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Silencio sepulcral: La toma del 20 de octubre de 1996.

Covarachía en lengua chicha significa: cueva de la luna, es un pequeño municipio con una
variedad de climas, gran diversidad de agricultura y multiplicidad de colores en cada
rincón, sin embargo, esta bella tierra a pesar de estar oculto entre las montañas ha sido
cómplice del conflicto armado que ha azotado y alterado al orden publico a nivel nacional
durante años en nuestro país. Desdichadamente nuestro municipio afronto la toma de las
cabeceras municipales por parte de distintas organizaciones, que han dejado con el paso del
tiempo gran número de víctimas y diferentes afectaciones en el territorio. De igual forma,
este hecho se llevó a cabo gracias a las “partidas armadas, ya que fue un área de vital
importancia para lo que se denominó como el ABC (Arauca, Boyacá y Casanare) donde se
mostraba una proyección hacia los Santanderes y el Magdalena medio; debido a esto
podían llegar de distintos lugares grupos armados a dominar el territorio, ya fuera desde
Capitanejo, “la Capital caprina, tabacalera y melonera”, desde Soata, “ la ciudad de
labranza del sol y el dátil” e incluso desde Onzaga, “ La tierra del oro indígena” ; zonas que
ya habían sido atacadas por distintas razones en la época sangrienta que vivió Colombia,
aunque claro está, le faltaba el turno a Covarachía, el cual le correspondió a finales de
1996, el día 20 de octubre, un día común y corriente para los habitantes, con la excepción
de que no todos se acostarían a dormir para despertar a la mañana siguiente. De los
sobrevivientes a este suceso nos encontramos a un hombre que utiliza el seudónimo de
Leónidas Peñuela, quien la vida le ha dado grandes batallas durante su existencia, tales
como: el asesinato de su hermano, quien en ese entonces era el alcalde el municipio en
1993: “Allí, había unas quince personas. Algunas de ellas dijeron que el homicida ingresó
al lugar, en la tarde, y sin mediar palabra empujó al alcalde Quintero y desenfundó un
revólver. Luego le disparó e hirió en el hombro derecho. Según la versión, el alcalde cayó y
cuando trató de levantarse recibió dos tiros en la cabeza, se dice que fueron cosas de
tragos”, según lo relata él. Años después presencio la toma guerrillera.
La tranquilidad no dura mucho.
Era un día soleado en donde la gente descargaba sonrisas por todos lados, los niños jugaban
con: el trompo, con clin, rejo quemado o con la famosa coca y también estaban los más
grandes quienes tomaban la exquisita cerveza, también denominada: la pola o la cachorra y
los destilados de la caña: la perra y el delicioso guarapo. Sin embargo, no todo era
tranquilidad, ya que en el común vivir de los covarachenses ya se sabía sobre las recientes
incursiones que se habían presentado en Cubara y el municipio de Capitanejo Santander,
pues ese fue un presumir o un pensar que algo podía estar pasando en nuestro municipio y
pues uno de todas maneras se resignaba a que eso pudiese ser cierto. Además, recuerdo que
“Fue doloroso aceptar la realidad a la cual nos resignábamos a creer”.
En el referido día, en horas de la tarde los jóvenes especialmente se dedicaban a interactuar
con un balón de tela o cuero sintético, en las canchas municipales de deporte que
pertenecían al municipio, en actividades como: campeonatos de microfutbol, de baloncesto
y el célebre tejo, eventos que se desarrollaban para esas fechas. Estábamos algunas
personas pendientes de los partidos, aunque lo sospechoso eran unos jóvenes totalmente
desconocidos que incluso participaban y jugaban los partidos de microfutbol con la misma
policía nacional, y pues lo que digo, no sabíamos de quienes se trataban, pero,
especialmente nos llamaba la atención un joven de la policía de más o menos unos 18 años
de edad, con corte de pelo estilo militar, tes de color blanca, mono más o menos, con
aproximadamente 1.70 metros de altura.
Ese día, terminados los partidos, después de todo el sudor que resbalaba por los cuerpos de
los muchajeros, agotados de correr y correr, decidieron ir a la tienda de don Archila a
refrescarse un poco, negocio muy pequeño, perteneciente a una casa de dos pisos y ubicada
en la parte posterior del colegio, es aquí, en este lugar en donde fui testigo de lo que
ocurrió, ese día entraron más que todo policías para pedir algunos refrescos como la malta o
la colombiana y bolsas de agua para tomar o lavar sus caras; en ese momento dieron el
ultimo toque para la eucaristía , para la misa de las 6 el domingo en la tarde, en donde la
mayoría de la gente en especial los del perímetro urbano asistían, pero, estando en la
celebración eucarística más o menos a los 10 minutos se escucharon unas detonaciones
muy fuertes y pues personalmente los que estábamos en la tienda asimilamos que se trataba
de pólvora por motivo de la misa , sin embargo, ante las repetidas detonaciones salimos a la
puerta a mirar y observamos como por la calle hacia al norte, avanzaba gran cantidad de
uniformados, de diversos tamaños, unos más jóvenes que otros, y tenían trajes tanto de la
policía como del ejército nacional, aun así, la misma policía creyó que se trataba de
refuerzos que habían llegado ya que Covarachia estaba en zona roja, pero al pasar unos
minutos por el estado de embriagues que presentaban algunos y con gritos a todo pulmón
alusivos al frente 45 de las FARC, entendimos de que se trataba, nos había llegado la hora,
era el comienzo del fin, seguidamente se produjeron más detonaciones y en cuanto a
artefactos explosivos portaban: fusiles de asalto , granadas de mano y claro las famosas
pipetas de gas, las cuales estaban de moda para esos eventos en aquella época.
El comienzo del fin
Al comienzo del combate los policías que se encontraban en la tienda antes mencionada,
los que tomaban gaseosa, vivían ahí, en el segundo piso, inmediatamente subieron las
escaleras de manera agitada sin mostrar una señal de miedo y desde las ventanas que
proyectaban la entrada del pueblo comenzaron a repelar el ataque, disparando contra los
guerrilleros que estaban tiroteando a diestra y siniestra a quien se les atravesara por la jeta.
Después de un tiempo pudimos presenciar con gran asombro, como el terror recorría todos
nuestro huesos y el pánico se contemplaba en aquellos ojos verdosos de un soldado o
muchacho al tratar de sacar una granada que tenía en uno de sus bolsillos en la chaqueta,
lastimosamente los disparos de los policías que estaban en la ventana, le impactaron en el
pecho, no se vio ni una sola gota sangre hasta el momento en que la granada estallo y con
gran pavor asistimos a uno de los hechos más difíciles de mi vida, en donde todas las partes
de aquel muchacho volaron en añicos, fue un episodio indescriptible, ver como su frágil
cuerpo se esparció por todo lado a causa de la explosión.
Igualmente, otro grupo de guerrilleros atacaban la estación de policía, el palacio municipal
y la iglesia; en la estación solo se encontraba un policía, quien era el operador de radio,
cuentan que murió como un héroe, entregando su vida por los demás, ya que en este mismo
lugar había un túnel que conectaba con la salida a un pastal y que al momento en que la
guerrilla entro, guio a un grupo de civiles allí, al ser el ultimo, los soldados se dieron
cuentan cuando el ya iba a mitad de camino, justo cuando ya veía el final del sendero murió
incinerado a causa de la explosión de una pipeta de gas, la cual causo el colapso de la
edificación y sin razón alguna con otras pipetas, comenzaron a destruir las casas, no se
entiende el ¿ por qué?; en el palacio municipal el cual queda al lado del banco se
encontraban varias mujeres entre 20 y 30 años de edad, angustiadas y desesperadas donde
lo único que les importaba eran sus hijos, temían por sus vidas, pero que mas que eso a
dejarlos sin mamá, allí los soldados las encerraron en un baño y a una que a otra la
amenazaban con que le diera la clave o contraseña para abrir la bóveda donde se encontraba
el dinero, lo que ellos no sabían es que de los pocos que tenía esta información no se
encontraban presentes, después de un tiempo, decidieron irse para matar a otras personas o
eso lo contaron las presentes; por ultimo en la iglesia, en la pura noche se continuaba
escuchando los tiros, fue un caos, los covarachenses, gente de campo, humilde y orgullosa
por su trabajo, se acomodan en grupos, presintiendo un final fatal, rezaban sus oraciones
por turnos, entre las 9 y 10 de la noche no paraban las ráfagas de fusil y explosiones, ellos
les pedían a quienes disparaban que los dejaran salir, que querían volver a sus casas, que
anhelaban seguir vivos y pasado un rato se logró el permiso, el padre dijo que “era un
milagro que nadie hubiera muerto en la casa de Dios “y abriendo la puerta, la gente
comenzó a correr despavoridamente en medio de los disparos, arriesgando sus vidas, como
dicen: cada quien para su casa, solo que con la intriga y el pánico de que alguien estuviera
esperándolos en la entrada de su hogar. Seguidamente se produjo un silencio sepulcral, solo
de vez en cuando sonaba un disparo muy disperso, que se perdía entre las voces dolorosas
de aquellos que estaban heridos, se creía que todo había terminado, solo se escuchaban a
algunos soldados que estaban tomando licor y otros que se aprovisionaban a su manera.
Pero… ¡Santo Dios!, por ahí más o menos a eso de las 12 o 1 de la de la mañana aparece
silencioso sobre el cielo de Covarachia el famoso avión fantasma que iluminaba con luces
de bengala todo el perímetro urbano del municipio, parecían luces de navidad, aun que lo
que siguió no tiene forma de descripción, ni manera de entenderse, fue un ataque brutal y
sin contemplación del fantasma, no importaba que fuera con tal de que se moviera, muchos
o casi la mayoría, se dispersaron y emprendieron la retirada, nuevamente se apreció otro
silencio, supongo que de dos horas en donde solo se escuchaba a lo lejos quejidos de
personas y gritos de consuelo.
Retomando ya el recuento de la casa donde se hidrataban los policías, donde nosotros
estábamos, más o menos a eso de las 3 de la mañana (dice quien lo vivió), se escuchaban
unos murmullos en la calle donde se comentaban “ Esta casa hay que tumbarla”, porque
precisamente era de ahí de donde se disparaba, ¡Que desgracia para nosotros!, creyendo que
ya todo había terminado, nos íbamos a morir, no obstante, en la calle discutían porque
nadie tenía en su poder un detonador o algo así y estando en esa discusión, uno de los
policías que aún se encontraba en el segundo piso de la casa, descargo de manera valiente,
en forma repetida unos fusiles y granadas que aún tenía en su poder, contra los que
discutían por el detonador en la calle, pensé que ese si sería el final, otra vez
presenciábamos un silencio sepulcral, solo que a diferencia del anterior ya no se
escuchaban las suplicas de dolor por aquellos que estaban heridos, tal vez ya estaban
muertos; pasada media hora se escuchó una pelada o niña por ahí de unos 14 o 15 años
gritar y gemir: ¡Me muero! ¡Me muero! ¡Me muero!, no se quien la rescato, solo se que se
la llevaron. Y ahí si se termino todo.
Ya a las 5 de la mañana Covarachia no amaneció como todos los días, el arrebol de las
nubes iluminadas por los rayos del sol que se daban cada día, no estaban, solo existía el
rojo vivo de la sangre de aquellos que no corrieron con la misma suerte. Lo primero que se
observo era aquel joven que resulto destrozado por la granada que se le estallo, poco se
reconocía su rostro, también vimos la cantidad de muertos que había en cada calle, las
partes de cuerpo diversas por todos lados, partes de prendas de militares y explosivos
botados, pero sobre todo sabíamos que el avión fantasma, había hecho su trabajo.
Después de este suceso, al ver las caras de mis vecinos, mi familia, la gente con la que
trabajaba, sentí lo que sus miradas reflejaban: angustias, miedo y pánico ya que no
estábamos acostumbrados a estos espectáculos, a estas escenas tan explicitas, muy bien ya
habíamos escuchado situaciones así, pero no fue hasta el día 20 de octubre de 1996 que las
vivimos en carne propia.
De los guerrilleros muertos, nunca se supo cuántos fueron, pues sus compañeros
acostumbraban a llevarlos consigo, de la policía uno de ellos resulto muerto e incinerado,
en el palacio municipal los daños fueron evidentes, en gran parte del poblado: casas
derribadas, destrucción total de la estación de policía, daños en el palacio municipal, en las
escuelas, en el templo parroquial y claro, algunos vehículos que se encontraban parqueados
también fueron destruidos.
“Ciegos, sordos y mudos”.
Tres años, tres años exactamente fue lo que duro la toma y en ese tiempo lo que vivieron
los Covarachenses fue un cambio total, el estado social, los derechos que rigen a un
ciudadano prácticamente desaparecieron, nos gobernaban otros mandatos, otras reglas y
leyes, debimos acostumbrarnos a esa nueva forma de vida, donde ante todo para sobrevivir
o mantenernos en pie, era necesaria o bueno, obligatoria la prudencia en la charla, no podía
salir una palabra a menos que ellos no lo autorizaran, además debíamos mantener un buen
comportamiento No tuvimos el apoyo del estado, su ausencia fue total, la fuerza pública,
las entidades del estado no atendieron lo básico del ser humano, debido a esto, vivimos un
ambiente raro y sin palabras, donde fue vital aprender a convivir como dijo la famosa
Shakira: “Ciegos, sordos y mudos”, encima de todo esto la estación de vienes era de mucho
cuidado, el aprender a aceptar el compartir, darle a alguien lo que era de uno, lo que con
todo esfuerzo durante años había conseguido, algunos no les gusto ver como lo que les
costos por tanto tiempo podía desaparecer en un abrir y cerrar de ojos, por eso emigraron a
otros lugares como Venezuela, mientras que otros vendieron por ínfimo precio sus bienes y
se fueron para no volver más, cada quien según la expectativa de vida que quería o podía
mantener. Y claro está a manera personal como a los demás y a mi familia, el cambio de
vida consintió en eso: “saber convivir para sobrevivir”, porque a fin de cuentas todo,
absolutamente todo, quedo a la merced de los grupos al margen de la ley por ese tiempo,
unos días ELN, otros las FARC y otros los grupos paramilitares externos a ellos, fuimos
pocos los que soportamos con prudencia todo ese tiempo, algunos o la mayoría porque no
teníamos para donde irnos, porque ese pequeño rincón escondido entre las montañas era
nuestro hogar, por eso nos tocó aguantar.

Retomando el control del territorio


Tres años después, justo el 20 de octubre de 1999, el ejército nacional retomo el control de
este territorio ¡Amen!, después de mucho tiempo gracias al ejército nacional se recupero el
territorio y se volvió a instalar la policía nacional, la noticia salió en el tiempo y decía que
“por primera vez en Boyacá con dos pelotones de tanques de más de 280 hombres con ocho
tanques de guerra, dos vehículos y con ayuda de la Operación Reconquista II se recuperó el
territorio”
Por último, quiero agregar que esta es una historia trágica, acá la cuento yo porque muchos
no pudieron y también para que quede en la memoria de quienes no lo vivieron.

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