Está en la página 1de 8

1| Modulo I

Clase 6

El Modo Teleológico: Perspectivas Evolutivas

Docente: Gustavo Lanza Castelli

Para hablar del modo teleológico, conviene partir de algunas definiciones de la mentalización que serán de
utilidad para que resalte lo más propio del mismo.

El concepto mentalización se refiere a una actividad mental, predominantemente preconsciente, muchas veces
intuitiva y emocional, que permite la comprensión del comportamiento propio y ajeno en términos de estados
y procesos mentales.

En un sentido más amplio, alude a una capacidad esencial para la regulación emocional y el establecimiento de
relaciones interpersonales satisfactorias.

También podemos definirla diciendo que este constructo se refiere a una serie variada de operaciones
psicológicas que tienen como elemento común focalizar en los estados mentales. Estas operaciones incluyen
una serie de capacidades representacionales y de habilidades inferenciales, las cuales forman un mecanismo
interpretativo especializado, dedicado a la tarea de explicar y predecir el comportamiento propio y ajeno
mediante el expediente de inferir y atribuir al sujeto de la acción determinados estados mentales intencionales
que den cuenta de su conducta (Gergely, 2003).

Este mecanismo interpretativo especializado, que posee una gran complejidad, requiere para su maduración y
desarrollo adecuados, maduración cerebral, un contexto de apego seguro y varios años de experiencias
relevantes, a los efectos de lograr el acopio de conocimientos necesarios sobre las distintas claves conductuales,
expresivas y contextuales que permitan inferir los diversos estados mentales de las demás personas. Hay
acuerdo entre distintos investigadores en que el funcionamiento adecuado de dicho mecanismo no se alcanza
antes de los cuatro años de edad.

a) El sistema interpretativo teleológico en la infancia:

Al año de edad, cuando la capacidad para inferir y atribuir estados mentales no ha aparecido todavía, el niño es
capaz de diferenciar las acciones, de los objetivos de las mismas y de comprender a las primeras como medios
para llegar a un fin. Por lo demás, en este momento tiene vigencia el principio de la “acción racional”, esto es, la
capacidad para discernir y elegir la manera más eficiente -entre varias posibles- de llegar a una meta.

El niño espera que las demás personas se comporten “racionalmente”, esto es, que elijan la mejor acción dentro
de las restricciones físicas presentes, perceptibles por él. Cuando tal cosa no ocurre, el niño se sorprende, según
muestran múltiples experimentos (citados en Bateman y Fonagy, 2004).

AIEDEM: Asociación Internacional para el Estudio y Desarrollo de la Mentalización


www.asociacion-mentalizacion.com
2| Modulo I
Clase 6

En uno de tales experimentos, se le muestra al niño reiteradamente un objeto que realiza un desvío para sortear
un obstáculo. Posteriormente se remueve dicho obstáculo y si el objeto continúa realizando dicho desvío el niño
se sorprende, pero no si se adecúa a las nuevas circunstancias físicas. En este último caso el objeto se ha
comportado “racionalmente”, pero no en el anterior, de ahí la sorpresa del niño que, guiado por el principio de
la acción racional esperaba “racionalidad” de parte del objeto (Ibid).

Podríamos decir entonces que “…al año de edad, los niños pueden ciertamente aplicar activa y generativamente
el principio de la acción racional, extrayendo inferencias para predecir diferentes aspectos específicos de las
acciones de otros agentes dirigidas a un fin, basándose en el contexto situacional en el que directamente
perciben el desarrollo de la acción del agente (…) este temprano sistema interpretativo de la acción, aún no
mentalístico, la “posición teleológica” o la “teoría ingenua de la acción racional” del año de edad” (Gergely, 2003,
pág. 117).

Este sistema interpretativo de la acción, basado en el principio de la acción racional y en la percepción del
despliegue físico de la acción y de sus restricciones igualmente físicas, se constituye antes de que el niño sea
capaz de atribuir estados mentales al agente que la realiza. Mediante este sistema se producen interpretaciones
teleológicas, que explican las acciones haciendo referencia a los resultados visibles que la acción perceptible de
un otro produce, sin hacer referencia a las razones mentales (no visibles) de dicha acción.

De esta manera pueden predecirse una serie de acciones de distintos agentes, antes de que sea posible inferir
sus estados mentales.

A la vez, si lo enfocamos desde el punto de vista del desarrollo del self como agente, podríamos decir que en
este momento el niño se comprende a sí mismo como un “agente teleológico”, cuyas acciones son deliberadas
y orientadas a un fin.

Si el niño se desarrolla en un contexto de apego seguro, con padres que posean un buen funcionamiento
mentalizador y que promuevan diversas interacciones mentalizadoras con él (Lanza Castelli, 2010a), comenzará
a poseer, a partir de los 18 meses, la posibilidad de atribuir intenciones psicológicas a las acciones de los otros
hasta desarrollar, alrededor de los cuatro años, el mecanismo interpretativo especializado mencionado al
comienzo, por medio del cual podrá explicar y predecir el comportamiento propio y ajeno atribuyendo estados
mentales que den cuenta de la conducta. Desarrollará, por tanto, un self como “agente representacional”, que
hará uso del buen desarrollo de las capacidades que componen la mentalización [Cf. clase 14].

Pero si el contexto es marcadamente disfuncional e incluye situaciones de abuso, abandono, maltrato, etc. se
compromete el desarrollo adecuado de dicho mecanismo mentalizador. En estos casos, cuando más tarde el
sujeto se encuentra con situaciones de estrés emocional, conflicto o trauma, las capacidades mentalizadoras se
inhiben y el sujeto regresa al sistema interpretativo teleológico (no mentalista) en su comprensión de la

AIEDEM: Asociación Internacional para el Estudio y Desarrollo de la Mentalización


www.asociacion-mentalizacion.com
3| Modulo I
Clase 6

conducta propia y ajena, de modo tal que interpreta los eventos interpersonales en términos de resultados
físicos, concretos, visibles, en lugar de ser capaz de inferir los estados mentales que han producido o motivado
determinada acción.

Las experiencias tempranas mencionadas (abuso, maltrato, abandono, etc.) son teleológicas, en tanto implican
una experiencia física, con consecuencias también físicas, por más que en su base se encuentre un contexto
psicológico disfuncional, carente de empatía, suscitador de emociones intensas que no ayuda a regular y que
lleva a cabo una serie de intercambios que socavan (más que promueven) el desarrollo de las capacidades
mentalizadoras del niño en crecimiento.

Por esta razón, cabe esperar que el niño que es el objeto de tales acciones, sienta que la mente del otro
solamente puede ser cambiada por igual procedimiento, esto es, mediante la acción física.

b) El modo teleológico en el adulto:

La inhibición de las capacidades mentalizadoras y la simultánea reemergencia del modo teleológico de entender
el comportamiento propio y ajeno, tienen lugar en distintos trastornos de la personalidad.

La prevalencia de esta modalidad teleológica es fuente de múltiples conflictos y limitaciones en el campo


interpersonal, e implica jerarquizar la acción como criterio mayor en los intercambios con los demás. Así, por
ejemplo, muchos actos auto-lesivos en pacientes borderline tienen como objetivo producir una movilización en
el medio circundante, de modo tal que los otros realicen acciones que valgan como pruebas de interés. Sin estas
acciones concretas, el sujeto no puede creer en la veracidad de las manifestaciones de afecto de las que es,
eventualmente, objeto. Vemos en estos casos la conjunción del self como agente teleológico (que privilegia la
realización de acciones con un objetivo determinado) y la puesta en juego del sistema interpretativo teleológico
con el que son “leídas” las actitudes de las demás personas.

En lo que sigue, me basaré en la diferenciación entre el self como agente teleológico y el mecanismo
interpretativo teleológico, para caracterizar distintas alternativas en las que tiene lugar esta modalidad.

b.1) El mecanismo interpretativo teleológico:

b.1.1) La atribución de estados mentales:

Cuando predomina el modo interpretativo teleológico el sujeto puede atribuir estados mentales a los demás, ya
que no es que carezca de la noción de estado mental. Sólo que en vez de hacerlo a partir de su conocimiento del
otro y/o de aquellas claves expresivas, verbales, etc. que permiten inferir un estado mental no visible que ha sido
el motivador de la acción, lo hace a partir del resultado físico visible de dicha acción, en el contexto de las
limitaciones físicas existentes. El hecho físico, entonces, es la base del juicio interpersonal.

AIEDEM: Asociación Internacional para el Estudio y Desarrollo de la Mentalización


www.asociacion-mentalizacion.com
4| Modulo I
Clase 6

Así, retomando un ejemplo utilizado en la clase 4 (parte práctica, pp. 19-20) una paciente que había ayudado a
su novio a prepararse para uno de los últimos exámenes de la carrera, montó en cólera con éste y se sintió dejada
de lado (sintió un “desplazamiento”) cuando se enteró por su madre (y no por él) que el resultado del exámen
había sido favorable. La madre misma le dijo que él había intentado llamarla, pero que su móvil (de la paciente)
estaba apagado, que había ido a la clínica (en la que ella trabaja) a decírselo, pero no la había encontrado, motivo
por el cual se lo había contado al padre de la paciente (con quien trabajaba), quien al volver a su casa se lo había
contado a su vez a su esposa.

El novio le confirmó posteriormente que era esto lo que había ocurrido, ante lo cual la paciente le replicó que si
hubiera tenido realmente interés en hacerle saber en primer término a ella cómo le había ido, la habría seguido
llamando y buscando hasta encontrarla.

Es que a pesar de todas las explicaciones que le fueron dadas, la paciente se basaba en el resultado concreto de la
acción: se había enterado en último término (después que sus padres) y había sido, entonces, “dejada de lado”,
por lo que estaba furiosa. Los estados mentales del novio (su deseo de contarle cómo le había ido) y los
comportamientos que promovieron (llamarla por teléfono, buscarla), según le fueron relatados verbalmente,
no tenían la misma fuerza de convicción que el “hecho concreto” (resultado de la acción) de haberse enterado
después que los demás.

Podríamos esquematizar su modalidad de pensamiento de la siguiente forma:

“Me enteré en último término” = “no tuvo suficiente interés en contarme primero y me dejó de lado”---- “estoy
furiosa con él”.

Como puede verse, es a partir de la acción física y de su resultado, que se realiza la inferencia del estado mental
ajeno (falta de real interés), sin tener en cuenta otras consideraciones sobre los deseos del novio, las dificultades
para realizarlos, etc., de los que se entera a partir de un relato.

En el ámbito de la terapia este modo de pensamiento determina que sólo las evidencias concretas (físicas) de
interés por parte del terapeuta, resulten creíbles (recepción de llamados telefónicos fuera del horario de la
sesión, ofrecimiento de tiempo y sesiones extra, intercambio de mails, contacto físico, etc.). La limitación en las
capacidades mentalizadoras del consultante le impiden advertir la buena predisposición del profesional
mediante indicadores de otra índole, que alcanzarían para quien no tuviera dicho déficit. Estos indicadores no
son suficientes para el paciente en el que tiene vigencia el modo teleológico, porque supone que son parte del
ritual standard del tratamiento y que no implican, por tanto, necesariamente un interés real por parte del
profesional. Cuando, en cambio, la acción que éste realiza (como las acciones mencionadas) se aparta de lo
esperable de un modo establecido y trasunta un interés en el paciente, entonces este hecho físico sí puede ser
creído por el consultante como una muestra real y concreta de interés en él.

AIEDEM: Asociación Internacional para el Estudio y Desarrollo de la Mentalización


www.asociacion-mentalizacion.com
5| Modulo I
Clase 6

En otros casos, el modo teleológico se complementa con la atribución estereotipada de estados mentales
consistentes muchas veces en intenciones supuestamente hostiles por parte de los demás (como en muchos
pacientes borderline con rasgos paranoides).

En otras ocasiones, ni siquiera se atribuyen estados mentales sino que se refieren modos de ser, circunstancias
físicas, patologías, etc.

Así, los errores cometidos por su compañero de tenis que refería un paciente en sesión y que lo habían llevado
a reprenderlo reiteradamente, eran atribuidos por éste a que su compañero era “un tarado”. O sea, el resultado
concreto de la acción (error) era atribuido a un “modo de ser” y no a un estado mental particular (como estar
distraído, preocupado por otras cosas, etc.). Dicho resultado concreto de la acción, impelía, a su vez, a otra
acción (reprender).

Por último, en el nivel más bajo de la escala, ni siquiera hay interpretación alguna, sino una “acción-reacción” en
el plano puramente conductual. Así, un adolescente fronterizo, hablando de una pelea que había tenido en un
lugar al que había ido a bailar, refirió “le pegué porque me empujó y eso me enfureció”. O sea, no atribuía un
estado mental (por ejemplo, “me quiso hacer quedar mal delante de una chica”), ni un modo de ser (por ejemplo,
“porque es torpe”), sino que todo se juega en el terreno concreto y desmentalizado de las acciones.

b.2) El self como agente teleológico:

b.2.1) La expresión de los propios estados mentales:

Para el self que funciona como agente teleológico las propias palabras son irrelevantes para expresar lo que
siente o para hacer entender al otro lo que le ocurre (esto se incremente cuando las palabras se profieren en el
modo “hacer de cuenta”, por lo que están disociadas de la experiencia vivida). Por esta razón, expresará sus
sentimientos a través de la acción y sólo sentirá que el otro puede entenderlo si le hace saber (a ese otro) en los
hechos, en la acción, lo que siente.

Podríamos ejemplificar esta modalidad con el caso de un paciente jugador, quien relata en una sesión la
discusión con su pareja que había tenido pocos días antes, originada en que él había olvidado la fecha del primer
aniversario de la relación. Refiere que en el curso de dicha discusión ella le reprochó que él nunca le decía que la
amaba, que tampoco le decía que la veía linda, que le gustaba estar con ella, que le gustaba su modo de ser y
otras cosas de índole similar.

El paciente le reprochaba, a su vez, que por lo visto ella no valoraba todo lo que él hacía por ella: la había ayudado
económicamente desde el principio, tanto a ella como a sus dos hijos adolescentes, dado que el padre de los
mismos no contribuía a la manutención de los mismos. La había llevado a trabajar con él, en un cargo de mayor
responsabilidad y remuneración que el que tenía antes de conocerlo, la había ayudado a comprar un auto nuevo,

AIEDEM: Asociación Internacional para el Estudio y Desarrollo de la Mentalización


www.asociacion-mentalizacion.com
6| Modulo I
Clase 6

la había llevado de viaje, le compraba vestidos. ¡Eso era -según él- lo importante, y no las palabras que ella se
quejaba no recibir!

“Las palabras se las lleva el viento, lo que importa son las acciones” le había dicho en un momento de la disputa.

El paciente comentaba en su relato la frustración y el enojo que tenía. En cuanto a los reclamos de su pareja,
decía: “Las palabras son para la literatura, y eso no es lo mío”, mostrando con ello el poco valor atribuido a las
mismas en el intercambio interpersonal.

El paciente se ubicaba como un “agente teleológico”, que expresaba en la acción, en lo físico, en lo concreto sus
sentimientos, y esperaba que su pareja entendiera lo que él sentía a partir de dichas acciones visibles,
desvalorizando el terreno de las palabras, que expresan vivencias que no se pueden ver.

Por lo demás, cabe aclarar que el consultante no tenía un registro diferenciado de sus sentimientos, a partir del
cual llevaba a cabo las acciones mencionadas, sino que éstos consistían más bien en estados globales (“la paso
bien con ella” “es muy compañera”) y en impulsos a llevar a cabo dichas acciones.

Vale la pena agregar también que este modo teleológico coexistía en él con una buena “lectura de la mente”
ajena, ya que podía anticipar con bastante exactitud cuál sería el efecto que esas acciones tendrían en su pareja.

También en su afición al juego (donde su impulsividad era mayor) podía anticipar consecuencias (su propio
descontrol eventual), por lo que llevaba siempre una cantidad acotada de dinero y se iba cuando la había
perdido.

En los casos de pacientes impulsivos, al modo teleológico se le agregan otras variables, una de las cuales
consiste en la imposibilidad de anticipar las consecuencias, y/o los efectos en los otros, de las propias acciones.

En casos más graves, el deseo de expresarse y ser entendido puede llevar a acciones auto-lesivas como única
forma de que el otro comprenda el propio malestar. Así, un paciente con un trastorno borderline de la
personalidad, podrá cortarse y exhibir sus brazos sangrantes para lograr expresar lo que le pasa y que el otro lo
entienda.

b.2.2) Los intentos por modificar los estados mentales ajenos:

Algo similar a lo hasta acá expuesto puede decirse cuando el hacerse entender tiene como finalidad modificar
el estado mental y la conducta ajenos. Tal objetivo sólo puede lograrse mediante el accionar físico concreto (o,
en el mejor de los casos, mediante palabras que sean el equivalente de una acción, como la amenaza o la
seducción).

AIEDEM: Asociación Internacional para el Estudio y Desarrollo de la Mentalización


www.asociacion-mentalizacion.com
7| Modulo I
Clase 6

Por esta razón, la interacción con los otros a nivel mental se ve reemplazada por esfuerzos para modificar los
pensamientos y sentimientos ajenos a través de la acción.

Fonagy y Target citan las palabras de un entrevistado con personalidad borderline, quien se refiere a un episodio
de sus 11 años, cuando fue enviado, contra su voluntad, a un albergue: “Trataba de hacerles entender que estaba
enojado, entonces me la pasaba tirando cosas, tiré mi cama por la ventana, rompí todos los vidrios del cuarto.
La única manera que tenía para hacerles entender que eso no me gustaba.” (Fonagy, Target, 2008).

La acción física violenta, traducida en modificaciones físicas concretas (romper y tirar) era lo único que -según
el modo teleológico de pensar del sujeto- podía hacer que lo entendieran y, a partir de ello, conseguir modificar
los estados mentales ajenos (hacer entender, cambiar de opinión) que llevarían, a su vez, a una acción acorde
con sus deseos (sacarlo de ahí).

Como se ve con claridad en este ejemplo, no se trata de hablar, argumentar, persuadir, conmover con la palabra,
etc. Todas estas posibilidades son consideradas irrelevantes, dado que lo único eficaz para modificar las
actitudes del otro es la fuerza de la acción.

En el ámbito de la terapia, un paciente que se ubica como agente teleológico puede presionar al profesional
para que éste dé muestras concretas de su compromiso, interés y preocupación, por ejemplo, mediante la
recepción de llamados telefónicos fuera del horario de la sesión, el ofrecimiento de tiempo y sesiones extra, o
inclusive alguna manifestación física de aprecio (tal como fue comentado más arriba). Sólo de esa forma, podrá
sentir como real el interés del terapeuta.

En el módulo II veremos con mayor detalle la prevalencia de este modo de funcionamiento en ciertas patologías.
En el módulo IV detallaremos la forma de trabajar con pacientes en los que este modo es dominante.

Parte práctica:

1) Pregunta: ¿En los sueños funcionamos en modo de equivalencia psíquica? Justifique su opinión.

2) Ilustre con un ejemplo el modo de funcionamiento en equivalencia psíquica, el modo hacer de cuenta y el
modo teleológico, observados en un paciente o en otra persona. Pueden ser también ejemplos inventados.

AIEDEM: Asociación Internacional para el Estudio y Desarrollo de la Mentalización


www.asociacion-mentalizacion.com
8| Modulo I
Clase 6

Referencias

Bateman, A, Fonagy, P (2004) Psychotherapy for Borderline Personality Disorder. Mentalization-based Treatment. Oxford. University Press

Britton, R (1992) The Oedipus situation and the depressive position, en Anderson, R (ed.) Clinical lectures on Klein and Bion. Londres,
Routledge.

Fonagy, P, Target, M (1996) Jugando con la Realidad I – Teoría de la Mente y el desarrollo normal de la realidad psíquica. Libro Anual de
Psicoanálisis, XII, 11.

Fonagy, P., Gergely, G., Jurist, E., Target, M. (2002) Affect Regulation, Mentalization, and the Development of the Self Other Press.

Freud, S (1924) The loss of reality in neurosis and psychosis. The Standard Edition of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud,
vol 19, pp. 183-190.

Gopnik, A (1993) How we know our minds. The illusion of first-person knowledge of intentionality. Behavioral and Brain Sciences, 16, 1-15,
90-101. Reprinted in Goldman, A (Ed). (1993). Readings in philosophy and cognitive science. Cambridge Mass: MIT Press.

Lanza Castelli, G (2010a) El diario personal como herramienta en la psicoterapia psicoanalítica, en Lanza Castelli, G (ed) La escritura como
herramienta en la psicoterapia. Ed Psimática, Madrid, 2011.

Lanza Castelli, G. (2010b) Mentalización y proceso exploratorio en la psicoterapia. Revista Persona, vol 11, Nro 2, mayo 2011.

Lanza Castelli, G, Bilbao Bilbao, I (2011) Un método para la Evaluación de la Mentalización en el Contexto Interpersonal. Psychoanalytic
Psychotherapy Review, European Federation for Psychoanalytic Psychotherapy. http://www.efpp.org/

Liberman, D. (1976) Comunicación y Psicoanálisis. Buenos Aires: Alex Editor.

AIEDEM: Asociación Internacional para el Estudio y Desarrollo de la Mentalización


www.asociacion-mentalizacion.com

También podría gustarte