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NARRATIVA HISPANOAMERICANA DE LA SEGUNDA MITAD DEL XX.

El “boom” de la narrativa:
Borges, Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa.

INTRODUCCIÓN
La prosa americana del siglo XX fue evolucionando desde el Modernismo hacia diversas corrientes narrativas que
perseguían la indagación en lo peculiar americano adoptando una estética realista y fue justamente el plano
estético de la narrativa hispanoamericana lo que resultó renovado y enriquecido de forma inusitada. Se asimilaron
los procedimientos técnicos de los grandes novelistas europeos y norteamericanos de la primera mitad de siglo,
así como las audacias estéticas y el cambio de perspectiva artística que habían supuesto las Vanguardias y,
especialmente, el Surrealismo. Este profundo cambio en la narrativa hispanoamericana coincide con el auge
espectacular de las grandes urbes del continente americano, lo que supone la relegación a un plano secundario
del mundo rural postcolonial del siglo XIX.
Entre 1940 y 1960, conviven diversas tendencias en las novelas y cuentos de los autores hispanoamericanos. Por
un lado, destacan la narrativa metafísica. Además, algunas de las tendencias de la narrativa de las décadas
precedentes alcanzan su máximo esplendor, como en el caso de la novela de la Revolución mexicana y la novela
indigenista. Los narradores que pretendían hallar una escondida identidad americana común encuentran su
formulación en una corriente novelística que funde de forma extraordinaria elementos tan dispares como lo
fantástico, lo mítico, lo legendario, lo telúrico o la inmensidad de la Naturaleza americana con los conflictos
sociales reales y los concretos avatares históricos contemporáneos. Esta narrativa en la que se combinan realidad
y fantasía ha recibido las denominaciones de realismo mágico y lo real maravilloso y fue desarrollada por
autores de la talla de Miguel Ángel Asturias o Alejo Carpentier, resultando decisiva para la segunda renovación
narrativa de la novela hispanoamericana, que se producirá durante los años sesenta. No obstante, narrativa
metafísica, existencial y realismo mágico se entreveran en las obras narrativas de esta época.

1.- REALISMO (hasta 1940)

Obras de carácter naturalista aunque con un lenguaje romántico, de tono poético.

• Temática referida a los aspectos peculiares americanos:

a) Naturaleza: se centra en lo inexplorable y grandioso de una naturaleza virgen con fuerzas telúricas.
Novela regionalista según las zonas.

b) La política: basada en la inestabilidad de las dictaduras constantes. Novelas de la revolución mexicana.


Los de abajo de Azuela; El águila y la serpiente de Martín Luis Guzmán.

c) Lo social: las novelas reflejan la desigualdad social: oligarquía vendida al extranjero frente a indígenas
sumidos en la pobreza ("novela indigenista"). Don Segundo Sombra, de R. Güiraldes; Doña Bárbara, de
R. Gallegos; La vorágine, de J.E. Rivera.
2.- RENOVACIÓN NARRATIVA

2. 1. NARRATIVA METAFÍSICA. Muestra una preocupación especial por problemas trascendentes.

• Jorge Luis Borges (1899-1986), impulsor de la literatura de vanguardia argentina, es autor de relatos
breves agrupados en diferentes volúmenes: Historia universal de la infamia (1935), Ficciones (1944), El
Aleph (1949), El informe de Brodie (1970), El libro de arena (1975). Supera el tradicional realismo de la
narrativa hispanoamericana dando cabida a elementos fantásticos que no sólo cuestionan la estética
realista, sino también la realidad misma. Son constantes en la narrativa borgeana la presencia de mitos
clásicos, las referencias literarias, el uso de símbolos (el tigre, los espejos, el laberinto, las bibliotecas...),
el gusto por las paradojas y los juegos intelectuales, etc. La propia literatura ocupa un lugar central en sus
textos, convertida en tema narrativo y en objeto de especulación filosófica. El libro o la biblioteca son
metáforas del mundo, pues en ellos se encuentran las claves del universo y al mismo tiempo la prueba de
la imposibilidad de acceder a los misterios profundos de la realidad, de cuya existencia se duda en último
extremo. La convicción de Borges de que no es posible un verdadero conocimiento de las cosas explica la
recurrencia temática de sus cuentos: el mundo como laberinto inextricable, el destino incierto de los seres
humanos, la muerte, los problemas filosóficos clásicos (el tiempo y su aparente circularidad, el espacio
inconmensurable; y, en relación con el tiempo y el espacio, los insondables misterios de la eternidad y del
infinito), la propia identidad de los seres y de las cosas, siempre fluctuante e ilusoria, etc. Esta concepción
erudita, mágica e irracional del mundo precisa de la colaboración activa de un lector dispuesto a asumir el
reto intelectual de la interpretación del relato. La metafísica de Borges se expone en tono irónico y burlón,
distanciando fríamente de los problemas que plantea y propone al lector un juego de paradojas, de
agudezas y sutilezas de todo tipo.

• José Lezama Lima (1910-1976) publicó dos novela, una de ellas fundamental, Paradiso (1966), en la
que, con un lenguaje extraordinariamente barroco, expone de forma compleja y por momentos herméticos
la vida de su protagonista (trasunto en parte biográfico del propio autor cubano) desde la infancia hasta
los veinticinco años. Aparecen en ella sus preocupaciones existenciales y metafísicas, y una vastísima
cultura, que le permite indagar en la memoria y en las sensaciones.

2. 2. NARRATIVA EXISTENCIAL. Las preocupaciones existenciales de la cultura occidental del siglo XX,
acentuadas en los años 40 y 50 tras la experiencia de la Segunda Guerra Mundial influyen en la novelística
hispanoamericana de mediados de siglo.

• Juan Carlos Onetti (1909-1994) característica de este escritor uruguayo es una concepción pesimista de
la existencia. Sus relatos se pueblan de personajes solitarios, desorientados, que no encuentran
esperanza alguna en una vida gris y monótona, cuando no degradada y sórdida, parecen seres abocados
de modo inevitable a la frustración, la incomunicación y la soledad más radical. Su modelo literario es el
novelista norteamericano William Faulkner. Entre las obras de Onetti, muchas están ambientadas en la
fantasmal ciudad designada con el nombre de Santa María: El pozo (1939), La vida breve (1950), Los
adioses (1954), El astillero (1961), Juntacadáveres (1964), Dejemos hablar al viento (1979), Cuando ya
no importe (1993).

• Ernesto Sábato (1911-2011), científico argentino entregado a la literatura cuya obra presenta relación con
los límites entre el conocimiento racional y el impacto del pensamiento científico en la existencia del
hombre contemporáneo. Desde joven se mantuvo comprometido políticamente y, de hecho, la indagación
ética es uno de los ejes centrales de su obra que ya aparece en su primer relato, El túnel (1948). Mayor
extensión y desarrollo alcanzan las obsesiones de Sábato en Sobre héroes y tumbas (1961), crónica
alucinante de la vida argentina en los años de ascensión del peronismo. Agudo pesimismo pero también
cierta esperanza coexisten en Ababdón el exterminador (1974), larga novela situada en la Argentina de
principios de los setenta, en la que aparece el propio autor junto a sus personajes en una especie de
mezcla de autobiografía y ficción.
2. 3. REALISMO MÁGICO, LO REAL MARAVILLOSO, REALISMO FANTÁSTICO

La novela hispanoamericana de la segunda mitad del siglo XX muestra como una de sus características más
llamativas la ruptura con el realismo tradicional, manifiesta en las obras mediante la aparición de elementos
míticos, legendarios, mágicos, fantásticos, etc. Como las narraciones siguen manteniendo una trama básicamente
verosímil, se han denominado estos relatos con expresiones que unen en sí mismas términos contradictorios:
realismo mágico o lo real maravilloso. La realidad americana, tan diferente a la europea, tanto en su diversa y
descomunal Naturaleza, como en la vida y costumbres de los pueblos indios o de los negros americanos de origen
africano, revela en su misma realidad perspectivas e ingredientes difícilmente racionalizables para una mentalidad
occidental. La realidad americana ofrecía perspectivas inesperadas y maravillosas de lo real al modo como
apuntaba el Surrealismo europeo al intentar descubrir la cara oculta de la realidad.
El realismo mágico se convierte así en la forma privilegiada por la que la literatura hispanoamericana del siglo XX
pretende encontrar una identidad propia diferenciada de la de su pasado colonial. América pasa a identificarse con
una realidad mágica, maravillosa, muy distinta de la agotada y exhausta realidad europea: se revela, por tanto, en
cierta medida, como el paraíso perdido de los occidentales. Los mitos forman parte también de lo real desde el
momento en que una colectividad cree en ellos y, por tanto, operan y funciona habitualmente en la vida cotidiana
de los seres. Esta visión maravillosa de América no es realmente nueva, pues según los propios novelistas
hispanoamericanos se encuentra ya en las antiguas crónicas de los conquistadores españoles, quienes con ojos
europeos asistían maravillados al insólito mundo que aparecía ante ellos. Y de hecho, la fascinación por lo popular
americano se encuentra ya en las novelas de la tierra y en las novelas indigenistas (José María Arguedas,
novelista peruano, introduce ya en sus novelas la mentalidad mágica de los indígenas y un mundo concebido a
partir de presupuestos míticos).
Por otra parte, la enorme dimensión alcanzada por el realismo mágico en las décadas de los sesenta y setenta se
vio favorecida además porque en esa etapa del s. XX muchas naciones hispanoamericanas sufrieron férreas
dictaduras frente a las cuales el discurso literario se convirtió en un valioso recurso político e intelectual.

• Miguel Ángel Asturias (1899-1974) es un fiel representante de la América maravillosa, la denuncia social
y las formas literarias vanguardistas. Conoce personalmente el mundo indígena durante su infancia en
Guatemala, y su estancia en Francia lo pone en contacto directo con las Vanguardias y, en concreto, con
el Surrealismo. En París, estudia antropología centroamericana y traduce al francés el Popol-Vuh, máxima
muestra literaria del pueblo maya. En 1930, publica Leyendas de Guatemala, donde ya aplica lo que será
una constante de su obra posterior: su atención a lo mítico y legendario americano. Su obra más
conocida, El Señor Presidente (1946), es uno de los principales ejemplos de la denominada novela de
dictador, es decir, de aquellas narraciones cuyo protagonista es la figura de un dictador, personaje tan
habitual en la política latinoamericana de los dos últimos siglos. Hombres de maíz (1949), es la novela en
la que se implica ya de pleno en el realismo mágico, fundiendo la experimentación formal, el interés por
los mitos americanos ancestrales y la denuncia social. Aún resulta más explícita esta denuncia en su
“trilogía bananera”: Viento fuerte (1950) El Papa Verde (1954), Los ojos de los enterrados (1960). Se
censura en las tres el neocolonialismo de las multinacionales agrícolas estadounidenses, que explotan
inmisericordemente a los campesinos guatemaltecos. Week-end en Guatemala (1956), supone el
testimonio acusatorio de la invasión yanqui del país centroamericano en 1954 para poner fin al gobierno
democrático. En 1967, recibió el Premio Nobel de Literatura.
• Alejo Carpentier (1904-1980) Su primera novela, Ecué-Yamba-Ó (1933) se sitúa dentro de la corriente
indigenista, puesto que es una “historia afrocubana”, en la que se unen las técnicas vanguardistas, el
interés por los ritos primitivos populares y la intención social. El reino de este mundo (1949) se incluye
dentro de lo real maravilloso, y está ambientada en la época de la lucha por la independencia de Haití al
calor de las ideas de la Revolución francesa. La vida y creencias de los esclavos negros haitianos dan
lugar a la novelización de toda una serie de mitos, ritos y hechicerías que hacen que convivan con
naturalidad en la narración los elementos mágicos y la descarnada realidad sociopolítica: el vudú de los
esclavos de origen africano, la ejecución del caudillo de los negros sublevados a manos de los
colonialistas franceses... En 1953 publica una de sus grandes novelas, Los pasos perdidos, donde narra
la historia de un musicólogo que, desde una ciudad moderna y occidental, marcha a la selva amazónica a
la busca de antiguos instrumentos indígenas. De 1962 es El siglo de las luces, novela histórica que
desarrolla los sucesos revolucionarios que sacuden las islas del Caribe a fines del siglo XVIII y principios
del XIX, convirtiéndose en una profunda meditación sobre la teoría y la práctica de la revolución. Es
también autor de una de las llamadas novela de dictador, El recurso del método (1974), en la que relata
en tono irónico la historia de un dictador latinoamericano entre los años inmediatamente anteriores a la
Primera Guerra Mundial y el ascenso al poder del fascismo italiano, pero aprovecha para realizar una
desmitificación de la supuesta superioridad europea, representada en lo francés.
• Julio Cortázar (1914-1984), nacido en Bruselas, pero hijo de argentinos, residió en Francia desde 1951.
Incorpora lo real maravilloso en sus novelas, pero su lejanía de América y la influencia de la cultura
francesa hizo que su obra adquiriera la distancia justa para realizar un análisis lúcido de lo americano
como proyecto universal. Consideró que el telurismo y la vuelta a los orígenes de cierta literatura
hispanoamericana eran literaria e ideológicamente negativos por lo que tenían de nacionalismo estrecho y
pérdida de la imprescindible universalidad. Su realismo mágico se ve influido por la tradición literaria
latinoamericana (Borges, Asturias, Carpentier), por la tradición novelística europea (Joyce, Kafka, Virginia
Woolf o Camus) o por las vanguardias (el Surrealismo). Su realismo se caracteriza por la peculiar manera
de contar de forma minuciosamente objetiva lo anómalo y lo fantástico, con lo que hace que lo insólito e
imaginario resulten creíbles y verosímiles. Destacó pronto como autor de cuentos: Bestiario (1951), Final
de juego (1956), Las armas secretas (1958), Historias de cronopios y de famas (1962), Todos los fuegos
el fuego (1966), etc. Algunos de sus cuentos están considerados obras maestras, como El perseguidor,
inspirado en la vida del músico de jazz Charlie Parker. Para Cortázar, la literatura fantástica, al romper con
la lógica de la realidad conocida, permite poner en cuestión los pilares de una sociedad erigida sobre la fe
absoluta en la razón. El absurdo, la incongruencia, la irracionalidad también forman parte de lo cotidiano,
y la exploración del absurdo conduce, como ya habían descubierto los surrealistas, a desvelar escondidas
facetas de la realidad y penetrar en ella más allá de las meras apariencias. Técnicamente, sus
innovaciones y audacias formales rompen con lo convencional, como ocurre en su novela Rayuela (1963),
especie de collage narrativo que permite ser leído de forma convencional o saltando los capítulos,
metáfora literaria de la fragmentación y el caos profundo del mundo bajo el orden superficial sólo
aparente. Su libertad creadora resultó compatible con el compromiso social de la literatura, especialmente
al solidarizarse con la Revolución cubana, a la que consideró un auténtico revulsivo político y moral. En la
novela Libro de Manuel (1973) combina el vanguardismo estético y el compromiso social, otro ejemplo de
experimentalismo lingüístico o de audacias tipográficas, en el que introduce un durísimo alegato contra la
tortura en América Latina y, en particular, en la Argentina de las Juntas Militares de los años setenta.
Parecidas inquietudes literarias y morales se dan en los últimos volúmenes de relatos de Cortázar:
Octaedro (1974), Alguien que anda por ahí (1977), Un tal Lucas (1979), Queremos tanto a Glenda (1980).
• Augusto Roa Bastos (1917-2005) es el más destacado de los escritores paraguayos, que parten de la
cultura guaraní pero que trascienden el ámbito local para convertirse en una meditación social y política,
estética y metafísica. En 1953 publica El trueno entre las hojas, libro de cuentos. En 1960 aparece su
primera novela, Hijo de hombre, en la que funde la tradición latinoamericana indigenista, social e histórica
con las aportaciones de Proust, Joyce y Kafka o las innovaciones vanguardistas (técnicas
cinematográficas, psicoanálisis...). En esta obra narra acontecimientos de La Guerra del Chaco (1932-
1935) entre Paraguay y Bolivia, y crea un auténtico ambiente de pesadilla convirtiéndose en una reflexión
crítica sobre la historia de Paraguay de alcance existencial. Modificó la obra en 1983. El reconocimiento le
llegó con su segunda novela, Yo, el Supremo (1974), biografía novelada del dictador paraguayo de la
primera mitad del siglo XIX Gaspar Francia que es una reflexión sobre el poder o sobre la imposibilidad
del poder absoluto. Plantea además otros temas: el poder de la escritura, la escritura del poder, las
relaciones entre el lenguaje oral y el escrito, la figura del escritor como depositario de la cultura de la
colectividad y la puesta en cuestión de los conceptos de plagio y de originalidad artística, la problemática
de la Revolución. En los últimos años ha publicado Vigilia del almirante (1992), El fiscal (1993),
Contravida (1995), Madame Sui (1996).
• Juan Rulfo (1918-1986) representa la culminación de la novela de la Revolución mexicana. Su escasa
obra se caracteriza por la intensidad narrativa, la depuración estilística y su insólita capacidad de
penetración en lo humano. Su obra se reduce a un libro de relatos, El llano en llamas (1953), una novela
corta, Pedro Páramo (1955), y algunos guiones cinematográficos recogidos en El gallo de oro y otros
textos para cine (1980). Los dieciséis cuentos de El llano en llamas presentan un mundo cerrado, hostil,
en el que habitan unos personajes solitarios, ensimismados, agobiados por diversos sentimientos de
culpa y rodeados por un paisaje que es siempre el mismo: llanuras desoladas, tierras yermas e inhóspitas,
pueblos lejanos, clima abrasador. Este paisaje corresponde al del estado de Jalisco, de donde procede
Rulfo, pero también es una metáfora espiritual. En su obra maestra, Pedro Páramo, Juan Preciado busca
por desolados parajes, los de región de Comala, al padre que lo abandonó, Pedro Páramo. es un espacio
mítico que condensa en sí los rasgos vitales de sus pobladores. Comala representa el ámbito fantasmal
de la muerte: Pedro Páramo ha muerto, pero hacia la mitad de la novela se descubre que incluso el propio
Juan Preciado ha muerto también y que los retazos de las conversaciones que escuchamos no son más
que los diálogos de los muertos en sus tumbas.

3. EL "BOOM" DE LA NUEVA NARRATIVA (a partir de 1960)

Durante los años sesenta se produce la gran difusión internacional de la narrativa hispanoamericana. Se habló
por ello del boom hispanoamericano y de nueva novela hispanoamericana. En realidad, la renovación profunda
procedía de décadas anteriores (Borges, Onetti, Carpentier, Cortázar o Rulfo), sobre la cual se asentarían los
nuevos narradores: García Márquez, Carlos Fuentes, Vargas Llosa... Muchos de ellos estuvieron exiliados en
Europa, lo que les permitió tener acceso al potente mercado editorial europeo (editoriales francesas, catalanas...).
Desde entonces la narrativa hispanoamericana se convierte en referencia en la narrativa mundial y en la literatura
española tiene una enorme influencia. Además de aparecer nuevos novelistas, los que ya venían publicando
escriben algunas de sus obras significativas: El astillero (1961) de Onetti, Sobre héroes y tumbas (1961) de
Sábato, El siglo de las luces (1962) de Carpentier, Rayuela (1963) de Cortázar, etc. Lezama Lima, conocido como
poeta, publica su primera novela, Paradiso (1966), a cuyo lanzamiento contribuyó Cortázar, y que llegó a constituir
un acontecimiento literario. A este éxito editorial contribuyó la extendida sensación de la pertenencia de todos
estos autores a un idéntico ámbito cultural y a la misma literatura, pese a las diferentes nacionalidades y a las
diferencias entre ellos. Así, la literatura quedó convertida en un medio de difundir y crear una identidad
latinoamericana común por encima de las múltiples discrepancias que, a veces, enfrentan a las distintas naciones
americanas. Las obras de estos nuevos novelistas muestran la perfecta asimilación de las innovaciones técnicas
que se habían ido produciendo en la novela universal a lo largo del siglo XX (Joyce, Faulkner, Kafka, Proust), así
como de toda la tradición narrativa hispanoamericana anterior, por lo que las obras de alguno de ellos son
consideradas la culminación del llamado realismo mágico. También es significativa la influencia en los más
relevantes (García Márquez, Fuentes, Vargas Llosa...) de la narrativa clásica española (en especial, Cervantes), y
de los libros de caballerías o de algunos autores barrocos.
• Gabriel García Márquez (1927-2014) es el representante más reconocible que ha ido compaginando su
actividad periodística con la escritura de cuentos y novelas, cuyo estilo se caracteriza por la gran
capacidad narrativa, la mezcla de lo real y lo imaginario, la fusión del mito y la Historia, etc. De hecho,
aspectos de la historia de su Colombia natal y mitos clásicos aparecen desde su primera obra notable, la
novela corta La hojarasca (1955), a cuyo frente se encuentra un texto de la Antígona de Sófocles. Este
relato se desarrolla ya en Macondo, lugar imaginario en el que también se dan la mano lo mítico y lo
histórico, y donde asimismo transcurrirán otros relatos posteriores del escritor colombiano: El coronel no
tiene quien le escriba (1961), La mala hora (1962) y los cuentos reunidos en Los funerales de la Mamá
Grande (1962). Ambiente, personajes, temas y técnicas de todos estos primeros confluyen en la primera
novela extensa de García Márquez, con la que alcanzará un éxito internacional inaudito: Cien años de
soledad (1967). Esta obra gira en torno al tiempo y a la soledad. El tiempo se concibe como una
secuencia cíclica, circular, donde los hechos parecen repetirse sin fin al igual que se suceden los
fenómenos naturales. Esto se refuerza a través de los nombres mismos asignados a los protagonistas –
una interminable saga de José Arcadios y Aurelianos de apellido Buendía, cuya reiteración lleva hasta la
confusión de las identidades de los propios personajes hasta el punto de recurrir la editorial a incluir una
relación genealógica a modo de chuleta para quien lee–. Por otro lado, hay un tiempo histórico,
cronológicamente lineal, que transcurre desde el prehistórico y arcádico Macondo al primer Macondo
todavía tribal y regido según el comunismo primitivo, en donde se dispuso su construcción de modo que
“ninguna casa recibiera más sol que otras a la hora del calor”, y a los posteriores Macondos: el feudal, el
de la colonización, el de las luchas por la independencia del siglo XIX y el creciente poder de los militares
frente a la autoridad civil; el de la prosperidad de la belle époque y el del desarrollo industrial con la
llegada del ferrocarril y la definitiva invasión de las multinacionales yanquis que acaban en el desastre
final de la destrucción de Macondo. Por eso, se ha afirmado que Macondo es, en verdad, un microcosmos
de Hispanoamérica.
Por otra parte, la soledad es una característica permanente de los miembros varones de la familia de los
Buendía, fruto de la incomunicación y el ensimismamiento, y, posiblemente, la falta de amor.
Precisamente, el descubrimiento de la solidaridad en el amor por parte de la última pareja de los Buendía
cierra el ciclo de soledad de la familia. Los temas de la soledad y el tiempo están estrechamente
vinculados. Márquez utiliza la técnica de la metamorfosis de un objeto común (un viejo galeón español
encontrado en medio de la selva amazónica) en algo extraordinario (la historia real hispanoamericana
como un tiempo desgastado y estancado, con la fusión de Naturaleza e Historia) y; al revés, la conversión
en cotidianos de sucesos o cosas absolutamente inverosímiles. Pero esta convivencia de lo normal con lo
insólito se produce a través de la exageración de las propiedades de las cosas o hechos, que llegan a
adquirir vida propia, para después describir objetivamente los efectos que lo exagerado produce en la
realidad habitual. En todo caso, lo mágico y lo real se funden en la obra de García Márquez con toda
naturalidad. A ello no es ajeno el absoluto dominio del mundo narrado por parte de un narrador
omnisciente, que abarca cuanto ocurre en la realidad situándose ubicuamente en todas las partes y
momentos, para mezclarlos y recomponerlos con suma libertad. De ahí que sean frecuentes en la obra los
más diversos juegos de perspectivas temporales y que abunden, por tanto, los anacronismos, las
anticipaciones, los saltos narrativos, etc. Otros recursos habituales en Cien años de soledad son las
enumeraciones, las repeticiones y las elipsis narrativas, así como la recurrente utilización simbólica de
nombres de personajes, espacios físicos, actitudes, sucesos, etc.
Todo este gran rompecabezas narrativo acaba encontrando su sentido al final de la novela, cuando la
soledad de la saga de los Buendía concluye en su propia destrucción tras encontrar el amor, y cuando el
tiempo histórico y el tiempo mítico se unen, pues, al descifrar el último Aureliano los pergaminos que
cuentan la historia de la familia –es decir, la propia novela–, “concentró un siglo de episodios cotidianos,
de modo que todos coexistieran en un instante”. Y ello ocurre no sin antes descubrir y pregonar a los
cuatro vientos la verdad histórica que la “historia oficial” había ocultado: que en la represión de la huelga
de los obreros de la compañía bananera “el ejército acorraló y ametralló a tres mil trabajadores, y que se
llevaron los cadáveres para echarlos al mar en un tren de doscientos vagones.” De este modo, García
Márquez muestra que la capacidad de imponer el silencio y el discurso que sustituye la verdad histórica es
la unidad de medida del poder en una sociedad violenta. La violencia del poder siempre es semántica:
masacrar a los rebeldes no sirve para nada si no se mata a la vez la crónica de la masacre.
De hecho, el poder del lenguaje es asunto central en la obra y los habitantes de Macondo sufren en un
determinado momento una rara enfermedad que los lleva a olvidar los nombres de seres y objetos y a
verse en la necesidad de pegar papeles a las cosas con sus nombres para poder acordarse de ellos. La
literatura es para García Márquez una forma privilegiada de conocimiento de la auténtica realidad al
impugnar, desde la ficción, las falsedades de tantos otros textos supuestamente reales, pero que sólo
presentan la verdad de los poderosos. De este modo, la imaginación y la fantasía cumplen un papel
formal e ideológicamente revolucionario.
Después de Cien años de soledad, García Márquez ha seguido escribiendo cuentos, entre los que
destaca el titulado La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1972). Y
también ha seguido publicando novelas importantes: El otoño del patriarca (1975), aportación del escritor
colombiano a la novela de dictador; Crónica de una muerte anunciada (1981), novela corta en la que se
mezclan con acierto elementos de la crónica periodística y de la novela policíaca; El amor en los tiempos
del cólera (1985), extensa narración en la que García Márquez vuelve a mostrar su gran capacidad
fabuladora; El general en su laberinto (1990), biografía novelada de la vida de Bolívar; Del amor y otros
demonios (1994), novela de amor en la que se vuelven a dar cita lo extraordinario y lo cotidiano; y la
novela-reportaje Noticia de un secuestro (1996). En 2002, publicó el libro de memorias Vivir para contarla.
Su última y controvertida novela, Memoria de mis putas tristes (2004) relata la historia del romance de un
hombre de noventa años y su pubescente concubina. En 1982, García Márquez recibió el Premio Nobel
de Literatura.
• Carlos Fuentes (1928-2012) es el más destacado novelista mexicano contemporáneo. Se trata, sin
embargo, de un escritor cosmopolita, pues ha vivido en países muy diversos gracias a su condición de
hijo de diplomático y diplomático él mismo. Su primera novela, La región más transparente (1958),
además de mostrar la voluntad de experimentación con las nuevas técnicas narrativas, es ya una prueba
de su interés por la realidad mexicana, en este caso por la ciudad de México, cuya moderna apariencia
esconde la presencia del antiguo pasado indígena. En 1962, publica una de sus mejores novelas, La
muerte de Artemio Cruz, con la que abre nuevos caminos en la narrativa hispanoamericana, no sólo
temático sino técnico: pluralidad de puntos de vista, dislocación temporal, juegos narrativos diversos...
Ofrece en ella Fuentes una muy crítica visión del dilatado proceso de la Revolución mexicana. La
indagación en el pasado mexicano y en los mitos ancestrales de los indios culmina en Zona sagrada
(1967), aunque se mantendrá también posteriormente. La renovación técnica, la exploración crítica de la
realidad y la búsqueda de explicaciones en los mitos americanos y clásicos siguen siendo rasgos
característicos de las novelas posteriores de Fuentes: Cambio de piel (1967); Terra Nostra (1975); La
cabeza de la hidra (1978); Una familia lejana (1980); Gringo viejo (1985); Cristóbal Nonato (1987); Diana
o la cazadora solitaria (1994); los nuevos cuentos de La frontera de cristal (1996); Los años con Laura
Díaz (1999), etc.
• Mario Vargas Llosa (1936) obtuvo éxito desde sus primeros libros: Los jefes (1958), su primer libro de
relatos, y La ciudad y los perros (1962), su primera novela, convertida en la inicial del famoso boom de los
sesenta. Esta obra se encuentra ambientada en un colegio militar de su Perú natal, en el que el propio
Vargas Llosa estuvo como alumno. Se satiriza en ella con dureza el mundo cerrado y violento de la
institución militar. Maneja con habilidad los recursos técnicos de la novela contemporánea, pero no
incorpora al texto elementos fantásticos o maravillosos, sino que se mantiene estrictamente en el plano de
la realidad común. Capacidad de fabulación, virtuosismo narrativo, abundancia de elementos
autobiográficos y realismo mordaz y crítico caracterizan sus siguientes novelas: La casa verde (1966),
Los cachorros (1967), Conversación en la Catedral (1969). En Pantaleón y las visitadoras (1973), sátira
esperpéntica del habitual envío de prostitutas a los destacamentos militares de la selva amazónica, sigue
presente la crítica al militarismo, ahora de forma irónica y humorística, rasgos que también aparecen en
La tía Julia y el escribidor (1977), parodia de la literatura rosa. En 1981, publica La guerra del fin del
mundo, novela ambientada en el Brasil del siglo XIX, que muestra su cambio ideológico, pues ha pasado
de las simpatías izquierdistas de los años sesenta a la desconfianza profunda de las ideologías
progresistas, que aparecen en esta novela encarnadas en la figura de estrafalarios anarquistas o de
individuos iluminados. Este tono antirrevolucionario se acentúa en Historia de Mayta (1984).Por su
manifiesta dedicación profesional literaria se explica su producción prolífica: ¿Quién mató a Palomino
Molero? (1986), El hablador (1987), Elogio de la madrastra (1988), Lituma en los Andes (1993) y Los
cuadernos de don Rigoberto (1997). Ya en este segundo milenio ha seguido publicando La Fiesta del
Chivo (2000), sobre el dictador dominicano Trujillo; El paraíso en la otra esquina (2003), que alterna la
historia del pintor Gauguin con la de su abuela. Travesuras de la niña mala (2006) y El sueño del celta
(2010) en la que vuelve a la novela histórica centrada en la vida de Roger Casement, cónsul británico en
el Congo Belga y en Perú, que se dedicó a investigar y a denunciar las atrocidades del régimen del
monarca belga, Leopoldo II, en el país africano y de la compañía C. Arana y de la británica Peruvian
Rubber Company en la remota selva del Putumayo peruano. A este autor poseedor de doble nacionalidad,
peruana y española, el rey de España le otorgó el título de Marqués de Vargas Llosa y obtuvo el Premio
Nobel de literatura en 2010.

Inacabable sería la lista de cuantos autores y obras narrativas han destacado en la literatura hispanoamericana en
la segunda mitad del siglo XX: Manuel Mújica Laínez (1910-1984: Bomarzo, 1962), Manuel Puig (1932-1990: El
beso de la mujer araña, 1976), Mario Benedetti (1920-2009: La tregua, 1960), Eduardo Galeano (1940: Días y
noches de amor y de guerra, 1978; Memoria de fuego, 1982-1986); Augusto Monterroso (1921-2003: Movimiento
perpetuo, 1972), Álvaro Mutis (1923: La nieve del Almirante, 1986), José Donoso (1924-1996: El obscuro pájaro de
la noche, 1970), Jorge Edwards (1931: Los convidados de piedra, 1977), Antonio Skármeta (1940: El cartero de
Neruda, 1986), Isabel Allende (1942: La casa de los espíritus, 1982), Luis Sepúlveda (1947: Un viejo que leía
novelas de amor, 1989), Manuel Scorza (1928-1983: Redoble por Rancas, 1970), Alfredo Bryce Echenique (1939:
Un mundo para Julius, 1970; La vida exagerada de Martín Romaña, 1981), Guillermo Cabrera Infante (1929-2005:
Tres tristes tigres, 1967), Roberto Bolaño (1953–2003: 2666), etc.

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