iniciador de las conquistas imperiales a partir
de 1438. Con este monarca comienza el período In-
ka Imperial.
Pirhua: (Véase Collca ).
Pukara: (Pucará): Fortaleza, o castillo (K). (Mossi).
Quimibil: (Quimivil): Londres de; localidad del valle de Hual-
fín de referencia etnohistórica; allí se asentó el sitio
Inka de Shincal.
Runasimi: El Keshua. El idioma o lengua de la gente. (Grigo-
rieff).
Suntur-Huasi: Casa redonda. (Mossi). (K).
Suyu: Parcialidad. Provincia. (Mossi). (K).
Tambo: (Tampu): posada, fonda, hospedaje, m esón. (Mossi)
(Gregorieff). (K).
Creemos que, durante la administración Inka, este
término poseía un significado diferente al de Corpa-
huasi y Chasquihuasi, a pesar de que los tres eran
puntos de enlace en la red vial. Esta confusión se
produjo, seguramente, durante la administración
española.
Tawantinsuyu: (Tahuan): Cuatro. Los cuatro o todas las provin
cias o suyus inkaicas. (Mossi). (K).
Topa Inka Yupanki: (Thupa): Señor. Nombre de honor. (Mossi).
Hijo y sucesor de Pachakuti que continuó sus con
quistas y gobernó el Kollasuyu a partir de 1471 has
ta 1493.
Tucorico apo: el gobernador lugarteniente del Inga en ( l a ) pro
vincia ( c o n q u i s t a d a ) . ” (Sarmiento de Gamboa);
Uncu: Túnica. (Grigorieff). (K).
Usñu: (Usnu):“Tribunal de juez de una piedra hincada...". (Mossi).
(K).
Trono (Ayala).
Viracocha: (Wiracocha): El Creador. La suprema divinidad Inka.
Nombre adoptado por el octavo monarca de la di
nastía.
Primitivamente relacionado con el agua y posterior
mente con el sol.
Wara: (Huara): (Guara): Taparrabos. (Mossi).
Huarani (Guaraní): significa las parcialidades que vi
vían desnudas. (K).
La denominación es genérica; “Guaraní" involucra a
las numerosas parcialidades aborígenes que habita
ban el oriente de los Andes, en las Tierras Bajas
de Brasil, B olivia y Argentina, también conocidos
com o Chiriguanos.
Wayna Kapaj: (huayna Capac): Nombre del monarca que a partir
de 1493 hasta 1525 consolidó la conquista Inka en
el Kollasuyu.
Hijo de Topa Inka y antes de ser coronado su nom
bre era Titu Cusi Gualpa.
Yacolla: Manta. (Mossi). (K).
Zapay Kapaj: (Capac): Unico, principal, rey. (Mossi). (K).
Los establecim ientos de El Shincal y Hualfín en el valle ho
m ónim o y Watungasta en el valle de Abaucán pasan a formar parte
de la sofisticada lista de centros administrativos tendidos por los
Inka en el K ollasuyu. Los rasgos arquitectónicos, individuales e in-
tegrativos, registrados por nosotros en recientes investigaciones son
más que suficientes para situarlos dentro de este nivel jerárquico,
siguiendo los line am ientos com puestos en el capítulo III punto 1.
Las funciones probables a las que estuvieron afectadas las partes,
constructivas, han sido inferidas a partir del análisis de las formas,
disposición y luego el em pleo de analogías etnohistóricas y homo
logías arqueológicas.
Los tres establecim ientos fueron, al parecer, totalmente pla
neados y , al igual que sus congéneres de Potrero de Payogasta, Tu-
ri, Tambería del Inca, Inkallajta y Nevado de Aconquija, parecen
repetir una integración urbana com o la del centro cívico de Él
Cuzco.
INTRODUCCION ........................................................................ . 1 1
CAPITULO I
El Inkario en las historia de la arqueología.................................... 19
CAPITULO II
M etodología.................. 49
1— Categoría espacial........................................................... 51
2— Muestra analítica ...........................................................52
Cuadro I (Instalaciones Inka en los Andes Meri
dionales ) ............. 59
capitulo III
Arqueología de los Inkas del K ollasuyu......................................... 73
1—Arquitectura y Patrón de poblamiento. Rasgos
infraestructurales de primer orden ..............................73
Cuadro II (Instalaciones Inka con registro ar
queológico relevante) .................................. 78
A —El Rectángulo Perímetral Compuesto (R.P.C.) . . . . 81
B — La técnica del s illa r ......................................................... 90
C — La pared de tapia, el adobe y el revestimiento
con revoqu e....................................................................... 92
D —El hastial y sus implicancias ............................. . . . 96
E —El to rreó n ......... ....................................................... . 114
F —El muro reforzado con contrafuerte y banqueta . . 120
G —La tronera................................................................... 124
H —La hornacina o nicho ............................................... 127
I —Los vanos trapezoidales................................................129
J — Construcciones excepcionales . . . ..,............... .. 129
K —Los sitios de a ltu r a .................................................... 137
a - Plataforma artificial ........................................... 140
b - Tumbas, ofrendatarios y santuarios
en la c u m b re........................................................... 143
c - Exégesis.................................................................... 144
L — Taxonomía y Niveles jerárquicos infra estructurales 146
2—Rasgos mobiliares...................................................................... 148
A —La alfarería.................................................................... 148
B —La m adera...................................................................... 169
C —La textilería .................................................................. 176
D —La m etalurgia................................................................185
E —La lapidaria................................... 192
CAPITULO IV
La vialidad imperial en los Andes del Sur: El camino real en el
Kollasuyu.............................................................. 201
CAPITULO VI
B IB L IO G R A F IA ......................................................................................................................................... 2 8 7
A P E N D IC E ( a l a s e g u n d a e d i c i ó n ) .................................................................................... 3 0 1
G L O S A R IO D E V O C E S I N D I G E N A S ........................................................................ 3 0 1
I L U S T R A C I O N E S ..................................................................................................................................... 3 0 7
A b re v ia tu ra s u s a d a s e n e l te x to :
F .A .: F o to s d e l a u to r
C .M .L .P .: C o le c c ió n d e l M u s e o d e L a P la ta
C .M .E .: C o le c c ió n d e l M u s e o E tn o g r á f ic o
S . P .E . : S i n p r o c e d e n c i a e x a c t a
P .A .: P la n o d e l a u to r
Este libro se terminó de imprimir en
Talleres Gráficos ORESTES S.R.L.,
Isabel L a Católica 455.
La ocupación de los Andes Meridionales
por parte de los legendarios “ Hijos del So l" ,
por la fuerza de las armas o por una autosu-
misión de los señoríos locales, es analizada a
través de las páginas de LOS I NKAS DEL
KOLLASUYU, con la claridad expositiva y
certeza de convicciones propia de quienes
como Rodolfo Raffino, han consagrado lar
gos años de estudio a una problemática rica
en matices, y por ello, no exenta de los ries
gos que el rigor científico y la suma del sen
tido común, saben desbrozar.
Rodolfo Raffino, subjefe de la división
Arqueología del Museo de La Plata, nos
presenta en esta obra la continuidad —y tam
bién la ampliación— de un anterior aporte
dado a conocer con el títu lo de “ La ocupa
ción Inka en el N.O. argentino, resumen y
perspectivas" (1978). En el trabajo que el
lector tiene en sus manos, la finalidad perse
guida fue la de aislar, explicitar y redefinir
los vestigios o pruebas arqueológicas deja
das en suelo argentino, por efecto de la in
cursión del llamado imperio del Tawantin-
suyo. Al mismo tiempo, se intentó conocer
los móviles o causas que justificaran el es
fuerzo "colonizador" emprendido por el
Inkario, hacia un ámbito tan alejado de su
foco cultural.
Acompañaron a Raffino en la elabora
ción de esta obra) la licenciada A nahí láco-
na, el arquitecto Ricardo Alvis, los licencia
dos Lidia Baldini, Gabriela Raviña y Da
niel Olivera, así como los alumnos de la ca
rrera de Antropología Ana Albornoz y A li
cia González.
LOS INKAS DEL K O LLASUYU se an
ticipa como uno de los auténticos clásicos
del género y se constituye en un aporte
fundamental para el análisis y entendimien
to de la problemática inka.
ramos americana