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Explicar el crecimiento de las desigualdades por las “leyes” de la eco-

nomía no puede funcionar como excusa para renunciar a la lucha


contra las prácticas desigualitarias más banales y sus efectos. Basta con
observar las prácticas de cada uno de nosotros, para advertir, que más
allá de la oposición del 1% de los más ricos y los demás, elegimos con
frecuencia desigualdades sociales en la medida en que no ofendan
nuestros principios democráticos, e incluso cuando estos los legitiman
(…) Si el 1% arrasa con las riquezas a expensas del otro 99% que se
indigna pero no hace nada (con la excepción de pequeños grupos que
alimentan la llama de la revuelta), es porque estos últimos no son un
bloque homogéneo capaz de actuar como tal. Es también porque dentro
de ese conjunto, los intereses de unos no coincide con
los intereses de los otros. Y acaso sea, para terminar, porque “la pasión por la
igualdad” no es tan fuerte como se supone. (Dubet, 2015:20-23)

Análisis y conclusiones
Daniela Monje, María Soledad Segura y César Bolaño

La pregunta por la desigualdad info-comunicacional no es una novedad en los estudios de


comunicación, Desde los planteos iniciales sobre el proyecto Sociedad de la Información (Matellart
2001) se identificó que el nuevo modelo de desarrollo del capitalismo involucraría crecientes
volúmenes de exclusión y variadas formas de deprivación. Sin embargo, en el contexto de la
pandemia Covid 19 la constatación global acerca de un modo particular de esta asimetría se volvió
crítica: la desconexión.
La pandemia dejo expuestas con dramatismo desigualdades prexistentes y evidencio nuevas
carencias que se tornaron necesidades básicas. Una de ellas fue la conectividad, de la cual depende
desde hace más de un año casi cada uno de los movimientos de la vida pública, pero también, la
mayor parte de los vínculos que se traman en la vida privada de la ciudadanía. Este problema que de
ningún modo podría circunscribirse a lo tecnológico, demandó que los Estados reaccionaran
diseñando políticas públicas de resguardo que en algunos casos se activaron rápidamente, en otros
tuvieron dilaciones y en la mayor parte, nunca llegaron. Esas políticas, para alcanzar a la ciudadanía
y tornarse universales requerían ser formuladas en clave de derechos humanos.
Sole aquí podes incluir referencias a Derechos Humanos y conectividad.
La escena contemporánea exhibe una trama desde la que pueden enunciarse preguntas centrales
acerca del poder, la desigualdad, el acceso, el pluralismo y la democracia con relación a la
comunicación cuyas respuestas conjeturales requieren abordajes interdisciplinares. Y en tanto los
impactos de las transformaciones aquí enunciadas tienen lugar en diversos planos y entre actores de
diferente envergadura, su análisis requiere claves de lectura procedentes de la EPICC en
articulación con los estudios normativos referidos a los Derechos a la Comunicación, la Sociología
de las Comunicaciones y la Teoría y Filosofía Políticas. Esto nos permite reflexionar y diseñar
estrategias analíticas y estudios comparados acerca los procesos materiales y simbólicos de los que
participan las Industrias Culturales, el sector Telecomunicaciones y las actividades sobre
plataformas digitales cada vez más globalizadas.
Acerca de la desigualdad (Sole)

¿Por qué plantear los problemas de la creciente informatización de los procesos desde una
perspectiva de derechos humanos? ¿Por qué indagar en los modos en que se construye u omite una
agenda de políticas públicas regionales y procesos de gobernanza en torno a estos temas?
Autonomía tecnológica
Otros modelos de conectividad/
Porque y para que conectar? Desmontando el concepto de brechas. (Sole)

El acceso y asequibilidad a niveles aceptables de conectividad no fueron garantizados inicialmente


por los Estados, más aún muchos países no registran aun en sus políticas la conectividad en
términos de derecho a la comunicación. Asimismo, vemos como progresivamente se ha vuelto un
tema de interés en el plano de los organismos supranacionales tales como UNESCO, la
consideración de la información y la comunicación en tanto bienes públicos o bienes comunes. Los
bienes públicos forman parte originalmente del cuerpo conceptual de la economía y existe
coincidencia en indicar sobre ellos que se trata de bienes que exhiben simultáneamente las
características de no rivalidad en el consumo e inaplicabilidad del principio de exclusión (García
Arias, 2004). Luego, si se avanza hacia la noción de Bienes Públicos Globales (BPG) observamos
que no sólo quedan incluidas comunidades específicas o países sino la humanidad en su conjunto.
Los BPG podrían entonces definirse como aquellos en los que se verifica que, una vez provistos,
sus beneficios son no rivales y tampoco excluibles para un número importante de países, para una
parte importante y transversal en términos socio-económicos de la población mundial y para más
generaciones que la actual. ya que es justamente con relación a este tipo de bienes. Estos bienes
pueden ser en el caso del sector info-comunicacional el espectro radioeléctrico, Internet o más
ampliamente la información, Sin embargo, en torno a estos BPG se traman de un modo creciente
mercados globales que restringen su uso y acceso, transformándolos en mercados nocivos (MN).
Por tanto, interesa explorar cómo se articulan BPG y MN en el mercado global de las
comunicaciones convergentes. Esta mirada sobre un tipo de contested commodity habilitará la
discusión de cuestiones vinculadas a los derechos humanos, la ciudadanía y a los procesos de
acceso o exclusión.
Considerando que la información puede ser tratada como un BPG, aparece la cuestión vinculada a
como se regula en el plano nacional y/o regional el manejo de la información que tiene lugar en
procesos de creciente informatización de la sociedad. Es decir, cuan elaboradas se encuentran las
controversias acerca de los derechos humanos en pugna en el desarrollo de la IA, IoT, big data etc.
y como se disputan esos sentidos en el diseño de políticas públicas, toda vez que los actores que
participan de los procesos de introducción de innovaciones y de valorización de estos productos y
servicios en el mercado global no se rigen por las legislaciones nacionales de los países de
Latinoamérica en los que operan y por tanto participan de procesos de gobernanza complejos que en
la mayor parte de los casos no se resuelve en el plano nacional, ni siquiera en los tradicionales
organismos supranacionales creados en la posguerra.

La economía de la cultura .(actualizar cifras comparativas a 2021)


Según Zallo (2016), las industrias culturales y creativas en el mundo generan ingresos por valor casi
de 3.000 millones de dólares, realizando un gran aporte al PIB, y generando un alto nivel de
exportaciones. Según este mismo autor, las exportaciones ascienden a los 424 billones de dólares de
los cuales el 82% pertenece a países desarrollados, lo que refleja un dominio en el comercio de estas
industrias. Por su parte, UNESCO informaba en 2015 que las Industrias Culturales y Creativas
(ICC) empleaban a 29,5 millones de personas, esto es el 1% de la población activa. En América
Latina, en el período de diez años comprendido entre el 2004 y el 2013, el sector
infocomunicacional pasó de representar del 1% al 2,2% del PIB. Asimismo, los niveles de
concentración de la propiedad también aumentaron, tanto en las telecomunicaciones como en los
negocios audiovisuales (Becerra y Mastrini, 2009; UNESCO, 2015; SINCA, 2013 y 2017).
Asimismo, diversos estudios señalan –en distintos países del mundo y en la región en particular- un
gasto mensual ascendente en bienes informativos, culturales y servicios de conectividad con
tendencias inelásticas, por parte de los hogares y personas, más allá de particularidades respecto de
su nivel socioeconómico.
Por otra parte, la digitalización y la convergencia impactaron de tal manera en el crecimiento y la
concentración de las industrias culturales que hoy cinco de las diez mayores empresas del mundo
están vinculadas a la comunicación y la cultura en Internet, y han desplazado de los primeros
puestos a las empresas petroleras y a los bancos. Estas son Apple, Alphabet (propietaria de Google),
Microsoft, Amazon y Facebook (Chang, 2013). Son miles de millones de personas a escala global
que utilizan los servicios de estas empresas. Por ejemplo, y para el año 2019, Facebook superó los
2.300 millones de usuarios, y Youtube llegó a los 1.900 millones. El crecimiento exponencial de
este sector de la economía puede graficarse de este modo: la red social Facebook pasó de tener 640
millones de usuarios en 2010 a 2.000 millones en 2017 y 2.320 en 2019, Whatsapp pasó de 1.300
millones de usuarios en 2018 a 1.500 en 2019, Instagram de 800 millones en 2018 a 1.000 millones
en 2019 y Twitter de 170 millones en 2010 a 328 millones en 2017 y 330 millones en 2019.
Hasta el primer semestre de 2019 se registraba la existencia de más de 4.300 millones de
direcciones IP distribuidas en 246 países, mostrando un incremento respecto de años anteriores. De
ese total Estados Unidos ocupaba el primer lugar en tanto poseía cerca de 1.573 millones.
Luego, en particular, proponemos el abordaje de problemáticas específicas referidas a procesos de
convergencia, estructuración de mercados info-comunicacionales, diseño de políticas públicas y
regulaciones para el sector telecomunicaciones y audiovisual, la nueva economía de internet o los
antagonismos a partir de los cuales se constituyen los actores que disputan hegemonía así como el
sistema de exclusiones que se construyen en torno al ecosistema comunicacional contemporáneo.
Los estudios contemporáneos de EPICC en América Latina producen una nueva agenda de
problemas y enfoques teórico-metodológicos.

En este libro se recogen las experiencias de 10 países de América Latina y El Caribe en las que se
relata desde miradas situadas y con enfoques diferenciados como se ha transitado la desigualdad y
la desconexión durante este último año.
(Aquí va el detalle comentado de aspectos desarrollados en cada capítulo que aun estoy armando)

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