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Propiedades físicas de los suelos agrícolas | Christian Yamir Cordero Vázquez

Propiedades físicas de los suelos agrícolas

Los suelos agrícolas son uno de los recursos naturales más valiosos para la producción de
alimentos y desempeñan un papel fundamental en la agricultura y la seguridad alimentaria.
El crecimiento exitoso de los cultivos, especialmente las hortalizas, depende en gran
medida de las propiedades físicas del suelo y su capacidad para proporcionar un ambiente
favorable para el desarrollo radicular y la absorción de nutrientes. En este documento,
exploramos las diversas propiedades físicas del suelo, como la textura, la estructura, la
porosidad y la retención de agua, y examinamos cómo estas propiedades influyen en el
crecimiento de los cultivos hortícolas.

Propiedades físicas del suelo y su relación con los cultivos


Textura
La textura del suelo, que se refiere a la proporción relativa de partículas de arena, limo y
arcilla, es un factor crítico que afecta la capacidad del suelo para retener agua y nutrientes.
La textura influye en la capacidad de retención de agua del suelo, así como en su drenaje
y aireación. Los suelos arenosos, con partículas de mayor tamaño, tienden a tener una
capacidad de retención de agua más baja, lo que puede llevar a problemas de sequía
durante los períodos de estrés hídrico. Por otro lado, los suelos arcillosos retienen más
agua, pero pueden tener problemas de drenaje y aireación.
La textura del suelo es una característica esencial que tiene un impacto profundo en el
desarrollo y la productividad de los cultivos hortícolas. Se refiere a la proporción relativa de
partículas de diferentes tamaños, como arena (2.0 mm – 0.05 mm), limo (0.05 mm – 0.002
mm) y arcilla (menor que 0.002 mm), presentes en el suelo. Cada uno de estos
componentes aporta características únicas al suelo y, en conjunto, determinan cómo el
suelo interactúa con el agua, los nutrientes y las raíces de las plantas.

Composición del Suelo: Arena, Limo y Arcilla


La arena, que consta de partículas relativamente grandes, confiere al suelo una estructura
suelta y permite un drenaje rápido del agua. Sin embargo, debido a su tamaño, las
partículas de arena no retienen agua ni nutrientes de manera eficiente, lo que puede llevar
a problemas de sequía y escasa disponibilidad de nutrientes esenciales para las plantas.

El limo, con partículas de tamaño intermedio, agrega cualidades cohesivas al suelo y puede
retener agua de manera más efectiva que la arena. Esto puede ser beneficioso para el
crecimiento de los cultivos al proporcionar una fuente constante de humedad y nutrientes.
Sin embargo, el limo también puede compactarse fácilmente, afectando la aireación y el
drenaje del suelo.

La arcilla, con partículas más pequeñas, agrega plasticidad y retiene agua en mayor medida
que la arena y el limo. A pesar de su capacidad para retener agua y nutrientes, los suelos
arcillosos pueden ser propensos a la compactación, lo que puede dificultar la penetración
radicular y la aireación.

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La textura del suelo influye directamente en la capacidad de las raíces de las plantas para
acceder a agua, oxígeno y nutrientes. Los suelos arenosos, debido a su baja capacidad de
retención de agua, pueden hacer que las plantas sean más susceptibles a la sequía,
especialmente en áreas con precipitaciones limitadas. Los suelos arcillosos, aunque
retienen agua, pueden sufrir problemas de drenaje, encharcamiento y asfixia radicular en
condiciones de exceso de humedad. Los suelos con una textura equilibrada, a menudo
llamados suelos francos, ofrecen una combinación de retención de agua y drenaje
adecuados, lo que crea un ambiente óptimo para el crecimiento de los cultivos hortícolas.
En estos suelos, las raíces pueden penetrar y extenderse sin restricciones excesivas,
permitiendo una absorción eficiente de agua y nutrientes.

Estructura
La estructura del suelo, determinada por la organización de las partículas individuales en
agregados más grandes, también juega un papel crucial en el crecimiento de los cultivos.
Una estructura del suelo adecuada crea espacios porosos que permiten la circulación del
agua y el aire, así como el crecimiento y la penetración radicular. Suelos con buena
estructura promueven el desarrollo radicular y la expansión del sistema de raíces, lo que a
su vez mejora la absorción de nutrientes esenciales. La estructura del suelo es una
característica crucial que desencadena una serie de efectos interconectados en el entorno
radicular de los cultivos hortícolas. Esta propiedad, que define cómo las partículas
individuales de arena, limo y arcilla se unen para formar agregados más grandes, tiene un
impacto profundo en el acceso a nutrientes, la aireación, el drenaje y, en última instancia,
en la salud y el rendimiento de las plantas, esto ayuda a crear una red tridimensional de
espacios porosos que influyen en la circulación de agua, aire y nutrientes. Los agregados
actúan como reservorios de agua, permitiendo que esta se almacene en espacios porosos,
lo que a su vez asegura la disponibilidad de humedad para las raíces de las plantas durante
períodos de sequía. Además, estos espacios permiten que el aire circule, proporcionando
el oxígeno esencial que las raíces necesitan para la respiración y el metabolismo. esto
influye directamente en cómo las raíces de los cultivos se desarrollan y se extienden en
busca de agua y nutrientes. En un suelo bien estructurado, las raíces pueden penetrar
fácilmente, explorar y colonizar una mayor área, lo que se traduce en una absorción más
eficiente de nutrientes esenciales. Un suelo con una estructura deficiente puede
obstaculizar el crecimiento radicular y limitar la capacidad de las plantas para acceder a los
recursos.

La formación de agregados también influye en la retención y liberación de nutrientes en el


suelo. Los espacios porosos creados por la estructura permiten que los nutrientes se
adhieran a las partículas del suelo, reduciendo la lixiviación y asegurando que los nutrientes
estén disponibles para las plantas. Esta interacción entre la estructura del suelo y la
disponibilidad de nutrientes es esencial para un crecimiento óptimo de los cultivos
hortícolas.

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La estructura del suelo también juega un papel fundamental en la aireación y el drenaje. La


circulación adecuada del aire es vital para el metabolismo de las raíces y la actividad
microbiana en el suelo. Una estructura deficiente puede llevar a la compactación, que
reduce los espacios porosos y limita la capacidad del suelo para transportar oxígeno.
Además, una mala estructura puede resultar en problemas de drenaje, causando
encharcamiento y asfixia radicular, lo que a su vez afecta negativamente el crecimiento de
las plantas.

Tipos de estructuras
Estructuras granulares y migajosas: son partículas individuales de arena, limo y arcilla
agrupadas en granos pequeños casi esféricos. El agua circula muy fácilmente a través de
esos suelos. Por lo general, se encuentran en el horizonte A de los perfiles de suelos.
Estructuras en bloques o bloques subangulares: son partículas de suelo que se agrupan en
bloques casi cuadrados o angulares con los bordes más o menos pronunciados. Los
bloques relativamente grandes indican que el suelo resiste la penetración y el movimiento
del agua. Suelen encontrarse en el horizonte B cuando hay acumulación de arcilla.
Estructuras prismáticas y columnares: son partículas de suelo que han formado columnas o
pilares verticales separados por fisuras verticales diminutas, pero definidas. El agua circula
con mayor dificultad y el drenaje es deficiente. Normalmente se encuentran en el horizonte
B cuando hay acumulación de arcilla.
Estructura laminar: se compone de partículas de suelo agregadas en láminas o capas finas
que se acumulan horizontalmente una sobre otra. A menudo las láminas se traslapan, lo
que dificulta notablemente la circulación del agua. Esta estructura se encuentra casi
siempre en los suelos boscosos, en parte del horizonte A y en los suelos formados por
capas de arcilla.

Porosidad
La porosidad del suelo es una propiedad física fundamental que tiene un impacto
significativo en el crecimiento y desarrollo de los cultivos agrícolas, incluyendo las
hortalizas. Se refiere a la proporción de espacio vacío, o poros, presentes en el suelo en
relación con su volumen total. Estos poros pueden contener aire o agua, y juegan un papel
crucial en la circulación de gases, la retención de agua y la disponibilidad de oxígeno para
las raíces de las plantas.
La porosidad del suelo está influenciada por varios factores, incluyendo la textura del suelo,
la estructura, la compactación, el contenido de materia orgánica y las prácticas de manejo
agrícola. La forma, el tamaño y la distribución de los poros son características importantes
que determinan cómo el suelo retiene y drena el agua, así como cómo permite la difusión
de gases como el oxígeno y el dióxido de carbono.

Tipos de Porosidad:
Existen dos tipos principales de porosidad en el suelo: porosidad macroscópica y
porosidad microscópica.

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Porosidad Macroscópica: Estos son poros relativamente grandes que permiten el


movimiento del agua y el aire dentro del suelo. Los poros macroscópicos son esenciales
para el drenaje del agua en exceso y la aireación del suelo. Los suelos con buena porosidad
macroscópica permiten que las raíces de las plantas respiren y obtengan oxígeno, lo que
es esencial para la respiración y el metabolismo de las plantas.
Porosidad Microscópica: Estos son poros más pequeños que retienen el agua en forma de
película alrededor de las partículas de suelo. La porosidad microscópica juega un papel
crucial en la retención de agua y nutrientes, permitiendo que las raíces de las plantas
accedan a estos recursos vitales a medida que crecen.

La porosidad del suelo es vital para el crecimiento saludable de los cultivos, especialmente
las hortalizas, que tienen un sistema de raíces relativamente superficial y una alta demanda
de nutrientes y agua. Los poros proporcionan un medio para el movimiento del agua y la
disponibilidad de oxígeno en el suelo, lo que influye directamente en la absorción de
nutrientes por parte de las raíces. Una porosidad adecuada permite que las raíces penetren
en el suelo y se expandan, facilitando la búsqueda de nutrientes y agua. Además, la
porosidad contribuye a la regulación del contenido de agua en el suelo. Un suelo bien
poroso retiene agua de manera eficiente pero también permite que el exceso de agua se
drene, evitando problemas de encharcamiento que pueden dañar las raíces y limitar el
crecimiento de los cultivos.

Las hortalizas, son caracterizadas por un ciclo de vida corto y alta demanda de nutrientes,
son particularmente sensibles a las condiciones del suelo. Las propiedades físicas del suelo
influyen directamente en la disponibilidad de nutrientes esenciales para las plantas. La
porosidad del suelo determina la capacidad de las raíces para acceder al oxígeno y a los
nutrientes. En suelos compactados o mal estructurados, las raíces pueden tener dificultades
para crecer y expandirse, lo que limita su capacidad para absorber nutrientes del suelo.

Retención de agua
La retención de agua en el suelo es una propiedad crítica que afecta directamente el
suministro de agua a las plantas, incluyendo los cultivos hortícolas. La capacidad del suelo
para retener y liberar agua de manera adecuada influye en la disponibilidad de humedad
para las raíces de las plantas y, por lo tanto, tiene un impacto significativo en su crecimiento,
desarrollo y rendimiento.

Tipos de Humedad en el Suelo:


Los suelos pueden tener diferentes niveles de humedad, lo que afecta la cantidad de agua
disponible para las plantas. A continuación, se presentan algunos de los tipos de humedad
en el suelo:

Campo Capilar: Esta es la cantidad de agua retenida en el suelo después de que el exceso
de agua gravitacional haya drenado. Es la humedad que las raíces de las plantas pueden
acceder a medida que el suelo comienza a secarse después de la lluvia o el riego.

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Capacidad de Campo: Se refiere al punto en el que el suelo retiene la máxima cantidad de


agua posible contra la gravedad. Es el nivel de humedad después de que todo el exceso
de agua haya drenado, y las raíces de las plantas pueden acceder a esta humedad para el
crecimiento.
Punto de Marchitez Permanente: Es el nivel de humedad en el que las plantas ya no pueden
extraer agua del suelo, incluso si lo intentan al máximo. En este punto, la humedad en el
suelo está tan baja que las raíces no pueden obtener suficiente agua para satisfacer sus
necesidades.
Contenido de Agua Disponible: Es el rango de humedad entre la capacidad de campo y
el punto de marchitez permanente. Es la cantidad de agua que las plantas pueden utilizar
para el crecimiento y desarrollo saludable.
Exceso de Humedad o sobresaturación: Si el suelo retiene más agua de la que las plantas
pueden usar o drenar, puede dar lugar a un exceso de humedad. Esto puede llevar a
problemas de encharcamiento, asfixia radicular y la proliferación de patógenos del suelo.

La retención de agua en el suelo es vital para el éxito de los cultivos hortícolas. Un suelo
con capacidad de retención de agua adecuada puede proporcionar un suministro
constante de humedad a las raíces de las plantas, lo que es esencial para el crecimiento y
el desarrollo. La humedad del suelo afecta la absorción de nutrientes, la tasa de
transpiración y la capacidad de las plantas para resistir el estrés hídrico. El acceso a la
humedad adecuada en el suelo durante las diferentes etapas de crecimiento, como la
germinación, el establecimiento y la formación de frutos, es crucial para lograr cosechas
saludables y de alta calidad en los cultivos hortícolas. Los suelos con una retención de agua
equilibrada permiten que las raíces se desarrollen de manera óptima y obtengan la
cantidad adecuada de agua para cumplir con sus necesidades fisiológicas.

El manejo adecuado de las propiedades físicas del suelo es esencial para optimizar el
crecimiento de los cultivos hortícolas. Prácticas como la labranza conservacionista, la
adición de materia orgánica y la rotación de cultivos pueden mejorar la estructura del suelo,
aumentar la porosidad y promover una mayor retención de agua. La aplicación estratégica
de riego y la gestión de la compactación del suelo también son aspectos clave para
asegurar un ambiente óptimo para el crecimiento de las hortalizas. Se puede concluir que
las propiedades físicas del suelo juegan un papel de vital importancia en el desarrollo y
rendimiento de los cultivos hortícolas. Estas propiedades, no son factores aislados, sino
que interactúan de manera intrincada para moldear el entorno en el que las plantas crecen
y se nutren. La interacción entre estas propiedades físicas es clave para garantizar la
adecuada nutrición y crecimiento de los cultivos. Comprender cómo estas relaciones
funcionan en conjunto es esencial para los agricultores y profesionales del sector agrícola.
Les proporciona el conocimiento necesario para tomar decisiones informadas sobre cómo
manejar el suelo de manera efectiva, optimizando las condiciones para el crecimiento de
los cultivos hortícolas.

La toma de decisiones fundamentada en este conocimiento puede conducir a prácticas


agrícolas más sostenibles y productivas. Los agricultores pueden ajustar el manejo del

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suelo, como la labranza, la aplicación de enmiendas orgánicas y la gestión de la


compactación, para crear un ambiente propicio para el desarrollo radicular y el acceso a
nutrientes esenciales. Al comprender cómo maximizar la retención de agua en el suelo y al
mismo tiempo prevenir el encharcamiento, los agricultores pueden optimizar la
disponibilidad de agua para sus cultivos, incluso en condiciones climáticas variables.
Esta comprensión holística de las propiedades físicas del suelo también tiene un impacto
directo en la seguridad alimentaria. Al maximizar el rendimiento de los cultivos hortícolas
a través de la gestión efectiva del suelo, los agricultores pueden contribuir a garantizar un
suministro estable y abundante de alimentos frescos y saludables. En última instancia, esta
sinergia entre el conocimiento de las propiedades físicas del suelo, las prácticas agrícolas
informadas y la producción sostenible de cultivos hortícolas se traduce en un paso hacia
adelante en la dirección de una seguridad alimentaria global más sólida y una agricultura
más resiliente.

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