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Hollywood y la transformación del vestuario femenino

durante la II Guerra Mundial: simbología, mimetismo e


identificación entre el público y la estrella.
La moda traduce comportamientos, sentimientos, incluso convicciones, al tiempo
que se define como testimonio inequívoco y de primera fila de los acontecimientos
que afectan a la sociedad. Sirviéndose de poderosos medios a su alcance como el
cine, su carácter ecléctico se postula como la perfecta herramienta para
vehiculizar hábitos y códigos sociales.
En el contexto de la II Guerra Mundial, y concretamente en EUA, el carácter
testimonial de la moda y sus dictámenes llego a provocar desde las pantallas de
cine, un alto grado de fetichismo y mimetismo del público femenino con las
estrellas cinematográficas. Hollywood retrataría el nuevo papel de la mujer como
cabeza de familia de lo que se llamó el “frente domestico”, así como su
incorporación al mundo laboral sustituyendo a los hombres que luchaban en el
frente, y como las restricciones provocadas por la guerra afectaron tanto su
cotidianidad como su forma de vestir. Una moda que tuvo que adaptarse y
reinventarse
desde la sobriedad del racionamiento. La moda de cada época refleja el momento
político y económico de cada nación, especialmente en tiempos de guerra.
Cuando el 14 de junio de 1940 las tropas alemanas ocuparon Paris, muchos
diseñadores se vieron obligados a un exilio temporal. La Alemania nazi deseaba
convertir Berlín en la nueva capital mundial de la moda, pero finalmente serian
EUA y Gran Bretaña quienes dictarían en tiempo de guerra las normas de vestir.
En ambos países se impuso el racionamiento de materiales a partir de 1940,
destinados exclusivamente a uso militar, inconveniente que, por otro lado,
favorecería el desarrollo y la innovación textil de los materiales sintéticos.

El papel de la mujer durante la II Guerra Mundial

Como ya sucedió durante la I Guerra Mundial, la mujer volvió a contribuir en el


esfuerzo de guerra substituyendo a los hombres en sus puestos de trabajo. Dentro
de la industria de defensa, trabajaron como electricistas, soldadoras y
rematadoras, convirtiéndose una de ellas (Geraldine Hoff Doyle) en la famosa
“Rosie the rivete¨ icónica figura de la II Guerra Mundial y protagonista de una
campana del Gobierno destinada a la contratación de trabajadoras dentro de la
industria de armamento.
En 1942, un fotógrafo de la United Press Internacional realizó una serie de fotografías de una
joven obrera, en una fábrica de metal a las afueras de Detroit. Imágenes que encantaron al artista
gráfico J. Howard Miller que, contratado por la Westinghouse para diseñar una
serie de carteles de motivación dirigidos a las obreras, incorporaría el rostro de la joven a la figura
de la obrera que vestida con un mono de trabajo muestra su bíceps bajo el famoso lema ¡We Can
Do it!, desde el icónico cartel de la II Guerra Mundial.

El pantalón abandero la revolución de la comodidad y la autonomía femenina. De


Inglaterra se importó el Sirene Suit, un mono pantalón muy práctico que
empezaron a usar las mujeres en las fábricas. La adaptación de la lencería
llegaría con Wilson Goggles y su soft-bra, un sujetador plastificado que
amortiguaba el movimiento brusco derivado de la manipulación de las maquinas.
Por otro lado, la campana gubernamental de reclutamiento del Women’s Army
Corps (WAC), no limito la incorporación femenina únicamente al cuerpo de
enfermeras. La Office of the Quartermaster General (OQMG) colaboro con
industriales textiles decidiendo las medidas de chaquetas y faldas, modelos de
gorras, calzado e insignias, y el color más adecuado a cada cuerpo del ejército.
Destacados diseñadores como Mainbocher o Edith Head contribuyeron a la
adaptación de algunos uniformes. Entre 1942- 1945, Hollywood produjo
aproximadamente 1.700 filmes, 500 de genero bélico. Algunos de ellos reflejarían
el papel de las mujeres en el ejército, como Women in War, (J. H. Auer, 1940),
retratando el día a día del cuerpo de enfermeras británico, o Cry Havoc (Richard
Thorpe, 1943), el de un grupo de enfermeras en Filipinas.

Hollywood: moda y II Guerra Mundial

Los historiadores que analizan el siglo xx encuentran en el cine una herramienta


de indiscutible valor, que respalda sus estudios ya sea desde el documental o la
ficción. Aunque Hollywood no dejo de producir otros géneros como los musicales,
westerns o comedias, una parte muy significativa de los filmes rodados en
aquellos años retrataría directamente el conflicto bélico, ya fuera en el frente de
batalla o desde la resistencia de la población civil que abanderaría lo que se llamó
el frente doméstico, donde las mujeres serian actrices protagonistas. Los
diseñadores de moda ejercieron de estrategas ante la crisis mundial de la industria
textil.
El Ward Production Board (WPB) estableció en marzo de 1942 la regularización L-
85, que establecía la cantidad de ropa permitida en la fabricación de ropa y las
características que debía cumplir. Esta Junta de Producción de Guerra también
puso sus ojos en la industria cinematográfica, creando una oficina encargada de
revisar que toda película o fotografía hecha en Hollywood cumpliesen las
regularizaciones de la WPB.5 En Hollywood los diseñadores optaron por reutilizar
y reciclar el vestuario de otras producciones.
El talento de creadores como Edith Head, Adrián o Jean Louis, mantuvo el sello de
elegancia y sofisticación a pesar de las restricciones, reduciendo el presupuesto y
el tiempo de confección de los vestuarios.
Bautizada como “la mirada americana”, la moda creada por Claire M Cardell sería
la respuesta a las necesidades de la mujer trabajadora durante la Guerra, y su
ready to wear, la versión americana del prét-a-porter. Diseños informales y
prácticos, con un toque sofisticado. Popularizo el denim, experimento con fibras
artificiales y elevo
de categoría a tejidos sencillos como el algodón o el lino. Actrices como Ava
Gadner, Lauren Bacall o Katerine Hepburn lucieron sus diseños tanto en la
pantalla como en su vida privada, un estilo seguido de cerca por sus fans desde
las portadas de revistas especializadas en moda y cine. Amplios pantalones,
camisas y jerséis de algodón, monos de punto con capucha para deportes de
invierno, o vestidos y prendas de baño con escote halter.
El racionamiento también afecto a la industria del calzado, y el zapato de cuna que
Salvatore Ferragamo había diseñado para la actriz Ida Lupino en 1935, adquirió
gran popularidad. Se sustituyo la suela de cuero por la de corcho, mucho mas
ligero y asequible, combinándola con nuevos tejidos. En tiempo de guerra las
medias se convirtieron en preciado objeto de deseo. Tras Pearl Harbor, Dupont
retiro el nylon del mercado, destinándose exclusivamente a uso militar. A partir de
entonces sería casi imposible conseguir un par de medias, por lo que las mujeres
aplicaron
tinte a sus piernas, pintando con un lápiz de ojos una línea posterior que simulaba
la costura de estas. Una efectiva técnica que generaría un exitoso negocio
alternativo, publicitándose en revistas de moda y en los noticiarios proyectados
antes de los filmes, de la mano de jóvenes
actrices como Kay Bense.

Las blusas no podían tener pliegues ni volantes, y solamente un bolsillo.


Se redujo el vuelo y medida de las faldas, imponiéndose la falda
tubo o “lápiz”. Los vestidos solo podían tener dos botones y ojales en
cada puño, y los de noche vieron muy reducida la cola y el vuelo.

El poder de convocatoria de las estrellas: mimetismo e ideal estético

El juego establecido de proyección e identificación entre público y estrella no


menguo durante el conflicto. El vestuario cinematográfico transformaría dogmas
de moda imponiendo arquetipos y estilos. Pero la realidad se imponía al
encenderse las luces de las salas de cine, y las mujeres idearon estrategias para
vestir como sus adoradas estrellas desde el espíritu ahorrador de la época. Frente
a la adversidad, americanas y europeas convirtieron su belleza, hasta entonces un
arma de seducción, en una de guerra.

Se hizo imprescindible aprender a reformar su vestuario y “alargar”


la vida de las prendas: cómo hacer una falda de unos pantalones
masculinos, transformar vestidos viejos en ropa infantil, o convertir una
chaqueta masculina en un abrigo. La industria de patrones para coser
en casa creció considerablemente. Revistas de moda americanas y europeas
aconsejaban como reutilizar prendas antiguas y arreglar otras.
Por ejemplo, el coser diferentes motivos en las puntas de los dedos
de los guantes viejos para darles un nuevo estilo, o también cómo una
misma blusa podía parecer otra distinta, solo cambiándole el cuello o
los puños.

Algunas actrices se convirtieron en verdaderos iconos de estilo, y el mimetismo


desmesurado con un determinado look se vivió aquellos anos
intensamente. Quizás el caso mas emblemático fue la sofisticada melena (de
nombre, peek-a boobang) que lucio en 1942 Verónica Lake en Contratado para
matar (This Gun for Hire; F. Tuttle). El mechón lateral que tapaba uno de los ojos
provoco que el cabello de algunas obreras quedara enganchado en las maquinas,
forzando una petición “formal” del Departamento de Defensa a la Paramount para
que “solicitara” a la actriz un cambio de peinado, al menos durante la guerra.
Un recogido que pasaría a la historia con el emblemático nombre de Victory Rolls .

Victory Rolls
Verónica Lake

Hollywood y la cotidianidad de la población civil: vistiendo el frente


doméstico

Ante la consigna gubernamental de retratar el esfuerzo de la población civil, títulos


como La Señora Miniver (Mrs. Miniver; W. Wyler,
1942), Desde que te fuiste, (Since you Went Away; J. Cromwell, 1943) o
Compañero de mi vida (Tender Comrade; E. Dimitrych, 1943), entre otros,
ejemplificarían dicha consigna desde la esencia mas pura del cine clásico de
Hollywood, y el vestuario de las tres producciones reflejaría en las diferentes
escenas como la frivolidad y sofisticación de los años anteriores a la guerra dieron
paso a la sobriedad y austeridad derivadas de las restricciones impuestas por el
conflicto.
Finalizada la Guerra, Wyler firmaría el que muchos expertos consideran el mejor y
mas sinceramente critico retrato del regreso a casa de los soldados, Los mejores
años de nuestra vida (The Best Years of ours Lives, 1946). El director quiso que
no se diseñara ningún vestuario específico, y pidió a los actores que compraran
ellos mismos la ropa en grandes almacenes. Quería que la llevaran antes de
iniciar el rodaje, buscando el aire de una ropa austera, vivida. Escaso maquillaje,
rodada en blanco y negro, vestuario despojado del glamour de Hollywood…, Wyler
experimentaría con un tipo de nuevo “realismo”, que se alejaba del concepto de
Hollywood en el sentido clásico.
A modo de conclusión, el conflicto supuso la llamada a filas de la independencia
femenina, que, encorsetada hasta entonces en su rol de ama de casa, se negaría
a abandonar la autonomía conquistada cuando finalizo la guerra. Analizar el
universo femenino en tiempos de guerra puede de verse a menudo como algo
frívolo en medio de la oscuridad de un conflicto bélico, pero durante la II Guerra
Mundial cuidar su vestuario y maquillaje permitió a la mujer conservar la feminidad
y cordura necesarias para afrontar tan dura prueba. Más allá del sentimiento
puramente patriótico, la moda de aquellos anos dejaría huella en la de décadas
posteriores. Los avances en moda y tecnología textil acaecidos durante la II
Guerra Mundial y su impacto tendría consecuencias a
largo plazo. El racionamiento vistió la moda femenina de nuevos materiales y
fibras sintéticas que se siguen utilizando en la actualidad. Aquella guerra impulso
la investigación textil produciendo fibras como el teflón y sobre todo la lycra.
Frente a la discontinuidad de carácter político, cultural o económico, la moda
aporta continuidad, dibujando nuevas siluetas desde su papel testimonial como
cronista social del pasado y del presente, la moda refleja el estilo general de vida
de una sociedad.

Núria Braut Cabo


Técnico Superior de Artes Plásticas
y Estilismo de Indumentaria
CENTRE DE DOCUMENTACIÓ I MUSEU TÈXTIL - Barcelona

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