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Material extra - día 04

Cuaresma - 2022
Textos de San Rafael Arnáiz Barón - Material extra (optativo)

Día 04 -PRINCIPIO Y FUNDAMENTO I - El fin del hombre


El acorde inicial de los Ejercicios es el «Principio y fundamento». Con esta meditación
san Ignacio sitúa al ejercitante ante lo más elemental de la experiencia cristiana, que se
podría resumir en una pregunta obvia, pero radicalmente interpeladora: ¿creo realmente
en Dios? Es comenzar yendo directamente al grano.
Sin embargo, como se trata de algo tan fundamental el contenido de esta meditación no es
el principio en el sentido de un comienzo que se deja atrás, cuando se ha pasado ya más
adelante a ocuparse de otros temas. No se trata del principio en un sentido sólo cronológico
-el comienzo temporal-, sino, más bien, del principio inspirador de toda la vida cristiana
que nunca se puede dar por ya pasado, sino que ha de actuar siempre y en todo momento
como el origen del que brota permanentemente la existencia del cristiano.
La meditación se puede dividir en varias partes principales. La primera pone ante los ojos
el fin de la existencia humana: el servicio y la alabanza de Dios.
Así afirma San Ignacio en la primera parte de Principio y Fundamento (nº 23 del Libro
de los Ejercicios):
[23] EL HOMBRE ES CRIADO PARA ALABAR, HACER REVERENCIA Y
SERVIR A DIOS NUESTRO SEÑOR Y MEDIANTE ESTO SALVAR SU
ÁNIMA
Vayamos a algunos textos del Hermano Rafael en los que reflexiona sobre esto.

De la carta a su abuela Fernanda, desde Oviedo (10 de diciembre de 1933)


Alaba a Dios, abuelita, alábale en todo momento aun cuando el dolor nos aprisione, el
corazón se nos desgarre e incluso la desolación se apodere de nosotros. Alaba a Dios en
todo momento, no hay oración que Dios agradezca más, ni tampoco hay oración que más
nos acerque a Él; ésa va a ser, dentro de poco, mi vida ... Vida que transcurrirá en el Coro,
en el trabajo y en el silencio, y que se reduce a una cosa sola: a alabar a Dios en todo
momento.
Muchas cosas se me ocurren, y muchas cosas te diría, pero, cuando el cariño es verdadero y
profundo, con palabras se expresa mal. Conténtate, pues, con mi silencio, que quizás
comprenderás mejor, al fin y al cabo, no es más que un anticipo al silencio monacal.

San Rafael Arnáiz Barón


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Tampoco mi carta es de despedida. Los cristianos no se despiden nunca. Dios es el fin y


allí nos encontraremos todos para una eternidad ... ¿Qué valen, al lado de eso, unos pocos
años? Nada, absolutamente nada ... Se hacen largos por la impaciencia por llegar, y se
hacen cortos porque Dios nos ayuda de tal manera que se pasan sin sentir. Lo único que
debemos hacer es aprovecharlos bien, pues para hacer el bien son cortos, y para hacer el
mal son largos.

Estampa dedicada a su madre al irse a la Trapa, en Oviedo (14 de enero de 1934)


El único consuelo que pueden tener las criaturas es recrearse en Dios, a eso voy a la Trapa.
Allí, durante siete veces al día, como hacía el rey David, entonaré cánticos en su honor.
Acuérdate, pues, de que a cualquier momento que eleves los ojos a Dios, tu hijo Rafael
está en un Coro de hombres en la tierra que, a imitación de los ángeles en el cielo, canta
con alegría el «Hosanna a Dios en las alturas», y no se acostara ninguna noche sin haber
pedido a la Santísima Virgen en una fervorosa Salve, por su padre, su madre y sus
hermanos, para que, dentro de poco, todos allá arriba podamos seguir cantando con
alegría a un Dios tan bueno como Jesús.

De la carta a sus padres, desde el monasterio (1 de abril de 1934)


Desde luego, la Cuaresma en la Trapa es muy dura, pero es llevadera, y si no, véase la
prueba, aquí estoy yo que todavía vivo para alabar a Dios más y más cada día.
Pero las tinieblas se disiparon, el luto se ha cambiado en alborozo y alegría, el Rey del cielo
es alabado por todos los ángeles y un atronador «aleluya» resuena en todos los rincones
del mundo, lanzado por la Iglesia Católica ... Yo me enorgullezco de ser hijo de la Iglesia y
poder lanzar también mis alabanzas a Dios desde aquí, en el Coro de una Trapa.
Todo tiene recompensa, en el cielo y a veces también en la tierra ..., el reverendo Padre
Abad nos ha premiado a la comunidad por lo bien que ha salido el canto en estos días, con
un «alivio» en la comida de hoy, de dos huevos fritos y una taza de café. Como veis,
también en la Trapa se hacen algunas veces extraordinarios... Los dos huevos fritos me han
sabido a gloria.
Lo que no debes hacer es preocuparte de si mis manos manejan el pincel o el azadón ..., a
los ojos de Dios es lo mismo, con tal que se manejen para mayor gloria suya ..., y con todo
se le puede alabar ... En el campo con el azadón, en casa con la pluma ... , en la iglesia con el
incensario; la cuestión es no tenerlas paradas ... , y así algún día poder presentarse delante
de Dios y, enseñándole las manos llenas de callos y sabañones, decirle: «Señor, las obras
ejecutadas por mí son pobres y despreciables, mis manos han trabajado mal ... , pero yo,
Señor, todo lo hacía en tu nombre, y cada vez que el cuerpo se inclinaba en tierra, para
ganarme el pan, mi corazón se elevaba a Ti para poder algún día ganar el cielo». Es un
gran consuelo tener callos por amor a Dios.

San Rafael Arnáiz Barón


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De la carta al maestro de novicios, desde Oviedo (11 de agosto de 1934)


En cuanto a mi espíritu ... ¿Qué le voy a decir, Padre?, sino que cumplo la voluntad de
Dios, no solamente con resignación, sino con alegría, pues mis deseos son los de Él, y si me
tiene temporalmente separado de mis queridos hermanos, Él sabrá por qué lo hace ...
Claro está que mi espíritu está en el Coro cantando a Dios y a la Virgen, y mi cuerpo está
entre los hombres tratando con todos y ocupándose en lo que ellos se ocupan, con la sola
diferencia de que todo lo hago maquinalmente y sin interés, pues yo pertenezco a Dios, mi
fin es Dios, y Él es el único que puede llenarme por completo ... , todo lo demás no lo
necesito y me es completamente innecesario ... Pero como tristemente en el mundo se
ocupa uno de todo menos de Él, mi antagonismo es muy evidente y claro ..., Dios me
envía la cruz por ese lado, bendita sea, pues si, como dice Job, «recibimos alegremente de
la mano de Dios los bienes, ¿por qué no recibir los males?».
Cuando me veo otra vez en el mundo, enfermo, separado del Monasterio, y en la situación
en que me encuentro ..., veo que me era necesario, que la lección que estoy aprendiendo es
muy útil, pues mi corazón está aún muy apegado a las criaturas, y Dios quiere que lo
desate para entregárselo a Él solo.

Del escrito llamado «Apología del trapense», comenzado en Oviedo el 19 de


septiembre de 1934
Soy «trapense» y como «trapense» siento, veo y discurro ... El «trapense» no es ninguna
cosa rara ... No es nada excepcional ni extraña; el «trapense», en primer lugar, es un
hombre como todos, es una criatura de Dios como lo son todas ... Tiene sus miserias, sus
flaquezas, un cuerpo con el que lucha, y un alma que tiene que salvar ... Eso es todo ...
Dios le exige una serie de cosas que son sencillas y agradables de cumplir aquí en la tierra.
La principal de todas es que el «trapense» no quiera más que lo que Dios quiera, que Él
sea su única ocupación, su único deseo, su único amor y ocupación ... Que esté lleno del
Espíritu de Dios, y que todos sus actos en la vida sean dirigidos exclusivamente hacia Él,
hacia su mayor gloria y en su nombre.
Como se ve, la ocupación del trapense es bien sencilla, no necesita grandes estudios ni
preparaciones, no hace falta condiciones excepcionales como mucha gente cree, ni
tampoco hace falta violentarse ni destrozarse para nada ... Basta solamente una cosa: «el
amar a Dios sobre todas las cosas» y ¡eso es tan agradable …! , ¡es tan dulce!, que se puede
decir que la ocupación del «trapense» en la tierra es la más agradable de todas las
ocupaciones, es la más divina, la más útil, si se me permite emplear esta palabra ... Cuántas
veces me dan ganas de contestar cuando me preguntan: y dime ¿qué hacéis en la Trapa? ...
Pues una cosa bien sencilla ..., amar a Dios y dejarse amar por Él, nada más que eso ... Pero
esa ocupación del trapense en su Monasterio pasa inadvertida en el mundo, pues el
mundo tan ocupado en otras cosas, ésa no la comprende ... El mundo solo ve en un

San Rafael Arnáiz Barón


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trapense un hombre que no se baña, que no come más que pan y alubias, y que no habla
nunca ... Y claro, visto solamente desde ese punto de vista, es una cosa rara.
Cuando cojo la pluma, y pienso un momento antes lo que voy a decir, al ver que mi único
pensamiento es hablar de Dios y siempre de Dios ..., me siento tan pequeño que me dan
ganas de cerrar el cuaderno y dejar las páginas en blanco, que así seguramente dirán más
expresivamente que yo con mis torpes palabras ... la grandeza de Dios, su inmensidad, su
potencia infinita y su eterno amor. Pero, por otra parte, yo no pretendo el escribir para
que se me lea, sino el escribir como medio de dialogar, mejor dicho, monologar ...,
expansionarme, hablarle a Dios, como si a Él fuera a quién estoy escribiendo.
Mis escritos son al mismo tiempo reflexiones conmigo mismo, y oraciones a Dios. Mis
impresiones de lo que mis ojos ven por el mundo en donde estoy, están vistas a través del
prisma de Dios ... No lo puedo ver de otra manera, ni quiero tampoco ... Si me impresiona
un paisaje, es porque en él veo a Dios, y los colores, los vientos y el sol son obras suyas ...
Alabemosle, pues.
En las criaturas, o sea, lo mismo en los hombres que en los seres irracionales, también veo
a Dios; en la grandeza de las almas, para alabarle, y en la miseria de los cuerpos, para
implorarle ... En los actos de la vida también veo a Dios, y todo con Él lo relaciono ... Un
hecho en sí no tiene valor si no se encamina a un fin; el hecho será bueno si el fin es bueno,
y malo si el fin es malo. Y es bueno cuando el fin es Dios, y malo cuando todo lo contrario.
Y como para mí lo único que me interesa es Dios, al analizar un hecho, una impresión de
mis sentidos o un acontecimiento que me impresione, lo primero que busco es a Dios,
analizo mis ideas para, en ellas, tropezarme con Él, y encamino mis actos para que, por
medio de ellos, me conduzcan a Él... ¡Esto es tan fácil! ... Incluso el comer, el reír, el hablar
..., todos, todos los actos que hacemos en la vida corriente, lo podemos encaminar a ese fin
..., y así resulta que haciéndolo todo por Dios, todo es bueno, y con las más insignificantes
cuestiones de la vida, podemos elevar el corazón a Él y a Él encomendárselo todo.

En el cuaderno «Meditaciones de un trapense» (8 de agosto de 1936)


Dios ..., he aquí lo único que anima; la única razón de mi vida monástica ... Dios para mí
lo es todo, en todo está y en todo le veo. ¿Qué me interesa la criatura? ¿Y yo mismo? Qué
loco estoy cuando de mí me ocupo, y qué vanidad es ocuparse en lo que no es Dios. Y, sin
embargo, con cuánta facilidad nos olvidamos del verdadero motivo de vivir, y cuántas
veces vivimos sin motivo.
Tiempo perdido son los minutos, las horas, los días o los años que no hemos vivido para
Dios.


¡Ave María y adelante!

San Rafael Arnáiz Barón


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