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Normalidad y anormalidad desde una perspectiva psicosocial

El concepto de normalidad y anormalidad, son términos frecuentemente usados en la


psicología clínica como una forma de catalogar a aquellas personas con conductas adecuadas o
inadecuadas para el desarrollo que debería presentar una persona en dicho momento, sin
embargo, la normalidad es un concepto que no necesariamente tiene que centrarse en el campo
clínico, ya que por la propia concepción de esta se presta para una visión psicosocial, debido a
que es innegable el impacto que tiene la sociedad en un individuo y de cómo está determina quien
será considerado normal y quien no, siendo esto último una razón del porqué no se debería
ignorar dicha perspectiva, generando la duda de ¿Qué es la normalidad? Y ¿Cómo se adapta el
concepto de normalidad a un enfoque psicosocial?
Según Arrieta (2014) la normalidad para la psicología clínica habla sobre la conducta de
un individuo, para determinar que una conducta sea catalogada como normal, esta misma debe
ser puesta bajo observación de un psicólogo el cual evaluara su forma de pensar, las emociones e
interpretaciones de una persona y a base de conocimiento científico se determinara si la conducta
es normal o anormal; a su vez, toda aquella conducta considerada anormal será catalogada como
patológica, lo cual se convierte en el objetivo principal de la psicología clínica, ya que esta
misma lo observa, lo diagnostica, lo trata y lo investiga.
Sin embargo, para la perspectiva psicosocial esta definición cambia radicalmente, debido
a que según Esqueda (2006), él define la normalidad como eficiencia, debido a que para él dicha
normalidad se trata en contribuir de forma útil al progreso de una sociedad, para Esqueda lo
normal no se basa solamente en la conducta de una persona, sino a como esta puede aportar a un
sistema colectivo, significando que ya no se consideraría normal la persona promedio, ni tampoco
anormal aquel que presente conducta desadaptada.
Esto último se complementa con la propuesta de Mustaca y Gandolfi (1995), el cual
determina que si la persona tiene sensación de bienestar, esta misma se catalogaría a sí misma
como normal, significando que la normalidad es un término subjetivo; esto último igualmente se
puede aplicar a un contexto social, debido a que es la misma sociedad la que llega a determinar lo
que se considera normal, siendo el comportamiento de esta misma la que destaca el
comportamiento no habituales que presenta un individuo anormal.
Sin embargo, la concepción de normalidad no solo se limita a comportamientos
desadaptados o el poseer emociones disruptivas como manifiesta la psicología clínica; Arrieta
(2014) propone que la anormalidad es un comportamiento que no es habitual y, por ende, se llega
a considerar anormal a todo individuo que no esté en lineamiento con la norma de un grupo, así
mismo, Arrieta propuso 2 inclinaciones que tiene la anormalidad; la primera es la anormalidad
positiva, la cual habla de aquellas personas que destacan en un grupo por motivos positivos (ser
superdotado, facilidad para resolver problemas matemático, etc.) y no por tener una conduta
desadaptada; en la segunda inclinación es la anormalidad negativa, dicha anormalidad trata de
comportamientos que se salen de la norma habitual en un sentido negativo.
En conclusión, la normalidad ha sido un factor determinante para identificar a aquellos
sujetos que posean alguna alteración en su psique y necesiten tratamiento psicológico; sin
embargo, dicha visión a su vez se limita por no considerar un factor tan crucial como lo es el
apartado social en el que está envuelta la persona, ya que dicho factor de igual forma funciona
como otra forma de medir la normalidad, siendo este último termino tan complejo que no solo se
debería limitar por el ojo clínico, sino también desde una perspectiva psicosocial.
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